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Poemario Miles de Misiles

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Poemario Miles de Misiles de Carlos Lujan Andrade

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Miles de Misiles

Carlos E. Luján Andrade

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El desencanto de la libertad Estoy seguro de la libertad inacabada Encubierta y silenciosa, Construida dentro de los pliegues De las carnes de los hombres de piedra. Que por los espasmos de sus risas Quiebran las miradas de concreto, Cayendo y desmenuzado trozos tintineantes de gravedad. Desbaratando los músculos de cemento y los ligamentos de hierro Y desde afuera, la libertad conclusa, Va dándole su martilleo libertario para hallar La paleontología de un ser recluido en su reposo. Dándole, dándole en cada nervio, excavando frenético La autopsia de su salvación… ¿Dónde dormita el hombre verdadero? Roca y pétrea mente cibernética, En la dínamo como corazón se encuentran La otra inconclusa que desesperada galopa el motor con caballos de fuerza, Oxidados por plasma coagulada. Y la pura libertad demuele con fiereza la estatua robótica viva, Una vida que no comprende Lejana, inútil, señalándola con el índice Sentenciando su apocalíptica humanidad.

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Golpes... Golpes invisibles certeros, Arrastrados por lágrimas De inveterados recuerdos mal narrados Donde la espiral decadente Lleva a la arritmia Esconderse taciturna silenciosa. Golpes musicales al umbral ficticio, Traspasante de lo secreto a lo falso Y al rumor del ocaso por venir. Fantasmagórica contusión de neblina etérea Perdida en el canto de la imagen de lo no vivido, Dándole escozor al hombre caduco de años Con horario sobreviviente De lo horroroso De lo mundano De lo tangible Del cansancio. Falsos golpes, Que arrebatan los sueños Y extinguen el amor.

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Pagano Hoy me destruiré en un poema, Arrancando pétalos tristes Bebiendo malos aguaceros Siendo lo incógnito en el caos. La vida soñada al abismo A la hora precisa, Devorada por enfermedad Adormilada bajo convaleciente inercia. Faltan texturas a las palabras Sinónimos puñales, Oraciones psicóticas, Adverbios como balas de plata, Penas capitales furtivas en los intervalos del abecedario. ¿Cómo te destruyes con un poema? ¿Con estrofas piadosas arrepentidas de crimen absurdo? ¿Las que auscultan la pena mutilada callada Que grita destrucción con salvaje dolor Cuando se brincan los versos al escape salvavidas? Víctimas de la superficie sangrienta Con caminos letrados pobres orgánicos, Versos de materia viva en descomposición Como nítida cosa infinita. El poema sólo se detiene, Filtra la locura hacia pétalos tristes, Hacia malos aguaceros Hacia deseos del incógnito caos, Animal que le ladra a su reflejo.

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La Casita de Cristal Casita de cristal donde habita el secreto De lo que nunca fue, En ella hay efímeros tiempos, Sucesos trágicos vestidos de blanco. Casita con reloj de minutos de caracol, Silencioso espacio que evoca El brillo de Sol caído al atardecer y Poseedora de ventanas Donde husmean las almas enamoradas Escondidas en la ranura de plañidero corazón. Es la casita frágil de cristal vaporoso Que descubre el fastidio de un terco deseo Por entrar y contemplar lo oculto en color Blanco permanente. Se mueve al ritmo de abatido viento Sujeta a una rama de triste sauce. Voluntad al acecho, expectante que su caída quiebre Los secretos que ignoro: Lo escondido en esa penumbra diurna que todos ven. Es un deseo por escuchar el estruendoso descubrimiento De lo incógnito, hallar en los fragmentos de cristal El reflejo de lo jamás develado, Dar con lo que no soy y Mirar en ellos la posibilidad no elegida, La verdad ida que ahora ya es mentira.

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Sacrificio Degollado sobre sangre violeta La cabeza encalla en rocas azules Sin conciencia. Sólo emanan las formas del grito ausente y Silencioso declama mudo alarido en bajo cielo El que roza en viento la intensa inercia Del ser vencido. Ser yo concebido Vacío, derramado, coagulado En grumosa superficie, Comestible. Inconsciencia animal en ríos salivados de hambre, Y ya no puedo ser… consistente sin palabras Una nutriente raíz, piedra y me muero. Nueva morada de ajenas entrañas En cuervos voraces de ironía: Ser proteína, Ser caloría, Ser lágrima, Ser humano.

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Ecos Ecos de misteriosas canciones Forman granizos y se precipitan, Que a primaverales árboles Los lleva hacia un involuntario otoño. Huyo a orillas de un río pedregoso Opaco por la impertinencia del color Ámbar del tiempo. Y al beber las aguas otoñales El sonido fecundo se visualiza Demente voluptuoso. Las vagabundas notas Hinchan la atmósfera y La dilata en un calabozo De plomizas paredes de frígido viento. ¡Son canciones de horror! No reconocidas en claros cielos Pero en tétrica estación Hasta descifro su ritmo en éter profundo. ¡Bóveda gélida! Devela un mundo de rocas laberínticas a puertas de río silente. Verdades ocultas en feliz púdico andar Y cuando el alma gimiente se descubre y domina En oscura atmósfera corrompida, El eco resuena claro, límpido y violento.

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Sauce Rumbo al altivo engaño, El tallo nervudo Toma la acelerada vía Desnudo y superfluo. Temblante andar de vista Máxima sin barandal sostén Como angurrientas muletas de recato. Desarraigado del planeta insomne Se construye el hipocondríaco orgánico Sin hijas de raíces pudorosas, …lo impaciente. Para caer vetusto sobre expectantes amapolas Como nuevo condenado a la madera barnizada de reflujo mortal. Lo arrancan de tirón sin queja Mencionando lo cuantioso de la piel desollada de idílico lecho. Malestar vegano, Rasurado por navaja descomunal latente Con bisturí industrial… La boca del huracán aplastante Investido como inconfundible combustible Del pararrayo de tormento paisajístico que Devora lo verde amarillo triste tierra.

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Despedida Al final descifro el significado del adiós, En la tenue frialdad dinámica de tu piel Recorriendo mundos verticales de una sola dimensión. Encrespada superficie Reposada del hastío y el afecto inconcluso Para que la incertidumbre andrógina Vaya a desdibujar el dorso de los ángulos En espejos matutinos. La alejada descaminada encarnación Abandonó el arte figurativo de tu rostro Encargando al lenguaje filosófico La polémica de tu colapso. Entonces, quisiera perderme al igual que tú, Andar descaminado libre de intermedios, cósmico Hacia un horizonte marino. Aniquilar la paradoja, brotar en una onda y estallar Como espuma dejando botellas brillantes con mensajes Ocultos de fantasioso naufrago. Sí ir en todas las direcciones, en línea recta circular Oblicuo vuelo de gélida gaviota que se deshace al Sol.

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Música Jamás Oída (A Alejandra Pizarnik) En la cavidad de la montaña Resuena el llamado del viento. Oscuridad sagrada Desdicha latente, Fácil para el corazón Perderse en penumbras Recorriendo las lágrimas Hasta cuando se era un no nacido. Infinito terrenal, La muerte. Todas las noches la cueva nos nombra Y los pies siguen los pasos de viejos espíritus. El pecho nos llama hasta arrancarse el alma Y sucumbir con ojos propios Perdiéndose en el resonar de la fría brisa. Queda de la vida el propio silencio, Estar aquí en silencio Sin música ni espanto Que no suene Palabras puras sin sílabas ni adverbios Adormecer, en verdad, los labios y oídos Existentes solo para el viento.

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Miles de misiles Ver máscaras alucinadas sin tiempo Ni entender lo traspasado por juego carnavalesco Donde un guión bien pronunciado De la imagen de ser el ciego de ojos muertos Sin remedio de actor expectante por fama fragmentada. Tienes el rostro con miles de paisajes dentro Y en cada uno representas nombres refractarios Simplificados con una palabra Tantas veces pronunciada. Persona inventada en el mundo exterior Y no te conozco, Pero con jovial disfraz Nos saludamos ante mañanas frescas. Otros desean prender tu fogata Hartos de penumbras, De historias poco claras y De cobertores del corazón y sentimientos. Sólo el abrazar jardinero Me atrapa en la enredadera inquieta, Disculpándome por arrebatar Tu NO de siempre con calculados Versos deshojados de temor. Palabras temblorosas Sollozan al espacio lácteo, sin forma Lanzando miles de misiles a un blanco inexistente.

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Ocio Marino ¡Es un mástil!, dijo el anciano. La venida de una gran embarcación O el hundimiento de nave desgraciada. La quimera de las imágenes y la palabrería sin sentido Les da igual, si andan descalzos sangrantes Por desiertos de conchas y almejas. Son los fatigados, los alejados de la sal marina, Los náufragos de su propio motín.

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Hierba Negra Cuando veo rejuvenecer el año, en los jardines del verano, percibo en las sombras de las flores un pequeño mundo que bulle bajo los designios de una grandiosa multitud. Entre resecas hojas y monstruosas ramitas caídas, las grietas de las profundas raíces me otorgan la visión de la existencia de cálidos hogares en donde tiernas madres cobijan nuestras tristes ilusiones. ¡Un mundo desconocido para grandes fauces y extraños destellos de divina inteligencia! Aquí, en esta visión dilatada, las vocecillas de los cantos de naturaleza, reflejan el glorioso deseo de permanecer como retoños en una vieja existencia. Sus diminutos montes y las feroces brisas del lago, encantan a cada gran viajero, adivinando en un confuso hábitat, la paciencia y la extrema bondad de sus ocupantes, para así descubrir la desesperanza del melancólico gigante. ¡Qué indescriptible e indescifrable la jungla hecha para sentidos distintos! En donde la risa socarrona no existe, ni los vicios del orgullo ¡Claro!, cómo la voy a entender, si mis manos torpes y mis ojos gigantescos abaten y destruyen lo creado en silencio. Y me colma la cabeza el no saber que la carne herida que tengo en el corazón está encadenada a la buenaventura de ser el que tiene, en este jardín, el papel estelar.

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A M.L. Leer a Malcolm Lowry debajo de la noche me apunta la vista hacia un mar inexistente, tiempla la mano que abraza un vaso encendido por el brillo de la marea tenue y la barca deslizada donde montados sobre proa gritamos la salvación encerrada, dentro de cristales circulares espectrales que todavía están despertando en las profundidades que sabe a nausea callejera, frío marino la encallada en la puerta de la cantina catedral que cobija las deidades mitológicas, tóxicas. Esta noche todas las estrellas caen sobre la inexplicable fauna de tigres y leopardos escondidos detrás de los bancos, asechando la caída demente que bucea en la profundidades de la ebriedad perdida, corales a los que se le chupa la sangre puesto al oído y ahí está, la conciencia, de un hombre robusto reclamante de sinceridad y uno araña las aguas alucinógenas hasta las llagas. No hay mentiras en esto señor Lowry, como usted bebo el agua de los atlánticos desconocidos, muero cada día, cada dos semanas atrapando la incandescencia visceral sobre el hambre engañosa, porque en eso sí señor Lowry, yo me libero de lo falso aunque las entrañas mientan nebuloso sobre la resurrección del infierno en la bocanada de espanto, y mis ojos siguen al alma de a pocos que se va hasta la primavera del tosco cielo de la cantina catedral, marcando pulsando con el índice la mica minutera que se come el instante de dicha efímera. Atrapado en este constante viaje de regreso, cabalgando el relámpago obsceno hacia la caverna que no conozco, veo a lo lejos la luz tambaleante luminosa de la senda que me lleva a la pasible locura, como bahía a la que mi amarra se sujeta para no perderme en el océano e ir en búsqueda nocturna de ese lobo paciente y de tanto sueño ver a las gaviotas siguiendo una motora cara al viento.