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L as políticas de conciliación inicialmente po- tenciadas desde la Unión Europea fueron entendidas como una fórmula capaz de fa- cilitar la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo, y se incluyeron entre las políticas eu- ropeas de igualdad de oportunidades. La orien- tación de la Estrategia Europea de Empleo de los años 90 buscaba generar sociedades productivas y competitivas y ello implicaba generar mecanis- mos para la empleabilidad. En ese contexto el empleo ya no se concebía como el ideal del pleno empleo masculino, todo lo contrario, los presu- puestos de los que partía la UE desembocaban en un empleo más flexible, inestable y volátil (Ru- bery1997; Meulders2000). Es en ese marco con- ceptual en el que deben situarse las políticas de conciliación, que luego fueron trasladadas a los distintos estados de la UE. Eran por tanto políticas de empleo. Dichas políticas reconocían medidas distintas, unas vinculadas a la reorganización de la jornada laboral (fomento del tiempo parcial), otras que ampliaban los sistemas de permisos y excedencias para el cuidado de personas depen- dientes (especialmente de menores) y por último la promoción de servicios de atención a la vida diaria, por ejemplo guarderías o servicios de asis- tencia domiciliaria para la gente mayor o con en- fermedades crónicas. En general, lo importante de las políticas de igualdad y conciliación era llevar mujeres al mercado de trabajo, pero sin tener en cuenta las condiciones de los empleos en los que se insertaban, ni otras esferas sociales dónde cabía intervenir para lograr sociedades más igualitarias (Lombardo 2003). La orientación centrada en la importancia del mercado es el rasgo distintivo de las políticas de igualdad a nivel europeo – trasla- dadas posteriormente a nivel nacional- (Lom- bardo 2003; Bustelo y Lombardo, 2006). Una orientación que persigue unos objetivos concretos en materia de crecimiento económico pero que no logra incidir en las causas de la desigualdad. Muchos ámbitos quedaron fuera de las interven- ciones propuestas, por ejemplo la distribución del trabajo doméstico familiar entre hombres y mu- jeres. Es necesario resaltar que hay aspectos relacio- nados con la implementación de las políticas eu- ropeas a escala nacional. En España se aprobó en 1999 la Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y la- boral de las personas trabajadoras, y en 2007 la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres que entre otros muchos avances reconocía el papel principal de la negociación colectiva. En general, la indefi- nición de las políticas de igualdad a escala europea supuso una interpretación distinta en cada país miembro, que se tradujo en una gran diversidad de políticas nacionales de igualdad, muy influen- ciadas por la existencia de distintos modelos de malebreadwinner. En España las aplicaciones de las políticas de conciliación iban a impactar en una sociedad con un modelo de malebreadwinner fuerte, un sistema del bienestar asistencialista, y un mercado laboral definido por su precariedad. En general, a lo largo de todos estos años de políticas de conciliación en España parecen evi- NÚM: 69 • MARZO 2015 • 8 Carolina Recio | Ptofesora de Sociología. Universidad Autónoma de Barcelona Políticas de conciliación de la vida laboral y familiar en España: una historia repleta de sombras L o importante de las políticas de igualdad y conciliación era llevar mujeres al mercado de trabajo, pero sin tener en cuenta las condiciones de los empleos en los que se insertaban, ni otras esferas sociales dónde cabía intervenir para lograr sociedades más igualitarias

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  • L as polticas de conciliacin inicialmente po-tenciadas desde la Unin Europea fueronentendidas como una frmula capaz de fa-cilitar la presencia de las mujeres en el mercadode trabajo, y se incluyeron entre las polticas eu-ropeas de igualdad de oportunidades. La orien-tacin de la Estrategia Europea de Empleo de losaos 90 buscaba generar sociedades productivasy competitivas y ello implicaba generar mecanis-mos para la empleabilidad. En ese contexto elempleo ya no se conceba como el ideal del plenoempleo masculino, todo lo contrario, los presu-puestos de los que parta la UE desembocaban enun empleo ms flexible, inestable y voltil (Ru-bery1997; Meulders2000). Es en ese marco con-ceptual en el que deben situarse las polticas deconciliacin, que luego fueron trasladadas a losdistintos estados de la UE. Eran por tanto polticasde empleo. Dichas polticas reconocan medidasdistintas, unas vinculadas a la reorganizacin dela jornada laboral (fomento del tiempo parcial),otras que ampliaban los sistemas de permisos yexcedencias para el cuidado de personas depen-dientes (especialmente de menores) y por ltimola promocin de servicios de atencin a la vidadiaria, por ejemplo guarderas o servicios de asis-tencia domiciliaria para la gente mayor o con en-fermedades crnicas. En general, lo importantede las polticas de igualdad y conciliacin era llevarmujeres al mercado de trabajo, pero sin tener encuenta las condiciones de los empleos en los quese insertaban, ni otras esferas sociales dnde cabaintervenir para lograr sociedades ms igualitarias(Lombardo 2003). La orientacin centrada en laimportancia del mercado es el rasgo distintivo delas polticas de igualdad a nivel europeo trasla-dadas posteriormente a nivel nacional- (Lom-bardo 2003; Bustelo y Lombardo, 2006). Unaorientacin que persigue unos objetivos concretosen materia de crecimiento econmico pero que

    no logra incidir en las causas de la desigualdad.Muchos mbitos quedaron fuera de las interven-ciones propuestas, por ejemplo la distribucin deltrabajo domstico familiar entre hombres y mu-jeres.

    Es necesario resaltar que hay aspectos relacio-nados con la implementacin de las polticas eu-ropeas a escala nacional. En Espaa se aprob en1999 la Ley 39/1999, de 5 de noviembre, parapromover la conciliacin de la vida familiar y la-

    boral de las personas trabajadoras, y en 2007 laLey Orgnica 3/2007, de 22 de marzo, para laigualdad efectiva de mujeres y hombres que entreotros muchos avances reconoca el papel principalde la negociacin colectiva. En general, la indefi-nicin de las polticas de igualdad a escala europeasupuso una interpretacin distinta en cada pasmiembro, que se tradujo en una gran diversidadde polticas nacionales de igualdad, muy influen-ciadas por la existencia de distintos modelos demalebreadwinner. En Espaa las aplicaciones delas polticas de conciliacin iban a impactar enuna sociedad con un modelo de malebreadwinnerfuerte, un sistema del bienestar asistencialista, yun mercado laboral definido por su precariedad.

    En general, a lo largo de todos estos aos depolticas de conciliacin en Espaa parecen evi-

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    Carolina Recio | Ptofesora de Sociologa. Universidad Autnoma de Barcelona

    Polticas de conciliacin de la vida laboral y familiaren Espaa: una historia repleta de sombras

    Lo importante de las polticas deigualdad y conciliacin era llevarmujeres al mercado de trabajo,pero sin tener en cuenta las

    condiciones de los empleos en los que seinsertaban, ni otras esferas sociales dndecaba intervenir para lograr sociedadesms igualitarias

  • denciarse algunos avances, aunque sobre todo si-guen habiendo muchas sombras que afectan deforma diversa a colectivos de trabajadores y tra-bajadoras distintas. Los avances son ms eviden-tes en la elaboracin de los discursos de los actoressociales, tanto que no son pocas las organizacionesempresariales y/o escuelas de negocio que hanproclamado las ventajas de las polticas de conci-liacin. Aunque el xito se desinfla cuando seatiende a las prcticas finales en los centros detrabajo, donde las medidas de conciliacin hantopado con los lmites derivados de los modelosde organizacin del trabajo, de organizar las jor-nadas de trabajo, del sector de actividad, del seg-mento laboral.

    Este texto trata de subrayar algunos de esos l-mites de las polticas de conciliacin entre la vidalaboral y familiar. Conocer las polticas laboralesactuales es un buen guin para entender culesson los problemas de este tipo de polticas, y ex-plican por qu no son una solucin vlida paratodas las personas trabajadoras, ni una solucinreal para incidir en el reparto igualitario de lostiempos y trabajos de la vida cotidiana.

    Sealando algunos lmitesHace ya unos cuantos aos que investigadoras delas Ciencias Sociales nos sealaron acertadamentelos lmites principales de las polticas de concilia-cin (Torns 2005). Dichas analistas subrayabanque eran polticas que tenan como foco de inter-vencin el mercado laboral sin incidir en el mbitodel hogar, es decir, en el ncleo duro de las des-igualdades por razn de gnero. Eran polticaspensadas para hacer ms amable la vida de lastrabajadoras madre de los pases occidentales. Yah emerga un segundo ncleo de crticas, la casiabsoluta relacin entre polticas de conciliacin ymaternidad. Un hecho que avala, por ejemplo,que en empresas y/o sectores masculinizados nose perciba como necesario la necesidad de aplicaro defender va Plan de Igualdad y negociacin co-lectiva un sistema amplio de permisos, exceden-cias, reducciones de jornada, etc.

    Ms ocultos parecen haber quedado algunosotros lmites igualmente importantes y que me-recen ser apuntados. Unos lmites que tienen re-lacin con la estructura segmentada del mercadode trabajo, con la propia organizacin de los tiem-pos y de los trabajos, con los procesos de indivi-

    dualizacin de la negociacin colectiva, con la me-nor presencia de mujeres en los procesos de ne-gociacin de convenios, con la cultura meritocr-tica y competitiva que promueve la disponibilidadabsoluta en el mercado de trabajo, entre otras ra-zones.

    Negociacin colectiva, individualizacinde las relaciones laborales y gneroParece una obviedad tener que recordar que notodas las personas pueden acogerse a medidas deconciliacin. Trabajar en el sector pblico o tra-bajar en el sector privado puede marcar una pri-mera lnea de diferenciacin, si bien en el sectorpblico aquellas personas que se acogen a las me-

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    Parece una obviedad tener querecordar que no todas las personaspueden acogerse a medidas deconciliacin. Trabajar en el sector

    pblico o trabajar en el sector privadopuede marcar una primera lnea dediferenciacin

  • didas de conciliacin laboral y familiar son ma-yoritariamente mujeres. El tamao de la empresatambin puede ser otro elemento importante, yaque cuanto menor es el tamao de la empresamenor es la cobertura de la negociacin colectivay por tanto parece fcil pensar que es ms difcilreivindicar el reconocimiento de determinadosderechos laborales. A todo ello se le suma el mo-mento actual del desmantelamiento programadode la negociacin colectiva en Espaa que actacomo freno de los pequeos avances que se con-siguieron hace apenas unos aos en materia deigualdad. En momentos de crisis econmica lanegociacin de clusulas de igualdad y de conci-liacin pueden no ser interpretadas como esen-ciales en la negociacin de condiciones de empleo.Tambin, por qu no mencionarlo, la propia cul-tura sindical ha sido una cultura muy masculini-zada, y los comits de negociacin de convenioshan sido en no pocas ocasiones ciegos al gnero,un hecho que explicara alguna parte del avancerelativo de algunas de estas clusulas de igualdaden los convenios colectivos.

    Asimismo, el avance de polticas de desregula-cin del mercado de trabajo, el avance de la pre-cariedad, y el hecho que el tiempo parcial se estconvirtiendo en la norma social del empleo, vade la mano de un proceso creciente de individua-lizacin de las relaciones laborales. Una Indivi-dualizacin que incide directamente en la inca-pacidad de abordar y demandar como derechosde los trabajadores medidas de mejora de la cali-dad del trabajo, entre ellas las medidas de conci-liacin laboral.

    Ms all de la conciliacin: la importanciadel tiempo de trabajoEn el apartado anterior se apuntaba a la desregu-lacin del mercado de trabajo, quizs uno de losimpactos ms importante se ha dado en la desre-gulacin de las jornadas laborales y en la exten-sin de la idea de la disponibilidad absoluta delas personas para el mercado de trabajo. Una dis-ponibilidad que puede expresarse de muchas for-mas, ya sea alargando jornadas de trabajo por en-cima de los lmites permitidos, ya sea por tenerque ir encadenando contratos de corta duracinque no permiten planificar los tiempos de vida yobligan a vivir siempre pendiente, vivir en un con-tinuum de sub-empleo. Es fcil ver que en estas

    situaciones el horizonte de la conciliacin laboraly familiar es casi una utopa.

    Por otro lado, el tiempo parcial a menudo hasido el principal mecanismo para fomentar la con-ciliacin de la vida laboral y familiar. En los pasesdel norte de Europa, con Holanda como ejemploparadigmtico, se ha fomentado el empleo feme-nino a tiempo parcial, como una poltica laboralde tiempo de trabajo que fomentara el pleno em-pleo femenino. Una medida sin duda polmicapor qu si bien puede hacer ms llevadero eltiempo de vida cotidiano no tiene un efecto clarosobre la redistribucin del trabajo domstico y

    familiar. En Espaa, el tiempo parcial, que ahorase incrementa igual que lo hace el sub-empleo,nunca fue una buena opcin. Es un empleo demala calidad y de bajos salarios, y la mayora depersonas que lo realizan lo hacen por la imposi-bilidad de encontrar un empleo a tiempo com-pleto, y en el caso de las mujeres debido a tenerque atender a cargas reproductivas. El tiempoparcial es para muchas mujeres espaolas unafrmula forzosa de conciliacin de baja calidad,no deseada, y que adems nada tiene que ver conun sistema amplio de excedencias y permisos re-tribuidos.

    De la informalidad a la excelencia: quinpuede conciliar?El prrafo anterior invita a reflexionar sobre ladimensin de clase social que hay detrs de laspolticas de conciliacin y sobre quin efectiva-mente puede acogerse a ellas. Ya hemos mencio-nado la casi natural relacin entre las medidasespecficas de conciliacin, el ser mujer y el sermadre. Lo que a menudo no se suele abordar esque esa regla, que forma adems parte de los

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    El avance de polticas dedesregulacin del mercado detrabajo, el avance de laprecariedad, y el hecho que el

    tiempo parcial se est convirtiendo en lanorma social del empleo, va de la mano deun proceso creciente de individualizacinde las relaciones laborales.

  • imaginarios colectivos, no sirve para explicar larealidad de muchas mujeres trabajadoras. Lastrabajadoras del servicio domstico en la econo-ma sumergida, las trabajadoras a tiempo parcialde un call-centre, las trabajadoras del sector co-mercio, es decir, aquellas con peores condicionesde empleo no tienen un acceso generalizado a estetipo de medidas. As, la precariedad parecera queva directamente relacionada con la imposibilidadde conciliar. Y, para muchas mujeres el empleo atiempo parcial de baja calidad se convierte en lanica forma de poder atender a sus cargas repro-ductivas.

    En el otro extremo, el de las mujeres con cuali-ficacin formal, el problema se sita en el campode la disponibilidad absoluta. En la sociedad ac-tual ha calado hondo la idea de la productividadmedida en trmino de excelencia. Para progresarse pide ser excelente, para ser excelente hay queestar disponible. Y por tanto si quieres ser exce-lente la conciliacin de la vida familiar y laboralno es una solucin ptima. El tiempo de vida co-tidiano no se piensa, no forma parte del mundode la competitividad. Una realidad que sita a lasmujeres de mediana edad en la encrucijada entrela excelencia y la maternidad, a sabiendas, que siescogen maternidad les ser mucho ms costosoalcanzar la excelencia.

    Los lmites de la organizacin del trabajoy los tiempos de trabajoOtro grupo importante de resistencias a las pol-ticas de igualdad en general, y en especial a laspolticas de conciliacin, se encuentra en las jus-tificaciones sobre la imposibilidad de aplicarlaspor la rigidez de la propia organizacin del trabajo.As hay numerosas personas que por su puestode trabajo parecen tener vetadas al uso de ciertasmedias de conciliacin. En una investigacin delCentre dEstudisSociolgics sobre la Vida Coti-diana y el Trabajo (QUIT) finalizada en el ao2011 sobre las transformaciones del modelo deempleo en Espaa, se conclua que este era unode las resistencias clsicas por parte de la parteempresarial para la implementacin de medidaspara la conciliacin. As por ejemplo en el sectorindustrial era posible encontrar que en la seccinadministrativa las personas trabajadoras podanacogerse a medidas de conciliacin, mientras quepara las personas empleadas en las lneas de pro-

    duccin no haba posibilidad. Argan la necesi-dad de mantener en funcionamiento las lneas deproduccin las 24 horas del da, obligando a rea-lizar los tres turnos rotativos de trabajo (maana,tarde y noche). De nuevo una forma de organiza-cin que slo tiene en cuenta el tiempo de pro-duccin y no los tiempos de vida.

    El olvido: los servicios pblicos para el cui-dado de la vida diariaFinalmente, cabe no olvidar que las polticas deconciliacin tambin llevaban asociadas la pro-mocin de servicios de la vida diaria. La extensinde la red de servicios es una de las cuestiones quesuele olvidarse. En Espaa de nuevo nos situamosen el paisaje de los claroscuros, con momentos

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    En la sociedad actual ha caladohondo la idea de la productividadmedida en trmino de excelencia.Para progresar se pide ser

    excelente, para ser excelente hay que estardisponible. Y por tanto si quieres serexcelente la conciliacin de la vida familiary laboral no es una solucin ptima.

  • expansivos, y otros restrictivos. Es cierto que aprincipios de los aos 2000 y hasta 2011 se in-crementaron los servicios, en gran medida frutodel impulso de las polticas pblicas en el campode la dependencia y de los servicios sociales. Tam-bin, sin ser del todo generalizado los gobiernoslocales apostaron por el desarrollo de serviciosde proximidad de atencin a las personas. A pesarde ello y de los pequeos pero importantes avan-ces, Espaa sigue siendo un pas asistencialista yfamilista. Es decir, con unos servicios sociales es-casos y bajo comprobacin de medios para su ac-ceso, y con un gran prestigio de la institucin fa-miliar como responsable y ejecutora de loscuidados a las personas.

    Reflexiones finales: qu hacer?El relato que precede este comentario final pareceser una crnica negra, sin embargo es necesariodestacar que a pesar de las limitaciones tambin sehan hecho algunos avances imprescindibles, frutode las luchas feministas, y las luchas cotidianasde muchas mujeres que desde el mbito sindical,el de la poltica pblica, el acadmico o el vecinal,han hecho posible que hoy al hablar de polticasde conciliacin exista una idea comn de lo quesignifican. Las polticas de conciliacin, aunquecon muchas fisuras, forman parte ya de los ima-ginarios colectivos, y eso es un paso de gigantas.

    Hace falta adems que esa mayor concienciade la necesidad de tiempo para la vida cotidianase articule con mayor fuerza, para pasar de serampliamente aceptada en los discursos para si-tuarse en el mundo de las prcticas reales. Segu-ramente, para ello es imprescindible tratar de res-tablecer un relato sindical fuerte, revisando portanto aquello que falla y feminizando los procesosde negociacin colectiva, no slo sumando a lasmujeres si no realizando negociaciones que ten-gan en cuenta el espacio no mercantil y el tiempode vida cotidiano.

    Finalmente, habra que pensar en superar lasactuales polticas, unas polticas de conciliacin

    que aparecen como funcionales al sistema pro-ductivista, y que tan slo parecen beneficiar aunos pocos colectivos de mujeres. Se debe transi-tar hacia un modelo dnde se ponga en el centroel trabajo de cuidados, slo as se podrn disear

    actuaciones que siten el bienestar de las personascomo el horizonte deseable. Es urgente dirigirsehacia sociedades igualitarias desde el punto devista del reparto total del trabajo entre unos yotras, sociedades que repiensen los tiempos devida y trabajo de hombres y mujeres. 3

    BIBLIOgRAFA:

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    TORNS, Teresa (2005): De la imposible conciliacina los permanentes malos arreglos. Cuadernos de Re-laciones Laborales, 23(1), pp. 15-33.

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    Hace falta adems que esa mayorconciencia de la necesidad detiempo para la vida cotidiana searticule con mayor fuerza, para

    pasar de ser ampliamente aceptada en losdiscursos para situarse en el mundo de lasprcticas reales.