Politicas Sensibles Al Genero TyD16-7

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    Las polticas sensibles al gnero: variedades conceptuales y desafos de

    intervencin

    Ana Laura Rodrguez Gust

    Ana Laura Rodrguez Gust es docente-investigado-

    ra del Centro de Estudios de Desarrollo y Estrategias

    Territoriales (CEDET), Escuela de Poltica y Gobierno,

    Universidad Nacional de San Martn.

    Mail: [email protected]

    resumen

    Este artculo repasa algunas de las principa-les caractersticas de las polticas orientadas ainstaurar una mayor igualdad de gnero, discu-tiendo, en lneas generales, cuatro grandes cate-goras identicadas en la literatura: a) las pol-ticas de accin armativa, b) las polticas paralas mujeres, c) las polticas con perspectiva degnero y, nalmente, d) las polticas de trans-versalizacin de gnero conocidas por su tr-mino en ingls gender mainstreaming. Dichas

    polticas dieren en sus enfoques tericos y ensus metodologas de intervencin. Adems, este

    artculo discute sus efectos imprevistos e inespe-rados. A modo de conclusin, examinamos quaspectos de cada una de estas lneas de accin

    podran combinarse en una plataforma de pol-ticas mayor en aras de promover intervencionesestatales capaces de instaurar un Estado demo-crtico de gnero.

    summary

    This article reviews some of the main featu-res of those policies geared towards introducinga greater degree of gender inequality. In broadstrokes, this paper discusses four main catego-ries commonly addressed in the literature: a)afrmative action policies, b) womens policies,c) gender policies, and, lastly, d) gender mains-treaming policies. They differ in their theoretical

    perspectives as well as in their practical metho-dologies, though all of them have unexpectedconsequences and ramications beyond their

    planned goals. By means of conclusions, we ask

    whether we combine piecemeal aspects of thesepolicies into a larger institutional platform in or-der to promote actions for an enhanced genderdemocratic state.

    palabras clavespolticas de gnero / institucionalidad de gnero/ transversalizacin de gnero / polticas de ac-cin armativa

    keywordsgender policy / gender mainstreaming / afrma-tive action

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    I. IntroduccinEl Estado tiene un papel primordial en la construccin de condiciones de igual-

    dad para varones y mujeres puesto que las intervenciones pblicas distribuyen re-cursos materiales y oportunidades de reconocimiento simblico entre los gneros

    (Fraser, 1995; Haney, 1998). En un sentido estricto, todas las polticas pblicasestaran, de acuerdo con Joan Acker (1990)generizadas, lo cual signica que loscontenidos, los objetivos y las metodologas de las acciones del Estado estn im-

    buidos de concepciones sobre el valor relativo de atributos culturales masculinosy femeninos, as como de creencias respecto de los comportamientos normativa-mente deseables para cada uno de los sexos.

    El inters de este trabajo es discutir aquellas polticas pblicas que han sidoenunciadas explcitamente con el n de asegurar el bienestar, la seguridad, la auto-noma, y los derechos de las mujeres, las cuales denominamossensibles al gnero.

    En Amrica Latina, estas polticas han ganado creciente relevancia desde media-dos de los aos setenta al punto que, actualmente, prcticamente la totalidad de laregin cuenta con planes de igualdad de oportunidades.

    En lneas generales, este trabajo discute las caractersticas de cuatro categorasde polticas sensibles al gnero identicadas en la literatura: a) las polticas de ac-cin armativa, b) las polticas para las mujeres, c) las polticas con perspectiva degnero y, nalmente, d) las polticas de transversalizacinde gnero conocidas

    por su trmino en inglsgender mainstreaming. Como veremos en la primeraparte, estas polticas dieren en sus enfoques tericos y en sus metodologas de in-

    tervencin. Seguidamente, examinaremos cules son las consecuencias y las rami-caciones de estas polticas, destacando as sus efectos imprevistos e inesperados.Estos dos ejes de discusin aparecen resumidos en la Tabla 1 ms adelante en eltexto. Finalmente, las conclusiones abordarn la posibilidad de combinar aspectosselectivos de estas polticas en una plataforma institucional ampliada, con el nde promover intervenciones estatales orientadas hacia un Estado democrtico degnero.

    II. Los supuestos principales de las polticas con sensibilidad degneroII. 1. Las polticas de accin armativa

    En Amrica Latina, la obtencin de la ciudadana poltica mediante el sufragiofemenino consagrado entre los aos cuarenta y cincuenta result insuciente paragarantizar el acceso de las mujeres a las jerarquas estatales. En vistas de ello, losmovimientos de mujeres y las mujeres polticas han procurado introducir medidasde accin afrmativa en aras de alcanzar mayores grados de participacin en m-

    bitos decisorios.Inspiradas en los planteos del Art. 4 de la Convencin sobre la Eliminacin de

    todas las Formas de Discriminacin contra la Mujer (CEDAW), las medidas ar-mativas tambin denominadas positivas, promueven la presencia femenina enlos lugares decisorios del Estado. Si bien la accin afrmativano est restringida a

    procesos polticos e institucionales, en Amrica Latina, stos han sido el principal

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    foco de atencin de las polticas positivas (Astelarra, 2004).2

    Al menos diez pases de la regin cuentan con leyes de cuotas femeninas paralas candidaturas legislativas nacionales y otros gobiernos estn debatiendo laadopcin de mecanismos anlogos (i.e., Uruguay). Brasil y Colombia, por su par-

    te, disponen de instrumentos armativos para la asignacin de cargos en el PoderEjecutivo (Htun 2002 y 2004).En su visin ms clsica, las acciones afrmativasson procedimientos que pro-

    curan garantizar la representacin de grupos cuyos atributos adscriptos estn so-cialmente desvalorados (como el gnero femenino, las minoras raciales y tnicas,ciertos grupos etarios, entre otros). Precisamente, esta baja valoracin dara cuentade su exigua participacin en jerarquas formalmente exentas de restricciones re-lativas a cualidades subjetivas. En el caso de las mujeres, su escasa representacin

    parece deberse entre mltiples factores a creencias culturales que malinterpre-

    tan y devalan las contribuciones que las mujeres podran imprimir en la polticay las instituciones (Ridgeway y Correll, 2004).Los argumentos esgrimidos a favor de las acciones armativas rescatan el hecho

    de que las mujeres conforman un grupo en desventaja y, por ende, el Estado estobligado a garantizar sus derechos mediante disposiciones normativas especcas(Harper y Reskin, 2005). De esta forma, el reconocimiento del derecho al ejer-cicio de una ciudadana poltica plena permitira un efecto de proteccin grupalcontra las prcticas de discriminacin. A pesar de ello, las acciones positivas soncomnmente criticadas porque, como su nombre denota, constituyen remedios

    meramente armativos frente a las injusticias ms estructurales un importantepunto sobre el cual volveremos ms adelante.Las polticas de accin armativa ms conocidas son las directas, al estar orien-

    tadas a modicar la composicin demogrca de una organizacin en forma inme-diata (Harper y Reskin, 2005). La Ley de Cupo Femenino que rige la conformacinde las listas electorales de los partidos para el Congreso de la Nacin en Argentinaes un buen ejemplo de ello (Marx, Borner y Caminotti, 2007). Aunque menosconceptuadas como polticas de accin armativa, existen medidas indirectasque

    promueven transformaciones en la estructura de oportunidades de las institucionespara que, eventualmente, exista una mayor representacin femenina en las jerar-quas organizacionales. A diferencia de las acciones directas, este segundo tipo demedidas armativas no cambia de manera automtica las proporciones de varonesy mujeres pero, anlogamente, su propsito es tender a una pirmide institucionalms paritaria. Entre estos procedimientos encontramos, por ejemplo, instancias dereorganizacin de puestos laborales a efectos de facilitar la promocin de mujeresa otros de mayor responsabilidad.

    Ms all de estas variantes, las acciones armativas implican una clarapolticade acceso de mujeres a las instituciones con el n de asegurar su participacin enlos procesos de toma de decisin poltica, al garantizar, como ya fuera menciona-do, su mayor presencia numrica en las jerarquas.

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    II. 2. Polticaspara las mujeresy polticas con perspectiva de gneroEn trminos generales, las mujeres enfrentan ms dicultades que los hombres

    para acceder a los trabajos mejor remunerados, usualmente acompaados de ma-yores perspectivas profesionales y de proteccin social. En el hogar, ellas perma-

    necen en una posicin de desventaja respecto de las decisiones familiares, a lo quese suma una carga prcticamente unilateral en el cuidado de los hijos y las tareasdomsticas.

    A efectos de abordar estos problemas provenientes de una divisin sexual des-igual del trabajo, que reserva el mbito de lo pblico para los varones y la esferadomstica para las mujeres, aparecen dos propuestas de intervencin alternativas:las polticas para las mujeresy las polticas con perspectivade gnero que, enAmrica Latina, han inuido en el diseo y la implementacin de polticas socia-les (Dador Tozzini, 2007).3Si bien podramos establecer cierta cronologa en el

    sentido de que laspolticas para las mujeresfueron antecesoras de laspolticas degnero, asociadas con el pasaje del enfoque de mujeres y desarrolloa laperspec-tiva de gnero(WID y GAD respectivamente por sus siglas en ingls)4, la realidademprica resulta menos lineal, con ambos tipos de orientaciones reinscribindose,con variantes e innovaciones, an en las ms recientes acciones estatales.

    Ambas lneas de intervencin concuerdan en situar en la divisin sexual deltrabajo la fuente principal de desigualdad entre los sexos. Aqu concluye el acuer-do, puesto que, mientras laspolticas para las mujeres mantienen las diferencias

    primarias buscando compensara las mujeres por su eventual doble insercin en el

    mbito pblico y privado, laperspectiva de gneropropone acciones para trans-formar dicha divisin del trabajo. No sorprende, entonces, que ambas polticasmantengan concepciones muy dismiles sobre las relaciones de gnero y el papeldel Estado.

    Concepciones de gnero y orientaciones de accinBajo el enfoque de laspolticas para las mujeres,los roles y las responsabilida-

    des entre los sexos en la reproduccin y el bienestar familiar y social son asuntostomados como dados y no como resultantes de una situacin histricamente cons-

    truida. Bajo esta ptica, la conciliacin entre el trabajo y el cuidado de la familiasupone mejorar las condiciones de las mujeres para realizar ambasactividades,ms que lograr una distribucin equitativa entre los integrantes del hogar (Pascally Lewis, 2004).

    La agenda de intervencin derivada de este enfoque de poltica buscara recti-car los denominados efectos negativos de la divisin sexual del trabajo como unamayor carga laboral diaria para las mujeres mediante polticas que compensen lasdesventajas del gnero femenino. En consecuencia, las polticas para las mujeres

    procuran disminuir las brechas de gnero como lo son, por ejemplo, las diferenciasen el ingreso de varones y mujeres, mediante cambios en la legislacin laboral y edu-cativa. El papel socialmente asignado a los hombres no es cuestionado y estas polti-cas asumen, de hecho, su desvinculacin de la esfera domstica. En tal sentido, estas

    polticas no han fomentado la participacin masculina en las tareas del cuidado.

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    Como contrapunto, las polticas con perspectiva de gnero buscan distribuirrecursos materiales y simblicos con el n de ampliar las oportunidades de elec-cin de las mujeres, por lo cual la transformacin de las relaciones jerrquicas degnero constituye el ncleo fundamental de intervencin.5En consecuencia, estas

    polticas implementan acciones concernientes a los derechos de las mujeres, lademocratizacin de las familias y las responsabilidades domsticas compartidas(Di Marco, 2005).

    Al intentar modicar las races estructurales de la desigualdad, y en particularlas instituciones sociales de la familia y el mercado de trabajo, estas polticas em-

    plean el trmino relaciones de gnero: lo que se cuestiona en ltima instancia esla divisin entre lo pblico (masculino) y lo privado (femenino). Esta perspectivaconcibe el gnero como un sistema institucionalizado de prcticas sociales que, a

    partir de la organizacin de categoras sexuales diferenciadas, edica relaciones

    de poder (Ferree, Lorber y Hess, 2000). En su calidad de sistema de diferenciasy desigualdades, las relaciones de gnero se despliegan en mltiples niveles, esdecir, en creencias culturales socialmente hegemnicas, en pautas sesgadas de dis-tribucin de recursos sociales, y en identidades individuales con dismiles gradosde aceptacin y reconocimiento (Ridgeway y Correll, 2004).

    A efectos de lograr distinguir cabalmente las divergencias entre estos dos tiposde polticas pblicas, considrese el siguiente ejemplo. Una poltica de salud sexualy reproductiva estara elaborada desde unaperspectivade gnerobusca asegurarlos derechos de las mujeres. Esto ltimo supondra el desarrollo de acciones ten-

    dientes a garantizar la maternidad voluntaria, la eleccin de la contracepcin, elacceso al aborto y el ejercicio pleno de la sexualidad. Un ejemplo paradigmticolo ofrece el Programa de Salud Reproductiva de Atencin Integral a la Mujer de laIntendencia Municipal de Montevideo (Uruguay), vigente desde 1996, cuyos ejesson, de acuerdo con Varela Petito (2007), la promocin de los derechos sexualesy reproductivos y el empoderamientode las mujeres a partir del desarrollo de suscapacidades individuales, la participacin comunitaria en el marco de grupos devecinas, y la capacitacin del personal tcnico de salud en la perspectiva de losderechos en salud sexual y reproductiva (44-45). Por el contrario, lapoltica paralas mujeres,procurara regular la reproduccin femenina mediante una opcin de

    planicacin familiar que responsabilice primordialmente a las mujeres y dondesu eleccin respecto de la maternidad voluntaria est menos clara.6

    La visin acerca del EstadoEn el contexto de las polticas con perspectiva de gnero, el cambio socialapa-

    rece como un deber normativo del Estado que debera plasmarse en estrategiasde poltica pblica. En principio, el Estado an el democrtico representara,

    predominantemente, los intereses de varones, por lo cual sera una institucin pa-triarcal y, por tanto, un vehculo signicativo de la opresin sexual y de la propiaregulacin de la desigualdad de gnero (Connell, 1990). A pesar de estas limita-ciones, es posible impulsar polticas que fomenten una mayor igualdad de gnero

    por la mentada autonoma relativa del Estado y, adems, porque los intereses

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    usualmente conforman un terreno contradictorio (y no homogneo) de preferen-cias (Haney, 1996). De esta forma, y en combinacin con demandas provenientesde grupos de mujeres organizadas insertas en los espacios pblicos deliberativos,el Estado podra mejorar las condiciones de vida relativas de ambos sexos.

    En trminos de poltica pblica, la elaboracin depolticas con perspectiva degneropresupone el diseo y la puesta en marcha de acciones de largo plazo,relacionadas con polticas sectoriales ms amplias. Ello resultara en la elabora-cin de planes de igualdad de oportunidades nacionales y sectoriales (como loson, por ejemplo, los planes para las mujeres rurales, para la igualdad del gneroen la educacin, etc.). En tal sentido, la propia conformacin de una agenda de

    polticas de desigualdad quedara enmarcada en aquellas concernientes al desa-rrollo nacional en general. A su vez, esto implica que el Estado debera contarcon funcionarios y funcionarias entrenados en las perspectivas de gnero y ca-

    paces de confeccionar indicadores para establecer cmo y dnde se requiere dela intervencin estatal. A ttulo ilustrativo, el Plan de Igualdad de Oportunidadespara las Mujeres 19941999 de Chile es una de las primeras muestras regionalesde la incorporacin de la perspectiva de gnero en un proyecto poltico de mayoralcance.

    Por otra parte, laspolticas con perspectiva de gnerosuponen una interaccincon las organizaciones de mujeres (tanto ONGs como de base) y los movimientosfeministas. Por cierto, esta interlocucin no constituye un proceso automtico.En particular, coloca el Estado en un lugar de constructor de espacios pblicos de

    inclusin popular con el propsito de elaborar marcos de poltica (Ferree et al.,2002).As, la poltica se inicia con las mujeres organizadas y movilizadas desde la

    sociedad civil, quienes han tradicionalmente propugnado por la incorporacin enla agenda estatal las cuestiones relativas a la desigualdad de gnero en calidad de

    problema pblico. Esta modalidad de conformacin de agenda remite a lo queGuzmn (2001) denomina modelo de iniciativa externa. Los movimientos y lasorganizaciones de mujeres son fundamentales para convocar y agrupar a quienesestn en desventaja, ya que la accin colectiva es la estrategia bsica para obtener

    poder y autonoma individual, es decir, empoderamientoen trminos de laspolti-cas con perspectiva de gnero(Len, s/d).

    De acuerdo con Ferree et al. (2002), la inclusin popular privilegia la doblevisin de quienes son extraos dentro del sistema: en la medida en que existanmecanismos de consulta abiertos y asiduos, la interlocucin entre el Estado y lasociedad civil permitira una poltica depresenciade las voces y los intereses demujeres, especialmente de quienes han estado marginadas y situadas por fuera dela elite poltica.

    Si las polticas con perspectiva de gnero consideran que la organizacin co-lectiva de las mujeres es primordial para el propio proceso de elaboracin de los

    planes de accin, la transversalizacinpresupone, como desarrollamos a continu-acin, el reconocimiento de que las propias polticas pblicas as como la estruc-tura del Estado presentan sesgos de gnero.

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    II. 3. Polticas de transversalizacin de gneroEn palabras de Rees (2005), las polticas de gender mainstreaming(cuya di-

    cultosa traduccin sera transversalizacinde gnero) consisten en la promocinde la igualdad de gnero mediante su integracin sistemtica en todos los sistemas

    y las estructuras, en todas las polticas, los procesos y los procedimientos, en laorganizacin y su cultura, en lasformas de ver y hacer (560; nfasis propio). Deesta forma, la igualdad de gnero sera un criterio que dara forma y signicado alas polticas y la institucionalidad del Estado. Por ello es que, desde el enfoque dela transversalizacin, cobra relevancia la idea de un Estado imbuido de una lgicade gnero. Siguiendo a Acker (1990):

    Armar que una organizacin, o cualquier otra unidad analtica, estgeneri-zadasignica que las ventajas y las desventajas, la explotacin y el control, laaccin y la emocin, los signicados y las identidades, cobran forma a travs,

    y en trminos de, una distincin entre varones y mujeres, y entre masculino yfemenino. El gnero no es un proceso que se aade a otros ya en curso conce-

    bidos como neutrales. Por el contrario, es una parte integral de estos procesosque no pueden ser adecuadamente comprendidos sin un anlisis de gnero(Acker, 1990: 146).

    En otras palabras, asumir la perspectiva de la transversalizacinde gnero enlas polticas pblicas signica que las construcciones culturales en torno a lo fe -menino y lo masculino estn cristalizadas en las estructuras y las prcticas del

    propio Estado. De esta forma, las relaciones entre varones y mujeres son asimtri-cas ya que se despliegan en el marco de reglas y procedimientos androcntricos,donde los elementos simblicos del mundo cultural femenino estn subordinadosy devaluados respecto de los masculinos (Acker, 1990).

    En consecuencia, la institucionalidad del Estado y las desigualdades de gneroestn inexorablemente imbricadas: a travs de sus regulaciones y de sus jerar-quas, el Estado construyeestas desigualdades y, asimismo, refractay reproducedesigualdades socialmente existentes, amplicndolas e imprimindoles nuevossignicados (Connell, 1990). Habida cuenta de estas consideraciones, el n ltimode laspolticas detransversalizacines transformarlos estndares asociados conla masculinidad y la feminidad as como su desigual valoracin cultural, de modotal de cambiar las inercias de gnero sedimentadas en el apartado estatal y perpe-tuadas mediante sus regulaciones e intervenciones (Rees, 2005).

    En otras palabras, a la larga, es preciso modicar un Estado culturalmente edi-cado a partir de jerarquas de gnero. Es decir, las mujeres lograran ejercer ms

    plenamente sus derechos sociales, civiles y polticos si se producen transformacio-nes en la lgicagenerizadamasculina del Estado (Britton, 2000). Se presupone,entonces, que las acciones orientadas a modicar los sesgos de gnero institu-cionalizados en el aparato del Estado son un paso previo para poder combatir lainequidad socialmente existente. En particular, y tal como su nombre lo denota, latransversalizacinintenta incorporar una visin de gnero en las polticas clavedel Estado como son las econmicas, y de inversin, tradicionalmente ajenas a las

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    problemticas de las relaciones entre varones y mujeres a pesar de su indiscutiblerelevancia en la distribucin de recursos.

    Respecto de la concepcin de gnero de las polticas de transversalizacin, Rees(2005) sugiere que, en trminos normativo-ideales, hay un especial inters en dar

    cuenta de las mltiples desigualdades mutuamente imbricadas con el gnero, comolas de clase, raza y etnia entre otras (Hill Collins, 1999).

    Las polticas de transversalizacin incorporan a los varones y sus necesidadesparticulares como destinatarios de las polticas (Rees, 2005). Despus de todo,las vidas de las mujeres no cambiarn si no cambian las de los hombres. A ttuloilustrativo, por ejemplo, para que la conciliacin entre el empleo y la vida familiarimplique una mayor responsabilidad de los varones en el cuidado y en la vidadomstica, las polticas de empleo deberan acompaarse de regulaciones que losafecten directamente. Precisamente, algunos pases europeos cuentan con licencia

    de paternidad extendida, la cual es adems bonicada con un monto econmicoextrasalarial (Pascall y Lewis, 2004).

    Un nuevo paradigma de poltica y esfera pblicaAlgunas investigadoras arman que laspolticas detransversalizacinde gne-

    ro implican un cambio de paradigma de gestin. En primer lugar, la transversali-zacindebera acompaarse de mbitos de inclusin democrtica. Squires (2005)expresa que, en la medida en que la desigualdad de gnero est considerada juntocon otras desigualdades sociales, la consecuente pluralidad de problemticas re-

    quiere de mecanismos de discusin diferentes a los enmarcados dentro de estruc-turas burocrticas. De all que seran necesarios espacios de deliberacin inclusivaamplicados:

    Lo que los demcratas de la deliberacin ofrecen a las teoras de la transver-salizacinde gnero es una preocupacin por la calidad y la forma de compro-miso entre los ciudadanos y los foros participativos, enfatizando en particular laimportancia de la igualdad poltica y la inclusividad, y la importancia del dilo-go sin restricciones. Los demcratas de la deliberacin al igual que los tericosde la transversalizacinde gnero sugieren que si el proceso de elaboracin dedecisiones es inclusivo y el dilogo irrestricto, entonces es ms probable unaextensa comprensin de las diferentes perspectivas planteadas. De este modo,es posible obtener una mayor aceptacin de resultados por parte de los partici-

    pantes (Squires, 2005:381).

    Las redes de organizaciones ofrecen una plataforma desde la cual impulsar eldebate y la elaboracin de acciones de transversalizacinde gnero. A travs deestas redes circula informacin y tiene lugar el proceso de identicacin de pro-

    blemas sociales, de formacin de problemas de agenda y de toma de decisin. Enla medida en que las mismas estn integradas por actores dismiles, es posiblecontar con comunidades epistmicas (Inchustegui Romero, 1999), es decir, co-munidades de generacin y debate de conocimiento constituidas entre el Estado,

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    las expertas y los movimientos de mujeres.Respecto de la gestin pblica, la transversalizacinde polticas supone me-

    canismos ms horizontales al interior del Estadoa efectos de visualizar proble-mticas de gnero en la totalidad de las reas de intervencin. Ello demanda ca-

    pacidades sinrgicas, usualmente asociadas con estructuras menos jerrquicas ygrupos de trabajo denominados integradores. En denitiva, la transversalizacinimplicara mayores grados de articulacin en redes intra-burocrticas ms que unEstado con una alta diferenciacin funcional y jerrquica.

    A propsito, una vieja propuesta del feminismo de las organizaciones es, preci-samente, una estructura institucional ms exible, con jerarquas ms achatadas yuna dbil diferenciacin funcional que de paso a una interaccin colegiada (Ferreey Martn, 1995). La transversalizacinen la elaboracin y ejecucin de las polti-cas pblicas recoge este enfoque, puesto que sus acciones deberan acompaarse

    de un contexto organizacional orgnico que permita marcos polticos creativos.Las desigualdades de gnero, en constante ujo y redenicin, demandan un es-crutinio permanente que sera menos probable en contextos burocrticos tradicio-nales centralizados y gestionados con procedimientos formales poco proclives alcambio (Squires, 2005).

    III. Dicultades, tensiones y efectos paradjicos de las polticasEs poco comn observar una relacin unvoca y lineal entre el diseo de las pol-

    ticas pblicas, su implementacin y sus resultados. De acuerdo con Portes (2000),

    es posible identicar consecuencias no esperadas, efectos emergentes e impactosimprevistos de las intervenciones pblicas. En este sentido, los contextos de im-plementacin son clave para entender cmo y por qu razones una poltica puedeeventualmente promover situaciones dismiles a las inicialmente propuestas o ancontrarias a sus propsitos. Precisamente, en este apartado exploramos, para cadauna de las polticas anteriormente discutidas, los efectos no deseados y paradji-cos que las mismas suelen acarrear, lo cual debera hacernos ms sensibles a lascontingencias del terreno y al propio azar de las interacciones sociales.

    Tabla 1: Comparacin y valoracin de las polticas con sensibilidad de gnero

    Ejesprincipales

    Polticas deaccin armativa

    Polticas para lamujer

    Polticas conperspectiva degnero

    Polticas detransversaliza-

    cin de gnero

    Aspectosdenitorios

    . Promuevenla inclusinfemeninaen mbitosdecisorios delEstado sexualsexualdel trabajodesigual que

    . Las mujerestienen necesi-dades propias enel marco de unadivisin

    . Las relacionesde gnero entrevarones y mujeresestn basadasen asimetras deasimetras de

    poder por lo cual,para lograr unamayor

    . Las polticasde gnero sonsistmicas: debenestar presentes enel conjunto de lade lainstitucionalidaddel Estado. El gnero es un

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    deben seratendidas

    equidad,es precisotransformar ladivisin sexual de

    trabajo

    sistema de nivelesmltiples que en-tra en interseccincon raza y clase

    Objetivoespecco

    . Lograr aumentarel nmero demujeres en las

    jerarquas

    . Lograr conci-liar el trabajo yla familia, o el

    papel dual delas mujeres me-diante polticascompensatorias

    . Empoderamien-to de las mujeresy transformacinde las relacionesde poder y autori-dades en las fami-lias, la escuela yel trabajo

    . Integrar la pers-pectiva de gneroen la totalidadde las polticas

    pblicas

    Crticas . Reduccindel gnero ala presencianumrica demujeres. Remedio otratamiento

    paliativo de lasdiscriminaciones

    . No cuestionanla asimetra de

    poder de la di-visin sexual deltrabajo. Reducen lasnecesidades delas mujeres acompensaciones. No integran a losvarones

    . El gnero comoun sistema demltiples nivelesde desigualdadexcede a la di-visin sexualdel trabajo y,

    por tanto, no sonsucientes las ac-ciones relativas alempoderamientode mujeres. Si bien partedel supuesto delgnero comocategora rela-cional, no ha fo-mentado accionesactivas de trabajocon los varones

    . Las cuestionesde gnero pueden

    perder especici-dad al colocarseentre otros obje-tivos de polticas

    pblicas. Al transver-salizarse, puedeocurrir una pr-dida de espaciosinstitucionales

    propios

    Aportes . Cuestiona lacomposicin delas jerarquas. Fomenta polti-cas explticas deacceso

    . Histricamente,represent un

    primer paso enidenticar pro-

    blemas relativosa la posicin dedesventaja de lasmujeres

    . Coloca al poderen el centro de lasacciones de las

    polticas pblicas. Las necesidadesde las mujeresaparecen inscrip-tas en el marcodel ejercicio dederechos y desu participacinsocial y poltica

    . El Estado es unactor clave enla construccindel sistema dedesigualdad degnero. No hay equidadsi no hay unatransformacinde los trminosculturales delEstado

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    Efectos noesperados

    . Encapsulamien-to de las necesida-des y los derechosde las mujeres a

    sus nmeros enla jerarqua delEstado

    . Clara repro-duccin de lasubordinacinfemenina

    . Reduccin delas necesidadesde las mujeres alas de sus hijos yfamilias

    . En algunas prc-ticas, se reducenlas complejascuestiones de

    empoderamientoa asuntos actitudi-nales de psicolo-ga individual. Las polticas degnero quedanaisladas de otras

    polticas pbli-cas centrales delEstado

    . Evaporacin dela poltica. Uso ceremonialy tecnocrtico que

    toma el lenguajede equidad degnero pero pocoapunta a transfor-mar la sustanciade las relaciones. Captura de losactores ms din-micas de los espa-cios deliberativos

    Fuente: Elaboracin propia

    III. 1. Las polticas de accin armativa: re-segregacin o transfor-macin por demografa?

    Las polticas de accin armativa procuran remediar injusticias mediante lacorreccin en los resultados de los procesos de discriminacin manifestados enla escasa representacin de mujeres en las jerarquas institucionales. Con todo,al centrarse en los resultados, estas polticas poco podran hacer respecto de los

    procesos valorativos de orden macro-social que reproducen las creencias cultura-

    les de gnero sobre las cuales se edican las jerarquas entre varones y mujeres(Ridgeway y Correll, 2004). En efecto, si una mayor participacin femenina enlas jerarquas implica, adems, la representacin sustantiva de los intereses demujeres, esto es una cuestin netamente emprica y no un requisito impuesto porestas polticas. Htun (2002) sugiere, no obstante, que la expansin de la presenciade mujeres en las legislaturas nacionales ha resultado primordial en la promocinde una agenda sensible a los derechos de mujeres en Amrica Latina.

    Una aguda crtica a la accin armativa es elaborada por Rees (2005), paraquien estas polticas ignoran la discriminacin institucionalpresente en el Estado,es decir, los sesgos de gnero existentes en las estructuras, los procedimientosy las culturas de las organizaciones pblicas. Los cambios demogrcos en las

    jerarquas institucionales seran meramente superciales y, por ende, re-absorbi-dos sin consecuencias sustantivas sobre la equidad en la medida en que el Estado

    permanezcagenerizado.An con estas crticas en mente, es preciso recuperar la nocin de que la re-

    presentacin numrica supone un reconocimiento socialal derecho a participarde grupos previamente excluidos. Por cierto, el riesgo es, de acuerdo con Britton(2000), reducir el reconocimiento de la identidad de las mujeres a una cuestinnicamente nominal: si las relaciones de gnero corresponden a la proporcin de

    mujeres y varones en las jerarquas, se pierden de vista las asimetras de poder detoda relacin social. Sin embargo, y admitiendo que los estereotipos desplegadosen la interaccin cotidiana entre varones y mujeres estn presentes entre quienes

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    toman decisiones, la mayor presencia femenina entre las jerarquas adquiere unvalor simblico por su potencial de remover prejuicios de gnero (Kanter, 1977).

    En este sentido, la presencia de mujeres en espacios polticos formales consti-tuye un punto de inuencia para los y las interesadas en promover temticas de

    igualdad de gnero, lo que se correspondera con un modelo de acceso internodepolticas pblicas (Guzmn, 2001). Esto se ha visto reejado en la conformacinde alianzas con el n de promover leyes de inters de mujeres (Htun, 2002). Alter-nativamente, los asuntos de la agenda formal pueden, mediante una mayor presen-cia femenina en el Estado, incorporarse a una agenda pblica a n de incrementarsu visibilidad y, as, ampliar sus posibilidades de aprobacin. En consecuencia, las

    polticas de accin armativa podran disparar lo que Guzmn (2001) denominaun modelo de movilizacinen torno a la formulacin de agendas y polticas dondeun actor poltico (por ejemplo, una legisladora) busca obtener apoyo pblico en

    organizaciones de la sociedad civil en pos de la aprobacin de una determinadainiciativa.Finalmente, los resultados de las polticas de accin armativa indirectaspa-

    receran ir ms all de la presencia numrica de mujeres. Como fue mencionado,estas polticas suponen revisar, por ejemplo, las prcticas informales y formalesde seleccin o promocin de aspirantes en las organizaciones con el propsito deaumentar la participacin jerrquica de mujeres (Sheridan, 1998). En los hechosy paradjicamente, estas polticas han abierto la puerta a acciones de gnero msamplias, como las de igual valor por igual trabajo.7

    III. 2. Los cambios en las polticas en contextos de ajuste estructuralLas polticas para la mujer, con su nfasis puesto en el papel (tradicional) de

    los sexos respecto de las tareas remuneradas y no remuneradas despiertan durascrticas porque, en denitiva, legitiman la desigualdad de gnero. Las necesidadesde las mujeres son conceptuadas como problemas a paliar y no como el resultadode intersecciones de desventajas acumuladas (Rees, 2005).

    En Amrica Latina, estas polticas han sido desplegadas en el marco de las po-lticas sociales de combate a la pobreza. Estas ltimas consisten en programascon benecios a trmino y atados a requisitos de elegibilidad. Tienen un carcteraltamentefocalizadoy estn desligadas de las polticas econmicas y de empleoms estratgicas. Adems, estas polticas utilizaron el enfoque del maternalismocomo un pilar organizador de su instrumentacin: las mujeres son ejecutoras por-que su papel de madre es visualizado como fundamental en la consecucin delos objetivos del programa aunque no necesariamente para las propias mujeres(Molyneux, 2006).

    Las polticas anti-pobreza supusieron que las destinatarias fueran co-respon-sables en la ejecucin, lo cual implicara un proceso simultneo de cambiode actitud para lograr superar su dependencia del Estado (Daeren, 2004;Molyneux, 2006; Schild, 2000).8 Puesto que estas polticas no se disearon conun propsito de movilidad social e integracin, se produjo una desafortunadaalquimia: las desventajas de las mujeres socialmente excluidas fueron construi-

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    das como patologas sociales y situaciones extremas, estigmatizando as alas mujeres por su propia pobreza (lvarez, 1999; Di Marco, 2005). Incluso, lasdestinatarias de las polticas fueron concebidas como ciudadanas de mercadoy no como sujetos con derechos universales (Schild, 2000). Los crecientes ni-

    veles de pobreza, la baja capacidad de las economas de generar empleo, y lasmodicaciones sociales en la estructura familiar, no fueron interpretadas comomanifestaciones propias de la desigualdad de gnero que afect, en particular, alas mujeres pobres.

    Algunas investigaciones sealan que, dado el enfoque maternalista adoptado,estas polticas signicaron una sobrecarga de las tareas de las mujeres y una ver-dadera jornada redonda (Daeren, 2004; Molyneux, 2006). Las destinatarias fue-ron un engranaje en la implementacin de las intervenciones pblicas, pasando aconstituirse ellas mismas en proveedoras de servicios sociales para las familias y

    sus comunidades, otrora en manos del Estado y cuyo acceso se restringi al trans-ferirse al mercado. Las oportunidades para la transformacin de la desigualdad enla esfera domstica se desvanecieron, al no cuestionar las asimetras de poder enlas tareas no remuneradas y dejar a los varones por fuera de toda consideracin

    programtica.Adems, la ciudadana femenina parecera connarse a un asunto meramente

    instrumental, ya que la misma se producira nicamente si las mujeres resultaranser co-ejecutoras de programas. En tal sentido, las necesidades de las mujeres noadquirieron identidad propia y quedaron subordinadas a las necesidades de losotros (ya sean los hijos, la familia e incluso los ejecutores de programas).

    Con todo, aunque en forma involuntaria y bajo ciertas circunstancias, algunasde estas polticas anti-pobreza lograron impulsar micro prcticas de ejercicio dederechos. En efecto, Daeren (2004), Montao et al. (2003) y Garzn de la Rosa(2006) identicaron procesos de desarrollo de ciudadana femenina en el marcode la capacitacin colectiva y las acciones comunitarias que fueron promovidas a

    partir de algunas de estas polticas sociales. En resultados preliminares de investi-gacin, Di Marco et al. (2006) amplan esta visin proponiendo que la calidad delas instituciones en las cuales se albergan y despliegan los procesos de capacita-cin y trabajos comunitarios deriva en procesos dismiles de ejercicio de derechos.Aqu resulta clave la difusin de los discursos de gnero y derechos en los nive-les territoriales del Estado y en las organizaciones de la sociedad civil. Podemosargumentar, entonces, que se conforman diferentes regmenes institucionales degnero por la propia heterogeneidad del Estado que, en ocasiones, desafan lasvisiones restringidas impuestas desde las polticas para las mujeres (RodrguezGust, 2007).

    Inversamente, en algunas ocasiones, las polticas concebidas desde la perspecti-va de cambio social de la visin relacional de gnero, fueron tergiversadas cuandola participacin de organizaciones de mujeres result ceremonial y no sustantiva

    (Craske, 2000). A propsito, lvarez (1999:192) resume esta mutacin en los si-guientes trminos: Entre los miembros del staff de las maquinarias de mujeresdel gobierno que entrevist, el gnero parece haberse tornado parte del lxico de

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    la planicacin tcnica, un indicador neutro de poder de la modernidad y eldesarrollo ms que un campo teido de poder de relaciones desiguales entremujeres y varones.

    Si bien laspolticas con perspectiva de gnerohan fomentado el desarrollo de

    planes sectoriales e incluso nacionales de igualdad de oportunidades, en AmricaLatina, su grado de avance prctico ha estado condicionado por la vulnerabilidadde la institucionalidad frente a los cambios de gobierno, las presiones de la iglesiacatlica y los ajustes en el gasto scal (Gray, 2004; Montao, 2003; Zaremberg,2004).

    III. 3. Prdida de sentido, tecnocracia y captura

    La capacidad de impulsarpolticas de transversalidad de gnero representa unverdadero desafo porque demanda una articulacin poltica e institucional virtuo-

    sa. En primer trmino, el Estado precisa de capacidades burocrticas anadas des-tacndose, entre otras, las prcticas formalizadas de planicacin, la presencia depersonal estable y entrenado, as como instancias de coordinacin y articulacincontinuas (Rees, 2005). A su vez, es preciso contar con la capacidad de establecerobjetivos estratgicos, construir indicadores y metodologas de seguimiento, e in-troducir prcticas exibles para la contratacin de expertas en los diversos temasque afectan la desigualdad de gnero (Beverdige et al., 2000).

    Ms all de estos aspectos que ataen a la gestin interna del Estado, las pol-ticas de transversalizacin de gneroadquieren un sentido sustantivo solamente

    si estn acompaadas por redes sociales capaces de nutrir la formulacin de laspolticas pblicas (Squires, 2005). Por ello, estas polticas demandan modalidadesactivas de articulacin con la sociedad civil as como la apertura de lazos de deci-sin y comunicacin propios de redes de organizaciones.

    Respecto de las experiencias de transversalizacinen la regin, los denominadosProgramas de Mejoramiento de Gestin (PMG) de Chile posiblemente constitu-yan el ejemplo ms acabado. Estos Programas han permitido al Servicio Nacionalde la Mujer (SERNAM) un verdadero antes y despus en cuanto a su trabajo decoordinar con otros organismos la adopcin del enfoque de gnero (Alvarez SanMartn, 2007). A pesar de ello, las instancias participativas con los movimientosde mujeres an son su punto ms dbil (Richards, 2002). Con todo, las experien-cias municipales son ms frecuentes, destacndose la ciudad de Montevideo (enUruguay), y Morn y Rosario en Argentina (Provincia de Buenos Aires y Santa Ferespectivamente), donde existen espacios de consulta deliberativos con las redesterritoriales de mujeres.

    Evaporacin de la polticaComo arman Moser y Moser (2005), las polticas de transversalizacin de

    gneropueden evaporarse, entre otros factores, por la escasez de recursos o lapresencia de culturas institucionales adversas a la igualdad y, en particular, porel tratamiento de la equidad de gnero como un asunto encapsulado de poltica.Esta evaporacin es ms plausible de ocurrir cuando las maquinarias de gnero

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    son vulnerables. En Amrica Latina, los organismos de gnero no cuentan consuciente autoridad jerrquica respecto de los otros segmentos del Estado. Adi-cionalmente, en ausencia de un equipo tcnico entrenado, estable y comprometidocon la tarea, es difcil cumplir con los requisitos de la transversalizacin.

    Por su parte, en la regin, el propio proceso de planicacin de polticas pbli-cas est dbilmente institucionalizado y poco formalizado, con las excepcionesde Chile y de Brasil (Iacoviello y Zuvanic, 2006; Iacoviello y Rodrguez Gus-t, 2006), lo cual atenta contra la naturaleza sistmica de la transversalizacin.Deben agregarse, adems, fallas en la disponibilidad de informacin vlida, ac-tualizada y comprehensiva del conjunto del Estado. Si las organizaciones no re-copilan informacin asiduamente, y, adems, no tienen mecanismos de difusinentre la ciudadana, la probabilidad de construir indicadores de gnero y hacerlostransparentes para su escrutinio por parte de la sociedad civil es baja, an cuando

    exista compromiso poltico con la equidad. Adems, en vistas de que el anlisisde gnero en el presupuesto est considerado como un instrumento fundamentalde la transversalizacin(Rees, 2005), las debilidades en la planicacin son unobstculo de envergadura para que los gobiernos efectivamente puedan adoptaresta perspectiva.

    La prdida de sentidoActualmente, son muchos los gobiernos que manejan un lenguaje de gnero.

    Con todo, existe una amplia brecha entre las concepciones y comprensiones so-

    bre el tema que tienen los/as integrantes de las ocinas y las autoridades y fun-cionarios del resto de los sectores del Estado, a lo que se sumara la distancia eincluso las contradicciones entre los discursos de las autoridades y funcionarios ysus prcticas institucionales Guzmn (2001:7).

    En varias ocasiones, los trminos igualdad de gnero y transversalizacinseranuna pantalla de humo y espejo (Meyer y Rowan, 1977), al emplearse en formaceremonial y ritual y carecer de signicado real sobre las actividades del Estado.En particular, el hecho de iniciar acciones orientadas a transformar el comporta-miento de los varones acarrea enormes tensiones, por lo que se los incorpora deforma mecnica, sin politizar su presencia en las acciones estatales ni cuestionarcmo, en los hechos, estos actores pueden desarrollar relaciones de poder alterna-tivas a las establecidas. A efectos de evitar la prdida de sentido, Rees (2005) des-taca la relevancia del compromiso poltico de quienes deciden y ejecutan polticas

    pblicas. Ello evitara que la transversalizacinde gnero resulte, eventualmente,en un signicante vaciado de contenido susceptible de ser maleable en diferentescontextos y, por ende, desvirtuado.

    Connell (1990), por su parte, seala que el Estado es, esencialmente, un terrenode conictos y de negociacin, donde grupos privilegiados de varones podranmovilizar sus intereses en contra de una mayor igualdad de gnero. La incorpora-cin de las temticas de gnero en las polticas poco tiene de consensual y lineal

    porque afecta intereses diversos dentro y fuera del Estado. En consecuencia,la prdida de sentido podra tratarse de una estrategia que busque evitar una ver-

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    dadera transformacin. En esta direccin, an faltara identicar quines seranlos porteros (gatekeepers) que promuevan, en trminos sustantivos,polticas detransversalizacin en pos de una mayor equidad (Connell, 2005).

    El riesgo tecnocrticoAl examinar experiencias nacionales europeas, Daly (2005) concluye que existe

    un proceso de embudo y selectividad que desplazara el compromiso sustan-tivo con la transversalizacinpor cierto tecnicismo en la implementacin de las

    polticas. As, la transformacin de los estndares de gnero sera reducida a lageneracin de estadsticas desagregadas por sexo y a un anlisis de impacto de lasacciones de poltica, distanciado de la realidad cotidiana de los sujetos.

    Ello ocurre cuando la transversalizacinse despliega en el marco de lo que Be-verdige et al. (2000) denominan burocracias expertas, conformadas por especia-

    listas en temas de gnero, ms que en instancias participativas-democrticas queinvolucraran un rango de organizaciones y mujeres de dismil extraccin social.En denitiva, se trata aqu del desplazamiento de una racionalidad sustantiva omaterial donde importa la equidad y los principios de justicia por otra racionalidadformal en la que prima el cumplimiento de la norma como principio de accinabstracto (Lpez Novo, 1994).

    El riesgo de la capturaComo fue mencionado, laspolticas de transversalizacin de gnero requieren

    de un espacio pblico con ideas y participantes diversos, y adems, con continui-dad temporal. En la prctica, no obstante, existen importantes impedimentos queatentan contra su conformacin. Como lo resume Guzmn (2001):

    (...) no todos los sujetos que participan en este proceso cuentan con los mis-mos recursos, ni tienen las mismas oportunidades para acceder a los espaciosdonde se debaten las agendas. Tampoco los distintos espacios estn abiertos demanera similar a los diversos tipos de problemas... En efecto, los espacios p-blicos erigen barreras a la incorporacin de algunos temas y sujetos sociales.Desde su interior se ejercen presiones para excluir a los actores ms dbiles odivergentes y los criterios de prioridad hegemnicos llevan a considerar algu-nos problemas en menoscabo de otros (12; nfasis propio).

    A propsito, las redes de mujeres no constituyen un todo homogneo y ello sereeja, por ejemplo, en las divergencias entre grupos de mujeres de base y ONGs.En particular, lvarez (1999) seala la tensin existente entre las ONGs profesio-nales, expertas en temas de gnero y consultoras del Estado, con trabajo tcnicode tiempo completo, por un lado, y las organizaciones de base de mujeres, in-orgnicas, uctuantes y dependientes de otras actividades para su supervivencia.La creciente labor puramente tcnica de las ONGs afectara, de acuerdo con estaautora, el desarrollo de un trabajo conjunto con mujeres populares en territoriosvulnerables, y as impedira que la visin de estas ltimas sea conocida, represen-

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    tada e incorporada al momento de disear polticas.Adems, existen importantes asimetras en las oportunidades de acceso al espa-

    cio pblico (Craske, 2000). En efecto, varias ONGs reciben, para su subsistencia,nanciamiento ocial. Desde el ngulo de la representacin de las ideas, existe el

    riesgo de que sean convocadas las ONGs que estn en sintona con el discursodominante. Asimismo, ciertas ONGs son ms aptas para captar fondos y conseguirnanciamiento internacional, por lo que saben empaquetar sus proyectos y, porende, instalar sus ideas, mientras otras no cuentan con estas ventajas.

    A partir de estas observaciones, es posible que un segmento de mujeres organi-zadas presente mayores habilidades para dialogar con el Estado y plasmar sus in-tereses en la denicin de los problemas de poltica. La representacin en nombrede otros grupos resulta ms complicada de garantizar, habida cuenta de la actualvariedad de feminismos (Vargas, 2001). Estas cuestiones invitan a reexionar si la

    variedad de voces e intereses de las organizaciones de mujeres est representada ysi, an las temticas de gnero, no podran ser denidas slo desde la perspectivade algunos grupos especcos con ciertas ventajas estructurales.

    IV. ConclusionesEl recorrido realizado sugiere que las medidas orientadas a promover la equidad

    de gnero requieren mltiples factores, como lo son un mayor nmero de mujeresen las jerarquas institucionales, organizaciones de mujeres activas y con lideraz-go en el plano de las ideas, y funcionarios y funcionarias con conocimiento en

    temas de gnero capaces de plasmarlo en polticas. Adems, la interlocucin conlas organizaciones de mujeres presupone modalidades ampliadas de articulacinentre el Estado y la sociedad civil. En esta direccin, si bien el men de polticasconsensibilidad de gnero parece diverso, ninguna poltica tomada aisladamente

    produce resultados ptimos.En tal sentido, cabe la pregunta: qu aspectos de cada una de estas polticas

    podran combinarse en una plataforma de poltica ms potente? La respuesta no esunvoca. En efecto, por un lado, laspolticas para la mujerson las ms problem-ticas desde el punto de vista de la justicia de gnero, por lo cual es difcil extraerconclusiones que rescaten aspectos selectivos ms all de valorar su aporte hist-rico por haber reconocido que las mujeres tienen necesidades especicas. Pero,como hemos visto, laspolticas con perspectiva de gnero son las que realmenteimprimen un sentido ms amplio a la nocin de necesidad.

    Por otro lado, las polticas con perspectiva de gnero y las acciones afrmativaspodran ser instrumentos de la transversalizacin, cuyo valor reside precisamenteen su planteo sistmico acerca de la totalidad de las acciones del Estado. En efec-to, cuestiones como el acceso de un mayor nmero de mujeres a las jerarquas

    poltico-institucionales, la presencia de maquinarias de gnero adecuadamente -nanciadas, la disponibilidad de informacin desagregada por sexo, la construccinde mbitos de consulta y la articulacin con las organizaciones de mujeres, sonrequisitos esenciales para que laspolticas de transversalizacinsean exitosas.

    Finalmente, la formulacin de los problemas de polticas, los diseos de obje-

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    tivos e instrumentos as como la dinmica de la ejecucin, han sido territorios nosiempre en armona entre el Estado y sus expertas, los movimientos feministas,los grupos de mujeres y los organismos de nanciamiento internacional. Los me-canismos institucionales de gnero no han estado exentos de crticas, entre otras

    razones, por desmovilizar los movimientos de mujeres e incluso desvirtuar losproyectos ms radicales de transformacin social.

    A pesar de ello, como lo demuestra Franceschet (2003:14), a propsito del SER-NAM en Chile, estas maquinarias difunden discursos de gnero, en particular, undiscurso de derechos de las mujeres e iniciativas de poltica a partir de los cualeslas organizaciones de mujeres pueden movilizarse e interpelar al propio Estado.Anlogamente, las divergencias entre redes feministas locales y globales y lasexpertas gubernamentales (e internacionales) no han impedido la conformacin deredes temticas (issue networks) que han trado avances cruciales para la regin en

    trminos de derechos de mujeres (Craske, 2000; Gray, 2004; Guzmn, 2003).En sntesis, las polticas con sensibilidad de gnero requieren, simultneamente,de Estados capaces as como de una sociedad civil ms diversa y organizada. Losintereses y las preferencias de las mujeres no son cuestiones jas a priori, sinoque emergen de procesos polticos dinmicos. En el mismo sentido, las polticasno son acciones estticas, sino que sus efectos pueden ser dismiles a los original-mente previstos por lo cual el doble monitoreo del Estado y de los movimientos demujeres es un imperativo normativo as como un requisito de gestin.

    Referencias1. Agradezco los sugerentes comentarios de Mariana Caminotti, Valeria Llobert y Andrea Voria aversiones anteriores de este trabajo. Las opiniones aqu vertidas son de exclusiva responsabilidad dela autora.2.Una compleja excepcin a ello es la accin positiva del programa Progresa/Oportunidades, dondelas madres reciben un monto adicional monetario para garantizar la educacin de las nias (Molyneux,2006).3.En Europa occidental, estas polticas se han traducido, primordialmente, en temticas relativas a laregulacin sobre el empleo (Walby, 2005).4. WID signica Women in Development y GAD Gender and Development (Para la evolucinconceptual y terminolgica, vase Rathgeber, 1989).

    5.Existe un abundante cuerpo de literatura que caracteriza este tipo de poltica. Por ejemplo, vaseAstelarra (2004), Inchustegui Romero (1999), Di Marco (2005) y Pascall y Lewis (2004) (por suaplicacin en Europa).6.Para claricar con otro ejemplo tmese el tratamiento de la violencia domstica. Laspolticas hacialas mujeres enfatizan la necesidad de su pronta denuncia as como la obligatoriedad del Estado enofrecer refugios adecuados. En unaperspectiva de gnero, las polticas compartiran estas acciones pero,esencialmente, cuestionaranel problema como una violacin a los derechos humanos (de acuerdo conla Conferencia de Viena de 1993), sugiriendo, adems, otras intervenciones en un organizacin familiarque genera violencia y acentuando las prcticas de prevencin (Bustelo y Lombardo, 2004).7.Las polticas de igual trabajo por igual valor (comparable worth) implican, en contextos altamentesegregados por gnero, el valorar las tareas que realizan los cargos ocupados, mayoritariamente, por las

    mujeres, al: a) tornar visibles el conjunto de acciones ejecutadas, b) de-construir la diferencia trabajosecretarial versus trabajo gerencial, y c) hacer posible la movilidad entre puestos feminizados haciapuestos jerrquicos (usualmente ocupados por varones). La estrategia de igual trabajo por igual valorconlleva a una profunda revisin de las descripciones de puestos (Acker, 1989).

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    8. Cabe sealar que este lenguaje sobre cmo debera ser la arquitectura de instrumentacin delas polticas sociales, forjado por el Banco Mundial, paradjicamente, parecera converger con los

    principios bsicos de la Plataforma de Accin de Beijing: nfasis en las mujeres jefas de hogar, aumentode la participacin de las mujeres en los procesos de decisin comunal, y extensin de crditos ysubsidios para las mujeres.

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    Recibido: 18/05/08. Aceptado: 26/06/08