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Barcelona ME TRO PO LIS Revista de información y pensamiento urbanos Núm. 75 Verano 2009 Precio 3€ Ciudades, energía y cambio climático Cuaderno central Con artículos de Ana Alba, Ramon Alcoberro, Jordi Borja, Anil Markandya, F. Xavier Medina, Isabel Núñez, Javier Pérez Escohotado, Ferran Sáez Mateu, Daniel Vázquez Sallés, Joan Vergés Gifra, Harald Welzer. Entrevistas con Avishai Margalit y David Rieff La ciudad entre la desposesión y la reconquista Decrecimiento contra decadencia La ciudad perdida Epicuro y la burbuja gastronómica

PO LIS - publicacions.bcn.es · Los orígenes de un aniversario feliz Eduard Molner 111 Artes en la calle Roger Aixut o el arte de reinventar instrumentos Martí Benach 112 Música

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Barcelona

METROPOLISRevista de información

y pensamiento urbanosNúm. 75Verano 2009Precio 3€

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Núm. 75Verano 2009www.bcn.cat/publicacionswww.barcelonametropolis.cat

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Ciudades, energía y cambioclimático

Cuaderno central

Con artículos de Ana Alba, RamonAlcoberro, Jordi Borja, Anil Markandya,F. Xavier Medina, Isabel Núñez, Javier Pérez Escohotado, Ferran SáezMateu, Daniel Vázquez Sallés, JoanVergés Gifra, Harald Welzer.

Entrevistas con Avishai Margalit yDavid RieffLa ciudad entre la desposesión y lareconquistaDecrecimiento contra decadenciaLa ciudad perdidaEpicuro y la burbuja gastronómica

Hay ciudades cuya imagen previa incluye a sus habi-tantes y otras que, por razones en principio difíciles dedeterminar, se las fantasea vacías. Luego, cuando elsueño de conocerlas se materiali za, cuando se tiene laoportunidad de visitarlas, las personas que allí vivenpasan a ser un elemento inesquivable: ya no se puedepensar en esos lugares sin recordar a sus vecinos.Debe de haber algo de sintomático en este proceso. Unurbanista probablemente lo atribuiría a la influenciade un modelo de ciudad como las del sur de losEstados Unidos, que son casi por definición urbes singente, llenas de túneles y pasadizos, pensadas para serutilizadas sin participar en lo público. Ciudades dise-ñadas valorando la movilidad por encima de la comu-nidad, en las que las personas desaparecen incluso denuestro campo visual –o, en el mejor de los casos, que-dan relegadas a la condición de imágenes fuga ces, demeros perfiles borrosos a través de alguna ventanilla.

Algo de esto debe de haber. Pero es más probableque esa predispo sición inicial a no incluir a las perso-nas en la represen ta ción de su ciudad tenga que vercon otra cosa. Tal vez funcione porque esté muy cercade la fantasía del hombre contemporáneo: la ciudad esla nueva naturaleza. La antigua naturaleza es ya sólonuestra prehistoria, algo que conviene que conserve-mos por razones que están a medio camino entre lamelancolía y la supervi vencia, pero que ocupa todootro lugar en nuestra representación imaginaria delmundo. Ya no es el exterior que rodea los espacioshumanizados (un exterior que todavía parecía estarpresente en expresio nes como “salir al campo deexcur sión”), sino a la inversa. Y, así, hablamos de reser-vas naturales o proponemos leyes que regulen el acceso ala naturaleza (expresión que invierte la imagen clásica:es ahora la naturaleza la que está rodeada –aunque talvez fuera mejor decir asediada– por la ciudad).

La ciudad es hoy, como diría un filósofo, lo dado:aquello con lo que hay que contar, la realidad de la queno queda más remedio que partir. Manteniendo esto,

se da un paso más allá de la simple afirma ción de quetodo cuanto ocurre, ocurre en la ciudad: se está pen-sando que el concepto de sociedad ha sido absorbidopor el de ciudad, como parece probarlo el hecho deque en el lenguaje ordinario el término la sociedad sinmás, tal como aparecía, por ejemplo, en los discursosde los años sesenta, tiende a desapare cer –y, cuandono lo hace, arrastra unas connotaciones ingenuamen-te anacrónicas–. Ahora todo es ciudad. Quedaría con-firmada así la intuición de Marx: de la misma formaque toda la historia se encuentra contenida en la antí-tesis ciudad-campo, también el destino de la ciudadmoderna resume el futuro de la humanidad.

Sin embargo, denominando a esta situación “fanta-sía del hombre contempo ráneo”, como se hizo haceun momento, se intentaba deslizar alguna reserva res-pecto a este panorama. Efectivamente, de un lado,resulta equívoco pensar la ciudad bajo la figura de lanaturaleza porque, a diferencia de ella, la ciudad es unproducto, un resultado de nuestra activi dad. Esta afir-mación resulta rigurosa mente obvia, sin embargoparece quedar olvidada en esa consideración, tan fre-cuente en el hombre de la calle, de la ciudad como unentramado de servicios y posibilidades a su alcance,que esta ahí con la misma mezcla de necesidad y dedisponibilidad con la que en la naturaleza están losárboles o los pájaros. De otro lado, la absorción de laidea de sociedad por la de ciudad también puede darlugar a sus propios equívocos, como por ejemplo el desuponer que la problemática vinculada al conceptoabsorbido ha quedado superada. Pero no se tratatanto de que dejemos de pensar en los viejos proble-mas de la sociedad para pasar a preocupar nos por losproblemas de las grandes ciudades, como de queaquéllos deben ser pensados en este nuevo marco teó-rico. Lo que significa revisar al mismo tiempo y con-juntamente las formas tradiciona les de entender losconflictos sociales y la idea de ciudad. Bien mirado, noa otra cosa viene consagrándose esta revista.

La naturaleza,prehistoriade la ciudadManuel CruzFotos Albert Fortuny

Editorial

Barcelona METRÓPOLIS número 75, verano 2009EditorDirecció de Comunicació Corporativa i Qualitat de l’Ajuntament de Barcelona.Director: Enric Casas.

Edición y producciónImatge i Serveis Editorials.Director: José Pérez Freijo.Passeig de la Zona Franca, 66. 08038 Barcelona.Tel. redacción: 93 402 31 11 · 93 402 30 91

Direcciones electró[email protected]/publicacionswww.barcelonametropolis.cat

DirecciónManuel Cruz.

Dirección editorialCarme Anfosso.

Edición de textosJordi Casanovas.

Gestión editorialJeffrey Swartz.

Gestión de redacciónJaume Novell. Tel. 93 402 30 91 · Fax 93 402 30 96.

Coordinación Cuaderno centralJordi Ortega.

Colaboradores habitualesMartí Benach, Jordi Coca, Bernat Dedéu, Sergi Doria, DanielGamper, Gregorio Luri, Eduard Molner, Lilian Neuman, JordiPicatoste Verdejo, Karles Torra, Jaume Vidal.

Colaboradores en este númeroHany F. Abd-Elhamid, Ana Alba, Luis Albentosa, RamonAlcoberro, Francisco Beltrán, Jordi Borja, Eduard Bru i Bistuer,Ángel Duarte, Monica Frassoni, Carles Geli, Leónidas OsvaldoGirardín, Akbar A. Javadi, Mario López-Alcalá, Gregorio Luri,Anil Markandya, F. Xavier Medina, Emilio Menéndez, NelsonMorgado Larrañaga, Cristina Narbona, Isabel Núñez, MercedesPardo Buendía, Mónica Pérez de las Heras, Javier PérezEscohotado, Gabriel Pernau, Luis Picas Asmarats, Ferran SáezMateu, Nicholas Stern, Eric Suñol, Matthew Tree, MiquelTrepat i Celis, Daniel Vázquez Sallés, Joan Vergés Gifra, HaraldWelzer.

Consejo de Ediciones y PublicacionesCarles Martí, Enric Casas, Eduard Vicente, Jordi Martí, JordiCampillo, Glòria Figuerola, Víctor Gimeno, Màrius Rubert, Joan A. Dalmau, Carme Gibert, José Pérez Freijo.

Diseño originalEnric Jardí, Mariona Maresma.

Diseño y maquetaciónSanti Ferrando, Olga Toutain.

FotografíaAlbert Armengol, Josep Casanova, Dani Codina, Laura Cuch,Albert Fortuny, Antonio Lajusticia, Guido Manuilo, EnriqueMarco, Christian Maury, Pere Virgili.

IlustracionesGuillem Cifré, Pilar Villuendas.

ArchivosAge Fotostock, Corbis, Cover, Feria de Colonia, Iberdrola,Magnum Photos, Prisma Archivo, Reuters.

Corrección y traducciónTau Traductors, L’Apòstrof SCCL, Daniel Alcoba.

Edición de webMiquel Navarro.Manfatta SL.

AdministraciónAscensión García. Tel. 93 402 31 10

DistribuciónM. Àngels Alonso.Tel. 93 402 31 30 · Passeig de la Zona Franca, 66.

ComercializaciónÀgora Solucions Logístiques, SL. Tel. 902 109 [email protected]

Depósito legalB. 37.375/85 ISSN: 0214-6223

Los artículos de colaboración que publica Barcelona.METRÓPOLIS expresan la opinión de sus autores, que no hade ser necesariamente compartida por los responsables de larevista.

Consejo de redacciónCarme Anfosso, Jaume Badia, Mireia Belil, Fina Birulés, JuditCarrera, Enric Casas, Carme Castells, Manuel Cruz, DanielInglada, Jordi Martí, Francesc Muñoz, Ramon Prat, HéctorSantcovsky, Jeffrey Swartz.

Comité asesorMarc Augé, Jordi Borja, Ulrich Beck, Seyla Benhabib, MassimoCacciari, Victòria Camps, Horacio Capel, Manuel Castells, PaoloFlores d’Arcais, Nancy Fraser, Néstor García Canclini, SalvadorGiner, Ernesto Laclau, Carlos Monsiváis, Sami Naïr, JosepRamoneda, Beatriz Sarlo, Fernando Vallespín.

Fe de erratasEl nombre correcto del coautor del artículo Sabotaje cultural: la resistencia creativa, que apareció en lasección “Metropolítica” del número 74 de la revista, esIsrael Rodríguez Giralt.

1 Editorial Manuel Cruz

Plaza pública4 Desde la otra orilla

Ciudades imaginadas y ciudades imaginariasFerran Sáez Mateu

6 La mirada del otroBarcelona, Valparaíso y sus identidadesNelson Morgado Larrañaga

8 El dedo en el ojoLa ciudad perdidaIsabel Núñez

10 MetropolíticaDecrecimiento contra decadenciaRamon Alcoberro

16 Masa críticaAvishai Margalit: “La ideología se hundecuando no se aviene con la psicología”Entrevista de Joan Vergés Gifra

26 De dónde venimos / A dónde vamosEpicuro y la burbuja gastronómicaJavier Pérez Escohotado

La urbe como espacio crisol: cocinas ygastronomíaF. Xavier Medina

33 Historias de vidaTiempo de cambio. Tiempo de incertidumbre.Gabriel Pernau

38 Voz invitadaLa ciudad, entre la desposesión y la reconquistaJordi Borja

Cuaderno centralCiudades, energía y cambio climático

52 ¿Qué estamos aprendiendo?Jordi Ortega

54 Dos escenarios ante el cambio climáticoHarald Welzer

62 Distorsiones en el mercado de emisionesLuis Albentosa

68 ¿Pueden ayudarnos las políticas?Eric Suñol

70 El lento camino hacia las energías renovablesEmilio Menéndez

72 Cambio climático: un reto y una oportunidadAnil Markandya

76 La revolución de las inversiones verdesLuis Picas Asmarats

78 La intrusión de agua marina en las costasHany F. Abd-Elhamid i Akbar A. Javadi

81 La crisis, catalizadora de sostenibilidad urbanaMario López-Alcalá

84 Proteger la biodiversidad, también en la ciudadMiquel Trepat i Celis

86 La política climática de la UE aún se puede salvarMonica Frassoni

88 El desarrollo limpio en América LatinaLeónidas Osvaldo Girardín

90 El cambio “climático” de Barack ObamaMónica Pérez de las Heras

92 Propuestas / respuestasLa crisis, oportunidad hacia el futuro, porCristina Narbona. El cambio climático comoriesgo socionatural, por Mercedes PardoBuendía. Sostener el crecimiento y proteger elmundo, por Nicholas Stern

Ciudad y poesía98 Mi oda a Barcelona

Joan Margarit

Observatorio100 Palabra previa

CSI Barcelona: el caso de la ciudad resquebrajadaCarles Geli

103 Zona de obrasObras completas de Manuel Azaña. Vida ytiempo de Manuel Azaña (1880-1940), porÁngel Duarte. Urbanalización. Paisajescomunes, lugares globales, por Eduard Bru iBistuer. Odio Barcelona, por Matthew Tree. Losenemigos del comercio, por Francisco Beltrán.

108 Artes plásticasFlavio Morais, reciclaje que se recicla. MiquelFuster y los fantasmas del pasado. Mejorar elmundo mediante el humor Jaume Vidal

110 TeatroLos orígenes de un aniversario felizEduard Molner

111 Artes en la calleRoger Aixut o el arte de reinventar instrumentosMartí Benach

112 MúsicaLa consagración telúrica de Roger MasKarles Torra

113 CineIsaki Lacuesta, en busca de los rastros perdidosJordi Picatoste Verdejo

114 Rincones vivosLos miércoles poéticos del HoriginalGregorio Luri

116 En tránsitoEntrevista con David Rieff, por Ana Alba

120 Nueva memoriaLa Plaça del MonestirDaniel Vázquez Sallés

Portada y contraportadaFotos: Jose Casanova

Albert Armengol

Cuando la ciudad fantaseada por cierto tipo de turismo ya no tiene nada que vercon los gustos y las necesidades de la gente que vive en ella de verdad, seproduce una asimetría que, si sobrepasa ciertos límites, puede llegar a tenerefectos catastróficos.

Ciudades imaginadasy ciudades imaginariasTexto Ferran Sáez Mateu Universidad Ramon Llull

© Guillem Cifré

Hace cuatro o cinco años, en la habitualmente distendidaúltima sesión de un curso de postgrado, mantuve una con-versación informal con un grupo de estudiantes extranje-ros. Había una chica norteamericana, una neerlandesa, unaalemana, dos chicos de México DF, un italiano y más perso-nas cuyas nacionalidades ahora no recuerdo. La mayoríahacía más de un año que vivían en Barcelona y, por lo quepude comprobar, tenían unos conocimientos de la ciudadque iban mucho más allá de las esquemáticas coordenadasturísticas habituales. Habían cambiado numerosas veces dedomicilio, hasta que encontraron “lo que buscaban”. Lamayoría se había instalado en el barrio de Gràcia, o en luga-res de características urbanas similares. La idea de este artí-culo surgió de un comentario en apariencia banal, pero queen realidad contenía una enorme carga de profundidad.“Vinimos [a Barcelona] porque es una gran metrópolis euro-pea, pero nos quedamos porque podíamos vivir en un pue-blecito mediterráneo [el barrio de Gràcia]”.

Ciertamente, calificar el barrio de Gràcia de “pueblecitomediterráneo” resulta, cuando menos, atrevido. En cual-quier caso, y dejando de lado los matices semánticos, esinteresante y significativa la distinción entre la motivacióninicial (la ciudad imaginada) que les llevó a Barcelona y ladecisión posterior (la ciudad imaginaria) de establecerse en ellade un modo más o menos estable. Obviamente, ni que decirtiene que estamos hablando de un target humano muy con-creto: personas con una buena preparación académica,expectativas laborales razonables y, en apariencia, pocosproblemas de supervivencia material. Quiero decir que loque hemos señalado más arriba no vale para el ecuatorianoque viene a trabajar de albañil, ni para el nigeriano que sededica a la venta ambulante, ni para la mujer magrebí quehace faenas. Estamos hablando de otra cosa, y sería conve-niente que esto quedase claro. Este no es el contexto paraespecificar la diferencia entre valores materiales y valorespostmateriales teorizada por el sociólogo norteamericanoRonald Inglehart, pero la dejamos sobre la mesa.

¿Por qué una persona que se desplaza hasta una granmetrópoli acaba buscando, al fin y al cabo, un pueblecito,

mientras que mucha gente que vive en pequeñas poblacio-nes simula la vida del urbanita para sentir que forma parteactiva del vértigo del mundo actual? A principios de la déca-da de 1990, el ensayista francés Jean-Didier Urbain analizóesta extraña pregunta en un ensayo irreverente y a veces hila-rante, lleno de intuiciones de gran magnitud, que llevaba portítulo L’idiot du voyage, publicado por Plon (existe traducciónespañola en Endymion: El idiota que viaja. Historias de turistas,1993). La tesis central es curiosa, y está bastante bien argu-mentada. El turista, en sus múltiples versiones –que van delclásico consumidor estival de paella y sangría al estudianteErasmus, pasando por el asistente a congresos que alarga suestancia un fin de semana, y mil variaciones más–, no sequiere reconocer como tal. Sabe que durante unos días es unsimple elemento en el engranaje de la industria más impor-tante del mundo, el turismo, pero se niega a admitirlo. SegúnUrbain, la razón de esta actitud en apariencia absurda radicaen la mitificación de la figura del “viajero”, propia de la eravictoriana y de otros contextos coloniales y poscoloniales.Pero la cosa no acaba aquí: el supuesto “viajero”, por suparte, no era más que una mistificación igualmente risible dedeterminadas conductas del héroe romántico. Schliemanndescubre Troya en el siglo XIX, Carter y Carnarvon encuen-tran la tumba de Tutankamon en los años veinte, etc.Posteriormente, una legión de chicos de buena familia –engeneral vinculados familiarmente a los altos oficiales de losejércitos coloniales– simulan hacer lo mismo hasta casi elfinal de la década de los años sesenta del siglo pasado, cuan-do el fin del colonialismo coincide con la eclosión del turis-mo de masas. El último “viajero” que se adscribe a esta tradi-ción, pese a que con motivaciones diferentes, es el hippy quecree haber descubierto (!) Katmandú, o Formentera, tanto da.

A partir de aquel preciso momento, el turista se autoubicamentalmente en una trayectoria histórica más o menos ver-gonzosa, una línea descendiente que va desde las heroicasexploraciones románticas hasta las sórdidas excursiones lowcost que se ofrecen en cualquier lugar del mundo. La incapaci-dad de admitir esta identidad –en sus diferentes facetas–genera, simultáneamente, la reinvención de los lugares que

Desde la otra orilla

se van a visitar. El viajero imaginario (es decir, el turista o elviajero ocasional que no se acepta a sí mismo como lo que esen realidad) abre paso así a la ciudad igualmente imaginaria.De hecho, la acaba construyendo más allá de su propiamente. Y eso, por razones obvias, tiene consecuencias urba-nísticas importantes y totalmente tangibles. El problema–¡ay!– llega cuando la ciudad fantaseada por cierto tipo deturismo ya no tiene nada que ver con las expectativas, losgustos y las necesidades reales de la gente que vive de verdaden ella todo el año, o toda la vida. Si esta asimetría sobrepasaciertos límites, la consecuencia puede tener un efecto catas-trófico: la sensación de haber dejado de formar parte de unproyecto colectivo que se percibe como algo ajeno en elmejor de los casos, y directamente hostil en el peor.

Sobre las vicisitudes de la ciudad imaginada en relacióncon la imaginaria, Joan Ramon Resina ha publicado unensayo que recorre todos los fotogramas de la películadesde la Exposición Universal de 1888 hasta el Fórum de lasCulturas de 2004. Se titula La vocació de modernitat de Barcelona.Auge i declivi d’una imatge urbana (Galàxia Gutenberg). Losnovelistas y los políticos, los tenderos y los urbanistas, losturistas voluntarios y los inmigrantes expulsados por lanecesidad de su lugar de origen, todos ellos, sin excepcio-

nes, han ido imaginando una metrópolis a medida. Los últi-mos son, quizás, la legión de estudiantes-turistas adscritosal programa Erasmus, que un buen día creen haber descu-bierto un “pueblecito mediterráneo” entre la Diagonal y laRonda de Dalt, y al día siguiente están convencidos dehaber localizado la capital mundial de la música electrónica.

En 1992, durante las Olimpíadas, se produjo una insólitay feliz coincidencia entre las expectativas y necesidades delos barceloneses (la ciudad imaginada) y las que se habíanformado millones de turistas de todo el mundo (la ciudadimaginaria). El éxito fue rotundo, indiscutible. La tentaciónde repetirlo, también. Y así, con sólo doce años de diferen-cia, llegó el Fórum. “La naturaleza del acontecimiento –diceResina– era irrelevante: lo que importaba era que tuviera ecointernacional”. Pero no tuvo ninguno. Fue un fracaso, tanrotundo e indiscutible como el éxito de las Olimpíadas.

Hay ciudades imaginadas, como la de Cerdà, y ciudadesimaginarias, como las de las guías turísticas. Muy raramentepueden llegar a converger pero, en general, no tienen nadaque ver. Los hippies que iban a Katmandú en 1970 queríanespiritualidad; los habitantes de la ciudad, alcantarillas.Esperamos que en Barcelona no se acabe produciendo unadiferencia de expectativas tan preocupante.

Plaza pública, 5

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La integración del ciudadano en la sociedad urbanafutura estará fuertemente ligada al sentido deidentidad con el lugar en que habita. El diseño dela ciudad afecta a la condición psíquica de laspersonas.

Barcelona,Valparaíso y susidentidadesTexto Nelson Morgado Larrañaga Arquitecto ETSA Barcelona.Vicepresidente del Colegio de Arquitectos de Chile

Barcelona y Valparaíso son dos ciudades diferentes en cuan-to a tamaño, potencialidad y riqueza, pero ambas estánenfrentadas por igual al problema de la identificación de sushabitantes con las nuevas intervenciones urbanas, tan dis-tantes de sus historias ciudadanas y tan ajenas.

Las experiencias urbanísticas de Barcelona han abierto uncampo a nuevas experiencias de intervención urbana que,pese a tratarse de dos realidades distintas, nos son de granutilidad en el desarrollo urbano de Valparaíso. Los nuevosprocesos de transformación urbana y las nuevas ideas paraintervenir en la ciudad deben analizarse para extraer lovalioso de sus aportaciones. Dichos procesos representan uncambio de escala de la pequeña a la gran actuación en la quela precalificación urbana pasa por pensar la ciudad desde símisma, con sus atributos y carencias.

Valparaíso se enfrenta al desafío, entre otras cosas, deresolver gran parte de su frente marino. Barcelona ha vividoeste proceso al enfrentarse a la definición de su frente mari-no, que había sido durante mucho tiempo una aspiración, ycon el hecho de aceptar este desafío, además de abrirse almar, ha tenido que recalificar el espacio obsoleto y buscar laforma de integrar y vertebrar las áreas residenciales popula-

La mirada del otro

Plaza pública, 7

© Guillem Cifré

res. Esta experiencia muestra la variedad y riqueza instru-mental del planeamiento y diseño de las ciudades, que cadaciudad, como Valparaíso, debe manejar de acuerdo a sus cir-cunstancias administrativas y económicas.

Hoy nuestra historia cotidiana está llena de paradigmas,puesto que el desarrollo tecnológico, Internet y otros descu-brimientos hacen posible un desarrollo inimaginable, en elque la riqueza adquiere niveles inconmensurables, en el quese sostiene que el mundo es más pequeño, en el que todosestamos comunicados y en fracciones de segundo estamosen contacto con cualquier lugar del mundo.

Así, tanto podemos observar las bellezas y grandezashumanas y admirar las grandes obras de arte y deleitarnoscon Mozart, como, en pocos minutos, podemos pasar a verlas miserias humanas, como la guerra, la hambruna, las vio-laciones de los derechos humanos, por señalar algunas. Sinembargo, no conocemos a nuestro vecino, a nuestro próji-mo, y eso que la mayoría vivimos en ciudades densamentepobladas, pero en un permanente autismo.

No conocemos lo que pasa en nuestro entorno, descono-cemos nuestra historia local, aunque sabemos que estamosen el mundo global, pero es otro mundo, en el que el gradode adherencia o identificación es casi nula; no es el mundodel día a día. La ciudad y su construcción, su diseño y suurbanismo adquieren entonces la forma de ese vecino, esapersona que siente que tiene una pertenencia a un territorio,donde nada es ajeno, sino todo lo contrario, donde todo lepertenece, tanto los elementos tangibles como el imaginariocolectivo, lo intangible, en el que surgen con fuerza las tradi-ciones, las leyendas, los mitos; es decir, su historia. Hoy, verciudad y construir ciudad no solo es una respuesta natural yobvia de los arquitectos, urbanistas y planificadores, sino queresponde a una necesidad de ese imaginario común colectivode ubicarse en un tiempo y en un lugar determinado, reco-giendo sus pequeñas historias y vivencias comunes, es decir,su reconocimiento de identidad personal y social.

En el caso de Valparaíso, la ciudad tiene su fortaleza en elhecho de ser un territorio singular: es decir, unos cerros queabrazan y cobijan el mar; su loca trama urbana, que no tienediseño alguno sino que es un “hacer colectivo constante”que da respuesta a las necesidades de sus habitantes duran-te su pequeña y larga historia de construcción; el barrio,expresión “de territorio humano” que acoge a ese ciudadanosimple y común, que se encuentra todos los días mirando almar desde sus cerros, donde se ve el influjo determinante delos inmigrantes que llegaron a estas latitudes y construye-ron una identidad peculiar, lo que hace que estos habitantestengan un sello de identidad propia. Nuestro desafío es revi-talizar y reconstruir en el día a día ese imaginario colectivo,el sello común que distingue al habitante de esta ciudad,quien, sin saber definir esa identidad, mágicamente se reco-noce como “porteño”. Ciertamente, ponemos nuestro énfa-sis en trabajar en lo cotidiano, en rescatar ese patrimoniointangible de Valparaíso. Ese patrimonio que vivimos en losbares, los colmados, las fiestas del barrio y ese inolvidableolor a calamar frito de los barrios de Barcelona.

Nosotros, los urbanistas que hemos tenido el privilegiode vivir ambas realidades, debemos hacer un análisis críticode lo ejecutado y poder resolver problemas, de distinta esca-la, pero de similares opciones.

Hago esta reflexión motivado por las respuestas que reci-bí en Barcelona de barceloneses de pura cepa quienes, al serpreguntados por su opinión sobre las zonas creadas por losgrandes proyectos urbanos de la Villa Olímpica y de la zonadel Fórum, me contestaron que ellos, a veces, las visitabancomo turistas, ya que sus barrios y sus bares eran los delEixample, Sarrià, Gràcia, etc. Por otra parte, muchos de lospisos de esas nuevas zonas han sido adquiridos por inverso-res y desconozco el grado de ocupación permanente de lasedificaciones.

La calidad y la vitalidad de la futura vida urbana depen-den principalmente de la armonía entre el entorno físico-natural y el cultural. La integración del ciudadano en lasociedad urbana futura estará fuertemente ligada al sentidode identidad con el lugar en el que habita y la ciudad en laque se desarrolla. Es obvio y natural que el diseño de la ciu-dad afecte a la condición psíquica del ciudadano, sobre todode aquellos que, como los barceloneses y porteños, se identi-fican intensamente con su ciudad y más intensamente aúncon su barrio, entendiendo por barrio una zona con una tipo-logía urbana común en la que existen una identidad local,una historia y/ o una vocación que lo caracteriza.

El ciudadano estará siempre influenciado por el medioambiente que lo rodea, el espacio circundante.

La labor realizada por el Institut del Paisatge Urbà i laQualitat de Vida es una experiencia innovadora que ha teni-do una gran influencia en los programas de rehabilitaciónurbana de Valparaíso y que ha contribuido a la creación delprograma “Valparaíso ponte en forma”.

En Barcelona esta labor se ha centrado en tres ejes deactuación que se complementaban y estaban destinados,entre otros fines, a mejorar la calidad de vida de los ciudada-nos. La rehabilitación, el ordenamiento y la difusión –lostres ejes en torno a los cuales se han desarrollado los traba-jos del instituto– se han llevado a cabo en estrecha colabora-ción con la ciudadanía. Ahora bien, desde mi perspectivacreo que el instituto tiene por delante un gran reto, quepodría ser un cuarto eje: la identidad.

Es necesario elaborar un programa para estas zonas queles dé vida y características de barrio, con identidad, historiay vocación que las caractericen, y además, que los barcelone-ses vayan poco a poco integrándolas a su identidad de ciu-dad. En Valparaíso nos enfrentamos a la tarea de interveniren los barrios, que aquí se definen por cerros, sin romper esevalor derivado del sentimiento de pertenencia a cada uno deellos que tienen sus habitantes. En Barcelona la tarea esdarle identidad y permanencia a los nuevos barrios.Debemos crear un nuevo marco de referencia que puedasacar provecho de la herencia recibida y de las potencialida-des disponibles. Estoy convencido de que, en el caso deBarcelona, esta será una tarea que volverá a ser resuelta deforma innovadora y ejemplar. M

Además de las grandes mansiones, en Sant Gervasi sehan destruido casitas con jardines escondidos. Deldistrito han desaparecido los pájaros, la frescura y elsilencio. Existe la impresión generalizada de unresentimiento histórico de la administración municipalcontra Sant Gervasi.

La ciudad perdidaTexto Isabel Núñez Escritora

El dedo en el ojo

Durante los últimos años he visto cómo se degradaba elpaisaje de Sant Gervasi. La lista de patrimonio a protegerera muy reducida en el barrio, como si los responsablesmunicipales ya hubieran previsto no poner límites al grannegocio que implicaría la libre destrucción de esta parte dela ciudad. ¿Cómo entender, si no, que tantas mansionesmodernistas y novecentistas hayan caído bajo la piqueta?

Además de las mansiones derruidas, han destruidomuchas casitas, con jardines invisibles ocultos detrás. Eranjardines rodoredianos, con árboles históricos y hospitalariosen los que se posaban los pájaros. Esos jardines no han des-aparecido sólo por la codicia de los propietarios y constructo-res, sino sobre todo por la normativa que obliga a construiraparcamientos bajo las casas. El patio de manzana donde vivotenía el encanto caótico de este barrio: ahora está lleno de edi-ficios mediocres, con cemento y sin verde. Desde un balcón dela calle Sant Màrius, una vecina regaba un jardín abandonado,con palmeras y espinos como los de La bella durmiente; recuer-do su desolación el día que entraron los bulldozers.

Con los jardines, han desaparecido los pájaros y la frescu-ra –antes, al salir de los ferrocarriles, la temperatura bajaba

dos o tres grados con respecto al centro, y el silencio reina-ba. Ahora, Sant Gervasi es el distrito más ruidoso de la ciu-dad1, pero no hay conciencia del derecho al silencio diurno.Sólo se habla del ruido nocturno, como si la gente, alienada,sintiera aversión contra aquellos que se divierten, pero apro-base el ruido “justificado” de las obras y el tráfico. LaGuardia Urbana me confirmó que Barcelona, a diferencia deotras ciudades de Europa, no tiene limitación de decibeliospara las obras: pueden hacer un ruido infinito, siempre ycuando se ajusten a los horarios diurnos.

Cunde la impresión de un resentimiento histórico de laadministración socialista contra Sant Gervasi, tal vez por elvoto tradicional a CiU, o por una apreciación inexacta de lacomposición social de sus habitantes, que incluye sectoresacomodados (Mandri, Ganduxer, Tres Torres), pero tambiénuna densa población de artesanos, profesionales, tenderos,jóvenes e inmigrantes que comparten pisos y muchosancianos empobrecidos que no llegan a final de mes, segúnla asociación de vecinos. Las autoridades municipales sonunánimes: los vecinos de Sant Gervasi no nos podemosquejar. Más grave que los déficits de bibliotecas y recursosmunicipales es que el Ayuntamiento no sólo no pongalímite a la destrucción del paisaje y la calidad de vida, sinoque contribuya a ello (por ejemplo, con la tala de encinascentenarias en Collserola para instalar una montaña rusa;la tala inminente de los almeces de la plaza JoaquimFolguera por la construcción de la línea 9; la tala de palme-ras, plátanos y acacias en la avenida Diagonal, para que paseun tranvía; tala del setenta por ciento de los árboles de losJardins de Vil·la Florida para construir un parking). En otrasciudades de Europa los trazados de los transportes y lasobras respetan los árboles.

El paisaje de un barrio de la ciudad pertenece a todos yno sólo a los que lo habitan. Todos podemos pasear por elTuró Parc o por la Diagonal, aunque no tengamos una casaallí. En el Turó Parc las obras han compactado la tierra, sinpasajes internos para airear las raíces, y mueren magníficosárboles históricos, porque la administración municipal noconsultó a ningún experto. Parques y Jardines ha dejado deser una institución protectora de lo verde para convertirseen taladores de árboles y perpetradores de unas podas quelos expertos califican de escabechinas: favorecen infeccio-nes, malformaciones, invasiones de parásitos y a menudoprovocan la muerte de los árboles.

En ese contexto de frustración por la pérdida de la belle-za histórica y la degradación del entorno, surgió la historiadel azufaifo. Era el árbol de la calle, sobresalía del jardín deuna casa bonita, daba sombra y llenaba la acera de unas flo-res pegajosas y unos frutos que yo no había identificado.Un día, mi prima V., que había vivido en China, me dijo: “Tucalle me recuerda a Beijing, por el azufaifo.” Esta revelaciónfue el detonante. El azufaifo era protagonista de una deaquellas escenas simbólicas de la infancia que configuranmi autoficción, el esqueleto de mi psicoanálisis y la éticaque me construí. De pequeña, en el colegio, saltábamos el

muro encalado de un huerto en el que había un azufaifo, yun día los frutos rojos se me indigestaron. Al llegar a casa,mí tía Rottenmeyer me pegó y antes de encerrarme, comosiempre, en el cuarto de las calderas, me gritó: “¡Esto tepasa por comer azufaifas!”. Y esa palabra exótica, que confe-ría al sabor rojo y dulce un aire misteriosamente árabe, seasoció en mi mente a un espacio de rebelión sensual, con laluz del sol de septiembre en aquel patio prohibido.

Cuando V. y yo visitamos al azufaifo, ya tenía un cartelde derribos. Escribí en mi blog la rabia que sentía por elfuturo del azufaifo y por la ciudad perdida. La traductoraIsabel Lacruz me ofreció la experiencia jurídica de traducto-ra europea. Revisamos el expediente en el distrito y descu-brimos que, para conceder la licencia, un responsable deParques y Jardines había firmado que había un serbal enlugar de un azufaifo. Un azufaifo y un serbal no se parecenen nada, pero así el dueño podía construir tranquilo.

La gerente del distrito nos dijo, condescendiente, que laConstitución protege la propiedad privada. Yo objeté quela Constitución también protege el patrimonio verde. “¿Ypara qué querría el Ayuntamiento más zonas verdes?”, pre-guntó ella, “¿Para que aparquen las motos y caguen losperros?”. Era “demasiado tarde” para salvar Sant Gervasi,dijo; “no ganaréis”.

Los expertos fueron apareciendo. Supimos que nuestroazufaifo era el mayor ejemplar documentado en Europa,bicentenario y valioso. Enrique Vila-Matas nos hizo un artí-culo titulado “El fin de Barcelona” en El País. Oriol Bohigasescribió otro2 pidiendo la placita para nuestro árbol. ImmaMayol me respondió que lo trasplantarían. Presentamostres informes de ingenieros técnicos y de botánicos parademostrar que el árbol no resistiría un trasplante y que, sisobrevivía, la poda radical para sacarlo de la calle lo conver-tiría para siempre en bonsái. Vinieron de TV3, del programade Josep Cuní. Después, las radios. Por fin, el árbol se decla-ró de interés local, aunque el Ayuntamiento amenaza conconstruir en la parte baja del terreno y, según el expertoJoan Bordas, eso matará al azufaifo.

Habíamos tocado un punto sensible. Y de nuevo lo hevisto con el manifiesto para salvar los plátanos, las palme-ras y las acacias de la Diagonal, o los almeces de JoaquimFolguera (la plaza será pronto una pequeña Lesseps, destri-pada, sin frondosidad, otro desierto de hormigón y ruido):lo han firmado personalidades significativas de la ciudad yla cultura.

¿Tal vez los políticos, alejados de la sensibilidad de lasciudades, inmersos en la cultura del cemento, han perdidola confianza de sus interlocutores? ¿Tal vez esa actitudarboricida, insensible a la sequía, al cambio climático y lasostenibilidad, es dolorosamente contraria a las promesasde la izquierda?

Notas1. El País, 30/11/2008, y La Vanguardia, 15/09/2008.2. “El ejemplo del azufaifo”, El Periódico de Catalunya, 11/07/2007.

© Guillem Cifré

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Decrecimiento contradecadenciaTexto Ramon Alcoberro Profesor de Ética de la Universidad de Girona.Administrador de la web www.alcoberro.infoFotos Albert Armengol

Pensar el decrecimiento no significa una ruptura con el crecimiento, sino con laideología de la acumulación. Decrecer quiere decir optar por una revalorización delas cosas y de nuestra relación con el entorno. Si nos preguntaran qué vale nuestroequilibrio emocional, sería sencillo comprender que, llegados a un determinadonivel, tener “más” puede llegar a ser menos.

Metropolítica

A los filósofos no les gusta demasiado la economía porquemuestra la parte más brutal de los humanos. O, mejordicho, no les gusta la moral de la avaricia (pecado cristia-no) que se esconde bajo una economía conservadora y,sobre todo, detestan la presuposición antropológica liberalque se arrastra como si se tratara de un dogma en elámbito económico. Convencionalmente, los economistasliberales presuponen que su ciencia se fundamenta en laexistencia de un individuo modelo que se denomina homooeconomicus, que de manera aproximada podemos describircomo el egoísta inteligente. En teoría, los mercados serigen por las decisiones tomadas por un sujeto que es defi-nido, ni más ni menos, que como “maximizador de susopciones, racional en sus decisiones y egoísta en su com-portamiento”. El mercado hipotéticamente racional gira entorno a las decisiones que adopta esa abstracción de laconducta humana que actúa como calculador hiperracio-nal en el momento de elegir entre sus diferentes opciones.Y para remachar el clavo, estaría “completamente loco”

–tal, como dice Adam Smith– quien no actuase concienzu-damente en provecho propio.

El debate sobre la naturaleza humana que encierran lasconsideraciones de los economistas liberales es absoluta-mente apasionante. Si todo hombre busca la felicidad–arguyen los economistas clásicos–, y suponiendo que eldinero da la felicidad porque permite la seguridad y la pose-sión, entonces el individuo humano debería ser definido entérminos de acumulación. Éste sería el mundo real pormucho que los filósofos –unos auténticos tarambanas –expliquen que los humanos también pueden ser solidariosy que tienen virtudes comunitarias muy poco explicables apartir de una teoría de la acumulación racional. Los filóso-fos, sin embargo, se lo pasan bien haciendo frases como“somos homo sapiens, no homo oeconomicus”, aunque actúande una manera tan racional y acumulativa como cualquiera.Acumular y crecer constituye “la ley y los profetas” del libe-ralismo, pero es lo que hace todo el mundo –también unlector de Pierre Bourdieu– con mejor o peor conciencia.

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Entendámonos: un homo oeconomicus no es un avaro.Como mucho, el avaro sería un antecedente, porque la ava-ricia, de una u otra manera, es una pasión con un puntociego, mientras que la buena economía está basada en elcálculo racional y la gestión prudente. La avaricia tiene algode vicio del Antiguo Régimen porque resulta de pocos vue-los, demasiado inmediata y previsible. Plutarco decía que“beber apaga la sed, comer satisface el hambre, pero el oronunca satisface la avaricia”. El viejo avaro pensaba en térmi-nos de acumulación, sin emplear el dinero necesariamentepara nada práctico. En cambio, para un oeconomicus, que eshijo de la Ilustración, la economía es fluida y ya no se tratade vender el alma, sino de sacarle el máximo rendimiento.Y para eso no hace falta mucho: básicamente, compararalternativas y ser coherente en la elección, escogiendosiempre aquella opción en la que el beneficio supere algasto. Eso y sólo eso es ser “racional”.

La difícil economía del filósofoUn buen oeconomicus, sin embargo, no se dejará cegar por eloro, ni por las subprimes, porque tiene claro que el mundoeconómico está regido por leyes de estrategia a más largoplazo. Como decía aquel sobre el alma, como máximo, acce-dería a alquilarla. Es obvio que el filósofo moral no haceuna gran distinción entre la actitud del avaro y la del homo

oeconomicus, cuando los califica de idiotas morales, porqueconfunden riqueza con felicidad y confunden la parte con eltodo. En el capítulo 4 de Utilitarismo, Mill ya explicitó que“el dinero no se desea para conseguir un fin, sino como unaparte del fin; [pero] de ser un fin para la felicidad se ha con-vertido en el principal ingrediente de alguna concepciónindividualista de la felicidad”.

Al filósofo le gustaría una economía moral que no se cen-trase en la productividad, sino en la felicidad, y no deja depreguntarse, con cierta ingenuidad, por qué cuando existeun mayor crecimiento económico también aumenta el con-sumo de antidepresivos. Además (parece que a esto se lellama “óptimo de Pareto”), resulta que a partir de una ciertacantidad de uso de un bien, el placer que se extrae de élcomienza a decaer peligrosamente, de forma que un aumen-to de acumulación no produce necesariamente un aumentode felicidad. En otras palabras, si tenemos un jersey, com-prar otro o conseguir otro duplica nuestro bienestar; perocuando alguien tiene treinta jerséis, uno nuevo no lo hacemás feliz y, como mucho, le supone un problema en elarmario. En estas condiciones, la pregunta del filósofo essencilla: una vez alcanzado un cierto nivel de bienestar /feli-cidad, ¿vale la pena esforzarse más o sería mejor vivir tran-quilo, dedicado, quizás, a goces inmateriales o, como míni-mo, poco expresables en términos de cantidad?

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El antídoto contraun decrecimientocaótico es quitarnosde encimaneorriquismosabsurdos. Frente aun modelo basadoen la incentivaciónpermanente delconsumo y dela acumulación debienes, decrecersignifica optar porrevalorizar nuestrarelación con elentorno.Al pie de estaslíneas, tienda deelectrodomésticos.En las páginasanteriores,expresión gráfica dela crisisinmobiliaria, una delas manifestacionesde la recesiónactual.

“Cuando se discute sobre ética, el economista liberal tienealgún argumento contra el filósofo moral. Si ha triunfado laideología del crecimiento, no es por casualidad. Forma parte dela propia lógica de la Ilustración”.

La cuestión, claro está, podría ser descartada por cínica,pero no deja de ser significativa. Es casi un tópico recordarque en griego había dos palabras para referirse a la actividadque hoy denominamos economía: la oikonomia era sencilla-mente la administración prudente de la casa –y, por exten-sión, de la ciudad como “casa grande”–, mientras que la kre-matistiké tenía algo de deshonor porque sólo ofrecía una acu-mulación sin calidad de vida. Los sabios en economía dicenque cuando la krematistiké escapa a todo control, lo único quese puede esperar es un periodo de crecimiento especulativoy, al final, un decrecimiento salvaje, en forma de crisis econó-mica. El filósofo, ya se sabe, está mal preparado para aceptarlas impurezas y la ganga del mundo.

Cuando se discute sobre ética, el economista liberal tiene,sin embargo, algún argumento contra el filósofo moral. Sidesde la revolución industrial hasta ahora ha triunfado laideología del crecimiento, no es, de ninguna manera, porcasualidad. Forma parte de la propia lógica de la Ilustraciónla promesa de una vida mejor en la tierra y no en el cielo. Y elcrecimiento del pastel es la única manera conocida de asegu-rar eso. Pedir a la gente un “empobrecimiento voluntario”tiene incluso un punto de crueldad cuando el recuerdo his-tórico de la miseria y el hambre, especialmente en paísescomo el nuestro, enriquecidos recientemente, está todavíatan cercano. En última instancia, suponer que un “ordenmoral’’ es en principio preferible al orden económico implicadar por sentadas muchas cosas, como, por ejemplo, saberque este orden está hecho a la medida humana y no a lamedida de los santos y de los profetas. Cosa que al filósofole resulta, como mínimo, difícil de demostrar.

¿Crecer, decrecer, sostenerse? Pero en el debate actual sobre pensamiento ecológico, el filó-sofo está dejando de encontrarse solo e incomprendido. Nosólo Daniel Kahneman y su economía del comportamientohan demostrado la centralidad de los factores emocionalesen las decisiones económicas, sino que también estudiossobre “economía ética” más tradicionales (que se pregunta-ban sobre responsabilidad social, banca ética, cooperativis-mo...) han abierto el camino al debate sobre el decrecimien-to, comenzado por Serge Latouche, en Francia, con el antece-dente de los estudios del economista rumano, trasplantadoa Estados Unidos, Nicholas Georgescu-Roegen, autor de TheEntropy Law and the Economic Process (1971).

Cada vez son más numerosos los economistas convenci-dos de que el modelo clásico de crecimiento nos lleva a uncallejón sin salida. No se puede crecer indefinidamente enun sistema finito (como es el planeta Tierra), porque losrecursos se agotan inevitablemente. El crecimiento produce

trabajo y riqueza (al menos riqueza a corto plazo), pero tam-bién echa a perder el futuro del planeta y nos lleva a la des-trucción del entorno (que es un capital disponible que esta-mos destruyendo), de forma que estamos actuando partien-do de la base de “pan para hoy y hambre para mañana”. Sincrecimiento económico aumenta la pobreza, pero con creci-miento económico aumenta la destrucción del planeta. Yhasta ahora no sabemos cómo salir de esta contradicción.

Hoy por hoy, se enfrentan tres modelos macroeconómi-cos: las políticas de crecimiento, el desarrollo sostenible y laspolíticas de decrecimiento.

El crecimiento, en breveLas políticas de crecimiento corresponden hoy a la lógica deloeconomicus: se caracterizan por incentivar el consumo, deuna manera más o menos keynesiana; es decir, con una par-ticipación directa del poder público a través de políticas quehacen imposible el ahorro de los particulares (“el rentista esel cuentacorrentista”), obligando a consumir para no perderel valor del dinero. Consumir produce puestos de trabajo yhay que consumir no importa qué, empleando si es necesa-rio todo tipo de instrumentos de control psicológico (marke-ting). Las obras públicas (carreteras, trasvases) ayudan a lasgrandes empresas, se potencia el transporte privado y, sobretodo, se trabaja con un concepto clave: “obsolescencia pro-gramada”; las cosas tienen que estropearse rápidamente parapoder gastar más: la moda y los medios de comunicaciónactúan como aliados en la tarea de hacer crecer el consumo,creando necesidad. La pregunta es si esta postura, considera-da a largo plazo, puede tener continuidad y, sobre todo, quétipo de felicidad resulta de esta opción vital.

Pero si la senda del crecimiento presenta dudas –y no enBarcelona, sino en todo el mundo–, quizá haya llegado lahora de pensar en una alternativa de “decrecimiento” refor-mista: una opción personal por la simplicidad voluntariaque, nos guste o no, estará vinculada a la cultura, al respetoprioritario por la gente que sufre y a un estilo de vida aúnminoritario, pero quizá conveniente. El decrecimiento vieneprecedido de una larga temporada de experiencias piloto engrupos minoritarios que practican una sobriedad voluntaria.Convendría discutirlo de momento como opción académica,más que como opción política, por la propia obsolescenciadel concepto de crecimiento en época de cambio climático yde energía cara (por no hablar de crisis bancaria). La preguntaes si la ética (el cerebro racional) puede imponerse al cerebroreptil y acumulativo.

Hagan el favor de no acusarme de antipatriótico si lesdigo que uno de los días más depresivos que he visto enBarcelona en los últimos años fue el quince de mayo de

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2008, cuando llegó al puerto de la ciudad un barco cisternaprocedente de Marsella lleno de agua potable para abasteceruna ciudad que vivía una sequía crónica y un miedo aún máscrónico. No se trata de flagelarse; pero aquel día algo se rom-pió dentro de mucha gente al comprobar la debilidad de losequipamientos y la gravísima carencia de apoyos institucio-nales y de complicidades políticas de una “Gran Hechicera”(“amb tos pecats, nostra, nostra!”) en horas bajas.

El ciclo del mito olímpico (fue bonito mientras duró) aca-baba a manos de una de las sequías más brutales e inusualesque este país haya sufrido en los últimos ciento cincuentaaños. Si el filósofo fuese hegeliano, diría que la antítesis seestaba imponiendo a la tesis. Después, claro está, el climaimprevisible se “normalizó” (catalana palabra para los impo-sibles) y mis conciudadanos olvidaron el barco de Marsella.Si hemos aprendido algo de la pesadilla de la sequía, es queen nuestros cálculos no todo puede ser sumas. Algunos sue-ños de crecimiento traen en secreto el anuncio de una crisisaún más desequilibrada y decadente (por irreversible) que laeducada propuesta del filósofo que sugiere que quizá algúndía tendríamos que asumir nuestros límites.

Las pesadillas de la llegada del AVE, los problemas climá-ticos, el apagón de julio de 2007, la difícil reconversión deuna ciudad industrial en una postindustrial (en términos de22@), etc., aparte de ponernos frente al desagradable escena-rio de la pérdida de muchas complicidades con las que creía-mos contar y que después no funcionaron, conviene que nossirvan para preguntarnos cómo tenemos que situarnos en losucesivo en un nuevo horizonte en el que la ciudad se hamostrado vulnerable y no se ha gustado a sí misma.

Decrecimiento: ¿palabra fea o necesidad?Sé muy bien que decrecer es una palabra fuerte, que paralos bienpensantes suena casi a insulto y que, además,viniendo de un país que hace treinta años estaba “en víasde desarrollo”, decrecer puede parecer incluso cruel. Perocreo que es urgente ponernos a reflexionar sobre el decreci-miento antes de que una crisis ambiental nos lo impongapor vía de urgencia, y quien sabe si de manera violenta.Antes de que la ciudad se vuelva excesivamente agresiva yla vida imposible de disfrutar por demasiado cara, convieneque pensemos cuál es el “coste/ciudad” que estamos dis-puestos a soportar (en lo que respecta a contaminación,incomodidades, etc.) antes de que simplemente haya quedecir basta. Hacerse partidario de un decrecimiento ordena-do no significa que me haya vuelto partidario de la vida enel campo (al fin y al cabo, cuando los barceloneses llegan alEmpordà no hacen más que llevar allí Barcelona), ni muchomenos que reclame “ciudad verde” (sé muy bien que lasciudades son grises) o que me haga ilusión cualquier rou-sseaunismo, poco o muy ingenuo. Sencillamente soy de losque piensan que tenemos que poner voluntariamente unoslímites al crecimiento antes de que la obsesión por crecerse convierta en una pesadilla, más o menos escasa de agua.

Se entra en crisis sin que casi nadie nos prevenga y, aveces, con una rapidez que bloquea o impide pensar a medioplazo; se decrece, en cambio, de forma premeditada, optandolibremente por un modelo diferente, que hace prevalecer las

relaciones humanas y la calidad de vida sobre el productivis-mo. Tampoco se trata de hacer pedagogía con la catástrofe. Sihay recesión es por un error de modelo, no por un designiocósmico. Simplemente, se ha elegido un modelo económicopensado para maximizar el crecimiento –por confundir gran-de con grandioso– y no para procurar el bienestar de las per-sonas. Pero, simplemente, llegados a un nivel de consumodeterminado, lo que se puede esperar del modelo son con-tradicciones, porque el consumo ya no sirve para resolvernecesidades, sino que las provoca.

¿La crisis o el aterrizaje suave?Por tanto, esperar a que el decrecimiento nos llegue de unamanera brutal (como consecuencia de derrotas económi-cas, o vinculándolo a un desempleo incontrolable, porejemplo) resulta, además de cruel, perfectamente injustifi-cado. Uno de los peores errores de los ecologistas es suabsurda “pedagogía de la catástrofe”. La historia demuestraque frente a las catástrofes lo que triunfa es el egoísmomás galopante, o en el peor de los casos la solución totali-taria de un Hitler o un Stalin. Cuando hablamos de decreci-miento, la propuesta es muy diferente: no se trata de confe-sar (derrotados) que la ciudad “no puede”, sino de procla-mar (orgullosos) que la ciudad “no quiere”. Frente a undecrecimiento con tinta negra (desempleo, cierre de fábri-cas), hay que tomarse un tiempo para pensar un decreci-miento cívico que vele por una ciudad amable, que pongalos derechos de los ancianos y los niños por encima de losderechos de los automóviles, dicho esto (si es necesario)con un punto de demagogia.

Crecimiento y decrecimiento no son conceptos que entrenmutuamente en contradicción. Más bien al contrario: existeel peligro de un decrecimiento caótico si seguimos pensandoen una economía que ha perdido de vista la escala humana, yel antídoto es saber decrecer en condiciones y quitarnos deencima neorriquismos absurdos, que, dicho sea de paso, aten-tan directamente contra un modelo de vida plural y medite-rráneo. Un modelo que quizá sea más pobre en dinero perovalorativamente mucho más rico si se mide con esa magni-tud del capital social que se denomina bienestar comunitario.

Pensar el decrecimiento no significa una ruptura con elcrecimiento, sino con la ideología de la acumulación.Decrecer quiere decir optar por una revalorización de lascosas y de nuestra relación con el entorno. Si nos preguntá-semos qué vale nuestro equilibrio emocional, quizá seríamucho más sencillo comprender que, llegados a un ciertonivel, tener “más” puede llegar a ser menos.

Comprendo que un discurso por el decrecimiento planteaun atentado a las buenas costumbres de la economía, perollegados a cierto punto, conviene preguntarse si el “nivel devida” no se está volviendo incompatible con la calidad devida. ¿Podemos promocionar experiencias comunitarias (debarrio, de ciudad) que no tengan que valorarse necesariamen-te por su nivel de gasto material, sino por la felicidad o por lasemociones que puedan desplegarse en la comunidad?

La elección real que se atisba en el horizonte no es entrecrecimiento y decrecimiento, sino entre recesión (decreci-miento salvaje) y decrecimiento (cívico). Por supuesto, el

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Decrecer es negarsea considerarlo tododesde el punto devista de unaeconomía queignora el dolor delos individuos. Hayque tomarse untiempo para pensarun decrecimientocívico que vele poruna ciudad amable,que ponga losderechos de niños yancianos por encimade los derechos delos automóviles.

espejismo del crecimiento seguirá siendo un discurso ofi-cial y no por ninguna supuesta hipocresía de los políticos,sino porque todavía circula el tópico socialdemócratasegún el cual la única manera de disminuir la pobreza con-siste en hacer que crezca el pastel. “Crecer” es un sedante dela tensión social, dicen los manuales. Según la teoría eco-nómica oficial sólo el crecimiento garantiza la disminuciónde las desigualdades y, como somos ricos, disminuye laurgencia de plantearnos el problema del reparto. O de lajusticia, por decirlo en términos clásicos. Decrecer puedeser problemático porque pone en el propio centro la insos-layable cuestión de los criterios de justicia. Pero, ahora queno me oye nadie, peor sería un escenario de energía cara,desempleo, reivindicación política y huelgas “antirricos”,por decirlo de algún modo.

Conviene preguntarnos qué elegiríamos: ¿un decreci-miento tranquilo o una presión social insostenible? La pre-gunta que tenemos que plantearnos es si las consecuenciasde cambiar el modelo serían peores que las de mantener unsistema que piensa en las personas como herramientas, quepromueve el uso de antidepresivos y que, en definitiva, nosconvierte en átomos negándonos la dimensión cualitativa y

comunitaria. Decrecer no tendría que significar “hacer bien”(para el medio ambiente, por ejemplo) lo que el capitalismohace de forma malhumorada y triste. Antes al contrario: es ircontra una lógica de la acumulación que produce infelicidaden los individuos concretos y alegrías a las estadísticas.

Decrecer es optar por el desarrollo de la calidad y por laspersonas concretas (por la gente de mi barrio) contra los dis-cursos vacíos de la solidaridad abstracta. Decrecer es negarsea considerarlo todo desde el punto de vista de una economíaque sabe de números pero ignora el dolor de los individuos.Decrecer es liberarse de la necesidad que hoy se llama auto-móvil y televisión y optar por la lectura (un entretenimientosin publicidad), por el teatro en la calle y por la conversación.Decrecer es plantearse qué sentido tiene el teléfono móvil ypor qué tenemos que consumir verduras producidas conpesticidas. Decrecer es optar por el tren, por el consumolocal, por la comida vegetariana (o como mínimo por dismi-nuir el consumo de carne). Decrecer es negarse a aceptar quetoda la realidad se resume sólo en forma de economía. O, silo preferís, es luchar contra la confusión mental. Como sugi-rió Epicuro, para aumentar la felicidad quizá lo mejor sea dis-minuir las necesidades. Los viejos sabios nunca fallan.

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Masa crítica

Avishai Margalit“La ideología se hunde cuando no se

aviene con la psicología”Entrevista Joan Vergés Gifra

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Avishai Margalit (Afula, Israel, 1939) es profesorjubilado de la Universidad Hebrea de Jerusalén, endonde ha desarrollado la mayor parte de su carreraprofesional y, actualmente, es profesor de filosofíaen el Institute for Advanced Study de la Universidadde Princeton (EE.UU.). Además de haber escrito ungran número de artículos sobre temas de filosofíamoral y política, Margalit es autor de cinco libros.Junto con su esposa, Edna Ullman-Margalit, publicóIsaiah Berlin: A Celebration (1991). Posteriormente,publicó La sociedad decente (1996; traducción al caste-llano en Paidós), probablemente el libro que le havalido más celebridad y una de las aportaciones másoriginales a la filosofía política de la década pasada.La idea del libro es que la literatura política está malenfocada. La filosofía política se ha ocupado casiexclusivamente de la cuestión de la justicia. Sinembargo, deberíamos centrarnos en la idea dedecencia, una noción normativa aplicable en condi-ciones sociales no ideales y, por tanto, mucho másurgente. A continuación publicó, junto con MosheHalbertal y Naomi Goldblum, Idolatría (1998; traduc-ción al castellano en Gedisa), libro en el que se abor-da la importancia del concepto de idolatría en lasreligiones monoteístas y las culturas resultantes,como, por ejemplo, la cristiana, la musulmana y lajudía. Un tercer libro importante en la carrera deMargalit es Occidentalismo (escrito en 2004 junto conIan Buruma; traducción al castellano en Península),obra que, en cierto modo, constituye la réplica espe-cular de la obra Orientalismo, de Edward Said. EnOccidentalismo, Margalit y Buruma identifican losestereotipos que articulan el odio hacia Occidente ymuestran cómo esos estereotipos provienen amenudo del propio Occidente. Por último, Margalittambién ha publicado Ética del recuerdo (2004; traduc-ción al castellano en Herder), en el que se plantea lapregunta de si existe una ética de la memoria; esdecir, si se nos puede juzgar moralmente en funciónde nuestro recuerdo u olvido de las personas o delos hechos pasados. La entrevista que reproducimosa continuación tuvo lugar el pasado 13 de febrero,en Barcelona, al día siguiente de que AvishaiMargalit diese una conferencia titulada “Libertad yhogar” en el marco de un ciclo sobre la figura deIsaiah Berlin en Caixafòrum.

En la conferencia sobre Isaiah Berlin, usted habló de lalibertad y de sentirse en casa. Berlin, cuando teorizó sobrela libertad, distinguió entre la libertad negativa –la liber-tad como ausencia de interferencia de los demás– y lalibertad positiva –la libertad como autorrealización oautocontrol–. Sin embargo, en su opinión, habría otro sen-tido más de libertad, un sentido de ser libre que sólopuede darse en casa. ¿Podría explicárnoslo, por favor?Efectivamente, Berlin ya se había metido de lleno en eseproblema, pero yo intento conceptuar un sentido de liber-tad que podemos denominar “libertad psicológica”. Existeun sentido de libertad, la libertad política, que tiene quever con la relación entre el individuo o la colectividad y elgobierno o el estado. Hay otro sentido de libertad, social ypsicológica, que está relacionado con la forma en que losdemás pueden constreñirnos como individuos. Estoyconstreñido por los demás por lo que pensarán de mí. Meobligan a no salir desnudo a la calle, por ejemplo, porqueme da miedo cómo me mirarán. Éste es un constreñimien-to social o psicológico. La idea es que la noción de hogar,de estar en casa, está más relacionada con esa noción deconstreñimiento social que con la noción de constreñi-miento político. Pero para crear casa, una casa nacional,necesitas medios políticos. No sé: si los catalanes notuviesen autonomía, si no tuviesen posibilidades deexpresarse, si no se sintiesen en casa en España, entoncessufrirían por el hecho de no considerarse en casa yquerrían disponer de medios políticos para poder sentirseasí. Una de las luchas mantenidas por los catalanes hasido defender su propia lengua, sus propias costumbres,con el fin de poder vivir en un lugar en el que se sintiesenen casa, como catalanes.

Sin embargo, el nacionalismo, cuando se ha preocupadopor la libertad, lo ha hecho principalmente por la libertadentendida como emancipación, ¿no? Bien, el nacionalismo ha pasado por diferentes etapas. Laprimera etapa fue la etapa de emancipación, contra elmonarquismo autoritario, entre otros. Fue una etapa pro-gresista. Después vino otra etapa, una etapa reaccionaria,marcada por la xenofobia, por el aferrarse sólo a la propianación, una etapa que acaba en imperialismo, en la idea deque el objetivo de la nación es conquistar otras. Así pues,el nacionalismo puede ser un movimiento de emancipa-ción, de liberación de la dominación extranjera, o bien unmovimiento reaccionario. Puede ir en cualquier dirección,como todos los demás movimientos e ideologías.Cualquier ideología corre el riesgo de acabar siendo lo con-trario de lo que había empezado por ser. El nacionalismoestá en tensión con el liberalismo porque éste habla delhombre universal, que es un concepto ilustrado, y el

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18, Masa crítica

nacionalismo habla de una comunidad de personas quepertenece a una nación. Existe una tensión, aquí. Pero ten-sión no quiere decir contradicción.

Es cierto que se han producido intentos de vincular el libe-ralismo y el nacionalismo, por ejemplo el de Yael Tamir1 enel propio Israel. ¿Qué cree usted, que el nacionalismopuede ayudar al liberalismo, o que, por el contrario, cual-quier intento de vincular ambas ideologías más bien debi-litará al liberalismo? Verá, una de las cosas a las que Berlin prestó mucha aten-ción y por la que mostró gran preocupación fue que el libe-ralismo, en su opinión, es la ideología correcta, pero es unaideología con una psicología errónea. Hay algo naíf en lamanera en que los liberales tratan la psicología de los sereshumanos. Por eso llegó a creer que, a veces, los miembrosde la anti-Ilustración y los románticos habían captadomejor la psicología humana que los pensadores liberales.El principal desafío es crear un liberalismo con una psicolo-gía humana convincente. El atractivo del nacionalismo noes tan sólo de carácter ideológico. Los nacionalistas acerta-ron con la cuestión de la pertinencia de la gente, con la ideade crear una comunidad. Sin duda, aquí existe una tensión.Puede pasar que una minoría nacionalista quiera imponer-se al resto de la sociedad. Quizá sea esto lo que está pasan-do en el País Vasco, en donde básicamente se quiere cortarla relación con España y en donde existe un porcentajemuy reducido de personas que pueden hablar vasco –no sési el 15% o el 16%, al contrario de lo que sucede en Cataluña,donde el 60%, el 75%, el 80% de la población o más hablacatalán–. Existe, entonces, el peligro de que surja el fanatis-mo y la xenofobia y, a pesar de tratarse de una minoría, seconvierte en una minoría totalitaria porque quiere imponersu voluntad. Así pues, no hay una receta universal. Tienesque analizar los casos, las situaciones particulares. Es nece-sario tener en cuenta las condiciones. Yo soy un socialde-mócrata, no diría un liberal, pero, aquí, los socialdemócra-tas tienen el mismo problema que los liberales. No obstan-te, es cierto que los socialdemócratas, a diferencia de lossocialistas revolucionarios, se asientan en una comunidaden particular e intentan mejorarla a través de mediossocialdemocráticos. El principal reto al que deben enfren-tarse ambas ideologías, el liberalismo y la socialdemocra-cia, es el de disponer de una psicología creíble que se aven-ga con la ideología. Si la psicología no se aviene con la ideo-logía, entonces, la ideología se hunde. Eso es lo que hasucedido en muchas ocasiones.

¿Ha sido éste, quizá, el caso del comunismo? Creo que sí. Verá, la naturaleza humana no es una naturale-za fija, sino que en parte se construye y en parte viene dada.Hay aquí dos intuiciones básicas. Le diré qué entiendo porpsicología y por qué pienso que, aquí, los socialdemócratashan comprendido algo bien. Hay una explicación de la psi-cología humana, desde el punto de vista del interés políti-co, centrada en la virtud, en la idea de que hay que mejorarel carácter de las personas. Yo no creo en eso, no creo quelas personas tengan carácter. Lo que creo es que, en lamayoría de los casos las personas reaccionan ante las situa-ciones. Le pondré un famoso ejemplo de lo que quierodecir. Hace muchos años, en Princeton, escogieron a algu-nas personas de un seminario religioso y les dijeron quetenían que ir a dar una conferencia sobre la parábola delbuen samaritano. A la mitad de ellos les dijeron que teníanque irse enseguida a dar la conferencia. A la otra mitad, lesdijeron que todavía tenían tiempo. En el camino que con-ducía al lugar en el que supuestamente se hacía la confe-rencia, había una persona estirada en el suelo que, en apa-riencia, necesitaba ayuda. Aquellos que tenían tiempo sufi-ciente, la ayudaron, fueron buenos samaritanos. Aquellosque no tenían tiempo, no le prestaron ninguna atención.Bien, se trata de una manipulación trivial, pero enseña queser un buen samaritano o no serlo no depende del carácter.Si tienes tiempo libre y no estás sometido a presión, pue-des comportarte como tal; si no es así, no. Cómo reacciona-mos ante una situación no depende del carácter. Piense,por ejemplo, en el hecho de ser valiente: serás valiente enuna situación pero no en otra; no hay nadie valiente encualquier situación. Los socialdemócratas han sabido ver laimportancia de eso. En Escandinavia, la gente se comportamejor, pero no porque sean mejores personas, sino por lascircunstancias. No actúas bien en virtud del carácter, sinodel entorno. Ésta es la intuición básica y pienso que es unaintuición correcta. Los socialdemócratas no se proponencambiar la naturaleza humana. El comunismo era una ideo-logía que se proponía crear un hombre nuevo. Bien, elcomunismo basculó entre ambas perspectivas.

Esta perspectiva sobre la psicología humana, ¿no va encontra de la comprensión que tiene el liberalismo del indi-viduo, de la importancia que concede al individuo?Existe una ambigüedad en el liberalismo y en otros pensa-mientos sobre el individuo. El individuo puede ser elsupuesto básico, el destinatario de las instituciones socia-les, o bien puede ser el mayor logro. Yo utilizo el individuo

“El nacionalismo está en tensión con el liberalismo porque éstehabla del hombre universal, que es un concepto ilustrado, y elnacionalismo habla de una comunidad de personas quepertenecen a una nación. Existe una tensión, aquí. Pero tensiónno quiere decir contradicción”.

en el primer sentido, como supuesto básico del pensamien-to social: si haces algo en la sociedad, no lo haces sino paraindividuos; es importante darles la oportunidad de desarro-llarse, de educarlos. Una cosa es crear unas condiciones, unentorno en el que el individuo puede llegar a desarrollarse,y otra cosa es actuar directamente sobre él.

Así pues, discreparía de la finalidad que tiene la políticapara Aristóteles o para los perfeccionistas.Creo que las personas pueden volverse mejores, puedenperfeccionarse. Pero la manera de volverse mejor es vivien-do en mejores entornos. Eso es lo que puedes hacer políti-camente. Lo que haces socialmente o en las relaciones conlos demás individuos es otra cosa. El principal desafío paralos socialdemócratas es el tema de la solidaridad. Paragenerar una acción común necesitas solidaridad. ¿Cuál esla base de la solidaridad? Pero déjeme plantearlo desde elprincipio. El eslogan de la Revolución Francesa fue libertad,igualdad y fraternidad. Todo el pensamiento político hagirado en torno a la libertad y a la igualdad. Los liberalesdicen que la libertad es lo que más cuenta; los socialistasdicen que es la igualdad; y los socialdemócratas sostienenque hay que encontrar el equilibrio adecuado entre ambosideales. Estoy haciendo una caricatura de cómo han ido lascosas, pero bien. El único concepto que no se pensó ade-cuadamente fue el de fraternidad. Sonaba a sentimentalis-

mo, poco serio y naíf. Pero es la noción más importante.Para conseguir la libertad y la igualdad, necesitas la accióncolectiva, necesitas la solidaridad. Éste fue el principal pro-blema que se le planteó a la ideología de la clase obrera.¿Qué motivará a la gente para que sea solidaria? Leninpensó que la solidaridad quedaba determinada principal-mente por las relaciones de producción. Todas las personasde la clase obrera, de todas las naciones, se sentirán solida-rias con los miembros de su clase. Pero la Primera GuerraMundial fue un desastre para el movimiento obrero por-que de repente quedó claro que los trabajadores no pensa-ban en primer lugar en términos de clase, sino de nación.Los socialdemócratas mantienen una posición complicadaen este asunto. Porque piensan que la solidaridad tieneque ver con la clase obrera y con la nación y mantiene algu-na relación con la clase obrera internacional. Esa doble leal-tad los hace sospechosos. Al socialdemócrata le toca a

Avishai Margalit (Afula, Israel,1939), profesor del Institute forAdvanced Study de Princeton, haescrito un gran número deartículos sobre filosofía moral ypolítica y cinco libros, entre ellosLa sociedad decente, una de lasaportaciones más originales a lafilosofía política de la décadapasada.

© Pere Virgili

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20, Masa crítica

menudo poner a prueba su patriotismo, su lealtad a lanación. Por eso los socialdemócratas no se desenvuelvenbien en la guerra. Por ejemplo, los socialdemócratas france-ses durante la guerra de Argelia. Siempre existe una ten-sión entre esas dos lealtades. Pero no creo que se puedaresolver la solidaridad en abstracto.

De acuerdo, pero recientemente un buen número de pen-sadores, los denominados cosmopolitas, reclaman una soli-daridad global, ¿no? Plantean la necesidad de buscar unajusticia global.Precisamente, éste es el problema. Nadie puede estar en con-tra de la justicia global. Argumentar en contra de la justiciaglobal es como argumentar en contra de la amistad. La cues-tión es qué electorado sacará adelante la justicia global. Elproblema con el cosmopolitismo es que el cosmos no tienepolítica. Aquí no hay ningún cuerpo político. El cosmopoli-tismo, o bien hace referencia a Nueva York y a su estilo devida, sus restaurantes, a una multitud de gente que viene detodas partes del mundo; o bien significa algo serio. Y, enton-ces, la cuestión es qué tipo de política le corresponde, esdecir, quién vota, quién toma las decisiones... ¿Un gobiernomundial? Eso sería un desastre total, porque llevaría al des-potismo. El problema con el cosmopolitismo no es el ideal,es la concepción que tienen de la política. Sé qué es el cos-mos, pero no sé qué es la política del cosmos.

Quizá el problema sea que también tienen una políticaerrónea, ¿no?Lo que quiero decir es que, a no ser que todo cambie dramá-ticamente... Verá, todo lo que decimos está condicionadohistóricamente. Vaya usted a saber, quizá la tecnología hagaque las fronteras dejen de tener sentido, y otras cosas tam-bién. No puedo ver qué política tienen los cosmopolitas. Talvez sea una llamada vacua para convertir el mundo en unagran Nueva York, pero Nueva York tiene límites, tiene unalcalde, tiene semáforos, etc. O pongamos el ejemplo deCataluña: se trata de una sociedad coherente, formada a par-tir de una historia de luchas, en tensión con el gobiernocentral, en lucha contra el régimen de Franco, etcétera. Enesta sociedad existe el Barça, por ejemplo, que es un clubinternacional pero con un gran apoyo de carácter nacional.Ésta es la combinación deseable, disponer de una naciónque también acoge a los demás. La contribución de losholandeses al Barça ha sido muy significativa. La cuestiónes si tienes una sociedad abierta o no, cómo tratar a losdemás: si los tratas como a simples mercenarios o comoelementos que pueden acabar formando parte de la socie-dad. No estoy haciendo hincapié tanto en el nacionalismosino más bien en una noción más profunda, a saber, la decomunidad de memoria. Lo que configura una comunidades una memoria, la comunidad está unida por una memo-ria. Lo que une a los catalanes no es sólo su lengua, es una

Para Margalit, elconcepto defraternidad, comosinónimo desolidaridad, esel elemento másimportante deltriple eslogan de laRevoluciónFrancesa, ya quepara conseguirla libertad y laigualdad se necesitala solidaridad. Parael comunismo, lasolidaridad estádeterminada porlas relacionesde producción, demodo que losobreros sonsolidarios con susiguales de clase, seacual sea su nación.Debajo, cartel de laRevolución Francesay póster de VladimirKalenski con lafigura de Leniny el lema “¡Vivala revoluciónsocialista!” (1968).

© Leemage / Prisma © The Granger Collection, NYC / Prisma

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memoria. La memoria colectiva es crucial para cimentar lasolidaridad. Y, sin solidaridad, resulta muy difícil llevar acabo una acción política. ¿Quién puede estar en contra de lajusticia global, si eso significa dar más dinero al TercerMundo y evitar la explotación? Pero el problema que veo enesto no es el ideal, es la política.

Aprovecho la idea que acaba de expresar. Ciertamenteusted concede una importancia capital a la noción dememoria o recuerdo. En el libro Ética del recuerdo, usteddistingue entre memoria común y memoria compartida2.Memoria común es el recuerdo que tienen diferentes per-sonas de las mismas experiencias; en ese sentido, es unamemoria acumulativa. Por el contrario, la memoria com-partida es la integración de las diferentes perspectivas enuna versión única. La idea es muy interesante. Ahora bien,piense en nuestro caso, el caso español y catalán. Comosabe, el parlamento español aprobó hace poco la Ley de laMemoria Histórica, que ha generado mucha polémica. Paraalgunos, se trata de hacer justicia a los muertos, a aquellosque no pudieron ser enterrados dignamente, por ejemplo.Para otros, recordar por ley episodios dolorosos como laGuerra Civil o la dictadura franquista no ayudará a la con-ciliación, sino que reabrirá heridas. Sería un caso, éste, delo que usted ha dicho en algún otro sitio relativo a que lacuestión política más importante no es la relación entre lalibertad y la igualdad, tal como se ha mantenido a menu-do, sino la relación entre la justicia y la paz. Se trata de un caso muy interesante. Evidentemente, losrecuerdos pueden dividir y pueden generar polémica. Unavez se me ocurrió crear un instituto sobre memoria compar-tida discutida que sirviese para que partes enfrentadas porcuestiones relacionadas con la memoria pudiesen discutir-la. Por ejemplo, israelíes y palestinos, serbios y croatas, etc.Se trataría de llegar a acuerdos con respecto a lo que pasó;ponerlo en los libros de texto y enseñarlo. Creo que haynecesidad de una memoria compartida discutida, de quehistoriadores de las diferentes partes enfrentadas seencuentren y digan qué pasó en realidad. Muchas veces losdesacuerdos tienen que ver con qué pasó en realidad y, portanto, con qué tenemos que recordar.

Pero, ¿usted cree, entonces, que en el fondo lo que hay queresolver es una cuestión fáctica? ¿No hay siempre valora-ción en el recuerdo?El desacuerdo radica en buena medida en la determinaciónde los hechos. Se sorprendería de hasta qué punto discre-

pan con respecto a los hechos. No estoy sugiriendo queexista una interpretación neutral por lo que se refiere a lavaloración de los hechos. Lo que sugiero es la necesidad dellegar a un acuerdo sobre qué pasó, qué hechos se produje-ron. Si las partes enfrentadas llegan a un acuerdo en esesentido, entonces, puedes redactar libros de texto, enseñar-los, etc. Ahora bien, es cierto que existe un problema de jus-ticia transitoria. Cuando pasas del franquismo a una demo-cracia liberal, ¿qué haces con el pasado? ¿Llevas a juicio aquienes abusaron del poder en el régimen anterior? En estepunto, no me siento inclinado a resolver los asuntos delpasado por la vía judicial. Sin embargo, hay que hacermemoria. De todos modos la memoria vuelve.Normalmente hay un vacío temporal. Los judíos que fueronexpulsados de España tardaron setenta años en ser cons-cientes de ello y en comenzar a recordarlo. Lo mismo pasócon las personas que sobrevivieron al Holocausto. Al princi-pio hubo un silencio profundo. Después, irrumpió lamemoria. En el caso español han pasado unos treinta años.Bien, si me lo pregunta, le diré que si la memoria no saleahora, saldrá más adelante, dentro de cincuenta o setentaaños. Una nueva generación querrá saber cosas.

Muy bien. Si le parece, cambiaremos de tema. En la confe-rencia de ayer defendió que hay diferentes imágenes de lapolítica. Por una parte, hay una imagen económica de lapolítica, por otra, una imagen religiosa. De acuerdo con laprimera, todo puede ser sustituido de algún modo por otracosa mediante un acuerdo o compromiso. De acuerdo conla segunda, existen ciertas cosas que no pueden sometersea ningún compromiso. En este segundo caso, se entiendeque ciertas cosas son sagradas, insustituibles. En algúnmomento, para ilustrarlo, habló del compromiso “podrido”(rotten) de los Pactos de Munich, que permitieron, en 1938,que Checoslovaquia quedara parcialmente anexionada a laAlemania nazi. El pacto estuvo “podrido” porque los paísesoccidentales que firmaron el acuerdo no se dieron cuentade que, al pactar con los nazis, se estaba comprometiendoalgo que no se puede comprometer, como, por ejemplo, lapropia posibilidad de la ética. Sus palabras me hicieronpensar en lo que dijo una vez Václav Havel, precisamenteaquí en Barcelona, cuando la Generalitat de Cataluña leconcedió el Premio Internacional Catalunya3. Havel dijoque su país, en el siglo XX, había renunciado dos veces –lasegunda sería con ocasión de la invasión soviética– adefender todos sus principios por culpa del miedo a lasconsecuencias. Según Havel eso había desmoralizado a su

“No hago hincapié tanto en el nacionalismo como en unanoción más profunda, la comunidad de memoria. Lo que une alos catalanes no es solo su lengua, es una memoria. Lamemoria colectiva es crucial para cimentar la solidaridad, y sinsolidaridad es muy difícil llevar a cabo una acción política”.

país, le había restado temple moral. Quizá deberíamoshaber plantado cara, dijo. Bien, ayer me ocupé sobre todo de compromisos que haceslibremente, no de compromisos que aceptas bajo coerción. Lacuestión de qué tienes que hacer cuando estás bajo coerciónes una cuestión amarga. Hay un libro checo, Las aventuras delbuen soldado Svejk, que para nosotros fue casi como una bíblia4.El buen soldado Svejk es una metáfora, la metáfora checa,sobre cómo puede hacerse frente a los conflictos: nos lotomamos a broma, nos reímos de ello y esperamos tiemposmejores. Ésta es una de las estrategias. Otra, la de plantar caray defender los propios ideales es la que defiende Havel. Y es laque responde a la imagen religiosa de la política. Por tanto, sureferencia al discurso de Havel me parece pertinente.

Sin embargo, toda una serie de autores criticaría de algúnmodo la idea de que la política sea o tenga que consistir enpoca cosa más que compromisos. Estoy pensando, porejemplo, en el filósofo inglés John Gray. Para Gray, la políti-ca solamente tiene que buscar modus vivendi entre las par-tes enfrentadas. Es cierto que habrá casos en los que sólo puedes negociar.Pero tenemos ideales. Un ideal es como la cumbre de unamontaña. A veces no puedes llegar arriba del todo porquealgo interrumpe o bloquea el camino. Puedes decir, bien, nollegaré arriba pero me acercaré lo más que pueda a la cum-bre. En mi opinión –hay estudios que lo refuerzan– la segun-

da mejor opción no suele ser intentar acercarse lo máximoposible a la cumbre, sino hacer otra cosa. Si quieres ir devacaciones al Caribe y no tienes suficiente gasolina en eldepósito, no intentes acercarte al máximo, cambia de objeti-vo. En lugar de ir al Caribe, plantéate ir a Mallorca, por ejem-plo. Haz algo diferente. Eso es lo que comprendió san Pablo.La mejor opción para un hombre es mantener el celibato ydedicarse a Dios. Pero si no puedes realizar la mejor opción,la segunda mejor opción no consiste en fornicar y tenermuchas mujeres, sino en casarse y llevar una buena vida defamilia. Por tanto, la segunda mejor opción a menudo sueleser hacer otra cosa. A veces no podemos realizar nuestrosideales porque chocan con lo que piensan otras personas. Enestos casos, la segunda mejor opción es intentar hacer otracosa en lugar de pretender acercarnos lo máximo posible a lacumbre, como si no hubiese obstáculos en el camino.Porque con independencia de cómo entiendas la segundamejor opción, se trata de una opción referida al ideal.

Hablando de ideales, eso me hace pensar en la noción dedecencia que usted introdujo con éxito en la filosofía polí-tica, especialmente en el libro La sociedad decente 5. Elobjeto teórico privilegiado de la filosofía política, desdePlatón hasta John Rawls 6, ha consistido en la justicia. Unasociedad decente, si me permite decirlo así, deprisa, es unasociedad en la que las instituciones no humillan a las per-sonas que viven en ella. Ahora bien, Rawls también utiliza

El dramaturgo yactivista VáclavHavel, primerpresidente deChecoslovaquia trasla caída del régimencomunista, encarnapara Margalit unade las posiblesestrategias antelos conflictos: ladefensa de lospropios idealescomo consecuenciade una “imagenreligiosa de la polí-tica”. Arriba, Haveldurante la revueltapopular conocidacomo la Revoluciónde Terciopelo.En la página de laderecha, unade las masivasmanifestacionesde Praga, ennoviembre de 1989.

© David Turnley / Corbis

esta noción de “sociedad decente” en su concepción de lajusticia internacional 7, ¿no?Efectivamente, y en una nota al pie de su texto me mencio-na. Sin embargo, también dice que utiliza el término en unsentido ligeramente diferente del mío.

Es evidente que Rawls sólo habla de sociedades decentescuando aborda el problema de la justicia internacional.Según él, el objeto de la teoría internacional es diseñar unorden internacional equitativo entre los pueblos liberaleseminentemente justos y los pueblos decentes. Por tanto,acepta que ciertos pueblos sean menos justos. ¿Cómo veesta aceptación?Bien, antes de eso, tenemos que preguntar a Rawls por quéno utiliza la noción de sociedad decente en la teoría que seaplica a la nación-estado, por qué no es deflacionista en elcaso doméstico. Elaboró una teoría ideal de la justicia. Perola cuestión es qué teoría no ideal de la justicia debemostener. Mi tesis es que, en la situación no ideal, lo que nosayuda es la noción de sociedad decente, que es una nocióndeflacionista. Rawls de repente aplica el término en el ordeninternacional. Pero, ¿por qué no antes? ¿Qué concepcióndebemos tener en condiciones normales, no ideales? Ésta esmi pregunta. No lo acuso de incoherencia, pero no entiendopor qué lo utiliza en un caso y en el otro no. Si se quiere ela-borar una teoría de la justicia global que se avenga al máxi-mo con sus ideales, vale, adelante, hará una teoría ideal.

Pero si lo que haces es prestar atención a la política real y alas condiciones que hay en el mundo, y te das cuenta de quehay sociedades decentes y no tan decentes, ¿por qué noprestar el mismo tipo de atención en el caso doméstico?

Ciertamente, cuando usted habla de sociedad decentehace referencia al trato que ofrecen las instituciones deuna sociedad a sus habitantes. Ahora bien, en el momentode poder decir que una sociedad es decente, ¿no debemostener en cuenta también las relaciones que mantiene conotras sociedades? Existe una pregunta previa a ésta. Weber pensó que el princi-pal atributo del estado es el monopolio del poder. En mi opi-nión, hoy en día, el principal atributo del estado tiene que vercon la capacidad de decidir quién entra y quién no entra. Noes el ejército, sino el funcionario que pone un sello en elpasaporte, la figura que define al estado hoy; tener el mono-polio de estampar sellos. La cuestión esencial es la pertenen-cia, quién es miembro y quién no lo es. Si hablamos deNoruega, incluso la persona más pobre del país está mejorque el 80% de la población mundial. Por tanto, hablar de justi-cia en Noruega es evitar los problemas difíciles, porque lapertenencia determina un marco en el que ya no se presen-tan. En mi libro no hablé de las condiciones de pertenencia.La pertenencia, la inmigración, son cuestiones capitales. Y noestá nada claro que los liberales universales puedan sentirsimpatía por las fronteras. ¿Cómo justifican que haya fronte-

© David Turnley / Corbis

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ras? Tengo mis propias ideas sobre algunas de estas cuestio-nes, pero no creo que haya ninguna explicación buena, enpensamiento político, con respecto a la pertenencia. Portanto, partí de un punto de vista en el que se toma la situa-ción como dada y hablé de un estado y de las personas que seencuentran bajo su jurisdicción. No hablé de ciudadanos,sino de personas bajo la jurisdicción de un estado, porque notodas las personas que viven en él son ciudadanos.

De acuerdo, pero yo le planteaba la pregunta de hasta quépunto una sociedad decente dentro de sus fronteras puedeser calificada de decente si no se comporta decentementecon otras sociedades. Sí. Pondré algunos ejemplos. Pensemos en el caso de laHolanda colonial y en las atrocidades indecentes que come-tió en Indonesia; o en el caso de Bélgica y lo que hicieron losbelgas en el Congo.; o en el caso de Israel y los territorios ocu-pados. Así pues, encontramos casos de sociedades que sonrelativamente decentes con sus miembros, pero se compor-tan de manera indecente con los demás. Pero, ¿eso hace quela sociedad en cuestión sea indecente? Yo diría que no. Es una

situación que se produce entre sociedades diferentes. El con-cepto de sociedad decente se aplica a una sociedad y a las per-sonas que están bajo su jurisdicción. También existe la posi-bilidad de que una sociedad preste su apoyo mediante pactosa regímenes que son indecentes. En este caso, no lo sé. Notengo una idea formada al respecto. Pero creo que diría quese comporta mal, en términos de relaciones internacionales.

Con el concepto de decencia, usted ha llamado la atenciónsobre la necesidad de elaborar conceptos normativos útilespara condiciones no ideales. Ahora bien, algunos dicen queen el planteamiento no ideal, el problema político másimportante hoy día, en muchas partes del mundo, ya no esla decencia, sino simplemente el problema del caos, lafalta de orden político y social. Éste sería el caso de paísesdesmembrados, pero también el de los refugiados.Es un problema de pertenencia. Las personas tienen quepoder pertenecer a algún sitio para poder hacerse responsa-bles de su propia vida. Hay sitios, pues, en los que apenas sipodemos hablar de decencia. En mi libro hablo de sociedadesen las que la decencia se encuentra en el horizonte, en las que

“A veces no podemos realizar nuestros ideales porquechocan con lo que piensan otras personas. En esos casos,la segunda mejor opción es intentar hacer otra cosa en vezde pretender acercarnos lo máximo posible a la cumbre”.

© Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos

El líder indonesioSukarno en 1949,cinco años despuésde haber asumido lapresidencia de laantigua coloniaholandesa. En lapágina siguiente,soldado francés enla Casbah de Argelen 1960, durantela guerra deindependenciadel país magrebí.Las atrocidades delas potenciascolonialistas sonejemplos de cómouna sociedad puedeser “relativamentedecente” con susmiembros y a la vezcomportarseindecentemente conlos demás.

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puede ser una noción viable. Pero es cierto que hay circuns-tancias muy extremas en las que nuestro discurso apenastiene sentido. Cuando no hay comida o agua, cuando faltanlas medicinas básicas, nuestro discurrir se vuelve ridículo.

Pero, ¿de quién es entonces este tipo de problema? ¿Quiénse tiene que hacer cargo?España, por ejemplo, tiene que hacerse cargo de él.

Los cosmopolitistas, por ejemplo, entienden que es un pro-blema de todos, porque todos contribuimos al manteni-miento del orden mundial. Es necesario que haya solidaridad humana para ayudar a esagente y a esos pueblos. Es curioso que a Bush lo odien entodas partes menos en África. Ha hecho mucho más porÁfrica que otros gobiernos de izquierdas. La cuestión eshacer algo. La pregunta es: ¿hay algún movimiento serio deayuda a África en España, no sólo humanitario? ¿Sedemuestra realmente que es un problema de España? ¿Seenvía allí suficiente dinero? No una cantidad insignificantedel PIB, sino un dos o un tres por ciento. No veo ningún

movimiento en ese sentido. Ahora bien, si España no hacesuficiente para ayudar a los pueblos africanos, eso no laconvierte en una sociedad indecente. Lo que demuestra esque es poco generosa humanamente.

Ya que hablamos de España, ¿qué le parece si para acabarhablamos de un problema que afecta al país profunda-mente, sobre todo ahora con la crisis económica: el proble-ma del paro? Usted trató el tema en su libro. En su opinión,una sociedad con un paro estructural no necesariamentees indecente. Ahora bien, ¿no es cierto que en nuestrassociedades lo primero que nos identifica es nuestro traba-jo? El drama de no tener trabajo, es, de alguna manera,que no eres nadie, ¿no? Bien, si tú preguntas a alguien en Los Ángeles o en SanFrancisco “¿quién eres?”, es fácil que te contesten: “Quieroser actriz, pero ahora trabajo de camarera”. Hay profesionesen las que es cierto que la actividad profesional marca pro-fundamente la identidad. Pero no siempre es así. Muchasveces la profesión es sólo un medio para ganar dinero. Lagente se identifica en primer lugar con el hobby o el idealpersonal que tiene. La sociedad tiene que ofrecer la oportu-nidad de encontrar un trabajo, una opción que te resulte sig-nificativa. No tiene que coincidir necesariamente con tuspreferencias. Quizá querrías ser director de películas, perotrabajar como periodista es un trabajo significativo para ti.La sociedad no tiene que proporcionar todas las opciones,sino alguna opción que te resulte significativa. Estoy deacuerdo con usted en que mucha gente da importancia altrabajo. Freud se preguntó una vez qué quiere decir ser nor-mal, y su respuesta fue: ser normal es poder trabajar y poderamar. Creo que con “trabajar” se refería a trabajar creativa-mente. Desde mi punto de vista, ser normal es ser capaz detrabajar, poder trabajar en algo significativo, y poder amar.Es un ideal de mucha gente, casi una idea normativa.

Notas1 Véase Yael Tamir (1993), Liberal Nationalism, Princeton: Princeton UP.2 Avishai Margalit (2001), Ethik der Erinnerung, Frankfurt: Fischer Taschenbuch

Verlag. Traducción castellana en la editorial Herder (2002), Ética del recuerdo.La distinción entre memoria común y memoria compartida puede encontrar-se en la página 43 de esta edición castellana.

3 Véase Václav Havel, Jordi Pujol y R. von Weizsäcker (1995), L’ètica i la política,Barcelona: Proa.

4 Jaroslav Hasv Ek (1995), Les aventures del bon soldat Svejk, Barcelona: Proa.5 Véase Avishai Margalit (1996), The Decent Society, Cambridge Ma.: Harvard

University Press. Traducción en castellano en la editorial Paidós, de 1997, conel título La sociedad decente.

6 John Rawls fue profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard. Enel año 1971 publicó A Theory of Justice, un clásico del pensamiento contempo-ráneo que todavía hoy marca las discusiones en filosofía política y social.

7 Véase John Rawls (1999), The Law of Peoples, Cambridge Ma.: HarvardUniversity Press. Traducción al castellano en la editorial Paidós.

© Nicolas Tikhomiroff / Magnum Photos

M

La campaña “Probablemente Dios no existe, disfruta de lavida” fue contestada por la pastoral declaración categóricade que “Dios sí existe, disfruta de la vida...”. A estos enun-ciados, se les podría añadir un tercero: “Probablemente lavida existe, disfruta como Dios”. Pero lo que llama la aten-ción de las dos primeras consignas es su imperativo hedo-nista: disfruta. Esta fervorosa batalla coincide con unasituación política y económica cruda y sin aliño, una crisisgeneralizada que afecta y afectará no sólo a la economía,sino, a partir de ahora, al modo de entender el mundo y lasrelaciones sociales. Coincide también con una crisis gastro-nómica larvada: cocina de vanguardia frente a cocina tradi-cional. ¿Corresponden estas tendencias a dos “filosofías”distintas? ¿Son los partidarios de la cocina de vanguardiaepicúreos sin fe, hedonistas obstinados, y los de la tradicio-

nal, conservadores recalcitrantes? Los primeros sostienenque probablemente no hay cocina que no sea de los senti-dos y, por tanto, disfrutan del más acá y del más allá. Y lossegundos creen que la cocina sí existe y, por tanto, disfru-tan ya del cielo que nos tienen prometido.

En los períodos de crisis, pueden aparecer hasta trestipos de entidades salvíficas: líderes carismáticos, religio-nes redentoras y nuevas filosofías. De los primeros, tene-mos suficientes muestras; pero de las nuevas filosofías,menos. Epicuro es un caso ejemplar, cuya vida (342-270 a.C.)transcurre en memorables tiempos revueltos, que coinci-den con la crisis de la polis griega y la emergencia del indivi-dualismo, del “sálvese quien pueda”. A la muerte deAristóteles (322 a. C.), tres nuevas escuelas se disputan sutrono, tres escuelas para una crisis: la Estoa, el Jardín y la

Epicuro y la burbuja gastronómica

Se observan indicios de que la crisis que nos afecta impondrá la frugalidadepicúrea, tras una etapa de optimismo culinario desbordante que probablementeno ha sido más que otra burbuja oportunista.

Texto Javier Pérez Escohotado Profesor y escritorFotos Enrique Marco

De dónde venimos

Despilfarro y polémicaentre fogonesA dónde vamos

Revaloración de lacocina de siempre

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Nueva Academia. Y con ellas, tres propuestas para la super-vivencia: la impasibilidad de los estoicos, la imperturbabili-dad o ataraxia de los epicúreos y la epokhé, la duda ética, delos escépticos. Los estoicos defienden que la felicidad estáen la virtud, en la abnegación y en el rigor contra sí mismos.Los epicúreos, en cambio, sostienen que “el placer es el prin-cipio y el fin de la vida feliz”. A Epicuro y a todos sus segui-dores les habría gustado saber que “en los procesos cerebra-les hay un foco central que es el principio de la búsquedadel placer. El placer es la meta final de todo comportamien-to animal”1. Desde otro punto de vista, García Gual2 sostie-ne que, con la crisis de la polis griega, “la filosofía se convier-te en fármaco soteriológico, cauterio medicinal, instrumen-to para la salvación en una circunstancia caótica y ruinosa”.El epicureísmo es, por tanto, una terapia, una medicina paraun tiempo de crisis. Y la alimentación posee también supropio componente terapéutico: la dieta. Así pues, la filoso-fía de Epicuro y la alimentación pueden ser usadas comomedicinas o remedios, como “recetas”.

El primero que denigró el epicureísmo fue Timócrates,que difundió la idea de que, en el Jardín de Epicuro –en rea-lidad, un sencillo huerto en el que crecían nabos, berzas,puerros, cebollas, apio, albahaca…–, se entendía el placercomo “un afán desmesurado por los placeres del vientre”.En su obra Delicias, acusa a Epicuro de “disoluto, glotón, pro-pagador de escandalosas fiestas nocturnas, ignorante y pla-giario”. Estas acusaciones son las responsables primeras dela imagen vulgar y grosera de Epicuro. Su descrédito llega alcolmo en la Edad Media, en la que, simplificando, los Padresde la Iglesia condenan a Epicuro como padre de una nuevaherejía. Tras la condena, se difunde esa imagen vulgarizada,que coincide con la opinión de las clases populares, intensa-mente evangelizadas por la Iglesia y vigiladas por laInquisición; en cambio, en las clases letradas, algunos pien-san que Epicuro probablemente es un hereje, pero podríaser rescatado en una síntesis de estoicismo y epicureísmo.

En el prerrenacimiento, a la par que comienza el rescatede los autores grecolatinos, se realiza un cambio de perspec-tiva mental que revoluciona Occidente; se reivindica que elindividuo, su libertad y su felicidad tienen prioridad sobreotros mandamientos ciegos, claramente medievales. Con elhorno de la imprenta, un latente hedonismo se difunde porla sociedad del Quattrocento.

Lorenzo Valla escribe De voluptate (Sobre el placer) en 1431.Valla vivió en Barcelona y Nápoles bajo la protección deAlfonso V el Magnánimo, y es posible que el cocinero deeste rey o, más probablemente, el de su hijo bastardoFernando I de Nápoles, fuera Ruperto de Nola, autor de uno

de los más difundidos recetarios de cocina, el Libre de coch,escrito al parecer a finales del XV. Algunos años antes (1423),don Enrique de Villena, con fama de epicúreo y mujeriego,había escrito un “manual de etiqueta” titulado Arte cisoria,que él justificaba por “la curiosidad de los príncipes e inge-nio de los epicúreos”. Sin duda, en este medio aristocrático,se conocía la Epístola a Meneceo de Epicuro: “Ciertamentetodo placer es un bien por su conformidad con la naturalezay, sin embargo, no todo placer es elegible. Pues ni banque-tes ni orgías constantes ni disfrutar de muchachos ni demujeres ni de peces ni de las demás cosas que ofrece unamesa lujosa engendran una vida feliz, sino un cálculo pru-dente que investigue las causas de toda elección y rechazo, ydisipe las falsas opiniones de las que nace la más grandeturbación que se adueña del alma”.

Sin embargo, la tesis oficial de la Iglesia consideraba aEpicuro un heresiarca y a todos sus seguidores, unos here-jes. Se había divulgado, además, entre el pueblo la idea deque un epicúreo era alguien entregado a excesos en elcomer y el beber, y a otros placeres de la cintura para abajo.Cuando Erasmo escribe El epicúreo (1533), lo hace para defen-derse precisamente de la acusación de epicúreo que le habíalanzado Lutero. Pero Erasmo insiste en que para Epicuro ypara él mismo, “la felicidad no es el placer o gozo físico, cor-poral, sino la paz del alma”, o sea, la ataraxia. Erasmo seencuentra aquí entre los fuegos cruzados de la Iglesia católi-ca y del mismo Lutero, que en este asunto coincidían.

Antonio de Medrano, al que procesa la Inquisición por“alumbrado epicúreo”, sufrió en carne propia ese mismofuego cruzado. Medrano es un erasmista interesado, unbuen conocedor del valor terapéutico de los alimentos e,incluso, un curioso cocinero. En 1530, el fiscal de laInquisición de Toledo, le acusa de “hereje epicúreo”. En otroproceso anterior (1527), el médico de la Inquisición le detec-tó tremor cordis o palpitaciones, diagnóstico que, a través deuna dieta apropiada, le obligó a automedicarse el resto desu vida. Estando en la cárcel de Toledo, le escribe a su her-mano unas notas en las que le pide vino tinto fresco, verdu-ra y fruta, abundantes huevos, manjar blanco y, de vez encuando, “pastelicos de vaca”. Para el dolor de cabeza, “confi-tes de culantro”; y para sobrellevar el régimen carcelario,sahumerios varios, la Biblia, un Marco Aurelio y una vihuela.3

Cuando se comparan todas estas peticiones de Medranocon los repertorios médicos del momento, por ejemplo, conla De materia médica, de Dioscórides, se ve con meridiana cla-ridad que todos y cada uno de esos alimentos están reco-mendados directa o indirectamente para esa dolencia deMedrano, el tremor cordis. Incluso el vino tinto fresco lo reco-

Santi Santamariaentre su equipo,fotografiados enpleno trabajoen la cocina delrestaurante Racóde Can Fabes deSant Celoni.

“El epicureísmo es una terapia, una medicina para tiemposde crisis. Y la alimentación tiene también su propiocomponente terapéutico: la dieta. La filosofía de Epicuro y laalimentación pueden ser empleadas como recetas”.

mienda, mucho antes, Arnau de Vilanova en su tratado Delas palpitaciones del corazón. Por tanto, más bien automedica-ción y dieta, que epicureísmo desmesurado.

A pesar de todo, el fiscal de la Inquisición le requisatodas estas notas gastronómicas para acusarle de que “todasu felicidad y bien está en bien comer y beber”, y así poderjuzgarlo como “hereje epicúreo”. Medrano fue condenado acárcel perpetua. Su proceso, ahora editado,4 es un riquísimoarsenal de información no sólo sobre el pensamiento y laespiritualidad de la época, sino sobre la vida cotidiana. Es,además, un caso demostrado de manipulación inquisitorialde la interpretación vulgar de Epicuro para retener encarce-lado a este peculiar clérigo. Todavía en 1627, GonzaloCorreas trata de corregir esta vulgar interpretación, dicien-do que Epicuro “puso la felicidad en el deleite, y, entendién-dolo él del ánimo, se lo interpretó el vulgo por deleite cor-poral”. Muchos testimonios confirman que en el Jardín sellevaba un régimen de vida frugal y sencillísimo, que nojustifica la visión deformada que poseía la gente en el sigloXVII ni la evangelización torticera de la Iglesia.

Sin embargo, y volviendo al presente, algunos indiciosparecen indicar que la crisis en la que estamos moderaránuestro reciente optimismo gastronómico e impondrá lafrugalidad epicúrea. El polémico derroche gastronómico delos últimos años probablemente era otra burbuja oportu-nista: la burbuja gastronómica; mejor, una laboriosa esferi-ficación o una robusta croqueta. En ella, junto a la creativi-dad desbordada de Ferran Adrià, aparecía una ristra de coci-neros de merecido prestigio que, aprovechando el tirón,aplicaron a sus fogones un aggiornamento ecuménico. Elresto, con frecuencia, malas imitaciones de Adrià o de lacocina japonesa: cocina única o kitsch gastronómico. El his-toriador Le Goff decía que el lujo y la ostentación alimenta-rias medievales revelaban “un concepto de clase”. Y efecti-vamente, a muchos nos parece que buena parte de estafecundidad gastronómica parece estar dirigida a subrayaresa distinción de clase, típica, en ocasiones, de esnobs y denuevos ricos, en un país que viene oscilando entre el mila-gro económico y el pelotazo urbanístico. Lo acaba de decirel cocinero neoyorquino Seamus Mullen el Epicúreo: lo mássencillo es lo mejor.

Notas1 H. J. Campbell. Las áreas del placer. Madrid: Guadarrama, 1976.2 C. García Gual y E. Acosta, Epicuro. Ética. La génesis de una moral utilitaria.

Barcelona: Barral eds., 1974.3 Para el episodio de las notas gastronómicas, J. Pérez Escohotado. Crítica de la

razón gastronómica. Barcelona: Global Rhythm, 2007.4 J. Pérez Escohotado. Antonio de Medrano, alumbrado epicúreo. Proceso inqui-

sitorial (Toledo, 1530). Madrid: Verbum, 2003.

Albert Pons,productor de quesosde Meranges, en laCerdanya. Debajo,desayunos “detenedor” en laFonda Europa deGranollers, y lapatata mora, típicadel área de Olot.En la páginasiguiente, PereCastell, jefe deldepartamentocientífico de laFundació Alícia.

M

A finales de la década de los años treinta del siglo XX, elsociólogo norteamericano de la Escuela de Chicago LouisWirth decía que la ciudad ha sido históricamente crisol depueblos y culturas, y un vivero propio de híbridos cultura-les nuevos. No sólo ha tolerado las diferencias, sino quelas ha impulsado. Ciertamente, el espacio urbano es unespacio de acción continuada en el que las diferentesmanifestaciones culturales se crean y se desarrollan cons-tantemente.

Dentro de este contexto, la alimentación –y las cocinascomo su expresión práctica– es un hecho social y culturalde primer orden. Entre las manifestaciones de la cultura,quizás la alimentación es una de las más activas: podemos

o no leer libros, visitar museos o asistir a acontecimientospúblicos, pero lo que sí es seguro es que solemos comer unmínimo de dos o tres veces diarias.

En el caso de Barcelona, su trayectoria histórica y suestatus como ciudad de una cierta importancia en relacióncon diferentes ámbitos geográficos y políticos, han propi-ciado una dinámica de creación y de expresión culinariaque le ha sido propia, sin renunciar nunca, evidentemente,a unos rasgos definitorios claramente arraigados en suentorno. Las influencias exteriores han encontrado muy amenudo en Barcelona un espacio claramente permeable einteresado en las novedades, al mismo tiempo que la ciu-dad ha procurado integrarlas dentro de esquemas y de ela-

La urbe como espacio crisol:cocinas y gastronomía

Conviene no olvidar que las cocinas mayoritarias de Barcelona son lascocinas de quienes comen cada día, en casa o fuera de ella. Con calidad, perotambién a buen precio. Con innovación, pero realizadas “como siempre”.

Texto F. Xavier Medina Antropólogo

Plaza pública, 29

30, De dónde venimos

boraciones propios en un conjunto coherente que, con eltiempo, ha pasado a ser tanto local como tradicional.

Arraigada en su territorio, la cocina barcelonesa –si es quepodemos denominarla en singular– se convierte en históri-camente mestiza y propicia y arrastra el mestizaje de su áreade influencia. En este sentido, es gracias a Barcelona y a tra-vés de ella, por ejemplo, que la cocina catalana es quizás, detodas las cocinas hispánicas, la única que ha creado una tra-dición propia reformando la cocina italiana de las pastas–fruto de su íntima relación con este país– y haciendo deellas un elemento propio. Hay quien afirma que esta tradi-ción se remonta a las antiguas relaciones de la Corona cata-lanoaragonesa con Nápoles y Sicilia; y hay quien sitúa, posi-blemente con mucha razón, su influencia en el gusto por

los restaurantes y las recetas italianizantes de finales delsiglo XIX. Lo cierto, sin embargo, es que los canelones sonindiscutiblemente un plato típico de las fiestas familiares,mientras que, por su parte, los macarrones son más propiosde las clases populares y con ellos se han creado en laBarcelona obrera recetas muy especiales.

Otra muestra de este espíritu cosmopolita de las cocinasde Barcelona es también el hecho de que a principios delsiglo pasado los platos típicos de la ciudad, además de loscatalanes y de las ya mencionadas pastas italianas, teníanlas influencias de la inevitable modernidad francesa, de lacocina valenciana –sobre todo de la paella y otros arroces– yde los cada vez más comunes y conocidos platos de los dife-rentes lugares de la Península. En el caso de la paella,Barcelona ha creado recetas muy propias de este plato y loha convertido (mucho más allá de aquellos que, despectiva-mente, creen que ha sido debido al fenómeno turístico) enuno de los emblemas de su propia gastronomía urbana.

En esta dinámica histórica de innovación y de cambioconstante dentro de un marco de respeto y de valorizaciónde la tradición, no es extraño que el debate entre unas pos-turas y otras se haya desarrollado a lo largo de los años y sehaya reproducido hasta nuestros días. Nos encontramoshoy en día, en lo que a la alimentación se refiere, con diná-

“Gracias a Barcelona y a través de ella, lacocina catalana es, quizás, la única detodas las cocinas hispánicas que hacreado una tradición propia a partir delas pastas italianas”.

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micas productivas y de consumo que han ido acelerandolos cambios hasta límites insospechados hace tan solo unsiglo. Unos cambios que precisamente han afectado demanera muy especial a las ciudades y sus habitantes.

En las sociedades con un mayor nivel de desarrollosocioeconómico, con mercados muy llenos de alimentos, laindustrialización y la mayor producción de alimentos agran escala han provocado una mejor distribución y unacceso más fácil a gran parte de alimentos por parte delpúblico, a unos precios mucho más asequibles. Pero todoello, también, al precio de un desconocimiento muchomayor de los procesos productivos relativos a la alimenta-ción. En tono irónico, un periodista expresaba hace untiempo que “la diferencia entre los países pobres y los ricosestaba en el hecho de que los primeros no saben cuándocomerán, y en los segundos, no saben qué comen”.

Pero, por otro lado, esta producción alimentaria, hoy endía más masificada e industrializada que nunca, se havisto al mismo tiempo afectada por una doble vía: tantopor problemas de tipo sanitario (enfermedades, infeccio-nes, etc.) asociados a su producción (no es necesariohablar aquí de vacas locas, pollos con dioxinas y otras pan-demias sanitarias), como, en consecuencia, por una cadavez mayor desconfianza de la población respecto a los ali-

mentos que consume. De este modo, hoy en día es impo-sible no observar de manera manifiesta las dudas y la sen-sación de peligro conectadas a la imposibilidad de controlde amplios estratos de consumidores sobre los procesosde producción industrial. Los habitantes de las ciudadessólo tienen contacto directo con los elementos terminalesde la cadena alimentaria: los últimos eslabones de la dis-tribución (que a menudo adoptan la forma de paquete her-méticamente cerrado, o de bandeja envuelta en plástico enun supermercado) y los alimentos mismos, tanto si sonfrescos como, muy frecuentemente, ya transformados, pre-cocinados o cocinados. Así, el consumidor se aleja cadavez más de la producción del alimento y pierde control einformación.

Este desconocimiento hace desconfiar al consumidor, yuna de las principales consecuencias de este hecho es unintento cada vez mayor de recuperar el control, de volver,aunque sea mentalmente, a aquellas etapas en las queestos procedimientos eran más o menos conocidos, cuandolas cosas eran “puras”, “sanas”, “naturales”, “auténticas”.“Tradicionales”, en definitiva. Esta tendencia no ha pasadodesapercibida a los diferentes actores institucionales impli-cados en estos procesos: instituciones públicas y privadas,productores, industriales, comerciantes, publicistas, restau-

Al pie de estas dospáginas, deizquierda a derecha,dos elaboracionesdel Celler de CanRoca, de Girona,y unos canelones dequeso de laFundació Alícia.En la páginasiguiente, plato delrestaurante asiáticoIndochine, deBarcelona.

radores, promotores turísticos... No es de extrañar, en estesentido, que la publicidad, por ejemplo, haya decididoexplotar ampliamente estos aspectos, ofreciendo platos“tradicionales”, “como los de antes”, “como los hechos encasa”, “de la abuela”, etc.

Desde esta perspectiva, nos viene rápidamente a la cabe-za el debate (que, de hecho, no es tal, y respecto al cual seha exagerado mucho) entre tradición y modernidad gastro-nómica que se ha estado dando en nuestro país en los últi-mos tiempos. Ciertamente, digo que no es tal debate por-que, a pesar de la crisis (y todas las crisis pasan tarde o tem-prano), el mercado –tanto intelectual como económico– eslo suficientemente grande para acoger todas las tendenciasque sea necesario. Eso sí, con unas determinadas especifica-ciones que hay que tener en cuenta.

Por un lado, es bien cierto que si la gastronomía (la alta, lade las estrellas) se ha puesto “de moda” o en boca de casitodos, últimamente ha sido gracias a la acción de determina-dos chefs –no hay por qué decir nombres– que han saltado ala palestra en el último par de décadas. Su acción y, sobretodo, su repercusión en los medios de comunicación hanarrastrado a cierto público hacia los restaurantes de elite yhan prestigiado y dado a conocer el oficio de estar tras los

fogones. A pesar de ello, no podemos olvidar que estos res-taurantes y esta visión de la cocina, pese a haber sido y serhoy en día muy influyente, no es la cocina que la gente seprepara cada día, ni tan solo aquella que la gente come dia-riamente en los restaurantes, y que consiste en menús deldía con más o menos gracia, pero sencillos, caseros y dirigi-dos a un público que los pide y los quiere tal como son.

En segundo lugar, también es cierto que no podemosolvidar que la Barcelona de hoy en día no es ni de lejosaquella de principios de los años noventa, de antes de lasOlimpiadas. Es verdad que los Juegos Olímpicos marcaronun antes y un después en muchos sentidos, y el turismofue uno de ellos. Barcelona pasó de menos de dos millonesde turistas en 1990 a recibir más de 7,1 millones en 2006,con más de trece millones de pernoctaciones y un turismoque representaba más de un 14% del PIB de la ciudad, con loque es el destino urbano europeo que más ha crecido turís-ticamente en la última década. Está claro que el hechoturístico ha hecho cambiar a Barcelona y nos ha hechocambiar a todos nuestra manera de vivirla y de verla. Y hahecho cambiar también lo que comemos, así como lo queofrecemos públicamente en nuestros establecimientos, yque en gran medida forma parte también de aquello con loque nos representamos, de aquello que queremos que sevea de nosotros, y de aquello que pensamos que los demásquieren que les ofrezcamos.

En tercer lugar, Barcelona ha crecido y ha multiplicadosu diversidad ad infinitum. Nuevos ciudadanos con nuevosplatos, nuevos productos y nuevas formas de comer handejado su impronta en nuestros hábitos, y han convertidolo que antes era exótico en cotidiano, lo que era extraño ennormal (signifique lo que signifique esta palabra).

Pero tampoco podemos olvidar el llamamiento que, antela globalización alimentaria, hacen diversas voces locales enreivindicación del producto de proximidad, estacional, queviene de cerca y se come cuando toca, y no fuera de tempo-rada. Ni la alternativa tan específica por la que ha optadoBarcelona de cara a potenciar y mejorar sus mercados muni-cipales; el pequeño comerciante, pero también –cosa muynecesaria– el pequeño productor, y la calidez y la informa-ción que da el contacto con un vendedor “de confianza”,que a menudo acaba convirtiéndose en “de toda la vida”.

Con todo esto, pase lo que pase, tenemos que vivir y vivi-mos en ella. Pero no podemos olvidar que las cocinas mayo-ritarias de Barcelona son las cocinas de aquellos que comencada día, en casa o fuera. Con calidad, pero también conbuen precio. Con innovación, pero cocinadas como siempre(no es extraño que la mayor parte de los restaurantes de laciudad sean de cocina casera y cocina de mercado y que se dedi-quen precisamente a eso). Con profesionales de la alta coci-na que hacen espumas y esferifican, pero sobre todo con bue-nos cocineros de cada día que saben trabajar en una cocina yvivir de ella. Evolucionando día a día, porque así es la cultura–y aún más en las ciudades–, pero sin dejar nunca de saber(o de querer saber) qué comemos, ni quién somos. M

Historias de vida

Tiempode cambio.Tiempo deincertidumbreTexto Gabriel PernauFotos Dani Codina

La cosa se puede llamar de dos maneras. Los empresariosdicen flexibilidad laboral. Para los trabajadores y para lossindicatos se trata, lisa y llanamente, de precariedad. Perose llame como se llame, lo cierto es que la cosa existe, quecrece y se hace visible bajo diferentes formas: los contratospor horas, el cambio de trabajo cada cierto tiempo, elteletrabajo, en definitiva, las nuevas formas del mercadolaboral. Se han acabado los contratos para toda la vida. Eltrabajo flexible-precario obliga al empleado a tener muchacintura para adaptarse con rapidez a las nuevas situacionesque se le exigen. Y estos imperativos a veces condicionande manera decisiva su vida. Lo que hacemos o lo que deja-mos de hacer en las ocho horas que pasamos en el despa-cho o el taller afecta al ámbito privado: desde los horarioshasta nuestras formas de ocio, pasando por la manera enque nos relacionamos, la vida en pareja, el contacto quetenemos con los amigos e incluso la decisión de tenerhijos o la de dejarlo para más adelante.

Vivimos en un tiempo de incertidumbre y desde el veranopasado muchos han comenzado a temer por su situaciónlaboral: “¿perderé el trabajo?”, se preguntan. “¿Empeoraránlas condiciones de trabajo? ¿Nunca podré tener un empleomejor? ¿Y si me bajan el sueldo?”

Isabel Villena (55 años) lleva más de tres décadas como ase-sora laboral, en la actualidad para el Servicio de Ocupación deCataluña. Durante ese período las ha visto de todos los colo-res. “La gente dice ¡la crisis, la crisis!, y yo les digo que tranqui-los. Esta es la tercera crisis que vivo. En la de 1993 llegamos al23 % de paro, ahora estamos muy lejos de esa cifra”. Villenaadvierte que debemos ser concientes de que se han acabado

los tiempos en que los jóvenes decidían a los dieciocho añosqué harían cuando fueran mayores, pasaban unos años for-mándose “y con eso tiraban hasta la jubilación”. Ahora, seña-la, tenemos que estar preparados para el cambio, para cambiarentre cinco y veinte veces de trabajo, y entre dos y seis de pro-fesión. Triunfarán los que dominen lo que ella llama el artedel cambio, pronostica.

Pero el problema de nuestra sociedad es que ya sea en eltrabajo como en las relaciones de pareja, no aceptamos lanecesidad del cambio hasta que el proyecto anterior se haderrumbado. Por eso recomienda: “Dediquemos una partedel tiempo libre a hacer planes, a observar con actitud deaprendizaje lo que pasa en nuestro entorno y a ver a corto,medio y largo plazo si hay nubes en el horizonte. Además,deben tomarse decisiones de carrera profesional, conocerlotodo y que todos nos conozcan. Y ya podemos asumir quehabrá que hacer formación continuada hasta los 65 años, por-que nos lo exigirán”.

Isabel Villena asegura que las sociedades tradicionalescomo la nuestra son muy seguras pero muy injustas: antesteníamos la vida pautada desde que nacíamos hasta quemoríamos, y la gente no se formaba, del mismo modo quetampoco decidía cuál sería su profesión. “En cambio ahoraestamos entre dos puertas, entre la tradición y la moderni-dad. Lo que sucede es que de la modernidad sólo hemostomado el fashioneo, y quien no quiere ser diseñador gráficopretende hacer pinículas, y nadie quiere ser ingeniero. Noshemos quedado con la parte superficial de la modernidad.Tenemos muchos miedos y somos refractarios al cambio,porque lo consideramos un fracaso. Es un reto cultural quetenemos de cara al futuro y al cual todos nos tendremos

34, Historias de vida

A pesar de habersido la segunda desu promoción enHistoria del Arte, laexperiencia laboralde Marian Cahué ensu especialidad hasido limitadísima ymarginal.En la páginasiguiente, Pepe Far,diseñador gráfico,que consiguiótrabajar en lo que legustaba tras haberpasado por lasredacciones decuatro diarios.En la páginaanterior, de arribaabajo, IsabelVillena, MariamCahué, Pepe Far,Jaume Vergès yPierandrea Esposito.

Plaza pública, 35

que adaptar. Tendremos que reajustar nuestras ideas sobrela felicidad y el éxito”.

Joan Miquel Verd, profesor de Sociología de la UniversitatAutònoma de Barcelona, señala que la incertidumbre sobre elfuturo y las dificultades para planificar lo que harán pasadomañana, lleva a muchos jóvenes a alargar la juventud demanera indefinida, a vivir el presente y a quedarse en casa delos padres hasta que cumplen los cuarenta. En los mayores lassituaciones laborales difíciles se traducen en estrés, angustiay depresiones. En los universitarios, en una gran decepción,Han pasado años formándose para una profesión a la que nopodrán acceder. En España todavía existe el apoyo de la fami-lia, que actúa de salvavidas. En los países del centro y delnorte de Europa ni tan solo esto: los que tienen poca titula-ción tendrán que conformarse con pasar el resto de sus vidascon rentas de subsistencia, viviendo de subsidios o de traba-jos mal pagados.

Marian Cahué (36 años) acabó los estudios de Historia delArte con excelentes y matrículas de honor, fue la segunda desu promoción y con ese expediente académico creyó que leresultaría fácil encontrar trabajo. Un año después de acabar

los estudios, Marian comenzó a angustiarse. Se sentía frus-trada, invadida por un sentimiento de inutilidad. ¿Nuncapodría trabajar en aquello que había estudiado? Con la inten-ción de salir del apuro, se marchó tres meses a Alemania conuna beca, y al regresar comenzó a trabajar como contable enuna tienda. Y por la tarde hacía de guía turística. El trabajoestaba tan mal pagado que no le daba reparo aceptar las pro-pinas que algunos turistas le ofrecían.

Desde hace siete años Marian Cahué da clases: primero lohizo en un instituto, los cuatro últimos años en una escuelade adultos. En ese período ha impartido lecciones de econo-mía, historia, geografía, catalán, castellano, inglés y francés, yun día, sí, un día pudo dar dos horas de historia del arte.Nada más. Toda su experiencia en aquel mundo que soñabaconocer desde dentro se limita a aquellas dos horas de clase,la beca en Alemania y el haber ejercido de guía turística.

Las cosas hubieran sido diferentes si hubiese ganadoplaza en alguna de las cinco oposiciones de gestión cultural alas que se presentó. En todos los casos llegó a las fases fina-les de selección (quedó segunda, tercera, cuarta…), pero laplaza siempre fue para alguien que acreditó la experiencia

“ En los mayores las situaciones laborales difíciles se traducen enestrés, angustia y depresiones. En los universitarios, en una grandecepción. En España aun existe el apoyo de la familia, que ejercede salvavidas. En el centro y el norte de Europa, ni eso.”

que a ella le faltaba. Marian casi ha renunciado a seguir pre-sentándose a más oposiciones, pero todavía mantiene unhálito de esperanza: que alguna vez la reclamen para uno delos puestos en los cuales figura como reserva.

Pepe Far (44 años) sí que consiguió trabajar en lo que dese-aba. Diseñador gráfico, pasó por las redacciones de cuatroperiódicos, hasta que un día se cansó “de los horarios demen-ciales y de tener jefes. No quería un cargo tampoco, por lasservidumbres que ello supone, incluso ideológicas”. Y seestableció por su cuenta.

“Podría haber montado un estudio de diseño pero no meinteresó –explica Far–. He procurado que mi trabajo tuvieraun valor añadido como para no verme obligado a aceptartodos los encargos que me llegaban, porque siempre he teni-do otros intereses al margen del trabajo. He renunciado acosas como tener un piso en propiedad, y a cambio me hepodido permitir el lujo de elegir qué hacía y qué dejaba dehacer”. Las renuncias le han permitido trabajar entre cinco yseis horas diarias de lunes a jueves, y ahora que él y su com-pañera, Lluïsa, diseñadora de joyas y también autónoma, hantenido una niña, han reducido aún más el ritmo laboral parapoder cuidarla.

¿Volver a una empresa? “Tendrían que pagarme muy bien.Eso supondría regresar al estrés y a la producción, porque lafilosofía de las empresas no es la que quieren hacernos creer.Lo que pretenden es producir, producir, producir, a un ritmobrutal. Sólo me compensaría si me pagasen mucho. En esecaso estaría tres años allí y después me iría”.

María Pi (42 años) es el nombre supuesto de una mujerque se encuentra en trámite de divorcio y que prefiere ocultarsu identidad. Desde que se separó su vida es un no parar.Tiene dos hijos de cinco y tres años, se declara madre voca-cional y tiene un trabajo que le encanta y que la obliga ainvertir en él los cinco sentidos. Trabaja como visitadoramédica de especialistas, pasa las mañanas en los hospitales–cada día en uno diferente– y tiene frecuentes comidas detrabajo y alrededor de diez congresos por año.

¿Cómo se adapta? “Mi vida es una maratón desde que melevanto hasta que me acuesto. Cada día he de tener la logísti-ca perfectamente preparada, y por suerte mis hermanas meayudan. Por la tarde comienza la segunda jornada laboral, ypor la noche, después de bañarlos y acostarlos, ceno yo y meocupo de las faenas domésticas, porque el sueldo no da paramás. Hacia la una me acuesto”.

María Pi se encuentra atrapada entre su deseo de sercompetitiva en un mundo laboral que raramente tiene encuenta la situación de las madres, y la voluntad de cuidar asus hijos. “Las empresas necesitan trabajadores rentables yyo intento serlo. Si no lo fuera contratarían a un hombre.No espero que la empresa me haga ningún favor particularpor el hecho de ser madre. Intento contentar a todos, comoen un juego de balanzas. Aprovecho todas las horas, ¡y ojalátuviese más! El trabajo me exige mucho tiempo, y, por otrolado, los niños necesitan todo el tiempo del mundo. A veceste sientes culpable: piensas que no eres ni buena madre nibuena profesional”.

En situaciones como la descrita, la palabra ocio suena aironía para una persona que hace cinco años que no va alcine. “Lo que ahora quiero es dedicar tiempo a mis hijos –ase-gura Maria Pi–. Después ya reharé mi vida. No pasa nada”.

Jaume Vergès (32 años) estudió ciencias políticas y apenasacabó la carrera comenzó a prepararse para el doctorado. Peropronto lo dejó. El ambiente que se respiraba en la universi-dad le decepcionó. Tuvo la impresión de que para llegar a seralguien había que formar parte de algún grupito y en laactualidad trabaja en una consultoría norteamericana condoscientas oficinas repartidas por todo el mundo. Tras cuatroaños en la empresa, se le ha presentado la oportunidad deampliar sus horizontes profesionales. Desde finales del 2008trabaja como experto en recursos humanos y organizaciónde empresas en un despacho de São Paulo.

Con frecuencia las empresas fuerzan a sus empleados atrasladarse a otro país y las opciones de negarse son pocas.En el caso de Vergès la elección ha sido voluntaria. Semanas

Jaume Vergès, quetrabaja comoexperto enrecursos humanos yorganización deempresas en undespacho de SãoPaulo.En la páginasiguiente, el italianoPierandrea Esposito,instalado enBarcelona con suesposa siria, HanaDanan, después dehaber residido enlos Estados Unidos,Trieste y Turín.

antes de marchar hacia Brasil explicaba que el traslado no eraun sacrificio, sino una oportunidad. “Buscaba una ocasiónpara probarme fuera de mi área de comodidad habitual, queme aportase experiencia, currículum y mejor sueldo. Así vivi-ré una experiencia internacional. Me permitirá madurar, ysobre todo es un reto personal para demostrarme que tambéme sé mover en un entorno diferente al acostumbrado.Tengo ganas de ver qué hay detrás de la puerta”.

El viaje de Pierandrea Esposito (47 años) ha sido máslargo. De Italia se dirigió a los Estados Unidos, donde conocióa su mujer, y después de vivir algunos años en Trieste y enTurín, la pareja decidió finalmente establecerse en Barcelona.Esposito y Hana Danan (49 años), siria de Damasco, son quí-micos farmacéuticos. Él trabaja en investigación y desarrolloen biotecnología farmacéutica; ella tiene una consultoría far-macéutica. Un día vieron en una revista que una empresa deBarcelona buscaba un experto con sus aptitudes, y no se lopensaron dos veces.

“Buscamos un cambio de vida, de ciudad, tener un nuevoproyecto. Estábamos acostumbrados a los cambios yBarcelona nos gustaba”, responden a una sola voz. Al fin y alcabo los dos proceden de países bañados por elMediterráneo. En su caso, el Mare Nostrum ha unido a un ita-liano del norte con una musulmana de Damasco, y la parejaha decidido hacer de Barcelona su casa. ¿Definitiva? No sepuede asegurar, aunque a la vista de la contundencia con queexclaman “¡Ya hemos hecho bastantes cambios!”, podría ser.

Igual que Maria Pi, Josep Ribes (59 años) también quiereevitar que alguien pueda reconocerlo. Durante dos décadastrabajó en unas pistas de esquí. Pasaba ocho meses en lamontaña, y el resto del año tenía otras ocupaciones. Su modode vida se interrumpió de forma súbita a mediados del 2007,cuando una lesión le obligó a abandonar las pistas. “Laempresa me hizo mobbing. Me dijeron abiertamente que a miedad no podía continuar y me arrinconaron, creyendo queme marcharía. Pero aguanté hasta que se hartaron: pactamosuna indemnización y me echaron”, explica.

Josep Ribes se sintió maltratado por una empresa que lodejó de lado cuando se pusieron mal las cosas . A los 57 añostenía que comenzar de nuevo. En el momento de afrontaraquella nueva etapa, la experiencia en el esquí ya no le servía.Podía hacer valer el tiempo que había trabajado como comer-cial, ¿pero quién contrataría a un hombre de su edad?

“Regresé a Barcelona y ya puedes imaginártelo: enviarcurrículum tras currículum, y siempre las mismas respues-tas: ‘no das el perfil’, ‘eres demasiado mayor’… No hubomanera. Por primera vez sentí la angustia del freelance. Con locual te tienes que montar la vida por tu cuenta. Y ahoramismo estoy tapando agujeros: hago auditorías y colaborocon una empresa a tanto la pieza, todo en negro y sin haber-me dado de alta como autónomo”.

¿La jubilación? “Estoy convencido de que mi paga serácero, ja, ja, ja –estalla en una muy sonora carcajada–. Cobraré500 o 600 euros. No he tenido hijos, al menos me queda estatranquilidad. Y no me arrepiento del camino que he elegido.Hay gente de mi edad que se ha roto los cuernos para hacersecon una carrera y están igual que yo. Esta es una de las cosastristes de nuestra sociedad. En los pueblos ancestrales sevaloraba a la gente mayor, por sus conocimientos y su sabi-duría. Aquí la estamos enterrando. Resulta que vivimosmucho más, pero no sé para qué, porque después no lesdamos los medios para que puedan disfrutar”.

A pesar de las dificultades, lejos de la montaña, el veteranomonitor de esquí no arroja la toalla. Es consciente de que ten-drá que trabajar mientras el cuerpo aguante, y haciendo galade un espíritu juvenil que por la edad no le correspondería,explica sus planes e ilusiones más inmediatas: “Ahora memuevo en temas comerciales, y pienso que tal vez la empresacon la que colaboro me pondrá fijo. También me muevomucho en temas de internet, recalificándome en negociosque se pueden hacer en el plano comercial, como las empre-sas multinivel, el network marketing…”

Tiempo de cambio. Tiempo de incertidumbre. M

La ciudadentre la desposesión y la reconquistaTexto Jordi Borja Director del programa Gestión de la Ciudad. Universitat Oberta de CatalunyaFotos Guido Manuilo

Voz invitada

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Barcelona es reconocida mundialmente como una ciudadmuy atractiva, y ofrece una calidad de vida a sus habitan-tes, que la colocan en los primeros puestos del rankingeuropeo. Sin embargo, el placer de vivir aquí es agridulce:se es más sensible a los problemas cotidianos que a losnuevos proyectos urbanos, los cuales, con frecuencia, ni porsu concepción ni su arquitectura, generan entusiasmo oasentimiento como los de antes. El éxito en lo global no sereproduce en el ámbito local.

40, Voz invitada

A una pregunta televisiva, imprevista y en directo, sobrecómo definiría el “socialismo” después de 1989 (cae el murode Berlín y se desmorona el bloque soviético), Mitterrandrespondió escuetamente: “Es la justicia, es la ciudad”. La ciu-dad, pues, es una metáfora de la izquierda, en su dobledimensión individual y social, lírica y épica. La ciudad es cáli-da y es el contrapeso a la democracia, que es frígida (1,Dahrendorf, 1992). La ciudad, como el socialismo, tiene porvocación maximizar la libertad individual en un marco devida colectiva que minimice las desigualdades. La ciudadhumaniza el ideal socialista abstracto, introduce el placer delos sentidos en la racionalidad sistemática, los deseos ínti-mos de cada uno modulan los proyectos colectivos. En la ciu-dad el héroe es el personaje de Chandler que responde a laseñora que le dice que es un duro pero con un fondo de ter-nura: “Si no fuera duro, señora, no estaría vivo, y si no pudie-ra ser tierno, no merecería estarlo”.

La ciudad como metáfora de la cultura democrática iguali-taria nos interesa especialmente, pues permite enfatizar algoque es común o necesario a ambas: la dimensión sentimen-tal y sensual, cordial y amorosa, individualizadora y coopera-tiva, plural y homogeneizadora, protectora y securizante,incierta y sorprendente, transgresora y misteriosa. Y tambiénporque vivimos una época en la que no es casual que ciudadfísica, densa, diversa y democratización ciudadana sean unapromesa incumplida; ambas parece que se nos pierden cuan-do más ilusiones ofrece el discurso, como si se disolvieranen el espacio público, en sentido material y cultural. Si la ciu-dad es el ámbito generador de la innovación y del cambio,es, en consecuencia, el humus en el que la democratización

vive y se desarrolla, en tanto que fuerza con vocación decrear futuros posibles y de promover acciones presentes. Laciudad es a la vez pasado, presente y futuro del progreso. Y elhecho de no tener un proyecto y de que exista una acciónconstante de construcción de la ciudad, que se nos hace y senos deshace cada día, es un lento suicidio de la democracia ydel progresismo.

Asistimos hoy a un lento proceso de disolución de la ciu-dad. La revolución urbana que vivimos es una de las principa-les expresiones de nuestra época. No nos extenderemossobre una temática ampliamente tratada, incluso por el autorde esta nota (2, Borja, 2004). Las nuevas regiones metropolita-nas cuestionan nuestra idea de ciudad: son vastos territoriosde urbanización discontinua, fragmentada en unos casos,difusa en otros, sin límites precisos, con escasos referentesfísicos y simbólicos que marquen el territorio, de espaciospúblicos pobres y sometidos a potentes dinámicas privatiza-doras, caracterizada por la segregación social y la especializa-ción funcional a gran escala y por centralidades “gentrifica-das” (clasistas) o “museificadas”, convertidas en parquestemáticos o estratificadas por las ofertas de consumo. Estaciudad, o “no ciudad” como diría Marc Augé (3, 1994), es a lavez expresión y reproducción de una sociedad heterogénea ycompartimentada (o “guetizada”), es decir, mal cohesionada.Las promesas que conlleva la revolución urbana, especial-mente la maximización de la autonomía individual, estánsolamente al alcance de una minoría. La multiplicación de lasofertas de trabajo, residencia, cultura, formación, ocio, etc.,requieren un relativo alto nivel de ingresos y de información,así como disponer de un derecho efectivo a la movilidad y a

Plaza pública, 41

la inserción en redes telemáticas. Las relaciones sociales parauna minoría se extienden y son menos dependientes del tra-bajo y de la residencia, pero para una mayoría se han empo-brecido, debido a la precarización del trabajo, el tiempo gasta-do en la movilidad cotidiana, la segregación social a una esca-la territorial mayor y discontinua y el empobrecimiento delespacio público relacional (4, Amendola, 2000; Ascher, 1995 y2003; Borja, 2007; Harvey, 2008).

Barcelona, en este ambiente que profetizaba la “muerte dela ciudad” (5, Choay, 1994), emergió en los años ochenta ynoventa del siglo recién acabado como la promesa renovadade la ciudad moderna y democrática. ¿Es hoy aún un referenteurbano global o ha sido una estrella fugaz en este firmamen-to y actualmente es una realidad local de nuevo banalizada?

La crítica urbana y la ley del pénduloLa literatura sobre la transformación de la ciudad es muynumerosa, conocida y en gran parte elogiosa, y en este amasi-jo los textos oficiales del Ayuntamiento se confunden con loslibros y artículos de revistas de expertos europeos y america-nos. Durante dos décadas, desde mediados de los ochentahasta el Fórum Universal de las Culturas de 2004, el discursourbano sobre Barcelona es positivo, autosatisfecho en la pro-ducción local y algo cortesano cuando se trata de autoresextranjeros que fueron bien recibidos y atendidos. Pero esindiscutible que este discurso no se hacía sobre el vacío: latransformación de la ciudad, la calidad de los espacios públi-cos, el renacimiento económico y cultural y el consenso ciu-dadano eran visibles. No todo era perfecto, pero las luces erantan fuertes y novedosas que no se apercibían las sombras.

Como hay una especie de ley del péndulo de la crítica, con elcambio de siglo se multiplicaron las visiones críticas, lamayoría más o menos matizadas, la minoría radicalmente crí-ticas. Un análisis sintético y muy equilibrado lo ofreció elgeógrafo Horacio Capel (El modelo Barcelona, un examen crítico,2005). En el ámbito internacional, entre otros, el profesor bri-tánico Tim Marshall (Transforming Barcelona, 2004, que recogeun conjunto de textos relativamente críticos en su mayoría).También la revista Domus (2005) y, más tarde, la revista Área(2007) en sendos y extensos dossiers sobre Barcelona rompie-ron el fuego de la crítica internacional, en italiano y en inglés,pero con bastante moderación y pluralismo. Otras publicacio-nes, conocedoras de la ciudad, han mantenido un juicio posi-tivo pero con reservas, como las francesas Traits Urbains (2007)y Projet Urbain (1998). Es curioso, en cambio, el entusiasmo delamericano P.G.Rowe (Building Barcelona, 2006), aunque en estecaso el visitante, como antes Ken Hughes, fue seducido, y ensu caso editado, por los profesionales y las instituciones loca-les. En Barcelona el Fórum radicalizó las críticas de matrizantisistémica (Delgado, Elogi del vianant, 2004, y La ciudad men-tirosa, 2007; Unió Temporal d’Escribes, Barcelona marca registra-da, 2004; Varios autores, La otra cara del Fórum de las culturas,2004), a las que recientemente se añadió una crítica hipercul-turalista (Resina, 2008). Quizás es más significativo que enestos años se hayan convertido en críticos aquellos quehabían defendido el urbanismo de los ochenta y noventa(como J.M. Montaner en sus numerosos artículos en la pren-sa y en revistas, y Borja y Muxí en el libro Urbanismo del sigloXXI, las grandes ciudades españolas, Borja y Muxí eds., 2004, o,también, en el informe sobre El model Barcelona. Debat sobre l’o-

Al pie de estaspáginas, deizquierda a derecha,campo deportivo enla zona de lasGlòries, la nuevaplaza de Europa dela Gran Via y el par-que de DiagonalMar, obra de EnricMiralles yBenedettaTagliabue.En las páginasanteriores, tambiénde izquierda aderecha, barracas enDiagonal Mar con elHotel Torre Nova deDominique Perraultal fondo, nuevoedificio deviviendas en laconfluencia de Taulaty Diagonal,y gran edificio deviviendas de los años60 en Travessera deles Corts / Numància.

càs d’un urbanisme de consens, publicado en esta revista, 2007)(6). Hay que destacar la línea crítica que conjuga la reflexióngeneral con el análisis de casos concretos de la revista La Veudel Carrer y de los Quaderns del Carrer (Federació d’Associació deVeïns de Barcelona, ver referencia más adelante).

No compartimos del todo la idea de que hay un urbanis-mo globalmente bueno que va desde la transición hastadespués de los Juegos Olímpicos y otro globalmente negati-vo que se podría iniciar con los new projects (1994) y las polé-micas operaciones Diagonal Mar y Fórum 2004. Tampoconos parece un discurso satisfactorio el énfasis, sobre todoen los medios del gobierno municipal, en la “continuidad”de todo el urbanismo de la democracia, pues se sobrentien-de que se trata de un proceso acumulativo en el que las dis-continuidades y las contradicciones no existen. Si bien hayargumentos para defender ambas posiciones, nos pareceque no nos proporcionan una explicación suficiente. Hayelementos de continuidad y otros de ruptura. Hay errores y,especialmente omisiones, que ya se dieron en los ochenta(en vivienda, por ejemplo) y actuaciones positivas dignas delo mejor del período preolímpico, de la última década delsiglo pasado y de la primera de este (Nou Barris, CiutatVella, el planteamiento de 22@). Es perceptible una relativasatisfacción ciudadana unida a un creciente malestar difuso.La realidad es gris, ni blanca ni negra, como contestó unavez Churchill a un diputado opositor que había presentadoun cuadro catastrófico de las condiciones de vida de granparte de la población británica a inicios de los años cincuen-ta (“Usted tiene razón en lo que dice, todo esto existe, perono es todo, la realidad es como una chaqueta gris; ustedsolo ha mostrado los hilos negros, la chaqueta se ha queda-do blanca”). Si solo se expone el blanco o si solo se denun-cia el negro, se corre el riesgo de que el lector se quede conla parte del cuadro que no se ha presentado. Por ello esteartículo pretende presentar luces y sombras de nuestra rea-lidad urbana a lo largo de los últimos treinta años.

Apropiación y desposesión de la ciudadBarcelona se ha transformado muy deprisa en los últimosveinticinco años. Los ciudadanos se apropian de su ciudadlentamente, progresivamente, la hacen suya conquistándolaen el presente, sumergiéndose en su pasado, participando ensu progreso hacia el futuro. Los cambios rápidos, promovi-dos por dinámicas sociales que les superan, por voluntadespolíticas ambiciosas que les convierten en espectadores, porcircunstancias históricas aceleradas, generan tanta perpleji-dad como ilusión, algunas expectativas positivas, pero tam-bién incertidumbres y ansiedades, cuando no frustraciones.

La ciudad es un espacio que contiene el tiempo, y borrarlas huellas del mismo es un empobrecimiento colectivo quellevado al límite significa la muerte de la ciudad. La arquitec-tura sin historia, no integrada a sus entornos, no vitalizadapor un uso social intenso y diverso, es un cuerpo inerte, esarquitectura-cementerio (7, Ingersoll, 1996). El corazón, lossentimientos y las emociones de los ciudadanos expresan elflujo vital necesario entre continentes y contenidos de lavida ciudadana. La ciudad existe en la medida en que sushabitantes se apropian de ella, progresa por la interacción

entre personas y grupos distintos que desarrollan algunaspautas y lenguajes comunes. En la ciudad la cohesión es a lavez un proceso sociocultural y otro que es el de la apropia-ción del sentido invisible que los ciudadanos atribuyen a losreferentes físicos que marcan simbólicamente el territorio.

En Barcelona (y en muchas otras ciudades catalanas y delresto de España) se generó en los años setenta un interesan-te proceso de reapropiación de la ciudad por parte de sushabitantes. La dictadura, al terminar la guerra civil, se apro-pió del espacio público, el elemento definitorio de la ciudad,la condición de ciudadanía. Tres personas juntas en un espa-cio abierto podían ser disueltas o detenidas, una reuniónfamiliar de más de veinte personas en un local cerrado debíaser autorizada por el Gobierno Civil. Progresivamente losciudadanos fueron ocupando el espacio urbano para hacerlopúblico, de uso colectivo, polivalente. Fue un proceso lento,casi imperceptible en los años cuarenta e intermitente, festi-vo y cultural en los cincuenta. En los sesenta la socializacióny el asociacionismo se hicieron más presentes y se expresa-ron esporádicamente reivindicativos. En los setenta el movi-miento social de los barrios se apoya en estructuras organi-zadas (asociaciones vecinales principalmente) y en unavisión crítica del urbanismo oficial, expresa protestas ydemandas, propone alternativas. Barrios centrales y barriosperiféricos, colectivos sociales arraigados en barrios tradicio-nales y poblaciones venidas del resto de España que habitanen barrios que acumulan déficits, incluso de autoconstruc-ción y sin urbanización básica: en todos ellos se generanprocesos de reapropiación del espacio que se convierte enespacio público, en sentido físico y también en su acepciónpolítica. La apropiación fue fruto de un movimiento de opo-sición y reivindicación, encontró en la crítica urbana que des-arrollaron los sectores profesionales progresistas un apoyo yuna legitimación, los habitantes se hicieron ciudadanos, nopor ser titulares a priori de derechos, sino por su capacidad deconquistarlos de facto, aunque fuera por interiorizarlos comolegítimos, frente al orden político y jurídico excluyente (8,Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid, 2009).

A lo largo de la transición y en los primeros años de lademocracia los ciudadanos consolidaron su protagonismo, opor lo menos así lo vivieron. Pudieron expresarse colectiva-mente en cada barrio, votaron a sus representantes, que enmuchos casos les eran próximos y les escuchaban, sus reivin-dicaciones orientaron gran parte de las políticas públicas, par-ticiparon del éxito de la candidatura olímpica, se identificaroncon las grandes obras de entonces y vivieron con orgullo lacelebración de los Juegos Olímpicos. Fue el momento culmi-nante del proceso de apropiación de la ciudad por sus habi-

tantes. Ya se sabe que, una vez en la cima, el siguiente paso esbajar, volver a la tierra baja, donde dominan los grises.

La ciudad de los años noventa había consolidado suscambios: el marco físico en muchas zonas ofrecía un nuevoaspecto, se había hecho cotidiano, pero aún no se podía sen-tir como propio. También eran nuevos los comportamien-tos; ocupaba la escena una nueva generación que no habíavivido en el franquismo, que desconocía la ciudad sórdidadel pasado, el lento acceso a la ciudadanía de los mayores.Pronto afluyeron los turistas y luego los inmigrantes. Lospromotores privados, tan poco presentes en los años setentay ochenta, multiplicaban sus intervenciones y se permitíanabusos que indicaban que el gobierno municipal solo con-trolaba a medias el nuevo urbanismo (recuérdese la lamen-table recalificación del viejo campo de Sarrià). Empezaba anacer un cierto sentimiento de desposesión.

“La ciudad cambia más deprisa que el corazón de sushabitantes”, dijo, aproximadamente, Baudelaire, uno de losmás sensibles observadores de la ciudad moderna.Barcelona, su gente, empezó a sentir un cierto malestar urba-no, que con el tiempo se ha acentuado; a pesar de que tantolos indicadores objetivos como las encuestas indican ungrado de satisfacción global bastante estable, algunas entre-vistas en profundidad revelan inquietudes, incertidumbres,miedos y desconfianza. El encanto de los años ochenta, elmomento mágico del 92, el consenso activo que tuvo elurbanismo de entonces era ya pasado. No hay duda de que laciudad es hoy reconocida mundialmente como muy atracti-va y ello debe redundar en la autoestima de los ciudadanos.Y tampoco es exagerado afirmar que ofrece una calidad devida a sus habitantes, que la colocan en los primeros pues-tos del ranking europeo. Sin embargo el placer de vivir aquíes agridulce, se es más sensible a los problemas cotidianosque a los nuevos proyectos urbanos, los cuales, con frecuen-cia, ni por su concepción ni su arquitectura generan el entu-siasmo o el asentimiento de los de antes. El éxito en lo glo-bal –pues a pesar de las críticas, la ciudad conserva unabuena imagen– no se reproduce en el ámbito local.

Un factor explicativo, aunque no el único, es el citado sen-timiento de desposesión (9, Borja, Quórum, 2005). Los ciuda-danos se sienten progresivamente desposeídos de su ciu-dad. Los grandes proyectos no parecen hechos para ellos, porejemplo, el Fórum). La discutible “arquitectura de objetossingulares” no es aún un elemento identitario: véase el polé-mico –interesante pero ¡qué mal que cae en el suelo!– edifi-cio Agbar de Nouvel en la desgraciada plaza de las Glòries. Laciudad “central”, histórica, monumental y cívica –véase laRambla– es ocupada por turistas y por las “atracciones” a

“El movimiento asociativo se ha mostrado capaz de construirun discurso crítico y propositivo que, para oponerse a algunosde los proyectos y actuaciones del presente, utiliza los valoresque orientaron y legitimaron el urbanismo de la democracia”.

En la páginaanterior, de arribaabajo, interior delBar Masia, de lacalle Elisabeths,en Ciutat Vella; eledificio de la Moritzen la Ronda de SantAntoni, y unahistórica farmaciaen el chaflán ComteBorrell / Gran Via.

Plaza pública, 43

ellos destinadas: comercios-souvenir, fast food very typical, esta-tuas humanas y pseudoartesanías globalizadas. Algunastransformaciones en los barrios tradicionales son percibidaspor los colectivos sociales más sensibles, con más o menosrazón, como operaciones de prestigio o de negocio pocoacordes con las necesidades y demandas de la poblaciónresidente: en el Poblenou-Besòs, en Sant Andreu-Sagrera, enLes Corts, en algunas zonas del Eixample. La inmigraciónconcentrada en barrios visibles, Ciutat Vella especialmente,refuerza involuntariamente este sentimiento de despose-sión, a pesar de que contribuye a su manera a revitalizaráreas degradadas y crea unos interesantes ámbitos de diver-sidad. No hay duda de que en los barrios citados se han pro-ducido cambios positivos notables respecto al pasado y tam-bién que en algunos casos las reacciones sociales tienen uncomponente excluyente, como fueron las reacciones socialesrespecto a los oratorios musulmanes o a los centros de aten-ción de drogadictos. La mejor calidad de vida se ha “naturali-zado” y ahora emerge también la cultura del “no en mi patiotrasero”. Sin embargo, cuando los ciudadanos han podidoreivindicar el proceso de cambio y participar en él, en NouBarris, en el Poblenou histórico, se ha superado o no se hadesarrollado el sentimiento de desposesión.

De la desposesión a la reconquistaEn los territorios donde se han manifestado más abierta-mente las contradicciones de estos procesos de cambio seha producido tanto un renacimiento innovador del movi-miento asociativo como una efervescencia de debates más omenos críticos en el plano intelectual, profesional y político(10). La desposesión ha sido seguida por una lenta recon-quista del entorno por parte de minorías activas de la ciuda-

danía. Todo ello en términos muy relativos puesto que eldebate político-intelectual crítico y la movilización social noha alcanzado ni mucho menos la importancia que tuvo enlos años setenta, pero, en cambio, la tendencia es creciente.Y en los procesos colectivos la tendencia es más importanteque el nivel alcanzado en un momento dado.

La conflictividad urbana es muy diversa y en algunosaspectos responde a valores e intereses antagónicos. Enunos casos puede ser conservadora, incluso insolidaria, alexpresar una oposición a una intervención pública de inte-rés ciudadano o a favor de sectores de población excluida: elcaso de la narcosala de Vall d’Hebron, el rechazo de orato-rios musulmanes, la peatonalización de una calle o el recha-zo de equipamientos o locales de ocio que causan molestiasinherentes a su lógica localización (por ejemplo, La Paloma).Pero la mayoría de los conflictos son propios de la culturaciudadana democrática aunque partan de intereses de basemuy local. Es el caso de los habitantes del Carmel afectadospor el hundimiento de sus viviendas, o del abandonodurante años del forat de la vergonya en Ciutat Vella. En otroscasos, la oposición a un proyecto urbanístico se justifica porconsiderar que causa perjuicios a los habitantes o al conjun-to de la ciudad y que no responde a sus demandas sociales:hoteles de lujo en tejidos residenciales populares o medios,operaciones de alto contenido especulativo como la recon-versión del Miniestadi en conjunto de viviendas (el 60% demercado libre), o la demolición de elementos identitariospara facilitar una operación inmobiliaria (como Can Ricarten el Poblenou). También causan irritación y protestasactuaciones públicas o privadas ostentosas, propagandísti-cas, a veces propias de nuevo rico: la arquitectura urbanagratuita, tanto de autores locales (plaza Lesseps, edificio de

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© Patrick Zachmann / Magnum Photos

En estas dospáginas, deizquierda a derecha,exterior del Museud’Art Contemporani,en Ciutat Vella; labiblioteca JoanOliver, en el barriode Sant Antoni, y lacubierta delmercado de SantaCaterina, con lastorres de Marina enúltimo término.En las páginassiguientes,perspectiva deBarcelona conCiutat Vella y losedificios de la plazade Catalunya enprimer plano.

Gas Natural en la Barceloneta) como de divinos globales(Ghery en Sagrera, Nouvel en Poblenou). Hay un cierto can-sancio ciudadano respecto a las campañas publicitariasmunicipales, que pasaron del acierto del “Barcelona mésque mai”, cuando se quiso estimular la autoestima a la vezque se iniciaba un proceso de cambio visible y deseado entoda la ciudad, a los eslóganes recientes, similares pero enun momento en que las circunstancias han cambiado, conlo cual lo que antes tenía sentido, ahora, en la Barcelonaactual, cae en el vacío, como la película perpetrada porWoody Allen, cuyo éxito internacional no es óbice para quesea considerada una de las peores obras del cine de todoslos tiempos y no justifica que recibiera una importante sub-vención pública (un millón de euros).

Sea cual sea el carácter de la protesta de rechazo a unainiciativa pública o privada o la reivindicación ante un défi-cit del barrio, los movimientos vecinales tienen siempreuna dimensión positiva, expresan una necesidad, unavoluntad de intervenir en la construcción o protección de laciudad; quizás no siempre tienen razón, pero siempre tie-nen razones que hay que escuchar. Estos movimientosadquieren con frecuencia una dimensión ciudadana, bienpor su fuerza o continuidad o bien por su potencial de gene-ralización. Y refuerzan el asociacionismo y la coordinaciónde los movimientos, generando incluso nuevas formas deorganización que, a su vez, impactan en el conjunto de lapolítica ciudadana. En algunos casos han generado platafor-mas que han renovado los objetivos y las formas de acciónde los movimientos ciudadanos, como la del derecho a lavivienda o la del derecho al transporte público.

El movimiento asociativo de base territorial no solo haimplicado a las asociaciones de vecinos, sino también a otras

entidades, antiguas o de reciente creación, a colectivos infor-males y a ciudadanos que se han movilizado regularmentepara debates o acciones reivindicativas o de protesta. Lo quenos llama especialmente la atención son dos aspectos: pri-mero, la capacidad para construir plataformas o coordinado-ras que reúnen a barrios contiguos que se enfrentan a lamisma situación (y oportunidad) de cambio, así como laaparición de nuevos liderazgos, y, segundo, la capacidad deconstruir un discurso crítico y propositivo que, para oponer-se a algunos de los proyectos y actuaciones del presente, uti-liza, muchas veces con inteligencia, los valores que orienta-ron y legitimaron el urbanismo barcelonés de la democracia.

Este discurso crítico nos parece que se sustenta en la críti-ca a la desposesión o, si lo prefieren, en la aspiración a la re -apropiación del territorio, de su identidad y de su cohesión.Del Raval a La Mina, del Poblenou a Sant Andreu, delMaresme a la Sagrera, aparecen los mismos temas. La vivien-da (para los residentes y sus familias, además de las destina-das a otras demandas) y los equipamientos y servicios loca-les, es decir, destinados a la población del territorio. La cali-dad del espacio público, su ampliación y mantenimiento, laconvivencia y la seguridad en un sentido amplio. La supre-sión de las fronteras, visibles e invisibles, la articulación delas distintas partes del territorio, la accesibilidad y la visibili-dad del conjunto. La formación de la población para nuevas orenovadas actividades y los programas sociales integradores.La preservación de los elementos identitarios, del patrimo-nio físico y cultural, de las tramas y de las relaciones sociales.La denuncia del urbanismo especulativo, del negocio a cual-quier coste colectivo, de la ruptura de las continuidades de latrama de la ciudad compacta (las torres aisladas, la arquitec-tura aparatosa, la fragmentación y segregación urbanas, la

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ausencia de proyectos de calidad destinados al ámbito local–y no al público “externo”–). El discurso sobre los derechosciudadanos se hace más complejo, la reivindicación vecinalinmediata y casi particularista se combina con el discursosobre el proyecto de ciudad, casi de vida. Se asume la con-frontación cívico-política, se pide diálogo y concertación a lasadministraciones públicas, se denuncia la arrogancia delpoder, se recupera y se desarrolla el discurso participativo.

Este renacimiento asociativo encuentra apoyo y legitima-ción en la progresiva crítica intelectual y profesional a algu-nos de los proyectos urbanos más significativos de la últimadécada, a su concepción en unos casos y a su implementa-ción en otros. Aunque la importancia de los encargos públi-cos limita considerablemente la capacidad crítica de los profe-sionales más relevantes o conocidos. Veamos algunos casospara terminar esta reflexión sobre el movimiento ciudadano.

En Ciutat Vella ha prevalecido una crítica muy ideológicay minoritaria, denunciadora de una “gentrificación” relativa-mente modesta y de algunos proyectos considerados “espe-culativos” mientras que la población se preocupa de proble-máticas más inmediatas (y, si me lo permiten, más reales)sobre la vivienda, la pobreza, la limpieza y la seguridad y laconvivencia entre distintos tipos de población.

En Sant Andreu-Sagrera el debate ha sido hasta ahoraentre instituciones por una parte (proyecto Estación Sagrera)y entre vecinos y Ayuntamiento por otra (urbanismo local:equipamientos y vivienda). Ahora, ante el desarrollo del PlanSant Andreu-Sagrera, el debate intelectual y profesionaladquirirá mayor relevancia, como ya ha ocurrido enPoblenou-Besòs, con el intenso debate crítico sobre elFórum, la fragmentación de los planes y actuaciones en lazona sudeste (Sud-oest Besòs, La Mina, La Catalana, Llull-Taulat), el desarrollo indeciso del 22@, el patrimonio indus-trial, la recuperación de oficios y habilidades para la renova-ción económica, las tramas urbanas y la inserción del urba-nismo de torres, etc.

En Les Corts el conflicto enfrenta dos “sociedades civiles”con intereses opuestos: el Futbol Club Barcelona, entidadciudadana que es un factor importante de la calidad denuestra oferta urbana, y la plataforma de entidades de lazona. El club quiere hacer una operación inmobiliaria quejustifica por la necesidad de mejorar unos equipamientosdeportivos de interés general. Las entidades vecinalesdefienden el carácter también residencial de un barrio desectores medios al que le faltan equipamientos y quierenlimitar la operación inmobiliaria de nuevas viviendas desti-nadas al mercado libre. En este caso, el gobierno de la ciu-dad hace de mediador y poco más.

En Nou Barris la existencia de una red asociativa potente

ha permitido que la relación con el gobierno municipal seplanteara entre fuerzas relativamente equilibradas y, en con-secuencia, las distintas situaciones conflictivas que se hangenerado han tenido una salida negociada: diseño de losespacios públicos y nuevos equipamientos, construcción deun gran aparcamiento para evitar que se utilice el espaciopúblico para este fin, rehabilitación del parque de viviendas,etc. Es una de las zonas de la ciudad en las que el movimientovecinal ha afrontado problemas difíciles con creatividad y efi-cacia: la conversión de la Planta Asfáltica en ateneo popular yescuela de circo (en el inicio para colectivos juveniles en situa-ción de riesgo) o la convivencia entre el vecindario arraigado ylos nuevos inmigrantes (asociación Nou Barris Acull). (11)

En definitiva, vivimos un momento de confrontación devalores culturales, de políticas y derechos ciudadanos, demodelos urbanos, de modos de gestión y de participación.En resumen, la arquitectura for export ha sustituido al urba-nismo ciudadano. La ciudad se ha hecho “global” y los ciuda-danos “locales” se sienten expropiados.

Conclusión: la ciudadanía como conquistaPermítanme que para terminar vuelva de nuevo al tema de ladesposesión y de la reapropiación del territorio por parte delos ciudadanos. Las contradicciones de la urbanización nece-sariamente derivan en conflictos, puesto que en la ciudad seconfrontan valores e intereses, aspiraciones colectivas gene-rosas y comportamientos defensivos particularistas.

Las demandas se multiplican ad infinitum: las demandasde vivienda para los residentes, de equipamientos y serviciospara el barrio; de accesibilidad y de visibilidad externas y deintegración interna, de preservación de tramas y edificios; derecuperación (modernizada) de actividades y de oficios; devalorización de la imagen, las tramas, la monumentalidad yla cultura urbana específicas del barrio o de la zona, etc. Lasdemandas y las críticas pueden tener con frecuencia unsabor muy “localista”, de campanario, de querer mantener oconseguir unas ventajas de posición, de inmovilismo inclu-so, de rancio tradicionalismo a veces. Puede ser, pero nosiempre es así, y sea lo que sea no solo hay que tenerlo encuenta, sino que hay que convertirlo en fuerza positiva.

Todo ello, las críticas, las reivindicaciones, responden evi-dentemente a necesidades particulares y colectivas inmedia-tas, y en muchos casos también a una cierta resistencia alcambio debido a la adhesión a un pasado más o menos ideali-zado y por las incertidumbres y los temores respecto al futuro.Pero estas necesidades, estos sentimientos de adhesión a ele-mentos del pasado, estos miedos al futuro, no solo son com-prensibles y legítimos, sino que también pueden ser un factorde transformación, de movilización y de integración positivas.

“El poder municipal se ha caracterizado por la escasaautocrítica, sustituida por la autosatisfacción y la arrogancia.Ahora se quiere volver a los barrios, un retorno que puedeconfundirse con el electoralismo”.

46, Voz invitada

Las reacciones sociales y las críticas intelectuales quehemos relatado sintéticamente expresan un malestar anteuna desposesión que no por el hecho de ser vivida subjetiva-mente deja de tener aspectos muy reales, muy ”objetivos”,que cuestionan, por lo menos en parte, las políticas públicasy en especial el urbanismo barcelonés reciente. Se hace “ciu-dad” hacia fuera, para consumidores externos.

Se hace urbanismo buscando inversores que elaborenproyectos para demandas solventes que fragmentan la ciu-dad y la sociedad. Se ha tenido poca sensibilidad hacia elpatrimonio físico y social, en especial a lo que es la herenciade la sociedad industrial y de la Barcelona trabajadora. Se hamantenido la dicotomía entre la ciudad-municipio y la ciu-dad metropolitana, con lo cual las migraciones de los jóve-nes hacia los municipios del entorno se viven como expul-sión, como deportación. Se ha exagerado hasta la saciedad laarquitectura espectáculo y el discurso triunfalista. Se ha tar-dado mucho –y se han perdido gran parte de las oportunida-des posibles– en plantearse la cuestión de la vivienda en laciudad. El poder político municipal se ha caracterizado porsu escasa capacidad de autocrítica, mal sustituida por laautosatisfacción y la arrogancia y por una progresiva dificul-tad para abrir espacios de diálogo abierto con los colectivossociales, hasta el extremo de que, en ciertos casos, se hahablado de autismo oficial.

Ahora se quiere volver a los barrios. Nunca es tarde si laintención es buena, aunque este retorno puede confundirsecon el electoralismo. Estar cerca con la sonrisa preparadasegún las recetas a la moda del “talante”. Sin embargo, eldifuso malestar urbano y el renacido ambiente crítico requie-ren algunas respuestas que no dependen únicamente deestas amables intenciones municipales.

Si aceptamos la hipótesis de la desposesión, es legítimo ynecesario plantearse entonces la movilización social y lasconsiguientes respuestas políticas para hacer posible la re -apropiación. Y para que esta dialéctica no se resuelva única-mente en función de relaciones de fuerza locales con el riesgode la arbitrariedad y del trato diferenciado, es necesarioreplantearse los derechos de la ciudadanía. Se trata de des-arrollar conceptos como el derecho a la ciudad, al lugar, a per-manecer allí donde se eligió vivir, al espacio público, a unentorno que transmita certidumbres y sentidos, a la movili-dad, a la centralidad, a la formación continuada, a la identi-dad sociocultural específica, al salario ciudadano, a la partici-pación deliberante y al control social de la gestión urbana.

Hoy los ciudadanos se plantean demandas y reivindica-ciones que para ellos son vitales, que forman parte de su pro-yecto de vida y de su forma de ser ciudadanos, pero que notienen casi nunca un marco legal en el que sustentarse,

Plaza pública, 47

puesto que en el mejor de los casos se trata de derechos pro-gramáticos genéricos y, por lo tanto, muy interpretables.

Mientras tanto, conviene insistir en algo que nos parecefundamental en nuestra época: la importancia de la resis-tencia a la globalización mercantilista, dominada porgobiernos imperialistas y empresas multinacionales sinotra alma que el negocio, caracterizada por procesos cultu-rales homogeneizadores y empobrecedores y por procesospolíticos cada vez más alejados de ciudadanos y territorios.Una resistencia que encuentra su base de apoyo en losámbitos locales, en los lugares con significado, en las ciu-dades complejas, que poseen, reconstruyen y reutilizan lamemoria, la identidad y la cohesión sociocultural. Estosespacios de esperanza (12), si son complejos y cohesiona-dos, podrán ser dinámicos e integradores.

La ciudad se presenta con frecuencia como “el problema”y los medios de comunicación refuerzan esta supuesta fata-lidad derivada de los “excesos” de tamaño y de población.Durante unos meses me fijé en titulares de periódicos sol-

ventes de España, Francia y Reino Unido. Los calificativosmás frecuentes eran: la ciudad infinita, insostenible, ingo-bernable, violenta, caótica... incluso “asesina” (en El País).The Economist publicó una portada hace unos años de fondonegro y grandes letras que decían “The hell is the city” (la ciu-dad es el infierno). Jaime Lerner (13) acuñó una respuestaafortunada: la ciudad no es el problema, es la solución, esdesde donde se pueden afrontar los problemas más directa-mente. Por dos razones, nos permitimos añadir: la primera,los problemas aparecen mezclados, interdependientes, y esposible y necesario, como dice el propio Lerner, que losgobiernos locales los afronten como problemáticas integra-les, “un proyecto o cualquier actuación urbana no debe ser-vir para resolver un problema, sino varios problemas a lavez”. Y, segunda razón, el potencial de exigencia concreta delos ciudadanos de ver reconocidos y materializados susderechos. Las libertades se conquistan primero en la ciudad.

La cuestión clave en nuestra época es, pues, reconstruirel concepto de ciudadanía entendido como status que con-

Plaza pública, 49

Las singulares torresde oficinas yhostelería de laplaza de Europa, elnuevo portal deacceso a Barcelona.En la páginaanterior, viejasconstrucciones enespera de derribo enel área tecnológica22@ de Poblenou.

fiere derechos (y deberes, tema complementario, pero queno es objeto de este trabajo) y como proceso de exigenciacolectiva que los legitima, los “legaliza” y, sobre todo, buscasu realización mediante las políticas públicas.

Si la ciudad actual es hoy una realidad nueva, los dere-chos ciudadanos también deben renovarse (14). En el casode Barcelona la democracia ciudadana es imperfecta, puestoque no consideró los efectos perversos o no deseados delexitoso urbanismo de los ochenta y noventa, por las diná-micas excluyentes del mercado y por la incapacidad de lospoderes públicos de plantear políticas integradoras deámbito metropolitano. El progreso en el futuro inmediatodependerá más de la fuerza de la sociedad civil para impo-ner el reconocimiento efectivo de los derechos ciudadanosque de la iniciativa propia de las instituciones. La ciudada-nía nunca se consigue del todo, el progreso genera nuevascontradicciones y desigualdades, pero también las fuerzaspara enfrentarse con ellas. La ciudadanía es una conquistapermanente.

Notas bibliográficas1 Dahrendorf, R. (1992). La democrazia in Europa, a cargo de Lucio Caracciolo,

con la participación de Geremek, B. y Furet, F. Editori Laterza.2 Borja, J. (2003). La ciudad conquistada, Alianza ed., Madrid.3 Augé, M. (1994). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de

la modernidad. Ed. Gedisa, Barcelona.4 Amendola, G. (2000). La ciudad postmoderna. Celeste Ediciones, Madrid.

Ascher, F. (1995). La Metapolis. Ou l’avenir des villes. Odile Jacob, París.Ascher, F. (2003). Nuevos principios de urbanismo, Alianza ed., Madrid.Borja, J. (2007). “Revolución y contrarrevolución en la ciudad global”. EnRevista Eure, nº 100, diciembre, pp.35-50, Santiago de Chile. Harvey, D. (2008). “El derecho a la ciudad”, New Left Review, diciembre.

5 Choay, F. (1994). “Le regne de l’urbain et la mort de la ville”. En La ville. Art enArchitecture en Europe 1870/1993. Ed. Centre George Pompidou, París.

6 Capel H. (2005). El modelo Barcelona: un examen crítico. Ediciones del Serbal,Barcelona. Marshall, T. (ed.) (2004). Transforming Barcelona. Routledge, Londres.Rowe, Peter G. (2006) Building Barcelona. A second Renaixença. BarcelonaRegional, Actar, Barcelona. Delgado, M. (2005 y 2007). Elogi del vianant. Del “model Barcelona” a laBarcelona real. Edicions de 1984, Barcelona.La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del modelo Barcelona. EdicionesCatarata, Madrid.Poli, M.; Zardini, M. (eds.) (2004). “Urban Investigations: Barcelona Fórum2004”, Domus 866, enero, pp 26-47, Milán.Delbene, G.; Pizza, A.; Scarnato, A. (eds.) (2007). Critical Barcelona. Area nº90, febrero, Milán.(2007). “Barcelona, difficile d’être un modèle”. Traits Urbains. Innovapresse,París.(1998). “Barcelone, la deuxième renaissance”. Projet Urbain. Ministère de l’Équipement, París.Borja, J.; Muxí, Z. (eds.) (2004). Urbanismo en el siglo XXI. Bilbao, Madrid,Valencia, Barcelona. Edicions UPC, Barcelona.Barcelona. Metròpolis Mediterrània (2007). “El model Barcelona. Debat sobrel’ocàs d’un urbanisme de consens”. Barcelona. Metròpolis Mediterrània, núm.69.Unió Temporal d’Escribes (2004). Barcelona marca registrada. Un modelo paradesarmar. Virus Editorial, Barcelona.Col·lectiu Ariadna - Institut Català d’Antropologia (2004). La otra cara delFórum de las Culturas S.A., Edicions Bellaterra.

7 Ingersoll, R. (1996). “Tres tesis sobre la ciudad”. Revista de Occidente, nº 185,Madrid.-(2004). “La mort de la ciutat”, conferencia en el ciclo “Traumes urbanes”,Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, 8 de julio de 2004.

8 Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid (2009) Memoria ciudada-na y movimiento vecinal. Obra colectiva, editores: Vicente Pérez Quintana yPablo Sánchez León. Ediciones Catarata. Incluye un artículo sobre Barcelonade Borja, J., “El movimiento vecinal en busca de la ciudad futura”.Borja, J. (2007). Espai públic i memoria democràtica. Ponencia presentada enel Coloquio Internacional sobre Políticas Públicas de la Memoria, organizadaspor el Memorial Democràtic-Generalitat de Catalunya (octubre de 2007).Publicado en la revista Mirades, nº 1 (2008), por el Grupo ICV-EUiA-EPM de laDiputación de Barcelona.

9 Borja, J. (2005). “Un futur urbà amb un cor antic”, en el catálogo de la exposi-ción Quórum. Comisaria: Rosa Pera, ICUB.

10 FAVB (1991, 1998 y 2007): Barcelona i els barris (tres ediciones de un libro-informe sobre los movimientos vecinales; cada una actualiza la anterior).Otras publicaciones de la FAVB: ver la colección de La veu del carrer (revistabimensual) i Quaderns del carrer: números 1, 2 y 3, publicados en 2006, 2007y 2008)

11 Iglesias, M.; Ciocoletto, A. y Jacques, A.C. (2007). Gent de Nou Barris 1897-2007. Ajuntament de Barcelona. Pradas, R. (ed.) (2008). Viviendas del Gobernador, epílogo de Borja, J. “NousBarris, de la marginació a la ciutadania”. Ed. Generalitat de Catalunya.

12 Harvey, D. (2003). Espacios de esperanza, Ediciones Akal, Madrid.13 Jaime Lerner fue a lo largo de tres mandatos el exitoso prefeito de Curitiba

(Brasil) y posteriormente gobernador del estado de Paraná. Ha sido tambiénpresidente de la Unión Internacional de Arquitectos. Las frases entrecomilla-das corresponden a sus intervenciones en coloquios compartidos.

14 Borja, J. (2004). Los derechos ciudadanos. Estudios, nº 51. FundaciónAlternativas. Madrid. Incluye una amplia bibliografía.M

Ciudades, energía y cambio climático¿El gran negocio del siglo XXI?

© Raga / Prisma

52, Ciudades, energía y cambio climático

Al final de Quemar después de leer, con la fina ironía de los her-manos Coen, el jefe de la CIA se pregunta “¿Qué hemosaprendido?” Podemos preguntarnos qué lecciones sacamosdel cambio climático. A la sociedad le ocurre lo mismo que aNapoleón, que era un loco que se creía Napoleón. Las socieda-des son sociedades que imaginan con éxito que son socieda-des, algo que los politólogos no deberían despreciar. ¿Cómoestas sociedades pueden responder a un desafío como elcambio climático? Si la política es el arte de lo posible, deberí-amos evitar la intromisión de los excesos de lo imposible. Elcambio climático resulta un objeto desmesurado. Hoy ocupael centro de lo que llamamos cuestiones planetarias, perotiene una nota distintiva. No es sólo la aparición de unamegapolítica, sino que estamos decidiendo cuestiones alargo plazo. Y a las dificultades para legitimar una política dealcance global, añadimos una nueva complejidad, unas políti-cas con horizontes a largo plazo, como el año 2050.

¿Cómo es posible que los gobiernos puedan tomar deci-siones que afectan al Gobierno y, por qué no decirlo, al ejerci-cio de la soberanía por parte de generaciones futuras? Ya nodecidimos sobre el cambio climático, sino nada más ni nadamenos que sobre la historia. Sólo Habermas, como el últimohegeliano, puede creer en el avance imparable del derechointernacional, transformado, ahora, en derecho cosmopolita.

La razón histórica tiene sus patologías. La política interna-cional supone domesticar las políticas nacionales. También,descubre el potencial de ejercer un liderazgo político másallá de las fronteras, en el que el cambio climático ha tenidoun potencial sucesorio, como en el caso de Gordon Brown,que ha agitado el cambio climático como bandera con elapoyo inestimable de Nicholas Stern. Aunque con respectoal cambio climático, más que ante una vuelta repentina a lahistoria, de raíz historicista, estamos ante algo que dijoAgustín de Hipona: “Dios, hazme casto, pero no ahora”.

Los mercados de carbono no son muy distintos de esasprimeras bolsas aparecidas en Ámsterdam en 1602. Las ope-

raciones hoy no se hacen en bares y tabernas, sino en sofisti-cadas redes inteligentes. Las operaciones en ventas al descu-bierto (short selling) ya estaban inventadas y prohibidas; Joséde la Vega en Confusión de confusiones, escrito en 1688, describea través de un curioso diálogo el funcionamiento de losForward, Call o Put. ¿Qué hemos aprendido desde la primeraburbuja de tulipanes?

Los criterios éticos de una sociedad están codificados ensu economía. La polémica de Stern y Nordhaus en torno a latasa de descuento y la tasa de interés no es académica, sinoética, de equidad, y de valoración de los derechos de lasgeneraciones futuras. Los riesgos del cambio climático estáncodificados en el coste del carbono.

Del mismo modo que creemos que la esencia del aguaestá en los grifos, consideramos que el fundamento de laenergía está en los enchufes. Hoy sabemos que la energía,gracias a la termodinámica, ni se crea, ni se destruye: lassociedades modernas despilfarran la energía. Si observamosla demanda energética, descubrimos que los picos de consu-mo en el Reino Unido corresponden a los intermedios de lospartidos de fútbol, en los que se prepara té, de forma rápida,en electrodomésticos con resistencias ineficientes. ¿Quécuestan esos picos de consumo?

La aportación de este Cuaderno central es ofrecer unavisión panorámica sobre qué efectos tiene la nueva señal delcambio climático. Si la señal de coste del consumo energéti-co no llega al consumidor, ¿qué efecto puede tener incorpo-rar en este coste el coste variable de las emisiones de CO2?No vamos a analizar aquí las consecuencias de que el merca-do de carbono, que favorece las tecnologías más bajas en car-bono, forme parte del mercado energético; sólo vamos amostrar ciertas paradojas. Mantenemos el sacrosanto princi-pio de garantía de suministro energético. Nadie aplicaríaeste principio en las operaciones salida de las ciudades enautomóvil: ¡multiplicar los carriles de salida de las autopis-tas! Gestionamos la demanda, escalonamos las salidas. El

¿Qué estamosaprendiendo?Texto Jordi Ortega Filósofo. Universidad Carlos III. Director de EXPO CO2

El actual despilfarro energético y su efecto, el cambio climático,sólo son posibles a cambio de trasladar una astronómica deuda alas generaciones futuras. De la crisis se sale con una economía bajaen carbono si no queremos volver a situarnos en la casilla de salida.

actual despilfarro y su efecto, el cambio climático, sólo sonposibles si trasladamos una astronómica deuda a las genera-ciones futuras. Hemos invertido la imagen del padre quecontrola el despilfarro de su hija, ahora serán la hija o lanieta las que pagarán en el futuro el temible déficit tarifarioque hemos acumulado.

La crisis financiera ha destapado las trampas del solitarioque hemos ido haciendo. Hace no mucho, se mostraban lasvirtudes del nivel de apalancamiento alcanzado por nuestraeconomía: el dinero no da rentabilidad; es mucho mejortener deuda, y cuanto más, mejor. Tanto, que ha estrangula-do el crédito. La estrategia de minimizar los riesgos de inver-sión, activos tóxicos de la burbuja inmobiliaria, ha tenido elefecto contrario: la expansión de inversiones de alto riesgo o“basura”. ¿Podemos descubrir los incentivos mal diseñadoso lo que podemos llamar incentivos perversos? Nick Stern hatenido el valor de considerar el cambio climático como elgran fracaso del mercado, cuando Alan Greenspan todavíaera aclamado por los mismos que hoy le repudian.

¿Cómo abordamos el cambio climático? ¿Se puede hacercompatible el business as usual (BAU) del siglo XXI con el largoplazo? El futuro no es lo que fue. Karl Marx pensó que el de -sarrollo capitalista aboliría la división del trabajo: uno podríaser pescador por la mañana, cazador tras la comida y críticode la crítica por la noche; olvidó un tiempo para especularcon el carbono. Reconozcamos que tenía más imaginación;hoy solo somos capaces de imaginar el futuro con más avio-nes, más carreteras…

El cambio climático requiere una respuesta inversa: máslentos, más suaves y más profundos. Hoy se habla de I+D, y

no somos capaces de pensar en otra cosa que en más auto-pistas, más aeropuertos, en lugar de pensar en infraestructu-ras tecnológicas de la comunicación. No es un cambio tecno-lógico, sino político. Quizá las políticas del clima sobrevalo-ran la capacidad de aprendizaje por medio de incentivos eco-nómicos. Cierto. Pero la crisis ha mostrado que las respues-tas a estímulos perversos han sido extraordinarias. Quizás elcomercio de emisiones pretenda ser una perversión privaday virtud ya no publica, sino con el clima.

Cuando se planteó este Cuaderno Central, su director mepropuso una opción B. En el Consejo Europeo de otoño sedijo que el clima quedaba relegado por la crisis. El País mepreguntó al respecto, con fácil respuesta: las próximas tor-mentas financieras serán las de los activos tóxicos de carbo-no. Diversos colaboradores aportan argumentos a esta idea.De la crisis se sale con una economía baja en carbono; lo con-trario es volver a situarnos en la casilla de salida.

Otro objetivo del Cuaderno Central es salirse de propues-tas predecibles. Con respecto a la respuesta a la crisis, climáti-ca, económica, energética, etc., uno tiene la sensación deestar ante la autocrítica a terceros. Otra aproximación posiblees la que se extrae de la narración de Groucho Marx comoprotagonista de las locuras de 1929, en la que sacaba de lacama a Harpo y decía: “¡Si esperamos a que te vistas, puedenhaber subido diez enteros!” La escena explica con ironía lacompra de activos físicos de una fábrica de automóvilesinexistente. Nada nuevo ni viejo, si tenemos en cuenta quehoy se venden pasivos de CO2 como si se tratase de activos. Yla historia acaba igual, alguien llama y anuncia con cuatropalabras: ¡La broma ha terminado! ¿Habremos aprendido? M

El cambio climáticoprovocado por losgases de efectoinvernadero, en unaeconomía definidapor el despilfarroenergético, ocupa elcentro de lascuestionesplanetarias de hoyen día.

© Spainpix / Prisma

Una nuevacultura

Ciudades, energía y cambio climático

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Cuaderno central, 55

A principios de 2007 el Consejo de Medio Ambiente de lasNaciones Unidas sobresaltó a la opinión pública mundial contres informes. La conmoción que provocaron se centraba enque si las emisiones de CO2 continuaban como hasta esemomento, el clima no era sostenible, aunque se colaborase acorto o largo plazo, porque, entre otros motivos, como quedóclaro con rapidez, las consecuencias del calentamiento delclima se repartirían de forma muy desigual. Mientras que lospaíses del Sur padecerían con frecuencia sequías, inundacio-nes, pérdidas de suelo, etc., en el Norte, donde se encuentranlos países más ricos, podrían aparecer efectos totalmente posi-tivos para el turismo, la agricultura y la industria, siempre queaplicasen una tecnología ecológica. El informe del antiguoeconomista jefe del Banco Mundial, Nicholas Stern, demostra-ba con claridad que un cambio rápido en el rumbo del aumen-to irrefrenable de las cada vez más crecientes emisiones deja-ba al descubierto los costes futuros del cambio climático ymostraba al mismo tiempo sus consecuencias positivas espe-cíficas a nivel regional; y en el día a día político este informeerosionaba cualquier compromiso espontáneo con el clima acausa de los argumentos habituales: ¡los puestos de trabajo!,¡la industria del automóvil! Y, mientras tanto, la crisis finan-ciera sirve como excusa muy bienvenida para situar el temadel clima al final de la lista de prioridades políticas.

Todo esto demuestra que las dimensiones del problema delcambio climático aún no se han valorado en su justa medidacon respecto a las condiciones de vida sociales y culturales enel futuro. Antes como ahora parece que se ha llegado a la con-clusión mayoritaria de que el modo de vida occidental de utili-zación y derroche inconsciente de recursos naturales es globa-lizable y que, en ese contexto, dentro de veinte años podremosdisfrutar como hoy de la misma cultura de consumo y derro-che. El cambio climático es, desde muchos puntos de vista, unpeligro social menospreciado y al que incluso no se compren-de en su totalidad; y en la actualidad ni siquiera está claro quelas sociedades democráticas se encuentren en disposición deponer en práctica las medidas que consigan evitar el peligro o

mitigar sus efectos. Esta situación tiene que ver con todas lascuestiones económicas y sociales que se derivan de la doblepresión resultante de un agotamiento de los recursos, por unlado, y un aumento de las emisiones, por el otro, a lo que hayque añadir el tema explosivo de las injusticias generacionales ytodos los problemas que se derivan de la cuestión de la seguri-dad. Después de un breve comentario sobre este último y com-plejo problema, me gustaría plantear a continuación dos esce-narios de futuro: uno, en el que las opciones y las actuacionessiguen siendo las mismas que en la actualidad; y otro, queplantea las posibilidades para un cambio radical del estilo devida y de la naturaleza de las sociedades occidentales ricas.

El cambio climático y la violencia en el futuroPudiera ser que el proceso de desarrollo de la humanidad,desigual y sin planificación, haya llegado, con el irrefrenabledesarrollo del clima, a una dinámica negativa respecto a lacual las formas de percepción, de interpretación y de resolu-ción de los problemas que se hayan desarrollado durantedécadas y siglos han quedado rezagadas. En este sentido, seha hecho patente la hasta el momento inexistente capacidadpara enfrentarse al problema de una amenaza global en todassus dimensiones, así como la extendida indolencia paraenfrentarse a las consecuencias de violencia y poder queestán relacionadas real y potencialmente con el cambio climá-tico. Y es evidente que lo que impedirá un acuerdo conjuntopara frenar el calentamiento global son los intereses comple-tamente diferentes desde una perspectiva internacional. Larecuperación de los procesos industriales en los países endesarrollo, la ininterrumpida hambre de energía en losEstados industrializados y la extensión global de unos mode-los de sociedad basados en el crecimiento y en el despilfarrode recursos hacen que sea poco realista pensar que se puedadetener el calentamiento del clima en dos grados más hastamediados de siglo. Y esto es un resumen que se centra en untratamiento lineal de los acontecimientos; en él no se hantenido en cuenta procesos autocatalíticos que pueden llevar a

Texto Harald Welzer Director del Center for Interdisciplinary Memory Research. Universidad de Witten

El cambio climático es un peligro social menospreciado y que no secomprende en su totalidad; ni siquiera está claro que las sociedadesdemocráticas se encuentren en disposición de poner en práctica lasmedidas que consigan evitar el peligro o mitigar sus efectos.

Dos escenarios ante elcambio climático

56, Una nueva cultura

una aceleración de la aparición de consecuencias sociales delclima y a una escalada de la violencia.

A escala geopolítica pueden aparecer procesos no linealesque podrían agudizar radicalmente el problema del clima,como podrían ser la liberación de metano en cantidades incal-culables por parte de los suelos de permafrost, lo que puedeinfluir en el clima, o cuando la pérdida de bosques o la conta-minación del agua del mar lleguen a un punto crítico y provo-quen un efecto dominó que, en la actualidad, es imposibleprever. Lo mismo vale para el ámbito social: cuando los con-flictos en torno a las materias primas provoquen guerras conla consiguiente migración de refugiados y la agudización delos conflictos fronterizos, se puede producir una escaladaincontrolable de la violencia, tanto dentro de un Estado comoentre Estados. La lógica de los procesos sociales no es lineal;esto también es así para las consecuencias del cambio climáti-co. En la historia de la violencia de los hombres no hay nadaque indique que un período de paz lleve indefectiblemente auna situación social estable y duradera; toda la historiademuestra que el uso masivo de la violencia “siempre” es unaopción a tener en cuenta. En la actualidad, la acentuación delas asimetrías globales se puede describir exactamente igual

que unas guerras que tienen su causa última en el cambio cli-mático y que pueden llevar a formas completamente nuevasde una violencia sin fin, como, por ejemplo, en Darfur. Puestoque las consecuencias más duras del cambio climático golpe-an a las sociedades con menos recursos para enfrentarse a él,las migraciones mundiales crecerán dramáticamente a lolargo del siglo XXI y llevarán a algunas sociedades a plantearsesoluciones radicales cuando consideren como una amenaza lapresión de las migraciones. Sin embargo, hasta el momentoparece totalmente inimaginable que un fenómeno descritopor las “ciencias naturales” como el calentamiento del climapueda provocar catástrofes sociales como el hundimiento delsistema, guerras civiles, genocidios; al menos por el momen-to, cuando parece que todo sigue en orden.

Escenario 1: “Business as usual”Entonces, ¿qué podemos hacer? Una de las opciones es tanfácil como asequible: seguir como hasta ahora. Esta posibili-dad prevé seguir con el crecimiento de la economía, lo queimplica proseguir con la utilización de energía fósil y otrasmaterias primas importadas, y que a medio plazo lleva a unalimitación sistemática de la ayuda y de las posibilidades de

Debajo, plantaciónde arbustos paraestabilizar las dunasy evitar el avancedel desierto cerca deLingwu, en la regiónautónoma china deNingxia Hui.En la páginade apertura delartículo, plataformabritánica deextracción de gas a180 kilómetros de lacosta de Tailandia.

© Michael Reynolds / Epa / Corbis

Cuaderno central, 57

apoyo a las sociedades que tengan cada vez más dificultades.Semejante estrategia de futuro considera, por ejemplo, que elcombustible para los coches llevará una mezcla cada vez mayorde combustible biológico de modo que se alargará el plazo enel que el petróleo siga estando disponible. Esta estrategiaapuesta por que se dedique suelo al cultivo de plantas oleagi-nosas, y esto es lo que ya están haciendo en muchos países deAmérica del Sur y Asia1, y con frecuencia trae consigo la ocupa-ción violenta de tierras y la expulsión de los pobladores loca-les. Si a ello añadimos las revueltas por hambre que estallaronen la primavera de 2008 en grandes ciudades africanas y deAmérica central, resulta cada vez más evidente la estrecha rela-ción entre las estrategias comerciales en una parte del mundoy las consecuencias en el otro extremo del mismo. Esta combi-nación se conoce generalmente como “globalización”.

La alternativa de seguir como hasta ahora se fundamentatambién en una estrategia económica y de política exterior,que se centra en conseguir acuerdos y contratos con otrosEstados para asegurarse el abastecimiento a medio plazo, enlos que no se tienen en cuenta ni los derechos humanos ni elmantenimiento de unos niveles medioambientales acepta-bles. A medida que se reducen los recursos, aumenta el pesopolítico de los Estados que actúan como productores o distri-buidores de combustibles fósiles. Sin embargo, esta ventaja,como demuestra el caso de Georgia, puede ser altamenteexplosiva cuando un Estado es rico en materias primas opuede fijar las condiciones para que éstas atraviesen su terri-torio, pero es al mismo tiempo débil desde el punto de vistamilitar, de manera que crece su vulnerabilidad ante Estadosvecinos mucho más poderosos y con necesidades de estrate-gias geopolíticas y energéticas propias. Además, la estrategiade seguir como hasta ahora debe tener en cuenta que losrecursos humanitarios para intervenir en las crisis a medioplazo tienen que estar relativamente limitados, como en laactualidad, porque tanto el número de conflictos como el derefugiados crecen y ello supone una reducción considerablede los recursos disponibles para la supervivencia.

Por eso habrá que ajustar el reparto, lo que en definitiva sig-nifica que algunos países y regiones quedarán excluidos dedicha ayuda. Todo esto no son procesos que se desarrollen enel escenario de la vida social, sino que pertenecen al conjuntode condicionantes que se dirimen en el trasfondo, de maneraque algunas decisiones negativas de este tipo no tienen nin-gún potencial de escándalo y no plantean ningún problemapolítico. Una estrategia de business as usual puede considerarseincluso racional hasta que las consecuencias del cambio climá-tico a causa del aumento de los emisiones provoquen mayo-

res padecimientos en los países hasta el momento poco afec-tados por el mismo, ya sea por efectos medioambientales ensentido estricto o bien por las resonancias económicas queprovocan guerras y conflictos en otras partes del mundo, porobra del terrorismo y de la presión creciente de las migracio-nes. O incluso pueden surgir, como consecuencia de este pro-blema, conflictos dentro de la propia sociedad derivados delhecho de que las futuras generaciones no podrán disfrutar decondiciones de vida de las que sí está disfrutando la genera-ción que lo ha provocado. El sociólogo Norbert Elias ha señala-do que los conflictos generacionales son las fuerzas motricesmás poderosas de las dinámicas sociales 2, en los que la frus-tración de sueños y ambiciones desempeña un papel tanimportante como la limitación de las posibilidades de creci-miento y, evidentemente, de las oportunidades de superviven-cia. De esta manera se plantea otro tema de futuro en la políti-ca interior y de seguridad de los países occidentales: el foco deconflicto que plantea la distorsionada justicia entre generacio-nes relacionada con las consecuencias del cambio climático.

Pero todo esto puede tardar todavía un par de décadas, ypara las personas de mediana edad que viven en la actualidady que forman también el núcleo de las elites que toman lasdecisiones, la estrategia de seguir como hasta ahora siguesiendo una decisión totalmente racional. Por eso, dicha estra-tegia puede parecer incluso elegante porque no plantea nin-gún problema moral; porque, puesto que el Estado-nación nose trata de un actor individual, sino de un representante, enlas relaciones entre los Estados resultan irrelevantes categorí-as de comportamiento individual como egoísmo, brutalidado indolencia. Precisamente por eso los miembros de las dis-tintas sociedades se pueden considerar como personas queactúan de manera moral aunque el conjunto del que formanparte se comporte de manera amoral.

Esto hace que las asimetrías en las situaciones de igualdady de justicia en el mundo globalizado aparezcan de forma dis-creta y sin hacer ruido, y por eso alguien que se sienta respon-sable de la miseria de una persona al final de una cadenacomercial de la que él es el principio, en el mundo occidentalse considera como alguien irracional en vez de responsable.Por eso, la posibilidad de que en los países privilegiados seopte por otra estrategia que no sea la de seguir como hastaahora es muy reducida. Las consecuencias son principalmenteun aumento imparable de los costes de la energía, por unaparte, y el crecimiento irrefrenable de las emisiones que provo-can el cambio climático, por otra, lo que se traduce concreta-mente en un peligro creciente para los fundamentos económi-cos y sociales de la democracia y significa un alejamiento radi-

Cuaderno central, 57

“ Cuando cada año la industria petrolera quemamás de 150 mil millones de metros cúbicos de gasnatural, el ahorro individual se convierte en unanota a pie de página”.

58, Una nueva cultura

cal de la perspectiva de que se pueda frenar el calentamientoglobal en los dos grados más que todavía se consideran mane-jables. A partir de ahí se abren las puertas a un nuevo desarro-llo, cuya dinámica y consecuencias no se pueden prever segúnel estado actual de nuestros conocimientos. Lo único que pue-den señalar los modelos climáticos es que la diferencia entredos y cuatro grados más, por poner un ejemplo, no represen-tan un aumento “gradual” de las disparidades de las condicio-nes climáticas, sino que afectan a todo el sistema Tierra comosistema funcional, de manera que hay que enfrentarse alhecho de que, en comparación con la actualidad, reinarán con-diciones de vida “completamente diferentes”.

Los que consideren este escenario inaceptable, ya sea pormotivos de justicia entre generaciones, ya sea por el sentidoracional de supervivencia de la especie humana, tienen tresposibilidades de actuación para mejorar las relaciones, posibi-lidades que no se excluyen entre sí, sino que pueden combi-narse. La primera y la más querida es la “individualización delproblema y su resolución”. Un libro sobre el cambio climáticoque acaba de aparecer bajo el título de Die Klima-Revolution 3

(La revolución del clima) da una lista con un centenar de conse-jos para salvar el mundo, entre los que figuran: educar a losniños para que protejan el clima (consejo 10), no poner enmarcha el lavavajillas hasta que esté lleno (consejo 35), com-partir el coche (consejo 56) o reciclar las basuras (consejo 95),lo que, evidentemente, también es bueno para reducir elcalentamiento del clima.

Este tipo de consejos no sólo tienen una relación grotescacon las dimensiones del problema al que nos enfrentamos,sino que también, al individualizarlos, reducen radicalmente

el nivel y la complejidad de los aspectos de responsabilidad yde obligación relacionados con el cambio climático. El supues-to, falso pero muy sugerente, de que los cambios socialesempiezan con un pequeño paso se convierte en ideologíacuando sirve para eludir la obligación de los actores corporati-vos y políticos, y se vuelve irresponsable cuando mantieneque se puede hacer frente al problema con pequeños cambiosde comportamiento. Pero desgraciadamente no se puedereducir de forma individual toda esa energía que se dilapidasistemáticamente. Cuando la industria petrolera quemaanualmente de 150 a 170 mil millones de metros cúbicos degas natural4 –lo que equivale al consumo en un año de dos

naciones industrializadas como Alemania e Italia juntas–, elahorro individual se convierte en una nota a pie de página.Además, la gestión de las emisiones de grandes y medianosconsumidores privados es ineficaz con respecto al clima, pueslos contingentes ahorrados son más manejables y, por otrolado, permiten niveles de contaminación más elevados. Esteinexplicable mal funcionamiento de la gestión de las emisio-nes provoca que las reducciones de consumo individualessean como sumar cero a una cifra, aunque pueda servir parahacer que la persona sea más consciente en cuanto al proble-ma del clima y para mejorar las finanzas del hogar.

Las dificultades a “nivel internacional” son bien conocidas:no existe ninguna organización supraestatal que pueda obligara los Estados soberanos a emitir menos gases de efecto inver-nadero de los que consideren necesarios. Lo mismo se aplica ala contaminación de los ríos, la construcción de presas, la talade bosques. Tampoco existe ningún monopolio de la violenciaentre Estados que pueda sancionar la soberanía nacional por

© Reuters / Corbis © Lou Dematteis / Reuters / Corbis

traslados forzosos y expulsiones dentro de un Estado, expro-piaciones y ocupaciones de tierras o por actuaciones contra losderechos humanos por una política sin respeto por el medioambiente. Puede existir una división de poderes dentro delEstado, pero no entre Estados; sólo el derecho penal internacio-nal está dando los primeros pasos para lograr una regulaciónsupraestatal que sea capaz de llevar ante los tribunales interna-cionales a los responsables de masacres, genocidios, etc.5 Eldesarrollo de las instituciones supranacionales y, sobre todo–como demuestra el ejemplo de la ONU–, su dotación conmedios sancionadores se encuentra en estos momentos tanlejos del calentamiento del clima que ni siquiera lo toca.

Queda el “nivel de actuación de la nación-Estado”, en el que,desde los informes del IPCC, muchos países han desarrolladoactividades. Puesto que las divergencias internacionales sobreel tema del clima y el carácter de las emisiones y sus conse-cuencias no se detienen en las fronteras nacionales, es evidenteque los efectos de las soluciones nacionales son limitados, loque no significa, sin embargo, que no sean de gran ayuda: porejemplo, las estrategias innovadoras de actores colectivos indi-viduales pueden modificar las relaciones dentro del entramadoen el que se interrelacionan las sociedades, al menos de formagradual; y, además, el papel del pionero siempre es inspirador.

Escenario 2: La sociedad buenaEl desarrollo histórico de las fuerzas productivas es equipara-ble al desarrollo de las desigualdades en los niveles de vida yen las relaciones comerciales. La cada vez más extendida glo-balización no ha conducido a una nivelación, sino que, enparte, ha provocado mayores disparidades. Eso no sólo signi-

fica que las condiciones de vida no son iguales, sino que tam-bién representa un reparto desigual de las “oportunidadesfuturas”. Para una sociedad que está anclada cultural y políti-camente en la tradición de la Ilustración, eso no es aceptable.Además, si nos identificamos con esta tradición, deberemosenfrentarnos de manera diferente al problema del cambio cli-mático, no sólo para fundamentar nuestra propia razón desupervivencia, sino también nuestra propia “identidad”. Setrata, pues, de la autoimagen social.

De ahí que si todo el problema del cambio climático sepudiera definir como una cuestión cultural, se podría proyec-tar otro punto de vista sobre el asunto. De ahí que muchos de

los cercanos problemas ecológicos no sean en el fondo pro-blemas de la naturaleza indiferente, sino única y exclusiva-mente de las culturas humanas, que a través de ella ven ame-nazada su permanencia. También la preocupación sobre lasformas y posibilidades de la supervivencia en el futuro es unacuestión “cultural” y, por eso, se refiere a la estructura de lasociedad y del entorno propios. Se las puede diferenciar:¿puede una cultura tener éxito a largo plazo cuando se funda-menta en la explotación sistemática de los recursos? ¿Puedesobrevivir si excluye sistemáticamente a las siguientes gene-raciones? ¿Puede ser semejante cultura un modelo para cual-quiera que se tenga que ganar su sustento? ¿Resulta irracionalque semejante cultura se vea desde fuera como exclusiva yrapaz y, por eso, sea rechazada?

La traslación del problema climático a un contexto culturalrepresenta una oportunidad cualitativa de desarrollo que,junto con el análisis del problema, plantea también la identi-dad colectiva de los miembros de la sociedad. Pongamos cua-

Cuaderno central, 59

De izquierda aderecha, obrerosvenezolanos tratande contener lallegada al lagoMaracaibo delpetróleoprocedente de unoleoducto atacadopor la guerrillacolombiana enoctubre de 2001;protesta de indiosecuatorianos contrala contaminacióncausada por lasprospecciones de laTexaco en laAmazonia, y unbarrio popular deNueva Orleansinundado tras elpaso del huracánKatrina enseptiembre de 2005.

© Thomas Dworzak / Magnum Photos / Contacto

60, Una nueva cultura

tro ejemplos: Noruega invierte los ingresos públicos proce-dentes de los recursos energéticos en un suministro de ener-gía que protege el clima y en inversiones que se seleccionansegún criterios éticos. Suiza ha creado el sistema de transpor-te público más denso del mundo, aunque su punto de partidapara ello como país montañoso era bastante difícil; cada suizorealiza una media de 47 viajes en tren al año, y la media en laUE es de 14,7. Estonia garantiza el acceso gratuito a Internetcomo un derecho básico: la promoción y la generalización delacceso a las comunicaciones no sólo reduce la burocracia ypermite potencialmente formas directas de democracia, sinoque también se ha convertido en un elemento impulsor de lamodernización, en especial en todo lo que se refiere a losmiembros más jóvenes de la sociedad. El Gobierno federalalemán se negó en el año 2003 a unirse a la alianza militarcontra Irak, entre otras razones por el papel tan negativo quehabía desempeñado Alemania en las dos guerras mundialesdel siglo XX. Este es un ejemplo práctico de las lecciones quese pueden aprender de la historia.

Todas estas decisiones políticas que se refieren a temas muydiferentes se fundamentan en un componente de “identidadpolítica”. Los cuatro casos se basan en la autoidentificación deuna comunidad política, que no sólo decide sobre un problemaconcreto, sino también sobre lo que quiere “ser”. Y en ese ele-mento me parece que se encuentra algo que es extremadamen-te importante para el problema de la gestión cultural del calen-tamiento del clima, pues la cuestión de qué hay que hacer ycómo hay que hacerlo no se puede plantear sin responderantes a la pregunta de cómo quiere vivir en el futuro la socie-dad a la que pertenecemos. Permanecer desorientado e intras-cendente en el universo sin razón de ser de un capitalismo glo-balizado no es suficiente para responder a esa pregunta. Perotambién sería ilusorio pensar que las personas se comportaríande otra manera con el mundo si les dijésemos que este enalgún momento va a estar un poco menos amenazado queahora. Algo así no funciona desde el punto de vista psicológico,porque se dejan de lado los resultados tangibles del esfuerzopropio y al final sólo queda el conocimiento de todo a lo que seha renunciado. Se trata más bien del desarrollo de un proyectocultural que permita alejarse de la cultura dominante del derro-che con todas sus limitaciones y que a su vez haga que parezcaatractiva la remodelación de la forma de vida. Bajo esa luz, porejemplo, las crecientes exigencias de movilidad no se veríancomo un progreso, sino que se señalarían como un desarrolloerróneo, que grava tanto a los individuos como a su entorno.

Los presupuestos para semejante proyecto cultural seencuentran en el ámbito de la riqueza material, que está a dis-

posición de los países occidentales, y de las responsabilidadesque implica semejante riqueza desde una perspectiva interna-cional. En otras palabras, el cambio climático se debe conside-rar una oportunidad para utilizar ámbitos de actuación que enuna o dos décadas puede que hayan dejado de existir.

Pues la cuestión de qué hay que hacer y cómo hay quehacerlo tampoco se puede plantear sin responder antes a lapregunta de cómo queremos vivir. Esta pregunta no se puedecontestar con un “no”, pues incluso seguir como hasta ahoraes una respuesta que considera que hay que seguir en ladirección que nos ha llevado hasta el problema que estamosintentando solucionar. Esta respuesta se basa, como yahemos señalado con anterioridad, en la acentuación de lasactuales asimetrías, desigualdades e injusticias que el cambioclimático trae consigo tanto entre Estados como entre gene-raciones. Y cada respuesta excluye a otras posibles.

Cómo queremos vivir en el futuro en la sociedad de la queformamos parte es, de hecho, una cuestión cultural, pues nosobliga a debatir sobre quiénes cuentan para esta sociedad ycómo debe establecerse la participación, cómo deben repar-tirse los bienes materiales e inmateriales como los ingresos yla educación, etc. Hay que llegar a un acuerdo sobre si debe-mos subvencionar el uso de energías fósiles o la extensióndel sistema educativo, si tenemos que fomentar puestos detrabajo en industrias obsoletas o si se potencian a través demejores escuelas; y todas ellas son cuestiones culturales yresponden parcialmente a la pregunta de cuál es el senti-miento colectivo y si las ciudadanas y los ciudadanos se sien-ten identificados con él. Las respuestas a dichas preguntasculturales pueden orientarse de forma imperativa en funciónde si limitan o no “el potencial de desarrollo en el futuro”.

Los presupuestos para un modelo social participativo yabierto, de una sociedad en potencia, se encuentran en elámbito de la riqueza material, que está a disposición de lospaíses occidentales, y de las responsabilidades que implicasemejante riqueza desde una perspectiva internacional.

Una sociedad buena debería orientarse inicialmente paraevitar decisiones irreversibles. Esta debería ser la principalconclusión si queremos evitar las lamentables consecuenciasmedioambientales de la primera industrialización y si hemosaprendido la lección de las decisiones irreversibles, que hantenido como resultado el despilfarro de los recursos disponi-bles, las injustas cargas intergeneracionales de tratamientocomo en el caso de la energía nuclear, etc.

Incluso las decisiones que se refieren al desarrollo social,decisiones sobre seguridad, derechos, educación y políticasocial deben cumplir este criterio de reversibilidad para pro-

“ Una sociedad que permite la participación y elcompromiso de los ciudadanos se encuentra enmejor disposición para resolver sus problemas queuna que deja indiferentes a sus miembros”.

piciar una sociedad con una estructura permanentementeabierta. Otro criterio de bondad de una sociedad son lasoportunidades de participación que ofrece, lo que se refieretanto a la cuestión de la inmigración como al derecho deasilo o a la participación ciudadana en amplios procesos dedecisión. En definitiva, se trata de aumentar las posibilida-des de participar en debates y decisiones sobre cuestionesrelevantes para el futuro, y en una época de grandes facilida-des de comunicación, los modelos de participación no nece-sitan en ningún caso constreñirse a los ciclos de las eleccio-nes. Si se tiene en cuenta el ejemplo estonio del acceso a lacomunicación como derecho básico, se pueden plantear nue-vas formas de debate extraparlamentarias y se pueden de -sarrollar formas directas de democracia.

A su vez, una mejora en las comunicaciones y en las posi-bilidades de participación permitiría una mayor identifica-ción de las ciudadanas y los ciudadanos con la sociedad a laque pertenecen. Y esto vuelve a ser la base para un mayorcompromiso con el sentimiento colectivo. Volviendo a la pro-blemática del clima y al inventario de las propuestas de solu-ción que se han planteado, esto significa que el “proyecto cul-tural” de la sociedad buena se aleja de la ilusión de que laspersonas se van a comportar de otra manera con el mundo siles decimos que este en algún momento va a estar un pocomenos amenazado que ahora. El concepto de la sociedadbuena no favorece la renuncia, sino la participación y el com-promiso en la sociedad por un clima mejor, y una sociedadque permite más participación y mayor compromiso seencuentra en mejor disposición para resolver los problemasurgentes que una que deja a sus miembros indiferentes.

El equivalente a este concepto de compromiso social enla psicología individual se llama empowerment y describe laestrategia para utilizar las competencias y fortalezas con

que cuenta una persona e intentar potenciarlas. En este sen-tido, el concepto de la sociedad buena utiliza el potencial desus ciudadanas y ciudadanos, les ofrece más participación, yusa los recursos del compromiso y de los intereses de unaforma mucho mejor y más duradera que los estilos políticostradicionales. En otras palabras, una sociedad así planteauna estrategia consciente para una modernización muchomás reflexiva.

A diferencia del pasado de la primera modernidad y de lasegunda modernidad de la actualidad, que han entendido elprogreso como un crecimiento cuantitativo de la calidad devida y con ello han hecho del consumismo una forma deidentificación, la sociedad buena tendría un fundamentomás reflexivo de su identidad. Explica una nueva historiasobre sí misma.

Notas1 En las islas indonesias de Sumatra y Borneo hasta el momento se han converti-

do unos cinco millones de hectáreas de selva tropical en tierras de cultivo paraconseguir aceite de palma, principalmente a través de quemas. De esa manerase liberan al año unas cien mil millones de toneladas de CO2, alrededor del 15%de las emisiones mundiales de CO2 (véase http://www.umweltschutz-news.de/266artikel1376screenout1.html?besucht=66eceb92). A esto hay queañadir que el combustible biológico es ecológicamente contraproducente: esneutral con el clima en lo que respecta al dióxido de carbono, pero no en lo quese refiere a la emisión de óxido nitroso, cuyo efecto invernadero es 1,7 vecessuperior al gasoil normal (Frankfurter Allgemeine Zeitung, 2/10/2007, pág. 1).

2 Norbert Elias, Studien über die Deutschen, Frankfurt del Main, 1989, pág. 315.[Estudios sobre los alemanes].

3 Anschober/Ramsauer, Die Klimarevolution. So retten wir die Welt, Munich,2007, págs. 166 y ss. [La revolución del clima. Así salvamos el mundo].

4 Anselm Waldermann, “Profitdenken schlägt Umweltschutz”, Spiegel-online,06/09/2007, en: http://www.spiegel.de/wirtschaft/0,1518,504278,00.html

5 Sin embargo, es el reconocimiento del individuo como sujeto del derechointernacional lo que ha hecho posible el desarrollo de un derecho penal inter-nacional y ha permitido acusar a responsables políticos o militares. En el casocontrario, el ataque inicial de los Estados contra individuos permite introducir-se en el derecho de soberanía (Gerhard Werle, Völkerstrafrecht, Tubinga, 2003,págs. 2 y ss. [Derecho penal internacional]).

M

Viaducto sobre elrío Landwaser enWiesen, cerca deDavos, Suiza, duran-te el paso delMaratón Alpino, enjulio de 2008. Suizaha creado el sistemade transportepúblico más densodel mundo, y cadahabitante del paísrealiza una mediade 47 viajes en trenal año, frente a 14,7en la UE.

© Arno Balzarini / Epa / Corbis

El costeeléctrico

ciudades, energía y cambio climático

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Cuaderno central, 63

La electricidad se produce principalmente con dos familias detecnologías: las térmicas y las no emisoras (la nuclear y lamayor parte de las renovables –hidráulica, eólica y fotovoltai-ca–); estas últimas no emiten CO2. Por el contrario, en el casode las tecnologías térmicas (nuclear, de carbón, de fueloil, degas natural –convencional y ciclo combinado–), todas, salvo lanuclear, emiten CO2, aunque es cierto que unas más que otras.

Para construir una central de generación eléctrica hay quehacer frente a unos costes fijos, y para ponerla en funciona-miento hay que hacer frente a unos costes variables: los cos-tes laborales y el de los combustibles. Las centrales eléctricasde distintas tecnologías no se diferencian de modo decisivopor los costes laborales. Sin embargo, con frecuencia se dejande utilizar preponderantemente centrales de una tecnologíapara utilizar las de otra. Esto ocurre cuando se producen cam-bios, de distinta intensidad, de los precios de los combusti-bles. Si se abarata (o se encarece) en términos relativos el pre-cio de, por ejemplo, el gas natural, se modifica la utilizacióntanto de las plantas generadoras que utilizan este combusti-ble como la de otras tecnologías. Desde 2005, el valor de losderechos de emisión se ha convertido con carácter permanen-te en el tercer componente de los costes variables de las cen-trales eléctricas. Por eso, a la hora de ordenar (de menor amayor) los costes variables de las centrales eléctricas, hay quetener presente el valor de los derechos de emisión que cadacentral necesita para producir: es decir, el número de derechosde emisión que tal central tiene asignado multiplicado por elprecio de tales derechos. La incorporación del valor de losderechos de emisión a los costes variables de las centraleseléctricas se denomina “internalización de los costes de conta-minación”. En este punto, cabe preguntarse cuál es el precioque debe utilizarse para calcular el valor de los derechos deemisión y, en definitiva, para calcular el incremento de los cos-tes variables que sufre cada central eléctrica.

Para responder a esta pregunta debe tenerse en cuenta quelos derechos de emisión sólo consiguen reducir las emisionesde GEI (gases de efecto invernadero) cuando su precio es posi-

tivo, ya que, si éste fuese cero, el valor de los derechos de emi-sión sería nulo, sin afectar a los costes variables. El hecho deque los derechos de emisión (todos o en parte) sean concedi-dos a las empresas gratuitamente equivale a que éstas recibanuna subvención, pero no significa que el precio de tales dere-chos sea nulo; cuando se recibe un bien valioso –como regalo,donación o herencia–, no por ello se dice que el precio de talbien es cero. Una vez rechazado que los derechos de emisiónrecibidos gratuitamente tengan un precio nulo, también debedescartarse que los derechos de emisión comprados en elmercado deban valorarse al precio de adquisición. Tanto losderechos recibidos gratuitamente como los adquiridos en elmercado deben valorarse a su “coste de oportunidad”, ya queel valor de un bien es su coste de oportunidad. Coste de opor-tunidad es el valor que se puede obtener del bien con el mejoruso alternativo posible, de entre los muchos que tiene. Elcoste de oportunidad de cualquier cosa viene dado por lo quecualquiera está dispuesto a pagar por esa cosa.

Por lo tanto, a la hora de internalizar los costes de contami-nación, el número de derechos que tiene una empresa debenvalorarse (multiplicarse) por el precio que en cada momentorija en el mercado; en ningún caso debe asignarse un preciocero a los recibidos gratuitamente, ni el precio de adquisicióna los comprados en el mercado. Imaginemos a un joven querecibe de sus padres el regalo de 1.000 acciones de una compa-ñía; en el siguiente semestre este joven adquiere 500 accionesde la misma empresa a un precio de 8 euros. Transcurrido otrosemestre estas acciones cotizan a 10 euros. El joven debe valo-rar todas sus acciones (1.500) a su coste de oportunidad, queno es otro que el mayor valor que puede obtener de entretodos los posibles; en este caso el coste de oportunidad es elprecio del mercado bursátil (10 euros). Por ello, el valor de lacartera de valores de este joven es de 15.000 euros; si la vendie-ra por una cantidad inferior, incurriría en un lucro cesante.

La obligación que desde 2005 tienen las centrales emisorasde GEI de entregar a las autoridades unos derechos de emisiónsignifica que los costes variables de tales centrales han aumen-

Texto Luis Albentosa Consejero de la Comisión Nacional de Energía de España

El comercio de derechos de emisión supone la internalización delos costes medioambientales, lo que incentiva la racionalidad en elcomsumo y la inversión en renovables. A la hora de organizar estemercado en España, sin embargo, se han cometido tres errores.

Distorsiones en el mercado de emisiones

64, El coste eléctrico

tado en una cantidad igual al número de derechos multiplica-do por el precio del derecho vigente en cada momento.

La Unión Europea establece el reparto gratuito de los dere-chos de emisión porque tales derechos suponen un aumentode los costes variables, que inciden de modo negativo en lacompetitividad exterior de los sectores afectados; de no existirdicha subvención, los productos de estos sectores perderíancuota de mercado, ya que la UE importaría productos de paísesno firmantes del Protocolo de Kioto. La gratuidad de los dere-chos de emisión compensa, pues, la pérdida de competitividadoriginada por la internalización de tales derechos.

Cinco efectos del mercado de derechos de emisiónLa asignación de derechos de emisión a las centrales eléctricasque emiten GEI y la existencia de un precio para tales dere-chos generan dos primeros efectos: por un lado, la contamina-ción producida por estas instalaciones se convierte en uncoste económico nítidamente cuantificado; por otro, tal costees internalizado (tenido en cuenta en sus decisiones económi-cas) por las centrales contaminantes. Sin embargo, el principalefecto de la incorporación del valor de los derechos de emi-sión a los costes variables es que tal internalización incentivala sustitución de tecnologías contaminantes por otras quecontaminan menos o que no contaminan (tecnologías lim-pias). El comercio de derechos de emisión estimula a lasempresas a incorporar innovaciones técnicas que reduzcan lasemisiones de CO2. Y esto es así porque los beneficios de lasempresas eléctricas aumentan por la diferencia entre losingresos obtenidos de la venta de los derechos de emisióninnecesarios y el coste de los equipos incorporados; si el costede estos equipos es superior a tales ingresos, la empresa noadquirirá tales equipos. Así, pues, cuando el precio de los dere-chos de emisión alcanza determinado nivel (y no sólo cuandocambian los precios relativos de los combustibles), el volu-men de producción eléctrica de cada tecnología aumenta odisminuye, con lo que se logra el objetivo perseguido de redu-cir emisiones al mínimo coste.

Además de estos tres efectos, los derechos de emisión pro-ducen otros dos adicionales: el encarecimiento de la electrici-dad y el aumento del beneficio agregado de las empresasgeneradoras de electricidad, aunque tal incremento se distri-buye desigualmente entre las distintas tecnologías.

El cuarto efecto –el encarecimiento de la electricidad– seproduce porque la internalización de los derechos de emisiónhace que las compañías de generación eléctrica reduzcan (oencarezcan) su oferta: para cada precio, las compañías eléctri-cas están dispuestas a producir (ofrecer u ofertar) menos electri-cidad o, lo que es equivalente, tales empresas sólo están dis-puestas a producir una cierta cantidad de electricidad a un pre-cio más alto que el que hubiera supuesto su producción si noexistieran los derechos de emisión. El precio de la produccióneléctrica coincide con los costes variables de la última instala-ción que ha tenido que entrar en funcionamiento para satisfa-cer la demanda: esta instalación (central o tecnología margi-nal) es la que determina el precio, al que, por otra parte, se pagatoda la electricidad producida, independientemente de los cos-tes en los que incurran las distintas centrales. Aunque la ofertade las instalaciones no emisoras (nuclear y parte de las renova-bles) no se encarece, los derechos de emisión de los GEI produ-

cen inevitablemente un encarecimiento de la electricidad, yaque la central que fija precio suele ser térmica. Por lo tanto,puede afirmarse que desde 2005 el precio de la electricidad hacrecido por la aparición de los derechos de emisión.

El quinto efecto producido por los derechos de emisión con-siste en que los beneficios de las empresas variarán. Si todaslas centrales ingresan por cada unidad de electricidad (kWh) elmismo precio, puede concluirse que los beneficios de las cen-trales eléctricas variarán de modo distinto según cual sea la tec-nología con la que operan. Esto es así porque los costes varia-bles de algunas centrales se incrementan y otros no, y porque,entre los costes variables que crecen, unos lo hacen más queotros. Los costes variables de las energías renovables y de laenergía nuclear no crecen y los de las restantes tecnologías cre-cen más o menos, según la cantidad de derechos de emisiónque les hayan sido asignados. Si la central que fija precio es unatérmica, el precio de la electricidad crece tanto como el valor delos derechos de emisión que le hayan sido asignados a esa cen-tral. El beneficio de las distintas centrales térmicas aumentaráo no, dependiendo de que la cantidad de derechos de emisiónasignados a la central que fija precio sean mayores, iguales omenores que los derechos asignados a la central térmica de latecnología de que se trate. El beneficio de las instalaciones degeneración eléctrica que no emiten GEI aumentará, ya que loscostes variables de estas centrales no varían, al no tener asigna-dos derechos de emisión, pero el precio que perciben aumentaen la cuantía equivalente al valor de los derechos de emisiónque recibe la central que fija precio. Es evidente que empresaseléctricas que tengan un parque de generación con una presen-cia relativamente importante de las energías limpias obtendránmayores beneficios que aquellas otras en cuya potencia instala-da predominen las tecnologías térmicas.

Los derechos de emisión en EspañaEl Gobierno español, a través del Real Decreto Ley 3/2006, deci-dió minorar los ingresos que, en concepto de retribución, per-ciben las compañías generadoras de electricidad; tal minora-ción, practicada durante los tres años del primer PNA, se esta-bleció como equivalente al valor de los derechos de emisiónde los GEI asignados gratuitamente. Para que esta medidasiga vigente en los cinco años del segundo PNA, se promulgael Real Decreto Ley 11/2007. Estos dos Reales Decretos Ley esta-blecen que las empresas de generación eléctrica (pero no lasde los otros sectores afectados) deben “devolver los derechosde emisión recibidos gratuitamente”.

Expuestos sumariamente los hechos, cabe preguntarse, enprimer lugar, si es razonable que el Gobierno español exija a lasempresas eléctricas que devuelvan el valor de los derechos deemisión que habían recibido gratuitamente, diferenciando asía este sector del resto de los sectores afectados. Hay que seña-lar, primeramente, que es la UE la que establece que los dere-chos de emisión deben ser asignados gratuitamente a todoslos sectores afectados, aunque serán subastados en el PNA(2012-2020). En segundo lugar, el Real Decreto Ley 3/2006 consti-tuye una actuación regulatoria sin precedentes en la UE, ya quela Comisión Europea se ha opuesto a cualquier modificacióndel valor de los derechos inicialmente asignados a cada instala-ción. No obstante, dejando a un lado consideraciones jurídicasy judiciales, desde un punto de vista estrictamente económico

hubiera estado justificado que la Comisión Europea hubieradiscriminado a la generación eléctrica –no habiéndole asigna-do gratuitamente los derechos de emisión o, después de haber-lo hecho, obligándole a devolverlos–, ya que el sector eléctricode la UE (y el español aún más), por su aislamiento técnico, nonecesita ser subvencionado (recibir derechos de emisión gra-tuitos) para protegerse comercialmente de la producción eléc-trica de un país no firmante del Protocolo de Kioto. Por lotanto, tiene lógica económica (aunque quizá no tenga funda-mento jurídico) que las empresas generadoras tengan quedevolver el valor de los derechos gratuitamente recibidos.

Sin embargo, la Orden ministerial ITC/3315/2007, quizáyendo más allá de lo que debe realizar una disposición queaspire exclusivamente a desarrollar el Real Decreto Ley 3/2006,establece que las empresas generadoras en régimen ordinariodeben “renunciar a ingresos tales para que las rentas obteni-das por el funcionamiento del mercado de emisiones desapa-rezcan”, lo que, más que probablemente, es diferente a lo esta-blecido por el Real Decreto Ley 3/2006. Tales devoluciones seexigen tanto a las instalaciones a las que se han asignadoderechos de emisión –que son las que emiten GEI– como a lasque no contaminan; además, las instalaciones emisorasdeben devolver ingresos tanto si emiten muchos GEI como siemiten pocos. Sólo las empresas generadoras en régimenespecial están exentas de devolver los beneficios de los dere-chos de emisión, lo que sólo puede entenderse por razonescalificables de populistas.

¿Por qué las autoridades energéticas de entonces dictaronesta orden ministerial?

En primer lugar, la razón que lleva a adoptar esta medidaes hacer frente al denominado déficit tarifario, originado porla negativa de las autoridades energéticas a repercutir sobrelos consumidores las importantes alzas de los precios de laproducción eléctrica. Una razón adicional es que la subida deprecios de la producción eléctrica está ocasionada fundamen-talmente por los derechos de emisión, y no por la bajahidraulicidad ni por el elevado encarecimiento de los com-bustibles, especialmente del gas natural.

En segundo lugar, lo importante, sin embargo, es que elReal Decreto Ley 3/2006 no pretende enmendar el error de laComisión Europea ni, por ello, eliminar el carácter gratuito delos derechos de emisión asignados a la generación eléctrica.Como pone de manifiesto un informe aprobado por la mayo-ría del Consejo de Administración de la CNE, la OrdenITC/3315/2007 persigue reducir los ingresos de las instalacio-nes generadoras –emitan o no GEI– en la cuantía derivada dela subida del precio de la electricidad, ocasionada a su vez porla internalización de los costes (derechos) de emisión de GEI.Buena prueba de ello es que, aun cuando las instalacionesemisoras son las únicas que debían haber devuelto ingresos,son todas las centrales de generación eléctrica en régimenordinario las que lo hacen; por lo tanto, resulta que instala-ciones en régimen ordinario que no emiten GEI, y que no hanrecibido gratuitamente derechos de emisión, devuelven

Cuaderno central, 65

Vista nocturna deLas Vegas.En la página deapertura delartículo, centraltransformadora enla comarca catalanadel Baix Llobregat,y campo dehelióstatos en elcomplejo solar quela empresa Abengoaconstruye enSanlúcar la Mayor(Sevilla) y que serácapaz de generarsuficienteelectricidad parauna ciudad como lacapital andaluza.

© Raga / Prisma

ingresos. La razón por la que esto ocurrió es que, para elredactor de la Orden ITC/3315/2007, el hecho relevante es elaumento de ingresos de (todas) las empresas eléctricas, pro-vocado por la aparición de los derechos de emisión, y nadamás. Estos ingresos, que el Gobierno exige a las empresasgeneradoras y que utiliza para reducir el déficit tarifario, sue-len ser, impropia y peyorativamente, etiquetados de “ingre-sos sobrevenidos” o windfall profits. Resulta obvio que laAdministración energética tiene un problema (déficit tarifa-rio) y observa que, como consecuencia de la suscripción porparte de España del Protocolo de Kioto, las empresas eléctricasregistran un incremento de beneficios. La Administración y elregulador independiente consideran que una ocasión comoésta no puede desaprovecharse y deciden instrumentalizar elmercado de emisiones para reducir el déficit tarifario acumu-lado. A este respecto cabe señalar los siguientes puntos.

En primer lugar, en ámbitos profesionales cercanos a lageneración eléctrica (en España especialmente) existe unacierta tendencia a contemplar ciertos fenómenos, que estánpresentes en todos los sectores productivos, como específicosdel mundo eléctrico. Uno de estos fenómenos es la existenciade distintos procesos productivos (tecnologías), que presen-tan estructuras de costes (costes fijos-costes variables) muydiferentes aun cuando el producto obtenido (electricidad) seauno de los más homogéneos que existen. Con excesiva fre-cuencia se desconoce o se olvida que el precio de un productoes un atributo de dicho producto, y no de los procesos produc-tivos en los que se obtiene ni de los costes necesarios paraobtenerlo. Tres piezas de acero que sean suficientementeiguales tienen el mismo precio, aunque una de ellas haya sido

obtenida en unos altos hornos, otra en una acería eléctrica y latercera en una moderna acería compacta y aunque los costesde las tres piezas sean bien diferentes; el precio viene fijadopor la demanda y por los costes de la tecnología más cara. Enla situación de este ejemplo puede ocurrir que los costes de latecnología más cara aumenten, haciendo lo propio el preciode la pieza y los beneficios de las otras dos tecnologías. Anadie se le ocurre afirmar que los beneficios –tanto los inicia-les como los posteriores al encarecimiento de la tecnologíaque fija precio– que obtienen las otras tecnologías son windfallprofits; pues bien, las autoridades energéticas que promulga-ron la Orden ITC/3315/2007 no sólo lo hicieron, sino que tam-bién decidieron que tales beneficios fueran devueltos parapaliar el déficit tarifario acumulado. Además de esto, lo quetambién hicieron fue anular los efectos derivados de la exis-tencia y funcionamiento del mercado de emisiones.

Situaciones como éstas se producen cuando las falaciascampan a sus anchas. Falacias son argumentos erróneos,nociones falsas sobre el universo, apreciaciones incompletasde los problemas complejos, errores lógicos, engaños, argu-mentos erróneos, sofismas, defectos que vician. Aunque sonfáciles de descubrir, las falacias sobreviven en los ambientesmás respetables y son difíciles de erradicar. Muchos puntos devista sobre los problemas económicos son falacias.

Los derechos de emisión de los GEI son costes que se hanincorporado “con carácter permanente” a las empresas de lossectores afectados. Un incremento del precio del derecho deemisión, que se produzca por la razón que fuere, puede provo-car un beneficio en otras empresas, que puede calificarsecomo se quiera, pero no de windfall profit.

Panel de cotizaciónde emisiones en unestand de la CarbonExpo de 2008,celebrada en laciudad alemana deColonia.

© Carbon Expo 2008 / Feria de Colonia

Cuaderno central, 67

En segundo lugar, en el mercado eléctrico español, enbuena parte de las 8.760 horas que tiene un año, las centralesque fijan precio dependen de ciclos combinados que utilizangas natural importado. Supongamos que por cualquier cir-cunstancia (por alteraciones de los mercados internacionales,por ejemplo) se produce un aumento del precio del gas natu-ral, de modo que el precio de la electricidad se eleva un 10%;como es sabido, con este precio –un 10% superior– se retribu-ye toda la electricidad, sea producida con una u otra tecnolo-gía. Así, las centrales nucleares, las hidráulicas y las de cual-quier otro tipo recibirán por la electricidad producida un pre-cio que será un 10% superior al que recibían antes de que seregistraran los incidentes internacionales. ¿Pueden catalogar-se los beneficios generados por estos mayores ingresos comowindfall profits? ¿Por qué el Gobierno no exige a las empresaseléctricas que devuelvan –para reducir el déficit tarifario o paraotro objetivo tan loable como éste– el incremento de ingresosderivado del mayor precio de la electricidad, que, a su vez, seha producido por el aumento de uno de los componentes(combustibles) de los costes variables de las centrales margi-nales? La respuesta a la primera pregunta es “no”; la segundapregunta debe responderla el Gobierno que promulgó el RealDecreto Ley 3/2006 y, en especial, la Administración energéticaque dictó la Orden ITC/3315/2007. Si el encarecimiento de lamateria prima (gas natural) no es motivo para que el conjuntode los generadores eléctricos sean obligados a devolver losmayores ingresos obtenidos por vender más cara (al nuevoprecio de la tecnología marginal) la electricidad que producen,tampoco debe serlo la existencia, o el aumento, de otros cos-tes variables como son los derechos de emisión.

En tercer lugar, si se promulgan medidas (como los RealesDecreto Ley 3/2006 y 11/2007 y la Orden ITC/3315/2007) quecombaten los efectos de la internalización de los costes deemitir GEI, la sociedad no recibe indicación alguna de cuál esel coste de producir electricidad con tecnologías contaminan-tes, lo que impide, por un lado, que el mercado sancione a lastecnologías más contaminantes por producir a un preciosuperior al de las no contaminantes e impidiendo tambiénque los consumidores reciban la señal del coste de produciresa electricidad, que incentivaría un uso eficiente de lamisma. Si la internalización del coste social del CO2 se cerce-na, desaparece el incentivo para invertir en tecnologías quesean eficientes medioambientalmente, con lo que se rompela lógica del sistema de comercio de emisiones que persiguefacilitar el cambio tecnológico. La Orden ITC/3315/2007 atentadirectamente contra el objetivo de promover e impulsar tec-nologías menos o nada contaminantes, pues esta norma esta-blece que los que no emiten CO2, o lo emiten en menor medi-

da –como los ciclos combinados–, deben contribuir a sufragarlos costes contaminantes de los que más contaminan.

Puede concluirse que un instrumento de la políticamedioambiental se ha utilizado perversamente para –inten-tar, sólo eso– remediar problemas existentes en el sectoreléctrico. El resultado ha sido que se han provocado gravesdistorsiones en el sector eléctrico (que no se abordan en esteescrito) y se ha inutilizado un instrumento muy importantede la política medioambiental. Demasiados y graves despro-pósitos causados por la voluntad de no trasladar a preciosfinales los mayores costes de la energía: los mayores costesde las energías primarias y los nuevos costes internalizadosde las emisiones de GEI. Para rectificar y para que no vuelvana producirse tales despropósitos, sería bueno analizar cadauno de los eslabones del proceso de elaboración de las nor-mas; en esta cadena, a lo peor, nos encontramos con uninexistente, o deficiente, análisis de las normas o con unadesequilibrada correlación de fuerzas entre dos departamen-tos ministeriales. ¿Hubiera impedido el Ministerio de MedioAmbiente, si hubiera podido, la promulgación de los RealesDecretos Ley 3/2006 y 11/2007 y, sobre todo, de la OrdenITC/3315/2007? En el caso de que la respuesta a este interro-gante sea negativa, ¿se hizo oír el Ministerio de MedioAmbiente en la mesa del Consejo de Ministros?

En cualquier caso, debe quedar manifiestamente claro quela Orden ITC/3315/2007 establece que una parte de la facturacontaminante está siendo soportada por las tecnologíasmenos o nada contaminantes.

En definitiva, el comercio de derechos de emisión suponela internalización de los costes medioambientales derivadosde emitir GEI, provocando con ello un incremento de los cos-tes de generación eléctrica. Estos efectos incentivan un com-portamiento más racional de los consumidores eléctricos y,además, incentivan una mayor inversión en energías renova-bles y, en especial, en tecnologías poco emisoras. Sin embar-go, en España se han cometido al menos tres errores a la horade poner en funcionamiento el mercado de emisiones. En pri-mer lugar, los derechos de emisión asignados a las empresasde generación eléctrica no deberían haber sido concedidosgratuitamente. En segundo lugar, a la hora de paliar el repar-to gratuito de tales derechos, la detracción debía haber con-sistido en que los agentes asignatarios devolvieran el valorde los mismos, sin que la devolución afectara a las centralesque no recibieron derechos y que no emiten GEI. En tercerlugar, la detracción de ingresos no debería haberse utilizadopara evitar las subidas de precio de la electricidad, pueshaciéndolo, como se ha hecho, desaparecen los efectos sobreel consumo eléctrico. M

“ Un instrumento de política ambiental se hausado perversamente para intentar remediarproblemas del sector eléctrico, lo que ha causadograves distorsiones”.

68, Ciudades, energía y cambio climático

Hasta hace poco, en EE.UU. triunfaban los grandes vehículostodoterreno, de gran cilindrada y baja eficiencia. En Europatambién proliferaron estos vehículos, pero nunca se llegó ala gran aceptación del mercado americano. Con los repuntesdel precio del petróleo de los últimos dos años y la llegadade la crisis, los hábitos de consumo se han invertido y losfabricantes tienen ahora grandes dificultades para vendersus stocks, mientras que aumenta la demanda de coches demenor consumo. El argumento habitual para justificar la dis-paridad entre eficiencias medias de vehículos a uno y otrolado del Atlántico ha sido que el precio final del combustiblees más barato en EE.UU. por su menor fiscalidad. Esta expli-cación parece adecuada, pues supone que los consumidorescalculan los costes de utilizar el vehículo durante el periodode propiedad, y los sobrecostes de una menor eficiencia decombustible se ven compensados por otros criterios, talescomo el estético, el de confort o el de prestigio. Se puede afir-mar que el consumidor está siendo racional en su elección.Por tanto, para reducir las emisiones contaminantes sepuede diseñar una política encaminada a aumentar el preciode los combustibles, o simplemente esperar a que el preciointernacional del petróleo se vuelva a poner por las nubes.Pero, ¿es esto todo lo que se puede hacer?

Las políticas de mitigación del cambio climático se cen-tran en la corrección del coste externo (la externalidad) queproduce la quema masiva de combustibles fósiles a travésde la acumulación de gases de efecto invernadero en laatmósfera. El productor contaminante no paga los costesexternos de su actividad, por lo que produce y contaminamás de los que le conviene a la sociedad y a su medioambiente. En estos casos, la asignación del mercado esincorrecta, porque no considera dos problemas: el primeroes que los incentivos no están bien alineados para conse-guir la asignación adecuada –el productor contaminantetiene el incentivo de producir y contaminar más para poderasí enriquecerse–, y el segundo es que los individuos noobtenemos información sobre las consecuencias de nues-

tras actividades –sean éstas producir productos contami-nantes o consumirlos.

En las últimas décadas se han popularizado las políticasbasadas en los llamados mecanismos de mercado: modificarlos costes relativos de aquellas actividades y productos con-taminantes para hacerlos menos atractivos. Estos mecanis-mos de mercado son generalmente considerados preferiblesa una regulación de control directo de precios porque, enteoría, se preserva la eficiencia asignativa del mercado. Laimplementación del mercado de emisiones de la UE, quedurante los primeros años sufrió algunos sobresaltos debi-do sobre todo a asignaciones de derechos demasiado gene-rosas, o los impuestos de matriculación de vehículos basa-dos en función de las emisiones1 de CO2 que están implan-tando varios países de la UE, son algunos de los ejemplos demecanismos de mercado que se han implantado en los últi-mos años. Con menor o mayor éxito, estas políticas han con-tribuido a “internalizar” el coste externo, presente y/o futu-ro, de las actividades contaminantes; el productor debepagar por lo que contamina, por lo que el incentivo para pro-ducir más se ve reducido por el coste de contaminar.

El trabajo de un regulador que atendiera sólo a los incenti-vos monetarios acabaría aquí. Sin embargo, el regulador tienemás herramientas a su disposición, aunque en ocasiones aúnno lo sepa. En efecto, las asignaciones de mercado son inco-rrectas también por la falta de información que tienen losindividuos que intervienen en él. El individuo perfectamenteracional e informado, el llamado homo economicus, que sóloreacciona a incentivos monetarios en su proceso de elección,es tan solo una simplificación de la realidad, con el fin deexplicar algunos de sus aspectos fundamentales. El compor-tamiento individual es más complejo, y el regulador puedeinfluir en él para que sea más sostenible sin utilizar incenti-vos monetarios y aun preservando la libertad de elección.

Recientes avances en la neurología y la psicología socialmuestran regularidades en el comportamiento humano quepueden servir de base para un nuevo modelo de comporta-

¿Pueden ayudarnos las políticas?Texto Eric Suñol Economista

El objetivo de las políticas medioambientales tiene que ir más alládel mero diseño de incentivos monetarios para influir sobre elcomponente racional de los individuos, y adentrarse en losmecanismos que transmiten los patrones de comportamiento.

Cuaderno central, 69

miento que desplace al tradicional modelo de elección racio-nal. Los individuos no sólo razonan, sino que también seguían por valores culturales y principios tales como la reci-procidad en las interacciones. De hecho, la ciencia económicareconoció ya hace mucho que la destrucción de un recursonatural puede ser perfectamente racional 2. El objetivo de laspolíticas medioambientales tiene que ir, por tanto, más alládel diseño de incentivos monetarios para influir en el compo-nente racional de los individuos, y adentrarse en los mecanis-mos que transmiten los patrones de comportamiento en unasociedad. La corrección de externalidades con mecanismos demercado es importante en muchos casos, como la imposiciónde costes a las industrias contaminantes, pero puede serinsuficiente para encaminar el comportamiento de los indivi-duos hacia la sostenibilidad. Si la cultura afecta al comporta-miento, las políticas públicas deben incidir sobre los patro-nes culturales para lograr un comportamiento cooperativodirigido hacia la sostenibilidad.

De hecho, la creciente literatura en economía experimentalmuestra que la imposición de incentivos monetarios puedetener un efecto perverso y limitar el comportamiento coopera-tivo. Por ejemplo, ofrecer dinero por donaciones de sangre pro-vocaba un descenso en las donaciones 3, o la exposición a sím-bolos de dinero durante los experimentos lleva a los indivi-duos a asignar menos fondos a fines benéficos 4. Y es que el serhumano tiene una habilidad innata para cooperar con desco-nocidos, muy superior a los demás primates. Durante la mayorparte de su historia, la especie humana se ha visto obligada a

cooperar en grupos para sobrevivir. La cooperación internacio-nal entre culturas heterogéneas es más compleja que la coope-ración dentro de una misma tribu. Sin embargo, la historiamuestra también ejemplos de éxito en cooperación internacio-nal como el Plan Marshall o el Protocolo de Montreal. Dehecho, en todos estos casos se demuestra que es más fácilacordar acciones inmediatas que objetivos cuantitativos alargo plazo, como se hizo, por ejemplo, con los del Protocolode Kioto. Como sugiere Schelling 5, las acciones son observa-bles, mientras que los objetivos lejanos no lo son.

El libro Nudge 6, publicado el pasado año, es una buena intro-ducción para el público general a varios de los aspectos delcomportamiento humano que están introduciéndose en lasciencias sociales. El libro aporta numerosos ejemplos de políti-cas que se han llevado –o podrían llevarse– a cabo con el (ambi-cioso) objetivo de facilitar la vida del ciudadano, y hacerlo másfeliz y sostenible. En el caso de la reducción de emisiones deCO2 de vehículos, se propone, por ejemplo, que se obligue amostrar el factor de emisión de cada coche en su publicidad(medida que ya se aplica tímidamente en la UE), o incluso quesea visible en el exterior del coche. Se sugiere también que elimpacto medioambiental del ciclo de vida de los productos seaestimado y publicado en Internet para que todo consumidorpotencial pueda conocer, si lo desea, las consecuencias de suconsumo. Evidentemente, las políticas que pueden ayudarnosa conocer las consecuencias de nuestras acciones y las de losdemás no aseguran que tomemos la opción más sostenible encada una de nuestras decisiones, pero sí contribuyen a la con-cienciación de la sociedad y facilitan comportamientos coope-rativos en cuestiones con consecuencias que no son evidentesa simple vista. ¿Cómo se ha conseguido reducir el tabaquismoen los últimos años? Aumentando el precio de los cigarrillos,pero también dando a conocer sus impactos a largo plazo.

Para combatir el cambio climático va a ser necesaria unaprofunda implicación colectiva, que deberá ser liderada o indu-cida por multitud de agentes sociales y políticos; la ciudadaníadebe ser guiada –no mandada– para que pueda actuar conconocimiento de causa en la dura transición hacia una econo-mía baja en carbono. Sólo podremos alcanzar una sociedadsostenible con la cooperación de una gran mayoría de los indi-viduos que la integramos, y para lograr esta cooperación seránecesario mucho más que los incentivos monetarios.

Notas1 Se pueden entender los impuestos de matriculación de vehículos en base a las

eficiencias de emisión como mecanismos de mercado indirectos, pues no corri-gen la externalidad directamente aumentando el precio de la contaminación,sino que cargan un sobrecoste inicial a los vehículos menos eficientes, quecontaminarán más durante su vida útil.

2 Clark, C., Clarke, F., y Munro, G. (1979). “The optimal exhaustion of a renewa-ble resource: problems of irreversible investment”, Econometrica, 47.

3 Titmuss, R. (1971). The gift relationship: from human blood to social policy.Pantheon Books, Nueva York.

4 Vohs, K., Mead, N., y Goode, M. (2006). “The psychological consequences ofmoney”, Science, 314.

5 Schelling, T. (2002). “What makes greenhouse sense?”, Foreign Affairs, 81.6 Thaler, R., y Sunstein, C. (2008). Nudge: Improving Decisions about Health,

Wealth and Happiness. Yale University Press.

M

ArnoldSchwarzenegger,gobernador deCalifornia, firmauna orden para laconstrucción de unared de suministrode hidrógeno enlas autopistas deeste estadonorteamericano.Universidad deCalifornia, abrilde 2004.

©Dane Andrew / ZUMA / Corbis

70,Ciudades, energía y cambio climático

La Comisión Europea ha consensuado que en el año 2020las energías renovables sean el 20% de nuestro consumoenergético; en principio esto es poco si pensamos comoevolucionará el clima en este siglo, pero es un buen salto sireconocemos que en la actualidad estamos en un 8% de par-ticipación, tanto en lo referente a la media europea como aldato español. Se propone que los biocombustibles líquidossupongan a esa fecha un 10% de los combustibles de auto-moción y transporte, y que incrementemos las aplicacionesde la energía solar y la biomasa en procesos de aporte decalor; pero el gran esfuerzo adicional es conseguir que almenos el 40% de la electricidad sea de origen renovable.Vamos a centrar la reflexión en este apartado. La genera-ción de energía con renovables en España supone ya el 20%del total de la electricidad.

Los primeros desarrollos del sistema eléctrico fueroncon una energía renovable, la hidráulica, cuyo despliegue aveces presentó aspectos negativos sociales y ambientales.En la actualidad supone casi el 10% del total de generaciónen España y no hay posibilidades de aumentar su presenciade forma significativa; hay que señalar que a nivel mundialsólo se recupera el 30% del potencial hidráulico disponible.La cuestión de su despliegue está ahí, y son de todos cono-cidos algunos ejemplos como el de la presa de Las TresGargantas en China, con en su doble potencial repercusión:positiva y negativa.

En la actualidad es la energía eólica la que se nos presen-ta como gran opción de desarrollo. En España ha sobrepasa-do en aportación de electricidad a la hidráulica.Actualmente, disponemos de 15.000 MW de potencia insta-lada en parques eólicos y debiéramos doblar esa cifra para elaño 2020 y llevarla a unos 50.000 MW en el año 2030; paraesta segunda fecha el coche eléctrico puede estar integradoen la movilidad urbana y podría ser recargado con electrici-dad en buena parte de origen eólico.

Tener más potencia eólica implica, en primera instancia,

disponer de más parques y más aerogeneradores. Esto chocacon ciertas sensibilidades, puesto que –hay que reconocerlo–existe una agresión al paisaje. Los parques eólicos se hanextendido ya en algunas regiones: Navarra, La Rioja, Galicia,Castilla y León y Castilla-La Mancha. En otras, hay menosparques por varias razones, entre ellas, porque el ciudadanourbano, cuando sale expulsado el fin de semana de su granmetrópoli, quiere ver “el campo limpio de molinillos”.

Una primera reflexión es que los parques eólicos actualesestán donde hay buen viento, y sería conveniente aprove-char más esos emplazamientos; en ese sentido, una solu-ción es retirar los aerogeneradores pequeños en ellos insta-lados –de entre 0,150 y 0,660 MW de potencia– y sustituirlospor las máquinas que hoy son comerciales –de 2 MW depotencia unitaria. De este modo se incrementaría la actualpotencia instalada con los actuales parques y quizás sealcanzarían los 25.000 MW sin nuevas ocupaciones de terre-no. Muchas de esas instalaciones ya están amortizadas o loestarán pronto y, por tanto, no hay una pérdida económicacomo tal con la realización de ese cambio, aunque sí que escierto que se dejaría de ganar el ingreso que seguiríandando si se mantuvieran junto con las nuevas instalacio-nes; pero los promotores eólicos me suelen decir que ellosno construyen los parques para hacerse muy ricos, sino porsu vocación ambiental.

Esto no obsta para que haya que buscar nuevos emplaza-mientos, y entre ellos aparecen los marinos, a unas millasde la costa; en ese caso, habría que evitar las incidenciasambientales, como, por ejemplo, la afección de las praderasde Posidonia. Es preciso que haya estudios detallados deimpacto ambiental y que los proyectos consigan una acep-tación ciudadana amplia. A ese respecto, hay que decir quever un molinillo en el mar desde la terraza de un hotel–para lo cual se precisa buena vista y un día muy claro– nosdebería hacer pensar que está ahí porque nosotros gasta-mos y derrochamos mucha electricidad.

El lento camino hacia las energías renovablesTexto Emilio Menéndez Ingeniero de Minas.Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid

La sociedad mira con ilusión las energías renovables como soluciónal cambio climático y a la dependencia del petróleo y del gasnatural. Las renovables pueden entrar en el sistema energéticocomo fuentes primarias o bien tener aplicación en el uso final.

Cuaderno central, 71

Otra cuestión de un amplio desarrollo eólico es la necesi-dad de soportar la red eléctrica frente a las oscilaciones de estaenergía y los condicionantes de su transformación. Por unlado, es conveniente ampliar las redes de conexión –en nues-tro caso con Francia– de forma que esos potenciales proble-mas se minimicen en una red más amplia. Por otro lado, hayque contar con generación térmica de rápida respuesta, bienciclos combinados de gas natural o bien centrales de carbónde nuevo diseño; las primeras son más limpias y rápidas en surespuesta, y las segundas son más seguras en la disponibili-dad del recurso energético primario, no hay problemas en elabastecimiento de carbón, pero si en el de gas, por lo quehabría que contar simultáneamente con ambas soluciones.

Más arriba se ha mencionado el dinero. Las energíasrenovables precisan de primas para entrar en el sistemaeléctrico, o que a las energías convencionales les carguemossus costes ambientales. Las emisiones de CO2 ya tienenasignado un valor, quizás todavía bajo y además sujeto a las

oscilaciones del mercado; pero con él los costes de genera-ción de la electricidad desde parques eólicos o con centralesde carbón son similares, y podríamos pensar que ya no seprecisan esas primas que han hecho que los parques eólicosse multipliquen; este es un tema de discusión y reflexiónque no se puede olvidar.

La electricidad eólica no crece en países menos desarrolla-dos y con mucho viento porque no pueden pagar primas; esel caso de África noroccidental o del Cono Sur americano. Enambos entornos hay intereses sociales y económicos espa-ñoles, y deberíamos pensar en cómo colaboramos paraextender en ellos la energía eólica. Superar en España los50.000 MW de producción eólica no es fácil por razones técni-cas, pero sí que es factible hacerlo en esos países, donde seahorrarían tantas emisiones de CO2 como aquí. Ahora bien,parte de los costes los tenemos que cubrir desde aquí, desdeEspaña y desde los países que integramos el mundo desarro-llado, ese que comprende la OCDE.

En la actualidad las personas amantes de la energía eólicahablan de llegar a 1.000.000 MW en el mundo en el año 2030, yesto supondrá un 7% de la demanda de electricidad previstapara esa fecha. ¿Por qué no nos planteamos el reto de que esapotencia instalada sea cuatro veces más? Sería factible y yaandaríamos por un 30% de electricidad renovable. Habría queconectarla con sistemas hidráulicos para establecer un siste-ma eléctrico más fiable. Y aquí volvemos a lo que se decía alprincipio: que hay ríos disponibles en los que, eso sí, hay quehacer bien las cosas y no como siempre. Sintamos “el vent delmón” quizás escuchando, además, aquellas voces.

La energía solar para generación eléctrica es todavía unasolución de muy elevada inversión; en España avanza porquepodemos asignarle unas primas significativas, pero en esospaíses del Sur, con sol y grandes entornos, no hay instalacio-nes porque no disponen de recursos económicos para apo-yar la inversión o para pagar las primas. Aquí, antes quehablar de cooperación hay que hacerlo de investigación ydesarrollo; debiéramos tener un “Programa Solar de I+D”.Somos el país del sol, no sólo en las playas, sino además encentros de investigación y en empresas. Las energías renova-bles suponen unos 100.000 empleos en España, de ellos lasactividades relacionadas con la energía solar representanunos 20.000; ya hay un buen camino iniciado.

En Europa, España incluida, quizás lleguemos al 40% deelectricidad renovable entre el año 2020 y el 2030, pero a esca-la mundial no se va a alcanzar; ahora bien, a efectos ambien-tales sería mejor que en esa segunda fecha hubiéramos con-seguido un 30% de electricidad renovable en el mundo frentea que en el 2020 llegáramos al 40% sólo en Europa, aparte del25% que propone el presidente Obama para Estados Unidos.

La “nueva era”, esa que queremos dibujar, ahora deberíapasar por la cooperación, aunque esto sea más fácil de decirque de hacer. El cambio climático es un problema global ylas soluciones han de ser globales, evidentemente cumplien-do nuestra parte también. M

Molino degeneraciónsubmarinade electricidad,perteneciente a unproyecto de energíade las mareasdesarrollado enEscocia e Irlandadel Norte.

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Adaptarse alnuevo medio

Ciudades, energía y cambio climático

Cuaderno central, 73

Se habla mucho del “calentamiento global” y de cómo nos vaa afectar a todos, de cómo lo provocan los llamados gases deefecto invernadero, que son (mayoritariamente) producto delas actividades humanas, y de cómo tenemos que tomarmedidas para reducir dichos gases si queremos contener laextensión de este calentamiento global.

Hay que perdonar al ciudadano honesto, enfrentado al cre-ciente número de artículos y discusiones sobre este tema, siestá a la vez preocupado y sin saber qué puede hacer. Creo quetodos tenemos razón al sentirnos preocupados por el fenóme-no popularmente conocido como “calentamiento global”, peroal que habría que referirse con más precisión como “cambio cli-mático” (porque se trata de algo más que del mero aumento delas temperaturas y, de hecho, ni siquiera estamos seguros deque todas las regiones vayan a experimentar un aumento delas temperaturas: bajo algunas circunstancias incluso pode-mos experimentar un enfriamiento de las mismas). En cuantoa las acciones que se pueden emprender, creo que existen con-sejos razonables que se pueden dar a individuos y gobiernos.

Primero consideremos las razones para estar preocupados.La mejor forma de resumirlas es señalando que nuestro plane-ta no ha sufrido nunca un “experimento” como el que esta-mos presenciando en la actualidad, en el que la emisión conti-nuada de gases de efecto invernadero (principalmente CO2,pero también metano y óxidos nitrosos y algunos más) estácontribuyendo a la creciente concentración de estos gases.Esta situación se espera que aumente las temperaturas mediasglobales, que provocará un alza de los niveles del mar al derre-tirse los casquetes polares. Los científicos también predicenque los cambios en la concentración de gases invernadero ten-drán consecuencias mucho más amplias, como sequías enunas regiones e inundaciones en otras. Si bien se comprendede forma general que esos acontecimientos van a tener lugar,el problema es que nos enfrentamos a grandes incertidum-bres sobre cuáles serán las magnitudes de sus efectos. Másaún, nuestra habilidad para predecir lo que va a ocurrir a nivellocal –en una región como Cataluña, por ejemplo– es incluso

menor que las proyecciones que podemos elaborar a nivel glo-bal. Podemos hacernos una idea de hasta dónde llega nuestraincertidumbre sobre el impacto del aumento de la concentra-ción de gases de efecto invernadero al considerar el rango delas consecuencias posibles que serían el resultado de doblardicha concentración. La concentración actual se encuentra enlos niveles de unas 350 partes por millón (ppm). Si no toma-mos medidas para reducir las emisiones de los gases más rele-vantes, esta duplicación se alcanzará mucho antes del final deeste siglo. Con semejante aumento, el incremento de la tem-peratura media global puede situarse en el rango de 2 a 4,5º Ccon una estimación optimista de 3º C, y es muy improbableque esté por debajo de 1,5º C. No se pueden excluir valores sus-tancialmente superiores a 4,5º C.

El Grupo Internacional sobre Cambio Climático (IPCC porsus siglas en inglés, la institución científica de más autoridaden la investigación sobre el clima) da una probabilidad del 17%de que S sea substancialmente superior a 4,5º C. Y, basándoseen el seguimiento de la distribución de los posibles cambios,existe una probabilidad del 2% de que S sea mayor a 8º C. Unincremento semejante no ha tenido lugar durante decenas demillones de años e implicará un desastre para el planeta.

Esta incertidumbre es lo que hace más necesaria la acción.No podemos correr el riesgo de legar a las futuras generacio-nes (empezando por nuestros nietos) un mundo que puedaestar tan seriamente dañado. Afortunadamente, hay accionesque podemos emprender para evitar este riesgo. Las investiga-ciones recientes muestran que si las concentraciones se esta-bilizan alrededor de 550 ppm, el esperado aumento en la tem-peratura es muy improbable que supere los 3º C. Aunque estono excluye completamente la posibilidad de un aumentomucho más importante, la hace extremadamente pequeña.Ahora bien, para conseguir una estabilización en esos valores,las emisiones de gases tienen que llegar a su cenit en 2020 ydespués empezar a caer hasta un nivel que debe ser un 10%menor de lo que lo son en la actualidad. El reto para conse-guirlo es de la mayor importancia. Si dividimos el mundo, en

Texto Anil MarkandyaCentro Vasco para el Cambio Climático

Aun suponiendo que tengamos éxito en estabilizar las emisiones degases de efecto invernadero, se producirán cambios considerables enel clima mundial durante el resto del siglo y más allá. Es esencial quedesarrollemos políticas para adaptarnos a este cambio.

Cambio climático:un reto y una oportunidad

74, Adaptarse al nuevo medio

líneas generales, entre países desarrollados y países en vías dedesarrollo, las emisiones de estos últimos crecen con mayorrapidez que las de los primeros, y ellos alegan en su defensa,de forma bastante justificable, que necesitan aumentar lasemisiones si quieren alcanzar el mismo nivel de vida que tie-nen los países desarrollados. Hay que recordar que más de1.600 millones de personas no disfrutan de electricidad en elmundo en desarrollo. Así, si queremos satisfacer sus ambicio-nes y al mismo tiempo alcanzar la meta de no superar elaumento de la temperatura media global de 3º C, los paísesdesarrollados deben recortar sus emisiones en un 60-80%hasta 2050 en función de los niveles en 1990. Al mismo tiem-po, los países en vías de desarrollo (especialmente los de creci-miento rápido como China, India y Brasil) también debenempezar a emprender acciones para controlar las emisiones,de manera que su total no sea, al menos, superior en 2050 a loque lo son en la actualidad.

¿Se puede conseguir? Se trata de un reto a muchos niveles.En primer lugar, y lo más importante, debemos preguntarnossi esos recortes en las emisiones se pueden lograr a un costerazonable, donde “razonable” se puede interpretar como uncoste que la sociedad esté dispuesto a pagar. Aquí la respuestaes bastante positiva. La mayoría de los estudios muestran queel objetivo se puede conseguir a un coste del 0,5% al 2,0% delPIB en 2050. Pero no debemos subestimar la tarea. Implicanada menos que una transición completa de la energía que seemplea, de una economía basada en el combustible fósil auna que dependa sustancialmente de fuentes renovables.Evidentemente, seguiremos utilizando combustibles fósilesdurante algún tiempo más, y es importante que se haga conmayor eficiencia que en la actualidad. Es necesario emprenderacciones en muchos frentes, que van desde el aumento de laeficiencia energética de las tecnologías actuales hasta la adop-ción de tecnologías nuevas y mejoradas que utilicen energíaeólica, solar, hídrica, etc. Y, más tarde, tecnologías basadas enel hidrógeno y en la fusión. También tiene que desempeñarun papel la mejora en la gestión de los ecosistemas que alma-cenan carbono, para que se pierda menos a través de la defo-restación y las prácticas agrícolas que no son sensibles a lagestión del carbono.

Pero, aunque algo sea técnica y económicamente posible,eso no significa que sea adoptado. En economías modernas ysofisticadas como la nuestra, los grupos producen y utilizandiferentes tecnologías y son responsables de la forma en quese explotan los ecosistemas, de manera que es necesario dar-les las indicaciones adecuadas para que actúen para desarro-llar y cambiar las tecnologías. Ahí es donde se unen la ciencia

de la economía y la ingeniería o gestión de los ecosistemas. Enun marco interdisciplinario necesitamos estudiar cómo dise-ñar los instrumentos adecuados. En la actualidad se pone unénfasis considerable en las opciones “basadas en el mercado”,como el permiso para comerciar con los derechos de emisiónde los gases de efecto invernadero. El incentivo para adoptartecnologías bajas en carbono se crea mediante la limitacióndel número de derechos que se emiten y el comercio aseguraque la reducción general de emisiones se realiza al menorcoste posible. Otra opción es el uso de un impuesto del “car-bono”, que también han adoptado algunos países. Otros ins-trumentos políticos incluyen subsidios a los desarrolladoresy usuarios de tecnologías bajas en carbono, parámetros de efi-ciencia en el diseño de edificios, etc. Estos instrumentos creanoportunidades tremendas para los que se preocupan deexplotarlas. Van desde inversiones en el desarrollo de tecnolo-gías renovables hasta descubrir formas de hacer dinero en elmercado de intercambio de emisiones, pasando por la crea-ción de nuevos productos destinados a los consumidores queson conscientes de su “huella de carbono”.

El otro reto para alcanzar esta meta es conseguir un acuer-do internacional. Esto se persigue principalmente a través dela Convención Marco sobre el Cambio Climático de lasNaciones Unidas (UNFCCC, por sus siglas en inglés). El acuer-do actual (el Protocolo de Kioto) finaliza en 2012 y la búsquedade un nuevo tratado se persigue activamente. La reunión deeste año en Copenhague será un acontecimiento fundamen-tal para conseguirlo. Dos de los objetivos más importantes decualquier nuevo acuerdo será la inclusión de los EstadosUnidos y el compromiso de los países en desarrollo para esta-blecer algunos objetivos sobre sus emisiones.

Hasta el momento el foco de la discusión han sido las medi-das para reducir los gases de efecto invernadero, que recibe enlos debates sobre el clima el nombre de mitigación. Pero inclu-so aunque tengamos éxito en alcanzar el objetivo de la estabi-lización de las emisiones en 550 ppm, se producirán cambiosconsiderables en el clima mundial durante el resto del siglo ymás allá. Por eso es esencial que desarrollemos políticas paraadaptarnos a este cambio. Esta adaptación presenta múltiplesdimensiones. Las inversiones actuales en infraestructuras quedeben perdurar durante cincuenta años o más deben hacerseteniendo en cuenta los cambios inminentes en el clima: tem-peratura, precipitaciones, etc. Regiones con peligro de inunda-ción como resultado de la elevación del nivel del mar y unaumento de las precipitaciones necesitan ser desarrolladas yrecibir una protección adecuada, teniendo en cuenta dichas cir-cunstancias. Es posible que aumente la incidencia de ciertas

© Theo Allofs / Corbis

“ Las inversiones en infraestructuras que han deperdurar 50 años o más deben hacerse teniendo encuenta los inminentes cambios en temperatura,precipitaciones, elevación del nivel del mar...”

Cuaderno central, 75

enfermedades cuando las condiciones ambientales favorezcana algunos vectores transmisores de infecciones y cuando fenó-menos tan extremos como la oleada de calor de 2003 se vuel-van más frecuentes; las acciones para proteger al público desemejantes impactos son esenciales. Finalmente, podemosesperar cambios en la agricultura, cuando las condiciones desequía dificulten algunos cultivos y favorezcan el crecimientode otros. Todo esto requiere investigaciones basadas en laspolíticas que es necesario aplicar para minimizar el impactonegativo del clima sobre las personas y la sociedad.

Como ha mostrado este artículo, existe una importanteagenda de investigación asociada al cambio climático. En elprimer lugar de la lista se encuentra la ampliación de nuestroconocimiento sobre las causas y las consecuencias del cam-bio, para que podamos planificar a partir de un abanico másestrecho de posibilidades. En segundo lugar, se encuentra lainvestigación para el desarrollo de nuevas tecnologías quedesplacen nuestras economías hacia una base baja en carbo-no (e incluso libre del mismo). En tercer lugar, necesitamoscomprender qué instrumentos tienen el mejor resultado paraproporcionar los incentivos más ajustados en cuanto al costey más equitativos para realizar este movimiento. En cuartolugar, existe un programa de investigación principal para con-cebir los acuerdos internacionales que sean aceptables paratodas las partes, y que sean verificables y estables. Y, finalmen-te, necesitamos un mejor conocimiento de los impactos delcambio climático sobre los individuos y sobre la sociedad,para que se puedan introducir las medidas de adaptacióncorrectas. Como se podría esperar, debido al tamaño del pro-

grama de investigación, muchas instituciones están compro-metidas con la tarea, incluida aquella de la que soy director.

El Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) fue creadoen septiembre del pasado año y se centra principalmente enlos aspectos socioeconómicos y de adaptación del cambio cli-mático. Actualmente estamos trabajando en políticas deadaptación de las áreas de la salud y de la agricultura, enmedidas para reducir las emisiones procedentes de la defores-tación y en el diseño de políticas de mitigación. El BC3 tam-bién está activamente relacionado con instituciones en Indiay China para comprender mejor los costes del cambio climáti-co en aquellos países. Finalmente, el Centro trabaja en la defi-nición de las consecuencias más próximas del cambio climáti-co en el País Vasco, y, en un ámbito más general, en España,para que se puedan introducir las medidas de adaptacióncorrectas. En este aspecto, nuestro interés se centra en la dis-ponibilidad cambiante de los recursos hídricos.

Ningún centro puede tener la esperanza de enfrentarse atodos los problemas importantes del cambio climático y, aunasí, es esencial que cada uno trabaje reconociendo el trabajode los demás, de manera que no se dupliquen esfuerzos y segane con la cooperación siempre que sea posible. Por estarazón, el BC3 está activamente relacionado con muchas insti-tuciones europeas que trabajan sobre temas relacionados conel clima en España, Italia, Noruega y Estados Unidos. Nuestrosinvestigadores están muy motivados y convencidos de queestamos trabajando en uno de los problemas más importan-tes a los que se enfrenta la humanidad, con la esperanza dehacer una pequeña contribución a su resolución.

Lecho de un lagoseco en el desiertode Namibia.En las páginasanteriores, el glaciarTriftgletscher, enlos Alpes suizos,en dos imágenestomadas en losmeses de agosto de2002 y 2003, querevelan claramentesu retroceso.

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76, Ciudades, energía y cambio climático

De energías verdes hemos pasado a economía verde. En elWorld Economic Forum celebrado en enero de 2009, en plenacrisis, se acuñó un nuevo término: green investing1. Existentodavía ciertas incertidumbres al respecto, y me vienen a lacabeza tres. La primera es el futuro del Protocolo de Kioto: ¿quéacuerdos se tomarán en Copenhague, a finales de 2009? No esun punto final, sino que abrirá una nueva etapa. Frente a losactuales acuerdos que concluyen en 2012, el actual Protocolode Kioto favorece respuestas y medidas sólo a corto plazo parala lucha contra el cambio climático. El nuevo acuerdo deCopenhague permite respuestas con objetivos estratégicos alargo plazo, con horizontes incluso más allá del año 2020.

La segunda incertidumbre está, en parte, despejada por elacuerdo de Bruselas del pasado 17 de diciembre. El famosopaquete de energía y clima contiene un ambicioso compromi-so de alcanzar un 20% de energía renovable en el periodo 2012-2020, un desafío que implicará un fuerte impulso de innova-ción para alcanzar la madurez de estas tecnologías. Falta pordespejar la incógnita de qué incentivo recibirán las energíasrenovables. La otra parte del acuerdo es el objetivo de reduc-ción de emisiones en un 20%, que en Copenhague pasaría a serde un 30%, con unos mercados de carbono en que el sectorenergético acudirá a la subasta de permisos.

Por último, nos encontramos en una coyuntura económicacompleja de falta de liquidez y crisis financiera. En este con-texto, nos enfrentamos a ambiciosos objetivos ambientales.¿Qué respuestas se están dando a este doble desafío? Quizásalgunas empresas retrasen ciertas decisiones, sobre todo acorto plazo, para avanzar hacia economías bajas en carbono.Desde el punto de vista de los analistas de riesgos de inver-sión, el cambio climático es un riesgo a largo plazo. En estecampo podemos hablar de una revolución de las inversiones 2.

Por primera vez, la política energética forma parte de untodo junto con la política del clima. En este paquete de energíay clima las energías renovables desempeñarán un extraordina-rio papel. Los objetivos en materia de energías limpias, lejos deser un freno para salir de la actual crisis, resultan una extraor-

dinaria oportunidad. Sabemos cuál es la meta, incluso las eta-pas, pero necesitaremos coraje y un liderazgo político decididoque permita despejar incertidumbres para que se puedantomar decisiones sobre qué ruta escoger para alcanzar la meta.

Existen incentivos para el desarrollo de las energías renova-bles, también, en países en desarrollo. La reducción de emisio-nes que se logran en estos países gracias a proyectos basadosen energías renovables puede computarse como reducciónadicional para los países desarrollados promotores de dichosproyectos. Nos referimos a los mecanismos de desarrollo lim-pio (MDL) que generan certificados de reducción de emisiones(CER, por sus siglas en inglés) que pueden cubrir las necesida-des de derechos de emisión asignados por la Unión Europea(EUA, por sus siglas en inglés) en países desarrollados. Aquípodemos ver cómo países emergentes (Brasil, México, Chile,India, China, etc.) tienen un enorme potencial para desarrollarenergías renovables.

Estos proyectos favorecen, por un lado, la transferencia tec-nológica a países en desarrollo y, por otro, la financiación delos proyectos. La actual crisis está conduciendo a que lademanda de certificados de cumplimiento disminuya y el pre-cio de los certificados sea menos atractivo.

Los acuerdos de Copenhague serán claves para mejorar losesquemas actuales de financiación. Podemos pasar de promo-ver parques eólicos a diseñar políticas energéticas en que sedesarrollen programas de energías renovables, los llamadosMDL programáticos; es decir, impulsar una innovación quepase a economías de escala.

Respecto al futuro de las energías renovables en España, mivisión es positiva, pero debemos aprender del camino que yahemos recorrido y de las experiencias vividas especialmentecon los parques eólicos en 2007 y con las plantas solares foto-voltaicas en 2008, impulsadas por el Real Decreto 661/2007 dela Comisión Nacional de Energía.

¿Qué beneficios generan las energías renovables?Medioambientales, puesto que al reducir las emisiones degases que provocan el cambio climático se evitan riesgos

La revolución de las inversiones verdesTexto Luis Picas Asmarats Grupo Santander Asset & Capital Structuring

Los objetivos en materia de energías limpias, lejos de ser un frenopara salir de la actual crisis, resultan una extraordinariaoportunidad. Se conocen la meta y las etapas, pero hará falta corajey liderazgo político decidido.

–también– financieros y de inversión 3. Y otros como el favore-cimiento de la autonomía energética, la reducción de ladependencia de combustibles fósiles y la mejora del balancede pagos. Además, tienen efectos sobre la competitividad, eldesarrollo de una economía innovadora, con alto valor añadi-do en conocimiento, que genera empleo de calidad. Y tambiéntienen los efectos indirectos de una economía baja en carbo-no.¿Qué aspectos son claves para el desarrollo de las energíasrenovables? El desarrollo económico del país deberá permitirque se pueda asumir el coste que supone el pago de la prima alas instalaciones generadoras de energía renovable, incluidoen el régimen especial (prima que reciben sobre la tarifa eléc-trica las empresas que generan electricidad a partir de ener-gías renovables).

La disponibilidad del recurso (viento, sol, biomasa, etc.)tiene que aprovecharse donde se encuentre. Para un recursocomo es el viento no deberíamos establecer límites. En cam-bio, el sol es un recurso más repartido y sí que conviene esta-blecer un límite. Tampoco es muy justificable una reserva decuotas para unas comunidades autónomas y no para otras, amenos de que se trate de islas en las que la autosuficienciaenergética sea un objetivo más importante.

Una red eléctrica sólida, interconectada y bien extendidapor el territorio español mejora el abastecimiento. La REE hacreado un centro de control para una mejor gestión de la ener-gía renovable vertida a la red. Se pueden desarrollar redes inte-ligentes, bidireccionales…; hay mucho por hacer.

En los últimos tiempos nos hemos encontrado con unacierta indefinición del marco regulador. Cuando se ha anun-ciado que el sistema de primas iba a verse modificado, laincertidumbre generada ha provocado una masiva presenta-ción de proyectos con inversiones que, más que favorecer un

desarrollo ordenado del sector, la innovación y la mejora de sucompetitividad, ha tenido efectos distorsionadores.

¿Cómo resolver el déficit de la tarifa? En el año 2008 ha lle-gado con lo ya acumulado a los 5.000 millones. Para sacar cos-tes de la tarifa no se puede empezar por la prima a las renova-bles. El modelo retributivo feed in tariff (incluir la prima en latarifa de la energía) se ha demostrado acertado en España,pues al encontrarnos en un escenario retributivo claro, se hafacilitado la financiación de los proyectos.

Las energías renovables no son tecnologías maduras, y lasinversiones no pueden desligarse de su innovación, lo quesignifica que deben diseñarse planes de I+D a largo plazo. Esimprescindible que los proyectos de energía renovable seanintensivos en capital, para que los promotores privadosadquieran seguridad sobre los futuros ingresos de sus apues-tas estratégicas.

De todas formas, hay que permanecer alerta y acertar enlas primas, ya que si nos equivocamos por exceso –comopuede ser que haya sucedido con la energía solar fotovoltai-ca–, se realizaría una inversión tan acelerada por parte de losinversores privados que no permitiría que la tecnología evo-lucionara y se alcanzara su objetivo último: una mayor efi-ciencia y reducción de costes, y un avance hacia economíasdescarbonizadas.

Notas1 World Economic Forum (2009). Green Investing. Towards a Clean Energy

Infraestructure. Davos.2 Investor Network on Climate Risk son iniciativas de inversores en riesgos de

carbono. El primer informe de España del Carbon Disclosure Project, otra ini-ciativa, permite integrar a empresas estratégicas en cambio climático.

3 KPMG (2008). Climate Changes Your Business. KPMG’s review of the businessrisks and economic impact at sector level. Londres.

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Campesinos en unacarreta de bueyesatravesandoel parque eólico quela empresa SuzlonEnergy Limitedtiene en Dhule,India. Formado porochocientasturbinas queproducen másde 1.000 MW deelectricidad, esteparque es el mayorde Asia.

© Amit Bhargava / Corbis

Cuaderno central, 77

78, Ciudades, energía y cambio climático

La intrusión de agua salada es un problema importante enlas regiones costeras de todo el mundo porque amenaza lasalud y posiblemente la vida de muchas personas que vivenen esas áreas. Incrementa la salinidad de las aguas subterrá-neas y puede volverlas inadecuadas para el uso humano. Lasalinización de las aguas subterráneas se considera unacategoría especial de polución que amenaza los recursosacuíferos subterráneos, porque cuando se mezcla unapequeña cantidad de agua salada con el agua subterránea, elagua potable deja de serlo y ello puede conducir al abando-no del abastecimiento de agua potable. Dadas las elevadastasas de crecimiento de la población en las regiones coste-ras, donde viven cerca de las dos terceras partes de la pobla-ción mundial, el incremento de las demandas de agua haconllevado una extracción excesiva de los acuíferos, lo queha facilitado la migración de agua salada hacia los acuíferos.En las áreas costeras estos acuíferos se encuentran en con-tacto hidráulico con el mar y, en condiciones normales, elagua dulce fluye hacia el mar. Sin embargo, una sobreextrac-ción puede provocar una inversión del flujo de las aguassubterráneas desde el mar hacia el interior, propiciando laintrusión de agua salada. Más aún, la elevación de los nive-les del mar acelera la intrusión del agua salada en los acuífe-ros, lo que reducirá todavía más los recursos de agua dulcesubterránea. Con el impacto del alza del nivel del mar, com-binado con la sobreextracción, el problema se vuelve muyserio y exige medidas prácticas para proteger de la poluciónlos recursos hídricos disponibles.

Así pues, la intrusión de agua salada plantea una limita-ción aún mayor de la utilización de los recursos hídricossubterráneos, que proporcionan un tercio del total de aguapotable. Una de las mayores preocupaciones en los acuífe-ros costeros es la intrusión de agua salada en el agua dulce acausa de una excesiva extracción de aguas subterráneas. Laintrusión de agua salada se considera uno de los procesosresponsables de la degradación de la calidad del agua por-

que eleva la salinidad a niveles que exceden los límites acep-tables para el agua de boca y de riego. Por eso, la intrusiónde agua salada debe ser prevenida o, al menos, controladapara proteger los recursos hídricos subterráneos. Y el con-trol se puede conseguir mediante el mantenimiento de unequilibrio apropiado entre el agua que se bombea del acuífe-ro y la cantidad total de agua que se aporta a él. Ahora bien,la subida del nivel del mar también amenaza el almacena-miento de agua subterránea en los acuíferos costeros por-que impone una presión adicional en la desembocaduramarina que contribuye a que el agua salada se desplacehacia el acuífero. Así, el aumento del nivel del mar traslada-rá la zona de mezcla más hacia el interior. Entonces, lospozos de extracción que se localizan sobre agua dulce subte-rránea se encontrarán sobre agua salina y, en consecuencia,las tasas de extracción de estos pozos se verán reducidas oincluso obligarán a su abandono. Se considera que este esuno de los impactos más graves de la subida del nivel delmar sobre la intrusión de agua salada. Además, las cosechassufrirán daños provocados por la salinización del suelo, loque puede tener efectos económicos de gran importancia.

El cambio climático es el resultado de actividades natura-les y/o humanas. La temperatura media del globo ha cam-biado durante el pasado siglo debido al incremento en lasconcentraciones de gases de efecto invernadero, principal-mente dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) ymetano (CH4). Los gases de efecto invernadero permitenque la radiación solar atraviese la atmósfera hacia la superfi-cie terrestre, pero interceptan y almacenan la radiacióninfrarroja emitida desde la superficie de la Tierra. Esto con-duce al calentamiento de la atmósfera. Este fenómeno seconoce como calentamiento global y se considera la causadel cambio climático. El incremento en la concentración delos gases de efecto invernadero irá asociado al aumentocorrespondiente de la temperatura media global, que seespera que sea más elevada a finales del presente siglo. Por

La intrusión de aguamarina en las costasTexto Hany F. Abd-Elhamid y Akbar A. Javadi Grupo de Geometría Computacional.Escuela de Ingeniería, Informática y Matemáticas. Universidad de Exeter (Reino Unido)

El nivel global medio del mar ya ha subido entre unos diez y unosveinte centímetros a lo largo del siglo pasado. Se espera que en elfuturo la elevación se produzca a un ritmo mucho más rápido queen el pasado reciente.

© Bayerri / Prisma

Cuaderno central, 79

eso, el incremento de los gases de efecto invernadero debeser controlado para proteger la Tierra y a sus habitantes deestos cambios tan importantes. El cambio climático provocael aumento global de los niveles del mar, lo que, a su vez,tiene un efecto directo sobre la intrusión de agua salada. Elaumento de la temperatura global calentará la superficie dela tierra, de los océanos y de los mares. Este calentamientoprovocará el descenso de la presión atmosférica, lo que, a suvez, conllevará un aumento del nivel del agua en los océanosy en los mares. El alza del nivel del agua se producirá por unaserie de razones, que incluyen la expansión térmica de losocéanos y mares y la fusión de los glaciares, las nieves perpe-tuas y las placas de hielo. El cambio climático ya ha causadocambios en el nivel del mar durante las últimas décadas. Elnivel global medio del mar ha subido entre unos diez y unosveinte centímetros a lo largo del siglo pasado, según estima-ciones del Grupo Intergubernamental para el CambioClimático (Intergovernamental Panel of Climate Change,IPCC, 1996). Se espera que en el futuro la elevación del niveldel mar se produzca a un ritmo mucho más rápido que el delpasado reciente; el aumento previsto en el alza del nivel delmar se sitúa en el rango de entre los veinte y los ochenta yocho centímetros en los próximos cien años (IPCC, 2001).

La elevación de nivel del mar tiene muchos efectos sobrelas regiones costeras a largo plazo, como el aumento de laerosión costera y la intrusión de agua del mar. La erosióncostera puede conducir a la inmersión parcial o total de algu-nas ciudades costeras que se encuentran a un nivel muybajo. Los efectos del cambio climático y de la subida nivel delmar sobre la intrusión de agua salada a largo plazo debetenerse en cuenta y controlarse porque una elevación deunos pocos centímetros en el nivel del mar puede tenergrandes efectos sobre la intrusión de agua salada y empujarla zona de transición más hacia el interior. Se han llevado acabo algunas investigaciones para estudiar los efectos posi-bles del cambio climático y del alza del nivel del mar sobre laintrusión de agua salada en diferentes lugares del mundo.Por ejemplo, en el acuífero del Delta del Nilo, en Egipto, lasinvestigaciones han demostrado que la intrusión de aguasalada es muy vulnerable al cambio climático y a la elevacióndel nivel del mar. Se considera que algunas ciudades coste-ras pueden quedar sumergidas y que el agua salada puedepenetrar nueve kilómetros en el Delta a finales del presentesiglo debido al aumento previsto en el nivel del marMediterráneo. La intrusión de agua salada también tieneefectos serios sobre las ciudades costeras porque provoca la

Campos de arroz enla zona del Port delsAlfacs, en el Deltadel Ebro.En la páginasiguiente, niñospalestinosaprovisionándosede agua en elcampo derefugiados de KhanKunis, al norte de laFranja de Gaza;trabajos agrícolasen el Delta del Nilo,y un campesino deBangladesh prote-giendo su arrozal dela invasión del aguasalada y de lasriadas del deshielodel Himalaya.

contaminación y disminución de las aguas subterráneas. Porejemplo, en la franja de Gaza la principal fuente de agua essubterránea y la tasa de crecimiento de la población esdemasiado alta. Esto ha provocado una sobreextracción delacuífero que ha conducido a un aumento dramático en laintrusión de agua salada. Con el crecimiento continuo de lapoblación y la sobreextracción se espera que durante la pró-xima década el acuífero se encontrará completamente conta-minado por agua salada y los habitantes de la zona tendránque encontrar nuevas fuentes de agua. En consecuencia, elcontrol de la intrusión de agua salada es esencial en esasáreas para proteger las aguas subterráneas. Otros paísesmediterráneos tienen también los mismos problemas deelevación del nivel del mar y de intrusión de agua salada,como Libia, España e Italia.

Se pueden plantear una serie de soluciones para paliarestos problemas. Para reducir la erosión costera que habi-tualmente está causada por las olas y acelera la subida delnivel del mar, se pueden utilizar una serie de métodos comola construcción de rompeolas alejados de la costa que ayu-dan a reducir la fuerza de las olas. Además, para contener elesperado aumento del nivel del mar se pueden erigir algunasestructuras, como diques, muros de contención, espigones ypresas; asimismo, se puede reducir la extracción de los acuí-feros trasladando los pozos más hacia el interior, utilizarbarreras superficiales para prevenir el flujo de agua saladahacia los acuíferos, aumentar la recarga de los acuíferosmediante aportes superficiales o pozos de inyección paraincrementar el nivel de agua dulce que frene la intrusión deagua salada, reducir el volumen de agua salada extrayendoagua salina y tratándola para su reutilización en la agricultu-ra o para recargar el acuífero con el fin de aumentar las reser-vas de aguas subterráneas, o una combinación de algunas deestas técnicas. Al seleccionar el método apropiado para con-trolar la intrusión de agua salada deben tenerse en cuentalos aspectos económicos, el impacto ambiental y el desarro-llo sostenible de los recursos hídricos en las áreas costeras.

La intrusión de agua salada es, como hemos dicho, unproblema muy grave y representa retos presentes y futurospara todos los interesados en el tema. La solución a este pro-blema no es fácil y requiere que muchas organizaciones detodo el mundo trabajen juntas para enfrentarse a los desas-tres futuros provocados por el aumento en la concentraciónde gases de efecto invernadero, el calentamiento global, elcambio climático, la fusión de glaciares, nieves eternas y pla-cas de hielo, y la elevación del nivel del mar.

“Un alza de pocos centímetrospuede tener grandes efectos sobrela intrusión de agua salada. Laerosión puede conducir a lainmersión de algunas ciudades”.

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La crisis, catalizadora desostenibilidad urbanaTexto Mario López-Alcalá Innovest Group

Las crisis climática, energética y económica hacen que los inversoresanalicen los riesgos con mayor detenimiento. Han aparecido nuevasvariables que afectan el rendimiento de la inversión inmobiliaria.

2008: un año que será considerado como punto de inflexión.La crisis crediticia, la volatilidad en los mercados de materiasprimas y la incertidumbre económica han propiciado que losfactores que se tomaban en consideración en el análisis y losriesgos de inversión, la gestión de negocios y el gasto públi-co deban replantearse a fondo.

Las ciudades y, en general, el hábitat edificado están en elepicentro de este cambio. Con la actual crisis crediticia, deto-nada por las hipotecas de alto riesgo, se pone de manifiestoque los atajos financieros de corto plazo no dejan dividen-dos positivos en el ámbito económico, social o ambiental alargo plazo.

Las crisis climática y económica actuales han provocadoque los inversionistas analicen los riesgos de inversión conmayor detenimiento. Tanto el entorno regulador como loscambios en las preferencias de los arrendatarios1, que ahoraincluyen factores de sostenibilidad, constituyen nuevasvariables de riesgo que afectan a los rendimientos en lasinversiones en bienes inmuebles.

Se espera que las propiedades sostenibles tengan perio-dos más cortos de desocupación, rentas más altas, una vidaútil más larga y un mayor valor de mercado2, al tiempo quefacilitarán la creación de economías bajas en carbono eintensidad energética.

© Albert Armengol

82, Ciudades, energía y cambio climático

Debido a que la mayoría de los activos edificados existen-tes permanecerán en uso a medio y largo plazo, el hecho deenfocar la financiación y remodelación de estos activos cons-tituirá un punto crítico en el proceso de desintoxicaciónfinanciera. Esto conlleva, paralelamente, la supresión de losactivos tóxicos de carbono en los mercados crediticios.Adicionalmente, es necesario que los derechos asociados aestos activos sean ejercidos y acordados de forma sostenible.

La relación entre las diferentes partes que intervienen enel ciclo de vida del activo construido debe ser dinámica ydebe existir un cierto nivel de retroalimentación. Esto inclu-ye tanto a la autoridad que establece los códigos de cons-trucción como a quien regula los usos de suelo, e incluso alusuario final del ambiente construido3. En la ciudad deNueva York, por ejemplo, el código de construcción incorpo-ra los estándares establecidos por la AsociaciónEstadounidense de Ingenieros de Calefacción, Refrigeracióny Aire Acondicionado (ASHRAE, por sus siglas en inglés) conun retraso de cinco años en promedio.

El dinamismo en la interacción de las partes interesadas, yparticularmente entre el arrendatario y el resto de los acto-res, define en última instancia la efectividad de las prácticassostenibles que se pretenden ejercitar. Dicha efectividad hade ser evaluada mediante la monitorización periódica de lasmencionadas prácticas. La periodicidad puede venir marca-da, por ejemplo, por el surgimiento de nuevos estándarestécnicos emitidos por grupos colegiados (como el caso deASHRAE); por el momento en que se tengan que renovar loscontratos de arrendamiento, cuya renegociación deberá rea-lizarse valorando la eficacia de la propiedad en lo referente alconsumo de agua y energía en función de sus elementos físi-cos y humanos; o por las necesidades emergentes de lasociedad. Todo esto exige mantener una evolución constan-te de códigos de construcción y de urbanización, que den alentorno construido el contexto financiero y ambientalmen-te sostenible que en la actualidad se precisa.

Esta evolución trae aparejado un resultado virtuoso encuanto a la vida útil de las estructuras construidas: la alarga-rá. Es decir, disminuirá la velocidad a la que un inmueble sevuelve obsoleto, pierde valor y reduce sus rendimientosfinancieros. Pero no sólo el inmueble, pues una infraestruc-tura urbana sostenible también mejora su valor. Una mues-tra de ello es el proyecto de renovación urbana Portal ComúnKasumigaseki, en el extremo sur del Palacio Imperial enTokio, que aprovecha la infraestructura de transporte públi-co e integra estructuras históricas con la renovación de losprimeros rascacielos construidos en la ciudad.

Dicho resultado refuerza lo que la teoría propone: un activocon mejores niveles de rendimientos y riesgos, atraerá mayorinversión incidiendo positivamente en su precio y en el costede capital4. Este esquema brinda incentivos adicionales paraque las partes involucradas modifiquen su comportamientoencaminándose a adquirir estos activos o a mejorar su admi-nistración y operatividad. Es importante subrayar que, debidoa la relativa novedad de estas propiedades, hasta la fecha noexiste una documentación empírica abundante con respectoa la diferenciación en los rendimientos de estos activos5.

Nueva York y TokioEs tangible la apuesta que hacen las ciudades con respecto allargo en contra del corto plazo. La palabra clave aquí es “tran-sición”. Podríamos visualizar esta transición como una carre-ra para la cual se traza una ruta, con puntos intermedios demonitorización dirigidos a la consecución de la meta.

En Nueva York se estableció el “plaNYC 2030” para planifi-car el futuro de la ciudad hasta 20306. Este plan se enfoca entres áreas fundamentales: crecimiento poblacional, infraes-tructura y medio ambiente. El plan hace notar que los edifi-cios representan el 79% de las emisiones de gases de efectoinvernadero (GEI) de la ciudad, por lo que la modificación delos códigos de construcción para incidir en la eficiencia en eluso de energía es un hito en la ruta para mitigar la contribu-ción de la ciudad al cambio climático. El objetivo de reduc-ción de GEI de la ciudad de Nueva York es de un 30% pordebajo de los niveles registrados en 2005.

En Estados Unidos no sólo Nueva York, en ausencia delegislación nacional, ha tomado la iniciativa para mitigar yadaptarse al cambio climático. Más de novecientas ciudadesde la Unión se han adherido al Acuerdo de la Conferencia deAlcaldes sobre la Protección del Clima7. Este acuerdo tienecomo meta fundamental que cada ciudad cumpla con losobjetivos de reducción de GEI establecidos para EstadosUnidos en el Protocolo de Kioto.

Si bien dichas iniciativas son notables, las ciudades esta-dounidenses no son pioneras en esta tendencia. Desde ladécada de 1990 se formó un grupo llamado ConsejoInternacional para las Iniciativas Ambientales Locales (ICLEIpor sus siglas en inglés) basado en los planes de AgendaLocal 21. A este grupo se han unido más de mil ciudades entodo el mundo. El ICLEI cuenta con la Campaña de Ciudadespor la Protección del Clima8.

Un punto fundamental que se contempla en estos planesde mejora urbana es que las nuevas tendencias no sólodeben servir para mantener o mejorar el medio ambiente,

“ La capacidad de integrar fines económicos y ambientaleshace que confluya la voluntad política necesaria paraponer el cambio en movimiento, lo que a la vez ofreceuna respuesta a la actual crisis económica”.

sino que deben tener el potencial de generar desarrollo eco-nómico mediante la renovación de edificios, infraestructuraurbana, ecología urbana, administración de eficiencia ener-gética, energías limpias, administración de agua, transporte,reciclaje y restauración de sitios contaminados. Este poten-cial de integrar fines económicos y ambientales hace queconfluyan las voluntades políticas para poner en movimien-to el cambio necesario, lo que a la vez supone dar una res-puesta a la actual crisis económica.

Un ejemplo de cómo se materializa esta coincidencia desolución financiera y ambiental es la ciudad de Tokio. Elayuntamiento de la ciudad publicó el plan denominado “ElGran Cambio de Tokio: Plan de 10 años”. La característica mássobresaliente de dicho plan es la introducción de políticaspúblicas para “cambiar la estructura de la sociedad” de cara adisminuir el nivel de emisiones de GEI de la ciudad. Para ins-trumentar este cambio estructural de la sociedad, el Plan de10 años contempla la incorporación de tecnologías de punta yel fomento de la disminución de GEI provenientes de empre-sas grandes, pequeñas y medianas (PYME), así como de loshogares, en función de sus posibilidades y responsabilidad.Otro aspecto sobresaliente es que debido a que la mayoría delos edificios construidos hoy estarán presentes en el año2050, es necesario que sean construidos siguiendo las especi-ficaciones que serán exigidas para el año 2050.

Finalmente, Tokio pondrá en marcha un mercado poremisiones de GEI en 2010. Se espera que empresas grandescompren emisiones de las PYME que sean susceptibles deconservar energía y reducir los niveles de GEI. El resultadoserá que se alcancen reducciones de GEI al menor coste posi-ble, mientras que se incentivan las actividades de las PYME ylas actividades ambientales9.

En una visita reciente a Tokio, después de conocer el“Visión Ambiental OMY: Plan de 1.000 años en el futuro”, mepareció evidente el hecho de que una ciudad no puede sersostenible solo porque lo sean sus diferentes distritos y edi-ficios, sino que además es necesario que sus habitantes apli-quen en su práctica cotidiana un estilo de vida sostenible10.La participación de una ciudadanía concienciada es funda-mental para tender un puente entre la actual realidad y unarealidad sostenible.

Notas1 Una “elasticidad de la demanda” con respecto a la sostenibilidad.2 Innovest ha realizado estudios comparativos entre los rendimientos del mer-

cado bursátil que proveen a las empresas de bienes raíces, entre las cualesInnovest ha distinguido aquellas que están por encima de la media de su sec-tor y aquellas que están por debajo, en cuanto a factores ambientales, socialesy de gobernanza, y ha llegado a la conclusión de que los resultados de las pri-meras superan a los de las segundas. Véase Hartnett, B., y Hall, A. “Green RealEstate: Big on Opportunity, Slow on the Uptake”, Innovest, Real Estate SectorReport, 2008.

3 El 80% del consumo de electricidad en la vida de un edificio tiene lugar duran-te la operación del mismo. El resto, durante la construcción y demolición.

4 Véase Ito, M., “A note on Environmental Value Added for Real Estate”, 2005,for the 10th Anniversary memorable article for the Tokyo Association of RealEstate Appraisers, Sumitomo Bank in Tokyo.

5 Existen, sin embargo, estudios en cuanto a los rendimientos que provee elcoste adicional de construir un edificio verde en comparación con un edificiotradicional; véase, por ejemplo, Ross, B., López-Alcalá, M., Small, A., “Modelingthe Private Financial Returns from Green Building Investments”, 2007, Journalof Green Building, vol. 2, num. 1, invierno de 2007. También existen diferentesestudios que muestran diferenciales en rentas por pie cuadrado, tasas de ocu-pación y precio de venta por pie cuadrado entre edificios verdes y edificiosconvencionales; véase, por ejemplo, Commercial Real Estate and theEnvironment, 2008, CoStar Group.

6 El plaNYC fue presentado en el Día de la Tierra 2007.7 Véase http://www.usmayors.org/climateprotection/8 Véase http://www.iclei.org/.9 Véase http://www.metro.tokyo.jp y http://www.japanfs.org10 OMY son las iniciales del conjunto de demarcaciones que conforma el área de

negocios de Tokio y comprende los distritos de Otemachi, Marunouchi yYurakucho.

Captadores térmicospara elcalentamiento deagua en un edificiode nuevaconstrucción de lacalle de Casp, enel Eixamplebarcelonés.En la página inicialdel artículo, piscinay captadorestérmicos en elterrado del edificiode Pau Claris, 101,obra de losarquitectosFelip Pic-Aguilera yTeresa Batlle.

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© Guido Manuilo

84, Ciudades, energía y cambio climático

Las cebras que viven en la sabana africana tienen un trajedivertido. Eso es lo que dicen mis hijas pequeñas, que todavíalo perciben como el resultado azaroso y casual de la naturale-za. Podemos encontrar diferentes respuestas que expliquenque la naturaleza les haya proporcionado un diseño tan origi-nal: ¿forma de enmascaramiento, mecanismo relacional... osencillamente capricho de la naturaleza? No hay nada casualen la naturaleza. La combinación de pelo negro y blanco quetienen las cebras constituye una de las adaptaciones más eco-eficientes, diríamos hoy, que ha hecho la propia naturaleza.Gracias a esta disposición de rayas blancas y negras que favo-recen su regulación térmica, las cebras se han adaptado deforma óptima a las altas temperaturas de su hábitat.

Este diseño de eficiencia que la naturaleza proporcionó a lacebra tuvo lugar en una adaptación progresiva. Cambios queduraron miles de años. El cambio es una constante de nuestroplaneta. A lo largo del tiempo se han sucedido muchos cam-bios y seguirán sucediéndose, puesto que constituyen unfenómeno determinante en la evolución de la Tierra. Pero enlos últimos años este gran dinamismo ha empeorado debidoa un cambio global mucho más importante, caracterizado porla rapidez y la aceleración de esta transformación y por elhecho de que la humanidad sea la principal responsable.

La biodiversidad dispone de una reducida capacidad paraadaptarse a cambios abruptos como los que tendrán lugar enlas próximas décadas. En este contexto, la humanidad debeasumir compromisos para la preservación de la biodiversidad.

Podemos obtener muchas enseñanzas de la cebra y de suevolución. Son lecciones que necesitamos aprender para redu-cir la vulnerabilidad de nuestro planeta y favorecer su adapta-ción a los nuevos fenómenos.

Las ciudades son un sistema en expansión tanto por sucreciente concentración de habitantes como por la ocupa-ción territorial que generan. A principios del siglo XIX sólo el3% de la población mundial vivía en zonas urbanas; en el pre-sente, dicho porcentaje se sitúa por encima del 50%. Las ciu-dades constituyen un problema para el medio ambiente, aconsecuencia del modelo urbano adoptado. Las repercusio-

nes medioambientales que los sistemas urbanos generansobre los sistemas rurales y naturales son muchas. El consu-mo de recursos no renovables, el balance energético –la másimportante por su incidencia en el cambio climático–, el tra-tamiento de los recursos hídricos, el tratamiento y elimina-ción de los residuos urbanos, la contaminación atmosférica,el ruido, etcétera.

Pero la solución de muchos de estos problemas paradóji-camente se encuentra en las ciudades, en las políticasmedioambientales locales y regionales y en las nuevas acti-tudes a asumir por los poderes públicos y los residentes delas grandes metrópolis. Cabe entonces cambiar las ciudadescon el objeto de hacer posible su competitividad y desarrollodesde un compromiso firme y decidido con la sostenibili-dad. La mejor estrategia para combatir la crisis climática es laintegración de recursos y políticas, la constancia y la partici-pación. La escala en que mejor puede gestionarse este enfo-que complejo es la local.

Barcelona está fuertemente comprometida con la sosteni-bilidad. El conjunto de espacios naturales y seminaturalespróximos o integrados en su ámbito, se convierten en unagran oportunidad para la divulgación, la toma de conciencia yla preservación de la biodiversidad existente en los ecosiste-mas propios de la matriz territorial donde se establece la ciu-dad. Además, la concentración de población de la ciudad deBarcelona, y su relevancia en el ámbito mediterráneo –del cualasume la capitalidad europea y mundial–, le otorgan unpotencial didáctico que va más allá de la divulgación de losvalores naturales de su propio entorno.

La zona mediterránea es una de las más vulnerables a losefectos del cambio global, sobre todo, la primera línea decosta. Catastrofismos al margen, la amenaza, que ya es bas-tante seria, va mucho más allá de los cambios de temperatura,aumentos del nivel del mar y pérdidas de biodiversidad, porcitar algunos riesgos, y reclama atención desde la perspectivade la gobernabilidad, teniendo en cuenta los enormes efectoseconómicos y de seguridad asociados con desastres climáti-cos y con nuevos fenómenos migratorios, y con la posible

Proteger la biodiversidad,también en la ciudadTexto Miquel Trepat i Celis Director del Zoo de Barcelona

La mejor estrategia para combatir la crisis climática es laintegración de recursos y políticas, la constancia y la participación.La escala en que mejor puede gestionarse este enfoque complejoes la local.

generación de conflictos derivados de la necesidad de acceso arecursos básicos (agua, tierras de cultivo, pesca…). Por lotanto, se trata de trabajar coordinadamente para prepararnospara estas nuevas situaciones, contribuyendo en consecuen-cia a la estabilidad geopolítica y al mantenimiento de la paz.La Unión para el Mediterráneo, con sede en Barcelona, asumeen este ámbito una gran responsabilidad.

En este contexto, el nuevo Zoo de Barcelona puede contri-buir de manera relevante a consolidar la estrategia de divulga-ción de la biodiversidad de la ciudad y a desarrollar nuevosmecanismos de toma de conciencia de la necesidad de su pro-tección, dotándola de un componente más global, asumiendoun activo papel dinamizador y de coordinación del potencialdivulgativo y conservacionista de las instituciones zoológicasdel área mediterránea, que pueden convertirse en una red quevaya más allá de sus funciones tradicionales.

Las instituciones zoológicas han modificado sustancial-mente su papel en los últimos años, orientándose progresiva-mente hacia una función más activa y decidida en cuanto a lageneración de conocimiento y en la investigación aplicable a lapreservación de los hábitats y las especies amenazadas, la sen-sibilización con la pérdida de biodiversidad y en la implicaciónen programas de conservación y reintroducción de especies.

Estos objetivos constituyen en el presente la razón de serde las instituciones zoológicas, lejos del mero papel de cen-tros de entretenimiento con el cual a menudo se los identifi-ca. Las instituciones zoológicas –más de mil en el mundo, ycon unos seiscientos millones de visitantes por año– permi-ten a las personas acercarse a las diversas dificultades y ame-nazas que padecen los hábitats de la Tierra. Al mismo tiempo,son piezas clave en la educación ambiental, puesto que a tra-vés de la interpretación y representación de los ecosistemas, ygracias a las especies emblemáticas, generan conciencia social

en la conservación y la preservación de las especies amenaza-das y ayudan a explicar la vulnerabilidad de la naturaleza antefenómenos como el cambio climático y sus efectos.

Hace tiempo que los zoológicos han dejado de ser unamera colección de fieras y de exotismos. Las nuevas instalacio-nes hacen posible una representación de biomas y de los pro-cesos y las relaciones que se establecen entre los seres vivos ysu medio, convirtiéndose en sedes de conocimiento y en cen-tros para la investigación y la divulgación, así como en ele-mentos clave para la educación y la sensibilización ciudadana.

Los parques zoológicos, como reservas de biodiversidad,conforman un observatorio privilegiado para detectar demanera anticipada cambios en los ecosistemas, y deben asu-mir un papel más importante como indicadores de vulnerabi-lidad urbana y de adaptación al cambio climático a partir delseguimiento y registro sistemático de las especies que se ins-talen en ellos momentánea o periódicamente, o que vivan allíde forma natural: aves, anfibios, insectos y pequeños mamífe-ros. Junto a los elementos de información que aporta al estu-dio de la biodiversidad local, la disposición de datos por partede los diferentes centros puede favorecer el desarrollo de pro-yectos conjuntos entre diversos puntos de la costa (corredoresmigratorios, habilitación de zonas para anidar, estudio deespecies invasoras…) a fin de facilitar la adopción de medidaspara hacer frente a las nuevas exigencias.

Ante retos que sólo pueden abordarse desde una nuevaescala regional que tiene como creciente protagonista unasociedad organizada a nivel de ciudad, la cooperación enmateria de preservación de la biodiversidad y de lucha contrael cambio climático en el Mediterráneo debe convertirse enuna nueva herramienta en la cual integrar nuevos enfoquesque potencien la capacidad de respuesta institucional y colec-tiva ante los escenarios derivados del cambio global.

Zona donde sesituará el nuevo Zoo Marino deBarcelona, entre elFórum y la playa dela Nova Mar Bella.

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© Pere Virgili

Cuaderno central, 85

86, Ciudades, energía y cambio climático

La tinta todavía se está secando en el paquete legislativo dela Unión Europea sobre el clima, que fue adoptado por elParlamento Europeo el 17 de diciembre. Sin embargo, no esdemasiado pronto para realizar una evaluación de lo quesignifica para la política climática de la UE. Los Verdes esta-mos muy decepcionados tanto con el resultado como con elprocedimiento innecesariamente precipitado utilizado paraalcanzar dicho resultado.

La presidencia francesa de la UE quería claramente ganar-se los aplausos por haber sido capaz de acordar el paqueteclimático. Sin embargo, su frenética carrera para llegar a un“acuerdo en primera lectura” ha llevado a un debilitamientodel papel del Parlamento Europeo en el proceso legislativo.Esto, a su vez, ha provocado un serio debilitamiento de lalegislación que fue finalmente aprobada.

El paquete incluye leyes cuyo objetivo es implantar en laUE el compromiso obligatorio de reducir las emisiones degases de efecto invernadero en un 20% hasta 2020, basándo-se en los niveles de 1990. En especial, una revisión del plansectorial de emisiones de la UE tiene como fin la reducciónde emisiones del sector energético y de la industria pesada,y una legislación específica establece cómo deben reducirselas emisiones en otros sectores (como el transporte, los edi-ficios y la agricultura) en los Estados miembros.

La primera y más obvia observación es que el paquete cli-mático de la UE sólo establece el compromiso de los líderes dela UE a reducir unilateralmente las emisiones de gases de efec-to invernadero en un 20% hasta 2020. Sin embargo, en marzode 2007, los líderes de la UE acordaron que este objetivo seincrementaría hasta el 30% tras la conclusión favorable de unacuerdo internacional vinculante sobre el cambio climático.

Una reducción del 30% es, claramente, lo mínimo que se leva a exigir a la UE como parte de un acuerdo internacionalsobre el clima. Dado que la advertencia del GrupoIntergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático(GIECC) de las Naciones Unidas de que los países industriali-

zados necesitan reducir sus emisiones en un 35-40% hasta 2020(para intentar limitar el calentamiento global en 2 grados) hasido respaldada por la UE y por sus socios en la ConvenciónMarco sobre Cambio Climático (CMCC), la UE está obligada aseguir en esta línea. Dada la significativa responsabilidad his-tórica de Europa como causante de las emisiones de gases deefecto invernadero de procedencia humana, el esfuerzo en lareducción de emisiones por parte de la UE tiene que situarseen la franja alta de la escala (es decir, hacia el 40%).

Los Verdes queríamos un aumento anticipado en el obje-tivo de reducción de emisiones de la UE que se aplicaseautomáticamente y que no estuviese sujeto a otro procesolegislativo. Sin embargo, el resultado de la decisión sobre elpaquete climático de la UE es que la caja de Pandora se vol-verá a abrir tras un acuerdo internacional sobre el clima enCopenhague en diciembre de 2009, es decir, que se volverá aproducir otro proceso legislativo arduo y divisivo.

Esto nos lleva a entrar en detalles del paquete climáticoque se ha adoptado. Claramente, el resultado es una sombrade lo que quería el Parlamento Europeo.

A pesar del trabajo fenomenal de la ponente del grupo delos Verdes Satu Hassi (parlamentaria europea), los miem-bros de dicha formación hemos acabado votando contra lalegislación sobre la reducción de emisiones en los sectoreseconómicos no emisores, es decir, emisiones del transporte,los edificios, la agricultura, etc. Mientras que el límite supe-rior de emisiones era consistente con los compromisos dela UE, la legislación permitirá la externalización del 80% delesfuerzo de reducción de emisiones mediante compensacio-nes externas. Lo que significa que, en lugar de establecermedidas para la reducción de emisiones en estos sectores,los Estados miembros pueden sencillamente cumplir losrequisitos mediante la compra de “créditos” de proyectos enlos países en desarrollo que tengan por objetivo la reduc-ción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estono sólo es malo para la economía europea, porque retrasa las

La política climática de laUE aún se puede salvarTexto Monica Frassoni Copresidenta del Grupo Verde/ALEen el Parlamento Europeo

El paquete climático de la UE se ha quedado corto en elestablecimiento de compromisos y, en consecuencia, ha minado lacredibilidad de Europa para liderar el proceso del cambio climático.Sin embargo, aún hay esperanzas de llegar a un acuerdo ambicioso.

Cuaderno central, 87

inversiones necesarias en tecnologías más limpias y su aleja-miento de las tecnologías más contaminantes, sino porque enla práctica implica un visión neocolonial de la política climáti-ca. En la práctica significa que dejamos que los países en víasde desarrollo limpien el desastre producido por los ricos paí-ses europeos y evitamos enfrentarnos al núcleo del problemamediante la reducción de emisiones en Europa.

La legislación sobre un plan comercial de emisiones post-2012 (ETS, por sus siglas en inglés) también se vio seriamen-te debilitada por los jefes de Estado y de Gobierno. Las pre-siones incesantes y poco claras de las anticuadas industriascontaminantes han tenido una clara influencia en el resulta-do de esta legislación.

Todas las evidencias subrayan la necesidad de una subas-ta total de emisiones que permita asegurar que el plan fun-cione mediante el establecimiento del coste real del carbonoy que no sea sólo un medio para que las empresas contami-nantes generen beneficios extraordinarios. Mientras que elsector energético deberá obtener todos sus permisos de emi-sión a través de subasta (con una exención inicial paraEuropa central y oriental), desgraciadamente los gobiernosde la UE cedieron a las demandas de otras industrias conta-minantes. Industrias que, pese a ser responsables de más del95% de las emisiones fuera del sector energético, no tendránque cubrir la totalidad de sus permisos a través de subasta.Esto ha sido, en realidad, un regalo de Reyes que recompensalas intensas presiones de estas industrias.

La atención debe centrarse ahora en la preparación de lasconversaciones internacionales de Copenhague. La UE tendráque aumentar claramente el objetivo de reducción de emisio-nes acordado en el paquete climático como parte de un acuer-do internacional sobre el clima. Esto tendrá que estar en líneacon las recomendaciones del GIECC (de una reducción del 25-40% hasta 2020, basada en los niveles de 1990 para los paísesindustrializados), pero también tendrá que ajustarse a la res-ponsabilidad histórica de la UE en la producción de las emi-siones de gases de efecto invernadero de origen humano.

Para que la UE pueda desempeñar un papel efectivo en elcombate contra el cambio climático y pueda alcanzar real-mente sus metas, también será necesario eliminar los princi-pales defectos del paquete legislativo aprobado en diciem-bre, lo que significa garantizar la reducción de emisiones quese producen actualmente en la UE y no compensarlas mera-mente mediante la compra de créditos. También significaestablecer la subasta de todos los permisos de emisión den-tro del plan comercial de emisiones.

La UE también tendrá que desempeñar un papel dirigentecontribuyendo al resto de aspectos de un acuerdo internacio-nal sobre el clima. Un acuerdo internacional provechoso debe-rá incorporar provisiones para establecer fuentes de financia-ción independientes para la mitigación y adaptación a los paí-ses en vías de desarrollo, y se tendrá que incluir la reducción deemisiones evitando la deforestación y la degradación de losbosques en los países en desarrollo, así como el establecimien-to de acuerdos vinculantes para la transferencia de tecnologíade los países industrializados. Para lograrlo, la UE deberá tenerla voluntad de establecer acuerdos significativos y vinculantessobre financiación y sobre la transferencia de tecnología.

El paquete climático de la UE ha minado la reputación y lacredibilidad de Europa para liderar el proceso del cambio cli-mático. Las conversaciones sobre el clima de las NU enPoznan han quedado ensombrecidas por el paquete climáti-co de la UE, que se ha quedado corto en el establecimientode compromisos. Pero aún quedan esperanzas de alcanzarun acuerdo ambicioso. Sobre todo por el compromiso de lospaíses en vías de desarrollo y de China, que han tomado elliderazgo tanto al presentar una propuesta de acuerdo climá-tico post-Kioto como en las acciones emprendidas en casa.

También existe un cambio obvio en la nueva administra-ción de los EE.UU., que seguramente significará el fin delobstruccionismo de este país a las políticas climáticas inter-nacionales. De hecho, se corre el riesgo real de que Europapierda su posición largamente reclamada de líder global con-tra el cambio climático. Sin embargo, aún no es demasiadotarde, puesto que cada vez es más evidente que el compromi-so total con las políticas climáticas ambiciosas también seráun tónico para la economía. Las inversiones en tecnologíasverdes y orientadas al futuro (ya sean energías renovables,transportes sostenibles o edificios eficientes) no sólo gene-rará empleos y situará a nuestras economías en camino deun crecimiento económico más sostenible, sino que, ade-más, reducirá nuestras emisiones que dañan el clima. LosVerdes ya no son los únicos que apoyan esta posición.

Políticas climáticas y energéticas ambiciosas constituyenun escenario ganador para Europa. Ahora es el momento deplantear estas políticas.

Fábrica de papel enla región belga deValonia.Las últimas medidaslegislativas de la UEretrasan de hecholas inversiones entecnología limpia yel abandono de lasmás contaminantes.

© Harry Gruyaert / Magnum Photos / Contacto

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88, Ciudades, energía y cambio climático

América Latina fue una región pionera en el desarrollo tem-prano del mecanismo de desarrollo limpio (MDL), antes de suaplicación en otras regiones, hoy muy activas, principalmenteChina, India y el sureste asiático. Las oficinas gubernamenta-les en Latinoamérica se han mostrado muy dinámicas en lapromoción de proyectos que facilitan aplicar el mecanismode proyectos, identificando opciones de mitigación en secto-res clave para atraer inversiones.

Paradójicamente, transcurrido ya un tiempo de funciona-miento del MDL, se aprecian dos fenómenos. En primerlugar, las experiencias más exitosas en el MDL no dependie-ron tanto del apoyo de los Estados, como de que se dieron enpaíses cuyo “sector privado” se mostró más dinámico enaprovechar dichos mecanismos. El caso más claro en AméricaLatina es Brasil, que no cuenta con una Oficina de Promocióndel MDL, sólo con una Autoridad Nacional Designada. Ensegundo lugar, la región sufre, en parte, la “lógica perversadel MDL”, que es la que retrasa la aplicación de medidas demitigación, pues al determinar dichas medidas la “líneabase”, hacen que los proyectos no puedan considerarse adi-cionales si se comparan con los de las regiones que posterga-ron la aplicación de dichas medidas.

Las posibilidades de emprender acciones de manera másinmediata están en aquellas actividades que influyen sobrelas cantidades netas de GEI que se emiten. Aquí estaba pues-ta una cuota importante de esperanza en que el MDL pudieracontribuir a que las pautas de consumo y producción queacompañaran mayores niveles de desarrollo en los países noincluidos en el Anexo I no fueran necesariamente las quesiguieron los países industrializados para alcanzar su gradoactual de desarrollo económico.

Cada acción concreta que se adopte en función de limitarlas emisiones de GEI implica cierto tipo de sacrificios sobre laseconomías que las implementen. No es casual que uno de lospuntos más conflictivos en la negociación internacional sobreestos temas esté relacionado con la distribución de los costes

de mitigación entre los diversos países. Los problemas quecada sociedad tiene que enfrentar son distintos y los interesesde los diversos actores pueden ser conflictivos según sea lamodalidad adoptada para hacer frente al cambio climático.

Desde el punto de vista económico, hay dos temas funda-mentales: (a) “quién debe pagar” y (b) “qué uso debe ser prio-rizado” para asignar los limitados fondos que están disponi-bles. Dado que los recursos dedicados a determinadas accio-nes no van a estar disponibles para otros usos alternativos,los países menos desarrollados tendrán que decidir entreasignar recursos para la adaptación o bien para la mitigación.

La heterogeneidad en la distribución geográfica de los efec-tos del cambio climático va a sumarse a otras ya existentes, enotros ámbitos, no sólo entre los diversos países, sino tambiénentre regiones, sectores, actividades y grupos sociales. Más alláde los esfuerzos de mitigación de emisiones de GEI que haganpaíses como, por ejemplo, Argentina (que, a pesar de ser elcuarto emisor en volumen de América Latina, emite bastantemenos del 1% del total mundial), se verán obligados a adaptar-se a los impactos que indefectiblemente van a sufrir y tendránque hacer frente a considerables costes de adaptación.

No obstante, la mayor parte de los fondos disponibles aescala internacional lo están para actividades vinculadas conla mitigación (principal responsabilidad de los países másdesarrollados) en lugar de las dedicadas a la adaptación (prin-cipal urgencia de los países menos desarrollados), lo queconstituye una barrera adicional que dificulta aún más quelos países más vulnerables puedan hacer frente a los desafíosdel cambio climático.

El principal argumento de los países desarrollados parajustificar la falta de financiación para las actividades de adap-tación en los países en desarrollo parte de considerar laadaptación como un tema de índole local, en lugar de tomar-la como un problema global, que es lo que hacen en el casode la mitigación. Así, nunca se va a dedicar una suma signifi-cativa a estos fondos.

El desarrollo limpio enAmérica LatinaTexto Leónidas Osvaldo Girardín Director del Programa de Medio Ambiente y Desarrollo de la Fundación Bariloche-Argentina*

Los países más vulnerables a los impactos del cambio climático sonlos más vulnerables a todo tipo de cambio en las condiciones departida. Por ello la aplicación de políticas de desarrollo aparececomo la mejor forma de encarar su adaptación.

© Toño Labra / Age Fotostock

Cuaderno central, 89

La creación de un mercado de carbono no es otra cosa quela asignación de derechos de propiedad sobre el medioambiente. Más allá de las cuestiones éticas, existe la duda desi darle un papel fundamental al mercado para solucionar elproblema del cambio climático global no sería como convo-car al pirómano para que ayude a apagar el incendio. Nohemos llegado a la situación actual por falta de mercado, sinopor exceso del mismo. Que el mercado tiene serias limitacio-nes lo muestra la evolución del valor de las unidades atribui-das en el Esquema de Comercio de Emisiones (EmissionTrading Scheme, ETS) de la Unión Europea, que pasaron devaler más de 30 euros a sólo céntimos.

El argumento de que un mercado de permisos de emisio-nes difundido a nivel global puede llevar a la solución busca-da, basándose en que el mercado de permisos de emisionesde SO2 en Estados Unidos y el ETS de la UE, es falaz.Internacionalmente, los países no reconocen ninguna otraautoridad superior a la que hayan delegado la atribución deaplicar sanciones, como sí lo hicieron en los dos sistemascitados. Es evidente que, en un sistema de este tipo, sialguien no cumple con las reglas del juego y no es penaliza-do, desaparece el incentivo.

Hay dos cuestiones a tener en cuenta para entender quéestá pasando: (a) el propósito del Kioto es reducir y limitar las

emisiones de GEI para estabilizar sus concentraciones atmos-féricas, tal como fue acordado en la Convención Marco de laNaciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y nola creación de un mercado de carbono; y (b) la reducción deemisiones requerida en el período 2008-2012 a las partes delProtocolo será notablemente inferior a la disponibilidad decréditos. En estas condiciones es poco lo que se puede esperardel MDL. Habría que ver cuál será el futuro papel de EstadosUnidos, que aún no está definido, pero esto representaríaagregar otra especulación a las muchas que ya existen.

El MDL no incorpora el proceso de transferencia de tecnolo-gía y su contribución al desarrollo sustentable en los paísesanfitriones. La mayoría de los CER emitidos se originan enproyectos de eliminación de metano con rellenos sanitarios,de reducción de óxido nitroso en el manejo de residuos ani-males o eliminación de gases HFC.

Existe, además, otro punto poco tratado. El mecanismo deproyectos tiene razón de ser mientras los países en desarrollono asuman compromisos cuantificados de reducción de susemisiones. De lo contrario, estarían entregando a bajos costessus mejores opciones de mitigación, y se quedarían para elloslas más caras y difíciles de implementar.

Si tenemos en cuenta que los países más vulnerables a losimpactos esperados del cambio climático son los más vulne-rables a todo tipo de cambio en lo referente a las condicionesde partida (el proceso de globalización de los negocios, de pre-cios de las materias primas y de los precios de los energéticos,etc.), la aplicación de políticas de desarrollo aparece como lamejor forma de encarar la adaptación al cambio climático. Unasociedad más justa, más igualitaria, mejor educada e informa-da, con mejores niveles de salud, está mucho más preparadapara hacer frente a todos estos los desafíos.

Es importante integrar el MDL con las necesidades deadaptación y la reducción de vulnerabilidades. Sería ridículoque la única relación entre MDL y adaptación fuese la contri-bución del 2% del valor de los CER, que nutre los fondos deadaptación, con la paradoja de que se alimenta de proyectosen países pobres.

Hay alguna esperanza en los Programas de Actividades(PoA); pero si bien estos amplían un poco el abanico de posi-bilidades, no solucionan los problemas de fondo. El MDLdebería relacionarse con un profundo proceso de colaboraciónque favoreciera el desarrollo y la transferencia de tecnología.Existe una renta de la que se apropian los países del Anexo Imediante el aprovechamiento del MDL, ya que hay un diferen-cial de costes notable entre lo que les costaría reducir unatonelada de CO2eq con medidas domesticas y hacerlo con losCER. Quizá el problema sea que, en un primer momento, secrearon demasiadas expectativas: se pensaba que estos meca-nismos de proyectos iban a actuar como un Robin Hood queredistribuyera recursos de los ricos a los pobres, y hasta ahoraha sido una especie de Hood Robin que ha hecho ricos a unaserie de brokers e intermediarios.

Nota* Investigador del CONICET-Argentina. Miembro del IPCC. El autor es responsa-

ble absoluto y único de las opiniones vertidas en este documento, no compro-metiendo por ello la opinión de las instituciones a las que pertenece.

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Planta deproducción deenergía de origengeotérmico en LosHumeros, México.

90, Ciudades, energía y cambio climático

“Cambio” ha sido una palabra clave en la campaña de BarackObama. Un cambio que se notará en muchos frentes: econo-mía, educación, sanidad, terrorismo, guerras y… clima. Porprimera vez en la historia, el presidente de Estados Unidosrealizó un discurso de investidura2 en el que aludió tresveces a dicho problema ambiental. La primera en el tercerpárrafo: “Muchos usos de la energía fortalecen a nuestrosadversarios y ponen en peligro el planeta”.

La siguiente fue más directa: “Trabajaremos sin descansocon viejos amigos y antiguos enemigos para disminuir laamenaza nuclear y hacer retroceder el espectro del calenta-miento del planeta”. La tercera fue más genérica: “[…] nipodemos consumir los recursos mundiales sin tener encuenta las consecuencias”.

¿Fue casual que el presidente mencionara esta cuestión otiene una preocupación real por el tema? Después de haberleído más de doscientos discursos de Barack Obama, uno seda cuenta de que la lucha contra el cambio climático es unade sus prioridades. Hay numerosas intervenciones dedicadasen exclusiva al tema de la energía; y este tema ha sido uno delos puntos fuertes de su programa electoral.

Así, el 23 de abril de 2005, celebrando el Día de la IndustriaAgrícola en Illinois, Obama habló de la importancia de apos-tar por los biocombustibles frente al uso del petróleo: “Elfuturo de la energía en este país no puede permanecer en losdesiertos de Oriente Medio; podemos encontrarlo en los cam-pos de maíz de Illinois y a través del Medio Oeste”. Unosmeses más tarde, el 15 de septiembre, pronunciaba enWashington D.C. un discurso titulado: “Asegurar nuestrofuturo energético”. En él habló de un tema que le preocupa yque mencionaría en numerosas ocasiones: la servidumbreque EE.UU. tiene al petróleo: “Dependemos de algunos de lospaíses más volátiles políticamente de Oriente Medio… Noimporta si son democracias en ciernes, regímenes despóticoscon intenciones nucleares o refugios para las madrasas queplantan semillas de terrorismo en las mentes de los jóvenes:consiguen nuestro dinero porque necesitamos su petróleo”.

Obama tiene tan claro que la dependencia del petróleo estambién una cuestión de seguridad, que en varias ocasionesha incluido una cita de Osama bin Laden en este sentido.Así, el 28 de febrero de 2006, el entonces candidato mencionóla siguiente frase del terrorista: “Enfoquemos nuestras ope-raciones en el petróleo, especialmente en Irak y en el Golfo,esto les provocará la muerte”.

Además de sus alusiones al problema energético, Obamasiente una preocupación especial por el calentamiento glo-bal y cómo éste repercute en los seres humanos. El 3 de abrilde 2006, en la comida anual de Associated Press, dedicó suintervención a la “independencia energética y la salvación denuestro planeta”. Comenzó contando la historia del pueblode Shishmaref. Según explicó, en esta pequeña localidad deAlaska hacía quince años que notaban que algo extraño ocu-rría. La capa de hielo que les rodeaba y protegía era más ymás fina, y cada año comenzaba a hacer frío más tarde y elhielo se derretía más pronto.

Como la situación fue empeorando de forma alarmante,el pueblo perdió su protección y se volvió más vulnerable alas tormentas. En 2002 los habitantes de Shismaref se vieronforzados a trasladarse hacia el interior, abandonando suscasas para siempre. La historia “del pueblo que desapareció”,como lo llamó Obama, es un ejemplo de lo que puede ocurriren muchos lugares del planeta.

Y Obama llega aún más lejos. Explicita –y hay que tener encuenta que estaba hablando para una audiencia de periodis-tas– que la Administración Bush encargó un estudio sobrecambio climático a expertos y científicos, para después omi-tir del mismo las conclusiones en las que se establecía que elcalentamiento global estaba ocasionado por los seres huma-nos. Comentó: “Esta es la Administración que intentó silen-ciar a un científico de la NASA para que no nos dijera que sí,que el cambio climático era un serio problema”.

El 10 de febrero de 2007 en el discurso en el que anunció sucandidatura a la Casa Blanca, Obama realizó dos menciones alcambio climático. Una, indicando que hasta ahora se les

El cambio “climático” de Barack ObamaTexto Mónica Pérez de las Heras Autora de “El secreto de Obama”1

Con la llegada de Barack Obama a la presidencia de EE.UU. se abreuna nueva era en la lucha contra el calentamiento global. Unacuestión que mencionó en numerosos discursos, tanto durante suetapa de senador como en la carrera presidencial.

Cuaderno central, 91

había dicho a los estadounidenses que este problema era un“engaño”. Por otra parte, habló de un término que ha emplea-do mucho en la campaña”: “Seamos la generación que final-mente libere a EE.UU. de la tiranía del petróleo”. Explicando laimportancia de apoyar la fabricación de coches más eficientesenergéticamente, empleando los biocombustibles. Incluso locomentó frente al Club Económico de Detroit, la principal ciu-dad estadounidense en la fabricación de coches, el 7 de mayode 2007. El demócrata dijo que, con uno de cada diez puestosde trabajo dedicado a la fabricación de automóviles, había quetratar de conservar esos empleos. Hablando de la crisis econó-mica, les explicó la importancia de apostar por coches más efi-cientes energéticamente. Asimismo, afirmó la importancia deempezar a apostar por el etanol y de que los agricultores pro-dujeran biocombustibles en sus campos. Como él reconociómás adelante, el público no le aplaudió mucho, pero no tuvie-ron más remedio que escucharle.

Pocos meses antes de las elecciones, el 24 de junio de 2008,en Las Vegas, Barack Obama ofreció un discurso sobre “Unapolítica energética seria para nuestro futuro”. Habló sobre laimportancia de las energías renovables: “Sabemos que haypaíses como España, Alemania y Japón que ya nos han sobre-

pasado en cuanto a tecnología en energías renovables.Alemania, un país con tantas nubes como el noroeste delPacífico, es ahora líder mundial en la industria de la energíasolar y se han creado un cuarto de millón de empleos”. Yexplicó su programa político indicando que invertiría150.000.000 de dólares durante los próximos diez años enenergías alternativas y biocombustibles, inversiones quegenerarán cinco millones de empleos nuevos. Durante lacampaña electoral se explicó el plan llamado Nueva Energíapara Estados Unidos3, que consiste, además de en las cifrasdadas sobre energías renovables, en los siguientes objetivos:poner en la carretera, para 2015, un millón de automóvileshíbridos; asegurarse de que para 2012 el 10% de la electricidadproviene de fuentes renovables de energía, y el 25% para 2025;reducir las emisiones de efecto invernadero en un 80% para2050; apoyar la compra de vehículos más ecológicos; promo-ver un uso más responsable del petróleo y el gas natural–estas medidas ayudarán a reducir las importaciones actualesde petróleo de Venezuela y de Oriente Medio–; y promover laeficiencia energética. Y algo que es de gran importancia:Obama se ha comprometido a convertir a Estados Unidos enun líder mundial en materia de cambio climático.

Las decisiones tomadas en materia de energía durante elperiodo de transición parecen haber gustado a los ambienta-listas de todo el mundo. Ecologistas en Acción, por ejemplo,felicitó al presidente electo por la elección de Jane Lubchencopara la dirección de la Administración Oceánica y Atmosféricade EE.UU. (NOAA), una entidad que realiza las investigacio-nes sobre cambio climático. Precisamente, Lubchenco es unabióloga marina dedicada a la investigación y la divulgación,con una larga experiencia en dicho tema. Además, laSecretaría de Energía será dirigida a partir de ahora por el Dr.Steven Chu, premio Nobel de Física en 1997, un científico queha destacado por sus estudios para conseguir solucionesfrente al calentamiento global.

Por otra parte, algunos gobernadores estadounidenseshace ya años que están trabajando en estas cuestiones. Elpropio Arnold Schwarzenegger le pidió al presidente el 21 deenero de 2009 que reconsiderara la Ley del Aire Limpio, pre-sentada a la Administración anterior y rechazada, por la cualel Estado de California reduciría la contaminación de vehícu-los de transporte de pasajeros.

Con la decisión de la Unión Europea, en diciembre de 2008,de un nuevo conjunto de medidas para combatir el cambioclimático, como el recorte de emisiones de dióxido de carbo-no en un 20% para 2020, la mejora de la eficiencia energéticaen un 20% y que el 20% de la energía que se consuma procedade fuentes renovables, y con el “cambio” sobre la problemáti-ca del clima en la Casa Blanca, parece que comienza unanueva era en la que la humanidad, por fin, empezará a atajarun problema ocasionado por ella misma.

Notas1 El libro El secreto de Obama. Descubra las claves de su oratoria y conozca al pre-

sidente de EE.UU. se puede adquirir por Internet en la web: http://monicape-rezdelasheras.bubok.com

2 El discurso de investidura de Barack Obama tuvo lugar el 20 de enero de 2009.Disponible el video en inglés en el blog: http://elsecretodeobama.blogspot.com

3 El plan Nueva Energía para Estados Unidos está disponible en la siguientedirección de Internet: http://www.whitehouse.gov/agenda/energy_and_envi-ronment/

Central térmica deproducciónde electricidad apartir de la energíasolar recogida yconcentrada porcentenares deespejos, situada enDaggett, California.

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Propuestas/respuestas

La crisis, oportunidadhacia el futuroTexto Cristina Narbona Ex ministra de MedioAmbiente. Embajadora de España en la OCDE

Para Cristina Narbona, la crisisofrece la ocasión de llevar a cabo loque se tendría que haber hechotiempo atrás: promover laocupación y la actividad económicaen aquellos ámbitos que puedengarantizar el bienestar de losciudadanos sin destruir la basematerial de la economía. MercedesPardo considera imprescindible laparticipación pública en ladefinición y la gestión de laspolíticas que han de afrontar losriesgos vinculados al cambioclimático. Nicholas Stern, por suparte, hace una llamada a salir de larecesión de un modo que reduzcalos riesgos para el planeta ydesencadene una oleada de nuevasinversiones que creen unaeconomía más segura.

Hace unos días almorzaba con José Vidal Beneyto en uno de losrincones más inesperados del París bohemio, en el barrio de LaButte-aux-Cailles, el último reducto de la Comuna. Un entornomuy adecuado para hablar de la crisis, desde posiciones consi-deradas utópicas hasta hace poco y que cada vez –espero– resul-tan más realistas. Y es que hoy aparecen con nitidez las inmen-sas fallas por las que se diluyen los “principios básicos” delcapitalismo financiero: la corrupción de los laxos reguladoresdel sistema, la inexistente precaución y prevención en la rela-ción entre economía y ecología, la inmensa acumulación deriquezas en los paraísos fiscales… Razones más que suficientespara contribuir al debate sobre la urgencia de una economíadiferente, al que contribuyen incluso expertos e institucionesnada radicales, desde la evidencia de las fallas detectadas. Hoy,un número creciente de ciudadanos espera respuestas nuevas,que ojalá se materialicen, por ejemplo, en las propuestas con lasque los partidos políticos concurrirán a las próximas eleccioneseuropeas. La relevancia democrática de dicha cita se ve acrecen-tada por la pérdida de credibilidad de las instancias públicasque no supieron –o no quisieron– evitar el desencadenamientode la crisis, así como por la necesaria consolidación de un espa-cio político europeo, en el que se defiendan determinados valo-res en la escena mundial frente a la emergencia de modelosautoritarios y poco respetuosos con los derechos humanos.

En ese sentido, cabe saludar con satisfacción propuestassobre la desaparición gradual pero efectiva de los paraísos fisca-les –como la contenida en el primer documento de laFundación Ideas– o las numerosas incitaciones a un new greendeal, que permita relanzar la economía mundial sobre basesmás duraderas y más responsables.

En el último informe de la OCDE sobre la respuesta estratégicaante la crisis1 se señala acertadamente que “los planes de recupe-ración económica deben incluir incentivos para la inversión entecnologías ambientales, necesaria para evitar los costes econó-micos asociados con las consecuencias del cambio climático ygarantizar, de forma más segura, el crecimiento a largo plazo”. Porsu parte, la Agencia Internacional de la Energía urge a los gobier-nos a aprovechar los planes de relanzamiento de sus economíaspara acelerar la “necesaria revolución energética”, sin que ladrástica reducción de los precios del crudo se convierta en unpretexto para retrasar el avance hacia una economía baja en car-bono. Puede sorprender esta opinión por parte de organismos

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cuyo análisis se ha centrado más en la economía que en la ecolo-gía. En realidad, la actual crisis financiera responde exactamentea las mismas causas que han provocado la crisis ambiental, cuyosíntoma más evidente es el cambio climático. Ambas crisis son elresultado de un modelo de crecimiento en el que no se han eva-luado adecuadamente los riesgos de su propio funcionamiento,despreciando los efectos negativos, cada vez más visibles, de lacodicia, el despilfarro y la corrupción, e ignorando la complejidadderivada de la creciente interdependencia a escala planetaria.

El rápido enriquecimiento de segmentos amplios de lapoblación, sobre todo –pero no únicamente– en los países másricos, ha alimentado el espejismo de una dinámica aparente-mente positiva, ocultando los verdaderos costes de dicho pro-ceso. Todavía hoy es imposible conocer el alcance de la “conta-minación” del sistema financiero…, al igual que sucede encuanto a la contaminación y la destrucción, en algún caso yairreversible, de los ecosistemas naturales.

Para superar la crisis financiera es preciso devolver la con-fianza a aquellas instituciones públicas y privadas que han per-dido toda su credibilidad, sancionando sus fallos e introdu-ciendo más y mejor regulación, más y mejor control público,más y mejor capacidad de respuesta por parte de todos y cadauno de los ciudadanos… En síntesis, avanzando hacia unademocracia de mayor calidad en la que se incentiven comporta-mientos responsables y beneficiosos para el interés general.Solo en esas condiciones, el enorme volumen de recursospúblicos inyectado obtendrá los objetivos deseados. Para ello,además, es imprescindible que las reglas sean globales, conso-lidando la coordinación de las iniciativas emprendidas en lareunión del G20 en Washington.

Las mismas consideraciones son válidas para enfrentarse ala crisis ambiental, que requiere, ante todo, ser reconocida yvalorada adecuadamente por los líderes políticos y sociales.Afortunadamente, Obama parece dispuesto a demostrar que lasuperación duradera de la crisis económica y financiera exigiráun compromiso de los poderes públicos para reorientar el sis-tema productivo hacia pautas de mayor sostenibilidad ecológi-ca. La prueba está en su anuncio de inversiones anuales de15.000 millones de dólares para desarrollar rápidamente unmodelo energético más limpio y más seguro, y para contribuira la lucha internacional contra el cambio climático, dentro delplan de relanzamiento de la economía norteamericana.

Un auténtico new green deal requiere canalizar el enorme volu-men de recursos públicos hacia actividades y tecnologías menoscontaminantes y más eficientes, generando así las economías deescala que permitirán reducir los costes de mercado de dichasopciones. Se trata, en síntesis, de llevar a cabo, bajo la presión dela crisis, lo que debería haberse hecho hace tiempo: promover elempleo y la actividad económica en aquellos ámbitos de la “eco-nomía real” que garantizarán más bienestar para un númeromayor de ciudadanos, sin destruir la base material de la econo-mía, aprovechando los avances científicos y tecnológicos.

La industria del automóvil constituye un ejemplo evidentede esa necesaria reorientación. Desde hace décadas, las grandesempresas norteamericanas seguían, impertérritas, su patrón deproducción –grandes vehículos, de gran consumo y elevadasemisiones– totalmente en contra de las exigencias crecientesde descongestión y de calidad del aire en las ciudades. El apoyopúblico acordado por la Casa Blanca deberá favorecer una inno-vación tecnológica acelerada, que, entre otras cosas, les permitacompetir con las empresas asiáticas que ya lideran la produc-ción de coches eléctricos e híbridos.

Esta es también la hora de la transformación energética delos edificios y de las ciudades, que, gracias a criterios de máxi-ma eficiencia y a la introducción generalizada de energías reno-vables, podrían contribuir notablemente a la reducción de lasemisiones de gases de efecto invernadero. En el caso deEspaña, por ejemplo, resulta crucial acelerar la inversión públi-ca ya prevista para introducir las exigencias del Código Técnicode la Edificación a las viviendas ya construidas, y aplicar partedel fondo creado para financiar actuaciones municipales enmejoras energéticas en los edificios y en transportes públicos.

Hay que insistir, sin embargo, en la dimensión ética de estacrisis. No se trata solo de dirigir los recursos públicos hacia inver-siones más sostenibles, de acuerdo con una nueva racionalidadbasada en el conocimiento científico, y hasta ahora minusvalora-dora en aras de un enfoque economicista de corto plazo. Resultaimprescindible reconocer, como se señalaba al inicio, la ausenciade valores que ha conducido a la catástrofe actual. Solo así sepodrá redefinir el modelo económico, en el marco de una gober-nanza global, capaz de garantizar de forma duradera los dere-chos de todos los ciudadanos del planeta.

Nota1 Documento del Consejo de la OCDE, C(2008)191/REV3.

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El cambio climático comoriesgo socionaturalTexto Mercedes Pardo Buendía Universidad Carlos IIIde Madrid. Presidenta del Comité Español deInvestigación en Cambio Global (CEICAG)

El cambio climático y su debate científico, político, económico ysocial están siendo un excelente “laboratorio social” de cómo lassociedades económicamente desarrolladas se plantean la cues-tión del riesgo –en definitiva– a poner en peligro el statu quo deestas sociedades. Si no fuera porque estamos ejerciendo de“aprendices de brujo”, sería un ejercicio fascinante.

A pesar de que la mayoría de los riesgos son conceptualmenteincontrolables –ya que nunca se pueden conocer plenamentetodos los antagonismos ni las sinergias que pueden producirse acorto, medio y largo plazo, ni saber si se está haciendo lo sufi-ciente para prevenir un daño–, sí que son, en cambio, socialmen-te controlables, mediante lo que el sociólogo Anthony Giddensdenomina la “colonización del futuro”.

Académicamente se suele distinguir entre peligro y riesgo: el“peligro” se refiere a alguna amenaza sobre las personas y sobrelas cosas que tienen valor para las personas (incluyendo la natu-raleza), mientras que por “riesgo” se refiere a la medida de dichaamenaza en términos de la probabilidad (estadística) de pérdidasasociadas al fenómeno que se presente y la vulnerabilidad espe-cífica del elemento expuesto.

Un aspecto a destacar es que el riesgo, o los efectos esperados,no solamente dependen del fenómeno de que se trate, sino tam-bién del medio receptor, en este caso, de la fortaleza (o resilien-cia) o vulnerabilidad de la sociedad, por lo que la gestión socialdel riesgo se presenta como clave para su prevención.

Conviene también tener en cuenta que el riesgo se “construye”,como producción de ciertas incertidumbres (fabricadas en ocasio-nes) –algunas funcionales al mantenimiento del statu quo– quepueden tener consecuencias para la “vida” en el sentido másamplio del término. Así, lo esencial del riesgo no es tanto que algodañino vaya realmente a ocurrir, como “lo que pudiera ocurrir”.

La “magnitud” del peligro es una variable relevante. La cues-tión reside entonces en ser capaces de calibrar (en capacitar)socialmente el grado de riesgo que se está dispuesto a tomary/o aceptar. Esa circunstancia remite a un avance en el conoci-miento de múltiples asuntos, siendo la condición sine qua non eldesarrollo de una conciencia social del peligro que se trate. Si noexiste tal conciencia, para la sociedad no existe el riesgo. Pero ellono significa necesariamente que el riesgo no exista; probable-mente lo que suceda es que el riesgo sea trasladado desde aque-llos lugares legalmente controlados a otros donde existe menorconciencia (o menor conflicto) y menor control social (y, por lotanto, ese riesgo tenga más probabilidades de aumentar).

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Pero esa necesaria concienciación no es un asunto exclusiva-mente individual, sino, sobre todo, colectivo, correspondiente alnivel de reflexividad de las sociedades. Así, cuando hablamos deriesgo, en su sentido más fundamental, nos referimos a lasadaptaciones (o no adaptaciones –el riesgo también puede serconceptualizado por la no acción–) culturales (cambios sociales)para “controlar” los desastres naturales y los descubrimientoscientíficos y tecnológicos. En definitiva, de lo que se trata es delos sistemas sociales.

El riesgo presenta otra característica importante: es diferencia-do o relativo, es decir, no afecta por igual a todas las sociedades,ni a todos los individuos. El concepto de “vulnerabilidad” es rele-vante para ese análisis. Por vulnerabilidad entendemos la capaci-dad de una sociedad –o de una parte de esa sociedad– para anti-ciparse, sobrevivir, resistir y recuperarse ante el impacto de unaamenaza. Por ello, es preciso considerar los aspectos distributi-vos del riesgo para una plena comprensión del fenómeno, asícomo para su control social. Se ha acuñado al respecto el térmi-no “clases medioambientales”.

Paradójicamente, los análisis de riesgos no suelen tener encuenta las relaciones recíprocas del impacto tecnológico con lossistemas sociales, ni con las construcciones simbólicas (imáge-nes, concepciones...) que las personas elaboran en su vida cotidia-na sobre los peligros a los que están sometidas, ni tampoco ladistribución social del riesgo. En algunos casos se llega a conside-rar el riesgo sobre las vidas humanas, la salud y los valores eco-nómicos, pero se relegan otros aspectos valiosos y necesarios dela existencia humana, de la “fábrica” social, como son el impactoen las redes de las instituciones sociales y los sistemas colecti-vos. La especialización del riesgo tiende a oscurecer este aspecto.

La incertidumbre sobre el riesgo requiere hacerla inteligibleconceptual y prácticamente, ya que va más allá de las racionali-dades y técnicas de análisis del riesgo, normalmente basadas enestadísticas “objetivas”. Las diferencias entre los expertos y lapoblación no experta son grandes. Por lo general, los expertosmiden el riesgo en términos de probabilidad. Para las poblacio-nes afectadas, en cambio, la percepción del riesgo es más ampliay difícil de explicitar en términos estadísticos, que es lo quedemandan los expertos. Esa brecha entre ambos sectores requie-re cambios importantes, como, por ejemplo, mejorar la traduc-ción del conocimiento científico al vernacular de la opiniónpública y de la política para hacer de la evaluación de riesgos unaparte del sentido común de cada ciudadano. Y lo contrario tam-

bién es cierto: se necesita mejorar la traducción al campo de losexpertos de los valores de la ciudadanía. Cuando se habla deriesgo, seguridad, incertidumbre y aceptabilidad, de lo que seestá tratando es de cómo organizar mejor la sociedad.

La “irresponsabilidad organizada” hace referencia a que, apesar de la gran organización burocrática característica de lassociedades contemporáneas, cuya finalidad es justamente garan-tizar el funcionamiento “normal” de la vida cotidiana, no esposible tal garantía por la imposibilidad de localizar la responsa-bilidad nítida del riesgo, precisamente por la propia naturalezade los riesgos (es el caso del cambio climático). Por otra parte, altratarse de un sistema complejo de responsabilidades, esto posi-bilita que ninguna de las partes tenga la responsabilidad total(ni sobre el conjunto de asuntos) y, además, permite tender aexternalizar la responsabilidad hacia fuera, a otro subsistema(que puede que no sea el de menor riesgo, sino muy probable-mente el de menor atención). En resumen, riesgo y responsabili-dad están intrínsecamente relacionados.

La “corresponsabilidad organizada” pudiera ser una alternati-va. Aunque con distintos niveles de responsabilidad: quienescausan los problemas/quienes los padecen; quienes deben solu-cionarlos/quienes pueden solucionarlos, quienes intermedianpara que se puedan solucionar, etc., todos y cada uno tienen elderecho y el deber de aportar, con el fin de maximizar recursos ycrear sinergia positiva. La corresponsabilidad organizada trata defomentar, apoyar y crear redes sociales de carácter permanente,que profundicen en los contenidos y que asuman las acciones.Estas redes son la base para las políticas de coordinación entrelas diversas instituciones públicas y privadas, ya que es necesa-rio que los diversos agentes sociales asuman su responsabili-dad, pero no de forma aislada, sino mediante acción coordinada.La democracia y la transparencia son condición imprescindiblepara el desarrollo de procesos de corresponsabilidad.

Por todo ello, la participación pública en la gestión del riesgoimplica asuntos como la planificación consensuada, el desarrollode políticas participativas, el establecimiento de redes socialesdirigidas a dicha gestión, la gestión de la configuración del siste-ma de gobernabilidad del riesgo, en definitiva. Se trata de crearmayorías para una mejor definición y gestión de las políticas adesarrollar. La gestión social del riesgo requiere a priori acepta-ción y consentimiento social, lo que remite a su tratamiento conun enfoque integral y, sobre todo, con desarrollos del principioprecautorio y de participación social democrática. M

“ Los análisis de riesgos no suelen tener en cuenta lasrelaciones del impacto tecnológico con los sistemassociales ni con las construcciones simbólicas sobre lospeligros, ni tampoco la distribución social del riesgo”.

Sostener el crecimientoy proteger el mundoTexto Nicholas Stern Economista. Ex directoreconómico del Banco Mundial. Autor de “TheEconomics of Climate Change”

Hay dos lecciones fundamentales que debemos aprender delas turbulencias financieras que el mundo ha estado experi-mentando. En primer lugar, esta crisis viene gestándose desdehace veinte años y muestra muy claramente que cuanto mástiempo se olvida el riesgo, más grandes serán las consecuen-cias; en segundo lugar, nos enfrentaremos a un largo períodode recesión en los países ricos y de bajo crecimiento en elmundo en su conjunto.

Aprendamos las lecciones y aprovechemos la oportunidadde la coincidencia de la crisis con la creciente concienciación delgran peligro que supone no gestionar el cambio climático.Ahora es el momento de sentar las bases para un mundo debajas emisiones de carbono. Este momento es de especialimportancia, no sólo por la oportunidad que supone, sino tam-bién porque nos encontramos en el ecuador del camino entre lacumbre de Bali, donde se iniciaron las negociaciones, yCopenhague, que albergará la crucial reunión del ConvenioMarco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático(CMNUCC) a finales de este año, cuando el mundo deberá cons-truir y acordar un pacto global sobre cambio climático que sus-tituya el acuerdo de Kioto.

Si las cosas siguen igual, a mediados de siglo el alto creci-miento de emisiones de carbono habrá llevado las concentra-ciones de gases de efecto invernadero a un punto en el que ungran desastre climático será muy probable. Corremos el riesgode una transformación del planeta tan radical que implicaríadesplazamientos masivos de población y conflictos generaliza-dos. Dicho de una manera más prosaica, el alto crecimiento delcarbono ahogaría el crecimiento. A fin de gestionar el clima deforma razonable, debemos reducir las emisiones mundialespor lo menos en un 50 por ciento para el año 2050, tal como sereconoció en la cumbre del G8 en Japón este año. Habida cuen-ta de que las emisiones de los países ricos están muy por enci-ma de la media mundial, sus recortes deben ser al menos deun 80 por ciento, tal como se reconoce claramente en Europa yen el Reino Unido con la adopción gubernamental de esteobjetivo antes de Poznan.

No sabemos cuánto durará la recesión en la que ya hemosentrado, pero es poco probable que sea corta. Se están ponien-do en marcha las políticas pertinentes para evitar que nossumamos aún más en una crisis y para empezar a construir un

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Cuaderno central, 97

sistema financiero más sólido. Sin embargo, mientras los ban-cos reconstruyen los balances y buscan mayores ratios de capi-tal, tendrán que restringir los préstamos. Es poco probable quela política monetaria por sí sola, pese a su importancia, nossaque de la recesión en un futuro próximo: la política fiscalpara ampliar la demanda debe desempeñar un importantepapel. Sin embargo, cualquier aumento del gasto público nosólo debe centrarse en impulsar la demanda a corto plazo: tene-mos que promover un crecimiento que pueda ser sostenido.

El próximo período de crecimiento deberá basarse firme-mente en infraestructuras que generen bajas emisiones de car-bono y en inversiones que no sólo sean rentables, con las polí-ticas adecuadas, sino que también permitan una economía yuna sociedad más seguras, más limpias y más tranquilas. Y si,como es nuestro deber, detenemos la deforestación, fuentedel 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto inverna-dero, al mismo tiempo también podremos proteger y mejorarnuestros sistemas de biodiversidad y de agua. La AgenciaInternacional de Energía calcula que, previsiblemente, lamedia de las inversiones mundiales en infraestructuras ener-géticas será alrededor de 1 trillón de dólares al año durante lospróximos veinte años. Si la mayoría de estas infraestructurasproducen bajas emisiones de carbono y se adelantan algunasde ellas, será una excelente fuente de demanda de inversiones.También lo serán las inversiones en la eficiencia energética,muchas de las cuales pueden ser intensivas en mano de obra yestar disponibles de inmediato.

Está claro que se puede organizar un programa queaumente la demanda a corto plazo y augure un crecimientoeficiente, fuerte y sostenible a medio plazo. El programa debeser cuidadosamente estructurado y tanto el sector públicocomo el privado deben participar en su elaboración. El sectorprivado será el que realice la mayoría de las inversiones, peroel sector público debe determinar los incentivos y el clima deinversión que permita que la inversión tenga lugar. Eso signi-fica trabajar con la UE y con el CMNUCC en Copenhague parasostener un precio para el carbono, mediante el uso delcomercio de carbono y de los impuestos. Y ello implica laregulación, por ejemplo, de las emisiones de los automóvilespara dar señales claras que permitan economías de escala yreducir la incertidumbre.

Sin embargo, no se trata sólo de la motivación correcta parael sector privado y de la escala adecuada y la estructura delgasto público. El clima de inversión debe ser adecuado tam-bién. Podría haber un límite temporal definido para las decisio-nes de planificación y una estrategia energética nacional queinforme las decisiones. Deberíamos tener una actitud muyabierta hacia la tecnología y dejar que los mercados decidanqué elegir, sin poner obstáculos en el camino que pudieran sur-gir a raíz de una antipatía hacia una tecnología en particular. Lademostración de captura y almacenamiento de carbono para elcarbón y el gas a escala comercial en la generación de electrici-dad debe ser una prioridad especial, habida cuenta de la proba-ble preponderancia del carbón en el futuro crecimiento demuchos países. La reforma de la estructura de la red eléctricaserá necesaria para permitir decisiones descentralizadas y loca-les sobre la generación, tales como la eólica, la solar y la pro-ducción combinada de calor y electricidad. Y la estrategia ener-gética debe tener en cuenta factores tales como la seguridadenergética y la demanda máxima del suministro. Con políticasracionales todo esto es posible, en consonancia con tecnologí-as bajas en carbono.

Los próximos años presentan una gran oportunidad parasentar las bases de una nueva forma de crecimiento quepueda transformar nuestras economías y sociedades.Salgamos de esta recesión de una manera que reduzca losriesgos para nuestro planeta y desencadene una ola de nuevasinversiones que creen una economía más segura, más limpiay más atractiva para todos nosotros. Y al hacerlo, vamos ademostrar a todos, en particular al mundo en desarrollo, queel crecimiento bajo en carbono no sólo es posible, sino quetambién puede ser una vía productiva y eficiente para superarla pobreza en el mundo. M

“ La reforma de la estructura de la red eléctrica seránecesaria para permitir decisiones descentralizadas ylocales sobre la generación, tales como la eólica, la solar yla producción combinada de calor y electricidad”.

MI ODA A BARCELONALa ciudad irá donde tú vayas. Kavafis

Aquí no sentí nunca la ternurade la lengua materna, ni el amparode tradición alguna, tan sólo la contiendacivil, en donde empieza mi pasado.Cuando he buscado sin tener dinerosu dudoso calor, ni me ha mirado.De ella me enamoré en mi juventud,pero hoy los dos nos conocemos bien:ni ella puede engañarme cuando salecon los ojos pintados de crepúsculo,ni yo puedo engañarla con poemas.No vendría conmigo si me fuese.Y para estar más lejos cada vez,ni irme necesito. Pero a veces,cuando menos lo espero, alguna noche,siento un escalofrío oyendo el ecode pasos que se alejan ante mípor las calles desiertas.

Ciudad y poesía

© Joan MargaritBarcelona, amor finalRaval Edicions, S.L.U., Edicions ProaBarcelona, 2007

© Christian Maury

© La

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OBSERVATORIO

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CSI Barcelona:El caso de la ciudad resquebrajada

Para conocer el estado del espíritu del pueblo –y al propio pue-blo– de Cataluña durante los primeros meses de la Guerra Civil,Jaume Miravitlles, responsable del Comisariado de Propagandade la Generalitat, empleaba medio en broma medio en serio lasventas del famosísimo El més petit de tots, que costaba tres pese-tas. Según cálculos aproximados, se habían vendido 60.000muñecos que llevaban la senyera, 20.000 llevando la banderanegra y roja de la CNT, 15.000 ondeando la comunista y 5.000 larepublicana. “Es el primer sondeo político conocido”, comenta-ba el irrepetible periodista. Otro colega, Carles Sentís, en sufamoso reportaje seriado Viatge en Transmiserià, publicado pocosaños antes, en 1932, en el semanario Mirador, hablaba de la“Nova Múrcia” para referirse al barrio de la Torrassa en el que,según sus datos (erróneos), de los 22.000 habitantes, 20.000provenían de aquella región. Más adelante, la historia, con algu-nos de sus más totémicos representantes, ha dejado la fotogra-fía fija de una Barcelona de 1936 obrera e interclasista por popu-lar, unificada en el frente republicano antifascista que se tradu-jo en las no menos homogéneas milicias que salieron a la calley se convirtieron en la primera tropa de choque contra lossublevados en 1936; casi al margen de la instantánea, se ve unintento de revolución social paralelo.

Con poco más de quinientas páginas (el lugar común siem-pre cuesta de desarticular), el catedrático de Urbanismo de laUniversitat Politècnica de Catalunya, José Luis Oyón, ha des-montado y matizado gran parte de todos estos tópicos en Laquiebra de la ciudad popular (Ediciones del Serbal). Así de claro:por percepción política, por procedencia geográfica, por for-mas de vida cotidiana y por ubicación en la ciudad, ni la uni-dad interclasista ciudadana y obrera era tal, ni aquel movi-miento fue tan popular (entendido como mezcla) ni el cortoverano de la anarquía fue una sandez extremista de unospocos sino una verdadera revolución de los más pobres.

Se puede empezar por el final: el 71% de los anarquistasfusilados por los franquistas en el Camp de la Bota acabada laguerra eran obreros inmigrantes, nacidos de familias de lainmigración foránea. Exactamente el mismo perfil mayorita-rio de los milicianos catalanes, que apenas alcanzaban losveinticinco años, procedentes en muy buena parte (casi un80%) de lo que Oyón bautiza como nuevas periferias deBarcelona (Torrassa, Sant Adrià, Santa Coloma…, gente que ensus tres cuartas partes no tenían origen catalán) y en una pro-

porción mucho menor de los barrios tradicionales del obreris-mo barcelonés (Sants, Hostafrancs, Poblenou, Gràcia…). Y undetalle a tener en cuenta: en su casa acostumbraban a vivirseis personas (4,7 era la media de la ciudad). El miliciano de laanarquista CNT mostraba alguna especificidad más: tenía unaedad aún algo menor (entre 20 y 24 años), era un obrero pococualificado (presentaba una tasa de analfabetismo más altaque la media), estaba vinculado a la inmigración llegada hacíarelativamente poco a la ciudad (máximo, veinte años), proce-día más del ámbito de la minería que del campesinado y, unavez más, otro tópico roto: sólo en un 1,5% eran mujeres.

Averiguar de dónde venían y en qué condiciones vivían losrevolucionarios que salieron a la calle a parar el golpe fascistaes el objetivo alcanzado de Oyón en este viaje, en el que utilizalos medios de transporte más inverosímiles: desde el padrónde viviendas de la ciudad en 1930 hasta los telegramas que lossoldados enviaban a sus familias y que recogía el diario anar-quista Solidaridad Obrera, pasando por los desahucios de los juz-gados, los expedientes de comprobación catastrales, las histo-rias de vida, las actas matrimoniales, etc.

Gracias a este trabajo de CSI Las Vegas televisivo aplicado aBarcelona y a las ciencias sociales, se puede asistir al vertigi-noso y casi traumático cambio que sufrió la ciudad en pocomás de veinte años, entre 1914 y 1936. Unas cifras siempreayudan; por ejemplo, las del paso de los 600.000 habitantes de1914 al millón de 1930 o el 1.200.000, con los municipiosdependientes, en 1936. Sí, nunca la ciudad había crecidodemográficamente tanto como entonces. La expansión eco-nómica resultado de la Primera Guerra Mundial y la demandade mano de obra para las grandes políticas de infraestructurapública (especialmente el metro y la Exposición de 1929)explican una población tan numerosa, en la que seis de cadadiez habitantes eran obreros (146.000 trabajadores manualesen 1905, pero 233.000 ya en 1930).

La primera consecuencia de todo ello es lógica: el númerode edificios en la ciudad crece un 32% entre 1920 y 1930 y el cen-tro histórico se densifica hasta la vergüenza, más de mil habi-tantes por hectárea en barrios como la Barceloneta, SantaCaterina, el Raval del Barrio Chino... Estos espacios densifica-dos del centro histórico son el mejor ejemplo del inicio delcuarteamiento de la ciudad. La semimarginalidad, la figura delrealquilado, el amontonamiento de estos espacios, rompen

Palabra previa

Texto Carles Geli

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una característica predominante de Barcelona: los artesanos ylos obreros cualificados actuaban como cemento social de losbarrios, creaban una cierta homogenización social que tam-bién impactaba en la política. Ahora, por primera vez, los tra-bajadores no cualificados se segregaban claramente del restode clases sociales, dibujándose tres escenarios obreros dife-rentes en la ciudad: estos barrios del centro histórico con cla-ras bolsas de lumpenproletariado; los suburbios populares(partes de Poblenou, Gràcia...), donde aún existe una ciertamezcla de obreros de oficio, artesanos y algún cuello blanco(oficinistas), y las segundas periferias, de predominio absolu-to del obrero inmigrante y sin cualificación laboral.

El obrero vive donde puede y como puede. El alquilermedio de un piso en Barcelona a principios de los años trein-ta del siglo pasado es de 55,2 pesetas al mes, casi una terceraparte del sueldo del trabajador no cualificado. Una barbari-dad. No existe un gran parque inmobiliario pese al crecimien-to. Se hace difícil encontrar casas baratas. Resulta fácil, portanto, inventarse de todo: los famosos tres de ocho para dormirpor turnos en un piso o en una fonda; el realquiler; la cohabi-tación, ya sea familiar o no (una de cada cinco familias obre-ras en la ciudad vive así); los “cuartos de casa” (28 metros cua-drados) de la Barceloneta; los cuatro pisos por rellano en losedificios de Ciutat Vella... Y las barracas, claro está: 3.859(19.984 personas) en 1922, 6.500 en 1929. Y es que son veintemetros cuadrados de media con un máximo de dos dormito-rios: por unas veinte pesetas al mes por lo visto no se puedepedir mucho más.

El meticuloso trabajo de Oyón baja hasta la arena de la vidacotidiana y de barrio. Fija, por ejemplo, en tres los kilómetrosque recorre un obrero cualificado para desplazarse al trabajo,mientras que el obrero sin categoría laboral se traslada dos, yla mujer trabajadora, sólo uno: es la pervivencia de la movili-dad aún ochocentista, a pie de casa al trabajo, porque se vive enmuchos casos cerca de la fábrica, que marcará el lugar en elque vivir; una situación a la que tampoco es ajeno el precio delos billetes y la falta de medios de transporte en las segundasperiferias de la ciudad. O sea, los obreros que más ganan salendel binomio “barrio en el que vivir-barrio en el que se trabaja”;los que tienen menos dinero, no. De algún modo pasa lomismo a la hora de casarse; la endogamia geográfica es brutal:cuanto más pobres son los obreros, menos distancia (de los400 metros a vecinos de escalera) entre los futuros miembrosdel matrimonio. El círculo se va haciendo más y más concén-trico; la vida de barrio es capital: en los barrios obreros, porejemplo, disminuye mucho menos el número de lavaderosque en el resto de la ciudad. Es el caso, por ejemplo, de laBarceloneta, que de los 285 que había en la ciudad, en 1933 aca-paraba ocho, uno de los cuales es el mayor de todos, en la calleAtlàntida, con ochenta plazas.

Son tiempos de militancia y afiliación sindical importan-tes, y el autor no deja pasar la ocasión para analizarlo en clavede espacio urbano. Es evidente que la CNT ya no tendrá jamásla fuerza que demostró entre 1910 y 1920 como consecuenciade un descenso de filiación que, en parte, viene dado por supostura beligerante con la República. Pese a ello, es fácil adi-vinar que seguirá siendo abrumadoramente predominanteen su nuevo gran vivero, los barrios periféricos, en los que porcada trabajador de la socialista UGT hay seis de la CNT. Encambio, ya no son hegemónicos en los barrios obreros delcentro histórico (ahora es más un territorio del POUM, porejemplo) y en los suburbios populares, que han sido suyosentre 1918 y 1923 sin discusión. La cosa está más reñida, y espor ello por lo que en los suburbios populares por cada traba-jador de la UGT hay tan sólo dos de la CNT. ¿Es necesario recor-dar además que entre los fallecidos en las barricadas de losfamosos Hechos de Mayo de 1937, el 64% eran de fuera deCataluña (Aragón, Valencia, Murcia y Andalucía)? ¿O que, seismeses después, el 60% de los detenidos anarquistas en la cár-cel Modelo de Barcelona (el 90% del total de los presos) eranmilitantes de segundas periferias y de las bolsas del centrohistórico densificado? El círculo queda, por tanto, cerrado deltodo. Y muy resquebrajado...

Quien sepa hacerlo, puede extraer mucho de La quiebra de laciudad popular. Aunque ese no es nuestro caso, daremos un parde muestras de ello. Una: comprobar que la ausencia de refor-mas significativas en las condiciones de las viviendas de laciudad en los quince años del período de entreguerras se con-virtieron en el contexto ideal para el mantenimiento y poste-rior crecimiento de expectativas revolucionarias que acabaronrompiendo un ecosistema social. Nos vienen a la memoria losdiscursos y avisos de necesaria revolución lampedusiana que,de algún modo, desde finales del XIX y principios del XX habí-an dirigido a la burguesía barcelonesa personajes como JoanMañé i Flaquer, Joan Maragall o, incluso, Agustí Calvet, Gaziel.Y la otra: aunque no lo parezca, de qué manera marca la vidade uno el hecho de vivir en un lugar de la ciudad y en unas cir-cunstancias determinadas, como lo sufrieron las gentes de laColònia Castells o del grupo de casas de Eduardo Aunós, porponer dos ejemplos del libro.

Y aun daremos una tercera: ¿qué recuerdo guarda la ciudadde todo ello? ¿Qué ha sido de este pasado, institucionalmen-te? ¿Qué pruebas en piedra quedan, por ejemplo? Puesto quehoy volvemos a escandalizarnos de los pisos patera (tantopara inmigrantes como para turistas), inventados haceochenta años, y puesto que el libro de Oyón no ha ganado elpremio Ciutat de Barcelona, quizás tendría que ser de lecturaobligada en más de una junta directiva de patronal, cúpulasindical y despacho municipal. Para evitar futuros resquebra-jamientos, vaya...

El estudio de losvertiginososcambios sufridospor la ciudad en elperiodo deentreguerras delsiglo pasado ponede manifiestoque la ausenciade reformassignificativas enlas condiciones delas viviendascrearon un contextoideal para losestallidosrevolucionarios.En la páginaanterior, el castillode Montjuïc, unapresencia constanteen la historia deBarcelona y de susconflictos políticosy sociales.

M

Obras completas de ManuelAzañaEdición de Santos JuliáCentro de Estudios Políticos yConstitucionales / Editorial TaurusMadrid, 2008Ocho volúmenes

Vida y tiempo de ManuelAzaña (1880-1940)Santos JuliáEditorial TaurusMadrid, 2008552 páginas

Todo empezó hace años en las calles deSevilla. Todo surgió, a la manera repu-blicana, de una conversación peripatéti-ca. El maestro de historiadores que fueRamón Carande le recomendó a unjoven Santos Juliá la lectura de MaxWeber y de Manuel Azaña. Desde enton-ces que el profesor Juliá está en ello. Elresultado de ese ir y venir a la figura y ala obra desperdigada de quien fuera pre-sidente de la Segunda República –Weber

no es quien aquí nos ocupa– ha sidodoble y admirable. Por un lado, la reco-pilación sistemática de la obra de Azaña.Ya hubo un primer intento en esa direc-ción. Muy significativamente, el compi-lador primero fue un hombre del exilio,Juan Marichal, y los cuatro volúmenesde esa edición aparecieron en el Méxicode mediados de los años sesenta. Es a éla quien Juliá leía a finales de los sesentay primeros setenta del siglo pasado. Laslimitaciones con las que Marichal tuvoque abordar su labor, epítome de lasque afrontaba la memoria del republica-nismo histórico en la España tardofran-quista, hacían imprescindible un nuevoy metódico ejercicio filológico con el finde recuperar, para la España democráti-ca, la palabra completa y compleja deAzaña. Como la mayor parte de intelec-tuales doblados de políticos en laEspaña del primer tercio del siglo XX, elartículo periodístico, el ensayo fugaz, lasnotas y los discursos, eran, tanto o másque el libro y la labor reposada, mediosa través de los cuales se daba a conocerla palabra, el ideario. Reencontrar, con-textualizar, organizar, facilitar al lectorde hoy todo ese material disperso noresultaba tarea fácil. Eso, y no otra cosa,es lo que el Centro de Estudios Políticosy Constitucionales publicó a finales de2007 como Obras completas de ManuelAzaña. Ocho volúmenes perfectamenteanotados, en cuidada edición crítica, porSantos Juliá. Restituir la palabra a unrepublicano es, reconozcámoslo, tantocomo restituirle la vida.

No contento con esta labor, Juliá da ala imprenta, ahora, una Vida y tiempo deManuel Azaña, 1880-1940. Tampoco es elprimer acercamiento del historiador alpolítico, al personaje histórico. Sí queparece ser el definitivo. En el anterior,atrapado por las propias palabras deAzaña –¿quién no reescribe su biogra-fía?–, Juliá se ocupó de los tiemposrepublicanos, preferentemente de losaños treinta. Durante mucho tiempoAzaña se negó a él mismo en sus añosmozos. No obstante, las cosas empeza-

ron mucho antes. Hay un siglo, el liberaldel ochocientos, y un tramado de rela-ciones familiares –que cubren, por cier-to, toda la geografía peninsular imagi-nable– tras el Azaña que nace, en 1880,en Alcalá de Henares. Hay un procesoformativo, complejo y rico, en el que lareligión y la familia, el entorno ciudada-no y las relaciones de amistad juegan,como no podría ser de otra manera, unpapel central. Hay un descubrimiento.O varios. El de El Escorial y sus paisajes.El de Madrid. El de las tertulias y el delAteneo. El de las plurales vocaciones. Elde los intereses intelectuales, el de lassoledades y el de las amistades.

Ese mundo entra en crisis en lasegunda década del siglo XX. Las insti-tuciones parlamentarias funcionan mal.No sólo en España. La labor de Azaña iráencaminada a encontrar una salida, ensintonía con el liberalismo social, lejosde cualquier tentación autoritaria. Sehace preciso nacionalizar –es decir, inte-grar en el cuerpo de la nación de ciuda-danos a todos aquellos que se sientanajenos al mismo– sin renunciar a lademocracia y haciendo frente a las suce-sivas luchas de su tiempos –la PrimeraGuerra Mundial, la crisis de 1917, el adve-nimiento de la Dictadura de Primo deRivera, el despertar de una nueva espe-ranza republicana–. El episodio delPartido Reformista de Melquíades Álva-rez, por su hondura, explica mucho delposterior Azaña, del reformador del pri-mer bienio republicano, del posteriorpresidente de la República.

Todo ello, además de lo que quizásfuese algo más conocido, el quehacer delos años republicanos, queda argumen-tado, recogido, articulado, en una histo-ria de vida que se define desde den tro,des de la propia experiencia, y tam -biéndes de la mirada de los otros. En cual-quier caso, los mitos del provincianis-mo y de la molicie azañistas quedanreducidos a eso, a mitos sin sustancia.A imágenes pergeñadas por quienesserían sus enemigos. Las preocupacio-nes intelectuales del joven Azaña son

“Los mitos delprovincianismoy de la moliciede Azañaquedanreducidos a eso,a mitos sinsustancia, aimágenespergeñadas porquienes seríansus enemigos”.

Observatorio, 103

OBS ZONA DE OBRAS

las de la época: las multitudes, la liber-tad de asociación, la agitación social ylas perspectivas de reforma; el peso delclericalismo, la necesidad de retornar ala ciencia y a la educación, la conve-niencia de civilizar la política y moder-nizar al ejército. Cuestiones que defi-nen una época. Cuestiones que ponenen solfa el legado que proviene delsiglo XIX y que obligan a repensar elliberalismo. Son los años que en elmundo cuaja una síntesis novedosa deliberalismo preocupado por la cuestiónsocial, progresista y reformador. Unliberalismo del que participa Azaña. Loimprescindible no es la república, lonecesario del todo es la libertad respon-sable y la participación ciudadana. Lomantendrá siempre. O, como mínimo,hasta 1923, momento en el que quedaclaro que la monarquía no está dis-puesta, ella, a transitar por el camino dela democracia. Es entonces cuando sehace republicano. Antes, siempre, hasido demócrata. Funcionario diletante eintelectual combativo a favor de unpatriotismo cívico, de ciudadanos, en elque la historia sólo se justifica comoencuadre para un presente de liberta-des, de derechos y de deberes.Aliadófilo, francófilo, reformista, dis-puesto a entenderse con todos aquellosque en España estén dispuestos a tran-sitar por el camino de la legalidad y de lalibertad. Acabará harto de algunas com-pañías, de las socialistas y, en particular,de las catalanas. Aunque, en el fondo,nunca renunciará a las mismas porqueentiende que sin ellas no es posible laEspaña plenamente liberal y liberada ala que ha dedicado sus energías.

Como pueden comprobar los lecto-res de esta breve nota, la biografía deAzaña que ha pergeñado Juliá, por sucalidad literaria y por su rigor, así comopor una no menos evidente empatíacontagiosa del autor para con el biogra-fiado, pueden llegar a tener un efectoadicional. No sólo facilitar al lector unamejor comprensión de los avatares dela España que va del desastre de 1898 al

de 1939, sino también el activar la curio-sidad por ir a la obra de Azaña.Directamente. La biografía, en ese sen-tido, constituye el mejor complementoa la edición de las Obras completas. Ángel Duarte

Urbanalización Paisajes comunes, lugares globalesFrancesc Muñoz

Editorial Gustavo GiliBarcelona, 2008216 páginas

Poco después de las Olimpiadas, cuatroarquitectos y un abogado aficionado ala arquitectura nos entrevistamos conel flamante nuevo alcalde de Barcelona.El motivo: hacer presente nuestra preo-cupación por lo que parecían inquietan-tes nuevas partes de ciudad en cons-trucción e informarnos, si era posible,sobre el nuevo estado de cosas.

Conocíamos el proyecto DiagonalMar con un cierto detalle. Sabíamos quehabría torres, un parque privado que setragaba alguna calle del Eixample.Sabíamos que no habría más tiendasque una panadería y un estanco, parapropiciar así la compra en el centrocomercial de la misma empresa. Nocomprendíamos el autismo agresivo de

la operación hacia la trama Cerdà, ni laprivatización del espacio de diversascalles, ni las maravillas descontextuali-zadas del parque, etcétera.

El alcalde nos hizo comprender lacuestión clave: se había acabado eldinero público que había permitido latransformación de Barcelona en losochenta y todo lo relacionado con lasOlimpiadas. Sin dinero público se dete-nía el motor que había hecho posible elgran cambio y también, aproximada-mente, el modelo Barcelona. El dineropúblico había permitido diseñar elvacío, el espacio que prefigura el empla-zamiento, las reglas de juego, antes osimultáneamente a la forma de los edi-ficios adecuados al conjunto. ElAyuntamiento prefirió “continuar cre-ciendo” a consolidar lo conseguido conéxito pero un tanto demasiado rápido.Continuar pero cambiando el motor: siel dinero no podía ser público habría dellegar de manos privadas. Para obtener-lo era preciso organizar las cosas deotra manera. Era necesario que la inicia-tiva privada se sintiera cómoda. Y paraello, pocos obstáculos y gran visuali-dad a sus intervenciones, que iban a seredificios, que es lo que produce rentabi-lidad privada. Primero obtendrían dine-ro privado, y por medio de él, imagen,notoriedad. Después vendría el turismoy las plusvalías. Al final harían el espa-cio público, que llegaba después,o nollegaba nunca, como ha sucedido con latorre Agbar.

Así pues, mucho antes de que se pal-pasen físicamente las consecuencias,Barcelona cambió su denominadomodelo. Dio su primer paso en el cami-no de la banalidad y, sí, probablemente,en su versión branding, que es la queotorga a Barcelona Francesc Muñoz ensu Urbanalización. Paisajes comunes, lugaresglobales. Un libro brillante, con prólogode lujo (Saskia Sassen), que inclusopuede sugerir que los geógrafos, algúngeógrafo al menos, pueden estartomando la antorcha que se considera-ba que sostenían los arquitectos hasta

104, Zona de obras

hace poco tiempo, hasta que fuimossistemáticamente castigados en lamedida en que invadimos terrenospolíticos. Ahora hay geógrafos con muyaltas responsabilidades de gobierno yplanificación del futuro de Cataluña;hay geógrafos, totalmente resistentes ala depresión, que “observan el paisaje”;y hay también geógrafos, como el pro-pio Muñoz, que enseñan, discuten enpúblico, piensan y agitan.

Su libro no sólo aborda específica-mente la urbanidad banal, sino queafronta otros fenómenos de actualidadque se entrecruzan con el tronco princi-pal del libro y ayudan a explicarlo. Noes extraño que las reflexiones sobrecosas que están vivas necesiten dedigresiones, by-pass explicativos y diver-sas cabriolas. Eso pasa por montarcaballos vivos en lugar de disecados.

El primer capítulo habla principal-mente de los flujos, de la gran movili-dad actual como elemento decisivopara comprender la urbanizaciónactual. Define como territoriante a quienhabita varias ciudades al mismo tiem-po de diversas maneras (si algo repro-charía a Francesc Muñoz es su pasióntriunfal por los neologismos).

El segundo explica cómo estas for-mas de ocupación del espacio transfor-man la ciudad y sus interrelaciones. Eltercero y el cuarto abordan propiamen-te la temática que da título al volumen:explicando qué se puede entender porurbanalización y estableciendo cuatromodelos: Barcelona, Berlín, BuenosAires y Londres. El quinto cambia deescala y habla de los paisajes banales, yel último se posiciona en contra del pro-blema central, la urbanalización, opo-niéndole categorías como la contextua-lización, el espacio público, la diversi-dad funcional y la muy interesante de lanecesidad de los tiempos lentos (¿tempolento maestoso podríamos decir?).

Comentaré lo que considero elnúcleo duro del libro, la parte que tieneque ver con el lenguaje de formas y sig-nos , que es la que me parece más inte-

resante y novedosa. En efecto, la ima-gen de la ciudad puede ser banal por 1)repetida, 2) ubicua, 3) trivial, 4) preme-ditación digamos científica. Esta esquizá la acepción que me interesa más.

Antoni de Moragas me explicó haceya años una anécdota relativa a las con-secuencias de la lógica capitalista de laocupación del espacio: dos quioscos enuna playa pasaban de una primeraimplantación regular (cada uno de ellosen el centro de una mitad de la playa) asituarse tocándose en el centro delfragmento de costa. Así mantenían laclientela garantizada de la izquierda ola derecha de la playa, según la situa-ción de cada uno, y optaban, además, adisputarle la clientela al otro. La lógicade la lucha por el mercado no coincideforzosamente con la lógica de satisfacermejor las necesidades del ciudadano.

Aplicado a las formas construidas, laconsecuencia del proceso es que se fil-tran las alternativas hasta que quedesólo una, la que sea apta para vendermás. Así acontece con la reiteración deedificios, y, sobre todo, de episodiosurbanos que nunca dejan de tener unaintención conservadora de un ordensocial favorecedor del negocio.

Las imágenes de la ciudad actual sonbanales porque las ciudades actuales,gracias a la facilidad de flujos queMuñoz explica, compiten más quenunca, y para ello tienen que incorpo-rar algún elemento de éxito que puedaexhibir otra competidora, y, a la vez, eli-minar todo lo que no convoque el con-senso masivo del gusto. Sí, las ciudadesse banalizan, y al hacerlo, se asimilan.Las ciudades se asemejan por las mis-mas razones que los coches. Además deparecerse, las imágenes de las ciudadestambién tendrán que cambiar, porqueel sagrado mandamiento del constanteflujo de capital es su constante acelera-ción. Nada lo puede detener en su per-manente “creación de riqueza”, en nin-guna parte puede descansar.

Entonces, ¿por qué fijarse en unasarquitecturas que en la sociedad del espec-

táculo se consumirán rápidamente?¿Por qué detenerse en una forma deter-minada por efectivo que sea su bran-ding?: el paso final será el de las arqui-tecturas sin cara: rostros lisos, aptospara recibir el maquillaje del momento.Ciudades-soporte de imagen variable,sin el peso de inmanencia alguna o depasado, sin sorpresa y sin peligro. ¿Nocomenzáis a cansaros de tanta TorreAgbar, aunque se disfrace de mil mane-ras para fin de año?

Al texto que ahora se publica, quederiva de la tesis doctoral previa delpropio Muñoz, le ha sucedido algoinfrecuente, que sólo se da en períodosde extraordinaria aceleración histórica.Trataba entonces de hechos de estrictaactualidad, y proyecciones acordes conlas dinámicas de la mitad del presentedecenio. Estos procesos ya no son losque nos ocupan unos meses después.

Si los tiempos que vienen fueran tandiferentes del todavía presente como sepresume, si la concurrencia fruto de lacompetencia no se mantuviera como elnervio principal de la nueva situación,¿habríamos aprendido algo de la bana-lidad, como decían Robert Ventura yDenis Scott Brown que hacían con LasVegas? Quizás no deberíamos creernosobligados a inventarlo todo en cadaocasión; a reconocer sustratos compar-tibles, situaciones paralelas, solucionestécnicas extrapolables, por ende, solu-ciones genéricas, como por ejemplo, enotro período global concibió Paladio apartir de Roma, construyendo, por for-tuna, el lenguaje aúlico básico delmundo anglosajón, todavía operativo.

Al fin y al cabo, como nos muestranVenturi o Carver, ¿nosotros mismos nosomos banales la mayor parte del tiem-po? Lo mejor será tener radicalmenteen cuenta todo cuanto sea específico enlas personas y las cosas, pero sin irsepor las ramas (y el dinero será poco);hacer arquitecturas genéricas, casibanales, pero minadas con pozos designificado, picadas de especificidadconcentrada. Eduard Bru i Bistuer

“Antes de quese palpasenfísicamentelos efectos,Barcelonacambió sudenominadomodelo y dioel primer pasoen el caminode labanalidad, enversión‘branding’, quees la queFrancescMuñoz leotorga”.

Observatorio, 105

106, Zona de obras

Odio BarcelonaDiversos autores

Ed. MelusinaBarcelona, 2008198 páginas

Todas las editoriales quieren venderlibros, y si creen que no están vendien-do bastante, entonces inventan unoscuantos más. Asimismo, traman unconcepto o un título bastante transgre-sor para atraer la mirada errática dellector potencial (Odio Barcelona, porejemplo), pero no tanto como paraofender a algunos (tal como pasaría siel libro se intitulara Odio Bilbao, ponga-mos por caso, o bien Odio Salamanca o–ahora que lo pienso– Odio cualquiera delas ciudades españolas que no seaBarcelona). A continuación, la editorial,con este concepto y/o título precocina-do en mano, pregunta a los autoresque considera adecuados si querríancontribuir con un texto. Y como a losescritores en general nos vale cualquierexcusa para escribir, lo más normal esque se diga que sí. A partir de aquí elreto principal es el de escribir algo quesupera las limitaciones casi siempremuy engañosas del título/conceptoservido en bandeja por la editorial.

En Odio Barcelona la gran mayoría desus doce autores lo ha superado con

creces. Hay allí una amalgama objeti-vamente satisfactoria de estilos y téc-nicas, desde la voz falsamente pompo-sa –y graciosa– de la diatriba de JavierBlánquez contra los coladores delmetro, hasta el texto/cuento autocríti-camente sincero sobre el miedo, deHernán Migoya. De hecho, en ningunaparte hay claras demostraciones deodio (yo al menos habría agregado altítulo signos de interrogación: ¿OdioBarcelona?). Aunque se plasmen noobstante algunos disgustos provoca-dos por ciertos aspectos de la ciudad,como la actual degradación turístico-delictiva de Las Ramblas (un temarecurrente) o la conversión deBarcelona en una “World City” pláciday banal (ídem). Phillip Engel –que estáun poco de vuelta de todo– incluso seburla del libro en el cual sale, imagi-nando una fiesta literaria más queaburrida para celebrar la “PromociónOdio Barcelona”. Habría que destacar eltexto de Lucía Lijtmaer, lleno de frasestan sencillas como incontrovertibles,que resultan más demoledoras quetoda una retahíla de quejas explícitas:“Hay una exposición en el CentreCultural Contemporánea [sic] sobre laperiferia urbana de Brasil. Los jóvenesintelectuales van a esa exposición”.

Lástima por los tres ensayos que noson nada más que eso, ensayos salpica-dos con los nombres de rigor de ciertosintelectuales extranjeros; uno de estosadolece del tipo de hermetismo fanta-sioso que caracteriza, por ejemplo, alos últimos textos experimentales deManuel de Pedrolo. El último ensayocae en la trampa de hablar (de manerabrutalmente previsible) del supuestoconflicto lingüístico barcelonés, un notema –gracias a los dioses– para elresto de los autores.

Mi Palma de Oro particular se lalleva la autora más joven, Carol París,que convierte el antiguo DispensariAntituberculós de Sert en el punto departida de una gira delirante de laBarcelona contradictoria que todos

vivimos, desde el Tibidabo (“te daré”,en latín) –desde donde los ricos,según C. París “nos darán y podemosintuir por donde”– hasta las bicicletasBicing que parecen sacadas “del catálo-go de Fisher-Price”. El texto funcionatan bien, en buena medida, gracias alos conocimientos considerables quetiene la autora de la historia de la pro-pia ciudad.

Lo contrario del diseñador de laportada, que ha optado por mostrar unbombardeo de Barcelona como com-plemento visual del título. Un diseña-dor que, por lo que se ve, es un seudo-transgresor que ha fallado el tiro, obien es un ignorante empedernidoque no sabe que Barcelona fue bom-bardeada de verdad, una y otra vez, lamás reciente por los nacionalistas deFranco, hace tan sólo unos setentaaños: en aquella ocasión murieron2.700 ciudadanos, otros 7.000 resulta-ron heridos y vaya uno a saber cuántosmiles más traumatizados de por vida.Rara vez he visto una portada de libroque produzca tanta vergüenza ajenaque hasta consigue descalificar al pro-pio libro que ilustra. Y no, no exageroni pizca, en absoluto.

Digamos. Yo no odio Barcelona,pero Londres sí. La odio de todo cora-zón; de hecho, cuando voy a Londrestengo que beber el triple de lo que nor-malmente bebo, sólo para mantener lacalma, de tanto odio que siento poraquella maldita mierda de ciudad.Pero si contribuyera con un texto paraun libro titulado I Hate London y luegodescubriera que el ilustrador habíapuesto imágenes de la Blitzkrieg nazijunto al título, habría tomado el librohipotético y lo habría lanzado al con-tenedor más próximo. Que es exacta-mente lo que acabo de hacer con miejemplar, nada hipotético, de OdioBarcelona (a pesar de la calidad yacomentada de los contenidos). En fin,todos odiamos alguna cosa. En micaso, además de Londres, odio la estu-pidez en estado puro. Matthew Tree

Observatorio, 107

Los enemigos del comercioHistoria de las ideas sobre lapropiedad privadaVolumen I. Antes de MarxAntonio Escohotado

Espasa-CalpeMadrid, 2008615 páginas

De un modo pormenorizado hastaniveles inauditos, el último libro deAntonio Escohotado relata la historiade las ideas y las instituciones socialesque han determinado la prosperidad ola pobreza colectivas desde la antigüe-dad. En esencia, estamos ante un ejer-cicio antropológico, histórico y socio-lógico sumamente ambicioso queindaga en las razones por las que loshombres se ha sumado a llamamien-tos colectivos a la igualdad extrema obien han promovido la aparición deinstituciones que han redundado, a suvez, en el progreso material y moral degeneraciones enteras. El propio autordescribe al comienzo del libro suempeño como una investigación entorno a la cuestión de por qué muchoshan considerado a lo largo de la histo-ria que la propiedad privada no es másque “pecado” y “robo”, lo cual le obligaa trazar un retrato simultáneo y entre-lazado –“como las espirales del ADN”–

de su contrario, es decir, las ideas y lasinstituciones liberales.

Por las páginas del libro se sucedenlos escritos de Platón; la polis atenien-se y el orden social espartano; un apa-sionante relato del auge y la caída delImperio Romano, que entronca conuna no menos interesante –y descar-nada– descripción del cristianismo pri-mitivo y del posterior oscurantismomedieval; las posturas del judaísmo ydel islam respecto al comercio; el fana-tismo milenarista; las revolucionessociales de los siglos XIV y XV; la apari-ción de la burguesía y de la sociedadmercantil; la industrialización; lasrevoluciones americana y francesa… La construcción social del llamado“pobrismo” y las consecuencias políti-cas y sociales de tal “programa” seconstituyen en el hilo conductor de unrelato que al tiempo se beneficia de ladetallada reconstrucción histórica detipos y acontecimientos como quedaalgo perjudicado por esa misma proli-jidad, que en ocasiones provoca quenos preguntemos por la relación queguardan ciertos pasajes o retratos conla cuestión central de la que se ocupael autor en esta obra.

Un proyecto como este, probable-mente una empresa inédita enEspaña, aunque no fuera de ella –elpropio autor cita en varias ocasionesla obra de David S. Landes La riqueza yla pobreza de las naciones, a la que podrí-amos sumar, por ejemplo, Propiedad ylibertad, de Richard Pipes, librosambos con los que comparte objeti-vos y afinidades–, posee, cuandomenos y en una enumeración quereconozco como personal y quizá algoapresurada, tres virtudes. En primerlugar, el contenido en sí, ilustrativocomo pocos de fenómenos e institu-ciones sociales que asociamos desdela antigüedad a la prosperidad y aldesarrollo, o bien al estancamiento yal declive. En segundo lugar, su perti-nencia. En tiempos de una grave crisiseconómica que está provocando una

profunda reflexión sobre elementosbásicos de nuestra vida colectivacomo el mercado, el capitalismo o elEstado de bienestar, el ejercicio inte-lectual plasmado en este libro debieraser muy útil para evitar que, con algu-nas propuestas de refundación deciertos mecanismos económicos ysociales, arrojemos al niño con el agua delbaño. Por último, algo que apreciaránparticularmente aquellos lectores queconozcan bien la trayectoria del autor.Con independencia de la aparición deotras en el futuro, esta obra culminacon una coherencia absoluta toda unavida de trabajo –desde La concienciainfeliz y, en especial, el “ciclo” que seinicia con Caos y orden–, en cuya líneaargumental destaca un aprecio ilimita-do por la libertad humana y un despre-cio parejo por la aversión a estudiar sinapriorismos aquello que la promueveo la obstaculiza.

Llegados al final del libro es conve-niente recordar las preguntas que elpropio autor plantea en la introduc-ción. ¿Conocemos, tras su lectura, cuá-les son los motivos políticos y antro-pológicos –dicho de otro modo, losargumentos históricamente transver-sales– del “odio a la riqueza”?¿Sabemos ahora qué fundamentaesencial e históricamente el proyectocolectivista, como algo opuesto alindividualismo liberal, y qué tipo deracionalidad subyace al mismo? Miconclusión preliminar es que debe-mos esperar al segundo volumen pararesponder a ciencia cierta a ambascosas, aunque algo de esto recomien-da el autor en los primeros compasesdel libro. En todo caso, un ensayo fas-cinante y necesario. It was high time–que dirían los anglosajones–, ya erahora de que apareciese un trabajo asíentre nosotros. Francisco Beltrán

“El autor indagaen les razonespor las que loshombres sehan sumado allamadascolectivas a laigualdadextrema, o bienhan promovidola aparición deinstitucionesque hanredundado enel progresomaterial ymoral degeneracionesenteras”.

108, Artes plásticas

OBS ARTES PLÁSTICAS Jaume Vidal

Flavio Morais (Sao Paulo, Brasil, 1954), es dise-ñador, ilustrador, artista. Una clara amalgamade un tipo de creador que emergió en los añosochenta, que fue cuando llegó a Barcelona. Unaépoca muy interesante: la culminación de unatransición política que se tradujo en un granestallido de creación espontánea y alternativa.Morais venía de Londres, donde había estudia-do Bellas Artes, y se encontró con un clima pro-picio para desarrollar propuestas artísticas.Después quiere cargar pilas para dar un nuevoimpulso a su trabajo, que apunta hacia la reuti-lización de materiales y el reflejo de figuras de

inspiración totémica y tribal. Le surge el deseode ir a África, pero después piensa en regresar aBrasil, concretamente a Bahía, una ciudad deprofundas raíces africanas. Allí pasa dos añosque califica de muy importantes en su vida. Notiene un céntimo ni forma alguna de venderobra. Esta experiencia marcará su futuro comoartista de reciclaje. “En Bahía hay mucha pobre-za y eso hace que no se tire nada. Durante todoel año la gente guarda y clasifica cualquiercosa. Cuando llega el carnaval es increíble vercomo lo que parecen telas lujosas son adornoshechos con el celofán de los paquetes de taba-co”. Con este aprendizaje regresa a Barcelona,donde se instala de manera definitiva yencuentra que en la ciudad (estamos en lasegunda mitad de los ochenta) hay un crecien-te interés por el arte realizado con materialesde desecho. Es el momento en que se crea laasociación Drap Art, que impulsará festivalesde reciclaje, y que todavía hoy se encuentra enactividad. Un ambiente excelente para su crea-ción hecha con llaves, maderas encontradas ymucho color. Morais alterna la ilustración y lacreación artística. Es un momento en que tam-bién el diseño se apunta al reciclaje coincidien-

do con el hecho de que las ideas de sostenibili-dad arraigan en la sociedad. Desde los añosnoventa hasta ahora, estas prácticas creativasse consolidan como otra opción artística.Además del componente ideológico y econó-mico, el arte reciclado recoge la tradición del’objet trouvé, de las vanguardias del siglo XX.

Posteriormente Flavio Morais empezó aorientar sus afanes creativos en otra dirección.El resultado se podrá ver en la primavera de2009 en la galería Víctor Saavedra de Barcelona.Se trata de lo que el artista llama “dibujos contres dimensiones”. “Siempre he tenido estasensación de dibujar de manera no plana. Latenía cuando hacía escultura, que me parecíadibujo con volumen, o cuando pintaba, porquela pintura también tomaba forma volumétri-ca”, explica. La obra consiste en dibujos en ace-tato, que el artista sitúa en planchas de meta-crilato. El dibujo completo se hace en capas, loque da la sensación de profundidad. Este traba-jo tiene la singularidad de reactualizar el artede siempre. Es artesanía, pintura, dibujo y arteconceptual. Cada una de las pequeñas piezasque Morais denomina cajas son juegos de com-plicidades referenciales con el espectador.

Flavio Morais,reciclaje que se recicla

Había superado los cuarenta años, y desde queera un chaval, cuando entró como aprendiz enla Editorial Bruguera, Miquel Fuster se habíaganado los garbanzos como dibujante de his-torietas. Vivió los momentos potentes del sec-tor, en los años sesenta y setenta, cuandohabía un importante mercado de trabajo porencargo para el extranjero. El editor JosephToutain había abierto un puente entre las edi-toriales europeas y Cataluña, donde se concen-

traban, sobre todo en el área metropolitana deBarcelona, la mayor parte de dibujantes detodo el estado, todos ellos profesionales contalento y disponibilidad para dibujar los guio-nes que les llegaban traducidos de afuera. Setrataba de obras de género, como por ejemploel policiaco, de guerra o el western. Pero dondehabía más demanda de los editores extranje-ros era en el campo del género romántico diri-gido sobre todo a los adolescentes. Miquel

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Miquel Fustery los fantasmas del pasado

En uno de los chistes gráficos de Kap (JaumeCapdevila, Berga, 1974), recogidos en el libroSense Kap ni peus, una mujer dice a su marido:“¡Mira, mira lo que me he comprado en reba-jas!”, el hombre se sorprende: “Pero si es unamierda”, dice. “¡Sí, pero a mitad de precio!”.Eso podría llamarse ironía o humor absurdo.Pero su autor no está del todo de acuerdo. “Loque realmente es absurda es la vida, muchomás que el humor. El humor es lo que noshace soportable la vida”.

Kap es humorista gráfico y un gran estu-dioso del tema. Publica en La Vanguardia, ElMundo Deportivo y Regió 7. También se puedenver sus chistes en “El web negre”(www.elwebnegre.com). Trabaja en su oficio,dice, “porque la vida me ha llevado a hacer loque tenía que hacer”. Según confiesa, elhumor siempre le ha gustado. Era el clásicogracioso de clase en el buen sentido del con-cepto. “Siempre he sido un poco comediante,me gusta hacer reír porque soy una personade buen humor y me complace que a mi alre-dedor la gente también lo sea”, explica. Susreferentes son Quino y Perich. “Aunque heleído comics de toda clase, cuando se descu-brió a Quino y a Perich me di cuenta de que loque quería hacer, lo más próximo a mí, eraexplicar algo con un dibujito”. Kap ha sido elganador del premio de humor Gat Perich

2009, creado precisamente para preservar ellegado de su autor de referencia.

Kap, que vive a caballo entre Barcelona yBerga, considera que el humorista debe sergamberro. “Con frecuencia se dice, como sifuese un elogio de los humoristas gráficos,que en un diario el chiste gráfico es como eleditorial. Pero nosotros no podemos ser edi-torialistas, debemos decir la nuestra. Nopodemos ser políticamente correctos, losdibujantes que lo son tienen que ser muybuenos para que tengan gracia. Son tan pocosque los podríamos contar ‘con los dedos deuna oreja’, como diría Perich”.

Mucha de la obra de Kap se encuentrarecogida en libros. Uno de los últimos esManar!, Manar! (que se ha de pronunciar conla entonación de la música de Barrio Sésamo),una obra de Angle Editorial que hace referen-cia a los políticos y al poder. “Aunque lospolíticos son uno de los principales objetosdel humor, la destinataria de mi trabajo es lasociedad, porque, aunque suene presuntuo-so, el objetivo de mi trabajo es hacer unasociedad mejor”.

Su estimación por el humor gráfico le pro-duce avidez de conocimiento. “El humor gráfi-co es un producto que se debe tomar fresco,por eso, para comprenderlo, debes conocer elperíodo en que el chiste se ha creado. No es el

mismo humor el de la transición que elactual, ni el del franquismo”, explica. Kap sesiente orgulloso de pertenecer a una tradicióncomo la catalana que antes de la Guerra Civilespañola, con publicaciones como por ejem-plo El Bé Negre, Papitu o L’Esquella de la Torratxa,tenía un gran nivel de calidad, que hace quelos estudiosos sitúen la prensa satírica catala-na de entreguerras en un tercer lugar detrásde Francia y Alemania. “Ahora hemos perdidoeste nivel porque los catalanes vivimos unmomento de desconcierto en que no sabe-mos qué baile bailamos”.

Como estudioso ha publicado reciente-mente, con su nombre auténtico, JaumeCapdevila, Canya al borbó (Llibres de l’Índex),una recopilación histórica de cómo ha tratadola prensa satírica a la monarquía española.

Observatorio, 109

Mejorar el mundomediante el humor

Fuster dibujó muchas historietas románticas.Y durante un tiempo le fue muy bien. Losagentes que lo representaban cobraban endivisas, y eso hacía que en pesetas significaraun trabajo muy bien pagado. Esto lo condujo auna vida fácil. Dinero rápido que fundía conentusiasmo juvenil. Hasta que pasó el tiempo,dejó de ser tan joven y el mercado evolucionó.En los años ochenta esta clase de comic deca-yó, y a partir de los noventa Miquel Fuster seencontró alcoholizado, con la familia deshechay un ritmo de vida que no era el más oportuno

para llevar una vida estable. Diversas circuns-tancias lo condujeron a perder el piso de Santsdonde vivía. Y así, como si se tratara de unapesadilla, Miquel Fuster se encontró en la calle.Fuster se convirtió en un mendigo de aquellosque la gente ignora que ha tenido un pasadode persona corriente. Los quince años fueronde sufrimiento, soledad y dolor. Hasta que undía dijo ya está bien y se dejó ayudar porvoluntarios de la asociación Arrels. Inició lalucha contra su adición al alcohol, que habíasido el único compañero de viaje en el trans-

curso de tantos años, e intentó rehacer su vida.Todo su bagaje profesional nunca fue olvida-do, y eso lo animó a escribir y a dibujar enestos quince años de supervivencia en la calle.La obra, hasta ahora el trabajo más auténtico yde mayor calidad que ha hecho, está práctica-mente terminada. El dibujo le ha servido paraalejar (y revivir), cuando ya pasa de los sesentaaños, todos los fantasmas de un duro pasado.(miquelfuster.wordpress.com)

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En el teatro catalán estamos de aniversario. Un aniversario feliz. La SalaBeckett, situada en la calle Alegre de Dalt, en el barrio de Gràcia, enBarcelona, cumple veinte años.

La Beckett se había gestado en la cabeza del dramaturgo José SanchisSinisterra, alma de la compañía El Teatro Fronterizo (ELF), un grupo quehabía nacido al abrigo de la transición a la democracia, y del espíritu decambio cultural que la nueva situación política en el Estado españolparecía augurar. Corría el año 1977 y en el manifiesto fundacional de ElFronterizo, entusiasmado por el clima de aquel momento, se afirmaba:“El contenido está en la forma. El teatro sólo puede incidir en las trans-formaciones que engendra el dinamismo histórico desde una transfor-mación de la teatralidad misma”. Traducido todo esto en hechos, en losdiez años siguientes El Teatro Fronterizo apostaría por la autoría decasa, la del propio Sanchis Sinisterra y la de la escuela que este drama-turgo supo poner en marcha, pero a partir de una renovación que acu-día a los autores internacionales fundamentales en las revolucionesteatrales y literarias del siglo XX.

Teatro de texto, confianza, todavía, en la palabra y en su poder paradecir cosas sobre un mundo cambiante. En un contexto, el nuestro,donde las compañías que triunfaban, Els Joglars, Comediants, La Furadels Baus, limitaban la palabra a un papel secundario, donde la únicaalternativa que se consolidaba sobre el teatro de texto, el Teatro Lliure,optaba por el gran repertorio del teatro universal traducido al catalán.Con El Fronterizo, Sanchis dramatiza la narrativa de Joyce, La noche de MollyBloom (1979); Kafka, El gran teatro natural de Oklahoma (1980), o Sábato,Informe sobre ciegos (1982), y apuesta sobre todo por Beckett, Primer amor(1985), Oh! Els bons dies (1987), Mercier y Camier (1989).

A los diez años de su fundación, en 1987, El Teatro Fronterizo publica-ba otro manifiesto en el cual se reflejaban luces y sombras. Tituladoprovocativamente Crónica de un fracaso, comprobaba que “(hoy) se debehacer un teatro que agrade a todos los públicos, que gratifique todoslos estómagos, que no moleste a nadie”. Desde la Generalitat se aposta-ba entonces por un teatro complaciente que buscaba el populismo sinrodeos desdeñando toda función crítica de las artes escénicas y optan-do por el entretenimiento, de calidad, pero únicamente evasivo en últi-ma instancia. A pesar de todo, lejos de la lamentación estéril, ElFronterizo lanzaba un ambicioso programa que pasaba por el alquilerde unos locales en la calle Alegre de Dalt, que dos años después se con-vertirían en la Sala Beckett.

“Sede de un equipo teatral, sí, pero no plataforma de una compañía(…) obrador para eternos aprendices (…) un centro de estudio de refle-xión y de aprendizaje (…) Beckett (el nombre de la sala) denota una ope-ración dura, radical, rigurosa por el quehacer artístico menos compla-ciente, menos condescendiente con las solicitudes de la industria cultu-ral, con los reclamos del mercado” (del manifiesto fundacional de la Sala

Beckett). Meses antes de morir, Samuel Beckett autorizaba que la salateatral llevara su nombre. La sala se inauguró el 30 de octubre de 1989 ytres días después se estrenó Bartleby l’escrivent, una dramaturgia deSanchis Sinisterra sobre el texto de Melville. En aquella primera tempora-da se ponía en marcha un ciclo de teatro breve, con nombres como JosepPere Peyró, Pilar Alba, Benet i Jornet y Harold Pinter; en la segunda tem-porada un Memorial Beckett, con siete puestas en escena a cargo de direc-tores como Pierre Chabert, Frederic Roda, o (¡atención!) Sergi Belbel.Beckett y Harold Pinter también: debe recordarse el “Otoño Pinter” de1996, una operación que implicó a casi toda la Barcelona teatral.

Pero lo más importante ha sido ofrecer el espacio para los primerospasos de autores dramáticos del país. Hemos mencionado a Peyró yBelbel, pero también debería hablarse de una primera hornada congente como Llüisa Cunillé o Manuel Dueso, que inician una nóminaque se multiplicará hasta convertir la dramaturgia catalana en una delas más ricas y diversas del panorama europeo actual. La contribuciónde la sala también ha sido decisiva para que consolidaran su profesióndirectores teatrales, nombres que ahora son el presente de nuestro tea-tro, como Xavier Albertí o Calixte Bieito, Carlota Subirós o Àlex Rigola,Rafael Duran o Magda Puyo, el propio Toni Casares (ahora director de laBeckett), deben a este espacio buena parte de su realidad artística. Noobstante, en este reconocimiento no deberíamos dejar de lado a losespectadores de la Sala Beckett que son en último término quienesexplican su existencia.

110, Teatro

OBS TEATRO

Los orígenesde un aniversario feliz

Eduard Molner

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Observatorio, 111

OBS ARTES EN LA CALLE

Cuando Roger Aixut (Barcelona 1975) fundó elgrupo Cabo San Roque, en 2001, no podía ima-ginar que de esa diversión inicial saldría unadedicación exclusiva al reciclaje musical. Peroasí ha sido. Desde el primer baúl que reconvir-tió en contrabajo, Aixut ha inventado, cons-truido y probado casi todos los más o menoscuarenta instrumentos con que Cabo SanRoque ha desarrollado un universo sonoropropio, experimental e inclasificable. Y ahora,después de haber publicado tres discos y haberconmovido al público con el espectáculo LaCaixeta, prepara un nuevo montaje basado ensu última creación: una orquesta mecánicacompleta. Será la última máquina inventadapor este arquitecto, músico y lutier autodidactaque en los inicios, según él mismo confiesa,“no sabía ni colgar un cuadro”. La afición a lamúsica y la fascinación por la historia de losinstrumentos mecánicos lo condujo a reunir aun grupo de amigos –arquitectos, ingenieros,un diseñador industrial y una geóloga– en unabanda sin jerarquías, donde todos aportabaninstrumentos y los intercambiaban entre ellos.Con el tiempo él se reservó el trabajo en el

taller, probando y experimentando con nuevostonos y sonoridades, a partir de instrumentosreciclados, juguetes y objetos abandonados.

En la sala de ensayos de Cabo San Roque,un viejo almacén de la calle de França Xica, enPoble-sec, Aixut acumula todos los artefactosque hicieron sonar en más de doscientasactuaciones en directo. Los hay de toda clase, ydel todo inverosímiles: desde el maletófono –amedio camino entre la maleta y el xilófono–, lapianoleta de noche –un teclado adosado alcajón de una mesilla de noche–, o el laúd delata de membrillo, hasta el trombón de ducha,el Vernel de varas o la guitarra de disolvente; yasí hasta cuarenta. “Todos tienen una sonori-dad especial, y una historia personal, desde lasdel contrabajo que da nombre al grupo (unbaúl de madera que encontró en la calleNotariat, con tres cuerdas) hasta la pianola, elprimero que hizo con secuenciadores mecáni-cos con una cierta solvencia rítmica”, explicaAixut. Entre los primeros “bichos”, tal comolos llama el lutier, destaca el banjo recicladocon la caja de la primera batería y el mástil dela primera guitarra eléctrica de dos componen-

tes del grupo. Y entre los últimos, el cajón congoma elástica –“da unos graves muy intere-santes”– y el erizo, un bidón de café con barrasmetálicas que “hace sonar unos armónicos ale-atorios según donde toques”.

Con esta base, el proceso creativo de CaboSan Roque vive una constante realimentación.“Todo está conectado, desde el objeto encontra-do hasta el instrumento recreado, el sonido y lacomposición final”, afirma Roger Aixut, paraquien las piezas musicales surgen del juego deequilibrios entre los instrumentos convencio-nales y los de nueva creación. “A veces fabricasun instrumento buscando un sonido determi-nado, pero a menudo tenemos bastante con elstock acumulado”. En relación con los objetos,la recogida se ha vuelto selectiva, y cada dosaños deben hacer limpieza de material en des-uso, así como de los instrumentos que no pasa-ron el control de calidad.

Este verano, además de las actuaciones pro-gramadas en el Museo Picasso, en Santander yposiblemente en México, Cabo San Roque seencerrará para componer con el último inven-to de Roger Aixut: una orquesta mecánicacompleta, con secciones propias de viento (concobre y PVC), cuerda y percusión. Funcionarácon un sistema de electroválvulas y aire com-primido, procedentes de una antigua fábricade galletas que les cedió toda la cadena demontaje. “En realidad será como un trozo defábrica –explica Aixut–, y la complementare-mos con otros instrumentos solistas y acom-pañantes”. Será la base de un nuevo espectácu-lo, Torn de nit, que se estrenará en octubre, en elfestival Temporada Alta de Girona.

El invento aportará por primera vez un ins-trumento de viento mecánico al repertorio;pero también la incertidumbre de cómo sona-rá, y si posibilitará el montaje de una o variascomposiciones. Una incógnita que siempre haviajado con Roger Aixut: “Nunca sabes bienqué controlas y qué no. Igual que nunca había-mos pensado que seríamos un grupo profesio-nal, quién sabe que nos ofrecerá el futuro…”.

Roger Aixuto el arte de reinventar instrumentos

Martí Benach

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112, Música

OBS MÚSICA Karles Torra

El año 2009 está siendo el de la consagración de Roger Mas. Su actua-ción del 8 de enero juntamente con George Moustaki en el Palau de laMúsica posiblemente marca el punto de inflexión. En principio pro-gramado como telonero, a causa de la enfermedad del veterano can-tautor grecofrancés, Mas tuvo que asumir el peso de la sesión, y enlugar de limitarse a llenar el expediente, consiguió suscitar el entu-siasmo de los dos mil espectadores presentes en el histórico recintomodernista. Tres meses y medio después, y con toda la mercancíavendida de antemano, Mas confirmaba su ascenso imparable ofrecien-do un memorable concierto en el Auditorio, acompañado de un cuar-teto de cuerda, una banda de blues-rock y dos fiscornos.

No deja de resultar curioso que este reconocimiento masivo hayallegado al cantautor de Solsona después de publicar su disco en prin-cipio más difícil: Les cançons tel·lúriques. “En este disco –explica Mas– nohay ninguna canción mía, pero acaba siendo una culminación de misinfluencias. Desde la música popular que escuchaba de niño hasta latradición anglosajona de la adolescencia, así como mi período al ladode Luis Paniagua (Oriente-Occidente) con quien conocí los cantos conarmónicos tibetanos”. Mas, que cree, con Eugeni d’Ors, que lo que noes tradición es plagio, realiza una extraordinaria versión de los Goigs dela Mare de Déu del Claustre de Solsona”, en la que añade influencias de loscantos espirituales del mundo. Según él: “hay una nueva generaciónque busca toda la espiritualidad en otras tradiciones, porque la nues-tra no nos la da. La tradición musical europea, sea religiosa o no, no seutiliza para llegar a un estado mental de tránsito. Estos Gozos tienenuna preciosa melodía arabizante, y entiendo la Virgen como el culto ala fertilidad, en el sentido primigenio de Venus”.

El disco también incluye una interpretación minimalista del Ball del’aliga de la Patum de Berga, junto a la musicalización de seis poemasextraídos de Al Cel, de Jacint Verdaguer. “De este personaje histórico meinteresa sobre todo –subraya Mas– la dicotomía entre el hombre y elcapellán. Cuando Verdaguer se deja ir por parajes alucinantes, ensegui-da hay un castigo. Me fascina esta dualidad. Y a veces, como ocurre enPlus Ultra, me recuerda las canciones de inocencia de William Blake.”

En el transcurso de su concierto triunfal en el Auditorio, con todo elpúblico de pie, ovacionándolo, Roger Mas acompañó Les cançons tel·lúri-ques con una impecable recreación del cantautor italiano Fabrizio DiAndrè (Amore che vieni, amore che va): “Es un referente incluso en elmismo disco, puesto que la diversidad estilística es total. Pienso comoFabrizio que el cantautor no debe tener un estilo concreto, sino quetiene que contar una historia y debe estar acompañado de los músicosnecesarios. La originalidad es inaccesible, y la mejor manera de haceruna cosa genuina es convertirse en ermitaño y prestar atención a lanaturaleza. Pero en la vida debes estar abierto a todo y una obra, cuan-do tiene tres influencias, se convierte en una cosa original”.

Por el mismo precio el cantautor de Solsona también nos regaló endirecto una estimulante Oda a Francesc Pujols, entre los “bravos” delpúblico: “Lo que más me gusta de él es el tema de la verdad. La verdades, ha sido siempre y será. Esto da tranquilidad, porque aunque temanipulen y te enreden, la verdad está ahí. La verdad es como un ríosubterráneo, como una máquina del tiempo, porque nos conecta conla dimensión cósmica”. Como decía Francesc Pujols y suscribe RogerMas, ciertamente la verdad no necesita mártires.

La consagración telúricade Roger Mas

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Observatorio, 113

OBS CINE Jordi Picatoste Verdejo

Isaki Lacuesta es uno de los cineastas catalanes más originales y rele-vantes de la actualidad… aunque sus películas no hayan sido vistas porgrandes masas. Antiguo alumno del Màster de Documental Creatiu dela Universitat Pompeu Fabra, sus compañeros ya lo consideran unmaestro. En la carrera cinematográfica de este gerundense de 34 añossólo se encuentran dos largometrajes, Cravan vs. Cravan (2003) y La leyendadel tiempo (2006), de vocación claramente documental pero con rasgospropios de la ficción. En la actualidad ultima tres proyectos de naturale-za bien diferente, pero que comparten un mismo tema: la búsqueda delpasado, de lo invisible, de la memoria. Por un lado, aquello que puedehacer que Lacuesta sea a partir de ahora un apellido familiar, su primerapelícula cabalmente de ficción, Los condenados, sobre el reencuentro dedos ex guerrilleros que inician la búsqueda del cuerpo de un tercer com-pañero desaparecido . Rodada en Argentina y Perú, tal como nos explica,“en la película nunca se habla de espacio geográfico ni tiempo concre-tos, pero el espectador hispanohablante la verá como una películaargentina porque todos los actores son de allá. De los conflictos latino -americanos me interesaba el hecho de que son extrapolables a otroslugares, pero que tienen una circunstancia propia que no sirve en otroscasos por razones de cronología”. Además, quería que la película tuviera“el espíritu de las novelas de Joseph Conrad y Herman Melville: plante-an dilemas morales e invitan al espectador a preguntarse qué haría él”.

El reparto es argentino, excepto la actriz madrileña, pero hija de exi-liados, Bárbara Lennie, vista en Mujeres en el parque y Obaba: “En principiome daba un poco de miedo que Bárbara fuera demasiado guapa. Pero vien Youtube una entrevista grabada con cámara doméstica, sin ilumina-ción y hablando sin guión y me gustó; parecía una persona normal”.

Junto a esta primera aventura total en la ficción, Lacuesta está traba-jando en el montaje de otra película, un encargo del canal TCM, undocumental más próximo a sus películas precedentes. Se trata de unainvestigación basada en la relación de Ava Gardner con España, idea quetiene su origen en el libro Beberse la vida de Marcos Ordóñez. “Es undocumental con tono de ensayo y biopic. Será un collage de películas yde testimonios de personas que la han conocido. Me interesa ver la his-toria de la gente de Hollywood en la España de Franco, y también ver lahistoria no a partir de los grandes personajes sino desde, por ejemplo,el portero de la plaza de toros de Girona, de técnicos, actores secunda-rios…”. Ambas películas están previstas para otoño.

Si en los dos proyectos anteriores está en busca del rastro de un per-sonaje, en el tercero, la pista a seguir es la de los lugares que no salen enla, en principio omnipresente, Google Earth. Se trata de Goggle Earth (sic,juego de palabras: goggles significa anteojos largavistas), una video ins-talación realizada conjuntamente con Isa Campos, coguionista de Loscondenados, que se estrenará el 1 de octubre en la Fundación Suñol. “Estosale de La leyenda del tiempo. La rodamos en una magnífica playa que yano existe. Se la han cargado para construir tres bloques de pisos deveinte plantas. Queríamos seguir las obras desde afuera y no pudimosporque no aparecían en Google Earth. De aquí se nos ocurrió. En estecaso fue simplemente porque no renovaron la página, pero hay otrosmotivos: campos de refugiados, seguridad militar, playas nudistas…”

La herencia y transformación de las ideas, el rastro de la memoriaoral y la representación oficial del mundo. Tres conceptos que vertebrantres proyectos sobre la desaparición y un creador que investiga las frac-turas de la realidad.

Isaki Lacuesta,en busca de los rastros perdidos

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En el cruce de las calles Lluna y Ferlandina un hombre deunos cuarenta años, apoyado en una muleta, habla a gritoscon una mujer que come pipas mecánicamente. Es imposi-ble no escuchar lo que le dice mientras paso a su lado cami-no del Horiginal: “¡Tú me tocas a mis hijos y yo te meto una‘opa’ que te doy fuego!”. Hoy es miércoles, y si es miércoles,toca poesía.

Sigo adelante cruzándome con varios filipinos quehablan en grupillos junto a un mural con un poema deBertolt Brecht. “Hay muchas maneras de matar / pueden cla-varte un cuchillo en el vientre / quitarte el pan…”. Alguienha escrito tras el último verso un contundente “muerte alpolicía violento”. Atravieso Joaquim Costa y sigo porFerlandina hasta desembocar frente al MACBA. A la izquier-da unas cuantas personas charlan animadamente en lasmesas de una terraza tranquila, bajo el mural de Chillidaque cierra por poniente la Plaça dels Àngels. Otra mano anó-nima ha dejado aquí también su huella literaria: “El tiempoes el fuego que nos consume”. ¿Qué fue antes: el grafiti o laciudad? Los batacazos de los monopatines de los skaters quehacen piruetas circenses por la plaza son ensordecedores. Ami derecha, en el número 29 de Ferlandina se encuentra laentrada del restaurante Horiginal. En el escaparate se tientaal paseante con tapas, bravas, rabas, croquetas y poesía. Un“paqui” que lleva varias cervezas en la mano me ofrece unaEstrella. Le digo que no y entro en el restaurante. Al fondo

se encuentra el “Obrador de Recitacions i Noves ActitudsLiteràries”. Para entendernos: el “Orinal”.

El Orinal es un híbrido de gruta de las ninfas, mansardade Ronsard, taberna portuaria, tertulia literaria y café teatro.Es, también, una apuesta radical por la independencia. Aquíni se reciben subvenciones ni se paga un céntimo de euro alos poetas que vienen a recitar. Aquí se hacen las cosas poramor al arte. Pero, si como ha dejado dicho Wallace Stevens,“Poetry is the subject of the poem”, la joven poesía catalana es laprotagonista de este espacio, donde se autocongrega cadamiércoles a partir de las ocho de la tarde. Esto no quieredecir que por el Orinal no pasen de vez en cuando poetasmaduros o que entre el público escaseen las canas. Un mar-tes de enero en que recitaba Ferran Aisa, me senté junto aun anciano que sorbía un Cacaolat con una pajita. Me asegu-ró que estaba a punto de cumplir ochenta años y que se des-cubrió a sí mismo como poeta en 1993. Desde entoncesescribe una carpeta de poemas por año. “Me van mejor losamorosos –me dijo–. Por la noche, después de cenar, com-pongo dos. Los que más me gustan son los de ‘te quiero’-‘me quieres’, que me salen fácilmente. Primero los escribocon lápiz y luego los paso a máquina”. A lo largo del recitalme susurró comentarios muy atinados sobre la extensiónde cada poema. “Este es largo”, “este es corto”, etc.

Ferran García (Quirky) y Josep Pedrals son los encargadosde mantener el Orinal en ebullición. Su presencia es palpable

Los miércoles poéticosdel HoriginalTexto Gregorio Luri Fotos Christian Maury

Rincones vivos

Observatorio, 115

en el punto de entusiasmo espontáneo y cordial con queaquí se vive el desgranarse del tiempo, de verso en verso, devaso en vaso y, por supuesto, de beso en beso. Subal, blogue-ro mítico, me comenta refiriéndose a Quirky: “Este hombrees sencillamente increíble. Hay una generación de poetasque no sabe cuántas cosas le debe”. Le debe un espacio deacogida para toda la poesía, desde las nuevas formas, queandan moviéndose entre los ritmos hip-hop de los rapsodascallejeros y la estética indie o la lírica más destilada (clásica o

postmoderna), hasta las eses enroscadas de Cassasses (por-que aquí hasta los poetas mediáticos son bienvenidos si yavienen remangados). El Orinal, de hecho, se está convirtien-do en un centro de irradiación poética. “Aut Orpheus aut nihil”,gritó un día Jordi Florit desde el escenario. Y no hubo ni ungesto de escepticismo entre el público.

La influencia lírica del Orinal se extiende, contagiosa, porla ciudad (los viernes poéticos del café El Sortidor) y su peri-feria (los martes poéticos del Vins i Divins del Masnou) y susecos son celebrados con complicidad en las tierras del Ebro yen las Baleares. Tiene también, como no podía ser menos,sus ramificaciones en Internet. No en vano es el refugio de laque podríamos llamar –con el permiso de críticos más juicio-sos– la “bite generation” de la poesía catalana. Me refiero aun grupo de poetas que anda en torno a la treintena integra-do por Josep Pedrals, Francesc Gelonch, Joan Todó, EduardEscoffet, Núria Martínez Vernis, Jaume C. Pons, Max Besora,Jordi Nopca, Jordi Florit… Me parece claro que comparten unsentimiento deportivo del oficio de poeta, una extraordina-ria capacidad creativa para jugar con imágenes semántica-mente muy ricas y enfrentarlas a sus contraimágenes, de ahíque sea en ellos tan frecuente el oxímoron, la aliteración y,especialmente, la ironía de la onomatopeya y el juego depalabras. Tienen, además, suficiente desvergüenza comopara, si es preciso, disfrazar a Orfeo de Jimi Hendrix y servirlelas mieles de Ronsard con espárragos frescos de La Boqueria.

Pero me temo que comparten también su rotunda negativa aconsiderarse miembros de grupo poético alguno.

No tengo ni idea de cuánto tiempo se mantendrá encen-dida en Barcelona la vitalidad de esta llama poética, pero sísé, sin ninguna duda, que si el Orinal echa un día –espere-mos que aún lejano– el cierre, se clausurará el lugar que conmás fe y más honestidad ha apostado por los jóvenes poe-tas catalanes en toda la ciudad. Y –quand vous serez bien vielle–le agradeceremos melancólicamente el regalo espléndido de

aquellas noches en las que la poesía se apoderó de nosotroscomo el entusiasmo de los antiguos rapsodas y fuimosbacantes y sátiros de la lírica, y mecidos por sus ritmos nosdejamos arrastrar más allá del compañero de mesa, amigo odesconocido, más allá de la carne entrevista y vibrante, másallá del vaso de cerveza, hacia ese lugar donde sólo se habitacomo palabra entre las palabras y donde todo resuena vivo,vibrante y verdadero y –me dice Subal– “entonces un calorque no sabes de dónde viene, pero que de pronto compren-demos que es lo que veníamos a buscar, nos recibe con losbrazos abiertos”. Se trata, claro está, “d’aquell cech foch qui.lsamadors s’escalfen” al que cantaba Ausiàs March. M

L’Horiginal: Café + poesía + restaurante. Los recitales poéticos tienen lugar los miércoles a las 20 h.Ferlandina 29 (delante del MACBA)[email protected]

El blog de l’o.r.i.n.a.l. (Obrador de Recitacions i NovesActituds Literàries): http://horinal.blogspot.com

Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, los países europeos ylos Estados Unidos prometieron que “nunca más” permitirían quese cometieran genocidios ni matanzas de civiles, y para asegurar lapaz en el futuro y el diálogo entre los Estados crearon las NacionesUnidas. Pero si volvemos la mirada hacia las últimas seis décadascontemplamos una historia llena de guerras, masacres y atrocida-des, algunas de ellas cometidas en el mismísimo corazón deEuropa. David Rieff (1952, Boston), escritor, periodista y analistapolítico, conoce de primera mano algunos de estos conflictos. Lasguerras, la pobreza y el hambre se han multiplicado en los últimosaños, a pesar de las promesas de los gobiernos occidentales, a losque Rieff critica con dureza por su desidia ante los conflictos que sesuceden en diversos puntos del planeta. Las terribles situacionesque vivían algunas poblaciones y la falta de acción de los Estadospara solucionarlas provocaron el nacimiento de organizaciones einstituciones dedicadas a la asistencia humanitaria, la ayuda deemergencia y la cooperación al desarrollo. El campo del humanita-rismo ha vivido un auge increíble en los últimos veinte años. En supolémico libro Una cama para una noche: el humanitarismo en crisis(Taurus Ediciones, 2003), Rieff afirma que las organizaciones huma-nitarias, frustradas por su incapacidad para paliar con efectividadlas catástrofes humanas o para cambiar las condiciones políticasque las producen, han sacrificado en muchos casos su integridad eindependencia para pasar a formar parte de operaciones políticas ymilitares y lamenta que los actores políticos manipulen el mensajehumanitario en beneficio propio.

Hijo de la escritora norteamericana Susan Sontag, fallecida en 2004,Rieff ha centrado hasta ahora su obra en temas como la inmigración,los conflictos internacionales y el humanitarismo. Sus títulos másconocidos, además del ya citado, son Slaughterhouse: Bosnia and the failu-

“La diplomacia, sin lahabilidad de desplegar una fuerza militar, no sirve para nada”

En tránsito

Entrevista Ana AlbaFotos Pere Virgili

DavidRieff

re of the West (Simon & Schuster, 1995) y Crímenes de guerra: lo que debemossaber (Debate, 2003). Autor de numerosos artículos de The New YorkTimes, Los Angeles Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, LeMonde y El País, Rieff ha publicado recientemente el libro Un mar demuerte (Debate, 2008), un homenaje a su madre y a la última batalla deesta contra el cáncer.

Usted ha cubierto diferentes guerras como reportero. Entre otroslugares, estuvo en Bosnia, donde murió mucha gente porque elmundo tardó cuatro años en reaccionar. De hecho, el mundo siguesin reaccionar a muchas otras guerras. ¿Por qué esta pasividad?Es muy duro ser compasivo y especialmente con los extranjeros.Nunca me ha sorprendido que la gente no sea compasiva; lo que mesorprende es que lo sea porque me resulta antinatural. Pides a lagente de Barcelona que se preocupe por la de Zenica (Bosnia): las dosestán en Europa, pero hay un gran camino entre ellas, emocionalmen-te y en términos culturales. Y si puede ser difícil simpatizar con lagente de Zenica, imagínate preocuparte por la de Ruanda o la deBirmania. Todo esto de la compasión es para hacernos sentir bien.Después de la Segunda Guerra Mundial, en los países de Europa occi-dental, menos en la península Ibérica, donde teníais vuestras dictadu-ras, hubo una necesidad de reescribir el pasado, de hacerlo menosdoloroso psicológicamente. Por ejemplo, se dijeron cosas como queCharles de Gaulle había sido un resistente. Todo este tipo de mitolo-gía duró años y no fue hasta finales de los setenta cuando la gentecomenzó a desafiar esta versión. En Alemania, la gente tuvo queenfrentarse a la culpa. Entonces se pronunció la frase “nunca más”,pero se dijo para sentirse mejor, porque no había ninguna razón parapensar que nunca volvería a ocurrir nada similar. En el libro que escri-bí sobre Bosnia dije que “nunca más” significaba que nunca más los

alemanes matarían judíos en Europa en los años cuarenta; no teníanada que ver con otras masacres. Y ha habido muchas matanzas desdeentonces. Pienso en el genocidio de Camboya en los setenta, enRuanda, en el Congo, donde han muerto unos cuatro millones de per-sonas entre 1992 y 2000. Lo que pasó es que en Europa, que estaba enguerra por lo menos cada treinta años, las guerras parecían habersedetenido de pronto. Como vivimos de forma próspera, es difícil imagi-nar una guerra entre países europeos ahora. Si en Cataluña el puebloescoge la independencia en un referéndum, no creo que el Ejércitoespañol saque los tanques a la calle. Tampoco lo hará el Gobierno deBruselas si Flandes se escinde. Las condiciones a través de las cualesnació esta Europa pacífica no se han reproducido en ningún otrolugar. No hay razón para pensar que no habrá guerras en Asia, en Áfri-ca, en Oriente Medio. El “nunca más” es solamente para nosotros.

Solamente para los llamados occidentales...Sí, solamente para nosotros. Por lo tanto, no me sorprende que no sereaccione a las guerras y que no se reaccionara a la de Bosnia. Yo esta-ba triste porque pensaba entonces –y sigo pensándolo ahora– que laBosnia de 1992 tendría que haber sido defendida política y moralmen-te; con independencia de lo corrupto que fuera antes el sistema, y enalgunos aspectos cruel y antidemocrático, era mejor que el Estadosangriento que trajo Slobodan Milosevic después de la caída delcomunismo. Milosevic fue un hipócrita total y un oportunista, usó elnacionalismo para sus propósitos políticos. Europa tenía interés endetener la guerra, pero era una mala época; estaba el Tratado deMaastrich y la reunificación alemana y, como suele pasar, los paíseseuropeos no se ponían de acuerdo, y al final, la solución dependió delos americanos. Europa se queja de los americanos, pero cuando hayproblemas, quiere que los americanos los resuelvan. La diplomacia sin

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la habilidad de desplegar una fuerza militar no sirve para nada y lamayoría de los principales países europeos están reduciendo sus fuer-zas; incluso en Francia y el Reino Unido, donde todavía hay una granlealtad a la idea de un gran ejército poderoso, la fuerza militar se estáreduciendo. En el Este, todos tienen grandes fuerzas militares: Rusiaestá reconstruyendo su poder militar, y China, también.

¿Está usted a favor de las intervenciones militares “por razoneshumanitarias”?Los alcohólicos anónimos no dicen que estás dejando de beber, sinoque eres un alcohólico en recuperación, y yo soy un intervencionistaen recuperación. Estuve muy a favor de la intervención en los añosnoventa, en Bosnia, en Ruanda y en Kosovo. Aún defendería el casode Bosnia, pero no estoy seguro de si tenía razón en los casos deRuanda y de Kosovo. La ideología oficial de Occidente de alegar ladefensa de los derechos humanos es hipócrita y la lógica de interve-nir por los derechos humanos es imperial. Y, por supuesto, lo que mipaís ha hecho en Afganistán y en Irak me preocupa mucho; utiliza-ron de forma muy fácil el pretexto de los derechos humanos. Es todomentira. Quizás algunos miembros del Gobierno de los EstadosUnidos o del Reino Unido se lo creían, pero nunca he entendido,desde el punto de vista del interés propio, por qué el gobierno espa-ñol se implicó en la guerra de Irak. Bush sonrió a vuestro presidentey ¡hala, ya está! La posición española, sin meterme en la moral, sóloteniendo en cuenta las razones de Estado, nunca tuvo sentido paramí. Pero los británicos y los americanos entonces, y ahora especial-mente los americanos y los franceses con su nuevo love affaire, sonlos primeros aliados y todos utilizan los derechos humanos cuandoles conviene, y me pone muy nervioso. Siempre puede haber excep-ciones, tanto en la política como en la vida privada, y puede ser quese rompan principios, pero ha de ser de forma muy excepcional. Enel caso de los derechos humanos, se violan demasiado fácilmente.

Precisamente para que quienes violan los derechos humanos noqueden impunes se creó el Tribunal Penal Internacional (TPI). ¿Creeusted en este tipo de instituciones?No, tampoco creo en el proceso de Nuremberg, así es que me resultafácil estar en contra del TPI. De hecho, no es que esté en contra deeste tribunal porque existe y hace cosas –no me cabe la menor dudade que la mayoría de la gente que acusa el TPI es culpable–, pero noapruebo este tipo de justicia. Ya sabemos qué va a pasar de antema-no: si inculpan a alguien, lo meterán en la cárcel. No es justicia por-que sabemos que solamente los Estados débiles se van a enfrentar aél, quiero decir que ningún general americano estará jamás en el TPIpor Guantánamo y según las leyes de la guerra tendría que estarlo.Tampoco veremos nunca en el TPI a un general ruso que haya estadoen Chechenia o a un ministro del Interior chino. El TPI está solamen-te hecho para monstruos débiles. La gente de los movimientos proderechos humanos diría que esto es cierto, pero que por lo menos esun primer paso. Yo soy más escéptico; espero que ellos tengan razón.

¿La gente corriente se puede convertir en criminal de guerra?Sí, sí, por supuesto. Adolf Eichmann, responsable de la logística y losdetalles prácticos de la masacre de los judíos europeos en laSegunda Guerra Mundial, hablaba de la banalidad del mal. Era unhombre corriente, solamente un burócrata. La gente es capaz dehacer mucho bien y mucho mal, tenemos en nuestro interior la posi-bilidad de hacer las dos cosas. Hay poca gente en los dos extremos yen medio hay mucha gente que actúa según sopla el viento. La gente

es así, y es normal que en los malos tiempos como en los de laAlemania nazi o de Ruanda durante el genocidio, la gente se com-portara así, no haciendo el mal sino dando su conformidad.

Pero es muy difícil entender cómo la gente puede llegar a cometeratrocidades contra sus compatriotas, vecinos, conocidos...Creo que suele suceder en sociedades en las que la gente tiene miedo,entonces es cuando ocurren cosas realmente terribles. Los genocidiosgeneralmente son imaginados por la gente que los comete comoactos radicales de autodefensa, la amenaza de la gente peligrosa queacabas matando es tan grande que los tienes que matar, esta es lamanera en que los alemanes mataron a los judíos, los hutus a los tut-sis, etc. A veces también hay una dimensión económica, como enAlemania y probablemente en Ruanda por el tema de las tierras; aveces es cuestión de dinero, como en Yugoslavia. Por ejemplo, me pre-gunto: ¿si no hubieran tenido esa inflación tan terrible, en los ochentaen Yugoslavia, hubiera pasado todo esto? Hay gente que no mataríales hicieran lo que les hicieran, que prefieren morir que matar, y haygente que mataría por el pretexto más simple, pero entre los dosextremos hay mucha gente que ni una cosa ni la otra.

¿Cree que la filantropía y el humanismo se están perdiendo?No, creo que cada época tiene sus propias dificultades y las de estaépoca son diferentes de las de antes. No creo en el progreso, perotampoco necesariamente en el decrecimiento. La historia es unaespecie de ciclo. Hay cosas en la Edad Moderna realmente horribles,pero otras son probablemente mejores; el pasado no es una cartade platos a elegir: no puedes pedir jamón y pescado, tienes quepedir todo el menú. Hay cosas en las comunidades que son peoresde lo que eran hace cien años, pero hay cosas que son mejores.

Hay gente que intenta resolver las cosas mal hechas colaborandocon ONG, trabajando por el respeto de los derechos humanos...Sí, en cada época hay gente intentando hacer algo bueno. He sidomuy crítico con lo que se ha hecho hasta ahora a diversos niveleshumanitarios, pero esto no significa que sea del todo crítico. Cadaépoca tiene sus dificultades y sus glorias, vivimos uno de los másgrandes momentos en la historia de la ciencia, estamos en un tiem-po interesantísimo de descubrimientos, estamos aprendiendo unmontón, cosas inimaginables treinta años atrás.

Como usted mismo apuntaba, es muy crítico con el campo delhumanitarismo, la cooperación al desarrollo, el papel de las ONG...En su libro Una cama para una noche: el humanitarismo en crisis(Taurus Ediciones, 2003) expone estas cuestiones abiertamente.¿Cree que las ONG realmente realizan un trabajo efectivo?Depende de la ONG. Apoyo lo que hacen las agencias de ayuda deemergencia, pero soy muy escéptico con respecto a la ayuda interna-cional, aunque creo que muchas ONG medioambientales de ámbitointernacional han hecho un gran trabajo; Greenpeace está llevando acabo una labor importante en todo el mundo. Por lo que respecta altema del desarrollo, es un gran desastre, ha sido un fracaso.

¿Todavía existen algunos tipos de cooperación, algún sector huma-nitarista que perpetúan de alguna manera el colonialismo?Los orígenes intelectuales de estas actividades se encuentran en elcolonialismo, en la actividad misionera, sobre todo en la cristiana,pero esto no significa que todo esté mal. El tema del desarrollo es loque ha tenido menos éxito. No me creo nada cuando, cada cinco años,

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una persona significativa del mundo de la cooperación al desarrollodice: “Esta vez sabemos cómo hacerlo correctamente”. Hace 35 añosque lo dicen, son como los planes quinquenales de la antigua URSS.

En los conflictos, a menudo, además de los que trabajan en ONG, enel campo del humanitarismo, los únicos testigos externos de lasatrocidades son los periodistas. Con la guerra de Irak apareció elnuevo concepto de periodistas integrados. ¿Qué papel cree quedebe desempeñar la prensa en los conflictos?Vi el sistema de los integrados porque cubrí la guerra de Irak el primeraño, hasta que mi madre se puso enferma. Estaba cubriendo OrienteMedio y les dije a mis editores que no quería regresar a la zona; estoyharto de Oriente Medio y ya no tengo nada más que decir sobre estaparte del mundo. Los periodistas están en una situación imposible,los ejércitos se han dado cuenta de que dejar que los periodistas seanindependientes es arriesgado; ahora, si quieres, puedes ir integrado,pero tratar de hacer algo más por tu cuenta es un problema, tienes queir con la unidad. Psicológicamente es muy complicado; yo lo hice solouna vez en Irak. Estaba en una unidad con esos pobres chicos a losque no quieres fastidiar. Además, sientes gratitud hacia ellos porquede repente un chico de veinte años del sur de Texas te protege con sucuerpo cuando los morteros comienzan a caer. Entonces, ¿qué vas ahacer? Sería fácil criticarlos si se tratara de un torturador, pero no estásen Guantánamo, sino en una unidad normal de combate que no hacenada terrible: la mayoría de los crímenes de guerra no los suelencometer estos chicos; no hablo de bombardeos, eso es otra cosa. En elotro bando, probablemente te van a matar y no puedes cubrir su ladode la historia; o sea, que no puedes hacer tu trabajo de forma correcta.Y no considero tan importante el periodismo de opinión. La objetivi-dad es una ambición, no una realidad, lo sé yo y todos los que hace-mos este trabajo. Y para crear opinión no es necesario irse a Irak; lopuedes hacer por Internet o SMS desde tu casa. Por lo que respecta a laparte comercial de la prensa, los periódicos quieren menos historias,los propietarios y los que llevan los periódicos están muy desmorali-zados; saben que el futuro es la web, pero no saben cómo ganar dinerocon ella. Vivimos momentos difíciles para ser periodista.

Las secciones de internacional de los periódicos españoles hablanconstantemente de Bush, Obama y los Estados Unidos en general...Sí, los americanos obsesionan a la gente. América no es tan fuertecomo antes, pero aún es más fuerte que nadie militarmente y tieneun buen ejército. Todo el mundo quiere la reconciliación entre losamericanos. Solo los demócratas liberales dicen que los clichés de lapolítica americana han de cambiar, que se tiene que dar marchaatrás, que el imperio americano no se puede concebir como unaempresa criminal, que es en gran parte lo que ha hecho George W.Bush. Estoy fascinado con la gran ilusión que genera Barack Obama.

¿Pensaba que Obama llegaría a la Casa Blanca? ¿Qué le parece lafascinación que ha generado, la llamada obamamanía, y las espe-ranzas de cambio?

No creo que Obama sea un mal tipo y yo esperaba que ganara; serámejor, aunque tampoco creo que sea mucho mejor en política exte-rior excepto en términos de estilo. Será un poco mejor porque estárodeado de liberales imperialistas en lugar de neoconservadores ylos primeros son preferibles a los segundos. El ambiente será mejor,Obama no hará esos discursos tremendos de Bush. Es una personaque se controla, lo mejor de su temperamento es la calma, es unhombre civilizado, bien educado, con estudios. Obama parece hones-to, pero lo que me fascina es ver, incluso aquí, en España, el apoyoque tiene. Paseando junto a la Facultad de Historia, en el centro deBarcelona, he visto en los muros mensajes de apoyo a Palestina, con-tra el imperialismo, etc. Muchos estudiantes simpatizan con el movi-miento antiglobalización, son de movimientos de izquierdas, etc. Yestos mismos estudiantes son entusiastas de Obama. ¿Pero cómopuede ser? Está muy bien ser entusiasta de Obama, ¡pero no puedesser fan del lingüista, filósofo y analista Noam Chomsky y de Obamaal mismo tiempo! O uno o el otro, ¡pero los dos no! Obama es unpolítico de centro. Bromeaba con unos amigos españoles y les decíaque en términos españoles ¡Obama representaría el ala izquierda delPartido Popular! ¡No estaría ni en el PSOE! Los de izquierdas adorana Obama, pero no está muy lejos de Mariano Rajoy.

Bueno, supongo que la gente que se muestra tan entusiasta conObama aquí o en Europa en general es porque piensa que serámejor que George Bush...Sí, sí, yo también lo pienso, y si es todo lo que piensan, lo entiendo,¡pero es que están entusiasmados! Creo que la gente desea tanto elcambio, que por eso Obama ha generado estas expectativas.

Su madre, la escritora norteamericana Susan Sontag, fue a menudocrítica con la política de su país y una mujer preocupada por lasguerras y el sufrimiento. Usted acaba de publicar el libro Un mar demuerte, donde habla de la enfermedad de su madre y de sus últi-mos meses de vida. ¿Cómo influyó ella en su visión del mundo?No lo sé... Teníamos muchos intereses comunes, en este sentido solía-mos bromear. Pero yo no estoy tan cultivado como ella en los aspec-tos político e histórico. También hay un montón de cosas que a ella legustaban y a mí no, y viceversa, aunque ella sí podía estar interesadatambién en estas cosas, porque de alguna manera estaba interesadaen todo. Pero alguien que me conozca bien sería mejor juez que yomismo. La influencia en tu trabajo es un tema complicado. A mí mepasa un poco como sucede en la película El Padrino; nací en una familiadedicada a un negocio, el negocio de la escritura, aunque yo tambiénquería ser escritor desde siempre. Mi madre era una escritora famosa,mi padre también era escritor –escribió algunos libros importantes ensu campo en su época–, y cuando eres hijo de gente así y quieres serescritor, sabes que tienes que escribir sobre cosas que ellos no escri-ban; así es que supongo que hubo un efecto negativo, en el sentido deque me convertí en corresponsal de guerra porque ellos no escribíansobre eso. Seguro que mi madre influyó en mí de la misma maneraque espero que yo influyera en ella también.

“Ningún general americano estará nunca ante el TribunalPenal Internacional por Guantánamo, ni ningún generalruso por Chechenia, ni ningún ministro chino de Interior. ElTPI solo está hecho para monstruos débiles”.

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M

El hombre del parche en el ojo se llamabaMoshe Dayan. El de la kefia, Yasser Arafat.Conocíamos su existencia por las discusionesfamiliares de sobremesa que suscitaba la gue-rra del Próximo Oriente, por las portadas delos periódicos y por los telediarios en blanco ynegro. Corrían los primeros años setenta y depolítica se hablaba mucho, casi siempre desdela militancia clandestina y bajo el yugo delgerifalte del Pardo. A pesar de Franco, de esecaudillo mil veces inmortalizado en estatuasde bronce mil veces cagadas por palomas, lasociedad letrada estaba extremadamente poli-tizada y la gresca política se trasladaba a lospatios de la escuela. Recuerdo las caras de losniños ahora convertidos en padres y madresde otros vástagos. Entonces nos dividíamos endos grupos: el más numeroso defendía lacausa de Israel; el menos, a ese Arafat con carade poyuelo recién salido del huevo. Tras unaintensa batalla sobre el arenal, volvíamos aclase con las rodillas sucias y las mejillas colo-readas. Eran juegos, y de los pocos recuerdosque guardo de AULA.

No era fácil ser hijo de una familia atea y deizquierdas en las postrimerías de la España delNodo. Con Dios todopoderoso gobernando elfirmamento, y otro dios menor y con párkin-son controlando todo lo que acontecía en laCeltiberia descrita por Carandell, estudiar asalvo de la vara de los curas era una epopeya.Salvados de Dios, el problema de los docentes

de AULA era también espiritual, obsesionadospor alcanzar la eternidad nutriendo el mundode genios, una obsesión que convertía lashoras de estudio en un apartheid entre buenosy malos, niños fuertes y niños demasiado sen-sibles. Si tu sensibilidad era negra, lo más cer-cano a la felicidad era cuando daban las cinco,hora de vuelta a casa, al piso de Les Corts.

La huida se hacía por un sendero al estilode los del Vietcong, que nacía en la trastiendadel magno edificio docente y daba a la calleMontevideo. Siguiendo esa vía, pasada la casade Salvador Pániker y la promesa de un próxi-mo verano en Pals junto a Gregorio y sumadre, la hermosa Nuria Pompeya, un arcodaba la bienvenida a la Plaça del Monestir, unrincón escondido del tiempo y de los males deuna ciudad con los cimientos porciolizados. Megustaba detenerme en ese lugar, con los piesarmados sobre los adoquines y la mirada ilu-minada por la luz que se colaba por las enor-mes ramas de los plátanos. Enfrente estabanlas paredes del monasterio de Pedralbes queguardaban el claustro majestuoso y las estan-cias de la reina Elisenda de Montcada. Casinunca llegaba a tiempo de oír las campanadasde las cinco, pero el silencio era tan preciosoque uno podía viajar al pasado sin tener encuenta la fila de Simcas, Seiscientos o DosCaballos aparcados. A la derecha de la puertade la iglesia había una entrada. Por allí veíaingresar a algunos amigos de juegos de gue-

rra. Era una puerta prohibida, solo permitida alos que estudiaban catequesis. Obligación queno entendí hasta años más tarde: muchos delos que estudiaban en AULA no era por elcarácter laico de la institución, si no por quequerían hacer de ellos, sus padres y el espíritusanto, grandes genios de la humanidad.

Ese interludio duraba unos minutos, lossuficientes para descargar la mala hostia, trasel cual reanudaba la vuelta a casa cruzando elarco que separa el Museo de Historia y el con-ventet, puerta de entrada al mundo real quevomitaba a la avenida de la Victoria, la suya,una, grande y libre, hoy bautizada avenida dePedralbes. Esos efímeros recogimientos des-parecieron cuando me largué de AULA. Loúnico importante de ese lustro son pequeñosrecuerdos que forman parte de la patria de miinfancia, rincones que había guardado incons-cientemente en los cajones de la memoria.

Un siglo más tarde, una visita al monaste-rio de Pedralbes haciendo de anfitrión de unosamigos de Ferrara, abrió de nuevo esa guaridaque permanecía sellada desde los setenta. Nosé si fue por la conjunción de una fragancia,por el silencio oculto o por la luz tenue filtradaa través de las hojas amarillas, pero de repentevolví a ver a algunos de los pequeños soldadosde Moshe Dayan y de Arafat entrar por la puer-ta dispuestos a iniciar su hora de catequesis.Desde esa tarde, la Plaça del Monestir se con-virtió en una visita obligada.

La Plaça del MonestirText0 Daniel Vázquez Sallés

Nueva memoria

Ilustración: P. Villuendas

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Barcelona

METROPOLISRevista de información

y pensamiento urbanosNúm. 75Verano 2009Precio 3€

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ico“La ciudad es la nueva naturaleza. La antiguanaturaleza es ya sólo nuestra prehistoria, algoque conviene que conservemos por razones queestán a medio camino entre la melancolía y lasupervi vencia, pero que ocupa todo otro lugaren nuestra representación imaginaria delmundo. Ya no es el exterior que rodea los espa-cios humanizados (un exterior que todavía pare-cía estar presente en expresio nes como ‘salir alcampo de excur sión’), sino a la inversa. Y, así,hablamos de reservas naturales o proponemosleyes que regulen el acceso a la naturaleza(expresión que invierte la imagen clásica: esahora la naturaleza la que está rodeada –aun-que tal vez fuera mejor decir asediada– por laciudad).” (Del editorial)

Núm. 75Verano 2009www.bcn.cat/publicacionswww.barcelonametropolis.cat

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Ciudades, energía y cambioclimático

Cuaderno central

Con artículos de Ana Alba, RamonAlcoberro, Jordi Borja, Anil Markandya,F. Xavier Medina, Isabel Núñez, Javier Pérez Escohotado, Ferran SáezMateu, Daniel Vázquez Sallés, JoanVergés Gifra, Harald Welzer.

Entrevistas con Avishai Margalit yDavid RieffLa ciudad entre la desposesión y lareconquistaDecrecimiento contra decadenciaLa ciudad perdidaEpicuro y la burbuja gastronómica