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PEAJES UNIVERSITARIOS El anteproyecto de ley universitaria supone un peligroso tipo de estatización de las universidades privadas y públicas El presidente de la Comisión de Educación del Congreso, Daniel Mora , salió esta semana a defender el anteproyecto de ley universitaria (cuya elaboración dirige desde hace nueve meses). Denunció, por un lado, que se le habrían acercado lobbistas de diversas universidades y alertó también acerca de la posibilidad de que estos estuviesen intentando contactar a otros congresistas. Asimismo, afirmó que la razón por la que existiría oposición a su propuesta sería porque algunos puntos de la misma “chocan con intereses” y porque con ella se tocan “bolsillos en muchos casos, tanto en las universidades privadas como en las públicas”. Nadie duda de que, como con cualquier reforma importante, en este caso existan lobbies tratando de influenciar al Congreso para que la norma se ajuste mejor a los intereses de sus representados. Pero pasar de ahí a pensar que todos quienes critican el anteproyecto lo hacen por conseguir un provecho inapropiado es ir muy lejos. Y es que, al fin y al cabo, hay muy buenos motivos para oponerse a varias de las reformas que viene considerando la comisión que preside el señor Mora. Para empezar, hay que recordar que la filosofía del anteproyecto es que es el Estado quien debe dirigir y uniformizar la educación universitaria. Para esto, se propone quitarle a las universidades públicas y privadas la autonomía que hoy tienen en varios aspectos fundamentales. Se ha sugerido, por ejemplo, que el Estado controle en mayor o menor medida los procesos de admisión, los planes de estudio, la elección de autoridades, el número de profesores a tiempo completo, o hasta el porcentaje del presupuesto anual que se deba invertir en educación y en responsabilidad social. Incluso se ha propuesto que las universidades privadas se vean obligadas a instalar una asamblea que rehaga los estatutos de la institución, pasando por alto que esta sería una inconstitucional confiscación de la propiedad de sus dueños. No entendemos bajo qué lógica se le puede ocurrir a alguien encargarle al Estado que dirija la educación universitaria, cuando su desempeño dirigiendo la educación escolar ha llevado a que el

PEAJES UNIVERSITARIOS

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Reglas de peajes universitarios

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PEAJES UNIVERSITARIOS

El anteproyecto de ley universitaria supone un peligroso tipo de estatización de las universidades privadas y públicas

El presidente de la Comisión de Educación del Congreso, Daniel Mora, salió esta semana a defender el anteproyecto de ley universitaria (cuya elaboración dirige desde hace nueve meses). Denunció, por un lado, que se le habrían acercado lobbistas de diversas universidades y alertó también acerca de la posibilidad de que estos estuviesen intentando contactar a otros congresistas. Asimismo, afirmó que la razón por la que existiría oposición a su propuesta sería porque algunos puntos de la misma “chocan con intereses” y porque con ella se tocan “bolsillos en muchos casos, tanto en las universidades privadas como en las públicas”.Nadie duda de que, como con cualquier reforma importante, en este caso existan lobbies tratando de influenciar al Congreso para que la norma se ajuste mejor a los intereses de sus representados. Pero pasar de ahí a pensar que todos quienes critican el anteproyecto lo hacen por conseguir un provecho inapropiado es ir muy lejos. Y es que, al fin y al cabo, hay muy buenos motivos para oponerse a varias de las reformas que viene considerando la comisión que preside el señor Mora.

Para empezar, hay que recordar que la filosofía del anteproyecto es que es el Estado quien debe dirigir y uniformizar la educación universitaria. Para esto, se propone quitarle a las universidades públicas y privadas la autonomía que hoy tienen en varios aspectos fundamentales. Se ha sugerido, por ejemplo, que el Estado controle en mayor o menor medida los procesos de admisión, los planes de estudio, la elección de autoridades, el número de profesores a tiempo completo, o hasta el porcentaje del presupuesto anual que se deba invertir en educación y en responsabilidad social. Incluso se ha propuesto que las universidades privadas se vean obligadas a instalar una asamblea que rehaga los estatutos de la institución, pasando por alto que esta sería una inconstitucional confiscación de la propiedad de sus dueños.

No entendemos bajo qué lógica se le puede ocurrir a alguien encargarle al Estado que dirija la educación universitaria, cuando su desempeño dirigiendo la educación escolar ha llevado a que el Perú ocupe el puesto 62 de los 65 países evaluados en la última prueba PISA en comprensión lectora y razonamiento matemático.

Pero el error del proyecto no solamente es querer entregar el timón de las universidades a este pésimo conductor. Además, este tipo de estatización de la enseñanza supondría varios otros graves problemas.

El primero y más evidente sería la burocratización. Las universidades deberían ser instituciones dinámicas que se distingan por la innovación. Pero bajo la filosofía del proyecto que elabora la Comisión de Educación prácticamente todo cambio importante que busque hacer una universidad dependería de la aprobación de un grupo de funcionarios públicos. Sería como llenar de peajes la pista en la que debería correrse una carrera.

Otro problema es que esta estatización llevaría a que exista un solo modelo educativo: el elegido por la burocracia de turno. En vez de que haya una oferta diversa que permita a los estudiantes elegir el tipo de universidad que mejor se ajuste a sus expectativas y posibilidades, los jóvenes tendrían que conformarse con estudiar en instituciones hechas a imagen y semejanza del modelo que establezca el ministerio.

Por esto último, quitarles a las universidades la autonomía para conducir sus instituciones significaría también limitar la libertad de elegir de las personas que desean estudiar en ellas.

Finalmente, no pasemos por alto que las universidades son importantes centros de expresión política y, en ocasiones, de legítima oposición al Gobierno. Algo de lo que bien podríamos ir olvidándonos si este último logra convertirse en quien en última instancia decida sus destinos.

Nadie discute que hay mucho por hacer en este sector. Pero la solución no pasa por concentrar en un ministerio las decisiones sobre cómo debe operar cada universidad, sino por buscar formas para que estas compitan por brindar una mejor educación y para que los estudiantes estén bien informados sobre el servicio que reciben.

¿Y usted cree que el proyecto de ley universitaria, si se debate en el Pleno, se apruebe el 5 de julio?

Podemos ir al debate. Porque a los que dicen que estamos yendo en forma apresurada les digo que no es cierto. Tenemos 20 días discutiendo este texto sustitutorio y hemos avanzado 21 artículos. Son 140 artículos, así que imagínese el ritmo que estamos llevando para la discusión en detalle de cada artículo y resaltar que no se afecta la autonomía para nada.

Esa no es la opinión de sus adversarios...

Los adversarios ni siquiera han leído la ley. En la mañana interrogaban a los de San Marcos, los he escuchado yo por radio. Les preguntan: ¿cuál es su principal objeción hacia la ley? Y responden: “bueno, pues, los derechos ¿no?”. Estudiantes universitarios no sabían dar respuesta porque simplemente los han jalado de las orejas para venir a estas marchas.

¿Todos sus adversarios son defectuosos? Los rectores tienen todos intereses mercantilistas, a los alumnos los jalan de los orejas porque no saben nada, nadie ha leído la ley. Pero resulta que en todo el país hay movilizaciones contra este proyecto.¿No será que tal vez haga falta escuchar al otro lado?

Y esta bulla, ¿entonces qué es?

Es manejada muy hábilmente por los rectores. Le puedo enseñar un volante dirigido a alumnos y profesores que dice no se preocupen porque los rectores financiarán económicamente la logística de la protesta, que no les descontarán a los docentes ni a los trabajadores administrativos.

Veo que usted está absolutamente entercado en el proyecto.

No soy terco porque no es la ley que propone el general Mora. Es la ley que sale por consenso o por mayoría en la Comisión. Y en la Comisión no somos ni dos de mi partido. Este es el convencimiento que tienen los diferentes congresistas de que debe haber una nueva ley de la universidad peruana.

Pese a esto, a través de la agencia Andina, Mora se refirió nuevamente a la reforma universitaria que viene trabajando la Comisión de Educación que él preside. “Si creen que hemos dado marcha atrás en la aprobación del proyecto, están equivocados.

Hemos retrocedido un poco para enriquecer el proyecto, pero este será aprobado”, declaró. Este Diario intentó comunicarse con Daniel Mora, pero no obtuvimos respuesta.