1
DE CERCA Con motivo de la reciente Feria del Libro de La Habana se celebró en la capital cubana una mesa redonda sobre El español en América. Uno de los participantes fue el argentino César Aira, autor tan fascinante como minoritario. A pesar de su «alergia» a escribir en la Prensa, nos ha cedido este artículo, que le sirvió de guía para su ponencia Lo INCOMPRENSIBLE CÉSAR AIRA P RIMERO está la lengua que uno habla, la lengua universal y perfecta con la que puede hacerse entender, y realmente lo entienden, porque todavía no hay extraños. Es el estadio infantil del lenguaje, y del mundo al mismo tiempo; dentro de ese mundo transparente la comuni- cación tiene un máximo de eficacia, al precio de ser un mundo uniperso- nal. La infancia es siempre la infan- cia de un solo niño. Para que haya otro, debe haber una triangulación con im adulto, o con el tiempo. No es un mundo pequeño, porque es todo el mundo. Sus dimensiones están neu- tralizadas, porque no hay perspec- tiva con la que medirlas. Es un mundo totalmente lleno de lenguaje; no quedan vacíos con los que crear una perspectiva y dar una explica- ción. Al niño no se le ocurre que pue- dan no entenderlo porque su mundo está todo ocupado por él mismo, y esa ocupación es su lengua. Hay poetas que han hecho de esta situación su estilo, poetas oscuros, pero que son oscuros por exceso de claridad. Es lo que dice Chesterton en el libro que le dedicó al más os- curo de los poetas ingleses. Brow- ning, dice Chesterton, es oscuro por- que lo que quiere decir lo tiene tan claro que no ve razones para expli- carlo. La exégesis de cada verso de Browning sería una de esas anécdo- tas que tienen los padres sobre las ex- presiones de sus hijos pequeños, en las que hay que contar una larga his- toria de microscopías domésticas para que asome al fin el sentido, como im risueño parto de los montes. En 1840, cuando se publicó el pri- mer poema de Browning, Sordello, provocó una enorme conmoción en- tre los lectores, porque se resistía no ya a la interpretación sino a la com- prensión más elemental. Era como si estuviera en chino, y todos querían leerlo, todos se precipitaban a las li- brerías a comprarlo, entusiasmo que no habría despertado un libro real- mente escrito en chino. Una de las historias que quedaron registradas de esa temporada, no sé si veraz (y no sé si la recuerdo bien), dice que un señor enfermo, en su lecho de muerte, gran lector toda su vida, se enteró de la aparición de Sordello y de su fama de incomprensible, y mos- tró el más vehemente deseo de cono- cerlo. Un pariente bienintencionado fue a comprarlo, y se lo leyeron. Sus últimas palabras (pues expiró inme- diatamente de terminada la lectura) fueron: «No entendí nada, ¡pero nada!» Es materia de especulación si murió desesperado, o, precisamente al revés, esperanzado. Quizás quiso decir: «¡Por ñn no entendí algo!» Por- que entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre. John Cage, en una rememoración de sus lecturas juveniles, decía que había una clave muy simple para saber qué le gustaba y qué no: le gustaba lo que no enten- día. Si lo entendía, lo abando- naba desilusionado. Puede pa- recer una provocación más, pero creo que todos hemos te- nido la misma experiencia, y algunos seguimos teniéndola. Al menos podemos reconocerla los que tuvimos la fortuna de ser niños antes de que exis- tiera la nefasta literatura in- fantil, y las novelas de Dickens o Julio Verne venían en traduc- ciones castizas Uenas de pala- bras incomprensibles que eran otras tantas puertas abiertas a lo desconocido. Y cuando se trataba de novelas de piratas (las de Salgari, mis favoritas), con su vocabulario náutico, di- rectamente era chino, ese chino castellano, placer puro de lector, como debió de serlo el chino inglés de Sordello. Proust dijo, inolvidable- mente: «Los libros que amamos parecen escritos en una lengua extranjera.» Nada más cierto. Y / además, entra en la lógica del arte, si es verdad, como creo que lo es, que la primera función del arte es ex- trañar, romper los hábitos de la per- cepción y volver nuevo lo viejo. El len- guaje envejece rápido en nosotros, y los escritores que amamos nos lo re- nuevan. Por eso los amamos. A esta lengua extranjera dentro de la lengua materna se la llama generalmente «estüo». Yo al estilo lo he llamado el «mito personal» del escritor, porque creo que termina abarcándolo todo, la vida y la obra, en un continuo ince- sante. El resultado último de la con- templación de este continuo es la transparencia. Todo escritor va hacia la claridad perfecta, pero el camino es un rodeo por lo incomprensible. Si va a lo claro por el camino de lo claro, suele quedarse en lo obvio, que es la forma más derrotista de la melancolía en literatura. El escritor hace un largo y tortuoso paseo por las som- bras antes de Uegar a la luz; y la clari- dad final queda impregnada de in- comprensible, como las blancuras de neón del paraíso dantesco han que- dado marcadas por las espirales tene- brosas de las cavernas del infierno. La claridad definitiva de la obra triun- fante vuelve a ser oscura, más oscura cuanto más clara, y eso asegura la eterna juventud de la obra de arte. La frase de Proust tiene una mara- Gonfucio «TODO escritor va hacia la claridad perfecta, pero el camino es un rodeo por lo incomprensible. El escritor hace un largo y tortuoso paseo por las sombras antes de llegar a la luz» viUosa realización en los países his- panoamericanos. Si algo tuvo de bueno nuestra balcanización, fue ge- nerar veinte o treinta lenguas ex- tranjeras dentro de la misma lengua. Los libros cubanos que amamos los argentinos parecen escritos en una lengua extranjera; claro que para el buen lector argentino, Borges tam- bién parece escrito en ima lengua ex- tranjera. El continente, sus distan- cias y sus historias, reduplica el tra- bajo del escritor individual, y el con- tinente mismo se vuelve escritor, su lengua igual y diferente se vuelve li- teratura ready-made. El tesoro acumulado de la litera- tura hispanoamericana es la gran piedra Roseta de esta situación para- dojal de extranjeros que hablan la misma lengua. Pero una pie- dra Roseta al revés: sirve para destraducir. Porque efectivamente podemos sen- tir la tentación de creer que es realmente la misma len- gua, que cubanos y argenti- nos decimos lo mismo cuando pronunciamos las mismas palabras. Una jac- tancia perfectamente an- tihistórica, sobre todo en es- tos tiempos de decadencia del sentimiento histórico, puede llevarnos a esta ilu- sión. Y ahí interviene la li- teratura, para reponer lo in- comprensible en su lugar Lo hace cada vez que empeza- mos a entender demasiado. Pues bien, volvamos al prin- cipio. El niño habla la lengua universal, y despliega en sus juegos la dialéctica de lo comprensible y lo incom- prensible, cuya síntesis es la literatura. El problema es que no se puede vivir siem- pre en la infancia. Es lo que pasó en la China (para volver una vez más a la China, si es que acaso salimos de ella) en el siglo V antes de Cristo. El taoísmo es muy gratificante, con sus absurdos ilumi- nadores, sus alquimias de cuentos de hadas y sus felices anarquías; pero tarde o temprano hay que recurrir a Confucio, si queremos que la socie- dad siga funcionando. Y el sistema de Confucio se basa en lo que los traduc- tores (del chino) Uaman «la rectifica- ción de los vocablos», principio y fin de una política que sea de veras polí- tica. El éxito del sabio confuciano, y del político en general, se mide por el quantum de claridad que puede in- fundir a la comunicación que cohe- siona a la sociedad. Rectificar los vocablos significa, en lenguaje más actual, ponernos de acuerdo en las definiciones. Es una vieja utopía, y sigue siendo de las más visitadas, por portátil y autocon- tenida. Por algún motivo, sin em- bargo, es tan irrealizable como todas las otras. Taoísmo y confucianismo. 22 ABC CULTURAL 26 de febrero de 2000 Cultural (Madrid) - 26/02/2000, Página 22 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

pagina

Embed Size (px)

DESCRIPTION

parte

Citation preview

  • D E CERCA

    Con motivo de la reciente Feria del Libro de La Habana se celebr en la capital cubana una mesa redonda sobre El espaol en Amrica. Uno de los participantes fue el argentino Csar Aira, autor tan fascinante como minoritario. A

    pesar de su alergia a escribir en la Prensa, nos ha cedido este artculo, que le sirvi de gua para su ponencia

    L o INCOMPRENSIBLE

    CSAR AIRA

    P RIMERO est la lengua que uno habla, la lengua universal y perfecta con la que puede hacerse entender, y realmente lo entienden, porque todava no hay extraos. Es el estadio infantil del lenguaje, y del mundo al mismo tiempo; dentro de ese mundo transparente la comuni-cacin tiene un mximo de eficacia, al precio de ser un mundo uniperso-nal. La infancia es siempre la infan-cia de un solo nio. Para que haya otro, debe haber una triangulacin con im adulto, o con el tiempo. No es un mundo pequeo, porque es todo el mundo. Sus dimensiones estn neu-tralizadas, porque no hay perspec-tiva con la que medirlas. Es un mundo totalmente lleno de lenguaje; no quedan vacos con los que crear una perspectiva y dar una explica-cin. Al nio no se le ocurre que pue-dan no entenderlo porque su mundo est todo ocupado por l mismo, y esa ocupacin es su lengua.

    Hay poetas que han hecho de esta situacin su estilo, poetas oscuros, pero que son oscuros por exceso de claridad. Es lo que dice Chesterton en el libro que le dedic al ms os-curo de los poetas ingleses. Brow-ning, dice Chesterton, es oscuro por-que lo que quiere decir lo tiene tan claro que no ve razones para expli-carlo. La exgesis de cada verso de Browning sera una de esas ancdo-tas que tienen los padres sobre las ex-presiones de sus hijos pequeos, en las que hay que contar una larga his-toria de microscopas domsticas para que asome al fin el sentido, como im risueo parto de los montes.

    En 1840, cuando se public el pri-mer poema de Browning, Sordello, provoc una enorme conmocin en-tre los lectores, porque se resista no ya a la interpretacin sino a la com-prensin ms elemental. Era como si estuviera en chino, y todos queran leerlo, todos se precipitaban a las li-breras a comprarlo, entusiasmo que no habra despertado un libro real-mente escrito en chino. Una de las historias que quedaron registradas de esa temporada, no s si veraz (y no s si la recuerdo bien), dice que un seor enfermo, en su lecho de muerte, gran lector toda su vida, se enter de la aparicin de Sordello y de su fama de incomprensible, y mos-tr el ms vehemente deseo de cono-cerlo. Un pariente bienintencionado fue a comprarlo, y se lo leyeron. Sus ltimas palabras (pues expir inme-diatamente de terminada la lectura)

    fueron: No entend nada, pero nada! Es materia de especulacin si muri desesperado, o, precisamente al revs, esperanzado. Quizs quiso decir: Por n no entend algo! Por-que entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre.

    John Cage, en una rememoracin de sus lecturas juveniles, deca que haba una clave muy simple para saber qu le gustaba y qu no: le gustaba lo que no enten-da. Si lo entenda, lo abando-naba desilusionado. Puede pa-recer una provocacin ms, pero creo que todos hemos te-nido la misma experiencia, y algunos seguimos tenindola. Al menos podemos reconocerla los que tuvimos la fortuna de ser nios antes de que exis-tiera la nefasta literatura in-fantil, y las novelas de Dickens o Julio Verne venan en traduc-ciones castizas Uenas de pala-bras incomprensibles que eran otras tantas puertas abiertas a lo desconocido. Y cuando se trataba de novelas de piratas (las de Salgari, mis favoritas), con su vocabulario nutico, di-rectamente era chino, ese chino castellano, placer puro de lector, como debi de serlo el chino ingls de Sordello.

    Proust dijo, inolvidable-mente: Los libros que amamos parecen escritos en una lengua extranjera. Nada ms cierto. Y / adems, entra en la lgica del arte, si es verdad, como creo que lo es, que la primera funcin del arte es ex-traar, romper los hbitos de la per-cepcin y volver nuevo lo viejo. El len-guaje envejece rpido en nosotros, y los escritores que amamos nos lo re-nuevan. Por eso los amamos. A esta lengua extranjera dentro de la lengua materna se la llama generalmente esto. Yo al estilo lo he llamado el mito personal del escritor, porque creo que termina abarcndolo todo, la vida y la obra, en un continuo ince-sante. El resultado ltimo de la con-templacin de este continuo es la transparencia. Todo escritor va hacia la claridad perfecta, pero el camino es un rodeo por lo incomprensible. Si va a lo claro por el camino de lo claro, suele quedarse en lo obvio, que es la forma ms derrotista de la melancola en literatura. El escritor hace un largo y tortuoso paseo por las som-bras antes de Uegar a la luz; y la clari-dad final queda impregnada de in-

    comprensible, como las blancuras de nen del paraso dantesco han que-dado marcadas por las espirales tene-brosas de las cavernas del infierno. La claridad definitiva de la obra triun-fante vuelve a ser oscura, ms oscura cuanto ms clara, y eso asegura la eterna juventud de la obra de arte.

    La frase de Proust tiene una mara-

    Gonfucio

    TODO escritor va hacia la claridad perfecta, pero

    el camino es un rodeo por lo incomprensible. El

    escritor hace un largo y tortuoso paseo por las

    sombras antes de llegar a la luz

    viUosa realizacin en los pases his-panoamericanos. Si algo tuvo de bueno nuestra balcanizacin, fue ge-nerar veinte o treinta lenguas ex-tranjeras dentro de la misma lengua. Los libros cubanos que amamos los argentinos parecen escritos en una lengua extranjera; claro que para el buen lector argentino, Borges tam-bin parece escrito en ima lengua ex-tranjera. El continente, sus distan-

    cias y sus historias, reduplica el tra-bajo del escritor individual, y el con-tinente mismo se vuelve escritor, su lengua igual y diferente se vuelve li-teratura ready-made.

    El tesoro acumulado de la litera-tura hispanoamericana es la gran piedra Roseta de esta situacin para-dojal de extranjeros que hablan la

    misma lengua. Pero una pie-dra Roseta al revs: sirve para destraducir. Porque efectivamente podemos sen-tir la tentacin de creer que es realmente la misma len-gua, que cubanos y argenti-nos decimos lo mismo cuando pronunciamos las mismas palabras. Una jac-tancia perfectamente an-tihistrica, sobre todo en es-tos tiempos de decadencia del sentimiento histrico, puede llevarnos a esta ilu-sin. Y ah interviene la li-teratura, para reponer lo in-comprensible en su lugar Lo hace cada vez que empeza-mos a entender demasiado. Pues bien, volvamos al prin-cipio. El nio habla la lengua universal, y despliega en sus juegos la dialctica de lo comprensible y lo incom-prensible, cuya sntesis es la literatura. El problema es que no se puede vivir siem-pre en la infancia. Es lo que pas en la China (para volver una vez ms a la China, si es

    que acaso salimos de ella) en el siglo V antes de Cristo. El taosmo es muy gratificante, con sus absurdos ilumi-nadores, sus alquimias de cuentos de hadas y sus felices anarquas; pero tarde o temprano hay que recurrir a Confucio, si queremos que la socie-dad siga funcionando. Y el sistema de Confucio se basa en lo que los traduc-tores (del chino) Uaman la rectifica-cin de los vocablos, principio y fin de una poltica que sea de veras pol-tica. El xito del sabio confuciano, y del poltico en general, se mide por el quantum de claridad que puede in-fundir a la comunicacin que cohe-siona a la sociedad.

    Rectificar los vocablos significa, en lenguaje ms actual, ponernos de acuerdo en las definiciones. Es una vieja utopa, y sigue siendo de las ms visitadas, por porttil y autocon-tenida. Por algn motivo, sin em-bargo, es tan irrealizable como todas las otras. Taosmo y confucianismo.

    22 ABC CULTURAL 26 de febrero de 2000 Cultural (Madrid) - 26/02/2000, Pgina 22Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproduccin, distribucin, puesta a disposicin, comunicacin pblica y utilizacin, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorizacin, incluyendo, en particular, su mera reproduccin y/o puesta a disposicincomo resmenes, reseas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposicin expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.