Papini, Giovanni - San Agustin

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    GI OVAN NI PAPINI

    SAN AGUSTNTRADUCCIN DEL ORIGINAL

    PORM. A. R A M O S DE Z A R R A G A

    Zdikoxa -Latino c^ftmxicana ,

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    Nihi l obsta t :DR. ABILIO RUIZ DE VAI-DIVIBLSOCens. eccles.

    I m p r i m a t u r :+ Jos MARIA

    Obispo Auxiliar y Vicario GeneralMadrid, 12 de febrero de 1953.

    Impreso en Mxico* Pr inte d in MxicoCopyr ight byEdi tora Lat ino Americana, S . A .

    P R L O G Oi

    Tenia yo, de nio, una ta muy buena y avispada, que,para dar una idea de lo mucho que estudiaba un hijosuyo, el cual apenas empegaba a luchar con los latines,exclamaba a menudo:- Escribe m s que San Agustn \Y ste es el nico, de los muchos dichos con que salpicaba su voluble charla, que ha quedado impreso en mimemoria. Aquel nombre de San Agustn se me clav enla mente, precisamente por entonces, cuando yo tambinempezaba a limpiar plumas y a ensuciar cuadernos, yno , ciertamente, para mis ejercicios de escuela. Y mi imaginacin comenz a trabajar sobre aquel santo que tantohaba escrito, que lleg a pasar al proverbio; vea yo, enel escenario de mi obediente fantasa, a un hombre encerrado en una, habitacin, rodeado de un sinnmero de libros, todos escritos por l, con montones de folios al ladoy rollos de pergaminos, y un portaplumas erizado de pun

    tos, semejante a un carcaj. Y, cuando, muchos aos despus, descubr en el estante de una biblioteca los oncevolmenes macizos de la edicin agustiniana de los M au-rinos, me di cuenta de que mi locuaz ta no se equivocaba.Algunos aos despus, vagando completamente solopor la Galera de los Oficios, me sent atrado por un cuadril o de Sandro Botticelli, en que un anciano, de blancabarba y vestido de rojo manto, conversa con un pequena la oria de un mar verde y translcido, cual el de

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    6 PRLOGOEl Nacimiento de Venus, El. anciano est un tanto inclinado h acia el pequeuelo, que arrodillado junto a un hoyotiene una especie de escudilla en la mano. Mir el cartelque estaba debajo del cuadro: era San Agustn, al cualel rapaz estaba confesando querer vaciar el mar. Aquelsingular coloquio entre la sagrada vejez y la ingenua niez, ante el inmenso mar claro y desierto, me agrad infinitamente, y cuantas veces volva a la Galera me parabadelante de aquel cuadro, nada clebre, segn creo, entrelas obras de Sandro.Por aquel entonces me toc encerrarme en una escuela que estaba en la calle de San Agustn, al otro lado delrio Amo. La escuela era, naturalmente, u n antiguo convento expropiado, y su iglesia haba sido transformada ensala de gimnasia. Y cuando yo trepaba por las prtigas(j qu quemazn en las manos!) , o esperaba en fila la vozde mando para tomar las paralelas al asalto, divisaba allarriba, en los elegantes frescos, a un barbudo canoso yuna mitra episcopal, que deban pertenecer, as fantaseabayo , al autor de las Confesiones.

    2Son stas reminiscencias infantiles que poco significan,pero que a mi se me muestran hoy como seales de mipredestinacin a escribir este libro.A San Agustn le conoc, a decir verdad, en mi yaavanzada juventud: un erudito universal no poda dejarde lado las celebrrimas Confesiones. Claro es que msme complacieron en ellas las cuestiones humanas que lasdivias; pjero aquel rom ntico escarbar en el propio nimo y aquella ardiente y trmula sinceridad me conquistaron. Puedo decir que, antes de volver a Cristo, San Agustn fu, con Pascal, el nico escritor cristiano que yo lecon admiracin no tan slo intelectual. Y cuando yo forcejeaba Por salir de los cubiles del orgullo y respirar eldivino aire del absoluto, San Agustn me prest inmensaayuda. Me pareca que existiese entre l y yo alguna semejan za; l, literato y aficiona do, a la palabra, y, com o

    PRLOGO 7yo tambin, inquieto buscador de filosofas y verdad, hasta sentir la tentacin del ocultismo; l, como yo, sensualy vido de fama. Me pareca a l, es claro, en lo peor;pero, de todos modos, la semejanza exista. Y me alentabael que hombre tal, tan cercano a mi en las debilidades,hubiese llegado a renacer y a rehacerse. He de advertirque el paralelo termina en que hoy me parezco a San Agustn como una hormiguita alada puede asemejarse a uncndor; pero, de un modo u otro, le debo gratitud grandsima: si una vez lo admir como escritor, hoy le quierocomo un hijo quiere su padre, le venero como un cristiano venera a su Santo.De esta deuda y de este amor quisiera que este librofuese prueba: inadecuada a la grandeza de su genio y ala fuerza de mi afecto, lo s, pero quiz no del todo intile indigna.Hace ya tiempo que pensaba escribir esta vida; pero,Ocupado en un trabajo que me pareca mucho ms importante, haba siempre diferido el hacerlo, aunque sin renunciar jams a ello, hasta que la voluntad me ha gan ado y obligado a cumplir mi voto.

    3Esta no es, como hoy se dice, una vida novelesca, estoes, ornada de fantasas aun verosmiles. He querido narrar a vida exterior e interior del gran africano con probasencillez, advirtiendo dnde- los hechos son ciertos y dn

    de son nicamente probables. No es esta vida, naturalmente, simple Parfrasis de las Confesiones, las que, a propsito, no llegan ms que a sus treinta y tres a%os, ni tampoco es una exposicin completa de su pensamiento, puespara tan slo dar una idea de su filosofa, o de su teologa,o de su mstica, seran necesarios volmenes mayores queste.He querido dar, ms bien, la "historia de un alma", yhasta las alusiones a su obra inmensa no son sino ensayos, necesarios para mejor iluminar su espritu y dar unaidea menos pobre de su grandeza. No soy telogo, y no

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    8 PRLOGOpodra internarm e, sin riesg o, en la floresta "espesa yviva" de su sistema; he escrito como artista y como cristiano, no como patrlogo o escolstico.No obstante, creo haya alguna novedad en mi obra, yde ciertas suposiciones mas he dado pruebas en las notasque van al final del libro, y que he aadido, no por lujode pedantera, sino por no parecer irreflexivo. No he ocultado ni velado culpa alguna del Agustn joven, com o hacenalgunos panegiristas de buena voluntad, pero de escasotacto, cuando pretenden reducir casi a nada la pecamino-sidad de los convertidos y de los santos, sin pensar queprecisamente en haber logrado surgir del fango hasta lasestrellas consiste toda su gloria y se manifiesta la potencia de la Gracia. Cuanto ms espesa fu la basura, tantoms grande es la luz en la altura.

    GIOVANNI P A P I N I .

    IE L N U M I D A

    Ante todo, Aurelio Agustn es nmida-africano. Ncomprende bien algunos aspectos de su alma quien nrecuerda su nacionalidad.El frica romana fu romana de nombre e imperiamente, mas no en el pueblo. Los colonos e inmigranteitalianos, aun despus de la derrota de Cartago, fuerosiempre escasos. Forma latina, la tomaron los nombrede los dioses y habitantes porque el latn era la lengude los seores y de los negocios; pero la gente de lohogares y de las calles sigui ms que nunca de sangrafricana. Y la lengua pnica se habl hasta el siglo viquiz hasta la invasin islmica.Agustn supo, seguramente, el pnico, que fu, juntal latn, la lengua de su infancia, y en sus obras se encuentran, de cuando en cuando, algunas palabras pnicas. Y una vez que alguien se burlaba de ciertas formabrbaras de los nombres indgenas, Agustn se levant defender el idioma de sus padres, diciendo que cuando unafricano hablaba con otro africano no deba sonrojarse dsu lengua, como no se avergonzaba de la t ierra en quhaba nacido.Y que en l hubo, aunque inconscientemente, algunsupervivencia de patriotismo africano, lo demostr, ya anciano, en la Ciudad de Dios, cuando, al tratar de las guerras pnicas, coloc a Cartago al nivel de Roma en podero y gloria, y escribi picamente y hta con ciertcomplacencia la victoriosa bajada de Anbal.

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    10 SAN A(AlSTNA pesar de esto, frica dio, a Roma idlatra, muchos desus ms famosos escritores, desde Terencio el cmico, hasta el mgico Apuleyo, y a Roma cristiana, muchos de susdoctores y de sus santos, desde San Cipriano hasta nuestro San Agustn. Este inmenso continente, que ha sidollamado brbaro y tenebroso, ha tenido una gran parte, yeminente, en la historia espiritual de la Humanidad. La

    luz no ha venido a Europa slo de Oriente, sino tambindel Sur. En frica se form la ms remota y duraderacivilizacin d e la tierra : en frica, una de las m s heroicas y frvidas Iglesias del Cristianismo joven. De frica vino la especulacin neoplatnica; de frica, las primeras pruebas d la vida monstica. Y as como laantigua Italia saci su hambre, en los tiempos imperiales, con el grano de Egipto, as toda la Cristiandad, enlos diez siglos de la Edad Media, se aliment con los pensamientos irradiados por el espritu rico, lcido y generoso de un africano de Tagaste.frica pareca a los viejos gegrafos misterioso cubilde leones y sierpes; ms tarde, fu para los europeos, erwjambre de corsarios, depsito de carne negra para el trabajo ; en nuestros tiempos, aprovisionamiento de algodn,goma y de carne negra para la metralla. Mas, para loscristianos, frica fu, y sigue siendo, la patria de AurelioAgust n.Fu descendiente de aquellos valientes nmidas, que,guiados por Yugurta, hicieron frente, por aos y aos, alpodero de Roma y al genio de Mario y de Sila. Y quizcuando Agustn escriba en los primeros libros de la Ciudad de Dios su acusacin contra el despiadado y vido fre

    nes conquistador de los romanos fermentaba en l, sindarse cuenta de ello, un tanto del rencor secular de susascendientes, diezmados, reducidos a siervos.El nombre de nmida no es, al parecer, sino la alteracin de nmada. Vencidos e inciviles, se detenan enlos arrabales y puertos, y algo de aquel, primitivo vagar ersbusca de fortuna y alimento qued en la sangre impetuosa de Agustn. Si personalmente no viaj muchosuitinerario fu entre Tagaste y Cassiciaco, mucho errcon su anhelante espritu. De Cicern a Manes, de Manes

    EL NMIDAa Carnades, de Carnades a Platn y Plotino, de Plotia San Ambrosio y San Pablo, quienes le condujeron, finmente, a la gruta y al alczar de Cristo.Los africanos tuvieron, durante toda la antigedad, fama, exageradamente verosmil, de ser inclinados ms lo corriente a la lujuria. Justino, por ejemplo, escribi Anbal que por su honestidad, aun en medio de tanesclavas y prisioneras, no pareca natural de frica. Y Agustn la inclinacin a la voluptuosidad carnal fu, dde su adolescencia, potentsima, y hasta en el mismo mmento de su transmutacin en cristiano surgi ante como uno de los mayores obstculos.Pero esta raza era tambin religiosa, y su religin, acuando grosera y feroz, era una mejor preparacin, pala plena inteligencia del Cristianismo, que la de los manos. Los nmidas haban adoptado la religin fenicesto es, asitica, y en ella haba algo profundamente dtinto del paganismo, a saber: la absoluta sumisin a lvoluntades divinase Para los romanos, la religin era uespecie de contrato jurdico estipulado entre los homby los dioses. Se celebraban ciertos ri tos: se pronunciabaa su debido tiempo, ciertas palabras,, y los dioses, en cabio, deban conceder, si eran honrados, aquellos benefica que se haban comprometido. Era siempre la primiticoncepcin de la magia, Segn la cual ciertos hombres peciales podan, con ceremonias adaptadas, violentar volun tad de las. fuerzas m isteriosas de la naturaleza obligar a los dioses. Los brujos salvajes haban llegadoser en Roma funcionarios pblicos y notarios sagradopero el principio era siempre el mismo. La religin pnicla de los ascendientes de Agustn, consista, en cambio, la obediencia, en la resignacin a la voluntad de Baquien, bajo el nombre de Saturno, haba ocupado el primpuesto entre los dioses ; un paso hacia el monotesmo. Peso, el Cristianismo, en que encontraban aquella humilconformidad con Dios mucho ms orgullosa que el orgulmago, fu pronto comprendido y seguido por los africnos. Y esta levadura pnica me parece hallarla en la idque Agustn se form de la absoluta primaca de la vluntad divina en su teora de. la Gracia. D ios lo pue

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    12 SAN AGUSTNtodo, hasta salvar a un pecador, mientras que el hombre,abandonado a s mismo, nada puede. En Pelagio, l vea,adems del error estoico, que era un resurgir de la soberbia ocultista y romana, cierta presuncin de un poderde la criatura sobre el creador.En una inscripcin pnica se ha encontrado un nombre de fiel , KELBILIM, que significa can de la divinidad. Este nombre quiz podra haber sido el de San Agustn, que sirvi fielmente durante ms de cuarenta aos,sin cansancio alguno, a su nico Seor, y se lanz osadamente contra todos Jos enemigos de Cristo y de laIglesia.Caldeado, como el sol de su tierra ; sensual y pasional,como sus gentes ; rico en vigor igneus en su pensamiento y en su prosa, Agustn es el ms grande de los africanos. Aunque escribe en la lengua de Virgilio y le hayaguiado el pensamiento de Platn, antes que el judo Pablole abriese el prtico de la luz, sigui, hasta el fin, africano en algn repliegue de su alma.Y los intermediarios sucesivos de su salvacin vernsiempre al africano Agustn, de frica. Apuleyo, el n-mida, le comunicar el primer sabor del misticismo platnico ; Faus to de Milevo, tambin n m ida, le abrir losoos acerca de la vacuidad maniquea ; Plotino, el egipcio,le descorrer la visin de Dios como espritu puro; elejemplo de Victorino, africano, fomentar su deseo de darse todo a Cristo, y, finalmente, otro africano, Ponticiano,al narrarle la vida heroica de Antonio de Egipto, empujar al reacio a la piscina del bautismo.

    IIL O S D O S A G U S T I N E S

    Dice Juan Pablo Richter que los nacidos en dominestn destinados a cosas grandes.El 13 de noviembre de 354, da en que naci AureAgustn, de Mnica, esposa de Patricio, era un domingReinaba en aquel t iempo Constancio II, seor nidel Imperio desde el ao anterior, y precisamente al nacAgustn haca ajusticiar, en Pola, nada menos que a Cesar, a Galo, primo suyo y sobrino de Constantino Gran de.. En Ro ma , el timn de la nave de Pe dro lo llevael trigsimoquinto de sus sucesores, San Liberio, que efic Santa Mara la Mayor, y a quien el ao siguiente, 355, el emperador desterrara-a Tracia por el glorioso li to de no haber querido condenar a San Atanasio.As, mientras un cesar era muerto en Istria, naca Santo en Tagaste, insignificante ciudad de Numidia, cca de Madauro. Su madre era cristiana y de familia crtiana ; el padre era pagano , y m uy tarde, probablemepor las plegarias de la esposa, se hizo catecmeno, y camente en el lecho de muerte recibi el bautismo. El niAgustn, segn costumbre de aquellos t iempos, tampofu bautizado, como si las aguas purificadoras debiesser un premio a su victoria famosa, en la plenitud de edad, a los treinta y tres aos. Pero su madre hizo quenacer se le sealase con el smbolo de la cruz y con la sAgustn, pues, fu desde el primer da, alistado, por amor materno, en las legiones de Cristo ; mas no ocupasu puesto de combate hasta el ocaso de su juventud.

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    !14 SAN AGUSTN

    De su padre, Patricio, no sabemos mucho. Posidio dicefu de la curia, esto es, magistrado, y debi de poseer alguna riqueza, quiz alguna via o finca, porque Agustnnos dir ms adelante que vendi su ((pobre patrimoniopara dar el producto a los pobres. No lo suficiente ricopara enviar al hijo a estudiarde no haberle ayudado laliberalidad de Romaniano, poderoso ciudadano de la pequea Tagaste, fu lo bastante ambicioso para llenarlede esperanzas de grandes riquezas. Agustn nos dir, ensus Confesiones, que su padre no pensaba, al someterleal martirio de la escuela, en nada ms que en saciar lainsaciable avidez de una abundante pobreza o de una gloria ignominiosa.De los poqusimos recuerdos que el hijo tiene de supadre con sobria delicadeza, una sola cosa parece cierta:que Agustn no poda quererle. Recuerda que se rea, consu madre, de los golpes que el maestro le daba y que al le parecan humillacin insoportable; recuerda, y casicon enojo, que, habiendo ido una vez con su padre a losbaos, ste se dio cuenta de que la viri l idad apuntaba yaen el adolescente, y, contentsimo, corri a anuncirselo aMnica, como promesa de felicidad.Esto basta para demostrar cmo aquel curial provinciano estuviese dom inado, por la idea del sexo, grave herencia contra la cual el hijo tuvo que combatir penosamente durante tantos aos. Y que Patricio se entregasea los placeres carnales hasta el punto de ser varias vecesadltero, lo atestigua el mismo Agustn cuando, al elogiar a la madre, dice que ella toler las cubilis iniuriasdel marido, las ofensas a la santidad del lecho.Aade el hijo que era de extraordinaria bondad, peroal propio t iempo tan iracundo, que las amigas de Mnicase admiraban de que no llevase encima cardenales de losgolpes de tan feroz cnyuge. Muri el 371, cuando Agustn tena diecisiete aos, y probablemente todava nadaviejo, ya que su mujer, por entonces, apenas frisaba enlos cuarenta.Agustn no le am, ni, con el alma que le conocemos,poda amarle. Senta que de su propio padre le venan

    LOS DOS AGUSTINES 1dos esfuerzos: la sensualidad, la ambicin, la evidez dganancias. Agustn l leg a ser lo que es y ser para siempre, es decir, santo, a condicin de negar en s al. padreAgustn es hijo de , Mn ica y de la Gracia ;. Patric io no fums q ue el instrum ento necesario para revestir, ,de carna su alma . Bien diferente ternura demuestra por la madre. Comla mayo r parte" de los grand es, dab a a su madre lo mejode su corazn y quiz aun de su mente. Mientras que nohabla del padre sino a medias palabras y jams con acento afectuoso, escribi de Mnica pginas y pginas, lams clidas y doloridas de entre las suyas, las ms bellaque quiz jams hijo alguno haya escrito de su madreSi Mnica dio a la Iglesia un Santo, tambin se puede decir, en sentido contrario al dantesco, que ella fu, a su vezhija de su hijo, porque a l slo se deben los conmovedoretestimonios que han guiado a la Iglesia a promover a lafamilia de los santos a la viuda de Patricio. Y ton slo uncorazn cristiano puede imaginar la inefable suavidad deprimer encuentro de la madre y del hijo anciano en eplcido fulgor del paraso.No es que Mnica fuese una santa desde su infanciaEducada por una sierva encanecida y seversima, que hasta el agua meda ante la sed de la nia, cobr m s adelante aficin, fuera de tono en una jovencita, a aquel espesovino nmida que sabe a violetas y avispas. Por fortunaotra criada, menos rgida, pero ms deslenguada, un daque se trabaron de palabras ella y Mnica en la bodegaprecisamente la apostrof con la palabra de meribibulaque, traducida a la letra, quiere decir ((borracha. Y aquella palabra bast para curarla.Casada muy joven-pensando en las costumbres y enel clima, se puede suponer que se prometiese a los diecisis o diecisiete aos, supo, no obstante, conquistar elafecto del marido (la infidelidades no siempre lo apaganantes bien, a veces lo avivan), y as las cosas, nada de extrao sera que se hiciese, adems, suya estimacin ybenevolencia de Ja suegra. Esta, indispuesta por chismesde las criadas, haba empezado por odiar a la joven es

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    16 SAN AGUSTNpaciencia, se ias arregl de tal modo, que la misma suegramand al hijo que azotasen las criadas por calumniadoras, y desde entonces la ms perfecta paz rein entrelas dos mujeres.Mnica, antes de llegar a la santidad, era joven de granjuicio, y lo demuestra, entre otras cosas, su proceder conel marido. Cuando se alborotaba, le dejaba, callada y quieta, que se desahogase a gritos y palabrotas, y cuando luego veta tornar la bonanza al rostro bronceado del esposo,le deca, de bellas maneras, qu equivocado haba estado yel porqu. No es que Patricio se enfadase siempre sinrazn ; pero su g ran defecto era el encolerizarse brutal*mente y ms de lo justo. Sin embargo, la esposa, sagaz ypaciente, lleg, aun conviviendo con un hombre violentode aquella clase, a no ser jam s golpeada y a mantener lapaz en casa. A esta resignacin seguramente contribuiranlas lecciones de humanidad recibidas desde nia en su familia; pero, adems, su natural dulzura de carcter y susagaz inteligencia.Tambin Mnica, de acuerdo con su marido, queraque Agustn estudiase, y sonrea cuando le picaban lasespaldas por los palmetazos. Para su lujo no esperaba lasantidad; no llegaba a tanto; pero s la honrosa y productiva carrera de profesor de bellas letras. La prudenteafricana pensaba tambin en el pan y en la fama, cosa digna de compasin. Por otra parte, la ambicin del padre yde la madre ayudaron al hijo en su ascensin hacia aquellafama, que jams tendr fin ; si Agustn no hubiese hechoms que holgazanear por las calles y campos de Tagaste,no habra llegado a ser el docto que se apoy en su doctrirna para glorificar la fe admirable de los ignorantes.Devota de Cristo e inclinada a la castidadel hijoms de una vez repite que fu esposa de un solo marido,y no es por casualidad por lo que permaneci viuda siendo an joven, era todo lo contrario de Patricio, pagano tibio, cristiano reacio, quiz escptico en el fondo desu alma y, sin quiz, muy sensual. Y cuando se dio cuentade que su hijo entraba en el peligroso trnsito de la pubertadsemejanza con el padre que la habr desalentado, suplic en secreto al joven Agurrin huyese, por amor

    LOS 5S" AtSTlNfi 1?de Dios, de toda fornicacin, y, sobre todo* del adulterio.Por lo menos, a esta segunda parte de la maternal peticin, Agustn dio odas.Encontraremos con ms frecuencia las continuas huellas de sus lgrimas en la pecaminosa senda del. jovenAgustn, y veremos qu p apel, en ciertos* mom entos sobrenatural, hizo la desesperada y esperanzada madre, lio-rosa, en la vuelta del hijo a la fe. Mas es preciso tener,desde luego, ante la vista, al abandonar la niez, la dobleHerencia de Agustn, que explica su naturaleza opuesta,muchos de sus contrastes interiores y gran parte de aquellas terribles amalgamas que tuvieron fin, al cabo y a lapostre, en el huerto de Miln. Catorce siglos antes de Goe-,he, nuestro africano sinti en su pecho cohabitacin dedos tendencias.Y su victoria descuaj lo que de anticristiano haban una de ellasla paterna, qued, no obstante, en suespritu una dualidad que se reflej hasta en las formassi no en la sustancia, de su pensamiento. Haba en l unsensual desenfrenado, como el padre, y un mstico amoroso, corno la mad re ; un anhela nte ad orado r de la alabanza, y un humilde mortificador de s mismo; una sensibilidad aguda y sutil, que le haca percatarse de los msalejados aspectos del mundo y de las ms tenues fibras delalma, y al mismo tiempo una razn armnica, una prudencia m esurada y hum ana ; una inclinacin, precozmente cultivada, hacia la superabundancia de la retrica, yjuntamente una quietud familiar que floreca en sencillezanglica y evan glica ; un nido" de pasione s hirvien tes eimpetuosas, y capacidad de poder elevarse a los templaserena de la metafsica. Debe a sus padres este radicaldesdoblamiento de su yo, que con tanta frecuencia contribuy a la riqueza de su vida y de su obra, pero que aveces pareca como si en su interior se enfrentasen el cieloy el infierno...Y, no sin fundamento, bajo el inconsciente influjo deesta oposicin, se arrastr durante nueve aos por la hereja dualista de los maniqueos.

    S A N A G U S T N

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    I I ILOS PECADOS DE LA INOCENCIA

    Agustn, al dar comienzo a la historia de su alma, nose contenta, como otros autobigrafos, con disponer de lasprimeras reminiscencias de su niez. Su hambre de intensidad quisiera saltar ms all de los lmites de la memoria. Posee tan vivo el sentido del infinito valor de todoespritu inmortal, que quisiera conocer el del que habitaen su carne; siente frenes por saber lo que fu antes deexistir, antes de salir visible al lecho materno.Aunque tierra y ceniza, necesita saber de dnde vinoa esta vida que muere o a esta muerte que vive. Y, nopudiendo violar este misterio, no se tranquiliza: quiere,por lo menos, a travs de los recuerdos de sus padres ydel conocimiento que tiene de otros nios, contar su vidainfantil, la misma precisamente de que entonces era inconsciente y de que no conserva recuerdo alguno. Y vuelve a contemplarse amamantndose de los pechos de lamadre o de las nodrizas, e imagina, con fantasa de poetay de cristiano, que era el mismo Dios quien llenaba lospechos de aquellas mujeres para que ellas, al descargarse,le nutriesen.

    Y nos habla de su primera sonrisa, de sus primeros gritos y del primer descubrimiento del mundo externo, dela primera diferenciacin entre l y los otros, y de cmo sevengase con su llanto de la falta de atencin de sus amas.Y, al observar a otros nios y verse otra vez semejante aellos en su fantasa, reconoce en aquella edad, que la

    LOS PECADOS DE LA INOCENCIA 16comn ignorancia llama inocente, las huellas del pecadooriginal .Agustn no esper a Freud para descubrir que el niono es, desde el seno materno, tan puro como la mayoracree. Este alienista hebreo, descredo, aun en la Sinagoga,y que aspira, con razn, a la fama de albaalero de lasalmas, pero que, sin advertirlo, suministra a los apologistas del cristianismo nuevas razones a favor de la culpaoriginal y de la confesin, se ha forjado la ilusin de haber descubierto lo que Agustn haba expuesto claramentey con pruebas quince siglos antes que l: haba advertidohasta el odio que puede nacer entre dos gemelos, todavalactantes, y cmo en la misma infancia se pueden reconocer las oscuras veleidades de la delincuencia. Inocentees la debilidad de los miembros infantiles, no as el almadel infante.La infancia le parece, adems de no inocente, ni siquiera aleg re. Quin no ex perimentara horrorescribe en la Ciudad de Diossi se le propusiese volver a vivirsu infancia, y no escogera antes morir ? En el De pecca-torum meritis insiste sobre el sopor animal en que estnsumergidos, en los primeros aos de vida, los nios, y veen ello uno de los efectos del pecado original. Ay, si siguiesen siempre tan tristes y dbiles! Esa edad que a tantos parece tan dichosa, una reliquia del paraso, a l siempre le pareci un infierno. Y el infierno tom forma, apenaslleg a los siete aos, en una escuelala escuela de gramtica de Tagaste, y en aquel infierno el maestro, conla frula en la mano, era el jefe de los demonios.El no llegaba a entender por qu tena que estudiar yobedecer a los mayores; este muchacho, que habra l legado a ser pronto un discpulo aplaudido, ms tarde profesor excelente, y, finalmente, maestro infatigable y venerado, empez por odiar los libros y la escuela. Y lo quems que todo le humillaba y angustiaba eran los palmetazos del maestro, no tanto por el dolor de la carnecomo porque le daban la sensacin de que sufra una atrozinjusticia. Aquellos gojpes le abrieron, sin embargo, el camino de la plegaria : desde entonces empez a pedir aDios,

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    20 SAN AGUSTNahorrase aquellos golpes. Era una oracin pueril , ua devocin grose ra y egosta ; pero en el fondo era un a oracin ; empezaba ya a sentir que tena un nico aliado enel mundo, una sola esperanza : el Seor.Tod os aquellos estudios le asqueaban : leer, escribir,contar; pero, sobre todo, cuando ya fu mayorcito, el griego y la aritmtica. Jams lleg a dominar el griego, perose enamor bien pronto de la viril y armoniosa belleza dellatn. La poesa de Virgilio tanto lleg a fascinarle, que-alma destinada a amar el amorlloraba cuando declamaba los lamentos de la abandonada Dido.Infinitamente ms que el estudio, le atraan los juegosde toda clase con los otros muchachos, y, ya viejo, seduele de que los mayores se los estorbasen a golpes, yobserva: Si los juegos de los mayores se l laman negocios, no dejan de ser juegos, y menos inocentes que lapelota ? Y en aquellos juegos infantiles tan vivo era su orgullo, que quera ganar a toda costa, y, si vea que perda,no se avergonzaba de recurrir a hacer trampas, con talde ser l el vencedor.Pero no era slo lo que hoy se dira un ((deportistaapasionado: le gustaban sobre manera las representacionesmmicas y las comedias, y hasta tal grado, que, no contento con asistir a ellas, intentaba, con otros chicos, ser actor.Agustn, antes de ser retrico, fu hasta histrin casero.Y para satisfacer estas pasiones infantiles, pero potentsimas en l , cay bien pronto en dos grandes pecados: lamentira y el hurto. El mismo confiesa las innumerablesmentiras con que engaaba la vigilancia de los maestros y de sus padres, y los robos que haca en las t iendaspara comprar la complicidad de los muchachos que jugaban o declamaban con l. Y hasta despus de salir de laniez, a los diecisis aos, le dur aquel perverso gustode robar, no precisamente para disfrutar de sus robos, sinopara drselas de valiente y agradar a sus camaradas deholgazanera.I Qu elocuencia de remordimiento, ya viejo, por aquelperal robado en un campo de Tagaste 1 Y | qu hond o escudriar en el alma para darse cuenta de aquel delito,pequeo en s , pero tan espantosamente gratuito!

    LOS PECADOS DE LA INOCENCIA 21No obstante, por entonces no haba todava perdido lafe en Jess. Una vez, una opresin del pecho le dio tanalta fiebre, que hizo temer la inminencia de la muerte.Pidi rpidamente el bautismo, y ya estaba la madre paracontentarle, cuando san sin esperarlo. Entonces se difirila administracin del sacramenta, quiz porque Mnica,al verle tan inclinado a los vicios, tema que sus culpas

    le seran imputadas ms graves si las hubiese cometidodespus del lavado purificador. Y cuando Agustn segualas huellas de su vida, no encontraba justo tal aplazamiento. Decir dejadle que haga lo que quiera, esto es,que se ensucie, que ya se le bautizar, le pareca tan absurdo como si de un herido se dijese: dejadle que tenga ms heridas, que ya sanar de ellas.Pero ni entonces se le concedi el bautismo, y asi, sujuventud puede alabarse de no contar con la gravedaddel sacrilegio. As, pues, en el dintel de la adolescenciaencontramos en Agustn un colegial indcil , un jugadordesleal, un comediante entusiasmado, un mentiroso y unladronzuelo ; en una p alabra, un dscolo malcriado. Y lnpeor no haba llegado todava, aun cuando la erudicinestaba ya prxima.

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    IVL A P L E G A R I A D E A P U L E Y O

    La antipata por el estudio disminua a medida quede muchacho se transformaba en jovencito. Es ms: empezaba a tomarle tanto gusto a la lectura, especialmentede su querido Virgilio, que, confiesa, habra llorado si lehubiesen quitado aquellos l ibros.Reconoca poseer las cualidades requeridas para hacerbuen papel en el mundo: buena memoria y facilidad deexpresin. Y, en efecto, comenzaba a triunfar en la escuela, y algunas de sus declamaciones, hechas ante suscondiscpulos y coetneos, fueron acogidas con grandesaplausos, Y de tal forma le atacaba ya el defecto de lapedantera, que si , por casualidad, deca un barbarismo,sufra ms que si hubiese cometido un pecado ; y arda deenvidia cuando sus compaeros, a su vez, no caan en defectos de diccin.Era, en una palabra, muchacho de hermosas esperanzas y que prometa, segn la vanidosa fantasa del padre, poder llegar a ser lo que Frontn fu para Cirta yApuleyo para Madauro: profesor famoso, que habra podido, sucesivamente, establecerse en Roma, ganar sester-cios a montones y llegar quiz hasta la curia imperial.La pequea escuela de Tagaste nada poda ya ensear alprecoz adolescente, y Patricio, reunidos con fatiga los dineros necesarios, pens mandar a su hijo a Madauro a estudiar elocuencia y literatura.Poda tener por entonces Agustn doce o trece aos, yapenas poda creerse fuese verdad iba a evitar la vigilancia materna e ir a un lugar que, comparado con Ta

    LA PLEGARIA DE APULEYO 23gaste, poda parecer una verdadera ciudad; Madauro estaba a pocas leguas de Tagaste, y era principalmente famoso, al m enos entre la gen te culta, como .patria d e LucioApuleyo, autor de las Metamorfosis^*) Asno d Oro, deuna Apologa que es, en el fondo, una defensa de la ma-gia, de las Floridas, y de libros sobre Scrates y Platn :uno de los espritus ms afortunados del siglo i y el estil ista ms personal que frica dio antes de Tertuliano. Haba estudiado todas las filosofas, le haban iniciado entodos los misterios, haba viajado medio mundo, lleg aSer una figura en Roma y muri, finalmente, ahito de honores, en Cartago.No es posible que el joven Agustn, que estaba para darlos primeros pasos en aquella misma senda de la vida, alencontrarse estudiand o n ada m enos que en la "patria deApuleyo, en que el recuerdo del elegante polgrafo era muyvivo, dejase de estudiar y admirar las obras de quien sumismo padre o sus maestros le hablan propuesto cmo modelo. Y as fu, pues Agustn lo recuerda a menudo en laCiudad de Dios: llama copiosissima et disertissima ora-tio a' De Magia ; recuerda el Asno de OTO ; utiliza sus datos acerca de los demonios, y en una carta a Marcelino,en 412, le pone como ejemplo para demostrar la impotencia de las artes magas.Y yo sostengo firmemente que la influencia de Apuleyo fu la primera que trabaj, aun cuando quiz confusamente, el espritu de Agustn, y en tal grado, que lepredispuso, no slo al estudio de la filosofa y a los efectos que en l aos despus produjo el Hortensio, de Cicern, sino tambin a discurrir ms profundamente sobretas misterios divinos. Apuleyo no era un cualquiera, niun puro retrico, y, mucho menos, como tantos de su tipo,racionalista rido o pirroniano sarcstico. En De Magiano defiende solamente la magia, sino al mismo tiempo lafilosofa, y con desusada seriedad de tonos. Su conocimiento del pensamiento socrtico, platnico y aristotlico era ms que superficial: lo haba bebido en las fuentessagradas, entre las columnatas de Atenas. La misma tragedia, un poco bufa y un poco macabra, del Asno de Oro,termina con una plegaria a la diosa, plegaria que parece

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    24 SAN AGUSTNsincera, y que podra, con algn retoque, ser empleada porun cristiano. Apuleyo era sofista, pero tambin mstico.Hay en lescribe un historiador de la lengua latinauna sinceridad, un ardor de convicciones filosficas y religiosas, una aspiracin hacia el misterio infinito, que nostransporta muy lejos de r aquellos buenos pedantes llamados Frontn y Aulo Gelio, y nos conduce casi al Cristianismo... Sale de Ja Escuela y se acerca a la Iglesia, perosin trasponer su dintel.Tal escritor, conocido por Agustn precisamente en lapoca de la avidez intelectual juvenil, debe haber dejadohuellas en el espritu del joven estudiante de Madauro.Existan entre los dos afinidades naturales, que predisponan a la marca del sello del genio : eran amantes ambosde la belleza de elocucin y de la sutileza de idea, inclinados igualmente a entrever, a presentir, a creer en lasd o s ; eran, en una palabra, medio msticos.Y si Apuleyo fu mago o intent llegar a serlo, tambin Agustn, algunos aos despus, cultiv la astrologa,y mucho trabajo le cost separarse de ella, posteriormente , en Miln.Apuleyo, segn mi opinin, fu el primer libertador deAgustn de la idolatra de la pura elocuencia y de la meraliteratura ; aquel aroma de misterio que respiraba en susobras evocaba en el estudiante nmida las huellas ocultas de la religiosidad pnica y le capacitaba para sentirms de cerca el misterio cristiano.Y es posible que una calurosa tarde de Madauro el futuro santo leyese en el Asno de Oro las palabras de la plegaria, que le sonaban parecidas a las que brotaron de los

    labios de su madre: Santa y perpetua salvacin del gnero humano, liberal dispensadora de tus favores a losmortales, t, con afecto materno, siempre vienes en ayudade los desgraciados. No pasa un da, una noche, un solomomento, sin que otorgues tu proteccin a los hombres...Mas la influencia del platnico de Madauro fu pronto vencida por la crisis carnal que trastorn un ao mstarde el espritu de Agustn, a quien el calumniado aren-gador de Arpio deba, posteriormente, atraer e! amor delpensamiento.

    VE L H U R A C N D E L A P U B E R T A D

    Patricio, pequeo propietario de escasos recursos, habechado sus cuentas ms con la ambicin que con el l)olsillo, y no tard en percatarse de que no poda seguir sufragando los gastos del hijo en Madauro. Agustn tuvque volverse a casa, y durante un ao, que fu el dieciside su vida, se concret a hacer el vago en Tagaste, dominado por amigos peligrosos y por sus instintos.Su padre no se desalent, sino que se dedic a reunimedios para mandarlo a una escuela mucho ms famosay a una ciudad mayor, a Cartago. Mas entre tanto, Agustn, que no poda aprender nada ms de los maestros dTagaste, se abandon a s mismo, y, falto del dominio dla disciplina escolar, se vio arrollado por el empuje de lpubertad.Era su edad peligrosa. En aquellos pases clidos, lentrada en la virilidad es precoz. Adase a ello la herencia p aterna, el. temperam ento apasionado del joven los psimos ejemplosaun de su familia, ms las tentaciones cotid ianas de l. libertad . La po tencia efervescente del sexo se apoder del adolescente. Y desde los diecisis hasta los treinta y dos aos, Agustn estuvo sedientde voluptuosidades.El mismo lo ha dicho y repetido con insistencia, y quienes quisieran ver en sus confesiones de la madurez unagravante voluntaria de su remordimiento cristiano, estequivocados, segn pienso. Por qu razn el Santo, qusiempre da la inconfundible sensacin de veracidad espon

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    26 SAN AGUSTNtnea, se excusarla ms de lo jusfo y de un pecado msvergonzoso que los otros a los ojos de sus nuevos hermanos? Habra mentido sin necesidad, y en sus palabrastampoco se ve rasgo alguno de la decadente coquetera delos fatalistas modernos, que buscan una fama infameen los alardes de horrores que jams han cometido..Quien haya ledo el segundo y tercer l ibro de las Confesiones habr observado que la impetuosidad de su voluptuosidad fu en l extraordinaria, en aquellos aos.Sus bigrafos todos tratan de volar muy alto por encima de aquel torbellino carnal, y han dejado, hasta hoyen la sombra una clase de pecado ms repugnante quelos corrientes y que, sin embargo, resulta claro de su narracin. Si habla en l juntamente un stiro y un ngel,aquellos aos fueron ms que nada del stiro, mientrasque sus ltimos cuarenta y cuatro lo fueron por completodel ngel. Y por estas vergenzas juveniles no es que sufrael concepto de su santidad, como temen esos puritanos,pues tanto ms sobrenatural aparece el prodigio de la Gracia cuanto ms ftida era la hoya de que le sac para transfigurarlo en los fulgores celestiales.El colmo de la crisis fu en los tres aos que transcurrieron desde su vuelta de Madauro hasta que ley el Hor-tensio : desde los diecisis a los diecinueve. En todo aqueltiempo, aunque segua estudiando^ vivi bajo la obsesinde la sensualidad y vido de deleites.La aficin que desde la infancia tena a los espectculos le llevaba a menudo a los teatros, dnde, nos refiere,(gozaba con los enamorados que se deleitaban impdicamente, aun cuan do fuese ficcin escnica ; y ha sta casi, compasivo, me senta desfallecer de pena si sufran algunadesgracia ; en ambos casos experimentaba complacencia.A veces, quiz con la esperanza de librarse de aquella ideafija, o para consolar a su madre, iba a las iglesias cristianas ; pero has ta all den tro le persegu a el dem onio. Es que quiz no he osadoexclamaba, dirigindose aDios-, mientras se celebraban tus solemnidades, en el recinto de tu iglesia, cohcebir frutos de muerte y hacer todolo posible por procurrmelos? Es posible que precisamen..

    EL HURACN DE LA PUBERTADte en una iglesia conociese y desease a la joven que vivcon l y que seguramente era cristiana.Y hasta la vanidad tuvo su parte en estas sus torpempresas: Caminaba al precipicio con tal ceguera, qentre mis coetneos me avergonzaba de ser el menos devergonzado, porque les oa jactarse de sus infamias y vnagloriarse de ellas, tanto ms cuanto ms canallas, y mplaca hacer como ellos, no slo por lujuria, sino tambipor vanidad. No en vano Agustn, en su teologa, prsentar la concupiscencia como centro de la culpa de Ady de nuestra herencia de pecado, yPero sus postumas nostalgias conyugales no eran muladas y demostraban que su nimo no estaba dispuesa prolongar mucho aquella vida. Aspiraba sinceramena una unin constante, a la fidelidad de una sola mujeaunque no pudiese proclamar fuese su esposa. En efecten 371, a los diecisiete aos, se uni a una muchacha cataginesa, cuyo nombre jams se ha sabido, y vivi coella, casi siempre^ hasta el 385, en que Mica le persuadde que la arrojase de su lado.Una mujer sola, y a quien guardaba fidelidad, aunqvea por experiencia la distancia que exista entre la recunin conyugal, contrato para prolongar la vida, y upacto de amor libidinoso, desque nacen hijos indeseadopero que, nacidos, es preciso amarlos. Y el ao despu372, tuvo un hijo de esta mujer desconocida. Adeoflaque con l recibi el bautismo de manos de San Ambrosien Miln, el ano 387. A los dieciocho aos era ya Agustpadre. Y quiz el afecto por sja hijito, y tambin quiz, rechazo, por la que se lo haba dado, le salv de peorandanzas en el fango de la lascivia y le dio la ilusin, auen el concubinato, de la familia y de sus dulzuras.Las cloacas infernales de su alma estaban cerradas algn modo, y Agustn poda con razn llamar dado pDios a la inocente criatura nacida de su.culpa.

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    V IL A P R I M E R A C O N V E R S I N

    Cuando estaba para ser padre, en 371, Agustn quedhurfano de padre: el pobre Patricio no tuvo la suertede ver a sus anhelados nietos ni a su hijo aclamado. Agustn hace slo alusin a esta muerte en Contra Acadmicos ;en las Confesiones, que con tan pattica elocuencia se ex-tiendejal tratar del fallecimiento de la madre y del amigosin nombre, no habla de la muerte de su padre ms quede un modo indirecto. Se puede suponer, sin malicia, quesu dolor no fuese demasiado insoportable, y las razones deello no nos son desconocidas. Y porque justamente por entonces se encontraba bajo aquel primer ardor, es posibleque en ella viese un aumento de su l ibertad.Cuando muri el padre, Agustn estaba ya en Carta-g o : su amigo Romaniano le haba provisto de los mediosnecesarios para trasladarse, finalmente, a la deseada metrpoli . Y aquellos recursos debieron de ser abundantes,pues permitieron que el joven Agustn pagase a sus maestros y sus gastos personales, y, adems, mantuviese, unao ms tarde, a una mujer y un nio.Ya est, pues, en el tumulto de la elegante y sensualciudad que la envidia y tenacidad de Roma creyeron casihaber podido borrar de la faz de la t ierra. Cartago era lacapital de frica y una de las ms populosas del imperio,despus de Roma ; ciudad de diversiones, de trfico, deteatros, de turismo y tambin de estudios. Y nos parecever ya al orgulloso hijo de Tagaste, acomodado de improviso a la vida de la ciudad, con su rostro moreno, ilu-

    LA ftRMJRA CONVERSIN 2minado por la luz de sus ojos anhelantes, pasar entaquellos prticos y foros, en medio del hormiguero de tdas las razas mediterrneas, ya atnito ante las moles dla Curia o del puerto, ya asaeteando con intencionada mrada a una delicada pnica, o a una ramera egipcia, mquillada y rgida como un dolo. Pero no tard en mezclase con aquella vida levantina que ya heda a castigo y decomposicin, y, con renovado propsito, reanud sus etudios.Se matricul en una de las tantas escuelas de Retricy empez a trabar amistades entre sus nuevos carnaradaCartago sufra la plaga de las ciudades universitarias, quha durado, se puede decir, hasta nuestros das ; los estdiantes se crean, fundndose en la indulgencia de qugoza la juventud, y especialmente la atrevida y prdigque todo les estaba permitido, y los ms alocados habaformado unos bandos brbaros, algo entre el camorristy el bandido, que se llamaban eversores, esto eS, detructores o perturbadores. Hacan verdaderas salvajadapero especialmente se las tenan con los nuevos estudiates que llegaban de las provinciaslos novatos, como dramos hoy, y gozaban atormentndolos para dar pato a sus malvadas alegras. Del modo de hablar de ellse colige que Agustn fu, al principio, su victima, luegcompaero, pero jams cmplice. Viva entre ellos, y cofiesa que se recreaba con su amistad, pero que jamquiso tomar parte en sus malvadas y crueles acciones. Eren una palabra, cmplice pasivo: de aquellos que no lvantan la mano, pero sonren al ver el puo ensangrentaddel vencedor.

    Pero, por lo que tocaba a estudiar, s estudiaba ; tanque en el arte de hacer juegos de palabras para que falso resultase verdadero, lleg a ser el mejor de todos, primero de la clase, y de ello se enorgullece mucho en singenua vanidad. Precisamente entonces, y como conscuencia de su diligencia en \ los estudios, le sobresalt que podramos llamar su primera conversin.Entre los libros que se aconsejaban a los estudiantse encontraban, naturalmente, los de Cicern, y l leg las manos de Agustn, adems de aqullos, el Hortensi

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    30 SAN AGUSTNdilogo en defensa de la filosofa, libro que, desgraciadamente, se ha perdido. Leerlo y sentirse completamente cam biado interiormente, afectos y propsitos, fu todo unopara Agust n.Cicern no era gran filsofo, y mucho menos filsofooriginalplagiaba aqu y all a los griegos y se asimilaba con fina inteligencia sus confesados hurtos; pero posea el amor del pensamiento y de la sabidura y sabaexponerlo con difano calor. Los modernos han habladodemasiado mal del asesinato de Formia; pero sus obrashan nutrido durante siglos al Occidente, y aun hoy da,quien las lee, no se arrepiente de ello. Entre las diferentesescuelas, sus simpatas eran por ios Nuevos Acadmicos ; era Agu stn, en fin de cuentas , escptico mo derado,un Carnades latino, pero que daba ms crdito que elgriego a las opiniones humanas.. . Rechazaba a Epicuro,mas no aceptaba por completo a los estoicos; l lamadle, siqueris, eclctico, pero eclctico capaz de entusiasmo ytodo lo contrario de flojo.Lo que contena verdaderamente el dilogo que tantoperturb a Agustn, no lo sabemos, pues apenas quedaninsignificantes trozos, conservados por Nonio y por el mismo Agustn. Cicern lo escribi despus de la muerte desu amantsima Tulia, y los personajes eran Q. Hortensio,_Q. Lutacio Ctulo, L. Lcinio Ctulo y el mismo Cicern.Hortensio, el orador, haca la apologa del arte oratoria ydespedazaba Ja filosofa ; los otros se encargaban de la defensa de sta, cada uno segn su sistema preferido, perotodos de acuerdo con poner el estudio de la divina sabidura muy por encima de una mera elocuencia.Agust n , hasta entonces, haba pensado como Hortensio, esto es, que el dominio de la palabra era el fin msbello que un hombre inteligente se poda proponer. Apu-leyo ya le haba demostrado que haba algo ms, pero sinlograr hacerle cambiar d rumbo. Ahora, Cicern, en vezde una fantstica misteriosofa, le pona delante el idealhelnico del saber desinteresado y la belleza de la contemplacin intelectual que convierte al hombre casi ennumen. Le acercaba a Dios. Las armonas y clidas exhor-

    LA PRIMERA CONVERSIN 31taciones del abogado pagano y medio escptico le empujaban de nuevo al cristianismo.Este libroescribe Agustncambi mi estado de nimo y me hizo dirigir a Ti, Seor, mis splicas, votos ydeseos. Vi de repente la vileza de mis vanas esperanzas yanhel la sapiencia inmortal con increble fervor de corazn, y empezaba a levantarme para volver a Ti. Y aadeprueba segura del cambioque en aquel dilogo le agradaba lo dicho bastante ms que el modo de decirio.Hubo, pues, una revolucin en el espritu de AgustnNo ms afinar la lengua, sino elevar la inteligencia ', noms jugar con palabras por amor del lucro, sino perseguirla santa verdad a costa de sacrificios ; no ms enfangarse en los placeres, sino empezar de nuevo a orar a Dios.Si estas revelaciones hubiesen sido acompaadas de laprctica, Agustn se habra convertido a los diecinueveaos, {con ocasin de las palabras de su pagano muertoantes de la venida de Cristo .1 Pero el tirocinio de los errores haba apenas comenzado: Agustn, antes de encontrarse por completo con el hallazgo de Dios, deba consumahasta las races su experiencia del mal., Si la conversinhubiese sobrevenido entonces, Agustn habra l legado a septimo abogado cristiano, mas no hubiera l legado a lgrandeza ni a la santidad. Las ascensiones son rebotes dlas cadas y proporcionales a ellas.Pero, por lo menos, los vuelos ciceronianos le enardecieron. Todo lo que aquellos tres enamorados de la filosofa decan contra Hortensio le pareca se lo decan a ly deshaca aquella fofa vanagloria suya de aprendiz dretrica. Encontraba tambin all condenado el placer dvivir sin regla. Cicern "demostraba que el vivir como cadcual quiere es el supremo mal: que los placeres sensualealteran el rostro, arruinan el cuerpo^ exponen a los peligros y a la vergenza. Y encontraba\ all, de modo especial, la visin de la felicidad prometida.a los sabios y aquella idea que despus, por toda su vida, se fij en la mentede Agustn, esto es, que el conocimiento de la verdad equivale al conocimiento de Dios, y que slo en ese conocimiento consiste la felicidad. Para ser dichososy Agustn quiere ser feliz y no tendr paz hasta que halle la ge

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    32 SAN AGStlNnuina y plena felicidades preciso buscar a Dios, poseera Dios. La frase famosa que se lee en el principio de lasConfesiones(inquieto est el corazn nuestro hasta quedescanse en Titiene su primer origen en el Hortensio,de Cicern.Mas dnde hallar a Dios? Dios haba hablado a loshombres y su revelacin estaba consignada en una coronade libros sagrados, que narraban la epopeya tendrica delmundo, desde el abismo de las aguas vacas hasta el fulgor de la nueva Jerusaln. Y Agustn tom en sus manosla Biblia y empez a leer.Era demasiado pronto. Ante la admirable sencillez deaquellas pginas, el amargado, pero ya corrompido retrico, se ech atrs recalcitrante. La sobriedad bblica lepareci miseria, frente a la majestad ciceroniana. Admita del elocuentsimo Cicern la condenacin de la elocuencia, pero arrugaba el ceo ante aquella enjuta sublimidad que se le antojaba indigencia pueril . Estaba de^masiado lleno de s y demasiado enamorado de la pomposidad para poder conocer en aquella divina desnudez labelleza de los misterios. El mismo dice que las Escriturastienen una puerta baja: para entrar es preciso ser nios odoblegar la cabeza y los hombros.- Y Agustn no era nio,ni todava hombre de veras; por otra parte, el orgullo,y uno de los ms ridculos, el de la palabra, le vedaba inclinarse Y sigui ciego pof trece aos m s.La primera conversin haba abortado al nacer.

    V i lE L C E P O D E M A N E S

    De todos modos, hubo aquel ao una verdadera conversin, pero conversin al er ro r: Ag ustn se .afili a lasecta de Manes.Los bellos perodos de Cicern le haban producido efecto duradero ; pero, desencantado de la retrica, sta nole bastaba ya. Buscaba alimento ms nutritivo, ms digno de su apetito: buscaba la verdad. No haba sabido reconocerla en los Libros Santos, casi libados, y con prejuicios de literato, ms bien que con la disposicin dehombre espiritual, pues el catolicismo de la madre y dela infancia jams haba sido potente en l, y por ello sehaba asfixiado bien pronto en !os ardores del amor y delsaber; tal vez le pareca supersticin de mujercillas o deignorantes. La sabidura que le propona Hortensio erademasiado genrica en un sentido, y, en otro, quiz demasiado particular, es decir, individual: aquellos tregrandes hombres de bella palabra, que estaban de acuerdocuando se trataba de colocar la filosofa por encima de laoratoria, se apartaban si se deba decidir qu filosofa haba que elegir, en qu consistiese el legtimo y nica biendnde residiese, en fin, la verdad.Era preciso optar por una de las cinco o seis escuelas yentre centenares de opiniones. Y entre estas escuelas habauna, cabalmente la preferida por Cicern, quien aseguraba que el hombre jams podra estar seguro de haber encontrado lo verdadero.

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    34 SAN AGUSTNriosos y elocuentes, que afirmaban poseer la verdad, y nouna verdad revelada, que es preciso aceptar obedientemente , sino una verdad tangible y comprobable que disolvaen la luz todos los misterios. Tales hombres, lo mismo quelos cristianos, predicaban una doctrina llegada de Orientey veneraban como maestro a un ajusticiado.Manes naci el 215 en Mardinu, aldea de Babilonia. Supadre, Futak Babak, recibi de un ngel Ja orden de abstenerse del vino, de carne y de mujeres, y entr en lacomunidad de los Megtasilos, secta que tena afinidad conel cristianismo de San Juan Bautista o los Mndeos. Manesfu educado entre ellos ; pero a los trece ao s le visittambin un ng el, el. Cual le revel la verdad divina y,como si no bastase, tuvo otra ms insistente y puntualiza-dora revelacin el 240: a principios del reinado de Sa-pur I, el 242, empez a predicar la nueva fe. Pareca queun hermano del rey, Beroz, le protegiese y que, al principio, el mismo Sapur estuviese a favor suyo, pero el reyse volvi pronto al mazdesmo, y Manes fu desterrado.Entonces vag por toda el Asia y difundi su doctrina porla India, el Turkestn, el Tibet y la China, territorios enque hubo maniqueos hasta el siglo xm.Muerto Sapur (272) y asimismo su sucesor, Hor-mizd (273), Manes fu llamado de nuevo a Persia por sussecuaces, quienes le prometan mejores das bajo el nuevorey Braham I. Pero se equivocaban : dos aos ms tarde,en marzo del 275, el profeta fu detenido, desollado vivoy decapitado. Luego rellenaron su piel de paja y la expusieron, colgada de una horca, en la real ciudad de Gon-desapur.El desgraciado Manes dejaba, no obstante, muchos libros y muchos discpulos, y poco a poco la nueva sectainfesto, adems de Asia, toda Europa, desde Dalmacia aEspaa. Hasta despus de un siglo no lleg, sin embargo,a florecer en frica ; pero, desg raciada men te, apres ensu cepo durante nueve aos a la ms clebre quiz de susvc t imas: a Agust n.Qu es lo que encontraba el sediento nmida en esjefangal pe rsa?El maniquesmo es la ms complicada mezcla de mi-

    EL CEPO DE MANES 35tologas, filosofas, herejas y de fantasas, jams vistahasta entonces en aquella edad, gran productora de quimeras y mosaicos. Para hacerse una idea de ello, es necesario pensar en el embrollo que es hoy la teosofa. El queno quiere vestir la tnica o toda blanca o toda negra delcristiano, se divierte vistindose de arlequn a fuerza deremiendos y colorines.En el maniquesmo se encuentran elementos de la cosmologa babilnica: restos de mazdesmo, grandes j irones de especulaciones gnsticas, una pizca del budismobriznas de los mndeos, de los cainitas y de los nicolatas,y el saliente central del montaismo, esto es, la bajadadel Parclito o Es pritu S anto ; a diferencia de M ontanola Tercera Persona se haba encarnado en el hijo de Futak. Para abreviar, una contaminado de Zaratustra yde Jess, de un Zaratustra exagerado y de un Jess desfigurado, hecha todava ms malfica por los elementos yperfiles tomados de los heresiarcas.La piedra angular, o idea fija del maniquesmo, no esotra sino el antiguo principio del Avesta y de la Gnos i s : la dualidad eterna e irreductible del Padre de laGrandeza y de Satn, del Bien y del Mal, de la Luz yde las Tinieblas. El dualismo de Manes era ms radicaque el zaratustriano o gnstico, porque no admita msque una verdadera victoria de la Luz sobre las Tinieblao una victoria final del Dios bueno sobre el Dios malvadoEstos dos elementos, el luminoso y el tenebroso, se encuentran, mezclados o unidos, en todas las cosas: en lasinanimadas como en las animadas. Hasta en el hombrepor ejemplo, hay dos almas: una bril lante y otra oscuray la disciplina asctica impuesta a los maniqueos Elegidostenda a l ibertar a la primera de la segunda, para que, despus de la muerte, pudiese entrar en el paraso de la luzSi damos crdito a Manes, el Jess no sujeto al doloresto es, hombre slo en aparienciacomo pensaba Marcin, haba aparecido en el mundo para ensear el fundamental e irreconciliable contraste de los dos mundospero como los hombres, hasta los mismos cristianos, demostraban no haberle comprendido, haba bajado el Consolador, el Parclito, esto es, Manes en persona, para en

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    36 SAN AGUSTNsear qu caminos era preciso tomar para redimir la luzde las tinieblas. Eran los slidos preceptos del ascetismo,con alguna aadidura india: abstenerse de carnes, de bebidas fermentadas, de destruir las plantas, de matar animales, del trabajo manual, del matrimonio y de todo comercio de mujeres. Estas reglas estaban, no obstante, reservadas a los Elegidos, y parece ser que ni ellos mismoslas observasen.Los maniqueos haban fundado una Iglesia modelada,hasta en los nmeros, sobre la cristiana. En lo alto habaun Prncipe, luego doce Apstoles o Maestros, setenta ydos Discpulos u Obispos, l lamados Hijos de la Inteligencia, los cuales ordenaban sacerdotes y diconos; venandespus los Elegidos, que correspondan a los monjes, y,finalmente, la plebe de los nigochak, en latn audien-tes, oyentes. Agustn fu tan slo oyente, y tal siguihasta l legar a ser maniqueo, aunque sus adversarios, mstarde, hayan afirmado calumniosamente que fu sacerdote.La Iglesia maniquea tena un bautismo con leos yuna misa sin vino; todos los domingos los fieles se reunan pa ra recitar oraciones y cantar h imno s ; en m arzohaba una gran fiesta, Berma, conmemorativa del martirio de Manes, a imitacin de la Pascua cristiana. Unade las obras ms meritorias era copiar los libros del fundador, y los maniqueos eran famosos por el lujo de losmanuscritos, ricamente ornados y miniados : el mismo Manes haba dado ejemplo, pues era excelente pintor, dicen,y haba adornado sus obras con bellsimas miniaturas.Manes haba escrito mucho : el libro de los Misterios, qu epona en claro la relacin del judaismo con el cristianismoy del alma con el cuerpo ; el. libro de los Prncipes, acerca del dualismo de las dos divinidades; el Evangelio viviente, vida de Jess, de sabor marcionita; el Tesoro, sobre la cohabitacin de los dos principios del hombre enel alma y sobre el modo de dar libertad al. elemento luminoso ; Sapurakn, sobre la suerte final del que sigue ydel que no sigue la verdadera doctrina ; los Preceptos, asaber, el camino de la salvacin; Farakmatija, o Epstoladel Fundador, que expona la regla de vida de los Elegidos. Casi todos estos l ibros estaban tambin traducidos

    EL CEPO DE MANES 37al latn, y Agustn, al menos en parte, los conoci ; en 396escribi una refutacin de la Epstola del Fundador. Cmo fu que se hizo maniqueo ? Se pueden reconstruir, con sus propias declaraciones, los motivos que leimpulsaron a tragar aquel embrollo.T sabes, Honoratoescribe en De utilitate creden-di> que no fu por otra razn el que caysemos entreaquellos hombres, sino porque iban diciendo que, prescindiendo del terror de la autoridad, con la razn pura ysencilla, ellos habran guiado a Dios y librado de todoerror a quienes le hubiesen escuchado.El primer arranque vino, pues, de su orgullo: el jovenAgustn no quera conocer, ni siquiera en las cosas espirituales, la autoridad de la Revelacin y de la Iglesia, yse volvi a los maniqueos como a liberadores. Mas no fusa, aunque muy poderosa, la nica razn.Agustn era entonces racionalista y, adems, materialista. No llegaba a concebir un espritu puro, y por consiguiente, al Dios de los cristianos. El maniquesmo, encambio, era francamente materialista. No slo las tinieblaseran, segn los maniqueos, materiales, sino tambin lalu z: una m ateria ms tenue, pero, al. fin, m ateria. De talluz est hecho Dios, y hechos tambin los astros por lcreadosy por esta razn exista tambin en el maniquesmo una especie de devocin astral, y son chispas deesa luz las que se encuentran en nuestra alma y que tienden a desencarcelarnos de las tinieblas. Dios, pues, apareca a Agustn como un cuerpo sutil y resplandeciente,y como todo lo que es cuerpo, pero participa de la luz,forma parte de Dios, estaba convencido de ser l tambinuna fraccin de la Divinidad, y, as, las doctrinas mani-queas satisfacan a la vez su materialismo y su soberbia.Un problem a que,, desde enton ces, turbab a el espritude Agustny seguir trabajndole an mucho tiempodespuses el problema del mal, y le pareca que el maniquesmo lo resolviese de modo persuasivo, evitando hacerde un Dios bueno, autor, cmplice, o, al menos, espectadorpasivo de tantos males como afligen a los hombres.En las Confesiones, Agust n insiste, sobre todo, en otroargumento que entonces le pareci de poco peso : en la?

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    38 SAN AGUSTNi ncongruenc i a s e i nm ora l i dades que s e encuen t r an en e lA n t iguo Tes t am en to . Los m an iqueos , en e f ec to , a cep t abane l Evange l i o y l a s Ep s t o l a s de San Pab lo -acom odadasp robab l em en te a l u so m arc ion i t a , pe ro r echazaban e l A nt i guo Tes t am en to , i n sp i r ado , s egn e l l o s , po r A n t id io . Es t a s ob j ec iones no hab r an bas t ado a a r r a s t r a r a A gus t na la corporacin maniquea, s i o t ros mot ivos ms fuer tesno le hubie sen imp el ido . *Pero exis te una razn que Agust n ca l la y que, quiz ,es la ms poderosa , precisamente por ser ignota e in t raducibie en teologa . El lacerado hi jo de Pat r ic io y de M-nica encontraba en e l maniquesmo la cas i jus t i f icacin,o , mejor d icho, e l ref le io de su doble natura leza . El dual i sm o m an iqueo r e su l t aba com ba t i r c a s i exac t am en te conl a dua l i dad i n t e rna agus t i n i ana . A gus t n s en t a en s ,como cot id iana exper iencia , la lucha del b ien y del mal , dela luz y de las t in ieblas . Se daba cuenta de que posea dost endenc i a s : una , que t r a t aba de conduc i r l e a l a s ab idu r a de Dios ; o t ra , q ue le haca revolcarse en las lu jur ia sv am bic iones . E l m an ique sm o se adap t aba , pues , a su r ea l idad persona! , y Agust n , a su vez , pareca un espejo yuna r ep robac in de l dogm a m an iqueo . A dem s , e r a pa r al una absolucin. Aquel los ins t in tos de sobresal i r en todoy de ca rna l i dad que a m enudo l e dom inaban , no pod anser impu tado s a su person a : e ran las porc io nes de t in ieblas que e l d ios malo haba as ignado a su a lma y que pod an s e r a i s l adas , pe ro no des t ru idas .M uchos aos m s t a rde , cuando de ve r a s en t r en l aluz . pero en la incorprea y leg t ima del D ios cr i s t iano,A gus t n l l am ar a l o s m an iqueos sobe rb ios , de l i r an t e s ,carnales y locuaces , y ver en su doct r ina un cepo diabl ico. Pero su indigencia de verdad le haca entoncescomer aquel los vanos a l imentos , segn l af i rma, s in ganas , im p id i ndo l e gus t a r e l ve rdade ro s abo r de D ios . Apesar de todo, se sent a tan conauis tado, que l levaba ofer tas a los santos de la sec tay dice que s i a lguno aue nofuese maniqueo me hubiese pedido con qu acal lar suham bre , da r l e un bocado de pan m e hab r a pa r ec ido d ignode muerte -, y se mofaba de los s iervos y de los profe tasde Cr is to ; es ms , corr i enrgicamente conf iesa a Dios ,

    EL CEPO DE MANES 39ladraba cont ra Ti . Tan fervoroso era en la nueva fe , quel leg a apstol de e l la , y tanto hizo con su e locuencia , quet r a j o a l m a n i q u e s m o a a l g u n o s a m i g o s : R o m a n i a n o , A l i -p io , H o n o r a t o y o t r o s .E j e r c i t e s t e apos to l ado en Tagas t e , adonde hab a vue l to , en 374 , pa r a ensea r g r am t i ca . Pa r ece s e r que i n t en tconver t i r tambin a su m adre ; pe ro l a pob re M n ica t an tose horror iz de es ta vergonzosa t ransformacin de su hi jo ,que l e a r ro j de ca sa , y A gus t n deb i v iv i r , po r a l gnt i em po , en ca sa de su n t im o am igo Rom an iano .Mnica l loraba da y noche los er rores del h i jo , que ,con razn, le pareca como muer to . Y una noche so es taren pie sobre una regla de madera , y que un a legre jovense le acerc y pregunt la causa de su t r i s teza . Apenasla sup o, el joven la t ranqui l iz : Mira le di jo, don dees ts t es t tambin l . Y Mnica se volvi y vio aA gus t n , de r echo j un to a e l l a , sob re l a m i sm a r eg l a . Cont el sueo a su hijo, y ste, sof is ta , quiso aprovechar loen p rovecho suyo : Tam bin t , m adre , vendr s un d adonde yo es toy ahora . No, no-respondi a l ins tante Mnica'_; no me dijo que yo estar donde t ests, sino quedonde e s toy yo t am bin e s t a r s t . Pero ni os sueos ni las lgr imas de la madre lograron, por entonces a l menos , desviar le de aquel las fasc inadoras fa lsedades . Mnica , que quer a a toda cos ta sa lvar a lhi jo , fu a aconsejarse de un obispo que era c lebre comobuen conocedor de l a s Esc r i t u r a s , pa r a que a rguyese conAgust n y lo a t ra jese a la Ig les ia .Q u in e r a aque l -ob i spo? Tagas t e , po r aque l l a poca ,no era sede episcopal . El obispo ms prximo era l deM adauro , y deb a s e r l o t odav a aque l A n t gono , que t om par te en e l Conci l io de Car tago, en que se lament de lades lea l tad de un t a l O p t a n d o . E s m u y p r o b a b l e q u e M n i c ase di r ig iese a l . Pero, cualquiera que fuese , no fu , porc i e r t o , r nuy an im oso aps to l , po rque s e neg obs t i nada mente a e l lo . ( (Saba lcuenta Agust nque yo, con misa rgum en tos de pa l ab ra s i ngen iosa s , hab a i nd i spues to ava r i a s pe r sonas , y qu i z pens no e r a conven i en t e , m ien t r a s du ra se aque l l a ag i t ac in , a f ron t a r s em e jan t e em pre sa . A dem s , A n t gono t en a una m uy cm oda t eo r a su -

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    40 SAN AGUSTNya sobre el manlquesmo, no compartida, por cierto, porel Agustn cristiano. Deca a Mnica que tambin l, dejoven, haba sido maniqueo, pero que con el tiempo, sinnecesidad de ayuda alguna, se haba convencido de la falsedad de aqu ella secta, y que' lo mismo le sucedera a suhi jo. Este mtodo pasivo y expectante del prudentsimo,demasiado prudente, obispo, no le acomodaba a Mnica,que constantemente tornaba a suplicarle, mezclando susruegos con grandes explosiones de llanto. Pero el obispoinsisti en su negativa. Y, finalmente, no pudiendo ya resistir el tedio, exclam : ((Vete de aqu, djame ; por cuantoes verdad que ests viva, no puede suceder que perezcael hijo de tantas lgrimas.Esta bella frase, con razn hecha clebre, salv al obispo del reproche que mereca por su cauta tibieza, tan cauta,que alguien ha intentado darle otro nombre. Pero el hijode las lgrimas se salv de todos modos, y el llanto deMnica tuvo la respuesta y la recompensa en aquel desbordar de lgrimas que marc el segundo nacimiento deAgustn, en el ao 386.

    V I I IE L A L M A E N S A N G R E N T A D A

    A los Irece ao s, Aurelio Agustn haba dejado Ta -gaste para estudiar letras; a los veinte estaba de vueltaen su patria, despus de las victorias de Cartago, paraensear gramtica. Haba sido adolescente precoz, perotmido y desconocido ; volva casi hombre, casi clebre, dispuesto a todos los escarceos de la contienda teolgica ypreparado para todos los debates del teatro y del foro. Haba partido virgen, antes del vertiginoso incendio de lapubertad, y volva con una mujer a la que no faltaba deesposa ms que el nombre, y con un hijito de dos aos.Haba partido cristiano, al menos en deseo, y volva maniqueo entusiasta, vido de proslitos.Su padre haba muerto; a madre no le haba queridoen casa ; todo pareca cambiado. Pero Romaniano, el granseor de la pequea ciudad, le haba acogido en su palacio como si se tratase de l mismo, y los discpulos no lefaltaban: Alipio, entre otros, su fidelsimo amigo, quejams le abandonar.A juzgar las cosas por fuera, pareca que Agustn nofuese dichoso : no le faltaban los placeres del lecho, las alegras de la paternidad, los consuelos de la amistad, elafecto de los discpulos, los triunfos del apostolado. Habahecho, como se dira hoy en el adyecto estilo de negocios,una rpida y brillante carrera.Y Agustn' se diverta. Iba en busca de coronas de henoy aplausos teatrales. Crea creer que tena en la mano laverdad^anotada en los cdigos maniqueos de deslumhran-

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    42 SAN AGUSTNt e s ado rnos , y anhe l aba l a f am a . Fam a de su t i e r r a ,ap l ausos de sus pa i s anos pueb l e r i nos , aunque s i em pre g r a tosfavor plebeyo y f i l i s teoa los ambiciosos odos de susv e i n t e a o s .Iba por sa las y escenar ios , ya para declamar a lgn bell o trozo de efecto pico o t rgico, - acom odado a sus m edios de mmico y a su voz, ya para rec i tar poes as suyas ,en l o s ce r t m enes pb l i cos anunc i ados en bandos po r l aau to r i dad de l a p rov inc i a . U na vez t om t am bin pa r t een un ce r t am en de poes a t e a t r a l ; f u qu i z una t r age dia ? Desd e nio tena la man a de las ar tes es cn icas : l s t im a no haya quedad o nada de l o s poem as d r a m t i cos del fu turo santo! Que es poeta , y ta l vez de a l tos vuelos, lo saben quienes han le do tan slo las Confesiones ;pero en aquel v ibrar de los deseos de sus veinte aos ,fu tambin poeta en verso, o fu quiz nicamente vers i f ic ado r de endecas l abos r im bom ban te s?La escuela le dab a tambin que ha ce r : a los que ibanen busca de m en t i r a l e s vend a , h on rad am e n te , e l a r te devencer en la verbosidad, y s in engaos les haca con e la r t e d e e n g a a r .Y , no obsta nte , toda s es tas tareas no le bas taba n : n ie l comercio de los per odos ni la caza de la g lor ia . Leent r la af ic in a la as t rlogia : se sumergi en las obrasde los mal l lamados matemt icos , aprendi a deci r loshorscopos . El maniquesmo, a l colocar las es t re l las y losplanetas en los pr imeros pues tos de la jerarqua de losseres , le haba incl inado tambin a es tas fantas as adivi nas que du ran t e t an tos s i g lo s han adop t ado e l f a l so a s pecto de c iencia . Un mdico i lus t re , V indic iano, que , encal idad de procnsul , coloc sobre los cabel los de Agust nuna de l a s co ronas ganadas po r l en l o s ce r t m enes po t icos , in tent qui tar le de la cabeza aquel ar rebato por losdesvar ios as t ra les ; pero ni e l sabio cnsul n i su gran amigo N ebr id io , enem igo t am bin de l a a s t r log i a , l og ra rond i suad i r l e . Y A gus t n con t i nu buscando en l o s c i e lo s , envez de la g jor ia de Aquel que los Fabr ic, las conjuncionesde l o s p l ane t a s y l o s de s t i nos de l o s papana t a s . Po rquecuando e l hom bre ha pe rd ido y no ha encon t r ado a l ve r dadero Dios , aunque s in saber lo le busca , no t iene ot ro

    EL ALMA ENSANGRENTADA 43consue lo o de seo que e l de ap rop i a r se a lguna pa r t ec i t a dela Divinidad. Agust n , que cre a ser una nf ima f raccinde Dios , tenda a la anexin del fu turo , sea quedando enel recuerdo de los hombres a fuerza de ce lebr idad, sea leyendo e l po rven i r en l a s l abe r n t i ca s com binac iones a s t ro lgic as . Ma s, a pesar de q ue es tuviese c iego po r una delas insensateces de la magia , no quer a saber nada de ot rasbrujer as , y c ier ta vez que un adivino le promet i la v ictor ia en un prximo cer tamen s i consent a en c ier tos sac r i f i c i o s de encan t am ien to , r ehus en rg i cam en te , d i c i endoque , aunque l a co rona fuese de o ro , j am s pe rm i t i r a quematasen ni una mosca por causa suya. Y has ta en es taocas in , aunque l no l o d iga , s e de j a ve r e l m an iqueom s . b i en que e l c r i s t i ano , po rque en t r e l a s enseanzas queM anes hab a t om ado de l a I nd i a e s t aba J a de no qu i t a r l av ida a l o s an im a le s .Es tos dos aos de v ida f agas t ense no s ea l an , en su m a , n ingn p rog re so en l a v ida de A gus t n ; a l con t r a r i o ,r eco rdando e l m om en to de l a l e c tu r a de Hortensio, unpaso hac i a a t r s . A l a s f bu l a s m an iqueas s e hab an aa dido las fbulas as t rolgicas ; se haba aplacado en e l concubinato su f renes sensual , pero haba crecido e l desvar opor e l r enom bre . A os r i dos y t u rb ios , aos de m i se r i acon nfulas de r iqueza . V ino luego la asf ix ia , o t ro huracn,no de l u ju r i a , s i no de do lo r . Te rm ina ron aque l l o s aos conla muer te , e l l lanto y la huida .A gus t n hab a encon t r ado en l a pa t r i a a uno de susam ibos de i n f anc i a , a uno de t an tos , pe ro que aho ra ha ban ocupado en su pecho e l pr imer lugar ms a l to quee l de l m i sm o Rom an iano . N o pod an pasa r e l uno s i n e lo t ro ; com unes e r an sus a l eg r a s , gus tos , pensam ien tos ,es tudios . Era tambin de fami l ia cr i s t iana , pero e l pres t i g io dom inan t e de A gus t n l e hab a s educ ido hac i a l a s c r een c i a s m an iqueas , y a s , nada l o s s epa raba ya . Es t a am i s t ad , m s du l ce que t odas l a s du l zu ra s de m i v ida , du ra ba hac a un ao , cuando e l j oven en fe rm g ravem en teM ien t r a s yac a pos t r ado , s i n conoc im ien to , su s pad re s l eh i c i e ron bau t i za r ; A gus t n no d io im por t anc i a a aque l s a c r am en to adm in i s t r ado s i n l a vo lun t ad de l en f e rm o , y s epersuadi de que a l volver en s se re i r a de e l lo con l .

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    4 4 SAN AGUSTNEl joven se alivi y Agustn empez a chancear sobre aquellavado dado a un cuerpo insensible. Esperaba que el amigo le hiciese coro, pero sucedi todo lo contrario. Vio quele mir fijo, con cara dura y seria, y oy a aquellos labios,lvidos por la enfermedad, decirle en tono resuelto que siquera seguir en su amistad cesase para siempre en aquella conversacin. Agustn qued mal y ech la culpa a laenfermedad, que todava turbaba la mente del querido cantarada. Pero pocos das despus, vuelto a atacar por alt sima fiebre, muri.Con esta muerte le pareci a Agustn que todo estuviese tambin muerto a su alrededor. Le pareci que le haban arrancado el alma, la senta gotear sangre. La patriase le hizo insoportable ; la casa, un suplicio ; el universo,sin su amigo, vacjo, desierto, sin esperanza. Nada le consolaba : ni la amen idad de los bosques , ni los cnticos,ni los juegos, ni los olorosos paisajes, ni los convites, nilas voluptuosidades. Todo le causaba horror: hasta laluz. No encontraba paz ni reposo, se haba convertido enun enigma para s mism o. Interrog aba a su alma : porqu ests tan triste? Y su alma no saba responderle. Contrarios pensamientos le enloquecan la mente: el deseo demorir y el odio a la muerte, que le haba robado su compae ro ; el asco a la vida y el horror del fin, que h abradado muerte al mismo recuerdo.nico consuelo, las lgrimas. Este joven, que no ha dicho ua palabra de lamentacin en la muerte de su padre, parece no poder hartarse de l lorar a su amadsimodifunto. De l habla, aun con el correr del tiempo, conlas mismas expresiones de desvaro y desesperacin queun amante romntico adoptara para la mujer muerta ; tanlocamente no llorar ya, sino, ms tarde, por s mismo.Agustn haba heredado de la madre el don de las lgrimas. De nio lloraba leyendo la Eneida ; joven, lloraba lasdesventuras de los enamorados, y su vuelta a Cristo culminar en oleaje de llanto. Su naturaleza sensible, enamorada del amqr, no puede desahogarse sino en este rebosar en gotas saladas que le salvan : bautismo anticipadoque le har digno del verdadero.

    EL ALMA ENSANGRENTADA 45terrumpido de su madre, que llora por su alma muerta.Mnica encuentra ahora un vengador inocente en el amigo sin nombre, y Agustn, creyendo llorar por el amigomuerto, llora tambin por su pobre alma, llora por el llanto materno, llora su vida, que se va deshaciendo en lasvanidades del verbo y de la gloria.Esta crisis pesimista abre, al menos por un instante,los ojos del profesor de gramtica y le muestra cmo laausencia del amor descolora y entenebrece todo cuanto almundo parece ms rico y alegre.Su alma, ansiosa de dicha, no poda soportar por largo tiempo la obsesin de esta tremenda angustia. No seencuentra en Tagaste, no piensa ms que en la fuga. Nadadice a nadie, ni a su misma madre. Se confa nicamentea Romaniano, quien, aun dolindole de verlo abandonarotra vez Tagaste, le ofrece, con su acostumbrada liberalidad, el dinero necesario para la expatriacin. Y Agustn,casi a escondidas, y siempre derramando lgrimas, huyea Ca r t ago .

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    IXL A I G N O R A N C I A D E F A U S T O

    Cuando, en 386, escribi los dilogos Contra los Acadmicos, dio Agustn otra razn de su traslado a Carta-g o : el deseo de elevarse a ms alta profesin, es decir,a mayor fortuna, en una ciudad mayor. Mas, quiz, al dirigirse a Romaniano, que tan generoso haba sido con l,hasta en aquel caso, no quiso ponerle por delante a unamigo que probablemente pudiera haber causado una sombra de envidia en el corazn del afectuoso protector, o talvez, hablando a un hombre y no a Dios, tuvo la decenciade no manifestar aquella desesperacin suya, demasiadohumana .En Cartago experiment los beneficiosterribles, si lopensamos biendel tiempo, triste destino del hombre, quele hizo morir por segunda vez, en su flaca memoria, aquienes ms fuertemente am. Quiz contribuyeron a suconsuelo los estudios filosficos, que volvi a reanudar enCartago con nuevo entusiasmo. El primer problema que leocup fu el de la belleza, y su primer libro fu una obritasobre esttica.Agustn, temperamento sensual y artista por instinto,amaba las bellas formas y los cuerpos bellos. Qu otracosa amamosdeca a los amigossino lo bello ? Qu esla belleza ? Qu es lo que nos atrae y amam os en las cosas que amamos? Si en ellas no hubiere ornato y belleza,no nos emocionaran. Para contestar a estas preguntesescribi una pequea obra sobre Lo bello por encima delo conveniente, que l mismo, cuando las Confesiones, ya

    LA IGNORANCIA DE FAUSTO 47no tena. A juzgar por ios pocos recuerdos que de ella refiere, no deba de ser un milagro de originalidad, y mucho ms tarde expuso ideas ms profundas de la bellezaen De Msica y en De Trinitate.. Era una esttica completamente emprica y materialisto, fundada sobre las premisas maniq ueas, y de aquel BU primer en sayo conservdespus tan slo el principio de la armona, cuando, alcabo, hubo reconocido la existencia y primaca del espritu.Aquel librito no era sino el primer hijo menor de sumenteJas poesas haban sido juegos mtricos insignificantes, en su gran deseo de ser coronado, y un jovende veintisis aos se imagina fcilmente haber descubiertoun mundo nuevo, aun no habiendo hecho otra cosa quetomar posesin, con otros ttulos, de la casa de sus antepasados. As, pues, muy animado por este fruto de su talento, el autor primerizo pens dedicarlo a un hombreilustre, a Hierio, orador que en aquel tiempo brillaba enRoma, y cuya fama haba llegado a los cenculos de losintelectuales de Cartago.Agustn no le conoca, ni era eonocido de l, pero senta gran admiracin por aquei safio que, educado en lasescuelas griegas, haba, na dbstemte, logrado igualar alos ms grandes en la elocuencia latina y en el mismo centro de la latinidad. Y nuestro Jaufr Rudel, que se habaenamorado de aquella multilocuente Melisenda siriana,como por fama el hombre se enamora, no tuvo el disgusto de saber cmo su ingenua dedicatoria haba sidoacogida, y aquel, silencio fu, ciertamente, una herida parala soberbia del novato filsofa, a pesar de que l diga queno tena necesidad de admiradores para admirar sus propiosconceptos.En aquellos aos ley muchsimas obras de filosofa y,entre otras, el tratado de Aristteles sobre las Categoras.Le haban dicho que era el puente del asno del pensamiento , y que los ms, aun guiados por mano de valiosos maestros, quienes, para hacer claro el pensamiento del Esta-girita, dibujaban hasta figura en la arena, nada habanentendido. Agustn se enfrent solo con el maravilloso yenigmtico libro, y se dio cuenta de que, desde el comienzo , lo entenda y sin tropezones. Pero no le sirvi todo lo

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    48 SAN AGUSTNque podra haberle servido, porque, cegado entonces porManes, se imaginaba a Dios como un ser corpreo, y trataba de aplicarle las categoras aristotlicas, alejndoseas del verdadero conocimiento del divino. Tambin estudiaba msica, geometra, la teora de los nmeros y astronoma. Y fu precisamente la astronoma la que le ayud a dar el primer arranque que le separase de la fe ma-niquea. Para los adeptos de Manes, el fundador era nadamenos que el Espritu Santo descendido a la tierra, y,por consiguiente, habra debido ser infalible. En sus escritos hablaba con abundancia del sol, de la luna, de los planetas y de otras estrellas; pero la curiosidad de Agustn,avivada tambin por su fatuidad astrolgica, le haba hecho descubrir las obras de los astrnomos griegos, y sepercat de que las revelaciones del pretendido Parclitoy los clculos de los sabios no estaban de acuerdo. Adems, meditando y observando, se persuadi de que losgriegos tenan razn y de que los babilonios estaban equivocados.Agustn segua frecuentando los conventculos mani-queos y practicando su apostolado, conquistando nuevosfieles a la absurda idea; pero en Cartago no haba nadieque pudiese resolverle aquellas dudas y confirmarle conargumentos slidos la infalibilidad de Manes. Le decanque, a no tardar, vendra a Cartago un obispo maniqueo,famoso por su erudicin y entendido en los misterios delos dos mundos, y que en l hallara plena satisfaccin.Lleg, finalmente, este pozo de ciencia, y Agustn no veala hora y el*momento de ser aluminado y tran quilizado.

    Fausto de Milevio tambin era nmida, y, al principio,hizo al impaciente oyente una buena impresin. Hablababien, bastante mejor que todos los que haba odo hastaaquel momento, pero no deca nada que Agustn no hubiese ledo o escuchado miles de veces. Finalmente, pudovisitarlo casi por asalto, y le expuso a bocajarro las dificultades que le haban turbado, esto es, las manifiestascontradicciones entre las enseanzas de Manes acerca delcielo y los resultados de la astronoma griega. Parcenosver a un joven Wagner anticipado que asalta con pregun

    LA GNRCiA.DE FAUSTO 40como su tocayo alemn, en el demonio y s poder. Peroeste Fausto nmida era menos docto y tambin menos orgulloso que el alemn, y sinceramente confes a Agustnque ni saba ni entenda nada de aquello. Y, en efecto,entrevistndose varias veces, el inquieto profesor se diocuenta de que Fausto no era ms que un propagandistabarnizado de un poco de literatura, y de que toda su sabidura consista en una facilidad de palabra mayor que lade los dems.No ignorabadice Agustnsu ignorancia. Por estafranqueza se le hizo tan simptico que sigui alabndole,y pasaban largos ratos razonando sobre literatura, y leyndole Agustn obras que l no conoca.Algn tiempo despus, Fausto fu expulsado a una isla,donde aprovech los ocios del destierro, escribiendo ungrueso volumen de crtica contra el Antiguo Testamento,que Agustn, en el ao 400, refut minuciosamente. Peroaun entonces reconoci en l al hombre de eloquio suavis,ingenio callidus.Aquellas demostraciones de simpata y estas provisiones literarias no fueron tan desinteresadas como se podra creer. No debemos imaginarnos a Agustn, antes de suconversin, por muy candido que fuese, tan dispuesto aperder el tiempo sin idea de clculo. El caso es que desdeaquel momento pens en trasladarse a Roma en busca dems pinge salario y de mayor fama, y saba que Faustotena muchos partidarios all , pues haba sido.en Roma,por muchos aos, obispo de la Iglesia maniquea. Agustnera por entonces un profesor ambicioso. Dar prueba de suvaler y de su cultura a Fausto era el medio seguro de obtener eficaces recomendaciones. Y su estancia en Romademostr que no se equivocaba en sus cuentas.Esto, en cuanto a lo prctico. Pero en cuanto a su interior, la declarada incompetencia de uno de los jefes msclebres de }a secta fu para Agustn el principio del arrepentimiento, y Fausto, en vez de ser un lazo del demonio, fu para l, sin quererlo, el cuchillo que dio el primercorte al collar que le tena prisionero.Pero no por eso abandon a los maniqueos, ya que ninguna verdad ms veraz brillaba todava en su espritu,

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    50 SAN AGUSTNseducido y seductor; pero no fu de ellos con el mismo, entusiasmo que a nt es: era ya otro, soldado con ideas dedesertor.Maniqueos fueron probablemente unos amigos que leexhortaron a que dejase Cartago para ir a Roma, campoms vasto para ganancias ms crecidas y fama mayor.Quiz la figura de Hierio, del taciturno Hierio, que Agus^tn haba tomado como modelo, le indujo a prestar odosa aquellos consejos; pero lo que ms que nada le animfu su antipata por el libertinaje de los estudiantes cartagineses. Parece, por lo que cuenta, que aquellos desalmados y alborotadores estudiantes fuesen una verdaderacalamidad para el profesorado y para toda la ciudad. Invadan de repente las aulas a que no pertenecan, echandotodo por alto, la disciplina y la quietud de los estudios, ytrastornndolo todo. Los clebres demoledores, que haban sido los compaeros a la fuerza tolerados por Agustn, proseguan co n sus estpidas hazaas, insolentes ymalvados, y el pobre universitario no poda ms. Ya lehaban hecho poca gracia cuando de mal grado haba debido aceptar su compaa: de profesor, le irritaban y asqueaban.Oy que en Roma aquellas costumbres vergonzosas erandesconocidas, y que la disciplina era ms severa, y asf,convencido por tantos motivos, se decidi resueltamente adirigirse a la capital del imperio, donde tantos retricosde provincias, y especialmente africanos, haban logradosensacional fortuna.El nico obstculo era su madre. Mnica, a lo que parece, le haba seguido a Cartago, y cuando supo las intenciones del hijo, redobl gemidos y llanto. Manes se habaapoderado del alma de Agustn y le haba alejado de ella;ahora las tentaciones de los maniqueos le privaban hastade la presencia de aquel cuerpo que ella haba sostenido.El hijo, al otro lado del mar, estara an ms en poderde aquellos seductores, perdido para siempre.Para hacerla ceder, debi recurrir a la mentira: Ment a mi madre, y a aquella madre. Mnica, no obstante,no se fiaba y no se separaba un paso de l. Le sigui unanoche hasta el puerto. Agustn le dio a entender que su-

    LA IGNORANCIA >E FAUSTO 5 1ba a la nave para pasar las ltimas horas con un amigoque parta, y la convenci que se fuese a una pequea iglesia dedicada a San Cipriano que estaba all, cerca del mar,y en que la ignorante y engaada Mnica pas la nocheen llanto y oracin.Sopl el viento, se hincharon las velas, y la nave quellevaba a Agustn se alej de frica, adonde volvera cincoaos ms tarde, reconciliado con el Dios a quien la madre suplicaba llena de lgrimas. Por la maana, cuandoMnica sali de la capilla para buscar al hijo, se dio cuentade la traicin y se apen por la falsa y crueldad del queamaba sobre todos los seres. La dej sola a la orilla delmar, desahogndose en llanto, como a la Dido de su infancia, que segua con mirada incrdula las velas del fugitivo Eneas. Tambin Agustn, como su primer hroe, ibaa Roma, a semejanza de l, y no se haba dejado vencerpor el cario de la abandonada. Pero las lgrimas de lahumilde viuda no fueron vanas como las de la legendariareina, y fueron contadas por Aquel que, permitiendo lafuga de Agustn a Italia, le mandaba adonde la Graciaresucitara al fugitivo.

    LA ELECCIN DE SIMACO 5 3

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    XL A E L E C C I N D E S I M A C O

    Agustn l leg a Roma hacia el fin del 383. Provisto,casi de seguro, de cartas de Fausto y de otros amigos africanos, encontr hospitalidad en casa de un maniqueo queera, como l, oyente. Deba habitar las calles que estnentre el Celio y el Aventino, y que, como se desprende delnombre, eran el barrio de la colonia africana; an hoyexiste la calle Capo d'Africa, el antiguo vicus Africae.El maniquesmo estaba, oficialmente, fuera de ley. Undecreto de Diocleciano del 296 amenazaba con la pena demuerte o del homicida trabajo de las m