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- Perfeccionismo y necesidad de control - ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN 1.1. Objetivo del trabajo………………………………...…………………… 2 1.2. Personalidad/términos…………………………………..………….…… 3 2. NECESIDAD DE CONTROL 2.1. Definición……………………………………….……….………………. 6 2.2. Etiología y teorías explicativas………………….….………..………….. 9 2.3. Problemas asociados………………………………….……………...… 12 2.4. Tratamiento…………………………………………………………….. 12 3. PERFECCIONISMO 3.1. Definición………………………………………………………………. 14 3.2. Características………………………………………………………….. 17 3.3. Etiología y teorías explicativas…………………………………...……. 22 3.4. Problemas asociados…………………………………………..……….. 26 3.5. Tratamiento………………………………………………….…………. 27 4. CONCLUSIONES…………………………………………………..………… 32 5. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………...……….. 33 6. ANEXOS 6.1. Metáfora necesidad de Control……………………………………..….. 35 6.2. Metáfora Perfeccionismo: El cuento……………………………..…….. 35 6.3. Cuestionario Sevilla……………………………………………………..37 - 1 -

Perfeccionismo y Necesidad de Control

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- Perfeccionismo y necesidad de control -

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

1.1. Objetivo del trabajo………………………………...…………………… 2

1.2. Personalidad/términos…………………………………..………….…… 3

2. NECESIDAD DE CONTROL

2.1. Definición……………………………………….……….………………. 6

2.2. Etiología y teorías explicativas………………….….………..………….. 9

2.3. Problemas asociados………………………………….……………...… 12

2.4. Tratamiento…………………………………………………………….. 12

3. PERFECCIONISMO

3.1. Definición………………………………………………………………. 14

3.2. Características………………………………………………………….. 17

3.3. Etiología y teorías explicativas…………………………………...……. 22

3.4. Problemas asociados…………………………………………..……….. 26

3.5. Tratamiento………………………………………………….…………. 27

4. CONCLUSIONES…………………………………………………..………… 32

5. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………...……….. 33

6. ANEXOS

6.1. Metáfora necesidad de Control……………………………………..….. 35

6.2. Metáfora Perfeccionismo: El cuento……………………………..…….. 35

6.3. Cuestionario Sevilla……………………………………………………..37

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1. INTRODUCCIÓN

1.1. Objetivo del trabajo

En la práctica clínica encontramos a menudo personas que, sin encajar en un

diagnóstico de trastorno de personalidad, poseen ciertos rasgos que les provocan sufrimiento o malestar a ellos y a sus allegados. Por lo tanto, al hablar de personalidad nos estamos moviendo en el eje II del DSM-IV TR.

Entre los rasgos que más podemos encontrar está el perfeccionismo y una necesidad

excesiva de control. Por ser características muy alabadas socialmente, puede que ni siquiera lo reconozcan como un problema y acudan a terapia por las consecuencias que esta forma de ser acarrea en sus vidas: estrés continuo, depresión, insatisfacción, ansiedad, problemas en el trabajo y en las relaciones personales, baja autoestima…

La relación entre ambos términos no está muy clara. Puede que el perfeccionismo

surja como una necesidad excesiva de control para evitar que ocurra un posible desastre. O bien podría considerarse el control como un síntoma más del perfeccionismo. En psicología, la necesidad de control ha sido estudiada desde la psicología básica estrechamente relacionada con la motivación, mientras que el perfeccionismo ha sido más abordado desde la psicopatología, dándose un mayor auge en su estudio en los últimos treinta años. Lo que está claro es que ambos términos están estrechamente relacionados y suelen aparecer juntos, con mayor o menor entidad dependiendo de la persona.

En clínica podemos encontrar estos trastornos en padres muy exigentes que no toleran

un error en sus hijos, ejecutivos que dedican todo su tiempo al trabajo, adolescentes obsesionados con sacar buenas notas o con controlar la comida, deportistas preocupados por alcanzar un rendimiento superior, personas que desean controlar todas sus respuestas fisiológicas y “piden” no sudar, no enrojecer, no ponerse nervioso ante determinadas situaciones…

Al ser un tema muy amplio, en este trabajo trataré de sintetizar los aspectos más

interesantes para la práctica clínica. Revisaré brevemente cómo ha abordado la psicología el perfeccionismo y la necesidad de control, qué teorías explicativas han surgido para tratar de definir estos constructos y cómo se pueden afrontar desde la clínica, describiendo las manifestaciones conductuales más frecuentes, los problemas asociados que podemos encontrar, para concluir con una propuesta de tratamiento.

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1.2. Personalidad

El DSM-IV TR define la personalidad como “un patrón de sentimientos y pensamientos ligados al comportamiento que persisten a lo largo del tiempo y de las situaciones”. Desde este mismo manual se definen los rasgos de personalidad como “patrones persistentes de percibir, de relacionarse y pensar sobre el entorno y sobre uno mismo que se ponen de manifiesto en una amplia gama de contextos sociales y personales” (DSM-IV TR).

Podríamos considerar la personalidad como “lo que se agrega al temperamento

(aspecto más biológico) mediante el aprendizaje y el desarrollo educacional”. Y, según lo dicho anteriormente, los rasgos de personalidad no serían más que las disposiciones persistentes e internas que hacen que el individuo piense, sienta y actúe, de una manera característica.

Los rasgos de personalidad se agrupan en factores (los “Cinco grandes”, por ejemplo).

El perfeccionismo es uno de los factores del 16-PF.

CONDUCTA

CREENCIAS Y VALORES

PERSONALIDAD

En algunos individuos, ese patrón de sentimientos, pensamientos y conductas

estables, se aparta acusadamente de lo aceptado por la sociedad o causa malestar en la persona o en los que le rodean. En ese caso hablamos de personalidad patológica.

En el DSM-IV, se distinguen diez tipos de trastornos de personalidad, reunidos en tres

grupos, por las similitudes de sus características. El más interesante para el tema que nos ocupa sería el grupo C, “Ansiosos o temerosos”. Este grupo se caracteriza por un patrón penetrante de temores anormales, incluyendo relaciones sociales, separación y necesidad de control.

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- Evitativo: hipersensibilidad al rechazo, la humillación o la vergüenza; retraimiento social a pesar del deseo de afecto, y baja autoestima.

- Dependiente: pasividad para que los demás asuman las responsabilidades y

decisiones propias, subordinación e incapacidad para valerse solo, falta de confianza en sí mismo.

-Obsesivo-compulsivo: perfeccionismo, obstinación, indecisión, excesiva devoción al

trabajo y al rendimiento; dificultad para expresar emociones cálidas y tiernas. En las últimas décadas ha surgido otro modo de enfocar la personalidad desde los

llamados Patrones de Conducta o de Personalidad. Se trata de un conjunto de rasgos de personalidad que, asociados de forma permanente en la vida del sujeto, dan lugar a unos ciertos comportamientos estereotipados y repetidos. Así el Patrón de Conducta de un sujeto reúne rasgos de personalidad, actitudes, creencias, conducta manifiesta y una determinada activación psicofisiológica. Se preconiza que existe una cierta relación entre estos patrones y ciertas enfermedades médicas.

Existirían tres patrones de conducta más o menos consensuados. El que más nos

interesa para el trabajo que nos ocupa sería el Patrón de Conducta Tipo C, que se presenta en sujetos introvertidos, obsesivos, que interiorizan su respuesta al estrés, pasivos, resignados y apacibles, extremadamente cooperadores, sumisos y conformistas, con conductas de bloqueo o contención emocional siempre controlando las expresiones de hostilidad y deseosos de aprobación social.

Por otra parte, los individuos con Patrón de Conducta Tipo C tienen estadísticamente

mayor predisposición a reumas, infecciones, alergias, afecciones dermatológicas variadas e, incluso, el cáncer, este último asociado a la inhibición inmunitaria que padecen, en general, estos sujetos. El estado emocional predominante es displacentero, con miedo, ansiedad y depresión.

Recientemente se ha descrito, desde la medicina psicosomática, el Patrón de Conducta

Tipo F (PCTF), relacionado con la fibromialgia y caracterizado por:

- Rasgos de personalidad obsesiva como perfeccionismo, meticulosidad y afán de orden (cumplidores, no dejan nada a medias, concienzudos, etc.).

- Rasgos de tipo físico tales como la evitación de conflictos con huida.

- Dependencia expresada con una excesiva complacencia a la vez que negación de los propios deseos.

- Elevada autoeficacia percibida como una autoexigencia, sin descartar la

conciencia de que le viene de fuera. (“Tengo que…”, “Debería…”).

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- Abnegación, servicio, aún sabiendo que saldrán con perjuicio, con firme sentido ético, leales, con sólido sentido de la amistad, respetuosos con la autoridad, cuidadosos de la propia dignidad, responsables y con gran amor propio. Una peculiar generosidad.

- Inadecuado manejo de la agresividad con tendencia a volverla contra sí mismos

al identificar inconscientemente el objeto de su expresión con la propia persona (auto increpación, autolesiones, culpa, etc.).

- Antecedentes de privación afectiva y/o malos tratos en la infancia y en la vida

adulta con intensa necesidad y petición de afectos.

- Tendencia a ocultar lo anterior desviando, con excusas circunstanciales, ese afecto reclamado.

Como podemos ver, esta forma de ser, a parte de acarrear mucho sufrimiento, implica

también algunos riesgos para la salud. Sin embargo, algunos sujetos no cumplen todos los criterios que establece el DSM-IV TR, sino que comparten algunos de estos rasgos que hemos ido señalando que, aunque pueden causar mucho malestar, no desajustan la vida del paciente en gran medida. El objeto de este trabajo es analizar dos de estos rasgos de personalidad que comparten algunos de estos sujetos: el perfeccionismo y la necesidad de control.

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2. NECESIDAD DE CONTROL

2.1. Definición El mundo en el que vivimos está lleno de incertidumbre y amenazas. La

supervivencia de la especie ha dependido y depende, en gran medida, de la capacidad para predecir y adelantarse a eventos peligrosos o novedosos. La necesidad psicológica de control, en este sentido, intenta minimizar la incertidumbre y anticipar de alguna manera lo que va a ocurrir. Nuestra supervivencia depende de este control, puesto que, mientras más control ejerzamos, más variables examinemos y menor cantidad de incertidumbre enfrentemos, nuestras decisiones tendrán mejores resultados y nos permitirán adaptarnos a un medio cambiante.

La necesidad de ejercer control sobre el entorno ha sido considerada en la psicología

de muy diversas formas, no excluyentes entre sí. Podemos entender este constructo como un motivo primario (básico) o como un motivo secundario de carácter social. Para algunos autores, la necesidad de control es una motivación básica (Adler, 1930 y Kelley, 1955). Los individuos son considerados como seres activos y autodirigidos que planifican su conducta con el fin de obtener consecuencias deseables del entorno. Dentro de los autores que consideran la necesidad de control como un motivo básico, destaca la aproximación de Burger y Cooper (1979), quienes utilizaron el término “deseo de control” para referirse a las diferencias individuales en la motivación para controlar los acontecimientos en la vida de los sujetos. Las personas con alta motivación de control prefieren tomar decisiones por sí mismos, preparan las situaciones de antemano, evitan depender de los demás y asumen el rol de líder en las situaciones de grupo (Burger y col., 1979).

La necesidad de control también puede analizarse como un motivo secundario y

social. Un motivo secundario está constituido por el temor condicionado a una clase de estímulos; están más relacionados con procesos mentales y muchos de ellos se desarrollan dentro del proceso de socialización, maduración y experiencia de cada persona. Suelen cambiar en el tiempo y en función de las circunstancias que rodean al individuo: necesidad de afecto, reconocimiento, competencia, uso de poder… Los motivos sociales se caracterizan por impulsar la acción, orientarla hacia metas sociales y por tener en cuenta los objetivos de los demás seres sociales (Morales, 1980). En la clasificación de motivos propuesta por Madsen (1973) el control, junto con la dominancia, formaría parte del motivo de poder. El motivo de poder es un motivo secundario y social que se define como la necesidad de ejercer control e influencia sobre otros. Las personas que presentan una alta motivación de poder tienden a persuadir y afectar en las decisiones de los otros (Winter, 1973), manifiestan comportamientos asertivos, competitivos y agresivos (McClelland, 1975), buscan alcanzar prestigio, utilizan a los demás en beneficio propio (Heckhausen, 1980) y realizan juicios estereotipados y prejuiciosos de los demás (Copeland, 1992). El poder por lo tanto, puede ser entendido como una clase especial o una manifestación específica de la necesidad de control, caracterizada por ocurrir en contextos sociales.

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Esta concepción del ser humano como un organismo motivado por la necesidad de generar cambios efectivos en su entorno está relacionado con el término “autoeficacia percibida” de Bandura (1977) (definida como “los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, en base a las cuales organizará y ejecutará sus actos de modo que le permitan alcanzar el rendimiento deseado”) o “capacidad” (Weiner 1971, 1974). También podemos ver relaciones con el fenómeno psicológico conocido como "ilusión de control" (Lefcourt, 1973), que consiste en una sobreestimación del control que se tiene en una situación dada. El sujeto considera que sus respuestas guardan una relación con un suceso, mayor de la que existe en realidad. El control psicológico está relacionado con el concepto de libertad o la privación de ésta (Brehm, 1966; Brehm y Brehm, 1981). Esta teoría se conoce como teoría de la Reactancia Psicológica (RP) y propone que la amenaza o la pérdida real de alguna libertad provoca en el individuo un estado motivacional encaminado a la restauración de dicha libertad.

Predicción y control son dos términos estrechamente relacionados pero no

equivalentes. La predicción parece ser un fenómeno más básico y parece estar más relacionado con el fenómeno psicológico conocido como condicionamiento pavloviano o clásico. El control podría entenderse como una forma de incrementar la capacidad de predicción de un organismo (sobre su entorno) mediante su actividad. Por lo tanto un estímulo puede ser predecible aunque no sea controlable (Miller, 1981), pero si un evento es controlable es necesariamente predecible, es decir, el control podría entenderse como una forma de predicción.

El concepto de expectativa de control se considera como un elemento clave en la

génesis de la indefensión aprendida (IA) (Seligman, 1975). Se conoce como IA al patrón conductual resultante de la exposición a estimulación aversiva incontrolable. Seligman señala que es la carencia de control y no la estimulación aversiva el elemento clave en la génesis de este proceso (Seligman, 1971).

La teoría de la indefensión aprendida nos permite entender los efectos motivacionales

que la ausencia de control sobre un estímulo provoca en los sujetos, pero no explica por qué en determinadas ocasiones la reacción de los organismos es la opuesta a la esperable según la teoría, es decir cuando ante la exposición a la ausencia de control, los sujetos responden con un incremento en su actividad.

El modelo de Wortman y Brehm (1975) trata de integrar los resultados de la teoría de

la indefensión aprendida y la reactancia psicológica. Cuando una situación es incontrolable, los sujetos con una alta expectativa de control reaccionarán con reactancia durante un tiempo (función del nivel de la expectativa de control), si la condición de incontrolabilidad se mantiene durante más tiempo los sujetos comenzarán a experimentar indefensión. Por otra parte los sujetos con baja expectativa de control, mostrarán síntomas de indefensión en los primeros ensayos sin mostrar reactancia.

La importancia del control parece no ser exclusiva de seres evolutivamente

superiores. Seligman encontró en sus estudios con animales que la ausencia de control produce déficit asociativos y motivacionales severos. Además, los trabajos de Brigham

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(1979) demuestran que los niños preferían objetos elegidos por ellos mismo a elegidos por otras personas, aunque el valor fuera el mismo.

La Intolerancia a la Incertidumbre, es una variable de vulnerabilidad cognitiva

relacionada con la etiología y el mantenimiento de la preocupación excesiva e incontrolable, característica de las personas con trastorno de ansiedad generalizada. Es un constructo relativamente amplio que representa reacciones conductuales, cognitivas y emocionales negativas hacia los contextos y situaciones de incertidumbre de la vida diaria; se relaciona estrechamente con la preocupación, sin tener en cuenta los niveles de ansiedad y depresión.

Strauss descubrió que es una característica esencial del TOC y relacionó esta

intolerancia con el desarrollo del perfeccionismo: la persona obsesiva evita la incertidumbre buscando la perfección en todos sus actos.

Como hemos visto hasta aquí, el constructo necesidad de control ha sido ampliamente

estudiado en la psicología desde diferentes perspectivas. De lo dicho hasta ahora, podríamos concluir definiendo la necesidad de control como la necesidad de poder establecer unos determinados resultados antes de que estos ocurran. Cuando esta necesidad de control se vuelve desproporcionada, exigente y rígida, en vez de razonable y flexible, surge la convicción irracional de que el control perfecto puede proporcionarnos seguridad en la vida y se traduce en conductas encaminadas a procurar el control de cada situación, de nosotros mismos o de las personas que nos rodean.

Los métodos utilizados para controlar a los demás pueden ser muy variados y

dependen de los objetivos y situaciones. Pueden ir desde la utilización del poder otorgado por la jerarquía, hasta el sentimiento de culpa provocado en otra persona para que haga lo que nosotros esperamos (el chantaje emocional), utilizar información que se posee del otro; los halagos pueden ser utilizados como una forma de controlar e influir en otros, haciendo que mantengan un predisposición positiva hacia nuestros deseos. Otra manera de buscar el control puede ser el perfeccionismo rígido y excesivo como forma de evitar los errores y mantener la situación siempre bajo control. Una de las maneras más comunes de buscar el control es el autocontrol: de nuestra conducta, de nuestras propias respuestas emocionales o fisiológicas, etc.

En la necesidad de control se puede observar que:

- El individuo se siente amenazado si la situación no depende de él mismo, se desarrolla al azar o son las otras personas las que deciden. Esto provoca mal humor, tensión, que se tomen acciones opresoras, conductas dominantes, chantajes emocionales, crítica, infravaloración del entorno, etc.

- Inseguridad: detrás de una persona que necesita controlar hay inseguridad y miedo. Cuando no hay control sobre una situación o persona se produce ansiedad, estrés, angustia, insomnio, ira, etc. La persona se pone en una situación de alerta que no es real.

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- Crítica: una persona que necesita controlar es crítica y exigente, tanto consigo mismo como con los demás. Esta crítica puede ser desplazada al exterior, de tal manera que se considera que el entorno es incapaz o tiene malas intenciones.

- Dependencia: cualquier persona que necesite controlar depende y condiciona

sus actos a esta necesidad, evitando situaciones que puedan escapar a su control y, al mismo tiempo, buscando la dependencia de los demás en sus relaciones.

- Detrás de todo ello hay miedo a perder la capacidad de elección, a que los

otros nos hagan daño, a sacar al exterior conductas que el individuo considera inapropiadas o reprochables, a perder los papeles… Por tanto, existe una tensión de fondo, un estado de alerta continua. La necesidad de control se acompaña de la necesidad de dominar al otro o la situación. En el caso de que este dominio se perdiera, la persona sentiría un profundo malestar, podría sentirse inferior, incapaz, poco deseable, poco competitivo, débil.

El perfeccionismo, actitudes muy exigentes y críticas hacia uno mismo y hacia los

demás se encuentran detrás de todo este esfuerzo puesto en mantener el control de uno mismo, de cada situación o de los demás.

2.2. Etiología y teorías explicativas Como hemos visto, la necesidad de ejercer control sobre el entorno es compartida por

los seres humanos y los animales. El control nos permite predecir acontecimientos y adaptar nuestras acciones para tener más éxito. Desde este punto de vista, la necesidad de control es algo positivo que nos ayuda a adaptarnos al medio. Cuando esta motivación natural se convierte en una obsesión que guía la conducta de una persona, provocando malestar en él mismo y en los que le rodean, estamos ante un problema. En este apartado trataremos de buscar las causas de este problema y alguna teoría explicativa.

En la génesis de la necesidad de control podríamos encontrar tres razones principales:

• Control de uno mismo y el entorno para protegerse de peligros y amenazas de la vida (reales e imaginarios). Los niños que serán obsesivos o controladores están aterrorizados por la conciencia de su vulnerabilidad en un mundo que perciben como amenazante e impredecible. A fin de mantener un sentimiento de calma y transitar seguros por la vida, deben rechazar o negar esa conciencia de algún modo. Así, llegan a creer que por medio del control de sí mismos, de su universo personal podrán protegerse contra todos los peligros de la existencia, los reales y los imaginarios. “Si me esfuerzo lo suficiente, puedo obtener el control de mí mismo y de todos los peligros circunstanciales (accidentes, enfermedad, muerte). De este modo podré andar tranquilo”.

• Organización y orden: evitar lo desconocido y lo arriesgado porque puede ser peligroso. Ahora bien, ser lo suficientemente prudente y atento suele significar estar al corriente de todos los hechos que podrían tener consecuencias personales, desde el

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tiempo atmosférico hasta las cuestiones políticas y los últimos adelantos médicos. La preocupación por la organización es otro recurso para crear una sensación de control. Se puede llegar al extremo en imponer orden y predicción en sus vidas, evitando lo desconocido y apartándose de las empresas arriesgadas, como si estas medidas pudiesen impedir las desgracias imprevistas.

• Pesimismo como autoprotección. Cuando un obsesivo no puede decir en qué

forma podría afectarlo algún acontecimiento y además no puede evitarlo, suele adoptar una actitud pesimista como autoprotección, lo que les lleva directamente a una merma en la calidad de vida y a múltiples trastornos como ansiedad o depresión.

Desde la psicología existen varios intentos de explicar la necesidad de control que

podemos clasificar en dos grupos. Un primer grupo estaría constituido por aquellos que consideran el control como un vehículo para reducir la incertidumbre y, por tanto, consideran la información como elemento central en la teoría. Un segundo grupo lo formarían aquellos que consideran el control como un medio reductor de ansiedad o malestar.

La teoría de la “señal de seguridad” de Seligman (1968, 1975) trata de explicar la

necesidad de predicción (no de control) a través el concepto de seguridad. La falta de predicción produce ansiedad. La existencia de señales que permitan predecir la ocurrencia de sucesos aversivos implican la existencia de señales que predicen la no ocurrencia de dicho evento aversivo, siendo dichas señales (señales de seguridad) potentes reductores de la ansiedad. Los organismos por tanto, serían buscadores activos de “señales de seguridad” (Seligman, 1975).

Sokolov (1963) y Berlyne (1960) parten del concepto de incertidumbre como

generador de o factor que incrementa el arousal o activación y la información como reductor de dicha experiencia. Así los organismos son considerados como “buscadores de información”. La reducción de la activación se produce cuando se reduce la sorpresa o el conflicto generado por la ocurrencia del evento no predecible. Dicha reducción estaría explicada por procesos de habituación neural, mediante la generación de un modelo o esquema neuronal que represente de un modo preciso la situación aversiva (Miller, 1981).

La “hipótesis de la internalidad” o del estado interno del organismo se apoya en los

trabajos de Church (1964) sobre estrés e indefensión aprendida. La oscilación o variación del estado interno de los organismos permite asociar valores específicos de dicho estado interno con sucesos externos optimizando los resultados del organismo. El control reduciría el arousal por incrementar la capacidad de predicción del organismo (Miller, 1980).

La “hipótesis minimax” (Miller, 1980) plantea la posibilidad de que el control sobre

los eventos aversivos proporciona un límite superior de la intensidad de dicho estímulo. Así un sujeto con control espera un estímulo con un nivel de aversividad menor que un sujeto sin control. El control instrumental, por lo tanto, reduce la intensidad, duración y/o frecuencia máximas del estímulo aversivo.

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Las teorías explicativas presentadas hasta ahora no son en absoluto excluyentes. Parece una opción más sensata asumir que el origen de la necesidad de controlar el entorno se encuentra en la tendencia a reducir la incertidumbre, más que en la reducción de la experiencia emocional aversiva.

La experiencia emocional aversiva, no sería causa ni consecuencia de la ausencia de

control. Podría considerarse que dicha experiencia es un correlato de la exposición de un organismo vivo a la falta de control, cuya función probablemente esté estrechamente relacionada con la preparación de estructuras fisiológicas vinculadas al aprendizaje. La activación de estas estructuras permite la emergencia o aparición de formas progresivamente más complejas de conducta, cuya función, a su vez, no es otra que la de restaurar el control y la predicción sobre el entorno que el organismo experimenta.

Por otro lado, según un estudio llevado a cabo por Adam Galinsky en el Kellogg

School of Management de Northwestern University en colaboración con Jennifer Whitson de la Universidad de Texas publicado en la revista Science, las personas buscan darle sentido e imponer un orden a un mundo lleno de incertidumbre buscando alcanzar un sentimiento de poder y control. Esta búsqueda de estructura puede a veces llevarnos a engañarnos a nosotros mismos viendo y creyendo cosas que simplemente no existen. Este estudio pretende revelar porqué algunas personas se sienten atraídas por la superstición, los rituales y las teorías conspirativas. Estos pueden parecer fenómenos distintos pero tienen en común el hecho de encontrar relaciones significativas y coherentes en estímulos sin ninguna conexión.

Por ejemplo, un estudio realizado en los años 90 mostró que adultos que estaban

comenzando su primer año de postgrado, como consecuencia de la nueva adaptación y procesos de cambios implicados, tenían más tendencia que sus compañeros de años más avanzados a creer en conspiraciones.

En el estudio que nos ocupa, a través de una serie de seis experimentos los

investigadores mostraron que los individuos que sentían que carecían de control eran más propensos a ver imágenes que no existen en realidad, a percibir conspiraciones y creer en supersticiones. En las situaciones en las que se siente que tenemos poco control podemos suponer que existen mecanismos misteriosos, ocultos, que desconocemos y que son los verdaderos causantes de las distintas situaciones que encontramos en la vida. Esto sugiere que la falta de control conlleva una necesidad visceral de orden, incluso de un orden ficticio.

Los participantes cuyos sentimientos de control habían sido disminuidos en la primera

parte del experimento mostraron más tendencia a percibir siniestras conspiraciones detrás de la superficie de situaciones inofensivas. Si estas creencias o suposiciones les hacen sentirse mejor, más confiados, entonces sirven un propósito, no son irracionales. Por ejemplo, existe información que confirma que las personas religiosas se curan más rápidamente. Todo lo cual muestra cómo un sentido disminuido de poder y control hace que las personas tengan tendencia a percibir conspiraciones en situaciones totalmente inofensivas, a creer en supersticiones o a percibir sentidos o patrones significativos donde

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no los hay, todo para poder explicar aquello que no comprenden y lograr sentir de alguna manera que tienen control sobre sus vidas

2.3. Problemas asociados

En contextos más relacionados con la psicopatología, el control parece jugar un importante papel en una gran variedad de trastornos como la depresión (Alloy y Abramson, 1979; Burger, 1984), en los trastornos del comportamiento alimentario (Duker y Slade, 1982) o en el juego patológico (Langer, 1977; Ladoceur, 1993). También se ha comprobado que existe una relación entre la necesidad de control en el trabajo y el riesgo de hipertensión arterial (Universidad Veracruzana, 2003).

2.4. Tratamiento

El objetivo general de la intervención debe ser recuperar, en la medida de lo posible, la espontaneidad, aprender a tolerar los imprevistos y la incertidumbre, reducir la frustración… En una palabra, dejar de controlar continuamente.

Para algunos individuos la necesidad de control supone una obsesión, por lo que

podemos enfocar la intervención como tal. En este sentido, se puede recomendar la exposición con prevención de respuesta a la emoción de descontrol o incertidumbre. Para ello habrá que listar y jerarquizar todas las situaciones problemáticas, operativizándolas al máximo. A continuación se expondrá al paciente, primero en imaginación y después en vivo, a todas estas situaciones, controlando cualquier tipo de evitación o escape. Por ejemplo, una persona que no acude a actos sociales por miedo a ponerse rojo, habrá que exponerle a que acuda a una fiesta o cualquier evento temido, primero en imaginación y posteriormente en vivo.

Podemos resumir el tratamiento en cuatro fases que estarán relacionadas con las áreas

que se encuentran afectadas: 1/ Control de uno mismo: en la necesidad de control hay un gran temor oculto que es

el “miedo a perder el control”. Debemos tomar conciencia de que no se puede controlar lo que es incontrolable (por ejemplo, reacciones fisiológicas) y en este sentido sólo cabe la aceptación de esos procesos que son totalmente naturales. Para estas personas llegar tarde, una lágrima, hablar más de la cuenta, pasarse un día en el régimen, etc., puede suponer una catástrofe pues se vive como una pérdida absoluta de control. El tratamiento irá encaminado a exponerse, primero en imaginación y después en vivo, a todas estas situaciones de “descontrol” o incertidumbre. En cuanto al autocontrol, una parte muy importante de la intervención será hacer caer en la cuenta al paciente que las emociones y las respuestas fisiológicas son poco controlables y que debemos aceptarlas.

2/ Control de los demás: las reacciones de los demás pueden ser fuente continua de

sufrimiento y de tensión, puesto que intentar controlar en todo momento lo que otra persona

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hace o dice requiere un esfuerzo continuo y es agotador. Durante la terapia habrá que preparar al paciente para que se relaje en situaciones sociales, para ello puede ser necesario enseñar habilidades sociales y de comunicación (hacer y recibir criticas, plantear necesidades y deseos, pedir ayuda), asertividad, etc.

Debemos enseñar al paciente a tolerar las situaciones donde los demás toman las

decisiones exponiéndose a ellas. También deben aprender a delegar en los demás. Puede ser necesario recuperar actividades de ocio que hayan sido evitadas por temor a no poder controlarlas.

3/ Expresión emocional: la contención emocional es otra forma de autocontrol, que

requiere un gran gasto de energía y produce ansiedad. Por tanto, una parte muy importante de la intervención será enseñar expresión emocional. Las personas excesivamente controladoras tienen una tensión continua y cierta incapacidad de soltar, que puede reducirse a través de la relajación, el ejercicio físico, etc.

En algunas personas se da un desequilibrio en cuanto a la expresión emocional,

manifestando mejor enfado que emociones positivas o viceversa. La intervención estará encaminada a una psicoeducación emocional, haciendo hincapié en que las emociones son positivas, naturales, tienen una función adaptativa y son parte de la comunicación interpersonal (trabajar en el valor de relacionarse más positivamente con los demás).

4/ Administrar áreas de control: probar a dejar de controlar voluntariamente ciertos

ámbitos de la vida para comprobar que no pasa nada si no se tiene todo bajo control. Probar a hacer de vez en cuando cosas sin planificar hasta el último detalle. El objetivo es ir recuperando la espontaneidad en la medida de lo posible y aprender a tolerar situaciones novedosas o llenas de incertidumbre (pérdidas o cambios de trabajo, mudanzas, bodas, fallecimientos…).

Durante la intervención habrá que hacer continuamente psicoeducación, normalizar

situaciones o conductas que puedan parecer temibles, modelar comportamientos más adaptativos y enseñar otros nuevos al paciente mediante el uso del role-playing. También podemos contar con cuentos o metáforas que nos ayuden a explicar al paciente su problema. (Ver Anexo)

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3. PERFECCIONISMO

3.1. Definición

Si buscamos “Perfeccionismo” en cualquier diccionario podemos darnos cuenta de que la definición no es muy halagüeña. La definición de la RAE, “Tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”, nos da una idea de que los perfeccionistas no son personas que obtengan buenos resultados, por lo menos no rápidamente. Si acudimos al diccionario María Moliner encontramos esto: “Minuciosidad y deseo de perfección, a menudo exagerado, en la realización de cualquier trabajo o tarea”. Vemos que también aquí se enfatiza que, a menudo, hay una obsesión de fondo por hacer las cosas bien.

Debemos diferenciar entre el perfeccionismo positivo (el objetivo de la persona es

alcanzar metas elevadas, teniendo en cuenta sus limitaciones y reforzándose al alcanzar los objetivos) del negativo (lo que mueve a la persona es la evitación de críticas o fracaso). El perfeccionismo negativo supone una forma de percibir, elaborar y responder al mundo que conlleva mucho sufrimiento. Implica una gran autocrítica que puede llevar a la depresión e incluso al suicidio.

En Psicología se entiende el Perfeccionismo como la creencia de que la perfección

puede y debe ser alcanzada. En su forma patológica, es la convicción de que cualquier cosa por debajo de la perfección es inaceptable. Debemos a Horney (1950) una de las primeras definiciones de perfeccionismo con su noción de la tiranía de los “deberías” (shoulds). Según este autor, el perfeccionista tiene en su mente lo que debería haber hecho más que lo que ya ha realizado.

Hollender (1978) definió el perfeccionismo como una tendencia a exigir a los demás o

a uno mismo una excelente calidad en los resultados de su trabajo o de su comportamiento, muy superior a lo que demanda la situación.

Importantes autores de la psicología han hablado de alguna manera del

perfeccionismo. Para Ellis (1962) supone una idea irracional creer que existe siempre una solución perfecta para todos los problemas y que sería una catástrofe no encontrar esa solución. Además, definió el perfeccionismo como la idea de que uno debería ser siempre competente, adecuado, inteligente y triunfador en todos los aspectos posibles de la vida. Por otra parte, Cattell consideró el perfeccionismo como uno de los dieciséis Factores de Personalidad.

Hamachek (citado por Parker & Adkins, 1994) describe dos tipos de perfeccionismo.

Los perfeccionistas normales "obtienen un sentimiento muy real de placer de los resultados de un esfuerzo costoso", mientras que los perfeccionistas neuróticos son "incapaces de sentir satisfacción porque a sus ojos nunca consiguen hacer las cosas lo suficientemente bien como para alcanzar ese sentimiento". Slade y Owens retoman esta distinción y afirman

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que los perfeccionistas insatisfechos son especialmente vulnerables a los trastornos alimentarios.

La definición de Burns (también en Parker & Adkins, 1994) es muy interesante

puesto que define a los perfeccionistas como "personas que se esfuerzan compulsiva e incansablemente hacia objetivos imposibles y que miden su propio valor enteramente en términos de productividad y éxito". Aquí se resalta que hay cierto carácter obsesivo en la perfección y que el perfeccionista se valora a sí mismo en función de sus logros.

Hewitt y Flett (1991), máximos exponentes científicos en este campo, definieron el

perfeccionismo a lo largo de tres dimensiones:

Perfeccionismo orientado hacia uno mismo: se caracteriza por plantearse unos objetivos personales muy difíciles de cumplir, puesto que es lo único que le causa satisfacción; piensa que lo único valioso es ser perfecto. Pero al observar que no alcanza esos objetivos imposibles, el perfeccionista se autocrítica, siendo incapaz de tolerar sus errores. En muchas ocasiones este esquema acaba desembocando en una depresión mayor, puesto que la persona nunca esta satisfecha con lo que consigue.

Perfeccionismo orientado hacia los demás: en este caso se fijan objetivos muy ambiciosos para los demás, exigiendo que se satisfagan siempre. En el caso de que los demás no cumplan con el nivel requerido por el perfeccionista, éste se sentirá contrariado, planteará graves conflictos interpersonales, asumirá toda la responsabilidad en los trabajos, no delegará en los demás por temor a que no lo hagan bien, etc. Es una estrategia de control de los demás y del entorno.

Perfeccionismo prescrito socialmente: el perfeccionista cree que los demás

esperan de él un comportamiento perfecto y trata de satisfacer estas expectativas. Piensa que para ser querido y aceptado socialmente debe ser perfecto, por ello trata de no manifestar sus defectos y de mostrar siempre un gran acuerdo en situaciones sociales. Como no tiene una referencia más o menos precisa de las exigencias de los demás, el sentimiento de frustración y de incontrolabilidad es muy intenso. Con frecuencia suelen responder a las situaciones sociales con angustia, ira excesiva, depresión, etc.

Estos autores también desarrollaron la Escala de Auto-Presentación Perfeccionista

(Perfectionistic Self-Presentation Scale -PSPS-) que evalúa tres aspectos de la auto-presentación perfeccionista: percibir la propia perfección, evitar situaciones en que podría parecerse imperfecto y ocultar situaciones en que se ha sido imperfecto.

En cuanto a escalas, Slaney (1996) creó el cuestionario “Casi Perfecto”, que contiene

cuatro variables: Estándares y Orden, Relaciones, Ansiedad y Procrastinación (tendencia a retrasar la realización de tareas por miedo a fracasar). Distingue entre perfeccionismo adaptado e inadaptado. Ambos tipos puntúan alto en Estándares y Orden, pero los perfeccionistas inadaptados también puntúan alto en Ansiedad y Procrastinación.

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Frost y cols. (1990) – grupo de investigación muy notable en este campo- , definen el perfeccionismo desde una doble perspectiva:

Temor a la evaluación negativa de los demás: este rasgo aparece indicado

por factores como preocupación excesiva por los propios errores, posibles críticas de la familia y dudas constantes entorno a las actividades que se realizan.

Perfección como una forma positiva de vida: ayuda a proponerse metas y a organizarse para conseguirlas.

Relacionado con esto, Stoeber y Otto (2006) recientemente revisaron las diversas

definiciones y medidas del perfeccionismo. Encontraron que el perfeccionismo abarcaba dos dimensiones principales: esfuerzos perfeccionistas y preocupaciones perfeccionistas. Los esfuerzos perfeccionistas están asociados con aspectos positivos (ver más abajo) y las preocupaciones perfeccionistas con aspectos negativos (ver más abajo). Los perfeccionistas sanos puntúan alto en esfuerzos perfeccionistas y bajo en preocupaciones perfeccionistas, al contrario que los perfeccionistas patológicos.

Aspectos positivos:

El perfeccionismo puede llevar al éxito y proporcionar la motivación para

perseverar ante el desaliento y los obstáculos. Roedell (1984) sostiene que "en una forma positiva, el perfeccionismo puede proporcionar la energía motriz que conduce a grandes logros. La atención meticulosa a los detalles necesaria para la investigación científica, el compromiso que empuja a los compositores a continuar trabajando hasta que la música refleja los sonidos gloriosos que suenan en la imaginación, y la persistencia que mantiene a los grandes artistas ante sus caballetes hasta que su creación encaja con su concepción, todo resulta del perfeccionismo".

Slaney descubrió que los perfeccionistas adaptados tenían niveles más bajos de

procrastinación que los no perfeccionistas. Los deportistas de élite, científicos y artistas frecuentemente muestran signos de perfeccionismo. El perfeccionismo se asocia en la infancia con la superdotación.

Aspectos negativos

En su forma patológica, el perfeccionismo puede ser muy dañino. Puede tomar la forma de procrastinación cuando se emplea para posponer tareas ("No puedo empezar el trabajo hasta que no sepa la manera 'correcta' de hacerlo"), y el desprecio de uno mismo cuando se usa para excusar un mal rendimiento o para buscar la comprensión y refuerzo de otras personas ("No puedo creer que no sepa alcanzar mis objetivos. Debo de ser idiota; si no, ¿cómo puedo ser incapaz de hacer esto?").

En el ámbito laboral, el perfeccionismo a menudo viene acompañado de baja

productividad, dado que se pierde tiempo y energía en los detalles irrelevantes de las tareas o actividades diarias, lo que puede llevar a la depresión, la antipatía de los compañeros y un mayor riesgo de accidentes. Adderholt-Elliot (1989) describe cinco

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características de estudiantes y profesores perfeccionistas que conducen a un bajo rendimiento: procrastinación, miedo al fracaso, la mentalidad todo-o-nada, el perfeccionismo paralizante y la adicción al trabajo. En las relaciones personales, las expectativas irreales pueden llevar a una gran insatisfacción por ambas partes. Los perfeccionistas a menudo sacrifican actividades sociales y familiares para intentar alcanzar sus objetivos.

Slade y cols. ofrecen un “Modelo de doble proceso de perfeccionismo positivo y

negativo”. Partiendo de la teoría del refuerzo de Skinner, proponen que el perfeccionista positivo busca abordar los asuntos, mientras que el perfeccionista negativo tiene una conducta de escape o evitación. Un individuo caracterizado por un perfeccionismo positivo busca el éxito, la perfección, la excelencia; por el contrario, una persona afectada por un perfeccionismo negativo evita los fracasos, la imperfección, la mediocridad, etc.

Shaffran y cols. (2004) delimitan el concepto de perfeccionismo enfocándolo desde la

perspectiva clínica, definiéndolo según estos criterios:

Presencia de un esquema de auto-evaluación anómalo que se manifiesta por: a) Concentración en un área específica (por ej., pérdida de peso). b) Fijación de unas metas poco razonables, pero que su personalidad determina como óptimas. c) Autoevaluación constante del logro de los objetivos, con el resultado de una gran autocrítica y auto-evaluación negativa constante. Lucha por la consecución de esos objetivos, con independencia de las

consecuencias negativas adversas. Estas consecuencias pueden ser emocionales (por ejemplo, depresión), físicas (ej., insomnio), cognitivas (ej., dificultad para concentrarse), conductuales (ej., comprobación excesiva, lentitud…).

3.2. Características

El perfeccionismo representa un intento de evitar algo desagradable, tal como la

crítica, el desastre, la incertidumbre o la pérdida de control. Lo más importante es la evitación de errores, más que el logro de metas.

Una de las características del perfeccionista es el amor a la eficacia y al rendimiento.

Por ello le cuesta descansar, siempre surgen actividades prioritarias (real o imaginariamente). Surge así el cansancio, el no sentirse ayudado, el victimismo…

En las relaciones de pareja el perfeccionista se muestra generoso, anticipativo,

dedicado y pendiente. Pero a la vez será intervencionista, falto de flexibilidad, puntilloso, controlador y siempre preocupado.

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Los errores cognitivos más frecuentes unidos al perfeccionismo son: generalización, inferencia arbitraria, pensamiento dicotómico, personalización y magnificación. El sistema de autocreencias que podemos encontrar en una persona perfeccionista: débil autoeficacia y baja autoestima. Baja experiencia de emociones positivas y disfrutan poco de sus éxitos y logros. Afectos predominantes: culpa, enojo, tristeza, frustración, inferioridad, vergüenza, tendencias predoctoras de un mal afrontamiento. Escaso interés social, habitualmente se esfuerzan por alcanzar la superioridad sin tener en cuenta al otro, no manejan adecuadamente las situaciones sociales y presentan habilidades sociales deficientes.

Características más destacables del perfeccionista:

Fija metas u objetivos irreales o inalcanzables, tanto con respecto a sí mismo como a los demás.

Centra estos objetivos en unas determinadas áreas (peso, tareas domésticas, forma deportiva…)

Hiperexigencia consigo y con los demás. Establece unas expectativas de logro desproporcionadas, tanto con respecto a sí mismo como a los demás.

Necesidad de aprobación por parte de los demás. Exagerada atención al qué dirán o pensarán los demás respecto a sí. Existe una búsqueda continua de aprobación, aquiescencia y condescendencia. Tienden a dar explicaciones justificativas de su conducta para que los demás sepan y respalden su impecable actuación y buena voluntad.

Procastinación o tendencia a retrasar la ejecución de las tareas por temor a fracasar. Los perfeccionistas no entregan trabajos o no se enfrentan a ciertas actividades por varias razones: 1/ miedo a la crítica, 2/ quieren asombrar al mundo con algo fantástico, 3/ sienten la necesidad de ser muy exhaustivos para que no se les pueda echar en cara omisiones.

Insaciable necesidad de logro y de triunfo en aquellas áreas definidas como objetivo de progreso.

Competitividad extrema para el alcance de sus propósitos. Autocrítica constante y dificultad para aceptar la critica de los demás. Pensamiento rígido, radicalidad. Casi todo es blanco o negro, hay pocos grises

en la vida. Concentrados y atentos, tienden a resolver bien las tareas técnicas y detalladas, pero no suelen tener en cuenta la situación global. Se ven fácilmente afectados por las distracciones externas y tratan de evitarlas en lo posible. Su pensamiento suele ser dicotómico, todo o nada. Este es el motivo de su rigidez, su perfeccionismo excesivo y las dificultades para tomar decisiones. Para ellos las cosas son buenas o malas, perfectas o imperfectas, y además, lo malo o imperfecto es considerado como catastrófico: "Si cometo un error soy un fracaso, y eso es algo horrible que no podría soportar". Es decir, exageran la importancia de las consecuencias de una imperfección o error.

Tendencia al control y la previsión. El autocontrol está distorsionado. Toda acción que realicen ha de estar controlada voluntariamente y no son capaces de actuar nunca de manera espontánea. Tratan también de controlar a voluntad sus propios deseos y emociones. Necesitan tenerlo todo controlado, sobre todo a ellos mismos.

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Sentido del deber y de la justicia exacerbados. Hacen las cosas “porque sí”, “porque hay que hacerlo” (el deber como fundamento del bien) y no porque es algo bueno (el bien como fundamento del deber). Esta actitud puede conducir a considerar todo como una obligación.

Minuciosidad. Valoran extremadamente los detalles, centrándose en ocasiones exclusivamente en pequeñeces. En su forma de expresarse suele notarse este patrón, pues puntualizan todos los detalles y consideran todas las opciones o bien, en ocasiones, se expresan de manera lenta e insegura debido a la ansiedad por expresarse correctamente.

Hiperresponsabilidad. Inclinación a hacer las cosas por deber, obligación o norma, con escasa reflexión y libertad interior, sobrevalorando lo formal y externo, “el tenerlo hecho”.

Anticipación ideativa con tendencia a la negatividad. Su razonamiento contiene errores cognitivos tales como la atención selectiva, la sobregeneralización del fracaso y el pensamiento todo o nada.

Fácil frustración, vivenciando antes lo que falta por hacer que lo ya hecho. La evaluación cognitiva de las demandas está segada, puesto que ponen más énfasis en los fracasos pasados y en las inhabilidades personales.

Suspicacia. Sin llegar a cotas paranoicas, hay una cierta desconfianza y una tendencia a la autorreferencia.

Megasubjetivismo. Los perfeccionistas suelen ver muy clara la manera de hacer algo, lo que les lleva a ver ese modo como el mejor y el único. También tienen un especial sentido de la prisa. Cuando perciben algo como importante y de necesaria y rápida aplicación, esperan que nada más expresarlo esté en marcha o resuelto.

Por tanto, el perfeccionista patológico se caracteriza por un exceso de control y

exigencia que se hace obsesivo hacia él mismo y hacia los demás, elimina la posibilidad de delegar funciones, crea desconfianza en la colaboración, exige prever las situaciones hasta lo imprevisible, planea las situaciones con gran anterioridad, no admite fallos y errores, busca siempre lo mejor y para ello es capaz de pasar por encima de actividades de descanso, el ocio y las relaciones familiares. En definitiva parece querer moverse con el sentido de posesión de la realidad y del mundo que le rodea sin entender las limitaciones humanas, las circunstancias imprevisibles y ni siquiera los factores de intuición y creatividad. Son personas, en el fondo muy inseguras, que sólo se quedan tranquilas cuando todo está “atado y bien atado” y no son capaces de dejar nada al fluir normal de la vida.

A continuación vamos a desglosar conductas problemáticas que podemos encontrar

tanto a nivel cognitivo como conductual en la clínica. Características cognitivas: - Objetivos muy difíciles de cumplir. El perfeccionista sostiene que las cosas se hacen

bien o no se hacen. Probablemente funcionan con un pensamiento dicotómico del tipo “todo o nada”, resultándoles muy difícil valorar las posiciones intermedias.

“Tengo que ser el mejor en cada cosa que hago”

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- Generalización inapropiada. Los perfeccionistas tienen una gran tendencia a la

autocrítica, magnificando pequeñas incorrecciones y extendiéndolas a toda su actividad. Por esta razón nunca están satisfechos, puesto que cualquier mínimo error lo generalizan de manera inapropiada a todas las tareas.

“Me noto fatal cuando gano unos gramos de peso”

- Teoría errónea sobre el pensamiento de los demás. Los perfeccionistas temen el juicio negativo de los demás y ante una mínima crítica, la generalizan de forma inadecuada a toda su actividad. Para evitar este juicio desaprobatorio se esfuerzan al máximo en todo lo que hacen.

“Los demás esperan más de mi más de lo que yo puedo hacer”

- Incremento de las expectativas de que ocurra lo peor. Las expectativas catastrofistas ponen en marcha el comportamiento perfeccionista para evitar posibles desastres, como una crítica, no estar a la altura de las circunstancias, fracasos por no cumplir expectativas…

- Falta del sentido de la coherencia. En general, los perfeccionistas son muy detallistas, invirtiendo mucho tiempo y esfuerzo en multitud de detalles. Esta preocupación por determinados elementos les hace perder el sentido global de la tarea, pierden la visión de conjunto.

- Dependencia extrema de la opinión de los demás. Los perfeccionistas están muy pendientes de la opinión de los demás, les importa mucho lo que pueden pensar de ellos. Algunos tratarán de satisfacer las expectativas que creen que los otros tienen puestas en ellos, aunque no tengan muy claro en qué consisten esas expectativas. En otras ocasiones pueden evitar el contacto social para protegerse de posibles críticas negativas.

“Si no soy perfecto, los demás me criticarán y me rechazarán” - Expectativas demasiado elevadas. Para un perfeccionista, el éxito está en el logro de

la perfección y el fracaso es todo lo demás (el pensamiento dicotómico que ya hemos visto), por lo tanto se imponen metas muy altas, casi imposibles de alcanzar. Como casi nunca logran alcanzar estas metas imposibles, están continuamente insatisfechos, se autocritican constantemente y el sentimiento de culpa y tristeza es muy frecuente. Los “fracasos” reiterados pueden llevarles a un estado depresivo, con la sensación de que nada va a cambiar en el futuro.

- Rigidez e inflexibilidad. Una vez que el perfeccionista se marca unos objetivos, le resulta muy difícil modificarlos, pues interpreta el cambio como un fracaso en lo que pretendía. El perfeccionista actúa guiado por los mismos criterios aunque la realidad informe en sentido contrario. Esta inflexibilidad se acompaña de una gran tensión y ansiedad por no desviarse del camino.

Por ej., la señora que no abandona la dieta ni en una fiesta familiar.

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- Fuerte sentimiento de responsabilidad. El perfeccionista se mueve en una atmósfera de temor al fracaso, de evitación de posibles catástrofes y el sentimiento de que las metas y objetivos son totalmente responsabilidad suya. Se sienten forzados a controlar al máximo las situaciones que deben afrontar, procurando que no se les escape ningún detalle.

Por ej., una madre que se siente totalmente responsable de la conducta de su hija adolescente y considera que debe controlar todo lo que hace.

- El imperativo de los debería. El perfeccionista nunca está del todo satisfecho, pues

siempre tienen detalles pendientes; algunos “deberías” se remontan incluso años. “Debería haber buscado un trabajo mejor cuando era más joven” - Exigencias excesivas para los demás e incapacidad para delegar. El perfeccionista

cree que los demás deberían actuar a gran altura y, como no se fía de que vayan a satisfacer ese criterio, le resulta muy difícil delegar ciertos asuntos.

Por ej., el jefe de departamento que no se fía de su subordinado y acaba haciendo él todas las tareas. Características conductuales: - Comprobación excesiva. El perfeccionista suele comprobar una y otra vez los

detalles para cerciorarse de que todo esta perfecto y no hay posibilidad de ningún fallo. Por ej., comprobar reiteradamente las respuestas de un examen.

- Exceso de celo en el cumplimiento del deber. Se trata de asegurar de que todo está

correcto, de que no hay posibilidad de error. Por ej., llegar al trabajo con mucha anticipación.

- Orden excesivo. Los perfeccionistas se organizan de forma exhaustiva, poniendo

mucho énfasis en los detalles. Estos se refleja, por ejemplo, en la confección de listas muy rígidas.

- Indecisión constante. Al perfeccionista le cuesta mucho decidirse, pues detrás de cada decisión hay cierto riesgo a equivocarse. También puede haber inseguridad y miedo al futuro.

- Lentitud. Los perfeccionistas suelen ser lentos a la hora de realizar las tareas por varias razones. La primera, la indecisión que acabamos de comentar. Por otra parte, también influye su afán de comprobación y de no cometer ningún error.

- Pereza y desidia. El temor a cometer errores o a fracasar puede llevarles a posponer indefinidamente las tareas, que puede confundirse con pereza y desidia.

- Acumulación. A veces el perfeccionista acumula gran cantidad de cosas innecesarias, bien porque no es capaz de decidir en un momento dado si es importante, bien por temor a poder necesitarlas en el futuro.

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3.3. Etiología y teorías explicativas

Desde diferentes corrientes de la psicología se ha tratado de explicar el perfeccionismo con múltiples teorías. La noción de Horney, la tiranía de los deberías (shoulds), es una teoría muy útil cuando se trata de explicar la dinámica del perfeccionismo: El perfeccionista tiene en su mente lo que debería haber hecho más que lo que ya ha hecho. En La Personalidad neurótica de nuestros tiempos, Horney declara que el perfeccionismo nace como un modo de hacer frente con éxito, adoptado por niños que desgraciadamente tienen que "luchar contra la acción de padres neuróticos", incapaces de procurar el reforzamiento y la aprobación que los niños necesitan para desarrollar un sentido positivo de su personalidad. Esos niños privados de reforzamiento no sólo experimentan una profunda duda acerca de sí mismos sino también una ansiedad y una hostilidad intensa, y las reprimen porque tienen miedo a la represalia. Esos sentimientos "malos" se vuelven hacia dentro, contra la misma persona del niño y, puesto que los niños identifican sentirse mal con ser malo, generan una autopercepción de "no suficientemente buenos". Sintiéndose sin ayuda e intimidados frente a sus padres, percibidos al mismo tiempo como todopoderosos y hostiles, tales niños aprenden a acomodarse. Más exactamente, la acomodación toma forma en el desarrollo de una personalidad mejor o idealizada, para reemplazar la real que ha sido juzgada "insuficientemente buena". Para lidiar con hondos sentimientos de inferioridad, crean inconscientemente una imagen glorificada de sí mismos que enriquecen con poderes.

Desde el psicoanálisis se mantiene que las semillas del perfeccionismo han sido

sembradas desde temprano en la psiquis humana. Existen varias teorías para explicar cómo ocurre. La psicóloga Phyllis Beck cree que la perfección es el resultado de modelos de pensamiento irracionales que conducen a la autoderrota en comportamientos y emociones. Carl Jung creía que la imagen de la perfección está presente desde el nacimiento, que hay un arquetipo de la perfección, como una forma platónica, en el inconsciente humano (colectivo), el cual actúa como un instinto, atrayéndonos hacia la perfección. Alfred Adler postuló que "una voluntad de superioridad" se desarrolla con el fin de compensar un sentido de inferioridad. Más tarde revisó esa noción y explicó la voluntad de superioridad como "el esfuerzo por la perfección" que podría ser patológico o sano, según el motivo que subyace. Si el motivo es la seguridad personal, el esfuerzo es neurótico o patológico.

En general las teorías psicoanalíticas ven el perfeccionismo como el resultado de un

superego exigente. Teóricos como Sigmund Freud, Harry Stack Sullivan y Karen Horney sugieren que los hijos de familias en las que los padres son críticos e impredecibles, sienten una ansiedad y hostilidad grande. El perfeccionismo se vuelve un modo de vencer esos sentimientos, porque permite al niño convertir las emociones y los impulsos amenazadores en comportamientos que serán más aceptables para sus padres y así le ganarán el amor y la aprobación que un niño anhela.

Como la mayor parte de los rasgos de personalidad, el perfeccionismo tiene un

carácter familiar y probablemente tiene un componente genético. Los padres que combinan un carácter autoritario con un amor condicional pueden contribuir al perfeccionismo en sus hijos.

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Desde las Teorías evolutivas, se considera que el perfeccionismo puede ser un legado evolutivo. Los homínidos que estaban motivados para una mejora prolongada e incremental (perfeccionismo) creaban herramientas mejores, y esto les proporcionaba ventajas para la supervivencia.

Lo que esta claro es que el perfeccionismo es un factor de vulnerabilidad psicológica

muy peligroso y que durante años ha sido reforzado y visto como un factor positivo dentro de la sociedad occidental.

Existen dos períodos clave en el aprendizaje o en el rechazo del perfeccionismo. La

primera etapa es la niñez, periodo durante el cual se formalizan los principales hábitos del comportamiento. La segunda etapa es la adolescencia, donde se experimenta una mayor madurez psicológica y el chico/a es más consciente de si mismo y del entorno. Esta fase de la adolescencia es particularmente fértil para el desarrollo del perfeccionismo socialmente prescrito.

El ambiente que puede promocionar un perfeccionismo positivo se caracteriza por un

modelo de actuación que refuerza el valor de ser cuidadoso y meticuloso o que reacciona contra el desorden. Por el contrario, el ambiente inductor de perfeccionismo negativo se caracteriza por una historia de falta de refuerzo en las acciones personales o un condicionamiento negativo muy focalizado en los errores.

Sin duda es tremendamente importante educar a los niños en un perfeccionismo sano

(metas alcanzables, razonables, dominio de la hostilidad). Debemos prestar atención al estilo que predomina en los niños en las situaciones de fracaso (culpa, frustración, hostilidad, tristeza…). La vulnerabilidad infantil al perfeccionismo ha sido definida por Lazarus y Folkman (1986) como la insuficiencia o escasez de recursos que tiene el niño para afrontar satisfactoriamente las demandas del medio que han sido valoradas como importantes y/o necesarias de cumplir para su bienestar personal. En los hogares de los niños con perfeccionismo negativo abunda el control hostil, la crítica, el rechazo, la baja implicación afectiva, las demandas exageradas y la aceptación incondicional, y el proteccionismo.

En el aprendizaje del perfeccionismo podemos observar diferentes mecanismos: 1/ R+ de conductas perfectas: Mediante el reconocimiento y el elogio que reciben

los niños por parte de sus allegados por hacer bien las cosas. Es decir, en las familias perfeccionistas, los niños aprenden que el beneplácito de los padres sólo llega cuando el niño es perfecto, bien sea por sus cualidades, bien sea por lo que hace.

2/ Aprendizaje vicario: Otra vía de aprendizaje del perfeccionismo es a través de la

imitación. Los niños desarrollen tendencias perfeccionistas mediante su interacción con adultos que lo son. Muchos perfeccionistas aprendieron a serlo ya desde niños al pretender ser tan perfectos como sus padres.

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3/ Reactancia: En otros casos el perfeccionismo surge como reacción a un ambiente familiar empobrecido y caótico, donde es muy probable que se hayan dado situaciones de pobreza, abuso físico y psicológico, desapego afectivo, etc. Algunos niños reaccionan a esta situación adoptando una forma de vida perfeccionista que le aleja de esa situación de adversidad.

4/ Perfeccionismo como R- (evitación ansiedad, errores): Otra posible vía de

aprendizaje del perfeccionismo es a través de la ansiedad condicionada. Algunos perfeccionistas refieren que sus padres eran muy ansiosos y centraban toda su atención educativa en los errores y en las consecuencias negativas que de los errores se pudieran derivar. Estos padres generalmente expresaban su preocupación en torno a la imperfección y sobreprotegían al niño de esos errores, recordándole lo vergonzoso que sería tener tropiezos en el futuro. Así estos niños paulatinamente sienten la necesidad de evitar las amenazas asociadas con los errores anticipados.

5/ R- escape presión social: Pero también se puede llegar a ser un perfeccionista a

través de la presión ambiental, la cultura, los compañeros, los profesores, el trabajo o la actividad que uno realiza. Pensemos, por ejemplo, en la influencia que ejercen los medios de comunicación en la necesidad de una imagen perfecta del cuerpo, a través de los anuncios, los modelos de publicidad, etc. A veces, la influencia de un profesor perfeccionista puede motivar un estilo de aprendizaje nocivo que induce a ciertos alumnos a un aprendizaje perfeccionista.

6/ En última instancia, los factores inherentes a la persona también pueden motivar un

comportamiento perfeccionista. En principio cabría suponer que el perfeccionismo puede ser una respuesta personal a un cierto sentimiento de inferioridad. Quien se siente inferior trata de compensar o enmascarar su complejo con un comportamiento extraordinario, proclive al perfeccionismo. A veces se observa esta actitud en personas que sufren alguna minusvalía física, por ejemplo, la personas con ceguera.

7/ Por otra parte, hay que tener en cuenta que en el aprendizaje del perfeccionismo

influyen ciertas variables de personalidad. Así por ejemplo, los niños que muestran una actitud abierta a los demás (deseabilidad social) es más probable que sientan con más fuerza la presión de los padres y de la propia sociedad para alcanzar altas cuotas de logro que aquellos otros niños que muestran una actitud más cerrada u opaca a esas exigencias. Es muy posible también que el perfeccionismo arraigue con más facilidad en aquellos niños que estuvieron expuestos a unos modelos educativos que perseguían la excelencia académica.

8/ En este breve repaso no podemos dejar fuera de foco la posible influencia del

temperamento. Aunque esta variable ha sido muy poco estudiada, algunas investigaciones observaron como los adultos perfeccionistas muestran un perfil de temperamento caracterizado por la evitación del peligro y una baja tendencia a la búsqueda de sensaciones nuevas. En general, desde una perspectiva clínica, los perfeccionistas se caracterizan por sentimientos de temor y desasosiego por posibles amenazas futuras, miedo al fracaso, preocupación entorno a los posibles errores, intolerancia con las críticas, necesidad de reconocimiento social y tenacidad en la lucha por el éxito. Este perfil temperamental parece

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que determina la gran sensibilidad que muestran los perfeccionistas a los premios y a los castigos.

Pero para entender la génesis del perfeccionismo debemos explicar por qué algunos

individuos, que también se encuentran sometidos a una presión similar, no ceden al perfeccionismo. Para explicar esta paradoja debemos tener en cuenta la reactancia, concepto del que ya hemos hablado anteriormente. Este término se creó para referirse a la resistencia que muestran los seres humanos hacia todo aquello que les hace perder su libertad. En otras palabras, cuando una persona se siente acorralada por un sistema, unas normas, unas costumbres, etc., que le asfixian y no le dejan vivir en libertad, reacciona contra las mismas adoptado un comportamiento contrario al determinado por el sistema o la norma. Por ello, es muy probable que haya niños que rechacen ser unos perfeccionistas como sus padres les exigen y adoptan un comportamiento antiperfeccionista. Otros niños no se convierten en perfeccionistas porque creen que no pueden alcanzar los objetivos fijados por sus padres y surge en ellos un gran deseo de ser distintos de sus progenitores, adoptando un comportamiento opuesto al exigido por los suyos, tal como se aprecia en muchos adolescentes.

De lo dicho hasta ahora se desprende que el perfeccionismo causa un malestar muy

profundo en la vida de la persona debido a la forma que tienen de interpretar y responder a los estímulos. El núcleo duro de la psicopatología del perfeccionismo es un miedo intenso al fracaso y una continua persecución del éxito. El perfeccionista mide su valía en función las metas logradas y del esfuerzo dedicado, pero de manera dicotómica: o se alcanza un éxito rotundo o se fracasa de manera estrepitosa. Cuando un perfeccionista percibe un fracaso responde de una manera muy autocrítica y con una visión muy negativa de sí mismo. Para alcanzar estos objetivos los perfeccionistas necesitan un rígido autocontrol, que les hace renunciar a cualquier tipo de placer o distracción que no sea relevante para el logro de sus propósitos. Los perfeccionistas evalúan de manera contante sus progresos por una doble vía. Por una parte, analizan si han alcanzado o no sus propósitos, y por otra, el esfuerzo que han invertido. Por eso, aunque hayan conseguido sus objetivos pueden no sentirse satisfechos si consideran que no han invertido el suficiente esfuerzo, por lo que piensan que sus objetivos no eran lo suficientemente exigentes.

De manera resumida, expondremos las consecuencias más habituales, tanto positivas

como negativas, que obtienen los perfeccionistas.

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CONSECUENCIAS:

POSITIVAS Vida simplificada Vida estructurada y

autocontrolada. Aprobación y beneplácito

social. Evitación objetiva del

fracaso. Búsqueda y logro del éxito.

NEGATIVAS Aislamiento social Ansiedad ejecutiva y

evaluativa Intereses reducidos Melancolía y humor

depresivo Sentimientos de frustración

y fracaso Idea de suicidio Insatisfacción con la propia

imagen Obsesividad Lentitud y pérdida de

tiempo

3.4. Problemas asociados

El perfeccionismo es un factor claro de vulnerabilidad psicológica; se asocia con una amplia variedad de trastornos psicológicos tales como depresión (Kawamura et al., 2001), estrés (Hewitt y Flett, 1993), crisis de ansiedad (Kawamura et al., 2001), ataques de pánico, TOC (Hewitt y Flett, 1991), fobia social (Aranda, 2003), trastorno de personalidad obsesivo-compulsiva, trastornos de alimentación, sobre todo anorexia (Cockell et al., 2002), ideación suicida (Chang, 2002), paranoia, psicoticismo, baja autoestima, bloqueo de la escritura…

Dentro de los trastornos de ansiedad, la ansiedad generalizada y la ansiedad social son

los trastornos que muestran más estrecha relación con el perfeccionismo (especialmente el perfeccionismo socialmente prescrito más que el autoorientado). La ansiedad surge como discrepancia entre los logros actuales y las metas propuestas, por tanto, los individuos perfeccionistas, que se plantean metas muy elevadas, serían especialmente propensos.

Slade afirma que el perfeccionismo es una de las condiciones necesarias para el

desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria. Las tendencias perfeccionistas, unidas a una notable insatisfacción consigo mismo y con la propia vida dan lugar a la necesidad de controlar completamente algún aspecto de la propia vida y/o lograr el éxito en ciertas áreas.

Strauss relacionó la intolerancia a la incertidumbre, característica esencial de los

TOC, con el desarrollo del perfeccionismo: la persona obsesiva evita la incertidumbre

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buscando la perfección con sus actos. Además con respecto a la intolerancia a la incertidumbre, Borkovec sostiene que es un factor determinante en la adquisición y mantenimiento de las preocupaciones (entendidas como respuestas de evitación interna). Esta dificultad para asumir la ambigüedad propia de las situaciones cotidianas está muy relacionada con las evitaciones propias del perfeccionismo.

También se asocia a numerosos trastornos psicosomáticos debido a la falta de

expresión emocional, como el síndrome de colon irritable, la fibromialgia, la fatiga crónica, los dolores de abdomen en los niños, la colitis ulcerosa, la dispepsia gástrica, la aerofagia, el hipo, muchas dermatitis, el asma, la tos compulsiva, las contracturas musculares, las jaquecas, las cefaleas tensionales y comportamiento propenso a dificultades coronarias de tipo A.

Relación del perfeccionismo en los trastornos psicosomáticos: La ansiedad puede generarse como consecuencia de acontecimientos que se viven,

bien de manera relacional, o bien íntima y personalmente. En ambos casos el sistema límbico o emocional se desborda en actividad, pierde el control funcional y da lugar a desbordamientos que afectarán:

• A la corteza cerebral, originando síntomas cognitivos, es decir, relacionados con la

inteligencia y el pensamiento. Son los casos de despersonalización, sentirse raro, fuera de si o sin control. Y también los pequeños cuadros deliroides ocasionales.

• Al control de los impulsos, abocando en el ámbito de la obsesividad o las fobias con

todo un cortejo de posibilidades. Es éste, el deficiente control de los impulsos -comida, bebida, moderación, robar, hablar, etc.- un espectro patológico al que se llega por diversos caminos. Uno de ellos –ciertamente, no el más frecuente- es éste que nos ocupa.

• Al cuerpo. Lo más frecuente es que sea el cuerpo el afectado, que sean las

manifestaciones somáticas las más ostensibles. Los afectos y emociones no están adecuadamente desarrollados o si lo están se encuentran bloqueados. La cuestión es que, estas personas al “hablar” un idioma equivocado e inadecuado no resultan entendidas en su reclamación y por lo tanto no queda adecuadamente satisfecha su demanda. Eso sí, las molestias corporales son cada vez mayores y el proceso se convierte -por persistente- en crónico.

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3.5. Tratamiento

La evaluación y la intervención psicológicas van inseparablemente unidas. No vamos a analizar en este trabajo los instrumentos de evaluación con los que contamos, la mayoría no adaptados ni validados a la población española. Baste decir que la información más pertinente nos la puede proporcionar el paciente y sus allegados a través de la entrevista clínica, los autoinformes, los cuestionarios, etc. En el anexo se incluye un cuestionario para autoevaluación de perfeccionismo en la vida cotidiana, desarrollado en España en el marco de la práctica clínica.

Será conveniente hacer una evaluación exhaustiva de las áreas en las que se dan

principalmente estas conductas perfeccionistas, así como la frecuencia y gravedad. Ejemplos de áreas a evaluar serían: trabajo/estudios, tareas del hogar, relaciones íntimas, organización, comida, apariencia física, pequeñas decisiones, coche/moto, actividades de ocio, etc.

De cara a la intervención, es muy importante señalar que el perfeccionismo no

favorece la alianza terapéutica y genera una baja adherencia al tratamiento, por lo que el principio de la intervención debe estar encaminado a crear un buen “enganche” con el paciente. Es muy importante no fomentar la competitividad, no entrar en dinámicas de poder y asumir que el paciente puede vernos como incompetentes en un principio.

Durante todo el tratamiento debemos tener siempre presente que estos pacientes se

desaniman muy fácilmente debido a su visión todo-nada (“estoy mejor o peor”, sin términos medios). Tendremos que enseñarles a evaluar los progresos de una manera más escalonada, reforzando mucho los pequeños pasos conseguidos.

Los objetivos generales de la intervención serán, por una parte, hacer consciente al

paciente de las consecuencias emocionales negativas derivadas de las actitudes perfeccionistas. Por otra parte, habrá que enseñarles a ajustar sus metas y ambiciones, haciéndolas más realistas.

En un primer momento puede ser necesario iniciar al tratamiento con una demanda no

relacionada con el perfeccionismo, para ir poco a poco cambiando las conductas relacionadas con este tipo de personalidad que provocan más malestar. También es prioritario abordar los problemas del estado de ánimo (normalmente depresión, a veces también ansiedad). Puede ser interesante realizar un listado de todas las actividades de ocio que han ido perdiendo a causa del perfeccionismo (suelen ver los hobbies como una pérdida de tiempo puesto que no tienen un propósito útil) o las que no han iniciado por el miedo al fracaso. Será necesario recuperar alguna actividad de ocio, pautando cómo y cuándo realizarla. Se puede trabajar en valores para ver qué actividades son más importantes para esa persona, y qué implica no satisfacer esos valores significativos para la persona. En cuanto a la ansiedad continua, puede ser conveniente enseñar relajación para disminuir la tensión que provoca el estar controlando continuamente.

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Para orientar la intervención, podemos agrupar los aspectos a trabajar con los pacientes perfeccionistas en las cinco áreas que se encuentran más afectadas:

1/ EL PERFECCIONISTA ANTE LA NECESIDAD DE CONTROL. Ya hemos

comentado este aspecto más ampliamente en el apartado “Necesidad de control”. En el perfeccionismo, además de lo ya comentado, debemos tener en cuenta que lo más importante es tratar el miedo a no ser perfecto, a no controlar las respuestas (por ejemplo, en situaciones sociales), a dejar que se escape algún detalle que pueda ser mal interpretado (por ejemplo, en las conversaciones). También puede ser necesario tratar la acumulación de objetos innecesarios “por si hacen falta” o la acumulación de dinero para prevenir posibles catástrofes, la realización compulsiva de listas o la revisión continua de trabajos y tareas.

2/ EL PERFECCIONISTA ANTE LA ACTIVIDAD. Cualquier actividad para un

perfeccionista puede suponer un reto puesto que se convierte en un examen, una competición o un reto donde demostrar la valía o evitar el fracaso más absoluto. La intervención se centrará en los siguientes aspectos:

Combatir el deseo por lo exhaustivo. Para ello, lo primero es reconocer lo

necesario de lo que no lo es, sabiendo que no es posible hacer todo lo que se querría. Hay que aprender a reforzarse por el esfuerzo dedicado una vez que se ha concluido la tarea. Se pueden dar las siguientes pautas para enfrentar mejor la actividad:

- Proponerse un plan de trabajo que se ajuste a la realidad. - Estructurarse en periodos cortos de tiempo, descansando entre medias y

siguiendo el horario previsto. Se puede dedicar tiempo para repasar si es necesario (solo una vez y durante un periodo previamente acordado). Hay que cumplir el horario aunque no se haya alcanzado la meta y hay que reforzarse por el esfuerzo.

- Fijarse una meta final, intentando no entretenerse ni desviarse del camino. Centrar la atención en la actividad, no en otras preocupaciones.

- Tener en cuenta el plazo límite y las limitaciones personales (habilidades, conocimientos, otras obligaciones…).

- Dedicar también tiempo a la familia, pareja, amigos, ocio…

Tratar la procastinación (tendencia a retrasar la ejecución de las tareas por temor a fracasar). Los perfeccionistas no entregan trabajos o no se enfrentan a ciertas actividades por varias razones: 1/ miedo a la crítica, 2/ quieren asombrar al mundo con algo fantástico, 3/ sienten la necesidad de ser muy exhaustivos, para que no se les pueda echar en cara omisiones. Hay que aceptar que los fracasos son frecuentes en un mundo imperfecto y que no pasa nada por equivocarse a veces. Todo el mundo se equivoca, es completamente normal (se puede pedir que recuerde errores de gente que admire y que se haga una lista de consecuencias que tuvo ese error).

Trabajar toma de decisiones. Los perfeccionistas evitan tomar decisiones o

comprometerse por miedo al fracaso o a la crítica (por ejemplo, en pareja). La intervención tratará de enseñar a tomar decisiones en un plazo determinado de tiempo, teniendo en cuenta que el miedo al fracaso es una anticipación cognitiva, no es miedo a un fracaso real. Hay que centrarse en la tarea y hacerlo lo mejor posible. Por otra parte,

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se toman las peticiones como obligaciones, por lo que se niegan en rotundo ante la ansiedad que les causan esos “deberías”. Habrá que trabajar reenfocando esas peticiones.

En cuanto al compromiso, es muy importante trabajar los valores de cada persona

para clarificar qué cosas son importantes en la vida y comprometerse con ellas aunque se pueda fracasar, aceptando que en la vida nunca se puede estar totalmente seguro y que hay cierta probabilidad de fracaso.

3/ EL PERFECCIONISTA ANTE LOS DEMÁS. Muchos perfeccionistas sufren la

soledad muy a su pesar debido a que, a pesar de que cultivan mucho sus amistades, intentando contentar a todo el mundo y evitando cometer el más mínimo error por el miedo a quedarse solos, los otros no responden como esperaban y se sienten desalentados o las relaciones sociales les causan tanta ansiedad que acaban evitándolas. Algunos expertos recomiendan a los perfeccionistas fomentar las relaciones superficiales, pues las profundas, a medio plazo son conflictivas, pues se obsesionan con esa amistad volviéndose dependientes.

Relacionado con la necesidad de control que antes comentábamos, hay que aprender a

no ver a los demás como una amenaza y, por lo tanto, no intentar controlarlos. En las relaciones sociales deben intentar no llevar siempre la razón en todas las discusiones, asumir que es normal cometer errores y dejar la puerta abierta a diferentes puntos de vista. En cuanto a la crítica constante a los demás, hay que asumir que las personas perfectas no existen y que intentar serlo constantemente provoca rechazo en los demás. Deben exponerse a situaciones en las que no se va ser perfecto, dejar la vergüenza y el miedo al rechazo a un lado y hacer lo que se teme.

Paradójicamente, les ofende que otros les digan lo que tienen que hacer, en ocasiones

piensan que es injusto o poco apropiado para ellos; por ello se oponen a las normas y a las exigencias de las instituciones, comportándose de manera inapropiada o contraria a lo que comúnmente se espera. Lo principal es reconocer esa resistencia interna, preguntarse por qué pasa eso.

4/ EL PERFECCIONISTA ANTE SI MISMO. En cuanto a la forma que tienen de

verse, cabe destacar los siguientes puntos a trabajar:

Evitar la excesiva autoexigencia. Lo que piensan que “quieren hacer” se transforma en “debo hacer” (lo que no quieren hacer se transforma en “no puedo hacerlo”). El tratamiento estará encaminado en buscar los verdaderos objetivos de la vida y realizar un plan para desarrollarlo, yendo a lo esencial. Hay que transformar el “debo” en “quiero y nadie me obliga”.

Prescindir de la prudencia exagerada. Una forma que tienen los perfeccionistas de evitar el peligro es la prudencia excesiva. En las relaciones interpersonales esta prudencia les hace no darse a conocer, por lo que aparecen como soberbios, prepotentes, fríos y distantes para evitar ser descubiertos en algún defecto que pueda provocar rechazo. En el trabajo son autosuficientes y no suelen pedir ayuda, no delegan

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por miedo a que los demás no lo hagan bien. En temas económicos, escatiman el gasto, comparan precios de manera compulsiva, no prestan dinero a los amigos, y cuando lo hacen están pendientes de recuperarlo, aprovechan al máximo las cosas, si les venden algún producto en mal estado se sienten tremendamente enfadados.

El remedio a esta excesiva prudencia es ser un poquito imprudentes o menos

precavidos: no hay que confiar totalmente en una persona para poder relacionarse con ella, pedir ayuda o delegar es necesario, se puede permitir un capricho de vez en cuando, etc. Además, los peligros que vaticina el perfeccionista rara vez se cumplen, sólo hay que dar la oportunidad de comprobarlo (pruebas de realidad).

Conseguir mayor flexibilidad. A los perfeccionistas les encanta ordenar,

clasificar y organizarlo todo, como una forma de control, con la esperanza de que así pueden evitar posibles desastres. Realizan las actividades sistemáticamente, siempre siguiendo el mismo orden, con una necesidad de perfección, minuciosidad y control. Esto puede ser bueno porque al volverlo una rutina son más eficaces, pero acaban convirtiendo cualquier actividad en una tarea mecánica, incluso lo que es diversión, dejando a un lado el humor, la improvisación y la espontaneidad.

Lo peor del caso es cuando la necesidad de orden está unida a la resistencia al cambio. Se asumen hábitos tan firmemente estables que no permiten modificación alguna; se vuelven esclavos de las normas (muchas veces autoimpuestas). Si las circunstancias obligan a cambiar una rutina se sienten enfadados, irritables y nerviosos.

La necesidad de orden se extiende a sus pensamientos, de manera que desean

guardar sus experiencias de manera ordenada. Tienen que comprenderlo todo; si hay algo incierto se sienten incómodos e irritados. Centran toda su atención en entender, olvidándose de disfrutar del tema o del acontecimiento que les ocupa. Es como si controlasen la vida al comprenderla.

Para poder modificar estas creencias hay que saber qué consecuencias negativas

conllevan. Por ejemplo, el tiempo que se emplea en clasificar y ordenar y que se podría estar empleando en otras cosas más importantes. O las oportunidades perdidas por realizar las tareas de manera mecánica, tanto personalmente como a nivel de relaciones. Deben aprender a ser más flexibles, saber ceder ante el cambio y ser capaz de modificar las ideas.

Trabajar emociones. Queda claro que en el abordaje terapéutico de estos

procesos, es preciso enseñar a reconocer y descubrir los propios sentimientos y afectos. Y también a manejarlos, producirlos y expresarlos.

Trabajar cogniciones. Los terapeutas intentan abordar el pensamiento negativo

que rodea al perfeccionismo, en particular el pensamiento "todo-o-nada", en que se piensa que un resultado es o bien perfecto o bien inútil. Debemos alentar al paciente a fijarse objetivos realistas y a afrontar su miedo al fracaso. Un aspecto muy importante será aprender a ponerse en el lugar del otro, saber escuchar, contrastar información y luego negociar (perspectivismo frente a megasubjetivismo)

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5/ EL OCIO. Algunos perfeccionistas son trabajadores compulsivo, lo primero para

ellos es el trabajo y si queda tiempo, lo demás. No trabajan mucho porque lo necesiten para sobrevivir sino que lo hacen porque quieren y en mayor medida de lo que las circunstancias demandan. El trabajo ocupa gran parte de su ocio, que aprovechan para “adelantar trabajo”. Esto es así porque identifican el tiempo de ocio con perder el tiempo; cuando tienen tiempo libre se sienten intranquilos, no saben qué hacer puesto que necesitan la sensación de tener que hacer lago todo el rato.

Esta característica está muy aplaudida socialmente, se les puede ver como

triunfadores y sacrificados, pero a la vez están descuidando aspectos tan importantes como la salud, la familia, las relaciones… Los hijos de los perfeccionistas sufren mucho por esta causa, puesto que se sienten desatendidos, ya que sólo les dedican tiempo para criticar, dar órdenes o realizar actividades “de provecho”.

Durante la intervención habrá que programar actividades de ocio, al principio pueden

tomarlo como una obligación para ir buscando poco a poco el disfrute. Se puede hacer un listado de actividades de ocio, concretando tiempo y modo de llevarlas a cabo (aceptar la sensación de culpa por estar “perdiendo el tiempo”). Deben darse cuenta de que descansar y gozar de la vida no es de vagos, sino que es necesario y nos proporciona el equilibrio entre el trabajo y la familia y los amigos.

Como hemos podido comprobar, hay mucho que trabajar en diferentes áreas. Puede

que contemos con cierta reticencia por parte del paciente pues estos cambios suponen en cierta medida “cambiar su manera de ser”. Es por tanto muy necesario buscar las consecuencias negativas (numerosas seguro) que esta forma de ser está acarreando en su vida para motivar al paciente para el cambio. Incluso puede que el entorno castigue cualquier variación de la conducta, pues como hemos dicho nuestra sociedad refuerza en gran medida la búsqueda de logro y de resultados por encima de todo.

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4. CONCLUSIONES

Tras lo visto hasta aquí, podemos concluir que el perfeccionismo y la necesidad de control son variables de vulnerabilidad psicológica implicadas en diversos trastornos. La sociedad refuerza en gran medida estas características, consideradas factores de éxito, pero que a la larga crean un gran malestar en la persona y en sus allegados, afectando de manera significativa a las relaciones personales, a la autoestima, al rendimiento en el trabajo, etc.

Estas variables están estrechamente relacionadas con trastornos psicosomáticos y

psicológicos como la depresión, la ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria, el trastorno obsesivo-compulsivo, etc.

La predicción y el control son habilidades que nos permite adaptarnos a un entorno

cambiante, lleno de incertidumbre y amenazas. La necesidad de control supone la búsqueda activa de control en el entorno. En su forma patológica implica que el sujeto necesita dominar cualquier acontecimiento, cualquier respuesta de otra persona o suya propia. Por lo tanto, la intervención irá encaminada a tratar estos tres ámbitos.

El perfeccionismo supone un miedo intenso al fracaso y una continua persecución del

éxito. Hay una continua evitación de errores, de críticas, de incertidumbre, de pérdida de control… Existe un exceso de exigencia hacia si mismo y hacia los demás, autoimposición de metas elevadas, una inflexibilidad marcada… A la hora de la intervención, debemos tener en cuenta que hay una baja adherencia al tratamiento y problemas con la alianza terapéutica. Trabajaremos todas las áreas que se encuentren afectadas, como la relación con los demás, las habilidades sociales, la expresión de emociones, la realización de tareas…

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5. BIBLIOGRAFÍA

Álvarez Romero, M.; García-Villamisar, D. El síndrome del perfeccionista: el anancástico. «Cómo superar un problema tan común y devastador». 2ª ed. Córdoba: Almuzara, 2007.

Asociación Americana de Psiquiátria (APA), Manual diagnóstico y estadístico de los

trastornos mentales (DSM-IV TR). Traducción al castellano. Barcelona: Masson, 1995.López-Ibor Aliño, Juan J. & Valdés Miyar, Manuel (dir.) (2002). DSM-IV-TR.

Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Texto revisado. Barcelona: Masson.

Moliner, María. Diccionario de uso del español. Ed. Gredos, 1966. Peña Molino, D. Necesidad de control: análisis conceptual y propuesta experimental.

En: Revista Profesional Española de Terapia Cognitivo-Conductual 2 (2004), 70- 91 Real Academia Española (RAE). Diccionario de la lengua Española. [En línea] 22ª

ed. (2001). Disponible en web: < www.rae.es > Vida emocional. “Personalidad: perfeccionismo”. [En línea] Disponible en web:

<www.vidaemocional.com/index.php?var=07,02personalidad perfeccionismo> Whitson, J.; Galinsky, A. “Lacking Control Increases Illusory Pattern Perception.”

Science, 3 Octubre 2008, 322(5898): 115-117. Wikipedia, “Perfeccionismo”. [En línea] Disponible en web:

<http://es.wikipedia.org/wiki/Perfeccionismo>

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6. ANEXOS

Metáfora para necesidad de control Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores.

No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su

vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro, una bolsa de agua

caliente, un paraguas y un paracaídas. Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y

seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Metáfora para perfeccionismo: El cuento A veces la búsqueda de lo perfecto nos priva de disfrutar del tesoro más valioso que

tenemos, nuestro esfuerzo en realizar las cosas que nos gustan, al abandonar la búsqueda de la perfección descubrimos lo perfecto que puede ser cada momento sacando lo mejor de cada instante.

A media tarde el hombre se sienta ante su escritorio, coge una hoja de papel en blanco, la pone en la máquina y empieza a escribir. La frase inicial le sale enseguida. La segunda también. Entre la segunda y la tercera hay unos segundos de duda.

Llena una página, saca la hoja del carro de la máquina y la deja a un lado, con la cara en blanco hacia arriba. A esta primera hoja agrega otra, y luego otra. De vez en cuando relee lo que ha escrito, tacha palabras, cambia el orden de otras dentro de las frases, elimina párrafos, tira hojas enteras a la papelera. De golpe retira la máquina, coge la pila de hojas escritas, la vuelve del derecho y con un bolígrafo tacha, cambia, añade, suprime. Coloca la pila de hojas corregidas a la derecha, vuelve a acercarse la máquina y reescribe la historia de principio a fin. Una vez ha acabado, vuelve a corregirla a mano y a reescribirla a máquina. Ya entrada la noche la relee por enésima vez. Es un cuento. Le gusta mucho.

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Tanto, que llora de alegría. Es feliz. Tal vez sea el mejor cuento que ha escrito nunca. Le parece casi perfecto. Casi, porque le falta el título. Cuando encuentre el título adecuado será un cuento inmejorable. Medita qué título ponerle. Se le ocurre uno. Lo escribe en una hoja, a ver qué le parece. No acaba de funcionar. Bien mirado, no funciona en absoluto. Lo tacha. Piensa otro. Cuando lo relee también lo tacha.

Todos los títulos que se le ocurren le destrozan el cuento: o son obvios o hacen caer la

historia en un surrealismo que rompe la sencillez. O bien son insensateces que lo echan a perder. Por un momento piensa en ponerle Sin Título, pero eso lo estropea todavía más. Piensa también en la posibilidad de realmente no ponerle título, y dejar en blanco el espacio que se le reserva. Pero esta solución es la peor de todas: tal vez haya algún cuento que no necesite título, pero no es éste; éste necesita uno muy preciso: el título que, de cuento casi perfecto, lo convertiría en un cuento perfecto por completo: el mejor que haya escrito nunca.

Al amanecer se da por vencido: no hay ningún título suficientemente perfecto para ese

cuento tan perfecto que ningún título es lo bastante bueno para él, lo cual impide que sea perfecto del todo. Resignado (y sabiendo que no puede hacer otra cosa), coge las hojas donde ha escrito el cuento, las rompe por la mitad y rompe cada una de esas mitades por la mitad; y así sucesivamente hasta hacerlo pedazos.

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CUESTIONARIO SEVILLA

“PARA AUTOVALORACIÓN DE LA PERSONALIDAD ANANCÁSTICA” Describa con pocas palabras como se dan estos aspectos en su conducta y cómo los vive habitualmente. 1.- Perfeccionismo, detallismo, minuciosidad. 2.- Hiperresponsabilidad. 3.- Elevada valoración del orden, la limpieza, la puntualidad, etc. Estimación

alta de la normativa (O sea, de los modos establecidos de hacer las cosas).

4.- Imaginación exagerada, muy suelta. Facilidad para la asociación de ideas de modo espontáneo.

5.- Tendencia a la rigidez. Dificultad para la flexibilidad ante los cambios que se producen respecto a lo previsto.

6.- Sentido de la justicia muy marcado. Le afectan mucho las injusticias propias o ajenas.

7.- Radicalidad al enjuiciar la propia tarea, como buena o mala, en razón de la calidad lograda o del tiempo empleado, tendiendo a excluir las calificaciones intermedias (regular, mediano, casi bien, etc.).

8.- Tendencia a prever y a “amarrar” los aspectos de un plan futuro. Dificultad para vivir la imprevisión o la indeterminación de los planes.

9.- Gran capacidad de análisis ante una situación concreta, considerando muchas posibles salidas o propuestas.

10- Pluralidad de opciones ante una situación o problema sin saber cual dejar porque ninguna es óptima pero tampoco es desechable.

11- Exigencia grande consigo mismo/a y con los demás. 12- Dificultad para delegar por el convencimiento de que no harán las cosas

con suficiente corrección. 13- Sobrevaloración de la opinión que los demás puedan tener respecto a la

propia conducta. 14- Falta de espontaneidad y naturalidad en la propia actuación con tendencia

a hacer lo que esperan de uno/a. 15- Teniendo seguridad intelectual (es decir, sabiendo que lo que se hace

está bien o mal) hay falta de seguridad afectiva (o sea, necesidad de que los demás comprendan y aprueben la propia actuación, por eso se tiende a dar explicaciones de la propia conducta).

16- Autorreproche frecuente: “Debo dar más”. En fase depresiva se suele decir: “soy una inutilidad”, “no valgo para nada”.

17- Escasa expresión de los propios sentimientos. Tendencia a ser serio y formal.

18- Exagerada valoración de la eficacia y del trabajo con detrimento del disfrute por lo que se hace y por lo que se ha hecho.

19- Descuido de las relaciones interpersonales y las amistades en razón de que siempre hay algo más importante que hacer.

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20- Con frecuencia, un estímulo concreto (teléfono, timbre, llamada, ...), suele provocar en mi mente una respuesta concreta y segura, pero después compruebo que se trataba de otra cosa o que venía a indicar un significado diferente, (no era para mí, no era lo que esperaba, ...). Es decir, tiendo a anticipar las respuestas interiores. ¿Me ocurre?

21- Tengo ideas fijas y reiterativas de difícil dominio o control. 22- Subjetivismo marcado. Tendencia a la adhesión al propio punto de vista

(que percibo como claro e indiscutible) de tal manera que tiendo a pensar que si los demás discrepan es porque les faltan datos, experiencia, entendimiento del problema, etc. si no, opinarían como yo.

23- Tendencia a resaltar más lo negativo y por hacer que lo positivo y ya hecho, tanto en mis tareas como en las ajenas.

24- Tendencia a conservar cosas por si resultan útiles alguna vez. Cuesta desechar papeles, objetos, etc.

Una vez cumplimentado relea las respuestas y valore la intensidad de la respuesta de 0 a 3 puntos en el recuadro de la derecha. 0=Nada 2=Bastante 1=Un poco 3= Mucho Total puntos:……….. D./Dª.:..........................................................................................

Fecha: .................................................................................................................................................

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