Política Criminal y Penitenciaria en América Latina

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    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA

    LATINA Y EL CARIBE

    Elías CARRANZA

    SUMARIO: I. Política, política criminal y política penitencia-ria. II. Las teorías de la pena y las normas y estándares de las Naciones Unidas. III.  Los sistemas penitenciarios como indi-cadores de las políticas y funcionamiento de los sistemas de

     justicia penal. Las ta sas penitenciarias. IV. Variables que in-ciden en el crecimiento penitenciario. El tema de la construc-

    ción carcelaria. V. Distribución por se xo de la población pe-nitenciaria. VI.  El futuro de corto y mediano pla zo de las pri siones en América Latina y el Caribe. Su relación con el 

    modelo de de sarrollo internacional existente. VII.  Deci sionesque habría que tomar. VIII. Con sideraciones sobre las cár-

    celes privadas. IX. Objetivos fundamentales que deberían

     pre sidir la acción de los res pon sables de cada uno de loscom ponentes de los sistemas de justicia penal, así como de

    los res pon sables de la política criminal . X.  Fuentes de in for-mación estadística.

    I. POLÍTICA, POLÍTICA CRIMINAL Y POLÍTICA PENITENCIARIA

    La política penitenciaria es la parte de la política criminal que se ocu pade regular el uso de la privación de li bertad, tanto preventiva como concarácter de pena. A su vez, por política criminal puede entenderse la po -lí ti ca res pec to del fenó meno criminal, la que no sería más que un ca pí tu -lo de la política general.1

    Podemos distinguir entre política criminal “en sentido estricto”, referi-da a la crimina li dad y al ex clu sivo ám bi to de acción del sis tema de jus ti -

    59

    1 Zaffaroni, Raúl, Manual de derecho penal , Mé xico, Cár denas, 1986, p. 88.

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    cia penal (legislación, policía, Poder Judicial y sistema de ejecución delas sanciones), y política criminal “en sentido am plio”, referida a la to-

    talidad del sistema de control social (no sólo al sistema penal) y que in-tersecta con otras áreas de la política estatal, particularmente del sector social (salud, vivienda, educación, tra ba jo) con su incidencia en la pre-vención primaria o social de la criminalidad y en la mayor o menor fre-cuencia de determinadas formas delictivas.2

    Este último concepto de política criminal se orienta a alcanzar un ob - jetivo de seguridad de los ha bitantes frente al delito, que no sólo se limi-ta a la seguridad de no ser víctima de delitos sino tam bién a la de gozar 

    de la vigencia de un Estado constitucional de derecho y de un estándar mínimo o razona ble de bienestar en materias de salud, educación, vivien-da, ingreso, etcétera. Este con cep to no se ría otro que el de “segu ridadhumana”,3 o de desarrollo humano sosteni ble, que tiene a la equidad co-mo princi pio.4

    II. LAS TEORÍAS DE LA PENA Y LAS NORMASY ESTÁNDARES DE LAS  NACIONES  U NIDAS

    Dos com ponentes intervienen en la determinación y ejecución decualquier política, en nuestro caso de la política criminal y penitenciaria:a) un com ponente ético o ideológico (lo que los políticos piensan que larealidad “de bería ser”), y b)  un com ponen te de información y conoci-miento so bre lo que la realidad es.

    En el primer com ponente entran en juego no sólo las teorías penales

    sino tam bién las concepciones filosóficas, religiosas, político partidistas,

    ELÍAS CARRANZA60

    2 Carranza, Elías, “Política criminal para el presente momento regional”, Revista de Doctrina y Juris prudencia, Managua, núm. 1, 1993, p. 9; “Princi pios rec to res en mate riade pre vención del delito y justi cia pe nal en el contex to del de sarrollo y de un nuevo or-den económico internacional”,  Informe del VII Con gre so de las Nacio nes Uni das sobre

     Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, Mi lán, 26 de agosto-6 de septiem- bre, 1985, núms. 19 y 21.

    3 “Conclusiones y documentos de tra ba jo de la reunión del gru po de ex pertos so bre

    drogas y seguridad humana en las Améri cas”, San José, 28-30 de mar zo de 1999, Revista ILANUD, año 11, núm. 25, 2001.

    4 “La esencia del desarrollo humano sosteni ble es que todas y todos de ben tener igual acceso a las oportunidades del desarrollo, ahora y en el futuro” (PNUD Proy.COS/94/003-DHS, p. 4).

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    e ideológicas en general de quienes pueden decidir la orientación de la po-lítica, y, como sa bemos, el universo de las ideologías es muy am plio. Muy

    esquemáticamente podría hacerse una clasificación cuatri partita de las di-versas teorías que fundamentan o justifican la pena y que orientan las po-líticas criminológicas, en teorías de la retri bución, de la disuasión, y dela reha bilitación, según que persigan los ob jetivos de retri buir mediantecasti go al infractor, de disua dir al in frac tor o a ter ceros de la co misión dedelitos, o de reha bilitar a quienes cometen delitos (“reha bilitar”, “reso -cializar”, “reeducar”, “reinsertar”: diversas versiones de las que RaúlZaffaroni denominara ideologías “re”), y un cuarto gru po de teorías que

    integran elementos de las tres anteriores.5 Otra clasificación, clásica, delas teo rías de la pena, es la que las di vi de en teorías ab so lutas y re lativas,según que la sanción penal agote su fin en sí misma, o sea un medio parala consecución de otros fines ulteriores (tal como la reeducación, por ejem plo).6

    El aná li sis de las múlti ples teorías de la pena y de la pena de prisión,de sus coincidencias y diferencias, es interesante, y tam bién revelador 

     —o encu bridor— de las funciones reales de la prisión y de la realidad desus condi cio nes mate ria les, que, en lo esencial, son muy similares en to-dos los países, a pesar de la diversidad de las teorías que la sustentan. Ennuestro análisis, partimos del hecho sociológico de la existencia de la pe-na, y de la existencia de la pena de prisión en todos los países del mundocon tem po ráneo, con lo cual las di ver sas teo rías so bre ella vie nen en rea-lidad a constituirse en justificaciones o racionalizaciones, a posteriori,de al go que existe con re lativa inde pen den cia de ellas, y que existe de

    manera muy similar en todos los países.Ahora bien, no obstante tal diversidad de teorías, justificaciones y ob je-

    tivos so bre la pena y so bre la pena de prisión, la comunidad internacionalen las Naciones Unidas ha ido logrando consensos en torno a principios

     básicos o mínimos que de ben presidir las políticas penales de los paísesmiem bros —o que de berían presidirlas, ya que no en todos los países los

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    5 Grupp, Stanley E. (ed.), Theories of Punishment , Bloomington-Londres, IndianaUniversity Press, 1971, pp. 3-10.

    6 So bre esto véase Ferra joli, Luigi,  Derecho y ra zón. Teoría del garantismo penal ,trad. de Perfecto Andrés Ibáñez et al. (título original: Diritto e ra gione. Teoria del garan-tismo penale), Ma drid, Trot ta, 1995, ca pítu los 5 y 6.

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     princi pios tienen la misma vigencia—, y existe ya un cúmulo de instru-mentos que condensan ese consenso res pecto de lo que de be ser la justi-

    cia penal y el tra to de que de ben ser ob je to las perso nas presas. El pri me-ro y más antiguo de tales instrumentos son las Reglas Mínimas para elTratamiento de los Reclusos y Recomendaciones Relacionadas, de 1955.A ellas le siguie ron los Princi pios Básicos para el Tratamiento de los Re-clusos (1990), las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección delos Menores Privados de Li bertad (1990), las Reglas Mínimas de las Na-ciones Unidas so bre las Medidas no Privativas de Li bertad (Reglas deTokio, 1990), y un sinnúmero de otras resoluciones. Existen tam bién

    otros instrumentos —convenciones— que esta blecen ya no orientaciones políticas sino normas vinculantes para los países que los han firmado y ra-tificado. En este punto vale nom brar la Convención contra la Tortura yotros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984) y su re-cientemente apro bado Protocolo Facultativo que esta blece un régimenes pecial de visitas a los lugares de detención.

    Al igual que para el caso de las per so nas presas, las Nacio nes Unidashan creado estándares y normas referidos a la política criminal en gene -ral y a la prevención del de lito, a las víctimas del delito, a los policías, alos jueces, a los defensores, al Ministerio Pú blico, a la mu jer, a la justicia

     penal juvenil, y estándares y normas en muchas otras materias relacio-nadas.7

    En cuanto a políticas criminológicas y penitenciarias nosotros nos ate-nemos, y recomendamos atenerse, a los instrumentos directrices ya apro-

     bados por la comunidad internacional en las Naciones Unidas.

    En cuanto al otro com ponente, de información y conocimiento cientí-fico, nos valdremos para nuestro análisis de la información criminológi-ca y penitenciaria del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas

     para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (en adelanteILANUD), y de otras fuentes autorizadas. Tan im portante como tener convicciones éticas o ideológicas claras so bre lo que se desea, es conocerrigurosamente el estado de la cuestión, y este conocimiento lo pro porcio-nan las cien cias so ciales.

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    7 El de talle de estos instrumentos y los instrumentos mismos pueden ver se en la pá -gi na Web del Centro pa ra la Pre ven ción Inter nacio nal del De lito de las Nacio nes Unidas(www.unc jin.org ) o en la del ILANUD (www.ilanud.or.cr ).

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    III. LOS SISTEMAS PENITENCIARIOS COMO INDICADORESDE LAS POLÍTICAS Y FUNCIONAMIENTO DE LOS SISTEMAS

    DE JUSTICIA PENAL. LAS TASAS PENITENCIARIAS

    Un indicador muy im portante so bre las políticas y funcionamiento dela jus ti cia pe nal en cualquier país del mun do es el sis tema peni ten ciario,cuyas estadísticas —a pesar de sus im perfecciones— son el dato más só -lido y verifica ble que puede obtenerse de los sistemas de justicia penal.

    Veamos, en algunas estadísticas, los efectos de las políticas criminoló -

    gicas y penitenciarias que han prevalecido en los países de América Lati -na y el Cari be durante la última década. En el cuadro 1 hemos puesto lastasas de po blación penitenciaria por cada cien mil ha bitantes de 28 paí-ses de la región a través del tiem po, a partir de 1992.

    Del cuadro 1 nos interesa destacar el crecimiento sostenido y acelera -do que tienen las tasas penitenciarias en 25 de los 28 países. Desde 1992a la actua lidad es ca da vez mayor el nú mero de personas por cada cienmil ha bitantes que van a parar a la prisión en toda la región (excepciones

    son sólo Ecuador y Vene zue la en el gru po de Améri ca Latina, y Jamaicaen El Cari be, pero al particularizar en es tos casos se advier te que su si -tuación pe ni tenciaria es igual de gra ve que la del resto de los países, conalto hacinamiento, y que por falta de es pacio físico han de bido reducir recientemente sus tasas de encierro adoptando medidas de emergencia

     para tal fin).Al ela borar el cuadro, para obtener las tasas más rigurosas posi bles

    afinamos las cifras de los sistemas penitenciarios de algunos países su -mándoles las personas presas en comisarías policiales, ya que los pro ble-mas de hacinamiento ocasionan que numerosas personas sean alo jadasen comisarías y no en las unidades penitenciarias, por lo que las cifras de

     personas alo jadas en sistemas penitenciarios resultan engañosas. Lamen-ta blemente, la información so bre la situación jurídica y el número de pre-sos alo jados en comisarías no es fácilmente obteni ble (no necesariamente

     porque la información se oculte, sino sencillamente porque no está cen-

    tralizada, y porque las policías suelen no tener bien organizada esta fun-ción que no les es pro pia).

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    CUADRO  1. PERSONAS PRESAS EN  AMÉRICA  LATINA (TASAS POR CIEN MIL)

     América 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

    Argentina 63 64 68 74 97 96 99 106 — — —  

    Bolivia — — — — — 80 86 102 110 97 —  

    Brasil 75 81 82 93 — 104 — 115 132 135 137

    Colombia 92 96 96 97 119 128 127 137 145 156 —  

    Costa Rica 103 104 107 118 129 156 158 164 154 178 176

    Chile 155 155 150 155 163 172 181 205 214 216 212

    Ecuador 74 81 81 84 94 80 78 69 — 61 59

    El Salvador 101 103 109 124 138 157 136 112 119 141 158

    Guatemala — — — — 62 — — 74 — — 70

    Haití — — — 21 37 44 47 51 — — —  

    Honduras 110 113 138 158 163 150 155 172 — — 174

    México 102 105 98 102 109 117 128 173 153 — —   Nicaragua 83 84 97 104 116 110 136 146 129 123 137

    Panamá 178 218 224 232 274 288 300 303 305 332 335

    Paraguay — — — — 69 74 73 76 — — —  

    Perú 77 80 83 88 96 100 104 108 107 103 103

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     América 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

    RepúblicaDominicana

    148 138 155 164 132 143 169 172 — — —  

    Uruguay 96 99 100 99 101 106 119 121 128 146 166

    Venezuela — — — — 102 112 106 98 — — —  

     El Caribe

    Belice 310 350 343 293 349 462 448 459 — — —  

    Dominica 387 415 354 392 427 456 421 420 — — —  

    Guyana 174 153 169 183 188 206 — — —  

    Jamaica 178 167 168 171 161 166 162 170 — — —  

    St. Kitts & Nevis — — — 295 268 268 288 338 — — —  

    Santa Lucía 210 254 263 263 269 269 216 243 — — —  

    San Vicente yGranadinas

    294 305 298 323 318 375 390 368 — — —  

    Surinam 308 304 287 302 327 365 382 437 — — —  

    Trinidady Tobago

    269 258 285 299 324 349 353 351 — — —  

     Nota: Incluye sistemas penitenciarios federales, provinciales y en algunos casos personas alo jadas en policías.Fuente: Los datos de po blación se obtu vieron del CELADE, “Estimaciones y proyecciones de po blación 1950-2050”, visi ble enwww.eclac.cl/celade/pro yecciones. Res pecto a los datos penitenciarios, véase in fra “X. Fuentes de infor mación estadística”.

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     La sobrepoblación carcelaria

    El ace lerado crecimiento del número de pre sos y pre sas que se ob ser-va en el cuadro 1 ocasiona gran so bre po blación o hacinamiento carcela-rio. Veamos en el cuadro siguiente la densidad a la que funcionan lascárceles de la región:

    CUADRO  2. HACINAMIENTO PENITENCIARIO EN  AMÉRICA  LATINA

     América Latina Capacidad Población Exceso Densidad 

    Bolivia (1999) 4.959 8.057 3.098 162

    Brasil (2002) 181.865 240.107 58.242 132

    Colombia (2001) 39.591 54.034 14.443 136

    Costa Rica (2002) 6.032 6.613 581 110

    Chile (2001) 23.855 33.635 9.780 141

    Ecuador (2001) 6.831 7.859 1.028 115

    El Salvador (2002) 6.137 10.278 4.141 167

    Guatemala (1999) 7.233 8.169 936 113

    Haití (1999) 2.000 3.694 1.694 185

    Honduras (1999) 5.235 10.938 5.703 209

    México (2000) 119.972 151.662 31.690 126

     Nicaragua (2002) 5.348 5.555 207 104

    Panamá (2002) 7.036 9.607 2.571 137

    Paraguay (1999) 2.707 4.088 1.381 151

    Perú (2002) 19.949 27.493 7.544 138

    Rep. Dominicana (1999) 4.460 11.416 6.956 256

    Uruguay (2001) 3.386 5.107 1.721 151

    Venezuela (2000) 20.449 23.147 2.698 113

    ELÍAS CARRANZA66

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     El Caribe Capacidad Población Exceso Densidad 

    Belice (1999) 500 1 097 597 219

    Dominica (1999) 208 207 -1 100

    Jamaica (1999) 2 816 3 488 672 124

    St. Kitts & Nevis (1999) 105 135 30 129

    Santa Lucía (1999) 134 373 239 278

    San Vicente y lasGranadinas (1999)

    300 405 105 135

    Surinam (1999) 1 188 1 933 745 163

    Trinidad y Tobago 4 348 4 864 516 112

     Notas: En el caso de algunos paí ses las cifras de este cua dro no coin ciden con las de losrelativos a las tasas y con los totales de las po blaciones penitenciarias por cuanto las uni-dades de análisis tomadas por las au toridades en uno y otro ca so fue ron distintas. Enaquellos cua dros se trató de lograr la cifra to tal de personas presas inclu yendo las alo ja-

    das en cárceles de provincia y en comisarías policiales. En el presente sólo se incluye alas personas presas en los sistemas penitenciarios, y se excluyen a las que se hallan en programas de sanciones alternativas o en la comunidad. Res pecto a los datos penitencia-rios, véase in fra “X. Fuentes de información estadística”.

    El cuadro 2 pro porciona información de casi todos los países de Amé-ri ca Latina y el Cari be —de veinti séis de ellos—, to dos los cua les, a lafecha de la información, tienen sus sistemas penitenciarios so bre po bla-dos, con cantidades de personas presas que exceden su ca pacidad instala-da (con la sola excepción de Dominica, que funciona al 100%, y tieneca pacidad para sólo una persona más).

    Hay un punto im portante que señalar: diecinueve de los veinticinco países con so bre po blación se encuentran funcionando en situación de“hacinamiento crítico”, es decir, con densidades iguales o su periores al120%. Utilizamos en esto el parámetro esta blecido por la Unión Euro-

     pea, que considera hacinamiento crítico al producido por una densidad

    carcelaria del 120% o mayor.8

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    8 Comité Euro peen pour les pro blemes criminels, “Pro jet de rap port sur le sur peu- plement des prisons et l’infla tion carcérale” (cdpc ple nary/docs 1999/18F Add I-Rec CPSur peu plement).

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    Tam bién hay que no tar otras cosas: lo que estamos viendo en el cua-dro son promedios nacionales de hacinamiento. Pero al particularizar en

    los casos de determinadas provincias o estados dentro de países, o de de-terminadas unidades carcelarias, se encuentran situaciones de mucha ma-yor gravedad que las indicadas por los promedios. Hemos com pro badosituaciones de hacinamiento del 300, 400, y hasta del 900%. Es decir, si-tuaciones en las que donde de bería ha ber cien personas, hay novecientas.Situaciones de verdadero horror que frecuentemente culminan en estalli-dos de violencia con numerosas muertes, como se suele ver en los me-dios de comunicación, y con tasas de homicidios y suicidios intracarcela-

    rios que su peran muchas veces las de la vida en li bertad, como lo hemosmedido con el ILANUD.

    Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento delos Reclusos, apro badas en 1955 —pronto hará cincuenta años—, esta-

     blecen en su ar tícu lo 9o. que las cel das o cuartos desti na dos al ais lamien-to nocturno no de berán ser ocu pados más que por un solo recluso. Y lue-go esta blecen, como excepción, la posi bilidad de recurrir a dormitorioscolectivos ba jo determinadas condiciones de seguridad, que no se cum-

     plen en la mayo ría de los casos. Entonces, desde el punto de vista de lasReglas Mínimas, la inmensa mayo ría de las cár celes de la región noreúnen las condiciones adecuadas, y lo malo es que las nuevas cons-trucciones que hemos podido conocer continúan haciéndose de manerainadecuada, creando condiciones que dificultan la buena clasificación yseguridad, y promueven la violencia.

    Pero aún hay más so bre este punto: preocu padas por la situación, y

    con presu puestos muy reducidos, es frecuente que las autoridades peni-tenciarias remodelen las instalaciones procurando aumentar el número decu pos, destinando a cum plir la función de dormitorios de pendencias queantes tenían otro destino, tales como talleres, aulas, y otros es pacios co -munes. Otras veces, sencillamente se aumenta el número de camas en losdormitorios ya existentes. La solución genera cierto alivio inmediato, pe-ro a costa de re du cir la ca lidad de vida en los pe nales. De manera que enun análisis más fino las cifras de hacinamiento promedio que vemos en el

    cuadro son aún más altas.La so bre po blación o hacinamiento significa que hay más de una per-

    sona donde hay es pacio sólo para una, lo que im plica una pena cruel, in-

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    humana o degradante, como lo esta blece la Convención contra la Torturay otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.9 Éste es el en-

    foque que ha dado a la cuestión en los países de Euro pa el Comité Euro- peo para la Prevención de la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanoso Degradantes,10 y en Costa Rica la Sa la Consti tucio nal de la Cor te Su -

     prema de Justicia.11

    El hacinamiento, a su vez, obstaculi za el normal desem peño de fun-ciones esenciales de los sistemas penitenciarios, tales como la salud, eldescanso, la higiene, la alimentación, la seguridad, el régimen de visitas;y, asimismo, el de otras funciones tam bién muy im portantes, pero que

     pasan entonces a la categoría de prescindi bles por la im posi bilidad dedesarrollarlas, o de desarrollarlas de manera adecuada; nos referimos a laeducación, el tra ba jo, la recreación, la visita íntima. Esto im plica violar derechos fundamentales tanto de la po blación presa como de los funcio-narios, quienes de ben realizar sus funciones en condiciones muy difícilesy riesgosas.

    Las cárceles y las condi ciones en las cárceles han sido un tema de per-

    manente preocu pación para las Naciones Unidas a lo largo de su más demedio siglo de existencia, procurando un uso de la prisión moderado yacorde con estándares mínimos de res peto a los derechos fundamentalesde las perso nas, en un marco de sistemas de justi cia penal eficaces y jus -tos, y recientemente la Asam blea General apro bó dos im portantes instru -mentos que se refieren con preocu pación a las actuales condiciones enlas cár celes. Uno es la “De cla ra ción de Viena so bre la delin cuen cia y la

     jus ticia: frente a los retos del si glo XXI”, apro ba da por la Asam blea Ge -

    neral el 4 de diciem bre de 2000 (A/RES/55/59), en la que, en su punto26, los Estados ex presan: “Nos com prometemos a otorgar prioridad a lasmedidas encaminadas a contener el crecimiento del número de detenidosen es pera de juicio y de reclusos y el consiguiente hacinamiento en las

     prisiones, según proceda, promoviendo alternativas seguras y eficaces ensustitución del encarcelamiento”. El otro instrumento, apro bado en se-

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    9 Adoptada y abierta a firma, ratificación y adhesión por la Asam blea General en su

    re solución 39/46, de 10 de diciem bre de 1984. Entrada en vi gor: 26 de ju nio de 1987.10 Comité Euro peen pour les pro blemes criminels, “Pro jet de rap port sur le sur peu-

     plement des prisons et l’inflation carcérale”, cit., nota 8, p. 43.11 Sentencia 1032-96 del 1o. de marzo de 1996 de la Sala Cons ti tu cional de la Corte

    Su prema de Justicia de Costa Rica.

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    sión del 20 de diciem bre de 2001, es el titulado “Planes de acción para laaplicación de la Declaración de Viena so bre la delincuencia y la justicia:

    frente a los retos del siglo XXI”,12

     en el que en el punto X se pro ponenmedidas relativas al hacinamiento en las prisiones y alternativas segurasy eficaces en sustitución del encarcelamiento.

    Ambos docu mentos de la Asam blea General se refie ren a las condi -ciones carcelarias en los países del mundo en general, tanto desarrolladoscomo en vías de desarrollo, sin distinción de regiones, ya que el pro ble-ma de la so bre po blación carcelaria afecta, en mayor o en menor medida,a casi todos los países, y desde este punto de vista ha sido inter pretado

    como un efecto social negativo de la glo balización. Sin em bargo, y comoocurre tam bién en otras materias, com parativamente la situación carcela -ria de los llamados países en vías de desarrollo o de medianos y ba jos in-gre sos —entre ellos los de Améri ca Lati na y el Ca ri be— es mu cho másgrave que la de los llamados países desarrollados o de altos ingresos,13

    diferencia que, tam bién como en muchas otras materias, tiene mucho quever —aunque no exclusivamente— con la distinta situación económicaentre uno y otro gru po de países.

    IV. VARIABLES QUE INCIDEN EN EL CRECIMIENTOPENITENCIARIO. EL TEMA DE LA CONSTRUCCIÓN CARCELARIA

    Si las condiciones hoy son tales, es im prescindi ble avizorar cuáles se-rán las condiciones futuras a corto y mediano plazo para proyectar políti-cas y acciones realistas que permitan su perar la situación.

     Nos ayudaremos en esta tarea mediante el análisis del siguiente cua -dro:

    ELÍAS CARRANZA70

    12  Naciones Unidas, Asam blea General (A/56/L.70).13 Utilizamos la clasificación de las economías según su producto interno bruto  per 

    ca pita que uti li za el Banco Mundial. World Bank, World Development Re port 2000/2001: Attacking Poverty, Nueva York, Oxford Univer sity Press, 2000, p. 335.

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    CUADRO  3. VARIABLES QUE INCIDEN EN EL CRECIMIENTO PENITENCIARIOEN  AMÉRICA  LATINA Y  EL CARIBE

     Personas presasCrecimiento por aumento

    demográfico

    Crecimiento por mayor uso

    de la prisión

     América Latina 1992 1999 Crecimiento Número % Número %

    Argentina 21 016 38 604 17 588 1 800 10 15 788 90Bolivia 6 235 8 315 2 080 296 14 1 784 86

    Brasil 114 377 194 074 79 697 13 701 17 65 996 83

    Chile 20 989 30 852 9 863 2 282 23 7 581 77

    Colombia 33 491 57 068 23 577 3 867 16 19 710 84

    Costa Rica 3 346 6 650 3 304 558 17 2 746 83

    El Salvador 5 348 6 868 1 520 888 58 632 42

    Guatemala 6 387 8 169 1 782 562 32 1 220 68

    Haití 1 617 4 152 2 535 139 5 2 396 95

    Honduras 5 717 10 869 5 152 1 254 24 3 898 76

    México 87 723 139 707 51 984 11 145 21 40 839 79

     Nicaragua 3 375 7 198 3 823 906 24 2 917 76

    Panamá 4 428 8 517 4 089 570 14 3 519 86

    Paraguay 3 427 4 088 661 264 40 397 60

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     Personas presasCrecimiento por aumento

    demográfico

    Crecimiento por mayor uso

    de la prisión

     América Latina 1992 1999 Crecimiento Número % Número %

    Perú 17 350 27 452 10 102 2 448 24 7 654 76

    República Dominicana 10 800 14 188 3 388 1 409 42 1 979 58

    Uruguay 3 037 4 012 975 122 13 853 87

     El Caribe

    Belice 617 1 097 480 124 26 356 74

    Dominica 275 298 23 0 0 23 100

    Santa Lucía 288 365 77 27 35 50 65

    San Vicente y lasGranadinas

    321 405 84 3 4 81 96

    Surinam 1 258 1 933 675 102 15 573 85

    Trinidad y Tobago 3 394 4 794 1 400 271 19 1 129 81

     Fuente: ela borado con datos penitenciarios brindados por las direcciones de los sistemas de cada país y datos de po bla ción del Centro La ti-noamericano de Demografía (CELADE), Boletín, año XXVIII, núm. 55.

     Notas: Boli via: el dato de la primera columna es de 1997. Guatemala y Paraguay: el da to de la primera columna es de 1996. Haití: el datode la pri mera columna es de 1995.

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    El cuadro nos presenta, en sus cuatro primeras columnas, la nóminade los países, las cifras totales de sus po blaciones penitenciarias para

    1992 y 1999, y el crecimiento de personas presas ha bido en el curso deesos siete años. Las cuatro columnas siguientes están destinadas a ex pli-car el origen del aumento que se observa en 1999. En primer lugar se

     presenta el aumento penitenciario ha bido en razón del crecimiento demo-gráfico de cada país (ya que, su poniendo tasas penitenciarias constantes

     por cien mil ha bitan tes, al aumentar los to tales de las po bla cio nes na cio -nales tam bién se produce un correlativo aumento de la po blación peni-tenciaria). En segundo lugar, en sus dos últimas columnas el cuadro pre-

    senta, en cifras absolutas y en porcenta jes, el aumento originado por laelevación de las tasas penitenciarias, es decir, el aumento originado por el mayor uso de la prisión. Como claramente se observa, tal aumento esaltísimo en todos los países. El enorme aumento que ha ha bido en el nú-mero de presos y presas entre 1992 y 1999 tiene su princi pal ex plicaciónen el uso creciente de la prisión, y sólo en una muy pequeña medida enel crecimiento demográfico. Es im portante esta constatación por cuantoes muy común leer o es cuchar la afir mación erró nea de que se utiliza po -

    co la pri sión y que de be ría utilizársela más. La reali dad in dica que hayun uso notoriamente creciente de la prisión, tanto preventiva como concarácter de pena. Nuestras políticas criminológicas y nuestros sistemasde justi cia penal es tán centrados en la pe na de prisión.

    En cuanto a la construcción carcelaria que demanda este gran aumentoen el número de presos y presas, es sencillamente im posi ble para los paí -ses cum plir con el desafío, a pesar de los grandes esfuerzos que en algu-nos ca sos se rea lizan. Hicimos el cálcu lo con ayuda de fun cio narios de

    go bierno en varios países de la región, con datos de 1999, y llegamos ala conclusión de que resolver el pro blema penitenciario o el pro blemadel delito sólo con más construcción carcelaria es im posi ble.14 En el ca sode Colom bia, en 1999 las cifras registraron un aumento de 23,577 presosy presas para con res pecto a 1992 (véase cuadro 3). Esto significa, encálculo matemático, la construcción de trece cárceles para 1,800 perso-

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 73

    14 Roger Lauen (Community-Mana ged Corrections, and other Solutions to America’s Pri son Cri sis, Estados Unidos, American Correctional Association, 1988) ex plica un es-tu dio que hi zo la División de Justi cia Pe nal de Co lorado, Esta dos Unidos, en el que sellegó a la con clu sión de que si se hu bie ra po di do in vesti gar y cas ti gar con prisión todoslos casos de delitos graves ( felonies) co metidos en 1987 se hu biera multi plicado por 20 la po blación penitenciaria y el costo hu biera excedido el presu puesto de todo el estado.

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    nas ca da una (cárceles de la ca pa cidad de la de Medellín); o bien, si seconstruyeran cárceles gigantes, del ti po de la cárcel modelo de Bogotá,

    la construcción de nueve unidades para 2,700 personas cada una. Esto,sólo para quedar em patados con el sistema funcionando a algo más del100% de su ca pacidad y continuar de inmediato con el programa deconstrucciones en razón del crecimiento constante de presos y presas.

    En Costa Rica, el aumento ha bido de 5,180 personas presas entre1992 y 1999 (véase cuadro 3) im plica ba la necesidad de construcción deonce unidades como la llamada Unidad de Indiciados y Contraventores,que tiene ca pacidad para 464 personas, tam bién sólo para quedar em pa-

    tados con el sistema funcionando al to pe del 100% y continuar de inme-diato con un nuevo programa de construcción carcelaria para atender lasnecesidades crecientes.

    En Honduras, el aumento ha bido de 5,152 presos y presas im plica bala construc ción de más de cuatro uni dades del tamaño de la re cien temen-te construida Cárcel de Támara, que tiene ca pacidad para 1,200 personas.

    En México, el aumento de 51,984 presos y presas que hu bo entre 1992y 1999 im plica ba la construcción de veintiún unidades penitenciarias de

    tamaño similar al Reclusorio Sur, cuya ca pacidad es de 2,500 plazas.Estamos poniendo ejem plos de países al azar, pero el pro blema y elesquema de razonamiento es el mismo si tomamos cualquier otro paísdel cuadro 3. Lo que queremos demostrar, como antes di jimos, es que re-solver el pro blema penitenciario o el pro blema del delito sólo con másconstrucción carcelaria es im posi ble.

    Muchos países, nos consta, han venido realizando un enorme esfuerzode construcción; pero la erogación que se requiere es inmensa, y el rit-

    mo de crecimiento de la po blación penitenciaria so bre pasa con mucho ala ca pacidad del esfuerzo.

     El costo de la pena de prisión

    Por otra parte, aunque dicho esfuerzo pudiera hacerse, es sa bido que lares puesta penitenciaria al delito es la más cara de todas las res puestas.15 Alres pecto hemos ela borado el cuadro 4, que exhi be el costo mensual en dó-

    lares por preso en varios países de los que pudimos recoger información,en com paración con la línea de po breza ur bana (ingreso mensual por per-

    ELÍAS CARRANZA74

    15 Carranza, Elías, Criminalidad: ¿prevención o promoción?, San Jo sé, EUNED,1997, pp. 81 y 82.

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    sona según la Comisión Económica para América Latina y el Cari be —CEPAL—). El cuadro pone de manifiesto la ironía de que en la mayo -

    ría de los países el cos to mensual de tener una perso na presa es muchomás alto que lo que costa ría al sis tema de bie nestar so cial en tregar le aesa persona mensualmente un salario mínimo (lo que en muchos casoshu biera podido evitar que la persona delinquiera y fuera a parar a la pri-sión). Un cálcu lo si milar se ha hecho en países de Euro pa y Améri ca del

     Norte relacionando el costo mensual de la prisión con el costo mensualde un estudiante en las universidades más caras del mundo. La pena de

     prisión, aun en condiciones pau pérrimas, es muy cara, tanto en los países

    de altos ingresos como en nuestros países de ingresos medianos y ba jos.

    CUADRO  4. SISTEMAS PENITENCIARIOS DE  AMÉRICA  LATINA.COSTO MENSUAL POR PERSONA PRESA EN DÓLARES

    Y COMPARACIÓN CON LA LÍNEA DE POBREZA URBANA

     PaísCosto mensual por 

     persona en dólares (1999)

     Línea de pobreza urbana

    en dólares (1997)

    Bolivia 26,3 59,9

    Colombia 224,5 92,2

    Costa Rica 477,9 74,1

    El Salvador 145,5 66,2

    Honduras 43,9 72,1

     Nicaragua 79,7 51,5

    Panamá 43,0 81,0

    Perú 107,0 68,9

     Fuente: ela borado con información presu puestaria brindada por las autoridades peniten -ciarias de cada país y con el dato de la línea de po breza (presu puesto mensual por perso-na) de la CEPAL, La brecha de la equidad: una se gunda evaluación, San tia go de Chile,mayo de 2000, 29. El cos to mensual por preso en dólares inclu ye to dos los costos deoperación del sistema penitenciario ha bidos durante el año (lo realmente gastado duranteel año en salarios, alimentación, vestido, ca pacitación, salud, electricidad, comunicacio-

    nes, seguridad, etcétera); excluyendo únicamente el valor de las construcciones existen-tes o en construcción, pero sí incluyendo los gastos regulares de mantenimiento de losedificios. Se tuvieron en cuenta los recursos que no figuran en el presu puesto ordinario,v. gr. donaciones, si contri buyeron a solventar el gasto. Res pecto a Panamá, el dato delcosto mensual por pre so es de 1996.

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 75

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    V. DISTRIBUCIÓN POR SEXO DE LA POBLACIÓNPENITENCIARIA

    Para com pletar el cuadro de situación (aunque somos conscientes deque son muchos los as pectos que hemos tenido que pasar por alto) vea-mos un cuadro de la distri bución por sexo de la po blación penitenciaria:

    CUADRO  5. POBLACIÓN PENITENCIARIA POR SEXOEN PAÍSES DE  AMÉRICA  LATINA

     País / año Hombres Mujeres Total 

    Cantidad % Cantidad %

    Bolivia (2001) 5.840 80 1.440 20 7.280

    Brasil (2002) 229.772 96 10.335 4 240.107

    Colombia (2001) 50.789 94 3.245 6 54.034

    Costa Rica (2002) 6.772 92 604 8 7.376

    Chile (2002) 30.934 93 2.164 7 33.098

    Ecuador (2002) 7.048 91 682 9 7.730

    El Salvador (2002) 9.631 94 647 6 10.278

    Guatemala (2002) 7.028 95 390 5 7.418

    Honduras (2002) 11.284 95 614 5 11.898

    México (2000) 145.107 96 6.555 4 151.662

     Nicaragua (2002) 5.347 96 208 4 5.555

    Panamá (2002) 9.143 93 721 7 9.864

    Paraguay (1999) 3.881 95 207 5 4.088

    Perú (2002) 25.597 93 1.896 7 27.493

    Rep. Dominicana 13.645 96 543 4 14.188

    Uruguay (2002) 5.367 95 262 5 5.629

    Venezuela (1999) 21.969 95 1.177 5 23.146

     Fuente: Carranza, Elías, Privati zación de pri siones, ju lio de 2002.

    ELÍAS CARRANZA76

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    Las po blaciones penitenciarias de uno y otro sexo tienen necesidadeses pecíficas; sin em bargo, como caracterización general puede decirse

    que los sistemas penitenciarios en la región son an dróginos, es decir,fueron pensados y desarrollados a partir del proyecto masculino de pri-sión, para una po blación penitenciaria que es esencialmente masculina.En este momento nuestro instituto tiene un programa so bre mu jer, justi-cia y gé nero, y un proyecto es pe cífi co so bre mu jer y cár cel en los paísesde la región, en coo peración con la Oficina del Alto Comisionado de las

     Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que está dirigido a ayudara corregir tal situación.

    VI. EL FUTURO DE CORTO Y MEDIANO PLAZO DE LAS PRISIONESEN  AMÉRICA  LATINA Y  EL  CARIBE. SU RELACIÓN CON EL MODELO

    DE DESARROLLO INTERNACIONAL EXISTENTE

    A partir de lo que hemos visto hasta ahora, el futuro de corto y media-no plazo que se avizora de las prisiones continúa siendo muy malo.

    Considerando el accionar del subsistema judicial, existen dos grandes

    factores que influencian el tamaño de las po blaciones penitenciarias:16a)  por una parte, se está enviando más gente a prisión, sentenciada osim plemente “sin condena” (caso este último bastante generalizado enlos países de América Latina, salvo raras excepciones), y b) por otra par-te, las conde nas a prisión son ca da vez más largas.

    A su vez, considerando los factores cuya incidencia es anterior a la ac-ción de la justicia, el crecimiento de las po blaciones penitenciarias ha si-do ex plicado a partir de dos grandes argumentaciones.17 Una ex plicacióninter preta las tasas penitenciarias como indicadores de criminalidad. Sin -téticamente dice: “hay más personas presas, porque hay más delito”. Laotra ex plicación se centra en las políticas criminológicas, y dice: “haymás personas presas porque hay políticas de justicia penal que promue-ven la prisión”.

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    16 Kriznik, Irena, “XII Conference of Directors of Prison Administration (CDAP)”(con la partici pación de los directores o subdirectores de los cuarenta Estados miem bros

    del Con se jo de Eu ro pa y de al gunos otros paí ses. Estras burgo, 26-28 de no viem bre de1997), Penolo gical Information Bulletin, núm. 21, di ciem bre de 1998, pp. 100 y ss.

    17 Walmsley, Roy y Joutsen, Mat ti, “Prison Po pulations in Eu ro pe and North Ameri-ca: Pro blems and Solutions”,  Penolo gical Information Bulletin, núm. 21, diciem bre de1998, pp. 104 y ss.

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    Criticando la primera ex plicación, Alfred Blumstein demostró feha-cientemente que no siem pre hay correlación directa entre las varia bles

    delito y po blación penitenciaria, y que las políticas de encierro no siem- pre están determinadas por la realidad del delito. Hizo esto analizandodurante largos periodos de tiem po el com portamiento de am bas varia blesen Estados Unidos. A similares conclusiones arri bó Nils Christie18  alanalizar en Euro pa países con similares contextos delictivos pero con ta-sas penitenciarias muy disímiles.

    En el ca so de nues tra re gión de Amé ri ca Latina y el Cari be, inter pre ta-mos que am bos factores —el delito y las decisiones de ti po político— se

    retroalimentan entre sí incidiendo en generar el aumento que hemos vistoen las tasas penitenciarias. Hicimos una medición de datos de criminali-dad de cin co años en países de América Central (Be lice, Cos ta Rica, Hon-duras, Nicaragua y Panamá) verificando un nota ble crecimiento constan -te de los delitos contra la vida y contra la pro piedad.19 Otra informaciónfragmentaria que pudimos recoger indica que la misma tendencia existi-ría en otros países de Améri ca Lati na y el Cari be. A los efec tos de esteaumento cierto de la criminalidad se suman los efectos del “terrorismo

    informativo” que comercia con la noticia o que procura obtener de ellarédito político, y los efectos de los desaciertos de política criminal, ha-

     biendo numerosos casos com pro bados de decisiones tomadas a partir deinformación equivocada, de falsas alarmas, o exclusivamente so bre la

     base de discuti bles juicios de valor. Todo ello confluye en producir el pano rama que afrontamos, en el que las cre cientes dosis de justi cia pe naly de prisión que vienen aplicándose son ineficaces para producir seguri-dad y detener el delito. La sola justicia penal resulta insuficiente paraconfrontar un pro blema que no es sólo penal, y que tiene relación con elmodelo de desarrollo internacional existente. No podría ser casualidadque el incremento delictivo se manifieste por igual en toda la región, y quetam bién en todos los países se manifieste un crecimiento acelerado —aun-que ine fi caz— del uso de la jus ticia pe nal y la prisión.

    Se requieren res puestas sociales integrales, no sólo penales, que con -tengan, como parte de ellas, una dosis razona ble de justicia penal pare ja

    ELÍAS CARRANZA78

    18 Christie, Nils, “Control de la delincuencia en Euro pa y Norteamérica”, Justicia pe-nal y sobre población penitenciaria: res puestas po sibles, de E. Carranza et al., México,ILANUD-Siglo XXI, 1997, pp. 128-150.

    19 Carranza et al., 1998, pp. 23 y ss.

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    y distri buida sin im punidad. Pero la justicia penal es sólo una parte de lares pues ta, y una parte que lle ga a posteriori, como castigo, cuando el de-

    lito ya ha sido cometido.Creemos que de be mos ser realistas en prever que ca si con segu ri dad,en el corto y mediano plazo, la situación en materia de criminalidad y

     justicia penal en los países de la región continuará agravándose, y hayque estar pre parados para ello, para no cometer desaciertos de políticacriminal que contri buyan a agravar aún más la situación, y para adoptar las políticas adecuadas.

    Decimos que casi con seguridad la situación continuará agravándose

     porque sería difícil que las actuales tendencias se revirtieran sin que hu - bieran cam biado las condiciones socioeconómicas de base, que son muynegativas y promueven el delito y tam bién políticas erradas para com ba-tirlo.

    ¿A qué condiciones nos referimos?En general se observa que las sociedades más equitativas, es decir con

    una distri bución más pare ja del ingreso y del bienestar, son sociedadescon menor criminalidad y violencia, y viceversa, las sociedades muy ine -

    quitativas, con una distri bución muy desigual del ingreso y el bienestar,son sociedades con mayor delito y mayor violencia, además de tener tam bién otros graves pro blemas sociales. Y nuestros países de AméricaLatina tienen una muy inequitativa distri bución del ingreso, situaciónque, como indican los últimos informes de la CEPAL, el Programa de las

     Nacio nes Unidas pa ra el De sarro llo (PNUD) y el Ban co Mun dial, tien dea agu dizar se y no a me jo rar.

    Por otra parte, y en relación con esto, se ha verificado con medicionesen varios países industrializados que existe una correlación inversa entreel número de los delitos contra la pro piedad y el consumo per ca pita: amayor consumo per ca pita, menos delitos contra la pro piedad, y a menorconsumo per ca pita, más delitos contra la pro piedad. Esto ha sido rigu-rosamente verificado en un estudio ya clásico pu blicado por el HomeOffice (Ministerio de Go bierno de Gran Bretaña), con información deInglaterra y Gales, Estados Unidos, Ja pón y Francia.

    Pues bien, la nuestra es una región con una muy inequitativa distri bu-ción del ingreso —situación que tiende a agravarse— y con grandes gru- pos humanos en situación de exclusión social con muy reducida ca pacidadde consumo. El informe CEPAL 2000, titulado La brecha de la equidad.

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 79

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    Una se gunda evaluación, es clarísimo so bre esto. Dice casi textualmenteque si bien durante la última década se registró una disminución de la po-

     breza en el con junto de la región, ese me jo ramiento no al canzó a re ducir el nivel alcanzado en 1980 al inicio de la década perdida, y que tanto ennúmeros absolutos como porcentuales continúa ha biendo más po bresen el 2000 que en 1980. El informe señala que entre 1980 y 1999 la po-

     blación ur bana en situación de po breza más que se du plicó, creciendo deun total cercano a 63 millones a una cifra que su pera los 130 millones, yque es te he cho da cuen ta del descen so de la calidad de vi da en muchasciudades de América Latina en las dos últimas décadas,20 y que en térmi-

    nos absolutos el número de latinoamericanos y cari beños en situación de po breza es hoy más alto que nunca: 224 millones.21

    En cuanto a la distri bución del ingreso, el informe indica que persistenelevados niveles de desigualdad y varios países presentan grados de con-centración que se encuentran entre los más elevados del mundo. La desi-gualdad ha tendido a mantenerse en niveles altos en la última década; in -cluso en países donde se han logrado tasas significativas de crecimientoeconómico, el em peoramiento de la distri bución del ingreso en periodos

    de crisis ha sido la característica más saliente desde fines de la década delos setenta... y el único país en el que se registró desconcentración del in-greso fue Uruguay;22 en todos los otros países de la región la situaciónem peoró o se mantuvo con la misma inequidad de distri bución.

    Lo anterior de be verse a su vez dentro de un contexto mundial en elque —como señala el informe 2000/2001 del Banco Mundial, titulado“Atacando la po breza”— “el promedio del ingreso en los 20 países másricos es 37 veces más alto que en los 20 países más po bres; una brechaque se ha du plicado en los últimos 40 años”.23

    En síntesis, lo que estamos viendo es que a lo largo de los años se agi-ganta la inequidad de la distri bución internacional del ingreso, y se acre-cienta tam bién la inequidad de la distri bución al interior de los países de

    ELÍAS CARRANZA80

    20 CEPAL,  La brecha de la equidad. Una se gunda eva luación, Santia go de Chi le,2000, p. 27.

    21 La información es an terior al 11 de sep tiem bre de 2001 y de la crisis desde enton-ces desatada. Desde la fecha del informe de CEPAL ha ha bido un acelerado agravamien-to de la situación.

    22 CEPAL, op. cit., no ta 20, p. 51.23 World Bank, World Development Re port..., cit., nota 13, p. 3.

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    América Latina. Es un sistema económico mundial que distri buye ine-quidad y genera po breza en los países del ca pitalismo periférico, como

    los denominara hace ya muchos años, ex plicando este fenómeno, RaúlPre bisch,24 quien presidiera durante tanto tiem po la CEPAL.Hay que advertir que no corres ponde esta blecer una relación directa

    entre po breza e inequidad y aumento de la criminalidad, y que no existeuna única teoría que dé cuenta de todas las formas de criminalidad paratodos los sectores sociales en todo momento, sino múlti ples teorías queex plican porciones de la realidad que se insertan a su vez dentro de estemarco condicionante que hemos descrito. La ex plicación que da cuenta

    del hurto o ra pi ña de los “chicos de la calle” no es la misma que la queda cuenta del vaciamiento de una em presa o de una institución pú blica

     por parte del ministro o funcionario de cuello blanco que se vale paraello de ope racio nes fi nan cieras; aunque en am bos ca sos los efectos de laeconomía glo balizada neoli beral en materia de delito están a la vista.

    Un de safío que ha brá que afrontar en tonces será el de esta ble cer polí -ticas criminológicas y penitenciarias que sean eficaces, pero hacerlo den -tro de un contexto estructural como el actual, que condiciona tan nega-

    tivamente el delito y el buen funcionamiento de los sistemas de justicia penal. Como al princi pio di jimos, las políticas criminológicas y peniten-ciarias son sólo parte de la polí ti ca social, y en el largo pla zo pa ra ser exitosas de berán ir de la mano de políticas sociales y económicas que

     promuevan la reducción de la brecha de la equidad.

    VII. DECISIONES QUE HABRÍA QUE TOMAR 

    Ante la realidad penitenciaria regional ha bría que tomar decisiones yactuar al menos en tres niveles: en el ni vel po lítico, en el de las direccio -nes penitenciarias, y en el de cada unidad o centro penitenciario25 (paralos ob jetivos de este documento nos mantendremos en el nivel político).

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 81

    24 Ca pitalismo peri férico: cri sis y trans formación, México, Fondo de Cultura Econó-mica, 1981.

    25 Los ni veles son los mismos que los que se determinaron en el Se minario Inter na-cional reunido en Helsinki so bre po blaciones penitenciarias de Euro pa y América del Norte (Walmsley, Roy y Joutsen, Matti, op. cit., nota 17). Es no ta ble có mo, a pesar de lasdi ferencias en tre uno y otro gru po de paí ses, el origen de los pro blemas y de las res pues-tas es el mismo.

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    Las res puestas de urgencia para los otros dos niveles las hemos desarro-llado en el li bro Justicia penal y sobre población penitenciaria: res pues-

    tas po sibles.26

    En el nivel político ha bría que tomar decisiones so bre si: a) construir o am pliar las instalaciones penitenciarias, o b) reducir el número de pre-sos y presas, adoptando las medidas necesarias para ello.

    Res pecto de construir más cárceles, el punto tiene una discusión que,a pesar de ser relativamente nueva, ya es clásica. Una posición sostieneque resolver el pro blema de la so bre po blación penitenciaria construyen-do más cárceles es en trar en un círculo vicio so, por cuanto la ex pe rien cia

    indi ca que al cor to tiem po las nue vas cár celes se en cuen tran tam bién so - bre po bladas, y ello exige mayor construcción, y así indefinidamente. Se-guramente el sostenedor más clásico de esta posición ha sido el nórdicoThomas Mathiessen.

    Otra posición, diametralmente opuesta, sostiene que de ben construirsetodas las cárceles que sean necesarias para al bergar a todos los infracto -res o infractoras que sea posi ble condenar. Esta posición extiende al má-ximo el uso de la pena de prisión. El país adalid de esta línea es Estados

    Unidos, que tiene las tasas penitenciarias más altas del mundo, aunquecasi sin hacinamiento, por cuanto posee tam bién los cu pos necesarios,con el rit mo de construc ción carcelaria tam bién más alto del mun do.

    Además de los numerosos argumentos que pueden oponerse al uso ge-neralizado de la pena de prisión, en los países en vías de desarrollo estaúltima política es económicamente invia ble por su altísimo costo, y losniveles de hacinamiento existentes corro boran la im posi bilidad económi-ca de realizarla.

    Una res puesta sensata al dilema planteado, y consonante con el dere -cho internacional de los derechos humanos, parecería ser la de que sola-mente de bería encerrarse el número de personas para las que exista ca pa -cidad edilicia, y ni una persona más. La justicia no de bería convertirse enun medio para cometer actos ilícitos y contrarios a los derechos huma-nos, como lo es encerrar a personas en condiciones de hacinamiento, conmenor es pacio que el mínimo vital.

    En cuanto a la posición de no construir en absoluto, pensamos que no pue de aplicar se por igual a to das las rea li da des. El ar gu mento de Mathies-

    ELÍAS CARRANZA82

    26 Carranza, Elías (coord.), Justicia penal y sobre población penitenciaria: res puestas po sibles, Mé xi co, Si glo XXI, 2001, pp. 39 y ss.

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    sen está bien planteado, y tiene tam bién via bilidad política en el caso delos países nórdicos desde donde él lo plantea, países que tienen una si-

    tuación demográfica esta ble sin crecimiento vegetativo, y que han sa bidocrear condiciones políticas, económicas y sociales que, entre otras cosas,resultan en una criminalidad convencional nota blemente esta ble dentrode la realidad mundial.

    En el ca so de los países de Améri ca La ti na y el Cari be, pensamos queen princi pio ha bría que utilizar una dosis com binada de am bas políticas(de construcción y de reducción del uso de la prisión), ya que, salvo al-gún caso de excepción, una política de exclusiva reducción del uso de la

     prisión sería difícil de im plementar en razón del alto crecimiento vegeta-tivo del número de ha bitantes (y tam bién del migratorio en el caso de al-gu nos países). La sola in ciden cia de es ta va ria ble, aunque las ta sas de en -cierro se mantuvieran esta bles y ba jas, plantea la exigencia de unaconstante adecuación del número de plazas para evitar el hacinamiento(como surge del cuadro titulado “Varia bles que inciden en el crecimiento

     penitenciario en América Latina y el Cari be”, columna titulada “aumen-to demográfico”). Pongamos por ejem plo los casos de Guatemala, Haití

    o Pa ra guay, cu yas tasas pe niten cia rias son tan ba jas co mo las de los paí -ses que presentan las tasas más ba jas de Euro pa (cuadro 1), pero que pre-sentan grave deterioro carcelario y hacinamiento (cuadro 2) en un marcoen el que los medios de co muni cación de masas re claman penas más se-veras y han ocurrido numerosos casos de reacción social violenta contra

     presuntos autores de hechos delictivos (un ejem plo gravísimo es el deGuatemala, que en 1999 registró el increí ble promedio de un linchamien-to por semana).27 Sin duda sería peligroso y políticamente difícil para las

    autoridades de estos países en el presente momento resolver el pro blema penitenciario sin construcción alguna, exclusivamente por la vía de redu-cir aún más las tasas poniendo en li bertad a un gran número de personas

     pre sas. Por otra par te, hay que con side rar la necesidad de res ponder conurgencia a las necesidades de es pacio de las personas presas en situaciónde hacinamiento.

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 83

    27 En relación con esto, Luigi Ferra joli, refiriéndose a las dos funciones del derecho penal, nos dice que el fin general del derecho penal es la minimización de la violencia enla sociedad, y que la prohibición y la amena za penales prote gen a las po sibles par tesofendidas contra los delitos, mien tras que el juicio y la im po sición de la pena prote gen,

     por paradó gico que pue da parecer, a los reos (y a los inocen tes de quie nes se sos pecha

    como reos) contra las ven gan zas u otras reaccio nes más severas (op. cit., nota 6, p. 335).

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    Ca so distin to sería el de países como Costa Rica, Pana má o Chile, queregistran las tasas penitenciarias más altas de América Latina y de berían,

     por tanto, escoger opciones dirigidas a reducir su número de presos y presas. El mismo es el caso de todo el gru po de países del Cari be.A esta al tura del tema, hay un dato de rea li dad: con planes de mayor o

    de menor envergadura, en todos o en casi todos los países de AméricaLatina hay en este momento en marcha programas de construcción carce-laria, algunos muy am biciosos, que son un hecho consumado. Partiendode esta rea lidad, una tarea im portan te sería inci dir para que, si se ha deconstruir, se construyan al menos instalaciones sensatas. Lamenta ble -

    mente, algunas de las nuevas construcciones no lo son. Más aún, algunasson verdaderas bom bas de tiem po que estallarán en el mediano y largo plazo porque no res petan criterios arquitectónicos esenciales y serán fu -turos focos de violación de derechos humanos.

    En el tema de la construcción carcelaria hay algunos subtemas centra -les. Tres de ellos, que tienen relación el uno con el otro, son: el tamañode las prisiones, su distri bución geográfica, y sus características. Nos re-feriremos rá pidamente a cada uno de ellos:

    1) Res pecto del tamaño de las prisiones, existe una peligrosa tenden-cia a construir megacom ple jos o hi percárceles.

    A medi da que au menta el tamaño de las cár celes se re du ce, pro- porcionalmente, su dimensión humana, y está com pro bado queexiste una corre lación directa entre el tamaño de las prisiones y elnúmero de evasiones, agresiones, suicidios, incendios y otros he-chos de violencia.28 Estos efectos negativos, verificados en países

    de alto desarrollo, se multi plican en los países periféricos en razóndel hacinamiento y del deterioro de las condiciones materiales delos megacom ple jos, cuya construcción y funcionamiento im plicatecnologías costosas que, al deteriorarse, son de difícil re posición.Basta vi sitar cualquier hi per cár cel de la región con va rios años defuncionamiento para com pro bar lo que afirmamos.

    2) Res pecto de su distri bución geográfica, existe tam bién una tenden-cia a cometer el error de cons truir las hi per cárceles ale jadas de loscentros ur banos, ale jadas de los circuitos judiciales, y ale jadas delos lugares de residen cia de los familia res y allega dos de las per so -

    ELÍAS CARRANZA84

    28 Parés i Ga llés, 1997, p. 20.

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    nas presas. En este punto, ca be reconocer a México el mérito, des-de hace ya muchos años, de ha ber sido pionero en construir, en un

    mismo com ple jo, en edificios ane jos, las instalaciones penitencia -rias y las de los jue ces ins truc to res y fiscales. Los pri meros com- ple jos construidos de este modo fueron los reclusorios Norte y Sur.Esto favorece la inmediación, reduce el número de presos sin con-dena, elimina los altos costos de trans porte, y es conveniente desdeel punto de vista de la seguridad.

    3) Res pecto de las características de las prisiones, existe la tendenciaa construir cárceles de alta seguridad.

    Es indis pensa ble, a efectos de la clasificación, contar con una omás unidades de alta seguridad según el volumen de la po blación ylas condiciones geográficas de cada país, pero esto no de be signifi-car transformar todo el sistema penitenciario en uno de esa natura-leza. Además de ser sumamente costosas estas unidades, en ellasse manifiestan de la manera más extrema todos los inconvenien-tes de las “instituciones totales”, y hacen muy difícil el futuro re-greso de quienes las ha bitan a la vida en li bertad.

    4) Res pecto de reducir el número de presos, las res puestas fundamen-ta les es tán más allá del radio de ac ción del sis tema peni ten ciario.Es im periosa la necesidad de reformar las leyes penales, procesalesy de eje cu ción de las sancio nes.

    5) Res pecto de las leyes penales, la prisión sigue siendo la pena pro-to tí pi ca en todos los países, en la legis la ción y en la prác ti ca, pa ratodo ti po de delitos, cosa que no tiene sentido. Es indis pensa ble le-

    gislar sanciones no privativas de li bertad tomando como directriz pa ra la ta rea las Reglas Míni mas de las Nacio nes Unidas so bre lasMedidas no Privativas de Li bertad.29 Esta ta rea ha comenzado yaen varios países, pero es mucho aún lo que falta, y un punto muyim portante de atender es que las sanciones no privativas de li ber-tad de ben legislarse y utilizarse como efectivas alternativas a la

     pena de prisión y de acuerdo con el princi pio de mínima interven-ción, evitando que su uso ocasione el efecto contrario de am pliación

    de la red .

    POLÍTICA CRIMINAL Y PENITENCIARIA EN AMÉRICA LATINA 85

    29 Adoptadas por la Asam blea Ge neral en su re solución 45/110, de 14 de diciem brede 1990.

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    6) Res pecto de las leyes procesales, el sistema inquisitivo aún subsis-te —en la ley o en la prác ti ca— en la ma yoría de los países de la

    región, con su irres peto al princi pio de inocencia y su alto númerode presos sin condena. De be acelerarse la instauración del sistemaacusatorio, favoreciendo la realización del princi pio de inocencia yla li bertad durante el proceso, salvo en los casos realmente excep -cionales, y la introducción de instituciones tales como la sus pen-sión del proceso a prue ba, el princi pio de oportunidad y la conci-liación.

    7) Res pecto de las leyes de eje cu ción de las sanciones, de be promo-

    verse el control judicial de la ejecución de la pena, facilitando elacceso a la li bertad condicional, al tra ba jo extramuros, a los regí -menes de confianza, a los egresos administrativos y a otros benefi-cios li berado res que evi tan res tringir la li bertad más allá de lo ne -cesario y contri buyen en consecuencia a reducir la so bre po blacióny el hacinamiento.

    VIII. CONSIDERACIONES SOBRE LAS CÁRCELES PRIVADAS

    El tema de la construcción carcelaria se ha planteado recientemente enAmérica Lati na ane jo al tema de la dele gación de la eje cución de la penade pri sión a la em presa pri vada, te ma so bre el que ya va rios países hanconsultado a nuestro instituto solicitando asesoramiento.

    Se ofrece asumir la eje cución de la pena de prisión mediante pa que tesque incluyen diseño, financiamiento, construcción y administración de

    los penales (lo que se ha llamado “privatización carcelaria”, ya que pue -den darse otras formas positivas de partici pación de la em presa privadaen materia penitenciaria que no im plican la delegación de la ejecución dela pena, y algu nas de es tas formas siem pre han existido).

    La privatización carcelaria definida como delegación de la ejecuciónde la pena de prisión amerita análisis desde diversos puntos de vista: ju-rídico, político criminal, económico, y ético, y nuestro criterio, luego deha ber considerado la cuestión en varios países de América Latina, es que

    agravaría la ya muy grave situación penitenciaria que tenemos. Es por esoque res petuosamente instamos a quienes tienen la res ponsa bilidad o la po-si bilidad de incidir en estas políticas, a considerar algunos argumentos.

    ELÍAS CARRANZA86

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    1. Desde el punto de vista jurídico

    ¿Cuánto es delega ble de las actividades que im plican la ejecución dela pena de prisión, sin llegar a delegar la función misma?El paquete com pleto que venden las trasnacionales penitenciarias y

    que ellas prefieren que sea aceptado íntegramente incluyen diseño, cons -trucción, financiamiento y administración (operación y mantenimiento)de los centros penitenciarios. Ca bría analizar cada uno de estos cuatrosegmentos por se parado, pero es en el segmento de la administración enel que se plantea en con creto el tema de los lí mites de lo de lega ble. La

    administración de los centros es la parte más im portante del negocio, yen general las em presas la plantean con una duración de veinte o veinti-cinco años, e insisten en que para ejecutar este com ponente de ben tener asu cargo la guardia interna. Sin em bargo, por regla general, esta funciónes considerada indelega ble por dis posición constitucional.

    ¿Es delega ble la alimentación?, ¿la lim pieza?, ¿el mantenimiento edi -licio?, ¿el vestido?, ¿es delega ble la seguridad?, ¿la guardia externa?, ¿laguardia interna?, ¿la disci plina? ¿Hasta dónde puede asumir la em presa

     pri va da la eje cución de la pena es tatal? Que da pa ra los juris tas de ca da país encontrar res puesta a estos cuestionamientos.

    2. Desde el punto de vista político criminal 

    Encontramos al menos las siguientes consecuencias negativas que de-rivarían de las cárceles privadas:

    1) Introducir una cárcel privada en un sistema penitenciario que tienevarias o muchas unidades so bre po bladas y carencias materiales y de per -sonal crea una situación de privilegio para un pequeño gru po, a la par que aumenta el deterioro del resto del sistema. Lo ex plicaremos con unejem plo ti po:

    Los países X y Y ha ce tres años cons tru yeron su última cárcel. El paísX constru yó una cárcel esta tal; el país Y constru yó una cárcel privada.Ambos países tienen 10 cárceles con una ca pacidad total para 10,000

     personas presas, pero am bos tienen 15,000 personas presas, o sea, am bosfuncio nan al 150% de su ca pa cidad. El país X tie ne 10 cárceles esta tales;el país Y tiene 9 es tatales y una privada. Vea mos su si tua ción en los si-guientes cuadros:

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    PAÍS  “X” CON CAPACIDAD PARA 10,000 PERSONASPERO CON 15,000 PERSONAS PRESAS

    Cárceles de 1,000 cupos cada una Distribución por unidad  

    0 cárceles privadas 0

    10 cárceles públicas 1,500

    PAÍS  “Y” CON CAPACIDAD PARA 10,000 PERSONASPERO CON 15,000 PERSONAS PRESAS

    Cárceles de 1,000 cupos cada una Distribución por unidad  

    1 cárcel privada 1,000

    9 cárceles públicas 1,555

    Como vemos, en el país X los limitados recursos penitenciarios pueden distri buirse equitativamente con me jores resultados. En el país Y,en cam bio, la so bre po blación se transfiere y acumula progresivamente enlas cárceles estatales, a la par que se esta blece una distinción in justa y dedudosa constitucionalidad entre quienes cum plen su pena en las cárcelesesta tales, y los pocos que la cum plen en la cár cel privada en situa ción de

     privilegio.

    En países con alto crecimiento de po blación penitenciaria, como es elcaso de los de Améri ca La ti na, a medida que pa sa el tiem po la so bre po - blación aumenta, y se va acumulando inequitativamente, hacinando a las personas de las cárceles estatales, en contraste con el privilegio de los pocos que están, a un costo mucho mayor, en la cárcel privada.

    2) La em presa privada, por definición, hace nego cios en procura delucro, y eso es lí cito. Aho ra bien, si la ejecu ción de la pena se transfor maen un negocio, avanzamos por la vía de sustituir los criterios que hasta

    ahora han regido el uso de las penas (el derecho penal, la política crimi-nal, la ética, la opinión pú blica), por los resultados del mercado y el in-centivo del lucro. Como resultado tendríamos que el mercado de loscupos carcelarios podría elevar las tasas penitenciarias. So bre esto falta

    ELÍAS CARRANZA88

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    aún más investigación em pírica, pero es un hecho que los países que tie-nen más tiem po en el negocio de la privatización de prisiones y más pri-

    siones privadas, tienen tam bién, com parativamente, las tasas más eleva -das de presos (Estados Unidos tiene las tasas más altas del mundo;Esco cia, Ingla terra y Gales cuentan entre las ta sas más altas de Euro paocci den tal. Por contraste, las tasas de la Re pú bli ca de Irlanda, que poseesó lo cár celes es tatales, son la mi tad de las de sus paí ses veci nos).

    3) Es im portante controlar cuestiones de diseño penitenciario que tie-nen que ver con los costos de construcción, por una parte, y, por otra,con una concep ción tec no crática (no técni ca) de la ejecución de la pena

    que deshumaniza las prisiones y lesiona derechos fundamentales de las personas sancionadas con pena de prisión.

    Si se contrata el diseño y cons trucción de nuevas cár celes es in dis pen -sa ble que criminólogos y penitenciaristas del país partici pen en la tareaasegurando su calidad desde el punto de vista penitenciario y evitandoinnecesarias elevaciones de costos. Dos puntos de es pecial cuidado soncontrolar el tamaño de las cárceles y sus características (máxima, mínimao media seguridad). Se ha observado que las em presas promueven la

    construcción de megacom ple jos muy caros con el argumento de que esto permitirá el ahorro de costos en la ulterior administración. Con este argu-mento se construyen cárceles inmensas contrarias a todo criterio peniten -ciario o de derechos humanos, contrariando la evidencia de las investiga-ciones que demuestran que existe una correlación directa entre el tamañode las cár celes, la vio len cia y los con flictos que ocurren en ellas.

    De manera similar, las em presas son proclives a construir cárceles demáxima seguridad, que son más costosas y que, desde el punto de vista

    criminológico y penitenciario, de berían ser de uso excepcional.

    3. Desde el punto de vista económico

    Un incentivo que estimula a los go biernos a contratar con la em presa privada trasnacional es el financiamiento: en situación de déficit fiscal,los go biernos no tienen recursos para construir, y las em presas vienencon un paquete que incluye financiamiento.

    Por su parte, los organismos financieros internacionales son muy reti-centes en otorgar líneas de crédito a los go biernos para construir prisio-nes, actitud que favorece la privatización, pues al no poder acceder los

     países a créditos blandos para la construcción estatal que necesitan, se

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    ven tentados a tomar los paquetes con financiamiento incluido que lesofrecen las trasnacionales penitenciarias. Estos paquetes ofrecen resuelto

    el pro blema del financiamiento, pero suelen hacerlo con costos de cons-trucción y ejecución e intereses muchísimo más altos. Conclusión: el ne-gocio es malo y los países aumentan su déficit y endeudamiento. En esteerror incurren los go biernos que en el lapso de sus brevísimos mandatosnecesitan dar res puestas de corto plazo.

    Pero hay más, la promesa de financiamiento de la em presa privadasuele tener una tram pa. La em presa inicia o com promete la construcción,y lanzado el proyecto com plementa con préstamos blandos que solicita

    de la misma banca nacional, financiando así el Estado con sus pro piosrecursos el negocio de la em presa privada.

    Inde pendientemente de las bondades o inconvenientes de las cárceles privadas en los países de altos ingresos, no se puede trasladar directa-mente su ex pe rien cia a los países de ingre sos medios y ba jos de AméricaLa ti na y el Cari be, y su po ner que la cosa funcio na rá de la mis ma mane ra,

     porque no es así.30

    En Estados Unidos, Inglaterra y Australia, tanto las cárceles estatales

    como las privadas cuentan con presu puesto suficiente (am bos pagadoscon dinero de los contri buyentes), y com piten entre sí so bre quién losmane ja con mayor eficiencia.

    En cam bio, en nuestros países de medianos y ba jos ingresos con gravedéficit fiscal, abultada deuda externa, presu puestos raquíticos en las ma-terias de bienestar social e igualmente raquíticos en materia penitencia -ria, el pro blema fundamental son los recursos limitadísimos, con caren-cia de lo más básico en alimentación, salud, es pacio físico, etcétera. Entales condiciones, es un error contratar una cárcel privada para unos po-cos a un costo per ca pita mayor que el que se asigna al resto de los pre-sos y presas del sistema. En lo que se de be pensar es en cómo me jo rar,aunque sea paulatinamente, las condiciones de la totalidad de las perso-nas presas. Expliquemos esto:

    En el 2000 el ILANUD, en cola boración con las autoridades gu berna-mentales de varios países de América Latina, determinó sus costos dia -

    rios por persona presa (vimos algunas de esas cifras en el cuadro 4). Pos-

    ELÍAS CARRANZA90

    30 Se utiliza la clasificación de las economías según su producto interno bruto per ca- pita que uti li za el Banco Mundial (World Bank, World Development Re port..., cit., nota13, p. 335).

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    teriormente pudimos com pro bar casos en que las em presas que estáncom pitiendo en el mercado penitenciario ofrecen servicios y licitan pa -

    quetes de construcción y administración de cárceles a costos diarios per ca pita muy su periores que multi plican varias veces los cal culados por lasautoridades penitenciarias y nuestro Instituto. A dicho costo de adminis-tración diario inflado por preso hay que añadirle los costos de diseño yconstrucción edilicia y financiamiento, que son exor bitantes.

    Com parativamente, los costos a los que funcionan las cárceles estata -les de la región son en general muy ba jos, ya que su situación, vimos, esde gravísimo deterioro. Mayor razón entonces para me jorar los sistemas

    en su con junto, corrigiendo aunque sea un poco la situación de todas las personas presas, siendo muy cuidadosos en la determinación de los cos-tos de cons truc ción y adminis tra ción de las nue vas cár celes que se cons -truyan, y evitando crear sistemas de privilegio.

    Por eso decíamos que no es posi ble trasladar con los mismos resulta-dos el negocio penitenciario de las economías de los países de altos in-gresos a nuestros países en vías de desarrollo, porque los resultados sondistintos, y pueden ser muy da ñosos. Raúl Pre bisch,31 quien fuera duran-

    te tantos años secretario general de la CEPAL, y recientemente JosephStiglitz,32 Premio Nó bel de economía, han ex plicado con su gran autori-dad las razones de por qué esto funciona así.

    4. Desde el punto de vista ético

    Aunque la Constitución lo permitiera, o aunque pudiéramos cam biar la Constitución para permitir la privatización de la ejecución de la pena,

    ¿sería lo acertado hacer eso?, ¿sería acertado entregar la ejecución del poder punitivo estatal a la em presa privada?

    En este argumento no estamos considerando los costos, o la mayor omenor eficiencia con que la em presa privada pueda ejecutar las sancio-nes, sino la conveniencia de que la ejecución del poder punitivo estatalse transforme en un negocio.

     No se ría la primera vez que es to ocurre en la his to ria de la jus ticia pe -nal. Pero la humanidad venía rectificando ese rum bo, primero reasu-miendo el Estado la ejecución de la sanción, luego introduciendo el con-

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    31 Pre bisch, Raúl, op. cit., no ta 24.32  El malestar en la globali zación, Madrid, Tau rus, 2002.

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    trol judicial, y cada vez más introduciendo mayor trans parencia y control pú blico.

     No cree mos que éticamente, ni por las razo nes eco nó micas y de polí ti -ca criminal que antes vimos, sea conveniente entregar la ejecución de la pena de prisión a la em presa privada.

    IX. OBJETIVOS FUNDAMENTALES QUE DEBERÍAN PRESIDIR LA ACCIÓN DE LOS RESPONSABLES DE CADA UNO

    DE LOS COMPONENTES DE LOS SISTEMAS DE JUSTICIA PENAL,ASÍ COMO DE LOS RESPONSABLES DE LA POLÍTICA CRIMINAL

    Para concluir este tra ba jo sintetizamos una presentación que hiciéra-mos en el Panel de Discusión de la sesión inaugural de la XI Sesión de laComisión de las Naciones Unidas so bre Prevención del Delito y JusticiaPenal:33 el pro blema carcelario de be verse en el contexto de la necesidadde reformas integrales con acciones tam bién en materia de legislación,Ministerio Pú blico, policía y Poder Judicial, ya que el sistema peniten-

    ciario es el úl timo esla bón de la cadena del sis tema de justi cia pe nal quere ci be los pre sos y presas que gene ran los esla bo nes que están al comien-zo de dicha cade na.

    Tres ob jetivos fundamentales de berían presidir la acción de los res- ponsa bles de cada uno de los com ponentes de los sistemas de justicia pe-nal, como así tam bién de los res ponsa bles de la política criminal en losniveles legislativo y ejecutivo de cada país:

    1) Evi tar el ingre so a la justi cia pe nal o desviar de ella los casos queno de berían ser motivo de dicha res puesta. En esto, mecanismoscomo los pro puestos por la llamada justicia restauradora (y tam-

     bién la denominada justicia transformadora), tales como la conci-liación y re paración a la víctima, y tam bién el princi pio de oportu-nidad, vienen dando excelentes resultados en algunos países, y enAmérica Latina y el Cari be hay ejem plos muy exitosos en materiade justicia penal juvenil.

    2) Introducir en los códigos penales, y lograr que se hagan efectivas,múlti ples sanciones no privativas de la li bertad, que tengan de bida-

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    33 Comisión de las Naciones Unidas so bre Prevención del Delito y Justicia Penal, Pa-nel de dis cu sión, sesión inaugural, Vie na, 16 y 17 de abril de 2002.

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    mente en cuenta el interés de las vícti mas, reservan do la cárcel pa -ra los delitos violentos y para los que causan grave daño social.

    3) Lograr que las personas privadas de li bertad lo estén en las condi-ciones de res peto a sus derechos fundamentales que han sido esta- blecidas desde hace ya mucho tiem po por el derecho internacionaly por los derechos internos de los países. Para lograr esto será ne-cesario articular mecanismos que garanticen que las cárceles alo ja -rán sólo el número de personas para las que tienen ca pacidad pre-vista.

    Finalmente, de bemos reiterar que la política penitenciaria es sólo una peque ña parte de la polí tica, y que los avances que se hagan en el sector  penitenciario y en los otros com ponentes de la justicia penal, como asi-mismo los que se hagan en todos los sectores sociales, de penderán engran medida, en el mundo glo balizado, de las políticas que se concreten

     para ce rrar la brecha de la equidad entre países (entre los de al tos ingre -sos y el resto del mundo en desarrollo), y al interior de cada país.

    X. FUENTES DE INFORMACIÓN ESTADÍSTICA

    1. América Latina

     Argentina. Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio deJusticia. Las cifras del periodo 1992-1995 no incluyen los presos encomisarías. Las cifras de 1996 a 1998 resultan de la sumatoria de las

     personas presas en el Servicio Penitenciario Federal y un cálculo delas per sonas presas en las cár celes de provincias y en las comisarías,realizado a par tir de la cifra cier ta de dichas perso nas de 31,811, enenero de 2000.

     Bolivia. Dirección General de Régimen Penitenciario del Ministerio deGo bierno. Datos de todo el país, a junio de cada año. Las cifras inclu-yen las personas alo jadas en el sistema penitenciario y una estimaciónde las alo jadas en las cárceles de provincia y en comisarías policiales

    hecha por el mismo Ministerio. Se incluye a menores de 18 años. Bra sil . De partamento Penitenciario Nacional del Ministerio de Justicia.

    Información corres pondiente a todo el país (en 1996 y 1998 no hu bocenso penitenciario).

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    Chile. División Defensa Social del Ministerio de Justicia. Datos de la po - blación penal de todo el país. Incluye a los menores con discernimien-

    to entre 16 y 18 años de edad.Colombia. Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) del

    Ministerio de Justicia y del Derecho. Los datos incluyen las personas presas en el INPEC, más una estimación de las alo jadas en cárceles de provincia.

    Costa Rica. Dirección General de Adaptación Social del Ministerio deJusti cia y Gra cia. Datos al mes de junio. Incluye a las per sonas meno -res de 18 años.

     Ecuador . Dirección Nacional de Reha bilitación Social del Ministerio deGo bierno. No incluye personas en comisarías policiales ni menoresde 18 años.

     El Salvador . Dirección General de Centros Penales del Ministerio deJusticia. Datos de todo el país. No incluye a las personas en comisa-rías policiales.

    Guatemala. El dato de 1996 es a junio y fue pro porcionado por el procu-

    rador de los Derechos Humanos; el dato de 1999, por la Dirección Ge-neral del Sistema Penitenciario.

     Haití . UNDP-HAITÍ, Proyecto HAI/99/004, “Penitentiary Reform-PhaseII”. Datos de todo el país, que incluyen un cálculo de presos en comi-sarías policiales (cifra que en diciem bre de 1999 era de 300). Incluyea menores de 16 años y más.

     Honduras. Dirección General de Esta blecimientos Penales, Des pacho deGo bernación y Justicia. No incluye personas menores de 18 años nialo jadas en comisarías policiales. La información de 1997 a 1999 es almes de junio; la de 1992 a 1996, al 31 de noviem bre.

     Mé xico. Dirección General de Prevención y Readaptación Social de laSecreta ría de Go ber na ción. Datos de to do el país a junio de ca da año.

     No incluye menores de 18 años. Nicara gua. Dirección General del Sistema Penitenciario Nacional, Mi-

    nisterio de Go bernación. Datos de todo el país al 30 de junio de cada

    año. Incluye menores de 18 años y un cálculo de personas alo jadas encomisarías policiales a partir de información dada por la policía na-cional.

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     Panamá. Comité Nacional de Análisis de Estadística Criminal del Minis-terio de Go bierno y Justicia. Datos de todo el país.

     Para guay. Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio Pú bli -co. Datos de todo el país. Incluye a las personas menores de 18 años.

     No incluye a las alo jadas en comisarías de policía. Perú. Instituto Nacional Penitenciario del Ministerio de Justicia. Datos al

    30 de junio de cada año, corres pondientes a todo el país. No incluyemenores de 18 años.

     Re pública Dominicana. Comisión para la Definición, Ejecución y Su per-visión de la Política Penitenciaria Nacional. Datos de todo el país al31 de mayo para el periodo 1997-1999, y al 30 de junio para los ante-riores. No incluye menores de 18 años.

    Uru guay. Di rección Nacional de Cár celes (DNC). Las cifras son la su -mato ria de las personas presas en el sistema de la DNC, más las alo ja-das en las cárceles de partamentales.

    Vene zuela. Dirección Sectorial de Defensa Social, Ministerio de Justicia.

    2. El Caribe

     Belice. Su perintendent of Prison, Belize De partment of Corrections. Da-tos de todo el país de personas privadas de li bertad de 14 años y más.Hay algunas personas alo jadas en comisarías policiales (diez personasen 1999).

     Dominica. Offi ce of the Secre tary to the Ca bi net. Datos de to do el país

    de personas privadas de li bertad de 14 años y más. No hay presos alo- jados en comisarías policiales.Gu yana. Directorate of Prisons. Datos de todo el país, que incluyen sólo

     personas de 18 años y más. No hay presos en comisarías policiales. Jamaica. De partment of Corrections. Datos de todo el país, que incluyen

    sólo personas de 18 años y más. Las cifras incluyen una estimaciónque se hizo pa ra cada año de las per sonas presas en luga res de deten -ción policial, las que en 1999 eran 800.

    Saint Kitts & Nevis. Ministry of Finance, Development and Planning.Datos de todo el país que incluyen personas de 16 años y más. No hay

     personas presas en comisarías policiales.

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    Santa Lucía. Su perintendent of Prisons. Datos de todo el país que inclu-yen personas de 16 años y más.

    San Vicente y las Granadinas. Attorney General and Minister of Justice.Datos de todo el país que incluyen personas de 16 años y más. No hay

     presos en comisarías policiales.Surinam. Su perintendent of Prisons. Las cifras de la po blación peniten-

    ciaria se obtuvieron de la sumatoria de las personas alo jadas en prisio-nes, más un cálcu lo, para cada año, de las alo ja das en comisarías poli -ciales.

    Trinidad y Toba go. Ministry of National Security. Da tos de todo el paísque incluyen personas de 15 años y más. No hay personas presas enco misarías policiales.

    ELÍAS CARRANZA96