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1 Pensar y resistir

Pensar y resistir - filosofiafran.files.wordpress.com · 4.3 La resistencia nihilista ... En definitiva, las formas de control de la sociedad se plasman en la propia subjetivación

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Pensar y

resistir

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Autor: Fco. Ramón Cruz

Índice

1. Introducción………………………………………….………..3

2. El ser económico…………………………..……………..…..3

2.1 Ontología del capital………………………………………..3

2.2 Subjetivación de lo económico……………………….…..4

2.3 Individuación de lo económico………………..……….....5

2.4 El no pensar como virtud……………………….…..……..7

3. Sociedad capitalista y conocimiento……………….……..8

3.1 La sociedad del des-conocimiento…………..…………..8

3.2 Conocimiento y globalización………………...…………..9

3.3 Saber y poder………………………………………..……..10

3.4 Poder y lenguaje……………………………………….…..11

4. El pensar como resistencia………………………………..16

4.1 Predominio del pensamiento único………………...…..16

4.2 La resistencia a la globalización………………………..17

4.3 La resistencia nihilista………………………………..…..22

3

4.4 Alternativas al sistema………………………..…………..22

5. Conclusiones………………………………………….……..23

1. Introducción

El objetivo del siguiente trabajo será situar el ser, el conocer y el pensar dentro

de la estructura y la lógica del poder. Comenzaremos repasando cuál es la

ontología de lo cotidiano que configura nuestra subjetividad en relación a

nuestras creencias y prejuicios sobre lo real, por tal de profundizar cómo todo

ello se articula dentro de la creciente sociedad del conocimiento científico-

tecnológico. A todo esto presentaremos modestamente el pensar contra el

pensar como alternativa, oposición y resistencia al avance de la dominación

política sobre el hombre, que se hace autoconsciente de su finitud e

incapacidad para vencer al poder y la sistematicidad, por tal de reivindicar una

propuesta humanista de afirmación del querer vivir, que requiere la negación de

todo aquello que la oprime, desde las armas hasta el propio discurso filosófico.

2. El ser económico

2.1 Ontología del capital

Nuestro modo de nombrar objetos del mundo no es un simple etiquetar

inocente, implica una comprensión de la totalidad, una auto-referencia al todo

desde la parte, desde un lenguaje y una terminología, la cual contiene en sí

misma un conjunto de preguntas y respuestas sólo en su modo de simple

descripción y denotación de lo real. Pensamiento y descripción de la realidad

ya desde Parménides formaban una unidad inseparable, donde los límites de lo

pensable conforman los límites de lo real, por esta razón, decimos que la

caracterización del ser siempre ha tenido diferentes connotaciones en

referencia a la cosmovisión de cada tiempo histórico; del mismo modo que para

los medievales nada era más evidente y real que la creación y el creador, para

nuestro tiempo nada nos parece más real que el dinero, como las relaciones de

poder y dependencia que de ello se derivan.

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De este modo, nuestra ontología de lo real se ve reflejada en el lenguaje

cotidiano, en expresiones como “es lo que hay”, “es lo que toca”, “las cosas son

así”… solemos referirnos a esa estructura de lo real, pensándola como

absoluta e inmutable, por encima de los individuos y persistente al tiempo,

incuestionable y obvia por sí misma. Así es la ontología del capitalismo, el

juego que da las reglas para la supervivencia, que somete la vida a su propia

lógica, hasta el punto de secuestrar el querer vivir.

Todos estamos de una forma u otra bajo su dominio, bajo sus redes invisibles,

dentro del complejo entramado de relaciones que conforman el poder de la

realidad capitalista, que supera por mucho nuestras fuerzas, suprime nuestra

voluntad particular para reorientarla hacia la voluntad de generación de riqueza,

que prima como valor por encima de la propia vida.

2.2 Subjetivación de lo económico

En relación a una u otra ontología sostenida, podemos afirmar que cambia la

relación sujeto-objeto. De manera gradual, la desacralización de los grandes

valores trascendentales, lo que había sido llamado la muerte de Dios, ha

revertido derivando en una nueva sacralización del objeto banal y cotidiano,

elevando la mercancía producida hasta la cima de nuestros deseos,

constituyéndose así una nueva idea de hombre predominante, la del homo

economicus para quien el valor de cualquier ente se manifiesta en relación a su

valor de cambio.

A consecuencia de esto, el sentido de la vida se banaliza en el fetichismo de la

mercancía, se constituye así una metafísica del utilitario y el deporte, que

constituyen la finalidad máxima a la que el homo economicus puede aspirar,

trabajar toda la vida para poder ir al trabajo en un buen coche o que su equipo

favorito se proclame campeón del mundo.

Con frecuencia vemos en nuestras ciudades cómo se desata la locura por el

deporte, donde los grandes clubs (empresas privadas) vienen a asumir el papel

de grandes religiones (con sus espacios sagrados, cánticos litúrgicos,

costumbres propias, dogmas de fe…) que no sólo canalizan la violencia, sino

que conforman la identidad de sus practicantes (consumidores), que tienen

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como ídolos a los jugadores (empresarios) que con sus fortunas inmorales

encarnan a la perfección valores y deseos del homo economicus.

Por un lado, la constante promesa bienestar se muestra como el objetivo último

al cual podemos aspirar, se nos promete una vida más cómoda, postergar el

trabajo de las tareas domésticas con electrodoméstico que supuestamente

facilitan el día a día, a cambio de hipotecar nuestras vidas en gastos

necesarios (electricidad, agua, gas, vivienda, transporte…) para mantener el

óptimo ritmo de vida, los cuales requieren ser pagados con la explotación de

nuestra fuerza de trabajo. Por otro lado, la autoafirmación del yo consiste en

ser reconocidos como consumidores y productores dentro de la gran sociedad-

fábrica, donde se tiene la oportunidad de ser alguien, vivir el sueño americano,

en tanto seas productivo.

De esta manera, el ser productivo constituye la vía para el reconocimiento, es

decir, la posibilidad de ser reconocido en sociedad tiene como condición

necesaria el ser productivo, encontrar un modo de participación en la

generación de riqueza, ya sea siendo un peón de la obra, un músico de pop o

un profesor universitario, puesto que la producción abarca no sólo objetos

físicos y materiales, sino también ideas, saberes y bienes de consumo

intelectual, que responden a las demandas de un mercado cada vez más

sofisticado.

En definitiva, las formas de control de la sociedad se plasman en la propia

subjetivación de lo económica, se hacen posible gracias a este adormecimiento

de la masa, ya sea bajo las nuevas formas de religión y canalización de la

fuerzas destructivas, como el deporte y el sexo, como desde la servidumbre a

la sociedad de consumo, que bajo la manipulación de nuestras mentes a través

de la publicidad, nos impone un coste del vivir cuya satisfacción requiere

postergar el tiempo de vida de útil en el secuestro del trabajo, sea cual sea el

puesto que ocupemos en la cadena de montaje de la sociedad-fábrica.

2.3 Individuación de lo económico

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En primer lugar, la mentalidad individualista parece ser la dominante, la gran

masa tiende a la búsqueda de su felicidad en los placeres privados,

seguramente porque terminamos sucumbiendo a la manipulación de nuestro

pensar por medio de la publicidad, que nos promete algo más de felicidad, a

cambio de dinero, debido a esto, muchos venden el alma al diablo por el coche

de sus sueños, de la misma manera que idealizan el éxito social en torno a las

fantasías sexuales comercializadas por la macro-industria del porno, cada vez

con mayor influencia y poder, la cual, con mucha inteligencia, explota al

máximo las necesidades naturales humanas, creando nuevas formas de

dependencia y adormeciendo lo impulsos revolucionarios.

En segundo lugar, nuestra identidad se conforma de consumo, nuestra

capacidad y “buen gusto” para consumir es lo que nos da un valor dentro de la

sociedad del hiper-consumo, donde el poder consumir se manifiesta como una

ventaja cultural que puede compensar nuestras debilidades biológicas en la

lucha por la supervivencia, por eso, una manera de reivindicación propia es

mostrar a los demás cuánto se tiene.

Parece que la sociedad nos valora tanto como tenemos y podemos mostrar, sin

embargo, aquellos que ni tienen ni pueden mostrar, parecen no contar para el

resto; son lo excluidos por la sociedad. Esta puede ser una de las vías posibles

para el surgimiento de la figura del delincuente de clase obrera y el marginado

forzado, que también sufrirán el bombardeo de la publicidad en sus mentes,

pero no podrán satisfacer sus deseos, difícilmente podrán soportar la

frustración de no estar a la altura del resto de clases de la sociedad, teniendo

mermada su capacidad adquisitiva y, de este modo, se le negará la posibilidad

de conformarse una identidad en relación a un look, signo de consumo o

modelo de referencia en la oferta de consumo, para que el individuo no se

sienta rebajado, herido en su dignidad1.

Sin embargo, estas figuras no serán un obstáculo para el capitalismo, ya que el

sistema también los integrará a pesar de su claro antagonismo; por una parte,

el delincuente será una figura necesaria para la justificación y legitimación de la

1 Gilles Lipovetsky, La felicidad paradójica, Anagrama, Barcelona, 2007 pág. 183

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fuerza policial, por otra, el marginado servirá como ejemplo del fracaso y la

inoperancia en la productividad, su existencia servirá de advertencia a otros

sobre las consecuencias nefastas de no adaptarse a las reglas del juego, de la

misma manera que la figura del terrorista “malvado” justifica el Estado-guerra y

la pérdida de libertades a favor de la seguridad, lo que también ha sido llamado

“el fascismo posmoderno”.2

En general, vemos que la figura predominante de nuestra realidad social es la

del individualista, que puebla la masa social de las sociedades occidentales

consumistas, por lo que la forma de relación social más extendida será la de

“asociaciones de egoístas”, aquellos que practican la cortesía y las buenas

formas sólo por el provecho propio en tanto que se comparte un fin común

interesado, formando un nosotros sólo en relación al trabajo, siguiendo los

esquemas toyotistas, que luego no tiene subsistencia en el plano público o

político. La práctica de la amistad es una tarea para la que no queda

demasiado tiempo, dado que las relaciones de neg-ocio, son extensamente

predominantes sobre las de ocio, dados los irracionales horarios de trabajo que

no permiten el buen cultivo de la amistad ni la buena práctica de la política, que

pasará a ser pura gestión de leyes de mercado por parte de comisiones de

expertos, tuteladas por los individuos electos en los cínicos simulacros de

democracia.

2.4 El no pensar como virtud

El obrero masa, dentro del modelo de producción posfordista ya no deberá

pensar por sí mismo la para la defensa de sus intereses, porque ya encontrará

otras mediaciones que se encarguen de esa tarea en los sindicatos

institucionalizados por el poder estatal, por lo que dentro de la cadena de

montaje su pensamiento como individuo sólo cuenta en tanto que mejore el

proceso de producción, dándose así una aversión al pensar que va más allá del

proceso, donde la virtud consistirá en la servidumbre acrítica, que tendrá como

resultado la desvinculación del sentimiento de clase obrera (como la propia

desarticulación de la clase), para potenciar la imagen de la empresa como

2 Santiago López Petit, EL Estado-Guerra, Ed. Hiru, Hondarribia , 2003 pág. 23

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buena familia y la mejora del trabajo en equipo, como resultado de la

importación del modelo japonés (toyotismo).

Por otro lado, el nacimiento de la figura del consumidor virtuoso, aquel que

encuentra el equilibrio o término medio entre el despilfarro inútil y el ahorro

desmesurado, minará también el pensar profundo, convirtiéndolo en una

disposición a la auto-marginación social. Así en nuestros días a través de la

televisión y los medios de masas asistimos a una reivindicación sin

precedentes de nuestro lado irracional, como la exaltación de aquellos

impulsos que nos llevan al consumo irreflexivo, al no pensar demasiado a la

hora de satisfacer nuestros deseos materiales, para no postergar el placer y

mantener el ritmo del hiper-consumo, en un creciente proceso de

adueñamiento de nuestras mentes y pensamientos en el secuestro del querer

vivir.

Así pues, el pensar queda desterrado de la praxis política a la praxis científica,

canalizada a la mera instrumentalidad productiva, que genera saberes a un

ritmo desconocido nunca antes para satisfacer las demandas del capital. En

contraposición, la filosofía, como actividad intelectiva no científica, queda

marginada sin un lugar dentro del árbol del saber, incluyéndola dentro del

ámbito de la literatura, el arte y las humanidades, o bien como saber residual,

estéril para la productividad, como también infecundo lastre para el progreso de

la ciencia, por lo que la figura del filósofo suele ser despreciada socialmente,

desechando su capacidad tanto para proponer modelos mejores al presente

como para cambiar lo dado.

3. Sociedad capitalista y conocimiento

3.1 La sociedad del des-conocimiento

El creciente aumento del conocimiento en las sociedades posindustriales, en

contra de lo que pudiera pensarse, no parece tener consecuencias

exclusivamente positivas, ni mucho menos, pese a la percepción subjetiva

progresista; cada vez resulta más difícil el vivir una sociedad altamente

tecnificada, que exige un conocimiento infinito, pese a que la capacidad de

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recopilación de la información, como de procesamiento de la misma, es finita

para el cerebro humano.

Las tecnologías de la información y de la comunicación hacen posible un

mundo altamente interconectado, donde todos los saberes se encuentran

accesibles al instante, de un modo tan sobreabundante que sobrepasa

nuestras propias capacidades biológicas de asimilación.

Aquellos que desconocen el uso de estos medios, automáticamente quedan

excluidos del mundo laboral como analfabetos funcionales, por lo que la

exigencia de adquirir competencias en los constantemente renovados medios

tecnológicos se vuelve una imposición, que resulta mayor en la medida que

aumente la sociedad del conocimiento, donde priman las cambiantes

necesidades del mercado, que reclaman una constante actualización de los

saberes y medios tecnológicos, dando lugar a una sociedad del riesgo, donde

nadie tiene garantizada la utilidad laboral futura de sus saberes en relación a

los cambios, que implican formas de producción más eficientes, por lo que

diariamente se generan formas de exclusión basadas en la ignorancia del uso

de nuevas tecnológicas, donde nadie está a salvo de quedar fuera de juego en

cualquier momento.

3.2 Conocimiento y globalización

Vemos que el mismo incremento sin límites la cultura, que a través de internet

se vuelve global, provoca que constantemente un mayor número de personas

queden condenadas a la ignorancia, ya que, como hemos visto antes, el

crecimiento de la información disponible, termina por ser superior cientos de

veces superior y desproporcionado respecto al tiempo útil para asimilarlo y

propia a la capacidad de los individuos para procesar dicha información. De

este modo, las mismas tecnologías que hoy articulan nuestro mundo y permiten

acumular saber nos están convirtiendo en individuos cada vez más ignorantes,

porque el saber acumulado se ha vuelto completamente inaprensible para una

mente humana que, al fin y al cabo, no ha podido evolucionar biológicamente al

mismo ritmo que la tecnología.

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Aunque los niveles de alfabetismo sean mayores hoy que en la Edad Media,

eso no nos convierte en menos ignorantes, puesto que la ignorancia se dice en

relación a la cantidad de saberes necesarios que son ignorados. Considerando

la desproporción sin precedentes de generación de la información y la cantidad

de información necesaria para la supervivencia en las metrópolis o para la

comprensión de procesos que en ella se desarrollan, podemos afirmar que hoy

somos más ignorantes que nunca antes en la historia, porque nunca antes se

han podido ignorar tantas cosas al mismo tiempo en una sola vida.

Del mismo modo, las ideologías dominantes se contagian también a nivel

global, donde tanto el pensamiento como la misma cultura se ven

empobrecidas debido a un único paradigma hegemónico que aplasta la

diversidad, que en sus tímidas formas de aparición temática, quedan sin

difusión ni publicidad, por lo que de poco sirve el potentísimo buscador de

google, cuando no se tiene noticia ni siquiera de que existan otras formas de

pensar o de producir cultura alternativas al pensamiento único, las cuales poder

buscar, de manera que aquello de lo cual no tenemos noticia a través de la

televisión o los medios de masas pasa como inexistente respecto a nuestras

vidas, lo cual demuestra cómo la realidad es algo constituido por los medios de

comunicación de masas, que son lo que producen los acontecimientos.

Este fenómeno de marginación cultural afecta a todos los sectores, desde el

cine (donde el predominio del cine de espectáculo es más que evidente en las

audiencias, donde la cuestión de presupuestos y medios técnicos es totalmente

determinante para el éxito en el proceso fabril de cultura) o en la música, donde

las grandes discográficas pueden hacer de cualquier adolescente sin ningún

talento especial, pero con perfil mediático, se convierta en un fenómeno de

masas, hasta la misma gastronomía se ve dentro de la globalización, pues ya

resulta extraño viajar a una gran ciudad en el mundo que no haya sido

colonizada por las multinacionales de fastfood.

3.3 Saber y poder

Mientras que en otras épocas el control de los súbditos o esclavos era posible

mediante el yugo de la religión o la violencia de las armas, los Estados

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modernos utilizan nuevas estrategias que aprovechan este conocimiento sin

precedentes sobre el mundo y la propia naturaleza humana, por tal de

conocernos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos, para anticipar

nuestras acciones conjuntas o individuales. Dentro del postestrucutalismo

francés, Michel Foucault es uno de los autores que ha hilado más fino en esta

cuestión del ejercicio del poder, no tanto desde el punto de vista tradicional

gubernamental o centralizado, sino a escalas menos perceptibles, aunque no

por ello menos reales y potentes. Foucault ha destacado la importancia de la

microfísica del poder, que se da en todos los ámbitos, desde la educación para

la competitividad, hasta el ejercicio de cualquier profesión o incluso en las

mismas relaciones de pareja.

De alguna manera, todos estamos ligados a algún sistema de dominación y

control, pero posiblemente la expresión más fuerte y pura del poder no es la

violencia, sino el saber mismo, ya que saber es poder, observamos que

determinados discursos predominantes pueden ejercer mayor presión y fuerza

que las mismas armas de un grupo o individuo sobre otro/os, puesto que el

poder funciona en cadena, de manera espontánea y no localizada, los

individuos caen en las redes transitorias del poder sin darse cuenta

Los autores postmodernos también serán críticos con los ideales de progreso

de la modernidad, tratarán de hacer ver que la modernidad fracasó en su

intento de renovación cultural, del pensamiento y la sociedad. Visto que el gran

proyecto de emancipación de la humanidad de la ilustración terminó en fracaso,

se desconfía de este camino como viable, como la misma ciencia entra en

cuestión.

Lo moderno, en su intento por desligarse del mito mediante la constante

renovación, terminó por convertirse en tradición, la tradición de repetir lo

presente y la constante renovación como mito de lo nuevo, que en realidad es

lo mismo, ya fuera insistiéndose en la innovación científica, con las vanguardias

artísticas, sociales o intelectuales, en el fondo todo era una forma refinada de

nueva teología a favor del poder institucional, por lo que este modelo entra en

crisis, por tal de proponer modelos que defiendan la cultura popular, el

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descentramiento de la autoridad intelectual y científica, como también la

desconfianza en grandes teorías del todo.

3.4 Poder y lenguaje

Abierta la sospecha en esa visión uniformizada de la realidad, como un todo

neutro del cual sólo podemos ir extrayendo conclusiones científicas,

descripciones de hechos brutos y explicaciones limpias, algunos autores de la

escuela de filosofía analítica también sospecharán del carácter condicionado al

que se ven inevitablemente sometidas nuestras interpretaciones de los hechos

de la realidad.

Quine insistirá en que el modo en que un individuo uso el lenguaje es capaz de

determinar qué clase de cosas está comprometido a decir que existen, de

hecho nuestras expresiones, el lenguaje con el que se expresa el científico sus

teorías, también se mueve dentro de un todo, donde cada expresión tiene

significado, no en relación a ella misma, sino al conjunto de significados.

A consecuencia de esto, como ha denunciado la escuela hermenéutica, resulta

difícil pensar que nuestro conocimiento sea tan imparcial y no condicionado

como se nos muestra en apariencia, más bien parece que tenemos razones

para pensar que detrás de cada expresión hay toda una tradición cultural

solidificada, un conjunto de finalidades e intereses, que implican un modo de

comprensión de lo real, que no tiene por qué coincidir con la conceptualización

de la realidad que haya podido hacer una tribu indígena animista, por poner un

ejemplo.

En concreto, cuando se trata de cuestiones culturales e históricas, el

investigador, al tratar de comprender a otros, parece que también aprende a

comprenderse mejor a sí mismo, por lo que resulta imposible hablar de total y

absoluta neutralidad y no afectación entre lo investigado y el investigador.

Incluso cuando se trata de explicaciones naturalistas en física y matemática,

siempre se supone alguna teoría ontológica o bien siempre hay cierta

comprensión previa, la cual hace que los planteamientos se sitúen en algún

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paradigma, lo que significa que explicación y comprensión, en el fondo, son

inseparables.

Por tanto, lo que intentan hacer ver los estudios culturales es que también la

propia ciencia está siempre inscrita en la cultura, como en nuestro caso la

cultura capitalista, que instituye un modo de comprensión propio del mundo,

por lo que los investigadores deberían ser conscientes de que ellos

inevitablemente también están inmersos en algún tipo de historicidad y

lingüisticidad que marca el discurso, pese a que podamos lograr

interpretaciones intersubjetivamente válidas de los hechos, éstas también están

condicionadas por el lenguaje, la tradición y, en definitiva, el todo social.

De esta manera, la mediación de la cultura en la información hace que esta

sufra deformaciones al ser representada, que pueden ser de tipo premeditado o

inconsciente. Estas representaciones de lo real construyen una realidad de

acuerdo con un pensamiento, nos lleva a comprender el mundo de una

determinada manera y no de otra, lo cual se evidencia en nuestros juicios sobre

la realidad.

Para comprender esto, veremos a continuación un ejemplo del periódico La

razón del 20 de Junio de 2011.

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4. El pensar como resistencia

4.1 Predominio del pensamiento único

Sin quererlo, todos estamos bajo el predominio de un pensamiento

unidireccional y unilateral, el capitalista, que se sostiene a sí mismo como

sistema independiente, el cual cierra las posibilidades de discurso, mediante la

imposición de su verdad, la manipulación de los medios y la misma política.

La consecuencia inevitable de un ejercicio del poder unidireccional, como

también de la difusión de la información por los mass media o internet, o un

ejercicio de la política cada vez más centralizado, que debe contar con los

organismo internacionales para cualquier gestión, como la unificación del

mercado europeo o la interdependencia mercantil transcontinental, en todo ello

se ve reflejada la hegemonía del pensamiento único, que justifica cualquier

acción política desde la uniformidad y la coherencia con esa lógica del poder

global.

Quizás la mejor expresión de este pensamiento único se ha hecho más visible

con la crisis económica, la cual evidenciado como nunca antes que la política

estatal occidental deja ser tener su centro en el ideal de democracia y

ciudadanía, por tal de convertirse en pura gestión de expertos en el mercado

internacional, donde las prioridades siempre avalan y salvaguardan a las élites,

los grandes banqueros y empresarios, incluso siendo responsables, consiguen

incrementar sus fortunas con ayudas estatales.

¿Cómo explicar, entonces, que las mayorías democráticas acepten esa pesada

carga en vez de tomar medidas radicales contra los responsables de la gran

crisis económica? Sin lugar a dudas, porque el pensamiento único capitalista

opera ya como ontología imponiendo sus propias reglas en el pensar.

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4.2 La resistencia a la globalización

Los tradicionales movimientos políticos de izquierdas nacieron en un contexto

de explotación en las condiciones de trabajo de la clase obrera, que empezaba

a ser autoconsciente de su condición de clase y de fuerza para el ejercicio del

poder. Tradicionalmente las reivindicaciones afectaban a la vida como

trabajador, por lo que su escenario de aplicación era la fábrica y las presiones

al gobierno del Estado concreto era el medio para conseguir el fin, dentro de un

sistema que se pretendía mejorar, se encuadraban las ideologías con

estructuras organizativas y políticas estructuradas, con finalidades y propuestas

concretas para la mejora de la calidad de vida y del trabajo.

En cambio, los nuevos movimientos desafiantes antisistema se comportan bajo

una lógica muy distinta, no importa tanto los cambios concretos y puntuales

que pueda integrar el sistema, sino desmantelar a las élites y el sistema

capitalista entero. Se trata de una lucha supranacional, porque sólo dejando de

lado las diferencias nacionales es posible aunar esfuerzos contra una

concentración de poder más allá de las fronteras estatales concretas.

El escenario ya no es la fábrica, sino el mundo entero, porque la sociedad

entera es productiva, porque ya no es tanto la explotación o el malestar

concreto el problema, sino la misma estructura de organismos de control

internacional lo que se desea derrumbar. Por otro lado, las concentraciones se

dan de manera espontánea, sin jerarquías centralizadas como en los sindicatos

tradicionales o partidos, como tampoco sin grandes manifiestos ideológicos con

propuestas positivas, por eso el sujeto de lucha ya no es unificado

ideológicamente, sino diverso, multiforme y ambivalente.

La represión y el ejercicio de la violencia suele ser la respuesta ad hoc a sus

reivindicaciones, como veremos en estas imágenes del 27 de mayo de 2011 en

el desalojo de Plaça Catalunya, porque la lógica del Estado no puede asimilar

ni comprender la esencia de un movimiento que anula sus propias categorías.

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4.3 La resistencia nihilista

La muerte de Dios es la muerte de los valores absolutos, con Nietzsche han

caído a martillazos los grandes ídolos de la tradición, no sólo nos quedamos en

la noche de los valores, incluso se ha perdido el valor de dar valor, como

vemos en las movilizaciones antisistema, que más allá de la crítica y la pura

negación, no hay un proyecto político alternativo, ni ninguna macrosolución,

más un sentimiento de antipatía hacia las ideologías y los partidos políticos en

general.

Del mismo modo que no hay verdad en los enunciados morales, tampoco hay

confianza en políticas verdaderas ni soluciones totales. Ante la imposibilidad de

un proyecto humano común unitario, se evidencia la voluntad de las

comunidades por afianzar sus valores, incluso al precio de la fundamentación

irracional intolerante.

No es de extrañar que en este contexto, la propiedad y el capital haya impuesto

sus propios valores al mundo, su propia metafísica, ontología y lógica del

poder, donde aquellos que se sienten amenazados tienden hacia el

individualismo más antisocial, mientras que las élites bien situadas ejercen la

dominación con la ayuda de la tecno-ciencia, cuando no controlando los

medios de comunicación, inventando la realidad o manipulando la verdad a su

antojo.

Esto ocurre porque los sistemas políticos siempre ejercen alguna forma de

poder, el cual crea siempre un contrapoder o resistencia que se enfrenta a

éste. Ninguno de nosotros escapa del sistema, todos estamos bajo el dominio

del Estado, lo absoluto que se afirma a sí mismo como verdad. Cuando un

sistema cae, el poder que lo derrota se instaurar un nuevo proceso de auto-

constitución, una nueva forma de unilateralidad que diseñará un nuevo centro y

periferia, de ahí el nihilismo como oposición radical a todo sistema.

4.4 Alternativas al sistema

Podríamos hablar de tres alternativas radicales a la sistematicidad política y las

formas de control del poder. Una sería la huida hacia libertad en tierras lejanas

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a occidente, donde la lógica del sistema todavía no haya penetrado, huyendo

de las ciudades o bien infiltrándonos en la vida infra-urbana al margen de la ley,

o bien la supresión del dolor en la drogadicción.

La segunda alternativa, sería la desaparición absoluta, el suicidio como vía de

escape para una vida insoportable, por tal de apropiarnos de nuevo de nuestra

voluntad en un último acto de rebeldía, que termine en el anonimato más

absoluto, el silencio y el vacío mediático de las decenas de personas que se

quitan la vida cada día en nuestro país.

En tercer y último lugar, tenemos la apuesta prevaricante, el resistirse al poder

sin esperar nada, una apuesta loca que estafa su propia esencia al vaciarse de

esperanza3, que implica, por un lado, el cinismo de la máscara para la

supervivencia en el sistema y, por otro, la expresión del querer vivir.

5. Conclusiones

En conclusión, considerado desde el pensar que no tenemos más alternativa

que la decisión, optaremos por la tercera alternativa, la cual no trata de

fundamentar una nueva filosofía del todo que dé respuesta a todos los

problemas políticos y metafísicos, más bien nuestro objetivo en este trabajo ha

sido dar el mapa de la situación de nuestro presente para la comprensión de

nuestra realidad vital.

Negaremos pues todos los valores que traicionan el querer vivir, sin ser nuestra

intención crear un nuevo proyecto político de valores a realizar en el mundo,

porque una estrategia de objetivos no nos ofrece verdaderas alternativas a los

grandes problemas reales de la sociedad.

En la lucha contra el poder siempre se pierde, ya hemos perdido, nos hemos

instalado en la derrota, por eso debemos asimilar esta vida como una travesía

por la noche del vacío, más allá de los viejos ídolos, radicalizaremos el

nihilismo, encontrando la posibilidad del vivir en el enfrentamiento al poder,

contra la verdad del pensamiento de la unilateralidad, cambiando la espera

interminable por la experiencia del presente eterno.

3 Santiago López Petit, Horror vacui, ed. Siglo XXI España, Madrid, 1996 pág.75