PAZ OCTAVIO - Chuang - Tzu Un Contravene No

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  • 8/9/2019 PAZ OCTAVIO - Chuang - Tzu Un Contravene No

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    Chuang-Tzu, un contravenenoVida de poeta

    Octavio Paz

    Durante su existencia, el gran escritor mexicano Octavio Paz,

    recientemente fallecido, se ocup de difundir a los autores que

    admiraba. Como poeta recreaba la obra de otros poetas y les

    infunda nueva vida. En su homenaje se publica uno de sus textos

    en el que presenta al pensador chino Chuang-Tzu. Adems, el lector

    encontrar la traduccin, hecha por Paz, de algunos de los aplogos

    de su colega oriental.

    EN 1957 hice algunas traducciones de breves textos de clsicos chinos. El formidable

    obstculo de la lengua no me detuvo y, sin respeto por la filologa, traduje del ingls y

    del francs. Me pareci que esos textos deban traducirse al espaol no slo por su

    belleza -construcciones a un tiempo geomtricas y areas, fantasas templadas

    siempre por una sonrisa irnica- sino tambin para compartir el placer que haba

    experimentado al leerlos. Los publiqu, ese mismo ao, en Mxico en la cultura, el

    suplemento literario de Novedades que diriga Fernando Bentez. Ms tarde reun

    esos aplogos y cortos ensayos -algunos muy cerca de lo que llamamos poema en

    prosa- en Versiones y diversiones (1974), bajo un ttulo adrede ambiguo: Trazos.

    Exclu nicamente los fragmentos de Chuang-Tzu. Ahora los recojo. Creo que

    Chuang-Tzu no slo es un filsofo notable sino un gran poeta. Es el maestro de la

    paradoja y del humor, puentes colgantes entre el concepto y la iluminacin sin

    palabras.

    Poco o nada se sabe de Chuang-Tzu, salvo las ancdotas, discursos y ensayos que

    aparecen en su libro (que ostenta tambin el nombre de su autor). Chuang-Tzu vivi a

    mediados del siglo IV antes de Cristo, en una poca de intensa actividad intelectual y

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    de gran inestabilidad poltica. Como en el caso de las repblicas italianas del

    Renacimiento o de las ciudades griegas de la poca clsica, las querellas que dividan

    a los prncipes y a los pequeos Estados corran parejas con la fecundidad de los

    espritus y con la originalidad y valenta de la especulacin. A grandes males, grandes

    remedios. Un poco ms tarde los Chn (249-206 a. C.) unificaron al pas y fundaron el

    primer Imperio histrico. Desde entonces hasta la cada de la ltima dinasta en

    nuestro siglo, China vivi de las ideas inventadas en el perodo de los Reinos

    Combatientes.

    Durante dos milenios no hizo ms que perfeccionarlas, podarlas, extenderlas o

    adaptarlas a las condiciones y circunstancias histricas. La filosofa, o mejor: la moral

    -y mejor an: la poltica- de Confucio (Kung-Fu-Tzu) y sus grandes sucesores (Mo-Tzu

    o Mencio) fueron el fundamento de la vida social; sus principios regan lo mismo la

    vida de la ciudad que la de la familia. Pero la ortodoxia confuciana no dej de tener

    rivales; los ms poderosos fueron el taosmo y, ms tarde, el budismo. Ambas

    tendencias predican la pasividad, la indiferencia frente al mundo, el olvido de los

    deberes sociales y familiares, la bsqueda de un estado de perfecta beatitud, la

    disolucin del yo en una realidad indecible. A diferencia del budismo -corriente de

    fuera- el taosmo no niega al yo ni a la persona; al contrario, los afirma ante el Estado,

    la familia y la sociedad. El taosmo es un disolvente. No es extrao que losconfucionistas lo viesen como una tendencia antisocial, enemiga de la sociedad y del

    Estado. En el taosmo hay una persistente tonalidad anarquista.

    Los padres del taosmo (Lao-Tzu y Chuang-Tzu) recuerdan a veces a los filsofos

    presocrticos; otras, a los cnicos, a los estoicos y a los escpticos. Tambin, ya en la

    edad moderna, a Thoreau. Lejos de perderse en las especulaciones metafsicas del

    budismo, los taostas no olvidan nunca al hombre concreto que, para ellos, es el

    hombre natural. Sus emblemas son el pedazo de madera sin tallar y el agua, queadquiere siempre la forma de la roca o del suelo que la contiene. El hombre natural es

    dctil y blando como el agua; como ella, es transparente. Se le puede ver el fondo y

    en ese fondo todos pueden verse. El sabio es el rostro de todos los hombres.

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    He dividido mi brevsima seleccin en tres secciones. La primera se refiere a la lgica

    y a la dialctica. La crtica de Chuang-Tzu a las especulaciones intelectuales de los

    lgicos aparece en una serie de aplogos y cuentos en los que el humor se ala al

    raciocinio. Muchos entre ellos asumen la forma de un dilogo entre Hui-Tzu, el

    intelectual, y Chuang-Tzu (o su maestro: Lao-Tzu). Ante las sutilezas del dialctico el

    sabio verdadero recurre, sonriente, al conocido mtodo de reductio ad absurdum. En

    nuestra poca erizada de filosofas y razonamientos cortantes y tajantes (preludio

    necesario de las atroces operaciones de ciruga social que hoy ejecutan los polticos,

    discpulos de los filsofos), nada ms saludable que divulgar unos cuantos de estos

    dilogos llenos de buen sentido y sabidura. Estas ancdotas nos ensean a

    desconfiar de las quimeras de la razn y, sobre todo, a tener piedad de los hombres.

    La segunda seccin est compuesta por fragmentos acerca de la moral. Con mayor

    encono an que a los dialcticos y a los filsofos, Chuang-Tzu ataca a los moralistas.

    El arquetipo del moralista es Confucio. Su moral es la del equilibrio social; su

    fundamento es la autoridad de los seis libros clsicos, depositarios del saber de una

    mtica edad de oro en la que reinaban la virtud y la piedad filial. La virtud (jen) era

    concebida como un compuesto de benevolencia, rectitud y justicia, encarnacin del

    culto al Emperador y a los antepasados. La accin del sabio, esencialmente poltica,

    consista en preservar la herencia del pasado y, as, mantener el equilibrio social.ste, a su vez, no era sino el reflejo del orden csmico. Cosmologa poltica. Nosotros,

    en lengua espaola, tenemos una palabra que quiz d cierta idea del trmino chino:

    hidalgua. La hidalgua est fundada en la lealtad a ciertos principios tradicionales:

    fidelidad al seor, dignidad personal (el hidalgo es el rey de su casa) y la honra. Todo

    esto hace de la hidalgua una virtud social. Pero el hidalgo es un caballero; venera el

    pasado pero no ve en l un principio csmico ni un orden fundado en el movimiento de

    la naturaleza. El discpulo de Confucio es un mandarn: un letrado, un funcionario y un

    padre de familia.

    El carcter utilitario y conservador de la filosofa de Confucio, su respeto supersticioso

    por los libros clsicos, su culto a la ley y, sobre todo, su moral hecha de premios y

    castigos, eran tendencias que no podan sino inspirar repugnancia a un filsofo-poeta

    como Chuang-Tzu. Su crtica a la moral fue tambin una crtica al Estado y a lo que

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    comnmente se llama bien y mal. Cuando los virtuosos -es decir: los filsofos, los que

    creen que saben lo que es bueno y lo que es malo-, toman el poder, instauran la

    tirana ms insoportable: la de los justos. El reino de los filsofos, nos dice Chuang-

    Tzu, se transforma fatalmente en despotismo y terror. En nombre de la virtud se

    castiga; esos castigos son cada vez ms crueles y abarcan a mayor nmero de

    personas, porque la naturaleza humana -rebelde a todo sistema- no puede nunca

    conformar a la rigidez geomtrica de los conceptos. Frente a esa sociedad de justos y

    criminales, de leyes y castigos, Chuang-Tzu postula una comunidad de ermitaos y de

    gente sencilla. La sociedad ideal, para l, es una sociedad de sabios rsticos. En ella

    no hay gobierno ni tribunales ni tcnica; nadie ha ledo un libro; nadie quiere ganar

    ms de lo necesario; nadie teme a la muerte porque nadie le pide nada a la vida. La

    ley del cielo, la ley natural, rige a los hombres como rige la ronda de las estaciones.As, el arquetipo de los taostas es el mismo de los confucianos: el orden csmico, la

    naturaleza y sus cambios recurrentes. Sin embargo, lo mismo en el dominio de la

    poltica y la moral que en el de las ideas, su oposicin es irreductible. La sociedad de

    Confucio, imperfecta como todo lo humano, se realiz y se convirti en el ideario y el

    patrn ideal de un Imperio que dur dos mil aos. La sociedad de Lao-Tzu y de

    Chuang-Tzu es irrealizable pero la crtica que los dos hacen a la civilizacin merece

    nuestra simpata. Nuestra poca ama el poder, adora el xito, la fama, la eficacia, la

    utilidad y sacrifica todo a esos dolos. Es consolador saber que, hace dos mil aos,

    alguien predicaba lo contrario: la oscuridad, la inseguridad y la ignorancia, es decir, la

    sabidura y no el conocimiento.

    En la tercera seccin he procurado agrupar algunos textos sobre lo que podra

    llamarse el hombre perfecto. El sabio, el santo, es aquel que est en relacin -en

    contacto, en el sentido directo del trmino- con los poderes naturales. El sabio obra

    milagros porque es un ser en estado natural y slo la naturaleza es hacedora de

    milagros. Pero mejor ser cederle la palabra a Chuang-Tzu.

    Por Octavio Paz

    Mxico

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    Sobre la sabidura

    Volver al punto de partida

    Cansados de buscar en vano, no deberamos moler nuestras sutilezas en el Mortero

    Celeste, olvidar nuestras disquisiciones sobre la eternidad y vivir en paz los das que

    nos quedan? Y qu quiere decir moler nuestras sutilezas en el Mortero divino?

    Aniquilar las diferencias entre ser y no ser, entre esto y aquello. Olvido, olvido... ser y

    no ser, esto y aquello, son partculas desprendidas del infinito y volvern a fundirse en

    el infinito.

    La tortuga sagrada

    Chuang-Tzu paseaba por las orillas del ro Pu. El rey de Chou envi a dos altos

    funcionarios con la misin de proponerle el cargo de Primer Ministro. La caa entre las

    manos y los ojos fijos en el sedal, Chuang-Tzu respondi: Me han dicho que en Chouveneran una tortuga sagrada, que muri hace tres mil aos. Los reyes conservan sus

    restos en el altar familiar, en una caja cubierta con un pao. Si el da que pescaron a

    la tortuga le hubiesen dado la posibilidad de elegir entre morir y ver sus huesos

    adorados por siglos o seguir viviendo con la cola enterrada en el lodo, qu habra

    escogido? Los funcionarios repusieron: Vivir con la cola en el lodo. Pues sa es mi

    respuesta: prefiero que me dejen aqu, con la cola en el lodo, pero vivo.

    Los cerrojos y los ladrones

    Para protegernos de los malhechores que abren las arcas, escudrian los cajones y

    hacen saltar las cerraduras de los cofres, la gente acostumbra reforzar con toda clase

    de nudos y cerrojos los muebles que guardan sus bienes. El mundo aprueba estas

    precauciones, que le parecen muestra de cordura. Pero de pronto se presentan unos

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    ladrones. Si lo son realmente, en un abrir y cerrar de ojos desatarn los nudos, abrirn

    los cerrojos y, si es necesario, cargarn con las cajas sirvindose para ello de las

    cuerdas y nudos de que estn provistas. En verdad, los propietarios ahorran a los

    ladrones el trabajo de empacar los objetos.

    No es exagerado afirmar que todo lo que llamamos cordura no es sino empacar para

    los ladrones. Y lo que llamamos virtud, acumular botines para los malhechores.

    Por qu digo esto? A lo largo y a lo ancho del pas de Chi (un territorio tan poblado

    que el mero cacareo de los gallos y el ladrido de los perros en un pueblo se oye en el

    de junto), entre pescadores, campesinos, cazadores y artesanos, en santuarios y

    cementerios, prefecturas y palacios, en ciudades, poblados, distritos, barrios, calles y

    casas particulares... en fin, en todo el reino, veneradas por todos sus habitantes,

    imperaban las leyes de los Reyes Antiguos. Sin embargo, en menos de veinticuatro

    horas Tien-Cheng Tzu asesin al prncipe de Chi y se apoder de su reino. Y no slo

    de su reino, sino tambin de las leyes y artes de gobierno de los sabios de antao,

    que haban inspirado a los soberanos legtimos de Chi. Es verdad que la historia llama

    a Tien-Cheng Tzu usurpador y asesino; pero mientras vivi fue respetado como el

    virtuoso Tsen y el benvolo Shun. Los pequeos reinos no se atrevieron a criticarlo, ni

    los grandes a castigarlo. Durante doce generaciones sus descendientes conservaron

    entre sus manos la tierra de Chi...

    Causalidad

    La Penumbra le dijo a la Sombra: A ratos te mueves, otros te quedas quieta. Una vez

    te acuestas, otra te levantas. Por qu eres tan cambiante?. Dependo, dijo la

    sombra, de algo que me lleva de aqu para all. Y ese algo a su vez depende de otro

    algo que lo obliga a moverse o a quedarse inmvil. Como los anillos de la serpiente, o

    las alas del pjaro, que no se arrastran ni vuelan por voluntad propia, as yo. Cmo

    quieres que responda a tu pregunta?.

    Por Chuang- Tzu

    Traduccin de Octavio Paz

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    Copyright 1998

    La Nacin On Line

    All rights reserved

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    Anticipo

    Me pregunto qu ha sido de Sally

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    La luz del sol sobre las piedras, de Hopper

    La ternura, la nostalgia y la mirada potica del autor de El vino del esto resurgen en

    su nuevo libro de cuentos, A ciegas (Emec), poblado de personajes conmovedores ycautivantes.

    ALGUIEN empez a tocar el piano de teclas amarillas, otro comenz a cantar y yo, el

    tercero, me enfrasqu en un mar de pensamientos. La letra de la cancin estaba

    imbuida de un espritu lento, dulce y triste.Comenc a tararearla, puesto que recordaba algo de la letra.

    El Sol dej de iluminar nuestro callejn

    El da en que Sally parti.

    Yo conoc a una Sally -dije.

    No me diga -contest el dueo del bar, sin mirarme.

    S. Fue mi primera novia. Como la letra de esa cancin, me pregunto qu habr sidode ella. Dnde estar hoy? Lo nico que uno puede desear es que sea feliz, que

    est casada, tenga cinco hijos y un marido que no llegue tarde ms de una vez por

    semana y que recuerde, o no, la fecha de su cumpleaos, como ella prefiera.

    Por qu no la busca? -pregunt el dueo del bar, que segua sin mirarme, mientras

    lustraba una copa.

    Beb lentamente.

    Dondequiera que haya ido,

    Dondequiera que est,

    Si nadie la quiere ahora

    Entonces, la quiero yo.

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    La gente reunida alrededor del piano daba fin a la cancin, mientras yo escuchaba,

    con los ojos cerrados.

    Me pregunto qu ha sido de Sally,

    Aquella amiga de otros tiempos

    El piano se interrumpi con una explosin de risas y voces calladas.

    Apoy el vaso vaco en el mostrador, abr los ojos y lo contempl por un instante.

    Sabes una cosa? -le dije al dueo del bar-. Acabas de darme una gran idea...

    Por dnde empiezo?, pens en cuanto sal al encuentro de la lluvia y del viento fro

    de la calle, de la noche que se aproximaba, de los autos y de los mnibus quepasaban y del mundo que acababa de despertar con tanto ruido. Mejor dicho,

    empiezo o no?.

    Por qu no la busca? -pregunt el dueo del bar, que segua sin mirarme, mientras

    lustraba una copa.

    Beb lentamente.

    Dondequiera que haya ido,Dondequiera que est,

    Si nadie la quiere ahora

    Entonces, la quiero yo.

    La gente reunida alrededor del piano daba fin a la cancin, mientras yo escuchaba,

    con los ojos cerrados.

    Me pregunto qu ha sido de Sally,Aquella amiga de otros tiempos

    El piano se interrumpe con una explosin de risas y voces calladas.

    Apoy el vaso vaco en el mostrador, abr los ojos y lo contempl por un instante.

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    Sabes una cosa? -le dije al dueo del bar-. Acabas de darme una gran idea...

    Por dnde empiezo?, pens en cuanto sal al encuentro de la lluvia y del viento fro

    de la calle, de la noche que se aproximaba, de los autos y los mnibus que pasaban y

    del mundo que acababa de despertar con tanto ruido. Mejor dicho, empiezo o no?.

    Se me haban ocurrido varias veces ideas semejantes; en realidad, se me ocurran

    todo el tiempo. Los domingos, cuando dorma hasta pasado el medioda, me

    despertaba con la sensacin de que haba odo que alguien lloraba y despus

    encontraba lgrimas en mi rostro y me preguntaba qu ao era y a veces tena que

    levantarme y buscar un calendario para estar seguro. Durante esos domingos senta

    que afuera de la casa haba mucha neblina y me asaltaba la necesidad de abrir la

    puerta para asegurarme de que el sol an brillaba sobre el jardn. No poda controlar

    esas sensaciones. Las senta cuando estaba semidormido, cuando el pasado me

    envolva en un abrazo y la luz tena un reflejo distinto. Una vez, en un domingo as,

    llam al otro extremo de los Estados Unidos a un viejo compaero de colegio, Bob

    Hartmann. Se alegr de or mi voz, o al menos eso fue lo que dijo, y hablamos durante

    media hora. Fue una charla agradable, colmada de promesas. Pero nunca llegamos a

    encontrarnos, como habamos acordado. Al ao siguiente, cuando l vino de visita a la

    ciudad, yo ya estaba con otro nimo. Pero as son las cosas. Clidas y dulces en unmomento dado y un segundo despus, exactamente a la inversa.

    Pero ahora, parado en la puerta del Bar de Mike, pas revista a las actuales

    circunstancias con ayuda de los dedos: primero, mi esposa estaba lejos, visitando su

    pueblo natal; segundo, hoy era viernes y tena todo el fin de semana por delante;

    tercero, recordaba muy bien a Sally, aunque fuese el nico que lo hiciera; cuarto, de

    alguna manera quera saludarla y preguntarle cmo marchaban sus cosas; quinto,

    por qu carajo no comenzaba la bsqueda de una vez por todas?Y as fue como me puse en marcha.

    Busqu en la gua telefnica y repas todas las listas. Sally Ames. Ames, Ames.

    Revis todos los nombres, uno por uno. Claro. Estaba casada. Eso era lo malo de las

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    mujeres: una vez que se casan, adoptan alias, se desvanecen en los confines de la

    Tierra y se pierden para siempre sin dejar rastros.

    Entonces pens en contactar a sus padres.

    No figuraban en gua. O se mudaron o murieron.

    Y sus amigos que alguna vez haban sido tambin amigos mos? Joan no s cunto.

    Bob no me acuerdo. Pas las pginas una y otra vez hasta que record a alguien

    llamado Tom Welles.

    Encontr a Tom en la gua y lo llam.

    Es verdad? Eres t, Charlie? No puedo creerlo. Ven a verme. Qu hay de nuevo,

    viejo? Increble. Hace aos que no nos vemos. Por qu...?

    Le expliqu por qu lo llamaba.

    Sally? Hace aos que no la veo. Supe que te est yendo muy bien en la vida,

    Charlie. Que ganas un sueldo de cinco cifras. Excelente para un muchacho que se

    cri al otro lado de las vas. En realidad, nunca hubo ninguna va; slo una lnea

    invisible que nadie vea pero todos sentamos.

    Cundo podemos vernos, Charlie?

    Te llamo uno de estos das.

    Era muy dulce, Sally. Le habl de ella a mi mujer. Qu ojos tena. Y un color de pelo

    que no se logra con ninguna tintura. Y...

    Mientras Tom hablaba sin parar, muchas cosas volvieron a mi mente. Por ejemplo, el

    modo en que ella escuchaba o haca que escuchaba toda mi charla grandilocuente

    sobre el futuro. De pronto tuve la sensacin de que ella nunca habl, que yo nunca se

    lo permit. Con el sublime y estpido egocentrismo de todo joven, me dedicaba allenar las noches y los das construyendo el maana y derrumbndolo para volver a

    edificarlo ante ella. Al mirar hacia atrs, me sent incmodo conmigo mismo. Y luego

    record cmo sus ojos se encendan y sus mejillas se arrebataban con cada una de

    mis palabras, como si todos mis discursos merecieran su tiempo, dedicacin y

    esfuerzo. Pero a pesar de toda mi charla, no recordaba haberle dicho jams que la

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    quera. Tendra que haberlo dicho. Nunca la toqu, ms all de tomarle la mano, y

    jams le di un beso siquiera. Eso me produca una profunda tristeza ahora. Pero haba

    tenido miedo de que si cometa un error, como besarla, ella se disolviera como la

    nieve en una noche de verano y desapareciera para siempre. Durante un ao salimos

    juntos y hablamos, o mejor dicho yo hablaba y ella escuchaba. No recordaba por qu

    habamos roto relaciones. De pronto, sin motivo alguno, ella se march casi al tiempo

    en que terminamos el colegio. Mene la cabeza con los ojos cerrados.

    Recuerdas que quera ser cantante? Tena una voz hermosa -dijo Tom.

    S. Lo recuerdo todo. Hasta pronto.

    Espera un minuto... -dijo la voz, pero el auricular del otro lado interrumpi la

    comunicacin.

    Regres al antiguo barrio y camin por sus alrededores. Entr en los almacenes a

    preguntar. Me cruc con algunas personas que haba conocido pero que no me

    recordaban. Por fin supe algo de ella. Efectivamente, se haba casado. No, no saban

    exactamente la direccin. S, su apellido de casada era Maretti. A unas cuadras por

    esa calle, o tal vez por la otra.

    Busqu en la gua. Eso debera haberme alertado: no tena telfono.

    Luego, preguntando en distintos almacenes de la zona, consegu por fin la direccin

    de los Maretti. Vivan en el nmero 407, tercer departamento del cuarto piso, al fondo.

    Por qu diablos haces todo esto?, me preguntaba mientras suba la escalera y

    trepaba en la oscura luz que ola a comida rancia y a polvo. Acaso quieres mostrarle

    qu bien que te ha ido?.

    No, me respond. Slo quiero ver a Sally, a alguien que perteneci a mi pasado.

    Quiero decirle lo que debera haberle dicho aos atrs, que a mi manera, en algunapoca, la quise. Nunca se lo dije. Tena miedo. En cambio, no tengo miedo ahora que

    ya no importa.

    Eres un reverendo tonto, me dije.

    S, respond, pero acaso no somos todos un poco tontos?.

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    Tuve que parar a descansar en el tercer piso. De pronto, frente al espeso olor de

    comidas antiguas, al percibir la susurrante y cercana oscuridad de televisores

    encendidos a todo volumen y al grupo de nios distantes que lloraban, sent el sbito

    impulso de irme de aquella casa antes de que fuera demasiado tarde.

    Pero has llegado hasta aqu. No puedes dar marcha atrs ahora. Vamos, adelante,

    me dije. Falta slo un piso.

    Lentamente sub los ltimos escalones y me detuve frente a una puerta despintada.

    Detrs, se oa el movimiento de unas personas y la conversacin de unos nios.

    Vacil. Qu le dira? Hola, Sally, te acuerdas de los viejos tiempos cuando

    salamos a andar en bote por el parque y los rboles estaban verdes y t eras tan

    esbelta como una brizna de csped? Recuerdas cuando...? Pues bien, aqu vamos.

    Levant la mano y llam a la puerta.

    La abri una mujer: era unos diez aos mayor que yo, tal vez quince. Llevaba puesto

    un vestido de dos dlares que no le quedaba bien y tena el pelo cubierto casi por

    completo de canas. La grasa se le acumulaba en los sitios ms inapropiados de su

    cuerpo y unas lneas le surcaban las comisuras de sus labios fatigados. Estuve a

    punto de decir que me haba equivocado de departamento, puesto que estaba

    buscando a Sally Maretti. Sin embargo, no dije nada. Sally era unos cinco aos menorque yo. Pero esa mujer, que se asomaba por la puerta en la penumbra, era ella. A sus

    espaldas se alcanzaba a ver una habitacin baada por una luz mortecina, un piso de

    linleo, una mesa y un par de muebles viejos de color marrn atestados de objetos

    varios.

    Nos quedamos mirndonos desde la distancia de los veinticinco aos transcurridos.

    Qu poda decir? Hola, Sally, estoy de vuelta. Ahora soy un hombre prspero, vivo

    en la otra zona de la ciudad, tengo un buen auto, una buena casa, estoy casado, conhijos que han egresado del colegio, soy el presidente de una empresa, por qu no te

    casaste conmigo? Entonces, no estaras viviendo aqu. Vi cmo sus ojos se clavaron

    en mi anillo masnico, en el escudo de mi solapa, en la prolija costura del flamante

    sombrero que llevaba en la mano, en mis guantes, en mis zapatos bien lustrados, en

    mi bronceado de las playas de la Florida y en mi corbata Bronzini. Por ltimo, sus ojos

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    se posaron en mi rostro. Estaba esperando a que yo me decidiera por una u otra cosa.

    Entonces, hice lo correcto.

    Disculpe. Vendo plizas de seguros.

    Lo siento. No necesito por el momento -respondi.

    Mantuvo abierta la puerta por un momento, como si estuviese a punto de franquearse.

    Perdneme por haberla molestado.

    No hay problema.

    Mir por encima de su hombro. Me haba equivocado. No haba cinco nios sino seis

    en la mesa del comedor junto a su marido, un hombre moreno con el entrecejo

    fruncido estampado como un rictus permanente sobre su frente.

    Cierra la puerta! Hay mucha corriente de aire!

    Buenas noches -dije.

    Buenas noches -contest ella.

    Di un paso hacia atrs y ella cerr la puerta, sin dejar de mirarme.

    Me volv para salir a la calle.Acababa de bajar los ltimos escalones de piedra marrn cuando o una voz que me

    llamaba a mis espaldas. Era la voz de una mujer. Segu caminando. La voz volvi a

    llamarme, aminor la marcha pero no me di vuelta. Un instante ms tarde, alguien me

    tom del brazo. Slo entonces me volv.

    Era la mujer del departamento 407, con los ojos alterados y la boca jadeante, al borde

    de las lgrimas.

    Perdn -comenz a decir, pero estuvo a punto de echarse atrs. Sin embargo, por fin

    se atrevi a continuar: -Lo que le voy a preguntar es un poco absurdo. Pero usted, por

    casualidad, no es... s que no es posible... pero usted no es Charlie McGraw?

  • 8/9/2019 PAZ OCTAVIO - Chuang - Tzu Un Contravene No

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    Dud mientras sus ojos escudriaban mi rostro, en busca de algn rasgo familiar

    oculto entre tantos aos transcurridos.

    Mi silencio la hizo sentirse incmoda.

    No, realmente no pens que pudiera ser...Lo siento, pero quin era l?

    Ah. No s -dijo, bajando la mirada y ahogando una risa-. Tal vez un novio que tuve

    hace muchos aos.

    Le tom la mano y la retuve por un momento.

    Ojal lo hubiera sido. Habramos tenido mucho de qu conversar.

    Demasiado, seguramente. -Una lgrima rod por sus mejillas. Dio un paso haciaatrs. -Y bueno, no siempre se puede tenerlo todo.

    No -dije, liberando su mano con mucha suavidad.

    Mi suavidad la impuls a preguntrmelo por ltima vez.

    Est seguro de que usted no es Charlie?

    Seguramente ese Charlie fue un gran hombre.

    El mejor -contest ella.Bueno, hasta pronto -dije por fin.

    No. Adis.

    Dio media vuelta, corri hacia las escaleras y subi los escalones con tanta prisa que

    casi tropieza. Una vez en lo alto, gir con los ojos relucientes y alz la mano para

    saludarme. Trat de no responder, pero mi mano lo hizo por m.

    Me qued durante medio minuto como si hubiera echado races en la acera antes dereanudar la marcha. Dios mo, logr arruinar todos los amores que tuve, pens.

    Llegu al bar justo cuando faltaba poco para que cerrara. El pianista, por alguna

    misteriosa razn, tal vez por no querer volver a su casa, an estaba all.

  • 8/9/2019 PAZ OCTAVIO - Chuang - Tzu Un Contravene No

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    Despus de dos vueltas de coac y con un vaso de cerveza en la mano, le dije: -Haz

    lo que quieras, pero no toques ese tema que dice dondequiera que haya ido,

    dondequiera que est, si nadie la quiere ahora, entonces la quiero yo....

    Cul era esa cancin? -pregunt el pianista, con las manos en el teclado.

    Una acerca de una tal... cmo se llamaba?... Ah, s. Sally.

    Por Ray Bradbury