Palos de La Crítica-Todos Contra MartinezEstrada-Ch Ferrer

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  • 8/12/2019 Palos de La Crtica-Todos Contra MartinezEstrada-Ch Ferrer

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    Palos de la crtica

    Todos contra Martnez Estrada

    Christian Ferrer

    Facultad de Ciencias Sociales, UBA

    Me voy a referir a los escarceos de la crtica acontecidos en los aos siguientes al derro-

    camiento de Juan Domingo Pern. Son los aos de la as llamada Revolucin Libertadora.

    En el pas predominaban la alegra algo insensata de los adherentes al golpe de estado de

    septiembre de 1955 y la humillacin y el rencor entre los seguidores de Pern, que eran mu-chos. En verdad, se acababa de encender la larga mecha de la sangre y el odio, pero nadie

    pareci darse cuenta, casi todos los opositores se abonaron a la tesis de la excepcionalidad

    histrica del fenmeno peronista, al que dieron por difunto. En ese contexto, las tomas de

    posicin importaban mucho, particularmente entre escritores jvenes, de modo que las ideas

    se transformaron en armas arrojadizas. Entre otros temas, la cuestin del rol del intelectual

    fue especialmente debatida.

    Fue el momento en que los palos de la crtica se descargaron una y otra vez sobre Eze-

    quiel Martnez Estrada, cuya figura qued cristalizada, de all en ms, en la imagen de un

    hombre spero y desconcertante que se dedicaba a emitir profecas desagradables en tono

    tormentoso. Los numerosos artculos que Martnez Estrada public en esos aos muestranuna personalidad excesiva e intransigente: abundan la admonicin, la filpica y la jeremiada.

    Por momentos francotirador, por momentos predicador, por momentos abjurador, su pro-

    nstico anunciaba que, ms temprano que tarde, castigos terribles seran descargados sobre

    el pas. Pareca un perturbado que repeta una y otra vez que la Argentina y la verdad eran

    enemigos jurados. Pero esas declaraciones alienaron a Martnez Estrada de los hombres de

    su generacin y tampoco terminaron de convencer a los ms nuevos. A esa soledad la des-

    cribi el poeta Csar Fernndez Moreno: Los escritores maduros no queran pensar en l,

    porque l haba pensado demasiado heterodoxamente en ellos; los escritores jvenes, a su

    vez, estaban transidos por nuevas ortodoxias.

    Los primeros piedrazos le fueron arrojados por el grupo editor de la revista Contorno.

    Quines eran? Eran jvenes iracundos. Estaban descontentos, carecan de una causa pica

    a la cual entregarse y pretendan intervenir en la escena poltica manteniendo una dosis de

    autonoma con respecto a los partidos de izquierda. Adems, estaban enterados de las noveda-

    des europeas. Si eran algo, esos jvenes eran existencialistas. Para esa generacin, Martnez

    Estrada era un tema. En palabras de Ismael Vias: El de Martnez Estrada es un nombre

    que se dice con un cabeceo o se disputa como un mojn de lmites. El grupo haba descar-

    tado el liberalismo, el populismo, el marxismo de partido, el elitismo y el academicismo. El

    forjismo tampoco les serva de nutricin, pues la mayora de aquellos antiguos yrigoyenistas

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    haba devenido peronista. Por el mismo andarivel, las consignas que provenan de la poca de

    la Reforma Universitaria, a pesar de su reverdecer entre los estudiantes, eran noticias del ayer

    a las que consideraban agotadas o bien superadas. Ezequiel Martnez Estrada era una opcin.

    Despus de todo, el grupo contornista crea, al igual que l mismo, que los polticos argenti-

    nos reaparecidos al calor de la Revolucin Libertadora eran momias de dinastas fenecidas.

    En sus ajustes con la historia de la literatura argentina, los contornistas hicieron pasar aRoberto Arlt a primera fila, despreciaron la gratuidad de las ficciones de Jorge Luis Borges

    y desdearon la poltica cultural de la revista Sur. En cambio, Martnez Estrada era hueso al

    que haba que roer de modo distinto, en buena medida porque era el ms parecido a ellos y

    quizs por eso se ensaaron un poco con l. El dilema que les presentaba el viejo consista

    en que haba pensado de modo radical los mismos problemas que ellos queran dilucidar

    para su actualidad. Esos problemas se referan a la naturaleza social del pas, a lo valioso o lo

    meramente ornamental de la produccin literaria argentina y al tipo de trabajos prcticos

    que supone la asuncin de una conciencia poltica.

    A pesar de alguna que otra consideracin calurosa, Contornohizo fuego a discrecin

    sobre Martnez Estrada. Eso sucedi en el ao 1954. Carlos Correas lo descalific a ttulo de

    vomitador profesional; Ismael Vias cuestion la figura del hombre puro cuyas filpicas

    terminan por demonizar el orbe entero; David Vias critic al tipo de escritor encaramado

    en el cielorraso; Juan Jos Sebreli apel a un leitmotivexistencialista para clasificar la acti-

    tud de Martnez Estrada entre las pasiones intiles, y se ocup, de paso, de diferenciar el

    pesimismo relativo, que permite ser operativo en poltica, del pesimismo metafsico, que es

    obturador. Ismael Vias no se priv de criticar el escaso rigor con que Martnez Estrada

    manejaba categoras diversas y a sus jeremiadas apostrficas, que conducen, segn sus

    palabras, bien a una fcil denuncia permanente e inoperante, bien al deseo irresistible de

    ceder simplemente al juego del instinto, renunciando a todo laborioso esfuerzo de edificar.

    Es curioso que los contornistas pusieran tanto nfasis en cuestionar el denuncismo estril

    de Martnez Estrada pues a vocear denuncias se dedicaban ellos mismos. En todo caso, la

    promocin del compromiso poltico activo era consigna generacional ms que contrasea de

    carbonarios. Termin siendo un deber ser antes que un camino de accin. Martnez Estrada

    era el polo magntico del cual tenan que distanciarse por medio de una toma de posicin.

    Ese era el momento, pues una dcada ms tarde la obra de Martnez Estrada ya no suscita-

    ra adhesiones sino, ms bien, indiferencia. Pero, cmo centrar a un escritor excntrico,

    segn ellos mismos lo definan? Excntrico a su contorno. Y por cierto, nunca se imaginaron

    esos jvenes que pocos aos despus Martnez Estrada iba a terminar en Cuba, a cuyo rgi-

    men de gobierno tambin ellos admirarn.Con respecto a los jvenes, Martnez Estrada nunca respondi sus crticas. Una sola vez

    se refiri a ellos, en una carta a un corresponsal: Tampoco creo que me hubiera sido fcil

    dialogar con los jvenes que, segn me dicen, han resuelto un genocidio literario en masa.

    Inevitablemente, los retoos miden el grosor, la envergadura y el sombro de los robles an-

    tiguos, y conjeturan que el disfrute del lugar ya apropiado por los antecesores requiere, en

    caso de no optar por madurar a su sombra, de su desmoche o bien de su derribo: la jubilacin

    o el parricidio. Es la ley de la vida y es la regla en la lucha por la supervivencia de las especies

    literarias. Una nueva retrica literaria se instala cuando logra contagiarse entre los pares al

    tiempo que descoloca a lo ya conocido, que es impugnado por anticuado o por cmplice con

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    el estado de cosas en el mundo. Pero a pesar de ello, a Martnez Estrada lo sintieron prxi-

    mo, quizs por su talante, o porque hablaba de los problemas argentinos como si los tuviera

    tatuados en carne viva, o porque llevaba dcadas enhebrando, en su estilo spero y alambi-

    cado, experiencia de escritura y conciencia poltica, un nudo que sera artculo de fe de los

    intelectuales de la dcada de 1960.

    Pero los jvenes de Contornono fueron los nicos adversarios de Martnez Estrada. Quie-nes orillaban las cercanas ideolgicas del populismo y asimismo los que estaban remozando

    la corriente poltico-historiogrfica conocida como revisionismo histrico le dispararon

    a mansalva. Jorge Abelardo Ramos, un hombre algo desmesurado que haba brincado del

    anarquismo al trotskismo y luego a un sinfn de partidos polticos de poca monta, realizan-

    do en el medio una revalorizacin del fenmeno peronista, public en el ao 1954 Crisis y

    resurreccin de la literatura argentina, en el cual dedic varios captulos a demoler a Martnez

    Estrada. Desde el vamos, Ramos lo califica de inteligencia extranacional; luego lo trata

    de capitulante que ha sellado un compromiso con la oligarqua, y al fin lo considera una

    prueba concluyente del servilismo intelectual de un pas colonizado, y esto tan solo porque

    Martnez Estrada haba dicho que Guillermo Enrique Hudson, un criollo que escriba en

    lengua inglesa, era un escritor argentino; en fin, que las ideas de Martnez Estrada le pare-

    cieron a Ramos tachonadas por una deliberada confusin y en las que medraban erudicin

    inorgnica, balbuceo intelectual, pensamiento desarticulado y monstruosas analogas.

    El libro de Jorge Abelardo Ramos es contemporneo a los de otros escritores que, por medio

    de revistas, peridicos y casas editoriales afines, se proponan deslindar a la literatura con-

    cernida por la cuestin nacional de aquella otra que serva a intereses oligrquicos o im-

    perialistas. Era una tarea militante encarada machacona y agresivamente, aunque Martnez

    Estrada ya haba acometido antes esa misma tarea de desmitificacin, pero a su manera, es

    decir sin ilusiones. No obstante, dar cuenta de la influencia duradera de que disfrut Ramos

    sobre la izquierda nacional conduce menos a la senda de la crtica literaria que a la de la

    sociologa poltica.

    Otro refutador de Martnez Estrada, y uno que se volver muy influyente, fue Juan Jos

    Hernndez Arregui, quien se haba iniciado en el radicalismo antes de dejarse llevar por la

    marea peronista. En 1957 public Imperialismo y cultura, donde le achaca a Martnez Estrada

    no tener en cuenta la preeminencia de la historia por sobre la ontologa. Dice Hernndez

    Arregui: Para l el proceso histrico se resuelve en melancola de rabino. De inmediato,

    eleva el tono: Falsa historia y psicologa falsa, falsa metafsica y pensamiento falso. He aqu

    a Martnez Estrada, que transfiere a la Argentina sus propios estados depresivos y adorna la

    historia con excrementos. Hernndez Arregui no se priv de las florituras: le dice filso-fo espiritualista, petardista mental, escritor de frases glutinosas, usuario de una teora

    pansexualista trada por los cabellos. Para Hernndez Arregui, la inteligencia de Martnez

    Estrada estaba enteramente colonizada.

    En 1957, Arturo Jauretche, que haba dejado atrs un anarquismo lejano y un yrigoye-

    nismo ms prximo antes de unirse a la gesta peronista, cuestion a Martnez Estrada desde

    Montevideo, su lugar de exilio. En Los profetas del odio y la yapa, cuya tirada fue de 25.000

    ejemplares, Jauretche dice que Martnez Estrada abomina e injuria con ventilador y lleva

    precipitadamente a la conviccin de que esto es un estercolero. El mtodo al que recurre

    Jauretche es la seleccin de prrafos que le disgustan y a los que luego destroza con cachadas

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    criollas y mohines de desprecio. A Martnez Estrada le dice mozo payador, macaneador,

    alquitarada flor de tara; an ms, sugiere que Martnez Estrada aspira a una sociedad

    como la hind, con sus castas organizadas y donde la funcin del cipayaje es debidamente

    considerada. En definitiva, Jauretche dictamina incomprensin del pueblo e incompren-

    sin del sustrato econmico del problema argentino. Es curioso que Jauretche fuera incapaz

    de notar que su propia crtica a la intelligentzialocal y a sus instituciones y modismos no sedistingua excesivamente de la de Martnez Estrada.

    Otros eran decididamente marxistas, y entre ellos Martnez Estrada no cosech lisonjas.

    Cuadernos de Cultura, la revista de ideas del Partido Comunista, public en 1957 un artculo

    de refutacin. All se dice que Martnez Estrada es un rabdomante que practica el deter-

    minismo telrico, que sus respuestas son insuficientes, imprecisas y vaporosas, y que es

    lastimosa la coincidencia de su actitud con la de turbios crculos reaccionarios. Haba otra

    gente de izquierda, esperanzada en la renovacin del marxismo. Significativo fue el descarte

    propagado por un novel crtico literario del Partido Comunista, Juan Carlos Portantiero,

    quien ms adelante llegara ser un eminente socilogo, pero que, a comienzos de la dcada

    de 1960, an adscriba a la esttica del realismo. Portantiero rechaza, de las ideas de Mart-

    nez Estrada, su romanticismo reaccionario, es decir su irracionalismo. Y por no faltar nadie,

    tampoco falt Liborio Justo, alias Lobodn Garra, alias Quebracho: Martnez Estrada

    quera encarar un anlisis clnico de la sociedad con procedimientos de curandero, es decir,

    sin mtodo marxista. Y agreg algo ms: No tena cultura bsica ni un sistema coherente

    de pensamiento. Con ello quera decir que Martnez Estrada no era sistemtico y que su

    entendimiento era el del autodidacta, lo cual es rigurosamente cierto, puesto que careca de

    voluntad de sistema.

    La ms conocida e influyente refutacin de Martnez Estrada provino de Juan Jos Se-

    breli, un contornista que en 1960 public un librito de intencin desbaratadora titulado

    Una rebelin intil. Si bien Sebreli acepta que el valor de Martnez Estrada radica en su actitud

    de denuncia, luego lo desvaloriza, pues, segn dice, esa actitud no tendra por objetivo mo-

    dificar el mundo sino simplemente salvar la cara, por cierto un agravio insensato y sectario,

    tanto como suponer que Martnez Estrada, al no estar con ninguno de los bandos en pugna,

    se hace defensor del statu quo. Adems, Sebreli acusa a Martnez Estrada no solo de no ser

    marxista: sino incluso, de todo lo contrario. Dice: Martnez Estrada juega un rol reaccio-

    nario dentro de nuestra conciencia histrica. Y despus sigue reiterando un repertorio de

    lugares comunes: intuicionismo mstico, teora irracionalista, pesimismo telrico, con-

    templacin pasiva, fatalismo spengleriano, oposicin ineficaz, y as sucesivamente.

    Sebreli le concede un mrito a Martnez Estrada, el de haber llamado la atencin de sugeneracin, y un demrito, el de condenarla a la ineficacia de la protesta. Pero, mayormente,

    le arroja un confettide descalificaciones: romanticismo intil, rebelin permitida y contro-

    lada, posicin ilusoria y abstracta de la pequea-burguesa intelectual, colaboracin con

    las instituciones de derecha como consecuencia de su ideologa objetivamente reaccionaria.

    Y mucho ms an, pues cree que la oligarqua lo aplaude y lo corona con laureles de oro.

    Por cierto, la institucin de derecha a que se refiere Sebreli era la revista Sur. Ocurre que en

    aquel tiempo, Sebreli era marxista. La identificacin poltica de Martnez Estrada le presenta

    a Sebreli un problema: a veces lo considera un burgus liberal o un anarquista, y otras veces

    dice que sus bases de pensamiento son las mismas que las del fascismo. Tambin dir Sebreli

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    que el anarquismo de Martnez Estrada era espiritual y aristocrtico, sin conexin poltica.

    Pero esto no es cierto; era, s, el anarquismo de un hombre solitario, pero ms parecido a un

    hlito de rabia que a una pose intelectual. Por cierto, en su libro, Juan Jos Sebreli lanz el

    siguiente anuncio: Una seria metodologa sociolgica ha desplazado al intuitivismo lrico de

    Martnez Estrada. Irnicamente, los socilogos universitarios del momento tambin despla-

    zaron a Sebreli del campo de los estudios sociales sobre el pas, y entonces su hiptesis, comoun boomerang, prob ser ms veraz en su propio caso que en el de su objeto de desahucio.

    Pero los palazos no provinieron nicamente de manos populistas, nacionalistas y mar-

    xistas, sino tambin de las cercanas, particularmente de Jorge Luis Borges, y en este caso

    la manzana de la discordia fue el peronismo. Martnez Estrada no comparta la poltica de

    acoso a los peronistas llevada a cabo por el gobierno del general Aramburu. El panorama po-

    ltico, tal cual lo describa Martnez Estrada, necesariamente lo distanciaba de los escritores

    del frente liberal, ntidamente satisfechos con el nuevo estado de cosas. Haba otro motivo

    de discordia, que se derivaba de la progresiva animadversin de Martnez Estrada por la

    cultura de elite. Escribi por entonces: El bajo pueblo es soez, grosero, egosta, cruel, pero

    el otro, el de las elites y la intelligentziaes peor. Los males y defectos de uno son casi animales

    y propios de su condicin; los del otro son adquiridos, de su situacin, muchsimas veces

    adquiridos con primor.

    A comienzos de 1956, en Montevideo, Martnez Estrada hizo declaraciones pblicas en

    contra del gobierno de la Revolucin Libertadora. Jorge Luis Borges tom conocimiento

    de esas palabras y un par de meses despus, tambin en Montevideo, declar lo siguiente:

    Aramburu y Rojas podrn a veces estar equivocados pero nunca sern culpables. Por eso

    considero mala la actitud de Martnez Estrada, por ejemplo, que ha dado conferencias y ha

    hecho publicaciones que significan un elogio indirecto a Pern. Hay que considerar que

    Montevideo haba sido refugio de exiliados y conspiradores antiperonistas, y volva a serlo

    nuevamente, esta vez para los peronistas, puesto que la taba haba sido dada vuelta. Lo que

    se dijera all, a favor o en contra de Pern, iba a repercutir rpidamente en Buenos Aires.

    Martnez Estrada respondi a Borges un mes ms tarde, en el peridico Propsitos, dicindole

    turiferario a sueldo. Era un epteto agraviante, porque Borges haba asumido el cargo de

    Director de la Biblioteca Nacional. Borges contraatac, pertinaz y contundente, en la revista

    Sur: Dije en Montevideo, y ahora repito, que el rgimen de Pern era abominable, que la

    revolucin que lo derrib fue un acto de justicia y que el gobierno de esa revolucin merece

    la amistad y la gratitud de todos los argentinos. La respuesta culminaba con un pase de in-

    juria: Martnez Estrada es una especie de profeta, de sagrado energmeno. All finaliz el

    intercambio de golpes.La ruptura del frente liberal se hizo inevitable en tanto y en cuanto comenzaron a

    divergir los posicionamientos ante el gobierno de Aramburu como a discutirse el estatuto

    poltico y social del peronismo. De all en adelante las historias de izquierdistas y liberales se

    escindirn y las tensiones eclosionarn con ms fuerza todava a medida que en los aos si-

    guientes predominen otros modelos de compromiso poltico. Por su parte, Martnez Estrada

    se estaba despidiendo del tono y del tipo de activismo cultural que haban sido prominentes

    en el pas desde la cada de Yrigoyen, y de los cuales la elite liberal era su camarlengo. Pero

    la tercera posicin que, con respecto al peronismo, manifestaba Martnez Estrada suscitaba

    sentimientos encontrados entre sus amigos, incomprensin o desinters entre los peronistas

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    y malestar y enfado entre los adherentes a la Revolucin Libertadora, que nunca llegaron a

    entender que su propia mezquindad de miras lograra embarullar la escena poltica por un

    largo porvenir.

    En las ltimas dcadas, los cambios de opinin acerca de la obra de Martnez Estrada no

    prosperaron demasiado salvo en los sectores as llamados progresistas, que la revisitaron,

    solo por un rato, o bien la transformaron en objeto de estudio acadmico. El antiguo con-tornista David Vias ha sido el principal promotor de un cambio de lectura. Para Juan Jos

    Sebreli, un hombre que abjur de sus ideas de juventud, Martnez Estrada solamente cont

    como efmero entusiasmo. En cambio, sobre David Vias, Martnez Estrada siempre fue un

    peso referencial inevitable. En 1964, Vias explicit que, en otro tiempo, Martnez Estrada

    haba sido su padre intelectual. Pero treinta aos despus, en 1993, Vias reconoca que

    Martnez Estrada siempre haba estado fuera de lugar.

    Los contradictores de Martnez Estrada han ido desvanecindose uno tras otro. De algu-

    nos, ni siquiera recordamos sus nombres; de otras corrientes de opinin o de las consignas

    de ciertos partidos polticos otrora importantes sabemos ya que han quedado menguadas

    hasta su mnima expresin; y algunos autores que lo rechazaron y que en su tiempo fueron

    muy ledos y vendidos, a duras penas son publicados hoy o no son publicados en absoluto.

    Sera sencillo decir que esas crticas adolecan de paladar, pero eso no es cierto: era la crtica

    que se corresponda con el gusto de la poca. Por otra parte, la repercusin y el valor de esas

    crticas eran limitadas, de ndole hogarea, es decir que solo concernan a familias ideol-

    gicas o de cenculo. En fin, la dentellada de la crtica existe y el prestigio no es un parapeto

    defensivo eterno. Por otra parte, el doblez del aplauso es el pulgar dado vuelta en direccin

    al piso. Antes, la celebracin, despus, el repudio, pero es lo mismo.

    En sntesis, durante los cuatro aos que transcurrieron entre 1955 y 1959 mucho se

    habl de Martnez Estrada. Las recusaciones fueron variadas, pero la mayora unnimes en

    el rechazo, que se hizo ms notorio entre aquellos que buscaban solaz entre las certezas del

    momento y a los que la amargura desesperada de Martnez Estrada les resultaba incondu-

    cente. Por ejemplo, se dijo de l que era un resentido y un autor caprichoso. Se insisti

    en el carcter irracionalista de su pensamiento, y tambin en su psicologismo, categora

    que supona una acusacin complementaria, la de ser culturalista, el tipo de escritor que

    soslaya o minimiza las coacciones econmicas. Asimismo, se le cuestion su nihilismo, por

    escatimar soluciones a los problemas que pregonaba, y tambin se dijo que era pesimista,

    aunque otros le pincharon el marbete existencialista de alma bella. Se lo desestim por

    ejercer el ensayismo especulativo, una supuesta errata de la historia del pensamiento social

    a la que la sociologa cientfica del momento pretenda haber superado, y se le enrostr, nosin pedantera, su imprecisin conceptual, un supuesto dficit de formacin. Adems, se

    le acus de ser pro-imperialista y tambin liberal y de ser compaero de ruta de la oli-

    garqua y del comunismo a la vez, sin dejar de ser vituperado, adems, como individualista,

    anarquista de derecha y romntico. Al fin, sus propuestas de regeneracin moral del pas

    fueron desechadas como las llamadas patticas de un profeta energmeno o de un mesi-

    nico apocalptico.

    Cada cual deposit en Martnez Estrada decepciones distintas, y se dio forma a un

    monstruo confeccionado con retazos desiguales de liberalismo, comunismo, anarquismo,

    conservadurismo, castrismo, individualismo y telurismo. Lo cierto es que un contingente

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    numeroso de escritores de la poca, viejos o jvenes y liberales o marxistas, se sintieron lla-

    mados a polemizar con Martnez Estrada o bien a tomar posicin con respecto a su obra

    y a sus actitudes. Por qu invertir tanto empeo en ello? No tanto porque l fuera un autor

    reconocido ni tampoco por despuntar el vicio de la rencilla propio de los ambientes litera-

    rios sino porque en aquella poca Martnez Estrada segua siendo, y ya desde el tiempo en

    que haba publicado Radiografa de la Pampa, el mensajero de las malas noticias.

    Bibliografa

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    Sebreli, Juan Jos. Martnez Estrada. Una rebelin intil. Buenos Aires, Palestra, 1960.

    CV

    CHRISTIANFERRERESENSAYISTAYPROFESORDELAFACULTADDECIENCIASSOCIALESDELA

    UNIVERSIDADDEBUENOSAIRES. ESMIEMBRODELGRUPOEDITORDELASREVISTASELOJOMOCHOYARTEFACTO. PENSAMIENTOSSOBRELATCNICA.ESAUTORDEMALDEOJO. CRTICADELAVIOLENCIATCNICA; CABEZASDETORMENTA;LACURVAPORNOGRFICA;BARNBIZA. ELINMORALISTA; YLAMALA

    SUERTEDELOSANIMALES; YDELASCOMPILACIONESPROSAPLEBEYA. ENSAYOSDENSTORPERLONGHER;ELLENGUAJELIBERTARIO. ANTOLOGADELPENSAMIENTOANARQUISTACONTEMPORNEO; Y

    LRICASOCIALAMARGA. ESCRITOSINDITOSDEEZEQUIELMARTNEZESTRADA.