Periferias Urbanas R.Zibechi

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    Las periferias urbanas, contrapoderes de abajo?Ral Zibechi

    Cuando el proletariado seMostraba rebelde y actuaba

    Por su cuenta, se le describaComo un monstruo, una hiedra

    Policefala

    Peter Linebaugh y Marcus redikerLa hidra de la revolucin

    Si a comienzos del siglo XXI algn fantasma capaz de atemorizar a laselites est recorriendo Amrica Latina, es seguro que se hospeda en lasperiferias de las grandes ciudades. Del corazn de las barriadas pobreshan surgido en las dos ltimas dcadas los principales desafos al

    sistema dominante: desde el Caracazo de 1989 hasta la comuna deOaxaca en 2006. Prueba de ello son los levantamientos populares deAsuncin en marzo de 1999, Quito en febrero de 1997 y enero de 2000,Lima y Cochabamba en abril de 2000, Buenos Aires en diciembre de2001, Arequipa en junio de 2002, Caracas en abril de 2002, La Paz enfebrero de 2003 y El Alto en octubre de 2003, por mencionar slo loscasos ms relevantes.

    En las pginas que siguen pretendo hacer un breve y selectivo recorridopor algunos movimientos urbanos a lo largo del ltimo medio siglo, conla esperanza de comprender los itinerarios de larga duracin y las

    agendas ocultas de los sectores populares urbanos. Ellas no sonformuladas de modo explcito o racional por los pobres de las ciudades,en clave de estrategias y tcticas o de programas polticos oreivindicativos, sino que, como suele suceder en la historia de losoprimidos, el andar hace camino. Esta conviccin me sugiere que slo aposteriori puede reconstruirse la coherencia de un recorrido quesiempre suele rebasar o enmendar las intenciones iniciales de lossujetos. Previamente repaso las nuevas estrategias que est formulandola derecha imperial para abordar los desafos que suponen las periferiasde las grandes ciudades y pongo en cuestin, tambin de modo sucinto,

    un conjunto de tesis que cuestionan la posibilidad de que losmarginados sean sujetos polticos.

    Militarizacin y estado de excepcin

    El control de los pobres urbanos es el objetivo ms importante que sehan trazado tanto los gobiernos como los organismos financierosglobales y las fuerzas armadas de los pases ms importantes. Seestima que mil millones de personas viven en las barriadas perifricasde las ciudades del tercer mundo y que los pobres de las grandes

    ciudades del mundo trepan a dos mil millones, un tercio de lahumanidad. Esas cifras se duplicarn en los prximos 15 a 20 aos, ya

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    que el crecimiento de la poblacin mundial se producir ntegramenteen las ciudades y un 95% se registrar en los suburbios de las ciudadesdel sur (Davis, 2006b). La situacin es ms grave an de lo quemuestran los nmeros: la urbanizacin, como seala Mike Davis, se hadesconectado y autonomizado de la industrializacin y an del

    crecimiento econmico, lo que implica una desconexin estructural ypermanente de muchos habitantes de la ciudad respecto de la economaformal (Davis, 2006b), mientras los modos actuales de acumulacinsiguen expulsando personas del campo.

    Muchas grandes ciudades latinoamericanas parecen por momentos alborde de la explosin social y varias de ellas han venido estallando enlas dos ltimas dcadas por los motivos ms diversos. El temor de lospoderosos parece apuntar en una doble direccin: aplazar o hacerinviable el estallido o la insurreccin y, por otro lado, evitar que seconsoliden esos agujeros negros fuera del control estatal donde los deabajo ensayan sus desafos que pronto se convierten en rebelionescomo seala James Scott (2000).

    Por eso, en todo el continente los planes sociales han puesto en la miraa las poblaciones de las periferias urbanas, donde buscan instrumentarnuevas formas de control y disciplinamiento a travs de subsidios y unconocimiento ms fino de esas realidades. Por otro lado, laspublicaciones dedicadas al pensamiento estratgico y militar, as comolos anlisis de los organismos financieros, dedican en los ltimos aosamplios espacios a abordar los desafos que presentan las maras y las

    pandillas, y a debatir los nuevos problemas que plantea la guerraurbana1. Los conceptos de guerra asimtrica y de guerra de cuartageneracin son respuestas a problemas idnticos a los que planteanlas periferias urbanas del tercer mundo. Los estrategas ven con claridadel nacimiento de un tipo de guerra diferente, en el que la superioridadmilitar no juega un papel decisivo. Desde este punto de vista, los planessociales y la militarizacin de las periferias pobres son dos caras de unamisma poltica ya que buscan controlar a las poblaciones que estnfuera del alcance de los estados2.

    El estado ha perdido el monopolio de la guerra y las elites sienten quelos peligros se multiplican. En casi todos los lugares, el estado estperdiendo, asegura William Lind, director del Centro para el

    1 Vase a modo de ejemplo: Steven Boraz y Thomas Bruneau, La Mara Salvatrucha y la Seguridad en

    Amrica Central,Military Review, noviembre-diciembre de 2006; Federico Brev, Las Maras: Desafo

    Regional, Military Review, marzo-abril 2007; Peter W. Chiarelli, Lograr la paz: el requisito de las

    operaciones de espectro total, Military Review, noviembre-diciembre de 2005; Ross A. Brown, La

    evaluacin de un comandante: Bagdad del Sur, Military Review, mayo-junio de 2007; C G Blanco,

    Mara Salvatrucha 13,Instituto Nueva Mayora, 5 de agosto de 2005; Miguel Daz, La otra guerra que

    Washington no est ganando,Instituto Nueva Mayora, 16 de marzo de 2007;Banco Interamericano de

    Desarrollo, Seminario La faceta ignorada de la violencia juvenil: estudios comparativos sobre maras y

    pandillas.2 He abordado los planes sociales como forma de control y disciplinamiento de los pobres en Zibechi,

    2006a.

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    Conservadurismo Cultural de la Fundacin del Congreso Libre (Lind,2005). Pese a ser partidario de abandonar Irak lo antes posible, Linddefiende la guerra total que supone enfrentar a los enemigos en todoslos terrenos: econmicos, culturales, sociales, polticos,comunicacionales y tambin militares. Un buen ejemplo de esta guerra

    de espectro total es que los peligros para la hegemona estadounidenseanidan en todos los aspectos de la vida cotidiana o, si se prefiere, en lavida a secas. A modo de ejemplo, considera que en la guerra de cuartageneracin, la invasin mediante la inmigracin puede ser tan peligrosacomo la invasin que emplea un ejrcito de estado (Lind, 2005). Losnuevos problemas que nacen a raz de la crisis universal de legitimidaddel estado ponen en el centro a los enemigos no estatales. Esto lolleva a concluir con una doble advertencia a los mandos militares:ninguna fuerza armada ha logrado xito ante un enemigo no estatal;pero el problema de fondo, es que las fuerzas armadas de un estadofueron diseadas para luchar contra las fuerzas armadas de otroestado. Esta paradoja est en el ncleo del nuevo pensamiento militar,que debe ser reformulado completamente para asumir desafos queantes correspondan a las reas civiles del aparato estatal. Lamilitarizacin de la sociedad para recuperar el control de las periferiasurbanas no es suficiente, como lo revela la experiencia militar recienteen el tercer mundo.

    Los mandos militares que se desempean en Irak parecen tener claraconciencia de los problemas que deben enfrentar. El general de divisinPeter W. Chiarelli en base a su reciente experiencia en Bagdad, pero

    sobre todo en el suburbio de Ciudad Sadr, sostiene:La conduccin de la guerra en la forma que estamos acostumbrados, hacambiado. La progresin demogrfica en las grandes reas urbanas junto con la inhabilidad del gobierno local de mantenerse al paso conlos servicios bsicos crean las condiciones ideales para que losidelogos fundamentalistas saquen provecho de los elementosmarginados de la poblacin. Emplear nuestra fuerza econmica con uninstrumento de poder nacional equilibra el proceso de logar el xitosostenible a largo plazo (Military Review, 2005: 15).

    La seguridad es el objetivo a largo plazo, pero no se consigue conacciones militares. Las operaciones de combate proporcionaran lasvictorias posibles a corto plazo () pero a la larga, sera el comienzo delfin. En el mejor de los casos, causaramos la expansin de lainsurgencia (Military Review, 2005: 15). De ah concluye que las doslneas de accin tradicionales, como las operaciones de combate y eladiestramiento de fuerzas de seguridad locales, son insuficientes. Sepropone asumir tres lneas de accin no tradicionales, o sea aquellasque antes correspondan al gobierno y a la sociedad civil: dotar a lapoblacin de servicios esenciales, construir una forma de gobiernolegtimo y potenciar el pluralismo econmico. Con las obras de

    infraestructura buscan mejorar la situacin de la poblacin ms pobre y a la vez crear fuentes de empleo que sirvan para enviarles seales

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    visibles de progreso. En segundo lugar, crear un rgimen democrticoes considerado un punto esencial para legitimar todo el proceso. Paralos mandos de Estados Unidos en Irak, el punto de penetracin de sustropas fueron las elecciones del 30 de enero de 2005. En el pensamientoestratgico la democracia queda reducida a la emisin del voto, que no

    slo no es contradictorio sino funcional a un estado de excepcinpermanente (Agamben, 2003). Por ltimo, mediante la expansin de lalgica del mercado, que busca aburguesar los centros de las ciudades ycrear concentraciones de empresas que se conviertan en un sectordinmico que impulse al resto de la sociedad, se intenta reducir lacapacidad de reclutamiento de los insurgentes (Military Review, 2005:12).

    Vase cmo la democracia, la expansin de los servicios y la economade mercado son mecanismos que se ponen al servicio del objetivoesencial: fortalecer el poder y la dominacin. Este conjunto demecanismos es lo que hoy las fuerzas armadas de la principal potencialglobal consideran como la forma de obtener seguridad verdadera alargo plazo. En adelante, la poblacin pobre de las periferias urbanasser, en la jerga militar, el centro de gravedad estratgico yoperacional. En las circunstancias de pases con estados dbiles yaltas concentraciones de pobres urbanos, los mecanismos biopolticosse inscriben como parte del proceso de militarizacin de la sociedad. Entanto, las fuerzas armadas son las que ocupan durante un tiempo ellugar del soberano, reconstruyen el estado y ponen en marcha demodo absolutamente vertical y autoritario- los mecanismos biopolticos

    que aseguran la continuidad de la dominacin. Los mecanismos decontrol disciplinarios y los biopolticos aparecen entrelazados y, encasos extremos como Irak, las favelas de Rio de Janeiro o las barriadasde Puerto Prncipe en Hait, forman parte esencial de los planesmilitares.

    La poltica de Estados Unidos despus de los atentados del 11 desetiembre de 2001 se ajusta al concepto de estado de excepcinpermanente que establece Agamben, aunque se trata de laconsolidacin de una tendencia que ya se vena imponiendo de modoconsistente. Se aplica de modo indistinto en situaciones y por razonesmuy diversas, desde problemas polticos internos hasta amenazasexteriores, desde una emergencia econmica hasta un desastre natural.En efecto, el estado de excepcin se aplic en situaciones como la crisiseconmico-financiera argentina que eclosion en diciembre de 2001 enun amplio movimiento social; para enfrentar los efectos del huracnKatrina en Nueva Orlens; para contener la rebelin de los inmigrantespobres de las periferias de las ciudades francesas. Lo comn, ms allde circunstancias y pases, es que en todos los casos se aplica paracontener a los pobres de las ciudades: negros, inmigrantes,desocupados. Para Agamben, el totalitarismo puede ser definido como

    la instauracin, a travs del estado de excepcin, de una guerra civillegal, que permite la eliminacin fsica no slo de los adversarios

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    polticos sino de categoras enteras de ciudadanos que por cualquierrazn resultan no integrables en el sistema poltico (Agamben, 2003:25). Esas categoras son, principalmente, los habitantes de los barriospopulares, aquellos sectores que quedaron desconectados de laeconoma formal, de modo permanente y estructural.

    Walter Benjamin en su octava tesis Sobre el concepto de historia,asegura que la tradicin de los oprimidos nos ensea que el estado deexcepcin en el que vivimos es la regla. Luego de reconocer que laafirmacin se sustenta en la realidad de la vida cotidiana de los deabajo, se impone abordar la segunda parte de la misma tesis, quesostiene que debemos llegar a un concepto de historia que secorresponda con esta situacin. Para ello no parece suficientecuestionar la idea occidental de progreso. El nudo del problema est enel llamado estado de derecho que se basa en la violencia (violenciamtica dice Benjamin) como creadora del derecho y como garanta desu conservacin. Si efectivamente el derecho es el sometimiento alpoder de una parte de la vida (Mate, 2006: 147), esa porcin de vida esla que corresponde a una parte de la sociedad que vive en un espaciosin ley.

    Este dominio de la vida por la violencia es lo que Agamben registra en elcampo de concentracin, el espacio donde se materializa el estado deexcepcin convertido en el modo de gobierno dominante en la polticaactual (Agamben, 1998). Pero la nuda vidaa la que ha sido reducida lavida humana en el campo (o en la periferia urbana) supone un desafo

    para las formas de hacer poltica, y de cambiar el mundo, hegemnicasdesde la revolucin francesa en occidente. Dicho en trminos deAgamben, desde los campos de concentracin no hay retorno posible ala poltica clsica, en la medida en que ya no hay distincin posibleentre ciudad y casa, entre nuestro cuerpo biolgico y nuestro cuerpopoltico (Agamben, 1998: 238).

    No hay salida? El estado totalitario lleg para quedarse y no nosqueda otra opcin que convertirnos, en la medida que desafiemos elorden imperial, en objetos condenados a habitar campos comoGuantnamo? Agamben asegura que el xodo no es opcin practicable,en gran medida porque, por lo menos en el primer mundo, no hay unafuera al que emigrar ya que el estado-capital ha colonizado todos losporos de la vida. Lo que es seguro es que no puede encontrarsealternativa fuera o lejos de los espacios en los que impera el estado deexcepcin, de los campos-periferias en los que se vive con un dlar alda, porque es all donde se manifiesta en toda su crudeza la verdaderaestructura originaria de la estatalidad(Agamben, 1998: 22).

    El retorno de las clases peligrosas

    En el trasfondo de esta situacin est la crisis del liberalismo y la crisisde los estados-nacin. El punto de quiebre fue la revolucin mundial de

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    1968 que mostr a las clases dirigentes que no podan mantener en pieel estado benefactor (y era imposible extenderlo a todo el mundo) sinafectar el proceso de acumulacin de capital. La frmula del estadoliberal (sufragio universal ms estado del bienestar) funcionmaravillosamente como medio para contrarrestar las aspiraciones

    democrticas y contener a las clases peligrosas (Wallerstein, 2004:424) 3. En los pases centrales, este sistema poda mantenerse en base ala explotacin del Sur asentada en el racismo. Pero la revolucin de1968 convenci a las clases dominantes que deban dar un golpe detimn, y as lo hicieron. Estamos ante un cambio sistmico de largaduracin. En adelante, los pases del Sur no pueden esperar undesarrollo econmico sustancial pero la presin democratizadora o seauna actitud igualitaria y antiautoritaria- sigue creciendo. El resultado,una vez abandonado el estado benefactor que integr a los de abajo yles dio esperanzas de un mundo mejor, es que las clases peligrosasvuelven a serlo(Wallerstein, 2004: 424).

    En el lugar del estado benefactor y de la sociedad industrial se instalaun caos multiforme y multicausal. Wallerstein enfatiza cinco aspectosque lo potencian: el debilitamiento de los estados, la escalada deguerras y conflictos violentos ante la ineficacia del sistema interestatal,el ascenso de multitud de grupos defensivos, el aumento de crisislocales, nacionales y regionales, y la proliferacin de nuevasenfermedades (Wallerstsein, 2004: 425-427). Las periferias urbanasrepresentan una de las fracturas ms importantes en un sistema quetiende al caos. All es donde los estados tienen menor presencia, donde

    los conflictos y la violencia que acompaan la desintegracin de lasociedad son parte de la cotidianeidad, donde los grupos tienen mayorpresencia al punto que en ocasiones consiguen el control de lasbarriadas y, finalmente, es en esos espacios donde las enfermedadescrecen de modo exponencial. Dicho en los trminos de Wallerstein, enlos suburbios confluyen algunas de las ms importantes fracturas queatraviesan al capitalismo: de raza, clase, etnicidad y gnero. Son losterritorios de la desposesin casi absoluta. Y de la esperanza, digamoscon Mike Davis.

    Pero hay un aspecto tan importante como la crisis de los estados que,aunque no es mencionado por los estrategas de los Estados Unidos,parece estar jugando un papel relevante. Wallerstein detecta ochograndes diferencias entre la anterior fase de expansin capitalista, quesita entre 1945 y 1967/73, y la actual que supone se extender hasta2025 aproximadamente. Sin entrar en detalles, esas diferencias son: laexistencia de un mundo bipolar (sostiene que la entente USA-URSSconformaba un mundo unipolar); no habr inversiones en el Sur; fuertepresin inmigratoria hacia el Norte; crisis de las capas medias en elNorte; lmites ecolgicos al crecimiento econmico, desruralizacin yurbanizacin; capas medias y pobres tienden a unirse en el Sur; y

    3 Un anlisis ms detallado se puede encontrar en Immanuel WallersteinDespus del liberalismo, Siglo

    XXI, Mxico, 1996.

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    ascenso de la democratizacin y declive del liberalismo (Wallerstein,2004: 418-424). La crisis de las clases medias y su posible unidad conlos pobres hara insostenible el sistema y terminara por horadar sulegitimidad, sostiene este anlisis.

    Es cierto que en el perodo de prosperidad las capas medias seconvirtieron en un pilar importante para la estabilidad de los sistemaspolticos y constituyeron de hecho un pilar muy robusto (Wallerstein,2004: 420). Hoy, incluso en el Norte, las nuevas formas de acumulacinse apoyan en procesos productivos que disminuyen considerablementeel porcentaje de capas medias y se reducen los presupuestos estatales.Estas decisiones han sido tomadas por el capital como forma derelanzar el proceso de acumulacin daado por la oleada de militanciaobrera de los 60. Pero ahora se le aaden otros problemas, como laexistencia de varios polos de crecimiento enfrentados. La arduacompetencia entre capitalismos conlleva una potente lucha pordesprenderse de todos los gastos que sean posibles, lo que debilitaestructuralmente a las capas medias.

    En paralelo, el debilitamiento de las capas medias es un factor queagudiza la crisis de legitimidad de los estados. La apropiacin deplusvalor tiene lugar de forma que no son dos, sino tres, losparticipantes en el proceso de explotacin, ya que existe un nivelintermedio que participa en la explotacin del estrato ms bajo perotambin es explotado por el ms alto (Wallerstein, 2004: 293). En lamisma fbrica, es decir en el ncleo de la produccin capitalista,

    prolifera una amplia capa de personas que responden a esacaracterstica: capataces y sus ayudantes, controladores, supervisores,administrativos. Incluso en los pases del tercer mundo esa capa lleg arepresentar entre el 15 y el 20% del total de trabajadores fabriles4. Setrata de una cuestin poltica de primer orden:

    Este formato en tres estratos tiene un efecto esencialmenteestabilizador, mientras que un formato en dos estratos seraesencialmente desintegrador. No quiero decir con esto que siempreexistan tres estratos; lo que digo es que los que se hallan en el estratosuperior siempre tratan de asegurar la existencia de tres estratos a finde preservar mejor sus privilegios, mientras que los que se hallan en elestrato inferior, por el contrario, tratan de reducirlos a dos, paradesmantelar ms fcilmente esos privilegios. Este combate sobre laexistencia de un tercio intermedio es continuo, tanto en trminospolticos como de conceptos ideolgicos bsicos (pluralistas contramaniqueos), y es la cuestin clave en torno a la que se centra la luchade clases. (Wallerstein, 2004: 293)

    Este modelo trimodal puede aplicarse al planeta (centro, semi-periferia,periferia) y tambin a las ciudades (barrios para ricos, para capas

    4 Creo haber demostrado que la derrota de la clase obrera uruguaya estuvo ligada, entre otras, a la

    capacidad de los capitalistas de aislarlos al cederle poder a las capas medias (Zibechi, 2006c).

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    medias y barriadas). El problema que enfrenta la dominacin enmuchos pases latinoamericanos es que las capas medias son clases endecadencia, igual que la clase obrera industrial, mientras los pobres delas barriadas, los llamados marginados o excluidos, son clases enascenso. Por eso generan tanto temor, y por la misma razn hay tantos

    proyectos focalizados destinados a controlarlos: planes militares yplanes sociales. Muchas sociedades del continente tienden a lapolarizacin, sobre todo en momentos de agudas crisis. Cuando esosucede, o por lo menos cuando esa es la percepcin generalizada, comosucedi en Argentina en 2001 y en Bolivia en 2003, a las elites lesresulta indispensable ceder para no perder sus privilegios.

    * * *

    Las periferias urbanas concentran los sectores sociales que se handesconectado de la economa formal y se convirtieron en territoriosfuera de control de los poderosos. Las elites intentan resolver estaanomala a travs de una creciente militarizacin de esos espacios yde modo simultneo aplican modos biopolticos de gobernar multitudespara obtener seguridad a largo plazo.

    La peculiaridad latinoamericana es que las tcnicas biopolticas estnsiendo implementadas por los gobiernos progresistas a travs de losplanes sociales, pero tambin desembarcan en la punta de los fusiles defuerzas militares que actan como ejrcitos de ocupacin, an en suspropios pases. En Brasil, por poner apenas un ejemplo, se aplican

    ambas de modo simultneo: el pan Hambre Cero es compatible con lamilitarizacin de las favelas. Las izquierdas latinoamericanasconsideran a las periferias pobres como reductos de delincuencia,narcotrfico y violencia, espacios donde reina el caos y algo as como laley de la selva. La desconfianza ocupa el lugar de la comprensin. Eneste punto no hay la menor diferencia entre derecha e izquierda.

    Mike Davis ha conseguido echar una mirada diferente hacia lasperiferias urbanas y sintetiza los desafos que presentan en unaacertada frase: Los suburbios de las ciudades del tercer mundo son elnuevo escenario geopoltico decisivo (Davis, 2007). Este trabajopretende responder brevemente, para el caso de Amrica Latina, cmo yporqu estas periferias se han convertido en esos escenarios decisivos.Ms an: en los espacios desde los que las clases subalternas hanlanzado los ms formidables desafos al sistema capitalista, hastaconvertirse en algo as como contrapoderes populares de abajo.

    1) Pueden los marginados ser sujetos?

    Las ciencias sociales y buena parte del pensamiento crtico no parecen

    estar acertando a la hora de comprender la realidad de las periferiasurbanas de Amrica Latina. Las categoras clasistas, la confianza ciega

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    en las fuerzas del progreso, la aplicacin de conceptos acuados paraotras realidades, han distorsionado la lectura de esos espacios dondelos sectores populares oscilan entre la rebelin, la dependencia decaudillos y la bsqueda de prebendas del Estado. Se insiste enconsiderar las barriadas como una suerte de anomala, casi siempre un

    problema y pocas veces como espacios con potenciales emancipatorios.Veremos brevemente algunas de estas ideas.

    Federico Engels en su polmica con Proudhon, reflejada en El problemade la vivienda, hace hincapi en que la propiedad -de la tierra o de lavivienda- es una rmora del pasado que impide al proletariado lucharpor un mundo nuevo. Marx y Engels crean que el completo despojo eslo que permite a los proletarios luchar por un mundo nuevo, razn porla que ambos creyeron que el campesinado nunca sera una claserevolucionaria. Por el contrario, Proudhon sostena que el hombre delpaleoltico, que tiene su caverna, y el indio, que posee su propio hogar,estaban en mejores condiciones que los obreros modernos que habanquedado prcticamente en el aire. La respuesta de Engels desnudalas dificultadas del marxismo, ligadas a una concepcin lineal de lahistoria, por lo que vale citarla pese a su extensin:Para crear la clase revolucionaria moderna del proletariado eraabsolutamente necesario que fuese cortado el cordn umbilical queligaba al obrero del pasado con la tierra. El tejedor a mano, que posea,adems de su telar, una casita, un pequeo huerto y una parcela,segua siendo a pesar de toda la miseria y de toda la opresin poltica,un hombre tranquilo y satisfecho, devoto y respetuoso, que se quitaba

    el sombrero ante los ricos, los curas y los funcionarios del Estado y queestaba imbuido de un profundo esptiru de esclavo. Es precisamente lagran industria moderna la que ha hecho del trabajador encadenado a latierra un proletario proscrito, absolutamente desposedo y liberado detodas las cadenas tradicionales. La expulsin del obrero de toda casa yhogar () fue la condicin primersima de su emancipacin espiritual.El proletariado de 1872 se halla a un nivel infinitamente ms elevadoque el de 1772, que posea `casa y hogar. Acaso el troglodita con sucaverna, el australiano con su cabaa de adobe y el indio con su hogarpropio pueden realizar alguna vez una Comuna de Pars? (Engels, 1976:30-31)

    Por cierto, Proudhon sostena la idea de que a travs de la propiedad lostrabajadores mejoraran su situacin en la sociedad, cuestin queEngels critica acertadamente. Pero tampoco es cierto que la propiedadsea, en abstracto, un freno para constituirse en sujeto. Las luchassociales latinoamericanas muestran todo lo contrario. Ha sidoprecisamente el haber mantenido o re-creado espacios bajo su control yposesin lo que ha permitido a los sectores populares resistir losembates del sistema. La conquista de la tierra, la vivienda, las fbricas,ha sido el camino adoptado para potenciar sus luchas. En paralelo,

    desde esos territorios conquistados los pobres han lanzado formidablesdesafos a los estados y las elites. Ni Engels ni los dems marxistas han

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    considerado que el capitalismo, lejos de ser un progreso, fue una pasoatrs significativo en la vida de los pobres de la tierra. No valoran, enparticular, la prdida de autonoma que represent la liquidacin de sushuertos, sus viviendas y sus formas de produccin, que les brindabanun paraguas protector ante la desnudez en que los deja el capitalismo.

    Los movimientos campesinos e indgenas se hicieron fuertes en ladefensa de sus tierras y en la recuperacin de las tierras arrebatadaspor los latifundistas. El movimiento de campesinos sin tierra de Brasilha conquistado en 27 aos ms de 22 millones de hectreas, unasuperficie superior a la de varios pases europeos. Y desde esas tierras,distribuidas en unos cinco mil asentamientos, siguen luchando por lareforma agraria sin esperar a conquistar el poder estatal. En AmricaLatina los pobres estn haciendo una reforma agraria desde abajo. Losindgenas estn recuperando sus territorios ancestrales y desde ellosresisten a las multinacionales; en esos territorios ensayan formas devida diferentes a las hegemnicas. Como veremos ms adelante,caminos muy similares son los que estn emprendiendo los pobresurbanos, con muchas ms dificultades por cierto.

    En el terreno del marxismo, el urbanista francs Henri Lefebvre seaparta del economicismo y aborda la cuestin urbana con un esprituabierto, partiendo de que la acumulacin de capital tiene una improntageogrfica ya que sobrevive ocupando y produciendo espacio. Reconoceque la produccin de espacio choca con la propiedad privada del suelourbano. Relata con acierto la experiencia europea, en la que las clases

    en el poder se sirven del espacio como un instrumento de dominacincon el objetivo de dispersar a la clase obrera, repartirla en los lugaresasignados para ella organizar los diversos flujos, subordinndolos a lasreglas institucionales-, subordinar consecuentemente el espacio alpoder, con el objetivo de conservar las relaciones de produccincapitalistas (Lefebvre, 1976: 140).

    Se pregunta si ser posible arrebatarle a las clases dominantes elinstrumento del espacio. Duda, porque la experiencia de la clase obreraeuropea no ha dado lugar a la creacin de espacios fuera del control delas clases dominantes. Aade que la posibilidad de hacerlo debe darseen funcin de realidades nuevas y no en funcin de los problemas de laproduccin industrial planteados hace ya ms de un siglo (Lefebvre,1976: 141). Percibe claramente los lmites de la teora clsica en la quese inscribe. Tiene una visin de la realidad que lo lleva a considerar quela clase obrera queda constreida en los espacios y flujos del capital yde la divisin del trabajo diseada por aquel. Es consciente que laproduccin industrial y el capitalismo se han apropiado de las urbes.Da un paso ms: se muestra convencido de que la empresa ya no es elcentro de acumulacin de capital sino que toda la sociedad, incluyendoel tejido intersticial urbano, participa en la produccin. Pero su

    pensamiento tiene un lmite estrechamente vinculado a las luchassociales. Su conclusin es transparente: En 1968, la clase obrera

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    francesa lleg casi hasta sus extremas posibilidades objetivas ysubjetivas (Lefebvre, 1976: 157).

    Ese es el punto que una sensibilidad fina como la de Lefebvre no podadejar pasar: que el espacio es producto de las luchas sociales. Pero no

    pudo ver que los de abajo son capaces de crear sus propios espacios yconvertirlos en territorios. Por lo menos en Amrica Latina. En supolmica con la desconsideracin del papel que juega el espacio en lalucha de clases que observa en el Manifiesto Comunista, el gegrafoDavid Harvey afirma que la burguesa ha triunfado frente a los modosde produccin anteriores movilizando el dominio sobre el espacio comofuerza productora peculiar en s misma. De ah concluye que la claseobrera debe aprender a neutralizar la capacidad de la burguesa dedominar y producir el espacio. Y que mientras la clase obrera noaprenda a enfrentarse a esa capacidad burguesa de dominar el espacioy producirlo, de dar forma a una nueva geografa de la produccin y delas relaciones sociales, siempre jugar desde una posicin de debilidadms que de fuerza (Harvey, 2003: 65).

    Sin embargo esa experiencia no es posible encontrarla hoy en el primermundo. Quiz tenga razn Agamben, quien muestra su pesimismo a lahora de encontrar alternativas a la expansin del totalitarismo y creeque la principal dificultad es que una forma de vida verdaderamenteheterognea no existe, al menos en los pases de capitalismo avanzado(Agamben, 1998: 20). En este sentido el propio Lefebvre asegura quedespus de la Segunda Guerra Mundial desaparecieron en Europa tanto

    las supervivencias de la antigua sociedad como los restos de produccinartesanal y campesina. En su lugar la sociedad burocrtica deconsumo dirigido est siendo capaz de imponer no slo la divisin y lacomposicin de lo cotidiano sino incluso su programacin, ya que haimpuesto una cotidianeidad programada en un marco urbanoadaptado a ese fin (Lefebvre, 1972: 85). Un vida homognea en unasociedad subordinada al capital, que est ocupando todos losintersticios de la vida, impide la creacin de territorios y la expansin deflujos fuera de su control.

    El socilogo Loc Wacquant es uno de los ms destacados estudiososactuales de la pobreza urbana en los pases centrales y toma partidopor los parias urbanos. Denuncia la criminalizacin de la pobreza, laestigmatizacin de los guetos y el Estado penal, y sostiene que lanica forma de responder al desafo que la marginalidad avanzadaplantea a las sociedades democrticas consiste en reconstruir elEstado del Bienestar (Wacquant, 2007a: 186). Reconoce que en elperodo actual del capitalismo una parte de los trabajadores se hanconvertido en superfluos y no van a encontrar trabajo, a lo que debesumarse la creciente precarizacin del empleo. Observa conpreocupacin los cambios urbanos: hemos pasado, dice, de una

    situacin en que la pobreza (aunque utiliza el trmino marginalidad) eraresidual y se la poda absorber en los perodos de expansin del

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    mercado, a otra en la que parece haberse desacoplado de lasfluctuaciones cclicas de la economa nacional (Wacquant, 2007a:173).Es esta una conclusin en la que coinciden muchos analistas.

    Encuentra seis diferencias entre el nuevo rgimen de marginalidad y

    la que se registraba durante el perodo fordista que caduc hacia losaos 60-70. Las dos ms importantes, desde nuestra perspectivalatinoamericana, se relacionan con que el trabajo asalariado se haconvertido en fuente de fragmentacin y precariedad social en vez depromover la homogeneidad, la solidaridad y la seguridad como sucedidurante el Estado del Bienestar (Wacquant, 2007b: 271). La segunda esla que hemos comentado lneas arriba: la desconexin de la pobreza delas fluctuaciones cclicas de la economa. Sin embargo, encuentra unadiferencia adicional en base a sus estudios emprico. En la ciudad deChicago, en la que vivi varios aos, el 80% de los habitantes del guetodaba muestras de un deterioro de su situacin financiera luego decuatro aos de crecimiento econmico sostenido bajo el mandato deRonald Reagan (Wacquant, 2007b: 274). El crecimiento econmico y lacreacin de empleo no slo no resuelven el problema de la pobrezaurbana sino que la agravan. El desarrollo econmico que podemosesperar en Amrica Latina en este perodo del capitalismo concentrariqueza y pobreza en polos opuestos, y no puede dejar de hacerlo.

    A lo largo de su trabajo Wacquant destaca los problemas de violencia ytrfico de drogas que aquejan a las periferias, un enfoque presente entodos los estudios que conocemos, al punto que considera que para

    muchos acadmicos los guetos son una amenazante hidra urbanapersonificada en el pandillero desafiante y agresivo (Wacquant, 2007b:36). A mi modo acierta al considerar que los guetos del primer mundo,en particular los de Estados Unidos, pasaron de los disturbios racialesde los 60 a los disturbios silenciosos o lentos de la actualidad. Esteenfoque supone un serio intento por desprenderse de prejuicios ylugares comunes para intentar comprender las lgicas que llevan a los jvenes, negros, pobres, a situaciones de violencia y de trfico dedrogas. Parte de que hoy la pobreza negra urbana es ms intensa yconcentrada que la de los 60, y que las diferencias entre ricos y pobresse acentuaron para sealar:

    Los levantamientos raciales abiertos que desgarraron las comunidadesafroamericanas de las ciudades del norte en desafiante rebelin contrala autoridad blanca dieron paso al disturbio lento del delito de negroscontra negros, el rechazo masivo de la escuela, el trfico de drogas y ladecadencia social interna. En los noticieros de la noche, la escenas depolicas blancos que desatan la violencia del Estado contramanifestantes negros pacficos que demandan el mero reconocimientode sus derechos constitucionales elementales han sido reemplazadaspor informes sobre disparos desde autos en marcha, personas sin techo

    y embarazos adolescentes. (Wacquant, 2007b: 35-36)

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    Interesante porque no deja de captar, en esas imgenes que hablan deautodestruccin, una actitud de desafo al orden establecido, diferentepor cierto a la de los aos 60, pero no por ello menos importante. Sinembargo, an los anlisis comprometidos con los pobres emitidos en elprimer mundo, no pueden dejar de considerar los suburbios como un

    problema, definidos siempre de modo negativo como los suburbios dela desesperacin o como el museo de los horrores5. Cuando no sonestigmatizados se los considera los sobrevivientes de un inmensodesastre colectivo (Bourdieu, 1999: 11). Nunca sujetos, si acaso objetosdel trabajo de campo de los investigadores que son los encargados,como seala Bourdieu, de dar forma a un discurso que el precario pors solo no podra nunca elaborar porque no ha accedido an al estatutode clase objeto y est obligado a formar su subjetividad a partir de lasu objetivacin por parte de los dems (Wacquant, 2007b: 285).

    En la misma orientacin que Bourdieu y Wacquant, Castells enfatiza elpapel del estado como generador de la marginalidad urbana. El mundode la marginalidad, es de hecho, construido por el estado, en unproceso de integracin social y movilizacin poltica, a cambio de bienesy servicios que solamente l puede procurar (Castells, 1986: 266). Ensu amplio anlisis sobre las barriadas de las ciudadeslatinoamericanas, sobre el que volveremos ms adelante, sostiene quela relacin entre el estado y los pobladores se organiza en torno a ladistribucin de servicios como forma de control poltico, lo que lo lleva aafirmar que se trata de una relacin populista. Desconsidera el papel desujetos que puedan jugar los habitantes de las barriadas, y asegura que

    la tendencia ms frecuente, en Amrica Latina, es que los movimientosde los asentamientos de ocupantes ilegales son un instrumento deintegracin social y de subordinacin al orden poltico existente en vezde un agente de cambio social (Castells, 1986: 274). Segn Castells, susituacin material y social les impide superar la dependencia delsistema poltico.

    Desde otro lugar terico, Antonio Negri coincide en afirmar que los jvenes rebeldes de las periferias no son sujetos en la medida quesaben lo que no quieren pero no saben lo que quieren (Negri, 2006: 2).Asegura que los jvenes de las periferias urbanas tienen una identidadcompletamente negativa y slo tienen en comn el campo deconcentracin en que viven. Coincide con los anlisis reseados en quepor s solos no pueden salir de su situacin y estima que la nicaesperanza son las nuevas gobernabilidades que encarnan Lula en Brasil y Kirchner en Argentina, en la medida que negocian con losmovimientos sociales procesos de radicalizacin democrtica (Negri,2006: 2). Sin embargo, los jvenes de las favelas no sienten, bajo elgobierno Lula, que estn participando en el diseo de la poltica de supas pero s sufren el rigor de la represin cotidiana en sus barrios.

    5 Respectivamente Susan Eckstein citada por Waicquant, 2007b:282 y Fernndez Durn, 1996:148.

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    Los defensores de la (mal) llamada teora de la marginalidadconstruida en los aos 60 en Amrica Latina, no tuvieron en esos aosla posibilidad de asistir al protagonismo poltico-social de los pobladores

    que se registr a partir de los aos 80, en gran medida a raz de loscambios operados por la globalizacin. Quiz por eso no consideraronque los pobres urbanos pudieran ser sujetos sociales y polticos. Sinembargo, creo que han acertado en un aspecto esencial: es elcapitalismo dependiente el que crea un polo marginal en la sociedad,lo que supone romper con los anlisis eurocntricos al enfatizar en lasdiferencias y particularidades presentes en el continentelatinoamericano (Quijano, 1977). Este enfoque sistmico de lamarginalidad que no rehuye el cuestionamiento del vocablo- ofreceuna herramienta valiosa al poner en el centro el problema poltico ysocial que representa el imperialismo, cuestin que muchosintelectuales europeos y estadounidenses parecen no poder ver. Por otrolado, es interesante rescatar las reflexiones en torno a las diferenciasque existen entre los conceptos de marginalidad y de ejrcitoindustrial de reserva, ya que tres dcadas despus de esos debatesesas diferencias parecen haberse acentuado hasta extremosinsospechados, por lo que algunos conceptos tradicionales parecenhaber dejado de ser tiles6.

    No quisiera terminar este breve e incompleto repaso sin mencionar dosanlisis publicados en el mismo perodo que los sealados. Larissa

    Lomnitz hace hincapi en los vnculos entre los pobres en una barriadade Ciudad de Mxico, en un trabajo que busca comprender la realidaddesde abajo y por lo tanto desde adentro (Lomnitz, 1975). Elsegundo es la mirada del peruano Jos Matos Mar sobre el desbordedesde abajo de los sectores populares afincados en las barriadaslimeas que han sido capaces de cambiar la cara del Per (Matos Mar,1984-2004).

    El trabajo de Lomnitz representa una inflexin en los estudios sobrepobreza y marginalidad urbanas (Svampa, 2004). La autora concluyeque las redes sociales de intercambio recproco son el elemento deestructura social ms significativo de la barriada (Lomnitz, 1975: 219),y las que permiten a los marginados migrar desde el campo, asentarseen la ciudad, moverse, conseguir un techo y sobrevivir. El nfasis en lasredes, las relaciones y vnculos familiares y de compadrazgo, lasolidaridad y la reciprocidad, dibujan un mundo en el que la confianzaes la clave en las relaciones sociales, a tal punto que en un mundo sinestado ni partidos ni asociaciones, la red de intercambio recprococonstituye la comunidad efectiva del marginado urbano (Lomnitz,1975: 223). Este minucioso trabajo tuvo, entre tantas otras, la virtud deponer en el centro los recursos internos del mundo marginal, las

    6 Vase la Introduccin en el texto citado de Quijano y Jos Nun, Sobrepoblacin relativa, ejrcito

    industrial de reserva y masa marginal, enRevista Latinoamericana de Sociologa, julio de 1969.

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    potencias que anidan en su seno como secreto de su sobrevivencia, desu existencia, de su diario vivir.

    Creo que Matos Mar va un paso ms all y pone en el centro al mismosector marginal pero ahora en su calidad de sujeto poltico y social en

    un momento en el que era inocultable su capacidad de desbordar elorden establecido. Sostiene que existen dos Per, dos sociedadesparalelas: la oficial y la marginada. El primero est integrado por elestado, los partidos, las empresas, las fuerzas armadas, los sindicatos,y tiene una cultura extranjera. El segundo es plural y multiforme, tienesu propia economa (a la que denomina economa contestataria y noinformal), su propia justicia y autoridades, su religin y su cultura, ytiene un corazn comunitario andino (Matos Mar, 2004: 47). Un procesoque comenz con la invasin de tierras y predios urbanos en la dcadade 1950, desemboc en un desborde y expansin constante del otroPer, el sumergido, el Per andino reinventado en las ciudades, sobretodo en Lima.

    Segn Matos Mar, la confrontacin es inevitable, pero no del modotradicional consistente en el choque frontal entre opuestos sino a travsde una labor de zapa de millones de participantes en la otra sociedad,a travs del desarrollo espontneo de los sectores populares, queintenta con fuerza de masas imponer sus propias condiciones (MatosMar, 2004: 101). Por momentos parece dibujar una situacin en la quela otra sociedad se impone de un modo capilar, pero en otras describeun proceso en el que las masas generan bolsones semiautnomos de

    poder, basados en patrones asimtricos de reciprocidad rural adaptadosa la situacin urbana. Prescinden del estado y se oponen a l (MatosMar, 2004: 105). A la hora de evaluar el camino seguido por eldesborde en las dos ultimas dcadas, Matos Mar sostiene que elestilo contestatario impuesto por estas masas en desborde desde ladcada de 1950 avanz y sigue avanzado en su conquista y posesin denuevos territorios fsicos, culturales, sociales, econmicos y polticos,otrora reservados a los sectores opulentos altos y medios, especialmenteurbanos (Matos Mar, 2004: 130). El concepto de desborde sedespliega as como una manera diferente de describir el cambio socialen curso, que desafa los conceptos de integracin, de reforma y derevolucin, para operar como una suerte de mancha andina queenvuelve, en el espacio fsico pero tambin en el cultural y econmico,en lo social y lo poltico, al mundo institucional cada vez ms aislado,resquebrajado e incapaz de gobernar ese mundo otro.

    Las rebeliones urbanas que se produjeron con posterioridad a ladifusin de estos trabajos, permiten alumbrar una situacin msabarcativa pero a la vez ms compleja que la que se vena prefigurandodesde los aos 50. Para una aproximacin a estas realidades, parecems adecuado tomar en consideracin perodos largos, ya que los

    tiempos cortos pautados por flujos y reflujos de organizacin ymovilizacin no facilitan descifrar los procesos que conforman el teln

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    de fondo de esos movimientos. Pero encarar los tiempos largos suponeuna dificultad adicional: no hay programas y objetivos establecidos, nirecorridos a transitar, apenas descifrar por los resultados obtenidos loscaminos que est transitando una sociedad o un sector social. Slopodemos atar cabos, tratar de observar los grandes trazos cuando stos

    existen o cuando somos capaces de atisbarlos. Aunque el tiempo largopermite aproximaciones ms profundas, no deja de representar unterreno enigmtico, cuya dilucidacin no depende de hallar documentoso de hilvanar anlisis lgicos.

    2) Movimientos sociales o sociedades en movimiento

    El concepto de movimiento social parece un obstculo adicional paraafinar la comprensin de la realidad de las barriadas. A la hora deanalizar los movimientos sociales se suele enfatizar en sus aspectosformales, desde las formas organizativas hasta los ciclos demovilizacin, desde la identidad hasta los marcos culturales. Y as selos suele clasificar segn los objetivos que persiguen, la pertenenciaestructural de sus integrantes, las caractersticas de la movilizacin, elmomento y los motivos por los cuales irrumpen. A esta altura haybibliotecas enteras sobre el asunto. Pero hay poco, muy poco, trabajosobre el terreno latinoamericano sobre bases propias y, por lo tanto,diferentes. En la ardua tarea de descolonizacin del pensamientocrtico, el debate sobre las teoras de los movimientos sociales resulta deprimera importancia.

    Uno de los ms completos y abarcativos anlisis sobre los movimientosbolivianos, coordinado por Alvaro Garca Linera, se basa de formaacrtica en los paradigmas europeos y norteamericanos. Los diversosmovimientos bolivianos son definidos como un tipo de accin colectivaque intencionalmente busca modificar los sistemas sociales establecidoso defender algn inters material, para lo cual se organizan y cooperancon el propsito de desplegar acciones pblicas en funcin de esasmetas o reivindicaciones (Garca Linera, 2004: 21). Considera que losmovimientos tienen, todos ellos, ms all de tiempos y lugares, trescomponentes: una estructura de movilizacin o sistema de toma dedecisiones, una identidad colectiva o registros culturales, y repertoriosde movilizacin o mtodos de lucha. Con ese marco analtico apenas sepueden abordar algunos pocos movimientos: los institucionalizados, losque tienen una estructura visible y separada de la cotidianeidad, losque eligen dirigentes y se dotan de un programa definido y en funcinde sus objetivos establecen formas de accin.

    Pero el grueso de los movimientos no funcionan de esa manera. En lasperiferias urbanas, las mujeres pobres no se suelen dotar de las formasque reviste un movimiento social segn esta teorizacin, y sin embargojuegan un papel importante como factor de cambio social. Ms an, los

    movimientos de mujeres que conocemos en el mundo tienen una formacapilar, no estable ni institucionalizada de accin, ms all de un

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    pequeo ncleo de mujeres organizadas de modo estable. Pero no poreso dejan de ser un gran movimiento, que ha cambiado el mundo desdela raz. Algunos recientes trabajos en Amrica Latina apuntan en otradireccin a la hora de conceptualizar los movimientos. El propio GarcaLinera es uno de ellos. En su trabajo citado abre pistas en otra

    direccin al abordar la organizacin campesina del Altiplano aymara:En sentido estricto, la Csutcb es un tipo de movimiento social que poneen movimiento no slo una parte de la sociedad, sino una sociedaddistinta, eso es, un conjunto de relaciones sociales, de formas detrabajo no capitalistas y de modos de organizacin, significacin,representacin y autoridad polticas tradicionales diferentes a la de lasociedad dominante. De ah que sea pertinente la propuesta hecha porLuis Tapia de hablar en estos casos de un movimiento societal. (GarcaLinera, 2004: 130)

    El concepto de movimiento societal busca dar cuenta de laspeculiaridades latinoamericanas conformadas por relaciones socialesdiferentes que existen, se reproducen y crecen al lado de lasdominantes. Y que no son, por lo tanto, resabios del pasado. De esemodo se busca nombrar y pensar el movimiento de una sociedad osistema de relaciones sociales en su conjunto y adems pretende darcuenta del movimiento de una parte de la sociedad en el seno de laotra (Tapia, 2002: 60-61). Este anlisis parte de la realidad de laexistencia de varias sociedades en la sociedad, o sea, por lo menos dosconjuntos de relaciones sociales mnimamente articulados. En otrostrabajos he defendido una propuesta similar al concebir a estos

    movimientos como sociedades en movimiento (Zibechi, 2003a). Lanovedad que iluminan las luchas sociales de los ltimos 15-20 aos esque el conjunto de relaciones sociales territorializadas existentes enzonas rurales (indgenas pero tambin sin tierra) comienzan a hacersevisibles en algunas ciudades como Caracas, Buenos Aires, Oaxaca,siendo quiz El Alto en Bolivia la expresin ms acabada de esatendencia7.

    El aspecto central de este debate, es si efectivamente existe un sistemade relaciones sociales que se expresan o condensan en un territorio.Eso supone ingresar al anlisis de los movimientos desde otro lugar: noya las formas de organizacin y los repertorios de la movilizacin sinolas relaciones sociales y los territorios, o sea los flujos y lascirculaciones y no las estructuras. En este tipo de anlisis aparecernnuevos conceptos como autonoma, cultura y comunidad, entre los msdestacados. Carlos Walter Porto Gonalves, quien realiz durante aosun trabajo con los seringueirosen Brasil junto a Chico Mendes, sostieneprecisamente este punto. Hay una batalla de descolonizacin delpensamiento que la recuperacin del concepto de territorio tal vezpueda contribuir (Porto, 2006: 161).

    7 Al anlisis de las comunidades urbanas alteas dediqu la investigacinlibroDispersar el poder. Los

    movimientos como poderes antiestatales.

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    En efecto, los movimientos latinoamericanos como los indgenas, los sintierra y los campesinos, y crecientemente los urbanos, son movimientosterritorializados. Pero los territorios estn vinculados a sujetos que losinstituyen, los marcan, los sealan sobre la base de las relacionessociales que portan (Porto, 2001). Esto quiere decir, volviendo a

    Lefebvre, que la produccin de espacio es la produccin de espaciodiferencial: quien sea capaz de producir espacio, encarna relacionessociales diferenciadas que necesitan arraigar en territorios que sernnecesariamente diferentes. Esto no se reduce a la posesin (opropiedad) de la tierra, sino a la organizacin por parte de un sectorsocial de un territorio que tendr caractersticas diferentes por lasrelaciones sociales que encarna ese sujeto. Si no fuera as, si ese sujetono encarnara relaciones sociales diferentes, contradictorias con lasociedad hegemnica, no tendra necesidad de crear nuevasterritorialidades.

    Lugar y espacio han sido conceptos privilegiados en las teoras yanlisis sobre los movimientos sociales. En Amrica Latina, incluso ensus ciudades, es hora de hablar de territorios. En un excelente trabajo,Porto Gonalves seala que los nuevos sujetos se insinaninstituyendo nuevas territorialidades (Porto, 2001: 208). Llega a esaconclusin luego de seguir el itinerario de un movimiento concreto comolos seringueiros, que antes de constituirse como movimiento debieronmodificar su entorno inmediato, concluyendo que su fuerza emanabade su espacio-domstico-y-de-produccin (Porto, 2001: 203). Fue esedeslizamiento del lugar heredado, o construido anteriormente, lo que les

    permite formar-se como movimiento.

    Las clases no son cosas, sino relaciones humanas como seala E. P.Thompson (1989). Pero esas relaciones no vienen dadas, se construyenen la disputa, la confrontacin. Esta construccin de la clase comorelacin incluye los espacios. Las clases sociales se constituyen en lasy por las luchas que los protagonistas traban en situaciones concretas,y que con-forman los lugares que, de este modo, no slo ocupan sinoconstituyen. De ese modo, el movimiento social es, rigurosamente,cambio de lugar social, punto en el que confluyen la sociologa y lageografa (Porto, 2001: 197-198). En base a este razonamiento-experiencia concreta, podemos llegar con Porto Gonalves a unadefinicin provisoria de movimiento social completamente diferente a lalegada por la sociologa, centrada siempre en los aspectos organizativos,en la estructura y en las oportunidades polticas:Todo movimiento social se configura a partir de aquellos que rompen lainercia y se mueven, es decir, cambian de lugar, rechazan el lugar alque histricamente estaban asignados dentro de una determinadaorganizacin social, y buscan ampliar los espacios de expresin que,como ya nos alert Michel Foucault, tienen fuertes implicaciones deorden poltico. (Porto, 2001: 81)

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    Esta imagen potente destaca el carcter de movimiento como mover-se,como capacidad de fluir, desplazamiento, circulacin. De modo que unmovimiento siempre est desplazando espacios e identidades heredadas(Espinosa, 1999). Cuando ese movimiento-desplazamiento arraiga enun territorio, o los sujetos que emprenden ese mover-se estn

    arraigados en un espacio fsico, pasan a constituir territorios que secaracterizan por la diferencia con los territorios del capital y el estado.Esto supone que la tierra-espacio deja de ser considerada como unmedio de produccin para pasar a ser una creacin poltico-cultural. Elterritorio es entonces el espacio donde se despliegan relaciones socialesdiferentes a las capitalistas hegemnicas, aquellos lugares en donde loscolectivos pueden practicar modos de vida diferenciados. Este es un ode los principales aportes de los movimientos indios de nuestrocontinente a la lucha por la emancipacin.

    Al respecto, como seala Daz Polanco, los movimientos indios alintroducir conceptos como territorio, autonoma, autodeterminacin yautogobierno, que pertenecen a una misma problemtica, estnproduciendo una revolucin terica y poltica (Daz Polanco, 1997). Lascomunidades indias que luchan por la tierra desde hace siglos, endeterminado momento comenzaron a expandir el autogobierno local-comunal a espacios ms amplios como parte de su construccin comosujetos nacionales y como pueblos. Este proceso tuvo un momento deinflexin en el Primer Encuentro Continental de Pueblos Indios, en1990, del que eman la Declaracin de Quito.

    Hasta ese momento el nico territorio existente formaba parte delestado, en la realidad material pero tambin en la simblica. O sea, laidea de territorio no poda desprenderse de la de estado-nacin. ParaWeber, el Estado es aquella comunidad humana que en el interior deun determinado territorio -el concepto del territorio es esencial en estadefinicin- reclama para s (con xito) el monopolio de la coaccin fsicalegtima (Weber, 2002:1056). Con la emergencia del movimiento indioen las dos ltimas dcadas, hacia mediados o fines de los 80, elconcepto de territorio se modifica, lo modifican los indios con susluchas. La Declaracin de Quito hace hincapi en que el derecho alterritorio es una demanda fundamental de los pueblos indgenas, yconcluye que sin autogobierno indio y sin control de nuestrosterritorios, no puede existir autonoma (Declaracin de Quito, 1990:107).

    Esta verdadera revolucin terica y poltica conlleva la lucha por unanueva y sobre todo diferente distribucin del poder. Cmo se produjo eltrnsito de tierra a territorio, de lucha por derechos a lucha por laautonoma y el autogobierno, o sea cmo fue el trnsito de la resistenciaa la dominacin a la afirmacin de la diferencia, tiene especialimportancia para las comunidades urbanas que a caballo entre los dos

    siglos comenzaron a arraigarse en los espacios urbanosautoconstruidos.

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    3) La formacin de las barriadas populares

    La noche del 29 de octubre de 1957 un grupo de pobladores del Zanjnde la Aguada, un cordn de miseria de 35.000 personas, de cincokilmetros de largo y cien metros de ancho en el centro de Santiago, se

    dispuso a realizar la primera toma masiva y organizada de tierrasurbanas. A las ocho de la noche comenzaron a desarmar sus casuchas,juntaron tiras de tela con las que cubrir los cascos de los caballos paraevitar el ruido y, siguiendo las consignas los ms decididos, reunieronlos tres palos y la bandera con los que habran de crear la nuevapoblacin. Sobre las dos y media de la madrugada llegaron al lugarelegido, un predio estatal en la zona sur de la ciudad8. Vale la penareproducir el relato de un participante de lo que tal vez haya sido laprimera toma organizada de Amrica Latina:A las ocho de la noche se empezaron a juntar los ms decididos enlugar acordado: los tres palos y la bandera, algunos enseres y frazadas,se iba formando la caravana () La columna avanzaba y se seguansumando personas () Calladitos fuimos llegando a nuestra meta. Conlos reflectores del aeropuerto Los Cerrillos y la noche oscura y sin luna,nos sentamos como los judos arrancando de los nazis: la oscuridadnos haca avanzar a porrazo y porrazo. Con las primeras luces del alba,cada cual empez a limpiar su pedazo de yuyo, a hacer su ruca e izar labandera. (Garcs, 2002a: 130)

    Al predio elegido de unas 55 hectreas confluyeron columnas salidas devarias poblaciones hasta sumar en la maana del da 30 unas 1.200

    familias. El campamento resisti la accin policial para desalojarlos ylas familias comenzaron a construir la poblacin. Desde el primermomento los pobladores definieron por s mismos los criterios quehabran de seguir, lo que provoc un enfrentamiento con los tcnicosdel Estado. La construccin de la poblacin a la que denominaron LaVictoria, fue un enorme ejercicio de auto-organizacin de lospobladores, que debieron sumar esfuerzos e inventar los recursos,poniendo en juego todos los saberes y todas las capacidades ya que elgobierno si bien no los ech no colabor en la construccin de la nuevapoblacin (Garcs, 2002a: 138).

    El primer aspecto diferenciador con luchas anteriores es la auto-organizacin. La primera noche se organiz una gran asamblea en laque se decidi crear comisiones de vigilancia, subsistencia, sanidad yotras. En adelante todas las decisiones importantes pasan por el tamizdel debate colectivo. El segundo, es la autoconstruccin. Los primerosedificios pblicos, construidos tambin por los pobladores, fueron laescuela y la policlnica, lo que refleja las prioridades de sus habitantes.Para la escuela cada poblador deba llevar quince adobes: las mujeresconseguan la paja, los jvenes hacan los adobes y los maestros lospegaban. Comenz a funcionar a los pocos meses de instalado el

    8 La primera ocupacin de tierras realizada en Chile est documentada en Garcs, 2002a y Grupo

    Identidad de Memoria Popular, 2007.

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    campamento y los maestros no cobraban. La policlnica empez aatender a los vecinos en una carpa hasta que se pudo construir eledifico, de la misma manera que se levant la escuela. Dos aosdespus de la toma, La Victoria tena 18 mil habitantes y algo ms detres mil viviendas. Una ciudad construida y gobernada por los ms

    pobres en base a una rica y extensa red comunitaria (Garcs, 2002a:142).

    La toma de La Victoria conform un patrn de accin social que iba arepetirse durante las dcadas siguientes y hasta el da de hoy, no sloen Chile sino en el resto de Amrica Latina con pequeas variantes.Consiste en la organizacin colectiva previa a la toma, la eleccincuidadosa de un espacio adecuado, la accin sorpresivapreferentemente durante la noche, la bsqueda de un paraguas legal enbase a relaciones con las iglesias o los partidos polticos y la elaboracinde un discurso legitimador de la accin ilegal. Si la toma logra resistirlos primeros momentos en que las fuerzas pblicas intentan el desalojo,es muy probable que los ocupantes consigan asentarse.

    Es interesante destacar que este patrn de accin social, bien distinto alas agregaciones individuales por familias predominantes en las favelas,las callampas y las villas miseria, que dio sus primeros pasos en ladcada de 1950 en Santiago y en Lima, se comenz a practicar enBuenos Aires y Montevideo, las ciudades ms europeas porhomogneas, recin en la dcada de 1980. Las diferencias temporalesno son tan significativas si tomamos en cuenta los tiempos largos, ya

    que lo realmente importante es la adopcin de un patrn de accincolectiva ms all del momento en que ello suceda.

    Veamos ahora algunos anlisis sobre La Victoria que echan luz sobrelos cambios que se estaban procesando. La toma supone una fracturaradical con las lgicas institucionales y con el principio fundamental delas democracias liberales, la propiedad (Grupo Identidad de MemoriaPopular, 2007: 14). La legitimidad ocupa el lugar de la legalidad y elvalor de uso de la tierra prevalece por sobre el valor de cambio. Con esaaccin un colectivo invisibilizado se convierte en sujeto poltico social.En La Victoria sucede algo ms: la autoconstruccin de las viviendas ydel barrio significa la apropiacin de los pobladores de un espacio en elque habita en adelante un nosotros que se erige como autogobierno dela poblacin.

    De ese modo, el patrn de accin directa modifica un modo de relacinentre pueblo y Estado asentado en la cultura hegemnica que habasido adoptado por la izquierda y el movimiento sindical. De la lgicaclase-sindicato-partido anclada en la representacin de los intereses deun sector social en el aparato estatal y en la dinmica reivindicativa, sepasa a otro ms autocentrado, en el que lo auto (autoconstruccin,

    autogobierno) ocupa el lugar de la demanda y la representacin. Estecambio es an muy incipiente, pero comienza un derrotero diferente al

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    practicado hasta ese momento por los sectores populares. Este nuevopatrn es mucho ms parecido al que desde la dcada de 1980practican los movimientos indgenas, al poner en el centro de susacciones la cuestin del territorio y toda una serie de conceptos polticotericos que pertenecen a esta genealoga: autonoma, autogobierno

    (Daz Polanco, 1997: 14).

    Los testimonios de los pobladores van mucho ms lejos, como era deesperar. De ellos se desprenden una serie de temas que se irnrepitiendo a lo largo y ancho de las barriadas populareslatinoamericanas.

    -Capacidad de auto-organizaciny a partir de ah de autoconstruccin yautocontrol de la vida. Esta cualidad, como lo hemos visto arriba,abarca todos los aspectos de la cotidianeidad. Los pobladores de LaVictoria no slo construyeron sus viviendas, sus calles, sus caeras deagua e instalaron la luz, sino tambin levantaron la escuela -con uncriterio propio ya que era un edificio circular- y la policlnica.Gobernaron sus vidas, gobernaron una poblacin entera, crearonformas de poder popular o contrapoderes.

    -Las mujeres jugaron un papel destacado, al punto que muchasaseguran que dejaron a sus maridos para ir a la toma o no lesinformaron del paso crucial que iban a dar en sus vidas. Yo me fui solacon mi hija de siete meses ya que mi marido no me acompa, relataLuisa que en el momento de la toma tena 18 aos (Grupo Identidad de

    Memoria Popular, 2007: 58). Zulema, de 42, recuerda que se vinieronvarias familias, a escondidas de sus esposos como yo (Grupo Identidadde Memoria Popular, 2007: 25). Las mujeres de los sectores popularestenan, incluso a mediados de los aos 50, un nivel de autonomasorprendente. En rigor, habra que decir las mujeres y sus hijos, lasmadres. Ellas no slo tomaron la delantera a la hora de ocupar,tambin a la hora de resistir el desalojo y ponerse con sus hijos frentelos carabineros:

    En una ocasin nos amenazaron que nos iban a tirar a los milicos,entonces todas las mujeres fuimos a dejar a nuestros hijos connuestras mams y volvimos ah a luchar, todo el da estuvimosesperando que llegaran los milicos y no llegaron, pero s los carabinerosque entraron pateando las banderas, echaron las carpas abajo y nosamenazaron casi de muerte. Y ah estbamos, luchando para que nonos echaran y todas gritando: muertas nos sacarn! (Grupo Identidadde Memoria Popular, 2007: 60)

    El historiador chileno Gabriel Salazar asegura que las mujeres de lossectores populares aprendieron antes de 1950 a organizar asambleas deconventillo, huelgas de arrendatarios, tomas de terrenos, grupos de

    salud, resistencias a los desalojos policiales y otras formas deresistencia. Para convertirse en dueas de casa tuvieron que

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    convertirse en activistas y promotoras de tomas; as, las pobladorasfueron desarrollando un cierto tipo de poder popular y local, que seresume en la capacidad de crear territorios libres en los que sepracticaba un ejercicio directo de soberana en lo que eran verdaderascomunas autnomas (Salazar y Pinto, 2002a: 251). Ms adelante

    veremos que la mujer juega un papel destacado en todos losmovimientos latinoamericanos, lo que impregna a los movimientos deuna cosmovisin diferente a la que domina en el estado-nacin y lagenealoga de organizaciones que le son afines: partidos, sindicatos,asociaciones. As como ellas fueron las que protagonizaron el saltoadelante que supusieron las tomas de terrenos, ellas sern las quetomarn un rumbo nuevo aos despus en todo el continente.

    -La Victoria se construye como una comunidad de sentimientos y desentidos. El dolor, la muerte, juegan un papel cohesionador. Meinteresa destacar que la identidad no est anclada en el lugar fsico sinoen los afectos, en lo vivido en comn. En los primeros tiempos todos sedecan compaeros como aseguran los testimonios. En parte porquetodo lo hacan entre todos. Pero no es un compaerismo ideolgico sinoalgo ms serio: las lluvias de noviembre provocaron la muerte de 21nios de pecho. Esas cosas nos iban uniendo. Con la vecina del ladonos hicimos comadres, cuando a una le falta algo, la otra ayudaba. Ellatena tres nias y una se le muri (Grupo Identidad de MemoriaPopular, 2007: 36). La muerte de los nios es algo especial. Cuando lossin tierra de Brasil ocupan un predio, levantan una inmensa cruz demadera. Cada vez que muere un nio en el campamento le colocan un

    lienzo blanco que cuelga de la cruz. Es algo sagrado. En La Victoriacuando mora un nio, y a veces cuando falleca un adulto, se formabauna larga caravana que marchaba a pie hasta el cementerio luego derecorrer las calles de la poblacin.

    Postulo que son los afectos los que organizan el barrio-comunidad y quepor eso las mujeres juegan un papel tan decisivo. Angela Romn, quetena 27 aos cuando la toma, asegura:Nos reunamos en reuniones por cuadras, yo hasta hoy participo. Simuere algn vecino, soy la primera en salir con una canasta parareunir plata a la hora que sea, porque as aprendimos a hacerlo cuandomoran los nios y no haba plata para enterrarlos. En las reunionespor cuadra discutamos qu arreglos hacer, cuando bamos a teneragua, conversbamos sobre lo que necesitbamos y por eso nosorganizbamos. (Grupo Identidad de Memoria Popular, 2007: 37)

    Pero la forma comunidad tambin se convierte en forma de lucha. A lahora de defender la poblacin de los carabineros, ensayaron un patrnde accin que se repetir una y otra vez entre los sectores populares detodo el continente: Los nios adelante, las mujeres ms atrs y loshombres al ltimo, por eso nunca pudieron echarnos, porque la gente

    era muy unida (Grupo Identidad de Memoria Popular, 2007: 53).

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    -La tierra conquistada, la vivienda y el barrio autoconstruidos sonvividos y sentidos como valores de uso en medio de una sociedad queotorga prioridad a los valores de cambio. Muchos son los vecinos queaseguran que no vendern su casa a ningn precio. Todos los aos sefesteja el 30 de octubre con una representacin colectiva de la toma y se

    adorna todo el barrio. Participo todos los aos en la reconstitucin dela toma, nos conseguimos carretones y salimos con los nios arriba,adornamos y recordamos lo importante que fue en nuestra vida estatoma, dice Rosa Lagos, que tena 16 aos en 1957 (Grupo Identidad deMemoria Popular, 2007: 74).

    El predominio de los valores de uso, o mejor, la deconstruccin de losvalores de cambio en valores de uso aparece estrechamente ligado a loauto y ambos al papel destacado de las mujeres. Una lgicadomstica, espacio donde en cierto tiempo estuvo confinada laproduccin de valores de uso, comenz a expandirse hacia el espaciopblico, a propagarse de modo capilar por el tejido social, de modo muyparticular en los momentos crticos para la sobrevivencia de lascomunidades.

    -Con el estado, los partidos y la iglesia se establece una relacininstrumental, ya que bsicamente se confa en la auto-organizaciny elautogobierno. En La Victoria predominan los comunistas y loscristianos, dos orientaciones en absoluto incompatibles porque ambasse subordinan a las necesidades de la poblacin. Las relaciones sonbien diferentes que las que se establecen en el sindicato. Las decisiones

    que los pobladores acatan son las que emanan de sus propiasinstancias de decisin o las que benefician al conjunto. Lo mismosucede en relacin al estado. La existencia de relaciones instrumentalesindica que los pobladores no buscan estar representados en esasinstituciones porque bsicamente se sienten autnomos. Por cierto, estetipo de relaciones suelen caracterizarse como clientelares cuando sonen realidad instrumentales, ya que representan la forma como serelacionan dos mundos diferentes y opuestos, en las que cada uno noespera mucho del otro sino apenas obtener alguna ventaja o beneficio.

    Con los aos, se pudo constatar que la ocupacin y construccin de LaVictoria fue un parteaguas. Los pobladores desbordaron la poltica devivienda del Estado que busc organizarlos y contenerlos y leimpusieron su propia poltica de vivienda: la de la ocupacin extensivade la ciudad a travs de tomas de tierras (Garcs, 2002a: 337). Hasta1973 los sectores populares fueron los principales creadores de espaciourbano. A fines de 1972, durante el gobierno de Salvador Allende, haba400 mil personas viviendo en campamentos slo en Santiago (Castells,1986: 281). Analistas de diversas corrientes coinciden en la importanciadel movimiento. Castells sostiene que el movimiento de pobladores deChile fue potencialmente un elemento decisivo en la transformacin

    revolucionaria de la sociedad (Castells, 1986: 291). Garcs asegura queen setiembre de 1970 la ciudad estaba en completa transformacin, a

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    instancia de los campamentos que eran la fuerza social ms influyenteen la comunidad urbana del Gran Santiago (Garcs, 2002a: 416).

    Esta toma de posicin de los sectores populares influy en el rumbo delas luchas sociales. La presin desde abajo transform las ciudades y

    en el caso chileno se constata que en el discurso revolucionarioemergente de 1970, ms que la lucha por el poder del Estado, susradicales dirigentes debieron atender prioritariamente las formas desociabilidad al interior de los campamentos (Garcs, 2002a: 423). Loscambios de sitio abarcaron a un tercio de la poblacin de Santiago:Al culminar la dcada del sesenta, los pobladores haban tomado sitiosen la ciudad paralelamente tambin estaban tomando un nuevo sitioen la sociedad chilena. Especficamente, el cambio ms radical quepudimos seguir en este estudio fue el del trnsito de los conventillos ylas callampas hacia las poblaciones definitivas () Lo que lospobladores pusieron en juego en los aos sesenta, no solo fue alcanzarun nuevo posicionamiento territorial sino al mismo tiempo un nuevoposicionamiento social y poltico. (Garcs, 2002a: 423-424)9

    El golpe de Estado de Augusto Pinochet buscaba revertir esa posicincasi hegemnica, territorial-social-poltica adquirida por los sectorespopulares. Ese tercio de la poblacin de la capital que haba construidosus barrios, sus viviendas, escuelas, consultorios de salud y presionabapor los servicios bsicos, era una amenaza al dominio del capital. Elrgimen militar se aboc a revertir la situacin desplazando a toda esapoblacin hacia lugares construidos por el Estado o el mercado.

    Entre 1973 y la actualidad se produjo una profunda inflexin, unaverdadera contrarrevolucin urbana. Entre 1980 y 2000 seconstruyeron en Santiago 202 mil viviendas sociales para trasladar aun milln de personas que vivan en poblaciones autoconstruidas, laquinta parte de la poblacin de la capital, a conjuntos habitacionalessegregados, alejados del centro (Rodrguez y Sugranyes, 2005). Interesamirar ms de cerca este proceso para ver cmo estn operando losestados y el capital para intentar frenar y revertir la toma deposiciones de los sectores populares en las ciudades. El 65% de loshabitantes instalados en esos conjuntos quiere irse ya que alhacinamiento en pequeas viviendas se suma el aislamiento por estarconfinados lejos del centro de la ciudad. Se constata cmo las polticasde la dictadura, continuadas y profundizadas por la democracia desde1990, han provocado cambios regresivos que se resumen en el paso dela complejidad espacial de los campamentos a la uniformidad de losconjuntos de viviendas sociales, de la organizacin a la fragmentaciny, muy en particular, de la toma como acto de integracin a la ciudad,

    9 Callampas son las poblacioens precarias que reciben ese nombre de un hongo, ya que crecen en una

    noche.

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    a la expulsin de la ciudad que perciben los habitantes de las villas(Rodrguez y Sugranyes, 2002: 17)10.

    Todo el proceso debe considerarse como la destruccin de un poderpopular territorial que se plasmaba en los campamentos. Ese fue el

    objetivo trazado por el capital, ejecutado por la dictadura y proseguidopor la democracia. Para los pobres se construy una enorme masa deviviendas de bajo estndar en todo el pas. La forma como se fueprocesando esta construccin, que de forma explcita buscaba erradicarlos campamentos, es sintomtica. Al comienzo del plan, la produccinde viviendas subsidiadas durante los aos de la dcada de los 80, seaplic casi en forma exclusiva a los programas de erradicacin decampamentos asentamientos irregulares localizados en los sectoresde mayores ingresos-, particularmente en las comunas de Santiago yLas Condes (Rodrguez y Sugranyes, 2005: 30). Se procedi en primerlugar a limpiar los barrios ricos. Con ello se buscaba un dobleobjetivo: eliminar las distorsiones que los asentamientos creaban sobreel valor del suelo en los sectores centrales y consolidar la segregacinespacial de las clases sociales como medida de seguridad.

    Entre 1979 y 1983 unas 120 mil personas fueron objeto de trasladosforzados de los campamentos que haban ocupado en los aos 60 y 70hacia la periferia. Urbanistas chilenos consideran que la erradicacin depobres de la ciudad consolidada procesada por la dictadura fue unamedida radical, nica en el continente (Rodrguez y Sugranyes, 2005:31)11. En 13 de las 24 comunas de Santiago se registr trasvase de

    poblacin. Los erradicados perdieron empleos, aumentaron sus costosde transporte, tuvieron mayores problemas an para acceder a laeducacin, la salud y los subsidios sociales. Pero sobre todo el trasladoforzado contribuy al desarraigo de la red informal de ayuda y apoyo ya una fuerte disminucin de la participacin de los pobladores en lasorganizaciones comunitarias (Rodrguez y Sugranyes, 2005: 31). Eseera precisamente el objetivo del traslado. La familia erradicada tiende aencerrarse en la vivienda y los vnculos sociales se rompen. Con losaos se consolid un nuevo patrn: grandes manchas urbanas dondede modo intencional se concentran y segregan la riqueza y la pobreza.

    Cabe preguntarse: era tan grave e insostenible, desde el punto de vistadel capital y del estado, la continuidad de los campamentos ypoblaciones donde se apiaban los sectores populares? Al parecer, laoleada de movilizaciones de 1983 en esas barriadas luego de diez aosde feroz represin y reestructuracin de la sociedad- convenci a laselites que deban proceder con urgencia, ya que los pobladores fueronlos grandes protagonistas de las masivas protestas nacionales que

    10 En Chile se denomina toma a la ocupacin ilegal de un predio, campamento al asentamiento

    irregular y villa al conjunto habitacional construido por el estado.11

    Las dictaduras de Argentina y Uruguay intentaron erradicar villas miseria en Buenos Aires y tuguriosen Montevideo trasladando a sus habitantes hacia la periferia, pero no tuvieron el xito ni la amplitud de

    la dictadura de Pinochet.

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    pusieron a la dictadura a la defensiva. En 1980 hubo nuevas tomas queamenazaban con generalizarse durante las protestas. Esa nuevageneracin de tomas se produjo porque los pobladores se negaban aser parte de las nuevas polticas de vivienda que les habran significadoinevitablemente abandonar sus comunas y trasladarse a extramuros de

    la ciudad (Garcs, 2002b: 30).

    La existencia de campamentos y poblaciones construidas y gobernadaspor los sectores populares fue percibida por las elites como unaamenaza directa a su situacin privilegiada en la sociedad. De ah quedesarrollaran una poltica que ha significado, como apunta unainvestigacin de la Corporacin de Estudios Sociales y Educacin SUR,una colonizacin forzosa de la periferia en la que los nuevos vecinos seconvierten en deudores desarraigados de sus mundos. Pero, y este es elaspecto fundamental, es tambin el cambio desde una forma desociedad a otra:

    En este trnsito van desde una condicin de relativa autonoma a serdependientes de relaciones clientelistas con su entorno urbano, dejandoatrs una sociedad que reconoca como su eje fundante los valores deuso para pasar a otra en la que predomina la mercantilizacin de lasrelaciones sociales. Ms an, insinuamos que con la violencia cotidianaa que se enfrentan los habitantes de las viviendas sociales ellossubsidian la paz poltica del resto del pas. (Skewes, 2005: 101)

    Esto no se poda conseguir sin un disciplinamiento espacial, una

    cuidadosa pero tambin violenta reconstruccin del panpticodeconstruido por los pobladores. En suma, el control social pas enChile por una reconstruccin del espacio y por la incorporacin forzosaa la economa de mercado; ambas cosas se consiguieron erradicando alos pobladores de sus espacios en los que haban creado una vidarelativamente autnoma del estado y del capital. Veamos en detalle enque consista ese mundo que haba que destruir. Contar para ello conun trabajo de Juan Carlos Skewes, un investigador que vivi duranteun ao en un campamento y luego se traslad con las familiaserradicadas a un conjunto habitacional, de modo que pudo constatarlos cambios en las formas de vida en ambos espacios.

    El investigador sostiene que en el campamento existe un diseopopular que es diferente al del mundo oficial hegemnico. No hayplanos ni ideas preconcebidas acerca de cmo organizar el espacio y eldiseo es fruto de una prctica cotidiana de quienes al habitar,generan el espacio habitado (Skewes, 2005: 106). Constata ocho ejesdel diseo espacial: el carcter laberntico de la estructura, la porosidadde los lmites, la invisibilidad del interior del campamento, lasinterconexin de las viviendas, la irregularidad de los lindes interiores,el uso de marcadores para jerarquizar espacios, la existencia de

    espacios focales y de puestos de observacin.

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    Se trata de una lgica en la que los flujos, corredores, pasillos, resultandeterminantes como modo de interconexin interna del campamento.Una estructura que asegura la autonoma por la invisibilidad y elcontrol social interno que habilita un adentro y un afuera, un lmitemacro que no se reproduce en el interior del campamento donde los

    lmites son porosos porque los valores de uso as lo determinan. Eldiseo protege a los residentes del afuera, pero facilita el control socialejercido a travs de los dominios acstico, visual y olfativo,contribuyendo a la formacin de un ambiente poroso que refuerza lafusin de las vidas individuales (Skewes, 2005: 114).

    En el barrio al que fueron trasladados el espacio panptico se impone alos habitantes que pierden su autosuficiencia (ver figuras). Se aplica unmodelo rgido de lneas rectas que fragmenta el espacio previo y asla alos vecinos, pero a la vez se pierde el sentido de proteccin comunitaria.Un mundo centrado en la persona pasa a convertirse en un mundocentrado en objetos, la vivienda, y se registra la transicin de undominio femenino a un mundo masculino, y de control local a uncontrol externo (Skewes, 2005: 120). Destruidas las redes de apoyomutuo y la comunidad barrial, slo les queda el endeudamiento, ladependencia o la delincuencia para afrontar la vida cotidiana. En suma,con la relocalizacin se busc destruir un sector social como lospobladores que amenazan el orden hegemnico, ya que cada modeloresidencial corresponde a una determinada visin del mundo. Enltima instancia, se trata de destruir o acorralar a travs de lacriminalizacin de la pobreza, esa visin del mundo otra en la que se

    ancla la vida y la sobrevivencia de los sectores populares.

    * * *

    Pero el proceso de Santiago no era, en absoluto, algo extraordinario enel continente. En 1970, el 50% de los habitantes de Recife y el 30% delos de Rio de Janeiro vivan en asentamientos populares, al igual queun 60% de los de Bogot en 1969; el 49% de los de Guayaquil, el 40%de los de Caracas y 40% de los de Lima en ese mismo ao (Castells,1986: 249-250). Otro estudio revela los porcentajes de habitantes enviviendas autoconstruidas: el 60% de la poblacin de Ciudad de Mxicoen 1990, el 61% de los de Caracas en 1985, el 31% de los de Bogot elmismo ao (Gilbert, 1997: 104).

    Son millones de personas que han creado su propio espacio, peroadems han establecido formas de sobrevivencia diferentes a las queprovee el mercado. Mucho antes del actual desenganche de una partede la poblacin de la economa formal, ya se hablaba de la existencia dedos sociedades. Ms an, de diversas concepciones del mundo y de lavida, tan diversas que parecan irreductibles (Romero, 2001: 364). Si

    algo tenan en comn esos dos mundos, era que coincidan en lo que

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    Romero denomina como la revolucin de las expectativas. Pero esepunto en comn lo borr la globalizacin neoliberal.

    Ciertamente, no todos los barrios y ciudades autoconstruidasrepresentan la misma trayectoria y en varios casos parecen muy lejos

    de conformar formas de poder popular o autogobierno local. Pero parecefuera de duda que en esos espacios anidan potencias de cambio socialque an no hemos sido capaces de descubrir en toda su magnitud. Laproximidad temporal de estos procesos hacen que se trate de escenariosabiertos, nunca de realidades consumadas. Para concluir el repasosobre esta primera fase quisiera abordar brevemente la experiencia dela ciudad de Lima, donde se ha registrado una forma de ocupacin delespacio urbano parcialmente diferente a la de Santiago: aqu loscampamentos y barrios populares son islas que nacen en losintersticios de la ciudad tradicional; en tanto, en Lima las 56 barriadas-islas que haba en 1957 se convirtieron en 408 barriadas en 1981 paraagruparse en tres grandes conos (al sur, norte y este) en 2004.

    Esas enormes manchas urbanas que son los conos parecen aprisionara la ciudad tradicional. Se trata de un doble fenmeno cuantitativo ycualitativo. Si en Santiago en 1973 los campamentos abarcaban a algoms del 30% de los habitantes de la ciudad, en Lima la poblacin enbarriadas pas del 9,5% en 1957 al 59% en 2004 (Matos Mar, 2004:149-153). La diferencia es que los asentamientos se establecieron enzonas aledaas a la ciudad, en los arenales que rodean Lima, y ah sefueron conformando territorios continuos relativamente homogneos,

    verdaderas manchas urbanas pobladas por migrantes de la sierra.

    Desde el punto de vista de las modalidades de ocupacin del espacio, nohay mayores diferencias respecto al caso de La Victoria en Santiago. Setrata de invasiones realizadas por grupos organizados de pobres queocupan ilegalmente un terreno, izan banderas peruanas, resisten a lasfuerzas del orden, establecen sus asociaciones de pobladores ycomienzan a construir sus viviendas precarias con esteras, y luego todoel barrio en forma comunitaria, enclavado en las laderas de cerros y enlos arenales. La primera barriada formada bajo ese patrn se cre enmayo de 1946 en San Cosme. El proceso de invasiones y formacin debarriadas crece lentamente en los aos 50 y tiene su momento lgido enlos 70. Parte de este proceso es la formacin de Villa El Salvador quefue considerada en su momento un modelo de barriada autogestionada.

    A fines de la dcada de 1980, Matos Mar estima que haba unas 2.100barriadas en todo el pas en las que vivan 9 millones de personasagrupadas en unas 7.000 asociaciones (Matos Mar, 1989: 120).Considera que por la masividad del proceso el pas est ante lo quedefine como un desborde desde abajo que le cambi la cara a lasciudades y muy en particular a la capital. Este anlisis sostiene que las

    invasiones urbanas son parte del proceso de invasiones de tierras porcampesinos en la sierra que forz al gobierno militar de Juan Velasco

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    Alvarado (1968-1975) a realizar una amplia reforma agraria que terminde quebrar a la hacienda tradicional. En 1984, el 80% de la poblacinde Lima viva en asentamientos populares: 37% en barriadas, 23% enurbanizaciones populares y 20% en tugurios, callejones y corralones(Matos Mar, 2004: 69). El 20% restante vivan en barrios residenciales

    de sectores medios y ricos. En Lima se haba producido un verdaderoterremoto social y cultural. Pero tambin econmico.

    Los migrantes se van haciendo cargo hacia la mitad de la dcada de1980 de su propia dinmica ya que las instituciones estatales noestaban, y esto marca una diferencia crucial con Chile, en condicionesde intentar hacer frente a semejante desborde desde abajo. Lo andinoinstalado en Lima modifica no slo el aspecto fsico de la ciudad sinosus formas de sociabilidad y su cultura de vida cotidiana.

    En la construccin de casas y servicios vecinales, al tiempo que seextienden rasgos arquitectnicos que derivan de modelos ms serranosque europeos, como el techo a dos aguas y la reja, se practica en formacreciente sistemas de reciprocidad como la minka. La nueva vivienda esbautizada con la tinkaandina y la cruz de flores corona la parte mselevada de la construccin. Talismanes y amuletos, especialmentevegetales, para proteger la casa del mal y los ladrones han pasado aformar parte corriente de la religiosidad popular urbana. (Matos Mar,2004: 80)

    Esta poblacin desarrolla una economa contestataria, en opinin de

    Matos Mar, que la distingue de la llamada economa informal porquerefleja una realidad opuesta a la oficial. Si la denominamos informal,sugiere, le cedemos el papel central a la economa establecida yhegemonizada por las clases dominantes. Se trata de una economa desobrevivencia pero sobre todo de resistencia. Porque la economa debeser considerada como parte de las relaciones sociales que correspondena una determinada sociedad y no puede desgajarse del conjunto decreaciones que se registran en las barriadas. Los sectores popularescrearon una ciudad diferente con sus propios medios de comunicacin,sus manifestaciones culturales (la chicha) y religiosas, sus medios detransporte diferenciados (el microbs), y hasta sus sistemasautnomos de vigilan