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Foto: Murdo MacLeod / Composición: A. Corpus Editor: Rael Salvador Diseño: Arturo Corpus [email protected] DOMINGO 1 de febrero de 2015 / Núm. 200 200 domingos llevando la cultura, la educación y la recreación a su hogar

Palabra, 1 de febrero de 2015

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Suplemento cultural, El Vigía, 1 de febrero de 2015; Ensenada, Baja California

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Page 1: Palabra, 1 de febrero de 2015

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Editor: Rael Salvador • Diseño: Arturo Corpus •

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DOMINGO 1 de febrero de 2015 / Núm. 200

200 domingos llevandola cultura, la educación yla recreación a su hogar

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2 DOMINGO 1 de febrero de 2015

E l número 200 de Palabra, que hoy llega a su hogar, es un espacio que reúne una serie de páginas especia-

les que buscan, en primer lugar, la presencia ante el lector, para posteriormente encontrar la permanencia o estadía del hecho artístico, sumado al histórico.

Cuando refi ero el estatus del suplemento cultural, no hablo de la felicidad de la adaptación, amiga humana de la com-placencia, sino del ejercicio crítico –develado por el acto li-terario y su abierto abanico de posibilidades, como lo es el ensayo, la opinión, la reseña, la crónica y, claro está, la im-portancia de la creación, sin soslayar jamás el espectro de las artes visuales o las escénicas–, y que éste sirva para que nuestra cultura se vuelva en verdad un refl ejo provechoso en el intercambio de colaboradores y lectores.

Logramos 200 domingos, continuos, alma abierta, sin re-ceso, emborronados de tinta y felicidad , llevando la cultu-ra, la educación y la recreación hasta ustedes, apreciables lectores.

La tarea de sacarlo adelante y brindarle plenitud es un esfuerzo de quienes están al frente y de-trás de sus 8 ó 12 páginas. Por ello, un reconocimiento a la ges-toría editorial y a todos los invo-lucrados (redactores, diseño, fo-tomecánica, impresión, circula-ción…) y a tantos otros partici-pantes, que sin su solidaridad y empeño no estaríamos ante us-tedes.

Por su inestimable colabora-ción, he de agradecer el entusias-mo de Alberto Manguel, escritor nacido en Argentina y afi ncado en Francia, que nos hace mere-cedores de la entrega Sátira & Blasfemia, documento donde el humor y lo divino –al igual que lo bello y valioso, como el noble carisma que caracteriza a su au-tor– nos ayudan a comprender los sucedido en el semanario francés Charlie Hebdo.

Estimados amigos y compañe-ros de ruta, todos colaborado-res insustituibles del suplemen-to cultural Palabra, la ventana que nos hace presente ante una comunidad de lectores que nos tienen como preferencia. Les agradezco, en nombre de la dirección general y, claro está, desde la complicidad perso-nal, inteligente e informada, por parte de ustedes y editorial por lo que me corresponde: Gracias por todo su apoyo, sin el cual no existiría una hoja válida en el recuerdo del perio-dismo y la literatura, de la fotografía y el poema imprescin-dible, todos cuentos que nos ofrecen una vida mejor.

Que el provecho sea, Palabra tras Palabra, domingo a domingo, para nuestros fi eles seguidores y lectores que se acumulen. ¡Enhorabuena!

Rael SalvadorEditor de Palabra

[email protected]

No. 200/ 1 de febrero / 2015

Suplemento Cultural de

ALEATORIEDADESCUANDO EL REGICIDIO SE TRANSFORMA EN BUROCRACIA

Por Daniel Salinas B.

EN EL IMAGINARIO colectivo, el magni-cida es aquel oscuro conspirador que des-de las sombras logra burlar a una guar-dia férrea para dar muerte a un hombre todo poderoso. Hay algo de David contra Goliat en la tarea del magnicida, un aura de proeza o hazaña. Pero incluso entre la galería de regicidas, los hay quienes fue-ron simples burócratas que se limitaron a cumplir órdenes y cuyo nombre, por tan-to, se pierde en la historia. No es un gue-rrero que desafía a la omnipotencia, si-no un empleado intercambiable. Pese a todo, aún en la burocracia puede haber vena artística.

Charles Henri Sanson fue el hombre que accionó la guillotina para cortar las cabezas de Luis XVI, Robespierre y Dan-ton, por mencionar sólo a los más cele-bres entre los 2 mil 918 cuellos que cortó. Charlie Henri Sanson fue nieto e hijo de verdugos y here-dó el ofi cio a su primogé-nito. De hecho fue su hijo Henri, quien cortó la cabe-za de la reina María Anto-nieta. Se puede decir que la familia tuvo el mono-polio de las ejecuciones en Francia, y en tiempos de la Revolución tuvieron trabajo de sobra.

Charles Henri Sanson fue un empleado modelo que nunca faltó a su tra-bajo, aunque nadie en la posteridad le llama regici-da. Cierto, al momento de su muerte Luis XVI era solamente el ciu-dadano Luis Capeto, pero pese a todo la cabeza del rey debe haber ocupado un lu-gar especial entre sus miles de trabajos.

Después de todo, el empleo de verdugo que mantuvo a cuatro generaciones lo ha-bía obtenido su abuelo por licencia real

Otro regicida burócrata fue Yákov Yuro-vski, el relojero que ejecutó a la familia Romanov en un sótano de Ekaterimburgo en el verano de 1918. A diferencia de Hen-ri Sansón, que tan sólo se limitó a dejar caer una cuchilla sobre casi tres mil cue-llos, la labor de Yakov Yurovski en la eje-cución del depuesto zar y su familia fue mucho más ardua.

No obstante, la muerte de los Roma-nov no fue una ejecución legal y había que cuidar detalles y guardar aparien-cias. Fue Yurovski el encargado de reali-zar el primer disparo, que fue a la cabeza de Nicolás Romanov. Él mismo se ocupó de disparar sobre tzarevich Alexis y el res-to de la tropa completó la faena con una

tormenta de plomo que barrió con la zarina, las cuatro princesas, el mé-dico de cabecera y tres ayudantes.

Al igual que Luis Ca-peto, el zar de Rusia era solamente el ciu-dadano Nicolás Roma-nov al momento de su muerte. Yurovski mató al último gran monar-ca absoluto de la his-toria, al que goberna-ba un mayor territorio y, sin embargo, nadie le llama regicida.

Con su meticulosidad y su paciencia de relo-jero, Yurovski se encar-

gó coordinar el desmembramiento de los cuerpos y su posterior incineración.

El arte de Yurovski, a la hora de hacer desaparecer cadáveres, fue evocado du-rante las investigaciones para intentar lo-calizar los 43 cadáveres de los normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, en el sangriento México de 2014, donde especialistas aus-triacos de la Universidad de Innsbruck, que habían colaborado en la identifi ca-ción de los restos de los Romanov, fue-ron contratados para identifi car los frag-mentos carbonizados localizados en el río Cocula. Fracasaron en el intento.

[email protected]

“El arte de Yurovski, a la hora de hacer desaparecer cadáveres,

fue evocado durante las

investigaciones para intentar

localizar los 43 cadáveres de los normalistas de

Ayotzinapa”

EDITORIAL

Foto

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a

El escritor Alberto Manguel y el editor de Palabra (FIL de Guadalajara 2014).

“Logramos 200 domingos,

continuos, alma abierta,

sin receso, emborronados

de tinta y felicidad,

llevando la cultura, la

educación y la recreación

hasta ustedes”

La familia de Nicolás Romanov.

Dirección GeneralJorge Camargo

Director EditorialAriel Montoya

EditorRael Salvador

Editor de FotografíaJorge Calderón

Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Javier Cruz, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Patrick Liotta, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Benjamín Pacheco, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Enrique A. Velasco Santana, Mélida ojeda López, Kepa Murua, Dr. David Rodríguez de la Peña, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Manuel Guillén, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Martín Caparrós, Eduardo Cruz Vázquez, Norma Herrera, Jorge Valenzuela, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel, Gustavo Dessal, Óscar Villarino Ruiz, Alberto Manguel.

Corresponsal en FranciaCony Singüenza

Corresponsal en ItaliaFerdinando Scianna

Corresponsal en ChileRamón Ángel Acevedo, “Rakar”

FotografíaEnrique Botello

Correo electrónico [email protected]@elvigia.net

Teléfonos para publicidad120.55.55, ext. 1023Ensenada, B.C. México.

Page 3: Palabra, 1 de febrero de 2015

3DOMINGO 1 de febrero de 2015

i el primer sonido pronunciado en el mundo fue (según San Juan) el Verbo, el segundo debió haber sido una carcajada. Tan ridículo,

tan arrogante, tan absurdo es el compor-tamiento humano, que el inteligente dios de Juan debió haber estallado en risotadas al ver las estupideces de las que sus criatu-ras eran capaces. Homero dijo que el Mon-te Olimpo resonaba con las carcajadas de los dioses, y el segundo salmo nos avisa que Dios se reirá en lo alto, burlándose de los necios. Platón, sin embargo, no juzga-ba que la risa fuese cosa seria y rechazaba la noción de un dios (o un tirano) risueño. Aristóteles, por su parte, definió el sentido de humor como una reacción natural del ser humano ante el reconocimiento de una incongruencia. Siglos después, Mahoma alabó la risa y condenó la falta de humor:

“Mantén siempre el corazón ligero, por-que cuando el corazón se ensombrece el alma se ciega”.Desde siempre, o al menos desde los orígenes de la conciencia humana, nos hemos comportado de manera absurda y, al mismo tiempo, hemos reconocido ese absurdo, si no en nosotros mismos, al menos en nuestros congéneres. Sócrates arguyó que nos burlamos de quienes se sienten superiores a nosotros sin serlo y que el peligro está en deleitarnos en lo que es, al fin y al cabo, un vicio. Pero lo ridícu-lo, como tantas otras calidades humanas, suele estar en el ojo ajeno. La conducta de Sócrates, que él mismo debió juzgar como seria e intachable, fue vista por ciertos de sus contemporáneos como risible. Aristó-fanes, por ejemplo, en Las Nubes, se burló de la famosa técnica socrática con agude-za satírica y genio mordaz. Hablando de la escuela de Sócrates un personaje dice así: “Ahí habitan hombres que hacen creer con sus discursos que el cielo es un horno que nos rodea y que nosotros somos los carbones. Ellos enseñan, si se les paga, de qué manera pueden ganarse las buenas y las malas causas”. “Si se les paga”, “las buenas y las malas causas”: toda la fuerza está en esas pocas palabras fatales, hábil y precisamente colocadas.Aristófanes no fue el primero quien su-po burlarse de nuestras necias acciones y presuntuosas filosofías. Para señalar lo absurdo de confiar el poder a quienes lo explotan para su propio beneficio (como los directores del Fondo Monetario Inter-nacional regulando las finanzas de los paí-ses a los cuales presta dinero), un mural egipcio fines del segundo milenio a. C. muestra a un gato encargado de cuidar a una bandada de gansos, explícita crítica

de los gobiernos venales que el medioevo cristiano retomaría en fábulas y poemas satíricos. Tan feroz pueden ser estas bur-las que, según cuenta Plinio

el Viejo, quienes eran objeto de las sátiras

del poeta Hipognato de Éfeso en el siglo VI a.C.,

acababan colgándose de un árbol, demasiado aver-

gonzados para seguir viviendo.Sátira, esa for-

ma crítica de la burla, fue

nombrada por primera vez por

Quintiliano para referirse a una manera particular de la métrica latina, pero el concepto se exten-dió rápidamente a cualquier tipo de texto que utilizase la ironía para criticar a una situación o a un personaje, y hasta a una so-ciedad entera, como en Los viajes

de Gulliver, de Jonathan Swift. Después de que Gulliver le cuenta al rey de Brobding-nag la historia del mundo europeo, el rey pronuncia este juicio inapelable: “La única conclusión a la que puedo llegar es que la mayoría de vuestros conciudadanos for-man parte de la más perniciosa raza de infame alimaña que la naturaleza jamás permitió arrastrarse por la superficie de la tierra”. La sátira puede ser intemporal: las palabras del rey se aplican también a nues-tro miserable siglo. La sátira no se limita a la sátira: Doña Perfecta, de Galdós; Bleak House, de Dickens; Guignol’s Band, de Ce-line, pueden ser leídos como sátiras. Obviamente, la sátira jalona todas las li-teraturas, orientales y occidentales, y son raros los autores que no la hayan practi-cado en algún momento de su obra. De Luciano a Rabelais y Erasmo, de Diderot a Voltaire y Grimmelshausen, de Pushkin a Mark Twain y Clarín, de Gunter Grass a Do-ris Lessing a Joseph Heller, la sátira ha sido siempre la carcajada de la razón frente a la solemnidad de la locura. En castellano, baste recordar el tono irónico de Borges en sus ficciones swiftianas “El informe de Brodie” y “Utopía de un hombre que está cansado”. Durante la absurda Guerra de las Malvinas, Borges publicó una carta abierta en la que denunciaba la suerte de jóvenes conscriptos enviados al frente por gene-rales “que nunca oyeron silbar siquiera una bala”. Cierto general ofendido le objetó que él era un general argentino y que él sí había oído silbar una bala en la batalla. Borges le respondió pidiendo disculpas por el error que había cometi-do. “Me he equivocado”, dijo. “Hay un general argentino que alguna vez oyó silbar una bala”.

Sátira, forma crítica de la burla, fue nombrada por primera vez por Quintiliano para referirse a una manera particular de la métrica latina, pero el concepto se extendió rápidamente a cualquier tipode texto que utilizase la ironía...

P A M*

S i el primer sonido pronunciado en el mundo fue (según San Juan) el Verbo, el segundo debió haber sido una carcajada. Tan ridículo,

tan arrogante, tan absurdo es el compor-tamiento humano, que el inteligente dios de Juan debió haber estallado en risotadas al ver las estupideces de las que sus criatu-ras eran capaces. Homero dijo que el Mon-te Olimpo resonaba con las carcajadas de los dioses, y el segundo salmo nos avisa que Dios se reirá en lo alto, burlándose de los necios. Platón, sin embargo, no juzga-ba que la risa fuese cosa seria y rechazaba la noción de un dios (o un tirano) risueño. Aristóteles, por su parte, definió el sentido de humor como una reacción natural del ser humano ante el reconocimiento de una incongruencia. Siglos después, Mahoma alabó la risa y condenó la falta de humor:

de texto que utilizase la ironía...

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Burla y sociedadNo sólo la literatura: todas las formas de creación artística han utilizado la sátira para sus propios fines. Los grabados de Goya, de Daumier, de Grosz son feroces denuncias de la insensata crueldad de sus contemporáneos. Las canciones po-pulares, desde los goliardos de la Edad Media a Janis Joplin y Georges Brassens, se burlan sagazmente de la sociedad en la que vivimos. Y el cine, por supuesto, nos ofrece obras maestras del género satírico: El gran dictador, de Chaplin; Play Time, de Jacques Tati; Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú), de Kubrick; ¡Bienvenido Mr. Marshall!, de Berlanga, y tantos otros son ejemplos perfectos del arte de ofender con destreza artística.Porque suele ser justa, porque suele señalar faltas morales y pretensiones falaces, porque hiere, porque denuncia, la sátira suele provocar la furia de aquellos a quienes acusa. Y porque el objeto de la sátira es muchas veces un personaje autori-tario y poderoso, la reacción es con frecuencia la censura, la prisión, la muerte del poeta. “No he de callar por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo”, advierte el más célebre de los satíricos es-pañoles, Francisco de Quevedo, a sus censores. Quevedo tuvo más fortuna que muchos de sus colegas, desde Ka’b bin al-As-hraf, poeta contemporáneo de Mahoma, quien se burló en sus versos de la nueva religión y fue asesinado por seguidores del

Charlie Hebdo.Pero sátira no es vituperio. El texto satírico que, si es eficaz, ofende, debe hacerlo no sólo con justicia sino sutilmente. Para ser sátira, el impulso de burlarse de lo ridículo debe ser

un impulso artístico. No he leído el nuevo libro de Michel , que imagina el triunfo de un go-

bierno islámico en Francia, pero si resulta ser un texto satírico que ofrece al lector un punto de vista valioso

para entender el mundo en que vivimos, será, ante to-grafiti anti-islámicos

garabateados sobre las paredes de las mesquitas no

Sin embargo, más interesante, más curioso que es-te impulso de burlarse de la necedad ajena, es la sensitividad desmesurada, la furia incontenible, el

ultraje sentido ante una sátira por los detentores de una fe que se define como incólume. Tal indignación

tiene algo de blasfemia. Suponer que la divinidad en la que creen estos fieles es tan

sensiblera e insegura que le ofende una broma o una caricatura, que tiene un complejo de in-ferioridad tan fuerte que necesita la alabanza

constante, que es incapaz de defenderse a sí misma y que, si insultada, debe ser

vengada por guerreros armados, como si fuese una doncella deshonorada,

es prueba de una colosal arro-gancia. Mejor sería seguir el

consejo de Winnie en Días felices de Beckett: “¿Qué

mejor manera de ensalzar al Todopoderoso, que acompañando de risitas

sus chistes, sobre todo los peores?”.

Que un acto cruel o violento pueda ha-cer perder la calma al Señor del Universo o a uno de sus profe-tas, es comprensible, puesto que a ningún

autor (con A minúscula o mayúscula) le gusta ver que su obra sea destruida. Matar, torturar, humillar, abusar a otra criatura es sin duda un crimen a los ojos de Dios, y todo creyente de-biera reconocer en el hecho de que nuevos diluvios universales no ocurren todos los días, una admirable prueba de la infinita paciencia divina. Que a seres como Pinochet, Gadafi, Putin y Bush se les permita o se les haya permitido vivir existencias apacibles, demuestra a ciencia cierta que Dios posee una to-lerancia sobrehumana.Sin embargo, declarar al mismo tiempo que una caricatura, un chiste, un juego de palabras pueda ofender a Aquel para quien la eternidad es como un día, parece ser la mayor de las blasfemias. Nosotros, endebles criaturas, podemos sentirnos molestos si alguien se burla de nosotros, pero es inconcebible que reaccione de esta manera un ser que decimos omniscien-te, magnánimo, todopoderoso. Es difícil imaginar que Alguien que lo sabe todo y cuyo sentido estético lo llevó a crear el sutil poema del antílope y la pesada broma del hipopótamo, se negaría a conceder un lugar en su biblioteca a las obras de Fernando Vallejo o de Salman Rushdie. Las grandes figuras religiosas del pasado, porque fueron seres por sobre todo inteligentes, tenían un profundo sentido del humor. Cristo (en la versión de Jerónimo) se burla de Pedro con un juego de palabras: “Tu nombre es Pedro (Petrus) y so-bre esta piedra (petra) construiré mi Iglesia”, y despide al rico hipócrita con las célebre sátira acerca del camello y

Porque suele ser justa, porque suele señalar faltas morales y pretensiones falaces, porque hiere, porque denuncia, la sátira suele provocar la furia de aquellos a quienes acusa. Y porque el objeto de la sátira es muchas veces un personaje autori-tario y poderoso, la reacción es con frecuencia la censura, la prisión, la muerte del poeta. “No he de callar por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo”, advierte el más célebre de los satíricos es-pañoles, Francisco de Quevedo, a sus censores. Quevedo tuvo más fortuna que muchos de sus colegas, desde Ka’b bin al-As-hraf, poeta contemporáneo de Mahoma, quien se burló en sus versos de la nueva religión y fue asesinado por seguidores del Profeta, hasta los humoristas de Charlie HebdoPero sátira no es vituperio. El texto satírico que, si es eficaz, ofende, debe hacerlo no sólo con justicia sino sutilmente. Para ser sátira, el impulso de burlarse de lo ridículo debe ser

un impulso artístico. No he leído el nuevo libro de Michel Houllebecq, Sumisión, que imagina el triunfo de un go-bierno islámico en Francia, pero si resulta ser un texto satírico que ofrece al lector un punto de vista valioso

para entender el mundo en que vivimos, será, ante to-do, memorable como novela. Los

garabateados sobre las paredes de las mesquitas no son literatura.Sin embargo, más interesante, más curioso que es-te impulso de burlarse de la necedad ajena, es la sensitividad desmesurada, la furia incontenible, el

ultraje sentido ante una sátira por los detentores de una fe que se define como incólume. Tal indignación

in loco parentis tiene algo de blasfemia. Suponer que la divinidad en la que creen estos fieles es tan

sensiblera e insegura que le ofende una broma o una caricatura, que tiene un complejo de in-ferioridad tan fuerte que necesita la alabanza

constante, que es incapaz de defenderse a sí misma y que, si insultada, debe ser

vengada por guerreros armados, como si fuese una doncella deshonorada,

es prueba de una colosal arro-gancia. Mejor sería seguir el

consejo de Winnie en felices

mejor manera de ensalzar al Todopoderoso, que acompañando de risitas

sus chistes, sobre todo los peores?”.

4 DOMINGO 1 de febrero de 2015 5DOMINGO 1 de febrero de 2015

hipócrita con las célebre sátira acerca del camello y la aguja. Según el Midrash, le consultaron a Moisés por qué Dios, que sabe todo, preguntó: “Adán, ¿dónde estás?”, cuando lo buscó en el Jardín después del episodio de la manzana. “Para enseñarnos buenas ma-neras”, contestó Moisés con humor satírico. “Dios sabía que no se debe entrar en

“Para la Iglesia Católica de la Edad Media, la noción de blasfemia se confunde con la de herejía, salvo que, gracias a una sutileza de la

burocracia teológica, musulmanes y judíos no podían ser acusados de herejía porque nunca habían sido

creyentes”

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casa de alguien sin primero anunciarse”. El primer tomo del Al-Musharraf cuenta que un hombre pobre fue a pedirle a Mahoma un camello para emprender un viaje: “Te daré la cría de un camello”, le contestó el Profeta. “Pero la cría de un ca-mello no soportaría mi peso”, se quejó el hombre. “Pediste un camello”, fue la irónica respuesta. “¿Acaso no sabes que todo camello es por fuerza la cría de otro camello?”

Blasfemia y castigo La palabra “blasfemia” viene del griego y significa “ofender a alguien”. En la mitología griega, el castigo por blasfemia de-pende de la sensibilidad del dios blasfemado. Atenea castiga a Aracne convirtiéndola en araña, porque la joven se había ufanado de ser mejor tejedora que la diosa, y Apolo desolla a Marsias cuando éste compite con el dios en un simple concurso musical. Para la Iglesia Católica de la Edad Media, la noción de blasfemia se confunde con la de herejía, salvo que, gracias a una sutileza de la burocracia teológica, musulmanes y ju-díos no podían ser acusados de herejía porque nunca habían sido creyentes. Podían, sin embargo, ser acusados de insultar a Dios y a todos sus santos, y no sólo con acciones y palabras (diciendo, por ejemplo, que la Fortuna y no Dios rige nuestras vidas) sino también con el pensamiento, “blasfemando con el corazón”. Un edicto del año 538 firmado por Justiniano, declara que el castigo por blasfemar es la muerte, pero esta

las bibliotecas escolares, libros que, según los acusadores, insultan a su dios. Es así como autores tan diversos como J. K. Rowling y J. D. Salinger se ven excluidos junto a clásicos como William Faulkner y Voltaire.Sin duda, el Señor del Universo podría, si quisiera, adoptar el estilo de los supuestos ofensores para contrarrestar la ofensa de una manera contundente y elegante. Cuando, en la pieza de Rostand, el Visconde de Valvert trata de insultar a Cyrano de Bergerac acusándolo de tener una nariz enorme, éste le enseña, con la espada y la palabra, cómo se debe componer una sátira hábil, original y exquisita, pasando revista, en un largo catálogo en verso, a una multitud de estilos en los cuales el visconde, si fuese más diestro, hubiese podido insultarlo mejor: dramático, amable, truculento, tierno, curioso, pedante, y así sucesivamente hasta darle a su ofensor la estocada final. Esta técnica, de des-armar al agresor mejorando su técnica (es decir, humillándolo al demostrar su poca habilidad satírica) es pocas veces utilizada por los grandes y poderosos, quienes prefieren responder al in-sulto percibido con la cárcel, el exilio o la guillotina. Esa reacción siempre resulta en lo contrario de lo que el ofendido quiere: la supuesta ofensa es ratificada y el ofensor es ensalzado.Hay excepciones. Entre las muchas historias acerca del califa Harun al-Rashid, narradas en las Mil y una noches, y en los libros de Stevenson, hay una que justifica los apodos de “El Justo” y “El Sabio” que sus súbditos le concedieron. El califa Justo” y “El Sabio” que sus súbditos le concedieron. El califa tenía la costumbre de vestirse de mercader y pasearse por las tenía la costumbre de vestirse de mercader y pasearse por las callejuelas de Bagdad para ver con sus propios ojos cómo vivía callejuelas de Bagdad para ver con sus propios ojos cómo vivía su gente y qué decían de su gobierno. Una tarde, en medio de su gente y qué decían de su gobierno. Una tarde, en medio de una plaza, vio a una multitud reunida en torno a un hombre una plaza, vio a una multitud reunida en torno a un hombre que contaba cuentos según la antiquísima tradición oriental. que contaba cuentos según la antiquísima tradición oriental. El califa se puso a escuchar y, asombrado, oyó que el narrador El califa se puso a escuchar y, asombrado, oyó que el narrador contaba la historia de Harun al-Rashid, en la cual el califa era contaba la historia de Harun al-Rashid, en la cual el califa era pintado como un personaje libidinoso y borracho que des-pintado como un personaje libidinoso y borracho que des-pués de una noche de orgía se extraviaba en los jardines de su pués de una noche de orgía se extraviaba en los jardines de su

propio palacio y acababa tumbado de bruces en un estanque. Después de acabadas la risa y el aplauso, el califa felicitó al cuentista: “Tu historia es muy buena, pero desgraciadamente incorrecta. No fueron veinte doncellas que Harun al-Rashid conquistó, si no cien, y no fueron cien jarras de vino que be-bió aquella noche, sino doscientas. Sé lo que te digo, porque estuve presente en la fiesta. Yo soy Harun al-Rashid”. Ante la mirada aterrada del hombre, el califa estalló en carcajadas, le dio un bolso de monedas de oro y le pidió que la próxima vez que contase la historia se asegurase que los detalles fuesen exactos.La famosa décima sura del Corán reza: “Nadie puede ser cre-yente sin el aval de Dios”. A comienzos del siglo VIII, el ilustre teólogo Hasan Al-Basri entendió que estas palabras querían decir que no podemos desear un bien sin que antes Dios lo de-see para nosotros. Los creyentes deben entonces contentarse con saber que ellos han sido elegidos por la gracia divina y no pedirle una devoción similar a los que Dios ha decidido no elegir. Nada sabemos de la estética o del humor divino, pero es posible que, por razones que están más allá de nuestro pobre entendimiento, haya decretado la existencia de ciertos bufo-nes, herederos de Aristófanes, quienes, siguiendo el consejo de Horacio (otro personaje inventado por Dios), se dedican a “enseñar riendo”.

*Estambul, enero 11 de 2015.

@albertomanguel

“Que un acto cruel “Que un acto cruel o violento pueda hacer perder la

calma al Señor del calma al Señor del Universo o a uno de sus profetas,

es comprensible, puesto que a

ningún autor (con A minúscula o

mayúscula) le gusta mayúscula) le gusta ver que su obra sea ver que su obra sea

destruida”

Ilustración: Sir John Tenniel / SuperposicionesIlustración: Sir John Tenniel / Superposicionesde Homero, Sócrates y Quevedo por A. Corpusde Homero, Sócrates y Quevedo por A. Corpus

4 DOMINGO 1 de febrero de 2015 5DOMINGO 1 de febrero de 2015

declara que el castigo por blasfemar es la muerte, pero esta sentencia fue muy pocas veces llevada a cabo.

En el mundo judeo-cristiano, la noción de blasfemia es válida aún hoy. En los Estados

Unidos, varios grupos re-ligiosos han logrado

hacer retirar de

Justo” y “El Sabio” que sus súbditos le concedieron. El califa tenía la costumbre de vestirse de mercader y pasearse por las callejuelas de Bagdad para ver con sus propios ojos cómo vivía su gente y qué decían de su gobierno. Una tarde, en medio de una plaza, vio a una multitud reunida en torno a un hombre que contaba cuentos según la antiquísima tradición oriental. El califa se puso a escuchar y, asombrado, oyó que el narrador contaba la historia de Harun al-Rashid, en la cual el califa era pintado como un personaje libidinoso y borracho que des-pués de una noche de orgía se extraviaba en los jardines de su

“Que un acto cruel

calma al Señor del

ningún autor (con

mayúscula) le gusta ver que su obra sea

Ilustración: Sir John Tenniel / Superposicionesde Homero, Sócrates y Quevedo por A. Corpus

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Es maestra y radica en el Estado de México.

La Foto de la Semana es un reconocimiento que se otorga por el mayor número de votos, avalando el dominio del tema, en el sitio de Facebook Fotografía Diaria.

FOTO DE LA SEMANA: PAISAJE EN BLANCO Y NEGRO CUENTO

LA MÚSICA

Foto

: Eve

lyn

Sosa

H J. P L

Pablo era un conocedor y amante de la buena música. Tenía una sensibilidad

a flor de piel y siempre encontraba distin-tos momentos durante el día, o parte de la noche, para entrar en contacto con ella.No tocaba instrumento alguno, incluso de-

cía que cuando tocaba una puerta lo hacía desafinada-mente; sin embargo, recono-cía que sí le hubiera gustado dominar algún instrumento, sobre todo el piano, el violín o el acordeón, y estaba se-guro que ello sería para él la mejor de las terapias.

Acostumbraba, no con la frecuencia que quisiera, recostarse en su estudio o biblio-teca, después de comer, y poner música de fondo para escuchar, quedándose muchas de las veces dormido en el momento menos esperado.Disfrutaba las orquestas de Ray Conniff, Franck Pourcel, Paul Muriac Cavalleri, ade-más de música mexicana instrumental, como Sinfonía Mexicana. Se relajaba mientras su pensamiento y el desfile de imágenes ocu-paban su cerebro, para irse perdiendo y, en ocasiones, quedar sumido en un profundo sueño.Pablo tenía la capacidad de apreciar la me-lodía, la armonía y el ritmo, y su experiencia le había comprobado la influencia que la música tiene para producir estados de ánimo que le provocaban alegría, melancolía, tristeza, eufo-ria, etcétera. Había música que dis-minuía los estados de angustia y ansiedad, y se percataba que su actitud frente a los retos que el día presentaba, cambiaba.Tenía además el hábito de estar escuchando música mientras se rasuraba y, curiosamente, en esos momentos escuchar música italia-na o francesa, incluso cantada, le gustaba mucho.Había cierta música que lo trasladaba a otras etapas de su vida, como lo es la de Elvis, Ric-ky Nelson, Los Platters, Paul Anka, entre otros que hacían aflorar ciertos sentimientos.La música, decía Pablo, “toca las fibras más sensibles de nuestro ser y evoca momentos significativos de nuestra vida”.Así como hay ciertos olores que hacen bro-tar ciertos recuerdos, la música también, de alguna manera, estimula alguna parte de nuestro cerebro –qué sé yo– y nos traslada a momentos muy representativos.

Estaba consciente de que sus gusto estaban influidos por la generación a la que perte-nece y, por otra parte, también de que hay música, que siendo la misma, es valorada, apreciada y gustada por distintas genera-ciones.Cuando Pablo se trasladaba en su automóvil de un lugar a otro, siempre iba escuchando música, y, cuando en algún alto le tocaba estar junto a individuos que traen el vo-

lumen a todo lo que da y con música corriente (para su gusto), con ello etiquetaba a los sujetos que la traían y sentía que se querían reafirmar de alguna manera… ¿De qué? No lo sabía, pero era como decir: “¡Miren, aquí estoy yo!”. No tenían otra forma de hacer notar su presencia… “¡Triste re-

curso!”, decía.La música ha acompañado al ser humano durante su historia y, probablemente, ante-cede al uso de la palabra.Cierta música hacia evocar la imagen de su amada y, junto a ella, deseaba disfrutar de esa melodía que despertaba en ellos sen-timientos que producían felicidad y abría el espacio para expresar con caricias y besos, o el estar juntos tomados de la mano; esa música era como el amor, que como un lazo los mantenía unidos, extraviándose el uno en el otro.Sin la música, Pablo perdía su esencia; la mú-sica era su complemento y el camino hacia su amada Andrea.

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EVELYN SOSA

“Se relajaba mientras su

pensamiento y el desfi le

de imágenes ocupaban su

cerebro”

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7DOMINGO 1 de febrero de 2015

NOCTI-VAGAS

UN HACER CON HISTORIA: PERIODISMO CULTURAL

Por Sergio Gómez Montero*

Qué clima es éste de arenas movedizas/ y fuera de su edad

Qué país de clamores y sombreros húmedos.V. Huidrobo: “Viajero”.

EL PERIODISMO impreso, desde sus orí-genes remotos, tuvo una vinculación es-trecha con la actualidad, aunque nunca desplazó totalmente a la comunicación oral (el rumor y el chisme aún subsisten hasta hoy), que muchas veces es más ac-tual que lo impreso.

Junto con el periodismo impreso, surge también con él lo cultural. Así, desde la época antigua de las primeras gacetillas, aparecen allí desde proverbios y notas re-lativas a la fantasía popular, que novelas por entregas, que se convierten en lo que van a ser luego las novelas por capítulos, en radio primero y luego en televisión.

Por su parte, lo impreso mantuvo siem-pre, a regañadientes, una sección cultu-ral (reseñas, reportajes, columnas de opi-nión) que daba noticia de lo actual en tér-minos de vida artística. Hoy, en buena me-dida, muchas veces, lo cultural se ha visto desplazado o absorbido por la sección de espectáculos que es lo que hoy “vende”.

Y con esa palabra, “vende”, llegamos así a otro de los orígenes virtuales del perio-dismo: la venta de noticias como nego-cio. Es decir, el periodismo no se expli-ca si no hay venta (y su correspondiente compra) de por medio. De allí que, lo cul-tural, periodísticamente hablando, sólo se entiende inserto en el mundo de la com-pra-venta de noticias. Hoy, su desapari-ción paulatina de los espacios periodísti-cos (en el D.F. pocos periódicos conser-van espacios signifi cativos específi camen-te culturales), sólo refl eja un decaimien-to sensible de esas actividades dentro de la vida diaria, la que cotidianamente sólo tiene que ver con la política, la nota roja o los espectáculos, o sea con el amarillis-mo que Aldous Huxley tan brillantemen-te describiera en su novela Los escándalos de Crome. Sólo locos románticos como el colega Víctor Roura (que acaba de inau-gurar un periódico específi camente cultu-ral) se empeñan hoy por mantener vigen-te lo cultural dentro de lo periodístico, es decir dentro de la cotidianidad.

¿Qué sentido tiene seguir luchando por mantener vigente al periodismo cultu-ral? Habría que preguntárselo a gen-te tan loca como Rael Salvador para sa-berlo. Desde fuera, uno que se mantiene irregularmente inserto desde muchísimos años atrás (según el Diccionario Mexicano de Escritores desde 1968; según yo desde 1966 más o menos) en el campo (hasta hoy no he podido hacer mi archivo de notas periodísticas culturales publicadas), sien-te que seguir escribiendo sobre la materia tiene el gusto de los dinosaurios sobrevi-vientes hasta cierta remota etapa, quienes perciben que falta el agua, que el alimen-to escasea y que, por más que lentamen-te se mueven en búsqueda de tierras fér-tiles en la cuales sobrevivir, sólo encuen-tran lodo, arena, nada en lo cual salvar-se, pero no cesan en su empeño de mo-verse para sobrevivir. Como sea, seguir en el periodismo cultural junto con quie-nes se niegan a la extinción tiene su gus-to: el gusto de bailar cotidianamente con las musas (como escribe Aldo Calderoni) y de manera eventual dialogar con Sophia sobre temas tan remotos como el ser, la nada, la existencia, para encontrarse allí con Benjamin, con Adorno (quienes a su vez invitan a Kant y a Kierkegaard), Musil, Sloterdijk, Sartre o Camus.

No, no se puede vivir la vida con más intensidad que en el periodismo cultural.

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*Sólo periodista cultural.

ECONOMÍA CULTURAL: DOMINIOS

LO QUE VALE Y LO QUE SIGNIFICA PALABRA

Por Eduardo Cruz Vázquez

HAGA SUS CUENTAS, hago las mías.Pensemos en los que escribimos para

el suplemento. En mi caso, he inverti-do al menos cuatro horas en pensar es-tas palabras y otras dos en redactarlas. Esos apuntes intangibles me acompa-ñaron en el baño, la cocina, en la calle, en el taxi, en los menesteres de esa par-te del día y de regreso al departamento. En efecto, no recolecté dinero; lo gasté. Así las cosas, un porcentaje del egreso se anota en el costo de producción de esta columna.

Si nos proponemos hacer estas cuen-tas por cada autor, cantidad de sorpre-sas que encontraremos.

Escribir es un acto creativo. El in-sumo de la creatividad tiene diversas condiciones para concebirse y la ma-yoría cuestan. El lugar, la computado-ra, el ron, la luz, las fuentes de investi-gación. Toda abstracción tiene precio, ya que ocu-rre en condiciones pre-determinadas por facto-res económicos. Este su-plemento nos llama a pu-blicar y su editor genera otra variedad de proce-sos que se miden en di-nero; van desde su pro-pio periplo creativo, has-ta el de quienes le apoyan en la confec-ción de las páginas, hasta el de la em-presa que lo pone en manos de clien-tes y voceadores.

¿Cuántas etapas deben cumplirse, sin falla, para que ustedes desplieguen las páginas de El Vigía y busquen con urgencia las sabrosuras de Palabra? ¿Les parece bien 50? ¿Puede tomar un cuaderno o la servilleta de papel, em-puñar una pluma y hacer un diagrama de tooodooo? ¿Le puede colocar cos-to, precio, y trazar un par de colum-nas para esquematizar egresos contra ingresos?

Cierto: todo vale y todo signifi ca.

El análisis económico es una mesa lle-na de exquisiteces. Es posible degus-tarlas hasta empacharse de penas o de alegrías. A cada quien como le va en la feria de la ciencia económica, que no sería tal sin los signifi cados. Es decir, que a cada teoría, proceso, receta y ci-

fra corresponde uno o va-rios signifi cados. Las mu-jeres, cual sea su condi-ción, son unas expertas en el signifi cado de las matemáticas.

En el caso que nos ocu-pa, los 200 de Palabra, además de todo lo que cuesta, tiene una varie-dad de signifi cados. Unos

más al alcance que otros. Entre los que se tienen a mano está, precisamente, el crisol de la creatividad. Un empeño para que los clientes o consumidores sean felices. El suplemento es porta-dor de educación, cultura y recreación. Aquí se puede normar criterio, desde el estético hasta el del bostezo.

Finalmente, entre los signifi cados que imponen más talacha para poseerlos, está la condición de vida: ese andar de seres e historias que pueblan el suple-mento en Ensenada, en Baja California, en México. Enhorabuena a la familia de Palabra por generar vida.

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“El insumo de la creatividad tiene diversas

condiciones para concebirse y la

mayoría cuestan”

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Page 8: Palabra, 1 de febrero de 2015

DOMINGO 1 de febrero de 20158

POR GABRIEL RÍOS C.

E n la tercera o cuarta lectura de Sobre un tono apocalíp-

tico adoptado recientemente en filosofía me quedé con el apunte filológico del término que en hebreo es apocalipsis, y no es más que el descubri-miento, el velo alzado sobre la cosa o la connotación de la palabra “gala” que podría referirse al sexo del hombre o la mujer, pero también a los ojos, orejas, al gusto o cual-

quier cosa.Interpre-

tar la filoso-fía. Un estudio contemporá-neo, libro de Ja-

cques Derrida, que me habita dentro de aquello que se critica, presentándose en el texto arriba mencionado, ese espacio gene-ral de diferencia o diseminación al que debería llamar, subrayado, “filosofías”.

Algunos puntos que pudieran servir para desarrollar la idea que refiere un conflicto en el corazón de las relaciones entre el pensamiento y la lengua, es en realidad el momento en que me enfrento a un texto singular en el que las “interpretaciones” ya han sido organizadas por una serie de presupuestos y una red de significaciones que escapan a mi control.

La lectura que hago de Inter-pretar la filosofía es fascinante si supongo, como Derrida lo expone, lo que le sucedió al Kant al acusar a Platón de haber per-vertido la filosofía.

De alguna manera me he convertido en mistagogo de la posmodernidad, porque no di-go qué veo, toco o siento; sólo presiento, anticipo y husmeo.

Con un ejemplo más lo expone Jacques Derrida en Sobre un tono apocalíptico adoptado reciente-mente en filosofía, mencionando

a Nietzsche, que en el libro Edipo habla consigo mismo; soliloquio en el que se consideraba el últi-mo de los filósofos y también de los hombres.

“Dialoga” con su Voz, entretie-ne lo que le queda de vida y se hace llamar Edipo.

Siendo luminoso, dramático, estremecedor, aclaro que la deconstrucción, a pesar de sus acentos filosóficos, sigue siendo un simulacro.

Derrida observa una estruc-tura de duplicidad que juega e irrumpe, sin dejarse dominar por una problemática de las palabras mentira y verdad.

En cualquier caso, si hablo de la locura, por decir, la de Nietzsche, y como nunca conoceré la Voz del oráculo o en absoluto del otro que permanece afuera, como se llame, cualquier rastro o marca se volverá apocalíptico, lo que me permitiría desmontar el mito romántico que se encuentra en el trayecto, en transferencia, en la cita del Apocalipsis de Juan de Patmos o de lo que ya programa-ban sus envíos, cuando su orato-ria era para un mensajero, bajo el dictado de la Gran Voz que entra ahora por mi espalda y se extien-de como sonido de cuerno.

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VOZ QUE SE EXTIENDE COMO SONIDO DE CUERNO

SOBRE UN TONO APOCALÍPTICO ADOPTADORECIENTEMENTE EN FILOSOFÍA

NUMERALIA

10 libros elegidos por

Alberto Manguel:

1. Vidas imaginarias, de

Marcel Schwob.

2. Crónicas marcianas, de

Ray Bradbury.

3. El extranjero, de Albert

Camus.

4. Viaje al fin de la noche,

de Louis Ferdinand Celine.

5. Las aventuras de

Pinocho, de Carlo Collodi.

6. La muerte de Artemio

Cruz, de Carlos Fuentes.

7. Poeta en Nueva York, de

Federico García Lorca.

8. El viejo y el mar, de

Ernest Hemingway.

9. Kim, de Rudyard

Kipling.

10. El Danubio, de Claudio

Magris.

AMOR, RABIA Y LITERATURA

Decirle adiós a un hombre“Ni siquiera tu rostro estampado en las

portadas de los diarios podía revivir el carnaval patiperro de tu inagotable fiesta. Por eso, al

nombrarte me cuesta tanto escribir nunca más”. Pedro Lemebel.

POR ILIANA HERNÁNDEZ

A llá en la periferia de los barrios restregados, miserables hasta de lágrimas, creció el escritor

crítico de su gobierno que al gritar su diferencia, daba cuenta de la de todos. Su obra no es com-placiente, no hay un final feliz, hay enfermedad, rechazo, desamor y muerte.

¿Cómo se le dice adiós a un ser que es denominado escritor gay, marica, homo-sexual en las portadas de los periódicos, resumiendo así el tinte de sus escritos? Le digo adiós a un hombre, porque le bastó el alfabeto occidental para denunciar y

ser congruente con sus creencias, arrojó luz sobre la miseria en que viven los marginales, pero no el reflector para que el público sintiera lástima por ellos, al contrario, como una burla de lo que la socie-dad se empeña en no ver, pero que forma parte de todos: las zonas rojas, las arterias vencidas de la ciudad que son basureros y hogar de seres obligados a vivir en cuevas, pienso en los hombres y mujeres que ha-bitan hoyos en la canalización del río Tijuana, ahí no hay luz que llegue.

Hay que leer a Lemebel pactando con su prosa, bajo el acuerdo de gozar, en-tristecernos y amar su desfile de personas que se niegan a ser personajes fáciles de borrar al cerrar el libro. Escribió crónicas de las familias que sobreviven en la delincuencia, prostitución, en barrios a los que el apoyo del estado no llega más que en las campañas políticas, junto con la brutalidad y el enajenamiento de los medios de comunicación. Latinoamérica herida.

Un rasgo distintivo de su na-rrativa es la acción, hay un cons-tante fluir en las historias, para lograr esto Lemebel usa, exprime y se ayuda de las palabras, sin importar su categoría gramatical, un verbo hará las veces de sustantivo o el sustantivo prestará su plasticidad, extenderá sus límites para convertirse en el verbo imposible. Con el autor se constata que el lenguaje evoluciona para describir realidades que nos so-brepasan, dolores que ya son inenarrables, porque necesitan de otras definiciones que poco tienen que ver con el vocabulario reducido que nos confina a la celda de lo acostumbrado.

Pedro Lemebel había estado luchando contra el sida, pero fue el cáncer de laringe lo que acabó por vencer su voz, mas no su escritura; el eco de la miseria

de las minorías chilenas, emparentada con las de otras tierras, está resuelto a permanecer en una obra cruda, ignorante de las buenas conciencias.

“En el momento de escribir, quizás de madrugada, despertando de una pesadilla, escribo como si le mandara una carta a algún destinatario posible o imaginario. El gesto mismo de escribir ya es una mano extendida hacia el lugar de la comunicación, no podría

negarlo. Es una mano o un puño extendido como arenga, como bofetada o caricia también. Es-cribo a partir de una música, de un verso o de un grafiti que leí o escuché en la calle, algo que me importa eso sí, por eso no escribo por encargo”, dice el au-tor en una entrevista cuando se le preguntó a quién le escribe; no añora ser recordado ni leído, no ambiciona la posteridad, que la gente haga lo que quiera con sus escritos, a fin de cuentas sa-be que hay un sitio para él en la

literatura trasgresora.“Les dejo estas letras en este último día de este míse-

ro y próspero año, el reloj sigue girando. No hace frío ni calor, y extiendo mi voz como un abrazo anticipado hacia ustedes. Los beso a todos, a quienes compar-tieron conmigo en alguna turbia noche. Nos vemos, dónde sea”, expresó el chileno en un sitio de Internet, más lleno de vida en sus últimas horas que miles de hombres que han simulado vivir en un espacio que se reduce para los diferentes, para lo que confiesan su diferencia pero hablan y escriben con más hombría extendiendo su mano a los olvidados.

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“Le digo adiós a un hombre,

porque le bastó el alfabeto

occidental para denunciar y ser congruente con sus creencias”

La semana pasada falleció Pedro Lemebel (1952-2015), estimable escritor chileno a quien Roberto Bolaño señaló como uno de los grandes poetas de su generación: “el más imaginativo, el más provocativo, el más valiente”

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Lemebel, con su característico pañuelo.