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LOS GRANDES MAESTROS: MOZART Número 160

Pluma y Lápiz (Barcelona. 1900). 1903, No. 160

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LOS GRANDES MAESTROS: MOZART

Número 160

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LA SEÑOR/V

N casa de Zarauz todo se volvían atenciones á mi: el mejor de-partamento para vivienda, el puesto de lionor en la mesa, elplato más exquisito... yo estaba ya abochornado por tantasdemostraciones de afecto; era aquel un trato á lo principe; pero¡Cristo! que como nunca la dicha fue completa, también mi es-tancia en casa de Zarauz, tenía su lado horrible; porque, decirá cualquiera á quien se habla por primera vez: «Fulano de Tal,en el presidio tiene usted su casa», la cosa es un poco fuerte y almenos la primera impresión es de las que hacen dar un paso

atrás al interlocutor. Si, señores, en el presidio: Zarauz era por entoncesdirector de la Penitenciaria de Granada, cuyo departamento exteriorliabitaba, y allí encontré preparado magnifico alojamiento.

Descartado este pequeño detallo, en holgura y en bienestar no mecambiaba yo por el czar de Rusia. Había ido buscando salud para mi pobre natura-leza, y á poco de vivir un mes bajo aquel cielo privilegiado encontrábame conun precioso acopio de fuerzas y vigorosas energías. Los días de sol, emprendíalargas caminatas hasta Huétor y Atarfes, ó pasábame las tardes metido en la Al-hambra, correteando las alamedas y orillas del (leneralife. Cuando hacia mal tiem-

po, no quedábame otro recurso que permanecer encerrado en los bien confortados salones de Zarauz, óbajar al presidio y matar las horas charlando ron los celadores, quienes siempre referíanme algo nuevoé interesante de la vida de aquéllos desventurados que expiaban.sus crímenes bajo la custodia de mi amigo.

Una noche que, mientras cenábamos refería jo mi impresión al hablar con el penado Iñiguez, unode los de la perpetua, Zarauz me contestó soniiendo:

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—La historia de cualquiera de esos muchachosinteresa á los impresionables como tú; pero á mi,<jue llevo veinte años bregando con ellos, nada deJo que me cuenten me llama la atención. ¿Y que,•que decías... Á cuáles has visto?... ¿Has hablado ála señora?—me interrogó subrayando con ciertaimpiedad la última palabra.- —La señora... ¿qué señora es esa?—exclamé per-plejo.

—Si, hombre, si,—añadió sonriendo, con un tonode cruel indiferencia, altenia de nuestra conversa-ción,—una orgiveña gua-pota y rica, que mató a dus•ó tres, no recuerdoá cuan-tos por cuestiones de amor.

—¿Y hace mucho queestá aquí?

—Creo que vino por seisaños; debe estar abocadaá salir.

—¡Pobre mujer! — ex-clamé yo interesado porconocer aquel drama. —¿Me permites que la vi-si le?

—Sí, hombre, que teacompañe don Santos.

Y continuó diciendo:— Es la única reclusa

que por orden del minis-tro está exenta de trabajosy horas re-g l a m e n t a -rias; entra ysale de su cel-da ala hueitacuando lotie-ne á bien...Oye, y cosai-ara, ellas yellos le bai-lan al agua átodas horas.Creoque'por-q ue es m u vdispendiosa .

Las rete -reacias deZarauz, bas-taron p a r arobarme elsueño aque-lla noche y amanecer intrigado por conocer á laseñora, como cariñosamente la llamaban todos euaquella casa.

Al día siguiente, tan pronto como eche la vistaencima á don Santos, le hice que me acompañase« la celda de la dama de Ürgiva. El jefe de los ce-ladores se adelantó un poco y le expuso mi deseo,instantes después me recibía Felisa Marín.

Su departamento era una celda alcobada con dos

pequeñas ventanas de espeso enrejado que mirabaná la huerta. La habitación, de paredes blanquísi-mas, la adornaban cualru sillas, dos mecedoras, unacómoda, un espejo de media talla, varios cromos,un retrato de hombre, que s >steníaü sobre la cómo-da dos piececillos de acero. En aquellas dos piece-citas reducidas y limpias, se aspiraba ese bien olien-te vaho que denuncia á la mujer aseada y pulqué-rrima.

Felisa Marín contaba de treinta y seis á cuarentaaños, y era, en efecto,una mujer extraordina-ria. Recuerdo que anteaquella cabeza árabe, deojos grandes, serenos ynegrísimos, aquel los cabe-llos de seda tan brillanteque herían la vista; aquelrostro moreno mateado,sobre el que proyectabala sombra de sus espesaspestañas: aquella nariztan fina, tan recta, y aque-llos labios sensuales, te-ñidos de rojo púrpura,ante tan sugestiva majes-tad del crimen, quédemepetrificado.

— Señora. — exclamé,dominándome y echandomano á todos los recursosde la galantería,—mi ca-lidad de viajero y hués-

ped del direc-tor, me am-paran paraser indiscre-to viniendo ávisitarla. Heoído referirc ier ta con-m o v e d o r ahistoria y hesentido vivosdeseos de co-nocerá la he-i'oina.

— ¿Teniau-ted deseosde conocer-me'—me in-terrogó invi-lándomeáto-

mar asiento.—F.s raro que haya quien se interesepor conocer á una pobre red usa.

—No, Felisa,—Iainterrumpi,—según misnotü-ias,usted no es una mujer vulgar; es usted una mujerde corazón arrojada á este puerto por el amargooleaje de su destino... ¿Quiere usted relatarme sudrama?

Y Felisa Marín, la protagonista de una historiade sangre, con una serenidad pasmosa y una imnu-

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labilidad mayor aun. me refirió su crimen; llevabaescasamente un año de matrimonio'con Mateo Bcr-múdez, un hombre á quien ella hizo malo non suarrebatadora pasión. En [erra os de llorar sus ojos,un dia siguió á Bermúdez hasta la casa de su mer-cenaria, y sorprendiéndolos en la alcoba de sus in-timidades, ciega y desequilibrada, con la loca ce-guera de los celos, asesinó á los desprevenidosamantes...

Felisa Marin me refirió esta página negra de suvida sin derramar una lágrima firme, impertérrita,con el tono enérgico de la convicción, inalterablessus facciones y su metal de voz.

II

Ahora, si es verdad que ¡a simpatía es una espe-cie de instantánea al magnesio que enfoca la co-rriente moral de dos sentimientos, precísame decla-rar que aquella tarde quedaron tirados entre Felisay yo los clichés espirituales de un mutuo y honradoafecto. Pero por los muchos respetos que á mi memerecía la situación delicadísima de aquella mujer,yo no la visitaba jamás; sólo algunas tardes TÍOS en-contrábamos en la huerta y charlábamos uti ins-tante.

Estaba yo en vísperas de separarme de Zarauz,cuando un dia no recuerdo por qué causa ó fiestanacional, la «Gaceta» nos trajo un extensísimo in-dulto de penados. Lo primero que se me ocurrió fueinformarme de si aquella gracia alcanzaría á miafectuosa reclusa. Informado de que de allí unosdías, Felisa Marin volverla áser libre, cogí la «Ga-ceta» y me dirigí á su celda.

Felisa humedeció con lágrimas aquel papeluchooíicial que le traía su libertad, y un tanto repuestade su fuerte emoción, de la que yo participé enabundancia, hablamos de su nueva vida y de su re-greso á Orgiva.

Nunca li-e podido explicarme por qué sugestiónmisteriosa, por qué imán invisible, aquella tardepronuncié frases que, bajo aquel sagrado recintome estaban vedadas. Sólo recuerdo que, desorien-tado, obediente al hipnotizador mandato de sus ojosdominadores, balbuceé:

—Si, Felisa... á qué negarlo... yo la amo á ustedy necesito sor dueño absoluto de esc corazón tangrande...

Felisa me miraba aterrada.—¡De modo,—replicó,—que usted seria capaz de

amarme con toda la pasión, con toda la salvaje rea-lidad que yole exigiera! Pues bien, ¡sea!—añadió —disponga usted de mi; pero no olvide que la primerprueba de amor, se la daré al recobrar mi libertad.

—¡Y en qué consistirá esa prueba?—le preguntóbien ajeno á la sentencia que me preparaba.

— iAh, es muy sencillo!-añadió posando en miuna mirada que me produjo un escalofrío, —ustedse ha apoderado de mi voluntad, de mi corazón yde todo mi ser; usted me ha tendido un lazo y meha vuelto al amor... y tan grande será mi pasión,tan grande es ya... que, créalo usted, amigo mío,idejo intactos los muebles y me llevo las llaves deestecuarto!...

ALBERTO CARRASCO

LAS novicias en elTemplo, de rodillas ante el AraSalmodiaban oraciones ofrendadas al Divino:

Y volaba por el atrio la voz dulce de Sor Clara,La voz suave y melodiosa como un cántico divino.

Aparecen en el Templo con sus rostros virginales.Las novicias en tocadas como candidas palomas:Mientras cruzan por las naves las azules espirales

Del incienso y las aromas.

Esculpido en el colmillo de marfil de un elefante,Hay un símbolo de Cristo, que agoniza en una cruz,Y á sus pies, arrodillada, gime triste Sor Violante

Mientras entra por la ojiva inundando su semblanteUn fulgor de roja luz.

Enmudecen los preludios y á mi estancia silenciosaYa no llega el dulce ritmo de ia mística canción;Ya no alumbran en el Atrio del Conven to losCiriales;Todo duerme en la penumbra de la noche silenciosa»Y en un ánfora de plata se deshoja ya una rosaY en su celda Sor Violante, besa á un Cristo con

[pasión!...

JUAN GUERRA NÚÑEZ

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ARTISTAS EN LA INTIMIDADANTONIA FERNANDEZ

VIAJO. En un mismo departamento salimos dela estación del Mediodía tres personas: una

es mujer de tilde picaresco, joven y bonita; la otraes un viejo epicúreo de blanquinosa melena y grue-sas tumbagas; y yo que, según inveterada costum-bre, á los cinco minutos no más de camino ya estoyarrellanado en mi cómoda butaca, llamando al sue-ño que fiel á mis súplicas, viene siempre y me dejadescansar como en propio y mullido catre. Se danlas buenas noches con toda la mayor finura, y des-pués, sin preocuparse para nada de quiénes son yqué hacen 4os compañeros de viaje, sin ningún mi-ramiento, se dedica, la persona experimentada, ádormir. Es lo más práctico y alimenticio.

Claro está,—y por sabidose calla-que el hombre pro*pone y el destino dispone fa-talmente lo contrario, y nosiempre los inoportunos com-pañeros son bien educadospara respetar el sueño delmártir que les cae en desgra-cia. Y aquí de niños que llo-ran como becerros; de padresque lo hacen todo— contrala higiene y los preceptos deldoctor Munyon—en el depar-tamento; otros, mayorestam-bién, que-comenyle echanal sufrido compañero los des-perdicios; que le manchan;que le estrujan; que le ponenlos pies en la cara y el sinnú-mero de atrocidades do nues-tro pueblo moruno; y, seño-res, en esto de sufrir, hayque hacer la vista muy gorday no incomodarse jamás: has-ta por todos los excesos queante nuestros ojos cometanlas parejas enamoradas...

Mis vecinos se sitúan al otro extremo del coche.El viejo no conoee á la joven y, burdamente, co-mienza a enamorarla: la obsequia, la piropea, lamira con ojos di; sátiro y, por último, se da á cono-cer...

¿Conoce usted á Pérez? ¡Pues es élt ¡Pérez, elgran hombre! un cacique de Jaén, con huertas,molino y un periodiquito, donde va á hacer popu-Jarfsima á la compañera, que es artista.

Y asi el sugeto, que es un hablador incansable,cuenta á la pobrecita y santa mujer, todos los epi-sodios de su accidentada vida, desde que comenzóá proteger á Juan Mantilla, hasta su último des-cngaíío con este ya elevado señor, casos y cosasque no se acaban nunca, porque yo, dormido, escu-

cho siempre el eco desagradable del viejo caballero,hasta que transcurridas que van seis horas de ago-nia se despide y se marcha.

— ¡Por fin! —exclama la amada y amable compa-ñera, y de su pecho sale un profundo quejido dehastio...

—¿No habrá usted podido descansar?—la pre-gunto.

—¡Pero no ha visto usted á ese hombre; si eso noes persona: eso es una carraca loca!...

—¿Y por qué su amabilidad en escucharle?...—Por... DO sé... por nacencia; porque los artis-

tas, ¡os que vivimos del público, tenemos que estarmuy amables con todos... Ahora que., déjeme us-ted desahogar: ¡que permita Dios que se le seque

la gnrgantay viendo su huer-ta arder no pueda pedir nisocorro!...

—Luego, ¿usted es artista,tiple, y sale de Madrid paratrabajar en provincias.'

—S¡, señor: voy á Jerez, áCádiz... y me llamo AntoniaFernandez.

—¡La Fernandez! ¿Estrenóusted, tal vez, la ópera deBretón, La Dolores?

—En la Zarzuela, si, se-ñor, hace ya la friolera deonce ó doce años! ;Qué tiem-pos y qué ilusiones! Más tar-de estuve en América, enmedia España, en Eslava yen Eldorado estas últimastemporadas... Pero... deje-mos esto... qne ni yo soytan pelma como el ancianoque he tenido el disgusto deconocer, y ni usted, amigo,artista para soportarme...

; " • ' • • «

Dudo yo, lectores, que poresos mundosde Apolo se encuentre mujer más ame-na, simpática é inteligente que la que fue, por unashoras, mi compañera de Via é. Será este un día queno olvidaré jamás. Y no me extraña que la An-tonia Fernandez con su gracia andaluza, picardía'y finura, tenga,—aparte de otras sobresalientescondiciones en la escena,—dominado al público,chalado,—valga la frase,—por sus cosas. ¡Valientescositas se trae para hipnotizar al más fuerte esfacriaturita de mis pecados!...

...Con ligeras interrupciones me habló, á mis sú-plicas, de su vida artística. Oigámosla: «Para mi elarte es el todo: es decir, que constituye medía vidamía: y buena prueba es que gustándome sobrema-nera el conocer y contemplar los diferentes y nota-

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bles monumentos históricos, casi siempre abandonolas poblaciones donde existen en abundancia sinhaber satisfecho el gusto de admirarles. El teatroabsorbe todo mi tiempo. Empecé en Madrid en elteatro de la calle de Jovellanos, y doce años de lu-cha no han sido suficientes a disminuir un ápicemis entusiasmos que han sido mayores, si cabe, quela noche de mi debut, bien es verdad que del públi-co estoy muy satisfecha: para mi no hay más quemuestras de consideración y cariño. Las obras quemás me gustan y de las que en mi humilde parecercreo yo saco mayor partido, son las dramáticas;admiro mucho lo trágico, y que si yo fuera más jo-ven lo estudiaría con gusto en obras serias; pero enParís; las obras francesas son todas primores dearce.

Las Carceleras, Lajlesta de San Antón, La Do-

lores, como zarzuelas españolas, hacen resaltar mitrabajo; entre otras son las que más represento yme gustan.

Unos datos para que se juzgue mi afición al teatro.Yo entré de seis años en un convento de Motril, dedonde salí á los quince, trasladándome á Madridcon el exclusivo objeto de matricularme en el Con-servatorio, proyecto que realice, siendo mis prole-sores, entre otros, doña Carolina Cepeda y donJosé Pinilla. Pero los estudios de ópera, además deser muy costosos, son largos, así es que ahorqué lacarrera, y abreviándola, me dediqué á la zarzuelaespañola. Fidela Gardeta—ahora como yo artistadel género chico,—la Lerma, laFonz, entre otras,fueron mis condiscipulas, y yo hasta disfruté el ho-nor de cantar en Palacio delante de S. A. la InfantaIsabel...

Mis temporadas desde entonces han sido muchas.Fui á América, á Buenos Aires, al Uruguay, á Ro-sario de Santa Fe, á la Plata, á Montevideo y cuPortugal, he estado tres veces. De España, poraspoblaciones serán las que yo no conozca; en Barce-lona también hice alguna temporada, y del públicocatalán conservo gratos recuerdos... ¿Mis gustosfLa amistad y ser aplaudida. ¿Lo que más quiero?...A mis padrea.

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—¿Y de amores*...— De amor no me pregunte usted una palabra.

Creo que no se debo querer á ningún hombre, por-que iqué pocos son los que tienen corazón!...

—Exceptuando algún caso...—Tal vez...

...El expreso Iialiia atravesado ya el lamoso puen-te de Alcolea, sobre el Guadalquivir... A uno yotrulado de la linea, la campiña andaluza, soberbia y todaen producción, lo mismo que el esplendoroso bos-caje de olivares, nos hizo, ensimismados, recordarnuestro país, sus habitan tos y sus vinos... ¡Qué tiem-pos y que ilusiones!... Llegamos á Córdoba.

— ¡Que me escriba usted y cuente como la tratanpor esa provincia gaditana!—la dije a la Fernándezal despedirme. Y nos separamos.

Ayer,—cumpliendo su palabra—tan simpática ar-tista, me ha enviado unos recortes de un periódicoy dos lineas también de su puño y letra. Los recor-tes dicen asi:

((ANTONIA FERNANDEZ

íiBajo dfí uno, mala capa se oculta un buen be-bedor.

»TaI aforismo puede traerse á plaza cuando trasde un nombre tan prosaico y un tan vulgar apellidose halla una mujer hermosa y distinguida y unaartista con todas las exquisiteces de la gracia y deinspiración.

«Antonia Fernández, la tiple dramática de la ex-celente compañía cómico-lírica que funciona en elTeatro de Verano, lia llenado por completo la me-dida de lo noble, de lo exacto y de lo bello en cuan-tos personajes ha interpretado en la escena, figurassalientes de tantas obras escogidas, ya chispeantesy regocijadas como La Vtejecita y El Terrible Pé-rez, y á idilicas y candorosas como EL Puñao de¡losas y Los ;/i</anfes, bien conmovedoras y trági-cas como A'jua Mansa y Las Carceleras.

»Viendo y oyendo á la Fernández, no se sabequé admirar más en ella: si su estilo y maestría env\ canto, ó su delicadeza é identificación en lo có-mico y dramático.

»De rostro hermoso, busto arrogante, y elegantí-sima apostura, simpática é interesante y modelo decorrección y delicadeza en las tablas...

«Cuando emite su poderosa voz de contralto lan-zando las geniales harmonías á las ondas sonorasde la sala, conmueve y arrebata, y á sus musicalesimprecaciones y lamentos, á sus sentidas endechasy desesperados apostrofes, responde un murmullodel impresionado auditorio que subiendo de puntoacaba por convertirse en entusiasta y atronadorasalva de aplausos, en bravos y voces de elogio ca-luroso.»

Las dos líneas de la carta dicen lo siguiente: «Lanoche de mi debut en Cádiz, recibí un precioso

ramo. ¿Á qu¿ no se figura usted de quién era esteobsequio?...

;Del cacique, del viajero de marras!...»¡¡El delirio!!...

MANUEL CARRETERO

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Hondamente lie sentidola muerte del actor Julián Romea.Tenía yo no más dieciséis años

— ¡feliz edad aquella! —cuando el celebre artista

dio á conocer mi producción primera,con Eloísa Górriz,

la Ftibiaría Garda, un tal Venegasy algunos otros cómicos

cuyos nombres hoy día ya no suenan.Parece que era ayer. Y ya han pasado

¡dieciséis primaveras!Pues bien: yo debuté, corno decía,con una obra en un a<;lo, una comedia,que era ¡naturalmente! un trabajillo

de un muchacho que empieza...Dialoguitos en verso,de medidas diversas,Y muy cuidado el ritmo

según las viejas leyes de poética,pero nada dé chistes

retorciendo el vocablo á la maneracomo hoy suelen hacerlo los autoresque van ganando miles de pesetas.Romea trabajo como él sabia.i Y a él y á mí nos llamaron á la escena!El sólo merecía los aplausos;

lo digo muy de veras,pues puso todo su arte, aquel gran arteque otros artistas para sí quisieran.Porque Romea i'ué, con propio estilo,

con peculiar manera,cómico, como pocos, chispeante

de la mejor escuela,sin llegar a lo bufo

ni menos descender á donde lleganmuchos que cobran hoy los grandes sueldo*por dar gritos y saltos y piruetas.

¡Ha muerto un buen artistay ¡ay! ¡cuántos malos quedan!

** *

Y siguen las noticias tristes.¿Hacia pocos días que hablábamos de siniestros

causados por los tranvías eléctricos ó por el delicio-so sport del automovilismo?

Pues, ea, ya hay mas apuntes para la ncotafia...Siniestros en Barcelona y en Madrid, producidos

por los tranvías.Adem4s, desde París, refiriendo detalles de una

carrera de automovilistas, nos cuentan:«M. Dejean, quedó aplastado bajo el carruaje, y

el mecánico resultó herido gravísimamente.«Dos mecánicos de otro automóvil resultaron

muertos, y heridas gravemente dos personasque enél iban...»

Antes, los desventuradosque, no pudiendo aguantarlos azares de la vida,buscaban la eterna paz,se colgaban de una cuerdaó se arrojaban al mar...Hoy hay, gracias al progreso,

mis i'L'Cursiis, mucliuri musí,para quitarse la vidade un mudo menos vulgar.Con tranvía ó automóvilen un instante se vadesde este valle de lágrimasderecho á la eternidad.

En el teatro de Novedades se ha celebrado unafunción brillantísima a beneficio de la familia delque fu6 chispeante escritor y muy distinguido pe-riodista don Daniel Ortiz.

Los artistas de todos los teatros trabajaron gra-tuitamente.

El público respondió al llamamiento que se lehizo y aportó una no pequeña suma que aliviará lasituación triste de la viuda ó hijas de quien derro-chó, hasta agolarlo, el caudal de su inteligencia....para morir pobre.

* »En Santander hubo, poco hace, sucesos graves.Y en Logroño desórdenes.Y en Sueca (Valencia), gravísimos aconteci-

mientos.Y, en Riotinto, huelgas...

Y, entre los liberalesque han decidido

designar pronto el jefede su partido,

va á conseguir don Segisgran mayoría...

¡Aumentan las desgraciasdía tras día!

¡Hombre, qué delicado obsequio!Al vicerrector de esta Universidad, un maestro,

en pago de supuestos favores recibidos, le ha rega-lado... ¿qué dirán ustedes'... ¡un saco de patatas!

Cualquier día nos van á contar que al alcaldele lia obsequiado un guardia municipal con una latade sardinas ó con un queso.

Aunque, wn queso, es fácil que se la dé la mayo-ría republicana.

La cual también te obsequiará con más de Maniata.*

* *¡Qué discurso el que Maura

pronunció en el Congresohará ya una semanadía más, día menos!¡Qué de aplausos al hombre!¡Qué ruidoso fuá el éxito!Los más entusiasmados¿sabe usted quiénes fueron?Nuestros buenos amigosVillaverde y Romero.La cosa se comprende.No e.s que se asombren elloscuando Maura da talespruebas de su talento.Es que Maura.,, ¡les dejacontinuar en sus puestos!

JULIO MARTÍNEZ LECHA

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caída ele las liólas

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—Bueno,me olvidaba:

— ¡Ay, doctor! ¡Ya no'puedo más!... ¡Este estómag'ome mata!

—Pero ¡por Dios! don Cosme ¿tanto le duele á usted*—Si, señor; no conozco dolores que hagan sufrir

lauto... á excepción de Dolores Pérez, la madre de m¡mujer.

—Bueno, pues vamos á dejarnos de paños calientesy á proceder con energía. Desgraciadamente la calhidráulica que receté á usted el año pasado y los coci-mientos de légamo y serrín que tomó usted después,no le han aliviado nada; la dieta absoluta, sobre debi-litarle un poco, no logra mitigarlo los dolores; por otraparte el estómago de usted es tan vanidoso que no ad-mite reparos... En fin, que hemos llegado ai caso ex-tremo, y...

—¿Y qué piensa usted hacer?—¿Está usted dispuesto á todo?—lYo lo creo! Como que si no me curo, me suicido-

y en seguida le mato á usted!...—Bueno, pues vamos á seguir viviendo todos. Ma-

ñana á las dit-z me tiene usted aqui con los chismes dematar y los dos compañeros que han de ayudarme enla diiidl operación de extraerle el estómago para lle-vármelo después á casa y echarle los remiendos, quenecesite.

—;Qué barbaridad!—Si, señor; empleando el procedimiento inglés de

uiister Camelow, en cuatro dias se encuentra ustedcon un estómago casi nuevo, incapaz de causarle á us-ted el menor disgusto.

—Corriente. Usted es una lumbrera de la ciencia yen sus manos me encomiendo con la mayor fe.

pues hasta mañana... y mucho ánimo, don Cosme, que la cosa no ofrece cuidado... Ah. sosi esta noche quiere usted testar y confesarse, no estará de más... Buenas tardes.

II

A las diez y media comenzó la opera-ción.

A las doce menos cuarto don Cosme sehallaba tendido en un catre boca arrilm.quieto y silencioso, rodeado de su familia,dos criadas y un perro de aguas, y hon-damente preocupado por la ausencia tem-poral del estómago, cuyo hueco había eldoctor rellenado interinamente con unchaleco de Bayona muy dobladito y em-papado en Jerez.

Al propio tiempo el sabio é intrépidocirujano, lumbrera indiscutible de la cien-cia, hallábase en su gabinete dándolevueltas á ia rebelde viscera de don Cosmesobre la mesa de disección. La empresa era difícil y entretenida al par que molesta, pues la boca del es-tómago del operado no cesaba de dar alaridos y azorar al operador.

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En hacer soldaduras, barridos, suturas, atadijos, raspaduras y enmiendas invirtió el día entero, é in-fatigable como él solo, no quiso interrumpir su tarea con la llegada de la noche, encendió un fósforo, conél un quinqué de gran potencia y aquella noche no durmió, pues urgía la colocación del órgano en su es-

tuche natural, toda vez que el chaleco borracho que á don Cosme 'rellenaba en concepto de estómago-provisional, era muy torpe para hacer las digestiones correspondientes.

III

A las ocho de la siguiente mañana se presentaba el doctor en el domicilio de don Cosme con un liodebajo del brazo y un par de ayudantes de cada especie.

La colocación de la viscera remendada se llevó á efecto con toda felicidad, hasta el punto de que,agradecido.-1 y emocionados todos los presentes, incluso las criadas y el perro, besaron al operador, quese retiró a descansar con la sitisfacción del que lia logrado un verdadero triunfo.

Por su parte don Cosme se encontró muy pronto libre de dolores y en disposición de hacer su acos-tumbrada vida, aunque sintiendo siempre una ligera molestia, algoasi como un estorbo en el estómago; pero tan pequeño que no lequitaba su proverbial apetito ni su acreditado buen humor.

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IV

—;Ay doctor de mi alma!—¿Pero qué es lo que sucede? tA qué obedece tan repentina lla-

mada?—A que me muero á chorros. Anoche, después de cenar, desde-

que me dieron equivocadamente una copa de alcohol por dármelade ojén, tengo una hoguera dentro. ;Ya ve usted! Yo que no suelo-quemarme por nada, ahora estoy tan quemado que si no me apagausted este violento incendio que se me ha declarado en 'el cuartointerior, falleceré inmediatamente.

—Amigo mío; es usted el primer Cosme operado por mi á quiense le ha reproducido el padecimiento.

— Sí, señor; seré lo que usted quiera; pero fíjese en que mi estó-mago es un irresistible volcán sin vistas á la calle.

No hubo más remedio que examinar de nuevo el órgano consa-bido. Lo extrajo el doctor con iguales precauciones que la vez primera; lo condujo á su gabinete quirúr-gico, quitó con facilidad el estorbo que tanto mortificaba á don Cosme, lo bañó con limón y cerveza y,riéndose de lo ocurrido, regresó á casa del paciente con el estómago de éste metido en una cestita.

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—Doctor; ¿viene usted á colocar en su sitio el estómago de mi Cosme?—Si, señora; aqui le traigo, y le garan-

tizo á usted que no volverá jamás á mo-lestarle.

—¡Quiéralo Dios! En usted confio, pues-to que al fin os usted una lumbrera...¿Pero puede saber.se en qué lia consistidoesta extraña y abrasadora recaída? ¿áquése debe que le parezca á mi pobre maridoque lleva lumbre den tro t

—Señora... de es tu contratiempo ígneonadie lia tenido la culpa más que yo.

—¿Por qué?—Porque al practicarla operación yantes

de coserla viscera remontada, tuve un des-cuido imperdonable. ;Si, señora; me dejédentro del estómago la Jcaja de cerillas.

—¡Demonio!— Y no es esta la primera vez que me

ha ocurrido.—¿Si, eli- ¡¡Ahora comprendo por qué dicen que es usted una lumbrera'.'.

JUAN PÉREZ ZÜÑIGA

limbos(DE t i . RoDIÍN'BACH)

¡todo un mundo engendradode sueños sin bautismo!

JOSÉ DE SILES

Da nuestra mente duermenen los obscuros limbos,proyectos abortados,como aun informes niños.

Nacientes ilusiones,desengaños antiguos;juncos sobrado débiles,harto pálidos lirios;

en los mentales antros,antes de abril, marchitos,deseos en capullo,capullos ya roidos.

Jardines, como un caos,profundos y sombríos,do amores incompletosviven, pero dormidos.

¡Cuántas mustias imágenes!¡cuánto dorado trigoque soñamos mirarloen hostias convertido!

Reinado tenebroso,confuso laberinto;sin embargo, allí suelehaber algo divino.

Allí persiste un sueño;un ser allí está vivo;allí de luz un rayoda un beso en el abismo.

Y todo esto se agitasi en mi interior vo miro...

(Asunto Flaubert)

...—«Quiero beber el vino de tu vaso,Ser tu Dueño y tu Rey, amada mía:Y abriendo tu corpino de azul rasoembriagarme de amor y de ambrosía.

—No temas á mí amor; que por ti lloraMi alma rebelde, luchadora y brava.Anhelo sólo que al llegar la auroraPuedas ser Reina de mi vida esclava.

—Flota en tus grandes ojos de misterioLa blanca sombra de un amor muy vago.Serás la Emperatriz del nuevo Imperio,Envuelta por las nubes de zahumerioQue traigan mis legiones de Cartago.»

Después... hubo una pausa... Un rumor leveSeguido por los besos rumorososDel bárbaro Demetrio y Afrodita.Ella le dijo ruborosa: —Bebe.Mientras vieron sus ojos luminososRomperse su dorada cadeuJta...

JUAN GUERRA NÚÑEZ

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Ojeada universal

L

(REVISTA DE REVISTAS)

Ensayos de natación

A sociedad de Socorro de Náufragos de Londres, que tan buenos servicios está prestando, procurapor todos los medios posibles evitar las desgracias fortuitas que cada dia ocurren en el puerto

de la gran metrópoli. Unod« los más eficaces consisteen hacer aprender el arte dela natación, nada difícil porcierto cuando se ha perdido

É? ¿ K'ifck'^ ^ I CÍ^K^! " el tern°r al aKua> mayort *• • mt\ - A-L ' ^ 1 A.. , » número posible de hombres

y mujeres. Á 'tal efecto, haestablecido distintas escuelasá lo largo del río, las ha do-tado de buenos maestros denatación y parece que ob-tiene buenos resultados suplausible iniciativa. Á fin deque abunden los aficiona-dos, reparte premios en me-tálico entre ellos, y de estamanera logra con más segu-ridad el fin que se propone.Las escenas que reproducePLUMA Y LÁPIZ, están toma-das del natural durante unode esos concurso* en que losnadadores se afanan por ga-nar el premio ofrecido.

Muravieff

EMSAYOS DE NATACIÓN

Es el ministro de Justiciade Rusia que preside el Tri-bunal Arbitral de La Hayaque ha de dar sentencia en

el pleito que ante su alta jurisdicción sostienen Venezuela y las potencias europeas. Ningún Tribunaltan alto como el de La Haya, puesto que en <H están representadas todas las naciones y cada magis-trado y cada defensor son los representantes de un país. Los gobiernos que someten á su ¡"¡cío las que-rellas que tengan con otro gobierno, se comprometen por adelantado —á aceptar el fallo que el Tribunal dicte, y asi se evitan guerras y se áf/B&mkresuelve por la razón y según el derecho internacional lo que"se hubie- ' *se resuelto por la fuerza de las armas, con grave daño para todos.

Dentro de pocos días se sabrá la sentencia del Tribunal, y Venezue-la tendrá que acatar el fallo ya que, de otro modo, se expone á una rui-na segura, tan segura como rápida.

Los dos Emperadores

Sigue la contradanza de emperadores y reyes. Apenas vuelven unosa su reino despuós de visitar al jefe de una nación amiga, cuando se reci-be la noticia de que otros abandonan sus palacios para tener una entrevista. El Emperador Guillermo yNicolás II de Rusia, parece que están ahora á partir un piñón, según lo demuestra la entrevista quehan tenido en Wiesbaden, asistiendo á uno de los coloquios que tuvieron sus respectivos ministros de Es-tado, condes de Bíilow y Lamsdorff.

No faltaron periodistas entrometidos que procuraran averiguar de qué se había tratado en la fa-

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MURAVIEFF

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mosa entrevista; pero los ministros no quisieron complacerles y cuanto dicen ahora los periódicosson suposiciones gratuitas, que asi pueden ser ciertas como equivocadas. Lo único que se sabe es quelos dos soberanos se mostra-ron muy afectuosos; pero cla-ro es que no iban á arañarse,de modo que así puede habersido su visita un acto de puracortesía como el prólogo deun aruerdo político que sirvapara resolver muchos pro-blemas y disipar muchos te-mores.

Suicidio de un ministro

Apenas había tomado po-sesión de la cartera de Ha-cienda y jurado el cargo doministro, cuando llega im-pensadamente de Italia lanoticia de la muerte de Ro-sano.

Las causas del suicidio selian sabido pronto. Los radi-cales habían anunciado queatacarían sin piedad á Rosa-no en cuanto se reuniera laCámara.

Poco le hubiese importado L o s DOS

probablemente al ministroque sus adversarios combatieran su gestión como político. Lo que le traía desesperado es que algu-nos socialistas decían tener pruebas de que en época no muy lejana, cuando Rosano era subsecretario,

había recibido algunas can-tidades para que la dura leydel domicilio coatto no caye-ra con todo su rigor sobrelos obreros y revolucionariosque tenían algún dinero. Ber-gamasco, uno de los radica-les, afirma que entregó4.(XH)lii'íirí al ministro.

Supo estas acusaciones Ro-sano y no se atrevió á espe-rar que de un modo precisose formulasen. Pidió la cal-ma y la absolución supremasú la boca de una pistola. Yhalló la muerte cuando sutalento y sus grandes dotesde mando le prometían triun-fos y glorias.

Ejercicios de lospolizontes

Las instrucciones quu eljete de policía ha dado á losinspectores y sargentos delos suburbios de Londres,obligan á los policemen álos ejercicios que pueden vernuestros lectores, y que el

c lápiz del dibujante reproduceEJERCICIOS DE LOS POLIZONTES ^ J . '

ligeramente acaricaturados.14

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Bostezo del hipopótamo

Cuando el tiempo amenaza lluvia, lo que sucedeun dia si y otro también en Londres, los niños yaun la gente talluda que acuden al Jardín Zoológico,pasan un buen rato contemplando al monstruoso

hipopótamo,que sale delugua c h o -r r e á n d o l epor todo elmal desbas-:lado cuerpo"y con torpesmovimientossube á la ori-lla.

Es un ani-mal feísimo,cuyo cuerpoparece u n amasa gelati-nosa y que ,sin embargo,tiene un vi-gor y unaenergía tre-mendos cuando se enfure-

ce. Sus enormes patas y su cuerpo disforme pareceque sólo sirvan para sustentar una boca desme-surada que inspira terror y repugnancia á un tiem-

BOSTEZO DEL HIPOPÓTAMO

po cuando se abre para bostezar. Nuestro grabadolo reproduce en tal momento. A los niños les gustamuellísimo contemplar á mis* Git;/ Fawkcs, comollaman al monstruo, que hace poros días ha cum-plido treinta y un aiVs.

Princesa Radzíwill

El escándalo que se prepara en Londres con mo-tivo del proceso-entablado por la princesa Radziwiilá los heredero» de Cecil Rhodes, será fenomenal ygentlemen y fadies se relamen de gusto pensandolo que van a oír y saber.

La princesa pide una friolera á los herederos:veintisiete millones de francos, y afirma que tieneen su puder un documento firmado por el Napoleóndel Cabo, reconociéndole una deuda que á tantomonta. Los que conocen la belleza, la gracia y elmíenlo de la demandante, que tuvo amores con elomnipotente ricacho, no preguntarán seguramentela causa de tan enorme deuda.

Los demandados son gente de influencia grandí-sima, emre ellos lord Rosebery y el conde Grey,ministro éste, presidente del consejo aquél antes dela subida de los conservadores al poder. Defende-rán, puos, con tesón y habilidad su causa, y la prin-cesa se vetó obligada á exhibir documentos que ex-plicarán una porción de cosas y que muestran laexistencia del exministro del ('abo bajo un aspectobien poco favorable.

TEDFBL

valor de una lágrima

ALEGORÍA

—«Gota de agua cristalina,dijo el Genio de la Gloriaque k la tierra se encamina;«ven á la hora matutina,

ijue te ofrezco entre palmas, la Victoria.»

Y la gota temblorosaentre diáfanos cristales,cayó en la tierra gozosa,pidiendo con voz piadosa

¡brillar, y padecer con los mortales!

Y dijo al Genio sonriente:—«Rica perla ser quisiera;»y el Genio condescendientele replicó prontamente:

—«¡Sé, pues, imagen de la Fe sincera!»

Convirtiendo su tesoroen una perla valiosa,la gota trocóse en lloro,guardando intacto el decoro

de la piedad sublime y religiosa.

Y se fijó palpitanteen los ojos de una bella.

que miraba en ese instanteen el fiel regazo amante

del sudario letal la obscura huella.

AIH tranquila dormíala prenda de su cariño:y la Muerte aparecíapara llevarse ese dia

entre sus brazos pérfidos á un Niño.

Ya la gota no fue gota,sino torrente fecundode la desventura ignota,pues que la Madre devota

¡¡mira abrirse una fosa en este mundo!!...

Se sabe, que no hay tesoroque a la gloria mejor cuadrede la grandeza en el coro,que el sagrado y tierno lloro,

que vierte el corazón de toda madre,

FEDERICO FLORES GALINDOPeruano

Callao, Perú,— iuawi.

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CARTAS Á JUAN PAGANO

POR fin!—como del muerto aquél dijo La Co-.rrespondencia de Esparla — se verificó la inau-<

guración del Liceo, y bien sabe Dios que lamentotener que anunciarte ;oh inolvidable Juan! que liasido un verdadero fracaso.

El empresario, que sin duda corre parejas con elQucrubini de El Dúo de la Africana, se ha pro-puesto tomar el pelo al respetable público, y lo peores que parece que lo va consiguiendo. Por lo prontoha aumentado injustificadamente el precio de laslocalidades alegando por pretexto la elevación delos francos... para después darnos probablementecualquier tenor de la Baiceloneta. Excuso decirteel enojo de los abonados.

Eso si, el hombre se curó en salud y anunció queen obsequio del público se habían hecho tantas ycuantas reformas en el local. ¿Que cuáles sonf

Dejo la palabra al cronista de La Tribuna,- elperiódico mejor, sin género de duda, que se publicaen Barcelona—para que él hable por mi, que escasi como si fuera yo mismo:

«Una de las ¡/rundes mejoras es el haber alfom-brado los pasillo*.

Si recordamos nue este detalle tan primitivo deconfort, lo tienen en Madrid hasta los teatros deúltimo orden, la verdad es que no vemos razónpara anunciarle á son de bombo y platillo, en elprimer coliseo de Barcelona y que quiere pasar poruno de los primeros de Europa.

Otra mejora: el sitio de 'a orquesta se ha rebajadolo bastante para que aquélla no sea visible para elpúblico, siguiendo el ejemplo de los teatros alema-nes... y de Eldorado de la Plaza de Cataluña.

Tercera novedad: entre las filas de sillones habrámás espacio que antes; con lo cual no se hace másque cumplir con lo dispuesto en las ordenanzas tea-trales.

Cuarta reforma: se prohibirá fumar en sitio dis-tinto al salón de descanso y salones-café de los pisoscuarto y quinto. ¡Esta reforma si que es nueva, ori-ginal y espontánea y que justifica el aumento deprecio en las localidades!

Ultima mejora: desaparece la concha del apunta-dor, detalle importantísimo para los artistas, peroque no vemos que vaya ganando con ello el públicoabsolutamente nada. Lo que dirá éste:— ¡Que reba-jen el precio de los billetes y nos den buenas obrasy buenos artistas, y por mi ya pueden poner tantas

conchas como tiene el empresario ó una cesta deostras!»

Como ves, la cosa no tiene malicia.Otra de las tomaduras de pelo consistió en anun-

ciar la inauguración de la temporada con el estrenode La Danna^ionr di Faust, y cuando el público ha-bía accedido lleno du curiosidad en dejar su dineroen la taquilla, se le soltó, como hubiera podido sol-társele un becerro, un Lohengrin, que únicamentehan encontrado bueno los periodistas á quienes elempresario paga con butacas y palcos sus condes-cendencias y bombos.

La misma Tribuna dice hablando de la inaugu-ración:

«El teatro estuvo anoche bastante concurrido,pero no lleno, cosa que pocas veces ocurre en laainauguraciones. Hablamos del patio y de las gale-rías de palcos. Las alturas, como de costumbre, apa-recian atestadas. Veíanse allí los viejos aficionados,loa inflexibles, los que no se doblegan á la opiniónanticipada por otros públicos y por la critica.

No hubo anoche en el Liceo lo que se llama unlleno. De la empresa fue la culpa. Anunció á loscuatro vientos La dannaezione di Faust. Golpemágico; el abono acudió. Después, repentinamente,con la rapidez con que se suceden y cambian lospropósitos en Contaduría, fue retirada la obra y pusoen el cartel á Lohcnijrin, ya conocida aquí y can-

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tada en otras ocasiones mucho mejor de lo que ano-che se cantil.

De la función no salió el público complacido. Deeso puede estar seguro la Empresa.»

Después de Jeer esto, no creo que consideres apa-sionadas mis anteriores observaciones.

SÍ á todo ello agregas, simpático Pagano, el jus-tificado temor que tiene siempre el público de Bar-celona de que puedan repetirse en el Lú;eo las ho-rrendas escenas que provocó no hace muchos añosuna mano criminal, y tampoco olvidas las constan-tes amenazas que los elementos libertarios dirigenen sus roee-tingsy reunio-nes á todo loque significabrillo, esplen-dor, riqueza ylujo, compren-derás perfec-t a m e n t e elque te aconse-je que no pon-gas los pies enese teatro yque cuandoquieras pasarun buen ratovayas á Nove-dados á aplau-dir á Frégoli,á la Gran-Víaá ver Pepa laFrescachona,hecha por laMatrás, y has-ta ¡qui'í demo-nio! al Eldo-rado, aunquetengas que so-portar El Joc-key. Todo espreferible an-tes que pagarcomo magnifi-co lo que nodejaría de serbastante bue-no para el Li-ceo... de Palafrugell. En cambio, todo cuanto tediga es poco respecto al colosal talento de Coquelíny del triunfo inmenso que ha tenido en nuestro tea-tro Principal.

Componen la Compañía, entre otros, las actri-ces Miles. Esquila Bouchetal, Lemercie, Barlat, Lc-rouville y las demás del teatro de la Puerta deSan Martín.

Entre los actores figuran, además del director,MM. Volny, Rogenberg y el actor cómico M. Cha-be rt.

El gran actor se habrá convencido de que tieneaquí muchos admiradores. El ha sido el que ha estre-

nado la mayoría de las obras francesas contempo-ráneas. Su Compañía es sin duda una de las Com-pañías dramáticas más completas, y su Cyrann deBcrijcrar el verdadero Cyrano. Con eso está dk-hotodo.

Después de su excursión á España, Coquelin seencargará del teatro municipal de la Gaitó, de Pa-pís. Luego emprenderá una tournce por Américadel Sur.

Coquelin está decidido á realizar nuevas excur-siones artísticas y á fijarse definitivamente enParís.

^ Como su-pongo teagra-dara poseer elretrato del in-signe cómico,

• te lo envió ad-junto, en laobra antes ci-t a d a , comoverás.

En esta to-tngrafiasieresalgo observa-dor, pod r a suntar lo ad-mirablementecaracterizadoque está el ac-tor; esas nari-ces son ó pa-recen auténti-cas y no lleganá las exagera-ciones carica-turescas conque nuestrosactores hanrepresentado-<;1 tipa del ca-balleroso Cy-rano.

Veo, queri-do Pagano ,que esta car-ta me ha re-sultado másextensa de lo

que me proponía. Me queda en el tintero eJ tra-tar de otros teatros.

Poro consuélete el que en ninguno de ellos haocurrido casi nada de particular en esta última se-mana.

No te olvides de lo que del Liceo te lie dicho yrecibe un abrazo de tu amigo

PEDRO FRANCO.

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PRO PATRIA

I

LA jornada iia sido penosa. Durante nueve mor-tales horas anduvo sin descanso la partida. El

•enemigo persigue de cerca y hay que despistarlo.Se lia llegado á un estrecho valle que desembocaen el que la fuerza ha seguido durante cuatro mor-íales horas. Nadie puede con su alma. Come cadacual lo que tiene. La mayoría no come nada. Ñoimporta. Se descansará.

De pronto llega un capitán que sirve de ayudanteal jefe.—¡Arriba, muchachos! El enemigo nos pisalos talones. Dentro de dos horas descansaréis deveras.

Por todos lados resuenan maldiciones. Son mu-chos los que no se levantan hasta que aparece eljefe. Un francés, medio loco de fatiga y hambreempuña el fusil y jura que mata al que se le acer-que. No le da la gana de moverse. Prefiere que lefusile el enemigo. Eu cuanto asome el primero lotumba. Un irlandés gigantesco echa á andar apo-yándose en el fusil. Á cada rato masculla entredientes: ;Bi¡ God, mi fioi/sl Blasfemando á más ymejor, el Trancos se levanta al cabo.

Ha cerrado la noche. Trece mortales horas tar-dará el sol en salir de nuevo. El frío es intenso. Eljete señala unas peñas que dominan el camino delgran valle y la partida toda, como un ejército desombras, toma por un atajo que desdeñarían lascabras. Es preciso subir durante una hora, andarUna hora más á través de un bosque inmenso, lle-gar á un desfiladero que rara vez pisa la planta delos hombres. Alli está el descanso. Allí se podrá en-cender hogueras. El jefe ha pasado la niñez enaquel terreno inhospitalario. Él mismo sirve deguia. Las sombras andan silenciosas, tropezando ycayendo. El piso resbala como si fuese de cristal.Los pies, ó se hunden en la arcilla mojada ó se des-lizan hasta que el cuerpo da en tierra. ¡Acabaráuna marcha tan tremenda?

Acabó. Algunos, los más fuertes, preparan hogue-ras. Los débiles se tienden en el suelo sin quitarsesiquiera el correaje, brota la llama. Las sombrasse han convertido en espectros. Brillan los ojos den-tro de las cuencas contrastando con el color terrosode las caras. Hasta el gigantesco irlandés está pá-lido.

A la entrada del desfiladero, envuelto en unamanta, sepultada la cabeza en una gorra de pieles,vela el hombre más intrépido de la partida. Cuandoé\ está de centinela, no hay cuidado de una sorpre-sa. Toda la gente duerme. Las hogueras se extin-guen una tras otra. La masa sombría del bosqueparece un ejército de gigantes petrificados.

El centinela se estremece y prepara el fusil. Agu-za el oído. Permanece inmóvil. Después se ocultasin hacer el más leve ruido. Los pasos se acercancada vez más. El fusil se apoya en el hombro. Undedo está á punto de crisparse sobre el gatillo. Unasombra sale del bosque, se dirige hacia el desfila-dero. La muerte aletea por aquel sitio. Aletea comosi buscara una presa. De pronto toma vuelo, se alejacon rapidez. El centinela ha visto que la sombraera la de una mujer, la de la Loca, que desde haceanos, desde que empezó la guerra sigue tan prontoá unos combatientes como á otros. Se dirige sinvacilar hacia el desfiladero.

—¡Atrás'.—clama una voz imperiosa.—Dame pan si eres hombre,—replica otra voz.— ¡Atrásl— repite la primera, y una mano firme

aparta á la Loca.Cinco horas después, á las dos de la madrugada,

IOH que duermen despiertan sobresaltados. El ene-migo corona el desfiladero y rompe el fuego contralos desdichados hambrientos. Entonces empieza unafuga vergonzosa y tremenda. La mitad de los hom-bres que formaban la partida quedan en el fondodel barranco. Las tinieblas salvan de la muerte álos demás.

II

Cuatro meses después, en pleno dia, el mismocentinela ve aparecer á la Loca. La fuerza está di-vidida. Una parte de ella acampa auna media horade distancia; la otra mitad ocupa las inmensas cua-dras de la planta baja, la corralada, el huerto. Losque no caben en el edificio están sentados ó tendi-dos, quienes en la viña cercana, quienes en un bos-quecillo que cubre la colina que forma como unanfiteatro detrás de la casa. Aquel bosque cubretoda la otra parte de la colina y llega hasta cercade una villa de veinte mil habitantes, que está enpoder del enemigo.

La Loca pide limosna al soldado.—¡Atrás!Se empeña en pasar. No lo logra, pero de todos

modos estuvo durante buen rato mirando á los sol-dados. Dijérase que algo la atraía hacia ellos. Cuan-do estuvo cansada do mirar se marchó.

La partida debía pasar allí la noche, pues duran-te los dos días anteriores, se había batido de firme yhecho jornadas tremendas.

Apenas cerró la noche se levantó un inmensoclamor en el bosque vecino. El enemigo habríadado una de sus sorpresas.

El combale duró una hora, violento, empeñadí-simo. Pero los partidarios habían visto caer á mu-chos de los suyos al principio de la acción, y no pu-dieron resistir el empuje avasallador del número.

Se retiraron en buen orden; pero se retiraron;en poder del enemigo quedaban más de doscientoshombres y bastantes muertos y heridos.

III

Al cabo de poco tiempo descansaba la columnaen un sitio admirablemente dispuesto como posicióndefensiva cuando surgió la Loca, como si la hubiesevomitado el suelo. Dio la casualidad que el mismosoldado estaba de centinela. Aleccionado por losdesastres anteriores, en cuanto la Loca pretendiópasar, apartó el arma, cogió por un brazo á aquéllay llamó á sus compañeros do guardia. Hablaronunas palabras. Uno de los soldados descerrajó untiro á la Loca, que cayó al suelo como una masa.

Cinco horas después llegaba la fuerza enemiga;pero antes que hubiese disparado un tiro, se oyóuna voz imperiosa que gritaba:

- ¡Fuego á discreción!Y las montañas repercutieron el ruido de granizo

v cinco cañones, cargados de metralla, sembraronla muerte en las filas enemigas.

A. RIERA

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una Reflejos dePINTADA DE VARIOS MODOS EN US ABANICO

Con el trabajo del buril constantese labra la faceta diamantina,y amante el sol la vuelvo cristalinacon un beso de luz que es un cambiante.

Sigue el buril su paso rutilanterecorriendo la piedra peregrina,y con sus cien tallados la iluminade olios haciendo un único brillante.

Un gran pintor con el color jugando,fue en diversas posturas retratandotu sor que cual diamante reverbera.

Y la vitela al salpicar de tintas,le pintó cien ifflágenes distintasiy una sola hermosura.fcej-dadera'.

SALVADOR RUEDA.

Tú eres la luz del astro refulgenteQue en el cénit del cielo centellea.La claridad sublime de la idea,Que vierte resplandor sobre mi frente.

La clara linfa de pasión ardienteDonde se mira mi ;¡lma jigantea,KI reflejo ideal que .siempre ondeaEn mi cerebro, puro y esplendente;

La emblemática aurora, mensajeraDe una dicha inmortal en esta vida,En risueña y perpetua primavera,

Pues, tu existencia á mi existencia unidaJuntas quedaron, desde aquel momento,¡En que brotó la ñor del sentimiento!

ARTURO C. PORRAL.

MadHd, 1903. Santa Fe.

LA EPÍSTOLA DK SAN PABLO, VERSIÓN LIBRE, POR SIERRA I.E LINA

<,.. La mujer debe obediencia á su marido, pero en cambio este la protegerá...»19

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REVISTA LITERARIA HISPANO-AMERICANAREDACTADA POR LOS LITERATOS MÁS

INSIGNES DE ESPAÑA Y AMÉRICA, ILUSTRADAPOR LOS DIBUJANTES, PINTORES, FOTÚORAPOS Y

CARICATURISTAS MÁS NOTABLES.Precio: 20 céntimos número; por suscripción,

España, semestre 0 pesetas; ano 11.Extranjero, semestre 8 francos; año 15.En Portugal y América fijarán el precio lo.s se-

ñores corcsponsales. La correspondencia á donManuel Muucci, Mallorca, 22(¡ y 228. Barcelona.

BatiburrilloCORRESPOND

D. J. G.—A la hora en <|Uc recibo su gráltal, no ha llegado ámi poder el envío que me anun-cia de tres caricaturas, por lo cual, usted compren-derá pe rice ta mente, que me es imposible decirle loi|ue me parecen.

Tampoco recibí la historieta de que me habla. Nosé en qué pueda consis^^

D. /?. Ai. /i.-^No está mal. Pero esos asuntos mo-runos yíuno Jlrceresan á nadie... á menos que vol-viera ajpber otra guerrecita con Marruecos, pongopur dajjgraeia.

D&. A. //.—Sevilla.—Muy bonitos para el álbumde laTHeresada. Pero nada más.

D. J. de C. y N.—Córdoba.—Lo mismo digo áusted, mi querido colaborador. Únicamente quedonde dice álbum léase abanico y tutti contenti*

D. M. M. (\—Madrid.—Supongo que cuando leausted las presentes corlas lincas, se habrá enteradode la contestación que le doy en uno du nuestrosanteriores números.

D. B. T. S.—Granada.—Queda usted servido. Ypuede mandar algo que encaje un poco más.

D. E. .S'.—¿Otros versos amatorios?... iPero s¡todo e¿o no interesa más que á la señora ó señoritaá quien va dirigido!...

FRASE HECHA

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S. S. PIÓ X¿Magnífica oleografía

Tenemos el gusto de par-ticipar al público en generaly á nuestros corresponsalesen particular, que el verda-dero, auténtico y más recien-te retrato que se ha hechodel nuevo Papa Pío X, loacaba de poner á la venta,con éxito asombroso la CasaEditorial Maucci, que no haescatimado gasto algunopara que la oleografíadeS.S.resulte una grandiosa obrade arte que ha de poseer sinduda toda familia cristiana.

Este retrato, pintado porel notable artista JoaquínDiéguez, mide fi5 X $0 centí-metros, y á pesar de consti-tuir un hermoso cuadro devalor inapreciable, su precioes el ínfimo de 5 pesetas,libre de gastos de franqueo.

Tipografía Maucci, Mallorca, 166.—Barcelona.