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Participar significa formar parte de, o tomar parte en, la construcción de alguna empresa común, que en el caso de la sanidad, tiene que ver con la salud de la pobla- ción. Una contribución que, de acuerdo con las defini- ciones de salud vigentes, se asocia a una de las dimen- siones básicas de la salud misma. En efecto, las defini- ciones positivas de la salud, aquellas que la consideran algo más y distinto que la mera ausencia de enferme- dad, tienen en cuenta tanto la faceta somática, como la psicológica y la social, de modo que la relación de las personas con la sociedad constituye uno de sus ele- mentos estructurales. Una relación que, para ser salu- dable, requiere cierto grado de control, lo que en la jer- ga salubrista actual se denomina empoderamiento, la versión sanitaria de la emancipación. Controlar los determinantes de la propia salud es una de las proposiciones de la carta de Ottawa (1). De mo- do que la participación podría verse, entre otras cosas, como un instrumento de acceso al poder que, en demo- cracia, corresponde al pueblo soberano. Pero como la evolución de las sociedades humanas comporta cam- bios sustanciales sobre el sentido y las consecuencias de la participación y, desde luego, sobre los estímulos participativos que experimentamos los individuos, con- viene analizar las actuales posibilidades y las conse- cuencias de la participación ciudadana en las activida- des sociales en sentido amplio y en las intervenciones sanitarias en particular. ¿Qué entendemos por participación? La noción misma es relativamente reciente y engloba cualquier “intervención de los particulares en activida- des públicas mediante el ejercicio de sus derechos civi- les” (2). Una definición poco específica que limita la uti- lidad del término, aunque no se dude de la convenien- cia de que los ciudadanos participen activamente en las decisiones que les afectan (3). Ya sea por convenci- miento ideológico, expresión de legitimidad, transparen- cia y rendir cuentas, bien desde el pragmatismo de lo- grar una mejor aceptación de las decisiones impopula- res (4). La motivación primaria para participar depende verosí- milmente de la obtención de algún beneficio tangible que compense el esfuerzo que comporta. Cuando se trata de solucionar con ella un problema particular el estímulo es directo. En cambio, si el propósito está me- nos vinculado al beneficio propio –digamos que se trata de la contribución al desarrollo o a la viabilidad de la co- munidad o de la sociedad, por no mencionar la humani- dad– la cosa se complica. Es probable que exista algu- na predisposición innata al altruismo “egoísta”, selec- cionada evolutivamente como poderoso sentimiento de pertenencia al clan, a la partida o a cualquier otra es- tructura social operativa, el cual en las circunstancias actuales y a pesar de la fuerza ancestral perceptible en ocasiones señaladas, no parece suficiente como estí- mulo permanente. Como señala Font, “podemos espe- rar que los ciudadanos participen pero no que vivan pa- ra participar” (5). La evolución de las culturas humanas, el crecimiento de las sociedades y el aumento de la complejidad de las organizaciones comporta modificaciones sustanciales en la naturaleza misma de las comunidades y mediatiza la obtención de los beneficios atribuibles a la participa- ción. El sentido de la participación también se modifica, de acuerdo con los intereses de los agentes sociales, las corporaciones, las administraciones, las empresas y los particulares. Entre los cuales se producen a menu- do conflictos. La existencia de confrontaciones es, pues, un elemento crucial que debe tenerse en cuenta para no incurrir en formulaciones ingenuas –basadas en una concepción simplista del altruismo– o hipócritas, que a fin de cuentas desorientan. La participación social Si atendemos a los datos de abstención electoral y a la afiliación a partidos políticos y a sindicatos, la impre- sión es que, sobre todo en los países ricos gobernados por democracias parlamentarias, la participación ciuda- dana en los asuntos colectivos es más bien deficitaria. Lo que, por lo menos, refleja la falta de adaptación de estas instituciones a las transformaciones sociales, de modo que llegan a verse incluso como obstáculos a la participación debido a la desconfianza que generan. Una desafección, aparente al menos de la política, que Bourdieu califica de “indiferentismo activo” provocado por “la discordancia entre el ansia de sinceridad –o las exigencias de desinterés– inscritas en la delegación de- mocrática de poderes y la realidad de las maniobras mi- croscópicas” de forma que se “desarrolla el equivalen- te al anticlericalismo: la sospecha de que los políticos obedecen a intereses del microcosmos político más que a los de los votantes o los ciudadanos” (6). Aparen- te o parcial porque según señala Beck “a la vez que se extiende la vacuidad política de las instituciones (…) se produce un renacimiento no institucional de lo político” (7) como un “conjunto de oportunidades de acción y de poder suplementarias más allá del sistema político” (8) que denomina subpolítica. De ahí el interés en métodos de participación adecuados para un público que cada vez es más instruido y sofisticado (9). Más allá de la participación directa como socios o afi- liados de las instituciones que representan a los agen- tes sociales –sindicatos, patronales, corporaciones pro- fesionales– y de los partidos políticos, existen también órganos de participación de las administraciones públi- 55 ELEMENTOS PARA UN DEBATE INFORMADO GESTIÓN CLÍNICA Y SANITARIA • VOLUMEN 12 • NÚMERO 2 • VERANO DE 2010 La participación ciudadana, la sanidad y la salud Andreu Segura Área de Salud Pública. Institut d’Estudis de la Salut. Generalitat de Catalunya. Departament de Ciències Experimentals i de la Salut. Universitat Pompeu Fabra. Barcelona. [email protected]

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  • Participar significa formar parte de, o tomar parte en, laconstruccin de alguna empresa comn, que en el casode la sanidad, tiene que ver con la salud de la pobla-cin. Una contribucin que, de acuerdo con las defini-ciones de salud vigentes, se asocia a una de las dimen-siones bsicas de la salud misma. En efecto, las defini-ciones positivas de la salud, aquellas que la consideranalgo ms y distinto que la mera ausencia de enferme-dad, tienen en cuenta tanto la faceta somtica, como lapsicolgica y la social, de modo que la relacin de laspersonas con la sociedad constituye uno de sus ele-mentos estructurales. Una relacin que, para ser salu-dable, requiere cierto grado de control, lo que en la jer-ga salubrista actual se denomina empoderamiento, laversin sanitaria de la emancipacin.Controlar los determinantes de la propia salud es unade las proposiciones de la carta de Ottawa (1). De mo-do que la participacin podra verse, entre otras cosas,como un instrumento de acceso al poder que, en demo-cracia, corresponde al pueblo soberano. Pero como laevolucin de las sociedades humanas comporta cam-bios sustanciales sobre el sentido y las consecuenciasde la participacin y, desde luego, sobre los estmulosparticipativos que experimentamos los individuos, con-viene analizar las actuales posibilidades y las conse-cuencias de la participacin ciudadana en las activida-des sociales en sentido amplio y en las intervencionessanitarias en particular.

    Qu entendemos por participacin?

    La nocin misma es relativamente reciente y englobacualquier intervencin de los particulares en activida-des pblicas mediante el ejercicio de sus derechos civi-les (2). Una definicin poco especfica que limita la uti-lidad del trmino, aunque no se dude de la convenien-cia de que los ciudadanos participen activamente enlas decisiones que les afectan (3). Ya sea por convenci-miento ideolgico, expresin de legitimidad, transparen-cia y rendir cuentas, bien desde el pragmatismo de lo-grar una mejor aceptacin de las decisiones impopula-res (4).La motivacin primaria para participar depende veros-milmente de la obtencin de algn beneficio tangibleque compense el esfuerzo que comporta. Cuando setrata de solucionar con ella un problema particular elestmulo es directo. En cambio, si el propsito est me-nos vinculado al beneficio propio digamos que se tratade la contribucin al desarrollo o a la viabilidad de la co-munidad o de la sociedad, por no mencionar la humani-dad la cosa se complica. Es probable que exista algu-na predisposicin innata al altruismo egosta, selec-cionada evolutivamente como poderoso sentimiento depertenencia al clan, a la partida o a cualquier otra es-

    tructura social operativa, el cual en las circunstanciasactuales y a pesar de la fuerza ancestral perceptible enocasiones sealadas, no parece suficiente como est-mulo permanente. Como seala Font, podemos espe-rar que los ciudadanos participen pero no que vivan pa-ra participar (5).La evolucin de las culturas humanas, el crecimiento delas sociedades y el aumento de la complejidad de lasorganizaciones comporta modificaciones sustancialesen la naturaleza misma de las comunidades y mediatizala obtencin de los beneficios atribuibles a la participa-cin. El sentido de la participacin tambin se modifica,de acuerdo con los intereses de los agentes sociales,las corporaciones, las administraciones, las empresas ylos particulares. Entre los cuales se producen a menu-do conflictos. La existencia de confrontaciones es,pues, un elemento crucial que debe tenerse en cuentapara no incurrir en formulaciones ingenuas basadas enuna concepcin simplista del altruismo o hipcritas,que a fin de cuentas desorientan.

    La participacin social

    Si atendemos a los datos de abstencin electoral y a laafiliacin a partidos polticos y a sindicatos, la impre-sin es que, sobre todo en los pases ricos gobernadospor democracias parlamentarias, la participacin ciuda-dana en los asuntos colectivos es ms bien deficitaria.Lo que, por lo menos, refleja la falta de adaptacin deestas instituciones a las transformaciones sociales, demodo que llegan a verse incluso como obstculos a laparticipacin debido a la desconfianza que generan.Una desafeccin, aparente al menos de la poltica, queBourdieu califica de indiferentismo activo provocadopor la discordancia entre el ansia de sinceridad o lasexigencias de desinters inscritas en la delegacin de-mocrtica de poderes y la realidad de las maniobras mi-croscpicas de forma que se desarrolla el equivalen-te al anticlericalismo: la sospecha de que los polticosobedecen a intereses del microcosmos poltico msque a los de los votantes o los ciudadanos (6). Aparen-te o parcial porque segn seala Beck a la vez que seextiende la vacuidad poltica de las instituciones () seproduce un renacimiento no institucional de lo poltico(7) como un conjunto de oportunidades de accin y depoder suplementarias ms all del sistema poltico (8)que denomina subpoltica. De ah el inters en mtodosde participacin adecuados para un pblico que cadavez es ms instruido y sofisticado (9).Ms all de la participacin directa como socios o afi-liados de las instituciones que representan a los agen-tes sociales sindicatos, patronales, corporaciones pro-fesionales y de los partidos polticos, existen tambinrganos de participacin de las administraciones pbli-

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    Andreu Segurarea de Salud Pblica. Institut dEstudis de la Salut. Generalitat de Catalunya. Departament de CinciesExperimentals i de la Salut. Universitat Pompeu Fabra. Barcelona. [email protected]

  • cas, ya sea de ndole general habitualmente con es-tructuras territoriales: distritos municipales; ayunta-mientos; comunidades autnomas, administracin cen-tral del estado o especfica para los distintos departa-mentos en los que se organizan. Un planteamientohabitualmente burocrtico que tampoco genera particu-lar entusiasmo. Y finalmente las estructuras de partici-pacin de la sociedad civil, desde los lobbies, hasta lassociedades profesionales pasando por las asociacionesde vecinos, consumidores, usuarios de la sanidad, pa-cientes, etc.Las posibilidades de desarrollo individual se han incre-mentado tanto que la dimensin social de las personasse difumina y cada vez ms se establece mediante nue-vos canales y procedimientos. No es que se haya dilui-do una cierta identidad de clase social, es que el pro-pio concepto de comunidad ha experimentado tal meta-morfosis que es difcil reconocer las que existen, msefmeras, mltiples y variables que nunca y hasta virtua-les. Frente al auge del individualismo, las convocatoriaspara incrementar la participacin cvica y aumentar lacreacin de capital social podran ser el antdoto conve-niente para la mejora del buen gobierno, a travs de ac-tividades conjuntas de resolucin de conflictos y proble-mas por parte de los ciudadanos en las organizaciones,entidades y comunidades (10). Una recreacin de la co-munidad, recuperada como piedra angular para la mejo-ra de las condiciones sociales (11).Ya que el tamao de las poblaciones impide la recupe-racin de la democracia directa al estilo ateniense de laGrecia clsica una limitacin que est por ver si lastecnologas de la informacin y la comunicacin permi-ten superar se impone idear, proponer y, desde luegoexperimentar, alternativas e innovaciones participati-vas. Debemos a Rowe y Frewer (12) un marco concep-tual de las metodologas de consulta y participacin p-blica y, posteriormente, una tipologa de la casusticade informacin, consulta y participacin (13). Una revi-sin de Abelson, seala fortalezas y debilidades de ca-da una, incluye unas prescripciones de uso y aade unabibliografa clasificada por mtodo (14).Ms all del referndum, potencialmente til para san-cionar democrticamente una propuesta o rechazarlase puede recurrir a comits asesores de ciudadanosgrupos relativamente pequeos generalmente no re-presentativos o a los paneles de ciudadanos mues-tras representativas de miles de personas para valorarpropuestas. Otros procedimientos son las audienciaspblicas, las jornadas de puertas abiertas que incluyencoloquios y debates entre visitantes y los representan-tes institucionales o, desde luego, los circuitos estable-cidos para las sugerencias, quejas y reivindicaciones delos usuarios. Tambin hay que considerar los estudiosbasados en encuestas ya sean para la valoracin globalo para la satisfaccin de los ciudadanos o de los usua-rios, aunque su inters depende de la continuidad y,desde luego, del rigor metodolgico.Una de las perspectivas que ha despertado mayor inte-rs es la deliberativa. Deliberar supone ponderar ade-cuadamente los pros y contras de cualquier propuestao intervencin (15) y segn algunos manifiesta una re-novada preocupacin por la genuina democracia, enten-

    dida como un control ms sustantivo que simblico,ejercido por ciudadanos competentes (16). Entre estosinstrumentos deliberativos encontramos a los jurados ypaneles ciudadanos, las conferencias de consenso olas encuestas deliberativas, a los que en su aplicacina la participacin sanitaria nos referiremos en el si-guiente apartado. En cualquier caso, se trata de aproxi-maciones expuestas a eventuales sesgos y manipula-ciones, sobre todo cuando se trata de iniciativas opor-tunistas.Otra forma de participacin corresponde a la investiga-cin para la accin, un tipo de investigacin comparadasobre las condiciones y los efectos de las intervencionesque utiliza una secuencia en espiral que empieza con eldiseo y la planificacin, se contina con la accin y semodifica, en su caso, de acuerdo con los resultados ob-tenidos, que Kurt Lewin, profesor en el MIT (17), inicijusto al acabar la segunda guerra mundial. La actionresearch poda ser adoptada por grandes organizacio-nes e instituciones para mejorar sus estrategias y el co-nocimiento sobre el entorno de sus actividades, con elconcurso de investigadores profesionales que trabaja-ran conjuntamente con todos los agentes implicados.Ha evolucionado de manera que no se trata de una me-todologa de investigacin, sino ms bien de una orien-tacin de la investigacin y de los investigadores en sucompromiso con la comunidad con la que trabajan con-juntamente, de manera que tambin se denomina in-vestigacin participativa comunitaria (18). Una lneaque en el terreno de la educacin ha sido desarrolladaentre otros por Paulo Freire. Muchos de los seguidoresde la investigacin participativa de base comunitaria sesienten influidos filosficamente por el trabajo de Jr-gen Habermas acerca de la teora y la prctica del cono-cimiento y los intereses humanos.Hace ya medio siglo, Sherry Arnstein que, por cierto,en su artculo reproduce un graffiti del mayo del 68:yo participo, t participas, l participa, nosotros partici-pamos, vosotros participis, ellos se benefician propu-so una tipificacin de la participacin social en formade escalera de ocho peldaos (19). De abajo arriba de-nominaba el primer peldao manipulacin, al segundoterapia, el tercero informacin, el cuarto consul-ta, el quinto aplacamiento, el sexto asociacin cola-borativa, el sptimo delegacin de poder y el octavocontrol de los ciudadanos. La propuesta tena unaclara intencin de denuncia, mostrando que algunas ac-tividades participativas se refera bsicamente al m-bito de la planificacin ciudadana como las simboliza-das por los dos peldaos inferiores, no eran ms queargucias para alejar a los ciudadanos del ejercicio delpoder. Aunque el tercer peldao no comporta demasia-da implicacin por parte de la poblacin, resulta im-prescindible para poder tomar decisiones racionales.Pero no se produce autntica interaccin hasta el quin-to peldao, aunque la participacin sea en este casobsicamente unidireccional. A partir del sexto escalnya se comparte el poder de decidir que corresponde ensu totalidad a la ciudadana en el octavo.En el mundo anglosajn, la escalera de la participacinde Arnstein ha tenido bastante eco, particularmente enel terreno de la salud comunitaria, aunque la autora

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  • misma explicitaba el carcter activista de su propuestay la simplificacin de un modelo en el que adems dems peldaos habra que tener en cuenta la calidad dela participacin y la importancia de los procesos. Otrosautores han propuesto cambios, entre los que destacanWilcox (20), Burns (21) o Choguill (22) aunque conser-vando la esencia conceptual. Sin embargo, Tritter yMcCallum la consideran inadecuada (23), sobre todoporque ms que suponer, como Arnstein, que el poderes finito y que solo si una de las partes lo cede puedela otra ganarlo, piensan que lo que est en juego sondistintos tipos de poder y de conocimiento y que la aso-ciacin y la colaboracin pueden proporcionar mejoresresultados. Bien es verdad que su orientacin se dirigesobre todo a la implicacin de los usuarios en el siste-ma asistencial, de modo que el inters se centra en lacapacidad de eleccin, ya sea de centros y profesiona-les o bien directamente de la participacin individual enlos procesos de diagnstico y tratamiento.Sin embargo, una cuestin crucial es si la participacinse plantea desde una perspectiva de la ciudadana, esdecir de las personas que tienen derechos civiles oms bien desde la condicin de cliente o eventual com-prador de los servicios, sea como contribuyente o comoparticular. Como sealaba Ignatieff: un sntoma de lacrisis de la ciudadana es que la retrica poltica, de de-rechas o de izquierdas, se dirige al electorado comocontribuyente o como consumidor, ms que como ciuda-dano. Como si el mercado marcara el lenguaje de la co-munidad poltica (24). Como denunciaba Marinker: Laciudadana est confundida con el consumismo y la de-mocracia con el marketing. El individualismo y la capaci-dad de elegir se han aupado a la categora de imperati-vos morales. El consumidor no solo se caracteriza por-que puede elegir sino tambin porque tiene derecho adevolucin (25).

    La participacin en los mbitos de la salud y dela sanidad

    La participacin de la ciudadana en relacin con la pro-mocin de la propia salud es tambin un desideratum.Otra cosa, desde luego, son los mbitos y los procedi-mientos de tal participacin que, como hemos visto,abarca un espectro notablemente amplio de posibilida-des. La implicacin activa de las personas, individual ocolectivamente, podra considerarse a la vez un medio yun fin. En efecto, por un lado constituira el instrumentomediante el cual mejorar los resultados de las interven-ciones sanitarias, mientras que, por otra parte, es, ens misma, una caracterstica bsica, una propiedad dela salud.Puesto que la salud de las personas y de las poblacio-nes no depende exclusivamente de las intervencionesdel sistema sanitario, sino que es muy sensible a losdeterminantes biolgicos, ambientales y sociales, el ob-jeto de una participacin ciudadana que pretenda mejo-rar la salud de la poblacin puede orientarse hacia losaspectos globales de la sociedad: economa, vivienda,trabajo, educacin, transporte, etc. Es decir a la polticaen general. Lo que reivindic en sus aos de juventud

    revolucionaria el mismo Rudolf Virchow cuando decaque la poltica no es ms que la medicina a gran esca-la. Un eslogan que resuma la justificacin del expertocuando requerido por las autoridades de Silesia comoconsecuencia de una epidemia de tifus exantemticorecomend mejorar las condiciones de vida y de trabajode la poblacin. Precisamente una de las justificacionesexplcitas del urbanismo moderno es la higiene y la sa-lubridad, lo cual llega a ser llamativo en el plan del en-sanche de la ciudad de Barcelona de Ildefonso Cerdde 1859. No en vano las murallas medievales empeza-ron a demolerse durante la epidemia de clera de1854. Actualmente, la implicacin comunitaria en sani-dad que se propugnaba desde la promocin de la saludha pasado, mediante el fomento del trabajo intersecto-rial, a una formulacin ms global, la de la Salud en To-das las Polticas, uno de cuyos instrumentos es la valo-racin del impacto sanitario. Que pretende maximizarlos beneficios en salud y reducir las desigualdades atri-buibles a cualquier poltica y que en su planteamientooriginal proporciona una base slida para establecer laparticipacin comunitaria como uno de los ejes de lasvaloraciones (26). Sin embargo, en la prctica puede re-sultar difcil aprovechar esta circunstancia para incre-mentar la autonoma y el empoderamiento ciudadanocomo ponen de manifiesto algunas experiencias recien-tes en las que la falta de recursos, las limitaciones delas agendas o incluso la poca tradicin de implicacinciudadana son excusas esgrimidas por las autoridadespolticas para limitar su desarrollo (27).En cualquier caso, la participacin ciudadana no se de-be limitar al mbito estricto de los sistemas sanitariossino que abarca el conjunto de factores que influyen deforma relevante en la salud de las personas y las pobla-ciones. Una perspectiva colectiva que, en la sanidad,es ms natural para la salud pblica que se desarrolladentro y fuera del sistema sanitario y que podra actuara modo de bisagra entre la sociedad y la sanidad.Pero el sistema sanitario se identifica como la estructu-ra principal que la sociedad dedica a la salud y a la en-fermedad. De manera que constituye tambin un mbi-to preferente para la participacin ciudadana interesadaen la salud. Tanto en lo que se refiere al mbito macrode las polticas sanitarias: priorizacin y planificacin;como al meso: organizacin de los servicios, y al micro:provisin de las intervenciones a los usuarios y a laspoblaciones. Y en ese abanico las posibilidades de par-ticipacin son tambin amplias.Tritter sistematiza las actividades participativas consi-derando el distinto papel que los ciudadanos pueden ju-gar en la sociedad y en el sistema sanitario actual, co-mo electores, contribuyentes, usuarios y compradores,enfatizando las consecuencias de la implicacin en elmundo del consumismo sanitario (28). Tambin distin-gue entre los diferentes mbitos de participacin: deci-sin teraputica; desarrollo de los servicios; evaluacinde intervenciones, servicios, centros y polticas; forma-cin y aprendizaje o investigacin. Se trata de catego-ras distintas que, si bien muestran interacciones, re-quieren mtodos y abordajes especficos.Esta tipologa de la participacin se completa atendien-do a si la implicacin es directa o indirecta, es decir si

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  • el paciente o el pblico deciden o bien los responsablesde la atencin o de la gestin de los servicios tienensimplemente en cuenta sus aportaciones; si se trata deaspectos relacionados con la atencin a los individuoso a colectividades y, finalmente, si la implicacin es reac-tiva o proactiva, es decir si tiene que ver con la aten-cin a un problema especfico de los pacientes o usua-rios o bien se refiere a cuestiones ms globales. Una ti-pologa que puede ser til a la hora de desarrollar o depromover la participacin ciudadana en la sanidad. Por-que hasta el momento, las distintas experiencias departicipacin ciudadana sanitaria en marcha no han de-mostrado que tuvieran un impacto relevante. En efecto,segn una reciente revisin sobre las consecuencias dela implicacin ciudadana, a pesar de la relativa fre-cuencia de su contribucin a la planificacin y al desa-rrollo de los sistemas sanitarios en diversos pases, nose ha conseguido determinar el impacto que producenen la calidad y la efectividad de los servicios (29).La evaluacin de las consecuencias de la participacinsobre el funcionamiento y los resultados de los servi-cios sanitarios es, pues, un rea de gran inters en lainvestigacin. Algunos expertos, como el citado Jona-than Tritter, consideran prometedora la aproximacinevaluativa desarrollada por la autoridad sanitaria estra-tgica de Surrey y Sussex (30), complementaria de lasvaloraciones del conjunto del Reino Unido (31). A mu-chas organizaciones sanitarias les parece beneficiosoel desarrollo y el apoyo de grupos de usuarios al gene-rar modificaciones relevantes y facilitar la adecuacinde los servicios a las necesidades de las comunidadeslocales. Grupos que pueden funcionar como paneles deciudadanos (32) o como foros de participacin, comoocurre con el habilitado por el servicio de ambulanciasdel NHS (33).Los jurados ciudadanos funcionan de forma parecida alos de los tribunales de justicia (34). Entre unas doce yveinte personas seleccionadas habitualmente de formaaleatoria de los registros electorales, que dedican untiempo remunerado o no a deliberar sobre algunacuestin determinada, como la que formul en 1997 elInstituto Gals de Atencin Social y Sanitaria Qu re-quisitos deben cumplirse antes de incluir los anlisisgenticos entre las prestaciones del NHS? con el patro-cinio de SKB. Un ejemplo escogido para ilustrar loseventuales conflictos de intereses a los que se expo-nen estas iniciativas (35). Pero los jurados ciudadanostambin sirven para reclamar al gobierno que limite losrecortes a la sanidad pblica como vehculo del activis-mo poltico, como ilustra el Croakey blog: the CrickeyHealth, un foro de debate que modera la periodistaMelissa Sweet en el que se inclua la crnica de KateMoore, presidenta del ACT Health Council y Gavin Mooney,profesor de la Universidad de Sidney, sobre el juradociudadano que deliber durante la tarde del viernes sie-te de agosto y todo el sbado 8 de agosto para emitir elveredicto enviado a la ministra de sanidad australianaKaty Gallaher (36).Los paneles pueden utilizarse para recoger las valora-ciones de los ciudadanos respecto de eventuales cam-bios en los servicios sanitarios. Por ejemplo el da 20de este mes de agosto del 2010, acababa el plazo para

    que los ciudadanos expresen sus preferencias, entrelas opciones presentadas, de modificacin de la aten-cin comunitaria en Somerset (Transforming communityservices: What is your view?) (37).

    Contribuir al establecimiento de prioridades

    Uno de los mbitos del sistema sanitario potencialmen-te ms adecuado para la participacin ciudadana es elde la elaboracin de polticas sanitarias, particularmen-te el establecimiento de prioridades y, eventualmente,la seleccin de las intervenciones que deben ser finan-ciadas pblicamente. Puesto que se trata de materiali-zar las preferencias derivadas de la percepcin de lasnecesidades en salud y de optar entre distintas alterna-tivas que afectan a la eficiencia, el coste oportunidad yla justicia a la hora de distribuir los recursos comunes.Expresar estas preferencias sobre las prioridades y so-bre los objetivos de los programas y de los centros; so-bre el tipo de organizacin de los servicios o, incluso,sobre las caractersticas de los proveedores es, desdeluego, una actividad participativa. Claro que la expre-sin se puede manifestar electoralmente, escogiendoaquella opcin poltica ms adecuada a tales preferen-cias, en el caso de que los programas electorales delos partidos explicaran clara y sinceramente sus ofer-tas, lo cual, desgraciadamente no acostumbra a ocurrir.En general se tiende a ofrecer demasiado y casi nuncase manifiesta aquello que no se quiere llevar a cabo, loque es ms fcil de cumplir que lo que s que se deseahacer.La contribucin activa al poder de decisin que se nece-sita para escoger entre las alternativas, establecer prio-ridades y seleccionar los objetivos de salud de los pro-gramas sanitarios podra efectuarse mediante procedi-mientos consultivos ms o menos simples. Incluso losjurados ciudadanos pueden servir para descartar inter-venciones poco eficientes (38). Aunque en estos casosse acostumbran a disear estudios complejos. Este ti-po de experiencias se pueden dirigir a la valoracin dela importancia relativa de los problemas de salud actua-les, con el propsito de ordenarlos en una secuenciatemporal que permita afrontarlos sucesivamente o res-tringir la valoracin a aquellos problemas que tenemoscapacidad de solucionar, puesto que se dispone depruebas de la eficacia de las intervenciones disponi-bles. Sin embargo no son muchas las experiencias departicipacin ciudadana en el establecimiento de priori-dades, por lo que sigue siendo de referencia la elabora-cin del plan de salud de Oregn (39).

    El paciente presunto implicado

    En el mbito asistencial, la implicacin activa del pa-ciente tambin se considera deseable aunque algu-nos profesionales puedan percibir como listillos a de-terminados enfermos bien informados en parte al su-poner que si el paciente se hace responsable de suproblema, la atencin resulta ms eficiente y, desdeluego, ms satisfactoria. Lo que es bastante lgico en

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  • el caso de las enfermedades crnicas. De ah las ex-pectativas generadas por el programa del paciente ex-perto que se espera acoger el ao 2012 a unos cienmil enfermos crnicos en el Reino Unido. La iniciativa,basada en la buena experiencia de Stanford con enfer-mos de artritis (40) se consider una oportunidad paramejorar la eficiencia asistencia (41), aunque los datosdisponibles aconsejan cierta prudencia (42) frente a lahiprbole meditica de la que se ha rodeado.La llamada a la responsabilidad de los ciudadanosque, entre parntesis, a veces parece una invocacineufemista del copago como usuarios de los serviciossanitarios financiados pblicamente, no siempre se co-rresponde con facilitar la informacin que ayudara aasumir adecuadamente tal responsabilidad, ya fuera ala hora de someterse a una intervencin, o a la de ele-gir un profesional o un servicio. La percepcin de la po-blacin sobre la informacin que se les proporcionadesde los servicios sanitarios pblicos es de insuficien-cia. De las cinco cuestiones que se plantean sobre estetema en los barmetros sanitarios anuales, tres no lle-gan al 5 (sobre 10) y dos lo superan por los pelos (43).Curiosamente, mientras que para algunas exploracio-nes clnicas o intervenciones quirrgicas se requiere elconsentimiento informado independientemente de queen muchos casos su propsito sea ms bien exculpato-rio no se demanda a la hora de llevar a cabo algunoscribados sobre cuyas implicaciones la mayora de losciudadanos estn in albis (44).Naturalmente el barmetro sanitario es uno de los pro-cedimientos de consulta que, como las encuestas desalud y las de satisfaccin con los servicios sanitariosson de amplio uso. Las de satisfaccin, particularmen-te, son muy vulnerables a los sesgos de seleccin, limi-tacin que facilita la posibilidad de un uso a guisa decoartada o de justificacin (45).

    Ensayo y error

    Muchas de las iniciativas de participacin ciudadanaresponden a un objetivo especfico, resolver o paliar unproblema determinado. En este sentido vale la pena co-mentar la aplicacin de investigacin participativa co-munitaria al mbito de la salud, una orientacin que yacuenta con una extensa bibliografa entre la que desta-ca la primera recopilacin de de Koning y Martin (46).Como sealan Israel et al. se trata de involucrar a losmiembros de la comunidad y a los investigadores en unproceso compartido que incremente la capacidad de au-tonoma, el apoderamiento, a la hora de afrontar losproblemas de salud (47). Minkler y Wallerstein recogenuna serie de ejemplos ilustrativos agrupados temtica-mente, una coleccin de apndices documentales deutilidad prctica (48). Como sealan estas autoras, laorientacin participativa requiere afrontar las barrerasque dificultan su desarrollo entre las cuales no es pe-quea la falta de formacin de los investigadores (49).Recientemente, la Asociacin Europea de Salud Pblica(EUPHA) ha iniciado con la colaboracin del UniversityCollege de Londres el proyecto STEPS (STrengheningEngagement in Public health reSearch) con el propsito

    de involucrar a las entidades de la sociedad civil en lainvestigacin de salud pblica (50). La revista Comuni-dad del programa de Actividades comunitarias en Aten-cin Primaria (PACAP) recoge algunas de las experien-cias locales (51). Es ilustrativo el trabajo del equipo deatencin primaria del centro de Salud El Progreso deBadajoz desde 2005 que ha formulado un conjunto desiete objetivos estratgicos a desarrollar con la ciuda-dana entre los que se incluye el fortalecimiento y el in-cremento del tejido asociativo de la poblacin (52). Laasociacin Barceloneta Alerta del barrio homnimo or-ganiz una investigacin diseada por voluntarios in-vestigadores y vecinos para resolver los problemas desalud y de aislamiento de las personas mayores que vi-ven solas en pisos altos Pero desde el punto de vistade la participacin y de la implicacin de la sociedad ci-vil en el funcionamiento de los dispositivos tiene mayorinters la decisin que para mitigar el efecto adverso dela hiperfrecuentacin, tom el equipo de atencin pri-maria de la Barceloneta con la aprobacin de la asocia-cin de vecinos del barrio, al restringir el acceso de lospacientes a su mdico de cabecera durante la semanasiguiente a una visita, cuando el motivo de la demandade atencin era el mismo. Una enfermera decida si es-taba justificada la visita a su mdico o el curso clnicoevolucionaba adecuadamente (53).La Agencia de Evaluacin de Tecnologas Sanitarias deAndaluca ha editado un informe (54) que recoge algu-nas iniciativas de participacin ciudadana en el diseoe implantacin de polticas sanitarias pblicas, muchasde las cuales promovidas directamente por las adminis-traciones sanitarias y, entre ellas, por las propias agen-cias de evaluacin que incorporan las aportaciones deusuarios y consumidores. Adems se incluyen el Euro-pean Health Forum y el European Patient Forum. Lainformacin sobre Espaa se centra en las oficinas deldefensor del paciente o del usuario que se han abiertoen algunas comunidades autnomas. El Foro espaolde pacientes, creado en diciembre de 2004 agrupa unmillar de asociaciones y federaciones de asociacionesde pacientes con cerca de 700.000 afiliados y se cons-tituye para defender en los diversos mbitos de actua-cin de las administraciones sanitarias los derechos delos pacientes, de acuerdo con la declaracin de Barce-lona de las asociaciones de pacientes que se resumeen diez puntos entre los que destaca la reivindicacinde un sistema sanitario centrado en el paciente y el res-peto a la autonoma del paciente informado, as comola participacin en la determinacin de prioridades (55).Una iniciativa paralela que han creado algunos de lospromotores del foro es la Universidad de los pacientesen el mbito de la Universidad Autnoma de Barcelonaque cuenta con el patrocinio de corporaciones profesio-nales e industriales (56).La implicacin de los pacientes y del pblico en los sis-temas sanitarios se remonta en el caso del Reino Unidoa la constitucin de los consejos de salud comunitariaen el 1973 aunque cobra mayor relevancia poltica des-de 1999 (57, 58). La situacin vara mucho entre losdistintos pases. En los Pases Bajos, por ejemplo, eldesarrollo legislativo es mucho mayor que en Inglaterramientras que en los pases escandinavos las organiza-

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  • ciones de pacientes contribuyen de manera notable aldesarrollo de los servicios, aunque en Suecia o Finlan-dia la participacin ciudadana es de carcter ms buro-crtico, asociada a las elecciones locales (59).En Espaa los rganos de participacin de las adminis-traciones pblicas se regulan por las normativas espec-ficas que desarrollan el derecho a la participacin reco-nocido por la Constitucin. Entre las figuras administra-tivas destacan los consejos de salud que la Ley Generalde Sanidad promulg para su implantacin en los servi-cios de salud autonmicos y en los niveles territorialesde rea y de zona bsica. La impresin general es quese trata de rganos poco activos y ms bien engorro-sos, aunque no se han publicado apenas evaluacionesde su funcionamiento y resultados. Una excepcin es elestudio de los consejos de zona bsica de salud enCastilla-La Mancha que, completado, con el anlisis dealgunas experiencias de participacin se llev a caboentre 1992 y 1994. Entre sus conclusiones destaca ellimitado desarrollo de la estructura y el escaso gradode cumplimiento de las funciones encomendadas, quela autora atribuye a un conjunto de factores como la fal-ta de voluntad poltica de la administracin responsa-ble, entonces el INSALUD, a la poca motivacin y forma-cin en atencin comunitaria de los profesionales delos equipos de atencin primaria y, sobre todo, al mode-lo de funcionamiento de los equipos orientado a la prc-tica individual y con mucha movilidad laboral. La escasapercepcin de pertenencia y la incertidumbre en obte-ner beneficios tangibles por parte de la comunidad tam-bin seran factores explicativos (60). Aunque precisa-mente en Castilla-La Mancha se viene desarrollando unnuevo proyecto con la constitucin de un foro participa-tivo en el rea de Puertollano (61) que agrupa ms decuarenta entidades ciudadanas y cuya experiencia sepropone generalizar el nuevo Plan de Salud.El informe SESPAS 2006 publicaba tambin una valora-cin negativa del funcionamiento de los rganos de par-ticipacin, reconociendo el escaso inters de las aso-ciaciones de usuarios por este tipo de participacin,aunque alertaba tambin de los riesgos de medicaliza-cin asociados a la promocin de la perspectiva de losconsumidores en lugar de la de los ciudadanos (62).Una crtica que desde el grupo de trabajo coordinadopor Olga Fernndez Quiroga en el CAPS culmina con laidentificacin de las deficiencias, entre las cuales des-taca la escasa aplicacin de la normativa; una concep-cin limitada a consulta y asesora; insuficientes recur-sos para llevarla a cabo; falta de representatividad; fal-ta de formacin de profesionales y ciudadanos; pocaevaluacin y anlisis y finalmente poca transcendenciade las crticas y de los acuerdos. Desde entonces elCAPS colabora directamente con el Ayuntamiento deBarcelona en el grupo de salud del consejo municipalde bienestar social que es el rgano participativo de lainstitucin. Un eco de las experiencias y reflexiones so-bre la participacin ciudadana por parte del CAPS se re-coge en una publicacin reciente (63).La iniciativa de desarrollar la nueva figura del gobiernoterritorial de salud, emprendida en Catalua, pretendepromover la participacin de la administracin local pe-ro tambin fomentar la participacin ciudadana, bsica-

    mente en la dimensin deliberativa, para lo cual desta-ca la importancia de la evaluacin de los resultados decada una de las reuniones del consejo de salud (64).Probablemente el renovado inters en el fomento de laimplicacin de ciudadanos y pacientes en la escena dela poltica sanitaria tiene que ver con la necesidad decontencin de los costes pblicos y con la de compartirlas responsabilidades en la utilizacin de los serviciossanitarios, lo cual no resta un pice a la potencialidadde la participacin para el desarrollo de unos serviciossanitarios ms adecuados a las necesidades de los pa-cientes y las comunidades, si bien tales beneficios hande ser contrastados mediante una adecuada evaluacinque todava es muy insuficiente (65).Sin embargo, los instrumentos de participacin puedenutilizarse tanto desde una perspectiva ciudadana, dederechos y obligaciones civiles y sociales, como desdeuna perspectiva de consumidor que se presta muchoms a la promocin del consumismo y de la medicaliza-cin.

    Algunas propuestas

    Des del sistema sanitario una eventual contribucin a lapromocin de la participacin ciudadana (66) requiere,en primer lugar, conocer mejor las expectativas y lasmotivaciones de la poblacin, as como evaluar adecua-damente las experiencias locales propias y analizar y ensu caso divulgar las experiencias ajenas. Tambin espreciso no obstaculizar, de entrada, las iniciativas departicipacin aunque parezcan inadecuadas, propuestaque tal vez sea ms realista formular como la necesi-dad de denunciar los obstculos a la participacin. Y unpoco ms all, facilitar una futura participacin median-te actividades preparatorias como proporcionar demanera ostensible informacin til para que los ciuda-danos puedan implicarse, siquiera optando y eligiendocon mayor conocimiento de causa sin desdear la ten-dencia a delegar en el profesional, supuestamente msentendido, decisiones complejas o molestas y que lasactividades de gestin de los servicios sanitarios inclu-yan como elementos esenciales la transparencia y ren-dicin de cuentas sobre lo que se hace, aunque no lopida mucha gente. Porque siempre habr quien se sien-ta estimulado a preguntar ms o a protestar, con o sinrazn. Lo que, entre parntesis, explica tambin que lescueste hacerlo a las administraciones sanitarias. Peroen cualquier caso podran aprovecharse mejor las en-cuestas de salud, las de valoracin y las de satisfac-cin con los servicios sanitarios que el sistema ya llevaa cabo para fomentar la cultura de la participacin.En cuanto a los rganos ms formales de participacinque afectan a mbitos sanitarios rea de salud, etc.o administrativos distritos municipales, etc., si semantienen resulta imprescindible una evaluacin ade-cuada de su funcionamiento y de sus resultados que selleve a cabo con el propsito explcito de conocer lasdeficiencias y sus motivos, lo que debera permitir algu-na mejora. Uno de los aspectos ms controvertidos esel del alcance de la participacin, si adems de la infor-macin, la consulta y, desde luego, la supervisin, in-

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  • cluye la toma de decisiones. Porque se supone que silo que dicen y opinan los ciudadanos no sirve para mo-dificar tangiblemente las cosas, la participacin no estal. El problema, naturalmente, es que lo que puedandecir los ciudadanos implicados en los rganos de par-ticipacin no tiene por qu ser representativo, ni siquie-ra conveniente para el conjunto de la poblacin. No obs-tante, cuando las decisiones se mantienen en el mbitodel gobierno, ms que en el de la gestin que requiereconocimientos y habilidades especficas, asumir porparte de los responsables polticos de las administra-ciones sanitarias el coste de las aportaciones ciuda-danas sera un estmulo directo para que la participa-cin fuera lo ms adecuada posible (a los intereses ge-nerales, no a los de la fuerza poltica que gobierne).Finalmente, en el mbito local de las zonas bsicas desalud o de los servicios sanitarios, las experiencias deabordaje y eventualmente solucin de conflictos con laparticipacin ciudadana podran operar a modo de in-centivo de generalizacin. En este sentido la panopliade instrumentos y de procedimientos disponibles dacierto juego: puertas abiertas; audiencias pblicas; gru-pos focales; construccin colectiva de consenso; en-cuestas; incluso referndums. La cuestin es, sin em-bargo, a qu tipo de problema dedicamos nuestros es-fuerzos conjuntamente. Por ejemplo, es pertinentesatisfacer la peticin de los justificantes de asistenciaal pediatra que piden las madres a peticin de las es-cuelas de sus nios? Vale la pena reunir a las AMPA ya la direccin de la escuela para analizar conjuntamen-te si esa demanda resulta adecuada? Puede utilizarseel caso para facilitar un planteamiento compartido so-bre la mejora de los determinantes de salud en las es-cuelas?Desde luego pueden buscarse otros ejemplos que per-mitan poner sobre la mesa situaciones ms serias: jus-tificantes para las empresas y partes de incapacidad la-boral; hiperfrecuentacin; incomparecencia a las visitasprogramadas; incumplimiento de las prescripciones;problemas relacionados con medicamentos; consumoinapropiado; iatrogenia y efectos adversos, etc. Hastalos problemas dramticos de la marginacin social, quehan llevado a algunos equipos de atencin primaria delsistema nacional de salud a desarrollar iniciativas parti-cipativas de mucho calado como la mencionada del Pro-greso en Extremadura, o la del abordaje de los proble-mas de drogadiccin que ha llevado a la creacin de lafundacin El Patio en el municipio de Telde en Gran Ca-naria gracias al proceso comunitario iniciado el 2001en los barios de las Remudas y la Pardilla. Experienciasque llevan a plantear la eventual modificacin de los de-terminantes colectivos de la salud como culminacin deun programa de emancipacin o de empoderamientosanitario de la poblacin (67).Parafraseando a Antonio Maceo, el hroe de Pinar delRo, el derecho a la participacin no se pide, sino quese conquista, de manera que sin una decidida voluntadde los ciudadanos no ha lugar a su existencia. Sin em-bargo, no es indiferente la actitud del sistema sanitarioal respecto; porque igual que la idea del derecho a la li-bertad le llega al revolucionario cubano gracias a las in-fluencias culturales de la misma sociedad que comba-

    te, el sistema sanitario puede contribuir al fomento dela participacin ciudadana en la sanidad y en la salud o,por el contrario, a enajenarla.

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