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Rodolfo Irazusta inicia la revisión de las ideas políticas en el país; es el primer laico que en este siglo defiende la religión Católica y a su Iglesia; comienza el revisionismo histórico; formula una apasionada interpretación critica de la Constitución nacional; es él fundador del nacionalismo argentino y su máximo exponente, ocupándose permanentemente de los problemas del país que constituyeron la preocupación fundamental de su vida.Aunque en algunos casos parezcan repetitivos, no hubo repetición en sus escritos, hubo coherencia en sus ideas y en su apreciación de la realidad del país, pues desde que comenzó a escribir, en diciembre de 1927, hasta que murió, en julio de 1967, la Argentina fue un país dependiente, esto es, una colonia. Y es muy triste tener que afirmar que lo sigue siendo.Es un misterio por qué Dios regaló a la Argentina dos personalidades de la talla de los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta; político genial, uno, y eminente historiador el otro. ¿Es posible que se pierda ese servicio público de ambos, realizado con generosidad, abnegación y sacrificio, sin poner remedio a la decadencia que, desde 1852, sufre el país, y que en la actualidad amenaza con su disolución?Esta recopilación es un acto de justicia hacia la persona de Rodolfo; e intenta ser también el medio para que los argentinos conozcan sus ideas, su acción, sus escritos, que contienen el diagnóstico acertado de la enfermedad que mata a la Argentina, y, además, las soluciones para su curación y su salvación. ¡Que así sea!

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    Julio lrazusta

    PERO

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    Queda hecho el depsitoque previene la ley 11.723.

    EDITORIAL INDEPENDENCIA S.R.L.Buenos Aires, 1983.

    Primera Edicin Agosto de 1956Segunda Edicin: Junio de 1982Tercera Edicin: Marro de 1983Tapa: PELUSA MOLINA

    IMPRESO EN ARGENTINA

    S termin de imprimir en el mes de marzo1983, en los Talleres Grficos CORDOBA.i .c lar rayn 1350, Buenos Aires.

    F .111 etli i n consta1 1 000 J mplares.

    JULIO IRAZUSTA

    PEROL CRISIS RGENTIN

    EDITORIAL INDEPENDENCIA S R LBUENOS IRES

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    OBR S DEL UTOR

    LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICOEn colaboracin con Rodolfo frazusta.)

    ENSAYO SOBRE ROSASVIDA POLITICA DE JUAN MANUEL DE ROSAS ATRAVES DE SU CORRESPONDENCIA

    ACTORES Y ESPECTADORES.TOMAS MANUEL DE ANCHORENATITO LIVIOEL PRONUNCIAMIENTO DE URQUIZAMEMORIASLAS DIFICULTADES DE LA HISTORIA CIENTIFICA.INFLUENCIA ECONOMICA BRITANICA EN EL

    RIO DE LA PLATA.ENSAYOS HISTORICOSGENIO Y FIGURA DE LEOPOLDO LUGONESGOBERNANTES CAUDILLOS Y ESCRITORES.ESTUDIOS ECONOMICOSLA POLITICA CENICIENTA DEL ESPIRITU.LA MONARQUIA CONSTITUCIONAL INGLESA.BALANCE DE SIGLO Y MEDIODE LA EPOPEYA EMANCIPADORA A LA P E Q U E ~

    ARGENTINAEL TRANSITO DEL SIGLO XIX AL XXllllEVE HISTORIA DE LA ARGENTINA.

    PROLOGO

    Ofrecemos en este volumen una nueva edicin facsimilar de la aparecida en 1956, del anlisis realizadopor el autor de las principales cuestiones que caracterizaron el gobierno de Pern, en cuanto a su gnesis, r e . ~ o n a n c i a trmite y consecuencias.Hay hechos y circunstancias que superan la voluntad de los individuos, pertenecen a la h,istoriacomo fenmeno colectivo, y no son susceptibles demodificacin. Pero hay otros que responden a unacoyuntura, cuyas consecuencias es dabe al gobernante aprovechar o desviar hacia una va muerta. Elexamen de los actos que responden a esta ltima esl tema principal de este libro. De ah que su informaein razonada, la reflexin suficientemente esclirecida sobre los acontecimientos, y la ponderacin desus resultados, son aspectos todos que constituyenmotivo suficiente para procurar su mayor difusin.A casi cuatro dcadas de la irrupcin de Pern enla vida polt ica nacional; a un cuarto de siglo de su

    t .l rrocamiento, este gobernante, fidelsimo servidord la postergacin argentina, contina siendo desfi ;ourq,do, tanto por sus partidarios como por sus ene-1n oos. Eso s, ms justificados los primeros que los< gnndos, porque para ellos represent una esperan-a; mi ntras que los otros, mediante una propagan

    1 1 f naz aunque no dirigida a .lo esencial, procuran11 calificarlo, no reparando en adjetivo de ms o de

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    menos, y sin caer en la cuenta que ambos -partidarios y adversarios- estn unidos por el comn renunciamiento al imperativo ciudadano de dar unaopinin responsable.As atribuyen el origen de la inflacin a gentinaa su gestin a partir d e 9 ~ . s cuando ella se haba.iniciado en 1940, a poco de comenzada la guerra yconvertdose la Argentina en principal proveedor delos cj.rcitos ingleses, med-iante una flota conbelln neutral y una emisin continuada del BancoCentral, que acumulaba documentos que al finalacabaron malbaratndose a cambio de chatarra, Yemitiendo en el nterin el importe de los mismos.Cada cual procura aprovechar de la leyenda segnsu inters, y todos la deforman con aplicacin dignade mejor causa. Se lo presenta como nacionalista,trmino equvoco, ya que, entre otras cosas, sirvipara que se calificara a s misma una minora antinacional, o, para ser ms precisos, anglfila, que loacompa ms o menos vergonzantemente, con pujospor participar, si no de las migajas del poder, a lomenos de las prebendas del presupuesto. El nacionalismo de Pern queda aclarado a lo largo de las pginas del libro.A ttulo ilustrativo de estas contradiccitmes quedeben ser tenidas en cuenta para prevenir f anatismos pQlticos y fe ideolgica -eomo slo se debe aDios, y esto como don de su gracia-- cabe recordara este respecto aquella referencia del embajador ingls Davies en sus memorias cuando en 1941, al serreemplazado en el cargo, consign que los cuatro me:iores ami_qos durante su gestin en la Argentina lohaban sido el presidente de la Repblica, doctor Ramn S. Castillo; su canciller, doctor Enrique R uizr11iaz; su embajador en Londres, doctor Miguel

    Angel Crcano, y el coronel Juan Domingo Pern.Algo as como una designacin anticipa{ a, la mediapalabra en favor del prximo candidato oficial a lapresidencia de la Nacin, que trae a la memoria aquella proclamacin hecha en la comida de la Cmara deComercio britnica de la candidatura presidencial delentonces ministro del presidente Justo, el doctor Roberto M. Ortiz.La conduccin econmica de Pern fue singularmente parecida a la de sus antecesores y a la de quienes lo sucedieron. Slo que l recibi6 un pas con unaeconoma afirmada por la situacin del mundo enguerra, y rico en crditos, y lo dej inmerso en deudas, estancados el agro y la industri

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    bajador ante nosotros, observa que el partido enaquel lejano entonces en el llano, era el que. g _ ~ b e r n a -ba, y que los radicales, esta vez en la, oposicion, s i ~ -tentaban su campaa pseudo democratica y de critica, en la germanofilia del presidente Castillo. Elcomentario es obvio. Apenas cabra aquello de plust;a change, plus c'est la mme chose . Hasta u n d oRodolfo frazusta, en el homenaje que le brindaronsus amigos polticos a l y a su hermano, el autor dela obra que ofrecemos, con motivo de cumplirse tre.inta aos desde la aparicin de La Argentina y el imperialismo britnico , dio su propia explicacin sobrePern, en 1964, es decir, pasados diez aos de suderrocamiento.En las pocas del rgimen, i jo los notablesabogados traicionaban los intereses del pas, pero enuna medida relativa. Se daban ventajas a las empre-sas, y esos seores, al hacerlo, estaban mirados P?rel pueblo con un desprestigio tal, que nunca pudie-ron tener de su parte al electorado del pas, Siempretuvieron que hacer fraude para llegar al gobierno.Pern con su inteligencia sutil, tiene un encargodel extranJero, del rgimen e c o ~ m i c o qu: t r a s c i ~ ~ ? ey gravita sobre la poltica nac10nal, tema la m1s1 nde arruinar al pas, y lo hizo a conciencia. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que el perso-'naje va perdiendo importancia como tal frente a las .exigencias propia.

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    ADVERTENCIA PREVIA

    LOS captulos iniciales de este libro se escribieron en l.asprimeras seis semanas anteriores al cambio de gobiernoque se oper el 13 de noviembre de 1955 con l defenes-tracin del general Lonardi y su reemplazo por el generalAramburu Sin desconocer que en lo esencial de la conduc-ein nacional el gobierno segua las mismas lneas antesque despus del :ambio, no se puede negar que en lo rela-tivo a l poltica interna el programa conciliador del jeferevolucionario era ms oportuno y adecuado a las circuns-tancias que el del representante burocrtico de las fuerzasarmadas con su nueva doctrina. nacional convertida endogma impuesto desde arriba como en tiempos que pare-can idos para siempre. De haber intentado reformar aque-llos captulos para dejarlos a tono con la situacin actualhabra debido tomarme un trabajo que redundara en unademora mayor de la que ya ha sufrido el libro en ofrecerseal pblico. Los dejo pues como estaban con la advertenciade que se redactaron en circunstancias diferentes; y quelas posteriores al cambio se juzgarn en otro trabajo enpreparacin.

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    CAPITULO. I

    OPORTUNIDAD DE UN TERMIDOR

    LOS escritores polticos que hayan sufrido omo nosotrosla sofocacin de no poder expresar plenamente las opiniones que formbamos sobre la realidad cotidiana comprendern el alcance de la gratitud que sentimos hacia quienesnos devolvieran aquella preciosa libertad por la magnitudde la limitacin que se nos impuso. Per o esa deuda conser grande no es la nica que tenemos con los hroes cadoso triunfantes en la revolucin que derroc el incalificablee increble rgimen de Pern. Hay otra y es la que lesdebemos por el tono que sus jefes emplearon en las proclamasdel pronunciamiento y en los primeros documentos delgeneral Lonardi. Por primera vez en casi treinta aosde experiencia poltica asistimos en el pas al hermoso espectculo de unos vencedores en la guerra civil que nopisaban al vencido en la cabeza que no se preciaban de untriunfo a expensas de compatriotas como si se tratara devictorias obtenidas en una guerra justa contra un agresorextranjero que no condenaban en bloque a un pueblo engaado y extraviado por un mal conductor.a satisfaccin sentida por todo espritu verdadera-

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    mente poltico fu tanto mayor cuanto que esa noble actiiud responda a las necesidades de los graves momentosque vivimos entre los estallidos de junio y setiembre, y alas impostergables exigencias de la situacin crtica en queel aventurero cado dej el pas. Desde que en aquella memorable maana de mediados de 1955 omos por Radio Mitre la proclama de los sublevados, no ocultamos nuestrodisentimiento ante el error de invocar el recuerdo de Ur -quiza, y hablar de procesos que amenazaban a todos loscmplices del tirano. Era emplear en poltica actual unnombre histrico discutido, y sin comprender el significado de su accin. El pronunciamiento de 1851 se enderezabaen primer lugar a separar del dictador a sus colegas losgobernadores de provincia, y ulteriormente a la pacificacin de un pas en guerra, a la re:::0nciliacin de una sociedad dividida por induradas querellas; de donde los lemasde Urquiza: ni vencedores ni vencidos, fusin de partidos,gobierno de coalicin con federales y unitarios.Desde aquel da me dediqu a predicar una polticaconciliadora. Y en los tres meses que mediaron entre lasdos revoluciones deb polemizar, a veces acaloradamente,con amigos personales y polticos; con gente de todas lasopiniones partidarias, que ofuscados por lo sufrido durantediez aos, se resistan a or palabras de serenidad y cordura, que en la ocasin eran la voz de la mejor poltica. Re

    u e r o el dicho de un compaero de causa, profesional distinguido, hombre de reposo habitual en el juicio, que sostena: Si Pern no muere, cada uno de nosotros los ar -gentinos quedar deshonrado . Mi tesis era la opuesta, asaber, que nuestra deshonra consistira en la muerte deltirano. Porque este, como quiera que sea, haba obtenidouna mayora de opinin, haba contado con voluntades entodas las clases de la sociedad, haba sido en suma repre-sentativo del pas. Y aunque ste deba reconocer sus erro-res, y reparar sus extravos, no lo har con la ejecucin1

    del que eligi para presidirlo. En todo sacrificio de un jefede Estado hay, para una sociedad civilizada, un poco de sui-cidio. Y no veo cmo un harakiri podr equipararse conun me culpa Recurdense los grmenes de irreconciliablesdivisiones y odios subsiguientes a las muertes de Ca rlos Ipor los cuqueros ingleses, de Luis XVI por los jacobinosfranceses, de Dorrego por los unitarios argentinos; y setendr una idea de las consecuencias que podra tener unaofuscacin de esa especie.El temor. a la convulsin que podra resultar de uncambio repentino, me inclinaba a contentarme con una solucin in termedia, como la que se supona alcanzada despus del 16 de junio, cuando el ejrcito salv a Pern ypareci haberlo reducido al papel de mascarn de proa,aprovechando su prestigio para mantener el orden, al re -vs de lo que aquel haca, ponindolo al servicio de la subversin social. La historia ensea que entre dos regmenesantagnicos, separados por un perodo de terror, como elantiguo rgimen monrquico y la revolucin de Francia,como el rosismo y el liberalismo argentinos, un perodo detransicin como el de Termidor o el de la Confederacin deUrquiza es conveniente pa ra aplacar los odios fratricidas.Cmo llegaron los revolucionarios de las fuerzas ar-madas a la conclusin de que deban cambiar el planteointransigente de la primera fecha, por el generoso y mag-nnimo de la segunda, lo dir la historia. Lo probable esque el cambio constituy sin duda uno de los mejores elementos del triunfo.Otro, ms decisivo, fu el pronunciamiento fuera de lacapital. Esta idea, expuesta por Rodolfo Irazusta al generalMenndez a mediados de setiembre del 51, tal como ahora serealizaba, fu considerada buena por todos, incluso aquelheroico jefe, quien ya la haba examinado por su cuenta almeditar sus proyectos. Pero como el general crea contaron sobrudos elementos para vencer sin tanto riesgo de gue-

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    rra civil, no la consider oportuna en el momento, y tal vezacertaba entonces. Pero ms tarde, a medida que el rgimense descompona hora por hora, los hechos le daban cadavez mayor oportunidad. El fracaso de otro conato en la capital el 16 de junio, nos persuadi la bondad de aquella idea.Si el clculo sobre el xito eventual de un pronunciamiento se basaba ya en 1951 en los progresos de la opininopositora y el desquicio del rgimen peronista, aquel eraseguro en las condiciones de 1955.Desde que estall el conflicto de Pern con la iglesiad por sellada la suerte del tirano. La ms elemental cul-tura histrica permita augurar el resultado de la luchaentablada entre la augusta institucin que resisti los mayores embates del poder temporal desorbitado y el inferiorpersonaje, imitador de caudillos, pero sin condiciones deestadista ni sentido del lugar en que actuaba, que la desafiaba en nuestro pas. Qui mange du pape, en meurt ,haba dicho Len XIII. Frase que sintetizaba una experiencia secular. Ni Napolen, ni Mussolini, ni Hitler haban po-dido con la iglesia. Y -si su espritu imitativo le haca creeral dspota argentino que el Estado totalitario moderno sehaba impuesto a las iglesias nacionales en .Rusia y sussatlites de la Europa oriental, su simiedad lo extraviaba.Pues aqu no estbamos detrs de la cortina de hierro, donde la accin antireligiosa tiene el apoyo de la ffi:ayor fuerza militar organizada por el inmenso blque de la sociedadrevolucionaria en lucha a vida o muerte con la sociedadtradicional. En Amrica una amenaza a la iglesia debaprovocar la reaccin de todos los pases hermanos, y privaral culpable de los restos de opinin a favor con que cont eriun principio gracias a su fementida propaganda americanista.Por otra parte el ataque anti-religioso estuvo mal programado. Para tener algn xito, aunque fuese t e m p o ~ a r i debi producirse despus, y no antes de que la sociedadtradicional hubiese sido completamente destruda, y reem-12

    plazada por otra enteramente comunista. Asj lo m ~ e s t r ael plan seguido por los soviticos en la Europa oriey,ital,donde los cleros nacionales trataron ms o menos flexiblemente de adaptarse a las condiciones que les presentaba lacomunizacin progresiva, hasta que cumplida sta del todo,aqullos fueron decapitados.Concurrentement la descomposicin interna del rgimen permita presagiar su fin n? ~ u y r ~ m ~ t o . El d e s ~ u ~ -cio administrativo, la hemorragia rnflac10msta, la crisisagraria, los planes acerca de una milicia obrera destinadaa suplantar las f u e r z ~ f i armadas, como base de un Estado,sindicalista, y la subversin social que s i g n i f i c a ~ m el es-pectculo de un pueblo entero expoliado para enriquecer aunos pocos sibaritas, que exhiban en las ms altas. ~ s f e r a sdel Estado una desaprensin de fanfarrones del v1c10 de-ban provocar el descontento y ' la nusea que acabaran e.nirresistible reaccin. Por esos das recordaba yo entre misamigos el famoso dicho de Rivarol, referente sin duda alLuis XV del Parque de las Ciervas ms que al virtuo.so Ydesdichado Luis XVI: un rey cazador es un anacronismo

    en medio de las luces del siglo XVIII . Pero el smil msapropiado para el papel que el dspota desorbitado hacarepresentar a la sociedad argentina era el que ofrece la Rectaismailita, compuesta por asiticos musulmanes di8eminadosentre Siria y la India, que en medio de las escaceses deldesierto o la selva ahorran monedas de oro para mandarlasa Bombay destinadas a formar el tesoro del Dios vivienteen el que ~ r e e n y que parece no tener otra misin que la degastar el fruto de las privaciones de sus adoradores enllevar una vida fastuosa, entre mujeres bonitas y caballosde carrera. ,Ya a mediados de ao mi intuicin acerca de la cadadel tirano era tan segura que, sin saber nada concreto sobreconspiraciones, le a{ mi opinin categrica en aquel sentidoal librero Sal Helman, amigo de todos los amantes de la

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    lectura, en larga conversacin que tuvimos el 15 de junio.Al punto de que, cuando lo visit despus del 16, se mequej de que no le hubiese hecho conocer aquello de u ~me supona enterado por datos ciertos.El fracaso del conato naval, con la secuela que tuvo deincendios de iglesias y temporario retiro del dictador asegundo plano, lejos de alterar mi opinin acerca de lasuerte que esperaba al rgimen, la confirm. Tal como sehaban desarrollado las cosas, Pern quedaba prisionero delejrcito. Pero sus salvadores no aprovecharon la ocasinde evolucionar a tiempo, y desembarcar su persona parasalvar su rgimen. Temiendo al cuco de la C.G.T. creyeronposible desperonizar al pas con Pern al frente del go-bierno, conservando al caudillo como frasco de esenciapopular , segn la pintoresca expresin de un ministro deLavalle sobre la gobernacin interina del almirante Brown.Pero ese clculo no tena en cuenta la dificultad esencialde la maniobra, que estaba en el carcter del pe rsonaje encuestin. El megalmano dictador no poda resignarse in-definidamente al papel que se le asignaba. Que la paci-fi.e&cin fuese una trampa de un pequeo gang militar,en que todos estuviesen de acuerdo para burlar a las fuerz s armadas, y a toda la opinin, o un engao de Pern asus cmplices timoratos, su xito era imposible. El lobo nopoda soportar mucho tiempo el disfraz de cordero. Ahorabien, para restaurarse en la plenitud de su poder, a la al-tura que haban llegado las cosas, Pern tena que jugar lacarta de la barbarie. Y esa jugada lo condenaba a perderseirremisiblemente. Pues lo queramos o no estamos a estelado de la cortina de hierro, en lo que con expresin exac-ta, pese a todas las reservas que se le pongan, se llama elmundo libre; donde todo brote extremista, que amenazaseuna opresin total como la que sufre el mundo comunistaest condenado al fracaso. 'Por supuesto que el riesgo a correr por la sociedad ar -14

    gentina era grande. Pero como no dependa sino de quienlo provocara inevitablemente sin intervencin de nuestravoluntad, la compleja situacin presentaba ms luces quesombras. El dictador en curatela deba apartar a sus curadores, volver a mandar con ms fuerza que antes, con lafuria de un demente escapado de la casa de salud. Pero apartir de entonces sus intenciones destructoras seran tanvisibles, que deban amotinar a todos los elementos socialesen un supremo esfuerzo por sacudir el peso de un gobier-no vuelto contra su fin especfico, y empeado en destruirla sociedad cuyo bien le estaba encomendado.La historia de los noventa das en que el proceso sedesarroll permite negar la supuesta capacidad del caudillopara el oficio en que se improvis y fracas.

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    CAPITULO II

    RELACION ENTRE CAPACIDAD Y EXITO

    COMO es habitual juzgar de la capacidad por el xit0< elrepentino encumbramiento de Per_n, y su largo predominio en el pas persuadieron a mucha gente, aun entre susopositores, que su inteligencia era extraordinaria. Huboquien le llam genio, aunque del mal.Si quisiramos atenernos a ese criterio, podramosal gar su cada en contra de su capacidad. Para negarla, nos necesita sin embargo argumento tan endeble. Otros go-rnantes derrocados por asesinato o por derrota en laguerra exterior d e que son ilustres ejemplos Csar y Napolen- no dejan de ser geniales por que sus respectivascarreras quedasen interrumpidas. El gran guerrero francs estuvo en su ltima campaa militar de 1814 ms brillante que nunca, y de haber dependido exclusivamente de1 y no de sus colaboradores, el resultado pudo favorecer . La traicin de los mariscales que entregaron Parsuando podan rechazar al invasor, decidi la derrota de rancia. Pern en cambio estuvo por debajo de todo enJu postrimeras de su gobierno. Entre las dos revoluciones1955, no dej error por cometer. Despus de triunfar

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    el 16 de junio, no supo hacerlo con magnanimidad, aunquefuese mentida, para separar a sus adversarios. Cuandopestaba an en condiciones de negociar con el clero, mandquemar las iglesias. Enconado as irremediablemente elconflicto religioso, insult a partes importantes de las fuerzas armadas, sellando de modo indisoluble la alianza de losciviles catlicos con los marinos y los aviadores. La ofertade pacificacin estuvo psimamente planteada, y no podaengaar a nadie. En vez de llamar para presidirla a unopositor, o a lo que se dice un apoltico, (entre los que nohabra faltado un ambicioso de notoriedad a cualqufor precio que le aceptara la cartera del interior) encarg la tareaal instrumento de su despotismo en el congreso, al queaplicaba la guillotina de las mociones de cierre del debatea los oradores de la oposicin, a cuyos correligionarios seinvitaba por otra parte a un dilogo imposible con los quehaban provocado las desastrozas circunstancias que estaban en cuestin. Prisionero de su carcter de mandn irresponsable, Pern no intuy que su hora haba pasado, yperdi la ocasin de eclipsarse a tiempo, dejando a un incondicional que le guardara las espaldas, y salvara su rgimen, a la espera de un retorno de la mayora de la opinin a su favor, como la que haba tenido en 1945. Un sucesor mediocre pudo hacer olvidar su enorme responsabilidad en la crisis que se atraviesa, y traer un cambio deaquella especie. Su ceguera, y la de sus partidarios, parano ver que de no suprimirse la manzana de discordia queera su persona, volvan inevitable el estallido. Por si noo hubiese sido, l no ahorr amenaza que lo provocara .Dej traslucir su plan de disolver el ejrcito, y reemplazarlo por milicias obreras, con lo que puso a la parte de lasftlerzas armadas que estaba en peores condiciones para sumarse a u ~ enemigos, en el trgico dilema de matar o

    morir, y sin duda impuls a muchos indiferentes, vacilantes y aun leales a separarse de su causa, y pasarse a la8

    puesta. Simultneamente organiz aquella farsa del 31de agosto, que lejos de restaurar su poder, lo comprometidefinitivamente. Ese da esboz el libreto del plan que sel atribua, de fundar el Estado sindical, al fingir unarenuncia suya y de todos sus colaboradores en el gobierno,vice presidente, senadores, diputados, gobernadores y Corte Suprema de justicia) elevadas no al congreso o a las legislaturas provinciales, sino .a la C.G.T. lo que habra significado la caducidad de todas las autoridades, su abdicacin en favor de la central obrera. Y a la vez confirm laseriedad del plan siniestro con su discurso del mismo da.No era la primera vez que Pern incitaba al pueblo ahacerse justicia por mano propia. Lo haba hecho desde 1947 --cuando el incendio de Crtica , y los delJockey Club y las sedes de los partidos opositores-. Peroaunque lo sucedido en las ocasiones anteriores no hiciese1 mer la San Bartolom contra sus adversarios con que lparece haber soado siempre, dejaba suponer que el m do entonces ensayado, ahora perfeccionado, sera apli-ado con mayores efectivos de asesinos estipendiados y respaldados por la polica y los bomberos -como en el incendio de los templos- para tener por lo menos su noche delos cuchillos largos, al estilo de Hitler el 30 de junio. Hastal modelo que tomaba, permiti ver que el papel de Mefistfeles aprendiz le quedaba grande. El caudillo alemn noincit sus masas contra quienes lo desafiaban dentro de supropio partido; encabez personalmente la sangrienta represin, y asumi su plena y nica responsabilidad anteus compatriotas; por otro lado, su accin fu de sentidopuesto a la de su mulo: mientras Pern quera suplantarn las fuerzas armadas con las milicias obreras, Hitler des- rm6 a las milicias nazis que ambicionaban infiltrarse en jrcito regular para absorberlo, y llevar la revolucinnncional-socialista al extremo.Si la desorbitacin que mostr el 31 de agosto tendi

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    y aglutin las voluntades pronunciadas contra el tirano, elartificio rutinario de la manifestacin pGpular, y su desgano para ejecutar las consignas dadas por aquel en sudiscurso, facilitaron el pronunciamiento, al confirmar loque se supona sobre el estado de la opinin, y que el plansiniestro dejaba esquivo o indiferente al pueblo. Este ja ms haba acompaado al caudillo en sus odios y sus incitaciones a la violencia; todas las veces que Pern entregla ciudad a discrecin, a quienes insultaba con el nombre dedescamisados , estos probaron ser mejores que su instigador al mal. No aprovecharon la falta de polica en lascalles, ni la benevolencia de los camiones patrulleros, paraasaltar domicilios particulares y cometer los desmanes habituales de las multitudes cuando hallan ocasin propicia. Pern prob por reduccin al absurdo lo que gobernantes y escritores polticos llamaron siempre la condicin dulce yliberal del pueblo argentino. Su ltima incitacin a la violencia fu contraproducente. Muchos observadores oyerona los manifestantes que se desconcentraban, expresar su extraeza ante las palabras del mandatario desorbitado.Mas con o sin pueblo, Pern haba montado una mquina siniestra, una milicia de asesinos con credencialesde policas, ante cuyos desmanes ya se haba probado el 16de junio que las fti.erzas de seguridad, y las del ejrcito quequedaban leales, haran la vista gorda, y en caso necesario las primeras eran capaces de ayudar a consumarlos.Creo que uno de los ltimos indicios de que aquella estabapor ser puesta en marcha, fu la renuncia del generalBaldasarre, y su inmediato pase a retiro, por haberse negado (segn se dijo) a firmar el licenciamiento de la mayora de los conscriptos de la clase bajo banderas, que habra dejado al cuadro de oficiales a merced de las milicias en preparacin.El cmulo de errores que acabamos de resear era loque me hizo estar seguro del estallido. Si los enemigos de20

    l rn hubiesen logrado la obra .maestra de espionaje, delocar a su lado un consejero traidor que le persuadiesem didas contrarias a su inters, no poda haberle aconsej ndo nada mejor que todas aquellas, que precipitaron laaida del tirano. Por eso, aunque desde el 16 de junio yan dud que caera a plazo ms o menos corto, en las postrimeras del rgimen estuve absolutamente seguro de quel suceso era inminente. Por esos das tuve discusiones conlgunos de mis mejores amigos, que se guiaban por lasnoticias de conspiradores, y sufran las alternativas de esn ranza y pesimismo que estos naturalmente sufran, ohaban estado en contacto con algunos militares beneficiarios de rdenes de auto, y quedaron impresionados por lad moralizacin que trasuntaban. A los primeros les objetaba que un buen enjuiciamiento de Ia situacin deba preva(( r sobre los mejores datos, y a los segundos, que las res apariencias no deban extraviar sobre el estado denimo de la oficialidad joven, que forzosamente tena queu(rir ms que nosotros el enrarecimiento- de la atmsferan que se viva. Si para los opositores en general era duroe nlirse privados de las libertades polticas, y aun algunas

    el las civiles, los que no estbamos en Ja crcel podamos a1r nos disfrutar de la libre discusin, y desahogar nuestros( pritus, en el seno de la amistad. Para los militares enmbio la vida en los casinos de oficiales habase vuelto int l rable, condenados como estaban a no hablar sino del tiemP y los cuidados ms vulgares de la vida cotidiana, por1.C mor a la delacin organizada entre llos. Y el ms elementalh n sentido deba persuadirnos que contra toda apariencia,t us sentimientos eran iguales a los nuestros, aunque las re -ln l de su profesin les impidiesen manifestarlos.Por eso la noche del 15 de setiembre, pese a ser muy

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    lo que indicaba que los revolucionarios haban aprendido laslecciones del 28 de setiembre y del 16 de junio. Menndezmostr lo que se poda hacer con la oficialidad joven delejrcito y con la solidaridad de las otras armas; Olivieri yToranzo Caldern confirmaron las nociones deducibles delconato anterior. El descontento de los oficiales terrestrespermita copar las divisiones interiores menos agobiadospor la abrumadora mquina oficial de espionaje que la guarnicin de la capital; el repudio de marinos y aviadores a latirana habase manifestado poco menos que unnime enlas dos ocasiones. Con que la rebelin durase uno o dos dasen el centro del pas el vuelco de la opinin militar y civila favor de la causa revolucionaria estaba asegurado; o noshabamos equivocado sobre el anhelo de libertad que se adi-vinaba en toda la repblica. Por aadidura las palabrasiniciales de los revolucionarios fueron de las que yo espe-raba y deban incidir en las fisuras del bloque oficialistapara apartar al jefe de sus cmplices o de sus sostened orespor inercia disciplinaria.Desde el estallido a la renuncia de Pern apenas hubomomento de duda sobre la suerte de la rebelin. Pudo sercuando el gobierno anunci a media tarde del sbado 17la ocupacin total de Crdoba. Pero enseguida se advirtique el aviso repentino e inesperado en el cuadro mismo delos partes oficiales fu formulado a los pocos minutos desaberse por radios uruguayas que haban llegado a Monte-video aviones leales de una base santafesina enviados con-tra los rebeldes y que haban defeccionado. El evidente propsito de contener la desercin y la mala fe habitual de lapropaganda peronista permitieron penetrar aquella mentira descubierta del todo cuando despus de medianoche habiendo cesado sus transmisiones Radio del Estado oysedesde Crdoba la palabra del general Videla Balaguer porLa Voz de la Libertad. El domingo 18 las magnficas transmisiones de Puerto Belgrano hicieron conocer el pronuncia-22

    miento de Lagos en San Luis lo que volcaba definitivamen en tierra la balanza a favor de la revolucin sin contarJa firme accin naval que anunciaban por parte de la marina.El lunes 19 conocido el bombardeo de Mar del Plata juntocon el ultim tum a Pern a nadie sorprendi el pedido detregua hecho por Lucero y su mensaje sobre la tramposanota del caudillo cuya malic ia estaba cosida con hilo blanco.Entre ese momento y el vuelo al Paraguay el tiranopudo mostrar si lo tena su genio en una intentona de restauracin que sus fanticos esperaron y aun esperan conf_e de c a ~ b o n e r o basada ~ n total ignorancia de la fsica po-l 1tica. i el hombre hubiese arriesgado su persona en lasalles tal vez habra podido volcar la balanza a su favor.Pero era tan segura la lealtad de las tropas llamadas lealesque deban colaborar con sus milicias? Su desconfianza probl vuelco de la opinin que favoreci el cambio.

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    CAPITULO III

    PERON, FAVORECIDO POR LOS ERRORESDE SUS ENEMIGOS

    UE yo no haba esperado la cada de Pern, para negar suapacidad, lo podrn decir los que discutieron conmigo sobre1 punto en la dcada sombra que acabamos de pasar. Af de junio de 1955, mis parientes los Irazusta de Crdo-hn me agasajaron con una cena en la que se habl mucho delu situacin, y se me pidi tradujera en alta voz un artculo

    ro a fuerza de intentar la pintura de un tipo satnico,1 atribua una infalible g1andeza en el mal que transfor-maba la diatriba en panegrico. Al terminar la lectura, mep rmit sealar la falta de matices que se adverta en el

    r uloMi argumento principal giraba en torno a un factor quer vita en la carrera de todos los triunfadores pero que

    110 s tiene en cuenta; y que si en el caso de los grandes1 altera el juicio de modo esencial, en el de los inferiores25

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    que deben ms a la suerte que a su propio mrito lo falsealamentablemente. Me refiero al enorme tanto por ciento quedepende, por accin o inaccin, de la capacidad o incapaci-dad de los hombres que frente o al lado de cada actor, intervienen en el manejo de la compleja realidad contempornea.El hecho poltico no depende, como el artstico, o elmoral, o el filosfico, de una voluntad individual exclusiva-mente, sino adems de las otras voluntades que intervienenen la evolucin social, en calidad de dirigentes o de masas.En el interior de cada pas, correligionarios, rivales, adversarios y pueblo. En el campo internacional,' los jefes de lasotras naciones, amigas, aliadas, competidoras, enemigas enla paz o en la guerra. Estos factores espirituales, sumados atodos los materiales que se dan en las situaciones histricas,son circunstancias que las determinan, y deben ser tenidasen cuenta y percibidas con clara visin por la voluntad libreque pfotende manejarlas. Pero a diferencia de las cosas,

    i n e r t e ~ . en su materialidad, los factores dependientes de laacdn humana bien o mal realizada por los otros actores enla esena contempornea, pueden falsear la balanza con quese juzga a cada uno de los que se examina.Algunos ejemplos harn ms clara la idea de lo quequiero decir. Cuntos disentirn si atribuyo a Bismarckuna inteligencia poltica suprema? Fu uno de los pocof; es-tadistas que logr concebir una gran empresa nacional y ejecutarla con felicidad incomparable, para disfrutar largosaos del prestigio que su xito le vali. Singularizse tambin por haber sido uno de los raros gobernantes de un Estado particular que provoc tres guerras de alcance limitado, y supo evitar que degenerasen en conflagracin general.Era adems un hombre decidido a emplear todos los mediosimaginables, de persuasin o de fuerza, para llegar a losfines que se haba propuesto; vale decir, que de haberlo cre-do necesario, se habra convertido en el peor de los dspo-tas; pero que como no lo necesit, y pudo al contrario per-

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    suadir, en vez de imponer, acompa su acc10n poltica conuna oratoria parlamentaria extraordinaria , cuya recopila-cin se consider despus como la mejor escuela para los~ t a ~ l i s t a s del nuevo imperio alemn, segn opinin de susd1sc1pulos Bulow y Stressmann. Pues bien todos esos m-ritos indiscutibles, le habran valido mucho menos, de nohaber actuado, en la esfera internacional, frente al con-ductor de la mayor potencia europea, Napolen III, go-

    bernante cuya accin interior, entre muchos detractoreshall panegiristas, pero cuya diplomacia no tiene e f e n ~sa. Sus errores, por accin equivocada, o por inaccinfueron sealados por algunos de sus colaboradores, comUrouyn de Lhuys y por sus opositores, como Thiers, demodo proftico; y facilitaron el triunfo alemn muchoms all de lo que pudo procurarlo la habilidad de Bismarck. Este pudo fracasar, o acertar slo a medias siaquel hubiese dejado de tomar algunas de las decisiones 'quele criticaron de antemano, o tomado algunas de las quele aconsejaron. Otro ejemplo, ms ilustrativo, por estar sus datos alni anee de todos los observadores polticos de nuestro tiem-

    110, es el que ofrece la carrera de Hitler. Ramiro de Maeztud ca, por supuesto que mucho antes de las atrocidades quedurante la. guerra le atribuyeron sus enemigos, y luego re Aultaron ciertas, tener razn para creer al caudillo alemnl gen io poltico del siglo XX . 1 Y el gran escritor militarlngls, Liddell Hart, escribi: Hitler, maestro de estrate,, g ia, di a ese arte un nuevo desarrollo. Tambin dominm ~ g i s t r a l m e ~ t e mejor que ninguno de sus opositores, elprimer estad10 de la gran Estrategia e l de desarrollar y' ' ordinar todas las formas de la actividad blica y todos1 s posibles instrumentos que se pueden empledr contraIn voluntad del enemigo. Pero parecera que, como Napo-

    1 risol de Bs. As., del 20 de febrero de 1935.27

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    len tiene una comprensin inadecuada del nivel ms altode gran estrategia- el de conducir la guerra.c?n pre visin a largo alcance del estado de paz que segmra. Parahacer esto con eficacia, se debe ser ms que un estratego;se debe ser un caudillo y un filsofo a la vez. Mientras laestrategia es lo contrario de la moralidad, en cuanto ~ - porta en gran parte, el arte de engaar, la gra.n estrategiatiende a coincidir con la moralidad : porque siempre debetener en cuenta el objetivo final de los esfuerzos que di rige . 2 La reserva que Liddell Hart pone a su l o ~ i o dela estrategia hitleriana (que sirve en parte para explicarseel fracaso del vencido), apenas retacea su mrito en lo quees indiscutible. Y descuida el factor que estoy considerando, .y que yo tuve en cuenta al ocuparme en la personalidad deHitler en 1940. Luego de resumir las importantes opinionesfavorables a este que ya se conocan. l a citada de l\faeztu,y otras de Bernard Shaw y de Maurras- y de aportar lasrazones de su xito hasta aquel momento, recordaba quetodas esas cualidades. . . no habran servido de nada sinese enorme tanto por ciento de suerte, de azar feliz, deprovidencial designio que acompaa a todo gran triunfa dor. Azar . . . que consisti tambin en la ceguera, los erro res, las torpezas inacabables e increbles de sus potencia les enemigos, vale decir los recientes vencedores de supas, cuyas divisiones hicieron crisis precisamente cuandol acababa de inaugurar su rgimen. Este ltimo recuerdono quita un adarme de mrito a las condiciones personalesdel jefe alemn. Pero sin l no se podra explicar la ver tiginosa altura a que ellas le han permitido elevarse . Afalta de espacio para explicar este concepto, me atendr alhecho que lo prueba de modo ms fehaciente. Cuando losaliados de la primera guerra mundial estaban todava uni-

    2 The Strategy of lndirect Approach Faber and Faber, Londres, cap. XVII; hay traduccin espaola. 28

    dos, Hitler intent incorporar el Austria en una gran Alemania, haciendo asesinar a Dollfuss por sus partidarios austracos y copando con estos el gobierno de Viena. Pero fuamedrentado por su futuro aliado Mussol_ini, quien mandal paso del Brenero, en la frontera austro-italiana, 60 milhombres; y devorando su humillacin en silencio, Hitlerdebi esperar ocasin ms propicia. De haber correspondidoFrancia a esa manifiesta prueba de buena voluntad, unadecidida accin talo-francesa pudo aplastar en el huevo lampresa hitleriana. Alemania estaba desarmada, como susvaledoras de entonces Inglaterra y los Estados Unidos. Lasfuerzas unidas de Italia y Francia pudieron parar en secotodos los golpes con que Hitler engrandeci a Alemania --eomo la de Mussolini le impidi tomar el Austria. Y todas lasualidades estratgicas del caudillo alemn, elogiadas poriddell Hart, habran quedado sin el poderoso instrumentoque le permiti exhibirlas: el nuevo ejrcito alemn por lr armado y acrecentado con las conquistas incruentas quen divisin de sus enemigos le facilit.Ms que el de ningn otro triunfador conocido, el xitod Pern debise (casi exclusivamente) a los errores ajen s, y por supuesto, ms que a sus propios aciertos. Su prinipal hazaa, consistente .en hacerse famoso en dos aos yaduearse de todo un pas en la dcima parte del tiempo que\ un caudillo le cuesta darse a conocer, ms que un mritoHuyo es un indicio de las deplorables condiciones en que sehallaba la poltica del medio en que actuaba. Para no insistirm las circunstancias que provocaron la revolucin de 1943,digamos en sntesis que era inevitable, y debise a la deca

    e ncia de un rgimen, ms que a la pujanza de los opositor a que lo .derribaron.Frente a una plana mayor revolucionaria dividida, Pern tena la fuerza de la posicin que ocupaba en los bajos

    f ndos del gobierno depuesto, como espa y jefe de la policarullitar de Castillo. Y gracias a ella surgi como organizador9

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    de la logia de coroneles que prevaleci sobre los generales yalmirantes. Ayuno de todo pensamiento poltico, se aconsejcon el sector nacionalista que estaba en la misma posicinque l, que haba cado con el castillismo, para tener -unsbado de gloria al otro da de un viernes santo. Esa circunstancia priv al movimiento renovador, que tanto haba contribudo a tumbar el rgimen septembrino, de la ocasin quele corresponda de intentar la revolucin nacional que pre-conizaba, dejando el campo libre a los oficiales intrigantesque se sobrepusieron a sus jefes.De esa colaboracin entre derrotados que el azar trans-form en vencedores, entre ciegos que se erigan en caudillos, surgi aquella caricatura de fascismo con disol?cinde los partidos polticos, etc., etc.), -que se di por termmadael da de la ruptura de relaciones con la Alemania nazi. Losnacionalistas le haban abierto el camino a Pern, dejndolo vaco, al mostrarse incapaces de reclamarlo para s ode indicarlo cuando se les pidi que lo sealaran. Pero tam-bin haban llevado a su pupilo contra una pared. Y si elcoronel no vea ms que ellos, tena antenas como las queguan a ciertos insectos de ojos sin convexidad de estrechocampo visual. Virando en redondo, Pern inici su empresade extrema demagogia, que al echar las bases de su popularidad ficticia, le enajen las simpatas de sus colegas mssensatos, que lo mandaron preso a Martn Garca.Pero entonces volvieron a favorecerlo ajenos errores,enteramente independientes de su capacidad. La vieja clasedirigente, compuesta de polticos de todos los partidos, y depersonajes consulares de todos los cetos sociales, no supohacer otra cosa que perder un tiempo precioso en vanas pa-labrerias e insensatas pretensiones. Los caudillos con insaudiencia en la opinin, reservndose coquetamente parasoluciones definitivas, se negaron a formar de inmediato ungabinete, gritaron: l gobierno a l Suprema Corte. Nohabiendo intervenido en la solucin sino con: opiniones, am30

    bicionaban suplantar a los hombres de armas que la habandado; los amenazaron a todos los milita res con el gritode : Nu1emberg smbolo de la justicia impuesta a la parted rrotada en la guerra mundial por la parte vencedora,que por lo menos en esta proceda de una victoria inequvo-a. El apaleamiento a las puertas del Crculo Militar, de unjefe anti-peronista, volvi peronistas por el ms elementalinstinto de propia conservacin a todos los oficiales que ha-bian derrocado al coronel.As pudo este restaurarse cuando estaba perdido, porp coque sus adversarios o rivales se hubiesen manejado conalguna sensatez.

    Pero un xito tan ajeno a sus aciertos, no poda darleIn capacidad que no tena. Y el curso posterior de su carreran desminti la conclusin que poda formular se sobre sus mienzos.

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    CAPITULO IV

    EL PRESIDENTE CONSTITUCIONALSE TRANSFORMA EN TIRANO

    LA mayor prueba de incapacidad la di Pern al estrenarseen el gobierno. Haba ganado una victoria electoral apenasobjetable por el despilfarro demaggico que la preceditodos los poderes del E stado, l presidencia de la Repblica,todas las gobernaciones provinciales menos una, la mayorade dos tercios en la Cmara de Diputados, la casi unani-midad en el Senado, etc., etc. Los recursos financieros deque el pas dispona eran los ms grandes que haya tenidoen su historia ; un saldo en dlares de 500 millones, otro enlibras de 150 millones, y cuantiosos saldos de anteriorescosechas de cereales demandados a precio de oro por varioscompradores extranjeros. Lo acompaaban las esperanzasde los burgueses y los proletarios, del clero y las fuerzasarmadas; de la opinin renovadora ansiosa de una revolu-cin nacional, y de la opinin conservadora resignada a .uderrota y cansada de agitaciones.En ese momento estelar, en que todas las condicionesp r una administracin incomparable estaban dadas, elfavorito de la suerte no supo merecer la que el destino le

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    ofrci. Al otro da de jurar como presidente constitucio-nal se transform c:a tirano. En vez de gobernar para todossu; compatriotas; se constituy en el je:l. e .de una faccin.Disponiendo de todos los precedentes necesarios para llevara cabo la renovacin que el pas necesitaba, dentro del marcolegal existente, se hizo dar por mayoras ser_viles poderesdiscrecionales, y sustituy a la revolucin nac10nal una re -volucin social. Encumbrado en los comienzos de su carre-ra poltica, por las fuerzas de orden, introdujo el desordenen la sociedad argentina.Muchas tiranas conoce la historia. Y nuestra poca nopuede hacer melindres al estudiar las del pasado, porquelos tiranos contemporneos superaron a todos sus antece-sores en arbitrariedad barbarie. Pero lo que no se habavisto nunoo hasta el advenimiento de Pern, era que unhombre llegado al gobierno por las vas legales, y sin opo-sicin capaz de presentarle obstculos insalvables, procu-rase incurrir en la odiosidad de la tirana sin que se loexigiese ninguna necesidad apremiante. Entre todos los t i-ranos conocidos no hay uno que no apareciese como impues-to por las circunstancias, para resolver una crisis prolon-gada y sangrienta y asumiese pape por. mero pr' "itoautoritario. En esta fanfarroner1a de v1olenc1a consistio lapoco envidiable originalidad de Pern.La nica explicacin plausible de semejante absurdoestaba sin duda en lo que se adivin en seguida, y los he -chos comprobaron desp\lS de su cada. Su desenfrenadacodicia no poda sciarse sino en el silencio de las leyes.

    a colosal empresa de expoliacin que tena en vista nose poda montar mientras ,hubiese l i b e r t ~ de discusin par-lamentaria periodstica y politica. Pero en este punto semanifiesta igualmente su notable falta de capacidad. Nosguste o no, l ~ posesin del Estado comporta un pr:ivilegiotan grande que es dificil no redunde en beneficio de susrepresentantes. a austeridad republicana es un desider

    tu ms que una csa corriente en la vida poltica. Porotra parte los pases no son excesivamente severos con susgobernantes por el mero hecho de que se enriquezcan enlas posiciones pblicas, Y nunca regatearon su indulgenciaa los grandes conductores que a la vez de dar prosperidada sus pueblos, se enriquecieron junto con stos ms all delo que les estaba permitido legalmente. As, por ejemplo,jams pensaron los franceses en objetarle a Richelieu lafortuna de cien millones de francos que amas en su sangrien-ta dictadura en consideracin a que sta haba colocado a. .Francia en el primer lugar de las naciones europeas.Lo ms censurable en Pern no es su codicia, sino queen vez de satisfacerla de modo coincidente con el intersgeneral, la saciase a expensas del pas, convirtiendo la ban-carrota nacional en la fuente de su riqueza personal. Suflagrante incapacidad le impidi ver otro medio de enriquecimiento que el de arruinar a sus compatriotas, para monopolizar en sus manos una parte de los bienes de que losdespojaba. Precisamente en los das de su estreno se lepresentaba una operacin que poda haber hecho la .prosperidad de sus compatriotas, y la suya propia convirtindoloen magnate mundial, con slo que su falta de escrpuloshubiese coincidido con un mnimo de inteligencia. Los in-gleses, obligados por los norteamericanos a pagar sus deudas de guerra a los pases de nuestro continente, ofrecanen venta sus ferrocarriles. Ahora bien, stos se cotizabanen la bolsa de Londres, ert 90 millones de libras. Con elauxilio y los consejos de los plutcratas cosmopolitas queya lo rodeaban, pudo organizar una gran corporacin fi-nanciera que acometiese la operacin de adquirir los ferro-carriles, sea para revender el activo fsico al Estado ar -Jentino, en un precio muy superior (como sucedi), quedfmdose con la diferencia, previa devolucin de la sumaInvertida en la compra de los ttulos a quienes se la hubie-en facilitado, sea para quedarse con una empresa en que

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    la mitad ms uno del capital fuese suyo, y en la que porconsecuencia aunque hubiese parte de capital extran_jero,la mayora del mismo y su dire_ccin habran _sido nacionales, en tanto cuanto le perteneciesen por medio de sus tes-taferros. . , l ,En cualquiera de esas dos alternativas, Peron y e paishabran ganado ms que con la n a c i ? n a ~ i z a c i n , c ~ y o desastroso ajuste analizaremos en subsiguientes .capit?los. Elhipottico golpe de bolsa de que hablamos, hubiese sido dadocontra los capitalistas ingleses y no contra todos los a ~ ~ e n -tinos como ocurr i con el tratado de compra-venta fiJadoen e convenio Andes .Pern se habra enriquecido, mas aexpensas de extranjeros; y no de compatriotas suyos. Y ladiferencia de 40 millones de libras no habra sido para losaccionistas ingleses, sino para l; y como suya, ~ u d o que1ar en el pas, en lugar de exportarse, o de remve.rtirseentre nosotros como capital extranjero. Tal la ventaJa resultante ,para el inters n a c i o ~ a l an_ en el c a ~ o d ~ revend.er .las acciones al Estado argentmo. MeJor todavia si se hubie-. se quedado con la empresa,. con m a y ~ r a de ;api?tl suyo,y con ia direccin del negocio, a ~ n q u e una m r n . ~ . > r i a de acciones estuviese entre los financieros cosmopolitas que loayudaran a montar su mquina de expoliacin del p ~ s enuna empresa opuesta a la que conjeturamos. En el filo dela mentirosa propaganda recuperadora que l u e ~ o d e s a r ~ o -ll, pudo hacer votar una ley c?ntra la tenedu:ia de acciones por extranjeros en determmadas corporaciones argentinas, y emitir un emprstito interno para. r e ~ m p ~ a z a r poreapital criollo el saldo en poder de s u ~ socios u : ~ i c i a l e sEn este ltimo caso Pern se habria convertido en magnate mundial dueo p;incipal de una de las ms grandesempresas en niverso, sin que a su pas le c o s ~ a r a el ~ a -crificio que le impuso luego, aconseJado por Miranda, depagar un enorme sobreprecio, por razones s e n t ~ m ~ n t a l e s .Y su riqueza, no peor habida que con la expoliacin per-

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    manente a que luego someti a sus compatriotas, habraquedado ntimamente asociada al inters general, en lugarde ir a depositarse en bancos extranjeros , donde -se perderdefinitivamente para nosotros. Por aadidura, en lugar debasarse en la explotacin de una bancarrota, se habra interesado en la buena gestin financiera y econmica de laempresa, contribuyendo a sanear la situacin, en vez deagravarla segn ocurri con la nacionalizacin hecha adesgano, y planteada no como negocio sino como empresaburocrtica destinada a reclutar sufragios para un dolo.Cierto, la combinacin de que hablamos no habra sidonada reluciente, y sin duda habra merecido la condenacin de todo espritu republicano. Pero sin duda no hubieserevestido el aspecto infinitamente ms inicuo que ofreci lamquina de enriquecimiento permanente que mont en seguida, para quedarse con la mayora de la renta argentina,desquiciando la economa nacional para borrar las huellas detms expoliaciones en medio de los tremendos desrdenes queprodujo. Sobre fodo, lo habra transformado en un grnn industria l argentino, asocindolo de modo indisoluble a la prosperidad nacional, sin la que su empresa no le habra redituado nada (como no le redita actualmente al Estado), y lehabra evitado la triste necesidad de basar su enriquecimiento en los mtodos .de un liquidador de bancarrotas.Otra consecuencia resultante de su ceguera para verla ocasin dorada que se le ofreci de confundir su prosperidad personal con la de todos sus compatriotas, fu q u ~el papel de gobernante o i r ~ e r o en que se fij definitivamente lo oblig a flevar adelante la tarea de opresin y demaogia que caracterizara a su . rgimen. Para engaar alpueblo, y persuadirle que el despojo lo beneficiaba, debamentir sin control de nadie. Y para no ser controlado, nopoda permitir libertad alguna de prensa, de discusin parlamentaria, de propaganda callejera, de asociacin gremial,o de reunin ciudadana susceptible de trabar sus arbitra-

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    riedades. De ah la presin caqa vez ms estrecha que empez a ejercer sobre la sociedad, privando a los ciudadanos, .uno por uno o agrupados, de sus derechos polticos, y porltimo hasta de los civiles, en una medida que no se habaconocido jams en el pas, y el silenciamiento de los oposi-tores individuales o colectivos, hasta perfeccionar la cam-pana pneumtica. en que los argentinos vivimos asfixindonos durante varios aos consecutivos. Ese ambiente enrarecido era el nico en que su sistema de expoliacin extremapoda continuar sin que las reacciones de los perjtidicadosse volviesen conscientes, y pudiesen concertarse en una resistencja eficaz.Al mismo absurdo se debe que l no pudiese abandonar su sistema, an cuando amenazase provocar una crisistan honda que resultara contraprodcente. Las fuerzas eco-nmicas no pueden hallar en s mismas el elemento que lessirva de contrapeso o freno. Tienen una inercia que lasimpulsa a seguir el cauce que se les di, hasta no llegaral extremo de sus posibilidades. De haber estado su empresa de enriquecimiento personal planteada en el sentido dela prosperidad argentina, la capacidad de expansin queofrecen nuestro inmenso pas y el medio continental quetiene intereses comunes con l, es incalculable hasta dondepudo haber llegado el imperio econmico, y por ende, pol-tico de Pern. Estando, en cambio, como estaba montada aexpensas de la comunidad en que actuaba, sus posibilidadeseran infinitamente menores. y no podan pasar del lmiteen que l expoliacin Jle volviese intolerable para quienesla soportaban. En este terreno. l tarea de Pern estaba facilitadapor la ignorancia. en que durante dcadas los argentinosvivieron acerca de s.us propios intereses. Pero su sistemade .exPOli.acin era tan implacable. que, an sin que susvctimas llegMen a tener plena conciencia.. deban sentirsus e f e c t o ~ sin necesidad .de adyertr la s. causr.s.38

    CAPITULO V

    LAS LIBRAS-LAPIZ, RESPALDO DELPESO ARGENTINO

    PARA explicarnos el tremendo error de Pern al encararel problema de los ferrocarriles ingleses como lo hizo, tenemos que remontarnos a sus antecedentes inmediatos y des-entraar los factores que, ~ n un pasado reciente, 101 habtancreado en los trminos que se presentaban h;;icia el final dela segunda guerra mundial. En poltica r ~ vez l ~ responsabilidades son puramente individuales. Como obra etodos, sus hechos no dependen exclusivamente de las volun-tades personales, sino tambin de tendencias colectivas, concon lo que estas comportan de ideas recibidas, prejuic1qsinveterados, y alguna que . otra buena tr adicin, elabora-da por la experiencia de las naciones a fuerza de sacrificios.La originalidad del poltico .nato e s en ell mucho .menorque en 'las otras activida,des del espritu; pero se pl,lede se-1rurar sin paradoja que dichi:i. o r i g ~ n l i d d es mb probableMili donde es menos necesa ria, sea en los pases de :mejo-r fl .tradiciones, que pueden prescindir de los grandes hom-bres gracias a los btlenos mtodos her.edados. (a l alcance delos mediocres , pero ti:i.vorecen su .aparicin al difundir una.

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    cumplida educacin en el oficio, que encuadra las voluntades individuales sin trabarlas.En lneas generales, y aparte de pequeos detalles queiremos tocando oportunamente, la situacin era como sigue : por un lado, la Argentina tena en Londres un .saldoen libras que llegaba a los 150 millones, y por otro losingleses asignaban ese valor a sus ferrocarriles. La leyMitre, que rega a los ferrocarriles britnicos se aproximabaa su caducidad en la parte que las exima de impuestos na -cionales y municipales, y de los que gravaban la i m p o r t : c ~ nde materiales. Si aun gozando de las enormes franqmciasque tenan, las compaas se quejaban de quebrantos finan-cieros, la perspectiva de sufrir la misma imposicin que lasdems empresas radicadas en el pas, significaba una ame-naza de bancarrota. Despus nos ocuparemos en el asunto delcapital que se les reconoca. Pero cualquiera fuese el r e s u ~ t a -do de la encuesta, al aproximarse la fecha en que la ley Mitrecaducara parcialmente, no caba otra solucin que canjearlos ferrocarriles de capital britnico por el saldo que laArgentina tena en Londres por suministros de guerra.Este se haba constitudo desde 1940, gracias a unsistema financiero que debe retener nuestra atencin. Apoco de estallar el conflicto, Inglaterra empez a gastar in-finitamente ms de la renta que tena. Ech mano de susinmensos capitales, diseminados en todo el mundo, y queconstituan su colosal imperio econmico de tipo indirecto.Esta circunstancia fu aprovechada por todos los pases,coloniales o an grandes potencias, que en mayor o menormedida eran tributarias de Inglaterra, para redimir lashipotecas que la seora de los mares haba constitudo portodas partes con su laboriosidad econmica y su prepo1 derancia poltica de siglos. Entonces fu cuando el presi-dente Roosevelt, con las leyes llamadas Cash and CarryPague y Lleve), y Lend-Lease Prstamo y Arriendo), laoblig a liquidar todas las inversiones en Norte Amrica.40

    Un grfico del famoso libro de Mr. Stetinius sobre rstamo y rriendo muestra con figuritas reproducidas en facshnile, cmo un grueso J ohn Bull entrega al To Sam todossus .bienes radicados en jurisdiccin norteamericana, hastala ltima accin de la menor empresa br itnica, cuya cajafuerte aparece en la figura que cierra la pgina, con puertas abiertas que la muestran vaca. Slo a partir de esemomento empez Roosevelt a otorgar generosos crditos alimperio ingls. Por :;u parte las colonias que lo componanhicieron lo mismo que la nacin rectora del mundo anglosajn. Y rescataron los t tulos de todas las empresas quela metrpoli tena en sus dependencias, ,y pasaron as aser acreedoras en lugar de deudoras de la madre patria.Nuestro pa , y todos sus hermanos de Amrica, procedieron al revs. Sin pensar en redimir con los suministros de guerra las ingentes deudas contra das en ms deun siglo, abrieron a Inglaterra ilimitados crditos, dejando para un porvenir incierto la indispensable compensacinentre partes que seran acreedoras y deudoras a la vez,n proporciones que no tardaran en equilibra rse. No sen sus detalles cmo oper el sistema en las otras nacionesibero-americanas. Entre nosotros se decidi que el valorde la exportacin argentina que sobrepasase el monto delo que redit uaban los capita les britnicos invertidos en elpafs, se emitiese en moneda nacional. De modo que el pesoargentino empez a pagar las exportaciones a Inglaterra,para sostener las finanzas imperiales a expensas de supropia desvalorizacin. As fu acumulando, a razn deun promedio de 500 millones de pesos por ao, lo que sellam el saldo en Londres, para el que se cre en la cienciaconmica oficial una categora sui-gneris hacindoselofigurar, como el oro metlico o el trabajo de una nacinIndustriosa y productora de mercaderas bien cotizadasn el mercad'o internacional, entre los factores que puedenr spaldar una moneda. Segn el monto de ese suplemento

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    de importaciones procedentes de Argentina que Inglaterrano poda pagar con sus rditos en el pas, tanto era el saldo anual, tantos billetes argentinos emita nuestro BancoCentral, tantas libras se anotaban en una cuenta especialdel Banco Central de Inglaterra. Como esa cuenta no secompona de libras oro, o papel, depositadas a nuestro nombre, sino de simples nmeros, Rodolfo Irazusta las llam:libras-lpiz , novedossimo respaldo de la s nuevas e ingentes emisiones de pesos argentinos. Tan singular sistema,por el que arruinbamos nuestro signo monetario parasalvarle a nuestro principal acreedor las hipotecas bajo cuyo peso geman hace medio siglo nuestras finanzas y nuestro comercio exterior, se pareca extraamente al que laAlemania de Hitler le aplic a Francia al derrotarla en1940. As resulta de un prrafo del ministro de haciendade Ptain, sobre las exacciones que el vencedor aplic alvencido. Fuera de los gastos de ocupacin, que . i g u r b ~ nen el armisticio, Alemania impuso a Francia, por lo queBouthillier llama un segundo diktat , la obligacin deaumentar en forma exorbitante sus exportaciones ultraRn, exportaciones que deban ser financiadas por el Te,, soro francs 3 Este sistema, que al hacendista de Vichyle pareca insoportable abuso de la fuerza, fu. adoptadopor e1 Estado argentino como libre decisin de un passoberano.

    El agonizante rgimen poltico que tqm esa decisintrascendental, desperdiciando la ocasin que el destino leofreca de liberar las finanzas nacionales (ocasin aprovechada _pr todas las colonias, semi-colonias y pases independientes: Norte Amrica, l India, Canad, Sud-Africa,.Australia, Nueva Zelandia), no poda evidentemente for-3 Yves Bo'uthillier, Le Drame e Vicky-Face a L'Fhw.t1mi Fiu;11a L Alli Pion, Pars, 1950, t. 1 pg. 174.

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    mar una scuela que esclareciese el inters colectivo, y di .fundiese en los cuerpos constituidos las nociones que lo concernan. De ah que al estallar la revolucin del 43, dirigida por los militares sin eficaz contralor de fuerzas polticas afines, las facciones que se sucedieron en el gobiernofuesen con las influencias extranjeras que dominaban lasfinanzas nacionales, ms obsecuentes an que los oligarcasderrocados el 4 de junio. Por decreto dl 30 de octubre de1944, cuando Pern ya preponderaba entre sus colegas, seacord a las compaas ferroviarias inglesas una autorizacin de aumentar las tarifas en un 15 sobre el aumento del 10 % que les haba otorgado Castillo para quefavoreciesen a los obreros con mejores salarios; una preferencia en el cambio para exportar rditos; una rebaja enel impuesto a la importacin de combustible. Lo ms extraordinario del caso fu que hasta das antes de las concesiones, el gobierno haba conminado a las e m p r e s s ~ por1 rgano de la Direccin de Ferrocarriles, a devolver aloa obreros los 60 millones de pesos que les haban retenidon concepto de aportes, (fruto del aumento tarifario autorizado por el presidente depuesto) , y que 1ellas no habanpagado a las caj?s de jubilacin. De un momento a otro,de la conminacin a la concesin, el gobierno sedicentementerevolucionario pasp a reconocer- el fraude financiero de lascompaas ferroviarias como legtimo. Y para compensara las vctimas, a expensas de otras, consenta el nuevo aumento de tarifas, que deban pagar los propietarios de campos, con la rebaja de los r r ~ n d m i e n t o s rurales. El ministro de agrkultura, general Mason, al decretar esta ltimamedida, confes que dicha rebaja estaba destinada a compensar el perjuicio que significara para los agricultores elumento tarifario. As el despojo sufrido por los obreros,ra transferido sobre los terratenientes argentinos, paraue loa ingleses se guardaran el fruto de su incorreccin.Nosotros comentamos pblicamente: Toda una poltica.

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    Hacer pagar al capital criollo las ventajas otorgadas alcapital extranjero .En su campaa demaggica ya iniciada, Pern habaprometido a los ferroviarios, que les iba a hacer marcarel paso a los capitales extranjeros'', antes dominadoresdel pas porque los abogados de las empresas eran a lavez funcionarios del gobierno , y que: Ni un centavo decuanto se ha descontado a los trabajadores ha de perma necer en las empresas . Y estas se quedaron con los 60millones de esos pesos cuyos centavos el coronel prometiquitarles hasta el ltimo. No todo el alcance de la entregaestaba en aquella cifra. Ella era mayor que los aumentosde salarios otorgados a los obreros. Importaba una ganancia de 35 millones anuales, que en 24 meses sobrepasaranen 10 millones la suma compensada, pero que al fin de laguerra podan elevarse a 50 millones en un ao. Por aadidura, corno el aumento tena lmite mximo, pero no mnimo, las empresas podan hacer rebajas arbitrarias . dondeles conviniese, para matar la competencia del automotor,'ya bastante amenazado por la Coordinacin de Transportes.En la Bolsa de Londres se consider el decreto del 30de octubre de 1944 como la mejor noticia llegada de la.Argentina en muchos aos. Los ternas de la recuperacinnacional, usurpados por la gente del rgimen ya en tiempos de Castillo, y agitados corno instrumento demaggicopor el coronel Pern en su campaa polivalente por la conquista del poder, quedaban reducidos al papel de airso pa belln de contrabando, destinado a ocultar una sucia mercanca.

    Ver en el apndice N9 1, el Manifiesto del Partido Libertador,ahora refundido en la Unin Republicana, que en compaia de varios ciudadanos firmamos el 7 de diciembre de 1945. Los decretosdel gobierno de Farrel, a favor de las empresas, con las firmas delvicepresidente Pern y los ministros Ameghino y Pistarini, se publicaron en a Nacin _ y a rensa del lunes 30 de octubre de 1944.

    As el trmino de la guerra hallaba al pas en manose dirigentes formados en la escuela de la oligarqua servidor.a del extranjero, y que no la amenazaban sino parafm lvarla en su fin esencial. El tramposo coronel sigui de< lumando anti-imperialismo, y gan la eleccin presidenial de 1946 al grito de : Braden o Pern . Pero si explo-taba el sentimiento nacional anti-yanqui, y por el momentono necesitaba de Estados Unidos, estaba resuelto a lograr1 apoyo ingls, a cualquier precio, que nunca fu bajopara quienes regatearan, resulta catastrfico para el que

    t1' entrega a discrecin.Esta triste historia era necesaria para explicar elclr:una nacional que ocurri luego. Los crditos que la Ar

    JCCtnina tena sobre Inglaterra (150 millones de libras), y11obre Norte Amrica (500 millones de dlares), las re (rvas alimenticias vendibles a precio de oro, nos colocabant n lugar slo inferior al de los Estados Unidos en la es cnla econmica mundial; y nos prometan una prosperidadInmediata un destino previsible, brillantsimos. Para ma lograr esas posibilidades los dirigentes argentinos debanhacer prodigios de inepcia. Un militar salido de los bajostondos del rgimen, acompaado por la opinin de unamayora que estaba compuesta no solo de pueblo bajo, sino

    l pueblo en todos sus cetos, realiz el milagro de hundirnos en un abismo cuando podamos alcanzar una cumbre.

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    CAPITULO VI

    EL TRATADO MIRANDA-EADY Y LASOCIEDAD MIXTA ANGLO-ARGENTINAPARA LOS FERROCARRILES

    A LOS factores favorables que estaban en nuestras manos1umbase otro de carcter exterior que bien aprovechadodebi fac ili tar la evolucin aconsejable pero se desperdi- 6como todos los dems.

    Me refiero a la poltica econmica que Norte Amricap f entonces respecto de Inglater ra fiel al pensamiento del presidente Roosevelt. Es sabido que este impuls unmovimiento anti-colonialista dirigido cont ra su aliada yque se tradujo en la emancipacin de varias colonias in-11188 No es del caso ahondar aqu en esa poltica; comolo intent en otro lugar y lo har de nuevo en otro opscu

    lo Pero sea cual sea el juicio que ella merezca no se negar que la accin del caudillo americano en su largo prin-lpado de doce aos hizo pivotar el curso de la historia entodo el mundo. Sus continuadores parecen haber que-Ido guiarse por su inspiracin cuando al fin de la granntlenda impusieron a Gran Bretaa la obligacin de paar a los paises de nuestra Amrica las deudas por suminis-

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    tros de guerra, y las exportaciones futuras a partir de lafecha en que se firm el tratado de ayuda financiera enprstamo de 3.750 millones . de dlares, que Truman promulg en julio de 1946.De no haberse visto obligados por ese compromiso, esdudoso que los ingleses hubiesen jams hablado de venderlas compaas ferroviarias que tenan aqu. Si pese a todosupieron burlar el compromiso formal en el convenio Mi-randa-Eady, de que hablaremos luego, y hasta volver ilu-sorio el pago a que se haban comprometido, cmo no ibana abusar de su influencia enorme entre nosotros para que-darse con los ferrocarriles, desentendindose de las librasque .nos deban? Como quiera aquella clusula que les impona el deber de pagarnos sus deudas de guerra, y nuestras exportaciones de posguerra, no les dejaba otro recurso que fingir disposicin, o dar pasos, par cumplir susobligaciones. Y ofrecieron en venta sus comnaas ferrviarias radicadas entre nosotros, a cambio del saldo acu-mulado en cinco aos de exportaciones exorbitantes pagadas por nuestro peso, desfalleciente en la medida de eseesfuerzo.Por supuesto, la poltica norteamericana no tena elaltruismo que puede resultar aparentemente de ese plan-teo. No quera que cobrramos nuestros crditos, por nuestros lindos ojos, o los de nuestros hermanos de AmricaSin duda trataba de sanear las finanzas y la economa detodo el hemisferio, para tener en las naciones vecinas me-jores clientes que los fieles abastecedores de Inglaterra,agobiados bajo el peso de hipotecas a elevado inters sincompensacin en los crditos impagos, que no redituabannada.Pno cualquiera fuese su intencin, lo cierto es que supoltica nos era favorable, si la sabamos aprovechar. Mu-cho antes que se firmara el convenio financiero anglo-nor

    teamericano, ya Mr. Braden haba planteado una accin8

    concordante con aqul. En un discurso pronunciado en laCimara de Comercio Britnica en Buenos Aires, y comon respuesta al embajador ingls que n os haba negado capacidad para dirigir las industrias alemanas que debanr incautadas, dijo que las firmas confiscadas al Eje de-" ben pasar a ser propiedad de los argentinos y dirigidaspor ciudadanos de este pas 5 Su tono era torpe y antidlplomtico; revesta una apariencia de conminacin al go-bierno cerca del cual estaba acreditado, recordndole quehabfa firmado las actas de h a p u l t e p e c ~ y que en virtud defirma deba incautarse de la propiedad enemiga. Perou apremio tenda a evitar que la incautacin beneficiaseInglaterra, y no a la Argentina. Los ingleses, que por elprstamo y arriendo, dependan de las finanzas yanquis,ramitaban la compra de las empresas alemanas radicadasn nuestro pas, con los rditos que les producan sus capi-t les, salvados ;or el ilimitado crdito que les abrimos apensas de n u e ~ t r moneda. Y por conducto privado se supou Braden se opuso a todas las solicitudes que aquellosresentaron en la embajada norteamericana. Si las indus-

    tri s alemanas en el pas fueron estatizadas, debise la110Utica estadounidense.La torpeza de Braden le permiti a Per6n indignarsepor la forma ofensiva en que aqul desarrollaba su accin,burlar el propsito favorable que la inspiraba. No tuvo

    1i. remedio que admitir el traspaso de la propiedad ale-Rna al Estado argentino, pei:o logr impedir otra impolc ln" norteamericana, a saber, que cobrfaamos las libras

    el hldas por los ingleses. Desde que se empez a negociar la11yucla norteamericana a Inglaterra, se habl de trocar losr rrocarriles por el saldo argentino en Londres 6 Los pri-ros comentarios favorables a ese trueque partieron de La Nacin de Bs. As., edicin del 21 de junio de 1945. Buenos ires Ilerald, 15 de setiembre de 1945.

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    los ingleses. As mostraban su decisin de cumplir el compromiso con Norte Amrica, de pagarnos las deudas atra-sadas, y las nuevas exportaciones en dlares. Y como notenan otro medio de pago que los ferrocarriles, deban ofre-crnoslos en venta, a cambio de su deuda en libras. Si lapropuesta era fieticia, y estaba sobreentendido con sus buenos amigos argentinos, que se la rechazara, o era sinceray se la formulaba como nica solucin del problema, pocointeresa averiguarlo. Lo cierto es que era la que el buensentido, y nuestra conveniencia aconsejaban. Y tambinque, si algunos ingleses fingan anhelarla como igualmentebeneficiosa para ellos, otros confesaban lo contrario. Asun telegrama de Londres deca el 22 de junio de 1946: Seestima infundada la creencia que la Argentina adquieralos ferrocarriles britnicos, pues Gran Bretaa no puedeperder otras fuentes de recursos en ultramar 1 Y otrorevel muy luego que la oferta inglesa haba sido formula-da para cumplir el compromiso con Norte Amrica, perono para que se la aceptara ; hablaba de rumores concernientes al propsito argentino de estabilizar el saldo enLondres, lo que podra eliminar las perspectivas de unacompra directa de ferrocarriles 8 Por su lado el coronel Pern no tard en dar la nota.que le corresponda en el contrapunto. A poco de recibirsecomo presidente constitucional, dijo en charla privada conlos diputados correligionarios suyos, que no era partidariode comprar los ferrocarriles, porque. . . los materiales deesas empresas se encuentran sumamente desgastados, ha- bra que pagar el precio de reposicin y para poner eneondiciones las instalaciones y tren rodante, debera pa-,, garse por los nuevos materiales un precio sumamenteelevado. Con respecto a la utilizacin de las reservas de

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    1 a Pre'lt8a de Bs. As., 28 de junio de 1946.8 a Nacin de Bs. As., 18 de julio de 1946.

    oro en Londres, expres que ese oro pertenece al puebloy que por tal motivo seria empleado en obras de benefi cio colectivo A la luz de lo que hara en seguida, esasdeclaraciones encerraban tantos contrasentidos como palabras. De nada vali un folleto de Scalabrini Ortiz, exhaustivo como los mejores que escribi, sobre la verdadera solucin del problema, y que contena i m p r s i o n ~ n t resea.de la creacin por los ferroviarios ingleses de un verdaderoImperio poltico-financiero britnico en la Argentina, y)01 estupros de los oligarcas que lo haban consentido. Sudemostracin de que comprar las empresas britnicas eracomprar soberana, y su oposicin a todo proyecto de so-ledad mixta, eran irrebatibles 10 El comunicado oficial sobre la primera reunin de laonferencia entre el gobierno argentino y la misin inglesaresidida por Sir Wilfrid Eady permiti adivinar el resultado de la maniobra ya cocinada en el secreto de las can-Ulerias y las antesalas palaciegas. Deca as : Conocidaperfectamente por el gobierno argentino la situacin eco nmica y financiera de Gran Bretaa como consecuenciade la guerra, se propuso convertir el saldo bancario exis tente en Londres en un emprstito a largo plazo con lasconsiguientes facilidades en las amortizaciones y a unInters que no ser superior al 2 y 2 .. El jefe del Misin Britnica inform adems a la Comisin Ar- I ntina que su gobierno no estaba dispuesto a pagar taltipo de inters sobre las libras acumuladas nicamented bldo a las condiciones resultantes de la guerra 11 Con1 habilidad que tienen para orquestar las informaciones

    t La Prensa de Bs. As., 18 de julio de 1946; cr6nica de unapeln que se efectu en el congreso.O Scalabrini Ortiz. os fe'l 'l ocarriles deben ser del pueblor1etatino, ed. de Unin Revolucionaria, Bs. A-e. 28 de mayo de 1946.

    11 La Nacin de Bs. As., 19 de julio de 1946.51

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    O b r ~ los p a s ~ s . en que influyen de modo preponderante 12,los . ~ g l e s e s h i c i e r ~ ~ q u . ~ su prensa tomara la auspiciosan o t i ~ i a de la estabihzacion del saldo propuesta por la Ar*enti1 ' como una catst:ofe. El vening Standard calific,,de bpicam;nte sudamer.icanas las manifestaciones del ge-neral Peron en el sentido de que no tiene inters en los

    " f e r r ~ c a r r i l e ~ de propiedad britnica ia Y otro telegramadel, mismo dia, c o m e n ~ a n d o el estreno de la misin Eady~ e c i a q_ue sus perspectivas estaban oscurecidas. . . por la,, negativa .de los argentinos a considerar la compra de losf.errocarriles con los saldos acumulados en libras ester-

    ~ r n a s " . 14 ~ e r o no falt una opinin autorizada, la delF_inancial Times que pusiera las cosas en su punto y anticipara el resultado feliz: La solucin del saldo de las librasesterlinas ~ e r adoptado en .un plazo de 3 meses" 16, Ele:cperto l o n d i r . i ~ n s e excedise en el clculo, pues su pronstico se cumpho mucho antes. Pero no sin que se representara una farsa d ~ negociaciones trabajosas, a punto de romperse h a s t ~ ultimo momento, que la prensa sensacionalistal?cal permit10 tomar como verdadero drama, y estaba destmad'.1. a enrnasc ,arar la ,increble derrota argentina, y apermitir que. e r o n ~ o s r a s e su entrega como .una etapa dela recuperac10n e ~ o n . o m i c a que h::iba sostenido como programa de su movimiento revoluc10nario.En ese ambiente de engao y mentira firmse el con-

    12 En la poca que se tir6 l decreto del 30 de octubr de1 ~ 4 4 circul en medios porteos bien informados aue el embajador~ 1 g u e l Ange Crcano haba enviado al entonces ministro de Relaciones Extenores, general Peluffo, un telegrama refirindole entreotras cosas, que el gobierno britnico hallbase muy bien i ~ p r e s i o -nad.o po: la medida, pero dispuesto a poner sordina a los elogiosp e n o d f s ~ 1 c o s para no promover impresiones desfavorables en Estados Unidos.

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    13 L Nacf1n de Bs. As., 20 de julio de 1946.14 Lugar citado en la nota 13.u La Razn de Bs. As., 6 de . agosto de 1946.

    venio anglo-argentino Mirantla-Eady, que nos hizo perderlu ocasin de sanear para muchos aos nuestra situacintconmico-financiera, y disfrutar la prosperidad que nos('Orresponda. lnglatra, como no poda menos de hacerlo,t n cumplimiento de sus compromisos con Norte Amrica,H comprometa a pagarnos las nuevas exportaciones en libras convertibles; pero del saldo anterior liberaba nfimaparte, y slo para repatriar deuda pblica argentina, transf rir al Brasil hasta 10 millones de libras, resatar inverHiones inglesas, aplicar a transacciones corrientes hasta 5millones de libras anuales y enjugar algn imprevisible

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    ban facultadas para vender y comprar en plaza a la Ar-,, gentina acciones de la nueva compaa 16 La liberacin de la economa argentina se frustrabauna vez ms y la hipoteca britnica, que se trataba de re-dimir, volvase ms pesada que nunca.

    16 a Naci n de Bs. As., 18 de setiembre de 1 9 ~ 6 texto ntegrodel acuerdo.5

    CAPITULO VII

    PERON REPITE A JULIO ROCA

    ON la impavidez que lo caracterizaba para llamar blancolo negro, o viceversa, Pern habl desde la Casa Rosadaal firmarse los documentos del arreglo, y dijo : tengo elaltsimo honor de anunciar a todos mis compatriotas queacabamos de dar un paso ms, firme y promisorio, en elcamino de la recuperacin nacional . . . En estos acuer dos estn las bases que sostendrn ntegramente la re cuperacin de nuestra economa . Esto se contradeca apique con las opiniones de los intelectuales de su propiopartido, ardientes opositores a toda sociedad mixta 11 Sinmbargo poda extraviar al pobre pueblo, engaado comoun nio por un demagogo desaprensivo.Pero otros pasajes de su asombroso discurso eran dignos del farsante que intentaba presentar su entrega, msvergonzosa que todas las anteriores, como una nueva libe-17 Scalabrini Ortiz, en el folleto citado en la nota 10; y OsearRumbo, en publicacin del 16 de julio de 1945, hecha en su calidadde Director General de Ferrocarriles, en el Ministerio de Obras P-blicas de la Nacin.

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    racin nacional. A la vez que elogiaba el profundo sentidopatritico de los negociadores ingleses denigraba a supas, juzgando a sus antecesores en f o r ~ a que poda serexacta, pero que no era para dicha ante los representantesdel extranjero en momento tan solemne: Estbamos de-:: masiado h a b i t u ~ d o s a que _otros hicieran las cosas pornosotros; y no siempre estuv1eFon encehdidos los corazones" de quienes tenan la responsabilidad de decidir en la llamaardiente Y justa que hoy anima y afirma l a ~ voluntadesargentinas .Y ms adelante agregaba: Las caractersticas de la" formacin del pas a partir de su independencia hicieronpreciso que capitales extranjeros impulsasen el desarro:: lo Y el. progreso de nuestro pueblo y de sus actividadesmdustriales. En este aspecto representara ingratitud de" nuestra parte no reconocer cunto hicieron otras nacio-. " nes en el sentido expuesto, y de un modo muy sealado la" ~ r a n Bretaa, cuyo espritu emprendedor tantos benefi" c1os ha reportado a la civilizacin. Vaya pues a ella en:: este a ~ t o la e x p r ~ s i n de nuestro r e c o n o c i m i e ~ t o porque,, al a r r ~ e s ? a r su dmero el - construccin de grandes redes,, f e r ~ o v 1 ~ r i a s en la Argentma contribuy de manera extra-ord1_nana a que nuestro pas sea lo que hoy es . 1s Esteec? f el de las palabras de Julio Roca en 1933, frente al

    p r m ~ 1 p e de Gales, revelaba la continuidad de la poltica ar gentma, cuando se proclamaba ms enfticamente la vo-luntad ?e cambiarla y se denigraba a sus fundadores. Eser e c o l ~ . 1 m 1 ~ n t o de l ~ s servicios prestados por Inglaterra ala c1v1hzac1n ~ u n . d i a l y en particular al inters argentino tuvo y tendra si.empre defensores entre los genuinos re presentantes de la oligarqua. Pero el supuesto abanderadode la revolucin anti-oligrquica no poda repetirlo sin

    18 La Naci On de Bs. As ., 18 de setiembre de 1946, texto ntegrodel discurso de Per6n.56

    traicionar la causa que pretenda defender. Los intelectuales que propugnaron la revolucin nacional probaron la fal-edad del concepto emitido por Roca y por Pern; que elcapital ingls, cuando existi; no vino a correr riesgos, sinoasegurado por intereses garantidos; que en su mayora nofu sino capitalizacin del trabajo argentino contabilizadoa nombre de empresas britnicas; que desde el primer em-prstito ingls de 1824 hasta la incautacin del FerrocarrilOeste, nunca haba consistido en otra cosa que en manio-bras financieras, juegos de papeles destinados a hipotecarnuestras finanzas y nuestra economa 19 Esa opinin no furehatida por ninguna autoridad responsable. Pero suponarnos que el tema siga abierto a la controversia; el menosIndicado para tomar la posicin de los oligarcas anglfilosra el improvisado caudillo que se presentaba como libertador de nuevo cuo, como recuperador de la economa argentina hipotecada al inters ingls, cuando desperdiciaba laocasin dorada que se le ofreca de aprovechar las circuns-tancias excepcionalmente favorables de que disfrutbamosen la negociacin. Pongamos que callara el concepto revo-lucionario sob re el asunto, pues la diplomacia no es el lu-1'8? de los debates doctrinarios. Pero .a qu decir nada, ysobre todo, a qu decir lo opuesto a aquello que postulabaau lenguaje revolucionario? No comprenda que las ex-presiones de gratitud en negociaciones comerciales llevana ceder los intereses que se defienden? ,No recordaba loque pas trece aos antes? Como los reconoeimientos deleervicio ingls hechos por Roca en 1933 arruinaron nues-tros transportes, estancaron la industria frigorfica na cional, y esclavizaron .nuestra economa, los de Pern en1946 remacharon las cadenas que nos engrillaban.

    Para precisar mejor el espritu con que los supuestos1 Ral Scalabrini Ortiz, istoria de los 11rrocarriles y Pol-tica britnica en el Ro de la Plata

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    recuperadores abordaron la negociacin bastar, del breve di'l t M a recor ar ogo en re r. Eady Y don Miguel Miranda~ k despacho p r e s i d e ~ c i a l _minutos despus. El ingls d i j ~ ~; a ~ ~ _un acuerdo f m a n c i e ~ o Y comercial lo que hemos fir ' es un p a c t ~ de amistad. . . es un nuevo sello sobret u ? ~ : ; ; muy a n t i ~ u o d ~ amistad ; y el argentino le con

    e = i ~ f, ~ r g o ~ a s a t i ~ f a c c 1 0 n de poder anunciar que me hao aci men e posible poder entenderme con estos caba,, ~ e r o s t E ~ p1an ~ e nacionalizar los ferrocarriles, respetan=,, b0 . { ~ n i e n siempre presente o que ha hecho el capital,, dri a ~ i c o en fuestro pas Y reconociendo al capital losere.e os q u ~ e pertenecen. No he hecho ms que se uirlas mstrucc10nes. del presidente de la Repu'bl d gtc, 1 ica es a- o ) s1 a guna vez le habr parecido a Sir Wilfrid algouro e ruego que me disculpe, porque no haca ms erespetar las rdenes

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    ajustados al inters y a la realidad de la situacin . Susilencio sobre el inters favorecido era prudente. Pero enun hallazgo feliz subrayaba la nacionalizacin de los ferrocarriles en cuanto al nombre. Sealaba la similitud entreel rgimen de la ley Mitre y el pacto que lo prorrogaba enel Miranda-Eady. Por fin conclua oponindose, como elgobierno, a que el saldo en Londres se utilizara, jams_ p ~comprar los ferrocarriles 23 , en lo que tuvo mas aud1enc1aante Pern que los intelectuales del partido peronista. aPrensa analiz el tratado con clarividencia ; reconoci que:La misin britnica ha tenido un xito completo ; quelas compaas f erroviarias r esolvan de un solo golpe to dos sus problemas ; que el desbloqueo del saldo en Lon-dres era nfimo; que Inglaterra obtena el privilegio dellevarse la mayor parte del saldo exportable de carne;que nuestro pas se perjudicaba al no liberar las divisasbloqueadas en Londres. Y sealaba que el gobierno se dabala satisfaccin de anunciar la nacionalizacin de las em-,, presas, si bien a costa de volver al sis tema de los ferroca rriles garantidos, que demand grandes sacrificios al te soro nacional . Pero todo lo admita y excusaba en ob-sequio al origen de la deuda inglesa, contrada en la luchacontra los despotismos europeos, razn que segn a Prensajustificaba que el asunto se sacara del plano mercantilpara tratarlo en uno ms elevado. Con todo la concesinargentina es grande mucho lo que sacrifica el pas . Sinembargo se lisnjeaba con la esperanza de que 4 aos mstarde, al expirar el plazo del contrato, la repblica pudieseobtener mejores trminos 24 Ilusin evidente. Pues laidea en que se basaba esa justificacin, se hipostat, hastaconvertirse en un dogma para el rgano que la haba ha llado como explicacin del momento. La franqueza de a

    23 Lug citu a Prensa de Ba. As., 19 de setiembre de 1946.60

    Prensa oblig a a Nacin a volver sobre el asunto, precisar mejor su significado. Entonces reconoci que el. mon-to de la liberacin de divisas bloqueadas era exguo , sise consideraban las necesidades que el pas experimenta.hade reabastecerse y reequiparse industrialmente. Pero msista en sus anteriores conclusiones al sostener que eramuy difcil que el gobierno nacional puec.a e p ~ t r i ladeuda existente en libras y rescatar las mvers10nes delcapital britnico en el pas . Y conclua ~ o m o a Pr.ensadiciendo: Puede afirmarse que, en materia monetaria, elconvenio celebrado es indudablemente, mfrs ventajoso pa,, ra Gran Bretaa que' para nosotros, circunstancia que laopinin argentina, al formular su juicio, no_ dejar devincular al reconocimiento de que Gran Bretana, nuestra

    ~ v i e j amiga, acaba de soportar una larga y cruenta luchaen defensa de todos los pases civilizados del mundo .La aprobacin de los rganos en que el sentido r e v ~ r e n -cial de Inglaterra era tradicional entre nosotros, qmtabaa la farsa de la recuperacin econmica toda posibilidadde engao ante la opinin. Este acuerdo de fondo entre elgobierno supuestamente revolucionario y los voceros delrgimen, se mantuvo invariablemente durante todo el mando de Pern, a travs de las violentas visicitudes que parecan oponerlos en la superficie.

    u a Nacin de Bs. As., 21 de setiembre de 1946.6

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    CAPITULO VIII

    LA OPOSICION POLITICA CENSURA CONACIERTO LA SOCIEDAD MIXTA

    LA prensa poltica argentina seal muy bien los defectosdel tratado Miranda-Eady y los errores que lo haban precedido. rgentina ibre apunt que en la negociacin nohaban intervenido peritos nacionales que fijaran las ci-fras del capital reconocido, y que quienes se atrevan a hablar lo daban por inferior en un 50 r a los 2 mil millonesque resultaban de asegurar un inte rs del 4 sobre labase de una renta que no poda bajar de los 80 millones depesos anuales. Invocaba la opinin del ingeniero Dickmanen abono de ese aserto. En otro suelto, el mismo peridicopreguntaba: Qu inspector puede. ejercer una accinrepresiva cuando el socio es el gobierno? , y anticipabalas consecuencias que la sociedad mixta tendra en ponerlos transportes nacionales bajo el absoluto control del ca-pital ingls. Igualmente sealaba la falta de equidad entrela garanta para el capital ingls, y Ja falta de ella para elque pondran los argentinos, Estado o accionistas particulares; el manejo de la sociedad