136
JOSÉ ANTONIO ÍÑIGUEZ HERRERO CONFESION EXOMOLOGESIS PENITENCIA i

Penitencia. Exomologesis

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Un estudio histórico realizado por D. José Antonio Íñiguez sobre el sacramento de la confesión y la penitencia en la iglesia primitiva. Siento que esté con errores de transcripción, pido disculpas.

Citation preview

JOS ANTONIO IGUEZ HERRERO

CONFESION

EXOMOLOGESIS

PENITENCIA

Siglas empleadas en las citas a pi de pgina:

R.J.- R. J. ROUET DE JOURNEL S. J. "Enchiridion

Patriaticum". Ed. Herdor. Barcelona. 1965. J.Q.- Johanaa: QUASTEN. "Patrologie". Ed. B.A.C.

Madrid. 1961.

C.K.- Conradus KIRCH. "Enchiridion Fontium hiatorice eeclesiae antiquas". Ei. Herder. Barcelona. 1947.

Dz.- Enrique DENZINGER. "El Magisterio de la Iglesia". Ed. Herder. Barcelona. 1963.

Indice.

Introduccin.pg. 1

La practica de la Penitencia hasta

el S. IV*

CAP.I. El Sacramento de la Penitencia

CAP. II. La Penitencia Pblica,

Del S. IV al 5. VII,

CAP. III. La poca de los padres60

e

Ea forma muy esquemtica, pueden apreciarse dos actividades en el quehacer del historiador, hasta un cierto grado independientes: recogida de datos e interpertacin de los mismos. Pero no es del momento presente exponer cmo una y otra han de marchar parejas; cmo una acertada interpretacin abre el *ante de nuevas fuentes, ignoradas o no apreciadas hasta entonces en todo su contenido, o cmo un nuevo hallazgo puede exigir la revisi6n de todo un concepto, obligado a una mayor precisin,para admitir en la totalidad de su mosaico, ya construido, la nue va pideza que le pertenece.

Por ello, como buen cientifico, el historiador no destruye: completa. Sabe resistir la tentacin de lo espectacular y se entrega pacientemente a su tarea, con un gran respeto a lo que hicieron quienes trabajaron el campo antes que l. Sabe que fu un buen quehacer, y que la ciencia no avanza empezando en cada individuo de la nada, "desde el principio", sino que la teoria actual ha de poseer la anterior como ms imprecisa, y abrir el camino de un mayor conocimiento a la siguiente. Za uh ejemplo de todos conocido -y de otro ramo del saber- que la Relatividad de Einstein contiene, para apreciaciones ms burdas de la medida, la mecnica de Newton.

Pero el historiador no trabaja con datos de un fenmeno

W

que le es presente, como el fsico o el mdico, ni puede comprobar sus teoras en un laboratorio. El historiador posee unicamente la huella, muchas veces imprecisa, que dej el pasado: una obra literaria, una carta, un diario, un trabajo cientfico, los anales de una archivo, unos restos arquitectnicos, los articulos,y las noticias de un peridico... Todo ello ha de ser ordenado, pensado, meditado, para intentar reconstruir cmo y por qu sucedi aquello as, qu causa pro dujo la pasividad o la sorpresa, qu hizo perder la fuerza al poderoso, orient una vida, estableci una costumbre... Su trabajo es minucioso y, a la vez, amplio. Quiz -como en nin guna otra- aceche en esta ciencia el-peligro de imposibilitar las ramas la visin del bosque. Quienes la cultivan no pueden olvidar que sus datos fueron un tiempo hechos vivos, y que s6lo alcanzando una idea del entorno vital en que se produjeron pueden ser rectamente interpretados.

Si el problema es arduo en la investigacin de las grandes hazaas de los pueblos, de los personajes importantes en su tiempo, de aquellas vidas que marcaron un surco hondo para bien o para mal, ofrece una dificultad mucho mayor el intento de precisar la forma de vida cotidiana de una colectividad en una poca, o las oostumbres pacificamente poseidas por una comunidad en un perodo de tiempo. Y es fcil comprender el por qu. Son hechos o costumbres fividos con tal naturalidad que no precisaron una legislacin ni una defensa; a nadie se le ocurri atacarlos ni fueron considerados como tema de una obra literaria, al menos hasta la aparicin de la novela "de costumbres". Tiene tal estudio como caracteriaticaa propias la imprecisin y escasez de datos, esos datos "contemporneos" que tanto ambiciona el historiador. Suelen ser meras rferencias ocasionales, "de pasada", contenidas-en otro tema, y aun, a veces, una sola palabra.

Ea estos casos es de una importancia capital no perder la visin de oonjunto, contrastar y comparar unos elementos con otros, hasta lletar a componer un todo conexo. Y una idea ha de presidir todo el trabajo : la interpretacin aer verdadera si es sencilla, pues tal sencillez viene exigi-

da por la misma naturaleza del tema.

El proceso de esta investigacin, descrito en lineas generales, es simple. Cada uno de los datos acopiados ofrece un campo ms o menos amplio de posibilidades interpretativas. Su superposicin elimina los valores incompatibles entre ellos y delimita una zona comn. En esta zona ae'encuntra la verdad histrica, cuya precisin puede proceder de la concrecin de uno de los datos o de la suma de datos imprecisos, siendo irrelevante su ambigedad en el resultado, pues lo que importa en este caso es la amplitud de concordadcia.

Para terminar esta breve introduccin baste aadir que el viejo refrn "a nuevos tiempos, nuevas costumbres" es de validez universal, pero que su aplicacin no carece de dificultades. Hay constumbres que permanecen largo tiempo y otras son inalterables, dada su ntima conexin con la realidad invariable. No todo da}o en una fecha determinada Ua=:de suponef evolucin de una forma anterior. Puede indicar sola mente -y no rara vez lo hace- su permanencia.

San Pablo escribe a los Corintios, probablemente en el ao 57:

"Porque yo aprend del Seor lo que tambin os tengo ya enseado, y es que el Seor Jess, la noche misma en que haba de ser entregado, tom pan. Y, dando gracias, lo parti, y dijo: Tomad y comed: esto es mi cuerpo,que es por vosotros; haced esto en memoria ma. Y de la misma manera el cliz, despus de haber cenado, diciendo: Este cliz es el nuevo Testamento en mi sangre; haced esto cuantas veces lo bebiereis, en memotia ma. Pues cuantas veces comiereis 0# este pan y bebiereis este cliz, anunciareis la muerte del Seor hasta que venga. De manera que. eualauiera que comiere este pan, o bebiere el cliz del Seor indignamente, reo ser del cuervo y de la sangre del seor. Por tanto, examnese a s mismo el hombre; y de estea suerte coma de aquel van, y beba del cliz. Porque q~ come y bebe indiFtnamente, se t&a y bebe su nrotia condeasci5n, por no discernir el cuerpo. De aqu es que hay entre vosotros muchos enfermos y sin fuerzas, y muchos que duermen. Queja nosotros entrsemos en cuentas con nosotros mismos, ciertamente no seramos juzgados" (1)

Esta prohibicin de recibir el cuerpo y la sangre del Seor sin limpia conciencia adquiere aun mayor tuerza al considerar el lugar que ocupa en la totalidad de la carta: cierra su primera parte, una larga lista de disposiciones morales y litrgicas- contra los partidismos que dividen aquella iglesia, el incesto, los procesos ante tribunales paganos y la fornicacin; la vocacin genrica cristiana y ta virginidad, doctrina sobre el uso de carnes sacrificadas a los !dolos y los modos diferentes de orar de hombres y mujeres

Algunos meses ms tarde insiste el Apostol, dirigindose a la misma iglesia, en la necesidad de examinar la conciencia para buscar la perPeccibn que se pide al cristiano:

"Examinaos a vosotros mismos para ver si manteneis la fe; haced prueba de vosotros. Por ventura no sonocis en vosotros mismos que Cristo Jess est en vosotros? a no ser que quiz hayis decaido. Mas Jo espero que reconocereis que, por lo que toca a nosotros, no hemos deca ido. Y rogamos a Dios que no cometais mal alguno, no para que nosotros aparezcamos probos, sino para que obreis el bien aun cuando nosotros parezcamos como descalificados. Porque nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad. As es que nos gozamos de que esteis fuertes y nosotros flacos. Esto es lo que pedimos: vuestra perfeccin. Por tanto os escribo estas cosas ausente a fin de que, presente, no haya de proceder con rigor, usando de la potestad que Dios me ha dado para edificacibn y no para ruina". (2)

Y unos aos antes, entre el 50 y el $1, escriba a los

,

Glatas:

"Porque , si alguno, no siendo nada, piensa ser algo, se aegaa a si mismo. Por tanto, examine cada uno sus propias obrar, y asi tendr motivo de gloriarse a si mis mo y no respecto a otro. Porque cada cual cargar con su propio fardo... No os engais: de Dios nadie se burla".

(3)

(2) II Cor. 1111, 5 - 10 (3) Gal. VI, 3 - 5, 7

1Y

El valor universal de la predicacin de S. Pablo y la rpida difusin de sus cartas estn fuera de discusin, hasta poderse afirmar que la doctrina paulina es fiel reflejo de todo el pensamiento ca#lico del primer siglo de Ba Iglesia (4). Los fragmentos trascritos atestiguan que #1f desde la ms temprana catequesis -pues el testimonio escrito es de unos 25 aos despus de la muerte del Seor, en el caso de la Epstola a los glatas;vll7- la comunidad cristiana formada por hombres contemporneos de la predicacin de Cristo reconoce la necesidad del examen frecuente de conciencia, en especial para decidir si puede o no recibir la Eucarisia.

Consideremos ahora un hecho concreto que, con seguridad, * se dio con harta frecuencia. Un cristiano peca y se reconoce pecador. Qu ha de hacer? La respuesta se encuentra en la doctrina apostlica, recogida en textos contemporneos a los anteriores, dunto a otros que dan f de su conocimiento del valor del pecado, aun del interno (5): E1 Seor dice a los doce, despus de este~leee~-~a-aeeee4~a~-~le-~e-ee~~eee#a frat~ a afirmar que ha venido a salvar lo que se haba perdido:

"Y si tu hermano pecare, ve y corrgele estando

a solas con l: si te escucha, habrs ganado a tu hermano. Si no te hiciere caso, toma todava contigo a otros dos, a fin de que todo sea confirmado con la auto ridad de dos o tres testigos. Y si no los escuchare, dselo a la Iglesia; pero si ni a la Iglesia oyere, ten le como por gentil y publicano. Os empeo mi palabra, que todo lo que atareis sobre la tierra , ser eso cismo atado en 1 cielo; y todo lo que desatareis sobre(4) Sobre este valor universal y la concordancia asombrosa de la doctrina !a ambiente helnico-paulino con la de aquellos otros apostblico-judios puede verse en: ALBERT LANG. "Die Sendung Christi". Ed. Max Huener. ytJd Mnchen. Traduccin castellana bajo el ttulo "Teologa Fundamental". A-IAW Ed. RIALP.1966, (5) "Pero yo os digo ms: Quienquiera que tome ojeriza a su hermano, comparecer ante el tribunal...". Mt. V, 22.

la tierra, ser evo mismo desatado en el cielo". (6)

en confirmacin de las palabras que dirig~o a Pedro, despus de reconocer el discpulo la divinidad de Jess:

"Bienaventurado eres Simn, hijo de Jons; porque

no te ha revelado eso la carne ni la sangre, sino mi Padre que est en los cielos. Y yo te digo que t eres Pedro y que sobre esa piedra edificar mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecern sobre Ella. Y a ti te dar las llaves del Reino de los Cielos. Y todo loque atares sobre la tierra set tambin atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra ser tambin desatado en los cielos". (7)

Y S. Juan describe otra ocasin en que Cristo vuelve a insistir sobre ese poder que entrega a sus apstoles, al final de su Evangelio, escrito hacia al ao 92.

"Aquel mismo da, primero de la semana, siendo ya tarde y estando los discpulos cpn las puertas cerradas, por miedo a los judios, lleg Jess, se puso en medio de ellos y les dijo: 'La paz sea con vosotros'. Diocho esto, les mostr las manos y el costado. Los discpulos se llenaron de gozo viendo al Seor. Jess les volvi a decir: 'La paz sea con vosotros. Como el Padre me envi, as tambin os envio 90,'. Despus de decir esto, sopl sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espritu Santo. A quienes perdoneis los pecados, perdonados les sern, y a quienes se los retengis, retenidos les sern'. (8)

texto importante, d primera mano, que confirma el sentido de los anteriores.

Nuestro cristiano sabe el camino para alcanzar el perdn de Dios. La Iglesia tiene poder para otorgrselo en su nombre por medio de aquellos a quien/g@sucristo concedi tal potestad.

(6) Mt. XVIII, 15 - 18. (7) Mt. XVI, 17 - 19~~Jn. XX, 19 - 23.

.

Merece la pena detenerse en el examen de este grupo tan primitivo de documentos, avalado por el testimonio de S. Juan. (9) Ea ellos se habla de atar y desatar, de perdonar y retener. Es claro que Jesucristo concedi a los apstoles, junto con la facultad de absolver, la de negar la absolucin . Tres consecuencias inmediatas se desprenden de ello. Primera: si el apostol -o su sucesor, como veremos ms adelante- niega el perdn, el pecado permanece. Segunda: la razn de este negar no es el capricho; ha de obedecer a un motivo razonable. Tal motivo no puede ser otro que l conocimiento de las disposiciones internas de quien solicita el perdn por quien debe decidir si perdona o retiene: gravedad del pecado cometido y arrepentimiento suficiente. Tercera: esta forma de alcanzar el perdn es nica, pues, en caso contrario, carecera de sentido la disyuntiva atar o desatar, al existir otro medio ms cmodo -por as decir- de conseguirlo o de desatar lo atado.

La profundidad de pensamiento de las cartas de los apstoles y del libro de los "Hechos" de San Lucas es incompatible con la ignorandia de esta doctrina. Se menciona slamente la institucin del sacramento por el Seor -el dato importan te- precisamente por considerarse el resto conocido.

En este ambiente se han de interpretar los textos que siguen, pues encajan plenamente en l.

Como exclusin de cualquier rito de purificacin legal y externa de ascendiente judo o pagano es interesante citar,a ttulo de pincelada colorista, pero no despreciable, el Agraffiha 31, escrito probablemente el ao 70: (10)

"Si alguno comulga el cuerpo del Seor y usa de purificaciones, ser maldito, como dijo el Seor"

(9) El valor teolgico de palabra revelada que poseen, ciertamente el ms importante para un cristiano, no se considera en este estudio, que pretende ceirse al problema histrico. Tampoco se considera la interpretacin de la expresin "atar y desa tar" como forma hebrea u oriental de manifestar el fallo en un juicio. Coincide con la consideracin directa que estamos haciendo.

(10) Coleccin de sentencias que se atribuyeron falsamente al

La Didach o "Doctrina de los Apstoles", escrita hacia el ao 90 -mpdernamente se piensa en la posibilidad de retrasar la fecha de su composicin eatpe los aos comprendidos entre el 50 y el ?- fu el libro no cannico ms difundido en la Iglesia primitiva. Comienza describiendo el camio de la vida y el de la muerte, en forma de mandamientosconcisos y perentorios. F1 ltimo de ellos es como sigue:

"Eh la reunin de los fieles, confesars tus pecados y no te acercars a la oracin con conciencia mala,Y,Qxjb1 Este es al camino de la vida". (10)

Describe el rito de la Eucarista a contiunacin que consta de: a) Antecomunin. b) Oracin por la Iglesia. c) Prohibiciba de comulgar a los no bautizados. d) Postcomunin. Termina con la siguiente advertencia:

"Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que haga penitencia. Maranatha!. Amn. (11)

A1 final, trata de la celebracin del da del Seor. Comienza as:

"Reunidos cada da del Seor, romped el pan y dad gracias, despus de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro" (12).

Textos en evidente conexin con la carta de Santiago, situada alrededor del ao 60, en la que se escribe poco antes de termiar:

"Est enfermo algunoentre vosotros?, llame a los presbteros de la iglesia y oren por l, ungi6ndole con el leo en el nombre del Seor; y la oracin de la fe salvar el enfermo, y el Seor le aliviar, y, si se halla con pecados, se le perdonarn. Confesad, pues, vuestros Pecados uno a otro, y orad los unos por los otros para que seais salvos; porque mucho vale la

Seor, nunca tenidas como cannicas,pero si muy difundidas.

Aurelio de SANTOS. "Los Evangelio Apocrifos". B A C. pg. 117

t4ad.rid 1c~ 63

(10) P. A. pg. 82. (11) id. id. pg. 86-88. (12) id. id. pg. 91

oracin perseverante del justo". (13)

Incluimos en este grupo la carta de S. Clemente Romano, papa, a los Corintios. Es un verdadero resumen de la doctrina cristiana que la iglesia de Roma envia a la de Corinto animndola a seguir firme en la f. De ella son los fragmentos sigui entes:

"VII. 1. Todo esto, carsimos, os lo escribimos no slo para amonestaros a vosotros, sino tambin para recordrnoslo a nosotros mismos, pues hemos bajado a la misma arena y tenemos delante el mismo combate.

2. Demos, por tanto, de mano a nuestra vacuas y vanas preocupaciones y volvamos a la gloriosa y veneranda regla de nuestra tradicin. 3. Y veamos qu es lo bueno, , qu lo agradable, qu lo acepto a la presencia de nuestro Creador. 4. Fijemos nuestra mirada en la sangre de Cristo, y conozcamos cuan preciosa es a los ojos de1ffijC0 Dios Y Padre suyo, pues, derramada por nuestra salvacin, alcanz gracia de penitencia para ~odo el mundo". (14)

Sigue con ejemplos del A. T. en que Dios exhorta a la penitencia el pueblo elegido, para demostrar la voluntad salvifica de Dios que perdona al qze se aleja del pecado, pero no habla de ningn merecimiento en esta forma de penitencia de la antigua ley. Despus de tratar una serie de temas, prosigue con la misma idea de la salvacin:

"LI. 1. Roguemos, pues, nos sean perdonadas cuantas faltas y pecados hayamos cometido por asechanzas de nuestro adversario... (habla de los sediciosos, y contina). 3. Ms le vale e un hombre confesar sus caidas que no endurecer su corazn, a la manera que se endureci el corazn de los que se sublevaron contra el siervo de Dios Moiss, cuya condenacin fue patente". (15)

Y ms adelante:

"LVI. 1. Supliquemos, pues, tambin nosotros por los que -jI33-5t. V, 14 - 16

(ls) Texto griego, latino y castellano en P. A. pg. 183. (15) id. id. pg. %$#. 224 -225.

se hallan en algn pecado, que se les conceda modestiay humildad, a fin de que se sometan, no a nosotros, sino a la voluntad de Dios, pues de esta manera les ser fructuoso el recuerdo que en lstima hacemos de ellos ante Dios y los santos. 2. Recibamos la correccin, por la que nadie, carsimos, ha de irritarse. La reprensin que mutuamente nos dirigimos es buena y sobremanera provechosa, pues ella nos une con la voluntad de Dios". (16)

Y para terminar, un fragmento de la epistola que San Ignacio de Antioqua escribe a los efesios cuando se hallaba en camino hacia el martirio, conducido por un pelotn de soldados imperiales, junto con otros presos destinados a las fieras en el triufo de Trajano, en Roma. Es una cita, casi literal, de la Didaohb:

"No tengais discordias, sino que la paz asocie a los contendientes en reconciliacin. Confesareis vuestros pecados. No te llegars a la oracin con mala conciencia. (17)

No puede ser posterior al ao 107.

Lo primero que sorprende en este periodo,cuyaamplitud es de treinta aos como mximo, es la insistencia sobre la ne cesidad de confesar los pecados, ya sea para participar en la oracin comn o en la Ehcaristia. Los textos no definen cmo se realizaba esta confesin -bien lo saban quienes haban de leerlos (18)-, pero si podemos afirmar que no era algo fcil, como un simple reconocimiento general de haber pecado ante la reunin de los fieles o el sacerdote, o el simple rezo de uha orqcin semejante a nuestro "confiteor". No se justificara tal insitencia ni su tono solemne.

Un segundo dato muy importante es que la Didach ya distingue expresamente la confesin de la penitencia.

3(16) id. id. pg. X 228) (17) R. J. pg. 1- 14.

(18) Disclpese la insistencia. Es muy importante no perder ni

un momento de vista el ambiente en que se escribe cada documento.

e

La idea de sacramento, de algo necesario que se realiza en la Iglesia para el perdqn de los pecados es patente en ellos.

De momento, y siguiendo un orden extrictamente cronolgico da aparicin -lo que supone su convivencia a partir del ao cien, setetpta y cinco despus del drama del Glgota, pre= sent an la generacin que protagoniz el primer cristianismo-, pueden resumirse de la forma siguiente:

1. Evangelio de S. Mateo con el poder de las llaves. 2. Carta de S. Pablo con el precepto sobre la comunin. 3. Carta de Santiago, en 01 que la confesin de los pecados se relaciona con la Uctrema Uncin. 4. Evangelio de S. Juan, con la afirmacin rotunda de poder absolver o retener. 5. Los preceptos de la Didach. 6. La carta de S. Clemente, que hace depender al perdn de la mRerte en cruz de Cristo, de confesar las caidas no endureciendo el corazn y sometindose con modestia y humildad, no a capricho de hombre, sino a la voluntad de Dios. 7. Carta de S. Ignacio de Antioqua.

Pasemos al estudio de la generacin siguiente.Aproximadamente del ao 150 es la carta pseudoclementina -denominada II Carta de Clemente-, escrita en Roma por un autor desconocido, con seguridad obispo o presbitero, y enviada a Corinto. En realidad es una homila sobre la vida cristiana, de la que transcribimos:

"VIII. Ahora bien, mientras estamos sobre la tierra, arrepintmonos. 2. Somos, en efecto, como un pedazo de barro en manos del artfice. Porque a la manera que un alfarero cuando fabriQa un Yaso, si se le tuerce o rompe mientras lo tiene en las manos, lo vuelve a modelar; pero una vea que lo meti en el horno, ya no le puede hacer nada; as tambin nosotros, mientras estamos en este mundo, arrepintmonos de todo corazn de los pecados que cometimos en la carne, a fin de ser salvados por el Seor mientras tenemos tiempo de penitencia. 3. Porque una vez que hubiremos salido de este mundo,

ya no podemos en el otro confesarnos ni hacer penitencia." (19)

"XVI. En conclusi5n, hermanos, _,ues hemos hallado no pequea ocasin de hacer penitencia, ya que tenemos tiempo, convirtmonos a Dios que nos ha llamado, mientras todavia tenemos a quien nos recibe" (20)

No aade ningn nuevo dato sustancial. ~ueda au ms explta la deferencia entre penitencia, arrepentimiento y forma saaramental. Es_interesante la expresin "ann tenemos a quien nos redibe", quiz la primera Vez que la absolucin aparece representada por este verbo "recibir". Ms adelante ser la forma comn de indicar el acto por el cual se concede el perdn despus de la penitencia pblica decretada por la autoridad eclesistica para algunos pecados especialmente graves.

Dos fechas se dan como probables para la redaccin de la Epstola de Bernabs 96 a 98 y 130 a 134. Es una verdadera carta, muy difundida desde su aparicin. Describe, como la Didachb, a la que aita, la dostrina de los dos caminos en tonos mucho ms aombrios, junto con cuestiones de interpretaciSn de la Laaritura y problemas esaatolbglcos. Nos interesan los fragmentos siguientes:

UVI... 8.'P]as se edificar en_el nombre del Seor'. Aten

tdded a que el templo del Seor se edifique gloriosamente. De qu manera? Aprendedlo. Despua de recibido el perdn de los pecados, y por nuestra esperanza en el Yombre, fuimos hechos nuevos,.creados otra Vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en

la morada de ::&A&

de ~do sus justificaciones, los man

damientos de su doctrina; profetizandw$1 mismo en nosotros, morando 1:1 en persona dentro de nosotros, abriendonos la puerta del templo, es decir, nuestra boca; dndonos

(1Txto griego y castellano en P. A. pS. 361. (20) id. id, pg. 468.

penitencia, nos introduce a nosotros, que estbamos esclavizados por la muerte, en el templo incorruptible" (21)

"XIX... 12. No formars bandos, sino que guardars la paz, tratando de reconciliar a los que luchan. Confesars tus pecados. No te acercars a la oracin con conciencia mala.

Este es el camino de la luz". (22)

Conaene una distincin clara entre bautismo

y sacramento

del perdn para el ya cristiano. Puede servir de introduccion a la problemtica del Pastor de Herms.

"E1 Pastor", escrito en Roma entre los aos 141 y 155, es un libro piadoso redactado en forma de cuento didctico. Un anciano con zurrn y cagado.-el Pastor-, ngeles, virtudes que apareden como doncellas etc. hablan con Hermas y le comunican las verdades de la fe y la forma de vida cristiana, todo bajo la alegora -que llegar a ser tradicional en la Iglesia- de una torre que se debe construir. Al hablar del sacramento de la confesin muestra una intencin clara: hacer resaltar que la posibilidad de recibir el perdn de los pecados no debilite la lucha contra ellos. El libro se divide en tres captulos: zd 1. Visiones. 2. Mandamientos. 3. Comparaciones que habl conmigo.

Ea la visin primera describe el pecado interno:

"1. 1. El amo que me cri me vendi en Roma a una seora por nombre Roda. A sta, despus de muchos aos, la volv a reconocer y empec amarla como a una hermana. 2. Al ca bo de algn tiempo, la v lavndose en el rio Tiber y le tend la mano y la ayud a salir del agua. Viendo, pues, su belleza, pens para mis adentros, dicindome: Qu fliz hubiera sido teniendo ana mujer como sta en belleza y carcter. Esto pens y nada ms.'

En camino hacia Cumas, hace oracin a Dios y confiesa ante El sus pecados. Se le aparece la misma mujer:

(22) id. id. pg. 808.

"1. 5. Alzando a ella los ojos, le dije: -Seora, qu haces tu aqu?

Y ella me respondi: -He sido aqu levantada

del Seor.

1. 6. Dgole yo: -Con que tu vas

para

acusar

tus pedados palabra que

delante

a acusarme a mi?

-No -me contesta-; pero escucha las

quiero

decirte. E1 Dios que mora en los cielos y que cre del no ser todo lo que es y lo ha multiplicado y acrecentado por amor de su santa Iglesia, est irritado contra ti porque pecaste en mi.

1. 7. Respondile yo y le dije:

-En ti he pecado yo? De qu manera? Acaso te dije jams palabra vergonzosa? No te consider siempre como a una diosa? No te respet como a una hermana? Cmo me calumnias, oh mujer, en cosas perversas e impuras? 1. 8. Echndose a reir, me dijo:

-A tu corazn subi el deseo de la maldad. 0 es que no crees tu ser cosa mala para un hombre justo que el mal deseo suba a su corazn? Si, pecado es, y grande -dijo-".

Despus de una exbltacin a la penitencia, se retira la mujer. Herms queda triste.

"2. iPorque me deca a mi mismo:

-Si un pecado como ste se me tiene en cuenta cmo podr salvarme? 0 cmo lograr aplacar a Dios por mis pecados cpnsumados? 0 con qu palabras rogar al Seor que me sea propicio?"

Se le aparece una mujer anciana de vestido brillante, sentada sobre un trono cubierto de lana blanca, que insiste sobre la gravedad del pedado:

"2. 3. Y djome:

-Cmo ests triste, Herms? Tu, el paciente y manso, el que est siempre risueo, cmo tienes esa cara de pena y no ests alegre?

Y yo le contest:

-Por culpa de una mujer muy buena, que dice que he pecado contra ella.

4. 1. Y ella me dijo:

-En manera alguna casa tal dice con un siervo de Dios! Sin embargo, cierto es que a tu corazn subi deseo de ella. Ahora bien, semejante deseo acarrea pecado a los siervos de Dios. Consejo malo, en efecto, y terrible es para un espritu del todo santo y ya probado el desear una obra perversa..."(23)

En la visin segunda la anciana da un plazo para que los hijos y la mujer de Hermas dejen sus pecados y hagan penitencia. Expontaneamente aparecen recuerdos paganos que contribuyen a la sencillez encantadora del libro, de sabor muy popular. Termina esta visin con el descubrimiento del enigma de la mujer vieja:

"4.1. Mientras yo dorma, hermanos, tuve una revelacin que me fue hecha por un joven hermosisimo, dicindome: -Quien crees tu que es la anciana de quien recibiste aquel librito?

-La Sibila- le contest yo.

-Te equivocas -me dijo-, no lo es.

-Quin es pes? -le dije.

-La Iglesia- me contest.

-Por qu entonces -le re,pliqu yo- se me aparecib vieja?

-Porque fue creada -me contest- antes que todas las cosas. Por eso parece vieja y por causa de ella fue ordenado el mundo". (24)

y

El tema "hay una segunda penitencia despus del bautismo" llega a ser obsesivo. El fragmento ms importante corresponde al "Plandamiento cuarto", a propsito de la virtud de la casti dad:

"1. 4eor- le dije-, si uno tiene una mYjer fiel en el Seor y la sorprende en adunterio, peca el hombre

(23) id. id. pg. 937 - 940

(24) id. id. pg. 946. Se rejiere a un libro que la anciana le da para que lo copie y entregue a los presbteros de su iglesia.

e

si convive con ella?

1. 5. -Mientras lo ignora -respondi- ao peca; mas si

el hombre sabe el pecado de ella y la mujer no se arrepiente, sino que persevera en su fornicacin, si en este caso el hombre convive con ella, se hace reo de su pecado y participe de su fornicacin. 1. 6. -z^ues qu ha de hacer, Seor -le pregunt-, el hombre, si la mujer persiste en esa pasin? -Repdiela -me contest- y viva solo, porque si despus de repudiar a su mujer se casare con otra, tambin l co mete adulterio.

1. 7. -Ahora bien, Seor; si despus de haber sido repudiada, la mujer hidire penitencia y quisiere volver a su marido, no habr de recibirla? 1. 8. -Antes bien- me contest-. si el marido no la recibe, pecado , y grande por cierto, es el pecado que car ga sobre s. Si, hay que recibir a quien pecare, pero hace penitencia. Sin embargo, no muchas veces, pues slo una penitencia se da a los siervos de Dioa. As, pues, por la posibilidad de penitencia de la mujer, no debe ca sarse el hombre. Y esta obligacin corre por igual para el hombre que para la mujer.

1. 10. La razn por que se os ha ordenado perman cer solos, trtese de hombre o mujer, es porque en tales pqcadores queda posibilidad de penitencia. 1. 11. Ahora bien -concluy-, yo no quiero dar pretexto para que este caso se lleve a la prctica, sino que quiero que quien ha pecado no vuelva a pecar ms. Mas por lo que atae al pecado pasado, hay quien pueda curarle: Aquel que tiene poder sebre todas las cosas". (25)

Y un poco ms adelante, despus de explicar que la penitencia y el arrepentimiento proceden de entender la verdad ms profundamente, contina:

3. 1eor- le dije-, he oido decir de algunos doctores que no hay otra penitencia fuera de 4quella en que bajamos al agua y recibimos la remisin de nues tros pedados pasados.

(25) id, id. 975 - 976

3. 2. -Has oido- me contest- exactamente, pues as es. El que, en efecto, recibi una vez el perdn de sus pecados, no debiera volver a pecar ms, sino mantenerse en pureza.

3. 3. Mas, puesto que todo lo quieres saber puntualmente, quiero declararte tambin esto, sin que con ello intente dar pretexto para pecar a los que han de greer en lo venidero o poco ha creyeron en el Seor. Porque quienes poco ha creyeron o en lo venidero han de creer, no tienen lugar a penitencia de sus pecados, sino que se les concede sola remisin, por el bautismo, de sus pecados. (26) pasados.5. 4. Ahora bien, para los que fueron llamados antes de estos das, el Seor ha establecido una penitencia. Porque como sea el Seor conocedor de los corazones y previsor de todas las cosas, conoci la flaqueza de los hombres y que la mltiple astucia del diablo haba de hacer ne algn dao a los siervos de Dios, y que su maldad se ensaara en ellos. 3. 5. Siendo, pues, el Seor misericordioso, tuvo lstima de su propia hechura, y estableci esta penitencia, y a mi me fue dada la_ op testad sobre esta penitencia. 3. 6. Sin embargo, yo te lo aseguro -me di jo-: si despus de aquel llamamiento grande y santo, alguno,

tentado por el diablo, pecare, slo tiene una penitencia; mas si .a la continua pecare y quisiere hacer penitencia, sin provecho es para hombre semejante, pues dificilmente vivir". (27),

Hacer penitencia, segunda penitencia, se compara aqu con toda claridad al sacramento del bautismo. Es algo definitivo, realizado en un periodo de tiempo, con comienzo y fin. As ocurre, por citar un fragmento transcrito, con la mujer adltera, que ha de ser recibida por el marido inocente al final de su penitencia, diferenciada del arrepentimiento y del propsito

de enmienda.

La ambigedad de las expresionesf,,,4&pe24.k es evidente. Pertenecd al mismo carcter del libro en el que se soslayan algunas

(26) Esto es; a los nefitos, catecmenos y paganos que turo vengan a la f.

(27) id. id. pg. 978 -'979.

en el fu-

cuestiones fundamentales, como la Llzcaristia -tan ligada a la necesidad de adquirir la pureza de concienciaTd,l/JW~

Aiy~A~, la jerarqua, etc.

Y tambin imprecisa es la figura del Pastor, "ngel de

la penitencia", que otorga el perdn o, al menos, determina cuando se ha alcanzado. No es'ni Dios Omnipotente ni Jesucristo (28). Hermas no declara este enigma, como, en cambio, lo hace con la mujer anciana. Dadas las caractersticas de pastor con zurrn y cayado, a qmien el autor "ha sido entregado" para "habitar con l todo el resto de los das de su vida" (29)lo ms lgico e* pensar que representa al Obispo o al presbtero. De ser ello as, la doctrina sobre la penitencia quedarla muy clara.

No haremos .uso da esta interpretacin en el presente estudio. Baste concluir que Hermas reconoce la existencia del pecado interno y una penitencia para todo tipo de pecado cometido despus del bautismo, penitencia concreta y definida en el tiempo. Pero es interesante recordar que en la poca en que se escribe "El Pastor" est presente ya la hereja montanista con sus "pneumticos", espirituales, que se oponen a todo lo que pueda suponer una orggnizacibn jurdica, una sucesi6n apostlica. Quiz el deseo de no enfrentarse con ellos i~sr-a-Heeae fu el motivo por que cual Hermas elige una forma tan velada de expresin. iPe~~u~#enes-e~-g~es e~~eaaes-eeer~be-hae#e-e~-sge-283Tertuliano, el gran africano, escribe hacia el ao 205, en su tratado sebre la penitencia:

"Oh Jesucristo, Seor mio!, concede a tus servidores

.la gracia de conocer y aprender de mi boica la disciplina de la penitencia, pero en tanto en cuanto les conviene para no pecar; con otras palabras, que despus (del bautismo) no tengan que conocer la penitencia ni pedirla. Me repugna mencionar aqu segunda, o por mejor decir, en este caso la ltima penitencia. Temo que al hablar de un remedio de penitenlia que se tiene en reser(28) Se deduce de varios pasajes del libro. Vease por ejemplo "Eplogo a los Mandamientos" id. id. pg. 1002 ss. (29) id. id. 969 - 970

va, parezca sugerir que existe todava un tiempo en que se puede pecar. No quiera Dios que nadie interprete mal mi pensamiento, hacindonos decir que con esta puerta abierta a la penitencia existe, por consiguiente, ahora una puerta abierta al pecado, como si la sobreabundancia de la misericordia del cielo implique un derecho para la temeridad humana. Que nadie sea menos bueno porque Dios lo es tanto, arrepintindose de su pecado tantas veces cuantas alcanza el perdn." (30)

Ms adelante expone la crudeza de la penitencia pblica, de la que trataremos en captulo aparte.

Algunos aos ms tarde, en su poca montanista, escribe escandalizado; al tratar de la modestia +"De puditicia"-:

sia que est en comunin con Pedro, qu clase de hombre eres?. Te atreves a pervertir y cambiar totalmente la intencin manifiesta del Seor, que no confiri este privilegio ms que a la persona de Pedro. 'Sobre ti edificar mi Iglesia', le dijo El; 'a ti te dar las llaves', no a la Iglesia. 'Todo lo que atares o desatares'etc. y no todo lo que ataren y desataren... Por con siguiente, el poder de atar o desatar, concedido a Pedro, no tiene nada que ver con la remisin de los pecados capitales cometidos por los fieles... Este poder, en efecto, de acuerdo con la persona de Pedro, no deba pertenecer ms que a los hombres espirituales, bien sea apostol, bien sea profeta". (32 )

Diatriba que da testimonio del uso de la Iglesia hasta este momento, concorde con la recomendacin a los obispos de la

"Didaecalia Apostolorum" siriaca, aproximadamente de la misma fecha:

"Curad y recibiA a los que se arrepienten de sus pecados. Si no recibes a los que se arrepienten, porque no eres m sericordioso, pecas contra el Seor Dios, pues no ob*deces a nuestro Seor y Dios al no obrar como El obr. El perdon a aquella mujer que haba pecado, a quien los ancianos haban llevado a su presencia, dejndola en sus manos para que la juzgara, marchndose ellos. El, que es el nico que escruta los corazones, le pregunt 'Te hai condenado loa ancianos, hija ma?'Ella respondi: 'No, Seor'. Y nuestro salvador le dijo: 'Tampoco yo te condeno; vete y no peques ms. i0bisposl, que en esto pues tro Salvador, nuestro Rey y nuestro Dios sea para nosotros un signo: sed como El y sereis mansos, humildes, m aericordiosos y clementes". (33)

Y que corresponde perfectamente con la oracin para la con sagracin de un obispo, recogida por Hip6lito de Roma en su "Tradicin Apostlica", escrita hacia el ao 215:

(32) J. Q. T. 1. pg. 613. (De pudititia. 21) (33) J. Q. T. I. pg. 440.

"Padre que conoces los corazones, concede a este tu siervo que has ele3ido para el episcopado... que en virtud del Espiritu del sacerdocio soberano tenga el poder de perdonar los pecados segn tu mandamiento; que distribuya las partes segn tu precepto y que desate toda atadura de iniquidad, segn la autoridad que diste a los a

pstoles". (34)

Unos diez aos ms tarde escriba Origene:z en sus homilias, autntico ejemplo de la predicacin sencilla al pueblo de su ciudad:

"... dura y laboriosa es la remisin de los pecados por la penitencia, lavando con lgrimas el pecador su lecho, sus lgrimas son su alimento dia y noche y no avergonzndose de decir su pecado al sacerdote del Seor y pedir la medicina". (35)

"Observa con cuidado a quien confiesas tus pecados; pon

a prueba el mdico para saber si es dbil con los bbiles y si llora con los que lloran. Si el creyera necesario que tu mal sea conocido y curado en presencia de la asamblea reunida, sigue el consejo del mdico experto". (36)

"Si pecsemos, debemos decir: 'Te c;onfessr mi pecado y no ocultar mi falta. Dije: confesar al Seor contra m. mis delitos'(Ps. 32, 5). Si hicisemos esto y revelsemos~nuestros pecados no slo a Dios, sino a aquellos que pueden remediar nuestras heridas y pecados, sern borrados nuestros pecados por aquel que dice: Se borrado como una nube tus delitos, y como niebla tus pecados'(Is. 44, 22)". (37)

Textos cuya claridad hace intil cualquier comentario. Es interesante no pasar por alto que tal nitidez coincide con

(34) J. Q. T.I pg.477 y 493.

(35) J. Q. T.I pg.382. In Lev. Hom. II, 4.

(36) id. id.In Pa.Hom. XXXVII, 2, 5)

(37) R. J. pg. 174.

e

su gnero litrario, la homili. Los dems, hasta ahora transcritos,fueron cartas -en que tanto se da por supuesto y por sabido-, resmenes teolgico-litrgicos, oraciones e incluso fantasas didcticas con deseos de apocalipsis, este ltimo de doctrina dudosa por cierto. Todos ellos aportan noticias histricas, pero deben interpretarse, en lo que dicen y en lo que callan,segn su gnero, y la homila, la enseanza sencilla a los fieles sorprende casi siempre, cuando se encuentra, por su diccin directa.

El primer grupo de documentos estudiados ocupa los ochenta y cinco aos siguientes a la muerte del Salvador, del 33 al 110 aproximdamente. Todos ellos siguen vivos y vigentes en el perodo que se acaba de describir, un poco ms largo, del 110 al 235. Puede resumirse as, reanudando la numeracin entonces interrumpida:

4

8. Epstola de Bernab, unos treinta y cinco aos pozterior a la de San Ignacio. Distingue confesi6n y penitencia, como los textos anteriores. 9. Carta II de Clemente o pseudoclementina, quince aos ms tarde, en la que se habla de arrepentimiento, penitencia y confesin antes de la muerte, "mientras tenemos g quien nos recibe". 10. E1 Pastor de Hermas, de la misma fecha, con el precepto de recibir a quien pecare y ha hecho penitencia, razn por la que el esposo o la esposa inocente tiene que esperar sin contraer me nuevo matrimonio a la Darte infiel. 11. Tertuliano, hacia el ao 200, escandalizado del poder de perdonar y retener de los obispos que, segn l, es propiedad de los espirituales, y de la declaracin de Pontfice Mximo de poder perdonar el adulterio y la fornicacin,

-que, por tanto, ha de conocerr} Ycasiocontemporneas: 12. La

,

Didatcalia Aportolorum que recomienda a los Obispos la clemencia, para no escandalizarse de la gravedad de los pecados, y: 13. La oracin recogida por Hiplito de Roma, recitada en la consagracin de un obispo, en que se impetra de Dios sobre l el poder de perdonar. 14. Por ltimo, hacia el ao 230, unos diez aos ms tarde, las homilas de Orgenes, en que la necesidad de ser confesado el pecado por el penitente al sacerdote aparece formulada de manera absolutamente inequllaca.

Desde la predicacibn de ladro en lentecost6a hasta las homilati de Orgenes tranccurren unos doscientos aaxos, poro no permitamos que los coros do la cifra produzcan en nosotros una falsa idea: este tiempo es muy corto. Si suponemos una trnnamiaiba de la doctrina de padres a hijos, en quo un padre de treinta aos comionza la inatruccibn do su hijo cuando tate alcanza los diez, el nrsero de tm~miw&G*es transmisiones ea de Deis* Y ollo:sa da no en una s6la linea, sino en muchas paralelas que comienzan en momentos y lut,aree distintos*

n:.ptt~r~cur> .

Los de esta poca. emplean normalmente las palabras "coni'oasr","sea~esuaw; "oonf-9BIIOS" en un contexto que exige como iaterpretacibn primera y ma 16gica la de confesar el pecado al sacerdote o al Obispo* Cualquier otra interpretacibn es re~

buscado* rA red*79 salvo

en el caso del"Pastor", no correspondo con la nat~osa del mismo eacrito. Puede mdoma atiadirso dno, si en cada documento cabe la posibilidad, aun como menos probable, de otra interpretaoibng es imposible en el conjunto d ellos. Por ltimo, loa texftos de , Orgenae,quo no ofrecen nin~tiaa duda respecto a su aienifieadog no motivaron ninguna polbmi0a, cosa que se hubiera producido con toda seguridad do no haber sido la confesin oral un uso paairioamente admitido y ejercitado en la Iglesia desde la misma prodioacibn apostlica.

El estudio de la penitencia pblica para los pecados a&a graves, sobre todo la apostasa, confirmar las conclusiones anteriores*

Todo ello ha sido escrito en una poca de perseeucibn y de injusticia -hox diramos de incoC;uridad y de terror- donde la simple oonveroibn al cristianismo supone un peligro inminente de destierro, de expoliacibn de todos loa bienes y aun de m~e en el tormento cuando a la relativa tranquilbdad de un perodo de paz le sucede vertiginbsamonte la tormentas San Ignacio de Antionis escribe camino del suplicio, .-en Clemente vive la peraoouciba do Porbn, descrita por Tcito, el historiador framente epicureo:

"Siguiose luego en la ciudad un estrago, no se sabe has ta ahora si por desgracia o por maldad del prncipe, porque los autores lo cuentan de entrambas maneras."

Narra a continuacin minuci6samente el curso del fuego y prosigue:

"Mas ni con socorros humanos, donativos y liberalidades del prncipe, ni con las diligencias que se hacan para aplacar la ira de los dioses era posible borrar--- la infamia de la opinin que se tena de que el incendio haba sido voluntario. Y as! Nern, para divertir esta voz y descargarse, dio por culpados de l, y comenz a dase

tigar con exquisitos gneros de tormentos a unos hombres aborrecidos por el iulgo por sus excesos, llamados comnmente cristianos. El autor de este nombre fu Cristo, el cual, imperando Ti6lario, haba sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de la Judea; y aunque por entonces se reprimi algn tanto aquella perniciosa supersticin, tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino tambin en Roma, donde celebran las mismas cosas atroces y vergonzosas como en las dems partes. Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban pblicamente esta religin, y despus, por indicio de aquellos, una multitud inmensa, no tanto por el delito del indendio que se les imputaba, como por haberles convencido de general aborrecimiento a la humana generacin. Aadiose a la justicia que se hizo de stos, la burla y el escarnio con que se les daba la muerte. A unos vestan con pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen-los perros;

~ a otros ponian en cruces; a otros echaban sobre grandes rilceros de lea, a quien, en faltando el da, pegaban fuego, para que ardiendo con ellos, sirviesen de alumbrar en las tinieblas de la noche. Haba Nern destinado para este espec#culo sus huertos y celebraba l las fiestas circenses: y all, en hbito de ariga, se mezclaba unas veces con el vulgo a mirar el regocijo, otras

.?

se pona a guiar su carro, como acostumbraba. Y as, aunque culpables stos y merecedores del ltimo suplicio, movan con todo ello a compasin y lstima grande, como personas a quienes se quitaba tan miserablemente la vida, no por provecho pblico, sino para satisfacer la crueldad de uno solo". (38)

El padre de Orgenes muere nartir y la familia queda en la miseria, segn un texto de S. Jernimo, astigo que no excluia la misma familia del Csar, segn describe otro historiador, Dio Cassius:

"F.h el mismo tiempo la va que conduce a Sinnella Pteos fue pavimentada con piedra. l~a el mismo ao Domiciano conden a muerte con otros muchos al cnsul Flavio Clemente, aunque era su primo hermano y tena por mujer a Flavia Domitila, pariente del mismo Domiciano, acusando a los dos del crimen de impiedad para con los dioses; crimen que, con todos aquellos que eMtravian hacia las costumbres judaicas, est prohibido. A una parte de ellos hizo morir, a otra les quit sus riquezas. De este modo fU Domitila desterrada a Pandateria". (39)

~-te~ee~-g$u

Situacin en que la serenidad y delicadeza de los documentos transcritos, la preocupacin por la pureza de conciencia que manifiestan, slo se explica por la firmeza y claridad de la fuente, aun muy cercana: la misma predicacin apos

tlica.

E1 prximo periodo en estudio comprende unos noventa aos, .

desde el 220 hasta la paz de la Iglesia

(38) Tcito. Anales. Claudim y Nern. Traduccin de C. Coloma. Ed. Espesa Calpe. Buenos Aires. 1952. pg. 181 - 185. La acusacin de impiedad y de sacrificar un nio para comerlo despus fue corriente hasta el S. IV, trasunto quiz de la Eucarista, no entendida por los paganos.

(39) c. K. pg. 132

Firmiliano, Obispo de Cesarea de Capadocia, que asiste a los dos primeros snodos de Antioqua, escribe el ao 256 a S. Cipriano, Obispo de CartaGo:

"Cual sea el vordadero error y cuanta la ceguera de aquel que dice puede darse el perd6n de los pecados en las sinagogas de los herejes, y no permanece en la unidad de la Iglesia, la cual fu fundada por Cristo una ebla vez sobre la piedra, puede entenderse en sto, que Cristo dijo solamente a Pedro: 'Lo que atares etc.*(i9t. XVI, 19).. ... Por tanto la potestad de perdonar los pecados fu& dada a los apbstoles, y a las iglesias que ellos constituyeron enviados por Cristo, y a los obispos que a ellos auy cedieron con una ordenaci6n vicaria". (40)

Y San Cipriano, el hombre preocupado por el problema de la apoatasia, escribe en los primeros meses del ao 251:

"t~a fin, de cuanta mayor f& y mejor temor estn dotados los que, si bien no son reos de delito de sacrificio o

de certificado, con todo, porque al monos tuvieron intenciba de cometerlo, se confiesan con dolor y sencillez de esto mismo ante los sacePdotos de Dios, y practican la exomologesis de su culpabilidad, se descargan del peso de la conciencia, buscan saludable remedio para sus heridas, aunque podas y leves, sabiendo que est escrito: 'Con Dios no hay burlas'(Gal. VI, 7). No se puede burlar ni engaar a Dios, ni con ninGuna astucia reirse de El. Aun ma, peca el que, pensando de Dios como si Cuera un hombre, cree que va a evadirse del castigo de su delito si:-no cometi6 externamente el delito"

Y aade unas lineas ms adelante:"Oa ruego, por tanto, hermanos,

, mientras su sat sfaccibn y el nerdbn

CV>Lc ts F`

rr~r+r.~~qr,~~,~ ~

1~

(40) R. J. pg. 212.

concedido por los sacerdotes es grato al seor". (41)

De nuevo aparece la necesidad de confesar el pecado con motivo de los pecados internos, menos graves que aquellos deseos que se llevan a la prctica.

El delito de sacrificio es la apostasia realizada en un acto externo, ante el magistrado romano. El de certificado consista en comprar con soborno un "libelo" en que se certificaba el haber sacrificado a los dioses y abjurado del cristianismo. Conservamos uno de ellos de la persecucin de

Decio, fechado a 25 de Junio del 250:

-Primera cara"A aquellos que han sido elegidos testigos de los sacrificios en la aldea de la Isla de Alejandro, Aurelio Digenes, hijo de Satabutus, de la aldea de la isla de Alejandro, nacido alrededor del ao 72, con una cicatriz en la ceja derecha

Ciertamente persever siempre en sacrificar a los dioses, y ciertamente ahora, estando presenhs vosotros, sacrifiqu y beb y com de las vctimas, segn manda el edicto, lo cual os ruego que certifiquis.

Valetel

Yo,Aurelio Digenes, presento."

-Segunda cara"Yo, Aurelio Syro declaro que Digenes sacrific, participando con nosotros."

-Primera cara, hoja II.

"A I del Emperador Cesar Gayo Messio Quinto Trajano Decio, Pio, Felix Augusto, dia 2epiphiw". %42)

Lactancio, profesor de Retrica Latina en Nicomedia de Bitinia y expulsado de la ctedra por su convePsin al cris(41) Julio CAMPOS. "Obras de S. Cipriano". Edicin bilinge. B. A. C. Madrid. 1964 pg. 192-193. "De Lapsis". 28-29.

(42) C. K. pg. 142.

tianismo, escribe entre los aos 305 al 310 las"Instuciones Divinas", primera exposicin sistemtica de la doctrina catlica en lengua latina. No cita en ellas ningn autor griego, dato que confirma una vez ms la unidad de la doctrina, independinte del mbito linguistico o territorial. De esta obr4 ~ly/z1!/prrafo~ siguiente:

es el

"Pues solamente la Iglesia Catlica es la que conserva el culto verdadero. Este es la fuente de la verdad, esto el domicilio de la fe, esto el templo de Dios; quien a l no entre o quien de l salga, es ajeno a la esperanza de la vida y de la salud. A nadie le conviene adariciar pertinzmenge la discusin. Porque se trata de la vida y de la salud; si no se cuida de ella cauta * diligentemente, se extinguir y morir. Pero en todo caso, porque todos y cada uno de aquellos grupos de herejes que piensan, sobre todo, ser cristianos y que su Iglesia es la Catlica, han de saber que es la verdadera aquella en la que existe la confesin y la penitencia, la cual cura saludablemente los pecados y las heridas a que est sujeta la debilidad de la carne". (43)

cuya interpretacin no ofrece ninguna digicultad, una vez vistos los textos que le preceden. La confesin se diferencia de la penitencia y, por primera vez en la historia de la Iglesia, se da la posesin de este sacramento como signo de autenticidad. Es muy interesante esta doctrina consignada por Lactand#o, un hombre culto que busca los signos de la verdad con ahinco y advierte unas lineas antes: "a nadie le conviene acariciar pertinazmente la discusin".

,

-Faltan tres aos para que Constantino y Licinio concedan el edicto de tolerancia religiosa., y pase el cristiansmo a ser una de las religiones oficiales del pueblo romano, transcrito ms tarde por el mismo Lactancio en su libro "De morttbus persecutorum", redactado entre el 316 y el 321. Comienza as:

(43) R. J. pg. 224 - 225

01

- 30

"Como yo, Constantino Augusto y yo, Licinio Augusto, llegsemos felizmente a un acuerdo en Medolano, en todo aquello que conviene para seguridad y provecho de la Repblica, tomamos en consideracin,entre la multitud copiosa de asuntos que estudiamos en relacin con todos los hombres, esta, que cremos debe ser ordenada la primera: que a todos mantiene unidos la reverencia de la divinidad, por lo cual damos a todos y tambin a los cristianos libre poder de seguir la religin que cada uno quiera, no importa de qu divinidad de la asamblea celeste pueda proceder, propicia para nosotros y para todos los que estn bajo nuestra autoridad"

................................................... (44)

Con el edicto de Miln se pone fin a este capitulo que abarca desde la poca apostlica hasta el ao 313. Sus conclusiones pueden ser las siguientes: la confesin' ha sido desde siempre algo distinto de la penitencia y del arrepentimiAnto, sacramento en que el sacerdote o el obispo necesita conocer el pecado que ha de absolver o retener, por manifestacin del pecador en el caso del pecado oculto o reconocimiento de haberlo cometido en el pblico.

CAP. II. LA PENITENCIA PUBLICA.

Hemos vista en el capitulo anterior cmo Tertuliano se revela ante un perdn de los pecados concedido con ullega a negar tal poder, admiriendo *la la penitencia pSbliea. Examinemos la descripcin, a todas luces xajezada, que de ella hace*

na cierta facilidad, segn el uso de la Iglesia, y

que

Ni

"4,.Puea para todos los delitos cometidos por la carne o por el espiritu, de hecho o por vo3untad, quien deatind un castigo por el juicios dl mismo prometi perdn por la penitencia, diciendo al pueblos 'Haz penitencia y te salvar'. (Ea. XVIII* 21); y ms adelantes 'Vivo Yo, dice el Seor, prefiero la penitencia a la muer te' (E:.` XXXIII, 11). Luego la penitencia es vida, puesto que es antepone a la muerte. Pecador, aamejaente a m (pero ciertamente menor, pues re conozca mi preminecia en los delito*) arrdjate a ella, abrzala, como el nafrago a cualquier tabla de salvacin. Ella te librard de sumergirte con el oleaje de tus pecados y te conducit al puerto de la divina clemencia.

cia y aplazar el perdn de los delitos, esto es,

no ofrecer el precio y dejar escapar la merced! Porque el Seor instituy6 el adjudicar el peiUn

a este precio. Con esta coppensacidn de la peniten cia ofrece ser redimido el desenfreno.

7. Proveyendo Dios a su veneno (45) al quedar cerrada ya la puerta de la inocencia y obstruida la cerradura del bautismo, permitid que todava quedara algo abierto. Colocd en el.veatibulo la penitencia sequnda,.la cual abre..a los que llaman; pero.una sdla vez, en verdad la segundo; pero nada ms, porque la siguiente es 's$n valor. t,No es la primera suficiente? Tienes lo que ya no merseiast porque arrojaste lo que mae~biste"

A continuacin trata de paliar tan dura doctrina en uno* prrafos aparentemente contradictorios co=n los anteriores. El pensamiNto completo de Tertuliano quedar dero al final del documento. En au momento trataremos de ello.

"Ciertamente no ha de abatirse y destruirse sonstentamente el nimo con la desesparacidn, si alguien fuera deudor de ente segunda penitencia; sabiamente se arrepienta de pecar, pero no se arrepienta de hacer penitencim arrepintase de estar

de nuevo en peligro, pero no se arrepienta de ser

liberados Nadie se avergence; cuantas veces es repite la enfermedad, tanta* veces ha de repetirse la medicina;; nacers grato al Sabor si no recusas lo que el Seor te ofrece; ofendiste, pero puedes todava recolciliarte. Tienes a quien satisfacer, que, en verdad, te es propicio.*

40

"9. Cuanto ms extricta sea la necesidad de esta segunda y nica penitencia, tanto ms laboriosa ha de ser la pQuL>ba, para que no la ofrezca la sola Qonciencia, sino que sea administrada en alGn acto. Este acto se desiqna frecuentemente con una palabra qrieqa, y es la exomologeaia, en el cual confesamos a Dios nuestro pecado, no como O6iF~gxdesconocido, sino pofque.la satisfaceidn queda ordenada por la confesin, a travs de la confesin nace la penitencis, y con la penitencia queda Dios aplacado. La examologenis es pues el arte de hui.tillarae y rebajarse el hombre, y atrae juntamente la misericdrdis; regula su compostura externa y su alimentacidn, manda que se acueste sobre saco y ceniza, que cubra su cuerpo de harapos, que entregue el elma a una tristeza profunda, que aquella que pec se transforme por medio de un trato severo por lo dems, que la comida y la bebida sean lo puramen-te necesario, es decir, no por halago del cuerpo, sino para sostener la vida; nutra adems la oracin con el ayuno;gime, llora y lamntate de dia y de noche ente el Seor, tu Dios; prostrnate ante los presbteros y eurodllate ente loa amigos de Dios, une tu plegaria a la M todos tus hermanos como tus intercesores. Toda esta exomologesis es necesaria para dar valor a la penitencia, para honrar al Seor por el temor del peligro,s para que, hecha pblica, se extinga 4q el pecador el motivo del enojo de Dios, para quelpor medio de la afliccin temporal no podamos decir que burla los suplicios eternas +aino que los borra. Cu a=nto ms humilla al hombre, ms le eleva; cuanto ms le viste suciamente, le vuelve ms limpio; cuanto le acusa, le excusa, cuando le condena, le absuelva. Cree que en tanto mirar Dios por ti en cuanto tu no tengas consideracin de ti mismo.

i+/

'1D. Con todo presumo que muchos esquivan esta

aceidn o la difieren de dia en dla, como s es tratara de subastarse a si mismos, teniendo ms presente su vergenza que su salvacidn;... Ciertamente ofrece grandes ventajas a la vergenza el ocultar el pecado, pero ,pensamos que al sutraer algo al conocimiento de los hombres, lo oeSoltamas tambin a Dios? Hasta tal punto igualemos el conocimiento de los hombres y el profundo saber de Dios? Acaso es mejor permanecer ocul to y condenado que ser absuelto pblicamente?'...

e12. Si te resistes a la exomologeaia, piensa seriamente en el infierno, del cual ella te libsa, para que al imaginarte la magnitud de les penas no dudes el aceptar los remedio# y al considerar aquel cmulo de fuego con aquel humo, las quemaduras que acasiona... (46)

Sigue.una descripci6n muy viva del fuego del infierno.

Para Tertuliano el perddn de los pecados es una consecuencia inmediata de las prcticas penitenciales de escesis y mortificaeidnt A la penitencia le llama "precio", "eompenaacidn", vida antepuesta a la muerte (n 4 y 6)i es nica, pero ha de repetirse cuantas veces sea necesaria, pues "cuan#as veces se repite la enfermedad, otras tantas se repite la medicina" (n 7)= recibe su valor de la exomolopesis, acto pblico de huieiLlecidn grato, a Dios, "en el cual confesamos a Dios nuestro pecado, no como desconocido, sino porque la natiafeceidn queda ord:nada por la confesi6n, a travs de la confesidn nace la penitencia, y con la penitencia queda Dios apla

(4b) R. J. pg. 118 se.

e

cado... Es pues el arte de humillarse y rebajarse el hombre ... necesaria para dar valor a la penitencia... para que .hecha pblica, se extinga en el pecador el motivo de

enojo de Dios..."(n 9) +~,G la pcw~kUU, k-Yvd-"u, ~( hl,,otin, c,., f. p,~,h w A~ !~ ta, wr"-L~Gi~ r. E+e1 C ~~ ~ o

fd yo hay ninguna alusin al perdn ninnuna acci6n que

suponga sacramente, liberacin otorgada en nombre de Dios. No encaja con los textos contemporneos que ya hemos estudirdo,pero si, en cambio, con la doctrina montanista que desarrollar abiertamente muy pocas aos ms tarde en el tratado sabr la modestia. Puede, por tanto, afirmarse que la exomologeaia descrita pot Tertuliano, aun liberndola

de las exageraciones motivadas por el estilo y el tono normaol en el autor, no es la exomologesis catlica, la penitencia pblica exigida para algunos pecados ms graves.# Origenes *arriba unas treinta aios ms tardes

9

(xvw.-ta) *La que dice San Lucas `perddnanoe nuestro* pecados* -ya que los pecados as originan al no pagar lo que debemos-, eso mismo lo dice San tlateo, que no parece re ferirsa a quien sdlo quiere perdonar a loa deudora* arrepentidos, ya que aduce la prescripci6n del Salvador por la cual hemos de aadir a la oracin 'puesto que nosotros perdanaios a todos nuestro& deudores'. Todos, por tanto, tenemos la facultad de perdona=r los pecados que van dirigidos contra nosotros* como parece claro de la enpresidn 'as como nosotros perdonado* a todos nuestros deudores' . Ra aquel sobre quien Jess ao}Yld como ~re los APstoles; y que puede por sus frutos manifestar que ha rer3bido el Espritu Santo y que es ha hacha aspiritual, porque ss conduce por el Espiritu de Dice al nodo del Hijo de Dios en todo lo que razonablemente se ha de hacer, este perdona lo que perdo~ia Dios v retiene lo* petate incurables sirviendo -igual que los prefetaa servian a Dice expresando no sus palabras propias sino las que Dios queria- sirviendo, digo tambin l al nico que tiene potestad de perdonar, que es Dios.

1N

E1 sabor montanist de este prrafo desaparece en el siguiente. Este "hombre que se ha hecho espiritual" es el sacerdote de la Nueva Ley

Q' "E&tas son las palabras que en el Evangelio de

San Juan nos hablen del perdn que han de otorgar los apstoleaa *Recibid el Espritu Santo; a quien perdonareis los pecados les sern perdonados y a quien se los retuviereis les sern retenidos' (Io. XX, 23). Si estas palabras se reciben sin ponderarlas, se acunarla a los apstoles de no perdonar a todos en una especie de amnistia general .y de retener a alqunos sus pecados, eon lo que a causa de ellos tambin Dios se los retiene. Ser pues .~til tomar ejemplos de la Ley pa-ra que se entienda la clase de pedados que Dios otorga a los hombres por medio de los hombres.

SE prohibe a los sacerdotes de la Ley ofrecer el sacrificio por determinados delitos, para que se perdonen. Y jams el sacerdote, que tiene potestad de perdoe

I

nar algunas faltas involuntarias o de ofrecer sacrificios por los delitos, ofrecer sacrificio por el adulterio o el homicidio voluntario o por cualquier delito o pedada mayor. Da la misma manera los apstoles, y los sacerdotes a semejanza de ellos, instruidos por el gran Pontifiee en la disciplina del culto divino y enseadoi por el EapIritu, saben por qu pecados y cuando y como convenga ofrecer el sacrificio y tambin conocen por qu otros no convaga.

Hay algunos que no s cmo de arroqan lo que superaa la dignidad sacerdotal, tal vez sin discernir exactamente la doctrina sacerdotal, y se glorian de perdonar la idolatria, los adulterios y las fornicaciones, COMO Si, con tal de orar por quienes tales males cometieron, se hubiera de perdonar el pecado que lleva a la muerte.Sin duda

no han reparado en la frase 'hay un pecado de muerte y

no es por ste por el que digo yo que se ruegue'. (1 la.. V - 16).". (47)

S,ka ,,-,~ u. uw- a y`''

a]:.gunas dicesis anteriores al S. ZII consideraron imperdonables ciertos pecados graves, ~re ellos el adulterio. Fueron pocas y pronto dejaron de prcticar sta costumbre, come se desprende de un prrafo de la carta que, a finales del ano 251 dirige San Cipriano, Obispo de Cartago, a Antoniano, obispo en la Numidia:

"Por cierto que hubo entre nuestros predecesores al-! gunos obispos aqui, en nuestra provincia, que creyeron no dehian conceder la paz a los adltem s y excluyeron totalmenteC.ds la penitencia al adulterio,. Sin embargo, n.o se seos-=aran del coleqio de sus colegas ni rompieron con la obst.-inaein de su dureza v severidad la unidad de la Iglais catI:ica, hasta el punto de que, por razn de que otros ]1s conced an, el que no daba la paz a los adlteros debiera quedar separado de la Iglesia". (48)

y del "edicto perentorio" que tanto escandaliz a Tertuliana. (Pg. 20).

En todo caso queda claro que el sincerdote tiene poder para perdonar el pecado,no de una forma ca~prichosa,como ya

se vio en el captulo primero; ha de juzgar sw gravedad y,conforme a este juicio y "a la disciplina del culta, divino; retener el pecado.

pntro de todo el cuerpo de la doctrina de Orgenes, no Raa.rece congruente la dureza del partido minoritario de los estrictos. EZ muy posible que al hablar de "aquellos que se

(47) ORI6ENES. "Tratado sobre la Oracin". Ed. Rialp. Madrid.

rQ~p.xY~l1~ e -to.

1966. pg. 204 - 207. Se intenta, no repetir en este capitulo las citas del anterior. El lector sabrp recordarlas

cuando vengan al casa.

(48)"Obras de S. Cipriano". Ed. H.A.C. Madrid_. 5964, pg. 534535. Edidin bilingLe.

arrogan lo que supera a la dignidad sacerdotal" piense en

la absolucin de pecados reservados al Obispo, reserva que suele incluir la penitencia pblica. Por ello, una vez confesado el pedado al sacerdote, si ste "creyera necesario que tu mal sea conocido y curado en presencia de la asamblea reunida, sigue el consejo del mdico experto" (pg. 22), advierte en la FInmiSla XXXVII, y en el comentario el Leitieo aRadet

"En los pecados ms graves se da la penitencia una sola vez; pero en aquellos comunes en que incurrimos frecuentemente, siempre recibimos penitencia y se redimen sin interrupcin" (49)

n que concede la penitencia, al menos una vez, para los pecados ms grave*. Algunas lineas antes recuerda que el da del Juicio final ha de conocerse todo, aun los pecados internos, y que no ser juzgado aquello que ya se someti a la penitencia:

"Oye lo que manda el orden de la ley 'si pec&*, dice, *alguno de ellos, diga el pecado que pec* (Lev. V, 5). Algn maravilloso secreto se halla en este mandar decir el pecado. Ciertamente han de ser dichos en pblico y proferidos todos los que hicimos. Aquello

que hicimos en. ocu.lto, lo que hicimos s6lo en la conversaeidn o cometimos sdlo en el secreto del pensamienta, ser todo publicado y revelado por aquel que es instigador y acusador del pecado. El mismo nos instiga ahora pera que pequemos, y l mismo nos acusar si pecamos. Pero ai en vida nos anticipamos a l y nos volvemos acusa dores de nosotros mismos, escapamos de las maldades del demonio, nuestro enemigo y acusador... Ve por ello c6mo el decir el pecado se merece la remisin del pecado. Porque anticipados el diablo, ya no nos puede acusar en la aeusacidn postrera; el ser acusadores de nosotros mismos, nos aprovecha para la salud; no esperemos a ser a_cusados por el diablo, pues aquella acusacin nos acaYrea la pena". (50)

(49) R. J. pg. 181.

(50) R. J. pg. 179 - 181

Nada ms lejos del texto de Tertuliano con su misericordia alcanzada por la prctica asctica, no otorgada en nombre de Dios.

La numerosa correspondencia conservada de San Cipriano, Obispo de Cartago, abarca desde los comienzos del ao 249 hasta la primavera del 252. Est constituida por cartas que se cruzan entre el Obispo de la principal sede africana y

el clero de su dicesis, el pueblo, los confesores y los mstires, la comunidad de Roma... En ella se expresa con toda cla=ridad la doctrina y la naturaleza de la exomologesis, llamada alguna vez "penitencia plena"s un periodo de tiempo en que se niega la absolucin para que el pecador de muestra suficiente de su arrepentimento y cuya duracin depende de la graveda=d del pecado y de las circunstancias de quien lo cometi. El perdn, la vuelta a l comunin y a la paz, se otorga en pblico por la imposici6n de las manos del Obispo y del clero reunida, clero y obispo que juzgaron antes la gravedad del pecado. Los fieles asisten a esta ceremonia y en cf'7W+u.}+afJhar. algunas cazos -por ejemplo, en le- ..~,.sbaias- intervienen

tambin en el juicio; ningn crimen, ni siquiera la apostaa^, se excluye de la raconcliacin; junto a ella se practica* para pacados memo* graves, la penitencia "no plena" y la simple ahaalucin dada por el sacerdote.

Es lamentable no poder reflejar en los llmitas de ente trabaja la firmeza y uhiverialidad de la doctrina que es desprende de esta copiosa coleccin de caFtas. Tngase ello en

cuente al valarqr la selecci6n de cita* que se transcriben a continuaeidn.

En la carta a Pomponio. Obispo de Dio4niaiena, trata del modo de -proceder con ciartsa virgenes que "se consagraran a C=into, y no conservaron el modo de vida que a tal estado corresponde. A las que no perdieran su integridad, aunque pecaron contra la santa pureza:

'se les admitir a la comunidad de los ieles y a la comunin, con la amenaza, no obstante, de que, si volvieran despus a juntarse con hombres o a cohabitar con

y

ellos en la misma casa y bajo el mismo techo, s les aplicar una censura ms severa y no se les admitir en adelante fcilmente en la Iqleaia.-perdds concedido sin penitencia pblica-. Contina:

Mas aq6ellas que perdieron la virginidad, debern cumplir la penitencia plenarie, pues la que cometid tal crimen es adltera, no parwcon su marido, sino para con Cxistaa por lo mismo. despus de fijar un tiempo justo y hecha la exomologeais, volvern a la Iylesia. Pero si se obstinaren en su pecado y no se aepararen, debern saber que nunca sern admitidas dentro de la Iglesia, mientras perma.wezcan en tal obstinacidn impdica,.. Y no se imaginen que hay para ellos (las virgenas y sus cdmplices) posibilidad de vida y de aalvacidn, a no se someten a los obispos y sacerdotes, puesto que en el Deuteronomio dice el Seort 'Todo el que se ensorberbeciere hasta no obedecer el sacerdote

o al juez, quienquiera que fuere ste ala saz&n. ser

condenado a muerte, y todo el pueblo al escucharlo tendr temor, y no obrarn en adelante im%iamente' (Deut. XVII, 12-13). Dios impuso pena de muerte para los que

no se aometieren a sus sacerdotes y sePSald tiempo de juicio para los desobedientes. Mas, en aquel tiempo, por cierto se mataba con la espada, cuando sn exisfia la

circuncisin carnal; ahora, empero, desde que empezd la circuncisin espiritual para los fieles servidores de Din*, se mata a los soberbios y contumaces con la espada espiritual, arrojndolos de la Iqlesia. Fuera de sta no pueden tener vida, puesto que la casa de Dios-es nica,l~ y fuera de la Iglesia no hay salvacin". (51)

La carta fu escrita el ao 249. ji~, t.CGs~- - - - k~~k/ ~.~.c~4 n r ti

(51) Obras de San Cipriano. Edicin bilinge. Ed. B.A.C. Madrid 1964. pg. 375 - 376.

100

- 41 -

A fines del ao 250 escribe a sus presbteros y diconos:

"...Tembin, por otra parte, he leido la carta comn de los confesores"(los cristianos encarcelados por haber confesado a Cristo)"que me regaron hiciera llegar a conocimiento de todos, y que la paz por ellos otorgada recayera --cubre aquellos de cuya conducta despus del pecado nos constara. Como ente asunto compete a la deliberacidn de todos nosotros, no me atreve a prejuzgarlo y tomar por mi cuenta sola un negocio de deliberaci6n comn. Por lo cual hay que atenerse de momento a las cartas que os he enviado, y de las que he remitido copias a muchos otros colegas. Estos han contestado que les parecia bien lo establecido y que no hablamos de apartarnos de ello hasta que una vez devuelta la paz a-4a por el Seor, podamos reunirnos v examinar cada-una de las causas.le(52)El pecado de que hab&a es el de apostasia pblica, ante los tribunales civiles.

En ]a, carta a Antaniano, Obispo de una regi6n de la Nuaidia, del ao 251.. recopila la doctrina sobre la reeonci.l:iacidn de los "lapa". No concedeiela pez haetaque no pase la persecuddn, a no ser en peligro de muerte:

... difer para, m&* tarde lo que deba reglamentarse sobre las causas de los lapsi, para que cuando se nos diese la paz* y tranquilidad y la bondad divina permitiese a los obispos reunirse, entonces, tratado y pensado en comdn deliberacidn, decidiriamoa lo que haba de hacarees y si alfuno antes de nuestro acuerdo V entes de la sentencia comn pretendiese concede= la carnunin temerriamente a los lapsi, seria excomulgado.

Se aadi, admmets, ante el escrito de Novaciono, que ley en voz alta y firm el presbitero Moiss, entonces todavia confesar y ahora ya martir, que se concediese la reconci]:3acin a los lapsi enfermos en peligro de muerte. Estas cartas fueron enviadas por todo el mundo y llevadas a conocimiento de todas las iglesias y de todos los hermanos,

Con todo, en conformidad con la resolucin antes tomada, apagada ya la persecucin, habiendo posibilidad de reunirse un gran nmero de obibspos que su f y la protecci6n del Seor les consev sanos e inclumes, nos reu -, n3mos. Compulsados los textos de la Sagrada Escritura en largo estudia, consideramos el equilibrio con saludable moderacin, de modo que no se les denegase totalmente a loa lapai la esperanza de la comuni6n y de la par* para que no cayeran en la desesperaci6n y, per derrarlea la vuelto a la Iglesia, se entregasen a una vida da pagsnos, siguiendo el espiritu del siglo; ni tampoco, por otra parte, se aflojase la severidad del evangelio, para pasar a la IIijera a la comunidn, ssino se aIaraass por alqn tiempo la penitencia y se pidiese con dolor el perdn paternal, y se examinasen las causas. las intenciones y las circunstancia* de cada uno, segn ss contiene en un opsculo que creo te habr llegado. Y par si no ae consideraba suficiente el nmero de obispos de Africa, escribimos tambin a Roma sv=bre ente asunto, a nuestro colega Cornelio, que asi mismo, despus de reunir un concilio de muchos colegas, con la misma seriedad y conveniente moderacin, vinieron a coincidir con nuestra decisin.

Se resalvi,hermano caridimo, que, despus de examinada la causa de cada uno, se admitiese de momento a los ltibelatici, y 'a los que sacrificaron se les ayudase en trance de muerte, porque en el infierno no hay exomo-

ir

logesis, ni pued+ bligarse a nadie a penitencia si se sustrae el fruto de la penitencia..."El argumento es muy sencillo; no tiene sentido obligar al pecador a cumplir las normas ascticas de la penitencia, si al fin no alcanza la absolucidn. Sigue la carta&

"... si alguien nos engaHare fingiendo penitencia,

Dios, que no puede ser burlado y que penetra en el corazdn del hombre, juzgar lo que nosotros no penetramos y rectificarfi el Seor la sentencia de sus siervos".e

En las lineas siguientes expresa San Cipriano con toda

claridad que el perdn del pecado procede de la obsolucin legitimamente otorgada, no de las prcticas ascticas que La

___= preceden, al resolver un caso moralt

"Si algunos, pues, se ven atacados por la enfermedad, se les ha de ayudar como se determin. Despus, sin embargo, que se les atendi6 y s+ es di la paz, no los valuad a ahogar, a hacerlos morir, a acelerarles la muerte por la fuerza de nuestras manos, como si, por haberles dado la paz a los moribundos, necesariamente hubieran de morir los que la hubieran recibido, puesto que parece mejor un signo de la piedad divina y de su bondad paternal el que sobrevivan despus de recibir la reconciliacin. Y por eso, si, otorgada la paz, concede Dios un pla=zo de vida,nadie tiene por qu cargar la culpa a los obispos, ya que se decidi de una vez socorrer a los hermanos en peligro de muerte". (53)

La misma doctrina repite ms adelante, en la carta al obispo Fidot

Hemos leido vuestra carta, hermano carisimo, por

(53). pg. 520 - 5.44. Para las citas trascritas: 522-523; 534S35{ 530-531; 529-530.

la que nos domunicais que a cierto presbtero Victor, antes de haber cumplido la penitencia plenaria y de haber dado aatisfaecin al SeRor Dio;, contra el que hable delinquido, nuestro molega Ter,pio le ha dado la paz a la ligera antes de tiempo y con prisa irreflexiva. Ente hacha nos ha impresionado vivamente, por haberse apartado de la autoridad de nuestra deseo, dando la paz entes del tiempo legtimo y pleno de la satisfaccin y sin demanda ni eanacimiento del puabBn, no habiendo urqencia de enfermedad ni otra necesidad,. Pero, despu* de pensar las razones largo tiempo entra nosotros, nos ha parecido suficiente advettir a nuestro colega ,TTerapin que ha obrado a la ligera y prevenirle que no lo repita en adelante; que la paz, con todo, concedida de cualquier modo que sea por un sacerdote del SefSOr, no juzgamos que puede anular**, y, por esa, oe mitimoe a Victor usar la comunin que se le ha co=ncedido. (54)

Paz concedida* como he ha visto unas lineas antes, sin engatlo,cnn verdadero areepentimiento del pedador y pmpaito de ne delinquir ms, auque el jicio del sacerdote que comnoee estos extremos y el pecado cometido no haya respetado el tiempo de penitencia Iegai y su forma ritual externa. Una vez ms aparece la excmologesis como

no necesaria al sacramento de la penitencia cuyos carcter es simplemente disciplinar.

La carta a Atoniano que 161 ha servido de base para resumir el pensamiento de San Cipriano y de la Iglesia de su tiempo termina con unos prrafos que bien pueden ser una eonttrataein a la dureza y f'4&14& de elawridad de Tertuliano

'No se vanaglorien a este respecto los nuevos

(5

Se da fin a este capitunlo con una cita del gran ponti-fice del S. VII San Gregorio Flagno, elegido papa el ano 590. Sus escritos se leern y releern durante todo el medio evo y sern alimento de la piedad cristiana,tanto en los monas-terios como entre el clero secula=r y los simples fieles, a quienes llegarn anos m;s tarde por boca de predicadores ena-morados de la claridad de exposicin del Santo.

Un ano mAs tarde de su dcsignadin para ocupaf la Sede

de Pedro predica a los fieles de Roma un conjunto de sesenta homilas que, unos anos despus, recogi en dos libros. La homilla VI del libra II, veintiseis del total, fu pronunta-da en la baslica de San Juan en la octava de Pascua. En ella expone, de forma magistral, comentando Jn. XI, 43, la actua-ein de la gracia en el sacramento de la penitencia, la accin divina y la necesidad de la absolucin por parte del sacerdo-te.

4... Flas es de saber que los primeros que recibie-ron el Espiritu Santo,para que ellos vivieran santamente y en su predicacin aprovecharan a algunos, despus de la resurreecidn del Seriar, le recibieron de nuevo ostensible-mente, precisamente para que pudieran aprovechar, no a pocas, sino a muchos. Por eso en esta donacin del Espi-ritu se dice: 'Quedan perdonados los pecados -a aquellos a ouffienes vosotros se los perdonreis, y retenidos a qui nes se los retuviereis'.Plceme fijar la atencin en. el ms alto grado de gloria a que fueron sublimados aquellos discipulos, lla-mados a sufri% tantas humillaciones. Vedlos, no slo que-dan seguros ellos mismos, sino que adems reciben la po-testad de perdonar las deudas ajenas y les cabe la suer-te del principado del juicio supremo, para que, haciendo las veces de Dioa, a unos retengan los pecados y se los perdonen a otros.

5. El puesto de stos ocpanle ahora ciertamente en la Iglesia los obispos. Los que son asociados con el r-gimen, reciben la potestad de atar y desatar...

6. Deben, pues, examinar las causas y luego ejercer la potestad de atar y desatar. Hay que conocer la culpa cue ha precedido o quz penitencia ha sequido a ~curda a la culpa, a fin de que la sentencia del pastor absuel-va a los que Dios Omnipotente visita por la qracia de la compuncidn; porque la absolucin del confesor es verdade-ra cuando se conforma con el fallo del Juez Eterno.

.Lo cual significa bien la resurreccin del muerto de cuatro dios, pues ella demuestra que el Senor primera-mente llam y did vida al muerto, diciendo (In. XI. 43):

'Lzaro, sal fuera'; y que despus, el que habla salido afuera con vida, fue desatado por sus discipulos, segn est escrito (In. XI. 44): 'Cuando hubo salido afuera el que estaba atado de pies y manos cjhn fajas, dijo enton-ces a sus discipulost desatadle y dejadle ir'. Ah o te-neis; los discpulos desatan a aquel que ya vivia, al cual, cuando estaba muerto, habla resucitado el Maestro. Si los discpulos hubieran desatado a Lzaro cuand+staba muerto, habran hecho manifiesta el hedor rw~s bien que su poder.

eDe esta consideracin debe deducifse que nosotros,

por la autoridad pastoral, debemos absolver a los que so-nocemos que nuestro Autor vivifica por la_gracia sesci-tante; vivificacin que sin duda se conoce ya antes dela enmienda en la misma confesin del pecado. Por eso, al mismo Lzaro muerto no se le dices Revive, sino: Sal fuera.

En efecto, mientras el pecador guarda en su concien-cia la culpa, sta se halla oculta en el interior, es-condida en sus entranas; pero cuando el pecador voIIunt-riamente confiesa sus maldades, el muerto sale fuera. Decir pues a Lzaros 'Sal fuera', es como si a cualquier

pecador elAramente se dijera^ ^Por qu quardas -tus peca-dos dentro de tu conciencia? Sal ya fuera por la confe-sidn, pues por tu negacin ests para ti oculto en tu

interior. Luego decir: salga fuera el muerto, es decirt confiese el pecador su culpa; pero decirs

ae3ge-etera-e~

muerte desaten los disc-_ulos al que sale fuera, es como decir que los pastores de la Iqlesia deben quitar la pq-na que tupo merecida quien no se avergonz de confesarme."( B 3~

Recurdese &l tono de homila de este texto y que San Gregorio habla en l de la "qracia sascitante", idea clave que impide cualquier tergiversacin del pensamiento del Pontfice en aquella manana de un da de Cuaresma del ano 591, ante sus fieles de Roma en la basilica costantiniana de San Juan.

(831 "Obras de San Gregor.io". Traduccin dn Pe+uJ_ino ,-ullardo. Ed. 9.A.C. Madrid. 1950. pg. 663 - 6G5

FINAL

AL comienzo de estas pginas se decas en forma esque-mtica es pueden apreciar dos actividades en torno al queha-cer del histori,dort recogida de datos e interpretaci6n de los mismos. A continuacin se expona el mtodo de estudio: superposicin de los diversos campos que proporciona cada no-ticia concreta, con su forma y colorido, para conseguir as una imagen final, una totalidad coherente, que sea manifes-taeidn de cmo sucedi en realidad el hecho o la sucesin de accidentes histricos en estudio.

Se ha intentado hacer esto, en relacin con la confe-sin sacramental, en las que siguieron. Pero con dina idea do-minan-te= presentar el mosaico, lo ms claro posible, reducien-do al mnimo la interpretacin y el comentario; dejar que los documentos hablen por si solos sin desarraigarles, a la vez, de su entorno vital; ofrecer al lector la experiencia, sin duda muy a=gradable, de perseguir, casi como en una novela de misterio, lo sucedido hace tantos siglos.

El trabajo no ha carecido de exfuerzo, y ello justifica este ltimo comentario.

La recopilacin de rextos ha supuesto muchas horas de

- 78 -

lectura, de traduccin y de trascripcin, tareas no siempre gratas. La clasificaci&n del material recogido y su estudio origin esos momentos de desaliento, clsicos en la inves-tigacin, en que las fichas, el papel, emborronado con una in-tuieidn, las notas tomadas apresuradamente, parecen desbordar definitivamente el poder de sintesis de la mente.

Por ltimo fu necesario enfrentarse con la ms dificils seleccionar. Elegir,entre todq lo mejor, lo ms oportuno, lo que, sin eliminar ningn dato, permitiera no cansar al lector con interminables repeticiones, aun siendo la misma repeticin ya un dato. En este aspecto se ha seguido un criterio riguro-so que exigid, no pocas veces, la generosidad de dejar en el archivo -quien sabe si quiz para siempre- material acumulado con esfuerzo.

Si las lineas hasta ahora escritas parecen fciles, no lo fue su elaboracin. En ella sirvieron siempre de aliento las siguientes palabras de la Constitucin ~Dei Verbum", redacta-das en el ltimo Concilio y selladas por el anillo de Pedro&

"Dispuso Dios benignamente que todo 10