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PEMGOJIA ELEMENTAR MANDADA- ADOPTAR POR EL SUPREMO GOBÍERNO fiOMO TESXQ,Í«E ENSEÑANZA PARA EL U80 DE LAS ESCUELAS NÓRMALES POB EMILIO JÓFIRIÉ, VISITADOR ESCUELAS. Único testo premiadó.cón medalla de or^«i?lo» pertgmenes abierte£f por la; Sociedad dé. lMbli6<a><»8'-P4blic^(wffiéoÍa»w^L4g de marzo de 1Й81 - ' para conmemorar el centenario del sénordon^ndre* Bello, SANTIACO DE CHILE. IMPRENTA DE REPÚBLICA, DE .T 4 \L T ÑFZ -

Pedagogía Elemental

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Pedagogía elemental. Emilio Jofré. 1882.

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PEMGOJIA ELEMENTAR MANDADA- ADOPTAR

POR EL SUPREMO GOBÍERNO

fiOMO T E S X Q , Í « E E N S E Ñ A N Z A

PARA EL U 8 0

DE L A S E S C U E L A S N Ó R M A L E S • POB

E M I L I O J Ó F I R I É ,

VISITADOR DÉ ESCUELAS.

Único testo premiadó.cón medalla de or^«i?lo» pertgmenes abierte£ f

por la; Sociedad dé. lMbli6<a><»8'-P4blic^(wffiéoÍa»w^L4g de marzo de 1Й81 - ' para conmemorar el centenario del sénordon^ndre* Bello,

SANTIACO DE C H I L E .

I M P R E N T A D E LÁ REPÚBLICA, D E .T 4 \ LT

Ñ F Z -

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DON p O M I N G O ^ A N T A J \ Ì A R I A ,

P R E S I D E N T E D E L A R E P Ú B L I C A -

S.j (j^ue 4го, ¿balayado deòde ш

fU/venütd e^ ^ььо^ьеоо de ^a educación

fiofoudab, dedica eô-ia о^ш

Sa atenèo bewidoi

M I L I O O F R É ,

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I N F O R M E que el Consejo Superior de Instrucción

Pública pasó al Ministerio del ramo sobre la obra «Elementos de Pedagojia».

SEÑOR DECAHO:

En desempeño de la honrosa comisión que V. S. tuvo a bien conferirme, he leido con toda atención la obra titulada «Ele­mentos de Pedagojia» compuesta por don Emilio Jotré.

En esta obra se raauifiesta la importancia de la misión confiada a los preceptores de las escuelas primarias, i se dan re­glas mui detalladas para el buen desempeño de esa misión.

Las reglas se dividen en dos series, la primera de las cuales abraza lo que el preceptor debe hacer para dirijir las faculta­des del niño, consideradas esas facultades en jeneral. En la segunda serie se espone el modo como el preceptor debe proce­der en la enseñanza de cada ramo de estudio en particular.

Se establece primeramente la necesidad de que el preceptor vijile, en cuanto esté de su parte, sobre la conservación de la salud i sobre el desarro'lo de las fuerzas físicas del niño. Con este fin se enumeran diversos puntos en que el preceptor debe fijar su atención, entre ellos las cmdiciones de salubridad local de la escuela, el esmerado aseo de los niños, su vacunación, los ejercicios j ira násticoB,etc.

En segnida se fija el procedimiento que debe seguirse para procurar, en jeneral, el desarrollo ordenado de las facultades intelectuales del niño, principiando por la atención.

Se habla también de la necesidad de dirijir a los niños en la formación de hábitos morales, enumerando i esplicando los prin­cipales de ellos, i dando la debida importancia al hábito de tra­bajo i al de veracidad. Un capítulo especial está destinado a la educación relijiosa, i con ese capítulo termina la primera parte de la obra.

En la segunda parte, después de tratar de los sistemas de en-

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señanza llamados individual, simultáneo i mutuo, el autor espone las reglas que el preceptor debe seguir en la enseñanza de la lectura, escritura, aritmética gramática, jeografía i catecismo. Esas reglas tienden a proporcionar un conocimiento perfecto en la lectura i escritura, i un conocimiento elemental en los demás ramos, cuyo estudio detenido corresponde a ios liceos.

No solo estoi de acuerdo con esta manera de ver del autor, sino que pienso que aun el estudio elemental de la aritmética, gramática i jeografía debe hacerse en las escuelas primarias su­periores, no en las elementales, si se atiende a la leí orgánica de la instrucción primaria.

La obra tiene una tercera parte en que se trata de premios i castigos, de la importante misión que desempeña el preceptor, i de sus relaciones con los padres de familia i las autoridades. El manuscrito termina con varios modelos de los diferentes libros que debe llevar un preceptor.

La presente reseña pone de manifiesto que la-obra de que me ocupo abraza todas las materias que debe abrazar, i esas mate­rias están tratadas con claridad i acierto. Verdad es que en al­gunos puntos mi opinión es diversa de la del autor; pero como en esos puntos de desacuerdo no se trata de una verdad eviden­te, sino del resultado que en la práetici podía dar la regla tal o cual, he creído innecesario mencionarlos.

Igual cosa digo respecto del modo de espresar algunos pen­samientos. Por ejemplo, en la páj. I I , lineal, en vez de decir «los órganos que llamamos seutidos». Pero claramente se en­tiende lo que el autor ha querido decir.

En la páj. 38, línea última aparece la regla. «Se le alejará (al niño) del fanatismo». Habría sido omveniente que a esa re­gla acompañase una esplicacion de lo que s?. entiende por «fana­tismo». Pero se comprende que esa esplicacion puede fácilmente ser dada por la viva voz del profesor.

He mencionado estos ejemplos para manifestar que los pun­tos en que mi opinión es diversa de la del autor, no son pnutoí de trascendencias; por lo tanto creo que la obra en su estado ac­tual puede ser aprobada Es también conveniente que haya un testo para el estudio de la pedagojia, estudio que hasta el día de hoi se ha hecho únicamente por lecciones orales.

Juzgo de mi deber hacer una observación de trámite. El art. 50 del Reglamento jeneral de instrucción primaria

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vir dice lo siguiente: «El arreglo interior i k>3 métodos de ense­ñanza que deben observarse en las escuelas, se sujetaran a las reglas que dicte la Inspección jeneral del ramo»; i en los arts. 86 i 89 se establecen reglas sobre algunas de las materias de que se trata en el testo de pedagojia.

La lectura del mencionado art. 50 me habia inclinado a pro­poner que se pasa=e el testo de pedagojia en informe a la Ins­pección de instrucción primaria, a fin de que no hubiese oposi­ción entre las reglas del testo i las de la Inspección- Después he pensado de otra manera, tanto porque aquella oposición no es probable, cnanto porque la lei orgánica de instrncion prima­ria, al prescribir el estudio teórico de la pedagojia, ha querido que las reglas saquen su fuerza no únicamente de la autoridad, sino también de la evidencia de la verdad contenida en ellas, a la cnal se llega después de un estudio razonado.

Dios guarde a V. S. BALDOMBRO PIZAERO.

I N F O R M E del señor Inspector jeneral de instrucción

primaria.

SEÑOR MINISTRO:

He examiuado atentamente el testo de «Pedagojia Elemen­tal» para el uso de las Escuelas Normales, escrito por don Emi­lio Jofré, i soi de opiniou que puede ser adoptarlo como testo de enseñanza en dichos establecimientos.

En cumplimiento del decreto que precede, es cuanto tengo que informar a U S .

Santiago, febrero 28 de 1882. ADOLFO LARENAS.

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I N F O R M E del señor Director de ]a Escuela Normal

de preceptores.

SEÑOR MINISTRO:

En cumplimiento del decreto que precede, he examinado con la detención debida la obrita titulada «Pedagojia Elemental,» compuesta por don Emilio Jofré, profesor de esta Escnela, i dedicada para la enseñanza en ella del espresado ramo.—Aun­que de dimensiones sumamente reducidas, se encuentran trata­das en esta obrita las principales materias de la pedagojia, en el doble objeto que esta ciencia abraza: la educación i la instruc­ción.—Dividida en tres partes, ocúpase la primera esclusiva-mente de la educación, estableciendo los principios jenerales i los medios para dirijir el cultivo i desarrollo de las diversas facultades del niño, e indicando al preceptor los cuidados que debe emplear para combatir oportunamente los malos hábitos e inclinaciones viciosas del educando e inculcarle sentimientos i costumbres que hagan de él un hombre moral, digno i útil a la sociedad.—La segundi parte se contrae a la mefcodolojía i didáctica. Después de un* e3pos i c ion quizás demasiado sucinta de los sistemas de enseñanza o formas de orgauizacion escolar, i de otra mus breve todavía, acerca del método jeneral o sea las reglas i principios que deben rejir en toda enseñanza, for­mula el autor, con la conveniente estension, los métodos parti­culares i procedimientos para la enseñauza de los ramos que

, comprende el plan de estudios de las escuelns primarias.—Las reglas didácticas que consigua esta parte de !a obra son mui recomendables, tanto por el carácter práctico que les da el autor, relacionándolas con la orgauizacion conveniente de la enseñanza i los ramos de estudio de nuestras escuelas elementa­les, cuanto porque fijan la estension que debe dársele a cada uno de ellos en esta clase de escuelas.—En la tercera parte se trata de los premios i castigos, de la importancia de la misión del preceptor, i de las relaciones de éste con los padres de fa-

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milia i con las autoridades, terminando la obra con modelos de los libros de matrícula; de lista i de exámenes, que debe llevar el maestro.—El trabajo del señor Jofié, está redactado con método i sencillez de lenguaje, i, como él mismo lo indica en su Eolioltud, la corta estension de él i la concisión con que toca al­gunas materias, dejan al profesor amplio campo pava dilucidar­las eu la ensefianz).—Por las razones espuertas, toi de opinión que convendría la adopción del libro que me ocupa, como testo para la enseñunza de 'a peda^ojía en las Escuelas Normales.

Santiago, junio 20 de 1882. RAFAEL V. GABKIDO.

S O C I E D A D de Bibliotecas Públioas Escolares.

Por encargo de la Sociedad que presido, acompaño a US. un ejemplar impreso del tratado de «Pedagojia Elemental», escrito por el profesor de la Escuela Normal de Preceptores, don Emi­lio Jofré i f remitido por esta Socicdudcnel certamen abierto para conmemorar el centenario de don Andrés Bello, a fin de que US., sj lo tiene.a bien, se sirva mandarlo adoptar como testo de enseñanza.

Esta obra está, como consta de los documentos que antecede, informada favorablemente por el señor don Baldomero Pizarro, encargado por la Facultad de Humanidades, por la inspección Jeneral de Instrucción Primaria i por el Director de la Escuela Normal de Preceptores. En todos esos informes se espone que el referido testo debe ser adoptado como tal eu las Escuela Nor­males.

Confiado en el celo desplegado por US. en bien de la Ins­trucción del pueblo, espero que US. se dignará atender la pre­sente solicitud.

Dios guarde a US. Wenceslao Rodríguez Lmn, presidente.—Francisco Pardo Du-

val, Vice-presidente.—Alberto de la Cruz O. Vice-presideute. —José Antonio Castellón, secretario.—Luis de la Cruz O., se­cretario.

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Decreto de adopción del Supremo Gobierno.

Santiago, setiembre 12 de 1882.

Vista la solicitad que precede, en la cual don Emilio Jofré pide que se adopte el testo que con el títu'o de «Pedagojia Ele­mental» ha compuesto para la enseñanza de este ramo en las Es­cuelas Normales del Estado; con lo informado acerca de dicha solicitud por el profesor designado al efecto por la Facultad de filosofía, humanidades i bellas artes; i vistos, asimismo, los in­formes del Inspector jeneral de Instrucción Primaria i del direo-tor de la Escuela Normal de Preceptores.

Decreto: Adóptase como testo de enseñanza para las Escuelas Normales

del Etado el libro titulado «Pedagojia Elemental», compuesto por don Emilio Jofré.

Anótese, comuniqúese i publíquese.

SARTA MARÍA. José Eujenie Vergata.

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PEDAGOJIA ELEMENTAL

PRIMERA PARTE.

E D U C A O I O IST.

NOCIONES P R E L I M I N A R E S .

C A P I T U L O I.

1.—La pedagojia es el arte que comprende los principios, reglas i preceptos que son necesarios para el cultivo i desarrollo de las facultades físi­cas, intelectuales i morales del individuo.

2 .—La educación, en su mas lato significado, es 1

la acción de criar, esto es, de formar a un niño, a un joven, de desarrollar sus facultades físicas, intelectuales i morales. Prácticamente, la educa­ción es el conjunto de medios de que nos valemos para el cultivó i desarrollo de las antedichas fa­cultades.

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, 3.—La instrufiGion es la educación intelectual. Po r esto se dice con alguna propiedad: el que educa, instruye; mas "no el que instruye educa.

C A P I T U L O I I .

EDUCACIÓN.

I.° Importancia de la educación.—2.° Necesidad de la educa­ción.-—3.° Objeto de la educación.—4.° Época de la educa­ción.—5.° División de la educación,

4.—1.° El hombre; compuesto de materia i es­píritu, debe satisfacer su doble existencia, l lenar su destino con respecto al cuerpo i asegurar el porvenir de su alma inmortal.

La educación, que conduce al hombre con paso seguro en todas las épocas de la vida, que le da a conocer su noble fin, tiene por esto una grande importancia.

Puesto que debemos cumplir debidamente nues­tros deberes para con Dios, con nosotros mismos i nuestros semejantes; puesto que es una necesidad social i moral que el hombre se perfeccione, nada es entonces mas importante que la educación, pues ella transforma al ignorante en hombre cul­to i lo eleva a aquel grado de perfección que le sobrepone a los seres creados.

L a educación ha producido esas grandes obras - que admiran las jeneraciones: al ignorante lo ha

hecho sabio, al inactivo laborioso i al irrelijioso lo ha transformado en hombre moral. Ella clesa-

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rrolla el físico, guia i cultiva las facultades inte­lectuales i hace fructificar las buenas costumbres de los pueblos.

Sin la educación no se concibe la bienhechora acción del bien i es imposible el progreso jeneral. E n una palabra: ella perfecciona a la humani­dad.

Si tal es la obra de la educación, su importan­cia queda fuera de duda.

2.° Si la educación es importante, ella también es necesaria.

E l hombre, ayudado por sus solas fuerzas, guia­do únicamente por la sola razón natural, no pue­de perfeccionarse. Sometido a todas las influen­cias sociales, los jérmenes de virtud i de razón depositados en él no pueden adquirir por sí mis­mos el cultivo i desarrollo de que son suscepti­bles.

La educación enseña al hombre sus deberes: le enseña a cultivar la virtud i a aborrecer el vicio, le perfecciona durante su vida i le asegura su destino eterno. Luego, la educación es necesaria.

3.° La educación tiene por objeto la perfección del hombre en todos los actos materiales, intelec­tuales i morales de su existencia. Debe ser su guia desde la cuna a la tumba: sus efectos se es­tienden mas allá de ésta. ,

Si comparamos aljK}rn,bjre rudo i tosco con el hombre culto i 6€>^§<^J^mf&^Jo salvaje con el pueblo civil iza 'd^/hotáT'ém"o^qw^ educación es el imico medioTpqr ^mlléga: al bien mate­rial i moral, ^lla^nác'e qué e l ^ h ^ f e r e sea útil a

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sí mismo i a la sociedad, que ésta progresé en las ciencias, artes e industrias; en fin, que el indivi­duo i la comunidad llenen los fines conducentes a la felicidad jeneral. Tal es el objeto de la educa­ción* -

4.° E n absoluto, la educación principia con la vida i termina con ella. Su influjo positivo, direc­to, comienza desde el momento en que el niño ha adquirido cierto grado de desarrollo en su orga­nismo que le haga capaz de recibir impresiones duraderas, fíai grande utilidad en hacerla prin­cipiar lo mas temprano posible. .. Pedagógicamente hablando, la educación del niño termina cuando ha llegado a la madurez corporal i adquirido la plenitud intelectual del hombre adulto. Después de esta época, la acción autoritaria de la educación no debq, coartar ni de­bilitar la independencia i espontaneidad en pen­sar i obrar que reclama la lei natural.

E n el primer caso, la educación del niño corres­ponde a los padres de familia i al maestro; en el segundo, pertenece al individuo mismo. Cuando el joven ha llegado a su completo desarrollo físi­co; una vez que sus facultades intelectuales i mo­rales han sido cultivadas convenientemente, en­tonces se le debe abandonar a que obre por sí mismo; entonces toca al hombre continuar su edu­cación propia, avanzar en el perfeccionamiento que debe adquirir en sus relaciones con la socie­dad. Debemos estar seguros deque , si el joven recibió una buena educación, será mui difícil que cambie su naturaleza en el trascurso "de la vida.

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Los padres de familia i los maestros deben, por esto, tener un grande empeño en que la pr imera educación esté modelada, por decirlo así, en los sanos principios de la moral i tenga por base el buen ejemplo primero que el precepto.

5.° L a educación, en jeneral, se divide en fí­sica, intelectual i moral.

L a educación puede tener también un carácter especial. En este sentido, puede ser filantrópica, pietística, guerrera etc.

CAPITULO I I I .

EDUCACIÓN FÍSICA.

1 ."> Necesidad de la educación física.—2." Aseo.—3.° El aire.—4¿> De los cinco sentidos.—5.° La vista.—6.° El oido.—7.° El ol­fato.—8.° El gusto.— 9.° El tacto.—10.» La palabra.—11.° Jimnástica.—12.° Local de la escuela.

5.—1.° Los primeros cuidados que la madre prodiga al niño para su conservación i desarrollo, señalan el principio de la educación física. E l hombre, de constitución delicadísima en su pri­mera edad, necesita de un cuidado estremo para conservarle la vida i para que su físico se desa­rrolle sano i robusto.

A fin de que la educación intelectual i aun la moral, puedan llevarse a cabo, es necesario aten­der en primer lugar al físico del niño. La salud i la robustez, dones preciosos en la vida del hom­bre, le hacen apto para desempeñar cualquiera

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ocupación o trabajo, para soportar las fatigas que este impone, para consagrarse, por lo tanto, a las tareas mas arduas i delicadas.

Por el contrario, una mala educación física, produce defectos corporales, inhabilidad para el trabajo i aun estiende sus perniciosos efectos a jeneraciones enteras. La hijiene pública i pri­vada son el elemento principal de vida para los pueblos i para el individuo.

L a educación física, es, pues, no solamente ne­cesaria, sino de todo punto indispensable.

2° E l aseo es necesario a la salud i a la moral. ccEl aseo, dfce De G-erando, es una de las reglas

mas seguras de la hijiene: precave muchas enfer­medades; mantiene la frescura de los órganos i facilita el juego de éstos; fomenta las ideas de decencia, los hábitos de orden; contribuye a re­cordar el respeto que se debe el hombre a si mis­mo, a ejercer la vijilancia, la -moderación, la atención, la circunspección; dispone al trabajo, presenta la imájen sensible de la pureza interior, de la inocencia; facilita el comercio, la vida; en fin, es un lujo de sociabilidad».

E l maestro debe ser el primero en dar a sus alumnos el ejemplo del aseo en su modesto i lim­pio vestido, en el aseo de su persona.

Se exijirá de los alumnos: vestido arreglado i limpio, la cara i las manos lavadas, el pelo pei­nado i las uñas cortadas. .Ninguno que no haya llenado estos requisitos será admitido en las cla­ses. Si el preceptor conoce que puede ser una lec­ción provechosa para la madre o padre de familia

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enviarle al niño para que lo asee, debe hacerlo; en. caso contrario, hará que el niño se asee en la misma escuela, mediando primero los consejos, observaciones i después las reprimendas o cas­tigos.

E l maestro, al exijir de sus alumnos el aseo, debe tener buen cuidado de no confundirlo con la afectación. La decencia es mui diferente del lujo, si aquella es provechosa, éste es perjudicial.

E l maestro debe tomar prudentemente en con­sideración las costumbres de la localidad i las co­modidades de los padres de familia al exijir de los niños el. arreglo i decencia en el vestido. Lu­gares puede haber donde, a causa de la escesiva pobreza de algunos padres, los hijos de éstos asis­ten descalzos a la escuela i seria una exijencia punible ordenarles vinieran calzados, i una cruel­dad no admitirlos en el establecimiento por ta l motivo.

En jeneral: el maestro exijirá siempre el aseo personal, que es compatible con la misma pobreza, si es constante en cumplir con su deber a este respecto, ejercerá con ello una saludable influen­cia en los mismos padres o madres, en familias enteras. El ejemplo i las observaciones harán que los niños tomen gusto por el aseo.

Diariamente el preceptor, antes de funcionar las clases, pasará revista de aseo.

E l local de la escuela, así como los escritorios, libros, etc., deben estar constantemente limpios. Es altamente perjudicial predicar a los niños el aseo i no practicarlo en la misma escuela.

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Todo alumno que tenga alguna enfermedad contajiosa, debe ser remitido inmediatamente a sus padres o apoderados. Fácil será al maestro conocer a aquellos que padezcan de enfermedades cutáneas.

E l maestro tendrá especialísimo cuidado en ha­cer que los niños se vacunen. Llevará, al efecto, un rejistro en el cual se anotarán los nombres de los que han sido vacunados. Sin reparar en sacri­ficios de ningún jónero, debe personalmente ino­cular la vacuna a aquellos de sus alumnos que no la hubieren recibido, contando en todo caso con la aquiescencia de los padres de familia, si es que la lei no ha hecho obligatoria la vacunación.

3 . 8 E l aire ©s nuestro primer alimento desde que entramos a la vida. La esperiencia ha demos­trado que el aire que se debe aspirar debe ser puro i no viciado, pues este último pone en peli­gro nuestra existencia.

E n una escuela, donde los niños pasan cinco o seis horas reunidos, es preciso renovar constante­mente el aire. Ningún lugar de infección debe existir cerca de la escuela, ningún depósito de sustancias que arrojen gases deletéreos i que pue­dan corromper el aire. Cuando existan esas causas de insalubridad, si el maestro no ha podido in­fluir con la prudencia que el caso requiere, para que se eviten o desaparezcan, debe ponerlo en conocimiento de la autoridad respectiva para que remedie el mal.

4.° E l alma recibe sensaciones o mas bien se pone en comunicación con el mundo esterno por

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— II — medio de los órganos que llamamos sentidos. La acción de los sentidos depende ya de la voluntad ya de ajentes estemos independientes de ella.

Cinco son los sentidos o medios de comunica­ción entre el espíritu i la materia. Cada uno tiene un órgano particular que pone en juego la activi­dad de la naturaleza. Unos, llamados superiores, son la vista i el oido; los otros, denominados in­feriores, son el olfato, el gusto i el tacto. : Es verdad que el desarrollo dé los sentidos se verifica insensiblemente sin que para ello medie la aducacion de un modo directo; sin embargo, el ausilio de ésta hace que tal desarrollo sea com­pleto i que el uso que de ellos se.haga, esté some­tido a la razón i a la moral. (1)

.5.° Los niños, a causa de la lijereza que les es propia, no hacen de la vista un uso acertado, con­veniente. Puede decirse de ellos que no" saben ver bien. Este defecto debe combatirse, exijiendo del niño cierta atención para que se dé cuenta dó lo que ve. Es necesario que haga comparaciones, distinciones, que enumere las analojías, las difer­encias, que describa las formas, los colores, etc. El ejercicio de la vista se hace de esta manera razonado. En la escuela no descuidará el maestro la oportunidad de hacer este ejercicio, valiéndose de objetos naturales, de imájenes exactas.

La comprensión estética o el sentimiento de lo

(V) Trataremos, al Hablar de la edueacion de los cinco sentidos, de aquello que concierna al maestro de escuela. Lo demás perte­nece a la hijiene que no podemos tratar en estas lecciones.

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bello, debe infundirse desde la primera edad, dis­pertándolo hasta en los rangos inferiores de la sociedad.

E l examen razonado, en cuanto es posible, de las formas i colores de los objetos, es el medio de que .el maestro puede valerse para realizar la edu­cación en la parte de que se trata.

6." E l oido, así como la vista, contribuye a la formación de las facultades intelectuales. La per­fección del oido solo se consigue por la costumbre de escuchar, de distinguir los sonidos, de cerca, de lejos, armoniosos, discordantes, etc.

E l maestro puede valerse de la declamación en verso, de ejercicios de canto, con tal que el motivo sea sencillo, la música melodiosa, fácil el acompa­ñamiento i el sentido de las palabras al alcance de los niños.

E s una buena práctica hacer que los niños al comenzar i al terminar sus tareas escolares, canten en coro algún himno que satisfaga las condiciones ya dichas.

7.° No debe descuidarse el perfeccionamiento del olfato. Mui poco toca a los maestros sobre este particular; sin embargo ellos pueden, cuando la oportunidad se presente, manifestar a sus edu­candos que los malos olores son, por lo jeneral, dañosos, a causa del aire infecto que se- aspira con ellos; que los buenos olores, si bien son inocentes, aspirados al aire libre, se hacen en estremo per­judiciales a la salud cuando se mezclan con el aire de las habitaciones o aposentos cerrados donde se permanece largo tiempo.

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— 13 — Para no debilitar el sentido del olfato i preve­

n i r aun otros graves males, conviene p r o h i b i r á los niños el uso del tabaco i no permitirles estar demasiado tiempo en un aposento donde se hayan esparcido perfumes con esceso.

8.° Toda joven llamada a manejar una casa, debe tener nociones positivas sobre el mejor mo­do de preparar los alimentos. Este ramo de eco­nomía doméstica es indispensable a la mujer.

E l maestro hará notar a sus alumnos que la dignidad moral del hombre se opone a la glotone­ría i a la intemperancia. El alimento debe tomar­se como un reparador de las fuerzas; en una pa­labra, el hombre debe comer para vivir i no vivir potra comer.

9.° El tacto se perfecciona poniendo diversos objetos en manos dé los niños. Por este modo se familiarizan con lo que les rodea, hacen útiles és-périencias, modifican sus ideas, se hacen pruden­tes, valerosos i circunspectos.

íü.° E l niño debe pronuncira clara i distinta­mente las palabras, ni demasiado lijero, ni con marcada lentitud. Cada sonido debe emitirse con la acentuación correspondiente.

Desde temprano se tratará, pues, de correjir los defectos de la pronunciación, a medida que se vayan manifestando. Frecuentemente en las es­cuelas se encuentran niños que se espresan de una manera monótona, que cantan al hablar i que tartamudean por esceso de viveza. Estos defectos 4eben combatirse sin descanso.

Si es difícil estirpar el acento provincial, el

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— lá —

maestro trabajará por evitar, a lo menos, las exa­geraciones de él.

11.° La jimnástica tiene una parte principal en la educación física. L a fuerza i la destreza influ­yen no solo para la robustez del cuerpo, para alcanzar una buena salud, sino también contribu­yen a la formación del carácter del individuo. L a jimnástica es un entretenimiento qne ausilia el desarrollo de la intelijencia i un verdadero antí­doto contra el fastidio i el vicio. Es, por lo tanto, de primera necesidad en las escuelas. No solo es conveniente en las de hombres, sino de grande utilidad en las de niñas, ejecutando éstas aquellos ejercicios propios i adecuados a su sexo.

En las escuelas de campo, para aquellos niños que no tienen mas porvenir ni patrimonio que sus brazos, la jimnástica puede ser la loase de su existencia, el elemento salvador de su familia. Los niños educados, en esas escuelas, casi en su jeneralidad, están sometidos en. el curso.de su vida, a ganar el sustento por medio del trabajo

. material en faenas fuertes i pesadas i necesitan, nías que todo, un tísico sano i robusto. La jim­nástica, como lo hemos dicho, tiende a este ob ­jeto.

Si bien es cierto que para el ejercicio mas o menos completo de la jimnástica son necesarios aparatos especiales, la carencia de éstos no debe ser un motivo para que el preceptor no haga prac­t icar aquellos que no necesitan tales aparatos i se l lenará así, siquiera en parte, el importante objeto de la jimnástica.

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H é aquí algunos ejercicios que pueden praeti-carse sin que haya aparatos especiales:

Marcha regular de a dos en fondo, de a cuatro, en línea; trote, carrera;

Movimientos alternativos de la cabeza a dere­cha e izquierda; id de las estremidades inferiores en diversos sentidos; id de los brazos en posición horizontal, hacia adelante i a los lados;

Saltos hacia adelante, para atrás, con los pies juntos, encuclillas;

Tirar de una cuerda en opuestas direcciones uno contra uno o grupos contra grupos;

Subir por una cuerda con manos i pies o solo con las manos.

La lucha i la natación son de evidente utili­dad pero ofrecen dificultades i peligros serios. E l maestro aconsejará el baño i, si le es posible, ha rá que sus alumnos se bañen bajo su inspección, donde no haya peligro alguno i con tal que ha­ya siempre mui pocos alumnos reunidos. L a vigi­lancia en este caso debe ser escesiva.

Para que los ejercicios jimnásticos o de destreza, den buenos resultados, es necesario:

Primero.—Ejecutarlos en un terreno limpio i sin estorbos;

Segundo.—Que se hagan en presencia i a la voz de mando del preceptor; _ Tercero.—Que se ejecuten con orden, cuidado,

limpieza i elegancia Cuarto.—Arreglarlos proporcionalmente a la

edad i fuerzas de los alumnos; i Quinto.—Que tengan lugar cuando los alum-

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nos están reunidos i puedan estimularse unos á otros.

La jimnástica debe practicarse tanto en invier­no como en verano..

12° El local de una escuela debe ser suficiente­mente espacioso, de construcción sólida, sencillo i decente. Se calcula en los salones de clases un metro cuadrado por cada niño.

Los salones deben tener el número suficiente de puertas para que baya una comunicación espe-dita. Las ventanas o tragaluces ventiladores, en número necesario para que baya bastante luz, deben estar, a lo menos, a dos metros de altura del plano del suelo, a fin de que la ventilación i corrientes de aire, hechas con facilidad, no perju­diquen a la salud.

L a humedad, así como el escesivo calor, son en estremo perjudiciales.

Todo local debe tener, por lo menos, un pat io espacioso con un corredor donde los niños puedan formarse, estar en recreo i ejecut ar los ejercicios jimnásticos. Una escuela jamás debe funcionar con solo salones para clases: esto a la vez que es contrario a hijiene, perjudica la moralidad.

Es de todo punto indispensable que en cada escuela haya un lugar destinado para secreta ó descanso, bastante separado de los salones, per­fectamente aseado i .en una situación tal que la inspección sea fácil al maestro.

E l buen servicio de una escuela requiere que el local contenga piezas habitaciones para el pre­ceptor i su familia, las cuales deben, estar Repara-

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— 17 —

CAPITULO IV.

E D U C A C I Ó N I N T E L E C T U A L .

l .° Facultades intelectuales que deben cultivarse en el niño.—2.» La atención.—3.° La memoria.—4.° La imajinacion.—5.° E l juicio.—6.° La razón.

6.—1.° La acción o medios'de que nos valemos para desarrollar las facultades intelectuales del hombre, se llama instrucción o educación intelec­tual.

Las principales facultades que se deben culti­var en el niño, son: la atención, la memoria, la imajinacion, el juicio i la razón.

2." La atención es la primera facultad que el institutor debe cultivar en el niño.

El aprovechamiento en toda clase de estudios tiene por base la atención i, por lo tanto, debe cultivarse primero que las otras facultades. Ella

das o sin inmediata comunicación con el l o ­cal, propiamente dicho, en que funciona la es ­cuela.

Por lo jen eral, no está en la mano del maestro arreglar la casa escuela de manera que cumpla, , con las condiciones de hijiene i moralidad que él buen servicio exijen; pero las prudentes observa­ciones que haga a las autoridades de que depen­de," podrán influir para que se corrijan los defectos que haya i, en caso de no ser así, queda el maestro, a este respecto, libre de toda responsabilidad,

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es, por decirlo así, la puerta por donde entran los damas conocimientos.

Es de suma importancia hacer que el niño ad­quiera el hábito de atender. De otra manera no es posible formar un juicio acertado sobre los hechos o sobre los conocimientos que pueden su­ministrarnos el uso ele los sentidos o el ejercicio de-nuestras facultades intelectuales i morales. Balmes, dice a este respecto: «lo que nos falta a menudo no es la capacidad para entender lo que vemos, leemos u oimos, sino la aplicación del ánimo a aquello de que se trata».

E l cultivo de la atención consiste en despertarla al principio, entretenerla en seguida conveniente­mente i jamas cansarla. ¿Qué hará el maestro para conseguir este triple objeto?

El maestro necesita hacer un estudio especial de las cuestiones que debe proponer a sus alumnos para que pueda esponerlas con sencillez, precisión i gusto. Las historietas sobre asuntos interesan­tes, las comparaciones propias i acertadas, son medios fáciles para despertar la curiosidad del niño i, por consiguiente, su atención.

Las lecciones que dé el maestro deben tener atractivos para el niño, deben hacérsele agrada­bles; de otra manera, el estudio será para él una tarea pesada i monótona.

E s evidente que el niño necesita de impresio­nes para despertar su intelijencia. Pues bien: esas impresiones son fáciles de hacérselas sentir, po­niéndole, en cuanto es posible, objetos a la vista cuando se le hace explicaciones o representándole

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por imáj enes que conoce los objetos d e q u e se trate. Siempre será mejor aquello que mas agrade al niño i que esté encontacto con él. Hágasele notar la' cantidad, tamaño, forma, color, peso, gusto i composición de las cosas; que las examine con la detención necesaria i que tal examen no sea superficial i lijero. De esta manera se disper­tará la atención i se la podrá entretener .conve­nientemente.

Si las reflexiones u observaciones que baga el maestro son complicadas, difusas, de interés pe­queño, la atención del niño se molestará, se can­sará i se concluye por hacer fastidiosa i de nin­gún provecho la tarea que debe ser agradable i útil.

3.° La memoria es la depositaría de nuestros conocimientos: ella nos suministra el material par$ combinar i comparar las ideas u objetos que son materia de nuestro examen. La suma de- co­nocimientos que puede adquirir el hombre, está basada en la actividad de ella.

La falta de memoria o el olvido, proviene ordi­nariamente de no haberla ejercitado en la niñez, i ésa grave omisión ocasiona males de trascenden­cia en el curso de la vida.

Hé aquí las principales consideraciones que el maestro" debe tener presente relativas al cultiyo de la memoria:

Primera.—El primer ejercicio de la memoria, en la niñez?, no puede ser sino mecánico. Es un empe­ño estéril hacer que. el niño en su tierna edad com­prenda lo que recita u obligarle a que raciocine.

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Para ello es necesario que el juicio i la razón ten­gan cierto grado de desarrollo que en los prime­ros años d é l a vida no es posible exij ir; pero a medida que las demás facultades del alma van adquiriéndolo, entonces el ejercicio de la memo­ria debe hacerse, por decirlo así, intelectual, el aprendizaje razonado, tanto cuanto lo permita la materia de que se trate i el grado de intelijencia del educando;

Segunda.—No debe abrumarse la memoria del niño, exijiéndole de una sola vez una tarea esce-siva o múltiples trabajos sobre objetos diferentes, puesto que habrá entonces confusión de ideas i las representaciones tendrán un carácter pasajero que impiden la asociación de aquellas i son un obstáculo para que obre la actividad de las otras facultades del alma;

Tercera.—Es necesario gravar profundamente • en la memoria del niño aquellas ideas que deben conservarse durante la vida como base de nuestra existencia material i moral. No debe consentirse en ningún caso que ideas o representaciones in­significantes octipen el lugar que a las mas im­portantes corresponde. Inculqúense en la niñez las buenas doctrinas, los sanos preceptos, las no­ciones de la verdad, del honor i de la justicia. Es de una grande importancia no dejar que el niño tenga la libre elección de los libros de lectura. La memoria conservará así un tesoro precioso, una fuente inagotable de sanos principios, que servirán de guia al juicio i de luz a la razón;

Cuar ta . - rEs necesario hacer trabajar continua-

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mente la memoria: no debe pasarse un dia sin que el niño la ejercite para que así adquiera soli­dez i desarrollo.

El maestro puede dedicar en la semana alguna hora para que sus alumnos tengan un ejercicio es­pecial de la memoria. Hágase leer al niño un tro­zo cualquiera, sobre urbanidad, historia o relijion e interrogúesele después sobre lo que ha leido. No habrá exactitud en su narración, no empleará un lenguaje preciso, perderá el encadenamiento de las ideas, pero retendrá los nombres de los personajes px-incipales, los hechos mas sobresa­lientes. Las observaciones del maestro vendrán entonces a ayudarle, a hacerle notar lo que habia olvidado, i bastará a veces una sola palabra del maestro, un movimiento, para que el alumno trai­ga a la memoria lo que se le quiere , hacer re­cordar.

4.° E l cultivo de la imajinacion debe dirijirse constantemente hacia lo bello, lo bueno i lo justo.

En la primera edad de la vida es cuando la. imajinacion tiene su mayor actividad. Ella suple, por decirlo así, en esta época, el desarrollo na­ciente de las otras facultades del alma. E l maes­tro no necesita animar la imajinacion del niño sino en limitados casos: su tarea consistirá en ali­mentarla convenientemente, sometiéndola al im­perio de la razón.

Es necesario rque la actividad de la imajinacion se aplique de tal manera que pueda afianzarse el sentimiento de la verdad, distinguiendo lo real de lo imajinario.

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El i maestro hará narraciones ya de historia sa­g r a d a o profana, en especial de la historia patria, descripciones o biografías sobre, asuntos en que se vea, digámoslo así, personificada la moral.

Hé aquí los preceptos principales que le servi­rán de norma al maestro para el acertado cultivo de la imajinaeion: i r r r

Primero.—Las narraciones sobre biografías o historietas, serán cortas,- interesantes i.que apa­rezca en ellas la enseñanza de' alguna verdad, el castigo delYVicio o materia de sana i útil instruc­ción." Primero se empleará la prosa, después la poesía;

Segundo.—La enseñanza, del dibujo debe ha­cerse de manera que se graven en la intelijencia imájenes derejiresentaciones de lo bueno i bello. Así se alimenta eficazmente la memoria imagina­tiva;

Tercero.—Prohíbase a los niños la lectura pri­vada de libros que no se le hayan indicado. La lectura de novelas es perjudicialísima; . '

5.° El cultivo del juicio, tiene por base el desa­rrollo o dirección que se dé a las otras facultades del alma. Si estas reciben un cultivo, conveniente, se obtendrá también dé aquel igual resultado. Por esta razón, no son necesarias reglas o preceptos especiales;

6.° La facultad mas sublime de nuestro espíri­tu es, sin duda, la razón. De aquí nace la necesi­dad de dar a esta facultad un cultivo preferente, un cuidadoso, i esmerado desarrollo.

E s imposible fijar con precisión la época del

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primer ensayo razonado de las facultades del al­ma. Regularmente puede tener lugar entre los seis i siete años de edad; pero este ejercicio re­flexivo i razonado de las acciones del niño, pue­de manifestarse antes de esa época, según las circunstancias o modificaciones especiales de su educación.

Para el cultivo de la razón pueden señalarse dos épocas: la primera, cuando la razón está, por decirlo así, en j é rmen;¿ la segunda, cuando prin-pia a manifestarse en el niño el espíritu de inde­pendencia. En el primer caso, debe prepararse la razón para su futuro desarrollo; en el segundo, se la cultiva de un modo positivo, directo.

La preparación que debe darse a esta facultad en la época primera, tiene por base o mas bien consiste en el ejemplo que el niño recibe de sus padres o del educacionista. Si las acciones o pro­cedimientos de éstos o de las personas que están en contacto con él, son ajustados a los preceptos de la sana moral, la observación que el niño nace de tales acciones o procedimientos, son para él una provechosa lección diaria, si es que el ejem­plo que así recibe, lo repetimos, tiene por base la moral. El niño no preguntará ni se dará cuenta del por qué de tales acciones; pero las impresio­nes qxie reciba se gravarán profundamente en su alma i se irá acostumbrando poco a poco al cono­cimiento razonado i justo de las acciones que a su vista se presentan. Se ve, pues, por lo dicho, qué no s e d a a la razón del niño un desarrollo directo sino que se la prepara o dispone para un,

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cultivo posterior, positivo. Veamos cómo el maes­tro debe realizar éste.

¿Cuál debe ser el objeto del ejercicio de la ra­zón? ¿Cómo debe corresponder al acertado uso de nuestras facultades o, mas bien, ¿cómo debe llenar el fin de la lei moral, base de nuestra exis­tencia presente i futura?

El ejercicio de la razón debe dar por resultado la espresion de la verdad o su aproximación a. ella, en cuanto es posible. Hé aquí el fundamento que le servirá de base, de guia, al maestro para cultivar en el niño esta importante facultad del alma.

El educacionista, al poner en acción los medios conducentes al fin propuesto, debe obrar entre estos límites: ni dejar al niño la libre actividad de su razón, ni someterla a una completa depen­dencia. Lo primero, es la base del racionalismo o del indiferentismo relijioso; lo segundo, debilita la énerjía que debe tener la razón i convierte al joven en un simple imitador, en un instrumento, por decirlo asi, que necesita modelos para obrar. Cuando la razón ha recibido ya en la época opor­tuna un desarrolló conveniente, se la debe dejar su libre acción, espedito el campo de su actividad, pues entonces estaremos seguros que no se estra-viará i que el ejercicio de ella ha de tener por fundamento lo bueno i lo justo. ..

Dos son las consideraciones jenerales que el maestro debe tomar en cuenta para el desarrollo i cultivo de la razón. La primera se refiere a la moralidad de las acciones que son el fruto de la

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actividad de la razón i la segunda tiene por cam­po de acción el aprendizaje o enseñanza de los ramos de instrucción o mas bien la didáctica de ellos. ¿Qué hará el maestro para llenar este doble objeto?

En cuanto a lo primero, hará observaciones, interrogará al alumno cuando la oportunidad se presente para hacerle comprender que nuestros actos, encaminados a lo bueno, justo i santo, deben ser el fruto del convencimiento, ya porque esta­mos obligados a perfeccionarnos, ya porque la razón nos indica que debemos obrar el bien por elección i rechazar las acciones que contrarían la moral. Estas observaciones o discusiones se harán con un tino especial, con dulzura i sencillez, sin cansar la atención, sin imponer a la intelijencia una tarea que le sea pesada o desagradable. Pero, ¿cuándo llegará el momento o la hora oportuna en que deba hacer el maestro a su alumno las ob­servaciones de que se trata? Cada acción del niño, el acto mas insignificante puede ser materia para que el maestro llame la atención del joven hacia el fin justo o razonable que debe perseguir, hacia la acertada elección de los medios condu­centes a ello. De esto se deduce que, ya sea en las horas de clases, durante los recreos o mas bien durante todo el tiempo que el niño pasa en compañía del maestro, éste hallará a cada paso motivos o circunstancias que lo obliguen a hacer a aquel reflexiones que le darán por fruto el con­vencimiento razonado, en cuanto es posible, de todos sus actos. Un buen maestro no irá a hacer

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en su escuela una clase especial para el objeto; lo llenará suficientemente no desperdiciando oca­sión en que deba darse al niño un buen consejo, hacerle una prudente observación, un dulce lla­mamiento a la voz de la razón.

Por lo que respecta a la didáctica, es fuera de duda que la enseñanza primaria no debe ser ra­zonada & científica. Darle este carácter, es con­tradecir su objeto, exijir que las fuerzas del racio­cinio i de la lójica obren en una edad en que pricipian a desarrollarse la facultades del alma, Ello envuelve un contrasentido, una exijencia perjudicial, una absurda pretensión. Pero, si bien es cierto que la enseñanza primaria debe despo­jarse de todo aparato científico, también lo es que tal enseñanza no debe ser absolutamente mecá­nica.

Como regla jeneral puede establecerse, a este respecto, lo siguiente:

Primero.—Los principios o teoremas de la cien­cia que son materia del aprendizaje primario, deben enseñarse sin demostraciones o razonamientos;

Segundo.—Las reglas que constituyen la ense­ñanza del arte, deben esplicarse en proporción a la edad i grado de adelanto de los niños;

Tercero.—La enseñanza de las verdades de la relijion, se esplicarán o desarrollarán en cuanto lo permitan la edad, la capacidad del educando i la clase de materia de que se trate. La enseñanza de los dogmas debe despojarse de todo razona­miento.

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CAPITULO V.

E D U C A C I Ó N M O R A L . (1) !

1.° Objeto de la educación moral. Virtudes que deben cultivarse en el niño i vicios que deben corregírsele.—2.° Obediencia.— 3." Actividad.—4.° Buenos modales.—5.° Pudor.—6.° Orden. —7.° Amor patrio.—8.° Franqueza i sinceridad.—9." Agrade­cimiento.—10. Sensualidad.—11. Lijereza.—12. Pereza.—13. Egoísmo.—14. Vanidad i ambición.—15. Espíritu de domina­ción i envidia.—l'é. Crueldad.—17. Mentira.

7.—1.° El hombre necesita llenar debidamente sus deberes para con Dios, consigo mismo i stis semejantes. Puesto en relación con los seres ci-ea-dos, esos deberes le son imprescindibles.

La educación moral tiene por objeto formar al hombre en la virtud, perfeccionarlo, aproximarlo a Dios que es la fuente de todo bien, hacerlo apto para conseguir su verdadero fin, la felicidad pre­sente i futura.

Puesto que las acciones del hombre deben tener por base la moral, es evidente que una vez que principia la actividad de su razón, debe principiar también a ejercer su influencia en él la educación moral. Esta principia, pues, en la primera edad de la vida i no puede terminar sino con la muerte.

Para conseguir el objeto que la educación mo­ral se propone, es necesario cultivar en el niño las virtudes que deben perfeccionarlo i prevenir o correjir los vicios que puedan separarlo del cami-

(1) Aunque la educación relijiosa está incluida en la educación moral, trataremos de ella separadamente.

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no del bien i serle un obstáculo para su perfec­cionamiento.

Las principales virtudes que deben cultivarse en el niño, son: la obediencia, la actividad, los buenos modales, el pudor, el orden, el amor pa­trio, la franqueza í sinceridad i el agradecimiento.

Los vicios que se deben prevenir o correjir, son: la sensualidad, la lijereza, la pereza, el egoís­mo, la vanidad i ambición, el espíritu de domina­ción i envidia, la crueldad i la mentira.

2.° Sin obediencia,. la educaciones imposible. Para recibir la semilla del bien es necesario que el niño sea obediente. De otra manera, no es po­sible la corrección de sus defectos morales.

El maestro para hacerse obedecer, necesita captarse, el amor i la confianza de sus alumnos. La obediencia no se debe imponer por el rigor: debe ser la consecuencia de un tratamiento suave: que tenga por base el amor bien entendido a núes-, tros semejantes. "

El orden, o mas bien la buena disciplina de una escuela, está basada en la obediencia.

Hé aquí lo que debe tener presente el maestro' para conseguir la obediencia de sus alumnos:

Primero.—No ordenarles sino lo que sea útil i: razonable, habiendo examinado de antemano hK

oportunidad i justicia del mandato, el cual des­pués de impuesto debe hacerse cumplir en todas sus partes;

Segundo.—No ser pródigo en mandatos i pro­hibiciones, sobre todo si no hai objeto para ello;

Tercero.—Dar las órdenes de un modo claro.

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con palabras suaves, propias, sin exijir de los ni­ños cosas de difícil ejecución o que estén en pug­na con la moral;

Cuarto.—Ser inflexible para castigar la inobe­diencia, siempre que el mandato baya sido hecho con los requisitos necesarios. El alumno que se niega a obedecer debe separarse de la escuela, i no volverá a ella hasta que dé pruebas evidentes de su corrección i que se someta a cumplir las ór­denes del maestro;

Quinto.—Jamás debe ordenarse que un alumno castigue a otro, pues el maestro se espone a ser desobedecido, i no tendrá derecho a castigar esta inobediencia;

Sesto.—Al niño que obedece no debe recom­pensársele.

3.° Nada mas esencial que la actividad o el trabajo durante la vida. Por su medio se fortifica el cuerpo, se da enerjía a la intelijencia, se aleja la pereza i se preserva de los vicios.

El hombre debe trabajar, tal es su destino; pe­ro su actividad debe siempre ejercitarse en lo útil i debe ser perseverante.

La escuela es para el niño el primer lugar don­de ensaya sus fuerzas i su espíritu para el traba­jo. Allí debe principiar a amarlo, allí debe com­prender que por él llegará a ser útil a su familia, a la sociedad i a sí mismo. La policía de la escue­la, hecha por los mismos alumnos, el estudio de las lecciones, los ejercicios jimnásticos, etc., for­man para el niño un trabajo continuo que el maes­tro debe dirijir i estimular. Para ello mediarán

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los consejos, las observaciones, las historietas que, por via.de entretenimiento les relate, poniéndoles en evidencia la utilidad del trabajo.

Nada mas importante para el progreso moral i material del individuo i de la sociedad que la escuela-taller; pero si esto no es posible obtenerlo •fodavía, debe el maestro a lo menos alcanzar que sus.alumnos tomen amor al trabajo, valiéndose' de los medios anteriormente indicados.-

4.° El niño debe aprender a practicar en la es­cuela los,buenos modales que caracterizan al hom­bre bien educado. El 'preceptor le enseñará el modo de conducirse.con sus padres, con sus ami­gos, en la escuela, en la casa, en las calles, en la mesa, en visita, en el templo, etc. Le prohibirá toda clase de palabras inmorales, guardándose en sus instrucciones i consejos de no" destruir su in-jenuidad, de no darle lugar a que perciba, siquiera, ideas que puedan poner en peligro su inocencia. E s preciso en el institutor mucho tino para sus esplicaciones morales.

5.° El pudor es el ánjel de guarda de la inocen­cia. Una vez perdido, el hombre será capaz de cometer todas las malas acciones. Es la joya mas preciosa, el tesoro mas caro que el institutor debe conservar en el niño. El menor soplo impuro pue­de manchar su cristal, - el mal ejemplo puede per­derlo para siempre.

Si el maestro sorprende a algún alumno come­tiendo una falta inmoral, el castigo será secreto si el niño estaba solo; pero si la falta os pública, el castigo será público, la reprimenda será enérji-

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cá. Solo en este caso puede el preceptor animarse de cólera, pero de una cólera santa, de disgusto, sentimiento, que pueda provocar en sus alumnos el odio a la falta, el temor de caer en ella.

Para prevenir al niño dé las faltas inmorales, no es preciso ni puede dárselas a conocer. El maestro le dirá: Dios os vé, Dios os escucha, de dia, de noche, a donde quiera que os escondáis: vuestro anjel de guarda os acompaña siempre i,se debe tener mucha vergüenza de hacer lo malo en su presencia. No hagáis a solas lo que os da­ría vergüenza hacer delante de vuestros padres.

E l maestro vijilará incesantemente a sus alum­nos i les hablará con mejor éxito por medio del buen ejemplo. E l niño trata de imitar lo que ha­cen los demás, sobretodo sus superiores i por es­to, es mas saludable el ejemplo que el precepto.

6.° El aseo, el arreglo interior i esterior de la escuela, le darán al niño nna lección diaria del ór-den i de la exactitud. Hágasele comprender que ca­da cosa necesita un lugar i debe estar en su lugar. El an-eglo i orden en la persona, el arreglo i or­den de las cosas, el arreglo i orden de las ideas, todo debe tocarlo el maestro i dar ejemplos prác­ticos, sin caer en la exajeracion. El orden este­rior, asi como el desarreglo, ejercen un poderoso influjo en la intelijencia. E l preceptor debe alen­tar el primero i correjir el segundo.

7.° El hombre se siente naturalmente inclinado a amar a su patria. La Providencia le inspira ese afecto, da fuerza a la simpatía que sentimos por el sueky-que nos vio nacer, el cual por mas ingra-

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t o ' q u e nos sea, tiene para nosotros, encantos i atractivos que no encontramos en otros lugares.

Aunque el amor a la patria es natural en el hombre, es indispensable animarlo, hacer que eche en su alma raices profundas i, de tal manera, que siempre lo encuentra dispuesto a sacrificarlo

• 'todo en provecho i honra de ella. La escuela es el primer lugar donde el ^íiño

debe principiar a conocer los beneficios que reci­be de la patria: allí debe aprender los nombres de aquellos hijos de ella que le han dado poder, honra i gloria; allí principiará a conocer los he­chos culminantes de la historia patria, en los cua­les se manifiestan las virtudes que enaltecen a nuestros antepasados, las hazañas ;de que fueron capaces i las empresas que llevaron a cabo por legarnos el bienestar i progreso de que gozamos.

L a historia nacional es la fuente de donde el maestro sacará abundantes ejemplos que poner, digámoslo así, a la vista de los niños, manifestán­doles que los hombres que han sacrificado fortuna i vida por su patria, han cumplido con un sagra­do deber.

La lectura en voz alta de trozos importantes de la historia patria i una vez siquiera a la semana (hecha por el maestro o por un alumno de la sec­ción superior), comentada después por el maestro con palabras claras, con entusiasmo, da a los ni­ños una instrucción provechosa que grava en su memoria hechos que tienen obligación de conocer i, a la vez, alimenta en sus almas el amor por la patria, ese fuego santo que mas tarde debe hacer-

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los buenos ciudadanos i abnegados defensores de ella.

Los nombres de O'Higgins, Carrera, Rodrí­guez, Prat, etc., pueden ser para el maestro temas fecundos para narrar hechos heroicos que graben profundamente en la memoria del niño las virtu­des i sublimes acciones que esos nombres sim­bolizan.

8.° La franqueza i la sinceridad son cualidades propias de los niños. Para que el maestro pue­da conservar en ellos tales cualidades, es indis­pensable ante todo que sepa captarse la confian­za de ellos. El maestro debe ser induljente cuando el niño falte a ellos por primera vez.

Los mejores medios-que empleai'á para captar­se la confianza de los niños, serán la amabilidad, la dulzura, un tratamiento suave que los lleve in­sensiblemente a aborrecer la simulación, la hipo­cresía. Al niño que en un principio se le repren­de duramente o se le castiga porque no ha sido franco, sincero, se le forma hipócrita.

9.° Los servicios que se prestan los niños en la escuela, le proporcionan al maestro el medio de hacerlos agradecidos i desinteresados. Unos a otros deben ayudarse en sus tareas escolares i el maestro no olvidará dar a conocer al niño que r e ­cibe lecciones de otro alumno que debe quedar a éste mui agradecido. Si un niño parte con otro su alimento, el preceptor debe manifestar que ha obrado bien. De esta manera lo estimula i alien­ta a que se presten servicios nrútuamente i a que

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— 34 — sepan tener gratitud, agradecimiento por los ser­vicios qne reciben.

10.° Para precaver al niño de la sensualidad, ás preciso tenerlo siempre ocupado. Los ejerci­cios jimnásticos, los goces que proporciona nna lectura moral e instructiva, alejan de la imajina-cion las ideas sensuales.

"No se dejará al niño solo: se le vijilará cons­tantemente i así podrá correjírsele alguna inclina­ción viciosa. Se le separará de los malos compa­ñeros i, mientras no aparezcan los jérmenes del mal, se le dejará en su feliz ignorancia: cuando estos se presenten, el remedio debe ser pronto, el mal debe arrancarse de raiz.

11.° El niño es inconstante, lijero por carácter i a menudo cambia de ideas. Es preciso hacerle fijar su atención, tanto cuanto lo requiera el obje­to de que se trate. Para ello, se empleará primero la persuacion i después el castigo.

12.° Por precepto divino el hombre debe traba­jar. La pereza enjendra los vicios, sobre todo la sensualidad. Si desde la escuela no se acostumbra al niño a ser activo, laborioso, en vano se traba­jará cuando llegue a ser hombre porque sea un miembro verdaderamente útil a la sociedad. Este mal es de difícil curación.

Es preciso, pues, hacer comprender al niño el precio del trabajo, los peligros que ocasiona la ociosidad i su funesto resultado, la miseria.

Al niño perezoso debe dársele un compañero activo, dilijente, estudioso. El buen ejemplo le co-rrejirá. El maestro debe determinarle para cierto

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tiempo tal trabajo i obligarlo al buen cumpl i ­miento.

13.° E l egoísmo, así como la pereza, es la fuen­t e de la mayor parte de los vicios. Si no se le combate, bien pronto desarrolla el falso amor pro­pio i la vanidad. Al niño se le enseñará por lo tanto, a ser jeneroso, ' modesto i sencillo en sus obras.

14.° No puede permitirse al niño mas que la ambición a la virtud.

A todos sus alumnos debe tratar el preceptor •del mismo modo. Todo jérmen de orgullo o de ambición que aparezca en alguno, debe ahogarse en el acto. De las mismas prerogativas debe g o ­zar el hijo del pobre que el hijo del rico: no debe haber ninguna distinción que alimente la vanidad de unos i ofenda a los otros. Solo la aplicación, la buena conducta, pueden dar lugar a diferencias o establecer distinciones que solo sirvan para es­timular al trabajo a los perezosos o correjir.a los de mala conducta.

15.° El espíritu de dominación debe combatirse tan pronto como se presente. El niño debe com­prender que tiene consideraciones que guardar con los domésticos, con los indijentes, con todas las personas de un rango inferior a él. El maestro le enseñará a respetar la vejez: le hará conocer que tanto el mendigo como el rico son. hijos de Dios i tienen los mismos deberes, la misma espe­ranza a la vida eterna. Fortificando sus corazo­nes en la caridad, se les correjirá de este vicio as i como del de la envidia.

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16.° Debe tenerse mucho cuidado en cultivar la sensibilidad de los niños. Jamas debe tolerárseles ningún acto de crueldad i se tendrá una especial atención en alejai-lo de aquellos" actos que puedan embotarla o aniquilarla. No debe permitírsele que maltraten a los animales ni que vean derramar sangre. El niño que se acostumbra a ésto, pierde la sensibilidad i, cuando sea hombre, no le causa­rá impresión ver derramar la de sus semejantes. E l que ha recibido una mala educación a este res­pecto, tiene un carácter cruel, feroz, no le con­mueven los dolores del desgraciado i su corazón no se abrirá a la compasión para socorrer a los que sufren.

17.° La mentira es mui común en la niñez. E l niño miente por evadirse del castigo o por cap­tarse el aprecio de los superiores. Debe castigar­se cualquiera que sea su oríjen.

E l preceptor inculcará a los niños estos precep­tos : Dios lee en el fondo de nuestros corazones: la mentira es un ultraje a Dios que es la misma ver­dad. Les recordará siempre que: los labios del mentiroso son para el Señor un objeto de abomina­ción. Les escusará todas las ocasiones en que-puedan faltar a la verdad i no debe hacérseles preguntas capciosas que los engañen.

E l principal secreto del institutor para acos­tumbrar a los niños a decir verdad, es captarse la confianza de ellos. Sin esto, la mentira es un vi­cio difícil de estirpar. Cuando al niño se le ha

"descubierto la mentira, el castigo no debe hacerse esperar.

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Constantemente trabajará el maestro- porque sus discípulos tomen amor a la verdad. -

CAPITULO VI.

EDUCACIÓN RELIJIOSA.

8.—De la dependencia que el hombre tiene de su creador, nace el deber de tributar a éste el ho­menaje i adoración que le son debidas. Debe, por lo tanto, el hombre, cumplir en la medida de sus fuerzas con los deberes que le imponen sus rela­ciones con el Ser Supremo. Tales deberes, mora­les o relijiosos, se encierran en este sublime pre­cepto: a.Amor a Dios sobre todas las cosas i al prójimo como a nosotros mismosv.

La instrucción, despojada de la enseñanza re­lijiosa, es en cierta manera peligrosa. Una mora­lidad severa, el imperio que el hombre debe ad­quirir sobre sí mismo, son el fruto de la enseñan­za relijiosa. Por su medio se cimentan las leyes,, se moralizan las costumbres i se proporciona al hombre el medio de estar contento con su posi­ción o estado.

La educación relijiosa tiene por base la ense­ñanza de los padres de familia i de la madre en especial. Es en el regazo de la madre donde se re­ciben las primeras nociones de la relijion, es a su lado donde se aprende a amar a Dios i al prójimo, donde echan raices i se fortifican los principios de sana moral i de verdadero sentimiento relijioso.

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«Felices, ha dicho Barrau, el maestro i los pa­dres que saben emplear con buen éxito el senti­miento relijioso i que aprovechan la inocencia de los corazones jóvenes para dar a todas sus deter­minaciones como primer mérito, el deseo de agra­dar a Dios, Hablad de la relijion con entusiasmo; pero estad vosotros mismos animados de una fe viva i sincera. Este ardor sagrado es contajioso: el que no lo posee no puede trasmitirlo».

Nuestro objeto es señalar la parte que corres­ponde al maestro en tan importante como delica­da tarea.

Dos son las obligaciones del maestro respecto del niño para darle una conveniente educación relijiosa. La primera abraza todos aquellos con­sejos, observaciones o preceptos que es necesario grabar en el corazón del alumno para formar de él un hombre moral, un hombre relijioso, conse­jos, observaciones o preceptos que deben tener por base el buen ejemplo. La segunda obligación consiste en la enseñanza del catecismo de relijion, la" cual se tratará en especial mas adelante.

A cada instante encontrará el maestro ocasio­nes para dar al discípulo buenos consejos que lo guien por el camino del bien. Las máximas del evanjelio estarán constantemente en su boca para llamarlo al cumplimiento de sus deberes o para inculcarles sanos principios de moral. Finalmen­te : al niño se le hará ejecutar diariamente algún acto relijioso; se le hará comprender que debe res­petar las cosas santas i se le alejará del fanatismo.

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S E G U N D A P A R T E . Sistemas de enseñanza.—Método.—Didáctica.

CAPITULO VIL

S I S T E M A S D E E N S E Ñ A N Z A .

9.—Tres son los sistemas ele enseñanza: el in­dividual, el simidtáneo, el mutuo o misto.

El sistema individual consiste en enseñar a ca­da un individuo en especial.

Este sistema tiene la ventaja de hacer que el alumno tenga constantemente fija la atención en lo que se le enseña. El maestro puede cerciorarse a cada momento si el niño comprende sus espli-caciones i puede amoldarlas al grado de intelij en­cía del educando.

E l sistema individual tiene sobre todos los otros sistemas la ventaja de hacer el aprendizaje en el menor tiempo posible i que en el aprove­chamiento se obtenga con gran facilidad, en fuer­za de la atención obligada que el alumno presta al maestro.

El sistema de que tratamos es inaplicable en las escuelas primarias donde la enseñanza se debe

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hacer, por lo menos, a veinticinco alumnos. Los inconvenientes que presenta en este caso se com­prenden a primera vista.

E l sistema simultáneo consiste en enseñar a vari®s individuos reunidos como si fueran uno solo. E l maestro se dirije a todos al mismo tiem­po i todos contestan a la vez. Se da la misma lección, la misma esplicacion para todo un gru­po de alumnos. El maestro debe interrogar de cuando en cuando individualmente, lo que sea oportuno.

Este sistema tiene la ventaja de que en mui poco tiempo se hace la enseñanza a varios indi­viduos.

Fácilmente se comprende que por este sistema no es posible al maestro calcular sus palabras o esplicaciones, según el grado de intelijencia de cada uno de los educandos, ni tampoco le será posible interrogarlos uno a uno en todo lo que esplica, pues esto le demandoria un largo tiempo de que no puede disponer para cada clase. Por otra parte la atención de los alumnos puede dis­traerse fácilmente sin que el preceptor lo note.

E l sistema simultáneo es de grande aplicación en las escuelas. Al maestro corresponde saber cuando debe aplicarlo, según la uniformidad del adelanto de sus alumnos en los diversos ramos

- de que es objeto la enseñanza. El sistema simultáneo se denomina mutuo cuan­

do la enseñanza se hace por los mismos alumnos de la escuela, divididos en secciones. Estos ayu­dantes o monitores son nombrados por turno,

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CAPITULO VIII .

MÉTODO.

10.—El método o regla del estudio es, peda­gógicamente hablando, el orden, manera o modo de hacer la enseñanza de los ramos de instruc­ción.

No es posible someter a reglas precisas el mé­todo que debe seguir el maestro en la enseñanza de los ramos que se cursan en la escuela; sin embargo, puede establecerse de un modo jeneral :

Primero.—Debe procederse de lo fácil o sen­cillo a lo difícil, de lo simple a lo compuesto;

Segundo.—No debe pasar un alumno a un es­tudio superior sin que haya aprendido bien el inmediatamente inferior.

desempeñándolo, a lo mas, durante una semana en el término de un mes. Los alumnos de una sección o clase superior pasan a enseñar a otra sección o clase inferior, debiendo sujetarse a las instrucciones que reciban del maestro.

El sistema mutuo es el mas usado en las es­cuelas numerosas.

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CAPITULO IX.

DIDÁCTICA (1).

l.° Lectura.—2." Escritura.—3.° Aritmética.—4.» Gramática cas­tellana.—5.° Jeografía.—6.° Catecismo de relijion.

11.—1.° Lectura:

La enseñanza de la lectura abraza dos partes: 1. a aprendizaje de las letras o abecedario i de

las diversas combinaciones, binarias, ternarias, cuaternarias, directas, inversas, que se forman con las vocales i consonantes; lo que comunmen­te, se llama silabeo; 2. a lectura correcta.

La mejor manera de hacer la enseñanza de las letras i del silabeo, es valerse de cuadros en los que se figuran éstas con tintas de diversos colores i se señalan unos en pos de otros los diversos tipos o signos que representan la misma letra.

Es un escelente medio enseñar al niño el alfa­beto por medio de tabletas o pequeños dados de madera o cartón en los que se imprimen las letras en sus diversas caras.

(1) El plan de estudios para las escuelas primarias que se deta­lla en esta parte de la pedagójia, si bien está acorde con las dispo­siciones supremas vijentes, relativas a la instrucción primaria, no impone a los maestros la obligación de realizarlo en sus escuelas. Ese plan se presenta como un modelo que, si es aceptable en las actuales circunstancias, puede espeirmentar cambios, modificacio­nes o reformas que correspondan a nuevas disposiciones de la leí de instrucción primaria, a los decretos supremos que la reglamen­ten i a las instrucciones que para su acertado cumplimiento dicta

la Inspección Jeneral del ramo.

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El silabeo o lectura de las sílabas, debe hacer­se con claridad, pronunciando distintamente las letras que forman las combinaciones. E l deletreo es una mala práctica.

El aprendizaje del abecedario i silabeo lo ha­rán los alumnos principiantes o de la sección infe­rior o primera sección.

La sección segunda o media, se servirá de libros compuestos de temas en prosa, cortos, sencillos, interesantes i morales. En esta sección se princi­pia la lectura correcta.

La tercera seeccion terminará el aprendizaje de la lectura i la desempeñará el maestro. Las dos secciones anteriores estarán a cargo de ayudan­tes o monitores.

Hé aquí como procederá el maestro en su clase: Elejido el tema o trozo de lectura, el alumno

nombrado por el maestro leerá en voz alta. Se le hará notar: los defectos de pronunciación; que no lea con lijereza o marcada lentitud; que haga las pausas señaladas por los signos ortográficos i que dé a la voz el tono o acentuación indicado por éstos o que requiera la materia de que se tra­te. El maestro dará el ejemplo, leyendo o repi­tiendo aquellos trozos que el alumno lee mal, a fin de que éste haga las pausas precisas, marque la acentuación necesaria i dé la modulación o énfa­sis que necesitan la frase o frases correjidas.

Hecha correctamente la lectura de un trozo o acápite cualquiera, el preceptor hará cerrar los libros e interrogará, ya al alumno que ha leído o a otro cualquiera, sobre el asunto o materia de

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que se ha tratado en la lectura. Exijirá una na­r r a r o n mas o menos exacta, que se le indiquen los puntos principales, el resumen de lo que se ha leido. El alumno lo dirá a su manera, con mas o menos detalles, según sea la fuerza de su memo­ria o el grado de atención que haya prestado a la lectura. El maestro, entonces, modificará la na­rración, correjirá las palabras mal empleadas, ha­rá notar la falta de hilacion o los puntos principa­les olvidados- por el alumno. De esta manera, el niño se acostumbrará a comprender lo que lee i tomará gusto por la lectura.

En una clase de lectura, por decirlo así, razo­nada, pueden abrazarse todos los ramos de ense­ñanza, intercalando preguntas sobre gramática, jeografía, etc.

El ejercicio mecánico de la lectura debe deste­rrarse por completo de las escuelas. El maestro, en consecuencia, usando libros que comprendan materias que estén al alcance de los niños, ejecu­tará siempre este ejercicio razonado de la lectura, exijiendo el ejercicio de la intelijencia en todo lo que lea el alumno. De aquí nace la inmensa utili­dad para la enseñanza de que haya buenos i ade­cuados libros para el objeto: A este respecto, na­da mas agradable i útil para los principiantes que aquellos testos en que, al principiar la lectura, hai un grabado o figura que representa el objeto que se nombra o el acto sobre el que se quiere hacer fijar la atención del niño. Ha i en esto un grande atractivo para el alumno; su tarea se hace menos pesada i adquiere ideas útiles.

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Después de los ejercicios de lectura en prosa, se escojerán trozos en verso, de poetas naciona­les, elijiendo aquellos temas o motivos que des­pierten i alienten el amo; patrio, que enaltezcan el trabajo, la industria i que lleven, sobre todo, el sello de la moralidad.

La clase de lectura debe hacerse diariamente i, si es posible, dos veces en el dia.

2.° Escritura.

Dos son los sistemas empleados hasta ahora para la enseñanza de la escritura.

El primero consiste en hacer principiar al alum­no por ejercicios de letra grande, i una vez que esta la escriba bien, se le ejercita en letra de mas pequeño tamaño, i así en seguida hasta concluir por la letra pequeña o corriente.

El segundo se ejecuta haciendo que el alumno escriba inmediatamente ejercicios de letras pe­queñas i concluya con ésta.

El primer sistema es, sin duda alguna, el que conduce al alumno a formar una buena i elegan­te letra cursiva. Lo lleva gradualmente de lo sen-lio a lo difícil, de lo simple a lo compuesto. Es to es un sistema lójico en la enseñanza del niño. Por otra parte, ese sistema está sujeto a reglas que ya el gusto i la práctica han adoptado como buenas. Tal sistema es el arte de escribir bien.

El segundo tiene la imica ventaja (que es de grande importancia para la jeneralidad de las es­cuelas rurales) de hacer que el alumno escriba en

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mili poco tiempo letra chica; pero ésta mui rara vez podrá ser buena.

La escritura es, entre los ramos que deben en­señarse en una escuela, el único cuyo aprendi­zaje debe hacerse directa e individualmente. De­be , por lo tanto, el maestro para que puedan correjirse las planas en cada clase, nombrar mo­nitores o ayudantes que hagan a los alumnos las correcciones necesarias mientras escriben.

E l maestro enseñará simultáneamente a sus alumnos la posición del cuerpo, colocación del papel, manera de tomar la pluma; denominación, proporción i cuerpo de las letras i formación del caido. "^Es práctica que la esperiencia ha demostrado

ser buena, que los alumnos hagan el aprendizaje de los primeros ejercicios de la escritura en pi­zarra de piedra: hai en ello, por otra parte, una grande economía de papel.

Para la enseñanza de la escritura, puede divi­dirse la escuela en tres secciones.

La primera sección escribirá en pizarra de pie­dra los ejercicios "necesarios para formar letras o palabras, tipo grande.

La segunda sección ejecutará en el papel ejerci­cios de abecedario, palabras o frases, letra grande.

La tercera sección termina en el papel el apren­dizaje de la letra chica (1).

(1) Las observarciones que pudiéramos hacer al maestro para su buen desempeño en la clase de escritura, nos haria pasar los límites que abraza este compendio. Puede el maestro consultar con prove­cho el escelente Maestro de escritura, escrito por el señor Juaa Haría Qaradeuc.

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3.° Aritmética,

La enseñanza de la aritmética se dividirá en tres partes:

L A 1.a P A R T E COMPRENDE:

1.° Cálculo mental. 2.° Numeración de los números enteros.

Id. de los números decimales. 3° Lectura i escritura de los números enteres.

Id. e id. de los números decimales. L A 2. a P A R T E COMPRENDE:

1.° Adición de los números enteros. Id. de los números decimales.

2° Sustracción de los números enteros. Id. de los números decimales.

3.° Multiplicación de los números enteros. Id . de los números decimales.

4.° División de los números enteros. Id. de los números decimales.

- L A 3. a P A R T E COMPRENDE:

1.° Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales.

2° Sistema métrico decimal. 3.° Razones i proporciones. 4.° Problemas llamados de regla de tres, interés

i compañía. _ 5.° Relaciones principales de las unidades del

sistema métrico decimal con las unidades del.sis­tema antiguo de pesos i medidas.

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E s t a tercera parte la enseñará el maestro a los alumnos que forman la sección superior o tercera sección. De esta sección el preceptor turnará se-manalmente a aquellos de sus alumnos mas apro­vechados para que enseñen la segunda parte a los alumnos que forman la sección media o segun­da sección. De esta sección se turnarán igua l ­mente aquellos alumnos mas aprovechados para que enseñen la primera parte a los alumnos de la sección inferior o primera sección. Esta última sección puede ser dividida en dos grupos: al pri­mer grupo se le enseñará el cálculo mental i al segundo la numeración, lectura i escritura de los números enteros i decimales.

Dos son las consideraciones principales que debe tener presente el maestro para la acertada enseñanza de la aritmética. La primera consiste en .despojar el aprendizaje de este ramo de todo aparato o razonamiento científico, i la segunda en hacerla lo mas práctica posible.

E s algo que choca al buen sentido, exijir de los niños razonamientos o demostraciones que solo tendrían buen lugar enseñando la aritmética a alumnos de establecimientos superiores. Lo que debe perseguirse con todo empeño es que el aprendizaje se haga, lo repetimos, lo mas prácti­co que se pueda i en el menor tiempo posible.

E l estudio de la aritmética es por su naturaleza áridoj pesado para los niños, sobre todo en sus principios. E n este ramo, así como en la jenerali-dad de los otros, debe el maestro hacer agradable la enseñanza, despertando la curiosidad del niño,

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por medio de ejemplos sencillos, sobre objetos que le agraden i que sean fáciles de comprender.

E l maestro tendrá presente que: Se enseñará lo absolutamente nocesario, lo in­

dispensable, i esto, limitándolo a lo que única­mente sea práctico;

Se procederá de lo fácil a lo difícil, guardando siempre un orden lójico en la resolución de los problemas i haciendo las esplicaciones con pala­bras adecuadas i sencillas;

No se exijirán demostraciones o razonamien­tos de ningún teorema aritmético, ni se tratará de deducir reglas sino que, por el contrario, ellas se darán como determinadas practicándolas con ejemplos adecuados (1).

4.° Gramática Castellana.

El estudio de la gramática castellana no puede abrazar sino mui estrechos límites en la escuela primaria. La mejor manera de llevarla a cabo, se­ria por medio de lecciones orales, sin el ausilio de testo, hasta conseguir que el niño pudiera espe­dirse regularmente en el buen decir i en la escri-

(1) La división de la aritmética en tres partes i la enumeración de las operaciones que corresponden a cada una de las tres seccio­nes en que se considera dividida una escuela, están consignadas en las obras Aritmética pedagójica para la enseñanza del ramo en las escuelas Normales i Aritmética elemental para el uso de las escuelas primarias, escritas por el autor de este tratado. Ambas tienen la aprobación universitaria i se han mandado adoptar por el Supremo Gobierno como testos de euseñanza. En la primera de esas obras, los maestros encontrarán detallada la manera de hacer la enseñan­za de la aritmética en las escuelas primarias. 0

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tura; pero como el aprendizaje de este ramo en. la escuela es la preparación para el estudio pos­terior de él, se hace necesario aceptar, por lo j e -neral, un plan fijado en un testo, o valerse de los que, al efecto, se adopten para tal enseñanza. E n este caso, el maestro se ve obligado a enseñar, aunque sea a la lijera i en sus pi-incipales pun­tos, todas las partes en que se acostumbra dividir la gramática, esto es, la ortolojía, analojía, sinta­xis i ortografía.

El. trato continuo que el maestro tiene con el alumno, le proporciona a aquel la oportunidad de hacer a éste constantemente una clase de gramá­tica, corrijiéndole las faltas en el hablar o en la escritura, si sé trata de ésta. Jamas dejará pasar desapercibida una incorrección en el lenguaje del niño, debiendo, por lo tanto, ser el maestro p a ­ra el alumno un modelo constante en el buen decir.

La ortología o recta pronunciación de las pala­bras, debe enseñarse principalmente en la clase de lectura. Por otra parte, el niño no adquirirá una pronunciación correcta, si el maestro no se da el trabajo de correjirle ya en clase o fuera de ella, mientras lo tenga bajo su dependencia. Esas lecciones dadas cada i cuando son necesarias, producen los mejores resultados. Comprende, pues, la enseñanza de la ortolojía todo el tiempo que el alumno permanece en la escuela i la prác­tica de ella se hará en todas las clases.

El estudio de la analojía o conocimiento de las diversas clases de palabras, es una preparación

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indispensable para realizar con éxito su recta co- ' ordinacion i modo de escribirlas. El estudio de esta parte de la gramática, se hará sin recargar la memoria del alumno con definiciones que fre­cuentemente no comprende. He le hará esci'ibir o leer un trozo adecuado a lo que se le va a ense­ñar i entonces el maestro dará a conocer aquellas partes de la oración de que se trate. Las compo­siciones escritas, en las cuales se van g raduan­do las dificultades o procediendo de lo sencillo a lo difícil, completan la enseñanza de la analojía.

La ortografía debe enseñarse práctica i espe­cialmente en una clase de lectura al dictado, in­dispensable para el objeto. Las composiciones es­critas terminan la enseñanza de la ortografía i do la sintaxis.

Habrá tres secciones para la enseñanza de la gramática.

La primera sección aprenderá a conjugar ver­bos regulares, para lo cual el maestro formará lis­tas de verbos que tendrá el monitor, procediendo-' se por el orden de las conjugaciones, es decir se aprenderán primero los de la primera conjuga­ción, después los de la segunda i finalmente los de la tercera. En estas listas de verbos, tendrá cuidado el maestro de intercalar aquellos en que yerran con mas frecuencia los niños, a fin de co-rrejiívesos errores.

En la segunda sección, se enseñarán la analojía, los-verbos irregulares i el análisis gramatical.

En la tercera sección, se enseñarán la sintaxis i ortografía (lecciones al dictado).

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5° Jeografía descriptiva.

_ La jeografía de los lugares debe abrazar no simplemente la posición que ocupan en el globo terrestre, sino también las nociones referentes a su forma de gobierno, relijion, costumbres, indus­tria, producciones e historia. Mas, por poco que se desarrollen estas materias para el estudio de un país cualquiera, ellas abrazan una suma de conocimientos demasiado estensa para que sea materia de estudio en la escuela primaria. No obstante, si no es posible hacer el estudio detalla­do, debe al menos comprender los puntos mas in­dispensables, deben darse a conocer las particu­laridades mas notables que el niño pueda com­prender con facilidad.

Refiriéndose a Chile, por ejemplo, si ya se co­nocen nominalmente sus provincias, capitales o pueblos mas importantes, debe tenerse también, aunque sea de un modo aproximado, idea de las distancias que separan a los puntos mas notables, la enumeración de aquellos que están unidos por ferrocarriles, sus productos notables, hechos cul­minantes de la historia patria que en ellos tuvie­ron lugar, etc. De una manera análoga, si al niño se le indican los lugares en el mapa, deben dár­sele nociones de las distancias, se le hará fijar su atención en aquellas naciones que descuellan por sus productos, industria, etc., se le hará señalar derroteros o líneas de viajes, por mar o por tie­rra, cuidando en todo esto que fije en la imajina-cion tales ideas o nociones*

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A fin de que el niño adquiera una idea aproxi­mada de la situación de los lugares, rios, monta­ñas, etc., i grabe en su imajinacion esos conoci­mientos, se valen algunos de mapas o cartas jeo-gráficas en los cuales no bai anotación alguna de los nombres que corresponden a los diversos lu­gares, rios, etc., indicados en ellos; otros hacen que el alumno delinee en el papel o la pizarra la configuración de un estado o de un continente, el curso de un rio, la dirección de una cadena de montañas, etc. Aunque algunos tratan de hacer en la enseñanza, un sistema especial de cada una de las diversas maneras de enseñar la jeografía, todo ello forma un solo sistema que debe ponerse en práctica para la buena enseñanza del ramo en cuestión (1).

El estudio de la jeografía debe comenzarse por el propio país. Nada mas lójico que conocer por decirlo así, primero nuestra casa. Consideramos

(1) Algunos maestros, cuando se pasa lista una vez por dia, ha­cen que el alumno al nombrarle el número de orden que le corres­ponde, conteste, ademas de su apellido, el nombre jeográfico que se le indique, ya sea la capital de un estado con su respectiva po­blación o los rios principales qne le riegan, sus límites, etc., ete.; i esto se ejecuta cou tal orden que, en una escuela numerosa, puede de esta manera recorrerse toda la jeografía (Una vez pasado cierto tiempo se le cambia a cada alumno su contestaciou que debe dar). Este ejercicio es en realidad una escelente clase jeneral de jeografía para ahorrar el aprendizaje de memoria que se hace en el testo; pero tiene el inconveniente del escesivo tiempo que regularmente se emplea en tal ejercicio Otros preceptores colocan en las pa­redes de los salones de clases, en.gruesos caracteres, cuadros que "contienen los nombres de las provincias, rios, montañas de un país "determinado. Esto, refiriéndose a Gnile, es útilísimo en nues­tras escuelas.

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como un mal sistema que en la escuela primaria se haga el aprendizaje de este ramo, principiando por describir países del "viejo mundo. En nuestras escuelas debe principiarse por Chile.-

Hé aquí como se distribuirá la enseñanza de lajeografía en las respectivas seccienes:

Primera sección.—Se enseñarán de viva voz. los nombres de las provincias de Chile, con sus res­pectivas capitales: departamentos de cada pro­vincia :

Segunda sección.—Se enseñarán de viva voz en el mapa, las divisiones de cada continente, indi­cando las capitales de los estados;

Tercera sección.—Hará el aprendizaje valiéndo­se del testo, señalando en el mapa los detalles que dan las lecciones: ejercicios de itinerarios' o viajes, formación de croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, naciones, curso de rios, "etc., que se indiquen al alumno.

6.° Catecismo de relijion.

E n absoluto, no corresponde únicamente al maestro hacer a los niños la enseñanza del cate­cismo, formarles el corazón, crearles el sentimien­to relijioso. La tarea del preceptor no puede com­prender el vasto campo de trabajo que abraza esta materia en la que deben tomar una parte in­mediata, necesaria, los padres de familia i los pá­rrocos; pero si ello es cierto, también lo es que los maestros tienen lá parte mas importante, pues ellos han recibido el encargo especial de los pa-

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dres de familia para educar, para derramar en el corazón de sus hijos la semilla del bien; en ellos deposita el estado toda su confianza, entregándo­les el tesoro vírjen de la inocencia para que de él puedan nacer buenos patriotas i honrados ciuda­danos. ¡Difícil i delicada misión, a la cual se ane­xa una gran responsabilidad!

La enseñanza del catecismo de relijion requiere de parte del maestro un cuidado especial: ella, puede decirse, será la base de la moralidad del pueblo, si el preceptor la desempeña con la delica­deza i entusiasmo necesarios para alcanzar los sa­ludables bienes que debe producir en la socie­dad. No se trata únicamente de hacer que el niño, aprenda de memoria los preceptos, verdades o deberes que se consignan en el catecismo de reli­j ion: se trata de que esos preceptos, verdades o deberes se graben profundamente en el alma del niño con la seriedad o respeto que merecen los fundamentos en que descansarán su felicidad pre­sente i futura; se trata no solo de instruir su in-telijencia con aquellas verdades que no puede ni debe ignorar, sino también infundirle amor a lo bueno, odio a lo malo, formarle el corazón, el sen­timiento relijioso, en una palabra, inspirarle el amor a Dios i al prójimo.

El maestro enseñará al niño las verdades de la relijion sin entrar en discusión con él. E n la es­cuela primaría, no debe enseñarse la relijion de­mostrada, no debe razonarse sobre los motivos de la fé. Mas no queremos decir con esto que la enseñanza se haga puramente mecánica, cerrando

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la puerta a toda reflexión. Al contrario: ilustrar la fé, hacer que eche raíces en el corazón, por medio de ejemplos adecuados que despierten el amor a Dios, que hagan resaltar su poder, miseri­cordia, etc., es cosa mui diversa de dar los funda-damentos de la fé i esto puede i debe hacerse cada i cuando sea necesario. Debe desterrarse de la escuela todo argumento, toda demostración en que el raciocinio emplee su fuerza para llegar a la verdad. En materia de relijion, es un grave error, cuando la intelijencia principia a desarro­llarse, imponerle un trabajo superior a su fuerzas, gastar la enerjía naciente del raciocinio sin pro­vecho alguno i, lo que es mas, con grave perjuicio de la moral. La historia sagrada i aun la profana, le proporcionan al maestro abundante material para citar ejemplos adecuados que despierten la fé, que patenticen el poder i sabiduría de Dios. En reemplazo de hechos históricos, puede emplear verosímiles en los cuales aparezca siempre el triunfo de la verdad i la virtud, el castigo del error o del vicio.

Hé aquí las principales consideraciones que el maestro debe tener presente para el buen desem­peño de tan importante enseñanza:

Primero.—Los dogmas, verdades o preceptos que son materia de la enseñanza del catecismo de relijion, deben enseñarse al niño sin entrar a dis­cutir con él los fundamentos en que" se apoyan. Esto no escluye las reflexiones u observaciones que oportunamente pxtede hacer el maestro;

Segundo.—El maestro no hará observaciones o

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reflexiones que puedan despertar la malicia del niño. Debe escusarlas, por lo tanto, cuando se trate del sesto i noveno mandamiento de la leí de Dios o del sacramento del matrimonio;

Tercero.—La indiferencia, duda o menosprecio que pueda manifestar el maestro por alguna de las verdades o preceptos que tienen por objeto a Dios o a su iglesia, es el medio mas corruptor para que.el niño llegue a ser un malvado. El maestro debe ser nn fiel creyente i observante de la lei de Dios: debe edificar con el ejemplo a sus alumnos.

La enseñanza del catecismo se dividirá en tres partes: *'

A la primera sección se le enseñará, de v i ­va voz, el catecismo sinodal de la doctrina cris­tiana;

La Segunda sección estudiará (en el testo) la piarte relativa a los artículos de la fé;

La tercera sección terminará el estudio del ca­tecismo.

En jeúeral, la enseñanza del catecismo abraza la educación relijiosa que debe darse a los niños, Para realizarla, no es posible establecer una cla­se especial, pues ella debe darse cada i cuando se presente la oportunidad. Durante todo el tiempo que el niño está bajo la inspección del maestro, debe éste cumplir en la medida de sus fuerzas con tan importante deber.

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Cuadro que manifiesta los ramos que deben enseñarse en una escuela elemental, dividida en tres secciones i la parte que corresponde a cada una en el aprendizaje.

LECTURA ESCRITURA , ARITMÉTICA

GRAMÁTICA CASTELLANA.

JBOGRAFÍA CATECISMO DE RELIJION

LECTURA

ESCRITURA

ARITMÉTICA GRAMÁTICA CASTELLANA. JEOGRAFÍA.

CATECISMO DE RELIJION.

PRIMERA SECCIÓN A CARGO D E M O N I T O R E S .

Abecedario.—Silabeo. Ejercicios (en pizarra de piedra) para formar las letras. Habrá dos grupos: al 1.° corresponde el cálculo mental, al 2.° la

numeración, lectura i escritura de los números enteros i deci­males. Todo prácticamente.

Conjugación de verbos regulares. (Listas de verbos arreglados por el maestro).

Provincias de Chile con sus capitales: departamentos de cada provincia. Catecismo sinodal o doctrina cristiana.

SEGUNDA SECCIÓN A C A R G O DE M O N I T O R E S .

Lectura de corrido: (testos compuestos de temas cortos, sencillos, mora" les e interesantes). Se principia la lectura correcta.

Ejercicios de abecedario, palabras i frases, letra grande. (Se escribe en papel). .

Cuatro primeras operaciones de enteros i decimales. Analojía, verbos irregulares, análisis gramatical. Se enseñan en el mapa los nombres de las secciones de cada continente,

indicando las divisiones de cada estado. Todo de viva voz. (En el testo). Lecciones de la parte correspondiente a los artículos de

la f é.

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TERCERA SECCIÓN

A C A R G O D E L M A E S T R O .

Lectura correcta en prosa i verso—lectura razonada. Ejercicios (en el papel) de letra chica. Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales; siste­

ma métrico decimal; razones i proporciones; problemas de regla de tres, interés i compañía. Relaciones principales de las medidas del sistema métrico decimal con las del antiguo de pesos i medidas.

Sintaxis.—Ortografía (lecciones al dictado). Lecciones en el testo. Ejercicios de itinerarios o viajes; formación de

croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, estados, etc. Lecciones hasta concluir el testo.

Lectura correcta en prosa i verso—lectura razonada. Ejercicios (en el papel) de letra chica. Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales; siste­

ma métrico decimal; razones i proporciones; problemas de regla de tres, interés i compañía. Relaciones principales de las medidas del sistema métrico decimal con las del antiguo de pesos i medidas.

Sintaxis.—Ortografía (lecciones al dictado). Lecciones en el testo. Ejercicios de itinerarios o viajes; formación de

croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, estados, etc. Lecciones hasta concluir el testo.

Lectura correcta en prosa i verso—lectura razonada. Ejercicios (en el papel) de letra chica. Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales; siste­

ma métrico decimal; razones i proporciones; problemas de regla de tres, interés i compañía. Relaciones principales de las medidas del sistema métrico decimal con las del antiguo de pesos i medidas.

Sintaxis.—Ortografía (lecciones al dictado). Lecciones en el testo. Ejercicios de itinerarios o viajes; formación de

croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, estados, etc. Lecciones hasta concluir el testo.

GRAMÁTICA CASTELLANA

Lectura correcta en prosa i verso—lectura razonada. Ejercicios (en el papel) de letra chica. Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales; siste­

ma métrico decimal; razones i proporciones; problemas de regla de tres, interés i compañía. Relaciones principales de las medidas del sistema métrico decimal con las del antiguo de pesos i medidas.

Sintaxis.—Ortografía (lecciones al dictado). Lecciones en el testo. Ejercicios de itinerarios o viajes; formación de

croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, estados, etc. Lecciones hasta concluir el testo. CATECISMO DE EELJJJON

Lectura correcta en prosa i verso—lectura razonada. Ejercicios (en el papel) de letra chica. Operaciones con los quebrados i conversión de éstos en decimales; siste­

ma métrico decimal; razones i proporciones; problemas de regla de tres, interés i compañía. Relaciones principales de las medidas del sistema métrico decimal con las del antiguo de pesos i medidas.

Sintaxis.—Ortografía (lecciones al dictado). Lecciones en el testo. Ejercicios de itinerarios o viajes; formación de

croquis (en la pizarra o en el papel) de los continentes, estados, etc. Lecciones hasta concluir el testo.

NOTA.:—La clasificación que hacemos entres secciones no impide el que un alumno cuyo aprovechamiento sea notorio en un ramo, paso a estudiarlo a una sección superior, haciendo el aprendizaje dé los otros en la inmediata inferior.

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TERCERA PARTE.

De los premios i castigos en las escuelas primarias—Observa­ciones jenerales sobre la misión del preceptor i relaciones de éste con los padres de familia i las diversas autoridades de que depende.—Libros que debe llevar el preceptor.

CAPITULO X.

DE LOS PREMIOS I CASTIGOS EN LAS ESCUELAS PRIMARIAS.

12.—En las escuelas primarias son indispensa­bles las recompensas i castigos: aquellas i estos son medios conducentes a un mismo objeto, son ausiliares necesarios para realizar la educación, tomando esta palabra en su mas lato significado.

Por lo jeneral, el hombre necesita un aliciente para obrar el bien i que exista un medio que lo aleje del mal: ello es una consecuencia necesaria de la naturaleza del hombre. Para el niño, cuya sensibilidad principia a educarse i cuando las no­ciones de deber i de justicia están en jérmen, las recompensas i castigos le obligan a. obrar en fa­vor de lo bueno i a precaverse de lo que se le se­ñala como malo.

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Como precisa e indispensable condición para asignar una recompensa o imponer una pena, es necesario que el maestro conozca el carácter e in­clinación del niño, pues de otra manera la recom­pensa misma puede convertirse en un verdadero castigo. La justicia es la base de las recom­pensas i castigos: por esto debe el maestro dis­cernir con acierto las primeras i aplicar los se­gundos en vista de consideraciones que estén acordes con aquella.—Hé aquí las principales que debe tener presente el maestro, respecto a pre­mios.

Primera.—Debe premiarse el trabajo, el es­fuerzo notable del alumno en el cumplimiento del deber;

Segunda.—La recompensa debe tener por ob­jeto principal adelantar al niño para que avance en el camino del trabajo, para que con superiores esfuerzos, su intelijencia alcance triunfos mayo­res. Jamas debe estimarse el premio por su valor material;

Tercera.—No deben prodigarse las recompen­sas, pues en este caso se aceptarán con indiferen­cia i no producirán estímulo alguno.

£ 1 maestro se empeñará porque el niño com­prenda que el premio o recompensa que se le asigna, debe ser para él un estímulo, un grato re­cuerdo, una manifestación que le obliga a traba­ja r con mas empeño en sus tareas.

Una recomendación verbal o por escrito becba a los padres de familia sóbre la buena conducta i aprovechamiento del niño; el obsequio de un libro

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útil o algunos cuadernillos de papel; un elojio mo­derado en presencia del alumno, delante de sus compañeros (esto con mucha prudencia, de mo­do que no alimente la vanidad del niño ni vaya a herir la dignidad de sus demás compañeros); asig­nar un asiento de distinción entre los primeros de la clase o cerca del maestro, etc., etc., hé aquí varias clases de recompensas, de las cuales sabrá echar mano el maestro con la prudencia i oportu­nidad necesarias.

Por lo que respecta a castigos, el maestro ten­drá presente:

Primero.—No imponer jamas un castigó sino cuando esté plenamente convencido de la'reali­dad de la falta que se quiere correjir. Una vez impuesto, debe cumplirse en todas sus partes;

Segundo.—Para graduar la pena, debe aten­derse a la intención con que se ha cometido la falta, al carácter, edad, conducta i aplicación del niño. Circunstancias son estas que deben tomarse mui en cuenta cada i cuando sea preciso imponer un castigo;-

Tercero. - Siempre manifestará el maestro pro­fundo desagrado por verse en la necesidad de aplicar un castigo, i cuidará que el alumno com­prenda que mui a su pesar aplica la pena, solo con el objeto de correjirlo i hacer que sea un ñi­ño bueno;

Cuarto.—Bajo ningún pretesto el maestro ma­nifestará cólera ni se dejará llevar por los arreba­tos de la ira. Debe manifestar seriedad, pesadum­bre, por verse obligado a castigar.

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Nada hai mas bello que educar al niño sin que baya necesidad de castigarlo. La esperiencia de­muestra que los mejores resultados se obtienen en la enseñanza, no por medio de los castigos, sino con un método prudente, con un sistema afable, persuasivo. El corazón del niño se abre natural­mente a las emociones de cariño i gratitud i no ve entonces en el maestro al juez recto i severo sino al amigo que le atiende con solícito cuidado: irá a la escuela con placer i sus tareas escolares no serán una pesada carga. Mas, la jeneralidad de los maestros tratan de aparentar o conservar entre sus discípulos una terca autoridad en lugar de hacerse amar de ellos por medio de un trata­miento digno i suave. Procure el maestro captar­se el amor i respeto de sus alumnos i obtendrá el doble provecho de economizar sus fuerzas en el trabajo i alcanzar con facilidad el progreso de su escuela.

Enjeneral , debieran desterrarse por completo de las escuelas los castigos corporales. Sin em­bargo, están en uso la postura de rodillas, el plan­tón, el encierro, castigos que calificamos de im­propios, i los cuales, ya que se aplican, aconseja­mos a los maestros los empleen mui poco i solo por corto espacio de tiempo. El azote está abso­lutamente prohibido.

Una seria mirada del maestro dirijida al alum­no que desatiende en la clase o comete otra falta; una observación o reprimenda suave o enérjica, segtm la gravedad del caso; una amonestación hecha al alumno, a solas o delante de sus compa-

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ñeros; en fin, una palabra dicha a tiempo en tono severo, hé aquí diversos medios que pueden ser­virle al maestro, según las circunstancias, para oorrejir a sus alumnos.

La inobediencia obstinada i las faltas inmorales que implican corrupción entre los alumnos si no se retira al alumno que las comete, deben casti­garse con la espulsion inmediata del culpable. El maestro pondrá a disposición del padre de familia al alumno rebelde o inmoral i dará parte, a la auto­ridad inmediata de que dependa, de la espulsion llevada a efecto, cuidando en este caso de omitir la clase de inmoralidad que ha sido causa de tal medida. Al padre de familia, si lo exije, puede el maestro dar a conocer la falta del niño, para que con acierto pueda correjirlo.

El alumno espulsado no puede volver a la es­cuela sino cuando haya dado pruebas evidentes de su corrección i buena conducta.

CAPITULO XI.'

1.° Observaciones jenerales sobre la misión del preceptor.—2." Re­laciones de éste con los padres de familia.—3." Diversas auto­ridades de que depende el preceptor.

13.—1.° Pedagójicamente hablando, es absolu­tamente necesario tener lo que se llama vocación para ser buen maestro de escuela. Mas para sa­tisfacer debidamente su misión, Fasta que el ins­titutor tenga buena voluntad para cumplir los de­beres que impone tan ímproba carrera i que los

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cumpla con relijiosa exactitud. Es evidente que si el individuo tiene vocación para enseñar a los niños, podrá llenar, mejor que cualquiera otro que no la tenga, la importante misión que desempeña: trabajará con placer i no abandonará el puesto con la prontitud con que lo bace aquel que, en lugar de ser institutor, es un mero profesor de instrucción primaria.

Para aquel que principia la carrera del precep-torado, no puede imponérsele como condición de admisibilidad para el cargo el que tenga verdade­ra vocación, El gusto para enseñar a los niños se forma practicando la enseñanza con ellos, estando en contacto con ellos, estudiando su modo de ser, apreciando en su justo valor su injenuidad, su inocencia, etc. Esto se obtiene después que se co­nocen los deberes que impone el preceptorado, cuando en realidad sé ejerce este cargo. Entonces podrá apreciarse si hai o no verdadera vocación

La importancia del preceptorado está fuera de duda. No nos detendremos, por lo tanto, en manifestarla: ella está al alcance de las intelijen­cías mas vulgares.

Puesto que la misión del preceptor tiene por objeto la educación del niño para que se forme de él al ciudadano virtuoso, instruido, trabajador; puesto que los padres de familia confian a su di­rección el tesoro mas caro, sus hijos; puesto que el Estado deposita en él toda su confianza para que forme ciudadanos útiles a la sociedad, se com­prende inmediatamente que al maestro le afecta una gran responsabilidad.—No habría castigo bas-

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tante terrible que aplicar a aquel maesfo*o que fue­ra el corruptor de sus discípulos. E l que no se sienta con fuerzas para desempeñar cumplida­mente su cargo, debe abandonar el puesto, pues no puede quedar confiado a manos torpes o ines-pertas el cargo de echar los cimientos en que des­cansarán el bienestar del individuo i el de la so­ciedad. Jamás se estinguirán los pésimos frutos de una educación mal dirijida, i en esta virtud, nadie puede hacer mayores males a la sociedad que un mal institutor.

2° Si tenemos el deber de ser circunspectos, atentos i educados por el respeto que debemos a los demás i a nosotros mismos, con mayor razón cuidaremos de cumplir esos deberes si investimos una autoridad cualquiera. Mas en esto se mani­festará mayor empeño, si se trata de un maestro de escuela que tiene el encargo de educar.

E l preceptor, que debe ser un modelo para sus alumnos, observará también con los padres de fa­milia una conducta irreprochable, manifestándose en toda circunstancia que es digno de la confianza que en él se ha depositado. Trato amable, respe­tuoso i digno, maneras finas sin afectación, cos­tumbres severas, hé aquí lo que le captará el res­peto i aprecio de los padres ele familia.

Pero esto no es bastante. Debe mantenerse ale­jado de las cuestiones políticas i relijiosas que or-dinaiñamente introducen la enemistad i los odios en las familias i en los individuos. Afiliado como partidario en esas cuestiones, se enajenará la vo­luntad i confianza de aquellos padres de farrilfa

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que le son contrarios en ideas. El maestro, si acep­ta las opiniones de algún partido político, se guar­dará de tomar parte activa en las luchas que resultan para hacer triunfar tales o cuales princi­pios. El carácter que inviste, le obliga a mante­nerse alejado por completo de las luchas, polémi­cas i ajitaciones de círculos o de partidos. Esta regla de conducta es necesaria, pues el preceptor no debe tener enemigos bajo ningún aspecto ni atraerse el desden o desafecto de los padres de fa­milia.

Sucede a veces que los padres ele familia exijen del preceptor castigue al educando por faltas co­metidas en la casa paterna o sea fuera de la es­cuela. E l maestro hará a este respecto prudentes observaciones, manifestando que no pertenece al institutor lo que es de esclusiva obligación de los padres; que el preceptor no puede ser el ejecutor de las órdenes que a este respecto se le den i que, en fin, la escuela no es un lugar de represión por faltas cometidas fuera de ella. Cuando mas, pue­de aceptarse la acusación que hace el padre de familia en contra de su hijo para el mejor acierto en la educación moral de él.

3.° Diversas son las autoridades de que depen­de el preceptor. A todas aquellas que la autoridad superior o sea el Supremo Gobierno de la nación ha nombrado para que vijilen i fomenten el ade­lanto de la escuela, a todas debe el maestro con­sideraciones especiales de respeto i obediencia, manifestándose siempre atento a las observacio­nes que le hagan i cumpliendo con exactitud las

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órdenes que reciba de ellas. No queremos decir con esto que el preceptor sea un instrumento cie­go que ejecute, ló que se le manda hacer, sin que tenga buen derecho para indicar las observacio­nes que juzgue oportunas; mas esas observaciones deben ser en todo caso hechas de una maner.a res­petuosa i que tengan siempíe por objeto el ade­lanto d é l a escuela. Si el maestro cree que sus observaciones son conducentes a evitar un mal, a impedir que se introduzca una reforma perjudi­cial en el establecimiento, i se las desatienden, es de su deber dar cuenta a la autoridad superior inmediata, anunciándole que mui a su pesar ha puesto en práctica órdenes o reformas que cree perjudiciales al réjimen o adelanto, de la escuela. Esto debe hacerse después de agotar todas las medidas que la prudencia i el buen criterio le su-jieran. El preceptor, de esta manera, cumple con su deber i aleja de sí toda responsabilidad.

CAPITULO XII.

14.—Cuatro son los libros que debe llevar el preceptor: el de matrícula, el de lista, el de exá­menes i el de correspondencia oficial. Acompaña­mos un modelo de los tres primeros:

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L I S T A 1870 Octubre

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1 2 3 4 5 6 7 8 9

10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

NOMBRES DE LOS ALUMNOS.

Marcos Pérez José Miguel Mujica... Francisco Chavarrfa.. Samuel Perales Martin Aravena Claudio Buiz Bodolfo Bios Críspalo Saavedra Andrés Bubio Juan J. Diaz Sebastian Merino Manuel Arancibia Antonio Olivares Agustin "Vargas Bicardo Puelma "Valentín Aguilar Zacarías Morales Ignacio Vergara Bafael Sanhuesa Fermín Garrido Luis Valdivia Liborio Ortega Samuel Migueles Elias Cabezas Aniceto lioyola Nicanor Molina Esteban Valenzuela.. Clodomiro Suarez Serafin Pontigo Borja Orihuela

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NOTA.—La inasistencia se anotará con este signo: / . Cuando se justifica la falta, el signo / , se dejará en esta forma A,

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ü AAJYL&iN Jií).—diciembre 29, 30 í 31 dé'1870. VOTACIÓN,

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NOMBRE DÉ LOS ALUMNOS.

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1 . a SECCIÓN. D A - D A a D A R D A R D A R D A R

4 Samuel Perales 3 » » 3 » 3 3 1) •j 3 í í

5 Martin Aravena • 3 8 3 •1 2 » 5) 3 1 2 ; j j j 3 JJ

8 Oríspulo Saavedra.. 3 3 J 3 » » » 3 Í J 8 i) jí 3 J !

11 Sebastian Merino... 3 3 J> » 3 Jí 3 ÍJ » 3 jj 3 JJ

12 Manuel Arancibia.. 1 2 » 3 I> x> 3 » í) 3 JJ 3 í) jí 3 JJ

13 Antonio Olivares... 3 D » .3 s 2 1 » 3 V í í ÍJ 3 ÍJ jj 3 JJ

14 y> 1 2 3 J> 3 » 3 >í 1 2 JJ jí 3 JJ

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19 Rafael Sanhueza.... 3 > » 3 » » 3 3 ÍJ

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23 Samuel Migueles... 3 3> 3 í 1 2 3 » ÍJ

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24 » 3 » 3 » » 3 » 3 » ÍJ jí s JJ íí 3 Jí

25 » 3 3 3 » J í 3 íí 3 JJ 8 ì> 29 Serafín Pontigo 3 » » 3 2 1 2 jí 3 ÍJ íí 3 j ,

30 Borja Orihuela 3 » 3 )) » 3 i * ÍJ 3 j) 3 J) íí 3 Jí

2 . a SECCIÓN. — — - — — 1 Marcos Pérez 3 » s 3 I> » 3 » 3 » 3 » Jí

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2 José Miguel Mujica » 2 1 3 )) » 3 » 3 J> 3 JJ 2 1 í í

10 2 1 S » 3 )) 3 3 2 1 JJ 3 íí Jí

15 Ricardo Puelma. . . 3 » » 3 » » 1 2 3 1 2 >J 2 1 í í

16 Valentín Aguilar... » 2 1 3 » 3 » 3 >i jí 3 3 íí Jí

26 3 » 3 » 2 » 3 11 3 JJ 8 íí í í

3 . a SECCIÓN.

3 » 3 » 3 » 2 1 3 JJ J) 3 íí í í

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7 Zacarías Morales.. . 3) » 1 3 » ) » 3 » 3 » !> 3 í í Jí 3 íí Jí

7 Estevan Valenzue' a 3 l j J 3 3 3 >! 3 JJ 8 íí Jí

Santiago, Diciembre 81 de 1870. (Firma del preceptor).

La Comisión examinadora que suscri­be, certifica; que la lista de exámenes adjunta, contiene la votación obtenida por los alumnos que han rendido sus pruebas en los diversos ramos que en ella se consignan.

Santiago, diciembre 31 de 1870.

N N . N N . N N.

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M A T R I C U L A . 1870 Marzo 1.°

1 2 3 4 5 6 7 8 8

10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Konibre de los alumnos

Marcos Pérez José Miguel Mujica. Francisco Chavarria. Samuel Perales Martin Aravena Claudio Buiz Rodolfo Ríos Críspulo Saavedra.... Andrés Rubio Juan J. Diaz ¡Sebastian Merino Manuel Arancibia.... Antonio Olivares Agustín Vargas Ricardo Puelma Valentín Aguilar Zacarías Morales Ignacio Vergara Rafael Sanhueza Fermín Garrido Luis Valdivia Liborio Ortega Samuel Migueles Elias Cabezas Aniceto Loyola. Nicanor Molina Esteban Valenzuela... Clodomiro Suarez. . . . Serafín Pontigo Borja Orihuela

o >e Edad es

3 Años sí es

5 no 10 sí

8 sí 7 no 6 si 8 t

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11 SI 8 no 9 SÍ 6 no 6 sí 5 sí 8 SI 9 SÍ 8 sí 4 t

SI 4 sí 5 sí 8 no 7 SÍ 6 no 5 SÍ 5 sí 7 SÍ 8 SÍ 9 f

SI 4 sí 5 SI

Nombre de los padres o apoderados

Don Mateo Pérez Doña Carmen Valenzuela Don Juan Chavarria

» Andrés Perales j> Pedro Aravena

Doña Antonia Rubio Don Diego Ríos

B Amador Saavedra.... » José Aravena B Quintín León » Agusiin Merino

Doña Petronila Rivas B Carmen Ruz B Adela Orihuela » Florinda Mujica B Natalia Porras » Carmen Berrios » Isabel Cabrera

Don Pió Sanhueza » Críspulo Mujica » Juan F. Mujica » Alejandro Hernández » Armando Castro....

Doña Francisca León.... B Beatriz Cisternas...

Don Justo Molina B José Valenzuela B José M. Pequeño.. B Jeaquin Pérez

Doña Eleuteria Grez....

Residencia Fecha de entrada

Sección a que se in­

corpora

Fecha en que pasau a otra seecion Fecha de salida

Maestranza 56 1870 1/3 Sección 1. a 1870 4/10 2. a sección id. 56 » 1/3 B 2. a

id. 58 » 1/3 1. a 1870 5/6 2. a id. 1870 4/7 Alameda 33 B 1/3 » 1. a

1870 4/7

id. 20 B 2/3 1 . a

id. 31 » 2/3 » 2 . a 1870 3/8 3 . a sección id. 80 » 2/3 » 1. a 1870 3/4 2. a id. B 7/11 id.

Marcoleta 10 » 2/4 1 . a

Camino de Cintura » 3/4 2 . a 1870 6/11 Marcoleta 5 » 3/4 » 1. a 1870 7/6 2. a id.

id. 7 » 3/4 1. a

Maestranza 18 » 3/4 » 1. a

id. 24 3/5 1. a

id. 58 B 3/5 1. a

id. " 52 » 3/5 » 1. a 1870 14/7 2 . a id. Camilo Henriquez 30 B 3/5 2 . a

id. 12 B 5/5 » 2 . a 1870 21/10 3 . a id. id. 18 » 5/5 » 1. a

id. 3 6/5 1 . a

Maestranza 54 B 6/5 » 1. a

id. 1 » 6/5 B 1. a

id. 8 » 6/5 B 1. a

id. 80 B 6/5 » 1. a

id. 17 B 6/5 B 1. a

id. 56 a » 6/5 B 1. a

id. 13 a B 6/5 » 1. a 1870 2/12 2. a id. id. 19 B 6/5 2 . a 1870 15/10 3 . a id. 1870 7/11 id. 2 B 7/6 B • 2 . a

id. 29 B 9/6 » 1. a

id. 2 B 8/8 B 1. a

Conducta media en la fe-I cha de salida

Buena

Buena

Mala

NOTA.—El numerador de los quebrados que figuran en las fechas, representa el dia del mes i el denominador indica si es 3 e l mes de marzo; si 4, abril, etc., o sea el lugar que ocupa el mes en el año.