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F orges presenta, en uno de sus chistes, a un niño con una motosierra, cortando una pierna a un viandante. Este, le dice al padre de la criatura, que está leyendo pacíficamente el Financial Times: “¡Pero dígale algo!”. A lo que el padre tranquila y flemáticamen- te contesta: “¿Para qué se me traume? No, de ninguna manera”. En la cultura autoritaria del pasado ante tal disparate el papá o la mamá le pegaba dos tortas a su hijo. Lo cual no era ni educativo ni positivo. En la cul- tura permisiva actual, a veces, la reacción es la que ex- pone Forges, pero ¿usted quiere que mi hijo se frustre? Pues, no. Que haga lo que quiera. Así no se frustrará. Es evidente que no hay que frustrar al hijo para edu- carlo bien. Es evidente que no hay que buscar la frustra- ción, ni el sufrimiento para que tu hijo se fortalezca. Es evidente que la búsqueda del sufrimiento o de la frus- tración por sí misma produce resultados negativos, des- truye a las personas y las conduce gradualmente a la des- estima. La frustración o el sufrimiento es algo malo en sí. No hay que buscarlo o desearlo. Al contrario, hay que rechazarlo, evitarlo. No educa, destruye a las personas, no es el mejor camino para alcanzar la madurez. Sin embargo, es un disparate proteger en exceso a nues- tros hijos de las frustraciones que aparecen en la vida. La actitud hiperprotectora es mala. Boris Cyrulnik, neurop- siquiatra francés, en una entrevista al diario “El Mundo”, el 2 de diciembre de 2006, decía que “los niños superpro- tegidos caen en la depresión y se convierten en débiles. Los niños arropados, mimados, no superan las heridas de la vida. Carecen de seguridad en la medida en que nun- ca han sido expuestos al dolor, a la tristeza, al sufrimien- to. Privarlos de él es una manera de convertirlo en vulne- rables. Los niños protegidos viven en una prisión y son incapaces de afrontar las cosas por sí mismos. Sufren tan- tos daños como los abandonados. Y la culpa es de los pa- dres. Con su mejor intención tratan de arroparlos, pero consiguen un resultado exactamente opuesto”. No hay que presentarles como algo bueno la frustra- ción o el sufrimiento, pero hay que hacerles ver que am- bos caminan con nosotros a lo largo de la vida. Hay que aprender a asumirlos. Son molestos, pero bien orienta- dos son profundamente educativos. El gran peligro que tenemos los padres es la hiperprotección. Un niño pe- queño aprende a andar a base de culadas, es decir, de pequeñas frustraciones que poco a poco termina por su- perar y le llevan a caminar sin problemas. Hay que en- señarles a asumir los problemas desde pequeñitos. La fortaleza que es necesaria para afrontar la vida su- pone pasar por estas experiencias: humillaciones, acoso escolar, problemas con los hermanos o amigos, no dar- les todo lo que piden, disgustos en casa, problemas eco- nómicos familiares… Las personas maduran a través de experiencias dolorosas. Si no educamos para aceptarlas cuando se hacen presentes, el futuro personal es muy in- cierto. Favorecemos la creación de personalidades ende- bles, sin vertebración que se rompen ante el primer pro- blema que la vida les presenta. ¿No estará aquí, una de Padres / Hijos Papá-Mamá, ¿son positivas las frustraciones? 28 BS Junio de 2014

Papá-Mamá, ¿son positivas las frustraciones? F · 2020. 4. 24. · de la vida. Carecen de seguridad en la medida en que nun-ca han sido expuestos al dolor, a la tristeza, al sufrimien-to

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Forges presenta, en uno de sus chistes, a un niño con una motosierra, cortando una pierna a un viandante. Este, le dice al padre de la criatura,

que está leyendo pacíficamente el Financial Times: “¡Pero dígale algo!”. A lo que el padre tranquila y flemáticamen-te contesta: “¿Para qué se me traume? No, de ninguna manera”. En la cultura autoritaria del pasado ante tal disparate el papá o la mamá le pegaba dos tortas a su hijo. Lo cual no era ni educativo ni positivo. En la cul-tura permisiva actual, a veces, la reacción es la que ex-pone Forges, pero ¿usted quiere que mi hijo se frustre? Pues, no. Que haga lo que quiera. Así no se frustrará.

Es evidente que no hay que frustrar al hijo para edu-carlo bien. Es evidente que no hay que buscar la frustra-ción, ni el sufrimiento para que tu hijo se fortalezca. Es evidente que la búsqueda del sufrimiento o de la frus-tración por sí misma produce resultados negativos, des-truye a las personas y las conduce gradualmente a la des-estima. La frustración o el sufrimiento es algo malo en sí. No hay que buscarlo o desearlo. Al contrario, hay que rechazarlo, evitarlo. No educa, destruye a las personas, no es el mejor camino para alcanzar la madurez.

Sin embargo, es un disparate proteger en exceso a nues-tros hijos de las frustraciones que aparecen en la vida. La actitud hiperprotectora es mala. Boris Cyrulnik, neurop-siquiatra francés, en una entrevista al diario “El Mundo”,

el 2 de diciembre de 2006, decía que “los niños superpro-tegidos caen en la depresión y se convierten en débiles. Los niños arropados, mimados, no superan las heridas de la vida. Carecen de seguridad en la medida en que nun-ca han sido expuestos al dolor, a la tristeza, al sufrimien-to. Privarlos de él es una manera de convertirlo en vulne-rables. Los niños protegidos viven en una prisión y son incapaces de afrontar las cosas por sí mismos. Sufren tan-tos daños como los abandonados. Y la culpa es de los pa-dres. Con su mejor intención tratan de arroparlos, pero consiguen un resultado exactamente opuesto”.

No hay que presentarles como algo bueno la frustra-ción o el sufrimiento, pero hay que hacerles ver que am-bos caminan con nosotros a lo largo de la vida. Hay que aprender a asumirlos. Son molestos, pero bien orienta-dos son profundamente educativos. El gran peligro que tenemos los padres es la hiperprotección. Un niño pe-queño aprende a andar a base de culadas, es decir, de pequeñas frustraciones que poco a poco termina por su-perar y le llevan a caminar sin problemas. Hay que en-señarles a asumir los problemas desde pequeñitos.

La fortaleza que es necesaria para afrontar la vida su-pone pasar por estas experiencias: humillaciones, acoso escolar, problemas con los hermanos o amigos, no dar-les todo lo que piden, disgustos en casa, problemas eco-nómicos familiares… Las personas maduran a través de experiencias dolorosas. Si no educamos para aceptarlas cuando se hacen presentes, el futuro personal es muy in-cierto. Favorecemos la creación de personalidades ende-bles, sin vertebración que se rompen ante el primer pro-blema que la vida les presenta. ¿No estará aquí, una de

Padres / Hijos

Papá-Mamá, ¿son positivas las frustraciones?

28 • BS • Junio de 2014

Page 2: Papá-Mamá, ¿son positivas las frustraciones? F · 2020. 4. 24. · de la vida. Carecen de seguridad en la medida en que nun-ca han sido expuestos al dolor, a la tristeza, al sufrimien-to

las causas de las rupturas o separaciones matrimonia-les al poco tiempo de casarse? ¿No estará aquí la cau-sa de tantas depresiones? ¿No estará aquí la causa por la que muchas personas no son felices? Las personas con un alto nivel de tolerancia a la frustración afron-tan las situaciones adversas adecuadamente.

Entonces, ¿qué debemos hacer como padres? Pri-mero, no provocar el sufrimiento o la frustración ar-tificialmente. Segundo, cuando vienen, ayudarles a asumir esa dura realidad. Preguntaréis, ¿cómo? Pues, acompañándoles afectivamente, dándoles muchas ca-ricias psicológicas para que apoyados logren respon-sablemente vencer estas situaciones. Tercero, expli-cándoles desde la razón que por ser personas con límites nos vienen problemas en el campo de la salud, de las relaciones, del trabajo, de la convivencia… Lo cual es normal. Cuarto, ayudándoles a que sean ellos los que afronten el problema. Ayudar no equivale a resolver. Ellos tienen que ir consiguiendo su propia autonomía y afrontar con la madurez propia de su edad la situación. Cuarto, haciéndoles ver desde el Evangelio que también Jesús vivió situaciones muy duras y gracias a ellas logró lo que quería.

Este es el modo normal de caminar por la vida. El error, el dolor, las frustraciones, nos acompañan a lo largo de la vida. Una frustración puede llevarnos a hun-dirnos más o puede llevarnos al éxito. ¿Se puede apren-der de ellas? El fracaso, más que un mal, es un apren-dizaje. Einstein decía: “Una persona que nunca ha cometido un error nunca intenta nada nuevo”. El juez EmilioCalatayud, en su decálogo para maledu-car a los hijos dice: “Satisfaga todos sus deseos, apeti-tos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeri-dad podrían producirle frustra- ciones”. Y concluye: “Benditas las frustraciones que ayudan a ser perso- na a su hijo”. La frustración es des-agradable, pero es un aprendizaje que nos hace madurar.

i José Antonio San Martín

ESPIRITUALIDAD SALESIANA

He oído a un obispo español decir varias veces esta frase: “Los salesianos tienen una especial sensibilidad dioce-

sana; se nota que son hijos de un cura diocesano”.

La historia de Don Bosco muestra un rasgo típico de su espí-ritu: un gran amor a la Iglesia, centro de unidad de todos los que trabajan por difundir el Reino. Como Familia Salesiana es-tamos llamados a reconocer, vivir, agradecer y trasmitir esta riqueza: el sentido eclesial como característica de la espiri-tualidad salesiana.

Desde esta clave salesiana se pueden hacer algunos subrayados eclesiales que nos interpelan en estos momentos de la historia:

• Iglesia misterio que nos remite a la vida trinitaria: Dios Pa-dre que quiere la felicidad de todos; misión del Hijo, que se traduce en el amor; obra santificadora del Espíritu, fuente de agua viva.

La visión de la Iglesia como misterio se expresa, dentro del carisma salesiano, en la fórmula “místicos del espíritu” que podemos traducir en apertura humilde y confiada al corazón lleno de amor de nuestro Dios.

• Iglesia comunión es un tema central y fundamental en los documentos del Concilio Vaticano II. Se trata de la comu-nión con Dios y la comunión con todo el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Esa parte de la Iglesia que es la Familia Salesiana está lla-mada a vivir especialmente la “profecía de la fraternidad”. El ejemplo de Don Bosco nos impulsa a construir la unidad y la comunión entre todos los trabajadores de la viña del Señor.

• Iglesia misión. “Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar, enseñar…” (Pablo VI).

La misión, en la Familia Salesiana, da colorido concreto a toda su existencia. Estamos llamados en este momento a ser servidores de los jóvenes y de las clases populares: toda la vida, en la Familia Salesiana, está dedicada para ayudar a entender y experimentar la alegría de vivir siempre desde el Evangelio.

La espiritualidad heredada de Don Bosco es eminentemente eclesial. Nos sentimos llamados a ser, ni más ni menos, miem-bros vivos de la Iglesia aportando la riqueza del carisma salesia-no con el que el Espíritu Santo ha enriquecido a la Iglesia.

i Eusebio Martínez

Amor a la Iglesia

Junio de 2014 • BS • 29