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El pueblo feminista y los feminismos populares y comunitarios: una mirada cruzada Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) El pueblo feminista y los feminismos populares y comunitarios: una mirada cruzada Enviado por vidasprecarias el Mar, 10/06/2015 - 05:22 (Fotografía: Edu León) Los debates sobre el populismo en América Latina, y específicamente en la región andina, se han acrecentado en los últimos tiempos. A pesar de que no siempre existe coincidencia en qué sea una experiencia populista, dentro y fuera del Estado, sí se ha llegado a ciertos acuerdos sobre su forma básica. Esta se caracterizaría por: 1) una partición del campo político que no responde a izquierda y derecha, 2) una condensación de reclamos de sectores subalternos diversos, que en nuestro entorno a menudo se ha expresado a partir de las luchas indígenas, 3) una confrontación de lo popular con las élites económicas y políticas apelando a la soberanía nacional, y 4) la presencia de un líder que encarna la voluntad popular. El populismo, además de una experiencia histórica latinoamericana, es una mirada o forma de contemplar procesos de lucha que disputan el Estado aunque no siempre logren llegar a él, hacer efectivo el cambio que propugnaran o representar una auténtica irrupción popular en términos de participación. En ocasiones, esta mirada deja de lado cuestiones que escapan al propio esquema. Puede haber movimientos populares que se expresen en una forma populista, pero éste no siempre es el caso. Algunos se despliegan de acuerdo al esquema que veíamos arriba pero no cumplen necesariamente todos sus rasgos: no apelan a la soberanía nacional, generan campos de confrontación múltiples y simultáneos, no dan tanta centralidad a la figura del líder, se alinean en ejes izquierda-derecha o más que alianzas o configuraciones amplias, interclasistas, interétnicas o intersexuales, representan a un grupo social más o menos acotado. Más compleja resulta la pervivencia de Estados populistas que se constituyan sobre una amplia y sostenida implicación política activa de sectores populares. En muchas ocasiones, quienes se autoconvocaron como pueblo para derrocar o combatir un régimen injusto acabaron siendo en lugar de actores efectivos, beneficiarios cuando no clientes del que lo siguió. Algunos acabaron, en cambio, constituyendo una nueva élite cuya capacidad de representar al 99% fue decreciendo con el tiempo. Por otro lado, pueden darse luchas populares, pero éstas no siempre se caracterizan por pugnar por el Estado. En todos estos casos parece claro que el pueblo no está prefigurado; puede hilvanarse de manera discursiva por parte de algunos en una contienda hegemónica, pero resulta un tanto presuntuoso pensar que se puede hacer algo semejante si previamente la gente no se ha puesto a batallar junta experimentando la contigüidad y universalidad de sus exigencias y la pasión por confluir en el cuerpo a cuerpo. Las mujeres han participado activamente en las luchas populares a lo largo del continente. Han estado en el corazón mismo del pueblo al sentir en sus propias carnes la indignidad; la que inflingían las élites que favorecía la feminización de la pobreza, la que provenía del sistema político que las Página 1 de 5

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El pueblo feminista y los feminismos populares y comunitarios: unamirada cruzadaEnviado por vidasprecarias el Mar, 10/06/2015 - 05:22

(Fotografía: Edu León)

Los debates sobre el populismo en América Latina, y específicamente en la región andina, se hanacrecentado en los últimos tiempos. A pesar de que no siempre existe coincidencia en qué sea unaexperiencia populista, dentro y fuera del Estado, sí se ha llegado a ciertos acuerdos sobre su formabásica. Esta se caracterizaría por: 1) una partición del campo político que no responde a izquierda yderecha, 2) una condensación de reclamos de sectores subalternos diversos, que en nuestro entornoa menudo se ha expresado a partir de las luchas indígenas, 3) una confrontación de lo popular conlas élites económicas y políticas apelando a la soberanía nacional, y 4) la presencia de un líder queencarna la voluntad popular.

El populismo, además de una experiencia histórica latinoamericana, es una mirada o forma decontemplar procesos de lucha que disputan el Estado aunque no siempre logren llegar a él, hacerefectivo el cambio que propugnaran o representar una auténtica irrupción popular en términos departicipación. En ocasiones, esta mirada deja de lado cuestiones que escapan al propio esquema. Puede haber movimientos populares que se expresen en una forma populista, pero éste no siemprees el caso. Algunos se despliegan de acuerdo al esquema que veíamos arriba pero no cumplennecesariamente todos sus rasgos: no apelan a la soberanía nacional, generan campos deconfrontación múltiples y simultáneos, no dan tanta centralidad a la figura del líder, se alinean enejes izquierda-derecha o más que alianzas o configuraciones amplias, interclasistas, interétnicas ointersexuales, representan a un grupo social más o menos acotado. Más compleja resulta lapervivencia de Estados populistas que se constituyan sobre una amplia y sostenida implicaciónpolítica activa de sectores populares. En muchas ocasiones, quienes se autoconvocaron como pueblopara derrocar o combatir un régimen injusto acabaron siendo en lugar de actores efectivos,beneficiarios cuando no clientes del que lo siguió. Algunos acabaron, en cambio, constituyendo unanueva élite cuya capacidad de representar al 99% fue decreciendo con el tiempo. Por otro lado,pueden darse luchas populares, pero éstas no siempre se caracterizan por pugnar por el Estado. Entodos estos casos parece claro que el pueblo no está prefigurado; puede hilvanarse de maneradiscursiva por parte de algunos en una contienda hegemónica, pero resulta un tanto presuntuosopensar que se puede hacer algo semejante si previamente la gente no se ha puesto a batallar juntaexperimentando la contigüidad y universalidad de sus exigencias y la pasión por confluir en elcuerpo a cuerpo. Las mujeres han participado activamente en las luchas populares a lo largo del continente. Hanestado en el corazón mismo del pueblo al sentir en sus propias carnes la indignidad; la que inflingíanlas élites que favorecía la feminización de la pobreza, la que provenía del sistema político que las

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desplazaba a los márgenes cuando no las excluía directamente, y también la de los varones,familiares, amigos, compañeros incluso de lucha, que las movilizaban explotando su trabajo en lacasa y en la organización, al tiempo que las relegaban acudiendo incluso a la violencia. Las mujeresindígenas, negras, pobladoras, pobres de distinta condición están en el centro del pueblosubalternizado expresando singularidades en términos de género, raza, clase y sexualidad. Hansostenido la supervivencia en los tiempos duros y han trenzado luchas en las que también hanpuesto sus anhelos como mujeres diversas. Es preciso enfatizar que los poderosos no han sido sus únicos adversarios; por eso las luchas de lasmujeres no se han desarrollado exclusivamente en los ejes élites vs. pueblo, amigo vs. enemigo,siendo por ello muchos más complicadas de librar. El machismo y el racismo constituyen lasubjetividad en pliegues que más que cortar atraviesan el campo político haciendo que el terrenocontencioso no siempre resulte claro y unívoco. Los hombres nunca han sido enemigos para lasmujeres; lo ha sido, en todo caso, el machismo. Esta lógica binaria –pueblo vs. élite–, tan propia delpopulismo, apenas si alcanza a entender y expresar lo que una mujer desea en términos políticos:convertirse en sujeto, no siempre frente al otro; combatir el abuso, en ocasiones de aquellos a losque estima; afirmar la soberanía, pero también la del propio cuerpo, y disputar el poder al tiempoque cuidar y proteger el mundo de quienes buscan convertirlo en mercancía. Todo ello representa unexceso para el esquema populista, y de ello se deriva una comprensión diferencial, molecular, de lopolítico que permanece invisible o poco interrogada desde esta mirada.

Que las mujeres se hagan presentes como pueblo no se desprende de una generosidad necia paracon los demás. Quienes hicieron parte del peronismo en la Argentina de los años 40 aspiraban a serparte activa del proyecto, obtener el voto, acceder al empleo y dar de comer a los suyos[1]. En partetriunfaron y en parte fracasaron; el régimen las dignificó y dejaron de ser sujetos de segundo orden,logrando recursos políticos y económicos. Esto no implicó, sin embargo, cuestionar su lugar social entérminos más amplios. Su nuevo protagonismo quedó fijado al convertirse en la encarnación de lasmadres de la patria. Ocuparon el espacio público y votaron sí, pero su subalternidad se perpetuó enotros muchos sentidos, desde luego ausentes en las invocaciones de Evita, que más bien reconocíana las mujeres en su desigual diferencia.

Tampoco las peruanas pobres que votaron y respaldaron a Fujimori en los 90 carecía de razones.Ciertamente, este líder populista manejó con habilidad su relación con las mujeres[2]. Al tiempo queimplementaba planes de ajuste estructural durísimos y imponía un régimen autoritario, establecióayudas y programas focalizados que en contextos de enorme pobreza y sobrecarga femeninaayudaban a solventar lo más inmediato sin cuestionar las bases estructurales de la desigualdad. Apesar de instalar a algunas feministas en el gobierno, de reconocer y usar su experticia en planespaliativos conducidos por ongs y de asumir, al menos parcialmente, algunas demandas, por ejemploen lo tocante a los derechos sexuales y reproductivos, acabó esterilizando mujeres indígenas enzonas rurales. El maternalismo populista continuó, pero las mujeres madres ya no eran luchadorasde la patria sino pobres voluntariosas pero incapaces que debían recibir ayuda. Su presencia se fuelimitando progresivamente a la movilización del voto, supeditándose y fragmentándose lasorganizaciones populares que ya estaban en activo en comedores y otras iniciativas desupervivencia e incentivándose la obtención de prebendas a través de redes clientelares. Al final elencantamiento neopopulista se acabó quebrando. Las luchas en contra del neoliberalismo a lo largo de las últimas décadas activaron a miles demujeres en todo el continente. El triunfo del Chávez a finales de los 90 y de otros líderes quevinieron después se produjo en el contexto de un acumulado de conflictos que aglutinaron sectoresdiversos con una fuerte presencia de organizaciones de mujeres y feministas, para las que lasimplicaciones devastadoras de las políticas neoliberales representaban formas específicas dedominación: aumento de la carga de trabajo, radicalización de la violencia, recortes en servicios deatención, precarización del trabajo, migraciones y desplazamientos forzados, desautorización en lascomunidades, criminalización de la pobreza y expoliación de territorios sobre los que reposabanrecursos y trabajos[3]. Las mujeres populares y diversas, que habían puesto nombre y apellido a suscontextos situados quebrando el lenguaje unitario de un feminismo blanco-mestizo que hablaba porboca de todas, enfrentaron las élites. Se organizaron y defendieron con otros los procesosconstituyentes de los 2000[4]. Inicialmente tomaron parte en los gobiernos e incluso impulsaronlegislaciones y proyectos feministas, pero también este ciclo de experiencias populistas en el Estado

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dejó ver sus límites en lo tocante a las mujeres. Sus anhelos, en muchos casos, no sólo seestancaron sino que incluso retrocedieron. Esto es exactamente lo que pasó y pasa en Ecuador, donde a pesar de extenderse los servicios desalud y educación o de regularse el empleo de hogar, entre otras medidas de apoyo a los sectorespopulares, existen terrenos donde se ha frenado la posibilidad de un populismo que cuestione loselementos conservadores y neoliberales que vienen del pasado. Los derechos sexuales yreproductivos, tan importantes para las mujeres más humildes, se han visto amenazados. Ladespenalización del aborto en caso de violación, planteada en la misma reforma del código penalque establecía el femicidio, enfrentó al gobierno con las feministas y sus aliados. Esta fractura nohizo sino acentuarse con la eliminación de la ENIPLA y la aprobación del Plan Familia[5]. Otrasiniciativas han sido profundamente contradictorias: se propugnan políticas focalizadas dirigidas a lasmadres pobres perpetuando la división sexual del trabajo existente, se establecen cotizaciones paralas trabajadoras de casa haciéndolas depender de los miembros asalariados (varones) de la familia,se constitucionaliza el cuidado pero apenas se despliegan servicios de atención, se hace una reformacarcelaria modernizadora que amenaza la situación de las redes familiares de las presas, seestablecen recursos y servicios pero estos pasan por la “domesticación” de las mujeres amenazandosu autonomía y su autoridad comunitaria, se hacen gestos en relación a los grupos LGTBI al tiempoque se obstaculiza la equiparación en derechos de otro tipo de familias y, de modo ya másclaramente ofensivo, se comienza a perseguir y encarcelar a pié de clínica a quienes interrumpen elembarazo, algo nunca visto en regímenes regresivos anteriores. El presidente Rafael Correa ha arremetido contra el feminismo, al que acusa de “peligrosa ideologíade género” ajena a la patria y, cada vez más, a los valores de la familia ecuatoriana. Quienes ladetentan son presentadas como anti-populares, egoístas, corporativas y, más frecuentemente,infantiles o “malcriadas”, enfrentadas sin duda al proyecto populista de la Revolución Ciudadana y,en primera persona, a su máximo líder. El presidente, por el contrario, encarna al padre visionarioque conduce el avance irrevocable de la patria proyectando su mirada sobre el horizonte. Porfortuna atrás quedó la imagen del patriarca condescendiente que saca la correa cuando toca, tanevocativa de la figura del patrón de hacienda; “Rafael para los amigos, Correa para los enemigos”,rezaba un popular lema en 2012. Sin embargo, en distintos momentos, recientemente en lasmarchas de trabajadores, indígenas y distintos sectores sociales que se vienen produciendo en losúltimos años, este buen padre no ha dudado en reprimir y encarcelar a sus oponentes dirigiendo unaparticular saña hacia las mujeres. Las mujeres organizadas, al igual que otros sectores, se han idodesinvolucrando de a poco en el proyecto al tiempo que éste descansaba cada vez más en lamovilización del voto o de autobuses para acudir a la sabatina. La contraposición, persistentementeelaborada, entre mujeres del pueblo, familia ecuatoriana y movimiento de mujeres no ha hecho sinoprofundizar el antifeminismo gobernista proyectando una imagen deliberadamente elitista y foráneadel feminismo.

Si las experiencias históricas en las que se topan feminismo y regímenes populistas están plagadasde tensiones, las prácticas políticas de las configuraciones populares tampoco han sido un camino derosas. El problema no se suscita, si bien se agrava, con la llegada al Estado, sino que se producetambién por fuera de sus confines. Las famosas cadenas equivalenciales[6] sobre las que algunosargumentan se articula el pueblo no son perfectamente equivalentes, siendo ciertos actores y ciertasapuestas más “populares” que otras. El movimiento de mujeres tampoco se ha librado del peligro deestas totalizaciones. Si bien en algunos países andinos en las décadas neoliberales se abre unabrecha entre un feminismo institucional blanco-mestizo y las organizaciones de mujeres populares,ya en los 90, el hecho de que lo popular sea asumido por feministas de muy distinta condiciónapelando a la expansión de la tendencia precarizadora y la sobrecarga de trabajo reproductivo, noalcanzan a eliminar las fracturas[7]. La contienda hegemónica ha constituido universales encarnados en la fuerza de las luchasanticoloniales, obreras, campesinas y estudiantiles; también en otras más difusas: deudores,pobladores urbano marginales, hipotecados, desempleados o usuarios de bienes comunes como elagua o las vías, que en algún punto han podido conformarse como un pueblo. Esto no ha ocurrido deigual modo, salvo casos notables, con los combates feministas, a pesar de que estos impugnan unorden injusto que no sólo afecta a las mujeres sino al conjunto de la población. El femicidio enEstados como el mexicano está acabando con la vida femenina; “nos están matando”, claman las

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mujeres por todo el territorio, y esto está íntimamente relacionado con la expansión de uncapitalismo violento que, como no dejamos de ver, afecta y atraviesa al conjunto de la población. Porfortuna también hemos asistido a algunas emergencias históricas, algunos momentos, pocos perodeterminantes de eclosión popular –por el aborto, contra la violencia, en defensa de laPachamama…– que se han aglutinado en torno a una comprensión propiamente feminista de ladominación. Lo cierto es que el pueblo (machista) con frecuencia reproduce las prebendas y valores dominantesy nada le previene del peligro de dar continuidad al orden establecido, que como sabemos, no esuno sino múltiple y entrecruzado y en el que la clase y la raza se expresan de modos diferencialesen relación al género y la sexualidad. Así, que “las mujeres sean más indias” o más pobres o másexplotadas, no implica a renglón seguido que sean más protagonistas y que sus vivencias yplanteamientos estén más en el centro de las luchas, sino que la hegemonía indígena, o la que sea,constituida en una conjunción popular puede otorgarles, hasta asfixiarlas, todo el peso normativo dela nación (heroica) que combate al enemigo. La masculinización machista del pueblo acabareproduciéndose dejando en suspenso los interrogantes acerca de la constitución interseccional dela desigualdad.

La pregunta latente de si es posible librar una lucha hegemónica para construir un pueblo feminista(no femenino maternalista) como parte de un combate frente al establishment sigue abierta.Mientras que algunas apuestan por este camino, tal es el caso de las feministas de Podemos enEspaña, un partido de reciente creación que tras el movimiento 15m disputa el poder delbipartidismo financiero en un contexto de profunda crisis económica y política[8], quienes seidentifican como movimientos de mujeres populares y comunitarios en América Latina optan portrenzar luchas atendiendo a la singularidad de los territorios[9]. Su instrumento central parecehaberse gestado en una práctica que problematiza todo cierre unitario desencarnado –ciudadanía,pueblo, mujeres, incluso, Feminismo– revelando las intersecciones en el juego de la dominación einsistiendo una y otra vez en comprender la realidad y trenzar identificaciones, lucha y alianzasdesde los contextos locales. Mientras el límite para las primeras atañe a los peligros totalizantes, aldesanclaje de corte discursivo, a la condensación de lo político en el momento adversarial o a larelación entre partidos, Estado y movimientos, para las segundas se refiere más bien a las políticasde identidad y a las dificultades de construir confluencias amplias y diversas. Se trata de aproximaciones distintas que se desenvuelven en contextos diferentes en cuanto a sucomposición social, su formación estatal, su cultura política y su historia del conflicto y laorganización social. La primera busca en un entorno de contienda tensar la forma populista paraproducir una articulación unitaria pero feminista, un feminismo ganador. La segunda declina unsentido popular, en ocasiones nacional-popular convergente, que no descansa en la equivalenciapero que tampoco se concibe como particularista. En esta perspectiva, el modo de interrogar yconfrontar las asimetrías machistas al interior del campo popular cobra sentido a partir de lacreación y apropiación del común situado contra el despojo sin que esto implique difuminar osuspender las singularidades. Seguro que hay quienes piensan que una es mejor que otra, sinembargo, aquí nos empeñamos en cruzarlas y ponerlas en discusión.

Cristina Vega

[1] Para una reflexión sobre feminismo y populismo en América Latina, Kampwirth, Karen. 2010. Gender and Populism in Latin America: Passionate Politics. Pennsylvania State: University Park. Parael caso peronista, Luna, L. 2000. “Populismo, nacionalismo y maternalismo: casos peronista ygaitanista”, Boletín Americanista, nº 50.[2] Rousseau, S. 2012. Mujeres y ciudadanía. Las paradojas del neopopulismo en el Perú de losnoventa. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.[3] Lind, A. 1994. “Poder, género y desarrollo: las organizaciones populares de mujeres y la políticade necesidades en el Ecuador”. En León M. Mujeres y participación política: avances y desafíos enAmérica Latina. Bogotá: TM Editores.[4] Asamblea de la Casa Feminista de Rosa 2009. “Memorias feministas del neo-populismo. Depasada por la asamblea nacional constituyente”. En Flor del Guanto, 1, pp.

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[5] Burneo, C, Córdova, A., Gutiérrez, M.J. y Ordoñez, A. 2015. Embarazo adolescente en el marco dela ENIPLA 2014 – Plan Nacional de Fortalecimiento de la Familia, informe investigación. Coba, L.2015ª “¡La revolución está en nuestros cuerpos! Las luchas por la concepción de la vida durante laRevolución Ciudadana”. http://www.rosalux.org.ec/es/analisis-ecuador-feminismos.html [6] Laclau, E. y Mouffe, C. 1987 Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de lademocracia. Madrid: Siglo XXI.[7] Carrión, N. 2013. Las mujeres de sectores populares en la reorganización del movimiento demujeres del Ecuador. Análisis del periodo 1990-2013 y la formación de la asamblea de mujerespopulares y diversas del Ecuador. Disertación Universidad Católica del Ecuador.[8] Montoto, M. 2015 “Estrategias para el desarrollo del feminismo en el nuevo ciclo político”. https://instituto25m.info/estrategias-para-el-desarrollo-del-feminismo-en-el-nuevo-ciclo-politico/.Emma, J.E., Montoto, M., Serra, C. Y Caretti, C. 2015. “Por un feminismo ganador. Una lecturafeminista de la hegemonía y una propuesta hegemónica para el feminismo desde Podemos”.Consejo Ciudadano Estatal de Podemos.[9] Entre otras, Paredes, J. 2010. Hilando Fino, desde el feminismo comunitario. Comunidad MujeresCreando Comunidad. La Paz, Bolivia.

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