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HOY… ESTOY A TU PUERTA Y LLAMO «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20) Es posiblemente el verso más hermoso de la Biblia. Sin duda alguna el más misterioso, un auténtico prodigio de creación literario-teológica (…) Hace ya muchos años, un célebre comentarista del Apocalipsis dijo que había que explicar este texto después de haberlo experimentado: «Que un corazón que haya gustado esta dulce y mutua comunicación en el secreto de su corazón haga el comentario de estas palabras» (Bossuet) (…) El texto está dotado de una ingente hondura humana (…) Siendo favorecedor privilegiado de una honda contemplación humana, podrá el texto consecuentemente desvelar su grandeza divina. (FRANCISCO CONTRERAS MOLINA (+), Estoy a la puerta y llamo. Sígueme, Salamanca. 1995) 1. HOY EL SOL Y LA GRACIA La gracia es el sol de nuestras vidas, pero un sol sin ocaso. Cuando duermes, el sol también te acaricia. Cuando despiertas, el sol es el primero en saludarte. Cuando velas, el sol te acompaña. Cuando trabajas, el sol te inspira. Cuando te fatigas, el sol te conforta… ¡Oh! Sol, no dejes de besar mi espíritu. La gracia es madrugadora, siempre madruga. Gracias. La gracia está despierta y vela. Nunca descansa. Gracias. La gracia se anticipa, llega antes que el pecado. Gracias. Lo vemos claro en María Inmaculada. Fue el gran misterio de la misericordia divina, un misterio de amor y de esperanza. Podemos afirmado también de toda criatura humana. Lo primero fue el beso de Dios, después vendría el veneno 1

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HOY… ESTOY A TU PUERTA Y LLAMO

«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20)

Es posiblemente el verso más hermoso de la Biblia. Sin duda alguna el más misterioso, un auténtico prodigio de creación literario-teológica (…) Hace ya muchos años, un célebre comentarista del Apocalipsis dijo que había que explicar este texto después de haberlo experimentado: «Que un corazón que haya gustado esta dulce y mutua comunicación en el secreto de su corazón haga el comentario de estas palabras» (Bossuet) (…) El texto está dotado de una ingente hondura humana (…) Siendo favorecedor privilegiado de una honda contemplación humana, podrá el texto consecuentemente desvelar su grandeza divina.

(FRANCISCO CONTRERAS MOLINA (+), Estoy a la puerta y llamo. Sígueme, Salamanca. 1995)

1. HOY

EL SOL Y LA GRACIA

La gracia es el sol de nuestras vidas, pero un sol sin ocaso. Cuando duermes, el sol también te acaricia. Cuando despiertas, el sol es el primero en saludarte. Cuando velas, el sol te acompaña. Cuando trabajas, el sol te inspira. Cuando te fatigas, el sol te conforta…

¡Oh! Sol, no dejes de besar mi espíritu. La gracia es madrugadora, siempre madruga. Gracias. La gracia está despierta y vela. Nunca descansa. Gracias. La gracia se anticipa, llega antes que el pecado. Gracias. Lo vemos claro en María Inmaculada. Fue el gran misterio de la misericordia

divina, un misterio de amor y de esperanza. Podemos afirmado también de toda criatura humana. Lo primero fue el beso de

Dios, después vendría el veneno humano. Y aún después, lo primero que los padres transmiten a sus hijos es un legado de amor; lo primero, una genética de comunión. Es verdad que después se acumulan otros genes de avaricia y violencia, de placer y de muerte (Eros-Thanatos), pero el núcleo primero fundamental es el don, la capacidad de apertura y relación. El hombre está hecho de amor y para amar, por eso nos parecemos a Dios. Cuando un ser humano es engendrado, hay en él más gracia que pecado.

El poder de la gracia

La gracia es más poderosa que el pecado, porque toda gracia nace en Dios. El hombre que se apoya en la gracia lo puede todo.

Pero el pecado también es poderoso y también vigila. Puede originar desastres pavorosos. Y tiene una gran capacidad de engaño, de seducción y fascinación. Se viste de luz, llámese libertad, llámese felicidad, llámese poder. Caín lo sintió en su alma: «A la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia» (Gn 4,7)

Una codicia insaciable. El pecado, por cada ración de felicidad que te ofrece, te exige parte de tu libertad y de tu alma, hasta convertirte en un verdadero esclavo.

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Pero la fiera no es invencible. «Tú la tienes que dominar» (Gn 4,7) Y si tú solo no puedes, como explicaba Pablo (cf. Rm 7,15-20), puedes apelar al poder de la gracia. «¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!» (Rm 7,24-25) Gracias por tu gracia liberadora, Señor Jesús.

Puede la gracia. Si «en cada gota de agua hay más de Dios que de agua» (Pascal), en cada célula humana hay más de gracia divina que de pecado. Es cuestión de saberlo reconocer –la fe– y de quererla aceptar –amor–.

Hoy es un día de gracia

Conocemos la historia de los jubileos y los años de gracia. Eran años maravillosos, en los que se abrían las fuentes del perdón y de la liberación para todos. Pero había que esperar el cumplimiento de los siete años, de manera parcial, o de los cincuenta años, de manera plena.

Era mucho esperar. Por eso los profetas anuncian una apertura de fuentes perennes. «Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de misericordia (…) Habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén» (Za 12,10; 13,1)

Hoy se cumple esta Escritura (Lc 4,21)

Fue el gran anuncio de Jesús. Ya no hay que esperar más años ni más días. ¡Hoy! Hoy se cumplen los anuncios litúrgicos y las promesas proféticas. Hoy se abre la fuente de la gracia y la misericordia, y ya no se cerrará. Hoy se proclama el Año de la gracia, y ya no se clausurará. Hoy es Jubileo Santo permanente. Hoy puedes lavarte en las aguas del perdón. Hoy puedes saciarte de las aguas del amor. Hoy «sacaréis aguas con gozo de los hontanares de salvación» (Is 12,3) Y ese día, hoy, «daréis gracias a Yahveh porque ha hecho algo sublime, y daréis gritos de gozo y de júbilo porque está en medio de ti el Santo de Israel» (cf. Is 12, 4-6)

En Jesucristo

Ahora lo podemos decir más claramente. • La gracia de Dios es Jesucristo. • La salvación de Dios es Jesucristo. • El perdón de Dios es Jesucristo. • La misericordia de Dios es Jesucristo. • El agua de purificación es Jesucristo. • El agua de la satisfacción es Jesucristo. • Los hontanares de la salvación están en Jesucristo.• La fuente de la gracia es el Corazón de Jesucristo.

Y del Corazón, ríos. Ríos de bendición y misericordia, ríos de gracia y ternura, ríos de liberación y de amor.

Y el Jubileo es Jesucristo. Todo Año Santo es Jesucristo. Todo día de gracia es Jesucristo. El Día siempre es Jesucristo. «Principio y Último, Alta y Omega, el que vive»

(Ap 1,18); «Jesucristo es el mismo, ayer y hoy y siempre» (Hb 13,8)

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«EL DÍA MÁS BELLO, HOY» (M. Teresa de Calcuta)

• La hora más dichosa, ésta. • El recuerdo más gratificante, Cristo. • La realidad más plenificante, Cristo, • La esperanza más ilusionante, Cristo. • El Cristo encontrado en Navidad. • El Cristo presente en el Pan, la Palabra y los Pobres (3 «P») • El Cristo esperado en la Pascua. • Pues él está ahí, a la puerta.

2. CARPE DIEM

Aprovecha la oportunidad. «Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios (…) Mirad ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación» (2 Co 6, 1-2; cf. Is 49,8) Aún humanamente hablando, es bueno decidir ya: «No nos ha sido dada una voluntad susceptible de aplicarse al porvenir (…) La parte de la voluntad que es eficaz lo es de forma inmediata, no el esfuerzo que se proyecta hacia el porvenir» (SIMONE WEIL, A la espera de Dios, Ed. Trotta, 1993)

Hoy quiere el Señor regalarte. Aprovecha la ocasión. No lo dejes para mañana. El Señor es más amigo del hoy que del mañana. Repasa el Evangelio y verás que Jesús gusta de la respuesta inmediata.

Los « Hoy» evangélicos

• Llama a Mateo ya: «Al pasar, vio a un publicano llamado Leví, sentado en despacho de impuestos, y le dice: Sígueme. Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió» (Lc 5,27-28; Mc 2,14)

• Llama a Zaqueo con urgencia: «Zaqueo, baja enseguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó enseguida (…) Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Lc 19,5-6.9)

• Cuando llama no acepta dilaciones.– «A otro dijo: Sígueme. Él respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús le dijo: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Le 9,59-62)

• Cuando envía a evangelizar, no quiere entretenimientos: «Id (…) y no saludéis a nadie en el camino» (Lc 10,4)

• Desea con pasión la llegada del Reino del amor:– «He venido a traer fuego a la tierra y ¡ojala estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo ¡Y qué angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12,49-50)

• Cuando habla de premios, no los deja para mañana: «Yo te aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43)

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Mañana: «Cras - Cras»

Nosotros parece que preferimos el mañana. Nos cuesta decidimos y vamos dejando los compromisos para más tarde. Una corruptela muy sonada en la historia de la Iglesia fue el dejar el bautismo para más tarde; algunos lo dejaban incluso para la hora de la muerte. Había, claro, explicaciones, no justificaciones. S. Agustín en algún momento se hace eco de esta costumbre.

El mismo S. Agustín tiene un comentario muy sugestivo sobre el problema de las dilaciones:

«La cantinela de cada día: El día de hoy llega a su fin; mañana volveré a ser como hoy, pues aún no es el último día, y así al día siguiente. Hermano, no tardes en convertirte al Señor. (Eclo. 5,7)

Hay quienes piensan en la conversión, pero la difieren de un día para otro; es la voz del cuervo: cras, cras (mañana, mañana) El cuervo enviado desde el arca no regresó. Dios no desea la dilación simbolizada en la voz del cuervo, sino la confesión figurada en el gemido de la paloma» (Com. Sal. 102,6)

3. ESTOY A LA PUERTA

Eres el Señor de la casa y prefieres quedarte a la puerta. Eres el Señor del mundo y no tuviste cuna para nacer. Eres el rey de reyes, y no tienes dónde reclinar tu cabeza.Eres mi Señor, y me pides las cosas por favor.

EL DIOS QUE NO AVASALLA

Ayer podías entrar cuando estaban las puertas cerradas. Eran los tiempos de la Pascua. Te presentabas en medio de los tuyos como don y sorpresa. Sabías que ellos nada deseaban tanto como tu presencia.

Pero antes estabas acostumbrado a pedir permiso. Lo hiciste con Abraham y con Moisés. Lo hiciste, sobre todo, con María. Y era todavía una muchacha. Y la cosa era tan importante. Y el don era tan grande. Y tú le pediste permiso para entrar en su casa. Ella enseguida te abrió de par en par sus puertas: Fiat.

Llamaste a la puerta de otros, que no te abrieron, y ¡cómo lo sentiste! Aquel joven, que era rico; aquella gente que no te entendía; aquellos gobernantes que no buscaban «la verdad»; y, sobre todo, aquel discípulo que se llamaba Judas, tu gran fracaso y tu gran dolor.

• Eres un Dios humilde y vulnerable. (Casi dan ganas de escribir tu Nombre con minúsculas) Te has presentado y te presentas como un cualquiera. Te pones en la fila, uno más, y esperas. No presentas títulos y no exiges privilegios. Pides audiencia, no como un Señor, sino como un siervo. Estás a la puerta y dudas si conviene o no llamar. Y cuando llamas, lo haces pidiendo perdón. Y no vienes a pedir, sino a regalar.

• Eres un Dios respetuoso. Seduces, pero no obligas; llamas, pero no violentas; convences, pero no vences ni te impones: – «Si tú supieras…» (Jn 4,10) – «Hay entre vosotros algunos que no creen» (Jn 6,64) – «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67) – «Uno de vosotros es un diablo» (Jn 6,70)

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• Eres un Dios paciente. Esperas y esperas, un año y otro, a ver si da fruto la higuera o la viña (cf. Lc 13,6-9) Tú conoces bien «el tiempo de la paciencia» (Rm 3,26) Esperaste tantos años en Nazaret. Aguantaste tanto tiempo a tus discípulos y tienes tanta paciencia con tu Iglesia, con cada uno de nosotros.

• Eres, sobre todo, un Dios enamorado. Eres como el novio del Cantar o como el esposo que pintaba Oseas.

– Vienes atravesando montes y colinas, superando obstáculos y olvidando cansancios, vienes desde lejos y te acercas a mi puerta: «Ábreme, hermana mía, amada mía (…), que mi cabeza está cubierta de rocío y mis bucles del relente de la noche» (Ct 5,2)

– Vienes, herido por mis infidelidades, pero no quieres castigarme: «Mi corazón se me revuelve dentro, a la vez que mis entrañas se estremecen. No ejecutaré el ardor de mi cólera (…) Yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón» (Os 11,8-9; 2,16)

• Eres el Dios de la intimidad y la comunión. Tú estás cerca, porque eres nuestro Enmanuel. Tú estás siempre con nosotros. El Dios que nos acompañas y nos proteges. Eres nuestro Ángel de la Guarda y nuestro Pastor. «Nada me falta y nada temo, porque tú vas conmigo».

Pero quieres más, quieres penetrar en mi mayor intimidad. Hay algo que nos separa, la puerta. Quieres que te abra la puerta, y poder sentarnos a la mesa. Quieres que cenemos juntos. Quieres que vivamos la comunión, la unión transformante.

Abrir la puerta o «romper la tela de este dulce encuentro». S. Juan de la Cruz habla ya de la última tela, la de la vida, la que permitiría el encuentro transformante total y pascual. Pero antes hay otras telas que romper y hay otros encuentros divinizantes: «Verdaderamente son encuentros con que (Dios) siempre penetra, endiosando la sustancia del alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios» (Ll B,1,35)

Cierto que sólo podían comentar el significado rico y profundo de este texto quien lo hubiera ya experimentado y vivido. Pero resulta que los que han tenido alguna experiencia de estos misterios de comunión y transformación prefieren guardar silencio. O sea, que hay que ser un poco «ignorante y atrevido» para hablar de estas cosas.

DOCUMENTACIÓN

1. A MI PUERTA, CUBIERTO DE ROCÍO

Dichoso aquel a cuya puerta llama Cristo

«Que cuando venga encuentre, pues, tu puerta abierta, ábrele tu alma, extiende el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere, sin embargo, ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza (…)

Dichoso, pues, aquel a cuya puerta llama Cristo. Nuestra puerta es la fe, la cual, si es resistente, defiende toda la casa. Por esta puerta entra Cristo. Por esto, dice la Iglesia en el Cantar de los cantares: Oigo a mi amado que llama a la puerta. Escúchalo

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cómo llama, cómo desea entrar: ¡Ábreme, mi paloma sin mancha, que tengo la cabeza cuajada del rocío, mis rizos, del relente de la noche!

Considera cuándo es principalmente que llama a tu puerta el Verbo de Dios, siendo así que su cabeza está cuajada del rocío de la noche. Él se digna visitar a los que están tentados o atribulados, para que nadie sucumba bajo el peso de la tribulación. Su cabeza, por tanto, se cubre de rocío o de relente cuando su cuerpo está en dificultades. Entonces, pues, es cuando hay que estar en vela, no sea que cuando venga el Esposo se vea obligado a retirarse. Porque, si estás dormido y tu corazón no está en vela, se marcha sin haber llamado; pero, si tu corazón está en vela, llama y pide que se le abra la puerta (…)

Vemos, por tanto, que el alma tiene su puerta, a la que viene Cristo y llama. Ábrele, pues; quiere entrar, quiere hallar en vela a su Esposa».

(S. AMBROSIO, Com. Sal. 118)

2. GRACIAS POR CADA INSTANTE

Señor del universo, con el hombre te alías. En nuestra actividad tu fuerza cómo vibra. Señor de los minutos, intensa compañía. Gracias por los instantes que lo eterno nos hilan. Gracias por esta pausa contigo en la fatiga. Contigo hay alegría.

(Himno litúrgico)

3. TU HORA… ¡YA!

El caracol

El primer animalillo que se presentó a las puertas del cielo fue el caracol. Pedro se inclinó y lo acarició con el bastón.

– ¿Qué vienes a buscar aquí, caracolillo?, preguntó Pedro. – ¡La inmortalidad!, respondió. – ¿Y qué harás tú con la inmortalidad?, dijo Pedro riendo. – No te rías, dijo el caracol. ¿No soy yo también una criatura de Dios?

¿No soy hijo de Dios como el arcángel Miguel? Yo soy un arcángel caracol. ¡Eso es! – ¿Dónde están tus alas de oro, tus sandalias, tu espada? – Están dentro de mí. Duermen, esperan, dijo el caracol. – ¿Y qué esperan?, preguntó Pedro. – ¡El gran momento! – ¿Qué gran momento?, replicó Pedro intrigado. – ¡Éste!, respondió el caracol. Y al decir «éste», dio un gran salto y entró en el

paraíso.

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ADVIENTO 2010

Somos más fuertes cuando esperamos que cuando poseemos. Cuando poseemos a Dios (o creemos poseerlo) lo reducimos a aquella pequeña cosa que conocemos y captamos de Él, y lo convertimos en un ídolo…, pero si sabemos que no le conocemos y si esperamos que Él se nos dé a conocer, entonces somos captados y poseídos por Él.

(PAUL TILLICH)

1. LA ESPERANZA DEL MUNDO

En Adviento, esperanza. No es porque toque, que en Adviento vivimos siempre. Es porque la esperanza es constitutiva del ser humano y en Adviento la cultivamos. Va unida al cordón umbilical del deseo. (No se debe decir: "yo espero y deseo" porque suena a tautología. Sí se puede decir: yo deseo y espero, porque no todos los deseos se pueden ni se deben esperar. La esperanza es un deseo posible, aunque difícil)

Agranda tu deseo y crecerá la esperanza. Cuando las cosas no van bien (la crisis) se intensifican el deseo y la esperanza. Y entonces sacamos las armas arrinconadas del trabajo, el esfuerzo, el compromiso y la oración. Por eso, toda crisis es una oportunidad para crecer y mejorar.

¿En qué sentido? Se hace camino al andar, pero siempre por las vías de la austeridad y la solidaridad.

Austeridad, porque ya es sabido que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Nos instalamos en burbujas creadas por nosotros mismos, y las burbujas se han desinflado. Ahora nos avergonzamos.

Austeridad, porque es más saludable. Nuestras enfermedades son debidas más a los excesos que a los defectos.

Austeridad, porque es más natural y más ecológico. ¡Cuánto hemos abandonado a la naturaleza!

Austeridad, porque es más evangélico. Nuestro lema y nuestro estilo de vida están marcados por las Bienaventuranzas.

Solidaridad, porque hemos vivido y consumido ciegamente, al estilo de Epulón, sin ver a los Lázaros que gemían a la puerta.

Solidaridad, porque nuestra vida confortable era a costa de la vida miserable de otros. Hemos gastado y malgastado lo que era de otros. No era justo.

Solidaridad, porque es más humano, porque el otro es mi hermano, lo que nos obliga a compartir.

Solidaridad, porque sólo así podemos llamarnos cristianos, cuya ley y principio de identidad es la caridad.

Si la crisis nos deprime, perderemos el tren de la historia. Los acontecimientos no son fatalistas. Hemos de examinar las causas de la situación y luchar contra ellas, aunque sean complejas y gigantescas. El que no lucha pierde las alas, pierde la alegría.

Las cosas no son sencillas, pero hemos de empezar por lo sencillo, por las cosas pequeñas que están a tu alcance. Tú puedes vivir más sobria y solidariamente.

Cuando repasamos la historia, incluso la historia de la Iglesia, nos bañamos de optimismo. Hubo crisis peores. Hubo crisis que originaron muchas muertes: de personas, de estructuras, de culturas; pero aparecieron brotes nuevos de vida y de progreso. Y en la Iglesia contamos con un plus, que es la presencia de Cristo y el aliento de su Espíritu, por eso siempre aparecen brotes de santidad.

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IKANE: TÚ ERES MI OTRO CORAZÓN

Empezamos el Adviento. Esperamos a Cristo que viene.

• Quiere entrar en tu corazón. Llama a tu puerta hoy. Y él te saluda como lo hacen ciertos indígenas colombianos: Ikane, tú eres mi otro corazón. Él quiere limpiarlo y encenderlo.

• Quiere entrar en el corazón de tu comunidad. Llama a la puerta hoy. Quiere sentirse cómodo en medio de nosotros: Se necesita vivir la comunidad y estar a la escucha.

• Quiere entrar en el corazón de la Iglesia. Que se note más su presencia; que se despoje más de poder y cargas innecesarias, y que llegue a ser el corazón del mundo, un corazón misericordioso y liberador.

• Quiere entrar en el corazón del mundo, como semilla y fermento del Reino de Dios. En el corazón de las familias, del trabajo, de la cultura, de la política, de las organizaciones y asociaciones solidarias… Que todo se encamine hacia el punto omega de la creación.

No tenemos derecho a la desesperación

«Percibo una realidad desastrosa. Y estoy muy inquieto por nuestro futuro. Las crisis árabes me preocupan e inquietan. Las mediterráneas me alarman. Las europeas me inquietan. Podemos ser pesimistas. Pero no tenemos derecho a la desesperación. Debemos creer. Esperar. Esperar»

(AMIN MAALOUF, Príncipe de Asturias de las Letras, 2010)

2. SOMOS LO QUE ESPERAMOS

Nos definimos más por lo que deseamos con fuerza que por lo que tenemos. Somos aquello que queremos conquistar. Es más estimulante la lucha por conseguir algo que disfrutar de lo que ya se ha conseguido. El hombre no es un ser consumista, sino una criatura en tensión. Naturalmente que el éxito conseguido nos gratifica maravillosamente y nos humaniza. De lo contrario la realidad humana sonaría a condena. Pero nos hace crecer la insatisfacción.

Con palabras de Benedicto XVI, la esperanza no es sólo un deseo, sino una sustancia, no es solamente algo «informativo», sino «performativo», «El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se puedan saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera» (Spe salvi 2) Así el presente está marcado por el futuro, «las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras» (Id. 7)

Así, el que espera la Pascua, vivirá pascualmente, «dominicalmente», y el que espera la resurrección vivirá sacramentalmente su pasión. El cristiano trabajará con más empeño para que el Reino de Dios venga, pero a la vez rezará con más fuerza porque sabe que lo que espera es más don que conquista; y sentirá la fuerza del Espíritu que viene en ayuda de su flaqueza.

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Es preciso, incluso a nivel humano, que nos propongamos metas estimulantes: en el orden del conocimiento, de la creatividad, de la familia y la profesionalidad, de la justicia y el bien social… A nivel de fe, aún más, esas metas que terminan en Dios.

• Cristiano es el que desea con todas sus fuerzas que venga Cristo. • Cristiano es el que tiene hambre y sed de justicia. • Cristiano es el que anhela el Reino de Dios. • Cristiano es el, movido por el Espíritu, exclama y reza: ¡Abba-Padre!, o: ¡Ven, Señor Jesús! • Cristiano es el que gime y sufre dolores de parto hasta que Cristo se haga presente. • Cristiano es el que sueña con un mundo más solidario y fraterno. • Cristiano es el que siembra cada día semillas del Reino. • Cristiano es el que reza y colabora con todos para que estos deseos sean realidad.

* * *

«Allanad los senderos, porque él vendrá; vendrá como rocío mañanero, rasgará los corazones de piedra, ablandará la dureza de nuestra tierra seca. Vendrá el Señor, no tardará. Esperadlos en el umbral de vuestra casa, porque sin hacer ruido vendrá y lo inundará todo con su amor"

(MONS. FRANCISCO CERRO CHAVES)

3. EL MEJOR REGALO, LA ESPERANZA

Cuenta una leyenda americana que había una vez una tribu india acampada en la ladera de una montaña. Y el jefe ya estaba muy enfermo. Llamó a sus tres hijos y les dijo: «Yo voy a morir, y uno de vosotros tiene que sucederme. Quiero que subáis a la montaña y me traigáis un bello regalo. Aquel que traiga el mejor será el nuevo jefe».

Después de algunos días regresaron. El primero trajo una flor rara y extraordinariamente bella. El segundo vino con una piedra llena de color, suave y redonda, pulida por la

lluvia y el viento. El tercero dijo a su padre: «Yo no he traído nada. Estando en lo alto de la

montaña, pude ver que a la otra parte hay unas praderas maravillosas, llenas de hierba verde. Vi también un lago cristalino. Tuve la visión de dónde podía ir nuestra tribu para tener más calidad de vida. Quedé tan sobrecogido por lo que vi, que no pude traerme nada».

Y el anciano jefe replicó: «Tú serás el jefe, porque tú nos has traído el regalo de la visión de un futuro mejor».

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO (28 de noviembre)

MONICIÓN INICIAL

Con el Adviento renacemos y florecemos. Destaca sobre todo la flor de la esperanza. Si ha brotado de tu corazón, agradécelo y acógela. Pero tienes que cultivarla un día y otro, una semana y otra.

Cuatro son las semanas del Adviento, pero tú puedes vivir en un adviento continuado.

La flor de Adviento se cultiva con oración, vigilancia y compromiso de renovación.

LECTURAS

Dt 26,4-10 // Rm 10,8-13 // Lc 4,1-13

• Isaías nos acompaña a lo largo del Adviento. Representa a todos los profetas que creyeron y anunciaron un futuro mejor. Desde el «vendrán días» al «otro mundo es posible». La humanidad ha soñado y ha creído y ha cantado y ha luchado por otra realidad, que podríamos llamar: la civilización del amor.

• Nuestra salvación está más cerca, dice Pablo. Se refiere a la venida del Señor. El día se echa encima. Se refiere al día del Señor.

Hoy puede ser el día del Señor. Y él está tan cerca que está llamando a tu puerta. Por lo tanto, haz silencio, vigila, escucha, prepárate. Desecha tus vestidos viejos,

porque Jesucristo te trae un vestido nuevo, precioso.

• El Evangelio también nos invita a vigilar, porque el Señor es sorprendente. Viene como un ladrón, cuando menos lo piensas. Pero es un ladrón amigo; no viene a robarte tus cosas, viene a robarte tu corazón.

ORACIÓN DE ALABANZA

El Señor está cerca

• Es el tiempo del Adviento, de la esperanza y la espera. «¡Ven, Señor!», te cantamos. Pero tú, Señor, estás ahí, a la puerta; tan cerca, que sentimos ya tu aliento.

• Señor, ¿por qué madrugaste tanto? La casa no está aún preparada, y tú ya estás ahí, a la espera. ¿Por qué intentas siempre sorprendernos? Te hemos llamado, sí, pero era sólo un rito. Hay que cumplir el protocolo, el reglamento, hay que repetir muchas veces el canto, hay que dejar pasar cuatro semanas

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y encender las velas progresivamente; ¿no sabes? «¡Ven, Señor!», sí, pero a su tiempo.

• Y tú te marchas cabizbajo, que todo son excusas y pretextos; mucho rito y poca vida, mucho canto y poco anhelo.

• ¿Por qué no me abriré a tu presencia? ¿Por qué no te daré la llave de mi casa? Podrías entrar cuando quisieras, podrías colmarme de tu gracia; entrar en mí y yo perderme en ti. ¡Ven, Señor Jesús!, ¡ven!, y sácame de mí.

1. UN ADVIENTO VESTIDO DE MISERICORDIA

Hemos empezado un tiempo litúrgico sugestivo, cargado de ilusión y de ternura, de misericordia y de esperanza.

Celebramos el Adviento y vivimos el Adviento. Cuatro semanas cultivando la flor de la esperanza.

Celebramos el Adviento y somos adviento. Es un tiempo y un estilo, algo que se festeja y nos define, porque el hombre es más por lo que espera que por lo que tiene y consume.

Un Adviento para vigilar, esperar y cambiar. Un Adviento para orar, confiar y luchar.

Es Adviento. Despierta, mira que viene el Esperado con ojos compasivos, con brazo fuerte y manos liberadoras. Viene cargado de vendas, de vino y aceite. Es un príncipe que quiere salvar al hombre. Es un Dios del hombre enamorado. Luce una túnica de gracia, un manto de caridad, un cinturón de solidaridad, una banda de justicia, con medallas de paz conquistada. Trae en su mano una flor encendida, la flor hermosa de la esperanza. Es una flor que tiene siete pétalos:

• la alegría ilusionante, • la confianza atrevida, • la fortaleza aguerrida • y la paciencia anhelante; • la oración humilde, • el trabajo ardoroso, • la vigilancia firme • y el tacto respetuoso.

La esperanza es fuerte, saca fuerzas de flaqueza, convierte las derrotas en victorias, y por cada golpe que recibe devuelve un aliento y una flor.

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Cristo, esperanza nuestra

El fundamento último de toda esperanza es Cristo. Humanamente hablando podría uno encontrar razones para desanimarse y desesperarse. Pero la fe en Cristo aporta a la esperanza energía victoriosa y superadora: No temáis, yo he vencido.

Pero lo más significativo es que las victorias de Cristo se consiguen desde el amor misericordioso. Si fuera solamente omnipotente, podríamos temer, incluso lo peor; pero si su omnipotencia está bañada de misericordia, no hay nada que temer. «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto» (Lc 1,78)

El hombre de nuestro tiempo sigue marcado por la ansiedad. La crisis actual está originando cantidad de problemas. El Salvador que esperamos no trae en su mano una varita mágica para dar soluciones concretas a tantas necesidades, pero viene a levantar nuestro espíritu con su Espíritu, a curar nuestra ceguera con su luz, a aliviar nuestras cruces con su Cruz, a dinamizar nuestras capacidades y generosidades con su entrega, a agrandar nuestro corazón a la medida de su Corazón; un corazón que sea como el suyo, generoso y misericordioso.

Al celebrar y vivir el Adviento ofreceremos a los que viven en desesperanza una aportación de luz y misericordia.

2. DIVERSOS ADVIENTOS

Los Santos Padres y teólogos ya distinguían tres Advientos, según las tres venidas del Señor.

• La venida del Señor en la ternura de un niño, «envuelto con fajas en el pesebre». Viene Dios como gracia y ternura. Viene para quedarse con nosotros como amigo y Salvador. • La venida del Señor en gloria, con vestido de luz, como juez y Señor. Pero sigue siendo el Pastor. • La venida del Señor en la intimidad del corazón. Viene como Palabra que ha de ser acogida. Viene como huésped para convertirnos en templos. Viene como amigo y esposo.

La primera venida fue en la plenitud de los tiempos. La última venida será al fin de los tiempos. La venida intermedia puede ser hoy, si lo reconocemos y lo abrimos. Prepárate, porque él llega a tu puerta. No le hagas esperar; quizá esté cansado o tenga frío o sienta necesidad. Quizá se sienta solo y lo que necesita es amistad.

Otra manera de entender el Adviento

• Adviento apocalíptico

Es cuando se espera el derrumbe del poder de las tinieblas. «Un ángel, con una gran argolla, encadena al dragón, la serpiente antigua» (cf. Ap 20,1-3)

En realidad, el ángel es Cristo crucificado, el que venció a las fuerzas del mal y de la noche: «Ahora el Príncipe de este mundo será echado abajo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,31)

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Pero el cielo nuevo y la nueva tierra, la realidad que esperamos, no bajará del cielo como novia engalanada (cf. Ap 21) Y la victoria definitiva sobre el mal no será cosa de una batalla prodigiosa. Es algo que hay que ir consiguiendo día a día.

• Adviento escatológico

El final luminoso, la realidad gloriosa, el mundo nuevo, el Reino de Dios, no bajarán del cielo, sino que se van construyendo y rezando cada día, de generación en generación.

El principio de esta transformación ya ha empezado en Jesucristo, en su muerte y resurrección.

Aquí está Cristo, renovando y prolongando su muerte. A su muerte asocia la muerte de todas las víctimas, el sufrimiento de todos los hombres. ¡Cuánto sufrimiento, Dios mío, todavía!

Pero aquí está Cristo redimiendo y venciendo, transformando el odio en amor, la esclavitud en libertad, la injusticia en solidaridad. Aquí está Cristo resucitando. Aquí está Cristo alentando a todos los creyentes para que crean y trabajen por el mundo nuevo. El Reino de Dios ya está dentro de nosotros (cf. Lc 17,20-21)

Cristo es la primicia, nosotros somos la esperanza. Cristo es la plenitud anticipada, nosotros somos los que estamos en camino de su Pascua. Pero él nos contagia a todos de su resurrección.

• Adviento - Parusía

Las primeras generaciones cristianas pensaban que el Señor vendría con gloria de inmediato. En sus celebraciones eucarísticas les parecía tocar el cielo con las manos. Fue para ellos un trauma enorme el constatar que esta esperanza y este deseo ardiente –el maraná-tha– se prolongaba y se prolongaba.

Y empezaron a ser conscientes de que la venida del Señor no era espectacular, sino espiritual y progresiva. Cristo viene cada día, Dios pone su morada en nosotros.

– ¡Ven, Señor Jesús! (cf. Ap 22,17-20) – ¡Sí, vengo, y estoy aquí! Es más de lo que podemos soñar.

IGLESIA EN ORACIÓN

Movidos por el Espíritu oremos intensamente al Padre de la misericordia diciendo: Venga a nosotros tu Reino.

• Que todos los pueblos caminen a la luz del Evangelio. • Que no levante la espada pueblo contra pueblo. • Que los pastores de la Iglesia sean presencia de Cristo en sus comunidades. • Que la Iglesia sea el monte iluminado en la cima de los montes. • Que sepamos ofrecer a todos, especialmente a los jóvenes, razones de esperanza. • Que esta Eucaristía sea para nosotros un encuentro con Jesucristo que viene.

Oremos: Padre de la misericordia, venga a nosotros tu Reino de justicia y de paz, de amor y de gracia.

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EL LENGUAJE DE LOS SIGNOS

• Corona de Adviento: que significa preparación y oración, esperanza y amor. • Leccionario de S. Mateo: Jesús es el Mesías que el pueblo esperaba. • Mensajes cuaresmales, para entregar al final. • Signos de pacifismo: No a las armas (como globos o dibujos)

DOCUMENTACIÓN Y TESTIMONIO

1. NUESTRA ESPERANZA SE HA ENCARNADO EN CRISTO

Cristo es nuestra esperanza como realización del amor, de la misericordia y de la justicia salvífica de Dios. Él es nuestra esperanza como el gran sacramento, el signo visible de la fidelidad de Dios y de su amor por todos los hombres.

Cristo es nuestra esperanza por ser el vencedor sobre el fracaso, sobre el pecado, sobre nuestra solidaridad en la culpa y en el egoísmo, sobre la angustia y sobre la muerte. Cristo es nuestra esperanza como el Señor resucitado. Él es la nueva creación, la palabra final de Dios al hombre, el profeta último y definitivo, prometido a aquellos que creen en Él y son realmente sus discípulos.

Jesús es la gran realidad siempre presente, en la cual nuestra historia común fue y es revelada en un acontecimiento personal. En él se cumplen todas las promesas pasadas.

Cristo es nuestra esperanza. De aquí se deduce que la esperanza no se puede considerar como una doctrina o un catálogo de cosas que se anhelan, sino que es Cristo en persona. La esperanza se ha encarnado. Para los discípulos de Cristo es una relación personal.

(B. HÄRING, Rebosad de esperanza, Sígueme)

2. LA IGLESIA, SACRAMENTO DE ESPERANZA

Reunidos para celebrar el Centenario de la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo 1910, creemos que la Iglesia, como signo y símbolo del Reino de Dios, está llamada a dar testimonio de Cristo hoy, participando en la misión de amor de Dios por la fuerza transformadora del Espíritu Santo.

1. Confiando en el Dios uno y Trino y con un renovado sentido de urgencia, somos llamados a encamar y proclamar la buena noticia de la salvación, del perdón de los pecados, de la vida en abundancia y de la liberación para todos los pobres y oprimidos. Somos interpelados al testimonio y a la evangelización de tal manera que mostremos con nuestra vida el amor, la rectitud y la justicia que Dios quiere para el mundo entero.

3. Conscientes de que el Espíritu Santo sopla sobre el mundo como quiere, reuniendo a la creación y generando una vida auténtica, estamos llamados a ser comunidades de compasión y de sanación, donde los jóvenes participen activamente en la misión, y mujeres y hombres compartan de manera justa el poder y las responsabilidades, donde haya un nuevo afán por la justicia, la paz y la protección del medio ambiente, y donde una liturgia renovada refleje la belleza del Creador y de la creación.

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9. Recordando la manera de actuar de Jesús en el testimonio y el servicio, creemos que estamos llamados por Dios para seguir este camino alegres, inspirados, ungidos, enviados y fortalecidos por el Espíritu Santo, y nutridos por las prácticas de vida cristiana en la comunidad. Mientras esperamos la venida de Cristo en la gloria y el juicio, experimentamos su presencia entre nosotros en el Espíritu Santo e invitamos a todos a unirse a nosotros y participar en la misión transformada y reconciliadora de Dios, misión de amor a toda la creación.

(ALGUNAS CONCLUSIONES DE LA ASAMBLEA DEL CENIENARIO DE EDIMBURGO-2010; Edimburgo 6. junio.2010, en Rev. Pastoral Ecuménica 51)

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

Profetas de Adviento

1. Además de los profetas clásicos, ¿a quién o quiénes podemos considerar profetas de Adviento en nuestro tiempo?

– Personas – Instituciones – Movimientos

2. ¿Y profetas de paz? ¿A quién o quiénes darías el Premio Nobel de la Paz?

3. ¿Quién o quiénes estarían impidiendo que las grandes esperanzas del hombre y de los pueblos se cumplan?

4. Comenta: «Cuando estoy más saciado, mis ojos se cierran y mi corazón se endurece. A

mayor índice de consumo, de riqueza y bienestar, yo muero como hombre» (PHIL BOSMANS)

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO (5 de diciembre)

MONICIÓN INICIAL

También la esperanza es un fruto del Espíritu Santo. Donde hay Espíritu hay expectación, renovación e ilusión: Él es el que mueve la historia y nos hace mirar hacia delante. Él es el que nos da paciencia y nos capacita para la espera. Es el que nos hace gritar: Padre. Y es el que con la Novia suplica con fuerza: Ven, Señor Jesús.

LECTURAS

Is 11,1-10 // Rm 15,4-9 // Mt 3,1-2

• El profeta sueña y espera una vuelta al paraíso. No sólo se habla de una humanidad pacificada, sino de una creación entera renovada.

Hasta los animales se van a respetar y querer. Esta realidad será liderada por un príncipe divino, vestido de justicia y verdad,

colmado con todos los dones del Espíritu Santo. Con él no habrá vacío de valores, porque estará lleno el país de la Sabiduría de Dios .

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• Este príncipe, lleno de los dones del Espíritu, es Jesús. Todas las Escrituras hablan de él. Todas las Escrituras deben ser leídas en clave cristológica.

Con Cristo empieza un mundo nuevo, como aquel que se pintaba en el paraíso. Por eso es propio de cristianos acogerse, vivir unidos, orar juntos, alabar a Dios.

• En el desierto surge un profeta que quiere cambiar el pueblo. Practica cosas nuevas y anuncia otras mejores.

Bautiza con agua, como un signo de conversión y renovación. Pero anuncia un bautismo con Espíritu Santo y fuego. Él se llamaba Juan, un servidor del Reino de Dios, pero el verdadero Rey se llamará Jesús.

ORACIÓN DE ALABANZA

Que en sus días florezca la justicia (cf. Sal 71)

Florezca en nuestros días la justicia, son días esperados del Mesías, aún quedan muchos pobres en miseria, no tiene protector el afligido, muchos pueblos, eriales y desiertos. Dios ha visitado nuestra tierra, regándola con agua del Espíritu. Ha pisado el Mesías nuestro barro, sembrándolo con dones del Espíritu. Se revistió de carne la justicia, más los ciegos mordieron esa carne. Ella extiende sus brazos desgarrados, y queda así: balanza suspendida entre el cielo y la tierra para siempre; y queda así: un abrazo prolongado por encima del tiempo y del espacio. Florezca en nuestros días la Justicia. Gracias, Cristo Jesús, nuestra Justicia; bendito por la Flor del Santo Espíritu; el Reino de tu Padre ya ha llegado, florezca cada día entre los pobres.

1. BROTARÁ UN RENUEVO

Seguimos escuchando palabras de esperanza:

• De un tronco viejo brotará un Renuevo. • La tierra reseca empezará a florecer. • La flor más preciada será la Justicia. • Los dones del Espíritu se derramarán sobre la tierra. • Hasta las fieras salvajes serán ya pacíficas, comerán hierba y jugarán con los niños. • Y el hombre, la peor de las fieras, será un hijo de Dios. • El paraíso soñado empezará a ser realidad: no habrá pobres esclavizados, ni afligidos que lloren sin ser consolados; y hasta los necios y los locos serán sensatos, se llenarán de la ciencia del Señor.

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Todo esto, que parecen sueños y utopías, empezó a cumplirse en Jesucristo. El vino a la tierra como Renuevo, lleno de vida y de belleza; fue la Flor del Espíritu, y a su paso florecían la paz y la justicia. Regalaba globos blancos, verdes y rojos a los niños y a los pobres.

Pero su camino no fue fácil.

Los hombres viejos y locos no quisieron cambiar. Los príncipes de la noche, conjurados, le declararon la guerra. y empezaron por pinchar los globos del Mesías. A él mismo lo trataron cruelmente, clavándolo en un árbol.

¿Qué pasó con el viejo tronco de Jesé y con sus brotes? ¿Se impondrían para siempre la vejez y la injusticia?

Sabemos que no fue así, porque la Vida no puede morir y la Justicia no se puede destruir y el Amor seguirá venciendo, y siempre habrá hambrientos de amor, y el Espíritu vivificante seguirá renovando y enriqueciendo nuestra tierra.

Pero las cosas no son fáciles. La lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo viejo y lo nuevo sigue siendo dramática.

Si miramos a nuestro mundo, con sus crisis a cuestas, parece un mundo agotado y envejecido.

Pero si nos fijamos bien, y miramos nuestro mundo con misericordia, vemos que las flores del Mesías se siguen multiplicando, que de los viejos troncos siguen brotando renuevos, que el Espíritu de Dios sigue renovando y rejuveneciendo nuestra tierra y nuestros corazones.

Podríamos hacer un recuento de lo viejo y lo nuevo, tanto en la sociedad como en la Iglesia. No es el momento. Pero de todos modos, sea cual sea el resultado, nos queda siempre la esperanza.

Y nos queda la oración. Hoy vamos a orar con el salmista:

• Que en nuestros días florezca la justicia. • Que cada día progrese el entendimiento y la paz. • Que se multipliquen los profetas de la no-violencia. • Que la madre tierra sea respetada y cultivada. • Que las personas se encuentren y los pueblos se solidaricen. • Que los niños y los ancianos sean queridos y valorados. • Que los jóvenes encuentren trabajo. • Que nadie, ni los de dentro ni los de fuera, se sientan extraños. • Que no entronicemos las cosas ni compremos la felicidad en los mercados. • Que la familia sea el valor más estimado. • Que demos vida y defendamos la vida. • Que no queramos vivir por encima de nuestras posibilidades. • Que no queramos ser felices a costa del sufrimiento de los demás. • Que sepamos vivir al estilo de nuestro Mesías, el Hijo de las Bienaventuranzas.

2. HAY QUE CAMBIAR

Éste fue el mensaje de Juan, que sigue siendo válido.

La conversión

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Lo que Juan anunciaba con palabras vivas y convencidas era la proximidad del Reino de Dios y el anuncio de su Mesías. Pero esto exige en todos un cambio radical. Si llega Dios, ¿cómo podemos presentamos ante Él con nuestros vicios y pecados? Si llega el Ungido, ¿cómo podemos convivir con la injusticia y la maldad? Hay que allanar los caminos, que no pongamos montañas de obstáculos o baches insuperables a su paso.

Juan ofrecía a todos, como signo de renovación, un bautismo de penitencia, pero anunciaba un bautismo de amor; el Mesías no bautizará con agua, sino con el fuego del Espíritu.

Nuestros cambios

Hoy mucho tenemos que cambiar y mucho tenemos que trabajar para que todo cambie. Un mundo nuevo tenemos que preparar.

• Primer cambio: Convencemos de que podemos cambiar y de que todo puede cambiar, que «otro mundo es posible», que de los troncos viejos puede brotar vida nueva. Es el cultivo de la esperanza. No es fácil, por aquello del «Yo… ya…»

Es el síndrome de Abraham y Sara, de Nicodemo. ¿Cómo, siendo tan viejo, puedo nacer de nuevo, puedo dar vida nueva? ¿Cómo, después de tantos años, puedo cambiar de piel? ¿Cómo, a mis ochenta años, puedo ser pastor de la Iglesia? ¿Cómo se pueden cambiar leyes y costumbres tan antiguas? ¿Cómo, siendo jubilado, puedo comprometerme en nueva misión? ¿Cómo puedo rejuvenecer un convento de monjas ancianas o una diócesis de curas septenarios?

Se pueden multiplicar los interrogantes. Quienes así piensan no tienen fe en la fuerza vivificante del Espíritu.

• Segundo cambio: Convencemos de que debemos cambiar. Para eso hemos de caer del caballo o curar nuestra ceguera, o limpiamos de autocomplacencia y autosuficiencia. Hemos de superar el conformismo, las rutinas, las autojustificaciones, los pretextos. Hemos de aprender a no echar la culpa a los demás o a la sociedad o a las circunstancias o a la genética –yo soy así–, tampoco vale el que todos lo hagan así.

Necesitamos una cura de urgencia, para que aprendamos a ver nuestra miseria. «Te aconsejo que me compres (…) colirio para que te des en los ojos y recobres la vista» (Ap 3, 18)

• Tercer cambio: Convencemos de que hemos de empezar ya. No dejes la decisión para mañana. Hoy es tu día de gracia. Hoy te visita el Señor.

Concreta el objetivo y urge la tarea, como hacía Juan a quienes se acercaban y mostraban deseo de cambiar. «Evite V, decía un cura, las aglomeraciones del Juicio Final; elija más bien convertirse inmediatamente».

• Cuarto cambio: Convencemos de que la conversión no debe ser sólo individual. Hemos de convertimos en y con la comunidad. También la Iglesia debe de convertirse y dar otra imagen más evangélica. Y algo por lo que tenemos que luchar es por el cambio de tantas y tantas estructuras que siguen siendo «perversas».

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• Quinto cambio: Convencemos de que solos no podemos renacer. necesitamos el estímulo y la guía de los hermanos y de personas experimentadas, los profetas, maestros, místicos…

Necesitamos, sobre todo, la ayuda de lo alto, el bautismo del Espíritu y de fuego. Necesitamos orar: Ven, Señor Jesús.

IGLESIA EN ORACIÓN

Oremos a Dios, fuente de toda paciencia y consuelo y alabemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Te alabamos y te pedimos, Padre.

• Para que tu Espíritu llene la Tierra. • Para que los pobres y desamparados sean defendidos con justicia. • Para que la paz se extienda a todos los pueblos. • Para que tu Iglesia se renueve y rejuvenezca cada día. • Para que no dejemos de trabajar y luchar por otro mundo más justo y solidario. • Para que aprendamos a respetar, defender y cultivar la naturaleza. • Para que no dejemos para mañana la gracia de la conversión. • Para que esta Eucaristía sea para nosotros un verdadero encuentro con Jesucristo.

Oremos: Te alabamos, Padre, porque nos has dado a Jesucristo y nos has colmado de los dones de tu Espíritu. Te pedimos que demos frutos de conversión y de amor.

EL LENGUAJE DE LOS SIGNOS

• Concha y agua, por el bautismo de Juan y de Jesús. • Una maceta florecida o una flor, la vida que se renueva. • Los siete dones del Espíritu, que recibió Jesús y recibimos nosotros.

DOCUMENTACIÓN Y TESTIMONIO

1. TODO UN EJEMPLO DE RENOVACIÓN Y CONVERSIÓN: EL BEATO CARDENAL NEWMAN

Newman en el Concilio Vaticano II

La directa o indirecta influencia de Newman en el Vaticano II es incuestionable. Cosa bien distinta es precisar en qué términos y hasta qué punto. Las debilidades de la Iglesia, sobre todo en el siglo XIX, estuvieron a la orden del día en lo psicológico y social, y la renovación del XX en estos campos puso en evidencia que se hacía indispensable una reforma. Pero es verdad, y no me cansaré de repetido, que las directrices de Newman fueron moneda común en el trabajo de los Padres conciliares, de modo especial en temas como la santidad de la Iglesia, la Tradición y la Escritura, la función del laicado como guardián de la misma Tradición, la evolución de los dogmas, las relaciones con el mundo y la cultura, la libertad de conciencia, el ecumenismo, la dimensión histórica en teología, el retorno a la Biblia, el respeto de las personas, el

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ejercicio más flexible de la autoridad, la irreductibilidad del Pueblo de Dios a la Iglesia y a sólo los bautizados.

(…) Newman y el ecumenismo

El proverbial humanismo del nuevo beato, su probada fidelidad a la Iglesia, su apasionado amor a la verdad despertaron en su generoso corazón una actitud de respeto y una facultad receptiva fuera de lo común, capaces de hacerle sensible a los problemas de quienes no pensaban como él. «Su vida y su testimonio –escribió Juan Pablo II al arzobispo de Birmingham cuando el centenario de la muerte– nos facilitan hoy un recurso vital para comprender y hacer que progrese el movimiento ecuménico que se ha desarrollado tan fuertemente en el siglo posterior a su muerte».

Desde su primera conversión de joven, la restauración de la unidad fue una de sus preocupaciones más sentidas y de sus plegarias más reiteradas (…)

Sencillo de alma, cordial de espíritu, profundo de ideas, abierto de carácter, sensible a las ajenas inquietudes, con la pedagogía ecuménica en el corazón de puro llevada en el zurrón de la vida, el flamante beato Newman alimentó una ec1esiología cimentada en la unidad y en la paz interior, principio que fluye raudo por las serenas aguas del decreto Unitatis redintegratio, donde podemos leer: «El auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior. Porque es de la renovación interior, de la abnegación propia y de la libérrima efusión de la caridad de donde brotan y maduran los deseos de la unidad».

(PEDRO LANGA AGUILAR, OSA, en Pastoral Ecuménica, 81)

2. SIEMPRE EN CAMINO EN BÚSQUEDA Y CRECIMIENTO PARA REVERDECER

Recital al camino

Los caminos, los caminos, los caminos, los caminos, cómo tiran los caminos.

Quien no aprendió a caminar aún no ha empezado a crecer, caminar y caminar es la senda del saber.

Quien no aprendió a caminar, sólo aprendió a envejecer, caminar y caminar lo vuelve a reverdecer.

Camino de la esperanza, camino de soledad, a quien anda nadie lo alcanza, caminar y caminar.

Quien no aprendió a caminar, mejor que vuelva a nacer, la vida sin caminar es un simple atardecer.

Quien no aprendió a caminar, tampoco aprendió a querer, la vida sin caminar es largo padecer.

Camino de la esperanza, camino de la soledad, al que anda nadie lo alcanza, caminar y caminar.

(GUARANY, H.)

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CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

1. Signos de vejez en nuestro mundo. 2. Signos de vejez en nuestra Iglesia. 3. Signos de renovación –brotes verdes– en nuestro mundo. 4. Signos de renovación –renuevos– en nuestra Iglesia. 5. Aplica las preguntas a ti mismo o al grupo. 6. Comenta:

Adviento es el tiempo de la interioridad, de oír, de cambiar de modo de pensar y de orientarse de nuevo. El Adviento insta a ir a la profundidad, a sacar de las antiguas fuentes que brotan en cada uno de nosotros y que son creadas por Dios mismo. Cuando Dios nace en ti, entonces es Navidad. Así de exigente es el mensaje del Adviento.

(HEINRICH JAKOB)

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO (12 de diciembre)

MONICIÓN INICIAL

El tercer domingo de Adviento, a mitad de camino antes de la Navidad, es un mensaje de optimismo y gozosa esperanza. Al pueblo, que pasa por la peor de la crisis, se le anuncian y se le piden tres cosas:

• Paciencia esperanzada, como la del sembrador. • La buena noticia de un Dios que viene a salvarnos. • Lectura de los hechos y los signos de los tiempos, como se le pedía a Juan, que estaba en la cárcel y en la desesperanza.

LECTURAS: Is 35, 1-6a.10 // St 5,7-10 // Mt 11,2-11

• El profeta nos pide que nos unamos a la procesión de la alegría. Se está empezando a cantar un himno de alegría cósmico y ecológico. Hasta el desierto y la estepa se alegrarán y florecerán y la naturaleza se vestirá de una belleza inimaginable. Por su parte, los hombres cautivos serán liberados, los enfermos o discapacitados serán curados, los entristecidos expulsarán sus penas y gozarán.

¿Cómo y por qué? Porque viene Dios en persona.

• Pero se nos advierte de la necesidad de la espera y la paciencia. El tiempo de espera es necesario, para que sepamos valorar lo esperado, para que nos preparemos para recibido y para que lo deseemos con más intensidad. A mayor deseo, mayor donación.

• El caso de Juan es dramático. Vivió para anunciar la llegada inmediata del Ungido. Pareció reconocerle y exultó. Pero después pasó por la noche oscura, la cárcel y las dudas, el miedo y la desesperanza. Jesús le envía un mensaje de seguridad y confianza. El Mesías ha llegado, pero no con poder y gloria, sino con misericordia y gracia.

ORACIÓN DE ALABANZA

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Mt 11,3)

Como Juan cuando estaba encarcelado ni veía los signos del Mesías;

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millones los que sufren, los que mueren al compás de las lágrimas maternas. ¿Ha llegado el Mesías o seguimos esperando y llorando hasta la muerte? Lo hemos visto llorando como un niño que estaba en la calle abandonado. Lo hemos visto jugando con muletas con jóvenes que estaban mutilados. Lo hemos visto besando a la mamá que moría por falta de cuidados. Lo hemos visto charlando con un viejo que en un banco leía solitario. Lo hemos visto en la cola, con paciencia, solicitando un puesto de trabajo. y lo vimos sentado en el banquete brindando por los novios ya casados. Lo hemos visto a la mesa de discípulos partir el pan en sus benditas manos. y en el rostro de todos sus amigos, la paz y la ternura reflejando, samaritanos con aceite y vino, lucían cicatrices en sus manos.

1. LA BELLEZA DE NUESTRO DIOS

Domingo del gozo, decimos. La pena y la aflicción se alejarán. Pero todos los domingos deben ser gozosos, porque el domingo es el día del Sol resucitado, porque el domingo es el día del Señor. Tanto es así que el domingo debiera marcar la vida del cristiano. Es como un talante, como un estilo que ha de caracterizar a todo el que celebra la Cena del Señor.

Benedicto XVI, recogiendo una cita de S. Ignacio de Antioquía, lo explicó: «Vivir según el domingo quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada íntimamente». (SC 72)

El gozo de este domingo

Hay celebraciones marcadas más por actos y ritos penitenciales. Hoy se pone el acento en la presencia victoriosa de Dios. Se nos anuncia su venida inmediata. No es que falten ya pocos días para la Navidad, es que Dios ya está aquí, y llama a la puerta; es que el Mesías vive ya entre nosotros.

• Mirad a vuestro Dios, viene en persona y os salvará. • Mirad a vuestro Dios, se hace presente de forma humilde, pero Él es nuestra fortaleza. Por eso, sed fuertes, no temáis. • Mirad a vuestro Dios, Él nos viste de belleza y alegra nuestro corazón. • Mirad a vuestro Dios, viene a curar nuestras heridas y a liberamos de nuestras limitaciones. • Mirad a vuestro Dios, viene a volcar su misericordia sobre los pobres y los que sufren. • Mirad a vuestro Dios, viene para levantamos, para enriquecemos, para hacemos dioses.

Viene Dios a tu encuentro. Acércate, basta que des un paso, y te encontrarás con Él. Ni siquiera; basta que escuches cuando Él llame a tu puerta y no tardes en abrirle.

Veréis la belleza del Señor

Viene en persona, viene Liberador, viene a romper los yugos, las tiranías; viene a curar enfermos, leprosos, ciegos y cojos; viene a vencer tinieblas y tristezas, a cantar la libertad y la vida; viene a despertar sonrisas y encender esperanzas; viene cargado de

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vendas curativas, de vino y aceite; viene a derribar las mesas de los mercaderes y a denunciar la idolatría del dinero; viene a enterrar las armas, abrir las jaulas y combatir la tiranía de los nuevos faraones; viene a levantar a los caídos, enderezar a los que se doblan y hacer correr a los inválidos; viene a acoger bajo sus alas a los polluelos dispersos; viene a encender hogueras y vencer inviemos; viene a poner fin a las jerarquías y trastocar el orden de los primeros y los últimos; viene a bendecir y a pacificar y a perdonar; viene para hablamos del Padre y enseñamos a rezar; viene a establecer la primacía absoluta del amor, amando él mismo hasta la muerte; y viene, en fin, para vencer la muerte.

¿Y dónde está el Señor?

¿Dónde está la Fonte que mana y corre, el fuego que no se apaga, el ungtiento que mantiene su perfume y fuerza curativa, el pan que se multiplica?

Está en lugar reservado y sagrado. Está en el sagrario del corazón y en el corazón del sagrario. Está en el pobre con hambre y en el pan que se parte. Está en el niño que nace y en la madre que le acaricia. Está en el niño que comulga por vez primera y en el enfermo que comulga por última vez. Está en cuantos trabajan duro y en el coro que canta. Está en la asociación misionera y en los contemplativos que velan. Está en las listas del paro y en las listas de espera. Y en todos los que aman y en todos los que rezan. Está en tu corazón o llamando a tu puerta.

Agradece la visita. Con él viene tu salvación y tu fuerza, tu belleza y tu alegría.

2. LOS SIGNOS DEL MESÍAS

Juan en la cárcel representa el desencanto y la duda. Él esperaba el Mesías, diríamos que lo había visto y palpado, y anunció una revolución. Pero pasan los días y los meses, y todo sigue igual. ¿Me equivoqué en mis anuncios? Lo de Jesús ¿fue un espejismo? ¿Habrá que seguir esperando?

La respuesta de Jesús es luz de esperanza. Juan necesita un apoyo. Juan merece una ayuda. Juan no es un escéptico, ni es un cualquiera. Juan es el mayor de los profetas.

Anunciad a Juan la buena noticia de la liberación iniciada. No se trata de una revolución, sino de una renovación. Es la noticia de un Dios que ha visitado a su pueblo y con Él empieza un mundo nuevo. No será la victoria de las armas, sino del amor. No será el triunfo de la justicia, sino de la misericordia. La luz vence a las tinieblas, por eso los ciegos ven. La belleza vence a la impureza, por eso los leprosos quedan limpios. La palabra de Dios vence a los gritos de los demonios, por eso los sordos oyen. La fuerza liberadora del Mesías vence a las esclavitudes de los tiranos, por eso los inválidos se enderezan y andan. El Espíritu de la santidad y la vida vence a la muerte, por eso los muertos resucitan.

Signos de misericordia

No son signos apabullantes o apocalípticos. Son signos de bondad y de ternura, pero en ellos brilla la gloria y la belleza de nuestro Dios. Son signos pequeños, pero son como un fermento. Jesús multiplicará estos signos, como él mismo afirmó en la sinagoga de Nazaret. Son los verdaderos signos mesiánicos. Por ellos se conoce al Mesías.

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Éstos han de ser también los signos de identidad de los cristianos. En el fondo son todos signos de amor. En esto conocerán que sois mis discípulos. Será buen discípulo de Cristo el que pase por la vida haciendo el bien, el que evangelice a los pobres con su amor, el que ofrezca algo de luz a los ciegos de hoy, algo de fuerza a los desvalidos, algo de consuelo a los tristes, algo de esperanza a los desesperados, algo de limpieza a los leprosos.

Y todos estos signos serán más brillantes y eficaces cuando se realizan en comunidad. Que todos puedan ver comunidades acogedoras y samaritanas, asociaciones pacificadoras, movimientos de solidaridad y desarrollo.

Hay muchos que siendo ricos se hacen pobres para evangelizar a los pobres; que abandonan sus seguridades para compartir con los que no la tienen; que gastan y arriesgan su vida por los demás.

Éstos son los signos del Mesías. Son los milagros de la común-unión, de la com-pasión, de la gratuidad, de la solidaridad, del perdón y la liberación, de la perfecta alegría y del mayor amor

IGLESIA EN ORACIÓN

Al Dios de la gracia y el consuelo pidamos confiadamente: Ven, Señor, a salvarnos.

• Para que los responsables de las naciones se esfuercen por construir un mundo más justo y solidario, más libre y esperanzado. • Para que la Iglesia multiplique los signos y las presencias del Mesías. • Para que los pobres, los tristes, los enfermos, encuentren ayudas y oportunidades de liberación. • Para que quienes no han encontrado al Mesías estén abiertos a los signos de su presencia. • Para que todos nosotros seamos testigos de esperanza y alegría.

Oremos: Ven, Señor, a salvamos, y cólmanos de la fuerza y el consuelo de tu Espíritu.

EL LENGUAJE DE LOS SIGNOS

• Flor de narciso, flor profética-mesiánica. • Perfume de nardo, perfume evangélico-mesiánico. • Cadenas o muletas rotas, anuncios de liberación. • Luz grande, para llevar a los que viven en mazmorras o para los ciegos que no ven al Mesías

DOCUMENTACIÓN Y TESTIMONIO

1. ID A DECIR A JUAN LO QUE ESTÁIS VIENDO Y OYENDO

Carta de un sacerdote, misionero en Angola, al New York Times:

( ... ) ¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y lo más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo!

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Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG's no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2 , así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños…

( ... ) No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan

dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a sero positivos… o sobre todo, en parroquias, y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el padre Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un sacerdote «normal» en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

( ... ) Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.

En Cristo, P. MARTÍN LASARTE, sdb.

2. ALGUNAS PINCELADAS SOBRE LA ALEGRÍA DE LOS SANTOS: «LOLO»

La beatificación en Linares (Jaén), el día 12 de junio, de Manuel Lozano Garrido, «Lolo» (1920-1971), nos pone delante de una figura llena de paradojas: una persona inmovilizada que ejerce el apostolado con entusiasmo; alguien aquejado de una dura y prolongada enfermedad, que transmite una profunda alegría; un periodista cuyas manos no responden y que publica cientos de artírculos y varios libros; un ciego que encuentra en cada día «una respuesta de luz» ...

Todas las personas que conocieron a Lolo coinciden en que tenía una alegría contagiosa. Su hermana Lucy reconoce que lo que más le gusta es cuando le llaman el santo de la alegría. porque «él era así, la alegría en el dolor». Desde el sábado, Lolo ya es beato de la Iglesia católica, y cada 3 de noviembre, fecha de su muerte, podremos celebrar su fiesta litúrgica y mirar a este hombre que supo tansmitir a Dios a través de su máquina de escribir y su sempiterna sonrisa.

El Beato de la Alegría

Benedicto XVI, en su rezo dominical de Ángelus, tuvo un recuerdo para la celebración del día anterior en Jaén. Dijo de Lolo que «supo irradiar con su ejemplo y sus escritos el amor a Dios, incluso entre las dolencias que lo tuvieron sujeto a una silla de ruedas durante casi veintiocho años. Al final de su vida, perdió también la vista, pero siguió ganando los corazones para Cristo con su alegría serena e inquebrantable». Para

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los periodistas, recordó que «podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma se pone al servicio de la verdad y las causas nobles».

Un beato con gran corazón misionero:«Lolo» una alegría muy nuestra.

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

1. Situaciones parecidas a las de Juan en la cárcel: • Duda • Desencanto • Esperanzado…

2. Signos mesiánicos actuales: • Individuales • Eclesiales

3. La verdadera alegría, ¿dónde la encontramos?

4. Comenta:

Atrévete a alegrarte plenamente con lo que Dios realiza en ti y en torno a ti (…) Para cada uno Cristo quiere una alegría, una felicidad de Evangelio (…) Dios nunca nos sitúa en el tiempo del temor, sino en el tiempo de la confianza. El Evangelio nos trae una mirada pesimista sobre el ser humano (…) Si en todos hay heridas, nunca lo olvides, hay sobre todo el milagro de la misteriosa presencia de su amor (…) Una alegría inesperada.

(HNO. ROGER, Carta de Rusia)

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

MONICIÓN INICIAL

La Navidad está cerca, muy cerca. Vamos a preparamos bien. Encendemos las cuatro velas de la Corona de Adviento, encenderemos todas las lámparas de nuestro espíritu.

Pidamos a María y a José que nos enseñen a recibir a Jesús. Pongamos la fe en vela. Pongamos la caridad a punto. La esperanza llega a su cumplimiento.

Reconozcamos nuestra pobreza, nuestra debilidad y repitamos: Ven, Señor Jesús.

LECTURAS: Is 7,10-14 // Rm 1,1-7 // Mt 1,18-24

• El profeta y el rey -Isaías y Acaz-, la religión y la política, Dios y el César. Son poderes que pueden y deben colaborar pero no se pueden confundir.

El profeta quiere que el rey se apoye en Dios, el rey prefiere apoyarse en la diplomacia y la fuerza, haciendo alianza con otros reyes.

Isaías ofrece una señal salvadora: la virgen embarazada dará a luz un niño divino. Palabras que se plenifican en María y en Jesús, el Enmanuel.

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• Pablo habla ya a posteriori. Todo lo que anunciaron los profetas en las Escrituras Santas se refiere a Cristo Jesús, de la estirpe de David. Es el Hijo de Dios, el Dios-ron-nosotros, el Ungido por el Espíritu, el que se entregó a la muerte, pero venció la muerte. Es nuestro Salvador. El que cree en él se salvará. Y yo tengo esta misión, anunciar a todas las gentes que Jesús es el Señor .

• Mateo nos explica cómo se cumplió la profecía de Isaías. La Virgen quedó embarazada y embarazada por obra del Espíritu Santo. Las cosas al principio no fueron fáciles. Surgió un drama familiar, protagonizado por José, «el esposo». Pero el anuncio del ángel iluminó el misterio, divina realidad, como había sucedido también con María. Y José creyó, como también creyó María.

ORACIÓN DE ALABANZA

Viene el rey de la Gloria (cf. Sal 23)

I. Jesús

Viene el rey de la gloria, sin corona, hecho un siervo, viene un rey desarmado, viene la gloria al infierno. Viene la dicha a la pena, viene la vida a los muertos, la libertad al esclavo, viene la luz a los ciegos. El que viene es Jesús, Cristo, amor soberano y fuego, pan de vida y medicina para hambrientos y enfermos. Toda la gracia de Dios, lluvia que baja del cielo. ¿Y qué monte o qué lugar servirá de templo al Templo?

II. María

Del Señor es la tierra que modelaron sus manos. Hubo una tierra bendita que Él preparó con cuidado. Ave. Nunca tendría la mancha ni se convertiría en barro. Inmaculada. La cultivó con su Espíritu, del que fue precioso vaso. La fundó sobre los mares de la gracia y los regalos, y la regó con los ríos que brotan de su costado. Llena de gracia, María. Entre todas las montañas ella fue el monte más alto, –bendita entre las mujeres– que llegó a tocar el cielo y sirvió de pararrayos. –El Señor está contigo–, contigo compenetrado. Bendito trozo de tierra, tan pequeñito y tan santo; nieve y fuego lo penetran, su misterio embarazado, y bendito sea el fruto que en el surco está sembrado.

III. José

¿Quién podrá subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en el recinto sacro?

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Un hombre libre y humilde, de manos fuertes y limpias, de corazón grande y puro, y con una fe encendida. Pudo subir hasta Dios acercándose a María. Era el más bueno, José, era encanto y maravilla. Cuando su alma se llenó de turbaciones y espinas, soñó con ángeles buenos, recibió buenas noticias. Y lleva a casa a la esposa, su casa cielo y familia, y el Reino de Dios ya cabe en una carpintería

1. DIOS ESTÁ MÁS CERCA

La Navidad está más cerca. Hoy encendemos ya las cuatro velas de la Corona de Adviento. Queremos expresar que nuestra preparación está a punto. Estamos en la recta final.

Pero quizá podamos dar todavía algún retoque, o aumentar tal vez la intensidad. Quizá las llamas de nuestras velas no resplandezcan con la fuerza necesaria.

La fe

Creo, Señor, pero no como María, tan radicalmente abierta a la Palabra, tan radicalmente confiada en tu Palabra, tan radicalmente entregada a tu voluntad.

Creo, Señor, pero no como José, tan bueno y tan soñador, tan confiado a tus ángeles, tan dócil a tus inspiraciones, tan elegante en su sacrificio.

Creo, Señor, pero tengo dudas y miedos, como Acaz. No me fío del todo, ni me pongo del todo en tus manos. Tengo apego a muchas cosas, que no soy capaz de renunciar.

Por eso, creo, Señor, pero aumenta mi fe.

• Me preparo a celebrar la Navidad, pero pienso más en la fiesta que en el misterio. Aumenta mi fe. • Sé que tú eres la Luz, pero yo me dedico a encender bombillas. Aumenta mi fe. • Sé que eres mi salvación y mi alegría, pero yo me entretengo con otras diversiones. Aumenta mi fe. • Sé que tú estás presente en la Eucaristía, pero prefiero acercarme a los belenes. Aumenta mi fe. • Sé que tú naces pobre y eres mi riqueza, pero yo, por si acaso, juego a la lotería. Aumenta mi fe. • Sé que tú eres mi comida, pero me gusta más la cena de Nochebuena. Aumenta mi fe.

La oración

En estos días rezamos y cantamos cosas muy bonitas, pero quizá nos quedamos más en la letra que en el espíritu, más en la rutina que en la verdad: «El Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven!» (Ap 22,17)

• Rezo y canto: Ven, pero no con la fuerza del Espíritu y el amor de la Novia. ¡Ven, Señor Jesús! • Rezo y canto: Ven, pero no me preparo a su venida. ¡Ven, Señor Jesús! • Rezo y canto: Ven, pero no me importa mucho ni tomo en serio el que venga. ¡Ven, Señor Jesús!

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• Rezo: El ángel del Señor anunció a María, pero no valoro lo que significa el misterio de la Encarnación. ¡Ven, Señor Jesús! • Rezo: El ángel del Señor anunció a José, pero no valoro la generosa aportación de José. ¡Ven, Señor Jesús! • Rezo: Bendito el fruto de tu vientre, pero no medito en la maternidad divina ni pienso que yo puedo llevar a Dios en mis entrañas. ¡Ven, Señor Jesús! • Rezo en la misa: Ven, pero no me conciencio de que en la Eucaristía viene Jesús. ¡Ven, Señor Jesús!

La esperanza

El Adviento es, ya sabemos, el tiempo de la esperanza. Nos hemos esforzado por cultivar esta virtud tan atractiva y necesaria. Pero no hemos desarrollado suficientemente todas sus dimensiones.

Agradece la visita. Con él viene tu salvación y tu fuerza, tu belleza y tu alegría.

• La esperanza supone un gran deseo, hambre y sed, pero yo me sacio en un mar de pequeñas gratificaciones. Espíritu Santo, lléname. • La esperanza es vigilante, pero yo vivo somnoliento y alienado. Espíritu Santo, despiértame. • La esperanza es paciente, pero yo me canso enseguida de esperar. Espíritu Santo, sostén con fuerza mi espera. • La esperanza es alegre, pero yo fácilmente me deprimo y desanimo. Espíritu Santo, consuélame. • La esperanza es valiente, pero yo me acobardo ante las dificultades. Espíritu Santo, fortaléceme. • La esperanza es comunitaria, quiere las manos unidas, pero yo soy competitivo e individualista. Espíritu Santo, úneme. • La esperanza es teocéntrica, pone en Dios su fuerza, pero yo me apoyo en mis capacidades. Espíritu Santo, divinízame.

El amor

Todo el misterio de la Encarnación y la Navidad tiene un origen y su fuente en el amor de Dios, que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito. Le quiero amar, pero no con el amor que me pide Jesús.

• Te amo, Señor, pero no con el amor de un cristiano. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no como te amó María o te amó José. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no te amo bien en los hermanos. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no hasta sacrificarme por los demás. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no a los que me ofenden o ningunean. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no sé amarte en los pobres, hasta hacerme pobre, o en los que sufren. Señor Jesús, dame tu amor. • Te amo, Señor, pero no hasta amar con tu mismo amor. Señor Jesús, dame tu amor.

2. LA GRAN SEÑAL

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La gran señal que Dios escoge para levantar las esperanzas del hombre no es señal de fuerza o de gloria o de riqueza, va siempre en la línea de vida, de ternura, de cercanía. Suele concentrarse en el amor y la fecundidad.

Hay tres momentos en que se nos ofrece el mismo signo: la mujer fecundada.

• «Pongo enemistades entre ti y la mujer», el hijo de la mujer te derrotará (cf. Gn 3,15) El protoevangelio. Las fuerzas de la vida son más poderosas que las fuerzas de la muerte. Nos resulta fácil hacer una lectura mariológica y cristo lógica del texto. • «La virgen está encinta y da a luz a un hijo… Enmanuel» (cf. Is 7, 14) La fe en esta palabra de Dios es más fuerte y más segura que todas las alianzas humanas. • «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer… está encinta y grita con los dolores del parto» (Ap 12,1- 2) Se refiere, naturalmente, a la Iglesia, Virgen que está dando siempre a luz a Cristo, con mucho dolor. Pero también podemos concentrar en María toda esta dimensión eclesial.

Virgen de la esperanza

La Virgen de la esperanza, la Virgen de la O, la Virgen embarazada de Dios. ¡Qué gran misterio!

Una joven embarazada ya es una esperanza. La vida que nace ya es un milagro. Mientras haya una joven en estado de buena esperanza, ya todo se puede esperar. Es la vitalidad de la flor. Cada vida nueva es como un sacramento. Cada mujer embarazada, como un adviento, sea la mujer del rey, sea la mujer del criado o del pastor. Cada madre, como una bendición. Cada niño que nace, una navidad.

Pero hoy hablamos de la Virgen María. Fecundada por el Espíritu, está embarazada de Dios. María fue la primera cuna de Dios. En el vientre de María se encierran todas las gracias y todas las bendiciones del cielo. El vientre de María es como una central de energía, no nuclear, sino divina. Esa energía condensada crece en la carne del niño que la madre está gestando. Es un sol en crecimiento, un sol de amor y de vida. Cuando ella dé a luz, el mundo se estremecerá. Todo empezará a ser nuevo. Un germen de gracia brotará en la tierra.

La Virgen de la O nos enseña a admirar el amor infinito de Dios, hecho hijo suyo; a escuchar, entrañando con más intensidad cada día la Palabra; a comulgar, en una unión maravillosa de madre a hijo, de criatura a Creador

Enmanuel

3. JOSÉ, EL BUENO

Un apunte sobre José. En este evangelio, los nombres benditos de Jesús-José-María aparecen juntos por primera vez. Mateo da a José mucho protagonismo.

• José era bueno, por su buen corazón, por su humildad, por su servicialidad. • Hizo lo que le había mandado: Es su fe, su fiat, su docilidad, su obediencia comprometida. • Llevó a casa a su mujer: es el amor responsable, la acogida plena, la cercanía protectora, la intimidad respetuosa.

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Será en adelante su vocación, no ya la de carpintero, sino la de acompañar, defender, cuidar de la esposa, María, y del fruto que llevaba en sus entrañas. Pero el fruto era, no sólo bendito, era divino, era Dios.

IGLESIA EN ORACIÓN

Por intercesión de María, esperanza nuestra, y de su hijo Jesucristo, nuestro Enmanuel, te pedimos, Padre: Ven, Señor, a salvamos.

• Que la Iglesia, como María, Virgen y Madre, tenga bien entrañada la Palabra de Dios. • Que la entrada de Dios en el mundo humanice las relaciones entre los hombres y los pueblos. • Que el anuncio de Navidad aporte consuelo a los afligidos, fortalezca a los débiles, esperanza a los excluidos, salud a los enfermos y salvación para todos. • Que florezcan en toda la tierra la paz y la justicia. • Que sepamos descubrir la presencia del Enmanuel y las señales de esperanza que Dios nos envía. • Que los que hoy comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo seamos testigos de la Navidad y de la Pascua, y vivamos una Navidad gozosa y solidaria.

Oremos: Ven, Señor, a salvamos; ven, Señor, y quédate siempre con nosotros.

EL LENGUAJE DE LOS SIGNOS

• Cuna vacía, para que nazca en ella el Niño. La llenemos con nuestras oraciones y compromisos. • Ofrenda de caridad: pañales para los niños. • Llaves de la casa de José: casa abierta para María, para el niño, para todos.

DOCUMENTACIÓN Y TESTIMONIO

1. MARÍA, LA MÁS FEMENINA

Esta dimensión mariana en la vida cristiana adquiere un acento peculiar respecto a la mujer y a su condición. En efecto, la feminidad tiene una relación singular con la Madre del Redentor, tema que podrá profundizarse en otro lugar. Aquí sólo deseo poner de relieve que la figura de María de Nazaret proyecta luz sobre la mujer en cuanto tal por el mismo hecho de Dios, en el sublime acontecimiento de la encarnación del Hijo, se ha entregado al ministerio libre y activo de la mujer. Por lo tanto, se puede afirmar que la mujer, al mirar a María, encuentra en ella el secreto para vivir dignamente su feminidad y para llevar a cabo su verdadera promoción. A la luz de María, la Iglesia lee en el rostro de la mujer los reflejos de una belleza, que es espejo de los más altos sentiminetos, de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir a los más grandes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo.

(JUAN PABLO II, RM 46)

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2. CONFÍA, JOSÉ, NO SEAS COMO ACAZ. TEN MUCHA FE

«Entonces gritó el ángel: Carpintero, ¿no te das cuenta que es obra de Dios? Porque tú haces tablas, en tu orgullo, ¿quieres pedir realmente cuentas al Aquel que, con modestia, de esa misma madera, hace brotar las hojas y abultar los capullos?

…Comprendió. Y como ahora levantase la vista, asustado de verdad, para mirar al ángel, éste ya no estaba. Entonces se quitó lentamente el turbante y entonó alabanzas al Señor.»

(R. M. RILKE)

CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

1. ¿Cómo desearías celebrar y vivir la Navidad? 2. ¿Cómo crees que la vas a vivir? 3. ¿Qué te está aportando el Adviento? 4. ¿Sigue Dios naciendo entre nosotros? 5. Comenta:

Porque Dios es humano (…) el hombre se ve revestido de una distinción enteramente especial. Todo ser dotado de rostro humano, todo hombre, con sus obras y realizaciones, recibe por ese solo hecho una dignidad particular (…), una dignidad de la que no le debe privar ningún juicio pesimista, por bien fundado que esté»

(K. BARTH)

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