P. Sáenz - Anacleto González Flores y la Epopeya Cristera

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    P. Alfredo Senz

    Anacleto Gonzlez Floresy la Epopeya Cristera

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    P. Alfredo Senz

    Anacleto Gonzlez Floresy la Epopeya Cristera

    Tomado de:P. Alfredo Senz, SJ,Arquetipos Cristianos,

    Fundacin Gratis Date, Pamplona 2005,Pgs. 184-200.

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    ndice

    Introduccin. 4

    I. Antecedentes. 5

    II. El Maistro. 8

    III. El Caudillo 131. Mxico catlico, despierta de tu letargo... 132. El forjador de caracteres... 163. Hacia un catolicismo pletrico de juventud.. 254. El enamorado del verbo 28

    IV. De la resistencia civil al combate armado. 321. La Unin Popular y la oposicin pacfica. 322. El paso a las armas... 353. La actitud de Anacleto... 374. La Guerra Cristera 40

    V. El testimonio supremo del martirio... 46

    Anacleto Gonzlez Flores - Antonio Caponnetto.. 52Obras consultadas... 53

    BeatoAnacleto Gonzlez F lores

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    I. Antecedentes

    ara entender lo que pas en el Mxico de Anacleto, ser precisoremontarnos ms atrs en la historia de dicha nacin. A comienzos

    del siglo pasado, los primeros conatos de rebelda, protagonizadospor Hidalgo y Morelos, tuvieron una connotacin demaggica, de lucha derazas, as como de aborrecimiento a la tradicin hispnica. Poco despus,apareci una gran personalidad, Agustn de Iturbide, con una visintotalmente diferente. En 1821 proclam el llamadoPlan de Iguala, con tresgarantas: la independencia de Espaa, pero evitando una ruptura con lamadre patria, la unin de todos los estamentos socialesespaoles, criollose indios), y laReligin Catlica, como base espiritual de la nueva Nacin.Sobre estas tres bases, Iturbide fue proclamado Emperador de Mxico.Desgraciadamente, tal proyecto no se concret de manera duradera.

    Un segundo momento en la historia de esta noble nacin es el que secaracteriza por la virulencia del liberalismo. Fue la poca de la Reformade Benito Jurez, plasmada en la Constitucin de 1857. Con el nombre deReforma se quiso probablemente aludir a la rebelin protestante contra laIglesia. Tratse de un nuevo proyecto, eminentemente anticatlico yantihispano, que hizo del liberalismo una especie de religin laica, con loque la Iglesia qued totalmente excluida de la vida pblica mexicana, en laadmiracin rendida a la mentalidad predominante en los Estados Unidos, y

    al espritu de la Ilustracin.

    La ulterior invasin de los franceses y la coronacin de Maximiliano,hermano del Habsburgo Francisco Jos, como emperador, con el apoyo delos Austrias y de Napolen III, proyecto al que se aliaron grandes patriotasmexicanos como Miramn, Mrquez y Meja, trajo una esperanza y unaalternativa frente al influjo nefasto de los Estados Unidos. Pero esteImperio dur tambin muy poco, cerrndose trgicamente con elfusilamiento de Maximiliano, Miramn y Meja, entre otros. A raz de la

    implantacin de la Reforma, tuvo lugar la primera resistencia catlica,popular y campesina, sobre todo en Guanajuato y Jalisco, inspirada en lacondena que Po IX hizo de aqulla en 1856. Ms adelante gobern PorfirioDaz, tambin liberal, pero que se abstuvo de aplicar las leyesantirreligiosas ms virulentas de la Reforma.

    En 1910 cay la dictadura porfirista. Podrase decir que a partir de1914 comienza el tercer perodo de la historia de Mxico. Fue entoncescuando se reanud el proyecto liberal del siglo pasado bajo el nombre de

    Revolucin Mexicana, impulsada por los sucesivos presidentes Carranza,

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    Obregn, Calles, Crdenas..., hasta el da de hoy, siempre con el apoyo delos Estados Unidos.

    Ante tantos males que heran el alma de Mxico surgi la idea de

    proclamar solemnemente el Seoro de Cristo sobre la nacin herida. Loprimero que hicieron los Obispos fue coronar de manera pblica unaimagen del Sagrado Corazn, pero luego determinaron hacer ms explcitosu propsito mediante una consagracin a Cristo Rey, donde se pona bajosu vasallaje la nacin, sus campos y ciudades. El pueblo acompa a los

    pastores con el grito de Viva Cristo Rey!, proferido por primera vez enla historia, lo que concit las iras del Gobierno.

    Fue el presidente Carranza (1917-1920), quien inspir laConstitucin de Quertaro de 1917, ms radical an que la de 1857. Unalud de decretos cay sobre Mxico, en un ao un centenar. Se impuso laenseanza laica no slo en la escuela pblica sino tambin en la privada; se

    prohibieron los votos y, consiguientemente, las rdenes religiosas; lostemplos pasaron a ser propiedad estatal; se declar a la Iglesia incapaz deadquirir bienes, quedando los que tena en manos del Estado; se declar elmatrimonio como contrato meramente civil; se estableci el divorciovincular; se fij un nmero determinado de sacerdotes para cada lugar, quedeban registrarse ante el poder poltico. As el catolicismo pasaba a ser undelito en Mxico y los creyentes eran vistos poco menos que como

    delincuentes.

    En Guadalajara, patria pequea de Anacleto, la promulgacin de losdecretos se llev a cabo con elocuencia jacobina. Un diputado local, que

    pronto llegara a Gobernador del Estado de Jalisco, tras recordar que lahumanidad, desde sus ms remotos tiempos, ha estado dominada por lascastas sacerdotales evoc de manera encomistica la Revolucin francesa,

    para concluir: todos aquellos que estn dominados por la sacrista, sonsangijuelas que estn subcionando (sic) sin piedad la sangre del pueblo.

    Para salir al paso de este primer brote anticatlico, el Arzobispo ordensuspender el culto en la dicesis, ya que la nueva Ley pareca hacerloimposible. Todo el pueblo se levant en protesta contra el gobierno.

    El intendente de Guadalajara, preocupado, convoc a los ciudadanospara tratar de persuadirlos. Los catlicos que haban tomado la costumbrede reunirse en las plazas y de convertir en templos algunas casas

    particulares, acudieron a la convocatoria del gobernante, designando aAnacleto para responderle como corresponda. Comenz el intendente su

    discurso increpando duramente a los agitadores clericales, si bien habl concortesa de las mujeres catlicas y disculp al pueblo all presente, ya que a

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    su juicio haba sido embaucado. Insult a los reaccionarios y luego, fijandosus ojos en Anacleto, le dijo: usted acabar fusilado. Gonzlez Flores nose amilan sino que contest con una enardecida arenga.

    El pueblo catlico se sinti confortado. Las protestas semultiplicaban, pidiendo la derogacin de los decretos.

    Ahora tuvo que intervenir el Gobernador. Que me prueben dijoque realmente es el pueblo el que est en desacuerdo. El pueblo entero sehizo presente frente a la Casa de Gobierno, encabezado otra vez porAnacleto. El Gobernador sali al balcn y comenz diciendo: Habis sidoreunidos aqu por un engao. Miles de brazos se alzaron y un enrgicono reson en la plaza. Os dijeronsigui el Gobernador, que yo querauna demostracin de que sois catlicos. S, s!, grit la multitud. Pues

    bien, ya lo s, ya lo saba hace mucho tiempo, pero vuestros sacerdotes osengaan, os han engaado. No, no!, contestaron los catlicos. Ellosno quieren acatar la ley. Pues bien, no tenis ms que dos caminos: acatarel Decreto expedido por el Congreso, o abandonar el Estado como parias.

    Reson entonces una estrepitosa carcajada. El Gobernador volvi laespalda a la multitud, entre insultos y gritos. Al fin no le qued sino ceder,revocando el Decreto.

    En el orden nacional sucedi a Carranza como Presidente el GeneralObregn (1920-1924), quien tuvo la astucia de no aplicar ntegramente laConstitucin de 1917. De ello se encargara Calles (1924-1928), declarandola guerra al catolicismo mexicano. Fue durante su perodo en 1925quePo XI instituy la solemnidad litrgica de Cristo Rey. Ulteriormente elPapa dira que el motivo que lo decidi a tomar dicha medida haba sido elfervor del pueblo mexicano en favor de la Realeza de Cristo.

    Durante estos ltimos aos, tan arduos, los catlicos haban

    comenzado a movilizarse. Destaquemos una figura seera, la del P.Bernardo Bergend, de la Compaa de Jess, quien en 1918 fund la

    Asociacin Catlica de la Juventud Mexicana, la ACJM, con el fin decoordinar las fuerzas vivas de la juventud, en orden a la restauracin delorden social en Mxico. La piedad, el estudio y la accin fueron los tresmedios elegidos para formar dichas falanges, no desdeando el ejercicio dela accin cvica, en defensa de la religin, la familia y la propiedad. El lemalo deca todo: Por Dios y por la Patria.

    El P. Bergend se haba inspirado en el conde Alberto de Mun,creador de la Asociacin Catlica de la Juventud Francesa. Su idea era

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    formar un buen contingente de jvenes estrechamente unidos entre s que,animados de una fe profunda en la causa de Dios, de la Patria y del alma

    popular, trabajasen a una por Dios, por la Patria y por el pueblo, amando aDios hasta el martirio, a la Patria hasta el herosmo y al pueblo hasta el

    sacrificio. De la ACJM dira en 1927 el P. Victoriano Flix, jesuitaespaol, que haba acertado con el ms perfecto modo de formar hombres,pues ha sabido forjar mrtires.

    De la ACJM provinieron los jefes de laLiga Nacional Defensora dela Libertad Religiosa, organizacin encargada de coordinar las distintasagrupaciones catlicas para enfrentar la terrible persecucin. La Liga, decarcter cvico, no dependera de la Jerarqua, ni en su organizacin, ni ensu gobierno, ni en su actuacin, asumiendo los dirigentes la enteraresponsabilidad de sus acciones. En 1926, la Liga estaba ya instaurada en latotalidad de la Repblica. Slo en la ciudad de Mxico contaba con300.000 miembros activos. Todas las organizaciones catlicas existentes se

    pusieron bajo su conduccin.

    Tal fue el ambiente en que se movi nuestro hroe. Su estampa nosofrece dos principales facetas, la del docente y la del caudillo.

    II. El Maistro

    a hemos dicho cmo desde sus mocedades, Anacleto mostr unaclara inclinacin a la docencia, inclinacin que se fueintensificando en proporcin al acrecentamiento de su formacin

    intelectual. Durante los aos de seminario, frecuent sobre todo el campode la filosofa y de la teologa, con especial predileccin por San Agustn ySanto Toms. Para su aficin oratoria sus guas principales fueronDemstenes, Cicern, Virgilio, Bossuet, Fenelon, Veuillot, Lacordaire,Montalembert, de Mun, Donoso Corts y Vzquez de Mella. Su amor a las

    artes y las letras lo acerc a Miguel ngel, Shakespeare e Ibsen. Suinclinacin social y poltica lo llev al conocimiento de Windthorst,Mallinckrodt, Ketteler, OConnel. Asimismo era experto en leyes,

    habiendo egresado de la Facultad de Jurisprudencia de Guadalajara con lasnotas ms altas. Fue un verdadero intelectual, en el sentido ms noble de la

    palabra, no por cierto un intelectual de gabinete, pero s un excelentediagnosticador de la realidad que le fue contempornea.

    Y as, tanto en sus escritos como en sus discursos, nos ha dejado una

    penetrante exposicin de la tormentosa poca que le toc vivir, no slo ens misma sino en sus antecedentes y races histricas. Entenda, ante todo, a

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    Mxico, y ms en general a Iberoamrica, como la heredera de la Espaaimperial. La vocacin de Espaa, dice en uno de sus escritos, tuvo unorigen glorioso: los ocho siglos de estar, espada en mano, desbaratando lasfalanges de Mahoma. Continu con Carlos V, siendo la vanguardia contra

    Lutero y los prncipes que secundaron a Gustavo Adolfo. En Felipe IIencarn su ideal de justicia. Y luego, en las provincias iberoamericanas, fueuna fuerza engendradora de pueblos.

    Siempre en continuidad con aquel da en que Pelayo hizo or elprimer grito de Reconquista. Nuestra vocacin, tradicionalmente,histricamente, espiritualmente, religiosamente, polticamente, es lavocacin de Espaa, porque de tal manera se anudaron nuestra sangre ynuestro espritu con la carne, con la sangre, con el espritu de Espaa, quedesde el da en que se fundaron los pueblos hispanoamericanos, desde eseda quedaron para siempre anudados nuestros destinos, con los de Espaa.Y en seguir la ruta abierta de la vocacin de Espaa, est el secreto denuestra fuerza, de nuestras victorias y de nuestra prosperidad como puebloy como raza.

    La fragua que nos forj es la misma que forj a Espaa. Nuestraretaguardia es de cerca de trece siglos, larga historia que nos ha marcadohasta los huesos. Recuerda Anacleto el intento de Felipe II de fundir, en unmatrimonio desgraciado, los destinos de su Patria con Inglaterra. Tras el

    fracaso de dicho proyecto arm su flota para abatir a la soberbia Isabel ysus huestes protestantes, enfrentando la ambicin de aquella nacin pirata,vieja y permanente seora del mar.

    Tras el fracaso, sus capitanes hechos de hierro y sus misionerosamasados en el hervor mstico de Teresa y Juan de la Cruz, se acercaron ala arcilla oscura de la virgen Amrica y en un rapto, que dur varios siglos,la alta, la imborrable figura de don Quijote, seco, enjuto, y contrado deensueo excitante, pero real semejanza del Cristo, como lo ha hecho notar

    Unamuno, se uni, se fundi, no se superpuso, no se mezcl, se fundi parasiempre en la carne, en la sustancia viva de Cuauhtmoc y de Atahualpa. Yla esterilidad del matrimonio de Felipe con la Princesa de Inglaterra setorn en las nupcias con el alma genuinamente americana, en la portentosafecundidad que hoy hace que Espaa escoltada por las banderas que seempinan sobre los Andes, del Bravo hacia el Sur, vuelva a afirmar suvocacin.

    Junto con Espaa accede a nuestra tierra la Iglesia Catlica, quien

    bendijo las piedras con que Espaa ciment nuestra nacionalidad. Ellaencendi en el alma oscura del indio la antorcha del Evangelio. Ella puso

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    en los labios de los conquistadores las frmulas de una nueva civilizacin.Ella se encontr presente en las escuelas, los colegios, las universidades,

    para pronunciar su palabra desde lo alto de la ctedra. Ella estuvo presenteen todos los momentos de nuestra vida: nacimiento, estudio, juventud,

    amor, matrimonio, vejez, cementerio.Concretado el glorioso proyecto de la hispanidad, aflora en el

    horizonte el fantasma del anticatolicismo y la antihispanidad. Es el granmovimiento subversivo de la modernidad, encarnado en tres enemigos: laRevolucin, el Protestantismo y la Masonera. El primer contrincante es la

    Revolucin, que en el Mxico moderno encontr una concrecin aterradoraen la Constitucin de 1917, nefasto intento por desalojar a la Iglesia de susgloriosas y seculares conquistas. Frente a aquellas nupcias entre Espaa ynuestra tierra virgen, la Revolucin quiso celebrar nuevas nupcias, claroque en la noche, en las penumbras misteriosas del error y del mal. Lasnuevas y disolventes ideas han ido entrando en el cuerpo de la nacinmexicana, como un brebaje maldito, una epidemia que se introdujo hasta enla carne y los huesos de la Patria, llegando a suscitar generaciones deciegos, paralticos y mudos de espritu.

    En Mxico han jurado derribar la mansin trabajosamenteconstruida. Anacleto lo expresa de manera luminosa: El revolucionario notiene casa, ni de piedra ni de espritu. Su casa es una quimera que tendr

    que ser hecha con el derrumbe de todo lo existente. Por eso ha juradodemoler nuestra casa, esa casa donde por espacio de tres siglos,misioneros, conquistadores y maestros sudaron y se desangraron paraedificar cimientos y techos. Y luego esbozaron el plan de otra casa, la del

    porvenir. Hasta ahora no han logrado demoler del todo la casa que hemoslevantado en estos tres siglos. Si no lo han podido es porque todava hayfuerzas que resisten, porque Ripalda, el viejo y deshilachado Ripalda, comoel Atlas de la mitologa, mantiene las columnas de la autoridad, la

    propiedad, la familia. Sin embargo persisten en invadirlo todo, nuestros

    templos, hogares, escuelas, talleres, conciencias, lenguaje, con sus banderaspolticas. Incluso han intentado crear una Iglesia cismtica, encabezada porel Patriarca Prez, para mostrar que nuestra ruptura con la hispanidadresulta inescindible de nuestra ruptura con la Iglesia de Roma. Soninvasores, son intrusos.

    El trabajo de demolicin no ha sido, por cierto, infructuoso. Sihemos llegado a ser un pueblo tuberculoso, lleno de lceras y en

    bancarrota, ha sido, es solamente, porque una vieja conjuracin legal y

    prctica desde hace mucho tiempo mutil el sentido de lo divino. Mxicoha sido saqueada por la Revolucin, por los Jurez, por los Carranza...

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    Junto con la Revolucin destructora, Anacleto denuncia el ariete delProtestantismo, que llega a Mxico principalmente a travs del influjo delos Estados Unidos. Gonzlez Flores trae a colacin aquello que dijoRoosevelt cuando le preguntaron si se efectuara pronto la absorcin de los

    pueblos hispanoamericanos por parte de los Estados Unidos: La creo larga[la absorcin] y muy difcil mientras estos pases sean catlicos. El viejochoque entre Felipe II e Isabel de Inglaterra se renueva ahora entre elMxico tradicional y las fuerzas del protestantismo que intenta penetrar pordoquier, llegando al corazn de las multitudes, sobre todo para apoderarsede la juventud.

    El tercer enemigo es la Masonera, que levanta el estandarte de larebelin contra Dios y contra su Iglesia. Anacleto la ve expresada

    principalmente en el ideario de la Revolucin francesa, madre de lademocracia liberal, que en buena parte lleg a Mxico tambin porintercesin de los Estados Unidos. En 1793, escribe, alguien dijoenfticamente: La Repblica no necesita de sabios. Y as la democraciamoderna, salida de las calles ensangrentadas de Pars, se ech a andar sinsabios, en desastrosa improvisacin. Su gran mentira: el sufragio universal.Cualquier hombre sacado de la masa informe es entendido como capaz detomar en sus manos la direccin suprema del pas, pudiendo ser ministro,diputado o presidente. Nuestra democracia ha sido un interminable viacrucis, cuya peor parte le ha tocado al llamado pueblo soberano: primero se

    lo proclam rey, luego se lo coron de espinas, se le puso un cetro de caaen sus manos, se lo visti con harapos y, ya desnudo, se lo cubri desalivazos.

    La democracia moderna se basa en un eslogan mentiroso, el de laigualdad absoluta. Se echaron en brazos del nmero, de sus resultadosrigurosamente matemticos, y esperaron tranquilamente la reaparicin de laedad de oro. Su democracia result una mquina de contar. Consideran ala humanidad como una inmensa masa de guarismos donde cada hombre

    vale no por lo que es, sino por constituir una unidad, por ser uno. Todohombre es igual a uno, el sabio y el ignorante, el honesto y el ladrn, nadievale un adarme ms que otro, con iguales derechos, con iguales

    prerrogativas. Y si esa democracia no necesita de sabios, ni de poetas,tampoco necesita de hroes, ni de santos. Para qu esforzarnos, para qusacrificarnos por mejorar, si en el pantano, debajo del pantano, la vida esuna mquina de contar y cada hombre vale tanto como los dems?

    Se ha producido as un derrumbe generalizado, un descenso

    arrasador y vertiginoso, todos hemos descendido, todo ha descendido. Nosarrastramos bajo el fardo de nuestra inmensa, de nuestra aterradora miseria,

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    de nuestro abrumador empobrecimiento. Democracia maligna sta, porqueha roto su cordn umbilical con la tradicin, con el pasado fecundante. Elerror de los vivos no ha consistido en intentar la fundacin de unademocracia, ha consistido y consiste sobre todo, en querer fundar una

    democracia en que no puedan votar los muertos y que solamente voten losvivos y se vote por los vivos.

    Resulta interesante advertir cmo Gonzlez Flores supo ver, ya en sutiempo, el carcter destructivo e invasor del espritu norteamericano,incurablemente protestante y democrticoliberal. Concida con Anacleto elvicepresidente de la Liga, Miguel Palomar y Vizcarra, en un Memorandumrelativo a la influencia de los Estados Unidos sobre Mxico en materiareligiosa. All se lee: El imperialismo yanqui es para nosotros, y paratodos los mexicanos que anhelan la salvacin de la patria, algo que es en smismo malo, y como malo debe combatirse enrgicamente. Bien ha hechoEnrique Daz Araujo en destacar la perspicacia de los dirigentes catlicosque no se dejaron engaar por la apariencia bolchevique de los gobiernosrevolucionarios de Mxico recurdese que la Constitucin se dict

    precisamente el ao en que estall la revolucin sovitica, sino que losconsideraron simples sirvientes de los Estados Unidos. No era sencillodescubrir detrs del parloteo obrerista, indigenista y agrarista, la usina realque alimentaba la campaa antirreligiosa.

    Carlos Pereyra lo sintetiz as: Aquel gobierno de enriquecidosepicreos empez a cultivar simultneamente dos amores: el de Mosc y elde Washington... La colonia era de dos metrpolis. O, ms bien, haba unasucursal y un protectorado. Despersonalizacin por partida doble, pero til,

    porque imitando al ruso en la poltica antirreligiosa, se complaca alanglosajn.

    La poltica estadounidense se continuara por dcadas, comojustamente lo ha observado Jos Vasconcelos: Las Cancilleras del Norte,

    ven esta situacin [la de Mxico] con la misma simpata profunda con queRoosevelt y su camarilla se convirtieron en protectores de la Rusiasovitica durante la Segunda Guerra Mundial. El regocijo secreto con quecontemplaron el martirio de los catlicos en Mxico, bajo la administracincallista, no fue sino el antecedente de la silenciosa complicidad de los jefesdel radicalismo de Washington con los verdugos de los catlicos polacos,los catlicos hngaros, las vctimas todas del sovietismo ruso.

    Tales fueron, segn la visin de Anacleto, los tres grandes

    propulsores de la poltica anticristiana y antimexicana: la revolucin, elprotestantismo y la masonera.

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    La revolucin escribe, que es una aliada fiel tanto delprotestantismo como de la Masonera, sigue en marcha tenaz hacia lademolicin del Catolicismo y bate el pensamiento de los catlicos en la

    prensa, en la escuela, en la calle, en las plazas, en los parlamentos, en las

    leyes: en todas partes. Nos hallamos en presencia de una triple e inmensaconjuracin contra los principios sagrados de la Iglesia.

    De lo que en el fondo se trataba era de un atentado, inteligente ysatnico, contra la vertebracin hispnico catlica de la Patria.

    III. El Caudillo

    ero Anacleto no fue un mero diagnosticador de la situacin, un sagazobservador de lo que iba sucediendo. Fue tambin un conductor, unformador de espritus, un apstol de largas miras.

    1. Mxico catlico, despierta de tu letargo

    n sus artculos y conferencias nuestro hroe vuelve una y otra vezsobre la necesidad de ser realistas y de enfrentar lcidamente lasituacin por la que atravesaba su Patria. Se nos ha cado la finca,

    dice, hemos visto el derrumbe estrepitoso del edificio de la sociedad, y

    caminamos entre escombros. Pero al mismo tiempo seala su preocupacinporque muchos catlicos desconocen la gravedad del momento y sobretodo las causas del desastre, ignoran cmo los tres grandes enemigos a queha aludido, el Protestantismo, la Masonera y la Revolucin, trabajan demanera incansable y con un programa de accin alarmante y bienorganizado.

    Estos tres enemigos estn venciendo al Catolicismo en todos losfrentes, a todas horas y en todas las formas posibles. Combaten en las

    calles, en las plazas, en la prensa, en los talleres, en las fbricas, en loshogares. Trtase de una batalla generalizada, tienen desenvainada su espaday desplegados sus batallones en todas partes. Esto es un hecho. Cristo noreina en la va pblica, en las escuelas, en el parlamento, en los libros, enlas universidades, en la vida pblica y social de la Patria. Quien reina all esel demonio. En todos aquellos ambientes se respira el hlito de Satans.

    Y nosotros, qu hacemos? Nos hemos contentado con rezar, ir a laiglesia, practicar algunos actos de piedad, como si ello bastase para

    contrarrestar toda la inmensa conjuracin de los enemigos de Dios. Leshemos dejado a ellos todo lo dems, la calle, la prensa, la ctedra en los

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    diversos niveles de la enseanza. En ninguno de esos lugares hanencontrado una oposicin seria. Y si algunas veces hemos actuado, lohemos hecho tan pobremente, tan raquticamente, que puede decirse que nohemos combatido. Hemos cantado en las iglesias pero no le hemos cantado

    a Dios en la escuela, en la plaza, en el parlamento, arrinconando a Cristopor miedo al ambiente.

    Urge salir de las sacristas, entendiendo que el combate se entabla entodos los campos, sobre todo all donde se libran las ardientes batallascontra el mal; procuremos hallarnos en todas partes con el casco de loscruzados y combatamos sin tregua con las banderas desplegadas a todos losvientos. Reducir el Catolicismo a plegaria secreta, a queja medrosa, atemblor y espanto ante los poderes pblicos cuando stos matan el almanacional y atasajan en plena va la Patria, no es solamente cobarda ydesorientacin disculpable, es un crimen histrico religioso, pblico ysocial, que merece todas las execraciones.

    Tal es la gran denuncia de Gonzlez Flores hacia dentro de la Iglesia,el inmenso lastre de pusilanimidad y de apocamiento que ha llevado a

    buena parte del catolicismo mexicano al desinters y la resignacin. Lasalmas sufren de empequeecimiento y de anemia espiritual. Nos hemosconvertido en mendigos, afirma, renunciando a ser dueos de nuestrosdestinos. Se nos ha desalojado de todas partes, y todo lo hemos

    abandonado.

    Ni siquiera nos atrevemos a pedir ms de lo que se nos da. Se nosarrojan todos los das las migajas que deja la hartura de los invasores y nossentimos contentos con ellas. Tal encogimiento est en abierta pugna conel espritu del cristianismo que desde su aparicin es una inmensa yardiente acometida a lo largo de veinte siglos de historia. La Iglesia vive yse nutre de osadas. Todos sus planes arrancan de la osada. Solamentenosotros nos hemos empequeecido y nos hemos entregado al

    apocamiento.

    Hasta ahora casi todos los catlicos no hemos hecho otra cosa quepedirle a Dios que l haga, que l obre, que l realice, que haga algo otodo por la suerte de la Iglesia en nuestra Patria. Y por eso nos hemoslimitado a rezar, esperando que Dios obre. Y todo ello bajo la mscara deuna presunta prudencia. Necesitamos la imprudencia de la osadacristiana.

    Justamente en esos momentos el Papa acababa de establecer la fiestade Cristo Rey. Refirindose a ello, Anacleto insiste en su proposicin.

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    Desde hace tres siglos explica los abanderados del laicismovienen trabajando para suprimir a Cristo de la vida pblica y social de lasnaciones. Y con evidente xito, a escala mundial, ya que no pocaslegislaturas, gobiernos e instituciones han marginado al Seor, desdeando

    su soberana. Lo relevante de la institucin de esta fiesta no consiste tantoen que se lo proclame a Cristo como Rey de la vida pblica y social. Elloes, por cierto, importante, pero ms lo es que los catlicos entendamosnuestras responsabilidades consiguientes. Cristo quiere que lo ayudemoscon nuestros esfuerzos, nuestras luchas, nuestras batallas. Y ello no seconseguir si seguimos encastillados en nuestros hogares y en nuestrostemplos.

    Hasta ahora nuestro catolicismo ha sido un catolicismo deverdaderos paralticos, y ya desde hace tiempo. Somos herederos de

    paralticos, atados a la inercia en todo. Los paralticos del catolicismo sonde dos clases: los que sufren una parlisis total, limitndose a creer lasverdades fundamentales sin jams pensar en llevarlas a la prctica, y losque se han quedado sumergidos en sus devocionarios no haciendo nada

    para que Cristo vuelva a ser Seor de todo. Y claro est que cuando unadoctrina no tiene ms que paralticos se tiene que estancar, se tiene que

    batir en retirada delante de las recias batallas de la vida pblica y social y ala vuelta de poco tiempo tendr que quedar reducida a la categora demomia inerme, muda y derrotada. Nuestras convicciones estn

    encarceladas por la parlisis. Ser necesario que vuelva a orse el grito delEvangelio, comienzo de todas las batallas y preanuncio de todas lasvictorias. Falta pasin, encendimiento de una pasin inmensa que nos incitea reconquistar las franjas de la vida que han quedado separadas de Cristo.

    Judas se ahorc dice Anacleto en otro lugar mas dej unanumerosa descendencia, los herejes, los apstatas, los perseguidores. Perotambin la dej entre los mismos catlicos. Porque se parecen a Judas losque saben que los nios y los jvenes estn siendo apualados,

    descristianizados en los colegios laicistas, y sin embargo, despus dehaberle dado a Jess un beso dentro del templo, entregan las manos de sushijos en las manos del maestro laico, para que Cristo padezca nuevamentelos tormentos de sus verdugos. Se parecen a Judas los catlicos que nocolaboran con las publicaciones catlicas, permitiendo que stas mueran. Olos que entregados en brazos de la pereza, dejan hacer a los enemigos deCristo. Tambin se le parecen los que no hacen sino criticar acerbamente alos que se esfuerzan por trabajar, porque contribuyen a que Cristo quede amerced de los soldados que lo persiguen.

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    Como se ve, Gonzlez Flores traz un perfecto cuadro de la situacinanmica de numerosos catlicos, enteramente pasivos ante los trgicosacontecimientos que se iban desarrollando en la Patria mexicana. Fustigtambin el grave peligro del individualismo.

    Los catlicos de Mxico seala han vivido aislados, sinsolidaridad, sin cohesin firme y estable. Ello alienta al enemigo al puntode que hasta el ms infeliz polica se cree autorizado para abofetear a uncatlico, sabiendo que los dems se encogern de hombros. Ms an, noson pocos los catlicos que se atreven a llamar imprudente al que sabeafirmar sus derechos en presencia de sus perseguidores. Es necesario queesta situacin de aislamiento, de alejamiento, de dispersin nacional,termine de una vez por todas, y que a la mayor brevedad se piense ya deuna manera seria en que seamos todos los catlicos de nuestra Patria no unmontn de partculas sin unin, sino un cuerpo inmenso que tenga un solo

    programa, una sola cabeza, un solo pensamiento, una sola bandera deorganizacin para hacerles frente a los perseguidores.

    2. El forjador de caracteres

    emos dicho que desde nio Anacleto fue apodado el maestro,por su nativa aptitud didctica. Este bautizo, que naci demanera espontnea, se troc despus en carioso homenaje y hoy

    es un ttulo glorioso. Maestro, sobre todo, en cuanto que fue un autnticoformador de almas. Consciente del estancamiento del catolicismo y de la

    pusilanimidad de la mayora, o, como l mismo dijo, del espritu decobarda de muchos catlicos y del amor ardiente que sienten por sus

    propias comodidades y por su Catolicismo de reposo, de pereza, de apata,de inercia y de inaccin, se aboc a la formacin de catlicos militantes,que hiciesen suyo el ideal de combate, convencidos de que su misin es

    batirse hoy, batirse maana, batirse siempre bajo el estandarte de laverdad.

    A su juicio, el espritu de los catlicos, si queran ser de verasmilitantes, deba forjarse en dos niveles, el de la inteligencia y el de lavoluntad. En el nivel de la inteligencia, ante todo, ya que las batallas quetenemos que reir son batallas de ideas, batallas de palabras.

    Los medios modernos de comunicacin escribe aunque sirvengeneralmente para el mal, podrn ayudarnos, si a ellos recurrimos, para quenuestras ideas se abran paso con mayor celeridad, en orden a ir creando una

    cultura catlica. No podemos seguir luchando a pedradas mientras nuestrosenemigos nos combaten con ametralladoras.

    H

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    En esta obra de propagacin de la verdad todos pueden hacer algo:los ms rudos e ignorantes, dedicarse a estudiar; los ms cultos, ensear alos dems; los que no son capaces de escribir ni hablar, al menos puedendifundir un buen peridico; los que tienen destreza en hablar y escribir,

    podrn adoctrinar a los dems. No nos preguntemos ya cunto hemosllorado, sino qu hemos hecho o qu hacemos para afianzar y robustecer lasinteligencias. A unos habr que pedirles solamente ayuda econmica; aotros su pluma y su palabra; a otros que no compren ms los peridicoslaicistas; a otros que vendan los peridicos catlicos.

    Ya llegar el momento en que, despus de un trabajo fuerte,profundo de formacin de conciencia, todos los espritus estn prontos adar ms de lo que ahora dan y entonces los menos dispuestos a sacrificarsequerrn aumentar su contingente energa. Y de este modo habremoslogrado que todos se aproximen al instante en que tengamos suficientesmrtires que baen con su sangre la libertad de las conciencias y de lasalmas en nuestro pas.

    Anacleto no se qued en buenas intenciones. Se propuso constituirun grupo de personas deseosas de formarse, no limitado, por cierto, a los deinteligencia privilegiada sino abierto a todos cuantos deseasen adquirir unacultura lo ms completa posible. Para l dicha labor era superior a todas lasdems. La influencia de ese grupo resultara incontrastable, porque se

    hallara en posesin de los poderes ms formidables, cuales son la idea y lapalabra.

    Para este propsito, Anacleto se dirigi principalmente a la juventud,a la que por once aos consagr lo mejor de sus energas. La amplia yarbolada plaza contigua al Santuario de Guadalupe, en Guadalajara, fue su

    primer local, el lugar predilecto de sus tertulias. Su verbo era fascinante.Nos cuenta el Padre H. Navarrete que siendo l estudiante secundario, seencontr un da con Anacleto, a la sazn profesor de Historia Patria,

    reunido con un grupo en la plaza del Carmen.

    Sois estudiantesles dijo. Tras de largas peregrinaciones por aulase Institutos, llegaris a conquistar vuestra inmediata ambicin: un ttulo

    profesional. Y bien, qu habris obtenido? Una posicin; es decir, pan,casa, vestido. Es esto todo para el hombre? Me diris que de paso llenisuna misin nobilsima cultivando la ciencia. Puede ser esa la misin de unser como el hombre?

    No es la principal labor del hombre el cultivo del cuerpo, ni el de lainteligencia. Ha de ser el cultivo de las facultades ms altas del espritu. La

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    de amar; pero amar lo inmortal, lo nico digno de ser amado sin medida:amar a Dios. Sern por ventura ustedes de los que se creen que se llenaesa infinita ambicin con esas prcticas ordinarias del cristianoapergaminado que asiste a misa los domingos? No. Eso no es ser cristiano.

    Eso es irse paganizando; es un abandonar plcidamente la vida cristiana,pasando a la vera del sagrado con antifaz carnavalesco, sonriendo al mundoy al vicio, mientras en la penumbra vaga del rincn de una iglesia,

    precipitadamente, en breves minutos con dolor robados a la semana, sesantigua la pintada faz del comediante...

    Amar a Dios, para un joven, debe significar entusiasmos sinmedida, ardores apasionados de santo, sueos de herosmo y arrojos deleyenda. La vida es una milicia. Dice Navarrete que sas y otras ideasfueron brotando en medio de un dilogo vivaz, apasionante. A m no mecaba duda. Aquel hombre alcanzaba los perfiles de los grandes lderes. Laclaridad brillante de sus ideas unida a la frrea voluntad de un ardorosocorazn, lo delineaban como un egregio conductor de masas. Haba ahmadera para un santo, alma para un mrtir.

    Anacleto atrajo en torno a s a lo mejor de la juventud deGuadalajara. A pocas manzanas del Santuario de Guadalupe de dichaciudad, a que acabamos de referirnos, una seora ofreci hospedaje yalimentacin tanto a l como a varios compaeros que estudiaban en la

    Universidad. All convocaron a numerosos jvenes para cursos deformacin. En cierta ocasin estaban estudiando los avatares de laRevolucin francesa, sus vctimas, sus verdugos, la Gironda, elJacobinismo, etc., y como la que cuidaba la casa se llamaba Gernima, ylos vecinos la llamaban doa Gero o Giro, le pusieron a la sede elnombre de La Gironda y a sus ocupantes los Girondinos. Dicha casatena slo tres habitaciones. Pero all se fueron arrimando un buen grupo de

    jvenes, unos cincuenta muchachos, atrados por Cleto y sus compaerosde vida juglaresca.

    Lejos de todo estiramiento doctoral, la alegra juvenil delMaistro se volva contagiosa, mientras trataba temas de cultura, deformacin espiritual, de historia patria, trascendiendo a toda la ciudad, peroms directamente a la barriada del Santuario, donde estaba la Gironda.Refirindose a aquellos convivios dice Gmez Robledo que las ideasfulguraban en la conversacin vivaz y el goce intelectual tena rangosupremo.

    Anacleto estaba convencido de la importancia de su labor intelectualen una poca de tanta confusin doctrinal. Era preciso formar lo que l

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    llamaba la aristocracia del talento. Para ello nada mejor que poner aaquellos jvenes en contacto con los pensadores de relieve, los grandesliteratos, los historiadores veraces.

    Era sta su obra predilecta, su centro de operaciones y el albergue desus amistades ms entraables y de sus colaboradores ms decididos. Aesos muchachos los consideraba como una ampliacin de su familia. En eloratorio de aquella casa contrajo matrimonio, y su primer hijo pas a ser un

    puntual concurrente a las reuniones dominicales.

    Anacleto era el maestro por antonomasia entre nosotros testimoniaNavarrete. Estaba siempre a punto para dar un consejo, esclarecer unaidea o forjar un plan, ya de estudio, ya de accin. El espritu infundido porl hizo de nuestro grupo local una verdadera fragua de luchadorescristianos... Nos ense a orar, a estudiar, a luchar en la vida prctica ytambin a divertirnos. Porque l saba hacer todo eso. Lo mismo se leencontraba jugando una partida de billar, que de damas, taendo la guitarrao sosteniendo animados corrillos, con su inacabable repertorio deancdotas. As fuimos aprendiendo poco a poco que la vida del hombresobre la tierra es una lucha, que es guerra encarnizada y que los que mejorla viven son los ms aguerridos, los que se vencen a s mismos y luego selanzan contra el ejrcito del mal para vencer cuando mueren, y dejan a sushijos la herencia inestimable de un ejemplo heroico.

    Cuentan los que lo trataron que tena un modo muy suyo de ensearla verdad y corregir el error. Jams contradeca una opinin sin serrequerido, pero entonces era contundente. Para corregir los vicios deconducta, nunca llamaba la atencin del culpable en forma directa; cuandocrea llegada la oportunidad, se refera a un personaje imaginario, deficcin, afeado por los defectos que trataba de enmendar, presentndolocomo insensato, como vctima de sus propios actos. Nunca le fall estemtodo de correccin. En cuanto a su modo de ser y de tratar, nos

    formaramos de l una representacin incompleta si creyramos que nuncaabandon la rigidez del gesto pico. Segn nos lo acaba de describir

    Navarrete, era una persona de temperamento ocurrente, afectuoso y jovial.Su casa de la Gironda se hizo legendaria como centro de sana y bulliciosaalegra, de vida cristiana y bohemia a la vez.

    Cre Anacleto varios crculos de estudio: el grupo Len XIII, desociologa; el Agustn de la Rosa, de apologtica; el Aguilar yMarocho, de periodismo; el Mallinckrodt, de educacin; el Balmes,

    de literatura; el Donoso Corts, de filosofa... Por eso, cuando se funden Mxico la ACJM, el material ya estaba dispuesto en Guadalajara. Bast

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    reunir en una sola organizacin los distintos crculos existentes, unos ochoo diez, perfectamente organizados. Especial valor le atribua al crculo deOratoria y Periodismo, ya que, a su juicio, el puro acopio deconocimientos, si no iba unido a la capacidad de difundirlos de manera

    adecuada, se clausuraba en s mismo y perda eficacia social. De la Girondasalieron numerosos difusores de la palabra, oral o escrita.

    Destaquemos la importancia que Anacleto le dio al aspecto estticoen la formacin de los jvenes. No en vano la belleza es el esplendor de laverdad. El bello arte dej escritoes un poder aadido a otro poder, esuna fuerza aadida a otra fuerza, es el poder y la fuerza de la verdad unidosal poder y la fuerza de la belleza; es, por ltimo, la verdad cristalizada en el

    prisma polcromo y encantador de la belleza. Y as exhortaba a los suyosque pusiesen al servicio de Dios y de la Patria no slo el talento sinotambin la belleza para edificar la civilizacin cristiana. Slo de ese modola verdad se volvera irradiacin de energa.

    Antes de seguir adelante, quisiramos dedicar algunas palabras a unode los compaeros de Anacleto, quizs el ms entraable de todos, MiguelGmez Loza. Naci en Paredones (El Refugio), un pueblo de los Altos deJalisco, en 1888, de una familia campesina. A los 20 aos, se traslad aGuadalajara donde estudi Leyes. All conoci a Anacleto, convirtindoseen su lugarteniente y camarada inseparable. Era un joven rubio, de ojos

    azules, que irradiaba generosidad, de no muy vasta cultura pero de enormearrojo y contagiosa simpata. Se lo apod el Chinaco. Los mexicanosllaman chinacos a los del tiempo de la Guerra de la Reforma, hombresengaados, por cierto, pero llenos de decisin y coraje. A Miguel se loquiso calificar por esto ltimo, es decir, por su entereza y energa, si bienlas emple con signo contrario al de aqullos.

    Una ancdota de su vida nos lo pinta de cuerpo entero. El 1 de mayode 1921, con la anuencia de las autoridades civiles, los comunistas

    vernculos se atrevieron a izar en la misma catedral de Guadalajara elpabelln rojinegro. A doscientos metros de dicho templo, frente a losjardines que se encuentran en su parte posterior, estaba una de las sedes dela ACJM, donde en esos momentos se encontraban unos cuarentamuchachos. Conocedores del hecho, varios de ellos pensaron que era

    preciso hacer algo y por fin resolvieron dirigirse a la Catedral para repararel ultraje. Pero al llegar vieron una multitud, y en medio de ella al Chinaco,con la cara ensangrentada. Es que mientras los dems discurran sobre loque convena hacer, l ya se haba adelantado, y subiendo hasta el

    campanario, haba roto el trapo y lo haba lanzado al aire, con ademn detriunfo. Acciones como sta, de un valor temerario, cuando estaba en juego

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    la gloria de Dios o el honor de la Patria, le valieron 59 ingresos en lascrceles del gobierno perseguidor. A lo largo de su corta existencia, viviel peligro en una sucesin constante de hechos atrevidos, deseados y

    buscados a propsito. Los jvenes lo admiraban. Era, as lo decan, el

    azote de los profanadores del templo, refractario a las claudicaciones, elhombre masculino por excelencia.

    La persistencia en la persecucin religiosa lo impuls a unirse conlos heroicos cristeros que estaban en los campos de batalla, donde en raznde sus mltiples cualidades fue elegido Gobernador Civil de la zonaliberada de Jalisco. Cuenta Navarrete que en cierta ocasin lo vio rodeadode unos 300 soldados con sus jefes, todos de rodillas, desgranando elrosario. A su trmino, Gmez Loza rez esta oracin cristera: JessMisericordioso! Mis pecados son ms que las gotas de sangre quederramaste por m. No merezco pertenecer al ejrcito que defiende losderechos de tu Iglesia y que lucha por Ti... Concdeme que mi ltimo gritoen la tierra y mi primer cntico en el cielo, sea: Viva Cristo Rey!

    El 21 de marzo de 1928 se diriga con su asistente hacia el pueblo deGuadalupe, sede nominal del Gobierno Provincial, cuando fue sorprendido

    por sus enemigos en un lugar llamado El Lindero. Lo ataron a uncaballo, y lo arrastraron largo trecho. Luego uno de los soldados lo rematcon su pistola.

    Hace pocos aos, tuve el gusto de conocer en Guadalajara a dos desus hijas, ya ancianas. Una de ellas me cont que cuando su padre se fue almonte, ella era pequea. Cierto da, en la misma casa donde estabaconversando conmigo, un vecino toc el timbre y le dijo que en la avenidacontigua se encontraba tirado el cadver de un hombre que pareca ser su

    padre. Ella fue. Efectivamente: era l.

    No me pareci posible evocar la figura de Gonzlez Flores sin

    recordar la de Gmez Loza. Juntos se formaron, juntos lucharon, juntossufrieron la persecucin. Anacleto era el fuego que todo lo abrasaba,Miguel el difusor eficaz de las ideas del amigo; si aqul era la luz, l fue laantorcha que la refleja; si Anacleto era la voz, l fue su eco; si Anacleto erala idea que gobierna, l fue la accin que ejecuta. El Maistro y el Chinaco.El verbo de Anacleto y la accin de Miguel. Ambos tenan devocin por laGuadalupana y comulgaban diariamente en su Santuario de Guadalajara.La amistad espiritual que los una se vio as sellada por la piedadeucarstica y mariana. Los dos fueron condecorados por el papa Po XI el

    mismo da, a iniciativa del gran obispo de Guadalajara, Francisco Orozco yJimnez, con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice, en premio a su accin

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    comn en defensa del catolicismo. Junto al obispo recin nombrado,forman un soberbia triloga. Anacleto y Miguel sufriran ambos el martirio,y hoy sus restos se encuentran, tambin juntos, en el Santuario deGuadalupe, tan frecuentado por ellos. Ante la losa que los custodia tuve el

    privilegio de orar con vergenza y emocin durante largo rato.Volvamos a nuestro Anacleto. Hemos dicho que no slo se dedic a

    formar las inteligencias, aquella aristocracia del talento, de que leagradaba hablar, sino tambin a robustecer las voluntades de los que loseguan. No soy ms que un herrero forjador de voluntades, le gustabarepetir. Este hombre que al decir de Gmez Robledo era una afirmacinhirviente, tumultuosa, de sangre y hoguera, recomendaba siempre denuevo: Hay que criar coraza. No se engaaba, la Patria necesitabacaracteres recios. Por eso se dedic a avivar los rescoldos del herosmo:Patria Mexicana, no todos tus hijos se han afeminado, no todos se hanhundido en el cieno; todava hay hombres, todava hay hroes.

    Pero don Cleto no se engaaba. Nadie puede llegar a ser un hombrede imperio, si primero no se ha dominado a s mismo. Por eso les peda alos suyos que se volviesen abanderados de su propia personalidad ycaudillos de su mismo ser.

    Porque dentro de cada uno de ustedes les decahay un forjador

    en ciernes. Para forjarse a s mismo no basta la cabeza bien formada, lainteligencia bien empleada. No bastan los filsofos y los maestros, por

    buenos que sean. La pura formacin intelectual no alcanza. Era precisoagregar el encarnizamiento de las propias manos, de las propiasherramientas, del propio corazn..., en caso contrario, todo quedarcomenzado.

    Si se quiere hacer realidad la elevada y recia escultura viviente queDios so para cada uno de nosotros, habr que despertar al Fidias que

    duerme en nuestro interior. Si, por el contrario, se prefiere seguir siendo unmero boceto informe, un trazo borroso sin consistencia, una personalidadenclenque, habr que cruzarse de brazos, permanecer en espera del forjadorque nunca llegar, del obrero que debe salir de nosotros mismos y quenunca saldr porque no hemos querido ni sospechar siquiera nuestra

    personalidad.

    Anacleto quera que los suyos tuviesen temple de hroes, que nocediesen jams a transacciones y componendas, ya que tarde o

    temprano stas lo llevaran a la ms ignominiosa de las capitulaciones. Para

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    ello, deca, nada mejor que frecuentar a personalidades vigorosas, al tiempoque no dejarse intimidar por falsas prudencias.

    Cuando habla de esto, su verbo se enardece: Habis invertido el

    mandamiento supremo, porque para vosotros, hay que amar a Dios bajotodas las cosas! Porevitar mayores males os despedazarn, y cada trocitode vuestro cuerpo gritar todava dando tumbos: prudencia, prudencia! Notemis a los que matan el cuerpo, sino el alma. Una sola noche de insomnioen un calabozo vale mucho ms que aos de fciles virtudes.

    Para formarse en la escuela del herosmo recomendaba Anacletoescoger cuidadosamente a los amigos, descartando los de espritu cobarde olos que de una u otra forma haban claudicado. El contagio de los amigos,sea para el mal o para el bien, resulta determinante.

    El da en que se logre encontrar un alto y firme valor de rectitud, deideal y de carcter, habr que sellar con l un pacto de alianza permanentey unir lo ms estrechamente posible nuestra suerte, nuestro pensamiento ynuestra voluntad con ese nuevo complemento de nuestra personalidad,

    porque ser para nosotros un manantial fecundo de aliento y vitalidad.

    En medio de la borrasca poltica y religiosa, Anacleto soaba conalzar un muro de conciencias fuertes, de voluntades recias, de caracteres

    que sepan derrotar a la violencia bruta, no con el filo de la espada, sino conel peso irresistible y avasallador de una conciencia que rehye lascapitulaciones y espera a pie firme todas las pruebas.

    Y a la verdad que dio ejemplo de ello, convencido de que el carcteres la base primordial de la personalidad. Como dice un compaero suyo, sehaba forjado una voluntad tenaz e inconmovible, exenta de volubilidad yextraa al desaliento, superior e indiferente a los obstculos y a la magnitudde los sacrificios requeridos. La cultiv directa y deliberadamente,

    imponindose una disciplina rigurosa en lo cotidiano y pequeo para contarconsigo mismo en los grandes esfuerzos y en las contingencias imprevistas.Elaborado un propsito, no descansaba hasta verlo realizado. Lacontinuidad fue la caracterstica de su accin en todos los rdenes. Fecundoen iniciativas, no abandonaba jams la tarea comenzada, sino que la

    prosegua hasta el fin.

    Otro de sus amigos nos dice: No recordamos en el Maistro el menordesfallecimiento ni la menor desviacin. Era una consumada realizacin de

    sus ideas y proyectos. En esta alianza indisoluble de la fe y la vida, de ladoctrina que pregonaba y la conducta que segua, reside la principal razn

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    de su influencia sobre los dems. Personalidad rotunda, elevada,avasalladora. l mismo deca, citando a Goethe, que la capacidad delconductor depende de su personalidad. Si posee una personalidad hecha,martillada sobre yunques slidos, si tiene una musculatura interior que no

    se cansa ni se abate, no le es necesario ni hablar, ni escribir, ni obrar; bastaque se sienta la presencia de su personalidad, para que arrastre a los que lorodean con la fuerza irresistible de la fascinacin.

    Miles de alumnos lo seguamos para escucharlo confirma uno desus admiradoresporque hablaba con autoridad, y sus palabras fluan comoun torrente, proclamando el derecho y la verdad. Jams retrocedi ante lashogueras, ante las cruces, ante todo el aparato de ferocidad con que en esostiempos se nos amenazaba, ni lo tent la codicia cuando con dineros yhalagos intentaron seducirlo.

    Ni el calabozo, que conoci repetidas veces, logr doblegarlo. A unaseora que le expresaba su afliccin porque en cierta ocasin haba sidodetenido y llevado a la crcel, Anacleto le deca:

    Somos varios los jvenes que estamos presos, pero vivimos muycontentos en la crcel. Tenemos ya establecido un catecismo para losdems prisioneros; rezamos todas las noches el rosario en comn, y en elda... ya usted lo sabe, trabajamos, acarreamos la lea para la cocina,

    llevamos la basura... Total, unas vacaciones pasadas por el amor de Dios.Pero no hay que dudar, este es el camino por donde los pueblos hacen lasgrandes conquistas.

    No en vano haba escrito: En las pginas de historia delCristianismo siempre se va a la crcel un da antes de la victoria. Cumplaa la letra aquello que atribua a los grandes conductores: acometividad paraabrirse paso y llegar; persistencia en quedarse, a pesar de todas lasvicisitudes; y fuerte e incansable inquietud por dejar una sucesin. En este

    trabajo de formacin de dirigentes vea la necesidad de proponerparadigmas, espejos donde mirarse. Por ejemplo el gran obispo Manrquezy Zrate, de quien deca:

    Tiene en medio de nosotros un alto y fuerte significado. Es l, en lamedida en que lo puede ser un hombre, la expresin ms alta de lasoberana de la verdad y la recia arquitectura del orden moral forjado en lasfraguas nicas de la doctrina catlica... El hombre moral ha aparecido contoda la fisonoma radiante y el gesto contagioso, invenciblemente

    contagioso, del Maestro.

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    Segn lo sealaba ms arriba uno de sus discpulos, a Anacletonunca le faltaron ocasiones, en el Mxico oficial corrompido de aqueltiempo, de lograr una posicin econmica ms que regular. Estim comograve injuria la proposicin que le hicieron algunos agentes de las logias,

    para que ingresase en la Masonera, que deseaba contar entre los hermanosa un dirigente de sus talentos y arrastre. Los opositores de Anacleto tenantambin amigos en el alto Clero. Abogados influyentes iban por la maanaal Obispado y por la tarde visitaban al Gobernador, proponiendo un cambiode tctica: en vez del enfrentamiento, la componenda. No lo conocan aeste hombre, que estaba a mil leguas de todas las transacciones y losenjuagues, por disimulados que fuesen, el mismo que deca:

    El gesto del mrtir ha sido en todos los tiempos el nico que hasabido, que ha podido triunfar de todos los tiranos, llmense emperadores,reyes, gobernantes o presidentes.

    As fue Anacleto, el gran caudillo del catolicismo mexicano. Susactividades pronto se tradujeron en una intensificacin de la presencia delos catlicos, principalmente en el Estado de Jalisco. Se abandonaba ya, entodos los ambientes, la apata y dejadez que durante tanto tiempo habanreinado. Era evidente que se estaban gestando los hombres del futuro

    poltico, cultural y religioso de Mxico.

    3. Hacia un catolicismo pletrico de juventud

    on cierta preferencia, como dijimos, Anacleto se diriga sobre todo ala juventud. Justamente porque pensaba que en su Mxico tanamado estaba declinando la esperanza, y por consiguiente la

    juventud languideca. Los horizontes eran cada vez ms pequeos, lamediocridad se encontraba a la orden del da; lo nico que interesaba era lomicroscpico, mientras las alturas parecan causar vrtigo. Muchos

    jvenes, replegados sobre s mismos, sufran el impacto de este ambiente,

    limitando sus anhelos a la satisfaccin de las pasiones y a los deleitesmateriales.

    Gonzlez Flores quiso arrancar a la juventud de su letargo, demanera semejante a lo que en su tiempo intent Scrates, hermano suyo enel espritu.

    Su instinto de moldeador de porvenirescribe Anacleto hablandodel pensador griego le haba hecho prendarse por encima de todas las

    bellezas de Grecia, de la juventud. Viva embriagado con el aliento virgen,fresco como de odre perfumado. Con las manos hundidas en el barro

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    humedecido de las almas, y los ojos en espera hacia la dinasta remota delnuevo da. As lo sorprendi la muerte. Muri embriagado de juventud yrodeado de juventud. Un pensador que lo quiso arriesgar y perder todo porla juventud.

    Seala Gmez Robledo que nadie adivin mejor que Anacleto lacausa de esa actitud, la razn de ese enamoramiento. Lo adivin porque lmismo llevaba en s dichas razones. Fue una intuicin soberana la que lehizo entrever que el amor a la juventud no es sino el amor a la vida en suinstante ms bello: cuando es peligrosa y se juega por un ideal.

    En vez de un catolicismo integrado por hombres decrpitos deespritu, Gonzlez Flores soaba con un catolicismo militante, juvenil,dispuesto a vivir peligrosamente.

    Hemos perdido el sentido ms profundo, ms caracterstico de lajuventud: la pasin del riesgo, la pasin del peligro. Medimos todosnuestros pasos, contamos todas nuestras palabras, recomponemos nuestrosgestos y nuestras actividades de manera de no padecer ni la ms ligeralastimadura y de quedar en postura bellamente estudiada, no para morir,como los gladiadores romanos, sino para una sola cosa: para vivir, paravivir a todo trance. Y as agregason muchos los que no se atreven amover ni un dedo, por temor a despertar las iras del enemigo. Se ha

    formado una generacin de viejos, que slo saben calcular, contar, comprary vender, con la fiebre caracterstica de la vejez, que es la avaricia.

    Todos recomiendan prudencia, y para ellos prudencia significapensarlo todo, medirlo todo, calcularlo todo para salvar la tranquilidad yesquivar hbilmente todos los riesgos. Recomiendan quietud y medida enlos movimientos, al tiempo que condenan a los exagerados, como llamana los que se juegan por la verdad.

    Y esta es nuestra suprema enfermedad. Todas las dems parten deella... Hemos logrado conservar nuestra vida; todava la tenemos, todavanos pertenecer, pero enmohecida, como espada que nunca ha salido de lavaina, como rbol que no ha tenido ni agua ni sol. Se nos ofreci la vida encambio de nuestro sosiego y de nuestro silencio y de nuestra quietud, y slose nos ha podido dar vejez arrugada y marchita.

    Ser preciso que la vida de los catlicos se rejuvenezca, sabiendo queel precio de la victoria ha sido siempre el sacrificio y la lucha. Mientras los

    catlicos no nos decidamos a combatir, la victoria no vendr. Nosotroshemos querido obtener la victoria al precio de nuestra cobarda y de nuestra

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    inercia. Pero ello no ha sucedido. Tenemos que comprarla. Y su precio esel dolor, o al menos la fatiga y el esfuerzo. Habr que elevar el corazn, alconjuro de una sola frmula: vivir por encima de uno mismo. Esta frmuladicha hoy, maana, todos los das al sentir el roce clido de las alas

    nuevas de la juventud la echar toda entera con todos sus bagajes de roja yardiente generosidad hacia todas las vanguardias.

    Recuerda Gonzlez Flores cmo cuando Platn quiso cuajar en elFedn el recuerdo de su maestro, puso en los labios del mrtir estas

    palabras: El riesgo es bello y debemos embriagarnos con l.

    Lo que as comenta Anacleto: El riesgo fue la ms ferviente pasinde Scrates; haba apurado en cada paso el cliz del riesgo, y tuvo razn

    para prendarse de la juventud, porque ante ella se encontr cara a cara conla belleza insuperable del riesgo, al paso de las almas vidas de altura. Deesta manera vivi Scrates, embriagado de riesgo, apurando el cliz delriesgo a cada paso, y entregando su cabeza al golpe ltimo en plenaembriaguez de riesgo: el riesgo supremo de perder la vida. Tal fue elmaestro ms elevado que tuvo la juventud de Atenas.

    Comentando las palabras de Anacleto afirma Gmez Robledo queellas son definitorias para la interpretacin esttica de su magisterio. Am ala juventud con el mismo arrebato psquico con que el artista intuye su

    creacin. Y es propio de los grandes artistas unir la intuicin a la aventura,jugarse la existencia por la belleza.

    Vincular, como en Scrates y Gonzlez Flores, el artista, el maestroy el mrtir, es leccin eterna de fortaleza. Sus muertes no fueron sino lasnupcias sangrientas del artista con la belleza del riesgo.

    Insiste Anacleto en que el cristianismo est inescindiblemente unidocon la juventud de espritu. Si Tertuliano dijo que el alma humana es

    naturalmente cristiana, se puede decir igualmente que la juventud, por loque tiene de permanente osada, es naturalmente cristiana. Ms an, la

    juventud se completa, se robustece y se asegura contra su debilitamiento osu extincin, ponindose bajo el aliento perpetuamente juvenil de Cristo.Porque el cristianismo es la doctrina del riesgo, o mejor, la que nos permitecruzar victoriosamente a travs de todos los riesgos.

    Incorporada la juventud de cada hombre en la juventud eterna deCristo, se sumar una osada a otra osada; y sumadas esas dos grandes

    audacias, se formar el nudo que abarcar todos los destinos.

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    Ser preciso desposar la propia juventud, que es la audacia de un da,con la juventud de Cristo, que es la audacia de lo eterno. Los jvenesdebern juntar sus dos manos, todava mojadas en el odre de la vida, conlas dos manos de Cristo, mojadas todava en la sangre de su audacia. He ah

    lo que afirmaba Lacordaire: La juventud es irresistiblemente bella, con labelleza del riesgo, es decir, con la belleza de la osada, y tambin: Lajuventud es sagrada a causa de sus peligros. Habr que arrojarse en el mardel peligro, en la corriente de los riesgos, con la cancin en los labios, conun gesto de desdn en la boca y con plena confianza en el logro final. Estoes lo que necesita el catolicismo mexicano: una transfusin de juventud.

    Es de ella de donde deben salir los valores que acabarn con nuestroempobrecimiento y con nuestra mediocridad y que saltarn por encima detodas las murallas para quebrar medianas, para pisar nulidades y paraempinar a Dios, majestuoso y radiante, sobre los tejados y sobre loshombros de patrias y de multitudes. Nada de valores a medias; nada devalores incompletos; nada de valores que se aferran a su aislamiento, quetitubean, que se ponen en fuga frente a la Historia y que se satisfacen conun milmetro de tierra.

    Slo harn la gran revolucin, la revolucin de lo eterno, lasbanderas tremoladas por la juventud que todava le reza y le canta al jovencarpintero que a los 33 aos comenz la nica verdadera revolucin, que es

    la revolucin de lo eterno, y que pasa por nuestras vidas como un huracnpreado de herosmo.

    4. El enamorado del verbo

    estaquemos el valor que Anacleto le atribua a la palabra, sea oral oescrita. Como orador, fue fulgurante. Cual otro Esquilo, llen dealmenas las alturas del lenguaje, con el fin de suscitar una estirpe

    de hroes, al estilo de Godofredo de Bouillon, Guillermo Tell y el Cid, sus

    arquetipos favoritos, que se pusiesen al servicio de la Patria y de laReligin conculcadas.

    En un artculo titulado Sin palabras afirma que una falsa einfundada apreciacin del significado que tiene la palabra, ha hecho que enestos ltimos tiempos se la arroje el margen de la vida, o cuando menos, sela coloque en un lugar muy secundario. Poco se confa en la palabra, comosi lo nico importante fuese la accin. Los obreros que elevan edificios con

    palabras y no con ladrillos, son vistos con desdn, pensndose que una

    accin vale un milln de palabras. Ms bien debiera decirse que unaaccin es una palabra reciamente moldeada en el crisol encendido de la

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    carne y del pensamiento. Ello no es todo. Detrs de cualquier gran accinest la palabra, como germen, como impulso, como estimulante. Tres

    palabras se encuentran una pgina antes de la destruccin de Cartago, lasde Catn: Delenda est Cartago. Frente a la Revolucin hemos carecido

    de las palabras adecuadas. Necesitamos empezar la obra de la reconquista.Solamente se comienza con palabras. No hay fuerza que pueda oponerse ala palabra cuando se la pone al servicio de la idea, abrindose paso entre losque la objetan.

    Anacleto privilegi la palabra oral, dando numerosas conferencias enlos ms diversos lugares del pas, pero principalmente en Guadalajara.Famoso fue un discurso que pronunci en el atrio colonial del Santuario de

    Nuestra Seora de Zapopan, cercano a aquella ciudad, trepado en unapilastra del enrejado, frente a una multitud que colmaba el recinto de laplaza y los jardines adyacentes.

    En 1918, la ACJM de la ciudad de Mxico lo invit a dar unaconferencia en la capital. Cuando lleg a la estacin, los que lo esperaban,que no lo conocan, quedaron poco impresionados por el tipo desgarbadode Anacleto, sus ojos hundidos y soadores. Horas despus subi alescenario con su atuendo sencillo, ante un auditorio donde predominabanlos jvenes.

    Cuenta uno de ellos que los primeros diez minutos provocaron ungran desconcierto. sta es la maravilla que nos manda Jalisco?, se

    preguntaban por lo bajo. Sin embargo, el tono del discurso, montono alprincipio, fue creciendo en vehemencia. Su pensamiento se lanz a lascumbres. Tras una hora, que pas fugazmente, la sala estall en aplausos.Vibraban nuestras almas al unsono con la suya, dijo uno de los oyentes.

    Su elocuencia no fue innata sino fruto de una larga preparacin. lmismo deca que Demstenes, desde el da en que sinti despertar su

    vocacin, padeci largos insomnios de aprendizaje y no descans hastaconseguir que su palabra se volviese capaz de ganar las batallas de laoratoria. Anacleto comprenda perfectamente la necesidad de usar bien dela palabra para el combate de las ideas, ya que en torno a ella se trababanlas grandes batallas culturales. Haba que evitar el gastarlas paradiscusiones banales reservndola para los temas trascendentes, en orden arebatir las doctrinas errneas que pretendan conquistar la supremaca sobrelas inteligencias. Es all donde haba de resonar la palabra convincente.

    El genioescribi en uno de sus peridicosdebe interrogar todaslas lejanas hasta que su palabra, como luminar esplendoroso encendido

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    sobre la llanura, alumbre todos los senderos, de modo que los que la oiganpierdan su cobarda y se lancen por la ruta que le trazan las palabras.

    Aconsejaba insistentemente, practicndolo l mismo, una

    preparacin concienzuda de los temas por tratar. Pero a la hora depronunciar el discurso, le bastaba con determinar las lneas maestras, lasideas principales, dejando la expresin concreta a la inspiracin delmomento.

    Cansados estamos ya del arraigado y envejecido y ruinosoexpediente de salir a la tribuna a leer en un pergamino o en la propiamemoria, frases pulidas y martilladas con un siglo de anticipacin, joyastalladas en un taller distante y que han perdido la lumbre radiante que lastransfigur, y el bro tempestuoso que las dobl y abland, y la huella vivadel hierro encendido, y la hoguera que llame sobre la frente del artfice.Puos de rescoldo, ceniza muda y entristecida que jams podr reavivaruna emocin fingida. Y esto es todo, menos elocuencia. Porque hoy yanadie ignora que para que haya palabra totalmente elocuente es preciso queel canto resonante que dicen las rebeldas que se anudan, jadean y disputanla victoria, debe hallarse plenamente presente delante del auditorioconvulso, estremecido ante la batalla, aliado primero del hierro insurrecto,y despus, juntando el peso inmenso de su corazn y de su espritu y de sus

    pasiones, del lado del brazo que golpea y arroja todo: lumbre, yunque,

    herramientas, clavos y espadas fundidas en el torrente de la accin.

    Segn se ve, conceba el discurso como un torneo entre el pblico yel orador, muy diversamente de lo que sucede en el caso del escritor, queenva a lo lejos su mensaje. Al tratarse del orador, ms lgicamente, msexactamente que decir que es su palabra la que realiza el milagro de laaccin sobre los dems, es preciso decir que es el orador mismo, porque lmismo es la palabra elocuente y es su propia palabra. Tal fue su ideal enesta materia: identificarse l mismo con su palabra.

    Su oratoria no estaba exenta de cierto barroquismo, pero en modoalguno era vaca, sin contenido. Repeta su mensaje de mil maneras, hastael hartazgo, como para hacerlo llamear en todas sus facetas, apuntalndoloincansablemente con nuevos argumentos y citas, hasta dejar la forja

    jadeante. No gustaba de abstracciones deshumanizadas y generalizadoras.Prefera las imgenes individuales y concretas. Su pensamiento segua lacurva parablica y no la recta silogstica. Era un artista de la palabra,entendiendo que mientras el silogismo pasa, agotndose en el momento en

    que realiza su labor de conviccin, el smbolo no pasa, est preado de

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    sugerencias, y por tanto se prolonga en sus efectos, luego de terminado eldiscurso.

    Mas no slo fue orador, sino tambin, aunque secundariamente,

    escritor. En los pocos aos de su actuacin pblica, logr gestar variasrevistas: La Palabra, La poca, La Lucha. Pero fue sobre todo en elperidico Gladium, que apareca todas las semanas, donde Anacleto revelmejor su idiosincrasia, mezclando la especulacin doctrinal con el cuento

    jocoso y la narracin familiar. All sealaba los peligros del momento, lasituacin trgica de la Iglesia frente a la Revolucin, as como las medidasque haba que tomar. La revista tuvo amplia repercusin. Hacia fines de1925 alcanzara la tirada de 100.000 ejemplares. Miguel Gmez Lozaestaba a cargo de la tesorera.

    Es preciso leer, les deca a sus jvenes, leer no slo revistas sinotambin y sobre todo libros. Qu es un libro? Un polemista que tiene la

    paciencia de esperarnos hasta que abramos sus pginas para dilatar elimperio de un conquistador. Hunde su mano encendida en nuestrasentraas. Porque todo l fue hecho en los hervores de la fiebre, bajo ellargo insomnio, bajo el ansia nunca extinguida de quedar, de prolongarse,de no morir. La obsesin de cada escritor es reproducirse en muchas vidas,renacer todos los das, baarse en sangre nueva, reaparecer en la largahirviente que arroja todos los das el inmenso respiradero del mundo,

    rehacerse con el aliento espiritual de las almas en marcha. Cada libro sepresenta baado en la sangre todava caliente de nuevos e inesperadosalumbramientos.

    As como un viajero, escriba, cuando tiene que hacer un largocamino sucumbe si lleva sus alforjas vacas, as la juventud que no lee sequeda sin provisiones. Para que mantenga el ideal, la gallarda, lagenerosidad, el arrojo y la audacia en pocas bravas, necesita de la ayudade los libros. Alejandro Magno no hubiera llegado a ser Grande si no

    hubiese llevado consigo la Ilada, que tena siempre bajo su almohada;Aquiles, el hroe central de aquella epopeya, mantena enhiesta la llama delguerrero. El buen libro har que el joven lleve siempre vuelta la cara haciael porvenir y logre clavar en las alturas la bandera de la victoria de sugallarda y de su atrevimiento.

    Anacleto fue un posedo del verbo, oral o escrito.

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    IV. De la resistencia civil al combate armado

    onzlez Flores no limit su accin a individuos o a pequeosgrupos, sino que la extendi a emprendimientos de alcance

    nacional. Particularmente se interes en el problema obrero, siendoel ms decidido defensor de los trabajadores. Las injusticias del capitalismoliberal lo sublevaban. Conocedor avezado de la doctrina social de la Iglesia,abog por la organizacin corporativa del trabajo, dentro de los principioscristianos, y su papel fue protagnico en la concrecin de un enrgicodespertar de la conciencia social en Mxico. ElPrimer Congreso NacionalObrero, celebrado el ao 1922 en Guadalajara, que congreg no menos de1300 personas, con la asistencia de varios Obispos, tuvo en Anacleto a unode sus principales gestores. Al fin qued organizada la ConfederacinCatlica del Trabajo, que se extendi pronto por toda la Nacin.Desgraciadamente este proyecto promisorio sera aplastado por laRevolucin.

    Ms all del problema obrero, Anacleto insista en la necesidad deorganizar el conjunto de las fuerzas catlicas, hasta entonces enclaustradasen grupsculos.

    Mientras nuestros enemigos afirmaba nos dan lecciones deorganizacin, nosotros seguimos aferrados a la rutina y el aislamiento,

    aunque sabemos por experiencia que este camino slo conduce a la derrota.Continuamos confiando en nuestro nmero, satisfechos de que somosmayora en el pas. Pero as seguiremos siendo una mayora impotente,vencida, sujeta al furor de nuestros perseguidores. De nada valdr elnmero si no nos organizamos. Organizados, constituiremos una fuerzairresistible. Y, entonces s, nuestro nmero se har sentir.

    1. La Unin Popular y la oposicin pacfica

    ntusiasmado con el procedimiento de los catlicos alemanes que consu resistencia pacfica contra la dura campaa de Bismarck,conocida con el nombre de Kulturkampf, haban logrado imponerse

    en los destinos de aquella nacin, crey que en el ambiente mexicano, tandistinto del alemn, se podran obtener los mismos resultados. Y as,inspirado en Windthorst, el gran adversario del Canciller del Reich, montuna organizacin a la que denomin Unin Popular. Haba all lugar paratodos los catlicos. Cada uno deba ocupar un puesto, segn sus

    posibilidades, de modo que la accin del conjunto se tornara irresistible.

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    Propuso Anacleto tres cruzadas. La primera fue la de la propagacinde los buenos peridicos, junto con la declaracin de guerra a los

    peridicos impos, que no se deberan recibir ni tolerar en el hogar. Lasegunda, la del catecismo, en orden a lograr que todos los padres de familia

    llevasen a sus hijos a la iglesia para que recibieran all la enseanzareligiosa; ms an, haba que tratar que se ensease el catecismo en elmayor nmero de lugares posibles y se organizase la catequesis de adultos.La tercera, la cruzada del libro, que consista en limpiar de libros malos loshogares y procurar que en cada hogar hubiese al menos un libro serio deformacin religiosa. Escuela, prensa y catecismo deca, sern las armasinvencibles de la potente organizacin.

    Quiso Anacleto que la Unin Popular llegase a todas partes, laprensa, el taller, la fbrica, el hogar, la escuela, a todos los lugares dondehubiese individuos y grupos. Es la obra que generalizar el combate porDios, deca, ya que urge que el pensamiento catlico se generalice enforma de batalla y de defensa. Esta organizacin creci en gran forma,

    propagndose a los Estados limtrofes. Su rgano semanal, Gladium, al queya hemos aludido, explicaba su propsito: hacer que todos los catlicos del

    pas formasen un bloque de fuerzas disciplinadas, conscientes de suresponsabilidad individual y social, y en condiciones de movilizarserpidamente y de un modo constante, sea para resistir el movimientodemoledor de la Reforma, sea para poner en marcha la reconquista de las

    posiciones arrebatadas a los catlicos.

    Para el logro de tales objetivos, deban aunarse todos los esfuerzos,desde los econmicos hasta los intelectuales. Con engranaje sencillo y sinoficinas burocrticas, la Unin Popular controlaba a ms de cien milafiliados que se distribuan por todos los sectores sociales, tanto en laciudad como en el campo. Nadie deba quedar inactivo. Todos tenan unamisin propia que cumplir para concretar el programa de accin delineado

    por el maistro Cleto y llevado a la prctica con certera eficacia por su

    colaborador ms estrecho, Miguel Gmez Loza.

    Cuando en el orden nacional apareci una nueva institucin, la LigaDefensora de la Libertad Religiosa, Anacleto no se sinti emulado. Ambasorganizaciones trabajaban para los mismos fines. Durante algn tiempomantuvo independiente a la Unin Popular. Era natural, ya que estemovimiento concentraba la mitad del poder con que se contaba en todo el

    pas para resistir eficazmente las acometidas del Gobierno. As loentendieron tambin los dirigentes de la Liga, adoptando incluso algunos

    de los mtodos de la Unin Popular. La ventaja era el carcter nacional dela nueva organizacin, que permita formar cuadros en todo el pas, con

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    jefes de manzana, de sector, de parroquia, de ciudad, de provincia, etc. Laidea era llegar con una sola voz, con una sola doctrina, con las mismasdirectivas a todo Mxico, en orden a vertebrar la multitud hasta entoncesinforme y atomizada. Al fin, la Unin Popular qued como sociedad

    auxiliar y confederada de la Liga. El mismo Anacleto fue designado jefelocal de la Asociacin Nacional.

    La Liga consideraba como hroes paradigmticos a Iturbide,Alamn, Miramn y Meja, y repudiaba por igual a los liberales, masones y

    protestantes, aquellos adversarios que haba sealado Anacleto, trescabezas de un solo enemigo que trataba de destruir a Mxico a travs delimperialismo norteamericano. El proyecto de la Liga, que empalmaba conel de la ACJM, era restaurar todas las cosas en Cristo, fiel al lemacomn: Por Dios y por la Patria. El programa, simple pero completo:

    piedad, estudio y accin. Su propagacin tuvo todas las peculiaridades deuna cruzada. Sobre esa base se fue educando una generacin de jvenesque aprendieron a detectar y aborrecer al enemigo, exaltando el Mxicoverdadero, el de la tradicin catlica e hispnica, asimiladora del indgena.

    Con el acceso a la presidencia de Elas Plutarco Calles, lapersecucin arreci. El 2 de julio de 1926 se hizo pblica la llamada LeyCalles, atentatoria de todas las libertades de la Iglesia. Deba entrar envigor el 31 de julio de dicho mes. Tres das despus de su publicacin, se

    dio a conocer una Carta Colectiva del Episcopado Mexicano, en la que sehaca saber que no era posible sujetarse a aquella ley, y por tanto, en sealde protesta, los cultos se suspenderan a partir de las 12 de la noche del 31de julio. Esta decisin irrit al tirano y fue motivo suficiente para declararrebeldes a obispos y sacerdotes al punto que en todos los rincones del pasempezaron a caer asesinados o prisioneros.

    Ante esta agresin brutal, Anacleto, juntamente con los demsdirigentes catlicos, declar el boicot en todo el territorio nacional. Este

    mtodo se haba ensayado en Jalisco aos atrs, en 1918, a raz de undecreto local, vejatorio para la Iglesia.

    No compre usted absolutamente nada superfluo. Lo necesario,cmprelo a un comerciante reconocidamente catlico, y que la mercancasea producto de una fbrica cuyos propietarios y empleados sean catlicos.

    No compre nada a los enemigos.

    Siempre se caminaba de a pie, nada de paseos y diversiones; el

    servicio de luz qued reducido al mnimo. En aquella ocasin el mtodoresult, ya que el decreto infame tuvo que ser derogado.

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    Ahora se retom dicho procedimiento. Al principio, losperseguidores se burlaban de este modo de lucha. Calles lo llamridculo Pero bien pronto comenzaron a sentir sus efectos: el comercio seresinti, muchos teatros y cines debieron cerrar sus puertas, mermndose

    as, por innumerables canales, el dinero que aflua a las arcas del Gobierno.En Arandas, uno de los pueblos de Jalisco, se haba pedido que nadiecomiera carne hasta nuevo aviso. Daba la casualidad de que el dueo de lacarnicera era el intendente. No hubo un solo cliente, fuera de losfuncionarios. En Guadalajara fueron excluidos del consumo los cigarrillosel Buen Tono porque su gerente haba condecorado pblicamente aCalles en nombre de las Logias Masnicas Mexicanas, por su actuacin

    poltica en materia de cultos.

    Una copla popular cantaba: Lanzarse al boicot / sin un alfiler / algrito de gloria y de triunfo / que dice Viva Cristo Rey! / Gritar con pasin,/ volver a gritar / a cada descarga / con que intenten el grito acallar.

    El boicot fue finalmente declarado criminal y sedicioso y converdadera saa se persigui a sus gestores. Pero los catlicos noretrocedieron.

    2. El paso a las armas

    leg el 31 de julio de 1926, que era el da sealado por el decretopresidencial para que entrara en vigor la ley de cultos. Y era tambinla fecha que el Episcopado haba fijado para suspender el culto en

    todos los templos del pas. La efervescencia fue enorme. A la medianochedel 31, los sacerdotes hicieron abandono de las iglesias, que quedaron alcuidado de los fieles. Comenzaron entonces los tumultos callejeros. EnGuadalajara, un numeroso grupo de jvenes se congreg frente el Santuariode Guadalupe, gritando: Viva Cristo Rey, mueran los perseguidores de laIglesia.

    Por aquel entonces nadie pensaba, ni por asomo, en recurrir a lasarmas. Ello era tan cierto que en el caso particular de Jalisco la resistencia

    pasiva patrocinada por Anacleto fue interpretada por el Gobierno como unaactitud medrosa y cobarde, llamando a Jalisco el gallinero de laRepblica.

    El presidente Calles haba dicho con total claridad, en una entrevistaconcedida a un grupo de catlicos, que slo haba tres caminos para

    resolver el problema religioso: O se someten a las leyes, o acuden a lasCmaras, o toman las armas. Para todo estoy preparado. Someterse a las

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    leyes, segn l lo entenda, no era sino aceptar la destruccin de la Iglesia.Se intent as el segundo camino, recurriendo a las Cmaras con unmemorandum, firmado por dos millones de personas, donde se pedaformalmente la revisin de la ley. Tambin ello fue intil; el documento y

    las firmas fueron a parar al cesto de los papeles. Se haban puesto ya todoslos medios pacficos. No habra llegado la hora del combate armado? Aslo pensaba el vehemente Armando Tllez Vargas:

    Nada tan frecuente como que los catlicos de figurn, los catlicosde fiestas de caridad, de antesala de Obispos y de primera fila dePontificales, traten de contener los mpetus valerosos y justificados de la

    porcin que quiere luchar... Porque eso es lo que hacen los catlicospaladines de la prudencia y de la resignacin, negar la Verdad. Niegan laVerdad cuando aseguran que es precisa la sumisin a la autoridad ilegtimay perseguidora de la Iglesia; cuando claman por la obediencia a las leyestirnicas que tratan de sobreponerse a las leyes divinas; cuando invocan lamansedumbre cristiana para abstenerse de salir a la defensa de la Iglesia...El enemigo mayor no est fuera; est en casa vestido de hombre piadoso,de intelectual de gabinete, de filntropo!

    Aparentemente, slo quedaba alzarse en armas, el ltimo de los trescaminos que el propio Calles haba sealado con anticipacin. Muchoscatlicos comenzaron a pensar seriamente en dicha posibilidad, dispuestos

    a enfrentar con la fuerza al agresor injusto, conculcador de vidas y dehaciendas, y de algo que vale infinitamente ms: la fe, los derechos deDios. Pronto las cosas pasaron a los hechos, formndose espontneamente

    pequeos grupos armados.

    Algunos Obispos estaban en contra de dicha decisin. Otros, a favor.Nombremos, entre estos ltimos, a Francisco Orozco y Jimnez, eleminente obispo de Guadalajara. Era Orozco un hombre de gran cultura,que haba estudiado en la Universidad Gregoriana con maestros como

    Mazzela y Billot, versado principalmente en historia. Cual buen pastor,recorri su dicesis de punta a punta, con frecuencia a caballo. LaRevolucin lo persigui con saa, expresin, segn l mismo dijo, delodio de la Masonera contra m. Su vida fue un continuo desafo a la

    poltica religiosa del Gobierno, en constante zozobra y en peligros muchasveces inminentes. Durante cincuenta aos fue obispo de Guadalajara,vindose cinco veces desterrado de su sede. Se lo ha llamado el Atanasiodel siglo XX. Actualmente est en proceso de beatificacin.

    Para serenar la conciencia de los catlicos en lo tocante a la licituddel levantamiento se consult a los mejores telogos de las Universidades

  • 7/28/2019 P. Senz - Anacleto Gonzlez Flores y la Epopeya Cristera

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    Centro Pieper

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    Romanas, los cuales respondieron que en las presentes circunstancias deMxico, la defensa armada, ya que se han agotado los medios pacficos, noslo es lcita sino hasta obligatoria para aquellos que no estn impedidos.Y agregaban que sera un pecado prohibir a los ciudadanos catlicos hacer

    uso de ese derecho de defensa que poseen.En 1927, el Episcopado fij en un documento su posicin al

    respecto. All se afirmaba que los Obispos haban manifestado suinconformidad con las leyes promulgadas, as como el propsito de lograrsu revisin. En lo que se refiere a los movimientos armados, se deca queaunque el Episcopado era ajeno a ellos, cualquiera que conozca la doctrinade la Iglesia sabe que hay circunstancias en la vida de los pueblos donde setorna lcito defender por las armas los derechos que en vano se ha

    procurado poner a salvo por medios pacficos. No se trataba, pues, de unainsurreccin injusta, sino de un movimiento de legtima defensa. Unterrible duelo se haba declarado entre un pueblo que luchaba por su fe, yun Gobierno que se haba vuelto sordo a sus reclamos. Por tanto, concluan,tanto la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, como loscatlicos en particular, si bien en el terreno religioso deben obediencia a losObispos, son perfectamente libres en el ejercicio de sus derechos cvicos y

    polticos.

    Dicha Pastoral Colectiva fue confirmada por el Santo Padre. Como

    pudo leer