118
Revista Universitaria de Cultura Número 19 Enero 2016

Paradigma Nº 19 UTOPÍA

Embed Size (px)

DESCRIPTION

En el siglo XVI, el pensador Tomás Moro, gran conocedor de los problemas de su tiempo, publica Utopía, una obra especulativa cuyo alcance se entiende según las variables que determinaron la Inglaterra de la época. En este título, Moro describe una sociedad imaginaria, justa e igualitaria, que pretende apuntar hacia las debilidades de un momento histórico para ofrecer un modelo sociopolítico alternativo. La utopía, idea que perturba y conmueve al ser humano desde la Antigüedad, cuyas especulaciones se han modificado conforme nuestra naturaleza evolucionaba, es tema principal de este primer número de la nueva época de Paradigma, un número que pretende analizar, revisar y revelar algunas vertientes y versiones de lo utópico en el presente para medir la distancia que separa lo real de lo ideal,para cuantificar injusticias y detectar esperanzas y, como fuerza directriz, para conocer y comprender más y mejor el mundo que nos rodea. Siempre con una inquebrantable vocación de solución y progreso. Desde Paradigma queremos rendir un homenaje a esta idea que ha resistido al paso del tiempo, que procura pensar el acontecer para hacerlo, quizá, más digno.

Citation preview

  • 1Nmero 19 Enero 2016

    Revista Universitaria de Cultura

    Nmero 19Enero 2016

  • 2pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    03 Editorial

    04 Post-humanos y utopa Andrs Moya

    08 Arte: Jos Medina Galeote

    14 Poltica y utopa: dos perspectivas ngela Sierra Gonzlez

    22 Arte: Miguel Gmez Losada

    30 Los turbios reflejos de la utopa en la ficcin televisiva serial norteamericana Concepcin Cascajosa Virino

    34 La utopa como consumo Constantino Brtolo

    36 Arte: Urban notes Naikari

    44 La utopa del hombre feminista Enrique Bentez Palma

    48 Entrevista a Csar Rendueles Cristina Consuegra

    54 Nenikkamen Felipe R. Navarro

    58 Periodismo y utopa, el final de un oficio Juan Jos Tellez

    68 Arte: Paco Aguilar

    80 El imperio del amor (o cmo socavar el patriarcado desde la raiz) Juana Gallego

    86 Contra la utopa. Argumentos liberales contra la sociedad ideal Manuel Toscano

    90 Feminismo y utopa Mara Luisa Balaguer

    94 La ciudad como el escenario de nuestras utopas Susana Garca Bujalance

    98 El esfuerzo mercantilismo o pasin? lvaro Ledesma Alba

    105 Poesa: Ana Mara Prieto del Pino

    109 Poesa: Rosa Romojaro

    114 Carro de Heno:

    116 Caminar. andar, pasear Antonio Heredia

    117 Librera Rsistances Fernando Jimnez

    Consejo Editorial

    Cristina Consuegra Abal

    Antonio Heredia Bayona

    Jos J. Reina Pinto

    Correo Electrnico

    [email protected]

    Diseo y Maquetacin

    Brigada Estudio

    DL: MA-1343-2005

    ISSN: 1885-7604

    El equipo editorial de Paradigma quiere agradecer el esfuerzo realizado por todas aquellas personas que hacen posible esta publicatin, en especial a los colaboradores, sin cuyas aportaciones este proyecto no podra tener continuidad. Los miembros del consejo editorial de Paradigma no se hacen responsables de las opiniones vertidas por los autores de los artculos, poemas, u otras formas de expreson incluidas en este nmero.

    ndice

  • 2 3

    Nmero 19 Enero 2016

    EN EL SIGLO XVI, EL PENSADOR Toms Moro, gran conocedor de los problemas de su tiempo, publica Utopa, una obra especulativa cuyo alcance se entiende segn las variables que determinaron la Inglaterra de la poca. En este ttulo, Moro describe una sociedad imaginaria, justa e igualitaria, que pretende apuntar hacia las debilidades de un momento histrico para ofrecer un modelo sociopoltico alternativo.

    La utopa, idea que perturba y conmueve al ser humano desde la Antigedad, cuyas especulaciones se han modificado conforme nuestra naturaleza evolucionaba, es tema principal de este primer nmero de la nueva poca de Paradigma, un nmero que pretende analizar, revisar y revelar algunas vertientes y versiones de lo utpico en el presente para medir la distancia que separa lo real de lo ideal, para cuantificar injusticias y detectar esperanzas y, como fuerza directriz, para conocer y comprender ms y mejor el mundo que nos rodea. Siempre con una inquebrantable vocacin de solucin y progreso.

    Desde Paradigma queremos rendir un homenaje a esta idea que ha resistido al paso del tiempo, que procura pensar el acontecer para hacerlo, quiz, ms digno.

    EditorialEnero 2016Segunda pocaParadigma #19

  • 4pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    ALGUNOS DE LOS FILSOFOS MS rele-vantes que a lo largo de la historia han pensado y visionado mundos futuros lo han hecho a partir de la formulacin de postulados que deberan regular las nor-mas de la convivencia humana a todos sus niveles (educacin, trabajo, economa, ocio, etc.). Tal ejercicio intelectual es fun-damental, dicho sea de paso. En efecto, es importante reflexionar sobre mundos futuros en una suerte de lgica deductiva difusa a partir del mundo actual, enten-diendo por mundo actual el compendio de las formas de relacin de los huma-nos a todos sus niveles (de los pueblos y las naciones entre s, de los individuos en las sociedades, de las relaciones con la naturaleza y del aprovechamiento de sus recursos, etc.). Es importante llevar a cabo este ejercicio para que todos dis-pongamos as de elementos de juicio que nos permitan formarnos un criterio sobre qu tipo de sociedad deseamos. Las uto-pas de sociedades futuras constituyen importantes ejercicios de reflexin que tienen un efecto poderoso para la evalua-cin de la calidad moral de la civilizacin actual. Sirven, o pueden servir, como gua para la renovacin permanente. En resumen: a partir de lo que ahora somos y tenemos formulamos mundos futuros que, a su vez, nos retroalimentan para formular dictmenes sobre la bondad de lo que ahora somos, adems de dar-nos guas para lo que podramos llegar a

    ser. Las utopas proporcionan bases para la formulacin de principios que deben regular las sociedades y la conducta de los individuos dentro de ellas.

    En el contexto de esta retroalimentacin que las utopas posibilitan, es impor-tante percatarse de algo bien relevante: que probablemente tenga mayor tras-cendencia y sea ms determinante para la configuracin de una nueva socie-dad la naturaleza de determinados avances cientficos y tecnolgicos que la implantacin de las ideologas que regulan la convivencia social o la eco-noma. Simplemente pensemos en la trascendencia cultural de la invencin del fuego, de la rueda, de los cultivos vegetales y la mejora animal, del vapor, de la electricidad, la radio, la televisin, los antibiticos o el internet, por indicar unos cuantos ejemplos representativos a lo largo de la historia de la humanidad. La ciencia y la tecnologa, aunadas, tienen una presencia muy singular en nuestra especie, tanto que hemos de reconocer que los cambios culturales y sociales que han acontecido desde nuestros orgenes y que aparecen en las diversas sociedades a lo largo de la historia estn muy deter-minados por ellas. La tesis que sostengo es que el futuro (no me atrevo a formular cmo de inmediato) nos depara hallaz-gos cientficos y tecnolgicos de mayor envergadura, si cabe, que los que ya he citado. Tanto, que probablemente nues-tro propio estatus ontolgico est en la diana (Moya, 2011, 2014). Nuestra espe-cie ha intervenido, e interviene, sobre la Naturaleza, sin ningn gnero de dudas. Ms all de cualquier otra con-sideracin sobre la bondad o no de tal accin, hemos de aceptar que nuestra forma de interaccin con ella ha sido

    Post-humanos y utopaAndrs Moya

    Catedrtico de Gentica. Universitat de Valncia.

  • 4Las utopas de sociedades futuras constituyen importantes ejercicios de reflexin que tienen un efecto poderoso para la evaluacin de la calidad moral de la civilizacin actual.

  • 6pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    la de su modificacin. Pero nosotros no somos ajenos a la Naturaleza, formamos parte de ella. Por lo tanto, habremos de aceptar que tambin nos hemos interve-nido, en forma ms o menos racional. Se podra afirmar que la dinmica de nues-tra intervencin sobre la Naturaleza, lo que denomino lo natural otro, adems de lo natural propio, ha sido crecientemente racional. La ciencia viene, en determi-nado momento, a complementar a la tecnologa, logrando formas de explica-cin racional de sus intervenciones. No es solo que las hemos llevado a cabo, en una suerte de pulsin natural muy vinculada con nuestra propia supervivencia, sino que lo hemos hecho progresivamente sabiendo lo que hacamos, entendiendo o explicando por qu hemos tenido xito en unas u otras transformaciones. Dos cuestiones, esenciales a mi juicio, pode-mos formular al respecto: Adnde nos lleva este intervencionismo racional, propio y ajeno? Por qu vamos a dudar del mismo? En este pequeo escrito me interesa ms la primera cuestin que la segunda. No obstante esta ltima merece una breve reflexin. La duda en torno al intervencionismo es de doble natura-leza. Por un lado tenemos la cuestin de si la tendencia al crecimiento cientfico y tecnolgico va a cesar, es decir, si llega-remos a una suerte de plateau donde ya no podamos crecer ms. Es un flaco favor que hacemos a nuestra propia inteligen-cia, la clave de nuestro xito evolutivo. Pero por otro lado, obviamente, est el tema de si limitar o reducir la tendencia a tal crecimiento por razones morales o sociales, dado que est en juego nuestra propia supervivencia porque el planeta ya no aguante ms. Como se podr obser-var esta segunda duda, cuyo prctica, todo sea dicho de paso, es muy saluda-ble socialmente, vive sobre la negacin de la primera. En efecto, la duda moral que puede imponer un freno al creci-miento cientfico y tecnolgico admite, de facto, que este es imparable. El alto o la limitacin al crecimiento cientfico y tecnolgico parte del supuesto de que nuestra especie es lo suficientemente inteligente como para seguir creciendo

    en ciencia y tecnologa, y adems hacerlo en forma acelerada. Si no lo estuviera, si se vislumbrase que hemos llegado al lmite de nuestras posibilidades cientfi-cas y tecnolgicas, que nuestro intelecto no da para ms, no estara en discusin el frenarlos. En realidad siempre hemos asistido al debate entre los que reclaman desacelerar o parar el ritmo de cambio cientfico-tecnolgico y aquellos otros que abogan por mantenerlo. Lo que ocu-rre es que los colectivos implicados han variado cuantitativa- y cualitativamente a lo largo de la historia. La propia racio-nalidad humana, a tenor de los efectos de las intervenciones sobre la Naturaleza, incluida la nuestra, impone reflexio-nes necesarias y obligadas, moratorias y direccionalidad. Utpico sera disponer de procedimientos consensuados a escala mundial para orientar la direccionalidad del cambio cientfico y tecnolgico en pro del bienestar. Pero esto no es todo, por-que est en juego nuestro propio estatus ontolgico. Veamos por qu.

    La historia de la tecnologa y de la cien-cia muestra algo sorprendente: que la evolucin cientfico-tecnolgica es exponencial, que las innovaciones apa-recen con intervalos de tiempo cada vez menores. No todas tienen la misma tras-cendencia, es verdad, pero la pregunta que se puede formular al respecto de tal tendencia es importante: cmo ser ese mundo futuro que experimente una tasa de invencin incluso ms vertiginosa que la que ahora tenemos? Y dado que he hecho referencia a que tanto lo natu-ral propio como lo ajeno ha sido objeto de intervencin por nuestra parte desde nuestro origen, y que la tasa de inter-vencin es exponencial, al menos hasta ahora: qu podemos decir sobre cmo ser la naturaleza ajena intervenida y

    Cmo ser ese mundo futuro que experimente una tasa de invencin incluso ms vertiginosa que la que ahora tenemos?

  • 6 7

    Nmero 19 Enero 2016

    nuestra propia naturaleza en un futuro? Por qu nos vamos a sustraer a pen-sar que podemos cambiarnos a entes cuya naturaleza ya no sea la nuestra? En realidad el instinto de superviven-cia, condimentado con la inteligencia y el sentido del yo, est tan arraigado en nosotros que cualquier reflexin en torno a posibles cambios de nuestro estatus ontolgico lo consideramos como una agresin manifiesta contra la humani-dad. A priori nos resistimos a pensar que podamos disponer de voluntad propia como para renunciar a nosotros mismos en pos de otros entes que, siendo pro-ducto de nuestra propia creacin, nos pudiesen superar en muchas cosas. O vamos a ser tan narcisistas como para asumir que somos inmejorables? Si algo pone de manifiesto la naturaleza de los seres vivos es que son francamente mejorables; nadie los dise y echaron mano de lo que tenan para sobrevi-vir. Podemos, entonces, vislumbrar un futuro con seres post-humanos, en reali-dad nuestros propios hijos? Estaramos dispuestos a tamao sacrificio? Parece que nuestro instinto de supervivencia, y la condicin de tener conciencia del yo, como comento ms arriba, nos hace aborrecer ese planteamiento. Ahora bien, esto ya ha ocurrido: la historia evolutiva nos muestra que tales sacrificios existen, que han evolucionado con xito, que no es la primera vez, aunque s lo sera en forma consciente, en que en algunas especies los padres dan la vida por sus hijos.

    La cuestin a debatir, asumiendo que la tasa exponencial al crecimiento cientfico y tcnico nos lleve a la situacin de crear entes post-humanos, es si lo que desea-mos es una sociedad humana futura con todas las mejoras sociales y de convi-vencia que podamos imaginar o, por el contrario, una post-humana de la que apenas poco puede decirse ahora mismo sobre la naturaleza de su organizacin social. En realidad existe un franco des-equilibrio a favor del humanismo porque no hemos llevado a cabo el ejercicio inte-lectual apropiado para pensar sobre la

    naturaleza de la sociedad post-humana. La historia de la humanidad arrastra, a pesar de sus grandes logros sociales y de convivencia, enormes lastres. Nuestra especie no parece capaz de subvertir en modo alguno el enfrentamiento y la bar-barie que supone la auto-destruccin por la guerra, y el desarrollo cientfico y tecnolgico no vienen a aminorar esta circunstancia; todo lo contrario: se pone al servicio de ella. Algo cainita nos con-forma que, si bien ha sido determinante para traernos hasta aqu y hacernos gozar del esplendor de la cultura y la civiliza-cin que ahora disfrutamos, tambin nos ha encaminado hacia la destruc-cin y el exterminio. Cabe pensar en un mundo no cainita? Realmente sera humano?.

    Agradecimientos

    Este trabajo ha sido financiado por los proyectos SAF2012-31187 y SAF2013-49788-EXP del MINECO, y PROMETEO/2014/065 de la Generalitat Valenciana.

    Literatura citada

    Moya, A. 2011. Naturaleza y futuro del hombre. Editorial Sntesis, Madrid.

    Moya, A. 2014. Biologa y espritu. Editorial Sal Terrae, Cantabria.

  • 8pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    Jos Medina Galeote

  • 8 9

    Nmero 19 Enero 2016

  • 10

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 10 11

    Nmero 19 Enero 2016

  • 12

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 12 13

    Nmero 19 Enero 2016

  • 14

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    EL TRMINO UTOPA, EN LA HISTORIA DE LAS IDEAS POLTICAS, ha dado origen a un trmino utpico usado, particularmente, para significar lo imposible e irrealizable y , a la vez, a un gnero poltico-li-terario autnomo. Toms Moro acu en el siglo XVI el trmino utopa1 en una obra del mismo ttulo en la que concibi una isla lejana en la que se haba llevado a cabo la organizacin ideal de la sociedad. Pero, qu son las utopas? Explicarlo no resulta fcil, pues, todo anlisis del pensamiento utpico ha de superar ineludiblemente una dificultad, a saber: definir las limitaciones de ste. Especialmente las polticas. Las utopas son descripciones de comunidades imaginadas en que se parte de un principio genrico, a saber, que puede haber sociedades felices. El navegante Raphael Hythloday delibera en este texto originario de Moro sobre la mejor forma de comunidad poltica. Una comunidad, a su juicio, en la que la tiranizacin, de unos seres humanos por otros no sea una consecuencia obligada de la naturaleza humana, sino ms bien una arbitraria y accidental violacin de esa naturaleza; as como delibera sobre la posibilidad de que el individuo en la tierra pueda ser feliz gracias a una sabia disposicin de la organizacin social, como l haba descubierto en sus viajes. Una comunidad en la que se respon-da institucionalmente a las demandas de la preservacin de la vida y de la integridad fsica y moral de los individuos. Este hecho le parece el primer fundamento de la condicin humana y de la democracia2. La comunidad ideal que Moro describa se organizaba bajo el principio de igualdad. Rompe, as, la idea tradicional que considera a la desigualdad como algo natural, como las jerarquas sociales. La mayora de las uto-pas posteriores, igualmente, inciden en el desarrollo de este principio estableciendo un nuevo marco cultural a la hora de la configuracin del poder social y de la fijacin de las expectativas vitales de los individuos.

    1 Tomas Moro, De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae, publicada en 1516.

    2 Las autoridades son determinadas en Utopa mediante el voto popular, aunque con importantes diferencias con respecto a las democracias del siglo XX.

    Poltica y utopa:dos perspectivasngela Sierra Gonzlez

    Directora del Centro de Estudios Interdisciplinares Latinoamericanos (CEILAM) de la Universidad de La Laguna

  • 14 15

    Nmero 19 Enero 2016

    Pero Cmo se relaciona utopa y poltica? Hoy pueden abordarse como utopas y sistematizarse como tales desde manifiestos polticos hasta detallados informes, presuntamente tcnicos que intentan demostrar que la realidad social tal como existe no es inevitable, mientras que los crticos del pensamiento utpico niegan a ste eficacia histrica. Tal negacin tiene que ver con intereses y valoraciones polticas sobre dos cuestiones, a saber, la idea de igualdad y la de libertad. Segn, Fredric Jameson, el trmino slo sobrevive a esta obsolescencia general como prueba simblica alrededor de la cual luchas en esencia polticas todava nos ayudan a distinguir entre izquierda y derecha. As pues, lo utpico ha pasado a convertirse en una palabra en clave de la izquierda (); mientras que, para la derecha, se ha vuelto sinnimo de totalitarismo o, en realidad, de estalinismo3. Esa divisin, segn la valoracin que en el discurso se d a la idea de igualdad4, como signo diferenciador entre derecha e izquierda, obedece a la voluntad de volver iguales a los des-iguales, o al contrario considerar la aspiracin a la igualdad como una quiebra de la libertad. Con esta nocin ideal de sociedad Tomas Moro pretende avalar una concepcin de justicia que pudiera, a su vez, ser comn, y, asimismo, lograr ese optimum de vida que salvaguardara la cohesin social y la responsabilidad cvica.

    Puede servir para juzgar la problematizacin de una sociedad desigual y jerrquica que lleva a cabo Moro reconsiderar su Utopa, como expre-sin de una tendencia de las sociedades modernas hacia la igualdad de condiciones entre las personas, asa como la expresin del recono-cimiento de la dignidad humana realizada por el humanista Pico Della Mirandola5. Esta circunstancia permite encontrar unidad en todo el complejo y plural devenir histrico del pensamiento utpico Cmo se puede considerar la Utopa? Particularmente, como inicio de una cierta clase de especulacin poltica y, tambin, como parte de un proceso de reflexin en torno a ciertos imaginarios futuros en los que predominan los valores y principios tico-polticos propios de la tradicin huma-nista que caracteriz a toda la cultura renacentista. Pero, asimismo, la Utopa fue considerada como la expresin de una voluntad de estable-cer una relacin de correspondencia entre la poltica, como ejercicio civil, y la felicidad humana, como finalidad de sta. De hecho, aparece la felicidad humana, no slo como objetivo, sino como una responsa-bilidad social. En la Repblica de Platn, el objetivo de la poltica era la justicia y en la Utopa, aunque se persegua una sociedad justa, sin embargo, la felicidad social aparece, a su vez, en el escenario como una prioridad. La vida en sociedad deba servir para ser feliz. No se delibera sobre cul es la naturaleza de la felicidad, pero si se establece, como principio, que la poltica y la felicidad estn vinculadas y no reidas.

    3 Frederic Jameson, The politics of utopia, New Left Review 25, January-February 2004, pg. 37 a 54.

    4 La idea de igualdad constituye una frontera entre derecha e izquierda, para la ltima, lo natural es la diversidad y la diferencia y no la desigualdad ha constituido un lugar comn de problematizacin de la propia comunidad poltica histrica como mbito de realizacin humana, en la medida en que se concibe una libertad igualitaria, donde la libertad de uno acaba donde empiezan los derechos del otro

    5 Pico Della Mirandola era un humanista formado en lengua griega y latina que crea que el Cristianismo era el punto de convergencia de las tradiciones culturales, religiosas, filosficas y teolgicas ms diversas. Escribi un texto que pronto se hizo clebre discorso sulla dignit delluomo. Existen mltiples traducciones, una de ellas la publicada en 2003 por la Universidad Nacional Autnoma de Mxico.

  • 16

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    As, que sta ltima debe ser parte de los propsitos de toda poltica. Pero, si la Utopa es comprendida y determinada como parte de un pro-ceso histrico, qu es entonces lo que hace que ella produzca la imagen indescifrable de un juego de tiempos y espacios que continan susci-tando antagonismos polticos, cuando se piensa en trminos de derecha e izquierda? Independientemente de que la Utopa de Toms Moro sea o no la temprana expresin de una voluntad por dominar a las fuerzas azarosas o contingentes del tiempo humano, lo que la mantiene como objeto de discusin, como frontera o lmite de la accin poltica, es que representa desde ese horizonte abierto por el propio Toms Moro, la posibilidad de una transformacin de los que han llegado a ser los diferentes sistemas de sociabilidad producidos por la cultura occiden-tal. Es a partir de esa idea de transformacin de la realidad poltica lo que explica que, para la modernidad, la utopa se comprenda como una radical determinacin por domesticar a la historia poltica, por humanizarla. Pero sobre todo por transformarla, dado que, a grandes rasgos, la comunidad ideal es un rgimen poltico, que implica no solo una forma de gobierno y una estructura econmica social, sino tambin valores, principios, actitudes y conductas democrticas. Resulta muy difcil imaginar hoy un programa poltico radical sin la concepcin de una alteridad sistmica, de una sociedad alternativa, que slo la idea de utopa parece mantener viva.

    2. El antagonismo entre utopa y distopa.

    Sin embargo, el antagonismo entre libertad e igualdad ha conducido a la crtica de todo intento de reforma social que incluya la idea de igualdad

    Ciertas corrientes polticas han

    transformado la visin de la utopa convirtindola

    en distopa.

  • 16 17

    Nmero 19 Enero 2016

    como principio, ms all de la igualdad ante la ley. La contraposicin entre igualdad y libertad sigue siendo debatida, puesto que la cuestin gan una nueva perspectiva con el ascenso de los sistemas totalitarios y sigue teniendo actualidad el debate bajo democracias-constitucionales que han primado y priman- el orden y la seguridad sobre la libertad y la igualdad real. De este modo, en la accin poltica neoliberal se ha producido la mutacin de las utopas6 en distopas. Y, se ha llevado a cabo la negacin del poder emancipador de las mismas. Este mutacin es especialmente representativa del debate poltico pasado siglo y de la divisin de derecha e izquierda realizada por cierto pensamiento pol-tico tendente a la desautorizacin de esta ltima. Particularmente, por el conservadurismo liberal que ha llegado a afirmar que ste es la nica utopa posible, habida cuenta que la realidad poltica ms compartida es el liberalismo, tanto en lo social, como en lo econmico. Algunos crticos como el liberal Karl R. Popper no creen en la libertad iguali-taria. Y, tampoco en la posibilidad de que haya una idea de felicidad compartida7. Desde Popper, pues, se enfrenta la reivindicacin de la igualdad, en cierto modo como totalitarismo y se revierte la concep-cin de la Utopa, como comunidad feliz, a comunidad opresiva. As, ciertas corrientes polticas han transformado la visin de la utopa con-virtindola en distopa.

    Pero, ltimamente, ambas, utopa y distopa, se enfrentan, tambin, como reflexiones sobre un hecho, a saber, si la felicidad de la ciuda-dana, ms all del orden y de la seguridad, debe ser una prioridad para el Estado. La puesta en cuestin de sta como obligacin poltica redundara en el abandono de este objetivo poltico. Pero hoy la cues-tin ha sufrido otra vuelta de tuerca, puesto que se discute menos la felicidad social posible, cuanto la futurible. De ah, que ms que ver-sar sobre el presente poltico las utopas lo hagan sobre el futuro y de igual modo las distopas. Qu significado poltico tiene una y otra? Por una parte, la utopa ha sido el resultado de proponer ese nuevo mundo, como una forma tica de ser y, por el contrario, la distopa, actualmente es la consecuencia de intentar desvelar las falsas promesas del futuro posible. En ese contexto, las fbulas futuristas o de ficcin de antici-pacin distpicas constituyen todo un nuevo gnero8 que an sigue aportando visiones crticas y recelosas del futuro que se avecina. No slo del presente. Pero en ambos casos, utopa y distopa, permiten com-prender los elementos de continuidad histrica y los puntos de ruptura y cambio que han configurado el mundo contemporneo en cuestiones tales como igualdad y libertad, derecha e izquierda, aunque las dife-rencias entre stas sean complejas, todava hoy la dicotoma libertad/igualdad sigue atesorando un potencial de antagonismo entre ambas, como el propsito de suprimir las jerarquas sociales y las injusticias individuales.

    6 Relato oral o escrito en el que se cuenta algo que ha sucedido realmente o un hecho o una historia ficticios como tal, el trmino utopa fue inventado por el escritor y humanista ingls Thomas More, a partir de los vocablos griegos (ou), que significa no,y (tpos), que traduce lugar, es decir: lugar que no existe

    7 Karl R. Popper (2006), La sociedad abierta y sus enemigos, Paidos, Barcelona8 Muestra de ello es su adaptacin a temticas de ciencia ficcin, como El informe

    de la minora, de Philip K. Dick, llevada al cine, que ha mostrado nuevos mbitos imaginarios de sociedad homognea.

  • 18

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    Las utopas son descripciones de comunidades imaginadas en que se parte de un principio genrico, a saber, que puede haber sociedades felices.

  • 18 19

    Nmero 19 Enero 2016

    3. Qu es la distopa?

    Llegados a este punto una reflexin colateral sobre la distopa es obli-gada. Qu es la distopa?9 Hay quienes las definen, como el reflejo de un descubrimiento trgico de la historia. La revelacin literaria de hacia dnde llevaba esta nueva poca caracterizada por la disolucin de para-digmas polticos, ticos, estticos, cientficos y culturales, basados en la tradicin. Algunas novelas un mundo feliz10, 198411, Fahrenheit 451 resultan en este sentido paradigmticas y se han convertido en tpico crticos. Qu caracteriza a las distopas? El relato distpico nos presenta una hipottica sociedad futura donde, ya sea por la deshumanizacin de la misma, por un gobierno totalitario o el control intrusivo que la tecnologa ejerce sobre el da a da, el individualismo se degrada en tr-minos absolutos. Es ms, el ciudadano deja de ser un individuo moral. La literatura distpica ha pretendido dar cuenta del sufrimiento del mundo y colocar la visin de la libertad como el concepto central de la existencia humana.

    Pero, tambin, pueden considerarse como distpicas algunas reflexio-nes como El Zero y el infinito12, que arroja una mirada escptica sobre

    9 Distopa es el trmino opuesto a utopa. Como tal, designa un tipo de mundo imaginario, recreado en la literatura o el cine, que se considera indeseable. La palabra distopa se forma con las races griegas (dys), que significa malo, y (tpos), que puede traducirse como lugar. La distopa plantea un mundo donde las contradicciones de los discursos ideolgicos son llevadas a sus consecuencias ms extremas.

    10 Un mundo feliz, novela escrita en 1932 por Aldous Huxley bajo el ttulo Brave New World, recrea una democracia que no lo es, una dictadura que no lo parece, una crcel de la que los prisioneros no quieren escapar porque no saben que lo son, condicionados desde su extraa concepcin para ser lo que tienen que ser. Un mundo feliz empieza en una sociedad futurista incmodamente estril y controlada, frecuentemente llamada el Estado Mundial. En este libro, Aldous Huxley imagina una sociedad que utilizara la gentica y la clonacin para el condicionamiento y el control de los individuos. En esta sociedad futurista, todos los nios son concebidos en probetas. Ellos son genticamente condicionados para pertenecer a una de las 5 categoras de poblacin. De la ms inteligente a la ms estpida: los Alpha (la elite), los Betas (los ejecutantes), los Gammas (los empleados subalternos), los Deltas y los Epsilones (destinados a trabajos arduos). describe lo que seria una dictadura perfecta que tendra la apariencia de una democracia, una crcel sin muros en el cual los prisioneros no sonaran en evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos tendran el amor de su servidumbre.

    11 1984 es una novela poltica de ficcin distpica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. En una supuesta sociedad policial, el estado ha conseguido el control total sobre el individuo. No existe siquiera un resquicio para la intimidad personal: el sexo es un crimen, las emociones estn prohibidas, la adoracin al sistema es la condicin para seguir vivo. La Polica del Pensamiento se encargar de torturar hasta la muerte a los conspiradores, aunque para ello sea necesario acusar a inocentes Es la distopa ms clebre de todas cuantas fueron escritas durante la primera mitad del siglo XX. La novela cobra nueva vigencia en la sociedad actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla ms perfeccionado que en ningn otro momento de la historia de la Humanidad.

    12 Koestler haba vivido de cerca los acontecimientos ms notables de nuestro tiempo la utopa del sionismo, la revolucin comunista, la captura de Alemania por los nazis, la guerra de Espaa, la cada de Francia, la batalla de Inglaterra, el nacimiento de Israel, los prodigios cientficos y tcnicos de la posguerra y en su obra estos acontecimientos dejaron su impronta. En especial en el Zero y el infinito, que fue el primer intento literario por explicar las injustas confesiones que los viejos bolcheviques se vieron forzados a hacer ante sus verdugos en las purgas de los Juicios de Mosc. El protagonista le someten a una tortura psicolgica (luces brillantes, privacin de sueo, humillaciones), pero lo que interesa sobre todo es mostrar la lgica implacable que sirvi para construir una maquinaria

  • 20

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    las grandes narraciones de la revolucin y la renovacin. El examen de una serie de transformaciones dentro del tiempo y el espacio, que han puesto en tela de juicio la linealidad teleolgica de la historia y de la poltica como agente de transformacin. Los discursos y narrativas cr-ticos analizan las promesas fallidas y denuncian a los denominados por algunos como es el caso de Popper, falsos profetas. De hecho, Popper, durante un tiempo dud en titular su obra La sociedad abierta y sus enemigos, por otro que le pareca ms representativo de la falsedad de las utopas, por ello quiso titularla Los tres falsos Profetas13, revelando la naturaleza de sus desafos y contradesafos doctrinales. A su juicio, estos profetas -Platn-Hegel y Marx-, haba engendrado errores trgicos y opciones perversas bajo el amparo de todo un sistema de supuestos y categoras que naufragaban, a la hora de hacer realidad las promesas de un mundo mejor igualitario, habida cuenta que en nombre del bien comn se despreciaba el destino individual.

    4. Qu clase de reflexin es la reflexin sobre la felicidad?

    As, pues, desde mediados del siglo pasado, la reflexin sobre la felici-dad14, como objetivo poltico se torna abstracta15 o desciende al abismo de las fallidas exgesis. Se torna en propuesta de sentidos de mundos de racionalidades excluyentes, porque la felicidad se contextualiza en el pensamiento liberal. No es posible la felicidad universal, sino individual. Si hay infelicidad no es sta una cuestin poltica, pues, el sufrimiento se deriva de la inutilidad y desesperanza de la vida del indi-viduo particular y concreto. De sus fracasos. Sin embargo, para algunos, como es el caso de Freud, el sufrimiento es el resultado de la experien-cia de la falta de sentido y, en particular, es consecuencia -en relacin a los otros- del descubrimiento de la injusticia. Si se quiere, a su juicio, podra definirse como una derivacin del conflicto, sea interpersonal o colectivo. La injusticia es la percepcin de un mal, su apreciacin en la vida cotidiana viene marcada por la valoracin de la actitud y las acciones de unos sobre otros.

    administrativa y punitiva e , inhumana. Se trata de una introspeccin en los mecanismos ideolgicos, administrativos y psicolgicos que llevaron a la auto-delacin de decenas de intelectuales soviticos, algunos de ellos destacados revolucionarios, en especial, las auto-delaciones sobrevenidas en el conocido como Juicio de los Veintiuno. Entre los 21 acusados estaban Bujarin y Rkov, Christian Rakovsky, antiguo dirigente de la Oposicin de Izquierda, Krestinsky, exSecretario del partido, y una serie de viejos bolcheviques, responsables y altos funcionarios del partido y el Estado

    13 As, denomin a Platn-Hegel y Marx y denomin a su filosofa, filosofa oracular. DE hecho, consider que ese ttulo Tres falsos profetas responda mejor a lo que pretenda que el de la Sociedad abierta y sus enemigos.

    14 Aunque hay gobierno europeos que han mostrado inters por establecer un Indice de Felicidad, medida que haban recomendado los premios nbeles Amartya Sen y Joseph Stiglitz en su Informe sobre la Medicin del desarrollo econmico y el progreso social (2009). El principio de partida en ese informe consiste que aquello que se mide tiene una incidencia en lo que se hace: pero si las mediciones son defectuosas, las decisiones pueden ser inadaptadas, as que hay explcita una filosofa de sistematizacin de la felicidad social.

    15 Todos los hombres, hermano Galin, quieren vivir felizmente, afirmaba el filsofo Sneca en su De vita beata. Y en efecto, parece que la bsqueda de la felicidad es una constante en la Historia de la humanidad, aunque cada grupo humano lo exprese de distinta manera: los antiguos griegos como eudaimonia, los romanos como felicitas, los cristianos medievales como beatitud, los alemanes de la poca romntica como Seligkeit.

  • 20 21

    Nmero 19 Enero 2016

    Si volvemos a la distincin derecha e izquierda, como representativa de la utopa o, como rechazo de la misma, nos encontramos con que generalmente, se dice que la diferencia entre ambas es slo una cues-tin axiolgica, pero no material. Pero, tambin, nos encontramos con un hecho significativo para la izquierda es una obligacin poltica, transformar el sufrimiento en un asunto de responsabilidad colectiva a travs del establecimiento de una prctica poltica, as como hacer del sufrimiento humano objeto de reflexin pblica y especficamente el sufrimiento generado por jerarquas sociales y econmicas.

    Para la derecha la felicidad es una cuestin individual. Nadie puede ser feliz, sino por s mismo, como expresin de su relacin con el otro, o los otros, de su capacidad para subvertir el sentido de la propia vida cotidiana y su destino. En otras palabras, derecha e izquierda tienen una relacin diferente con lo real, con el sufrimiento. Por ello, tam-bin, tienen una relacin polticamente distinta con la utopa. Son dos perspectivas polticamente irreconciliables.

    Desde mediados del siglo pasado, la reflexin sobre la felicidad, como objetivo poltico se torna abstracta o desciende al abismo de las fallidas exgesis.

  • 22

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    Miguel Gmez Losada

  • 22 23

    Nmero 19 Enero 2016

    La utopa no es un ideal, es el proceso de trabajo que nos lo acerca. La utopa sera entonces fe en prctica; hacer creyendo; el propio movimiento hacia la mejora.

    De esta manera propongo para la revista Paradigma fotografas de cmo se hizo la obra Viaje de novios, leo sobre lino, 210 x 160 cm.

    Miguel Gmez Losada

    www.miguelgomezlosada.com

  • 24

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 24 25

    Nmero 19 Enero 2016

  • 26

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 26 27

    Nmero 19 Enero 2016

  • 28

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 28 29

    Nmero 19 Enero 2016

  • 30

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    LA FICCIN TELEVISIVA CONTEM-pornea no ha sido lugar, precisamente, para utopas. Gangsters, asesinos en serie, maridos infieles, polticos corrup-tos, agentes federales con gusto por la tortura, narcotraficantes y otros perso-najes de pelaje moral similar han sido los protagonistas de algunas de las series ms significativas de los ltimos aos. Se podra decir que ha sido una ficcin que ha nacido a la sombra de dos torres, aquellas Gemelas que fueron destruidas en septiembre de 2011 llevndose consigo la sensacin de seguridad de los ciuda-danos del mundo occidental. Merece la pena recordar que el presidente Bartlet (Martin Sheen) en esa apologa del idea-lismo poltico que era El ala oeste de la Casa Blanca (The West Wing, NBC: 1999-2006) pasaba de discutir sobre reformas laborales y sanitarias a ordenar el ase-sinato de un sospechoso de organizar atentados terroristas. El protagonista de 24 (24, Fox: 2001-2010) Jack Bauer (Kiefer Sutherland) se enfrentaba a cada temporada de la serie a amenazas que empequeecan a las anteriores, y a su cada vez era capaz de cometer actos ms horrendos para intentar detenerlas, desde organizar un motn a asesinar a sangre fra a compaeros pasando por cortar, literalmente, alguna cabeza. Cuando en Galactica. Estrella de Combate (Battlestar Galactica, Sci-Fi: 2004-2009) la civiliza-cin es destruida por una raza de robots,

    los supervivientes se devoran entre ellos a base de golpes de estado, magnicidios, torturas y traicin, hasta tal punto que en un captulo una de las protagonistas opta, tras una de las escasas noches de felicidad, volarse la cabeza con una pis-tola. En otro momento (en el captulo de la tercera temporada Crossroads), el idea-lista Lee Adam (Jamie Bamber) reconoce que ya han dejado de ser una civilizacin y que ahora son una banda.

    Aunque sera un tanto injusto conside-rar que no ha habido soadores, slo que estos han estado ms o menos siempre abocados al fracaso. As ocurre en los de las ms sobresalientes aproximaciones al gnero policial, The Wire (Bajo escucha) (The Wire, HBO: 2002-2008) y The Shield, al margen de la ley (The Shield, FX: 2002-2008), que destacaron por superar los clichs tradicionales de estas narrativas con elevadas dosis de realismo y el gusto por representar las intersecciones del tra-bajo policial con la poltica. En la tercera temporada de The Wire el Mayor Colvin (Robert Wisdom) se acerca a la edad de jubilacin con la fuerte presin de sus superiores para bajar la elevada tasa de delitos por drogas, as que pone en mar-cha un arriesgado y utpico plan: aislar a los narcotraficantes a zonas especficas con la promesa de que all no sern per-seguidos. El denominado Hamsterdam es un xito hasta que salta a los titulares

    Los turbios reflejos de la utopa en la ficcin televisiva serial norteamericanaConcepcin Cascajosa Virino

    Profesora Titular de Periodismo y Comunicacin Audiovisual. Universidad Carlos III. Madrid.

  • 30 31

    Nmero 19 Enero 2016

    de prensa, y Colvin pierde sus galones y es forzado a retirarse. En la cuarta tem-porada de The Shield. Al margen de la ley la capitn Rawling tambin propone una solucin imaginativa a la epidemia de las drogas en su barrio de Farmington: vender las propiedades de narcotrafican-tes para contratar a ms policas y pagar programas sociales. Curiosamente, sus mayores antagonistas no van a ser polti-cos, sino los propios habitantes del barrio. El destino de Rawling es igual de malo que el de Colvin. El anlisis que Slavoj iek dedica a la primera en su libro El ao que soamos peligrosamente (Akal, 2013) podra valer para ambas:

    En el mundo de The Wire, la pregunta cru-cial respecto a esta relacin entre el orden legal y su transgresin no tiene que ver con el estatus del trfico de drogas, etc-tera, puesto que est claro que el sistema legal genera por s mismo gran parte del crimen contra el que lucha. La pregunta central es ms prfida y perturbadora: cul es el estatus de los actos (utpicos) de resistencia retratados all? Son tam-bin poco ms que un momento en la totalidad del sistema? Son los actos indi-viduales de resistencia de Moco y Omar, de Freamon y McNulty, simplemente la otra cara de un sistema que, en ltima ins-tancia, los sostiene? De ser as, entonces la respuesta es obvia, si bien contraintui-tiva: el nico modo de detener el sistema es dejar de resistirse a l (p. 147).

    Al menos en el mbito de la ciencia-fic-cin y la fantasa, los proyectos utpicos han tenido una cierta recurrencia. En Perdidos en el espacio (Lost in Space, CBS: 1965-1968), el planeta, al borde de la hambruna y la guerra total, tena que ser salvado por una familia, los Robinson, que acababan recorriendo la galaxia en busca de la tierra prometida a modo de familia fundacional. En Star Trek (Star Trek, NBC: 1966-1969), los protagonistas vivan en un futuro utpico donde las desigualdades haban desaparecido, un futuro en paz y concordia que haba per-mitido a la Humanidad poder conquistar las estrellas. Esta herencia utpica en dos

    de los ttulos fundacionales de la cien-cia-ficcin televisiva lo convirtieron en un elemento casi gentico del gnero, como demuestra Catherine Johnson en su ensayo Telefantasy (British Film Institute, 2005). En Star Trek: Espacio Profundo Nueve (Star Trek: Deep Space Nine, Sindicacin: 1993-1999) y Babylon 5 (Babylon 5, Sindicacin: 1994-1997, TNT: 1998), dos de las series de ciencia-fic-cin ms complejas y sofisticadas de la historia de la televisin, se aprecia muy bien esta herencia gracias a un plantea-miento narrativo similar: la accin se desarrolla en una estacin espacial que funciona como unas Naciones Unidas intergalcticas, donde las mltiples espe-cies de planetas diversos conviven en el empeo de construir un futuro en paz. Y es que, como explica con suficiencia Mark Mazower en Governing the World: The History of an Idea (Penguin, 2012), la utopa de la paz mundial ha sido una de las principales guas de los proyectos internacionalistas.

    Pero la sociedad y sus preocupaciones evolucionan, y con ella el carcter de los proyectos utpicos. En la serie Tierra 2 (Earth 2, NBC: 1994-1995), los prota-gonistas huyen de la contaminacin y de la enfermedad colonizando un pla-neta en el que se intenta contruir una civilizacin que intente recuperar las bases democrticas olvidadas por un gobierno tecncrata y corporativo, aun-que por el camino la narrativa retrate este empeo atendiendo tambin a la sensibilidad de los movimientos anti-co-lonizacin. Tierra 2 fue producida por Steven Spielberg, creador cinemato-grfico cuya aproximacin a la ficcin televisiva ha continuado en esta repre-sentacin de proyectos utpicos. Un buen ejemplo de ello fue otro proyecto fallido, Terra Nova (Terra Nova, Fox: 2011). En este caso, en un futuro donde el planeta

    La sociedad y sus preocupaciones evolucionan, y con ella el carcter de los proyectos utpicos.

  • 32

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    se encuentra sacudido por el cambio climtico y gobernado desde el totalita-rismo y los escasos recursos se mantienen a travs del control de natalidad, una familia logra escapar incorporndose a una de las expediciones haca una Tierra en fase prehistrica que parece existir en otra lnea temporal. Ya no hay aqu nati-vos a los que enfrentarse o con los que intentar convivir, sino sucesivas expedi-ciones que han crecido y evolucionado en funcin de sus caractersticas, con una (los Sextos) directamente enfrentada al ncleo bsico por explotar, a cambio de beneficios econmicos, los recursos natu-rales del planeta.

    Pero en la era de Wikileaks, la utopa ecologista ha sido sustituida por unas visiones cada vez ms turbias y en donde la nocin del control social se ha convertido ya en hegemnica. Vase a modo de ejemplo la adaptacin de la triloga de novelas de Kass Morgan Los 100 (The 100, The CW: 2014-) en donde la civilizacin humana ha sobrevivido al desastre en una constelacin de naves en la rbita planetaria. El castigo por el delito es ser expulsado al espacio, pero el descubrimiento de que la vida ha podido volver a la destrozada Tierra lleva a optar por enviar (ms bien lanzar) como colonos a un grupo de delincuen-tes juveniles, los desechos sociales de lo que en esencia funciona como una dicta-dura tecnocrtica. Por su parte, Wayward Pines (Wayward Pines, Fox: 2015) empieza como un thriller de misterio donde un agente del servicio secreto (Matt Dillon) en busca de dos compaeros desapare-cidos que tras un accidente se despierta en un idlico pueblo. El paso de los cap-tulos revelar una realidad terrible: los habitantes del pueblo son los nicos supervivientes de la raza humana y han sido despertados de la criogenizacin para intentar reconstruir la civilizacin en un experimento de control social por el Doctor David Pilcher (Toby Jones). No haba pasado tanto tiempo desde que en Eureka (Eureka, Sci-Fi: 2006-2012) se imaginara un lugar donde las mentes ms brillantes del mundo pudieran trabajar,

    alejadas y escondidas del mundo, en las mayores maravillas. Ahora la ciencia se mostraba como una turbia herramienta de vigilancia y manipulacin, como pronto iban a descubrir los protagonistas de Ascension (CBC/SyFy: 2014), que creen formar parte de una expedicin espacial que parti de la Tierra en los sesenta (aos de utopas, sin duda) y que en rea-lidad son vigilados desde el bunker del que nunca han salido.

    Quizs por su irresistible necesidad de crear narrativas cada ms complejas, no parece haber salida posible, ni proyecto utpico que resista el ms mnimo azote del viento. Cuando en Fringe (Fringe, Fox: 2008-2013) se descubre que hay una Tierra alternativa a la que pueden viajar con una cierta soltura los protagonistas, muy pronto la narrativa crea un inmi-nente colapso fsico que acabar con una de las dos realidades. Quizs nada ejem-plifica ms la dificultad de la utopa en el universo serial que el hecho de que la serie britnica que adopt el ttulo fuera una sofisticada (y por momentos esot-rica) distopa, la britnica Utopa (Utopia, Channel 4: 2013-2014). Con cualquier proyecto utpico naufragando ante el peso del totalitarismo y el terror, pareca en todo punto lgico que finalmente se diera el paso a la ucrona con la serie The Man in the High Castle (Amazon: 2015), una adaptacin de la novela de Philip K. Dick que se imagina un mundo donde el Eje gan la Segunda Guerra Mundial y los Estados Unidos se dividen entre reas de influencia entre Alemania y Japn. No hay mejor mundo posible en la ficcin serial, slo la oportunidad de descubrir todo lo oscuro que alberga aquel en el que vivimos.

  • 32

    En la era de Wikileaks, la utopa ecologista ha sido sustituida por unas visiones cada vez ms turbias y en donde la nocin del control social se ha convertido ya en hegemnica.

  • 34

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    LA UTOPA NO GOZA DE MUY BUENA salud. Ni la utopa poltica ni, en con-secuencia, la utopa literaria. Ambas estn profundamente interrelacionadas y ambas son dos formas de narracin, entendiendo como narracin un hori-zonte de expectativas. Creo que la utopa es el resultado de un estado del imaginar colectivo que se produce en el interior de las sociedades y que tiene sus orgenes en dos causas principales: por la existencia de un estado de opresin caracterizado por la dictadura del esto es lo que hay que obliga, a modo de supervivencia men-tal, a desplazar los imaginarios hacia lo aparentemente imposible: el sueo de la liberacin, o bien, por un estado de hori-zonte feliz, cargado de euforia e ilusin que propicia la construccin de nuevas y favorables verosimilitudes acerca de la convivencia social. En el primer caso, el imaginar puede encaminarse tanto hacia la utopa como hacia la distopa siendo hacia este ltimo camino que la literatura de las ltimas dcadas parece haberse encaminado de modo preferente. Sin duda el deterioro de los paradigmas libertarios, el cuestionamiento de la idea de progreso y la amenaza creciente de los vectores de insostenibilidad ecolgica han facilitado este triunfo de lo dist-pico frente a las utopas de la bonanza y el bienestar.

    La literatura, en cuanto sistema de creacin de imaginarios colectivos e individuales recoge, refleja y reproduce la mirada y las expectativas con que en cada momento histrico una sociedad

    o una civilizacin se enfrenta al futuro. Sabemos al respecto que la lectura del devenir, la memoria del futuro, tiene un mucho de juicio sobre el presente elabo-rado en clave de profeca de salvacin o condena.

    Como paradigma utopa literaria de salvacin quiz nada podamos alegar como ms representativo que la novela Noticias de ninguna parte. Su autor, William Morris (1834-1896) es un claro representante de una fraccin, ilustrada y esteticista, de la burguesa acomodada britnica que acompaa el movimiento socialista del XIX y que, ms all de sus races humanistas, acaba por apoyar el movimiento emancipador an sin renun-ciar a una idea idlica sobre la sociedad comunista del futuro. La figura de Morris tiende, equivocadamente a mi entender, a ser situada en las coordenadas del socia-lismo utpico acaso por la presencia en sus escritos del componente humanista sealado y por su hincapi en el trabajo manual como clave de la necesaria des-alienacin. Noticias de ninguna parte es una utopa singular que transcurre en un topos concreto: la futura Inglaterra del siglo XXI. Publicada en 1890 nos cuenta la aventura de un miembro de la Liga Socialista que se ve transportado en el tiempo a una idlica Inglaterra que ha superado el capitalismo, atravesado la etapa de la dictadura del proletariado, cruzado el momento socialista de a cada uno segn su trabajo y ha alcanzado el momento de una sociedad comu-nal en el que cada uno recibe segn sus

    La utopa como consumoConstantino Brtolo

    Crtico literario y director editorial.

  • 34 35

    Nmero 19 Enero 2016

    La lectura del devenir, la memoria del futuro, tiene un mucho de juicio sobre el presente elaborado en clave de profeca de salvacin o condena.

    necesidades, y en la que el Estado ha desaparecido para dar lugar a la mera administracin de las cosas.

    En estos tiempos en que el capitalismo parece haber dejado de ser doctrina para presentarse como estado natural, esta novela podr parecer ingenua, es decir, utpica. Porque, parece obvio, la ingenuidad es sin duda uno de los pre-juicios descalificativos con que se ha venido caracterizando a la utopa como gnero literario en clara contraposicin al celebrado duro realismo donde estilsti-camente se ubica a la gran mayora de las narraciones distpicas, desde Rebelin en la granja hasta El seor de las moscas. En la novela de Morris sin embargo nada hay de ingenuo puesto que las relaciones sociales que la novela como punto de lle-gada ofrece: el papel de la educacin, la condicin de gnero, el control y direc-cin de la produccin, la relacin con la naturaleza, la canalizacin social de las pasiones, el papel del arte, la motiva-ciones del trabajo, los nacionalismos, o, el trato hacia las minoras y la disiden-cia no impide el trazo del duro camino histrico hasta la arribada: organizacin del enfrentamiento con el capital, la vio-lencia coactiva revolucionaria, la lucha contra los errores de un autoritarismo que se presenta como atajo, la dificultad en la determinacin de las necesidades, el peligroso uso de tecnologas alienado-ras. La novela, ms all de sus cualidades literarias, es plenamente representativa de las bases ticas sobre las que la utopa como gnero narrativo descansa: la jus-ticia y la razn.

    Hoy la estticas literarias dominantes, como buen reflejo que son de las cate-goras polticas y sociales en que nos movemos, no solo parecen impedir sino que rechazan aquellas narraciones que se apoyen en las bases ticas men-cionadas sobre todo si estas a su vez remiten sin subterfugios al socialismo emancipador en cuyo caso seran inme-diatamente acusadas de reduccionismo, dogmatismo, desequilibrio formal o

    cualquier otro adjetivo condenatorio. Ni siquiera en estos momentos en los que la crisis econmica parecera haber lega-lizado literaturas con mayor atencin a lo social el pensamiento utpico parece haber alcanzado mayor legitimacin. La mayora de lo que hoy se nombra como novelas sociales no dejan de ser nove-las de la quejumbre existencial baadas en un neocostumbrismo ms crudo que cocido donde la ambigedad o la contra-diccin mantienen su papel de coartadas literariamente legitimadoras.

    Y sin embargo hoy las narraciones utpi-cas no solo existen sino que nos inundan. Narraciones que cuajan en soportes y dis-cursos que hasta hace poco se situaban en territorios de la comunicacin extra-literaria pero que hoy parecen haber hecho saltar las fronteras entre unos y otros modos de expresin y comunica-cin. La utopa se ha refugiado en esa gran narracin que la publicidad cons-truye en todo momento para nosotros y nosotras. La utopa ha encontrado en el anuncio su modelo narrativo perfecto. Narraciones que apenas duran treinta segundos pero en los que la felicidad es la promesa imparable y cumplida. La publicidad y anexos como el repor-taje de viajes, el catlogo de novedades o la resea de restaurante tres estrellas y hoteles de ensueo- son hoy la utopa que se pone al alcance de nuestra imagi-nacin. Utopa que ya no se fundamente en la justicia o la razn sino en el glamour y el dinero. La utopa como bien de con-sumo, como derecho, como revolucin.

    Si Toms Moro levantara la cabeza sin duda se la cortara sin necesidad de acudir al verdugo...

  • 36

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    Urban notesNaikari

  • 36 37

    Nmero 19 Enero 2016

    Urban notes surge de la deriva; una mirada pausada y crtica sobre la ciudad. Salir a caminar es parte fundamental de mi proceso creativo. La fotografa es el medio con el que conformo el herbario urbano. Mi propsito es descubrir realidades alternativas mediante la observacin del medio.

  • 38

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 38 39

    Nmero 19 Enero 2016

  • 40

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 40 41

    Nmero 19 Enero 2016

  • 42

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

  • 42 43

    Nmero 19 Enero 2016

  • 44

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    HAN PASADO QUINCE AOS DESDE LA histrica Cumbre de Pekn y sin duda se han producido avances significativos en cuanto a la igualdad de las mujeres. La visibilidad de las cuestiones de gnero ocupa importantes espacios de la agenda pblica, poltica y meditica. Los gran-des organismos internacionales cuentan con divisiones especficas destinadas a la consecucin de los objetivos de igual-dad entre hombres y mujeres. Cada vez ms mujeres llegan a la cima en grandes y pequeas empresas, en gobiernos locales, regionales y nacionales. Es importante que para nadie sea ya un secreto que existe la desigualdad, que tiene causas culturales y polticas, y que corresponde a todos la responsabilidad de luchar con-tra ella.

    Y sin embargo, se discuten an muchos de los postulados que se ponen encima de la mesa. Sobre todo en Espaa, un pas que ha hecho de la agresividad su particular signo de distincin. Cuando todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo para disear polticas encami-nadas a la disminucin de la brecha de gnero. Cuando sabemos que los pases ms avanzados del mundo, aquellos a los que nos queremos parecer, son pases que han dado protagonismo social, pol-tico, econmico y cultural a sus mujeres en pie de igualdad con los hombres s, seoras y seores, utilizando las cuotas!.

    Cuando somos cada vez ms conscientes de la barbaridad que supone menospre-ciar la capacidad de trabajo y el potencial de nuestras madres, compaeras, ami-gas e hijas. Cuando todo esto ocurre, el debate en torno a estas cuestiones bsicas se convierte en las redes sociales y otros espacios pblicos en una batalla sin cuar-tel, donde lo obvio se interpreta como un ataque interesado a una situacin mara-villosa que no requiere ni de cambios, ni de impulsos. Para qu?

    Veamos la parte econmica del asunto. Las mujeres son hoy prcticamente la mitad de la fuerza laboral de los pases occidentales y de las democracias avan-zadas. Sin embargo, la desigualdad es patente. Existe la brecha salarial, que hace que las mujeres perciban un salario menor que el de los hombres que desem-pean tareas y funciones similares. Las mujeres sobre todo las jvenes estn aprovechando la educacin con ms talento que los varones, sacando mejores notas, desarrollando mejores expedien-tes y aprobando con ms frecuencia las oposiciones ms difciles. La persisten-cia del techo de cristal para el ascenso de la mujer en la carrera profesional es un hecho innegable. La maternidad sigue siendo una penalizacin brutal a las legtimas ambiciones personales de nuestras compaeras, hermanas o hijas. El reparto de tareas y responsabilidades

    La utopa del hombre feministaEnrique Bentez Palma

    Economista y crtico literario.

  • 44 45

    Nmero 19 Enero 2016

    en demasiados hogares (tambin entre los jvenes) perpeta las diferencias de gnero y los roles tradicionales. Para la mujer, es ms difcil y complicado lle-gar a los puestos de toma de decisiones. Y cuando se disean polticas pblicas a favor de la maternidad y de la paternidad, o de la natalidad en general, se cuestio-nan y se atacan, sin ms argumentos que la supuesta procedencia feminista de sus defensores y defensoras.

    Pasemos al sagrado mundo de la cul-tura. Hay que conocer la historia de nuestra Real Academia de la Lengua Espaola para saber cunto tardaron las mujeres en formar parte de tan loa-ble y esplendorosa institucin. Han tenido que pasar noventa aos para que conozcamos a Las sinsombrero, las muje-res heroicas de la generacin del 27. Un conocido editor plantea sin inmutarse que la poesa escrita por mujeres es ms bien de segunda categora, dada la evi-dente superioridad potica masculina y singular. Un editor es entrevistado y le preguntan por qu tiene a mujeres escri-toras en su catlogo (en serio!). Cada premio literario concedido o ganado por una mujer es criticado y hundido por la sospecha de obedecer a una cuota, y no a la calidad literaria de su protagonista. Los sanedrines literarios y culturales siguen dominados por los hombres. Y pese a todo, las mujeres leen ms, escri-ben cada vez ms y mejor, y el panorama literario se llena de novedades escritas por mujeres y que todos los hombres sen-satos desearan no slo leer, sino incluso haber firmado.

    Y si nos detenemos en los aspectos socia-les de la desigualdad, los datos y las evidencias son ya arrolladores. La depen-dencia result ser qu sorpresa! una

    dedicacin casi exclusivamente feme-nina. Su desmantelamiento ha causado graves daos a millones de mujeres que permanecan unidas a sus maridos o hijos enfermos, gratis, sin costarnos nada al Estado, o sea, a todos y cada uno de noso-tros. Entre los jvenes brotan de nuevo impulsos primarios porque el avance de la mujer es imparable, su independencia corre, su criterio vuela, su carcter puede crecer por fin ajeno a dominaciones pre-tritas y arcaicas. Y por supuesto est la violencia de gnero, mucho ms que una lacra, una epidemia social cuyo vrtice conocido son los asesinatos machistas, pero que tambin supone tener miedo; o aceptar la humillacin insolente del tipo al que has dejado; o ese reproche inquietante; o esa oscura sensacin de soledad cuando caminas a solas por la noche por una calle desierta; o la angus-tia de no poder decir no cuando quieres hacerlo; o someterte a una mirada ms que clida de un superior jerrquico; o aguantar presuntos piropos que son fra-ses sucias; o creer que vales menos que tu pareja y actuar como si as fuera por-que en casa el sueldo ms importante es el masculino; o renunciar a una vida labo-ral cuando llegan los hijos; o tener lista la casa y la comida y disponer el responso del guerrero.

    Las manifestaciones de la desigualdad de gnero nos rodean y apabullan. Y sin embargo, insisto, se cuestionan, se discuten, se critican las medidas y los planteamientos dedicados a conseguir una sociedad ms justa y con ms equi-dad y menos miedo. Quin tiene miedo al cambio? El paraso, si existe, no es el mundo desigual en que vivimos.

    En este sentido, hay diversas propuestas que quizs podran contribuir a sosegar un debate necesario. Y tambin a con-ciliar una visin mucho ms objetiva e imparcial de las cuestiones de gnero. La primera tiene que ver con el conoci-miento. La segunda, con la empata.

    Para saber de lo que se est hablando, hay que estudiar primero. No se sabe

    La lectura del devenir, la memoria del futuro, tiene un mucho de juicio

    sobre el presente elaborado en clave de profeca de salvacin o condena.

  • 46

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    de gnero por ser mujer, sin ms, ni es uno un ignorante en la materia por ser un hombre. Basta con tener ganas de aprender y cierta curiosidad personal e intelectual. No se puede ver el gnero como una abstraccin, y mucho menos como una invencin. Las diferencias exis-ten, y todos los informes internacionales ya incluyen la evaluacin especfica de la igualdad entre hombres y mujeres y de sus avances. A quienes siguen negando la mayor (y muy especialmente a las mujeres que se siguen viendo al margen de todo esto), les recomiendo la lectura atenta de Caitlin Moran y su divertido libro Cmo ser mujer:

    Necesitamos recuperar urgentemente la palabra feminismo. Cuando las estads-ticas sealan que slo un veintinueve por ciento de las mujeres norteamericanas se describan a s mismas como feministas, y slo un cuarenta y dos por ciento de las britnicas, yo sola pensar: Qu creis que ES el feminismo, seoras? Qu aspecto de la liberacin de la mujer no va con voso-tras? Es el derecho al voto? El derecho a no ser una propiedad del hombre con que te casas? La campaa por la igual-dad de salarios? El Vogue de Madonna? Los vaqueros? Todo esto tan cojonudo TE PONE DE LOS NERVIOS? O Slo ESTABAS BORRACHA EL DA QUE TE HICIERON LA ENCUESTA?

    De la misma manera que nos lanzamos a internet, a las libreras y a los quioscos de prensa a leer vorazmente cualquier cosa que nos permita comprender la crisis poltica, la guerra de Siria, los problemas de Venezuela, los avances cientficos, cmo usar las nuevas tecnologas y un sinfn de cuestiones similares, defiendo y propongo la necesidad de poseer un conocimiento relativamente slido sobre feminismo y gnero, seamos hombres o mujeres, y basado en fuentes expertas. La desigualdad existe, y conviene acercarse a este planteamiento desde la objetividad necesaria, desprovistos de prejuicios, y con la sana y amable intencin de apren-der de quienes saben. Exactamente igual que hacemos con otros temas que nos

    interesan. Al fin y al cabo es algo que est presente en nuestra vida cotidiana, y que interviene en nuestras relaciones de pareja, en la educacin de nuestras hijas, en el desarrollo personal y profesional de nuestras amigas, en la vida quizs ltima de nuestras madres. Tantas cosas impor-tantes deberan hacernos pensar sobre la necesidad de saber un poco ms del tema, creo yo.

    La segunda proposicin tiene que ver con la empata. Ana Llurba publicaba hace unas semanas un interesante artculo en AHORA Semanal titulado En la piel del otro. La ficcin como motor de la empata. Un artculo que defiende lo mismo que se plantea en este texto sobre la utopa del hombre feminista: el poder de la litera-tura y muy especialmente de la ficcin literaria para conseguir que nos ponga-mos en la piel del otro.

    Leamos, pues, a las mujeres. Llenemos nuestras estanteras con los libros que estn ausentes: Cumbres borrascosas, La grieta, Jane Eyre, Nada, Olvidado Rey Gud. Asaltemos las bibliotecas en busca de Margaret Atwood, de Judith Butler, de Virginia Woolf, de Gioconda Belli, de Selva Almada, de Claudia Salazar. Leamos y leamos y sintamos qu ocu-rre cuando eres mujer. Qu pasa por tu cabeza. Qu dificultades invisibles exis-ten. Qu muros te atrapan. Qu redes te atan. Como escribe Chimamanda Ngozi Adichie en su librito Todos deberamos ser feministas, obligatorio por cierto en las escuelas suecas: Feminista es todo aquel hombre o mujer que dice: S, hay un problema con la situacin de gnero hoy en da y tenemos que solucionarlo, tenemos que cambiar las cosas. Y tene-mos que cambiarlas entre todos, hombres y mujeres.

    La utopa del hombre feminista es la uto-pa del cambio hacia una sociedad ms justa. De lo contrario no sera una utopa. Por eso merece la pena. La mitad del cielo nos espera.

  • 46

    Se cuestionan, se discuten, se critican las medidas y los planteamientos dedicados a conseguir una sociedad ms justa y con ms equidad y menos miedo. Quin tiene miedo al cambio?

  • 48

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    CAPITALISMO CANALL A (SEIX Barral, 2015) es la nueva entrega del socilogo Csar Rendueles, un libro que explica la historia del capitalismo, del mercado laboral y la prctica poltica, a travs de un recorrido por aquellas lectu-ras cuyo sedimento ha ayudado al autor a enfrentarse a los dilemas de un tiempo, una cartografa literaria que ejemplifica las variables econmicas y polticas del acontecer y que, por lo tanto, ayuda a entender el lugar que debemos ocupar como ciudadanos activos.

    Tal como indica en el prlogo, con Capitalismo canalla ha intentado tra-zar una crnica ficticia de los dilemas polticos de nuestro tiempo mediante novelas, poesas y obras de teatro. La literatura puede llegar a influir hasta tal punto que nos haga dudar sobre nuestra identidad poltica? Puede llegar a tener esa capacidad ms all de la habilidad para testimo-niar un tiempo o ser memoria?Nunca me ha interesado mucho la lite-ratura comprometida o explcitamente poltica. Me parece que la ficcin no resulta de gran ayuda para explicar la realidad social. Para lo que son ms ti-les las novelas, las poesas y las obras de

    teatro es para sacar a la luz el modo en que percibimos y sentimos esa realidad, son puertas traseras muy eficaces a nues-tra subjetividad. As que tampoco tengo mucha confianza en la capacidad movili-zadora de la literatura. De hecho, a veces los libros, los buenos libros, pueden ser extremadamente alienantes. Lo que s es verdad es que cuando, por el motivo que sea, decidimos cuestionar la facticidad sedimentada que nos rodea, la literatura puede servir como una especie de anabo-lizante que intensifica esa experiencia.

    En diversos momentos del libro, alude al modelo de convivencia social en el que nos encontramos inmersos, una sociedad que necesita ser transfor-mada, demasiado opaca, y desde la que somos incapaces de poner en mar-cha los procesos de transformacin social que estn a nuestro alcance. Esa especie de inercia en la que nos encontramos sumidos, viene deter-minada y medida exclusivamente por el mercado?Hay un bonito ensayo de Adorno que se titula Minima moralia y que tiene un sub-ttulo muy evocador: Reflexiones desde la vida daada. Me resulta sugerente por-que es una especie de reconocimiento de

    Entrevista a Csar RenduelesCristina Consuegra

    Si entregamos nuestras vidas a los expertos no vamos a encontrar eficacia y racionalidad, slo subordinacin

  • 48 49

    Nmero 19 Enero 2016

    un malestar compartido que a veces no sabemos expresar muy bien. Y que creo que tiene que ver no tanto con lo mal que vivimos como con lo mucho mejor que podramos vivir, porque est a nuestro alcance material, social y culturalmente. Ese es precisamente el problema de la sociedad de mercado, que ciega esas posibilidades de mejora colectiva por-que restringe nuestra soberana poltica al convertir el afn de lucro individual en la clave del entramado social.

    En el captulo primero Robinson Crusoe y el capitalismo canalla revisa el nacimiento y evolucin del mercado y sus consecuencias en la sociedad. En este captulo, escribe: El mercado libre no es el resultado espontneo de un instinto empren-dedor innato en la especie humana. Hasta la modernidad, ninguna civi-lizacin ha sido tan idiota como para apostar su propia superviven-cia material a la ruleta comercial.

    Qu mecanismo ha posibilitado esta entrega total al poder econmico?No creo que haya un slo mecanismo que explique ese cambio. La transicin al sistema mercantil ha sido un proceso histrico complejo y de largo recorrido en el que han influido factores financieros, polticos, demogrficos, culturales, tec-nolgicos y religiosos. Pero, como explic Karl Polanyi, el resultado ha sido un sistema en el que el mercado se ha inde-pendizado del resto de relaciones sociales y las ha sometido. En la mayor parte de sociedades la economa slo puede ser identificada como un momento de otro tipo de procesos: familiares, religio-sos La racionalidad econmica est as modulada por consideraciones normati-vas de otro orden. En nuestra sociedad ocurre lo contrario: nuestras expectativas polticas y morales estn limitadas por el imperio del mercado.

    En este mismo apartado, escribe sobre la domesticacin de las instituciones

    Csar Rendueles

  • 50

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    sociales, su sometimiento al mer-cado y lo que es ms peligroso, cmo ste se ha metido en nuestras venas, cmo forma parte de cada latido. Hay vuelta atrs?S, claro que la hay. Estoy muy seguro porque es algo que ya ha ocurrido en el pasado. El capitalismo es un sistema muy complejo que solemos caricaturizar. En algunas de sus modalidades, como los estados de bienestar escandinavos, ha convivido con procesos de desmercan-tilizacin parcial bastante ambiciosos. No idealizo el keynesianismo fordista, pero me parece importante recordar que despus de la Segunda Guerra Mundial las clases trabajadoras abrieron caminos de transformacin social que muy poco antes parecan imposibles y que si dca-das despus se abandonaron fue a causa de una derrota poltica, no de su inviabi-lidad prctica.

    En el captulo de cierre, y en relacin con la burbuja inmobiliaria espaola, dice, El capitalismo se nos meti en el cuerpo como una enfermedad infec-ciosa. Y nos lo llevamos a nuestra casa y a nuestro trabajo. Cmo impedir nuevas burbujas que incrementen el suelo de pobreza y genere individuos frgiles, vulnerables?En realidad, es relativamente sencillo. De nuevo, sabemos cmo hacerlo por-que ya lo hemos hecho, Keynes hablaba

    de la eutanasia del rentista. Para eliminar las formas ms monstruosas y dainas de especulacin seguramente bastara con gravar levemente las transacciones financieras. Existen tambin propues-tas perfectamente viables para acabar con el capitalismo patrimonial, como el impuesto mundial sobre la riqueza de Thomas Piketty. El sustrato poltico de cualquier iniciativa en esa direccin es la comprensin de que el igualitarismo es un elemento esencial de la democra-cia, que hay niveles de desigualdad que son completamente incompatibles con la organizacin democrctica de una sociedad.

    En Gente balda y usureros del tiempo, propone una profunda y urgente reflexin sobre la condicin laboral en la actualidad. El modelo profesio-nal nos aleja de nuestra condicin humana, de habilidades relaciona-das con el cuidado y la crianza, como si esta sensibilidad fuera nociva para lo profesional. Qu efecto tiene esa impermeabilidad en las relaciones interpersonales? Por qu el mercado laboral se empea en generar indivi-duos infelices e incompletos?El mercado de trabajo funciona como una homogeneizadora social que iguala toda clase de actividades y le confiere o no el estatus de trabajo en funcin de un nico criterio: la remuneracin. Para algunas cosas funciona razonable-mente bien, para otras increblemente mal. Creo que necesitamos dotarnos de las herramientas necesarias para llevar la democracia tambin al mbito labo-ral. O sea, crear un marco institucional para decidir qu es trabajo y qu no y que mecanismos empleamos para deci-dir quin lo realiza y en qu condiciones. Lo que hacen los especuladores no es tra-bajo en ningn sentido razonable, justo al contrario que el trabajo de cuidados no asalariado, tambin hay labores penosas que seguramente tendramos que com-partir. Ese objetivo no se puede conseguir con una nica herramienta mgica sino a travs de una pluralidad de interven-ciones contingentes que apuntan en

    Nunca me ha interesado mucho la literatura comprometida o explcitamente poltica. Me parece que la ficcin no resulta de gran ayuda para explicar la realidad social.

  • 50 51

    Nmero 19 Enero 2016

    esa direccin: topes salariales, subsi-dios no condicionales, cogestin de las empresas, intervenciones pblicas des-mercantilizadoras, prestaciones sociales obligatorias

    Por qu el mercado ha sumado tareas innecesarias al significado del trabajo?Porque trata el trabajo como algo que no es, como una mercanca. Polanyi deca que en nuestra sociedad el trabajo era una mercanca ficticia, una falsa mer-canca, porque era una forma de designar las propias capacidades humanas, que no haban sido creadas en el mercado ni para el mercado.

    En la lucha final, escribe: Desde el capitalismo la emancipacin slo puede venir de un proyecto construc-tivo y La democracia no tiene tanto que ver con ponerse de acuerdo como con pensar en comn. Qu podemos hacer para lograr ese sumatorio de fuerzas, ese pensamiento solidario y sinrgico?Creo que la gran victoria del neolibera-lismo fue convertirnos en sociedades frgiles e individualistas. No estoy muy seguro de cmo se sale de ah. Hay cierta espontaneidad del vnculo social que es irrebasable. Lo que s que podemos hacer es tratar de extender y fortalecer las ins-tituciones que median en las distintas dimensiones de la vida ciudadana: coope-rativas y sindicatos en el mbito laboral, grupos vecinales y profesionales, redes de afinidad, asociaciones educativas

    La vieja prctica poltica muestra dificultades para llegar a una parte de la ciudadana que ser responsa-ble de parte del futuro, incluso, para entender el propio acontecer. La imposibilidad de emplear el lenguaje del presente para nombrar e imaginar el mundo nuevo que llevamos en los corazones. Hasta cundo aguanta-rn estas arcaicas variables?A lo que me refera es a que las tradiciones emancipatorias clsicas infravaloraron las dificultades que tenemos para pensar

    un escenario de ruptura radical. Creo que es perfectamente razonable que sea as, hay un conservadurismo antropolgico con aspectos muy saludables y que es una fuente de resistencia al capitalismo. Santiago Alba Rico suele decir que un proyecto de izquierda factible tiene que ser revolucionario en lo econmico, refor-mista en lo institucional y conservador en lo antropolgico. Estoy de acuerdo.

    Usted describe ampliamente la actual organizacin del trabajo, organiza-cin creada al amparo de la ptica capitalista. El Esclavismo no es un residuo del mundo antiguo, sino un elemento central del desarrollo capi-talista. Cmo se puede combatir estas prcticas indignas?En esa frase hablaba de un hecho his-trico concreto y bien conocido: la servidumbre y el esclavismo desempea-ron un papel esencial en el desarrollo del sistema econmico capitalista. Con eso no quiero decir que el trabajo asalariado sea una forma de esclavismo, porque es

  • 52

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    evidente que son realidades completa-mente diferentes. Pero creo que pensar en ese pasado nos ayuda a entender la exoticidad del trabajo asalariado y tal vez a imaginar alternativas.

    Cmo separar lo poltico de lo econmico?Para m la cuestin es ms bien cmo someter lo econmico a la poltica democrtica. La mayor parte de los economistas ortodoxos insisten en la necesidad de despolitizar las decisio-nes econmicas, es decir, proponen que esas decisiones se tomen sobre una base puramente tcnica. Por eso se supone que los presidentes de los bancos centra-les actan con independencia del poder poltico. Es una falacia, por supuesto. Lo que ocurre es que cierto tipo de poltica, elitista y plutocrtica, est incrustada en los fundamentos mismos de las teo-ras econmicas dominantes, con lo que la defensa de esos intereses parece un asunto puramente tcnico. Si entregamos nuestras vidas a los expertos no vamos a encontrar eficacia y racionalidad, slo subordinacin.

    Queda alguna revolucin sostenible?Bueno, creo que la izquierda clsica se obsesion demasiado con las dimen-siones atlticas del cambio poltico. La pica de las barricadas y las manifesta-ciones. A m lo que me interesa ms es saber qu pasa el da despus, cuando la gente vuelve a sus casas, o sea, los aspectos concretos de la transformacin poltica: Habr permisos de paternidad? De qu duracin? Y transporte privado? Existirn crditos inmobiliarios? Y sis-tema parlamentario? Prohibiremos el agua embotellada? Cosas as.

  • 52 53

    Nmero 19 Enero 2016

    Para eliminar las formas ms monstruosas y dainas de especulacin seguramente bastara con gravar levemente las transacciones financieras.

  • 54

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    ESTOY HABLANDO DE UN TRAMO DE CARRETERA LOCAL DE UNOS 23 kilmetros que une dos pequeas poblaciones, con prcticamente ni un metro llano. El cordn de asfalto, un cordn muy gastado y des-hilachado salvo reparaciones puntuales que simulan oscuras nubes desplomadas, slo sube o slo baja; un cordn que ata colinas y alto-zanos, promontorios, hondonadas, arroyos secos que cada mucho se atorrentan. Un cordn que apenas te sujeta al terreno si no eres un veh-culo, si caminas por l, debido a la ausencia de arcenes practicables. O si corres. Siguiendo las instrucciones de las ordenanzas de trfico, yendo a pie, desplazndote a pie, debieras enfrentar al trfico desde tu izquierda, esto es: una ordenanza establece el punto de vista inicial, el sentido de la marcha; la perspectiva del hombre.

    En mitad del pramo, en mitad del terreno ms inhspito, siempre brota un reglamento.

    Estoy hablando de un tramo de carretera local que slo puede ser adjeti-vado, desde el punto de vista de un conductor, como de tramo de mierda. Uno circula, se come un bache tras otro, el alquitrn se deshace bajo los neumticos, diluido en grasa sucia y agua sucia y tierra, cae de repente el peralte. El agujero que ayer no estaba lo est hoy, chirra entonces cualquier esquina inesperada de la carrocera, y el conductor siem-pre sorprendido slo alcanza a exclamar entre grieta y resalte, Vaya mierda de carretera. El arreglo, el pasado, el presente, el futuro, claro est, depende del dictado de alguna norma que no se dicta, o que ha sido dictada de modo insuficiente o a destiempo: esencialmente la cali-ficacin de la norma, de cualquier norma, sera a destiempo.

    El tiempo del hombre regido por la norma es un tiempo a destiempo.

    Vestidos con ropa deportiva, un grupo de hombres corre por la carretera de mierda. Hace unos aos, preparando un maratn, uno de ellos tuvo la ocurrencia de hacerlo para llegar a la casa de unos familiares. Pens que no era mala idea aprovechar el viaje para probar un entrenamiento exigente; pidi que su familia lo dejase al principio del tramo para correr

    NenikkamenFelipe R. Navarro

    Abogado y escritor.

  • 54 55

    Nmero 19 Enero 2016

    desde ah hasta el lugar en el que todos se reuniran. Durante dos horas subi y baj mientras los escasos coches lo esquivaban y l sudaba y contemplaba los cambios de color del terreno y del cielo, el estado de los cultivos, los ani-males rebuscando entre la rala hierba de los campos de olivos. Un tiempo sin testigo y aislado, sin cobertura de tel-fono por la compleja e improductiva orografa. Es de suponer que antes de la carretera de mierda el trazado corresponda quizs a un camino de mierda, hecho de pasos reiterados y lleno de roderas secas. O quizs no, quizs el antiguo camino circulaba por espacios distintos, atrave-saba de modo diferente las colinas por su pendiente ms larga y suave, permita una distinta perspectiva de los paisajes; ahora abandonado, la naturaleza habr recuperado el espacio y lo habr llenado progresi-vamente de malezas; de olvido.

    El tiempo del hombre genera la ilusin de conquista de un espacio.

    Despus de aquel entrenamiento, duro, exigente, ideal para afinar las piernas frente a la exigencia de un maratn, el hombre lo comenta con otros compaeros. Ante el buen resultado de aquella carrera, para pre-parar la siguiente decide repetirlo, y alguien ms decide acompaarlo. Y luego otros. No necesitan ser amigos, ni conocerse mucho de antes. Uno slo conoce a otro que, y que tambin: el origen de una comuni-dad es un empeo comn. Un empeo solitario realizado junto a otros. Los hombres corren junto a la gastada lnea de pintura, van uno detrs de otro pues no hay espacio para otra cosa. No charlan, salvo alguna palabra aislada, algn nimo, alguna queja, alguna broma. No pueden ser localizados, no van a poder ser controlados o vigilados, durante un lapso de espacio y de tiempo, y ello en un tiempo, una poca, de ultra control, de monitorizacin y localizacin continua. Un tiempo tomado por el anlisis, un anlisis permitido por la sobreabundancia de datos sin relato; el nmero de relatos posibles, sin embargo, no ha aumentado, ni tampoco su tipo. Su variedad permanece inalterada.

    El hombre se desplaza para la conquista o el mensaje, en el caso de que ambos sustantivos no pertenezcan al mismo campo semntico.

    La polisemia genera poticas: tambin para el sustantivo tiempo. El hombre pretende conquistar el espacio y prolongar esa conquista en el tiempo, y genera el relato, la narracin, de ese intento. La conquista adquiere sentido con la transmisin del mensaje, del relato que la cuenta, que la anuncia. Por la ondulante llanura que une Atenas con Maratn un hombre corre. Es un guerrero, un mensajero: ambos sus-tantivos pertenecen al mismo campo semntico. Corre para contar, y esa carrera, ese habitar el espacio durante el mnimo tiempo posible contar a tiempo supone conquistar ese espacio. El gran relato reclama su repeticin: es asimilable a un sendero formado por la reiteracin de pisadas que impiden el crecimiento de la hierba. Llegado un tiempo, como anuncia Borges, no ser el hecho sino su relato, el mensaje, lo

    Estoy hablando de un tramo de carretera local que slo puede ser adjetivado, desde el punto de vista de un conductor, como de tramo de mierda.

  • 56

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    que se recuerde y repita: narrar. Contar convierte a hecho y relato en eventuales sinnimos. La conquista, la ocupacin, la habitacin, son enumeraciones, son enumerables. Las enumeraciones generan mitos, construyen metforas. Las metforas sobre acontecimientos fsicos o hazaas deportivas son lugares comunes, son topoi. El topos, el lugar comn, es una construccin espacio-temporal exigida de una primera conquista fsica, de una ocupacin o habitacin primeras, seguida de un mensaje en relato: su construccin depende de su sugestin, de su utilidad potica, de su capacidad metafrica y mtica, y ello hasta el lmite de la banalizacin o dilucin de su inicial sentido. La hermosura de la apertura de un camino, de lo que ser un camino, caminarlo por vez primera, de hollar por vez primera un paisaje y apropiarnos de una indita perspectiva, acaba finalmente emparedada tras un agrietado reglamento que pretende gobernar sin posibilidad de reflexin, esto es, doblegar, el espacio y el tiempo que pretenden narrar. El asfalto es la evidencia fsica de la mutacin del camino en topos. El asfalto regla-menta la narracin del viaje, da por supuesto, aniquilndolo, el sentido del viaje.

    El lugar comn, el topos, fue antao un espacio fsico y temporal ahora abandonado. Su relato ha renunciado a la transmisin de mensaje, a su potica, a su capacidad mtica.

    Es el tiempo del ultracontrol. Los grandes viajes y los grandes viajeros slo son ya narraciones ms o menos legendarias. Es la sociedad de la ultraconexin, de la vigilancia permanente, de la libertad panptica. La sociedad ultracomunicada del silencio en red. El tiempo de banaliza-cin de los mensajes y por tanto de las hazaas narradas por estos se ha acortado hasta hacerse casi imperceptible. La sustitucin del hecho por su inmediata narracin elimina la fisicidad y elimina el contacto entre transmisores y receptores y produce una permanente falsificacin de la experiencia. El cansancio de la conquista espacio-temporal no es ahora un cansancio fsico, el habitar no es un hollar de modo continuo, sino su recreacin digital. La construccin del topos prescinde pre-tende prescindir o se multiplica la idea de que sea posible prescindir, ya, del directo conocimiento contemplativo, en beneficio de una virtual rapidez nerviosa, histrica, sin objetivo. Todo ello hace desaparecer el aspecto fsico del programa utpico. Por ello, la imagen de un grupo de hombres corriendo casi en sielncio y en fila por una carretera, un espacio reservado a las mquinas, hombres aislados del ruido digital, conectados fsicamente al paisaje por su propia mirada y conectados fsicamente entre s, solidarios, por compartir el mismo el mismo obje-tivo, una comunidad de sentido, deviene metfora, acontecimiento

    La sustitucin del hecho por su inmediata narracin elimina la fisicidad y elimina el contacto

    entre transmisores y receptores y produce una permanente falsificacin de la experiencia.

  • 56 57

    Nmero 19 Enero 2016

    extraordinario. Hasta las utopias sociales venan tradicionalmente a exigir una transformacin del espacio fsico, que la virtualizacin, la comunidad en red, la hiperconectividad y el ultra control generados desde la consciencia de, y el miedo a, una incertidumbre y volatilidad extremas, aspiran ahora abolir. Se sustituye la experiencia sensorial directa por su recreacin en laboratorio: todo como si. La conforma-cin del nuevo paradigma utpico del ultracontrol no es un proyecto explcito, y sin serlo va hollando los caminos antiguos y asfaltndolos mediante la hiper normativizacin. Cada Me gusta es una aceptacin de condiciones de un nuevo contrato social sin objeto declarado. La sociedad digital viene a conformar la primera utopa con ausencia del hombre, el hombre es el obstculo a su establecimiento porque genera riesgos. Aumentar la predictibilidad de su comportamiento, normativi-zarlo hasta lo extenuante, mejora el control con bajo riesgo de revuelta y permite su transformacin en cliente. Las grandes exploraciones huma-nas ya han sido acometidas, esto es, el esfuerzo individual frente al, contra el, medio fsico, y su narracin. Ahora la proeza, que antao pareca surgir de una necesidad que se oculta ahora tras capas de eti-quetado, slo se financia si puede ser narrada para su posterior venta. Convencido por la tcnica de que las experiencias extremas de auto-conocimiento se extinguen, el hombre es orientado hacia la tecnofilia, que no es sino otra nueva manifestacin del ultracontrol. El compor-tamiento de la mquina mejora con la sobreabundancia de datos que le permitan un permanente anlisis predictivo. El miedo a la mquina, s, tambin forma parte de los topoi, pero por vez primera abandona el terreno de lo distpico, de lo fantstico, para presentarse corpreo una irona mientras lo digital busca prescindir al mximo de lo corporal ante nosotros. Frente a ello situemos el grupo de hombres tomando una carretera local en mal estado para entrenar una carrera que recrea y con-memora la entrega de un mensaje; el aislamiento y esfuerzo fsico que implican la transmisin de un mensaje, la construccin de un sentido real para la extenuacin del hombre. Ello es un episodio tan resistente al anlisis de la mquina como, por ejemplo, un hombre aislado en una cabaa entregado a la reflexin y el caminar ambas actividades pertenecen al mismo campo semntico. Cuando todo ha sido hecho y banalizado y vendido, sometido a produccin masiva, pero las histo-rias a narrar no han aumentado, slo restara como posibilidad utpica la reconquista de los espacios habituales, la perspectiva de una nueva mirada fsica sobre ellos, la reconstruccin del mensaje que los cuenta, el nuevo llenado de sentido, las nuevas poticas: la re-narracin de los topoi.

  • 58

    pArAdigmA Revista Universitaria de Cultura

    NO HE PERDIDO UN EMPLEO, HE perdido un oficio, atinaba a decir Alejandro Vctor Garca, uno de los mejo-res periodistas espaoles de nuestro tiempo cuando fue despedido de El Pas Andaluca aos atrs.

    Sin oficio ni empleo, los trabajadores de la industria periodstica espaola se enfrentaban, a comienzos del siglo XXI, con una precarizacin laboral que inclua e incluye salarios cada vez ms bajos, horarios cada vez ms largos y flexibles, as como la consolidacin de un dogma, el de la lnea editorial de cada medio que exclua la clusula de conciencia y a veces incluso el respeto al secreto profesional de los informadores.

    Soy uno de los dinosaurios que acecha bajo la cama de Augusto Monterroso. Quiero decir que pertenez