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PILOTOS DE TORMENTAS Los cazadores de tornados se precipitan hacia el ojo de las feroces tormentas, con la confianza de que sus WorkStar® los mantendrán a salvo. POR ROD O’CONNOR FOTOS DE ROARK JOHNSON Es una sofocante tarde de finales de primavera y se puede sentir la electricidad en el aire a través de las amplias pra- deras de las Grandes Llanuras. Amenazadoras nubes grises de tormenta cubren el cielo, mientras una caravana de 11 camiones se dirige a gran velocidad hacia el noroeste por la carretera 275 de EE.UU. en el este de Nebraska, atravesan- do el centro del Tornado Alley. A la delantera está el DOW 7, uno de los tres radares móviles futuristas “Doppler sobre ruedas” que se dirigen con velocidad hacia el centro de la tormenta eléctrica que se forma rápidamente y se asoma de manera amenazante en el horizonte. Con sus descomunales antenas parabólicas y torres de comunicación que se proyectan 56 pies hacia el cielo, los camiones parecen listos para una misión lunar. Sin embargo, estos vehículos WorkStar® modificados se ocupan de adversarios terrenales únicos, los más peligrosos que se puedan imaginar. Salen a cazar tornados. SEGUIMIENTO DE UN MONSTRUO Esta temporada de tormentas ha sido sumamente tranquila para estos guerreros de la carretera obsesionados con el clima, que han acumulado miles de millas a lo largo de las carreteras, en la amplia (y particularmente vulnerable) sec- ción media de Estados Unidos, con la esperanza de poder perseguir un tornado. El aguacero de hoy al final de la tarde tiene un potencial alarmante. Los estallidos de los rayos animan al equipo a salir a la acción. De repente, la voz de Joshua Wurman, presidente del Centro de investigación sobre condiciones climáticas severas (CSWR, por sus siglas en inglés), suena a través de la radio: “¡Tenemos una pared de nubes!” grita, haciendo referencia a los monstruos ondulantes que se forman arriba. “El DOW 7 se detiene para una exploración”. En este momento, las conversaciones por radio se inten- sifican entre Wurman y sus colegas científicos ambientales. “¿Ven cómo baja esa nube? ¿Está rotando?” pregunta Paul Robinson, meteorólogo investigador de CSWR, que viene detrás en el DOW 6. Herb Stein, el mejor conductor del grupo, detiene el DOW 7 abruptamente en la polvorienta banquina de la carretera y acciona los interruptores de los cuatro niveladores hidráulicos de carga del camión. Brotan cuatro patas a los lados, una a una, y el camión parece un Transformer. En cuestión de segundos, levantan el chasis a un pie del suelo. La antena parabólica de ocho pies de an- DE LAS PÁGINAS DE TRAIL OTOÑO 2012

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  • PILOTOS DE TORMENTASLos cazadores de tornados se precipitan hacia el ojo de las feroces tormentas, con la confianza de que sus WorkStar® los mantendrán a salvo.POR ROD O’CONNOR FOTOS DE ROARK JOHNSON

    Es una sofocante tarde de finales de primavera y se puede sentir la electricidad en el aire a través de las amplias pra-deras de las Grandes Llanuras. Amenazadoras nubes grises de tormenta cubren el cielo, mientras una caravana de 11 camiones se dirige a gran velocidad hacia el noroeste por la carretera 275 de EE.UU. en el este de Nebraska, atravesan-do el centro del Tornado Alley.

    A la delantera está el DOW 7, uno de los tres radares móviles futuristas “Doppler sobre ruedas” que se dirigen con velocidad hacia el centro de la tormenta eléctrica que se forma rápidamente y se asoma de manera amenazante en el horizonte. Con sus descomunales antenas parabólicas y torres de comunicación que se proyectan 56 pies hacia el cielo, los camiones parecen listos para una misión lunar. Sin embargo, estos vehículos WorkStar® modificados se ocupan de adversarios terrenales únicos, los más peligrosos que se puedan imaginar. Salen a cazar tornados.

    SEGUIMIENTO DE UN MONSTRUO Esta temporada de tormentas ha sido sumamente tranquila para estos guerreros de la carretera obsesionados con el clima, que han acumulado miles de millas a lo largo de las

    carreteras, en la amplia (y particularmente vulnerable) sec-ción media de Estados Unidos, con la esperanza de poder perseguir un tornado. El aguacero de hoy al final de la tarde tiene un potencial alarmante.

    Los estallidos de los rayos animan al equipo a salir a la acción. De repente, la voz de Joshua Wurman, presidente del Centro de investigación sobre condiciones climáticas severas (CSWR, por sus siglas en inglés), suena a través de la radio: “¡Tenemos una pared de nubes!” grita, haciendo referencia a los monstruos ondulantes que se forman arriba. “El DOW 7 se detiene para una exploración”.

    En este momento, las conversaciones por radio se inten-sifican entre Wurman y sus colegas científicos ambientales. “¿Ven cómo baja esa nube? ¿Está rotando?” pregunta Paul Robinson, meteorólogo investigador de CSWR, que viene detrás en el DOW 6. Herb Stein, el mejor conductor del grupo, detiene el DOW 7 abruptamente en la polvorienta banquina de la carretera y acciona los interruptores de los cuatro niveladores hidráulicos de carga del camión. Brotan cuatro patas a los lados, una a una, y el camión parece un Transformer. En cuestión de segundos, levantan el chasis a un pie del suelo. La antena parabólica de ocho pies de an-

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  • cho gira y da vueltas como una atrac-ción de feria.

    Wurman, de 51 años, asoma la cabeza fuera del camión. Su cabello color ceni-za está desarreglado. Se ve agotado, lo cual es comprensible teniendo en cuen-ta las sofocantes condiciones dentro de la cabina posterior de acero reforzado del camión, que parece un submarino. Sentada junto a Wurman en una silla giratoria, en medio de bolsas de aperi-tivos destrozadas y pilas de papel, está la científica de investigación principal, Karen Kosiba, de 35 años de edad. Es bastante delgada, usa una camiseta negra, y mira fijamente las 15 pantallas de las computadoras apiladas en la cabina de 5.5 pies de alto, 8.5 pies de ancho y 6 pies de largo.

    Kosiba se concentra en las imágenes de las ondas de radio codificadas por color que provienen del interior de la tor-menta y que se muestran en las pantallas del DOW. (Estas supercomputadoras pueden almacenar varios terabytes de información por día). Wurman se baja a un lado del camión, hace un análisis rápido de la línea del horizonte y ajusta sus gafas. “En este momento, estamos a la expectativa”, dice, como un Capitán Ahab que está bien familiarizado con los hábitos de su presa.

    AÑOS DE HISTORIA DE CACERÍA Más conocido por sus apariciones en la serie Cazadores de tormentas, que es un éxito en Discovery Channel, Wur-

    man ha estudiado el lado oscuro de la madre naturaleza por más de dos décadas. Inició su carrera trabajando para el Centro Nacional de Investiga-ción Atmosférica en Boulder, su ciudad actual, y fundó el CSWR en 2001 para cazar tormentas a su manera.

    Sus proyectos se han extendido por todo el mundo y cubren prácticamente toda la gama de amenazas meteo-rológicas, incluidos los tornados, los huracanes, las tormentas de nieve y los incendios forestales. Para su actual proyecto de investigación, llamado RO-

    TATE (experimento de observación por radar de tornados y tormentas eléctricas), Wurman y su equipo de científicos, voluntarios y académicos — un grupo de más de 30 exper-tos cazadores de fenómenos climáticos que viajan en tres camiones DOW y ocho vehículos “exploradores” — esperan poder capturar información acerca de los vientos de bajo nivel dentro de los tornados.

    “Intentamos comprender cómo son los vientos cerca de la tierra dentro de los tornados, ya que esos son los vien-tos que provocan daños”, dice Kosiba. La idea es que al incrementar el conocimiento sobre cómo se forman los tornados, el equipo podrá desarrollar mejores sistemas de alerta y refugios, lo que tendría como resultado una menor cantidad de víctimas.

    Durante más de 18 años, Wurman y su equipo han inter-ceptado 170 tornados. Sorprendentemente, nadie ha resul-

    Estos guerreros de la carretera obsesionados con el clima han acumulado miles de millas a lo largo de las carreteras en la amplia sección media de Estados Unidos con la esperanza de poder perseguir un tornado.

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  • tado herido. “Y a veces estamos en las peores condiciones posibles para conducir que se puedan imaginar”, dice. Esto incluye cortinas de lluvia intensa, implacables ráfagas de viento y granizo del tamaño de pelotas de softbol que azo-tan cada parte de los vehículos.

    Los DOW de primera generación de Wurman estaban montados sobre camiones de servicio liviano que apenas podían soportar los equipos necesarios para esta peligrosa tarea. Para el año 2008, llegó el momento de modernizarse. Wurman fue a McCandless Truck Center en Aurora, Colo-rado. Quería un vehículo comercial resistente que pudiera transportar el peso de los equipos; pero también necesi-taba un camión que fuera fácil de conducir, de modo que cualquier persona del equipo pudiera colocarse detrás del volante. Además, debía ser lo suficientemente resistente para soportar los climas más hostiles y lo suficientemente confiable como para no dejar varado al equipo en zonas remotas.

    “Ofrecimos un WorkStar que se adap-taba mejor a sus operaciones que lo que estaban utilizando en ese momen-to”, dice el representante de ventas de McCandless, Ken Conway. “Es necesario que confíen en el vehículo que están conduciendo”.

    Cuando se le preguntó acerca de la confianza que tiene en sus WorkStar, Wurman comparte un reciente encuen-tro desagradable con un tornado en un camino rural en Arkansas. “En general podemos apartarnos del camino, pero esta vez venía detrás de nosotros”,

    recuerda. “Era de noche, bajo una lluvia tremenda, granizo, condiciones terribles. Este vehículo nos mantuvo adelante de ese tornado. Parte de la misión es salir con vida, para poder llevar a cabo la siguiente”.

    A fin de fortalecer los WorkStar para servicios durante tormentas, Wurman colaboró con Richey Inc., un taller de carrocerías en el área de Denver que se especializa en apli-caciones severas que van desde vehículos de emergencia hasta plataformas petrolíferas. Según los detallados diagra-mas de Wurman, el propietario, Jeff Richey, y sus colabora-dores se encargaron de la mayoría de las soldaduras y de la fabricación de acero, y reconfiguraron el camión exacta-mente de acuerdo con las especificaciones del equipo.

    Atornillaron el radar y la antena y montaron los estabi-lizadores hidráulicos especializados. También agregaron sistemas de iluminación avanzados con luces intermitentes de advertencia y reflectores para explorar caminos oscuros. Se instaló un generador de 12.5 kilovatios para encender

    las computadoras y los transistores dentro de la cabina. Por último, se colocó un gran tanque de combustible de 240 galones a lo largo del riel, lo que permite a los camiones DOW viajar 1,200 millas sin tener que detenerse a cargar combustible, una característica especialmente importante a la hora de ser perseguido por un tornado o salir a buscar huracanes. “Hemos trabajado con Richey durante años para lograr que los sistemas sean exactamente como los queremos”, dice Wurman.

    En este momento, todos esos siste-

    “Había una lluvia tremenda, granizo, condiciones terribles. Este vehículo nos mantuvo adelante de ese tornado. Parte de la misión es salir con vida”.

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  • ENCUENTROS CERCANOS DEL PEOR TIPOTRES TORMENTAS QUE PUSIERON A PRUE-BA MÁXIMA LOS CAMIONES DE WURMAN

    1 SPENCER, DAKOTA DEL SUR, TORNADOFECHA: 30 de mayo de 1998INTENSIDAD MÁXIMA: F4DAÑOS ESTIMADOS: $18 millonesUn vehículo DOW midió vientos de más de 220 mph al llegar a menos de una milla del centro de este tornado. El pequeño pueblo de Spencer, 45 millas al noroeste de Sioux Falls, fue arrasado por la tormenta.

    2 CIUDAD DE OKLAHOMA, TORNADOFECHA: 3-4 de mayo de 1999INTENSIDAD MÁXIMA: F5DAÑOS ESTIMADOS: $1.2 mil millonesDurante el mayor brote de tornados que haya azotado al estado, uno de los primeros DOW mi-dió la máxima velocidad del viento que se haya registrado: unas asombrosas 301 mph.

    3 GALVESTON, HURACÁN IKEFECHA: 13 de septiembre de 2008INTENSIDAD MÁXIMA: Categoría 2DAÑOS ESTIMADOS: $37.6 mil millonesSituado en un puente de la carretera en Galves-ton, un DOW WorkStar resistió ráfagas de 100 millas por hora con fuerza de tormenta durante uno de los más costosos huracanes en el Atlán-tico de todos los tiempos - solo superado por Katrina – ni bien tocó la tierra.

    mas se están poniendo a prueba. Los DOW pasan a toda velocidad por campos de maíz y granjas de ganado a lo largo de la ruta 6 en una loca carrera para ganarle a la tormenta que se está formando en Mead, un peque-ño pueblo 30 millas al oeste de Omaha, para brindar al equipo una posición estratégica perfecta.

    Pronto se reúne una multitud a lo largo del borde don-de está estacionado el DOW 7 WorkStar para reconoci-miento. Las nubes se aproximan cada vez más oscuras y amenazantes, mientras el viento levanta polvo como un tractor de alta potencia. Los espectadores señalan con entusiasmo hacia lo que parece ser una estructura tipo embudo que se forma rápidamente. Pero pronto se hace evidente que no hay rotación de viento dentro de la abultada masa.

    MEJOR SUERTE LA PRÓXIMA VEZ Después de unos 20 minutos, Wurman decide que no habrá tornados hoy. El grupo está decepcionado. Pero luego de semanas de búsqueda sin descanso del objeti-vo, hay una sensación de entusiasmo dado que el aire es significativamente más frío. Los cazadores de tormentas tenían finalmente algo que cazar, algo para lo que están programados.

    “Ser científico de tornados implica ser optimista”, dice Wurman con una sonrisa. “Porque si supiéramos dónde ocurrirán los tornados, no tendríamos que estar hacien-do esto”.

    Para Wurman, mañana es siempre otro día. De acuerdo con las lecturas del radar, hay un temporal que se dirige hacia Kansas. Y mientras el equipo vuelve a subir a la cabina del DOW, hay algo que Wurman sabe con seguri-dad: cuenta con un camión que está listo para cualquier cosa que el furioso clima les tenga reservado.

    De hecho, solo un par de semanas más adelante, uno de los DOW se dirigió directamente hacia el camino de un tornado en el centro de Kansas, con vientos que superaban los 100 mph. La tormenta destruyó una casa que estaba justo al lado del camión, pero el DOW salió ileso.

    “El equipo y el camión resistieron el tornado en buena forma”, dice Wurman desde la seguridad de su casa en Boulder. “Recolectamos datos inéditos a partir de una lectura que estuvo más cerca del suelo que nunca. El WorkStar fue resistente y confiable en las condiciones más extremas”.

    Para el equipo de Wurman, eso constituye una tormen-ta perfecta.

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