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Los osos del Pleistoceno Europeo Trinidad de TORRES Hermenegildo MANSILLA Ángel GARCÍA CORTES Indalecio QUINTERO Dto. de Ingeniería Geológica E.T.S. Ingenieros de Minas de Madrid Introducción La persistencia de una pequeña comunidad residual de oso pardo, Ursus arctos LINNEO, en el norte de la Península Ibérica es un hecho excepcional dentro del conjunto faunístico de Europa occidental, de la que este gran carnívoro ha desapare- cido hace décadas. La inexorable agonía de este último reducto, destaca al compararla con el enorme éxito ecológico con que se desa- rrolló a lo largo de todo el Pleistoceno, compitiendo, conviviendo y siendo, final- mente, aniquilados por el hombre del que fueron compañeros de viaje durante cien- tos de miles de años. La Península Ibérica, además, posee enormes zonas con desarrollo de fenóme- nos de karstificación en cuyos rellenos se han localizado miles de restos de estos ani- males, que han permitido mejorar nuestros conocimientos sobre su filogenia y distribu- ción blostratigráflca (TORRES 1986) y, en no pocas ocasiones, han suministrado datos sobre su paieoecología (TORRES et al. 1990). Historia evolutiva Para seguir el desarrollo de la filoge- nia de los úrsidos cuaternarios, se va a partir del gráfico de la figura 1, donde se recoge, de forma simplificada, las interrelaciones entre las diversas especies. Existe una coin- cidencia total entre los paleontólogos en situar la línea ancestral común de todos los osos actualmente existentes en el género Ursavus, animales que vivieron durante el ARTICULO Figura 1. Esquema de la distribución bioestratigráfica y relaciones filogenéticas de los Úrsidos del Neógeno y del Pleistoceno. En verde especies ancestrales, rojo línea espeloide, azul U. mediterraneus. Oligoceno y el Mioceno, alcanzando el tamaño máximo de un glotón al final de su registro estratigráfico. Se afincaron en áreas húmedas, escasas en la Península Ibérica durante estos periodos, de manera que sólo se han encontrado alguno de los restos en la Cuenca del Vallés-Penédes. En el Plioceno superior ya aparece un verdadero oso, U. ruscinensis DEPERET (foto 7), del cual se conservan restos esca- sos, provenientes del Rosellón (Francia). Este animal era, aproximadamente, de la talla actual de un oso del Tlbet (U. thibetanus). También en el Plioceno superior, se detecta la presencia de un oso de talla mayor, que posiblemente se extingue sin dejar descendencia, se trata de Ursus rnini- 49

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Los osos del Pleistoceno Europeo

Trinidad de TORRES Hermenegildo MANSILLA

Ángel GARCÍA CORTES Indalecio QUINTERO

Dto. de Ingeniería Geológica E.T.S. Ingenieros de Minas de Madrid

Introducción

La persistencia de una pequeña comunidad residual de oso pardo, Ursus arctos LINNEO, en el norte de la Península Ibérica es un hecho excepcional dentro del conjunto faunístico de Europa occidental, de la que este gran carnívoro ha desapare­cido hace décadas.

La inexorable agonía de este último reducto, destaca al compararla con el enorme éxito ecológico con que se desa­rrolló a lo largo de todo el Pleistoceno, compitiendo, conviviendo y siendo, final­mente, aniquilados por el hombre del que fueron compañeros de viaje durante cien­tos de miles de años.

La Península Ibérica, además, posee enormes zonas con desarrollo de fenóme­nos de karstificación en cuyos rellenos se han localizado miles de restos de estos ani­males, que han permitido mejorar nuestros conocimientos sobre su filogenia y distribu­ción blostratigráflca (TORRES 1986) y, en no pocas ocasiones, han suministrado datos sobre su paieoecología (TORRES et al. 1990).

H i s t o r i a evolutiva

Para seguir el desarrollo de la filoge­nia de los úrsidos cuaternarios, se va a partir del gráfico de la figura 1, donde se recoge, de forma simplificada, las interrelaciones entre las diversas especies. Existe una coin­cidencia total entre los paleontólogos en situar la línea ancestral común de todos los osos actualmente existentes en el género Ursavus, animales que vivieron durante el

ARTICULO

Figura 1. Esquema de la distribución bioestratigráfica y relaciones filogenéticas de los Úrsidos del Neógeno y del Pleistoceno. En verde especies ancestrales, rojo línea espeloide, azul U. mediterraneus.

Oligoceno y el Mioceno, alcanzando el tamaño máximo de un glotón al final de su registro estratigráfico. Se afincaron en áreas húmedas, escasas en la Península Ibérica durante estos periodos, de manera que sólo se han encontrado alguno de los restos en la Cuenca del Vallés-Penédes.

En el Plioceno superior ya aparece un verdadero oso, U. ruscinensis DEPERET (foto 7), del cual se conservan restos esca­sos, provenientes del Rosellón (Francia). Este animal era, aproximadamente, de la talla actual de un oso del Tlbet (U. thibetanus).

También en el Plioceno superior, se detecta la presencia de un oso de talla mayor, que posiblemente se extingue sin dejar descendencia, se trata de Ursus rnini-

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Fofo /. Vista lateral dex. de un cráneo de U. ruscinensis.

mus DEVEZE y BOUILLET (foto 2), caracteri­zado por un cráneo y mandíbula de perfi­les muy singulares que no se reencontrarán hasta mucho después. Podría tratarse de un primer intento, sin ulterior continuidad, hacia hábitos omnívoros. En España ha aparecido excelente material de esta especie en el yacimiento de Layna.

Casi contemporáneo con U. rusci­nensis, aparece otro oso, una especie con características muy similares a las del actual oso pardo, se trata de U. etruscus G. CUVIER (foto 3). Es una especie ubicua, ya que coloniza extensa zonas con paisajes marcadamente distintos: áreas fluviales (Val d'Arno, Italia), pantanos costeros (Tegelen, Holanda), áreas palustres (Orce, España), zonas de sabana (Villarroya, Espa­ña) y zonas kársticas (Almenara, España). Esta especie posee un rango de distribu­ción estatlgráfica amplio: entre el Villafran-gulense inferior áe Villarroya, el más anti­guo de Europa, y los 1,7 BP de Orce en Granada. Era un animal extraordinaria­mente bien dotado para la caza y la carrera, según se traduce de la morfología craneal, dental y de sus extremidades; ni el gran tigre de dientes de sable Homoterium, sería un competidor adecuado. Esta espe­cie nos sitúa al principio del Pleistoceno y con ella van a estar ligados todos los gran­des osos del Cuaternario Ibérico y Europeo en general.

La única excepción, a este origen

común, va a estar constituida por uno especie en clara regresión (hasta el Pleisto­ceno medio): U. mediterráneus FORSYTH-MAJOR, muy similar al oso del Tibet, que habitó el borde del mar Mediterráneo. En España aparece en yacimientos kárstlcos como los de Cau Borras y Villavieja, ambos en Castellón.

El Pleistoceno medio, va a ser un momento de esplendor en la población Ibérica de úrsidos, y a la patética figura de U. mediterráneus, prácticamente un fósil viviente, se van a superponer las poblacio­nes vigorosas de U. prearctos BOULE (foto 4), y U. dinengeri von REICHENAU (foto 5) que, con su origen común en U. etruscus, definen dos líneas evolutivas bien distintas: la "arctolde" que conserva, aun­que modificadas, las características esen­ciales de la especie ancestral y la "espelol-de", en la que aparecen fuertemente modificados sus rasgos morfológicos y, posi­blemente, los etológicos también.

U. prearctos conserva una parte de los caracteres morfológicos áe U. etruscus, que sugieren un animal bastante más pesa­do, peor corredor y posiblemente con cier­ta adaptación a hábitos omnívoros, como ocurre con el oso paráo actual. En España está presente en Atapuerca (Burgos), El Congosto (Guadalajara), Mollet Racó (Gerona) y en Plnilla del Valle (Madrid). El primero con unos setecientos mil años de antigüedad y el último con algo más de cien mil, marcan su distribución cronoestra-tigráflca. Este animal era relativamente ubi­cuo, ya que al menos colonizó la costa mediterránea y la submeseta norte. Posible-

Foto 2. Vista lateral dex. de un cráneo de U. minlmus, Museo di Paleontología y Mineralogía Firenze.

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Foto 3. Vista lateral sin. de un cráneo de U. etruscus procedente de St. Vallier. Mus Guimet (Lyon).

mente poseía unos hábitos relativamente solitarios, como el oso pardo actual, de manera que sus restos aparecen en canti­dades pequeñas.

U. deningeri representa el inicio de la línea "espeloide", que apuesta por un cambio extremo de la morfología ósea, dental y de la conducta que habitualmen-te se asocia a los osos. Por una parte sus huesos se acortan y se hacen mucho más anchos, lo cual sugiere un animal poco corredor y más dedicado a cavar, a reco­lectar frutos y al carroñeo oportunista, La dentición se hace mucho menos cortante y morfológicamente mucho más complica­da: es decir apta para triturar y para supe­rar el desgaste producido por esta nueva actividad. El mejor yacimiento de Europa está en la Sima de los Huesos (Burgos), que es el más antiguo de España (cerca de trescientos mil años). Hay cantidades menores de restos en Cueva Nueva (Sego-via) y en la Cueva de Ekain (Guipúzcoa).

En el Pleistoceno superior, una vez desaparecido U. mediterráneus, coexisten tres especies: la espeloide U. spelaeus ROSENMÜLLER-HEINROOTH y las arctoides U. arctos LINNEO y U. marítimus PHIPPS.

El oso de las cavernas, U. spelaeus es, sin duda, uno de los animales extintos mejor conocidos, ya que de él nos han lle­gado centenares de miles de restos que permiten acercarse a su biología y su com­portamiento. En la Península Ibérica habitó en el borde mediterráneo de Cataluña (Cueva de Toll, Barcelona), borde Cantábri-

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co (Cuevas de Ekain, Trostaeka y Arrlkrutz en Guipúzcoa y Cueva Eirós en Lugo entre muchas otras) (fotos ó y 7), así como zonas muy limitadas de Madrid (Cueva del Reguerillo) y Guadalajara (Cueva de los Casares). Este animal, de llamativa constitu­ción corporal, estaba dotado de un cráneo gigantesco y un esqueleto robusto con las patas viradas hacia dentro, poseía garras cortas y romas, y una dentición hipertrofia­da donde se ha perdido el carácter cor­tante y hay una enorme proliferación de cúspides, para retrasar lo más posible el desgaste del esmalte. Como todos los úrsi­dos, hiberna durante los meses fríos, momento en el que las hembras daban a luz (foto 9). Quedan abundantes rastros de su actividad como oseras, arañazos en las paredes, pisadas, etc. y una abundante

Foto 4. Vista del paladar de un cráneo de U. prearctos de la Gran Dolina (Atapuerca, Burgos).

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Foto 5. Comparación de los tarsos de las diferentes especies de oso pleistoceno. Linea superior: izquierda U. etruscus, centro U. deningeri, derechd U.spelaeus. Línea interior: U. arctos.

colección de huesos con patologías (fofo 70. En definitiva, era un mal marcha-dor y nulo corredor y trepador, que vivía de frutos y raíces con el aprovechamiento ocasional de alguna carroña.

El oso pardo actual, U. arctos, va a aparecer en el contexto faunístlco europeo al inicio del Pleistoceno superior, posible­mente expulsado por el aumento del frío en el Norte de Europa y Asia. Esta radiación hacia el Sur, le condujo a colonizar total­mente Europa y el borde mediterráneo de Asia y África, obliterando o hlbridándose con la población arctolde primitiva de U. prearctos que, a lo largo de toda su exis­tencia, pudo recibir aportes genéticos gra­cias a emigraciones anteriores de formas arctoides asiáticas. También colonizó Amé­rica del Norte superanáo el estrecho hela­do de Bering.

El oso polar, U. maritimus, está ínti­mamente ligado al oso pardo: sus híbridos son fértiles, lo que pone en tela de juicio su separación específica. Sus restos fósiles son casi Inexistentes. Pudo llegar al borde can­tábrico en el momento de expansión máxi­ma de la banquiza de hielo. Su esqueleto no difiere de el que posee un oso pardo.

L a s relaciones oso-hombre

Las relaciones entre las especies antiguas de oso y los primeros pobladores humanos de la Península Ibérica y del total de Europa, han sido enfatizados tanto por

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Foto 6. Restos en conexión anatómica de un oso de las cavernas recién nacido procedente de Troskaeta (Ataun-Guipúzcoa).

arqueólogos y paleontólogos de escuelas antiguas, como por ciertos medios de comunicación de masas.

La primera relación hombre oso en la Península Ibérica, pudo haber tenido lugar en la Depresión de Baza, donde se sitúa la localidad de Orce. No parece necesario explicar que si el contacto Homo

Foto 7. Cráneo de una hembra de U.spelaeus en el momento de ser extraído del fondo de la "Sima de los Osos" en Troskaeta.

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Foto 8. Parte de la columna vertebral de un oso de las cavernas en la pared de la "Sima de los Osos" en Troskaeta.

erectus-Ursus etruscus tuvo lugar, éste se saldó con gran desventaja para el primero, que no estaba dotado física ni instrumen-talmente para hacer frente a un carnicero de su talla y eficiencia predadora.

Los "preneanderthales" que el autor encontró en la Sima de los Huesos en Ata-puerca (Burgos), en asociación con miles de huesos de U. deningeri y sin restos de herbívoros, aunque sujetos a diversas Inter­pretaciones, parece seguro que no estuvie­ron relacionados estrictamente (depreda­dor-presa) entre sí. En la misma localidad, pero en el yacimiento denominado "Gran Dolina" (700.000 BP), aparecieron abun­dantes restos de U. prearctos y, en la misma zona, recientemente han aparecido restos de industria lítica (CARBONELL com. pers.). Este oso era muy similar a U. etruscus y en el nacimiento hay sobradas pruebas de que en un momento la cueva-dollna fue em­pleada por los osos como lugar de hiberna­ción y paritorio, de manera que los restos de origen antrópico, estarían ligados a una ocupación alternativa de la cavidad: los osos en invierno y el hombre en verano.

Las ocupaciones alternativas oso-hombre, fueron dominantes durante gran parte del Paleolítico superior: los hombres del Musteriense subían a cotas más altas en verano, posiblemente para cazar, ocupan­do la cueva ya abandonada por el oso de las cavernas. El autor ha podido compro­bar que en las cuevas ocupadas exclusiva­mente por el oso de las cavernas (Troskae-

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ta, Arrikrutz y Eirós), sólo aparecen restos de este animal, mientras que en cuevas de ocupación alternativa, hay frecuencias importantes de restos de herbívoros caza­dos (Reguerillo).

Se puede afirmar, sin reparos, que la interrelación directa entre el hombre y el oso de las cavernas prácticamente no exis­tió. Este oso debió ser de carácter huidizo, dado su bajo camivorismo, y la expansión musteriense debió ser el origen de su deca­dencia, ya que los expulsó de sus habitats favorables (bastaba el ruido y el olor del humo), hacia zonas elevadas mucho menos favorecidas. Con ello, la población se fragmentó y la falta de renovación genética condujo a su extinción paulatina, a la que también coadyudaron los cam­bios climáticos que tuvieron lugar en la par­te más alta del Pleistoceno superior. Tam­bién se ha especulado mucho sobre la

Foto 9. Dos cuadrículas de excavación en cuevas de Eirós (Jriacastela, Lugo), repletas de huesos de Ursus spelaeus, al fondo el cráneo de un macho de gran talla.

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Foto 10. Dos radios de oso de las cavernas procedentes de Cueva Eirós. Uno de ellos perteneció a un animal sano, el otro muestra en su parte distal. un brutal engrosamiento posiblemente originado por una tumoración del hueso.

posible caza del oso de las cavernas por el hombre. Esta teoría es fácilmente descarta-ble ya que estos hombres habrían encon­trado enormes dificultades en la caza de un carnívoro, de más áe una tonelada de peso, y definitivamente sería más económi­ca la caza de cualquier herbívoro.

Dado que el oso pardo tenía hábi­tos sociales muy diferentes a los del oso de las cavernas, pudo librarse entonces de la extinción sufrida por su congénere; pero la mayor eficacia venatoria y la explosión demográfica del Pleistoceno superior los relegó a zonas cercanas al mar (foto 1 /).

Con la llegada de los metales, el oso pardo se convertirá en la pieza venato­ria por excelencia y será cazado intensa­mente. En el "Libro de la Montería" de Alfonso XI de Castilla y León, se recoge que el oso era cazado en Murcia, Extremadura, Huelva, etc. Con la aparición de la gana­dería Intensiva, la competencia con el hombre alcanzará su punto álgido, será aniquilado por monteros y alimañeros (foto 12), quedando confinado en brañas y sie­rras de escaso interés económico, donde hoy sobreviven bajo la constante amenaza del furtivismo y del desarrollo,

Foto 12. Restos de esqueleto de una hembra de oso pardo, muerto por alimañeros en periodo histórico. Se observan carbones de una hoguera en el borde derecho de la imagen. Cueva de Id Machorra (Espinosa de los Monteros, Burgos).

Bibl iograf ía

TORRES, T. (1984). Úrsidos del Pleistoce-no-Holoceno de la Península Ibérica. T.D., ETSI de Minas de Madrid.

TORRES, T. (1986). Spanish karstic filllngs: the key for Pleistocene Urslds knowled-ge. Proa IXth Int. Spel. Congress (Bar­celona).

TORRES, T.; GRANDAL, A. y COBO, R. (1990). Comparación entre aspectos tafonómicos de dos yacimientos de oso de las cavernas. Cueva Eirós (Tria-castela-Lugo) y Troskaeta'ko Kobea (Ataun Guipúzcoa). Com. I. Reun. Tafon. Fos.: 363-368.

-oto / 1 . Restos de un conchero Asturiense tardío, con zarpazos de un oso pardo, que finalmente murió dentro de la cueva. C del Llau (Asturias).