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Fiodor Mijaílovich Dostoyevskii P P o o b b r r e e s s g g e e n n t t e e s s Apenas algunos meses después de graduarse en la Escuela de Ingenieros, y empezar a trabajar en una oficina del Estado como ingeniero dibujante, Fiodor Mijaílovich, de 26 años de edad, pidió el retiro, la razón: el trabajo le quitaba mucho tiempo, un tiempo valiosísimo que él podría dedicar de lleno a la que fue la única y verdadera pasión durante toda su vida: la literatura. Un par de obras de teatro que nunca salieron a la luz y una mala traducción de Eugénie Grandet al ruso, eran todo lo que hasta ese momento había hecho, pero su resolución estaba tomada; según él, escribiría libros fáciles de leer y de vender que ofrecería a tanto por hoja para pagarse las cuentas, y mientras tanto, tomándose su tiempo, se dedicaría a crear las verdaderas obras de arte, la verdadera literatura que algún día lo consagraría como el mejor escritor ruso de todos los tiempos. Probablemente en esos momentos el joven Dostoyevskii no se imaginaba siquiera que por el resto de su vida no habría de hacer otra cosa más que escribir para comer. Trabajó arduamente en su primer novela y cuando, apenas acabada, se la mostró a su colega Grigórievich, éste último se emocionó tanto que de inmediato se la llevó a su editor, Nekrásov. Nekrásov quedó tan o hasta más emocionado que Grigórievich al acabar la lectura que no tardó en llevársela al crítico Bielinski, juez indiscutible en esos momentos en cuanto a escritura se refiere, y su fallo fue: ¡Tráigame inmediatamente a ese Dostoyevskii! De la noche a la mañana, literalmente, Fiodor Mijaílovich pasó de la miseria y el anonimato a la más esplendorosa fama, su novela Pobres gentes fue considerada como una verdadera obra de arte, y su autor fue aclamado como la más grande promesa de las letras rusas. Fiodor Mijaílovich Dostoyevskii debuta como escritor, goza de su momento de gloria y la fama se le sube a la cabeza… dejémoslo disfrutar el momento; pronto, mucho más pronto de lo que él se imagina, todo se desvanecerá como al final de un hermoso y placentero sueño. Mientras tanto disfrutemos de estas sus Pobres gentes, en donde conoceremos la vida y peripecias del buen Makar Dievuschkin y su querida y desamparada Várinka; la magistral descripción día a día de su vida miserable nos hablará de lo injusto y lamentable que puede llegar a ser el mundo, éste nuestro mundo, el mundo en el que vivimos y del cual todos y cada uno de nosotros somos parte; Pobres gentes fue escrita en 1846, pero sus protagonistas siguen viviendo hoy día en las calles de todas y cada una de nuestras ciudades modernas.

Pobres Gentes

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Dostoyevski, Fiodor Mijailovich

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  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii

    PPoobbrreess ggeenntteess

    Apenas algunos meses despus de graduarse en la Escuela de Ingenieros, y empezar a trabajar en una oficina del Estado como ingeniero dibujante, Fiodor Mijalovich, de 26 aos de edad, pidi el retiro, la razn: el trabajo le quitaba mucho tiempo, un tiempo valiossimo que l podra dedicar de lleno a la que fue la nica y verdadera pasin durante toda su vida: la literatura. Un par de obras de teatro que nunca salieron a la luz y una mala traduccin de Eugnie Grandet al ruso, eran todo lo que hasta ese momento haba hecho, pero su resolucin estaba tomada; segn l, escribira libros fciles de leer y de vender que ofrecera a tanto por hoja para pagarse las cuentas, y mientras tanto, tomndose su tiempo, se dedicara a crear las verdaderas obras de arte, la verdadera literatura que algn da lo consagrara como el mejor escritor ruso de todos los tiempos. Probablemente en esos momentos el joven Dostoyevskii no se imaginaba siquiera que por el resto de su vida no habra de hacer otra cosa ms que escribir para comer. Trabaj arduamente en su primer novela y cuando, apenas acabada, se la mostr a su colega Grigrievich, ste ltimo se emocion tanto que de inmediato se la llev a su editor, Nekrsov. Nekrsov qued tan o hasta ms emocionado que Grigrievich al acabar la lectura que no tard en llevrsela al crtico Bielinski, juez indiscutible en esos momentos en cuanto a escritura se refiere, y su fallo fue: Trigame inmediatamente a ese Dostoyevskii! De la noche a la maana, literalmente, Fiodor Mijalovich pas de la miseria y el anonimato a la ms esplendorosa fama, su novela Pobres gentes fue considerada como una verdadera obra de arte, y su autor fue aclamado como la ms grande promesa de las letras rusas. Fiodor Mijalovich Dostoyevskii debuta como escritor, goza de su momento de gloria y la fama se le sube a la cabeza dejmoslo disfrutar el momento; pronto, mucho ms pronto de lo que l se imagina, todo se desvanecer como al final de un hermoso y placentero sueo. Mientras tanto disfrutemos de estas sus Pobres gentes, en donde conoceremos la vida y peripecias del buen Makar Dievuschkin y su querida y desamparada Vrinka; la magistral descripcin da a da de su vida miserable nos hablar de lo injusto y lamentable que puede llegar a ser el mundo, ste nuestro mundo, el mundo en el que vivimos y del cual todos y cada uno de nosotros somos parte; Pobres gentes fue escrita en 1846, pero sus protagonistas siguen viviendo hoy da en las calles de todas y cada una de nuestras ciudades modernas.

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    Makar Aleksiyevich Dievuschkin es un pobre burcrata del Estado, un amanuense, un apocado hombre cuya vida toda se reduce a cumplir cabalmente con sus deberes en la oficina y a escribir afectuosas cartas a su vecina, la pobre hurfana Varvara Aleksiyevna. En un mundo que le es del todo hostil, y en medio de la mayor miseria, el pobre empleado hroe de esta historia encontrar la fuerza necesaria para poder subsistir, y aun poder ayudar a los dems, en la sencillez y bondad de su propio corazn sufriente. Y as, cuando l mismo est casi murindose de hambre, dar sus ltimas monedas a quien le suplica por su ayuda. En esta su primera novela, Fiodor Mijalovich nos habla del mundo triste y miserable de los desamparados de la gran Petersburgo, de esas pobres gentes que viven en tugurios y cuchitriles, muertas de hambre y de fro, y que de la vida no esperan nada ms que poder acabar el da y esperar que el Todopoderoso no tarde mucho en acogerlos en su Santo Reino. Como a lo largo de toda su obra, Dostoyevskii responder que la nica respuesta y solucin ante el absurdo del mundo es el amor, el amor incondicional cristiano, y nada ms.

    POBRES GENTES FIODOR MIJALOVICH DOSTOYEVSKII (Mosc, 1821-San Petersburgo, 1881) Idioma original: ruso Evangelio Ttulo original de la obra: (Biednie liudi) Traduccin y prlogo por Rafael Cansinos Assns Primera edicin: San Petersburgo, 1846; en el Almanaque Petersburgus

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    PRLOGO

    La primera obra que escribi Dostoyevskii1 fue Pobres gentes, quien tena a la sazn

    veinticinco aos. La lectura del manuscrito produjo gran entusiasmo en el editor Nekrsov

    y en el crtico Bielinski, rbitro acatado entonces en todos los medios literarios. Segn

    Bielinski, en esta su primera obra Dostoyevskii haba creado la novela social. El agudo

    crtico explica el proceso ntimo por el cual el escritor habase elevado de su vuelo hasta

    esa altura mediante su intuicin creadora. Dostoyevskii haba procedido como artista y no

    como pensador ni desarrollador de tesis: profunda apreciacin a la que hacen justicia los

    crticos y bigrafos posteriores del novelista. En la edicin alemana de sus Obras

    completas, el compilador Moeller van den Bruck encabeza la versin de Pobres gentes con

    un proemio en el que hace resaltar tambin cmo Dostoyevskii plantea en estas pginas un

    problema social y lo resuelve intuitivamente en nombre del amor, con la efusiva videncia

    del arte y no al modo de los filsofos racionalistas, que se elevan a ese amor o filantropa

    mediante largos y fros razonamientos. Tampoco a la manera de Marx y sus partidarios,

    que slo se atienen a la consideracin del hecho econmico en la historia y la psicologa.

    Dostoyevskii, espritu cristiano, asiduo meditador del Evangelio, desborda aqu su amor

    innato a las criaturas todas, haciendo del amor su imperativo social. Actitud romntica,

    desde luego, que dista un abismo de la filosofa del superhombre que Nietzsche

    proclamar ms tarde, y en la que el amor quedar aplastado bajo la voluntad de vivir y

    dominar. Con sus Pobres gentes inicia Dostoyevskii una literatura evanglica, en la que

    sern personajes predilectos y descollantes los pobres de espritu, los mansos, las

    cortesanas abnegadas y los pecadores arrepentidos. Exaltacin de la renuncia de s

    mismo, del sacrificio en pro de los dems, de la expiacin que nos vale la smirenie o

    paz del alma. A anlogas conclusiones llegar Tolstoi despus de haber indagado

    largamente el sentido de nuestra vida. Pero lo admirable es que esas conclusiones hayan

    sido los principios de Dostoyevskii y que ste haya empezado, desde luego, su obra por un 1 De acuerdo a la fontica rusa sta es la grafa que mejor se ajusta al apellido del novelista. La palabra rusa no representa nada de particularmente difcil, aparece trascrito de manera anrquica, siempre distinta en las respectivas ediciones de sus obras: Dostoyewsky, Dostoyevsky, Dostoevsky, Dostoyevski, Dostoiewski y hasta Dostoyuski. El doble escollo est en la e inicial de la tercera slaba, que unos yotizan y otros no en la escritura, pero que debe yotizarse en la pronunciacin; y en la i final, que para unos es latina y para otros griega, y que, realmente, no es ni lo uno ni lo otro, pues escrita duplicada, cual debiera escribirse, representa el diptongo ruso ii, que se pronuncia, aproximadamente yi. : Dostoyevskii.

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    acto de amor. (Ms adelante, en nombre de este mismo amor, el novelista llegar a sentir

    el odio y a expresarlo; pero en esta primera etapa de su carrera se nos muestra como un

    lrico, para quien el hecho de amor no se complica con problemas sociales ni polticos.

    Juventud.)

    Cuanto a la genealoga literaria de la obra, los crticos rusos la hacen descender

    directamente de Ggol. Ya Nekrsov, al llevarle el manuscrito de Pobres gentes a

    Bielinski, le anunciaba:

    Le traigo a usted un nuevo Ggol!

    Dostoyevskii se habra inspirado para su libro en La capa, de Ggol, novela cuyo

    patetismo le hizo gran impresin, y a la que alude en cierta pgina de la suya. Makar

    Aleksiyevich, el viejo funcionario paternalmente quin sabe? enamorado de Vrinka,

    la hurfana, es un trasunto de Akaki Akkievich, protagonista de La capa, que ms o

    menos prestar tambin sus rasgos a todos esos empleadillos modestos, ridculos y

    conmovedores, que desfilan por las primeras novelas de Dostoyevskii, y que tienen entre s

    un indudable parentesco psicolgico. Hasta parecer el mismo individuo en distintas etapas

    de evolucin de un complejo de inferioridad que llega a la mana persecutoria. La locura

    de Goliadkin, el protagonista de El doble, por ejemplo, est ya en germen en la psicologa,

    al parecer tan plcida, de Makar Aleksiyevich. Tambin ste se cree vejado, perseguido,

    humillado. Tambin est obsedido por la idea del sino. Es el sino dice, y contra el sino

    no hay quien pueda. Al abrrsele las puertas del manicomio, Goliadkin dir por

    centsima vez: Ya me lo tena yo sabido! (Ntese la raigambre romntica, cristiana y

    aun evanglica del sino, que en teologa es la predestinacin.) Pobres gentes est

    saturada, en razn de su amor a los humildes, de un humorismo pattico y enternecedor,

    que se da en todas las obras de Dostoyevskii y que desde este momento sealamos. El

    amor, imperativo social, resalta en esas pginas, en que por boca de Makar Aleksiyevich

    nos habla Dostoyevskii, con penetrante emocin, de los mendigos, de las familias

    miserables, de todo ese dolor que se resume en la frase pobres gentes. Makar

    Aleksiyevich, humilde funcionario, protege a Vrinka, la hurfana, y reparte su escaso

    peculio entre los necesitados que le rodean, llevado sencillamente de su corazn efusivo y

    bueno. La Arcadia evanglica.

    *

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    Para la historia ntima de la obra aadiremos que Dostoyevskii empez a escribir esta

    novela epistolar en 1844, cuando era teniente de Ingenieros y tena veintitrs aos,

    habindola terminado en mayo de 1845. En 1846 la public Nekrsov en su Almanaque

    Petersburgus.

    Rafael Cansinos Assns

    Dostoyevskii en 1847 (tena veintisis aos). Dibujo a lpiz de K. A. Tramovskii que

    figura actualmente en el Museo Dostoyevskii (San Petersburgo).

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    No, seor; no quiero nada con esos urdidores de cuentos! En vez de escribir algo til, agradable, conso-lador, se complacen en rebuscar las ms pequeas menudencias de este mundo, para esparcirlas por ah. Yo, sencillamente, les prohibira coger la pluma. Porque vea usted: resulta que lee uno...; luego, sin querer, se pone a pensar en que ha ledo..., y al final es..., que se le llena a uno la cabeza de disparates. As que lo dicho: yo, sencillamente, les prohibira escribir, de un modo terminante y categrico, prohibido en absoluto!

    (PRNCIPE V. F. ODOYEVSKII)

    Mi inestimable Varvara Aleksiyevna:

    Ayer me sent yo feliz, extraordinariamente feliz, como no es posible serlo ms! Con que

    por lo menos una vez en la vida usted, tan terca, me ha hecho caso! Al despertarme, ya

    oscurecido, a eso de las ocho (ya sabe usted, amiga ma, que, terminando mi trabajo en la

    oficina, de vuelta a casa, me gusta echar una siestecita de una o dos horas), encend la luz,

    y ya haba colocado bien mis papeles y slo me faltaba aguzar mi pluma, cuando, de

    pronto, se me ocurre alzar la vista, y he aqu que, lo que le digo, que me empieza a dar

    saltos el corazn! Ya habr usted adivinado lo que ocurra! Pues que un piquito del visillo

    de su ventana estaba levantado y prendido en una maceta de balsamina, exactamente como

    yo otras veces hube de indicarle. As que me pareci como si contemplara su adorado

    rostro asomado un instante a la ventana y que tambin usted me miraba desde su

    gabinetito, que usted tambin pensaba en m. Y cunta pena me dio, palomita ma, el no

    poder distinguir bien su encantador semblante! Hubo un tiempo en que tambin yo tena

    buena vista, hija ma! Los aos no proporcionan ningn contento, amor mo! Ahora suele

    ocurrirme que me baila todo delante de los ojos! En cuanto escribo un ratito, ya amanezco

    al da siguiente con los ojos ribeteados y lacrimosos, hasta el punto de darme vergenza

    que me vea nadie. Pero en espritu vea yo muy bien, hija ma, su amable y afectuosa

    sonrisa, y en mi corazn experimentaba sensacin idntica que en aquel tiempo, cuando la

    bes aquella vez, Vrinka. Lo recuerda usted an, mi ngel? Sabe usted, palomita ma,

    que me parece verla en este instante amenazndome con el dedo? Ser verdad, mala? La

    primera vez que vuelva a escribirme, me lo ha de decir sin remisin y con detalles.

    Bueno, vamos a ver: qu piensa usted de nuestra idea, me refiero al visillo de su

    ventana, Vrinka? Magnfica, no es verdad? Cuando yo me siente para escribir, o me

    acueste, o me levante, siempre podr saber as si usted me lleva todava en el pensamiento

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    y se acuerda de m, y tambin si est usted buena y alegre. Si deja caer el visillo, querr

    decir: Buenas noches, Makar Aleksiyevich, ya es hora de irse a la cama! Si lo vuelve a

    levantar, ser para decir: Buenos das, Makar Aleksiyevich! Cmo pas la noche,

    Makar Aleksiyevich? Yo, gracias a Dios, estoy muy bien y muy contenta!

    Ya ve usted, amiguita, qu delicada resulta la idea. De este modo no necesitamos

    escribirnos! Verdad que est muy bien pensado? Pues he sido yo el inventor de esta idea

    tan sutil! Y ahora, Varvara Aleksiyevna, dir usted todava que no tengo imaginacin?

    Tengo que decirle an, nena, que la noche ltima la he pasado en un sueo, muy

    bien, contra lo que me esperaba, por lo que tambin yo estoy ahora muy contento, sobre

    todo teniendo en cuenta que, por lo general, en una habitacin nueva, por la falta de

    costumbre, no se suele coger el sueo; por lo visto, no siempre pasan las cosas como

    habran de pasar. Al levantarme hoy me senta enteramente, tan, vamos, tan ligero de

    cuerpo y de espritu, tan alegre y despreocupado. Es que hoy tambin ha hecho una

    maana! Abr la ventana, y entr por ella el sol a raudales, rompieron a cantar los

    pjaros, impregnse el aire de aromas de primavera, y toda la Naturaleza revivi; bueno,

    tambin todo lo dems estaba como es debido, exactamente como debe estar cuando es

    primavera. Con decirle a usted que yo me puse a soar tambin un poquitn, claro que

    pensando slo en usted, Vrinka! La comparaba mentalmente con un angelito del Cielo,

    creado tan perfecto para alegra de los hombres y ornamento de la naturaleza. Y pensaba

    tambin que nosotros Vrinka, nosotros, los hombres, que pasamos la vida entre angustias

    y sobresaltos, podamos envidiar, por su despreocupada e inocente alegra, a los pajarillos

    del cielo, y algo ms tambin, todo por este estilo, me parece. Quiero decir, que slo

    haca esas comparaciones remotas! Tengo aqu, Vrinka, un librito en el que se habla de

    esas cosas, y todo se describe muy al pormenor. Digo esto para que se vea que, aunque

    siempre discrepan las opiniones, no es verdad, querida Vrinka?, ahora que es primavera,

    se le ocurren a uno exactamente ideas iguales de placenteras y espirituales y fantsticas e

    idnticos ensueos de ternura. Todo el mundo se muestra a nuestros ojos con un viso rosa.

    Por eso precisamente he escrito yo todo lo que antecede. Aunque en su mayor parte lo he

    sacado todo del librito que le digo. En l expresa el autor el mismo deseo que yo, slo que

    en verso:

    Oh, quin fuera un ave, un ave de rapia!

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    Etctera. Luego vienen tambin otros pensamientos distintos, pero le hago gracia

    de ellos! Pero dgame, Varvara Aleksiyevna: adnde iba usted esta maana? An no

    haba salido para la oficina, cuando ya atravesaba usted, tan pizpireta, el portal, y como un

    pajarillo de primavera haba dejado su nidito. Y cmo se me alegr el corazn al verla!

    Ah Vrinka, Vrinka! No se aflija usted! Las lgrimas no quitan las penas, crame a m,

    que harto lo s, y por experiencia propia. Ahora lleva usted una vida muy alegre y

    distrada, y tambin est mejor de salud. Bueno, pero a todo esto, qu hace su Fiodora?

    Ah y qu buena es la pobre! Usted debera escribrmelo todo con todos sus detalles,

    Vrinka, cmo se lleva usted con ella y si est usted contenta del todo! Fiodora es a veces

    algo gruona, pero usted no se lo debe tomar en cuenta, Vrinka! Dios sea con ella! A

    pesar de todo, es un alma de Dios.

    Ya le escrib a usted hablndole de nuestra Teresa: es tambin una criatura buena y

    fiel. Cunto me han dado que hacer nuestras cartitas! Cmo hacerlas llegar a su destino?

    Hasta que quiso Dios que viniera Teresa, como enviada propiamente por l. Es una chica

    buenaza, modesta y de buen genio. Pero nuestra patrona, ni que decir tiene, muestra

    carecer de toda piedad al esquilmarla como lo hace. La pobre chica no puede con tanto

    trabajo.

    Pero en qu estoy pensando, Varvara Aleksiyevna! Todava no le he dicho que

    vivo ahora en compaa! Antes viva yo en soledad completa, bien lo sabe usted, con una

    paz y silencio que cuando volaba una mosca se la senta. Mientras que ahora, todo es

    barullo, algazara y estruendo en torno mo! Pero usted no puede formarse la ms remota

    idea de lo que es esto. Imagnese usted un corredor interminable, muy oscuro y muy sucio.

    A la derecha est la acitara, sin ventanas ni puertas; pero a mano izquierda, extendindose,

    como en un hotel, muchas puertas, una al lado de la otra. Y detrs de cada puerta hay su

    correspondiente habitacin, nmero tantos, y en cada una de esas habitaciones viven juntas

    dos o tres personas, que entre todas pagan el alquiler. Cuanto a orden, no se le ocurra

    pedirlo; esto es el arca de No! A pesar de todo los inquilinos son buena gente, en mi

    concepto, y educados y hasta cultos, s seor. Tenemos aqu, entre otros, cierto

    empleado que es un hombre muy ledo: le habla a usted de Homero y de otros muchos

    escritores, y le habla en una palabra, de todo; nada que es un hombre de talento!

    Tenemos tambin dos ex oficiales que se pasan la vida jugando a las cartas. Y, adems, un

    marino, que da lecciones de ingls. Aguarde un poco, que voy a contarle algo de risa: en

    mi prxima carta le describir en estilo satrico a toda esta gente, pintndole a usted con

    todos sus detalles el modo como viven!

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    Nuestra patrona es una vieja muy pequeita y muy sucia, que anda todo el da por la

    casa en chancletas y envuelta en una bata de dormir, y est constantemente insultando a la

    pobre Teresa. Yo vivo en la cocina, o, mejor dicho, ya se lo figurar usted: contiguo a la

    cocina hay un cuarto (debo decirle a usted que la tal cocina est muy limpia y es muy clara

    y apaadita), un cuartito muy chico, un rinconcito muy discreto o, mejor dicho, que lo

    ser, la cocina es grande y tiene tres ventanas, y paralelo al tabique me han colocado un

    biombo, de modo que resulta as un cuartito, un nmero supernumerario, como suele

    decirse. Todo muy espacioso y cmodo, y tengo hasta una ventana, y lo principal, que,

    como le digo, todo est muy bien y muy confortable. Este es mi rinconcito. Pero no vaya

    usted a imaginarse, hija ma, que yo lo diga con segunda intencin, porque, al fin y al cabo,

    esto no es ms que una cocina! Es decir, hablando con exactitud, yo vivo en la misma

    cocina, slo que con un biombo por medio, pero esto no significa nada. Yo me encuentro

    aqu muy contento y a gusto, en completa modestia y placidez!

    He colocado en este rinconcito mi cama, una mesa, una cmoda, dos sillas, s, seor,

    un par nada menos, y he colgado de la pared una imagen piadosa. Cierto que hay

    habitaciones mejores y hasta mucho mejores, pero lo importante en este mundo es la

    comodidad; slo por esto vivo yo aqu, porque me encuentro as ms cmodo, no vaya

    usted a pensar que lo hago por otra razn. Su ventanita de usted cae enfrente de mi cuarto,

    por encima del vestbulo, y el vestbulo es tambin muy pequeito, de modo que se la ve a

    usted ir y venir con toda claridad, con lo que siempre estoy, pobre de m, ms

    acompaado, y tambin me resulta ms barata esta combinacin. En esta casa, el cuarto

    ms pequeo cuesta, incluyendo la comida, treinta y cinco rublos al mes. Y eso no lo

    podra soportar mi bolsa! Pero mi rinconcito me viene a salir slo por siete rublos, y por la

    comida a costarme todo, en nmeros redondos, treinta rublos, para pagar los cuales tena

    que renunciar a muchas cosas: no poda, por ejemplo, tomar t siempre, y ahora, en

    cambio, me sobra dinero para azcar. As como se lo digo a usted: no puede usted figurarse

    la vergenza que uno pasa cuando no puede tomar t, Vrinka. En esta casa slo viven

    personas que cuentan con ingresos seguros, y eso encocora un poco. Y para que lo sepa,

    slo porque el otro toma t, slo por el qu dirn, tiene uno que tomarlo, Vrinka; porque

    aqu eso forma parte del buen tono. Si as no fuera, a m me dara exactamente igual, que

    no soy hombre que conceda mucha importancia a los placeres.

    Hay que contar, adems, con que se necesita llevar algn dinero en el bolsillo, pues

    siempre hace falta alguna cosa; pongamos, por ejemplo, un par de botas, un corte de tela

    para un traje y teniendo esto en cuenta, qu le queda a uno libre? As que a m se me va

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    todo el sueldo. Aunque no me quejo de que as sea, sino que, por el contrario, estoy la mar

    de contento. A m me basta con lo que tengo. Muchos aos hace ya que me basta! Bien es

    verdad que de cuando en cuando tenemos alguna que otra gratificacin

    Bueno, ngel mo, quede usted con Dios por hoy. Me he comprado un par de plumas,

    dos tiestos, uno de balsamina y otro de geranio baratitos. Le gusta a usted por ventura

    el reseda? Pues bastar que me lo diga por carta para que en seguida est aqu el reseda.

    Pero escrbame sin omitir detalle, no? Por lo dems, no creo, hija ma, que deba servirle

    de disgusto nada de lo que haga ni el que me haya agenciado un cuartito tan cuco. Slo

    lo he hecho por la comodidad, nicamente me he dejado guiar en esto por la consideracin

    de encontrarlo tan confortable Pero debo confesarle tambin, hija ma, que he ahorrado

    algn dinero y puesto aparte alguna cantidad: Oh, s; poseo ya mis ahorrillos! No piense

    usted que soy pacato y tmido que una mosca pudiera derribarme con sus alas. No, hija

    ma, no soy tan poca cosa y tengo precisamente el carcter que debe tener el hombre que

    tiene la conciencia tranquila y esa entereza que comunica el sentimiento del propio decoro.

    Pero adis, ngel mo. Ya he llenado dos cartillas enteras y es la justa hora de ir a la

    oficina. Beso sus deditos, Vrinka, y quedo suyo devotsimo servidor y fidelsimo amigo.

    Makar Dievuschkin.

    P. S. Perdone, vuelvo a rogarle que me escriba extensamente, ngel mo. Le envo

    adjunto un cucurucho de dulces, Vrinka; que los saboree con felicidad y, por Dios, no se

    preocupe de m y no me mire con malos ojos. Y esta vez de veras, adis, hija ma.

    *

    8 de abril.

    Mi estimado Makar Aleksiyevich:

    Sabe usted que va a haber que retirarle a usted la amistad? Le juro, mi buen Makar

    Aleksiyevich, que a m me cuesta la mar de trabajo el aceptar sus obsequios. S lo que le

    cuestan y la brecha que abren en su bolsa, a cuntas privaciones le obligan y cmo tiene

    usted que escatimarse lo necesario. Cuntas veces no le habr dicho que a m no me hace

    falta nada, absolutamente nada, y que no est en mi mano el corresponder debidamente a

    las atenciones con que usted me abruma? La balsamina, todava pase, pero a qu viene

    tambin el geranio? Es que basta que yo suelte una palabra impre-meditada, como, por

    ejemplo, que me gustan los geranios, para que usted vaya en seguida a comprarme un

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    tiesto? Encuentra usted algo caro? Qu maravillosas son las flores! Qu brillo tan rojo

    tienen y cuntas son! Pero dgame usted, hombre: dnde ha podido usted encontrar un

    ejemplar tan hermoso? He colocado la maceta en el alfizar de la ventana, en el sitio ms

    visible. En el banquito que hay al pie de la ventana pondr tambin otras flores, pero deje

    usted que me haga rica! Fiodora no acaba de hacerse lenguas de nuestro cuartito, que es

    ahora un verdadero paraso, de limpio y claro y acogedor. Pero a qu vena tambin eso

    de los dulces?

    Adems, inmediatamente deduje de la lectura de su carta que haba algo de por

    medio, no del todo bien; la primavera, los aromas, el canturrear de los pajaritos, nada,

    que pens: a que va a endilgarme una poesa? Porque a decir verdad, slo versos faltaban

    en su carta, Makar Aleksiyevich. Los sentimientos que en ella expresa son muy tiernos, y

    las ideas teidas de rosa, todo como es debido! En lo del visillo no tuve yo parte. Ese

    piquito que dice debi quedarse prendido de una rama al trasladar yo las macetas. Y eso

    es todo!

    Ah Makar Aleksiyevich!, a qu me habla usted y me hace la cuenta de sus

    ingresos y sus gastos para tranquilizarme y hacerme creer que todo lo que usted gasta lo

    gasta por gusto? Lo que es a m no me puede usted engaar. Yo s muy bien que usted se

    priva por m de lo ms necesario. Quiere decirme con toda claridad por qu se le ha

    ocurrido a usted alquilar ese cuarto? Ah lo molestan y distraen a usted; el cuarto es, como

    si lo viera, demasiado chico, incmodo y feo. Usted gusta del silencio y de la soledad,

    pero, ah en esa casa, qu vida va a llevar usted? Y con arreglo a su sueldo poda usted

    procurarse una habitacin mucho mejor. Dice Fiodora que usted antes viva

    incomparablemente mejor que hoy da. Ha pasado usted realmente toda su vida as

    siempre solo, siempre con privaciones, sin disfrutar de nada, sin escuchar una palabra

    amiga; siempre en su chiribitil alquilado, entre gente extraa? Ah amigo mo, si viera

    usted cmo le compadezco! Pero por lo menos, cuide usted de su salud, Makar

    Aleksiyevich. Dice usted que no anda muy bien de lo ojos, pues no escriba usted con

    luz artificial! Por qu y qu es lo que usted escribe? Sin necesidad de eso, ya sus

    superiores deben conocer el celo que usted se toma por el servicio.

    Se lo vuelvo a suplicar a usted, no gaste tanto dinero en m. Ya s que usted me

    quiere, pero usted no es rico Hoy estaba yo de tan buen humor como usted al

    despertarme. Si viera qu contenta estaba! Fiodora se haba puesto a trabajar y me haba

    preparado tambin a m faena. Y esto me pona la mar de alegre. Slo sal de casa para

    comprar seda y en seguidita me puse a trabajar. Y toda la maana y toda la tarde he estado

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    tan contenta! Pero ahora, otra vez vuelven las ideas imprecisas y tristes a atormentarme

    el corazn.

    Dios mo, qu ser de m, cul ser mi destino! Lo peor es que ni sabe una nada,

    nada absolutamente de lo que le tiene reservado la suerte, que no dispone del porvenir y ni

    remotamente puede adivinar lo que ha de ser de una! Esta consideracin me produce tanto

    dolor y tanta pena, que slo con pensarlo quiere saltrseme el corazn. Toda mi vida he de

    quejarme con lgrimas en los ojos de las criaturas que labraron mi desgracia. Qu seres

    tan horribles!

    Se hace ya oscuro. Es hora de aplicarme de nuevo a la tarea. De buena gana le

    escribira a usted ms; el trabajo tiene que estar acabado para fecha fija. As que tengo que

    aligerar. Claro que siempre gusta recibir cartas: de lo contrario, se aburre una tanto! Pero

    por qu no viene usted a visitarnos personalmente? Quiere decirme por qu, Makar

    Aleksiyevich? Vivimos tan cerca, y usted debe de tener tanto tiempo libre! As que,

    nada, que tiene que hacernos una visita! He visto hoy a su Teresa. Parece muy delicada de

    salud. Me dio tanta lstima de ella, que le di veinte copeicas.2

    S, es verdad, casi se me haba olvidado; escrbame usted, lo ms detalladamente

    posible, qu genero de vida hace, qu pasa en torno suyo todo! Qu clase de

    individuos son los que ah viven y si se lleva usted bien con ellos. Yo quisiera saberlo todo.

    As que no se le olvide a usted escribirme todo, con toda clase de detalles. Hoy no dejar

    engancharme involunta-riamente al pico del visillo. Vyase a acostar ms temprano.

    Anoche vi luz en su cuarto alrededor de la media noche. Y ahora, quede usted con Dios.

    Hoy ha vuelto todo de nuevo: pena, sobresalto y tedio. Ha sido un dita! Pero, en fin,

    quede usted con Dios! Suya,

    Varvara Dobroselov.

    *

    8 de abril.

    Mi estimadsima Varvara Aleksiyevna:

    S, hija ma; s, amor mo, debe de haber sido un da como a menudo nos depara la suerte.

    Se ha divertido usted a costa ma, pobre viejo, Varvara Aleksiyevna! Aunque despus

    de todo, soy yo quien tiene la culpa, yo y nadie ms que yo! Quin me manda a m, a mi

    2 Moneda rusa equivalente a la centsima parte de un rublo.

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    edad, con el pelo que me queda en la cabeza, meterme en aventuras?... Y, sin embargo, es

    menester que se lo confiese, hija ma; el hombre es a veces una cosa rara, pero que muy

    rara. Oh Dios santo! Qu es lo que a veces no se propasa uno a decir? Pero y las

    consecuencias, las consecuencias ltimas? Si, pese a lo que luego ocurrir pueda, por lo

    pronto suelta uno tales desatinos, que Dios nos libre y nos guarde! S, hija ma, yo no me

    enfado en modo alguno; pero me resulta, sin embargo, muy desagradable reflexionar ahora

    en todas esas cosas que con tanta despreocupacin y tan poco juicio le escrib a usted Y

    hasta la oficina he ido hoy lleno de arrogancia y presuncin; fulgan tales luces en mis

    ojos, llevaba tal fiesta en el alma, y todo esto sin el menor motivo Me senta tan feliz!

    Ansioso de desplegar actividad, me puse al trabajo entre mis papeles; y en qu par al

    fin todo ello? Pues en que, al tender luego la vista en torno mo, todo volv a encontrarlo

    como antes, gris e inspido. Por todas partes las mismas manchas de tinta, las mismas

    mesas y los mismos papeles, e incluso yo mismo me haba quedado como era antes,

    exactamente igual Qu motivo haba habido, pues, para cabalgar en el Pegaso? Y de

    dnde proceda todo aquello? Sencillamente de que el sol haba sonredo por entre las

    nubes, y el cielo tease de un color ms claro. Acaso se deba todo slo a eso? Y qu

    tienen que ver los aromas primaverales cuando mira uno a un patio en el que se puede

    encontrar toda la basura del mundo? Verdaderamente, todas esas cosas me las he debido yo

    de imaginar de puro estpido. Pero sucede a veces que el hombre se pierde en sus propios

    sentimientos y otea la lejana y profiere disparates. Lo que slo es efecto de una estpida

    calentura, en la que tiene su parte el corazn. No volv luego a casa como los dems

    mortales, sino que me escurr en ella; la cabeza me dola. Me suele suceder as. Y es que

    debo de haber cogido fro a la espalda. Me haba estado alegran-do exactamente igual que

    un burro viejo con la llegada de la primavera, y me ech a la calle con una capita muy fina!

    Tambin esto! Pero tocante a mis sentimientos, se equivoca usted, amor mo. Ha tomado

    usted en un sentido totalmente distinto mis palabras. Se trata nicamente de una

    inclinacin paternal, Vrinka, pues yo vengo a ocupar, en la triste orfandad en que se

    encuentra, el puesto de un padre, se lo digo con toda mi alma y con un corazn puro. Pero

    sea como fuere, despus de todo, soy algo pariente suyo, aunque muy remoto, acaso como

    dice el refrn: la ltima palabra del credo, pero al fin y al cabo, un pariente suyo, y ahora

    hasta puedo aadir que su mejor pariente y nico protector. Porque aqu, donde pareca lo

    ms natural que encontrase usted ayuda y proteccin, tan slo encuentra traicin y desvo.

    Pero tocante a los versos, debo decirle a usted, hija ma, que no me est a m bien, a mis

    aos, ponerme a rimar coplas. Las poesas son disparates! Hoy castigan a los chicos en las

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    escuelas cuando los cogen haciendo versos. Con que vea usted, amor mo, lo que es la

    poesa!

    A qu viene todo eso que me dice usted en su carta de comodidad, descanso y no s

    cuntas cosas ms, Varvara Aleksiyevna? Yo no soy exigente, hija ma, no he vivido

    jams mejor que hoy vivo; por qu habra ahora de echarme a perder? No me falta que

    llevarme a la boca, estoy bien de ropa y calzado, qu ms se puede desear? No nos est

    bien meternos Dios sabe en qu aventuras. Yo no soy de noble linaje! Mi padre no era

    ningn aristcrata, y mantena a toda su familia con sueldo tan modesto como el mo. Yo

    no estoy mal acostumbrado. Por lo dems, si he de decirle a usted la verdad plena, es cierto

    que estaba mucho mejor en mi anterior alojamiento. Disfrutaba all de ms libertad e

    independencia, es verdad, hija ma. Desde luego que tambin mi actual vivienda resulta

    buena y hasta en cierto sentido tiene sus ventajas: se pasa aqu la vida ms alegre, si se

    quiere, y hay ms cambio y distraccin. No niego que as es; slo que a m, a pesar de

    todo, me da pena haber dejado mi habitacin antigua. As somos nosotros, los viejos; es

    decir, los que ya empezamos a ser viejos. Miramos las cosas viejas a que ya estamos

    acostumbrados casi como si fueran de la familia. Aquel cuarto era, ya lo sabe usted,

    pequeo pero mono. Yo tena una habitacin para m solito Las paredes eran, pero,

    ay, a qu hablar de eso! Las paredes eran como todas las paredes del mundo pero no se

    trata de las paredes, sino de los recuerdos que en m despiertan y me ponen triste

    Verdaderamente, tales recuerdos me afligen; pero, no obstante, me resultan como si me

    alegrasen, como si pensase ya con placer en todas las cosas de antao. Incluso lo

    desagradable, aquello de que a veces me quejaba, hasta eso mismo aparece ahora en mis

    recuerdos como purificado de todo lo malo, y ya slo lo veo con el espritu, como algo

    familiar y bueno. Tanto mi patrona, la buena viejecita, como yo llevbamos all una vida

    muy tranquila, Vrinka. S, hasta en la pobre vieja pienso yo ahora con tristeza. Era una

    buena mujer y no me cobrara caro por el cuartito. Estaba siempre haciendo colchas con

    retales viejos, que cortaba en tiras estrechas, y empleaba en su labor unas agujas enormes.

    Esta era su nica ocupacin. La luz la utilizbamos los dos en comn, por lo que

    trabajbamos ambos por la noche en la misma mesa. Viva con ella una sobrinita, Mascha,

    y todava recuerdo lo pequeita que era Ahora tendr sus trece aos, toda una mujercita

    ya. Y era tan desgarbada, tan indolente, que nos haca rer. De suerte que formbamos un

    tro, y en las largas veladas de invierno nos sentbamos los tres en torno a la mesa redonda,

    nos tombamos nuestro t, y luego volvamos a reanudar nuestro trabajo. A menudo, la

    vieja se pona a contarnos historias, con el fin de que no se aburriera Mascha, y tambin

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    para ilustrarla un poco. Y qu cuentos nos contaba la vieja! No slo poda orlos un nio,

    sino tambin, s seor, hasta un hombre adulto y razonable. Y cmo nos los contaba! Yo

    mismo muchas veces, al darle una chupada a mi pipa, me quedaba escuchndola con la

    mayor atencin y me olvidaba por completo de mi trabajo. Pero la chica, nuestra pequea,

    se pona muy pensativa, apoyaba su rosada mejilla en la mano, abra la boquita y se estaba

    oyendo a la vieja con tamaos ojos; y cuando el cuento era de miedo, entonces se iba

    acercando cada vez ms a la vieja, muy despacito, hasta pegrsele a las faldas, toda

    medrosita. Pero para nosotros era un contento mirar a la muchacha, de suerte que, con unas

    cosas y con otras, nos estbamos las horas muertas sentados a la mesa y no nos dbamos

    cuenta de cmo se iba el tiempo, y nos olvidbamos por completo de que afuera estaba

    nevando.

    S, era aqulla una buena vida, Vrinka, y dizque la hemos hecho en comn por

    espacio de casi veinte aos Pero a qu hablar de eso! A usted quiz no le agraden estas

    historias, y a m me pesan an estos recuerdos, especialmente en esta hora del

    crepsculo. Teresa est armando ah ruido con los cacharros..., y a m me duele la cabeza y

    tambin un poquito la espalda, y se me ocurren unos pensamientos tan raros, que parecen

    dolerme tambin; estoy la mar de triste, Vrinka!

    Qu me dice usted de visitas, hija ma? Cmo puedo yo ir a su casa? Qu dira la

    gente si tal hiciera, palomita ma? Tendra yo que cruzar el portal y no dejaran de verme y

    de curiosear y menudo revuelo se armara y menudas historias forjaran las comadres,

    alterando completamente las cosas!... No, ngel mo; mejor ser que la vea yo maana, a la

    hora de la misa de la tarde; esto ser ms discreto y para ambos ms inofensivo. No me

    guarde usted enojo por haberle escrito una carta semejante. Al repasarla ahora veo bien las

    incoherencias de su texto. Soy un viejo y sin ilustracin, Vrinka; de joven no acab de

    aprender ninguna cosa, y a la edad que tengo sera una locura empearse en volver a

    empezar los estudios. Debo confesarle, desde luego, hija ma, que yo no soy ningn

    pendolista, y sin necesidad de indicaciones ajenas ni de observaciones zumbonas, s muy

    bien que, cuando me da por sentirme bromista, no hago ms que soltar despropsitos La

    vi a usted hoy a la ventana, la vi cuando dejaba caer el visillo. Y adis, finalmente, Varvara

    Aleksiyevna.

    Su amigo, que desea serlo sin el menor inters,

    Makar Dievuschkin.

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    P. S. No volver, amor mo, a escribir stiras de nadie. Soy ya lo bastante viejo

    para permitirme bromas con el solo fin de pasar el tiempo. Si as lo hiciese, dara motivo

    para que los dems se riesen de m, pues podran aplicarme el refrn que dice: Quien a

    otro cava una zanja en ella cae!

    *

    9 de abril.

    Makar Aleksiyevich:

    No se avergenza usted, amigo y protector mo, de dar cabida en su cerebro a tales ideas?

    De verdad se considera ofendido? Ah, suelo ser tan irreflexiva en mis apreciaciones!

    Pero conste que esta vez ni siquiera pens que usted pudiese tomar como una burla el

    tonillo de chanza inofensiva con que me expresaba. Tenga usted la seguridad de que jams

    me propasara a hacer chistes con su edad ni con su carcter. Todo eso se lo escriba yo,

    cmo decirlo?..., pues nicamente llevada de mi buen humor, de mi aturdimiento o, mejor

    dicho, debido al tedio que me rodeaba, un tedio horrible Qu es lo que no hacemos a

    veces por sacudirnos el aburrimiento? Adems, que yo crea que usted mismo en su carta

    se expresaba con cierto buen humor Pero ahora me contrista mucho pensar que usted

    est enojado conmigo. No, mi leal amigo y protector; se engaa usted si me tilda de

    insensible e ingrata. Yo s cunto usted ha hecho por m, cmo me ha defendido del tedio

    y la persecucin de hombres execrables, y s estimarlo en su verdadero valor. Eternamente

    pedir a Dios por usted, y si hasta l llegan mis preces y se digna a escucharlas ha de ser

    usted enteramente dichoso.

    Me siento hoy malsima. Escalofros y fiebres alternados no me dejan en paz un

    instante. Fiodora est muy asustada. Por lo dems, carece de todo fundamento lo que usted

    escribe a propsito de su visita y de sus temores Qu importa la gente? Usted es

    nuestro amigo y basta!

    Quede usted con Dios, Makar Aleksiyevich. No tengo ms que escribirle ni

    tampoco podra; me siento verdaderamente muy mal. Una vez ms le ruego no se enoje

    conmigo y tenga la seguridad de mi respeto y afecto inalterables.

    Su devota y agradecida,

    Varvara Dobroselov.

    *

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    12 de abril.

    Mi estimada Varvara Aleksiyevna:

    Ay, amor mo!, qu le ocurre ahora? Me asusta usted, hijita! En todas mis cartas le

    recomiendo siempre bien que no salga a la calle cuando haga mal tiempo, que use en todo

    de mucha precaucin pero usted, ngel mo, no hace caso de mis advertencias! Ay

    palomita ma, es usted verdaderamente an una nia pequea! Tan delicada como una

    pajita, harto lo s. Basta con que sople un poco de viento para que en seguida se me ponga

    enferma. Razn por la cual debe usted cuidar ms de su personita, procurar no exponerse a

    los peligros, aunque slo sea por no dar a quienes la queremos motivos de inquietud, dolor

    y sobresalto.

    En su penltima carta expresaba usted, hija ma, el deseo de conocer ms al

    pormenor mi gnero de vida y todo cuanto me rodea y concierne. Con mucho gusto voy a

    satisfacer ese deseo suyo. Empezar, pues, por el principio, hija ma, que as habr ms

    orden en el relato.

    As, pues, en primer lugar, las escaleras de nuestra casa son bastante medianas; la

    escalera principal est todava en buen estado, incluso en muy buen estado, si usted quiere:

    limpia, clara, ancha, toda de hierro fundido y con el pasamanos de una madera que reluce

    como caoba. En cambio, la escalera interior es de tal ndole la pobre, que preferira no

    hablar de ella: hmeda, sucia, con los peldaos desgastados y las paredes tan pringosas,

    que al apoyarse uno en ella se le quedan pegadas las manos. En cada tramo de la tal

    escalera hay cofres, sillas y armarios viejos, todos derrengados y en tenguerengue, ropa

    puesta a secar, los cristales de las ventanas rotos; tropieza uno, si se descuida, con los

    cubos de la basura, llenos de toda la inmundicia imaginable, con cortezas y desperdicios,

    cscaras de huevos y restos de comida; en una palabra: que eso no est bien.

    La situacin de mi cuarto ya se la he descrito; resulta no se puede decir otra cosa

    realmente cmoda, es verdad, pero tambin se respira en l un aire algo hmedo; es decir,

    no quiero yo dar a entender que huela mal en las habitaciones, pero s que vamos, que

    echan un cierto tufillo a podrido, si me puedo expresar as, un tufillo penetrante y

    empalagoso a moho o algo por el estilo La primera impresin no es por lo menos

    agradable; pero esto no quiere decir nada; pues a los dos minutos de estar en la casa ya no

    se nota el referido olorcillo y al cabo empieza uno ya a oler tambin y le huelen las ropas y

    las manos y todo huele a lo mismo, de suerte que acaba uno por acostumbrarse, y en paz.

    Pero entre nosotros no se logran las oropndolas. El marido ya lleva compradas cinco, pero

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    est visto que no pueden vivir en este ambiente, sin que pueda hacerse nada para evitarlo.

    La cocina es grande, espaciosa y clara. Por las maanas se pone algo neblinosa, cuando

    asan carne o pescado en ella, y entonces huele a humo y a grasa, pues siempre se vierte

    algo, por lo que tambin el suelo est por las maanas algo hmedo; pero en cambio por la

    tarde se est en nuestra cocina como en el paraso. En la cocina suelen tender ropa a secar

    en unas cuerdas, y como mi cuartito no est lejos de all, pues est pegando casi con la

    cocina, suele molestarme a veces no poco ese olorcillo de la colada. Pero esto no tiene

    ninguna importancia; en cuanto lleve viviendo aqu un poco ms de tiempo ya me

    acostumbrar.

    En cuanto amanece ya empieza entre nosotros la vida, Vrinka; ya est todo el

    mundo levantndose y armando ruido y dando golpes, hasta que poco a poco se van

    levantando todos; los unos para irse a la oficina o a otro sitio, otros por gusto, y entonces

    dan comienzo las libaciones de t. Los samovares3 son casi todos propiedad de la patrona,

    pero todos ellos no pasan de unos cuantos, por lo que tenemos que conformarnos y

    aguardar que nos toque la vez; al que se sale de la fila antes que le toque con su vaso, se le

    amonesta y muy enrgicamente. As me ocurri a m una vez, el primer da que amanec en

    la casa pero de eso haba mucho que hablar! En aquella ocasin me hice yo amigo de

    todos. Con el primero que trab amistad fue con el marino, el cual es un hombre de

    corazn abierto y me ha contado toda su historia, dicin-dome que tiene padres y una

    hermana, casada en Tula con un asesor, y cmo ha vivido mucho tiempo en Cronstadt.

    Tambin se me ofreci muy atentamente para lo que pudiera necesitar de l, y por lo

    pronto, me invit a acompaarle en el t de la tarde. Yo fui a buscarle a esa hora, y lo

    encontr en la misma habitacin, que entre nosotros hace veces de timba. l me obsequi

    con t, y luego me inst para que tomase tambin parte en sus juegos. Sera que

    nicamente queran rerse de m o que se proponan otra cosa? Lo cierto es que estuvieron

    jugando toda la noche y que al entrar yo ya estaban liados con las cartas. Por todas partes

    se vean trozos de yeso, naipes, y haba en el cuarto una humareda que, con toda verdad, le

    escocan a uno los ojos. Claro que yo no quera jugar, y al manifestarlo as, salieron

    diciendo que ya se vea que yo era un filsofo. Con esto, ya nadie volvi a fijarse en m ni

    a cambiar conmigo una sola palabra en todo el tiempo. Pero, no obstante, si he de decir la

    verdad, yo me encontraba all muy a gusto. Ahora ya no aporto nunca por all, pues entre

    esa gente no hay ms que azar, puro azar. Pero por las noches suelo reunirme con el 3 Especie de tetera en la que se calienta el agua gracias a un infiernillo de carbn dispuesto en un tubo interior.

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    empleado, que, dicho sea de pasada, es tambin algo literato. Y en su habitacin es todo

    muy distinto, pues reinan en ella la modestia, la inocencia y el decoro: una vida de

    austeridad la de nuestro hombre.

    Pero, Vrinka, quisiera confiarle a usted, entre parntesis, una cosa, y es que nuestra

    patrona es una ta muy mala, una verdadera bruja. Usted conoce a Teresa, de modo que

    puede juzgar; qu es lo que le pasa a la pobre chica? Est flaca como una tsica, como

    una gallina pelada. Y adems, slo tiene la patrona dos criados; la susodicha Teresa y

    Faldoni. Si he de decir la verdad, no s a punto fijo cmo se llama este ltimo, y pudiera

    ser que tuviera otro nombre; pero sea como fuere, el caso es que acude cuando lo llaman

    as, y sa es la razn de que Faldoni lo llame todo el mundo. Es pelirrojo y parece un fins

    o un grobiano de ojos bizcos con unas narizotas enormes; se pasa la vida insultando a

    Teresa, y poco le falta para sentarle la mano. Debo declarar, desde luego, que la vida aqu

    no es tal que se la pueda calificar precisamente de buena Por ejemplo, eso de que todo el

    mundo se recoja y se acueste a la misma hora, ni por asomo reza con esta casa. Siempre

    hay en ella alguien despierto y jugando, sea la hora que fuere, y a veces suceden tambin

    cosas que slo imaginarlas se avergenza uno. Yo estoy aclimatado y poco me asusto, pero

    me maravilla el que incluso matrimonios como Dios manda puedan vivir en esta sucursal

    de Sodoma. Tenemos aqu en una de las habitaciones pero no formando serie con los

    dems nmeros, sino al otro lado, en un cuartucho que hace rincn; es decir, algo ms all,

    una pobre familia que da lstima. Qu gente tan callada! Nunca se los oye. Y viven todos

    juntos en el mismo cuarto, sin ms separacin que un pequeo biombo. El padre, segn

    parece, es un empleado cesante, que har unos siete aos perdi el destino no se sabe por

    qu. Se apellida Gorschkov. Es una hombrecillo bajito y canoso, que va vestido con ropas

    viejas ya deterioradas, hasta el punto que da grima mirarlo Va mucho peor vestido que

    yo! Es un sujeto pusilnime, enfermizo; suelo encontrrmelo en el pasillo. Le estn

    siempre temblando las rodillas y tambin le tiembla la cabeza por efecto de alguna

    enfermedad o quin sabe por qu otra razn. Es la mar de tmido y le teme a todo el

    mundo, y se aparta a un lado, todo medroso, y se escurre a lo largo de la pared en cuanto se

    tropieza con alguien. Yo tambin soy algo tmido, pero no tengo comparacin con l. Su

    familia se compone de la mujer y tres hijos. El mayor es el vivo retrato, en todo, del padre,

    y tiene tambin el aspecto enfermizo. La mujer no debe de haber sido fea, pues todava est

    de buen ver, pero va tan mal vestida, con ropas de desecho, tan viejas! Segn he odo

    decir le deben el mes a la patrona; sta, por lo menos, no los trata muy bien. Tambin se

    susurra que Gorschkov ha debido de cometer algn acto feo para que lo despidieran de la

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    oficina Lo que se ignora es si hay de por medio algn proceso o cosa por el estilo, quiz

    una denuncia o un expediente. De lo que no puede dudarse es de que estn en la miseria,

    pero en la miseria ms horrible! Jams se oye ruido alguno en su cuarto, como si all no

    viviese nadie. Ni siquiera se les oye a los chicos. Nunca se da el caso de que alboroten o

    jueguen, y no hay peor seal que sa. Una tarde hube yo de pasar por delante de la

    puerta reinaba en aquel instante en la casa inusitado silencio y pude percibir un sollozar

    apagado, seguido de un quedo murmullo, y luego ms sollozos, exactamente como si all

    dentro estuviera llorando alguien, pero tan quedo, con tal tristeza y desesperanza, que a m

    se me quiso saltar el corazn y estuve hasta la madrugada sin poder apartar de mi

    pensamiento a esas pobres criaturas, y tard mucho en conciliar el sueo.

    Pero quede usted con Dios, Vrinka, amiguita ma. Ya se lo he descrito a usted todo,

    segn mi leal saber y entender. Hoy me he pasado todo el da pensando nicamente en

    usted. El corazn se me encoga por su culpa. Porque, mire usted, ya s que no tiene usted

    abrigo. Y yo conozco muy bien esta primavera petersburguesa, estos ventarrones

    primaverales y las lluvias, que a veces se complican hasta con nevadas Esto es la

    muerte, Vrinka. Se dan unos cambios de temperatura, que Dios nos valga! No tome a

    mal, amiguita ma, esto que le digo; yo entiendo de esos primores. Si supiera escribir un

    poquito bien! Yo me abandono al correr de la pluma y pongo lo que se me ocurre, con el

    fin de procurarle alguna distraccin, con el nico objeto de alegrarla un poquitn. Si yo

    fuera hombre de letras, sera muy distinto; pero ahora ya, qu diablos s yo? Mis padres

    no se gastaron mucho en educarme.

    Su eterno y fiel amigo,

    Makar Dievuschkin.

    *

    25 de abril.

    Mi muy estimado Makar Aleksiyevich:

    Hoy me he encontrado a mi prima Sascha. Qu encuentro ms desagradable! Tambin

    esa pobre se va a pique! Tambin me he enterado casualmente, y por modo indirecto, de

    que Anna Fiodrovna anda por todas partes preguntando por m y que, naturalmente,

    quiere averiguarlo todo. No se cansar jams de perseguirme. Segn parece, ha dicho que

    todo me lo perdona. Que ha dado al olvido todo lo pasado y que quiere hacerme una

    visita! Refirindose a usted, dice por ah que no es usted pariente mo ni por lo ms

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    remoto, que mi parienta ms cercana y nica es ella, y que usted no tiene ningn derecho a

    inmiscuirse en nuestros asuntos. Que es una vergenza para m dejarme mantener por usted

    y vivir a su costa Dice que ya no me acuerdo del pan de caridad que ella nos dio a mi

    madre y a m para evitar que nos murisemos de hambre; que nos mantuvo y cuid de

    nosotras, y que por espacio de dos aos y medio casi, slo le proporcionamos sinsabores, y

    que adems de todo eso nos pag tambin una deuda antigua. Nada, que ni a la pobre

    mam dejan en paz en su sepulcro. Si la pobre mam supiese el dao que me ha hecho!

    Pero a Dios no se le oculta nada!...

    Ha dicho tambin Anna Fiodrovna que slo por pura estupidez no he sabido

    asegurarme la felicidad que ella me propuso al alcance de la mano, y que no es culpa suya

    que yo no supiera o no quisiera pescar un buen marido. Pero quin tuvo la culpa, santo

    Dios! Dice que el seor Bukoc est en todo su derecho, que verdaderamente no todas las

    mujeres pueden casarse, y qu s yo cuntas sandeces ms!

    Es demasiado cruel tener que escuchar todas esas patraas, Makar Aleksiyevich!

    No acierto a explicarme lo que me pasa hoy. Todo se me vuelve temblar, llorar y

    lanzar suspiros. Llevo ya dos horas escribiendo esta carta. Yo estaba ya en la creencia de

    que esa mujer habra, por lo menos, reconocido sus culpas, la injusticia que cometi

    conmigo, y ahora resulta que habla as de m!

    Le ruego, amigo mo, no se apure por mi estado; por Dios, no se disguste usted, mi

    nico buen amigo. Fiodora exagera siempre; yo no estoy enferma. Todo se reduce a que

    ayer me enfri un poco en el cementerio de Volkov, cuando fui a or la misa de rquiem

    por la pobre mam. Por qu no vino usted conmigo?... Yo se lo haba rogado. Ah pobre

    madre ma, si t levantaras la cabeza, si t supieras lo que han hecho conmigo!

    V. D.

    *

    20 de mayo.

    Mi querida Vrinka:

    Le envo un par de racimos de uvas, corazoncito mo, pues son muy buenas para los

    convalecientes y tambin las recomiendan los mdicos contra la sed; de modo que puede

    usted comrselas, Vrinka, cuando sienta sed. Tambin deseaba usted, hija ma, un ramito

    de rosas, y tengo mucho gusto en envirselo. Y de apetito cmo andamos nenita?...

    Porque esto es lo principal. Gracias a Dios que ya todo lo malo pas y que pronto tambin

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    nuestra desdicha tocar a su trmino. D usted gracias por ello al creador! Por lo que se

    refiere a los libros, no me es posible de momento enviarle ninguno. Pero he odo decir que

    uno de los huspedes de la casa tiene uno muy bueno, escrito en un estilo muy elevado;

    aseguran que se trata, en efecto, de un libro excelente, y aunque yo no lo he ledo, me lo

    han ponderado mucho. He suplicado que me lo presten y creo que me lo dejarn. Slo

    que lo leer usted de veras? Es usted tan caprichosa en esa materia, que resulta difcil

    atinar con su gusto; se lo digo porque la conozco muy bien, hija ma. A usted slo le

    agradan los versos que hablan de amor y de nostalgia; as que le buscar tambin poesas

    y todo, todo cuanto desee. Precisamente tengo en mi poder todo un cuaderno lleno de

    versos copiados.

    Yo me encuentro ahora muy bien. Est usted tranquila sobre el particular, hija ma.

    Eso que Fiodora le ha contado esta vez no es enteramente cierto, y debe usted decirle que

    no est bien que mienta tanto. S, dgaselo usted con toda seriedad! Charlatana! No es

    exacto que haya yo vendido la casaca del uniforme nuevo, ni siquiera me ha pasado por la

    imaginacin; por qu iba a venderla tampoco? No hace mucho o decir que me iban a

    asignar una gratificacin de cuarenta rublos, y siendo esto as, por qu haba de

    desprenderme de la casaca? No, hija ma; no pase usted pena por eso.

    Esa Fiodora es maliciosa y desconfiada, y no est bien que lo sea. Tenga usted un

    poco de paciencia, hijita, y ya ver cmo nos va a sonrea la vida. Pero para eso es preciso,

    ante todo, que disfrute usted de salud completa, y debe usted poner de su parte todo lo

    posible a tal fin, por el amor de Dios; el que ande tan delicada es lo que ms me aflige y

    desazona a mis aos. Quin le ha ido a usted con el cuento de que yo estoy ms delgado?

    Esa es otra calumnia! Yo estoy perfectamente bien de salud y contento, y he engordado

    tanto, que casi me da vergenza. Estoy satisfecho y alegre y no me falta nada Si usted

    estuviera ya restablecida del todo! Quede usted con Dios, ngel mo; con un beso en cada

    uno de sus deditos, soy siempre su fiel e invariable amigo,

    Makar Dievuschkin

    P. S. Ay corazoncito mo!, qu es lo que me deca usted en su carta? Otra vez!

    Qu es lo que se le ha puesto en su cabecita? Cmo quiere usted, hija ma, que yo

    frecuente su casa, quiere usted decrmelo? A favor de la oscuridad de la noche? Pero

    eso ser cuando vuelvan las noches, pues ahora, en esta poca del ao, no las hay. Pero yo

    no me apart de su lado un instante mientras estuvo enferma, en tanto la fiebre la tena

    postrada, sin conocimiento. Verdaderamente, ni yo mismo s cmo tena tiempo para todo,

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    sin faltar a mis obligaciones. Mas despus suspend mis visitas porque la gente curiosa

    empez a fisgonear y a inquirir. Y, a pesar de todo, qu chismorreos no armaron! Pero yo

    tengo una confianza absoluta en Teresa, que no es parlanchina. Sin embargo, hijita, usted

    misma puede comprender qu pasara si llegsemos a andar en lenguas. Qu no pensaran

    y diran de nosotros? As que tenga un poco de paciencia, nenita, y aguarde a estar

    completamente restablecida, y entonces no nos faltar donde vernos fuera de su casa.

    *

    1 de junio.

    Mi buen Makar Aleksiyevich!

    Quisiera poder hacer algo para expresarle a usted mi gratitud por sus desvelos y por el

    sacrificio que por m se impone; as que he decidido sacar de mi cmoda ese viejo

    cuadernito que adjunto le envo. Empec a apuntar en l miss impresiones cuando an me

    sonrea la vida. Me ha manifestado usted tantas veces deseos de conocer mi pasado y tanto

    me ha rogado que le hablase de mi mam, de Pokrovskii, de mi estancia en la casa de Anna

    Fiodrovna, y le refiriese mis recientes desdichas, y con tanta vehemencia expresaba usted

    el deseo de leer este cuadernito, a cuyas pginas he confiado parte de mi vida, que creo

    proporcionarle a usted una alegra envindoselo. A m, en cambio, me ha dado mucha pena

    repasar ahora sus pginas. Me parece que, a partir del momento en que escrib en l la

    ltima lnea, me he vuelto otro tanto vieja de lo que era entonces; es decir, dos veces vieja.

    Todas esas notas las he ido escribiendo en pocas distintas. Que siga usted bien, Makar

    Aleksiyevich! A m ahora me suelen acometer con frecuencia arrechuchos de tedio

    horribles, y por las noches me atormentan los insomnios. Qu convalecencia tan aburrida!

    V. D.

    I

    Tena yo catorce aos cuando muri mi padre. Fue mi infancia la poca ms feliz de mi

    vida. No la pas aqu, sino all, lejos, en la provincia, en el campo. Mi padre era el

    administrador de una gran finca, propiedad del prncipe P***. Y all vivamos nosotros,

    tranquilos, solos y felices Yo era lo que se dice una salvaje, pues no haca otra cosa en

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    todo el da que corretear de ac para all por el campo y el bosque, o donde se me antojaba,

    porque nadie se cuidaba de m. Mi padre estaba siempre ocupado y mi madre tena harto

    que hacer con las faenas de la casa. No me mandaban a la escuela, de lo que me alegraba

    no poco. As que desde por la maana temprano ya estaba yo enredando al borde del gran

    estanque o en el bosque o en la pradera con los guadaadores, segn me daba. Qu me

    importaba a m que picase el sol, que yo misma no supiese dnde me encontraba ni cmo

    habra de arreglrmelas para volver, ni que las zarzas me pinchasen y me desgarrasen los

    vestidos! Qu me importaba a m que en casa estuviesen con cuidado!

    Crea yo que siempre haba de ser igualmente feliz, aunque nos passemos la vida

    entera en el campo. Desgraciadamente, tena yo ya que despedirme de aquella libre vida

    rstica y desprenderme de todos aquellos parajes familiares. Tendra yo apenas doce aos

    cuando nos trasladamos a San Petersburgo. Ah, y cunta pena me cost arrancarme de

    ah! Y cmo lloraba yo al tener que abandonar todo cuanto amara! An recuerdo cmo

    me abrazaba convulsivamente a mi padre y con lgrimas en los ojos le rogaba que por lo

    menos me dejase estar todava un poquito en la finca, y cmo lloraba mi madre! Deca mi

    madre que era necesario partir, que as lo reclamaban las circunstancias. Era que el

    prncipe P*** haba muerto y sus herederos haban prescindido de los servicios de mi

    padre. As que nos trasladamos a San Petersburgo, donde residan algunos individuos que

    le deban dinero a pap, el cual quera solventar por s mismo sus asuntos. Todo esto lo

    supe por mi madre. Ya all, alquilamos en el Lado Petersburgus4 un piso, donde vivimos

    hasta la muerte de mi padre.

    Qu duro se me hizo acostumbrarme a la nueva vida! Llegamos a San Petersburgo

    en el otoo. Habamos abandonado la finca en un da de sol, claro, difano y tibio. En los

    campos estaban terminando las ltimas faenas. Ya el trigo estaba hacinado en las eras en

    altos almiares, en torno a los que revoloteaban inquietas bandadas enteras de trinadores

    pajarillos. Qu alegre y claro reluca todo!

    Pero al llegar a la ciudad nos encontramos, en vez de eso, con lluvia, fro otoal, mal

    tiempo y barro, amn de muchos seres desconocidos que tenan todos ellos una traza hostil,

    malhumorada y maligna. Nosotros nos instalamos lo mejor que pudimos! Cunto ajetreo

    nos cost el tener, por fin, una casa arreglada! Mi padre estaba casi todo el da en la calle y

    mi madre andaba siempre atareada, de suerte que entrambos se olvidaban por completo

    de m. Qu triste despertar el del primer da que amanecimos en la nueva casa! Delante

    4 Nombre de un barrio de Petersburgo.

  • Fiodor Mijalovich Dostoyevskii Pobres gentes

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    de nuestras ventanas tenamos una cerca amarilla! En la calle no se vea sino fango! Slo

    pasaban algunos transentes, todos muy arrebujados en sus ropas y bufandas y todos con

    aspecto de estarse helando.

    En torno a nosotros, en la casa, slo haba pena y tedio insoportables. No tenamos

    en la ciudad pariente ni conocido alguno. A Anna Fiodrovna haba dejado mi padre de

    tratarla. (Le deba una cantidad.) Venan, sin embargo, a vernos personas que tenan que

    tratar con mi padre de negocios. Por lo general, entre l y sus visitantes, se armaban

    discusiones y se oan desde fuera gritos y alboroto. Y cuando aqullos se iban, mi padre se

    quedaba siempre triste y de mal talante. Horas enteras se estaba dando vueltas arriba y

    abajo por la habitacin, fruncido el ceo y sin hablar palabra. Tampoco mam se atreva

    entonces a despegar los labios, y guardaba silencio. Y yo me acurrucaba en un rincn con

    un libro en la mano, y no me atreva a moverme.

    A los tres meses de nuestra llegada a San Petersburgo, me pusieron en una pensin.

    Qu tristeza a lo primero, entre tantas caras desconocidas! Era todo tan seco, tan

    despegado, tan hostil y tan poco atrayente! Las profesoras regaaban, las compaeras

    hacan burla y yo estaba tan encogida Qu rigor tan pedantesco aqul! Todo haba de

    hacerse a horas determinadas y con toda puntualidad. Las comidas en la mesa redonda, las

    lecciones tan aburridas; al principio andaba yo siempre desalada. Ni dormir siquiera

    poda. Cuntas noches largas y tediosas y fras me las pas en claro, llorando hasta el

    amanecer! Por las tardes, cuando las otras nias estaban estudiando o repasando sus

    lecciones, yo me estaba muy quietecita, con el libro delante, y no me atreva a moverme;

    pero mi pensamiento volaba hacia mi casa, me acordaba de mis padres y de mi buena y

    vieja nodriza y de sus cuentos Oh y qu nostalgia se apoderaba de m entonces! Me

    acordaba con toda claridad del objeto ms nimio de la casa, y an hoy mismo lo recuerdo

    todo con un placer especial, doloroso Y as me estaba piensa que te piensa Qu bien,

    qu gusto encontrarme ahora en casa! Ahora estara yo sentadita en el comedero, junto a la

    mesa, sobre la que borbotea el samovar y alrededor de la cual estn sentados tambin mis

    padres; qu calorcito se siente y qu a gusto y con qu comodidad se est all. Cmo me

    gustara pensaba yo abrazar ahora a mi mamata, fuerte, muy fuerte, eh!, con mucho

    cario! Y segua pensando luego, hasta que la nostalgia me haca llorar quedito y me

    sorba las lgrimas; pero la leccin no me entraba en la cabeza. Pero no se puede

    tampoco dejar la leccin para el da siguiente; toda la noche te la pasas pensando en el

    profesor, en la madame y en las compaeras de clase; toda la noche te la pasas soando

    que ests aprendindote la leccin, que al otro da, naturalmente, no sabes. Y no tienes ms

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    remedio que arrodillarte en un rincn y quedarte sin comida. Yo estaba, pues, siempre

    tristona y mustia. Las otras chicas se rean de m, me hacan burla, me distraan cuando

    estaba estudiando, me tiraban pellizcos cuando en filas de dos en fondo nos dirigamos al

    refectorio, o se quejaban de m a la profesora. Pero qu felicidad cuando en la tarde de sol

    vena a buscarme mi buena nodriza! Cmo me abrazaba a ella sin resolverme a soltar,

    de puro contenta, a mi buena viejecita! Luego se pona ella a vestirme, siempre muy

    calientita, como ella deca, en tanto me envolva en pauelos la cabeza. Pero ya en el

    camino, nunca poda seguirme el paso iba yo tan ligera y yo no poda tampoco andar tan

    despacio como ella. En todo el trayecto no paraba yo de parlotear y de contarle cosas. Toda

    loca de alborozo, entraba luego en casa y me echaba en brazos de mis padres, cual si

    hiciese nueve aos que no nos veamos. Luego empezaban los cuentos y preguntas, y yo

    soltaba el trapo a rer y me pona a corretear por toda la casa y a festejar y darle todo la

    bienvenida. Pap proceda despus a hacerme preguntas ms serias: acerca de los

    profesores, de las matemticas, el francs y la gramtica de LHomond, y todos

    estbamos la mar de contentos y cordiales y parlanchines. Hoy mismo gozo recordando

    simplemente aquellas horas.

    Yo hice los mayores esfuerzos para aprenderme bien las lecciones, con el fin de darle

    una alegra a mi pobre padre. Vea yo con toda claridad que l se desviva por m, no

    obstante las preocupaciones, cada vez ms graves, que lo atormentaban. De da en da se

    volva ms triste, malhumorado y colrico; su carcter haba cambiado de un modo

    desfavorable. Nada le sala bien, todo se le frustraba, y las deudas iban aumentando de un

    modo espantoso.

    Mi madre no se atreva a llorar, ni siquiera a dejar escapar una palabra de queja, pues

    con eso irritaba ms an a mi padre. Volvise la pobre enfermiza y endeblucha y empez a

    toser de una manera inquietante. Cuando yo volva de la pensin, slo encontraba en casa

    caras tristes; mi madre se sorba en secreto sus lgrimas, y mi padre se encolerizaba.

    Venan luego las quejas y los reproches; mi presencia no le causaba a mi padre ninguna

    alegra, consuelo alguno, y, sin embargo, l no perdonaba sacrificio por m; pero yo sigo

    sin entender ni una palabra de francs. En resumen: que yo tena la culpa de todo; de todos

    sus fracasos, de toda su desdicha; las nicas responsables ramos mam y yo. Pero cmo

    era posible atormentar ms todava a la pobre mam! Al verla, pareca que se me iba a

    saltar el corazn. Tena las mejillas chupadas, los ojos hundidos en las cuencas, todo el

    aspecto de una tsica!

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    A m se dirigan los ms graves reproches. Por lo general, empezaba mi padre

    quejndose de alguna nimiedad, y luego se desbocaba hasta decir cosas que slo Dios

    sabe Yo muchas veces me quedaba sin entender una palabra de lo que deca. Qu no

    soltaba aquella boca!... Que si la lengua francesa, que si yo era una imbcil y la profesora

    de la pensin otra idiota, que no se cuidaba en modo alguno de nuestra educacin; luego

    que no poda encontrar ningn empleo, que la gramtica de LHomond no vala nada, que

    la de Sapolski era mucho mejor, que se estaba gastando en m mucho dinero sin objeto ni

    utilidad, que yo era una chica aturdida y sin pizca de corazn; en una palabra: que yo,

    pobre de m, me tomaba la mar de trabajo para aprenderme palabras y trminos franceses,

    y, sin embargo, tena la culpa de todo y haba de cargar con todos los regaos. Pero mi

    padre no proceda as porque no nos quisiera, pues, al contrario, nos tena un cario

    desmedido. Solo que tena ese carcter

    O, mejor dicho, eran los disgustos, los desengaos y los fracasos lo que le haban

    agriado su carcter, que al principio no poda ser mejor; se haba vuelto ahora desconfiado,

    sola con frecuencia llenarse de amargura, hasta rayar en la desesperacin; empez a

    descuidar su salud, hasta que un da cogi un enfriamiento y muri, despus de haber

    guardado cama unos das, de un modo tan repentino e inesperado, que tardamos muchos

    das en hacernos a la realidad. Aquel golpe nos dej aturdidas! Mam pareca como

    alelada, y yo, al principio, tem por su juicio. Pero apenas hubo muerto mi padre, cuando se

    presentaron los acreedores a bandadas en nuestra casa. Nosotras les entregamos cuanto

    tenamos. Tuvimos que vender tambin nuestra casita del Lado Petersburgus, que a poco

    de nuestra llegada, al medio ao, haba adquirido pap. No s qu se hara de lo dems;

    pero es el caso que hubimos de encontrarnos sin cobijo, sin dinero, desvalidas y faltas de

    todo recurso Mam estaba enferma tena una fiebre lenta que la iba consumiendo; no

    sabamos procurarnos recursos; as que estbamos resignadas a perecer. Yo acababa de

    cumplir catorce aos.

    Entonces fue cuando por primera vez hubo de visitarnos Anna Fiodrovna. Se hizo

    pasar ante nosotras por una propietaria y nos asegur ser nuestra parienta cercana. Pero

    mam deca que s era cierto que estaba emparentada con nosotros, pero que el tal

    parentesco era muy lejano. En vida de pap jams aport por nuestra casa. Ahora se nos

    presentaba con lgrimas en los ojos y nos ponderaba la parte que tomaba en nuestro duelo.

    Mostraba compadecernos mucho por nuestra desgracia, pero dejaba entender que do todos

    nuestros sinsabores tena pap la culpa por haber querido encumbrarse demasiado y

    contado en demasa con sus propias fuerzas. Manifest, adems, a fuer de nica parienta,

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    el deseo de tratarnos con ms intimidad y nos propuso olvidramos lo pasado. Al replicarle

    a esto mam que ella no le haba tenido nunca rencor, echse a llorar con emocin ruidosa,

    llevse a mam a la iglesia y encarg una misa de rquiem para el querido muerto, que as

    llam de pronto a nuestro padre. Luego hizo pomposamente las paces con mam.

    Despus, tras muchos prembulos y observaciones, y luego que nos hubo hecho ver

    con toda claridad lo desesperado de nuestra situacin y ponderarnos nuestra falta absoluta

    de recursos, de proteccin y amparo, nos inst a compartir con ella su techo, segn deca.

    Mam dile las gracias por su ofrecimiento; pero durante mucho tiempo no acab de

    decidirse a aceptarlo, hasta que, visto que no nos quedaba otro remedio, tuvo que

    resolverse a escribir a Anna Fiodrovna participndole que aceptaba su ofrecimiento

    agradecida.

    Qu claramente recuerdo todava aquella maana en que nos trasladamos del Lado

    Petersburgus a la otra parte de la poblacin, al Vassilii Ostrov! Haca una clara, seca y fra

    maana de otoo. Mam lloraba. Y yo estaba muy triste; parecame cual si una vaga

    congoja me oprimiese el pecho Eran unos tiempos difciles

    II

    Al principio, cuando an no nos habamos instalado del todo, experimen-tbamos mam y

    yo cierta tristeza en casa de Anna Fiodrovna, esa tristeza que se suele sentir cuando nos

    encontramos frente a algo no muy seguro. Anna Fiodrovna viva en casa propia en la

    Sexta Lnea.5 Toda la casa slo tena, por junto, cinco cuartos habitables. Anna Fiodrovna

    ocupaba tres de ellos en unin de mi prima Sascha, a la cual, como a una pobre hurfana,

    haba recogido y criado. En la cuarta habitacin nos instalamos nosotras, y en la quinta,

    que estaba contigua a la nuestra, se alojaba un pobre estudiante, Pokrovskii, el nico que

    pagaba alquiler por la vivienda.

    Anna Fiodrovna viva muy bien, mucho mejor de lo que habra parecido posible;

    pero las fuentes de sus ingresos eran tan enigmticas como sus ocupaciones. Y, sin

    embargo, siempre tena algo que hacer, siempre iba de ac para all y sala y entraba en la

    casa muchas veces al da. Pero no era posible formarse la menor idea de adnde iba ni de

    5 Las calles principales de Vassilii Ostrov se llaman Lneas.

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    lo que haca fuera de casa. Tena relaciones con muchas y muy diversas personas. A toda

    hora vena gente a visitarla y siempre para hablarle de negocios y slo un par de minutos.

    Mam sola retirarse conmigo a nuestro cuarto en cuanto sonaba la campanilla. Esto

    enojaba mucho a Anna Fiodrovna y continuamente estaba reprochndole a mam lo

    orgullosas que ramos; no dira nada si tuviramos algn motivo, si verdaderamente

    tuviramos por qu ser orgullosas; pero en la situacin en que nos encontrbamos, y por

    espacio de horas seguidas continuaba en ese tono. Hasta entonces no haba odo yo esos

    reproches; pero al orlos ahora me expliqu, o, mejor dicho, adivin la causa de que mi

    madre resistiera al principio a aceptar la hospitalidad de Anna Fiodrovna.

    Es una mala mujer la tal Anna Fiodrovna. Se complaca en atormentarnos sin

    tregua. Pero hoy mismo constituye para m un enigma el porqu nos invitara a irnos a

    vivir con ella. A lo primero todava nos trataba muy bien, con mucho cario, pero no tard

    en descubrir su verdadero carcter en cuanto pudo comprobar que nos hallbamos

    verdaderamente desamparadas y enteramente a merced suya. Ms adelante volvi a

    tratarme con el mimo anterior, quiz con demasiado mimo; llegaba incluso a dirigirme

    necias lisonjas, pero antes tuve que aguantarla tanto como mam. A cada paso nos estaba

    dirigiendo reproches y no nos hablaba de otra cosa que de los beneficios que nos haca. Y

    nos presentaba a todas sus visitas como sus parientes pobres, como a una viuda y hurfana

    desvalidas que slo por compasin y caridad cristiana haba recogido bajo su techo y

    sentado a su mesa. A las horas de las comidas no quitaba ojo de cada bocado que osbamos

    tomar; pero tampoco, cuando no comamos o comamos demasiado poco, le dbamos

    gusto, pues entonces sala diciendo que si no nos pareca bastante buena su comida, que si

    le encontrbamos alguna falta, y que ella nos daba lo que tena y de lo mismo que coma

    ella, que quiz nosotras solas pudi-ramos agenciarnos algo mejor, que eso ella no lo

    poda saber, etctera, etc. De pap estaba continuamente diciendo horrores; no poda vivir

    sin criticarlo. Afirmaba que siempre se las haba dado de ms noble que nadie y que ahora

    poda verse la verdad, pues haba dejado una viuda y una hurfana, que, de no haber

    encontrado un alma caritativa entre sus parientes es decir, ella, habran estado expuestas

    a morirse de inanicin en el arroyo. Y no paraba ah la cosa! Daba ms asco que pena el

    escucharla! Mam se pasaba la vida en un llanto continuo. Su estado de salud empeoraba

    de da en da, mustibase a ojos vistas, pero nosotras, sin embargo, trabajbamos de la

    maana a la noche. Cosamos para fuera, lo cual no era del agrado de Anna Fiodrovna.

    Deca que su casa no era ningn obrador. Pero nosotras tenamos que hacernos ropa y no

    nos quedaba otro recurso que ganar algn dinero, aunque slo fuera en ltimo caso para no

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    carecer de todo. As que trabajbamos con ahnco y ahorrbamos siempre con la esperanza

    de poder alquilar un da un cuartito para nosotras solas. Slo que de tanto trabajar hubo de

    agravarse mi madre; cada da estaba ms dbil. La enfermedad minaba su existencia y la

    iba empujando sin descanso hacia la tumba. Yo lo vea, lo senta y no poda hacer nada

    para evitarlo!

    Transcurran los das, iguales los unos a los otros. Nosotras hacamos una vida tan

    recoleta, que no pareca que estuvisemos en una poblacin tan grande. Con el tiempo se

    fue apaciguando Anna Fiodrovna al ver su ilimitada superioridad sobre nosotras y que no

    tena nada que temer. Por lo dems, nunca nosotras le hubiramos llevado en nada la

    contraria. Nuestro cuarto estaba separado de los tres que ella ocupaba por un corredor,

    contiguo al de Pokrovskii, como ya indiqu. El estudiante le enseaba a Sascha francs y

    alemn, historia y geografa; es decir, todas las ciencias, como sola decir Anna

    Fiodrovna, y a cambio de ello le perdonaba el pago de la vivienda y la pensin.

    Era Sascha una chica muy lista; pero ordinaria y vehemente hasta lo repulsivo.

    Frisaba por entonces los trece aos. ltimamente hubo de decirle Anna Fiodrovna a

    mam que acaso fuera bueno que yo tambin diera clase con ella, toda vez que en el

    colegio no haba llegado a terminar el curso. A mam, naturalmente, le alegr mucho la

    proposicin; de suerte que Pokrovskii nos estuvo dando leccin a las dos por espacio de un

    ao entero.

    Era el tal Pokrovskii un pobre chico. Su poca salud no le permita asistir de un modo

    regular a la Universidad; as que no era propiamente lo que se llama, y por la fuerza de la

    costumbre an le seguimos llamando a l, un estudiante. Viva tan recogido y calladito en

    su cuarto, que nosotras, desde el nuestro, contiguo, no lo sentamos. Tena tambin una

    traza especial, se mova y encorvaba de un modo tan torpe, y hablaba de un modo tan raro,

    que al principio no poda yo verlo sin soltar el trapo a rer. Sascha le estaba siempre

    jugando alguna mala pasada, y especialmente durante la leccin. Pero l no le iba en zaga

    en punto a violencias, se encolerizaba a cada paso y la menor futesa le sacaba de quicio; se

    pona a regaarnos, lanzaba gritos, y a veces se levantaba y se iba furioso, dando por

    terminada antes de tiempo la leccin y se encerraba en su cuarto. Pero all en su cuarto se

    pasaba das enteros sentado, sin moverse, leyendo. Tena muchos libros y todos en

    ediciones primorosas y raras. Daba tambin lecciones en otras dos casas y se las pagaban;

    pero, a pesar de eso, jams tena dinero en el bolsillo, pues inmediatamente iba a comprar

    ms libros.

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    Con el tiempo le fui ya conociendo ms a fondo. Era el hombre ms honrado y ms

    bueno del mundo, el mejor de los hombres que yo hasta entonces conociera. Mam le

    apreciaba tambin mucho. Con el trato lleg a ser un amigo fiel mo y el que ms cerca

    estaba de mi corazn, claro que despus de mam.

    Al principio me asociaba yo no obstante ser yo una mujercita a todas las jugarretas

    que Sascha tramaba contra l, y, a veces, nos estbamos deliberando horas enteras acerca

    del modo de embromarlo y poner a prueba su paciencia. Resultaba enormemente grotesco

    cuando se enfadaba y nosotras queramos divertirnos a su costa. (Todava hoy me

    avergenzo yo cuando le recuerdo.) En una ocasin lo excitamos tanto, que al pobre se le

    saltaron las lgrimas, y yo le o murmurar entre dientes estas palabras: No hay nadie ms

    cruel que un nio! Aquello me dej confusa; por primera vez se despertaba en m algo

    como vergenza, pesar y compasin. Me puse encarnada hasta las orejas, y casi con

    lgrimas en los ojos supliqule que no tomase a mal nuestras groseras bromas; pero l

    cerr el libro y se fue a su cuarto sin terminar la leccin.

    Todo aquel da me estuvo atormentando el remordimiento. La idea de que nosotras,

    unas chicas, le hubiramos hecho encolerizarse a l hasta derramar lgrimas, se me haca

    insoportable. De modo que slo nos haban tentado sus lgrimas! Que nos habamos

    complacido en excitar su irritabilidad, seguramente morbosa! Y habamos conseguido, por

    fin, acabar con su paciencia! Habamos obligado al pobre chico a sentir todava ms lo

    desdichado de su triste condicin!

    En toda la noche no pude dormir Cmo me torturaban los remordimientos! Dicen

    que las novedades alegran el nimo. Pues es todo lo contrario! No s cmo, pero es lo

    cierto que a mi pesar unase algo de orgullo. No me avena a la idea de que l me juzgara

    una nia. Yo tena ya entonces quince aos.

    A partir de aquel da yo slo pens en discurrir el modo de hacer que Pokrovskii

    cambiase de opinin acerca de m. Pero mi timidez vena a impedirme el poner en prctica

    alguno de los mil proyectos que se me ocurran; no acababa de decidirme a nada y todo se

    quedaba en planes y ensueos (y qu no soara yo, Cielo santo!). Pero de all en adelante

    ya no volv a secundar las groseras bromas de Sascha, la cual fue tambin poco a poco

    deponiendo su ordinariez. Todo esto tuvo por consecuencia que Pokrovskii no volviera a

    enojarse con nosotras. Pero no era eso bastante compensacin para mi orgullo.

    Quiero decir aqu unas cuantas palabras nada ms acerca del hombre ms raro y ms

    digno de compasin que he conocido en mi vida. Y quiero hacerlo en este sitio, porque a

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    partir del da referido, yo, que jams hasta entonces me haba preocupado por l en

    absoluto, empec a darle cabida, y grande, en mis pensamientos.

    De cuando en cuando se presentaba en nuestra casa un hombrecillo pequeo, mal

    vestido y sucio, con el pelo canoso, desmaado y torpe en sus movimientos, y que, sobre

    todo, tena unas trazas muy particulares. A la pri-mera mirada poda creerse que se

    avergonzaba un poco de s mismo y como que peda perdn por haber venido a este

    mundo. Por lo menos se encoga siempre, o trataba de hacerse ms pequeo todava, de

    reducirse a la nada, y aquellos sus movimientos y gestos inseguros y vergonzantes

    infundan a quien le observaba la sospecha de si no estara en su juicio. Siempre que vena

    a visitarnos se quedaba muy plantado detrs de la mampara de cristales y no se atreva a

    entrar de una vez. Cuando por pura casualidad sala alguna de nosotras Sascha o yo al

    pasillo y lo veamos all parado detrs de la puerta, empezaba l a hacernos visajes para

    llamarnos la atencin; si nosotras, mediante seas tambin, le dbamos a entender que

    poda pasar y que no haba visita en casa, o le llambamos en voz alta, cobraba nimos y se

    atreva a entrar, abra muy despacito la mampara y penetraba en la casa sonriendo, despus

    de lo cual se frotaba las manos y se diriga de puntillas al cuarto de Pokrovskii. Aquel

    viejecito era su padre.

    Ms adelante tuve ocasin de saber la historia del pobre anciano. Haba sido

    empleado no s dnde, all en tiempos, pero por falta de capacidad no logr pasar de un

    puesto subalterno. Al quedarse viudo de su primera mujer la madre de Pokrovskii, se

    volvi a casar con una medio campesina. Desde aquel punto y hora ya no hubo paz y

    tranquilidad en su casa; la nueva consorte se puso los pantalones y los trataba a todos a la

    banqueta. Su entenado el estudiante Pokrovskii, que a la sazn tena diez aos tuvo que

    padecer mucho a cuenta del odio que le tena su madrastra; pero, por fortuna, se arreglaron

    de otro modo las cosas. El propietario Bukov, que haba conocido en otro tiempo a su

    padre, cuando estaba empleado, y constitudose a poco menos en su protector, tom a su

    cargo al chico y le puso en un colegio. Interesbase por el muchacho por la nica razn de

    haber conocido a la difunta madre cuando sta, doncella entonces de Anna Fiodrovna,

    gozaba de sus beneficios, y por su mediacin contrajo matrimonio con el empleado

    Pokrovskii. En aquel entonces, el seor Bukov, como buen amigo de Anna Fiodrovna,

    tuvo el rasgo de regalarle a la novia una dote de cinco mil rublos. Por cierto que es hasta

    hoy un enigma adnde ira a parar todo ese dinero. Todo esto me lo cont la propia Anna

    Fiodrovna. El estudiante Pokrovskii no me hab jams de su familia y no le haca gracia

    le preguntasen ni por sus padres. Dicen que su madre haba sido muy guapa, motivo por el

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    cual me choca que se casara con un partido tan desventajoso como el que representaba

    aquel hombre insignificante. Por lo dems, al cuarto ao de casada pas la pobre a mejor

    vida.

    De la escuela pas el estudiante Pokrovskii a un gimnasio, y de all a la Universidad.

    El seor Bukov, que sola hacer frecuentes viajes a San Petersburgo, no lo abandon all,

    sino que sigui protegindolo. Desgracia-damente, no pudo Pokrovskii, por lo delicado de

    su salud, proseguir sus estudios, y entonces fue cuando el seor Bukov se lo present

    formalmente a Anna Fiodrovna y le busc colocacin en su casa para que, a cambio de la

    habitacin y la comida, le ensease a Sascha todas las ciencias.

    Pero Pokrovskii, padre, para consolar su dolor por la mala vida que le daba su

    segunda mujer, se entreg al peor de los vicios, la bebida, hasta el punto de estar casi

    siempre borracho. Su mujer le zurraba de lo lindo, lo dejaba dormir en la cocina, y de tal

    modo extrem sus rigores con el tiempo, que el infeliz lo aguantaba todo sin chistar y

    acab acostumbrndose a los golpes. No era todava muy viejo, pero por efecto de la mala

    vida, pareca, como antes dije, no estar del todo en sus cabales.

    El nico resto de sentimientos nobles que aquel hombre atesoraba era el cario sin

    lmites que le tena a su hijo. Me haban dicho que el muchacho se pareca tanto a su

    madre, como una gota de agua a otra. Sera quiz el recuerdo de la primera mujer, que

    para l haba sido tan buena, lo