Piaget, Jean El Mito Del Origen Sensorial

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Psicología

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    EL MITO OEL OR16EN SENSORIAL DE LOS CONOCIMIENTOS .CIENT(FICOS

    dccd_05Cuadro de texto UNIVERSIDAD AUTNOMA METROPOLITANA Divisin de Ciencias de la Comunicacin y Diseo UNIDAD CUAJIMALPA Material Didctico de Apoyo "El mito del origen sensorial de los conocimientos cientficos", en Piaget, Jean, Psicologa y epistemologa, Origen/Planeta, Mxico, 1986. ISBN: 968-22-0259-0

    dccd_05Sello

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    El esfuerzo que se dedica a vericr detei'ininad opiniones es a veces inver5amente proporeiotial 5u fuerza .de propagaein; porque al consideraris glo.

    J -_ ' ' . ' -balmente parecen eVidentes y, sobr todo; jlorque al transmitir.se se benefieian de la autoridad d un cre-ciente .nmero de autore5. Slgi~o a Aristteles y a las mltiples variedades de empiri~os. ha. Plisado

    a ser ull lugar comn en la mayOra de los clrCuki$ cientficos el S()Stener qe iodo conclmiento pro. cede de los sentidos y es resultado de na abs~!I a partir de. Jos datos sensoriales. E. Mach. Do de los eSCllS()s f(siCOs que se han d\!Ci\do a al>ntalr ~Cll!l tes!& cOn l\eh05, se Vio Clblipdo, en su Adlfsi; d las senicions, 1\ considh' el cOnpcjmieJ!to ~ co como qn pro fenomemslllO i>en:wtivo (!.lYO ~ cuerdo ha pesa4o sobre toda Ja hist9rfa del :l@lo: de Viena y d~~ empirismO lgici>).

    Este mito (trmino con el que denominimos aqu, Da5 oPinione5 a las que una adhesin COiectiva de: masiado obligatoria hi 1>riva

  • tivos como menos inteligibles que los positivos puesto qui: no corresponden a nada sensible. Tras lo cual les concedi una inteligibilidad igual argumentando que traducen una causencia,1 pero sin darse cuenta del hecho de que la pareja presencia-ausencia se re-fiere a toda la accin y no simplemente a la sensa-cin. Todava en nuestros das, F. Enriques pretenda explicar Ja formacin de los diversos tipos de geome-tra (mtrica, proyectiva, topolgica) por la predo-minancia de tales o cuales formas de sensaciones (cinestsicas, visuales, etc.).

    Ello no obstante, la hiptesis de un origen senso-rial de nuestros conocimientos lleva a paradojas cuyo tipo significativo fue enunciado por M. Planck en sus Iniciaciones a la fsica: nuestros conocimientos fsicos habrn salido de la sensacin, pero su progre-so consiste precisamente en liberarse de todo antro-pomorfismo y, por consiguiente, en alejarse lo ms posible del dato sensorial. Afirmacin de la que no-sotros concluiriamos que el conocimiento nunca pro-cede de la sensacin sola, sino de aquello que la ac-cin aade a este dato. De todas formas, Planck sigue fiel a la opinin tradicional y, en consecuencia, no llega a resolver su propia paradoja.

    Y eso que J. J. Ampere deca ya a principios del si-glo XIX que la sensacin es un simple smbolo y que quienes admiten su adecuacin a los objetos son comQ los campesinos (yo dira: como los nios) que creen en una necesaria correspondencia entre el nom-bre de las cosas y las cosas nombradas. En uno de sus mejores libros recientes sobre la sensacin,'

    1. Sobre las opiniones de d'Alcmbert, ver M. MOIJ.ER, La philosophie de J. d'Alembert, Payot, Pars.

    2. H. Pn!RON, La sensation guide de vie, GaJlimard.

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    \

    H. Piron dice tambin que la sensacin es de natu-raleza simblica pero que nunca alcanza el grado de objetividad que caracteriza a la ms sencilla ecuacin matemtica. Ahora bien, cuando se habla de smbolo se est apuntando a un sistema de significaciones, lo cual supera, desde luego, los marcos del puro dato (del sense datum clsico).

    As pues, en lo que sigue voy a intentar reexami-nar Ja tesis tradicional del origen sensorial de los conocimientos a la luz de la psicologa contempornea poniendo de manifiesto sus equvocos. Admitiremos que la sensacin o la percepcin operan siempre en los estadios elementales de formacin de los cono-cimientos; pero nunca operan solas y lo que se les aade resulta por lo menos tan importante como ellas en la elaboracin citada.

    l. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

    Empezaremos llamando la atencin sobre una dis-tincin terminolgica. La psicologa clsica distin-gua las sensaciones, referidas a las cualidades (una magnitud, la blancura, etc.) y las percepciones, re-feridas a los objetos (esta hoja de papel). Se consi-deraba por tanto que la sensacin corresponda a elementos previos y la percepcin a una sntesis se-. cundaria. En la actualidad, ya no se cree en tales sensaciones elementales y previas (salvo desde el punto de vista fisiolgico; pero nada prueba que la sensacin en tanto que reaccin fisiolgica corres-ponda a un estado psicolgico definido): existen sin ms percepciones como totalidad, lo cual quiere de-cir que las sensaciones son slo los elementos estruc-

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  • turados de aqullas y ya no estructurantes (y sin diferencia de naturaleza entre el todo y sus partes). Cuando percibo una casa no veo primero el color de un tejado, la magnitud de una chimenea, etc., y finalmente la casa, sino que de entrada percibo la casa como cGestalt y nicamente despus paso al anlisis de sus detalles.

    As pues, para ser ms exactos habra que hablar del origen perceptivo y no sensorial de los conoci- mientos cientficos, puesto que la percepcin no es un cc>mpuesto de sensaciones sino una composicin inmediata de stas.

    Ahora bien, si las sensaciones no son independien tes por cuanto siempre estn reunidas en percepcio-nes, podemos preguntamos si la percepcin misma constituye una realidad autnoma. A lo que hay que responder que depende de la motricidad. El neurlo-go V. Weizsiicker deca agudamente: Cuando perci bo una casa, no veo una imagen que me entra en el ojo. Al contrario, veo un slido en el que puedo en-trar. Con lo cual pretenda ilustrar su concepto de cGestaltkreis (opuesto al simple concepto de Ges-talt>), destinado a subrayar la accin reciproca de la motrlcidad sobre la percepcin que siempre acom paa a la accin de la percepcin sobre la motrici dad, accin esta ltima que durante mucho tiempo se consider exclusiva (modelo simplista del arco reflejo>). En el mismo espritu, V. Holst y muchos otros han insistido sobre un principio de reaferen cia que tiene en cuenta estas mismas retroacciones de la motricidad sobre la percepcin.

    Es decir, como lnteracin o totalidad estructurada y no como suma dC'! partes. El tnnlno alemn liesta1t suele traducirse por forma o configuracin estructurada. (T.)

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    este respecto se puede citar una experiencia cru . 1 Nos referimos a la realizada por Ivo Kohler con c1~ . tos ue despus de algunos das de llevar unas s~}:s co~ e:pejos que invierten los objetos 180', mues-g . apac1dad de enderezarlos (hasta el punto de tran su e b k con

    dar en bicicleta por las calles de Inns ru~ d an ) .., t es la meor e [ tadas sobre la nariz . c.S a lasgaasc1 .. 1 d ser . . de cmo la percepc1on v1sua pue e

    mostrac1on . . 1 actividad influida por el conjunto de la acc10i;i, con a ..

    t. a de la motricidad sobre la percepc1on y retroac 1v 1 coordinacin de las claves visuales y tct1 o-emes tsicas. d las Partiendo de estas premisas vamos a de en er

    guientes hiptesis. Nuestros conocimientos no pro-s~ enen nicamente ni de la sensacin n.i de la per~ v1 . , s1no de la totalidad de la accin con res cepc1on, . 1 ft ye la

    t de la cual la percepcin s o cons ~ u pee o f t prop!O de la funcin de sealizacin. En e ec o, o . inteligencia no es contemplar, sino transf_?rmt;;_ y u mecanismo es esencialmente operaton~. !

    \,.en como las operaciones consisten en acciones m t~ri;rizadas y coordinadas en estructuras del con junto (reversibles, etc.), si se ~uier~ da~ c~nta :: este aspecto operatorio de la. mteh~enc1a un:ia 1' es conveniente partir de la accin misma y no e a percepcin sin ms.

    Siempre que operamos sobre un objeto lo estam?s transformando (de la misma manera que el orgams

    lo reacciona ante ef medio asimilndolo, en el :~t~do ms amplio del trmino). Hay dos m~dos de

    formar el objeto a conocer. Uno consiste en trans . . t s 0 sus pro-modificar sus posiciones, sus mov1m1en o '

    t aleza es la acc1 n . d des para explorar su na m . . pie a . t n enrique que llamarcms fsica. El otro cons1s e e

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  • cer el objeto con propiedades o relaciones nuevas que conservan sus propiedades o relaciones anterio- res, pero completndolas mediante sistemas de clasi-ficaciones, ordenaciones,. correspondencias, enumera-ciones o medidas, etc.: son las acciones que llamare-mos lgico-matemticas.' El origen de nuestros cono-cimientos cientficos reside, por tanto; en estos dos tipos de acciones y no solamente en las percepciones que les sirven de sealizacin.

    Aun as, .al defender que el origen de los conoci-mientos nunca est en .la percepcin sin ms, sino que deriva de la totalidad de la accin cuyo esque-matismo engloba la percepcin superndola, topare-mos sin lugar a dudas con la objecin siguiente: la accin misma slo ns es conocida gracias a una cierta variedad de percepciones denominadas propio- ceptivas (mientras que los resultados externos de la accin sern registrados por va exteroceptiva). Por ejemplo, si clasifico u ordeno objetos con manipula-cin efectiva sentir mis movimientos gracias a un juego de percepciones propioceptivas y constatar sus efectos materiales por las vas visual o tctil ha-bituales.

    Ellomo obstante, lo importante para el conocimien-to no es la serie de tales acciones consideradas ais-ladamente, sino el esquema de dichas acciones, o sea, lo que en ellas es general y puede transponerse de una situacin a otra (por ejemplo, un esquema de orden o un esquema de reunin, etc.). Y el esquema no sale de la percepcin, sea propioceptiva o de otro tipo; el esquema es el resultado directo de la gene-

    3. Vase L. APosrEL, W. MAYS, A. MoRF y J. P1AGF:I, el.es liaisons ana-Iytiques et synthtiques dans les compo,.tements du sujet, E.ludes d'pis-

    t~ologie gntique, vol. IV, cap. 111, PUF, Pars, 1957.

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    ralizacin de las acciones mismas y no de su percep-cin; como tal, el esquema no es perceptible en ab-soluto.

    Podemos plantearnos el pro\>lema en los siguientes trminos: la nocin es msrica o ms pobre que la percepcin correspondiente? Por ejemplo: la nocin de espacio es ms rica o ms pobre que la percep-cin del espacio? En la medida en que la nocin procediera de la percepcin sin ms deberla ser ms pobre, puesto qi.te en 'ese caso se construirla solamen-te por abstraccin a partir de lo dado y mediante generalizacin; generalizacin que, siempre en el mis-mo supuesto, nada ms consistida en retener las par-tes comunes de los datos y abstraerlas de los ottos, lo cual conducira a hacer del concepto un esquema em-. p0brecido de lo percibido. Pero, en realidad, la nocin es ms rica que la percepcin y en el caso del espacio es incluso infinitamente ms rica que lo percibido; y esto por dos razones complementarias. La primera es que la nocin no consiste simplemente en tradu-cir el dato perceptivo, sino tambin (y, con frecuen-cia, de manera esencial) en corregirlo, en sustituir, por ejemplo, la anisotro)>a del campo visual por una isotropa perfecta, el continuo aproximativo de la percepcin par un continuo preciso (puesto que en el primero, como han mostrado Henri Poincar y W. Kohler, insistiendo en ello cada uno desde su punto de vista,. tenemos que A= B, B = C, pero A < C), los paralelismos groseros de la percepcin

    4. Decimos dos paralelismos.- (en plural) porque. aun cuando el paralelismo perceptivo ordinario es indudablemente euclidiano, es sabido que el matemtico y psiclogo LUNDURG ha descubierto .una estru~t1;1ra lobarschevskiana en el espacio de la visin con convergencia, desapanc1n y movimientos libres de la mirada. El profesor A. J~CKHEll~, de Lon dres, ha recogido este problema en nuestro Centro de Eptstentologfa

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  • por un paralelismo ad infinitum, etc. La segunda ra zn (que explica la primera) consiste en que la no-cin es ms rica gracias a todo lo que la accin ha aadido a la percepcin: el espacio nocional es esen cialmente operatorio, introduce sistemas de trans formaciones all donde la percepcin se contenta con estructuras estticas pobres. Pues bien, estas trans formaciones tienen su origen en las acciones (que engloban las percepciones sealizadoras) y no en di chas percepciones como tales. Por eso la nocin es irreductible il simples abstracciones y generalizacio-nes a partir del dato perceptivo. Al contrario, pro-cede esencialmente de construcciones (mediante ge neralizaciones constructivas y no slo por abstraccin de partes comunes) vinculadas desde un principio a la accin misma.

    Esto nos lleva al problema del carcter especfico de los cop.ocimientos lgico-matemticos en. general.

    2. LA FORMACIN J)B LOS cONOCIMIBNTOS LGICO-MATllMATICOS

    Como sobre este punto ya he hablado bastante en otras ocasiones, voy a limitarme a resumir los re sultados esenciales.

    A la hora de estudiar la gnesis de las nociones lgicas y matemticas en el nio resuita obligado reconocer que la experiencia es indispensable' para

    Gentica de Ginebra. Vase el fa$i;:ku1o V de los IUudes d'IPiJtlmolosit 1bitiq1Jt, PUF, Parfs, 1~57. [El lftulo del trabajo de A. JoNOOHU:M es Gomitrit tt perctption. (T.).] ,

    .5. Va$e Comr11es rtndus ds.c Ccmgres de Philosophie df$ Scitnct:t dt Zurch, 1954, vol. 1, 11E.xposs gnrauit., J, PJAGBI', Les rrandes lips de l'pi'$ilmolt>git giru!tique,

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    dicha formacin. Existe, por ejemplo, un n_iwl en el cual.el .nio no admite que A =C, si A= B y B = C y necesita un control perceptivo para admitir esta transitividad. Lo mismo ocurre con la propiedad con mutativa y esencialmente con el hecho de que la suma de los elementos de una serie-es independiente del or-den de enumeracin. As pues,--al principio slo -se conoce con la ayuda de la experiencia algo que (a par-tir del nivel operatorio de los 7 .a los 8 aos) apa' recer como evidente por nec~sidad deductiva.

    Por consiguiente, se podra llegar a creer con d'A lembert y Enriques que las propias matemticas han salido de la percepcin, si se piensa que toda expe-riencia consiste en una lectura perceptiva de las pro-piedades fsicas del objeto. Sin embargo, existen dos tipos de experiencias, tal vez unidas siempre. de he-cho, pero fcilmente disociables en el anlisis:.. la experiencia que llamaremos fsica y la experiencia lgico-matemtica.

    La experiencia fsica responde a la concepcin cl sica de la experiencia; consiste en actuar sobre obje-tos para extraer un conocimiento por abstraccin a

    partir de estos mismos objetos. Por ejemplo, cuando el nio levanta slidos advierte por experiencia fsi-ca la diversidad de los pesos, su relacin con el vo-lumen a igual densidad, la variedad de las denslda des, etc.

    Por el contrario, la experiencia lgico-'matemtica consiste en operar sobre los objetos pero sacando conocimientos a partir de la accin y no a partir de los objetos mismos. En este caso, la accin empie-za por conferir a los objetos caracteres que no poseian por s( mismos (manteniendo adems sus anteriores propiedades) y la experiencia se refiere al ligamen

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  • entre los caracteres introducidos por la accin en el objeto (y no a las anteriores propiedades de ste). Es en este sentido en el que el conocimiento se extrae de la accin como tal y no de las propiedades fsicas dl objeto. En el caso de las relaciones entre la suma y el orden de unos cantos enumerados por el nio, re-sulta evidente que el orden ha sido introducido por la accin en los cantos (puestos en hilera o en crcu-lo), y lo mismo ocurre con la suma (debida a la acti-vidad de coaligar o de reunir). Lo que el sujeto des-cubre entonces no es una propiedad fsica de los cantos, sino una relacin de independencia entre las dos acciones de reunin y de ordenacin. Cierto es que ha habido adems una experiencia fsica que pro-cura los conocimientos siguientes: que cada uno de los cantos se ha conservado durante la operacin y que son ordenables y enumerables, etc. Pero la ex-periencia no se ha referido a este aspecto fsico: se trataba de saber si la suma es dependiente o no del orden seguido y, sobre este punto preciso, la expe-riencia es autnticamente lgico-matemtica en tanto que se refiere a las propias acciones de los sujetos y no al objeto en cuanto tal. .

    ~sta es la causa de que, en un momento dado, las acciones lgico-matemticas del sujeto puedan pers-cindir de su aplicacin a objetos fsicos e interiori-zarse en operaciones manipulables simblicamente. Dicho con otras palabras: sta es la razn de que, .a partir de un cierto nivel, existan una lgica y una matemtica puras para las que la experiencia deja de tener sentido. Por eso, ad~ms, la lgica y la ma-temtica pura pueden superar indefinidamente la ex-periencia al no estar limitadas por las propiedades fsicas del objeto. Pero como la accin humana es la

    propia de un organismo que forma parte del universo fsi~o se comprende tambin por qu estas combi-naciones operatorias ilimitadas se anticipan tan a me-nudo a la experiencia y por qu, cuando vuelven a ~ncontr~rse, hay acuerdo entre las propiedades del objeto y las operaciones del sujeto.

    3. LA FORMACIN DE LOS CQNOCIMIENTOS FSICOS O EXPERIMENTALES

    En cambio, el conocimiento fsico, o experimental en general (incluida en l Ja geometra del mndo real), procede por abstraccin a partir de las propie- dades del objeto como tal. As pues, hay que admitir que el papel del dato perceptivo ser ms importante en este segundo campo. Pero -y esto es esencial-queda el hecho de que en la prctica la percepcin .nunca , opera sola:. nicamente descubrimos Ja pro-

    P!~dad del objeto cuando aadimos algo a la percep-c1on. Y este algo que aadimos es, precisamente, un conjunto de marcos lgico-matemticos que son los que hacen posible las lecturas perceptivas.

    En efecto, es fundamental. para nuestros propsi-tos recordar que si bien existe un conocimiento lgi-co-matemtico puro, en tanto que desligado de toda e~periencia, en cambio no existe conocimierito expe-rimental que pueda ser calificado como puro en

    - tanto que desligado de toda organizacin lgico-ma-temtica. La experiencia slo se hace accesible a prtir de los marcos lgico-matemticos que consis-

    _ten en _clasificaciones, ordenaciones, correspondencias, funciones, etc. La misma lectura perceptiva supone, como ve~emos ms adelante, la intervencin de tales

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  • marcos o de sus esbozos ms o tnenos indiferencia-dos. En el otro extremo, la fsica, en tanto que cien-cia de la experiencia ms evolucionada, en una per-petua asimilacin del dato experimental a estructuras lgico-matemticas, puesto que el refinamiento mismo de la experiencia est en funcin de los fastrumentos lgico-matemticos utilizados a titulo de intermedia-rios necesarios entre el sujeto y los objetos a al-canzar.

    Existe por tanto una posible solucin de la para-. doja de Planck: si el conocimiento fsico, que pare-

    ca partir de la sensacin, se va alejando de ella cada vez ms, es porque de hecho nunca procede de la

    sensacin ni tampoco de la percepcin puras, sino que desde el principio supone una esquematizacin' lgico-matemtica de las percepciones, as como de las acciones ejercidas sobre los objetos; teniendo en cuenta que su punto de partida est en dicha esque-matizacin, resulta natural que las agregaciones lgi-co-matemticas vayan cobrando mayor importancia a medida que se desarrollan los conocimiento fsicos y que, por consiguiente, stos se alejen cada vez ms de la percepcin como tal.

    De todas formas, para demostrar tales hiptesis es necesario rastrear el origen. psicolgico de las no-ciones remontndonos hasta sus estadios precientfi-cos .. Efectivamente, la~ nociones fundamentales de espacio fsico, tiempo, velocidad, causalidad, etc., pro-ceden de un sentido comn muy anterior a su orga-nizacin cientfica. Y como la prehistoria intelectual de las sociedades humanas puede continuar sindonos desconocida para siempre, es indispensable estudiar

    6. En el sentido de una organizacin dt: lo dado, merced a la iOter vencin de esquemas scn!>omoto_res.

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    la formacin de estas nociones en el nio, recurrien . do as a una especie de embriologa mental (que pue-

    de prestar l.os mismos servicios que los que el estu-dio de la ontognesis orgnica ha prestado a la ana-toma comparada).

    Vamos, pues, a dar algunos ejemplos de posibles investigaciones sobre las relaciones entre la forma-cin de una nocin y las reacciones perceptivas co-rrespondientes, dejando para el apartado 4 el anli-sis de los mecanismos de la percepcin misma en tanto que vinculada a la accin.

    Los estudios realizados hace aos sobre las rela-ciones entre determinadas nociones y las percepcio-nes correspondientes, nos han permitido poner en claro un cierto nmero de situaciones complejas que se alejan considerablemente de lo que uno podra es-perar al postular una simple filiacin de la nocin a partir de la percepcin.

    Tomemos como primer ejemplo el de las relaciones entre ef espacio proyectivo nocional y la percepcin de fas magnitudes proyectivas. Por 1o que hace al primero de estos dos puntos es cosa sabida el ca.

    rcter tardo que, por lo general, tiene en el nio la representacin de la perspectiva. Por trmino me~ dio la perspectiva no aparece espontneamente en el dibujo hasta los 9 o 10 aos. Cuartdo se le presenta un objetousual (un lpiz, un reloj, etc.) en diferentes posiciones con la consigna de que elija entre dos o tres dibujos el que corresponde ms exactamente a la perspectiva elegida, no se obtienen estimaciones correctas hasta los 7 u 8 aos;y lo mismo ocurre por lo general con la comprensin de las lneas de fuga. Cuando, en presencia de un macizo de tres montaas de cartn (con 60 cm de altura y 1 m2 de superficie

  • total de base), se pide al mno que reconstruya las relaciones -izquierda-derecha y delante-detrs de acuer" do con Jos cuatro principales puntos de vista posibles (puntos cardinales), se constata que a los pequeos les .cuesta un gran esfuerzo liberarse de su perspec-tiva egocntrica y que el problema slo se resuelve . entre Jos 9 y los 10 aos. En una palabra: la nocin como tal no hace su aparicin hasta los 7 u 8 aos y solamente alcanza su punto de equilibrio hacia los 9 o 10 aos.

    Si de ah pasamos al examen de la percepcin del . espacio proyectivo, que" hemos estudiado juntamente con Lambercier,' haciendo comparar las magnitudes aparentes de una caa de 10 cm a 1 m del sujeto y de una caa variable a 4 m. del sujeto (que por tanto deber tener 40 cm para ser estimada proyectivamen-te igual a la primera), nos encontraremos ante un cuadro muy diferente. Los nios pequeos ponen de manifiesto una gran dificultad a la hora de compren' der lo que-se les pide (y se precisa una iniciacin con -pintura sobre Wl cristal plano para que se den cuen-ta de. que se trata slo de_ la magnitud aparente y no de la magnitud real), pero cuando 1o _han com-

    p~endido dan estimaciones perceptivas mucho mejo-res que los nios mayores e incluso que los adultos, con excepcin de Jos dibujantes. Dicho con otras pa-labras: mientras que con el desarrollo mental la mag-nitud real (constancia perceptiva de la magnitud) .predomina cada vez ms sobre la magnitud aparente, los nios pequeos son ms aptos que los adultos para evaluar esta ltima.

    En el caso del primer ejemplo nos encontramos, 7. J. PlAGET y M. LAMBi':RClER, La comparaison des grandeurs projec-

    tives chez l'enfant et chez l'adultc-, Arch. de Psychol., Rech. XII.

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    pues, ante la paradjica situacin siguiente: la no-cin de espacio .proyectivo slo empieza a organizar-se en el nivel en que la percepcin de las magnitu-des proyectivas se deteriora, mientras que en los ni-veles en que sta alcanza su situacin mejor (por desgracia no se la puede elevar mucho debido a las dificultades de comprensin verbal de la consigna) la nbcin no existe. Ahora bien, si Ja nocin fuera abstrada de Ja percepcin sin ms, deberla consti-tuirse justamente en el momento en que la percep-cin proyectiva es mejor y, por consiguiente, deberla ser mucho ms precoz de lo que es en realidad. De hecho, la nocin de espacio proyectivo implica mu-cho ms que una abstraccin a partir de las percep-ciones: lleva consigo una coordinacin de los puntos

    . de vista y, en consecuencia, un mecanismo operatorio de transformacin mucho ms complejo que las per-cepciones que corresponden a cada uno de estos puntos de vista considerados aisladamente. As pues, Ja nocin citada procede de un marco lgico-mate-mtico impuesto a las percepciones y no simplemen-te de las percepciones mismas.

    Examinemos ahora el segundo ejemplo, que se re-fiere a la conservacin de las longitudes. Acabamos de constatar _que existen constancias perceptivas tales como la que caracteriza la percepcin de las magnitudes reales (y no proyectivas), y que son bas-tante precoces. Por otra parte, existen nociones de conservacin. que son mucho ms tardas (a partir de los 7 u 8 aos). Un ejemplo fcil de estudiar es el de la conservacin de la longitud de un mvil en caso de desplazamiento. Se coloca ante el nio dos reglas superpuestas de 15 cm y se les hace constatar su igualdad de longitud por congruencia. Luego se

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  • desplaza una de ellas 7 u 8 centmetros dejando un espacio entre ambas y se pregunta al nio si Ja lon-gitud de la regla desplazada sigue siendo igual a la de Ja otra. A los S aos ~lamente el 15 % de los .. sujetos admite la conservacin, porque a esa edad el nio estima Ja longitud por el punto a que llega el objeto: Ja regla desplazada es considerada como ms larga cporque rebasa a Ja otra, sin que el su-jeto tenga en cuenta el rebasamiento recproco .... y contrario.... que se produce por eLotro extremo. A los 8 aos el 70 % de los sujetos admiten la conserva cin y a los 11 lo admiten Ya el 100 % : el razona miento topolgico fundado en el orden de los puntos de llegada ha sido sustituido por una evaluacin mtrica.

    En ese momento se plantea Ja pregunta de si Ja es timacin ~trica, con conservacin de la longitud, est vincula.da o no a consideraciones perceptivas (percepcin del intervalo entre los extremos, por opo-sicin de stos, etc.). Para responder a ella he me-dido con S'. Taponier la estimacin perceptiva de sujetos de S, 8 y 11 aos, as como de adultos sltua dos todos ellos ante dos trazos horizontales de 6 cm separados por un intervalo vaco y con desplaza-

    miento recproco igual .a la mitad de la longitud (cf. los dos trazos al mar-gen). Se constata entonces que los

    pequeos de cinco aos dan. mejores estimaciones que los nios de 8 y 11 aos e incluso mejores que los adultos. En efecto, mientras que con el progreso de la estructuracin del espacio siguiendo las coor-denadas horizontal y vertical la inclinacin que in

    l. J, ,IMiEf y S. t.t.PONil!'R, Arch. dt: 'Psychol., Rech. XXXII. 100

    terviene en la .presentacin de las lneas a comparar dificulta cada vez ms al nio cuanto mayor es, los pequeos permanecen indiferentes ante esto al no tener una estructuracin espaciai suficiente, y de ah su mejor estimacin de las longitudes. Tambin en este ejemplo vemos que no hay relacin entre la nocin (conservacin de la longitud en caso de des-plazamiento) y la >ercepcin corre~pondiente (estima-cin ~e las longitud~s con rebasamiento pr los ex Iremos): en el caso de la nocin, los pequeos juzgan (por abstraccin y en virtud del predominio de las consideraciones topolgicas sobre las preocupaciones mtricas) nicamente en funcin de un solo rebasa miento, mientras que en el caso de la percepcin Jos mismos nos ven los dos rebasamientos sin que para ellos constituya obstculo alguno Ja inclinacin que dificulta el juicio de Jos mayores.

    Un tercer ejemplo nos mostrar, en tambio, una clara. convergencia entre ! nocin y la percepcin, pero en el sentido de una accin reciproca y no de direccin nnlca. Nos referimos a los sistemas .de coordenadas naturales (horizontal y vertical) o sis temas de referencia cuya accin acabamos de entre-ver a propsito de la experiencia anterior. En lo referente a .Ja nocin, se pedir, como hemos hecho B. Inhelder y yo mismo, prever Ja orientacin de la superficie de un liquido coloreado en un tarro pri mero vertical y que luego se ir Inclinando de dis-tintas maneras, as como prever la direccin de una plomada prxima a paredes verticales, inclinadas o en mltiples planos. Se constata entonces con sor presa que las nociones de la horizontal y la vertical,

    9, 1. Pumr Y B. IMHtiUJf!R, La rtprtstntali

  • solamente se adquieren hacia los 9 o 10 aos (mien-tras que las posturas correspondientes son conocidas por el nio desde que aprende a andar, etc.). En cuanto a la percepcin se les mandar comparar las longitudes de una vertical (constante) y de una obli cua (variable) en diferentes inclinacioneS".10 Se cons-tata ahora, igual que anteriormente, que los nios

    /

    pequeos de cinco aos dan las mejores esti-maciones de la longitud de los trazos y que, en cambio, evalan muy mal la inclinacin (por comparacin de las figuras entre ellas);

    por el contrario, los mayores estiman cada vez con ms dificultad las longitudes debido a la dificultad de la inclinacin, pero evalan cada vez mejor la in clinacin misma a partir de un umbral que hay que situar de nuevo eh los 9 o 10 aos. En otras palabras: los nios pequeos no tienen en cuenta las coorde nadas perceptivas mientras que los mayores son sen-sibles a ellas.

    As pues, en este ltimo ejemplo se da una estre cha correlacin entre la percepcin y la nocin, pero en qu sentido? Es el sistema de coordenadas per: ceptivas, por as decirlo, el que determina unvoca mente el sistema de referencias nocional, o hay que hacer intervenir una accin de la inteligencia sobre la estructuracin perceptiva? Recordemos en primer lugar que la percepcin est subordinada a las con diciones de proximidad en el espacio y en el tiempo y que este factor de proximidad entre los elementos, al entrar en interaccin en el seno de una misma per-cepcin, es tanto ms importante cuanto ms peque-o es el nio. Por el conti-ario, la inteligencia puede

    10. Vase H. WuRSTf.N, Arclr. de P!iyCltfJI., Rech. IX.

    ser caracterizada por la posibilidad de establecer re-laciones a distancias cada vez mayores en el espacio Y en el tiempo. Si los nios pequeos de 5 a 6 aos no P_resentan ms qt1e una dbil estructuracin percep-tiva de acuerdo con los ejes de coordenadas espacia-les; esto se debe simplemente a que se quedan ence-rrados en las fronteras de la figura y no establecen relaciones entre los elementos de sta y unas refe-rencias exteriores cada vez ms alejadas. Ahora bien, un sistema de coordenadas supone precisamente el citado establecimiento de relaciones entre la figura y los objetos lejanos de referencia (el soporte deltarro o del dibujo, la superficie de la mesa, el suelo y las paredes de la habitacin, etc.). Los progresos en la estructuracin del espacio ponen de manifiesto, por tanto, una libencin con respecto al factor de proxi-midad; de ah .que dichos progresos sean tardos. Resulta, pues, evidente, en este caso particular, que .l~ percepcin est influida ms o menos direc\a o in-directamente (es decir, por mediacin de la motrici-dad) por el establecimiento de relaciones a distancia propio de la inteligencia, y que si hay convergencia entre la evolucin de las coordenadas perceptivas y la de las coordenadas representativas o nocionales es en funcin del desarrollo sensomotor e intelectual completo.

    /

    4. PERCEPCIN E INTELIGENCIA

    ~I ejemplo que acabamos de citar muestra Ja posibi-lidad de una accin de la inteligencia sobre la per cepcin m.isma; Hasta aqu habamos admitido que en la formacin de los conocimientos no slo est

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    OzzielResaltado

    OzzielResaltado

  • en juego la percepcin, sino que se aade a ella, como otro origen necesario, la accin y sus coordinaciones, lo cual equivale a decir la inteligencia, pues bajo esa palabra -un tanto vaga y bastante peligrosa-debemos comprender precisamente el funcionamien-to de los sistemas operatorios salidos de la accin (y que son, principalmente, los sistemas de grupos_, de redes o retculos y otras importantes estruc-turas lgico-matemticas). Ahora bien, si rec.proca-mente la accin y la inteligencia -transforman la percepcin, y sta, en lugar de ser autnoma, es es-tructurada cada vez de forma ms estrecha por el esquematismo preoperatorio y operatorio, la hipte-sis del origen sensorial de los conocimientos debe considerarse no solamente como incompleta (tal como hablamos visto en los apartados 2 y 3), sino incluso como falsa en el mismo campo perceptivo; y esto en la medida en que la percepcin como tal no se re-duce a una lectura de los datos sensoriales, sino que consiste en una organizacin que prefigura la inteli-gencia y que cada vez est ms influida por los pro-gresos de esta ltima.

    Dicho esto, el problema final y fundamental que nos queda por discutir puede enunciarse como sigue. Consiste la percepcin en. una simple lectura de los datos sensoriales, o en actividades que prefiguran las_ operaciones intelectuales y que en c~da nivel sigu':'n estando vinculadas a ellas? Ms precisamente: exis-te primero un estadio de simple registro sensorial (ms o menos pasivo) y solamente en segundo lugar un nivel de coordinaciones lgico-matemticas, o bien intervienen desde el principio un conjunto de coor-dinaciones lgico-matemticas en el seno mismo de la percepcin?

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    1 1 j i !

    Todo lo que actualmente sabemos habla en favor de esta segunda solucin, pero todava no es posible de-mostrar su generalidad completa. De lo que ya esta-mos ~eguros es de que las percepciones del espacio, del tiempo, de la velocidad, de la causalidad (movi- miento transitivo), etc., consisten en actividades mu-cho ms complejas que simples lecturas y dan testi-monio de una organizacin pre-lgica o pre-inferen-cia!, .de tal manera que estas actividades prefiguran en cierto sentido las de la propia inteligencia.

    Los tres ejemplos que vamos a dar ahora nos re-trotraen a los problemas de las r_elaciones entre la percepcin y la nocin (al igual que en el aparta-do 3), pero desde un punto de vista nuevo. Ahora ya no se trata de demostrar que la nocin no proce de, sin ms, de la percepcin correspondiente, sino de hacer ver que la percepcin misma se organi-za de una forma que bosqueja la organizacin de Ja nocin. Y no. se nos diga que se trata de un retomo disimulado a una filiacin de la nocin a partir de Ja percepcin: en la medida en que existe filiacin sta se da entre la nocin y el esquematismo sensomotor en general, y lo que se trata de demostrar es que este mismo esquematismo juega ya un papel en Ja organizacin de las percepciones al aadirse de este modo al dato sensorial que el citado esquematismo permite asimilar y elaborar desde el mismo momen-to de la percepcin.

    Nuestro primer ejemplo ser el de la velocidad. Primero trataremos de caracterizar su naturaleza no-cional ~ara abordar luego sus aspectos perceptivos. Es sabido que en la mecnica clsica Ja velocidad es pr~sentada como una relacin entre el espacio recorrido Y la duracin, lo cual obliga a pensar que

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  • stos corresponden a intuiciones simples y directas. Por el contrario, en Ja mecnica relativista, la vclo.-cidad, aunque conserva su forma de relacin, es ms elemental que el tiempo, puesto que comporta un maxlmum y el tiempo es relativo a ella. A. Einstein tuvo a bien en cierta ocasin aconsejarnos que exa-minramos la cuestin desde el punto de vista psi-colgico y que investigsemos si exista o no ~na in-tuicin de la velocidad independiente del tiempo. A esta cuestin se aade otro aspecto interesante en el sentido de que la fsica, incluso la relativista, siem-pre se ha resignado a admitir una especie de crculo vicioso (sobre el cual ha insistido profundamente G. Juvet, entre otros): se define la velocidad utili~ando el tiempo, pero el tiempo slo se mide recur:ien-do a velocidades. Teniendo esto en cuenta, pusimos manos a la obra y llegamos. a la conclusin de que si bien las nociones temporales son . efectivamente muy complejas y de completitud tardia, en cualquier edad existe una situacin privilegiada que da lugar a una intuicin de la velocidad independiente de la duracin (aunque, naturalmente, no del orden de sucesin temporal). Tal es la nocin de adelanta-miento, que se constituye en funcin de ~elaciones simplemente ordinales (si A empieza precediendo a B en una misma trayectoria y luego es B la que va en primer Jugar ,B tiene una velocidad superior ,.A)." Es interesante sealar a este respecto que un fls1co Y un matemtico, franceses ambos, J. Abel Y P. Malvaux, deseosos de refundir las nociones fundamentales de la teora de Ja relatividad evitando el crculo vicioso de Ja velocidad y el tiempo, han utilizado nuestros resul-

    11. J. PJAGET, Les notions de mouvcment et de vitesse che:, l'enfant, PUF, Parls, 1946.

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    lados psicolgicos para construir una nocin fsica de la velocidad a partir del rebasamiento o adelantamien-to." Obtuvieron as un teorema de adicin de las velocidades asociando el adelantamiento ordinal a una ley Iogarfnica y a un grupo abeliano Y- extra-yendo de ello a la vez el grupo de Lorentz, Ja ley de isotropa y la existencia de un maximum.

    Una vez recordado esto, tiene igualmente un gran inters investigar si la misma percepcin de la v-locidad obedece_ a '" relacin v=e:t o si se deriva tambin de consideradones ordinales relativas al adelantamiento. Creemos que todava es pronto para sacar conclusiones de las investigaciones que estamos realizando con Y. Feller y E. McNear, pero a pesar de ello nos parece haber puesto ya' en evidencia en varias situaciones el papel del adelantamiento, en tan-to que factor propiamente perceptivo. Sea, por ejem-plo, una trayectoria rectilnea cuya mitad (tanto da que se trate de la primera mitad como de la segunda o del espacio comprendido entre , y /,) est pro-vista de nueve barras "Verticales por detrs de las cuales pasa el mvil: el 70-80 % de los sujetos tienen en este caso la impresin de una aceleracin del mo-vimiento en la parte entrecortada con respecto a Ja parte libre. Pues bien, aqu no se trata de una rela-cin entre la velocidad, el tiempo y el espacio feno-mnicos, es decir, evaluados perceptivamente, segn el esquema de Brown: al interrogar a los sujetos so-bre las duraciones aparentes, los espacios aparentes Y las velocidades percibidas, hallamos en el adulto aproximadamente un 50 % de respuestas no cohe-rentes desde el punto de vista de v=e:t, y en el nio

    12. J. ABEU! y P. MALV4UX, Vitesse et univers relativiste, f"llit. Sedes, Parfa, 1954.

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  • todava ms. La explicacin que parece imponerse es que el movimiento por el que la mirada sigue al mvil se halla constantemente obstaculizado en la parte entrecortada por fijaciones momentneas en las barras, Jo cual implica un adelantamiento del mvil con respecto a los movimientos de la mirada y una impresin de mayor velocidad. Desde Juego el problema es ms complejo cuando la mi.rada est inmvil y la velocidad localizada en el interior de un campo visual que no se desplaza con el mvil; pero en este caso queda por- establecer una relacin entre la velocidad del mvil exterior y el de la exci-tacin o extincin de las persistencias .retinianas en el propio campo visual.

    Un segundo ejemplo ser el de la percepcin de de causalidad. Siguiendo a los gestaltistas Dunc-ker y Metzger, Jos uales sostenan que experimen-tamos una impresin causal de naturaleza percep-tiva en presencia de determinadas secuencias, tales como el movimiento transitivo, A. Michotte replante. el problema por medio de interesantsimas expe-riencias, que pronto se hicieron clsicas. Cuando un rectngulo negro A se desplaza en direccin a un rectngulo rojo B, inmvil, y, despus del impac-to, los dos continan movindose unido5 uno al otro a Ja velocidad inicial de A, se tiene la impresin de que estamos ante dos slidos, el primero de los cuales arrastra y empuja al otro. Si A se para des-pus del impacto y B se pone en movimiento a una velocidad igual o inferior a.la que tena A, tenemos la impresin de que se trata de un lanzamiento de B por A como ronsecuencia de un choque, etc. Si la velocidad de B despus del impacto es superior a la que tenia A antes del impacto, tenemos en cam-

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    bio la impresin de un disparo. Si se produce una inmovilizacin bastante larga de Jos mviles 1espus del impacto, el movimiento ulterior de B parece independiente y no causalmente subordinado al de A, etc. De estas diversas impresiones, que indis-cutiblemente son perceptivas, Michoite saca Ja con-clusin de que la nocin de causa es abstrada de tales percepciones. Pero, aun rindiendo homenaje a las experiencias de Michotte; uno ha de sentirse sorprendido por el hecho de que las impresiones de choque, de empuje que tenemos en presencia de estos cuadros visuales sean de origen tctilo-cines-tsico y hayan .sido trasplantadas a las claves visua-les por una especie de asimilacin perceptiva (recl-procamente puede mostrarse Ja existencia de traspo-siciones de Jo visual a Jo tctilo-cinestsic en deter-minadas impresiones de causalidad tctil: cf. Ja ma-nera como, bajo la influencia de Ja visin, se localiza al -final del bastn y no en Ja mano la impresin tctil del contacto entre el bastn. y la acera). De esta primera observacin resulta que Ja impresin causal perceptiva tiene indudablemente sus orgenes en toda la accin y no slo en una cGestalh visual. Pero adems es fcil probar que esta causalidad perceptiva lleva ya consigo una cierta forma de com-posicin por compensacin que prefigura la causa-lidad operatoria: si el movimiento del agente A pa-rece producir causalmente el del paciente B, es que hay compensacin aproximada entre, de una parte, el movimiento perdido por A, as como el choque o empuje atribuidos a A y, de otra parte, el movimien-to ganado por B, as como su resistencia aparente. Por ejemplo, presentado el dispositivo de Michotte verticalmente y no horizontalmente, hemos obser-

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  • vado con Lambercier- una apreciable modificacin de los efectos aparentes, puesto que de esta manera vara la impresin de resistencia. Resumiendo: en Ja medida en que existe una causalidad perceptiva, esta misma se halla en funcin de las anteriores acciones del sujeto y presenta ya un modo de com-posicin que prefigura con la forma de un grosero bosquejo la composicin operatoria.

    Finalmente -Y ste ser nuestro tercer ejemplo--se trata de mostrar que en el campo perceptivo in-tervienen tambin algo as como pre-inferencias que, sin alcanzar la necesidad deductiva propia de las inferencias operatorias o lgicas, dan igualmente un bosquejo de estas ltitnas. En experimentos rea-lizados con A. Morf prt>Sentamos a nios de diferen-tes edades grupos de cuatro fichas o ms pidindoles que, en el transcurso de una breve presentacin per-ceptiva, den su opinin sobre si dichos conjuntos s~n iguales o no. Luego presentamos nuevamente las mis-mas figuras (por ejemplo, una fila de cuatro ficl;tas muy juntas y otra con las fichas ms espaciadas), pero uniendo biunvocamente los elementos de una con los de la otra por medio de trazos continuo~ o acotaJJdo dichos trazos de diversas maneras. Se ob,

    . serva entonces, naturalmente, una notable mejora en Ja percepcin de las igualdades manteniendo la mis-ma duracin de la presentacin, pero el inters de estas modificaciones reside en que dependen del nivel de Jos esquemas de acciones o de operaciones del sujeto. Dicho con otras palabras: para percibir las correspondencias hay que saber construirlas de otras maneras, pues en caso contrario los trazos que unen las fichas no tienen significacin ni mejoran la per-cepcin de la igualdad de los dos conjuntos. La me-

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    jora en dicha percepcin, cuando se da, obedece a una pre-inferencia y no a un simple efecto inme-diato que se apoye en el significado de los trazos de correspondencia.

    As pues, de los resultados precedentes podemos sacar dos conclusiones. Por una parte, los conoci-mientos no proceden nunca exclusivamente de la sensacin o de la percepcin, sino tambin de los esquemas de acciones o de !os esquemas operato-rios, que son, tanto unos como otros, irreductibles a la percepcin sin ms. Por otra parte, la percep-cin misma no consiste en una simple lectura de los datos sensoriales, sino que implica una organiza-cin activa en la que intervienen decisiones y pre-in-ferencias y que se debe a la influencia sobre la per-cepcin como tal del esquematismo de las acciones o de las operaciones.

    No es exagerado, por tanto, tratar de mtica., como lo hace un tanto irreverentemente el ttulo de este estudio, la opinin clsica y ciertamente simplis-ta segn la cual todos nuestros conocimientos, o como mnimo nuestros conocimientos experimenta-les, tendran un origen sensorial. El vicio fundamen-tal -de una tal interpretacin cimpirista es olvidar la actividad del sujeto. Y esto cuando toda la historia de la fisica, la ms avanzada de las discjplinas fun-dadas en la experiencia, est ah para demostrarnos que la experiencia nunca basta por s sola y que el progreso de los conocimientos es _obra de una indiso-luble unin entre la experiencia y la deduccin. O, dicho de otro modo, obra de la necesaria colabo-racin entre los datos ofrecidos por el objeto y las acciones u operaciones del Sujeto; acciones u qpera-ciones, estas ltimas, que constituyen el marco 16-

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  • gico-matemtico fuera del cual el sujeto no llega nun-ca a asimilar intelectualmente los objets. Incluso en ciencias tan poco evolucionadas (en comparacin con la. fsica) y tan puramente empricas en apa riencia como la zoologa y la botnica sistemticas, la actividad clasificatoria (y, por consiguiente, lgico-matemtica) del sujeto sigue siendo indispensable para asegurar una lectura objetiva de los datos de hecho, y si el sistematizador hubiera tenido que ate-nerse solamente a las impresiones sensoriales, jams

    hubiese construido el Systema naturae de Linneo. As pues, en cada una de sus manifestaciones el co-nocimiento cientfico . refleja la inteligencia humana que, por su naturaleza operatoria, procede de la accin completa; y es mutilar el carcter de construc-cin indefinidamente fecunda que presentan este co-nocimiento, esta inteligencia y esta accin, el querer reducir el primero al papel pasivo de simple registro con que el conocimiento tendra que contentarse en la hiptesis de su origen sensorial.

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    SOBRE LA RELACIN DE LAS CIENCIAS CON LA FILOSOFA

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