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Paracaídas #02 Trabajo

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Este es el producto de muchas horas de trabajo y esfuerzo que hemos sostenido los paracaidistas y esperamos que lo disfruten tanto como nosotros al hacerlo. (...) Para este número ofrecemos textos donde podrán encontrar (...) una posición clara respecto a [nuestra] concepción del trabajo (...). En Paracaídas deseamos que todos nos salvemos del trabajo alienado y comencemos a disfrutar la vida. (Editorial)

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Opinión 04 Dios vs Trabajo

06 Dia De Renuncia

08 Es Tra Bajo las piernas

10 Las mil necesidaes

14 Quid pro quo

16 Mar de Limonada

20 El Nuevo Orden Global Y Sus Implicaciones Laborales

28 Pegado a la mesa

30 Reseñas y Recomendaciones

24 Paracaídas Sobre La Tumba De José Ingenieros

Dossier

¿Qué hacer?

Entrevista

Aparador

Ano-0, Numero-02

DirectorBenito Federico Chilián Herrera

EdiciónPaul Aguilar SánchezJorge Méndez NúñezAldo Chiquini Zamora

InformaciónGuillermo Parraguirre Alonso

Adriana G. Alonso Rivera

Diseño EditorialArturo Hernández Hernández

Francisco Javier Monroy Gonzalez

IlustraciónDaniel Martínez Rivera

ColaboradoresEmanuel Hermoso D’MNT

Diana Valeria Herrera RomeroAraceli Murillo de la Peña

Relaciones PublicasCarla Sánchez Sánchez

Jurídico

Errare Humanum Est

Consejo EditorialFederico ChiliánSheng-li Chilián

Gerardo Horacio PorcayoRicardo CartasCélida Godina

Luis Gerardo UgaldeDaniel HerreraCesar Becerra

Jesús Pérez

DistribuciónColectivo Patín

Directorio

Paracaídas® es una publicación mensual, (año 0, numero 2).

Editor responsable: Benito Federico Chilian Herrera. Número de Certificado de Reserva al Uso Exclusivo del Título otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: (en trámite).

Domicilio: Calle 19 #10 Frac. San José Vista Hermosa, C.P. 72190, Puebla, Puebla. Teléfono: (222) 888 57 51. E-mail: [email protected] Imprenta: Impresos Gao. Oficinas: 3 sur #3509-A Col. Chula Vista, C.P. 72420, Puebla, Puebla.

Tiraje: 1,000 ejemplares. Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de cualquier con-tenido de Paracaídas® sin previa autorización por escrito de los editores. Los textos publicados son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de Paracaídas®. La veracidad de las Inserciones Pagadas (IP) es responsabilidad exclusiva de los anunciantes.

CONTENIDO

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C uando iniciamos este proyecto, nuestro distinguido Consejo Edi-torial nos advirtió de las dificultades a las que nos enfrentaría-mos “en el mundo real”, pero como amantes de las emociones

fuertes que somos (al fin paracaidistas), decidimos experimentar en carne propia lo que viniera. Ingenuamente desconocíamos la magnitud y gravedad de su advertencia. Nos aventamos en caída libre.

No han sido pocas las dificultades a las que nos hemos enfrentado. El proceso editorial requiere inteligencia, dedicación y mucha paciencia. Aún así, a pesar de nuestra rala experiencia, no nos arredramos y, con mucho entusiasmo, optamos por mostrar lo que más nos gusta hacer: leer, escribir y diseñar, es decir, crear y compartir. Esto es el producto de muchas horas de trabajo y esfuerzo que hemos sostenido los para-caidistas y esperamos que lo disfruten tanto como nosotros al hacerlo.

Es frecuente el desconocimiento de los procedimientos que lle-van un producto finalizado a nuestras manos, pero no por ello se debe demeritar el esfuerzo. A pesar de que en esta sociedad se valoran en demasía las labores lucrativas y se menosprecian las que pugnan por la creatividad y la inteligencia, no tiene por qué ser así: el desarrollo humano debe ser un aspecto fundamental en todos aquellos que apre-cien su condición humana. No seamos engañados: el camino no está trazado. No estamos destinados a padecer un trabajo que disponga de nuestra libertad, realización personal y social, aunque, ciertamente, pa-rezca una fatalidad. El trabajo debe ser libre y liberador, debe aspirar a la construcción de una sociedad más equitativa, más justa, más creativa y menos violenta. De otro modo, se estarán estableciendo relaciones de complicidad con un pasado caótico del que no somos responsables. No somos máquinas de producción, somos seres humanos que pensamos, sentimos y actuamos.

En virtud de estos principios rectores de nuestra actividad laboral, para este número ofrecemos textos donde podrán encontrar la visión de nuestra compañera más joven, el más veterano y los intermedios; todos con una posición clara respecto a su concepción del trabajo y, tácita-mente, su más implacable aspiración: darle sentido a nuestra existencia trabajando en lo que más nos gusta y con la satisfacción de que en algo contribuimos a cambiar y mejorar el estado de las cosas. Espero que mis palabras tengan como efecto una valoración del trabajo humano. En Paracaídas deseamos que todos se salven del trabajo alienado y comen-cemos a disfrutar la vida. Que así sea.

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Te invitamosa la presentación oficial de la revista

en Profética Casa de la Lectura3 sur 701, Centro, Puebla

Siguenos en facebook.com/revista.paracaidas

el miércoles 23 de Junio

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Según una canción vernácula

“el trabajo lo hizo dios como

castigo” y mucha gente

así lo cree. De este modo

la enajenación del trabajo

asalariado es concebida como una

disposición divina para la cual no

hay otra alternativa que trabajar,

si se puede por cuenta propia

y, en el sistema capitalista que

engloba a todo el mundo, tratar

de obtener la máxima ganancia

posible con quien se haga trato y

se oferte un bien o servicio.

Por: Federico Ch

ilián Orduña

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En esas condiciones, el trabajo se convierte en

una mercancía y el ser humano que trabaja ex-

perimenta la sensación de convertirse en una

máquina, en un robot que tiene funciones es-

pecíficas y limitadas de las cuales no se puede

apartar, so pena de perder el trabajo.

Federico Engels, desde hace más de un siglo, nos ins-

truyó acerca del papel del trabajo en la transformación del

mono en hombre, sin embargo, pese a lo convincente de

su exposición, sustentada en los descubrimientos de los

Carlos, Darwin y Marx, sus ideas no han sido asumidas por

la mayoría de la gente, y continúa arrastrando todavía los

dogmas de las religiones, con todas las nocivas consecuen-

cias que ello entraña.

Ya es tiempo de que el hombre le conceda al trabajo su

dignidad y su valor.

El trabajo no sólo es la fuente de toda riqueza, es tam-

bién el hacedor del hombre.

Allí donde la gente dice “gracias a dios”, debería decir-

se “gracias al trabajo”, donde se desea que “dios lo bendi-

ga”, debería desearse que “el trabajo no le falte” o que “el

trabajo lo proteja”.

El problema del sistema capitalista es que las mayores

ganancias de todos los que trabajan van a parar a los bolsi-

llos de quienes no trabajan.

Pese a que se producen alimentos suficientes para

alimentar al doble de la población mundial, mucha gente

muere de hambre. Aun cuando existen los médicos y las me-

dicinas para atender a todo el mundo, miles de niños falle-

cen de enfermedades curables.

La industria bélica tiene prioridad sobre todas las demás.

La decepción que han causado los regímenes llamados

socialistas ha llevado a suponer erróneamente que la histo-

ria ha concluido y que ya no hay más alternativa que confor-

marse con las reglas del juego de la economía de mercado.

La reforma laboral que pretende el gobierno de Felipe

Calderón va en sentido contrario de lo que es humana-

mente necesario.

Hay que valorar el trabajo, para valorar la condición hu-

mana, para construir familia, patria, sociedad.

Hay que trabajar para evitar que se apruebe esta reforma

a favor de una mejor: es necesario ir más allá, no quedarse en

las reformas laborales.

El trabajo significa mucho más que las funciones de la

Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Ni siquiera el Ins-

tituto Nacional de Estudios del Trabajo es capaz de abarcar

en la práctica las implicaciones de ese término, porque está

concebido para mantener las condiciones imperantes de un

sistema injusto y no para modificarlas.

El estudio del trabajo tenemos que hacerlo todos, tene-

mos que estudiar para trabajar y trabajar para estudiar.

El trabajo tenemos que reconocerlo y cada uno de no-

sotros reconocerse en su trabajo. Hacer todo lo posible por

disfrutarlo y hacerlo lo mejor posible.

La vida cuesta trabajo, hay que trabajar para vivir y tra-

bajar más para vivir mejor.

En sentido estricto, todo el trabajo beneficia al hombre

y lo socializa; sin embargo, hay “trabajos” que lejos de be-

neficiar, le son perjudiciales. Los asesinos, los secuestra-

dores, los pederastas, los industriales que contaminan el

ambiente, realizan un “trabajo” que sólo satisface a ellos y

es nocivo a la sociedad.

Resulta ingenuo o perverso atribuirle a dios todo lo que

sucede en el universo y creer que no se mueve la hoja de

un árbol sin su voluntad, que todo ocurre porque dios así

lo quiere; pero en realidad debería opinarse lo contrario,

pues las guerras, las matanzas, la explotación, el hambre,

la miseria y la marginación, son resultado del trabajo mal

hecho del hombre.

Me resisto a aceptar que a mi hijo Pablo Gnuyen Chi-

lián Espinosa lo mataron porque dios así lo quiso, sostengo

que quienes hicieron ese “trabajo”, no son seres humanos,

aunque tengan nombre y apellido, son bestias salvajes que

atentaron contra un ser humano inerme. Deben localizarse y

enjaularse, por la seguridad de los demás. Dios no tuvo nada

que ver, no lo metan.

Tenemos que trabajar para que se aclare y trabajar más

para que se sancione. Tenemos que trabajar por la justicia

para todos.

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día

de

Por: Fhernanda Río

orge se acercó a su escritorio con una caja de cartón vacía. Sus zapatos producían un chirrido molesto cuando dejaba caer el peso de su cuer-po sobre su suela.

Azotó la caja sobre todos sus papeles y co-menzó a guardar todo mientras repasaba lo que tenía que hacer: Afilar los lápices, revisar el pa-peleo, fotocopiar los documentos, deshacerse de la basura, hablar con el jefe, recoger la de-claración, esconder las faltas de ayer, terminar con las cuentas, ordenar las pruebas…

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- ¡Ey, ey! ¿qué haces? – dijo una voz detrás de Jorge, pero él ni siquiera volteó.

- Guardo mis cosas – respondió el hombre y conti-nuó-. Revisar el papeleo, deshacerse de la basura, fo-tocopiar los documentos…

- ¿Y por qué haces eso? ¿Acaso te vas? ¿Te rindes? –

- No me rindo. Y sí, me voy porque están a punto de despedirme y prefiero estar listo cuando el hombre de-trás de ésa puerta – señalando con su dedo índice la oficina justo enfrente de la suya – decida llamarme y mandarme al diablo.

- ¡Claro, tenía que ser! En la escuela siempre fuiste un cobarde, no veo por qué en el trabajo sería diferente. ¿Tú pensabas que esto iba a ser diferente? – inquirió la voz. Jorge metía sus papeles, las fotos de su familia, su tarje-tero y demás cosas mientras seguía repitiendo: Recoger la declaración, afilar los lápices, hablar con el jefe…

- ¿Sabes? Seguro lo hacen porque eres gordo – Jorge presionó fuerte su pisa papeles antes de meterlo en la caja-. Como en la escuela cuando te encerraron en el armario de los balones y pusieron un letrero de: “No alimente al puerquito”.

- Ya no hay nada que hacer, el jefe ya lo decidió, lo sé, estoy seguro.

- Yo digo que tu jefe es un maldito que se sienta todo el día a hacernos la vida imposible. Y pienso que debe-ríamos hacer algo para que deje de hacerlo ¿No crees?–

- “Terminar con las cuentas, deshacerse de la basura, esconder las faltas…” – Jorge estaba sudando, ya sólo le faltaba recoger las cosas del cajón.

- Terminar con el jefe - la voz se oía más fuerte y amenazante.

- Terminar… con… las cuentas…

- Deshacerse del cadáver… - Jorge se quitó una gota de sudor que le escurría por la sien.

- Deshacer…se de…

- Esconder la evidencia… Ven, acércate al cajón. Va-mos a hablar con el verdadero puerquito-. Jorge tomó el abrecartas del segundo cajón de su archivero y lo escondió detrás de su espalda. Caminó lentamente has-ta la oficina de enfrente y tocó en el marco de la puerta:

- Buenas tardes, Ramírez – dijo el jefe sin quitar su mirada de la computadora.

- Jefe, sospecho que tendré que firmarle mi renuncia…

- ¿A qué se debe eso, Ramírez?

- Pues, es que me temo jefe – dijo clavando violenta-mente el abrecartas en medio del papeleo de su escri-torio- que usted ya no será capaz de firmar mi despido.

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10 Esas fueron las palabras que siempre me decía mi papá meses antes de morir: “Que las viejas esto, que las viejas lo otro”. Siempre vivió su machis-mo al máximo, aunque fuera un tanto afeminado. Mi mamá descansó de él y, en general, todos en el barrio; ya que mi papá se sentía muy chipotles

para eso de conquistar viejas. Entonces a todo mundo le daba consejos de cómo hacerle para con las viejas. Pero siempre decía lo mismo: “que a las viejas hay que trabajarlas, que salen caras, que sin esfuerzo no hay piernitas ni muslitos, ni nada, que vieja que no se trabaja no las da, etc…” Lo peor de todo es que nunca decía cómo se debían trabajar, entonces valían para pura madre sus consejos. A los poco meses de su muerte salí con Lucy, a quién había conocido en el funeral de mi papá, pues su madre era quien nos atendió en la funeraria. Ella me ofreció varias veces café aquella noche, mientras yo le lloraba a moco tendido, no porque lo quisiera mucho, sino porque nos había dejado una de deudas, que pa’ qué les cuento (¡el muy güevón!). El caso es que después de tanto llorarle, Lucy me acompañó a casa y ahí fue cuando quedamos de salir otro día. El día que había quedado con Lucy se me hizo tarde y ella no lo comprendió del todo, tan fue así que cuando llegué ya no estaba. ¡Puta madre!-murmuré en mis adentros- vengo todo sudado y para pura madre. Me senté y pedí una cerveza. Recuperé aliento con mis Delicados y pedí otra cerveza. De pronto escuché una voz detrás de mi: “me puedo sentar a tu lado”. Voltee y casi no lo podía creer. Era una vieja buenísima. A huevo – pensé – si no es Lucy es ésta; mi papá no tenía ra-

Por: Aldo Chiquini Zamora

a p a r a d o r

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zón ¡qué trabajo ni que la chingada! solitas caen, la corredera había valido la pena. La pinche vieja no dejaba de mirarme. Tomaba de mi cerveza y sonreía. Yo sólo le preguntaba cosas triviales hasta que me interrumpió y dijo: “entonces qué mi rey, vamos a un lugar más cómodo ¿no?”. ¡A huevo! – pensé –, ya estoy del otro laredo. Claro que símontas a caballo – res-pondí – vamos a mi chante. Pagué la cuenta y salimos casi corriendo de aquel lugar, porque cuando bebíamos ella sólo se la pasaba jugando con su pierna sobre mi entrepierna, en-tonces vaya que si me había calentado la ruca esta. De camino a casa vi a lo lejos a Lucy. Comencé a bajarle el ritmo a la caminada pa’ que la muy cabroncita me viera con esta viejota y le diera coraje haberse ido. Lucy al-canzó a vernos y en ese momento la acerqué más y le planté un beso. Eso sale más caro – dijo –. No le presté atención, mejor dicho como que no le escuché muy bien, y vi cómo Lucy caminó más aprisa. Llegamos a casa y como siempre no ha-bía nadie. Ella me pidió entrar al baño y con gusto la llevé. Mientras ella estaba ahí yo acomodé rápidamente el cuarto, le puse unas velitas y lo dejé así todo modosito y saqué las frías del refrigerador. De pronto, al enceder mi último delicado me llevé una sorpresota: ella había salido del baño y no sólo eso, ¡había salido toda en Cuernavaca!, así como así. ¡A huevo! Y mi pinche papá que decía que para tocar piernita había que trabajar a la vieja, ¡ni madres qué! Así nomás, peladita y a la boca, pues ¿qué acaso uno no se lo merece? Total, la vieja ésta, toda en Cuernavaca se me aven-tó, ni siquiera le entró a las frías ni se fijó en las velitas que había puesto, le entró al sobres, incluso, si por ella fuera, se me hubiera aventado en el baño, en la entrada, en la calle, así de intensa la ruca ésta. Comenzó a dejarse llevar y yo, pues como que no queriendo también. Pasados unos minutos, em-pecé a sentir que el alma se me iba, que todo podía terminar en cuestión de minutos, ya que el verla moverse así me entu-siasmaba un chingo, y no sólo eso, sino ver que estaba que se caía de buena, me encendía aún más. Total, en escasos diez minutos todo terminó. Yo estaba que me moría; ella, sin em-bargo, como cualquier cosa se levantó y tomó un cigarro, lo prendió y sin titubear en absoluto dijo: “bueno querido, esto se acabó y sólo es de una vez, claro sólo si tienes con qué pagar más, con todo gusto”. ¿Pagar?, ¿Cómo?, ¿Pagar qué? No te hagas el que no sabes, ahora resulta que a Chuchita la bolsearon ¿no? No te hagas el loco porque te pongo como marrano ¿me oyes? Tú me pagas, ahí le haces como puedas queridito, sino, olvídate de tu virilidad para siempre. No pues ahora sí que no entendía nada. De verdad, por ésta que no te entiendo, de qué me hablas. Mira cabroncito, ya porque me cogiste te haces pendejo, ni madres, no te hagas, bien que sabías como masca la iguana, ahora te sorprendes de que te tiraste una puta, no, no, no, eso sí que no, ya te dije, me pagas o te juro que te cambias al nombre a Roberta. No supe qué hacer, ahora sí que estaba jodido, más de lo que me había dejado mi papá. ¡Pinche viejo! Pues ni modo, a pagar, chamba es chamba. Le di lo único que tenía. Ella me miró y entendió que nunca habíamos visto lo del precio, así que lo tomó al mismo tiempo que me agarró los huevos y me dijo:”a ver si pa’ la próxima te dejas de pendejadas y pagas completo”, y salió de la casa mentando madres. ¡Hija de su pinche madre, me dejó morados los to-mates! Me hubiera salido más barata la pinche Lucy y hasta de ha más veces por menos dinero. No cabe duda, pendejo el viejo y todo, pero tenía razón: las pinches viejas buenas salen caras, pero si se les trabaja a las menos agraciadas, hasta de comer nos hacen.

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Por: Paul Aguilar Sánchez

rabajar, comer. Trabajar, comer. Trabajar, coger, comer. Si bien la vida es un ciclo, ésta ha sido reducida a las funciones más básicas, claro, tomando como punto inicial al trabajo, ya después los place-res del hombre como coger o comer; al final de cuentas lo mismo ¡Así la vida! Pero quién se iba a imaginar la gran diversidad de tra-bajos que se ejercerían en la ciudad, con decir que hasta los más jóvenes se emplearon en algo. Qué gobierno tan capaz.

Recuerdo cuando era un niño. En aquel entonces no había tantos empleos como ahora y muchos soñábamos ser doc-tores, abogados o estrellas de rock, un sin fin de profesio-nes que (obviamente) representaban los mejores salarios del país; porque les seré sincero, nunca había pensado en el otro como generalmente lo hace la gente, en aquel que es ajeno a mí; siempre me había importado una sola per-sona: yo. Ahora la cosa es diferente.

Cuando comenzó esta política de generación de empleos hubo mu-chos que se opusieron, pues en principio proponía la desatención a la dignidad humana para crear necesidades y como consecuen-cia empleos que requirieren de gente especializada en determinado ocio, claro que también era una forma de decir: para qué estudian si lo que interesa en la vida es tener trabajo, pero en fin. Los derechos humanos, como siempre lo hicieron, demandaron al congreso que la nueva iniciativa del ejecutivo era atroz y retrógrada, y que bien po-día mejor proponer un estado autoritario como el de Vietnam de la posguerra (en tono sarcástico). Pese a todas las protestas el precio fue alcanzado y los opositores vieron beneficios inimaginables en dicha reforma. - ¡Que viva el trabajo! - gritaron en el congreso mien-tras una marejada de aplausos estallaba en el salón; ahora todos éramos, por lo menos por ley, trabajadores.

Como toda nueva política, durante los primeros meses no funcio-nó como se esperó. Fue entonces que llegó (mesiánicamente) un tipo cuyo nombre era paradójico y sumamente arquetípico: Jebús Ajhla Teotzin (aunque más parece irónico e hilarante). El caso es que apareció este tipo de la nada y dijo tener la solución al pequeño problema de no funcionalidad de la nueva ley.

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Tras varios años de haber sido observador participante de la socie-dad entera, hubo descubierto algunos puntos débiles que seguían aquejando al trabajo. Primero, la sociedad tenía axiomas laborales inamovibles, de los que sobresalían: “la discriminación es un valor único ¿tienes el valor o te vale?” o bien “si no quieres que te chin… hazlo primero”, es decir, la sociedad era demasiado altruista y siem-pre estaba preocupada por lo que hiciera o dejara de hacer el otro. Segundo, había más necesidades de las que pudiéramos pensar y eso potenciaba las áreas en que podían desempeñarse los millones de profesionistas que quería crear el gobierno.

Lo primero que se resolvió fue el descubrimiento de necesidades vita-les en las que pudieran emplearse los cerca de … millones de desocu-pados. Después dejaron a un lado la discriminación para poder dar un oficio altamente honroso y necesario a todos aquellos que antes les fue negado. Uno de los primeros trabajos fue visto en las calles; todas las personas que padecían de sobrepeso suplantaron los conos viales que desviaban el tráfico en obras de pavimentación, bacheo o aun en accidentes; sí, es cierto, hubieron muertos a causa de los malos con-ductores pero también es cierto que eso dio nuevas oportunidades a otros gorditos, así que ¡una de cal por las que van de arena!

Se descubrió que los placeres sexuales eran (y han sido siempre) vitales en la vida de las personas, sean chicos o grandes; por ello se cambió la visión tabú que se tenía de la chaira, la prostitución y la auto-chamba femenina, y se logró fijar el precio del tipo de ser-vicio que se solicitara a los y las profesionales para evitar el enri-quecimiento ilícito. Así, por ejemplo, la chaira con mano preferente le costaba al cliente: 20 pesos a púberes recién emplumados, 50 pesos adolescentes, 300 adultos y 600 tercera edad con opción de descuento si presentaban receta médica de impotencia inicial o de firmeza del 60%. Obviamente los precios fueron bien pensados en función del grado de dificultad para llegar al clímax, el vicio que pu-diera generarse y la depravación costeable del cliente. No obstan-te, y como en todo, el mercado negro de la puñeta (mejor conocido como “la mano negra”) creó ciertas irregularidades entre servidores y servidos, además de grandes descontentos entre las ahora licen-ciadas en puñetología que defendían su profesión. Dicen los que saben, que algunas chamacas pre-quince primaveras comenzaron a abaratar los precios al cobrar menos por el servicio y, al no estar dadas de alta en el RFC no pagaban impuestos; representando, por un lado, ganancias por encima del promedio al comercio informal, mientras que por otro eran la muestra más evidente de la compe-tencia desleal con las profesionales. En fin.

Algunos otros oficios que se crearon estuvieron estrechamente li-gados a la higiene y la pulcritud. Personas especializadas en los baños públicos limpiaban a los usuarios para que éstos, al lavarse las manos, ocuparan menos agua y jabón; viendo bien la medida podremos notar que era, además de higiénica, ecológica y amiga del medio ambiente. Algunas otras personas que habían alcanzado la solvencia económica suficiente contrataron a su propio limpia-pompas, cosa bastante buena, considerando que los más soñaban

a p a r a d o r

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con tener este lujo, símbolo de distinción y, además, porque se le podía especificar el tipo de papel que debía usar, la fuerza y hasta la firmeza con que debía limpiar. De igual modo se crearon los reco-gerdas, quienes se encargaban de recoger los desechos de animales que llegara a haber en las calles; sin embargo, en este oficio hubo una huelga durante seis meses puesto que los trabajadores del ex-cremento solicitaban un aumento al salario, argumentaban que: “el excremento de paloma es el más difícil de recoger, tanto que no da para completar el estajo establecido en la secretaría general del Sin-dicato Nacional de Trabajadores del Excremento. Todo acabó como siempre acaban estas propuestas: la gente se cansó y otros simple-mente temieron perder el trabajo, cosa imposible claro, ya que por ley tendrían que estar empleados en algo.

Los años pasaron y la gente se dio cuenta de que era tristemente feliz en el trabajo. Las empresas constructoras ofrecieron a los habi-tantes una reducción en los precios de las casas para que pudieran comprar con mayor facilidad un lugar donde vivir, aunque esa reduc-ción también significó la disminución del espacio donde habitarían quienes compraran. El concepto de familia numerosa se constituía por aquellas que tenían dos hijos porque en las nuevas casas sólo había espacio para uno. Aun así, la gente era feliz, tristemente feliz.

Por esos años, cuando todos lograron tener una economía con hol-gura, se buscó en qué hacerles gastar el dinero que habían ateso-rado para evitar pensamientos de superación, así, se les sugirió la idea de apartar desde el principio el lugar donde descansarían para siempre y todo se vendió en menos de una semana, no así satisfa-ciendo a la totalidad de la población; por ello se ideó un nuevo tipo de construcción, un producto Jodorosvkiano que en lugar de minica-sas proponía la producción de multifamiliares con tendencias indivi-dualistas de estilo lúgubre y Shelleyano, en pocas palabras, constru-yeron féretros. Ya no había de qué preocuparse, como las personas sólo iban de su casa al trabajo y de regreso, la propuesta de estas nuevas mortoviviendas se consideró como una idea genial, pues si la muerte tenía a bien hallarnos en casa, no estaríamos atrasados para ese momento. En la mayoría de los edificios se adecuó un área para la cremación de los difuntos, mas como la visión era de produc-tividad, los muertos sirvieron como leña para mover las máquinas que trituraban a los vivos, mientras las cenizas se empacaban para procesar alimentos bajos en grasa.

Un día la tasa de natalidad comenzó a bajar y las ciudades antes totalmente industrializadas comenzaron a despoblarse. Por más intentos de lograr una repoblación no se logró, y así lentamente la vida se fue de las ciudades, sin esperar a nadie, sin recompensar a nadie. Entonces decidí hacer algo que no acostumbraba desde hace tiempo: pensar. Y me dije: qué gobierno tan capaz, es capaz de hacer cualquier cosa por vender la idea de progreso a la gente, es capaz de envolver en una inercia nefasta a aquellos que se dicen gobernar,siendo que no saben ni gobernar su propio destino.

“Qué gobierno tan capaz”.

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16 Con la marca de las luces todavía en las retinas, caminó rumbo a los vestidores. Estaba con-tenta pues esta campaña iba a ser nacional, y el impulso que tendría su carrera sería muy bueno. Poniéndose su ropa habitual, pensaba en todos los escenarios en los que la podrían

fotografiar. Ella se imaginaba pintada como una cola de pavo real, posando junto a un río, en cuclillas sobre el musgo. Guardó las cosas que tenía que guardar en una pe-queña mochila roja y salió rumbo al estacionamiento. Discul-pa, pero, ¿tendrías tiempo de irte a tomar un café conmigo? Dijo un adinerado joven, mientras le mostraba sus simétri-cos dientes. Lo miró más sorprendida por verse interrumpida en su viaje por zonas exóticas, que por la invitación misma y después de hacer los cálculos de las horas que le sobraban, aceptó gustosa la invitación. Media hora había pasado desde que cruzaron la primera palabra sosteniendo sus vasos de cartón y Fabiola ya se había hartado de todas las tonterías que él le estaba platicando: viajes a Europa, modelos con las que había salido en Nueva York, los restaurantes italianos, la repostería fran-cesa, todas esas cosas que a ella le gustaban, y nunca había experimentado, pero que sonaban tan poco apetitosas en esa pedante boca. Soportó unos cuantos comentarios más sobre su cabello y sus lindos ojos negros, antes de encausar la plá-tica a un tema que a ella le interesaba: el trabajo que él le podría conseguir. Decepcionante resultó darse cuenta de que él sólo era un amante de la moda, que vivía de las rentas de un edificio en la capital y que, a pesar de conocer tantos lugares diferentes, su plática se remitía sólo a dos cosas: lo mucho que había comido y las muchas que se había cogido.

La plática siguió hasta el punto en que ella ya no pudo sostener su buena cara, así que miró su reloj, se dis-culpó y abogó que tenía una cita extremadamente impor-tante a la cual no podía llegar retrasada. Salió del café, antes que pudiera decirle algo, tomó el primer taxi que pasó por la avenida y le dijo al conductor que la dejara en la plaza Azul, del lado del supermercado. Por favor espéreme, unos quince minutitos, sólo compro unas cosas básicas y regreso -le dijo al taxista- poniendo mueca de disculpa y juntando sus manos al frente. Por su-puesto señorita –dijo el taxista- yo la espero aquí mismo, no se preocupe por el tiempo. Qué otra posible respuesta hubiera podido dar el operador, qué mejor manera de em-plear su tiempo: esperando una mujer hermosa, una mujer que desprendía un olor a fresa, sumamente distinto de la acartonada versión que colgaba de su retrovisor. Salió acompañada por dos mozos, que cargaban seis bolsas de mandado. Subió al taxi, llegó a su casa, pagó una cantidad ínfima de lo que cualquier otra persona hubie-ra pagado y recibió un tarjeta de presentación por lo que se le pudiera ofrecer. Entró a su casa, dejó las bolsas del mandado sobre el desayunador. Trataba de recordar la receta del pollo a la mexicana que le había enseñado su mamá, era una re-ceta sencilla, pero como todo en la cocina, requería de una exactitud en los ingredientes y en los tiempos de cocción. Una vez anotado el recuerdo en una servilleta, se dirigió a la recámara para ponerse más cómoda y hacer sin tanta mo-lestia sus labores hogareñas. Se quitó las zapatillas, los jeans entallados, la blusa escotada, las pulseras de colores, el collar de bronce,

QuidVamos nena, sonríeme, acomódate de lado. Eso, ahora, baja un poco, voltea, sexy. Manda besos, sonríe, dame más caritas coquetas. Muy bien, con esto acabamos, ya quedaron todas las fotos para la publicidad. Gracias Fabiola. Ok.

pro quo.

Por: Jorge Méndez Núñez

a p a r a d o r

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los aretes largos. Cambió todo eso por un vestido sencillo, blanco, con círculos en diferentes tonos de gris y unas san-dalias cafés. Se buscó en la nuca, la base de las extensiones que removió, y caminó al baño para enjuagarse la mitad del cabello que había presentado en el trabajo. Recargó su ca-beza en el lavabo y, gentilmente talló la cabellera con sus yemas; se miró al espejo y contempló cómo su melena bri-llosa y suave, se había convertido en una opaca y esponjada madeja. Sonrió. Con cuidado quitó las larguísimas pestañas postizas, haciendo sus ojos más pequeños y sus párpados más abultados. De adentro de sus fosas nasales extrajo una estructura en forma de óvalo que acható bastante su nariz respingada. Retiró el lunar junto a su boca que desinfló am-bos labios, quedando resecos y pálidos. De su ombligo jaló un pequeño hilo transparente, que fue despegando un faja transparente e imperceptible que estaba adherida a toda su cintura y cadera, dejando ver una insinuación de grasa acu-mulada y una notable flacidez muscular. Cómoda, liberada, se dispuso a cocinar para dos. Su maridó llegó como siempre a las cinco, pero hoy se presentó con un ramo de rosas amarillas. Se sentaron a comer y ella estaba un poco nerviosa, porque esperaba que a su marido le gustara el nuevo guiso. Él hizo el complemento esperado y sirvió el agua de horchata. Muy contento le pla-ticaba a su mujer de su nuevo acenso en la planta: ahora era supervisor y con el dinero extra que iba a ganar, le prometió llevarla a cenar para fin de mes al restaurante francés que había en el centro de la ciudad. Emocionada, ella le pedía que le hablara más sobre ese lugar. Discutieron sobre cuán-tos postres iban a comer, si iban a cenar con vino o con agua, y hasta el vestido que se iba a poner esa noche. Pasaron el resto de la tarde viendo tele, acurruca-dos en el sillón y ella le platicaba que su negocio de venta por catálogo iba mejorando poco a poco. Hablaron de los chismes nuevos de los vecinos y a la hora de la cena, ella sacó a la mesa un libro de un poeta italiano que siempre había querido leer. Se acostaron imaginando un recorrido por Europa, hacían planes de las ciudades que tenían que visitar, se imaginaban hoteles, museos, calles históricas, pueblitos perdidos, castillos. Rumbo al trabajo César sonaba el claxon exaspera-do, pero era inútil, el tráfico estaba parado y seguiría así por un buen rato. Optó por apagar el motor y echar un vistazo al problema; era imposible, los coches se extendían hasta don-de su persona podía ver. Llamó a su mujer para avisarle que iba a llegar tarde, pero que no se preocupara, la cena pro-metida seguía en pie. En la espera recargado sobre su toldo, examinó los nuevos espectaculares del mes, cigarros, col-chones y un poco más adelante, un anuncio de fondo amari-llo, con una modelo que mostraba las tendencias primavera verano. Lo vio fijamente y pensó: “qué bonita mujer… qué ojos tan grandes… se parece un poco a mi esposa… bue-no, tal vez si hiciera ejercicio y se cuidara, podría estar así… bueno no… quién sabe, a lo mejor sólo la amo tanto, que se me figura a ella.

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El hombre comenzó a desarrollar la tecnología con el fin de ahorrarnos esfuerzos y hacer nuestra vida más cómoda. Es triste, y realmente estúpido, que el afán de producir estas herramientas que nos libran de penosas tareas como lavar a mano, hacer la salsa en el molcajete o caminar a nuestros destinos, redunde en lo contrario.

Por: Guillermo Parraguirre Alonso

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El renacimiento fue una época de revoluciones

especialmente en el pensamiento, la cual abonó el terre-

no para el florecimiento de una nueva clase social, que

a la postre se convertiría en la dominante: la burguesía.

Este grupo de individuos alcanzó su status, además de

condiciones históricas que lo propiciaron, gracias al

esfuerzo y al tesón con que trabajaron, “[...] la conduc-

ta que había permitido la superación y consolidación

de la burguesía, no podía menos que ser encumbrada

por ésta en la categoría de norma moral”1, así el tra-

bajo adquirió la calidad de virtud, dándole al ocio un

carácter peyorativo y degradante, “[…] sólo el trabajo

y los negocios son nobles y permiten la realización hu-

mana”2. De sus ancestros renacentistas, los burgueses

contemporáneos, sólo conservaron la fortuna y la mo-

ral, pero no lo que las propició, pues evidentemente ya

no trabajan, aunque la actitud laboriosa se conserva

como virtud, es una virtud que se le impone a la clase

popular que carga con el peso del progreso, mientras

otros son los que gozan de sus frutos.

Sí bien de este modo se percibe el trabajo en nuestro tiempo, no siempre fue así. En la Grecia antigua los ciu-dadanos sólo se ocupaban de los asuntos de la ciudad y la especulación, toda tarea física o trabajo manual era considerado como innoble o inferior3. Por esta razón, po-cos hombres libres se dedicaban a trabajar, no sin el des-precio de sus conciudadanos, y naturalmente las labores físicas recaían en su mayoría en hombros de los esclavos.

1 González Llaca, Edmundo. Alternativas del ocio. México: F.C.E., 1975. Pág. 37.2 Ídem.3 Véase, por ejemplo, Aristóteles, política 1328 b.4 Citado en Lafargue, Paul. El derecho a la pereza. México: Grijalbo, 1972. Pág. 101.5 Dolor en la versión protestante de Casiodoro de Reina, lo que me hace pensar en la coincidencia bíblica entre dolor y trabajo

d o s s i e r

La vida del grueso de los ciudadanos se centra en la producción, dejando poco margen para el recreo. El tiempo y el esfuerzo que conser-vamos gracias a las sopas instantáneas y las aspiradoras, sólo lo reservamos para gastarlo

después en la fábrica, el minisuper o la oficina. Ante tal pa-norama surge la pregunta ¿realmente nos facilitan la vida y nos libran de esfuerzos estos instrumentos? O, dicho de otro modo, ¿es deseable laborar para producirlos y obtenerlos? La clave de la cuestión reside, me parece, en la noción que actualmente se tiene del trabajo, la cual podemos rastrear desde el renacimiento, aunque con ligeras modificaciones.

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En Roma la situación era similar, el romano acomo-dado velaba por su prestigio dedicándose a actividades propias de su condición, rechazando por indignas las di-ligencias lucrativas y sórdidas. Cicerón nos da testimonio del modo de pensar de su tiempo: […] quienquiera que dé su trabajo por dinero, [...] se vende a sí mismo y se coloca en el rango de los esclavos”4. Cabe agregar que trabajar proviene del latín tripaliare que significa torturar con un tripalium, objeto con el cual se maltrataba a la gente para hacerla ‘entender’ su lugar en la sociedad y aceptar su tra-bajo, así como las condiciones de éste.

Para redondear, la concepción bíblica del trabajo no es más benevolente, el castigo impuesto a Adán por comer del árbol de la sabiduría es el siguiente, “[…] con trabajo5 comerás de ella [la tierra] todos los días de tu vida”6, y más adelante, “Con el sudor de tu rostro comerás el pan […]”7. Debido a la magnitud de la falta, debemos considerar lo despreciable que le debe parecer a dios el trabajo.

En suma, si hay total unanimidad entre los antiguos en considerar al trabajo como algo despreciable, vil y hasta como castigo; cualquiera que cubra una jornada de ocho horas en Volkswagen, el Oxxo o alguna gasolinera estará de acuerdo, ¿es deseable trabajar? ¿no es el trabajo algo degradante que cualquier hombre libre debería despreciar como indigno? a pesar de declararme abiertamente holga-zán8, considero que no.

Bertrand Russel da una razón contundente por la que tenemos que trabajar: sim-plemente porque consumimos. Aunque el trabajo no deja de parecerme desagradable, debemos tener en cuenta que en las sociedades griega y romana mientras los hombres libres se entregaban al ocio, ya sea de forma constructiva como los griegos o licenciosa como los romanos, había esclavos para hacer las tareas y cubrir las necesidades de los hombres libres, algo, afortunadamente, impensable en nuestra sociedad. Sin embargo, con el desarrollo de la tecnología tenemos una oportunidad histórica para vivir con la dignidad de los hombres libres sin necesidad de reducir a nuestros iguales a las cadenas.

A causa de la tecnología domestica podemos hacer las labores del hogar con menos esfuerzo y en menos tiempo, además, la maquinaria cada vez más efi-ciente y la producción en serie propician que la demanda de productos ne-cesarios se cubra fácilmente. Entonces ¿Qué más necesitamos para reducir la jornada laboral (Tomás Moro y Bertrand Russel proponen cuatro horas) y poder vivir como hombres libres? Que los dueños de los medios de producción lo permitan, claro está. Por eso, como Fourier9, hago una invitación a todos los capitalistas para que me visiten en mi despacho y les diga cómo llevarlo a cabo, que todos vivamos felices para siempre y el mar se vuelva limonada10 .

6 Génesis 3, 17.7 Genesis 3, 19.8 Véase mi Apología de un huevón en: http://sonetosnetos.blogspot.com/2009/06/apologia-de-un-huevon.html9 El socialista utópico Fourier invitaba a los capitalistas a que cedieran los medios de producción al pueblo para poder instaurar una organización social llamada falansterio (incluso le mandó una carta al Zar afirmando que si aplicaba su modelo, el clima de Rusia se haría templado como el de la toscana), evidentemente murió sin recibir una sola visita. 10 También Fourier afirmaba que al instaurar los falansterios el mar se iba a volver limonada.

¡Salud!

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ELNUEVO

ORDENGLOBALy sus implicaciones laborales

NOS ENCONTRAMOS EMBARCADOS EN UN ACELERA-DO PROCESO DE GLOBALIZACIÓN ORIGINALMENTE ECONÓMICO PERO CON IMPLICACIONES SOCIALES, POLÍTICAS Y CULTURALES, QUE TRATA DE HOMOGE-NEIZAR IDEAS, INTEGRAR ECONOMÍAS Y ¿POR QUÉ NO? HOMOLOGAR ESTILOS DE VIDA”1.

Por: Adriana G. Alonso Rivera

d o s s i e r

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En principio, es necesario mencionar que el fenómeno denominado globalización posee como precedente el globalismo, esto es, la ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo2.

Es en estos términos que numerosos gobiernos se han dado a la tarea de homogeneizar cada vez más las eco-nomías nacionales con los mercados financieros interna-cionales, homogeneización que implica múltiples aspec-tos como el libre juego del mercado en la asignación de recursos, la reducción de costos, la libre circulación de capitales y la desregulación. En tanto, es evidente que son los dueños de los grandes capitales transnacionales y algunos organismos internacionales como la OMC, OCDE, el FMI y EL BM, quienes no solamente fijan las reglas, sino se erigen también como árbitros centrales de este nuevo juego global de actuación colectiva.

Hablar de desregulación, significa que numerosos aspec-tos de la vida común como el trabajo, se encuentran se-veramente afectados por las decisiones de estos actores financieros, pues su bandera a enarbolar es sin duda la “flexibilización del mercado laboral” bajo el argumento de brindar atracción y confianza a los inversionistas.

Zigmunt Bauman afirma que “flexibilizar el mercado laboral significa en pocas palabras volverlo más sumiso y compla-ciente, esto es, fácil de manosear y moldear, cortar y ama-sar, sin que oponga la menor resistencia a lo que se hace”3.

El empleo, estimado lector, ha pasado a ser víctima de esta política de reducción de costos de producción, pues en la actualidad vemos ir, venir, aparecer y desaparecer puestos de trabajo como mercancías desechables de apa-rador. Aunado a esto el discreto menguar de las garantías que el estado ofrecía a los trabajadores se hace cada vez más evidente, en tanto las reglas de contratación y despi-do cambian sin aviso y a conveniencia.

El trabajo es flexible, según Bauman, en la medida en la que se convierte en una suerte de variable económica que los inversores pueden excluir de sus cuentas, con la certeza de que sus acciones, y sólo ellas, determinarán su conducta (Bauman, 1999). Tal parece que trabajo, comienza a per-der aquel valor intrínseco que poseía para convertirse en

elemento prescindible de mercado.

¿Qué implica a ciencia cierta flexibilizar?

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Como ya hemos mencionado, numerosos países (como el nuestro) han optado por homogeneizar cada vez más sus economías con los mercados internacionales, bajo el argu-mento de contrarrestar así la inestabilidad financiera que los aqueja. Es por ello que se han olvidado de establecer políticas laborales adecuadas no sólo al nuevo esquema global sino también a su esquema interno pues se han li-mitado solamente a adoptar y no adaptar lo dictado por los organismos internacionales y los grandes actores financie-ros transnacionales.

No hay que ser experto, sino trabajador, para darse cuenta de que el desempleo se ha convertido en un elemento inva-riable de nuestra economía, así como la constante, inexpli-cable e inexpugnable reducción salarial. Y aunque la segu-ridad social trate de ser un catalizador ante la desigualdad provocada por estas políticas neoliberales, no basta sólo con ello, pues es necesario emprender una estrategia de fortalecimiento del mercado laboral interno.

La postura de los proveedores de mano de obra debe ser lo más rígida e inflexible que se pueda4 , el trabajador no sólo debe reconocer sino externar su posición dentro del merca-do laboral, misma que no es de ningún modo prescindible.No hay que olvidar que el comportamiento de la economía

¿Y el Estado?

¿Y los trabajadores?

1 Batta Fonseca Víctor, “Prospectiva y teoría internacional: es-cenarios sobre el Estado y la Gobernabilidad en el siglo XXI”, del libro Escenarios Futuros sobre la Globalización y el Poder Mundial, UNAM, México, 2004, pág.11

2 Beck Ulrich, ¿Qué es la globalización? : falacias del globalis-mo, respuestas a la globalización, Siglo XXI, 1998

3 Bauman Zygmunt, La globalización, consecuencias humanas, Fondo de Cultura Económica, México 1999, pág. 136

4 Bauman Zygmunt, Op Cit.

mundial ha estado determinado cada vez más por la revolu-ción del conocimiento, la cual se sustenta en el desarrollo de la creatividad y las habilidades de los individuos en el pro-ceso productivo. Es por ello que se necesitan trabajadores mejor capacitados, lo cual no sólo es tarea del Estado garan-tizar, sino tarea de los trabajadores demandar y emprender.

Proponer políticas laborales en beneficio de nuestras nacio-nes, es sin duda una tarea que forzosamente necesita ser emprendida de la mano de trabajadores y gobernantes. Pues ya se ha visto que las políticas de Estado en estos términos poseen la mira en todo tipo de intereses menos el común.

Se trata de crear políticas de manufactura civil y guber-namental, regional y local, para participar con éxito de los múltiples beneficios que ofrece una planificada y equitativa intervención dentro del mercado global.

d o s s i e r

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El mejor lugar para el café y la trova

Música todos los días a partir

de las 5 p.m.

3 oriente 603, Los Sapos

Abierto a partir de las 4 p.m.

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PARACAÍDAS

JOSE INGENIEROS

SOBRE LA TUMBA DE

Giuseppe Ingenieros (1877-1925), más conocido como José Ingenieros,

fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino. Fue además

un personaje sumamente prolífero en cuanto a obra y pensamiento. Tuvo una

influencia notable sobre la ideología argentina desde su pensamiento

positivista1 brindando con ello nuevos paradigmas ideológicos a seguir. Es por ello que paracaídas llevó a cabo

una entretenida conversación de ultra tumba (desde su libro Las Fuerzas

Morales2) para conocer lo que dicho personaje opina sobre el trabajo

y esto es lo que sucedió:

Por: Aldo Chiquini Zamora

e n t r e v i s t a

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José Ingenieros. Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo. Lo que es bienestar y lo que es belleza, lo que intensifica y expande la vida, lo que es dignidad del hombre y decoro de los hogares y gloria de los pueblos, la espiga y el canto y el poema, todo ha surgido de las manos expertas y de la mente creadora. El trabajo da vigor al músculo y ritmo al pensamiento, firmeza al pulso y gracia a las ideas, calor al cora-zón, temple al carácter. La perfección del hombre es obra suya. Sólo por él consigue la libertad y depende de sí mismo, afirmando su señorío en la naturaleza3.

Paracaídas. Entonces es cierto eso que se afirma sobre el trabajo, que éste encumbra a la huma-nidad sobre la bestia. Despierta las mieses4 en las pampas5, saca metal luciente de los negros antros, convierte el barro en hogar, la cantera en estatua, el trapo en vela, el color en cuadro, la chispa en fragua, la palabra en libro, el rayo en luz, la catarata en fuerza, la hélice en ala. Y que su esfuerzo secular creó el poder del hombre sobre las fuerzas naturales, dominándolas primero para utilizarlas después. Fueron obra

suya la palanca, la cuña, el hacha, la rueda, la sierra, el motor y la turbina.

José Ingenieros. Exacto, y no sólo eso sino que:”Nada dura en el mundo que no conserve el rastro de sus virtudes, vencedoras del tiempo. Todo el capital de la humanidad es trabajo acumulado; lo crearon las generaciones que han trabajado y son sus dueños legíti-mos las generaciones que trabajarán. Los que detentan algo de ese capital común para convertirlo en instrumento de ocio, son enemigos de la sociedad. El trabajo es un deber social. Los que viven sin trabajar son parásitos malsanos, usurpando a otros hombres una parte de su labor común. La más justa fórmula de la moral social ordena imperativamente: “el que no trabaja no come”. Quien nada aporta a la colmena no tiene derecho de probar la miel.

Paracaídas. Se dice que: “el trabajo es emancipador de la personalidad. Creando, el hábito del esfuerzo inteligente, constituye la mejor disciplina del carácter. La injusticia social ha conseguido que hasta hoy el trabajo sea odiado, convirtiéndolo en estigma de servidumbre; no puede amarse lo que se impone precozmente, como una ignomi-nia o un envilecimiento, bajo la esclavitud de yugos torpes, ejecutado por hambre, como un suplicio, en beneficio de otros. El trabajo será bello y amado cuando re-presente una aplicación natural de las vocaciones y de las aptitudes, cuando la

espiga sea cosecha propia del sembrador”. Usted ¿qué opina al respecto?

Sr. Ingenieros.José Ingenieros. Indudablemente. Concuerdo con eso que se dice. Para mi no exis-te otra manera de ver lo que es el trabajo sino esa, porque incluso: “El trabajo contiene fuerzas morales que dignificarán a la humanidad del porvenir; existen ya, pero es necesario organizarlas, aunque se opongan intereses creados por los que viven en la holganza. La ciencia permitirá decuplicar el rendimiento del esfuerzo humano y disminuir a breves instantes el trabajo obligatorio para todos. Un caba-llo de vapor hace el trabajo de veinte hombres. El ideal de los que trabajan consis-tirá en rescatar las fuerzas productivas, sustrayéndolas al monopolio de los que no las han creado ni saben perfeccionarlas. Un solo millón de trabajadores bastaría para manejar veinte millones de esclavos de acero, creados por el trabajo mismo. Cuando todos adquieran la capacidad necesaria para trabajar, los hombres acaba-rán por disputarse esa hora de saludable pasatiempo”.

Paracaídas. Alguna vez, en una entrevista que en vida se le hizo reflexionó sobre lo que usted consideraba importante del trabajo y, como dicha entrevista es imposible encon-trarla, quisiera que, en la medida de lo posible, nos pudiera mencionar algunas de

esas reflexiones.

1 El Positivismo es una corriente o escuela filosófica que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación positiva de las teorías a través del método científico. El positivismo deriva de la epistemología que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés Augusto Comte y del británico John Stuart Mill y se extiende y desarrolla por el resto de Europa en la segunda mitad de dicho siglo. Según esta escuela, todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse únicamente en el marco del análisis de los hechos reales verificados por la experiencia.2 Libro sobre el cual se basó toda la entrevista. Ingenieros, José. “Las fuerzas morales”. Editorial Altamira 1925. Buenos Aires, Argentina. 3 Las Fuerzas Morales, 1925.4 Terrenos en los que se cultivan cereales.5 Extensa llanura de América del Sur sin vegetación arbórea.

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José Ingenieros. Claro, no hay problema. El gusto ha sido mío. Espero esto sirva para la nueva for-mulación de valores de hoy día y que no sólo se reflexione sobre lo que es el trabajo, sino también sobre las fuerzas que operan detrás de él, como El Entusiasmo, La Energía, etc. Aquellas fuerzas que construyen al joven integralmente para un cam-bio tangible en la sociedad: Las Fuerzas Morales6.

José Ingenieros. Claro que sí, mira: “Cada hombre debe hacer lo que mejor conviene a su tempera-mento y sus aptitudes, siempre que los resultados converjan a fines útiles y bellos. La sociedad es el único juez del trabajo individual; ella lo impone como un deber, ella lo somete a su sanción. El que teje una fibra, inventa una máquina, poda un jardín, levanta una casa, escribe un libro, tornea un eje, siembra su semilla, vigi-la un engranaje, cura un enfermo, educa un niño, modela una estatua, realiza una función benéfica para la sociedad. Cumple el deber de producir y tiene el derecho de consumir; dando lo que pueden su brazo y su ingenio, merece lo que necesita para su bienestar físico y moral”. “La organización del trabajo es el cimiento de la armonía social. La disciplina es indispensable para hacer eficaz toda obra común; pero debe ser libremente aceptada como resultado de la competencia, antes que impuesta como abuso del privilegio. Es necesario aumentar la cultura técnica de los hombres, capacitándolos para funciones que deben desempeñar en la socie-dad. La producción, fuente del bienestar común, será más fecunda cuando los pro-ductores mismos puedan organizarla, multiplicando su rendimiento en beneficio colectivo. Conviene para ello educar los hábitos de cooperación en los hombres, en los gremios, en las comunas, en los pueblos, en la humanidad”.

Paracaídas. Estamos muy agradecidos en Paracaídas el que nos haya regalado estas reflexiones,

aunque nos gustaría una más para complementar esta breve charla.

6 Libro donde José Ingenieros expone esas fuerzas que constituyen al joven y le dan la formación necesaria para hacer de estas sociedades mejores, no sólo para ellos mismos sino para las generaciones venideras: expone una teoría de los deberes o normas éticas para la consagración de una sociedad menos imperfecta.7 Todos los datos y comentarios, son contenido del Libro Las Fuerzas Morales de José Ingenieros. Nada de lo aquí mencionado como reflexión pertenece como propia inspiración de la revista. Todo lo antes expuesto lo puede encontrar en dicho libro.

“Habrá paz cuando impere la justicia. Los hombres realizarán con amor las funciones requeridas por la división del trabajo; la benéfica desigualdad de vo-caciones y de aptitudes podrá ser aprovechada en beneficio de todos, haciendo converger la heteroge-neidad de los esfuerzos a la armonía de los resulta-dos. Nadie será rueda ciega de una gran máquina: el trabajo de los especialistas, esterilizado hoy por falta de ideas generales, será inteligentemente comprendi-do por hombres que tengan una instrucción extensiva, que a cada uno dé conciencia de su función en el tra-bajo social”. “Realizados con cariño, los más sencillos menesteres podrán tener un contenido de ciencia o de arte. Lo que es hoy castigo pudiera convertirse en deleite; bastaría saber que mientras uno trabaja para todos, están todos trabajando para uno. La solidaridad en el esfuerzo dará firmeza para realizarlo. Los más inteligentes e ilustrados comprenderán que son mayores sus deberes y sus responsabilidades; los menos dotados por la naturaleza amarán a los que contribuyan más genero-samente a la grandeza común”7.

Y para concluir diré que:

e n t r e v i s t a

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SAD

Por: Claudia Nallely LópezSierra Lerín

Pegado a la mesa

Recientemente ha surgido un nuevo fenómeno que la Organización Mundial de la Salud (OMS) llama SAD (stuck at desk, pegado a la mesa). Hay empleos

que precisamente exigen que la persona esté “pegada a la mesa”

lo cual implica que no se abandone el entorno

laboral y que se coma en las

mesas de trabajo.

Por otra parte, hay ciertos grupos que son práctica-mente esclavizados en sus trabajos y los jefes no les permiten introducir alimentos a las oficinas. Hay quienes no pueden ni tomar agua estando en el escritorio. Hay pequeñas empresas en las que no

existe ni un lugar común para que los empleados puedan con-sumir alimentos.

Esto es lo que ha causado, en gran parte, que la obe-sidad vaya en incremento en nuestra población; entonces nos encontramos con que tenemos grupos particulares de traba-jadores que están en riesgo de padecer obesidad, o que ya la padecen, u otros problemas de salud relacionados con la dieta.

¿ q u e h a c e r ?

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Así se puede continuar con un sinfín de datos que eviden-cian las razones por las cuales la gente no se alimenta ade-cuadamente. Sin embargo, dejando esto atrás, mejor me dedicaré a enlistar una serie de tips para fomentar mejores hábitos de alimentación en el grupo económicamente activo de nuestro país:• Llevarcomidapreparadadesdecasa.Ademásdeser benéfico para la salud porque el rendimiento en el traba-jo y en actividades extra se ve mejorado y se fortalece el sis-tema inmunológico, también es benéfico para la economía porque la comida preparada en casa resulta más barata que la que se compra fuera de casa.

• Sielhambreatacaamediamañanaoamediatar-de, es preferible llevar un tupper con fruta picada o verdura rallada o picada como pepino, jícama, betabel o zanahoria. Si no hay mucho tiempo para rallar o picar la verdura o la fru-ta, es muy práctico únicamente lavar una manzana grande, un durazno grande, una pera, un par de zanahorias o simple-mente cargar un plátano para matar las ansias de comer. Es cuestión de acostumbrarse y evidentemente también resulta benéfico para la salud y para el bolsillo, pues es más costoso tanto para la salud como para la economía comprar un pa-quete de galletas.

• Sialgúndíanoesposiblellevarcomidaprepara-da en casa y existe la posibilidad de adquirir alimentos en algún establecimiento, elegir caldo de pollo, sopa de verdu-ras, pasta en caldillo, carnes asadas, guisados con verdu-ras, caldos. Hay lugares en los que ofrecen ensaladas; no se debe dudar en ingerirlas y en la cantidad que se desee. Es importante evitar cremas, alimentos fritos, alimentos empa-nizados, alimentos capeados, aderezos cremosos, aguas de sabor, refrescos.

• Es importanteevitar llenar loscajonesdedulcesygalletas. De preferencia se debe mantener un tanto lejos la co-mida que se lleve para evitar consumirla por aburrimiento.

• Iraltrabajoacompañadodeunabotelladeaguaes un elemento del cual no se debe prescindir. El consumo mínimo debe ser de 2 litros diarios y al llevar una botella se estará cumpliendo con esto y además evitará que se consu-man calorías de más.

Comer de forma saludable en los horarios laborales es algo que no debe verse como un sacrificio u obligación sino más bien como un beneficio para la salud y la economía persona-les. Si ya hay una ley que recientemente se aprobó para eli-minar los productos chatarra de las tienditas y cafeterías de las escuelas, también en el lugar de trabajo debería hacerse una correcta promoción de la salud considerando aspectos como la adaptación de algún espacio para convertirlo en un área común para ingerir alimentos, la búsqueda de profesio-nales de la salud para orientar a los trabajadores y, en caso de ser posible, llegar a un acuerdo con personas que puedan poner al alcance de la gente algunas opciones alimentarias saludables y económicas.

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Live at the Grand Olympic Auditorium 2003 Género: Hard Core Calificación:

A Hard Day’s Night1964Género: Rock and Roll, PopCalificación:

El Tri, 4 Decadas2009Género: Rock UrbanoCalificación:

República de Ciegos1997Género: Hard CoreCalificación:

Hablar sobre el trabajo, implica muchísimas cosas, siempre el trabajo nos ha dado una especie de identificación con las personas que nos rodean, ciertas personas con ciertos trabajos son más respetadas que otras. Esto se basa, prin-

cipalmente, en una fórmula bastante sencilla: lo mejor remunerado que sea la profesión, mejor el estatus social que representa.

La música, entrando en este tipo de temátca, siempre ha optado por una posición más popular, casi toda la música nos habla de la clase trabajadora, y de lo holgazanes que son los patrones o gente en el poder. Incluso gente que se hizo multimillonaria, empezó can-tando rolas sobre el trabajo de obrero, para citar un ejemplo está el A Hard day’s night de los Beatles o el Tired of hanging around de The Zutons. Pero en esta ocasión les recomendaré un disco que lleva por título El vals del obrero y corre a cargo de la banda espa-ñola Ska-P, el sencillo de el disco fue la canción homónima y causó mucho revuelo por aquellas épocas de final del siglo XX.

El disco, es un disco de Ska y Punk, y como cualquier disco de es-tos ritmos, está plagado de energía pura, un sentimiento crudo y di-recto. Esto a mí se me hace muy bueno porque le devuelve a la música su esencia primaria, sin tantos ornamentos, sin escalas complicadas.

El vals del obrero contiene muchas de las canciones favoritas de su público como: El Gato López, Sectas y Cannabis, ésta última una canción cantada por muchas personas al rededor del mundo. Con letras pensadas, sencillas y plagadas de argot español, el disco nos entretiene de muchas maneras, ya que varias de ellas son bastante chistosas y otras tantas nos hace reflexionar sobre los errores que cometen las personas poderosas de nuestro mundo actual.

En conclusión, el disco que sacó Ska-P en 1996, ha sido uno de los discos más trascendentes en su carrera, y un álbum digno de comprarse nuevamente, buenas letras, con buenos sonidos y el toque irónico e inteligene que es necesaria en toda expresión artís-tica. Así que si tú estás interesado en escuchar algo menos pop y muy, muy energetizante, te lo recomiendo ampliamente.

El vals del obrero 1996Género: Ska, Punk

Por: Jorge Méndez Núñez

¿ q u e h a c e r ?

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Rage Against the Machine

The Beatles

El Tri

Resorte

Live at the Grand Olympic Auditorium 2003 Género: Hard Core Calificación:

Modern Times 1936 Food Inc. 2009

En el hoyo 2007

Director : Charles Chaplin

País: Estados Unidos

Duración: 87 min

Género: Comedia/ Drama

Calificación:

Director: Juan Rulfo

País: México

Duración: 84 min

Género: Documental

Calificación:

Director: Fernando León de Aranoa

País: España/Francia/Italia

Duración: 113 min

Género: Drama

Calificación:

Los lunes al Sol 2002

Josey Aimes, madre de dos hijos que es maltratada por su esposo de-cide dejarlo y regresar a su pueblo natal, Minnesota, donde acepta trabajar como minera para poder sustentar a su familia.Josey tiene que luchar todos los días contra acosos sexuales de parte

de sus compañeros, trabajos forzosos y humillaciones de parte de la socie-dad, por ser una mujer trabajando en una mina donde siempre han trabajado hombres.

La trama empieza donde Josey Aimes quiere quejarse del tipo de trabajo y humillaciones que reciben ella y sus compañeras mineras, en una empresa que parece que únicamente está interesada en guardar apariencias.

Las consecuencias de esta inconformidad afecta también a su familia, don-de sus hijos se sienten avergonzados del tipo de vida que lleva su madre y parte del pasado de Josey que nadie sabe.

La trama es muy buena, y el desarrollo de la historia así como la fotografía no se queda atrás. A mí me impresión mucho la actuación de Charize The-ron, que una vez más demostró que se puede ser todo: bella, inteligente y un profesional exitoso.

Escogí hablarles de esta película, porque en este mes del trabajo, resaltar las funciones que han alcanzado las mujeres me parece no estar demás. La igual-dad de género que se ha ido acarreando a través de la historia moderna, ha dado muchos frutos benéficos para nosotras. Hoy día se ven más mujeres en puestos políticos y empresariales altos, escritoras, guionistas, directoras de cine, produc-toras, etc. Y en mi opinión ver esta película, observar la lucha que se hizo, que se continúa haciendo, debería ser un incentivo para todos nosotros, para poner de nuestra parte y mejorar el ambiente laboral en el que nos encontremos.

Por: Polvostelar

North Country 1936 Director: Niki Caro

País: Estados UnidosDuración: 126 minGénero: DramaCalificación:

Director: Robert Kenner

País: Estados Unidos

Duración: 94 min

Género: Documental

Calificación:

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