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crecimiento de la población, pero no parece que se hayan concretado avances significati- vos para incorporarla al desarrollo. Y si bien esta reducción se debe a la caída de la tasa bruta de natalidad, todavía se suman cada año, como en la época en que este indicador presentaba sus más altos niveles, más de dos millones de nacimientos de individuos que demandan los bienes y servicios que la so- ciedad mexicana debe producir o importar. En sus orígenes los argumentos expre- sados para justificar la necesidad de una po- lítica de población en México, son un claro ejemplo de las consideraciones que se han hecho alrededor de la relación entre cre- cimiento demográfico y crecimiento econó- mico, y en las que se supone que el primero constituye un freno al avance en materia económica y por tanto, su abatimiento es con- dición necesaria para lograrlo. Ha sido común entre especialistas conside- rar a la política demográfica en México co- mo ejemplo de una política pública exitosa. Después de 30 años de haberse decretado la Ley General de Población, a través de la cual se hacen explícitas las medidas que en con- junto pretenden regular los fenómenos demo- gráficos con el fin de lograr que la población “participe justa y equitativamente de los be- neficios del desarrollo económico y social” (Ley, art. 1º). Debe mencionarse también que la calificación optimista de este éxito ha de ser cuando menos matizada, porque de los objetivos concretos que el Estado se pro- pone alcanzar con dicha legislación, que sin duda se lograron con los programas de planificación familiar, fue la reducción del POLÍTICA DE POBLACIÓN Y DESARROLLO ECONÓMICO 4 Reducción del crecimiento demográfico sin desarrollo Carlos Welti Chanes* Vale la pena recordar que esta idea con- tinúa y parece actualmente la más aceptada, mas no siempre ha sido así y especialistas y políticos han mantenido puntos de vista con- trarios a esta concepción. Ya en 1937 Keynes planteó que la gran crisis de 1929 tendría que explicarse entre otros factores por las “consecuencias econó- micas de una población decreciente” (título del artículo en donde manifiesta esta idea). Más tarde Simon y toda una serie de econo- mistas que comparten sus ideas, sostuvieron que una población que se incrementa ha sido a su vez motor del crecimiento económico, ya que obliga a la innovación tecnológica, permite el aprovechamiento de economías de escala e incrementa la productividad del capital. En el caso de México, en el ámbito político, hasta bien avanzada la segunda mi- tad del siglo XX, se consideró que “gobernar es poblar” y que la mayor riqueza de la na- ción eran sus habitantes, para subrayar los beneficios de una población creciente. Sin embargo, en los años sesenta a raíz del trabajo de Coale y Hoover, a las elevadas tasas de crecimiento demográfico que se pro- dujeron con la caída de la mortalidad, se les identificó como obstáculos al desarrollo y desde las organizaciones internacionales se convocó a los gobiernos nacionales para ac- tuar sobre ellas. No obstante las diversas posiciones al- rededor de la influencia de la población so- bre la economía, puede citarse una larga serie de investigaciones que muestran más bien la ausencia de correlación entre crecimiento de- mográfico y crecimiento económico, cuyos resultados han obligado a explorar este tema con modelos cada vez más sofisticados, para tratar de encontrar la justificación teórica de una política que busca reducir el crecimien- to poblacional para impulsar el desarrollo. La perspectiva más reciente de los modelos demo-económicos ha sido la incorporación * Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

POLÍTICA DE POBLACIÓN Y DESARROLLO … · empleo; además de que se hace abstracción de la capacidad de ahorro para jubilar a los viejos y por tanto, el momento futuro en el cual

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crecimiento de la población, pero no pareceque se hayan concretado avances significati-vos para incorporarla al desarrollo. Y si bienesta reducción se debe a la caída de la tasabruta de natalidad, todavía se suman cadaaño, como en la época en que este indicadorpresentaba sus más altos niveles, más de dosmillones de nacimientos de individuos quedemandan los bienes y servicios que la so-ciedad mexicana debe producir o importar.

En sus orígenes los argumentos expre-sados para justificar la necesidad de una po-lítica de población en México, son un claroejemplo de las consideraciones que se hanhecho alrededor de la relación entre cre-cimiento demográfico y crecimiento econó-mico, y en las que se supone que el primeroconstituye un freno al avance en materiaeconómica y por tanto, su abatimiento es con-dición necesaria para lograrlo.

Ha sido común entre especialistas conside-rar a la política demográfica en México co-mo ejemplo de una política pública exitosa.Después de 30 años de haberse decretado laLey General de Población, a través de la cualse hacen explícitas las medidas que en con-junto pretenden regular los fenómenos demo-gráficos con el fin de lograr que la población“participe justa y equitativamente de los be-neficios del desarrollo económico y social”(Ley, art. 1º). Debe mencionarse también quela calificación optimista de este éxito ha deser cuando menos matizada, porque de losobjetivos concretos que el Estado se pro-pone alcanzar con dicha legislación, quesin duda se lograron con los programas deplanificación familiar, fue la reducción del

POLÍTICA DE POBLACIÓN Y DESARROLLO ECONÓMICO

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Reducción del crecimiento demográfico sin desarrollo

Carlos Welti Chanes*

Vale la pena recordar que esta idea con-tinúa y parece actualmente la más aceptada,mas no siempre ha sido así y especialistas ypolíticos han mantenido puntos de vista con-trarios a esta concepción.

Ya en 1937 Keynes planteó que la grancrisis de 1929 tendría que explicarse entreotros factores por las “consecuencias econó-micas de una población decreciente” (títulodel artículo en donde manifiesta esta idea).Más tarde Simon y toda una serie de econo-mistas que comparten sus ideas, sostuvieronque una población que se incrementa ha sidoa su vez motor del crecimiento económico,ya que obliga a la innovación tecnológica,permite el aprovechamiento de economíasde escala e incrementa la productividad delcapital. En el caso de México, en el ámbitopolítico, hasta bien avanzada la segunda mi-tad del siglo XX, se consideró que “gobernares poblar” y que la mayor riqueza de la na-ción eran sus habitantes, para subrayar losbeneficios de una población creciente.

Sin embargo, en los años sesenta a raízdel trabajo de Coale y Hoover, a las elevadastasas de crecimiento demográfico que se pro-dujeron con la caída de la mortalidad, se lesidentificó como obstáculos al desarrollo ydesde las organizaciones internacionales seconvocó a los gobiernos nacionales para ac-tuar sobre ellas.

No obstante las diversas posiciones al-rededor de la influencia de la población so-bre la economía, puede citarse una larga seriede investigaciones que muestran más bien laausencia de correlación entre crecimiento de-mográfico y crecimiento económico, cuyosresultados han obligado a explorar este temacon modelos cada vez más sofisticados, paratratar de encontrar la justificación teórica deuna política que busca reducir el crecimien-to poblacional para impulsar el desarrollo.La perspectiva más reciente de los modelosdemo-económicos ha sido la incorporación* Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

Es probable que la visión mencionadaprevalezca, porque ante la necesidad urgen-te de disminuir el crecimiento de la pobla-ción por sus consecuencias negativas, sobreel ahorro y el uso de los recursos, resulta másfácil introducir cambios en el comportamien-to demográfico a través de una innovacióncomo es la tecnología anticonceptiva, antesque aspirar a que éstos se produzcan comoresultado de transformaciones sociales quepueden ser más lentas y costosas, pero que fi-nalmente, junto con la misma aplicación deavances tecnológicos, pueden ser más efecti-vas para mejorar las condiciones de vida delos individuos. Un claro ejemplo de esta con-cepción, lo constituye el aumento del niveleducativo de la población femenina con susefectos multiplicadores, no sólo sobre la fe-cundidad, sino también sobre la mortalidadinfantil, la salud en general y las condicionesde vida de las familias.

La política de población debe aspirar atransformar conductas individuales, pero elEstado debe promover respuestas institucio-nales que impulsen el cambio demográfico,porque hasta el momento se ha asignado a lasinstituciones del sector salud la mayor res-ponsabilidad en este sentido.

El problema para lograr el crecimientoeconómico no es el crecimiento de la pobla-ción per se, sino las fallas o fracasos institucio-nales que impiden que éste se produzca y quelos individuos se integren al desarrollo.

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del capital humano como factor de creci-miento, por su relación inversa con el nivelde fecundidad de la población.

En la actualidad prevalece la idea deque una elevada tasa de incremento demo-gráfico tiene más efectos negativos que po-sitivos sobre la economía, y por tanto, se jus-tifica promover su reducción, si ello permitetener un ahorro que puede dedicarse a lainversión productiva, de tal manera que jun-to con la expansión económica que esto pro-duzca, se incorpore a una mayor proporciónde individuos a sus beneficios y por tanto,se logren transformaciones cualitativas en lasociedad.

Ahora bien, el establecimiento de unapolítica explícita de población que recono-ce las interacciones de ésta con las variableseconómicas, significa la aceptación de queel Estado debe intervenir para regular losfenómenos demográficos en virtud de la in-capacidad de las instituciones para distri-buir los recursos de manera tal que se bene-ficie a la sociedad en su conjunto y no sóloa ciertos grupos. Éste es el objetivo de laplaneación demográfica en México, al plan-tearse “elevar las condiciones culturales, so-ciales y económicas de los habitantes delpaís” (Ley, Art. 5). Pero debe subrayarseque en virtud de la complejidad de las inter-acciones entre lo demográfico y lo econó-mico, no parece que la simple disminucióndel crecimiento demográfico lleve al cum-plimiento de este objetivo. Incluso se reiteraque en términos puramente cuantitativos noes posible observar una relación clara entrela tasa de crecimiento poblacional y el cre-cimiento del producto per cápita, un ejem-plo concreto es el caso de México.

De manera simple, el crecimiento de unaeconomía depende, a su vez, del crecimien-to del trabajo, del capital y de la producti-vidad; el problema real es que hay que man-tener la oferta de trabajo que la poblacióndemanda, ahorrar lo suficiente para invertiry en especial invertir en formación de capitalhumano y en investigación, y aprovechar lasventajas de las economías de escala paralograr el crecimiento. Ante la dificultad demodificar las condiciones estructurales paralograr estos objetivos, se sobredimensiona elpapel del crecimiento demográfico para ex-plicar las dificultades de expansión de laeconomía.

La política de población concentradaen la limitación de los nacimientos pretendereducir su efecto negativo en el corto plazo alevitar un incremento en los gastos asociadosa la atención de los niños, cuando resulta

que ni a nivel individual ni en el macro-económico se perciben los beneficios de unadisminución del crecimiento poblacional. Sehan elaborado conceptos como el de “venta-na de oportunidades” (que utilizan a prin-cipios de los años noventa autores comoDowrick), con el que se quiere hacer eviden-te que una dinámica demográfica que pasade tener un elevado crecimiento a su reduc-ción significativa, permitirá contar con unafuente de expansión económica, sólo en elmomento en que las cohortes que nacieronen las épocas de más elevada fecundidadlleguen a la edad de participar en la fuerzalaboral, y la fecundidad se encuentre en fran-co descenso hasta llegar a niveles de reem-plazo generacional, con lo que la relaciónde dependencia se modificará, de tal mane-ra que los beneficios de esta expansión seharán evidentes en el futuro. No debe sor-prendernos por tanto, el uso recurrente ennuestro país de esta terminología junto conaquella que hace referencia al “bono demo-gráfico”. Desde luego que en esta visión pu-ramente aritmética que relaciona a través deun cociente a la población en edad de traba-jar con la población que depende de ésta, seignora la capacidad del sistema para generarempleo; además de que se hace abstracciónde la capacidad de ahorro para jubilar a losviejos y por tanto, el momento futuro en elcual se llegue a la fecha de redención del“bono” o la “ventana de oportunidades” seabra, es cada vez más y más lejano. Pero niesto es seguro, porque como apuntaron au-tores como DaVanzo y Adamson (1998):

… los ahorros del bono demográficodeben ser adecuadamente invertidos olos efectos podrían ser negativos. Porejemplo, la liquidez creada por los aho-rros (producto de la caída de la fecun-didad) en los países del Este asiático,puede haber contribuido al exceso fi-nanciero que llevó a la crisis en Asia.1

La experiencia muestra que se ha pues-to más énfasis en hacer evidentes las conse-cuencias del crecimiento demográfico sobrelo económico, y menos en comprender susdeterminantes. Un aspecto principal en la de-finición de una política pública de pobla-ción, es la separación de estos dos aspectos:consecuencias y determinantes en la relaciónpoblación-economía.

1 DaVanzo Julie y David M. Adamson, (1998), “Fam-ily Planning in Developing Countries. An UnfinishedStory”, Population Matters. Issue Paper, RAND, IP-176.