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I. QUIÉN ES LA PERSONA 1. Atrévete a esculpir tu propia estatua La gran obra de nuestra vida es nuestra propia per- sona. No lo es todo aquello que podamos crear, aque- llas experiencias que podamos vivir, aquellos encuen- tros que podamos realizar. Y mucho menos aquello que logremos disfrutar o tener. Pero si bien mi propia persona es la gran obra de mi vida, no es ella su fin, porque la persona es constituti- vamente llamada. Ella no es su argumento sino que su vida es llamada a realizar un sentido, unos valores, unas posibilidades. La vida de la persona es llamada y su responsabilidad es la respuesta. En efecto: la persona no es el fin de sí misma: no es- tá clausurada en sí, ni en su exclusiva felicidad. Su fi- nal está más allá de ella. Tanto es así que la persona se construye como tal en la medida en que se descentre, en que su vida sea desvivirse por otros en la realiza- ción de un horizonte de sentido. La vida de la persona es realización de un sentido que va descubriendo y que está más allá de sí. Pero esto no es una hipótesis ni una teoría: es una experiencia de toda persona. Toda persona se percibe a sí misma como siendo alguien (y no una cosa o un me- ro individuo más). Y somos alguien en la medida en que actuamos como alguien en la realización de la obra que somos, de la llamada que somos. En este sentido somos actividad, fuerza, creatividad. Somos «ener- geia»: actividad.

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I. QUIÉN ES LA PERSONA

1. Atrévete a esculpir tu propia estatua

La gran obra de nuestra vida es nuestra propia per-sona. No lo es todo aquello que podamos crear, aque-llas experiencias que podamos vivir, aquellos encuen-tros que podamos realizar. Y mucho menos aquello quelogremos disfrutar o tener.

Pero si bien mi propia persona es la gran obra de mivida, no es ella su fin, porque la persona es constituti-vamente llamada. Ella no es su argumento sino que suvida es llamada a realizar un sentido, unos valores,unas posibilidades. La vida de la persona es llamada ysu responsabilidad es la respuesta.

En efecto: la persona no es el fin de sí misma: no es-tá clausurada en sí, ni en su exclusiva felicidad. Su fi-nal está más allá de ella. Tanto es así que la persona seconstruye como tal en la medida en que se descentre,en que su vida sea desvivirse por otros en la realiza-ción de un horizonte de sentido. La vida de la personaes realización de un sentido que va descubriendo y queestá más allá de sí.

Pero esto no es una hipótesis ni una teoría: es unaexperiencia de toda persona. Toda persona se percibe así misma como siendo alguien (y no una cosa o un me-ro individuo más). Y somos alguien en la medida enque actuamos como alguien en la realización de la obraque somos, de la llamada que somos. En este sentidosomos actividad, fuerza, creatividad. Somos «ener-geia»: actividad.

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Pero somos energeia en la medida en que vamos ha-ciendo emerger toda la riqueza que hay en nosotros ovamos haciendo fructificar toda la riqueza que vamosadquiriendo a lo largo de la vida: somos un conjunto decapacidades. Somos dínamis: potencialidad.

Nuestra propia identidad, lo que somos cada uno, semanifiesta en una constelación de capacidades, físicas ypsíquicas. Así, nuestras capacidades son lingüísticas ycomunicativas, destrezas manuales, intelectuales y abs-tractivas, capacidades de relación, capacidades afecti-vas (capacidad de apertura, de llegar al otro, de amabi-lidad, de ternura, generosidad, perdón, tolerancia,conocer las propios afectos, saber expresarlos, sabercontrolarlos, saber conocer los afectos ajenos, saber re-solver conflictos...), capacidades de acción (capacidadde organizar, gestionar, estructurar, gobernar), capaci-dades artísticas (plásticas, musicales, corporales, visua-les), capacidades físicas y psicomotoras, capacidadesfisiológicas, capacidades morales o de gestionar la pro-pia vida, Pero también somos cuerpo, un temperamen-to, lo que nos ha dado la educación, el entorno personal,unas personas significativas. Ante todo, somos porquehemos sido amados. Por tanto, en primer lugar, somosdon. Recibimos un material en bruto. Pero luego cadauno tiene que esculpir su propia estatua: cada uno tieneque acrecentar sus conocimientos, adquirir dominio desí, prudencia, fortaleza, templanza, humor, amabilidad,generosidad, magnanimidad.

Por esto el resultado final depende de lo que unohace con lo que ha recibido y no tanto de lo que ha re-cibido. No somos lo que señalan estos dones, posibili-dades y capacidades recibidos sino lo que permiten es-tos dones, posibilidades y capacidades: somos lo quequeremos ser en función de lo que estamos llamados aser y podemos ser.

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Pero no sólo somos creatividad, actividad, potencia,capacidad. También somos finitud, limitación. Nues-tras fuerzas y capacidades son limitadas. Nuestro tiem-po es limitado (lo cual no debe ser motivo de angustiasino de tomar conciencia de la responsabilidad ante ca-da opción, ante cada momento de nuestra vida). Somoshomo sapiens y homo faber pero también homo pa-tiens: hombres sufrientes. Cargamos con la culpabili-dad, con el sufrimiento y con la muerte. Y siendo estonuestra limitación, también supone un reto: el reto derealizarnos en el sufrimiento, trocando el sufrimientoen tarea personal, la culpa en ocasión de crecimiento yconversión, la muerte en toma de conciencia de la fu-gacidad del propio tiempo, de que cada día es único, deque cada ocasión es irrepetible.

El gran reto de la persona no es, por tanto, el ilus-trado «atrévete a saber», ni el hedonista «atrévete a dis-frutar». Ni el economicista «atrévete a tener». El granreto que se me presenta como persona es «atrévete aesculpir tu propia estatua».

2. Persona es aquél que no es cosa

Cualquier persona es indefinible porque sólo se pue-den definir las cosas y la persona es justo aquello queno es una cosa ni puede ser tratada como tal. Somos un«quien», no un qué. No somos algo etiquetable que po-damos decir de una vez para siempre que es. Pero estono significa que no podamos acercarnos descriptiva-mente a decir quienes somos. Y para ello vamos a in-tentar partir precisamente del hecho de que la personaes lo que no es una cosa, un mero objeto. Si aceptamosesto, podemos aceptar también que la persona:

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– Nunca puede ser utilizada, nunca puede ser unmedio sino un fin en sí. Y esto significa que la personatiene una dignidad y merece un respeto absoluto almargen de su edad, condición, coeficiente intelectual,género e, incluso, actuación moral. Tanto Teresa deCalcuta como Hitler tienen la misma dignidad perso-nal, aunque no la misma dignidad moral. Como perso-nas son igualmente respetables pero moralmente la se-gunda es reprobable. Y es que toda persona es dueña desu vida. Precisamente en este «ser suya» radica su dig-nidad. Por eso no debe ser tratada como cosa.

– Que la persona es una realidad que es suya no sig-nifica que lo sea en plenitud desde el primer momento:lo va adquiriendo libremente, mediante el dominio de sí,por la integración progresiva de todas sus dimensiones.

– Que la persona no sea cosa significa que tiene unvalor absoluto y, por tanto, la persona es la fuente de to-do valor. Esto no significa que la persona sea el Abso-luto, sino que tiene valor en sí, un valor absoluto, res-pecto de cualquier otra realidad material o social y quejamás puede ser considerada como parte de un todo.

– Que la persona sea justo lo que no es cosa impli-ca que, frente a lo ya acabado o construido, la personaes un ser inacabado. Tiene que construirse: siemprepuede crecer, mejorar, dar-de-sí (o empeorar y degra-darse). Por tanto, no es conceptuable, etiquetable, no essometible a categorías cerradas y definitivas. Concep-tuar a una persona o etiquetarla, llamándole, por ejem-plo, «vago», «inútil», drogadicta» resulta una gran in-justicia porque supone cosificarla, clasificarla, noadmitir que pueda cambiar. Por eso, hay que tratar alas personas no como son sino como quisiéramos quefuesen, no por lo que son sino por lo que están llama-das a ser.

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En efecto, de las cosas ya sabemos qué son y paraqué son. Pero las personas somos un quien, y estamosen continua autocreación. De la persona no está escri-to quién va a ser. Y aunque de hecho está condiciona-da por su propia biografía anterior, por sus circunstan-cias, por su estructura genética, su familia, sueducación, situación económica, etc., nunca está deter-minada y le queda siempre la responsabilidad últimasobre su futuro. Justo aquello que le condiciona (sucuerpo, su temperamento, su educación) es precisa-mente lo que le posibilita como persona. Por eso, lapersona tiene que decidir quién quiere ser. La personaes una tarea para sí misma. Cada persona es, en pala-bras de Plotino, responsable de «esculpir su propia es-tatua», de construir su personalidad, biografía y modosde relación. Y, en todo caso, lo que esto significa es quepara que emerja la persona en plenitud, no basta conesperar de brazos cruzados: la persona tiene que for-jarse a sí misma (a partir, eso sí, de lo que ha recibido).De modo que la persona, siendo lo que es, es tambiénlo que está llamada a ser. Desde esta perspectiva esdesde donde cobra todo su sentido el imperativo dePíndaro: «llega a ser lo que eres» o, mucho más preci-so y personal, el imperativo de Fichte: «llega a serquien eres». Y ¿quién es este que quiero ser?: «el tú di-ferenciado personal e irrepetible que llevas dentro yque merece ser plenificado y perfeccionado. Uno sehace más humano si asume el deber de llegar a ser elque podría ser»1.

Sin embargo, esto no significa que seamos autosu-ficientes. La persona tiene que hacer su vida pero apo-yada, sobre todo, en las otras personas. Los otros sonlo que permiten, posibilitan e impulsan a la persona a

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1. Díaz, Carlos: Las claves de los valores. Eiunsa, Madrid, 2001.

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ser quien está llamada a ser. Y cada uno crece, además,en la medida en que ayuda a otros a ser quienes estánllamados a ser.

Frente a las cosas que son realidades cerradas en sí, esla persona una realidad abierta: a sí misma, a las cosas, alas demás personas y a la Persona. Pero no sólo estáabierto a, sino lanzado y orientado hacia aquello a lo queestá abierto. La persona es, por ello, diálogo: ser «yo» esuna forma abreviada de decir ser «yo y tú». La personaes un ser necesariamente comunitario (aunque no se ago-te ni se pueda disolver en lo comunitario o social).

La persona, como ser individual, es una unidadinescindible. Esto significa que no es un miembro deuna clase sino plena singularidad, insustituible, irrem-plazable y única: ningún otro puede vivir, ni querer, nisentir, ni morir por mí mismo. Cada persona es una no-vedad absoluta.

La persona es aquel ser que puede decidir quiénquiere ser más allá de sus limitaciones biológicas, psí-quicas o sociales. De esta manera, el ser humano esaquel que es capaz de construir su propia realidad. Noa partir de la nada, sino justo sobre aquellas dimensio-nes que condicionan la realidad personal, porque loque le condiciona es también lo que le posibilita.

La propia persona es deseo de Absoluto, nostalgiade Absoluto. Frente a la cosa, que es mera facticidad,la persona es inquietud radical, y esta inquietud es bús-queda de Absoluto. Búsqueda que comienza en su pro-pio interior. Lo que nos acerca al Absoluto no es la in-teligencia sino la experiencia de la propia existenciacomo anhelo. Y la persona es deseo, porque siendo lofundante, es decir, lo más íntimo, es también lo mástrascendente. Es un ‘Tú’ íntimo y, a la vez, lo radical-mente otro.

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La persona es un ser paradójico: es un absoluto,pero necesita de las demás personas; es corporal, perotrasciende lo corporal; es algo existente, pero está enconstrucción; es algo clausurado en sí, pero abierto; essuyo, pero tiene que ir autoposeyéndose; posee una in-timidad única que debe construir y llevar a plenitud,pero sólo se realiza saliendo de sí y viviendo la comu-nidad; es libre para optar por su unificación y plenitud,pero puede optar por su desintegración y empobreci-miento; hace el mal que no quiere y no hace el bien quequiere, etc. Así las cosas, la persona es un ser perma-nentemente en conflicto, en tensión. Lo cual es justo loque le hace crecer: únicamente no está en conflictoquien se ha anestesiado, quien se ha dormido.

3. Los dinamismos de la persona

Mientras que a las realidades físicas sólo las pode-mos conocer a través de sus fenómenos externos, a lapersona la podemos conocer «por propia experiencia»y por experiencia interna. Podemos «comprender» encarne propia lo que es una persona. Podemos tratar deentender a qué responden sus más íntimos anhelos, quées lo que la persona realmente quiere.

Por otra parte, la observación del ámbito físico nosofrece cómo las cosas actúan de hecho. Pero la inves-tigación antropológica, o la más común reflexión sobremi experiencia de ser persona, nos ofrece no sólo có-mo de hecho suceden las cosas en las personas (cues-tión que sería objeto del análisis sociológico) sino co-mo están llamadas a ser. Más allá de la mera facticidad,podemos entender a qué «ley interna» responden losavatares de las personas. No se trata de decir cómo dehecho las personas se comportan o cuáles son los mo-

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tivos concretos por los cuales se deciden a obrar, sinoqué es realmente lo que, en el fondo, mueve a las per-sonas a actuar y a ser. Y para poder mirar a los demásempecemos haciendo el ejercicio de mirar hacia noso-tros. Pero para ello, más allá de teorías, necesitamosasomarnos al acontecimiento de nuestra propia reali-dad personal, a nuestra propia experiencia: el Aconte-cimiento será nuestro maestro.

Pues bien, desde una experiencia elemental e inme-diata, somos capaces de llevar a cabo varias constata-ciones: La persona está llamada a la plenitud, existe enella un deseo de plenitud; por otra parte, esta plenitudsólo es posible en la apertura y el encuentro con losotros; en tercer lugar, se descubre un sentido radical,global, que puede orientar la vida de la persona en suhacerse plena.

3.1. La persona es deseo de plenitud

La esencia de la persona es dinámica y el dinamis-mo más íntimo de la persona es el de crecer hacia suplenitud, dar-de-sí, aspiración a existir en plenitud o vo-luntad de ser. La persona es enérgeia que sólo tiene sucumplimiento en su plenitud, en ir a más sin medida.

Hay en toda persona un deseo más allá de todos susdeseos: el de alcanzar su plenitud. Más allá de los de-seos particulares, de los deseos naturales y los promo-vidos socialmente, la persona tiene un deseo: el deseode plenitud, de algo más grande, de ir más allá de símisma y sobrepasarse. Y este deseo se desea aún sintener clara conciencia de él. Prueba de ello es que todapersona aspira siempre a más y que resulta difícil quealguien esté ya conforme con lo conseguido en algúnámbito de su vida. Quien tiene amigos quiere serlo de

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más, quien tiene dinero quiere más, quien sabe quieresaber más y quien se domina quiere dominarse más.

Por otra parte, es experiencia de todos que la satis-facción de los deseos nunca calma el deseo. Los dese-os cotidianos son como el horizonte: cuanto más nosacercamos a él, éste se aleja más. Y lo que creíamosque nos iba a colmar (un viaje, un objeto, una posesión,un reconocimiento, un aplauso o un poder) al cabo nosdeja más insatisfechos de lo que estábamos. Por eso, eldeseo radical del que hablamos «nace por encima detodo lo que le pueda faltar o satisfacerle»2.

En realidad, sucede que la persona misma es deseo.Por eso nunca puede ser quietud: el deseo es inquietud,pregunta, es búsqueda. Lanza a la persona a la búsque-da de aquello que le puede dar un sentido.

Por otra parte, este deseo de plenitud lo es de equi-librio pleno, de unificación plena. Se trata del deseo devivir unificada y equilibradamente todas sus dimensio-nes: corporal, intelectual, afectiva y volitiva. De vivirunificadamente el cultivo de su intimidad con el de larealización de su apertura mediante el encuentro.

De esta manera, este deseo de plenitud se concreta-rá para cada persona en una orientación esencial en suvida. No es su realización lo que en última instanciabusca la persona. La búsqueda ciega de realización yéxito suele dar lugar al estrés o a comportamientos ob-sesivos y compulsivos en el ámbito laboral. Por otraparte, «las personas que buscan la autorrealización di-rectamente, separada de una misión en la vida, de he-cho no la logran3. En realidad la realización de la per-

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2. Lévinas, Emmanuel: Humanismo del Otro Hombre. Caparrós, Ma-drid 1993, p. 42.

3. A.H. Maslow: Comments on Dr. Frankl's Papers, en A.J. Sutich yM.A. Vich (dir): Readings in Humanistic Psychology. Free Press, NuevaYork, 1969.

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sona no es meta sino consecuencia: «el hombre, en úl-timo término, puede realizarse sólo en la medida enque logra la plenitud de un sentido en el mundo». Laautorrealización es un efecto espontáneo, resultado dela realización de valores y cumplimiento de un sentido,de su propia vida en tanto que llamada. Sólo es exis-tencia plenamente humana la que se trasciende a símisma. Si busca directamente su realización, está lla-mada al fracaso. Por lo mismo, «lo que el ser humanoquiere realmente no es la felicidad en sí, sino un fun-damento para ser feliz»4. «La felicidad no sólo es el re-sultado del cumplimiento o realización del sentido, si-no también, de manera más general, el efecto indirectode la autotrascendencia»5.

En efecto, la felicidad y el placer son esquivos si seprocuran por sí mismos dando lugar a diversas neuro-sis. La clave de la felicidad está, por tanto, en no bus-carla por sí, en no buscarse a sí como meta sino en vi-vir hacia algo o alguien con olvido de sí 6. La vida sólose vuelve sobre sí cuando ha fracasado o ha frustradola búsqueda de sentido.

Pero aunque la persona percibe o experimenta, máso menos conscientemente, este deseo, también percibeuna carencia, una privación. Se da cuenta de lo que noes, de lo que le falta, de sus limitaciones, de sus impo-tencias, de que hace el mal que no quiere y no hace elbien que quiere hacer. Por eso, su vida es inquietud ydolor: percibe la distancia entre lo que es y lo que estállamada a ser. Sin embargo, la inquietud, el dolor o tris-teza no son la última palabra: el deseo trae consigo unapromesa de plenitud. Por eso, la persona es esperanza

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4. Frankl, Viktor: El hombre doliente. Herder, Barcelona 1994 p. 11.5. Frankl, Viktor: La voluntad de sentido cit. p. 245.6. Frankl, Viktor: El hombre doliente cit. p. 65.

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de plenitud. Y, como tal, su vida puede ser felicidad in-coada, alegría 7.

3.2. El encuentro con los otros

Descubrimos, en segundo lugar, que todo creci-miento hacia la plenitud sólo ocurre en el encuentrocon los otros, en tanto que son impulsantes, posibili-tantes y apoyo para la plenitud de la propia persona. Yen esto consiste la segunda constatación: el descubri-miento de la esencial apertura a los otros y al compro-miso con ellos. Nadie es creativo y crece si no se sien-te cautivado por un valor, un ideal, o, sobre todo, poralguien que le lance más allá de sí, engrandeciéndole.En realidad, todo valor y todo ideal siempre son reci-bidos de alguien en quien se cree y al que se ama. Y na-die puede ir a más si no es apoyado en otros. Desde loíntimo se descubre la necesidad de la relación con losdemás como esencial (de hecho, nadie comienza a seryo sino a ser yo-tú). Para el crecimiento de la persona,el dinamismo de ir a más se abre y modula en funciónde aquel con quien ocurre el encuentro. En todo caso,se descubre que no cabe ponerse en marcha hacia lapropia plenitud si no es a través de la relación. La ex-periencia del otro como imprescindible para que yollegue a ser yo es tan primigenia como la tendencia a laplenitud.

3.3. El sentido existencial

Lo tercero que constatamos es que la propia vida, ycada circunstancia dentro de ella tienen un sentido, tie-nen siempre un para qué que se puede descubrir. La ta-rea de la vida es descubrirlo y, luego, comprometerse

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7. Cfr. Domínguez Prieto, Xosé Manuel: Sobre a alegría. EspiralMaior, A Coruña 1995.

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con él. El sentido es la respuesta al deseo. «El deseo esel movimiento fundamental, la pura manifestación dela pasión, la orientación absoluta»8. Se trata de un ho-rizonte de valores, de un para qué, que cada uno tieneque descubrir. Para realizar su plenitud, la persona hade encontrar un horizonte hacia el que oriente su creci-miento. Lo que desea la persona, más allá del placer, lariqueza, el poder, es un sentido desde el que poder ca-minar hacia su plenitud. Pues bien: el sentido es aque-lla orientación, aquel «para qué» que se descubre comocamino para ir más allá de uno, para ir de uno mismoal otro, hacia la plenitud, hacia la radical superación enuno mismo.

3.3.1. El sentido es la respuesta a los dones recibidos

Reconocer lo recibido, y responder agradecido, eslo que hace a la persona creativa, lo que permite extra-er lo mejor de ella misma. Es el resultado de acoger lasposibilidades más posibilitantes y realizarlas. Y esto esfuente de crecimiento y de alegría, de dar de sí. Y estoes así porque la persona es respuesta a la llamada en laque cada uno consiste. Lo que cada uno es constituyellamada para la vida como respuesta. Esto significa quela llamada supone haber sido amado: soy amado luegoexisto9. Y por el amor he sido llamado a ser y a ser yo.Por tanto, mi vida es la alegre respuesta a ser quien es-toy llamado a ser10.

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8. Levinas, Emmanuel: Humanismo del Otro Hombre. Caparrós, Ma-drid 1993, p. 43.

9. Cfr. Díaz, Carlos: Soy amado, luego existo. Desclée de Brouwer, Bil-bao 1999. Volumen I: Yo y tú.

10. Sobre la vida de la persona como respuesta a la llamada se puedeconsultar Chrétien, Jean-Louis: La llamada y la respuesta. Caparrós, Ma-drid, 1997.

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Pero este sentido nunca procede de las necesidades,de la atención de la persona sobre sí, sino de una expe-riencia de sobrepasamiento. Es un sentido personal(por tanto, subjetual) pero no subjetivo, es decir, no de-pende de la imaginación, o de la voluntad o de la inte-ligencia personal.

3.3.2. El sentido se puede descubrir: no se inventa

Lo que hay que inventar es el modo en que el pro-yecto vital responde a ese sentido, es decir, la maneraen que llevo a cabo en mi vida aquello que he descu-bierto como valioso, como iluminador del resto de mivida. Pero sólo es posible desde el descubrimiento dela propia vocación, del signo personal que orienta acer-ca de quién está llamada a ser cada persona y cómo ser-lo en cada situación.

3.3.3. El sentido tensa la vida

No es eliminando tensiones y responsabilidades si-no aumentándolas y asumiéndolas como la persona sefortalece y crece. Decíamos que la persona es una tareapara sí misma. Pues bien, ser persona, dice Frankl,«significa hallarse permanentemente confrontado consituaciones de las que cada una es al mismo tiempo dony tarea. La tarea de una situación consiste en realizar susentido. Y lo que al mismo tiempo nos da es la posibi-lidad, mediante el desempeño de dicha tarea, de reali-zarnos a nosotros mismos»11. La persona está así lla-mada a hacerse cargo de sí, responsable de sí misma.

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11. Frankl, Viktor: La presencia ignorada de Dios. Herder, Barcelona1995, p. 108.

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3.3.4. La triple fuente del sentido

El sentido existencial se puede encontrar, en una tri-ple dirección12:

– Desde la creatividad, es decir, desde el ejerciciode la propia vocación, desde las propias ocupaciones ytrabajos, en las tareas que se desempeñan a favor de losdemás. Encontramos, pues, un sentido en toda aquellaacción en la que desarrollamos nuestras potencialida-des, nuestra orientación esencial de la acción, nuestrasfuerzas, conquistando metas y objetivos. Todo aquelloque depende de nuestra voluntad y en lo que nos ex-pandimos.

– Desde las vivencias de la apertura a otros, es de-cir, desde la apertura al amigo, a la pareja, a la familia,a la comunidad. De entre ellas, la apertura a la Personaserá una fuente privilegiada de sentido. Será el Sentidodel Sentido, por cuanto que es fundamentante. En ge-neral, se trata del hecho de encontrar un Sentido en to-da experiencia de amor y en aquellos ámbitos en losque se produce el encuentro fructífero entre personas.

– Desde la experiencia de la pasividad y el dolor.«No hay ninguna situación en la vida que realmente ca-rezca de sentido. Esto significa que los aspectos apa-rentemente negativos de la existencia humana, y en es-pecial esa tríada trágica en la que se incluyen dolor,culpa y muerte, pueden también llegar a transformarseen algo positivo cuando se afrontan con la postura y ac-titud correctas»13. Se trata de todo aquello que nos ocu-rre sin nuestra voluntad y que nos limita. Es todo aque-llo negativo que aparece en nuestra vida: accidentes,enfermedades, dolores, las inferioridades físicas, psí-

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12. Cfr. Frankl, Viktor: La voluntad de sentido, cit pp. 33-38, 247ss; Elhombre doliente, cit p.21, 63ss, 72-73, 249ss; El hombre en busca de senti-do, cit pp. 108-113; En el principio era el sentido, cit pp. 44-45.

13. Frankl, Viktor: Ibi, p. 110.

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quicas o morales, las heridas físicas o psíquicas, los de-fectos agrandados más o menos voluntariamente. Enuna palabra: el misterio del mal. Pues bien: en el sufri-miento, en el dolor, en el mal, en la culpa y en la muer-te, es posible encontrar un sentido: es posible transfi-gurarlo y trascenderlo, situándonos más allá de laresignación. Es posible tomar una actitud creativa y decrecimiento en las experiencias de dolor, sufrimiento,muerte o culpa. Hace falta, eso sí, trascender la situa-ción, abrirse a un sentido que ilumine la pasividad. Yla experiencia nos muestra que crecimiento personal yalegría son también posibles en estas circunstancias(incluso, son una fuente privilegiada de crecimiento yalegría). ¿Cuántas veces una enfermedad o el cautive-rio han sido decisivos en el desarrollo de lo más valio-so de una persona? En estas circunstancias que no pue-de cambiar, la persona es aquel ser que puede«convertir un sufrimiento en un logro»14. El sufrimien-to se le presenta como tarea, como una responsabilidadpersonal: «no hay nada en el mundo que sea tan capazde consolar a una persona de las fatigas internas o lasdificultades externas como el tener conocimiento de undeber específico, de un sentido muy concreto, no en elconjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situaciónconcreta en la que se encuentra»15. De este modo, lapersona puede crecer, madurar, porque el sufrimientosupone una invitación al crecimiento, a una mayor li-bertad interior. Todo depende de la actitud que se tome.De esta manera, su tragedia personal se puede conver-tir en triunfo. Sólo hace falta adquirir la capacidad desufrimiento16, es decir, de ir más allá de él. Por eso, «elsufrimiento hace al ser humano lúcido y al mundo diá-

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14. Frankl, Viktor: La voluntad de sentido, cit. p. 33.15. Frankl, Viktor: En el principio era el sentido. Paidós, Barcelona

2000. p. 35.16. Cfr. Frankl, Viktor: El hombre doliente, cit. p. 250.

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fano»17. No quiere decir esto que el sufrimiento sea ne-cesario para encontrar sentido, sino que el sentido esposible incluso en el sufrimiento inevitable.

3.3.5. ¿Qué sucede si no se encuentra, se rechaza ose ignora el sentido?

Cuando se carece de un sentido global para la vida,aparece la enfermedad psíquica más extendida: la neu-rosis por ausencia de sentido. Consiste en una radicalfrustración existencial. No se trata de una neurosis psí-quica sino espiritual, que afecta a lo más íntimo de lapersona. No procede de conflictos instintivos ni in-conscientes, sino de una angustia espiritual. Pero, ade-más, existen otras trágicas consecuencias.

Las consecuencias constatables del vacío existen-cial son variadísimas: unas afectan a las actitudes antela vida y otras son psicopatológicas. Entre las primerasdestacan el hedonismo compulsivo, el conformismo, yel totalitarismo. La búsqueda compulsiva de placer esresultado de la insatisfacción existencial. Pero tambiénes hacer lo que hacen todos como lo único que se pue-de hacer (conformismo) o hacer lo que hacen los de-más, dejándose guiar ciegamente la persona por las di-rectrices de la mentalidad dominante (totalitarismo).Entre las segundas, lo que denomina Frankl la «tríadaneurótica»: adicciones, depresiones, agresividad.

4. La vocación

4.1. Qué es la vocación

Decíamos que cada persona está llamada y orienta-da esencialmente a la plenitud. La vocación es el mo-

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17. Frankl, Viktor: Ibi, p. 255.

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do en que cada uno, de modo concreto en su vida, ex-perimenta y realiza la llamada a la plenitud. Porque lavocación, ante todo, es vocación a ser persona en ple-nitud. Es esta una vocación formal que cada uno tieneque concretar mediante una respuesta concreta, me-diante un proyecto.

La persona se descubre a sí misma, poco a poco, co-mo un ser que está llamado a mucho más que simple-mente mantenerse en la existencia. La persona no estáhecha para mantenerse en su existencia, para mantenerun equilibrio homeostático, para estar tranquilo en elsillón viendo pasar la vida, sino para crecer. Y para ellodebe estar en «tensión» creativa. El ser humano, parapoder ser tal en plenitud, no huye de las tensiones sinoque las necesita para crecer. Es justo la ausencia de ten-sión lo que le neurotiza y destruye. ¿Cómo lograr esatensión? Desde el compromiso con el horizonte de va-lores descubierto, es decir, desde tareas que tengansentido, desde situaciones que tengan sentido, desdeencuentros que tengan sentido. Desde un sentido lapersona es capaz de enfrentarse creativamente a las di-ficultades. «Considero un concepto falso y peligrosopara la higiene mental dar por supuesto que lo que elhombre necesita ante todo es equilibrio o, como se de-nomina en biología “homeostasis”; es decir, un estadosin tensiones. Lo que el hombre realmente necesita noes vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por unameta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eli-minar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada deun sentido potencial que está esperando a que él locumpla. Cuando los arquitectos quieren apuntalar unarco que se hunde, aumentan la carga encima de él, pa-ra que sus partes se unan así con mayor firmeza. Asítambién, si los terapeutas quieren fortalecer la saludmental de sus pacientes, no deben tener miedo a au-

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mentar dicha carga y orientarles hacia el sentido de susvidas»18.

Desde su sentido existencial, la persona opta entrelas posibilidades que se le ofrecen: estudio, encuentrocon otras personas, atender a alguien, descansar, hacerdeporte, formarse, dominarse, comprometerse con ungrupo o en una acción voluntaria, trabajar, perdonar,hacer una compra, etc. Pero en esas posibilidades nosólo elige opciones sino que se elige a sí mismo, se de-cide a sí, su propia figura. En este sentido, las circuns-tancias y situaciones en las que se encuentra son, a lavez, un don y un deber. Son un don en tanto que posi-bilidad. Pero también son un deber en tanto que sonposibilidades que de modo efectivo posibilitan su ple-nitud, en cuanto que esas posibilidades reclaman la re-alización del sentido. Y, realizando sus posibilidades,la persona se realiza a sí misma. La persona, por tanto,se descubre llamada a perfeccionarse. El modo concre-to en el cuál descubre que puede ir perfeccionándoseconstituye, si quiere, la ley de su obrar, su canon bio-gráfico.

Pero que la persona esté llamada a desarrollarse encierta manera no significa que necesariamente lo haga:media, en todo caso, una opción de su libertad. Para ir-se conquistando, la persona debe vencer la tendencia ala costumbre, a la pérdida continua de tensión. Debemantener su capacidad de reacción, su exigencia deplenitud.

Esta llamada se realiza desde el fondo de sí, desdelo más profundo de la persona, y se manifiesta en el en-tramado estrictamente personal de las potencias, cuali-dades, capacidades, relaciones de cada persona así co-mo en una orientación esencial de la acción. Esta

18. El hombre en busca de sentido. Herder, Barcelona 1991, pp. 104-105.

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orientación esencial de la acción se vive como inclina-ción, como aspiración, como orientación personal.Porque, en efecto, cada persona aspira a ejercer loesencial y definidor de ella misma.

Es una llamada a ocupar un puesto único dentro deluniverso personal, que da significado pleno y último ala vida de cada persona. La búsqueda y progresiva to-ma de conciencia del sentido último, que va más alláde lo profesional, de los intereses, del éxito, es piezaclave en el crecimiento personal.

4.2. Crecimiento personal y vocación

El crecimiento de la persona tiene que ver con laconciencia progresiva de esta orientación esencial de laacción, de esta vocación, de esta identidad propia y es-pecífica de cada uno.

La persona sólo se despliega desde la toma de con-ciencia de su vocación. Y esta sólo se encuentra, comodijimos, en un proceso de interiorización. Desde ellacabe la posibilidad de volver al exterior sin correr elpeligro de quedar encerrados fuera de nosotros mis-mos. Por otra parte, hay que salir de la interioridad pa-ra mantener la interioridad, hay que abrirse a la comu-nidad para mantenerse la persona. Pero no basta conconocer los valores para crecer: hay que comprometer-se con ellos. Por ello esta vocación cobra todo su sen-tido desde unos valores a los que la persona se adhie-re. Existir es decir «sí» a esta vocación, a estos valores.Y esto comporta, muchas veces, decir que «no»: aceptarlímites, rechazar posibilidades, protestar, alejarse. Vivires elegir. En algunos momentos de mi vida, elegir algoo a alguien supondrá automáticamente dejar otras cosasu otras compañías. Desde mi vocación elijo y desecho,afirmo posibilidades y niego otras. Edificar es sacrifi-

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car. Y se elige desde la vocación. Desde la vocación, só-lo desde ella, es posible renunciar, romper, decir «no»,por muy desgarrador que sea, sin que suponga mutila-ción, porque se elige desde una plenitud incoada.

Desde su orientación esencial de la acción, desdelos encuentros con las personas y la Persona, la perso-na encuentra su sentido. Y esta búsqueda del para quéde la propia vida es de grandísima importancia porquesu descubrimiento y ulterior experiencia:

– Unifica la vida, la ordena, integra todas las di-mensiones. La vocación, es lo que procura a la personala unidad de su ser, una unidad presentida, nunca per-cibida. No es identidad abstracta, ni dada para siempre,no es evidente ni innata. Se trata de una identidad quese va sugiriendo, descubriendo, si se está en silencio ala escucha. Se experimenta a tientas, a oscuras, sin po-der tener nunca la certeza de conocerla definitivamen-te. Es una llamada silenciosa.

– La pone en camino de plenitud y le da su plenosentido. Hace que la vida de la persona tenga una enor-me fecundidad y creatividad,

– Permite que sea una persona capaz de compromisosfecundos, de asumir deberes con sentido positivo (en re-habilitación de adicciones lo primero que se busca es unsentido para la persona, es decir, armarla moralmente).

5. Condiciones para el crecimiento de la persona

El crecimiento es la realización o actualización delos dinamismos esenciales de la persona. Supone unamaduración de la persona, un mayor orden interno,creatividad, libertad, responsabilidad, apertura y auto-nomía. Mas lograr esto es tarea para toda la vida. Y to-dos conocemos múltiples ejemplos de personas que,

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hasta el final, han estado esculpiendo su propia estatua:Jünger, escribiendo filosofía hasta los 100 años, Cer-vantes escribiendo su última novela en el lecho demuerte, Torrente habiendo dedicado la última tarde desus ochenta y ocho años de vida a trabajar en su nove-la. Los ejemplos permitirían llenar más páginas que lasque puede ofrecer este libro: Zubiri, Laín Entralgo, Ka-rol Wojtyla, Teresa de Calcuta, Jehudi Menuhin, Alber-ti, Goethe, Bach, Bernard Shaw, Viktor E. Frankl, etc.

Crecer es ser-más, es dar-de-sí. Y esto conciernepor igual a la inteligencia, a la voluntad, a la afectivi-dad, a las relaciones personales y al cuerpo. En la me-dida en que todas estas instancias funcionen ordenada-mente y ajustadas a la realidad, se da un crecimiento.¿Cuáles son las condiciones para un crecimiento inte-gral de la persona?

5.1. El autoconocimiento

No basta la experiencia: hay que reflexionar sobreella. Prueba de ello es que las personas con más «ex-periencias» no suelen coincidir con las personas conmás madurez. Sólo reflexionando sobre mi propia vidapuedo llegar a conocerme y a madurar.

A través del autoconocimiento y la reflexión la per-sona va conociendo su propio sentido vital, su orienta-ción vital. Y esto a través de una serie de indicios: a tra-vés de la imagen positiva de sí, a través de susopciones importantes, de su propio itinerario personal,a través de lo que se ve capaz, a través de las personasque le marcan (efecto espejo), de las ilusiones y aspi-raciones profundas, de cuáles han sido sus experienciasgozosas. Pero también a través de lo que ven los otrosde mí: esencial para mi autoconocimiento es la correc-

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ción de quien me quiere y la alabanza del sabio res-pecto de lo que aprecia en mí como valioso.

Desde el conocimiento de mis dones y carencias semanifiestan aspiraciones, intuiciones, invitaciones in-teriores o imperativos para realizar determinadas ac-ciones, a tomar opciones o actitudes.

5.2. Un ambiente personalizante y relacionespersonalizantes

La persona crece cuando vive en un ambiente per-sonal y personalizante. Este ambiente personalizante,como veremos, tiene la estructura de comunidad. Sóloen este ámbito es posible el encuentro y el diálogo conotros. Sólo de este modo la persona se capacita parauna serie de actos que son los propios de la persona ensu relación con los demás:

– Salir de sí, es decir, hacerse disponible para losotros, capacitarse para liberar a otros liberándose unomismo.

– Comprender al otro, es decir, ponerse en su pun-to de vista.

– Tomar al otro sobre sí.– Darse al otro, con generosidad, con gratuidad, sin

medida, más allá de los instintos centrípetos.– Ser fiel al otro.

5.3. Vivir unificados desde el sentido existencial

Se trata, por tanto, de vivir desde aquello que cadauno descubre como lo más valioso, desde aquello a loque está llamado, desde su vocación. El deseo esencialque dinamiza toda persona es siempre un deseo de sen-tido. Así las cosas, descubre la persona que busca algoabsoluto, pues nada finito, ninguna cosa, objeto, pro-yecto personal o colectivo, responden a su deseo, a su

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sed de sentido. Quien hace de su cuenta corriente, delfútbol, del Estado, la nación, el equipo, el grupo, la ra-za o sus posesiones su absoluto, introduce un desorden.Comprobamos que el culto al cuerpo produce desmo-ronamiento físico y psíquico, el culto al dinero, mise-ria; el culto al poder, la guerra. Pues bien: en general,toda idolatría atomiza y disuelve a la persona. Sólodescubrir y ejecutar el sentido existencial unifica.

Todo lo demás que hay en la propia vida tambiénpuede ofrecer un sentido parcial y finito (mi trabajo,mis diversiones, mis viajes, mis pequeñas metas). Perotodo esto, si no se abre a un sentido más amplio, cierray abisma a la persona en sí. Ideologías, técnica, cien-cia, economía, deportes, nunca tienen la capacidad deproporcionar un sentido único y totalizante. Sin em-bargo, tienen cierta capacidad para orientar la vida, porlo que siguiendo uno de estos sentidos se puede dar laimpresión de que se tiene una vida repleta, rebosante,llena, compacta y coherente: todo confluye en el se-guimiento de ese sentido parcial tomado como absolu-to. La libertad se compromete en este sentido. Sin em-bargo, la experiencia personal de quien hace estaopción es la de ser un «prisionero» de su circunstancia,a la que sirve. Trátase de un esclavo del trabajo, de suproyecto o negocio, de su idea o ideología. Esclavo vo-luntario, consentido, pero esclavo, sometido, alienado,cerrado a sí y a la trascendencia (aunque gire todo entorno a sus intereses). No obstante, también en estosqueda siempre una raíz de anhelo de plenitud y de uni-dad. Pero no de plenitud reducida a un ámbito ni uni-dad de acción, sino plenitud y unidad personales, inte-grales. Intuyen que hay un abismo entre lo que quiereny lo que son capaces de querer: la llamada a la plenitud

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es inextirpable. Por este resto de deseo siempre es po-sible un cambio de vida.

5.4. Ejerciendo la libertad

5.4.1. Qué es la libertadLa libertad como capacidad de opción y capacidad

de autorrealización no es algo con lo que se nace: setrata de una conquista. Se puede ir ganando, pero tam-bién perdiendo. Y es así porque la libertad es la mani-festación del autodominio de la persona: en la medidaen que la persona va siendo efectivamente suya, au-menta su capacidad de opción, de dominar en sus im-pulsos y motivos, en sus actitudes ante la adversidad yen sus afectos y, por tanto, de ser la autora de su vida.

Por tanto, la libertad es una cualidad de la voluntad:La libertad es la cualidad de los actos voluntarios entanto que pueden decidir entre diversas pretensiones,tendencias y posibilidades.

No es, pues, una potencia abstracta, sino una cuali-dad de la voluntad que se puede ejercer y aumentar, ono ejercer y disminuir (aunque, en el peor de los casos,la persona siempre puede ejercer un mínimo de liber-tad: siempre puede arrepentirse y cambiar el rumbo desus elecciones, por muy habituado que esté a no hacer-lo. La atrofia de la libertad nunca lleva a su desapari-ción). Aún la persona más adicta posee un adarme delibertad que le permite, por lo menos, pedir ayuda aotros para comenzar a salir de sus ataduras.

De todas maneras, siendo rigurosos, tenemos quedecir que la libertad es un acto de toda la persona. Nosólo es libre la voluntad: lo es la inteligencia, el cuer-po, la afectividad... Si una de estas instancias no es li-bre, no es posible una voluntad libre. Incluso cabe que

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la propia voluntad sea una esclava de la inteligencia(intelectualismo), de los afectos (sentimentalismo), delas masas sociales o de la mentalidad dominante (con-formismo).

5.4.2. Cómo se ejerce la libertadPara ejercer su libertad, cada persona reorganiza las

tendencias y motivos de modo que éstos serán «sus»motivos y «sus» preferencias. La libertad acontece enel dominio de sí mismo. Por ello no existe la libertadcomo potencia sino como modo de ser de los actos: hayactos libres. Estos actos libres no se ejercen «a pesar»de las tendencias inferiores. Es, por el contrario, un ac-to de determinación que la persona produce llevado aél por ciertas tendencias. Así, en un momento determi-nado pueden reclamar su atención una tendencia queme pide descanso tras un duro día de trabajo, pero otraa que atienda a un familiar que me necesita. Pues bien:no importa cuál de estas dos tendencias sea la másfuerte. Seré yo quien decida a qué tendencia quiero darpreponderancia.

Aún más: La libertad no es algo simplemente per-mitido por las tendencias inferiores sino exigido porellas. Por eso, igual que no hay voluntad al margen delas tendencias no hay libertad al margen de la natura-leza. La persona se hace libre moldeando sus tenden-cias naturales, es decir, adquiriendo una segunda natu-raleza: adquiriendo un conjunto de virtudes Lasvirtudes son hábitos de comportamiento que fijan unasformas de comportamiento que hacen más libre a lapersona, más dueña de sí, más liberada. Pero esta libe-ración no supone el abandono de lo que se libera, sinosu inclusión en un proyecto creador. Así, un pianistaes más libre (y creativo) por el teclado en la medida enque haya pasado muchas horas al día durante muchos

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años sometiéndose a ejercicios mecánicos y repetitivospara lograr dominar ciertos movimientos, con preci-sión y rapidez. Mediante estos ejercicios, el pianistaadquiere hábitos de movimiento en sus dedos que lepermitirán, más tarde, interpretar música con libertad.Y lo mismo podríamos decir de un atleta o un bailarín.

En todo caso, la decisión consistirá, entonces en darvigencia a unos impulsos por encima de otros, a unosmotivos sobre otros. Toda decisión supone un reajustede las propias tendencias. Pero para que se den estoshábitos o estructuras que van liberando, que van po-tenciando la libertad, es necesario que la persona co-nozca su sentido vital, el horizonte, el para qué de suproyecto vital, su vocación. Si no hay un para qué, nosurge el cómo. Del mismo modo, el pianista se sometea unos ejercicios mecánicos no por masoquismo sinopara poder intepretar una fuga de Bach o una Sonata deHaendel, es decir, una realidad con sentido.

En fin, para activar la libertad y ponerla en disposi-ción de que la persona opte por lo que le plenifica, an-tes debe conocer su dignidad de persona y los dina-mismos de la persona. Descubierto este proto-valor ylos valores que dimanan de él, la persona estará en dis-posición de percibirlo como deber, como algo que im-plica su vida, confiriendo así fuerza a su decisión.

5.4.3. La libertad-deAnte todo, la libertad es libertad-de las tendencias

internas y de los condicionamientos del ambiente. Lapersona, por su inteligencia, es capaz de tomar distan-cia de la realidad y poder estar por encima de sus sus-citaciones. No significa esto que anule sus impulsos,suscitaciones y condicionantes naturales (como afir-maban calvinistas y otros protestantes), sino que es ca-paz de, sobre ellos, situarse frente a ellos. La libertad

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nunca es pura espontaneidad, pura capacidad neutra deelección (como defendían Pelagio o Sartre), sino capa-cidad a partir de unas coordenadas naturales en las queestamos. Pero, a partir de ellas, la persona puede optar.No somos, por tanto, lo que la vida ha hecho de noso-tros sino lo que hemos hecho nosotros con lo que la vi-da nos ha dado. Del mismo modo que un experto pa-trón lleva su velero por donde él quiere, haya viento afavor o en contra, la persona que se va poseyendo, ten-ga «viento a favor» o «en contra» lleva su vida a don-de quiere.

Por otra parte, constatamos que toda persona aspiraa liberarse de todo lo que asfixia su desarrollo, de todolo que impide su perfección. Y, en verdad, no existe li-bertad si no libera: la libertad es, en primer lugar, ca-pacidad de liberar y liberarse. Este ha sido y es el mo-tor de muchas revoluciones personales y sociales. Elsometimiento y la esclavitud sublevan e invitan a susuperación.

Sin embargo, esta libertad puede absolutizarse einstalarse la persona en una negación de todo vinculo,de todo sometimiento y dependencia, de toda relación,de toda pertenencia. Pero en este momento, esta liber-tad ha perdido su razón de ser. Así ha ocurrido con elneoliberalismo.

5.4.4. La libertad-paraPero con lo dicho no tenemos totalmente descrita la

libertad, pues ésta no puede ser mera indefinición, me-ra indeterminación o espontaneidad. La libertad-de tie-ne un sentido, una determinada orientación: la capaci-tación para la realización de la persona. Además de lalibertad-de, la libertad también es libertad-para la au-toposesión para la autoconstrucción, para responsabili-zarse de la propia vida y vivir unos valores. La libertad

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sólo es tal si es libertad para el compromiso. Es, portanto, capacidad de preferir, de comprometerse, de ad-herise. ¿A qué? A aquello que da sentido a la propia vi-da y a los valores que dimanan de ello. Somos libres-de para poder ser libres-para. El que vive sólo para símengua como persona en lo afectivo, en lo intelectual.El que no se compromete con valores y con personas,queda personalmente tullido.

5.4.5. Libertad como capacidad de comprometersecon lo valioso

Las cosas y las posibilidades, al presentársenos, nolo hacen de modo indiferente, sino que estimamos unascomo mejores que otras (respecto de nuestra plenitud,de nuestro desarrollo). Por eso mismo, la libertad es unpoder orientado a la realización de lo valioso para lapersona. La persona está orientada, ob-ligada a aquelloque le hace plena y feliz. Pero no está determinada aescoger lo que realmente le va a hacer crecer. He ahí elconflicto: está orientada a lo que le hace plena pero escapaz de decidir lo que desintegra a la persona. Laamistad me construye, pero puedo elegir el replieguesolipsista en mí; la fidelidad a las promesas hechas o lalaboriosidad me llevan a más, pero puedo optar por lainfidelidad y la pereza.

Además, esta adhesión, este compromiso, no sólo sepuede tomar con la propia vocación, sino con otros va-lores, actividades o proyectos que no dimanan de estavocación. Incluso cabe el compromiso con antivalores.Pero si esta adhesión elimina toda apertura y va contrala propia dignidad y la de otros, la persona termina sien-do esclava de aquello a lo que se adhiere, lo cual termi-na por tomar consistencia de ídolo, de absoluto. Es lapostura de la persona que se toma a sí o a sus deseos, oa su proyecto voluntarista, como medida de todas las

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cosas. O de quien se adhiere a unas ideas, o al poder, oa una empresa, o a la competitividad, la productividad,a unas siglas, o a una comunidad, como si fuesen el ab-soluto. En estos casos, la persona termina sacrificada –yno plenificada– por aquello a lo que dice servir.

En conclusión: toda opción que se hace comprome-te la libertad: o hace a la persona más libre, más dueñade sí, o más atada a las suscitaciones interiores o exte-riores. Las opciones, si crean hábitos positivos, liberan.De lo contrario, empobrecen y esclavizan. En todo ca-so, gracias a la misma libertad, por muy comprometidaque esté mediante el establecimiento de hábitos decomportamiento, siempre es posible el cambio radicalde rumbo, una ruptura: la conversión o la apostasía.En estas opciones se pone en juego todo el destino, laorientación y consistencia del futuro. Poder cambiarsiempre de rumbo, de orientación vital, es la prueba deque la libertad nunca está plenamente alienada ni com-prometida. Siempre es posible cambiar.

5.4.6. La libertad no tiene su sentido en síLa libertad no puede ser el término de una conquis-

ta. La libertad tiene un sentido bien preciso: la capaci-dad de optar por la plenitud, la capacidad de realizar-nos. La persona es aquel ser que desea la plenitud. Estedeseo nace naturalmente en él. Pero esto, que es a loque está ligado, ob-ligado, no le obliga a actuar en de-terminado sentido: la persona tiene que elegir las ac-ciones, las opciones y posibilidades que le lleven a esaplenitud. Ella es la que ha de dar libremente el pasoque le conduce de lo que es a lo que está llamada a ser.Y esto siempre supone tomar un camino y dejar otros,una elección y muchas renuncias. Y, además, un ries-go: la persona está llamada a correr el riesgo de la li-bertad.

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Correr este riesgo no supone, en absoluto, quedarsin vínculos, sin ataduras. Lo que está en nuestra manoes decidir a qué queremos entregarnos. Por eso, la vidade la persona termina valiendo lo que valen las fideli-dades a las que se entrega.

5.5. Ejerciendo la responsabilidad

La responsabilidad es la otra cara de la moneda dela libertad. Porque ser libres supone tener que respon-der de nuestros actos, de nuestras elecciones. En estesentido, el deber es la experiencia de la responsabilidadante uno mismo, los demás y los valores que se descu-bren como tales. La persona crece al hacerse responsa-ble de sí y de lo que hace, al tomar las riendas de sí. Poreso decimos que la persona es una tarea para sí misma.Pero, como es libre para hacerse y actuar, la persona esresponsable de lo que haga de sí y de lo que obre.

La responsabilidad supone enfrentarse creativa-mente a las circunstancias de la vida y asumir los pro-pios actos y las consecuencias de los propios actos. Nohacerse cargo de la propia vida ni querer comprome-terse deja a la persona en situación de irresponsabili-dad. Y, precisamente por no quererse hacer cargo de síy de lo que encuentra en su vida, mira como fatalidadtodo cuanto le sucede, adoptando una actitud de con-formismo y sometimiento a la mentalidad dominante,de pasividad e individualismo, de relativismo e indife-rencia. Cae así en la situación de desmoralización de laque hablamos al comienzo.

La responsabilidad supone, por tanto, la capacidadpara tomar las riendas de la propia vida. Y esto siemprees posible, se haya hecho con ella lo que se haya hecho.Se trata de asumir abiertamente méritos y errores, cul-pas y éxitos, sin evadirse, sin negar nada. Se es respon-

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sable, sobre todo, ante uno mismo. Y se es responsablepara asumir lo hecho, y para perdonarse, y para acep-tarse, y para mejorar a partir del momento actual.

Quien cree que nada pueda cambiar, se conforma yacomoda, se aburguesa y pierde tensión vital. Su pro-yecto vital se diluye. Sólo quien se responsabiliza de síno se conforma con lo que es y proyecta el camino ha-cia su plenitud.

6. ¿En qué consiste la madurez personal?

Cada persona está llamada a hacer su propia vida, aconstruir libre y voluntariamente quien quiera ser. Pe-ro puede hacerlo de acuerdo con su propia realidad,con lo valioso que descubre, de modo libre y racional,o dejando que sean otros u otras instancias quienes im-pongan a la persona sus criterios y principios. En elprimer caso decimos que la persona es autónoma. Enel segundo, heterónoma.

La persona autónoma es la que, de modo reflexivo,actúa y elige lo mejor para crecer como persona respe-tando su dignidad y la ajena. Vive libre y responsable-mente.

La persona heterónoma es la que se deja llevar porla voluntad ajena, o por sus impulsos o por la mentali-dad dominante, o por las normas, de modo acrítico eirresponsable.

Lo cierto es que cuando somos niños, necesitamosque otros nos den esas pautas de actuación, que nosayuden a ser, porque ni nuestra racionalidad ni nuestralibertad son aún maduras. Pero esta heteronomía debeir dejando paso a la autonomía a medida que van pa-sando los años. De esta autonomía, en tanto que ejerci-cio de la libertad-de y libertad-para depende la madu-

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rez de la persona. Pero todos nos preguntamos algunavez en qué consiste la madurez personal. Profundice-mos en ello:

6.1. ¿Por qué rasgos se caracteriza una persona autónoma?

– Una persona autónoma está abierta a sí misma,por lo que es capaz de gran autoconocimiento. Es rea-lista y se acepta como es y se quiere, aunque no se con-forma con ello, sino que busca su plenitud.

– Vive desde un sentido vital: desde su proyecto vi-tal y vocación. Sabe dar razón de sus ideas y opcionesdesde dicho proyecto. Y desde él orienta su vida. En éltiene un criterio para juzgar lo que le acontece.

– Vive con actitud positiva, con esperanza y con hu-mor desde su sentido existencial.

– Es dueña de sí. Por su autodisciplina, fortaleza,paciencia, autocontrol, es capaz de vivir desde sí paralos demás.

– Vive integradamente todas sus dimensiones(cuerpo, inteligencia, afectos, voluntad, relación conlos demás).

– Actúa reflexivamente, sin precipitación, sin im-pulsividad, eligiendo lo mejor en vistas a su creci-miento personal y el de los demás.

– La persona se vuelve más creativa, fecunda y efi-caz. Es cada vez más comprometida, realista, libre yresponsable.

– Aunque no actúa dejándose llevar por los demás,está comprometido con otros. Es decir, actúa desdeella, no desde lo que esperan de ella. Pero sale de símisma para ponerse en el punto de vista de los otros.

– Está, por tanto, abierta a los demás como perso-nas, estableciendo con ellos relaciones de encuentro.

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– Está abierta a la Persona como auténtica respues-ta al sentido profundo de su existencia y al sentido delos acontecimientos de su vida.

6.2. ¿Por qué rasgos se caracteriza una personaheterónoma?

– La persona heterónoma e irresponsable es aque-lla que se deja conducir o guiar en su actuación y deci-siones, sin someterlas a su propio juicio o discerni-miento, y sin tomar las riendas de sí misma.

– Por sus impulsos, por su capricho, por sus senti-mientos o ideas preconcebidas.

– Por las normas y valores recibidos por la autori-dad de otros (amigos, medios de comunicación, fami-lia). No actúa conforme a ellas porque le atraigan sinopor temor al castigo o por temor al remordimiento oculpa (autocastigo).

– Por la tradición cultural a la que se pertenece, sinanalizarla críticamente.

– Por la mentalidad dominante en la sociedad (queimpone unos gustos, actividades, trabajos, valores) sinsometerlo a los propios criterios.

– Además, la persona moralmente heterónoma bus-ca vivir sin tensiones. No se compromete para no tenerque dar cuentas. No se responsabiliza de nada, ni de símismo. No reconoce deber ninguno. Sigue las normaspara evitar tensiones. Estas normas e impulsos que si-gue escapan al control del sujeto.

– Busca no tener que decidir, busca recetas: buscaseguridades. No descubre los deberes como propios si-no como algo impuesto. Es incapaz de valorar la bon-dad o maldad de algo sino sólo su conveniencia o in-convenciencia. Por eso tiene una gran incapacidad paradecidir por sí.

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