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    Paisaje y conjuntos arqueolgicos. Reflexiones a partir de una lnea de

    investigacin

    Florencio Zoido Naranjo

    1. Justificacin

    La relacin entre paisaje y conjuntos arqueolgicos es interesante y su

    planteamiento conveniente para resolver determinadas cuestiones existentes en la

    actualidad, especialmente en Espaa; adems, es posible extender este punto de

    vista a otros casos y contextos; se conocen algunas experiencias previas o

    contemporneas (Stonehenge, 2000; Criado Boado, 1986; Snchez Palencia,

    2000; Serna, 2008; Martnez, 2009) a los estudios de los que se da cuenta en el

    presente escrito.

    Varias razones principales avalan la afirmacin anterior; en primer lugar

    algunos de los debates actuales sobre el concepto de paisaje (dimensiones

    objetiva y subjetiva; origen artstico y utilizacin actual; trayectoria cientfica

    experimental frente a la primaca reciente de los contenidos culturales, etc.)

    pueden ser iluminados desde la perspectiva relacionante aqu adoptada. Por otra

    parte, en los estudios e investigaciones sobre paisaje con propsito de

    aplicabilidad de los conocimientos a la planificacin y gobierno del territorio

    (nuestro particular enfoque), la relacin que establece la nocin de paisaje con

    los lugares de alto valor patrimonial (conjuntos arqueolgicos, conjuntos

    histricos, bienes de inters cultural o monumentos destacados) muestra sus

    virtualidades o utilidades y lo proyecta, potenciado, hacia otras finalidades

    tambin necesarias, aunque quizs menos prestigiadas.Para el conjunto arqueolgico que se considere, tener en cuenta su

    dimensin paisajstica, puede representar nuevas oportunidades en diferentes

    planos: de comprensin o explicacin de su sentido originario (la eleccin de su

    Este texto ha sido publicado por la Editorial Abada de Madrid en Javier Maderuelo, Paisaje yPatrimonio, cfr. pgs. 199-240. De la presente versin se han eliminado las ilustraciones. Es una reflexinpersonal sobre un trabajo colectivo, una lnea de investigacin continuada en la que han participadodiferentes personas adscritas al Centro de Estudios Paisaje y Territorio y colaboradores. En gran medida

    las ideas sobre concepto y mtodos que se exponen proceden de los estudios que ms adelante semencionan, aunque la responsabilidad sobre lo expresado en este texto recae exclusivamente en quien lofirma.

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    situacin y emplazamiento, las funciones atribuidas) y de su evolucin

    posterior (razones del abandono o de su continuidad; de insercin o adecuacin a

    las estructuras territoriales subsiguientes; de gestin actual, en una coyuntura en

    la que crece la demanda social de su conocimiento o disfrute, aumentando porello el nmero de visitantes y las exigencias de accesibilidad). En general, tener

    en cuenta el paisaje de un conjunto arqueolgico ampla, intelectual y

    materialmente, las posibilidades de su comprensin, proteccin, gestin y

    ordenacin.

    La referencia especial a Espaa en el primer prrafo de este escrito

    encuentra su justificacin en un doble argumento. Por una parte en la

    insuficiencia de los conceptos legales actualmente existentes; encaminados

    exclusivamente a la proteccin de determinados lugares, con una visin reducida

    estrictamente al objeto considerado BIC (monumento, sitio histrico, etc.),

    reforzada por un entendimiento restrictivo del concepto de entorno (Ley 16/85

    art. 17), en general insuficientemente desarrollado en tentativas autonmicas

    posteriores a la ley bsica mediante conceptos poco ajustados a la cuestin que

    aqu se trata (zona patrimonial, zona arqueolgica, parque cultural o

    arqueolgico, entre otros); algunas normas autonmicas ms recientes relativas al

    patrimonio histrico o cultural (Cantabria, 1998; La Rioja, 2004; Navarra, 2005;

    Murcia, 2007; ver Rodrguez Rodrguez, 2008) incorporan el trmino paisaje en

    sustantivo aunque adjetivado como cultural, es decir definen una nueva figura

    de proteccin aplicable a determinados lugares, pero sin alcanzar el sentido

    general que tiene el concepto de entorno para todo BIC. Todo ello parece apuntar

    que la idea de paisaje ha estado rondando en los propsitos de las autoridadescompetentes, aunque no han acabado de decantarse claramente por ella. En

    segundo lugar por la situacin dominante de acoso y deslegitimacin de los

    valores patrimoniales presentes en los bienes culturales a causa de la

    proliferacin de construcciones y por el desorden territorial adyacente; segn se

    ha puesto de manifiesto reiteradamente en los ltimos aos en debates y

    polmicas pblicas, con gran repercusin en los medios de comunicacin, en

    numerosos casos (Madinat al-Zahra, Numancia, Vega de Toledo, etc.).

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    Sobre algunos de estos hechos, y con las ideas que siguen como punto de

    partida, han trabajado los investigadores del Centro de Estudios Paisaje y

    Territorio (en adelante CEPT), en general requeridos por las administraciones

    responsables de mantener y mejorar los valores patrimoniales de determinadosbienes culturales, conjuntos urbanos histricos y conjuntos arqueolgicos,

    principalmente.

    2. Sntesis de antecedentes1

    La lnea de investigacin que se presenta comienza a finales de los aos 90

    con una ayuda pblica concedida para estudiar las relaciones entre paisajes y

    conjuntos urbanos histricos andaluces y termina (por ahora, en 2009) con un

    trabajo sobre el conjunto arqueolgico de Itlica en apoyo de su Plan Director,

    actualmente en tramitacin. Los estudios realizados han sido los siguientes:

    - 1998, Propuesta tcnico-metodolgica para la integracin paisajsticade los centros histricos andaluces (Consejera de Obras Pblicas y

    Transportes. Junta de Andaluca).

    - 2004, Gua del paisaje cultural de la ensenada de Bolonia, Cdiz(Instituto Andaluz de Patrimonio Histrico).

    - 2004, Estudio sobre la relevancia paisajstica de Madinat al-Zahra(Direccin del Conjunto Arqueolgico).

    - 2008, El paisaje en el conjunto arqueolgico de los dlmenes deAntequera (Consejera de Cultura, Instituto Andaluz de Patrimonio

    Histrico y Direccin del Conjunto Arqueolgico).

    - 2009, El paisaje en el conjunto arqueolgico de Itlica (Consejera deCultura y Direccin del Conjunto Arqueolgico).

    Estos trabajos y algunas publicaciones basadas en ellos son citados con

    mayor precisin en la bibliografa que acompaa a este escrito. En ellos han

    participado cinco investigadores del CEPT (J.V. Caballero Snchez, I. Garca

    Vzquez, J. Rodrguez Rodrguez, C. Venegas Moreno y F. Zoido Naranjo) y tres

    colaboradores (I. Durn Salado, V. Fernndez Salinas y E. Lpez Martn),

    1

    Casi todos los hechos e ideas expuestos en este pargrafo han sido publicados con anterioridad(Caballero y Zoido, 2008); se sintetizan y completan aqu con el propsito de establecer el hilo conductorde una reflexin que conduce a planteamientos ms recientes no expuestos anteriormente.

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    durante algo ms de una dcada. Todos los estudios fueron propuestos por los

    organismos administrativos citados (si bien con recursos y duraciones dispares)

    gracias a lo cual se ha podido crear una continuidad de investigacin colectiva y

    pluridisciplinar (antropologa, arqueologa, arquitectura, geografa e historia)poco frecuente en el panorama cientfico espaol, particularmente en ciencias

    sociales y humanidades.

    La lnea de investigacin se forma por encargos sucesivos, a partir de sus

    resultados y difusin, no haba sido predeterminada. Es decir, el aprendizaje y los

    avances en la misma se van produciendo conforme se realizan los estudios en un

    centro de trabajo en proceso de formacin y dedicado a la investigacin aplicada,

    concretamente a suministrar criterios paisajsticos a las actuaciones pblicas, en

    este caso principalmente para la proteccin de unos determinados bienes

    patrimoniales, los conjuntos arqueolgicos.

    Otros estudios realizados por los investigadores del CEPT han apoyado,

    indirectamente, esta lnea de investigacin, principalmente los siguientes:

    - 2003, Reconocimiento de los recursos paisajsticos del Parque NaturalSierra Norte de Sevilla (J. Rodrguez y C. Venegas, encargado por la

    Diputacin Provincial de Sevilla); estudio cuyo propsito principal

    queda expresado en su ttulo pero que tambin plantea cuestiones

    relativas a los bordes de ncleos urbanos de alto valor patrimonial como

    Cazalla de la Sierra y Constantina en la provincia de Sevilla.

    - 2007, Tesis Doctoral de J.V. Caballero, La perspectiva hermenetica enGeografa. La aportacin del Tableau de la Gographie de la France

    (Universidad de Sevilla), que aborda la descripcin interpretativa de lospaisajes; cuestin de gran inters para el tema aqu tratado.

    - 2008, La situacin del paisaje en Espaa. Lneas de actuacin para laaplicacin del Convenio Europeo del Paisaje (Ministerio de Medio

    Ambiente); trabajo con diversos componentes de carcter metodolgico,

    jurdicos y de aplicacin de los conocimientos; de inters tambin en

    relacin con algunos de los argumentos que se desarrollan en el presente

    escrito.

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    - 2010 (en realizacin), Inventario de recursos paisajsticos deAndaluca (Consejera de Medio Ambiente); estudio en el que se

    pretende dar contenidos informativos concretos a las nociones de

    identificacin, caracterizacin y cualificacin incluidas en elConvenio Europeo del Paisaje (Florencia, 2000), vinculndolos a un

    sistema de informacin geogrfica, de modo que sea posible conocer en

    trminos cuantificados las dinmicas que afectan a los distintos paisajes,

    para evaluar las acciones y polticas encaminadas a su proteccin,

    gestin y ordenacin.

    Se trata, en suma, de un proceso intelectual de decantacin y maduracin deideas, conceptos, mtodos y propuestas de actuacin que no se considera

    terminado. Posiblemente nuevas oportunidades de estudio relativas a otros

    lugares con valores culturales semejantes pero con diferente base natural y

    trayectoria histrica peculiar, por ejemplo la Alhambra de Granada o el Castillo

    de Doa Blanca, asentamiento fenicio en el borde de la Baha de Cdiz,

    aportaran mayor riqueza y profundidad a los conocimientos adquiridos.

    3. El paisaje segn el Convenio de Florencia

    Si se entiende el paisaje tal como lo define el Convenio de Florencia (BOE

    n 31 de 2008): cualquier parte del territorio tal como la percibe la poblacin y

    cuyo carcter sea resultado de la accin y la interaccin de factores naturales y/o

    humanos (art. 1), esta nocin contiene al menos tres partes:

    - la primera objetiva (cualquier parte del territorio),- otra subjetiva (tal como la percibe la poblacin),- y una tercera causal (resultado de la accin y la interaccin de factores

    naturales y/o humanos).

    Esta definicin, ampliamente aceptada, con mnimas crticas y posibles

    desarrollos futuros (sustentables en las referencias a la poblacin en singular en

    la versin oficial inglesa, pero en plural en la versin oficial francesa- y en eltrmino carcter, sobre el que, sin duda, se pone el nfasis o responsabilidad de

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    la concrecin) supera una reiterada apelacin a la polisemia del concepto, aserto

    que ha provocado interminables y estriles debates meramente nominalistas e,

    incluso, su rechazo al tildarlo de trmino ambiguo, confuso y hasta endeble

    (Bertrand, 2008).El Convenio Europeo vincula la idea de paisaje a todo el territorio (art. 2),

    abarcando reas naturales, rurales y urbanas, comprendidas las zonas terrestre,

    martima y las aguas interiores, al tiempo que seala que deben considerarse

    paisajes tanto los lugares excepcionales como los comunes o cotidianos e,

    incluso, los degradados.

    Este entendimiento del paisaje lo considera, por tanto, como un hecho

    dinmico en el que se cruzan, con diferentes temporalidades y ritmos de

    evolucin, tres tipos de componentes:

    - los que forman la base natural de todos los territorios (geolgicos,climticos y biticos);

    - los cambios y formas introducidos en dicha base natural por la accinhumana, vinculados principalmente a la ocupacin (asentamientos, vas

    de comunicacin) y a las funciones productivas asignadas a cada

    territorio (usos del suelo, parcelacin, etc.);

    - las atribuciones de valor hechas por la poblacin a los diferenteselementos y partes del territorio o al conjunto del mismo; tanto de tipo

    utilitario como simblicas.

    En el foro en el que se presenta este escrito es preciso aadir que si bien la

    idea de paisaje es histrica (Berque, 1994), es decir aparece en cada cultura en

    momentos diferentes, y ha llegado a las civilizaciones occidentales a travs del

    arte (Maderuelo, 2005), existen en el trmino actitudes y resonancias anteriores

    (Conan, 1999), presentes en su raz semntica (pagus, pas), pero sobre todo

    manifestadas implcita o explcitamente por los humanos como percepcin

    insoslayable de su marco vital o como asombro ante la naturaleza que los rodea

    (Watsuji, 2006; Zoido, 2009). Igualmente es imprescindible tener en cuenta la

    evolucin semntica del trmino, los nuevos significados atribuidos por

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    determinados grupos sociales o por el conjunto de la sociedad, que quedan

    recogidos en los diccionarios (J.R. Pitte, 2003), hasta el punto de que, en la

    mayora de ellos, la acepcin artstica ya no es la que aparece en primer lugar.

    Nuestro inters por el paisaje, reconociendo su trayectoria artstica ycientfica y valorando su gran prestigio cultural en el momento presente, est en

    incorporarlo a la prctica de la ordenacin territorial con una doble utilidad

    principal; como concepto de amplio sentido que permite valorar la coherencia

    existente entre los elementos naturales del territorio y el artificio humano

    sobrepuesto en l y, por otra parte, como expresin de la calidad de dicho

    territorio. Como acertadamente ha sealado A. Phillips (2007), el Convenio de

    Florencia crea un nuevo marco intelectual compartido para un concepto que ha

    sido durante mucho tiempo una nocin resbaladiza; el difcil consenso

    alcanzado con dicho acuerdo internacional puede servir para afrontar la

    insoslayable tarea de la gobernanza territorial y a ello se disponen numerosos

    cientficos, intelectuales y responsables pblicos en Europa en la actualidad. El

    influjo de este nuevo acuerdo internacional ha llegado tambin a Amrica, del

    Norte (2000) y del Sur (s.f.), y a Australia (2009).

    4. Contribuciones del paisaje al conocimiento y gestin de los conjuntos

    arqueolgicos

    Partiendo de la posicin intelectual recogida en el apartado anterior y de los

    estudios mencionados, entendemos que la consideracin del paisaje en los

    conjuntos arqueolgicos puede contribuir, de una parte, a su mejor conocimiento

    (descripcin y explicacin) y de otra, a su preservacin como bienes de interscolectivo.

    4.1. Paisaje y comprensin de los conjuntos arqueolgicos

    La eleccin en pocas pasadas lejanas (prehistoria, antigedad, medievo) de

    la situacin y el emplazamiento de un asentamiento humano se haca desde un

    minucioso conocimiento del territorio, tanto si se trata de lugares seleccionados

    en un acto fundacional, como si dicha opcin se produca por tanteos o

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    aproximaciones sucesivas. Existen sin duda numerosos ejemplos de fracaso o

    abandono de lugares explicados por causas diversas, pero la continuidad de

    innumerables asentamientos antiguos muestra con gran frecuencia la sabidura y

    el acierto en las opciones tomadas. En el caso de asentamientos a los que seatribuyeron funciones estratgicas (de dominio, defensivas) o simblicas

    (santuarios, templos, necrpolis), la localizacin es escogida no slo por sus

    ventajas posicionales generales y productivas (salubridad, disponibilidad de agua

    y alimentos, comunicacin), sino tambin por razones de prestigio (presencia,

    exhibicin) y esotricas (mgicas, religiosas).

    Tener en cuenta el contexto territorial y paisajstico de un conjunto

    arqueolgico aumenta las posibilidades de comprender los valores de su

    situacin geogrfica, es decir de su posicin relativa respecto a otros hechos de

    similar importancia o magnitud presentes en dicho contexto y, a travs de ella, de

    su sentido funcional originario como ncleo de poblacin. Un asentamiento

    pequeo, de horizontes terrestres cerrados, pero abierto al mar, como Baelo

    Claudia en la ensenada de Bolonia, se explica ante todo por la tranquilidad de las

    aguas interiores y su riqueza ictcola (pesca de atunes), as como por su

    accesibilidad martima (corrientes y vientos) que facilita la exportacin del

    garum o pasta de pescado sazonada; expresado en trminos actuales Baelo

    Claudia era una pequea ciudad al servicio de una factora de conservas de

    pescado, funcin que ha continuado a lo largo del tiempo y que sigue presente en

    la costa gaditana en asentamientos con mejor accesibilidad terrestre.

    La situacin de Itlica es fruto de una opcin estratgica tomada en un

    contexto de dominio militar a finales del siglo III a. C.; inicialmente es unoppidum turdetano y un campamento romano, situado en proximidad de varias

    unidades territoriales (Aljarafe, Vega del Guadalquivir, Campo de Tejada y

    Sierra Morena) con caractersticas constitutivas (geologa, suelos, aguas) y

    posibilidades agronmicas bien diferenciadas. De gran valor explicativo es

    tambin su relacin con la accesibilidad fluvial (a un antiguo cauce o madre vieja

    del Guadalquivir) y terrestre (a la Va o Ruta de la Plata) en proximidad de

    Hispalis, asentamiento urbano principal. Determinadas circunstancias posteriores

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    (lugar de nacimiento de Trajano y Adriano) impulsan, mucho ms adelante (s. II

    d.C.), la construccin de una nova urbs ennoblecida que por su emplazamiento

    en una primera cornisa del Aljarafe, gozar de amplias vistas sobre la vega o la

    ciudad principal y ser visible desde ellas.En esta ltima condicin de ncleo palaciego se apoyar la situacin de

    Madinat al-Zahra, ciudad omeya efmera (poco ms de 50 aos de existencia),

    prxima a la capital del califato (Crdoba), al ro Guadalquivir, con su feraz

    vega, y a Sierra Morena, mbito rico en agua, materiales de construccin y caza.

    Las relaciones fundacionales de los lugares escogidos con los elementos

    territoriales estructurantes y con las que, en terminologa actual, llamaramos

    diferentes unidades de paisaje, muestran las causas intervinientes en la eleccin

    de su situacin; pero es la seleccin del emplazamiento (lugar exacto o marco

    topogrfico concreto de localizacin) el hecho que les otorga una especfica

    dimensin paisajstica, principalmente en relacin con su forma fsica y con las

    posibilidades creadas por las relaciones de intervisibilidad; es decir, con las

    capacidades que se adquieren tanto al poder ver y observar el espacio en torno

    (cuenca visual) desde el sitio elegido (visin desde dentro hacia fuera), como de

    ser visto (visin desde afuera).

    El emplazamiento determina en multitud de ocasiones la forma del

    asentamiento en sus dimensiones bsicas (extensin, altura de la edificacin) y

    establece pautas significativas para sus trazas (localizacin de edificios

    principales, pendientes y alineaciones de calles, ubicacin de espacios libres y de

    construcciones defensivas, accesos al agua o a las vas de comunicacin, entre

    otros). Estos hechos vienen siendo cuidadosamente analizados por arquitectos,gegrafos e historiadores estudiosos de la morfologa urbana (Sitte, 1889;

    Lavedan, 1926; Panerai, 1983; Capel, 2002, etc.); todos ellos tienen una

    indudable repercusin paisajstica, pero morfologa urbana y paisaje urbano no

    deben ser confundidos. Lo que convierte a las formas urbanas en paisaje urbano

    es la circunstancia o intencin de ser o hacerlos notorios a partir de su visibilidad

    y su connotacin posterior como hechos conspicuos.

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    En la mayora de los estudios realizados en la lnea de investigacin sobre

    paisaje y conjuntos arqueolgicos se pone de manifiesto una alta (Itlica,

    Madinat al-Zahra) y especial (Dolmen de Menga en Antequera) visibilidad del

    asentamiento investigado o, si se prefiere, la ntida intencin en la eleccin de susemplazamientos de conseguir visibilidades excepcionales, no slo

    cuantitativamente (alcance longitudinal de las vistas, extensin superficial del

    espacio visto, convergencia de ejes visuales), sino tambin cualitativamente

    (diversidad constitutiva o funcional de los mbitos visibles, dominio de lugares

    de paso, condicin de lugar conspicuo).

    Tomando como base estas observaciones surge la necesidad de reflexionar y

    profundizar en lo que poda significar la visibilidad para los habitantes de dichos

    asentamientos en pocas pasadas, tanto en relacin a lo que ellos vean como

    hasta qu punto y de qu manera queran ser vistos. Determinadas escuelas o

    corrientes de estudio existentes en Arqueologa estn desarrollando actualmente

    este enfoque (Criado, 2002; Garca Sanjun, 2000, y Orejas, 2009), pero

    conviene tambin hacer aportaciones desde un punto de vista terico

    exclusivamente paisajstico, al margen de los distintos momentos histricos o

    localizaciones geogrficas. Qu repercusiones tena ver y ser visto, en etapas

    histricas en las que la capacidad tcnica era mucho menor y las mentalidades

    ms mitificadoras?

    Ver, antes y ahora, es querer conocer, intentar saber2. Desear ser visto es

    promover el propio reconocimiento. Estas dos actitudes no aparecen siempre

    unidas; se puede querer ver sin ser visto o poner nfasis para que un lugar brille o

    resplandezca sin que vaya unido a la visin propia. Es fcil encontrar ejemplosde ambas finalidades. Si se tiene o se pretende lo que, con palabras actuales, se

    llamara dimensin paisajstica, ambos propsitos suelen aparecer juntos; que

    algo se vea sin inducir la visin propia es slo utilizar el paisaje, caso de la

    2 Tomo esta idea fundamental de una pancarta: Queremos ver, queremos saber, desplegada en unacampaa ciudadana realizada por Ben Baso, asociacin de profesores para la difusin y proteccin del

    patrimonio histrico, ante la ocultacin tras unas vallas enteladas de las obras del proyecto llamadoMetropol-Parasol en la plaza de la Encarnacin de Sevilla con incidencia sobre importantes restosarqueolgicos de origen romano.

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    publicidad, aunque en ocasiones la ms ostentosa consiga cierta notoriedad

    paisajstica .

    Para entender con precisin y en toda su riqueza de sentido qu significa ver

    y ser visto en relacin con un determinado asentamiento humano esimprescindible relacionarlo con los conocimientos que se posean de la cultura, la

    sociedad o el pueblo que lo erige; tal puede ser la labor de los historiadores y

    arquelogos en relacin con lugares de antiguo poblamiento y de los socilogos

    o antroplogos para las manifestaciones recientes o actuales; no se pretende

    improvisar aqu dichas tareas. No obstante desde que se construy el cromlech

    de Stonehenge o el dolmen de Menga (aprox. 2500 a. C.) hasta que se realicen

    las representaciones presidenciales estadounidenses de Mount Rushmore en

    Dakota del Sur (1927), pasando por las pirmides egipcias, el Partenon o

    Madinat al-Zahra, se puede rastrear y poner en evidencia una clara intencin

    paisajstica (lvarez, 1992), es decir, una determinada actitud, sostenida en el

    tiempo.

    Ver desde un sitio privilegiado para tal fin y convertido en lugar preferente

    como hbitat es controlar el mbito ms prximo del que se depende

    estrechamente. Es observar y saber qu sucede en el; no slo de forma continua,

    cotidiana o regular, sino tambin en relacin con determinadas horas del da y

    con el paso del tiempo, a lo largo del ao y en la sucesin de estaciones e,

    igualmente, en situaciones especiales crticas, por causas festivas, blicas o

    catastrficas. Es saber qu est sucediendo en el espacio visto en cada momento;

    qu o quin entra, sale o pasa; si se estn realizando las tareas necesarias; si todo

    ocurre como se ha previsto o si se ha producido alguna incidencia o amenazaque requiere algn tipo de respuesta.

    Segn esto ltimo, ver es tambin dominar el espacio visto para actuar; con

    toda la amplitud de posibilidades de esta ltima palabra, principalmente en

    momentos determinados, con mayores oportunidades o de alto riesgo; ocasiones

    para conseguir un recurso que se presenta espordicamente (caza, botn) o para

    atajar el peligro en situaciones de emergencia. Multitud de asentamientos

    antiguos seleccionaron un emplazamiento prominente con la finalidad principal

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    de defenderse mejor; defender el lugar en el que se reside y el terrazgo del que

    depende la supervivencia; defenderse significa tambin preparar la forma de

    resistir, obstaculizar la llegada o proximidad del atacante3.

    Ser visto o mejor dicho, querer ser visto, es una actitud que corresponde apropsitos o deseos humanos muy distintos a los de ver. Se trata ante todo de

    una afirmacin, ms o menos explcita, de la identidad. Mientras con la accin de

    ver se busca saber o conocer para orientar la actuacin propia, las formas o actos

    que propician ser visto pretenden ante todo el reconocimiento exterior, la

    identificacin por otros. En los casos que nos ocupan no se trata de la visin

    personal o del individuo, sino la de su obra, de las construcciones o marcas

    realizadas en el territorio para que sean vistas, de convertirlas en seales o signos

    que se proyectan para la visin exterior con el propsito de que se les atribuya un

    significado. Edificios o marcas en el territorio propio se convierten en

    monumentos-mensaje, segn la acertada expresin de Regis Debray (Paysages

    - Neuchtel, 2010).

    Ese mensaje puede ser portador de distintas informaciones, las ms

    primarias o muy simples (este es el sitio, estamos aqu) se consiguen con la

    visibilidad que proporciona la altura, con un destello (ver Garca Sanjun, 2008),

    o con una forma llamativa o infrecuente que atrae la mirada y que es

    inmediatamente interpretada como humana (Glacken, 1967)). En los casos

    estudiados por nosotros se pone a veces de relieve la importancia de las formas

    del lugar, al menos en la medida en que se conocen hechos suficientes para

    interpretarlas; en los dlmenes de Antequera es la forma tumular, perfecta y

    suavemente redondeada, lo que contrasta con el carcter pando de la Vega y conlas formas abruptas de los montes que establecen el fondo escnico; en el caso de

    Madinat al-Zahra la blancura de los materiales constructivos y la geometra

    regular de las edificaciones crearon un fuerte contraste con el oscuro teln de la

    3 Impresiona la descripcin que hace un cronista blico, Vasili Grossman, de la expresin cotadominante: Este lugar est rodeado de un grueso crculo, tanto en los mapas rusos como alemanes. - desde la cual se divisa el Volga, sus dos orillas y toda la ciudad [Stalingrado]. Y en la

    guerra todo lo que se domina se bate. Son dos palabras terribles: . Aos de Guerra,Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2009, cfr. pg. 232 (edicin original en ruso, Mosc 1942). Subrayadonuestro.

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    Sierra Morena prxima, efecto aludido reiteradamente en los textos de viajeros y

    literatos de la poca que narraron o alabaron la belleza de la ciudad (Valencia,

    2010).

    Desde hace mucho tiempo los seres humanos han utilizado el territorio y lohan convertido en paisaje lanzando a travs de l informaciones cargadas de

    intenciones ms complejas que manifestar la existencia: Estamos aqu casi

    nunca es slo una identificacin de la presencia, sino que generalmente va

    acompaada de otras informaciones: somos fuertes, estamos en la cota

    dominante.Los emplazamientos seleccionados, junto a las formas construidas,

    buscan expresar las capacidades propias. Se marca el terreno con grandes

    piedras, con figuras enormes que infunden temor, con altos muros erizados de

    almenas y grandes torres puntiagudas que sugieren fortaleza y prestigio.

    Adems, en no pocas ocasiones, las marcas trazadas o los edificios

    levantados estn orientados, miran, hacia el hito ms significativo del relieve

    visible, hacia los puntos en los que el orto o el ocaso de los principales astros (el

    sol, la luna, determinadas estrellas y constelaciones) marcan el paso del tiempo o

    el cambio de las estaciones y con ellos atribuciones trascendentes de vida o de

    muerte. Es decir, lo que se hace para que sea visto puede estar transmitiendo

    tambin mensajes esotricos, dirigidos no slo a los hechos o los seres a los que

    atribuye valores sobrenaturales, sino al propio colectivo y a otras personas que

    vean dichas manifestaciones para sealarles una relacin con lo trascendente que

    hace ms fuerte y prestigioso a quien traz estas marcas o levant estos edificios.

    La unin entre los propsitos que quedan reflejados en la actitud de ver y

    los que son propios de ser visto connota fuertemente al conjunto de la cuencavisual; especialmente en aquellos mbitos que, por las peculiaridades de su

    conformacin natural, se convierten en territorio o en hinterland, es decir, en el

    espacio propio, considerado idneo para el desarrollo de un grupo humano, o en

    el necesario para el ejercicio de la funcionalidad atribuida a un determinado

    asentamiento. Tal es la enseanza profunda que relaciona la nocin de paisaje, a

    travs de la funcionalidad, con la de espacio vivido o marco vital de un pueblo o

    una sociedad; este argumento ser desarrollado ms adelante.

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    4.2. El paisaje y la proteccin, gestin y ordenacin de los conjuntos

    arqueolgicos

    En el ordenamiento jurdico espaol la inclusin de la nocin de entorno(art. 17 de la Ley 16/1985) supuso un avance respecto al entendimiento anterior

    del monumento o bien cultural aislado y considerado en s mismo. Pero si se

    analiza con detenimiento dicho artculo y las referencias al rea a la que

    pertenece, los accidentes geogrficos y el paraje natural que lo conforma,

    todo parece indicar que se tuvo en mente la idea de paisaje y finalmente se la

    obvi. El tiempo transcurrido desde la aprobacin de esta importante ley, los

    tanteos realizados en algunas normas posteriores y, sobre todo, la evolucin de

    los propios hechos muestran la actual insuficiencia del concepto de entorno y la

    necesidad de dar entrada en la normativa sobre patrimonio cultural a la nocin

    de paisaje.

    Efectivamente, incorporarla a la proteccin de los bienes de inters cultural

    puede permitir no slo la necesaria ampliacin del concepto jurdico ya

    establecido de entorno, sino una mayor justificacin de las normas de proteccin,

    al vincularlas a relaciones explicativas del sentido funcional con el que un

    determinado bien patrimonial fue concebido y por el que se hace plenamente

    comprensible. Frente a la nocin de entorno, que sugiere nicamente la

    dimensin espacial prxima, la de paisaje contiene mayores posibilidades

    relacionales; de visibilidad y de localizacin, relativas a los usos del suelo y a la

    funcionalidad en trminos territoriales, principalmente; tal como queda expuesto

    en el apartado anterior al hacer referencia a la situacin, el emplazamiento, laforma y la orientacin de los conjuntos arqueolgicos estudiados.

    Estas caractersticas son especficas de cada lugar y muy diferentes segn el

    contexto en el que aparezca cada conjunto arqueolgico: aislado en medio del

    campo, en un borde urbano o rodeado de los edificios de una ciudad. Las

    circunstancias de cada lugar y los atributos que hacen distinto el carcter de su

    paisaje establecern en cada caso qu hechos son significativos, para dichas

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    relaciones y, a partir de ellas, para definir intervenciones compatibles o distancias

    de respeto.

    En este ltimo aspecto los estudios realizados muestran siempre la primaca

    de las condiciones particulares de cada lugar, pues las caractersticas de suespecfica conformacin natural (formas del relieve, materiales constitutivos,

    pendientes, etc.) y las propias del artificio humano sobrepuesto (delimitacin y

    divisin del terreno, construcciones, espacios libres) en etapas diferentes y con

    propsitos distintos son las que deben ser relacionadas con las formas, funciones

    y usos del suelo actuales, con la continuidad visual y con la estructura u orden

    territorial de conjunto existente. Dichas relaciones, expresadas en trminos

    reales, son las que tienen que ser interpretadas para proponer mbitos de mxima

    proteccin, de gestin compatible y de ordenacin.

    No obstante, en determinadas situaciones ( por ejemplo en un lugar que

    debe ser protegido preventivamente y todava no cuenta con excavaciones o

    estudios suficientemente detallados), puede ser necesaria la aplicacin de

    parmetros genricos, es decir de unas distancias mnimas de respeto que no

    deben ser rebasadas; aunque este recurso tenga siempre una componente

    convencional, en la prctica administrativa y de gestin, resulta con frecuencia

    imprescindible, al menos como cautela que exige, posteriormente, un ajuste

    particularizado.

    En los distintos estudios hasta ahora realizados en el CEPT se han

    propuesto como distancias cortas de proteccin 300 y 500 ms.4 de banda en

    relacin con el permetro del hecho analizado; ambas se corresponden con las

    caractersticas y con los valores atribuidos al bien patrimonial y a su contextoespacial inmediato; en el caso de los conjuntos arqueolgicos de Antequera e

    Itlica, sin entornos bien definidos se emplea la distancia mayor, a causa

    simultneamente de la gran importancia de los bienes protegidos y de la

    tendencia al abigarramiento o al desorden de los suelos inmediatos.

    4

    Se trata de distancias referidas a suelos no urbanizados; en el primer caso una banda de 300 ms. derespeto paisajstico en carreteras que atraviesan el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla y de 500 ms. enrelacin con los conjuntos arqueolgicos cuando lindan con suelos rsticos.

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    El concepto legal de entorno, pese a la crtica antes realizada, est

    asentado jurdica y tcnicamente en el ordenamiento vigente y la nocin de

    paisaje carece todava de suficiente firmeza normativa; la sustitucin inmediata

    del primero por la segunda supondra, en la prctica real, un debilitamiento de losniveles de proteccin, pues en numerosos conjuntos urbanos arqueolgicos y

    otros bienes patrimoniales la delimitacin del entorno no se ha producido y en

    otros, aunque se haya establecido con frecuencia en trminos cicateros,

    constituye un primer nivel de proteccin que no debe ser despreciado o

    debilitado. Nuestra propuesta es que la idea de paisaje se sume a la de entorno,

    no sustituyndola, sino amplindola espacial y semnticamente, aportando

    profundidad y utilidad a una misma finalidad.

    En relacin con ello se han propuesto en los anlisis relativos a los

    Dlmenes de Antequera, Itlica y Madina al-Zahra tres aproximaciones y

    parmetros de distancia que se vinculan, sucesivamente, a las ideas de

    proteccin, gestin y ordenacin. El mbito de proximidad quedara fijado, como

    se acaba de decir, por la distancia de 500 ms, que encuentra justificacin para la

    actitud de proteccin tal como la define el Convenio de Florencia5. La mayora

    de las delimitaciones de entornos de BIC actualmente vigentes estn lejos de lo

    marcado por este nuevo parmetro propuesto por nosotros6. Con independencia

    de lo anteriormente sealado sobre la necesidad de justificar la proteccin en

    relaciones reales del bien con su contexto espacial, la distancia de 500 ms. desde

    el punto de vista de la visibilidad establece buenas posibilidades para conseguir

    un espacio suficiente para la coherencia, dignidad o legitimidad formal del

    conjunto arqueolgico con su contexto7

    .

    5 Acciones encaminadas a conservar y mantener los aspectos significativos o caractersticos de unpaisaje, justificados por su valor patrimonial, derivado de su configuracin natural y/o de la accin delhombre (art. 2d).

    6 La Ley 14/2007 del Patrimonio Histrico de Andaluca establece en su disposicin adicional 4 dosparmetros fsicos genricos, de 50 ms. en suelo urbano y 200 ms. en suelo urbanizable y no urbanizable,para determinados inmuebles considerados BIC que no tengan definidos sus entornos de formaparticularizada, basndose en un decreto de 1949 que defiende los castillos espaoles.

    7

    Salvo en hechos de gran magnitud, ante los que puede ser insuficiente. Caso por ejemplo de la relacinentre la Giralda (101 ms.de altura) y el proyecto de rascacielos denominado Torre Cajasol o Torre Pelli(178 ms. de altura) separadas entre s por 1500 ms., con gran afeccin del segundo edificio sobre el

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    Las aproximaciones o distancias media y larga han sido referidas a los

    radio de 3.000 y 10.000 ms. de un crculo que toma como centro el del conjunto

    arqueolgico. En estas dos ltimas aproximaciones se pueden plantear

    prcticamente la totalidad de las cuestiones y soluciones que relacionan losconjuntos arqueolgicos con su gestin y ordenacin, actitudes tambin definidas

    por el Convenio en su artculo 2e y f8. Los conocimientos adquiridos en los

    estudios realizados establecen numerosas cuestiones relativas a la gestin y

    ordenacin de los conjuntos arqueolgicos; muchas de ellas relacionadas con la

    gestin de la accesibilidad a dichos lugares en la actualidad, pues se estn

    convirtiendo en espacios con demanda masiva de visita y, por otra parte, basadas

    en la evolucin de los mbitos prximos en los que, con gran frecuencia y debido

    en parte a su atractivo, se est generando un desorden fsico, que los devala.

    La accesibilidad a los conjuntos estudiados debe entenderse en un sentido

    amplio que incluye las vas de acceso, los lugares de estacionamiento de los

    vehculos de los visitantes, las propias entradas al conjunto arqueolgico, los

    edificios de recepcin de visitantes, capaces de acoger exposiciones permanentes

    relativas a las caractersticas y contenidos del lugar visitado, as como espacios

    pensados para exposiciones temporales que refuercen su atractivo. Estas

    cuestiones estn planteadas en todos los conjuntos arqueolgicos espaoles de

    mayor relevancia (Altamira, la Alhambra, Madinat al-Zahra, etc.) y estn siendo

    planteadas en los instrumentos de gestin y ordenacin propios (planes

    directores, planes especiales de ordenacin), muchos de ellos carentes de enfoque

    paisajstico y con propuestas que perjudican esta dimensin del bien cultural.

    Mayor complejidad y dificultad presenta la consecucin del ltimo objetivoanteriormente planteado: que los conjuntos arqueolgicos no slo dejen de ser

    bienes acosados en mbitos desordenados, sino que recuperen su condicin de

    primero y sobre el conjunto histrico de Sevilla, especialmente sobre el sector urbano ms prximo (750ms. hasta la localizacin de la antigua muralla), y sobre el tramo urbano del ro Guadalquivir.

    8 Por se entendern las acciones encaminadas desde una perspectiva dedesarrollo sostenible, a garantizar el mantenimiento regular del paisaje, con el fin de guiar y armonizar las

    transformaciones inducidas por los procesos sociales, econmicos y medioambientales; por se entendern las acciones que presenten un carcter prospectivoparticularmente acentuado con vistas a mejorar, restaurar o crear paisajes.

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    lugares conspicuos, y que sirvan como referentes de ordenacin en el mbito en

    el que se ubican. Este ltimo logro es, como se pondr de manifiesto en el

    siguiente apartado de este escrito, el que aporta mayor sentido a la consideracin

    de la dimensin paisajstica en los conjuntos arqueolgicos.En los enclaves arqueolgicos andaluces que se localizan en suelos rsticos,

    rodeados por actividades agrarias tradicionales (tierra calma, dehesas, etc.), como

    es el caso de Acinipo en la provincia de Mlaga, o de Turbriga en Huelva

    (RECA, 2009), esta cuestin no se plantea, aunque si en otros muchos que se han

    ido viendo asediados por el abandono, la banalizacin o la intensificacin de los

    usos del suelo prximo. Es el caso de la antigua ciudad romana de Carteia en la

    baha de Algeciras, rodeada de instalaciones industriales inconexas, y de los

    cuatro conjuntos arqueolgicos estudiados por nosotros.

    Como casos aparte, con contextos espaciales an ms complejos, habra que

    entender los conjuntos patrimoniales plenamente insertos en contextos urbanos

    densos y ms o menos remodelados a lo largo del tiempo. En el presente escrito

    no se aborda este ltimo tipo de situaciones que, sin duda, requiere consideracin

    particularizada como tal tipo, adems de las concretas y singulares de cada caso.

    Los cuatro conjuntos estudiados (Baelo Claudia, Dlmenes de Antequera,

    Itlica y Madinat al-Zahra) se encuentran en situaciones intermedias, de borde o

    aproximacin urbana, circunstancias que hacen especialmente necesario definir

    mbitos de proteccin, gestin y ordenacin. Baelo Claudia se ubica en un

    contexto espacial en el que todo es pequeo, desde las dimensiones totales de la

    ensenada y de los otros elementos naturales que conforman el mbito la duna,

    los cerros o colinas prximas hasta de los ncleos urbanos, tanto el antiguocomo el actual. Sin embargo no deja de ser un bien patrimonial amenazado por el

    crecimiento de la urbanizacin desordenada y el turismo excesivo. Itlica

    nicamente presenta un lmite digno, el septentrional, pues su borde meridional

    aparece adosado al lmite edificado de Santiponce (el teatro romano y sectores no

    excavados estn totalmente imbricados con el ncleo vivo); el oriental delimitado

    por el trazado de una ruta antigua (la va de la plata) refuncionalizada en carretera

    moderna (N-630) y actualmente convertida en calle o travesa semiabandonada;

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    en su borde occidental lindante con suelos rsticos degradados por chabolismo

    rural (corrales, casetas y cuadras provisionales hechas con material de acarreo

    trozos de hojalata, somieres de cama reciclados en vallas, maderas y vigas viejas,

    etc.). El conjunto arqueolgico de Madinat al-Zahra, como es de todos conocidodada la repercusin meditica del conflicto, se ha visto realmente acosado en la

    ltima dcada por parcelaciones y urbanizaciones ilegales. Finalmente el

    conjunto dolmnico de Antequera se encuentra en una dinmica de prdida

    creciente de su profundo sentido paisajstico por implantaciones prximas

    banales (una gasolinera, un concesionario de automviles, polgonos

    industriales), por criterios urbansticos errneos afortunadamente no vigentes

    todava y por la cercana de vas de comunicacin realizadas (circunvalacin) o

    previstas (trazado del futuro AVE a Granada).

    Todos esos conflictos se producen por la ausencia o debilidad de criterios de

    proteccin, gestin y ordenacin en las cercanas del bien patrimonial. El

    enfoque que aqu se ofrece debera hacer posible la reversin de las situaciones

    presentes; aparece al considerar la dimensin paisajstica de los conjuntos

    arqueolgicos estudiados.

    Se trata de lugares que tienen atribuida la mxima estimacin patrimonial,

    no slo porque hayan sido oficialmente declarados conjuntos arqueolgicos, sino

    por sus excepcionales valores histricos y porque se quiere hacer de ellos

    smbolos culturales de primer nivel. En Baelo Claudia y Madinat al Zahra se

    han hecho recientemente importantes inversiones pblicas para la construccin

    de sus centros de recepcin; en el conjunto dolmnico de Antequera se proyecta

    el centro de interpretacin de la prehistoria en Andaluca (regin conaportaciones sustanciales en dicha etapa); para Itlica, unida al conjunto de

    yacimientos arqueolgicos de la cornisa oriental del Aljarafe y a otros

    monumentos de gran valor (Monasterio de San Isidoro del Campo), se ha lanzado

    la idea de un posible parque cultural integrado en el rea metropolitana de

    Sevilla. En todos ellos se invierten anualmente importantes sumas destinadas a

    completar las excavaciones y al mantenimiento o reconstruccin del patrimonio

    ya conocido, etc.

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    Pero el argumento principal a tener en cuenta es que todos estos lugares

    fueron concebidos o consiguieron ser lugares importantes en s mismos y se

    convirtieron en smbolos; fueron pensados o adquirieron una relevancia pblica

    que los hizo ser vistos y mostrados como lugares conspicuos. Traspasados estosvalores a la actualidad, tan significativo es que cuando se visita dichos lugares no

    aparezcan asediados o perturbados por cuanto les rodea (visin de dentro a

    fuera), como que puedan ser convertidos en referentes cualitativos del mbito en

    el que se insertan (visin desde afuera). Este ltimo objetivo slo se puede

    conseguir con una ordenacin del espacio exterior al conjunto arqueolgico que

    lo ponga en evidencia y lo realce, es decir, que lo convierta de nuevo en un lugar

    conspicuo.

    Los instrumentos para realizar el necesario vuelco de la situacin, adems

    de los propios de la proteccin y gestin del bien patrimonial (delimitacin del

    entorno, plan director, etc.), son los de ordenacin territorial, tanto

    supramunicipales como de planeamiento general y de desarrollo. Los planes

    subregionales9 deben no slo identificar estos bienes patrimoniales, sino

    establecer directrices para su proteccin, gestin y ordenacin (como las

    distancias o parmetros de respeto antes sealados) que vinculen y prevalezcan

    sobre el planeamiento general municipal; estos ltimos instrumentos locales

    debieran invertir su errnea y despilfarradora orientacin predominante en la

    actualidad (revalorizacin de los terrenos y solares inmediatos) comprendiendo

    que el principal valor econmico y el ms duradero con que cuenta el municipio

    es dignificar y revalorizar bienes tan excepcionales como importantes: en el caso

    de Antequera tener los dlmenes y un centro de interpretacin de la prehistoria;en Crdoba la ciudad se beneficiara enormemente de la adicin a su

    extraordinario patrimonio cultural de la rehabilitacin de un bien de importancia

    universal como Madinat al-Zahra; Santiponce, un pequeo y poco relevante

    ncleo metropolitano, tiene en Itlica su bien ms preciado; en Tarifa, una

    reducida ensenada como la de Bolonia tiene en el momento actual su mejor

    9

    Con diferente denominacin en el abigarrado ordenamiento autonmico vigente: subregionales,parciales, insulares, etc.

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    atractivo en la proporcin que guardan entre s todos sus pequeos componentes

    naturales y antrpicos.

    Dadas las caractersticas de los cuatro lugares estudiados, el planeamiento

    especial, o de desarrollo del planeamiento general, es el tipo de instrumento quepuede invertir las tendencias al creciente desorden espacial; pero es preciso

    reclamarle esta posicin tanto desde las figuras que establecen la proteccin del

    bien cultural, como desde los planes territoriales. Tendr que hacerse

    estableciendo con claridad qu objetivos son realmente alcanzables a causa de la

    irreversibilidad de algunos de los hechos fsicos y las formas urbanas presentes10,

    pero sobre todo proyectando un orden territorial nuevo, dotado de los recursos y

    los elementos urbansticos y arquitectnicos capaces de recuperar la condicin de

    lugares relevantes que tuvieron originariamente.

    5. Aportaciones metodolgicas y conceptuales al paisaje desde el estudio de

    los conjuntos arqueolgicos

    Como se ha indicado en el apartado 3 de este escrito desde la formulacin y

    asuncin del CEP se dispone de un concepto consensuado que permite superar

    anteriores desencuentros intelectuales y aplicar la nocin de paisaje a necesidades

    sociales existentes sin negar el origen ni los distintos enfoques que la han

    desarrollado. No sobran los conocimientos relativos a la aparicin del trmino en

    las distintas lenguas, ni los especiales matices de significado que adquiere en

    cada cultura que lo plasma con races propias (shanshui, pagus, landschaft,

    landscape, pays, paese, pas, etc.) en diferentes etapas o momentos histricos

    (Paysage-Neuchtel, 2010). Tampoco tiene sentido renunciar a conocer e

    interpretar los valores y sentimientos que cada artista (principalmente pintores y

    literatos, pero tambin escultores, fotgrafos, cineastas o realizadores de obras o

    instalaciones artsticas reales o virtuales ms recientes) ha querido reflejar sobre

    sus relaciones con el mundo exterior, la naturaleza o sus elementos, los lugares

    sentidos y el espacio vivido (Clark, 1971; Maderuelo, 2005). Igualmente valiosa

    es la trayectoria cientfica del concepto, desde el inicio de su utilizacin en este

    10Criado Boado (2009) seala que o se adoptan objetivos conseguibles o todo cuanto se plantee puedeconducir a la melancola o a una frustracin mucho ms difcil de superar que la situacin actual.

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    mbito por Alexander von Humboldt (Gmez Mendoza, 2008), hasta la aparicin

    y desarrollo de la ecologa del paisaje (Gonzlez Bernldez, 1981) o el llamado

    sistema E(cosistema)-T(erritorio)-P(aisaje) enunciado por Claude y Georges

    Bertrand (2002). No deben ser ignorados los esfuerzos realizados para dar unadimensin til a la nocin de paisaje en distintos campos de aplicacin, como los

    espacios agrarios o rurales (Cabanel, 1995 y 2000; Ambroise, 2000; Bolliger,

    2002) y urbanos (Linch, 1960; Cullen, 1978). Tampoco pueden ser despreciados

    los esfuerzos que vinculan la nocin de paisaje a los intentos de superacin de la

    actual crisis ambiental (Priore, 2009), las insuficiencias de la gobernanza

    territorial (Zoido, 2010) o una mejor preservacin del patrimonio cultural, objeto

    especfico de la ocasin que nos ha reunido y ha hecho posible la presente

    publicacin.

    Con el propsito explcito de aproximar los distintos enfoques existentes,

    intentando reunir los valores estticos, ticos y tiles del paisaje se exponen a

    continuacin las enseanzas y consecuencias que para dicha finalidad han

    aportado los estudios sobre conjuntos histricos y arqueolgicos del CEPT.

    5.1. Contribucin metodolgica

    Aunque conocida con posterioridad al inicio de los trabajos mencionados,

    las investigacin del CEPT se han ido centrando progresivamente en la idea de

    carcter del paisaje recogida en la definicin del CEP y aplicada en los

    importantes trabajos de la Countryside (actualmente Agency) Commission

    mediante su reconocida metodologa Landscape Character Assessment (LCA,

    Clark y otros, 2004); como es sabido el carcter de un determinado paisaje se

    expresa por la singular combinacin de sus atributos (geolgicos, climticos y de

    ocupacin humana del terreno), hecho que lo hace diferente de otros11.

    En el estudio de Gmez Zotano y Riesco Chueca antes mencionado y

    actualmente en publicacin (2010) se plantea un amplio desarrollo metodolgico,

    11 Debe subrayarse que el trmino carcter es de amplia utilizacin y que se aplica comnmente ahechos de distinta naturaleza (personas, objetos, normas, etc.); asociado al paisaje adquiere la misin de

    concretar en cada caso los aspectos significativos, hasta el punto de que si stos cambian muta tambin elpaisaje; permitiendo, simultneamente, el seguimiento de la dinmica paisajstica y, por tanto, laactuacin en el sentido que se desee (proteger, gestionar u ordenar).

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    que no procede reproducir aqu, sobre las posibilidades existentes en Espaa

    (diferentes y menores a las propias del Reino Unido) para indagar y establecer

    los atributos de los paisajes en tres escalas espaciales (subregional, comarcal y

    local).Acompaando al concepto de carcter del paisaje se ha enunciado

    (Caballero Snchez y otros, 2008) el de recurso paisajstico, que hace

    referencia a la identificacin de aquellos atributos que, mediante la percepcin

    individual, convertida posteriormente en representacin social, adquieren un

    significado cultural propio (patrimonial o simblico). La connotacin artstica o

    por las prcticas colectivas de un determinado elemento caracterstico y su

    reiteracin a travs de relatos o imgenes que le confieren un especial significado

    social convierte algunos aspectos objetivos del paisaje en recurso compartido.

    Este concepto ofrece la posibilidad de desarrollar en trminos objetivables el

    segundo componente de la definicin del CEP (tal como es percibido), al

    tiempo que mantiene abiertas las aportaciones que al entendimiento profundo del

    paisaje provengan de la experiencia artstica y de las prcticas culturales de cada

    grupo humano o sociedad.

    De importancia se considera tambin el concepto acuado (Caballero

    Snchez y otros, 2010) de lugar conspicuo12, presente en el territorio con

    mayor importancia que el mero hito (Lynch, 1960), puesto que enuncia un

    hecho, generalmente una geoforma relevante o un asentamiento humano que,

    adems de ser un referente visual, es tambin un atributo y recurso paisajstico al

    que se han conferido valores simblicos excepcionales (esotricos, de poder o

    identidad) hasta el punto de que el mbito en que se encuentra se ordena,conjuntamente, en relacin con l.

    Los conceptos anteriores han permitido, igualmente, la formulacin de otros

    vinculables a la proteccin, gestin u ordenacin del paisaje, como los de

    alteracin y perturbacin paisajstica; mediante los cuales es posible evaluar

    12

    Este concepto est basado, en cierto modo, en el haut lieu utilizado en la geografa cultural francesa(ver Debarbieux, 1993 y Haut lieu en www.hypergeo.eu) aunque el planteamiento que se hace en losestudios del CEPT aade mayor sentido paisajstico a dicho antecedente conceptual.

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    la repercusin de las transformaciones atendiendo a su condicin secundaria o

    sustancial y, por tanto, a su importancia respecto al carcter del paisaje.

    Ms all de los atributos o valores singularizables de un determinado

    paisaje, entrando en el campo ms complejo de las relaciones entre ellos,importantes hasta el punto de que algunas son tambin atributos o recursos

    nicos que pueden caracterizarlo, en los estudios del CEPT se ha dedicado una

    atencin especial a la visibilidad o, mejor dicho, a la intervisibilidad; cuestin

    que, como se ha expuesto en el apartado 4.1 de este escrito, tiene gran significado

    en los conjuntos arqueolgicos analizados.

    La visibilidad ha sido ampliamente asociada a los estudios de paisaje con

    diferentes enfoques, tanto en los ms tericos (Berger, 1974 y 2000; Smardon,

    1986), como en los ms aplicados y de proyecto (Ramos, 1980; Smardon, 1992;),

    abarcando un amplio campo de inters intelectual en relacin con esta temtica.

    Los conceptos y mtodos de esta aproximacin estn slidamente basados en

    estudios fsicos (relativos a la visin, los colores y sus combinaciones, las formas

    simples y en tramas, etc.), psicolgicos (preferencias, fobias) y artsticos

    (aportaciones a la comprensin del gnero pictrico en distintas etapas)13. Desde

    estos enfoques un amplio repertorio de conceptos han sido asentados (cuenca

    visual, exposicin y fragilidad visual, alcance de las vistas, ejes visuales, ngulo

    de incidencia visual, fondo escnico, etc.); por otra parte la disponibilidad de

    referencias informatizadas (sistemas de informacin geogrfica, modelos

    topografa del terreno y programas de clculo o dibujo adecuados) han

    potenciado los anlisis de intervisibilidad, pudiendo aplicarlos con facilidad a

    13 Especialmente valiosa resulta al respecto la consideracin de Shitao, monje pintor chino del sigloXVIII, que en el captulo dedicado al paisaje en su Tratado sobre pintura, seal: La sustancia delpaisaje se obtiene alcanzando el principio del universo; la apariencia exterior del paisaje por la posesinde las tcnicas del pincel y de la tinta. Si se busca nicamente la mera apariencia exterior sin tener encuenta el principio, el principio peligra. Si se busca nicamente el principio, con menosprecio de latcnica, la tcnica se vuelve mediocre. Los primitivos comprendieron bien ese peligro y esa mediocridady se dedicaron por eso a obtener la sntesis de lo nico. Si lo nico no es claramente percibido, lamultiplicidad de lo real se esfuma. Si lo nico es bien percibido la multiplicidad de lo real revela su ordenarmnico (traduccin nuestra del francs en Ryckmans, 2007, ver en www.paisajeyterritorio.es). Esteimpresionante texto, probablemente uno de los ms profundos y certeros que se haya escrito sobre elpaisaje, contiene un sentido que va ms all de la reflexin sobre la pintura o el gnero pictrico

    paisajstico; su comprensin del tema es a la vez holstica y analtica, y puede ser trasladada ntegramentea la consideracin cientfica del paisaje, ms an, a la necesidad de conciliacin entre pensamientocientfico y comprensin artstica de la nocin de paisaje.

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    amplios espacios y con alto grado de detalle. En los estudios sobre conjuntos

    histricos y arqueolgicos realizados en el CEPT se ha dedicado una especial

    atencin a este enfoque, en general aplicando conceptos y mtodos enunciados

    previamente, intentando desarrollarlos metodolgica y tcnicamente (programaArc-Gis Esri, mdulo de visibilidad), orientados a las caractersticas propias de

    los hechos estudiados y obteniendo algunos resultados interpretativos de gran

    inters: tales como que la ciudad palatina de Madinat al-Zahra est emplazada en

    el lugar con mayor visibilidad y utilidad de sta en el mbito en que se ubica, o

    que el dolmen de Menga ocupa un emplazamiento en el que se cruzan todos los

    ejes visuales con atribuciones esotricas existentes entre la Vega de Antequera y

    los fondos escnicos montaosos que la rodean; en ambos casos, por tanto, la

    visibilidad existente desde la localizacin escogida contribuye poderosamente a

    convertirlos en lugares conspicuos. No se trata, en consecuencia, de un mero

    anlisis mecnico de la visibilidad o intervisibilidad de estos lugares, sino de

    conocer, a travs de ella, en qu medida este aspecto contribuye a comprenderlos,

    o incluso de formular un interrogante de mayor alcance: hasta qu punto la

    visibilidad condicionaba o determinaba la ocupacin y organizacin de

    determinados territorios en pocas pasadas?

    Las indagaciones y avances metodolgicos sobre el paisaje revelan y,

    simultneamente, contribuyen a poner en evidencia que, ante un concepto que

    aprecia el sentido de conjunto y semnticamente tan comprensivo como el de

    paisaje, no basta con analizar los elementos componentes, sino que es tambin

    imprescindible incluir las relaciones que se establecen entre ellos dando lugar a

    situaciones complejas y sentidos holsticos singulares. Esto explica el recursofrecuente y sucesivo de los estudios del paisaje a ideas como las de integracin o

    sistema, las apelaciones a la necesidad de establecer puentes intelectuales entre el

    conocimiento cientfico y la intuicin artstica, o la utilizacin reiterada de la

    metfora para acabar de entender y comunicar comprensiblemente el amplio

    significado que, a lo largo del tiempo, ha adquirido la nocin del paisaje.

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    5.2. Contribuciones conceptuales: precisin, profundizacin y ampliacin de

    la nocin de paisaje

    El estudio de la dimensin paisajstica de los conjuntos arqueolgicos ayuda

    a precisar esta compleja nocin, al tiempo que puede servir para darle mayorprofundidad y para sacar consecuencias tiles desde el punto de vista de su

    aplicacin a la gestin y gobierno del territorio en la actualidad. Esta afirmacin

    se apoya en dos argumentos principales. En primer lugar, si se parte de la idea de

    que en dichos conjuntos se produce una cuidadosa seleccin del lugar de

    asentamiento y se llega a establecer una peculiar trama de relaciones funcionales

    y simblicas con el mbito prximo, cabe interpretarlos como modelos

    relativamente sencillos en los que son ms fciles de entender los procesos y

    dinmicas de relacin o integracin de cada sociedad con su territorio. Puede

    servir tambin para sacar algunas conclusiones operativas sobre los vnculos

    entre los seres humanos y sus espacios de vida en el momento actual,

    caracterizado por una progresiva desconexin entre las caractersticas del mbito

    vivido y los comportamientos sociales; tal es la perspectiva abordada por

    Augustin Berque en su ltimo libro (2009).

    Los asentamientos premodernos (prehistricos, protohistricos, de la

    antigedad clsica, incluso los medievales) reflejan fcilmente, a travs de la

    seleccin de su situacin y emplazamiento (como se ha puesto de manifiesto en

    el apartado 4.1 de este escrito), una opcin de adaptacin al medio natural y de

    integracin con l (proximidad a lugares de caza y a suelos frtiles pero fciles

    de trabajar, acceso al agua, control visible, dominio de las pendientes, etc.). La

    comprensin de estas relaciones entre un determinado grupo humano y el espacioque ha escogido como territorio permite identificar las caractersticas fsicas que

    se convierten en fundamentos naturales, no slo del territorio elegido, sino de lo

    que ms tarde se entender como paisaje, puesto que, previsiblemente, fueron

    interpretadas y seleccionadas desde una determinada cultural material y una

    manera de entender el mundo (no se elige un lugar de igual manera disponiendo

    de la rueda o sin ella, usando el fuego o el arado para cultivar, atribuyendo valor

    a determinadas circunstancias astronmicas o ignorndolas, etc.). En esta

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    interpretacin hay la posibilidad de establecer una primera aproximacin a los

    paisajes funcionales, en el ms amplio sentido de esta palabra que comprende no

    slo utilidades para la supervivencia (productivas, defensivas), sino tambin de

    organizacin social e ideolgicas, todas ellas interrelacionadas.Estos mismos asentamientos (los conjuntos arqueolgicos estudiados u

    otros) han llegado hasta nosotros desde la larga duracin, recorriendo amplios

    perodos histricos, con distintas trayectorias; a veces ocultndose

    temporalmente su memoria tras una vida ms o menos efmera (Madinat al-

    Zahra, Baelo Claudia), otras imbricndose con asentamientos posteriores que

    alcanzan el presente hasta convertirse, como tantas veces se ha dicho, en un

    palimpsesto territorial con desigual espesor de sus trazas y capas (Itlica), o

    mantenindose exentos en un prodigioso transcurso simblico (Dlmenes de

    Antequera14). Si el paisaje, como se ha sealado acertadamente, es un

    totalizador histrico (Garca Fernndez, 1975, pg. 2), el estudio del proceso y

    las diferentes etapas en las que se forma permite reconstruir no slo la aparicin

    de sus elementos fsicos componentes, sino de las causas a las que responden y,

    sobre todo, de los valores sociales a ellas atribuidos y a sus cambios en el tiempo.

    En gran medida ste ha sido el modo de trabajar de la Geografa Regional

    clsica, desarrollado en Europa, principalmente durante los siglos XIX y XX.

    Este enfoque fue aplicado con excelentes resultados para conocer la

    evolucin de mbitos concretos (localidades, comarcas, regiones) mediante la

    llamada descripcin interpretativa que relaciona la observacin directa del

    terreno (los paisajes) con las causas naturales o sociales y con los procesos de

    ocupacin y transformacin humana en l habidos. Al aplicarse este mtodo porpersonas de formacin esencialmente humanstica, las descripciones e

    interpretaciones realizadas alcanzan con frecuencia cualidades literarias,

    consiguiendo en consecuencia una infrecuente aproximacin entre la visin

    cientfica y artstica del paisaje (Caballero Snchez, 2007). Existen importantes

    14 No es despreciable, interpretativamente, la continuidad que existe entre el conjunto dolmnico

    explicado como lugar reservado a la liturgia de la muerte o la trascendencia, con su sostenido aislamientoposterior y con la proximidad de ulteriores necrpolis hasta la ubicacin inmediata actual del cementeriode Antequera; ver Burillo, 2009).

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    paralelismos entre dicho enfoque y el actualmente aplicado por la llamada

    Landscape CharacterAssessment, particularmente cuando sta se refiere a los

    paisajes histricos (English Heritage, ver Clark y otros, 2004), estudiados en

    general con mayor profundidad temporal que en la citada metodologa geogrficaregional. Estos enfoques consiguen avanzar en el conocimiento de las relaciones

    que, a lo largo del tiempo, se producen entre los aspectos naturales constitutivos

    de un determinado mbito espacial y de ellos con sus ocupantes; analizan y

    explican las localizaciones, los itinerarios, las trazas o marcas para la divisin del

    terreno, el mbito abarcado y convertido en territorio; ponen en evidencia las

    adecuaciones existentes entre forma y funcin, al tiempo que contribuyen a

    plantear la conversin del espacio vivido en marco vital, es decir en lugar de

    pertenencia que refleja la propia identidad, elaborada en el transcurso del tiempo

    y con rasgos duraderos 15.

    Es este ltimo aspecto el que establece el sentido ms importante de su

    conexin con la nocin de paisaje y con su inters actual desde los puntos de

    vista de su valor patrimonial y para el gobierno del territorio. Ms all de que

    existan ciertas permanencias o restos que ayudan a conocer la historia del lugar o

    de que puedan ser convertidos en recursos culturales cuya puesta en valor

    tenga cierta repercusin en la imagen proyectada o, incluso, en la economa de un

    determinado lugar, estos valores patrimoniales y, sobre todo, su repercusin o

    presencia paisajstica pueden ser entendidos y tratados como parte del marco

    vital de cada grupo humano o sociedad, vinculndose por ello a los dos

    principios fundamentales en los que se asienta el Convenio de Florencia: el

    paisaje forma parte de la calidad de vida y de la identidad del grupo humano quelo puebla.

    15El entendimiento del paisaje como memoria es una de las principales aportaciones de la literatura aesta nocin, junto a su condicin de hecho permanente o al menos ms duradero que la propia existenciahumana. A ttulo de meros ejemplos significativos pueden recordarse las obras de Julio Llamazares(1980)El ro del olvido, de Milan Kundera (1990)La inmortalidad, o de Juan Mars (1993)El embrujode Shangai. En la primera se encuentra el reiteradamente citado prrafo de arranque el paisaje esmemoria (pg. 2); en la segunda, Agnes, personaje femenino, hace una sentida comparacin (pgs. 266 a268) entre el paisaje europeo que asocia a su niez y el americano vinculado a su madurez; el siguienteprrafo del escritor cataln: As, con el tiempo y casi sin darme cuenta, el escenario vitalde mi infancia

    se me fue convirtiendo poco a poco en mi paisaje moral, y as ha quedado grabado para siempre en mimemoria(pg. 77), resulta definitivo en el sentido indicado, incluso desde el punto de vistaterminolgico; subrayado nuestro.

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    Preexistencias espaciales tan valiosas como los conjuntos arqueolgicos

    estudiados suelen y pueden ser parte principal de las percepciones individuales y

    de las representaciones culturales colectivas; ayudan a que las sociedades

    presentes entiendan como prxima y propia una herencia que han recibido dequienes les precedieron y que, al mismo tiempo, la utilicen como un puente

    interpretativo para la proteccin, gestin y ordenacin del territorio propio,

    confirindole un sentido ms profundo al considerarla como paisaje, es decir

    como la calidad (ambiental, funcional, cultural y esttica) de su marco vital.

    Como han sealado Claude y Georges Bertrand (2002) si se desea actuar sobre el

    territorio, la consideracin del paisaje introduce el sentimiento, el aprecio que

    cada sociedad tiene por el espacio que le est adscrito. Esta idea ha sido

    recientemente desarrollada por J. Zimmer al apelar a la dimensin tica de la

    esttica del paisaje.

    La vinculacin entre tica y esttica es un argumento abordado por la

    filosofa occidental desde hace mucho tiempo. Planteado inicialmente por los

    griegos (Pitgoras) y romanos (Vitrubio) y recuperada por Agustn de Hipona

    (Glacken, 1967), no ha dejado de estar presente, tras su reaparicin, en

    pensadores y autores sucesivos; renacentistas (Alberti, Palladio), modernos

    (Kepler), ilustrados (Kant, Goethe) y contemporneos, vinculados tanto a la

    especulacin y reflexin (Konrad Lorenz, Erich Fromm) como a la accin

    (Eduardo Torroja, Louis Sullivan).16 Tambin est presente en otras

    cosmovisiones, como las filosofas orientales hinduismo, budismo, taoismo, etc.

    (ver Pujol, 2004 y Preciado)17. La novedad es la relacin explcita de las ideas de

    16Para esta temtica ver la interesante sntesis realizada por Fritz Leonhardt (1982); en ella se abordansucesivamente cuestiones tales como las propiedades estticas de los objetos, la percepcin y valoracinhumana de las proporciones, las consecuencias valorativas de las relaciones entre forma y funcin y,finalmente, las relaciones entre esttica y tica, sobre las que afirma: La tica, en cuanto responsabilidad,significa tambin el estudio bsico de todos los requerimientos funcionales. En el entorno creado por elhombre debemos exigir tambin las categoras de calidady bellezay citando a Lorenz, tanto la bellezade la naturaleza como del entorno cultural creado por el hombre, son igualmente necesarias paraconservar la salud mental y espiritual del ser humano, y a Fromm, la categora es unimportante requisito para la categora , si la belleza debe ser un valor permanente, la tica es casiun presupuesto para un diseo bellola supervivencia fsica de la humanidad depende de un cambioradical espiritual del ser humano (subrayados originales).

    17A ttulo de simple ejemplo ver, en la primera obra citada, la sntesis de la conversacin entre RafaelArgullol y Vidya Nivas Mishra confrontando antropocentrismo y biocentrismo en el pensamiento

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    tica y moral con la nocin de paisaje; si bien esta innovacin se produce tras un

    largo trayecto que tica y naturaleza han realizado unidas, aunque con gran

    tensin dialctica.

    Efectivamente, tanto los planteamientos filosficos como los artsticos hanvinculado naturaleza y tica de forma recurrente, aunque con sentidos dispares o

    incluso contrapuestos; la literatura y el gnero pictrico dedicados a reflejar el

    espacio vivido se han inspirado ampliamente en su dimensin natural, hasta

    mostrarla como componente esencial de lo sublime, experiencia de redencin

    del hombre sobre la naturaleza segn Raffaele Milani (2007, pg. 131). Estos

    discursos desarrollan los vnculos entre tica y naturaleza; aunque slo insinan o

    bordean la relacin directa entre tica y paisaje. Para que esta ltima conexin

    surja con intensidad propia ser necesario esperar a la conciencia sobre la crisis

    ecolgica y ambiental iniciada en los aos 70 del pasado siglo.18

    La nueva situacin ecolgica y ambiental, no slo ha creado una ideologa y

    una conciencia social de rapidsima expansin a nivel planetario, como

    corresponde a la gravedad de los hechos y a la globalizacin de la informacin,

    sino que tambin ha dado lugar a un nuevo planteamiento filosfico y cientfico,

    a un nuevo paradigma (environmental ethics) que reclama la superacin del

    antropocentrismo, de una moral basada exclusivamente en las consecuencias

    sobre el propio ser humano de sus actuaciones, exigiendo respeto para el

    conjunto natural ms amplio del que la humanidad forma parte; en este enfoque

    cobra protagonismo propio la nocin de paisaje (Cortina, 2010).

    Jrg Zimmer, apoyndose en lecturas sustanciales (Jonas, Cassirer,

    Habermas, entre otros) plantea directamente la relacin entre tica y paisaje, noslo como dos nociones que se relacionan en trminos abstractos o tericos, sino

    tambin aplicados: una planificacin y ordenacin de los paisajes que tuviera

    occidental e hind; de la segunda obra citada se extraen dos versos del Tao Te Ching (A 11, 69, XXVI):El hombre tiene a la Tierra por norma/ la Tierra al Cielo por norma tiene; expresivos en el aspectotratado, especialmente si se tiene en cuenta el propsito esencialmente asctico y mstico de dicha reglade comportamiento humano.18En un texto reciente dedicado a la Calidad de lo vivido, Eduardo Martnez de Pisn (2009) cita aChateaubriand para sealar el sentido moral que ensea la naturaleza, y a Ritter para recordar que

    tiene conciencia ntima de la relacin entre sus fuerzas y lo que se le da desde elmundo exterior, desde ; finalmente se refiere al sentido tico de los paisajes en uncontexto de crecimiento econmico y regresin cultural.

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    presentes, adems de la inevitable dimensin instrumental, una dimensin de la

    naturaleza como espacio esttico, podra manifestar para la experiencia cotidiana,

    es decir como entorno habitual, un modelo para una relacin respetuosa con la

    naturalezael paisaje como orden simblico expresa un reconocimientounilateral de la naturaleza que, como espacio vital, inmediatamente nos convence

    de su conveniencia (pg. 42)19.

    Llegados a este punto es necesario, para finalizar, volver a la relacin entre

    conjuntos arqueolgicos y paisaje. Estos valiosos lugares muestran una relacin

    primigenia de los humanos con sus espacios de vida, sencilla en comparacin con

    las actuales, aunque tambin rica en la medida en que implica aspectos naturales

    y culturales o amplios procesos histricos. La consideracin de su dimensin

    paisajstica ayuda a comprenderlos, potencia su singularidad y, al mismo tiempo,

    propicia la evocacin en quienes los visitan (para apreciar este punto de vista en

    todo su valor basta quizs con imaginar la prdida de dicha dimensin o recorrer

    alguno de ellos que la haya disminuido o eliminado recientemente, hecho por

    desgracia nada infrecuente). Conjuntos arqueolgicos como los estudiados tienen

    conferidos un gran sentido patrimonial como memoria que no debe perderse, al

    tiempo que, con frecuencia, se encuentran descuidados o acosados. Todo ello, as

    como su condicin de bien comn o colectivo, institucional y legalmente

    reconocido, impele a actuar. Accin para la que resulta imprescindible tomar el

    paisaje en consideracin.

    La disociacin planteada por Berque (2009) (forclusines el trmino por l

    empleado) respecto a las sociedades occidentales y sus paisajes en la actualidad

    se debe, segn l, a la separacin o contradiccin entre dos paradigmas, el quesirve para realizar los paisajes actuales y aquel con el que se aprecian los paisajes

    heredados20. Esta observacin es verdadera en trminos fcticos, pero no tiene

    19En nuestra opinin este texto contiene una idea que puede representar un importante avance en cuantose refiere a la reflexin y a la accin que vinculen esttica, tica y paisaje, aunque puede hacrsele laobservacin de que la referencia ltima a la naturaleza debe extenderse en la actualidad al territorio,comprendidos sus componentes naturales y los de origen humano.20La prctica habitual engendra fealdad y por eso nos preocupamos de (pg. 86,

    subrayado original), o el amor al paisaje mata al campo (Berque,) son dos titulares expresivos de laposicin intelectual de uno de los autores que ms han contribuido a generar el extraordinario inters porel paisaje presente en la sociedad europea.

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    por qu ser aceptada como inevitable. Que los seres humanos transforman el

    espacio en el que viven, es ineludible y tambin que esos cambios pueden

    alterarlo irreversiblemente; pero no es menos cierto que en ocasiones lo mejoran

    (actuando con lo que l mismo autor llama el pensamiento paisajero), que enesa dinmica hay grados y evoluciones en distintos sentidos (ciertos paisajes

    recuperan calidad tras largos periodos de destruccin y abandono) y, sobre todo,

    porque cualquier grupo humano puede cambiar de comportamiento; todo

    depende del valor o importancia que realmente se atribuya al paisaje y de aplicar

    con inteligencia y tesn los instrumentos de proteccin, gestin u ordenacin

    correspondientes.

    El valor objetivo como componente de la memoria histrica colectiva y la

    importancia cultural atribuida a los conjuntos arqueolgicos puede ser un

    excepcional campo de pruebas (no el nico) para actuar con criterios paisajsticos

    en todo el territorio. Su gran carga simblica los hace semejantes, en cierto

    modo, a las obras de arte colocadas al aire libre, en medio de la naturaleza, tan

    apreciadas en este foro que nos rene; transmiten un mensaje similar: volver de

    nuevo la mirada al territorio, al espacio en el que vivimos, actuando en l como

    lo hicieron nuestros antepasados, y como nos sugieren los artistas, buscando su

    utilidad en armona con la naturaleza y creando belleza; es la mirada humana la

    que atribuye valor a los lugares y los actos que interpretan su sentido unitario los

    que refuerzan su singularidad. Como seala Shitao los primitivos (nuestros

    lejanos antepasados) comprendieron bien; podemos actuar como ellos,

    apoyndonos en el prestigio del que goza actualmente la nocin de paisaje y en

    su ampliacin semntica hasta convertirla en cualidad del espacio vivido.

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