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C P Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social I Algo tan central en psicología social como son las relaciones interperso- nales dependen en gran medida de la percepción social: nos comportamos con los demás según les percibamos. A veces ocurre incluso que nos hace- mos una primera impresión, positiva o negativa, de alguien a quien ni siquiera conocemos. Pues bien, ello influye fuertemente en cómo nos com- portamos con él. De ahí la enorme importancia que para la conducta social tendrá la percepción de personas y la formación de impresiones. Como escriben Perlman y Cozby (1985, pág. 149), «los procesos básicos para saber cómo llegamos a conocer a otras personas e interactuar con ellas son un aspecto clave en la comprensión de todas las relaciones sociales», pues tratamos a los demás no tal y como son realmente, sino tal y como los per- cibimos (Jones, 1990). Ahora bien, la percepción comprende esencialmente dos procesos: 1) La recopilación de los datos estímulo y su recodificación para reducir su complejidad y facilitar su almacenamiento y recuperación en la memoria; y 2) El intento de «ir más allá» de los datos recopilados, con la finalidad de predecir acontecimientos y conductas futuras y evitar así reducir la sorpresa y la incertidumbre. Un caso extremo sería el de alguien que creyera que el color de los ojos refleja un tipo de personalidad: le bastaría ver los ojos de alguien para deducir el tipo de persona que es y predecir así muchos de sus comportamientos futuros. Otra cosa bien dife- rente es hasta qué punto acertamos o no con nuestras inferencias. Ahora bien, ¿cómo hacemos esas inferencias? ¿Cómo nos hacemos una impresión de los demás? Responder a estas y otras preguntas, con ellas relacionada es el objetivo de este capítulo.

Ovejero Cap I

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overjero capitulo 1

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  • C P

    Cmo percibimos a las otras personas:la cognicin social

    I

    Algo tan central en psicologa social como son las relaciones interperso-nales dependen en gran medida de la percepcin social: nos comportamoscon los dems segn les percibamos. A veces ocurre incluso que nos hace-mos una primera impresin, positiva o negativa, de alguien a quien nisiquiera conocemos. Pues bien, ello influye fuertemente en cmo nos com-portamos con l. De ah la enorme importancia que para la conducta socialtendr la percepcin de personas y la formacin de impresiones. Comoescriben Perlman y Cozby (1985, pg. 149), los procesos bsicos parasaber cmo llegamos a conocer a otras personas e interactuar con ellas sonun aspecto clave en la comprensin de todas las relaciones sociales, puestratamos a los dems no tal y como son realmente, sino tal y como los per-cibimos (Jones, 1990). Ahora bien, la percepcin comprende esencialmentedos procesos: 1) La recopilacin de los datos estmulo y su recodificacinpara reducir su complejidad y facilitar su almacenamiento y recuperacinen la memoria; y 2) El intento de ir ms all de los datos recopilados,con la finalidad de predecir acontecimientos y conductas futuras y evitaras reducir la sorpresa y la incertidumbre. Un caso extremo sera el dealguien que creyera que el color de los ojos refleja un tipo de personalidad:le bastara ver los ojos de alguien para deducir el tipo de persona que es ypredecir as muchos de sus comportamientos futuros. Otra cosa bien dife-rente es hasta qu punto acertamos o no con nuestras inferencias. Ahorabien, cmo hacemos esas inferencias? Cmo nos hacemos una impresinde los dems? Responder a estas y otras preguntas, con ellas relacionada esel objetivo de este captulo.

  • P :

    Entendemos por percepcin social el proceso por el que llegamos aconocer y pensar a las otras personas, sus caractersticas, cualidades y esta-dos internos. La percepcin social es, pues, un proceso por el que una per-sona crea un mundo perceptual coherente, a partir de una serie de estmu-los fsicos caticos, y, al igual que la percepcin de objetos fsicos, lapercepcin de personas, se caracteriza por estos rasgos: 1) Activa: inclusodesde un punto de vista fisiolgico, la percepcin social es un procesoactivo; 2) Selectiva: de la gran cantidad de estmulos caticos que nos lle-gan de una forma tambin catica, seleccionamos aquellos que nos intere-san, a travs de una doble selectividad, la que imponen nuestros propiosfiltros perceptivos (slo conocemos aquello que puede pasar por nuestrossentidos) y la que depende de nuestra atencin (slo nos fijamos en aque-llo que nos interesa); 3) Inferencial: porque a partir de unos datos fsicosinferimos conclusiones no fsicas (emociones, etc.); 4) Estructurante: todolo que captamos lo estructuramos a nuestra manera, categorizando a laspersonas como pertenecientes a grupos; y 5) Estable: necesitamos percibira las dems personas como estables. Es decir, que la percepcin, tanto lasocial como la no social, exige la plena participacin activa del percibidor,influyendo sobre ella las necesidades corporales y sociales, las variables derecompensa y castigo, el sistema de valores del perceptor, sus caractersti-cas de personalidad, etc.

    Sin embargo, a pesar de que, como estamos viendo, existen muchassimilitudes entre la percepcin de objetos fsicos y la percepcin de perso-nas, existen tambin algunas importantes diferencias entre ambos tipos depercepcin (Fiske y Taylor, 1991):

    1) Las personas son percibidas como agentes causales y los objetosno, o dicho de otra forma, los seres humanos tenemos intenciones de con-trol sobre el medio que nos rodea, lo que explica por qu el factorengao tiene una importancia crucial en la percepcin de personas,mientras que es prcticamente irrelevante en la percepcin de objetos fsi-cos. El perceptor sabe que los objetivos y deseos de la persona percibidainfluyen en la informacin que presenta de s misma, lo que unido a laambigedad que tiene gran parte de la informacin, hace que el perceptorse implique en un proceso activo, intentando descubrir cmo la personapercibida realmente es, o cules son sus verdaderas intenciones.

    2) Las otras personas son semejantes a nosotros, lo que nos permiterealizar una serie de inferencias que no podemos realizar en el caso de losobjetos. As, todos tenemos una idea de cmo se siente una personacuando est triste, cuando le suspenden un examen o cuando le dan unabuena noticia, porque nosotros hemos vivido experiencias similares, cosaque no ocurre cuando percibimos objetos fsicos.

    3) La percepcin de personas suele darse en interacciones que poseen

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  • un carcter dinmico. Generalmente, cuando percibimos a otra personaestamos siendo tambin percibidos por ella. Nuestra mera presencia, elhecho de sentirnos observados o el contexto, pueden hacer que la otra per-sona maneje la impresin que quiera causarnos, presentando o enfatizandociertas caractersticas y omitiendo otras. Adems, las expectativas o percep-ciones respecto a la persona que percibimos influyen en nuestra conductahacia ella; esta conducta, a su vez, puede influir en la respuesta que la per-sona percibida, emita, cerrando de esta manera una especie de crculovicioso. Un estudio interesante que muestra esto es el de Snyder y colabo-radores (1977) en el que sus sujetos, estudiantes varones, tenan que hablarpor telfono con una chica atractiva con el fin de conocer algo acerca deella (el atractivo de la chica vena indicado por una fotografa); a otrosestudiantes les pidieron lo mismo, slo que en este caso la chica era muchomenos atractiva. Pues bien, encontraron que los chicos que crean que esta-ban hablando con chicas atractivas se mostraban ms sociables, extraverti-dos y afectuosos que aquellos que crean que lo hacan con chicas pocoatractivas. Ms interesante an fue el resultado que mostraba en las chicasel mismo patrn de respuesta, es decir, aquellas que hablaban con chicosque crean que ellas eran atractivas se mostraban ms sociables, afectuosasy extravertidas. De esta manera, los chicos que hablaban con chicassupuestamente atractivas y simpticas acababan hablando con chicas que secomportaban realmente as, confirmndose de esta manera sus preconcep-ciones iniciales.

    P ?

    La percepcin de las personas es un proceso claramente al servicio denuestras interacciones, es decir, las personas percibimos a los dems paramaximizar los efectos de nuestra interaccin con ellas (Fiske, 1992), por loque nuestra percepcin persigue diferentes objetivos que se suelen clasifi-car en dos grupos (Fiske, 1992, 1993; Hilton y Darley, 1991):

    1) Hacer un diagnstico o evaluacin de la persona percibida: en estecaso la meta de la interaccin consiste en que la percepcin sea lo mscorrecta posible, lo que es importante en una infinidad de situaciones coti-dianas. Por ejemplo, cuando alguien es entrevistado para un trabajo. Enestas situaciones las personas por lo general ponderan todas las posibilida-des con gran cuidado, intentan mirar a la persona desde diferentes pers-pectivas, estn abiertas a tanta nueva informacin como les sea posible y sepreocupan por llegar a una impresin correcta. Cuatro factores facilitan elque se d esta situacin: a) Dependencia de resultados: cuando lo que seobtiene de la interaccin social depende, de alguna manera, de la personapercibida, entonces la motivacin para percibirla correctamente es alta.Esto ocurre tanto cuando la dependencia es positiva (por ejemplo, si elotro tiene xito, nosotros lo tendremos, y si el otro fracasa, nosotros fraca-

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  • saremos) como cuando es negativa (por ejemplo, si yo gano, el otro pierde,y viceversa). En estas circunstancias, las personas se preocupan por perci-bir correctamente a los dems porque quieren predecir e incluso controlarsus propios resultados, para lo que necesitan predecir y tal vez inclusoinfluir sobre los resultados de los dems; b) Estatus subordinado: tener unaposicin subordinada en relacin con la otra persona (por ejemplo,alumno-profesor, hijo-padre, etc.) significa que nuestros beneficios depen-den de la otra persona en mayor medida que los suyos de nosotros. Quie-nes se encuentran en esta situacin de inferioridad estarn ms atentos acmo son quienes se encuentran en la de superioridad que al revs (Snod-grass, 1992); c) Estigma: como mostr Goffman, tener un estima (por ejem-plo, padecer el sida, ser ciego, etc.) significa poseer un atributo socialmentedesacreditador. Las investigaciones han mostrado que ser una personaestigmatizada influye tambin en cmo percibe y en cmo es percibida.Cuando se trata de un estigma no visible (por ejemplo, haber sufrido unaviolacin), quienes lo padecen suelen ser especialmente sensibles en suspercepciones. Sin embargo, cuando se trata de un estigma claramente visi-ble (por ejemplo, ser cojo), quienes lo padecen no se muestran muy acerta-dos en sus percepciones, a causa probablemente de que este tipo de perso-nas suelen estar demasiado preocupadas por el manejo de la situacin y decmo se presentan en ella como para estar atentas a una percepcin ade-cuada. Ahora bien, estos factores motivan tanto a hacerse una impresinacertada que con frecuencia llevan a errores de percepcin; y d) Sentirseresponsable de la impresin formada: no slo nuestra dependencia respectoa las personas con quienes interactuamos favorece que nos esforcemos porformarnos una correcta impresin, sino que tambin esto ocurre cuandotenemos que dar cuenta ante terceras personas de la impresin que nos for-mamos (Tetlock, 1991).

    2) Actuar: en este caso el perceptor persigue algn objetivo especfico,y la percepcin de las personas presentes en la interaccin tiene slo unarelacin incidental con este objetivo. En estos casos, como subrayan Mora-les y Moya (1996), la gente no se preocupa por obtener una representacinlo ms correcta posible de la otra persona con quien interacta. Por ejem-plo, cuando se va a comer a un restaurante lo ms probable es que se tengaque interactuar con un camarero, pero uno no suele estar interesado en ave-riguar cmo es realmente ese camarero. En estas situaciones solemos estarmuy ocupados en otras metas ms concretas (examinar la carta y los precios,etc.) poco relacionadas con la formacin de impresiones. Este tipo de situa-ciones tiene lugar con mayor frecuencia que las situaciones de diagnsticoen la vida cotidiana y presentan, igualmente, una mayor variabilidad.

    En todo caso, podramos preguntarnos cmo es posible predecir laconducta de una persona sin hacernos una idea, aunque mnima, de cmoes esa persona. Esta situacin es posible principalmente por dos razones(Hilton y Darley, 1991): la primera consiste en que en muchas de las situa-ciones en las que cotidianamente nos encontramos existen unas normas

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  • reguladoras de la conducta lo suficientemente claras y precisas como parano tener que preocuparnos de averiguar cmo son las otras personas queestn en la situacin en orden a predecir su conducta. As, cuando acudi-mos a un restaurante podemos predecir con un alto grado de precisinque, sea quien sea el camarero, nos traer una carta, anotar nuestropedido, lo servir y nos presentar la factura. De la misma forma, los cama-reros pueden predecir bastante bien cmo se comportarn los clientes sinnecesidad de estudiar su personalidad. La segunda razn estriba en quemuchas de las situaciones sociales son en gran medida un proceso de nego-ciacin y de influencia mutua. Imaginemos, con Morales y Moya, el caso deun profesor a quien le gusta que sus ayudantes sean pulcros y muy cuida-dosos en su trabajo: a la hora de seleccionar estos ayudantes obviamentediagnosticara si los candidatos parecen ajustarse al tipo de colaboradorque l desea. Pero tambin es muy posible que pueda ahorrarse ese tra-bajo: el profesor puede haber transmitido, de forma directa o indirecta, alos aspirantes cul es su tipo de ayudante ideal, con lo que si stos real-mente desean el puesto posiblemente se presenten a la entrevista vestidoscon pulcritud y alardeando de su afn de meticulosidad.

    C ?

    Como nos recuerdan Morales y Moya (1996, pg. 76), tradicionalmenteen psicologa social se han estudiado dos grandes temas en la percepcinde personas: a) La exactitud en la percepcin, o ms concretamente, qucaractersticas tenan los buenos perceptores, tema que en los aos 50 fueabandonado como consecuencia principalmente de la demoledora crticametodolgica realizada por Cronbach y porque no se logr mostrar culeseran las caractersticas de los buenos perceptores ni tan siquiera si hababuenos perceptores; b) La segunda lnea de investigacin fue la formacinde impresiones, que vino a reemplazar a la anterior, y que intentaba estu-diar cmo los individuos utilizan la diferente informacin que reciben deuna persona estmulo determinada para formarse una impresin relativa-mente coherente y unitaria de ella. La formacin de impresiones no es sinouna parte de la llamada cognicin social, que es el proceso de recogerinformacin sobre las otras personas, organizarla e interpretarla. La cogni-cin social implica, entre otras cosas, formarse impresiones de los otros,buscar las causas de su conducta y recordar cosas sobre las otras personas.

    As pues, cmo nos hacemos una impresin de los dems? SolomonAsch fue el primero en dar una respuesta coherente a este interrogante,sugiriendo dos modelos posibles:

    a) Modelo aditivo: segn este modelo, dada una serie de datos est-mulo, la impresin final no ser sino la suma de tales datos, de las impre-siones parciales. Pero este modelo plantea un serio problema: cmo resol-ver e integrar la informacin contradictoria?

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  • b) Modelo gestaltista: los diferentes datos estmulos que recibe el indi-viduo son organizados formando un todo, de forma que cualquier infor-macin que le llega es asimilada en funcin de la informacin que ya tiene:el sujeto organiza en un todo todos los rasgos, influyendo cada uno de ellosen todos los dems, de tal forma que la impresin final ser una dinmicano fcilmente predecible. La ventaja de este modelo, evidentemente el pre-ferido por Asch, sobre el anterior qued demostrada en un experimentodel propio Asch en el que un grupo de sujetos reciba una descripcin deuna persona, desconocida para ellos, que contena los siguientes rasgos:inteligente, habilidosa, trabajadora, afectuosa, decidida, prctica y cauta.Otro grupo similar recibi una descripcin que contena estos rasgos: inte-ligente, habilidosa, trabajadora, fra, decidida, prctica y cauta. Comovemos, las dos descripciones eran similares, con una sola diferencia y eraque mientras a unos se les deca que tal persona era afectuosa, a los otrosse les deca que era fra. Pues bien, como supona Asch y como se deducade su modelo gestaltista, esta sola diferencia origin un cambio esencial enla impresin que de esa persona se hicieron unos y otros sujetos.

    Por qu se producan estos resultados? Para explicarlos, Asch hizo laimportante distincin entre rasgos centrales y rasgos perifricos. Son rasgoscentrales aquellos que tienen un alto peso especfico sobre la impresin final,mientras que sern perifricos los que tengan un bajo peso en esa impresinfinal. El que un rasgo sea central o perifrico depende, segn Asch, del con-texto, o sea, de los dems rasgos estmulo. Por ejemplo, el rasgo inteligenteadquiere diferente significado y valor segn el contexto (acompaando al tr-mino perverso se hace negativo y acompaando al trmino altruista ydesinteresado se hace positivo). Ahora bien, dado que la centralidad de unrasgo depende de los otros rasgos, entonces un mismo rasgo ser central enun contexto y perifrico en otro, como de hecho demostr Asch. As, poseeruna deficiente fluidez verbal ser un rasgo perifrico en el caso de un depor-tista, y sin embargo ser central en el caso de un profesor, puesto que la flui-dez verbal es algo importante para ser un buen profesor, pero totalmenteirrelevante para, por ejemplo, correr los cien metros.

    Como vemos, Asch inici dos importantes lneas de investigacin: laprimera se refiere a la integracin de la informacin, es decir, a las distintasmodalidades en que la informacin es procesada y combinada. En con-creto, en ocasiones recibimos informaciones contradictorias sobre una per-sona (por ejemplo, tenemos una impresin de ella como de una personapuntualsima y un da llega con mucho retraso): cmo integramos estainformacin contradictoria en una impresin coherente? La teora de Aschpredice que adaptaremos la informacin contradictoria a la impresin pre-via (efecto de primaca) (si fuera la nueva y contradictoria informacin laque obliga a cambiar la impresin previa, estaramos ante un efecto derecencia). Ahora bien, si Asch tiene razn y el efecto de primaca es real-mente ms influyente que el de recencia, entonces tambin sern impor-tantsimas en el comportamiento interpersonal las primeras impresiones

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  • que nos hacemos de los dems. De ah los intentos de la gente por mane-jar las impresiones, sobre todo las primeras impresiones. En efecto, comosabemos, no contamos a los dems todas las cosas que nos ocurren o quenos conciernen. Por el contrario, unas cosas las contamos a todo el mundo,otras slo a algunos y, finalmente, otras, generalmente menos positivas paranosotros, no se las contamos a nadie. Es lo que se llama presentacin deuno mismo o manejo de impresiones. La segunda lnea de investigacin ini-ciada por Asch se refiere a las teoras implcitas de personalidad, que vere-mos despus y que pretende responder a esta pregunta: existen relacionesrelativamente estables entre rasgos?

    Secord (1958) sealaba hace aos tres tipos de factores como determi-nantes de la formacin de impresiones:

    1) Determinantes sociales y culturales: estos determinantes son muyinfluyentes. La cultura contribuye en gran medida a la formacin de lasimpresiones y contribuye de varias formas: a) Poniendo su acento selectivoen ciertos rasgos (por ejemplo, en nuestra cultura, a la hora de hacernosuna impresin de alguien, tiene ms importancia la corbata que el color delos calcetines); y b) Proporcionando categoras ya hechas como las de sexo,edad, raza, etc. Ms en concreto, fueron muchos los autores que durantelas dcadas de los 40 y 50 analizaron la influencia de los factores socialessobre la percepcin, incluso fsica (Bruner, Postman, etc.), de los que des-tacamos el estudio clsico de Goddman (1947) que mostraba, simplifi-cando un poco, que los nios pobres perciban la misma moneda como demayor tamao que los nios ricos. La obra de estos autores, particular-mente de Bruner, ha contribuido notablemente a despertar el inters psi-cosociolgico por el anlisis de las variables socioculturales del procesoperceptivo-cognitivo. Con ello, rellena un vaco terico importante(Blanch, 1983, pg. 169).

    2) Los propios procesos de inferencia, tan estudiados despus dentro dela temtica general de la cognicin social (vase un amplio y reciente anli-sis en Pez, Marques e Insa, 1994, captulos 5, 6 y 7). A causa de su inte-rs, despus veremos dos apartados relacionados con esto: las teoras impl-citas de personalidad y los esquemas.

    3) Las caractersticas o atributos del perceptor: tema que aunque cadavez se estudia menos, no deja de tener su importancia. Retomando el ejem-plo anterior, a la hora de hacerse la gente una impresin de otra persona vaa tener importancia, en nuestra cultura, el llevar o no corbata as como sucolor. Ahora bien, ello no ser ajeno a las caractersticas del perceptor. Dehecho, por no poner sino un ejemplo, a unos les caer mejor su profesor silleva corbata y a otros les caer mejor si no la lleva.

    A pesar de las crticas que recibi, el modelo de Asch sigui recogiendopartidarios y recibiendo apoyos empricos no slo en el campo de la for-macin de las impresiones sino tambin en otros como la psicologa delrumor o los estereotipos, de los que el primero lo veremos brevemente eneste mismo captulo y al segundo le dedicaremos un captulo especfico.

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  • Baste decir ahora que unos rasgos sern percibidos ms fcilmente y utili-zados con mayor probabilidad, dependiendo sobre todo de estas variables(Morales y Mora, 1996): a) Efecto de primaca, segn el cual, como yahemos dicho, los atributos que percibimos primero tienen ms probabili-dades de ser utilizados como categoras que los que percibimos ms tarde;b) Algunos atributos fsicos, como el color de la piel, el sexo, la edad, elatractivo fsico o algunos estigmas fsicos, dado que suelen ser los primerosrasgos que se perciben, adems de que algunos de ellos (por ejemplo, laedad o el color de la piel) suelen ser claros indicadores de estereotipos;c) La saliencia contextual, es decir, alguna caracterstica que por diferentesrazones destaque entre las restantes, como por ejemplo, una mujer en ungrupo de hombres, o un seor mayor en un grupo de nios, etc.; y d) Laaccesibilidad o disponibilidad de la caracterstica, lo que suele depender desu utilizacin reciente o de que se haya activado a menudo en el pasado.Por ejemplo, si al salir de un conferencia sobre sectas vemos a una mujerque pertenece a una de ellas, utilizaremos la categora perteneciente a unasecta antes que la de mujer.

    En todo caso, a la hora de hacernos una impresin, tendemos a prestaratencin principalmente a estos tres tipos de informacin: a) informacinsobre la pertenencia a grupos o categoras sociales (sexo, clase social, etc.);b) informacin sobre las caractersticas de personalidad (fundamental-mente, en nuestra cultura, la inteligencia, la amabilidad, y el ser trabajador,servicial, honesto y bondadoso) y otras caractersticas como las fsicas, prin-cipalmente el atractivo fsico, que es absolutamente central en la formacinde impresiones de los occidentales, pues como han mostrado los psiclogossociales, parece que seguimos el supuesto de que lo bello es bueno o,como dice un viejo aforismo, la cara es el espejo del alma; y c) informa-cin sobre la conducta: obviamente, tambin van a desempear un papelcentral en nuestras impresiones los comportamientos concretos de laspersonas.

    Y tampoco debemos olvidar el papel tan importante que en la forma-cin de impresiones desempea la comunicacin no verbal. A las personasles interesa controlar o manejar las impresiones que los dems se hacen deellas, y a travs de ello intentar ejercer el poder, persuadir, dar retroali-mentacin o engaar. Y generalmente los indicadores no verbales tienen unmayor impacto que los verbales en los cambios de impresiones, siendo res-ponsables de aproximadamente diez veces ms variacin que los verbales(Walker, 1977). Y entre las seales no verbales, las ms influyentes en lasimpresiones son la mirada, la distancia y el contacto fsico.

    Pero difcilmente entenderamos bien cmo nos hacemos una impresinde los dems sin tener en cuenta, cuando menos, dos subprocesos bsicosen tal proceso como son las teoras implcitas de la personalidad y losesquemas.

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  • T

    Los estudios de Asch mostraron que la impresin no se forma sobre elvaco, que no utilizamos slo la informacin que recibimos, sino que vamosms all de la informacin de que disponemos realizando inferencias yponiendo algo de nuestra propia cosecha. En suma, no slo combinamosla informacin disponible para hacer una impresin, sino que tambin delos rasgos estmulo que tenemos inferimos otros rasgos de que no dispone-mos. Cmo hacemos estas inferencias? De diferentes maneras, pero prin-cipalmente a travs de lo que llamamos en psicologa social teoras implci-tas de personalidad (TIP) (Leyens, 1987), que son las creencias acerca dequ rasgos o caractersticas de las personas aparecen generalmente juntas.Por ejemplo, cuando sabemos que alguien es juez inferimos que es severo,estricto y poco jovial. Son implcitas porque estas teoras no suelen estarformuladas en trminos formales, siendo con frecuencia incluso inconscien-tes, con lo que difcilmente su veracidad o falsedad puede ser puesta aprueba de manera que el individuo contina utilizndolas incluso aunquesean falsas, tendiendo a fijarse en los datos de la realidad que confirmansus TIP ms que en los que las niegan o cuestionan. A pesar de que el con-tenido de estas teoras puede ser muy amplio, en general suelen referirse aatributos personales o rasgos de personalidad.

    Ahora bien, estas teoras son idiosincrsicas, es decir, propias de cadaindividuo: cada uno de nosotros nos formamos unas teoras diferentes enfuncin de nuestra propia experiencia, tambin diferente en cada caso. As,alguien puede creer que las personas con ojos negros son supersticiosas yconservadoras, mientras que otro puede creer que los rubios son malvados,peligrosos y poco dignos de confianza. O, por recordar el mismo ejemploexpresado por Moya, un individuo al or de otra persona que es comu-nista inmediatamente piensa que ser desinteresada, igualitaria y lucha-dora, mientras que otro asociar comunista a ser intransigente, dogm-tica y anticuada. No obstante, a pesar de esta variabilidad individual,existe cierto consenso o coincidencia entre los integrantes de una determi-nada sociedad o grupo social especialmente en determinados momentoshistricos en sus TIP (Moya, 1994, pgs. 106-107).

    Por qu somos tan dados a utilizar las TIP? Principalmente, comomuchos otros fenmenos sociocognitivos (categorizaciones, estereotipos,etc.), por economa cognitiva. Como escribe Moya, al igual que las estruc-turas cognitivas, una de las principales razones de ser de las TIP consisteen la necesidad que tenemos de estructurar, dotndolas de orden y signifi-cado, nuestras percepciones de la realidad, y de hacer esto de la forma mssencilla posible. As, si nos presentan a alguien como estudiante de filoso-fa o como estudiante de educacin fsica, posiblemente iniciemos la con-versacin hablando de cosas diferentes con cada uno de ellos (de culturacon el primero y de ftbol con el segundo, por ejemplo). Ello es as por-que, acertada o equivocadamente, poseemos unas TIPs segn las cuales los

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  • estudiantes de filosofa estn interesados por la cultura y los de educacinfsica por los deportes.

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    La mente no es una especie de saco donde el individuo va arrojando,sin orden ni concierto, todo lo que va conociendo y aprendiendo a lo largode su vida. Por el contrario, como afirman Morales y Moya (1996, pg. 112),el conocimiento que tenemos de la realidad est almacenado en nuestramente con una cierta estructura, estructura que recibe diferentes nombres(hiptesis, guiones, esquemas, categoras, prototipos, actitudes, marcos,temas, etc.), y que cumplen fundamentalmente dos funciones: en primerlugar, simplifican cuando hay demasiada informacin y, en segundo, aadeninformacin cuando sta es escasa, permitiendo al perceptor ir ms all dela informacin suministrada por la realidad. Aunque, como hemos dicho,las estructuras cognitivas han sido denominadas de diferentes maneras, elconcepto ms utilizado para designarlas es el de esquema.

    Un esquema es una estructura cognitiva que representa un conoci-miento organizado acerca de un concepto dado o de un tipo de estmulo.En los esquemas se distinguen dos componentes fundamentales, unos fijosy otros variables. Los componentes fijos son aquellos que han de darsenecesariamente para que se d el esquema. Si alguno de ellos falta, elesquema no se activara en la mente de la persona. As, por ejemplo,cuando percibimos a alguien, para que se active el esquema de homo-sexual han de darse unos elementos de forma inevitable (por ejemplo, quela persona percibida sienta atraccin sexual hacia personas de su mismosexo); si no se da esa percepcin, se activara cualquier otro esquema, oninguno, pero no el de homosexual. Los componentes variables son unaespecie de huecos sin especificar que permiten integrar todas las variacio-nes del esquema que se dan en la realidad. As, por ejemplo, una personahomosexual puede ser alta o baja, amante del ftbol o no, etc. No obs-tante, esta parte variable suele tener ciertos lmites (por ejemplo, en rela-cin con la edad, es probable que casi nadie aplique el esquema homo-sexual a un nio de cuatro aos) (Morales y Moya, 1996, pgs. 112-113).

    Pero tanto la percepcin como la memoria no son asuntos puramentecognitivos sino tambin sociales que dependen de elementos de la estruc-tura cognitiva como por ejemplo de los esquemas. Una vez se ha activadoun esquema, ste influye en qu es lo que la persona percibe, la rapidez dela percepcin, cmo interpreta lo percibido y qu percibe como semejanteo diferente (Fiske y Taylor, 1991, pg. 122). As, numerosos estudios hanmostrado la influencia que la activacin de una estructura cognitiva deter-minada tiene sobre la atencin. Por ejemplo, Cohen (1977) present a sussujetos una pelcula en la que una chica realizaba en su casa diversas acti-vidades cotidianas (se preparaba el desayuno, desayunaba, etc.). A ungrupo de sujetos les dijo que la chica era bibliotecaria mientras que a otros

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  • les dijo que era camarera. Pasado un tiempo se les pidi que expresarantodo lo que recordaran de lo que haban visto en la pelcula. Pues bien, losresultados mostraron que cada grupo recordaba ms acciones y detallescongruentes con el esquema que previamente se haba activado (camareraversus bibliotecaria), a pesar de que todos haban visto exactamente lomismo, es decir, la misma pelcula: quienes crean que era camarera recor-daban que la chica mientras desayunaba lea una revista del corazn, mien-tras que quienes crean que era bibliotecaria recordaban ms que en laestantera haba un libro de Nietzsche. Este resultado fue interpretado enel sentido de que el esquema guiaba la atencin y la memoria de los suje-tos hacia unos determinados elementos de la pelcula, en este caso con-gruentes con el esquema. Y es que los recuerdos no son reproducciones deexperiencias que estn almacenadas en la memoria, sino que los recuerdosson construcciones realizadas en el momento de la recuperacin de lainformacin. Un segundo ejemplo lo encontramos en un estudio de Valloney colaboradores (1985) en que estos autores presentaron a sus sujetos, estu-diantes pro israeles y pro palestinos, una serie de noticias de televisin quedescriban la masacre que en el ao 1982 realizaron los israeles en los cam-pos de refugiados del Lbano y se les pregunt si las noticias estaban ses-gadas a favor de Israel o a favor de los palestinos (una puntuacin de 9indicaba que las noticias se perciban como muy sesgadas a favor de Israel,una posicin de 1 como sesgadas en contra de Israel y 5 como neutrales).Cada grupo de sujetos percibi las noticias como contrarias a su posicin:los estudiantes pro israeles las calificaron con una puntuacin media de2,9 puntos, mientras que los pro palestinos con un 6,7.

    Ahora bien, cmo se activan las estructuras cognitivas? Responder aesta pregunta es importante porque dependiendo de qu esquema seactive, as ser la percepcin de la realidad. Por ejemplo, hace ya veinteaos que Duncan (1976) encontr que, ante la visin de una misma con-ducta (un chico empuja a otro), las personas que activaron el esquemanegro, aplicado al agresor, calificaron el hecho como ms violento quelas que haban activado el esquema blanco. Pues bien, la activacin deun esquema determinado depende principalmente de estos dos factores(Morales y Moya, 1996):

    a) Caractersticas de la informacin estimular: los esquemas que estnrelacionados con caractersticas visibles de los estmulos es probable que seactiven con mayor facilidad que aquellos otros que no tienen esta cualidad(Fiske y Taylor, 1991, pg. 144). Entre las caractersticas visibles ocupan unlugar destacado aquellas que tienen que ver con el aspecto fsico, como laedad, la raza, el sexo o el atractivo fsico. No obstante, conviene tener encuenta que lo que hace a esta informacin especialmente activadora deesquemas no es slo su carcter fsico, sino sobre todo el significado socialque en nuestro medio se le ha dado a esa apariencia fsica (Oakes, 1989).As, resulta evidente que una persona de raza negra es muy probable queactive nuestro esquema correspondiente basado en la raza, y esto lo hace

    Cmo percibimos a las otras personas: la cognicin social 29

  • porque, generalmente, lo primero que percibimos de ella es el color de supiel. Sin embargo, no debe de olvidarse que el hecho de que el color de lapiel (y unos colores concretos ms que otros) llame la atencin es unaconstruccin social. En apoyo de esta afirmacin, piense en la cantidad decaractersticas fsicas de la gente que no ponen en funcionamiento esque-mas especficos, o que lo hacen con mucha menor claridad y fuerza de loque lo hacen los ejemplos que hemos puesto, sencillamente porque no tie-nen significado social (por ejemplo, chato, llevar o no gafas, etc.).

    b) Caractersticas del perceptor: el segundo factor del que depende quesquemas son activados lo constituye el propio perceptor. Adems delconocimiento (cantidad, estructuracin, etc.) que cada persona tiene, haydos aspectos que han atrado ms la atencin de los investigadores: elestado de nimo y las metas u objetivos de las personas. En general, resultams probable que se activen esquemas que sean congruentes con el estadode nimo del perceptor. Si ste est triste o deprimido, probablemente per-cibir los aspectos negativos de la realidad que le rodea. Por el contrario,si est alegre y optimista, es ms probable que resulten activados los aspec-tos positivos. Como ha mostrado Forgas (1992) en una revisin de los tra-bajos sobre afecto y percepcin social, existe abundante evidencia que sos-tiene que las personas perciben e interpretan a los dems segn sussentimientos en ese momento y segn los objetivos que persigan.

    S

    Ya hemos dicho que cuando percibimos y, ms an, cuando nos hace-mos una impresin de los dems, no nos conformamos con los datos deque disponemos, sino que, a travs de diferentes procesos, inferimos otrosdatos que no estn entre las informaciones de que disponemos. Tal procesode inferencia es bsico, pues es lo que nos ayuda a intentar prever la con-ducta de los dems, a ajustar la informacin a nuestros intereses y a nues-tras ideas, etc. Y es justamente en estos procesos donde realmente comete-mos importantes errores, muchos de ellos sin duda sistemticos (sesgos).Ms en concreto, a partir de una serie de variables psicosociales (necesida-des, grupos de pertenencia, estereotipos, etc.), inferimos datos que no estnah y que nos interesa inferir. En este proceso cometemos muchos erro-res y sesgos de considerable importancia. Entre ellos, algunos de los msfrecuentes son los siguientes (vase Myers, 1995, captulos 2 y 3):

    1) Sesgo de la visin retrospectiva: es la tendencia a exagerar, despusde conocer el resultado, la capacidad que tenemos para prever la forma enque algo sucedi. Por ello tambin se le suele conocer con el nombre deya lo deca yo o lo saba desde el principio. As, Leary (1982) encon-tr que sus sujetos crean en 1980, pocos das antes de las elecciones presi-denciales norteamericanas, que la disputa entre los dos candidatos estabamuy reida como para hacer previsiones y que, si acaso, se producira una

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  • ajustadsima victoria de Reagan sobre Carter. Tras las elecciones, despusde la victoria de Reagan, los mismos sujetos de Leary sealaban que ellosya haban dicho que ganara Reagan con un importante margen. Lo mismofue encontrado por Powell (1988) tras el nuevo triunfo de Reagan, esta vezante Mondale, en 1984. Y es que, como subraya Myers (1995, pg. 26),descubrir que algo ha pasado lo hace parecer ms inevitable.

    Este fenmeno puede demostrarse de varias formas. Veamos dos: Pri-mera, pdale a la mitad de un grupo que prediga el resultado de algnacontecimiento actual, por ejemplo, cul ser el resultado de un competidopartido de ftbol entre el Real Madrid y el Barcelona. Pdale a la otramitad, una semana despus de que se conozca el resultado, que diga quprevisin hubieran hecho ellos antes del partido. Algo parecido fue lo quehicieron Bolt y Brink cuando invitaron a sus sujetos que predijeran el votodel Senado de los Estados Unidos sobre el controvertido nombramiento deClarence Thomas para la Corte Suprema. Pues bien, el 58 por 100 predijosu nombramiento. Una semana despus de su confirmacin, pidieron a unamuestra similar de sujetos qu hubieran predicho ellos: el 78 por 100 dijo:Yo crea que sera aprobado. Segunda, muestre a la mitad de un grupoun descubrimiento psicolgico y a la otra mitad el opuesto. Por ejemplo,dgale a la mitad del grupo: Los psiclogos sociales han encontrado que,a la hora de elegir nuestros amigos o de enamorarnos, somos atrados mspor personas cuyos rasgos son diferentes a los nuestros. Parece ser ciertoaquel viejo dicho de que los opuestos se atraen. Pero a la otra mitaddgale lo contrario: Los psiclogos sociales han encontrado que, a la horade elegir amigos o de enamorarnos, somos atrados ms por personas cuyosrasgos son similares a los nuestros. Parece ser cierto aquel viejo dicho deque pjaros de un mismo plumaje vuelan juntos. Despus, pdales atodos ellos que digan si, para ellos, tales resultados son los que espera-ban o, por el contrario, les resultan sorprendentes. Pues bien, los resul-tados seguramente mostrarn que todos afirmarn que eso es lo que ellosesperaban: Eso ya lo saba yo.

    Si se me permite extrapolar estos datos al caso concreto de la ense-anza/aprendizaje de la psicologa, dir que, ciertamente, estamos ante unode los problemas con que se encuentran los profesores de psicologa, dadoque cuando explican los hallazgos de la disciplina, suelen parecerles exce-sivamente obvios a quienes los escuchan (eso ya lo saba yo). Y el pro-blema afecta tambin, de forma ms dramtica, por sus consecuencias, alos estudiantes de psicologa, dado que cuando deben responder en unexamen a preguntas de varias alternativas, todas ellas, o al menos varias deellas, les parecen ciertas, cuando slo lo es una. De ah que a veces los ex-menes de opcin mltiple les parezcan a los estudiantes de psicologa, aveces, sorprendentemente difciles.

    2) Sesgo de perseverancia en la creencia: consiste en la persistencia denuestras creencias y concepciones iniciales, cuando su fundamento ya se hadesacreditado, pero subsiste una explicacin de por qu la creencia podraser cierta. Y es que resulta sorprendentemente difcil demoler una creencia

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  • falsa una vez que la persona ha elaborado una razn fundamental en queapoyar tal creencia. Pero lo grave es que tendemos siempre a buscar razo-nes en las que apoyar nuestras creencias. Por ejemplo, Anderson, Lepper yRoss (1980), despus de darles a sus sujetos dos casos concretos para quelos examinaran, les pidieron que decidieran si las personas que asumenriesgos seran buenos o malos bomberos. A unos se les daba un caso en elque se observaba que era bueno asumir riesgos mientras que a los otros seles daba el caso opuesto en el que se mostraba claramente que era peligro-ssimo para un bombero asumir riesgos. Despus se les pidi que escribie-ran las razones por las que ellos crean que era as, con lo que cada grupose form una teora opuesta respecto a este tema, de tal forma que inclusocuando la informacin fue desacreditada al explicarles que los datos delcaso haban sido inventados por el experimentador con el simple propsitode la investigacin, los sujetos continuaron creyendo que su teora eracierta. Una implicacin de esto es que cuanto ms examinamos nuestraspropias teoras y explicamos cmo podran ser ciertas, ms nos vamoscerrando a la informacin que desafa nuestras creencias. Por ejemplo, unavez que consideramos por qu un acusado podra ser culpable o por qualguien de quien tenemos una primera impresin negativa acta de esamanera, mas nuestras explicaciones pueden sobrevivir, incluso desafiandotoda evidencia contraria (Jelalian y Miller, 1984). As, si nos dicen que seha descubierto que fue un compaero nuestro quien vena robando desdehace dos aos en la facultad, en seguida vamos construyendo una teoraque d una explicacin coherente de tal hecho, y para ello me ir for-mando una impresin negativa de tal compaero, ir recordando algunasde sus conductas y de sus dichos que parecan explicar su personalidadladrona, etc. Si unas semanas despus nos dicen que era un error, que elladrn no era l, sino otra persona, ajena a la facultad, pero que coincidacon l en el nombre, ser ya difcil borrar la imagen negativa que de l mehe hecho. Sabr que l no rob, pero sigo convencido de que podra muybien haber sido l. En esto se basa la conocida frase, creo que goebbel-siana, de que difama, que algo queda. Esto algunos polticos y algunosperiodistas lo saben muy bien: no queda algo, queda muchsimo. Y es quenuestras creencias y expectativas afectan poderosamente a la manera en quepercibimos e interpretamos los acontecimientos. Somos prisioneros denuestros propios patrones de pensamiento. Y todo ello porque, y esto meparece uno de los pilares fundamentales que nos ayudan a entender toda lapsicologa, nuestras preconcepciones controlan nuestras interpretaciones yhasta nuestros recuerdos. La realidad la vemos siempre a travs de nuestrapercepcin, de nuestras categoras, de nuestras creencias e interpretacionesprevias. Y, a su vez, nuestras creencias moldean nuestras interpretaciones.As, en un interesante estudio, Rothbart y Birrell (1977) presentaron a sussujetos la foto de un hombre para que evaluaran su expresin facial. A lamitad se les dijo que se trataba de un lder de la Gestapo y que era res-ponsable de horribles experimentos mdicos en un campo de concentra-cin. A la otra mitad se les dijo que era un lder antinazi clandestino y que

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  • haba salvado a miles de judos. Pues bien, ante la misma fotografa de lamisma persona, los sujetos del primer grupo juzgaron que su expresinfacial era cruel, mientras que los del segundo la juzgaron amable y simp-tica. Y tal vez lo ms grave, como dijimos antes, es que resultar difcil quecambien estas impresiones.

    Podemos evitar este sesgo y sus terribles consecuencias? Existen bsi-camente dos formas: la primera, muy socorrida pero poco eficaz y total-mente insuficiente, consiste en intentar ser objetivos y no tener prejuicios.La segunda, mucho ms eficaz y menos utilizada, consiste en intentar expli-car, buscando razones para ello, cmo podran no ser acertadas mis creen-cias y s las contrarias. As, incluso experimentalmente, encontr Anderson(1982; Anderson y Sechler, 1986) que intentar explicar por qu una teoraopuesta a la nuestra puede ser verdad reduce e incluso elimina el sesgo dela perseverancia de la creencia. Por consiguiente, sera un sano ejerciciocontra la intolerancia en nosotros mismos el obligarnos, al menos de vez encuando, a explicar por qu la creencia opuesta a la nuestra podra sercierta.

    3) Sesgo de la confianza excesiva: es la tendencia a sobreestimar la pre-cisin de nuestros juicios y de nuestras creencias. Tendemos a creer quetenemos razn y que acertamos ms de lo que realmente tenemos razn yacertamos. La evidente vanidad de nuestros juicios (ya lo saba yo desdeel principio) se extiende tambin a las estimaciones de nuestro conoci-miento actual. As, Kahneman y Tversky (1979) pidieron a sus sujetos quecubrieran los blancos en preguntas como sta: Tengo el 98 por 100 de cer-teza de que la distancia area entre Nueva Delhi y Beijing es mayor de ....kms, pero menor de ... kms. Pues bien, alrededor del 30 por 100 se equi-vocaron. Este sesgo es particularmente peligroso cuando afecta a la tomade decisiones, principalmente, por supuesto, en el caso de ciertas decisio-nes delicadas, como el caso de una declaracin de guerra.

    4) Sesgo de confirmacin: consiste en la tendencia a buscar informa-cin que confirme nuestras preconcepciones. De hecho, por qu la expe-riencia no nos conduce a una autoevaluacin ms realista sino que segui-mos manteniendo una excesiva y poco prudente confianza en nuestrascreencias y estimaciones? La principal razn parece estribar en que tende-mos a no buscar informacin que pueda refutar lo que creemos. Por elcontrario, una de nuestras ms bsicas motivaciones es verificar o confir-mar nuestras creencias. Por ejemplo, son muchos los varones que estnconvencidos de que las mujeres conducen mal. Pero tal afirmacin no laextraen de los datos que les proporciona la experiencia, sino que es ya unprejuicio previo y la experiencia en carretera la utilizan exclusivamentepara confirmar su prejuicio. Vemos lo que nos interesa y luego recordamosslo parte de lo que vimos, en funcin tambin de nuestros intereses. As,quien est convencido de que, efectivamente, las mujeres conducen mal, dediez infracciones de conduccin en mujeres, vern todas y las recordarn,con pelos y seales, durante mucho tiempo. En cambio, de otras diezinfracciones realizadas por varones, slo vern algunas, restarn gravedad a

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  • otras, y, finalmente, con el tiempo tendern a olvidar todas o la mayora.Con ello, una temporada ms tarde no tendrn dudas: su experiencia encarretera les dice, sin ningn gnero de dudas, que las mujeres conducenmucho peor que los hombres. Buscamos la informacin y buscamos a laspersonas que nos ayuden a mantener una autoimagen positiva.

    5) Sesgo de la memoria adaptativa: pero en todo este engranajesociocognitivo que estamos viendo, tambin la memoria, como no podaser de otra manera, desempea un papel crucial. Y es que la memoria noes un asunto meramente biolgico, ni siquiera slo psicolgico e individual,sino que es definitivamente social (vase Ovejero, 1997a, captulo 9). Lamal(1979) pidi a sus sujetos si estaban de acuerdo con esta definicin de lamemoria: La memoria puede ser comparada con un bal de almacena-miento en el cerebro en el que depositamos material y del que lo sacamoscuando lo necesitamos. Ocasionalmente, algo del bal se pierde, y enton-ces decimos que lo hemos olvidado. Pues bien, el 85 por 100 de los suje-tos estuvieron de acuerdo con ello. Sinceramente, lo que a mi me extraaes que no hubiera sido el 99 por 100. Porque creo que la mayora de lagente est de acuerdo con esa descripcin de la memoria. Pero, sinembargo, es totalmente falsa. Nuestros recuerdos no son copias de expe-riencias que permanecen en depsito en un banco de memoria, sino quelos construimos o, al menos, los reconstruimos en el momento de la recu-peracin, del recuerdo, ya que la memoria implica razonamiento retrospec-tivo. Ms en concreto, como un paleontlogo que infiere la apariencia deun dinosasurio a partir de fragmentos de hueso, reconstruimos nuestropasado distante combinando fragmentos de informacin mediante elempleo de nuestra situacin actual (Hirt, 1990). Es ms, nuestros recuer-dos suelen ser muy ambiguos y fragmentarios, y lo que hacemos a la horade recordar es completar tales fragmentos con aquello que nos interesa,para adaptarlos a nuestra situacin actual: recordamos lo que nos interesa.Revisamos, casi siempre de forma no consciente, nuestros recuerdos paraadaptarlos a nuestro conocimiento y estado actual. McFarland y Ross(1985) encontraron empricamente que incluso revisamos nuestros recuer-dos acerca de otras personas conforme cambian nuestras relaciones conellas: pidieron a sus sujetos que calificaran a sus parejas estables. Dosmeses despus, repitieron la misma evaluacin. Pues bien, quienes seguanigual de enamorados o ms que antes tendan a recordar amor, mientrasque quienes ya haban roto tenan una mayor probabilidad de recordar quesu pareja era, ya entonces, egosta y de mal carcter. Ms claro an es elestudio de Holmsberg y Holmes (1992) en el que estos autores encuestarona 373 parejas de recin casados y todos ellos, obviamente, declararon sermuy felices. Se los volvi a encuestar dos aos despus encontrando queaquellos cuyo matrimonio se haba deteriorado recordaban que las cosassiempre haban ido mal, ya desde el principio, cosa que no concordaba conlo que haban dicho dos aos antes. Esto parece mostrar, como ya dijimosantes, que cuando los recuerdos son vagos, como suele ocurrir, los senti-mientos e intereses actuales guan nuestros recuerdos, modificndolos en la

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  • medida de nuestros intereses actuales. Eso es lo que ocurre cuando deci-mos que antes llova ms que ahora o que los veranos eran muy diferentesde los actuales. Independientemente de que ello sea o no cierto, la cuestines que resulta prcticamente imposible saberlo por nuestros recuerdos,dado que nuestra memoria es ms flaca de lo que creemos. Lo que ocurreen todos estos casos es que, como afirma el psiclogo Anthony Greenwald(1980), al igual que hacen los dictadores cuando llegan al poder, tambintodos nosotros tenemos un yo totalitario que revisa el pasado para adap-tarlo a nuestras opiniones, intereses y emociones actuales.

    6) Correlacin ilusoria: consiste en percibir una relacin de causa-efecto all donde no existe, ya que cuando esperamos ver relaciones signifi-cativas, con facilidad asociamos acontecimientos azarosos. En un intere-sante experimento, Ward y Jenkins (1965) mostraron a sus sujetos los datosde un hipottico estudio que durante 50 das analizaba la eficacia de unaprevia siembra de nubes. Obviamente, unos das llovi y otros, los ms,no. Pues bien, los sujetos percibieron una considerable correlacin, esdecir, se convencieron de que el estudio mostraba correlacin entre siem-bra de nubes y lluvia, que la siembra de nubes era realmente eficaz. Y esque si creemos en la existencia de una correlacin (por ejemplo, que losgitanos son ladrones, o que los polticos son corruptos, etc.), ser ms pro-bable que percibamos y recordemos casos que la confirmen. Como vemos,esto est muy relacionado con la llamada conducta supersticiosa, ascomo con el sesgo confirmatorio. De hecho, Thomas Gilovich (1991)llev a cabo un estudio sobre la creencia de que las parejas estriles queadoptan un nio tienen mayor probabilidad de concebir que parejas seme-jantes que no adoptan. La explicacin que vulgarmente suele darse es quelas parejas que adoptan finalmente se relajan y conciben. Sin embargo, estaexplicacin es absolutamente falsa. Lo que ocurre es que en lugar de fijar-nos en las parejas que conciben antes de adoptar o que no conciben des-pus de adoptar, slo nos fijamos en aquellas que confirman nuestras ideasprevias, es decir en aquellas parejas que han concebido despus de adop-tar, de tal forma que, aunque sean muy pocas, son suficientes para mante-ner nuestra falsa creencia.

    Este sesgo tiene importantes implicaciones en el mbito de la psicologaclnica y de la medicina. As, McFarland y colaboradores (1989) llevaron acabo un estudio en el que sus sujetos, mujeres de Ontario, perciban quesus estados de nimo correlacionaban con su ciclo menstrual. En concreto,los investigadores pidieron a sus sujetos que evaluaran diariamennte susestados de nimo, encontrando que las emociones negativas autoevaluadasde las mujeres (bien estuvieran experimentando irritabilidad, soledad,depresin, etc.) no se incrementaron durante sus fases premenstrual ymenstrual. Sin embargo, las mujeres ms tarde percibieron una correla-cin entre su estado de nimo negativo y la menstruacin. La explicacinde este extrao hecho nos la ofrecen Kato y Ruble (1992). Para estasautoras, aunque muchas mujeres recuerdan sus cambios de estado denimo durante dichos ciclos, sus experiencias cotidianas revelan poco tales

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  • cambios. Ms an, los cambios hormonales relacionados con el ciclo mens-trual no tienen efectos emocionales conocidos que nos lleven a esperarcambios en el estado de nimo. Pero entonces, por qu tantas mujeres,como ocurra con los sujetos de McFarland, creen que experimentan ten-sin premenstrual o irritabilidad menstrual? Sencillamente, argumentanKato y Ruble, porque sus teoras implcitas de la menstruacin las condu-cen a percibir y recordar las apariciones conjuntas de los estados de nimonegativos y el inicio de la menstruacin, pero no se percatan ni recuerdanlos estados de nimo malos ocurridos dos semanas despus. Todo elloayuda a entender algo tan importante como es la construccin social de lossntomas clnicos.

    7) Falacia de tasa base: es la tendencia a ignorar o a subemplear lainformacin que describe a la mayora de los casos y en su lugar ser influi-dos por caractersticas distintivas del caso concreto que se est juzgando.Por ejemplo, saber que el 90 por 100 de los estudiantes de primer curso dePsicologa de la Universidad de Oviedo no han ayudado en una situacinde emergencia, no suele servir de mucho a la gente para averiguar qu por-centaje conceden a Carmen, estudiante de primer curso de Psicologa de laUniversidad de Oviedo, de ayudar en una situacin de emergencia. Al vera Carmen la gente tiende a decir: Carmen parece tan agradable que nopuedo imaginar que no ayude a alguien que lo necesita. Y le conceden,por ejemplo, el 80 por 100 de probabilidades de ayudar, en contra de losdatos conocidos del estudio anterior. Un segundo ejemplo: Supongamosque Andrea desea comprar un coche. Sabe por las ms fiables estadsticasque el coche modelo X es el que menos probabilidades tiene de ir al taller,que es el ms seguro de todos los modelos existentes en nuestro pas, etc.El padre de Andrea compr ese modelo X hace un par de aos y, desafor-tunadamente, ha sido uno de los escassimos casos de ese modelo que hasalido con problemas. Muy probablemente Andrea no compre el cochemodelo X: se fiar ms de un caso concreto, pero prximo, que de las esta-dsticas generales. Indudablemente, el comportamiento de Andrea es pocoracional.

    8) Heurstico de disponibilidad: los heursticos son estrategias simples yeficientes de pensamiento, es decir, reglas empricas implcitas de pensa-miento muy utilizadas, por ejemplo, en la formacin de impresiones. Exis-ten diferentes heursticos, entre los que destaca ste, que consiste en unaregla emprica eficiente, pero falible, que juzga la probabilidad de las cosasen trminos de su disponibilidad en la memoria, es decir, la informacinms accesible en nuestra mente en el momento de hacer la inferencia es laque con ms probabilidad ser considerada como informacin relevante atener en cuenta, ignorando otras informaciones (Tversky y Kahnemam,1973). Por ejemplo, si un estudiante ha aprobado las pruebas de selectivi-dad y est dudando entre hacer Psicologa o Medicina, y recuerda el casode un amigo suyo que tuvo una muy mala experiencia en Medicina, muyprobablemente se matricular en Psicologa. Este heurstico explica, almenos en parte, por qu tenemos ms miedo a tener un accidente en avin

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  • que en coche, cuando realmente la probabilidad de accidente es mayor enel coche que en el avin, o por qu los padres y madres tienen ms miedoa que su hija muera asesinada y violada un sbado que sale de fiesta por lanoche que a que muera en accidente de carretera, cuando realmente la pro-babilidad de morir en accidente es mucho mayor que la de morir asesi-nada. Y es que, sobre todo debido al eco que de tales hechos se hacen losmedios de comunicacin, el accidente de avin o la muerte por asesinatotras violacin nos vienen en seguida a la mente, estn ms disponibles.

    P

    El rumor consiste en un relato propuesto para ser credo, del que noexisten garantas de evidencia, que se propaga en funcin de la importan-cia subjetiva y de la ambigedad objetiva de su contenido y que, en su pro-ceso de expansin, experimenta una transformacin explicable en base alos principios gestaltistas de la percepcin de las cosas (Blanch, 1983, p-gina 85). Mucho antes, Allport y Postman (1967, pg. 11) definan elrumor como una proposicin especfica para creer, que se pasa de per-sona a persona, por lo general oralmente, sin medios probatorios segurospara demostrarla. Segn ellos, el inters de los estudios del rumor radicaen la conexin de ste con los motivos personales (deseo, miedo, hostili-dad, inseguridad, ambivalencia, inters, etc.) de los individuos potencial-mente receptores y transmisores del mismo. Por otra parte, su ambigedadpuede derivar del carcter fragmentario, inarticulado, descontextualizado,disperso o contradictorio de sus componentes, tal como seala Blanch.Adems, los rumores cumplen algunas importantes funciones tanto socialescomo emocionales y cognitivas. Segn Allport y Postman, en su transmi-sin se produce una dinmica de organizacin cognitiva orientada a redu-cir la situacin estmulo inicial a una estructura pregnante, significativa yacorde con las motivaciones de los sujetos que la perciben. De hecho, estosautores haban observado que, tras mostrar a sus sujetos experimentalesuna diapositiva en la que apareca un hombre blanco con una navaja en lamano y discutiendo con un negro, al final del proceso de transmisin lanavaja ya haba cambiado de manos y ahora quien la enarbolaba en lamano era el negro.

    Ahora bien, por qu circulan los rumores? Existen dos condicionesbsicas necesarias para que un rumor prenda en la mente de la gente: pri-mero, que el asunto revista cierta importancia, tanto para el que lo trans-mite como para el que lo escucha; y segundo, que los hechos reales poseancierta ambigedad (Allport y Postman, 1967, pg. 15). Pero el motor de lacirculacin de los rumores es la motivacin, es decir, que los sujetos estnfuertemente interesados en el asunto al que el rumor hace referencia.

    Cmo se transmiten los rumores? Los primeros y ms conocidos expe-rimentos de laboratorio sobre la transmisin de los rumores fueron los rea-lizados por los citados Allport y Postman (1967, pg. 91) mediante el cono-

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  • cido procedimiento de en serie o en cadena, ya utilizado antes por Bartletty antes an por el alemn Stern: un sujeto vea una diapositiva proyectadasobre una pantalla, y deba describir a otro sujeto, vuelto de espaldas a lapantalla, lo que estaba viendo, quien, a su vez, se lo contaba al siguiente, yste a otro, y as sucesivamente hasta un total de, generalmente, ocho odiez sujetos. Fruto de estas investigaciones Allport y Postman enunciaronlas siguientes tres leyes bsicas de la transmisin del rumor: a) Ley de laNivelacin: a medida que el rumor se transmite, tiende a acortarse y ahacerse ms conciso; b) Ley de la Acentuacin: consiste en la percepcin,retencin y narracin selectiva de un limitado nmero de detalles de uncontexto mayor, es decir, a pesar de que el mensaje se acorta, sin embargo,algunos detalles particulares se mantienen a travs de toda transmisin eincluso se acentan; y c) Ley de la Asimilacin: consiste en un fenmenogestltico segn el cual los sujetos reorganizan los contenidos dndolesbuena forma y hacindoles congruentes con el tema central, todo ello enfuncin de las propias caractersticas del sujeto.

    Por ltimo, y a pesar de que resulta imposible y, tal vez, ni siquieraaconsejable, controlar o reducir el rumor, sin embargo, s se han hechointentos, siguiendo las siguientes estrategias, que a m, personalmente, meparecen de poca eficacia (Knapp, 1944, pgs. 35-37): 1) Ofrecer exacta ycompleta informacin a travs de los medios regulares de comunicacin;2) Fomentar la confianza en los dirigentes de la sociedad; 3) Difusinmxima y rpida de noticias importantes, procurando que esa informacinllegue a todo el mundo; y 4) Organizar campaas contra los rumores.

    En suma, tres parecen ser las conclusiones finales generales que pue-den establecerse acerca del rumor: en primer lugar, la inexistencia de unasatisfactoria definicin del rumor, ya que las habituales pueden aplicarsetambin a comunicaciones que no son rumores. En segundo lugar, hayque desechar la opinin de que el rumor es algo patolgico, a menos quese le contraponga a un modelo puro ideal de comunicacin asptica en laque acontece un simple intercambio de informacin. Finalmente, elrumor... es un evento normal y cotidiano (Jimnez Burillo, 1981a, pgi-na 298) (vase una ampliacin en Ovejero, 1997a, captulo 11).

    C

    La percepcin social no es en absoluto algo puramente cognitivo, sinomotivacional: como ya deca William James, quien percibe pretende alcan-zar alguna meta con su percepcin. El perceptor no es un mero indigentecognitivo que pretende principalmente conservar sus escasos recursosmentales sino ms bien es alguien que est motivado a escoger tctica-mente entre cierto nmero de estrategias posibles, segn sus objetivos(Fiske y Taylor, 1991). Una sorprendente cantidad de cognicin y per-cepcin social tiene lugar automticamente; pero las personas no sonmeros robots, y controlan muchas de sus estrategias, a travs de la distri-

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  • bucin de su atencin, siempre de acuerdo con sus objetivos y metas(Fiske, 1993, pgs. 182-183).

    Es ms, tan importante es para nuestras relaciones interpersonales elcmo percibamos a los otros, que tendemos a hacernos una impresin delas dems personas lo antes posible. Por qu? Para saber a qu atenernos.Nuestro mundo social es muy complejo y necesitamos conocer a las demspersonas para maximizar los beneficios y minimizar los costos de nuestrasrelaciones con ellas. Por ejemplo, un alumno que el primer da de clasedeseara decirle al profesor que la mayora de los das no podr asistir a susclases, necesitar saber si puede comunicarle esa informacin o si ser mejordejarlo para ms adelante. Y para ello le ser muy til hacerse una impre-sin de ese profesor lo antes posible. Pero nos hacemos nuestras impresionesde los dems con el mayor nmero de datos que podamos. De ah la impor-tancia que tienen los primeros momentos de las relaciones interpersonales.Por ejemplo, cuando llega a un centro un profesor nuevo, estaremos muyatentos a todas las seales e informaciones que directa o indirectamente nosdigan algo de l. Por eso, a veces no resulta fcil olvidar cmo iba vestidoese profesor la primera vez que lo vimos o alguna cosa que nos cont en laprimera clase. Estas dos caractersticas de la formacin de impresiones noslleva a que, en ocasiones, incluso nos hagamos una impresin de otra per-sona en pocos minutos, segundos o hasta al primer golpe de vista. Nonos ha ocurrido alguna vez que cuando nos presentan a alguien a quien noconocemos en absoluto, ya adelantamos la mano para saludarle y estrecharla suya con cierto sentimiento de agrado o de desagrado? Es que ya noshabamos hecho una impresin, positiva o negativa, de esa persona.

    En definitiva, tendemos a hacernos una impresin de los dems lo antesposible pero con el mayor nmero de datos que podamos. Y no suelen serpocos los datos de que disponemos de los dems ya en los primeros ins-tantes de la interaccin, ya que la comunicacin no verbal, los estereotipos(profesionales, sexuales, etc.) o las teoras implcitas de la personalidad nosproporcionan muchos.

    En conclusin, aunque el hombre ha avanzado increblemente en algu-nos campos (industria militar, gentica, ciruga, etc.), sin embargo en aspec-tos psicolgicos lo ha hecho muy poco, ni en las relaciones interpersonalesni en nuestro pensamiento social (percepcin social, memoria, etc.). Por elcontrario, con enorme facilidad nos formamos y mantenemos creencias fal-sas. Y todo hace suponer que en la cotidianeidad de la vida social esas ilu-siones o falsas creencias son an ms fuertes y generales que lo encontradoen los estudios de los que aqu hemos informado, casi siempre experimen-tales. Y lo que es peor, las impresiones, interpretaciones y creencias falsasque nos formamos pueden tener graves consecuencias, algunas de las cua-les hemos mencionado en este captulo. Ahora bien, nuestras formas depensamiento son adaptativas, y con frecuencia los errores son un productosecundario de nuestras estrategias para simplificar la complejsima informa-cin que recibimos. Ms an, incluso nuestros sesgos cognitivos son tam-bin adaptativos, aunque, desde luego, no todos.

    Cmo percibimos a las otras personas: la cognicin social 39

    CAPTULO PRIMERO. Cmo percibimos a las otras personas: la cognicin social