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¿PARA QUÉ SIRVE REALMENTE UN SOCIÓLOGO? Fran¢ois Dubet 1. De la utilidad de la sociología ¿Por qué o cómo uno se hace sociólogo? ¿la sociología se pregunta sobre su utilidad? Primera precaución: me siento muy incapaz de decir por qué me hice sociólogo. Por supuesto, no es consecuencia de una vocación precoz: cuando dejé atrás un liceo en que nunca se había pronunciado la palabra “sociología”, ignoraba incluso la existencia de algo con ese nombre. Se percibía la historia, la filosofía y, en menos medida por aquel entonces, la economía y la psicología como las únicas ciencias humanas sociales serias. Y por una sucesión de causas azarosas y de relativas incompetencias, me vi de pronto ya estudiante de sociología (Dubet, 2007). En general, resulta más honesto y más serio decir cómo uno llegó a ser lo que es, antes de decir por qué, en nombre de cuál destino, proyecto o vocación. Además, pienso que la construcción “tener un proyecto”, que actualmente se presenta a liceístas y jóvenes estudiantes, asocia crueldad mental con irrealismo sociológico, pues la mayor parte de las historias de vida desarrolladas por los adultos ya establecidos son una suerte de “novelas”, relatos que uno cuenta (a los demás y a uno mismo) para dar algo de consistencia y de coherencia a una vida que le gustaría apreciar como obra suya y consumación de un proyecto. Segunda y última precaución: la palabra “utilidad” podría sobresaltar a más de uno, ya que evidentemente la ciencia apunta en primer término a producir conocimientos, y no sería capaz de someterse a un principio de utilidad. Por ende, no cabe hablar aquí de utilidad en sentido estricto, sino más bien amplio: ¿cumple la sociología un papel en la vida social? ¿Cuál? ¿Y cuál es su vocación? A priori la sociología es menos “útil” que la biología o la tecnología – no es fuente de industria alguna – pero no es menos “útil” que la música, la pintura, la filosofía o la literatura. Como todas esas formas de expresión, cumple un papel, sirve para algo, incluso si critica el utilitarismo. Teniendo en

Para Qué Sirve Realmente Un Sociólogo

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PARA QU SIRVE REALMENTE UN SOCILOGO?Franois Dubet1. De la utilidad de la sociologaPor qu o cmo uno se hace socilogo? la sociologa se pregunta sobre su utilidad?Primera precaucin: me siento muy incapaz de decir por qu me hice socilogo. Por supuesto, no es consecuencia de una vocacin precoz: cuando dej atrs un liceo en que nunca se haba pronunciado la palabra sociologa, ignoraba incluso la existencia de algo con ese nombre. Se perciba la historia, la filosofa y, en menos medida por aquel entonces, la economa y la psicologa como las nicas ciencias humanas sociales serias. Y por una sucesin de causas azarosas y de relativas incompetencias, me vi de pronto ya estudiante de sociologa (Dubet, 2007). En general, resulta ms honesto y ms serio decir cmo uno lleg a ser lo que es, antes de decir por qu, en nombre de cul destino, proyecto o vocacin. Adems, pienso que la construccin tener un proyecto, que actualmente se presenta a licestas y jvenes estudiantes, asocia crueldad mental con irrealismo sociolgico, pues la mayor parte de las historias de vida desarrolladas por los adultos ya establecidos son una suerte de novelas, relatos que uno cuenta (a los dems y a uno mismo) para dar algo de consistencia y de coherencia a una vida que le gustara apreciar como obra suya y consumacin de un proyecto.

Segunda y ltima precaucin: la palabra utilidad podra sobresaltar a ms de uno, ya que evidentemente la ciencia apunta en primer trmino a producir conocimientos, y no sera capaz de someterse a un principio de utilidad. Por ende, no cabe hablar aqu de utilidad en sentido estricto, sino ms bien amplio: cumple la sociologa un papel en la vida social? Cul? Y cul es su vocacin? A priori la sociologa es menos til que la biologa o la tecnologa no es fuente de industria alguna pero no es menos til que la msica, la pintura, la filosofa o la literatura. Como todas esas formas de expresin, cumple un papel, sirve para algo, incluso si critica el utilitarismo. Teniendo en cuenta que los socilogos son tan hbiles a la hora de mostrar para qu sirven las dems disciplinas, ms all de lo que ellas quieran o piensen al respecto, sera extrao que se negaran a aplicar sobre s los razonamientos que estn en el ncleo mismo de su prctica.

Las sociedades deben conocerse

Una vez enunciadas esas reglas de prudencia, tomemos como punto de partida una afirmacin medular: la sociologa es til porque las sociedades modernas ya no se representan a s mismas como el cumplimiento de un proyecto divino - as suceda hace ya mucho tiempo o como el producto transparente de la voluntad de los hombres sellada libre y racionalmente en un contrato social, segn lo soado por el Siglo de las Luces. Los mitos religiosos, por un lado, y las leyes libremente consentidas por el otro, no bastan para explicar cmo se sostienen, se forman y se transforman las sociedades cuando uno ya no cree en los mismos dioses y a menudo en ningn dios cuando el soberano, el Estado y las leyes ya no organizan la totalidad de la vida social, cuando el cambio social se volvi regla. Para poder decir todo eso, Augusto Comte invent el trmino sociologa. Las sociedades modernas deben construir representaciones de ellas mismas, deben conocerse porque no son como los dems seres naturales, producto de la mera necesidad. Vista de tan lejos, la cuestin de la utilidad de la sociologa no se plantea siquiera: las sociedades modernas necesitan sociologa porque son modernas, porque saben que son consecuencia de su propia accin, porque el mundo se abri, porque las culturas y las sociedades que se rozan cada vez ms unas con otras debe conocerse y reconocerse todo el tiempo. De nuestra parte, sabemos bien que las respuestas a los problemas sociales que suelen escandalizarnos la pobreza, la opresin, la violencia pasan por las convicciones morales y por la voluntad poltica, pero tambin sabemos que pasan por el conocimiento, por la sociologa y por todas las ciencias sociales.

La utilidad de la sociologa pareca darse por sentada cuando yo era estudiante en la segunda mitad de los aos sesenta. Por ingenuo que parezca, en una sociedad industrial en pleno crecimiento estbamos convencidos de que la ciencia y el conocimiento trabajaban naturalmente por la felicidad del gnero humano. Y en un momento en que las ciencias de la naturaleza y la tcnica parecan tan manifiestamente positivas, las ciencias del hombre y de la sociedad podan pretender desempear un papel equivalente. El conocimiento objetivo de la vida social y de los mecanismos de funcionamiento de las sociedades podan incrementar el grado de conciencia de los actores sociales, podan volverlos ms libres, ms eficaces, ms racionales.

Raymon Aron (1960), de quien no podemos decir que fuese especialmente optimista e oconciencia de sociedades lo bastante ambiciosas o ingenuas como para entregarse a la observacin objetiva y a la curiosidad sin barreras.

Sociedades ambiciosas porque estaban convencidas de que el conocimiento les permitira actuar sobre si mismas; sociedades ingenuas, porque al mirarse a la cara perderan, de paso, algunas ilusiones. En forma elemental: la sociologa siempre pone de relieve la distancia que media entre las representaciones y las realidades, entre los ms elevados principios y los hechos ms banales; y dejar al desnudo esa distancia es en s una accin til. A fin de cuentas la obra Los herederos (Bourdieu y Passeron, 1964) denunciaba las desigualdades escolares mientras sugera una organizacin ms racional y ms justa de la enseanza y de la pedagoga. La conciencia obrera (Touraine, 1966), El fenmeno burocrtico (Crozier, 1963) y los libros de Edgar Morin sobre la cultura de masas (1962) describan cambios, enfatizaban los logros y los riesgos, dejaban en evidencia formas de dominacin, impedimentos e ilusiones, a la vez que cuestionaban el control de las transformaciones sociales.

Digmoslo sin rodeos, creo que esta concepcin de la utilidad de la sociologa, habitual por ese entonces en socilogos muy diferentes, no est completamente muerta. No hay duda de que todo socilogo piensa (como Durkheim) que la sociologa vale la pena en la medida en que se la considere til. Desde luego, uno ya est lejos de creer en los reyes magos, pero subsiste algo de confianza cientificista en las ciencias humanas, aun cuando la ciencia haya perdido una cuota de candidez; a fin de cuentas, en verdad uno no critica la ciencia si no es en nombre de la ciencia.

Esos aos en que imperaba la confianza en la utilidad de la sociologa no se explican slo con motivos intelectuales. En la Francia de los aos sesenta, la Guerra de Argelia ha finalizado, hay prosperidad econmica, algunos altos funcionarios apoyan la investigacin sociolgica porque estn convencidos de la necesidad de modernizar el pas despus de haberlo reconstruido. Cuando la sociologa se instala en el ambiente cientfico y universitario, su utilidad se vuelve mucho ms evidente. Se afianza en el terreno de las ciencias humana y sociales desde la poca en que avanzaba disimulada detrs de la filosofa, la pedagoga con Durheim, o la psicologa colectiva de Maurice Halbwacs. La sociologa entr en el Centro Nacional de Investigacin Cientfica -CNRS- en los aos cincuenta gracias a Georges Friedmann; en 1958 se cre una licenciatura y un ciclo completo de formacin se abri en 1967. Hasta ese momento, si bien los socilogos podan contar con un reconocimiento intelectual, no tenan peso alguno frente a los historiadores, filsofos sociales y economistas, que en fecha tanto ms temprana haba obtenido posiciones acadmicas indiscutibles. Ms tarde, se dio un brusco aumento en la cantidad de socilogos: 300 docentes investigadores en 1978, 148 socilogos en el CNRS, mientras alrededor de 600 socilogos trabajaban bajo contrato (Dubar, 2002). A fines de los aos 60, un estudiante de sociologa poda creer que la sociologa tena un porvenir y que encaminar hacia un oficio y un puesto laboral.

La creencia en la utilidad de la sociologa tambin poda provenir del sentimiento de que ella participaba en un combate contra las viejas ideologas. Modernizador en lo concerniente a la economa y a la administracin, el gaullismo segua siendo profundamente conservador en lo vinculado con las costumbres; estimaba ms al Estado que a la sociedad; y ms a Francia que a los franceses.

En el frente contario, el partido Comunista rechazaba la sociologa, asimilndola a una ciencia burguesa llegada de los Estados Unidos. Gracias al marxismo oficial, crea poseer las claves de las leyes de la vida social y del sentido de la Historia, y muchos intelectuales hicieron un largo trecho calcando los tics discursivos de la intelligensia sovitica. Los socilogos podan confiar tanto ms en la utilidad de su ciencia conforme se la identificaba ampliamente con un llamamiento a la modernidad, a la crtica social y a la democracia. Por otra parte, la sociologa estaba, sin ms, prohibida o reducida a la condicin de ideologa oficial en los pases no democrticos. En cierta medida, un estudiante -como era mi caso- poda pensar ue la sociologa consista en otra manera de hacer poltica cuando la vida poltica estaba como sofocada entre el gaullismo y el comunismo, y esta creencia intensificaba el sentimiento de que la sociologa era til e importante.

Por supuesto, este panorama es ms una burda evocacin de un clima social que una descripcin exhaustiva del estado de cosas al promediar los aos 60. Los socilogos estaban lejos de estar de acuerdo entre ellos, la conquista de legitimidad todava era frgil, pero todo pareca indicar que para los socilogos, en cualquiera de los casos para los aspirantes a la prctica profesional, la utilidad de su ciencia se daba por descontada.

Tres conceptos sobre la utilidad de la sociologa

En los aos 70, cuando la sociologa se instala slidamente en la universidad y en el CNRS, cuando se crean los CAPES (Certificado de Aptitud para el Profesorado y la Enseanza Secundaria) y un concurso pblico para ciencias sociales, las concepciones de la utilidad de la disciplina sufren un sensible desgarro. Ms all de teoras, estilos y capillas contrapuestas, es posible discernir tres concepciones fundamentales acerca de la sociologa.

Despus de mayo del 68, gran parte de los socilogos adhiere a la atmsfera revolucionaria y a la crtica imperante por ese entonces en la sensibilidad intelectual. Para ellos, la sociologa debe primordialmente dejar al desnudo los mecanismos de la dominacin capitalista, desenmascarar todas las formas de poder, incluidas las provenientes del proyecto de las Luces y la Razn, que a priori invocaban la libertad. Esta sensibilidad es, sin duda, muy heterognea. Los marxistas son quienes la sustentan en gran medida. A menudo inspirados por Louis Althusser, denuncian la dominacin de clase que pesa sobre la educacin, la cultura, la ciudad Otros, ms cercanos a Michel Foucault, la emprenden contra las instituciones, cuyos mecanismos de poder develan. Por ltimo otros, inspirados por Pierre Bourdieu, toman como respaldo una sociologa ms clsica, poniendo en evidencia los mecanismos de dominacin que anidaran en el ncleo ntimo de la accin individual.

Pese a sus diferencias, todas estas corrientes conciben la sociologa como una disciplina crtica: los actores parecen completamente dominados por el sistema, y el propio sistema es un mecanismo de dominacin. Unos, en especial Bourdieu y Foucault, piensan que dejar al desnudo la dominacin permitir que los actores sean menos ingenuos en sus acciones y acaso en sus luchas. Los otros estn ligados de forma ms directa a un proyecto revolucionario. Estas distintas concepciones crticas de la utilidad de la sociologa no significan, claro est, que todas las investigaciones inspiradas en ellas sean reducibles a ese proyecto y no puedan tomarse hoy en da como experiencia ganada para aquellas sociologas ms positivas y cientficas. Pero no me refiero aqu al valor cientfico de las obras: recuerdo ms bien las representaciones de la utilidad social de la sociologa definida como una ciencia del develamiento y de la crtica.

Otros socilogos se sitan de una manera distinta en la vida de la polis. Piensan ms directamente que la sociologa debe incrementar el grado de racionalidad de las sociedades y participar en lo que denominamos buen gobierno. Sospechada a menudo de modo injusto y simplista, de estar al servicio del poder, esta sociologa estudia las organizaciones, los mecanismos de decisin y lo que algo ms tarde se denominar polticas pblicas. En este caso, es menos cuestin de desenmascarar la dominacin que resear los impedimentos, los efectos perversos, los modelos culturales que debilitan las capacidades de accin de los actores, en particular de los responsables polticos y sociales que se esfuerzan por actuar sobre la vida social. Muy a menudo se asocia esta concepcin pragmtica de la sociologa con el modelo terico de eleccin racional, en procura de demostrar que en la mayor partde de los casos las elecciones no son tan racionales como aparentan, o que lo son de otro modo. El actor y el sistema (Crozier y Friedberg, 1977) es sin duda la obra central de este perodo y esta concepcin de la vocacin de la sociologa. Podemos tambin considerar que la teora de los efectos perversos - presentada en germen por La desigualdad de oportunidades. La movilidad social en las sociedades industriales (Boudon, 1973) - participa en un proyecto de conocimiento que apunta a optimizar la racionalidad de las decisiones en materia de educacin, aunque Raymond Boudon siempre haya sido muy cteloso y haya intervenido muy poco en los debates pblicos.

Por ltimo, puede diferenciarse una tercera concepcin de la utilidad de la sociologa, que apunta a la intervencin de los socilogos en la formacin misma de los actores sociales. Convencido de que la sociedad industrial se volcara hacia otro tipo de sociedad, la postindustrial, Alain Touraine (1969, 1978) afirmaba que la sociologa deba acompaar esa modificacin elevando el grado de conciencia de los actores, propiciando el nacimiento de nuevos movimientos sociales. Por consiguiente, haba que vincular un proyecto de conocimiento a una capacidad de intervencin directa sobre los actores, mediante mtodos que no se limitasen a medir y observar las cosas, sino que intentasen ver cmo se constituyen los propios actores sociales, cmo ese mundo viejo da a luz algo nuevo incluso en un momento en que los actores y los movimientos sociales suelen pensar segn las categoras de la vieja sociedad.

Por mi parte, despus de una tesis relativamente clsica que se ocupaba de la formacin de los proyectos profesionales de jvenes, me aventur en direccin a esa sociologa porque me pareca que era ms directamente til y la ms capaz de incidir sobre la vida social y poltica (Touraine, Dubet, Hegedus y Wieviorka, 1982, y Touraine, Wieviorka y Dubet, 1984).

A qu se debi esa opcin que determin mi vida profesional? Sin lugar a dudas hay un encuentro, el mo con Touraine, que me dio la sensacin de que la sociologa poda ser muy distinta a un ejercicio acadmico y que ella deba intervenir, sin ms, en plena crisis de la vida social. Lo expresar de modo directo: estaba seguro de que no me iba a aburrir. Tal vez quisiese acortar la distancia que perciba entre las retricas ideolgicas ya polticas y lo que yo crea ver de la vida social. Senta tambin cierto malestar frente a las sociologas crticas, no porque fuesen crtics, lo que iba muy bien conmigo, sino porque me resultaban agobiantes: sus conclusiones ya estaban incluidas en sus hiptesis y, ms que cualquier otra cosa, hacan de los actores simples puntos de poyo de las estructuras sociales, cuestin que yo no admita, ni para m ni para los dems. Por ltimo, la sociologa de accin racional me pareca demasiado proclive a ceptar el mundo tal como era. Su relativo cinismo, su sensatez y su reformismo moderadodistaban de los aires de la poca que yo respiraba.

Esa diferenciacin entre tres concepciones fundamentales de la utilidad o de la vocacin de a sociologa -la crtica, el desarrollo de la racionalidad y la intervencin- es tan esquemtica y tan reconstruida que no debe considerrsela un panorama realista de la sociologa de los aos 70. Cada uno de esos campos es extremadamente heterogneo, ms all de esos contados faros que mencion, la mayor parte de de los socilogos, jvenes o no tanto, circula entre los distintos polos. Las contraposiciones entre sus principios no vedan las coincidencias latentes respecto de los mtodos, y la segmentacin que marcase una oposicin entre sociologas de izquierda, sociologas de derecha y sociologa profticas no sera ms que una caricatura. Caricatura tanto ms burda por cuanto, salvo ciertas excepciones actualmente cadas en el olvido, el modelo del intelectual orgnico portavoz de una causa y de un partido ya no estaba vigente. Las lecturas, las amistades y los despliegues de admiracin cruzaban sin dificultad las fronteras artificiales que recin trac. Por contrapartida, los tres tipos de utilidad de la sociologa aqu esbozados parecen ms slidos que las definiciones de las escuelas de pensamiento, que de 40 aos a esta parte sufrieron muchas transformaciones. Sin embargo, como estos modelos de la utilidad de la sociologa son tipos relativamente abstractos, debe reconocerse que en los hechos la mayor parte de los socilogos circula entre uno y otros segn sus condiciones de trabajo, sus proyectos, su sensibilidad y los contextos polticos y sociales dentro de los cuales se desempean. El propio socilogo puede realizar estudios eruditos y acotados que slo interesan a un pblico limitado, y en otro momento redactar un artculo o una obra cuyo objetivo ser incidir en el debate pblico.

Si bien estas concepciones sobre la utilidad de la sociologa podran en ocasiones evocar ciertas maneras de definir los estilos sociolgicos (Bourdon, 2002; Burawoy, 2005), no se las puede confundir con las definiciones de la disciplina en s. Por ejemplo, dentro del marco de la corriente crtica se propugnan estilos sociolgicos muy diferentes: estudios descriptivos cameralistas dira Boudon, anlisis estadsticos a la manera de El suicidio, de Durkheim, trabajos estrictamente tericos Por lo dems, afortunadamente la manera en que la sociologa es til no se desprende directamente del modo de hacer sociologa. Sin esa distancia entre la produccin cientfica y la manera en que piensa actuar sobre la vida social, la sociologa sera apenas una modalidad de intervencin pblica y una ideologa. Los trabajos pueden tener, o no, un valor cientfico independiente de su utilidad y de sus efectos sociales. Y, a la inversa, la sociologa puede participar en el debate pblico, en las disputas en que se mezclan la ciencia y la poltica ms all del estilo de los trabajos, y a menudo sin que las concepciones de la utilidad de la sociologa incidan en forma directa.

Estas observaciones valen en particular para los aos 60 y 70, cuando las ciencias sociales gozaban de un slido reconocimiento entre el pblico cultivado. En ese momento, no slo algunos socilogos entraban en el selecto grupo de los intelectuales ms reconocidos, sino que el alto nivl de tiradas y ventas de las obras de ciencias sociales ms serias (y, en ocasiones, ms ascticas) bastaba para demostrar que la disciplina era til porque causaba inters. De hecho, la sociologa define su utilidad social menos de lo que la sociedad define la utilidad de la sociologa. Para convencerse de su impacto social durante ese perodo, basta ver cmo algunos de sus conceptos clave entraron en el lxico. Los gerentes y los dirigentes ms esclarecidos hablan el idioma de Crozier con sus nociones de impedimento y zonas de incertidumbres, y el de Boudon con sus efectos perversos; el habitus, la violencia simblica y la distincin ya no tienen secretos para los educadores militantes, los crticos culturales y los creativos publicitarios. Resulta evidente que los socilogos no manejan los usos que se dieron a su produccin cientfica, pero an ms, que la popularidad de un vocabulario y de ciertos tipos de razonamiento indica que la sociologa responde a una demanda.

La pericia

A juzgar por el desarrollo que tuvo a partir de los aos 80, la sociologa parece cada vez ms til. Se inauguran departamentos especficos y laboratorios en la mayor parte de las ciudades universitarias, se promueven los comits de estudio, los socilogos acceden a empleos en las grandes jerarquas administrativas y a veces en las empresas. Se hace frecuente oir a los socilogos en los medios masivos de comunicacin no bien se habla de cuestiones sociales o de sociedad, ya se trate de conflictos sociales, de barriadas perifricas o de prcticas amorosas Los socilogos ya no son unos marginales usualmente reducidos a ciertas personalidades brillantes, y de a poco la disciplina se ha instalado. De cada cuatro alumnos de liceo, uno aprende los rudimentos de la sociologa y, a partir del ciclo lectivo 2010, todos son iniciados en ella (en Francia).

Como suele ocurrir, la profesionalizacin de los socilogos, y en especial su multiplicacin, fue de la mano de una creciente especializacin. Para tener una existencia profesional, los jvenes socilogos se ven tentados de volverse especialistas en un determinado mbito. Es comn que un investigador haga toda su carrera enfocado en un mismo objeto de estudio, que as se forje una posicin en la red nacional e internacional de especialistas en ese objeto y que pueda publicar en las revistas que tienen como eje ese mismo tpico del cual l se ha vuelto hiperespecialista y, a veces, el dueo.

Por fuera de los grandes temas clsicos (el trabajo, los movimientos sociales, las organizaciones, la educacin, la familia, la religin), la sociologa se constituy paulatinamente como una suerte de ciencia de los problemas sociales emergentes: las periferias urbanas, las migraciones, las minoras, las polticas pblicas, los medios masivos de comunicacin, los jubilados y pensionados, el medio ambiente, la ciencia, las tcnicas, la salud En el seno de cada uno de estos conjuntos se forman otras especialidades ms refinadas an, en cierta forma como sucedi con el mundo mdico, que en un lapso de 50 aos pas de una veintena de especialidades reconocidas a cerca de un centenar. La Asociacin Francesa de Sociologa cuenta en la actualidad con varios miles de integrantes y varias decenas de talleres temticos.

Esta evolucin hacia la especializacin no obedece slo a una suerte de ley natural provocada por la multiplicacin de miembros de una profesin y de aquellos que desean ingresar a ella. Responde tambin a la mayor fuerza que cobra la demanda de pericia, de expertos. Con la descentralizacin y multiplicacin de los lugares de decisin, a partir de la mitad de los aos 80 la evaluacin de las polticas pblicas pas a formar parte de los usos y costumbres: cada proyecto de reforma convoca estudios previos y cada poltica -menos a menudo, no obstante- una evaluacin de sus efectos. Por ende, la utilidad de la sociologa por obra de la pericia se impuso ampliamente y muchos de los jvenes socilogos ingresan a la carrera profesional por ese cauce, a veces como beneficiarios de contratos de investigacin o de una beca de doctorado, con el requisito de que parte de la tesis se desarrolle en una asociacin, una empresa o un ente administrativo pblico, y que tenga una utilidad directa .

En ocasiones , se percibe el desarrollo de esa pericia como una forma de renuncia a la autonoma cientfica, pues el investigador est al servicio de una organizacin ms que al de la verdad. Ese recelo me enoja; debo decir que hay algo ms bien desagradable en la manera en que ciertos socilogos se benefician de la libertad que les da la universidad, y en que los grandes organismos de investigaciones desestiman la especializacin a la cual se dedican quienes, para vivir, no suelen tener otra opcin. No es extrao invocar la utilidad de la sociologa y condenarla cuando responsables y actores piden a los expertos elucidar sus decisiones? Adems, podemos estar seguros: raras veces estas decisiones resultan slo de la pericia. De modo fundamental, la distincin entre el erudito y el experto, entre investigacin pura y aplicada, es retrica: ms que describir la realidad de las prcticas profesionales, est al servicio de la diferenciacin interna en el mundo de los socilogos. La mayor parte de ellos participan a la vez en una sociologa general que les proporciona una legitimidad acadmica y en una sociologa especializada que les da acceso a las redes profesionales, a los contratos de investigacin, a los empleos ms o menos estables. Que se conceda mayor dignidad a quienes se presentan como investigadores puros no impide que gran cantidad de socilogos, tal vez la mayora de ellos, sean antes que nada especialistas en un objeto o un problema.

Me parece, pues, que en la actualidad la sociologa es til, y que lo es de mltiples maneras. Es til cuando es crtica, cuando muestra que la sociedad no es lo que cree ser. Es til cuando aconseja. Es til cuando crea cononocimientos puros y pericia prctica. En especial es til cuando toda esta actividad participa en un debate ms o menos abierto y pblico. No est confirmado que la sociologa mejore las sociedades, pero s que estas seran peores de lo que son si la sociologa no les devolviese una imagen de ellas mismas ms o menos verosmil y, en la mayor parte de los casos, una imagen bastante poco complaciente.

2. La sociologa en entredicho y puntos dbiles de la disciplinaImpugnacin de la sociologa: en qu mbito: ciencia o ideologa?Legitimidad y recelo. Del pluralismo a la dispersin: una verdadera debilidad poltica de la sociologa

En la mayora de los pases ricos y relativamente democrticos, la sociologa no est ms cuestionada hoy que ayer. Al contrario, surge y se desarrolla en aquellos donde era endeble o estaba casi ausente. Y no se trata de pases pequeos: sucede en China o en la India. La Asociacin Internacional de Sociologa es cada vez ms internacional. La sociologa est viva y dinmica desde hace largo tiempo en Amrica Latina, no desapareci en frica y es evidente que se desarrolla en Asia y en los ex pases comunistas. Se ensea un poco de sociologa a los trabajadores sociales, a veces a mdicos, juristas y periodistas. En Francia, la revista Sciences Humaines est en todos los quioscos: no es una publicacin erudita, pero es excelente. Y quin hubiera credo alguna vez que las revistas ms puntillosas y serias llegaran a los pblicos masivos?

Desde luego, no todo marcha del mejor modo en el mejor de los mundos: los departamentos de sociologa no son los ms potentes de una universidad, los fondos de investigacin asignados a los socilogos no estn siempre a la altura de las necesidades, las tiradas de los libros de sociologa son relativamente pobres, como sucede con las obras de historiadores, filsofos y psiclogos ms serios. Podemos lamentar que la sociologa seduzca poco a aquellos estudiantes que eligen disciplinas que ofrecen carreras profesionales menos inciertas y mejor remuneradas. Y para aquellos que culminan su itinerario de formacin, el acceso a un empleo estable de socilog es cada vez ms aleatorio. Acaso en eso consista el mayor riesgo.

Por ende, tenemos que incorporar ms matices a nuestros juicios sobre la situacin de la sociologa, salvo que se considere que ella debera ser la reina de las ciencias, dado que no le va tan mal como suelen decir. Al menos no le va peor que a las disciplinas que son sus primas hermanas. La sociologa, como muchas disciplinas y como ciertas instituciones -entre ellas la familia, la escuela, la iglesia y, en trminos generales, el mundo de la cultura- de buena gana se inscribe por s sola en un relato de crisis. Habra existido una edad de oro -aquella de los padres fundadores y de los grandes socilogos que los sucedieron- habra existido un momento de verdadera influencia social, habra existido una poca de pura libertad para investigar Y para los docentes habra existido una poca de estudiantes brillantes, plenamente impulsados por una vocacin clamorosa. Siempre me sorprende ver cmo mi propio mundo profesional cede a las representaciones y relatos que tan bien percibe en los dems. Antes, no todos los socilogos, como no todos los msicos, eran unos genios. No todos los libros publicados en los aos 60 eran obras maestras lejos de eso! no todos los mbitos de trabajo eran creativos Pero con el paso del tiempo uno recuerda tan solo aquellos que surgen y resisten al desgaste, y termina por pensar que todo era a su imagen y semejanza. As, se vuelven colosales aquellas obras de la sociologa que la academia comenta como testimonios de una edad dorada Desde luego, hay que leer y releer a los padres fundadores, pero ciertamente no para regodearse en la voluptuosidad de la sensacin de decadencia.

Hoy como ayer, los mismos enemigos ponen en entredicho la sociologa: todos aquellos a quienes les desagrada que les disputen el monopolio de la representacin de la vida social. Y cuando se reflexiona un poco, se advierte que esta situacin es normal, pues con esa especie de realismo crudo que le es propia, con su relativismo, con su cinismo y ese modo de no creer lo que le cuentan, la sociologa rasga el decorado de la vida social. Eso no impide que algunos filsofos piensen que la sociologa es muy trivial. No quita que a algunos economistas les desagrade cuando se les demuestra que la economa no explica la totalidad de los fenmenos sociales. No quita que algunos psiclogos crean que las conductas se explican ante todo por medio de la personalidad, la historia y, cada vez ms a menudo, los aspectos innatos de los individuos. Pero en estos casos es cuestin de combates relativamente limitados, y no creo que la sociologa se vea impugnada de modo directo. El hecho de que haya explicaciones que compitan con las de la sociologa no significa que se la ponga en tela de juicio dentro de un universo cientfico donde se admite con facilidad que los mismos objetos reales pueden aprehenderse y redefinirse por obra de distintas disciplinas. Por ejemplo, no puede haber guerra abierta alguna entre los socilogos que se preguntan sobre la distribucin estadstica del fracaso escolar y los psiclogos que intentan comprender los mecanismos psicocognitivos del aprendizaje. En el mundo de la investigacin, la relativa indiferencia de cada disciplina hacia sus vecinas est ms divulgada que la agresin. Bajo ningn aspecto los cuestionamientos a la sociologa se hacen en la dimensin del accionar cientfico propiamente dicho.

Los crticos de la sociologa se prodigan en un registro ms poltico que cientfico: hay quien se pregunta para qu sirve y, en el caso de ue sirviera de algo, si su papel no sera negativo. Volvamos al ejemplo de los anlisis del fracaso escolar. Si bien no se puede objetar la explicacin de ese fracaso mediante causas psicolgicas singulares, es muy discutible reducir el fracaso escolar a esos nicos mecanismos, pues los socilogos ponen en evidencia que los nios de los grupos desfavorecidos fracasan ms que los dems. El gobierno que no adhiera a otra explicacin que a la de la psicologa, atribuir la responsabilidad del fracaso a los individuos mismo, propondr detecciones precoces y programas especiales, en suma, no se sentir obligado a reducir las desigualdades en su oferta escolar, como s lo invita a hacer el anlisis sociolgico.

Por otra parte, el gobierno que no adhiera a otra explicacin sino la sociolgica, actuar slo sobre las estructuras, sintindose facultado a olvidar que los promedios estadsticos ocultan distribuciones individuales: el hecho que las nias tengan en promedio mejores resultados escolares que los varones, no significa que todas y cada una de las nias tengan mejores resultados que todos y cada uno de los varones. Dado que los anlisis inducen o sugieren polticas diferentes, se los puede cuestionar por sus efectos sociales reales o supuestos. Hay, pues, una competicin cientfica que oculta un conflicto poltico e ideolgico. La competicin de influencias es an ms vivaz entre la sociologa -ciertas sociologas- y la economa -ciertas economas, tambin- que pueden recurrir, para los mismos problemas sociales,a respuestas sociales y polticas fuertemente contrapuestas.

Si hoy en da se pone en entredicho la sociologa, es menos por su estatuto epistemolgico de ciencia blanda que por su propensin a explicar lo social mediante lo social y por ende a esbozar respuestas y soluciones que pueden disgustar a los poderes conservadores y, en tiempos ms recientes, conservadores y ultraliberales. Estos piensan (o tienen inters en afirmar) que las conductas de los individuos no dependen ms que de s mismos, de su razn, de sus buenos motivos, de su moral y de sus intereses, y que las estructuras sociales no tienen nada que ver. En general, estos gobiernos una moral social tradicional bastante autoritaria para estructurar a los individuos . Tambin defienden la expansin del libre mercado, alegando que liberar a los individuos y que paralelamente se crear un orden armonioso y justo. Es evidente, en este caso, que la sociologa, excepto en su versin ms radicalmente utilitaria, resulta incmoda, y otras explicaciones de la vida social tienen todas las posibilidades de ser exitosas.

Sin embargo, a la sociologa tambin la ponen en tela de juicio los intelectuales y los militantes que creen detentar las claves de interpretacin del mundo con argumentos absolutamente contrarios a los neoconservadores. Si todo se explica con las leyes del capitalismo y de la mundializacin, con el aplastante y perverso podero de dirigentes; con la manipulacin de las masas populares y los plenos poderes de los estereotipos de gnero, de clase y de raza, la sociologa (excepto en su versin ms radicalmente crtica) no tiene oportunidad alguna de ser oda. A veces temo que la atmsfera se enrarezca para la sociologa, pues para existir en el debate pblico ella necesita que haya espacio intelectual.

Resummoslo as: la sociologa no est en crisis tanto como se cree, y sus adversarios la atacan ms por motivos ideolgicos y polticos que por motivos estrictamente cientficos. Una vez sealado esto, mencionemos que la sociologa queda en entredicho por debilidades reales. En mi condicin de miembro de la tribu de los socilogos franceses, me resulta bastante fcil poner de relieve sus debilidades y bastante difcil hacerlo sin que se me sospeche de parcialidad interesada o de mala fe inconsciente.

Las falsas disputas de la sociologa

La sociologa puede quedar en tela de juicio porque es plural. No existe en ella, como s en las ciencias de la naturaleza, una teora hegemnica o, cono en ciertas ciencias sociales, la economa por ejemplo, un conjunto terico-metodolgico dominante. La manera en que la sociologa asume y administra su pluralismo la debilita, indiscutiblemente.

Quienes cuestionan la sociologa tienen a menudo una concepcin muy consolidada de la ciencia. En los laboratorios, los cientficos seran todos iguales, todos ms o menos popperianos: las hiptesis seran falsables, los mtodos permitiran verificarlas y producir resultados que se consideraran correctos hasta que surgiera prueba en contrario. Desde ese punto de vista, la sociologa tiene pocas posibilidades de salvar el pellejo. Como bien demostr Passeron (1991), no es en verdad una ciencia popperiana, sino una disciplina como la historia y la antropologa, por otra parte menos impugnadas en cuanto a sus estatus, acaso porque se ocupan de actores ms lejanos en el tiempo y el espacio. Es habitual, entonces, que sean los socilogos ms apartados de la investigacin activa quienes defiendan una concepcin tan alta, y hasta altanera, de una ciencia que por cuenta propia ellos comentan ms de lo que la practican: es tanta la impresin que les causa.

Hay que darse maa, como sealaba Berthelot (1992), ya que la sociologa es pluralista, abarca muchos paradigmas, muchos temas, y cada uno de ellos descansa sobre una concepcin acerca de la ndole de lo social, y cada uno de ellos requiere de mtodos especficos. A nadie se le ocurrira decir que Weber es menos socilogo y cientfico que Durkheim, o lo contario, pues la fuerza de uno y otro reside en haber construido un sistema de hiptesis lo suficientemente slidas para volverlas verosmiles, y tambin perfectamente refutables. Con la sociologa sucede como con la historia: ninguna historia de la Revolucin Francesa es definitiva. Un historiador imaginativo siempre podr plantear cuestiones nuevas y respaldarlas en un nuevo bloque de hechos, de archivos, para construir una demostracin que otros discutirn, sea porque las hiptesis no se verifiquen, o porque otros materiales las contradigan. Esta lgica est muy alejada del imaginario de las ciencias duras, que siguen siendo una referencia aplastante, tanto ms aplastante por cuanto quienes hacen de ellas un ideal, suelen subestimar sus tanteos y lmites. Con todo, la diversidad de paradigmas y mtodos no debe llevarnos a un relativismo; slo hay conocimientos ms slidos y ms verdaderos que otros.

Sin embargo, la sociologa se sita en posicin de debilidad cuando su pluralismo terico y metodolgico da lugar a las falsas disputas que son uno de los encantos de la disciplina y por desgracia uno de los ritos de su enseanza a los jvenes estudiantes.

Holismo versus individualismo. El estudiante de sociologa a quien todava no interrogaron sobre el tema es porque est en capilla y le quedan muy pocas oportunidades para eludirlo. Por el lado del holismo, las estructuras lo seran todo y nada los individuos. Ningn socilogo serio defendi alguna vez esta posicin. En especial no lo hizo Durkheim, a quien se rotula como su encarnacin, cuando afirmaba que el individuo es el dios de las sociedades modernas y que es socializado para ser autnomo. Por el lado del individualismo, la posicin es an ms extraa: qu socilogo podra defender la idea de un individuo que-ya-est-ah, plenamente constituido, y que se desplaza por la sociedad rmado con su sola razn? Desde luego, dirn que se trata de un holismo y un individualismo metodolgicos. Y aqu me cuesta ms comprender, ya que se sabe que si bien las estructuras sociales, las contradicciones y los modelos culturales anteceden a la accin y la condicionan, la accin produce, reproduce, critica y transforma esas estructuras y condiciones. A fin de cuentas, cada trmino de la disputa es lo impensado del otro. Pero esto no nos impide simular que debemos elegir uno u otro.

Objetivo versus subjetivo. A partir de Dilthey, ya sabemos que las ciencias humanas lidian con un problema: cmo los actores sociales actan subjetivamente, sus conductas y representaciones deben comprenderse antes que explicarse. En ese preciso momento las corrientes positivistas afirmaban que las ciencias humanas, si es que desean ser ciencias, no tienen singularidad alguna y que, en vez de comprender las conductas, deben explicarlas como generadoras de causas y consecuencias.

Ante nosotros, pues, el decorado erigido a fines del siglo XIX: habra socilogos aficionados a las estadsticas, quienes pretenderan explicar en nombre de la verdadera ciencia, y socilogos aficionados a entrevistas y hermenutica con deseos de comprender en nombre de la intencionalidad subjetiva de las conductas.

La disputa tiene su elegancia, pero no resiste la observacin de las mejores investigaciones empricas, que son a la vez comprensivas y explicativas, que ponen en evidencia cmo las subjetividades son producidas por contextos culturales y coacciones sociales, pero que muestran tambin cmo los actores interpretan el mundo, accionan y nunca se acomodan del todo a las coacciones. Hace falta recordar que un esquema de correlacin entre posiciones sociales y actitudes slo cobra sentido con el recurso, ms o menos explcito, a una teora concreta de los motivos? [footnoteRef:1] Y, al contrario, hace falta recordar que los individuos actan en un mundo social objetivoque no los esperaba y que, para que un actor obre racionalmente como un homo economicus, debe adems hablar en el mismo idioma con sus pares y sus competidores? [1: Imaginemos que se observa una correlacin estadstica slida entre el consumo de pescado y el gusto por la msica de Pierre Boulez. Una explicacin causal buscara los vnculos entre el consumo de pescado y la percepcin auditiva, o entre los efectos de esta percepcin sobre las papilas gustativas. Finalmente, se estudiarn los vnculos entre las papilas del pez y las del oyente.Una teora de los motivos e preguntara si no hay una homologacin entre los gustos ligados al consumo de pescado y los gustos musicales por la msica de Pierre Boulez. Habra incluso intentos para demostrar que las mismas categoras sociales vinculan esos dos tipos de gustos.Este ejemplo no resulta tan absurdo como podra parecer, cuando vemos que muchas investigaciones de corte epidemiolgico optan por el primer tipo de explicacin, porque parece ms directamente causal y, por lo tanto, ms cientfico. ]

La ltima disputa en boga opone el constructivismo a las sociologas positivistas que, ingenuas, creeran que los hechos sociales son en vrdad cosas, realidades, como lo son las cosas de la naturaleza. Este constructivismo suele atacar una tesis que nadie ha defendido, ni siquiera el propio Durkheim. (Las formas elementales de la vida religiosa es un buen ejemplo de constructivismo).

Resulta evidente que debe demostrarse cmo se construyen las cosas por obra tanto de las categoras del entendimiento social, como de los conflictos de intereses que all se expresan. Pero tengamos presente que esas cosas son slidas y resistentes a la voluntad de los hombres. Las religiones y los sistemas jurdicos se construyen y existen verdaderamente porque engendran prcticas verdaderas.

Una vez que se dijo que las categoras de la vida social eran constructos, resta analizar positivamente su funcionamiento. Por mi parte, critico las estadsticas, los archivos, las entrevistas y los dems datos. Aunque tengo claro que ese material es construido, me valgo de l porque no queda otra opcin en las ciencias del hombre y en las ciencias en general. Cuntas investigaciones imponen al lector extensas notas previas de deconstruccin de los datos disponibles para, al final, utilizarlos como todo el mundo y tomarlos en serio?

Todas estas disputas -y hay algunas ms- seran slo risibles y tal vez en parte ridculas si no generasen una atmsfera algo verborreica en torno a la sociologa. Con la excusa de desarrollar la cultura cientfica y la lucidez epistemolgica, a veces se involucra a los alumnos en debates que no tienen demasiado sentido para ellos porque les cuesta percibir qu prcticas de investigacin trazan. La mayora de las tesis y muchos artculos eruditos van precedidos por largos prembulos y comentarios epistemolgicos que desalientan al lector, ya que el contenido de la tesis o del artculo en cuestin suele no tener relacin alguna con esos versados argumentos. La sociologa no es como la novela: no tiene por vocacin seducir, entretener y dar un efecto de realidad, pero puede ser puesta con razn en entredicho cuando demostraciones ms bien convincentes se vuelven ilegibles sin que el contexto lo justifique y cuando cada investigador se cree en la obligacin de inventar su propio lxico. El riesgo de esta prctica es muy evidente: ya sea que el lector se desaliente ante tanta cultura cautelosa y previsora, o bien que descubra que es apenas una manera nueva y chic de decir lo que demostr la sociologa hace aos. Y uno se ve en la tentacin de decir Tanta palabrera y paqu!

Esa manera de volver inaccesible la sociologa tal vez provenga de un sentimiento profundo de ilegitimidad cientfica. Cuando uno no est seguro de estar haciendo ciencia, hace reflexiones acerca de la ciencia y los mtodos. Tampoco creo que la escritura sociolgica deba ser obligatoriamente simplista y de acceso directo para todos. Existen razonamientos complejos que suponen una expresin compleja y un dominio de las metodologas y vocabularios tcnicos. Sin embargo, para no apartarnos de los franceses Tocqueville, Durkheim, Halbwacs, Aron, Crizier, Touraine y muchos otros, no hicieron de su escritura un obstculo para la comprensin de sus textos.

Es cierto que el estilo Diafoirus [footnoteRef:2] puede explicar algunos cuestionamientos de la sociologa, pero tambin existe el riesgo contrario. Tanta palabrera paeso! puede repetirse una vez ms cuando la sociologa se vuelve una especie de testimonio ms o menos talentoso. Y si tanto desea la profesin de los socilogos apartarse del estilo de los periodistas, es que sin duda en ese registro algunos periodistas son mejores. As, si hay que resear la experiencia de mujeres poco cualificadas, que trabajan en empleos precarios, los socilogos no son mejores que algn bu.en periodista. Cuando la sociologa dice slo aquello que los propios actores dicen, y a menudo mejor, es difcil convencer de su utilidad social y poltica. [2: Personaje de Molire en El mdico a palos. Diafoirus es el nombre que adopta el sirviente cuando se disfraza de mdico para engaar a su patrn hipocondraco, y su mejor disfraz es un leguaje ampuloso, plagado de tecnicismos.]

El pluralismo terico y metodolgico no es de por s una fuerza ni una debilidad. Est en la naturaleza misma de la sociologa y cada socilogo debe defenderlo. Sin embargo, una vez planeada esta muy vvida afirmacin liberal, empiezan los problemas porque una disciplina naturalmente pluralista debe ser capaz de reglarse y administrarse, a la vez que consolidar una relativa unidad. La autoorganizacin de la disciplina no es de las mejores. La cantidad de socilogos se increment mucho durante los ltimos 30 aos, la demanda social se diversific. En el limitado mundo de los mandarines (franceses, en gran medida parisinos), se suplant una multitud de equipos y departamentos.

La dispersin es la regla. Los estudiantes formados en tal o cual sitio tienen a veces todas las oportunidades para ignorar cunto se hace en otro lugar que no sea entre ellos: aqu se trabaja slo Bourdieu, all slo hacen estadsticas, en ese otro lugar no saben nada, en aquel otro slo se dedican a lo micro y all slo a lo macro. Y como los respaldos financieros a publicaciones se multiplicaron ms rpido que la cantidad de lectores, cada cual puede crear su propio mundo intelectual y, en ocasiones, su propia secta.

Esta situacin no es slo folklrica. Provoc una fuerte crisis cuando el CNU [footnoteRef:3] se convirti en un mbito para el ajuste de cuentas y captacin de promovidos. Otra muestra de esta situacin es la extrema dificultad de alcanzar acuerdos sobre la jerarqua del valor de revistas y publicaciones. Si el pluralismo terico y metodolgico explota en un sinnmero de singularidades, cada quien puede pretender transformarse en su propio juez. [3: El Comit Nacional de Universidades -CNU- de Francia es una institucin electa encargada, para cada disciplina, de calificar a los aspirantes a los puestos de docente-investigador y de proponer promociones profesionales. Lo integran docentes-investigadores elegidos por sus pares y miembros nombrados por el Ministerio de Investigacin.]

Me parece evidente que la debilidad poltica del mundo de los socilogos contribuye a los cuestionamientos a la sociologa. Nuestra disciplina sera ms fuerte si llegase a anunciar cual es la retroalimentacin, los mtodos y los razonamientos que la sustentan. Y, para formularlo de modo ms trivial, si dijera lo que todo socilogo debe saber y saber hacer ms all de sus gstos, sus opciones y sus ideas.

Sin esta capacidad poltica y profesional, puede temerse que otras disciplinas, en especial la economa, se lleven el premio mayor. El riesgo es tanto ms serio cuanto que el ambiente de esta poca poltica no es fvorable a las ciencias sociales, y que la enseanza superior y la investigacin estn embarcadas en una mutacin de la cual surgir una jerarquizacin ms consolidadas de las universidades, de los departamentos y de los laboratorios. En el gran remolino que viene, las disciplinas que resultarn reafirmadas no sern necesariamente las mejores o las ms tiles, sino sern por cierto las ms capaces de organizarse y fijarse reglas. En cualquiera de los casos, esto es lo que la sociologa debera ensear a los socilogos: los vencedores no tienen forzosamente la razn, pero son quienes cuentan con mejores armas y mejor organizacin.