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PARTE PRIMERA: INTRODUCCIÓN. EL FUNDAMENTO DE LA REGULACIÓN DEL BIENESTAR ANIMAL: PARADIGMAS CIENTÍFICOS, FILOSÓFICO-ÉTICOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES. EL STATU QUO DE LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA EN EL MOMENTO DE LA ENTRADA EN VIGOR DEL TRATADO DE LISBOA. CAPÍTULO 4. LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA ACERCA DEL STATU QUO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO SOBRE EL BIENESTAR ANIMAL. 1.- INTRODUCCIÓN 2.- LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO Y EL BIENESTAR ANIMAL. 3.- LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. 4.- LOS EXPERIMENTOS SOBRE LA MENTE DE LOS PRIMATES: LA GESTALT. 5.- BEHAVIORISMO O CONDUCTISMO. 6.- ETOLOGÍA. 7.- ETOLOGÍA COGNITIVA. 8.- CONSCIENCIA, COGNICIÓN, EMOCIONES Y BIENESTAR ANIMAL. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. Miguel Ibáñez Talegón & Félix Zaragoza Cuesta NOTA INICIAL. Aunque pueda resultar algo reiterativo con respecto a la exposición del capítulo inmediatamente anterior, se ha considerado necesario incluir un capítulo que analice el statu quo actual del conocimiento científico acerca de la conciencia, inteligencia analítica, inteligencia emocional, comunicación y lenguaje y otros aspectos de la mente animal, desde la perspectiva puramente científica y, por tanto, abstracción hecha del avance de otras ciencias vecinas y de la filosofía de la ciencia a la que ha tenido que ir adaptándose la Ciencia Aplicada del Bienestar Animal que, como toda filosofía o historia de la ciencia no deja de ser una ciencia social o humanística pese a que su objeto de estudio sea la ciencia misma. Esta descripción se mantiene pues como análisis integral desde la lógica exclusivamente de la Ciencia, sin matizaciones derivadas del análisis social de la lógica o historia de dicha ciencia, a efectos de que se preserve la coherencia y lógica interna de lo conocimientos científicos. Este capítulo 4 pretende, pues, hacer una especie de “foto” de cuáles son las ramas de estas ciencias de la mete y del comportamiento animal y sus metodologías y resultados actuales desde la perspectiva, más sincrónica que el relato histórico diacrónico que se ha realizado en el capítulo 3. Se pretende con ello que así como los científicos han tenido una aproximación a cómo las ciencias sociales y el derecho interpretan la evolución de este campo científico desde comienzos del siglo XIX hasta la primera década del presente –capítulo 3- , puedan y deban ahora los juristas, historiadores y otros expertos de las ciencias sociales oír y entender el mismo relato desde la perspectiva científica pura, para romper con la dicotomía que metodológicamente ha bloqueado el diálogo entre las humanidades-ciencias sociales y las ciencias propiamente dichas desde los orígenes de la Revolución Científica del siglo XVII, rindiendo así tributo al consejo póstumo de uno de los pensadores que más batalló por acercar ambos conocimientos a una cierta

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PARTE PRIMERA: INTRODUCCIÓN. EL FUNDAMENTO DE LA REGULACIÓN DEL BIENESTAR ANIMAL: PARADIGMAS CIENTÍFICOS, FILOSÓFICO-ÉTICOS Y MOVIMIENTOS SOCIALES. EL STATU QUO DE LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA EN EL MOMENTO DE LA ENTRADA EN VIGOR DEL TRATADO DE LISBOA. CAPÍTULO 4. LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA ACERCA DEL STATU QUO ACTUAL DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO SOBRE EL BIENESTAR ANIMAL. 1.- INTRODUCCIÓN 2.- LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO Y EL BIENESTAR ANIMAL. 3.- LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL. 4.- LOS EXPERIMENTOS SOBRE LA MENTE DE LOS PRIMATES: LA GESTALT. 5.- BEHAVIORISMO O CONDUCTISMO. 6.- ETOLOGÍA. 7.- ETOLOGÍA COGNITIVA. 8.- CONSCIENCIA, COGNICIÓN, EMOCIONES Y BIENESTAR ANIMAL. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. Miguel Ibáñez Talegón & Félix Zaragoza Cuesta

NOTA INICIAL. Aunque pueda resultar algo reiterativo con respecto a la exposición del capítulo inmediatamente anterior, se ha considerado necesario incluir un capítulo que analice el statu quo actual del conocimiento científico acerca de la conciencia, inteligencia analítica, inteligencia emocional, comunicación y lenguaje y otros aspectos de la mente animal, desde la perspectiva puramente científica y, por tanto, abstracción hecha del avance de otras ciencias vecinas y de la filosofía de la ciencia a la que ha tenido que ir adaptándose la Ciencia Aplicada del Bienestar Animal que, como toda filosofía o historia de la ciencia no deja de ser una ciencia social o humanística pese a que su objeto de estudio sea la ciencia misma. Esta descripción se mantiene pues como análisis integral desde la lógica exclusivamente de la Ciencia, sin matizaciones derivadas del análisis social de la lógica o historia de dicha ciencia, a efectos de que se preserve la coherencia y lógica interna de lo conocimientos científicos. Este capítulo 4 pretende, pues, hacer una especie de “foto” de cuáles son las ramas de estas ciencias de la mete y del comportamiento animal y sus metodologías y resultados actuales desde la perspectiva, más sincrónica que el relato histórico diacrónico que se ha realizado en el capítulo 3. Se pretende con ello que así como los científicos han tenido una aproximación a cómo las ciencias sociales y el derecho interpretan la evolución de este campo científico desde comienzos del siglo XIX hasta la primera década del presente –capítulo 3- , puedan y deban ahora los juristas, historiadores y otros expertos de las ciencias sociales oír y entender el mismo relato desde la perspectiva científica pura, para romper con la dicotomía que metodológicamente ha bloqueado el diálogo entre las humanidades-ciencias sociales y las ciencias propiamente dichas desde los orígenes de la Revolución Científica del siglo XVII, rindiendo así tributo al consejo póstumo de uno de los pensadores que más batalló por acercar ambos conocimientos a una cierta

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unidad durante las pasadas décadas, el recientemente desaparecido STEPHEN JAY GOULD1. Este capítulo 4 pues, refleja –y ello es esencial para los lectores no científicos de esta obra- la visión, por los propios científicos profesionales, del complejo entramado existente en las diversas ciencias en torno a la cuestión de qué significa, científicamente se insiste, hablar de los animales como seres sensibles (sentientes) [por cierto, acerca de la diferencia terminológica que una u otra palabra pueden implicar, véase el capítulo 6 relativo a la constitucionalización del bienestar animal]. 1.- INTRODUCCIÓN. Dando por asumido que los actuales Tratados Constitutivos de la Unión Europea afirman que los animales son seres sensibles, véase el capítulo 9, resulta indiscutible que este es el punto de partida para los científicos. El sufrimiento de los animales, sus emociones y su bienestar, al tener necesariamente, por mandato constitucional, que ser tenidos en cuenta, hacen que sea prioritario para la ciencia intentar responder a las siguientes preguntas: ¿Qué estados afectivos (dolor, temor, angustia, frustración) tienen importancia para el bienestar de los animales? ¿Cómo se pueden reconocer, y mitigar o prevenir, estos estados? ¿Cómo ha contribuido la investigación en este campo o cómo podría contribuir a la elaboración de normas sobre el bienestar de los animales? (VEISSIER Y FORKMAN, 2008). El Punto de partida científico reside en que, en el caso de las normas sobre el bienestar de los animales, existe el temor de que si éstas no se fundamentan sobre "bases científicas" puedan ser el reflejo de conceptos antropomórficos o de una opinión pública mal informada sobre la manera de cómo debe plantearse el bienestar de los animales y si éste se ve realmente o no afectado. Existe la necesidad de conocer realmente si el sufrimiento y las emociones animales en general son conscientes y similares a las nuestras, o son sólo una respuesta programada, adaptativa y refleja de evitación de una situación de malestar, y somos nosotros, los humanos, los que, atribuimos a los animales esa capacidad subjetiva de sufrimiento. Tenemos una gran tendencia a caer en el antropomorfismo y el mentalismo, es decir, a ver relaciones causa-efecto donde no existen, a proyectar nuestros pensamientos, sentimientos y estados emocionales, en los objetos inanimados y, sobre todo, en los animales, con el fin de intentar explicar su comportamiento de la misma forma que explicamos el nuestro (BUDIANSKY, 2001). Es primordial, por lo tanto, investigar sobre los estados mentales de los animales en relación con su bienestar.

1 Acerca de la dicotomía analítica bloqueadora, en vez de procreativa, entre las humanidades y las ciencias, véase el Prólogo a esta obra y, por supuesto, STEPHEN JAY GOULD, The Hedgehog, the Fox and the Magister´s Pox: Mending the Gap between Sciences and the Humanities, Harmony; 1 edition, 2003, editada en castellano como Érase una Vez el Zorro y el Erizo: Las Humanidades y la Ciencia en el Tercer Milenio, Ed Drakontos Bolsillo, 2004, pgs. 95 y ss. Las citas de las páginas son de la segunda edición, de 2010, de este obra en castellano.

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Cuando hablamos de bienestar no solamente hacemos referencia a unas buenas condiciones físicas y a una ausencia de enfermedades o lesiones; para la mayoría de las personas significa también un estado de salud psicológica adecuado. (IBÁÑEZ y GONZÁLEZ DE CHAVARRI, 2003). En principio la agenda la fijaron 1964 las “cinco libertades” del INFORME BRAMBELL: poder girar, tumbarse, permanecer de pie, estirarse y acicalarse sin ningún tipo de limitación (THORPE, 1969), aunque las investigaciones que se iniciaron inmediatamente por su impulso provocaron una nueva reformulación de esas cinco libertades: libertad para expresar los patrones normales de comportamiento, libres de sed, hambre y malnutrición, libres de incomodidad física, libres de heridas y dolor, y libres de miedo (SPEDDING, 1993). Estas nuevas cinco libertades pusieron un mayor énfasis en el bienestar psicológico y comportamental de los animales. Sin embargo, definir el bienestar psicológico de los animales y evaluar los estados mentales de los animales son tareas extremadamente difíciles, lo cual requiere que veamos el mundo desde el punto de vista de los animales más que desde el nuestro propio. Por lo que se está desarrollando una nueva variedad de técnicas y métodos científicos encaminados a resolver cuestiones como las mencionadas anteriormente, lo que significa intentar meterse dentro de la piel del animal y averiguar si lo que allí encontramos es similar a lo que encontramos en nosotros mismos, y si esto supone la existencia de procesos mentales iguales a los nuestros.

Se pasa pues a intentar resimir los planteamientos científicos acerca de cómo el comportamiento y las experiencias subjetivas y mentales de los animales son objeto de estudio y de interés científico para el ser humano y los resultados a los que ha llegado la comunidad científica.

2.- LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO Y EL BIENESTAR ANIMAL

Durante cientos de años el hombre ha observado con gran interés a los animales como fuente de alimento, peligro, poder, diversión o compañía. También los ha observado por mera curiosidad, centrada ésta en aspectos físicos y anatómicos, pero, especialmente, en los aspectos comportamentales (BOAKES, 1989). Planteándose cuestiones acerca de la existencia de inteligencia en los animales en comparación con la de los humanos, o si pueden los animales no humanos aprender de la experiencia, pensar, comunicarse o sentir, y si pueden tener consciencia de las diferentes vivencias a las que se ven expuestos a lo largo de sus vidas. La respuesta a estas preguntas se ha buscado en distintos ámbitos y en distintas épocas. Pero el momento en que comenzó a cobrar una mayor importancia y a reformularse nuevos planteamientos fue a mediados del siglo .XIX, cuando las teorías de Darwin sobre la evolución de la vida en la Tierra cambiaron la forma en que el ser humano percibía su relación con el resto de los seres vivos (BOAKES, 1989). En The Descent of Man and Selection in Relation to Sex DARWIN pretendió estudiar y comparar los procesos mentales y las pautas de comportamiento entre diferentes especies de animales y el hombre. Determinó que las emociones básicas: miedo, cólera, alegría y tristeza, son innatas o heredadas y las compartimos con otros mamíferos (DARWIN, 1872).

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Uno de los más acérrimos defensores de las teorías de DARWIN fue THOMAS H. HUXLEY. Y aunque escribió muy poco sobre la evolución de la inteligencia animal, tuvo la oportunidad de proponer sus ideas en torno a la mente de los animales. Expuso sus dudas acerca de la doctrina cartesiana en la que se plantea que los animales son meras máquinas desprovistas no solo de razón, sino de toda forma de conciencia, él consideraba que aunque DESCARTES (1980) pudiera tener parte de razón al considerarlos autómatas, podían ser autómatas más o menos conscientes o sensibles (HUXLEY, 1874). Con posterioridad, autores como GEORGE JOHN ROMANES o CONWY LLOYD MORGAN reconocen explícitamente su deuda con DARWIN y basan el grueso de su investigación en el estudio del instinto, del cual la teoría de la selección natural es uno de los pilares fundamentales. De esta manera, en línea con las teorías de DARWIN, ROMANES publica Animal Intelligence (1882), en donde aplica la idea de continuidad mental entre las diferentes especies animales. Proponiendo un procedimiento al que denominó “inferencia subjetiva”, según el cual la forma y el significado de las conductas debían ser idénticos en el hombre y en el animal. Romanes plantea la existencia de una evolución mental similar a una escala del conocimiento. Esta escala aumenta progresivamente su complejidad en relación con el lugar que ocupan las especies en la evolución y culmina en el ser humano. ROMANES (1882) no tuvo reparos en hablar de estados tales como los celos, la ira y la simpatía en todo tipo de animales, incluyendo los insectos, basándose en observaciones anecdóticas del comportamiento animal.

MORGAN (1890), sin embargo adoptó una actitud mucho más escéptica y crítica hacia los datos anecdóticos. Sugería que muchos de los aspectos cuasihumanos de la conducta de algunos animales domésticos añadían un atractivo equívoco a lo que no eran más que pequeños trucos. Era necesario observar muy de cerca cualquier anécdota relacionada con la inteligencia y emociones de los animales, y esforzarse en distinguir los hechos observados de las inferencias del observador (MORGAN, 1890) De esta manera MORGAN, adelantándose a los planteamientos que vendrían después con el conductismo (behaviorismo), sugería que era inútil utilizar como criterio definitivo la presencia del elemento conciencia pues lo que se necesitaba era un criterio objetivo que permitiera decidir si una determinada reacción puede ser considerada instintiva (MORGAN, 1890), llegando a la idea de que la complejidad de la conducta animal casi nunca, si alguna vez lo hace, indica una complejidad psicológica (MORGAN, 1894). De esta manera aplicaba el principio general de parsimonia (conocido como Canon de Morgan), según el cual: “en ningún caso debemos interpretar una acción como el resultado del ejercicio de una facultad psíquica superior, si puede interpretarse como resultado del ejercicio de una facultad menos elevada en la escala psicológica” (MORGAN, 1894).

El desarrollo de la psicología animal durante los últimos veinte años del siglo. XIX puede ser entendido en gran medida como absorción, por parte de la corriente darwiniana principal, de elementos como el examen de la relación entre los fenómenos psicológicos y los procesos fisiológicos, el interés por los

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procesos de aprendizaje, y el uso de la experimentación en el estudio de la conducta animal (Boakes, 1989).

3.- LA PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL

La necesidad de obtener datos empíricos no ambiguos en torno al funcionamiento de la mente animal y humana, tuvieron como consecuencia los intentos de aislar y comprender variables que operan en estas capacidades. Así pues, cuando se vio que los métodos empíricos empleados en otras ciencias parecían de poca utilidad al propósito de establecer una rigurosidad científica en las ciencias del comportamiento, se comenzaron a elaborar métodos, que aunque nos puedan parecer familiares en la actualidad, a finales del siglo XIX fueron completamente novedosos. La elaboración de una metodología que es en gran medida privativa de las áreas de la psicología y del estudio del comportamiento animal y humano surgió como respuesta a esta demanda (BOAKES, 1989). El empleo de condiciones de control rigurosamente especificadas en los experimentos, la modificación sistemática de una variable mientras se mantienen constantes las demás, y el uso de métodos estadísticos, convirtieron a la psicología experimental en una de las primeras disciplinas científicas más objetivas y rigurosas en el estudio del comportamiento animal. La psicología experimental se desarrolla inicialmente en dos lugares diferentes del mundo: en Alemania y en los Estados Unidos de América. Impactado por la lectura de la obra de ROMANES, Animal Intelligence (1882) WILHELM WUNDT, se muestra perplejo por la falta de sofisticación y rigurosidad en el trabajo de Romanes. Wundt sugiere que esta desafortunada situación era consecuencia del injustificable olvido en que hasta entonces los psicólogos habían mantenido el estudio de la conducta animal. Por lo tanto, en 1879, funda el primer laboratorio de psicología experimental en la Universidad de Leipzig, Alemania, en donde trata de estudiar e investigar, siguiendo un método científico riguroso, los diferentes aspectos psicológicos de humanos y animales. Producto de sus trabajos resulta su libro Lectures on Animal and Human Psychology (1892). En donde argumenta que, basándose en el principio general de parsimonia, la vida intelectual de los animales puede explicarse mediante simples leyes de la asociación. Gracias a la gran capacidad de los animales para aprender por imitación, estos consiguen llevar a cabo comportamientos que dan la engañosa apariencia de poseer funciones cerebrales muy complejas, similares a las del hombre.

WILLIAM JAMES, en los EE.UU., en la Universidad de Harvard, realizó trabajos que influyeron en gran medida en los estudios de la psicología y el comportamiento animal. Especialmente el estudio de los hábitos, considerándolos como movimientos exactos y precisos necesarios para alcanzar un determinado resultado, en donde se disminuye la atención consciente con la que tal acto se ejecuta (JAMES, 1890). Este planteamiento tiene una gran influencia en las explicaciones de las pautas y hábitos de comportamiento animal que se desarrollan con posterioridad. Sin embargo, en

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lo que concierne a la mente animal, James estaba muy de acuerdo con WUNDT. JAMES consideraba que nuestra forma de ver el mundo es por entero ajena a la de cualquier animal y que el verdadero pensamiento es una característica única del alma humana. Intentó demostrar que los procesos mentales implicados en los comportamientos animales supuestamente inteligentes, pueden por regla general explicarse perfectamente mediante la mera asociación por contigüidad, basada en la experiencia (JAMES, 1904).

La primera tesis doctoral de psicología que se centró en una investigación sobre la mente animal fue realizada por EDWARD THORNDIKE, alumno de WILLIAM JAMES y el más importante precursor del conductismo. En sus investigaciones iniciales Thorndike pretendía estudiar las capacidades de aprendizaje por imitación en los animales a la hora de resolver un problema, similares a los trabajos de MORGAN (1890). Pero los resultados fueron decepcionantes y no confirmaron la creencia casi universal de que los animales como el gato y el perro eran capaces de aprender por imitación o por movimientos pasivos. Esto tuvo el efecto de transformar la tesis y provocar un cambio radical en su planteamiento. THORNDIKE concluyó que posiblemente fuera correcto hacer un análisis del aprendizaje por ensayo y error más simple. Propuso que el aprendizaje por ensayo y error se explicaba como conexión entre la percepción de una situación y un impulso motor. De esta manera, propone un aprendizaje animal basado únicamente en la asociación entre estímulo-respuesta (E-R). Con esto se convence de que ésta es la verdadera visión de la mente animal, en donde no existe la conciencia ni el pensamiento, solamente impresiones sensoriales ante las que el individuo reacciona con un impulso (THORNDIKE, 1911). Posteriormente, en lugar de utilizar gatos o perros en sus experimentos, utilizó primates (del género Cebus). Al repetir los mismos experimentos con estos nuevos sujetos los resultados obtenidos fueron extraños y muy diferentes a los de los perros y gatos. La pendiente de las curvas de aprendizaje en los primates era más escarpada que en los otros. En sus estudios iniciales, las pendientes graduales obtenidas por perros y gatos eran interpretadas como ausencia de razonamiento, por lo tanto, las curvas tan pronunciadas en los monos podrían indicar la presencia de razonamiento. Sin embargo THORNDIKE prefirió verlas como indicación de un rápido establecimiento de conexiones E-R en el cerebro del mono.

Los resultados tan diferentes entre primates y no primates llevaron a otros investigadores a utilizar con más frecuencia a los monos y simios en sus experimentos sobre la inteligencia animal. Encontrando que los primates llegaban a comportarse de maneras que cualitativamente parecían más inteligentes que cualquiera de las formas de conducta que habían tenido ocasión de observarse en otros animales (HOBHOUSE, 1901).

4.- LOS EXPERIMENTOS SOBRE LA MENTE DE LOS PRIMATES: LA GESTALT

Mientras la Primera Guerra Mundial arreciaba en Europa, WOLFGANG KÖHLER estudiaba tranquilamente en la isla de Tenerife a un grupo de chimpancés cautivos con los que llevaba a cabo diferentes experimentos sobre

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sus capacidades mentales. KÖHLER (1917) describió sus observaciones sobre la habilidad de los chimpancés para obtener alimento que estaba fuera de su alcance. Observó a los animales apilando cajas unas sobre otras para poder alcanzar unos plátanos que colgaban del techo de la habitación. También vio su habilidad para utilizar palos en obtener los objetos que estaban fuera de su jaula, y más lejos que la longitud de su brazo.

KÖHLER estaba particularmente impresionado por la inesperada facilidad con la que los chimpancés parecían encontrar la solución al problema que se les planteaba. En una famosa ocasión, un macho de chimpancé llamado Sultán intentó en vano alcanzar un poco de alimento que estaba tirado fuera de su jaula. Estaba usando un trozo de bambú que no era lo suficientemente largo. Sultán había renunciado y estaba jugando con dos palos en otra parte de su jaula, de repente y por casualidad encajó un palo en el extremo del otro, construyendo un palo más largo. Köhler sostuvo que debido a que el Sultán inmediatamente se había dirigido a conseguir el alimento, el cual ahora estaba al alcance de su doble palo, el chimpancé debe haber “comprendido" la importancia de este descubrimiento accidental. Así, él habla de comportamientos inteligentes frente a comportamientos mecanizados. La diferencia estriba en que los últimos ocurren por ensayo y error, y una vez aprendidos se realizan de forma automática, sin embargo en los primeros se requiere un cierto razonamiento acerca del problema para dar con la solución. Köhler explicaba que las conductas inteligentes suelen ir precedidas de una pausa, después de la cual el animal lleva a cabo, en una sola secuencia continua, la resolución exitosa del problema ante el que se enfrentaba (KÖHLER, 1917). Es como si durante esa pausa hubiera tenido lugar una supuesta forma de procesamiento mental parecido a la experiencia subjetiva que acompaña al reconocimiento repentino de la solución de un problema, a este proceso se le conoció con el término inglés de insight. Estas teorías sentaron la base de lo que fue la escuela psicológica de la Gestalt.

5.- BEHAVIORISMO O CONDUCTISMO

A principios del siglo XX, los psicólogos decidieron estudiar el comportamiento animal desde un enfoque puramente objetivo, siguiendo la gran tendencia del positivismo. WATSON, definió el comportamiento como una respuesta adaptativa que un organismo, poseedor de un sistema nervioso, produce en respuesta a un estímulo del ambiente, siendo observables tanto el estímulo como la respuesta (WATSON, 1913). Lo que ocurría en el interior del animal, especialmente en su cerebro, fue considerado como un fenómeno imposible de estudiar, y no se tenían en cuenta los afectos o las emociones. Esta corriente planteó que las experiencias subjetivas como nuestros sentimientos y emociones son experiencias privadas. SKINNER (1963) propuso que en relación con nuestros sentimientos estamos encerrados dentro de nuestras propias pieles. El conductismo se considera una ciencia objetiva y empírica, por consiguiente rechaza la introspección como un método de observación científico ya que, según él, la evidencia instrospectiva es privada, sólo accesible a un observador. Así, muchos científicos conductistas adoptaron el punto de vista de que solamente se pueden estudiar los fenómenos no

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mentales. Debido a que nadie, salvo uno mismo, puede tener acceso a lo que se experimenta subjetivamente, y puesto que el método científico plantea que cualquier hipótesis debe ser corroborada por diferentes observadores, en este caso sólo hay un observador y por tanto no puede ser comprobado por otros. La mayoría de las investigaciones de esta corriente se basaron en experimentos en los que los animales aprendían a dar una respuesta ante un estímulo concreto para obtener una recompensa (refuerzo), o evitar un castigo, dicho procedimiento se conoce como condicionamiento operante.

Sin embargo, aunque el behaviorismo no pudo ayudar a comprender las emociones y afectos animales, y por lo tanto su bienestar, sí que aportó una metodología muy útil para estudiar objetivamente el comportamiento de los animales. KLOPFER y HAILMAN (1967) y GRIFFIN, (1976) remarcaron el enorme impacto que tuvo el behaviorismo en la investigación del comportamiento animal. Contribuyendo a dar a dichos estudios un carácter más científico y objetivo, y obligando a los científicos a concentrase en lo que podían ver y medir directamente.

6.- ETOLOGÍA

En reacción al behaviorismo los zoólogos desarrollaron su propio marco para estudiar el comportamiento animal, conocido posteriormente como etología. NIKO TINBERGEN y KONRAD LORENZ observaron a los animales en su medio natural, y centraron una gran parte de sus trabajos en estudiar los comportamientos innatos, reconociendo, influenciados en parte por los trabajos de Darwin, el carácter evolutivo de los instintos. Establecieron cuatro aspectos principales sobre los que orientar la etología, conocidos como los cuatro porqués (TINBERGEN, 1963): 1) la función del comportamiento; 2) la evolución del comportamiento; 3) la causación del comportamiento; y 4) el desarrollo del comportamiento

En estos cuatro aspectos se da una integración y complementariedad entre factores distales (función y evolución) y proximales (causación y desarrollo) para poder explicar el comportamiento de los animales.

Contrariamente a los planteamientos del behaviorismo, LORENZ creía que los agentes externos e internos en un individuo interactuaban entre sí, y podrían ser responsables en algunos casos del comportamiento que ocurría independientemente de estímulos externos. En su modelo hidráulico, él consideraba que en el interior del individuo existe una energía que se va acumulando con el tiempo, y ésta es liberada en forma de comportamiento cuando ocurren dos cosas: cuando ciertos estímulos están presentes, desencadenando su liberación, y/o cuando se alcanza un nivel de energía determinado (LORENZ, 1950). Sin embargo, en este modelo, LORENZ no deja muy claro qué es este tipo de energía. Se podría pensar que esta energía es alguna clase de hormonas que actúan en el cerebro para modificar el comportamiento. Los procesos mentales están todavía en la caja negra y de nuevo las emociones están consideradas fuera de estudio porque no son

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observables. Sin embargo, la etología puede ayudarnos a ver cómo los animales ven e interpretan el mundo.

Durante las décadas de los años 60 y 70, en el siglo XX, hubo dos planteamientos acerca de lo que ocurriría en el futuro con la etología. ROBERT HINDE, planteó que ocurriría una síntesis entre la etología y la psicología comparada. De manera que la etología derivaría hacia estudios más relacionados con aspectos del aprendizaje, la cognición y el comportamiento social, y la psicología comparada ampliaría sus estudios hacia enfoques más zoológicos (HINDE, 1966). Por otro lado, WILSON en su obra Sociobiology: The New Síntesis vaticinó (WILSON, 1975) que la neurofisiología “canibalizaría” a la etología de enfoque proximal, y que la sociobiología y la ecología del comportamiento harían lo mismo con la etología de enfoque distal. Las actuales investigaciones del comportamiento animal están dominadas por la ecología del comportamiento, con un aumento del interés centrado en la función del comportamiento y su evolución, dando la impresión de que la etología se apoya en una sola de sus cuatro piernas: causación, ontogenia, función y filogenia (DAWKINS, 1989). En este sentido, la ecología del comportamiento se ha movido más allá de las causas proximales, e incluso más allá de las cuestiones relacionadas con el bienestar animal. Sin embargo, existe por otro lado, en la etología actual, un enfoque ampliamente multidisciplinar, en donde las aportaciones e influencias de otras disciplinas sobre la etología y viceversa han creado multitud de orientaciones a la hora de investigar el comportamiento animal (COLMENARES, 1996). Esta situación, más ecléctica, ha favorecido la proliferación y especialización de diversas disciplinas, con sus propios recursos y técnicas, como la etología aplicada, dentro de la cual el campo del bienestar animal ha tenido un gran desarrollo hasta nuestros días (DAWKINS, 2006a; VEISSIER y FORKMAN, 2008)

7.- ETOLOGÍA COGNITIVA

Dentro de la psicología surgieron otras escuelas, además del behaviorismo, que se preocuparon por estudiar el sustrato del comportamiento. Psicólogos como TOLMAN ayudaron a sentar las bases para la psicología cognitiva argumentando que es posible estudiar los procesos mentales en animales y humanos. Él creía que las ratas poseían algún tipo de conocimiento sobre el lugar donde se encontraban y sobre los sucesos que podían ocurrir después. Los resultados que encontró en sus experimentos le llevaron a plantear la existencia de propósitos o cogniciones internas que “intervenían” entre las percepciones y las acciones (TOLMAN, 1932). Los principales temas abordados en psicología cognitiva fueron la categorización, la memoria, el lenguaje, y la resolución de problemas. Usaron situaciones experimentales con los animales, tanto en laberintos como en ambientes algo más naturales. Estos estudios abrieron la caja negra de la mente animal haciéndola más accesible. Sin embargo, los experimentos y problemas a los que los animales fueron enfrentados estaban más relacionados con el estudio de la mente humana que con la animal, y no eran realmente relevantes para la vida real de los animales. No obstante hubo un número de investigadores que combinaron la ciencia cognitiva con la biología investigando aspectos más naturales de la conducta

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animal en relación con sus procesos mentales, de este nuevo enfoque surge la etología cognitiva (GRIFFIN, 1978).

La etología cognitiva nace de la fusión de la etología clásica y la psicología cognitiva. Esta disciplina ayudó a dar una gran importancia a las experiencias subjetivas de los animales, y al planteamiento de sus estados mentales de consciencia y sufrimiento (BEKOFF y ALLEN, 1997). En los últimos 25 años se ha producido un renacimiento del interés por el estudio de la cognición animal. Son múltiples los trabajos que se han realizado y publicado en los que se analiza este fenómeno (GRIFFIN, 1978; RISTAU, 1991; BEKOFF, 1995) La investigación de la cognición animal y las experiencias mentales comienza a revelar que los animales guían su comportamiento por medio de sorprendentes pensamientos complejos. La versátil adaptabilidad de algunos animales frente a los impredecibles desafíos del medio sugiere la existencia de un pensamiento consciente simple acerca de las alternativas de respuesta y sus probables resultados. Cuando los animales se comunican entre sí, sus señales de comunicación pueden darnos datos objetivos y observables acerca de sus pensamientos. Aunque esta “ventana” en el pensamiento animal no sea especialmente transparente, puede ayudarnos a escapar de las persistentes inhibiciones del behaviorismo que han frenado la investigación sobre lo que ocurre dentro de la mente animal (GRIFFIN, 1991). Uno de los principales objetivos de estudio en la etología cognitiva ha sido el estudio de la consciencia animal (RISTAU, 1991; GRIFFIN, 2001).

Una aproximación al estudio de este fenómeno ha sido la de indagar si los animales pueden experimentar pensamientos relativamente simples acerca de las cosas que son importantes para ellos. Esta aproximación sugiere una definición de consciencia animal básica: puede considerarse que un animal experimenta un nivel simple de consciencia si subjetivamente piensa acerca de los objetos y los hechos. Pensar acerca de algo, en este sentido, significa considerar las imágenes mentales internas o representaciones de objetos y hechos que tiene el animal. Estos pueden representar situaciones actuales a las que se enfrenta el animal, memoria, o anticipación de futuras situaciones. Esta definición, sin embargo, asume la existencia de representaciones internas o imágenes mentales acerca de lo que el animal piensa, y también de las creencias y deseos simples acerca de lo que le gusta y le disgusta. Pero no incluye otras dos atribuciones que algunas veces son propuestas como características necesarias de la consciencia: conciencia de sí mismo y pensamientos acerca del proceso de pensamiento mismo (GRIFFIN, 2001).

El estudio de la autoconciencia en los animales ha sido abordado en diversas ocasiones por medio de los experimentos acerca del reconocimiento de la propia imagen en un espejo. Los trabajos de POVINELLI y GALLUP demostraron que, a diferencia de otros animales que consideran su propia imagen como si fuera otro individuo dirigiendo sus conductas de interacción hacia el espejo, los chimpancés, una vez familiarizados con este objeto, comenzaron a usar el espejo como si estuvieran reaccionando a su propia imagen, dirigiendo conductas hacia sí mismos, observando y explorando partes de su cuerpo que habitualmente no podían ver. Con el fin de demostrar de forma sistemática y objetiva este hecho, los investigadores pusieron una marca

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en la frente del chimpancé sin que este se percibiera de ello, cuando el animal volvió a mirarse en el espejo rápidamente dirigió su mano hacia la frente tocando el lugar donde estaba la mancha. Así parece que este experimento con el espejo demuestra que el chimpancé reconocía su propia imagen (GALLUP, 1970; POVINELLI et al., 1997).

Otros trabajos en el campo de la etología cognitiva que han intentado demostrar las capacidades mentales de los animales han llevado a cabo experimentos sobre la capacidad para desarrollar conceptos como el de “ser humano”, “árbol” o “agua”. En ellos se entrenaba a las palomas para picar en una pantalla cada vez que aparecían imágenes de alguno de esos tres elementos. Las palomas picaron cuando vieron tales imágenes, independientemente de que la fotografía que apareciera la hubieran visto antes o, por el contrario, no la hubieran visto nunca. De manera que la paloma había desarrollado un concepto abstracto y general de “ser humano”, “árbol” o “agua” (HERRNSTEIN et al., 1976; SIEGEL y HONING, 1970).

Las representaciones mentales que pueden tener los animales acerca de su entorno, acerca de ellos mismos y acerca de los demás han llevado a plantearse la existencia de fenómenos como el de poseer una teoría de la mente: la capacidad de atribuir estados mentales- creencias, deseos, intenciones, fingimientos, conocimientos, etc.- a sí mismo y a otros, y entender que los otros tienen creencias, deseos e intenciones que son diferentes a las de uno mismo (PREMACK y WOODDRUFF, 1978). De manera que una animal que puede “adivinar” qué es lo que está pensando otro, puede prever y anticiparse al comportamiento de éste, y puede manipularle y engañarle en beneficio propio, como si poseyera una “inteligencia maquiavélica” (BYRNE y WHITEN, 1988; WHITEN y BYRNE, 1988). Las investigaciones llevadas a cabo por etólogos que estudian el comportamiento social han descrito situaciones en las que la explicación más plausible de ciertos comportamientos sería suponer que los animales tienen intencionalidad y capacidad de engañar a otros (para una revisión ver CHENEY y SEYFARTH, 1991; KREBS y DAWKINS, 1984; WHITEN y BYRNE, 1988), y para esto es necesario poseer una teoría de la mente.

La existencia de esta capacidad no sólo supone que un animal pueda pensar acerca de lo que otros piensan y actuar en consecuencia, si no que pueda sentir lo que otros sientan cuando percibe sus estados emocionales –sentirse emocionalmente alterado cuando percibe sufrimiento en un compañero- y, por lo tanto, tener empatía. Estudios realizados con chimpancés han demostrado que cuando un individuo se encuentra en un estado de ansiedad y agitación emocional debido a la agresión que ha recibido durante un conflicto con otro congénere, algunos compañeros o parientes del agredido se acercan a él y le abrazan, consiguiendo con ello que las conductas de la víctima que denotan una respuesta al estrés (rascarse, autoacicalarse, temblar, etc.) desaparezcan o se vean reducidas (AURELI y DE WAAL, 2000).

El bioquímico británico RUPERT SHELDRAKE (2006), explica una de las hipótesis más revolucionarias de la biología contemporánea: la de la Resonancia Mórfica. En ella explica la idea de que las mentes de todos los

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individuos de una especie -incluido el hombre- se encuentran unidas y formando parte de un mismo campo mental, el cual afectaría a las mentes de los individuos y las mentes de estos también afectarían al campo. "Cada especie animal posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman", afirma SHELDRAKE. De este modo si un individuo de una especie animal aprende una nueva habilidad, les será más fácil aprenderla a todos los individuos de dicha especie, porque la habilidad "resuena" en cada uno, sin importar la distancia a la que se encuentre. Y cuantos más individuos la aprendan, tanto más fácil y rápido les resultará al resto.

Recientemente y como consecuencia de numerosos experimentos sobre la mente animal desarrolla la teoría de la Mente Extendida (SHELDRAKE, 2007). En la teoría se sostiene la idea de que la mente no es tan sólo la actividad del cerebro, sino que éste es el sustento físico a través del cual se puede manifestar la mente. Incluso va más allá al afirmar que la mente no se encuentra confinada en el cerebro sino que se extiende hacia el mundo que le rodea. Esa proyección mental afectaría e influiría en el mundo y a su vez sería influido por él. La mente por tanto, tendría un poder muy superior a lo que pudiéramos imaginar. Ha comprobado por ejemplo, cómo en ocasiones una presa es consciente de que está siendo observada por un depredador antes de que lo pueda ver o percibir por cualquier otro sentido, algo que según esta teoría se explicaría porque ambos están unidos por un mismo campo en el que se afectan.

Los campos mentales de los grupos sociales ayudan a coordinar los movimientos de los individuos, sean peces nadando en un banco o pájaros volando en bandadas a los que en ocasiones se les puede ver con sincronizaciones instantáneas. En esos campos mórficos de los grupos sociales es donde podrían encontrarse las bases evolutivas de la eficacia de la comunicación de sensaciones como el miedo, alarma, excitación o llamadas de ayuda.

Estos son algunos ejemplos de estudios en etología cognitiva realizados sobre las capacidades mentales de los animales no humanos. Los intentos de demostrar que estos seres tienen consciencia de sí mismo o de los demás, o que son capaces de crear conceptos abstractos de su entorno, han llevado a generar la sensación, cada vez más extendida, de que poseen sistemas para interpretar la realidad de manera bastante similar a la del ser humano y, por consiguiente, les afectan de la misma manera que a nosotros las condiciones de bienestar (o la ausencia de éste) en las que se desarrolla su vida. En este sentido, la psicologa francesa JOËLLE PROUST (2003) indica que aquellos animales que tengan un cerebro pueden producir representaciones mentales de los objetos externos, memorizarlos e incluso engendrar conceptos, un proceso parecido a lo que hacen los seres humanos, pero todavía lejano a los procesos de razonamiento humano.

Actualmente, son cada vez más los trabajos que aúnan en una misma investigación el enfoque cognitivo y el bienestar de los animales (MENDL y PAUL, 2004; PAUL et al., 2005; BOISSY et al., 2007). El estudio de la

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cognición, la consciencia y las emociones es una de las áreas prioritas dentro de las ciencias del bienestar animal.

8.- CONSCIENCIA, COGNICIÓN, EMOCIONES Y BIENESTAR ANIMAL

Como hemos visto a lo largo de este capítulo, desde CHARLES DARWIN hasta hoy existe la evidencia de que los animales tienen capacidades entre las que se encontrarían la consciencia y la sensibilidad, es decir, puede considerarse que son seres sensibles. Aún así, en ciertos ámbitos, existen todavía dudas acerca de este aspecto obvio para mucha gente hoy en día así como lo fue para DARWIN entonces (DARWIN, 1872).

Lo más importante de los estudios sobre el bienestar animal es saber no sólo si los animales están mal, si no si además se pueden sentir mal, es decir, si pueden ser conscientes de su malestar y sufrimiento (DAWKINS, 1980). Para ello se debe investigar sobre un aspecto tan complejo como la consciencia emocional. ¿Poseen los animales la capacidad de tener sensaciones y experiencias subjetivas como los sentimientos y las emociones?, ¿son conscientes de estos sentimientos y emociones de la misma forma que lo somos nosotros? De dar respuesta a estas preguntas se han encargado distintas disciplinas científicas a lo largo de la historia de la investigación del comportamiento animal.

Sin embargo, el concepto de emociones y sentimientos en los animales es mirado con escepticismo por muchos científicos los cuales argumentan que tales conceptos no pueden ser estudiados científicamente (DUNCAN, 2006). Argumentan que la consciencia y los sentimientos conscientes no se puede probar que existan en los animales (MCPHAIL, 1998; KENNEDY, 1992). Y una de las barreras para conocer el estado de consciencia de las emociones animales es la carencia de lenguaje. En una entrevista, el doctor CHARLES STEVENS explicaba que la ausencia de un auténtico lenguaje en los animales no es sólo un obstáculo metodológico insalvable para investigar sobre las experiencias conscientes de los animales, sino que además es un factor limitante de dichas experiencias. Sin el lenguaje los estados de consciencia en los animales deben ser tan distintos a los de los humanos que no podrían llamarse de la misma manera. La apreciación consciente que se tiene acerca de algo tan primitivo como un dolor hace pensar enseguida sobre cuál es la causa del dolor, y comenzar así una conversación interior acerca de los aspectos vitales de este dolor. Nuestra experiencia del dolor dependerá en gran medida de esta conversación que tenemos en nuestro interior (“Los Secretos de la Vida”, entrevista en el diario “El País”, 2002).

En la actualidad, para los científicos, todavía no está del todo claro que en los animales exista la capacidad de sentir sufrimiento, por lo menos de la misma forma consciente que lo sentimos los seres humanos. Investigar sobre la consciencia es algo muy distinto a investigar sobre otras funciones cognitivas. Se puede investigar sobre la consciencia pero nunca llegar a conocerse a sí mismo o conocer si los animales tienen procesos conscientes como los del humano. Es difícil distinguir entre “sentir algo conscientemente” y “comportarse

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como si se sintiera algo”. Sin embargo, aunque neguemos que los animales puedan tener experiencias conscientes sobre el sufrimiento similares a las nuestras, bastaría con admitir que el dolor y el sufrimiento son unas experiencias conscientes, a nivel perceptivo y emocional, tan aversivas como para importarnos prevenirlas y aliviarlas en los animales (MATEOS, 2003).

Cómo reconocer y definir el sufrimiento animal es una tarea sobre la que no suele haber un acuerdo unánime dentro de la comunidad científica. Sería crucial decidir qué método puede darnos unos indicadores fiables sobre el sufrimiento animal. Si pensamos que es importante elaborar y mejorar las leyes sobre el bienestar animal debemos investigar más sobre este tema (DAWKINS, 1980).

Sin embargo, los científicos, en algunas ocasiones, se plantean que es una tarea difícil estudiar el sufrimiento animal desde un punto de vista totalmente objetivo, pues se trata de un aspecto subjetivo. Muchos científicos piensan que el mundo subjetivo de los animales no está abierto a la investigación científica. Conceptos como “consciencia” o “sufrimiento” no son objeto de estudio científico adecuados. Realmente, las dificultades de estudiar las experiencias subjetivas de los animales son ciertamente mucho mayores que las de estudiar algo que es directamente observable. Sin embargo, cada vez más científicos estudian e investigan las experiencias mentales de los animales a través de métodos y experimentos rigurosos y objetivos.

La primera cuestión a abordar es si son conscientes los animales. En la actualidad está teniendo lugar un creciente desarrollo en la ciencia del bienestar de los animales, utilizando los avances de otras disciplinas que abordan las cuestiones de consciencia, con el fin de demostrar que los animales experimentan conscientemente dolor y sufrimiento, de manera similar a como lo experimentan los seres humanos, (MENDL y PAUL, 2004; BATESON, 2004; PAUL et al., 2005).

Desde un punto de vista científico, la consciencia humana es el problema más difícil en la biología (BLACKMORE, 2003; KOCH, 2004). No tenemos ni idea de cómo los grupos de células nerviosas que conforman nuestros cerebros dan lugar a pensamientos conscientes y emociones o incluso los más elementales sentimientos de dolor y hambre (sensibilidad) en nosotros mismos. Este desconocimiento de cómo se origina nuestra propia conciencia hace que sea difícil saber qué buscar como prueba de que en otras especies, en particular aquellos cuyos cerebros son anatómicamente diferentes de los nuestros, también existe.

La situación se complica aún más por los recientes descubrimientos de la psicología: muchas acciones complejas en los seres humanos (por ejemplo, conducir un coche o tocar un instrumento musical) pueden llevarse a cabo de manera inconscientemente (PAUL et al., 2005; BLACKMORE, 2003). En la mayoría de lo que hacemos parece haber múltiples rutas para la misma conducta, y sólo algunas de ellas implican consciencia (ROLLS, 2005). Pero si la misma acción (por ejemplo, la respiración o un estiramiento de extremidades) puede ocurrir en los seres humanos a través de una vía

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consciente o inconsciente, el argumento de que si el comportamiento de un animal es similar al de un humano entonces el animal también debe ser consciente (DE WAAL, 2005), dicho argumento pierde fuerza. Un animal puede estar haciendo el mismo comportamiento que un humano pero utilizando sus circuitos inconscientes (MCPHAIL, 1998).

Una mayor comprensión del cerebro humano ha hecho más difícil que nunca decidir qué animales no-humanos son conscientes. Sin embargo, los nuevos resultados de la investigación han abierto algunas interesantes vías para avanzar (DAWKINS, 2006a).

En el ámbito de la cognición animal, GRIFFIN (GRIFFIN y SPECK, 2004) argumentó que la consciencia en el ser humano ha evolucionado a fin permitir un comportamiento adaptativo y flexible, por lo tanto, la mejor manera de encontrar evidencia de consciencia en los animales sería buscar comportamientos adaptativos y flexibles en otras especies. El problema, como hemos visto, es hacer el enlace entre la complejidad del comportamiento y la experiencia consciente (DAWKINS, 2006a). Por ejemplo, los chimpancés pueden reconocerse en los espejos, en el sentido de que utilizan los espejos para examinar las partes de sus cuerpos que por lo general no pueden ver (GALLUP, 1970; POVINELLI et al., 1997). Aunque esto podría indicar autoconciencia y un conocimiento consciente de sí mismo (BEKOFF y SHERMAN, 2003), no es necesaria la existencia de consciencia para ello (HEYES, 1998).

Se ha planteado que la complejidad de la vida social es la fuerza motriz de la evolución de la consciencia, alegando que el engaño, las trampas y el tratar de burlar los tramposos requieren un tipo particularmente complejo de planificación y perspectiva de futuro (BYRNE y CORP, 2004). Sin embargo, resultados aparentemente complejos pueden ser consecuencia de seguir normas simples (SACHS, 2004). Por ejemplo, los 'tramposos' no tienen porqué ser detectados por medio de un elaborado proceso de consciencia de los pensamientos del otro, sino por medio de estrategias simples, tales como el altruismo reciproco y sus variantes (CHEN y HAUSER, 2005), en las que los animales recuerdan lo que sucedió en los últimos encuentros y actúan en consecuencia.

Recientemente, se ha prestado especial atención a la posibilidad de que los animales supervisen el estado de sus propios recuerdos. Los monos realizan mejor algunas tareas cuando pueden elegir por sí mismos, por ejemplo, la prueba más fácil pero menos gratificante que cuando el experimentador decide por ellos, lo que sugiere que los monos sabían cuánto sabían (HAMPTON, 2001).

Otra de las cuestiones a tratar es si sensibilidad y consciencia son lo mismo. El planteamiento que nos hacemos nos lleva a contestar negativamente a esta pregunta Consciencia generalmente se refiere a una amplia gama de estados en los que existe un inmediato conocimiento del pensamiento, imagen o sensación. Aunque es imposible de describir definitivamente, usamos el término para cubrir una gama de fenómenos desde las sensaciones básicas de

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contacto hasta las preocupaciones sobre el futuro del planeta y de nuestro lugar en él (DAWKINS, 2006b). Dentro de la idea de consciencia podemos distinguir entre dos tipos (BLOCK, 1991). Por un lado, está la sensibilidad, que sería la capacidad de experimentar las sensaciones básicas como ver, oir, sentir dolor, etc., y es precisamente la creencia de que los animales poseen, al menos, este tipo básico de conciencia lo que da lugar a la preocupación por su bienestar. El otro tipo de consciencia sería el acceso a la consciencia, se refiere a experiencias más complejas de poder pensar o informar sobre un estado mental, ya sea del presente o del pasado (memoria) (DAVIES y HUMPHREYS, 1993). Así pues, la sensibilidad es una clase de consciencia relacionada con la emociones básicas.

Quizás la evidencia más convincente de la sensibilidad animal podríamos encontrarla buscando en las emociones animales. Pero, como hemos mencionado anteriormente, la cuestión es si los animales experimentan emociones realmente o si sólo se comportan como si tuvieran emociones (DAWKINS, 2006b). La intuición de que se sienten como nosotros es inmensamente poderosa, porque las similitudes con nosotros mismos parecen muy cercanas, pero ¿cuán cerca están realmente?

Ahora disponemos de una variedad de formas para “preguntar” a los animales lo que quieren y, también, lo que quieren evitar o de lo que quieren escapar. Les podemos ofrecer la elección entre diferentes opciones, podemos capacitarlos para presionar palancas, llaves o empujar las puertas para obtener beneficios de diversa índole y así encontrar las condiciones que les gustan o disgustan (FRASER y MATTHEWS, 1997; DAWKINS, 1998). Pero, ¿es esto una prueba de sensibilidad? ¿Significa que sienten emociones desagradables cuando se esfuerzan para escapar de algo o evitarlo en el futuro? ¿Sienten placer cuando nos muestran que "quieren" un pedazo de alimento o el acceso a sus compañeros? La elección por sí misma no es garantía de sensibilidad puesto que las plantas "eligen" crecer hacia la luz y las bacterias usan la gravedad o los campos magnéticos para orientarse (DAWKINS, 2006b). ¿Qué tipo de elecciones implica la sensibilidad?

En este sentido es interesante el fenómeno de la automedicación, es decir, los animales aprender a darse ellos mismos las drogas que se saben que producen alivio del dolor o de la ansiedad (SHERWIN y OLSSON, 2004; DANBURY et al, 2000). Se hizo un tipo de estudio acerca de la respuesta de los animales heridos para aliviar el dolor o la ansiedad por medio del uso de drogas. Por ejemplo, DANBURY et al. (2000) utilizó este enfoque para preguntarse si los pollos de engorde que están cojos y tienen dificultad para caminar realmente sienten dolor. Ofrecieron a los pollos una opción con alimentos claramente coloreados, uno de los cuales contenía Carprofen, un anti-inflamatorio analgésico no-esteroide, muy similar a los que podríamos utilizar nosotros mismos cuando sentimos dolor. Los pollos cuyo comportamiento indicaba que estaban cojos aprendieron a elegir la comida que contenía Craprofen, sin embargo los pollos sanos que caminaban de forma normal no lo hicieron. Además, los pollos cojos empezaron a caminar mucho mejor después de que tomaran la medicación. Así pues los pollos de engorde eligen ingerir un analgésico muy similar al que nosotros tomamos cuando

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queremos aliviar nuestro dolor. Para muchas personas el ejemplo de un animal que se automedica cuando siente dolor y no lo hace cuando no lo siente sería suficiente para demostrar que existe consciencia del sufrimiento y sensibilidad, sin embargo, estrictamente hablando, es posible explicar esto por medio de un mecanismo no consciente (DAWKINS, 2006a). Alguien podría argumentar que lo que ha ocurrido ha sido que la fibras del dolor se han activado y el animal está programado para encontrar maneras de reducir esta activación. (DAWKINS, 2006b). Aún así, la diferencia entre hacer y sentir sigue ahí, por pequeña que pueda parecer.

La forma más directa de decidir si los animales son conscientes sería comparar sus mecanismos fisiológicos y funciones cerebrales con las nuestras (BERMOND, 2001). El dolor en los mamíferos (RUTHERFORD, 2002; MOLONEY et al., 2002) y, en menor medida, en las aves (GENTLE, 1992), ha sido bien estudiado y, más recientemente, el descubrimiento de nocioceptores en los peces (SNEDDON et al., 2003), ha llevado a la opinión de que ellos también sienten dolor y pueden sufrir (ROSE, 2002; CHANDROO et al., 2004). Incluso los invertebrados, en base a sus respuestas fisiológicas y comportamentales, no pueden ser descartados (SHERWIN, 2001). Sin embargo, las respuestas definitivas a las preguntas acerca de si tienen experiencias consciente del dolor y sufrimiento como lo tenemos nosotros siguen siendo difíciles de alcanzar (BATESON, 2004). Lejos de resolver la cuestión de la consciencia animal, la anatomía comparativa del cerebro ha llevado a MCPHAIL (MCPHAIL, 1998) a concluir que sólo los seres humanos son conscientes, y a BAARS (BAARS, 2001) a llegar a la conclusión diferente de que al menos todos los vertebrados los son. Es más difícil de lo previsto encontrar la base neural de la conciencia en los seres humanos (BLACKMORE, 2003; BLOCK, 2005) La consciencia, como una característica que ha evolucionado, es propiamente una parte de biología, pero, es difícil de estudiar (DAWKINS, 2006a).

Los estudios en el ámbito de las ciencias del comportamiento animal han sido una de los mejores apoyos para la ciencia del bienestar animal. Los resultados obtenidos por parte de los científicos para demostrar la existencia de procesos y funciones cerebrales similares en animales y humanos han supuesto un gran avance en el planteamiento llevado a cabo por las ciencias del bienestar animal, han creado la concienciación y la necesidad de dar una mejor y mayor calidad de vida a los animales que conviven con el ser humano. Lo que se ha visto traducido en la elaboración de una legislación para la protección animal, cada vez más abundante, precisa y eficaz en la protección de los derechos básicos de bienestar en los animales.

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