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“Papá no va a llegar, porque está trabajando en el norteMemorias y epistolario de un preso político comunista y su familia en Chile ROLANDO ÁLVAREZ ARAYA

Papá no va a llegar porque está trabajando en el norte

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El origen de este libro se remonta al verano de 2011, cuando Rolando Álvarez Araya, luego de leer un nuevo texto sobre las experiencias de un preso político en los meses posteriores al golpe de Estado de 1973 en Chile, decidió que debía dejar en claro su propia experiencia. Algunos de sus cinco nietos habían crecido y conocían fragmentos de los derroteros de su abuelo en los campos de concentración de la dictadura. Por su parte, los más pequeños pronto estarían en edad de querer conocer la historia de su Tata. Según sus propias palabras, su deseo de que esta historia no se perdiera entre los retazos de la memoria familiar, lo decidió al fin a contar su versión de los hechos.

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  • Pap no va a llegar, porque est trabajando en el norte

    Memorias y epistolario de un preso poltico comunista y su familia

    en Chile

    Rolando lvaRez aRaya

  • Pap no va a llegar, porque est trabajando en el norte

    Memorias y epistolario de un preso poltico comunista

    y su familia en Chile.

    Autor: Rolando lvarez Araya

    Editora: Isadora Stuven Di Pede

    Registro de Propiedad intelectual: 222.205.

    I.S.B.N.: 978-956-351-536-7.

    Diseo de Portada: Manuel Olate Cspedes

    Diagramacin e Impresin: Grfica LOM

    Impreso en Santiago de Chile, noviembre de 2012

  • n 3 n

    ndice

    Palabras iniciales 5

    Prlogo 9

    Memorias de prisin 13

    Epistolario de prisin 83

    Carta a los hijos 155

    Fotos familiares 165

  • n 5 n

    Palabras iniciales

    El origen de este libro se remonta al verano de 2011, cuando Rolando lvarez Araya, luego de leer un nuevo texto sobre las experiencias de un preso poltico en los meses posteriores al golpe de Estado de 1973 en Chile, decidi que deba dejar en claro su propia experiencia. Algunos de sus cinco nietos haban crecido y conocan fragmentos de los derroteros de su abuelo en los campos de concentracin de la dictadura. Por su parte, los ms pequeos pronto estaran en edad de querer conocer la historia de su Tata. Segn sus propias palabras, su deseo de que esta historia no se perdiera entre los retazos de la memoria familiar, lo decidi al fin a contar su versin de los hechos.

    Este ejercicio, luego de 21 aos de terminada la dictadura, puede parecer algo alejado de todo dramatismo, ms an cuando ya son de sobra conocidas las atrocidades y atropellos cometidos contra los derechos humanos entre los aos 1973 y 1990. Sin embargo, para la familia lvarez Vallejos fue una decisin que

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    removi antiguas heridas. Durante los aos de dictadura, los hijos de Rolando lvarez Araya crecimos con el temor de contar, con la paranoia de la represin y con la conciencia del tab. No hablen de estas cosas en el colegio, fue una frase que los tres recordamos. Con la idea de proteger a su parentela, Rolando decidi no contar los detalles de su traumtica historia a sus hijos. Esta nunca fue tema de conversacin en las sobremesas familiares, salvo en contadas ocasiones. Siempre tuvimos dudas sobre la magnitud de lo ocurrido con nuestro padre, qu haba pasado en los temibles interrogatorios, cmo lo haba pasado nuestra madre... En este sentido, Rosa y Alejandra, las dos hijas mayores de Rolando lvarez, recuerdan claramente la gentica mentira piadosa que explicaba la ausencia paterna. Ante sus incesantes preguntas a su madre sobre dnde estaba, la respuesta fue el pap est trabajando en el Norte, pronto volver.

    Por este motivo, aunque parezca increble, nosotros, la familia de Rolando lvarez Araya, hemos terminado de conocer sus padecimientos post golpe de Estado mediante la elaboracin de este libro. Especie de sanacin y pago de una deuda pendiente, a la vez que legado para sus nietos, este texto termina de cerrar un largo ciclo en la historia personal tanto de nuestro padre como de su familia.

    De esta manera, el origen de este libro es eminentemente una cuestin familiar, gracias al cual nuestro querido viejo puede terminar de darnos el largo abrazo que tanto pens durante los eternos meses de su arbitraria detencin. Sin embargo, estamos concientes de su valor histrico, para que las nuevas generaciones de chilenos y chilenas no olviden los horrores que tambin forman parte del pasado de nuestro pas.

    Este libro se construy en base a una decena de entrevistas que Isadora Stuven Di Pede, egresada de antropologa, realiz a nuestro padre a lo largo del ao 2011. Ella tuvo el enorme

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    PalabRas iniciales

    mrito de ganarse su confianza y as ayudarlo a reconstruir sus

    recuerdos. Asimismo, entrevist en una ocasin a nuestra madre, Rosa Vallejos Guzmn, crucial testimonio para terminar de comprender lo ocurrido y que tambin est incluido en el texto. En base a este material, Isadora elabor un relato en primera persona, una historia de vida de Rolando, que de manera gil y certera, describe los sucesos que dieron forma a la experiencia en prisin de nuestro padre. En medio de la voz de Rolando, aparece, con otro tipo de letra, la voz de Rosa, quien cuenta cmo viva esos dolorosos meses. Queremos agradecer a Isadora por el excelente trabajo realizado.

    Una vez terminada esta parte, ocurri un hecho inusitado. Acicateada por las entrevistas de Isadora, Rosa se decidi a entregar a la familia (hijos y nietos) un preciado tesoro, guardado durante 37 aos. A modo de rumor familiar, nosotros sabamos que nuestra madre haba conservado el epistolario sostenido con Rolando durante sus meses como prisionero poltico. Sin embargo ninguno de nosotros nos habamos atrevido a leerlas, tal vez por pudor y tambin temor a conocer la magnitud de lo vivido durante aquel tiempo. Pero al fin, el ao 2011 se abri el

    bal de la memoria familiar y todos nos animamos a leer estas viejas cartas. A travs de ellas, pudimos comprobar algunas cosas. Lo primero, la fidelidad de los recuerdos de Rolando,

    cuyo testimonio coincida a la perfeccin con el contenido de las cartas que l haba escrito a fines de 1973 y 1974 y que no

    haba vuelto a leer. Lo segundo, pudimos comprender en una

    nueva dimensin todo lo ocurrido; cada uno de nosotros, sus hijos, metabolizamos de manera distinta lo que pas y en esta ocasin, tambin asimilamos personalmente la lectura de estas cartas.

    As, un texto que originalmente pretenda ser el testimonio de Rolando lvarez Araya en prisin, se convirti, a travs de su

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    epistolario con Rosa y nosotros, sus entonces pequeos hijos, en algo ms amplio: en la descripcin de un episodio fundamental en la historia de nuestra familia. Concientes que la nuestra fue una historia de muchos, decidimos que la compartiramos con todos quienes quisieran conocer lo que miles de chilenos y chilenas padecieron a partir del 11 de septiembre de 1973.

    Como siempre, muchas personas colaboraron en la elaboracin de este libro. Como familia, queremos reiterar nuestro agradecimiento al enorme y excelente trabajo de Isadora Stuven Di Pede. Su compromiso con este proyecto fue fundamental para lograr terminarlo. Queremos agradecer a la historiadora Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, que mediante el prlogo que redact para este libro, contextualiza el valor historiogrfico y

    poltico de estas memorias familiares. Tambin a Manuel Olate Cspedes, por el diseo de la portada del libro.

    La labor de transcripcin de las cartas la hicieron Zo Glvez

    lvarez (26 aos) e Imara lvarez Garrido (19 aos), las dos nietas mayores de Rolando. Los tres menores, Martn Alegra

    lvarez (10 aos), Rolando lvarez Riscal (9 aos) y Fernando lvarez Gajardo (5 aos), si bien no participaron directamente en la elaboracin del texto, fueron fundamentales para que su abuelo se decidiera a contar esta historia.

    Rosa, alejandRa y Rolando

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    Prlogo

    Quiz una de las cuestiones ms estremecedoras de una dictadura sea el que la vida sigue fluyendo, contina su curso, y, mientras muchos sufren la represin y el dolor, la vida sigue con sus amores, desafos de sobrevivencia y alegras. Ms an, los mismos afectados por la violencia, sus familias y los otros que son testigos mudos de lo que ocurre, deben seguir sus vidas y hasta ser felices. La dictadura militar pinochetista vivida

    por Chile durante diecisiete aos tiene ese doble rostro: el de la represin contra los partidarios de la derrotada Unidad Popular, como de cualquier oposicin, el del terror que envolvi a toda la sociedad y la desintegracin de los lazos sociales y de solidaridad mnimos. No obstante, tambin fueron los aos en que miles, partidarios y opositores al rgimen, se casaron, tuvieron hijos y vivieron momentos de gran felicidad e incluso algunos fueron completamente felices.

    El libro que est en sus manos, Pap no va a llegar, porque

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    est trabajando en el norte. Memoria y epistolario de un preso poltico comunista y su familia en Chile, es un vvido reflejo

    de ese claroscuro que significa vivir una dictadura, en este caso,

    la dictadura cvico-militar encabezada por el general Augusto Pinochet.

    Como muchos estudios han demostrado, el rgimen militar instalado en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973 se constituy en un Estado terrorista, que utiliz el aparato estatal para perseguir y aniquilar a la izquierda marxista, como a quienes se oponan activamente a la violacin de derechos humanos, imponiendo el terror, el cual se apoder de la vida de los chilenos. Como se sabe, la represin y el terror no constituyen el mismo fenmeno. En efecto, la primera es focalizada y se dirige a los militantes izquierdistas, dirigentes sociales, estudiantiles, pobladores, obreros y trabajadores en general, es decir, aquellos estrechamente comprometidos con el anterior gobierno y resistentes al nuevo rgimen; son aquellos que han sido definidos como el enemigo interno, antipatriotas, a

    quienes se niega su naturaleza humana, susceptibles, por tanto, de cualquier ultraje y violencia. Carecen de todo derecho. Son aquellos que nadie debe defender, parias sociales. El terror, en cambio, es una ola gigantesca que atrapa todo el cuerpo social, a partidarios, simpatizantes y opositores, pues sobre todos recaen las nuevas lgicas y normas de convivencia. Es la sociedad en su conjunto la que debe aprender un nuevo sistema de creencias, de valores, nuevas conductas y sociabilidades; la que debe privatizar su vida. Una nueva vida cotidiana surge bajo el poder de la espada, deshumanizando la vida.

    Rolando lvarez Araya fue parte de la represin, de los castigados, negados y definidos como enemigos. Su Memoria y el

    epistolario con su esposa son un vvido reflejo de esa nube negra

    que fue controlando a la sociedad chilena: detenido en su lugar

  • n 11 n

    PRlogo

    de trabajo el Hospital Barros Luco en medio del allanamiento

    realizado por la Fuerza Area de Chile, pero peor an, producto de la aparicin de un nuevo sujeto social, el delator, aquel que le sopla al odo al militar su militancia comunista y su compromiso con la Unidad Popular, lo acusa de ser extremista, bloqueando la libertad que recin le haban reconocido. El delator, el sopln, como se le denominaba en la jerga cotidiana que surgi tras el golpe, fue un actor central en la desarticulacin de los lazos sociales, de las confianzas interpersonales; uno de los

    encargados de instalar la desconfianza, el silencio y la distancia

    entre los chilenos. Don Rolando fue vctima de esos noveles valores sociales, aplaudidos y estimulados por las autoridades militares: la deslealtad, la traicin. Fue, igualmente, destinado a un campo de concentracin la oficina salitrera Chacabuco,

    cerca de la ciudad de Antofagasta, luego de pasar por la Fuerza Area y el Estadio Nacional, centros interinos de detencin y tortura. Toda esa experiencia buscaba destruirlo como persona, como ser humano. Contra todo intento, la vida en el campo de concentracin solo logr reforzar su humanidad, reconfirmar

    sus valores y defender la vida bajo fuertes cimientos. Consistente con sus cartas, su recuerdo del campo, del trato de los militares a cargo y la convivencia con los soldados solo comprueban que la represin no logr su objetivo y que tras esa dura prueba, un ser humano de mejor calidad sala de Chacabuco.

    Esta dimensin humanista en medio de la represin dictatorial se expresa, igualmente, en esa segunda faceta a que aluda en un comienzo, la de la vida fluyendo, del amor, el matrimonio, los

    hijos. La Memoria y especialmente el epistolario de este hermoso

    libro solo demuestran que bajo condiciones tan adversas, lo que emergi con ms fuerza fue el amor. A la pregunta de si es posible amar en dictadura?, Rosa y Rolando dan un testimonio vvido de una respuesta afirmativa. La desesperacin de Rosa

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    ante su ausencia, y el 21 de septiembre yo te esper...y no llegaste, no llegaste, fue llenada con la activacin por saber de su destino, yendo de un lugar a otro para obtener informacin, reunindose con militares, visitando constantemente la Oficina

    de Informaciones instalada en el ex Congreso Nacional; la asociacin con otras mujeres en su misma situacin, la lucha por la sobrevivencia; el cuidado y la proteccin de los hijos: Pap no va a llegar, porque est trabajando en el norte. Por eso, l la vio en el Estadio Nacional tan linda y tan valerosa. Rolando, por su parte, se sostena con el amor de ella expresado en las cartas y la sostena, a su vez, a ella, recalcando que estaba bien y que se concentrara en los nios. As, contrariamente a lo esperado y buscado por la dictadura, tambin los mejores valores pueden aparecer en una dictadura, los del amor y la solidaridad, el apoyo de aquellos que brindaron la ayuda en el momento requerido.

    Estimado/da lector/a, tiene Ud. la posibilidad de asomarse a la dictadura chilena en aquella doble dimensin: la ms inhumana, pero incapaz de derrotar a la humanidad y el amor. Es la historia de Rosa y Rolando, y de la familia lvarez Vallejos.

    VeRnica ValdiVia oRtiz de zRateUniVeRsidad diego PoRtales

  • Memorias de prisin

    Si me preguntis de dnde vengo, tengo que conversar

    con cosas rotas, con utensilios demasiado amargos,

    con grandes bestias a menudo podridas

    y con mi acongojado corazn.

    (Pablo neRUda,No Hay olvido en Residencia en la tieRRa)

  • n 15 n

    Tengo 71 aos, nac en 1939, cuando empezaba la Segunda Guerra Mundial. As como muchos lo han hecho, quiero contar, especialmente a mis hijos, todo lo que me pas, porque creo que es importante que sepan mi experiencia. Hasta ahora no he querido develar algunos hechos sucedidos, pero, hoy decid hacerlo, porque algn da los nietos tambin querrn saber y aqu estar mi versin.

    Estuve prisionero en varios campos de concentracin de la dictadura y debo decir que fue una experiencia terrible. Fui testigo de cosas monstruosas, no siempre narradas tal como sucedieron.... Yo tratar de no ser exagerado, no me siento un hroe de un pasaje histrico. Contar exactamente lo que me toc vivir, ni ms ni menos. Soy muy afortunado al haber sobrevivido y haber podido reconstruir mi vida y brindar a mi familia una vida venturosa.

  • n 17 n

    Mam, pap y mi crianza

    Soy el hermano mayor. Rolando Alberto Arturo, por mi padre, mi abuelo paterno y materno, respectivamente. Mi hermano que sigue es Osvaldo Enrique (nombre de dos tos), cientfico destacado de la Universidad de Chile. Finalmente

    est Mara Elvira, que lleva el nombre de mi abuela paterna y el de su madre y abuela. Ella es enfermera y vive en Argentina con su familia desde poco despus del golpe militar.

    Tengo excelentes recuerdos de mis padres, personas ntegras, cariosas, responsables, no fueron ricos, pero a nosotros nunca nos falt lo necesario, y al revs, nos dieron ms que uno y otro lujo. La familia de mi papito era de Osorno. Mi abuelo, Arturo

    lvarez de la Grande, era inmigrante de Espaa y lleg a Chile de Asturias, del norte de la pennsula, famosos por lo porfiados

    y peleadores. Tena una pequea fbrica de bebidas.

    Mi abuelita era Mara Koheler Bielefeld; tambin lleg a fines del siglo XIX desde Alemania. Mi padre fue el sptimo de

  • n 18 n

    n Rolando lvaRez aRaya n

    ocho hijos y ella se preocup que todos fueran educados como alemanes en la Deutsche Schule, convencidos de su pas, Deutsche Uber Alles, que los judos y los comunistas tambin eran seres despreciables. Mi mam era de Copiap. Su madre, Elvira Edelmira Serafina Figueroa Rencoret, era profesora de

    francs y junto a su hermana Mara Teresa, fueron famosas educadoras. Mi abuelo, Alberto Araya Sapiain, fue tambin famoso por ser jefe de la Estacin de Ferrocarril de Copiap a Caldera, el primer tren de Sudamrica. Su nica hija fue mi mam, Elvira Ins Araya Figueroa (Nen).

    Despus del fallecimiento de mis abuelos varones, ambas familias volvieron a Santiago. Rolando y Nen se conocieron en Macul (Los Fresnos 3240, hoy Gregorio de la Fuente), luego de

    un tiempo decidieron casarse el 15 de octubre de 1938 y yo nac a los 9 meses justos, el 13 de julio de 1939.

    Mi madre y abuela me educaron en la fe catlica y mi padre trat de ensearme alemn y aquello de Alemania sobre todos. De eso no qued nada, soy comunista, admiro a los soviticos y a los israelitas. Sin embargo, mis padres nos ensearon a ser justos, respetuosos de las ideas de la gente, religin y estado socio-econmico, ideas que comparto exactamente con mis dos hermanos.

    Mi pap y mi mam fueron muy buenas personas. Mi padre, como hijo de una alemana, creci creyendo que los alemanes eran lo mejor del mundo, y como cosa secundaria, que los judos y los comunistas eran unos hijos de perra.

    Mi mam era del norte y era hija de profesor. Mi abuela materna fue muy famosa en Copiap y mi mam se cas con mi pap prcticamente contra la voluntad de los familiares de mi pap. Tuvieron tres hijos, yo soy el mayor de ellos y me cri absolutamente carente de ideas polticas, de ninguna manera. Lo

    ms que aprend, que los alemanes eran las mejores personas del

  • n 19 n

    MeMoRias de PRisin

    mundo y que sus enemigos eran mis enemigos, o sea, yo crec creyendo que los judos eran unas personas muy malas y que los comunistas ni pensar. Yo no s de dnde me viene a m el izquierdismo, no s cmo empez a nacer eso en m. Mi pap me ense la justicia, es decir, que todos, excepto los judos y los comunistas somos los mismos, que nos tenemos que respetar. Mi mam y mi abuela me ensearon a ser muy catlico y curiosamente yo aprend del catolicismo el no hacerle a los otros lo que no me gustara que me hicieran a m.

  • n 20 n

    n Rolando lvaRez aRaya n

    Mi formacin

    Con esa mentalidad, entr a la Escuela de Medicina. Ah, durante toda mi carrera fui un nio, porque entr a estudiar muy chico, a los quince aos estaba en primer ao de medicina. Yo era un nio hasta muy avanzada mi carrera. Me costaba entrar a la escuela con mi cara de nio chico. Mis compaeras nunca me vieron ms que como tal y no como un posible pololo.

    Durante toda la carrera, no tena ideas polticas de ninguna clase, pero tena esta gran sensibilidad con la gente pobre, sin que nadie me lo enseara. Cuando cumpl veintin aos y tuve que votar, curiosamente decid votar por una candidata a regidora que se llamaba Mara Maluenda, una famosa dirigente comunista. Vot por los comunistas con mucho susto, y me di cuenta que no me pas nada.

    En 1963 termin mi carrera y tuve que ir un mes al sur, a un pueblo que se llama Purranque, donde conoc a un compaero

  • n 21 n

    MeMoRias de PRisin

    de curso que era socialista, quien me habl de muchas cosas que me perturbaron. Cuando haca mi beca de ciruga en el hospital del Salvador, conoc al doctor Jenkins, que era traumatlogo y quien de alguna manera me hizo firmar unas listas de los

    mdicos allendistas. Yo firm y nuevamente no me pas nada.

    Y lleg el da de la eleccin presidencial y al no salir mi candidato, me dio mucha rabia, pero lo nico que pas fue mantener ms firme mi tendencia izquierdista1*. Entonces empec a cuestionarme como mdico, porque realmente ser mdico significaba enriquecerse, y curiosamente, varios incidentes me

    hicieron pensar diferente. Recuerdo que el ms importante fue una vez que iba a operar a una enferma que tena un tumor en la mama, entonces haba que hacer una biopsia rpida, y si era cncer, se sacaba todo el pecho. La operacin de la biopsia vala por

    ejemplo 1.000 pesos, pero la mastectoma costaba $60.000. Cuando lleg el informe de la biopsia, estbamos esperando el resultado [y al saber que fue negativo] la arsenalera dijo qu lstima. Eso me dej marcado, porque me di cuenta que para ella mutilar a una persona significaba ms plata. Ah me di cuenta que la plata era

    muy importante para la mayora de los mdicos.

    Posteriormente, mi profesor me pidi que siguiera apegado a l, para que me traspasara a los clientes, yo como ayudante. Entonces me di cuenta que el tipo quera que fuera su incondicional. En un momento dado me dijo, ya pos, tienes que preocuparte de hacer lo que tenemos planeado para que despus podamos seguir afuera, yo te doy pega pero t me haces el trabajo. Entonces, sencillamente me baj la furia y decid que nunca iba a tener consulta, que iba a ser un mdico funcionario y que solamente

    1* Se refiere a la eleccin presidencial de 1964, en donde Salvador Allende, candidato de la coalicin de izquierda llamada FRAP, fue derrotado por el candidato de la Democracia Cristiana Eduardo Frei Montalva.

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    me conformara con lo que me pagara el Estado, lo que cumpl hasta que me detuvieron.

    Apenas me recib, gan una beca que privilegiaba el estudiar, solo tena que dedicarme a estudiar y ah decid que no iba a usufructuar de la medicina privada. Lgicamente eso me enfrent

    a mi padre, porque l esperaba que yo fuera un brillante profesional y que ganara plata. Naturalmente, le fall, porque en los momentos que mi padre necesit plata, yo no tena. Pero ese es otro cuento.

    A los dos aos de profesin, decid que iba a ser un mdico funcionario y de ah en adelante, pas a ser una persona ms de izquierda. Pretend entregar mi quehacer a las personas de bajos recursos. Y, evidentemente, mis votos para los comunistas y para Allende se transform en una cosa slida, obvia. Ahora ya saba por qu tena ideales de izquierda, sin entender mucho lo que significaba el Partido Comunista. En todo caso, pens: yo quiero que este mundo cambie y me puse a leer algunas cosas, como por ejemplo sobre la Segunda Guerra Mundial, y me di cuenta que sta la haba peleado la Unin Sovitica prcticamente sola. Tambin que los comunistas entregaban el sueldo a los partidos y se reparta en partes que les correspondan a los obreros para mano de obra calificada. Me percat que no haba ningn

    comunista rico, que todos vivan de acuerdo a lo que pensaban. Eso me interes mucho, porque yo estaba acostumbrado a ver polticos que se decan de izquierda y tenan puro billete.

    De pronto conoc a una matrona y me gustaba. Yo trataba desesperadamente de enamorarla y no me daba boleto. Su pap era un militante comunista que lo haba pasado muy mal como preso poltico en el gobierno de Gonzlez Videla2*. Finalmente,

    2* Se refiere a Eugenio Vallejos Vallejos, militante comunista, ex gobernador de Chanco en tiempos de la presidencia de Gabriel Gonzlez Videla.

  • n 23 n

    MeMoRias de PRisin

    tres aos despus consegu enamorarla y me cas con ella. Y sigo enamorado de ella. De ah naci la idea en mi familia de que ella fue la que me dio las ideas polticas. No fue as, yo ya estaba corrompido, pero no hay caso, aunque no importa. Ella es una mujer muy sacrificada, algn da te puedo contar su historia,

    aunque me la ha contado a pedazos, pero su pap estuvo preso y pasaron unas pellejeras increbles durante parte de su niez. Despus estuvo conmigo y sigui pasando pellejeras, y posteriormente sufri con su hijo que hubo que sacarlo de fiscala militar por hacer rayados murales contra la dictadura

    para el plebiscito de 1988.

    Estuvo preso en la isla Quiriquina y relegado en la localidad de Putre, en el extremo norte de Chile. Ms tarde, fue integrante del Comit Central y la Comisin Poltica del Partido Comunista. Milit en la zona sur de Santiago, especialmente en el Comit Regional Sur, del cual fue su secretario poltico. Falleci tempranamente en noviembre de 1971.

  • n 24 n

    n Rolando lvaRez aRaya n

    Allende y sus grandes alamedas

    El ao 1964 estaba a punto de terminar mi beca y mi compromiso era que tena que irme a provincia por un perodo de dos aos. Me fui a Talca y all se pensaba que era un comunista ms. Despus, incluso, me hice militante comunista, me confesaba comunista y en provincia, siguiendo fiel a mis ideas, pensaba que ser comunista significaba no ser un

    burgus. Allende fue elegido en 1970 y yo ya estaba de vuelta en Santiago. Me cas en 1966 y ya tena dos niitas [para cuando gan Allende]. Me acuerdo que el da 4 de septiembre me fui al

    centro a celebrar. El discurso, Allende lo hizo en la FECH, un famoso discurso en que dijo algo as como vyanse a sus casas, duerman junto a sus hijos porque maana vamos a empezar a trabajar. Fue un discurso muy bonito, como todos los que dio Allende. Yo me acuerdo que le dije a mi seora: ahora es el momento de tener otro hijo, y justo naci mi hijo Rolando, nueve meses despus del cuatro de septiembre.

  • n 25 n

    MeMoRias de PRisin

    En ese momento me incorpor a la tarea de la Unidad Popular y me nombraron director de un consultorio en San Joaqun. Lo

    fui durante un ao y tuve que trabajar en cosas muy bonitas, como la campaa de vacunacin contra la polio, la enseanza de comer merluza... hasta se hizo jugo de merluza, croqueta y caldo de merluza se haca en el policlnico. Se hicieron campaas contra el alcoholismo. Posteriormente, la derecha comenz su campaa de desabastecimiento y su campaa del terror. Se erradic tambin la poliomielitis, una enfermedad infantil. Esto no se sabe mucho, pero pas.

  • n 26 n

    n Rolando lvaRez aRaya n

    La gran ausencia amenaza

    La situacin se puso cada vez peor, la izquierda lo haca muy mal, apareci la ultra izquierda, el presidente Allende deca vamos a nacionalizar las industrias que estn botadas, entonces lo que hacan, sencillamente, era expropiar todo, con justicia o sin justicia. La base ideolgica de izquierda

    se fue perdiendo. La Unidad Popular en la primera eleccin,

    para regidores, obtuvo una tremenda mayora. La izquierda

    fue lentamente disminuyendo ese apoyo, porque la gente de clase media empez a desinteresarse cuando vean desrdenes, indisciplina. Vino la huelga en octubre del ao 1972, en que se pararon los camioneros. Los mdicos y toda la gente de izquierda,

    luchando por el control que estaban perdiendo. Las cosas fueron

    cada vez peores, empezaron a haber grupos armados y la gente tena miedo.

    Vino el Tancazo, una rebelin militar el ao 1973. Trataron de atacar La Moneda, se resisti y el comandante en jefe par la

  • n 27 n

    MeMoRias de PRisin

    rebelin. Esto fue como tres o cuatro meses antes del golpe3*. Hubo una huelga terrible [contra Allende], los mdicos en huelga... nosotros trabajbamos mientras todos estaban en huelga, fue una cuestin terrible. El da del Tancazo, yo estaba operando cuando se produjo el movimiento de tropas. Ese da en la tarde nos juntamos para ver qu haba pasado, y ah supimos que estbamos solos, que el golpe iba a venir. Empezamos a organizar todos los planes, los mdicos tenan una tarea fundamental, porque [se supona que] iba a haber una guerra civil. Me di cuenta que las cosas estaban perdidas. Los mdicos bamos cada uno por

    su cuenta y as no bamos a llegar a ninguna parte. Esto era en el hospital Barros Luco. Pens que estbamos sonados, que lo mejor

    era hacerse a un lado. Mi destino estaba hecho. Muchos mdicos socialistas se apartaron de la U.P., pero yo dije no puedo retirarme, iba a caer con todos. Entonces ah yo penda de un puado que se deca que era de la U.P., pero a m me quedaban dudas que fuera as. Saba que a ellos no les iba a pasar nada. Aunque hubiera revolucin o no, mi puesto sera el Hospital Barros Luco, ah

    iba a atender a los heridos y probablemente la Unidad Popular se iba a replegar hacia el sur y en caso de guerra civil, no iba a poder estar con mi familia. Fui donde mi cuado y le cont lo que yo tema y le dije: por favor, mi casa de La Reina es conocida por casa de izquierdistas. Te ruego que cuando pasen las cosas, agarres a mi mujer y mis tres hijos y te los lleves a alguna parte para que no les pase nada. Yo era mdico de la posta y saba que en caso de guerra, no podra atender a mi familia. Mi cuado no me dijo nada, pero l iba a cumplir su palabra. Varios aos despus, estbamos juntos

    3* Se refiere al movimiento militar ocurrido el 29 de junio de 1973, cuando el Regimiento Blindados N 2, coludido con la ultraderecha, intent derrocar al gobierno. La resuelta actitud del Comandante en Jefe del Ejrcito, general Carlos Prats Gonzlez y una coyuntura adversa, hizo fracasar este conato golpista.

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    n Rolando lvaRez aRaya n

    celebrando algo, con varias copas de ms y me dijo que yo me haba mostrado irresponsable al abandonar a mi familia. Eso me doli tanto, porque yo todava crea que mi deber era estar como mdico del Partido antes que todo y me acuerdo que me cuestion muchsimo, llam a mis tres hijos y les pregunt si haba actuado muy equivocadamente. Entonces me dijeron que no. Pienso que realmente mis hijos piensan que no fue malo que haya asumido mi responsabilidad. Creo que no fui malo ni desleal con mi familia. A mi seora no le gustaba que fuera comunista, pero creo que en el fondo me entendi.

    El da del golpe de estado, en la posta quedamos aprisionados, sin poder salir un montn de mdicos, mdicos socialistas, mdicos fascistas, y quedamos trabajando en comn acuerdo, sin problemas. Al hospital llegaron las personas ms importantes del Ministerio Nacional de Salud. En la posta, solo quedamos los mdicos de posta. Despus, por el toque de queda, no podamos salir. Me qued en el hospital tres das trabajando y llegaron un montn de heridos a bala, incluso lleg una micro de carabineros heridos. De comn acuerdo, los mdicos de derecha los atendieron y nosotros atendimos a los pobladores. No hubo ningn problema en el hospital y ninguna intervencin militar. Atendimos as hasta el da 21 de septiembre, o sea prcticamente diez das despus del golpe. Me fui a mi casa al tercer da, con la idea de que me podra pasar algo. Saba que mi familia estaba bien en la casa de mi suegra. No saba qu es lo que iba a hacer. En un momento, pens presentarme en los carabineros, ya que pensaba por qu me iba a estar escondiendo. Afortunadamente nunca lo hice, porque un montn de gente lo hizo y hasta ah no ms llegaron. Me preocupaba una cosa: mi pap me haba regalado una pistola que yo tena inscrita y cuando tena quince aos, me regal un rifle que todava tengo. Por eso pensaba, lo tengo inscrito, as es que, si iban a dar a mi casa y encontraban las

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    pistolas, lo iba a pasar muy mal. Si las botaba al ro, me iban a ir a buscar porque haba botado las pistolas. Entonces no saba qu hacer. Eran armas de calibre 22 antiguo. Un doctor me ayud, el doctor Melleli.

    Aparentemente no te iban a perseguir por las ideas sino por los actos delictuales. Yo pens, no he matado a nadie, no tengo de qu preocuparme. El domingo 20 de septiembre sal con mis chiquillos a elevar volantines al campo, porque deca qu ms voy hacer, ya no se puede hacer nada. Se saba que estaban tomando presos. Yo me dediqu a elevar volantines y segu trabajando.

    Quiero recordar dos cosas. Una es sobre Mara Gonzlez Marchant, directora de colegio, alcaldesa, una persona muy respetada. Despus supe que era la mam de una doctora comunista, que incluso visit a mi seora cuando estaba preso, y antes de la Pascua, le llev juguetes y un poquitito de plata. Ella estaba libre y era la encargada de apoyar a los presos. Es importante, porque ella [la hija de Mara Gonzlez Marchant] era esposa a la vez de un espaol que se llamaba Carmelo Soria. El fue tomado preso por la DINA y asesinado. Los espaoles

    siguen buscando que metan presos a los asesinos. La otra cosa

    que quiero recordar es sobre un compaero de trabajo, en la posta del hospital Barros Luco. El da del allanamiento, el 21 de

    septiembre, yo haba llevado mi auto a arreglar en la maana. Le dije a este tipo que por favor, si me tomaban preso, fuera a

    buscar el auto y se lo llevara a mi seora. l nunca busc el auto, hasta que un mes despus mi mujer iba en la micro y de repente vio el auto en la calle y se baj y enfrent al mecnico que estaba manejando y le dijo oye, ese auto es del doctor lvarez, l le dijo que s, que no haba problema. Y as mi seora recuper el auto. Curiosamente, con ese mdico despus entr a trabajar hasta hace un mes atrs. Nunca me habl del auto. Fue un gran amigo y un gran compaero. Haba mucho miedo en ese tiempo.

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    El Barros Luco

    Yo era mdico de planta de la posta. Era un cargo que me haba ganado por concurso. Mi cargo estaba en la posta del hospital. Ah funcionbamos por turnos. Primer turno, de 08:30 a las 11 a.m. segundo turno, de 11 a.m. a las 13.30 p.m. Tercer turno, de 13.30 p.m. hasta las 16 hrs. Cuarto turno, desde las 16 a las 18.30 hrs. Quinto turno, desde las 18.30 hasta las 21 hrs. Y el ltimo, el turno de noche, desde las 21 hasta las 8 1/2 del da siguiente. Adems estaba el turno volante, que reemplazaba al turno que hizo noche. Nos tocaba hacer noche una vez a la semana. Cada turno estaba constituido por un jefe de turno, un ayudante primero, dos ayudantes segundo, un anestesista, un internista, un traumatlogo y dos dentistas. Adems exista un turno de da exclusivo, el llamado sector B, que solo funcionaba en las maanas y que operaba a pacientes de urgencia diferidos del turno de noche. Yo era ayudante segundo del primer turno y el ayudante primero era el doctor Melleli. Ah fue cuando nos

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    conocimos. Como el jefe de turno era bastante mayor, el que haca realmente el cargo era el doctor Melleli. Entonces, l se dio cuenta que era un buen cirujano y que era muy trabajador. Nos hicimos buenos amigos. l saba que yo era comunista... l era carabinero. Incluso a veces conversbamos de nuestras respectivas ideas polticas, pero siempre fuimos muy respetuosos. Esa fue la razn que nos hizo acercarnos. Yo respetaba sus ideas y l las mas. En la posta solo haba dos o tres mdicos de izquierda, nada ms. El hospital no fue allanado en primera instancia y por el contrario recibi a muchos mdicos de izquierda.

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    La detencin

    ...Estaba nerviosa, preocupada, porque saba lo que poda ocurrir, saba perfectamente.... y el da que caste, el veintiuno de septiembre, yo ya en esa poca no estaba trabajando, porque Rolito estaba muy chico, y no pude encontrar quin me lo cuidara. Por eso me tuve que retirar, haca ya casi ocho meses. Me haba perdido toda la chimuchina del ao anterior, que fue tremenda en el hospital.

    Y el veintiuno de septiembre yo te esper, hice todo en la casa, y t llegabas siempre a almorzar, y no llegaste y no llegaste, y nosotros no tenamos telfono y en ese tiempo no haba celular. As es que llam al hospital, y ah me dijeron que no me preocupara, que seguramente iban a tomarte algunos datos y te iban a llevar para la casa. Pero yo no les cre y llam a toda la familia, es que era algo que se vea venir. Al otro da nadie saba dnde estaban, despus averiguamos, no me acuerdo cmo, que estaban en el Estadio Nacional. Solo te vi una nica vez despus de eso, en el Estadio, cuando te trasladaron al barco. Yo me senta muy mal porque no saba lo tremendo que iba a ser esta situacin,

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    no sabamos que iban a matar gente, en ese momento no se saba nada, sino, hubiese sido mucho peor, no sabamos que corra peligro su vida, nada...

    Hasta que el da 21 de septiembre de 1973 llegu a trabajar a la posta como siempre y hubo un gran allanamiento por parte de la Fuerza Area. Los aviadores pusieron una mesita y haba dos

    uniformados con unos papeles y las personas pasaban su carn y verificaban si tenan antecedentes. Los que no tenan nada, los

    dejaban libres. A los otros los tomaban presos. Revisaron por todos lados buscando armas y gente. Entonces llegu a mostrar mi carn y me dijeron no, t no ests en la lista, y me dejaron libre... o sea, al lado de la gente que no iban a tomar detenida. En ese momento, un compaero de trabajo, un mdico, le dijo a un carabinero algo en el odo, entonces el carabinero sac un revlver, me lo puso en la cabeza y mi compaero me acus de ser extremista. Ese fue el primer traumatismo, porque me amenazaron con una pistola en la cabeza.

    La persona que me acus trabajaba en el hospital de El

    Pino, en San Bernardo. Tambin se qued trabajando en la posta, yo nunca le dije nada. Trat de entrar al Colegio Mdico, pero yo nunca me preocup de recriminarle, y l se hizo el tonto cuidadosamente. Es posible que algn da vuelva atrs nuevamente. Creo que dentro de todo, el nombre de quien me delat es importante tenerlo presente, se llama Csar Seisdedos. Ese seor era compaero de curso mo, cirujano. l tambin tena otro compaero de curso que se llamaba Ivn Seisdedos, que era otro mdico y este tipo cuando le pidi que realmente le ayudara, le dijo yo no tengo hermano, como diciendo que hicieran lo que quisieran con l.

    [Luego que me delataron] me llevaron adentro del hospital,

    donde estaban todos los malucos. En la sala haba como diez mdicos ms. Haba un teniente de carabineros que estaba

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    enfermo de odio y agarr una metralleta y quera que la tocramos, seguramente para que quedaran nuestras huellas digitales. Haba otro carabinero que deca que todo esto era una rutina, que no era importante y que nos iban a soltar en un rato. Que nos iban a interrogar y que nos bamos a ir a nuestras casas. Incluso les dijo a todos que podamos llamar a nuestras casas. Algunos giles cayeron y llamaron por telfono y claramente no fue as. Al rato, entr el otro carabinero, el teniente que andaba enfurecido, el que nos mostraba un arma rusa, un AK47, y nos deca que eso

    usbamos nosotros los extremistas y quera desesperadamente que la tocramos. El carabinero estaba enfurecido y alguien le pregunt por qu estaba as y l le respondi que el da 12 de septiembre atacaron a una micro de carabineros en la poblacin La Legua, le haban hecho una emboscada y mataron a tres

    carabineros. Parece que l tena algo que ver con esos carabineros heridos y quera matarnos a todos. Estaba fuera de s, porque [segn l] ramos todos extremistas y dijo que no los habamos atendido en la posta, lo cual no era cierto porque los mdicos que trabajan ah los atendieron y nosotros atendimos a la poblacin.

    Finalmente, nos agarraron a todos y nos subieron a una micro de la Fuerza Area (a las 12 del da) y de ah me llevaron al Instituto Politcnico de las Fuerzas Armadas. Ah nos pusieron de rodillas, con las manos en la nuca, esperando para ser interrogados. Empezaron a interrogar a las personas ms importantes, a m me toc a las doce de la noche. Estuvimos todo el da esperando que nos llamaran. En un momento dado, me dieron ganas de orinar. Estaba as desde la maana. Me acuerdo que ped permiso y un conscripto me tom, me vend los ojos y me dijo corre mierda! Y yo tuve que correr a oscuras para ir al bao, fue muy desagradable. A las doce de la noche me interrogaron. Me dijeron este seor no tiene nada, no est acusado de ninguna cosa. Yo todava era muy crdulo y pensaba ya, me

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    interrogaron tarde y seguramente me van a llevar a la casa, pero me dijeron ya, sin cargos, al Estadio Nacional. Y despus nos subieron a una micro para llevarnos al Estadio, en pleno toque de queda, a las doce de la noche.

    Qu les digo a mis hijos?

    A mis hijos les dije que el pap se iba a ir a trabajar en un hospital y punto, si el Rolo tena dos aos, la Alejandra iba a cumplir cinco aos en diciembre y era septiembre y la Rosita tena seis aos, estaba recin en primero bsico... despus la segu llevando yo a la escuela. Estuve con mi hermana y mi cuado los dos das de toque de queda, el 11 y 12 de septiembre completos. En esos das mis nios estuvieron con los de ella, que eran chicos tambin y no se dieron ni cuenta. El 13 volv a mi casa, el toque de queda era hasta las seis de la tarde y ya en diciembre era hasta las ocho de la tarde. Era verano y estaba claro, y ah acordamos con mi suegro que ellos se iban a ir a vivir a mi casa, porque ellos arrendaban en la Villa Macul y yo me vine a la casa de mis padres.

    Despus tuve que buscar trabajo. Hasta diciembre me pagaron tu sueldo; me daban un cheque a tu nombre, el primero fue a fines de

    septiembre. El Colegio Mdico no hizo nada, no protegi a ningn mdico. Llegu al Banco del Estado y le iba a explicar al cajero tu situacin, pero l me dijo que ningn problema y me lo cambi. Despus lo retir en tu lugar de trabajo con un poder que me enviaste. Encontr trabajo en un consultorio que atenda a empleados particulares, tena sede en varias comunas, era el Sermena, yo trabaj en la sede de calle dieciocho. Este desapareci despus porque FONASA se hizo cargo. Trabajaba de lunes a viernes, durante ocho horas. A veces atendamos partos particulares y mi mam se quedaba con mis hijos. Tambin en la casa estaba mi hermano, su esposa y sus hijos. Estbamos todos juntos y los nios lo pasaban muy bien con los primos.

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    El Estadio Nacional

    Somos cinco mil en esta pequea parte de la ciudad. Somos cinco mil. Cuntos seremos en total en las ciudades y en todo el pas?

    VctoR jaRa, ltima Poesa escRita en el estadio chile

    Finalmente nos trasladaron en una micro de la Fuerza Area y nos llevaron a la base area del Bosque, a la escuela Politcnica. Ah estuve desde las dos de la tarde hasta las dos de la maana, de rodillas, con las manos en la cabeza. Como contaba, me toc que me interrogaran a las doce de la noche. No tena ningn antecedente y pens que me iban a soltar a la noche, nunca imagin que me iban a decir ya, sin cargos, mndenlo al Estadio Nacional. Ah nos trasladaron una noche oscura. Iba con compaeros mdicos del hospital Barros Luco. En el traslado haba un oficial que les deca a las mujeres

    cmo las iban a interrogar, las torturas que les haran. Cuando llegamos al estadio, a las mujeres las llevaron al sector de la piscina y a nosotros a los camarines. Cuando llegamos, haba un sector de tierra entre unas graderas, donde haba unos hombres durmiendo, eran unos tipos que tenan el pelo cortado al rape, y alguien nos dijo que eran de La Legua. Pensamos que era

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    lumpen de la poblacin y que nos mezclaban con ellos como una manera de ofendernos. Al da siguiente, cuando sali el sol, vimos quines eran los que estaban acostados ah en la tierra: doctores del hospital Stero del Ro.

    ...Y ah empec a ir todos los das al Estadio. A veces me acompaaba mi cuado, mi cuada y otras personas. Pasbamos horas y horas esperando alguna novedad, esperando un milagro, que pudieras salir libre... a mandarte cosas. Incluso mand una carta a la Intendencia para hacer una apelacin, pero ridculo. Me la contestaron que no ha lugar por el estado de guerra. Afuera estaba lleno de mujeres, de nios, de hombres. Desde la calle, por la entrada de Pedro de Valdivia con Grecia, se vean a todas las mujeres detenidas. Estaban en los jardines. Los hombres no se vean, estaban ms adentro del Estadio.

    Te dejbamos siempre cosas, pero no sabamos si te llegaban. Recuerdo que una vez un militar que estaba adentro, arriba de un tanque, era un jefe, nos dijo a todos qudense tranquilos, que sus familiares estn bien, tienen colchonetas, frazadas, tienen de todo, yo les mand una frazada y nos quedamos todos mucho ms tranquilos. Despus me dijiste que no te haban entregado nada...

    En el Estadio Nacional nos vimos cuando supimos que te iban a trasladar. Ah, despus de hacer una cola, pas al interior del estadio. T estabas en la gradera esperndome, pero detrs de una reja que no nos permiti darnos un abrazo o un beso. Solo nos pudimos tocar las puntas de los dedos a travs de la reja. Le pas una maleta con ropa, con libros, a un milico para que te la diera. Estbamos vigilados por jvenes milicos con metralleta a punto de disparar. En ese tiempo t eras un hombre sano, joven... me decas que todo iba a estar bien... Cuando nos encontramos fue tremendo, despus de tanto tiempo y estuvimos un ratito cortito, si haba una cola inmensa de gente que quera entrar. Solo alcanzaste casi a recibir la maleta que llevaba tu nombre y que los milicos revisaron.

    Al otro da nos pusieron en las graderas del estadio y nos sirvieron el desayuno, una tacita de caf con leche, muy rico

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    el caf. Ah vimos quines estbamos. ramos los doctores del hospital Barros Luco, mdicos del Stero, auxiliares, obreros,

    profesionales, de todo. Me hice amigo yunta de tres mdicos, uno que se llamaba Ral Daz Valds, el doctor Carmona y el doctor Vctor Hanna. Yo andaba trayendo un libro que se llamaba Circuitos elementales de los transistores, era un libro que me acompa a todos lados, era el nico que haba en el estadio! Leer eso era una de mis manas en ese tiempo. Ese libro lo quera

    leer todo el mundo y trataba de electrnica; la gente lo lea y me agradecan mucho. No deben haber entendido demasiado, adems, ese libro me sirvi como almohada. Posteriormente le dibuj un tablero de ajedrez, y jugbamos en l. Adems recogimos las cajetillas de cigarro y les dibuj las caras del naipe. Jugbamos a la brisca, a la escoba y a la canasta; jugamos con los naipes ingleses, todos los das. [En todo caso], los primeros das no hicimos nada.

    En una oportunidad se nos ocurri contarnos pelculas, era una buena idea. Yo empec, como tengo buena memoria, y las cont muy detalladamente. Despus nadie quiso contar ninguna pelcula, pero yo les cont varias pelculas y libros. [Ms tarde] En Chacabuco cont incluso la Segunda Guerra Mundial en fascculos que haba comprado, por eso la relat en captulos. Contbamos chistes, cuentos. Tambin cuando tenamos hambre, empezbamos a recordar las cosas que nos gustaba comer. Por ejemplo, que las mejores comidas estaban en la calle Po XII. Algunos quedaban espantados porque se les

    abra el apetito. Eso hacamos cuando nos sacaban a las graderas por las maanas. Al principio ramos hartos, haba gente en las tribunas, en muchas partes, gente de la Universidad Tcnica, de fbricas, de empresas. Despus nos pasaban al camarn, que era muy chico. Tena un pequeo bao con ducha, en un rinconcito, en ese espacio nos metieron a 120 personas para pasar la noche,

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    en el da nos sacaban a las graderas. Para poder entrar ponamos a los ms viejos pegados en la muralla, despus tenamos que meter las piernas entremedio de los otros, todo para poder caber. Haba gente que se dorma arriba de las repisas, donde se ponen los bolsos de los equipos.

    La noche era terrible, porque alguien se cambiaba de lado

    y todos se tenan que cambiar, porque era la nica manera de caber. Haba gente que se quejaba, lloraba, roncaba. Era bastante incmodo, pero nos acostumbramos, as estuvimos dos meses. Tratbamos de dormir como podamos. Los milicos una vez nos

    dijeron que tenamos que hacer una lista. Nosotros la hicimos con toda la gente que estaba en el camarn. Era para saber quines ramos, esto se transform en una costumbre, cada vez que nos cambiaban de locacin hacamos la misma lista, antes que nos dijeran algo.

    A poco andar, nos contaron que nos iban a interrogar, los interrogatorios se hacan en el veldromo. Estbamos convencidos que nos iban a soltar. Por parlantes, siempre llamaban a cierta gente y las listas se iniciaban con dos nombres: Gregorio Mimica Argote y Mximo Antonioletti. Los llamaban

    todos los das y no estaban en el Estadio. El primero haba sido fusilado el 12 de septiembre en la UTE. 4*

    Un da estaba de lo mejor cuando me llamaron al segundo piso, donde estaba el suboficial mayor y me dijo: Mara Cristina Escobar... Jara, agregu yo. Resulta que ella era una matrona muy amiga de mi esposa, que le haba pedido al suboficial (to

    de ella) que me contactara. Me pregunt qu es lo que yo haba

    4* Gregorio Mimica Argote era Presidente del Centro de Alumnos de Ingeniera Mecnica de la Universidad Tcnica del Estado, militante comunista y se encuentra desaparecido desde el 14 de septiembre de 1973.

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    hecho para estar ah. Le dije que no haba hecho nada... en fin, me

    comunic que mi seora y mis hijos estaban bien. Fue curiosa la manera en que l comprob que me conoca. Se despidi con un fuerte apretn de mano.

    Otro personaje importante en el Estadio fue el capelln, un cura de origen polaco que era capelln de una crcel. Era sper desagradable, nos hablaba para convencernos de ser catlicos. Siempre nos deca que ramos malos.

    Una vez fueron a cortar el pasto del Estadio para el partido de ftbol de Chile y la Unin Sovitica. Todos vimos cmo cortaron el pasto y nos reamos y aplaudamos cuando la mquina pasaba cerca del arco. Tambin veamos una fila de 200 personas que

    iban a ser interrogadas, se iban al veldromo.

    Despus de los interrogatorios, a algunos se los llevaban fuera, a otros los dejaban aislados y a otros los dejaban donde mismo, esos nos contaban cmo los haban interrogado, cmo les pegaron, cmo les aplicaron corriente, cmo les haban hecho simulacro de fusilamiento. Despus nosotros enfrentbamos los interrogatorios con un sabor agridulce.

    Finalmente, lleg el da de mi interrogatorio, cerca del 15 de octubre. Estaba en la fila, empec a caminar al veldromo

    y nos dejaron en las graderas hasta que nos llamaban por los parlantes del veldromo para pasar a los interrogatorios. Me llamaron finalmente, era en los baos. Me vendaron los ojos.

    Me dijeron que llevaba un carn falso. Me interrog un milico tambin y l me peg un par de combos. Eso fue todo lo que recib. Me interrogaron sobre mi pasado sindicalista, toda una red de cosas. Me preguntaron quines eran los que trabajaban en el hospital, si eran socialistas, comunistas, si los conoca. Yo me fui de negativa, y claro que los conoca. Me preguntaron si tal haba estudiado en Cuba, no s, responda yo. Me dijeron que firmara unos papeles. Aprend que no haba que preocuparse

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    mucho de lo que uno firmaba. Pregunt qu iba a pasar conmigo

    y me respondi un milico, no s si te voy a fusilar o si te voy a dejar preso. Tena miedo, porque no saba hasta qu punto haba hablado para perjudicar a otras personas. Finalmente, en esos interrogatorios, lo nico que buscaban era saber quines eran los integrantes de la Unidad Popular en el hospital y nada ms. Yo tena miedo que me preguntaran cosas como mi participacin en el Partido Comunista, por esto de los refugiados de guerra en los hospitales clandestinos. Pensaba que sobre eso me iban a interrogar, de lo que yo saba muchas cosas. El traslado, quines iban a ser los mdicos y quines eran las personas atendidas. Pero no me preguntaron nada de eso.

    Despus supimos que bamos a ser trasladados a un campo de concentracin, ramos unas setecientas personas.

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    En el Andalin, a travs del mar, part al norte

    Nos subimos al barco un da 11 de noviembre de 1973, en Valparaso. Del Estadio Nacional, 700 personas nos fuimos en una caravana de buses. Con ropa nueva que nos haban trado las mujeres, bamos bastante contentos. Salimos y en las calles de Santiago haba mucha gente que nos saludaba. En cada micro iban tres milicos y en la parte de atrs todas las maletas. Eran hartos milicos. Delante iba un vehculo blindado, helicpteros volando y cada veinte metros, un milico. Nosotros creamos que bamos a ser vigilados por los marinos, la infantera de marina.

    Llegamos a Valparaso y la gente nos saludaba, una me salud

    as [hace un gesto con las manos, figurando un degollamiento].

    La gente saba a vista y paciencia que bamos vigilados, que nos

    trasladaban. Finalmente, llegamos al muelle Barn, donde estaba anclado el buque Andalin. No nos explicaron por qu nos iban a trasladar, solo que nos bamos al norte, a una oficina salitrera.

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    Las visitas nos contaron, las que fueron al Estadio Nacional. El

    comandante nos haba dicho que nos bamos a Chacabuco.

    Nos subimos al barco y nos contaron. ramos 700. Era un barco grande, que al lado de la cabina tena dos bodegas y una tercera bodega atrs. En esas bodegas, de todo el ancho del barco, se bajaban por unas escaleras en la pared. Ah bajamos y nos quedamos, por primera vez nos sentimos libres. Tenamos espacio all abajo. Arriba estaba lleno de milicos. Podamos juntarnos segn nuestras apetencias, en grupos de amigos. Arriba estaban los tres mil infantes de la marina, por primera vez ellos estaban armados con fusiles y bayonetas, los milicos no usaban bayonetas.

    El mejor lugar para no marearse era al medio, pero habamos conseguido pastillas de contrabando para el mareo. Haba unos tambores para hacer caca. En la noche se tenan que vaciar. Tres das viaj en ese barco. Nos daban comida, desayuno y un caf muy rico, realmente muy rico. Se deca que tena piedra lumbre, una cosa que daban para disminuir la libido. Dormamos en saco de dormir, no pasbamos fro, entre nosotros nos calentbamos. Cantbamos. Nos organizbamos, cada uno saba lo que tena que hacer. Tenamos todo pensado. Queramos hacer una biblioteca. Subimos a la parte de arriba del barco. Todo se vea muy bonito, fue como media hora, se vea el pueblo a lo lejos, unos delfines. Escuchbamos la radio de los marinos.

    El viaje concluy tranquilo despus de tres das, en Antofagasta. Era el 11 de noviembre de 1973 y ese da hubo toque de queda en la ciudad, mientras los peligrosos extremistas ramos trasladados al campamento.

    Fuimos transferidos a un tren que nos llev a 100 kilmetros al norte, luego a camiones, escoltados por tanques hasta la llegada a las canchas de futbol del campamento, donde nos

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    organizaron, separados por tres metros cada uno. Tuvimos que abrir las maletas para que las revisaran y apareci el capitn Santander, quien dijo: a ustedes les vamos a ensear a ser personas; les vamos a ensear quines son los verdaderos padres de la patria...

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    MeMoRias de PRisin

    Chacabuco, tierra sin lluvia

    Cuando el Congreso todava estaba en Santiago, nos juntbamos para buscar informacin, ah fue donde nos avisaron que te iban a llevar al norte. Cuando lleg la Navidad, entre los familiares de los detenidos, que ya nos conocamos un poco, nos pusimos de acuerdo y nos fuimos a Chacabuco. Yo me fui con la mam de un compaero tuyo, el que fue tu mejor amigo en el encierro, no recuerdo el nombre. T no sabas que yo iba. Me habas mandado una carta diciendo que mejor no fuera, que no era necesario, que ibas a estar bien, pero yo fui igual. Con la seora tomamos un bus y partimos. Viajamos veintids horas hasta Antofagasta, viajamos toda la noche y llegamos al otro da en la maana. Me qued en la casa de una colega matrona que no conoca, pero me hicieron todas las conexiones, me trataron muy bien. Saban que iba a visitarte. Llegu un da veintitrs y el veinticuatro era la visita. Nos juntamos a tal hora en la Plaza de Antofagasta y nos llevaron en un bus. Te llevaba otra maletita con ropa y el libro Cien aos de soledad. Cuando me abrieron la maleta, le pasaron el libro a un cura que revisaba todo

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    para que no fuera revolucionario. Pero no te gust el libro, te lo llev porque era un libro grueso. Nos revisaron enteras, nos llevaron a una parte, que me dijiste, era la iglesia. Haba un milico en cada esquina para que no hicieran nada los revolucionarios. Estbamos con la seora y nos juntamos los cuatro. La vea como una seora en ese tiempo, porque era muy canosa. Llevaba un queque, lo parti y compartimos. Fue muy poco lo que hablamos, no ms de media hora. Era la primera vez que nos podamos tocar desde septiembre y era el veinticuatro de diciembre. No s si estuvimos una hora o media hora, pero fue muy poco. Al poco rato nos llevaron de vuelta a Antofagasta. T estabas preocupado por los nios. Yo me qued ms tranquila porque te vea ms gordito, distinto a como estabas en el estadio. Aprovechamos el rato de estar juntitos, no te pregunt nada sobre los tratos.... y el milico parado ah. Yo perd el contacto con la mam de tu compaero, porque mi colega me llam y me dijo que me haba conseguido un pasaje en LAN Chile para Santiago, y me vine, porque era Navidad y quera estar con mis hijos. Me separ de la seora y no la vi nunca ms. Volv porque los nios me echaron de menos, la Alejandra era la ms sensible. Un adulto tolera mucho, pero no una nia de cinco aos, que se pone a llorar porque escucha un disco de Inti-Illimani que a ti te gustaba mucho. Ella estaba perfectamente consciente de lo que estaba pasando. El disco nunca ms lo pusimos, no podamos. Todos saban perfectamente por qu...

    El Rolito le meta la mano en el bolsillo de la camisa al to para sacarle su carnet de identidad y deca pap y se lo guardaba. l deca que su foto era el pap, a l tambin se le notaba cunto te echaba de menos... fue muy duro, muy duro. Ahora Alejandra me cuenta que me vea tan poco y que me echaba mucho de menos, que tena miedo de perderme a m tambin, porque cuando tena que atender partos particulares me quedaba muchas horas fuera. Por eso, cuando termin la visita me vine inmediatamente a estar con ellos. Pasamos una Navidad muy acompaados por mi madre, hermanos, la Nen, ta Villa, to Osvaldo y el Tata Rolando. Los nios recibieron regalos muy diversos, como un camioncito hecho por el Tata, muecas hechas por la ta Villa y la Nen, en fin, lo nico que falt fuiste t...

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    Haba redes para ayudar a la gente. Un da me acuerdo que lleg una colega con mercadera o tus compaeros de trabajo, que todos los meses juntaban una cantidad de plata y me la pasaban. Eso me ayud mucho los primeros meses, cuando no trabajaba, despus cuando encontr trabajo no me lleg ms.

    Todas las cartas que te envi las revisaban y tachaban frases. T siempre me contabas que estabas bien, pero psicolgicamente. Ah parti tu enfermedad, la hipertensin, la diabetes. Tuviste un fuerte estado de estrs, eso desencaden la diabetes.

    Nos empezaron a llamar por lista y nos formaron en grupos de nueve y nos metieron a las casas. Fuimos ubicados en cuatro pabellones, que estaban al borde de la reja, entre la puerta de entrada y el comedor. Las calles eran de tierra y polvorientas.

    Nos dijeron que tenamos un minuto para escoger un jefe de casa. Nadie quera ser, as que me ofrec. Eran diez casas. Cada una con 18 prisioneros, alojados en 3 camarotes de tres pisos en cada pieza, con piso de tierra. Contaba adems con un pequeo patio, una llave y al fondo, una cocina de barro. Despus, desde Valdivia, llegaron las colchonetas, pero yo fui el pelotudo, porque no alcanc a tener una, porque como era el jefe, senta que tena que dar el ejemplo. Estas casas haban sido el alojamiento de los antiguos obreros.

    Las casas del lado norte eran ms grandes, tenan piso de

    madera, haban sido las casas de los empleados y ms tarde constituiran el barrio cvico. Los soldados se entendan

    directamente con los jefes de casa. Las puertas y ventanas estaban

    cubiertas con sacos de arpillera. Rpidamente los reemplazamos por puertas y ventanas que conseguimos buscando entre las antiguas instalaciones.

    No era fcil convivir con 18 compaeros en un espacio tan pequeo. Haba diferentes costumbres, personalidades,

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    educacin, etc. Pronto los roces se hicieron insoportables y los militares permitieron que se ocuparan las casas desocupadas del lado norte. Algunos de nosotros consideramos impropio que hombres que repudiaban el clasismo, tuvieran una actitud como sta. En general, la mayora del campamento decidi quedarse junto a los compaeros que les toc. Entre ellos estuve yo, que decid acostumbrarme a varios, algunos de la poblacin La

    Legua. En mi casa haba economistas, locutores, profesores,

    campesinos, actores, zapateros, relojeros, obreros fabriles y otros. Hacamos campeonatos de brisca, escoba, canasta, ajedrez, dama.

    La diana sonaba a las 6 de la maana. El desayuno se serva

    en el comedor a las 7 A.M., nos daban un generoso caf con leche y un gran trozo de pan para todo el da. Cuando hablo de comedor, se pueden imaginar uno clsico, pero el nuestro era un espacio de 50 por 25 metros, con piso de tierra, sin paredes, cubierto con listones de madera, con espacios entre ellos. Las

    mesas eran para 30 personas y acomodaban a 36 comensales, es decir, los habitantes de dos casas. El que quera se levantaba solo, si no, no coma. Despus haba que lavar la loza, pero a la gente no le gustaba, pero nosotros, los mdicos, siempre tombamos esas tareas, siempre nos ofrecimos.

    A las 8 A.M. era la formacin en la cancha de ftbol, en cuyo extremo norte estaba la bandera. Nos formbamos haciendo un cuadro. Despus, debamos cantar la cancin nacional. En los primeros das solo con la primera estrofa y ms tarde con la ltima estrofa, los valientes soldados. En general cantbamos menos de la mitad, pero al llegar a la estrofa el asilo contra la opresin, gritbamos a todo pulmn. Cada cierto tiempo el teniente de turno se enojaba y nos haca cantar de nuevo. Para este acto, en cada esquina entraba un grupo de dos soldados con ametralladora 2.30. Se formaban listos para hacer fuego.

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    Despus de la cancin nacional, el teniente de seguridad se acercaba al primer grupo y el jefe de pabelln se asomaba, se presentaba, contaba y si haba enfermos o no. Cuando estaba lista la cuenta y se decan las noticias, quedbamos libres y se iban los milicos. Nosotros podamos irnos a las casas, a hacer juguetes. Quedbamos libres hasta la hora de almuerzo. Al principio los milicos andaban rondando armados hasta los dientes, despus ya andaban ms relajados.

    Las letrinas eran de un dimetro de 30 centmetros, ms

    o menos. Haba que limpiarlas. Los mdicos hicimos turnos

    al principio. Al frente estaban las duchas. Al medioda nos babamos, cada uno tena su jabn. Nunca barrimos las calles. En la casa donde yo estaba, haba un tipo que le daban muchas ganas de orinar en la noche y estaba estrictamente prohibido salir ms all de las ocho y media, por el toque de queda. Por eso, le hicimos un hoyo para que se levantara al bao en la noche.

    Nos dimos cuenta que bamos a tener cierta libertad. Dentro del campo no haba milicos, solo unas torres de vigilancia, seis torres con dos milicos con ametralladora. De hecho, nos dieron permiso para ir a conocer el campo. Nos dimos cuenta que en el campo haba como cien presos ms que haban llegado antes. No eran presos desconocidos, eran presos que haban quedado en el Estadio. Haban llegado en la noche. Ellos haban sido recibidos de peor manera. Los hicieron desnudar y trotar

    as. Al da siguiente nos dimos cuenta que los milicos queran tratarnos de forma individual, pero nosotros queramos que fuera de manera colectiva. Llamaron a cada jefe de casa y nos

    juntamos por pabelln. Lo llamaron el Consejo de Ancianos,

    conformado por el jefe mayor y los otros ancianos. Los milicos

    dieron esa posibilidad. El Consejo de Ancianos decidi al final tener una casa desocupada como su sede. Pusimos

    una mesa, un mantel y unas sillas alrededor. Discutamos

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    asuntos de cotidianidad, el barrer las calles, el ir a limpiar las letrinas. Nosotros, los mdicos, tenamos mucho inters que no se produjeran epidemias. Los milicos, cada vez que

    queran conversar con nosotros, iban primero al Consejo de Ancianos. Adentro no tenamos contacto con nuestros seres queridos. Tenamos un correo donde envibamos y recibamos cartas. Hacamos trabajo forzado.

    Hacamos juguetes de madera que se vendan en Antofagasta, ganbamos plata. No mucho, pero era algo de plata. Haba gente que tallaba el recinto de Chacabuco de lado. Y los milicos lo vendan, en Antofagasta, en Santiago. Los periodistas hacan un

    diario con las noticias del campamento.

    Tenamos una casa donde hacamos la Noche de los sbados, ah cantbamos. Estaba tambin ngel Parra, el hijo de Violeta Parra. Yo les peda que cantaran Sonata de un viejo amor y la cantaban siempre.

    A nosotros nos dijeron que bamos a ser interrogados en el norte por segunda vez. Pero llegamos en noviembre y nos interrogaron en enero, es decir, pasamos casi dos meses sin ser interrogados.

    Yo tena una mezcla de sentimientos de culpa, tema mucho por mi familia, mi mujer y mis tres hijos. El da del golpe militar saba que tena que dejar a mi familia porque mi puesto era trabajando en el hospital. No poda cuidarlos. Mi seora se traslad a la casa de mi suegra. Ella rpidamente haba vuelto a trabajar. Meses atrs le haba dicho que no trabajara por un tiempo, que se quedara con los nios, Rolando estaba chiquitito. Y as lo hizo. Despus tuvo que buscar trabajo, a mis hijos los cuidaba mi suegra. Tena tremendos sentimientos, porque mi mujer me haba dicho lo que me iba a pasar por militar en el Partido Comunista y por trabajar en el gobierno. Tena un tremendo sentimiento de culpa, porque eso le haba pasado a

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    su pap y porque no saba cmo mierda juntar plata para los chiquillos. No saba qu iba hacer cuando saliera de prisin.

    Despus de esto, vena la preocupacin por m y la principal era saber qu diablos poda pasarme. Tena muchos compaeros sueltos, me daba miedo lo que podan hablar, que me comprometieran a m o que me interrogaran y comprometer a mis compaeros si me torturaban. Haba muchos compaeros del hospital que dependan de m. Dorma bien, pero tena pesadillas, de estar preso, que no me iban a soltar, que vena mi familia y no encontraba el carn, que me hallaban la pistola que me haba regalado mi pap, esas cosas soaba. Otro pensamiento que tena era que las posibilidades que me mataran eran muy bajas. Ya no lo haban hecho... eso pensaba, que ya no me iban a matar. Estaba preso y dorma en una cama dura, pero estaba tranquilo porque ah no me iban a matar. Se saba que en Santiago estaban tomando presos y desaparecan, lo de la Caravana de la muerte5*.... qu ms me iba a pasar? Creo que todos queramos salir, algunos ms desesperados. Yo quera salir, pero seguro, sin que me jorobaran ms. Me preocupaba mucho qu iba a ser de mi futuro; haba rumores que me iban a impedir ejercer mi ttulo. Pens en ser jardinero, porque de seguro poda dedicarme tranquilamente a eso, sino, otra cosa iba a inventar.

    Pero despus vena la angustia, el temor, cundo me iban a soltar?, un ao?, dos aos?... y qu iba a hacer?, cmo iba a alimentar a mi familia?, cmo me iba a ganar la vida?

    5* Se refiere a la comitiva encabezada por el general de ejrcito Sergio Arellano Stark, que entre fines de octubre y principios de noviembre de 1973, recorri el pas en un helicptero del Ejrcito, cuyo resultado fue el asesinato de casi 80 personas. La actividad de la Caravana de la Muerte fue ordenada directamente por el general Pinochet y encubierta bajo el eufemismo de acelerar los procesos. En la prctica, fue una operacin de ejecucin sumaria de detenidos.

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    Echaba mucho de menos a mi familia, a mis cabros chicos. Me acuerdo de algo muy tardo, cuando me soltaron en el Estadio Chile. Nosotros sabamos que haba mucha gente que los soltaban, pero los agarraban en la salida y despus los desaparecan. Por eso, con un grupo de amigos que tambin salan, nos pusimos de acuerdo qu era lo que tenamos que hacer. Haba que salir y llamar por telfono para comunicarse con la familia, con serenidad y tranquilidad para decirles que nos haban soltado. Yo llam para mi casa y me contest mi hija Alejandra, que tena cinco aos: al, con quin hablo? Con Alejandra.... t ests hablando con tu pap, le digo, y me responde papito, vente luego, te echo mucho de menos aqu. Mi amigo me tuvo que recoger. Los echaba de menos terriblemente y me senta

    muy culpable de haberlos dejado solos. Tena miedo de que me mataran y los dejara hurfanos, o que me tuvieran preso muchos aos. Les escriba cartas y les contaba unos cuentitos. Trataba de

    contarles cosas para que no se olvidaran de m. Mi hijo menor tena dos aos.

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    Anecdotario chacabucano

    La guardia era muy buena. Cada quince das la cambiaban. Haba algunos tenientes que eran muy desagradables, como el famoso teniente Ananas. Algunos contaban chistes, cuentos, hablaban de Pinocho. Un da cambi la guardia, era el Regimiento Sptimo de Lnea, una guardia

    muy famosa. Usaban uniforme camuflado, una gorra que tena

    un velo atrs. Ese teniente entr a la formacin de la maana, en la cancha de ftbol, para contarnos. Una vez se dieron cuenta que no cantbamos la segunda estrofa y ese teniente nos mand al da domingo a cantar esa estrofa. Entonces, nos pusimos en marcha para cantarla. Lleg la maana que tenamos que cantar,

    podamos estar todo el da hasta que saliera bien, pero nos la hizo cantar tres veces y sali bien. Ese teniente una vez entr con un grupo de cincuenta soldados listos para disparar. Nos dijo aqu hay ametralladoras punto treinta, que tienen una capacidad de 1.200 disparos por minuto y tenemos fusiles ametralladoras que

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    tambin disparan rfagas... y ellos tienen orden de matarlos a todos si algunos de ustedes me tocan un pelo. El hombre tena realmente miedo y todos los das haca el mismo show. Al cabo de una semana, las cosas haban cambiado. l estaba en la casa de ngel Parra aprendiendo a tocar la flauta. Como a los diez das, el

    teniente nos dice que nos tiene una mala noticia: se haba decidido recibir a unos presos que venan de Concepcin, se pensaba que eran subversivos. Nos decan que tenamos que encerrarnos en nuestras casas, venan del estadio de Concepcin. Nosotros les queramos ofrecer una taza de caf y el teniente se sorprendi que nosotros tuviramos sentimientos tan agradables. Eran setenta y todos venan sin cargo, sin acusaciones. Cuando se tuvo que ir, el teniente se despidi de nosotros con un abrazo, despus que l pensaba que ramos unos hijos de perra. Nos prometi que cuando estuviramos libres, nos bamos a juntar a tomar unas cervezas. Segn la guardia que vena, bamos a tener unos buenos o malos quince das. El maltrato era psicolgico. Pero nunca se desaparecieron compaeros, ni se les dio muerte.

    En el campamento impartamos diversos temas educativos para aquellos que quisieran asistir. Desde alfabetizacin hasta algunos tpicos ms sofisticados, como por ejemplo, astronoma,

    historia, computacin, geografa, continuacin de la enseanza media para los ms jvenes. Esto no era muy del agrado de los militares, que mostraban el mismo complejo del general espaol Millan Astre, quien ocup militarmente la Universidad de Salamanca, donde enseaba Miguel de Unamuno, y al llegar dijo viva la muerte, abajo la inteligencia. Con frecuencia nos decan que la educacin que ellos reciban era de nivel universitario.

    Las clases de computacin fueron prohibidas con el pretexto

    que podan ser usadas para planear alguna conspiracin. Por otra parte, las clases de astronoma (que las haca yo, apoyado con instrumentos primitivos) fueron consideradas peligrosas, pues

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    podran servir como elementos de orientacin en una hipottica fuga por el desierto.

    Un da, casi recin llegados al campamento, fuimos convocados los mdicos, abogados, ingenieros, profesores, considerados la elite, a una reunin donde se present un oficial militar que declar

    ser el general Joaqun Lagos, Comandante de la Segunda Divisin

    de Ejrcito. Nos dijo que ramos considerados prisioneros de guerra y que, por lo tanto, seramos tratados segn la Convencin de Ginebra. A nosotros nos pareci bastante atemorizante esta calificacin. Lo que no sabamos era que el general y su divisin

    acababan de recibir la visita de la Caravana de la Muerte, que asesin a muchos prisioneros de guerra que estaban en otras zonas del pas. Ahora nos damos cuenta que su discurso significaba que

    no bamos a correr el mismo destino. Y as fue.

    El trato fue duro, pero soportable. La comida fue mala,

    pero suficiente. Tuvimos atencin mdica y dental prestada por

    mdicos militares. Las instalaciones eran espartanas, pero dignas.

    Los tanquesEn Chacabuco haba dos tanques, uno era un Sherman de la

    Segunda Guerra Mundial, con los achaques propios de la edad. Por ejemplo, una vez no quera encender el motor y aunque parezca increble, nos pidieron que saliramos a empujarlo. Fueron alrededor de trescientos hombres quienes lograron hacer partir al monstruo de treinta y dos toneladas, con gran algaraba nuestra y de los soldados.

    El otro blindado era un transporte de personal M-113, artillado con una impresionante ametralladora punto cincuenta, manejada por cinco amenazantes soldados con cascos encasquetados hasta las orejas. Este vehculo recorra todo el permetro de la reja. As fue como un da que yo caminaba al borde de la reja, desde el tanque me llaman y preguntan por un compaero, quien en ese

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    momento jugaba ftbol. Para mi sorpresa, me pidieron que le llevara un paquete con carne que le traan desde la ciudad y a m me regalaron una cajetilla de cigarrillos. Todo esto hecho a travs de la reja.

    La piscinaUn da encontramos un gran recipiente metlico de 10 por 4

    y 2 metros de profundidad. Pedimos permiso para habilitarlo y llenarlo con agua para usarlo como piscina. Felizmente obtuvimos ese permiso. Entre todos lo limpiamos y a la hora del calor nos juntbamos a su alrededor para refrescarnos y conversar. En una oportunidad descubr a dos baistas que no eran presos, sino soldados paramdicos que yo ubicaba del hospital de campaa y que aprovechaban la nica piscina del desierto.

    El estanque de aguaOtro episodio que mostr a los militares nuestra capacidad,

    y por qu no decirlo nuestra superioridad, fue la reparacin del estanque de agua. Ahora me asalta la duda si el agua era potable, ojal que lo haya sido. Resulta que la torre con el depsito de agua era alimentada por una caera y durante la noche se rebalsaba, formando un riachuelo en la tierra salitrosa. El comandante orden que un equipo de prisioneros hiciera una canaleta para as dirigir el agua del rebalse fuera del recinto. Se le contest que era ms fcil, eficiente y menos trabajoso instalarle una vlvula tipo

    silencioso al estanque. As se hizo y el problema se solucion.

    El generador elctricoEl campamento contaba con un generador elctrico disel

    para el alumbrado pblico, que inclua la electrificacin de

    la reja y los focos para las tareas de vigilancia. Era atendido por personal tcnico de INACAP, contratado en Antofagasta, adems contaban con un taller tcnico completo para trabajos

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    de carpintera, soldadura, mecnica y elctricos. Este equipo fue usado en tiempos normales para hacer docencia. Como el generador era pequeo, se permita el uso de luz solo hasta las nueve de la noche, despus deba apagarse para asegurar la electrificacin de la reja, los reflectores y la luz de los soldados.

    Al poco tiempo de estar instalados, se concedi permiso para conocer las antiguas instalaciones de la oficina salitrera. El

    profesor Mario Cspedes nos explic los procesos extractivos del salitre. Cuando los ingenieros prisioneros examinaron las antiguas maquinarias, descubrieron que haba un electro generador del ao 1920, de mucha potencia. Estimaron que ellos podan hacerlo funcionar, despus de las adecuadas reparaciones y limpieza, as aseguraran electricidad para toda la noche. Cost convencer al comandante, que no crea que fueran capaces de hacer andar estas ruinas prehistricas. A los pocos das empez a funcionar, pero como los funcionaros de INACAP no quisieron saber nada de esta reliquia, se tuvo que autorizar la salida de dos electricistas prisioneros, para salir del cercado y hacer el turno de noche y as atender el generador. Llevaban con ellos una

    estufa, caf, colchonetas y naipes. Lgicamente eran vigilados

    toda la noche por un soldado con fusil y casco. Muy luego el guardia fue incorporado al caf, competencia de brisca o escoba, y por supuesto le pusieron una colchoneta para descansar. Lo

    malo fue que lo sorprendi el jefe y se le amenaz hasta con fusilarlo. Se salv gracias a nuestros ruegos.

    Reparaciones variasEntre otras cosas, tambin se repar el antiguo horno de

    la panadera. Don Mario Cspedes limpi la plaza, reg los antiguos pimientos y tuvimos la satisfaccin de verlos revivir. Reparamos el antiguo teatro, lo limpiamos, pintamos y aqu fue donde nos encontramos con nuestros familiares en Navidad.

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    Nuestros carceleros se dieron cuenta que en vez de la chusma brutal, delictual y peligrosa, como nos consideraban, ramos un grupo de elite, de lo mejor que produca nuestra patria y creo que ms de alguno de ellos, se dio cuenta de la injusticia que se cometi con nosotros.

    El capitn ZabolaEl capitn Zabala se hizo famoso por sus dichos. Tanto que

    hasta sus propios compaeros le decan Capitn Zabola. Por ejemplo, deca que el desierto era caliente de da y fro de noche. Esta frase fue inmortalizada en una cancin que fue muy conocida en el show sabatino, aprovechando el doble sentido de la frase. En otra ocasin, para animarnos dijo que nosotros junto a los soldados bamos a trabajar como amigos hasta lograr reverdecer la pampa. Usaba un corte de pelo al rape, segn l, era lo mejor para el desierto y nos recomendaba que lo imitramos.

    El capitn SantanderUno de nuestros primeros carceleros fue el capitn Santander.

    Usaba una correa de cuero al hombro y se mora de ganas que le preguntramos para qu era. Un da no pudo ms y nos dijo que era una correa de tiro al blanco y que haba ganado un campeonato en Panam. Nos odiaba y nos advirti que si alguno intentaba fugarse, l se encargara de dispararle. La causa de

    su odio era por un problema que haba tenido con el estanco automotriz, un sistema para comprar automviles durante el gobierno de la U.P., y que segn l lo haban estafado.

    La banda de guerraComo preparacin para los festejos del 21 de mayo de 1974, se

    preparaba la banda de msica. Algunos vigas msicos, cuando hacan turnos de noche, llevaban sus trompetas y aprovechaban

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    de ensayar. Se generaban speros y folklricos dilogos con los que trataban de dormir. Se hizo famoso Filistoque, preso poltico con conocimientos de msica, quien fue comisionado para preparar el desfile y el encajonamiento, con el cargo de

    sargento, ttulo que le dio el oficial ante la tropa. Se cuenta que

    un da dirigi la banda marcialmente por la salida del campo y tuvieron que traerlo de vuelta desde la carretera panamericana, que corre paralela al campo.

    Los mdicosLlegamos siete mdicos desde Santiago, uno desde Valpara-

    so y tres desde Concepcin. Adems haba dos psiclogos, auxi-liares de enfermera, administrativos y un dentista. Organizamos un policlnico en una casa de tres piezas, la habilitamos para tres consultas individuales. Estaba ubicado frente a la reja, a pasos del hospital de campaa, que se comunicaba con el campamento a tra-vs de una puerta en la reja, junto a una de las torres de los vigas.

    Contamos con la cooperacin de todos los funcionarios. Al dentista se le permiti usar el equipo dental de los militares. Sus servicios no solo fueron solicitados por los prisioneros, sino que tambin por personal militar, a pesar que ellos contaban con uno. Se confeccionaron fichas y se establecieron horarios de atencin.

    Haba medicamentos bsicos entregados por la Cruz Roja y un auxiliar de farmacia estaba a cargo. En resumen, las necesidades mdicas de los presos no necesitaron al personal sanitario militar, salvo cuando fue necesario operar. De esta manera, el prestigio mdico de nuestro grupo fue reconocido por todos.

    El Dr. Mariano Requena fue el primer presidente del Consejo de Ancianos y enfrent con valor y habilidad los difciles primeros das, logrando finalmente el respeto de nuestros carceleros.

    Cuando recin llegamos nos notificaron que se nos inyectara

    una vacuna antitfica, la cual fue rechazada de plano por los

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    presos. La intervencin de los mdicos logr convencerlos que era

    una necesidad, como prevencin de epidemias. Las inyecciones

    seran administradas por nuestros auxiliares de enfermera y por los mdicos. Al da siguiente todos amanecimos con fiebre,

    algunos con mucha ms que otros. La mitad del campamento

    no se pudo levantar. Durante mucho tiempo nos hacan bromas a los mdicos por haber recomendado la vacuna. El personal militar fue vacunado por su personal y tambin presentaron cuadro febril.

    En una oportunidad operbamos a un soldado herido de bala, y de pronto, entr un capitn de tanques, reconocible por su boina roja, sin mascarilla y fumando. Yo administraba la anestesia con ter y oxgeno, ambos muy inflamables. Sin pensar

    grit ordenndole que saliera inmediatamente. Todava me acuerdo de la cara de sorpresa del capitn ante mi insolencia, antes que le advirtieran del riesgo de explosin.

    Recuerdo que oper a varios compaeros, y en una reuninalmuerzo en el ao 2008, uno de ellos me cont que yo lo haba operado de un cncer en una oreja en 1973.

    El conscripto baleadoEn enero de 1974, ocurri un incidente muy importante

    para las relaciones entre prisioneros y militares. Oscureca en la oficina salitrera y nos preparbamos para dormir, cuando

    de sbito escuchamos una balacera y como no sigui, no nos preocupamos. Al rato lleg un confuso mensaje hasta nuestra casa, ir de inmediato al hospital de campaa, el Dr. lvarez recibi un balazo. Intrigado, me dirig al hospital siguiendo las instrucciones para circular en toque de queda: andar despacio por el medio de la calle, con los brazos en alto y as no ser blanco de los vigas que estaban en las seis torres de vigilancia con focos y ametralladora punto treinta. Al llegar al hospital, los soldados

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    abrieron la reja y salimos los diez mdicos a reunirnos con el mdico militar. All estaban, adems de l, los paramdicos militares, oficiales y el Dr. Jenkin alrededor de un conscripto

    herido a bala en el trax. Qu haba pasado? Ocurri que una familia de turistas que pasaba por la carretera haba decidido entrar al campamento, pensando que era un pueblo (eran turistas brasileros). Esto provoc la balacera que habamos escuchado y que dej herido a un soldado.

    El herido fue llevado al hospital para ser atendido por el mdico militar (Dr. Amor), que se caracterizaba por su odio hacia los mdicos presos. Nos llamaba despectivamente los detenidos. Este mdico era gineclogo en Antofagasta y fue tal su incapacidad para atender al soldado herido, que el Teniente lo oblig a llamar al Dr. Jenkin, famoso por sus salidas a operar a Calama y Antofagasta. ste de inmediato dijo que necesitaba un anestesista y que ste solo poda ser el Dr. Rolando lvarez y un ayudante, el Dr. Danilo Bartuln. As fue como el Teniente hizo ir a todos los mdicos y el mensaje que lleg a mi casa, al ir pasando de casa en casa, lleg distorsionado.

    Yo rpidamente practiqu una desnudacin venosa, que el Dr. Amor trataba infructuosamente de hacer. En seguida induje la anestesia, comprobando y avisando de inmediato que solo haba oxgeno para diez minutos. El soldado estaba muy grave, en shock. La herida era muy grande, con entrada por el pecho y

    un horrendo orificio de salida, una herida similar a la que mat

    al Senador Jaime Guzmn. Yo pensaba con temor en mi incierto futuro, ante el fallecimiento inevitable del joven soldado al que daba anestesia.

    Cuando avis de la muerte, el mdico militar orden que salieran todos, excepto los doctores Jenkin, Bartuln y yo, para terminar el proceso de cerrar las heridas del fallecido. Al abandonar la sala, yo tema encontrarme con el enojo de los oficiales. Al

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    contrario, fuimos recibidos por un atento Comandante, que nos llev a un cuarto donde estaba el resto de nuestros colegas, abrigados con mantas, tomando caf con sndwich, atendidos por los soldados. El Comandante nos agradeci los esfuerzos por salvar la vida del conscripto y el espontneo ofrecimiento de los presos no mdicos para dar sangre. A la maana siguiente, el Comandante asisti a la formacin, lo que nunca haca, para repetir sus agradecimientos a todo el campamento.

    Las visitasHubo dos capellanes destinados al campamento durante un

    tiempo determinado. Uno perteneca a Carabineros y llegaba con uniforme. Era conocido como la yegua de las pampas, porque demostraba un sospechoso inters por los prisioneros de menor edad. Nos ofreci servir de mensajero para el Comit Pro-Paz de la Vicara. La verdad que nunca confiamos mucho en l. El

    otro capelln, de apellido Jorquera, del regimiento Sptimo de Lnea, fue ms cercano. En varias ocasiones almorz en el rancho

    de los prisioneros junto a nosotros, en las duras bancas y toscas mesas que llambamos comedor. En una ocasin nos cont sobre los muertos, vctimas de la Caravana de la muerte, y cmo l haba tenido que enfrentar a los familiares. En general, nos dej un buen recuerdo.

    Cuando nos visit el Cardenal Silva Henrquez, el capelln Jorquera lo acompa y asisti en la misa. Lo primero que visit

    el Cardenal fue la casa de Jos Vega. Este preso, pampino, haba trabajado aqu en 1940 y habitado esa casa. En el perodo de

    Gonzlez Videla sufri la represin y fue relegado a Pisagua. En 1973 fue tomado preso y relegado a Chacabuco. Lleg muy mal,

    busc la que haba sido su casa y se ahorc.

    El Cardenal, indiferente al suicidio, pecado mortal para los catlicos, realiz un responso en el lugar. Luego celebr

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    una misa para todo el campamento, que asisti en masa. Fue amenizada con una cancin de ngel Parra y cantada por el Conjunto Chacabuco. Al Comandante del campo le pareci altamente subversiva y provocadora la letra y pregunt de quin es la letra y le respondieron que era una transcripcin del Evangelio segn San Juan el Evangelista. El Cardenal nos trasmiti la solidaridad de la Iglesia, que representaba a los catlicos y a los presos recluidos aqu, y que rogaba a Dios por nuestra pronta libertad y que contramos con el apoyo del Comit Pro-Paz.

    Tambin nos visit el general Oscar Bonilla, Ministro del Interior de Pinochet. Aterriz en el campamento en el mismo helicptero en el que posteriormente sera asesinado por orden de Pinochet. Se mostr como un general muy duro y nos prometi que si le dbamos un golpe, l nos dara dos golpes. Se mostr como el prototipo del fascista.

    A fines de 1973, periodistas de El Mercurio hicieron un

    reportaje del campamento, mostrando una visin idlica de la vida diaria, con fotografas y narraciones que recordaban las que se instrumentaban en los campos de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. La mayora nos mantuvimos alejados de los reporteros.

    Tambin nos visit la Cruz Roja. Aquel da hubo buena comida y otras maniobras para reflejar que estbamos bien. Tambin nos

    mantuvimos alejados. Tampoco colaboramos con el grupo de cine, pensando que eran de la Alemania Occidental. Craso error, eran cineastas de la Repblica Democrtica Alemana, quienes hacan un documental recorriendo Chile de norte a sur6*.

    6* Se refiere a los realizadores alemanes Walter Heynowski y Gerhard Scheuman, quienes lograron engaar a la autoridad militar y grabar a los prisioneros dentro del campamento de Chacabuco. El documental se llama No fui, no soy, no ser.

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    En diciembre de 1973 ocurri algo muy serio en el campo. Se nos present una carta que debamos firmar, declarndonos

    arrepentidos de nuestras ideas, que habramos sido engaados por los lderes de la Unidad Popular y que solicitbamos clemencia. Unos pocos, muy pocos, quisieron firmar. La mayora