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Visita a la Patagonia. De Temoris Grecko, publicado en revista Audi. 2006.
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Hace 200 años, el gran viajero y naturalista alemán Alexander von Humboldt y su compañero, el botanista Aimé Bonpland, describieron el Valle de México como “la región más transparente del aire”. No previeron lo que sus habitantes podían hacer con el medio ambiente, ni llegaron a conocer la Patagonia, un maravilloso rincón de la Tierra que merece ese título más que ningún otro. // POR TÉMORIS GRECKO (TEXTO)
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La magia blanca de la
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desee privarse de las comodidades del propio hogar. Sin embargo,
lo más fascinante es que es una de esas regiones que cada vez se
vuelve más limitada y que ofrece todas las oportunidades para que
uno pueda convertirse en un explorador serio, en un aventurero a
la antigua, para sentirse (y tal vez ser) la primera persona en lle-
gar a cierto sitio, en descubrir una maravilla, en experimentar
nuevas sensaciones. Uno se puede quedar solo, sólo, entre las
matas y las estrellas. Y sentirse elevado a la Cruz del Sur.
LAS VILLAS DE LOS LAGOSEl pueblo tehuelche ya no vive aquí. Los argentinos cre-
yeron que a ellos les tocaba hacer en el sur lo que Estados
Unidos en el norte, y la construcción de su país se basó en
la expulsión o eliminación de los dueños de las tierras que
deseaban colonizar. Los grandes presidentes fueron (y son)
celebrados por sus éxitos en la gran empresa nacional: la
guerra contra el indio. De los tehuelches sólo quedó el re-
cuerdo de sus mocasines, que les parecieron a los europeos
muy grandes y motivaron que a esa gente los llamaran pa-
tagones, por sus “enormes patas”. Al menos en el nombre
quedó reconocida la propiedad original de la Patagonia.
El destino más popular es Bariloche, en la ribera del
lago Nahuel Huapi. Los adolescentes de Buenos Aires
En la Patagonia, las extensiones de tierra son inmensas. Uno pue-
de avanzar por la carretera a una buena velocidad durante 10 horas
sin ver el final de la plana llanura semiárida. Lo único que transmite
la sensación de algún cambio son las nubes veloces y audaces, apre-
miadas por el viento incesante. Pero eso sucede en las planicies. Los
bordes de la Patagonia argentina son Los Andes, al occidente, y el
Atlántico, al oriente. Son dos líneas que uno puede seguir, también,
sin fin: montañas, mar; cumbres nevadas, playas de olas rompientes;
glaciares, caletas; sistemas de lagos, golfos y cabos. Y al sur, donde
el continente se estrecha, empiezan los azarosos canales que explo-
raron osadamente Fernando de Magallanes y el Beagle de Charles
Darwin, donde está el fin del mundo: Ushuaia, la última ciudad de la
humanidad. Más allá, la vida es hielo.
El siglo xxi está bien avanzado, y quedan pocos espacios vírge-
nes en este planeta. La Patagonia es uno de ellos. A pesar del es-
fuerzo que hacen los hombres por destruirlos, siguen siendo esca-
sos y se encuentran dispersos. La región parece tan grande como
el cielo. Tiene un promedio de 2.2 habitantes por cada uno de sus
900,000 kilómetros cuadrados. En la provincia de Santa Cruz, la
densidad se reduce a 0.7 personas por kilómetro cuadrado. Alema-
nia, Italia y Gran Bretaña, juntas, tienen la misma superficie y 200
millones de habitantes. La Patagonia pasa del millón y medio. Po-
see una infraestructura turística de excelente nivel para quien no
Bariloche es la población más famosa
del distrito de los lagos, pero por
fortuna, no es la única.
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En este lugar se pueden realizar un sinfín de actividades recreativas.
Los picos nevados se levantan detrás del boscoso lago en Bariloche.
Grandes escenariosAl otro lado de los Andes, las montañas aprietan una estrecha faja de tierra contra el mar. Es Chile, el país más angosto del mundo. Y lo es más en su parte patagónica, cuando la presión de la cordillera es tanta que impide la comunicación por tierra, y las únicas opciones para llegar desde el norte a la carretera austral que atraviesa esa zona son pasar a Argentina y regresar a Chile por Futaleufú o Palena, o tomar un barco desde Puerto Montt hasta caleta Gonzalo. Con capital en la pequeña Coyhaique, en esta región escasamente poblada abundan parques y lagos.
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saben que terminar el bachillerato equivale a un agitado
viaje con los compañeros a esta pequeña ciudad, donde
muchas familias de la capital tienen casas de veraneo. Es
también uno de los puntos de paso transandino desde
Chile y puerta de un parque nacional muy visitado en
el que se puede practicar trekking, pesca y descenso de
rápidos. Hay un circuito precioso alrededor del lago, bol-
sas de agua menores, penínsulas y estrechos. Uno puede
olvidar que está en un país latino y sentirse en Suiza. En
invierno, en el cerro Catedral, se abren 70 kilómetros de
pistas de esquí de todos los niveles que atraen a expertos
y aprendices de toda Sudamérica. La vista desde la cima
es bellísima, gracias a la nitidez con que se pueden ver
las cumbres de los Andes; esa gran transparencia que no elimina las
distancias, sino que las hace más disfrutables.
Bariloche es la población más famosa del distrito de los lagos. Por
fortuna, no es la única. Los glaciares en movimiento a lo largo de millo-
nes de años cavaron numerosas cuencas que se llenaron de agua (el
efecto de la roca en polvo molida por el hielo le da al agua tonalidades
azul lechoso), y en los márgenes florecieron pueblos como Villa la An-
gostura, Junín de los Andes y, el más agradable, San Martín de los
Andes, un lugar tranquilo con chalets de madera en donde una camina-
ta de 2.5 kilómetros te llevará al mirador Bandurrias sobre el lago Lácar.
Cerca, hay un parque nacional donde se encuentra el volcán Lanín (3,776
metros de altura), justo en los límites con Chile. El Lanín es un hermoso
cono de nieve, casi perfecto, y en sus faldas abundan las lagunas con
forma de dedo creadas también durante las glaciaciones, en las que se
puede acampar, pescar y, si el frío no es problema, darse un chapuzón.
UN PARAÍSO FAUNÍSTICOEn el mapa, la península de Valdés parece
pequeña. Sin embargo, de sur a norte tiene
100 kilómetros de largo y su extensión es
de 3,625 kilómetros cuadrados. Desde tie-
rra firme, su forma es curiosa: un estrecho
istmo entra en el mar y súbitamente se abre
como un inmenso hongo. Así, se forman
dos cuerpos de agua protegidos de la vio-
lencia oceánica, el golfo Nuevo y la caleta
de Valdés. Esta característica, sumada a im-
portantes corrientes marinas que vienen del
Atlántico Sur arrastrando una gran cantidad
de nutrientes —krill, plancton y especies menores—, ha creado un
hábitat rico para la vida salvaje, el cual ha sido declarado Patrimonio
Mundial de la Humanidad por la unesco.
Es un gran sitio para el avistaje de aves como cormoranes y ga-
viotas. En la tierra abunda la fauna característica de las mesetas
patagónicas como guanacos, ñandúes, zorros y maras. Llamativos
también son los mamíferos marinos, como el elefante marino de
un solo pelo, los harenes de lobos marinos, los pingüinos de Maga-
llanes y las reinas del lugar, las ballenas. Con ellas, uno puede tener
dos tipos de experiencia: una, con la ballena franca austral, que sólo
existe en el Hemisferio Sur y que llega a la península de Valdés
durante el invierno, en busca de aguas cálidas para reproducirse.
Y la segunda es con las orcas, unos grandes delfines erróneamen-
te conocidos como ballenas asesinas que ejecutan hábiles ataques
sobre la playa, se camuflajean en las olas y se quedan varadas en
La mayor parte del territorio que abarca la Tierra del Fuego es poseída por Chile.
Una foca elefante protege su especie en la Patagonia argentina.
En la península de Valdés es posible toparse con ballenas francas del sur.
CHILE
Tierra del Fuego
Bariloche
Punta Arenas
Usuhaía
BuenosAires
ARGENTINA
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Andes a derretirse para formar el río Santa Cruz, el más largo
de la Patagonia.
EL FIN DEL MUNDOAl sur se encuentra la Tierra del Fuego, poseída en su mayor parte
por Chile, aunque las principales ciudades, Río Grande y Ushuaia,
son argentinas. Se trata de un archipiélago dividido por fiordos que
crearon los glaciares, un laberinto de vías de agua que Magallanes,
durante su circunavegación del globo en 1520, exploró hasta encon-
trar el estrecho que lleva su nombre y que permitió a los barcos cru-
zar al Pacífico sin exponerse a las peligrosas tormentas del Cabo de
Hornos. Un poco más abajo, con Ushuaia en una orilla y la chilena
Puerto Williams en la opuesta, está el canal del Beagle, que toma el
nombre del barco en el que viajaba Charles Darwin cuando pasó por
aquí. Ésta es otra región de inmensas soledades y climas extremos,
con glaciares, lagos, ríos y densa vegetación.
Ushuaia presume de ser el conjunto urbano más meridional del
planeta (aunque la pequeña Puerto Williams lo supera) y se envane-
ce con el título de ser “la ciudad del fin del mundo”. Pero valdría la
pena precisar que del mundo de los hombres, porque en aquellos
lugares también está el punto de partida hacia un universo de hielo
y de pingüinos: la gélida Antártida, una aventura superior, una fron-
tera en la que el hombre apenas se ha empezado a entrometer.
la arena para capturar foquitas juveniles. De vuelta en aguas más
profundas, las arrojan al aire a coletazos y, algunas veces, en un
gesto hasta ahora incomprendido por los científicos, las devuelven
sanas y salvas a la tierra.
LOS HIELOS Y LAS CUMBRESEn el extremo sur de la tierra firme del continente se encuentran
otra atracciones de nivel mundial: los grandes glaciares. Entre
ellos destaca Perito Moreno y una cadena montañosa atractiva
y difícil que se corona con los grandes cerros Fitz Roy (3,441
metros) y Torre (3,128 metros). Al pie de estos gigantes se en-
cuentra El Chaltén, una población que sólo está activa durante
los meses más cálidos. Escaladores de renombre se reúnen aquí
para buscarle el lado amable (o al menos posible) al Fitz Roy,
un lugar donde el instinto y la suerte cuentan más que la cien-
cia meteorológica, ya que el factor principal, el clima, cambia
espontánea e instantáneamente. Aquí se encuentra uno de los
campos de hielo más imponentes y dinámicos del mundo, al que
se puede acceder con mayor facilidad por un pueblo a tres horas
de El Chaltén, El Calafate. A 80 kilómetros de ahí hay una atrac-
ción natural que rivaliza con las más impresionantes de América
del Sur: el glaciar Perito Moreno, un río de hielo de casi tres
kilómetros de largo y 70 metros de altura que viene desde los
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En los hábitats fríos hay una gran cantidad de especies que se desarrollan dentro de ese universo.
Es común ver algunas casas de gente que se traslada a este paraíso en vacaciones de verano.
La Patagonia es un lugar mágico gracias al cuidado de sus habitantes.