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Piaget - A Donde Va La Educacion

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piaget a donde va la etica

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  • ~ ADNDE 1 VA LA EDUCACIN

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    0 hay que SABER

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  • a dnde va la educacin

  • coleccin hay que saber

    1. BIOLOGIA, HOY 2. FISICA, HOY 3. QUIMICA, HOY 4. LINGISTICA, HOY 5. COMPRENDER LA PINTURA 6. PSICOLOGIA, HOY 7. ECOLOGIA, HOY 8. A DNDE VA LA EDUCACIN 9. BARCELONA PASO A PASO

    10. LA EDUCACIN MATEMATICA, HOY Il. SOCIOLOGIA, HOY 12. COMPRENDER LA FILOSOFIA

  • coleccin h ay que saber

    a dnde va la educacin

    JEAN PIAGET

    lia EDITORIAL TEIDE, S. A.

  • 5. edicin: 1981

    @ Unesco 1972 Derechos de la edicin en castellano: EDITORIAL TEIDE. S. A. - Viladomat. 291 _ Barcelona, 29

    ALEU, S. A. - Zamora, 46 - Barcelona-6 - D.L.B.: 33653-l 981

    Ttulo original: OO VA LCDUCATION

    Traduccin: Pedro Vllanovs

    Cubierta: New Pujol

    ISBN: 84-307-2644-6 Printed in Spain

  • Presentacin

    La primera parte de este libro, El derecho a la educacin en el mundo actual, apareci en francs en Les Droits de lesprit, volumen de la coleccin Droits de lhomme, publicada por la UNESCO, Librairie du Recueil Sirey, Pars, en 1948. La segunda parte, ZA dnde va la educacin?, fue redactada en 1971 por encargo de la Comisin Internacional sobre el Desarrollo de la Educacin, organismo dependiente de la UNESCO.

    Las ideas expuestas en la primera parte, como comentario ciertamente vigente todava del artculo 26 de la Declara- cin Universal de los Derechos del Hombre, presentan una total coherencia con la visin breve, esquemtica, pero llena de sustancia, de lo que segn el autor debe ser la educacin, objeto de la segunda parte.

    El prestigio internacional de Jean Piaget (1896-1980), el psiclogo que ha contribuido decisivamente a la renovacin de la enseanza, an en marcha en todas partes, explica la publicacin de los dos trabajos citados en un solo volumen, editado por Denol/Gonthier, Pars, en 1972 y que ahora ofrecemos a los lectores de lengua castellana.

  • EL DERECHO A LA EDUCACIN EN EL MUNDO ACTUAL

  • La Declaracin Universal de los Derechos del Hombre, vo- tada por las Naciones Unidas, comprende un artculo 26 cuyo texto es el que sigue:

    1. Toda persona tiene derecho a la educacin. La educa- cin tiene que ser gratuita, al menos en lo referente a la en- seanza elemental y fundamental. La enseanza elemental es obligatoria. La enseanza tcnica y profesional debe ser generalizada; el acceso a los estudios superiores tiene que estar abierto a todos en plena igualdad de condiciones, en funcin del mrito.

    2. La educacin tiene que apuntar a un pleno desarro- llo de la personalidad humana y a un refuerzo del respeto por los derechos del hombre y por las libertades fundamen- tales. Tiene que favorecer la comprensin, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos ra- ciales o religiosos, as como el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

    3. Los padres tienen, por prioridad, el derecho de esco- ger el tipo de educacin que sus hijos deben recibir.

    Es decir, que se ha insistido sobre las obligaciones de la sociedad hacia el individuo a educar, pero tambin, por otro lado, se ha intentado subrayar algunos de los objeti- vos sociales de la educacin: concretamente, se ha inten- tado sealar la solidaridad necesaria que une la expansin

  • 10 El derecho a la educacin

    de la persona y el respeto por el prjimo. Finalmente, se ha puesto de relieve el papel de los padres. A partir de es- tos puntos de vista situaremos sucesivamente los comenta- rios cuya peticin para este texto es un honor para noso- tros. El autor de estas lneas no es en absoluto educador de profesin, sino un psiclogo llevado por sus investiga- ciones a estudiar los problemas de la formacin del hombre.

    Quisiera insistir, pues, sobre la urgencia de las cuestio- nes planteadas por el actual estado de la educacin a par- tir de un espritu de constatacin psicolgica y sociolgica lo ms objetivo posible.

    1. Modificaremos simplemente el orden de los puntos 2 (ver captu- los 4 y 5) y 3 (ver captulo 3).

  • Captulo 1

    UTODA PERSONA TIENE DERECHO A LA EDUCACI~NB

    El desarrollo del ser humano est en funcin de dos grupos de factores: los factores hereditarios y de adaptacin bio- lgicos, de los cuales depende la evolucin del sistema ner- vioso y de los mecanismos psquicos elementales; y los factores de transmisin o de interaccin sociales, que inter- vienen desde la cuna y juegan un papel cada vez ms im- portante, en el curso del crecimiento y en la constitucin de las conductas y de la vida mental. Hablar de un derecho a la educacin es ante todo constatar el papel indispensable de los factores sociales en la formacin del individuo.

    Tan slo algunas sociedades animales de tipo inferior estn totalmente regidas por el juego de los instintos, es decir, de los dispositivos hereditarios que permanecen in ternos a los mismos individuos. En los animales superio- res, el desarrollo de algunas conductas exclusivamente ins- tintivas 0 innatas en apariencia, requiere ya la intervencin de transmisiones sociales exteriores, bajo la forma de imi- taciones, de adiestramiento, en definitiva de una educacin de los pequeos por parte del padre o de la madre. Un psi- clogo chino ha demostrado; por ejemplo, hasta qu punto el instinto de caza de los gatitos separados de su madre se

  • 12 El derecho a la educacin

    desarrolla mucho menos que las mismas conductas refor- zadas por los estmulos y ejemplos maternos. Pero en el animal la vida familiar es corta y los inicios de educacin que implica siguen siendo muy limitados; en los antropoi- des ms dotados, los chimpancs, las relaciones entre pa- dres e hijos se acaban a las pocas semanas, y al trmino del primer ao la madre slo reconoce a su hijo en un caso de cada cinco.

    La diferencia esencial entre las sociedades humanas y las sociedades animales se basa, por el contrario, en que las principales condiciones sociales del hombre -los medios tcnicos de produccin, el lenguaje con el conjunto de las nociones cuya construccin hace posible, las costumbres y las normas de todo tipo- ya no vienen determinadas des- de dentro por unos mecanismos hereditarios dados, dis- puestos a ponerse en actividad al entrar en contacto con las cosas y con el prjimo: estas conductas se adquieren por transmisin externa, de generacin en generacin,, es decir por la educacin, y slo se desarrollan en funcin de unas interacciones sociales mltiples y diferenciadas. Des- de que los hombres hablan, por ejemplo, ningn idioma se ha fijado hereditariamente, y el nio aprende siempre su lenguaje, llamada justamente lengua materna, por una accin educativa externa del ambiente familiar sobre s. Sin duda alguna las potencialidades del sistema nervioso humano permiten una adquisicin de este tipo, negada a los antropoides, y la posesin de una cierta funcin sim- blica forma parte de estas disposiciones internas que la sociedad no ha creado pero utiliza; sin embargo, sin una transformacin social externa (es decir, ante todo educati- va) la continuidad del lenguaje colectivo sera propiamen- te imposible. Un hecho de este tipo marca desde el comien-

  • Toda persona tiene derecho a la educacin 13

    zo el papel de esta condicin formadora, no suficiente por s misma, pero estrictamente necesaria para el desarrollo mental que constituye la educacin.

    Ahora bien, lo que es cierto del lenguaje -medio de ex- presin de los valores colectivos- lo es tambin de estos mismos valores, as como de las reglas que los rigen, empe- zando por los dos sistemas de valores y de normas ms importantes para la adaptacin posterior del individuo con su ambiente: la lgica y la moral.

    Se ha podido pensar durante mucho tiempo que la lgi- ca era innata en el individuo y que perteneca por hecho y por derecho a la naturaleza humana, que el sentido co- mn considera anterior a la vida social: de aqu la idea co- rriente, en los siglos XVII e incluso XVIII (de los cuales de- penden an la opinin media) segn la cual las facultades lgicas, etc., son naturales, e incluso las nicas natura- les, en contraposicin a los productos artificiales de la vida colectiva. As, Descartes consideraba el sentido comn, es decir la facultad de razonar lgicamente, como la cosa ms corriente del mundo, y Rousseau fundamentaba todo su sistema pedaggico en la oposicin entre las perfeccio- nes congnitas del individuo y las desviaciones posteriores debidas a la vida social. Estas nociones son las que han inspirado las doctrinas de la escuela tradicional: al estar el hombre prefigurado en el nio y al consistir el desarrollo individual en nada ms que una actualizacin de las facul- tades virtuales, el papel de la educacin se reduce a una simple instruccin; se trata nicamente de amueblar o de alimentar unas facultades ya hechas y no de formarlas; basta, en definitiva, con acumular unos conocimientos en la memoria, en lugar de concebir la escuela como un cen- tro de actividades reales- (y experimentales) desarrolladas

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  • 14 El derecho a la educacin

    en comn, como por ejemplo el desarrollo de la inteligen- cia lgica en ella en funcin de la accin y de los intercam- bios sociales.

    Ahora bien, la lgica no es, en absoluto, innata en el nio. El resultado ms claro de un conjunto de investiga- ciones, centradas no slo en el pensamiento verbal de los nios sino tambin en su inteligencia prctica y en las ope- raciones concretas por medio de las cuales construyen sus clasificaciones, sus nociones de cantidad y de espacio, de orden y de cantidad, de movimiento, de tiempo y de velo- cidad, etc., ha permitido poner en evidencia el hecho de que algunos razonamientos, dados como lgicamente nece- sarios a partir de un cierto nivel mental, son extraos a las estructuras intelectuales anteriores.

    Para fijar las ideas con ejemplos concretos, cualquier nifio nor- mal de 7 a 8 aos admitir que si dos vasos de formas distintas A y B contienen la misma cantidad de agua, y si dos vasos B, y C contienen tambin la misma cantidad, entonces las cantidades con- tenidas en A y U son iguales, incluso cuando los vasos A y C son de formas bien diferentes que A y B o que B y C. Por el contrario, segn los chiquillos de 4 a 5 aos, no hay razn alguna para admi- tir que las cantidades A y C son iguales cuando se ha constatado las igualdades A=B, y B=C, y tampoco hay razbn decisiva para que el agua se conserve al cambiar de recipientes. En cuanto a los nios de 7 a 10 u ll aos, si encuentran evidente el razonamiento A=B, B=C, o sea que A=C cuando se trata de zna cantidad de agua, lo pondrn en duda cuando se trata de nociones complejas (por ejemplo)3 y a fortiori de razonamientos puramente verbales

    2. PIAG~ Y S&INSKA: Le Gense du nombre chez Ienfant, Delachaux et Niestl, cap. 1.

    3. PIAGJZT E INHELDER: Le Dveloppement des quantits chez tenfant, Delachaux et Niestl, cap. II.

  • Toda persona tiene derecho a la educacin 15

    (es decir, sin manipulacin de objetos). La lgica formal, en el sen- tido corriente y adulto del trmino (entiendo aqu, por descontado, la capacidad de razonar segn una determinada lgica, de la que M. Jourdain haca cierta prosa sin saberlo, y no el conocimiento de la misma como disciplina) no empieza a construirse realmente has- ta los ll o 12 aos, y su total consolidacin no llega hasta los 14 o 15 aos.

    Estos datos reales se nos aparecen con una naturaleza que modifica profundamente los trminos clsicos del pro- blema pedaggico y consiguientemente la significacin del derecho a la educacin: si incluso la lgica se construye en lugar de ser innata, se deduce que la primera tarea de la educacin consiste en formar la razn. La proposicin: Toda persona tiene derecho a la educacin, como lo afir- ma solemnemente el comienzo de nuestro artculo 26, sig- nifica, pues, en primer lugar: Todo ser humano tiene derecho a estar situado, durante su formacin, en un am- biente escolar tal que consiga elaborar hasta el fondo los instrumentos indispensables de adaptacin que constitu- yen las operaciones de la lgica. Ahora bien, esta forma- cin es ms compleja de lo que pueda parecer, y no hace falta ser demasiado perspicaz para darse cuenta, examinan- do los individuos adultos y normales representativos del ms honesto trmino medio de la humanidad, de que las personalidades realmente lgicas y dueas de su razn son tan raras como los hombres verdaderamente morales, que actan segn sus capacidades de acuerdo con su conciencia.

    Lo que acabamos de decir de los instrumentos de la ra- zn ser ms fcilmente admitido por lo que se refiere a la formacin moral, al menos en teora. Cualquiera deber admitir que si algunas disposiciones innatas permiten al ser humano construir las reglas y los sentimientos morales,

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  • 16 El derecho a la educacin

    esta elaboracin supone la intervencin de un conjunto de relaciones sociales determinadas, familiares en primer lu- gar y tambin ms generales. A partir de aqu hay que reco- nocer, hasta cierto punto, el papel de formacin de la edu- cacin moral en oposicin a las tendencias simplemente hereditarias. Pero aqu se plantea nuevamente la cuestin, y segn un paralelismo entre la formacin intelectual y la formacin moral del individuo cuyo anlisis subraya con ms fuerza cada vez, de saber si la aportacin exterior que se espera de la educacin para completar e informar las disposiciones individuales, congnitas o adquiridas, puede reducirse a una mera transmisin de reglas y de conoci- mientos acabados. ~NO se trata, acaso, de algo ms que de imponer algunos deberes y una cierta obediencia, en si- metra con la obligacin intelectual de recordar y repetir algunas lecciones; o bien el derecho a la educacin mo- ral supone, al igual que el derecho a la formacin de la razn, un derecho a construir realmente o al menos a par- ticipar en la elaboracin de la disciplina que obligar a los mismos que han participado en su elaboracin? As pues, en educacin moral se plantea un problema de autogobier- no, paralelo al de la autoformacin de la razn en el seno de una colectividad de investigacin. En todo caso, con- viene subrayar de entrada que el derecho a la educacin in- telectual y moral implica algo ms que un derecho a adqui- rir unos conocimientos o a escuchar, y algo ms que la obligacin de obedecer: se trata de un derecho a forjar algunos instrumentos espirituales extremadamente valio- sos, y cuya construccin reclama un ambiente social espe- cfico, no constituido nicamente de sumisin.

    De este modo, la educacin no es tan slo una formacin, sino tambin una condicin formadora necesaria del pro-

  • Toda persona tlene derecho a la educacin 17

    pio desarrollo natural. Decir que toda persona humana tiene derecho a la educacin no es pues nicamente suge- rir, como lo supone la psicologa individualista tributaria del sentido comn, que todo individuo, asegurado por su naturaleza psicobiolgica de alcanzar un nivel bastante ele- vado de desarrollo, posee adems el derecho a recibir de la sociedad la iniciacin a las tradiciones culturales y mo- rales: se trata, por el contrario, y mucho ms profunda- mente, de afirmar que el individuo no podra adquirir sus estructuras mentales ms esenciales sin una aportacin exterior que exige un cierto ambiente social de formacin y que, a todos los niveles desde los ms elementales a los ms elevados), .el factor social o educativo constituye una condicin de desarrollo. Sin duda, antes de los 3 o 4 aos, o de los 6 o 7, segn los pases, es la familia y no la escuela quien juega un papel educador. Se puede responder, quiz, que incluso admitiendo este papel constructivo de las in- teracciones sociales iniciales, el derecho a la educacin con- cierne ante todo al nio ya formado por el medio familiar, y apto para recibir una enseanza escolar; no se tratara ya entonces de formacin real sino nicamente de instruc- cin. Pero al disociar de este modo el proceso educativo en dos perodos, o segn dos esferas de influencia, de las que slo la primera sera formadora y la segunda se redu- cira a transmitir conocimientos concretos, se empobrece de nuevo la significacin del derecho a la educacin. No tan slo se restringe el alcance constructivo de esta ltima, sino que adems se separa la escuela de la vida; sin em- bargo, el problema esencial est en hacer de la escuela el medio formador que la familia tiende a realizar sin con- seguirlo nunca del todo y que constituye la condicin sine quu non para un desarrollo intelectual y afectivo completo.

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  • 18 El derecho a la educacin

    Afirmar el derecho de la persona humana a la educacin es, pues, contraer una responsabilidad mucho ms grave que la de asegurar a todo individuo la posesin de la lec- tura, la escritura y el clculo: equivale pro,piamente a ga- rantizar a todo nio el pleno desarrollo de sus funciones mentales y la adquisicin de los conocimientos y de los va- lores morales correspondientes al ejercicio de estas fun- ciones, hasta la adaptacin a la vida social actual. Se trata sobre todo, por consiguiente, de asumir la obligacin -te- niendo en cuenta la constitucin y aptitudes que distin- guen a cada individuo- de no destruir o estropear ninguna de las posibilidades que-el nio contiene y de las que la sociedad ser la primera en beneficiarse, en lugar de per- mitir que se pierdan importantes fracciones de las mismas o de ahogar otras.

    Es por ello que la proclamacin de un derecho a la edu- cacin implica, si se tiene la voluntad de darle un signifi- cado que supere el nivel de las declaraciones verbales, la utilizacin de los conocimientos psicolgicos y sociolgicos de que disponemos acerca de las leyes del desarrollo men- tal y la elaboracin de mtodos y tcnicas ajustadas a los innumerables datos que estos estudios ofrecen al educa- dor. Se tratar entonces de determinar las modalidades segn las cuales este medio social que constituye la escue- la llegar a los mejores procedimientos de formacin, y si esta formacin consiste en una simple transmisin de cono- cimientos y de normas, o si supone, como ya lo hemos en- trevisto, unas relaciones ms complejas entre el maestro y el alumno y entre los alumnos entre s. Volveremos so- bre el tema al referirnos al pleno desarrollo de la perso- nalidad humana que postula nuestro texto.

    Por el momento limitmonos a formular el principio y

  • Toda persona tiem derecho a la educacin 19

    a buscar lo que del mismo se deriva desde el punto de vista de las obligaciones de la sociedad hacia el nio. As pues, este principio consiste en que la educacin no es una sim- ple aportacin, que se sumara a los resultados de un de- sarrollo individual planificado de una manera innata o que se efectuara con la nica ayuda de la familia: desde el na- cimiento hasta el fin de la adolescencia, la educacin es nica, y constituye uno de los factores fundamentales ne- cesarios para la formacin intelectual y moral, de tal ma- nera que la escuela carga con una parte nada despreciable de responsabilidad en lo que se refiere al xito final o al fracaso del individuo en la realizacin de sus propias posi- bilidades y en su adaptacin a la vida social. En una pala- bra, la evolucin interna del individuo facilita una canti- dad ms o menos considerable; depende de las aptitudes de cada cual, de esquemas susceptibles de ser desarrolla- dos, aniquilados o quedar inacabados. Pero esto no son ms que esbozos, y nicamente las interacciones sociales y edu- cativas los transformarn en conductas eficaces o los ani- quiIarn para siempre. El derecho a la educacin es, pues, ni ms ni menos que el derecho del individuo a desarro- llarse normalmente, en funcin de las posibilidades de que dispone, y la obligacin de la sociedad de transformar es- tas posibilidades en realizaciones efectivas y tiles.

  • Captulo 2

    aLA EDUCACION TIENE QUE SER GRATUITA

    El abismo que separa todava la educacibn, tal como existe de hecho, de lo que implica el derecho a la educacin, si se acepta lo que acabamos de sealar, no puede colmarse ms que a travs de unas etapas. En primer lugar se trata de distinguir entre el derecho a la educacin de primer gra- do, que todos los pases reconocen, pero cuya aplicacin choca an en territorios inmensos con dificultades insupe- rables, y el derecho a la enseanza de segundo grado, que muchos no reconocen en absoluto por ahora. A continuacin se tratar de distinguir entre el derecho de frecuentar una escuela organizada y el derecho a encontrar en ella todo lo que supondra el pleno desarrollo de la personalidad hu- mana,.

    Empecemos, pues, por la escuela tal como existe y por el derecho a recibir en ella una enseanza de primer grado: La educacin tiene que ser gratuita, al menos en lo que se refiere a la enseanza elemental y fundamental. La en- seanza elemental es obligatoria,.

    La enseanza de primer grado es legalmente obligatoria hoy en casi todos los pases. Pero conviene no dejarse en- gaar: un estado de derecho de este tipo no puede aun co-

  • 22 El derecho a la educacin

    Fresponder a una aplicacin universal de la ley, porque el nmero de escuelas y de maestros sigue siendo insuficiente en relacin a la, poblacin en edad escolar. Una nueva gene- racin de analfabetos jvenes viene a sumarse cada ao, en un conjunto relativamente importante de zonas, a la cantidad ya considerable de analfabetos adultos. Es por ello que una de las primeras tareas educativas que la Unes- co se asign es la lucha contra el analfabetismo; una amplia campaa en favor de la educacin fundamental fue ini- ciada en las regiones del globo en las que la civilizacin moderna es reciente (por ejemplo, en algunas regiones de Asia y Africa). Existen tambin numerosos pases civiliza- dos hace muchos tiempo que no han podido resolver el problema del analfabetismo en la edad escolar. Ms que eso, la cuestin de la educacin fundamental interesa en algunas regiones a los mismos adultos, y en muchos pases se han realizado notables progresos en la lucha contra este tipo de analfabetismo y en la puesta a punto de nuevas tc- nicas pedaggicas adaptadas a este fin especial: son cono- cidas, por ejemplo, las misiones escolares instituidas en Mxico (a propuesta del director general de la Unesco To- rres Bodet, cuando era ministro de Instruccin Pblica de ese pas), que propagan la instruccin elemental hasta los rincones ms alejados del campo y de las montaas.

    Pero el problema de la obligacin escolar de primer gra- do se agrava por una cuestin de justicia social, o si se pre- fiere, de justicia escolar en tanto que caso especial de jus- ticia social. La escolaridad elemental obligatoria slo tiene sentido si la enseanza de primer grado es gratuita (as como, naturalmente, su extensin a los grupos adultos que permanecen en el analfabetismo). Por otro lado, la gratui- dad de esta enseanza est admitida por todos los pases

  • La educacin tiene que ser gratuita 23

    que la convierten en obligatoria. Pero quien dice gratuidad no puede limitarse a esta medida, de alguna manera nega- tiva, que consiste en no cobrar derechos de inscripcin. Se plantean muchos otros problemas, unos de tipo extrnseco por decirlo as (exoneracin de los costos de transporte para los alumnos que viven muy lejos, organizacin de cantinas gratuitas, e incluso de vestuarios, etc.), y otros de carcter vital para la misma enseanza. Entre estas ltimas cuestiones conviene situar en primer plano el pro- blema de la gratuidad del material escolar. Todo trabajo escolar presupone un material, y cuanto ms activos son los mtodos, ms importancia adquiere el material emplea- do: ahora bien, est claro que el alumno tomar su activi- dad tanto ms en serio cuanto que sus instrumentos de trabajo y sobre todo el resultado de su esfuerzo le perte- nezcan. En los sistemas de educacin tradicionales slo se trata con manuales de enseanza, cuadernos y papel, o con algunos materiales indispensables para las lecciones de di- bujo y de trabajos manuales. Pero si en el caso de los m- todos activos el papel de los manuales de enseanza dismi- nuye, la imprenta en la escuela, la confeccin de fichas y de colecciones, las construcciones de todo tipo (grficas u otros) suponen, por el contrario, un material cada vez ms abundante, y el rendimiento de los esfuerzos del escolar ser tanto mayor en la medida que los frutos de su trabajo sern y permanecern de su propiedad. Ahora bien, la gra- tuidad del material escolar est an insuficientemente ex- tendida, a pesar de las tendencias que se van afirmando por

    .

    4. Dcima conferencia internacional de la Instruccin pblica, recomeridacin n? 21, art. 6.

    5. Vase La gratuit du matriel scolaire, Unesco y Bureau in- ternational dEducation.

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  • 24 El derecho a la educacin

    doquier en el sentido de una exoneracin completa de to- dos los gastos. Aqu hay una cuestin tan vital para la enseanza como la de la inscripcin en la escuela: El principio de la gratuidad del material escolar debe ser con- siderado como el corolario natural y necesario de la obliga- cin escolar.

    Si la solucin de estas cuestiones est ya entrevista en gran cantidad de pases, el problema de la obligacin y de la gratuidad de la enseanza de segundo grado se pre- senta desgraciadamente en condiciones muy distintas. A partir de la tercera Conferencia de Instruccin Pblica convocada por el Bureau International dEducation en 1934, el estudio internacional de la prolongacin de la es- colaridad obligatoria y de la admisin en las escuelas secundarias ha permitido darse cuenta de las interferen- cias mltiples existentes entre estas cuestiones fundamenta- les de justicia escolar o de derecho a la educacin, y las cuestiones sociales relacionadas con la organizacin del trabajo o con las estructuras profesionales, en definitiva, con la divisin de la sociedad en clases sociolgicamente heterogneas.

    Efectivamente, la situacin es la siguiente. 0 bien se ad- mite el derecho a una enseanza de segundo grado para todos los alumnos, fijando de manera uniforme la edad l- mite inferior y superior de la escolaridad y facilitando a las familias los medios para cumplir con esta obligacin, y entonces se plantea el problema de los distintos tipos po- sibles de enseanza secundaria y de la orientacin de los

    6. Dcima conferencia internacional de la Instruccin pblica, recomendacin n.O 21, art. 1.

  • la educacin tiene que ser gratuita 25

    alumnos en las diferentes direcciones. 0 bien se admite el carcter no obligatorio de la enseanza de segundo grado, reservando a algunas categoras de alumnos la salida a los estudios superiores o simplemente la obtencin de los di- plomas de fin de estudios secundarios, y tolerando que otras categoras abandonen toda vida escolar para entrar directamente en un aprendizaje, pero entonces se plantea la cuestin de saber con qu criterios se hace la seleccin y cules son los procedimientos de orientacin que permi- tan escoger entre estas direcciones divergentes. En ambos casos se plantea pues el mismo problema de orientacion es- colar en funcin de una opcin profesional ms o menos prxima o alejada. Y en ambos casos coinciden el mismo par de factores del que depende la solucin: valor personal del alumno y condiciones sociales o econmicas de la fa- milia.

    En estas condiciones , (puede hablarse de un derecho a la enseanza de segundo grado, y cul es el significado que hay que otorgar a dicho derecho? El prrafo 1 de nuestro artculo 26 es completamente explcito a este respecto: in- cluso si por razones relativas a la economa de los pases considerados, la gratuidad de la educacin est limitada provisionalmente al nivel del primer grado, La enseanza tcnica y profesional debe ser generalizada y sobre todo uel acceso a los estudios su.periores tiene que estar abierto a todos en plena igualdad de condiciones, en funcin del mrito. En otras palabras, existe un derecho a la educa- cin de segundo grado, sea cual fuere la ulterior profesin del alumno, y este derecho implica una preparacin profe- sional para todas las profesiones, quedando por determinar el encaminamiento a las carreras liberales, es decir el acce- so a las universidades y escuelas superiores segn el valor

  • 26 El derecho a la educacin

    de los alumnos y no segn sus condiciones de clase o de raza.

    Se percibe de inmediato la complejidad y la gravedad de los problemas planteados por una declaracin de esta clase. Se pueden agrupar en tres tipos principales, cada uno de los cuales se presenta bajo una forma antinmica: l., des- de el punto de vista social y econmico, se trata de asegu- rar una prolongacin de la escolaridad independientemente de las condiciones de fortuna de la familia, ya que el mri- to del alumno y sus aptitudes pueden estar en conflicto con su situacin material; 2., desde el punto de vista de la transmisin de los valores colectivos, se trata de conci- liar una cultura general suficiente con una especializacin profesional efectuada a tiempo, dado que el conflicto entre ambas exigencias aumenta con cada progreso cientfico y tcnico; 3., desde el punto de vista de la formacin per- sonal del alumno, se trata de asegurarle una formacin fsica, intelectual y moral lo ms completa posible, al mis- mo tiempo que se le orienta segn sus propias aptitudes: ahora bien, stas (una aptitud es, por definicin, lo que distingue entre s a unos individuos del mismo nivel men- tal) se diferencian progresivamente en funcin de la edad.

    Hay un hec,ho fundamental que condiciona la sohrcin de estos tres problemas: que el desarrollo intelectual y moral normales, en las sociedades ms civilizadas, no ter- mina hasta los 15 aos. Concretamente, slo a los 15 aos es posible descubrir con alguna precisin las aptitudes que distinguen a unos individuos de otros, mientras que anteriormente cualquier orientacin es algo aleatoria y corre el riesgo de olvidar importantes potencialidades. Es pues necesario, si se piensa en el bien de los alumnos y de la sociedad, asegurar una enseanza general de segundo

  • La educacin tiene que ser gratuita 27

    grado hasta esta media de edad dejando en el aire las cues- tiones relativas a la opcionalidad profesional, lo cual per- mite adquirir un conocimiento suficiente de cada alumno y facilita su orientacin al final de esta escolaridad comn.

    As pues, el problema que queda en pie es el que a me- nudo se ha denominado ala escuela nica. Esta expresin ha hecho correr ros de tinta intilmente, ya que los parti- dos polticos se han apoderado de esta etiqueta en algu- nos pases, lo que ha provocado, naturalmente, la oposi- cin de los partidos contrarios a una idea que podran ha- ber defendido sin esta circunstancia: ahora bien, nadie se ha dado cuenta de que el mismo principio era ya defendido, ya combatido, por los mismos partidos, pero en distintos momentos o en otros pases, lo que demuestra hasta qu punto las luchas sectarias conducen a aferrarse a la pala- bra ms que a la nocin. Haremos, pues, abstraccin de la palabra y conservaremos solo el principio, a partir del cual se va construyendo progresivamente un acuerdo entre los educadores: cualquiera que sea la diversidad de los tipos de escuela que acoja a los nios desde los ll a 12 aos hasta los 14 o 15 aos (inicios de la enseanza clsica, cien- tfica o tcnica con todas sus variantes) es importante que el conjunto de estas escuelas constituyan un sistema o una institucin nicos, de un tipo tal que el paso de una seccin a otra siga siendo posible siempre en funcin de los resultados y de los fracasos que sobrevengan durante el camino y de las aptitudes aparecidas tardamente (o so- bre todo de las aptitudes cuya deteccin no fue posible al iniciar la escolaridad secundaria). Es fundamental pues, ante todo, que estos pasos de una seccin a otra no sean considerados como una medida excepcional, sino esencial en tanto que condicin para una buena orientacin.

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  • 26 El derecho a la educacin

    Admitido este principio, su aplicacin supone la aporta- cin de una solucin a los tres problemas enunciados ms arriba; es entonces cuando se manifestarn la diversidad de los modos de organizacin nacional y la distancia ms o menos considerable entre la realidad y el ideal deseado.

    En primer lugar, y dominando a todas las dems, est la cuestin econmica. La enseanza de segundo grado es ya gratuita en varios pases (exceptuando los costos de in- ternado, salvo contadas excepciones), pero no lo es en ab soluto en todas partes, y slo pocas veces implica la gratui- dad del material de enseanza. Cuando la escuela secundaria es gratuita, queda claro por otra parte que la simple su- presin de los costos de inscripcin no suprime el problema financiero que se le plantea a la familia: queda el proble ma del mantenimiento del nio, de que ste no gana un salario, de la distancia a recorrer cuando el alumno vive lejos de la escuela y, ante todo, de los gastos de pensin cuando tiene que establecerse en una ciudad determinada. Cada una de estas dificultades aparece de nuevo natural- mente, aunque multiplicada por diez, en el caso de los estudios universitarios.

    El remedio utilizado generalmente es el sistema de las becas, cuyos inmensos servicios a estudiantes dotados han sido y son muy importantes y conocidos por todos, pero que es evidente que slo es un paliativo mientras no alcan- ce una generalizacin suficiente y no se transforme en una garanta colectiva y permanente que ratifique el derecho a la enseanza de segundo grado. Ante esto se observa una gran variedad de frmulas. Por regla general, la cantidad de la beca est en funcin a la vez de las aptitudes del can- didato y de la situacin econmica de la familia. En con- secuencia, se han tomado numerosas medidas para facili-

  • La educacin tiene que ser gratuita 29

    tar la localizacin de los ms dotados, e incluso a veces para estimular las demandas que algunas familias dudan en formular, como si la atribucin de una beca equivaliera a una especie de subsidio excepcional o incluso a un acto caritativo. Falta pues, un largo camino por recorrer, hasta que se admita por una parte que las becas no deben en absoluto ser reservadas a los alumnos mejor dotados, sino que deben tender a generalizar a todo el mundo la educa- cin secundaria, y por otra que una beca no es la expresin de la generosidad estatal sino la respuesta a una obligacin concreta de la sociedad.

    El conjunto de esta situacin ha dado lugar a un movi- miento, en los ambientes ms diversos y que se ha genera- lizado mucho, en favor de una real igualdad de acceso a la enseanza de segundo grado, o de una escuela secundaria para todos. No cabe duda de que aqu est uno de los problemas ms urgentes en cuanto a justicia escolar y justi- cia social planteados hoy en da.

    Pero est claro que una enseanza secundaria generali- zada no significa en absoluto una nica e idntica orienta- cin comn, como por ejemplo que la totalidad de los alum- nos deban dirigirse hacia el bachillerato superior y entrar en la universidad. Por el contrario, se trata de diferenciar la enseanza de segundo grado en la misma medida en que se generaliza, de manera que el futuro trabajador manual, el futuro campesino 0 el futuro pequeo comerciante, en- cuentren en el nivel de secundaria unos instrumentos tan tiles para su trabajo posterior como los del futuro tcni- co o el futuro intelectual, aunque estos instrumentos de

    7. Vase LTEgalite daccs lenseignement du second degr, Unesco y Bureau international dEducation.

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  • 30 El derecho a la educacin

    trabajo sean muy diferentes. Aqu es donde aparecen los dos ltimos de los tres problemas mencionados: conciliar la cultura general con la especializacin, as como la for- macin completa del adolescente con sus aptitudes pro- pias. Dos aspectos de un mismo problema, si se quiere, pero de los cuales uno se refiere al desarrollo de los valo- res colectivos y el otro al de la persona humana como tal.

    Desde el punto de vista de la transmisin de los valores colectivos se ve cada vez ms claramente que las distintas actividades del hombre forman un todo inseparable. Por ejemplo, es imposible explicar la vida real de una sociedad sin admitir la profunda interdependencia entre las tcnicas y las nociones cientficas: que stas sean el reflejo de aqu- llas o que aqullas sean engendradas por stas, esto no impide que se apoyen mutuamente unas en otras dentro de un proceso histrico continuo, en el cual los diferentes aspectos; incluso literarios, de la cultura son igualmente solidarios en grados diferentes y tanto bajo la forma de oposiciones o de evasiones como de dependencia directa. La cultura general que la enseanza de segundo grado tiene como misin transmitir al alumno no puede pues, limitarse, tal como se cree demasiado a menudo, a una formacin abstracta (literaria, cientfica o mixta) sin races en la estructura de la vida real de la sociedad entendida como un todo, sino que debe llegar a relacionar en una to- talidad ms orgnica los distintos aspectos prcticos y tc- nicos, cientficos y artsticos de la vida social, vinculando este conjunto con una concepcin de la historia apoyada en la civilizacin en el sentido ms completo de la palabra y no tan slo en los acontecimientos polticos y militares (antes consecuencia que causa de los acontecimientos co-

  • La educacin tiene que ser gratuita 31

    lectivos subyacentes). As pues, no es verdad que la exten- sin de la enseanza de segundo grado a alumnos encami- nados a todas las profesiones, desde las ms manuales a las ms intelectuales, conduzca a un callejn sin salida des- de el punto de vista de las exigencias respectivas de la cul- tura general y de la especializacin: esta cultura general, por el contrario, slo puede beneficiarse al sumergirse de nuevo en lo concreto y al partir de nuevo de la interaccin fundamental de los diferentes aspectos de la vida social; en definitiva, al descubrir y estudiar al hombre tal cual es y ha sido siempre, y no tal como la tradicin escolar ha en- seado que era. As pues, se pueden fcilmente concebir, en el punto de partida de la enseanza de segundo grado, algunas enseanzas comunes a todas las divisiones, al mis- mo tiempo que otras ya especializadas de entrada.

    En cuanto al tercer problema, sin duda es mucho ms delicado: conciliar la formacin generai con la especializa- cin, cuando se trata de educar a un individuo concreto y no ya de transmitir a toda una generacin una cierta can- tidad de valores colectivos, comunes o especializados, es una tarea que choca con la dificultad esencial de que no existen dos individuos iguales. En la prctica actual, la orientacin futura del alumno es ante todo un asunto de tradiciones familiares y de consideraciones econmicas de clase; se da por sentado que el nio nacido en una familia de profesiones liberales seguir el mismo camino, so pena de venir a menos, mientras que el hijo de un campesino ser campesino a menos que tenga aptitudes excepciona- les, etc. Pero si, como lo proclama el artculo 26 de la nueva Declaracin de los Derechos del Hombre, de acuerdo con un movimiento cada vez ms amplio en las sociedades ci- vilizadas, el acceso a la universidad debe estar en funcin

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  • 32 El derecho a la educacin

    nicamente del mrito, y la enseanza de segundo grado tiene que ser generalizada a todas las restantes formas de encauzamiento profesional, entonces est claro que la es- cuela tiene ante s nuevas tareas singularmente graves y decisivas: la de seleccionar y orientar, no slo ante los es tudios superiores sino de cara a todas las formas de activi- dad profesional, arropadas todas ellas con igual dignidad; y por consiguiente, la de descubrir y de desarrollar las ap- titudes individuales ms distintas en lugar de evaluarlas unicamente desde la perspectiva de los xitos escolares pos- teriores, es decir, de hecho, segn una escala con una sola culminacin, la universidad.

    La cuestin previa es entonces la de la orientacin: iCmo llegar con suficiente objetividad a diagnosticar las aptitudes a una edad en la que casi no se manifiestan en la mayora de los casos, y cmo confirmar este diagnstico que muchas veces comprometer la carrera y la vida ente- ra del alumno? Dejando a un lado de momento el papel de los padres (V. III), slo existen dos mtodos: el examen pro- piamente dicho y el anlisis del trabajo llevado a cabo du- rante la escolaridad, siendo susceptible adems cada uno de estos dos procedimientos de subdividirse en otros dos. El examen puede, efectivamente, consistir ya sea en un examen escolar ya en un examen psicolgico dirigido por una persona especializada (el mismo personal docente puede a su vez ser formado por los estudios psicolgicos necesa- rios). El anlisis del trabajo desarrollado puede versar, por otro lado, sobre el rendimiento escolar en el sentido ms estrecho del trmino, lo que nos trae de nuevo a un cierto tipo de pruebas (mensuales, semanales, etc.) que generali- za simplemente los mtodos de examen en el primer senti- do del trmino; por el contrario, puede aplicarse a la acti-

  • La educacin tiene que ser gratuita 33

    vidad propiamente dicha y en parte espontnea del alumno y encontrar entonces los mtodos de examen psicolgico centrado en el comportamiento intelectual general del alum- no (en oposicin a los atests).

    Se ha dicho todo acerca del valor de los exmenes es- colares, y, sin embargo, esta autntica plaga de la educa- cin a todos los niveles sigue viciando -y la palabra no es demasiado fuerte- las relaciones normales entre el maes- tro y el alumno, comprometiendo en ambos la alegra de trabajar y a menudo la confianza mutua. Los dos defectos esenciales del examen son, en efecto, que no obtiene gene- ralmente resultados objetivos y que se convierte fatalmente en un fin en s mismo (porque incluso los exmenes de ac- ceso son siempre, en ltima instancia, exmenes finales: el examen de entrada en la escuela secundaria se convierte en un hito de la educacin primaria, etc.). El examen esco- lar no es objetivo, en primer lugar porque implica siempre una parte de suerte, pero adems y sobre todo porque se basa en la memoria ms que en las capacidades construc- tivas del alumno (como si ste estuviera condenado a no poder utilizar nunca ms sus libros al salir de la escuela); es fcil verificar hasta qu punto la clasificacin resultante de los exmenes corresponde poco con el rendimiento pos- terior de los individuos en la vida. El examen escolar se convierte en un fin en s mismo porque domina las preo- cupaciones del maestro en lugar de favorecer su vocacin natural, la de despertar conciencias e inteligencias, y por- que orienta todo el trabajo del alumno hacia el resultado artificial constituido por el xito en las pruebas finales en lugar de intentar apoyarse en sus actividades reales y en su personalidad. As, la nica explicacin del mantenimien- to de los exmenes hay que buscarla en los factores del

  • 34 El derecho a la educacin

    conservadurismo social e incluso a veces de concurrencia, que imponen estos dispositivos de proteccin en los nive- les superiores de la escala y obligan en consecuencia a su generalizacin hasta los niveles inferiores. Cuando se des- cubre, por ejemplo, que el cuerpo mdico de algunos pases exige de las autoridades escolares la inscripcin del griego antiguo en las asignaturas obligatorias de los futuros can didatos a mdico, a fin de construir una especie de barrera artificial, se comprenden ciertos motivos que impiden la sustitucin del examen escolar por el de las aptitudes. No se trata de que estas preocupaciones hayan sido preponde- rantes en el origen de los exmenes: stos se explican ms sencillamente por la supervivencia de los ritos de paso o de iniciacin, despus por las discordancias, tan frecuen- tes en la historia de los ritos sociales, entre el rgano y la funcin, etc. Pero para explicar la conservacin de un sis- tema tal y sobre cuyo valor nadie se hace ilusiones, i hay que recurrir sin duda a razones enterradas muy profunda- mente en el inconsciente de los hombres!

    La llamada a los mtodos psicolgicos de examen es, pues, una cuestin de simple justicia y constituye un coro- lario necesario del derecho a la educacin de segundo gra- do. Esto se ha comprendido en un nmero creciente de pa- ses y es. lo que impulsa actualmente todo un movimiento en favor de la organizacin de los servicios psicolgicos es- colares* y en favor de la formacin psicolgica de los mis- mos maestros. Por su lado, los psiclogos han realizado un gran esfuerzo en el estudio del desarrollo mental, de las

    8. Vase Les Psychdogues scolaires, publicacin de la Unesco y del Bureau international dEducation.

    9. Vase LEnseignement de la psychologie dans la formation de maitres.

  • La educacin tiene que ser gratuita 35

    aptitudes diferenciales y de los mtodos de investigacin que posibilitan unas determinaciones de nivel o de apti- tudes. Estos mtodos pueden consistir en exmenes por tests (por otra parte susceptibles de variaciones indefi- nidas y sobre todo de puesta en correlacin entre s) o en procedimientos ms giles y ms delicados para un an- lisis. No son perfectos y son susceptibles, como todo m- todo cientfico, de revisiones y transformaciones constan- tes. No sustituyen adems en absoluto el anlisis de los resultados efectivos obtenidos por el alumno durante la escolaridad (cuando este anlisis es distinto de las pruebas escolares y versa sobre el trabajo real en oposicin a los conocimientos memorsticos). Pero son sin duda alguna su- periores -y en general con mucha ventaja- a los simples exmenes escolares y estn destinados a sustituirlos cada vez ms en tanto que pruebas de admisin.

    El segundo procedimiento de orientacin est basado en el trabajo efectivo de los alumnos en curso de escolariza- cin. En la medida que las primeras clases de segundo grado (entre los 12 y los 15 aos por ejemplo) consisten esen- cialmente en clases de orientacin, es decir, que su orga- nizacin hace posible las bifurcaciones y los pasos (des- pus de tres, seis o doce meses) de una divisin a otra, el mtodo ms seguro de diagnstico y de pronstico es sin duda el que se basa en la observacin de los alumnos y de su trabajo real. Pero es un mtodo delicado, que nos pare- ce presupone una colaboracin constante entre los maes- tros, responsables de la enseanza, y los psiclogos esco- lares, cuyo papel consiste en seguir individualmente a cada

    10. B. INHELDER: Le Dlagnostic du raisonnement chez les dbi- les mentaux, Delachaux et Niestl.

  • 36 El derecho a la educacbn

    alumno a travs de sus xitos y sus fracasos. Es adems un mtodo, no hay ni que decirlo, cuyo valor depende del de los mismos mtodos de educacin. Si la enseanza con- siste simplemente en dar unas lecciones, en hacerlas repe- tir durante unos recitados o en el curso de unas prue- has, y en hacerlas aplicar a algunos ejercicios prcticos siempre impuestos, los resultados obtenidos en este caso por el alumno no tienen mucho ms significado que el de un examen escolar cualquiera, dejando de lado la cuestin de la suerte. Ch-ricamente en la medida que los mtodos de enseanza son activos, es decir, dejan una parte cada vez mayor a las iniciativas y a los esfuerzos espontneos del alumno, los resultados obtenidos son significativos. En este ltimo caso se trata de un mtodo muy seguro, consistente, por decirlo as, en una especie de examen psicolgico per- manente, en oposicin a esta especie de muestrario momen- tneo que constituye, a pesar de todo, un test. Pero, lo repetimos, no puede conseguir su pleno rendimiento si no es a travs de una ntima unin entre el anlisis pedag- gico y el anlisis psicolgico (ya est dirigido ste por el psiclogo escolar, ya por maestros suficientemente infor- mados de las tcnicas de la psicologa).

    El alumno, una vez orientado gracias a esta combinacin de pruebas psicolgicas y de un estudio constante de su ac- tividad individual, ser dirigido definitivamente hacia las distintas divisiones en donde acabar sus estudios secun- darios: salidas profesionales diversas y preparacin para los estudios superiores.

  • Captulo 3

    LOS PADRES TIENEN, POR PRIORIDAD, EL DERECHO DE ESCOGER EL TIPO DE EDUCACIaN QUE SUS HIJOS

    DEBEN RECIBIR

    La orientacin escolar que acabamos de describir est su- bordinada por el apartado 3 del artculo 26 a una condicin restrictiva que parece caer por su propio peso: la aproba- cin de los padres. No podemos por ello dejar de sealar que toda la historia de las sociedades humanas marca una progresiva reduccin de la extensin y de los derechos de la familia (a partir del clan, de la gens, de la familia pa- triarcal, etc.), y una extensin correlativa de los poderes del Estado. Tambin en la educacin, los plenos poderes de los ancianos de la tribu, despus del puter fumilius y finalmente de los padres en los ltimos siglos, se han visto limitados cada vez ms por una reglamentacin escolar que no siempre se ha traducido en una desventaja para el nio. Asi pues, sera interesante intentar analizar esta situacin de .hecho, en las actuales circunstancias en las que un con- junto de mtodos nuevos son propuestos simultneamente al Estado y a las familias.

    En primer lugar, con los padres sucede como con todas las cosas: los hay excelentes, pero tambin los hay menos

  • 38 El derecho a la educacin

    buenos, contra cuya voluntad es til poder proteger al nio. Los hay inteligentes y muy informados, pero tambin los hay menos dotados y retrgrados; que dudarn en acudir al mdico o a seguir sus consejos en caso de enfermedad, por ejemplo, y con los cuales ser preciso no hablar, en lo que, se refiere a la educacin, ni de psiclogos ni de nueva pedagoga... El problema est sobre todo en saber cmo actuar con los padres de este segundo tipo: buenas gentes, que no desean otra cosa que el bien de sus hijos, pero opuestos por ignorancia o por tradicionalismo a todo aque- llo que podra serles verdaderamente til.

    La mayora de profesionales de la nueva educacin han pasado por la mis-ma experiencia: los padres constituyen a menudo el obstculo principal para la aplicacin de los m- todos activos. Esto se explica por dos razones combinadas y fciles de comprender. La primera es que si se tiene con- fianza en unos mtodos conocidos, utilizados desde hace mucho tiempo, se tiene cierta aprensin ante la idea de que los propios hijos puedan servir como sujetos de experimen- tacin, como conejillos de indias segn la expresin corriente (i como si cualquier cambio de programa, de manual o de maestro, en la escuela tradicional, no fuera tambin una experiencia! ). La segunda es que la preocu- pacin principal de los padres, a todos los niveles de la escolaridad e incluso de la educacin familiar preescolar, se centra en la cuestin de que sus pequeos no estn re- trasados: es preciso que un beb camine a los x meses, so pena de ser un lisiado; es preciso que un chiquillo de pr- vulos sepa leer y contar hasta 20 a x aos, mientras que todo aconseja no forzar nada artificialmente y dedicar este perodo de iniciacin, valioso entre todos, a sentar unas ba- ses lo ms slidas posibles; ahora bien, las actividades

  • El derecho de escoger la educacin de los hijos 39

    mltiples de manipulacin y de construccin, necesarias para asegurar la subestructura prctica del conjunto de co- nocimientos posteriores aparecen a los ojos de los padres como un lujo intil y una prdida de tiempo, i que sim- plemente retrasa el momento solemne y tan esperado por toda la tribu en que el nefito sabe leer y contar hasta 20! Y lo mismo ocurre ante cada nueva etapa...

    En cuanto a la orientacin de los alumnos al nivel de segundo grado, est cIaro que pueden existir conflictos en- tre los consejos del maestro, o del psiclogo orientador, y los deseos de los padres. No se trata en absoluto de que stos sean siempre insensibles a los esfuerzos realizados por los docentes de las clases de orientacin o por los espe- cialistas del diagnstico de las aptitudes para ayudarles a aconsejar a sus hijos. Pero subsiste la posibilidad de con- flictos entre la voluntad de los padres y las indicaciones de la escuela o la oficina de orientacin. iCmo resolverlos?

    A pesar de todas estas circunstancias bien conocidas, nuestro artculo 26 no duda en otorgar a los padres el de- recho por prioridad de decidir sobre el tipo de educacin que sus hijos deben recibir. Lo que ocurre es que en todas las sociedades conocidas y a pesar de las transformaciones de estructura en la familia, sta sigue siendo un engranaje fundamental de la vida social. Siempre es posible rehusar las decisiones de padres mal informados y otorgar confian- za a los padres mejor informados y cuya educacin de pa- dres, por as decirlo, se habr completado.

    A este respecto, si atoda persona tiene derecho a la edu- cacin est claro que los padres tienen tambin, y adems por prioridad, el derecho a ser si no educados al menos informados e incluso formados acerca de la mejor educa- cin a dar a sus hijos. Se han empleado dos tipos de medi-

  • 40 El derecho a la educacin

    das con esta finalidad, y ambas merecen los ms calurosos nimos.

    En primer lugar, se han constituido sociedades y organi- zado congresos de educacin familiar cuyos dos objetivos simultneos son atraer la atencin de los padres sobre los problemas de la educacin interior de la familia (conflictos afectivos conscientes e inconscientes, etc.), e informarles acerca de las. cuestiones escolares y pedaggicas en gene- ral. En algunos pases, adems, se ha difundido un conjun- to de publicaciones de vulgarizacin psicolgica y pedag- gica sobre los mismos problemas.

    Pero sobre todo, en segundo lugar, se han puesto en marcha en todos los medios en los que la nueva educacin adquiere una cierta importancia unos movimientos de cola- boracin entre la escuela y la familia que han sido extrema- damente fructuosos y provechosos para las dos partes en juego. La escuela, en efecto, tiene todo por ganar al cono- cer las reacciones de los padres, y stos sacan un provecho creciente al ser iniciados, por su parte, a la problemtica de la escuela. Una relacin estrecha y permanente entre padres y maestros conduce pues, a mucho ms que a una mutua informacin: estos intercambios conducen a una ayuda recproca, y a menudo a una mejora real de los m- todos. Al aproximar la escuela a la vida o a los problemas profesionales de los padres, y al dar recprocamente a los padres un inters por las cosas de la escuela, se puede Ile- gar hasta una distribucin de las responsabilidades; en al- gunos pases, unos consejos de padres y maestros conjun- tamente constituyen los verdaderos inspiradores de la nueva pedagoga y realizan as la sntesis deseada entre la escue- la y la familia.

  • Captulo 4

    eLA EDUCACION TIENE QUE APUNTAR A UN PLENO DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD HUMANA Y A UN REFUERZO DEL RESPETO POR LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y POR LAS LIBERTADES FUNDAMENTALES

    El artculo 26 de la Declaracin Universal de los Dere- chos del Hombre no se limita a afirmar el derecho a la edu- cacin: precisa, en un comentario tan importante como la misma afirmacin, en qu consiste la finalidad de esta edu- cacin. Ahora bien, es evidente que esta determinacin im- plica una eleccin entre los dos tipos de funciones que es posible atribuir a cualquier rgano educativo, pblico o privado; una eleccin, o al menos un postulado de unidad. Desde el punto de vista de la sociedad, efectivamente, se puede suscitar una cuestin previa: ila funcin de la edu- cacin es necesariamente desarrollar la personalidad, o es ante todo, e incluso esencialmente, modelar a los indivi- duos segn un modelo conforme a las generaciones anterio- res y susceptible de conservar unos valores colectivos? Cuando en las tribus primitivas el adolescente es sometido a las ceremonias rituales de la iniciacin y recibe durante meses enteros, en una atmsfera de tensin emotiva y de respeto mstico, los secretos sagrados que transformarn

  • 42 El derecho a la educacin

    su mentalidad de nio libre y cuya posesin permitir agre- garlo al clan de los adultos, est bien claro que el objetivo principal de esta educacin no es desarrollar plenamente la personalidad, sino al contrario, someterla al conformis- mo social y realizar su conversin integral a las represen- taciones colectivas. Ahora bien, cabe preguntarse si en una escuela tradicional, la sumisin de los alumnos a la autori- dad moral e intelectual del maestro, as como la obligacin de asumir la cantidad de conocimientos necesarios para el xito en las pruebas finales no constituyen una situacin social funcionalmente bastante prxima a los ritos de ini- ciacin y tendente al mismo objetivo general: imponer a las nuevas generaciones el conjunto de verdades comunes, es decir, de las representaciones colectivas que han venido asegurando la cohesin de las generaciones anteriores. Pro- clamar que la educacin apunta al pleno desarrollo de la personalidad es, pues, afirmar que la escuela tiene que di- ferir de un modelo clsico como el descrito, y que puede existir una sntesis entre la formacin de la persona y su insercin a ttulo de valor social en los cuadros de la vida colectiva.

    Pero, ien qu consiste entonces el desarrollo de la perso- nalidad? Y, sobre todo, con qu mtodos conseguir la edu- cacin asegurarlo, ya que este pleno desarrollo no cons- tituye en absoluto el objetivo de todas las formas conoci- das de educacin, sino que representa, por el contrario, una exigencia opuesta a los objetivos habituales de la educa- cin conformista y un ideal a conciliar con los objetivos colectivos de la educacin.

    El texto de nuestro artculo 26 no da ninguna definicin de la personalidad. Sin embargo, precisa que su desarrollo viene acompaado en consecuencia de un respeto por los

  • Desarrollo de la personalidad y de las libertades 43

    derechos y por las libertades propias de las dems persona- lidades. Precisin casi tautolgica en apariencia, pero que en realidad arrastra muchas consecuencias: se podria sa- car de ella toda una concepcin de la personalidad, definien- do entonces a sta como el trmino de una relacin de re- ciprocidad. Efectivamente, tanto desde el punto de vista psicolgico como del sociolgico, es esencial distinguir al individuo de la personalidad. El individuo es el yo en tanto que centrado sobre s mismo y haciendo obstculo, con el egocentrismo moral e intelectual, a las relaciones de reci- procidad inherentes a toda vida social evolucionada. La persona, por el contrario, es el individuo que acepta libre- mente una disciplina, o que contribuye a su constitucin y se somete as voluntariamente a un sistema de normas recprocas que subordinan su libertad al respeto mutuo. La personalidad es, pues, una cierta forma de conciencia in- telectual y de conciencia moral, tan alejada de la anomia propia del egocentrismo como de la heteronomia de las presiones exteriores, porque realiza su autonoma al ponerla junto a la reciprocidad. Dicho de un modo ms sencillo, la personalidad es a la vez contraria a la anarqua y a la coac- cin, porque es autnoma y porque dos autonomas no pue- den tener entre s ms que relaciones recprocas. En resu- men, admitamos. que apuntar al pleno desarrollo de la personalidad humana y a un refuerzo de los derechos del hombre y de las libertades fundamentales consiste en for- mar individuos capaces de una autonoma intelectual y mo- ral y que respeten esta autonoma en el prjimo, en virtud precisamente de la regla de reciprocidad que la hace legti- ma para ellos mismos.

    Sin embargo, el problema pedaggico que plantea la atri- bucin de un fin de este tipo a 19 educacin se reduce a la

  • 44 El derecho a la educacin

    cuestin central planteada por todo el movimiento de la escuela llamada activa: iEs posible formar personalida- des autnomas-por medio de tcnicas que impliquen a dis- tintos niveles una coaccin intelectual y moral? O acaso no hay contradiccin alguna en los trminos, y la forma- cin de la personalidad no presupone una actividad espon- tnea y libre, en un medio social basado en la colaboracin y no en la sumisin? Conviene examinar este problema prin- cipal de toda la educacin. El sentido y el alcance del ar- tculo 26 depende por completo de su solucin. El derecho a la educacin, que formula de manera tan explcita, no es tan slo el derecho a frecuentar una escuela: es tambin, dado que la educacin apunta al pleno desarrollo de la personalidad, el derecho a encontrar en esta escuela todo lo necesario para construir una razn dinmica y una con- ciencia moral viva.

    A. EDUCACIN INTELECTUAL

    Desde el punto de vista de este pleno desarrollo de la per- sonalidad , se puede decir que los mtodos de la escuela tradicional consiguen formar una razn activa y autnoma en el nio y el adolescente?

    La escuela tradicional ofrece al alumno una cantidad considerable de conocimientos y le facilita la ocasin de aplicarlos a problemas o ejercicios diversos: amuebla de este modo el pensamiento y lo somete, como suele decirse, a una gimnasia intelectual, que se supone tiene que forta- lecerlo y desarrollarlo. En caso de olvido (y todos sabemos lo poco que se conserva de los conocimientos escolares al cabo de cinco, diez o veinte aos de haber acabado los estu-

  • Desarrollo de la personalidad y de las libertades 45

    dios secundarios) le queda al menos la satisfaccin de haber ejercitado la inteligencia; poco importa que no recordemos nada de la definicin de coseno, de las reglas de la cuarta declinacin latina o de unas fechas de la historia militar: lo esencial es haberlas conocido. Los partidarios de la es- cuela activa, contestan entonces que si queda tan poca cosa de los conocimientos aprendidos por encargo, la extensin del programa importa menos que la calidad del trabajo: conquistar por s mismo un cierto saber a travs de inves- tigaciones libres y de un esfuerzo espontneo dar como re- sultado una mayor facilidad para recordarlo; sobre- todo permitir al alumno la adquisicin de un mtodo que le servir toda la vida, y que ampliar sin cesar su curiosidad sin riesgo de agotarla; por lo menos, en lugar de dejar que su memoria domine a su razonamiento o de someter su in- teligencia a unos ejercicios impuestos desde el exterior, aprender a hacer funcionar su razn por s mismo y cons- truir libremente sus propios razonamientos.

    No creemos que un debate de este tipo pueda zanjarse con una simple discusin, ni que la pedagoga sea un asrm- to exclusivo de opiniones autorizadas. El arte de la edu- cacin es como el de la medicina: un arte que no puede practicarse sin unos dones especiales, pero que supone unos conocimientos exactos y experimentales relativos a los seres humanos sobre los cuales se ejerce. Estos conoci- mientos no son anatmicos y fisiolgicos, como los del m- dico, sino psicolgicos. No por ello son menos indispensa- bles, y la solucin de los problemas de la escuela activa o de la formacin de la razn depende de ellos y precisamen- te de la manera ms directa. Las investigaciones psicol- gicas sobre el desarrollo de las operaciones racionales y sobre la adquisicin o la construccin de las nociones fun-

  • 46 El derecho a la educacin

    damentales facilitan, en efecto, unos datos que parecen de- cisivos en favor de los mtodos activos y de la necesidad incluso de una reforma de la enseanza intelectual mucho ms radical, que muchos partidarios de la escuela activa ni siquiera imaginan.

    Sucede que, por mucho que dependan de los meca- nismos nerviosos cuya maduracin permite su aplica- cin sucesiva (las partes ms nuevas del cerebro humano no estn en condiciones de funcionar hasta el final de la in- fancia), las operaciones lgicas no se constituyen y no ad- quieren sus estructuras de conjunto ms que en funcin de un cierto ejercicio no nicamente verbal sino ante todo y fundamentalmente relacionado con la accin sobre los ob- jetos y con la experimentacin: una operacin es una ac- cin propiamente dicha, pero interiorizada y coordinada con otras acciones del mismo tipo segn unas estructuras precisas de composicin, Por otro lado, estas operaciones no son en absoluto privativas del individuo solo, y suponen necesariamente la colaboracin y el intercambio entre los individuos. En este caso, ibastar para crear una lgica en el nio y en el adolescente con que el alumno escuche las mejores lecciones durante aos, de la misma manera con que el adulto escucha a un conferenciante? O una formacin real de los instrumentos de la razn exige un ambiente colectivo de investigacin activa y experimental y de discusin en comn?

    A modo de ejemplo representativo de este tipo de pro- blemas pedaggicos fundamentales, podemos tomar la en- seanza de las matemticas elementales (en las escuelas de primer y segundo grado). Efectivamente, ste es el pun- to en el que los maestros encuentran las mayores dificulta- des y en-el cual, a pesar de todas las cualidades de su en-

  • Desarrollo de la personalidad y de las libertades 47

    seanza, los mtodos no activos que generalmente son impuestos conducen a las dificultades ms corrientemente admitidas. Es un hecho notorio que, por otra parte, en las clases normales slo una fraccin del alumnado asimila las matemticas, aunque esta fraccin no comprenda ne- cesariamente al conjunto de los ms dotados en las otras materias. Se llega incluso a considerar la comprensidn de las matemticas elementales como el signo de una aptitud especial, considerando el bache de las matemticas se- gn su presencia o su ausencia como criterio de explicacin de los fracasos y los xitos, sin que nadie se pregunte si aqullos no dependeran quiz del mtodo clsico de la enseanza misma. Ahora bien, las matemticas no son otra cosa que una lgica, que prolonga de la forma ms natural la lgica corriente y que constituye la lgica de todas las formas un poco evolucionadas del pensamiento cientfico. Un fracaso en matemticas significara as una insuficiencia en el seno de los mecanismos de desarrollo de la razn: antes de emitir un juicio tan grave sobre la mayora de alumnos y la gran mayora de ex alumnos de nuestras escuelas (porque, iqu queda, en cuanto a matemticas, en la mayora de adultos no especializados en ciencias?), es del todo necesario preguntarse si la responsabilidad no es achacable a los mtodos.

    Una cosa extremadamente sorprendente es, efectivamen- te, el hecho de que todo el mundo est convencido (en vir- tud de una tradicin cuyos autores no son ni las autoridades escolares ni los actuales maestros, pero que pesa gravemen- te sobre el conjunto de la enseanza) de que para ensear correctamente matemticas basta con conocerlas, sin tener que preocuparse del modo como las nociones se construyen efectivamente en el pensamiento del nio. Es verdad que

  • 48 El derecho a la educacin

    se intentar ser concreto, intuitivo, etc..., e incluso ins- pirarse en la historia de las matemticas, como si el desa- rrollo de los descubrimientos, desde Euclides hasta hoy, fuera paralelo a las etapas de la construccin psicolgica real de las operaciones. Pero nadie se preocupar de esta construccin psicolgica en s misma.

    Ahora bien, al estudiar psicolgicamente el desarrollo de la inteligencia matemtica espontnea del nio y del adolescente, se pueden hacer una serie de constataciones importantes para la enseanza. En primer lugar, cuando los problemas se plantean sin que el nio se d cuenta de que se trata de matemticas (por ejemplo, en el transcur- _ -_ so de experiencias concretas que hace intervenir cuestio nes de proporcin, de reglas, de signos bajo la forma de operaciones inversas sucesivas, de velocidades absolutas o incluso relativas, etc.), los alumnos los resuelven en fun- cin de su inteligencia general y no de aptitudes individua- les especiales (stas no pueden ser excluidas, pero no juegan el papel preponderante que aparentan). Concretamente, es frecuente encontrar alumnos mediocres en las lecciones de clculo que hacen gala de un espritu comprensivo e incluso de cierta inventiva cuando los problemas estn planteados en funcin de una actividad cualquiera que interesa al su- jeto preguntado. Permaneciendo pasivos y a menudo blo- queados en la situacin escolar consistente en resolver pro- blemas en abstracto (es decir, sin relacin con una necesidad actual), convencidos sobre todo de su insuficiencia y por consiguiente renunciando de antemano y considerndose vencidos interiormente, los alumnos con reputacin de in-

    ll. PIAGET: Les Notions du mouvernent et de vitesse chez len- fant, Paris, Presses universitaires de France.

  • Desarrollo de la personalidad y de las libertades 49

    ferioridad en matemticas presentan una actitud completa- mente distinta cuando el problema emana de una situa- cin concreta y est vinculado a otros intereses: el nio, en este caso, sale adelante en funcin de su inteligencia perso- nal como si se tratase de una cuestin de simple inteligen- cia. De aqu hay que extraer un primer resultado esencial: todo alumno normal es capaz de un buen razonamiento ma- temtico si se impulsa su actividad y si se consigue de este modo levantar las inhibiciones afectivas que le dan dema- siado a menudo un sentimiento de inferioridad cuando se trata de lecciones relativas a esta materia. Toda la dife- rencia estriba en que, en la mayora de lecciones de mate- mticas, el alumno queda relegado a recibir del exterior una disciplina intelectual ya completamente organizada, que puede entender o no, mientras que en un contexto de actividad autnoma est llamado a descubrir por s mismo las relaciones y las nociones y a reconstruirlas de esta for- ma hasta el momento en que se sentir feliz de saberse guiado e informado.

    En segundo lugar, las experiencias que hemos podido lle- var a cabo acerca del desarrollo de las nociones matemti- cas y fsicas nos han demostrado que una de las causas esenciales de la pasividad de los nios en estas disciplinas, en oposicin al libre desarrollo de la actividad intelectual que deberan protagonizar, tiene su origen en la disociacin insuficiente entre las cuestiones de lgica y las considera- ciones numricas y mtricas. En un problema de velocida- des, por ejemplo, el alumno tiene simultneamente que de- sarrollar un razonamiento que abarque tanto los espacios recorridos como los tiempos empleados, y efectuar un clcu- lo sobre los nmeros que expresan estas cantidades. Ahora bien, mientras la estructura lgica del problema no est

  • 50 El derecho a la educacln

    slidamente asegurada, las consideraciones numricas si- guen careciendo de significado y, por el contrario, obstacu- lizan la comprensin del sistema de relaciones en juego. Pero como el problema se refiere precisamente a estos nmeros, el nio intenta a menudo todo tipo de clculo, aplicando por tanteo las distintas operaciones que conoce, lo cual tiene como efecto bloquear su razonamiento. Aqu tenemos un nuevo ejemplo de los errores que corremos al pensar que la lgica es innata en el nio, cuando en reali- dad se construye paso a paso en funcin de sus actividades. Cuando por el contrario se disocian los dos tipos de factores, se avanza con mayor seguridad a la vez que se consigue el verdadero objetivo de la enseanza matemtica: el desarro- llo de las capacidades deductivas. Es fcil, por ejemplo, pre- sentar a los nios de 10 a 12 aos unos problemas, incluso complicados, de velocidades (composicin de las velocida- des de dos mviles, uno de los cuales se desplaza sobre otro o en realidad a otro; aceleracin sobre un plano inclinado, etctera) sin datos numricos y llevando el razonamiento al terreno de las relaciones simplemente lgicas (acerca del ms y del menos, y no. del cunto; i es decir, segn el modo como ya Aristteles razonaba acerca de la velocidad! ). Li- berado de la preocupacin de calcular, el nio se complace entonces en construir activamente todas las relaciones l- gicas en juego y llega de este modo a la elaboracin de me- canismos operativos giles y precisos, a menudo incluso su- tiles: una vez construidos estos mecanismos, es posible introducir los datos numricos y ambos adquieren un signi- ficado completamente distinto que si los presentamos con- juntamente. Aparentemente se pierde mucho tiempo actuan- do as, pero a fin de cuentas no solo se gana sino que se consigue un. enriquecimiento de la actividad personal.

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    En tercer lugar, el estudio psicolgico de las nociones lgicas y matemticas del nio ha demostrado que exista un desarrollo real y espontneo de dichas nociones, en par- te independientemente no de los intercambios con el me- dio social (estimulante necesario de todo pensamiento), sino de los conocimientos propiamente dichos adquiridos en la familia o en la escuela. As, para tomar ejemplos elementa- les, hasta cierta edad el nio considera que un objeto que cambia de forma (por ejemplo una bola de pasta de mode- lar) cambia tambin en cuanto a cantidad de materia, peso o volumen: ahora bien, a travs de un trabajo autnomo de coordinacin lgica es como llega partiendo de estos estados iniciales generalmente insospechados, a considerar como necesarios la conservacin de la cantidad (hacia los 7-8 aos), del peso (hacia los 9-10 aos) y del volumen fsico (hacia los ll-12 aos). Igualmente, sin que el entorno se d cuenta de estas transformaciones lgicas y matemticas en el espritu del nio, ste construye por sus propios medios sus nociones geomtricas elementales* (conservacin de las distancias, de las paralelas, de los ngulos, perspectivas, construccin de los sistemas de referencia en funcin de las orientaciones fsicas, proporciones, etc.). Sin embargo, esta elaboracin intelectual espontnea no tan slo es mu- cho ms rica de lo que se cree, sino que adems pone en evidencia una ley de evolucin muy clara: todas las no- ciones matemticas empiezan por una construccin cualita- tiva antes de adquirir un carcter mtrico. En el campo del espacio, concretamente, la representacin del nio est al

    12. Vase PIAGET B INHELLJER: La Reprsentatiwz de Iespace chez Ienfant, y PIAGET, INHELDER y SZEMINSKA, La Gomtrie spmtunt?e de lenfunt, Paris, Presses universitaires de France.

    -- - .~___^_, .I -___ --P-I-- .-

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    principio menos influenciada de lo que se pueda pensar por las relaciones mtricas en juego en la percepcin; al contrario, dicha representacin arrancada de este tipo de relacin que los matemticos llaman &opolgicas mucho antes de colocarse en la perspectiva de la geometra de Eu- clides (lo que por otra parte es de gran inters desde el punto de vista de los matemticos modernos). As pues, est por realizar todo un reajuste de los mtodos didc- ticos con los datos psicolgicos del desarrollo real, y se pue- de esperar desde este punto de vista un reforzamiento con- siderable de las llamadas a la actividad autnoma del nio.

    En cuarto lugar -y esto resume todo lo precedente- se ensea matemticas como si se tratase exclusivamente de verdades accesibles por medio de un lenguaje abstracto e incluso del lenguaje especial constituido por unos smbolos operativos; sin embargo, las matemticas son ante todo y en primer lugar unas acciones ejercidas sobre las cosas, y las mismas operaciones son siempre acciones, aunque bien coordinadas entre s y simplemente imaginadas en lu- gar de ser ejecutadas materialmente. Sin duda es indispen- sable llegar a la abstraccin, y esto-es natural incluso en todos los campos en el transcurso del desarrollo mental de la adolescencia. Pero la abstraccin no es ms que una especie de engao y de desviacin del espritu si no consti- tuye la culminacin de una serie ininterrumpida de accio- nes concretas anteriores. La verdadera causa de los fraca- sos de la educacin formal depende, pues, esencialmente, del hecho de que se empiece por el lenguaje (acompaado de dibujos, de acciones ficticias o explicadas, etc.) en lu- gar de empezar por la accin real y material. La enseanza matemtica debe estar preparada desde el parvulario a travs de una serie de mani,pulaciones relativas a los con-

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    juntos lgicos y numricos, las longitudes y las superficies, etctera, y este tipo de actividades concretas debera ser desarrollado y enriquecido constantemente, muy sistem- ticamente, durante toda la enseanza de primer grado para transformarse poco a poco, en los comienzos del segundo grado, en experiencias de fsica y de mecnica elemental. En tal caso, la enseanza propiamente matemtica se vera situada en su ambiente natural de adecuacin a los objetos y dara lugar a un impulso de la inteligencia completamen- te distinto del caso en que siguiera siendo verbal o grfica.

    Para citar un solo ejemplo, todo el mundo conoce la dificultad que experimentan los alumnos de segundo grado (incluso muchos estu- diantes universitarios) para entender la regla algebraica llamada de los signos Menos por menos = ms . Ahora bien, esta regla de los signos es descubierta ya en la prctica por nios de 7 y 8 aos, bajo formas cualitativas variadas. Cuando a una varilla fina de hie- rro que atraviesa tres perlas ABC se le da vuelta detrs de una pantalla (de modo que los movimientos de la varilla sean visibles, pero no los de las perlas) el nio comprende que el orden ABC se convierte en CBA; comprende entonces inmediatamente que dos vueltas producen el regreso al orden ABC, que tres vueltas dan CBA, etc. Descubre as, sin conocerlo, la regla de composicin que dice que dos inversiones de sentido se anulan, o dicho de otra for- ma menos por menos = ms. Pero cuando tenga 15 o 16 aos, si las operaciones algebraicas, cuya existencia aprender, no le apa- recen como prolongacin de acciones de este tipo, ino entender nada!

    Hemos insistido bastante sobre este ejemplo de las ma- temticas porque no hay otro campo en el que el pleno de- sarrollo de la personalidad y la conquista de los instru- mentos lgicos 0 racionales que aseguren su autonoma in- telectual, sean ms realizables, dado que adems estn obs- taculizados sin cesar en la prctica de la enseanza tradi- cional. Y es que no hay nada ms difcil para el adulto que

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    saber hacer una llamada a la actividad real y espontnea del nio o del adolescente: ahora bien, nicamente esta actividad, orientada y permanentemente estimulada por el maestro, pero permaneciendo libre en sus intentos, sus tan- teos e incluso sus errores, puede conducir a la autonoma intelectual. Conocer el teorema de Pitgoras no asegura el libre ejercicio de la razn personal; lo que lo hace es ha- ber redescubierto su existencia y su demostracin. El ob- jetivo de la educacin intelectual no es saber repetir o con- servar unas verdades acabadas, porque una verdad que uno reproduce no es ms que una semiverdad; aprender a conquistar por s mismo lo verdadero con el riesgo de de- dicarle mucho tiempo y dar muchos rodeos es lo nico que garantiza una actividad real.

    Y si esto debe recordarse a propsito de la metodologa de las matemticas, con mucha ms razn es indicado ba- sarse en la actividad en la enseanza de la lengua, de la geografa y de la historia, de las ciencias naturales, etc.; es decir, en todos los campos en los que el conocimiento del hecho no es vlido ms que en funcin de los procedi- mientos de descubrimiento que han hecho posible estable- cerlo.

    Pero el pleno desarrollo de la personalidad, bajo sus as- pectos ms intelectuales, es indisociable del conjunto de relaciones afectivas, sociales y morales que constituyen la vida de la escuela (hemos recordado ms arriba una espe- cie de inhibicin afectiva que bloquea frecuentemente el razonamiento de los alumnos como consecuencia de fraca- sos en matemticas). A primera vista, la expansin de la personalidad parece depender sobre todo de factores afec- tivos, y el lector a lo mejor estar sorprendido por el hecho de que para ilustrar la nocin de libre desarrollo de la per-

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    sona, hayamos comenzado por la lgica y las matemticas. En realidad, la educacin forma un todo indisociable, y no es posible formar unas personalidades autnomas en el te- rreno moral si por otra parte el individuo est sometido a una coaccin intelectual tal que deba limitarse a aprender por encargo sin descubrir por s mismo la verdad: si es pasivo intelectualmente, no puede ser libre moralmente. Pero recprocamente, si su moral consiste exclusivamente en una sumisin a la autoridad del adulto, y si las nicas relaciones sociales que constituyen la vida de la clase son las que existen entre un maestro que detenta todos los po- deres y cada alumno individualmente, no puede tampoco ser activo intelectualmente.

    De esta forma, los mtodos llamados activos, nicos , aptos para desarrollar la personalidad intelectual, presupo- nen necesariamente la intervencin de un ambiente colecti- vo a la vez factor de formacin moral y fuente de intercam- bios intelectuales organizados. No puede, en efecto, darse una actividad intelectual verdadera, bajo la forma de ac- ciones experimentales y de investigaciones espontneas, sin una libre colaboracin de los individuos, es decir, en este caso, de los alumnos entre s y no tan slo entre el maestro y el alumno. La actividad de la inteligencia su- pone no slo unas estimulaciones recprocas continuas, sino adems y ante todo el mutuo control y el ejercicio del esp- ritu crtico, nicos que conducen al individuo a la objetivi- dad y a la necesidad de demostracin. Las operaciones de la lgica son siempre, de hecho, unas cooperaciones, e im- plican un conjunto de relaciones de reciprocidad intelectual y de cooperacin a la vez moral y racional. Ahora bien, la escuela tradicional no conoce otra relacin que la que une al maestro, especie de soberano absoluto que detenta la

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    verdad intelectual y moral, con cada alumno individual- mente; la colaboracin entre alumnos e incluso la comuni- cacin directa entre ellos quedan as excluidas del trabajo de la clase y de los deberes a realizar en casa (a causa de las notas a dar y del ambiente de examen...). La escuela activa supone, al contrario, una comunidad de trabajo, al- ternando el trabajo individual y el trabajo en grupos, por- que la vida colectiva se ha demostrado indispensable para el desarrollo de la personalidad, incluso bajo sus aspectos ms intelectuales. Toda una tcnica de trabajo por equi- pos lS ha sido elaborada de esta forma en muchos pases y bajo distintos nombres. He aqu un pequeo ejemplo: vi- sitando antao con Decroly una de sus escuelas, encontra- mos por casualidad en una habitacin apartada un grupo de alumnos estudiando juntos (y solos) un problema de geo- metra analtica; oyndoles discutir no pude dejar de re- cordar que las pocas nociones aprendidas por m a la mis- ma edad relativas a esta materia, que entonces me aterrori- zaba, se deban no a las explicaciones de un compaero, sino a unas explicaciones al margen de la vida escolar y por de- cirlo as irregulares, mientras que en el grupo que yo tena ante mis ojos el trabajo en comn era el mtodo normal y corriente.

    B. EDUCACIN MORAL

    El problema de la educacin moral es exactamente parale- lo a los que acabamos de discutir respecto de la lgica o

    13. Vase Le travail par quipes lcole, Bureau international dEducation.

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    de la enseanza de las matemticas. Se pretende formar individuos sometidos a la coaccin de las tradiciones y de las generaciones anteriores ? En este caso, basta con la au- toridad del maestro y, eventualmente, las lecciones de moral, reforzando esta moral en la obediencia con un sis- tema de estmulos y de sanciones punitivas. Se pretende, por el contrario, formar simultneamente unas conciencias libres y unos individuos respetuosos hacia los derechos y las libertades de los dems? Entonces es evidente que ni la autoridad del maestro ni las mejores lecciones que dar sobre el tema bastarn para crear unas relaciones vivas hechas a la vez de autonoma y de reciprocidad. Onicamen- te una vida social entre los mismos alumnos, es decir, un autogobierno llevado lo ms lejos posible y que sea parale- lo al trabajo intelectual en comn, conseguir el doble de- sarrollo de personalidades dueas de s y de su mutuo respeto.

    Mltiples experiencias pedaggicas han permitido esta- blecer los resultados de este autogobiernol*, cuando no constituye un mtodo impuesto artificialmente, y por ello contradictorio, sino cuando corresponde al espritu de la escuela entera. Por otro lado, cierta cantidad de investiga- ciones psicolgicas han llevado a precisar la influencia res- pectiva de las diversas relaciones de autoridad y de recipro- cidad entre adultos y nios o nios entre s. Ya im- pulsadas antes de la ltima guerra, estas experiencias pe- daggicas y psicolgicas encontraron en las circunstancias trgicas que motivaron los numerosos pueblos infantiles de la posguerra una renovacin realmente reconfortante;

    14. Vease Le self-govemment lcole, Bureau international d%ducation.

  • 56 El derecho a la educacin

    quizs incluso de estas pequeas sociedades formadas por nios reunidos por sus comunes desgracias nos vienen hoy las ms slidas razones para esperar un futuro mejor para la humanidad, ya que aqu es muy evidente la posibilidad de una renovacin del ser en una atmsfera social basada en el afecto y en la libertad (es decir, no basada en la obe- diencia sino en la responsabilidad libremente asumida).

    Hemos admitido anteriormente que los dos aspectos co- rrelativos de la personalidad eran la autonoma y la reci- procidad. En oposicin al individuo que no ha alcanzado aun un nivel de personalidad y cuyas caractersticas son ignorar cualquier regla y centrar sobre s mismo las relacio- nes que le unen con su entorno fsico y social, la persona es el individuo que sita su yo en su autntica perspectiva con relacin al de los dems, es decir, que lo inserta en un sistema de reciprocidades que implica a la vez una discipli- na autnoma y una descentracin fundamental de la propia actividad. Los dos problemas esenciales de la educacin moral son, pues, asegurar dicha descentracin y construir esta disciplina. Pero, de qu medios dispone el educador para alcanzar este doble objetivo, medios facilitados ya sea por la naturaleza psicolgica del nio, ya por las relaciones que se establezcan entre ste y los diversos miembros de su entorno?

    En la constitucin mental del nio se dan en primer lu- gar tres tipos de sentimientos o de tendencias afectivas sus- ceptibles de impulsar la vida moral. En primer lugar una necesidad de querer, que jugar un papel esencial al desa- rrollarse bajo mltiples formas, desde la cuna a la adoles- cencia. Por otra parte, un sentimiento de temor ante los mayores y ms fuertes que l, tendencia que juega un papel nada despreciable en las conductas de obediencia y de con-

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    formismo utilizadas en diversos grados por varios sistemas de educacin moral. Un sentimiento mixto, en tercer lugar, compuesto simultneamente de afecto y de temor: es el sentimiento de respeto, cuya importancia excepcional han subrayado todos los moralistas en lo referente a la forma- cin o el ejercicio de la conciencia moral. Para algunos, el respeto constituye un estado afectivo derivado y nico en su gnero; no tendra como objeto a los dems individuos, como el amor o el temor, sino que se vinculara directamen- te con los valores o con la ley moral, encarnados en dichos individuos; respetar a una persona equivale a respetar la ley moral en l (Kant), o la disciplina que representa y apli- ca (Durkheim). Segn otros autores, a los cuales nos cei- remos, el respeto, a pesar de ser susceptible de tomar se- cundariamente las formas superiores, es ante todo y como los otros dos, un sentimiento de individuo a individuo, y se inicia con una mezcla de afecto y temor que el nio sien- te por sus padres y por el adulto en general (antes de que los conflictos y las desilusiones maticen estas actitudes pri- mitivas).

    En cuanto a las relaciones entre el nio y las diversas personas de su entorno, juegan un papel fundamental en la formacin de los sentimientos morales, segn se acen- te una de las tres variedades de tendencias afectivas re- cin explicadas. En efecto, es esencial comprender que si el nio lleva en s mismo todos los elementos necesarios para la elaboracin de una conciencia moral o razn prc- tica, como la de una conciencia intelectual o razn a secas, ni una ni otra se dan ya acabadas en el punto de partida de la evolucin mental y ambas se elaboran en estrecho con- tacto: con el medio social; las relaciones del nio con los individuos de los cuales depende seran pues, hablando con

  • 66 El derecho a la educacin

    propiedad, formadoras, y no se limitan, como se cree ge- neralmente, a ejercer unas influencias ms 0 menos pro- fundas, sino que de alguna manera son accidentales respec- to