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POLTERGEIST · EN BUSCA DEL ANGEL ... decía que los dos eran estrellas binarias y que a pesar de la oscuridad de la noche sus luces serían perpetuas, pero lo único que sus ojos

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POLTERGEIST

El Fantasma de Kyle Foster

Dyan Abel

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POLTERGEIST

El fantasma de Kyle Foster

LIBRO I

Dyan Abel

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"Al escribir creamos un mundo,

que el mundo real no nos permite tener. "

Dyan Abel

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Tú no eres el fantasma:

¡el fantasma soy yo!

El fantasma y yo, Amado Nervo

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INDICE

SINOPSIS Página

I. PARANORMAL ……………………………………………………………………… 8-19

II. LOS TRANSLUCIDOS ……………………………………………………………. 20-31

III. HUMANO ……………………………………………………………………………… 32-44

IV. HABILIDADES ……………………………………………………………………… 45-55

V. EN BUSCA DEL ANGEL ………………………………………………………… 56-66

VI. DESNUDO ……………………………………………………………………………… 67-75

VII. LA CASA DE LOS FANTASMAS ……………………………………………. 76-90

VIII. EL CIELO EMBOTELLADO ……………………………………………………. 91-96

IX. COLOSAL ……………………………………………………………………………… 97-107

X. SIMBOLOS ……………………………………………………………………………. 108-116

XI. UNICORNIO …………………………………………………………………………. 117-123

XII. LOS SOLIDOS ………………………………………………………………………… 124-132

XIII. CIRCULOS ETERNOS ……………………………………………………………. 133-137

XIV. FUEGO ROJO ………………………………………………………………………… 138-147

XV. LIGAMENTO …………………………………………………………………………. 148-162

XVI. LAS TRIBUS …………………………………………………………………………. 163-180

XVII. PREDISPUESTO A VER …………………………………………………………. 181-191

XVIII. CRIATURAS DEL LAGO ………………………………………………………. 192-207

XIX. BLANCO Y NEGRO ………………………………………………………………. 208-221

XX. ESPEJISMOS ………………………………………………………………………… 222-228

XXI. SOMBRAS EN LA OSCURIDAD ……………………………………………. 229-236

XXII. OSCUROS ……………………………………………………………………………. 237-244

XXIII. TOCAR EL CIELO ………………………………………………………………… 245-251

XXIV. UN CALLEJON TENEBROSO ………………………………………………… 252-257

XXV. MUERTES Y RESURRECCIONES …………………………………………. 258-282

XXVI. POLVO AL POLVO ………………………………………………………………. 283-290

XXVII. EL LIBRO DE CAIN ……………………………………………………………… 291-303

XXVIII. MASCARA …………………………………………………………………………… 304-318

XXIX. MAS FUERTE QUE LAS CIRCUNSTANCIAS …………………………. 319-323

XXX. CAMBIOS Y VERDADES ……………………………………………………… 324-330

XXXI. LUNA LLENA ………………………………………………………………………. 331-341

XXXII. ELIXIR …………………………………………………………………………………. 342-349

XXXIII. NOCHE DE FANTASMAS ……………………………………………………. 350-371

XXXIV. SACRIFICIO ………………………………………………………………………… 372-394

EPILOGO ………………………………………………………………………………………… 395-396

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SINOPSIS

“No tengas miedo de los fantasmas.”

Kyle es uno de ellos, pero su existencia cambiará cuando su mejor amigo lo invite a Paranormal, la

discoteca moderna de la ciudad. Allí conocerá a Max, alguien igual que él, pero con un cuerpo

humano y líder de una tribu de fantasmas llamados los translúcidos.

Desde esa noche se dará cuenta que ser un espectro va más allá de ocultarse entre las sombras y

decidirá unirse a ellos para tener la oportunidad de acercarse a su hermano menor que vive.

Aunque cuando una serie de asesinatos comienzan a invadir la ciudad, se verá involucrado en una

lucha contra tribus enemigas que pretenden apoderarse y gobernar el mundo humano y el mundo de

los fantasmas conocidos como poltergeists.

Una segunda oportunidad que le permitirá recuperar lo que queda de su familia, hacer nuevos

amigos, enamorarse por primera vez y enfrentar oscuros enemigos.

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PARANORMAL

"Fantasmas feos fantasmas

que aparecen y desaparecen

fantasmas que asustan

y a la gente enloquecen... "

Las telarañas en lo alto del techo del abandonado teatro llamaron más su atención que las palabras

del libro de poesía de Adeline Rocked que flotaba justo encima de donde estaba recostado, el libro

flotaba como un barrilete en el aire, pero a diferencia del barrilete, el libro no tenía hilos que lo

sujetaran en su postura correcta de vuelo, no lo había. Era él, su mano derecha extendida que lo

hacía ondular como si existiera una corriente eléctrica o unos hilos invisibles entre el libro y él.

Tal vez no tenía alas como su mejor amigo Baiel o no le salían llamas de fuego de sus manos

como su excompañero Dan, pero poseía ese don, ese atributo, no sabía cómo llamarlo.

El poema que estaba leyendo se llamaba Fantasmas, el título le llamó la atención al

encontrarlo en el índice, esperaba que hablara bien de los fantasmas, pero al leer la primera estrofa

se dio cuenta que no, al parecer ningún libro hablaba bien de los fantasmas, ni la poesía.

Cuando era humano no le gustaba leer, criticaba a su hermano menor porque siempre lo hacía,

pero cuando falleció y se convirtió en lo que actualmente era, los libros se volvieron un refugio, se

habían convertido en pequeños puentes que lo mantenían conectado a los recuerdos de su hermano

menor.

Así que mientras el libro seguía flotando en medio de la nada, cerró los ojos y recitó en voz

baja el poema que su hermano menor le escribió un día antes de su cumpleaños número diecisiete:

“En la noche, en el extenso cielo

Nocturno

Danzan, giran y vuelan dos estrellas

Brillantes, blancas como marfil y ébano

Como luciérnagas atrapadas en botellas,

Juntas cruzan el espacio triste y sombrío

A veces la negrura oculta sus destellos

Congelándolas e hiriéndolas de

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Frío,

Pretendiendo robar su esplendor y gloria;

Pero aun así continúan su danza

Giratoria

Uniendo su energía y brillo para vencer el

Miedo

Haciendo de la fatal travesía sólo un

Juego

Para seguir gobernando el negro cielo

Embelleciendo las noches con blanco destello

Venciendo las sombras con un centello

Dejando huellas blancas con su vuelo

Y cuando la noche se vuelve más

Negra,

Su esplendor es suficiente para iluminar,

Las dos estrellas binarias siguen girando

Mientras en la tierra todos ojos las ve

Brillar.”

Al terminar, abrió los ojos deseando ver las estrellas, Lowell, su hermano menor siempre le

decía que los dos eran estrellas binarias y que a pesar de la oscuridad de la noche sus luces serían

perpetuas, pero lo único que sus ojos vieron fue el libro flotante y las telarañas perfectamente

tejidas y ahora, el poema de su hermano cobraba sentido. Aunque en realidad, él era la estrella que

orbitaba alrededor de su hermano menor para protegerlo de los maltratos de su padrastro, tomando

su lugar en algunas ocasiones para que no fuera golpeado.

Ese maltrato acabó con su vida, aunque sólo con su cuerpo, ya que su fantasma había

quedado atrapado en este mundo como una sombra intangible que lo veía todo pero que no podía

ser visto, así que le tocó ser testigo del sufrimiento de su hermano menor que a penas tenía doce

años cuando él murió y como si fuera poco, su madre también falleció un mes después.

La impotencia que sintió cuando vio el sufrimiento de su hermano hizo que deseara haber

muerto del todo, pero no podía, era un fantasma, aunque de nada servía seguir en este mundo si no

podía consolar a su hermano. No poseía un cuerpo humano que le permitiera tener un contacto

físico.

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Luego de la muerte de su madre, Lowell se trasladó a Spook City para vivir en la casa de un

tío paterno, así que él también lo hizo, aunque era un fantasma no iba a dejarlo solo, a veces iba a

visitarlo por las noches ocultándose entre las sombras, contemplando con admiración como su

hermano crecía día a día, ya que, a diferencia de él, crecer para su hermano era algo natural, Lowell

era humano y él un fantasma.

– ¿Pasa algo neutro? —preguntó Baiel de pie frente al viejo y polvoriento podio con la vista

fija en el periódico local de la ciudad.

– Nada —replicó apreciando el libro inmóvil encima de él—. Creo que este libro no entrará a

la lista de mis favoritos.

Baiel no se molestó en mirarlo, al parecer estaba concentrado leyendo el periódico, algo que

era extraño ya que no era de los tipos que les fascinaba leer, así que cerró la mano derecha en un

fuerte puño e inmediatamente el libro de poesía también se cerró como si una página abrazara a la

otra con todas sus fuerzas causando que las partículas de polvo revolotearan como si fueran las

letras que se desprendieron del libro para danzar con libertad en el aire, pero no eran las letras, era

polvo.

Con un movimiento firme de la mano hizo que el libro saliera volando hacia donde estaba

Baiel golpeando el viejo podio con violencia, el impacto desató un estallido de corpúsculos de

polvo que se movían alocadamente como abejas, de lo que no estaba seguro era que si el polvo

procedía del anticuado libro o del abandonado podio.

Por lo menos logró su objetivo, Baiel desvió la mirada del podio acomodando un mechón de

pelo castaño detrás de la oreja, por eso él nunca se dejó crecer el cabello, ya que era imposible

mantenerlo en un solo lugar, pero a Baiel parecía no importarle, la mayor parte del cabello lo

llevaba amarrado en una cola, pero algunos mechones rebeldes se resistían a permanecer quietos y

casi arañaban sus ojos avellana.

– ¿Qué diablos te pasa neutro? —se quejó sacudiendo la camisa de franela pretendiendo

alejar el polvo, pero las partículas traspasaron su cuerpo inmaterial.

– Sigue llamándome neutro y te romperé la nariz —replicó procurando parecer enojado.

Baiel comenzó a reírse extendiendo las dos grandes y maravillosas alas; sus alas tenían la

apariencia de la lluvia deslizándose sobre el cristal y a pesar de la oscuridad hacían resplandecer la

camisa blanca que siempre usaba, esa era una de las características de los fantasmas: conservaban la

apariencia que tenían al morir y, por ende, la misma ropa que llevaban puesta ese día.

– ¿Tú y cuántos neutros más? —exclamó y antes de que su amigo respondiera en defensa

alzó una mano haciéndole señas para que se acercara—. Mejor ven a ver esta gran noticia

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—agregó devolviendo su atención a lo que estaba leyendo, lo cual parecía mucho más

interesante que el anticuado libro de poemas de Adeline Rocked.

Otra característica de los fantasmas es que no necesitaban caminar, sólo flotaban como si

fueran una nube o una pluma en el aire, por lo que sólo necesitó alzarse unos centímetros del suelo

para ir a lo alto del escenario donde estaba su amigo leyendo el periódico local de la ciudad.

– Pensé que estabas viendo una revista para adultos o algo por el estilo —comentó al lado de

él— ¿Pero el periódico? ¿Desde cuándo leer se volvió uno de tus pasatiempos preferidos?

– Aunque no lo creas, me gusta leer —respondió dándole con el ala derecha en la cabeza,

luego se encogió de hombros y puso cara de pensativo— siempre y cuando sea algo

interesante para perder mi valioso tiempo.

Su amigo frunció el ceño.

– ¿Perder el tiempo? Si lo que nos sobra a los fantasmas es precisamente tiempo.

– Ahora que lo pienso —dijo Baiel rascándose la cabeza con el ala izquierda— Tienes razón,

neutro.

– ¿Qué hay de nuevo en el periódico? ¿Más lluvia?

– En Spook City la lluvia ya se volvió algo normal, lo que quiero que veas es esto —

respondió Baiel señalando el anuncio que estaba en la portada con letras mayúsculas:

"PARANORMAL, LA DISCOTECA MODERNA ABRE SUS PUERTAS EN SPOOK CITY."

– ¿Paranormal? —masculló él pronunciando la palabra como si fuera nueva y misteriosa a la

vez.

Baiel levantó las alas que casi alcanzaban el viejo techo.

– ¿No te parece un nombre genial para una discoteca?

Su amigo se encogió de hombros despreocupado.

– Las discotecas siempre tienen nombres extravagantes.

Baiel bajó una de las alas para alborotarle el pelo rubio.

– Dejarás de ser un neutro.

Él dejó que las corrientes invisibles fluyeran de sus manos apartando el ala de Baiel para

luego fulminarlo con la mirada.

Baiel flotó hacia atrás extendiendo las alas en defensa.

– Está bien, amigo —espetó levantando también las manos— ¿Quieres que deje de llamarte

neutro?

Su amigo asintió, Baiel esbozó una sonrisa sacudiendo las alas y colocando una mano sobre

su hombro.

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– Esta noche, tú y yo nos iremos de fiesta.

Neutro, ese era el apodo con el que Baiel lo bautizó después de que se hicieron amigos, la

diferencia de edad entre ellos era de un año, pero biológicamente Baiel era mucho más viejo, pues

si no fuera un fantasma, Baiel tuviera ciento quince años y no la apariencia de uno de dieciocho.

Ambos crearon un fuerte lazo y aunque sus vidas como humanos no fueron tan parecidas, ahora lo

eran, eran fantasmas y gracias a Baiel, ser fantasma no se volvió algo monótono, pues él era el tipo

de amigo que siempre lo hacía sonreír y siempre tenía un comentario fuera de lugar.

Es así como le encajó ese apodo, cuando le contó que cuando era humano nunca asistió a una

fiesta, ni se emborrachó y peor aún, nunca había estado con una chica y eso que ya tenía diecisiete

años cuando los maltratos de su padrastro acabaron con su vida. Tal vez ese era el motivo por el que

no había tenido una vida normal como todos los chicos de su edad.

Desde entonces, Baiel nunca lo llamó por su verdadero nombre, sólo por neutro.

– ¿Qué pasó? —intervino Baiel sacándolo de su ensimismamiento—. Ahora sí que te

quedaste neutro.

Su amigo sacudió la cabeza mirando el anuncio del periódico.

– Pasa que hoy quiero dejar de ser un neutro —respondió diciéndoselo más a él mismo que a

Baiel.

– ¡Ese es mi hermano! —exclamó Baiel chocando el puño de la mano derecha con el puño de

la mano de su amigo.

Sus alas se sacudieron provocando un sonido como el de una ráfaga de viento, sus alas

extendidas se parecían mucho a las de una estatua de un ángel que estaba en el sótano del teatro,

siempre pensó que las alas eran blancas como lo describía la mitología, pero las alas de Baiel eran

parcialmente transparentes como si estuviera cubierta de gotas de agua bañadas con luz de sol.

Inmediatamente se elevó en el aire batiendo las alas y comenzó a volar hacia la puerta

principal como un ave, dando volteretas por encima de las viejas sillas.

– ¡Vamos amigo! —gritó cuando iba a mitad del teatro— Paranormal nos espera.

– Paranormal —musitó él flotando a unos centímetros del suelo para después ir detrás de su

amigo traspasando las polvosas sillas como cuando la tijera corta al papel.

Afuera del teatro, la lluvia caía sobre Spook City como pequeños pedazos de cristal que al

colapsar contra el pavimento se rompen en pedacitos mucho más diminutos.

Baiel abrió las manos a nivel de las alas alzando el rostro hacia el oscuro cielo, las gotas de

lluvia no se deslizaban sobre su rostro.

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– Como me gustaría sentir la lluvia nuevamente —susurró con un deje de melancolía en la

voz.

Su amigo que caminaba unos pasos detrás de él, giró el rostro para observar su actual hogar,

un abandonado y antiguo teatro de dos plantas que se elevaba en el fondo del callejón en el barrio

Burbold.

En lo alto el letrero con la inscripción Teatro Cabalístico, era apenas entendible, ya que lo

único que se lograba leer era Te-tro C-b-líst--o y uno de los brazos de la T colgaba de un hilo

dispuesta a dejarlo caer en cualquier momento, las ventanas rotas cubiertas de telarañas y las

paredes perdían el color con diversos grafitis cubriendo ciertas partes como gigantescas

calcomanías hechos por los que buscaban refugio para drogarse y hacer mal.

Aunque Baiel y él se encargaban de ahuyentar a los drogadictos y malhechores, por esa razón

las personas no se atrevían a acercarse al callejón y al teatro, se murmuraba que estaba embrujado, y

tenía razón, era el hogar de dos fantasmas.

– ¿Te gustaría volver a ser humano, Kyle? —preguntó Baiel mientras caminaban por la calle

central de Burbold.

– No lo sé —respondió Kyle levantando la vista del húmedo suelo y con el entrecejo

fruncido— ¿Y ese milagro que me llamaste por mi nombre? No es que el apodo neutro me

guste.

Baiel sonrió rozando las alas sobre la pared de los edificios.

– A partir de hoy dejarás de ser un neutro —argumentó—. A demás iba de acuerdo con la

pregunta.

Kyle reparó por un momento las alas de Baiel, las dos brotaban de la base de los hombros y

trató de imaginarse cómo serían si Baiel fuera de carne y hueso.

¿Serían translúcidas o cubiertas por plumas como las alas de las aves?

– ¿Y a ti? —inquirió volviendo su mirada a la calle oscura —¿Te gustaría ser humano por

segunda ocasión?

– Sí —contestó sin vacilar—. Yo no deseaba morir, era apenas un joven lleno de sueños y

aspiraciones —hizo una pausa para acaricias una de sus alas, cuando volvió hablar había

tristeza en su voz—. La vida es injusta para algunas personas.

Kyle asintió, él también pensaba lo mismo. Su madre murió poco después de su muerte

dejando solo a Lowell que era un niño de doce años, aunque para Kyle, su hermano menor siempre

sería un niño.

Pero Lowell no estaba solo, lo tenía a él. Un hermano fantasma.

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– Kyle ¡Mira que hermosas! —intervino Baiel señalando a dos chicas que iban delante de

ellos acompañadas por dos chicos.

El callejón del barrio Burbold quedó atrás, ahora se encontraban en la calle principal de

Spook City, y aunque la lluvia había disminuido, aún estaban inundadas de agua que salpicaba a

ambos lados cuando los bulliciosos autos pasaban.

– Muy bellas, pero lástima que tienen mal gusto —comentó Kyle reparándolas de pie a

cabeza y señalando a los dos tipos que iban con ellas, uno era un flaco y alto como Goliat,

el segundo era un tipo con la cabeza rapada y morboso, ya que la mano izquierda la llevaba

puesta sobre el glúteo de la chica pelirroja, la cual no parecía molestarle, todo lo contrario.

Baiel frunció los labios dejando que las alas se desvanecieran.

– Tú sabes que odio a los calvos y por eso uso el cabello largo —replicó —, pero envidio a

ese desagradable pelón, como me gustaría estar en su lugar.

– Serías un desagradable y horrible pelón —se rió Kyle.

Baiel extendió un ala golpeándole la cabeza haciendo que el pelo rubio se le alborotara más

de lo normal.

– Tal vez no sea él —masculló apuntando al tipo con la cabeza rapada para después frotarse

las manos—, pero tengo un amigo que puede hacerme un favor.

Kyle alzó las manos en defensa alejándose un poco de su amigo.

– A mí ni me mires.

– ¿A caso no quieres dejar de ser un neutro? —demandó él.

– Claro que sí —afirmó Kyle—, a nadie le gustaría ser llamado por ese apodo.

Una sonrisa cruzó el rostro de Baiel.

– Entonces debes comenzar hacer cosas que no hacen los neutros.

– ¿Cómo qué? —preguntó Kyle desafiante.

Baiel señaló al grupo de chicos, los cuales al parecer iban para su mismo destino, ya que toda

la juventud de Spook City se dirigía al centro de la ciudad donde se inauguraba Paranormal.

– Hazlo tropezar —dijo señalando al tipo cabeza rapada que iba a la par de la chica pelirrojo

que llevaba puesto un vestido floreado y jersey.

Kyle lo miró de reojo con el ceño fruncido.

– ¿Hablas en serio? –inquirió.

– ¡Vamos amigo! –exclamó extendiendo las alas–. Será algo así como tu rito de iniciación

para dejar de ser un neutro.

– ¿Rito de iniciación?

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– Sólo es una broma –añadió, luego levantó los hombros–. A demás nadie se dará cuenta que

fuimos nosotros.

Kyle dejó de caminar y pasando la mirada de su amigo al grupo de chicos levantó las manos

en dirección al tipo con la cabeza rapada, entrecerró los ojos tratando de evocar las sensaciones que

percibía dentro de él, de inmediato sintió que algo se movió dentro de su cabeza enviando una

descarga por todo su cuerpo que se acumuló en sus brazos escapándose por los dedos como un

cúmulo de energía y viento. Sólo bastaron unos segundos para sentir como una parte suya entraba

en contacto con el cuerpo del tipo, empujó las manos y el cabeza rapada se fue de bruces cayendo

boca abajo sobre la acera mojada.

– ¡Maldición! –gruñó en el suelo mientras sus amigos se burlaban.

– ¿Qué te pasó Riggo? –preguntó el chico alto extendiendo el brazo en su dirección para

ayudarlo a levantarse– ¿Alguien te empujó? –añadió mirando hacia atrás donde ellos

estaban, pero ninguno logró ver a Kyle y a Baiel, ninguna persona podía ver a los fantasmas

al menos que desearan manifestarse.

– Sólo que tu hermana se haya convertido en un alma en pena –replicó Riggo levantándose y

haciendo a un lado la mano de su compañero–, pero para tu desgracia Aquiles, los

fantasmas no existen.

Una chispa de dolor cruzó por la mirada de Aquiles, aunque sonrío para ocultarles la miseria.

– ¿Te hiciste daño, cariño? –preguntó la pelirrojo examinándole el rostro en busca de alguna

herida provocada por la caída.

– No, Rose –respondió él tocándose la nariz para asegurarse que seguía en el mismo sitio–.

Sólo que mi chaqueta apesta y se arruinó.

Baiel, que estaba a unos pocos metros escuchando la conversación le dio con el codo a Kyle.

– ¿Lo escuchaste neutro? Dice que los fantasmas no existimos.

Kyle asintió, aunque no juzgaba a Riggo, cuando él era humano tampoco creía en

supersticiones, en leyendas urbanas y fenómenos paranormales. Ahora él era un fantasma, una

prueba de que, si existían, aunque no le gustaba el término alma en pena.

En ese momento, Rose le ayudaba a Riggo a quitarse la chaqueta mojada, con las manos aún

extendidas hacia ellos, flexionó los dedos y la chaqueta se deslizó rápidamente de los largos brazos

de Riggo cayendo al suelo de un solo golpe. Los cuatro dieron un salto atrás asustados mirándose

entre sí.

– ¿Cómo que los fantasmas no existen? –gritó Baiel.

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Aunque no lo escucharon, Riggo, Rose, Aquiles y la otra chica huyeron del lugar corriendo

en dirección a la discoteca asustados, como si Paranormal fuera un lugar seguro sin sucesos

paranormales.

Kyle y Baiel los siguieron dejando impregnado en el viento vahos multiformes mientras se

reían de los cuatro chicos que corrían delante de ellos.

H

Un letrero con gigantes letras fluorescentes colgado en lo alto les dio la bienvenida a la

discoteca Paranormal, destellos de luces y música se escapaban por las ventanas para mezclarse con

la oscuridad que inundaba la ciudad, la fría lluvia había menguado dejando la calle cubierta por una

fina capa de agua que se asemejaba a una lámina de metal.

En la puerta principal se hallaban dos sujetos vestidos de negro y al parecer por lo que

llevaban impresos en la camisa eran los encargados de la seguridad del local, uno de ellos era un

gordo que estaba sentado sobre un taburete pidiéndole los documentos de identidad al grupo de la

pelirroja que iban delante de ellos, mientras que el otro, un flacucho con un llamativo pelo teñido de

morado, orejas perforadas y los brazos cubiertos por tatuajes como si en vez de guarda fuera un

miembro de Twenty One Pilots se encargaba de revisar a los que iban entrando.

– No la manosees mucho falso Josh Dun —espetó el tipo cabeza rapada al ver que el guarda

cabello morado palpaba con más determinación a la pelirroja.

El pelo teñido que parecía más un miembro de Twenty One Pilots que un controlador de

acceso alzó las manos en defensa.

Mientras Kyle avanzaba con su amigo, pudo sentir la mirada del pelo teñido observándolo.

Algo que era imposible, tal vez sólo miraba al cabeza con el que tuvo el percance por la pelirroja y

que ingresaban casi al mismo tiempo que ellos. Apartó la idea, Baiel y él eran fantasmas y no

necesitaban pedir autorización ni ser revisados.

– ¿Crees que tu hermano haya venido? —preguntó Baiel dejando pasar al grupo de la

pelirroja.

– De seguro —afirmó Kyle siguiendo el camino y traspasando los cuerpos como la neblina—,

al parecer todo Spook City vino.

De reojo, logró ver que su amigo abrió la mano al pasar al lado de la pelirroja, ella se

estremeció al sentir el escalofrío de la mano de Baiel sobre su glúteo.

Pero no lo miró, nadie los miraba. Eran fantasmas.

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– Tenía que hacerlo —balbuceó mientras su voz se mezclaba con los ecos y la música de

Paranormal.

Al entrar, sus oídos metafísicos fueron inundados por la ruidosa música que parecía surgir de

todos lados y los rayos de luces de diferentes colores como un arcoíris penetraron sus cuerpos

fantasmales.

Una multitud de cuerpos en movimiento poblaban el interior de la discoteca, acoplándose

mientras bailaban, Kyle dedicó un momento para contemplar el escenario frente a sus ojos, era un

contraste con la oscuridad afuera en la ciudad, Paranormal estaba repleta de luces, de murmullos, de

gritos, de música, de movimientos. Estaba llena de vida.

Baiel comenzó a bailar en el borde del gentío, extendiendo y batiendo las alas al compás de la

música, Kyle no evitó imaginarse que si su amigo y sus alas fueran físicas hubiera estrangulado ya a

todos los que estaban a su alrededor.

– ¡Anímate Kyle! —gritó—. Entramos gratis y debemos aprovechar.

– Eso es lo bueno de tener un amigo que sea una mariposa —vociferó Kyle apuntando sus

alas.

– ¡Parlero y neutro! —exclamó Baiel tomándolo del brazo para llevarlo al centro de la pista.

A pesar de que no había espacio para deambular, no fue un obstáculo para ellos, al ser

intangibles podían abrirse paso por donde sea, no existían barreras ni impedimentos.

Era imposible no contagiarse de la emoción de Baiel y de todos los otros humanos que

bailaban y reían como si ese instante fuera eterno, todo estaba lleno de vida. Kyle, no sabía si a lo

que actualmente era se le podría llamar vida, se suponía que estaba muerto; pero se sentía vivo, se

sentía vivo al ver como su amigo disfrutaba de la música como si fuera humano, así que decidió

dejar a un lado los malos recuerdos del pasado y dejó que la música lo invadiera, quería sentir ese

efecto en él.

De vez en cuando, espiaba entre la multitud buscando la cara fina, los ojos verdes y el pelo

ensortijado de su hermano menor, pero no lo veía.

Baiel, terminó perdiéndose entre el gentío, así que Kyle reparó a los que bailaban cerca de él

para imitar los movimientos, no es que no supiera bailar, cuando era humano miraba shows de

bailes en la televisión, pero eso no lo convertía en un perfecto bailarín.

La música le provocaba muchos efectos: alegría, euforia, entusiasmo... también lo hacía

sentir humano, tanto, que a veces percibía leves contactos mientras bailaba, algo que era imposible

porque los fantasmas eran intangibles y no podían tener contacto físico con los humanos.

– Es imposible —musitó sacudiendo la cabeza.

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Era más de la medianoche y en Paranormal, nadie se cansaba de moverse al ritmo de la

música, todos parecían marionetas embrujadas.

Baiel apareció moviendo sus alas deliberadamente, su pelo ahora lo llevaba suelto agitándose

de aquí para allá.

– ¿Sucedió algo Kyle? —preguntó al notar la expresión de incomodidad en el rostro de su

mejor amigo.

Kyle apretó la mandíbula.

– ¿No has sentido nada extraño? —hizo una pausa para mirar detrás de él—. Puede que

parezca una locura, pero...

– ¿Pero qué? —intervino alzando las manos.

– Yo... he sentido roces al bailar —añadió enterrando los dedos en su cabello rubio—, como

si alguien fuera capaz de verme y tener contacto.

Baiel bajó las alas acomodándolas perfectamente detrás de su espalda como las aves.

– Quizá lo imaginaste, Kyle —masculló tratando de tranquilizarlo y viendo a su entorno con

cautela.

– Tal vez —musitó con una media sonrisa—, a lo mejor la música y la adrenalina me hicieron

sentir muy humano.

– A mí también —se rió Baiel—, por algo se llama Paranormal.

– Definitivamente —afirmó Kyle alzando los hombros despreocupado—. Creo que ya me

divertí lo suficiente, así que me iré ¿Tú te quedarás?

Baiel arqueó las cejas mientras se amarraba el rebelde pelo en una cola de caballo.

– Yo me voy hasta el amanecer.

– Está bien —dijo Kyle alzando la mano para chocar el puño con Baiel—, nos vemos en el

teatro

– ¿Estarás bien? —preguntó Baiel.

– Estaré bien —respondió él.

Luego se dio la vuelta flotando a la salida, traspasando los cuerpos que se amontonaban en su

camino poseídos por la música, las luces que se desprendían de la esfera en el centro del techo los

escarchaba dándoles el aspecto de apariciones y justo cuando iba a llegar a la puerta, sucedió algo

inusual, sintió otra vez un roce, un fuerte roce contra su hombro.

Al llegar a la puerta volteó a ver hacia atrás y algo llamó su atención, entre los espacios que

se formaban cuando los bailarines se movían, alguien lo miraba y había algo en su mirada, en su

sonrisa, en su rostro que no era normal. Su piel era pálida como si hubiera sido rociado con polvo

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de tiza y unas ojeras oscuras como la ropa negra que llevaba puesta rodeaban sus ojos. Unos ojos

rojos, rojos como la sangre, como el carmesí, rojos como los ojos de un vampiro.

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LOS TRANSLUCIDOS

Era de madrugada y las oscuras penumbras aún rodeaban al Teatro Cabalístico, no es que Kyle

tuviera miedo de la oscuridad, al ser fantasma se mezclaba con facilidad entre las sombras.

Inconscientemente se llevó la mano al hombro donde recibió el impacto y se acercó al podio

donde estaba leyendo su amigo Baiel. El libro de Adeline Rocked se encontraba tirado en el sucio

suelo de madera con las páginas abiertas, extendió una mano haciendo que el libro se elevara como

una pluma y descansara encima del periódico, chasqueó los dedos pasando las páginas hasta

encontrar el poema que estaba leyendo, cuando lo encontró lo leyó en voz alta, esta vez hasta la

segunda estrofa:

"Fantasmas feos fantasmas

Que aparecen y desaparecen

Fantasmas que asustan

Y a la gente enloquecen.

Fantasmas oscuros fantasmas

Fríos y gélidos como el hielo

Se mezclan entre las sombras

Oscureciendo el infinito cielo..."

Y se preguntó si lo que decía el poema era verdad, si eso era lo que sucedió en la discoteca, si

era posible que el chico con lentes de contactos rojos se hubiera asustado al mirarlo, pero no, no era

posible, nadie podía ver a los fantasmas al menos que ellos desearan manifestar su presencia y

además el chico no parecía asustado, al contrario, a Kyle le pareció ver una sonrisa en la comisura

de sus labios.

Su mano se cerró en un puño obligando a que el libro también se cerrara y flotó a su espacio

que se hallaba detrás del telón de grandes pero desgastadas cortinas que en alguna ocasión fueron de

un rojo oscuro. Allí se encontraba su madriguera que antes servía como camerino donde los actores

se vestían y maquillaban antes de salir al escenario. El lugar ya no se veía como un camerino, al

contrario, parecía una biblioteca abandonada con libros por todos lados, lo único que quedaba de lo

que era antes era un amplio espejo cubierto por una densa capa de polvo acumulada por tantos años

de olvido.

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Kyle se detuvo frente al espejo, las esquinas estaban llenas de telaraña y varias fotografías

estaban adheridas en los extremos, levantó la mano derecha dejando que las corrientes invisibles

salieran de sus dedos y retiró algunas fotos para observarlas con atención, todas eran de actores que

trabajaron en el Teatro Cabalístico, mientras las observaba, la pregunta de Baiel vino a su mente:

"¿Te gustaría volver a ser humano Kyle? —había dicho mientras caminaban por la calle de

Burbold."

Y ahora estaba convencido de su respuesta, después de que disfrutó de la fiesta en

Paranormal y después de haberse sentido humano respondería que sí, si quería ser humano otra vez

y no se conformaba que sólo fuera una sensación inducida por la música, deseaba ser humano en

realidad.

Porque, aunque su vida como humano había sido miserable, anhelaba poder tener una

segunda oportunidad. Reconocía su cobardía al haber permitido que el desdichado de su padrastro

los maltratara, a él y a su madre, reconocía su cobardía por permitir que los golpes de su padrastro

acabaran con su vida y que por esa razón su madre también hubiera muerto.

Deseaba ser humano y cuidar a Lowell, hacerle sentir que no estaba solo, que lo tenía a él.

Alzó la vista deseando mirar su reflejo en el espejo, pero sólo logró ver una silueta

translúcida a través de la capa de polvo que lo cubría, deseaba gritar, llorar y vivir, sobre todo vivir.

Volver a ser humano y no sólo un espectro. Una segunda oportunidad.

El chasquido de cristales al romperse provenientes de la sala central del teatro lo sacaron de

sus pensamientos, escuchó golpes, voces, gritos, quejidos y sillas darse vuelta.

Se elevó del suelo y se acercó detenidamente a las descoloridas cortinas y con ambas manos

las separó de modo que la abertura y el espacio entre ellas fuera diminuto para pasar por

desapercibido.

El cristal que escuchó romperse era la ventana en la parte frontal del edificio, pero lo que

llamó su atención fue la escena en el centro del Teatro Cabalístico.

Estaban dos tipos, y no eran los típicos malhechores que ocupaban el edificio abandonado

para llevar a cabo sus maldades, ellos eran diferentes.

Uno de ellos era terrorífico y llevaba puesto sólo un pantalón negro, el dorso lo tenía cubierto

de negros tatuajes, los cuales parecían serpientes moviéndose sobre su piel; su cabello era negro y

largo y se agitaba para todos lados como si tuviera vida propia, pero lo más espantoso eran sus

dedos, aunque Kyle no estaba seguro si llamarlos así, ya que sus manos lo que tenían no eran dedos,

eran tentáculos. Largos y flexibles tentáculos que se envolvían como la cuerda de una horca

alrededor del cuello del otro chico que estaba tirado en el piso.

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– ¿Pensaste que iban a acabar con nosotros? —gritó el dedo de tentáculos levantándolo y

volviéndolo a tirar contra las sillas que chasquearon por el impacto.

Las viejas y polvorientas sillas cubrieron el cuerpo del otro chico moribundo.

– ¡Nosotros viviremos y ustedes desaparecerán! —añadió entre gruñidos con la mirada llena

de furor.

El otro chico se levantó de entre las sillas enfrentando al dedo de tentáculos, al verlo, Kyle se

quedó atónito, lo conocía. Ropas oscuras como la noche, pelo negro reluciente y negro como grafito,

piel pálida, ojeras lúgubres y ojos rojos como la sangre. Era él, el chico de la discoteca con el que

rozó el hombro al salir.

Éste dio un impulso lanzándose encima del otro tipo el cual cayó al piso por el golpe y sin

darle chance para reaccionar comenzó a darle fuertes golpes con sus pálidos puños haciendo que el

dedo de tentáculos se retorciera de dolor. Cada puñetazo que le daba era como si lo golpeara con

una roca pesada, lo cual le resultó extraño a Kyle porque con su palidez y sus ojeras oscuras se veía

debilucho, pero los tentáculos volvieron a envolverse sobre sus brazos levantándolo y dejándolo

caer otra vez hasta agrietar el suelo.

– ¡Toma vampirito! —rugió escupiendo con asco sobre el cuerpo paliducho— ¿No es que los

vampiros se mueren por beber sangre?

El ojo rojo forcejeó intentado librarse de los largos tentáculos, pero su atacante dejó caer el

pie derecho sobre su pecho inmovilizándolo y abriendo la boca permitió que su lengua se extendiera

como uno de los tentáculos tomando del mango una daga que estaba colgada del cinturón del

pantalón negro que usaba.

La daga no era cualquier daga, notó Kyle, pues desprendía destellos rojos como fuego y

sangre en forma de los símbolos trazados sobre el filo.

– ¡Tendrás lo que te mereces translúcido! —gruñó apuntándole el pecho con la maléfica daga.

Un cosquilleo se apoderó de los brazos de Kyle y sus manos iniciaron a temblar como si

desearan dejar fluir las corrientes invisibles, sacudió la cabeza tratando de reprimir el impulso, pero

entonces recordó lo que estaba sucediendo en el teatro, el dedo de tentáculos dispuesto a clavarle la

daga en el pecho al chico de ojos rojos que gruñía mostrando dos colmillos afilados.

Los hechos le revivieron los recuerdos del día de su muerte, recordó a su padrastro soltándose

el cinturón para luego pegarle ferozmente, recordó los puños golpeando su rostro y como no se

detuvo hasta que lo lanzó por el balcón.

Poseído por la rabia y el enojo y consciente de que después se podría arrepentir por lo que iba

hacer, salió de su madriguera como lo que era, un fantasma. Flotando en el aire y con las manos

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levantadas en dirección al dedo de tentáculos, reunió todos los recuerdos y el dolor y los lanzó

contra él.

Un fuerte rugido se escapó de su garganta inmaterial al sentir como las corrientes invisibles

brotaron de sus manos como si sus extremidades fueran elásticas y precipitadamente dieron contra

el sujeto de la daga roja.

Éste dio un grito ahogado cuando las corrientes invisibles lo golpearon e hicieron que se

elevara en el aire como un globo pinchado, mientras salía disparado contra el techo sus ojos llenos

de indignación lo observaron, trató de sujetarse con los largos tentáculos de las grietas que se

hicieron por el impacto, pero la magia de Kyle, como decía Baiel, fue tanta, tan fuerte que le fue

imposible.

El dedo de tentáculos voló al vacío, su silueta se perdió en la oscuridad de Spook City. Se

había ido.

Apresuradamente, flotó hacia donde estaba el otro tipo tirado en el piso, marcas rojas en

forma de espirales rodeaban sus brazos causadas por la presión de los tentáculos, pero a pesar de

haber sido golpeado por varias ocasiones no parecía herido, al menos eso creía Kyle.

– ¿Quién eres tú? —preguntó examinando uno de sus pies para luego arrastrarse hasta

sentarse en una de las sillas más próximas.

Kyle no respondió, el tipo comenzó a escupir sangre en el piso contradiciendo su teoría de

que no estaba herido.

Él alzó la vista mirándolo con los ojos rojos como la sangre que escupió.

– Hahn, ya sé quién eres —afirmó apuntándolo con uno de sus pálidos dedos—. Eres el

fantasma de la discoteca.

Al ver su cara de estupefacción agregó:

– Si yo te vi. Eres un fantasma.

Antes de que Kyle abriera la boca para responder, la puerta principal del Teatro Cabalístico

se abrió con un sonido estrepitoso interrumpiéndolo.

Entre la poca luz opaca que se filtró al abrirse la puerta, logró ver a dos personas entrando, al

acercarse se dio cuenta que uno de ellos era una chica con un vestido negro chillante y el otro, un

chico fortachón piel morena.

– ¡Max! —gritó la chica mirando al sujeto ojos rojos, en ese mismo momento levantó las

manos y hábilmente lanzó dos objetos transparentes y puntiagudos contra él.

Kyle no se movió de su lugar, pues era un fantasma y nada podía tocarlo, pero se equivocó,

uno de los objetos se clavó en la palma de su mano derecha y el otro se hundió en su pierna

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desatando una descarga de dolor en todo su cuerpo etéreo, instantáneamente cayó al suelo

quejándose del dolor y de miedo, porque se suponía que los fantasmas eran intangibles, estaban

muertos y no podían ser heridos.

Con la mano que tenía libre alcanzó el objeto clavado en una de sus piernas y no era una daga

como la del dedo de tentáculos, aunque tenía su forma y tamaño no lo era, era fría, sólida,

transparente y humeante como el hielo.

Kyle ya no sabía que creer, desde la fiesta en la discoteca ya nada siguió siendo normal, todo

era paranormal.

Los dos recién llegados entraron apresuradamente, la chica aún lo apuntaba con sus manos

como si fueran armas, entonces recordó que sus manos también lo eran, pero el dolor era tan fuerte

que no sentía los cosquilleos en sus brazos. Ella lo señalaba acechándolo con unos hermosos ojos

oscuros dispuesta a atacarlo otra vez.

– ¡Vasta Lina! —ordenó el chico adolorido al cual ella llamó Max—. Deja al fantasma en paz.

Lina se quedó quieta como una estatua de hielo.

– Cedric, ven ayúdame —solicitó Max al chico piel morena que estaba al lado de Lina.

Cedric asintió y comenzó a correr al lugar donde estaba Max herido.

– Necesito que me sanes —masculló mientras Cedric se detenía a su lado con una sonrisa

blanca sobresaliendo en su rostro moreno.

– ¿Cómo me puedes pedir que me detenga? —espetó Lina con fiereza—. Después de lo que

te hizo me dices que me detenga y que no le haga daño.

Un brillo de rabia se apoderó de sus ojos mientras miraba a Kyle, el brillo de sus hermosos

ojos oscuros combinaba con el resplandor de su vestido y de su cabello negro que lo llevaba corto

hasta los hombros dándole realce a su rostro.

En otras circunstancias, a Kyle le hubiera agradado esa chica.

– Él no fue, Lina —contestó Max.

Cedric pasó sus manos sobre el pie herido de Max y luego sobre su pálido rostro, en el

instante las heridas desaparecieron.

– Listo —musitó Cedric poniéndose de pie.

– Gracias amigo —manifestó Max levantándose como si nada cuando hace unos instantes

cojeaba de dolor.

Lina se acercó a ellos resonando los tacones en el piso de madera.

– ¿Cómo que él no fue?

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– Fue Benjamín, el líder de los mitológicos —respondió Max, luego miró a Kyle señalándolo

con el mentón—. Y estoy seguro que si no hubiera sido por él no estuviera aquí hablándoles.

Las miradas de Lina y Cedric se clavaron sobre él con curiosidad.

– Cedric, por favor —añadió Max volviéndolo a señalar.

El chico fortachón y piel morena asintió para luego caminar con cautela en dirección a Kyle,

el cual alzó la mano izquierda en defensa mientras se movía para atrás alejándose.

– Tranquilo fantasma —declaró Max acercándose también—. Cedric sólo va a sanarte, así

como lo hizo conmigo.

Kyle miró entre los dos indeciso, el dolor en sus miembros afectados se volvía insoportable

con cada segundo que pasaba, así que no le quedó más remedio que confiar en sus palabras.

– Te aseguro que no dolerá —musitó Cedric dejándose caer de rodillas a su lado. Una sonrisa

tranquila se formó en sus labios y su pacífica mirada era anestésica.

Max asintió con un atisbo de sinceridad en los ojos que ya no estaban rojos, eran oscuros

como los de Lina.

Las manos de Cedric se envolvieron alrededor de su muñeca derecha y en unos segundos la

daga de hielo se deshizo llevándose consigo el cortante dolor, luego tocó su rodilla y al igual que en

la mano el objeto transparente se derritió. Después de varios años alguien lo había tocado.

Al percibir que el dolor desapareció, Kyle se levantó de un salto y dando unos pasos para

atrás elevó las manos hacia los tres desconocidos alegre por sentir nuevamente el cosquilleo en sus

brazos.

Lina alzó las manos también, Kyle pudo ver brillo de purpurina en sus dedos y se preguntó si

era el esmalte de sus uñas el que resplandecía.

– Baja las manos —ordenó Max, al ver que Lina lo fulminaba con la mirada, apuntó el

agujero en el techo por donde salió el dedo de tentáculos— ¿Observan ese agujero?

– ¡Claro que lo veo Max! —exclamó la chica con ansiedad— ¿Qué tiene que ver ese bendito

agujero con que baje mis manos?

– El fantasma hizo que Benjamín saliera disparado contra el techo causando que se abriera

ese agujero.

Lina bajó las manos, boquiabierta.

– ¿Él lo hizo?

– ¿Quiénes son ustedes? —intervino Kyle— ¿Cómo es que pueden verme? ¿Por qué son tan

extraños?

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La chica volteó los ojos enfadada y luego se sentó llevó las manos a la cadera para observar

todo lo que la rodeaba hasta terminar reparando a Kyle.

– Eso mismo te íbamos a preguntar a ti.

– Somos igual que tú —dijo Cedric serenamente.

Kyle ladeó la cabeza sin comprender lo que ellos decían.

– Si fantasmín —espetó Lina cruzando las piernas—. Eres un poltergeist al igual que

nosotros.

Al escuchar esa palabra tan extraña, Kyle frunció el ceño.

– ¿Polter... qué? –preguntó dejando la palabra a media al no recordarla.

– Poltergeists o fantasmas —aclaró Max cruzándose de brazos—, las dos palabras tienen el

mismo significado.

Lina resopló poniéndose de pie y examinándolo de pie a cabeza.

– Claro que por lo que veo eres un errante —espetó con arrogancia.

– ¿Un errante? —preguntó Kyle.

– Sí, así se les llaman a los fantasmas que no pertenecen a ninguna tribu —contestó Cedric.

– ¿Tribus? —masculló Kyle— ¿Te refieres a que hay más?

Lina se llevó las manos a la cintura dando pequeños golpes en el piso con sus zapatos de

tacón.

– Obviamente hay más fantasmas en el mundo.

Kyle ignoró el mal humor de Lina, sabía que Baiel y él no eran los únicos fantasmas del

mundo, aunque al único que conoció a parte de su amigo, fue a Dan Butler, un fantasma lleno de

vanidad, egoísmo, ambición y una pizca de maldad que vivió unos años con ellos en el teatro, pero

que decidió dejarlos porque no pretendía pasar toda una eternidad ocultándose entre las sombras.

Desde entonces no supo nada de él.

– ¿Cómo pueden decir que son fantasmas si tienen un cuerpo de carne y hueso? —quiso saber.

Max se levantó del suelo y se elevó unos centímetros del piso, un humo translúcido emanaba

de sus pies.

– Es la verdad —afirmó volviendo a poner sus pies sobre el suelo—, es difícil de explicar por

qué tenemos un cuerpo humano, pero si te interesa saberlo podrías venir con nosotros.

– ¿Venir con nosotros? —fanfarroneó Lina arqueando las cejas— ¿Eso dijiste Max?

– Eso dije, Lina —respondió él con autoridad—. Nuestra tribu ha disminuido y necesitamos

más poltergeists, además éste —hizo una pausa apuntando a Kyle— ¿De hecho cómo te

llamas errante?

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Kyle no estaba seguro si debería continuar conversando con los tres extraños que terminaron

siendo fantasmas también, pero estaba cansado de que lo llamaran por sobrenombres y ya era

suficiente que su mejor amigo le dijera neutro para que también lo llamaran errante.

– Mi nombre es Kyle —respondió omitiendo su apellido.

Max le dedicó una mirada de agradecimiento.

– Kyle tiene una habilidad increíble —continúo diciendo—, y estoy seguro que sería muy útil

tener a alguien como él en nuestra tribu.

– ¿Habilidad? —intervino Kyle mirándose las manos— ¿Así se le llama?

Cedric se aclaró la garganta cruzando sobre su pecho los anchos brazos.

– Así es Kyle, todos los poltergeists poseemos habilidades especiales —afirmó—. Mi

habilidad es la sanación.

Ahora él comprendía, Cedric lo curó del dolor y las heridas provocadas por las dagas

trasparentes con sólo tocarlo.

– ¿Me quieren reclutar como un arma o algo por el estilo?

– Estúpido errante —gruñó Lina entre dientes.

– No exactamente —explicó Max tranquilamente—, más bien pretendemos ofrecerte una

oportunidad para mejorar. No conocemos con exactitud la razón por la cual nosotros, de

todos los habitantes del mundo, nos convertimos en fantasmas al morir —hizo una pausa

reposando su mirada sobre Cedric, luego sobre Lina y por último sobre él—, pero de algo

que estoy seguro es que esta es una segunda oportunidad que la vida nos ha dado para hacer

bien las cosas. Una oportunidad de volver a ser humanos.

Humano, pensó Kyle, ¿Tendrá razón Max? ¿Será posible que ser fantasma no sea un

accidente o una maldición? ¿Podría ser una segunda oportunidad?

Una parte de él deseaba ser humano para estar cerca de su hermano menor, no quería pasar

toda la eternidad siendo un espectro, quería tener un cuerpo humano para mezclarse entre ellos

normalmente y esa podría ser su única oportunidad.

– ¿Cuál es el nombre de la tribu a la que pertenecen? —preguntó decisivo.

– Somos los translúcidos —respondió Max con un brillo carmesí en sus ojos.

– ¿El tipo que te atacó a qué tribu pertenece?

– Se llama Benjamín y es el líder de los mitológicos —dijo Cedric—, es una tribu rebelde y

que no estuvo de acuerdo con el convenio del mundo poltergeist.

– ¿Convenio? —inquirió Kyle con el ceño fruncido.

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– Este lugar no es el indicado para conversar —intervino Max observando alrededor—, los

mitológicos no se dan por vencidos tan fácilmente y podrían estar acercándose. Debemos

marcharnos.

Lina dio un profundo suspiro para después darse la vuelta hacia la entrada principal.

– Es hora de irnos de este apestoso lugar. Bri, nos espera.

– Kyle, es mejor que vengas con nosotros. Este lugar ya no es seguro para refugiarte —

sugirió Max.

Refugio, en eso se había convertido el abandonado Teatro Cabalístico para él y su amigo.

– ¡Esperen! —gritó al ver que Cedric y Max iban detrás de Lina.

Los dos jóvenes se detuvieron a mitad de camino, Max era más alto que Cedric, pero éste

segundo tenía el cuerpo mucho más atlético.

– ¿Ahora qué? —se quejó Lina cerca de la puerta, el viento frío que entraba por la ventana

rota le acariciaba el cabello negro haciéndolo brillar como el azabache.

Él se preguntó si Lina era siempre así, tan repulsiva y hermosa a la vez.

– No vivo solo aquí —dijo apuntando hacia el escenario donde estaba el podio.

– ¿Hay otro? —preguntó Cedric.

– Sí, mi amigo Baiel —afirmó Kyle.

– ¿Dónde está él? —demandó Max.

– Él y yo salimos anoche a Paranormal, pero yo regresé a medianoche y Baiel decidió

quedarse hasta el amanecer.

– El Teatro Cabalístico ya no es seguro —reiteró Max consultando la hora en su reloj—,

Benjamín podría volver en cualquier momento. Lo más seguro es que vengas con nosotros

y regresemos por tu amigo más tarde.

Kyle asintió, ellos tenían razón, el teatro ya no era seguro, además si los mitológicos

aparecían, Baiel sabría cómo defenderse o simplemente se iba a ocultar.

H

La oscuridad y el frío aún invadía las calles afuera del Teatro Cabalístico, una densa neblina

rodeaba el viejo edificio como si fuera una tumba gigantesca y Kyle estaba seguro que, si no fuera

un fantasma, la apariencia del teatro le daría pánico. Lina, Cedric y Max ya habían cruzado la calle

que daba al estrecho callejón, giró el rostro por encima del hombro para darle un vistazo al lugar

que fue su hogar durante los últimos años.

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– Regresaré por ti amigo —susurró dejando que sus palabras se mezclaran con las penumbras

esperanzado, a que el viento gris las llevara a los oídos de Baiel.

Al final del callejón, a cinco cuadras del teatro abandonado estaba Bri esperándolos apoyada

sobre un elegante Audi A7 color negro. Era un poco más delgada que Lina y tenía el pelo largo, liso

y rojo, al igual que todos vestía de negro como la noche.

Al verlos, levantó una mano saludándolos y los labios curvados en una dulce sonrisa.

Cedric avanzó a paso ligero abrazándola para luego darle un beso en los labios.

– ¿Estás bien cariño? —musitó ella acariciándole los anchos y robustos brazos.

– Si amor —contestó besándole la frente—. Traemos un nuevo poltergeist.

Lina resopló molesta tomando de la mano a Bri para alejarla de Cedric.

– Ya dejen de estar de ridículos par de tortolitos.

Bri se rió mientras alcanzaba la mano de Cedric.

– ¿Quién es él? —preguntó al ver al fantasma de Kyle.

– Es un errante —replicó Lina.

– Su nombre es Kyle, gracias a él Benjamín no logró hacerme daño —intervino Max, luego

levantó la mano señalando a la delgada chica cabellos rojos—. Kyle, te presento a Bri, ella

pertenece a los translúcidos.

Kyle hizo ademán de extender la mano para saludarla, pero la bajó automáticamente, lo que

hizo que Lina se riera.

– Lo siento —balbuceó—, estaba acostumbrado a la idea de que no podía tener contacto

físico.

Bri asintió con tranquilidad.

– No te preocupes, muy pronto desecharás esa idea. Me da gusto conocerte.

Kyle sacudió los hombros alejando la tensión.

– El gusto es mío, Bri.

Cedric carraspeó envolviendo la cintura de Bri con uno de sus fuertes brazos.

– Cuidado amigo —masculló con una blanca sonrisa—, ella es mi novia.

– No fue mi intención —se disculpó Kyle.

– Sólo estaba bromeando —dijo Cedric—, no soy celoso.

H

Max condujo el Audi A7 a través de las calles sombrías de la ciudad, la avenida central estaba

vacía y silenciosa en comparación con la noche anterior que estaba llena de lluvia y del ruido de

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motores. Lina iba en el asiento del copiloto con los ojos oscuros puestos en la vía, Cedric y Bri iban

en los asientos traseros tomados de la mano, gesto que a Kyle le resultó tierno y humano, lo que

hizo que se preguntara si algún día él podría hacer lo mismo con alguna chica. Una esperanza surgió

en su interior recordando que pronto iba a tener un cuerpo físico al igual que ellos.

– ¿Lograron averiguar algo? —preguntó Bri.

– Ahora estoy seguro del método que usaron para asesinar a mi padre —contestó Max

mirándolos por medio del espejo retrovisor y con una mezcla de nostalgia y rabia en su voz.

– ¿Cómo lo hicieron?

– Cuando me enfrenté con Benjamín, me mostró una daga resplandeciente marcada con

símbolos extraños y estuvo a punto de hundirla en mi pecho para acabar conmigo también.

Estaba a punto de hacerlo, pero Kyle salió de las sombras y lo impidió.

Kyle sintió que sus mejillas inmateriales se ruborizaban, nunca pensó que su intervención

terminara siendo un acto heroico.

– No sólo lo evitó —añadió Cedric con fascinación— también lo envió volando contra el

techo.

– ¿Cuál es tu habilidad? —inquirió Bri con curiosidad.

Kyle se encogió de hombros, hasta hace poco se acababa de enterar que sus corrientes

invisibles eran una habilidad de poltergeist.

– Estoy seguro que es telequinesis —afirmó Max.

– ¿Telequinesis? —reiteró Kyle.

– Por lo que logré ver es lo más seguro, pero debemos confirmarlo —hizo una pausa

desviando su mirada a Cedric y a Bri—. Gracias a Dios tu enfermerito llegó a tiempo, tenía

una herida en el pie.

Bri sonrió orgullosa dándole un beso en las mejillas a su novio.

– ¿Y yo qué? —resopló Lina con desdén— ¿Acaso estaba pintada?

– Claro que no hermanita —replicó Max mirándola de reojo—, sólo que casi acabas con el

poltergeist equivocado.

Cedric y Bri se rieron maliciosamente.

– Sólo trataba de defenderte, estúpido —gruñó enojada colocándose los auriculares para no

escuchar las risas de sus compañeros.

– ¿Siempre es así? —inquirió Kyle en voz baja.

– Empeora dependiendo de la situación —respondió Bri.

Max miró a Kyle a través del retrovisor dedicándole una sonrisa.

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– Vete acostumbrando a mi hermana Kyle, ella es muy impulsiva.

Una sonrisa se formó en la comisura de los labios de Kyle mientras observaba como la

ciudad se iba quedando atrás y se internaban en el denso bosque que la rodeaba.

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3

HUMANO

– Hemos llegado —anunció Max detenido el auto.

Los frágiles rayos del sol al amanecer penetraron el cuerpo de Kyle al bajar del coche, alzó la

vista a lo alto contemplado el amplio cielo cubierto por nubes grises que forzosamente dejaban

escapar finos rayos del astro rey y en ese momento se dio cuenta de cuánto extrañaba pequeños

detalles como esos: el sol quemándole la piel, el aire inundando de oxígeno sus pulmones y el

viento de la mañana acariciándole el rostro, pero se confortó al recordar que pronto disfrutaría de

nuevo esas sensaciones.

– Esta es nuestra casa —añadió Max señalando la edificación frente a ellos con un brillo de

nostalgia en la mirada—. Corentin Cooper, mi padre la compró antes de morir.

La casa de Max y los translúcidos se ubicaba fuera de la ciudad, justo en medio del denso

bosque plagado de vegetación, del murmullo de un río a lo lejos y del silbido de los pájaros. Las

paredes estaban pintadas de dos colores: blanco, la primera planta y gris la segunda, el techo era

inclinado y las ventanas de cristal transparente.

– Es una casa hermosa —admitió, ya que el estilo de fachada americana le recordó la casa

donde nació y vivió diecisiete años de su vida humana.

Y aunque guardaba recuerdos tristes, también tenía recuerdos alegres, ahora que era un

fantasma sabía que los recuerdos eran eternos y que lo perseguían aún después de la muerte.

– Estarás bien aquí amigo —dijo Cedric—. Aquí tenemos una vida normal como cualquier

humano, sin necesidad de andarnos ocultando.

– Siempre y cuando mantengas tus narices alejadas de mi —espetó Lina bajándose del auto y

cerrando de un golpe la puerta—. Iré a dormir, nunca he sido buena para las bienvenidas de

los nuevos.

Kyle tuvo que hacerse a un lado para que Lina no se lo pasara llevando.

– No le hagas caso —dijo Bri para tranquilizarlo—, cuando me uní a los translúcidos también

me detestaba y ahora somos mejores amigas.

– Es cierto, pero no olvides que te rompió la nariz una vez ¿O fueron dos? —comentó Max

curvando los labios en una sonrisa.

Las mejillas de Bri se ruborizaron y Cedric la rodeó con un brazo para confortarla.

– Sólo trataba de animarlo —masculló con una tímida sonrisa—, y tú lo arruinaste.

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– Soy realista —manifestó Max alzando los hombros—, mi hermana es difícil de manejar.

– Entremos ya —intervino Cedric con la mano libre sobre el abdomen—. Tengo hambre.

H

En el interior, la casa estaba pintada en color hueso y blanco, el piso de madera era marrón

cubierto en algunas partes por alfombras que combinaban a la perfección con el color de los

muebles, un juego de sofá ocupaba el centro de la sala puestos frente a una gran pantalla de

televisión. El color verde y los colores vivos de las flores puestas en jarrones en las esquinas de la

casa le daban vida al lugar, así como las finas pinturas colgadas en las paredes y los libros en

algunos estantes.

Nada de telarañas, polvo y moho como el antiguo teatro donde Kyle vivía, no parecía una

casa habitada por fantasmas, parecía una casa normal cuyos habitantes eran personas normales. La

casa olía a familia y a humanidad.

– Iré a la cocina —masculló Bri—, cocinaré algo rico para todos.

Cedric la tomó de la mano antes de que se marchara para darle un beso en los labios y

susurrarle:

– Te amo.

Max se aclaró la garganta a propósito.

– Me van hacer llorar —masculló, luego le puso una mano en el hombro a Kyle —. Ven con

nosotros, es hora de que vuelvas a ser humano.

Humano, repitió él en su mente, una palabra que era tan común cuando estaba vivo, una

palabra normal en el lenguaje de las personas. Ahora, se escuchaba lejana y extraña, hace cinco

años exactamente que murió y que su fantasma quedó atrapado en este mundo. Ahora volvería a

tener un cuerpo humano. Una vida humana.

Max y Cedric lo condujeron a la cara oeste de la casa, más allá de las escaleras inclinadas que

conducían a la segunda planta. Al entrar a la habitación y percibir el aroma a papel en el aire, supo

de inmediato que era una biblioteca. Sin querer, dio una vuelta completa contemplando absorto los

ordenados y quietos libros que cubrían las paredes en grandes estantes.

A pesar de que no había tanto sucio y desorden como su madriguera en el Teatro Cabalístico,

se sintió en casa. Los libros eran su hogar.

Una gran mesa de madera de cedro ocupaba el centro de la amplia sala con varios libros

abiertos sobre ella bañados por la luz de una lámpara.

– Esta es la biblioteca —anunció Max cerrando la puerta.

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Kyle pasó los dedos sobre la fila de libros más cercanos y como era de esperar sus dedos no

tocaron el lomo de los libros.

– Hay muchos libros —musitó.

– Sí, hay muchos —afirmó Cedric apoyado en el respaldar de una silla frente a la mesa—.

Historia, Literatura, Astronomía...

– Más, sin embargo —intervino Max—, de todos los libros que se encuentran en esta

biblioteca, guardamos uno especial.

Kyle frunció el ceño por el comentario de Max, éste se dirigió a uno de los estantes en la

esquina izquierda pasando los pálidos dedos sobre los libros dándole pequeños golpes.

Luego apretó la yema del dedo índice sobre el lomo de uno de los libros e inmediatamente los

que estaban apilados a su lado iniciaron a moverse hacia la derecha dejando un espacio libre. Una

caja de seguridad.

Sus dedos teclearon varios dígitos y con un minúsculo silbido, la caja se abrió dejando

expuesto su contenido: un grueso tomo.

– Este es —murmuró colocándolo sobre la mesa.

La luz de la lámpara lo iluminó, era un libro que lucía al igual que los demás pero que a la

vez, la portada era rústica como el color de la leche y se veía casi translúcido a causa de la luz

amarillenta.

– Lo llámanos el Libro Ente —reveló pasando los dedos sobre la portada.

Kyle pudo ver claramente el título del libro que estaba escrito con letras que parecían

antiguas cicatrices sobre la piel sin sanar. Lucía antiguo, nuevo y enigmático.

– ¿Libro Ente? —preguntó—. Nunca he escuchado de un libro con ese título.

– Es que no es cualquier libro —contestó Cedric.

– Este libro posee las entidades —añadió Max silenciosamente.

Kyle miró a Cedric, a Max y al extraño libro.

– ¿Entidades?

– Si Kyle, las entidades son las que nos permiten poseer un cuerpo humano.

Kyle negó con la cabeza sin apartar los ojos del libro.

– ¿Cómo? ¿Te refieres a que haremos un ritual o algo parecido para que yo pueda poseer un

cuerpo?

Max se sentó en la fina silla frente al escritorio y con sumo cuidado abrió el Libro Ente, Kyle

se acercó un poco para poder ver con claridad y su duda se intensificó al ver que las páginas no

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contenían párrafos, estrofas ni versos escritos, lo que el libro contenía eran imágenes, fotografías de

personas jóvenes en su mayoría. Como si fuera más bien un álbum que un libro.

– ¿Fotografías? —exhaló— ¿Cómo una fotografía puede ayudarme a volver a ser humano?

¿Elegiremos uno de las fotografías e iremos a buscarlo para que pueda poseer su cuerpo?

– No funciona así —negó Cedric.

– Yo le explicaré —intervino Max hojeando el libro. —Aquí estoy yo —añadió señalando

una de las imágenes— es mi entidad.

Era verdad, la fotografía que Max señalaba era suya, su pelo negro intacto recién peinado y

los pómulos prominentes, aunque en la fotografía su piel no se veía pálida, ni sus ojos eran rojos,

eran oscuros igual a los de su hermana Lina y no tenía ojeras.

– Observa —masculló levantándose de la silla.

Todo lo que ocurrió después pasó tan rápido que a Kyle le costó procesarlo. Rápido e

increíble. Una luz emanó de la cabeza de Max como una estrella fugaz e inmediatamente su cuerpo

cayó al suelo inerte como una roca. Lanzó una mirada llena de turbación a Cedric, pero él asintió

con tranquilidad.

– Este soy yo en realidad —murmuró una voz a sus espaldas, no cualquier voz, la voz de Max

que hizo que sus bellos inmateriales se erizaran.

Dio media vuelta fortuito por lo que vería a continuación, el que estaba frente a sus ojos era

Max y no era Max, en contraste con el Max que yacía inerte detrás de él, éste Max poseía

características diferentes: aparte de que el Max inerte era de carne y hueso y éste era un ser

inmaterial como él, tenía el pelo rizado y de un tono amarillo, su cuerpo era más esbelto, unos

centímetros más alto pero un poco encorvado.

– Tú... —balbuceó asombrado—, quiero decir el verdadero Max Cooper. Tu verdadera

apariencia.

Max asintió enterrando las manos en sus rubios rizos.

– Si, éste soy yo —afirmó con una sonrisa, Kyle notó que al verdadero Max se le formaban

dos hoyuelos al reír—. Era mucho más apuesto ¿Cierto? —se rió señalando al Max inerte.

– Igual de feo —bromeó Cedric.

Kyle lo miró por unos segundos tratando de imaginar cómo sería la verdadera apariencia de

Cedric.

– Es increíble —masculló mirando entre el cuerpo y el fantasma de Max Cooper— ¿Cómo lo

hiciste? ¿Cómo es posible?

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– Es un encanto poltergeist —respondió Max—. Es el método que usamos desde hace años

para poseer un cuerpo humano. El Libro Ente esta predestinado para ese propósito.

– ¿Quién es él realmente? —quiso saber apuntando a la fotografía en el libro, la entidad de

Max Cooper— ¿Existe o existió?

Cedric se sentó en la silla en la que estaba apoyado arrastrando el libro hacia él.

– Todos los que están en el libro existieron —respondió buscando su entidad.

– ¿Qué sucedió con ellos?

Max se elevó del suelo flotando alrededor de su entidad inmóvil.

– Son fotografías de personas que fallecieron en distintos tiempos y circunstancias y que

nadie reclamó sus cuerpos. Tal vez eran personas solas, sin padres, sin hermanos, sin nada.

– ¿Fallecidos? —inquirió Kyle observando por encima de Cedric la entidad del chico piel

morena— ¿Por qué no podemos usar una fotografía nuestra y volver a ser nosotros mismos?

– Es una ley sideral —aclaró Max—. Ningún fantasma puede poseer su propio cuerpo.

– ¿Y por qué un fallecido?

– Por lógica. Podrán existir siete caras parecidas en el mundo, pero no iguales. A demás no

podemos alterar el patrón biológico de la vida. Alguien que está vivo no puede ser una

entidad, porque tiene el don de la vida en si mismo.

– ¿Una fotografía es todo lo que se ocupa?

– Cada Libro Ente esta consagrado para su debida función —contestó Cedric—. A demás

dicen que una fotografía contiene toda la esencia de una persona.

Cedric siguió hojeando el libro hasta encontrar la imagen de Max.

– Ahora es tu turno, Kyle —susurró Max mirándolo con unos profundos ojos verdes, sus ojos

verdaderos—. Tienes que elegir una entidad.

Súbitamente, su fantasma se desintegró formándose solamente un rayo de luz reluciente que,

como un cometa, se estrelló con ímpetu contra la imagen en el libro. De manera inmediata, se

escuchó un suspiro; era el cuerpo inerte volviendo a la vida después de haber sido poseído por el

fantasma de Max Cooper.

– Espero que hayas aprendido algo de la clase de Parapsicología —exhaló poniéndose de pie.

Kyle dio varios parpadeos alejando la estupefacción.

– Me quedan algunas dudas —admitió encogiéndose de hombros—, pero supongo que poco a

poco aprenderé más sobre esta nueva faceta de ser fantasma.

– Claro que si —suspiró Cedric.

Max acercó el libro al extremo de la mesa más próximo a Kyle.

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– El Libro Ente contiene muchas fotografías. En el caso de las que ya están poseídas o usadas,

como desees llamarlo, puedes identificarlas por esto —explicó señalando la foto de Lina, al

pie de la fotografía estaba escrito un nombre, el nombre de Lina Cooper—. Cada entidad

poseída tiene grabado el nombre del fantasma que la eligió.

– ¿Todavía estás dispuesto a hacerlo? —demandó Cedric.

Él asintió, claro que quería ser humano otra vez.

– Acompáñame Cedric —dijo Max cerrando el libro—, debemos dejarlo solo para que elija

su entidad.

– ¿Qué tengo que hacer? —preguntó inquieto.

Cedric, que ya estaba en el umbral de la puerta giró el rostro mirándolo por encima del ancho

hombro.

– No tienes que hacer nada —respondió—. Sólo sucede.

Kyle bajó la vista al Libro Ente indeciso por elegir entre tantas fotografías.

– Algunas veces las entidades nos eligen a nosotros —masculló Max antes de cerrar la puerta.

Extendió la mano, pero al igual que el resto de libros no logró tocarlo. Lo inmaterial no podía

tener contacto físico con lo material. Agitó los dedos, la única manera de hojearlo era usando su

habilidad. Durante un largo momento pasó página por página y foto por foto sin prestar atención a

ninguna en especial, nunca fue bueno para seleccionar. Su actual posición le trajo a memoria un

lejano recuerdo de su madre cuando lo llevaba de adolescente a la tienda deportiva.

– Elije el balón que más te guste, cariño —decía su madre.

– Este —respondía él tomando un balón al azar sin prestar atención a los detalles.

A él, le daba igual, lo único que le hubiera gustado elegir en esa ocasión era una vida sin

maltrato ni violencia.

Pero lo que ahora estaba a punto de elegir no era un balón, era su vida, su cuerpo, la entidad

que debía poseer. Su oportunidad de volver a ser humano, algo que era imposible días atrás.

Sus manos iniciaron a temblar y no era por las corrientes invisibles, aunque no tenía corazón

sentía palpitaciones en su cuerpo intangible como si corrieran gotas de sudor a través de su piel

espectral, cansado de ver que las páginas pasaban rápido como un molino de viento, se detuvo un

momento a contemplar las fotografías detenidamente sin saber cuál entidad elegir. Podría ser un

chico pelo colorado o uno con la cabeza rapada, o tal vez uno con los ojos achinados o con el pelo

estilo afro.

– No sé cómo debería ser —murmuró.

Se llevó las manos al rostro evocando un recuerdo de su madre diciéndole:

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– Te pareces mucho a tu padre, tienes el mismo pelo rubio y los ojos verdes que tenía él.

Kyle reprimió el impulso de llorar, pero no logró contener un sollozo, no quería dejar de

parecerse a sus padres. Sus recuerdos y los rasgos físicos eran lo único que le quedaba de ellos.

El Libro Ente seguía abierto, así que volvió a mover los dedos haciendo que las páginas

pasaran mostrando diferentes rostros con rasgos variados, pero ninguno que se pareciera a él.

Frustrado alzó los hombros con desdén y luego bajó la mano dejando que el libro se cerrara

quedando quieto como si estuviera durmiendo.

Se dio la vuelta decidido a ir por Max y por Cedric para que le ayudaran a buscar una entidad,

pero cuando iba a mitad de la biblioteca se escuchó un fuerte impacto obligándolo a girarse, el

Libro Ente se abrió, la portada y la contraportada golpearon con agudeza el escritorio.

Una fotografía se desprendió del libro elevándose como si fuera un ave abandonando su nido

volando a merced del viento. El pedazo de papel dio vueltas y vueltas en el aire hasta caer en los

pies del fantasma errante. Kyle, como no necesitaba acuclillarse para tomarla, sólo alargó la mano

dejando fluir su habilidad haciendo que la fotografía se elevara hasta llegar a nivel de los ojos.

Al ver la fotografía, el chico le resultó vagamente familiar y es que al ver su pelo castaño y

los ojos verdes que tenían una tonalidad intermedia entre marrón y azul se dio cuenta porqué le

parecía conocido. Era el mismo color de cabello de su madre y el mismo tono verde de los ojos de

su padre.

Una esperanza floreció en su interior, quizá aún continuaría conservando los rasgos de sus

padres, tal vez ellos eligieron por él desde el más allá.

Un molesto hormigueo inició a recorrer sus brazos y sabía que no se debía a su habilidad. La

fotografía parecía un objeto incandescente quemándole la piel, aunque estaba flotando a unos

cuantos centímetros. Asustado, bajó la mano dejándola caer al suelo. En ese instante, sintió que la

fotografía lo atraía como si fuera un imán y él un clip sujeta papeles, como si él fuera un planeta y

la foto un gigantesco agujero negro. El magnetismo de la fotografía siguió aumentando y sintió que

su cuerpo inmaterial se desintegraba en miles de partículas y que cada partícula era absorbida por

aquel agujero.

Pero Kyle, no era un planeta ni la fotografía era un agujero negro, era él que estaba

poseyendo a la entidad que escogió, o mejor dicho a la entidad que lo eligió. Era él, su fantasma

precipitándose hacia la entidad en el suelo con tanta fuerza, energía y coraje como lo hacían los

meteoritos cuando colapsaban contra la Tierra. Los segundos pasaron y el clip se adhirió al imán,

segundos pasaron y el agujero negro se tragó al planeta, segundos pasaron y el meteorito chocó

contra la Tierra. El meteorito no se desintegró, el meteorito sobrevivió.

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Escuchó el latir de un corazón contra el pecho bombeando sangre, sintió pulmones inflarse al

ser llenados de aire, sintió piel regulando la temperatura de un cuerpo que albergaba a un extraño.

Inhaló y exhaló.

Era él, estaba vivo.

Era el fantasma de Kyle en un cuerpo extraño que ahora era su cuerpo, eran sus pulmones

llenándose de aire y era su corazón enviando sangre a cada órgano, a cada célula, a cada parte de su

nuevo cuerpo.

Kyle era humano otra vez.

Lágrimas reales se escaparon de sus ojos abriéndose paso a través de sus mejillas, pero no las

enjugó, dejó que siguieran su camino hasta caer al suelo como gotas de lluvia, no le importaba

porque llorar era de humanos.

Una de las lágrimas cayó en la fotografía, en su entidad, él extendió la mano y un dócil ardor

recorrió todo su brazo desnudo, desde la articulación del hombro hasta las yemas de los dedos

cuando su habilidad se desprendió como corrientes eléctricas levantándola del suelo.

– Kyle Foster —recitó, leyendo su nombre escrito al pie de la fotografía evidenciando que esa

entidad le pertenecía, que él le pertenecía a ella también.

Cuando elevó la vista luego de devolverla al Libro Ente donde correspondía estar, el

resplandor de un espejo al lado derecho de la entrada principal atrajo su atención, Kyle frunció el

ceño, pues no entendía cómo no se dio cuenta de la presencia del espejo cuando entró a la biblioteca,

tal ves su fascinación por los libros hizo que lo ignorara.

La curiosidad por saber cómo se veía en su nuevo cuerpo lo empujó para que se acercara al

espejo y observar detenidamente su apariencia, en ese instante fue consciente de que ya no flotaba,

sus pies se movían con normalidad sobre el frío piso de madera, así que mientras caminaba disfrutó

la sensación del contacto físico y del crujir de la madera con cada paso que daba.

Al estar frente al espejo, cerró los ojos y levantó una mano para acariciar con la yema de los

dedos la superficie lisa y brillante del vidrio, se sentía muy placentero usar de nuevo el tacto.

Al abrir los ojos se encontró con un nuevo Kyle Foster, ya no tenía el mismo pelo amarillo de

su padre, tenía el pelo castaño de su madre y los ojos verdes de su padre. Rasgos de cada uno. Su

cabello era asimétrico, corto en la parte de atrás y un tanto largo en la parte frontal, despreocupado

y con unos mechones rizados sobresaliendo por encima de la frente, los pómulos sobresalían

dándole realce a su nariz y sus labios se destacaban por el color blanco de la piel.

Sus brazos seguían siendo largos y delgados, aunque más recios, lo cual le agradó, ya que

siempre quiso tener un poco más de músculo.

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– Sigo siendo yo mismo en varios aspectos —masculló frunciendo los labios en una sonrisa al

verse completamente desnudo en el espejo.

Una fina línea rodeaba su cuello como una delicada gargantilla, al tocarla se dio cuenta que

era una cicatriz, lo que hizo que se preguntara si esa fue la manera en la que ese chico murió.

– Esta vez lo haré mejor —musitó conmovido.

El sonido de la puerta al abrirse lo extrajo de su estado absorto, al recordar que estaba

desnudo tomó apresuradamente un libro del estante próximo para cubrir sus partes íntimas. Un

reflejo natural de los humanos.

– Lo siento. Se me olvidó mencionarte ese pequeño detalle —balbuceó Max en el umbral de

la puerta, en sus manos cargaba un bulto que parecía ropa—. Literalmente volvemos a este

mundo como Dios nos trajo la primera vez.

– Eso veo —replicó sonrojado.

Max se sonrió, luego de unos segundos bajó la mirada al bulto entre sus manos y la colocó en

un taburete metálico junto al espejo.

– Por lo que veo te será útil al menos que seas un exhibicionista.

– De seguro que no lo soy —masculló—. Gracias Max, no lo digo sólo por la ropa sino

también por esta oportunidad.

Max asintió y luego se puso de espalda.

– No tienes por qué darme las gracias. Vístete, Bri ha preparado un delicioso desayuno y

apuesto a que tienes mucha hambre.

Al escuchar la palabra desayuno, su estómago emitió un gruñido y se dio cuenta que Max

estaba en lo cierto, tenía hambre y a partir de ahora volvería a tener todas las necesidades básicas de

los humanos.

Dejó el libro sobre el escritorio iluminado por la luz amarillenta y tomó la ropa del taburete:

unos calzoncillos negros, un jean azul, una camiseta roja y un par de converse negros. Al vestirse,

se alivió por saber que la ropa de Max encajaba un tanto perfecta en su cuerpo y otra vez disfrutó

del contacto de su piel con la tela de la vestimenta.

– Estoy listo —dijo cepillándose el cabello con los dedos.

Max se dio la vuelta observándolo de pie a cabeza hasta fijar la mirada en sus ojos verdes.

– Buena elección —musitó.

Mientras iban camino a la cocina, los pies le comenzaron a titubear y sintió que todo a su

alrededor giraba bruscamente como un platillo volador.

– ¿Pasa algo Kyle? —preguntó Max deteniéndose unos pasos delante de él.

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– De repente sentí que el mundo daba vueltas sobre mi cabeza —masculló apoyando una

mano en la pared y la otra sobre la frente.

Max se cruzó de brazos y se recostó contra la pared que tenía el mismo color pálido que el de

su piel.

– No te preocupes, es una reacción normal que sucede mientras nos acostumbramos a nuestro

nuevo cuerpo.

Kyle dio un suspiro de alivio al sentir que el vértigo disminuía, aunque el aturdimiento

continuaba, hace unas cuantas horas era un fantasma errante que vivía en un teatro abandonado y

ahora se encontraba en un hogar impecable y aunque seguía siendo un fantasma, tenía un cuerpo

humano normal.

Al menos parecía normal.

– ¿Ahora que tengo un cuerpo todo será normal? —quiso saber imitando la posición de Max.

– En cierta forma si —respondió él—, tenemos todas las necesidades fisiológicas necesarias

para sobrevivir, pero también sufrimos ciertas modificaciones morfológicas y fisiológicas a

causa de la posesión de una entidad.

Kyle se apartó de la pared metiendo las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.

– ¿Modificaciones morfológicas y fisiológicas? —inquirió con las cejas fruncidas— ¿A qué

te refieres?

Max, al igual que él se alejó de la pared para luego señalarse con sus pálidas manos que

sobresalían por el color negro de la camisa.

– Los poltergeists no envejecemos —declaró—, en el momento que poseemos una entidad

nos apoderamos también de su esencia y de esa realidad persistente.

– Eso quiere decir que tendré esta misma apariencia... por siempre —balbuceó.

Max asintió acariciándose el mentón con dos de sus largos dedos.

– A parte de que no podemos engendrar y en el caso de las mujeres, no pueden quedar

embarazadas.

El entrecejo de Kyle se volvió a fruncir.

– ¿Eso quiere decir que...?

– ¡No! Las relaciones sexuales son una de las necesidades fisiológicas que aún conservamos,

pero excluye la fertilidad —aclaró Max, luego se volvió a cruzar de brazos—. Supongo que

debí decirte todo esto antes de que decidieras elegir una entidad.

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– No te preocupes —respondió Kyle sacudiendo la cabeza—, desde que morí y me volví un

fantasma siempre quise tener una oportunidad como esta para estar cerca de mi hermano

como un humano y no un espectro.

H

Al llegar al comedor, el aroma a especias y a huevo se adueñaron del olfato de los dos recién

llegados, Bri se encontraba frente a la cocina con el largo pelo rojo sujeto en un moño bien hecho y

sus ropas negras sustituidas por un jean y una delgada sudadera verde; Cedric estaba sentado frente

a la mesa que era una combinación de cristal y metal y a diferencia de su novia, aún llevaba la ropa

negra puesta.

– ¡Miren quién volvió aparecer! —exclamó con una blanca sonrisa al verlos.

Kyle ladeó ligeramente la cabeza inhalando profundamente el aroma, su estómago gruñó aún

más fuerte al saber que se deleitaría con los sabores de la comida.

– Huele bien —replicó alzando las cejas.

Bri se dio la vuelta quitándose un delantal color marrón y no evitó una expresión de asombro

al ver a la entidad de Kyle de pie frente a ella.

– Bienvenido, Kyle —declaró.

Cedric se levantó de un salto y flotó hacia donde él estaba.

– Te ves bien —dijo poniendo una mano en su hombro para acompañarlo a sentarse en una de

las sillas libres

– Hoy eres nuestro invitado de honor —declaró Bri colocando un juego de salseras blancas

cuadradas en el centro de la mesa.

Kyle echó una ojeada al contenido de las salseras de dónde provenía el exquisito aroma y

reprimió el impulso de levantar la mano para embarrar uno de los dedos en la extraña salsa y

comprobar si el sabor era tan bueno como el olor.

– Espero y sea de tu agrado lo que preparé —añadió ella colocando también unas piezas de

pan—, el apetito es muy común después de las posesiones y no hay como un buen

Shakshuka para iniciar un nuevo día y una nueva vida.

– ¿Shakshuka? —inquirió Kyle deleitándose con los colores rojos, verdes y blancos de la

salsa— ¿A caso es una comida especial para los poltergeists?

– No, no es una comida paranormal —dijo ella desplazando una de las salseras hacia él, luego

hacia su novio y a Max—, es un platillo típico de Israel.

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– Si hay algo de lo que no podrás quejarte en esta casa es de la comida —intervino Max

tomando una porción de pan para embarrarlo con la salsa—. Bri es una especialista en arte

culinario.

– De seguro tus padres eran judíos —comentó copiando los movimientos de Max

sumergiendo un pedazo de pan en la salsa sin evitar lamerse los labios por el extraordinario

sabor, aunque cuando vio la expresión en el rostro de Bri se detuvo—. No quise

incomodarte con mi comentario.

– No te disculpes, supongo que, aunque los sucesos que nos han sucedido pertenecen al

pasado, no dejan de formar parte de nuestra vida —admitió ella—. Mi abuelo materno era

judío.

Él asintió apenado, por la expresión de Bri y de todos los demás en la mesa supo que al igual

que él, tenían un pasado triste y gris.

– Esta delicioso —manifestó cambiando de tema— ¿Qué es lo que tiene esta salsa que la

vuelve tan exquisita?

Bri se sonrojó y se sentó al lado de Cedric para probar también su platillo.

– Shakshuka es un término hebreo que significa todo mezclado haciendo referencia a los

ingredientes que es una combinación de tomates guisados, especias y huevos.

– ¡Oh! —exhaló Kyle—, podría pasar todo el día comiéndolo.

– Todavía hay más —dijo ella apuntando la cocina—, hoy tú eres el convidado.

– ¿Y yo qué? —exclamó una quinta petulante voz— ¿No me darán la bienvenida?

Lina Cooper entró al comedor sin hacer ningún sonido ya que cambió los zapatos de tacón

por unos deportivos y el intenso vestido negro por unos jeans y una sudadera morada, se veía linda,

notó Kyle, pero al parecer el carácter no era modificable como la ropa.

– Tú dijiste que no eras buena para las bienvenidas hermanita —masculló Max.

Lina volteó los ojos sin prestarle atención y siguió su camino hasta sentarse a su lado.

– Es cierto, pero tengo hambre —replicó tomando un pedazo de pan, luego miró de reojo a

Kyle como si hasta ese momento se hubiera dado cuenta de su presencia—. Te ves bien,

ahora ya no pareces un errante, ahora si te ves como un poltergeist... como un translúcido.

Él se vio obligado a tomar un sorbo de jugo de naranja para no atragantarse con el pan

mojado con salsa, pues desde que conoció a la estrambótica y fría Lina Cooper en el Teatro

Cabalístico siempre lo trató con indiferencia y parecía extraño escuchar un elogio por parte de ella.

– Tú también te ves bien —logró decir.

– Siempre me veo bien —replicó ella arrebatándole la salsera a su hermano.

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Cedric y Bri dejaron escapar unas risitas que se esfumaron cuando Lina los fulminó con su

oscura y gélida mirada.

Kyle no dudó de su respuesta, Lina era hermosa como una noche oscura sin luna y sin

estrellas, sólo con su belleza. Su pelo corto y liso, sus ojos oscuros y su boca pequeña; hasta su

carácter la volvían bonita y audaz.

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HABILIDADES

– ¿Eres originario de Spook City, ex errante? —preguntó Lina mientras se acomodaba en uno

de los sillones de la sala.

Los demás translúcidos se sentaron también esperando su respuesta, sólo Max se quedó de

pie contiguo a la inclinada grada. Kyle se sintió como el chico nuevo de la escuela al cual todos

interrogan como si fueran policías y él un alienígena de un planeta legendario.

– No, yo no soy de aquí —respondió—, soy de Greendale.

Lina alzó las cejas sin parpadear como si él hubiera dicho que provenía de Marte y que llegó

a la Tierra en una nave extraterrestre.

– ¿De Greendale? —repitió— ¿Cómo es que viniste a parar tan largo?

Kyle entrelazó los dedos, el único con el que había compartido su historia humana era con

Baiel y ahora estaba siendo interrogado por Lina, una chica atractiva pero malhumorada; así que no

estaba seguro si los nervios se debían al hecho de revelar su historia o de tener los ojos de Lina

Cooper sobre él.

– Yo... tengo un hermano... vivo —balbuceó mirando sus manos tratando de frenar el vaivén

de sus dedos.

– ¿Qué pasó con él?

Max se aclaró la garganta dispuesto a detener el cuestionario de su hermana.

– ¿Ahora eres policía?

Ella lo miró bruscamente.

– No, pero se supone que Kyle formará parte de nuestra tribu.

– ¿Y eso qué tiene que ver?

– Debemos saber quién es, pudo haber sido un psicópata asesino, un violador... debemos

conocer todo de él.

– No todo —intervino Cedric con una sonrisa en la comisura de los labios.

– Estúpido —masculló ella.

– Tienes razón —musitó Bri tratando de restablecer el ambiente—, pero debemos darle

tiempo. Todo esto es nuevo para Kyle, no debemos presionarlo.

– Yo no presiono a nadie —replicó Lina exaltada dirigiendo su mirada otra vez a su

hermano—. Tú mismo me dices que debo socializar y hablar con los demás.

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– Está bien, no me molestan sus preguntas —manifestó Kyle, cuando las miradas se

volvieron a concentrar en él, añadió: — no fui psicópata ni violador.

– ¿Entonces qué? —demandó Lina.

– Mi padre murió de cáncer dejándonos solos con nuestra madre en Greendale —hizo una

pausa para que los pulmones regularan la respiración y para tratar de narrar lo más

adecuado—. Cuando morí, mi madre murió también tiempo después de un infarto y mi

hermano menor quedó solo. Él apenas tenía doce años cuando todo eso ocurrió y fue así

que unos tíos decidieron traerlo a vivir con ellos a Spook City.

Un silencio inundó por los siguientes minutos la habitación, nadie dijo nada al respecto y lo

único que se lograba apreciar eran las miradas de todos ellos puestas sobre Kyle que seguía jugando

con sus dedos temblorosos, ya que hablar de su vida era algo que lo cortaba por dentro, aunque

omitió lo de su padrastro y la violencia en la que había vivido.

– Lo lamento mucho —dijo Bri rompiendo el silencio.

– ¿Viniste a Spook City por él? —preguntó Cedric.

Kyle alzó la mirada y logró ver nuevamente un brillo anestésico en los ojos marrones del

sanador.

– Si, esa es la razón por la que vine, creí que era la mejor manera de estar cerca de él. Aunque

crea que estoy muerto, siempre estaré a su lado.

– Ahora podrás tener muchas más oportunidades —afirmó Max que se había sentado a su

lado—, ahora tienes un cuerpo humano.

Kyle asintió sintiendo que el malestar dentro de su pecho iniciaba a disminuir y se preguntó

si fue la mirada anestésica de Cedric que provocó ese efecto combinado con el apoyo de Bri, Max y

Lina que estaba inmóvil sumergida en sus pensamientos.

– Max tiene razón —reiteró Bri—, ahora podrás acercarte a tu hermano, hablarle y quizá

ganarte su amistad sin necesidad de estar oculto entre las sombras como un fantasma.

– Eso espero —suspiró frotando las palmas de la mano sobre la tela insuave del pantalón

– ¿Dijiste que no vivías solo en el teatro abandonado? —preguntó Max.

– Es cierto, mi mejor amigo Baiel vive allí también.

– ¿Crees que él acepte unirse a nuestra tribu?

– No lo dudo —respondió, recordando que ese era uno de los deseos primordiales de su

amigo que no pensaba morir tan joven— Baiel daría todo por volver a tener un cuerpo de

carne y hueso.

Lina se levantó de un salto como si hubiera vuelto a la vida.

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– ¡Genial, ahora serán dos! —se quejó.

Max, al igual que ella se puso de pie con aire autoritario.

– Esta tarde regresaremos al Teatro Cabalístico a buscar a tu amigo.

– ¿Regresaremos? —espetó Lina molesta—. Yo no pienso ir a ningún lado.

– Claro que irás Lina Cooper —contradijo Max con la autoridad también en sus palabras.

Lina asintió girando el rostro para el otro lado.

– Vamos al bosque —añadió Max mirando con rostro serio a Kyle—, necesito que nos hagas

una demostración de tu habilidad.

– ¿Demostración? —susurró contemplando sus manos y recordando el leve ardor que sintió

en la biblioteca cuando usó su habilidad por primera vez siendo humano.

– Así es, soy el único que vio lo que hiciste con Benjamín en el teatro y sería bueno que todos

lo miraran.

H

Los árboles que rodeaban la casa de los translúcidos se alzaban como gigantes queriendo

rayar el cielo que tenía una tonalidad entre azul y gris, los ojos de Kyle se perdieron mirando el

verde a su alrededor: los helechos, la hiedra colgada en los árboles y la grama bajo sus pies que

parecía estar hecha de algodón.

Los rayos dorados del sol que penetraban los espacios entre las ramas ya no traspasaron su

cuerpo, ahora le quemaban la piel, se detuvo un momento dejando que Max, Lina y Bri continuaran

caminado solos y elevó el rostro dejándose acariciar por el astro rey y que el olor verde entrara en

sus pulmones.

– Se siente bien volver a sentir todo esto de nuevo, sentirse humano —dijo Cedric que se

había detenido a su costado.

– Si —afirmó Kyle—, antes no le prestaba tanta atención, parecían cosas insignificantes, pero

ahora se siente como haberse ganado la lotería.

– Eso mismo pensé cuando tomé mi entidad.

Kyle retomó la marcha siguiendo a los otros tres poltergeists, el viento sacudía el cabello

corto de Lina y el moño de Bri se deshizo dándole la apariencia de la llama roja de una antorcha,

mientras que el de Max seguía intacto como siempre.

– ¿Puedo preguntarte algo? —inquirió señalando con el mentón a Max que caminaba

inmutable como si sus pies no tocaran el suelo y cuya piel se veía más pálido bajo la luz

solar— ¿Max es... una especie de líder?

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Cedric lo miró de reojo al mismo tiempo que una sonrisa cruzaba su rostro moreno.

– ¿Por qué lo dices?

– No sé —replicó encogiéndose de hombros—, sólo que tiene la pinta de ser un líder.

– Lo es —admitió él, Kyle notó orgullo en la respuesta de Cedric—. Max es uno de los

mejores en el mundo poltergeist, Lina y él son los translúcidos más antiguos.

– ¿En serio? —preguntó admirado.

– Sí, es la verdad —respondió apartando una rama seca del camino con un fuerte movimiento

del pie—. Corentin Cooper, su padre, fue el fundador y primer líder de nuestra tribu.

Después de su deceso, Max asumió el liderazgo.

– ¿Deceso? —preguntó, recordando la conversación entre Bri y Max sobre lo ocurrido con

Benjamín y la daga resplandeciente— ¿Si Corentin era un fantasma cómo lo asesinaron?

– Benjamín y los demás mitológicos lo asesinaron —replicó vagamente con una mezcla de

rabia en sus palabras.

Kyle frunció el ceño sin entender cómo era posible acabar con un fantasma si se suponía que

ya estaban muertos y que sólo eran espectros y almas en pena.

– Max comentó que ahora estaba seguro del método que los mitológicos usaron para eliminar

a su padre ¿Quiere decir que hay otras maneras de hacerlo?

Cedric asintió metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.

– Sí, hay otra forma, pero no sólo para acabar con nosotros, también con cualquier poltergeist.

– ¿Cómo? —quiso saber.

– ¡Aquí! —anunció Max interrumpiéndolos y señalando con sus manos el pequeño y perfecto

prado en el corazón del bosque.

– Este es el lugar donde entrenamos —añadió Bri—, nos proporciona suficiente espacio y a

mí me facilita los elementos necesarios.

Kyle compartió una mirada con Cedric queriendo saber a qué se refería Bri, pero éste sólo se

encogió de hombros como si no supiera la respuesta, algo que era inadmisible.

– ¡Kyle! —dijo Max y luego apuntó a Lina—, tú entrenarás con mi hermana.

Lina encaró a Max como si deseara asesinarlo tan sólo con la mirada.

– ¿Qué? —espetó poniendo las manos en sus caderas— ¿Conmigo?

Max asintió cruzado de brazos.

– ¿Por qué? —demandó— ¿A caso tienes miedo a lo que Kyle pueda hacerte?

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– ¿Miedo? —refunfuñó con aire vanidoso—. Claro que no le tengo miedo, sólo que sería

mejor que lo hiciera con Bri —hizo una pausa para señalarla—, este lugar va más con ella

que conmigo.

– ¿Qué quieres decir? —preguntó Kyle con el entrecejo contraído.

– Lina lo dice por la habilidad de Bri —contestó Max.

– ¿Cuál es tu habilidad? —preguntó a la chica pelo rojo.

– Ya lo verás —masculló caminando hacia el centro del prado y mirándolo por encima del

hombro.

Cuando ya estaba en el interior, amarró su pelo enrojecido en una cola alta y luego se colocó

de rodillas descansando la mano derecha sobre el suelo verde, sus delgados dedos perdiéndose en la

hierba. Con su cuerpo delgado y su amable rostro se veía inofensiva como una rosa roja.

– Citoquinésis —masculló levantando la mirada y con una sonrisa maliciosa.

Kyle, estaba a punto de preguntar el significado de la palabra desconocida que Bri pronunció,

pero no hubo necesidad, ella lo demostró.

El suelo bajo ellos dio un leve temblor causando que sus pies casi perdieran el equilibrio e

increíblemente en un abrir y cerrar de ojos varías raíces emergieron de la tierra arrojando pequeños

terrones y restos de herbajes en todas direcciones.

Las raíces envolvieron los pies de Kyle como si fueran hebras elásticas subiendo hasta sus

rodillas formando espirales y ensuciando de tierra húmeda el pantalón que Max le prestó.

Asustado, dio un alarido al mismo tiempo que caía al suelo para después ser arrastrado con

audacia por las raíces que Bri controlaba. A su espalda, los demás se reían, aunque Lina no sólo se

reía, ella se burlaba.

La camisa roja que usaba se izó al ser arrastrado dejando su espalda descubierta lo que hizo

que las astillas de las ramas secas y otros restos le arañaran la piel. Bri se levantó retirando la mano

del suelo haciendo que las raíces soltaran sus pies de inmediato.

Kyle también se levantó de un salto sacudiéndose el sucio del pantalón y devolviendo la

camiseta a su lugar, el pelo castaño se le terminó de desordenar lleno de tierra y pedazos de hierba.

Los demás se rieron y aplaudieron elogiando a la chica cabello rojo y el poder de su habilidad.

– ¿Qué? —exclamó ella victoriosa— ¿Te enredaste?

Él sacudió la cabeza y al verla, ya no veía a la chica delgada, delicada y dulce de antes, ahora

observaba a una Bri capaz de manipular las raíces de los árboles. Un translúcido, un poltergeist.

Una rosa roja con puntiagudas espinas.

– ¿Cómo... lo hiciste? —masculló admirado.

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Bri se acercó contemplando sus manos.

– Controlo las plantas. Esa es mi habilidad, se llama citoquinésis.

– Es asombroso —admitió él mientras Cedric flotaba para estar cerca de su novia y ahora

comprendía porqué ella decía que el bosque le proporcionaba los elementos necesarios para

el entrenamiento.

El bosque era el hábitat de Bri.

– Claro que es asombroso —dijo Cedric dándole un beso en la mejilla—, Bri es magnífica.

Max se aclaró la garganta como si se sintiera incómodo de interrumpir el galanteo entre

Cedric y Bri.

– Tú tratarás de evadir lo que ella puede hacer usando tu habilidad.

Kyle dio varios parpadeos en un intento de alejar la admiración y concentrarse en demostrar

su potencial.

– ¿Cómo? —preguntó sin evitar sentirse intimidado.

— Concentración. —Fue lo único que dijo Max como si en esa palabra se encerrara un

manual de defensa contra las habilidades de los fantasmas, luego asintió en dirección a Bri

y susurró—: Adelante Bri.

La delgada chica cabello rojo sonrió en respuesta.

– Procura esquivarla usando la telequinesis —dijo Cedric cerrándole un ojo para luego

regresarse al lugar donde antes estaba.

Lina le lanzó una mirada de aburrimiento y agitó la cabeza haciendo que un mechón de pelo

negro le cubriera uno de los ojos, él desvió la mirada sabiendo que ella no era una buena motivación

y se concentró en Bri que ya se encontraba en el centro del prado lista para el espectáculo y

cerrando los ojos recordó lo que Cedric le dijo sobre usar la telequinesis, ese era el nombre de su

habilidad, en esa palabra se encerraba todo lo que podía hacer y todo lo que su cuerpo sentía cuando

las corrientes invisibles emanaban, antes no tenía un nombre para lo que podía hacer y ahora sabía

cómo llamarlo, antes él no tenía un cuerpo y ahora poseía uno.

Tal vez Bri lo impresionó tomándolo con la guardia baja, pero él también tenía una habilidad

y una muy buena.

– Estoy listo —anunció abriendo los ojos.

Bri asintió en respuesta, después colocó un pie adelante golpeando la tierra con fuerza

obligando a que dos ásperas raíces más gruesas que las anteriores brotaran del interior avanzando

hacia Kyle como dos venenosas serpientes dispuestas a atacarlo.

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Él dio unos pasos hacia atrás mientras veía como las raíces se acercaban, pero se detuvo al

escuchar los susurros de los demás espectadores y consciente de que no podía echarse a correr. Huir

no era la opción, el miedo no podía controlarlo y decirle qué hacer.

Era un poltergeist.

Separó los pies para equilibrarse y elevó la mano derecha como tantas veces lo había hecho

fijando la mirada en Bri y en las horrorosas raíces olvidándose de las risas de Lina, de Max y Cedric.

Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios al sentir los cosquilleos como unas livianas

corrientes eléctricas recorriendo todo su brazo.

Una de las raíces se acercó más rápido que la otra tratando de sujetar su mano elevada, pero

antes de que lo hiciera, él impulsó la mano en su contra; corrientes invisibles de viento con chispas

de electricidad salieron disparadas como si su brazo se alargara y se cerrara en un puño dando con

todas sus fuerzas contra la tosca raíz haciendo que se desviara cayendo al suelo y convirtiendo el

extremo en un estallido de fragmentos.

Del otro lado, Bri gruñó enojada.

La otra raíz se abalanzó de inmediato sin darle chance de celebrar, ésta intentó ceñirse

alrededor de su cintura, Kyle dio un saltó para atrás para evitarlo, pero Bri y la raíz también

avanzaron.

Aprovechando la distancia, elevó la otra mano disfrutando los cosquilleos sobre su piel como

si fueran una multitud de animalitos que al ser arrojados por los dedos salen disparados contra su

objetivo, la raíz cayó al suelo al contacto como un árbol seco y al parecer la telequinesis fluyó con

tanta fuerza que hasta afectó a Bri, ya que ella perdió el equilibrio tropezando sus pies con la ruda

raíz, pero levantándose con la misma rapidez con la mirada inundada de admiración.

Los aplausos a su espalda hicieron que se diera media vuelta y que bajara las manos, Max,

Cedric y Lina eran los que aplaudían riéndose y dándose codazos entre sí, Kyle atrapó la mirada de

Lina Cooper, ella bajó las manos y su mirada ya no era de aburrimiento, más bien una combinación

de sorpresa e interés.

Sintió que sus mejillas se ruborizaban, pero la agradable sensación duró sólo unos segundos,

pues un malestar inició a recorrerle los brazos como si alguien le abriera la piel con un fino bisturí,

al verlos, se dio cuenta que no eran heridas de bisturí; eran líneas negras rodeando sus brazos como

serpientes, como si una mano invisible las dibujara, como si alguien tatuara las líneas iniciando

desde la base de los hombros para luego envolver ambos brazos como lo hicieron las raíces de Bri

con sus pies o como lo hicieron los tentáculos de Benjamín con los brazos de Max Cooper en el

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teatro. Las líneas negras avanzaron como una cinta adhesiva envolviendo sus muñecas para luego

terminar en cada pulgar.

– ¿Qué... es... esto? —balbuceó mirando sus brazos con la vista llena de pavor, las líneas

brillaban como manchas de petróleo bajo el sol.

Max se acercó tan rápido que no lo escuchó.

– Tatuajes —contestó a su lado—, simbolizan tu habilidad.

– ¿Tatuajes? ¿Símbolos? —musitó luego de una pausa, ya que cuando era humano siempre

había deseado tener un tatuaje, pero ahora, las líneas negras no eran un simple tatuaje, ellas

simbolizaban su habilidad, la telequinesis.

– ¿Cómo es posible? —preguntó sin apartar la vista del tatuaje— ¿Ustedes también tienen

tatuajes?

– ¡Si, los tenemos! —afirmó Cedric.

Cuando Kyle lo miró, Cedric se quitó la camiseta negra revelando su cuerpo definido y al

ponerse de espalda un sol apareció en el centro extendiendo los rayos por todos lados como una

telaraña.

– ¡Wow! —exclamó contemplando con asombro el perfecto tatuaje de Cedric—. Es

estupendo.

– El sol es signo de vida y de sanidad —aclaró él colocándose de nuevo la camiseta.

– Tu habilidad —musitó Kyle.

– Los tatuajes aparecen cuando usamos nuestras habilidades teniendo ya una entidad —

explicó Max—, por esa razón no los tenías cuando eras un errante.

– ¿Son permanentes?

– No —respondió él—. Al igual que tu habilidad tú decides cuándo deben aparecer y cuándo

no.

– Max tenía razón —intervino Bri acercándose a ellos—, tu habilidad es increíble.

– Ahora comprendo lo del agujero en el techo del Teatro Cabalístico —añadió Cedric

tomando la mano de su novia.

El rubor volvió a cubrir sus mejillas, ser el centro de atención siempre le resultó una situación

demasiada incómoda.

– Tus tatuajes se ven geniales —admitió Bri volviendo a su apariencia pacífica—, déjame

mostrarte el mío.

Kyle bajó las manos prestando atención a la chica que controlaba las plantas, ella dobló la

manga de la sudadera verde mostrando el dorso de su brazo derecho, en el cual llevaba tatuadas

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varias hojas verdes de diferentes formas y tamaños, cuyos extremos parecían moverse cuando el

viento soplaba.

– ¡Es impresionante! —admitió contemplando las hojas que se veían tan reales.

– ¡Bla! ¡Bla! ¡Bla! —recitó Lina interponiéndose entre ellos— ¿A caso es una exposición de

arte o algo por el estilo?

Max colocó una mano sobre el hombro de su hermana.

– ¿No le mostrarás tu tatuaje hermanita?

Ella lo miró de reojo con una sonrisa sagaz dibujada en su hermoso rostro y luego dirigió su

mirada a Kyle.

El frío en los oscuros ojos de Lina Cooper hizo que los vellos se le erizaran.

– Prefiero demostrarle lo que puedo hacer —dijo ella con presunción.

Max asintió encogiéndose de hombros.

– Esto cada vez se vuelve más bueno —comentó Cedric frotándose las manos, luego lo miró

circunspecto—, suerte con la chica de hielo.

Bri lo tomó por la cintura llevándolo al perímetro del prado seguidos por Max Cooper.

– ¿Sucede algo ex errante? —inquirió Lina con tono burlesco.

Kyle fijó la mirada en los oscuros ojos de Lina para luego levantar uno de los brazos y

contemplar las líneas negras que aumentaban su coraje y valor.

– Si, pasa que no me gustan los sobrenombres —masculló con una ligera sonrisa.

Ella también sonrió mostrando una dentadura blanca y exacta, alzó la mano derecha

admirándola como si fuera un trofeo, tenía las uñas largas y aunque no llevaba esmalte logró ver

brillantina reluciente en el extremo de sus dedos.

No era la primera vez que las veía, la madrugada cuando lo atacó en el teatro también las vio

brillar entre las sombras pensando que era el esmalte, pero no lo era. Recordó las dagas de hielo

clavadas en su mano y en su pierna, recordó también lo dicho por Cedric hace unos segundos:

"...suerte con la chica de hielo..."

La sonrisa en su rostro desapareció, la habilidad de Lina era el hielo.

– ¡Cuidado Kyle! —gritó Cedric

Para cuando él reaccionó, ya era tarde, una bola de hielo surcaba el espacio en su dirección,

en un intento por esquivarla se lanzó a un lado, pero la bola de hielo le golpeó fuertemente el tobillo

izquierdo hasta el punto de desintegrarse en miles y diminutos copos de nieve.

Mágico y maléfico.

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El dolor se encendió enseguida seguidos por gritos de aflicción, mientas que Lina sonreía a

carcajadas.

– ¡Vamos ex errante! —exclamó ella sin parar de reír.

Kyle reprimió los chillidos para tocar el tobillo afectado, en ese momento no estaba seguro si

le molestaba más el dolor punzante o el hecho de que Lina se burlara, ella lo detestaba y disfrutaba

viéndolo sufrir. Dejó caer el pie al suelo, al comprobar que sólo estaba enrojecido y comenzando a

inflamarse decidió tragarse el dolor y no dejarse vencer por la vanidosa chica.

– Mucho frío —replicó ella.

– No tanto —dijo él queriendo ser un poco sarcástico como su amigo Baiel.

Una bola de hielo del tamaño de un balón de fútbol ya se encontraba en las manos de Lina

Cooper, a pesar de la distancia logró escuchar el chasquido de sus dientes cuando lo lanzó contra él,

el balón de hielo navegó velozmente queriendo golpearlo, pero Kyle también era ágil y levantando

las manos dejó que la telequinesis se disparara, los tatuajes de las líneas negras vibraron sobre su

piel como si ellas también alzaran vuelo para atacar y desviar la bola congelada haciendo que se

estrellara contra un robusto árbol de los que se hallaban alrededor del prado, sacudiendo sus ramas

y provocando una lluvia de copos de nieve que cubrió de blanco el suelo verde.

Lina gruñó enojada apartando unos mechones negros que cubrían sus oscuros ojos. Kyle,

sonrió disfrutando el sabor de la victoria.

Sin decir nada, ella volvió a lanzar dos bolas de nieve y sin dejar de sonreír, Kyle decidió no

desviarlas, más bien las arrojó contra ella misma con un fuerte impulso de brazos, las esferas de

hielo le dieron en los pies tirándola al suelo y cubriendo su ropa de copos blancos.

Ella inició a proferir palabras soeces al caerse y Kyle, a pesar de que Lina lo aborrecía,

agradeció que las bolas fueran de nieve y no de hielo, pues a diferencia de ella, no pretendía herirla.

– ¡Cretino! —vociferó poniéndose de pie con varios copos cristalinos danzando entre sus

dedos— ¡Juro que te partiré... la nariz! ¡Lo haré!

Max atravesó el prado como un rayo tomando fuertemente la muñeca de su hermana.

– Calma Lina.

Ella gimió intentando librarse.

– ¡Me golpeó!

– Tú también lo golpeaste —masculló Max con voz apacible.

– A demás tú querías hacerlo —intervino Bri acercándose tomada de la mano de Cedric—.

Deseabas demostrar tu habilidad. La criogenésis.

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Lina detuvo un momento su mirada en Bri y luego en Cedric, en cuyos ojos era evidente un

destello de analgesia.

Poco a poco la rabia fue abandonando sus ojos, su respiración volvió a la normalidad y Max

liberó su mano.

Kyle se acercó a Cedric, pues por un momento pensó que ella haría que lloviera agua helada

sobre él, pero sólo curvó los labios con desdén para luego decir:

– Bien hecho poltergeist.

Kyle, que estaba conteniendo la respiración sin saber qué responder, asintió.

Lina sacudió los copos que cayeron en su jersey morado y después cruzó el prado en

dirección a la casa con el cabello negro agitándose como el batir de las alas de los cuervos.

– ¿Te golpeó fuerte? —preguntó Cedric poniéndose de rodillas para examinarle el tobillo

herido.

– Sí, me dio con todo —respondió con una mueca de dolor.

Cedric pasó sus manos sobre el tobillo enrojecido como si fueran las manos de un escultor

dándole forma a su obra y de inmediato, el dolor y la inflamación desaparecieron, Kyle pareció ver

que los extremos de los rayos del sol que sobresalían sobre las clavículas de Cedric se movían

mientras usaba su habilidad.

– No, hermano —comentó él al ponerse de pie—. Créeme que Lina no te dio con todo como

tú dices.

– Fue sólo una previa —agregó Bri cogiendo la mano de su novio.

Kyle asintió convencido de que Cedric y Bri decían la verdad, la habilidad de Lina, la

criogenésis, podría ser más amplia y poderosa. Tal vez, no le caía tan mal a la princesa de hielo, si

no lo hubiera congelado vivo.

– Suficiente por hoy —declaró Max caminando alrededor de ellos como si fuera un

instructor— es necesario que se quiten esa ropa sucia y descansen un poco —hizo una

pausa y colocó una mano sobre el hombro de Kyle—. Luego, por la tarde regresaremos al

teatro a buscar a tu amigo. A Baiel.

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EN BUSCA DEL ANGEL

La habitación a la que Max llevó a Kyle y la cual compartiría con Baiel, si aceptaba unirse a la tribu

de los translúcidos, era muy sencilla, pero con una agradable impresión familiar.

Las paredes estaban pintadas de un color como el de los huesos combinando a la perfección

con el tono marrón del piso de madera, dos camas se ubicaban en el interior, una al lado de la otra

separada por una mesa de noche con una lámpara y un reloj sobre ella.

Una ventana de cristal con cortinas blancas proporcionaba una vista perfecta hacia el espeso

bosque, dos cuadros frente a las camas eran los únicos que adornaban las paredes, en uno se podía

contemplar a un hombre pescando en un pequeño lago al atardecer y el otro, era el de un jugador de

fútbol americano con un balón en su regazo; además, había también un sencillo clóset con dos

puertas en una de las esquinas.

– Mañana iremos a buscar ropa para los dos —dijo Cedric echándole una ojeada al clóset

vacío.

Kyle recorrió la habitación pasando los dedos sobre las sábanas blancas que cubrían las

camas, hace mucho que no dormía en una, su único refugio en los últimos años fue un camerino

lleno de polvo y telaraña.

– Mientras tanto, puedes usar otra de mis mudadas —añadió Max dejando caer un bulto

oscuro sobre la cama más próxima.

– Date un baño —masculló Cedric abriendo una puerta blanca en la esquina—. No es que

apestes, pero de seguro que te hace falta.

El comentario de Cedric hizo que abandonara sus recuerdos de fantasma errante y que

evocara el buen sentido del humor de su mejor amigo, luego de que los dos abandonaran la

habitación se despojó de la ropa llena de hierba y tierra húmeda dispuesto a seguir el consejo de

Cedric.

Las paredes del baño estaban cubiertas de colores neutros dándole la apariencia de ser más

luminoso y espacioso, antes de encender la regadera se detuvo un instante frente al espejo para

contemplar nuevamente su apariencia, al Kyle Foster que ahora era: ojos verdes, pelo castaño, nariz

puntiaguda y prominentes pómulos... seguía pareciéndose al antiguo Kyle.

– Echaba de menos esto —musitó cuando la tibia agua cayó sobre su cuerpo desnudo

cubriéndolo como una cobija después de abrir el grifo.

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Y era verdad, cuando era un fantasma errante no necesitaba bañarse, ni cambiarse ropa, ir al

baño, comer o beber; pero ahora que tenía una entidad, ahora que habitaba un cuerpo humano

volvería a tener todas las necesidades fisiológicas de los seres humanos.

Mientras el agua caía fue invadido por una agradable sensación de bienestar, los músculos

que estaban contraídos por la demostración de su habilidad en el prado se relajaron y el

desordenado cabello se adhirió a ambos lados de su rostro, cerró los ojos dejando que el agua

siguiera cayendo perdiendo la noción del tiempo, ya que su madre siempre le decía a él y a Lowell,

que pasar un buen tiempo bajo el chorro ayudaba a aclarar la mente.

Su madre tenía razón, ahora tenía muy claro lo que tenía que hacer: volver al Teatro

Cabalístico por Baiel y buscar la manera de acercarse a su hermano menor.

H

Cuando Cedric regresó tiempo después para avisarle que ya era hora de ir al viejo teatro en

Burbold, él ya se encontraba listo, esta vez llevaba una camiseta gris oscuro, un pantalón negro y

los mismos zapatos que Max le dio anteriormente, mientras se acomodaba el pelo con la mano

haciendo que la parte frontal pareciera una ola en acción, no evitó una risa de júbilo al saber que

pronto estaría con su amigo y que su anhelo de volver a ser humano se convertiría en realidad.

El reloj sobre la mesa de noche anunciaba que eran las cuatro de la tarde cuando salió de la

habitación detrás de Cedric, el cual llevaba puesta una ajustada camiseta negra y un pantalón roto

en las rodillas, al salir de la casa se dio cuenta que todos vestían como el color de la noche: Max,

llevaba un chaleco de cuero negro dejando sus pálidos brazos descubiertos, Lina parecía que iba a

un club gótico con una falda negra corta y las piernas cubiertas con unas pantis caladas, una camisa

fina y por encima una chaqueta estrecha dejando manifiestas sus definidas caderas, Bri, cuyo pelo

rojo estaba recogido en una alta cola de caballo era la única que llevaba una falda larga color blanco

y un jersey negro.

La escena le trajo un vago recuerdo de un libro que decía que el color negro se usaba para las

batallas nocturnas y al ver a los translúcidos con ropas oscuras daban la impresión de estar listos

para un enfrentamiento, al bajar la vista y ver su pantalón negro recordó que él también era uno de

ellos.

Ahora era un translúcido.

– ¿Te tardaste mucho maquillándote? —bromeó Max apoyado en el Audi A7 que también

parecía un auto fantasma por su reluciente color negro.

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Kyle ladeó la cabeza, una ráfaga del viento forestal le agitó el cabello como si en realidad

fuera una ola.

– Un poco más que tú —replicó sonriendo.

– Si vamos a buscar a un fantasma, no creo que sea buena idea perder el tiempo haciendo

bromas —intervino Lina arrebatándole un juego de llaves de la mano a Cedric.

– Pero...

– ¡Yo conduciré! —exclamó haciendo sonar los tacones gruesos en el asfalto para después

subirse al monumental jeep Mercedes Benz descapotado de color rojo.

– ¡Cuidado nos matas! —advirtió Bri detrás de ella.

– Kyle, tú irás conmigo —intervino Max abriendo la puerta del coche—. Cedric, Bri y Lina

irán en el jeep.

Cedric asintió y se apresuró para ayudar a su novia a subir al asiento del copiloto, ella le

plantó un rápido beso en los labios, una sonrisa cruzó su rostro mientras subía también.

– ¿Listo? —preguntó Max acomodándose en el asiento del conductor.

– Listo —afirmó Kyle dejándose caer a su lado.

En el momento en que Max encendió el motor, Lina inició a resonar la bocina como si

estuviera molesta, algo que era normal en ella aparentemente.

– Tu hermana es... insoportable —admitió Kyle.

– Dímelo a mí —replicó Max con una ligera sonrisa—, he convivido con ella desde que

estábamos en el vientre de nuestra madre.

Kyle frunció el ceño, sabía que Lina y Max eran hermanos, pero nunca pensó que fueran

hermanos gemelos.

– Espera —dijo— ¿Tú y ella...?

– Somos gemelos —afirmó él colocándose el cinturón de seguridad.

– No... tenía idea —hizo una pausa para ver a través del espejo retrovisor—. Es mejor que

despegues, no vaya hacer que Lina nos eché el jeep encima.

– Ella es capaz —reconoció Max haciendo rugir el motor como un león y despegando el auto,

añadió—: ¡Vamos a buscar a tu amigo!

Kyle giró el rostro hacia la ventana contemplando la maleza y los gigantes árboles cuyas

puntas se movían hacia todos los lados cuando el viento los azotaba, varias aves extendieron sus

alas volando en dirección al centro del bosque en busca de refugio ya que la noche se aproximaba.

Al ver cómo las aves abrían sus alas no pudo evitar recordar a Baiel y sus dos grandes alas

translúcidas. Sus labios dieron vida a una amplia sonrisa sabiendo que iban en su búsqueda.

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En busca de su amigo.

En busca de Baiel.

En busca del ángel.

H

Max disminuyó la velocidad al llegar a la ciudad, ya eran más de la cinco de la tarde, los

demás coches pasaban a ambos lados de ellos a toda velocidad como siluetas fantasmales y sus

luces le daban la apariencia a Spook City de un cielo estrellado y aunque no era muy tarde el cielo

se cernía sobre ellos como un inmenso manto negro cubierto por unas espesas nubes grises que

alertaban de que una tormenta se aproximaba.

– Al parecer esta noche también lloverá —masculló Kyle con la vista fija en la autovía.

Max echó un vistazo hacia el exterior al escucharlo.

– La lluvia es algo común en Spook City.

Max Cooper tenía razón, la mayoría de los meses del año pasaban lloviendo en la ciudad,

hace más de cuatro años que abandonó Greendale donde la mayoría de los días eran soleados, en

ese momento se preguntó si algún día volvería a su ciudad natal, a la ciudad donde nació, creció y

falleció. Aunque en ese lugar había sufrido tanto, también tenía que admitir que conservaba buenos

recuerdos, los recuerdos de su padre, de su mamá y de su hermano menor, también las memorias de

los pocos amigos que tuvo durante sus años en el Instituto.

Kyle, más que nadie sabía que en la vida existían momentos tristes, pero también momentos

alegres por los cuales valía la pena seguir viviendo.

Condujeron por la avenida central en silencio dirigiéndose a los barrios del sur de la ciudad

donde se encontraba el abandonado teatro. Elegantes y altos edificios, hoteles, restaurantes, librerías,

centros comerciales, discotecas... se levantaban a ambos lados de la avenida adornando a Spook

City, todos los lugares atascados de gente que ignoraban que el mundo también estaba invadido por

fantasmas.

Al llegar, doblaron en una cuadra al lado este donde se encontraba el barrio Burbold, el barrio

más antiguo de Spook City que era conocido popularmente entre los pobladores como el barrio

olvidado, ya que a parte de las edificaciones antiguas y en mal estado estaba habitado en su mayoría

por malhechores y drogadictos ahuyentando a todos los que lograban acercarse, pero esa noche, a

causa de los vestigios de una tormenta no había nadie en las calles.

Los cinco jóvenes se bajaron de los automóviles y se internaron en un estrecho callejón

circunvalado a un lado por una extensa pared de piedra humedecida cubierta en partes por grafitis y

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al otro costado, una oxidada maya que rodeaba una planta de reciclaje de residuos abandonada, las

farolas que proporcionaban luz al lugar hace mucho que no funcionaban.

– Más vale que valga la pena volver a este asqueroso sitio —se quejó Lina apuntando al

fondo oscuro del callejón donde se hallaba el viejo teatro.

– Podrías sólo caminar y guardar silencio, hermana —replicó Max caminando detrás de Kyle

que iba mirando el suelo y con las manos dentro de los bolsillos delanteros del pantalón.

– ¿Cuál es la habilidad de tu amigo? —preguntó Bri desde atrás tomada de la mano de su

novio.

Kyle alzó la mirada, sus ojos lograban discernir el decrépito edificio de dos plantas envuelto

en penumbras.

– Ya lo verán —respondió extendiendo los brazos en un intento de imitar las alas de Baiel

cuando las extendía.

El callejón era estrecho, pero la extensión para llegar hasta el otro extremo constaba de cinco

cuadras, varios contenedores de basuras se encontraban en cada esquina debajo de las inservibles

farolas, al parecer las únicas que servían aún eran las dos que estaban al frente del Teatro

Cabalístico, aunque su luz era tan opaca que no podía competir con la oscuridad de la ciudad.

– ¡Tarado! —escuchó decir entre susurros a Lina para luego alzar la voz—. Sólo falta que nos

digas que tu amigo puede volar.

Kyle se rió del comentario de la chica de hielo y se dijo así mismo que disfrutaría la reacción

de Lina cuando mirara que su amigo en realidad podía volar.

El Teatro Cabalístico seguía luciendo abandonado y terrorífico con el incompleto letrero que

aumentaba su desgracia y la T con uno de sus brazos rotos parecía una cruz moribunda moviéndose

pausadamente dándoles la bienvenida.

A su lado, Max, Lina, Cedric y Bri miraron con perspicacia a los lados, escudriñando la zona

en busca de indicios de Benjamín y su tribu, al asegurarse de que todo estaba bien, el líder de los

translúcidos asintió.

El interior del teatro continuaba igual a como quedó después del enfrentamiento entre Max y

el mitológico dedo de tentáculos: sillas tiradas desordenadamente, otras rotas, el suelo de madera

hecho añicos y un perfecto haz de luz filtrándose a través del agujero en el techo.

– Al parecer estuvo buena la pelea —masculló Bri, ya que era la única que no estuvo en el

altercado, hizo una pausa para señalar la grieta en el techo—. Sí que le diste con todo Kyle.

Kyle, que estaba viendo alrededor buscando pistas de su mejor amigo no evitó sentirse

alagado.

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– Yo no veo a ningún errante —gruñó Lina recorriendo el sitio donde Benjamín arrastró a su

hermano.

Max y Cedric que también se habían esparcido por el lugar se acercaron a Kyle sin hacer

ruido.

– ¿Tú sabes dónde está? —objetó Max— ¿Verdad?

– Está en el sótano —afirmó, luego se dio la vuelta hacia el lado derecho de la tribuna—

¡Síganme!

Una desgastada puerta al otro lado de la tribuna daba acceso a unas inclinadas gradas que

llevaban al interior del suelo donde se construyó un espacioso y que en su tiempo fue un ordenado

sótano, actualmente era la guarida de Baiel, su lugar privado. Allí se encontraban varios armarios

con ropas derramadas en el suelo, algunas lámparas, maniquís y varios trastos viejos, pero la figura

central de aquel oscuro sitio era la estatua de un ángel con las alas abiertas, desde que Baiel la miró

por primera vez quedó fascinado, así que Kyle tuvo que quedarse con el camerino detrás de las

desgastadas cortinas.

El polvo danzaba en el aire como besos de fantasmas y el techo agrietado estaba cubierto de

telarañas como tatuajes.

– Nunca pensé que iba a terminar en un lugar como este —masculló Lina cubriéndose la

nariz con los dedos y contemplando con horror el polvo que revoloteaba como si fuera

ceniza.

Kyle supuso que la chica fría tenía algún problema con las cenizas y que su actitud de

egocentrismo era sólo un mecanismo de defensa.

– ¡Baiel! —exclamó él ignorándola— ¿Estás aquí?

Los sonidos de los tacones de Lina al andar hacían que ignorarla, fuera una tarea ardua.

– ¿En el sótano? —inquirió ella observando alrededor con repulsión.

– ¿No has visto las películas? —replicó Cedric a su lado—. Los sótanos siempre son los

lugares más indicados para esconderse.

– Dan escalofrío —añadió Bri.

Max, que fue el último en entrar los reprendió con la mirada para después llevarse el dedo

índice a los labios ordenándoles guardar silencio.

– ¡Baiel! —volvió a decir Kyle—. Soy yo, soy Kyle, tu amigo.

No hubo ninguna respuesta, sólo el silencio de la fría oscuridad, el chillido de algunos ratones

buscado de qué alimentarse y las risitas de Lina burlándose de él.

– Aquí no hay nadie —musitó ella colocando las manos en la cintura.

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Kyle giró el rostro para mirarla por encima del hombro, ella todavía seguía sonriendo y

fingiendo que prestaba atención a las arañas que construían una red de telaraña en una de las

ventanas rotas.

– Él está aquí —aseguró él.

Luego, volvió la vista parándose frente a la estatua clavando sus ojos en los de ella, ya que

estaba seguro que Baiel estaba ahí, sólo que no deseaba mostrarse, su amigo estaba ocultándose en

la estatua del ángel.

– ¡Baiel Mawson! —exclamó, pronunciando su nombre con rigurosidad a como lo hacía

antes para llamar su atención—. Yo sé que estás aquí.

– Bu... —musitó Lina en tono burlesco.

Kyle se acercó a ellos de manera que formaban una línea horizontal frente a la estatua y

pasados unos segundos, él habló:

– ¿Quién eres tú? ¿Quiénes son ustedes? —demandó con un tono grave haciendo vibrar las

paredes con el eco de su voz— ¿Qué hacen aquí?

Todos a la par de él dieron un paso hacia atrás alertas, recorriendo con sus miradas el oscuro

sótano buscando el lugar donde se originó la aguda voz, el único que se quedó inmóvil era Max con

los ojos rojos como la sangre observándolo como la noche en Paranormal.

Vampirismo, esa era su habilidad.

– ¿Es él? —preguntó— ¿Dónde está?

Kyle asintió y luego levantó la mano apuntando la estatua del ángel frente a ellos.

– Es él, él es Baiel.

Los demás clavaron sus miradas en la escultura alada para después mirarlo con rostro

inexpresivo.

Lina fue la primera en hablar:

– Un momento... —hizo una pausa para señalar al ángel— ¿Quieres decir que tu amigo se

convierte en estatua?

Cedric, Bri y Max arquearon las cejas esperando la respuesta.

– No, no Lina —respondió él acercándose a la efigie—. La habilidad de Baiel es más

asombrosa.

– ¿Quiénes son ustedes? —rugió la voz que emanaba de la estatua— ¿Qué diablos quieren?

Kyle dio otro paso más mirándolo directamente a los ojos.

– Soy yo, soy Kyle tu amigo.

– ¡Kyle! —exclamó entre carcajadas—, eso es imposible, Kyle se largó a como lo hizo Dan.

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– ¿Quién es Dan? —escuchó decir a Bri en un susurro.

– No es cierto, soy yo. Soy Kyle...

– ¡Mentiroso! —rugió estremeciendo las paredes y provocando más grietas en el techo—

¡Lárguense de aquí!

– Muy amable tu amigo —masculló Lina entre dientes.

Kyle no prestó atención al comentario malhumorado de la chica que se asemejaba mucho a

una princesa gótica, su amigo Baiel tenía razón al dudar de él, ahora no lucía exactamente como el

antiguo Kyle Foster, pues el antiguo Kyle era un fantasma espectral y el nuevo Kyle poseía un

cuerpo humano.

"Si tan sólo pudiera mostrarme a cómo era antes —pensó él— un ser inmaterial."

De forma involuntaria, miró hacia Max, sus ojos eran de un rojo profundo que le recordó la

mirada de vampiros sedientos que tantas veces había visto en las películas, él logró percatarse de su

impotencia examinando su rostro y sin decir ni una palabra, sólo asintió alzando las cejas como

diciéndole: "hazlo."

Al principio, no captó lo que le quería decir, pero después recordó lo que hizo en la mañana

cuando iba a elegir su entidad en la biblioteca: Max le había mostrado como era antes en realidad.

Sonrió agradecido y aunque no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba, enfrentó la estatua

mirándola fijamente y cerrando los ojos trajo a memoria un recuerdo de la clase de biología, la

mitosis, un tipo de división celular en el que a partir de una célula madre se originaban dos células

hijas, en ese momento imaginó que él era una.

Una célula.

– Soy yo Baiel, soy Kyle. —Él sintió que se dividía en dos pedazos—. Aunque tú prefieres

llamarme neutro.

Su cuerpo se desplomó en el suelo como un muro derribado y como un estallido de fuegos

artificiales su fantasma fue arrojado de la entidad. Otra vez volvía a ser él mismo, un fantasma, un

ser inmaterial, un espectro vagabundo.

– ¿Ahora si me crees? —preguntó viendo entre la estatua y el cuerpo inerte a su lado.

Después de unos minutos de inquietud, Baiel gritó su nombre o mejor dicho su apodo:

– ¡Neutro, eres tú!

Kyle no evitó sentir un revoltijo de emociones en su interior, escuchar su sobrenombre de la

boca de Baiel nunca fue tan confortante como ahora y entonces supo, que, aunque los demás lo

llamaran neutro nunca se escucharía tan bien como en su mejor amigo.

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El fantasma de Baiel emergió del ángel esculpido con toda su gloria, sus dos grandes alas

extendidas sacudiéndolas de adelante hacia atrás como si en realidad la estatua hubiera cobrado vida,

su cabello castaño amarrado de forma descuidada en una cola de caballo y sus ojos avellana

clavados en los suyos.

Él no bajó hasta el suelo, se quedó suspendido en el aire moviendo las alas transparentes,

desvió la mirada para reparar a los demás que estaban inmóviles con el rostro plasmado de sorpresa

y después frunció el ceño cuando miró el cuerpo sin vida que estaba al lado de Kyle.

– Tranquilo, ellos son unos amigos —hizo una pausa para señalar al cuerpo caído— él es mi

entidad.

Baiel apartó un mechón de pelo que caía sobre su frente.

– ¿Amigos? —inquirió con recelo para después señalar al cuerpo con el mentón— ¿Entidad?

¿Qué clase de broma es esta Kyle?

Kyle flotó tratando de nivelar su altura.

– No es ninguna broma, Baiel. —aseguró—. Me gustaría explicarte todo lo que ha sucedido

después de la fiesta en Paranormal.

Baiel agitó la cabeza sacudiendo las alas para alejarse de él.

– ¿Explicarme? ¿Qué me vas a explicar? —chilló irritado—. Que te fuiste del teatro después

de la discoteca, conociste a unos amigos humanos y ahora vuelves con ellos metido en un

cuerpo sin vida.

– No es así —balbuceó.

– ¿Cómo es entonces?

Max se acercó a Kyle usando su habilidad de vampiro, sus ojos ya no eran rojos.

– Nosotros no somos humanos —dijo mirando con tranquilidad a Baiel—, somos fantasmas

al igual que Kyle y al igual que tú.

El líder de los translúcidos consiguió atraer la atención de Baiel, ya que lo miró a los ojos.

– ¿Fantasmas? Eso no es posible.

Max compartió una rápida mirada con Kyle.

– Miré a Kyle por primera vez anoche en la fiesta de inauguración de Paranormal— explicó,

luego echó un vistazo a sus compañeros por encima del hombro—. En Paranormal no sólo

había humanos, también fantasmas como nosotros.

Los ojos avellana de Baiel se posaron nuevamente sobre Kyle.

– ¿Recuerdas que te comenté que sentía como si alguien nos mirara y que mientras bailaba

sentía roces?

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Él asintió descendiendo un poco y disminuyendo el batir de las alas.

– Éramos nosotros —aclaró Max—, estábamos en una misión persiguiendo al líder de un

grupo de fantasmas enemigos. Yo lo seguí y fue así como me condujo hasta aquí —él

señaló con sus manos la puerta que llevaba al teatro—, tuvimos un enfrentamiento, hubiera

acabado conmigo, pero tu amigo Kyle intervino y lo hizo volar por el techo.

– Al inicio, tampoco creía que ellos eran fantasmas como yo —añadió Kyle—, pero cuando

iba a salir de la discoteca choqué el hombro con alguien, lo cual era imposible— hizo una

pausa y señaló a Max—, al girarme, me encontré con Max mirándome directamente a los

ojos. Después lo volví a encontrar aquí en el teatro luchando contra Benjamín y fue cuando

me interpuse en el enfrentamiento.

– Kyle posee una habilidad increíble —admitió Max y luego apuntó a sus amigos—, nosotros

le ofrecimos la oportunidad de venir con nosotros y de esa manera poder tener un cuerpo

humano otra vez.

Baiel siguió descendiendo hasta quedar a unos centímetros del suelo.

– Yo acepté unirme a ellos, para luego venir por ti —continuó diciendo Kyle— tú siempre

has deseado volver a tener un cuerpo normal —efectuó una pausa para señalar a Max y a

los demás detrás de él— y es posible Baiel, es posible volver a tener un cuerpo humano.

Baiel cerró las alas como un pájaro manso y sin decir nada se lanzó sobre Kyle rodeándolo en

un fuerte abrazo, un abrazo de amigos. Él también lo abrazó, hace mucho que no lo hacía y, además,

los fantasmas también poseían sentimientos.

– Quiero que vengas con nosotros —le susurró al oído.

Baiel se alejó lo suficiente para darle un leve golpe en el costado.

– Sigues siendo el mismo neutro.

Ambos se rieron y chocaron los puños a como acostumbraban desde hace mucho tiempo.

A sus espaldas, alguien se aclaró la garganta y si, era Lina Cooper que estaba con las manos

sobre la cintura y los oscuros ojos llenos de un matiz de acidez.

– ¿Y qué? —espetó con voz fría— ¿Vendrás o no vendrás con nosotros?

Baiel intercambió una mirada con su amigo como diciéndole: "¿Quién es esta tediosa pero

hermosa chica?"

– Claro que iré —replicó con una sonrisa de oreja a oreja—, no puedo permitir que éste

neutro ande sólo por la ciudad sin su ángel guardián.

Las risas de los demás hicieron eco en el polvoriento sótano ante el comentario hilarante de

Baiel, excepto Lina que estaba más tiesa que la estatua del ángel.

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– Ya no soy neutro —contradijo Kyle y cerrando los ojos dejó que la entidad inerte lo

atrapara de nuevo.

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6

DESNUDO

– ¿Hablas en serio vampiro? —preguntó Baiel por tercera ocasión después que Max y Cedric

le explicaran la forma de poseer una entidad—. Sólo debo seleccionar una fotografía y nada

más.

Max, que estaba al lado de la ventana cuyas cortinas habían adquirido una tonalidad

macilenta por la luz de la habitación y las penumbras del bosque oscuro, dio unos pasos ágiles

colocando el Libro Ente sobre la cama donde dormiría Baiel.

– Así es, el Libro Ente es el que nos permite tener un cuerpo de carne y hueso otra vez.

– Tienes que saber elegir bien tu entidad —añadió Cedric de pie cerca de la puerta—, después

no podrás cambiarla. Sólo se puede poseer una.

Baiel asintió y flotó hasta llegar al borde de la cama, sus manos trataron de tomar el libro,

pero como era de esperar los fantasmas errantes no podían tener contacto físico y sus dedos

intangibles lo atravesaron como si fuera una nube de humo.

– Te dejaremos solo para que puedas hacer tu elección tranquilamente —manifestó Max

dirigiéndose a la salida.

Cedric hizo lo mismo, cuando estaba en el umbral de la puerta giró el rostro y añadió:

– Te esperamos abajo.

– Quédate —le dijo a Kyle cuando éste hizo ademán de salir—, quiero que estés conmigo y

me ayudes a elegir.

Kyle asintió y cerró lo puerta.

– Creí que eras autosuficiente.

Baiel bajó la vista contemplando el Libro Ente con ansiedad.

– Todos necesitamos de todos —murmuró–. A demás no puedo tocar libro.

Kyle se dejó caer en la cama cogiendo el libro rústico, las letras en la portada tenían la

apariencia de viejas cicatrices, al abrirlo reparó algunas imágenes, cada fotografía tenía un rostro

diferente, una entidad diferente.

– ¿Tú cómo lo hiciste? —preguntó su amigo sentándose a su lado, sus alas transparentes

estaban tan adheridas a su piel que pasaban por desapercibidas —¿Cómo supiste cuál

entidad elegir?

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Kyle localizó su entidad, una fotografía de un chico con ojos verdes y el nombre Kyle Foster

escrito en la parte inferior.

– Max me dijo que algunas veces las entidades nos elegían y aunque no sé cómo pasó... eso

fue lo que sucedió conmigo.

Baiel frunció el ceño sin comprender, pero Kyle no lo juzgaba, pues lo que había ocurrido

con él cuando escogió su entidad había sido algo que perfectamente encajaba en el término

paranormal.

– Muéstrame algunas —solicitó.

Sin usar la telequinesis hizo pasar las páginas observando cada entidad, rostros de hombres y

mujeres, rostros de jóvenes y adultos. Baiel, bromeaba diciendo que deseaba elegir una que lo

hiciera verse guapo como de costumbre o que si era posible que un fantasma de sexo masculino

pudiera poseer una entidad femenina; Kyle, sin embargo, deseaba que una de las fotos se

desprendiera del Libro Ente como había sucedido con él, pero no, las fotografías continuaban fijas

como las estrellas en el cielo negro.

Después de una media hora, Baiel decidió que lo mejor era elegir unas cuantas fotografías y

como el milagro que Kyle había estado esperando no había sido posible estuvo de acuerdo.

De todas las entidades del Libro Ente seleccionaron cinco, una de las fotografías era la de un

chico caucásico con el pelo largo, otra era el de uno con rasgos asiáticos, en la tercera estaba un

chico de ojos azules y cabello blanco platinado con un mechón cayendo al lado derecho del rostro,

en la otra había un tipo con la cabeza rapada y en la última un pelirrojo de rostro redondo.

– ¿Cuál crees que debo elegir? —preguntó Baiel analizando detenidamente cada entidad.

Kyle, que era el único que podía tocarlas las acomodó en línea recta como si fueran piezas de

dominó y luego de observar entre ellas y su mejor amigo, tomó la fotografía del chico con el pelo

largo y rasgos caucásicos.

– Supongo que deberías elegir una que se parezca a ti.

Baiel también miró la foto, el tipo que estaba en ella compartía algunas características con él,

a excepción que su cabello era castaño y el de la imagen lo tenía negro como las noches de Spook

City.

– Pretendo empezar de cero, escribir una nueva historia y eso significa que ya no debo

parecerme a mí mismo.

Kyle, que había decidido seguirse pareciendo al antiguo Kyle Foster devolvió la foto al Libro

Ente respetando la opinión de su amigo.

– Tienes razón —afirmó.

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Baiel asintió agradecido y siguió examinando el resto de entidades detenidamente buscando

su nuevo cuerpo, su nueva vida.

– Esta —dijo al fin señalando la fotografía del chico pelo blanco y ojos azules.

– ¿Estás seguro? —preguntó Kyle recordando lo que Cedric había dicho sobre que sólo era

posible elegir una entidad.

– Estoy seguro —afirmó él con una jovial sonrisa—. Es guapo al igual que yo, las chicas se

morirán por mí. Ya lo verás.

– Sí, se morirán de susto —se burló Kyle girando los ojos.

– Eres un envidioso —replicó poniéndose de pie. Kyle también lo hizo dejando la fotografía

en el borde de la cama— ¿Ahora qué sigue?

Su amigo se cruzó de brazos con rostro pensativo.

– Concentración.

– ¿Concentración? —exclamó él con cara de pocos amigos— ¿Sólo eso?

– Es lo que Max dice siempre —respondió alzando los hombros.

– Como si fuera mucho —balbuceó con voz aburrida, luego extendió las alas observándolas

con un deje de nostalgia— ¿Crees que las conservaré después de poseer la entidad?

– Creo que sí, yo aún tengo mi habilidad —respondió Kyle mostrándole las manos.

– Ojalá, tu sabes la importancia que tienen para mí.

Kyle se levantó de la cama y flotó hasta la puerta apoyándose sobre ella, su amigo lo miró a

los ojos con la esperanza de que dijera cuál era el siguiente paso a seguir.

– Concentración —repitió Kyle cruzado de brazos.

Baiel resopló como si no encontrara sentido en el lema de Max Cooper, dio un profundo

suspiro y fijó la mirada en la fotografía que estaba quieta sobre la cama, había una leve contracción

en sus músculos, las manos cerradas en puños y sus alas se extendieron como si fuera a volar.

Desde su posición, Kyle logró apreciar un leve parpadeo en el aura translúcida que rodeaba a

su amigo, en ese instante, Baiel cerró los ojos con una sonrisa dibujada en el rostro y luego todo se

volvió rápido y mágico.

El cuerpo etéreo de Baiel Mawson se convirtió en una nube dando violentos giros como si

fuera un torbellino, la entidad en la cama emitió unas perceptibles vibraciones absorbiendo el

cuerpo del muchacho, éste giró precipitadamente con las alas aún extendidas, los giros eran tan

bruscos que le provocaron vértigo y al final se fundió con ímpetu en la fotografía, como si él fuera

una flecha y la entidad una diana.

El fantasma se evaporó y la entidad cobró vida.

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El nuevo Baiel Mawson dio un profundo respiro como si acabara de nacer inclinado en el

borde de la cama, su cabello blanco como el color de las perlas caía sobre su rostro como una

cortina platinada cubriéndole los ojos que eran azules, cuando la respiración se normalizó se irguió

colocando la mano derecha sobre el pecho donde latía su corazón.

– ¡Ah, qué bien se siente sentir el latido del corazón otra vez! —exclamó, su voz seguía

siendo la misma.

Kyle, no dijo nada, sólo se quedó quieto observando al nuevo Baiel Mawson, pues el Baiel

que estaba completamente desnudo frente a él era muy diferente al Baiel con el que había convivido

por varios años en el teatro abandonado; su cuerpo ahora era más recio y cincelado, pero no tanto

como el de Cedric, su cabello resplandecía como si fueran diminutas hebras de platino y sus ojos

eran azules como un cielo despejado adornados por unas pobladas cejas negras, pero lo que lo hacía

verse diferente no eran especialmente esas características, eran sus alas... el nuevo Baiel Mawson no

tenía alas.

– ¿Qué pasó neutro? —inquirió al ver la perplejidad en la cara de su amigo— ¿Te perturbe

verme desnudo? —añadió con una burlesca sonrisa echándole un vistazo a sus partes.

– No es eso —respondió sacudiendo la cabeza para luego señalar en su dirección—. Tus alas

Baiel, no veo tus alas.

Ahora la perplejidad se había apoderado del rostro de Baiel Mawson, giró el rostro al mismo

tiempo en que sus manos tocaban los omóplatos.

– ¡No puede ser! —se quejó dejándose caer sobre la cama con los hombros hundidos—.

Pensé que iba a conservarlas.

Kyle colocó una mano sobre su hombro con la intención de confortarlo.

– Yo también pensé eso mismo, pero...

– ¿Será que no voy a tener ninguna habilidad como todos ustedes?

– No, no lo creo —respondió Kyle tomando la ropa que Cedric había traído—. Vístete,

iremos a consultarle a Max, él alberga todas las respuestas.

– Al menos sigo siendo igual de atractivo —replicó tratando de ser optimista.

– Sigues siendo un egocentrista.

Baiel se sonrió mientras se encajaba el pantalón, al inclinarse para alcanzar los zapatos unas

líneas oscuras trazadas sobre su blanca piel llamaron la atención de Kyle.

Las líneas eran negras y le daban forma a dos grandes alas que nacían desde los omóplatos y

terminaban justo en el borde de la cintura.

– ¡Espera! —ordenó antes de que se pusiera la camiseta roja.

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– ¿Qué sucedió? —quiso saber Baiel poniéndose de pie.

– Ponte de espalda —ordenó Kyle.

El entrecejo de Baiel se contrajo en una V exacta, pero se dio la vuelta sin protestar.

– ¿Desde cuándo eres un pervertido sexual?

– No seas mal pensado —amonestó dándole una suave palmada en la espalda—. Es tu

espalda, está cubierta de tatuajes.

– ¿Tatuajes? —interpeló mirando su espalda en el espejo frente a su cama— tienen la forma

de... alas —agregó trazando las líneas negras con la yema de los dedos.

– Sí, es el tatuaje de tus alas.

– Lo que no entiendo —masculló Baiel con la atención aún en sus alas negras—, es por qué

sólo tengo un tatuaje con la forma de las alas.

Kyle se acercó a su amigo extendiendo los brazos, dio un rápido suspiro obligando a que las

líneas negras aparecieran en su piel rodeándolo como serpientes.

– Yo también tengo tatuajes.

Baiel, que estaba boquiabierto abrió los ojos como platos, el azul de sus ojos era como un

inmenso mar.

– ¿Cómo... lo hiciste?

– Dominio propio —respondió Kyle—. Max dice que simbolizan la telequinesis.

– ¿Telequinesis?

– Así es como le llaman al truco que puedo hacer con mis manos —respondió Kyle

meneando los dedos de las manos—. Y el hecho de que tu tengas tatuajes quiere decir que

aún conservas tu habilidad para volar.

Una chispa de esperanza inundó los ojos de Baiel.

– Eso sería magnífico.

– Eso significa que no quiero que te lances de las alturas para comprobarlo.

– No soy un suicida —replicó él con una sonrisa irónica.

– ¿Por qué crees que lo digo?

– Por neutro —contestó él, luego sus manos acariciaron su abdomen—. Siento que el

estómago me gruñe como un felino.

– A eso se le llama hambre —respondió Kyle sintiendo también un leve vacío en su

estómago— ¿Lo olvidaste?

La sonrisa en los labios de Baiel se amplió.

– Tengo hambre.

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Kyle asintió y le dio otra palmada en el hombro.

– Es hambre —hizo una pausa para darle un rápido vistazo al reloj— y es la hora exacta para

cenar.

Cuando llegaron al comedor, todos se encontraban ya reunidos alrededor de la mesa vestidos

con las mismas ropas oscuras, Max ocupaba la cabecera hablando por teléfono, Lina le ayudaba a

servir la comida a Bri y Cedric fue el primero en verlos llegar, el asombro llenó su rostro pues no

era común ver cómo alguien que acababas de conocer cambiaba de apariencia tan pronto.

– Los estábamos esperando —dijo acercándose a ellos—, veo que supiste hacer una buena

elección —añadió estrechando la mano con Baiel.

Baiel sostuvo un momento la mano del translúcido, hace más de nueve décadas que no había

tenido contacto físico con nadie y el volverlo hacer era una sensación buena y extraña a la vez.

– Eres bienvenido Baiel —intervino Bri mientras le servía la cena a Max Cooper, a su lado,

Lina lo reparaba de pie a cabeza.

– Gracias... —respondió él, sus ojos exploraban cada esquina de la cocina y Kyle se preguntó

si al igual que él su amigo también comparaba la pulcritud de la casa con el abandonado

teatro—. Es... extraño —agregó encogiéndose de hombros—, he vivido muchos años como

un fantasma en pena y ahora vuelvo a tener un cuerpo, algo que parecía imposible.

– Con el tiempo te acostumbrarás —dijo Max—, todos nosotros lo hemos hecho.

– Sí, tenemos mucho tiempo —añadió Cedric, luego apuntó la camiseta—, te queda bien el

rojo.

– Gracias por prestármela —una sonrisa se formó en la comisura de sus labios—, ya tengo

suficiente con la impresión de Kyle al verme desnudo como para impactarlos también a

ustedes.

El buen humor de Baiel hizo que todos alrededor de la mesa se rieran, excepto Lina, su única

motivación en ese momento era la comida.

– Tomen asiento —dijo Bri colocando dos platos más sobre la mesa—, a partir de ahora éstos

serán sus lugares.

El olor de la comida hizo que el estómago vacío de Baiel gruñera con más intensidad y sin

esperar en discutir con su amigo sobre que silla tomar, se dejó caer en la que estaba al lado de Lina.

"Una mala elección —pensó Kyle al ver como Lina fruncía el ceño."

La comida sabía muy bien, era una mezcla de arroz con pollo y champiñones, pero no iba a

ser el objetivo de la conversación como lo había sido la ensalada judía del desayuno, pues todos se

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habían percatado de que Baiel comía en silencio y meditabundo, Bri, parecía incómoda, pensaba

que tal vez su arte culinario había fracasado.

– ¿Todo bien? —preguntó Max dejando los cubiertos a un lado y mirando entre Kyle, que

estaba sentado a su lado y Baiel.

– Sí, todo está bien —respondió Baiel, aunque el tono en su voz lo delataba—. Son mis alas...

no las tengo y creí... creí que eran mi habilidad.

– ¿En serio? —exclamó Bri.

Baiel asintió apesarado.

– Sólo me aparecieron unos tatuajes sobre la espalda.

– ¿Qué son? —quiso saber Cedric compartiendo una mirada con el líder de su tribu.

– Tienen la forma de alas.

– Por lo general —intervino Max— los tatuajes, que son un símbolo, aparecen por primera

vez al usar la habilidad después de poseer una entidad.

Kyle miró sus brazos recordando el leve ardor que sintió como si alguien le hubiera hecho

cortes con un bisturí en la piel cuando aparecieron las líneas negras.

– Eso fue lo que pasó conmigo —dijo.

– El hecho de que a mí me hayan aparecido antes ¿Significa algo?

Max apoyó el mentón sobre una de sus pálidas manos como si así fuera capaz de evocar

respuestas.

– No pretendo adelantarme a los hechos, pero creo que aún conservas tu habilidad para volar,

aunque ya no tengas unas alas físicas.

Baiel terminó lo que quedaba en su plato por un impulso de ansiedad, esperanza y hambre.

– Espero que no sólo sea una suposición.

– Tendremos que confirmarlo —sugirió Cedric.

– Sí, pero con cuidado.

– Eso mismo le advertí —comentó Kyle reprendiéndolo con la mirada—, no quiero verlo

lanzándose de las alturas.

– Kyle tiene razón —añadió Bri—. Sin riesgos.

Baiel asintió con un poco de aburrimiento, pues él nunca se daba por vencido y le gustaban

los riesgos.

– ¿Y tú? —preguntó a Lina cambiando totalmente de tema— ¿Por qué tan callada?

Lina Cooper, que estaba mirando su lindo y frío reflejo en el cubierto que sostenía en su

mano y que refulgía como espejo y diamante lo miró de reojo.

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– No hay nada interesante de qué hablar.

Baiel apartó el mechón platinado que caía con rebeldía cubriendo unos de sus ojos.

– ¿Qué tal si hablamos de ti?

La cuchara cayó de los dedos de Lina como un áspero granizo.

– Mejor me voy a dormir, no le sentiré gusto a la comida.

Levantándose de la mesa y sin decir ni mirar a nadie se dio la vuelta con tanta rapidez que su

cabello negro parecían alas dispuestas a volar.

Baiel arqueó las cejas mientras veía como Lina cruzaba la puerta.

– ¿Dije algo malo?

– Ella es complicada —respondió Bri—, tiene un carácter especial.

– Eso veo —replicó observado aún por donde ella había desaparecido.

H

– Lina es guapa y... odiosa —dijo Baiel cerrando la puerta del cuarto de paredes

blanquecinas que ahora era su habitación.

– Nunca creí que esas dos características podrían combinar en una persona —replicó Kyle—

a mí me detesta y no sé por qué.

Baiel se acercó al espejo cerca del closet para contemplar su nueva imagen humana.

– A ti todas las chicas te detestan.

– No todas —contestó sentándose en el borde de la cama—, pero no puedo negar que es linda.

– ¿Te gusta Lina? –inquirió mirándolo a través del espejo.

Los recuerdos de aquella madrugada cuando conoció a Lina por primera vez vinieron a su

mente, ella lucía estrambótica como las noches en Spook City y el vestido negro reluciente que

llevaba le sumaba más belleza, pero luego recordó también los cuchillos de hielo y las pelotas de

nieve mortíferas y eso la convertían en una mujer bella y peligrosa.

– No, nunca me gustaría una chica que fuera capaz de congelarme las bolas.

El brillo azul en los ojos de Baiel decayó.

– ¿Congelar?

Kyle reprimió una sonrisa al ver el cambio de ánimo de su mejor amigo.

– Sí, esa es la habilidad de Lina. Criogénesis. Congelar.

– Increíble —musitó cepillándose el cabello—, me gustan los riesgos y eso hace a Lina más

interesante. Una princesa de hielo.

– ¿No es que no eras un suicida?

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– Me gustan las chicas difíciles —admitió, luego frunció el entrecejo–, pero alguien como

ella debe tener más que un pretendiente. Es hermosa.

– Por su carácter lo dudo.

– A veces sólo es una fachada –dijo quitándose la camisa para ver el tatuaje de las alas negras

que abarcaban gran parte de su espalda–. Alguien como ella no pondría su mirada en un

chico sin habilidades.

– Eres un poltergeist y Max dijo…

– Sé lo que dijo –intervino sin apartar la mirada del espejo–, pero tú sabes que las alas para

mí no son sólo una habilidad, las alas me atan a las memorias de mi madre, a su amor y sus

sueños. Sin alas me siento incompleto y… desnudo.

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LA CASA DE LOS FANTASMAS

– ¿Barachiel? —preguntó Bri alzando las cejas al oír el verdadero nombre de Baiel— ¿Ese es

tu nombre?

Baiel asintió mientras seguía observando la ropa que había comprado, pues Max y Cedric

habían insistido en llevarlos de compras y a pesar de que era domingo, algunas tiendas mantenían

las puertas abiertas.

El único problema para Kyle y su amigo era que no tenían dinero, hasta donde sabía, los

fantasmas no poseían un capital, pero al parecer se equivocaba, Max Cooper y los translúcido si

tenían dinero, bastante dinero.

– Prefiero que me digan sólo Baiel.

Ella escribió los nombres completos en una hoja de papel antes de ser arrastrada de la mano

por Lina, las dos iban a ocuparse de hacerles los nuevos documentos de identidad ya que iban a

ingresar al Instituto donde ellos estudiaban.

Cedric planteó la idea de que Baiel se hiciera pasar por primo de Bri y Kyle fingiera ser

primo de Max y Lina, así tendrían que responder si alguien les preguntaba sobre la relación que

tenían y aunque todos habían estado de acuerdo a Lina no le gustaba mucho la idea de que Kyle

fuera su primo, aunque sólo fuera una simulación.

A parte de la vestimenta común, Max les había indicado que compraran ropa oscura, pues ese

tipo de ropas eran las que usaban en las noches cuando perseguían a los mitológicos y a algunos

errantes rebeldes, aunque los errantes eran poco comunes.

Kyle lo sabía, desde que había llegado a Spook City nunca había conocido más errantes a

parte de su amigo y de Dan.

– Ahora si pareces un translúcido —dijo Cedric cuando Kyle salió del vestidor con el último

conjunto de ropa que había elegido.

Kyle se miró en el espejo, vestía completamente de negro y aunque la camiseta tenía unas

figuras geométricas en tonos blancos la chaqueta de cuero negro los ocultaba, a través del cristal

miró a Baiel, a Cedric y a Max que también vestían ropas oscuras.

El negro era el color de los poltergeists. Baiel y él, ahora lo eran.

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H

Cuando el sonido ensordecedor de la alarma invadió la habitación, Kyle ya había salido del

baño, era lunes y al fin se iban a mezclar con el resto de personas ingresando al Spook High School,

no como fantasmas si no como humanos.

Baiel se despertó de inmediato cubriéndose los oídos con la almohada, el pelo platinado lo

tenía alborotado y los ojos eran como ver un horizonte donde el cielo azul y el mar celeste se unen

en una mañana despejada.

– ¿A caso padeces de vampirismo como Max? —se quejó dando bostezos para después

apagar la bulliciosa alarma del reloj que estaba sobre la mesa de noche—. Detesto los

sonidos como esos.

Kyle se detuvo frente al espejo mientras secaba su cabello castaño con una toalla.

– Es lunes —dijo— ¿Perdiste la memoria?

Su amigo hizo las sábanas a un lado sentándose en el borde de la cama.

– Por eso odio las escuelas, siempre nos obligan a levantarnos temprano.

– Somos humanos ahora —le recordó Kyle— a demás quiero ir al Instituto.

– Eso es típico de los neutros.

– No soy más un neutro —replicó sentándose en la cama—, es por Lowell, quiero estar cerca

de mi hermano.

Baiel le dedicó una mirada confortante dejando a un lado su buen sentido del humor.

– ¿Crees que a pesar de tener otra apariencia él pueda sentirte?

Kyle miró sus manos, esas manos y el cuerpo que hace unos instantes había visto en el espejo

eran su nuevo aspecto.

– Quizá —respondió—, sigo siendo yo mismo, aunque este atrapado en un cuerpo extraño.

Baiel le lanzó una almohada dándole en el pecho.

– Un cuerpo que no es tan bueno como el mío —sonrió mostrando una blanca dentadura y

alzando el brazo derecho para presumir sus bíceps muy bien desarrollados.

Kyle también levantó la mano, pero no para mostrar sus músculos, más bien cerró el puño

dando un leve empujón, las corrientes invisibles salieron de su mano dándole un golpe invisible en

el pecho a su amigo lo suficientemente fuerte para hacerlo caer de nuevo a la cama.

– Yo también soy fuerte —ahora era él el que se reía.

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– A eso se le llama trampa —alegó Baiel, luego de quitarse la camiseta se levantó de un

salto—. Mejor me voy a bañar.

– Creo que es una buena idea —reconoció Kyle—. Llevas unas cuantas décadas sin bañarte y

apestas a muerto —añadió cubriéndose la nariz, pero sin ocultar la sonrisa.

Baiel se dio la vuelta sacándole el dedo medio de la mano.

– Prefiero ser un muerto sexy que ser un muerto neutro —replicó con una mirada divertida

para luego entrar al baño con el tatuaje de sus alas que parecían revolotear en su espalda.

H

El Spook High School se encontraba a las afueras de la ciudad, un moderno edificio de dos

plantas con atractivas paredes de ladrillo amarillento que casi era engullido por un extenso bosque

verde poblado de pinos en su mayoría.

El cielo de Spook City no estaba gris como otros días, parecía ser uno de esos días extraños

donde el sol mostraba su rostro dejando escapar destellos dorados y el cielo azul exponía sus

colores azules, celestes y el blanco de las nubes.

Al bajar del auto de Max, los rayos del sol abrazaron la piel de Kyle, Baiel bajó después y lo

primero que hizo fue levantar el rostro disfrutando del placer de sentirse vivo y humano.

– Si sigues así te harás chicharrón —espetó Lina al bajar del jeep descapotado, Cedric y Bri

venían con ella.

– Le doy a este día un poco de mi belleza —bromeó él extendiendo los brazos.

– Tu belleza es sinónimo de contaminación —replicó ella cruzada de brazos.

Kyle, que no pretendía seguirle la corriente a la fría Lina Cooper decidió explorar el

estacionamiento que estaba atestado de coches, motocicletas, bicicletas y tres viejos autobuses

escolares de color amarillo. Los estudiantes iban y venían en todas las direcciones, pero su hermano

no se veía en ningún lado.

Un llamativo rótulo blanco con letras rojas colgado al frente del edificio llamó su atención

dándole la bienvenida:

BIENVENIDOS A SPOOK HIGH SCHOOL

Y más abajo con letras pequeñas decía:

"La Casa de los Fantasmas."

– ¿Es... en serio? —preguntó apuntando el letrero.

Baiel dejó la pelea con Lina y clavó la mirada en el rótulo que su amigo señalaba.

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– ¿La casa de Los fantasmas? —exclamó desviando la mirada al edificio y luego a sus

compañeros— ¿Esta es una escuela especial para fantasmas con habilidades paranormales?

La pregunta de Baiel hizo que todos sonrieran, aunque para Lina no era un comentario

divertido si no estúpido.

– Claro que no —aclaró Cedric—. Es una escuela normal donde estudian personas normales

—hizo una pausa encogiéndose de hombros— y fantasmas como nosotros con cuerpos

humanos.

– ¿Entonces asustan? —inquirió.

Esta vez fue Bri la que respondió:

– El equipo de fútbol americano del Instituto se llama Los Fantasmas, esa es la razón del

título “La casa de Los Fantasmas” –aclaró Bri dibujando un par de comillas en el aire con

los dedos.

La aclaración de Bri pareció controlar las preguntas impulsivas de Baiel.

– Después dicen que las casualidades no existen —masculló para después ir detrás de Bri y

Cedric que ya se encaminaban a la entrada principal.

En el interior del Instituto, los pasillos se extendían en diferentes direcciones como si fuera

un laberinto repleto de estudiantes y maestros.

– Nosotros somos los únicos... —Kyle hizo una pausa para ver a los lados, cuando comprobó

que todos los estudiantes estaban perdidos en otras conversaciones, continuó—: ¿Somos los

únicos poltergeists que estudiamos aquí?

– El mundo poltergeist está compuesto por cinco tribus, todas dispersas en cada ciudad del

país —explicó Max a su lado con voz baja pero lo suficiente alta para que Baiel y él

escucharan—, aunque soy el líder de los translúcidos de Spook City no los conozco a todos,

sólo a los líderes, pero supongo que nosotros no somos los únicos fantasmas que decidimos

estudiar.

– ¿Hay tribus en todo el país? —preguntó Baiel.

– En todo el mundo —dijo Cedric a su lado— no me sorprendería que algunos invisibles

estuvieran aquí en el Spook High School.

– ¿Invisibles? —preguntó de nuevo con el ceño fruncido— ¿Te refieres a los estudiantes poco

privilegiados que son humillados por los tipos populares condenándolos a una vida anónima?

– ¿Eres estúpido o te haces? —bufó Lina que era la única que vestía de negro.

Baiel alzó los hombros al mismo tiempo en que le cerraba un ojo.

– Soy un estúpido irresistible.

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Bri, tomó la mano de Lina, pues parecía que iba a convertir allí mismo a Baiel en una estatua

de hielo.

– Los invisibles son una tribu más del mundo poltergeist.

– ¿Y los invisibles son invisibles? —preguntó a propósito mirando de reojo a Lina para

fastidiarla.

– No, ellos poseen entidades igual que nosotros —respondió Cedric.

H

– Hemos llegado —anunció Max señalando la puerta de la Dirección— ¿Todos los papeles

están en orden?

Lina le entregó a Bri una capeta amarilla donde estaban los documentos falsos de Kyle y

Baiel.

– Sí, todo está en orden —afirmó ella.

Max señaló a Lina y a Cedric con una leve inclinación de cabeza.

– Ustedes adelántense, Bri y yo acompañaremos a Kyle y a Baiel a la oficina del director

Harrison.

Por primera vez en el día, Lina graznó una sonrisa.

– Ni yo que pretendía seguir con ellos —espetó antes de perderse en la multitud de

estudiantes.

– Nos vemos en Literatura, cariño —musitó Cedric dándole un beso en los labios a su novia

para luego unirse a todos los que cruzaban por el pasillo.

Max se detuvo frente a la puerta que estaba entreabierta dispuesto a tocarla con los pálidos

nudillos, pero antes de hacerlo miró a los demás por encima del hombro.

– Recuerden lo que hablamos —dijo a Kyle y a Baiel— ustedes son nuestros parientes

originarios de Maaraw, estudiaron en una escuela privada y decidieron venir a pasar una

temporada con nosotros en Spook City.

Los dos chicos asintieron.

– Me lo sé de memoria como nuestro himno nacional —admitió Baiel.

El celular de Max comenzó a sonarle dentro del bolsillo del pantalón como un pájaro

enjaulado.

– Es... mi novia —dijo al ver el nombre en la pantalla parpadeante, Kyle percibió un brillo en

los oscuros ojos de Max— ¿Podrías encargarte tu sola? —preguntó a Bri, luego volvió la

atención al celular—. De seguro necesita ayuda con alguna tarea.

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– Ve tranquilo —respondió ella—, yo me encargo.

Max asintió y luego se dirigió al pasillo dándole una palmada en los hombros a Kyle y a

Baiel al pasar.

– Nos veremos en clases.

La oficina del director Harrison era la típica habitación de cualquier otra dirección, espaciosa

y bien iluminada, libros colocados ordenadamente en algunos estantes y otros sobre el escritorio de

madera, también había lapiceros de varios colores en un frasco de cristal y una esfera que brillaba

como la bola de luces de la discoteca Paranormal.

En una de las esquinas había un mural con las efemérides del mes, un mapa de la ciudad y un

casillero color pajizo con un letrero que decía: Archivo Estudiantil.

Sentado, al otro lado del escritorio sobre una silla rodante y tecleando en una descomunal

computadora se encontraba el director Harrison, un hombre no muy mayor de cuarenta años y muy

bien vestido.

– Señorita Brianna Owens —dijo con una voz melódica como si acabara de desayunar miel

con pan. Kyle y Baiel intercambiaron una mirada, ya que ninguno de los dos conocía el

nombre de pila de Bri—. Por favor pase adelante —hizo una pausa para acomodarse bien

los lentes examinando de pie a cabeza a los dos extraños— veo que viene bien acompañada.

Bri le dedicó una dulce sonrisa como si ella también tuviera el reflejo anestésico de Cedric.

– La puerta estaba abierta y...

– Tranquila señorita —intervino él alzando la mano y luego señaló las sillas metálicas frente

al escritorio—, usted siempre es bienvenida a mi oficina, tomen asiento.

Bri volvió a sonreír, Kyle echó una mirada a una planta verde que estaba en una de las

esquinas de la oficina y dudó que el director Harrison la tratara con tanta amabilidad si supiera

cómo ella manipulaba a su antojo las plantas, dejando a un lado la imaginación, tomó asiento al

lado de sus amigos sin evitar sentirse atosigado por la forma en que el director los examinaba como

si fueran ratas de laboratorio. Parecía amable pero también evaluador.

– ¿Quiénes son estos dos jovencitos? —preguntó a Bri, pero sin quitar los ojos de ellos—.

Nunca los he visto en el Spook High School.

Bri se aclaró la garganta.

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– Ellos no estudian aquí, director Harrison. —Ella no titubeaba, luego colocó una mano sobre

el hombro de Baiel con tanta familiaridad—. Él es mi primo, se llama Barachiel Mawson y

él es Kyle, primo de Max y Lina.

Los evaluadores ojos del director se encontraron con los ojos verdes de Kyle, éste sin saber

cómo reaccionar le dedicó una sonrisa.

– Ambos quieren ingresar al Spook High School —agregó por último Bri.

– ¿De dónde son? —quiso saber con los ojos entrecerrados.

Kyle y Baiel compartieron una rápida mirada.

– Somos de Maaraw —contestaron al unísono.

Él colocó los codos sobre el escritorio haciendo descansar el mentón sobre sus manos.

– Maaraw —musitó—, vienen de lejos jóvenes ¿Qué los trajo a Spook City?

Kyle sin saber que responder fijó los ojos en el techo esperando que se le ocurriera algo que

decir, pero la intimidante mirada del director Harrison hizo que su mente se pusiera en blanco como

el impecable techo.

Baiel fue el primero en responder, ya que por su habilidad para las bromas y el sarcasmo era

más rápido con las palabras.

– La familia —contestó—, esa es la razón por la que estamos en esta ciudad. Nuestros padres

pensaron que era bueno venir a pasar un tiempo con nuestros primos.

En cierta manera, Baiel tenía razón, el motivo principal por el que Kyle se había trasladado a

vivir a Spook City e ingresar al Instituto era por su hermano Lowell Foster.

El director pareció meditar un momento mientras se acomodaba la corbata, después de unos

minutos incómodos dio un suspiro, al parecer la respuesta de Baiel era convincente.

– Y decidimos continuar nuestros estudios aquí —agregó Kyle olvidándose del techo.

El director asintió observándolo por encima de los lentes.

– ¿Sus papeles? —inquirió.

Bri le entregó la carpeta amarilla sin dejar de sonreír.

– Así que estudiaron en una escuela privada en Maaraw —comentó mirando los papeles con

atención.

– Si, Señor Harrison —afirmaron los dos.

– Excelentes calificaciones —expresó colocando las hojas escolares sobre el escritorio para

observarlas detenidamente.

Kyle apretó con fuerzas su agarre en la silla rogando que el director Harrison no descubriera

que los documentos eran una falsedad, pero al parecer Bri y Lina habían hecho un excelente trabajo

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porque pasados unos minutos que parecieron una eternidad se puso de pie dejando los horribles

lentes sobre el escritorio con la mano derecha extendida hacia ellos.

– Bienvenidos al Spook High School —dijo estrechando la mano con ellos dos y con una

nota de orgullo, agregó—: La Casa de los Fantasmas.

– ¡Gracias! —respondieron los dos sonrientes como Bri Owens.

El director Harrison les devolvió la sonrisa para luego colocarse los lentes otra vez,

echándole un vistazo al reloj que envolvía su muñeca izquierda y recuperando su compostura

formal, dijo:

– Ya es tarde, aquí todo mundo viene a estudiar y no a perder el tiempo y eso incluye a los

recién ingresados como ustedes —añadió lanzándoles una mirada de advertencia por

encima de los lentes—. Así que a estudiar.

De vuelta en el pasillo, todo parecía estar quieto y en silencio, los estudiantes ya no

transitaban y lo único que se percibía eran los susurros provenientes de las aulas de clase.

– Estarán en la misma sección que sus primos —dijo el director caminando a unos pocos

pasos delante de ellos—, así no se sentirán como un humano extraviado en un planeta sin

vida.

El comentario del director Harrison hizo que Baiel dejara escapar una risita burlesca.

– ¿Estará chiflado o qué? —preguntó a Bri en silencio.

Ella negó con la cabeza, aunque también sonreía.

– No lo creo —respondió Kyle sin despegar la vista del director—, él parece generoso, pero

también evaluador.

– Así es él, un poco dramático —opinó Bri.

El director Harrison los condujo al segundo piso donde se ubicaban las aulas de los

estudiantes de grados superiores que estaban próximos a graduarse; los de primer, segundo y tercer

año estudiaban en la planta baja y como según los documentos falsos hechos por Lina y Bri ellos

cursaban cuarto año, les correspondía el segundo piso.

La diferencia entre el primer y segundo piso era exactamente esa, que uno estaba arriba y el

otro abajo, los pasillos, las aulas y los casilleros tenían los mismos aspectos, el techo era blanco, el

piso marrón y las paredes pintadas de un verde claro como si el bosque que lo rodeaba se hubiera

apoderado también del interior.

El director Harrison se detuvo frente a una de las aulas que quedaban a mitad del pasillo, la

puerta era de madera y en la parte superior con letras negras tenía inscrito: Cuarto Año - Sección C.

Él tocó con los nudillos tres veces y después abrió la puerta.

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– Perdón por interrumpir su clase de Literatura, profesor Wagner —hizo una pausa para

indicarles a los que lo acompañaban que entraran—. Yo, traigo dos estudiantes nuevos.

La llegada y el anuncio del director hizo que varios estudiantes curiosos estiraran el cuello

para ver y analizar a los nuevos estudiantes extraños, otros en cambio no se molestaron en mirarlos,

Kyle notó que, de los dos, Baiel era el que más llamaba la atención, pues algunas chicas lo

observaban con admiración y otras le lanzaban miradas pícaras como si estuvieran contemplando a

un Adonis contemporáneo.

Fueron pocas las miradas que se toparon con él, así que se concentró en las únicas personas

que conocía: Cedric en el centro, Lina en una esquina como toda una antisocial y Max en los

pupitres del frente.

Rápidamente, escaneó la habitación buscando el rostro del motivo por el cual había aceptado

unirse a los translúcidos y poseer una entidad. No fue difícil dar con él, sus características: delgado,

pelo castaño ensortijado, rostro fino y ojos verdes lo volvían notable. Lowell Foster estaba sentado

en uno de los pupitres del fondo charlando con disimulo con una chica pelo oscuro.

– Este semestre —dijo el director con voz alta tratando de llamar la atención de todos—,

tendrán dos nuevos compañeros.

Un estremecimiento se apoderó de los brazos de Kyle, no era su tatuaje, no logró apartar la

vista de su hermano menor esperando que levantara los ojos y lo mirara, pero no lo hizo, seguía

sumergido en la conversación con la chica que sonreía y se cubría la boca con las manos para no

hacer ruido.

– El joven Barachiel Mawson —anunció el director señalando a Baiel.

Las miradas de la mayoría de las chicas seguían clavadas en su amigo como si fuera el sol

dorado que ardía en el cielo de Spook City y soltaban suspiro cuando les guiñaba un ojo. Baiel

disfrutaba ser el centro de atención. Mientras tanto él estaba incómodo, se pasó una mano por el

desordenado cabello castaño, fue consciente de unas gotas de sudor que se abrían paso por su

espalda. Miedo, nerviosismo. El director Harrison diría su nombre llamando así la atención de

Lowell.

"¿Sabrá que soy yo? ¿Sólo seré otro Kyle Foster? ¿Una casualidad? —se preguntó

mordiéndose el labio inferior. "

El director Harrison colocó una mano sobre su hombro, en ese momento se sentía como si

fuera un bloque pesado, demasiado pesado.

– Y el joven Kyle Foster —agregó.

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En ese instante, Lowell giró el rostro encontrando la mirada de Kyle, sus ojos eran verdes

como un espeso bosque plagado de sorpresa, estupefacción, curiosidad, melancolía y turbación.

Sin apartar la mirada, tragó grueso al mismo tiempo que tomaba fuertemente el brazo de la

chica que estaba a su lado, ella también lo miró atónita y hasta ese entonces Kyle supo quién era

ella, era su prima, era April Jones.

Lowell y April no fueron los únicos que lo miraron con desconcierto, Max Cooper lo veía

con el ceño fruncido.

– Barachiel Mawson y Kyle Foster son originarios de Maaraw —continuó diciendo el

director, esta vez había obtenido la atención de todos—. Ahora están aquí en Spook City y

por supuesto decidieron terminar sus estudios en este prestigioso Instituto.

En el fondo, Lowell y April se decían cosas al oído sin dejarlo de ver.

– Profesor Wagner, son todos suyos —dijo, antes de salir se dirigió a ellos dos—. Él les dará

sus horarios de clases y no olviden portarse bien.

El profesor Wagner se aclaró la garganta, aparentaba tener unos treinta y cinco años de edad

y vestía muy común con un pantalón gris, una camisa azul de mangas largas y una corbata negra

rodeando su cuello de forma desordenada.

– Bueno chicos —dijo tomando apresuradamente unos papeles de su escritorio, luego de

echarles una mirada se los extendió—. Aquí están sus horarios, sus números de casilleros y

un mapa del Instituto.

Antes de que Kyle y Baiel dieran la vuelta para buscar un pupitre desocupado, el profesor les

indicó que se detuvieran.

– La clase ha llegado a su fin —dijo, después habló a los demás—. Necesito que cada uno de

ustedes escoja un libro para leerlo en las siguientes semanas y eso los incluye a ustedes dos

—agregó señalándolos.

– Más libros —se quejó un estudiante del fondo, un chico pelo negro, ojos marrones y

pómulos prominentes.

– Esta clase es Literatura, joven Wesen y la Literatura implica libros y libros implica leer —

replicó apuntándolo con un lapicero y luego a todos en el salón—. Inviertan su tiempo en

algo productivo, leer es productivo. Ojalá todos aquí fueran como la señorita Scott —

agregó apuntando con un libro a una estudiante que estaba sentada en uno de los costados

del aula.

Ella levantó el rostro, su pelo era castaño y liso cayendo a ambos lados de su cara como una

cascada, una sonrisa se dibujó en su rostro dándole vida a dos hermosos hoyuelos, sus ojos

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encontraron unos segundos la mirada de Kyle, algo dentro de él se agitó al ver aquellos ojos que

eran azules como el mar y celestes como el cielo.

Azul celestes.

El timbre bañó de ruido la habitación rompiendo aquella conexión anunciando que la

asignatura del profesor Wagner había culminado.

Antes de que el ruido ensordecedor terminara, los estudiantes se apresuraron a salir por la

puerta, algunos los observaron con curiosidad y otros como Lowell y April Jones no se movieron de

sus pupitres

Kyle, trató de localizar a la chica Scott, algo dentro de él anhelaba contemplar su mirada

peculiar, pero ella salió precipitada detrás del resto de estudiantes tomada de la mano de una

delgada y simpática chica pelo anaranjado que parecía ser su mejor amiga.

H

– ¡Kyle Foster! —exclamó Max tomándolo del brazo mientras caminaban hacia la cafetería—

¿Cómo es posible que no me hayas dicho tu apellido?

Kyle se encogió de hombros.

– No me lo preguntaste y a mí no se me ocurrió decírtelo.

– Eso quiere decir que Lowell Foster es... tu hermano —intervino Cedric.

– Si, Lowell es mi hermano —afirmó él— ¿Por qué? —preguntó recordando la mirada de

Max hace unos instantes cuando el director Harrison mencionó su nombre.

Max se cruzó de brazos.

– April Jones, su prima es mi novia.

– ¿April es tu novia? —inquirió Kyle mientras entraban a la cafetería.

El líder de los translúcidos asintió.

– Ridículamente resulta que April también es prima tuya —bufó Lina.

Baiel se acercó a ella colocando una mano sobre su hombro y la otra sobre el hombro de Bri.

– Todo queda en familia —recitó.

Bri sonrió, en cambio, Lina Cooper sacudió el hombro apartando la mano de Baiel con

desdén.

La cafetería era un amplio local bordeado por altas ventanas de cristal que permitían tener

una buena vista del paisaje del exterior, después de haber buscado algo que merendar, Kyle y el

resto de la tribu se acomodaron alrededor de una de las mesas redondas frente a las ventanas, a

través de ellas logró divisar a un grupo de estudiantes vestidos con unas chaquetas verdes con

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mangas amarillas reunidos en un semicírculo escuchando con atención a un chico fortachón; ellos

eran los miembros del equipo de fútbol americano del Spook High School, ya que llevaban inscritos

con letras mayúsculas en la parte posterior de sus chaquetas el título: Los Fantasmas.

– Se parece mucho a ti —comentó Bri dándole un sorbo a su Coca Cola y apuntando con el

mentón al sitio donde se encontraba Lowell en compañía de April.

Brianna Owens tenía razón, Lowell y el antiguo Kyle humano compartían muchas

características, ambos tenían el mismo tono verde en los ojos, las mismas facciones y el mismo

color de cabello.

– Si, él apenas tenía doce años cuando morí —sus labios se extendieron en una sonrisa

melancólica—. Resulta que ahora ambos tenemos diecisiete, la misma edad.

Bri y los demás quedaron viendo sus comidas en silencio.

– Necesito hablar con April —dijo Max—. Ella debe tener muchas dudas después de que el

director te presentara en la clase de Literatura.

Baiel dejó a un lado su batido para cruzar los brazos detrás de la cabeza, los rayos de sol que

atravesaban los cristales hacían que su cabeza se asemejara a una montaña cubierta de nieve.

– ¿No le dirás que Kyle es su primo y hermano de Lowell? —preguntó a modo de broma.

Lina dejó caer la manzana que se estaba comiendo, ésta rodó sobre la mesa para continuar su

travesía de giros en el piso llamando la atención de algunos estudiantes.

– ¿A caso le ves cara de estúpido a mi hermano? —espetó.

La actitud fría de Lina no pareció molestar a Baiel, al contrario, él sonría como si acabara de

presenciar la mejor actuación de un circo, luego de ver su contorno para asegurarse que los ojos de

los demás no siguieran puestos sobre ellos y de mirar a Max con interés, susurró:

– Yo le veo cara de vampiro.

A pesar de la tensión en el grupo el sarcasmo de Baiel hizo que dejaran escapar unas

carcajadas dejando por unos segundos las preocupaciones.

– A mí no me corresponde decirles que Kyle es... Kyle —expresó Max—. Eso te corresponde

a ti, tú sabrás cuándo hacerlo —añadió colocando una mano sobre el hombro de Kyle.

Kyle asintió, aunque en realidad no estaba seguro de cuándo revelarle la verdad a su hermano,

tenía la esperanza de que la vida le ofreciera la oportunidad adecuada para hacerlo.

– Ojalá y suceda pronto —gruñó Lina dándole un mordisco a una segunda manzana—. No

soporto la idea de continuar fingiendo ser prima de alguien como... —hizo una pausa

reparando a Kyle de pie a cabeza— como Kyle Foster.

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Baiel le dedicó una amplia sonrisa a su mejor amigo para tratar de salvarlo de las gélidas

palabras de Lina Cooper.

– Eso es porque no estás acostumbrada a estar rodeada de dos sexys fantasmas —ironizó.

Las manos de Lina dejaron caer otra vez la manzana mordida haciéndola rodar como la

anterior, sus manos golpearon con fuerzas la superficie de la mesa, Kyle logró ver algunos copos

cristalinos resplandecer como esmalte.

– ¡Eh! ¡Eh! —exclamó Cedric alzando las manos—. Esta es una cafetería, no un campo de

batalla.

Bri sonrió pasando las delgadas manos por su llamativo cabello rojo amarrado en una cola al

lado.

Lina contrajo la mandíbula fulminando con la mirada a Baiel.

– Si logras rebasar mi paciencia, juro que te congelaré vivo —dijo entre dientes.

La sonrisa de Baiel se extendió dándole un sorbo a su batido de frutas mixtas de una forma

muy provocativa.

– Será un honor morir congelado a manos de una princesa de hielo.

Ella se levantó de un salto colgando el bolso negro sobre su hombro. Molesta y enojada.

– Imbécil —espetó para después salir disparada hacia la salida.

– Sólo socializaba —se quejó.

Todos volvieron a reír.

– Iré... tengo que hablar con April —repuso Max poniéndose de pie.

Kyle dio un profundo respiro y asintió.

Al llegar a la mesa donde se encontraban, saludó con un beso ligero a April y luego estrechó

la mano con Lowell, aunque éste último la retiró de inmediato.

Kyle trató de disimular, pues su hermano no apartaba la mirada de él, pero Max comenzó a

conversar con los dos y Lowell sólo lo miraba de vez en cuando. Quizá Max, le estaba contando la

supuesta historia de que eran primos.

Al fin y al cabo, él no era el único Kyle Foster en el mundo.

Poco a poco la cafetería fue quedando vacía, después de quince minutos Max se levantó y se

acercó a ellos tomado de la mano de April Jones, Lowell también venía con ellos unos pasos atrás.

– April, te presento a mi primo Kyle —dijo Max señalándolo al llegar a la mesa, luego apuntó

a Baiel— y él es Barachiel, primo de Bri. —su mano rodeó la cintura de April—. Chicos,

ella es April Jones, mi novia.

– Mucho gusto —dijo Kyle poniéndose de pie.

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April asintió con la cabeza un poco incómoda, ella era muy atractiva, tenía la piel bronceada,

un lindo cabello negro que caía suelto sobre su espalda y unos labios abultados, el brillo en su

mirada le reveló a Kyle que ella estaba profundamente enamorada de Max.

– ¿Así que tú eres la novia de Max? —preguntó Baiel alzando las cejas—. Tú eres la que lo

tiene loco como un vampiro sin poder dormir —bromeó dándole un suave codazo en las

costillas al líder de su tribu.

Max le devolvió el golpe, aunque la mención de la palabra vampiro hizo que su sonrisa se

paralizara.

April no sabía que él era un poltergeist, nadie en el Spook High School lo sabía.

Las bromas de Baiel muchas veces cruzaban los límites.

– Él... es mi primo —intervino ella tomando la mano de Lowell—, su nombre es...

– Soy Lowell Foster —anunció él moviendo la cabeza para apartar unos mechones de pelo

castaño que se enredaban con sus cejas.

– Resulta que Lowell. —Max se aclaró la garganta—. También tiene tu mismo apellido, Kyle.

Kyle sintió una punzada en el pecho, anhelaba decirle la verdad a su hermano, pero era una

locura decirle a alguien que no estabas muerto, que eras un fantasma y que habitabas una entidad,

un cuerpo ajeno.

– ¿En serio? —preguntó apretando los puños para controlar los movimientos de los brazos

causados por los nervios y la impotencia.

Él asintió y el temblor en su voz, le reveló que también estaba nervioso.

– También resulta que tuve un hermano con tu mismo nombre.

El estremecimiento se apoderó por completo del cuerpo de Kyle como si tuviera pies hechos

de gelatina, Baiel colocó la mano en su hombro de forma casual, aunque estaba seguro que lo había

hecho a propósito con la intención de proporcionarle fuerza... y resultó, en ese momento el apoyo de

su mejor amigo era un pilar fundamental.

La conmoción no sólo se debía a que al fin había cumplido su sueño de estar de pie al frente

de su hermano menor como un humano normal y no como un espectro fantasmal, si no que su

hermano seguía siendo el mismo Lowell Foster de siempre, con una viva perspicacia en sus ojos

verdes, en ese momento sentía como si lo estuviera viendo directamente a él y no a la entidad.

"¿Sospechará que soy yo, un fantasma y no el primo de Max? —se preguntó conteniendo la

respiración."

– Eso sí que es una mera coincidencia —intervino Cedric rompiendo el embarazoso

momento—, al único Cedric que he conocido es al Cedric Diggory de Harry Potter. —Él

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hizo una pausa cruzándose de brazos y respirando profundamente—. Espero algún día

conocer a uno que sea de verdad y no sólo un personaje literario.

La intervención de Cedric bastó para romper la incómoda situación, todos comenzaron a reír,

aunque no fue suficiente, Lowell todavía miraba a Kyle de una manera intimidante.

Sus ojos verdes siempre revelaban una característica esencial de él: intuición.

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EL CIELO EMBOTELLADO

La próxima clase en el horario de Kyle era Biología y como el contenido que iban a recibir era a

cerca de las plantas, el profesor Davis había decidido llevarlos al bosque para que elaboraran una

lista de las plantas según su clasificación: plantas con flores y plantas sin flores.

El bosque que rodeaba al Instituto era más verde, espeso y extenso de lo que Kyle había

pensado cuando lo miró por primera vez, todo a su alrededor era verde: árboles de todos los

tamaños salían de la tierra, algunos eran arbustos pequeños y otros eran gigantes que parecían

alcanzar el cielo, del cual sólo se veían algunos matices celestes y blancos; los troncos secos y las

rocas estaban cubiertas por gruesas capas de musgo, el suelo bajo sus pies era imperceptible por la

hierba y el sinnúmero de hojas y el canto de las aves y el sonido de un río a lo lejos lo convertían en

un sitio lleno de vida y melodía.

El profesor les ordenó que se detuvieran cuando llegaron a un pequeño claro para darles las

orientaciones de la clase, algunos estudiantes ocuparon los viejos troncos y las grandes rocas como

asiento, otros como él decidieron quedarse de pie.

Max y April se apoyaron sobre un árbol al otro lado del claro, la única que se quedó cerca de

él fue Bri que se sentó sobre un peñasco y Cedric la rodeó de inmediato con los brazos, Lina, en

cambio, se quedó en el borde con las manos sobre la cintura y Baiel a su lado intentando hacerla reír.

De pie, frente a él estaba Lowell fingiendo prestar atención al profesor y observándolo de vez

en cuando, aturdido decidió enfocar sus ojos en otra dirección.

Los árboles frente a él parecieron convertirse en un túnel y la tierra pareció estremecerse

cuando sus ojos encontraron a la chica Scott sentada sobre las gruesas raíces de un árbol, ella

también lo miró, había algo en sus ojos azul celestes que hacían que la belleza del verde bosque

pareciera insignificante, pero la conexión de sus miradas fue interrumpida por la chica pelo naranja

sentada a su lado, la cual inició a derramar sobre su cabeza hojas secas.

El túnel y el estremecimiento desaparecieron.

– Espero que quede claro que esta no es una excursión —gritó el profesor al notar la

distracción a su alrededor—. Esto es Biología.

– ¿A caso Bio no significa vida? —se burló un chico sentado en el grupo de estudiantes que

llevaban las chaquetas verdes del equipo de fútbol americano.

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Las risas de todos los estudiantes se unieron al silbido de los pájaros al comprender el

significado del comentario del estudiante, al contrario, el rostro joven del profesor se volvió

inexpresivo y abriendo el cuaderno, gruñó:

– Muy chistoso su comentario, Damián. Debe saber que le resta dos puntos en el trabajo de

hoy.

Damián, el estudiante con la chaqueta verde, mangas amarillas y el título Los Fantasmas

impreso en la parte posterior, se levantó de un salto, su cuerpo era completamente atlético, razón

por la cual se había convertido en el capitán del equipo, el rostro ovalado lo tenía inexpresivo como

el del profesor y los ojos verde oscuros inyectados de furor.

– Esto no es justo... profesor —espetó con las manos cerradas en dos fuertes puños.

Un estudiante pelo rojo, más delgado que él, se levantó del grupo del equipo de fútbol

americano tomándolo del brazo con fuerzas, Damián miró a su compañero por unos segundos para

luego librarse del agarre e inhalar el aire gélido del bosque.

– Esto es Biología —respondió el profesor Davis satisfecho y observándolos a todos con

seriedad.

En ese momento, los murmullos se detuvieron, Damián y su amigo volvieron a sentarse sobre

los troncos y el profesor volvió su atención al cuaderno, después de haber escrito algunas cosas los

señaló con el lapicero.

– El trabajo de hoy lo harán en pareja.

Los murmullos volvieron mientras todos se formaban en parejas por afinidad con entusiasmo.

El profesor se aclaró la garganta llamando la atención de todos.

– Eso no quiere decir que lo harán con la persona que ustedes deseen —por primera vez en el

día, una sonrisa apareció en su rostro, al parecer le gustaba ver sufrir a sus estudiantes—.

Yo formaré las parejas.

Los rumores de entusiasmo se convirtieron en quejas y en susurros de algunas palabras

soeces.

– Pero si desde el comienzo del año hemos trabajado con las mismas parejas en su clase,

profesor —se quejó la estudiante pelo naranja, la amiga de la chica Scott.

El profesor Davis se acarició la sien con el lapicero mientras la veía pensativo.

– Usted lo ha dicho, señorita Alissa, en el principio del año —dijo con una sonrisa

tranquila—, pero hoy será diferente y ya que usted es la primera en intervenir, será la

primera a la que le asignaré una nueva pareja —bajó la vista al cuaderno, luego de

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garabatear alzó la vista y apuntó a Lowell con el lapicero—, Lowell será su pareja el día de

hoy.

Alissa arqueó las cejas un poco enfadada mientras que Lowell agrandó los ojos, Kyle notó un

extraño brillo en los ojos de su hermano cuando veía a la atractiva chica de cabellos anaranjados.

– ¿Kyle Foster? —preguntó el profesor reparando a los únicos dos extraños en su grupo

estudiantil— ¿Quién de ustedes dos es Kyle?

Algunos estudiantes clavaron la mirada en Kyle, al parecer Baiel no había sido el único en

llamar la atención en la presentación del director Harrison; para librarse de la presión de grupo y

borrar el ceño fruncido del profesor, levantó la mano.

Del otro lado, los ojos azul celestes de la chica Scott seguían mirándolo.

El profesor asintió, después de anotar en el cuaderno lo apuntó con el lapicero.

– Ya que usted es nuevo en el Spook High School y no quiero que se pierda en el bosque,

trabajará con alguien que conoce perfectamente este territorio y no hay nadie más indicada

que la señorita Emilie Scott —el profesor señaló con el lapicero en otra dirección, Kyle lo

siguió con la mirada y sintió que la respiración le fallaba.

Su pareja en Biología sería ella.

Emilie Scott, ese era su nombre.

Sus miradas se volvieron a encontrar, ella le dedicó una sonrisa y los hoyuelos aparecieron en

sus mejillas como dos estrellas en una noche oscura, el viento hacía que su cabello castaño se

moviera como banderas de libertad y sus ojos, esos ojos que parecían embotellar toda la magia azul

celeste del cielo.

En ese momento, no le importó que la mayoría de los días fueran grises y las noches negras

en Spook City, los ojos de Emilie Scott siempre tendrían un cielo al que contemplar.

– Y usted —siguió diciendo el profesor dirigiéndose a Baiel—, supongo que es Barachiel

Mawson ¿Cierto?

– Claro que si —respondió él con una sonrisa de oreja a oreja.

– Su pareja en Biología será la señorita Lina Cooper —añadió el profesor señalando a la

chica malhumorada junto a Baiel—, ella es la única que no tiene pareja en mi clase.

La sonrisa de Baiel se amplió inundando de brillo sus ojos de cristal, sin embargo, Lina

estaba inmóvil como una estatua. Aunque Kyle supuso, que lo que en realidad ella deseaba era

convertir al profesor en una estatua de hielo.

Después de que el profesor Davis terminara la tediosa tarea de formar las parejas, poco a

poco todos iniciaron a internarse en el espeso bosque para clasificar las plantas.

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– No olviden tomar fotos como evidencia —gritó el profesor desde el claro donde se tenían

que reunir al final de la clase para entregar el trabajo.

Emilie, decidió escoger un estrecho sendero hacia el sur donde la vegetación los bordeaba

como murallas cubiertas de pinturas verdes y el canto de los pájaros parecía ser más fuerte.

Al ser la única de los dos que conocía el bosque, ella encabezaba la travesía, Kyle iba a unos

cuantos pasos detrás y aunque trataba de dedicar su atención a las plantas para la tarea de Biología,

Emilie parecía ser más interesante que toda la naturaleza: el cabello castaño le llegaba hasta las

caderas moviéndose de un lado para otro al caminar, llevaba puesta una falda larga con dibujos de

flores, botas de cuero, una chaqueta azul y alrededor del cuello una bufanda amarilla.

– ¿Eres familia de los Cooper? —preguntó ella mientras les tomaba fotos a unos helechos con

su iPhone. Su voz era suave y delicada como las nubes.

Kyle sacudió la cabeza.

– Sí, soy primo de Max y Lina —respondió fingiendo escribir algo en el cuaderno.

– ¿Y tú también eres raro como ellos? —inquirió poniéndose de rodillas para recoger algunas

piñas de pino.

Al notar el silencio de Kyle, se incorporó colocando detrás de sus orejas el pelo castaño que

caía a ambos lados de su rostro como cortinas.

– ¿Raros? —preguntó desentendido— ¿A qué te refieres?

Ella se sonrojó y sus dedos comenzaron a jugar con los extremos de la bufanda que colgaban

por encima de su cintura.

– Así los llama Alissa, mi mejor amiga —hizo un rápido gesto con las cejas—, aunque ella

también actúa excéntrica en algunas ocasiones.

El sonrojo se convirtió en una sonrisa que hizo que sus mejillas se hundieran dándole vida a

dos hoyuelos, sus ojos azul celestes lo miraron y Kyle sintió que sus pies no podrían dar un paso

más. Algo en ella lo paralizaba y las palabras parecieron congelarse en su garganta.

– ¿Qué ocurre? —Ella frunció el ceño.

Kyle dio algunos parpadeos.

– Nada —mintió desviando la mirada y trazando garabatos en el cuaderno—, yo... creo que

todo ser humano posee algún misterio... algún secreto.

Ella pareció meditar e hizo unas anotaciones.

– Tienes razón.

Kyle dejó de garabatear y aprovechando que ella tenía los ojos sobre el cuaderno, se permitió

verla una vez más.

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"¿Que diría si supiera que soy un fantasma? —se preguntó."

Su amiga Alissa había etiquetado a sus amigos translúcidos como raros, como si a pesar de

poseer una entidad que los hacía verse humanos, todavía era perceptible sus verdaderas identidades.

"Si Emilie supiera que soy un fantasma —meditó él—, no estuviera cerca de mí. Todos

temen a los fantasmas."

– ¿Gimnosperma o angiosperma? —preguntó ella sacándolo de su ensimismamiento.

Él dio un paso adelante, ella estaba acariciando con sus manos la corteza marrón grisácea y

agrietada de un pino adulto, sus manos se veían tan suaves y delicadas en contraste con el aspecto

desgarbado del árbol y de forma inesperada sintió deseos de acercarse y entrelazar sus dedos con los

de ella.

– Gimnosperma —contestó pasando también una mano sobre la corteza del pino.

Estaba tan cerca que, a pesar de estar en el corazón de un bosque repleto de variados sonidos,

colores y olores, sus narices pudieron percibir su perfume.

Emilie Scott olía a lilas.

Y ahora que estaba frente a ella, podía ver con claridad lo bonita que era: un poco más

pequeña de estatura que él, su frente era pronunciada, pero su pelo castaño claro hacía que no se le

notara, su tez blanca con esos dos pequeños hoyuelos en las mejillas y los ojos azul celestes que

daban la impresión de estar viendo directamente el cielo le daban una apariencia frágil volviéndola

única en el universo.

– Bien hecho, Kyle —musitó bajando la vista al cuaderno.

Una diminuta sonrisa se formó en sus labios al escribir, él no fue capaz de mirar su cuaderno,

prefirió continuar disfrutando el eco de la voz de Emilie que colgaba en el aire como una lluvia de

fuegos artificiales.

Su nombre dicho por Emilie era la mejor canción.

Ella se dio la vuelta examinando plantas y haciendo anotaciones, Kyle sacó del bolsillo del

pantalón el celular que Max le había regalado y comenzó a tomarle fotos a las plantas que los

rodeaban, clasificándolas mentalmente según la forma de reproducción:

Plantas sin flores: musgos y helechos.

Plantas con flores: gimnospermas y angiospermas.

Posteriormente se sentó en el suelo con las piernas cruzadas para hacer las anotaciones,

aunque no dejaba de ver a Emilie que estaba sentada sobre un tronco cubierto de musgo observando

con admiración la vegetación, de vez en cuando ella llevaba el lapicero a sus labios pensativa

desviando la mirada sólo para escribir.

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– ¿Pasa algo? —preguntó al notar que él la miraba.

Kyle bajó la vista con timidez considerando la lista de plantas que había elaborado.

– Pasa que ya terminé —respondió poniéndose de pie.

– ¿En serio? —inquirió ella con entusiasmo—. Que chico más aplicado. Yo también terminé.

Emilie se acercó dejando caer el bolso y el cuaderno en el sitio donde él había estado sentado.

– ¿Me podrías tomar una foto con la naturaleza de fondo? —Ella le tendió el iPhone.

El corazón de Kyle comenzó a revolotear como un colibrí.

Al enfocarla con la cámara, el estremecimiento se volvió a apoderar de sus brazos

acompañado por un leve hormigueo, por un momento el temor de que la telequinesis fluyera de sus

dedos e hiciera pedazos el celular de Emilie se apoderó de él, pero no sucedió nada, el hormigueo

no se debía a su habilidad.

Del otro lado, Emilie sonreía esperando la fotografía, su sonrisa roció de escarcha sus ojos

que lo veían directamente a través del lente de la cámara.

Ignorando el estremecimiento y antes de que ella notara sus mejillas sonrojarse presionó el

ícono de la cámara

"¿Los hombres también sentimos mariposas en el estómago o en mi caso... en las manos? —

se preguntó."

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COLOSAL

Al entrar a la biblioteca en la casa de los translúcidos, lo primero que Kyle percibió fue el familiar

aroma de los libros, la amplia habitación estaba opaca, iluminada solamente por la luz amarillenta

de la lámpara sobre el brillante escritorio.

En silencio, dio un recorrido acariciando con la yema de los dedos el lomo de los libros que

se encontraban atrapados en los estantes, deteniéndose en las esquinas recordando a su hermano

Lowell y su afición por libros; los libros lo hacían sentirse cerca de él.

Y aunque lo había visto en el Instituto, tuvo que contener las ganas de correr hacia él,

abrazarlo y confesarle que era su hermano Kyle.

Un fantasma.

Al azar, escogió algunos libros colocándolos sobre el escritorio para echarles un vistazo,

algunos libros ya eran conocidos y otros eran nuevos para él.

– ¿Kyle? —preguntó Max asomándose en la puerta con el sigilo característico de los

vampiros. El pelo negro que por lo general lo llevaba intacto, lucía un poco alborotado, iba

vestido completamente de negro y los brazos se veían más pálidos por el chaleco de cuero a

medio cerrar—. Te hemos estado buscando, los demás están entrenando en el prado del

bosque —añadió deteniéndose en el umbral.

– Lo siento —respondió por haberse olvidado del entrenamiento, sus manos rozaron las

páginas del libro que había abierto—, decidí venir a la biblioteca y buscar el libro para la

clase del profesor Wagner.

– ¿Y cómo vas en la búsqueda? —preguntó cruzándose de brazos y apoyando un pie sobre la

pared— ¿Has encontrado uno de tu agrado?

Kyle echó un vistazo a los libros que había seleccionado.

– Todavía no —admitió.

Max soltó los brazos para luego examinar detenidamente los estantes al lado derecho de la

habitación.

– ¿Qué te gustaría leer? —inquirió contemplando los inmóviles libros— ¿Ciencia ficción?

¿Fantasía? ¿Distopía?

– De todo —dijo Kyle—, pero quiero algo de Fantasía.

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Max asintió y se detuvo en un estante que llegaba hasta el techo, sus pálidos dedos rozaron el

dorso de los libros inertes que estaban esperando con ansias un toque humano para cobrar vida.

– La Fantasía es uno de mis géneros preferidos —confesó, luego de palpar varios libros,

extrajo uno del centro.

– ¿De verdad? —inquirió Kyle con el entrecejo contraído, ya que Max aparentaba ser el tipo

de persona que tiene tiempo para ser el líder de una tribu de poltergeists, entrenar y cazar

mitológicos, pero no lograba imaginarlo sentando en el escritorio leyendo un libro bajo la

luz de la lámpara.

Max Cooper guardó silencio por unos segundos prestando atención al libro que tenía entre

sus manos, una estrecha sonrisa se dibujó en su pálido rostro provocando que las ojeras alrededor de

sus ojos se vieran más oscuras de lo normal.

– En mis tiempos libres, esta biblioteca se convierte en mi madriguera —declaró, luego se

acercó a él—. Te recomendaré uno de mis libros favoritos —añadió dejando el libro sobre

el escritorio donde estaban los demás—. El último unicornio de Peter S. Beagle.

Kyle desvío su mirada al libro, la portada era amarilla, pero adquiría un tono casi dorado bajo

la luz de la lámpara, las letras eran azules al estilo gótico y la figura de un hermoso unicornio se

encontraba en la parte central rodeada por el título.

– ¿Ya lo has leído? —quiso saber Max.

– No, nunca —respondió Kyle tomando el libro de pasta gruesa y consistente.

– Espero y puedas disfrutar leyéndolo —dijo, luego se dirigió a la salida—. Por cierto, esta

noche iremos a la ciudad —agregó antes de que su silueta se perdiera al cerrarse la puerta.

Kyle hizo a un lado los libros que había elegido y colocó en su lugar el libro que Max le

había sugerido: El último unicornio.

H

El Edificio Colosal era una formidable construcción que se levantaba en el corazón de Spook

City, era la efigie de la ciudad, el edifico más grande de todos: albergaba un centro comercial, finos

restaurantes, salas de ocio, oficinas... y en la última planta se encontraba el Hotel Colosal, pero eso

no era lo importante, la razón por la cual ellos estaban allí, era porque el Edifico Colosal servía

como punto, uno de los puntos de reunión de Benjamín Garroll y su tribu.

– Cedric, necesito que tú y Bri se queden aquí abajo para vigilar —ordenó Max, luego señaló

al resto de su tribu—, nosotros subiremos hasta la azotea para aprovechar la altura.

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Cedric y Bri asintieron, mientras que Lina hizo una mueca de arrogancia, a pesar de eso no

dejaba de lucir bella, su pelo negro parecía una capa de barniz negro.

– ¿Y es necesario que el ángel sin alas vaya con nosotros? —espetó señalando al translúcido

cabello platinado. El rostro de Baiel se contrajo acribillado, aunque tenía un cuerpo, todavía

echaba de menos sus alas. Lina fulminó con la mirada a Kyle—. Suficiente tengo con

soportar a esta antipática versión de Magneto.

Kyle se llevó las manos detrás de la espalda, aunque lo que quería en realidad era levantarlas,

hacer que las líneas negras tatuaran sus brazos y dejar salir la telequinesis para hacer que Lina se

fusionara con el cielo negro de la ciudad y mostrarle que no era un X-Men estropeado.

Él era un poltergeist.

– ¡Vasta Lina! —la reprendió Bri tomada de la mano de Cedric, ella llevaba el pelo rojo

amarrado en una cola alta de caballo y un vestido negro pegado al cuerpo que la hacían

verse más delgada.

Lina fanfarroneó y se dio la vuelta en dirección a la parte trasera del edificio donde quedaban

las escaleras que llevaban al terrado, lo único que se escuchaba de ella era el acentuado sonido de

sus tacones.

– ¿Qué le hice? —preguntó Baiel.

– Lina es así —dijo Cedric dándole una palmada en el hombro.

– Créeme, a veces es difícil ser hermano de Lina Cooper —añadió Max arqueando las cejas.

H

Un oscuro callejón se encontraba detrás del moderno edificio, el suelo estaba húmedo, la luz

de las farolas llegaba en poca cantidad dándole una apariencia sombría y los barriles de basura

parecían estar sólo de adorno, pues los residuos adornaban la calle.

– ¿Qué hacemos realmente aquí? —preguntó Baiel tratando de no pisar algo que parecía

excremento.

– Buscamos a Benjamín o a cualquier miembro de su tribu —respondió Max alzando la vista

al alto edificio.

– ¿Ellos están aquí? —volvió a preguntar.

Max escaneó el callejón con cautela, cuando los miró, sus ojos ya no eran oscuros, eran rojos

como los de un vampiro.

– Aún no, pero vendrán.

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Kyle, que iba de último divisó su alrededor a como lo hacía Max Cooper, admiraba esa

cualidad de él, nunca perdía el porte de líder y siempre parecía estar atento a todo lo que sucedía,

por eso, cuando Cedric hablaba de él lo hacía con respeto y orgullo.

Max era un líder innato.

– ¿Por qué lo dices? —preguntó. Por un momento pensó haber visto la silueta de un caballo

en la oscuridad, pero no, era Spook City y no había caballos en las calles de la ciudad.

– Por años hemos estado siguiéndole la pista a los mitológicos. —Max lo miró por encima del

hombro—. Benjamín, al que conociste en el Teatro Cabalístico lo comenzamos a perseguir

desde aquí.

– ¿Mitológicos? —inquirió Baiel, su pelo platinado flameaba en plena oscuridad— ¿Qué

clase de nombre es ese para una tribu?

Max se detuvo al llegar a las escaleras que se alzaban como la torre de Babel para llegar hasta

la cumbre del Edificio Colosal.

– El nombre hace referencia a las habilidades que poseen —aclaró Max tomándose de las

barras de metal—, todos ellos tienen habilidades de personajes mitológicos: sirenas, kraken,

sátiros, centauros, medusas...

Max comenzó a subir los peldaños, la escalera se levantaba por encima de ellos como una

extensa cadena de números cinco, detrás de él iba Baiel, llevaba una camiseta gris y un pantalón

negro con las bolsas traseras rotas y aun así se veía tan extraño de espalda sin las dos enormes alas.

Los oxidados peldaños crujieron bajo sus pies cuando subió de último, los pasamanos se

sentían resbaladizos por la humedad y la escalera pareció caer cuando al avanzar, Max apresuró el

paso saltando de dos en dos los escalones.

– ¿Y las criaturas aladas no somos seres mitológicos? —bromeó Baiel echándole una mirada

a Kyle por encima del hombro, un mechón blanco cayó sobre su rostro con rebeldía.

Kyle levantó la mano derecha y guiado por la mente hizo que el dedo índice desprendiera una

corriente invisible haciendo que el mechón de Baiel volviera a su lugar.

Por miedo a perder el equilibrio, dio un pequeño salto pegándose a la pared con precisión.

– ¡Maldición Kyle! —chilló con los ojos abiertos como platos—. No vuelvas hacer eso en tu

vida

Kyle no evitó frenar las risas, en lo alto, Max también sonreía.

– En el principio de nuestra historia, algunas tribus se formaban por el potencial de sus

habilidades, pero eso cambió, nosotros elegimos el lugar donde deseamos estar —aclaró

Max mientras ascendía.

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Baiel lo siguió tratando de estar un poco alejado de Kyle y su habilidad.

– Si tuviera mis alas la situación sería diferente —masculló.

Kyle sabía que su amigo tenía razón, a pesar de conservar el sarcasmo y el buen sentido del

humor, no se sentía completo sin sus alas. Todos los poltergeists poseían habilidades y Baiel no se

conformaba con tan sólo un tatuaje.

Max terminó de subir la escalera con mucha más rapidez que ellos, gracias a su vampirismo;

cuando llegaron a la cima sus respiraciones eran aceleradas, sin embargo, Max estaba tranquilo

como si el hecho de haber subido una sucesión de números cinco no lo hubiera afectado.

El viento fuerte, metálico y helado golpeó sus rostros, la azotea era un amplio cuadrilátero,

desde ahí, la noche se veía más oscura, unos empañados y moribundos faroles eran los que la

iluminaban, pero daba la impresión de que en cualquier momento iban a dejar de funcionar, los

resplandores más fuertes eran las luces que se observaban en diferentes partes de la ciudad como

pequeñas y grandes luciérnagas.

– Al fin llegaron —murmuró una fría voz femenina.

Lina Cooper se materializó bajo la luz del único farol en el centro de la azotea.

Baiel fue el primero en hablar, Kyle sin embargo decidió apartar la mirada de las piernas

descubiertas de Lina, pues el corto vestido de cuero negro no parecía ser de su talla.

– ¿A caso me extrañaste? —bromeó dando unos pasos hacia ella.

Lina se cruzó de brazos con expresión aburrida dejando caer el pie derecho al frente, el fino

tacón pareció agrietar el suelo, de inmediato, una capa de hielo blanquecina cubrió la superficie

frente a ella.

Inadvertido, Baiel se deslizó perdiendo el equilibrio y cayendo de bruces sobre el manto

congelado.

– ¿Qué te pasó? —se deleitó ella con un malévolo y triunfal brillo en la mirada— ¿Te

resbalaste?

Baiel sacudió la cabeza acomodándose en la superficie fría apoyando el peso del cuerpo sobre

los codos, una sonrisa apareció en la comisura de sus labios como si estuviera tomando el sol en una

playa paradisíaca.

– Sucede que tu presencia me provoca vértigo —respondió guiñándole un ojo.

Los copos cristalinos cubrieron los dedos de Lina, tan fríos como su mirada.

– ¡Lina, vasta! —ordenó Max alzando las manos—, les recuerdo que no vinimos a jugar.

Las facciones del bello rostro de Lina se endurecieron como la capa de hielo, mientras sus

oscuros ojos miraban con desprecio a Baiel y a Kyle.

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– Como tú digas —gruñó dándose la vuelta hacia la parte de la azotea con vista al norte de la

ciudad.

En ese instante, el hielo que congelaba el suelo desapareció.

Max se acercó a Baiel ofreciéndole una mano para ayudarlo a ponerse de pie.

– ¿Estás bien?

– Al parecer esta no será mi mejor noche —contestó sacudiendo los restos de hielo de la ropa.

– Lina a veces se pasa —dijo mirando a su hermana.

– ¿A veces? —inquirió Kyle alzando las cejas.

Max le dedicó una sonrisa, sus ojos rojos adornados con el azul oscuro de las ojeras.

– Bueno, digamos que siempre.

H

Lina estaba parada frente a un muro de hormigón que le llagaba hasta la cintura y el cual

servía como perímetro de seguridad entre la azotea y el oscuro vacío.

Ella en realidad parecía una muñeca de porcelana congelada, fría e inflexible, con unos

binoculares observaba a todas las personas que entraban y salían del edifico, en ella todo era oscuro,

gélido y gótico.

Baiel, no la veía de la misma manera, para él ella era una princesa de hielo, Kyle lo conocía a

la perfección, tanto como para saber cuándo una chica le interesaba y cuándo no, aunque Lina era

una chica difícil y arrogante, también era muy atractiva y entonces, por el brillo en los ojos azules

de su mejor amigo lo supo: Lina Cooper le gustaba.

– ¿Has visto alguno? —preguntó Max deteniéndose al lado de su hermana.

Ella negó con la cabeza.

Baiel se detuvo al otro lado de ella apoyando los brazos en el muro, su pelo parecía una llama

de fuego blanco agitado por el fuerte viento, Kyle se paró al lado de Max bajando la vista hacia la

calle tratando de ver e identificar a algún poltergeist con los rasgos de mitológicos, el aire frío hizo

que su cabello castaño se moviera como hojas en el viento, a pesar de la oscuridad y la distancia

logró ver a las personas que cruzaban la calle, al menos unos bultos que parecían humanos, por esa

razón Lina llevaba binoculares y Max... Max no los necesitaba, él estaba concentrado examinándolo

todo, otra ventaja del vampirismo: sentido de la vista muy desarrollado.

Una pregunta vino a su mente:

– ¿Si los mitológicos poseen entidades como nosotros... cómo identificarlos?

Max alzó la vista y sin decir nada se elevó del suelo flotando dos metros hacia atrás.

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Kyle y Baiel lo miraron, Max señaló debajo de sus pies y fue cuando fueron conscientes de lo

que él deseaba mostrarles, una sustancia volátil fluía de sus pies, una especie de humo translúcido

como cristal que lo mantenía alejado del suelo

– Se llama éter —dijo—, aparece cuando usamos la levitación y varía dependiendo de la tribu

a la que pertenecemos.

– ¿Cómo es... el éter de ellos? —preguntó Kyle.

Max señaló el vapor que desprendía un tubo metálico en una de las esquinas de la azotea, el

humo era una mezcla de gris y negro y se movía a causa del viento adquiriendo varias formas.

– Es como que estén viendo ese humo, humo multiforme.

– Dudo que los mitológicos usen la levitación en público —dijo Baiel.

Max flotó volviendo al lugar donde había estado.

– Tienes razón, pero ahora que forman parte de los translúcidos es necesario que lo sepan —

indicó—. Deben conocer a nuestros enemigos.

– ¡Magnífico! —exclamó Baiel—. Hace poco era un simple fantasma errante y ahora que soy

medio humano tengo a toda una tribu como enemiga.

– Te puedes largar si deseas —espetó Lina.

– Eso quisieras princesa —respondió con una sonrisa, luego se encogió de hombros

apesarado—. Me refiero a que ustedes tienen sus habilidades para defenderse y yo sólo

tengo unos tatuajes que no creo que sirvan de mucho en un enfrentamiento.

– Seguiremos trabajando para descubrir cómo desarrollar tu habilidad —dijo Max para

tranquilizarlo.

Kyle se acercó a su mejor amigo colocando una mano sobre su hombro.

– Tienes que tener paciencia, amigo. Volverás a volar.

Max asintió.

– Debemos seguir con los entrenamientos y averiguar si tu habilidad se presentará de forma

física o no.

Lina dejó los binoculares sobre el muro, una chispa de gracia y no de frialdad apareció

milagrosamente en sus ojos oscuros.

– Siempre y cuando no cometas la estupidez que hiciste hoy.

– ¿Qué hizo? —quiso saber Kyle, las horas de prácticas las había pasado en la biblioteca.

– Baiel, se subió a un árbol, al más alto y se lanzó desde arriba asegurando que el tatuaje de

sus alas cobraría vida y que iba a volar —reveló Max sonriendo al recordar lo sucedido.

Kyle fulminó con la mirada a su amigo.

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– ¿De verdad lo hiciste?

– Si, lo hizo —afirmó Lina sin darle chance de responder— ¿Seguro que tu amigo no tiene

problemas psiquiátricos?

Baiel alzó los hombros despreocupado.

– Gracias a Dios Cedric estaba cerca.

– No lo vuelvas hacer —le ordenó Kyle—, no debes forzar las cosas.

Su mejor amigo bajó la cabeza, un poco avergonzado.

– Lo sé —admitió.

Lina volvió a tomar los binoculares para continuar su observación.

– Aunque en algunas ocasiones, las habilidades aparecen cuando el poltergeist las necesita al

estar bajo presión.

El comentario de Lina atrajo la atención de Baiel ya que comenzó a dar vueltas pensativo.

– De eso se trata el entrenamiento —intervino Max—, tratar de llevarte al límite y hacer

flotar tu habilidad.

Baiel se detuvo pasando las manos por su cabello platinado, luego las colocó sobre el muro

de hormigón con la mirada yendo y viniendo por las calles de Spook City que parecía un laberinto

de luces, pero Kyle sabía que su amigo no estaba viendo las calles, en realidad estaba tramando algo

dentro de su mente.

En ese momento, el cielo de Spook City se volvió más denso, un sinnúmero de nubes negras

comenzó a circular sobre sus cabezas dispuestas a dejar caer la lluvia en cualquier minuto.

– Va a llover —dijo Kyle apuntando las nubes encima de ellos.

– Ya sentí la primera gota caer sobre mi cabello —se quejó Lina.

Max miró hacia el negro cielo.

– Es mejor que nos vayamos y encontremos a Cedric y a Bri.

Lina colgó los binoculares alrededor de su cuello.

– Vámonos de aquí —espetó.

Baiel seguía con los ojos clavados en la ciudad.

– Es hora de irnos —le dijo Kyle.

Su amigo sacudió la cabeza tratando de volver a la realidad, luego levitó alcanzando a Max y

a Lina dejándolo de último otra vez.

– Se me acaba de ocurrir algo —masculló.

Todos dejaron de caminar observándolo con curiosidad y tratando de descifrar lo que estaba a

punto de revelar.

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– ¿Qué cosa? —preguntó Kyle.

– Lina...dijo que las habilidades aparecen cuando uno las necesita —dijo, luego apuntó a

Max— y tú dijiste que necesito estar al límite.

– Correcto —afirmó Max— ¿Por qué lo dices?

Lina frunció el ceño, el viento hizo que su cabello negro le cubriera una parte del rostro.

– No piensas saltar de este edifico como un suicida —espetó Lina—, déjame recordarte que

Cedric está abajo buscando mitológicos y no cuidando angelitos.

Baiel se frotó las palmas de la mano y recorrió con la mirada la azotea con ansiedad.

– ¿Y por qué no? —cuestionó—. Es un buen sitio y además está Kyle, si no funciona él

puede usar su habilidad para hacerme flotar como una pluma.

Kyle negó con la cabeza, lo que su amigo decía era una locura, pero también tenía razón al

decir que la telequinesis lo podía hacer flotar, pero no, estaban a cientos de metros de altura y no lo

creía capaz de lanzarse al vacío.

– Esta no es hora de entrenamiento —alegó Max—, mañana seguiremos intentándolo en casa.

Unas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos como pequeñas bolitas de sílice.

Baiel se quedó inmóvil por un momento contemplando el cielo oscuro, diminutas gotas de

agua adornaron su rostro y su blanco cabello, luego bajó la mirada dando vuelta sobre sus pies, una

ola de seguridad y nerviosismo a la vez cruzó su mirada al ver el horizonte y lo que sucedió a

continuación fue lo más insólito que Kyle no se lo esperaba: Baiel salió disparado hacia el

precipicio como el flash de una cámara.

– Si no lo logro... usa tu habilidad —gritó al pasar frente a él como una imagen borrosa.

Kyle se congeló por unos segundos, observando el destello del cabello platinado de su amigo

y el translúcido éter que salía de sus pies al levitar.

Al reaccionar, profirió un alarido al ver la silueta de su amigo siendo tragada por la oscuridad

del vacío luego de saltar el muro, levitando, se apresuró detrás de él con las manos extendidas

dispuestas a dejar fluir la telequinesis, Max fue el primero en llegar al perímetro de seguridad

gracias a su habilidad, Kyle se inclinó sobre el muro con las manos tendidas y los tatuajes

envolviendo sus brazos.

– ¡Baiel! —gritó desprendiendo corrientes eléctricas e invisibles de sus dedos.

A su otro costado, Lina maldecía a Baiel, pero Kyle no prestó atención, lo que le preocupaba

en ese instante era que no lograba sujetar a Baiel y como si fuera poco la densa niebla que rodeaba

al Edificio Colosal no permitía ver las calles, sólo una negra oscuridad.

– ¿Lo ves? —le preguntó a Max recordando que su habilidad lo dotaba de mejor visión.

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– No lo veo —contestó él forzando la mirada.

– Yo dije que era un suicida —gruñó Lina.

– Tú le diste la idea para que saltara del edificio —afirmó Max.

Lina lo fulminó con la mirada.

– Era una broma.

Un grito de euforia proveniente de las oscuras tinieblas que rodeaban al Edificio Colosal

atrajo la atención de todos. Max, Lina y Kyle se inclinaron sobre el muro que bordeaba la azotea, en

medio del negro y húmedo vacío lograron ver un punto blanco que ascendía como un copo de nieve

y como una inmaculada pluma que poco a poco se convirtió en una blanca mancha, no sólo una, si

no tres manchas.

Era Baiel, ahora si lograban verlo con claridad, una de las manchas era su melena platinada y

las otras dos que se movían alocadamente a sus costados eran alas... sus alas blancas como la nieve

que parecían estar hechas de algodón.

– ¡Mis alas! ¡Al fin las tengo de vuelta! —exclamó en coro dando volteretas mientras subía.

Los rostros de Max y Lina se volvieron perplejos al ver alzarse de las oscuras y húmedas

sombras a Baiel Mawson como un ángel colosal de alas blancas, incluso Kyle que ya había estado

acostumbrado a ver las alas de su amigo cuando eran errantes, pero habían sido transparentes como

cristal y las de ahora eran de carne y hueso, cubiertas por plumas blancas.

Se detuvo frente a ellos sacudiendo las alas, el aire y las gotas de lluvia se movían con

violencia por el aumento en la presión del viento, el pecho lo llevaba desnudo, al parecer la

camiseta gris había desaparecido cuando las alas brotaron de sus lomos y las pecas que cubrían su

piel desnuda parecían estrellas de colores en un cielo blanco.

Sin decir nada, tomó súbitamente a Lina Cooper entre los brazos, ella dejó escapar gritos de

sorpresa al ser levantada en el aire como si la gravedad no existiera.

Los tatuajes negros ya no adornaban la espalda de Baiel, no era necesario. Lina, asustada

colgó los brazos alrededor de su cuello, su pelo de barniz negro era azotado por el viento fuerte al

igual que el de él que parecía el humo blanco de una ardiente fogata con anhelos de encender de

colores lechosos el lúgubre firmamento.

– ¡Bájame! —rugió ella— ¡Ahora!

Las manos de Baiel la sujetaron de la cintura, sus extensas alas se movían de adelante hacia

atrás manteniéndolos en el vacío, él sonría disfrutando el momento, al final había terminado siendo

su mejor noche.

– Sólo disfruta —le susurró al oído— ¿No te gusta volar?

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– ¡Estúpido! —espetó soltando una de sus manos y dándole golpes en el pecho para luego

volver a colgarse de su cuello.

– ¿Dónde está la Lina fría y osada?

Ella vaciló un momento, después bajó la mirada buscando a su hermano que estaba de pie

junto a Kyle observándolos en silencio.

– Max, ordénale que me baje.

Max se cruzó de brazos despreocupado dándole un leve codazo a Kyle.

– ¿Qué opinas? —le preguntó con una sonrisa.

Kyle se encogió de hombros, también sonreía disfrutando ver a Lina flotando en la nada.

– Al parecer están disfrutándolo.

Enojada, Lina alzó la mano derecha hacia una de las alas, por un momento Kyle pensó que

ella iba a usar su habilidad para obligarlo a que la bajara, pero no, no salieron copos de nieve de sus

dedos; al contrario, sus dedos acariciaron las delicadas plumas de las alas de Baiel.

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SIMBOLOS

El tono del celular de Max interrumpió el momento de conmoción y festejo por la aparición de las

alas de Baiel, él seguía flotando en el aire con Lina Cooper, al menos ella ya no estaba asustada o

molesta, todo lo contrario, estaba entretenida conversando y sonriendo con él.

Al menos Baiel, logró agradarle.

Las facciones en el pálido rostro de Max cambiaron rotundamente al finalizar la llamada, sus

ojos de vampiro brillaron más fuerte como un fuego que no cesa de arder.

– ¿Qué pasó? —preguntó Kyle, al ser el único que estaba atento.

– Era Bri, vieron a un mitológico en el centro comercial y ahora mismo están siguiéndole el

rastro.

– ¿Es Benjamín?

Max negó con la cabeza, sus manos cerradas en dos fuertes puños resaltando los músculos de

sus brazos descubiertos.

– No están seguros, llevaba el rostro oculto bajo una capucha.

– Tenemos que ir —afirmó Kyle recordando que ahora era un translúcido.

Max asintió y luego alzó la voz a las dos figuras flotantes en la oscuridad.

– ¡Baiel y Lina! Es hora de irnos.

Baiel miró seriamente a Max descifrando la alteración en su voz, luego acercó los labios a los

oídos de Lina hablándole en susurros. Ella dejó de reírse y comenzaron a descender.

Al estar de vuelta sobre la azotea, Baiel colocó a Lina sobre el asfalto con delicadeza como si

en vez de una intrépida chica poltergeist fuera un sensible maniquí.

La imagen de Baiel causaba fascinación, sus dos alas eran enormes como el doble de sus

brazos extendidos, se movían como si tuvieran vida propia y las plumas desprendían destellos como

si estuvieran hechas de algodón tejidas con hilos de oro y plata.

– ¿Qué pasó Max? —inquirió Lina recobrando su frialdad.

– Cedric y Bri están siguiendo a un mitológico, es hora de irnos —respondió haciendo

ademán de ir al otro lado donde estaban las escaleras.

Baiel lo detuvo tomándolo del brazo.

– ¿Es necesario que tengamos que bajar por las escaleras? —preguntó mirando sus alas—,

ahora que las tengo de vuelta podríamos bajar con facilidad.

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– No quiero que llamemos la atención —contestó Max.

Baiel miró a Lina y luego a su mejor amigo.

– No lo haremos, hay mucha oscuridad y soy un translúcido ahora.

Max encontró la mirada de Kyle.

– ¿Qué opinas?

– Baiel tiene razón —afirmó— Cedric y Bri pueden estar necesitando nuestra ayuda y...

– Las malditas gradas nos harían perder el tiempo —terminó diciendo Lina.

Max asintió y volvió la vista a Baiel que estaba de pie cerca del muro con las alas abiertas

dispuesto a alzar vuelo.

– ¿Quién quiere ser el primero? —preguntó con una sonrisa triunfal.

– Yo —dijo Lina sin pensarlo.

La sonrisa de Baiel se amplió y le tendió una mano.

– Las damas son primero —musitó.

Lina vaciló un segundo, luego envolvió las manos en su cuello, éste la tomó por la cintura

con sutileza y blandiendo las alas se elevó en el aire gris lanzándose hacia la oscuridad alrededor

del edifico.

Kyle y Max apoyaron los brazos sobre el muro contemplando el vacío.

– Tu amigo es un poco... loco.

– Si, lo es —admitió Kyle.

– Creo que tenemos algo en común —añadió—, Lina a veces actúa como si estuviera fuera de

lo normal.

– A esta altura, todos nosotros estamos fuera de lo normal —bromeó Kyle.

Antes de que Max respondiera, Baiel se materializó delante de ellos.

– Es tu turno Max Cooper.

Max se subió al reborde del muro ejecutando una hábil maniobra, el fuerte viento no parecía

ser un problema.

– ¿Te abrazo o me abrazas? —preguntó Baiel ofreciéndole una mano con picardía.

Max Cooper ladeó la cabeza, su cabello negro relucía como un carbón encendido a causa del

brillo que irradiaba de las alas de Baiel.

– Los vampiros no abrazamos, los vampiros mordemos —espetó.

Una sonrisa se formó en las comisuras de los labios de Baiel.

– Eso significa que quieres que te abrase —la sonrisa desapareció de sus labios—. Espero y

no me claves los colmillos.

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– A los vampiros nos gusta la sangre humana —bromeó Max—, no la sangre angelical.

Baiel hizo un gesto de mofa estirando los brazos, una de sus alas se sacudió dándole en la

espalda a Max, sus cuerpos chocaron, los brazos de Baiel lo rodearon y se dejó caer de espaldas con

las alas abiertas hundiéndose en las frías penumbras.

El acrobático aleteo de las alas de Baiel cuando volvió a subir desató un zumbido en los oídos

de Kyle, no un zumbido molesto, más bien un sonido como el conjunto de melodías de una canción

capaz de inducir un efecto analgésico.

– Es nuestro primer abrazo como humanos —susurró Baiel mientras lo rodeaba.

– Es cierto —masculló Kyle apoyando el mentón sobre su clavícula izquierda, Baiel era unos

centímetros más altos que él y su cuerpo tenía una porción más de músculo que el suyo—.

No es que muera por abrazarte —se rió aferrándose de sus hombros.

Las alas blancas lo envolvieron como una coraza de metal impenetrable.

– Admítelo, siempre has querido estar así conmigo.

Las risas de Baiel hicieron eco en la oscura noche y antes de que Kyle respondiera en defensa,

se dejó caer de espaldas arrastrándolo a la oscuridad que acorralaba a la formidable construcción. El

fuerte viento y las cristalinas gotas golpearon sus cuerpos como si fueran un meteorito penetrando

la atmósfera, el corazón de Kyle brincó dentro de su pecho amenazando con estallar, mientras Baiel

sonreía sin parar disfrutando de la caída.

– ¿Sientes nervios por estar pegado a un ángel? —bromeó— ¿O le tienes miedo a las alturas?

– ¡Sólo abre las benditas alas! —exclamó Kyle recordando que las alas todavía lo rodeaban

como una cáscara de huevo.

Baiel apretujó con más fuerzas su cintura, las alas se abrieron como un vasto abanico

colocándolos en posición vertical.

– Se me había olvidado —se rió.

Mientras descendían, el viento ya no los golpeaba, más bien parecía acariciarlos como si

fueran dos ligeras plumas.

H

La lluvia caía con más intensidad sobre las calles de Spook City dándole una apariencia más

húmeda, fría y sombría; por esa razón estaban desérticas, sólo los seis jóvenes se atrevieron a

caminar bajo la lluvia que se apegaba a ellos como una segunda piel.

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– ¿Seguro que es aquí? —preguntó por segunda ocasión Lina apoyando los dedos sobre la

oxidada malla que rodeaba al antiguo hospital de la ciudad, un viejo edificio de dos plantas

que desde ese punto adquiría la forma de una U inversa.

– Estamos seguros —afirmó Bri, su pelo rojo humedecido desprendía destellos rubí al igual

que los ojos de Max Cooper.

Cedric a su lado, asintió.

Miles de copos cristalinos estallaron de los dedos de Lina como diminutas estrellas

adhiriéndose a la malla, de inmediato, se comenzó a extender hacia los cuatro lados cubriendo el

tejido metálico con una capa blanca de hielo como si en vez de lluvia estuviera nevando.

– Es tu turno —le dijo a Max con un brillo de orgullo en los ojos.

"No es para menos —pensó Kyle contemplando el manto blanco de hielo—, la criogénesis...

y Lina Cooper son impresionantes."

– Háganse a un lado —ordenó Max dando unos pasos hacia atrás para tomar impulso y luego,

con otra hábil maniobra arremetió contra la pared congelada dándole un fuerte puntapié.

La red de hielo se rompió en pedazos al instante como si fuera un espejo al que se golpea con

violencia y donde antes había un tejido metálico sólo quedaba un agujero del tamaño de una

persona.

– Fuerza sobrehumana —dijo al ver los pedazos de hielo que se derretían en el suelo húmedo

y el agujero en la malla—, otra característica de los vampiros.

Los finos tacones de Lina aplastaron algunos pedazos de hielo.

– No hubiera sido posible sin mi ayuda —espetó atravesando el agujero y mezclándose con

las sombras en el interior del antiguo hospital.

H

Las paredes del antiguo hospital en forma de U estaban desgastadas y adornadas con grafitis

como si fueran coloridos tatuajes, el suelo estaba cubierto de humedad, basura, polvo, en algunas

esquinas había musgo creciendo como si fuera una selva y las ratas corrían por los pasillos

inundando el lugar con sus chillidos.

Las amplias ventanas estaban rotas y varias arañas tejían sus telarañas en ellas extendiéndose

por todos lados como los rayos del sol tatuados en la amplia espalda de Cedric, el sol era el símbolo

de su habilidad para sanar.

Max y Lina iban al frente, al verlos juntos, Kyle pudo notar las características que compartían

al ser hermanos gemelos, aunque el cuerpo que ahora tenían no era el de ellos, aún poseían algunas

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similitudes: el mismo color de cabello, la misma estatura y seriedad, no obstante, la seriedad de

Lina Cooper era de otra dimensión.

– ¿Y tú por qué estás sin camiseta? —preguntó Cedric a Baiel— ¿A caso estabas de stripper

en el Alpha Male?

– ¿Alpha Male? —preguntó Baiel con el ceño fruncido— ¿Qué... es ese sitio?

– Es un night-club al lado del Edificio Colosal —contestó Cedric con una sonrisa que dejaba

descubiertos sus blancos dientes.

Baiel se dio la vuelta para mirarlos, los labios curvados en una vanidosa sonrisa, los tatuajes

de las alas cubrían su espalda con líneas negras como el carbón.

– Admito que tengo buen cuerpo para ser un sexy stripper, pero el hecho de que este sin

camiseta se debe a otra cosa.

Bri ladeó la cabeza haciendo que su pelo rojo se agitara como una llama de fuego.

– ¿Lina hizo nevar copos sobre ella? —indagó.

La princesa de hielo lanzó una mirada acusadora a su amiga por encima del hombro.

– Creí que tú eras la única que me defendía —se quejó abriendo de un golpe unas puertas

dobles con el letrero de SALA DE EMERGENCIAS escrito en ellas.

– Alguien se molestó —masculló Cedric.

La sala de Emergencias parecía sacada de una película de terror: varias sillas de ruedas y

camillas se encontraban dispersas de manera desordenada, estantes metálicos con las puertas

abiertas, jeringas, ampollas y pequeñas cápsulas cubrían el suelo por el cual circulaban ratas,

cucarachas y otros insectos.

– No es eso —aclaró Baiel tratando de encender una lámpara cuello de cisne, la sonrisa

seguía en su rostro—, la razón por la cual estoy sin camiseta es porque mis alas han vuelto.

Bri y Cedric, que estaban inspeccionando el lugar se giraron asombrados.

– ¿De verdad? —preguntaron al unísono.

Baiel asintió haciendo rodar una vieja silla de ruedas que al dar contra la pared quedó dando

vueltas dibujando círculos de polvo en el piso.

– ¿Quieren ver? —preguntó alzando una ceja.

Antes de que los demás respondieran, un grito ahogado rebosó a través de los pasillos

causando que las líneas en los brazos de Kyle ligaran su piel poniéndolo alerta, a su lado, los demás

también estaban alertas escaneando el lugar con sigilo en busca del sitio de donde se originó el

aullido. Max, elevó el mentón moviendo el rostro de un lado a otro poniendo en práctica su

habilidad para concentrarse, su habilidad lo dotaba de una mejor audición.

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– Viene de aquí —aseguró señalando el halo de puertas al otro lado que conducían a un largo

pasillo a la izquierda.

Otro grito, pero más escalofriante volvió a retumbar como si alguien estuviera siendo

golpeado, torturado o... asesinado.

– ¡Vamos! —Max abrió las puertas metálicas, al llegar al umbral se detuvo un segundo

dedicándole una mirada diligente con sus ojos de vampiro a Baiel y a Kyle y les dijo—: Sé

que sus entrenamientos no han sido completados —hizo una pausa para mirar también a

Lina, a Cedric y a Bri—, pero recuerden que sus habilidades son sus mejores armas.

El halo de puertas de la abandonada sala de Emergencias los condujo a un extenso pasillo que

se asemejaba mucho a un túnel oscuro y sin salida, en el techo, las lámparas moribundas

parpadeaban dando señales de vida, las ratas corrían por todos lados con sus nauseabundos chillidos.

– ¡Malditas ratas! —se quejó Lina—. Si hubiera sabido que iba a encontrarme con estos

apestosos animales hubiera traído un desinfectante en vez de binoculares.

Baiel corrió más rápido para alcanzarla.

– Si deseas puedo cazarlas y desaparecerlas por ti.

Lina lo fulminó de reojo.

– No, gracias. Puedo congelarlas a todas sin tu ayuda.

Baiel, que hasta ahora había sido el único en lograr traspasar el muro de hielo que rodeaba a

Lina Cooper, bajó el rostro como si ella hubiera dejado caer una cubeta de agua helada sobre su

cabeza.

El hospital parecía ser en verdad un lugar habitado por fantasmas por el aspecto: cubículos

solos, abandonados, camillas cubiertas con mugrientas sábanas y equipo obsoleto; en su mente,

Kyle trató de reconstruir el lugar, imaginando otro ambiente y otro panorama: médicos con sus

batas blancas deambulando por los limpios pasillos, enfermeras con sus uniformes blancos

atendiendo a los pacientes con caridad, unos pasillos con aroma a asepsia y no a orina de ratas.

Un grito leve lo volvió a la realidad, todos estaban viendo a una sala frente a ellos donde se

había originado, luego se escuchó el sonido de una ventana de cristal romperse.

Los seis jóvenes se apresuraron a entrar, un olor a humo, a cera de velas al derretirse, a

sangre y a muerte inundaba el interior. Un letrero con el título de HEMODIÁLISIS se encontraba

colgado en la entrada principal, varias máquinas de diálisis estaban a los lados como estelas

emitiendo todavía un agudo silbido y al igual que el resto de las salas se encontraba abandonada y

polvorienta, pero al ver lo que se hallaba en medio de ella, Kyle y los demás se dieron cuenta que

no era así.

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La sala de hemodiálisis no estaba sola.

En el centro, estaba un cuerpo inmóvil rodeado por un círculo hecho de velas encendidas y

trazado con un líquido rojo: sangre. El humo gris y el olor metálico de la sangre llenaban la

habitación intoxicando el oxígeno, pero eso no era todo, intercalados entre cada vela había unos

extraños símbolos en forma de una H mayúscula, pero con la barra de en medio inclinada hacia la

derecha y eran rojos como si alguien los hubiera dibujado con sangre usando la yema de los dedos.

– ¿Qué es esto? —exclamó Baiel estupefacto.

Los demás estaban igual de asombrados, aunque la falta de asombro en los ojos rojos de Max

indicaba que él tenía una idea sobre lo que significaba todo aquello.

– Es un ritual —afirmó.

Las dos chicas se movieron a los lados explorando el lugar: Lina con las manos alzadas y los

copos brillando como luciérnagas en la oscuridad, Bri manipulando una vieja planta haciendo que

cobrara vida y que las ramas parecieran puntas de flechas listas para atacar.

Cedric se inclinó sobre el cuerpo colocando el dedo medio e índice sobre la carótida para

valorar el pulso.

– ¿Está muerto? —preguntó Kyle.

El translúcido de piel morena asintió.

– Están hechos de sangre —dijo Max señalando los oscuros símbolos y el agujero en el pecho

del joven.

La herida era de un arma blanca, la sangre fluía cubriéndole el torso desnudo como tinta

derramándose y sobre la frente tenía dibujado el mismo símbolo de la H con la barra inclinada

hecho de sangre, la cual se deslizaba a ambos lados de su rostro.

– ¿Quién haría esto? —preguntó Baiel.

Max y Cedric intercambiaron una rápida mirada.

– Esto... es obra de los mitológicos —afirmó Max con voz severa.

– No hay nadie —dijo Lina al acercarse con Bri—, recorrimos todo el lugar y no encontramos

rastros de Benjamín y su tribu.

– Sólo una ventana rota —añadió Bri apuntando hacia un lado de la sala—, supongo que la

persona que lo hizo escapó por ella al escucharnos llegar.

Kyle apoyó una rodilla sobre el sucio suelo para observar más de cerca los escalofriantes

símbolos.

– ¿Qué significan esos símbolos?

– No es el símbolo de la paz —bromeó Baiel.

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Lina volteó los ojos molesta.

– Eso es obvio —gruñó.

– Dan escalofríos —musitó Bri apartando la vista del cuerpo.

Cedric se levantó y se acercó a ella para rodearla con los brazos.

– No estoy seguro del significado que tengan —dijo Max sacando el teléfono para tomarle

fotos al cuerpo encerrado en el círculo de sangre y fuego y a los extraños símbolos—, pero

debemos averiguarlo y saber por qué los mitológicos están haciendo estos tipos de rituales.

– Debemos reportarlo a la reina —dijo Cedric acariciando los hombros delgados de Bri.

Baiel frunció el ceño cruzando los brazos sobre su torso desnudo poblado de pecas.

– ¿Reina? —inquirió— Creí que lo que teníamos en nuestro país era un presidente y no una...

reina.

Lina lo fulminó con la mirada alejándose unos pasos de él.

– Podrías sólo cerrar la boca, haces muchas preguntas.

– Te lo explicaremos en la casa —comentó Max.

Kyle seguía contemplado el cuerpo sin vida buscando otros detalles, logró percatarse que los

labios del joven tenían una mancha roja de labial que podría fácilmente confundirse con la sangre

que se escurría del símbolo en la frente, tenía un tatuaje sobre una de las clavículas con el nombre

Tyler y el brazo izquierdo lo tenía casi cubierto también con tatuajes de diferentes formas y figuras,

pero lo que le llamó la atención fue otro raro símbolo que tenía en la muñeca.

– ¡Vean! —anunció señalando la muñeca izquierda del joven muerto—. Aquí tiene otro

símbolo.

Max se inclinó a su lado tomando la mano del muchacho, los demás los rodearon para ver

con más claridad.

El símbolo era la misma H con la barra central inclinada a la derecha, pero a diferencia del

resto no estaba hecho de sangre, parecía una quemadura reciente.

– Es el mismo que está en el círculo —dijo—, sólo que éste parece que lo hicieron con un haz

de luz hasta quemarle la piel y darle forma.

– ¿Estás seguro? —preguntó Bri— ¿Tuvieron suficiente tiempo?

– Si está semidesnudo —replicó Baiel señalando el cuerpo—, quiere decir que les quedó

tiempo para hacer otras cosas.

– Tu sentido del humor me causa migraña —se quejó Lina.

Baiel sonrió ladeando la cabeza para que su cabello platinado se sacudiera como el humo de

las velas infernales.

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– Pensé que eras un tipo de chica iceberg —se rió él.

Lina lo enfrentó con su fría mirada, los copos cristalinos rodearon sus muñecas como

brazaletes, tan fríos como sus oscuros ojos.

– No me hagas enojar, Baiel Mawson —gruñó desprendiendo pequeños copos de sus dedos.

Baiel le guiño un ojo.

– ¿No estabas enojada?

Max se interpuso entre ellos colocándoles una mano sobre el pecho para separarlos.

– Dejen sus discusiones sin sentido para otro tiempo. Lo que está sucediendo es mucho más

serio.

Los copos de Lina se alzaron cubriendo el techo con una capa delgada de hielo.

– ¿Dijiste discusiones sin sentido? —increpó airada— ¿Estas defendiendo a este ridículo

poltergeist con alas en vez de defenderme a mí que soy tu hermana?

Max y Bri compartieron una corta mirada, la chica cabello rojo asintió y colocó la mano

sobre el hombro de la princesa de hielo.

– Lina, por favor ten un poco de compostura —susurró con tranquilidad.

El enojo inició a menguar en los fríos ojos de Lina, los copos iniciaron a descender hasta

desaparecer por completo.

Bri, era la única que lograba controlar los arranques impulsivos de Lina Cooper.

– ¿Qué haremos con él? —preguntó Kyle tratando de volver a lo que realmente importaba.

– No hay nada que hacer —respondió Cedric contemplando con nostalgia el cuerpo sin vida.

– ¿Puedes usar tu habilidad? —quiso saber Baiel.

– Aunque desee no puedo, mi habilidad me permite sanar heridas, pero no resucitar muertos.

Bri y Lina fueron las primeras en salir de la habitación, Baiel fue detrás de ellas con el tatuaje

de las alas cubriendo su espalda como las telarañas en las ventanas, Cedric y Max tomaron otras

fotos de los símbolos en el círculo, en la frente y la muñeca para luego salir también, Kyle se detuvo

un momento en la puerta mirando por última vez al cuerpo de Tyler encerrado en aquel círculo

infernal, las velas lanzaban humo danzante y los símbolos en forma de una H parecían arder como

fuego.

El hedor a muerte, a sangre, a maldad y un olor característico que hasta en ese momento no

había percibido contagiaba el ambiente. La fragancia era el perfume de una mujer, un aroma a

zarzamoras y almizcle.

Y no era el perfume de Lina Cooper ni el de Bri Owens.

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UNICORNIO

"La unicornio vivía en un bosque de lilas, completamente sola. Era muy vieja, aunque no lo supiera,

y ya no tenía el negligente color de la espuma del mar, sino más bien el de la nieve que cae en las

noches iluminadas por la luna. Pero sus ojos todavía eran limpios e inquietos, y se movía como una

sombra sobre el mar.

No se parecía en nada a un caballo astado..."

– ¡Oye neutro! —dijo Baiel dejándose caer al lado de su amigo que estaba sentado sobre la

grama verde que crecía al frente del Spook High School y recostado sobre un árbol con el

libro de El último unicornio entre sus manos, los rayos del sol que se filtraban a través de

las hojas hacían brillar la portada del libro como si estuviera hecha de oro. Baiel iba vestido

de pantalones cortos y una camiseta roja, el pelo platinado lo llevaba revuelto como si

varias aves hubieran hecho nido sobre el— ¿Qué haces? —añadió apoyándose en su

hombro a propósito.

– ¿A caso no es obvio? —replicó Kyle un poco molesto mostrándole el libro con la hermosa

unicornio dibujada sobre la portada.

– ¿Leyendo? —inquirió él arqueando las cejas y arrebatándole el libro— ¿No piensas dejar

esas viejas costumbres de fantasmas errantes? —agregó después de haber hojeado el libro

sin ningún interés.

Kyle le quitó el libro y lo colocó con el resto de útiles dentro de su mochila.

– Por si no lo recuerdas el profesor Wagner nos ordenó buscar un libro para leerlo en sus

próximas clases.

Baiel se llevó las manos a la cabeza maldiciendo mientras alborotada su cabello más de lo

que ya estaba.

– Juro que se me había olvidado esa maldita tarea.

– Puedo jurar que no se te había olvidado —contradijo Kyle.

Baiel alzó los hombros despreocupado y luego se tumbó sobre la grama apoyando la cabeza

sobre los brazos cruzados.

– Voy a leer el Libro Ente, así no perderé el tiempo leyendo cosas absurdas, sólo viendo

fotografías y entidades.

Kyle lo miró de reojo, a Baiel no le gustaba leer.

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– Sabes que Max no lo permitirá —le recordó.

El Libro Ente contenía las entidades que les permitía a los fantasmas poseer un cuerpo

humano, estaba consagrado para ese propósito convirtiéndolo en un libro sagrado para todas las

tribus en el mundo poltergeist, sólo ellos sabían de su existencia y sólo ellos podían usarlo.

– Entonces esa será mi excusa para no leer —bromeó Baiel colándose unas gafas de sol.

El sonido del timbre resonó por todo el Instituto anunciando que las clases ya iban a

comenzar, todos los estudiantes que se encontraban dispersos alrededor del edificio de ladrillos

amarillentos disfrutando de los calurosos y abrazadores rayos del sol que se habían esmerado en

salir sobre Spook City cogieron sus cosas e iniciaron a caminar hacia la entrada principal del

Instituto.

– Es hora de ir a clases —dijo Kyle a su amigo tomando su mochila.

Baiel puso cara de pocos amigos.

H

La primera clase del día de Kyle era Educación Física, luego de haberse cambiado el jean

azul y la camisa celeste por ropa deportiva en los vestidores del gimnasio se unió al resto de

estudiantes que marchaban hacia el estadio de fútbol americano con el profesor Albertson

dirigiéndolos y gritándoles entre medio de silbidos que se formaran en fila como si fueran un grupo

del ejército.

Kyle logró ver algunas caras hasta ahora conocidas: su amigo y líder de los translúcidos

caminaba detrás de él tomado de la mano con April Jones; sin querer sintió un hilo de envidia en su

interior al ver aquel gesto y recordar cómo era el trato entre Cedric y Bri, siempre con cariño y amor.

Él quería experimentarlo, tomar de la mano a una chica, salir de paseo con ella por la ciudad y

contemplar juntos el ocaso en el lago Wasky.

Kyle era humano otra vez, tenía un cuerpo, poseía una entidad.

Su hermano menor, Lowell, caminaba detrás de Max y April con el pelo crespo enredado en

sus orejas como si fueran aretes lanzándole unas miradas de vez en cuando por encima de los

hombros de su prima. Kyle, desvió la vista hacia otro lugar, su hermano siempre había tenido unos

ojos evaluadores como si al verlos estuviera tratando de descubrir que se escondía en el interior de

las personas.

El profesor Albertson les dio la bienvenida a su clase, iban a recibirla en conjunto con los

estudiantes del grupo A, en ese grupo, Kyle vio a Damián, el capitán del equipo de fútbol americano

que había tenido un percance con el profesor Davis en la clase de Biología, un grupo de estudiantes

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lo rodeaban, pero los más cercanos a él eran el chico pelirrojo que lo había detenido, un estudiante

con rastas y una hermosa chica de cabello ondulado y teñido en varios colores vivos, ella atrapó su

mirada y Kyle sintió un cosquilleo en sus brazos que se extendió por toda su espalda obligándolo a

ver a otro sitio.

Al otro lado del profesor, estaba Emilie acompañada de su amiga Alissa, esta vez ella no

encontró su mirada, pero a pesar de todo lucía radiante, aunque no sabía si se debía al sol que

cruzaba por el cielo de nube en nube o si era que había algún tipo de magia azul celeste atrapada en

ella que lo atraía como magnetismo.

El cielo embotellado en sus ojos.

"Unicornio —pensó Kyle—, la belleza de Emilie Scott es como la belleza del unicornio que

describe el libro de Peter S. Beagle."

Los silbidos del profesor Albertson lo volvieron a la realidad, inició a darles un discurso

sobre la importancia del ejercicio en la vida del ser humano y cómo influía en la salud física y

mental, pero Kyle no lograba prestarle atención, sus ojos seguían fijos en Emilie, aunque su

deslumbramiento decayó cuando un chico con rasgos asiáticos se acercó a ella rodeándola con los

brazos por detrás, la envidia creció en su interior, él deseaba estar en lugar de aquel estudiante.

Al no soportar ver como ella sonría con el chico asiático, apartó la mirada, enojado consigo

mismo, porque era lógico que una chica tan bella como los unicornios no podía estar sola,

evidentemente tendría más que un enamorado, un novio.

Después de haber realizado ejercicios de calentamiento, el profesor les ordenó dar unas

cuantas vueltas alrededor del estadio trotando; Max, a pesar del vampirismo que le permitía correr

más rápido que todos, iba al final de todos trotando a la par de su novia para no llamar la atención,

debía de pasar por desapercibido, suficiente era con tener una palidez extrema y ojeras púrpuras. A

la par de todos los demás, Max era diferente, los translúcidos eran diferentes, eran fantasmas.

– Hola Kyle —susurró una voz, su nombre se escuchaba como una melodía.

Él giró el rostro y casi se enredó con sus propios pies al ver a Emilie Scott trotando a su lado,

ella sonría mostrando los llamativos hoyuelos y su pelo castaño parecía una manada de colibríes

revoloteando sobre su cabeza.

Kyle, pasó una mano sobre su desordenado cabello que se movía con osadía al igual que el de

ella.

– Hola —respondió al recuperar la respiración.

Ella miró al frente donde otros estudiantes trotaban, Damián y sus amigos eran los primeros.

– ¿Ya estás cansado? —preguntó aun sonriendo.

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Kyle no evitó que una sonrisa naciera en la comisura de sus labios.

– ¿Tengo cara de cansado? —inquirió señalando su rostro, unas gotas de sudor corrían desde

sus sienes.

– Tal vez son nervios —contestó ella viéndolo de reojo.

Él bajó la cabeza observando sus pies mientras trotaba, unos mechones de pelo caían sobre su

frente causándole cosquilleos en la piel, pero no sólo su piel hormigueaba, sentía un bullir dentro de

su estómago como un liviano aleteo que le recordó el musitar de las alas de Baiel al volar.

– No tengo motivos para estar nervioso —admitió él, aunque tenía que admitir que estar cerca

de ella le causaba nerviosismo.

Ella se detuvo para sujetar en un nudo los cordones de sus zapatos deportivos que se habían

desatado.

– Literatura, por ejemplo —dijo—. En el Spook High School los chicos no tienen fama de

lectores.

Kyle se detuvo a su lado, sus ojos no dejaban de contemplarla.

– El último unicornio —dijo sin vacilar.

Emilie alzó el rostro concentrando su mirada en los ojos verdes de Kyle.

"¿Para qué ver el cielo si sus ojos son más bellos? —se preguntó el. "

– ¿El último unicornio de Peter S. Beagle? —inquirió ella poniéndose de pie —¿Te refieres a

ese libro y a ese mismo autor?

Kyle frunció el ceño.

– Si ¿Por qué te sorprende?

– Porque yo también estoy leyendo ese mismo libro —respondió ella comenzando a trotar

otra vez.

– ¿En serio? —preguntó Kyle igualando su trote.

Ella asintió.

– Mi mamá me lo compró ayer.

Kyle observó a los demás estudiantes mientras corrían alrededor del estadio, Max iba al

frente ahora dejando atrás a Damián que se creía rey del estadio por ser el capitán del equipo de

fútbol americano.

– Yo no estaba seguro de qué libro leer —señaló con el mentón al líder de su tribu cuyo

intacto pelo se había desordenado—. Max me lo recomendó.

Emilie miró a Max, su piel había adquirido un tono como el de las perlas bajo la luz del sol,

su hermana gemela, Lina Cooper trotaba detrás de él, su pelo negro brillaba como alas de cuervos y

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Baiel, el nuevo estudiante iba a su lado con su cabello moviéndose hacia arriba como una nube de

cenizas de plata.

– ¿Te llevas bien con ellos? —preguntó— Con tus... primos.

– Claro que si —afirmó él sin dudar—, ellos son mi familia.

Y era cierto, Baiel era su mejor amigo desde su llegada a la ciudad y ahora que poseía una

entidad, la tribu de los translúcidos se habían vuelto su nueva familia, le permitieron tener un

cuerpo humano y tener una casa, un hogar.

– Emilie —dijo una voz masculina acercándose a ellos. Era el chico asiático que la había

abrazado, el pelo era negro y lacio adhiriéndose a su fino rostro y sus ojos parecían dos

rayas dibujadas con un lapicero— Alissa te está buscando —agregó con voz catarina.

– ¡Oh Allan! —exclamó ella apoyando una mano sobre su hombro—. Dile a Alissa que iré

pronto.

Kyle tuvo que comprimir los labios para no decirle a Emilie: mi hombro está disponible.

Allan, el chico asiático siguió su camino trotando sin dirigirle una mirada a Kyle como si

fuera insignificante.

– ¿Qué te parece si nos vemos en el receso? —preguntó ella después de contemplar cómo

Allan desaparecía en la fila de estudiantes que corrían—. Ya que elegimos el mismo libro,

podríamos leer algunos párrafos... juntos.

Kyle enmudeció un momento, todavía seguía mirando al frente asegurándose de que Allan no

volviera a aparecer de la nada e interrumpiera su momento con Emilie Scott.

– Está bien —dijo, eso fue lo único que logró articular.

Emilie asintió y comenzó a correr por donde Allan se había ido. Kyle dejó de trotar para

observar como la chica cuyos ojos embotellaban el azul celeste del cielo y cuyo pelo se movía de un

lado para otro como si fueran las páginas sueltas de un libro encontraba a su amiga Alissa entre los

estudiantes y tomaba de mano al chico asiático.

H

"Los unicornios son inmortales. Su naturaleza exige que vivan solos en un único lugar, por

lo general un bosque donde haya un estanque de agua lo bastante clara como para mirarse en ella;

pues son un poco vanidosas y saben perfectamente que son los seres más bellos del mundo..., y

mágicos, además..."

– ¿Qué piensas Kyle? —preguntó Emilie con el libro amarillo y letras azules entre sus manos.

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Ella ya no llevaba la ropa deportiva, ahora usaba un jersey lila y una falda beige hasta las

rodillas, su cuello adornado con una bufanda floreada y el pelo castaño amarrado en una cola al lado.

Al igual que Emilie, Kyle tenía el libro de El último unicornio en las manos, pero su atención

no estaba centrada en la lectura, sino más bien en ella y en la voz tan dulce y melódica que se

escapaba de sus labios rojizos al hablar.

– ¿Kyle? —preguntó ella nuevamente.

Él dio unos rápidos parpadeos para después bajar la vista al libro y repasar el párrafo leído

con agilidad gracias a su experiencia de años leyendo libros en el teatro abandonado.

– Al parecer la unicornio es un poco engreída. —Él alzó la vista, sus ojos encontraron los

ojos azul celestes de ella y las siguientes palabras fluyeron sin necesidad de ver el libro—,

aunque no es un problema, es su esencia que la hacen actuar de ese modo. Ella es bella y

mágica por naturaleza.

Un brillo mucho mayor que el de las estrellas estalló en los ojos de Emilie haciendo que el

universo, los libros y los unicornios fueran innecesarios.

– Yo... quisiera ser un unicornio —musitó ella bajando la vista para acariciar la portada del

libro dorado.

Kyle no dejó de mirarla, sólo deseaba un segundo más para contemplar aquellos ojos que

eran una mezcla entre el celeste del cielo y el azul del mar al unirse en el horizonte.

"Tal vez los unicornios no son los seres más bellos del mundo —pensó mientras la veía."

– ¿Quieres ser vanidosa? —inquirió, al instante en que las palabras salieron de su boca, se

arrepintió de haberlas dicho.

Emilie no se sintió ofendida, al contrario, le pareció algo divertido.

– No es por la vanidad —respondió con una leve sonrisa, después tomó una manzana de la

bandeja sobre la mesa para darle un mordisco—. Quiero ser inmortal como la unicornio.

¿Crees en la inmortalidad Kyle?

Él apretó con fuerzas el libro, la unicornio encerrada en medio del círculo se veía bella,

mágica, poderosa e inmortal.

Inmortalidad.

Corentin Cooper, el padre de Max y Lina era un poltergeist, había sido asesinado por

Benjamín dejando el liderazgo de la tribu de los translúcidos a su hijo. Kyle, también había muerto,

pero no del todo, tal vez las historias que su madre le contaba sobre una vida después de la muerte

eran verdad.

– Si creo —respondió.

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"No sé si los fantasmas tengamos siete vidas como los gatos, pero existimos, somos reales —

pensó."

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LOS SOLIDOS

– ¿Es necesario que todos vayamos vestidos de negro? —preguntó Baiel sentado en el asiento

del copiloto con sus ropas oscuras como el cielo en el exterior: jersey cuello smoking, jean

y botas negras con agujetas; lo único blanco era su cabello platinado.

– Lo es —afirmó Max, él también vestía de negro: camiseta negra y una chaqueta de cuero

del mismo color encima haciendo que su piel se mirara más pálida de lo normal, sus labios

más rojos y las ojeras alrededor de sus ojos más púrpuras.

Kyle, desde el asiento trasero, logró ver que eran las siete de la noche cuando entraron a

Konink Stad, la capital del país y la capital del mundo poltergeist, habían viajado casi cuatro horas

en auto desde Spook City para visitar la residencia de la Tribu Real, aún en el mundo de los

fantasmas existían los gobiernos y las jerarquías.

El resto de los translúcidos: Cedric, Bri y Lina venían detrás en el jeep rojo. Afuera, la noche

se había adueñado de la ciudad sucumbiéndola en la oscuridad, no había luna ni estrellas, sólo

nubes grises que parecían estar hechas de plomo.

– Esta noche será la bienvenida al mundo poltergeist para ustedes —informó Max con la

mirada puesta en la carretera.

– ¿Bienvenida? —inquirió Baiel apartando la vista del espejo donde contemplaba su reflejo—.

Pero, si tu tribu ya nos recibió.

– Es como una pequeña ceremonia que se realiza cuando un errante se une a una tribu al

poseer una entidad.

Los ojos azules de Baiel se empañaron como un cristal al llover.

– Ceremonia —repitió en un susurro a penas oído.

Kyle se acercó un poco al asiento de su amigo para darle un ligero apretón en el hombro,

Max los miró a través del retrovisor y no necesitó hacer preguntas para percatarse de la

incomodidad de Baiel.

Como líder de una tribu, él conocía que todos los poltergeists habían tenido una trágica

muerte.

– No tienen nada que temer —aseguró—, sólo serán presentados ante la reina Leilany

Kinhost y ella les dará la bienvenida oficial.

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– ¿Tienen reina? —preguntó Kyle deseando que los ojos de Baiel volvieran a brillar como el

océano.

Max asintió.

– La reina Leilany Kinhost es una de los primeros fantasmas, al inicio todo era un caos, pero

ella, mi padre y otros decidieron establecer el orden formando las tribus.

– ¿Cómo es... ella? —quiso saber Baiel.

– Ella es... adulta —respondió Max entrecerrando los ojos tratando de buscar las palabras

indicadas para describir a la reina—. Es muy hermosa, pero rígida. Le gusta el orden y la

paz entre las tribus.

Baiel giró el rostro para ver el exterior de la capital, el brillo azul había vuelto a sus ojos.

– Con tan solo escuchar el nombre de su tribu me da escalofríos —musitó frotándose los

hombros.

H

Lo primero que Kyle miró cuando los otros tres jóvenes se bajaron del jeep Mercedes Benz

fue a Lina Cooper, pues ella iba vestida mucho más bella de lo normal con un exquisito vestido de

corsé negro adornado con apliques de cristal que chispeaban como los mágicos copos de nieve que

se desprendían de sus dedos al usar la criogénesis y ahora comprendía, por qué su amigo Baiel

insistía en llamarla princesa de hielo.

Brianna y Cedric, también se distinguían en sus ropas negras: Bri, con un ajustado vestido de

encaje que la hacían verse más alta y el cabello rojo recogido en una trenza y Cedric con una camisa

negra con las mangas dobladas y un jean negro de mezclilla. Kyle, se sintió un poco informal con la

camiseta negra descolorida y el pantalón roto que había elegido usar esa noche.

– ¿Los sólidos viven en una iglesia? —preguntó Baiel llamando su atención y mirando a la

compleja edificación frente a ellos.

Sus ojos se agrandaron a la misma vez que un atolondrado mareo se apoderó de él como si

hubiera sido arrojado de pronto a la Edad Media al contemplar la fachada principal: dos torres a

ambos lados se alzaban en lo alto como gigantes agujas queriendo penetrar el negro cielo, el enorme

rosetón conformado por cinco cristales, galerías con seres mitológicos y cinco pórticos, aunque el

del centro sobrepasaba a los demás en altura y glamour.

– No es una iglesia —respondió Cedric—, la reina Leilany Kinhost es amante de la

arquitectura gótica.

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– ¿Están listos? —preguntó Max a los nuevos miembros de su tribu mientras subía las gradas

que llevaban al pórtico principal.

Los dos muchachos intercambiaron una mirada de complicidad como muchas veces lo habían

hecho, Kyle se dio cuenta que no sólo el pelo de su amigo variaba del negro de sus ropas, sus azules

ojos también, un azul como el del cielo, como el del mar, sus ojos le recordaron a Emilie Scott.

La chica que quería ser eterna como los unicornios.

Ellos habían estado juntos desde hace mucho tiempo en el abandonado teatro, no existían

secretos, cada uno conocía la vida del otro, eran amigos, eran hermanos, eran translúcidos.

Después de unos segundos, los dos asintieron a la figura pálida de pie frente a las inmensas y

brillantes puertas dobles.

Max hizo un gesto a sus amigos para que lo siguieran y luego tocó la puerta.

Fueron recibidos por un joven cabello blanco y ojos marrones, la piel era pálida como si

hubiera pasado muchos años sin ver el sol, aunque lo más llamativo era su ropa: vestía

completamente de blanco de pie a cabeza y en el hombro derecho llevaba una hombrera de cuero

blanco fijado con hebillas y una placa de plata remachada con remaches dorados y plateados a las

correas sobre el pecho.

Grabado sobre la placa resplandecía el patrón de una perfecta y elegante S mayúscula con

una diseñada corona que reflejaba autoridad, superioridad y realeza.

Las paredes eran de granito blanco y hueso, lívidos arcos de piedra sostenían los elevados

techos con varios motivos de seres fantásticos incrustados.

– ¿Quién es él? —preguntó Baiel mirando al joven que los guiaba— ¿Algún guerrero vikingo

o nórdico?

Lina lo fulminó con los oscuros ojos que brillaban como su cabello.

– Es un poltergeist, un sólido —gruñó.

– Y es un guardián de la reina —añadió Bri.

– La reina los espera en el Gran Salón —intervino el sólido levantando la voz.

El Gran Salón era una amplia sala que funcionaba también como un crucero donde

intersectaban la nave principal y la transversal, en lo alto el techo terminaba en una inmensa cúpula

formado por vidrieras con varios motivos de criaturas: sátiros, sirenas, centauros, espectros,

minotauros, dragones, unicornios y muchos otros que Kyle no terminó de discernir porque algo más

llamó su atención: las cuatro figuras sentadas en un estrado en el centro de la sala.

Eran poltergeists, eran sólidos.

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Todos parecían compartir las mismas características: cabellos blancos y platinados como el

de Baiel, piel blanca, ojos que parecían piedras preciosas y tenían un aspecto compacto como el de

las estatuas. Estatuas de cristal.

A diferencia de los translúcidos que vestían de negro, ellos usaban vestidos con colores

blancos, dorados y plateados.

Ahora Kyle comenzaba a entender por qué la Tribu Real tenía ese nombre, se veían

inmóviles, estáticos, rígidos, potentes y sólidos.

– ¡He aquí los translúcidos, mi reina! —exclamó el joven haciendo una acentuada reverencia.

La reina, la mujer más mayor del estrado que ocupaba la silla más ostentosa golpeó dos veces

el suelo con su cetro dorado.

– Gracias Stein —dijo con voz fría como cristales al rozarse.

El joven volvió hacer otra reverencia para luego salir de la habitación sin decir nada más y

Kyle, sólo escuchó el sonido de sus zapatos sobre las resplandecientes baldosas cuidadosamente

puestas para darle forma al mismo patrón dibujado en la placa de plata: una S y una corona real.

– Maximus Cooper, hijo de Corentin Cooper y líder de los translúcidos. —La reina hizo una

pausa para levantarse del trono, a pesar de aparentar tener unos treinta y ocho años de edad

lucía bella, radiante y sólida. Usaba un vestido largo de encaje con las mangas largas y

tejido con hilos de oro y plata, el pelo lo llevaba amarrado en un moño, pero lo que más

brillaba en su cabeza era una corona de diamantes que centelleaban como estrellas—. Tú y

tu tribu sean bienvenidos a la Residencia Real.

"Maximus —repitió Kyle en su mente—, ese es el nombre de pila de Max. "

– Gracias su Majestad —dijo Max inclinando la cabeza en reverencia, a su lado, los demás

hicieron lo mismo.

Max dedicó una mirada de advertencia a Kyle y a Baiel para que ellos también se inclinaran.

La reina era la única mujer mayor en el estrado, sentado a su derecha estaba un joven de unos

dieciocho años de edad con un traje blanco con broches de oro y unos inquietantes ojos azul claros

como aguamarina, a su lado estaba una atractiva muchacha con el pelo perlino corto y unos sagaces

ojos grises como de espinela; a la izquierda de la reina, estaba otro muchacho de la misma edad de

Kyle con ojos dorados como el zafiro y el pelo lacio desprendiendo destellos amarillentos.

De pie, a ambos lados estaban dos sólidos más, una delgada chica con el cabello blanco

suelto a un lado y ojos negros como el ónice y otro con el pelo largo hasta los hombros refulgente

como la plata y ojos azules saturados como piedras de cianita.

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Los tres sólidos sentados al lado de la reina tenían adornos sobre sus cabezas: los dos varones,

unas coronas plateadas y la muchacha de pelo corto, una tiara de diamantes y portaban broches de

oro con el mismo patrón de la placa de plata que tenía Stein en la hombrera, los otros dos que

estaban de pie también tenían los broches, pero eran de plata.

– Recibí tu mensaje sobre el ritual en Spook City —dijo la reina—. Aunque no sabemos con

qué propósito lo hicieron, me alegra saber que encontraron pistas, después de lo sucedido

con el fundador de los oscuros los mitológicos se esfumaron como neblina y hasta ahora

están volviendo a manifestarse.

– Su Majestad sabe que después de la muerte de mi padre nos trasladamos a Spook City para

seguir con la búsqueda de Benjamín —Max hizo una pausa, sus labios se contrajeron al

recordar lo sucedido con su padre—. Mi tribu y yo no descansaremos hasta cumplir nuestro

objetivo.

Los ojos de la reina Leilany Kinhost que eran verdes como piedras de esmeralda lo

observaron con una chispa de melancolía.

– Tu padre siempre fue un guerrero y un héroe —la melancolía en sus ojos se esfumó con la

misma rapidez que apareció—, pero tu visita tiene otro propósito —su mirada se posó sobre

Kyle y Baiel— ¿Ellos son los errantes de los que me hablaste?

– Si, Majestad —afirmó Max— ellos son...

– Acérquense —ordenó ella.

Max colocó una mano sobre los hombros de los dos jóvenes para acercarlos al estrado donde

la reina esperaba como efigie inmóvil, a través de la tela de sus ropas logró percibir la tensión en

sus músculos.

– ¿Cuáles son sus nombres? —preguntó ella, sus ojos que antes habían brillado como

esmeraldas ahora parecían espinas verdes capaces de herir con tan sólo verlas.

Kyle dio un profundo respiro, sus ojos verdes encontraron los ojos de piedras preciosas de la

reina.

– Mi nombre es Kyle Foster, Majestad —contestó bajando la mirada al cetro de oro con un

deslumbrante diamante en el mango.

La reina Leilany Kinhost le dedicó una mirada de complacencia y luego clavó su mirada

sobre Baiel.

– Soy Barachiel Mawson —dijo soltando las manos que las tenía apretadas en fuertes

puños—, pero prefiero que me digan sólo Baiel —agregó con los labios curvados en una

sonrisa.

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El fantasma de una sonrisa se formó en la comisura de los labios de la reina.

– ¿Qué edad tienen? —preguntó el sólido ojos de aguamarina, su voz era cortante como una

espada de doble filo—. Me refiero a la biológica por supuesto.

Kyle y Baiel se miraron de reojo, éste último fue el primero en responder.

– Tengo... noventa y siete años, su...

– Rune Kinhost —corrigió el sólido.

Baiel asintió.

Detrás, sus compañeros de tribu se miraron entre sí, pues no sabían que Baiel fuera tan

antiguo, aunque ellos en realidad lo superaban.

Los ojos aguamarina del príncipe taladraron a Kyle esperando su respuesta.

– Yo... tengo veinte y dos, príncipe —dijo sin evitar sentirse un poco fuera de lugar, pues a lo

mejor entre todos los que se encontraban en el Gran Salón, él era el más joven.

– ¿Cómo los encontraron? —inquirió la reina mirando a Max, Lina, Cedric y Bri—. En la

actualidad los errantes son poco comunes.

Lina dio unos pasos adelante, sus zapatos de tacón alto golpearon las baldosas produciendo

un frío sonido.

– Los encontramos una noche mientras seguíamos al líder de los mitológicos —respondió ella,

el sólido ojos dorados la miró con curiosidad—. Si no hubiera sido por Kyle, Benjamín le

hubiera hecho a Max lo mismo que le hizo a mi padre.

Los ojos esmeraldas de la reina se concentraron en uno de los vitrales de las ventanas donde

había una figura de un ser mitológico como pulpo, pero más enorme. Kraken decía en lo alto.

– Benjamín Garroll sigue siendo el mismo de siempre —dijo ella fortaleciendo el agarre

alrededor del mango de diamante de su cetro.

El sólido sentado a la izquierda del trono de la reina se levantó del asiento, su traje era blanco

como espuma del mar y una bufanda dorada como el color de sus ojos rodeaba su cuello.

– Me alegro por ti y por tu tribu —le dijo a Max, su voz no era tan cortante como la del

príncipe Rune Kinhost—. Los translúcidos de Spook City es una de las tribus con menos

miembros.

Max le hizo una leve reverencia.

– Hemos perdido a muchos a través de la historia, príncipe Sverre Kinhost —dijo.

– No sólo tú tribu —intervino el príncipe Rune Kinhost—. Todas las tribus hemos perdido

miembros tratando de acabar con Benjamín y sus seguidores.

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La reina dio dos golpes sobre el suelo de mármol con el cetro y luego los señaló con el

mismo.

– Supongo que al igual que todos en este Gran Salón poseen habilidades.

– Por supuesto, Majestad —afirmó Baiel—, si desea podemos...

La reina alzó una mano indicándole que guardara silencio.

– No es necesario que me hagan demostraciones —comentó con una sonrisa—. Nosotros los

sólidos tenemos nuestros propios medios para averiguar lo que deseamos.

La joven sentada al lado del príncipe Rune Kinhost se puso de pie, el vestido era largo

arrastrando la cola sobre el mármol como una lluvia de estrellas.

– Ella es Marilyne Young —dijo la reina— su habilidad es la percepción de poder.

Marilyne bajó los escalones levitando en el aire, el éter, como había dicho Max, era blanco y

sólido como los huesos.

Al verla de cerca, Kyle no evitó compararla con Lina Cooper. Fría y hermosa.

Al estar frente a ellos, compartió una rápida mirada con el líder de los translúcidos, luego

rodeó a Kyle, la tiara en su cabeza brillaba como la luna, sus ojos de espinela lo contemplaban con

atención y cuando colocó una helada mano sobre su hombro un estremecimiento se apoderó de su

cuerpo, la piel le inició a hormiguear obligando a que los tatuajes aparecieran involuntariamente

rodeando sus brazos como los tefilims de cuero negro usados por los judíos.

– ¡Telequinesis! —anunció retirando la mano.

La reina reparó a Kyle de pie a cabeza, detrás de ella los demás sólidos hicieron lo mismo.

– Magnífico —dijo la reina.

Marilyne se acercó a Baiel, los ojos azules de él la siguieron mientras levitaba a su alrededor

absorto por tanta belleza. Ella le dedicó una fría mirada mientras colocaba una mano sobre su

hombro.

– ¡Volar! —informó ella—. Él tiene... alas.

El príncipe Rune Kinhost levitó hasta estar al lado de la reina.

– ¿Alas? —inquirió con los ojos gélidos como piedras— ¿Estás segura Marilyne? Nunca en

la historia ha existido un poltergeist con alas.

– Entonces soy el primero —replicó Baiel con una sonrisa y sacudiendo los hombros a causa

del tatuaje de las alas dibujándose sobre su espalda—. Es una lástima que no quisieron una

demostración.

El príncipe Rune Kinhost lo acechó con la mirada.

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La reina puso una mano sobre su hombro, sus ojos al contrario de los de príncipe, estaban

llenos de admiración.

– Tranquilo hijo —susurró—. Recuerda que los poltergeists somos seres extraños y mágicos

a la vez.

Las facciones en el rostro del príncipe se ablandaron.

– El mundo poltergeist está constituido por cincos tribus —dijo ella señalando un vitral de

cinco cristales, cada uno de un color diferente y con una letra diferente—. Sólidos,

translúcidos, invisibles, oscuros y mitológicos —añadió—. Hay tribus en cada ciudad del

país, excepto nosotros, la Tribu Real sólo está en Konink Stad y los únicos mitológicos

existentes se ocultan en Spook City.

– Yo conozco a Benjamín Garroll —dijo Kyle—, él es un ser siniestro.

La reina asintió.

– Esa es una descripción correcta —dijo caminando hasta estar cerca del borde del estrado—.

Nadie desearía unirse a los mitológicos.

– Aunque en el mundo poltergeist existe también el libre albedrío —comentó el príncipe

Rune Kinhost.

– Y es por esa razón que debo hacerles la siguiente pregunta: ¿Eligen voluntariamente unirse

a la tribu de los translúcidos o les gustaría ser miembro de otra tribu?

Cedric y Bri levitaron hasta ubicarse a los lados de su líder y de los otros tres jóvenes.

La reina le dedicó una mirada arbitraria a Max Cooper.

– Los errantes son libres de elegir —recitó, después alzó el cetro para señalar a Baiel—. Tú

podrías unirte a mi tribu, tu entidad se asemeja mucho a la nuestra

Kyle miró de reojo a su mejor amigo, la reina tenía razón al decir que se parecían; Baiel tenía

el pelo platinado y la tez blanca como la de ellos.

– Gracias por su propuesta, Majestad —recitó Baiel inclinando la cabeza—, pero yo nunca

dejaría la tribu de los translúcidos. Es lo que soy.

La reina sonrió con amplitud, aunque la sonrisa no llegó hasta sus ojos, en cambio los

oscuros ojos de Lina Cooper brillaron como los cristales de su vestido negro.

– Yo también elijo voluntariamente la tribu de los translúcidos —declaró Kyle.

Max les dedicó una mirada de agradecimiento.

– Bien hecho —dijo la reina—. Han elegido una de las mejores tribus de nuestro mundo.

Ahora recibirán la marca de su tribu.

– ¿Qué marca? —preguntó en un susurro Baiel a Max.

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– La marca de los translúcidos —respondió Max mostrando su muñeca derecha donde había

un tatuaje de una T.

– Todos nosotros la tenemos —agregó Cedric a su lado. La T adornaba su piel morena—. Al

igual que los tatuajes que simbolizan nuestras habilidades pueden aparecer y desaparecer

por nuestra voluntad.

– Sólo que la marca tiene que ser puesta por un miembro de la Tribu Real —intervino la

reina—, de nuestro único miembro con la habilidad para marcar, mi hijo Rune Kinhost.

Los dos jóvenes se apoyaron sobre una de sus rodillas por órdenes de la reina.

El príncipe Rune Kinhost se acercó a ellos con una presunción excesiva de superioridad, Kyle

no supo distinguir dónde terminaba el color blanco de su vestidura real y dónde comenzaba el tono

de su piel cuando tomó su mano, su piel era fría al tacto, con el dedo índice de su mano derecha

comenzó a dibujar la marca de los translúcidos en la parte posterior de su muñeca.

Una luz dorada como un diminuto rayo de sol emanó de la yema del dedo del sólido, Kyle

sólo percibió un ligero ardor.

Baiel fue marcado después, el príncipe lo observaba con una mezcla de suspicacia y

fascinación. La única diferencia que Kyle notó entre ellos dos fueron sus ropas: Baiel, con su jersey,

pantalón y botas negras y el príncipe Rune con su traje lechoso con broches de oro. Ambos tenían el

mismo tono de piel y el mismo color de pelo platinado.

– ¡Kyle Foster y Baiel Mawson! —recitó la reina Leilany Kinhost en voz alta haciendo que el

piso de mármol vibrara— ¡A partir de hoy ya no serán llamados errantes, a partir de hoy

serán llamados poltergeists, serán llamados translúcidos!

Kyle y Baiel se levantaron con la marca de la tribu trazada en el dorso de sus muñecas: una

elegante T con líneas saliendo de ella como grietas.

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CIRCULOS ETERNOS

"—¿Y qué hay de lo otro? —preguntó, mirándola de soslayo—. Me refiero a que sigamos

vivos. ¿Cómo es posible?

—Creo que los buenos espíritus nos protegieron —contestó Kahlan, rehuyendo los ojos del

joven.

Richard no creyó ni media palabra, pero, por mucho que deseara conocer la respuesta, no

iba a obligarla a decir algo que no quería. Su padre le había enseñado a respetar el derecho de

los demás a guardar sus secretos. A su debido tiempo, y si lo deseaba, Kahlan se le confiaría, pero

él no la forzaría.

Todo el mundo tiene secretos, incluso él mismo. De hecho, el asesinato de su padre y los

acontecimientos de ese día habían removido cosas en las que el joven prefería no pensar.

—Kahlan —dijo, procurando que su voz sonara tranquilizadora—, ser amigos no significa

que tengas que contármelo todo.

La mujer no lo miró, pero asintió."

El tac tac al otro de la puerta de Max Cooper lo distrajo de su lectura de la clase de Literatura.

El reloj colgado en la pared marcaba las dos de la madrugada.

– Max —dijo una voz conocida desde el otro lado—. Soy Kyle, ¿Puedo pasar?

El joven colocó una marca páginas con jeroglíficos egipcios que su hermana gemela le había

obsequiado en la pasada navidad, ya no llevaba puesta la ropa negra de combate que había usado

durante la visita a la Tribu Real, ahora llevaba una camisola floja y un pantalón gris de pijama.

– Pasa, Kyle —contestó dejando el libro a un lado de la cama.

La habitación de Max era amplia y de paredes adornadas con colores grises, pero muy bien

iluminada, lo único colorido eran los cuadros de pinturas abstractas. Él estaba sentado sobre la cama

con los pálidos pies descalzos, el pelo negro que por lo general lo usaba intacto como recién

peinado dejaba caer un mechón sobre su frente.

– Toma asiento —dijo señalando un sofá beige en el centro de la habitación.

El piso de madera pulida estaba helado traspasando los calcetines de Kyle, desde pequeño se

había acostumbrado a dormir con los pies cubiertos, aunque hiciera frío o calor.

– Lo siento por interrumpirte —dijo apuntando el libro—, no sabía que estabas leyendo.

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Max pasó una de sus pálidas manos sobre la portada del libro, era El libro de las sombras

contadas de Terry Goodkind.

– No hay problema —dijo tomando el libro para ponerlo sobre sus piernas—. Siempre me ha

gustado leer por las noches o en las madrugadas —una sonrisa se dibujó en su rostro— creo

que me tomo muy en serio lo del vampirismo.

– Sí, eso creo —afirmó Kyle conteniendo una sonrisa por el comentario de Max sobre su

habilidad— ¿Qué lees? —preguntó.

Max levantó el libro mostrando la portada: un muchacho y una muchacha sobre un pasadizo

de rocas con una cascada cayendo de un escarpado en el fondo.

El libro era nuevo por el brillo que se desprendía de la portada al moverlo.

– El libro de las sombras contadas de Terry Goodkind —contestó— ¿Lo has leído?

Kyle negó con un movimiento de la cabeza.

– No, nunca lo miré en las bibliotecas en las que robaba libros.

Max arqueó las cejas, sus ojos eran oscuros como el cielo más allá de las ventanas.

– ¿Eras un ladrón de libros?

– Era la única forma de adquirirlos —admitió con una sonrisa—, era un espectro, no podía ir

a una librería como un ser normal.

– Al menos tu habilidad era de mucha ayuda.

– Si, tenía que sacarle provecho —hizo una pausa para ver una de las fotografías que estaban

sobre la mesa de noche: Max y Lina en las pirámides de Egipto—. Desde que morí... los

libros se convirtieron en mi refugio. Al leerlos me sentía más cerca de mi hermano.

Max observó el libro meditabundo.

– Los libros son portales que nos trasladan a otros mundos, a otros tiempos y a otros

recuerdos.

– ¿Ese libro te recuerda a alguien?

Max levantó la vista, había añoranza escarchada en sus ojos que incrementó cuando vio a una

foto de un hombre con barba, ojos verdes y cabello castaño oscuro que estaba sobre la mesa de

noche.

– Me recuerda a mi padre —contestó—. El protagonista del libro se embarca en una carrera

contra el tiempo en busca del asesino de su padre. Es lo que yo he estado haciendo desde

que él murió.

Kyle se levantó del sofá con la intención de apoyar una mano sobre su hombro para

confortarlo, pero optó por quedarse de pie con los brazos cruzados.

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– ¿Cuál era su habilidad? —preguntó, a veces hablar de las cualidades de los seres queridos

hacía que la tristeza por su pérdida fuera más soportable.

– Aeroquinésis —respondió con una ligera sonrisa—, mi padre controlaba el elemento aire.

Max, al igual que él había perdido a sus padres. Comprendía exactamente cómo se sentía.

– Ahora que Baiel y yo pertenecemos oficialmente a tu tribu nos embarcaremos también en tu

carrera.

La añoranza en los ojos de Max fue reemplazada por un brillo de agradecimiento.

– Hablando de eso, ¿Cómo te sientes después de la visita a los sólidos?

Los vellos en la piel de Kyle se comenzaron a erizar, pero no estaba seguro si era por el frío

viento que se filtraba del exterior con un aroma a pino húmedo o si se debía a la mención de la

Tribu Real.

– Fue una experiencia incómoda por lo intimidantes que resultaron, pero era necesario.

Max se levantó de la cama, sus pies se veían mucho más blancos en contraste con el piso

oscuro, sus manos hicieron a un lado las cortinas de las ventanas, una ráfaga de viento hizo que su

cabellera se agitara como sombras.

– Ellos son así —comentó con la mirada puesta en el oscuro bosque—. La reina y su tribu

hacen honor a su nombre.

La mirada de Kyle viajó al tatuaje de la T agrietada en el dorso de su muñeca.

– Lo bueno es que ahora somos legalmente translúcidos —hizo una pausa recordando los

ojos aguamarina del príncipe Rune y los ojos esmeraldas de la reina, sus vellos terminaron

de erizarse—. Lo que no termino de entender es por qué la reina le dijo a Baiel que podría

unirse a ellos.

– Lo hizo con un segundo propósito: poner a prueba la fidelidad y lealtad de Baiel. No

cualquiera puede ser uno de ellos. Como viste son un poco vanidosos.

La mención de la palabra vanidosos hizo que Kyle recordara su conversación con Emilie

Scott sobre la belleza y la inmortalidad de los unicornios.

– ¿Los fantasmas somos inmortales? —quiso saber.

Max permaneció inmóvil, de pie frente a la ventana parecía una silueta dibujada con tiza.

– Lo somos —respondió dándose la vuelta, sus ojos estaban rojos como rubí—. Humanos y

poltergeists somos inmortales.

– Corentin Cooper, tu padre era un poltergeist —sus labios se apretaron en una fina línea, las

siguientes palabras salieron en un susurro —: y él ahora esta... muerto.

Las facciones en el rostro de Max se contrajeron, pero cuando habló, su voz estaba tranquila:

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– ¿Recuerdas que te mencionamos que sólo se puede elegir una entidad?

Kyle asintió.

– Una vez que poseemos una entidad, un cuerpo —explicó—, podemos ser... aniquilados de

este mundo y seríamos enviados al limbo.

– ¿Limbo? —inquirió Kyle con el ceño fruncido.

– El limbo es la dimensión donde se encuentran los fantasmas que alguna vez tuvieron una

entidad en este mundo —aclaró él—. Ninguno de ellos puede regresar a esta dimensión,

pero, aunque muramos en nuestra segunda vida no dejamos de ser inmortales.

– Eso quiere decir que tu papá...

Max afirmó con un leve movimiento de cabeza, sus ojos seguían rojos como la sangre

ardiendo de rabia y enojo.

– Mi padre está en el limbo.

Nuevamente, Kyle sintió un impulso de acercarse y decirle lo siento, pero no lo hizo.

A veces, decir lo siento no era suficiente.

– ¿Cómo puede ser asesinado un poltergeist?

– La única manera de hacerlo era destruyendo la entidad del Libro Ente, pero Caín y

Benjamín encontraron otra forma de llevarlo a cabo.

– ¿Caín? —preguntó Kyle.

– Él fue el fundador de la tribu de los oscuros. Benjamín y él siempre fueron buenos amigos,

desde el principio estuvieron ligados a rituales y magia oscura. ¿Recuerdas la daga que

sostenía él cuando me atacó en el teatro?

– Es algo que nunca olvidaré —afirmó Kyle recordando los horrendos tentáculos y los

destellos rojos como fuego que desprendía la daga en forma de extraños símbolos como los

que había alrededor del cuerpo en el ritual del hospital—. Era algo terrorífico.

– Los dos conjuraron esa daga para acabar con los poltergeists —reveló, sus manos se

cerraron en puños haciendo que los nudillos se volvieran blancos como el papel—. Ellos la

usaron cuando... asesinaron a mi padre. —Él cerró los ojos llenando sus pulmones con el

aire con aroma a pino, los puños se soltaron y cuando abrió los ojos, el rojo en su mirada ya

no era un fuego devorador, más bien una piedra de rubí—. Estoy seguro que, si tú no

hubieras intervenido, ahora mismo estuviera en el limbo. Me salvaste la vida.

Kyle se sonrojó sintiéndose alagado, nunca había imaginado que su intervención aquella

madrugada hubiera significado tanto, pero había salvado al líder de una tribu, a un translúcido, a un

amigo.

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– ¿Y tus tatuajes? —preguntó apartando la cortina blanca que el viento había suspendido—

¿Qué son?

Max giró el rostro un segundo para ver afuera, la cortina en movimiento golpeaba su rostro

pálido como queriendo robarle belleza, sus ojeras eran muy similares a la oscuridad en el exterior y

sus ojos carmesí eran tan reales como los de los vampiros.

– Son tres círculos —respondió—, uno en cada muñeca.

Él extendió los brazos de modo que Kyle pudiera verlos, de inmediato, dos círculos

aparecieron sobre el dorso de sus muñecas, uno, el de la derecha encerraba a la perfección la marca

de su tribu: una T con líneas curvadas como las esquinas de las páginas dobladas de un libro.

Kyle alargó una mano y con la yema de los dedos rozó el círculo negro dibujado sobre la piel

pálida de Max, la piel era fría al tacto como los mágicos copos de Lina Cooper, otra característica

del vampirismo.

– El tercero esta justo aquí —añadió tocando el lado derecho de su gélido cuello.

Un tercer círculo negro se dibujó sobre el esternocleidomastoideo como si estuviera hecho de

tinta negra reluciente.

– El círculo es símbolo de la eternidad —masculló Max, sus ojos centelleaban carmesí como

cuando lo conoció en Paranormal—, no tienen principio ni fin y se supone que los vampiros

son inmortales.

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FUEGO ROJO

"Se posó en el cuerno de la unicornio, que la sintió temblar.

—Por favor —dijo la unicornio—, sólo quiero saber si hay otros unicornios en el mundo.

Mariposa, dime que todavía queda alguno y te creeré. Volveré a mi bosque. Hace mucho que me fui

y prometí que no tardaría en regresar.

—Sobre las montañas de la Luna —empezó a decir la mariposa—, por el Valle de las

Sombras cabalga, cabalga temerariamente. —Entonces se detuvo y dijo con voz extraña—: No, no,

escúchame, no me escuches, escúchame. Encontrarás a tu gente si eres valiente. Hace mucho

tiempo que rebasaron todos los caminos. El Toro Rojo los siguió de cerca y borró sus huellas. No

desmayes ante nada, pero no te descuides.

Sus alas rozaron la piel de la unicornio.

—¿El Toro Rojo? —preguntó—. ¿Qué es el Toro Rojo?

La mariposa empezó a cantar."

– No hay nada más satisfactorio que un buen libro —decía el profesor Wagner caminando de

un lado para otro mientras los estudiantes permanecían quietos en los pupitres con la mirada

fija en los libros abiertos.

Kyle siguió sumergido en su lectura de El último unicornio, a su lado, Max con la vista fija

en El libro de las sombras contadas.

"—¿Qué es lo que ves? —preguntó la anciana al más bajo—. Rukh, ¿qué es lo que ves ahí,

dormido?

—Un caballo muerto... No, no está muerto. —Emitió una risita sofocada, como el sonido de

una cerilla al ser rascada—. Dáselo a la mantícora, o al dragón.

—Estás loco —dijo Mamá Fortuna. Luego preguntó al otro—: ¿Qué opinas tú, mago, profeta,

taumaturgo? ¿Qué es lo que ves con tu mirada de brujo?

La mujer y el hombre llamado Rukh lanzaron grandes carcajadas, que se interrumpieron

cuando ella vio al hombre alto examinando todavía a la unicornio con suma atención."

Kyle se preguntó, si al igual que aquel hombre llamado Rukh, que al mirar al unicornio

dormida sólo miraba a un potro blanco y no a un ser mitológico extinto, los demás estudiantes en

aquella aula, que no eran poltergeists, al verlos a ellos sólo miraban a otros estudiantes más del

montón y no a una tribu de fantasmas.

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– Max —dijo, rozando con el codo el brazo pálido del muchacho sentado a su lado.

– ¿Qué pasa? —preguntó desviando la vista del libro al instante.

Kyle lanzó una rápida mirada alrededor para asegurarse que el profesor y el resto de

estudiantes siguieran atentos en la lectura para no escuchar la pregunta que iba a formular a

continuación:

– ¿Qué sucedió con Caín... el fundador de los oscuros?

Max apoyó los codos a ambos lados del libro y al igual que él, se cercioró de que nadie

estuviera prestándoles atención.

– La reina Leilany Kinhost lo desterró después de que... asesinaran a mi padre y se

descubrieran sus planes oscuros de gobernar el mundo y no vivir en el anonimato.

– Con desterrar, te refieres a que Caín...

– Fue enviado al limbo.

– El Libro Ente no es propiedad pública, ¿Cómo hizo para conseguir su entidad?

Max hizo una pausa para echar otro vistazo a los lados, hablar de historias de fantasmas entre

los humanos no era tan fácil como relatar cuentos de hadas a los niños.

– La reina tiene sus propios métodos para cumplir sus objetivos —aclaró alzando los

hombros—. Los sólidos son la ley.

Kyle sabía perfectamente lo que su líder decía, lo había experimentado cuando la reina les

había preguntado sobre sus habilidades y no necesitó de demostraciones, Marilyne Young, una de

los miembros de los sólidos poseía la habilidad para percibir los poderes.

Todos los integrantes de la Tribu Real eran portadores de habilidades que la volvían una tribu

sólida.

– ¿Y Benjamín y su tribu?

Los dedos pálidos de Max acariciaban con sumo cuidado las puntas de las páginas del libro,

aunque al escuchar el nombre del líder de los mitológicos, dos de sus dedos doblaron el extremo de

una hoja como si deseara convertirla en mil pedazos.

– Ellos lograron escapar escondiéndose en varias ciudades, nos mudamos a Spook City al

enterarnos de que estaban aquí.

– ¿Y los demás oscuros?

– De ellos quedaron pocos, la mayoría que había seguido y participado en los planes de Caín

tuvieron su mismo final. El resto se esparció por algunas ciudades del país después de jurar

fidelidad y lealtad a la reina.

– ¿Ella los perdonó?

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– La reina Leilany Kinhost no perdona ni olvida tan fácil —respondió él—, pero no todos los

oscuros habían estado de acuerdo con la ideología de Caín, a ellos se les dio una

oportunidad de seguir siendo parte de nuestro mundo, pero siempre estarán bajo la lupa.

Kyle suspiró y nuevamente recorrió con la mirada a todos los estudiantes que alcanzaba a ver:

su hermano Lowell con un libro de Julio Verne, a su lado estaba April Jones con Romeo y Julieta,

Emilie Scott con El último unicornio, ella encontró su mirada y le dedicó una sonrisa que le inundó

de escarcha los ojos; sentada junto a ella estaba Alissa con una novela policíaca.

– Eso significa que podría haber otros fantasmas en esta aula y en este Instituto.

Max asintió.

– No lo dudes, cualquier estudiante aquí puede ser un invisible, oscuro o mitológico.

– ¿Conoces alguno?

– Hasta ahora, no.

– Pero, eres el líder de los translúcidos.

– Eso no implica conocer a cada uno de los miembros de las tribus —aclaró Max—. Sólo

conozco a los líderes.

H

– Shh...

La chica le colocó un dedo sobre los labios, el contacto con su piel envió una descarga

eléctrica por todo el cuerpo del joven causando que su testosterona se alborotara como una bomba a

punto de explotar y sus ojos se concentraron en el rojo de sus uñas.

El color de sus uñas parecía un embrujo.

– No digas mi nombre —masculló ella frotando los labios del joven con su dedo.

– ¿No crees que nos estamos alejando mucho del Instituto? —preguntó él tragando saliva

para humedecerse la garganta que parecía una chimenea ardiente.

Ella le dedicó una mirada llena de lujuria.

– ¿Qué importa si nos alejamos? —replicó mordiéndose el labio inferior—. Siempre has

querido estar conmigo Owen y hoy será tu oportunidad —añadió susurrándole al oído.

Owen dejó de mirarle las uñas rojas y cerró los ojos para inspirar el aroma femenino de la

chica, ella sonrió como el silbido de los pájaros y lo tomó de la mano para llevarlo al fondo del

bosque donde los árboles verdes parecían reinar.

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Todo era verde y tupido, en lo alto, las ramas sólo dejaban ver pequeños fragmentos del cielo

para luego ser manchado por aves volando y escapando del bosque como si hubiera una presencia

extraña, las ardillas también huían escondiéndose en troncos huecos y madrigueras.

A pesar de que era casi el mediodía, el bosque se tornó sombrío.

– Este es el lugar perfecto —dijo la chica cuando llegaron a un pequeño claro, sus ojos se

llenaron de un brillo gris.

Owen dio varios parpadeos e involuntariamente se frotó las manos sintiendo el escalofrió que

llenaba el aire a su alrededor, pero pensó que se debía al ardiente deseo que sentía por estar con la

chica más sensual del Spook High School.

– Te deseo —dijo tomándola de la cintura—, siempre te he deseado.

La chica hundió los dedos en su cabello negro para luego besarlo, el corazón de Owen inició

a saltar de inmediato dentro de su pecho como un pájaro enjaulado y aunque una lejana voz en su

interior le gritaba que huyera del bosque y de la chica, su cuerpo le decía todo lo contrario.

Una vez que probó los labios rojos de la chica no logró dejar de besarla, sus besos eran

ligeros y acalorados, sus lenguas se perdieron en una danza tergiversada, el perfume que desprendía

ella era como una poción que lo hechizaba.

Había una fuerza hedonista y maligna que lo rodeaba como un alambre obligándolo a estar

sujeto a aquella enigmática chica.

Ella se alejó de él para arrancarle de un tirón la camisa, a Owen siempre le había fascinado su

cabello que brillaba como un mágico arcoíris, ella ladeó la cabeza para que él siguiera disfrutando

de sus melenas coloridas.

Un deseo incontrolable se apoderó del joven: quería besarla, desnudarla y estar con ella.

Los labios de la chica se curvaron en una sonrisa, disfrutaba ver como sus encantos

entontaban a los chicos humanos, pues ella era un poltergeist y su habilidad era la seducción.

Guiñando un ojo rodeó el cuello del muchacho con la camisa y lo jaló hacia ella para besarlo

y arañarle la espalda con sus uñas rojas, las manos de Owen intentaron despojarla del corto vestido,

pero ella no se dejó y lo empujó para que cayera sobre el manto natural de hierba verde.

Los ojos del muchacho brillaron como el sol cuando ella se sentó sobre él para desabrocharle

el pantalón, el fuego en su interior amenazaba con estallar y quemar todo el bosque, a pesar de que

él estaba casi desnudo, ella insistía en no quitarse todavía el corto vestido.

"No importa —pensó él en su apetencia interna—, yo mismo se lo quitaré para dejar

descubierto su cuerpo estético."

– Hoy serás mío —susurró ella mordiéndole el lóbulo de la oreja.

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Owen rodó quedando encima de la sensual chica, sus labios se encontraron, sus manos

recorrieron las curvas de su cuerpo perdiéndolo en el éxtasis.

Los árboles que rodeaban el claro se veían como una fotografía detrás de un cristal empañado

y el silencio parecía adueñarse de todo el bosque, pero no todo era silencio, el sonido de hojas secas

al ser pisadas y de ramas al ser quebradas atrajeron la atención de la muchacha, pero Owen

continuaba hipnotizado explorando su cuerpo.

– Llego la hora —musitó ella con una leve sonrisa maliciosa.

– ¡Vaya! ¡Vaya! —exclamó una voz masculina, el tono en su voz era fatuo y caluroso como

el fuego.

Owen abrió los ojos como platos como si al cerrarlos volviera a perderse en los labios rojos

de la chica, el hechizo se rompía y volvía a recuperar la consciencia, sus ojos viajaron hacia la

figura que se encontraba de pie detrás de ellos.

El intruso sonreía con terquedad.

Owen se levantó de un salto, mientras que la muchacha se levantó tranquilamente como si la

presencia del recién llegado no la incomodara.

– ¡Ami...go! —balbuceó Owen—. Nosotros podemos...

El joven que había aparecido en la escena hizo una mueca de desdén y alzó una mano,

aburrido.

– ¿Explicarme? —terminó diciendo fulminándolo con los ojos verde oscuros que parecían un

cortante cristal capaz de taladrarle el cuello— ¿Qué me vas a explicar Owen? ¿Qué fuiste

capaz de meterte con mi novia?

Owen sintió que el filo en la mirada del chico le cortaba el pecho y sus manos temblorosas

lucharon para cerrar la cremallera de su pantalón, pero sus dedos no respondían, era como si

estuvieran enyesados incapaz de flexionarlos.

La muchacha dejó escapar una risita como el roce de dos rocas, al pasar a su lado le dedicó

un guiño y le golpeó el rostro con el colorido cabello. El joven al otro lado del claro le tendió una

mano y ella la tomó sin vacilar.

Él le sonrió y tomándola por la cintura le dio un beso violento.

Owen agitó la cabeza, aturdido, no entendía la reacción de su amigo, no parecía enojado ni

molesto, eso hizo que su miedo aumentara, pues lo conocía lo suficiente para saber que el intruso no

era el tipo de estudiantes que compartían.

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– Ese es el trabajo de ella —dijo él atrapando un mechón de cabello como el color de los

arcoíris entre sus dedos—, seducir a inocentes y estúpidos humanos como tú para traerlos a

nosotros.

– ¿De qué... hablas? —preguntó, su voz temblaba como sus extremidades.

Las facciones en el rostro del muchacho se endurecieron como las rocas y sus ojos se

llenaron de un brillo oscuro como las noches de la ciudad.

– No me llames amigo —espetó escupiendo el suelo verde gris, luego levantó la capucha de

su chaqueta negra para cubrirse la cabeza—, yo nunca podría ser amigo de un humano

como tú.

Los ojos marrones de Owen buscaron los ojos grises de la muchacha, pero los ojos que antes

lo veían con deseo y pasión, ahora lo observaban con lástima.

– Pero...

– Ustedes los humanos son... débiles —gruñó ella.

– Quiero presentarte a algunos compañeros —intervino el joven encapuchado—, ellos si

pueden ser llamados amigos.

Cinco jóvenes aparecieron de entre los arbustos, todos vestidos con ropas negras que se

movían como sombras al caminar, Owen conocía a dos de ellos, cursaban el mismo año y eran

compañeros en el equipo de fútbol americano del Instituto, a los otros tres: una chica de lindos

cabello rosados, un tipo que tenía pinta de ser miembro de una banda de rock y otro más adulto con

el cabello negro largo, eran desconocidos.

Intento decir el nombre de los dos estudiantes que conocía, pero sus nombres se congelaron

en su garganta.

Los cinco jóvenes se detuvieron detrás de los otros dos, la chica cabellos rosados extrajo de

su bolso un libro negro y a pesar de que el miedo le empañaba la vista, Owen logró ver el título que

brillaba como las escamas de los peces: Libro Ente, decían las letras parpadeantes.

– No tengas miedo, Owen —dijo uno de los que conocía—, eres dichoso al ser elegido para

convertirte en uno de los nuestros.

El joven con pinta de miembro de una banda de rock lo fulminó de reojo.

– No te olvides que él se unirá a nuestra tribu —masculló—, ustedes se quedaron con Tyler.

Tyler, Tyler... el nombre flotaba en el aire como una hoja seca, Owen trató de ubicar el

nombre, ya lo había escuchado antes. Tyler, el joven huérfano y más adinerado de la ciudad que fue

encontrado muerto en el hospital viejo de la ciudad.

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– ¿De qué... hablan? —tartamudeó, sus manos temblorosas rodearon su cuello intentado

liberar las palabras.

El joven que llevaba el cabello largo y que parecía mayor que todos, sujetó su melena negra

en una cola de caballo.

– Tu amigo humano hace muchas preguntas —dijo— ¿Quieres que yo le explique?

En encapuchado negó con la cabeza, dio otro beso a la chica cabello de arcoíris y caminó al

centro del claro.

– No es necesario dar explicaciones, Benjamín —respondió con una sonrisa oscura de lado—.

Mejor hagamos lo que venimos hacer —añadió levantando la mano derecha, Owen miró

perplejo como una llama de fuego brotó de la palma de la mano del que consideraba antes

amigo y compañero de fútbol.

Su cuerpo se inundó de terror y su corazón que antes martillaba de lujuria, ahora lo hacía por

miedo y horror.

– ¿Quiénes son... ustedes? —balbuceó dando unos pasos atrás— ¿Qué quieren conmigo?

Benjamín, el mayor de todos se levantó unos centímetros del suelo, de la suela de sus botas

negras salía un humo que se perdía entre la grana verde como serpientes venenosas.

– Somos fantasmas —dijo orgulloso— y tú te unirás a mi tribu, a nuestro ejército.

El miedo en Owen se intensificó cuando vio como los dedos de Benjamín fueron sustituidos

por largos, babosos y flexibles tentáculos que se sacudían como si tuvieran vida propia.

El nudo en su garganta se deshizo dejando escapar un grito ahogado y sin importarle su

pantalón a medio cerrar, salió huyendo deseando que el denso bosque se lo tragara y lo transportara

a un lugar más seguro.

Benjamín soltó unas carcajadas virulentas que hicieron que las ramas de los árboles se

movieran con ímpetu como si deseara golpear el viento.

– Nicos, es todo tuyo —dijo al tipo que parecía estrella de rock, el rostro del joven era

huesudo con pómulos altos, piel pálida y los ojos pintados con delineador negro como el

color del cabello que le caía hasta los hombros, su mirada era brutal.

Nicos, tomó una flecha del carcaj que llevaba colgado en la espalda y al colocarla sobre el

arco que tenía una inscripción que decía: "rápido y furioso como los centauros", apuntó en la

dirección por donde había huido Owen, la flecha salió disparada como un rayo atravesando el aire y

clavándose en la pierna derecha del joven.

Owen profirió gritos adoloridos y aunque no lo deseaba, cayó al suelo revolcándose de dolor.

La sangre roja se mezcló con la hierba verde dándole una apariencia gris como la muerte.

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– Bien hecho, centauro —manifestó Benjamín dándole un codazo al joven que había

disparado la flecha.

La huella de una sonrisa apareció en la comisura de los labios de Nicos.

– Me divierto cazándolos —musitó.

El encapuchado se interpuso entre ellos y le colocó una mano sobre el hombro a uno de los

jóvenes que Owen había reconocido.

– Es tu turno.

Él joven asintió y luego de haberse puesto la capucha extendió las manos hacia el cuerpo de

Owen que seguía quejándose de dolor, sus brazos se extendieron de una manera antinatural, como si

en vez de carne y hueso estuvieran hechos de algún material elástico.

Elasticidad, esa era la habilidad del poltergeist.

Sus manos elásticas se envolvieron alrededor de los tobillos de Owen y lo arrastraron de

vuela al centro del claro.

Los demás, se movieron de sus lugares flotando para encerrarlo en un círculo, todos

cubrieron sus cabezas con las capuchas.

– ¿Qué quieren? —gritó Owen desesperado— ¿Quiénes son?

Benjamín rompió el círculo acercándose a él, sus manos de tentáculos se levantaron en lo alto

como serpientes voladoras sosteniendo una daga con símbolos oscuros dibujados sobre el filo que

resplandecían como fuego y sangre.

– ¡Somos poltergeists! —exclamó, su cabello también se movía al compás de los horrendos

tentáculos.

Owen apartó la vista de Benjamín creyendo que tal vez así disminuiría el temor, sus ojos

encontraron los ojos grises de la chica cabellos coloridos y pensó ver en ellos los cristales de unas

lágrimas, pero nunca supo si ella era la que lloraba o era él, pues en ese momento el novio de ella

dejó escapar lenguas de fuego de sus manos atrapándolo en una barrera de llamas que olían a dolor

y muerte.

H

"Con un arcaico, jubiloso y terrible grito de destrucción, la unicornio salió de su escondite.

Sus cascos hendían el suelo como una lluvia de cuchillas, su crin lanzaba destellos de furia y en la

frente llevaba un penacho de rayos. Los tres asesinos dejaron caer los puñales y ocultaron sus

rostros; incluso Schmendrick y Molly Grue se acobardaron ante su presencia. Pero la unicornio no

veía a ninguno de ellos. Enloquecida, bailarina, blanca como el mar, lanzó de nuevo su desafío.

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Y la claridad le respondió con un bramido similar al sonido de los hielos que se parten al

llegar la primavera. Los hombres de Drinn huyeron, dando tumbos y chillando de terror.

El castillo de Haggard estaba en llamas, oscilando violentamente por obra de un repentino y

frío viento.

—Pero debe de ser el mar —dijo Molly en voz alta—, se supone que debe serlo.

Pensó que estaba viendo una ventana, por lejana que estuviera, y un rostro gris.

Y entonces llegó el Toro Rojo".

– ¡Kyle! —gritó Cedric entrando a la cafetería a toda prisa que parecía que iba a levitar en

cualquier momento.

Kyle cerró el libro al escucharlo después de haber puesto una marca páginas con el logotipo

de la discoteca Paranormal.

– ¿Qué pasó? —preguntó arqueando las cejas y metiendo el libro dentro de la mochila.

– Ven, acompáñame —dijo Cedric señalando la salida.

Kyle salió detrás de él dejando atrás la cafetería que estaba abandonada como el desierto a

pesar de que ya era hora del almuerzo.

– ¿Qué sucede? —quiso saber al ver que todos los estudiantes se dirigían al bosque que

rodeaba al Instituto.

Cedric siguió corriendo sin ver atrás, Kyle trató de igualar su paso, pero el cuerpo atlético de

su amigo era evidencia de experiencia en los deportes.

– Ya lo verás tú mismo.

Todos los estudiantes y profesores del Spook High School estaban en un claro en el corazón

del bosque, sus rostros horrorizados observando con ojos oftálmicos el fuego que ardía en el centro

enviando lenguas de fuego a lo alto como un ave fénix.

Max y el resto de los translúcidos estaban entre ellos.

– ¿Qué pasó Max? —preguntó al líder de su tribu.

La mirada de Max no se apartó del fuego rojo, su mandíbula estaba tensa y las manos las

tenía apretadas en fuertes puños pálidos.

– Fueron ellos otra vez —afirmó en voz baja— los mitológicos volvieron a asesinar a otro

joven.

– Unos estudiantes de primer año lo encontraron —comentó Bri, su pelo rojo flameaba como

las llamas de fuego.

– Es un ritual —añadió Lina tomando algunas fotografías—, igual al que encontramos en el

hospital viejo.

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Kyle se puso de puntillas para ver por encima del resto de estudiantes que con sus rostros

perplejos grababan con sus celulares la escena infernal frente a ellos.

El fuego rojo ardía sin cesar como si fuera un fuego sempiterno en un círculo de trecientos

sesenta grados y en medio, estaba el cuerpo sin vida de un estudiante varón semidesnudo.

– No se acerquen —ordenaba el director Harrison tratando de mantener la calma—. La

policía, los bomberos y la ambulancia vienen en camino

– ¡Oh por Dios! —sollozó una estudiante en la multitud—. Es mi primo Owen.

– Lina tiene razón —dijo Baiel apuntando con el mentón al cuerpo enjaulado en el fuego

rojo—, ese chico tiene el mismo símbolo que tenía el del hospital sobre la frente.

Kyle lanzó otra mirada al cuerpo de Owen, su amigo decía la verdad, el símbolo de la H con

la barra inclinada estaba dibujado con sangre sobre su frente y la herida en el pecho era fina y

cortante como la de una daga.

– Tenemos que averiguar el significado de ese símbolo —dijo Cedric.

– Los mitológicos son como un asesino en serie que marcan a sus víctimas con un objetivo —

aventuró Baiel.

– La diferencia es que no es un asesino en serie —comentó Kyle con sus ojos fijos en el

fuego rojo que se alzaba alrededor de Owen como llamas infernales—, estamos hablando

de una tribu asesina en serie.

Kyle sintió temor, temor por su hermano Lowell que estaba a la par de April al otro lado del

claro, temor por Emilie, la chica unicornio. Esta vez había sido Owen, otro día podría ser cualquier

estudiante.

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15

LIGAMENTO

Las clases en el Spook High School fueron suspendidas por las siguientes dos semanas mientras la

policía llevaba a cabo las investigaciones sobre el extraño asesinato de Owen Henderson en el

bosque.

Cinco muertes más habían sido reportadas por el canal local de la ciudad, todos los

homicidios tenían algo en común: el cuerpo de la víctima semidesnudo, rodeado por un círculo de

fuego y el símbolo de la H con la barra central ladeada trazado con sangre sobre los cuerpos.

Desde entonces, muchas especulaciones habían surgido, desde un asesino en serie hasta un

ritual o culto demoníaco; pero ninguna hipótesis había sido aclarada hasta el momento, nadie

parecía prestar interés en investigar y eso incluía a la policía, al parecer había una fuerza oscura

alrededor de las muertes de los jóvenes, algo oscuro y sombrío que nadie se involucraba en buscar

respuestas.

Los únicos que mostraban interés eras los translúcidos y la tribu de los sólidos y aunque

conocían quiénes eran los culpables todavía no sabían el objetivo de los rituales; pero había alguien

más que estaba obsesionado en descifrar la verdad de los malévolos ritos y el extraño símbolo, ese

era Lowell Foster, un humano común y corriente que no era fantasma.

– ¡Lowell! —gritó April de pie en el umbral de la puerta.

El cabello crespo del muchacho ocultaba su rostro mientras tecleaba en la computadora de

escritorio con denuedo como si no hubiera notado la presencia de su prima.

– ¡Lowell Foster! —volvió a gritar ella con las manos en la cintura— ¿No piensas bajar a

cenar?

Él ladeó la cabeza, pero no despegó la vista de la pantalla.

– Prima, no tengo hambre.

April rodó los ojos al entrar, la habitación de Lowell era como otro mundo en comparación

con el resto de la casa, pues las paredes estaban pintadas de tonos oscuros y no de celeste como en

el exterior, además varios posters de alienígenas, vampiros, hombres lobos y fantasmas la cubrían

como nubes grises en un cielo negro.

La única iluminación era una lámpara sobre la mesa de noche y una caja trasparente con luces

de colores en un lado de la habitación, también había fotos de él cuando era un niño acompañado

por su madre y Kyle Foster, su hermano mayor.

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– ¿Sigues con la absurda investigación sobre los asesinatos en la ciudad? —preguntó

sentándose en el borde de la cama con sábanas a cuadros.

– Si, prima. —Él la miró de reojo—. Te he dicho que no es absurdo.

Ella elevó los hombros despreocupada y se dejó caer sobre la cama sacando el celular de su

chaqueta.

– La policía no ha revelado nada hasta ahora —sus dedos se deslizaron sobre la pantalla

buscando el número de Max— y tú pretendes averiguar algo que no tiene explicación.

Lowell la fulminó con la mirada y cogió un libro de los tantos que tenía alrededor de la

computadora.

– Presiento que estoy cerca de descifrar el significado del símbolo con el que los marcan.

– Yo creo que no tiene significado —dijo ella marcando el número de su novio.

Él se giró para mirarla con disgusto.

– ¿Vas a hablar con tu extraño novio?

– Claro que si —afirmó ella— y Max no es extraño como tú dices.

Lowell volvió su atención a la parpadeante pantalla para recorrer con el puntero una página

web sobre simbología.

"Sí que lo es —pensó—, él y su grupo de amigos son unos extraños."

H

– ¿Qué haremos ahora? —preguntó Kyle de pie junto a las escaleras en la casa de los

translúcidos, su casa.

El resto de la tribu estaban dispersos en la sala: Cedric sentado en uno de los sillones con Bri

en su regazo, Max de pie con los brazos cruzados detrás de ellos y Lina con Baiel sentados en las

gradas.

– La reina y su tribu siguen haciendo investigaciones —dijo Max—, ella va a convocar a cada

líder de las tribus a una reunión.

– ¿Esa reunión incluirá a Benjamín? —inquirió Baiel.

Lina lo fulminó de reojo como si sus ojos fueran cuchillos cortantes.

– No, los mitológicos desde hace mucho no se someten a las leyes poltergeists.

Baiel apoyó la cabeza sobre su mano.

– ¿Y por qué están haciendo sus apariciones y ritos hasta ahora?

– Buena pregunta Baiel —dijo Cedric fortaleciendo el agarre alrededor de la delgada cintura

de Bri como si tuviera temor de perderla.

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– Si después de tanto anonimato, están asesinando personas, eso significa que lo hacen con un

objetivo oscuro —opinó ella.

Max hizo descansar sus manos sobre el borde del sofá, sus músculos revelaban la tensión y el

cansancio después de largos días en buscar pistas y soluciones sobre los rituales y el símbolo sobre

los cuerpos.

– Los príncipes Rune y Sverre Kinhost han estado buscando información acerca del símbolo

de sangre, pero aún no han encontrado nada.

– ¿Y cuáles son sus habilidades... reales? —inquirió Baiel frunciendo las pobladas cejas.

– El príncipe Rune es experto en marcas y símbolos y su hermano, el príncipe Sverre Kinhost

posee la habilidad de leer todos los idiomas.

– Ellos son todos unos catedráticos —masculló él girando el rostro para ver el inexpresivo

rostro de Lina Cooper, que, aunque era fría como el hielo, también era hermosa como la

luna.

– Pero si ellos no han podido descifrar el significado de los rituales, quiere decir que es una

tarea ardua—comentó Kyle.

El sonido del teléfono de Max interrumpió la conversación, una combinación de júbilo y

preocupación cruzó por sus ojos al ver el nombre de April Jones en la pantalla, antes de responder,

compartió una rápida mirada con él y dijo:

– Debemos cuidar a los humanos que queremos, hay posibilidades de que puedan caer en las

manos de los mitológicos.

Kyle asintió, compartía la opinión de su amigo y no era la primera vez que lo pensaba, él

temía por la vida de su hermano Lowell.

H

– ¡Gracias por acompañarme! —le gritó April a Lowell por encima del ruido ensordecedor de

la música electro en Paranormal.

Era sábado y la discoteca de moda en Spook City, al contrario del Spook High School no

cerraba sus puertas al público, al parecer todos querían evadir el hecho de que siete jóvenes habían

sido asesinados en circunstancias extrañas en varios lugares de la ciudad.

Los cuerpos en movimiento ocupaban el interior de la disco bañados de sudor, luces y música

que daba la sensación de poder palparla como si fuera una lámina metálica.

Los dos jóvenes, apenas lograron abrirse paso entre el laberinto de personas. Lowell llevaba

puesto el mismo pantalón roto, una chaqueta y camiseta crema con el dibujo de un fantasma en el

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centro; April, en cambio había sustituido la ropa casual por un atractivo y corto vestido blanco con

corte en la cintura.

– Lo hago porque eres mi prima —replicó él haciéndose a un lado para evitar ser golpeado

por el brazo tatuado de uno de los que bailaban—, ya sabes lo que opino de tu novio y sus

amigos.

April le dio un leve empujón con el hombro.

– Max es un amor y sus amigos no son extraños.

– ¿También vendrá su primo y el de Bri?

– Supongo que si —respondió ella.

El muchacho arrugó la frente y antes de que replicara, ella lo tomó de la mano para llevarlo a

la barra donde se encontraba Max Cooper y su primo Kyle.

Al verla, Max se levantó del taburete metálico y fue a su encuentro.

– Hola cariño —dijo ella mientras él la envolvía en un abrazo

Kyle permaneció sentado mientras contemplaba la escena, al ver a su amigo y a su prima se

sintió alegre de haber elegido unirse a los translúcidos y poseer una entidad, pues, aunque todavía

eran fantasmas tenían la oportunidad de vivir una vida más humana.

Al otro lado, Lowell se aclaró la garganta con desagrado.

– Lowell vino conmigo —dijo ella al escucharlo.

Max le tendió una mano con una sonrisa sincera, Lowell la estrechó después de vacilar y su

entrecejo se contrajo al percibir que la piel pálida del novio de su prima era fría al tacto.

"No se debe al clima de la ciudad —dijo en su mente al ver que Max iba bien abrigado con

ropas oscuras."

Max apartó la mano luego de unos largos segundos consciente de la mirada de Lowell que lo

examinaba como si fuera una rata de laboratorio.

– Yo ando con Kyle, mi... primo —agregó para desviar su atención, sus ojos viajaron a la

pista de baile—, el resto de chicos andan bailando.

Los cuatro se sentaron en los taburetes de metal junto a la barra.

En una esquina estaba el Dj, un muchacho moreno con el cabello como el color de las

manzanas verdes y el responsable de que la música invadiera el local, luces de diferentes colores se

disparaban en todas las direcciones golpeando los cuerpos de los bailarines que se movían como si

estuvieran bajo un hechizo que los obligaba a danzar sin detenerse.

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Kyle logró ver al resto de la tribu entre ellos: Cedric y Bri vestidos de negro y sonriendo

como si todo el mundo fuera color de rosa; por otro lado, Baiel disfrutando de bailar en Paranormal

como humano y no como un errante, Lina, extrañamente reía al escuchar sus bromas y su sarcasmo.

– ¿Qué van a tomar? –preguntó el bartender, un joven de unos dieciocho años con el pelo

teñido de rojo vino y lentes que mezclaba un refresco con una bebida alcohólica.

Max, que estaba atento a los movimientos ágiles de las manos del joven fue el primero en

responder:

– Una cerveza –respondió, luego miró a los demás–. Soy mayor de edad.

Kyle le dedicó una sonrisa, sabía que Max no lo decía sólo por hacer mención al

ordenamiento jurídico del país que determinaba que la mayoría de edad se alcanzaba entre los

dieciocho y los veintiún años, sino más bien porque era un poltergeist mucho más antiguo.

– Yo prefiero algo más light –dijo April.

El bartender asintió y espió a los otros dos por encima de los lentes esperando sus respuestas.

April le dio un codazo a su primo que estaba con la vista fija en el teléfono intentado

ignorarlos, pero él la fulminó con la mirada sin saber qué responder, era la primera vez que ponía un

pie en una discoteca y no estaba seguro si entre las botellas y cristalerías que estaban ubicadas de

una manera atractiva y funcional bajo el orden del chico pelo rojo había agua mineral.

– Para ellos dos, unas near beer –intervino Max señalando a Kyle y a Lowell.

April le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

– ¿Near beer? –inquirió Lowell dejando a un lado el teléfono.

– Las puedes llamar cervezas sin alcohol –espetó el bartender mientras les servía las bebidas

a otros clientes–, debido a su bajo contenido alcohólico, tenemos el permiso de venderlas a

menores.

Los ojos verdes de Lowell lo pulverizaron, no le gustaba ser etiquetado como menor, había

vivido y sufrido lo suficiente durante su vida para ser un adolescente corriente. Para aliviar un poco

su enojo, categorizó al bartender como extraño y raro al igual que Max y sus amigos.

Su prima alcanzó su mano dándole un apretón recordando al niño tímido de doce años que

sus padres trajeron a casa después de haber quedado en orfandad. Por dos semanas no salió de la

habitación, ella le llevaba la comida y se sentaba frente a su puerta para hacerle preguntas sobre su

ciudad, su escuela y sus pasatiempos.

Desde entonces, Lowell se había convertido en un hermano, aunque la diferencia de edad

entre los dos era de un año.

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Las bebidas vinieron a continuación, Max y April se sumergieron en una larga conversación,

ella no dejaba de sonreír y de contemplar el rostro de Max mientras hablaba, Kyle supo por el brillo

en la mirada de su prima que estaba perdida y locamente enamorada de Maximus Cooper.

Aunque también fue consciente de que su hermano menor no dejaba de examinarlo, él

también lo veía de vez en cuando asombrado de la manera tan rápida en que había crecido, pero

para Lowell crecer era algo humano y normal, mientras que, para él, ser un fantasma implicaba

tener la misma apariencia de siempre y parecía algo irónico que ahora ambos tenían diecisiete años.

El hueco dentro de su pecho comenzaba a llenarse poco a poco. Una paz y tranquilidad que

hace mucho no sentía invadió su corazón, después de tantos años había logrado estar cerca de su

hermano y no como un espectro oculto en las penumbras, pero también tenía la obligación de cuidar

a su hermano de la horda de mitológicos.

"No sólo a Lowell —pensó al ver aparecer a Emilie Scott con su amiga Alissa y el chico

asiático de la clase de Educación Física."

Los tres se sentaron en el borde de la barra en el otro extremo, a pesar de la música y del

brillo de las luces, Emilie lucía más hermosa con un vestido lila y una bufanda negra alrededor de

su cuello.

H

– ¿Qué me cuentas? —preguntó Kyle rompiendo el incómodo silencio.

Max y April se habían ido a bailar dejándolos solos, aunque antes de perderse en la pista, el

líder de la tribu le había guiñado un ojo como diciéndole: esta es la oportunidad para que hables con

tu hermano.

Max tenía razón, ese era el momento que había estado esperando desde que vino a Spook

City detrás de su hermano, la oportunidad de estar cerca de él y no como el fantasma incorpóreo

que iba a visitarlo todas las noches, si no como un fantasma con un cuerpo de carne y hueso que

poseía la capacidad de hablar como un ser humano normal.

– Odio las fiestas —respondió él con la vista fija en la esfera multicolor que colgaba en el

centro del techo.

Kyle dejó escapar un suspiro, al fin había iniciado una conversación con su hermano.

– ¿Y tú? —preguntó él viéndolo a través de los mechones crespos que caían por su frente—

¿Te acostumbraste a la ciudad?

– Me gusta Spook City —respondió dándole un sorbo a su segunda bebida—. Ya me estoy

acostumbrando.

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Lowell dejó el teléfono para jugar con su bebida aún sin terminar, sus ojos brillaban como las

luces verdes de la esfera.

– ¿Eres igual que tus primos?

– ¿A qué te refieres? —quiso saber Kyle.

Los ojos verdes de Lowell Foster se dirigieron a la pista de baile donde estaban Lina, Baiel,

Cedric y Bri enloquecidos por la música que dejaba escapar el Dj pelo de manzana verde.

– Igual... de extraños —dijo con los ojos prestos como si los estuviera contemplando por

medio de una lupa.

Kyle se tomó otro sorbo de su near beer, el sabor era frío como el hielo y el color marrón

oscuro como el caramelo.

– No soy extraño, ni mis primos lo son —respondió deseando que fuera verdad—. Contigo,

son dos los que me lo han preguntado.

La respuesta de Kyle llamó la atención del muchacho que seguía absorto en la música, los

movimientos y los colores.

– ¿Quién más te lo ha dicho? —preguntó apartando los mechones que le cubrían la frente.

Él miró al otro extremo de la barra donde estaba Emilie con sus amigos, al verla, sus ojos

verdes irradiaron como neón.

– Emilie Scott fue la primera en preguntármelo.

– ¿Emilie? —inquirió Lowell examinando ahora a los tres muchachos al otro lado de la barra

Kyle asintió mirándolos también, aunque los ojos de su hermano ya no estaban sobre la chica

unicornio, sus ojos verdes estaban clavados como desde hace mucho tiempo en Alissa, la chica con

el cabello del color de las naranjas.

– Ella misma —masculló, las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa al ver la

forma en que su hermano menor observaba a Alissa como si ella fuera la única música

capaz de llegar a su corazón— ¿Te gusta ella verdad?

La garganta de Lowell pareció estar seca como el desierto necesitando otro trago de su bebida.

– ¿Qué? —exclamó— ¿Quién?

Él la señaló con el mentón.

– Te gusta Alissa.

Lowell bajó la mirada avergonzado, sus cabellos ensortijados se veían tristes a pesar de la

iluminación de las luces multicolores.

– No creo que ella se fije en alguien como yo.

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Kyle sintió deseos de levantarse del taburete, colocarle una mano sobre el hombro y

alborotarle el pelo crespo para animarlo, pero no lo hizo, acciones como esas requerían de amistad y

confianza y él apenas era un conocido más de Lowell.

– Cualquiera se fijaría en ti, Lowell —dijo.

Lowell levantó la cabeza y lo miró con el ceño fruncido.

– Espera, ¿Eres gay?

Kyle no evitó reírse.

– No soy gay —contestó poniéndose de pie de un salto—. Vamos donde están ellas e invítala

a bailar.

Las cejas del muchacho se arquearon hasta el punto en que se mezclaron con algunos

mechones de su cabello castaño.

– ¿Estás loco?

– ¿Te gusta o no Alissa?

– Desde el primer año.

– Entonces ve donde ella y háblale Low.

Lowell se quedó paralizado por unos segundos con los dedos apretados fuertemente alrededor

del borde metálico del taburete, hace más de cuatro años que nadie lo había llamado así, sólo habían

existido dos personas que lo llamaban Low: su mamá y su hermano Kyle, ambos estaban muertos.

– ¿Qué... sucede? —preguntó Kyle, pero ya conocía la respuesta.

– Soy Lowell, no Low —contestó.

Kyle alzó los hombros despreocupado y tomó dos sorbos de su bebida pasando por

desentendido.

– Está bien, pero tienes que invitar a bailar a Alissa.

Lowell se puso de pie cogiendo la bebida que Max había dejado a medio tomar sobre la barra.

– Necesitaré un trago —dijo levantándola como si estuviera brindando.

H

Al llegar al lugar donde estaba Emilie, afortunadamente sólo se encontraba acompañada por

su mejor amiga Alissa, pues Kyle no estaba seguro de invitarla a bailar estando el chico asiático

presente, había algo en él que lo inquietaba.

Ella fue la primera en ver que los dos se acercaban, los hoyuelos dieron vida a sus mejillas al

sonreír y sus ojos le robaron la belleza al letrero fluorescente de la discoteca.

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– Buenas noches —dijo él, sus pies parecían temblar y el efecto no se debía a la música

electro que lo rodeaba.

Por un momento se congeló sin saber si saludarla con un beso en la mejilla o quedarse donde

estaba, pero Emilie se levantó del taburete y para su sorpresa lo saludó con un beso en la mejilla, él

sólo rogó que sus manos y sus labios no temblaran como sus blandengues pies.

– Ella es Alissa —comentó Emilie presentando a la delicada chica pelo anaranjado.

Kyle, que había leído tantos libros que hablaban de cómo ser un caballero, la saludó

amablemente con un beso en la mejilla.

Alissa parecía una frágil muñeca por lo que no se acercó mucho a ella por temor a estropearla.

– Yo ando con Lowell —dijo colocando una mano sobre el hombro de su hermano.

Lowell sonrió tímidamente y saludó a ambas chicas con un apretón de manos torpe.

– ¿Desde cuándo son amigos ustedes dos? —preguntó Alissa con una ligera sonrisa.

Los dos muchachos se miraron entre sí sin saber qué responder, no tenían una respuesta

adecuada, aunque eran hermanos de sangre ahora sólo eran dos desconocidos, al menos para Lowell

lo era.

Una incógnita flotó entre los dos.

– Mi prima April esta con Max —respondió Lowell después de aclararse la garganta—, ellos

están bailando acaramelados ahora mismo y nos dejaron solos en la barra.

A su lado, Kyle asintió.

– Dos chicos solitarios —comentó Emilie jugando con los extremos de la bufanda negra, sus

ojos azul celestes se estrecharon—, que raro es.

– ¿Por qué es raro —quiso saber Lowell?

– Me refiero a que actualmente es normal ver a dos chicas bailando juntas —aclaró ella

mirando a la pista de baile—, pero ver a dos chicos en la misma situación es extraño.

Alissa ladeó la cabeza pensativa.

– A no ser que los dos sean chicos de clóset. —Emilie y ella se rieron.

Kyle y Lowell se vieron el uno al otro sorprendidos.

– Esa es la razón por la que estamos aquí —dijo Kyle extendiendo una mano hacia la chica

unicornio— ¿Emilie Scott, te gustaría bailar conmigo?

Las mejillas de ella se ruborizaron como un cielo teñido de rosa y salmón en un atardecer.

– Claro que si —dijo tomando su mano.

Los dos dedicaron una mirada de incitación a sus compañeros: Alissa jugaba con la pajilla de

su bebida mientras que Lowell permanecía quieto detrás de ella como un monumento.

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Kyle hizo un movimiento con la cabeza indicándole a su hermano que invitara a Alissa a

bailar.

Él tragó saliva como si tuviera miedo de ahogarse con las palabras.

– ¿Quieres bailar conmigo, Alissa?

Ella elevó las cejas y para sorpresa de todos se levantó del taburete metálico tomando la

mano de Lowell.

– No quiero quedarme aquí sola —masculló con una sonrisa de lado—, así que vamos a

bailar.

El cabello de Lowell se movió como halos de humo al ser arrastrado al cúmulo de bailarines

por Alissa dejándolos a ellos atrás.

– Tu amiga es muy...

– Impulsiva —terminó diciendo Emilie mientras el ruido de la música y el batir de los

cuerpos los devoraba.

H

A Kyle le pareció que fue hace mucho tiempo que estuvo por primera vez en la discoteca

Paranormal con su mejor amigo Baiel Mawson, para ese entonces ambos eran fantasmas errantes

que podían ser atravesados por las demás personas como una aguja en un pedazo de tela, pero ahora

todo era diferente.

En Paranormal, sus vidas habían cambiado, en ese lugar había conocido a Max Cooper, un

fantasma que poseía un cuerpo humano, desde que se habían convertido en translúcidos dejaron de

ser fantasmas errantes, ahora eran poltergeists y poseían una entidad, una oportunidad de vivir una

vida más o menos humana.

Y ahora más que nunca se sentía vivo.

El Dj cambió la música ruidosa por una música más suave y delicada, las luces que fluían de

la esfera colgada en el techo comenzaron a girar como si fueran bailarinas de ballet, pero su corazón

se movía con una rapidez más violenta que tuvo temor de que Emilie notara como su pecho subía y

bajaba.

– ¿En qué piensas? —preguntó ella colgando sus brazos alrededor de su cuello.

Las manos de él permanecieron sueltas por unos segundos, sus pies parecían estar hechos de

concreto y por encima del hombro de Emilie fulminó con la mirada al Dj piel morena por haber

cambiado la música, pues la música anterior era más fácil de bailar a causa de la adrenalina causada

por el ruido y el baño de luces.

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El cabello castaño de Emilie caía liso como una cascada serena, su rostro se veía mágico

como extraído de un cuento de hadas cuando las luces coloridas lo alcanzaban, él levantó las manos

deseando acariciar su pelo y el contorno de sus ojos que ahora eran como el cielo y el mar al

atardecer.

– En las oportunidades que nos da la vida —respondió, sin saber sus manos ahora estaban en

la cintura de ella.

Emilie comenzó a moverse suavemente a un lado como si la música tuviera cuerdas que la

hicieran girar, él siguió sus movimientos, no iba a permitir que la música la apartara de su lado.

– ¿Lo dices por esto?

Él frunció las cejas al no entender a lo que Emilie se refería, no fue hasta que sintió las yemas

de sus delicados dedos acariciando la delgada línea que le rodeaba el cuello que compendió: ella

hablaba de la cicatriz.

El contacto con su piel provocó que todas sus neuronas hicieran sinapsis y que el corazón

revoloteara enloquecido.

Bajó la mirada y terminó de dar la vuelta deseando que ahora fuera a él al que la música

raptara.

¿Cómo hablar de cicatrices cuando no te pertenecían?

– Si —respondió.

– ¿Cómo fue? —preguntó ella.

Kyle miró al Dj, su pelo verde manzana brillaba como la esfera multicolor, pero él estaba

absorto en una conversación con una atractiva chica cabello salmón.

La música dócil continuaría.

– Fue... un accidente cuando estaba... pequeño —mintió.

"Ojalá la muerte de ese joven hubiera sido un accidente —pensó—. Ojalá las cicatrices

fueran sólo un accidente."

Emilie continuó moviéndose en silencio como una pieza de ajedrez, él trató de mantener

firmes las manos temiendo de que si las movía ella se alejara, la cicatriz alrededor de su cuello ardía

como la llama de un fuego y se preguntó si Emilie había creído la explicación que le dio.

– Un escritor dijo que las cicatrices son muy importantes —dijo ella después de un incómodo

silencio—, hay que lucirlas con orgullo, porque cada una, pequeña o grande, cuenta una

historia, tan pequeña o grande como quieras.

Kyle no dijo nada de inmediato, su cabeza estaba tratando de imaginar la vida del joven al

que le había pertenecido el cuerpo que ahora era su entidad, lo que Emilie decía era verdad, la

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cicatriz alrededor de su cuello contaba una historia, la historia de una vida trágica que terminó de

una manera trágica, pero también a partir de ahora contaría su historia, la historia de una nueva vida,

de una segunda oportunidad.

Las melodías penetraron sus oídos, el cabello castaño de ella se agitaba como el agua a la

medianoche, sus miradas se encontraron: azul celestes y verdes; los dedos de Emilie ahora

acariciaban unos mechones de su pelo enviando descargas eléctricas por todo su cuerpo, Kyle quiso

fortalecer el agarre sobre su cintura, pero no lo hizo porque ella dejó de bailar.

– ¿Qué sucede? —preguntó él.

Emilie elevó el rostro al techo, las luces iluminaron las facciones de su rostro

proporcionándole más belleza.

– Eres un unicornio —respondió.

Kyle frunció el ceño.

– ¿Por qué? —quiso saber—. Tú eres la que desea ser uno.

Ella sonrió, los hoyuelos en sus mejillas se veían más perfectos estando cerca.

– Entonces ambos lo somos —hizo una pausa para envolver nuevamente los brazos alrededor

de su cuello y seguir el ritmo de la música—. Yo porque quiero ser bella e inmortal y tú

porque viniste a Spook City en busca de tu familia como el unicornio.

Él esbozó una sonrisa.

– Emilie, tú no necesitas ser un unicornio. Eres bella, así como eres.

Ella soltó las manos de su cuello, él vaciló un instante para luego retirar las manos de su

cintura.

– No soy bonita —dijo apartando la mirada con timidez, luego levantó una mano para

acariciarse la frente—. Tengo una frente prominente.

Kyle entrecerró los ojos para mirarla con atención, la frente de Emilie era considerable en

comparación con el resto de rasgos de su rostro, pero su largo cabello y sus ojos de cielo hacían que

esa característica fuera insignificante.

Él alzó la mano derecha, su corazón palpitando fuerte y sus dedos hormigueando mientras

acariciaba un mechón suelto del pelo de ella para después colocarlo detrás de su oreja.

– Eres bonita, Emilie Scott —susurró sintiendo la suavidad del cabello de la muchacha—.

Eres un unicornio.

H

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– ¡Alissa! —llamó Allan por encima del eco de las canciones en Paranormal, su hermana

estaba bailando distraídamente con Lowell Foster.

Ella captó con rapidez la precisión en los ojos achinados de su hermano adoptivo, a su lado,

Lowell se mostró desorientado.

– ¿Qué pasó Allan? —inquirió ella librándose del agarre de la mano de su compañero de

baile con una mirada de disculpa.

Allan le lanzó un vistazo a Lowell por encima del hombro de su hermana y se acercó más a

ella para hablarle al oído.

– Tenemos que irnos, ellos están aquí.

Alissa miró hacia los lados donde la multitud de jóvenes se movían encantados por la música

en un borrón de imágenes como fantasmas translúcidos que iban y venían.

– Debo irme —le dijo a Lowell tomándolo de la mano.

Los ojos verdes del muchacho observaron ensombrecidos donde sus manos se encontraban en

un lazo que no deseaba romper.

– ¿Todo está bien?

Ella asintió, su cabello anaranjado resplandecía como el letrero fluorescente colgado en la

entrada de la discoteca.

– Espero volverte a ver —añadió él.

– Siempre nos vemos en el Spook High School —dijo ella para luego engullirse en la

muchedumbre con su hermano Allan Grant.

H

Lowell iniciaba a considerar que Max y sus amigos no eran los únicos raros que conocía,

aunque todavía no podía creer que había bailado con la chica de sus sueños: Alissa Grant, todo

gracias al nuevo y extraño estudiante que llevaba los mismos nombres de su hermano fallecido.

– Tengo que buscar a Kyle y agradecerle —masculló adentrándose entre los bailarines que no

se cansaban de mover.

La multitud apretujaba su cuerpo tirándolo de aquí para allá como a una bola de billar, la

pista de baile era como una de las películas de vampiros que le fascinaba ver de niño acompañado

de su hermano mayor, con criaturas de rostros pálidos y ojos rojos saliendo de la nada y

moviéndose como si flotaran en el aire.

A pesar del ajetreo no logró ver a Kyle, ni a Emilie, ni a su prima con su novio que tenía la

piel pálida como los hijos de la noche.

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El gentío, el ritmo, el olor a sudor, cigarro y alcohol amenazaban con asfixiarlo así que

decidió regresar a la barra donde había estado al principio con Kyle, a como pudo volvió a abrirse

paso dando empujones a las personas que se encontraban en su camino; algunas se quejaban y otras

ignoraban el jaloneo.

La salida a la barra estaba cerca, pero cuando estaba a punto de salir uno de los bailarines con

el rostro cubierto de piercings lo empujó haciéndolo perder el equilibrio y tropezarse con un

muchacho delgaducho y pelo rojizo hasta los hombros, la cerveza que éste llevaba en la mano se

derramó mojando la camiseta blanca que llevaba puesta.

– Fíjate por donde caminas humano inepto —gruñó dándole un fuerte golpe en el pecho.

Lowell alzó las manos en defensa después de recuperar el equilibrio.

– Yo... lo siento...

– A mí no me importa si lo sientes —replicó fulminándolo con la mirada.

Lowell sintió miedo del desconocido, su mirada no parecía humana.

– Tranquilo Owen —intervino una chica apareciendo de la nada y poniendo una mano sobre

el hombro del muchacho para calmarlo.

A Lowell no lo impresionó la atractiva chica de ojos verdes cristalinos y largos cabellos

rosados, lo que a él lo dejó estupefacto fue el chico que lo amenazaba, se llamaba Owen como el

Owen Henderson que fue asesinado en el Instituto y como si fuera poco llevaba el extraño símbolo

tatuado en una de sus muñecas.

Owen sacudió la cabeza alejando el enojo como si se hubiera percatado de algo.

– Sólo lárgate —espetó tomando la mano de la chica cabellos rosados para luego dirigirse a la

barra.

Lowell dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo, dentro del pecho su

corazón latía como una canción de heavy metal; durante los siguientes segundos se quedó inmóvil

sin saber qué hacer, se llevó las manos a la cabeza, todo parecía una locura y él no había tomado

tanto alcohol para que todo lo ocurrido fuera una alucinación: un Owen con el símbolo semejante a

la H mayúscula.

Al final, decidió que la única manera de averiguar lo que estaba sucediendo era seguir a los

dos extraños, había pasado las últimas semanas tratando de aclarar los misterios que rodeaban los

extraños asesinatos en la ciudad y ahora era su oportunidad.

Con cautela, se aproximó a la barra donde estaban los dos sentados ocultándose justo detrás

de una columna para escuchar la conversación.

– Tienes que aprender a controlarte Owen —dijo la muchacha.

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– Lo sé Pia —admitió él cepillando con los dedos su pelo rojizo que le caía hasta los hombros.

—Estuve a punto de envenenarlo.

– Tu habilidad es muy importante para nuestra tribu —añadió Pia entrelazando sus dedos con

los de él—. Benjamín te explicó que debes controlarla, si no tu habilidad te controlará a ti.

Lowell supuso que Pia y Owen tenían alguna relación amorosa por la forma en que hablaban

y trataban, la voz de la muchacha destilaba un tono embriagador.

– Nuestra tribu debe crecer —siguió diciendo ella— y tenemos que encontrar el Libro de

Caín.

Detrás de la columna, Lowell no comprendía la charla entre ellos dos: ¿Owen a punto de

envenenarlo? ¿Habilidad? ¿Tribu? ¿Benjamín? y ¿Libro de Caín?; no es que él fuera tan religioso,

pero podría jurar que en la Biblia no existía ningún libro que tuviera ese título.

– ¿La marca es permanente? —preguntó Owen acariciando el tatuaje dibujado en su muñeca.

Pia asintió.

– Es permanente Owen, es el símbolo de ligamento, es lo que te une a nosotros, a nuestra

tribu, a los mitológicos.

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LAS TRIBUS

Afuera de Paranormal la noche era fría y sombría, las únicas luces que se veían eran las de los

pocos automóviles que circulaban por las calles de la ciudad, las luces amarillentas de algunas

farolas y las letras fluorescentes que parpadeaban en el rótulo colgado en la entrada principal de la

discoteca.

Max y April se encontraban conversando bajo la tenue luz de un faro en la esquina, el resto

estaban bromeando y riéndose junto al Mercedes Benz: Bri luchando por hacer callar a su amiga

Lina, Cedric convenciendo a Baiel de entrar en el auto negro de Max, al parecer ambos se habían

pasado de tragos y Kyle estaba jugando con su celular debatiéndose en si debía o no enviarle un

mensaje a Emilie, después de que el chico asiático la saco casi arrastrada de la discoteca la

preocupación lo había invadido.

¿O eran celos?

Ya estaba comenzando a teclear para enviar el mensaje cuando la puerta principal de la disco

se abrió y a paso acelerado salió su hermano con la cara empapada de espanto como si hubiera visto

un fantasma.

– ¡April Jones! —gritó alterado, al llegar cerca de la esquina donde estaba su prima con Max,

bajó la voz—. Debemos irnos ahora.

Ella lo quedó viendo desconcertada.

– ¿Me perdí de algo primo?

Lowell miró entre April y Max, sabía que no podía hablar con ella en ese momento sobre lo

sucedido hace unos instantes con Owen, Pia y el símbolo de ligamento.

– Ya es casi madrugada —respondió tratando de ocultar la agitación en su voz—. Mis tíos me

llamaron al celular.

Ella asintió y le dio un beso en los labios de despedida a su novio, a pesar de que Max ofreció

llevarlos en su carro decidieron tomar un taxi.

– Max, necesito que me hagas un favor —dijo Kyle mientras el líder de su tribu ocupaba el

asiento del conductor.

– Claro ¿Qué deseas?

Kyle echó una ojeada a su amigo Baiel que estaba dormido en el asiento trasero con el pelo

platinado cayendo sobre su rostro de forma desordenada.

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– Quiero ir a la casa de April —contestó—, no sé si notaste, pero mi hermano salió

desesperado de Paranormal y debo asegurarme que todo está bien.

Max frunció las cejas pensativo.

– Ahora que lo mencionas, él parecía consternado por algo.

Max tomó el celular y le marcó a Cedric para que se adelantaran mientras ellos iban a la casa

de los Jones que se ubicaba cerca del Spook High School.

La casa de los tíos de Kyle era de dos plantas, las luces ya estaban apagadas excepto la luz de

una habitación en el segundo piso, la habitación de Lowell Foster.

– Necesito subir para saber que él se encuentra bien.

Max miró a través de la ventana del carro, la noche en el exterior era un manto negro y el

cielo oscuro terrorífico.

– La única manera es que salgas de tu entidad, así podrás flotar y pasar por desapercibido.

– Lo haré —afirmó, aunque sólo una vez lo había hecho.

Las comisuras en los labios de Max se expandieron.

– Concentración.

Kyle cerró los ojos recordando la primera vez que había abandonado su nuevo cuerpo cuando

fueron a buscar a Baiel al abandonado teatro, rebuscó en su interior algún camino que lo dejara salir

como si estuviera atrapado en un laberinto, la voz de Max flotaba a su alrededor diciendo una y otra

vez: concentración.

Algo dentro de su estómago se agitó como si fuera a vomitar, por un momento pensó que la

reacción se debía a la cerveza sin alcohol que se había tomado en la discoteca, pero cuando abrió

los ojos se dio cuenta de que ya no estaba sentado en el asiento del copiloto, él, su fantasma, flotaba

fuera del auto como neblina.

– ¿Listo? —preguntó Max.

Él quedó viendo por un momento a la entidad inerte, al líder de su tribu y a su mejor amigo

dormido en el asiento trasero.

– Si —afirmó, después inició a ascender al segundo piso donde estaba la habitación de su

hermano, bajó la vista por última ocasión para encontrarse con los ojos rojos de Max

Cooper observándolo desde el otro lado de la ventana.

El cuarto de Lowell mantenía la misma apariencia que tenía desde la última vez lo visitó

como espectro, las paredes cubiertas con tonos umbríos y posters de criaturas sobrenaturales, las

mismas cortinas cubrían las ventanas abiertas por donde logró filtrarse atravesándolas como un haz

de luz.

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Su hermano estaba de pie dándole la espalda en el centro de la habitación con libros tirados

por todos lados y su prima April estaba sentada en la orilla de la cama.

– Primo, creo que te pusieron algo en las bebidas —dijo ella jugando con un mechón de su

cabello negro.

– Estoy seguro de lo que escuché cuando tropecé con ellos por accidente —respondió él

alterado.

April se levantó de la cama y comenzó a dar pasos en la habitación pensativa.

– Owen está muerto, todos en el Instituto lo vimos —hizo una pausa para ver el dibujo de un

fantasma pegado en la puerta—, el Owen que viste en Paranormal pudo ser otro, no sólo

existe un Owen en Spook City.

Lowell se dejó caer en la silla frente a la computadora de escritorio e inició a trazar líneas

sobre una hoja de papel.

– Lo sé April. —Él levantó la hoja, dibujado en ella estaba el símbolo oscuro de los rituales:

una H mayúscula con la barra central inclinada a un lado—. No todos los Owen que viven

en la ciudad tienen este tatuaje en sus muñecas.

April se acercó a su primo y tomó la página para examinarlo de cerca.

– ¿Estás seguro que él tenía este símbolo? —inquirió con el ceño fruncido—. Puede que sea

un símbolo que está de moda y todos los chicos quieran tenerlo tatuado en sus cuerpos.

Lowell le arrebató la página.

– Casualmente los siete jóvenes asesinados tenían este mismo símbolo tatuado en sus cuerpos

bañados de sangre.

Ella se encogió de hombros.

– ¿Qué dijiste que significaba?

Kyle flotó un poco más adentro agradeciendo tener un cuerpo abstracto que le permitía ser

invisible al ojo humano preguntándose cómo su hermano logró descubrir el significado del símbolo

de los rituales de Benjamín.

– Ligamento —respondió Lowell dejando caer la hoja y frotándose las manos al sentir el

cambio de temperatura en la habitación, ya que, aunque los fantasmas no eran visibles, si

podían manifestar su presencia.

Si un fantasma se encontraba cerca el aire se volvía frío como el hielo, como la noche, como

la muerte.

– ¿Ligamento? —reiteró April con las manos en la cintura.

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– Pia, la chica cabellos rosados que estaba con él dijo que ese símbolo era el que lo unía a su

tribu.

– ¿Tribu?

Lowell se levantó de la silla y se tiró de espaldas sobre la cama con sábanas a cuadros.

– Ella los llamó mitológicos y también mencionó que buscaban un tal... Libro de Caín.

April ladeó la cabeza agotada.

– ¿Sabes qué primo? –suspiró cansada–, mañana será otro día y olvidarás la obsesión por esos

asesinatos.

Lowell quedó viendo el techo pensativo y escuchando los pasos de su prima mientras salía de

la habitación.

Kyle continuó flotando como neblina observando a su hermano menor que ya no era el niño

de antes, sus manos y pies inmateriales temblaron de temor por él, lo último que deseaba era que su

hermano se involucrara en el mundo de los fantasmas, pero ya era demasiado tarde, ahora que

Lowell había tenido contacto con la tribu de Benjamín y descubierto el significado de la H con la

barra inclinada, su vida y la de su prima corrían peligro.

El cambio de temperatura en la habitación hizo que los vellos en la piel de Lowell se erizaran

causándole cosquilleos como si fuera embestido por miles de agujas, lentamente se irguió y clavó la

mirada, inexpresivo en dirección a la ventana donde las cortinas se movían como si hubiera sido

capaz de ver el reflejo translúcido del fantasma de su hermano.

Kyle sintió que sus pies se congelaban, los ojos verdes de su hermano menor estaban fijos en

él, hasta ahora era algo imposible, los fantasmas no podían ser vistos al menos que decidieran

manifestar su presencia paranormal.

– ¡Kyle! —exclamó levantándose de un salto de la cama— ¿Eres... tú? ¿Eres mi... hermano?

—su voz y sus pies temblaban— ¿Eres el fantasma de Kyle Foster?

Kyle sintió que su pecho era estrujado haciendo que su corazón palpitara como trotes de

caballos, su hermano había mencionado su nombre al ser capaz de ver su silueta fantasmal, él

también quiso decir su nombre, pero se detuvo: los fantasmas eran seres terroríficos para los

humanos.

Aprovechando el estado estático de su hermano, flotó hacia el exterior disipándose como si

fuera una nube de humo siendo azotada por el frío viento.

H

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167

– ¡Vámonos Max! —exclamó Kyle mientras poseía la entidad inerte en el asiento del

copiloto— ¡Vamos, acelera!

Max Cooper pisó con fuerzas el acelerador sin apartar los ojos rojos de Kyle, el auto salió

disparado desapareciendo en las penumbras de la calle dejando atrás un endeble rugir.

– ¿Qué pasó allá arriba Kyle? —preguntó al doblar la esquina que conducía a la avenida

central de la ciudad, el giro fue tan brusco que mandó el cuerpo flojo de Baiel al otro lado

del auto golpeando su cabeza contra la puerta.

– ¡Auch...! —se quejó frotándose la cabeza— ¿A caso nos persigue la policía o una manada

de mitológicos?

A pesar de la situación Kyle no evitó sonreír, aunque su amigo estaba borracho conservaba el

sarcasmo y buen humor.

– Es algo más complicado Baiel Mawson —dijo mirando entre Max y él—. Lowell lo ha

descubierto.

– ¿Qué descubrió? —preguntaron al unísono.

– El significado del símbolo —respondió, luego comenzó a contarles la conversación que

escuchó entre Lowell y April asegurándose de no dejar ningún detalle: el percance de su

hermano con Owen y Pia, el significado de la H con la barra inclinada y la búsqueda del

Libro de Caín.

H

– ¿Crees que haya sido buena idea de que yo viniera contigo? —preguntó por tercera ocasión

Kyle al bajar de auto.

El extenso cielo en Konink Stad estaba cubierto de colores azules y celestes como si hubiera

sido coloreado con las olas del mar, la residencia de la Tribu Real, una magnífica y gótica

construcción de la Edad Media se distinguía por las dos puntiagudas torres que partían las nubes

blancas, el edifico, que parecía una iglesia se veía potente y sólido.

– A Lina nunca le ha interesado la política —respondió Max subiendo las gradas que

conducían a la puerta principal, la más ostentosa de todas las entradas—, además en el

estado que amaneció no creo que le gustaría presentarse ante la realeza, ya sabes que a ella

le interesa mucho el glamour.

Los dos iban vestidos con ropas negras de pie a cabeza como si en vez de una visita a la

realeza poltergeist fueran a tener un enfrentamiento con mitológicos.

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Fueron recibidos por Stein, el mismo sólido ojos de cuarzo que los recibió la noche de la

ceremonia de bienvenida, al igual que todos los de su tribu llevaba un traje blanco con el broche de

plata que hacia resplandecer los detalles de la S y la corona real.

En silencio, con tan sólo el sonido de sus botas blancas contra las baldosas los condujo al ala

derecha del transepto, el Gran Salón estaba completamente vacío con la enorme cúpula

iluminándolo con rayos dorados, lo que significaba que la reunión con los líderes de las tribus no se

llevaría a cabo en el lugar donde la reina Leilany Kinhost los recibió, el día de la bienvenida oficial

al mundo poltergeist.

– La reunión se realizará en la Cámara Pentágono —aclaró Stein mirándolos por encima del

hombro, sus ojos como el color del cuarzo eran fríos—. Sólo faltaban ustedes los

translúcidos de Spook City.

El pasillo de la nave perpendicular se extendía frente a ellos como una lejana y recta calle,

aunque no tanto como la nave principal, el techo era semicircular sostenido por colosales arcos, los

candelabros sostenidos en las paredes mantenían firmes las velas que iluminaban el camino, aunque

también entraban rayos de luces a través de los triforios: gruesas aberturas en los muros en forma de

variadas criaturas mitológicas.

A ambos lados había puertas dobles de madera con vitrales en la parte superior, Kyle supuso

que eran habitaciones, ya que la Tribu Real residía completamente en Konink Stad a diferencia de

las demás tribus que se esparcían por todas las ciudades del país.

La Cámara Pentágono era una amplia sala con las paredes teñidas de blanco y el suelo con

baldosas en blanco y negro, las paredes se alzaban formando cinco picos en el techo abovedado, por

uno de los cristales transparentes se lograba contemplar el pico de la torre que se levantaba contra el

cielo desde ese mismo lugar.

En el centro había una amplia mesa que al igual que el techo tenía la forma de un pentágono,

en cada segmento estaban sentadas dos personas y en las paredes cinco letras cinceladas resaltaban:

S, T, I, O y M; sólo dos lugares estaban desocupados.

Kyle ahora comprendía por qué ese lugar se llamaba Cámara Pentágono, lo había aprendido

en sus clases de Geometría, el pentágono era una figura con cinco lados iguales y el mundo

poltergeist estaba compuesto por cinco tribus: los sólidos, los translúcidos, los invisibles, los

oscuros y los mitológicos. Uno de los espacios desocupados alrededor de la mesa era para ellos y el

otro, obviamente no iba a ser ocupado por nadie: los mitológicos eran una tribu rebelde, Benjamín

había decidido incumplir las leyes.

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La reina Leilany Kinhost ocupaba la arista frontal de la mesa acompañada por otro miembro

de su tribu, un sólido con el cabello blanco y largo que le caía hasta el nivel de la cintura como una

cascada de leche y al que Kyle no había visto anteriormente, ambos presumían ropas reales: un

vestido blanco con mangas doradas cubría el cuerpo de la reina y el joven usaba una chaqueta con

tachuelas de plata, pantalón blanco ajustado y el broche con la corona y la S curvada como una

serpiente.

Algo más brillaba en la cabeza de la reina, una corona de diamantes que hacía resplandecer

sus cabellos blanquecinos sueltos.

Al costado izquierdo, estaba una pareja adulta tomados de la mano: un hombre de ojos

marrones, barba y cabello liso y una atractiva mujer con ojos entre una mezcla de celestes y grises y

el tupido cabello recogido a un lado; los dos compartían el mismo color anaranjado de cabello. En

la pared detrás de ellos estaba inscrita la I mayúscula, eran invisibles.

– Majestad, los translúcidos han llegado —anunció Stein haciendo una leve reverencia para

luego desaparecer usando la levitación para no hacer ni el mínimo ruido.

Max y Kyle se inclinaron para hacer reverencia a la reina.

– ¡He aquí el nuevo líder de los translúcidos de Spook City! —dijo la reina en voz alta, luego

se dirigió a los demás—. No había tenido la oportunidad de presentarlo a todos ustedes.

Todos los que estaban sentados alrededor de la mesa en forma de pentágono giraron sus

rostros curiosos por saber quién había sustituido a Corentin Cooper como líder de la tribu de los

translúcidos en Spook City, hasta ese momento Max y Kyle no habían visto a las otras dos personas

sentadas en el vértice posterior de la mesa: los oscuros.

– ¿Max? —inquirió sorprendido el más joven de los dos levantándose del asiento— ¿Tú? —

hizo una pausa, sus ojos verde oscuros se clavaron sobre Kyle —¿Ustedes son fantasmas?

—su mirada regresó a Max— ¿Eres el líder de los translúcidos?

Kyle reconoció al joven, era el estudiante que había tenido el percance con el profesor Davis

en la clase de Biología y era el capitán del equipo de fútbol americano del Instituto.

También era un poltergeist, un oscuro.

– Si, Damián Black —afirmó Max, dio una palmada sobre el hombro de su compañero para

reanudar la marcha hacia la mesa—. Kyle y yo somos poltergeists.

El rostro ovalado de Damián se contrajo volviendo sus pómulos más prominentes, el hombre

sentado a su lado lo tomó del brazo para que volviera a ocupar su lugar

La reina Leilany Kinhost los observó a los tres con curiosidad

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– Maximus Cooper es hijo de Corentin Cooper y actual líder de los translúcidos. ¿Ya se

conocían?

– Estudiamos en el mismo Instituto, su Majestad —contestó Max de pie cerca del asiento

donde ella estaba con el otro sólido.

La reina Leilany Kinhost se levantó de la silla con una elegancia como la de las sirenas

emergiendo del océano azul vestidas con el blanco resplandeciente de las olas y los destellos de las

escamas, sólo que en vez de escamas su vestido blanco centelleaba con diminutas piedras preciosas,

su mano derecha cubierta de pulseras de oro sostenía el cetro de plata y Kyle supo que el cetro no

era solamente un accesorio más, por su puntiagudo extremo también era un arma.

"¿Cuál será la habilidad de la reina? —se preguntó sin dejarla de mirar."

—Siempre he dicho que el mundo a pesar de su tamaño no deja de ser pequeño —dijo ella

dedicándole una mirada a cada miembro de las tribus—. Trajiste al nuevo miembro de tu tribu —

agregó reparando a Kyle como si hasta ese momento se hubiera dado cuenta de su presencia. —

Creía que Lina Cooper era tu mano derecha.

– Mi hermana es un poltergeist que respeta y obedece nuestras leyes, pero a ella siempre le ha

llamado más la atención el combate que la política

La reina lo observó cuidadosamente, sus ojos esmeraldas inexpresivos y sólidos, unos

minutos después de meditar señaló con el cetro de plata a Kyle.

Él, a pesar de sentir que sus pies se desvanecían por la manera en que la reina lo miraba, se

mantuvo firme imitando su postura intacta, no iba a vacilar estando Damián Black y todos los

líderes de las tribus presentes

– ¿Tú qué opinas Kyle Foster?

Kyle no rompió contacto visual con la reina, había pasado por muchas cosas en su vida: su

padre muerto, su madre y él siendo maltratados por su padrastro, a veces las experiencias más

dolorosas eran útiles para ser fuertes.

Pensó en Lowell, su hermano menor y en la oportunidad que le daba la vida para estar cerca

de él, para cuidarlo y protegerlo.

– Creo en la justicia reina Leilany Kinhost —respondió con voz firme—, pero también creo

que para que exista justicia debemos luchar para conseguirla.

La reina, aunque no asintió, sus ojos esmeraldas brillaron de satisfacción.

– Sabias palabras —dijo, luego tocó con el extremo del cetro las sillas vacías a su derecha—.

Maximus Cooper, a partir de hoy tomarás el lugar de tu padre en la Cámara Pentágono

representando a la tribu de los translúcidos de Spook City.

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Max hizo una reverencia antes de ocupar la silla frente a él.

– Y tu Kyle Foster —añadió ella—, toma el lugar junto al líder de tu tribu.

H

– Caín Dark, el fundador de los oscuros fue un poltergeist revolucionario, pero no todos los

revolucionarios hacen cambios para bien. Su filosofía lo llevó a tener una percepción

errónea de la existencia diferente a la mayoría de nosotros. —Los ojos esmeraldas de la

reina estaban fijos sobre la O inscrita en la pared detrás de Damián, cuando siguió el

discurso, su voz era fría como hielo—: Él fue el primer fantasma en tener un cuerpo de

carne y hueso, un cuerpo que no era una entidad. Su ambición y oscuridad lo convirtieron

en un verdadero Caín, como el del Génesis.

Kyle rebuscó en sus recuerdos las lecturas que había hecho sobre la Biblia, Caín el hijo de

Adán y Eva había asesinado a su propio hermano Abel por envidia.

Al parecer, la reina Leilany Kinhost también leía, aunque siendo una mujer antigua y

poderosa significaba que poseía muchos conocimientos, por algo la corona de diamantes brillaba

sobre su cabeza.

– Caín Dark a través del Libro que él mismo creó, usó conjuros oscuros para despojar de la

vida a un cuerpo para poseerlo. —La mirada de la reina pasó de la O al hombre que estaba

sentado al lado de Damián, él era de líder de los oscuros —. Muchos otros fantasmas lo

siguieron, los que no estaban contentos y satisfechos con ser sólo unos espectros errantes

aceptaron sus métodos con tal de volver a sentirse humanos.

Un brillo oscuro y extraño cruzó por la mirada del líder de los oscuros, sus ojos eran como

rocas cubiertas de musgo verde y espeso.

¿Era él uno de los que siguió a Caín Dark?

– Aunque nosotros hoy tengamos un cuerpo, no despojamos de la vida a ninguna persona —

continuó relatando la reina—, lo que nosotros poseemos es una entidad, la apariencia de

alguien que no tuvo una vida completa. La entidad es una esencia.

La reina hizo una pausa y con el cetro tocó el borde de los asientos vacíos a su izquierda.

– Todos sabemos la razón por la que estos lugares están desocupados. Desde que condenamos

a Caín y algunos de sus seguidores al limbo, Benjamín Garroll y su tribu desaparecieron del

radar ocultándose en las sombras hasta que volvieron a manifestarse sembrando el temor en

Spook City por medio de repugnantes ritos que dejan claro que son obra de ellos.

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– Su Majestad —interrumpió el líder de los oscuros, aparentaba tener no más de treinta años,

ojos verdes, pelo negro, barba y mentón marcado—. No hay pruebas concretas que

incriminen a los mitológicos con los asesinatos en Spook City.

Un gesto de desdeño cruzó por el rostro níveo de la reina.

¿A caso no sabía él que a los reyes no les agradaba ser contradecidos?

– Erwan Black, tú fuiste el mejor amigo de Caín Dark y Benjamín Garroll. —Las palabras de

la reina eran como flechas violentas—. La amistad es un lazo inquebrantable y a veces nos

puede cegar. Yo también fui amiga de él, pero conozco su modus operandi, no dejo que los

sentimientos empañen mi razonamiento.

El rostro de Erwan Black se contrajo, haciendo más visibles sus finos pómulos.

– Mi padre tiene razón —alegó Damián—, puede ser que los rituales sean obras de fantasmas

errantes con la intención de tener un cuerpo.

Los ojos esmeraldas de la reina lo observaron inexpresivos

Kyle se aclaró la garganta.

– No creo, hace unas semanas atrás yo era un errante, sólo conocí a dos más y nunca se cruzó

por mi mente la idea de asesinar personas inocentes —hizo una pausa para ver a Max—. De

hecho, antes de conocer a Max Cooper desconocía la existencia de poltergeists con

entidades humanas.

A Kyle le pareció encontrar en la mirada de la reina Sólida un brillo de simpatía, en cambio,

Damián Black lo observaba con desprecio.

– No necesitamos más pruebas que los jóvenes asesinados —intervino el hombre cabello

anaranjado.

– Si, esa es prueba suficiente, Jeremy Grant —dijo la reina—. Ese es el objetivo de esta

reunión de tribus, necesitamos unirnos para encontrar a Benjamín y detenerlos. Sólo juntos

podemos vencer.

– Su Majestad, nosotros los invisibles siempre hemos sido fiel a las leyes de nuestro mundo

—dijo la mujer al lado de Jeremy Grant.

– Lo sé, Maya —afirmó la reina—. Elik White les mostrará la información que tenemos.

El chico sentado a su lado se puso de pie con la misma gracia y agilidad que los caracterizaba,

Kyle no evitó compararlo con una estatua hecha de mármol, muy perfecto para ser humano o mejor

dicho poltergeist: piel blanca como hielo, ojos celestes como dos piedras de circón y el cabello

largo como una cascada blanquecina derramándose sobre sus ropas con tachuelas de plata.

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Elik White levantó la mano derecha hacia la pared en blanco frente a él después de haber

compartido una rápida mirada con Max Cooper, la S incrustada en la pared brilló como si en vez de

piedra fuera de oro cuando una luz celeste como la de sus ojos brotó de la palma de su mano

proyectando imágenes como si fuera una cámara de cine.

Las imágenes eran claras y precisas: el hospital viejo de Spook City, el cuerpo de Tyler

rodeado de velas, Owen Henderson en un círculo de fuego en el bosque del Instituto y otros jóvenes

que Kyle no reconoció.

Tres de las víctimas eran mujeres y el resto hombres, todos compartían características

singulares: el símbolo de ligamento dibujado con sangre y tatuado en las muñecas, los cuerpos

semidesnudos y cuatro de ellos tenían una flecha incrustadas en varias partes del cuerpo.

– Como pueden ver en las imágenes que nos muestra Elik —dijo la reina poniéndose de pie—,

todas las víctimas tienen algo en común. —Elik hizo zoon a la imagen de Tyler hasta

ampliar el extraño símbolo en una de sus muñecas que se parecía a una H con la barra

central inclinada a la derecha—. Lo más llamativo de todos, es este símbolo. Todos los

cuerpos lo tienen, dibujos con sangre y fuego.

– ¿Lograron descifrar el significado? —preguntó Erwan Black.

– Aún no, pero mis hijos siguen investigando —respondió la reina contemplado el símbolo,

pensativa—. Caín Dark coleccionó muchos símbolos oscuros en su libro para llevar a cabo

obras macabras y prohibidas.

Kyle colocó las manos sobre la mesa dispuesto a revelar que ellos habían descubierto el

significado del símbolo de ligamento, pero una mano apretó su muslo impidiéndole hablar, era la

mano de Max Cooper, su agarre era fuerte y frío.

– Ahora no —le dijo en un susurro que sólo él logró escuchar.

Kyle asintió, aunque no conocía los motivos de su líder para no hablar, había aprendido a

confiar en él.

H

– Max, ¿Por qué no quisiste que hablara sobre el símbolo de ligamento? —quiso saber Kyle.

Los dos fantasmas se encontraban ahora en la biblioteca de la residencia de los sólidos, era

una amplia, aséptica e iluminada habitación construida en forma triangular en el ala izquierda del

transepto, el color de las paredes no se lograba apreciar ya que estaban cubiertas de finos estantes

repletos de libros de diferentes tamaños y color.

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La segunda torre se alzaba desde ese mismo lugar haciendo que el techo se viera desde abajo

como un gigante triángulo, Kyle imaginó que si las pirámides de Egipto fueran huecas tuvieran esa

misma apariencia al ser observadas desde el epicentro.

– La razón por la que no quise que hablaras frente a todos los líderes de las tribus es por los

oscuros —hizo una pausa para pasar los pálidos dedos por los lomos de los libros—. No

confío en Erwan Black, mi padre desconfiaba también de él.

La asamblea de las tribus había durado tres horas después del discurso de la reina sobre Caín

Dark, Benjamín Garroll y sus malévolos rituales. Al final, cada tribu se comprometió a dar caza a

los mitológicos, velar por la seguridad de los pobladores de Spook City y continuar con la

investigación sobre el propósito de los ritos y el significado del oscuro símbolo.

– Ahora que lo dices —dijo Kyle— percibí un brillo extraño en la mirada de Damián que no

me agradó.

Max asintió.

– Ahora que sé que Damián Black es un oscuro, tengo otra razón para desconfiar de ellos.

– ¿Crees que a pesar de haber sido exonerado por la reina Leilany, Erwan aún esté

involucrado con Benjamín?

– La reina dijo que la amistad es un lazo inquebrantable —respondió Max—. A demás,

Erwan fue uno de los primeros en aceptar los métodos de Caín para tener un cuerpo

humano.

Kyle caminó alrededor de un monumento en el centro de la biblioteca, era una estatua de la

reina Leilany Kinhost, parecía una mezcla de mármol y cristal. La corona en lo alto brillaba como

las luces de las estrellas y el cetro de plata lo tenía levantado como si fuera una antorcha.

Había una inscripción en sus pies: "Para reinar no se necesita corona y diamantes, para

reinar es necesaria la sabiduría y el valor."

– ¿La apariencia que ahora tiene Erwan Black es el cuerpo que poseyó cuando hizo el ritual

de Caín?

Max siguió caminando frente a los estantes acariciando los inmóviles libros, al parecer le

agradaba el roce del papel frío contra su piel fría.

– Cuando Caín Dark fue condenado al limbo con otros de sus seguidores, algunos rogaron

por piedad. Los que fueron perdonados, que fueron pocos, se les obligó abandonar el viejo

cuerpo y poseer una entidad del Libro Ente.

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Kyle extendió una mano con intención de tocar la estatua de la reina, pero cuando vio las dos

piedras de esmeraldas incrustadas en las cuencas oculares que lo observaban como si en realidad

fueran ojos, bajó la mano de inmediato.

– ¿La reina los perdonó así por así?

El líder de los translúcidos se detuvo al otro lado de la estatua de mármol y cristal.

– La reina Leilany Kinhost no perdona ni olvida tan fácilmente. —Sus manos pálidas

señalaron la inscripción con letras que brillaban como oro—. Por algo existe ese lema —

añadió—, para perdonar se requiere sabiduría para saber a quién y cuándo exonerar; el valor

es necesario cuando uno de tus más cercanos te traiciona y debes condenarlo al limbo.

– No serviría para ser rey —admitió Kyle—, ella dijo que la amistad es un lazo

inquebrantable y no sé si tuviera el valor de condenar a un amigo.

Max frunció el ceño pensativo mientras sus ojos, que resplandecían rojos como la sangre bajo

el sol observaban a la reina, a la estatua de la reina sólida.

Kyle desvió la vista y se concentró en el estante que tenía al frente, quizá sus manos no

podrían tocar a la majestuosa estatua, pero si a uno de los libros que parecían estar esperando un

toque para volver a la vida.

Sin decir nada, alzó una mano, las líneas negras quemaron su piel mientras rodeaban sus

brazos y las corrientes invisibles se extendían como dedos elásticos. Un libro rompió la quietud

saliendo del estante de cristal volando hasta su mano arrastrado por las hebras invisibles.

Era una edición original de Don Quijote de la Mancha.

– Lo que dijo la reina me recordó la amistad entre Sancho Panza y Don Quijote.

Cruzándose de brazos, Max esbozó una sonrisa.

– A mí me recordó tu amistad con Baiel Mawson.

Las puertas dobles de la biblioteca se abrieron de par en par y entró la reina Leilany Kinhost

acompañada de sus dos hijos: los príncipes Rune y Sverre Kinhost, detrás de ellos, escoltándolos,

venía Elik White, el sólido que desprendía luces celestes de las manos.

Max y Kyle se inclinaron en reverencia.

– ¡Maximus Cooper! —dijo la reina ocupando la silla color de hueso frente a un escritorio en

forma de triángulo al lado derecho de la habitación— ¿Solicitaste hablar con nosotros en

privado?

El príncipe Rune se detuvo al costado derecho de la reina y el príncipe Sverre a su izquierda;

ambos vestían de blanco, lo único que los diferenciaba era el color de pelo: el de uno era blanco

como las nubes y el del otro estaba bañando de dorado como el oro.

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Elik permaneció quieto manteniendo una distancia prudente.

– Si, su Majestad —afirmó Max soltando los brazos, su hombro rozaba con el de Kyle—.

Hay algo que Kyle Foster debe contarle.

Los gélidos y verdes ojos de la reina se clavaron sobre Kyle, un escalofrío amenazó con

invadirlo. La reina Leilany Kinhost era más intimidante que su estatua de mármol, cristal y

esmeraldas.

– ¿Tiene algo que ver con los asesinatos? —Sus ojos lo veían como las piedras en las cuencas

de la estatua—. Creí que todo se había hablado en la asamblea de tribus.

A través de la tela de su jersey negro, la tensión en los músculos de Max Cooper golpeó sus

músculos también tensionados; hace unos minutos la reina había preguntado si alguien había

averiguado algo sobre los ritos y el enigmático símbolo. Ambos habían callado.

Mentir y ocultar información a la reina podría ser grave.

Aunque si lo decía ahora, no lo ocultaría más, muchas veces ocultar ciertos datos podría ser

justificable.

– Nosotros hemos descubierto el propósito de los rituales y el significado del símbolo.

La reina se levantó de la silla, sólida e inmutable como la estatua.

Sus ojos parecían cuchillos afilados.

– ¿Ustedes lo descubrieron y hace poco en la reunión no lo dijeron?

Los ojos de la reina no eran los únicos afilados, los ojos de aguamarina del príncipe Rune lo

fulminaron como si Kyle fuera un mitológico y no un translúcido.

Los únicos ojos apacibles eran los ojos dorados del príncipe Sverre y los ojos de circón de

Elik White, aunque la mirada de este no estaba sobre él si no sobre Max.

– Si no hablamos, es porque tenemos una razón —intervino Max, para sorpresa de Kyle, su

voz era firme. Era la voz de un líder—. Decidí que lo mejor era proporcionar la información

primeramente a usted.

La reina hizo un gesto frío y seco.

– ¿Cuál razón Maximus Cooper?

Los ojos de Max encontraron los ojos de ella. Ojos de un líder contra los ojos de una reina.

– Por Erwan Black y los oscuros —respondió—, no confío en ellos y algo que me enseñó mi

padre es que la confianza no se le da a cualquiera.

La reina entrecerró los ojos, sus pestañas y cejas parecían estar adornadas con polvos de oro y

plata, Kyle alcanzó ver en su mirada un atisbo de admiración.

– Corentin Cooper supo educarte, te pareces mucho a él, siempre desconfiado.

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El príncipe Rune Kinhost se aclaró la garganta, la corona sobre su cabeza le daban autoridad,

belleza y vanidad.

– ¿Qué averiguaron? —preguntó acariciando un brazalete de plata que envolvía casi todo su

brazo izquierdo como una serpiente.

A Kyle le pareció ver que el brazalete se movía y se preguntó si a parte de adorno también

era un arma.

¿Un látigo tal vez?

– En realidad, fue el hermano de Kyle quien lo descubrió —contestó Max.

Kyle le lanzó una mirada, no quería que su hermano se involucrara más de lo que ya estaba

en el mundo de los fantasmas, pero el brillo en los ojos de su líder denotaba confianza.

Al parecer, a la reina no se le debía ocultar ni un detalle.

– ¿Él es algún fantasma errante? —preguntó el príncipe Sverre Kinhost, él parecía ser más

amable que su hermano. No tenía un brillo de superioridad en la mirada, aunque su

vestimenta y porte le daban esa apariencia.

Kyle negó con la cabeza, lo último que deseaba en la vida era que su hermano menor fuera un

poltergeist.

– Lowell es humano —aclaró—, pero anoche, mientras estaba en una fiesta en Paranormal

tuvo un encuentro... accidental con dos mitológicos y escuchó la conversación.

– Paranormal —susurró el príncipe Rune con desdén.

La reina volvió a tomar asiento.

– ¿Qué escuchó tu hermano?

Kyle dio un profundo respiro antes de contestar, pensar en que su hermano menor estuvo tan

cerca de los mitológicos le revolvía el estómago.

– Mi hermano escuchó una conversación entre dos mitológicos, sus nombres eran Pia y Owen.

—Los dos príncipes compartieron una mirada al escuchar el nombre Owen—. Él le

preguntaba a Pia sobre el símbolo que tenía tatuado en una de sus muñecas. Ella le explicó

que era el símbolo de ligamento y que ese símbolo era el que lo unía a su tribu.

– ¿Estás seguro que era el mismo símbolo? —inquirió la reina.

– Si —afirmó Kyle—. Yo seguí a mi hermano a la casa donde vive y lo describió tal cual

como es.

– ¿Owen? —preguntó Elik, era la primera vez que hablaba— ¿Ese era el nombre del

mitológico?

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Max atrapó la mirada de Elik White. Ojos rojos de vampiro y ojos celestes de piedras de

circón.

– Si, ese era su nombre. Era el mismo Owen Henderson asesinado en el Instituto, sólo que

con otra apariencia.

Los ojos de los cuatro sólidos se encendieron de furor.

– ¿Has oído hablar sobre un símbolo con ese nombre? —preguntó la reina a su hijo experto

en símbolos y marcas.

El príncipe Rune Kinhost permaneció absorto en sus pensamientos por unos segundos

tratando de recordar algún símbolo con ese nombre.

– No madre, hasta hoy lo escucho.

– ¿Y tú Sverre?

El otro hijo de la reina negó con la cabeza.

– He leído muchos libros, pero en ninguno se habla de... ligamento.

– ¿Qué tal si el único libro que habla sobre el símbolo está extraviado? —intervino Max.

Cuatro pares de ojos relucientes y bellos como las piedras preciosas se fijaron sobre él.

– ¿A qué te refieres Maximus? —demandó la reina.

Los ojos de Max ardían como carmesí, bellos y relucientes como los de ellos.

– Pia mencionó el Libro de Caín.

Las facciones de los rostros de los cuatro sólidos se contrajeron como el rostro de la estatua,

en ese momento todos parecían estatuas de mármol, cristal y piedras preciosas.

– ¿El Libro de Caín? —inquirió el príncipe Rune Kinhost arqueando las cejas

– ¡Eso es imposible! —exclamó la reina golpeando el cristal de la mesa con las palmas de sus

blancas manos. Kyle escuchó el crujir del vidrio—. Caín Dark está perdido en el limbo y lo

más seguro es que su abominable libro este con él.

– Lowell escuchó que Benjamín inició una búsqueda del Libro de Caín y que el número de

miembros de su tribu tenía que aumentar —reveló Kyle.

La reina cerró las manos en fuertes puños, fuertes y sólidos como el mármol.

– ¿Saben lo que eso significa? —Los ojos de la reina miraron a cada poltergeist en la

biblioteca triangular.

Sólidos y translúcidos se vieron entre sí en confirmación.

– Están creando un ejército —aseguró Max Cooper.

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– Debemos detenerlos y condenarlos al limbo —dijo el príncipe Sverre, por primera vez

había furia y enojo en sus palabras. Era un príncipe sólido—. Asesinar personas para

convertirlas en poltergeist sin su voluntad es una aberración imperdonable.

La reina Leilany Kinhost asintió, se puso de pie y comenzó a caminar hasta estar cerca de la

estatua, su estatua; el borde de su vestido real se fundía con el fúlgido piso de mármol.

– ¿Por qué desconfías de los oscuros? —preguntó a Max.

– Owen, el mitológico que estaba en la discoteca Paranormal, era el estudiante que asesinaron

en el Instituto, además era amigo de Damián Black y jugaban juntos en el equipo de fútbol

americano.

– ¿Quieres decir que Benjamín Garroll y Erwan Black están trabajando juntos? —inquirió el

príncipe Rune Kinhost con desdén.

Max miró a los ojos al príncipe sólido con determinación.

– Si desconfío de alguien —contestó con seriedad—, puedo asegurarle, príncipe, que es por

una razón, puede llamarle intuición o sexto sentido.

Los ojos aguamarina del príncipe brillaron como hielo cortante.

Elik White se aclaró la garganta acercándose a los dos príncipes usando la levitación.

– Créanle a Max Cooper —dijo, sus ojos celestes también brillaban, pero no como un hielo

capaz de atravesar un cuerpo de lado a lado, más bien, su brillo era como el cielo celeste

despejado y extenso—. Sus habilidades de vampiro nunca fallan.

Kyle miró de reojo a Max, justo cuando un músculo en su pálido rostro se contraía y se

preguntó por qué de todos los sólidos, Elik White era el único que lo llamaba por su diminutivo y

no por su nombre de pila.

– Si tus sospechas son ciertas —comentó el príncipe Sverre Kinhost—, aparte de investigar a

los mitológicos, también tenemos que investigar a Erwan Black y su tribu.

– Si damos con Benjamín Garroll, daremos con ellos —aseguró Kyle.

La reina Leilany Kinhost se detuvo frente a ellos apoyándose en su cetro de plata y diamantes,

Kyle por un momento pensó que pondría una mano sobre su hombro y el de Max, pero era una reina

y como era de esperar no lo hizo, sólo permaneció quieta e inmóvil como la estatua detrás de ella,

sus ojos poseían un brillo verde y hermoso como el de las pulseras y brazaletes en sus brazos, la

corona adornaba sus cabellos blancos como un minúsculo sol capaz de iluminar todo el universo.

La mandíbula de Kyle amenazaba con caer ante tanta belleza que lo acechaba.

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– Confíe con toda seguridad en Corentin Cooper, tu padre —dijo ella con la elegancia y poder

de las reinas—. Ahora confío en ti, Maximus Cooper y confío en los translúcidos. Juntos,

es como lograremos disipar las sombras que pretenden apoderarse de nuestro mundo.

Las puertas de cristal de la biblioteca volvieron a abrirse, en silencio entró el sólido Stein, su

broche con el símbolo de la S y la corona brillaron como el sol a mediodía reflejándose en las aguas

del mar.

– Su Majestad —dijo haciendo una reverencia a la reina y a los dos príncipes—. Su hija, la

Princesa Gwendoline Kinhost ha regresado de Snowy.

La reina asintió, sus ojos esmeraldas encontraron los ojos verdes de Kyle Foster que no eran

tan deslumbrantes como los de ella.

– Cuida a tu hermano humano —dijo—. La familia es el tesoro más sagrado que tenemos.

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PREDISPUESTO A VER

"Éste es un castillo embrujado, y al que vive en el le cuesta mirar las cosas de cerca. No es

suficiente con estar predispuesto a ver... Hay que mirar todo el tiempo. —Rió otra vez, con algo

más de suavidad—. De acuerdo. Ahora los encontraremos. Vamos, ven conmigo.

Lady Amalthea intentó hablar, pero las palabras no salieron de su boca. Los ojos verdes del

mago estudiaron su semblante.

—Tú rostro esta húmedo —dijo, mostrando cierta preocupación—. Espero que sea rocío. Si

te has vuelto lo bastante humana para llorar, ninguna magia en el mundo... Oh, debe de ser rocío.

Ven conmigo. Sería mejor que fuera rocío."

– ¡Neutro! —gritó Baiel desde el otro lado del claro del bosque que rodeaba la casa de los

translúcidos—. ¡Deja ese libro y ven aquí!

Kyle estaba sentado en la verde grama con la espalda apoyada en un árbol y el libro de El

último unicornio sobre las piernas, más allá en el horizonte, el sol ocultaba la mitad de su luminoso

rostro.

Era viernes y faltaban dos días para que las clases en el Spook High School fueran

reanudadas; Baiel estaba con el resto de la tribu practicando lucha cuerpo a cuerpo y también

perfeccionando sus habilidades, preparándose para cazar a Benjamín Garroll y su tribu.

Kyle cerró el libro de un solo, las alas del unicornio en la portada dorada parecían revolotear.

Las líneas negras se abrieron camino a través de su piel mientras se levantaba y se unía al grupo en

el prado que practicaban en parejas con todos los tatuajes que simbolizaban las habilidades a la vista:

las hojas verdes decoraban el brazo de Bri que luchaba con Lina Cooper, cuyos tatuajes, los copos

de nieve adornaban sus manos como pulseras de plata; los tatuajes de Max se distinguían en su piel

pálida como si alguien hubiera derramado tinta negra sobre un pergamino dándole forma a los tres

exactos círculos y Baiel, él era el único sin tatuajes, ya que sus dos inmensas y bellas alas habían

cobrado vida.

– ¿Estás listo Kyle? —preguntó Cedric detrás de él. Kyle se dio la vuelta y Cedric le sonrió

maliciosamente articulando los brazos y antebrazos con los puños cerrados en posición

defensiva—. Yo seré tu entrenador.

Cedric llevaba puesta una estrecha camisola que dejaba ver los rayos del sol tatuados sobre su

espalda abrazando sus clavículas.

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Kyle imitó la posición de Cedric, su tatuaje, las rayas negras presionaron su piel.

– Trabajaremos en defensa cuerpo a cuerpo. —La mirada de Cedric se fijó en las líneas

negras en la piel del muchacho—. Sin usar la telequinesis.

Kyle también miró sus tatuajes y después a sus puños, cerrados pero torpes.

– Debo admitir que nunca me he enfrentado con alguien usando los golpes y desde que soy

fantasma mi única defensa ha sido mi habilidad.

Cedric ladeó la cabeza, entretenido, una sonrisa blanca adornaba su rostro moreno.

– Mi habilidad para sanar no me permite combatir con otros poltergeists, por esa razón he

aprendido muchas técnicas de defensa personal y manejo de armas.

Kyle apretó con fuerzas los puños, en su interior fantaseaba con tener los voluminosos

músculos de Cedric Tucker.

– ¿Y aun así Bri está contigo?

Cedric giró la vista hacia donde estaba su novia, ella tenía sujetada a Lina Cooper en un

tronco de pino con varias raíces que brotaban del suelo. El cabello rojo de ella se balanceaba en el

aire como una llama de fuego y Kyle se admiró de Bri, aunque ella se veía frágil con un cuerpo

delgado, su habilidad la convertían en una chica fuerte.

Un brillo de admiración y amor había también en los ojos marrones de Cedric.

– A ella le gustan los chicos peligrosos, como yo.

– Eso veo —afirmó Kyle—. Ahora dime qué tengo que hacer.

La sonrisa de Cedric se amplió.

– Debes lanzarme golpes, yo trataré de esquivarlos.

Kyle ajuntó las cejas en una V.

– No se oye tan difícil.

– Ya lo veremos.

Kyle dio un profundo respiro y trató de traer a su mente las escenas de películas de acción

que había visto cuando era humano en compañía de su hermano menor, además debía concentrar su

mente, no podía liberar la telequinesis, este era un entrenamiento sin habilidades de poltergeist.

Dio unos pasos adelante y lanzó el primer golpe dejando escapar un débil gemido, pero

Cedric fue más ágil y se movió a la derecha sin girar la cintura, lanzó otro puño y también le dio a

la nada.

Lanzó otro, otro y otro golpe más rechinando los dientes, pero fue en vano, Cedric los

esquivaba con facilidad como si fuera una sombra y Kyle dudó que la habilidad para sanar fuera la

única habilidad de Cedric.

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– ¡No puedo! —se rindió entre jadeos—. Eres... rápido.

– Sólo debes mejorar tus reflejos y todo será más fácil —aseguró Cedric con una sonrisa de

oreja a oreja.

– ¿Seguro que la sanación es tu única habilidad?

Cedric se cruzó de brazos haciendo que sus músculos sobresalieran.

– Los poltergeists tenemos muchas habilidades innatas —aclaró—. A parte de la habilidad

especial con la que nos identificamos, podemos levitar, somos más rápidos que los

humanos, tenemos reflejos más desarrollados, podemos cambiar la temperatura de un

lugar... Sólo debemos traerlas a flote

Kyle se limpió las gotas de sudor que corrían por sus sienes, las imágenes de las películas de

acción todavía pasaban por su mente como barajas tiradas al viento.

– Lo intentaré de nuevo.

– Esta vez —dijo Cedric apuntándolo con el dedo—, yo lanzaré y tú esquivarás.

Kyle imitó la posición de su atacante.

– Estoy seguro que no esquivaré ningún golpe, acostumbro a ser un buen blanco.

Cedric negó con la cabeza, la comisura de sus labios curvados en una sonrisa divertida.

– Concéntrate —le ordenó—, separa las piernas y anticipa los movimientos de tu atacante.

Kyle contó hasta cinco y asintió.

– Entendí, Cedric

No fue así, trató de anticipar moviéndose al lado contrario de donde venía el fuerte puño de

su amigo, pero éste le dio en la mejilla derecha. Una punzada de dolor explotó en todo su rostro y

sintió que su cara era una calavera de cristal que podía romperse con facilidad, antes de que se

quejara, dos golpes más vinieron en su dirección, uno dio en su clavícula izquierda y el otro se

clavó en su mentón seguido de un estallido de dolor y chispitas que parecían ser el sol rompiéndose

en mil partículas.

El golpe en el mentón fue tan fuerte que hizo que perdiera el equilibrio cayendo de espaldas

al suelo verde, las chispitas giraban alrededor de su cabeza causándole vértigo, se llevó la mano a su

rostro queriendo tener en ese momento la habilidad de Cedric Tucker para hacer desaparecer el

dolor y los posibles hematomas.

Una figura morena se inclinó sobre él con la mano extendida.

– Déjame sanarte amigo —dijo, era Cedric Tucker.

La visión de Kyle se aclaró cuando las chispas dejaron de revolotear.

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– ¡Déjalo Cedric! —se burló Lina acercándose—. Así aprenderá a ser un verdadero

translúcido.

Kyle la fulminó con la mirada, ella llevaba el pelo un tanto alborotado y el sudor empapaba la

ropa negra que llevaba puesta, aun así, Lina Cooper, la princesa de hielo no perdía su frío encanto.

– Deja a Kyle tranquilo —intervino Bri a su lado y luego se dirigió a Cedric con más

amabilidad—: Debes sanarlo, cariño.

Kyle, no le iba a dar gusto a Lina Cooper, desde que él se había unido a la tribu de los

translúcidos, ella aprovechaba cada situación para hacerlo sentir mal.

"Ya no más —se dijo así mismo tragándose el dolor."

Cedric se acercó a él dispuesto a sanarlo.

– Está bien, Cedric —dijo apartando la mano de su amigo que estaba dispuesto a ayudarlo y

con la mirada aniquiladora sobre Lina Cooper—. No es nada, he recibido peores golpes en

la vida.

Los oscuros ojos de Lina se volvieron rígidos como cristal congelado y sin decir nada se giró

sobre sus pies con el rostro inexpresivo.

– ¿Estás seguro? —preguntó Bri.

– Si, Bri —afirmó, tomando la mano de Cedric para ponerse de pie—. A demás, tu novio no

golpea tan fuerte.

Cedric y Bri se rieron, él también trató de sonreír, aunque se retractó cuando sintió que su

mandíbula colgaba de un hilo.

Los dos, se quedaron entrenando en el claro hasta el anochecer después de que todos se

habían marchado. Cedric logró enseñarle todo lo básico: desde la posición en la que debe estar el

cuerpo para realizar una técnica defensiva, los puntos vulnerables o sensibles del cuerpo, las

técnicas de golpeo con el puño y el pie hasta el uso del cuchillo y otras armas.

Kyle recibió muchos más golpes y moretones que los tres anteriores e insistió en que Cedric

no usara su habilidad para calmar el dolor, sólo se lo pidió en una ocasión cuando recibió un

rodillazo en sus partes sensibles de la entrepierna. No logró contener un grito de júbilo cuando en la

sexta ronda le propinó el primer golpe a Cedric precisamente en la nariz, aunque dejó de gritar

cuando un chorro de sangre brotó por las fosas nasales de su amigo, por dicha, Cedric Tucker podía

autosanarse.

H

– ¿Cómo es que sabes tanto de esto? —preguntó Kyle mientras caminaban regreso a casa.

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Cedric quedó viendo por un instante sus manos cerradas en fuertes puños, el tatuaje del sol

todavía abrazaba su piel, aunque en el opaco firmamento, la luna luchaba por mostrar su luz

plateada.

– Cuando era humano, practicaba boxeo —reveló él, había una pizca de tristeza en su

mirada—. Mi padre me entrenaba.

Kyle percibió tristeza y añoranza en las palabras de Cedric y se preguntó si era buena idea

remover su pasado.

– Él era un gran padre —siguió diciendo—. Su nombre era William Tucker y su sueño era

que yo me convirtiera en un gran boxeador

Kyle creyó que lo más indicado era no seguir removiendo el pasado de su amigo, no sabía

por qué, pero la tristeza en los ojos de su amigo le decían que algo había cambiado o detenido los

planes y sueños de su padre.

Algo triste y malo, que por lo general le sucedía a cada uno antes de convertirse en fantasmas,

pero la pregunta salió de su boca, sin embargo:

– ¿Qué sucedió?

Los puños de Cedric se deshicieron e inhaló fuertemente para que el aire frío se abriera paso

a sus pulmones.

– Murió —gimoteó, su sonrisa también era triste—. Mejor dicho, morimos. Íbamos a una

presentación y hubo un accidente automovilístico.

Kyle le colocó una mano en el hombro, deseaba tener la habilidad de sanar o tener un don

anestésico.

– Lo lamento —dijo con un nudo en la garganta.

Los dos siguieron caminando en silencio, la única luz en aquel bosque y en aquella noche

parecían ser la luna y las luces de la casa en el centro del bosque.

– ¿Cómo te convertiste en un translúcido? —preguntó Kyle.

Cedric se detuvo frente a la puerta de la casa y se giró para contemplar el sombrío bosque

como si entre los árboles se encontrara la respuesta.

– Por muchos años fui un errante como tú y Baiel. —La tristeza en sus ojos fue sustituido por

un brillo de felicidad y dicha—. Bri me encontró en una noche lluviosa y desde que la

conocí, mi existencia nuevamente cobró sentido.

Kyle siguió la mirada de Cedric, el bosque los rodeaba con árboles gigantes que subían al

cielo como escaleras, la luna brillaba a través de las nubes negras como la corona de la reina

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Leilany Kinhost y por la manera en que Cedric resaltó la frase: "Bri me encontró", Kyle supo

cuánto ellos se amaban: como esos árboles luchando por acariciar el cielo.

H

"Cuando era un joven de buena reputación

ni una dama me negó lo que pedía.

Devoraba sus corazones como racimos de uvas

y nunca hablé de amor sin saber que mentía.

Pero yo me decía, ninguna de ellas conoce

el secreto que guardo, paladeo y protejo.

Aún espero a la que me arrancará la máscara,

y sabré por mi forma de obrar que la quiero.

Los años se acumularon como nubes en el cielo,

como nieve en el viento vi a las damas desaparecer.

Seducí y engañé, burlé y fingí,

y pequé, y pequé, y pequé, y pequé.

Pero yo me decía, ninguna de ellas ve

la parte de mí pura como las olas en movimiento.

Mi dama se retrasa, pero comprenderá que le he sido fiel,

y yo sabré por mi forma de obrar que la quiero.

Por fin apareció una dama sabia y tierna

y dijo: No eres lo que sueles aparentar.

Antes de que terminase de hablar la traicioné,

ingirió un frío veneno y se lanzó al mar.

Y me digo, cuando aún queda tiempo para las palabras,

mientras me hundo en la corrupción y la depravación más y más.

Ah, el amor es fuerte, pero más la costumbre,

y supe que la amaba por mi forma de obrar."

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Emilie sonrió al otro lado de la pantalla de la computadora cuando Kyle terminó de entonar la

canción que el príncipe Lir le entonó a Lady Amalthea en El último unicornio; los dos decidieron

leer el libro juntos y cuando no podían hacerlo en persona, lo hacían por vídeo llamada.

– ¿Y tú eres un devorador de corazones como el príncipe Lir? —preguntó ella con el libro

amarillo en su regazo.

Él se tomó un tiempo para apreciar a Emilie Scott, aún recordaba el cosquilleo que invadió su

cuerpo cuando bailaron juntos en Paranormal, muy cerca para que fuera real y también miró lo poco

que se veía de su habitación, quizá nunca iba a tener la oportunidad de estar algún día en ese lugar...

con ella. Las paredes estaban cubiertas de colores claros como el rosa que combinaba a la

perfección con la ropa de cama floreada donde ella estaba recostada.

Ella llevaba el pelo castaño amarrado en una alta cola de caballo y una bufanda beige

enrollada en el cuello. Sus ojos eran el cielo y el mar.

– No, no soy devorador —respondió él con una sonrisa en la comisura de los labios—. Sólo

pequé, y pequé, y pequé, y pequé.

Ella volvió a sonreír, los hoyuelos se formaron de inmediato en sus rosadas mejillas.

– ¿Por eso tienes ese moretón?

Kyle se llevó una mano al mentón, todavía dolía al tacto y se cuestionó que por qué él no

podía tener un rostro tan hermoso como el de ella.

– Yo... quería practicar boxeo —mintió, aunque no era una verdadera mentira—, pero Cedric

resultó ser más fuerte y ágil.

La sonrisa de ella se intensificó, a Kyle no le importó que ella se burlara de él y su debilidad.

Él daría todo por verla sonreír.

– ¿También tienes una máscara que necesita ser quitada? —Ella hablaba en broma, pero Kyle

sintió como si otro puñetazo como los de Cedric le diera en el pecho.

Él era un fantasma, un poltergeist. Su entidad podría ser bien una máscara que escondía su

verdadera identidad: el fantasma de Kyle Foster.

Una segunda voz al otro lado de la computadora le ahorró a Kyle responder la incómoda

pregunta, la voz era fina, sin duda alguna era la voz de un niño.

– ¡Ven acá pequeño! —exclamó ella tendiéndole la mano al desconocido—. Te presentaré a

un amigo.

La figura de un niño apareció en la pantalla, con el pelo castaño oscuro y crespo ocultando

sus orejas, los mismos hoyuelos de Emilie en sus mejillas y los ojos marrones llenos de curiosidad.

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– Él es Gavin —dijo Emilie—. Mi hermanito menor y el dolor de cabeza de la casa con tan

sólo doce años.

"Doce años —dijo Kyle para sí mismo—, la misma edad que tenía Lowell cuando morí."

Gavin se acercó a la cámara de la computadora con curiosidad para observar detenidamente a

Kyle en la pantalla.

– Hola Gavin —dijo Kyle sonriendo, el niño le recordaba a su hermano de pequeño—. Me

llamo Kyle Foster.

– ¿Por qué tienes una cicatriz en el cuello? —preguntó Gavin en respuesta.

– Gavin ¡Esas preguntas no se hacen! —lo reprendió Emilie.

– No hay problema —intervino Kyle, los ojos curiosos de Gavin aún seguían sobre él. Era un

niño listo—. Fue un accidente, tenía aproximadamente tu misma edad en ese entonces.

El entrecejo del niño se contrajo.

– ¿Y te duele todavía? —hizo una pausa para ver a su hermana— ¿Cuándo traerás a tu novio

enfermo a casa Emi?

Emilie se sonrojó, aunque ella no era la única, Kyle también estaba sonrojado.

– Gavin, Kyle y yo no somos novios.

Gavin entrecerró los ojos.

– No te creo, él te ve como si fuera tu novio.

Un golpe en la puerta del cuarto de Kyle interrumpió la entretenida vídeo llamada, era su

mejor amigo.

– Kyle, los... —se detuvo cuando miró los rostros en la pantalla—. Los videojuegos de

príncipes... y fantasmas ya llegaron —añadió tratando de parecer tranquilo.

Kyle asintió.

– Emilie, debo... irme.

– Está bien —respondió ella—, recuerda que esta semana entregamos los ensayos de los

libros y mañana a las siete de la noche en el lago Wasky

– ¿Tendrán una cita en el lago? —inquirió Gavin.

– ¡No! —exclamó ella.

– Adiós Gavin —dijo Kyle.

Gavin Scott le sonrió pelando los dientes.

H

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Todos los translúcidos se encontraban reunidos en la sala con tres poltergeists más, dos de

ellos eran característicos, usaban chaquetas blancas con trabajos de ornamentación, bordados dignos

de alta costura y adornados con tachuelas de plata que centelleaban evidenciando que pertenecían a

la Tribu Real, al menos esta vez llevaban puestos pantalones de cuero negro como todos los demás.

El tercer chico no pertenecía a la tribu de los sólidos, sus ropas negras comunes lo delataban,

a Kyle le pareció conocido, pero no fue hasta que se dio la vuelta cuando supo que la frase que dijo

la reina en la reunión de las tribus sobre que el mundo a pesar de ser grande no dejaba de ser

pequeño era verdad, y el muchacho de ojos achinados era la evidencia.

Era él, el muchacho de rasgos asiáticos de la clase de Educación Física.

Kyle, recordaba su nombre:

– ¿Allan? Tú eres...

Allan, lo miró con sus delgados ojos, pero a contrario de él no pareció sorprendido, era algo

lógico ya que se había dado cuenta que Max, Lina, Bri, Cedric y Baiel eran también poltergeists.

– Así es, Kyle Foster —admitió con una sutil sonrisa como la sutileza de sus ojos—. Soy un

poltergeist, soy un miembro de la tribu de los invisibles.

– ¿Eres un invisible? —Una idea loca se formó en la cabeza de Kyle— ¿Emilie también...

– ¡No! Emilie es humana —aclaró él.

El corazón de Kyle inició a palpitar con la frecuencia normal.

El príncipe Rune Kinhost se detuvo en el centro de la sala haciendo que Kyle olvidara la

siguiente pregunta, sin saber qué hacer y recordando que no lo había hecho, inclinó la cabeza en

reverencia: primero ante el príncipe Rune y después ante el príncipe Sverre Kinhost.

– No estamos aquí para discutir quién es fantasma y quién no —intervino, con voz grave

como sus ojos aguamarina.

– Lo lamento, príncipe —se disculpó Kyle.

– Antes de que tú llegaras —añadió Lina con voz fría como si fuera también de la realeza—,

estábamos hablando sobre el asesinato de una mujer joven en un callejón abandonado.

– ¿Fue obra de los mitológicos? —quiso saber él, no le gustaba estar desactualizado de los

acontecimientos que sucedían.

– Es el mismo modus operandi —aseguró el príncipe Sverre, hizo una pausa para tomar un

objeto larguirucho de una mesita negra contiguo a las escaleras, cuando la levantó, Kyle

pudo ver que se trataba de una flecha—. Un miembro de la tribu de Jeremy Grant logró

sustraer esta flecha mientras el cuerpo estaba en la morgue. La mayoría de las víctimas

fueron heridas con una.

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– Ellos los cazan como si fueran animales —comentó Cedric.

– Persiguen a los que tratan de huir —sugirió Bri a su lado.

Kyle terminó de bajar las gradas y se sentó en el borde del sofá donde estaba Max Cooper.

– ¿Cómo nos ayudará una flecha a dar con el paradero de la tribu de Benjamín?

Baiel atravesó la habitación y se detuvo entre Lina y el príncipe Sverre interrumpiendo la

conversación que iniciaban a tener.

– Iniciaremos a buscar huellas de ADN —bromeó arrebatando la flecha de las manos del

príncipe y levantándola a la altura de la vista—. Esto me recuerda a CSI New York.

Kyle dejó escapar una risa ante el comentario de su amigo, le pareció ver también el fantasma

de una sonrisa en el hermoso rostro de Lina Cooper.

– Esto no es una serie de televisión —aclaró el príncipe Rune Kinhost—, con la flecha

anticiparemos el próximo movimiento de los mitológicos.

– Es por eso que hemos traído a Allan Grant —añadió el príncipe Sverre Kinhost—, su

habilidad nos ayudará a rastrearlos.

Grant, Grant... El apellido de Allan flotó en el aire alrededor de los oídos de Kyle como

partículas de polvo, ese era el mismo apellido de Jeremy Grant.

"Allan no es sólo un invisible —se dijo así mismo—, es el hijo del líder de los invisibles."

Allan Grant dio unos pasos hacia Baiel Mawson extendiendo la mano.

– ¿Eres un GPS? —preguntó Baiel alzando las pobladas cejas.

– Mucho mejor que un GPS —contestó el muchacho ojos achinados tomando la flecha entre

sus manos—, se llama premonición.

Todos se acercaron a él, rodeándolo en un círculo, sus miradas llenas de curiosidad por saber

cómo funcionaba la habilidad de Allan Grant, pero él sólo envolvió los dedos alrededor de la flecha

ubicándola en posición vertical, la punta estaba hecha de metal manchada por un color rojo

oscurecido de sangre seca.

– Todo pasa en mi interior, en mi mente —aclaró cerrando los ojos en dos finas líneas negras.

El silencio se apoderó de la sala en los siguientes minutos, el único ruido era el que provenía

de sus respiraciones y del latir de sus corazones mientras esperaban que Allan abriera los ojos y

revelara lo que sea que haya visto.

Kyle sintió en ese momento como si estuviera atrapado en una novela policíaca, pero lo que

estaban viviendo no era un libro, era la realidad. Se preguntó, qué estaba pasando dentro de la

cabeza de Allan, pero como todos en la sala, él no podía verlo.

Allan Grant era el único que estaba predispuesto a ver.

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El invisible abrió los ojos con ímpetu como si estuviera despertando de una oscura pesadilla,

la flecha se resbaló de sus manos rompiendo el silencio con un chirrido al colapsar contra el suelo.

– Los... miré —balbuceó, pavor inundaba sus finos ojos—. La próxima víctima será un

hombre.

– ¿Dónde y cuándo? —demandó el príncipe Rune Kinhost.

– No lo sé con exactitud, príncipe —dijo él—, mi habilidad no trae incluido un reloj y un

calendario.

– ¿Qué fue lo que viste, Allan? —preguntó el segundo príncipe con voz más persuasiva.

Allan dio un respiro como si intentara conectarse con sus memorias.

– Miré el lago Wasky —dijo, su voz volviendo al tono común—, estábamos los estudiantes

del Spook High School, había música, algunos bailaban, había fuego y estaban ellos, los

mitológicos.

– ¿Una fiesta? —inquirió Lina enfadada—. A mí nadie me ha dicho sobre una fiesta del

Instituto.

– Es mañana por la noche —reveló Kyle recordando su conversación con Emilie hace unos

instantes—. Algunos estudiantes han organizado una fiesta en el lago Wasky antes de

comenzar las clases. Ella me invitó y me dijo que les dijera a todos ustedes.

Las miradas de translúcidos, sólidos y la del invisible se encontraron entre sí como una red

inexistente.

– Entonces será mañana por la noche en lago Wasky —declaró Max Cooper.

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CRIATURAS DEL LAGO

Las turbulentas nubes ocultaban la luna y las estrellas en el cielo del lago Wasky al sur de la ciudad,

sin duda alguna iba a ser otra noche exageradamente oscura en Spook City.

La fiesta se llevaría a cabo en el abandonado muelle, una vasta construcción con planchas de

cemento desgastado que sobresalía unos cincuenta metros de la playa, más allá se alzaba un tupido

bosque que en vez de árboles parecía albergar sombras y siluetas que trataban de conquistar el cielo

gris.

Cuando los translúcidos y los sólidos llegaron, la costa se encontraba atestada de autos

parqueados e inmóviles como si fueran sepulcros bañados con neblina fantasmal, al contrario del

muelle que se abría mar adentro con farolas iluminando el trayecto y las parpadeantes luces que

apuñalaban el cielo en conjunto con el ruido de la música que hacía temblar el suelo mientras ellos

caminaban hacia el cúmulo de personas que se movían como olas danzantes.

– Debemos dividirnos —ordenó el príncipe Rune Kinhost.

El resto de poltergeists asintieron y comenzaron a mezclarse entre los demás estudiantes.

H

Las flamantes llamas de la fogata que ardía en la playa a orillas del lado Wasky dibujaba una

variedad de ilustraciones de tonos naranjas, rojos y granates mientras el viento húmedo las elevaba

perdiéndose en la oscuridad de la noche.

El grupo, compuesto por siete estudiantes de cuarto año habían decidido alejarse del resto

para hacer su propio festejo en la playa con la intención de levantarle los ánimos a uno de sus

integrantes, la bulla de la música llegaba hasta ellos desde el muelle como un imán atrayendo sus

sentidos.

– ¿Matías, no vendrás con nosotros? —preguntó uno de los muchachos, olía a sal y alcohol—.

La fiesta se escucha buena y nosotros queremos bailar —añadió, señalando a los otros cinco

jóvenes que ya iban de regreso al muelle.

Matías, sentado frente a la fogata tomó un sorbo de su cerveza, sus ojos estaban puestos sobre

el fuego que iluminaba su cabello rubio como una llama de fuego amarillo.

– No, Kevin –dijo sin mirarlo–, vayan ustedes. Me quedaré un momento... a solas.

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El muchacho alzó la lata de cerveza como si estuviera brindando, el aire frío empapó su

rostro de arena y agua.

– Como quieras, hermano —dijo tomando lo que quedaba de la cerveza—. Sólo trata de no

pensar en tu desalmada exnovia.

"Pensar en ella —pensó Matías mirando el fuego que brillaba como los ojos de su exnovia—.

Hace una semana que terminamos y es imposible que no lo haga."

La exnovia de Matías, una estudiante de quinto año había decidido terminar su noviazgo

porque sus padres se mudarían a otra ciudad, muy lejos de Spook City. La noticia, le partió en dos

el corazón como una hoja de papel rasgada por la mitad. Ella había sido su novia desde el segundo

año de secundaria.

El lago Wasky se miraba tan sereno y tranquilo, eso era lo que él anhelaba, un poco de

tranquilidad, cruzando las piernas comenzó a trazar líneas sobre la arena como si ellas fueran

capaces de borrar sus recuerdos, al frente, la fogata seguía ardiendo con audacia como una bandera

al enarbolar.

El resplandor del fuego proyectaba un destello dorado frente a sus ojos como si alguien

hubiera dejado caer un manto tejido de brillo sobre el agua, pero el agua estaba quieta abrazando a

un peñasco que sobresalía como un iceberg negro.

Un deseo involuntario y algo oscuro inició a florecer en su interior, el deseo de despojarse de

la ropa y sumergirse en el pedazo de agua dorada del lago Wasky; el agua lo llamaba en silencio y

los vellos en su cuerpo empezaron a erizarse.

La arena se volvió resbaladiza arrastrándolo, el agua comenzó a agitarse pausadamente

formando pequeños círculos dorados en la superficie y las chispas anaranjadas que se desprendían

de la fogata se desplomaron sobre el lago queriendo encenderlo.

Un sensible susurro emergió de las profundidades traspasando las barreras cristalinas del lago

Wasky, era como una canción entonada en mágicos silbidos, la melodía se introdujo bajo su piel,

Matías hundió los dedos en la arena, su cuerpo temblaba, el fuego ardía ferozmente, los susurros

llegaron hasta sus oídos encandilando todos sus sentidos.

Matías se levantó de la arena y tomando el último sorbo de la cerveza se quitó la camiseta

deteniéndose al lado de la fogata para contemplar atontado el agua dorada que se extendía frente a

sus ojos, la arena le hacía cosquillas en los pies desnudos, tiró la lata vacía al fuego y comenzó a

caminar hacia el lago. Se detuvo al llegar a la orilla, el frío líquido mojaba sus pies queriendo

atraparlo.

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Algo inició a moverse en el agua, Matías entrecerró los ojos para poder ver con claridad, tal

vez era el reflejo del fuego, pero no lo era, era como la cola de un pez que se movía de lado a lado,

pero era demasiado grande para que fuera un simple pez.

– Soy una sirena —cantó el susurro proveniente del agua—. Soy una criatura mitológica.

Matías sacudió la cabeza tratando de alejar las voces que se adueñaban de sus sentidos.

– Es una locura —dijo—, sólo son alucinaciones inducidas por el alcohol.

Una risita sacudió las aguas doradas, la criatura del lago reveló gran parte de su cola

arqueándola como si fuera una gran ola, el rostro del joven se tornó pálido al ver las escamas

púrpuras, rosadas y verdes que cubrían la escamosa cola de pez.

La criatura del lago, que había dicho ser una sirena comenzó a nadar en su dirección

ondulando la llamativa cola.

Matías cogió entre sus manos agua de la orilla para mojarse la cara y tratar de despertar de

aquella alucinación, había visto la película de Los piratas del Caribe donde aparecían sirenas que

seducían a los navegantes para después ahogarlos en las profundidades, pero ésta era Spook City y

no una película de ciencia ficción.

Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a una criatura recostada sobre sus brazos en el

peñasco que sobresalía en el lago, pero no era cualquier criatura, era una hermosa y atractiva

doncella dotada de gran belleza, desnuda, con brillantes ojos y largos cabellos rosados que cubrían

sus pechos.

La criatura abrió sus labios de fresa y comenzó a entonar un dulce y empalagoso canto que

hechizó el corazón de Matías.

– ¿Quién... eres? —preguntó entre tartamudeos.

La criatura sonrió, bella y mágica.

– ¿A caso no es obvio? —silbó mostrando su escamosa y colorida cola en forma coqueta.

Matías se llevó las manos a la cabeza, tenía que huir de ese lugar, pero sus pies no se podían

mover, era como si el agua lo sujetara. Gritó, pero el ruido de la música en el muelle apagó sus

alaridos.

– ¡Es una pesadilla! —gritó.

El canto de la sirena lo envolvió como una brisa, su piel ardía y su corazón saltaba, por miedo

y a la misma vez por atracción.

"En Los piratas del Caribe una sirena se enamoró de un mortal —recordó encandilado—, tal

vez, tal vez... "

– Eres una sirena —dijo.

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La sirena dejó de cantar, su sonrisa llena de musicalidad hizo zarandear el agua. Dando un

salto rebasó el peñasco negro mostrando su belleza y magia por completo: de la cabeza hasta la

cintura tenía un cuerpo como el de una mujer humana, pero de la cintura para abajo exhibía una

hermosa e inhumana cola de pez que centelleaba con tonos púrpuras, rosados y verdes.

Se volvió a sumergir en el agua nadando hacia la orilla, cuando volvió a salir ya no tenía una

cola de pez, sus pies humanos habían aparecido, su hermoso cuerpo estaba cubierto por un delgado

vestido mojado que dejaba ver su diseñada figura femenina.

– Soy una sirena —susurró al oído de Matías—. Puedes llamarme Pia Labamkhosi, una

criatura mitológica.

La manzana de Adán de Matías se movió cuando tragó.

– ¿Tienes nombre? —logró preguntar.

– Claro que si —afirmó ella con una encantadora sonrisa—. Todas las criaturas tenemos

nombre.

Pia Labamkhosi le ofreció una mano, Matías vaciló, pero estaba demasiado encandilado para

no tomarla.

– ¿Para dónde vamos?

– Al bosque —respondió ella, bella y seductora—. Vamos a la oscuridad.

H

El bosque estaba sumergido en la oscuridad cuando los diez jóvenes se adentraron, todos iban

vestidos con ropas similares: vestimentas negras como la noche, incluyendo a los dos miembros de

la Tribu Real que siempre usaban ropas de colores dorados, blancos y plateados para diferenciarse

como sólidos, esa noche no iban haber colores para dividir las jerarquías en las tribus, esa noche

sólo serían poltergeists.

La música que llegaba desde el muelle penetraba las penumbras haciendo que la neblina se

desplazara como fantasmas petulantes, el suelo estaba humedecido y los árboles se asemejaban

mucho a esqueletos gigantes que los espiaban con curiosidad.

– ¿Estás seguro que los viste aquí? —preguntó Lina cubriendo su cabello negro con las

manos—. Las telarañas arruinaran mi pelo.

– Estoy seguro —afirmó Allan delante de ella, acompañado por una muchacha pelo rubio y

rizado—. Acabo de rastrearlos nuevamente con la flecha.

– ¿Y no dijiste que era en el muelle? —se quejó otra vez la princesa de cristal.

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– Supongo que los mitológicos no son tan estúpidos como para realizar un ritual en medio de

tantos humanos como testigos —dijo la chica cabellos rubios con una sonrisa burlesca.

Los ojos oscuros de Lina la fulminaron, fríos como la noche y el agua del lago Wasky.

– ¿Quién eres tú?

– Soy Ellen Sims —respondió la chica mirándola por encima del hombro—. Pertenezco a la

tribu de los invisibles.

Allan Grant dejó de caminar obligando a que los demás se detuvieran ya que, por su

habilidad, era él quien encabezaba la caminata.

– Ellen es especialista en borrar y restablecer recuerdos —reveló orgulloso—. El príncipe

Rune Kinhost pensó que sería útil traerla a esta misión.

El príncipe sólido asintió, Lina no dijo nada al respecto, las ordenes reales no se discutían, se

cumplían.

– ¿No podrías borrarle la arrogancia y antipatía a mi prima? —bromeó Kyle poniendo una

mano sobre el hombro de Lina, ella lo sacudió con desdén.

– Somos primos en el Spook High School, no aquí —gruñó enojada.

Bri se interpuso entre los dos, su cabello rojo que resplandecía como el fuego estaba

amarrado en una trenza que no dejaba escapar ni un mechón.

– ¡Calma chicos! Esta es una misión no un día de campo.

Allan y Ellen se vieron entre sí sonriendo. Lina pasó entre ellos reanudando la marcha

dispuesta a no prestar atención a las bromas de Kyle y a las miradas de los dos invisibles.

– ¿Tú hermana actúa así siempre? —preguntó el segundo miembro de la Tribu Real.

Kyle estaba a la par de él, no era un príncipe, pero si había estado en la ceremonia de

bienvenida, nunca podría olvidarlo: tenía el rostro perfecto y esculpido como el de las estatuas, el

pelo radiante como la plata que le llegaba hasta los hombros lo llevaba amarrado en una cola y los

ojos azules eran sólidos como piedras de cianita saturadas.

– Si, Demir Uzun —afirmó Max despreocupado y con una ligera sonrisa como la que sólo un

familiar podría sacarle—. Estoy lidiando con ella desde que estábamos en el vientre de

nuestra madre.

Demir le devolvió la sonrisa, aunque el brillo en su sonrisa se vio apagado por el resplandor

de su cabello de plata.

Baiel se subió a una roca pequeña para sobrepasar la estatura de Cedric Tucker.

– Lina es adorable —masculló, un brillo como el del cabello de Demir inundó su mirada—,

sólo que a veces se toma muy en serio su habilidad para congelar.

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Cedric frunció el ceño.

– Eso se parece mucho a una confesión amorosa —sugirió— ¿Ya te le declaraste o temes

convertirte en una estatua de hielo?

Los demás se rieron, pero Allan les hizo una señal para que se callaran.

– ¡Silencio! —susurró con la flecha entre sus manos.

Un alarido agonizante hizo que los esqueléticos árboles volvieran a la vida, las aves

nocturnas huyeron atemorizadas y las sombras del bosque parecieron darles forma a rostros de

fantasmas: el ritual de los mitológicos estaba a punto de comenzar.

Los diez poltergeists se elevaron del suelo levitando para no hacer ruido al pisar las ramas y

hojas caídas, el éter fluyó de cada uno: blanco para los de la Tribu Real, cristalinos para los

translúcidos y totalmente invisibles para Allan Grant y Ellen Sims.

Levitando, siguieron el eco del alarido, los condujo al centro del denso y negro bosque donde

ardía un fuego rojo infernal, aprovechando los anchos árboles y las grandes rocas se ocultaron

contemplado atentos la escena frente a ellos esperando el momento oportuno para intervenir.

Fuego rojo brotaba de las manos de uno de los poltergeists que llevaba el rostro oculto bajo

una capucha negra, él era el único interesado en cuidar su identidad, ya que el resto que lo

acompañaban tenían los rostros descubiertos: tres eran mujeres y los otros cinco eran varones.

Una de las mujeres, una atractiva chica de cabellos rosados estaba atando las manos de un

muchacho humano que gritaba por piedad.

– ¡Corpin, ven ayúdame! —gritó ella a uno de los poltergeists que estaba con los demás

formando un semicírculo a la expectativa.

– ¿Qué pasó Pia? —inquirió Corpin inclinándose junto a ella para ayudarla—. Creí que tu

encandilamiento era suficiente.

Los demás mitológicos detrás de ellos se rieron encontrando gracia en el comentario de

Corpin, sus tenebrosas sonrisas formaron halos fríos en la oscuridad.

– Este desgraciado humano no deja de moverse —espetó Pia con furor.

Los gritos del joven humano hicieron vibrar el suelo y la oscuridad.

– ¡Por favor! —chilló, sus lágrimas manchando sus mejillas— ¡No me hagan daño!

Pia le dio una bofetada dejando una marca roja en su rostro.

– Demasiado tarde, cariño.

– ¡Haré que te dejes de mover! —gruñó Corpin.

Kyle, detrás del árbol donde se escondía, tuvo que abrir más los ojos para ver con claridad a

lo que Corpin se refería, su boca también se abrió, algo hizo que la camisa negra del mitológico se

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suspendiera: una cola brotó de su región sacra, una larga cola que terminaba en un cortante aguijón

como el de los escorpiones.

Corpin blandió la cola cortando el aire negro, el aguijón se clavó en una de las piernas del

joven humano haciéndolo chillar, llorar y quejarse del dolor hasta quedar sin aliento, lágrimas y

fuerzas para continuar.

Las llamas estallaron de las manos del encapuchado encerrándolos en un aro de fuego

virulento.

– Príncipe —dijo Allan desde el árbol donde se ocultaba— ¿Tiene idea de quién podría ser el

encapuchado?

Los ojos aguamarina del príncipe Rune Kinhost estaban concentrados en el círculo en llamas.

– No estoy seguro. —Su ceño estaba fruncido—. Hay muchos usuarios de fuego en la tribu

de Benjamín Garroll.

El encapuchado se acercó al joven inmóvil y comenzó a caminar alrededor de él, sus manos

ya no ardían con fuego.

– Tranquilo humano —dijo—, ya sólo falta el toque final.

Benjamín Garroll levitó hasta estar cerca del encapuchado, su cabello largo sujeto en dos

trenzas, llevaba una camisola floja que dejaba expuestos sus tatuajes que eran como tentáculos de

pulpo adornando su piel.

– ¿Lo haces tú o lo hago yo? —preguntó extrayendo la daga con símbolos extraños y

brillantes que había usado la madrugada en el Teatro Cabalístico para acabar a Max Cooper.

– Lo haré yo, Benjamín —respondió el encapuchado tomando la daga con delicadeza como si

fuera una reliquia.

El líder de los mitológicos asintió, sus dedos se transformaron en tentáculos que se

extendieron acariciando la cabellera rubia del muchacho.

– Eres afortunado, al despertar de la muerte serás uno de los nuestros —dijo para luego

regresar a donde estaban los demás en semicírculo.

– Trae el Libro Ente —ordenó el encapuchado a Pia, la misma chica que Lowell conoció en

la discoteca Paranormal—. Es hora de que nuestro ejército adquiera un miembro más —

añadió pasando su dedo encendido sobre el filo de la daga.

Pia, la chica cabello rosados dio un paso al frente, sobre sus manos extendidas estaba el Libro

Ente de los mitológicos.

– ¡Es hora! —gruñó el príncipe Rune Kinhost. Su rostro reflejaba enojo, rabia y repugnancia.

Max lo sujetó del brazo para que no saliera del escondite.

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– Tengo un plan —dijo, su mirada estaba sobre Baiel.

El príncipe Rune frunció el ceño pensativo y retirando el cinturón que rodeaba su cintura lo

sacudió convirtiéndolo en un flexible y peligroso látigo.

– ¿Qué plan tienes Maximus? —inquirió.

Max recorrió con la mirada a todos los poltergeists que lo acompañaban, algunos sólo eran

sombras ocultas entre los árboles y rocas rodeados de tinieblas. Sus ojos, que en ese momento se

habían vuelto rojos como la sangre se centraron en Baiel.

– Baiel, tú rescatarás al muchacho. —No era una idea, era una orden—. Luego entraremos

nosotros.

– ¿Baiel Mawson? —preguntó Lina.

– Su habilidad le permitirá llegar más rápido y detenerlos el tiempo suficiente para actuar.

Los labios de Baiel se curvaron en una sonrisa, Kyle se preguntó si su amigo estaba nervioso

o alegre de ser el primero en entrar en escena.

– Soy un ángel guardián —musitó—. Hay que patearles el trasero.

Baiel salió de su escondite levitando y a continuación el tiempo pareció disminuir para que

todo sucediera en cámara lenta.

La camiseta y chaqueta de Baiel se dividieron en dos cuando de su espalda brotaron dos

grandes y esplendorosas alas blancas desplegándose a ambos lados como si fuera un ave en tamaño

gigante, Kyle captó las expresiones de asombro en los rostros de todos sus compañeros, era algo

inevitable no maravillarse de las alas de Baiel que brillaban con destellos platinado como los de su

cabello.

Dando un impulso, salió volando envolviendo su cuerpo entre las alas como un capullo para

atravesar el aro de fuego sin que las llamas lo quemaran, al cruzar la barrera de fuego como un

torbellino en posición horizontal abrió las alas disipando las llamas con su fuerte aleteo, los nueve

poltergeists volvieron sus rostros perplejos al ver al chico de alas blancas que parecía un ángel

enviado del cielo; Baiel dio un alarido y con sus alas pasó llevándose a seis de los mitológicos

tirándolos contra el suelo, el encapuchado, que estaba a punto de clavarle la daga en el pecho al

muchacho elevó las manos para encenderlas como antorchas y defenderse, pero ya era demasiado

tarde, pues Baiel lo golpeó con una de las alas enviándolo cerca de la barrera de fuego, sin esperar

nada más, cogió al muchacho aún con vida y lo llevó al otro extremo más allá del círculo de fuego

rojo.

– ¿Quién demonios eres tú? —gritó enfurecido el encapuchado, llamas de fuego volvían a

arder en sus manos.

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El resto de mitológicos formaron una línea detrás de él. Sus miradas llenas de furor

mezcladas aún con asombro.

– Yo no diría demonio —se burló Baiel. Él conservaba su sarcasmo y buen humor hasta en

las peores situaciones—. Soy más bien un ángel guardián —añadió sacudiendo las alas.

El encapuchado berreó lleno de odio y levantando las manos arrojó bolas de fuego, pero

Baiel las esquivó alzándose en el aire con el muchacho entre sus brazos.

– ¿Y tú quién eres? —gritó Max Cooper saliendo de su escondite con el resto de poltergeists.

El encapuchado y sus compañeros se giraron hacia el lugar donde provenía la voz, los copos

cristalinos de Lina atravesaron el oscuro aire como una lluvia de estrellas relucientes congelando el

aro de fuego y donde antes había llamas y humo, ahora sólo quedaban copos de nieve elevándose

hacia el cielo negro como cenizas.

– ¡Jaque mate! —se rió Baiel pasando por encima de ellos y descendiendo en el lugar donde

se encontraban sus amigos colocando al muchacho sobre la fría y húmeda hierba.

Los dos invisibles se inclinaron sobre el muchacho humano.

– Ya sabes qué hacer Ellen —dijo Allan.

La chica de cabellos rubios rizados asintió.

– ¿Cómo te llamas? —preguntó ella.

Los ojos del muchacho se abrieron, el temor seguía en su mirada.

– No... me hagan... daño —tartamudeó, sus manos y pies temblaban.

– Nosotros te salvamos —añadió ella con serenidad— ¿Cómo te llamas?

– Matías —balbuceó él— Matías Washington.

Ellen Sims colocó ambas manos sobre la cabeza del muchacho.

– Matías Washington —musitó—. Cuando despiertes ya no recordarás nada de esto.

Matías parpadeó hasta cerrar los ojos quedando completamente dormido.

Los dos bandos de poltergeists estaban frente a frente, todos vestidos con ropas negras que

resplandecían como si estuvieran húmedas, como si todos fueran criaturas del lago que escaparon

de las aguas para enfrentarse en la tierra, en medio del bosque. Rabia inyectada en sus ojos, unos

por justicia y otros por desprecio fusionado con odio.

La colisión entre ellos era indiscutible.

– ¿Tú eres un mitológico? —preguntó el príncipe Rune al encapuchado que tenía ambas

manos encendidas de fuego.

Benjamín Garroll levitó posesionándose frente al encapuchado, el éter salía de sus pies como

humo dándole forma a figuras bisagras.

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– ¡Príncipe Rune Kinhost! —exclamó, la burla era evidente en sus palabras y expresiones

faciales—. Es un privilegio tenerlo en nuestro ritual —agregó haciendo una reverencia. Las

risas de los demás detrás de él contagiaron la atmósfera—. Todos los que estamos aquí

somos una sola tribu, somos poltergeists.

Los ojos aguamarina del príncipe lo fulminaron como cristales celestes afilados.

– Tú y tu tribu, dobléguense ante la autoridad de la Tribu Real.

Benjamín levitó más cerca de él. No tenía miedo, disfrutaba el momento. Su sonrisa mostraba

unos dientes asimétricos.

– ¿Doblegarme? —Alzó las manos, sus dedos desaparecieron dándole vida a diez tentáculos

que se elevaron más alto como las ramas de los árboles, el viento sacudió su cabello

trenzado y la camisola floja se agitó dejando ver sus tatuajes: tentáculos negros rayando su

pecho y espalda —¿Doblegarnos? ¿Por qué deberíamos hacerlo?

El príncipe Rune Kinhost también levitó hacia él, Demir y Max lo siguieron. Sin miedo.

– Por ser cómplices de Caín Dark, por usar magia oscura, por los rituales de ligamento, por

asesinar jóvenes humanos para convertirlos en mitológicos y crear un ejército, por intentar

encontrar el prohibido Libro de Caín y por la muerte de Corentin Cooper y otras razones

más.

Benjamín atrapó una se sus trenzas con dos de sus tentáculos, su mirada era divertida.

– Nunca creí que existieran tantas razones para ser el más buscado en el mundo poltergeist.

Los miembros de su tribu volvieron a reírse, a burlarse.

– ¿Y quién me va a detener? —gruñó, la rabia sustituyó la diversión en su mirada—. Tú, que

sólo sirves para marcar a los poltergeists y... nada más.

El príncipe blandió el látigo hiriendo el aire oscuro, una S se abrió en el espacio como si

hubiera sido hecha por un cuchillo, líquido plateado cayó al suelo como chorros de sangre.

– Los príncipes también somos guerreros.

– Yo soy un kraken —espetó Benjamín, sus tentáculos se movieron como serpientes—.

Llegará un día donde nos sentaremos en un asiento hecho de huesos y sangre de sólidos.

Demir Uzun dejó escapar un gruñido desde lo más profundo de su garganta.

– Yo si acabaré contigo, miserable kraken.

El sólido cabello de plata levitó como un rayo dorado derribando de un golpe inesperado al

líder de los mitológicos.

Uno de los compañeros de Benjamín, un chico que tenía la apariencia de ser miembro de una

banda de rock por su rostro pálido, pómulos altos y ojos pintados de negro, colocó una flecha sobre

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el arco que tenía y la disparó contra Demir, la flecha dio contra su pecho, pero no lo hirió, no

pareció causarle el mínimo daño, ni a la chaqueta que llevaba puesta.

– Al parecer tu arco y flechas no sirven para nada —espetó Demir haciendo pedazos la fecha

entre sus manos como si en vez de estar hecha de madera y metal fuera más bien de papel.

—Déjame adivinar —añadió— ¿Eres un centauro?

El mitológico apretó sus labios furiosos arrojando el arco y el carcaj al suelo, el delineador

negro le daba un aspecto frívolo a su mirada, de un salto se lanzó sobre Demir, pero cuando volvió

a pisar el suelo ya no tenía dos pies, si no que se apoyaba en cuatro patas.

Las palabras de Demir hicieron eco en la cabeza de Kyle: "Eres un centauro."

El suelo bajo sus pies se estremeció y la colisión inició:

El poltergeist mitad caballo y mitad humano se tiró sobre Demir golpeándolo en el pecho con

sus robustos cascos, los dos se revolcaron en el suelo.

– ¡Pitis, hazlo ahora! —gritó Benjamín a uno de sus miembros.

Una chica morena que llevaba el cabello al estilo afro levitó al frente con la mirada puesta

sobre los árboles, el estremecimiento bajo los pies de Kyle se intensificó, se debía a los árboles.

Los árboles detrás de ellos se elevaron del suelo con las raíces partiendo la tierra como

gigantescas arañas y como si estuvieran siendo talados, las plantas perennes, leñosas y ramificadas

iniciaron a descender, a caer sobre ellos para aplastarlos.

Un grueso pino, el primero en descender estaba a pocos metros de Ellen, Allan y Matías;

Kyle elevó las manos dejando que las líneas negras como la noche rodearan sus brazos, la

telequinesis fluyó de inmediato, enredaron al pino y a otros que caían juntos, el peso era demasiado,

pero la habilidad de Kyle bastó para tirarlos a un lado.

Los dos invisibles arrastraron a Matías lejos de los árboles que caían como meteoritos.

Baiel, gracias a su habilidad para volar, tomó a Lina para llevarla a un lugar seguro dejándola

en la cima de una roca.

Bri no se movió de su posición, su habilidad también le permitía manipular las plantas,

tomando una raíz entre sus manos golpeó el suelo, la tierra se volvió a estremecer cuando gruesas

raíces brotaron del suelo, uniéndose entre sí para impedir que los árboles aplastaran a Cedric, al

príncipe y a Max.

Los árboles que cayeron sólo golpearon al suelo con sus frondosas ramas.

La raíz que sostenía en sus manos Bri, corrió a través del suelo oculta por la hierba y las

penumbras rodeando los pies de Pitis como grilletes arrastrándola para sujetarla a uno de los árboles

caídos.

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Otro mitológico, una chica con el cabello azul juntó las manos al frente, una fuente de agua

azul, oscura y fría como la del lago Wasky brotó de las palmas de sus manos navegando hacia ellos

como violentas olas, pero Lina saltando de la roca donde estaba se interpuso, los copos de nieve

cristalinos salieron de sus dedos juntos como una avalancha convirtiendo el agua en una lluvia de

granizos.

El príncipe Rune Kinhost interceptó al líder de los mitológicos, el látigo de plata atravesó el

aire rodeando su cuello, Benjamín soltó un alarido, al parecer el extremo del látigo, que terminaba

en una puntiaguda S se le había clavado en la piel.

El centauro, que en algún momento había dejado de luchar contra Demir y que había vuelto a

su forma humana, rodó hasta alcanzar su arco para luego apuntar en dirección al príncipe y liberar a

su líder, tres flechas volaron como balas directo a su espalda.

– ¡Príncipe! —gritó Demir.

El príncipe Rune Kinhost giró el rostro, el látigo soltó el cuello de Benjamín, las flechas

estaban cerca al acecho, pero Baiel, sobrepasando unos árboles que se interponían en el camino

llegó justo a tiempo para impedir que las flechas lo alcanzaran.

Max, por su velocidad sobrehumana corrió hacia el lugar donde estaba el centauro apuntando

con una flecha a Baiel que flotaba en el aire con el príncipe, estaba a punto de disparar, pero

tomándolo por sorpresa le dio un puntapié en los hombros despojándolo del arma.

El mitológico cayó al suelo, sus ojos pintados con delineador negro se llenaron con un brillo

de rabia, un brillo animal tan afilado como sus flechas; su cuerpo convulsionó, cuando volvió a

levantarse, ya no era humano, era un centauro.

Max retrocedió, el centauro retozó parándose en sus dos patas traseras mostrando su fiereza.

Baiel, que había dejado al príncipe luchando contra Benjamín en una guerra entre látigos y

tentáculos, cayó a su lado con las alas extendidas a izquierda y derecha como un abanico.

– Yo me encargaré del animal —dijo, había algunos rasguños en su pecho—. Sería bueno que

sigas a ese cobarde —agregó señalando al encapuchado que huía de la batalla.

Max asintió, sus ojos de vampiro se veían mucho más rojos a causa de la oscuridad, antes de

ir detrás del encapuchado, miró más allá, atrás del centauro: su hermana congelando el agua de la

chica cabello azul, Bri y Pitis en un enfrentamiento con árboles de por medio, Cedric luchando

contra un mitológico que tenía cuernos en la cabeza y que crecían de tamaño según el deseo de su

poseedor, intentó ubicar a Kyle, pero los árboles caídos lo ocultaban.

Después de asegurarse que Allan, Ellen y Matías estuvieran bien, Kyle apartó unos árboles

que cubrían el camino entre ellos y el resto de las tribus, cuando el último árbol se movió, logró ver

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el destello rojo de los ojos de Max antes de que saliera corriendo detrás del encapuchado que huía a

lo más oscuro del bosque, el suelo estaba agrietado en algunas partes, ramas, rocas y granizos

descongelándose lo cubrían en su mayoría.

Al asegurarse que sus amigos estaban controlando la situación, decidió ir detrás de Max para

atrapar al encapuchado, pero un pinchazo en su pierna lo detuvo, sintió como el dolor se abría

camino desde su pie hasta escapar por su boca en un grito adolorido, se dejó caer al suelo, el

instinto hizo que se llevara las manos a la pierna y cuando miró, la sangre la cubría como una

segunda piel.

– ¿Te tropezaste con un tronco filoso? —preguntó un mitológico frente a él.

Kyle lo odió, el sarcasmo de su amigo era cien veces mejor. Dejó de ver su herida para

enfrentarlo, la vida le había enseñado ver a los ojos a las personas que lo herían, porque en ellos

también había heridas, heridas muy profundas, muy internas.

El que lo había herido había sido Corpin, su cola de escorpión se movía por encima de su

cabeza, sus ojos eran azules, aunque no logró ver uno de ellos porque lo cubrían unos mechones de

cabello oscuro.

Kyle cerró las manos en puños, puños sangrientos, las líneas negras en su piel brillaban como

la sangre.

– Lindos tatuajes, translúcido. Yo también tengo uno —comentó dándole la espalda y

levantándose la camiseta le mostró el tatuaje de un aguijón dibujado en su espalda. —¿Te

gusta mi cola? —añadió acariciando su cola de escorpión—. Soy una mantícora.

A pesar del lagrimeo en sus ojos y el dolor en su cuerpo, Kyle no evitó sonreír.

– ¿Tienes nombre femenino? Creí que te llamabas Corpin.

Corpin se apartó el mechón que cubría uno de sus ojos.

– ¡Estúpido! —escupió el suelo—. Somos mitológicos.

Corpin blandió la cola de escorpión moviéndola como un tercer brazo, Kyle tragó saliva e

imaginó que el dolor era como un pájaro que podía ser enjaulado por un momento, le urgía liberarse

y dejar el lamento para otra ocasión sino pretendía recibir otro pinchazo. Volvió a tragar saliva,

inhaló el aire húmedo y elevó la mano lanzando un golpe recordando el entrenamiento con Cedric

sobre la combinación de las técnicas de defensa y la telequinesis.

El golpe invisible dio contra el pecho de Corpin tirándolo contra el tronco de un árbol.

– ¡Cedric! —gritó.

Los ojos de Cedric se encontraron con su mirada para después pasar a la pierna

ensangrentada.

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– ¿Sanación? —espetó el mitológico con dos piercings en el labio inferior—. Por eso mis

cuernos no te hacen daño.

– Al fin te diste cuenta, Sátir —respondió Cedric propinándole un fuerte codazo en la mejilla

para después levitar hacia donde se encontraba Kyle herido.

La sangre que empapaba el pantalón de Kyle dejó de sangrar en el momento en que Cedric

pasó sus manos sobre ella, la herida pronto comenzó a cerrarse como una sutura y las expresiones

de dolor en la cara del muchacho se esfumaron.

– Gracias, Cedric —dijo, un mareo hizo clic en su cuerpo.

– ¿Estás bien?

Kyle asintió, el uso de su habilidad con la pérdida de sangre no parecía ser buena

combinación.

– Debo ayudar a Max.

Corpin comenzó a acercarse, él no parecía ser de las personas que se daban por vencidos y

aunque él tampoco se rendía tan fácilmente, ahora tenía otra prioridad.

– El escorpión es todo tuyo —masculló dándole una palmada en el hombro a Cedric para

seguir su camino.

Al adentrarse en la zona más sombría del bosque, Kyle agradeció a Cedric por haberlo

sanado, pues sin su ayuda hubiera resultado imposible correr, levitar y usar su habilidad para quitar

del camino varias ramas secas y troncos que obstaculizaban el paso. Sus pulmones llenos de aire

gélido hacían que su caja torácica subiera y bajara con ritmo acelerado, ya había recorrido varios

metros y no había señales de Max Cooper y el encapuchado.

Se detuvo unos segundos para descansar apoyando las manos en las rodillas, su corazón latía

como el sonido de la música que llegaba desde el muelle en el lago Wasky.

Cuando se irguió, una bola de fuego rojo pasó al frente de él estrellándose contra un arbusto

verde seguido por unos gritos al otro lado de unos árboles secos cubiertos por una densa hiedra,

Kyle apartó los mechones castaños de su pelo que caían sobre sus ojos y continuó caminando a

través de las penumbras.

– ¿Quién eres tú? —gritó Max ocultándose detrás de una roca grande para protegerse de las

llamas.

El poltergeist encapuchado se paseaba de un lado a otro con las llamas rojas y naranjas

saliendo de sus manos como ardientes antorchas.

– ¡Sal y pelea como un poltergeist! —gruñó lanzando una bola de fuego que dio contra la

piedra.

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El fuego se extendió a los lados al dar sobre la superficie de la roca que funcionaba como un

escudo protector.

El encapuchado levantó la mano izquierda para observar con admiración las llamas de fuego,

la capucha cubría gran parte de su rostro, lo único que logró ver Kyle por el resplandor del fuego

fue su mentón.

Max atrapó la mirada de Kyle al otro lado de la hiedra, su olfato era desarrollado, sus ojos

estaban encendidos como el rubí y la parte del rostro que dejaba ver relucía con una luz pálida como

la luna llena.

Los recuerdos de la madrugada en el Teatro Cabalístico vinieron a su mente: Benjamín

dispuesto a terminar con Max usando la daga con símbolos rojos, en aquel entonces lo que los

separaba era una desgastada cortina y ahora era una áspera hiedra.

Max no necesitó mover los labios para que Kyle entendiera, las miradas también hablaban.

Kyle asintió, los tatuajes en sus brazos se movieron como las hiedras alrededor de las ramas

secas. Max salió de su escondite, rápido y veloz como los vampiros. El encapuchado junto las

manos formando una bola de llamas gigante para luego lanzarla contra él, en ese momento Kyle

salió de en medio de las cortinas de hiedras con las manos disparando telequinesis.

Esta vez, su habilidad no salió como un flujo de hebras o hilos invisibles, más bien sintió que

fue como una explosión de chispas que volaron como un torbellino disipando el fuego hacia los

lados y dándole en el pecho al encapuchado lanzándolo contra una roca del tamaño en la que se

ocultaba Max.

El encapuchado se quejó de dolor, sus manos dejaron de destilar fuego para ajustarse la

capucha y mantener su identidad en incógnita.

Los dos translúcidos se acercaron a él, ambos se vieron de reojo para descartar alguna herida

grave: Max parecía estar intacto, en cambio Kyle aún seguía con las manos manchadas de su propia

sangre y el pantalón roto.

– ¿Quién eres? —demandó Max mostrando dos afilados colmillos.

– ¿Crees que te lo diré? —espetó el encapuchado haciendo que el fuego en sus manos

ascendiera como las llamas de una fogata.

– Lo haremos a nuestra manera —intervino Kyle alzando las manos, las líneas negras

parecieron desprenderse de sus dedos como cintas.

El encapuchado maldijo en voz alta al ser elevado del suelo sacudiéndose con furor como si

estuviera atrapado en una camisa de fuerza.

– Si no nos dices quién eres, nosotros lo descubriremos —añadió Max.

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Kyle extendió los dedos haciendo que las manos del poltergeist soltaran el agarre sobre la

capucha, luego giró a la derecha las manos para que la capucha también se moviera.

Evidentemente el mentón y los labios del encapuchado le resultaron familiar mientras la

capucha se deslizaba, pero Kyle no logró quitársela y revelar por completo su rostro, ya que la

punta metálica de una flecha rasgó su camiseta atravesando su piel, hundiéndose en lo más

profundo de uno de sus costados. El dolor volvió a estallar dentro de su cuerpo, un dolor frío y

oscuro, las líneas que simbolizaban su habilidad se borraron de sus brazos y sintió que sus pies se

doblaban como si estuvieran hechos de plastilina.

Lo último que sus ojos lograron ver antes de sucumbir en la oscuridad fueron los ojos rojos

de Max Cooper y así como unos instantes atrás, supo que las miradas también servían para

comunicarse, porque los ojos de Max decían en ese momento que todo iba a estar bien mientras sus

pálidos y gélidos brazos lo atrapaban para no caer al suelo húmedo, a lo lejos, miró como la silueta

del encapuchado huía del bosque montado en un mitológico, mitad humano y mitad caballo: el

centauro.

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BLANCO Y NEGRO

– Kyle —sollozó el niño debajo de la cama, sus crespos cabellos ocultaban su rostro asustado.

Los gritos de su padrastro golpeaban las paredes de la habitación como pelotas de ping pong

al acercarse.

– No hagas ruido Low —musitó Kyle con el dedo índice sobre los labios y con la otra mano

acariciándole la cabeza, sus dedos se enredaban con los mechones castaños al temblar.

Low jadeó, lágrimas corrían por sus mejillas.

– Tengo miedo, Kyle.

Los pasos y gritos del hombre se escuchaban más cerca causando que el corazón de Kyle

aumentara de frecuencia, la hebilla repintada en su espalda todavía ardía, tenía más cicatrices

causadas por su padrastro.

– No dejaré que te haga daño —aseguró, su corazón partido al ver como su hermanito menor

se sacudía de miedo.

La puerta se abrió de golpe y la figura regordeta de su padrastro entró a la habitación con el

cinturón colgando de su mano derecha. La hebilla se movía de un lado a otro.

– ¿Dónde diablos esta ese mocoso? —gritó con los ojos inyectados de furor.

Kyle se interpuso en su camino mirándolo a los ojos, aunque se sentía diminuto e indefenso

al frente del siniestro hombre.

– ¡Lárgate! —chilló con las manos cerradas en dos puños— ¡Deja a mi hermano en paz!

El padrastro escupió sobre el suelo, sus ojos lo miraban con desprecio.

– ¡Eres un inútil! —ladró blandiendo el cinturón.

Kyle no cerró los ojos ni desvió la vista, era señal de humillación. El deseo de poseer algún

poder mágico para defender a sus seres queridos ardió en su interior. El cinturón cortó el aire

directo a su rostro, levantó las manos atrapándolo en el aire para evitar que le dejara una cicatriz en

su mejilla como la que tenía en la espalda, pero lo que no logró frenar, fue la bofetada que su

padrastro le propinó con la mano libre haciéndolo retroceder y caer dando contra el borde de la

cama.

Su cara ardió, su corazón también lo hizo, las lágrimas amenazaban con salir, pero las detuvo

con unos seguidos parpadeos. No iba a mostrarle debilidad.

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Se llevó las manos al rostro para protegerse de los siguientes golpes, era consciente que, si su

malvado padrastro no descargaba la ira con él, buscaría por cada rincón de la casa hasta encontrar a

Lowell y lo golpearía hasta el cansancio.

Kyle no iba a permitirlo, había hecho una promesa sobre la tumba de su padre: no dejar que

su padrastro pusiera las manos sobre Lowell.

Los golpes vinieron a continuación y no había poderes ni habilidades para usarlas en defensa,

los golpes en los costados lo dejaron sin aire, pero los silenciosos sollozos de su hermano debajo de

la cama le daban la energía para respirar y soportar. Las lágrimas aún atrapadas entre sus párpados,

se haría el fuerte hasta el final. Cumpliría su promesa.

Las promesas lo hacían fuerte.

– ¡Todo está bien, Kyle! —escuchó en un susurro.

Kyle parpadeó, sus ojos cristalizados por las lágrimas lograron distinguir una figura angelical

de ojos azules y pelo platinado sentado en el borde de la cama.

"Mi ángel de la guarda —supuso en su interior."

Sus manos trataron de alcanzar la luz traslúcida que irradiaba del ángel platinado, pero un

liviano dolor en la articulación del codo se lo impidió.

– ¡Hey amigo! —musitó el ser angelical acariciando su hombro—. Soy yo, soy Baiel.

Una expresión de paz inundó el rostro de Kyle al ver todo con claridad: no era un ángel

guardián el que estaba sentado en su cama, era su mejor amigo Baiel Mawson que lo había

despertado de aquella terrible pesadilla en blanco y negro.

– ¿Baiel, qué pasó? —preguntó recorriendo con la mirada la habitación, era su cuarto en la

casa de los translúcidos.

Las imágenes de la pesadilla todavía giraban en sus recuerdos como fantasmas borrosos: Low

llorando bajo la cama, la cicatriz de una hebilla, el rostro de su padrastro y los golpes en su costado.

– ¿Qué... me pasó?

Una bolsa de sangre estaba colgada en un soporte metálico en la cabecera de la cama

conectada a su brazo por medio de una guía de suero.

– La flecha de un centauro penetró tu costado mientras intentabas atrapar con Max al

encapuchado —respondió su amigo poniéndose de pie y cerrando la llave de la guía—.

Max te cargó hasta el claro donde estábamos los demás. Cedric extrajo la flecha y sanó tus

heridas, pero perdiste mucha sangre.

– ¿Me hicieron una transfusión?

Baiel se encogió de hombros, había ojeras de cansancio alrededor de sus ojos.

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– Cedric dijo que era necesario.

– ¿Y los mitológicos?

– Escaparon, el encapuchado inició un incendio en el bosque y tuvimos que huir por que los

estudiantes que estaban en el muelle llamaron a la policía y a los bomberos.

– ¿Tú estás bien?

– Salvé a Matías, al príncipe y pateé unos cuantos traseros. —Sus labios se curvaron en una

sonrisa—. No hay motivos para estar mal.

Kyle se rió, el buen humor de su amigo era confortante como la habilidad de Cedric Tucker.

– Si, al menos rescatamos a Matías Washington.

– Un ligado menos para Benjamín y su tribu.

La puerta de la habitación se abrió, Max entró a paso lento, tenía puesta una camisa blanca y

el mismo pantalón que usó durante el enfrentamiento, el pelo lo llevaba desaliñado y las ojeras

alrededor de sus ojos se veían más púrpuras de lo normal.

– ¿Despertaste? —preguntó.

– Creo que mi turno acabó —dijo Baiel viendo entre ellos dos—. Eres dichoso amigo, te

cuida un ángel y también un vampiro.

H

El crepúsculo teñía con matices oscuros y apagados al lejano firmamento, el aroma a pino

verde todavía se lograba percibir arrastrado por las corrientes de aire en el bosque que rodeaba la

casa.

El único objeto que parecía tener color en medio de aquella oscuridad era la piedra ovalada

cubierta por una gruesa capa de hielo blanquecino, y es que la figura sentada sobre ella con las

piernas cruzadas también estaba vestida completamente de negro, el pelo le caía a nivel de los

hombros como un manto de brillo azabache y los copos cristalinos tatuados alrededor de sus

muñecas vibraban como estrellas.

Témpano, ese era el nombre con el que Lina Cooper había bautizado a la roca donde estaba

sentada, ese era su lugar, el sitio al que siempre acudía cuando necesitaba meditar, recordar, olvidar,

estar a solas. Algunas ocasiones sólo venía para observar la noche en silencio.

Aunque no todo en el bosque era silencio, siempre había ruidos minúsculos durante la noche,

como el batir de las alas de los pajaritos buscando el nido, el chillido de los insectos nocturnos o el

caer del rocío sobre la vegetación.

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Esa noche, ella sólo deseaba olvidar, pero los recuerdos no se alejaban, los recuerdos la

persiguieron aún después de morir. Lágrimas iniciaron a desbordarse de sus ojos oscuros mojando

el jersey negro, lloraba en silencio, aunque lo que en realidad deseaba era gritar con todas sus

fuerzas.

"Soy fuerte —dijo ella en su mente tratando de animarse—. Soy de hielo."

Lina Cooper olvidaba que el hielo también se derretía.

Las lágrimas se congelaron resbalándose sobre la piedra témpano, alzó la mirada al horizonte

dejando que el aire acariciara su rostro y su negro cabello.

Una figura alada se dibujó en el horizonte, al principio ella pensó que se trataba de un ave,

pero a medida que la figura se acercaba el aire a su alrededor se agitó con más violencia, no era un

ave, era Baiel Mawson que cabalgaba en el viento con las alas blancas extendidas y con el cabello

platinado revuelto como una nube asimétrica, varios puntos rojizos manchaban su torso desnudo,

Lina hundió las uñas en el hielo para desviar la mirada de su abdomen plano.

– ¿Así que aquí estás? —preguntó él al poner los pies sobre la hierba húmeda, sus dos alas

abiertas.

Lina no contestó, pensó en marcharse y dejarlo solo en el bosque, pero no se movió de la

piedra témpano, ese era su lugar, el que debía marcharse era él.

– ¿No estabas cuidando a tu amigo neutro? —inquirió ella con sequedad pasando las manos

sobre sus mejillas para borrar cualquier rastro de lágrimas.

Ella era Lina Cooper, la princesa de hielo.

– Tú lo has dicho, estaba —contestó él guardando las alas—. Ahora es el turno de Max.

Lina miró hacia el bosque pretendiendo ignorar a Baiel.

– Todos lo cuidan como si fuera un príncipe sólido.

– Kyle es un príncipe —masculló Baiel frotándose los brazos para alejar el frío que emanaba

de la piedra donde estaba sentada Lina.

Una diminuta sonrisa se formó en los labios de ella.

– ¿Estás enamorado de Kyle? —se burló.

Baiel deseó haber traído el celular para tomarle una foto en ese instante a Lina y guardar el

recuerdo de su sonrisa, que, aunque era escasa, también era fantástica.

– Soy heterosexual —afirmó tomando la sudadera rayada que colgaba de una de sus bolsas

traseras del pantalón—. Amo a Kyle como a un hermano.

Lina volteó los ojos.

– ¿Qué haces? —preguntó al ver que él se colocaba la sudadera rayada en blanco y negro.

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– ¿A caso no es obvio? —inquirió él con la sudadera a mitad de la cara—. Me protejo del frío.

Lina apretó los labios disgustada, pero no estaba segura si era porque Baiel se burlaba de la

criogénesis, su habilidad para congelar o si una parte de ella deseaba continuar viendo las pecas que

adornaban como constelaciones el torso desnudo del joven pelo platinado.

"La primera es siempre la mejor opción —se dijo así misma."

Las yemas de sus dedos punzaban por tocar o congelar alguna cosa.

– ¿Qué es esto? —preguntó él rozando las manos sobre la piedra congelada— ¿Una bola de

nieve gigante?

Lina estiró las piernas, su voz era gélida como la roca.

– Es una piedra.

– ¡Magnífico! —susurró él sintiendo el contacto frío de la piedra— ¿Puedo subir?

Lina apartó la vista de él para ver el crepúsculo.

– Tu sudadera se hará pedazos si tus alas vuelven a salir.

Baiel sonrió, su sonrisa hacía brillar sus ojos azules.

– No si me das una mano —replicó extendiendo una mano a la chica de cristal.

Lina ladeó la cabeza, había abandonado la casa para estar a solas en el bosque y ahora el ex

errante con alas blancas estaba cerca de ella y como si fuera poco, las imágenes de Baiel con las

alas extendidas y el pecho desnudo cubierto de pecas no se borraban de su mente.

Lina Cooper le tendió la mano con el rostro inexpresivo y los copos tatuados brillando como

luciérnagas en la oscuridad.

– ¿Qué es este lugar? —preguntó sentado al lado de ella, sus hombros apenas se rozaban.

– Un bosque —replicó ella con severidad.

– Eso lo sé —dijo él metiendo las manos entre las piernas buscando calor—. Me refiero a la

piedra ¿Es como un tipo de santuario?

– ¿Santuario? —repitió ella con el ceño fruncido.

Baiel la miró de reojo, el cabello de Lina brillaba con el brillo mágico de la noche.

– Si, algo así como un lugar privado o sagrado. Yo tuve uno.

Lina también lo miró de reojo, había una sonrisa en sus labios, aunque desapareció tan rápido

como apareció.

– ¿Te refieres a la estatua del ángel donde te encontramos?

Baiel guardó silencio, su mirada puesta en el horizonte, en los árboles quietos como

monumentos.

– La estatua era mi santuario —confesó con tono melancólico.

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Ella supuso que la melancolía en la voz de Baiel se debía a que extrañaba la estatua del ángel

o el Teatro Cabalístico, su antiguo hogar; pero en realidad había otra razón.

– ¿Extrañas tu... santuario?

Baiel comenzó a trazar líneas en la superficie del hielo frío, las mangas de la sudadera le

llegaban hasta los nudillos, las líneas dieron forma a tres letras, el nombre de su mamá:

E-V-A.

– Extraño lo que la estatua me hacía sentir —confesó, con la mirada azul triste.

Lina giró el rostro para verlo un instante, Baiel, el chico que siempre parecía estar de buen

humor haciendo comentarios sarcásticos, ahora parecía alguien diferente: triste, melancólico y

taciturno.

No quiso seguir haciendo preguntas, pero Baiel continuó hablando de todos modos:

– La estatua del ángel me recordaba a mi madre. Ella tenía una extraña, pero exquisita afición

por los seres angelicales. Cuando nací, ya tenía un nombre para mí. —Sus ojos se volvieron

como las aguas del lago Wasky, desbordándose de sus perímetros—. Me llamó Barachiel,

el nombre de un ángel.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas, Lina sintió el impulso de levantar la mano y convertir

las lágrimas en piedrecitas de cristal o copos mágicos, pero se contuvo.

– ¿Qué pasó con ella? —se atrevió a preguntar, ya sus palabras no eran hielo cortante, el frío

en su voz se había descongelado.

Barachiel Mawson limpió sus lágrimas, sus ojos azules cristalinos se posaron sobre ella.

– En realidad, me pasó a mí —contestó abrazándose las rodillas—. Fue hace muchos años

atrás, al inicio del siglo veinte para ser exacto —hizo una pausa contemplando el ocaso

como si el cielo grisáceo fuera un libro abierto con la historia de su vida escrita—.

Vivíamos en Fort Riley y hubo una epidemia de gripe española, yo estaba seguro que no iba

a enfermarme, tenía muchos planes y sueños en la vida. Pero las enfermedades no eligen a

quién enfermar. —Él sonrió, una sonrisa amarga y triste—. Me contagié... la muerte fue

inevitable.

Lágrimas corrieron lentamente como si desearan dejar una huella en sus mejillas, Lina quería

poner una mano sobre su hombro para consolarlo, no, ella lo que en realidad deseaba era abrazarlo.

– Mis planes siendo humano eran convertirme en un famoso escultor, pero los sueños

murieron conmigo–. Él hizo una pausa para contemplar el nombre de su madre escrito en la

piedra—. La afición de mi madre nunca murió, así que cuando fallecí, ella en vez de

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sepultarme en el cementerio, embalsamó mi cuerpo en el jardín, en una estatua con la forma

de un ángel.

– ¿Te embalsamó? —exclamó ella anonadada.

Baiel asintió.

– En mi lecho de muerte, ella me susurró que no tuviera miedo de la muerte; que al morirme

me convertiría en un ángel celestial.

Baiel la miró a los ojos, los ojos de Lina Cooper eran un espejo mostrando su reflejo.

– No me convertí en ángel —masculló—, cuando desperté de la muerte. Miré a mi madre

llorando de rodillas postrada ante la estatua. Quise consolarla y decirle que estaba vivo,

pero mis manos atravesaron su cuerpo como si yo fuera un rayo de sol al atardecer. Al leer

la inscripción que descansaba a los pies de la estatua entendí que en realidad estaba muerto.

Yo era un fantasma.

– ¿Qué decía la inscripción? —preguntó ella, el pelo negro le cubría la mitad del rostro por el

viento en movimiento.

Baiel tragó saliva para humedecerse la garganta.

– Decía: "Ahora si estás en tu casa: el cielo. Barachiel Mawson, el ángel de la risa."

– ¿Ángel de la risa?

– Según mi madre, Barachiel era el ángel de la risa.

En los siguientes minutos, ninguno de los dos habló, ambos se quedaron en silencio sentados

con las manos abrazando las rodillas, el único contacto entre ellos era el roce de sus hombros.

El cielo ahora era más oscuro y lo único que los iluminaba era el resplandor blanco de la

piedra témpano, el cabello platinado de Baiel se agitaba como humo blanco.

– Témpano —dijo Lina, deshaciendo el silencio que los rodeaba—, ese es el nombre que le

he puesto a esta piedra.

Baiel estiró la pierna izquierda dejando flexionada sólo la derecha, cuando volvió hablar ya

no había tristeza en sus palabras.

– ¿Vienes a recordar?

El viento sopló fuerte sacudiendo el pelo negro de Lina, su rostro se parecía a la ventana de

una habitación cuyas cortinas son golpeadas por el aire umbroso.

Baiel alzó la mano con la intención de acariciar algunos mechones azabaches del cabello de

ella y ubicarlo detrás de su oreja, pero se arrepintió y la puso encima de su propia rodilla.

– Vengo a olvidar —respondió ella.

– ¿Lo has logrado?

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– En todos estos años —dijo ella con la mirada perdida en el gris horizonte—, he llegado a la

conclusión de que el olvido no existe. El tiempo no siempre lo cura todo.

Las manos de Lina recorrieron el manto de hielo blanco que cubría la piedra, desde su llegada

a Spook City esa piedra se había vuelto su confidente o como diría Baiel Mawson: su santuario.

Las palabras se congelaron en su garganta, no estaba segura si hablar con Baiel sobre su

pasado era adecuado, él era un extraño y un errante hasta hace unas semanas atrás; pero él le había

revelado fragmentos de su vida como humano.

Baiel Mawson había dejado el sarcasmo un momento y quizá ella podría dejar la antipatía.

– Corentin Cooper, mi padre, murió durante la Primera Guerra Mundial —reveló ella con

voz entrecortada—, mi madre ya había muerto para ese entonces, así que sólo quedamos

Max y yo.

– ¿Qué edad tenían? —preguntó él.

Lina hizo una pausa antes de contestar, hablar de su pasado era como caminar sobre carbones

encendidos con los pies descalzos.

– Teníamos quince años —aclaró ella, había dolor en sus palabras—. Max se dedicó a vender

periódico entre los barrios suburbanos mientras que yo hacía malabares en las calles, algo

que era irónico porque estábamos en medio de una guerra universal. Era eso o morir de

hambre. El dinero no era suficiente, la guerra nos obligó abandonar nuestra ciudad natal, no

teníamos un hogar, una familia. La calle se volvió nuestra casa y los mendigos nuestra

familia.

Las lágrimas se asomaron en sus ojos, las dejó correr, se derramaron por su rostro dejando

una mancha traslúcida mientras seguía hablando:

— Siempre nos manteníamos en movimiento, emigrando. Hubo días en los que no tuvimos

nada qué comer, ni ropa para cubrirnos del frío —hizo una larga pausa para tomar aire y

valor—. A los dieciocho años decidimos huir con otros civiles a una ciudad más pacífica,

pero fue en vano. El tren en el que íbamos fue bombardeado y explotó en un estallido como

fuegos artificiales, sólo que a una escala mucho mayor.

– Yo... lo siento mucho —tartamudeó él contemplándola como un frágil cristal fácil de

romper.

¿Qué más se podría decir?

Lina movió la cabeza pretendiendo mantener en orden su cabello negro y sus pensamientos.

– Yo no lo siento —respondió con una sonrisa amarga—. Morir fue lo mejor que pudo haber

pasado. Nos libró del sufrimiento y nos permitió reencontrarnos con nuestro padre.

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Con el dorso de la mano se limpió las lágrimas rodantes, los copos reflejaban la luz de la

piedra témpano y el resplandor plata del cabello de Baiel. Alzó el rostro para dejar que el rocío la

acariciara, el peso de un témpano de hielo que sentía sobre sus espaldas aminoró.

Extrañamente percibió alivio.

Sólo existían tres personas en el mundo que conocían su pasado humano: Max, su hermano

gemelo; Bri Owens, su mejor amiga y Baiel, el ex errante con alas. Aunque a este último no le

reveló toda su historia, las facetas más tristes y oscuras debían permanecer bajo llave.

El horizonte era más oscuro, eran más de las siete de la noche, Baiel ya no sentía el frío que

desprendía de la piedra congelada, se había acostumbrado a lo helado y al estrambótico pero

atractivo frío de Lina Cooper.

– ¿Cómo se encontraron con Corentin Cooper?

La chica dio un profundo respiro, al volver hablar fue como si hubiera pasado la página de un

libro para comenzar a leer otro capítulo, pero con la misma historia.

– El fuego no nos quemó, éramos como gotas de aceite en un cuenco lleno de agua. Nuestros

cuerpos ardieron hasta quedar calcinados, pero nos levantamos como nubes de humo.

Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras contemplaba el pedazo de cielo negro frente a

ellos, siguió hablando sin apartar la mirada del horizonte, era como si estuviera contemplando su

historia, su vida en una sala de cine.

– Nos convertimos en fantasmas... fantasmas errantes. Emigrando como cuando éramos

humanos, pero a pesar de todo yo me sentía bien: no sentía hambre, ni sed, ni frío y tenía a

mi hermano que era lo más importante para mí. No teníamos que trabajar ni mendigar.

Levantó la mano derecha y de ella brotaron cientos de copos de nieve cristalinos que volaban

y danzaban como pequeños remolinos. Eran como estrellas blancas en el fondo negro que era el

cielo.

– Además, descubrí que poseía esta habilidad de crear y manipular el hielo —volvió a sonreír

y Baiel sintió que esa sonrisa alborotaba algo dentro de su estómago—. A Max no le fue tan

bien como yo, él aún conservaba la necesidad de alimentarse, pero no de comida normal, él

deseaba ardientemente clavarle los colmillos a un humano y drenarle la sangre; pero cuando

lo intentó se dio cuenta que su cuerpo inmaterial era como un rayo de sol atravesando el

agua del océano.

Los ojos de Baiel se ampliaron de sorpresa y estupefacción.

– ¿Max? —exclamó— ¿En realidad posee las necesidades de un vampiro como los de los

libros y películas?

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Lina asintió, su mano se cerró haciendo desaparecer los copos cristalinos.

– Es vampirismo, le provee las cualidades y las necesidades de un vampiro.

Baiel se cubrió el cuello con ambas manos.

– Ahora que tengo un cuerpo humano, me aterra la idea de que alguien pueda clavarme los

colmillos para alimentarse de mi sangre.

La diversión borró los rastros de tristeza del rostro de Lina Cooper.

– Max no lo haría, los poltergeists aprendemos a controlar nuestras habilidades. Aunque el

color de los ojos de mi hermano cambia a rojo según su estado emocional: miedo, enojo,

deseo... hambre.

– Estaré pendiente —dijo él dando pequeños golpes en la piedra témpano—, cuando Max

tenga los ojos rojos pondré distancia.

– Mi hermano no se adaptó tan fácil a su nueva vida como fantasma —añadió ella, ya no

había mofa en sus palabras, lo cual echó de menos Baiel—. Su habilidad casi lo volvió loco,

no controlaba sus impulsos vampíricos y yo... no logré ayudarle. Fuimos dichosos de

encontrarlo a él.

– ¿Te refieres a tu padre?

Ella negó con la cabeza.

– Elik White.

– ¿Elik? —inquirió él, luego levantó las manos con las palmas abiertas— ¿El sólido que

desprende rayos de luz de sus manos?

– Él mismo —afirmó ella, la oscuridad en el bosque se volvía más espesa—. Una noche de

invierno, Max y yo caminábamos por las calles en medio de edificios en ruinas y entonces

lo vimos. Nuestro padre.

Ella se interrumpió y gotas volvieron a salir de sus ojos, lágrimas cristalinas y transparentes.

Entrelazó fuertemente los dedos como si temiera que estuvieran hechos de hielo quebradizo.

– Yo grité su nombre y corrí... mejor dicho floté hacia él; Max permaneció perplejo. Nuestro

padre al escucharme pareció confundido y sorprendido, pero cuando nos vio flotó a nuestro

encuentro. Yo... lo abrasé con todas mis fuerzas. —La voz de ella se cortó como si le faltara

el aire, las lágrimas fluían como la lluvia. Baiel no evitó poner una mano sobre su hombro,

ella no lo reprochó—. Él susurraba nuestros nombres y nosotros el de él —añadió—. En ese

momento fui la chica más feliz del universo en medio de una guerra y Max también.

Lina hizo una pausa, sus ojos viajaron del cielo negro a la mano de Baiel, él al darse cuenta la

retiró.

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– Nuestro padre no estaba solo en esas ruinas, después de unos minutos que fueron los más

felices y eternos para nosotros, otro fantasma salió de un centro comercial abandonado, era

joven, de nuestra edad. Era Elik White.

– ¿Tu padre y Elik se conocían? —preguntó Baiel.

Ella asintió.

– Descubrimos que nosotros no éramos los únicos fantasmas. Mi padre y Elik formaban parte

de un gran grupo de fantasmas.

– ¿Una sociedad fantasma?

– Si —afirmó ella observando el sitio donde hace unos segundos había estado la mano de

Baiel, extrañaba el contacto con su piel—. Allí conocimos a nuestra actual reina Leilany

Kinhost, en esa época sus únicos hijos eran el príncipe Sverre y la Princesa Gwendoline.

Conocimos también a los líderes de los invisibles, a Benjamín Garroll y a Caín Dark.

– ¿Caín Dark? El famoso poltergeist revolucionario que usó magia y rituales oscuros para

despojar de la vida a los cuerpos y luego poseerlos.

– Él mismo —dijo ella—. Caín fue el primero de todos los fantasmas en tener un cuerpo,

poseía una habilidad muy versátil que le ayudó a recaudar y crear conjuros oscuros con los

cuales formó el Libro de Caín.

– ¿Por qué Benjamín querrá encontrar el libro?

– Es un libro poderoso y oscuro —respondió ella—, conozco poco de el, pero en las manos

equivocadas podría causar mucho mal. Tal vez lo necesita para seguir con los planes de

Caín.

– ¿Elik White qué papel jugó en todo esto?

– Elik aceptó los métodos de Caín.

Baiel frunció el ceño.

– ¿Él accedió?

– En ese tiempo nuestro mundo no estaba dividido en tribus, éramos una sola comunidad.

Aunque él lo hizo porque la reina se lo pidió, así podría vigilar y estar atenta a los

movimientos de Caín y Benjamín.

– ¿Era un infiltrado?

– Algo así —respondió ella abrazando sus rodillas—. Cuando Caín reunió un buen grupo

decidieron marcharse y seguir sus planes en un lugar donde la reina, mi padre y Jeremy

Grant no intervinieran. Los llamamos los oscuros.

– ¿Elik se fue con ellos?

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– Él siguió con su misión. Aprovechando que tenía un cuerpo humano comenzó a trabajar en

empresas y fábricas humanas. Gracias a su habilidad, la fotoquinésis, se dieron grandes

inventos como la fotografía a color, el flash eléctrico y las fotografías instantáneas.

– ¿Elik, el chico sólido inventó el flash? —exclamó Baiel admirado.

– Por algo está en la Tribu Real —afirmó ella encogiéndose de hombros—. Y como si fuera

poco, él creó el primer Libro Ente.

Los ojos de Baiel se expandieron como un cielo azul extenso plasmado de sorpresa.

– Elik White es el Albert Einstein del mundo poltergeist —bromeó.

Lina sonrió y apartó el rostro de los ojos de él para evitar que la viera sonreír, pero fue en

vano, en ese momento el viento sopló fuerte sacudiendo un mechón de pelo negro dejando al

descubierto la comisura de sus labios que la delataban.

Lina Cooper, la chica de hielo no era tan fría como aparentaba ser.

– Gracias a él hoy tenemos entidades —comentó ella—. Max fue uno de los primeros en

poseer una, así Elik podría ayudarlo a controlar sus impulsos vampíricos.

– ¿Resultó?

Nuevamente, la comisura de sus labios se curvó en una sonrisa.

– Es más fácil instruir a un vampiro de carne y hueso, que a un fantasma con habilidades de

vampiro.

Baiel sonrió, no porque le hubiera caído en gracia imaginar lo complicado y entretenido que

fue para un sólido como Elik White ayudar a Max con el vampirismo, más bien fue el hecho de

saber que la fría chica de hielo podría ser humorística de vez en cuando si dejara a un lado la cortina

de hielo con la que se cubría.

Era dichoso de que ella abriera un espacio en su santuario para él.

Lina alzó las cejas, un poco molesta y la sonrisa se esfumó de inmediato de la cara de Baiel.

– Elik y Max se hicieron muy buenos amigos —agregó ella—. Mi hermano logró controlar su

habilidad, aunque nunca me comentó cuáles fueron los métodos que empleó Elik para

lograrlo.

Baiel cepilló su pelo platinado con los dedos que estaban fríos como la piedra témpano,

aunque su atención no estaba puesta en la gigantesca piedra congelada, ni en el cielo negro en lo

alto o en los árboles estáticos y sombríos; su atención estaba puesta en el perfil ecuánime y

enigmático de la princesa de hielo.

Una ligera comezón inició a recorrer y arder sobre la zona de sus omóplatos, las alas blancas

amenazaban con brotar y desgarrar la sudadera en blanco y negro que llevaba puesta.

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– ¿Pasa algo? —preguntó ella al notar su incomodidad.

De manera involuntaria alzó una mano y tejió los dedos entre los cabellos negros de ella sin

moverlos por temor a que los congelara, pero Lina no lo hizo.

– Pasa que me gusta verte sonreír Lina Cooper —respondió con los ojos fundidos en azul

como el color del mar—. Es como si al hacerlo tus copos de nieve inundaran tus ojos de

brillo y cristal.

El rostro de ella se ruborizó y su belleza sobrepasó a la belleza del crepúsculo y a la belleza

de la noche.

– Soy una estatua de hielo —dijo ella apartando el rostro.

– Eres una princesa de hielo —contradijo él, su mano viajó del pelo negro a su mentón.

Sus rostros ahora estaban frente a frente.

Ninguno de los dos dijo nada a continuación, las penumbras de la noche los envolvía con

audacia y la luz que desprendía la piedra témpano iluminaba sus cuerpos, juntos, parecían dos

muñecos encerrados en una bola de cristal.

Baiel movió los dedos acariciando su mentón, la piel de Lina se sentía frágil y sólida como el

hielo. El extremo del pulgar rozó el labio inferior y sus terminaciones nerviosas detectaron el leve

estremecimiento en los músculos de la cara de la chica de hielo.

Su corazón saltaba como si sintiera la opresión y la comezón que tenía en los omóplatos.

Para su sorpresa, Lina Cooper levantó las manos, los copos de nieve tatuados alrededor de

sus muñecas brillaron como una lluvia de estrellas, una de las manos se enterró con delicadeza en su

pelo platinado y la otra la llevó a su cuello donde la sudadera dejaba al desnudo un segmento de piel.

Baiel temió que el palpitar atolondrado de su corazón fuera tan evidente como el brillo en sus

ojos.

– Me gustan tus pecas —musitó ella acariciando los puntitos rojizos encima del esternón con

la yema de los dedos—. Las observo e imagino que son constelaciones.

Una de las manos de Baiel envolvió la muñeca de Lina donde estaban los tatuajes que

simbolizan su habilidad, la criogénesis.

– A mí me gustan tus copos, los veo e imagino que son estrellas y luceros.

El espacio entre los dos ahora parecía tan pequeño, la comezón sobre los omóplatos en la

espalda de Baiel lo impulsaron hacia adelante, él vaciló, pero el brillo de deseo en los oscuros ojos

de Lina y los translúcidos copos que desprendía de sus dedos lo invitaron a seguir.

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Sus labios se tropezaron como una colisión entre alas, hielo y fuego; Lina fortaleció el agarre

sobre la cabeza de él hundiendo los dedos en los mechones platinados, mientras que Baiel trazaba

líneas sobre la espalda de ella como si estuviera puliendo con sutileza una escultura angelical.

El viento nocturno los rodeó haciendo que el cabello negro de la princesa de hielo se

entremezclara con algunos mechones platinados del translúcido alado; los besos de Baiel se

volvieron más irascibles y se sintió afortunado por haber elegido poseer una entidad, una segunda

oportunidad de vida.

Era dichoso, había logrado despejar el manto de hielo que rodeaba a Lina Cooper y nunca

antes se había sentido tan vivo. Prometió no desistir de lo que sentía por ella, aunque ambos fueran

un contraste:

Sarcasmo y antipatía. Platinado y azabache. Blanco y negro.

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20

ESPEJISMOS

Matías... Matías Washington...

El sol naranja mostraba sólo la mitad de su cara en el horizonte arrojando destellos sobre las

aguas laminadas del lago Wasky, el joven se encontraba de pie frente al inmenso pedazo de agua,

sus pies descalzos hundidos en la arena húmeda y los delicados silbidos que susurraban su nombre

todavía tintineaban penetrando sus oídos.

La sirena de largos cabellos rosados emergió del agua como una criatura mitológica

fantasmal, los ojos como piedras preciosas y la cola de pez escarchada con multicolores le robaba la

belleza al resplandor naranja del sol.

Ella era hermosa, mágica e inhumana.

Sus cantos encandilaban sus sentidos.

Matías corrió a su encuentro, pero al llegar a la orilla del agua sus pies parecieron estar

hechos de piedra impidiéndole avanzar y donde antes había estado la sensual sirena, ahora estaba un

hombre peculiar con el torso desnudo cubierto por un extraño tatuaje en forma de un pulpo gigante,

el viento sacudía sus largos cabellos negros como una manada de serpientes voladoras y sus dedos

convirtiéndose en tentáculos se abalanzaron en su dirección rodeando su cuello.

Matías sintió el aroma del fuego y de la muerte.

"¿Será este el remedio a un corazón roto? —se preguntó mientras el apretón alrededor de su

cuello le cortaba el oxígeno."

– Te convertirás en un mitológico —rugió el tipo con los dedos de tentáculos.

Las palabras le sonaron a Matías como las palabras de una profecía.

Cerró los ojos esperando las manos esqueléticas de la muerte, pero un rayo de plata cortó el

horizonte obligándolo a mantener los ojos abiertos, el rayo hizo que las aguas cambiaran del color

gris a un color plateado, su gloria hizo que la luz del horizonte fuera innecesaria.

El rayo de plata se transformó en un inmortal ángel de alas blancas como las nubes de cielo y

su resplandor bañó con colores blancos el universo encima de él, su pelo platinado se alzaba sobre

su cabeza como banderas celestiales y las únicas manchas con otros tonos eran las pecas que

marcaban su torso desnudo como estrellas, estrellas rojas.

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El hombre con el pulpo tatuado no soportó la luz y la gloria que llovía del ángel platinado,

librando el agarre en el cuello de Matías se desintegró en miles de partículas de ceniza que se

elevaron como humo.

El ángel voló hasta estar al lado de Matías rodeándolo con sus inmensas y cegadoras alas.

– ¿Cómo te llamas? —preguntó con voz de terciopelo.

– Matías —tartamudeó el chico humano— Matías Washington.

– Matías Washington —musitó el ángel—. Cuando despiertes ya no recordarás nada esto.

Matías asintió, pero las palabras del tipo con dedos de tentáculos que sabían a profecías

resonaban dentro de su cabeza:

"Te convertirás en un mitológico."

Y entonces abrió los ojos.

Todo había sido una pesadilla, pero Matías sintió que algo había sido arrancado de él.

H

Carteles de diversos colores cubrían las paredes del Spook High School anunciando la fiesta

de aniversario del Instituto, las clases habían sido reanudadas y algunos estudiantes exhibían

camisetas de colores vivos con el lema de la fiesta impreso con letras negras y mayúsculas:

NOCHE DE FANTASMAS.

La noticia estaba en todos los pasillos y los estudiantes era de lo único que hablaban, al

parecer la terrible muerta de Owen Henderson y los demás asesinatos en Spook City habían

quedado en la historia.

El sol mañanero se alzaba en lo alto del cielo sobre el estadio de fútbol americano donde toda

la población estudiantil se reunía disfrutando el encuentro entre Los Fantasmas, el equipo local del

Instituto y Los Pumas, el equipo del Instituto de Fortdale, una pequeña ciudad al suroeste de Spook

City.

– ¿A quién invitarás al baile de aniversario? —preguntó Lowell a su amigo.

Aprovechando que el cielo estaba despejado se había vestido con pantalones cortos y una

camiseta floja, su amigo también vestía igual, aunque no pareció escuchar la pregunta, él estaba

perdido en sus propios pensamientos.

– ¡Matías! —exclamó Lowell por encima de los gritos y aplausos de los demás en las

graderías— ¿Me estás escuchando?

Matías sacudió la cabeza volviendo a la realidad.

– Disculpa... —dijo quitándose las gafas de sol— ¿Qué me decías?

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Lowell volteó los ojos, un poco molesto por la actitud de Matías, pero luego se dijo así

mismo que no era justo enfadarse con su único amigo en el Instituto, aunque también tenía que

admitir que en los últimos días algo había cambiado en el comportamiento de Matías Washington,

parecía distraído.

– Te preguntaba si ya sabes a quién vas a invitar a la noche de fantasmas.

Matías sonrió, pero no a como sonreía siempre.

– Todavía no lo sé —respondió tomando un sorbo de la lata de Pepsi que al parecer había

olvidado que tenía entre las manos.

– Ya somos dos —dijo Lowell encogiéndose de hombros y fijando la mirada en el verde

estadio donde los cuerpos de los jugadores chocaban y peleaban por el ovalado balón.

Era fácil reconocer a Los Fantasmas con sus uniformes verdes y amarillos, Lowell conocía a

todos los integrantes del equipo: a Damián Black, el capitán; Chad Mason, el pelirrojo; Joss

Ferguson, el chico con rastas; Charlie Dunn, el playboy y Socrate Fox, el fantástico; estos cinco

jugadores y sus apodos sobresalían en el Spook High School.

Los gritos de los estudiantes resonaban desde todas las graderías apoyando a sus equipos

favoritos, Lowell le dio un mordisco a su sándwich y un sorbo a su jugo para aclararse la garganta y

unirse a sus compañeros de clase para animar a Los Fantasmas, lanzó un vistazo hacia las graderías

detrás de ellos donde estaba su prima con su novio, el extraño chico pálido y su grupito que eran los

únicos que vestían ropas oscuras.

Por un instante su mirada se encontró con la del primo de Max Cooper, que por cierto se

llamaba igual que su hermano fallecido: Kyle Foster.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? —inquirió Matías atrayendo su atención.

– Si es para pedirme el número de teléfono de April... —hizo una pausa y agachó la cabeza,

avergonzado, pues hace muy poco la novia de su amigo dejó la ciudad, terminando así los

años de noviazgo.

"Tal vez esa es la causa de su actitud —pensó."

– No es esa la pregunta —replicó él, luego le arrebató la gorra bromeando para ponérsela

sobre su melena rubia.

– Soy todo oídos —dijo Lowell masajeando sus rizos.

Matías suspiró y tomó otro sorbo de gaseosa.

– ¿Tú crees en lo sobrenatural?

Lowell frunció el ceño viéndolo pensativo por unos instantes y después de echarle otro

vistazo a Max y sus amigos detrás de ellos, respondió:

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– ¿A qué te refieres?

Su amigo se acercó un poco más a él para asegurarse de que nadie más escuchara lo que diría

a continuación:

– Me refiero a la existencia de seres sobrenaturales y de otras dimensiones: ángeles,

demonios, sirenas, elfos, centauros, dríadas...

Lowell arqueó las cejas.

– Eso me huele a clase de Mitología.

Él sacudió la cabeza.

– Creo que me estoy volviendo loco.

Sus ojos recorriendo el terreno de juego y le fue difícil evadir los espejismos, desde la fiesta

en el lago Wasky había comenzado a ver cosas que otros no miraban, al principio pensó que eran

efectos del dolor por la pérdida de su novia, pero extrañamente ya no sentía dolor por ella, era como

si alguien le hubiera arrancado una parte de su mente.

Los espejismos seguían.

– Veo cosas, Lowell —comentó con las manos empapadas de sudor—, veo chicos arrojando

fuego de las manos, chicas con cuerpo de sirena, otros con alas de ángeles y a otros

convirtiéndose en centauros... ¿Debería consultar a un psiquiatra?

Lowell sintió pesar por su amigo, la desesperación y el temor era evidente en su rostro, pero

él más que nadie sabía perfectamente lo que se sentía.

Él también veía cosas que nadie más miraba.

– No estás loco y no necesitas ir a un psiquiatra —respondió—. Tú no eres el único que ve

cosas, no hay nada malo en ti.

El entrecejo de Matías se contrajo en una V, en sus ojos había un brillo de esperanza, la

esperanza de no ser el único anormal.

– ¿Tú... también ves... cosas?

Lowell miró a su alrededor, hablar de sus delirios no era un tema para hablarlo en público, si

cualquier estudiante lo escuchaba de seguro la noticia iba a circular de inmediato en Facebook y

Twitter como había sucedido en una ocasión cuando una estudiante había encontrado a Shana West,

la capitana del equipo de porristas haciéndolo con dos estudiantes de tercer año en un aula

abandonada.

Las publicaciones variaban desde: "la chica fogosa de los fantasmas", "la porrista zorra", "la

promiscua" hasta un sin número de comentarios ofensivos y burlescos; por desgracia, la estudiante

que publicó las fotos que se hicieron virales en las redes sociales murió tiempo después en un

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trágico accidente de tránsito, desde entonces nadie volvió hablar al respecto y Shana West continuó

siendo la reina del equipo de porristas.

– Sí, pero no veo lo mismo que tú —admitió y en voz baja añadió—: Yo veo fantasmas.

Matías abrió los ojos sorprendido, aunque en cierta forma se alegraba saber que compartía

algo más en común con su amigo.

– ¿Fantasmas?

Lowell asintió, sintió el peso de una mirada sobre su espalda, al girar el rostro encontró un

par de ojos verdes: los ojos de Kyle Foster.

– Desde que mi hermano murió he visto su fantasma a mi alrededor.

– ¿Algo así como para cuidarte y cerciorarse de que estas bien?

– Supongo que esa es la razón —contestó cruzándose de brazos—. Todo inició cuando me

mudé con mis tíos a esta ciudad, sentía un cambio en la atmósfera y lograba ver su silueta,

una de estas noches lo miré con claridad —hizo una pausa recordando la madrugada

después de la fiesta en Paranormal cuando vio a su hermano, un cuerpo translúcido,

diferente a los fantasmas que salían en las películas con batas blancas—. Era él, el fantasma

de Kyle Foster.

Matías desvió la mirada al frente donde Los Fantasmas jugaban como si en realidad estuviera

disfrutando del partido de fútbol americano, pero su mente estaba en otro sitio, divagando en un

mundo de espejismos donde las leyendas de criaturas sobrenaturales eran realidad.

El bullicio en las graderías interrumpió su conversación con Lowell, el equipo del Spook

High School llevaba más anotaciones que Los Pumas, las porristas dirigidas por la maravillosa

Shana West con sus uniformes con poca ropa daban alaridos de júbilo sacudiendo sus coloridas

pompas celebrando la victoria de Los Fantasmas.

H

En las siguientes horas fue imposible que los maestros obligaran a los estudiantes a

permanecer en los salones de clase, el triunfo del equipo de fútbol americano causó un revoltijo

llenando los pasillos en celebración.

Kyle y sus compañeros de tribu se encontraban en el aparcamiento, Max les estaba poniendo

al tanto de las investigaciones de Elik White sobre el altercado en el lago Wasky, aunque Kyle no le

prestaba mucha atención a la conversación, su pensamientos hurgaban en otros hechos, como por

ejemplo: Baiel y Lina parecían estar más apegados desde que él había despertado de su pesadilla en

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blanco y negro, además la presencia de Emilie Scott, la chica bella que soñaba con la belleza e

inmortalidad de los unicornios lo desconcentraba.

Ella estaba cerca de la entrada principal del Instituto con el profesor Wagner conversando a

cerca de El último unicornio de Peter S. Beagle y sobre el ensayo que tenían que elaborar los

estudiantes sobre los libros leídos, ya que por los días perdidos de clases por los eventos oscuros

ocurridos en la ciudad no se había logrado llevar a cabo las discusiones de los capítulos en la clase

de Literatura como era lo planeado.

Llevaba puesto un vestido blanco con círculos verdes y una bufanda del color de los musgos

colgando de su cuello, cuando sus miradas se encontraron ambos compartieron una rápida sonrisa,

Kyle sintió un aleteo dentro del estómago, pero tuvo que reprimir el impulso de ir donde estaba ella,

ya que en ese momento apareció Alissa y Allan Grant, el invisible, el aleteo dentro de su estómago

se volvió como una roca pesada cuando el chico asiático entrelazó sus dedos con los dedos de ella.

Emilie y Allan... la idea de que ellos fueran más que amigos encendió algo en su interior.

Celos.

– Max, Maximus Cooper —intervino una conocida voz atrayendo su atención y la del resto

de translúcidos, era Damián Black, el oscuro y capitán del equipo de fútbol americano; no

estaba solo, dos estudiantes lo escoltaban: un pelirrojo y uno con el cabello en rastas, ambos

eran miembros del equipo del Instituto y evidentemente también eran miembros de la tribu

de Erwan Black.

Max abandonó la conversación con sus amigos, de inmediato, se formaron en una línea recta

detrás de él: Lina y Baiel a su derecha; Cedric y Bri a su izquierda; Kyle, que era el único

desubicado optó por quedarse unos pasos delante del líder de su tribu.

– Felicidades por la victoria contra Los Pumas —dijo Max observando a los tres recién

llegados fijamente con cautela, la autoridad plasmada en sus palabras.

El líder de los translúcidos no era el único con atributos autoritarios, Damián Black tenía un

brillo de superioridad en la mirada como un ardiente fuego.

– Los Fantasmas siempre ganamos, Max Cooper —replicó con el mentón firme como sus

palabras.

– Por eso Spook City es la casa de Los Fantasmas —espetó Lina con tono cortante como el

hielo que era capaz de crear y manipular.

Kyle se sorprendió al ver que Baiel la tomaba de la mano entrelazando los dedos, el gesto le

pareció romántico, pero al notar cómo le resaltaban los músculos del brazo a su mejor amigo supo

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que también era más que un simple gesto. Lina Cooper era la princesa de hielo y en cualquier

momento sus copos mágicos podrían convertirse en una violenta avalancha.

Cedric y Bri también se percataron.

Damián Black la miró de reojo, su mirada estaba llena de repulsión, no le agradaba Lina

Cooper y por la expresión en el rostro era lógico que no le agradaba ningún translúcido.

– Tienes razón, Spook High School es la casa de Los Fantasmas —comentó dedicándole una

sonrisa a los dos poltergeists que lo acompañaban—. Aquí estudiamos oscuros,

translúcidos, invisibles y quién sabe, tal vez haya mitológicos entre nosotros.

– Quizá sí, quizá no —dijo Cedric.

– Es una lástima no saberlo —murmuró el estudiante con rastas—, al fin y al cabo, todos

somos poltergeists.

– Cierto Joss —intervino el pelirrojo.

– Todos somos poltergeists, pero no todos estamos del mismo lado —dijo Max—. Benjamín

y su tribu son la evidencia.

– Me alegra saber que estamos del lado de los ganadores —replicó el pelirrojo.

Él era delgado, ojos marrones y la barbilla partida.

– Así es Chad, es por eso que este sábado celebraremos nuestra victoria con una fiesta en mi

casa —intervino Damián—. Por supuesto, ustedes están invitados.

Max miró a sus compañeros, sus miradas eran cautelosas y decisivas.

– Allí estaremos Damián Black —afirmó.

El fantasma de una sonrisa apareció en los labios del oscuro.

– Eso espero —dijo y antes de darse la vuelta para seguir su camino con los dos amigos que

lo acompañaban echó una fugaz mirada a Kyle.

Kyle Foster atisbó en la mirada de Damián Black un destello familiar, como fuego y

oscuridad.

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21

SOMBRAS EN LA OSCURIDAD

– ¿Lina Cooper y tú son novios? —preguntó por segunda ocasión Kyle dejando a un lado El

último unicornio de Peter S. Beagle y su cuaderno donde escribía el ensayo.

Baiel se quitó la camiseta, el tatuaje de las alas negras oscurecía su espalda como si fuera una

pared cubierta de grafitis.

– Aunque no lo creas y estés de envidioso —dijo tirándose sobre la cama—, sólo tenemos

unos días y tú eres el primero en saberlo.

– Yo pensaba que ella tenía un témpano de hielo en lugar de corazón —se burló para luego

echarle una mirada a los párrafos que leía:

"Lady Amalthea rió cuando hubo concluido la canción y el sonido pareció repeler la

antiquísima oscuridad del castillo, lejos de los jóvenes.

—Fue útil —dijo—. Gracias, mi señor.

—No sé por qué canté ésa —repuso el príncipe Lir, algo incómodo—. Uno de los hombres de

mi padre solía cantármela. Pienso que el amor es más fuerte que las costumbres y las

circunstancias. Pienso que es posible esperar a alguien durante mucho tiempo, e incluso recordar

por qué lo esperabas cuando por fin llega.

Lady Amalthea sonrió a modo de respuesta y el príncipe avanzó un paso hacia ella.

—Entraría en vuestro sueño si pudiera —explicó, maravillándose de su audacia—, para ser

vuestro guardián y matar la cosa que os acecha, y también lo haría si tuviera el coraje de

plantarme cara a plena luz del día, pero no podré entrar a menos que soñéis conmigo."

– Apuesto a que Emilie y tú no se han dado ni un beso —replicó Baiel alzando las pobladas

cejas.

Kyle apartó la vista del libro, sintió deseos de estrellar a su amigo contra la pared usando la

telequinesis, pero decía la verdad, Emilie sólo era su amiga mientras que Lina y él eran novios.

Amigos y novios no era lo mismo.

– Ella y yo... sólo somos amigos —admitió haciendo levitar el celular para no parecer

afectado—. Y hasta donde sé, los amigos no se besan, al menos no en la boca.

Baiel ladeó la cabeza, despreocupado.

– Las ventajas de ser novios.

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El celular flotante comenzó a sonar cortando la conexión invisible con su dueño que lo

mantenía en el aire, estuvo cerca de darse contra el suelo, pero Kyle lo hizo flotar nuevamente.

Una sonrisa hermoseó su rostro.

– Es Emilie —masculló observando la foto de la chica unicornio en la pantalla, sus ojos se

iluminaron de brillo y no exactamente por el resplandor del celular.

– Dile que salgan y deja de comportarte como un neutro —se rió Baiel lanzándole una

almohada.

– No soy un neutro —espetó estrechando la almohada contra su estómago para luego deslizar

el dedo para contestar la llamada ansioso por escuchar la voz de Emilie Scott.

H

El sol de mediodía ardía en el centro del cielo azul despejado, las nubes se habían hecho a un

lado dejándole espacio al astro rey, según el pronóstico del tiempo en la televisión sería un

excelente fin de semana en Spook City, aunque con el clima de la ciudad nunca se sabía, era un

clima indeterminable.

La residencia de los Scott era una pequeña casa de dos plantas en el sur de la ciudad con las

paredes pintadas de celeste y verdes jardines cultivados por la señora Scott, John Scott, el padre de

Emilie trabajaba como jefe de la policía de la ciudad y el pequeño Gavin de doce años estudiaba la

primaria los días de semana en el mismo horario que su hermana mayor.

– ¿Tú y él se verán esta noche? —inquirió Alissa sentada al lado de ella mientras se llevaba

un puñado de palomitas de maíz a la boca.

Emilie asintió.

– Anoche lo llamé y...

– ¡Espera! —intervino el chico asiático sentado sobre la alfombra en el piso frente a ellas—

¿Tú lo llamaste?

– Sí, yo lo hice —respondió ella fingiendo prestar atención a la película de superhéroes que

tanto le fascinaban a su mejor amiga— ¿Hay algún problema?

Allan y Alissa compartieron una mirada de camaradería.

– Creo que Allan se refiere a que Kyle es el que te tiene que llamar y no tú a el —aclaró ella.

Emilie percibió el rubor ardiendo en sus mejillas.

– ¿Y de qué hablaron? —quiso saber Allan Grant.

– De libros.

El chico asiático entrecerró los ojos más de lo que ya los tenía.

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– ¿Libros?

Alissa le dio un golpe en la cabeza con la punta del pie.

– ¡No todos los hombres hablan de sexo! —exclamó ella ladeando la cabeza, su cabello

anaranjado se movió como el resplandor del sol sobre las aguas del mar.

Allan gimoteó y le lanzó el cuenco de palomitas de maíz que tenía a medio comer, Alissa se

levantó de un salto tratando de esquivarlas para tirarle otras de regreso; Emilie se unió a ellos

también, la sala estalló en una lluvia de palomitas, gritos y carcajadas.

La película de superhéroes parpadeaba en la pantalla del televisor, pero ninguno de los tres le

prestó atención, estaban disfrutando de la guerra de palomitas.

"La amistad es eterna —pensó Emilie mientras miraba como Alissa derramaba palomitas

deshechas sobre la cabeza de Allan—. Los amigos son las piezas que terminan de armar el

rompecabezas de nuestra vida."

H

El azul había desaparecido en el extenso manto que cubría a Spook City, varias nubes grises

colgaban del cielo como gigantescos globos repletos de agua dispuestos a dejarla caer en cualquier

momento.

El clima en la ciudad era inestable, sólo algo era seguro: las noches en Spook City siempre

eran oscuras y negras.

Las luces fluorescentes y el tosco sonido invadían el domicilio de Erwan Black y su tribu,

varios carros se estacionaban alrededor de la ostentosa casa en los barrios prósperos de la ciudad,

una multitud de estudiantes se amontonaban en la puerta esperando ansiosos entrar a la esperada

fiesta de celebración, algunos llevaban puestas las camisetas de Los Fantasmas.

Y en realidad estaba a punto de entrar a una casa de fantasmas, fantasmas oscuros.

Cuando Max y sus compañeros llegaron a la casa de Damián Black, la población estudiantil

del Spook High School ya ocupaba el interior, la música electrónica golpeaba las paredes

intentando derribarlas, la amplia sala se había convertido en una pista de baile con cuerpos

tropezando entre sí y el olor a cerveza, cigarro y sudor contaminando el oxígeno.

Una pareja se encontraba en uno de los sofás negros en la antesala besuqueándose mientras

otros se entretenían en un juego que consistía en lanzar una bola en unos vasos plásticos rojos llenos

de cerveza.

– ¡Hey neutro! —exclamó Baiel tomando del brazo a su amigo.

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– ¿Qué pasó? —preguntó Kyle dándose la vuelta, la suela de sus zapatos rechinaron sobre el

piso de mármol con baldosas intercaladas en blanco y negro como si fuera un tablero

grande de ajedrez.

Al ver su entorno se dio cuenta que los colores que sobresalían en toda la casa eran el blanco

y negro: paredes blancas, cuadros negros, muebles blancos y negros...

Hogar de los oscuros.

– Quiero que lleves esto contigo. —Baiel metió la mano en una de las bolsas de su chaqueta y

le tendió un sobrecito plateado con disimulo.

Los demás translúcidos ya se habían mezclado en la multitud: Bri y Cedric estaban

conversando con Ellen Sims, la chica invisible que había hecho olvidar los sucesos del lago Wasky

a Matías Washington; Max, escaneaba la habitación en busca de April Jones y probablemente en

cualquier indicio de Benjamín; Lina Cooper era la única que estaba sola como una estatua de hielo.

– ¿Es en serio? —inquirió Kyle señalando el pequeño sobre en la mano de su amigo— ¿Un

condón?

Baiel se encogió de hombros, una gran sonrisa se dibujó en su rostro llenando de picardía sus

ojos azules.

– Si esta noche tienes tu primera vez, quiero que te protejas.

Kyle se sonrojó, había perdido cinco años con su hermano Lowell, pero había vivido y

disfrutado cinco años con su mejor amigo.

Los amigos también eran hermanos.

– Gracias.

– Eso es lo que hacen los amigos —dijo—. Los amigos cuidamos de nuestros amigos.

Acto seguido se dirigió hacia el cúmulo en busca de su princesa de hielo después de haberle

dejado el paquete dorado en la bolsa del pantalón.

H

La oscuridad se arrojó sobre el vasto jardín en el patio de la casa de Erwan Black y ni la

refulgente luz de los bombillos colgados la logró disipar, no era una oscuridad normal de una típica

noche de Spook City, era umbraquinésis y no existía luz capaz de aniquilarla, hasta el ruido de la

fiesta se escuchaba lejano y distante.

Benjamín Garroll salió de entre los arbustos acompañado por dos de sus mitológicos: una

atractiva chica de cabellos largos oscurecidos y un joven delgado con el pelo rojizo, todos vestidos

con ropas negras.

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– ¡Bienvenido a casa, viejo amigo! —dijo el poltergeist de pie en medio del jardín.

Sus características no eran visibles, las sombras que brotaban de sus manos lo cubrían por

completo rodeándolo de penumbras.

El líder de los mitológicos le ofreció una sonrisa mientras los dedos de su mano derecha se

convertían en tentáculos para luego sujetar su rebelde pelo negro en una alta cola de caballo.

– Sé que mi tribu y yo siempre somos bienvenidos —contestó.

Dos poltergeists más aparecieron deteniéndose a ambos lados del creador de oscuridad.

– ¿Sólo vienen ustedes? —preguntó uno de ellos.

Tenía el cabello rizado y algunos mechones caían sobre su frente acariciando las pestañas que

rodeaban sus azules ojos.

El mitológico cabello rojizo resopló molestó.

– Somos mitológicos —gruñó y abriendo la boca dejó escapar halos de humo verde neón que

se esparcieron hasta llegar a un manojo verde, al desvanecerse, la planta estaba

completamente marchita y sin vida—. Somos mortíferos.

– Eres una momia —espetó dando un paso al frente.

– ¿Yo cómo debería llamarte? —replicó el mitológico dando también un paso— ¿Gritón o

playboy?

El poltergeist encapuchado que estaba a la par del creador de las oscuras sombras que

poblaban el jardín se interpuso entre ellos.

– ¡Basta ya! No estamos aquí para juegos tontos y discusiones de habilidades.

La momia y el playboy se fulminaron con la mirada, ambos se conocían desde hace tiempo

atrás, pero lo que no soportaba el playboy era el aire de superioridad que el mitológico tenía, era

apenas un recién ligado, mientras que él tenía años de ser un poltergeist; además con su habilidad:

el grito sónico, podría reventar su delgaducho cuerpo.

Aunque no podía subestimar la habilidad de Owen Henderson, el mitológico pelo rojizo

poseía una habilidad mortífera como él mismo había dicho: virogénesis, el aliento mortal de una

momia.

– Ellos están aquí y esta es la noche para vengarnos —siguió diciendo el encapuchado—.

Impidieron que asesináramos a Matías Washington en el ritual de ligamento —hizo una

pausa y una llama de fuego brotó de su mano derecha iluminando su sonrisa malévola—,

pero no podrán evitar que matemos a April Jones.

Sus depravadas risas resonaron en la oscuridad.

– Ojo por ojo y diente por diente —añadió encendiendo de fuego rojo sus dos manos.

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H

– ¿A dónde me llevas? —quiso saber April colgada de la fría y pálida mano de su novio.

Él vestía de negro como la noche.

– A cualquier lugar donde podamos estar solos —contestó al atravesar la puerta que conducía

al jardín.

La música de la fiesta penetraba las paredes dejando escapar ecos ruidosos y llamativos, los

bombillos amarillos brillaban como las luces del interior revelando la amplitud y belleza del jardín

en la casa de los oscuros.

En el lugar se encontraban algunas parejas que al igual que ellos habían escapado de la

multitud para tener un momento de privacidad, aunque no era una privacidad absoluta.

– No estaremos tan solos —dijo ella dándole un beso ligero.

Max tomó su rostro entre las manos para acariciarle las mejillas y subir hasta los pómulos.

– Lo estaremos si buscamos el lugar correcto.

– ¿Es un secuestro? —inquirió ella frunciendo el entrecejo.

– Lo es —afirmó él mordiéndose el labio inferior.

April Jones juntó las manos como si estuviera siendo esposada por policías.

– Secuéstrame.

Sin decir nada rodeó con sus frías manos las muñecas de su novia y la condujo a lo más

profundo del jardín donde la luz de los bombillos apenas llegaba, dejando atrás a las demás parejas

y a las luces parpadeantes que huían por las ventanas de cristal.

Por un momento, Max quiso sentirse solamente humano y hacer cosas de humanos, como

cualquier chico de dieciocho años.

Se detuvieron al llegar al límite de la propiedad que estaba rodeada por un alto muro de

concreto, estaban solos acompañados por varios cipreses y por encima de ellos, en el cielo que se

extendía como una lámina, las nubes grises los vigilaban.

– Te amo Max—susurró ella tomándolo de la cintura y devorando con sus ojos la belleza

etérea que lo caracterizaba.

La piel de Max Cooper resaltaba en las penumbras como un dibujo hecho de tiza, ella

siempre disfrutaba observarlo, lo que más atraía su atención era el brillo en sus ojos rodeados por

ojeras púrpuras que combinaba con el brillo que desprendía el perfecto cabello negro. Lucía pulcro

y limpio.

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Su corazón casi se detuvo al imaginarlo completamente desnudo sin aquella ropa oscura que

insistía en usar diario.

– Yo también te amo —dijo él inclinándose para besarla.

April se puso de puntillas fortaleciendo el agarre en la chaqueta de cuero que él llevaba para

alcanzar sus labios, la diferencia de estatura entre los dos siempre fue un problema en situaciones

similares.

Los besos de Max comúnmente eran delicados al principio como si tuviera temor de

estropear el momento, ella dejó que sus manos viajaran de la cintura de su novio a sus negros y

arreglados cabellos para acelerar los besos. La respiración de él se aceleró con cada beso; la deseaba,

pero no sólo era la mezcla de deseo y pasión que provocaba que su ritmo cardíaco aumentara, se

debía también a los impulsos vampíricos.

Su sentido desarrollado del olfato hizo que ignorar el aroma femenino que los poros de April

dejaban escapar fuera difícil de ignorar, se dejó llevar por los movimientos danzantes de sus labios

despojándose pronto de la chaqueta de cuero; sus labios comenzaron un recorrido pasando por sus

pómulos, contorno de ojos, lóbulos de las orejas hasta detenerse en el arco del cuello, los colmillos

de vampiro hirieron sus labios cuando intentaron brotar con ansias de clavarse en la piel bronceada

de su novia.

– ¿Sucede... algo? —titubeó ella al percibir la tensión en el cuerpo de su novio.

Los ojos de Max se tornaron rojos por el deseo y le fue casi imposible esconder los colmillos,

amaba mucho a April Jones para herirla, para herir sus sentimientos, así que comenzó a recordar a

Elik White y sus entrenamientos para controlar el vampirismo.

Concentración, esa palabra la había aprendido de él.

Dio un suspiro obligando a reprimir los colmillos y los impulsos.

– Temo perderte —admitió enterrando el rostro en su cuello.

April Jones olía a miel, tuvo que morderse la lengua para controlarse.

– No me perderás —dijo ella, dio un paso atrás para deshacerse del vestido azul que cubría su

cuerpo—. Soy tuya Maximus Cooper.

La imagen placentera de April Jones desnuda hizo que el deseo en su interior explotara, antes

de que sus ojos se volvieran rojos como piedras de rubí se abalanzó hacia ella como una fiera

sujetándola contra el muro y enredando los gélidos dedos en sus mechones oscuros.

Los besos de él ya no eran delicados, las manos de April lo despojaron de la camiseta negra,

su caja torácica subía y bajaba como una marea violenta; Max se preguntó qué cruzaba por la mente

de su novia al ver el tono extremadamente pálido de su piel.

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– Me fascinas —suspiró ella como si hubiera leído sus pensamientos.

Las manos de ella recorrieron su frío y plano abdomen trazando líneas y círculos.

– Tú me enloqueces —dijo él despojándose del pantalón y de lo que le quedaba de ropa.

La tomó por la cintura y se dejaron caer sobre la espesa grama.

Los besos y las caricias de Max Cooper le robaron el aliento, él era su aliento. Ya no eran dos

si no uno, no eran un chico fantasma y una chica humana, eran uno solo. Antes de sucumbir en el

éxtasis, April Jones cerró los ojos, aunque antes de cerrarlos le pareció ver que una sombra se

agitaba en la oscuridad.

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OSCUROS

– ¿Cuál prefieren: ¿El hombre araña o El sorprendente hombre araña? —preguntó Lowell

por encima del ruido de la música.

Los cuatro muchachos se encontraban sentados alrededor de una mesa de caoba en la antesala

mientras el resto de estudiantes eran presa de la fiesta, se emborrachaban o simplemente se

escapaban a un cuarto solitario en el segundo piso, ellos hablaban de superhéroes.

– Yo prefiero a El sorprendente hombre araña —declaró Alissa tomando un sorbo de una

bebida con líquido anaranjado como el de su pelo—. Es más contemporánea y divertida.

Emilie la miró de reojo.

– Yo creo que a ti te gusta por otro motivo —replicó con mirada acusadora.

Las mejillas de su amiga se ruborizaron como la piel de naranja.

– ¿Otro motivo? —indagó Lowell con el ceño fruncido.

– Andrew Garfield —respondió Emilie alzando las cejas divertida.

– ¿Él es quien interpreta a Peter Parker? —preguntó Kyle al lado de ella sintiéndose un poco

fuera de lugar al estar teniendo una conversación normal, con personas normales sin ser él

un chico común y corriente.

Él era un fantasma, ellos no.

Aunque por otra parte se sentía bien al ver logrado su objetivo: estar cerca de su hermano sin

ser un espectro que se ocultaba entre las sombras. A veces sentía deseos de contarle la verdad y

confesarle que él era su hermano, el fantasma de su hermano atrapado en un cuerpo humano.

– Desde que Alissa miró la película, Andrew Garfield se convirtió en su amor platónico —

añadió Emilie con dos hoyuelos dibujados en su rostro por su incomparable sonrisa.

Lowell tomó un sorbo de limonada para aclararse la garganta.

– Tobey Maguire me parece mucho más profesional —replicó a la defensiva.

– Pero carece del encanto que posee Andrew Garfield —alegó Alissa mostrando la pantalla

de bloqueo de su celular donde se podía ver al actor con su traje azul y rojo sentando a la

par de un niño que vestía el disfraz del héroe arácnido.

La alegría empapaba el rostro del pequeño en la imagen.

– Todas las chicas aman a los chicos con habilidades sobrenaturales —masculló Lowell en

voz baja.

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Kyle percibió en sus palabras un sentimiento de inferioridad.

¿A caso su hermano tenía problemas de autoestima?

En ese momento, fue consciente que existía un puente entre ellos, dos incluyendo la muerte:

Lowell era un chico humano normal y él era un fantasma, un poltergeist con una habilidad en

particular: la telequinesis.

Una razón más para sentirse incómodo, todos en el grupo eran personas humanas y comunes

con anhelos quiméricos: Emilie Scott le confesó que soñaba ser bella e inmortal al igual que los

unicornios como si no fuera lo suficientemente atractiva y, por otro lado, su hermano menor se

sentía cohibido por que según él, todas las chicas deliraban por los chicos fuertes.

"¿Cuál será la quimera de Alissa? —se preguntó tratando de descifrar la vaga expresión en el

rostro de la chica cabello naranja."

Después de observarla unos minutos llegó a la conclusión que las expresiones faciales de la

mejor amiga de Emilie Scott no eran legibles, eran invisibles.

– ¡Kyle! —gritó Cedric atravesando a un grupo de bailarines, al llegar a donde él estaba le

dedicó una sonrisa de cortesía a los demás— ¿Puedo hablar contigo un momento?

Kyle asintió y levantándose del asiento fue a una esquina desocupada.

– ¿Pasó algo? —quiso saber.

Cedric cruzó los brazos sobre su voluminoso pecho, las mangas de la camisa blanca

apretaban sus bíceps.

– Nada extraordinario por ahora, sólo quería saber si has visto a Max.

Kyle negó con la cabeza.

– No lo veo desde que llegamos —hizo una pausa para espiar la multitud, alguien como Max

con una piel pálida era reconocible—. A lo mejor esta con April por que a ella tampoco la

he visto por estos lados.

– Si, tal vez esta con ella —dijo Cedric tecleando el celular—. El príncipe Sverre Kinhost

está aquí y solicitó hablar con él.

– ¿El príncipe sólido? —se sorprendió Kyle— ¿Por qué buscará a Max a estas horas?

– Al parecer encontró noticias sobre el paradero de El libro de Caín —contestó Cedric

arqueando las cejas sin apartar la mirada del celular.

H

– Aún lo llevas contigo —musitó April acariciando la pequeña joya incrustada en el ombligo

de su novio.

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El piercing estaba frío como la piel pálida a su alrededor.

El cielo oscuro los abrigaba desde las alturas y la música de la casa llegaba hasta ellos como

los diminutos rayos del sol al filtrarse entre las ramas de los árboles en un bosque denso.

– Es un recuerdo tuyo —dijo él absorbiendo el perfume que emanaba del cabello oscuro de

ella—, lo llevo siempre conmigo, aunque sea en el ombligo —agregó con una risita.

El aliento de Max paralizó los vellos en su piel bronceada.

Él olía a madera, al olor del bosque que rodeaba su casa.

– Yo te llevo en el corazón —susurró ella acariciándole con la palma de la mano el abdomen

hasta subir al pecho para sentir el rugir de su corazón—, y siempre estarás en el.

Max tomó su mentón con delicadeza para darle un beso en los labios.

– Tú también estás en mi corazón.

Su celular comenzó a sonar desde el bolsillo del pantalón tirado en algún sitio sobre la grama,

sin despegar los labios de la boca de ella estiró el brazo hasta alcanzarlo, por encima de ella vio la

pantalla, era un mensaje de Cedric Tucker:

"El príncipe Sverre Kinhost está aquí y quiere hablar contigo. Descubrió el lugar donde está

El libro de Caín."

La pasión fue empañada por el deber.

– Debo... irme —dijo tomando el pantalón para comenzar a vestirse.

April se incorporó para buscar el vestido azul, aunque lo que en realidad deseaba era seguir

sobre la grama junto a él.

– ¿Ocurrió algo?

Max apretó los labios, no le agradaba mentir, pero la verdad podría no ser agradable.

– Mi hermana se ha metido en problemas.

– ¿Qué clase de problemas?

Max se encajó rápidamente los zapatos y la camiseta.

– Tú sabes cómo es ella.

Ella lo tomó de la mano, sus miradas se encontraron en la oscuridad, todavía había deseo en

sus ojos, pero también preocupación.

– Ve con ella —dijo—, yo te alcanzaré luego.

– ¿Estás segura? —preguntó él acariciándole la mejilla.

April asintió, Max se inclinó para darle un último beso y luego darse la vuelta cruzando las

penumbras que invadían el jardín con una velocidad que ella nunca antes había visto.

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De pronto, la oscuridad alrededor de ella se tornó más espesa y el viento frío hizo que los

vellos en su cuerpo se erizaran, no era como el agradable frío de la piel de su novio, más bien era un

frío ajeno que la obligó a ponerse con rapidez el vestido.

De pronto se sintió sola y desamparada en el jardín oscuro, necesitaba ir detrás de Max

Cooper, a su lado era donde se sentía segura y confiada. Cualquier sitio sin él era un sitio peligroso

y gris.

– Hola April Jones —dijo una voz femenina apareciendo entre las penumbras.

April detuvo su paso y entrecerró los ojos para intentar reconocer a la recién aparecida.

– ¿Quién eres tú? —demandó.

– Soy Maggy Cone —contestó sobrepasando las sombras.

Era una chica atractiva de la misma edad que ella, su piel clara resaltaba por el vestido negro

que llevaba, sus ojos eran grises y ligeros y el pelo negro era una larga melena que se movía de un

lado a otro con cada paso que daba.

– ¿Eres del Spook High School?

Maggy negó con la cabeza.

– No lo soy —respondió con desdén tomando una porción de pelo negro entre los dedos, el

mechón envolvió por si solo los cinco dedos para después enrollarse hasta la muñeca como

un brazalete.

April sintió que la cabeza le pesaba demasiado como si estuviera cargando una gigantesca

roca, la respiración se le cortó al ver cómo el cabello negro de Maggy se estiraba con vida propia,

moviéndose como una medusa. Hizo el intento de gritar, pero se le atragantó un nudo en la garganta.

– Yo si soy del Spook High School —declaró una segunda voz, era la de un hombre.

El chico pelo rojizo se detuvo al lado de Maggy Cone, el cabello lo llevaba sujeto en una cola,

aunque algunos mechones rebeldes caían sobre su frente contrastando con sus ojos marrón oscuro.

Los ojos de April se ampliaron tratando de localizar su rostro entre los estudiantes del

Instituto.

– No te conoz...

– Soy Owen Henderson —declaró él con una sonrisa de oreja a oreja.

El peso sobre la cabeza de ella amenazó con aplastarla.

– ¿Es una... broma? –tartamudeó llevándose las manos a la cabeza—. Owen Henderson está

muerto.

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La mención del nombre hizo que recordara la conversación con su primo una madrugada

después de la fiesta en Paranormal, Lowell había asegurado ver a Owen en compañía de una chica

llamada Pia, había jurado que él tenía el extraño tatuaje semejante a una H con la barra inclinada.

Su mirada temerosa escaneó rápidamente los brazos delgaduchos del extraño, a pesar de la

oscuridad, el tatuaje similar a una H destacó en una de sus muñecas.

Lowell Foster tenía razón.

Las mordaces risas de Owen y Maggy se fusionaron con la oscuridad del jardín.

– No lo estoy —replicó dando un paso al frente—, al menos no del todo —añadió con el ceño

fruncido.

La boca de April se abrió poseída de horror y sus pies temblaron cuando el cuerpo del chico

cayó sobre el suelo como un árbol sin vida, un alarido de pánico quemó su garganta al contemplar

cómo el fantasma de Owen Henderson se alzaba del cuerpo inerte.

El sonido del grito no logró salir por su boca, pues una fría, temible y terrorífica oscuridad se

derramó sobre ella devorándola.

H

Al abrir los ojos April Jones se encontró con el infinito color negro que teñía el firmamento

en lo alto y unas pequeñas gotas de agua picoteaban su piel como si fuera una manada de zancudos

sedientos de sangre.

Sus manos exploraron el suelo húmedo donde estaba tirada, sus dedos encontraron pedazos

de cartón, piedras y botellas viejas, el cabello negro lo tenía extendido como una flor desprotegida y

el vestido azul estaba salpicado de agua sucia y le faltaba uno de sus zapatos de tacón.

– Al fin despertó la princesa —dijo una voz conocida que estremeció su cuerpo obligándola a

incorporarse.

El dolor de cabeza había disminuido, pero cuando se sentó, sintió que el mundo a su

alrededor daba vueltas como un CD.

Y entonces fue consciente de lo sucedido: ya no estaba en la casa de Erwan Black, se

encontraba en el callejón Murkall cerca del hospital viejo de la ciudad y como si fuera poco, de pie

frente a ella estaba Owen Henderson con una sonrisa de malicia, de su boca salía un humo rojo

como el color de su cabello sujeto en una cola, a su lado estaba Maggy Cone, su cabello negro subía

y bajaba como una danza de sombras oscuras y también había otro tipo extraño que parecía mayor

que ellos, llevaba el pelo amarrado en una alta cola de caballo y el tatuaje de unos tentáculos

sobresalían por encima del cuello de su chaqueta negra.

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– ¿Quiénes son ustedes? —chilló haciendo el intento de ponerse de pie, quería huir lejos, pero

el mareo le exigió seguir sentada.

El hombre con los extraños tatuajes caminó hasta estar a unos pasos de ella, sus ojos eran

oscuros como la noche, le guiñó un ojo para luego extender una mano dejando que dos de sus dedos

se convirtieran en horrendos tentáculos.

April gimió al ver que los tentáculos se extendían en su dirección, su cuerpo tembló como si

estuviera convulsionando al sentir el roce alrededor de su cuello, las inhumanas extremidades del

extraño eran lisas y babosas como anguilas.

– Soy Benjamín Garroll, somos tu próxima familia —dijo con una voz melódica que no era

tan terrorífica como sus dedos—. Dejaré que un amigo te lo explique mejor.

Los tentáculos desaparecieron y los dedos volvieron, tres sujetos más aparecieron en el

callejón vestidos con el color de la noche, llevaban el rostro cubierto con capuchas, pero era

evidente que eran del sexo masculino. El del centro tenía un cuerpo fortachón y los otros dos eran

más delgados.

– Hola April Jones —musitó el de en medio.

La voz también le resultó conocida, pero no fue hasta que se quitó la capucha que lo

reconoció.

– ¡Damián Black!

Damián sonrió con vanidad, sus ojos verde oscuros se veían hermosos como una noche sin

frío y sombras. Su mirada quemaba como el fuego. Los otros dos que lo acompañaban retiraron las

capuchas revelando sus identidades. Ella supo quiénes eran de inmediato, el chico con el cabello

rojo era el mejor amigo de Damián y el otro, el del pelo crespo y negro con ojos azules era el más

galán del Spook High School al que todos llamaban playboy.

– ¿Chad Mason? —inquirió confundida y atemorizada— ¿Charlie Dunn?

Los dos jugadores de fútbol americano se observaron entre sí, aunque ella los conocía,

parecían igual de extraños que Benjamín, Owen y Maggy.

– ¿Quiénes... son ellos? —balbuceó apuntando con la mirada a los tres mitológicos.

Chad la fulminó con la mirada como si fuera un vil gusano revolcándose en el suelo sucio.

– Ellos son tu próxima familia.

April hizo intentó de levantarse, pero sus miembros inferiores no respondieron, las gotas de

lluvia caían con más violencia y el toque gélido del pavimento le recordó el frío piercing en el

ombligo de su novio y el roce de su pálida piel.

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– Él... él es Owen Henderson —tartamudeó apuntando con la temblorosa mano al pelirrojo

parado junto a Maggy Cone—. Él es...

– Un fantasma —terminó diciendo Damián endureciendo las facciones de su rostro ovalado.

April sacudió la cabeza, si era una pesadilla quería despertar de inmediato.

– Los fantasmas no existen —musitó, lágrimas manchaban sus mejillas mezcladas con las

gotas de la lluvia.

Damián se inclinó para verla a los ojos, los pómulos sobresalían dándole un aspecto bello y

oscuro, su pelo corto brillaba como la lluvia y su cuerpo atlético lo volvían atractivo.

"Damián es guapo —dijo en su mente para aliviar sus temores—, guapo, pero no malo."

– Los fantasmas si existimos —espetó él con los labios apretados.

April se arrastró en el suelo para alejarse y levantarse, pero el humo rojo que desprendía

Owen por la boca la mareaba.

"Si Max estuviera conmigo todo fuera diferente —pensó mordiéndose la lengua."

– Max, tu novio es un fantasma —afirmó Damián como si fuera capaz de leerle los

pensamientos.

April negó con la cabeza, notó algo ácido subiendo por su garganta y supuso que habían

mezclado las bebidas con alucinógenos y que todo lo que estaba sucediendo era una alucinación.

– Max, Max —chilló entre sollozos.

Damián se irguió, sus ojos verdes estaban llenos de oscuridad.

– Max es un fantasma igual que nosotros.

– ¡No! —gritó ella con la fuerza que aún le quedaba, algo en su interior se ahogaba—. Max

es humano.

Damián Black se rió con una sonrisa maníaca.

– ¡No es humano! ¡Es un fantasma!

Agotada, se dejó caer de espaldas sobre el pavimento, el cabello negro se volvió a extender

como una nube gris asimétrica, sus manos sintiendo el frío que le recordaba a Max Cooper y sus

besos que eran más reales que el aire que respiraba.

– ¿Y tú... qué eres? —preguntó, sus dientes castañeaban de frío y terror.

El cielo negro en las alturas se parecía tanto al aspecto de Damián Black que tuvo miedo, el

cielo que antes era bello ahora era como una salvaje bestia capaz de tragársela.

– Soy un fantasma —contestó—, todos los que estamos aquí lo somos.

April pareció ver que unas llamas de fuego aparecieron de la nada intentando alcanzar y

quemar las gotas de lluvia.

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Fuego rojo.

– Somos oscuros —dijeron dos voces al unísono.

Las voces pertenecían a Chad Mason y Charlie Dunn que se acercaron ubicándose a ambos

lados de Damián como si fueran dos sombras pretendiendo intensificar la oscuridad.

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TOCAR EL CIELO

El jardín estaba vacío y desolado como si alguien hubiera expulsado a las parejas que hace unos

minutos lo ocupaban, además ya no tenía el aspecto llamativo de antes y las bombillas emitían una

luz sombría y contaminada; mientras tanto, en el interior de la casa parecía como si la fiesta acabara

de comenzar.

– ¿Seguro que no está con su primo? —preguntó Cedric a Max que iba a unos pasos por

delante de él.

– Estoy seguro —contestó sin evitar ocultar la preocupación en sus palabras—. Kyle está con

él y me envió un mensaje diciéndome que April y Lowell no se han visto desde que

llegaron.

– ¿Crees... que le pasó algo?

Max siguió caminando en silencio, no porque no hubiera escuchado, sino porque tenía temor

de la respuesta. Se detuvo al llegar al perímetro donde se levantaba el muro, la luz apenas llegaba y

el silencio era tan extraño como el frío. La grama donde se habían acostado seguía aplastada y sus

narices lograron percibir el perfume de ella flotando en el aire.

– Tampoco está aquí.

– A lo mejor los demás la encontraron —dijo Cedric que se había encargado de recorrer

alrededor de los cipreses iluminando con la linterna del celular.

Max asintió mientras su mirada seguía puesta sobre la grama aplastada, en su mente

reconstruyó todo lo que había sucedido en ese lugar: los besos de April, el vestido azul deslizándose

sobre su bronceada piel, su cabello negro como el cielo oscuro, sus ojos que eran un espejo donde

lograba ver su propio reflejo, el aroma a miel y la danza de sus cuerpos bajo las sombras de la

noche.

– Sí, es mejor que volvamos adentro.

Al girar sus pies tropezaron con un objeto perdido entre la grama, su compañero se acercó

para iluminar con la linterna y el rostro de Max se tornó más pálido de lo normal al ver el zapato de

tacón azul que llevaba April Jones esa noche.

– ¡Maldición, es de ella! —gruñó con los colmillos de fuera mientras lo recogía—. Y ninguna

chica va a una fiesta sin unos de sus zapatos de tacón.

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Cedric se inclinó a su lado poniendo una mano sobre su hombro en un gesto de confortación,

a través de la tela de la chaqueta negra logró percibir como sus músculos se estremecían.

– Si algo le sucede a ella, nunca me lo perdonaré.

H

Neutro, ya no era un apodo aplicable para Kyle Foster, ese apodo era para el Kyle del Teatro

Cabalístico con el letrero moribundo, para un fantasma errante; el Kyle de ahora ya no era el mismo

y aunque Baiel Mawson insistía en llamarlo así, estaba seguro que lo hacía por cariño o costumbre y

no por que siguiera siendo el anticuado y monótono Kyle Foster de antes.

Ya no lo era, y a pesar de que pocas veces había bailado, se dejó llevar por el ritmo

contagioso de la música y por los movimientos que le ordenaba dar Emilie Scott.

– ¿De qué te ríes? —preguntó ella tomándolo de la mano para que diera unos cuantos giros

como un trompo.

– De mí mismo —contestó él sin dejar de sonreír.

Ella frunció el ceño, pensativa.

– ¿Puedo saber por qué?

Kyle dejó de dar vueltas para comenzar a imitar los movimientos de un estudiante que

bailaba frente a ellos.

– Baiel, él siempre me ha llamado neutro.

El ceño fruncido de Emilie se volvió más pronunciado, las luces que arrojaba la bola colgada

en el techo irradiaban su rostro dándole una apariencia vanidosa como la de los unicornios. Bella y

mágica.

– ¿Neutro?

– Así me comenzó a llamar cuando le conté que no podía bailar. —Él se encogió de hombros,

las luces de colores también iluminaban su rostro volviendo sus ojos más llamativos—,

pero si hubiera sabido que bailar era sinónimo de saltar quizá tendría otro sobrenombre.

Emilie alzó la mano y dio una vuelta alrededor de él, Kyle también lo hizo, no pretendía

desaprovechar los momentos que tenía para estar cerca de ella.

– Neutro me parece un lindo apodo —dijo ella con una sonrisa que iluminó su interior más

que todas las luces que lo rodeaban.

Un cosquilleo comenzó a recorrer sus manos, pero no era por la telequinesis, ya que su

habilidad la controlaba con la mente y en ese momento sus pensamientos estaban en otro lado,

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quería levantar las manos y trazas con sus dedos el contorno de sus hoyuelos, en ese momento se

preguntó qué parte de su ser manejaba ese anhelo: ¿La mente o el corazón?

El sonido del celular en la bolsa del pantalón lo sacó de su ensimismamiento, había dejado de

moverse mientras Emilie seguía danzando al ritmo de las melodías como un inmortal unicornio.

El mensaje era de Max Cooper y el contenido eliminó todo rastro de alegría de su rostro:

"Kyle, te esperamos afuera. Se han llevado a April. "

No tenía necesidad de enviarle un mensaje para preguntarle que quiénes se habían llevado a

su prima, él conocía la respuesta: los mitológicos. Su corazón se llenó de temor, temor por Lowell y

por Emilie.

– ¿Estás bien? —preguntó ella al notar la preocupación en su rostro.

– Max... me necesita —respondió con los labios apretados tratando de no sonar alarmado.

Ella dejó de bailar tomándolo de las manos para darle un fuerte apretón como si supiera que

necesitaba una muestra de ánimo.

– Todo estará bien —dijo con una sonrisa alentadora.

"No, nada está bien —dijo él en su mente."

Antes de girarse y perderse en el cúmulo de estudiantes le devolvió la sonrisa, aunque no con

el brillo de antes.

Los cuerpos en movimiento lo empujaron de un lado a otro como a un balón de voleibol, la

puerta principal parecía más lejana que nunca, cuando la música cambió a un ritmo más violento,

una pareja lo tiró hacia la esquina haciendo que tropezara y cayera encima de una estudiante que

estaba sentada en un sillón pegado a la pared.

– ¡Auch! —se quejó ella cuando el vaso que tenía en sus manos se derramó sobre el suelo.

Kyle se levantó de un salto, a pesar del hedor a cigarro y alcohol sus narices alcanzaron a

percibir el perfume a zarzamoras y almizcle que le resultó familiar, pero no logró ubicarlo.

– Lo siento... me han empujado.

– No pasa nada —suspiró ella tomándolo de la mano—. Soy Shana West.

Él alzó la mirada un poco avergonzado, al mirarla la reconoció de inmediato, era la capitana

del equipo de porristas del Spook High School.

– Soy Kyle.

– Sé quién eres —replicó ella mordiéndose el labio inferior.

Los ecos de la música parecieron filtrarse bajó su piel de una manera electrizante y un ardor

inició a florecer en la mano que hacía contacto con la de ella, no un ardor doloroso, más bien un

ardor adictivo.

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Sus ojos la recorrieron hipnotizados de pie a cabeza, ella era increíblemente atractiva, llevaba

el pelo castaño teñido con varios colores como un arcoíris: rojo, amarillo y unos largos mechones

rosas que cubrían sus pronunciados senos; ojos grises, labios pintados de un rojo seductor y un

pequeño vestido negro que se ajustaba bien a su cuerpo dejando de manifiesto lo perfecta que era.

De pronto olvidó su objetivo, era como si la música formara una barrera separándolos del

mundo, en lo único que lograba pensar era en ella, en Shana West; sus dedos hormiguearon con la

idea de despojarla del ajustado vestido negro.

Shana sonrió maliciosamente satisfecha por el efecto que desencadenaba en sus víctimas,

aprovechando su oscura y provocativa habilidad, la seducción, hundió los dedos en el pelo castaño

de Kyle para que sus labios se pudieran encontrar como un conjunto de fuego bajo la lluvia.

Kyle no pudo resistirse, una parte de él le gritaba que huyera lejos de la sensual Shana West,

pero sus labios no dejaban de moverse al compás de los labios rojos de ella, nunca antes había

besado a una chica y ahora que lo había hecho, su amigo Baiel tendría un motivo menos para

llamarlo neutro, aunque desde que conoció a la chica unicornio soñaba que su primer beso fuera con

ella.

"Emilie Scott —recordó en un bloqueado lugar de su mente."

Ya era demasiado tarde para retractarse, los apasionados y violentos besos de Shana West lo

habían embrujado, atrapándolo en un círculo vicioso de fuego.

H

– ¿Será que le sucedió algo grave a Max? —preguntó Emilie abriéndose paso entre la

multitud detrás de Kyle.

Tal vez estaba exagerando por preocuparse e ir detrás de un chico al que acababa de conocer

y del cual sólo era amiga, pero también tenía que reconocer que Kyle Foster no era igual que los

demás, había algo en él que lo volvía especial.

Aunque cuando fue expulsada a una esquina por los cuerpos en movimientos se dio cuenta

que estaba equivocada y que él no era especial, era igual que todos los chicos del Spook High

School y un mentiroso; pues allí estaba frente a sus ojos en un sillón encima de la estrambótica

Shana West perdidos en una danza frenética de besos y caricias.

Ahora comprendía la urgencia por alejarse de ella, sus mejillas se encendieron de enojo y

sintió rabia consigo misma por el loco revoltijo de emociones en su interior.

"Es su vida y puede hacer lo que quiere —dijo en su mente."

– ¡Kyle Foster! —exclamó, el nombre salió de su boca sin previo aviso.

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Nuevamente sintió rabia, no podía reclamarle a un amigo por estar besándose con otra chica.

Los besos y las caricias de Shana eran como una poción manteniéndolo sumergido en un

océano de agitación y deseo, toda la música y el bullicio a su alrededor había enmudecido, lo único

que lograba escuchar era el ritmo atolondrado de su corazón y el agitar de la respiración, el

sobrecito plateado crujía con cada movimiento en la bolsa del pantalón y a pesar del fuego que lo

quemaba le fue imposible no escuchar la voz del unicornio que decía su nombre, cuando el eco de

su voz llegó a sus oídos y llenó su ser, toda la magia que lo ataba a la sensual capitana de porristas

se cortó como un delgado y sensible hilo.

Se petrificó.

Al levantar la vista se encontró con ella de pie a unos cuantos pasos frente a ellos, con una

falda beige, una camisa azul y una bufanda negra con rayas blancas colgada del cuello, el pelo

castaño trenzado a un lado y las mejillas que ya no estaban adornadas por hoyuelos más bien por

rubor, parecía sentirse incómoda y avergonzada.

Se levantó en un segundo siendo consciente de la situación dejando a Shana West en el sillón

con el cabello desaliñado y el labial rojo regado, en sus ojos grises había un peculiar brillo de

satisfacción.

– Emilie —dijo con ojos exoftálmicos.

Ella sacudió la cabeza y se giró dispuesta a perderse entre la multitud de bailarines, él la

siguió sin mirar atrás hasta detenerla tomándola del brazo.

– ¿Qué quieres? —espetó librándose del agarre con desdén.

Kyle percibió como sus mejillas se coloreaban de rojo por la vergüenza, las luces

parpadeantes pinchaban sus ojos haciéndolo más consciente de todo lo que había hecho. Recordó el

labial regado de Shana West y se pasó el dorso de la mano para borrar cualquier rastro de pintura de

su boca.

– Yo... puedo explicarte —tartamudeó rascándose la cabeza.

– ¿Qué me vas a explicar? —espetó ella, suspiró al notar la molestia en sus palabras—. Te

seguí porque pensé que le había sucedido algo malo a Max —hizo una pausa para señalar la

esquina donde estaba Shana West—, pero ahora entiendo todo.

Kyle negó con la cabeza, quería dar una explicación sensata, pero ni tan siquiera recordaba

cómo había terminado besando a la capitana del equipo de porristas.

– A ella sólo la encontré en el camino, Max en...

– ¿La encontraste en el camino? —inquirió ella alzando las cejas.

Él asintió, esa era la verdad, pero a veces las verdades no eran convincentes ni lógicas.

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– Sí, es la verdad Emilie.

Ella alzó los hombros despreocupada mientras sus manos jugaban con los extremos de la

bufanda a rayas.

– Tranquilo, no tienes por qué darme explicaciones. —Sus ojos eran como un vaso de cristal

con agua azul a punto de romperse—. Tú y yo sólo somos amigos y... entiendo que te guste

Shana West, ella es muy... muy hermosa.

La mención del nombre de Shana hizo que las imágenes de ella, sus labios rojos como las

fresas, sus besos, su perfume seductor, su cabello de arcoíris, su cuerpo escultural... volvieran a

reproducirse dentro de su cabeza una y otra vez.

– A mí no me gusta Shana —afirmó desechando el pensamiento, sin importar los

movimientos bruscos a su alrededor tomó sus manos, el contacto con su piel causó que las

líneas ardieran con deseos de quemarlo—. A mí me gustas tú, Emilie Scott.

Por el sonido de la música y el de su propio corazón se impulsó hacia el frente como si

Emilie fuera un imán, el único imán con el que desearía unirse. Ella no se movió, sus miradas se

encontraron, sus ojos eran cuatro espejos donde ambos lograban ver sus reflejos. Azul y verde

uniéndose para dar vida a un mejor color.

En alguna ocasión él había pensado que los ojos de ella embotellaban el cielo, azul y celeste;

pero se había equivocado, los ojos de Emilie Scott embotellaban todo el universo entero: nebulosas,

agujeros negros, soles, cometas, planetas y estrellas. En ese instante de eternidad se sintió dichoso

por ser parte del universo.

Unas hebras invisibles como las que fluían por su habilidad los rodearon acompañados por el

ritmo musical y la lluvia de luces, cuando sus labios se encontraron hubo una explosión de estrellas

en el universo y donde los besos de Shana West eran arder en fuego, los de Emilie Scott eran tocar

el cielo y el cielo parecía un buen lugar para habitar.

El celular dentro de su bolsillo volvió a sonar, no tenía que sacarlo para saber qué decía el

mensaje, en ese momento deseó ser un chico normal, pero no lo era, era un fantasma.

– Tengo que irme —musitó despegando los labios lo suficiente para hablar, su corazón no

dejaba de danzar—. Max me necesita.

Ella cerró los ojos dando un suspiro para guardar en su memoria el pequeño instante para

convertirlo en eterno.

– Está bien —dijo acariciándole el rebelde pelo castaño.

Kyle acarició con la yema de los dedos sus mejillas anhelando ser un pintor para trazar los

hoyuelos que le inundaban de brillo el rostro.

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– Me gustas Emilie Scott —afirmó dándole un beso ligero.

– Lo sé —dijo ella quitándose la bufanda—, quiero que la lleves contigo por el frío de la

noche.

– Pero...

– A partir de ahora será tuya —intervino envolviéndola alrededor de su cuello—. A demás

tengo muchas en casa. Colecciono bufandas.

– Siendo así, acepto.

Ella le sonrió, él recorrió con sus dedos el contorno de los hoyuelos antes de darse la vuelta

para buscar la salida de la casa de los oscuros.

– Tú también me gustas, Kyle Foster —gritó antes de que él saliera de la sala al exterior

donde la oscuridad reinaba.

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UN CALLEJON TENEBROSO

Cuando Kyle salió de la casa de Erwan Black, la noche se había vuelto mucho más oscura, el viento

húmedo y denso como papel de aluminio, gotas comenzaban a caer mojando el asfalto y las ocho

personas delante de él apenas eran visibles en sus ropas negras; los únicos que sobresalían en la

noche oscura eran su amigo Baiel Mawson con su melena platinada, el príncipe Sverre Kinhost con

sus ropas con rasgos reales y un tercero que no conocía: un chico pelo rubio con lentes que

acompañaba a Allan Grant.

Bri Owens y Cedric Tucker se encontraban con los dos invisibles, Allan sostenía en sus

manos un zapato de tacón, cerrando los ojos achinados se sumergió en la búsqueda del paradero de

April Jones.

– ¡Al fin llegas, neutro! —gritó su mejor amigo al verlo llegar.

Kyle le respondió con una sonrisa sin entusiasmo, ese momento no era el indicado para las

ironías y el sarcasmo, aunque su sonrisa se amplió al ver manchas de labial negro de Lina Cooper

en sus labios.

– ¿Quién es él? —preguntó señalando con el mentón al rubio con lentes junto a Allan.

– Es un invisible —contestó él—. Se llama Devis Riley.

Max estaba apoyado sobre el Audi A7, a su lado estaba Lina y el príncipe, aunque su hermana

trataba de motivarlo, la desesperación era legible en su cara pálida, las ojeras alrededor de sus ojos

estaban oscuras como la noche; al verlo en ese estado, Kyle sintió una estocada en el pecho, ya que

él también había experimentado el sufrimiento y dolor por la pérdida de un ser querido: primero la

de su padre cuando era un niño y años después la de su madre cuando era un fantasma.

– Todo va a estar bien —dijo poniendo una mano sobre el hombro del líder de su tribu

después de hacerle una reverencia al príncipe sólido.

Max le dedicó una ligera sonrisa de agradecimiento, aunque ambos sabían que en situaciones

como esas lo menos indicado era decir algo así cuando en realidad todo podría estar mal.

– Sé dónde está —anunció Allan abriendo los diminutos ojos.

La mirada de Max recobró vida y levitó como una flecha hasta estar frente a él.

– ¿Dónde la tienen? —demandó con los ojos inyectados de carmesí.

– En el callejón Murkall —respondió el invisible con el pelo lacio cayendo sobre sus ojos

asiáticos.

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H

El sucio, oscuro y abandonado callejón Murkall era demasiado angosto para entrar en carro,

por esa razón decidieron dejarlos parqueados en la calle central que estaba deshabitada y fría sin

señales que indicaran la presencia de mitológicos.

Max fue el primero en salir del auto y sin pensarlo salió corriendo hacia el tenebroso callejón

seguido por su hermana y los demás poltergeists, a pesar de la levitación era difícil igualar su paso,

ya que la habilidad del vampirismo le otorgaba una velocidad mayor.

La levitación era una habilidad común en todos los fantasmas, pero existía una variación en

el éter que se derramaba de sus pies separándolos del suelo y se diferenciaba por cada tribu: el del

príncipe Sverre Kinhost tenía una apariencia espesa como hielo y hueso, la de cada translúcido era

transparente como el cristal y el éter de Allan y Devis era totalmente invisible como el nombre de

su tribu.

Cuando llegaron al final del paso estrecho y largo sólo se encontraron con los barriles de

basura y las espesas sombras que los envolvió, a dos cuadras se levantaba el edificio del antiguo

hospital de la ciudad y su apariencia parecía más sombría de lo habitual.

Aunque fueron muchas las ocasiones en las cuales Kyle había pasado cerca de la vieja

edificación cuando era un fantasma errante, desde que encontraron el cuerpo sin vida de Tyler en el

ritual de ligamento, el hospital había pasado de ser un lugar lleno de historias a un sitio tétrico y

cargado de misterio.

– Aquí no hay nadie, Allan —espetó Max dando un golpe a la pared de ladrillo en el borde

izquierdo del callejón.

El fuerte puñetazo abrió grietas en la pared como las líneas que salían de las letras marcadas

en sus muñecas que los identificaba como miembros de las tribus: una S para los sólidos, una T para

los translúcidos, una I para los invisibles, una O para los oscuros y una M para los mitológicos.

– ¡Vean! —exclamó el chico rubio con lentes.

Los ojos de los demás se expandieron de asombro al ver como Devis Riley se desdibujaba y

como una saeta arrojada por una ballesta salió disparado cortando el aire, en un segundo estaba a la

par de Allan y en el siguiente se encontraba de pie al otro lado donde se alzaba el hospital viejo.

– ¿Cuál es su...

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– Teletransportación —respondió Allan Grant sin dejar que Kyle terminara de formular la

pregunta—. Esa es la habilidad de Devis.

Max y sus compañeros poltergeists levitaron para alcanzarlo, Devis recogió un objeto tirado

en el suelo: el segundo zapato de April Jones.

– Es de ella —aseguró Max alzando una mano para tomarlo.

Max Cooper no tuvo tiempo de alcanzarlo, una flecha cruzó el oscuro y frío espacio

clavándose en su mano hasta atravesarla.

Un grito de dolor se escapó de su boca alejando las sombras oscuras en el aire.

– Llegas tarde Maximus —dijo una ronca voz proveniente de las penumbras que rodeaban el

abandonado edifico.

Devis se movió como una bala para sostener al translúcido, Kyle y los demás se formaron en

una línea defensiva frente a él, Cedric y el príncipe Sverre para protegerlos. Unas líneas negras

aparecieron detrás del cuello de Cedric, los rayos de un sol, el símbolo de su habilidad para sanar

las heridas del líder de su tribu.

Un mitológico en cuatro patas salió de las sombras con los cascos de caballo rechinando el

húmedo asfalto, Kyle lo reconoció de inmediato, sus manos se cerraron en puños y las líneas negras

envolvieron sus brazos por afán de dejar escapar la telequinesis, era Nicos Benbow, el centauro que

le clavó una flecha en el costado la noche de la fiesta en el lago Wasky.

Ahora lo tenía cara a cara, aunque era parte de un mundo paranormal no evitó asombrarse por

la apariencia de centauro: la mitad humana comenzaba de la cintura para arriba, su rostro era

ovalado con pómulos altos y mejillas hundidas, el pelo era negro hasta los hombros y los ojos

pintados con delineador como si fuera miembro de una banda de rock, el dorso cubierto por un

chaleco de cuero, un arco en la mano listo para usarlo y un carcaj colgado en el hombro; la parte de

caballo estaba completamente cubierto por pelaje negro y brillante que terminaba en una larga cola

que se agitaba de un lado a otro.

Siete poltergeists más salieron de las sombras, algunos eran conocidos de la noche en la que

habían salvado a Matías Washington: Coralia, la chica pelo azul que creaba y manipulaba el agua;

Sátir, el que tenía cuernos y al que Cedric había llamado sátiro; Corpin, la mantícora con cola de

escorpión; Owen Henderson, el primer estudiante asesinado del Instituto y tres desconocidos: una

chica cabello negro y dos con los rostros ocultos por capuchas.

– ¿Dónde la tienen? —rugió Max recuperando la postura y mostrando dos afilados colmillos.

Nicos dio unos pasos al frente como si estuviera presumiendo su cuerpo de caballo.

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– April Jones está muy entretenida con su transformación —dijo observando el arco en sus

manos con desinterés.

Max hizo ademán de levitar en su dirección, pero Lina lo tomó de la mano para detenerlo al

ver que Nicos ajustaba la flecha.

– ¿Qué le hicieron? —demandó enfurecido.

Al otro lado, el centauro no dejaba de dar vueltas, el suelo se agrietaba con cada paso que

daba y los demás mitológicos detrás de él tenían una sonrisa de burla dibujada en sus rostros.

– Todavía está viva —contestó con ironía—, te está esperando para despedirse.

Un tosco gruñido brotó de lo profundo de la garganta de Max y sin decir ni una palabra más

se libró del agarre de su hermana para luego abalanzarse hacia el frente con los ojos encendidos de

rubí y los colmillos puntiagudos al descubierto.

Una silueta pálida en una noche negra.

Lina intentó sujetarlo, pero la velocidad y la fuerza del vampirismo no se lo permitió, Devis

Riley que era el único más rápido de todos ellos salió detrás de él como un rayo.

Nicos retozó parándose en las dos patas traseras para después correr hacia Max y sus amigos

lanzando flechas una tras otra, las armas larguiruchas volaron como un enjambre de avispas

asesinas, Devis y Max las esquivaron zigzagueando de un lado para otro, pero los demás no tenían

la velocidad y la visión mejorada que tenían ellos.

La fina y mortal punta de una flecha pasó rozando la oreja del príncipe Sverre, Kyle se

interpuso entre ellos y las saetas levantando ambas manos para desviarlas usando su habilidad.

Devis Riley teletransportó a Max al otro lado del grupo de mitológicos para que pudiera

seguir el camino y entrar al hospital donde seguramente tenían retenida a April Jones, valiéndose de

su supervelocidad tomó por sorpresa a Nicos dándole un fuerte golpe en el lomo de caballo

haciendo que perdiera el equilibrio y cayera sobre la cuneta donde la lluvia que caía con más

frecuencia se iniciaba a concentrar.

Owen se dio la vuelta para levitar detrás de Max, abriendo la boca expulsó un humo azul

mortífero que surcó el negro viento hasta alcanzarlo y mezclarse con el aire para entrar en sus

pulmones.

Max Cooper disminuyó el paso, el humo azul lo rodeó como la noche y su cuerpo se

desplomó sobre el húmedo suelo.

– ¡Max! —Lina profirió un grito ahogado al verlo caer.

Su pelo golpeó el aire cuando salió corriendo en su dirección brillando como barniz, su falda

de vuelo agitándose como una bandera y los copos de nieve resplandecientes se movían violentos

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como una lluvia de estrellas. Dando una firme pisada hizo que el suelo frente a ella se congelara

cubriéndolo con una fina capa de hielo transparente.

Los mitológicos no se lo esperaban y se derrumbaron al perder el equilibrio, pero el

resbaladizo hielo no le causaba ningún efecto a ella, al contrario, continuó corriendo hacia su

hermano gemelo tirando trozos de hielo como si en vez de unas exageradas botas de tacón llevara

puestos unos patines para hielo.

Owen, que era el único que estaba a salvo del manto congelado sonrió amargamente, pero

antes de que su boca volviera a expulsar humo para detenerla, un pedazo de hielo le golpeó el

mentón tirándolo hacia atrás.

Coralia, fue la primera en defenderse comenzando a arrojar chorros de agua azul de sus

manos y aunque los copos de Lina lograron congelar cierta cantidad, una gran dosis cayó sobre ella

empapándola.

– ¡Lleva a Cedric con Max! —ordenó Kyle a Baiel dándole una palmada en el hombro.

Cedric asintió y después de darle un beso a Bri, Baiel lo tomó por la cintura y dando un

impulso sus alas aparecieron sacudiéndolas para cabalgar en el viento lúgubre.

El aleteo de sus alas hizo que el aire se volviera más helado, pero la noche ya no parecía tan

sombría con el resplandor que desprendían desde lo alto, mientas Kyle sujetaba la bufanda

obsequiada por Emilie se alegró saber que, aunque en Spook City no había luz de la luna, la luz de

las alas de su amigo era suficiente.

Los mitológicos también se sorprendieron al mirarlo, pero el encanto sólo duró unos

segundos, la otra chica pelo negro ladeó la cabeza y su cabello liso se extendió como un rollo de

tela sobre la superficie helada envolviendo los pies de Lina Cooper para hacerla caer, mientras tanto,

en la oscura entrada del hospital, Cedric curaba a Max y Baiel se enfrentaba a Owen; en el

momento en que la chica de hielo cayó, la capa de hielo se descongeló.

– ¡Es toda tuya, Sátir! —exclamó al mitológico con piercings.

Un brillo de malicia se apoderó de los ojos avellana de Sátir.

– Gracias, Maggy —dijo y ladeando la cabeza dos cuernos de carnero aparecieron de su

cabellera negra curvándose hasta terminar en afiladas puntas.

Levitando se abalanzó sobre Lina que aún estaba presa por los cabellos de Maggy, pero Kyle

fue más veloz, con las manos levantadas lo alzó en el aire como a un globo para enviarlo volando a

través de una ventana de cristal del viejo hospital.

– ¿Estás bien, Lina? —preguntó ofreciendo una mano a la princesa de hielo.

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– Claro que si —replicó ella, aunque la expresión en el rostro y el moretón en la frente decían

todo lo contrario. Luego de vacilar tomó la mano de Kyle para ponerse de pie—. Voy a

congelar a esa patética versión de medusa.

Kyle miró a su alrededor buscando a Maggy, los demás mitológicos se habían levantado y

estaban enfrentándose contra ellos.

– Bri se está encargando de ella —dijo señalando a los dos poltergeists que luchaban en una

esquina.

El pelo rojo de Bri se agitaba como la llama de un fuego con cada movimiento que daba al

hacer germinar raíces del suelo para atrapar a Maggy, pero el pelo negro de ella también se sacudía

como una bandera tratando de incapacitarla.

– ¿Mi hermano está adentro? —quiso saber Lina observando el tenebroso edificio.

Kyle asintió.

– Baiel se fue con él.

Los copos multiformes volvieron a brillar al desprenderse de los dedos de Lina como si los

tatuajes como brazaletes en sus muñecas se desarmaran.

– Tengo que ir con él —dijo haciendo ademán de levitar en dirección al hospital.

– No, yo iré —la detuvo Kyle tomándola de la mano y mirando por encima del hombro a sus

compañeros debatiendo con los mitológicos en una colisión de habilidades—. A demás,

tienes una ondina cuyas aguas debes congelar —añadió señalando a Coralia, la chica

cabello azul con un manantial de agua azul brotando de sus manos.

Lina sonrió, su sonrisa hizo brillar sus ojos negros y Kyle se dio cuenta que el hielo también

tenía su lado agradable

– Si algo le sucede a mi hermano o a Baiel te congelaré el trasero —declaró antes de que él

levitara hacia el edifico abandonado.

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MUERTES Y RESURRECCIONES

La última vez que Kyle había estado en el hospital, el edificio tenía la forma de una U inversa, pero

ahora que estaba entrando por uno de sus extremos parecía una C y no estaba rodeado por ninguna

maya oxidada como la que Lina había tenido que congelar para lograr entrar; los cubículos seguían

igual de sucios y malolientes, y en el aire había más partículas de polvo que oxígeno.

El pasillo estaba repleto de camillas y sillas de ruedas, las ratas corrían por las esquinas con

sus chillidos, las lámparas encima de su cabeza no daban señales de vida, por lo que tuvo que

extraer su celular para iluminar el camino con la linterna.

Su olfato no percibió aroma a velas ni a sangre, ni sus oídos escucharon gritos leves o fuertes

que le sirvieran de guía al lugar donde posiblemente estuviera April Jones, su prima y novia de Max;

unos letreros adheridos a las paredes cubiertas por grafitis tenían una flecha indicando que al frente

se encontraba la sala de Emergencias.

– En el otro pasillo —susurró recordando el pasillo con lámparas moribundas que conducía a

la sala de Hemodiálisis donde encontraron a Tyler, el primero joven asesinado en los

rituales—. Allí la tienen.

Sin importarle que en el pasillo donde estaba no había luz aparte de la linterna de su celular

comenzó a correr hacia la abandonada sala de Emergencias que parecía ser la sala con mejor

iluminación en todo el edificio.

Al estar próximo al halo de puertas metálicas, guardó el celular y levantó las manos, las

líneas negras exprimieron sus brazos dejando fluir su habilidad, pero las hebras invisibles no

lograron llegar hasta ellas; una sombra salió de la oscuridad saltando sobre él, lo primero que sintió

fueron unas manos tomándolo de los hombros y dos extremos agudos rasgándole la camisa hasta

alcanzar su espalda, quiso defenderse pero el dolor lo congeló y luego los brazos que lo sostenían lo

empujaron haciéndolo atravesar las puertas.

Su oído derecho comenzó a zumbar como un timbre por el golpe, varios fragmentos de

ampollas quebradas se ensartaron en su mejilla y en los brazos, el olor a sangre que discurría del

corte en la espalda impregnó el ambiente.

– ¿Alguien te hirió translúcido? —se río una voz, Kyle levantó la vista y allí parado frente a

él estaba Sátir con los puntiagudos cuernos que brotaban de su cráneo como árboles secos y

un moretón en la frente que posiblemente se hizo cuando lo lanzó como a un globo por la

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ventana. Gotas de sangre se derramaban sobre los cuernos, brillantes como los piercings en

sus labios.

– Por eso vine a Emergencias —gimió él tratando de ser un poco sarcástico como su amigo.

Sátir alzó una ceja.

– Pues serás atendido —gorjeó dándole una fuerte patada en el estómago.

Kyle gimió más fuerte haciéndose un ovillo en el suelo manchado con su propia sangre,

ambas manos entrelazadas sobre el abdomen deseando proteger su cuerpo del dolor, las líneas en

sus brazos ya no parecían tan estrechas sino más bien tiras flojas de tela deslizándose sobre la piel;

su habilidad la controlaba con la mente, pero la cabeza todavía le zumbaba por el dolor y el impacto.

– ¿A caso se desvanecieron tus poderes? —se burló acariciando con agradable fascinación

sus cuernos de sátiro.

Él movió los dedos, pero los hilos invisibles que sentía al usar su habilidad no fluyeron de sus

dedos, Sátir tenía razón, su habilidad había disminuido por el dolor y Max le había dicho en cierta

ocasión que las habilidades eran las mejores armas de los poltergeists, la herida en su espalda, el

dolor en su estómago y el zumbido en la cabeza le nublaron los pensamientos, pero el recuerdo del

entrenamiento con Cedric vino a flote:

"Mi habilidad para sanar no me permite combatir con otros poltergeists, por eso he practicado

técnicas de combate y manejo de armas."

Max tenía razón, pero Cedric también la tenía al decir que la sanación, aunque era una

habilidad muy buena, no siempre le permitía enfrentarse a otros poltergeists, además, la habilidad

de Allan no era defensiva ni la del mismo príncipe Sverre Kinhost cuya habilidad le atribuía

comprender todos los idiomas; también recordó que aparte de la habilidad en específico, los

fantasmas poseían otras habilidades innatas: levitación, velocidad, mayor fuerza...

Los poltergeists sabían o en el caso de él tuvieron que aprender técnicas de defensa personal

y él había tenido un excelente maestro, así que mientras Sátir manoseaba sus cuernos se preparó

para atacar apoyando el peso de su adolorido cuerpo en el hombro derecho, dando un impulso lanzó

el pie izquierdo golpeando al mitológico, Sátir perdió el equilibrio y lo maldijo mientras se

arrastraba sobre las baldosas tratando de llegar hasta él, Kyle rodó a un lado para escapar de Sátir y

sus cuernos, ya era suficiente con un rasguño en el dorso.

Las líneas negras poco a poco iniciaron a sentirse firmes, su habilidad comenzó a germinar,

Sátir avanzó hacia él como un animal hambriento y sus cuernos aumentando de tamaño, pero antes

de que se levantara, él se puso de pie de un salto para después devolverle la patada en el estómago,

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pero con una pequeña dosis de telequinesis, pero lo suficientemente fuerte para enviarlo al exterior

rompiendo una ventana de cristal a su paso.

Desde afuera, el edificio volvía a tener la apariencia de una gran U inversa, la lluvia caía del

cielo oscuro sobre Spook City queriendo ahogarla, el viento estaba helado y la bufanda con rayas

blancas que cubría la cicatriz alrededor de su cuello se sentía reconfortante y aún conservaba el

aroma femenino de Emilie Scott.

Sátir ya estaba de pie al otro lado, ambas manos extendidas a los lados y los cuernos

sobresaliendo de su cabeza como las puntas de una corona negra, aunque las finas puntas estaban

manchadas por una capa roja oscura que obviamente era su sangre, pero lo que llamó en realidad la

atención de Kyle fue la luz naranja que provenía del pasillo en las espaldas del mitológico. Era la

sala de Hemodiálisis donde los rituales de ligamento comenzaron y donde tenían a April Jones.

Sátir, al darse cuenta se pasó la lengua por unos de los piercings en sus labios y levitó hacia

él con la cabeza medio inclinada hacia adelante y con los cuernos listos para atacar, está vez, Kyle

no evadió, corrió a su encuentro con ambas manos alzadas al frente, las líneas estrujando sus brazos

dejando que las hebras invisibles salieran con violencia como un torbellino dando en el objetivo,

Sátir se movió a un lado para evitarlas, pero fue imposible, su cuerpo se estrelló contra un pilar de

concreto.

Kyle se apresuró hacia las puertas de Emergencias sin ver atrás, su propósito era ayudar a

Max y a Baiel a rescatar a April, ella era su prima y era como una hermana para Lowell, además

Lina le había advertido que si algo le sucedía a su hermano gemelo o a Baiel le congelaría el trasero.

Las puertas se abrieron ante el contacto de los hilos invisibles que salían de sus manos, pero

un porrazo en el dorso hizo que se fuera de bruces tropezándose con una camilla y cayendo de

espaldas sobre el piso sucio del hospital rebotando la cabeza contra las baldosas.

El golpe hizo que la herida en su espalda se abriera un poco más y que la sangre saliera con

más fluidez, hizo el intento de incorporarse, pero su cabeza parecía un globo pinchado.

Sátir se había recuperado del golpe contra el pilar y ahora estaba rozando el extremo

puntiagudo de uno de sus cuernos contra su cara, los cuernos eran fríos como hielo y con una

sonrisa satírica le hundió la punta en la mejilla haciéndolo gemir.

– Al parecer tienes la costumbre de tropezarte con las puertas —se burló mostrando una

blanca dentadura— ¿Te duele la espalda? —preguntó propinándole dos patadas donde tenía

la herida.

Los gemidos de Kyle se convirtieron en gritos de dolor, lágrimas comenzaron a fluir de sus

ojos, el dolor hizo que los recuerdos de los maltratos de su padrastro invadieran su mente.

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Cerró fuertemente los ojos como muchas veces lo había hecho en ocasiones similares

buscando algo o alguien a quien aferrarse: Lowell Foster, su hermano menor apareció en su mente

con una mirada pacífica como un bosque verde; Baiel Mawson, su mejor amigo llamándolo neutro

mientras sacude sus alas; Emilie Scott, viéndolo a los ojos con la mirada de un cielo azul celeste;

Max Cooper entregándole el Libro Ente para que eligiera una entidad y una nueva oportunidad;

Cedric y Bri declarando su amor en cada ocasión demostrando que se puede ser feliz en un mundo

que no es normal y hasta Lina Cooper con su antipatía y habilidad fría.

Algo comenzó a arder en su interior, ya no era un chico humano débil e inútil, ahora era un

fantasma, un translúcido, un poltergeist.

Las líneas en sus brazos se movieron como serpientes, la chispa en su interior estalló

poniéndolo de pie en un segundo, Sátir pareció confuso pero antes de que reaccionara el puño de

Kyle se estrelló contra uno de sus ojos, el mitológico retrocedió mientras se llevaba una mano al ojo

herido para protegerse, Kyle dio un paso al frente dándole un puntapié en la entrepierna, Sátir se

quejó de dolor inmóvil, Kyle extendió la pierna para lanzar otro segundo golpe, pero Sátir actúo

rápido tomando entre sus manos la extremidad para luego inclinarse y clavarle uno de los cuernos

en su pierna haciéndolo retroceder y chillar de dolor.

Kyle se dejó caer al suelo y se recostó sobre la pared, la sangre inició a brotar de su pierna

perforada por el cuerno como si alguien hubiera abierto un grifo, antes de que la hemorragia

aumentara hizo presión sobre ellas para detener el sangrado; el dolor había desaparecido de la cara

de Sátir mientras avanzaba hacia él con los cuernos hambrientos manchados de sangre, pero antes

de que llegara levantó la mano izquierda, su habilidad, aunque débil fue suficiente para detenerlo.

Sátir cerró los puños intentando avanzar, pero sólo logró dar un paso, la hemorragia siguió a

pesar del intento de frenarla y dentro de su cabeza sintió como el control mental se nublaba, por lo

que inspeccionó rápidamente a su alrededor, pero no había nada que le sirviera para cubrir sus

heridas, ni una venda.

– ¡Maldición, se supone que es un hospital! —se quejó apretando las heridas, la sangre no se

detenía y mantener alejado al sátiro se volvía una tarea ardua.

– ¿Por qué tan asustado? —se rió Sátir forzando contra el escudo invisible—. Tu cara parece

la de un fantasma —hizo una pausa para acariciar la inflamación que comenzaba a cubrir

uno de sus ojos—, aunque eres un fantasma.

Kyle sonrió amargamente tratando de ocultar una mueca de dolor.

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– Tú también lo eres —replicó moviendo el rostro hacia los lados buscando una venda

elástica y hasta en ese momento fue consciente del cosquilleo confortante de la bufanda

alrededor de su cuello.

La bufanda de Emilie Scott.

No era una venda exactamente, pero el grosor y la longitud eran similares.

Era eso o desangrarse.

Dejando de presionar la herida, juntó las manos para fortalecer su habilidad, sintió como el

poder emanaba de él como una corriente eléctrica envolviendo a Sátir para luego levantarlo en el

aire como una hoja seca enviándolo hacía uno de los cubículos.

– Prometo lavarte y dejarte como nueva —musitó soltando la bufanda y absorbiendo una vez

más el aroma de Emilie.

La sangre dejó de salir cuando la ajustó como un torniquete por encima de la herida, su

cabeza pareció dar un pequeño giro que le causó mareo por la pérdida de sangre, pero todavía había

un cosquilleo en la yema de sus dedos y poniéndose de pie extendió las manos en dirección al

cubículo donde había lanzado a Sátir listo para enfrentarlo, pero el mitológico no salió pronto, al

parecer se había encontrado con alguien más adentro pues los murmullos de una discusión se

escapaban de las puertas dobles.

Al principio, Kyle pensó que se trataba de uno de los compañeros de Allan y Devis Riley,

pero cuando Sátir salió con uno de los cuernos curvados alrededor del cuello del intruso sintió que

su corazón colapsaba dentro del pecho y que las líneas negras volvían a tener la apariencia de tiras

resbaladizas y tubo que apoyarse en una de las camillas para no caer.

Sus ojos verdes se encontraron con la mirada asustada del intruso, esos ojos verdes como un

espeso bosque, ese pelo castaño con colochos enredándose con las tupidas cejas.

Era él.

¿Por qué no pudo ser otro?

Si no él, su hermano menor, Lowell Foster.

H

A pesar de que el pasillo con luces parpadeantes era estrecho, Baiel trotó detrás del líder de

los translúcidos con las alas extendidas hacia atrás, estaba claro que no podía volar por el espacio

reducido, pero si las podría usar como defensa.

Max corría con la desesperación y el odio evidente en sus expresiones corporales, sobre todo

en los ojos que estaban rojos como el rubí y los afilados colmillos que le herían los labios, el cabello

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negro que por lo general lo llevaba siempre como recién peinado ahora subía y bajaba como si

estuviera rebotando desde un trampolín.

Ninguno dijo una palabra durante el recorrido, el único sonido era el chillido de los ratones

escondidos en la oscuridad, el trote de sus zapatos y la agitación en sus respiraciones, tomaron un

atajo que los llevó a una amplia sala que aparentemente en una época servía como auditorio, al otro

lado colgado sobre una puerta estaba un letrero indicando que la siguiente sala era la de

Hemodiálisis donde encontraron a Tyler y sin duda alguna era el lugar donde tenían atrapada a

April Jones.

Max cruzó la habitación de prisa envolviendo el pomo de la puerta con su mano pálida, al

tirar de el, algo insólito e inesperado sucedió, el pomo cobró vida emergiendo con la forma de un

extenso brazo metálico que se clavó en su estómago empujándolo hacia atrás, al mismo tiempo que

la figura de un hombre cubierto de metal irrumpía como un monumento.

Baiel sacudió las alas agitando el viento frío para luego elevarse en el aire para defender a su

compañero, pero unas bandas elásticas atraparon sus alas deteniendo su vuelo y trayéndolo hacia

atrás, trató de liberarse, pero cuando sus manos tocaron las bandas se dio cuenta que en realidad era

piel.

– Nos volvemos a encontrar, pájaro enjaulado —dijo una voz conocida detrás de él.

Baiel giró la cabeza para ver al chico encapuchado que tenía la habilidad de elasticidad y con

quien se había enfrentado en el lago Wasky.

– Eres tú, el hombre elástico ¿Dónde están los otros tres fantásticos? —se burló— ¿La chica

invisible? ¿La antorcha humana? ¿El hombre roca?

– Me gusta tu buen humor —replicó apretando el agarre hasta provocarle dolor.

Max se levantó de un salto un poco desconcertado por el golpe, pero adoptó nuevamente la

posición defensiva con los colmillos de fuera.

El chico cubierto de metal dio un paso al frente golpeando las baldosas, tomando en ese

momento el color y la apariencia consistente del piso.

Ya no era metálico, parecía más bien un monumento.

– Asimilación —musitó Max viéndolo de pies a cabeza—, esa es tu habilidad.

Una sonrisa agrietó el rostro del chico monumento, usando la levitación estrelló su cuerpo

contra el de él, ambos dieron contra la pared, Max lanzó golpes, pero las macizas manos

envolvieron su pálido cuello donde brillaba el círculo negro. Las patadas, los rodillazos y codazos

no le causaban dolor, era como ponerse a pelear contra una pared de concreto.

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De reojo, busco a Baiel, pero las bandas elásticas del encapuchado lo tenían inmóvil, en el

forcejeo se percató de un humo negro que rodeaba a su contrincante.

– Eres... un... oscuro —tartamudeó al ver el éter negro que separaba del suelo al chico

monumento.

– ¡Bingo! —exclamó una voz conocida seguida por el chirrido de la puerta al cerrarse, era la

puerta de Hemodiálisis al otro lado.

Max estiró el cuello para ver al recién llegado por encima del hombro del monumento que

apretaba su cuerpo, sus ojos rojos se ampliaron de sorpresa y cólera al ver a Damián Black parado

frente a ellos. A su lado, Baiel tenía la misma cara de sorpresa.

– ¿Tú? —inquirió mostrando los colmillos.

Damián alzó los hombros despreocupado, al llegar al centro de la sala extendió las manos a

los lados y después de chasquear los dedos, sus manos se encendieron de fuego rojo como

refulgentes antorchas ardientes que ascendía iluminando las facciones de su rostro y dándole a su

cabello, la apariencia del chocolate al derretirse.

El fuego en sus manos, era el mismo fuego presente en todos los rituales de ligamento.

– Siempre he sido yo —contestó convirtiendo las llamas en bolas de fuego—, para ser líder

de una tribu no eres tan listo Maximus Cooper.

Baiel forcejeó para liberarse de las bandas elásticas que envolvían sus alas.

– Siempre sospechamos de ustedes, los oscuros —espetó.

Los ojos verdes de Damián se clavaron en él.

– No debemos conformarnos con simples sospechas.

– ¿Dónde está April? —demandó Max llamando su atención.

Él le sonrió, su sonrisa era veneno.

– Ella está esperando recibir su tratamiento —respondió observando la puerta donde colgaba

el letrero—, aunque conversión sería el término correcto.

Max volvió a darle golpes al monumento hasta que los pálidos nudillos se volvieron morados.

– ¿Por qué ella? —gruñó con los ojos rojos fulminantes.

El oscuro hizo una pausa para contemplar meditabundo las llamas de fuego que ardían en sus

manos.

– Ustedes se entrometieron en nuestro ritual con Matías Washington y yo personalmente elegí

a April Jones para completarlo.

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– ¡No te atrevas Damián! —gritó tratando de escapar, pero el oscuro, cuya habilidad le

permitía poseer la apariencia de lo que tocaba le dio un golpe con el puño macizo

obligándolo a caer de rodillas.

Damián levitó deteniéndose a unos centímetros de él, su sonrisa estaba embrujada de rabia y

ego.

– No malgastes tu energía, Maximus Cooper —dijo haciendo que las llamas subieran al techo

en mal estado como cuerdas—, las necesitarás para superar la pérdida de tu amada novia.

– Las necesitaré para acabar contigo, Damián Black —gruñó intentando levantarse, pero otro

golpe de su rival se lo impidió.

– Ya lo veremos —afirmó Damián acercando las llamas de fuego al rostro pálido del líder de

los translúcidos.

Max apartó el rostro para que el fuego no alcanzara su piel, pero era imposible luchar contra

la habilidad y fuerza del chico monumento que lo obligaba a permanecer en una sola posición.

La sonrisa de Damián se amplió, el resplandor del fuego parecía invadir también sus ojos y

estirando uno de los dedos de la mano derecha hizo que un hilo de fuego saliera quemando un

mechón de pelo negro de Max.

– ¿Por qué lo hacen? —gritó Baiel para distraerlo y que el fuego no avanzara— ¿Por qué

asesinan personas inocentes?

La mirada de Damián se desvió de su objetivo, apagando el fuego levitó rodeando a Baiel que

estaba sujetado por el hombre elástico, por unos segundos la rabia abandonó su expresión siendo

sustituida por la curiosidad mientras contemplaba las alas blancas.

– Me recuerdas a un viejo amigo.

El asombro y la curiosidad desaparecieron tan rápido como aparecieron y sus ojos verdes

parecieron volverse rojos cuando el fuego volvió a aparecer en sus manos mientras hacía una leve

señal a su compañero de brazos elásticos para que desenvolviera el extremo de una de sus alas.

Damián Black hizo que el fuego se uniera en una sola línea que avanzaba intentando llegar

hasta las plumas blancas y chamuscarlas, pero lo que no esperaba, era que el extremo libre del ala

era suficiente para Baiel, antes de que el fuego lo rozara la impulsó hacia atrás con todo el coraje

que contenía.

El hombre elástico impactó contra la pared provocando que los brazos elásticos

desaparecieran dejando libre las alas y retirando la capucha negra, revelando al fin su identidad.

Era otro estudiante del Spook High School y otro miembro del equipo de fútbol americano:

Socrate Fox.

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Las líneas de fuego se convirtieron en grandes olas de fuego rojo y anaranjado que se

abalanzaron sobre Baiel, la furia inundaba la mirada de Damián mientras el fuego salía de sus

manos, Baiel voló hacia una esquina del auditorio al ser presa de las llamas, pero el fuego no llegó

hasta él, comenzó a batir las alas de adelante hacía atrás con ímpetu provocando que el fuego

regresara contra su creador en forma de bolas, el oscuro sorprendido, trató de esquivarlas bajando

las manos y tirándose a un lado; pero una bola de fuego pasó rozándole la mejilla izquierda.

Alaridos de dolor se escaparon de lo profundo de su garganta mientras se retorcía en el suelo,

la piel en su mejilla había sido quemada dejando la carne roja en vivo y por primera vez desde que

habían entrado al viejo edificio una sonrisa se dibujó en la cara de Max.

Una cuarta persona apareció en la sala desprendiendo humo negro de los pies por la

levitación, Max y Baiel compartieron una rápida mirada al ver a Joss Ferguson de pie en el umbral

de la puerta, con las rastas amarradas en una sola cola.

Los dos no tuvieron la oportunidad de preguntarse cuál sería la habilidad del oscuro, pues la

silueta de su sombra se abalanzó sobre Baiel como una bestia salvaje golpeándolo, él sacudió las

alas tratando de defenderse, pero era imposible, era como intentar herir al viento.

La sombra se triplicó acorralándolo, pronto la sangre inició a brotar de su nariz y boca

manchándole las pulcras alas y los mechones de pelo platinado; Joss Ferguson tenía la habilidad de

manipular su sombra sin la necesidad de mover un dedo.

Las sombras no dejaron de golpearlo hasta arrastrarlo a los pies de Damián.

— ¡Mira lo que me hiciste! —le gritó Damián eufórico señalando su mejilla.

— ¡Tu mismo fuego lo hizo! —replicó Baiel escupiendo sangre.

El oscuro se llevó una mano a la cara quemada mientras descargaba su ira contra Baiel, las

alas desaparecieron dejando sólo el tatuaje negro cubriendo la mallugada espalda. Max luchó para

liberarse y poder ayudarlo, pero el chico monumento se lo impidió.

— Ha llegado el momento —anunció Damián— Chad, trae a nuestro apreciado Maximus

Cooper.

— Así que eres tú —masculló Max dándole codazos a su contrincante.

— Por supuesto —dijo él propinándole un rodillazo en la entrepierna para después arrastrarlo a

la otra sala.

La sala de Hemodiálisis continuaba igual a como la recordaba con el polvo revoloteando en

el aire y el suelo cubierto de residuos, el centro de la sala estaba adornado con velas encendidas en

un círculo exacto y los símbolos de ligamento se reflejaban en todo el lugar, Max logró ver otros

símbolos al igual de extraños trazados en las paredes y en el piso.

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Chad Mason tocó una silla de metal que había en la entrada volviendo su cuerpo metálico,

sus manos se aferraron a Max como resistentes grilletes imposibilitándolo.

Los ojos de Max ardieron por el humo que desprendía de una cortina de fuego que dividía en

dos partes la espaciosa sala, una voz que le resultó familiar habló desde el otro lado:

— Al fin llegas, amigo.

— Los vampiros son difíciles de cazar —respondió él observando su reflejo en una ventana de

cristal.

Max hizo caso omiso de la conversación que los dos sujetos iniciaban, lo que a él le

interesaba era ver a April Jones y cerciorarse de que estaba bien, pero ella no se veía por ningún

sitio.

Damián miró su desesperación a través del cristal, una sonrisa malévola se formó en sus

labios, después de unos largos segundos agitó los dedos para que la cortina de fuego desapareciera

dejando solamente una nube de humo asfixiante.

Los ojos de Max se tornaron rojos como si estuviera a punto de llorar sangre al ver a su novia

amarrada en una cama de diálisis con el vestido azul hecho trizas, los pies descalzos y el cabello

oscuro enmarañado.

— ¡April! —quiso gritar su nombre, pero su voz se escuchó como si estuviera en el fondo de

un fango.

Ella tenía la boca sujeta con un paño negro, pero su mirada decía muchas cosas.

April Jones no estaba sola, Benjamín Garroll, el líder de la tribu de los mitológicos empujaba

la cama al centro del círculo infernal con una sonrisa luciferina y los horrendos tentáculos de sus

manos enredados en los cabellos de ella.

Dos poltergeists con ropas negras lo escoltaban: una chica de largos cabellos rosados y del

otro lado un oscuro que también asistía al Spook High School, Charlie Dunn.

H

Kyle siempre había comparado el color de los ojos de su hermano con un espeso bosque

verde plagado de sorpresa, estupefacción, curiosidad, melancolía y turbación; pero ahora que lo

tenía frente a frente no lograba descifrar su mirada, era como si todo lo anterior se hubiera revuelto

estando a punto de estallar.

Era su hermano menor, la persona a la que más amaba en el universo y ahora estaba a un

paso de la muerte con el cuerno de Sátir rodeándole el cuello.

¿Qué habrá escuchado?

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¿Qué habrá visto?

– Lo...well –tartamudeó clavando las uñas en la pared, un charco de sangre se formaba bajo

sus pies.

– Así que lo conoces –replicó Sátir pasando una mano despreocupada sobre el abdomen de

Lowell.

Él se estremeció sin apartar la mirada de Kyle.

– ¡Déjalo ir, Sátir! –espetó alzando una mano.

El mitológico apretó el agarre sobre el cuello de Lowell haciendo que emitiera un gemido.

– ¡Baja la mano, translúcido!

Kyle al ver el temor en el rostro de su hermano bajó la mano volviendo a clavar las uñas en la

pared.

– Low no tiene nada que ver.

Un brillo cruzó por los ojos de Lowell al escuchar mencionar el diminutivo con el que desde

hace mucho tiempo nadie lo llamaba.

El entrecejo de Sátir se arrugó mientras veía entre los dos con curiosidad.

– Tienes razón, pero no esta tan mala la idea de convertirlo en un poltergeist... mejor aún, en

un mitológico.

El cortante cuerno se hundió atravesándole la piel, la sangre salió como tinta derramada, los

gemidos de Lowell se incrementaron mientras las lágrimas salían de sus ojos.

La mandíbula de Kyle se contrajo de rabia, Lowell Foster significaba todo para él; era la

razón por la cual se había trasladado a Spook City y por el que había decidido voluntariamente

poseer una entidad y convertirse en un translúcido para tener la posibilidad de estar más cerca de él

sin necesidad de ocultarse entre las sombras siendo un espectro errante.

Las líneas negras quemaron su piel volviéndose firmes y una ligera vibración recorrió sus

brazos hasta llegar a la yema de los dedos.

Un tanque de oxígeno colgado en el techo justo encima de donde estaba Sátir se convirtió en

su aliado, sólo tenía una oportunidad y si la perdía, perdería también la vida de su hermano menor.

Dejando escapar un alarido se llevó la mano al pie herido como una manera de disminuir el

dolor, Sátir se burló sin entender la verdadera intención, al levantar las manos, sus dedos

chasquearon liberando la energía que se conglomeraba. El tanque de oxígeno se desprendió de los

soportes cayendo sobre la cabeza del mitológico sin darle oportunidad para esquivar, los cuernos

desaparecieron perdiéndose bajo su pelo negro mientras su cuerpo se desplomaba contra el suelo.

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Lowell quedó inmóvil con los ojos abiertos como platos, Kyle se acercó cojeando con las

manos extendidas hacia el lugar por donde había entrado, las puertas se abrieron al sentir el roce de

los hilos invisibles para luego expulsar por ellas al cuerpo de Sátir hasta desaparecerlo entre las

sombras del abandonado hospital.

– Low

– No… quiero… escucharte –replicó con los dientes castañeando de temor, sin decir otra

palabra salió corriendo hacia el exterior.

– ¡Espera! –gritó mientras enviaba un mensaje de texto a Cedric Tucker.

Afuera la lluvia caía con más osadía queriendo ahogar la ciudad, la noche se había adueñado

de Spook City inundándola de oscuridad.

Lowell estaba de pie frente a la calle con los brazos cruzados protegiéndose del frío, estaba

absorto tratando de procesar todo lo que había acontecido.

– ¿Qué escuchaste? –preguntó Kyle acercándose a paso lento– ¿Qué viste?

La verdad era eminente.

Lowell comenzó a temblar, sus uñas hundidas en la piel intentando despertar de una pesadilla.

– Todo.

Una palabra que encerraba mucho.

El mundo oscuro alrededor de Kyle pareció girar como un torbellino gris, no estaba seguro si

era por lo cercano que estaba de la verdad o si se debía a la pérdida de sangre.

– Translúcido, poderes mágicos, mitológicos… fantasmas –Lowell hizo una pausa

atragantándose con las palabras– ¿Vas a decir que eres un fantasma o que estoy viendo

espejismos como Matías?

Kyle bajó la cabeza, logró ver su reflejo en el agua que se amontonaba en el suelo. A pesar de

que la visión no era perfecta diferenció los rasgos que conservaba de sus padres, aunque el cuerpo

que tenía ahora no era el suyo.

– Yo soy Kyle Foster.

Su hermano se dio la vuelta, al ver las líneas negras que envolvían como serpientes los brazos

de Kyle abrió la boca y la volvió a cerrar sin saber qué decir. Él bajó las manos juntándolas detrás

de la espalda como cuando era un niño sintiendo una herida dentro del pecho al ver que su hermano

lo miraba con miedo. Todo parecía soportable excepto el dolor de que su propio hermano le temiera.

– Eso ya lo sé –respondió Lowell después de haber reunido coraje para luego desviar la

mirada.

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Kyle volvió a contemplar su reflejo en el agua que se desdibujaba por la lluvia que caía,

había soñado tantas veces con el momento de revelarle la verdad a su hermano: que sí había muerto,

pero que su fantasma por alguna razón había quedado atrapado en esta dimensión.

Había imaginado muchos escenarios, excepto ese.

– Soy Kyle, tu hermano –reveló, las lágrimas se desbordaron de sus ojos mezclados con gotas

de agua.

Los ojos verdes de Lowell se clavaron en él hasta el punto de hacerlo estremecer. La

expresión en su rostro era ilegible.

– Mi hermano está muerto.

El pecho de Kyle se contrajo, era un dolor más fuerte que el de las heridas echas por Sátir.

– No estoy muerto… no del todo –afirmó.

Al ver la incertidumbre en la cara de su hermano comenzó a recitar el poema que le escribió

cuando era un niño:

“En la noche, en el extenso cielo

Nocturno

Danzan, giran y vuelan dos estrellas

Brillantes, blancas como marfil y ébano

Como luciérnagas atrapadas en botellas,

Juntas cruzan el espacio triste y sombrío

A veces la negrura oculta sus destellos

Congelándolas e hiriéndolas de

Frío,

Pretendiendo robar su esplendor y gloria…

Mientras decía los versos, el fantasma de Kyle Foster abandonó la entidad para nuevamente

volver a ser él mismo. La entidad cayó al suelo como un maniquí si vida, la lluvia traspasó su

cuerpo translúcido como si fuera sólo una sombra.

Su voz, su verdadera voz terminó de recitar los versos:

…Pero aun así continúan su danza

Giratoria

Uniendo su energía y brillo para vencer el

Miedo

Haciendo de la fatal travesía sólo un

Juego

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Para seguir gobernando el negro cielo

Embelleciendo las noches con blanco destello

Venciendo las sombras con un centello

Dejando huellas blancas con su vuelo

Y cuando la noche se vuelve más

Negra,

Su esplendor es suficiente para iluminar,

Las dos estrellas binarias siguen girando

Mientras en la tierra todos ojos las ve

Brillar.”

Lowell palideció con los ojos verdes de fuera escaneando de pie a cabeza al fantasma de su

hermano, su boca se abrió. Era él, a pesar de ser sólo una silueta los rasgos eran visibles: piel clara,

cabello rubio, ojos azules y lo más característico era que llevaba la misma ropa que usaba el día que

falleció.

Aunque todo su cuerpo se estremecía, las palabras salieron de su boca en un susurro.

– Kyle… eres tú

Kyle asintió, quiso caminar, pero sus pies se elevaron haciéndolo levitar.

– Sí, Low –afirmó, la lluvia no mojaba su cuerpo etéreo mientras caminaba–. Soy yo, tu

hermano.

Lowell se llevó las manos a la cabeza hundiendo los dedos en su cabello crespo empapado

por la lluvia. Con los pies temblorosos se acercó a él.

– Pero estas muerto.

Kyle sonrió, el reflejo que ahora veía en el agua acumulada bajo sus pies era la apariencia que

realmente le pertenecía.

– Mi cuerpo si lo está –admitió y luego de encogerse de hombros señaló su cuerpo

inmaterial–. Yo soy un fantasma.

Hubo un silencio nervioso.

– Eso quiere decir que todos estos años en los que he visto tu fantasma no estaba delirando –

se le escapó una carcajada como si hubiera estado conteniendo el aire.

– No estabas delirando. Siempre he sido yo.

Los ojos de Lowell se tornaron de un verde como el de los bosques espesos llenos de vida y

esperanza, la lluvia lo envolvía como un manto frío, pero no le importaba, el agua era vida para los

bosques verdes.

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Kyle lo miró a los ojos y en su rostro estaba plasmada la misma expresión de amor y

protección que tenía hacia él cuando eran humanos.

Los dos se atraían como estrellas binarias.

Ambos avanzaron con brazos abiertos, uno flotando y el otro corriendo.

– ¿Qué pasó? –exclamó Lowell mirando sus manos al traspasar como la lluvia al cuerpo

etéreo de su hermano mayor.

– Soy un fantasma –le recordó él–, los fantasmas somos intangibles –se devolvió para ver al

cuerpo inerte tirado en el suelo–. La única manera de que tengamos contacto físico es

estando dentro de mi entidad.

– ¿Entidad?

Kyle asintió, pero en ese momento Cedric atravesó las puertas de Emergencias con las ropas

negras rasgadas y algunas manchas de sangre. Al mirarlos se detuvo sorprendido.

Kyle alzó la mano saludándolo.

– ¡Qué bueno verte amigo!

Cedric asintió un poco aturdido mirando entre el fantasma, Lowell y la entidad.

– ¿Él ya lo sabe? –preguntó señalando a Lowell.

Kyle asintió.

– Sí, necesito que me cures.

Cedric parpadeó como si hasta ahora fuera consciente de la sangre que salía de las heridas en

el cuerpo de Kyle.

– ¡Espera! –intervino Lowell–. Tú también eres un…

– Soy un fantasma –afirmó Cedric–. Necesito que estés dentro –añadió refiriéndose a Kyle.

Kyle dio un profundo suspiro recordando la primera vez que poseyó la entidad, su cuerpo

inmaterial se desintegró como las gotas de la lluvia al colapsar contra el suelo siendo absorbido

nuevamente para darle vida a la entidad.

Un grito de dolor se escapó de su boca al poseer el cuerpo que estaba herido, pero Cedric se

dejó caer de rodillas a su lado retirando la bufanda que había usado como torniquete, sus manos

envolvieron la zona deteniendo la hemorragia y la piel se volvió a unir dejando sólo una cicatriz, al

finalizar hizo lo mismo con las heridas en la espalda y los rasguños.

El dolor desapareció dejando solamente la sensación de vértigo.

– Listo –dijo Cedric ofreciéndole la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

– Gracias, no sé qué sería de los translúcidos sin ti.

Cedric le dio un codazo en el costado.

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– Tienes algo pendiente y más importante que hacer.

Kyle asintió, sus labios ensanchados en una sonrisa, dándose la vuelta levitó hacia donde

estaba su hermano con los brazos abiertos y las lágrimas rodando sobre sus mejillas.

Ambos no dijeron nada, sólo se estrecharon en un fuerte abrazo que creó una barrera

impenetrable como cuando eran niños. La lluvia negra y gélida los envolvió, pero el calor de sus

cuerpos era suficiente para resistir toda oscuridad fría. Era como si estuvieran solos, como si el

único sonido fueran sus sollozos y el ritmo de sus corazones que palpitaban en una sola melodía.

H

El fuego de las velas en el círculo danzaba al compás del fuego rojo en las manos de Damián

Black, su mejilla quemada le otorgaba un aspecto más oscuro.

— ¿Le contaste a ella la verdad? —preguntó acariciando el borde de la herida.

Max volvió la atención a April, sostuvo su mirada recordando que fueron sus ojos los que lo

habían hechizado la primera vez que la conoció accidentalmente en las calles de Spook City.

— La verdad es que la amo — afirmó Max.

Benjamín sonrió aburrido acariciando la mejilla de April con uno de los flexibles tentáculos

de pulpo.

— El amor no es la única verdad, Maximus —gruñó.

Damián caminó al centro del círculo deteniéndose a la par del líder de los mitológicos.

— Ella ya sabe que tú eres un fantasma.

April, que aún mantenía los ojos fijos en Max, parpadeó, sus ojos se volvieron a inundar de

terror reparándolo de pie a cabeza como si estuviera tratando de descubrir lo que en realidad se

escondía debajo de la piel pálida de su novio, su mirada se detuvo al ver el círculo negro tatuado en

su cuello y en el brillo carmesí de sus ojos.

Max bajó la mirada avergonzado por perder el autocontrol, el color de sus ojos y los tres

círculos dibujados en su piel eran marcas que lo identificaban como un poltergeist, como algo no

humano; pero lo que más lo aturdía era ver el miedo en los ojos de su novia.

Los mismos ojos que tenían la capacidad de verlo con amor, también podían verlo con temor.

April dejó escapar unos gemidos tratando de librarse del paño que le impedía hablar.

– ¿Quieres decir unas palabras? —preguntó Damián iluminando el rostro de la chica con sus

fugaces llamas.

Ella asintió, uno de los tentáculos de Benjamín retiró el paño amarrado.

— ¡Max! —exclamó ella entre sollozos— ¿Qué está sucediendo?

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Max sintió que su pecho se dividía, hundió los colmillos en los labios hasta hacer que la

sangre brotara. Ningún dolor era comparado con el que sentía ahora. Cualquier palabra era

insuficiente para explicarle a la única chica que había amado lo que estaba sucediendo.

— April… lo siento —gimoteó, ahora las lágrimas se mezclaban con la sangre.

— Damián… Damián dice que eres un… —la voz se le cortó, tenía miedo de que lo que

saliera de su boca fuera verdad.

— Un fantasma —terminó diciendo él.

Sus ojos rojos escudriñaron a los ojos oscuros de ella buscando indicios del brillo de amor

que hubo en ellos horas antes en el jardín de la casa de Erwan Black, pero la sombra del miedo

había cubierto aquel brillo.

Ella no apartó la mirada, pero agitó la cabeza como si intentara despertar de una terrible

pesadilla.

— ¡No es verdad! —Ella gritó con la voz marchita.

— ¿A caso no escuchaste a tu novio? —alegó Benjamín.

— ¡Max es humano! —insistió ella fulminándolo de reojo

Benjamín se dio la vuelta ignorándola para luego juntarse en una esquina con Joss, Charlie, la

chica cabello rosado y Socrate Fox que estaba recuperando la consciencia.

– ¡Tú eres humano! —dijo, ahora era ella que lo veía de la misma manera que lo había visto

la primera vez.

La sombra del miedo había abandonado por un instante los ojos de April Jones volviendo a

estar llenos de amor sincero.

Él también debía ser sincero.

— No lo soy —dijo—. Soy un fantasma.

Ella refregó las uñas sobre el metal de la cama donde estaba sujetada.

– ¡No puede ser! ¡No puede ser!

Damián sonrió.

— No te preocupes, April. Serás igual que nosotros.

— ¡No la toques! —gruño Max mostrando los colmillos puntiagudos.

Los demás poltergeists levitaron formando un semicírculo alrededor de las velas encendidas

y cubrieron sus rostros con capuchas negras.

Damián apagó las llamas de sus manos dejando sólo un fino haz de fuego naranja que fluía

del dedo índice de su mano derecha.

— ¿Qué me vas hacer? —gimió ella contemplando con horror el dedo ardiente de Damián.

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— Un tatuaje —contestó él guiñándole un ojo.

El haz de fuego comenzó a trazar el símbolo de ligamento sobre la piel bronceada de April

Jones como si fuera un carbón encendido frotándose sobre un trozo de pergamino, los despavoridos

gritos vinieron a continuación, pero ella no era la única que gritaba, Max Cooper también lo hacía

gritando una y otra vez su nombre, los gritos poco a poco menguaron por miedo a perderla y por la

impotencia de no poder defenderla. De qué servía poseer habilidades inhumanas si no podía salvar

al ser humano que amaba.

– Este símbolo te unirá a nosotros cuando despiertes — dijo Damián contemplando satisfecho

la marca en la muñeca de ella.

Uno de los tentáculos de Benjamín se extendió hasta extraer un cuchillo de la bolsa trasera

del pantalón, la punta del artefacto brilló con una extraña luz roja infernal, Damián lo tomó entre

sus manos y Max lo reconoció de inmediato, era el mismo que el líder de los mitológicos había

usado para atacarlo en el teatro abandonado cuando conoció a Kyle.

Los poltergeists encapuchados comenzaron a recitar unas palabras extrañas en un idioma

desconocido que provocaron que la temperatura en la sala cambiara de inmediato.

— Demasiado tarde Max —suspiró Damián, levantó en alto el cuchillo y antes de que April o

Max dijeran algo dejó caer la mano hundiéndolo en el pecho de la chica.

Cuando la punta con brillo radiante penetró la piel, el cuerpo de April comenzó a

convulsionar mientras que la canción de los encapuchados se escuchaba más fuerte y estremecedora,

el fuego de las velas se elevó como fuente de agua ardiente y las manos de Damián Black se

encendieron haciendo que el cuerpo de April Jones ardiera con su malévolo fuego rojo.

H

Volar a la velocidad de la luz, eso es lo que Kyle sintió al ser teletransportado por el invisible

Devis Riley a través del largo y opaco pasillo del hospital abandonado.

Lowell, su hermano se había quedado con Cedric fuera del edificio acompañados por Allan

luego del esperado e inesperado encuentro; por fortuna Cedric había llegado justo a tiempo para

sanarlo de las heridas.

Cuando llegaron a una amplia sala con el letrero de auditorio en la entrada, Cedric, al cual

Devis había traído unos segundos atrás se encontraba junto a su amigo Baiel que estaba recostado

sobre la pared con algunos moretones aún visibles en el rostro.

– Tienes la dicha de ser muy rápido –dijo Kyle experimentando una sensación de vértigo al

poner los pies en el suelo.

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– Soy rápido, pero no tan rápido como la luz –admitió Devis acomodándose los lentes sobre

la nariz y arreglando un poco su pelo rubio que se había desacomodado.

A pesar de la situación, Kyle no evitó sonreír, Devis Riley aparentaba ser de las personas que

al conocerlas pareciera como si se conocieran de toda la vida.

– ¿Baiel, qué pasó?

Baiel no tuvo tiempo de responder, en ese instante varios gritos provenientes de la sala de al

lado hicieron que el techo del viejo edificio amenazara con venirse abajo.

Los cuatro, corrieron de inmediato hacia la puerta con el letrero de Hemodiálisis, un hedor a

muerte y ráfagas de fuego los recibió al entrar. Símbolos de ligamentos y muchos otros brillaban en

la habitación por las llamas que ardían en el centro.

Las alas de Baiel se agitaron como banderas en el viento disipando el humo, los ojos de Kyle

y de los demás se abrieron estupefactos al ver lo que sucedía: Max atrapado por Chad, Damián con

las llamas ardientes sobre el cuerpo de April que convulsionaba y Benjamín con cuatro

encapuchados recitando palabras extrañas en un semicírculo.

El fuego de Damián cambió de destino al verlos, olas de fuego corrieron a su encuentro, pero

Kyle levantando las manos desvió las llamas haciendo que salieran como un voraz incendio por la

ventana.

Uno de los encapuchados abrió la boca dejando escapar un grito inhumano que hizo que la

desgastada pintura de las paredes se cayera como plumas siendo llevadas por un viento osado, el

fuego de las velas ondeó como fuego de dragón; el impacto del grito hizo que Kyle, Baiel y Devis

se encogieran cubriéndose los oídos que zumbaban hasta casi explotarle los tímpanos. Cedric y los

demás poltergeists enemigos eran los únicos inmunes al grito sónico.

El grito hizo que Max saliera del estado de shock, Cedric tomó de la mano a Devis Riley para

que el ruido no lo afectara y señaló al encapuchado, Devis asintió y ambos desaparecieron como un

flash de cámara en dirección al grupo de encapuchados.

El primer objetivo de los dos fue el encapuchado que gritaba, sin esperarlo cayó al suelo de

un golpe dado por Cedric, la capucha se deslizó revelando a Charlie Dunn. Era él, el chico al que

todos llamaban playboy en el Spook High School era un poltergeist y poseía la habilidad de grito

sónico.

El grito cesó de inmediato dejando sólo un zumbido en el aire, el fuego rojo continuó

saliendo de las manos de Damián que aumentaba con cada segundo que pasaba, Kyle seguía

frenándolo mientras Cedric y Devis se enfrentaban con los demás, las líneas negras y su piel ardían

por el resplandor de las llamas y tenía que entrecerrar los ojos por el ardor que le provocaba.

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– ¡Tus manos parecen resistir, pero tus ojos no! –se burló Damián haciendo que el fuego

cambiara de rojo a azul violeta.

A pesar de que lo que el oscuro decía era verdad, Kyle no se dio por vencido e impulsó los

brazos tratando de mantenerlo alejado de sus amigos. Los tentáculos de Benjamín se veían por

todos lados tratando de atrapar a Devis que se desdibujaba como una silueta.

Cedric se abrió paso hasta donde estaba Max, pero sus golpes no le causaban ningún daño al

chico de metal y mucho menos logró evitar ser enviado por una patada a una esquina de la

habitación; Baiel también trataba de llegar hasta él, pero los brazos elásticos de uno de los

poltergeists le dificultaban el paso. Max, a pesar de que había vuelto en si no quitaba la vista del

cuerpo que aún ardía.

Kyle no trató de ver en esa dirección, lo menos que deseaba en ese momento era

desconcentrarse, las llamas aún brotaban de Damián como una fuente luminosa y fue entonces

donde recordó una ocasión cuando vagaba por las instalaciones de una metalurgia siendo un

espectro: el fuego derretía al metal

Girando las manos hizo que el fuego del oscuro se desviara y fluyera justo al sitio donde

estaba el chico metálico. Al darse cuenta, Damián dejó de expulsar fuego, pero ya era demasiado

tarde. Las olas alcanzaron la espalda del chico y de su boca salieron alaridos de dolor cuando el

metal comenzó a derretirse y quemar su piel, sus manos liberaron a Max, Kyle usó su habilidad para

traerlo hacia él.

Max se dejó caer de rodillas con la vista fija en el cuerpo sin vida de April, Kyle se dejó caer

a su lado y cuando le puso una mano sobre el hombro fue consciente del temblor que recorría todo

el cuerpo de su amigo, sus ojos llenos de lágrimas rodeados por ojeras muy oscuras como la noche.

Las llamas de fuego hicieron resplandecer el metal derretido en el suelo y el que Chad Mason

dejaba a su paso mientras se arrastraba sobre el suelo con varias quemaduras.

Kyle divisó a Cedric a través del humo, era el único en la sala con la habilidad para sanar,

pero él estaba atrapado tratando de librarse de varias sombras que lo rodeaban. Necesitaba a alguien

más, alguien rápido y veloz.

– ¡Devis! –gritó.

La figura de Devis Riley dio varios zigzags por toda la sala para luego materializarse frente a

él.

– ¿Qué necesitas? –preguntó.

– Lleva a Max a un lugar seguro.

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Devis asintió e inclinándose tomó el cuerpo pálido de Max entre los brazos y desapareció

dejando atrás unos espasmos en el aire.

Kyle se acercó al cuerpo de su prima que estaba en el centro de la sala, ella era irreconocible;

su estómago se retorció, no por asco, más bien por rabia.

– April Jones –musitó sin evitar que las lágrimas se desbordaran de sus ojos.

A pesar de que había compartido poco tiempo con ella, era su prima, la novia de Max Cooper

y era como una hermana para Lowell.

– ¿En realidad piensan que pueden detenernos? –preguntó Damián Black detrás de él.

– Si esa es la solución para detener los asesinatos de jóvenes inocentes en Spook City —

respondió Kyle–. Lo haremos.

Damián sonrió amargamente contemplando con fascinación las llamas que iniciaban a arder

en sus manos, era muy vanidoso. El fuego le daba un tono bronce a sus ojos verdes.

Kyle abrió las manos, las líneas negras ardieron en su piel, pero esta vez no era por el

resplandor del fuego, sino por la cólera y la injusticia.

– ¡Hazlo Pia! –dijo a la chica con capucha que estaba inmóvil en una esquina, ella era poco

visible a causa del humo oscuro.

La chica retiró la capucha, era delgada, su cabello rosado resplandeció por el fuego y la

mirada le daba una apariencia inofensiva hasta que sus labios rojos se juntaron dejando escapar

unos apacibles silbidos.

Los melódicos silbidos tejieron el aire como una nube de mariposas coloridas hasta llegar a

los oídos de Baiel que luchaba contra Socrate Fox que poseía la habilidad de elasticidad. Cedric, a

pesar de su habilidad también se vio entorpecido quedando atrapado por las sombras de Joss

Ferguson.

– Cada día que pasa, oscuros y mitológicos nos fortalecemos –replicó Damián dejando que el

fuego de sus manos estallara en dirección a Kyle–. No podrán contra nosotros.

Kyle dejó que la telequinesis brotara de sus dedos como si las líneas negras tuvieran la

capacidad de salir de sus brazos. Una bola de fuego rojo anaranjado se formó entre ambos cuando

las habilidades chocaron. Los símbolos trazados en las paredes y el suelo flamearon como si

intentaran fortalecer el poder del oscuro. La mirada de Damián estaba encendida de maldad y el

fuego se reflejaba en ellos como si fueran espejos.

Las olas de fuego aumentaron hasta rodear a Kyle como una neblina ardiente y aunque él

impulsaba las manos, el fuego no cedía, su cara y piel ardían como si estuviera palpando un cristal

candente. La pérdida de sangre provocaba que su cuerpo y mente se agotaran más rápido. Miró de

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reojo a sus amigos siendo atacados por los demás. Benjamín Garroll se carcajeaba mientras

descargaba su ira contra Baiel que estaba hipnotizado por los silbidos de Pia.

Humedeciendo su garganta, apartó la mirada, era algo desconcertante sentir la necesidad de

ayudar a un amigo y no poder. Si lo seguía haciendo iba a desconcentrarse y eso era lo menos que

deseaba. La concentración era vital para el uso de las habilidades.

Unas palabras hicieron eco en su subconsciente, era la voz de Max Cooper diciéndole una y

otra vez: Concentración.

Entrecerró los ojos, quizá así podría descifrar algún código secreto oculto en esa palabra,

pero su mente no estaba para acertijos.

El viento nocturno hizo que algunas gotas de la lluvia entraran por las ventanas rotas y fue

allí cuando supo que concentrarse no era solamente substraerse de la realidad, sino ser consciente de

pequeños detalles que podrían parecer insignificantes.

La lluvia al otro lado. La lluvia que no cesaba de caer sobre Spook City.

– ¡Te equivocas Damián Black! –exclamó reuniendo todas las fuerzas que le quedaban–. El

agua puede apagar cualquier fuego que parezca imparable.

Dando un alarido, liberó todo lo que estaba conteniendo, las llamas de fuego retrocedieron

como si estuvieran siendo contrarrestadas por un fuerte viento, Benjamín y los otros poltergeists

tuvieron que tirarse al suelo para protegerse, Damián recibió el impacto de la habilidad justo en el

pecho que lo hizo elevarse en el aire, el fuego aún brotaba de sus manos, por lo que Kyle tuvo que

dejarlo y usar su habilidad para apartar a sus amigos y traerlos hacia él donde el fuego no los

alcanzara.

Baiel cayó a sus pies con las alas moribundas manchadas de sangre y la cara llena de

moretones, Cedric se inclinó sobre él para sanarlo. Después de asegurarse que sus amigos estaban

bien, Kyle levitó hacia adelante para cerciorarse que Damián estuviera fuera de escena, pero no, él

no había salido al exterior.

Damián Black estaba colgado en la ventana, una fina e improvista varilla de metal se había

clavado en su hombro manteniéndolo colgado en el aire, el fuego en sus manos era como una vela a

punto de apagarse, los gritos de dolor hicieron eco en las paredes manchadas de símbolos negros.

En ese momento, Joss hizo que sus sombras se multiplicaran formando una barrera protectora entre

ellos y los translúcidos. Socrate estiró los brazos intentando liberar a su amigo de la varilla, pero al

halarlo, los gritos de Damián se intensificaban y la hemorragia aumentaba. Los tentáculos de

Benjamín intentaron hacer lo mismo, pero era imposible. El fuego desapareció por completo de las

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manos del oscuro, su rostro que antes brillaba de orgullo y vanidad ahora estaba opaco y lleno de

dolor.

– ¡Inútiles! –les gritó.

Con los pies y las manos pegados a la pared intentó forcejear para salir, pero la varilla lo

había atravesado y cualquier movimiento por más mínimo que fuera le provocaba más dolor. Al no

encontrar ninguna oportunidad y aunque no lo deseaba decidió usar la última alternativa que le

quedaba: abandonar la entidad.

Las alas de Baiel se expandieron en toda magnitud luego de ser sanado, Cedric y él levitaron

hasta donde estaba Kyle dispuestos a seguir luchando, pero en ese momento una voz que les era

familiar los detuvo en seco.

El fantasma de Damián Black había abandonado la entidad y flotaba en el aire a unos

centímetros del cuerpo inerte que estaba colgado en la varilla de metal. A como era de esperar el

fantasma y la entidad poseían características diferentes. El Damián colgado en la ventana tenía un

cuerpo atlético, tez clara, pelo como el color del chocolate y ojos verdes; pero el espectro que ahora

levitaba a unos centímetros del suelo era delgado, el pelo negro alborotado y los ojos marrón.

Eran totalmente diferentes, pero Kyle y Baiel lo conocían.

– ¡Dan Butler! –exclamaron al unísono.

Damián, en realidad era Dan, el antiguo compañero errante que vivía con Baiel en el teatro

abandonado mucho antes que Kyle.

Cedric los miró de reojo con el entrecejo fruncido al no comprender, del otro lado, Dan y los

demás tenían la misma expresión.

– ¿Lo conocen? –inquirió Cedric.

– ¿Me conocen? –preguntó Dan.

Kyle y Baiel asintieron.

Baiel bajó las alas y se acercó a él, Kyle miró en la mirada de su amigo el brillo de

melancolía cuando no se ve a un ser querido por mucho tiempo. Algo en su interior dolió.

– Soy Baiel –dijo, el brillo en su mirada hizo que una lágrima se desbordara.

La mirada de Dan también cambió y por un instante no parecía ser un ser siniestro y oscuro

capaz de asesinar a personas y ligarlas al mundo poltergeist.

– Soy yo –sus ojos empañados miraron a Kyle–. Y él es neutro.

Dan parpadeó sorprendido mirando entre ellos tratando de ver la verdadera apariencia de los

que algún día fueron compañeros y posiblemente amigos.

– ¿En realidad… son ustedes? –preguntó.

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– Lo somos –afirmó Baiel–. Ahora poseemos entidades como tú.

Dan flotó acercándose a Baiel, estaban tan cerca que Kyle pensó que iban a abrazarse como

él lo había hecho con Lowell hace unos minutos fuera del edificio.

– ¿Por qué hacen todo esto? –preguntó Kyle– ¿Por qué lo haces Dan?

Dan lo vio de reojo, ahora los veía como si sus ojos fueran capaces de verlos como realmente

eran. La primera vez que los conoció en la clase de Bilogía del profesor Davis le fue difícil darse

cuenta. Era difícil saber cuándo alguien era un fantasma teniendo ya una entidad. A demás

Barachiel y Kyle habían usado sus nombres de pila al ingresar al Instituto y él los conocía por Baiel

y neutro.

Afuera, una niebla oscura se apoderó de la calle arrastrándose hacia el hospital, Kyle desechó

la idea de que se tratara de una niebla común por que la lluvia seguía derramándose sobre la ciudad.

La niebla era densa, mortífera y oscura como el pelo fantasmal de Dan Butler, como un manto

negro cubrió el edificio. Al verla, la expresión en el rostro de Dan cambió, su mirada volvió a ser la

misma de Damián Black.

– Falta poco para que él vuelva a tener el control del mundo poltergeist –dijo mientras la

niebla que entraba por la ventana lo rodeaba.

– ¿Hablas de tu padre? –preguntó Cedric– ¿Erwan Black?

La niebla lo cubrió por completo, a él a Benjamín y a los otros poltergeists que lo

acompañaban dejando ver sólo las siluetas oscuras que iban desapareciendo mientras la oscuridad

se intensificaba.

– El Rey Oscuro –respondió Damián–. Él vendrá en una gran noche de fantasmas.

La niebla oscura estalló hasta cegar los ojos de todos en la habitación, cuando se disipó, Dan

Butler, la entidad de Damián y todos sus compañeros desaparecieron. Kyle, Cedric y Baiel salieron

al exterior con la intención de buscar indicios de ellos quedando sólo el cuerpo calcinado de April

Jones en la sala de Hemodiálisis.

– ¡Hermano! –gritó Lowell saliendo del otro pasillo del hospital, detrás de él venía Allan

Grant.

– ¿Ya lo sabe? –preguntó Baiel tratando de ocultar las alas para que no fueran tan obvias.

Lowell aminoró el paso al verlo y no pudo evitar que su boca se abriera de asombro al ver a

un ser humano con alas, aunque Baiel era un poltergeist con una entidad humana.

– Hoy se enteró –afirmó Kyle.

El frío y la lluvia cayó sobre ellos de inmediato, al ver que no había ningún rastro de oscuros

y mitológicos tomó a su hermano en un fuerte y necesario abrazo dándose la oportunidad de ignorar

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por un momento la realidad paranormal que los rodeaba: había recuperado a su hermano, Damián

Black era realmente Dan Butler y como si fuera poco, April Jones estaba muerta y su fantasma

ligado a la tribu de Erwan Black o a la de Benjamín Garroll.

Una noche más en Spook City.

Una noche de muertes y resurrecciones.

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POLVO AL POLVO

– ¡Emi, cariño! –gritó la Señora Scott desde la sala, con el delantal verde manchado de tierra

y el pelo castaño enmarañado adornado con pequeñas hojas.

– ¿Qué pasó mamá? —preguntó ella desde el pasillo que conducía al jardín con una maceta

con un cactus plantado en ella. Alissa iba detrás con otro recipiente a medio llenar, ambas

vestidas como expertas jardineras.

– Son las noticias —respondió el pequeño Gavin sentado en el suelo limpiando las hojas

largas de una planta.

El piso de la sala de la familia Scott estaba manchado con tierra negra y restos de plantas,

mientras caminaba Emilie notó que las huellas de tierra tenían la forma de los zapatos de su

hermano menor, al pasar por su lado lo reprendió con la mirada y luego se sentó al lado de su madre

que estaba con la vista fija en el televisor. Alissa optó por sentarse en un taburete cerca de Gavin.

– Encontraron... el cuerpo de April Jones... sin vida en el hospital viejo —informó Danna, su

madre, con voz lúgubre haciendo a un lado un mechón de pelo que le caía sobre la frente.

La maceta con el cactus cayó al suelo esparciendo la tierra por todos lados, Danna dejó a un

lado la planta que cuidaba para tomar en su regazo a su hija que estaba temblando de consternación.

Alissa se acercó a ellas para abrazar a su amiga. Emilie tomó su mano y en ese momento se sintió

débil al notar que su amiga a diferencia de ella no parecía afectada por la noticia, era algo que

siempre había admirado de su mejor amiga. Alissa siempre controlaba sus emociones. Ella no.

En la televisión, el noticiero local de la ciudad narraba el cruel asesinato de otra joven

víctima de las extrañas muertes que acechaban la ciudad. El viejo edificio estaba rodeado por

numerosos vehículos, incluyendo ambulancias, bomberos y patrullas de la policía. Emilie logró ver

la camioneta negra con la sirena parpadeante que pertenecía a su padre, el jefe de la policía de

Spook City. Después de unos minutos un grupo de paramédicos salieron al exterior arrastrando una

camilla con un cuerpo cubierto con una sábana blanca, uno de los pies estaba expuesto dejando ver

solo un miembro negro, completamente calcinado.

– ¡No puede ser! —exclamó Emilie llevándose las manos a la boca—. A April no... ella...

ella...

– Ella era nuestra compañera de clases —terminó diciendo Alissa.

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– Lo siento por sus padres —dijo Danna acariciando el cabello de su hija—. Si algo te

sucediera a ti... —hizo una pausa, el hecho de pensar que a su hija le pudiera suceder algo

similar le partía el alma—. No quiero ni imaginarlo.

Emilie tomó entre sus manos la mano de su madre trazando pequeños círculos con la llena de

los dedos sobre su piel.

– Tranquila mamá. Yo estaré bien. ¿No es así Alissa? —inquirió dándole un codazo a su

amiga.

Alissa no respondió, sus ojos estaban absortos en la televisión.

– ¿Alissa, estás bien?

– Sí... estoy bien —respondió ella, aunque sabía que en Spook City nadie estaba seguro—.

Sólo estoy anonadada con la noticia.

Emilie asintió, pero conocía demasiado a su amiga como para creer que su aspecto en ese

momento era de estupefacción.

Gavin se levantó dejando la planta sobre el suelo para ir a rodear el cuello de su madre.

– No te preocupes mamá, yo siempre estaré contigo.

Las lágrimas se desbordaron de los ojos de Danna Scott cayendo sobre el delantal manchado

de tierra negra.

– Lo sé cariño —dijo dándole un beso en la tupida cabellera.

– ¡Emilie Scott! —llamó una aguda voz masculina seguida por el golpe de la puerta principal

al cerrarse.

John Scott, el padre de Emilie y Gavin entró a la sala con rostro inexpresivo, la reducida

barba del mismo color de su pelo castaño le daban una apariencia mucho más seria y formal.

Llevaba puesto el uniforme azul oscuro de la policía.

Danna se levantó de inmediato contemplando a su marido con el ceño fruncido.

– ¿Qué pasó John?

Él se cruzó de brazos al llegar a la puerta que daba a la sala, un escalofrío recorrió la espina

dorsal de Emilie al ver el frío en los ojos de su padre.

– Necesito hablar seriamente con nuestra hija —respondió, luego le hizo una señal a su hijo

con el mentón—. ¿Puedes ir al jardín un momento, Gavin?

El pequeño Gavin juntó las manos detrás de la espalda para luego salir cabizbajo de la sala.

– Siempre me pierdo las mejores partes de las conversaciones de adultos —alegó dejando el

delantal con varias figuras de Batman en el taburete donde se había sentado Alissa.

– Yo... debo irme —añadió Alissa aclarándose la garganta.

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Emilie la fulminó de reojo.

– No te vayas amiga —masculló con los labios apretados.

Alissa alzó los hombros mirando entre ella y su padre.

– Tengo un compromiso familiar —comentó.

Antes de que Emilie protestara salió disparada en dirección a la puerta dando delicados saltos

como una bailarina de ballet con el pelo anaranjado moviéndose de un lado a otro.

– ¡Alissa! —gritó ella, pero su amiga ya no era visible.

– ¿Qué sucedió con Emilie? —demandó Danna al quedar solos.

John Scott dio largos pasos hasta estar frente a su hija, sus ojos inflexibles clavados en los de

ella mientras extraía una bolsa transparente de la chaqueta de policía.

– Quiero que me des una explicación —dijo extendiéndole el paquete— ¿Qué hacía tu

bufanda en la escena del crimen de April Jones?

Emilie dio varios parpadeos sin apartar la mirada de la bolsa en la mano de su padre, la

bufanda a rayas en blanco y negro era notable sin necesidad de extenderla e instintivamente se llevó

las manos al cuello donde siempre acostumbraba llevar colgada una. La bufanda de la que su padre

hablaba era inconfundible para alguien como ella que se había convertido en una coleccionista de

bufandas, además era una de sus favoritas, por esa razón se la había regalado a Kyle después del

beso que se dieron en la fiesta en la casa de Damián Black.

– ¿Es tuya? —demandó Danna al lado de su padre.

Emilie no respondió, miró a través de su hombro el noticiero que continuaba dando detalles

de la muerte de April Jones.

"Kyle" —pensó ella— "¿Qué hacía él en el hospital donde mataron a April?" —Algo en su

pecho se sentía demasiado pesado para respirar— "¿A caso tuvo algo que ver?"

– Emi —dijo su madre aminorando el tono en su voz.

– No es mía —respondió. A ella no le gustaba mentir, pero las mentiras a veces resultaban

mejor que las verdades—. La bufanda esta en mi cuarto.

John y Danna compartieron una rápida mirada.

– ¿Puedes traerla? —preguntó él, sus ojos ya no estaban tan fríos.

Emilie asintió; apagando el televisor se dirigió a su habitación agradecida por haber

comprado dos bufandas iguales y aunque su padre era el jefe de la policía de Spook City, prometió

que ella iba averiguar cuál era la conexión entre Kyle y la muerte de April Jones; aunque eso

significara que el cielo se partiera en mil pedazos como un cristal azul.

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Una ola de aire golpeó su cuerpo antes de llegar a las escaleras que conducían al segundo

piso, miró a ambos lados, pero las ventanas estaban cerradas y no había mucho viento en la ciudad;

pero fue el olor a su alrededor que hizo que se detuviera por unos segundos, el aire estaba

impregnado del perfume de su mejor amiga.

– Mi amiga no es invisible —musitó negando con la cabeza.

Alissa se había marchado minutos atrás.

H

– El alma de April Jones ha sido separada de este mundo. Hoy nosotros encomendamos su

cuerpo a la tierra; ceniza a la ceniza; polvo al polvo, con la esperanza segura y cierta de la

resurrección a la vida eterna de todos los que durmieron...

Las palabras del sermón del Reverendo continuaron difundiéndose por todo el cementerio

donde los blancos sepulcros yacían quietos como ángeles congelados, en lo alto de Spook City, las

nubes flotaban como globos de algodón puro y el fresco viento sacudía los gigantes eucaliptos

perfumando el ambiente; la verde grama cubría la superficie como una espesa alfombra.

Azul, blanco y verde; sólo un color no encajaba con la divinidad de ese día, el negro, el color

del luto que vestían todos por April Jones.

Lowell y los padres de April eran los que estaban más próximos al ataúd, Max también estaba

al lado de ellos, inmóvil como una estatua de mármol con unas gafas oscuras ocultando su tristeza y

su mirada roja de vampiro.

Kyle hizo intento de acercarse a él, pero la fuerte mano de Cedric se cerró alrededor de su

hombro deteniéndolo.

– A veces el dolor es mejor soportarlo solo —dijo mientras rodeaba con el otro brazo la

delgada cintura de Bri. Ella apoyó la cabeza en su hombro y el brillo rojo de su cabello hizo

que el color negro del vestido que llevaba puesto no se viera tan neutro.

Kyle asintió, él más que nadie sabía lo que era soportar el dolor, no sólo el dolor físico, sino

el dolor emocional y se preguntó si la habilidad de Cedric Tucker era capaz de sanar el dolor

profundo de un corazón partido por la mitad por la pérdida de un amor.

– En ocasiones siento que a pesar de poseer una entidad estamos separados de este mundo —

musitó Bri.

– No somos humanos —mencionó Lina tomando la mano de Baiel como si de él dependiera

su vida.

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Baiel comenzó a trazar el contorno de los copos tatuados alrededor de la muñeca de ella, los

copos relucían a la luz del sol con un tono plateado como el de su revoltoso cabello.

– Lo que importa es que estamos unidos dentro de este mundo —comentó apoyando su mano

en el hombro de su mejor amigo.

Kyle le devolvió el gesto, giró el rostro hacia atrás donde estaban Allan, Ellen, Devis y otros

estudiantes del Spook High School. Emilie Scott estaba entre ellos, sus ojos se encontraron con los

de ella, pero ella desvió la mirada de inmediato como si deseara evitarlo.

"¿Será por el beso?" —se preguntó devolviendo la atención al sermón.

H

– Max se quedará —informó Lina observado con tristeza a su hermano sentado sobre la

grama con las piernas cruzadas frente a la tumba de April.

La mayoría de las personas se habían marchado del cementerio luego de darles el pésame a la

familia Jones que fue la última en irse, sólo habían quedado unos pocos: los translúcidos, Lowell,

Emilie y sus amigos.

– ¿No creen que uno de nosotros debería quedarse con él? —preguntó Bri desde el asiento del

conductor del jeep.

– Yo me quedaré —dijo Kyle, después señaló a su hermano que estaba conversando con

Alissa al otro lado de la calle—. Necesito hablar con Lowell.

– Creo que necesitas hablar con alguien más —dijo Baiel apoyado en la puerta del vehículo,

Kyle siguió su mirada y se encontró con Emilie de pie debajo de un árbol con la vista fija

en el horizonte y los brazos cruzados esperando a su mejor amiga.

Él dio un profundo suspiro y espero a que el jeep rojo estuviera lo suficiente lejos para

dirigirse hacia el árbol donde estaba la chica bella como los unicornios.

– Hola, Emilie —dijo, algo en su estómago se alborotó al recordar la sensación de besarla en

la fiesta. Era como tocar el cielo.

La sensación en su interior fue rápidamente convertida en desconcierto al notar la

indiferencia en ella, Emilie no respondió y su mirada seguía puesta en otro lugar, ni el cabello

castaño que lo llevaba amarrado en una cola alta se movía. En ese instante sintió deseos de que la

tierra se abriera y desaparecer. La idea de que el beso que se dieron hubiera dañado lo que existía

entre ellos lo atormentaba. Se preguntó si los besos eran para unir o romper una relación.

– ¿Sucede algo? —La tierra no se abriría y él no era de los que se daban por vencidos.

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Emilie sacudió la cabeza como si tratara de organizar sus pensamientos, cuando lo miró sus

ojos azules no parecían embotellar el cielo, más bien un mar agitado.

– ¿Dónde está la bufanda que te regalé? —preguntó, su voz era fría como los copos de Lina.

La pregunta lo tomó por sorpresa, él estaba pensando en las reacciones adversas de los besos.

Se llevó las manos al cuello evocando la frescura y el aroma que desprendía la bufanda rayada de

Emilie Scott.

– Esta... en casa —Él vaciló, mentir a alguien a quien amaba no era bueno.

– ¡Mientes! —La voz de ella se elevó—. Mi padre es el jefe de la policía de la ciudad y la

encontró en el sitio donde asesinaron a April Jones.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Kyle, las mariposas en su estómago se habían

convertido en rocas y se llenó de miedo, no miedo porque el padre de ella hubiera encontrado la

bufanda, era miedo de perder a Emilie si le revelaba la verdad: él no era humano, era un fantasma

atrapado en un cuerpo humano.

No todos los fantasmas eran malos.

– ¿Quién eres en realidad Kyle Foster? —demandó ella, las lágrimas se asomaron en sus

bellos ojos.

Él bajó la mirada al suelo anhelando que fuera un libro lleno de las palabras exactas para una

explicación que era tan inexplicable, su mano derecha se envolvió en las gafas de sol colgadas en el

cuello hasta casi dañarlas.

– Yo puedo explicarte —afirmó alzando el rostro dispuesto a confesarle la verdad.

Ella giró el rostro secándose las lágrimas que insistían en derramarse.

Su voz era endeble cuando volvió a hablar.

– No quiero volver a verte —dijo, el viento sopló su cabello.

Las rocas en el estómago de Kyle se sintieron demasiado pesadas.

– Pero...

– Polvo al polvo.

Sin decir nada más salió corriendo hacia el coche de Alissa parqueado al lado de la calle, él

corrió detrás de ella, pero su hermano lo tomó del brazo deteniéndolo.

– Espera —dijo.

Alissa fue detrás de su amiga.

Kyle tomó la mano de su hermano apretándola fuertemente como si necesitara de sus fuerzas

para mantenerse de pie.

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– Emilie cree que estoy implicado en la muerte de April —dijo después que el vehículo de

Alissa se perdiera en la carretera.

Lowell se paró frente a él colocando ambas manos sobre sus hombros, a pesar de la situación

Kyle no evitó admirarse de lo mucho que su hermano había crecido, aunque biológicamente era

cinco años mayor que su hermano, ahora ambos tenían la misma estatura y la apariencia de un

muchacho de diecisiete años.

– ¿Por qué?

– Su padre encontró en el hospital viejo la bufanda que ella me regaló. Esa noche la usé para

detener el sangrado cuando me enfrenté contra Sátir. La dejé olvidada.

Lowell le dio un abrazo, Kyle lo necesitaba.

– Todo va a mejorar.

H

El cementerio quedó quieto y silencioso, Kyle continuó caminando después de despedirse de

su hermano y desearle buena suerte en su cita con Alissa Grant. El viento que había estado violento

se fue apaciguando y el aleteo de las hojas de eucalipto era apenas perceptible, su aroma se

mezclaba con el aire.

Cerró los ojos inhalando, necesitaba llenar los pulmones para sentirse vivo y acompañar a

Max, alguien débil no era mucho apoyo para alguien que también estaba débil. Se dejó caer al lado

de él sin decir nada. El silencio era medicina para el dolor. Max no se movió de su lugar, su mirada

estaba puesta en el epitafio inscrito en la lápida de mármol, una de sus manos estaba enterrada en la

grama verde y la otra sobre el abdomen acariciándose el ombligo con los dedos.

Los rayos del sol que se filtraban por las ramas de los árboles caían sobre él haciendo brillar

su tez como polvo de tiza.

– ¿Te quedaste? —preguntó, su cabello negro intacto resplandecía como las alas de los

cuervos.

– Cedric dijo que a veces el dolor es mejor soportarlo solo —contestó pasando las manos

sobre la grama, el cosquilleo se sentía confortable—. Sé que tiene razón, lo he vivido, pero

decidí quedarme contigo, aunque sea para ocupar un espacio.

Max hizo ademán de quitarse las gafas de sol, pero se abstuvo, no quería que Kyle mirara sus

ojos rojos y el color oscuro de las ojeras que los rodeaban. El cambio en el color de su mirada era

resultado del estado de ánimo y su corazón en ese momento estaba a punto de fallecer.

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– Gracias por quedarte —musitó, una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

Kyle también sonrió, no porque se sentía alegre del estado de ánimo de su amigo, sino que en

algunas ocasiones era mejor sonreír que llorar.

– Mi estado emocional es justificable —comentó Max al notar la angustia en el rostro de él—

¿Pero el tuyo?

La sonrisa desapareció tan rápido como había aparecido y el cosquilleo de la grama ya no le

resultó tan agradable por lo que comenzó a arrancarla con desdén.

– Emilie está segura que tuve algo que ver con la muerte de... April.

Una mueca de dolor cruzó por el rostro de Max al escuchar su nombre.

– ¿Cómo llegó a esa conclusión?

Kyle elevó la mirada al cielo. El cielo siempre le recordaría a Emilie Scott.

– Ella y yo nos besamos en la fiesta —reveló, sus mejillas se ruborizaron al recordarlo—. Me

obsequió la bufanda que llevaba para protegerme del frío y yo la perdí en el enfrentamiento

con un mitológico. Su padre que es policía la encontró.

Max miró de nuevo la lápida de mármol, su voz estaba contagiada de dolor cuando habló.

– El amor siempre trae consigo dolor.

Kyle asintió.

– ¿Qué le dijiste? —preguntó después de unos segundos.

– No me dio oportunidad para explicarle —contestó encogiéndose de hombros—. Ella no

quiere saber nada de mí.

Max se arrastró sobre la grama para estar un poco más cerca de él.

– Habla con ella —dijo colocando una mano sobre su hombro—. A veces perdemos a quien

más amamos por cobardía y por ocultarles la verdad.

Kyle relajó los hombros y respiró esperanzado, el aire ya no sabía a eucalipto, también olía al

perfume de su amigo. Un hormigueo recorrió sus brazos por lo que dejó que las líneas negras

aparecieran esperando que también tuvieran la capacidad de proporcionarle fuerza, valor y consuelo.

Estando con Max no tenía nada que ocultar.

Los ojos de Max Cooper continuaron por mucho tiempo puestos sobre el epitafio que decía:

"Somos polvo, somos eternos. La muerte es la puerta a la eternidad."

April Jones

1997 - 2015

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EL LIBRO DE CAIN

El Spook High School se asemejaba a un viejo y abandonado edificio debajo del manto de lluvia

que cubría toda la ciudad, el resplandor de los relámpagos le daba una apariencia aún más

terrorífica y fantasmal. El letrero que decía: “Bienvenidos al Spook High School, la casa de los

fantasmas”, estaba perdiendo el color por falta de mantenimiento; el director Harrison y el consejo

de padres habían decidido que por seguridad de los estudiantes era mejor cerrar el Instituto por unas

semanas mientras la policía realizaba las investigaciones sobre los jóvenes asesinados en los

extraños rituales en Spook City.

Max conducía en silencio con la mirada fija en la carretera, aunque trataba de ocultarlo

todavía sufría por la pérdida de su novia, pero lo que en realidad lo atormentaba era saber que el

fantasma de ella estaba ligado a la tribu de los oscuros o a la de los mitológicos y que en cualquier

momento sus caminos se iban a volver a cruzar. Kyle también estaba en silencio en el asiento del

copiloto jugueteando con el celular con la esperanza de que Emilie respondiera a uno de los tantos

mensajes que le había enviado, hace un mes que no la veía y lo poco que sabía de ella era gracias a

su hermano Lowell que por su estrecha relación con Alissa obtenía información.

El jeep descapotado iba delante de ellos con Lina en el volante y Baiel al lado, ya todos

estaban al tanto de su noviazgo por lo que Cedric y Bri que también iban con ellos, no eran la única

pareja inseparable; aunque a diferencia de ellos, Lina y Baiel no eran tan acaramelados. Ella aún

conservaba la frialdad y no le agradaban las escenas patéticas.

Los translúcidos no eran los únicos que se dirigían al Instituto, tres miembros de la Tribu

Real venían detrás de Max en un auto plateado, uno de ellos era el hijo menor de la reina Leilany

Kinhost, el cual había descubierto el paradero del Libro de Caín; Anna Hall, una atractiva chica con

el cabello blanco como la nieve, ojos negros como el carbón y con la capacidad de controlar la

electricidad y el otro era su novio, Demir Uzun, el que había luchado junto con ellos la noche del

lago Wasky.

Dos invisibles los estaban esperando cuando estacionaron a cierta distancia del Instituto, Kyle

los distinguió de inmediato a través del manto de lluvia, los ojos de Allan lo delataban, así como el

pelo rubio y los lentes a Devis Riley.

— Odio este clima —espetó Lina al salir del jeep.

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— A mí me gusta la lluvia –dijo Bri levantando el rostro para que las gotas la acariciaran, su

pelo rojo era como fuego bajo el agua.

Baiel tomó de la mano a Lina y Cedric la de Bri para luego levitar juntos a la acera para

protegerse de la lluvia.

El príncipe Sverre sonrió por el comentario de Lina, junto con sus dos compañeros sólidos

los siguieron levitando, Max fue el único de todos en no levitar, su habilidad de vampirismo le

otorgaba una considerable velocidad.

– Gracias por venir –dijo el príncipe a los dos invisibles que vestían de negro al igual que

todos.

– Es nuestro deber, príncipe –respondió Allan, ambos se inclinaron en señal de reverencia.

– ¡Pídeme ayuda en la próxima! –exclamó Devis al ver a Kyle.

Todos se giraron para ver al último en llegar.

– No te jactes de tu teletrasportación –replicó, levantando la mano le arrebató los lentes

haciéndolos flotar por encima de Devis como un avión de papel.

El invisible trató de alcanzarlos, pero fracasó porque Kyle los elevaba más alto, los demás no

contuvieron las risas, incluso los sólidos que la mayoría del tiempo parecían ser estatuas hechas de

cristal y no fantasmas atrapados en entidades.

Demir Uzun se aclaró la garganta, todos guardaron silencio.

– Debemos concentrarnos en la misión –recalcó señalando al Instituto.

El príncipe Sverre asintió, saco un rollo de papel que traía en el bolsillo de la chaqueta de

cuero y lo extendió, todos lo rodearon en un círculo para ver su contenido.

El rollo era una fotografía como el tamaño de las páginas del Libro Ente, la imagen era la de

un joven no mayor de diecinueve años con la tez blanca, ojos azul oscuro y el pelo largo y negro

como el azabache. Aunque era joven, su apariencia era safírica y escalofriante.

– ¿Quién es él? –preguntó Kyle.

– Caín Dark –contestó Max, sus ojos rojos sobre la imagen–. El primer oscuro.

– Es una copia de la entidad que Caín escogió para poseer –aclaró el príncipe—. Al sentirse

atrapado por los poltergeists que luchaban junto con mi madre para liberar al mundo de sus

maldades y oscuridades, su equipo eligió esta entidad con la intención de que él cambiara

su apariencia y huir.

– No lo logró –dijo Baiel.

– Nadie escapa de la justicia de la Tribu Real –comentó Anna Hall.

El príncipe sólido le ofreció la foto a Allan.

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– Gracias a la habilidad de Allan, rastreamos el libro hasta aquí.

– La primera vez que hice contacto con la foto tuve una visión del Instituto, pero ahora que

estamos cerca, podré ver con más exactitud la ubicación del libro.

Colocó el papel entre las dos palmas de la mano para después cerrar los ojos achinados en

dos finas líneas, Kyle se preguntó cómo funcionaba la habilidad de Allan, pero todo ocurría dentro

de su cabeza.

Después de unos minutos, abrió los ojos y cuatro palabras salieron de sus labios:

– Está en la biblioteca.

– ¿En cuál piso? –preguntó Cedric.

Allan apuntó hacia el segundo.

– ¿Seguro? –inquirió Baiel apartando un mechón platinado que caía sobre su ojo derecho.

– La habilidad de Allan es noventa y nueve punto nueve por ciento de segura –contestó Devis.

Allan y él se sonrieron.

– Deberíamos de discutir la manera de entrar y no la eficacia de las habilidades –interrumpió

Anna haciendo que todos se paralizaran.

– Estoy de acuerdo contigo –añadió Lina parándose frente al edificio como si fuera ella sola

contra todo el mundo–. Hay dos conserjes que se encargan de la seguridad, así que tenemos

dos opciones: entramos y pasamos por desapercibidos o…

– ¿O qué? –exclamó Bri.

– O hacemos que no nos vean.

Baiel sonrió mirando con admiración a su novia, aunque Kyle notó que su amigo no era el

único que veía a Lina Cooper de esa manera, el príncipe sólido no despegaba sus ojos dorados de la

princesa de hielo.

– Las dos opciones me parecen viables –comentó la chica sólida.

Demir le guiñó un ojo en respuesta, lo que hizo que Kyle terminara de convencerse de que

los sólidos no eran estáticos, inmóviles y carentes de sentimientos.

– ¿Algún plan? –preguntó el príncipe a Max.

El líder de los translúcidos asintió.

– Entraremos, no hay tiempo que perder –dijo elevando la voz–. Cedric, Lina y Bri, necesito

que ustedes se queden aquí para vigilar. Kyle y Baiel irán conmigo.

– ¿Nosotros? –quiso saber Allan.

– Irán con nosotros –dijo–. Devis, tú te encargarás de teletransportar a Allan, al príncipe, a

Anna y a Demir. Necesitamos llegar a la biblioteca lo más pronto posible.

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– Yo me quedaré –intervino Anna–. Los conserjes necesitan distracción.

El príncipe asintió. La chica sólida elevó las manos en dirección a los cables eléctricos y

como si fueran dos polos opuestos atrajo la electricidad hacia sus manos, corrientes eléctricas

envolvieron sus dedos originando chispas blanquecinas, la luz en las farolas y en el Instituto

parpadearon.

Todos miraron boquiabiertos a Anna Hall.

– Quédate aquí con los translúcidos –dijo el príncipe a Demir.

El sólido cabello de plata asintió con una leve inclinación de cabeza.

– Recuerden que no somos los únicos que buscamos el libro –comentó el príncipe, él no

necesitaba alzar la voz, su tono infundía respeto–. Oscuros y mitológicos también lo buscan,

nuestro deber es encontrarlo y no permitir que lo encuentren. Un libro en manos

equivocadas se convierte en un arma letal.

– ¿Listos? –preguntó Max.

– Listos –contestaron todos en coro.

El bullir de las voces de sólidos, translúcidos e invisibles hizo que el corazón, la adrenalina y

el coraje en el cuerpo de Kyle explotaran. Las líneas negras aparecieron tatuando sus brazos, sentía

una extraña, pero agradable energía recorriendo cada célula de su cuerpo. Imaginó que la energía en

su interior era como la electricidad chispeante en las manos de Anna Hall.

Los tatuajes que simbolizaban las habilidades aparecieron sobre la piel de todos los

poltergeists: los círculos de Max, los rayos del sol sobre la nuca de Cedric, las hojas multiformes en

los antebrazos de Bri, los copos brillantes de Lina, un ojo en la mano derecha de Allan, una espiral

era visible bajó la tela rala de la camiseta de Devis justo en el pecho, palabras escritas en diferentes

idiomas cubrían los brazos del príncipe, un relámpago dibujado en el antebrazo de Anna, los únicos

que no eran visibles eran los tatuajes de Baiel y Demir.

Anna Hall fue la primera en actuar, las chispas en sus manos se convirtieron en corrientes

eléctricas que se volvieron hacia los cables de alumbrado del Instituto, las farolas parpadearon y

después de unos segundos la oscuridad se apoderó del Instituto.

– ¡A volar! –exclamó Baiel quitándose la camisa negra y amarrándola alrededor de la cintura.

Aprovechando que las calles estaban desiertas por la lluvia, saltó de la acera desplegando las

alas blancas las cuales resplandecieron en medio de la oscuridad. Se elevó del suelo batiéndolas de

adelante hacia atrás.

– ¿Te gustaría ser el primero? –preguntó señalando a su amigo.

– Soy todo tuyo –bromeó Kyle acercándose.

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Los labios de Baiel se expandieron en una sonrisa, envolviéndolo con los brazos le susurró:

– No te aproveches. –Él miró a Lina por encima del hombro de su amigo–. Ahora tengo novia.

Lina se sonrojó, sus ojos oscuros brillaron como los copos, antes de que Kyle bufara, Baiel se

elevó hacia el segundo piso con las alas moviéndose como el viento.

– Majestad –dijo Devis tendiéndole una mano al príncipe cordialmente.

El príncipe Sverre asintió, luego de echarle una corta mirada taciturna a Lina Cooper tomó la

mano del invisible, los dos desaparecieron dejando ver solamente una silueta borrosa.

Lina, Cedric, Bri y Demir se esparcieron por el aparcamiento, mientras Anna se dirigía a la

primera planta para hacerse cargo del conserje.

Devis Riley apareció segundos después materializándose como un rayo en medio de los dos

poltergeists que habían quedado: Max observando con los ojos rojos hacia el segundo piso y Allan

con el celular en las manos enviando un mensaje de texto.

– Lo siento por la tardanza –dijo poniendo una mano sobre el hombro de su compañero de

tribu–, tuve que hacerme cargo del segundo conserje.

Max y Allan se vieron entre sí impresionados.

– Pero, te acabas de ir –mencionó Max.

– Soy rápido.

Antes de que Max respondiera, tomó de la mano a Allan saliendo disparado hacia el interior

del Instituto.

H

– ¿Dónde queda la biblioteca? –preguntó Baiel.

Anna había restablecido la energía eléctrica después de haberse encargado de los conserjes

con Devis Riley.

– Al otro lado de las escaleras –gritó Allan que ocupaba el primer lugar en la fila.

El príncipe iba detrás de él seguido por Baiel, las alas se habían evaporado quedando sólo el

tatuaje negro que se extendía por toda su espalda como el sol de Cedric Tucker.

– Se nota que nunca has entrado a la biblioteca –dijo Kyle detrás de él.

– No sabía que había una en nuestro piso –dijo viéndolo por encima del hombro.

– Es poco frecuentada –comentó Devis.

– Los profesores sólo dejan entrar a estudiantes con permiso –agregó Max que iba de último

cuidando la retaguardia–. Es una biblioteca de libros antiguos.

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– ¡Aquí es! –informó Allan al llegar a una puerta doble con un letrero que decía: “Biblioteca

de Colección de Libros Antiguos.”

– Devis, debiste quitarles las llaves a los conserjes –dijo Baiel apuntando unas letras poco

visibles debajo del letrero advirtiendo que el acceso era restringido.

– No necesitamos llaves –intervino el príncipe.

Todos se hicieron a un lado dejando espacio para que el príncipe tuviera acceso a la puerta,

una de sus manos tomó su cinturón y tiró de el, no era un simple cinturón, era un látigo de plata con

una hebilla de piedras y el extremo puntiagudo compuesto de un material manipulable que

cambiaba según la necesidad, en ese momento tomó la forma de una llave encajando a la perfección

en la cerradura.

– Yo necesito un cinturón así –comentó Baiel.

El príncipe se sonrió mientras se ajustaba de nuevo el cinturón.

– Mi habilidad no es tan ofensiva como la de ustedes, por esa razón necesito un arma para

defenderme.

La biblioteca era amplia como el tamaño de dos salones de clases, el aire olía a libros viejos y

los estantes rústicos estaban ordenados en grandes filas repletos de libros divididos por secciones,

Kyle cerró los ojos mientras sus pulmones se llenaban del inigualable aroma.

– ¿En qué sección está el libro? –preguntó Devis mirando los quietos estantes que se

asemejaban a las estatuas silenciosas de un museo.

– Literatura Antigua –contestó Allan observando la inscripción en el estante frente a él–. Es

grueso, antiguo, gris y letras negras.

– Espero que sea el único libro con esas características –bromeó Baiel tomando un libro de

Historia Antigua que poseía las mismas características que Allan mencionó.

– Me parece que no –suspiró Devis.

– Debemos examinar uno por uno –dijo el príncipe.

Todos asintieron y se esparcieron por todo el lugar examinando sección por sección, estante

por estante y libro por libro. Los ojos de Kyle viajaron de un lado a otro disfrutando de la vista, él

perfectamente podría vivir en un sitio lleno de libros, pero no estaba en la biblioteca para perderse

en ella, su deber era encontrar el Libro de Caín, así que sólo se permitió el placer de rozar el lomo

de los libros mientras continuaba con la búsqueda.

“¿Cómo no pensé en venir a robar libros aquí cuando era un errante?” –pensó tomando un

libro del estante cuyo título no se acercaba en lo más mínimo del que buscaban.

– ¡Príncipe Sverre Kinhost! –gritó Allan desde algún rincón de la biblioteca.

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Al llegar donde Allan, el príncipe sólido ya estaba con él.

– ¿Lo encontraste? –preguntó.

Allan asintió mostrándoselos.

El libro no tenía a simple vista un rasgo particular que lo diferenciara del resto de los libros

de la sección de Literatura Antigua: pasta gruesa y gris, título negro lustroso y grosor considerable;

fácilmente podría confundirse con cualquier otro libro.

– ¿Liber de Caín? –preguntó Kyle señalando el título.

– Es latín –aclaró el príncipe.

– ¿A caso Caín…

Un alarido estalló en el exterior del Instituto causando que el edificio se estremeciera y que

los estantes se sacudieran derramando libros sobre el suelo.

– ¿Qué sucede? –gritó el príncipe cubriéndose los oídos.

– Es Charlie Dunn –respondió Kyle apoyándose en la pared–. Ellos están aquí.

– Siento que los oídos me van a estallar –se quejó Allan.

El grito sónico de Charlie se extendió por varios minutos quedando al final sólo el eco, hasta

ese momento Kyle se dio cuenta que él, el príncipe y Allan estaban echados sobre el suelo con las

manos a ambos lados de la cabeza.

– ¿Están bien? –preguntó ayudándolos a levantarse.

– Un poco aturdidos –respondió el príncipe sacudiéndose el polvo de la ropa, aunque no era

una vestimenta con los colores reales, era el traje de un poltergeist de la realeza.

– Llegamos justo a tiempo –suspiró una voz masculina.

Owen Henderson y Joss Ferguson estaban frente a ellos vestidos de negro como la oscuridad,

uno era mitológico y el otro un oscuro, pero igual de peligrosos.

Kyle se ubicó delante de Allan y del príncipe al recordar que, de los tres, él era el único que

poseía una habilidad defensiva, además por los sonidos de al lado, era evidente de que Max, Baiel y

Devis estaban en un enfrentamiento con otros poltergeists.

– Pero si contamos con el honor de tener a un príncipe –se burló Owen haciendo una leve

inclinación de cabeza, llevaba el pelo rojizo suelto y desordenado.

Joss hizo una mueca de repugnancia mientras ajustaba sus rastas en un moño.

– ¡Pagarán por los crímenes cometidos en la ciudad! –advirtió el príncipe con voz sólida

como los círculos de oro de la corona real.

Owen resopló para luego expulsar humo azul de la boca que se disipó en el aire.

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– Owen y yo sólo estamos aquí por una razón –dijo Joss–. Si nos entregan el Libro de Caín,

todo terminará.

El príncipe tomó el cinturón blandiéndolo para convertirlo en látigo, con el látigo en una

mano y el libro en la otra caminó hacia el frente donde estaba Kyle.

– No lo entregaremos –aseguró–. El Libro de Caín ahora estará bajo la protección de los

sólidos.

Los ojos celestes de Joss se ampliaron inyectados de rabia, la silueta de su sombra vibró a su

alrededor.

– ¿Cómo te atreves a decir que el libro pertenecerá a tu tribu?

El príncipe Sverre Kinhost dio un paso adelante, su látigo golpeó el piso delante de él

abriendo grietas como vasos sanguíneos rotos bajo la piel.

– Yo como príncipe sólido tengo la autoridad y poder de tomar decisiones.

Las sombras de Joss se multiplicaron, eran oscuras y negras como la noche que rodeaba al

Instituto.

– ¿Estás seguro príncipe? –preguntó Owen–. No creo que puedan contra nosotros.

Al abrir la boca el humo volvió a salir, sólo que ahora era de color amarillo, virulento y

mortífero.

– Hablo porque estoy seguro –contestó, los ojos dorados del príncipe brillaban como el oro.

Candente y poderoso.

– Los príncipes muertos no tienen corona –espetó Joss.

Las sombras negras avanzaron hacia ellos intentando rodearlos, Kyle levantó las manos

dispuesto a contraatacar; pero las sombras se esfumaron de inmediato después de que el cuerpo de

Joss cayera al suelo.

Owen desconcertado abrió la boca expulsando humo a su alrededor en un intento de

protegerse de la fuerza invisible que atacaba a Joss, pero cuando menos lo esperó recibió un golpe

en la entrepierna haciéndolo caer y quejarse del dolor.

– ¿Qué pasó? –preguntó Kyle mirando a sus compañeros, pero el príncipe estaba igual de

sorprendido que él, el único con una sonrisa triunfal en la cara era Allan Grant.

– Creen que por ser hombres pueden ganarle a una chica –dijo una voz femenina conocida,

mientras Owen seguía siendo golpeado.

Kyle entrecerró los ojos tratando de localizar a la persona que hablaba, pero la voz se

escuchaba justo al frente de ellos.

– ¡Viniste! –exclamó Allan.

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Kyle lanzó una mirada al invisible desconcertado, pero al volverse al frente algo llamó su

atención: el aire se agitaba en un espacio de más de un metro distorsionando la imagen de los

estantes al fondo, en un abrir y cerrar de ojos una chica que era conocida y vestida de negro como

un poltergeist y con el pelo naranja brillando por el resplandor de las lámparas se materializó

delante de sus ojos.

– ¿Alissa?

La chica le sonrió alzando los hombros.

– Soy poltergeist, soy invisible… literalmente –dijo, al sentir los ojos dorados del príncipe

Sverre sobre ella se inclinó en reverencia.

Kyle fulminó a Allan por el rabillo del ojo.

– Alissa es mi hermana –dijo.

“Lowell –pensó él– ¿Qué será de mi hermano cuando sepa que la chica que le gusta es un

fantasma?”

– Aunque no lo parezca, odio ser el centro de atención –intervino ella pasando por encima de

Owen y Joss–. Hay más de ellos en el Instituto y será mejor llevar el libro a un sitio seguro.

– Alissa Grant tiene razón –dijo el príncipe.

Ella asintió para luego tenderle una mano a su hermano, Allan la tomó sin vacilar.

– Si somos invisibles nadie nos notará –añadió ofreciéndole la otra mano al príncipe.

– Es hora de marcharnos –agregó Allan tomando la mano de Kyle.

Cuando todos estaban tomados de la mano, Alissa inhaló y se volvieron completamente

invisibles al ojo humano para después levitar buscando la salida.

La lluvia y los relámpagos que continuaban cayendo sobre la ciudad se veían a través de las

ventanas, Max y los demás ya no se encontraban en el otro salón de la biblioteca y cuando salieron

a los pasillos del segundo piso los encontraron completamente desolados y en silencio, los únicos

sonidos que se escuchaban eran los que provenían del primer piso, por los ecos estrepitosos era

evidente que se estaba llevando a cabo un enfrentamiento.

– Lina, Anna y los demás están evitando que oscuros y mitológicos lleguen aquí arriba –

señaló Alissa cuando estaban sobre las gradas donde los pasillos se dividían.

Kyle echó un vistazo al primer piso donde sus amigos luchaban contra la tribu de Benjamín y

Erwan en una colisión de habilidades destruyendo todo a su alrededor, logró atisbar los copos de

Lina Cooper congelando las bolas de agua que lanzaba una chica de cabellos azules y a Cedric

tratando de llegar hasta donde estaba Bri tirada en el suelo con varias heridas en los brazos que

tenían el tamaño del aguijón de Corpin.

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– Tenemos que ayudarlos –dijo.

– Nuestra prioridad es el libro.

Allan fortaleció el agarre alrededor de su mano mientras Alissa los siguió conduciendo más

allá de las gradas, cuando estaban frente al salón de biología, Kyle pensó que la habilidad de la

chica invisible tenía fecha y hora de caducidad, pues los cuatro se estrellaron contra una pared

tirándolos hacia atrás.

– ¿Qué pasó? –preguntó Allan sobándose la nariz.

– No lo sé –se quejó Alissa poniéndose de pie.

– Estas no son horas de clases –dijo una voz.

Los demás se pusieron de pie de inmediato. La figura de un hombre con las propiedades de la

pared surgió ante sus ojos, todo su cuerpo parecía el de una estatua, excepto el rostro que era

humano todavía. Kyle lo reconoció de su clase de biología: Chad Mason, jugador de fútbol

americano, amigo de Damián Black y un oscuro con la habilidad de asimilación.

Las líneas negras en los brazos de Kyle ardieron al recordar que fue Chad el que sostuvo a

Max en el hospital viejo obligándolo a ver el ritual de ligamento de April Jones, sus manos se

elevaron dispuestas, pero el oscuro actúo antes propinándole un puntapié en el estómago lanzándolo

contra la pared, Alissa extendió una mano en un intento de volver invisible al príncipe, pero el

oscuro le dio en la cara tirándola al suelo.

– ¡Hermana! –exclamó Allan inclinándose sobre ella.

El príncipe retrocedió al ver a Alissa inconsciente.

– Entrégame el libro príncipe Sverre Kinhost –dijo Chad–. Nadie más saldrá lastimado si lo

haces. Los príncipes deben tomar buenas decisiones para proteger a los suyos.

Los ojos dorados del príncipe se clavaron en él como las afiladas puntas de una corona.

– Si te lo entrego, no los estaré protegiendo –replicó.

El látigo de plata se elevó en el aire como una serpiente envolviéndose alrededor del cuello

de Chad donde había carne, el extremo que estaba compuesto de material manipulable se volvió

como un alambre de púas hundiéndosele en la piel.

Chad bramó de dolor, sus manos se aferraron alrededor del látigo intentando librarse, pero le

fue imposible. Al no encontrar salida, hizo que su cuerpo se modificara tomando la propiedad del

metal. El látigo se deslizó cuando el rostro se volvió metálico también.

– Quise ser cortes porque eres un príncipe –espetó tomando el látigo entre sus manos de

metal–. Pero al parecer no te gusta ser tratado como tal.

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Chad jaló con fuerzas el látigo trayendo al príncipe para arrebatarle el Libro de Caín, pero el

príncipe lanzó el libro por encima de él antes que estuviera a su alcance.

– ¡Corre Kyle! –gritó.

Kyle que se estaba recuperando del golpe alcanzó el libro usando su habilidad y obedeciendo

la orden del príncipe corrió de vuelta por donde habían llegado aferrando con ambas manos el libro.

– ¡Te arrepentirás príncipe! –gruñó Chad tomando una de las extremidades del príncipe

sólido para luego doblarla en un ángulo extremo y extraño.

El príncipe Sverre se desplomó sobre el suelo quejándose al no soportar el dolor.

– Los príncipes son débiles –dijo con una sonrisa en el rostro.

Kyle siguió corriendo aún después de haber escuchado el grito de agonía del príncipe, el

pasillo frente a sus ojos se extendía como un laberinto interminable y los pasos metálicos de Chad

se escuchaban a sus espaldas acercándose cada vez más.

– ¡Regresa translúcido!

El sonido de la tormenta y las zancadas de Chad aumentaron su ritmo cardíaco, el Libro de

Caín se sentía pesado entre sus manos como si la maldad que estaba atrapada entre las páginas

cobrara vida. Un brillo platinado iluminó el fondo del pasillo, al principio pensó que se trataba del

resplandor de los relámpagos, pero al acercarse el resplandor tomó forma de alas; era Baiel.

Su amigo no venía solo, así que tuvo que agacharse para que pasaran. Demir, se soltó de los

brazos de Baiel derribando a Chad. El oscuro cubierto de metal lanzó varios golpes al sólido, pero

éste no se inmutó.

– ¿Qué diab…

Un puño fuerte de Demir justo en la cara le impidió terminar de formular la pregunta.

– Soy Demir Uzun, un sólido y mi habilidad es la durabilidad.

Chad escupió sangre sobre el piso, sus ojos llenos de odio fulminaron a Devis, a Baiel y a

Kyle que estaban con Allan y Alissa valorando la condición del príncipe. Una sonrisa amarga

apareció en su cara de metal.

– No canten victoria –dijo, luego de darle un vistazo al Libro de Caín en las manos de Kyle

levitó hasta atravesar una ventana de cristal arrojándose al vacío donde los brazos de la

oscuridad lo recibieron.

– ¿Qué pasó abajo? –preguntó Allan.

– Benjamín y los demás huyeron al enterarse que la reina y los demás sólidos venían con

refuerzos –informó Baiel.

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H

La Biblioteca Triangular en la residencia de los sólidos en Konink Stad estaba atestada de

poltergeists, pero, aun así, continuaba siendo amplia y esplendorosa. La reina Leilany Kinhost

ocupando su respectivo lugar en la silla frente al escritorio; el príncipe Sverre que ya había sido

curado por Cedric se encontraba de pie a su lado izquierdo y el príncipe Rune a su costado derecho.

También estaba otro sólido que al igual que Allan tenía rasgos asiáticos, sólo que éste tenía el pelo

blanco, ojos grises y las pestañas y cejas color ceniza como las ropas que vestía.

Jeremy Grant y Maximus Cooper estaban sentados frente a ella, con Lina y Allan de pie

detrás de ellos. Kyle había decidido quedarse con Cedric, Bri y Baiel cerca de la estatua de mármol

y cristal que los vigilaba con los ojos de esmeralda.

– ¿Si el propósito de Erwan Black y Benjamín Garroll es crear un ejército? –preguntó

Jeremy– ¿Para qué necesitan el libro de Caín?

La reina fijó la mirada sobre el libro que estaba descansando sobre el escritorio, las letras

lustrosas y negras no contrastaban con los colores de la infraestructura de la biblioteca. Sus ojos se

movieron hacia al lado donde estaba la copia de la entidad de Caín. Su mirada se tornó fría como

piedras preciosas.

– Caín Dark nació siendo oscuro y siempre estuvo ligado a asuntos prohibidos. Sus

seguidores lo llamaban “El rey oscuro.” Este libro debe contener toda su información.

Información que es necesaria para continuar sus planes.

– Él pretendía ser el rey de todos los poltergeists –mencionó Jeremy.

Un recuerdo salió a flote en la mente de Kyle.

– ¿El rey oscuro? –preguntó.

El príncipe Rune Kinhost lo miró con el ceño fruncido. Sus ojos de aguamarina eran como el

océano azul congelado.

– ¿Qué sabes Kyle Foster? –demandó. Su voz también era fría como sus ojos.

Todas las miradas en la biblioteca se clavaron sobre él, eran como los cuchillos afilados de

Lina Cooper hiriéndolo. Incluso los ojos de piedra de la estatua de la reina. Sin vacilar, se acercó a

la silla donde estaba sentado el líder de su tribu.

– Creo… saber la razón por la que quieren el libro. La noche que asesinaron a April Jones –

hizo una pausa al ver que uno de los músculos del cuello de Max se contrajo, apartó la

mirada–. Damián Black, antes de desaparecer dijo que faltaba poco tiempo para que el rey

oscuro volviera a tomar control del mundo poltergeist.

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Un silencio gélido se apoderó de la sala por unos segundos, todos se veían entre sí

consternados por lo revelado.

– ¿Volver? –inquirió Maya que estaba con Alissa en una de las esquinas.

– Sí, eso dijo.

Maya tomó la mano de su hija, ambas tenían el mismo color de cabello anaranjado.

Los ojos de la reina se clavaron sobre la fotografía de Caín Dark, su rostro inexpresivo y su

mirada de piedra preciosa ardían de repugnancia.

– ¡Caín está en el limbo! –exclamó Jeremy.

– Ellos pretenden traerlo de vuelta a esta dimensión –comentó el príncipe Sverre apretando el

agarre en el borde de la silla donde estaba su madre.

– ¡Es una blasfemia! –espetó la reina levantándose de la silla, el vestido que llevaba era

resplandeciente como la luna y consistente como la plata–. Está en contra de las leyes

siderales traer a un fantasma del limbo.

– ¿Qué pasará con el libro, Majestad? –preguntó Max.

Ella tomó el libro, se veía extraño en sus manos níveas. Kyle nunca antes había visto a

alguien ver con tanto odio un libro. Él nunca había sentido tanto desprecio por uno.

– Mi hijo Sverre se encargará de estudiarlo y descubrir lo que contiene y oculta. Mientras

tanto, Theodoro Russell, el salvaguardia de la Tribu Real estará a cargo de su seguridad. Un

libro como este no puede estar en cualquier sitio.

– ¿Y Erwan, Benjamín y sus tribus? –preguntó Alissa, la mejilla aún la tenía enrojecida por el

golpe de Chad Mason.

– Ellos serán detenidos. Les daremos caza y tendrán la misma condena que tuvo Caín Dark:

el limbo.

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MASCARA

Los árboles del bosque se levantaban del suelo rodeados por una espesa niebla que empañaba los

ojos de Kyle y las ramas secas traspasaban el cielo hiriendo la poca luz de luna que se filtraba entre

ellas. Él corría de árbol a árbol tratando de alcanzar a sus padres, pero ellos seguían huyendo como

si no lo reconocieran, cada vez que se acercaba, ellos escapaban temerosos, cansado de correr se

sentó sobre una roca para descansar.

Algo hizo cosquillas en su piel, unas líneas negras aparecieron envolviéndole ambos brazos

como serpientes, asustado, trató de quitarlas, pero las líneas estaban adheridas a su piel como

tatuajes.

Un hombre alto, delgado, pelo rubio y ojos verdes apareció frente a él en medio de dos

árboles: Anthony Foster, su padre.

– ¡Padre! –gritó.

El hombre al escuchar sonrió, dos hoyuelos se formaron en su mejilla.

Kyle se levantó de un salto y comenzó a caminar en su dirección.

– No te conozco –respondió él para después esfumarse como la neblina.

– ¡Papá! –volvió a gritar, pero su padre ya no estaba.

– ¿Eres tu hijo? –susurró alguien a su lado.

Kyle giró el rostro para encontrar a su madre de pie a medio metro de distancia.

– Sí, soy yo madre –afirmó señalándose el rostro.

Ella negó con la cabeza.

– ¡Tú no eres Kyle! –gritó alguien detrás de él.

Se dio la vuelta para ver de quién se trataba, era su hermano menor que estaba de pie sobre

un peñasco con los rizos cayéndole sobre los ojos.

– Low, soy tu hermano –chilló.

Lowell sacudió la cabeza y mezclándose con la niebla desapareció, Kyle corrió hacia donde

estaba, las lágrimas se derramaron de sus ojos congelándose en el aire, su padre, su madre y su

hermano habían desaparecido dejándolo solo.

En el horizonte apareció una chica vestida de blanco con el cabello largo cayendo a ambos

lados de su cara como cortinas, abriendo un libro de pasta amarilla se sentó sobre un tronco cubierto

de musgo a leer.

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– Emilie –musitó.

La chica apartó la mirada del libro al escuchar su nombre, haciendo a un lado la melena de

pelo castaño lo miró con una incógnita en sus ojos de unicornio.

– ¿Tú si sabes quién soy? –preguntó.

– No te conozco –replicó ella, cerrando el libro desapareció.

El libro amarillo se incendió dejando solo las cenizas en el aire.

Kyle, decepcionado se dejó caer de rodillas sobre el suelo con el anhelo de que sus ojos

derramaran suficientes lágrimas para ahogarse.

– ¡Soy Kyle Foster! –gritó.

– Yo sé quién eres –dijo una voz aterciopelada.

Al sentir que una mano le acariciaba el pelo se levantó, a su lado estaba un ser extraño con

alas blancas que se extendían sacudiendo la niebla.

– ¿Quién eres tú? –preguntó.

El ser extraño con alas lo contempló con unos ojos azules pacíficos que destilaban paz.

– Soy Barachiel, el ángel de la risa.

– ¿Los ángeles existen? –inquirió poniéndose de pie.

Barachiel sonrió, su sonrisa era celestial. Sus alas eran celestiales y platinadas como su

cabello.

– Si tú existes, nosotros también existimos.

– ¿Por qué tú me conoces y mi familia no?

El ángel sacudió las alas y las plumas parpadearon convirtiéndose en cristal.

Se acercó para contemplar su reflejo, quedó atónito, el Kyle que veía en las alas de cristal era

muy diferente, aunque tenía el mismo color de ojos, su pelo era castaño y no rubio, además tenía

tatuajes en la piel y vestía completamente de negro.

– No soy yo –dijo.

– Eres otro por fuera, pero sigues siendo el mismo por dentro –aclaró Barachiel.

– Por esa razón mi familia y Emilie no me conocieron.

– El ser humano mira lo que está delante de sus ojos.

– ¿Qué hago?

– Quítate la máscara y muéstrate tal como eres.

La niebla rodeó al ángel hasta cubrirlo para luego ascender al firmamento como una estrella.

Kyle se llevó las manos a la cara para retirar la máscara, pero sus dedos se hundieron en la piel, en

su propia piel.

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Cuando despertó de un sobresalto, las manos estaban sobre su cara, las líneas negras tatuadas

en la piel y el pecho bañado de sudor. Todo había sido una pesadilla, el color de las paredes del

cuarto le recordaron a la niebla que rodeaba los árboles. Hizo las sábanas a un lado para que el aire

fresco que se filtraba por la ventana refrescara su cuerpo y normalizara los latidos del corazón. El

reloj sobre la mesa de noche anunciaba que eran las dos de la madrugada, al encender la lámpara se

dio cuenta que la cama de Baiel estaba abandonada, las sábanas estaban movidas y la puerta del

cuarto entreabierta.

– ¿Dónde te metiste? –masculló.

Las imágenes de la pesadilla todavía flotaban a su alrededor al cerrar los ojos y el temor de

volver a ver como sus padres se esfumaban como la niebla aún lo albergaba. La portada de El

último unicornio de Peter S. Beagle brillaba bajó la luz de la lámpara, era el mismo libro que Emilie

leía en su pesadilla.

Leer siempre alejaba sus temores, así que abrió el libro al azar con la esperanza de que un

poco de lectura le ayudara a conciliar el sueño:

"—Pero ¿qué me queda por probar? —preguntó el príncipe Lír—. He atravesado a nado

cuatro ríos, todos ellos caudalosos y de un kilómetro y medio de ancho, por lo menos. He escalado

siete montañas nunca escaladas antes, he dormido tres noches en el Pantano de los Ahorcados y he

salido con vida de aquel bosque donde las flores te queman los ojos y los pájaros destilan veneno.

He roto mi compromiso con la princesa a la que me había prometido en matrimonio..., y si piensas

que no fue una empresa heroica es porque no conoces a su madre. He vencido a quince caballeros

negros, ni uno más ni uno menos, que vigilaban quince vados con sus pabellones negros y

desafiaban a todo el que quisiera cruzar. Y ya he perdido la cuenta de las brujas de los bosques

impenetrables, de los gigantes, de los demonios disfrazados de damiselas; de las colinas de cristal,

los acertijos fatales y las empresas terroríficas; de las manzanas mágicas, los anillos, las lámparas

maravillosas, las espadas, las pociones, las capas, las botas, los collares y los gorros de dormir.

Por no mencionar los caballos alados, los basiliscos y las serpientes de mar y todo el resto del

repertorio. —Levantó la cabeza, mostrando tristeza y confusión en sus ojos azul oscuro—. Y todo

para nada.

No puedo tocarla, haga lo que haga. Por ella me he convertido en un héroe, yo, el abúlico

Lír, el escarnio y la vergüenza de mi padre, pero, para el caso, igual me hubiera valido continuar

siendo el mismo idiota aburrido. Mis grandes hazañas no significan nada para ella.

Molly cogió su cuchillo y empezó a cortar los pimientos.

—Quizá a lady Amalthea no se la gane con grandes hazañas.

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El príncipe la miró fijamente, frunciendo el ceño con estupor.

—¿Hay alguna otra forma de conquistar a una doncella? —preguntó con la mayor

seriedad—. Molly, ¿conoces otra forma? ¿Me la dirás? —Se inclinó sobre la mesa para cogerle la

mano—. Me gusta mucho ser valiente, pero volveré a ser un perezoso cobarde si piensas que es

mejor. Sólo el verla me impulsa a luchar contra la maldad y la perversión, pero también a

sentarme en un rincón y ser desgraciado. ¿Qué debería hacer, Molly?

—No lo sé —dijo ella, desconcertada—. Gentileza, cortesía, buenas obras, esa clase de cosas.

Y un buen sentido del humor..."

El chirrido de la puerta lo distrajo de la lectura, Baiel entró a la habitación a hurtadillas con el

pelo platinado alborotado, el tatuaje de las alas trazado sobre la espalda y vestido sólo con un

pantalón roto en las rodillas.

– ¿Eres un ave nocturna?

Baiel se dio la vuelta de inmediato con la sorpresa plasmada en la cara, cruzándose de brazos

se apoyó sobre la puerta. Las pecas rojizas adornaban su pecho desnudo como constelaciones

minúsculas.

– ¿Qué haces despierto a esta hora? –preguntó alzando las pobladas cejas.

Kyle dejó el libro a un lado.

– Por lo que veo no lo mismo que tú –dijo conteniendo una sonrisa–. En la próxima recuerda

cerrar la cremallera.

– Siempre lo olvido –replicó mientras se abrochaba el pantalón. Tenía el rostro enrojecido.

– ¡Toma! –dijo Kyle lanzándole la camiseta que estaba sobre el respaldar de la cama–. Tienes

copos en la cara.

Baiel levitó hacia su cama cogiendo la camiseta de su amigo en el aire.

– ¿No me vas a decir que te despertaste sólo para leer?

– Una pesadilla –contestó aferrándose al libro–. Es la razón por la que estoy despierto.

– Espero no haber sido parte de ella –dijo Baiel limpiándose los copos–. Estoy acostumbrado

a ser el sueño, pero no la pesadilla de alguien.

La ironía de su amigo hizo que Kyle olvidara la tristeza que sentía al recordar que sus padres,

Lowell y Emilie huían de él al no reconocerlo.

– Confórmate con saber que fuiste casi un héroe.

– Por alguna razón tengo alas –replicó devolviéndole la camiseta– ¿Emilie también estaba en

la pesadilla?

– Sí, y temo perderla.

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– Dices que fui casi héroe en tu pesadilla, así que espero haberte dado una solución.

Los dedos de Kyle acariciaron el contorno del dibujo en el libro, sus ojos se cerraron

imaginando que el unicornio cobraba vida desplegando las alas para luego llevarlo al cielo donde se

podía dormir a gusto sobre las nubes.

H

El cielo oscurecido de Spook City le daba una apariencia gris al Edificio Colosal como todo

en la ciudad, aunque después de haber descendido de lo alto con Baiel la noche en que aparecieron

sus alas ya no parecía tan gigantesco y formidable.

El sonido de los automóviles y de las personas que cruzaban por la calle se percibían como

un débil murmullo a través del cristal de las altas ventanas del Café Fantasía en el primer piso del

edificio. Kyle y Lowell habían seleccionado una de las esquinas del cafetín separados de los demás

para poder conversar a gusto.

No se podía hablar de fantasmas en cualquier lugar.

– ¿Qué se siente ser un fantasma? –preguntó Lowell por tercera ocasión.

En ese momento, Lilly, la camarera de pelo negro apareció con la orden sobre una bandeja:

dos tazas de café y un cuenco con bocadillos. Al oír la palabra fantasma, frunció el ceño

escrutándolos con la mirada como si estuvieran chiflados.

– Gracias –masculló Kyle al notarlo.

– Lo siento y… lindos ojos –dijo antes de marcharse.

Lowell le dio un sorbo a su café mientras seguía con la mirada a la camarera que no

despegaba los ojos de Kyle mientras se alejaba.

– Al parecer ser fantasma tiene muchas ventajas.

Kyle tomó uno de los bocadillos que sabían a trigo.

– Tenemos muchos atributos, pero es difícil estar atrapado en un cuerpo ajeno y que las

personas que quieres no puedan verte tal como eres.

– Yo te veo tal como eres –afirmó Lowell intentando que sus palabras cambiaran la tristeza

en el rostro de su hermano–. No veo a una persona extraña, veo a mi hermano.

El brillo en los ojos de Kyle cambió, las palabras de su hermano siempre resultaban

confortantes.

– Tú sabes quién soy yo. Emilie no.

– Si tú hablas con ella estoy seguro que entenderá y te aceptará.

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– Las personas temen a lo que no entienden –mencionó Kyle tomando un poco de su café–.

Max tiene pesadillas que le hacen recordar el miedo en los ojos de April cuando Damián le

reveló que él era un fantasma.

Al escuchar el nombre de su prima, Lowell dirigió su atención a las ventanas de cristal

observando a las personas que deambulaban en el exterior.

– A veces observo a la gente a mi alrededor y me pregunto si April está entre ellos.

– April está allí –aseguró Kyle dejando la taza sobre la mesa–, pero ya no es ella misma.

– Mis tíos aún no lo superan, siempre que se levantan por la mañana creen que ella también lo

hará. Yo también pienso lo mismo algunas ocasiones.

– Algún día ella reaparecerá, pero debes controlar tus sentimientos.

– ¿Por qué? –preguntó Lowell con un nudo en la garganta–. Tú continuaste siendo el mismo.

– ¿Recuerdas a Owen en Paranormal?

Él asintió, cuando tropezó por accidente con Owen en la discoteca supo que era el mismo

Owen Henderson del Instituto, pero no era igual, no sólo por la apariencia, sino por el odio en sus

ojos y el símbolo de ligamento tatuado en una de sus muñecas.

– Él era diferente y no me refiero sólo a su cuerpo.

– El símbolo tatuado en su muñeca no sólo los liga a una tribu en específico –explicó Kyle–.

El símbolo también les neutraliza todo aquello que eran antes de morir.

– April ahora es un poltergeist.

– No sé a qué tribu fue ligada, pero lo es.

– ¿Y Max?

– Él trata de hacerse el fuerte, pero ambos sabemos que las heridas por la pérdida de un ser

amado son las más difíciles de sanar.

Lowell lo sabía, la muerte de su padre y la de su madre le dejaron un espacio en el pecho

incapaz de ser llenado y aunque los padres de April lo habían acogido brindándole cariño, el amor

de un padre era irremplazable.

El único espacio que había sido lleno de nuevo era el de Kyle después de su aparición.

– Hay algo que no termino de entender: ¿Por qué oscuros y mitológicos asesinan personas

para convertirlas en fantasmas? –hizo una pausa para tomar un bocadillo– ¿Por qué no

buscar y reclutar fantasmas errantes y luego proporcionarles entidades?

– En el mundo poltergeist los fantasmas errantes son pocos, de hecho, durante mi tiempo

como errante sólo conocí a dos: Baiel y Dan Butler.

– ¿Dan Butler? –preguntó Lowell.

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Kyle extrajo de la bolsa de la chaqueta el celular y luego de teclear se lo tendió a su hermano.

– Él es Dan.

El ceño de Lowell se frunció al ver la foto en Instagram de Damián Black, el capitán de

fútbol americano del Spook High School.

– ¡Damián Black! –exclamó.

– El verdadero nombre de Damián es Dan. Él vivía con nosotros en el teatro abandonado.

Cuando decidió abandonar el refugio fue para convertirse en un oscuro y se convirtió en

Damián Black desde entonces.

– ¿Él lo hizo? –inquirió mirando con rabia la fotografía.

– El ritual fue idea de él. Tiene la habilidad de manipular el fuego.

– ¡Desgraciado! –gruñó dejando caer los puños sobre la mesa. Las tazas se estremecieron sin

derramar su contenido.

– En casi todos los rituales se ha usado el fuego. Él con los mitológicos están trabajando

juntos para crear un ejército y lograr lo que desde siempre han querido: derrocar a los

sólidos y dominar nuestro mundo.

– Es la razón de los rituales.

– El mundo poltergeist están compuesto por cinco tribus: sólidos, translúcidos, invisibles,

oscuros y mitológicos. Ellos son minoría y necesitan más poltergeists para hacerle frente a

las demás tribus.

Lowell sacudió la cabeza, aturdido.

– Al parecer estamos rodeados de fantasmas y no lo sabemos.

“¿Qué dirías si supieras que Alissa Grant es una invisible? –se preguntó Kyle dándole el

último sorbo a su taza de café.”

Aunque Lowell era su hermano y no quería ocultarle nada, no tenía derecho de revelarle la

verdad.

Alissa era la única que tenía ese derecho.

– Tú no eres el fantasma –dijo–, el fantasma soy yo.

H

Eran más de las nueve de la noche cuando Kyle dejó a su hermano en casa de sus tíos, habían

pasado más de tres horas en el Café Fantasía conversando y recuperando un poco del tiempo

perdido.

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El sonido del auto de Max desencadenaba una sensación de tranquilidad, por lo que sin

saberlo condujo hasta llegar al fondo de la calle principal del suburbio de Strewer, la casa de los

Scott quedaba en Strewer. Una parte de él se resistía a estar lejos de Emilie Scott, hace un mes que

no la veía y desde que la conoció en el Instituto ella se había convertido en algo esencial como lo

era el oxígeno para vivir. Si la única manera de verla era abandonar la entidad por un lapso de

tiempo y volver a ser un fantasma errante, lo haría.

La calle estaba desolada con tan sólo unos cuantos autos transitando, al estar a cuatro cuadras

de la casa de ella detuvo el coche a la orilla. Una brisa suave comenzó a caer sobre la lúgubre

ciudad empañando el cristal, un taxi amarillo pasó a su lado deteniéndose en la esquina, al encender

el parabrisas logró ver a Emilie bajando del taxi acompañada por un chico.

Kyle sintió un golpe en el estómago.

Sin vacilar salió del coche, la brisa sacudió su cabello y a pesar de andar abrigado el frío se

abrió paso hasta su piel, poniéndose la capucha de cuero negro avanzó hacia adelante con sigilo

ocultándose detrás de un ciprés mediano para escuchar la conversación.

La voz del chico le resultó familiar, cuando la luz trasera del taxi lo iluminaron se dio cuenta

que se trataba de Matías Washington, el joven al que rescataron de un ritual de ligamento.

– ¿Te gustó la película? –preguntó Matías mientras el taxi partía.

– Claro que sí –respondió ella ajustando el nudo de la bufanda alrededor de su cuello–. No

estoy segura si era utopía o distopía.

Matías se encogió de hombros sonriendo.

– ¿Existen esas palabras?

Emilie se soltó en carcajadas y le dio un codazo en las costillas.

Los puños de Kyle se cerraron, en ese momento quería tener la habilidad de Bri y arrastrar a

Matías con las raíces para borrarle la mirada con la que veía a Emilie.

– Lo bueno es que nos divertimos.

– Sí –dijo él– ¿Te sientes mejor después de todo lo ocurrido?

Kyle se quitó la capucha para que sus oídos escucharan mejor, en su interior anhelaba que

ella mencionara su nombre.

– Nunca antes me había sentido tan bien como hoy.

Sus manos se encontraron bajo la brisa, Kyle quiso que fuera su mano la que tomara la mano

de ella.

– ¿Nos veremos mañana?

– Por supuesto –respondió ella.

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Un silencio se adueñó de la calle, Matías y Emilie se observaron por unos minutos y luego

ella se puso de puntillas para darle un abrazo.

– Gracias por estar conmigo.

Algo dentro de Kyle estalló, un deseo de salir de su escondite y usar su habilidad para

separarlos.

– Siempre estaré.

– Buenas noches Matías.

Él subió las gradas de la acera donde aparentemente quedaba su casa.

– Buenas noches Emilie.

La casa de ella quedaba a dos cuadras de la esquina donde vivía Matías, el callejón era

angosto en comparación con la calle principal de Strewer. Kyle aprovechó la poca iluminación para

seguirla y para evitar ser descubierto decidió levitar, de esa manera no corría riesgo de tropezar con

alguno de los cubos de basura que se esparcían por el lugar. Ella llevaba las manos dentro de las

bolsas de la chaqueta, su mirada fija en la calle contemplando como la brisa mojaba el suelo.

Al cruzar la primera cuadra, dos sujetos con cervezas en las manos salieron de la esquina. Al

verlos, Kyle supo que ellos no eran poltergeists, pero tan poco eran buenos hombres.

– ¿Te perdiste princesa? –gritó uno de ellos que llevaba la cabeza rapada.

Ella se dio la vuelta al escucharlo y retrocedió temerosa.

– No tengas miedo, linda –dijo el otro, era flaco y vestía al estilo punk.

– ¡Aléjense de mí! –espetó ella acelerando el paso para alejarse de ellos.

Dos hombres más salieron de la otra esquina donde ella se dirigía. Al verlos, se detuvo, los

cuatro sujetos la rodearon en el centro del callejón.

– ¿Por qué tan asustada, amor? – preguntó el tercer hombre con la cara llena de granitos.

Kyle sintió cómo el rostro se le enrojecía al escuchar al tipo llamándola amor.

– ¿Qué… quieren? –Ella tomó el bolso que colgaba de su hombro– ¿Dinero?

Los cuatros tipos se rieron enfriando aún más la noche oscura de Spook City, el cuarto

hombre que tenía casi toda la cara llena de perforaciones les dedicó una mirada cómplice a los otros

tres, acercándose más la acorralaron contra la pared.

– Queremos dinero y algo más –contestó pasándose la lengua por uno de los piercings del

labio inferior.

– ¿Qué? –Ella chilló, sus manos hicieron contacto con la pared. Los ladrillos estaban

cubiertos de musgo y fríos como el hielo.

– Calmar un poco el frío –se rio el que tenía la cabeza rapada.

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Las líneas negras se abrieron camino sobre la piel de Kyle, sus dientes castañeaban, no de

frío sino de cólera por los cuatro sujetos. El enojo que sentía por Matías hace unos momentos se

había convertido en rabia por los tipos que acorralaban a Emilie.

– ¡Déjenla en paz! –gritó saliendo de su escondite.

Los hombres se dieron la vuelta al oírlo, la expresión en sus caras ya no era la misma.

– ¿Quién eres tú? –gruñó el tipo con estilo punk metiendo las manos en las bolsas del

pantalón de manera sospechosa.

La escena le trajo a memoria la noche en el Teatro Cabalístico cuando salvó a Max de

Benjamín Garroll. En los ojos de Emilie había la misma sorpresa que hubo en los ojos de Max esa

noche, con la excepción de que los ojos de ella no eran rojos.

Ella se separó de la pared al reconocerlo.

– ¡Kyle! –exclamó con una mezcla de alivio y estupefacción.

– ¿Lo conoces? –preguntó uno de ellos.

El tipo con perforaciones la rodeó tomándola del cabello. Ella se estremeció. Kyle distinguió

el miedo en su mirada.

– ¿Es tu príncipe azul?

Al oírla gemir de miedo, Kyle avanzó con los brazos a medio alzar, la manga de la chaqueta

ocultaba sus tatuajes y la vibración en la yema de los dedos era perceptible. Los otros tres sujetos

también se movieron formando una línea que obstaculizaba su paso.

– Tú no eres una amenaza para nosotros –profirió el tipo olfateándole el cabello a Emilie.

El comentario le arrancó una sonrisa, en su interior deseaba demostrarles que se equivocaban,

pero por otro lado temía enfrentarse a la reacción de Emilie.

– Eres un muchacho mocoso y nosotros somos hombres –comentó el que tenía la cabeza

rapada tirándole una lata, el líquido se derramó cayéndole en los pies.

Los demás hombres se rieron, Kyle la apartó con el pie, aunque fácilmente podría levantarla

en el aire y golpearles la cara.

– ¡Dejen a Emilie en paz! –gruñó.

– Emilie –repitió el tipo que la tenía–. Lindo nombre para una linda chica.

Ella soltó un sollozo cuando sintió que la mano del tipo bajaba por su espalda.

– ¡No te atrevas! –gritó, el tatuaje en sus brazos quemó su piel obligándolo a levantarlos.

– ¿Piensas que podrás contra nosotros? –ladró el tipo con granitos.

– No lo pienso, estoy seguro –replicó–. Cien por ciento seguro.

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Los tres sujetos se vieron entre sí como si estuvieran contemplando un acto ridículo en un

circo ridículo. El hombre con la cabeza rapada que era el más fortachón se frotó las manos para

luego cerrarlas en puños, Kyle también se preparó pata atacar, tenía la esperanza de vencerlos sin la

necesidad de usar la telequinesis. Los tatuajes podrían ser justificables para Emilie Scott, pero no el

hecho de elevar a cuatro sujetos en el aire como globos.

El fortachón fue el primero en avanzar rodeándolo para tratar de intimidarlo, le lanzó varios

golpes con los puños que eran del doble de los de él, pero los evadió empleando las técnicas de

defensa que aprendió con Cedric, a pesar de todo uno de los puños le dio directamente en la cara. El

golpe fue tan fuerte que el dolor se extendió por todo su cuerpo. Sus ojos vieron estrellas en el cielo

oscuro. Las risas de burla de los demás hicieron que se formaran vahos en el aire.

El dolor hizo que la vibración en la yema de los dedos se volviera electrizante, su parte

poltergeist le gritaba defenderse, miró de reojo a Emilie y la mirada de ella era anestésica como la

mirada de Cedric. El dolor se volvía más soportable. Prefería soportar los golpes, era mejor lidiar

con un dolor físico y no emocional.

– ¡Cuidado Kyle! –gritó Emilie.

Dio varios parpadeos, verla a ella borraba todo lo que lo rodeaba, no se había percatado de

que el tipo con la cara llena de granos blandía una cadena de motocicleta en su dirección, la

chaqueta no logró amortiguar el golpe, el dolor volvió a inyectarse en su cuerpo, las líneas negras se

estremecieron como si tuvieran la capacidad de sentir rabia.

Ningún ser humano e inhumano era inmune al dolor.

El otro tipo, aprovechándose le atinó una fuerte patada en los pies haciéndolo tambalear y

caer al suelo húmedo. Los tres se acercaron victoriosos con la intención de acabarlo.

– ¡Kyle! –volvió a gritar Emilie forcejeando en un intento por liberarse.

La voz de ella despertaba algo dentro de él.

Y aunque no pretendía usar la telequinesis para no revelar su verdadero yo a Emilie Scott, era

inevitable no hacerlo, no porque tuviera miedo de los tres tipos, sino que temía por la seguridad de

ella.

Se levantó de un salto, la voz de Max aún se percibía en su mente diciéndole: “A veces

perdemos a quien más amamos por cobardía y por ocultarles la verdad.”

Max Cooper tenía razón y él no era un cobarde.

La cadena rasgó el aire gris como una lluvia de estrellas, pero bastó que él levantara la mano

para que su habilidad que se sentía como corrientes eléctricas en ese momento brotara de los dedos,

el tipo no logró controlar los movimientos de la cadena, aunque ella estaba en su mano, era Kyle

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quien la controlaba. La cadena se regresó dándole en la cara. El hombre la soltó para llevarse las

manos al rostro tratando de disminuir el dolor, sus gritos convirtieron los vahos en figuras

inquietantes.

Los otros dos lo miraron boquiabiertos, pero era demasiado tarde para retractarse; al ver a

Emilie se dio cuenta que ella también lo estaba, sus ojos azules llenos de estupor.

– ¿Qué demonios eres? –inquirió el tipo que tenía a Emilie igual de sorprendido.

– Soy más que un príncipe azul –respondió Kyle encogiéndose de hombros.

El hombre con estilo punk extrajo varios cuchillos del cinturón y los arrojó contra él, los

afilados artefactos cortaron la noche dejando un zumbido en el aire como un enjambre de abejas.

Kyle levantó las dos manos moviéndolas con frenesí para desviar las hojas metálicas que

parpadeaban como monedas de plata, uno le pasó rozando la oreja y logró sentir el frío roce sobre la

piel. El sujeto retrocedió al no encontrar más cuchillos en sus ropas, pero Kyle lo elevó en el aire

para después lanzarlo sobre un charco de agua retenida en una esquina. El hombre con la cabeza

rapada, al ver que sus dos compañeros estaban tirados en el suelo quejándose de dolor, salió

huyendo hasta perderse en las penumbras que acechaban el callejón.

– ¡Suéltala o tendrás un final peor que el de ellos! –ordenó al tipo que quedaba.

El chico con perforaciones no logró articular palabra, sus mandíbulas temblaron de temor

mientras miraba las manos de Kyle. Emilie se soltó del agarre, él quedó estático como si estuviera

congelado. Los otros hombres se levantaron del suelo y le dieron un golpe en el hombro para

despertarlo y salir huyendo aterrados.

– ¿Quién eres? –preguntó Emilie de pie en el centro del callejón.

Las gotas de la brisa que caía sobre la ciudad tenían una apariencia metálica al deslizarse por

su pelo castaño.

Kyle bajó los brazos y avanzó, ella no se alejó. Sus ojos azul celestes estaban sedientos de

explicación. Desvió la mirada al fondo del callejón oscuro por donde los malhechores habían huido,

necesitaba asegurarse de que ella estaba segura, de que él estaba dispuesto a revelarle la verdad.

– Es… difícil de explicar –masculló.

– ¿Eres un X-Men? –inquirió ella con la mirada puesta en las líneas negras que sobresalían

por las mangas de la chaqueta.

A él se le formó un nudo en la garganta, miró sus brazos y nunca pensó que fuera tan

complicado explicarle a alguien el significado de un tatuaje. No era un simple tatuaje, era un

símbolo de su habilidad.

– No exactamente –respondió ocultando los brazos con timidez– ¿Tienes miedo de mí?

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Ella volvió los ojos a la pared de ladrillo donde había sido acorralada por los cuatro sujetos,

al recordarlo se le erizó la piel.

– Tengo miedo de lo que no sé de ti. Lo que acabas de hacer…

– Te salvé.

Ella ladeó la cabeza, la brisa cesó y el suelo comenzó a desprender un vapor gris como la

niebla que rodeaba a los árboles en su pesadilla.

– Tú hiciste volar la cadena, desviaste los cuchillos y los levantaste en el aire sin hacer

contacto físico –hizo una pausa para mirarlo a los ojos–. Los humanos no tienen esa

capacidad.

Kyle elevó el rostro al cielo al resultarle difícil sostenerle la mirada. Imaginó a Barachiel, el

ángel de la risa a su lado con las alas extendidas susurrándole: “Es una máscara, el verdadero Kyle

está en el interior.”

Sin bajar la mirada, sus labios se abrieron para recitar una de las estrofas de una canción de

El último unicornio:

“Pero yo me decía, ninguna de ellas conoce

el secreto que guardo, paladeo y protejo.

Aún espero a la que me arrancará la máscara,

Y sabré por mi forma de obrar que la quiero.”

– ¿Lo recuerdas? –preguntó mirándola de nuevo.

Ella asintió.

– La canción del príncipe Lir a Lady Amalthea.

– ¿También recuerdas que en una ocasión me preguntaste que si tenía una máscara que

necesitaba ser quitada?

Emilie cabeceó al recordarlo, fue durante una vídeo llamada mientras leían El último

unicornio de Peter S. Beagle para la clase de literatura, el profesor Wagner les había encomendado a

los estudiantes elegir un libro y discutir la lectura durante las clases. Ella y Kyle, por casualidad

habían elegido el mismo libro y aunque por la suspensión de las clases en el Instituto no terminaron

las discusiones, ambos lo leyeron.

– ¿Qué tiene que ver la canción? –preguntó ella– ¿Eres un príncipe?

Él se llevó las manos a la cabeza enterrando los dedos en el cabello húmedo, no tenía coronas

de príncipes como Sverre y Rune Kinhost, pero al igual que ellos era un fantasma. Una pregunta

aturdía su mente: ¿Cómo decirle a la chica que te gusta que eres un fantasma?

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– No lo soy –dijo, bajó las manos dándose con el dedo índice en el pecho–. Tampoco soy lo

que ves.

– ¿Qué eres? –demandó ella frunciendo el ceño.

– ¡Soy un fantasma! –graznó él remangándose las mangas de la chaqueta para mostrarle las

líneas negras que brillaban como la noche.

– ¡Y yo un unicornio! –espetó ella, los hoyuelos en su mejilla se desdibujaban intentando

sonreír.

Kyle tuvo que reprimir el impulso de acercarse a ella y acariciarle los hoyuelos, quizá nunca

más podría acercarse.

– Es la verdad. Soy un fantasma, Emilie Scott.

– Los fantasmas son fruto de la imaginación –aseguró ella sacudiendo la cabeza.

– Los fantasmas existen y te lo voy a demostrar.

La temperatura del lugar cambió, ella se cruzó de brazos para protegerse del frío. Mientras lo

observaba como si estuviera delirando ahogó un grito cuando el cuerpo de él cayó al suelo como si

perdiera la vida y su cara palideció al ver el fantasma de Kyle Foster abandonando el cuerpo y

elevándose a unos centímetros del suelo.

– Este soy yo realmente –dijo–. Soy un fantasma.

Los ojos de ella parpadearon tratando de enfocarse en la imagen translúcida, al inicio sólo

logró ver la silueta, pero al cambiar la temperatura su aspecto espectral se volvió más visible.

– Tú… tú –tartamudeó.

– Soy Kyle –respondió acercándose.

Ella retrocedió asustada, él se detuvo bajando la mirada entristecido.

– Eres un… fantasma –musitó después de unos segundos que parecieron eternos.

Kyle asintió, no podía negar lo que realmente era. Su naturaleza. Aunque era un espectro

sintió que se desmoronaba como una pieza de porcelana. Cualquier cosa podría soportar en ese

momento, excepto el miedo, el odio, la repulsión y el rechazo de Emilie.

– No soy humano –se lamentó mirando por encima del hombro a la entidad caída.

– ¿Quién es él? –preguntó ella mirando al cuerpo también.

– Una entidad que nos permite vivir entre los humanos.

– ¿Dijiste nos? –inquirió ella moviendo la cabeza de un lado a otro.

– Sí, hay más fantasmas en la ciudad.

Miró al cielo y aunque no era azul como el de los días despejados, algo en el la tranquilizó. El

universo infinito la hacían creer en cosas infinitas.

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Kyle se sorprendió cuando ella se acercó, no había temor en su mirada, atisbó algo de

curiosidad, asombro y magia.

– Fantasma –susurró, a él le gustó el tono con que lo dijo.

Levantó la mano y recorrió el contorno translúcido que lo rodeaba, su mano buscó la de él,

pero no lo logró, la atravesó como si la estuviera hundiendo en el agua.

– Somos intangibles –aclaró él mirando con melancolía la mano de ella.

– No puedo tocarte, pero a él si –dijo señalando con la mirada a la entidad.

– Necesitamos poseer un cuerpo para tener contacto físico. Una máscara que oculta lo que

somos.

La temperatura aumentó, el fantasma se desintegró en una explosión de chispas que

resplandecieron como los copos de Lina Cooper al ser absorbidos por la entidad.

Emilie dio un saltó al ver el cuerpo que recobraba vida. Era diferente, pero también similar al

verdadero Kyle Foster.

– Esto es… demasiado –dijo ella.

– Sé que ya no querrás saber nada de mi –dijo él mirándola a los ojos–, pero ahora sabes la

verdad y eso me tranquiliza.

Ella se acercó más hasta tomarlo de la mano, sus dedos frotaron su piel. La piel de ella era

suave y delicada. El roce envió miles de señales a su cerebro. Ella lo hacía sentir vivo, más vivo que

nunca.

– No he dicho que no quiero saber de ti.

Las comisuras de los labios de él se expandieron en una sonrisa, se sintió estúpido al sentir

una esperanza floreciendo en su interior. Rogó para que las pulsaciones de su corazón no fueran tan

obvias.

– Pero…

Los dedos de ella cerraron sus labios para no dejarlo hablar, él no quería hablar.

– No le tengo miedo a los fantasmas.

Ella apartó los dedos, los ojos de Kyle los siguieron con la mirada, quería seguir sintiéndolos

sobre su boca, pero el universo encima de los dos pareció estallar como en el Big Bang cuando lo

besó. Cerró los ojos. Besar con los ojos cerrados era de humanos.

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MAS FUERTE QUE LAS CIRCUNSTANCIAS

–Cantad para mí –dijo ella–. Eso sería valiente, alzar la voz en este lugar oscuro y solitario,

y también será útil. Cantad para mí, cantad fuerte… Ahogad mis sueños, impedidme que recuerde

aquello que pugna por ser recordado. Cantad para mí, mi señor príncipe, si os place. Puede que no

parezca algo digno de un héroe, pero me alegraría mucho.

De modo que el príncipe Lír se puso a cantar con voz fuerte y gran entusiasmo en la escalera

fría y muchas criaturas viscosas e invisibles se dejaron caer y se escabulleron para resguardarse

de la alegría diáfana de su voz. Cantó las primeras palabras que se le ocurrieron, que fueron las

siguientes:

"Cuando era un joven de buena reputación

ni una dama me negó lo que pedía.

Devoraba sus corazones como racimos de uvas

y nunca hablé de amor sin saber que mentía.

Pero yo me decía, ninguna de ellas conoce

el secreto que guardo, paladeo y protejo.

Aún espero a la que me arrancará la máscara,

y sabré por mi forma de obrar que la quiero.

Los años se acumularon como nubes en el cielo,

como nieve en el viento vi a las damas desaparecer.

Seducí y engañé, burlé y fingí,

y pequé, y pequé, y pequé, y pequé.

Pero yo me decía, ninguna de ellas ve

la parte de mí pura como las olas en movimiento.

Mi dama se retrasa, pero comprenderá que le he sido fiel,

y yo sabré por mi forma de obrar que la quiero.

Por fin apareció una dama sabia y tierna

y dijo: No eres lo que sueles aparentar.

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Antes de que terminase de hablar la traicioné,

ingirió un frío veneno y se lanzó al mar.

Y me digo, cuando aún queda tiempo para las palabras,

mientras me hundo en la corrupción y la depravación más y más.

Ah, el amor es fuerte, pero más la costumbre,

y supe que la amaba por mi forma de obrar."

Lady Amalthea rio cuando él acabó y aquel sonido pareció dejar siseando de ellos dos la

viejísima oscuridad del castillo.

– Eso fue útil –dijo ella–. Gracias, mi señor.

– No sé por qué he cantado esta –dijo el príncipe Lír con torpeza–. Uno de los hombres de mi

padre solía contármela. En realidad, no lo creo. Me parece que el amor es más fuerte que

los hábitos o las circunstancias. Creo que es posible reservarte para alguien mucho tiempo

y, de todos modos, recordar por qué esperabas, cuando ella llegue por fin.

Lady Amalthea volvió a sonreír, pero no respondió y el príncipe dio un solo paso hacia ella.

Maravillado de su propia audacia, dijo con suavidad:

– Entraría en vuestro sueño si pudiera y os protegería allí y mataría eso que os acosa, como

también lo haría si eso tuviera el valor de hacerme frente a plena luz del día, pero no

puedo entrar, a menos que soñéis conmigo.

Emilie colocó la mano sobre la hoja donde él estaba leyendo impidiéndole seguir la lectura.

Los dos estaban recostados en unas mantas estampadas sobre la grama verde que cubría al Parque

Cesbryd, el sitio más visitados por los turistas. Era uno de los días más soleados del mes y la

mayoría de las personas, especialmente parejas, salían de pícnic para disfrutar de uno de los pocos

días despejados del año.

El parque llevaba ese nombre por las estructuras megalíticas que abundaban en el lugar

levantándose de las entrañas de la tierra. Era patrimonio histórico por los llamativos monumentos

que consistían en piedras alargadas en bruto o talladas, llamados menhires. Las más gigantescas

eran las que rodeaban el parque y según las leyendas locales aseguraban que en una época fue un

lugar sagrado para los pobladores primitivos de Spook City.

– ¿A caso no te gusta cómo leo? –preguntó él quitándose los lentes de sol y dejando el libro

sobre su pecho.

Ella le acarició el cabello, le gustaba jugar con los mechones castaños y asimétricos.

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– Sonará algo estúpido –dijo mirando cómo se movían las ramas del árbol que los cubría del

resplandor del sol–, desde pequeña siempre creí en los cuentos de hadas y prometí que mi

corazón pertenecería a un príncipe azul.

Kyle cruzó los pies, la grama le hizo cosquillas donde el pantalón corto que llevaba no lo

cubría. Un rayo de sol que se filtraba por una de las ramas le acariciaba la piel de una de las piernas,

pero no la apartó. Desde que se convirtió en poltergeist decidió disfrutar de todos los detalles que

los humanos tenían el privilegio de disfrutar.

– Perdón por desilusionarte –se sinceró –. No soy un príncipe, aunque en la tribu de los

sólidos hay príncipes. Yo solo soy un translúcido… un fantasma. No soy ni humano.

Los dedos de ella pasaron de su pelo a la frente para luego acariciarle la nariz, el pómulo

derecho hasta tocarle los labios.

Él se estremeció, ella lo hacía estremecer.

– No me desilusionas –aseguró–. Lady Amalthea se enamoró del príncipe Lir a pesar de saber

que no era humana.

El libro de El último unicornio de repente se sintió pesado sobre su pecho, no sólo era un

conjunto de papel y letras, era una rivalidad entre la fantasía y la realidad.

– Tengo miedo –admitió girando el rostro para observarla mejor–. Miedo de que olvides

quién eres. Tú eres humana y yo… un fantasma.

Los ojos azul celestes de ella siguieron el movimiento de las nubes blancas que cruzaban el

extenso cielo como gigantescas bolas de algodón.

– Cuando te conocí por primera vez hubo algo que me llamó la atención y no fue tu aspecto –

se sonrió al recordarlo–. La curiosidad aumentó cuando el director Harrison dijo que eras

primo de Max y Lina. Yo sabía que sucedía algo extraño con ellos y supe de inmediato que

contigo y Baiel ocurría lo mismo.

– ¿Qué es lo extraño que notaste?

– Las actitudes. Desde que los conocí nunca se relacionaron con los demás estudiantes,

siempre fueron un grupo distante. Max fue el único en romper ese patrón cuando se hizo

novio de April Jones.

– En nuestro mundo existen también leyes y reglas –dijo–. La Tribu Real nunca ha prohibido

relacionarse sentimentalmente con humanos, pero pocos lo han hecho. Max es uno de ellos.

La razón por la cual mantenemos un margen es para evitar enamorarnos de un humano –

hizo una pausa para mirarla a los ojos–. Nosotros somos diferentes, tenemos vidas

diferentes… no envejecemos como las personas normales.

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Ella apartó la mirada y frunció el ceño, sus ojos nostálgicos observaron el firmamento infinito.

Ella anhelaba ser infinita.

– ¿Te arrepientes de haberme conocido? –preguntó con voz quebradiza.

La mano de él atrapó la de ella uniéndose en un lazo inseparable.

– No me arrepiento de conocerte y de sentir lo que siento por ti –confesó recordando la

primera vez que la miro en la clase de Literatura–. Me arrepiento de no poder cambiar las

circunstancias y ser un humano corriente que pueda vivir una vida normal a tu lado.

Envejecer juntos como debería ser.

La mano de ella apretó fuertemente la de él como si pudiera perderlo en ese instante. El

tiempo entre los dos era un problema, Kyle era un fantasma que tendría siempre la misma edad y el

mismo cuerpo, mientras que ella era una chica de diecisiete años que a diferencia de él continuaría

creciendo según el ciclo normal de la vida. Cumplir años no sería desde ese momento un motivo de

celebración. Ella envejecería con el pasar de los años y él continuaría atrapado en una misma

entidad con la apariencia de diecisiete años por siempre.

– ¡Ojalá fuera un unicornio! –se quejó tomando el libro que había dejado a un lado para

escucharlo leer–. Eterna e inmortal.

– Tienes toda una vida por delante, Emilie –masculló acariciando con la mano libre la portada

del libro.

– No quiero una vida donde no estés tú.

– Yo estaré contigo.

– Yo no lo estaré siempre –dijo ella apretando los labios.

Kyle se suspendió apoyando el peso del cuerpo sobre uno de los brazos, le acarició la frente y

pasó los dedos sobre el pelo castaño de ella que se extendía sobre la manta como los pétalos de un

girasol.

– Juró hacerte feliz cada minuto de la vida.

Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello, necesitaba tocar su piel para asegurarse de no

estar atrapada en un sueño de cuentos de hadas.

– Todo sería mejor si yo fuera un…

Al saber lo que diría a continuación, él le colocó un dedo sobre los labios para hacerla callar.

– Ni lo pienses. Nunca permitiría que te conviertas en un poltergeist.

– Esa sería la única manera de que pudiéramos estar juntos para siempre –tomó su libro y lo

abrió donde estaba leyendo–. Los años se acumulan como nubes en el cielo.

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Él sonrió y le quitó el libro para señalarle otra de las estrofas que estaban marcadas con

resaltador amarillo.

– El amor es más fuerte que los hábitos o circunstancias.

Se acercó más para besarle el cuello. Los vellos en la nuca de ella se erizaron por el roce

de los labios sobre su piel.

– Viviremos cada día, nos amaremos cada día y escribiremos nuestra historia cada día.

Nuestro amor es más fuerte que las circunstancias.

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30

CAMBIOS Y VERDADES

El auditorio del Instituto que también funcionaba como escenario para las clases de teatro estaba

lleno de estudiantes, los maestros ocupaban los asientos en lo alto de la tribuna y el director

Harrison hablaba de pie frente al pódium sobre los acontecimientos sucedidos en la ciudad, la

metodología que se iba a emplear para recuperar las calificaciones y las medidas de seguridad que

la policía pondría en práctica en el recinto debido a que tres de los jóvenes asesinados en los rituales

fueron alumnos del Spook High School.

Kyle fue separado de Emilie por Matías al entrar al auditorio y aunque ella le había explicado

que eran solamente amigos, no evitó sentir celos. Se quedó de pie un momento mientras los

observaba alejarse y sentarse en las sillas al lado derecho del salón con otros estudiantes que

llevaban puestas las camisetas coloridas con el lema de la fiesta que se llevaría a cabo en el Instituto.

Sintió un impulso de ir detrás de ella, era su novia, pero se detuvo, Emilie también tenía

amigos y estaba en todo su derecho de compartir tiempo con ellos.

– No te preocupes –dijo Devis deteniéndose a su lado–. Una chica nunca dejaría a un

poltergeist por un humano.

– ¿Cómo lo sabes? –inquirió Ellen dándole en las costillas–. Pensé que yo era tu primera

novia.

– ¡Te atraparon! –se rio Kyle.

Devis rodeó a Ellen por la cintura, ambos eran rubios y sus ojos compartían el mismo brillo

de amor cuando cruzaban sus miradas.

– Lo digo porque nuestra naturaleza nos hace irresistible.

Ella se sonrió y lo arrastró a la muchedumbre de estudiantes ubicados al lado izquierdo, Kyle

los siguió y se sentó en la silla vacía junto a Max, en esa misma línea estaban sus compañeros de

tribu. Devis y Ellen se sentaron al frente de ellos donde estaban Allan y Alissa Grant.

– Como pudieron apreciar al llegar al Instituto –comentó en voz alta el director Harrison

observándolos por encima de los lentes–. La bandera de esta prestigiosa institución ha sido

izada hasta media asta, en señal de duelo, luto y memoria por los tres estudiantes del Spook

High School que fueron asesinados en los últimos meses –hizo una pausa para tomar una

carpeta amarilla–. Los nombres de los estudiantes son: Owen Henderson, Cheryl Long y

April Jones.

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Los ojos de Max chispearon rubí por una milésima de segundos, pero lo suficiente para que

Kyle se percatara. Su mano pálida estaba fuertemente envuelta alrededor de la silla. Desde que se

conocieron en Paranormal y luego en el Teatro Cabalístico había aprendido a conocerlo y sabía que

aún sufría por April, aunque aseguraba que no.

– En honor a ellos, a sus familias y amistades ofreceremos un minuto de silencio –agregó el

director.

Todos se pusieron de pie, excepto Max. Conocía la verdad: April Jones no estaba muerta del

todo, ni Owen, ni Cheryl; ellos continuaban en este mundo como fantasmas. No fantasmas errantes,

habían sido ligados a las tribus de Benjamín Garroll y Erwan Black. Kyle buscó a su hermano entre

los estudiantes, sus enredados cabellos ocultaban su rostro mientras contemplaba triste el suelo,

Matías, que estaba a la par lo rodeó con el brazo en un gesto que revelaba años de amistad entre los

dos.

Nuevamente experimentó un poco de celos, apartó la mirada sintiéndose egoísta.

Decidió mirar al frente donde estaban los maestros distinguiendo a los conocidos: el profesor

Wagner de Literatura, la profesora Sanders de Filosofía, la profesora Sallas de Matemática, el

profesor Davis de Biología, a su lado había un maestro con la cabeza gacha y el pelo anaranjado

como el de Alissa, cuando el minuto de silencio terminó y el director volvió a hablar, el profesor

desconocido levantó el rostro y Kyle supo que no era tan desconocido, se trataba de Jeremy Grant,

el líder de la tribu de los invisibles.

– El director no es el único en pesar en la seguridad de los estudiantes –dijo Max cuando

Kyle se sentó–. La reina también.

– A pesar de todos los sucesos ocurridos en meses anteriores –siguió hablando el director– y

por decisión unánime con el consejo escolar, padres de familia y el departamento de policía,

se llegó a la conclusión de que las clases en el Instituto reiniciarían los primeros días del

mes de septiembre, para que ustedes no pierdan el año escolar.

Varios murmullos se extendieron por todo el lugar, algunos de desconcierto y otros de

felicidad.

– Por esa razón, el jefe de la policía de la ciudad se encargará de las medidas de seguridad

que tendrá el Instituto a partir de ahora –agregó señalando a John Scott, el padre de Emilie

que se encontraba de pie en la entrada del auditorio como una estatua en su uniforme de

policía.

Kyle atrapó la mirada de Emilie, pero por la sorpresa en el rostro de ella se dio cuenta que no

estaba al tanto de la noticia.

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– No todas son buenas noticias –comentó el director elevando la voz para llamar la atención

de todos–. Algunos estudiantes decidieron abandonar el Instituto y la ciudad por temor a lo

ocurrido, tal es el caso de Damián Black y otros estudiantes que eran miembros de Los

Fantasmas.

El comentario hizo reír a Kyle, Damián y los oscuros no huyeron de la ciudad por temor a los

rituales, ellos aún estaban en Spook City, ellos eran los responsables de los rituales.

– ¡Iluso! –farfulló Lina dando golpes en el piso con sus botas de tacón.

Algunos estudiantes la miraron, pero apartaron rápidamente la mirada cuando ella los escrutó

con sus ojos oscuros y fríos.

– El profesor Jeremy Grant sustituirá al profesor Colón en el área de Historia –añadió el

director señalando al líder de los invisibles.

Algunos susurros estallaron alrededor de Allan y Alissa al ser interrogados por algunos

estudiantes elogiándolos por tener a un padre que también era maestro.

– Para finalizar –intervino el director aclarándose la garganta–. El catorce de noviembre el

Spook High School se vestirá de gala celebrando un aniversario y un año escolar más con la

gran noche de fantasmas.

Los silbidos, gritos y aplausos de los estudiantes inundaron el auditorio por el anuncio, el

Instituto siempre celebraba el aniversario con una fiesta nocturna que llevaba el lema del nombre

del equipo de fútbol americano. La fiesta había sido suspendida temporalmente por los crímenes en

la ciudad, pero después de unos días de paz y tranquilidad todo parecía volver a la normalidad. La

noticia de una fiesta alegraba más a los estudiantes que la reapertura de las clases.

H

Sin los demás, la casa parecía tan claustrofóbica. Baiel, Lina, Cedric y Bri habían decidido

salir a una noche de cine en pareja, aunque lo habían invitado decidió quedarse en la casa con la

excusa de adelantar tareas, pero en realidad no quería dejar solo a Max.

Desde la muerte de April Jones todos habían decidido continuar sus vidas, incluso Max, pero

Kyle, a pesar de ser nuevo en la tribu lo conocía tan bien como para darse cuenta que algo estaba

mal con él. Aunque aparentaba ser fuerte ante los demás por ser el líder, no lo era, sólo era una

máscara y él sabía mucho sobre el uso de las máscaras.

El viento estaba frío cuando salió al balcón, el piso de madera no hizo ningún ruido cuando

caminó. Max Cooper estaba en el centro con la mirada fija en el bosque, una de sus manos sostenía

un libro cerrado que había tomado con el pretexto de estudiar y la otra mano estaba sobre su

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abdomen trazando círculos, algo que a Kyle le llamó la atención ya que en el cementerio lo miró

hacer lo mismo frente a la lápida de su novia; creyendo que se trataba de un tic nervioso se acercó.

– Mi madre solía decirnos que la noche era buena compañía para meditar.

Max dio varios parpadeos cuando lo escuchó, estaba tan absorto en sus propios pensamientos

que no lo escuchó llegar.

– Creí que estabas en la ciudad.

– Emilie tiene prohibido salir durante la noche –mintió, aunque no todo era mentira–. Y no

quise ser el único sin pareja.

Un músculo se contrajo en la mandíbula de Max.

– Yo tampoco quise ser el único sin pareja.

Kyle se arrepintió de haber hablado.

– Yo…

– Estoy bien –intervino Max.

Kyle lo miró, las ojeras oscuras, la tristeza en los ojos y el pelo despeinado decían todo lo

contrario

– Mientes, no estás bien Maximus Cooper.

Él le sonrió dejando el libro en el borde del balcón.

– ¿Desde cuándo me llamas Maximus?

– Cuando se exhorta a alguien hay que llamarlo por su nombre.

Max apoyó los brazos a ambos lados del libro, sus ojos miraron el bosque, el viento nocturno

sacudía las ramas de una forma apaciguadora y el silbido de los insectos de la noche se escuchaba

como las melodías suaves de una canción.

– Pienso en ella, en que no estoy preparado para los cambios y verdades.

– Tú eres fuerte.

– Somos una mezcla de fuerza y debilidad.

Kyle se concentró también en el bosque, en los movimientos de los árboles y en el sonido de

los animales. Le pareció escuchar a lo lejos el aullido de un lobo.

– Ella aparecerá en cualquier momento.

– Ella no seguirá siendo la misma.

Él asintió, Max tenía razón. April Jones no seguiría siendo la misma después de haber

sido ligada a una tribu como la de los oscuros o los mitológicos.

– Soy afortunado de que me hayas encontrado aquella noche en Paranormal y después en el

Teatro Cabalístico –dijo, su concentración no estaba ya en el bosque sino en los recuerdos

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del edificio abandonado donde vivió siendo un errante–. Tal vez Erwan o Benjamín me

hubieran encontrado a como lo hicieron con Dan Butler y… Baiel y yo hoy fuéramos como

Damián Black: oscuro.

– Algunos caminos están destinados a cruzarse –comentó Max apartando la mirada del boque

para verlo a él, sus ojos, aunque eran oscuros tenían un brillo especial que los llenaba de luz

y claridad–. No eres oscuro, no hay oscuridad dentro de ti.

Kyle parpadeó para alejar los recuerdos de su vida como errante y procesar las

palabras de Max. La oscuridad envolvía los árboles poblando de una densa neblina el

bosque que rodeaba la casa de los Cooper y translúcidos, y se preguntó si la maldad que

había en el mundo humano y el mundo poltergeist era igual, rodeándolos en una danza de

cambios y verdades.

– Largo es el arte; la vida en cambio corta como un cuchillo –dijo en susurros.

– Y aunque esta verdad me traspasa, prefiero saber la verdad –comentó Max.

La oscuridad en el bosque siguió su camino como una bandada de mariposas negras,

aunque estaba cerca, Kyle no sintió el contacto gélido de la noche que era muy similar a la

temperatura fría que surgía cuando un fantasma deseaba manifestar su presencia.

H

– ¿Crees que ellos estén aquí? –preguntó Emilie observando los rostros de los estudiantes que

pasaban a su lado dirigiéndose a los salones de clase.

– No, Damián no puede volver al Instituto sabiendo que nosotros estamos aquí, pero si puede

ocultarse en la ciudad.

Ella dejó de caminar al llegar al borde de las gradas en L que conducían a la segunda planta

del edificio.

– Cambiaron los colores de la pared –dijo ella mirando con atención la pared blanca.

– ¿Qué sucede con la pared? –preguntó él buscando una magnificencia en las paredes, ya que

ella sabía que el Instituto fue el escenario de disputa por El libro de Caín.

– El blanco –respondió–, es mi color favorito.

Él la rodeó por la cintura con el brazo, Emilie apoyó la cabeza sobre su hombro y ambos

observaron la pared sin decir nada, su noviazgo era reciente y el tiempo que compartían juntos lo

ocupaban para hablar sobre las tribus, las habilidades, los ritos de ligamento y todo lo relacionado

con el mundo poltergeist. Pocas veces tenían conversaciones típicas de novios como la comida

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favorita, el color favorito, la música favorita y otras cosas que eran temas habituales entre novios

normales.

– ¿Por qué es tu color favorito? –quiso saber Kyle.

Emilie giró el rostro, la comisura de sus labios estaban expandidas formando los hoyuelos en

sus mejillas. El color de la pared inundaba de magia sus ojos.

– El blanco me hace sentir que no necesito nada más.

– ¿Ni a mí?

– Antes te necesitaba –su sonrisa se amplió–. Ahora que estás en mi vida no planeo dejarte ir.

– Yo tampoco pienso dejarte ir, unicornio –dijo él envolviendo uno de sus dedos en un

mechón de pelo suelto de ella.

– Ahora que dices unicornio –intervino ella tomando un libro de su bolso–. Hoy es el día que

me corresponde dar la reseña del libro.

H

– Peter Soyer Beagle, nació el veinte de abril de mil novecientos treinta y nueve en New

York, es un novelista, autor de historias cortas y guionista de género fantástico

estadounidense. Su trabajo más notable es El último unicornio. –Emilie hizo una pausa para

mostrar la portada del libro, un unicornio blanco en un círculo azul–. En un bosque, una

hermosa unicornio descubre al escuchar a unos cazadores que se ha convertido en la última

de su especie. Esa razón, la empuja a emprender un viaje para saber si lo que ellos dijeron

es verdad. Con la ayuda del mago Schmendrick, Molly Grue y el príncipe Lir, el unicornio

llega al reino de Haggard donde parece estar la respuesta a lo que les ha sucedido a todos

los unicornios. El libro no sólo es un cuento fantástico, trata sobre los cambios que causa el

paso del tiempo y también está presente la búsqueda de la verdad, su valor y la esencia de

todo que nos rodea.

Kyle fue el primero en aplaudir cuando Emilie terminó la reseña, el profesor y los demás

estudiantes lo siguieron. Para sorpresa del profesor Wagner todos los estudiantes estaban prestando

atención.

– Excelente reseña señorita Scott –dijo.

Emilie asintió, aunque su mirada estaba puesta en los ojos llenos de orgullo de Kyle Foster.

Nadie la miraba como él. Los dos habían seleccionado el mismo libro para la clase de Literatura y

aunque la idea del profesor era que cada estudiante diera una reseña sobre los libros elegidos, la

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ausencia de clases los meses anteriores lo volvieron algo complicado, por lo que, al retomar las

clases, el profesor la seleccionó entre todos los estudiantes para que diera la reseña del libro que

leyó.

– Los libros son la mejor escuela –mencionó el profesor señalándolos a todos con el lapicero–

¿Qué aprendió usted del libro señorita Scott?

Ella recorrió la pasta amarilla del libro, siempre que lo miraba una imagen venía a su mente:

Kyle Foster, él era su príncipe Lir.

– La búsqueda de la verdad –respondió ella–. El valor de la verdad que nos hace reunir las

fuerzas para enfrentarnos a cualquier adversidad. La verdad es vital para el paso del tiempo.

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LUNA LLENA

Varios libros de literatura, ciencias y aritmética estaban esparcidos por toda la sala. Emilie se

encontraba trazando algunas figuras geométricas en una mesa en el centro, Kyle, que estaba a su

lado le resultó difícil concentrarse en su cuaderno, estaba contemplando como el color púrpura de la

blusa le resaltaba la belleza de los ojos y la perfección de su pelo recogido en una sola trenza.

– ¡Llegó la pizza! –anunció Allan cerrando la puerta con el pie y sosteniendo en una mano

una caja de Pizza Duh.

– Ya era hora –dijo Kyle sintiendo hasta ese momento el hueco en su estómago.

Allan se encaminó hacia donde ellos estaban apartando con el pie los libros en su camino y

despojó una de las mesas para colocar la pizza que desprendía un exquisito aroma a queso.

– Hasta hoy te veo esa camiseta –masculló Emilie con el ceño fruncido señalando con el

lapicero el emoji de fantasma impreso en la camiseta negra que usaba.

Su amigo se encogió de hombros lanzándole un vistazo a Kyle. Emilie no sabía que él era un

invisible y aunque no tenía ningún problema para confesarle la verdad, Alissa, su hermana le rogó

que esperaran el momento adecuado para decirle.

– Los emojis están de moda –dijo tomando una rebanada de pizza.

– Aquí están las bebidas –intervino Kyle colocando sobre la mesa dos botellas de jugo de

naranja.

Emilie tomó los vasos que estaban al lado de ella.

– ¿Lina no bajará? –preguntó.

– Ella es complicada –respondió Kyle desenroscando la tapa de la botella–. No nos llevamos

tan bien que digamos.

– La belleza siempre es complicada –dijo Allan dándole un mordisco a su pedazo de pizza.

– Lamento contradecirte –replicó Kyle dándole un beso en la mejilla a Emilie mientras le

acercaba la botella–. Algunas bellezas son serenas y dóciles.

Ella se sonrojó, las ranuras en sus mejillas aparecieron cuando sonrió. Él le volvió a dar un

beso haciéndola sonrojar de nuevo.

– Iré a dejarle pizza a Max –declaró antes de que Emilie protestara.

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La puerta del cuarto de Max estaba entreabierta cuando llegó, golpeó con los nudillos

anunciándose, pero al parecer la soledad gobernaba en el interior.

– ¿Max? –llamó empujando la puerta–. Voy a entrar.

La habitación estaba a oscuras, la única iluminación era la que se filtraba por las ventanas. Al

ingresar, recordó la primera vez que entró: Max se encontraba sentado sobre la cama con los pies

descalzos y el pelo negro desaliñado leyendo El libro de las sombras contadas de Terry Goodkind

para la clase de Literatura. De pie, en la ventana le mostró los tres círculos tatuados en su piel pálida

que simbolizaban su habilidad.

“El círculo es símbolo de la eternidad, no tienen principio ni fin y se supone que los vampiros

son inmortales –había dicho él.”

– A lo mejor está con Lina –dijo después de recorrer la habitación y el baño.

El sonido de un teléfono hizo que se detuviera cuando estaba cerca de la puerta, se tocó los

bolsillos, pero recordó que el celular lo había dejado en la sala sobre la mesa donde estudiaban. El

sonido provenía del interior del cuarto, al darse la vuelta logró ver el parpadeo de una pantalla sobre

la cama de Max.

Retrocedió, aunque debatía si era adecuado tomar un celular ajeno.

– Se lo llevaré.

El celular de Max se elevó de la cama cuando las hebras invisibles de Kyle lo atraparon.

Cuando lo tomó en la mano, no evitó darse cuenta que estaba abierto en la bandeja de mensajes y

peor aún, el nombre del remitente del último mensaje: April Jones.

La porción de pizza cayó al suelo cuando abrió y leyó el mensaje:

“Te espero en las ruinas del bosque a las 6:00 pm. Ven solo… y recuerda que te amo y te

amaré siempre. Aún más allá de la muerte.”

Un hormigueo le recorrió los brazos, sin mirar atrás levitó hasta el cuarto de Lina al otro lado

del pasillo.

– ¡Lina! –gritó golpeando la puerta– ¡Lina, abre!

La princesa de hielo abrió la puerta después de unos segundos que parecieron eternos, el pelo

lo llevaba alborotado como si hubiera pasado toda la tarde durmiendo y no estudiando para los

exámenes del Instituto.

– ¿Qué quieres neutro? –se quejó sin mirarlo.

Kyle, que sin querer se había quedado observando la camisola floja que ella llevaba dejando

expuesta cierta parte de su piel se aclaró la garganta y le extendió el celular.

– Max está en peligro.

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Los ojos oscuros de Lina se inyectaron de un frío y gélido brillo al leer el mensaje.

– ¡Maldición! –gruñó pasando al lado de Kyle en dirección a las escaleras.

– Tenemos que ir –dijo detrás de ella–. El mensaje fue recibido hace media hora.

H

Allan y Emilie se levantaron de un salto al ver que Lina bajaba los escalones a toda prisa. Sus

botas golpeando el suelo de madera con cada paso que daba.

– ¿Todo bien? –preguntó Allan–. Parece como si acabaran de ver un fantasma.

Lina volteó los ojos molesta, el único chico con buen sentido del humor para ella era Baiel

Mawson.

– Max está en problema –dijo Kyle–. Lina y yo iremos a ayudarle

Emilie dejó el resto de pizza sobre la mesa para tomarlo de la mano.

– ¿Él está bien?

– Lo estará –espetó Lina–. Si alguien toca a mi hermano se arrepentirá de haberlo hecho.

– ¿Puedo ayudar en algo? –preguntó Allan haciéndose el desentendido por las actitudes de los

tres.

– Tu motocicleta –contestó Lina apuntando hacia afuera donde estaba parqueada.

Allan asintió entregándole las llaves que estaban dentro de uno de sus bolsillos.

Kyle estrechó en un abrazo a Emilie. Ella acarició su pelo castaño desordenado, sus dedos

temblando de temor.

– Todo va a estar bien –le susurró al oído–. Allan te llevará a casa.

Ella se resistió a dejarlo. Sus manos se empeñaban en continuar atrapadas entre su cabello. La

suavidad le daba tranquilidad. El calor y el regazo de Kyle eran el mejor lugar para ella, un sitio

seguro y acogedor.

Una de sus manos alcanzó un collar que estaba en la bolsa de su chaqueta.

– ¿Qué es? –preguntó Kyle cuando sintió que ella se lo colgaba alrededor del cuello.

– Una E –respondió ella tomando en una mano el dije y entrelazando la otra con la mano de

él–, para que tengas siempre un recuerdo mío.

Kyle recorrió el contorno de su rostro, olvidándose de los espectadores se inclinó para besarla.

– Tú siempre estás y estarás en mi mente, Emilie Scott.

H

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La noche era negra como el pelo de Lina, su malhumor y sus ropas oscuras. Las únicas luces

eran las de la motocicleta que retozaba como un toro embravecido y los chispazos de luz de la luna

llena que se filtraban por las ramas de los árboles. El rugir de la motocicleta ocasionaba que el

corazón de Kyle revoloteara dentro de su cavidad torácica como campanadas, las líneas negras

habían envuelto sus brazos aumentando la adrenalina y el negro cabello de Lina le golpeaba el

rostro mientras el viento los acechaba queriendo derribarlos. Por un momento, pensó que ella había

seleccionado el sendero más irregular por dos motivos: para llegar más rápido a las ruinas o para

que él se golpeara la entrepierna con cada salto y hacerlo vacilar.

Ella en realidad era fría como una estatua de hielo, pero descartó la segunda idea. Max estaba

en peligro y creer que Lina podría pensar en cosas como esas en una situación delicada era

inaceptable.

El bosque se volvió más denso y oscuro mientras más se adentraron, los árboles en la noche

obtenían la apariencia de torres inalcanzables y el ulular de los búhos inundaron de una

escalofriante melodía el ambiente sombrío.

– ¿Estás segura que es el camino correcto? –preguntó por encima del rugir del motor y del

viento que le sacudía el pelo como banderines.

– ¡Claro que sí! –gritó ella.

Envolvió los dedos alrededor del dije con la letra inicial de Emilie para sentirse seguro, a

partir de ahora llevaría un obsequio de su novia a todos lados y eso lo hacía feliz. El collar ocultaría

la fina cicatriz alrededor de su cuello.

Lina aceleró la moto para sobrepasar un pronunciado bulto de tierra seguido por un giro, el

salto hizo que él casi resbalara hacia un lado, al no encontrar las asas para sujetarse tuvo que

agarrarse de la cintura de ella para no caer.

– ¡Aparta tus manos de mi cintura! –protestó ella.

– ¿Podrías al menos avisarme cuando vamos a dar un giro peligroso? –argumentó él

buscando de donde sujetarse.

Ella ladeó la cabeza para que su pelo le golpeara el rostro a propósito. Aumentó la velocidad

y siguió conduciendo mezclada con las penumbras de la noche.

Kyle reprimió el impulso de quitarle la moto y hacerla volar por los aires. Cerró los ojos

convencido de que no se podía confiar en una chica como piloto de motocicleta, peor si era una

chica como Lina Cooper.

– ¡Allí está! –dijo Lina.

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Kyle abrió los ojos, a través de unos árboles cadavéricos logró atisbar las ruinas de una gran

casa abandonada justo en el corazón del bosque.

H

La casa en ruinas se encontraba ubicada en el epicentro del bosque. Espaciosa y abandonada.

Al estar cerca era como contemplar un templo antiguo construido por civilizaciones antiguas, del

cual sólo quedaban algunas paredes húmedas, sucias, repleta de helechos y largas hiedras como los

horrendos tentáculos de Benjamín Garroll.

El techo era abovedado lleno de grietas que se expandían como las venas y arterias bajo la

piel. Un sinnúmero de columnas lo sostenían y otras estaban tiradas en el suelo y partidas por la

mitad como tumbas saqueadas.

A Max no le fue difícil llegar al lugar después de haber recibido el mensaje y salir en secreto

de la casa por la ventana. Desde la muerte de April su vida había cambiado, ya no era el mismo.

Ante los demás se mostraba fuerte, pero por dentro su corazón estaba agrietado como el techo

encima de su cabeza. Lo único que lo mantuvo decidido en su camino a las ruinas era la esperanza.

Hace años había perdido a sus padres, mantuvo una relación no adecuada con una persona que lo

marcó para siempre y la chica de la que se enamoró había sido cruelmente asesinada por Damián

Black. La esperanza era lo que lo mantenía de pie y su esperanza en ese momento era que a pesar de

que April Jones ya no era humana, esperaba que en el fondo ella siguiera siendo la misma.

Estaba cansado de resignarse a perder.

Algunas gotas que caían desde el techo interrumpieron el silencio que albergaba el interior de

la casa mientras deambulaba con los ojos rojos que se adaptaban a la escasa iluminación; la piel de

su rostro, cuello y brazos resaltaba en la oscuridad. Recorrió el interior de la casa buscándola, pero

su agudo olfato no distinguió el aroma que él tanto conocía y amaba.

Buscó en la bolsa del pantalón el celular para comunicarse con ella, pero los bolsillos estaban

vacíos.

– Lo dejé en casa –gruñó dándole un puñetazo a la pared.

A lo lejos, escuchó un lobo aullar y pensando que el mensaje de ella se trataba de un engaño

decidió abandonar la casa en ruinas saliendo a un amplio y largo pasillo donde se levantaban varias

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columnas a ambos lados. El suelo bajo sus pies estaba adornado con varias grietas que se cruzaban

entre sí como una telaraña.

Una figura femenina saltó de las sombras en el otro extremo del pasillo, él estaba a mitad de

camino cuando la miró. La chica avanzó con paso decidido y reservado. Se detuvo al llegar a un

claro donde la luz de la luna llena caía a través de un hueco en el techo.

– Hola, Max –dijo ella tomando entre sus dedos un mechón de cabello rubio.

Max, a pesar de poseer un sentido mejorado de la visión entrecerró los ojos para mirarla: era

alta como Lina, piel clara y pelo amarillo con un fleco cortado a nivel de las cejas enmarcando unos

sagaces ojos grises.

– ¿Quién eres? –preguntó, había un leve estremecimiento en sus labios.

La chica sonrió y cuando menos lo esperó estaba a medio metro de él usando la levitación.

– Soy yo –dijo con una pisca de alegría e ironía–. Soy April Jones.

El rostro de él palideció más de lo normal. Un nudo se formó en su garganta y sintió que el

corazón se le detenía. Estaba consciente que April estaba muerta, estuvo en su funeral y pasó varias

horas frente a su tumba, pero también era consciente que ella no se había ido del todo. Continuaba

con vida en una entidad extraña.

Era como perderse en el universo sin gravedad. Ella estaba de pie frente a sus ojos vestida de

negro. April Jones, un poltergeist.

– April –dijo desasiendo el nudo en su garganta–. Eres tú.

– Pensé que no ibas a venir –musitó ella caminando alrededor de él–. Llevó contando cada

día, hora y minutos para verte.

Max tragó saliva siguiendo sus movimientos con la mirada, aunque la amaba no significaba

que iba a fiarse de ella.

– Yo no…

– ¿Me tienes miedo? –interrumpió ella con voz dolida dejando de caminar.

Max la miró a los ojos, eran los mismos que había visto por muchos años: la mirada humana

de April Jones.

El amor era ciego.

– Me siento culpable por lo que te sucedió.

Ella levantó una mano para acariciarle el rostro pálido y no pareció afectada al mirarle los

ojos rojos.

Él se estremeció ante el contacto.

– Siempre quise tener el pelo rubio –dijo con una diminuta sonrisa– ¿Recuerdas?

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– Recuerdo cada segundo a tu lado –afirmó tomando un mechón de su pelo liso–. Debí

contarte la verdad desde un principio.

April se mordió el labio inferior de manera provocativa.

– Ahora no hay nada que nos separe –comentó acariciándole el pecho–. Ambos somos

poltergeists.

Él reprimió el deseo de besarla y se alejó. Ella tenía razón al decir que ambos eran

poltergeists, pero existía un límite: él era el líder de la tribu de los translúcidos y ella podría ser un

mimbro de la tribu de Erwan Black o de Benjamín Garroll, sus enemigos.

– Te equivocas, April. Yo soy el líder de una tribu de poltergeists –hizo una pausa buscando

en ella el tatuaje que la identificara como miembro de una tribu, pero sólo logró ver el

símbolo de ligamento en el dorso de una de sus muñecas– ¿A qué tribu perteneces?

Los dedos de ella acariciaron el símbolo de ligamento trazado sobre su piel.

– No importa a qué tribu pertenecemos –contestó–. Yo te amo y tenemos el derecho de vivir

nuestro amor.

– No entiendes…

– Tú eres el que no entiende –espetó ella tomándolo de la mano–. Huyamos lejos y vivamos

nuestra historia.

Él la miró a los ojos y por un momento imaginó escapar con ella de la ciudad y vivir juntos

en otro lugar donde no existieran los conflictos. Con la mano libre rozó por encima de la tela de la

camisa el piercing incrustado en su ombligo y aferrándose a la idea de que April Jones continuaba

intacta dentro de aquella entidad atravesó el corto espacio que los separaba y la besó clavando los

gélidos dedos en su melena rubia mientras que ella rasgaba con las uñas su camisa entre gemidos.

– ¡Aparta tus asquerosas manos de mi hermano, desgraciada! –gritó una helada voz desde la

entrada del pasillo.

Max y April dejaron de besarse girando el rostro al oírla, aunque sus manos continuaron en

los mismos lugares.

– ¿Lina? ¿Kyle? –inquirió sorprendido y un poco avergonzado al ver a Kyle– ¿Qué hacen

aquí?

– Kyle encontró tu teléfono y leímos los mensajes –espetó Lina para luego clavar los ojos

sobre la chica extraña– ¿Es ella?

– Es April Jones.

Los copos cristalinos de Lina aparecieron danzando entre sus dedos.

– Ella no es April –dijo–. No es la misma chica de la que te enamoraste.

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– ¿Tú qué sabes del amor Lina? –profirió él.

Lina miró a Kyle, sus ojos estaban cristalizados como los copos, no por frío sino por dolor.

– Lina tiene razón –intervino Kyle–. Ellos no vuelven a ser los mismos. Tú lo sabes.

April los fulminó con la mirada, se separó de Max y comenzó a caminar hacia el fondo del

pasillo por donde había llegado.

– Ellos mienten. Son veneno que quieren destruir nuestro amor –se detuvo para tenderle una

mano a Max, sus ojos se habían vuelto dulces–. Ven conmigo. Ven, Max Cooper.

Él lanzó una mirada a su hermana y a Kyle. A pesar de que era el líder de una tribu, también

era alguien que se enamoraba. Los sentimientos interferían con la razón.

– ¡Hazlo! –ordenó Lina a Kyle al saber que su hermano seguiría a April.

Kyle levantó las manos dejando que las hebras invisibles brotaran de sus dedos separando a

Max de April. Ella rodó a un extremo dando contra una de las columnas y él cayó al otro lado de

rodillas y con los colmillos de fuera.

– ¿Qué demonios hacen? –gritó él.

Lina miró a su hermano con tristeza, una lágrima se escapó de sus ojos. Sufrir por amor

causaba dolor.

– Te salvamos de ella.

– Yo la amo –espetó él.

– Max, Max –masculló April apoyada sobre una de las columnas caídas y fingiendo una

mueca de dolor.

Kyle dio un paso al frete para alzar a la chica en el aire, ella chilló para llamar la atención de

Max.

– ¡Bájala! –ordenó Max furioso– ¡Ahora!

– ¡No lo hagas! –contradijo Lina.

April continúo gimoteando, Max gruñó haciendo que los colmillos se enterraran en sus

propios labios y sin decir nada más y usando la velocidad del vampirismo, se abalanzó encima de

Kyle cortando el aire como las flechas de Nicos Benbow estrellándolo contra el suelo agrietado.

Kyle gritó de dolor al chocar la espalda contra un pedazo de concreto, el dolor le recorrió

todo el cuerpo erizándole la piel. La telequinesis menguó dejando libre a April Jones. Antes de

levantarse, Max que estaba encima de él lo miró a los ojos. Estaban empañados, Kyle supo que

estaban llenos de dolor, arrepentimiento, confusión, desilusión y amor. Él lo entendía más que nadie.

Lina corrió para quitárselo de encima, Max se pasó el dorso del brazo para limpiarse el rastro

de lágrimas y se alejó para ayudar a April a ponerse de pie.

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– ¿Estás bien? –preguntó Lina ayudando a Kyle a levantarse.

Él afirmó con un movimiento de cabeza, aunque la mueca en su cara decía todo lo contrario.

– Aunque no lo crean –dijo Max–. April sigue siendo la misma. Ella recuerda todo lo que

nosotros éramos antes.

Él la tomó de la mano, quiso tomarle la otra, pero ella la ocultó detrás de la espalda, algo que

a Kyle no le agradó.

– Tú lo dijiste Lina –añadió aclarándose la garganta–. El amor interfiere con la razón.

Ella se acercó, Kyle la siguió con el cuerpo encogido por el dolor.

– Ella no es la misma –replicó su hermana– ¿A caso Owen siguió siendo el mismo?

Max sacudió la cabeza, incrédulo. Kyle no apartó los ojos de April Jones, aunque ella era su

prima, ahora era un poltergeist con el símbolo de ligamento tatuado en la muñeca.

– Ellos tienen razón –dijo April con los labios curvados en una sonrisa maliciosa.

Max la miró desconcertado como si hubiera sido otra persona la que hubiera hablado, de

pronto sintió que la mano de ella ya no era igual. Había una sensación extraña en su piel. Kyle quiso

decirle que se apartara, pero antes de que él o Lina reaccionaran, April levantó la mano que

ocultaba detrás de la espalda; aunque ya no era una mano humana, el brazo estaba cubierto por un

grueso pelaje amarillo como el de su cabello y los larguiruchos dedos terminaban en afiladas garras

como las de un lobo.

– Soy un poltergeist, una mitológico –gruñó enterrándole las garras en el costado.

La mano de Max se empeñaba en seguir tomado de la otra mano de ella mientras caía al suelo.

Aferrándose aún a la esperanza.

April se carcajeó viéndolo caer y apartó la mano de un tirón.

– ¡Hermano! –chilló Lina al mirar a Max caerse y desangrarse.

Miles de copos multiformes se dispararon de sus dedos juntándose en la trayectoria hasta

formar cuchillos de cristal atravesando el espacio en dirección a April. La mitológico levitó para

esquivarlos, pero Lina desprendió más cuchillos de hielo ensartándole algunos en la piel.

Kyle flotó olvidándose del dolor y se echó al lado de Max. La sangre brotaba de su costado,

rojo carmesí en contraste con la piel pálida. Con las manos presionó la herida intentando frenar el

sangrado, pero el líquido se le escurría por los dedos. Algo helado le pinchó la piel, a través de la

sangre logró ver que se trataba de un piercing empotrado en el ombligo. Era lo que Max siempre se

tocaba al recordar a April Jones.

– Vas a estar bien –aseguró pasándole una mano sobre el pecho.

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A pesar de estar aún consciente, Max no le respondió, sus ojos que habían vuelto al color

oscuro normal estaban fijos en el rostro de Kyle como si en sus ojos lograra ver el camino que

conducía al paraíso, al limbo o a otra dimensión.

– La luna está llena de miradas que se perdieron buscando una respuesta –dijo al fin

desviando la mirada de Kyle a la luna llena que reinaba en lo alto como una reina vestida de

plata.

– ¡Neutro! –exclamó Lina.

Kyle levantó la vista para atender al llamado de la princesa de hielo. Estaba de pie con las

manos levantadas y los copos de nieve convirtiéndose en afilados objetos que la rodeaban como si

ella fuera el sol y ellos los planetas orbitando a su alrededor. Miró más allá donde ella veía. Sus ojos

se abrieron estupefactos al ver como el cuerpo de April se retorcía: los huesos de las manos y pies

alargándose, las uñas convirtiéndose en garras, su piel cubriéndose de vello amarillo y espeso hasta

ponerse en cuatro patas, su espalda aumentando de volumen y en el extremo inferior de la columna

vertebral apareció una cola, las orejas se le estiraron hacia arriba quedando rematadas en puntas, los

dientes se le volvieron alargados y afilados cuando la quijada se proyectó hacia el exterior

convirtiéndose en hocico.

Las cuatro patas aruñaron el suelo cuando se acercó acechándolos con unos ojos redondos y

bestiales.

– Licantropía –masculló Max mirándola a ella y a la luna llena que brillaba en lo alto del

cielo oscuro–. Esa es su habilidad.

Los cuchillos de Lina revolotearon en el aire para herirlo, pero el lobo se paró sobre las patas

traseras mostrando los afilados incisivos. En sus ojos grises no había temor por las armas de hielo,

Lina recordó que los hombres lobo poseían una capacidad de sanación más acelerada que la de los

humanos y que se curaban con mayor facilidad. Y sus copos se convertían en cuchillos de hielo, no

de plata.

– ¡Yo me encargaré de ella! –gritó–. Tú cuida a mi hermano.

Lina hizo que los objetos puntiagudos se deshicieran cayendo al suelo. April corrió hacia ella

dispuesta a devorarla. Los copos se juntaron cubriendo la superficie con una fina capa de hielo

cristalino haciendo que las patas del lobo se deslizaran hasta perder el equilibrio. April rodó sobre el

hielo intentando levantarse, Lina hizo emerger carámbanos por todos lados, uno de ellos que

acababa en una fina punta se clavó entre las costillas del lobo.

Los aullidos de April estremecieron el lugar atravesando las paredes y esparciendo el eco por

todo el bosque.

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Dos mitológicos aparecieron saliendo de las sombras: Nicos, con el arco listo para disparar y

Corpin sacudiendo la cola de escorpión. El aullido de April no era sólo una queja de dolor, era una

manera de llamar a sus compañeros de tribu.

Las patas de caballo de Nicos abrieron más grietas en el suelo golpeándolo mientras

disparaba las flechas contra Lina. Ella se vio obligada a descongelar el suelo para usar el hielo como

defensa contra las flechas que se acercaban como abejas asesinas. El cuerpo del lobo convulsionó

en el suelo manchado de sangre hasta convertirse nuevamente en April Jones, Corpin se acercó para

ayudarla a ponerse de pie.

– ¡Destrúyanla! –gruñó April, su mirada aún era la de un animal.

Corpin sonrió apartando el mechón que caía sobre sus ojos azules. Blandió la cola y comenzó

a levitar hacia adelante aprovechando que Nicos había acorralado a Lina Cooper. Ella trataba de

crear más copos intentando mantener seguros a Max y a Kyle, pero los brazos se le fatigaban por

mantenerlos mucho tiempo levantados.

La cola de Corpin se extendió acercando el aguijón cada vez más, pero no logró llegar hasta

ella, en ese momento Baiel apareció filtrándose por unos de los agujeros en el techo como un ángel

enviado del cielo con las alas blancas extendidas.

Los ojos azules de Corpin se ampliaron de sorpresa al verlo, sin previo aviso, Baiel lo tomó

por la cola para luego darle varios giros y estrellarlo contra Nicos Benbow.

– Tranquila, amor –dijo descendiendo a la par de Lina–. Ha llegado tu ángel guardián.

Lina le guiño un ojo en respuesta al mismo tiempo que hacía crecer del suelo gigantescos y

afilados carámbanos de hielo como una barrera protectora.

Nicos, al otro lado buscó más flechas en el carcaj, pero estaba vacío y Corpin retrocedió

sintiéndose incapaz de enfrentarlos.

– Nos volveremos a ver, translúcidos –espetó April.

Antes de marcharse con Nicos y Corpin, miró a Max por encima del hombro, en sus ojos

grises no había remordimiento ni mucho menos amor. En su mirada había odio y desprecio.

Los carámbanos de hielo se derritieron derramándose sobre el suelo como pequeños cubos de

hielo. Baiel tomó de la mano a Lina, sus alas desaparecieron dejando en su espalda desnuda el

tatuaje de alas negras.

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ELIXIR

Lina se dejó caer al lado de su hermano para sostenerle la cabeza, ambos tenían el mismo brillo

negro en el cabello.

– ¿Dónde está Cedric? –preguntó sin preocuparse de que las lágrimas se derramaran de sus

ojos oscuros.

Baiel se apoyó en una rodilla para estar cerca de ella, su rostro contraído en una expresión de

dolor al ver el estado de Max y el de ella. Le dolía ver sufrir a las personas que quería.

– Estaba con Bri en Konink Stad, pero ya vienen en camino.

La sangre ya se había expandido por todo el piso en un círculo como los dibujados en las

muñecas y en el cuello de Max, la piel perdía su color natural y las ojeras alrededor de sus ojos se

oscurecían como el color de la noche.

– Hermano… hermano –masculló ella sacudiéndole la cabeza al ver que él se resistía a

reaccionar–. Se fuerte, nosotros hemos enfrentado un sinnúmero de obstáculos y hemos

vencido. Cedric viene en camino y te curará.

Una lágrima rodó de los ojos de Max al contemplar el sitio por donde April Jones había huido

con Nicos y Corpin. Experimentando la pérdida de un amor dos veces.

– Si mi entidad sucumbe iré al limbo –musitó entre jadeos.

Lina sacudió la cabeza, sus manos temblando de temor. Miedo de perder al único familiar

vivo que le quedaba.

– ¡Tú no vas a morir!

Kyle recordó lo que Cedric dijo el día que Baiel eligió la entidad:

“Tienes que saber elegir bien tu entidad, después no podrás cambiarla. Sólo se puede poseer

una.”

El mundo poltergeist al igual que el mundo humano estaba regido por leyes y esa era una ley

sideral para todos ellos. El Libro Ente sólo permitía una entidad por fantasma, el cuerpo se

consideraba una habitación, un templo y por esa razón se debía cuidar y proteger. Mantenerlo con

vida. Si el cuerpo vivía el fantasma tendría donde habitar, pero si el corazón dejaba de latir y el

cuerpo moría, el fantasma sería expulsado y exiliado al limbo por la eternidad.

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Maximus Cooper no era sólo el líder de la tribu de los translúcidos, era su amigo y camarada.

El que le ofreció un techo donde morar, una familia y una vida más humana. Gracias a él tenía la

oportunidad de poseer un cuerpo de carne y hueso, una entidad.

Simplemente no permitiría dejarlo ir.

– Están entrando a la ciudad –masculló Lina enjugándose las lágrimas con el dorso de la

mano.

– Ha perdido mucha sangre –anunció Baiel inclinándose sobre él y probando el pulso, añadió:

–las pulsaciones se sienten débiles.

Lina dejó que las lágrimas de cristal corrieran sobre las mejillas mientras sus manos

envolvían con delicadeza el rostro pálido de su hermano gemelo.

– ¡Max! –el grito se ahogó– ¿Me escuchas?

– Me… arde –dijo, tosió y sangre salió por su boca.

– No aguantará –aseguró Kyle observando como el flujo se filtraba con más frecuencia entre

sus dedos–, necesita sangre.

– No estamos en un hospital –dijo Lina limpiándole la sangre de la boca.

– La habilidad de Max es el vampirismo y los vampiros se alimentan de…

– Espera ¿Qué estás diciendo Kyle? –intervino Baiel alzando una mano.

La sangre entre los dedos de Kyle era fría, desde que se había convertido en errante parte de

su tiempo lo dedicó a la lectura de libros y aunque la mayoría eran sólo ciencia ficción, esperaba

que lo que haría a continuación en realidad funcionara.

– La sangre es el elixir que les da vida a los vampiros y yo le daré la mía.

– ¿Estás seguro? –preguntó Baiel–. Este no es un libro de Bram Stoker.

Kyle miró a su amigo de soslayo con el ceño fruncido y sorprendido, no esperaba que Baiel

estuviera al tanto de los libros que leía y mucho menos de los autores.

– Kyle tiene razón –afirmó Lina–. El vampirismo le provee a mi hermano los atributos de un

vampiro.

Baiel asintió al recordarlo, ella se lo contó la noche después de la lucha en el lago Wasky

donde Kyle resultó herido. Los dos se encontraban sentados sobre la piedra Tempano mientras la

noche los cobijaba. Ambos habían revelado secretos e historias muy privadas. Esa noche fue la

primera vez que se besaron, un contraste entre blanco y negro.

– Apoyo tu decisión –dijo él colocándole una mano sobre el hombro en señal de aprobación.

– No lo… hagas –gimoteó Max.

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Ella apretó los labios saboreando la amargura de sus lágrimas y cerró los ojos recordando lo

difícil que fue para su hermano en los primeros años como fantasma errante adaptarse a su habilidad

y aún más a la sed de sangre que lo enloquecía y descontrolaba, pero era consciente de que no

existía otra salida. Max necesitaba sangre para sobrevivir mientras Cedric Tucker llegaba.

Los copos de nieve volvieron a aparecer en sus dedos brillando como las estrellas que

rodeaban a la luna llena en el cielo descendiendo suavemente como siguiendo una melodía que los

oídos de los demás no podían percibir. Copos blancos y sangre roja. Los ampos cayeron sobre la

herida uniéndose hasta formar una fina capa de hielo que detuvo el sangrado.

Kyle alargó la mano a la altura de la boca de Max, pero él la apartó, la mirada contagiada de

dolor y angustia.

– Si lo hago… perderé el control.

– ¡Hazlo! –ordenó Kyle cerrando la mano en un puño.

Él negó con la cabeza. Baiel rodeó a Lina en forma protectora, ella apoyó la cabeza sobre su

hombro y algunos mechones negros se enredaron con los mechones platinados de su novio.

– ¡Muerde y bebe! –insistió girando con la otra mano el rostro de su compañero–. No le des

gusto a April, a Benjamín ni a Damián Black.

Los ojos oscuros de Max convirtieron el brillo de angustia en rabia al escuchar el nombre de

la chica que en alguna ocasión fue su novia y el nombre de los dos sujetos que acabaron con ella.

Los labios que antes eran rojos y que ahora estaban demacrados por la falta de sangre se separaron

dejando al descubierto dos afilados colmillos, el enojo en su mirada se combinó con el deseo al ver

como el pulso se contraía y dilataba bajo la piel en la muñeca de Kyle.

Los gélidos dedos se envolvieron por encima del codo de Kyle para poder guiar la mano,

cuando estaba a unos pocos centímetros se detuvo un segundo para contemplar las líneas negras que

le rodeaban los brazos como si estuviera decidiendo donde morder. Luego cerró los ojos.

Un débil gruñido se le escapó de lo profundo de la garganta cuanto tiró de la mano y hundió

los puntiagudos colmillos en la piel. Kyle sintió un sutil pinchazo mientras los colmillos le rompían

la piel avanzando hacia adentro. La piel alrededor de la mordida le comenzó a arder como un fuego

acogedor. Los tatuajes de líneas alrededor de sus brazos parecieron deslizarse hasta rodear la cara

de Max obligándolo a seguir succionando sangre.

Max aumentó la presión del agarre hasta provocar hematomas, cuando la sangre de Kyle

comenzó a recorrer su sistema sintió que cada célula de su cuerpo cobraba vida. Su cuerpo pasó de

estar blandengue a rígido cuando el elixir de la sangre lo llevó al clímax en señal de recuperación.

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Al abrir los ojos, ya no eran oscuros como las noches de Spook City, eran rojos, rojos como

la sangre, como el carmesí, rojos como los ojos de un vampiro.

Rojos como cuando lo conoció en la discoteca Paranormal.

Kyle hizo el intento de incorporarse, pero las paredes alrededor de él parecieron girar como

un platillo volador. El dolor y el ardor se esfumaron siendo reemplazados por una extraña y

agradable sensación como si estuviera bajo los efectos de sustancias alucinógenas que eran capaces

de perderlo en espacio y tiempo.

Sintió que los parpados pesaban demasiados para mantener los ojos abiertos, las líneas negras

volvían a percibirse como tiras escurridizas, la somnolencia se adueñé de él y lo único que anhelaba

era cerrar los ojos y dejarse atrapar por una burbuja de fantasía para escapar de la realidad.

A lo lejos, alguien mencionó su nombre y cuando su cabeza dio contra el suelo que se

extendía como una gigantesca telaraña logró distinguir a dos figuras borrosas tomadas de la mano

surgiendo de la entrada rodeado por las penumbras del bosque: un chico fortachón de piel morena y

una chica delgada con el pelo rojo danzando como llamas de fuego mientras corría.

Cedric Tucker y Bri Owens.

H

– Neutro… neutro.

El apodo siempre se escuchaba mejor que su nombre cuando Baiel lo decía.

– ¿Te despertaste?

Kyle abrió los ojos y parpadeó para que sus ojos se acostumbraran a la luz amarillenta que se

filtraba por las cortinas blancas de la habitación. Su amigo estaba sentado en una silla frente a su

cama fingiendo leer un libro.

– No, soy sonámbulo –contestó tratando de ser un poco sarcástico y llevándose la mano a la

muñeca derecha donde Max lo mordió– ¿Cuánto tiempo llevo dormido?

Baiel dejó el libro sobre el borde de la cama para después agitar con las manos su

desordenado cabello platinado intentando espantar el sueño.

– Doce horas –bostezó y echó un vistazo al reloj en la mesa de noche que marcaban las diez

de la mañana.

– ¿Tú me cambiaste? –preguntó apartando las sábanas y viendo que las ropas que llevaba el

día anterior habían sido sustituidas por un pijama gris.

El olor oxido de la sangre de Max y el de su propia sangre siendo succionada aún lo lograba

percibir.

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– Sólo me faltó darte un baño –replicó levantándose de la silla–, pero Cedric dijo que no era

necesario.

– ¿Tú no has dormido? –inquirió al ver que su amigo todavía llevaba el mismo pantalón.

– No tengo sueño –mintió.

Kyle decidió no insistir en la pregunta, por las ojeras y el cansancio en el rostro de su amigo

era evidente que mentía y que había decidido no dormir para estar pendiente de él. Algo que lo hizo

sentirse débil, Baiel siempre era el más fuerte.

– ¿Qué pasó… luego de que me desmayé? –quiso saber explorando la nueva cicatriz en su

muñeca.

– Cedric y Bri llegaron justo a tiempo. Aunque tu plan funcionó, los papeles se invirtieron al

final: Max estaba mejorando y tú eras el moribundo.

Un escalofrío le recorrió la piel al recordar la sensación que lo invadió cuando Max lo mordió

y la sangre siendo succionada. El dolor punzante convirtiéndose en un extraño éxtasis.

– Fue raro –confesó–. Al ver que Max estaba recuperándose y que la transfusión era

suficiente intenté incorporarme y retirar la mano, pero no podía, estaba sucumbiendo en un

mundo de delirios y fantasías.

Su amigo se apoyó en el respaldar de la silla.

– Creí que conocías todo a cerca de las criaturas de la noche.

– No todo –admitió Kyle–. La vida real es muy diferente a los cuentos de hada y terror.

Alguien golpeó la puerta de la habitación interrumpiéndolos. Era Max Cooper, vestido de

negro de pie a cabeza, la piel pálida resplandeciente como si estuviera bajo el sol y las ojeras

alrededor de sus ojos ya no estaban negras como la noche. Se detuvo justo bajo el umbral de la

puerta como si tuviera temor de poner un pie adentro.

– Iré a comer –comentó Baiel aclarándose la garganta.

Kyle asintió y su amigo levitó hacia la salida dándole un golpecito en el hombro a Max antes

de salir.

Él continuó inmóvil en la puerta observando el vaso entre sus manos que contenía un espeso

líquido violáceo el cual combinaba con el color de sus labios.

– Bri te envía esta bebida –dijo después de unos segundos entrando al interior con sumo

cuidado como si en vez de un simple cuarto estuviera pisando un templo antiguo y sagrado.

– ¿De qué es? –preguntó Kyle sentándose en el borde de la cama.

Max sonrió, las mejillas pálidas habían obtenido un poco de rubor.

– Remolacha, ella asegura que ayuda a prevenir la anemia.

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Kyle extendió la mano para tomar el vaso, Max se lo entregó, no sin antes darse cuenta de la

cicatriz en forma de media luna que le había dejado.

– No creo que haya perdido tanta sangre como para que me dé anemia –comentó Kyle

arrepentido de no haberlo tomado con la otra mano.

– ¿Cómo te sientes? –preguntó ocupando la silla donde Baiel estuvo sentado.

Al beber, el jugo de remolacha hizo que el apetito se le alborotara y se lamió los labios

disfrutando del sabor bebiendo más de la mitad del contenido del vaso.

– Un poco aturdido como si despertara de una larga cirugía bajo anestesia.

Max apoyó los codos sobre las rodillas y entrelazó los largos y fríos dedos como si

pretendiera tejer las palabras.

– Lo que hiciste anoche fue valiente, generoso, pero también arriesgado.

– Cuando te conocí supe que había más en la vida que ser un simple fantasma errante. Tú me

ofreciste la oportunidad de tener un cuerpo humano y dejar de ser un espectro. Gracias a ti

Baiel y yo tenemos un hogar, puedo estar cerca de mi hermano y de Emilie sin asustarlos.

Yo no iba a permitir que tu entidad muriera y que fueras al limbo.

Él levantó la vista, los ojos estaban rojos como las llamas del sol al ocultarse en el horizonte.

– Yo tenía miedo –confesó con la mandíbula apretada–, miedo de perder la cordura y hacerte

daño.

– Pero no lo hiciste –replicó.

“Sólo experimenté lo que era tener en el organismo una sobredosis de metanfetaminas –pensó

recordando la vaga sensación de bienestar.”

– Si Cedric y Bri no hubieran llegado justo a tiempo, tú y yo estuviéramos perdidos. El

vampirismo va más allá de velocidad, ojos rojos y buena apariencia.

– Lina afirmó que tú poseías las características de un vampiro.

– Lina y yo nos convertimos en fantasmas al mismo tiempo durante una explosión –relató–.

Ella tomó muy a gusto la habilidad para congelar, parte de eso y del pasado le dieron el

carácter y personalidad que ahora tiene. El vampirismo fue una tortura para mí. El deseo de

alimentarme de sangre estuvo a punto de enloquecerme.

Hizo una pausa torciendo los labios en una sonrisa recordando un episodio de años atrás.

– Muchas veces intenté satisfacer los deseos, pero fue imposible. Mi cuerpo atravesaba los

cuerpos humanos como la neblina. No podía tener contacto físico.

– ¿Cómo lograste controlarte?

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– Una noche lluviosa mientras recorríamos los edificios abandonados y destruidos por La

Primera Guerra Mundial encontramos a mi padre… al fantasma de mi padre –el ceño se le

frunció en señal de dolor al mencionarlo–. Él había muerto hace cinco años, así que fue

toda una sorpresa para nosotros encontrarlo. Nunca imaginamos que él era un fantasma,

tampoco él lo esperaba.

– ¿Él no los buscó?

– Estábamos en guerra, tuvimos que abandonar nuestra ciudad por esa razón. Cuando lo

encontramos nos dimos cuenta que los fantasmas no éramos escasos. Esa noche conocimos

a otros fantasmas. Elik White y otros estaban con él.

– ¿Elik White, el sólido?

– Él mismo. Era uno de los fantasmas más antiguos que existía para ese entonces y un

experto en todo lo relacionado a lo paranormal. Él me ayudó a controlar mi habilidad y no

dejarme controlar por ella –hizo una pausa para acariciar el círculo tatuado en una de sus

muñecas, en sus ojos había nostalgia por el pasado–. Nos convertimos en grandes amigos.

Kyle se tomó el último trago de jugo que quedaba en el vaso.

– Ahora comprendo por qué es el único de todos los de la Tribu Real en llamarte Max y no

Maximus.

– Al formarse las tribus y los Libros Ente él quería que me uniera a los sólidos, pero me

negué. No deseaba abandonar otra vez a mi padre y alejarme de Lina, fue así como

formamos la tribu de los translúcidos.

– ¿Y la amistad?

– Se disolvió –respondió cruzando los brazos sobre el pecho–. En algunas ocasiones las

divergencias se interponen entre las amistades.

Kyle asintió y quedó contemplando en los siguientes minutos el cuadro del hombre pescando

en el lago colgado frente a la cama de Baiel. A parte de retratar un paisaje al atardecer, la pintura

también revelaba estados de ánimo: el pescador estaba triste sin haber pescado nada y estaba solo

sin nadie que lo acompañara en medio de aquel lago gris.

Max era como el pescador, había perdido a April y a las esperanzas de que ella siguiera

siendo la misma y ahora se encontraba flotando en un lago de incertidumbre y dolor.

– Algunas veces las divergencias nos permiten conocer nuevos y grandes amigos.

– Tienes razón –se puso de pie y se acercó para tenderle una mano–. Gracias por salvarme la

vida empleando métodos poco ortodoxos.

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– Estoy seguro que los poltergeists usamos muy a menudo métodos poco ortodoxos –dijo

Kyle con una sonrisa al estrecharle la mano.

Max también sonrió, aunque la sonrisa se esfumó cuando le miró nuevamente la cicatriz de la

mordida.

– Sabía que iba a dejártela –repuso metiendo las manos en las bolsas traseras del pantalón.

Kyle bajó la mano y tocó las cicatrices en su cuerpo: la fina línea alrededor del cuello y la

media luna en la muñeca.

– Las cicatrices no son sino otra clase de recuerdos –dijo citando la frase de un libro leído

hace un año atrás.

– Quiero darte un obsequio –añadió Max extrayendo de una de las bolsas un objeto negro.

Al tomarlo y extenderlo se dio cuenta que se trataba de una pulsera de cuero negro.

– Así podrás ocultarla.

– Gracias –declaró colocándose la pulsera alrededor de la muñeca cubriendo a la perfección

la cicatriz en forma de media luna.

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33

NOCHE DE FANTASMAS

La tarde acababa de caer, pero el Spook High School parecía el cielo a medianoche adornado con

varias luces que brillaban y parpadeaban como pequeñas y cercanas estrellas multicolores. Aunque

era noviembre, los arreglos de navidad se habían adelantado con la fiesta de fin de curso y

aniversario del Instituto.

Un gran letrero con el lema de la fiesta estaba colgado en lo alto del edificio de paredes

amarillentas iluminando el aparcamiento atestado de autos y motocicletas. Las letras fluorescentes

cambiaban de color cada tres segundos y por primera vez, Kyle no le prestó atención al otro letrero

que decía: “BIENVENIDOS AL SPOOK HIGH SCHOOL, La casa de los fantasmas.” Sus ojos

estaban puestos en el lema de la fiesta, la frase: “NOCHE DE FANTASMAS” le causaba un

escalofrío en toda la espina dorsal.

– La policía estará resguardando el lugar –mencionó Max señalando a una de las camionetas

de la policía estacionada a un lado mientras detenía el coche.

– Eso significa que podré disfrutar la noche sintiéndome seguro –replicó Baiel colocándose el

antifaz azul oscuro que había comprado para usar esa noche.

Kyle tomó de la guantera su antifaz negro con contorno blanco y el antifaz totalmente negro

de Max Cooper.

– No termino de comprender qué tienen que ver los antifaces con una noche de fantasmas –

comentó desenvolviendo los cordones.

Baiel se levantó apoyando las manos en el respaldo de los asientos del piloto y del copiloto

para poder verse en el espejo retrovisor.

– Los antifaces son como nuestras entidades –comentó acomodándose el pelo platinado que

lo llevaba peinado hacia atrás sin un mechón de fuera–, ocultan la verdadera identidad.

– ¿Los trajes de etiqueta también?

– En Spook City no ocurren muchos eventos importantes –aclaró Max colocándose la

corbata–. Una fiesta es una buena excusa para vestirse bien.

– Y para agradar a las chicas –añadió Baiel. Kyle y Max le lanzaron miradas acusadoras–.

Agradar a mi chica –corrigió arqueando las cejas de manera ingenua.

Lina estacionó el jeep rojo a la par de ellos, Baiel se bajó de inmediato para abrirle la puerta

como todo un caballero, algo que a los demás les causó risas ya que a Lina no le gustaba ser tratada

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como una princesa frágil de cristal, pero también tuvieron que admitir que desde que ella lo conoció,

el muro de hielo donde se escondía se comenzó a descongelar poco a poco.

El antifaz de Lina Cooper era color plata que combinaba a la perfección con las cuentas

alrededor de la cintura del vestido negro de encaje que le llegaba hasta las rodillas y de los apliques

a la orilla del escote en forma de corazón que dejaba mucha piel expuesta.

Cedric y Bri bajaron después, ambos vestidos para la ocasión. Bri, al igual que Lina parecía

una princesa, aunque no tan oscura y gótica. El vestido turquesa pegado al cuerpo, el pelo rojo

peinado hacia un lado y el antifaz verde con motivos de hojas como los tatuajes en sus brazos le

daban más color y vida.

– ¿Ya te he dicho que estás guapo? –preguntó a Cedric mientras le ponía el antifaz blanco

para luego ajustarle el nudo de la corbata.

Él sacudió los hombros como si su voluminoso cuerpo estuviera incómodo atrapado en un

traje tan formal, prefería vestir jeans y camisetas simples.

– No me gusta parecer un pingüino –se rio mostrando la blanca dentadura.

Bri frunció el ceño para protestar, pero él la detuvo con un beso.

– Ya déjense de dramas –intervino Lina volteando los ojos–, si no entramos ahora nos

quedaremos sin tiques.

Cedric y Bri asintieron, Lina atrapó la mano de Baiel por lo que Max y Kyle se tuvieron que

hacer a un lado para dejarles el camino libre a las dos parejas.

Un Lamborghini plateado se detuvo sin ningún rugido al otro lado de ellos, los seis jóvenes

se detuvieron para ver a los sólidos recién llegados. Ambos vestían trajes formales para

celebraciones nocturnas, pero a diferencia del resto que usaban smoking, el príncipe Sverre y Elik

White llevaban fracs. Kyle imaginó que la vestimenta de los dos sólidos no era una simple cuestión

de afición a ese tipo de prendas, ellos eran miembros de la Tribu Real y tenían que destacar por

encima de todos.

– ¿Llegamos a tiempo? –preguntó el príncipe con un antifaz dorado como el color de sus ojos.

Los translúcidos lo saludaron con una ligera inclinación de cabeza.

– Justo a tiempo, majestad –respondió Max.

– No si seguimos afuera –espetó Lina pasando entre los dos sólidos con Baiel colgado de la

mano.

– ¿Dije algo malo? –quiso saber el príncipe mirándola partir pensativo.

– Ella es así –contestó Bri–, Lina es…

– Fría –intervino Kyle alzando los hombros.

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– Excelente descripción –comentó Cedric.

Elik, que estaba de pie en un extremo se aclaró la garganta llamando la atención de todos. El

pelo blanco y largo lo llevaba amarrado en una alta cola de caballo y su antifaz era azul como el

cielo.

– Deberíamos entrar –informó.

El príncipe asintió y se encaminó a la entrada del Instituto seguido por Cedric y Bri.

– ¿Te quedarás? –preguntó Max a Kyle al ver que no caminaba.

– Sí, Emilie está por llegar y quiero entrar con ella,

A pesar de las luces parpadeantes, Kyle notó que un músculo en la cara de Max se contrajo.

Él no tenía a alguien a quien esperar para entrar a la fiesta. La noche de fantasmas sería la primera

fiesta sin April Jones. A mitad de camino, Elik lo estaba esperando por lo que tuvo que aminorar el

paso para saludarlo.

Las puertas del Instituto se abrieron, Lowell salió apresurado quitándose el antifaz que usaba.

Sus ojos no brillaban a pesar de las luces.

– ¿Estás bien hermano? –preguntó observándolo con curiosidad–. Parece que no estuvieras en

una fiesta.

– Quedamos de vernos hace media hora con Alissa y llevó más de una hora esperándola.

Kyle se acercó a él hasta que sus hombros rozaron y le dio un empujón para que no se sintiera

tan mal como él se estaba sintiendo en ese instante.

– Ya somos dos. Emilie no quiso que fuera por ella a su casa, prefirió que nos encontráramos

aquí.

– Tal vez vienen juntas.

En ese momento, el coche de Alissa apareció deteniéndose al frente de ellos. La angustia

abandonó el rostro de los dos de inmediato y los ojos verdes de Lowell recuperaron su magia. Kyle,

no evitó que las comisuras de los labios se le crisparan y sintió un estúpido ronroneo justo en el

corazón que aumentó al ver a Emilie bajar del asiento de copiloto.

Ella le devolvió la sonrisa, aunque el resplandor naranja de las lentejuelas que cubrían el

antifaz que portaba convertían su sonrisa en algo más poderoso y hermoso. Se quejó de no haber

aprendido nunca a dibujar y pintar, pues si lo supiera hubiera atrapado la imagen de Emilie en ese

santiamén para siempre; aunque estaba seguro que nunca olvidaría esa noche. Ella en realidad

parecía un unicornio con el vestido asimétrico de color marfil y el pelo castaño suelto siendo

sacudido por el viento fresco como la hoja de un libro nadando en el aire.

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Lowell igual que él se encontraba hipnotizado y no era para menos, Alissa también se veía

increíble con un vestido rosa de escote redondo y ceñido a la cintura, el antifaz era violeta y el pelo

anaranjado lo llevaba sujetado con ligaduras transparentes. Los ojos de ella se llenaron de vida al

mirarlo.

– ¿Qué sucede? –preguntó Emilie al notar el peso de la mirada sobre ella.

Kyle frunció los labios, era difícil describir con palabras lo que estaba sintiendo en su interior.

– ¿Segura que no eres un unicornio?

Las majillas de ella se ruborizaron, él le tendió una mano para ayudarla a subir el escalón. Al

estar cerca, el perfume a lilas lo rodeó y lo inundó aumentando lo que sentía dentro.

– Soy sólo una chica humana –dijo mirando su reflejo en los ojos de él.

– Eres mi unicornio –susurró él acariciándole con los dedos la frente pronunciada–. Eres mi

sueño hecho realidad.

Ella bajó el rostro acomplejada.

– Eres única Emilie Scott –musitó dándole un beso en la frente.

Emilie espió por el rabillo del ojo a su amiga conversando muy a gusto con Lowell Foster, no

lograba entender por qué ellos seguían siendo amigos cuando en realidad parecían novios.

– Tú eres un translúcido –dijo ella arrebatándole el antifaz para colocárselo sobre el rostro–,

póntelo que hoy será una gran noche de fantasmas.

H

El gimnasio por ser el salón más amplio del Instituto había sido desocupado y ensortijado

para la gran fiesta, lámparas de diversos colores colgaban del techo como planetas flotantes y las

luces navideñas se extendían por todos lados como constelaciones, aunque los rayos que se

escapaban de la bola que giraba en el centro como un sol hecho de plata las hacía verse como

distantes estrellas.

Y no es que Kyle necesitara del sol, de planetas y de estrellas; su universo era Emilie Scott

que lo arrastraba al centro de la pista de baile donde se conglomeraban sus amigos bailando el vals

que inauguraba la fiesta.

– ¿Será que el joven fantasma me permitirá una pieza? –preguntó al detenerse justo debajo de

la esfera y envolviendo la mano libre alrededor de la muñeca donde tenía la pulsera de

cuero negro.

El contacto gélido de la pulsera con la piel hizo que recordara el obsequio que le traía a

Emilie y ese momento parecía ser el indicado para entregarlo.

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– No sin antes darte un presente –tomó de la bolsa del smoking una pequeña bolsa de satén

roja amarrada delicadamente con cintas blancas.

Los ojos de ella se le iluminaron mientras la tomaba, sus dedos juguetearon con los extremos

de las cintas antes de abrirla.

– ¡Es preciosa! –exclamó al tomar entre los dedos la pulsera de plata. Los dijes prendidos

entre los eslabones dieron un débil chasquido al rozar.

Kyle se alegró al ver en ella la expresión de felicidad, las luces de la bola rodante bañaron el

rostro de ella con una luz dorada haciendo centellear las lentejuelas anaranjadas, al localizar el dije

con la letra K en la pulsera lo atrapó entre los dedos.

– Ya tengo un presente tuyo –dijo tocando la letra E en su collar–. Ahora tú tendrás uno mío.

Emilie levantó la pulsera a nivel de los ojos para ver el dije con la letra K, los otros dijes

tenían la forma de estrellas, corazones y hasta de un unicornio.

– Es tu inicial –dijo sonriendo, los hoyuelos aparecieron en sus mejillas.

– Para que tengas siempre un recuerdo mío –declaró repitiendo lo que ella le dijo la vez que

le regaló el collar.

– Tú siempre estás y estarás en mi mente, Kyle Foster –respondió ella tendiéndole la mano

para que le abrochara la pulsera.

Kyle esbozó una sonrisa, sus manos tomaron la de ella con sutileza como si fuera una muñeca

de porcelana, las líneas negras se estremecieron bajo su piel impulsadas por el aleteo en el estómago,

con la yema de los dedos trazó círculos sobre su piel al finalizar de asegurar los pasadores de la

pulsera.

Alrededor, los estudiantes del Spook High School vestidos de etiqueta y gala, con los rostros

cubiertos por antifaces se movía al compás del ritmo del vals como piezas de ajedrez, se veían tan

perfectos como si fueran uno solo y no una pareja. Kyle tuvo temor de moverse y estropearlo todo,

al notar la manera en que las parejas se entrelazaban para bailar se sintió tan lejos de Emilie Scott.

– El vals es un baile que consiste en girar y rodar –musitó ella rodeándolo por el cuello y

cortando el espacio que los separaba.

Sus rostros estaban frente a frente, el perfume a base de lilas que ella usaba contagiaba todo

el aire que los envolvía, los ojos de él nunca antes habían visto unos ojos azules tan hermosos y

magnéticos, poco a poco las piezas de ajedrez que se deslizaban al compás del vals se volvieron

borrosas como simples siluetas. Sólo eran ellos dos.

Un cosquilleo le recorrió los brazos cuando las líneas negras marcaron su piel provocándole

una endeble quemazón que no cesó hasta que la rodeó por la cintura. Se sorprendió al ver que sus

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brazos encajaron a la perfección en el espacio entre las costillas y las caderas de ella. Sus antifaces

rozaron y sus miradas se enlazaron mientras se dejaban arrastrar por la música suave rodando y

girando como si patinaran sobre hielo.

Dentro de él, su corazón también danzaba, pero no por la música que llenaba el salón, sino

por ella, pues, aunque su vida nunca fue tan hermosa, ahora lo era.

Emilie Scott era hermosa.

– ¿Qué piensas? –preguntó ella.

Kyle siguió moviéndose rastreando a sus amigos en la multitud: Baiel bailando muy apegado

a Lina y ella riéndose al escuchar los comentarios cómicos de él, a su lado estaba Bri apoyando el

rostro sobre el pecho de Cedric más pendiente de los latidos de su corazón que de la música, más

allá, Lowell bailaba con Alissa con mucho entusiasmo como si el mundo estuviera a punto de

colapsar.

– En las segundas oportunidades que la vida nos da –respondió volviendo la atención a ella y

dejando que los demás siguieran moviéndose como fantasmas entre las sombras de la

música–. Cuando fui humano, mi madre y mi hermano eran mi única felicidad, pero la

felicidad que ellos transmitían siempre fue eclipsada por los maltratos de mi padrastro. Él

acababa con todos los buenos momentos y recuerdos –la mandíbula se le contrajo en una

mueca de malestar–. Ahora que tengo una oportunidad de volver a vivir, no permitiré que

eclipsen mi felicidad. Lucharé por ser feliz a pesar de todas las adversidades. Lo haré por

mí y por todas las personas que amo.

Ella le acarició uno de los pómulos, estaba al tanto de la historia de él y cómo la violencia de

su padrastro acabó con su vida. Kyle cerró los ojos apoyando la mejilla en la palma de su mano y

cuando volvió a abrir los ojos ya no estaban las sombras del pasado, la dicha y felicidad irradiaban

de ellos.

– Contigo me siento completo.

– Yo también –dijo ella–. Tú eres mi complemento. El príncipe azul que siempre esperé.

Él se mordió uno de los labios, pensar en el futuro era un dilema. No imaginaba una vida sin

ella, pero también era consciente que el paso de los años dejaría huellas en la vida de Emilie

mientras que él seguiría siendo el mismo Kyle Foster.

– ¿No te arrepentirás de haberme elegido? –preguntó, dando un giro para que ella pudiera ver

a Matías Washington apoyado sobre la pared con un elegante traje azul oscuro y el pelo

amarillo despeinado observándola–. Tienes la elección de escoger una vida humana y

normal.

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La mano de ella le tocó el cuello acariciando el dije prendido del collar hasta colocarle la

mano sobre el pecho para percibir los latidos del corazón.

– Te elijo a ti. Nuestro amor es más fuerte que las circunstancias ¿Lo recuerdas?

Kyle asintió, se lo había dicho una tarde en el Parque Cesbryd mientras conversaban sobre la

vida del mundo poltergeist y las relaciones entre humanos y fantasmas.

– ¿Entonces no te aburrirás de mí?

– Yo debería hacer esa pregunta –ella se rio–, pero algo que he aprendido de los fantasmas es

que no son aburridos.

– ¿Aparte de guapos y valientes?

– Guapos, sí –admitió ella dejando de bailar y mirando a la orilla donde estaban varios

estudiantes sentados alrededor de mesas metálicas. Kyle siguió su mirada para ver a Max y

Elik conversando a gusto mientras tomaban unas bebidas–, pero valientes… lo dudo.

– ¿Acaso olvidas que te salvé de cuatro tipos cuando el inútil de Matías te dejo ir sola por un

callejón oscuro?

Ella le dio un pisotón con la punta del zapato de tacón.

– No hables mal de mi amigo –espetó, hizo una pausa para analizarlo– ¿Tienes celos de

Matías?

Él se quedó callado sin saber cómo responder, ella dejó escapar una carcajada al haber puesto

el dedo sobre la llaga.

– No son celos –mintió–, sólo defiendo mi valentía.

– Tú valentía será probada mañana cuando hables con mis padres sobre lo nuestro –dijo ella

volviendo a bailar.

– ¿Tiene que ser mañana? –inquirió alzando el rostro para que los rayos platinados lo

iluminaran.

– Mañana mismo –afirmó ella observándole el fino mentón, el collar que le regaló y que

cubría la fina cicatriz alrededor de su cuello–. Mi mamá preparará su mejor platillo para la

cena y Gavin está muy emocionado por tu llegada.

– Todo sea por ser tu novio oficial –suspiró–, sólo espero que tu padre no me arreste.

– No lo hará –dijo ella entre sonrisas–. Mi padre puede ser tosco, pero le agradan las personas

que hablan con la verdad.

Los siguientes minutos continuaron bailando en silencio, escuchando solamente las notas del

vals y las pulsaciones de sus venas donde sus manos se juntaban. Las líneas negras en los brazos de

él parecían moverse como las páginas de un libro abierto. Reprimió el deseo de mover la mano que

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tenía en la cintura de ella y trazar letras con la yema de los dedos sobre el vestido de marfil que era

como una lámina de pergamino.

La presión de los dedos de ella sobre su cabeza aumentó acercándolo, los ojos de ella eran

como un cielo azul con matices celestes esperando a las blancas nubes para ser adornado y sin

importarle la mirada de Matías y de los demás estudiantes espectadores apretó el cuerpo de Emilie

contra el suyo hasta que sus labios se tocaron.

Una vez más, Kyle se dio cuenta que no sólo sus brazos encajaban a la perfección en la

cintura de Emilie, sus labios también se moldeaban con los de ella. Su corazón rebotó danzando con

cada beso y el oxígeno se volvió innecesario. Emilie Scott era suficiente razón para vivir. En ese

instante deseó que sus tatuajes se extendieran hasta envolverlos en un torbellino para desaparecer de

ese lugar y escapar juntos al universo para contemplar a las estrellas de cerca por la eternidad.

Poco a poco ella se fue separando, aunque lo siguió rodeando con los brazos. El corazón

dentro del pecho de ella retumbaba como el trote de caballos y unicornios, en sus oídos había un

delicado zumbido como si en vez de aretes llevara mariposas colgando de las orejas.

– Te amo Kyle Foster y te seguiré amando más allá de la muerte.

Kyle se inclinó para besarla, no quería hablar de la muerte en ese momento.

La música se detuvo y luego fue sustituida por un ritmo mucho más rápido y estremecedor.

Los estudiantes comenzaron a gritar y a silbar poseídos por la ruidosa música. Al observar los

movimientos de los demás estudiantes, Kyle se detuvo en seco. Lina y Baiel resultaron ser una

buena pareja para los movimientos bruscos, aunque Cedric y Bri no se quedaban atrás. Devis Riley

y Ellen Sims hacían piruetas como robots y Allan daba saltos en medio de un círculo de estudiantes.

– ¡Sólo déjate llevar! –gritó Emilie por encima del ruido batiendo las manos en lo alto y

sacudiendo la cabeza de un lado a otro.

– Necesitaré tomar algo para dejarme llevar –dijo– ¿Quieres algo de beber?

– Sí, un daiquiri de frutas –respondió moviéndose como una sirena entre las olas.

H

Las bebidas en la barra se habían acabado, por lo que Kyle tuvo que ir hasta la sección de

Gastronomía que por ser el salón más próximo al gimnasio fue elegido para guardar el resto de las

bebidas. En Spook City la edad mínima legal para consumir bebidas alcohólicas eran de los

dieciocho años al considerarlos mayores, por esa razón uno de los maestros era el encargado de

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supervisar y servirlas para evitar que estudiantes ingresaran al Instituto bebidas alcohólicas de

manera ilícita.

Algo que le llamó la atención al entrar fue el silencio que albergaba el lugar, le resultó

extraño, la mayoría de los estudiantes iban a la fiesta por dos razones: para ligar con alguna chica y

por las bebidas. Aunque fuera ilegal, algunos estudiantes siempre se las ingeniaban para ingresar

bebidas alcohólicas. A demás, el profesor no se encontraba y la puerta estaba entre abierta.

“Tal vez la música es la tercera opción –supuso percibiendo el ruido de la música que

penetraba las paredes.”

En el centro de la sala estaba una mesa larga con varias bebidas recién preparadas: cocteles,

ponches, mojitos y otras hechas a base de zumos y soda. Cerró la puerta y se acercó para tomar una

de las frutas que estaban sobre una de las canastas, siempre le había gustado el aroma a fresa, su

madre las cultivaba. La puerta principal dio un chirrido al ser abierta, pero él no se detuvo para

observar a la persona que entró, pensando que posiblemente se trataba de un maestro o de otro

estudiante que al igual que él necesitaba una bebida para tomarle el ritmo a la música.

Sus narices distinguieron un cambio de aroma en el ambiente, no eran sólo las notas

aromáticas de las fresas y cocteles, había también una fragancia a flores y canela que le resultaron

vagamente familiar.

– Hola bonito –musitó una volátil voz.

Kyle se dio la vuelta, sus ojos se ampliaron sorprendidos detrás del agujero del antifaz al ver

a la chica recién llegada: vestía completamente de rojo de pie a cabeza con un antifaz que terminaba

en cuernos, un corto vestido rojo de satén que le dejaba los hombros descubiertos y el escote

redondo que dejaba parte de su busto expuesto.

– Shana West –masculló, la fresa se le deslizó de la mano cayendo al suelo y sin querer, sus

ojos viajaron del escote abierto a los labios rojos de la capitana del equipo de porristas.

H

Los cuerpos de los bailarines en torno a Emilie se movían como espectros de otros mundos

propinándole codazos y manotazos mientras ella permanecía estática en el centro de la pista

esperando a su novio. El ruido y la luz incandescente de la bola de plata le causó vértigo por lo que

decidió abandonar la valla de cuerpos e ir en busca de Kyle al salón de Gastronomía.

Al adentrarse en la multitud, el ajetreo de los cuerpos la hicieron ir en dirección opuesta, por

lo que en vez de llegar a la puerta principal terminó en la puerta trasera que llevaba al estadio en el

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exterior. Al detenerse, se cruzó de brazos enfrentando la multitud para buscar un espacio libre para

poder dirigirse al otro lado, pero las parejas que bailaban no dejaban lugar para deambular.

Frustrada se quitó el antifaz y se dedicó a contemplar la pulsera en su muñeca, los pequeños dijes se

movían al ser estremecidos por la ruidosa música.

En los labios aún lograba percibir el sabor de la boca de él al besarlo.

– ¡Emilie! –gritó alguien desde la multitud

Era Alissa que se abría paso entre el grupo de humanos y fantasmas arrastrando de la mano a

Lowell como si fuera un cachorrito.

– ¿Por qué estás aquí y sola? –preguntó al estar cerca de ella.

Lowell se quedó en la periferia conversando con Matías, que al parecer también fue

expulsado por los descontrolados movimientos de los bailarines.

– Kyle fue por unas bebidas –respondió sonriendo, ya era suficiente tener aspecto de solitaria

para parecer triste.

Alissa se quitó el antifaz violeta y se acercó a ella para que nadie pudiera escuchar lo que

diría a continuación:

– Ten cuidado. El buitre del Instituto anda al acecho.

Emilie no tuvo necesidad de preguntar a quién se refería. Shana West había adquirido mucha

fama entre los jugadores de fútbol americano del Instituto.

– No permitiré que ella arruine mi noche –dijo.

– Si dejas solo a tu príncipe ella es capaz de devorarlo –. Alissa se encogió de hombro y le

arrebató el antifaz de lentejuelas.

– ¿Qué haces? –se quejó Emilie fulminándola con la mirada.

– Combina más conmigo que contigo –respondió colocándose el antifaz y dándole el de ella.

– Eres una zanahoria –se rio Emilie alborotándole el cabello anaranjado.

– Y tu una boba –replicó abalanzándose sobre ella para envolverla en un abrazo.

Ambas se fundieron en un íntimo abrazo de amigas, un abrazo fuerte y necesario. Emilie

sintió como si un diminuto hilo se le desprendiera del estómago y tuvo que reprimir un sollozo ya

que Alissa siempre se quejaba de su sentimentalismo.

– Te quiero –le susurró al oído.

– Yo también te quiero amiga –musitó.

Alissa le dio un último abrazo para luego darse la vuelta y perderse con Lowell entre los

estudiantes.

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Emilie se giró hacia la puerta que llevaba al estadio para que nadie notara que se enjugaba

unas lágrimas que insistieron en derramarse.

– Hola –dijo alguien detrás de ella, tan cerca que le dio escalofríos.

Se giró para encontrarse con Kyle Foster de pie como una estatua, ya no llevaba puesto el

antifaz y en los ojos tenía un extraño brillo que resultaba ajeno.

– ¿Seguro que no había bebidas alcohólicas? –preguntó Emilie.

Él vaciló un momento como si no supiera de lo que ella estaba hablando.

Ella arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

– Dijiste que ibas por unas bebidas.

– Las perdí al intentar cruzar la pista –respondió después de unos segundos de vacilar

mientras veía por encima del hombro atrás donde todos bailaban.

– No importa –dijo ella.

Entrecerró los ojos tratando de descifrar la actitud de él y movió la cabeza para alejar las

dudas. Quizá hablar sobre Shana con Alissa la había afectado más de lo que creía.

– Te extrañé –añadió abrazándolo y descansando la cabeza sobre su pecho.

Después de unos largos y raros segundos él también la abrazó, pero ella no sintió la misma

calor y comodidad que sentía al estar entre sus brazos y como si fuera poco el ritmo de su corazón

no palpitaba como lo hacía siempre cuando estaban cerca.

– ¿Seguro que estás bien? –inquirió mirándolo a los ojos. Alissa siempre le decía que los ojos

eran el espejo del alma.

– Estoy bien –afirmó apartando la mirada y mirando a la puerta detrás de ella–. Es que…

tengo una sorpresa para ti.

Por primera vez desde que apareció, él sonrió, ella también lo hizo recuperando la

tranquilidad. Si Kyle actuaba de una manera extraña significaba que se traía algo entre manos.

– ¿Una sorpresa?

– Sólo que debemos ir a otro lugar –asintió señalando la puerta que conducía al estadio.

– Donde tú vayas, yo iré –dijo ella tomándolo de la mano.

Kyle lució una gran sonrisa al abrir la puerta, ella lanzó un último vistazo a la pista de baile

donde todos los estudiantes bailaban albergados de felicidad e ignorando que no todos eran

humanos.

Una ráfaga de viento frío aruñó sus rostros al salir al exterior, las luces opacas de las farolas

le daban una apariencia sombría al estadio confundiendo su imagen con la de un tenebroso

cementerio. Las olas del aire le arrebataron el antifaz violeta haciéndolo volar como un búho

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nocturno, ella trató de atraparlo, pero el viento lo llevó más lejos hasta ser devorado por las

penumbras.

Resignada a perderlo, se rodeó con el brazo que tenía libre arrepentida de haber dejado el

abrigo en el auto de Alissa. Kyle comenzó a aligerar el paso bajando de dos en dos las graderías

obligándola a ella a apresurarse, al menos el vestido que llevaba era asimétrico y no largo para

evitar tropezar. Con el dedo pulgar buscó el extremo de la pulsera de cuero que Max le regaló a su

novio, pero la muñeca estaba desprotegida y no había rastros de la cicatriz.

Al llegar al terreno de juego le soltó la mano y cruzó los brazos sobre el pecho, ella dio varios

pasos al frente examinando con sigilo el estadio en busca de pistas sobre la enigmática sorpresa,

pero sólo logró divisar a una pareja besuqueándose en el otro extremo bajo la luz amarillenta de una

farola. Sus ojos recorrieron los cuatro puntos cardinales, pero no encontró nada más que graderías,

enmallado, farolas y las líneas que dividían el estadio. Alzó el rostro hacia arriba, pero sólo logró

ver el cielo negro espiándola desde lo alto como un oscuro y gigantesco fantasma.

– ¿Cuál es la sorpresa? –quiso saber al no encontrar pistas.

El aire a su alrededor de pronto se enfrío más de lo normal, su pelo castaño suelto se sacudió

como la bandera del Instituto colgada en lo alto de una asta en una de las esquinas del estadio, al

estar de pie bajo el cielo oscuro y el amplio estadio se sintió desprotegida.

Él se rio y dijo con una voz distorsionada:

– La sorpresa soy yo.

Emilie se llevó las manos a la boca para ahogar un grito de horror por lo que sus asustados

ojos observaron: Kyle Foster se desmoronó como un castillo hecho de arena, su pelo castaño fue

sustituido por un pelo negro rizado y sus ojos se convirtieron en unos ojos hermosos y redondos de

color avellana. El elegante smoking desapareció dejando un corto vestido de seda estampado.

No era Kyle Foster, era una mujer.

– ¿Quién… eres? –tartamudeó dando un paso atrás para poner distancia entre ella y la chica

extraña.

– Soy Cheryl Long –respondió, su voz ya no era distorsionada, era una delicada voz

femenina–. Soy poltergeist, soy un oscuro.

El corazón de Emilie se aceleró, sabía exactamente que Cheryl había sido una de las víctimas

de los rituales de ligamento. Ahora comprendía por qué le resultaba extraña su actitud, ella no era

Kyle.

– ¿Qué le hiciste a Kyle? –preguntó cubriendo con su mano la pulsera que él le regaló como

si al hacerlo pudiera invocarlo.

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Cheryl volteó los ojos aburrida.

– No le he hecho nada a ese translúcido –respondió con pudor–. No tengo idea de su

paradero.

A pesar de la situación, el temor dentro de ella aminoró al saber que Kyle estaba bien, quizá

se encontraba entre los estudiantes con las bebidas y pronto iniciaría a buscarla al notar su ausencia.

Sólo debería ganar tiempo.

– ¿Cómo lo hiciste? –indagó– ¿Cómo te… convertiste en él?

Las cejas de Cheryl se elevaron en un gesto de vanidad y superioridad.

– Metamorfosis, es mi habilidad y me permite tomar la apariencia de cualquier persona.

Emilie se sintió insignificante y vulnerable a la par de Cheryl. Miró hacia al Instituto donde

los estudiantes disfrutaban de la fiesta. No todos era humanos, mezclados entre ellos estaban

también los fantasmas con entidades que los hacía verse como personas normales y con habilidades

extraordinarias que los convertían en seres poderosos y también hermosos.

– ¿Qué quieres conmigo? –preguntó encarando a la chica que pertenecía a la tribu de los

oscuros.

– Contigo, yo no quiero nada –replicó con una risita burlesca–. Damián Black y Benjamín

Garroll son los que quieren verte.

El aire se le estancó en los pulmones y le fue imposible frenar el miedo al ver que la puerta

del gimnasio por donde había salido seguía cerrada, Kyle no se había dado cuenta aún de su

ausencia. La única alternativa que le quedaba era huir, intentarlo, si no lo hacía ella sería la próxima

víctima de los rituales de oscuros y mitológicos.

Tratando de escapar se echó a correr hacia atrás, pero los poltergeists levitaban y los

humanos como ella sólo corrían.

– ¡Socorro! –gritó al recordar a la pareja que estaba al otro lado del estadio. Eran los únicos

que podrían ayudarla.

– ¿Por qué gritas? –inquirió una melódica voz justo detrás de ella.

Emilie se tropezó con sus propios pies cayendo al suelo. Dos elegantes y extraños jóvenes se

detuvieron frente a ella. Eran desconocidos, nunca antes los había visto en el Spook High School.

La que había hablado era una preciosa chica de cabello largo y rosado, llevaba puesto un vestido

con corte de sirena que brillaba como si en realidad estuviera hecho de escamas y estaba tomada de

la mano de un joven delgado con el pelo rojizo amarrado en un moño y un traje de etiqueta rojo

oscuro.

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Sus empañados ojos rebuscaron más allá de ellos, pero era evidente que se trataba de la

misma pareja que se besaba bajo una de las farolas y a las que pretendía pedir auxilio. Lo que no

entendía, era cómo habían llegado tan rápido, pero todo encajaba.

– Poltergeist –dijo.

– Mitológicos para ser más exactos –comentó el chico guiñándole un ojo.

Ella intentó levantarse, pero el dolor en uno de sus pies se lo impidió, al parecer la caída le

provocó un esguince.

– ¿Todo bien Pia? –preguntó Cheryl uniéndose a ellos.

La chica pelo rosado se rio.

– Ella al parecer nos tiene miedo.

El chico pelo rojizo se inclinó sobre ella y movió la cabeza de un lado para otro.

– No tengas miedo de los fantasmas.

Emilie se quejó, no de dolor sino más bien de la incapacidad de no poder enfrentarse contra

ellos.

Un humo verde fluorescente brotó de la boca del mitológico avanzando hacia el rostro de ella

como una manada de mariposas. Ella agitó la cabeza intentando alejarlo, pero el humo se mezcló

con el aire entrando por su nariz hasta llegar al interior de su organismo. Su cuerpo de pronto se

sintió hecho como de gelatina y se desplomó completamente sobre la grama. El cielo negro en las

alturas pareció romperse en mil pedazos arrojando sombras sobre ella. Antes de cerrar los ojos

atisbó las sonrisas maliciosas de los tres fantasmas.

– Kyle –susurró antes de perder la consciencia.

H

– Tú y yo tenemos algo pendiente –dijo Shana echándole el cerrojo a la puerta.

Kyle cerró la boca, estaba a punto de babear. Shana desencadenaba una extraña sensación

dentro de él. Los recuerdos de la noche en la casa de los oscuros vinieron a su mente. El fuego que

sintió al besarla inició a arder otra vez y supuso que esa era la razón de sus sentimientos hacia ella:

su primer beso fue con Shana West y eso originó una conexión entre los dos.

– Yo… no sé lo que pasó esa noche –comentó tomando una de las bebidas que estaban sobre

la mesa.

Ella se quitó el antifaz dejándolo caer al suelo y clavó sus ojos grises en los de él.

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– Yo sí sé –musitó pasándose un dedo por los llamativos labios rojos–. Ambos fuimos

empujados por una misma conexión, por un mismo deseo.

Kyle sintió que todos los vellos de su cuerpo se erizaron poseídos por una agradable

electricidad, dejó caer la bebida y cerró las manos en fuertes puños sin poder contener lo que

anhelaba en ese momento.

– ¿Qué pasa? –preguntó ella acariciándose un mechón de cabello– ¿Me tienes miedo?

Él siguió sus movimientos como hipnotizado, su pelo que era colorido como un arcoíris de

luz multicolor lo atraía tanto como todo lo que poseía Shana West.

El fuego ardió en su interior quemándole todo razonamiento, caminó hacia ella como un

robot fácil de manipular. Ella también avanzó crispando los labios rojos en una sonrisa pícara,

seductiva y maliciosa.

– Tengo… novia –él vaciló.

– Yo también tengo novio –musitó ella mordiéndose el labio inferior de manera provocativa.

Los ojos de Kyle viajaron por todo el cuerpo de Shana explorando cada centímetro de ella,

era como si su presencia, como si el perfume a flores y canela lo hechizaran.

– No es correcto.

Ella se acercó hasta rozar su cuerpo contra el de él.

– Nadie es correcto.

El contacto con la piel de ella hizo que el fuego bajo su piel quemara como el rojo burdeos

del vestido de ella. Las manos de Shana le acariciaron el mentón para luego subir y quitarle el

antifaz para dejar su rostro completamente desnudo. Kyle sintió la necesidad de hacer lo mismo con

aquel corto vestido de satén.

– Lindos tatuajes –susurró tomándolo de las manos.

Él las retiró, lo último en lo que estaba pensando era en tatuajes.

Las manos de ella deshicieron el nudo de la corbata y le quitó el saco de un tirón. Al sentir

que ella iniciaba a desbotonarle la camisa sintió un impulso de huir del salón de Gastronomía, pero

existía algo en Shana West que lo inmovilizaba y cuando lo besó, se arrepintió de haber pensado en

escapar.

“Dejaré que las llamas del fuego me envuelvan –dijo en su mente siguiendo el ritmo de los

movimientos de Shana.”

El sonido de la música que se filtraba comenzó a escucharse lejano y distante, cada beso lo

alejaban más de la realidad.

– ¡Kyle! ¡Kyle!

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Alguien gritaba su nombre desde el otro lado de la puerta. El fuego insistía en continuar

ardiendo, pero mientras más escuchaba su nombre el fuego disminuía.

– ¿Kyle estás ahí?

Shana se separó de inmediato al escuchar las voces.

– ¿Es Maximus Cooper? –preguntó con voz agitada.

– Él es –afirmó Kyle con el ceño fruncido al ver la extraña actitud de ella. Ya no parecía tan

decidida y apasionada como hace unos segundos atrás.

– Tengo que marcharme –espetó, había un raro temor en su mirada.

– Pero…

– Pero nada –declaró ella colocándose los zapatos para luego dirigirse hacia el otro extremo

de la habitación con una velocidad muy precipitada para una chica con tacones altos–. Lo

nuestro continua pendiente –añadió lanzándole un último vistazo.

Kyle quiso detenerla, pero ella ya había salido por una puerta en la esquina del salón. El

fuego que lo invadía de pronto se esfumó.

– ¿Qué hice? –se quejó hundiendo las manos en su cabello al recuperar la cordura.

– ¿Kyle? –preguntó Max dándole con los nudillos a la puerta.

Él se apoyó sobre la mesa, apenado y por la insistencia de Max extendió la mano y abrió la

puerta usando su habilidad. Max y Elik se encontraban del otro lado, ambos se quedaron inmóviles

en el umbral mirándose entre sí luego de notar el antifaz, el saco y la bebida tiradas en el suelo.

La vergüenza de Kyle creció y sintió deseos de volverse invisible como Alissa Grant.

– ¿Sucedió algo? –preguntó tratando de abotonarse la camisa.

– Eso mismo iba a preguntarte –respondió Max entrando al salón con rostro inexpresivo.

– Pensé que la fiesta sólo era al otro lado –comentó el sólido.

Kyle lo fulminó con la mirada.

– Vine por unas bebidas –explicó mirando hacia otro lado–, pero me encontré con Shana y…

– ¿Shana West? –intervino Max con los ojos rojos como fuego ardiente.

– Ella misma ¿Por qué?

– Shana es un poltergeist –contestó Elik–. Ella es un miembro de la tribu de los oscuros.

Los puños de él golpearon la mesa haciendo que algunas de las bebidas se derramaran.

– Ahora comprendo por qué su perfume me resultó conocido –mencionó limpiándose los

labios con el dorso de la mano–. Es el mismo olor que había en el hospital viejo la noche

que encontramos el cuerpo de Tyler sin vida.

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– No te culpes –añadió Elik desde el umbral de la puerta como una estatua de yeso–. La

habilidad de Shana es la seducción y por lo que veo sabe usarla a la perfección.

– Al menos podrás justificarte –comentó Max.

El celular de Elik sonó y su expresión se volvió severa como si en realidad fuera una estatua.

– ¿Qué pasó? –preguntó Kyle.

– Alguien de la tribu de los oscuros y mitológicos se infiltró en la Residencia Real y sustrajo

el Libro de Caín haciéndose pasar por Theodoro Russel.

H

Sólidos, translúcidos e invisibles se encontraban reunidos al pie de las gradas que conducían

al segundo piso del Instituto, todos se habían despojado de los antifaces y algunos de los varones

sólo llevaban puesta la camisa y la corbata.

Baiel fue el primero en verlos aparecer por el pacillo.

– Al fin te encontraron, neutro –se detuvo al verle la camisa mal abotonada–. No me digas

que decidiste perder al fin la virginidad.

Kyle lo aniquiló con la mirada, pero no dijo nada. Todos dirigieron sus miradas hacia él

haciéndolo ruborizar.

– Frena tu lengua –soltó Devis dándole con el codo en el costado.

Él retrocedió alzando las manos en defensa.

– ¿Por qué tardaron tanto? –demandó el príncipe.

– Kyle fue en busca de Emilie, pero no la encontró, Majestad –respondió Max.

– ¿Acaso ella no estaba contigo? –inquirió Alissa con el entrecejo fruncido mirando el estado

de la camisa de él.

Allan se aclaró la garganta.

– ¡Oh, las mejores amigas siempre dicen la verdad!

Baiel se le acercó y lo cogió del brazo.

– ¿No fue ella la que te…

– ¡Cállate! –espetó.

Él retrocedió con rostro herido, pero Kyle no se retractó. El mal presentimiento que lo

albergaba no le permitían pensar en otra cosa más que en la seguridad de Emilie.

– Matías me comentó que la miró salir contigo de la fiesta –reveló Alissa.

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Kyle sintió como si alguien le clavara un puñal en el pecho y que el suelo bajo sus pies se

agrietaba dispuesto a devorarlo.

– Eso es imposible –dijo recuperando el aliento–. Yo estaba en el salón de Gastronomía

buscando bebidas.

– ¿Si tú no estabas con ella? ¿Quién era? –peguntó Devis sentando en uno de los peldaños de

las gradas.

Max y Elik compartieron una rápida mirada.

– Ellos la tienen –dijeron a la misma vez.

Ninguno tuvo necesidad de preguntar a quienes se referían. Baiel tomó la mano de su amigo

y la apretó como si pudiera transmitirle toda su fuerza. Kyle se arrepintió de haberle elevado la voz

hace unos segundos. Su amigo siempre estaba ahí para él dispuesto a sostenerlo si se desmoronaba.

– ¿Están seguros? –preguntó Ellen tomando la mano de Devis.

Elik asintió.

– Uno de ellos tiene la habilidad de tomar la apariencia de cualquier persona. De esa misma

manera burlaron la seguridad de la Residencia Real para robar el Libro de Caín.

– Tenía la esperanza de que los rituales de ligamento se detuvieran –mencionó Bri rodeada

por los voluminosos brazos de Cedric.

– Debemos rescatarla –Alissa soltó un sollozo, su hermano la abrazó–. Antes… de que sea

demasiado tarde.

Kyle soltó la mano de su amigo y les dio la espalda para que nadie lo viera llorar, la culpa lo

invadió. Sintió rabia consigo mismo por haberla dejado sola y dejarse atrapar por los encantos de

Shana West. Aunque si era una miembro de la tribu de Erwan Black, lo más seguro es que ella

simplemente estaba llevando a cabo su trabajo: entretenerlo mientras el falso Kyle raptaba a Emilie.

Apretó los puños y parpadeó repetidas ocasiones eliminando la idea de que Emilie fuera

convertida en un poltergeist. A pesar de que la amaba y que ella soñaba con la inmortalidad de los

unicornios, él deseaba que ella tuviera una vida humana. Ninguno de los que eran convertidos y

ligados volvían a ser los mismos. April Jones era una prueba de ello. El letrero fluorescente colgado

en lo alto de la segunda planta atrajo su atención, el lema de la fiesta: “NOCHE DE FANTASMAS”

le removió todos los recuerdos almacenados de la noche en el hospital donde descubrió que Damián

Black en realidad eran Dan Butler.

Cerró los ojos para trasladarse a ese momento preciso:

– Falta poco para que él vuelva a tener el control del mundo poltergeist –dijo mientras la

niebla que entraba por la ventana lo rodeaba.

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– ¿Hablas de tu padre? –preguntó Cedric– ¿Erwan Black?

La niebla lo cubrió por completo, a él a Benjamín y a los otros poltergeists que lo

acompañaban dejando ver sólo las siluetas oscuras que iban desapareciendo mientras la oscuridad

se intensificaba.

– El Rey Oscuro –respondió Damián–. Él vendrá en una gran noche de fantasmas.

Abrió los ojos, todo lo ocurrido: la fiesta, el robo del libro y el secuestro de Emilie cobraban

sentido encajando a la perfección como las piezas de un rompecabezas.

La furia que estaba conteniendo estalló y arrancó el letrero usando su habilidad. Todos detrás

de él dejaron de hablar sorprendidos por lo que había hecho.

– Ellos no quieren a Emilie para ligarla a una tribu –declaró con los ojos inyectados de enojo–.

Quieren usarla a ella y al libro para traer a Caín Dark del limbo.

El príncipe Sverre levitó colocándole las manos sobre los hombros. Las manos de él eran

sólidas como metal.

– ¿Cómo lo sabes?

– Damián lo dijo la noche que asesinó a April –miró de reojo a Max, todavía la herida

continuaba abierta–. Él aseguró que en una noche de fantasmas el rey oscuro volvería.

– Eso no puede suceder –dijo Lina.

– Debemos detenerlos –agregó Elik–. Caín Dark no puede regresar a esta dimensión.

– ¿Cómo lo haremos? –preguntó Ellen–. Ellos desaparecieron del Instituto.

– La única manera es ubicar a Emilie –comunicó Allan–, pero necesito tener algo que ella

haya usado para rastrearla.

Kyle envolvió con sus dedos el dije con la letra E que colgaba del collar en su cuello, el gesto

le recordó a Max aferrándose al piercing en su ombligo que le recordaba a April.

– Ella me regaló este collar, pero fue hace mucho.

– Yo tengo su antifaz –intervino Alissa extendiéndole el antifaz de lentejuela naranjas a su

hermano–. Se lo quite antes de que ella saliera con el supuesto Kyle.

– Gracias Alissa –dijo Kyle.

Ella asintió, Emilie era su mejor amiga y al igual que él estaba sufriendo.

Todos rodearon al invisible de rasgos asiáticos mientras cerraba los ojos acariciando con la

yema de los dedos el antifaz que pertenecía a Emilie Scott. Los siguientes segundos se volvieron

eternos para Kyle, tanto que le hubiera gustado poseer la habilidad de Allan para saber lo que él

estaba viendo en ese momento.

La agonía terminó cuando Allan abrió los ojos y habló:

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– En el hotel Mythos.

H

Fuera del luminoso y bullicioso Instituto, Spook High School volvía a ser negra, oscura,

húmeda y fría. Las calles estaban abandonadas y silenciosas cubiertas por una capa de humedad, en

algún momento durante la fiesta había llovido. Los policías que resguardaban la entrada del edificio

ya no se encontraban.

Allan encabezaría la carrera montado en su motocicleta hacia el norte de la ciudad, casi en la

frontera donde se ubicaba el hotel Mythos. Los demás se encontraban ocupando sus respectivos

automóviles. Los sólidos irían detrás del invisible seguidos por Devis y Ellen. Lina estaba detrás de

ellos en el jeep rojo y los coches de Max y Alissa estaban de último.

– ¿Sabes que dijo Emilie después que le confesaste que eras un fantasma?

Alissa miró al frente donde estaba Max dándole instrucciones a Lina y al resto de

translúcidos.

– Dijo que siempre supo que eras igual de raros y extraños como ellos.

Los labios de él se curvaron en una sonrisa recordando la conversación que tuvo con Emilie

durante la clase de Biología del profesor Davis mientras clasificaban las plantas del bosque. Ella le

preguntó en ese momento si era igual de raro como Max, Lina, Cedric y Bri.

– Ella también dijo que tú actuabas de forma excéntrica en algunas ocasiones –confesó.

La chica invisible también sonrió, era una sonrisa triste.

– ¿Crees que ella sospeche que Allan y yo somos fantasmas? –preguntó acariciando el antifaz

de lentejuelas que resplandecía como su pelo anaranjado.

– A veces descubrimos secretos de personas ajenas y no de las que tenemos cerca.

– Tienes razón.

La puerta principal del Instituto se abrió y un estudiante salió apresurado quitándose el

antifaz al acercarse.

– ¿Lowell? –inquirió Kyle al ver que se trataba de su hermano.

Alissa intentó pasar por desapercibida ocultándose detrás de Kyle, pero era demasiado

evidente.

– ¡Alissa! –exclamó con el ceño fruncido– ¿Qué haces aquí?

Ella se movió deteniéndose a la par de Kyle, el pelo que antes lo llevaba sujetado ahora caía

sobre sus hombros.

– Emilie ha desaparecido.

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La expresión en el rostro de Lowell fue sustituida por preocupación.

– ¿Cómo es posible?

Kyle se acercó a su hermano poniendo una mano sobre su hombro para tranquilizarlo.

Aunque en realidad él era el que necesitaba tranquilidad.

– Damián se la llevó.

– Debemos irnos –gritó Max subiendo a su auto.

– Iré contigo –dijo Lowell tomando la mano de su hermano.

– De ninguna manera –intervino Alissa– ¡Tú te quedas!

El cambio del tono de la voz de Alissa hizo que Lowell se paralizara.

– ¿Por qué no puedo ir? –quiso saber–. Si tú puedes ir, yo también iré.

Ella frunció los labios, era difícil tener la verdad justo en la punta de la lengua y no decirla.

Al sentir el peso de la mirada de Lowell miró a otro lado.

– Alissa tiene razón, Low –dijo Kyle–. Tú no puedes venir con nosotros, es muy peligroso.

Lowell negó con la cabeza sin mirarlo, sus ojos verdes estaban puestos sobre Alissa.

– Yo soy humano y Alissa también.

La verdad en la boca de ella se convirtió de pronto como en ceniza que quemaba y ardía. Las

lágrimas salieron de sus ojos brillantes como lentejuelas.

– ¡No, Lowell! –chilló–. No soy humana.

El rostro de él palideció, Kyle lo rodeó con un brazo para estabilizarlo. Sus ojos verdes que

eran como un denso bosque sin salida también dejaron escapar lágrimas.

– ¿Qué dijiste?

Alissa dio un profundo suspiro para lograr encararlo.

– Soy un poltergeist –confesó mirándolo a los ojos–. Soy una invisible.

Lowell ladeó la cabeza provocando que sus ensortijados cabellos negros rebotaran sin control.

Miró a su hermano mayor el cual asintió afirmándolo.

– ¿Esa es la razón por la que no quieres ser mi novia?

– Sí, tuve miedo de decírtelo y que me rechazaras. Miedo a perderte.

Él se acercó, se limpió el rastro de lágrimas y exhaló recuperando una pequeña sonrisa. El

verde en sus ojos pasó de parecer un bosque sin salida a un bosque poblado de varios senderos.

– No tengas miedo, Alissa Grant –musitó atrapando entre sus dedos uno de los mechones

naranjas de su pelo–. El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

– Pero…

– Sin peros –masculló él.

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Sin importarle la mirada de los demás fantasmas a su alrededor hizo lo que siempre anheló

hacer: la besó.

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SACRIFICIO

Humo, polvo, moho y una fusión de varios perfumes fueron los olores que Emilie Scott percibió al

abrir los ojos.

El piso brusco y helado le herían las rodillas desprotegidas, el cabello castaño caía como una

cascada por encima de su pronunciada frente. Trató de mover las manos para suspenderse de la

posición arrodillada en la que estaba, pero las manos no le obedecieron, las volvió a agitar con más

fuerza y fue cuando se percató del tintineo de unas cadenas que le rodeaban las muñecas sujetándola

a dos largas y consistentes estelas de piedra con extraños símbolos trazados en la superficie.

Los cortes asimétricos del vestido color marfil ya no se veían tan puros y blancos, parecían

haberse contagiado con la oscuridad que envolvían a Spook City durante las noches.

– Al fin despiertas, bonita –dijo una voz masculina que ella conocía.

Emilie movió la cabeza para apartar los mechones de pelo que no la dejaban ver, estaba en el

centro de una amplia sala de paredes de granito y a su alrededor, varias velas sin encender la

rodeaban en un círculo intercaladas con signos maléficos y desconocidos. El olor a humo provenía

de unas antorchas colgadas en las paredes que ardían con un fuego rojo y aterrador.

Damián Black estaba justo al frente acechándola con los característicos ojos verde oscuros

que en alguna ocasión le resultaron hermosos. Aunque en su mente ya no lograba construir la

imagen del Damián que era simplemente el capitán del equipo de fútbol americano. Ella ahora lo

miraba como un poltergeist, como un sádico oscuro. A demás, la fina cicatriz que le adornaba la

mejilla izquierda que comenzaba de la angulosa mandíbula hasta llegar al prominente pómulo le

daban una apariencia más dañina.

No estaba solo, Erwan Black, su padre estaba a su costado derecho y al lado izquierdo estaba

un tipo de unos diecinueve años que tenía el pelo largo. Detrás de ellos, formando una línea recta

estaban los amigos de Damián: Chad Mason y Joss Ferguson; también Cheryl, Pia, el chico pelo

rojizo que expulsó humo de la boca y otro sujeto con los ojos pintados con delineador negro y el

pelo amarrado en un ordenado moño.

– Bienvenida a nuestra noche de fantasmas –comentó Cheryl.

Todos soltaron unas frías sonrisas, Emilie notó que todos ellos iban vestidos de etiqueta como

los estudiantes del Spook High School en la fiesta.

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– Supongo que tu querido novio te contó cosas magníficas y grandiosas sobre nosotros –

Damián se ajustó el smoking negro–, aun así, déjame presentarte a algunos amigos. Él es

Benjamín Garroll –añadió colocando una mano sobre el joven cabellos largos.

Los oscuros ojos de Benjamín la acecharon como un león a su presa. Emilie sabía quién era

él. Kyle le había dicho que era el líder de los mitológicos y que poseía la habilidad de transformar

los dedos en tentáculos.

– A mis camaradas ya los conoces –agregó señalando a sus compañeros de equipo y a Cheryl

Long.

Joss, que llevaba las rastas sujetas en una cola le guiñó un ojo y Chad Mason se cruzó de

brazos sin ninguna expresión en el rostro.

– Y ellos son mitológicos: Pia Labamkhosi, Nicos Benbow y Owen Henderson.

– Owen –musitó ella.

En su mente revivió el trágico episodio de su muerte en el bosque del Instituto. Ahora, no

quedaba nada de él. Era un mitológico, el que la hizo perder la consciencia usando un humo verde

fluorescente que expulsó de la boca.

– Al parecer sí te habló sobre nosotros –mencionó Benjamín–. Conoces nuestros nombres,

sólo te faltaba conocernos personalmente.

Emilie se agarró de las cadenas para elevarse del suelo, a pesar de que estaba atrapada no

quería mostrarse débil.

– No les tengo miedo –declaró, aunque sus pies temblaban.

Las dos chicas se miraron entre sí y se rieron.

– Si fuera tú no diría lo mismo –soltó Pia.

– ¿Por qué lo hacen? –demandó clavando la mirada sobre el más mayor de todos– ¿Por qué

acaban con la vida de jóvenes inocentes?

Erwan Black comenzó a caminar hacia ella, luego se elevó unos centímetros del suelo

expulsando un vapor negro de los pies al levitar. Éter, le había dicho Kyle que se le llamaba. Se

detuvo al llegar al borde del círculo compuesto por velas y símbolos. Elevó las manos al nivel de la

cintura y un humo negro y denso brotó de ellas como sombras multiformes cegándole la vista.

Parpadeó y abrió los ojos más de lo que podía, pero aún el resplandor de las antorchas fue

consumido por la negrura.

– ¿Sientes la oscuridad? –preguntó, su voz era áspera–. La negrura te envuelve hasta robarte

la respiración. De esa misma manera nos sentíamos bajo el dominio de Leilany Kinhost y

sus aliados. Ellos pretendían que viviéramos entre los humanos como si fuéramos igual que

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ellos. Nosotros no somos como los humanos, aunque tenemos cuerpos de carne y hueso,

también poseemos grandes y poderosas habilidades que nos hacen diferentes. Habilidades

que nos podrían convertir en los amos de este mundo. Habilidades que nos hacen más

sublimes que los mortales.

La densa y gélida oscuridad poco a poco fue desapareciendo siendo absorbida por las manos

del líder de los oscuros.

– Los poltergeists existimos para gobernar este mundo y nuestra mejor era comenzará cuando

terminemos con la reina, su tribu y todos los que estén con ellos: translúcidos e invisibles.

Emilie se dejó caer de nuevo al piso, las sombras de Erwan la habían debilitado y los ojos le

ardían.

– Ahora comprendo por qué el mundo poltergeist está bajo el control de la reina –dijo con un

gesto burlesco–. Ella tiene una mejor visión del mundo y de la vida. Ustedes están

equivocados.

– ¿Qué sabes tú? –soltó Nicos–. Eres una simple humana.

– Una humana inteligente –intervino Benjamín contemplando los dedos de sus manos–.

Leilany, Corentin y Jeremy siempre pensaron diferente a nosotros. Para ellos convertirnos

en fantasmas era una oportunidad que la vida nos ofrecía para remediar las cosas que no

hicimos bien durante nuestra vida como humanos.

El líder de los mitológicos se acercó a donde estaba Erwan y chasqueó los dedos

convirtiéndolos en tentáculos que se movían como serpientes en las ramas de un árbol.

– Caín, el fundador de los oscuros y yo creíamos todo lo opuesto. Para nosotros continuar

como fantasmas en este mundo y poseer extraordinarias habilidades nos daba la

oportunidad de vengarnos y acabar con todo aquello que nos hizo daño en nuestra vida

humana.

Los ojos del líder de los mitológicos se empañaron por una milésima de segundos recordando

quizá algún trágico episodio de su vida como humano, pero ella no le tuvo lástima, más bien sintió

que el estómago se le revolvía. No existía ninguna justificación para terminar con una vida, por más

miserable que fuera.

– Los Libros Ente se crearon con ese propósito: camuflarnos entre los seres humanos y no

provocar pánico ni indignación.

– ¿De qué sirve una segunda oportunidad si es para provocar dolor?

Los tentáculos se volvieron a transformar en dedos.

– Eso mismo decía Corentin Cooper.

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– Tú, lo mataste –expresó ella agitando las cadenas–. Asesinaste al padre de Max y Lina.

Las comisuras de los labios de Benjamín se crisparon, sino fuera por la maldad que existía en

él y el hecho de ser un líder de una tribu de fantasmas asesinos, sería solamente un chico de

diecinueve años.

– Tienes más información que los libros de Historia. Corentin ya estaba muerto, sólo lo envíe

al limbo de donde nadie regresa –hizo una pausa rascándose la mejilla–. Al menos él no

regresará.

– ¿Al menos él? –inquirió–. Eso significa que…

– Existe la posibilidad de volver del limbo –terminó diciendo él–, pero las leyes siderales

impuestas por la Reina lo prohíben.

– Y como has visto –intervino Erwan mirando de reojo a Owen y Cheryl–. Nosotros no

estamos bajo la jurisdicción de esas leyes, por lo tanto, no las cumplimos.

– ¿Lo han hecho?

– No, aún no –contestó Benjamín–, pero hoy lo haremos.

Emilie entrecerró los ojos desconcertada y aterrada.

– ¿Hoy?

– Esta misma noche –afirmó Damián, luego le lanzó un beso.

Se elevó del suelo expulsando el mismo éter que su padre y levitó hasta llegar al límite del

círculo. Se quitó el saco para poder arremangarse las mangas de la camisa y el dibujo de un

triángulo equilátero apareció en ambos antebrazos. El triángulo era el símbolo del fuego. Alzó las

manos y de pronto aparecieron lenguas de fuego como el de las antorchas colgadas en las paredes.

El resplandor rojo anaranjado de las llamas hizo que su rostro se mirara mirífico y maligno a la vez,

sus labios se expandieron en una sonrisa torcida mientras las llamas de fuego se extendían

encendiendo las velas que formaban el círculo.

El olor a humo se intensificó, las olas de fuego de Damián Black la rodearon en una muralla

ardiente que no cesó hasta que se encendieron todas las velas. Los extraños símbolos trazados

dentro del círculo de fuego adquirieron una apariencia lustrosa a causa del resplandor. Emilie buscó

entre ellos el único símbolo que conocía, pero no había ningún símbolo de ligamento dibujado.

Su garganta ardió como los virulentos cilindros de cera al hablar:

– ¿Qué… me harán?

Las risas de los fantasmas provocaron que las llamas de las velas flamearan como alas de

fuego.

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– Sacrificio –musitó Damián contemplándola a través de las llamas de fuego en sus manos–.

Tú has sido la elegida como ofrenda para traer de vuelta a este mundo al Rey Oscuro: Caín

Dark.

Un escalofrío se apoderó del cuerpo de ella hasta pincharle los huesos, pataleó reviviendo el

dolor del esguince, pero era presa de las cadenas, del círculo de fuego y de ellos.

– Van a… asesinarme.

– No lo veas desde ese punto –comentó Benjamín–. Caín Dark fue uno de los primeros

fantasmas, un revolucionario que cambió nuestra manera de vida. Leilany y el resto de

líderes de tribus no estuvieron de acuerdo con su ideología. Nos dieron caza como si

fuéramos animales –se detuvo mientras una mueca de tormento le atravesaba la cara–. Yo y

otros logramos escapar, pero a él y a algunos de los nuestros los atraparon y los destruyeron

condenándolos al limbo.

– Las ideologías nos empujan, pero muchas veces nos desvían del camino.

– Caín nunca perdió su objetivo. Revolución significa cambio y Leilany posee un concepto

errado de lo que son los cambios. Él pretendía que el número de fantasmas aumentara y

conquistar el poder para gobernar también al mundo humano.

– ¿Aumentar el número? –inquirió ella–. No es complicado adivinar la forma en que lo hizo,

ustedes mismos están siguiendo su ejemplo asesinando a personas inocentes como lo eran

Owen, Cheryl, April y muchos más que ya tenían una vida.

En el fondo, Owen y Cheryl se miraron entre sí, pero no había atisbos de recuerdos y

sentimientos humanos en sus ojos.

– ¿Vida? –intervino Damián apagando el fuego en sus manos para señalar a sus dos

compañeros–. Owen sufrió abuso sexual por parte de su padrastro desde los doce años y el

padre de Cheryl era un bastardo alcohólico que la maltrataba. A eso no se le puede llamar

vida. Nosotros les ofrecemos mucho más que una vida humana.

– Todo en este mundo tiene un precio –opinó Pia tomada de la mano a Owen, él la apretó con

fuerzas como si de ella dependiera su existencia.

– Por eso tú serás el precio para que Caín Dark regrese a esta dimensión para tomar su lugar

como Rey –declaró Erwan.

– ¡Es hora, amor! –gritó Damián por encima del hombro.

Emilie dudo que él, los demás oscuros y los mitológicos supieran lo que verdaderamente

significaba el amor, pero algo que había aprendido es que cada individuo creaba sus propios

conceptos, criterios e ideas.

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Shana, la capitana del equipo de porristas apareció por el fondo del pasillo, hermosa y

estrambótica como siempre. Llevaba puesto un corto vestido rojo burdeos y unos tacones que la

hacían ver alta. Emilie sintió envidia de ella, de su belleza, de sus mechas californianas que se

movían de un lado a otro con cada paso que daba. Damián, le sonrió y le dio un beso en los labios

como si pretendiera devorarla frente a todos.

Ella le entregó un grueso libro de tapa negra que traía consigo.

– A ella también la conoces, es mi novia –dijo Damián tomándola por la cintura–. Es un

oscuro y mientras tú estabas divirtiéndote con Cheryl en el estadio, ella estaba con tu

amado translúcido en el salón de Gastronomía.

– ¿Qué le hiciste a Kyle?

Los ojos grises de Shana la atravesaron como ceniza y fuego, su expresión era burlesca y

despreciable.

– Le di todo lo que tú no le pudiste dar.

Aunque estaba consciente de que no lograría librarse de las cadenas, luchó contra ellas

deseando en ese instante poseer alguna habilidad como los poltergeists para convertir a la capitana

de porristas en una estatua de cemento.

– No soy celoso –se rio Damián.

El celular de Erwan emitió un sonido y su cara mudó la expresión cuando leyó el mensaje.

Levitó para decirle en susurros la noticia a su hijo. El rostro de Damián se endureció y asintió a su

padre.

– Ha llegado la hora –declaró Erwan Black al resto de fantasmas para después dirigirse al

pasillo por donde había llegado Shana expulsando humo negro de los pies al flotar.

Damián abrió el libro y se lo tendió a Benjamín, el cual arrancó una de las páginas, la más

gruesa de todas y luego ambos atravesaron el tenebroso círculo seguidos por el resto que se

detuvieron hasta llegar al borde del tenebroso aro.

El líder de los mitológicos se inclinó, los dedos en su mano derecha se convirtieron en

horrendos tentáculos para tomar una daga que guardaba en la bolsa del smoking. Al extraerla, hizo

un pequeño corte en su muñeca izquierda extrayéndose la sangre para dejarla caer y darle forma a

un extraño y escalofriante símbolo que al terminarlo obtuvo la forma de una M y una W

entrecruzadas.

– El símbolo de resurrección creado con la sangre de tu mejor amigo –dijo mientras se ataba

una venda en la muñeca y ubicaba sobre el signo la hoja del libro que resultó ser una

imagen, una fotografía de un joven caucásico y atractivo con profundos ojos azul oscuros,

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pelo largo y negro como las plumas de los cuervos y un arete en cada oreja y el labio

inferior perforado.

A pesar de que los ojos de Emilie estaban nublados por las lágrimas, el miedo, el humo y el

fuego, logró leer el nombre escrito con tinta negra en la parte inferior de la fotografía: Caín Dark.

H

El zumbido del río Gloomy sobresaltó el ritmo cardíaco de Kyle, las caudalosas aguas corrían

con violencia como si pretendieran derribar el puente que dividía a Spook City de Konink Stad, los

jóvenes fantasmas dejaron la calle principal tomando un desvío a una pequeña carretera de tierra

que llevaba al viejo y abandonado hotel.

El hotel Mythos se encontraba en medio de la nada, las únicas edificaciones cercanas hace

mucho que las dejaron atrás, el letrero que en algún momento estuvo colgado en lo alto, ahora

estaba caído justo en la puerta principal. Aunque la fachada del edificio tenía una apariencia

deteriorada y defectuosa con las paredes descoloridas y algunas ventanas rotas, el letrero estaba

intacto.

Al bajar de los autos el aire oscuro y frío los abrazó como si fuera una delgada lámina de

hielo, el cielo estaba vacío sin ninguna estrella que lo iluminara y desde aquel lugar casi desértico se

contemplaba como un gigantesco agujero negro. Mientras los demás rodeaban a Allan que trataba

de ubicar el paradero exacto de Emilie, Kyle se detuvo un momento a ver el letrero del hotel, la Y

terminaba en una larga cola de sirena y un rostro redondo con serpientes en lugar de cabello como

medusa le daban forma a la O. Sus tatuajes le carcomieron la piel anhelando derribar la puerta.

– Ella… está en un sótano –masculló el invisible con un espasmo en los labios.

El temor en las palabras de Allan le aumentaron el ritmo cardíaco.

– ¿Qué viste? –preguntó.

Devis colocó una mano sobre el hombro de su compañero de tribu en señal de apoyo y

fortaleza.

– La tienen… atada a dos estelas de piedra –contestó, sus ojos achinados estaban

humedecidos–. Hay fuego, velas, símbolos y sangre.

Kyle se elevó del suelo usando la levitación y extendió las dos manos en dirección a la puerta

dispuesto a abrirla.

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– Aunque es un hotel, no creo que sea buena idea entrar por la puerta principal –lo detuvo

Lina tomándolo fuertemente del brazo, él percibió los fríos copos congelándole la piel.

– Ella tiene razón –añadió el príncipe Sverre contemplando con admiración a Lina y su

osadía–. Ellos podrían estar esperándonos.

Él miró a Lina por encima del hombro, los ojos de ella eran oscuros, bellos y decisivos. Sus

manos cayeron, no por ella sino por la intervención del príncipe.

– Podríamos volar hasta la azotea –comentó Baiel levantando los ojos hacia la cima del

edificio donde dos inmensas y fantásticas gárgolas los vigilaban.

– Eres el único con alas –intervino Bri acercándose para hacer que la hiedra que cubría las

ventanas desapareciera hundiéndose de nuevo en la tierra y poder espiar el interior a través

del sucio cristal.

– Sólo estando fuera de nuestras entidades lograríamos llegar hasta arriba –dijo Ellen.

– El vestíbulo se ve despejado –agregó Bri tomando la mano de Cedric.

– Sea como sea este es el hogar de los mitológicos –dijo Elik en cuyas manos se podía

apreciar un diminuto resplandor.

– Yo sé por dónde entrar –informó Alissa apareciendo de la nada, lo que hizo que los más

cercanos a ella dieran un respingo.

– ¿Dónde estabas? –demandó Allan.

Ella se encogió de hombros.

– Estaba recorriendo el perímetro y encontré una puerta de servicio al otro lado del edificio.

Alissa elevó el fino rostro al oscuro cielo, una ráfaga del frío viento hizo que su anaranjado

cabello se sacudiera como un voraz incendio, cuando habló había melancolía en sus palabras.

– Cuando era humana, mis padres tenían una tienda de electrodomésticos y uno de mis

hobbies era vigilar los camiones que descargaban los productos en una puerta trasera que no

era muy visible para después guardarlos en la bodega.

Allan la abrazó por detrás mostrándole afecto, Kyle sintió que había muchas más cosas detrás

de la historia de Alissa. De hecho, cada uno de los que se encontraban en ese lugar tenían un pasado:

bueno o malo y talvez una mezcla de ambos.

– Debemos apresurarnos –intervino el príncipe.

Todos los poltergeists asintieron dejando atrás los recuerdos y permitiendo que los tatuajes

que simbolizaban sus habilidades aparecieran, la mayoría no eran apreciables debido al tipo de ropa

que usaban y que no dejaba mucha piel descubierta. Los únicos que eran visibles eran los copos

plateados de Lina que rodeaban sus muñecas como brazaletes, las hojas de diferentes especies de

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plantas cubriendo los antebrazos de Bri Owens, el ojo en la mano de Allan, los tres círculos negros

de Max… lo único que se reparaba en todos ellos eran las letras inscritas en los dorsos de sus

muñecas que los identificaban como miembros de cada tribu: una S para los sólidos, una T para los

translúcidos y una I para los invisibles.

Los doce fantasmas rodearon el aparentemente edificio abandonado, la acera estaba atestada

de barriles de basura hedionda y comida en descomposición. Kyle corrió sin importarle en que se

paraba mientras que los dos miembros de la Tribu Real levitaban para no pisotear los residuos, el

éter blanco que los separaba del suelo iluminaba la noche oscura con un brillo platinado como el

que desprendía el cabello de Baiel que ya no estaba tan bien peinado como antes en la fiesta.

– ¡Aquí es! –anunció Alissa cuando llegaron a la parte posterior del hotel.

En el lugar, se encontraban algunos carros abandonados y obsoletos como si fueran

magníficas esfinges vigilando la puerta de hierro oxidada de servicio del hotel Mythos y los árboles

secos que lo rodeaban se alzaban detrás de ellos como gigantescos nefilim dispuestos a atraparlos.

– Al parecer la puerta se abre desde adentro –anunció Lina examinando el sitio donde debería

estar el candado.

Alissa levitó hacia atrás atrayendo la atención de todos, el viento le sacudió el vestido rosa y

su rebelde cabello le cubrió la mitad del fino rostro dejando ver sólo la sonrisa de orgullo en sus

labios.

– Si alguna vez se preguntan cuál es la ventaja de ser invisible, traten de atravesar una pared

sin fallar en el intento.

A continuación, como una bola de fuego naranja arremetió hacia el frente volviéndose

invisible a media trayectoria penetrando la decrépita pared. En menos de un minuto, la puerta

oxidada se abrió con un minúsculo chillido. Alissa se encontraba del otro lado con una sonrisa

triunfal de oreja a oreja.

– En algún momento creí que ser invisible era sinónimo de baja autoestima –comentó Baiel

sosteniéndose la mandíbula en un gesto pensativo.

Lina Cooper volteó los ojos molesta y celosa a la vez golpeando el hombro de su novio al

pasar a su lado como una bola de nieve.

– Cuando escucho ese tipo de bobadas me dan ganas de congelar a alguien.

Baiel se hizo a un lado malherido al ver que ella lo fulminó con la mirada al pasar, Kyle se

acercó dándole un codazo en el costado.

– El hielo te dejó neutro.

Él le devolvió el codazo con una sonrisa alentadora.

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– Los helados entre más fríos más deliciosos –replicó para luego seguir a su princesa de hielo.

La puerta de servicio daba a un estrecho, opaco y largo pasillo con una gran cantidad de

habitaciones a ambos lados con etiquetas adheridas sobre las puertas: bodega, lavandería, cocina…

Lina iba detrás de, Max, radiante y gótica con el vestido negro que vestía sin hacer el mínimo ruido

con los altos tacones de doce centímetros. Baiel se le acercó para relatarle aventuras de su vida

como errante, pero ella no le prestaba atención, sus ojos oscuros y redondos iban y venían de puerta

en puerta atentos por cualquier indicio de oscuros o mitológicos.

El angosto pasillo los condujo a un amplio e higiénico vestíbulo que contrastaba con la

fachada del hotel en el exterior, pues a diferencia de las paredes descoloridas, el interior lucía

impecable, amueblado, paredes pintadas de colores blancos y el friso dorado con motivos de seres y

criaturas mitológicas. Del centro del techo abovedado colgaba una deslumbrante lámpara de cristal

que iluminaba todo el espacio. El suelo no se veía, una fina alfombra lo cubría por completo. Los

ojos de Kyle y del resto divagaron observando con cautela y atención los dibujos estampados en la

moqueta, todas las figuras tenían la forma de sirenas, ángeles, centauros, sátiros, dríadas,

licántropos y muchos otros que no lograron descifrar.

A ambos lados de la escalinata se habían construido dos estatuas de yeso calcinado, los ojos

de Max se tornaron más rojos de lo común al ver que una de las esculturas era un enorme lobo.

– ¿Dónde quedará el sótano? –preguntó Elik White al mirarlo.

– ¿A caso los de la realeza no ven televisión? –inquirió Baiel examinando una estatua que

tenía alas y cuernos–. Los sótanos casi siempre son subterráneos.

– Me refería a que por dónde deberíamos iniciar a buscar –replicó el sólido señalando a su

alrededor.

Baiel lo siguió con la mirada para darse cuenta que el hotel Mythos tenía más pasillos que un

laberinto.

– ¡Chicos, vean! –exclamó Ellen llamando la atención de todos.

Kyle, al igual que los demás dejaron de mirar a las criaturas mitológicas trazadas en la

alfombra para observar hacia uno de los pasillos a la derecha de la gran escalinata donde Ellen

señalaba.

Un humo negro y denso avanzaba hacia ellos como un ejército de caballos sombríos

succionando toda la luz en su camino.

– ¿Esa oscuridad es normal o paranormal? –preguntó Baiel uniéndose al grupo que se

formaba para encarar a las sombras que poco a poco los consumió, buscó la mano de Lina

para sujetarla, pero ni sus copos cristalinos lograban verse.

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– No, no es normal –masculló Elik–. Es umbraquinésis, la habilidad del líder de los oscuros.

– ¿Erwan Black? –gritó el príncipe– ¿Por qué te escondes en la oscuridad?

La risa maléfica, extraña y oscura del líder de los oscuros hizo eco en las paredes del hotel,

las manos de Elik se abrieron dando varios parpadeos hasta dejar escapar rayos de luz blanquecina

que poco a poco se fue extendiendo disipando las penumbras. Kyle miró a su alrededor para

asegurarse de que sus compañeros estuvieran bien, todos se encontraban en posición de ataque:

Lina con los copos revoloteando, Bri manipulando una planta que se encontraba en una maceta

cerca de ella, Alissa volviéndose invisible, Max con los colmillos de fuera, el príncipe con el látigo

en la mano y hasta Ellen y Allan con unas pequeñas y ligeras dagas para defenderse.

Se oyó un golpe, era Elik que cayó al suelo al ser arrastrado por unos largos y elásticos

brazos envueltos en sus pies. El impacto, hizo que las manos del sólido no continuaran

desprendiendo luz y que la densa oscuridad continuara reinando.

El príncipe Sverre corrió detrás de él blandiendo el látigo, pero fue golpeado por una

extremidad arácnida lanzándolo contra una de las estatuas de yeso. Max, gracias a su habilidad de

vampirismo logró ver en la oscuridad y levitó para ayudarlo mientras la silueta de Devis Riley pasó

a su lado detrás de Elik.

– No busquen lo que no se les ha perdido –advirtió Erwan.

– Buscamos lo que se nos fue quitado –espetó Kyle con las manos listas para dejar escapar su

habilidad. “Lo que me arrebataron –dijo en su interior.”

La risa del oscuro llenó el lugar y las sombras negras se agitaron como si la voz que parecía

proveer de todos lados las estremeciera.

– ¿Te refieres a Emilie Scott? –Erwan preguntó–. Ella ha sido la elegida para un grandioso e

histórico sacrificio.

La palabra sacrificio hizo que el corazón de Kyle crujiera como si estuviera siendo golpeado

con una roca.

– ¡No pueden traer de vuelta a Caín Dark! –exclamó el príncipe al ponerse de pie–. La ley

sideral lo prohíbe.

– Sus leyes no nos rigen a nosotros –declaró haciendo que la oscuridad se volviera fría hasta

casi congelarles la piel

– Maldición –gruñó Baiel quitándose la camisa–. Acabaré con el señor de la noche.

Un zumbido rápido en el aire se escuchó cuando las alas de Baiel se desplegaron y aunque la

oscuridad era muy negra, el brillo platinado que liberaban las plumas se lograba apreciar como el

resplandor de los rayos de sol en las profundidades del océano.

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Kyle siempre había admirado la habilidad de su amigo y aunque en ese momento no lograba

verlo con claridad sus ojos siguieron el leve resplandor de las alas cuando las batió para surcar el

espacio oscuro en dirección al pasillo por donde provenían las penumbras de Erwan Black. Un

impacto se escuchó cuando ambos cuerpos colapsaron.

Las sofocantes tinieblas iniciaron a desvanecerse como la neblina al amanecer y todo se

aclaró. Max corrió detrás de Elik y Devis, pero un iracundo alarido lo obligó a detenerse, antes de

que reaccionara para protegerse los oídos, un lobo amarillo apareció de entre las sombras

abalanzándose sobre él, aunque trató de esquivarlo le clavó los mordaces incisivos en una de las

piernas. Kyle se interpuso dejando que la habilidad se desprendiera para luego elevar al lobo y

estrellarlo contra una de las estatuas que tenía la forma lobuna. Un quejido se escapó de la boca del

animal que no cesó hasta que volvió a su forma natural: April Jones.

Max se incorporó apoyándose en las gradas, la sangre le manchó la ropa y al mirarla los

colmillos vampíricos aparecieron, feroces y peligrosos, aunque con la mirada desbordaba tristeza y

rabia.

Cedric se acercó para curarlo mientras que Lina se colocó frente a April dispuesta a

congelarla viva.

– ¡Bienvenidos a nuestra casa! –recitó una voz masculina.

Mitológicos y oscuros emergieron de las sombras antes de que la oscuridad de Erwan

desapareciera por completo, todos los varones iban vestidos con elegantes trajes de etiqueta y las

chicas, una de pelo azul, usaba un fino vestido celeste adherido al cuerpo y Maggy, la que poseía la

habilidad de manipular su propio cabello llevaba un vestido color mostaza; aunque en lo primero

que Kyle se fijó fue en el filoso aguijón de escorpión de Corpin que lo blandía por encima de la

cabeza.

Al lado de él estaba Charlie Dunn con la boca entreabierta preparado para dejar escapar uno

de sus característicos gritos y Sátir, con las manos cerradas en fuertes puños ansioso por dejar salir

sus cuernos de carnero.

– Todos los poltergeists conocemos las consecuencias de infringir las leyes siderales –

comentó el príncipe Sverre con los ojos furiosos como el sol sobre el desierto–. Hasta hoy

ningún crimen ha quedado impune.

Corpin Williams resopló acariciando su larga y flexible cola de mantícora, dirigiéndose a la

chica pelo azul y al oscuro, masculló:

– Charlie y Coralia, denles la bienvenida a nuestros amigos.

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La boca de Charlie terminó de abrirse y de lo profundo de su garganta emanó un berrido que

hizo que Kyle y sus amigos se tumbaran al suelo cubriéndose los oídos en un intento de disminuir la

intensidad sofocante del grito, Cedric era el único inmune a la habilidad del oscuro, trató de

alcanzar la mano de su amada Bri Owens que gemía en una esquina, pero le fue imposible llegar, en

ese momento Coralia dejó escapar agua de sus manos que se elevaron sobre ellos como gigantes

olas empapándolos.

Kyle dejó de cubrirse los oídos, el agua que desprendía la chica de pelo azul lo empapó por

completo, al abrir los ojos confirmó que todos sus compañeros estaban igual que él. Alissa y el

príncipe se habían vuelto invisibles. Trató de dejar que las hebras que sentía al usar su habilidad

salieran de sus dedos para hacer que el agua regresara contra Coralia y sus cómplices, pero el

sonido ensordecedor era como un martillo golpeándole la cabeza descontrolándolo. Sacudió la

mano derecha cuando sintió que alguien le rodeaba la muñeca, pero no había nadie a su lado.

– Soy Alissa –musitó la chica invisible.

A pesar del ruido, el agua y de que no la miraba, le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

– Es hora de que vayamos por Emilie –musitó–. Si nadie nos mira, no podrán detenernos.

H

Volverse invisible para Kyle era como ser y no ser, era consciente de todo a su alrededor y al

tomar la mano de Alissa tenía la capacidad de observarla. Además, supo que ellos no eran los

únicos que iban por el pasillo que conducía al sótano, ella llevaba de la otra mano al príncipe Sverre

Kinhost.

– Al parecer te ha caído un fuerte aguacero –se rio el príncipe al mirarlo.

Kyle le echó una mirada a su ropa que estaba humedecida por el agua manipulada por Coralia

en comparación con ellos dos que estaban totalmente secos. Otra ventaja de ser invisible.

– Para la próxima me aseguraré de ser yo el que este cerca de ella –replicó Kyle.

Alissa se detuvo al doblar una esquina soltándolos de las manos, Baiel se encontraba frente a

ellos con las alas abiertas sujetando con su cinturón las manos de Erwan detrás de la espalda.

Kyle elevó las manos dejando sentir los leves cosquilleos en la yema de los dedos.

– No te preocupes neutro –dijo Baiel dándole con el ala derecha al cuerpo inmóvil–. Lo dejé

inconsciente.

– Yo me encargaré de él –intervino el príncipe mientras sacaba su celular para hacer una

llamada–. Pediré refuerzos, ustedes continúen.

– ¿Está seguro, Majestad? –preguntó Alissa.

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El príncipe Sverre asintió para luego inclinarse sobre Erwan y asegurar sus manos también

con su cinturón, que a diferencia del de Baiel se convertía en un látigo de metal mucho más seguro.

– Los príncipes también somos guerreros.

El largo pasillo culminaba en una sola puerta en la que se leía claramente la palabra

SÓTANO en letras mayúsculas, los tres jóvenes la atravesaron como si fueran sólo sombras hasta

llegar a una empinada grada que los condujo hacia el fondo del bunker subterráneo, el pasillo por el

que ahora iban estaba frío y casi a oscuras, se dejaron guiar por un resplandor en el fondo como el

que suelta el fuego al arder.

Al acercarse, escucharon las voces de Damián Black y de Benjamín Garroll recitando

repetidamente una escalofriante composición que percutía en las paredes sólidas como los arañazos

de un hombre lobo:

“Veni Tenebrarum Eques

Veniat regnum tuum tenebrosum

Hostiam puram et obtestor,

Virgo sanguinem et dabo te convertentur.

Veni Tenebrarum Eques

Rex est verus et tenebrae

Nos purum sacrificium est hodie

Venite potiri boni et mali.”

Las palabras extrañas le erizaron la piel a Kyle, asomó la cara por la esquina de la pared y sus

ojos se ampliaron horrorizados al ver el blasfemo escenario frente a ellos. La visión de Allan Grant

era verídica, Emilie Scott, la pequeña chica unicornio se encontraba en el centro de una amplia sala

iluminada por antorchas de fuego encerrada en un círculo compuesto de velas que desprendían un

humo infernal. Estaba atada a dos estelas de piedra decoradas con símbolos. Damián estaba de pie

frente a ella sosteniendo en una mano el Libro de Caín y una llama de fuego ardiendo en la otra

mano extendida como las antorchas colgadas en la pared. Las llamas de fuego ondulaban con cada

palabra extraña que él y Benjamín decían. En ese instante deseó que el príncipe hubiera venido con

ellos para que les tradujera la canción del ritual que no comprendían.

– Emilie –gruñó intentando librarse de la mano de Alissa para salvarla.

– Espera –dijo ella deteniéndolo–. Ellos no están solos –añadió señalando a los otros siete

poltergeists que los custodiaban.

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Shana West era inconfundible por el llamativo vestido rojo burdeos, a la par de ella estaba

otra chica con el cabello corto y ondulado, también estaban Joss, Chad, Pia y Nicos con el arco y el

carcaj colgando del hombro.

– Necesitamos un plan –sugirió Baiel–, nos superan en número.

– Yo… necesito salvarla –musitó Kyle enterrando las manos en su cabello, una señal de

desesperación.

– ¿Qué tal si tú destruyes las piedras y yo la salvo? –inquirió una conocida voz detrás de ellos.

Los tres se volvieron sorprendidos al ser vistos, pues Alissa aún los tenía tomados de la mano

y eran invisibles.

Devis era el que había hablado, tenía algunos moretones en la cara, la camisa rota que dejaba

ver la espiral tatuada sobre el pecho que simbolizaba su habilidad de teletransportación.

– ¡Devis Riley! –exclamó Alissa en voz baja.

– Yo también soy invisible –musitó encogiéndose de hombros, uno de los aros de sus lentes

estaba roto–. Aunque no tan literal.

– ¿Y Elik? –quiso saber Baiel.

– Se quedó con el príncipe, ambos me dijeron que era necesario que yo viniera a ayudarlos y

detener a estos desgraciados.

Alissa soltó las manos de Kyle y Baiel, se ocultaron detrás de la esquina para evitar ser vistos,

Baiel tuvo que doblar las alas detrás de la espalda para que no fueran tan obvias.

– Baiel y yo nos encargaremos de ellos –indicó Alissa–, los distraeremos para que ustedes

logren liberarla.

Kyle y Devis asintieron. Alissa le ofreció la mano a Baiel el cual la tomó sin vacilar, a él

siempre le había gustado la acción. Baiel fue el primero en volverse visible justo antes de llegar

tomando a mitológicos y oscuros desprevenidos, su primer objetivo fue Joss Ferguson, él tenía la

habilidad de multiplicar su sombra y su presencia implicaba lidiar contra más contrincantes. El

siguiente en ser atacado por la chica invisible fue Chad Mason.

Los recuerdos de la noche que salvó a Max en el Teatro Cabalístico vinieron a la mente de

Kyle. El mismo coraje que sintió esa noche se sumó al anhelo de salvar a su novia y a la rabia que

guardaba por los culpables de la muerte del padre de Max, Lina, de su prima April y de todos los

jóvenes asesinados en los rituales de ligamento. El éter translúcido brotó se sus pies cuando

comenzó a levitar con las manos extendidas arrojando todo lo que lo agobiaba mezclado con las

corrientes invisibles que sentía al dejar fluir su habilidad.

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Los ojos de Damián fueron los primeros en mirarlo, aunque eran de un color verde oscuro, en

ese momento parecieron arder rojos como fuego y por un momento pensó que él era capaz de lanzar

fuego a través de ellos, pero no, sólo cerró el libro asegurándolo contra el pecho y con la otra mano

creó una barrera protectora de fuego que lo encerró junto con Emilie y Benjamín en un círculo

ardiente.

Nicos levitó rodeando el círculo protector convirtiéndose en centauro a mitad de camino, sus

cuatro patas abrieron grietas en el suelo mientras avanzaba, con el arco y las flechas listas comenzó

a atacarlo obligándolo a detenerse para poder esquivarlas usando la telequinesis, cuando las flechas

se le acabaron siguió corriendo contra él dispuesto a golpearlo con las patas delanteras, pero Kyle

aún tenía la suficiente energía para detenerlo antes de que llegara. Varias palabras maliciosas

salieron de la boca del mitológico queriendo avanzar, pero era imposible. Kyle retrocedió un poco y

juntando las manos las impulsó haciendo que el centauro retrocediera hasta dar contra la pared.

– Necesito que me hagas un espacio, aunque sea mínimo para lograr entrar –dijo Devis a su

lado mientras contemplaba el muro ardiente.

Kyle respiró profundo para llenar los pulmones de oxígeno, dejó escapar un alarido cuando

su habilidad también fluyó lo suficientemente fuerte como para desplegar el fuego dejando libre una

angosta franja.

– Espera mi señal –dijo Devis antes de desmaterializarse y levitar hacia la franja libre como

un haz de luz. Veloz e inalcanzable.

Dentro del círculo de fuego y símbolos, Damián y Benjamín continuaban recitando en

susurros la extraña canción. El invisible se detuvo frente al oscuro dándole un fuerte golpe en la

entrepierna que lo hizo doblegarse por el dolor. Sus manos dejaron de expulsar fuego lo que hizo

que la barrera desapareciera dejando sólo las olas de humo.

Los tentáculos de Benjamín se extendieron alzando en lo alto la daga con símbolos rojos

sobre el filo dispuesto a herir a Emilie, ella sacudió la cabeza apartando los mechones de cabello y

sujetándose de las cadenas para alejarse. Devis intentó golpear al mitológico por detrás, pero

Damián arrojó una llama de fue quemándole la manga de la camisa.

– ¡Hazlo! –gritó mientras sacudía el brazo para apagar el fuego.

Kyle dejó que su furia explotara elevando en el aire al líder de los mitológicos hasta

estrellarlo contra la pared, luego dirigió sus manos hacia las estelas haciéndolas añicos, las cadenas

se desprendieron cayendo al suelo junto con Emilie que parecía perder las energías con cada

segundo que pasaba. Tuvo que reprimir el impulso de correr hacia ella y abrazarla, aunque todos los

fantasmas levitaban, no todos eran tan veloces como Devis Riley. Ambos compartieron una rápida

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mirada, Devis se quitó la camisa para que el fuego no siguiera quemándole la piel y después de

darle un puntapié a Damián salió disparado como una bala en dirección a Emilie que iniciaba a

arrastrarse sobre el suelo lleno de símbolos.

Las llamas de fuego de Damián persiguieron a la silueta del invisible, Kyle se lanzó sobre él.

Ambos cayeron sobre el suelo.

– ¡Acabaré contigo! –bramó el oscuro, su rostro inundado de odio con la cicatriz surcándole

la mejilla izquierda.

Las manos de Kyle se ciñeron sobre los brazos de él clavándole las uñas para infringir

suficiente dolor para que dejara de producir fuego. Damián luchó por soltarse del agarre, pero la

fuerza de Kyle sumado a la descarga de su habilidad le impedían mover las extremidades. Forcejeó

hasta doblar el pie derecho para darle un rodillazo en el estómago logrando así quitárselo de encima.

Los pulmones de Kyle se quedaron sin aire, se hizo a un lado rodando sobre el piso cubierto

de lustrosos símbolos desconocidos, quiso ponerse de pie para impedir que Damián se apoderara de

la fotografía, la entidad de Caín Dark que estaba sobre un símbolo peculiar en forma de una M

trazada sobre una W hecho de sangre humana, pero el dolor punzante que le recorría el interior le

exigía permanecer encorvado.

Elevó los ojos para asegurarse que Emilie y Devis se encontraban bien, lo único que miró

fueron sus figuras borrosas huyendo del lugar por el pasillo. A pesar del dolor, las comisuras de sus

labios se curvaron en una sonrisa al saber que ella estaría segura, pero su sonrisa no terminó de

formarse; Owen Henderson se interpuso entre ellos y aunque Devis era veloz, el humo amarillo que

escapó de la boca de Owen lo alcanzó. El chico invisible, se desplomó sobre el suelo con una tos

incontenible expulsando sangre por las fosas nasales. Emilie se dejó caer para sostenerlo.

– Pobre y bastardo invisible –se burló Owen flotando alrededor de ellos–. La virogénesis

acabará contigo destruyendo cada célula de tu cuerpo. Si tu entidad muere, tú también.

Devis hizo ademán de hablar, pero la tos aumentó y la sangre también inició a salir por su

boca.

– Es una lástima que no tenga autorización para acabar contigo –añadió refiriéndose a

Emilie–. A ti sólo te puede sacrificar Damián o Benjamín con la primera daga.

Ignorando el dolor en su estómago, Kyle se levantó y comenzó a flotar hacia ellos con el

cuerpo encogido, pero fue rodeado por las sombras negras de Joss Ferguson cerrándole el camino.

Se giró buscando desesperadamente un espacio libre o a uno de sus amigos que lo ayudaran, pero lo

único que logró ver fue a su amigo luchando contra otro Baiel que poseía las mismas alas blancas y

las mismas características. Entrecerró los ojos buscando la imagen distorsionada de Alissa al

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volverse invisible, logró atisbarla corriendo hacia donde estaba Baiel para ayudarlo, pero Chad, que

poseía la habilidad de asimilación la detuvo, él se había convertido en una mole de concreto. El

cuerpo delgado de Alissa colapsó contra él haciéndola retroceder volviéndola visible.

– Tu turno Pia –dijo Chad, su voz se escuchó como el roce entre dos rocas.

La chica de cabello largo y rosado sonrió y comenzó a tatarear unos silbidos embriagadores

que hicieron que Alissa se inmovilizara en el suelo hipnotizada.

Shana West huyó por el pasillo por donde ellos habían entrado, antes de doblar la esquina, se

detuvo para mirarlo a los ojos. Kyle pareció ver en los ojos grises de ella un vestigio de disculpa y

tristeza.

Las sombras negras se multiplicaron acercándose más, la presencia de ellas era sofocante.

Alzó las manos cuando el dolor disminuyó, sentía en los dedos de nuevo la sensación electrizante.

Buscó entre las sombras al chico con rastas y ojos azules, pero él se ocultaba entre ellas. Arremetió

contra todas las sombras dando una vuelta entera como las agujas de un reloj descontrolado, pero

las sombras desaparecían y aparecían una y otra vez.

A través de la umbría, logró apreciar el destello platinado que se escapaba de las alas de su

amigo al volar, una de ellas golpeó el viento como una espada encendida dándole a Joss por detrás.

Las sombras desaparecieron esfumándose una por una mientras su creador caía al suelo.

– ¿Cómo es que había dos Baiel? –preguntó.

Su amigo señaló a la chica de cabello ondulado que estaba tirada sobre el suelo quejándose

de dolor.

– Ella es Cheryl, su habilidad es la metamorfosis y la que se hizo pasar por ti cuando

secuestraron a Emilie.

Los silbidos de Pia Labamkhosi iniciaron a llegar a sus oídos y a marearlo, así que antes de

que las ondas aumentaran levantó las manos y la lanzó sobre Chad. El chico oscuro tuvo que volver

a su apariencia humana para que ella no se lastimara.

Alissa sacudió la cabeza eliminando los ecos del encandilamiento, su cuerpo parpadeó y

antes de volverse invisible para cobrar venganza contra Pia y Chad le dedicó una sonrisa de

agradecimiento.

H

La daga resplandecía como una antorcha ardiente en la mano de Damián Black, en la otra

sostenía como un sagrado cáliz la fotografía del Rey Oscuro. Emilie, se retorcía en el suelo

intentando librarse de los tentáculos de Benjamín Garroll sin apartar la mirada de Devis que

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convulsionaba y sangraba por todos los orificios. De pie, sobre las cuatro patas de caballo estaba

Nicos Benbow recitando en voz alta la canción extraña mientras Owen sostenía el libro de Caín

para que leyera.

El pacífico batir de las alas de Baiel hizo que las antorchas colgadas en las paredes que

iluminaban la habitación se apagaran, Damián dejó caer la mano con la punta de la daga apuntando

el pecho de Emilie Scott, pero antes de que el filo atravesara la tela del vestido y la piel, lo tomó de

los hombros elevándolo en el aire para luego lanzarlo contra el centauro. Owen cerró el libro y abrió

la boca dispuesto a expulsar humo, pero Alissa aprovechando que nadie la observaba le dio con el

codo sobre la boca reventándole los labios para luego arrebatarle el Libro de Caín.

Owen Henderson comenzó a sangrar de la inmediato.

– Ojo por ojo y diente por diente –le susurró al oído la chica invisible dándole un puñetazo en

la cara.

Nicos volvió a ser el mismo por el impacto, cogió la única flecha que le quedaba y la colocó

sobre el arco apuntando directamente al corazón de Baiel, sus ojos llenos de odio. Damián se

levantó de un salto y lo detuvo colocando una mano sobre el arco, después de escupir sangre sobre

el piso le susurró algo al oído. Nicos asintió, tomó la foto donde estaba la entidad de Caín Dark y

luego de fulminar con la mirada a Baiel escapó por el frío y oscuro pasillo.

– Es una lástima que hayas preferido quedarte con él en el teatro –dijo Damián, Baiel podría

haber jurado escuchar una pizca de tristeza y melancolía en sus palabras–. Si hubieras

elegido venir conmigo, hoy seguiríamos siendo amigos, serías uno de nosotros, un oscuro –

hizo una pausa y le dedicó una sonrisa torcida–, aunque tus alas serían negras y no blancas.

Baiel distendió las alas de manera que los extremos cayeron sobre el suelo. Dio un paso al

frente mientras recordaba todos los momentos felices que había compartido con Dan Butler. Fue el

primer fantasma que conoció, el primer amigo fantasma que tuvo antes de conocer a Kyle. No

siguió caminando, nadie vivía de los recuerdos.

– Somos lo que elegimos ser –replicó apartando un mechón platinado que cubría uno de sus

ojos azules.

Damián asintió, inhaló y su sonrisa desapareció.

– ¿Ves esta cicatriz? –inquirió acariciando la fina marca en su mejilla izquierda–. Te juro

Baiel que te haré una cicatriz que nadie podrá borrar, ni Cedric Tucker.

Alzó las manos al frente con las palmas abiertas, el fuego inició a chispear entre sus dedos y

antes que se intensificara, Baiel extendió las alas elevándose en el aire para que las olas de fuego no

lo alcanzaran ya que el fuego ardía con mucha más intensidad para evadirlo. Las llamas lo siguieron

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mientras volaba en dirección al pasillo por donde se había ido Nicos, aunque sus alas se sacudían

con intrepidez una ligera llama anaranjada lo alcanzó provocándole una quemadura perpendicular

justo entre los omóplatos.

– Suéltame –se quejó Emilie sacudiendo los brazos para que los tentáculos la dejaran.

Benjamín negó con la cabeza, abriendo la boca hizo que su lengua se extendiera como uno de

los horrendos tentáculos para tomar la daga que Damián había dejado caer cuando Baiel lo atacó. Al

tomarla, Kyle dejó caer su pie, aplastándole la lengua con la suela del zapato. Un alarido se escapó

de lo profundo de la garganta del mitológico obligándolo a soltar los brazos de Emilie.

Ella se arrastró hacia donde estaba el cuerpo de Devis, en ese instante, Alissa también llegó

volviéndose visible luego de un parpadeo. Emilie la miró desconcertada como si estuviera viendo

un fantasma.

– ¿Alissa? Tú…

– Sí, Emilie –respondió ella bajando la mirada avergonzada y acariciando el pelo rubio de

Devis–. Soy un poltergeist, un invisible.

Emilie no dijo nada, en su vida ya habían pasado demasiadas cosas para discutir con su mejor

amiga, la tomó de la mano fuertemente. Alissa soltó un sollozo y la envolvió en un fuerte abrazo.

La lengua de Benjamín soltó la daga, Kyle la apartó y quitó el pie creyendo que la lengua del

mitológico volvería a su estado normal, pero no, al contrario, se envolvió en uno de sus pies hasta

hacerlo caer.

–¡Cuidado Kyle! –exclamó Emilie.

Owen se había recuperado de la paliza dada por Alissa y tenía la daga entre las manos listo

para clavársela por la espalda.

Kyle dio media vuelta, la sangre seguía fluyendo de la boca de Owen mientras se abalanzaba

sobre él lleno de furia, sólo vasto que alzara una mano para detenerlo y arrojarlo contra los restos de

las estelas donde Emilie estuvo presa. Con la otra mano arrastró a Benjamín sobre el piso borrando

algunos de los símbolos hasta elevarlo contra la pared, la rabia que sentía en ese instante y el

cosquilleo de sus tatuajes era suficiente como para hacer un agujero en la pared con el cuerpo del

mitológico, pero lo humano dentro de su interior lo detuvo.

– ¡Caín Dark volverá! –gruñó Benjamín mientras estiraba los tentáculos–. No podrán evitarlo.

– Si hoy lo logramos, lo haremos nuevamente –replicó.

Sin darle oportunidad para hablar y evocando lo que sintió la noche en el Teatro Cabalístico

que lo impulsó a salvar la vida de Max Cooper impulsó las manos para lanzarlo contra los demás

poltergeists que comenzaban a huir por el pasillo por donde ellos habían ingresado.

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H

– ¡Emilie! ¡Emilie! –dijo dejándose caer al lado de ella y tomándola entre los brazos como si

fuera capaz de borrar todos los sucesos pasados– ¿Estás bien? ¿Qué te hicieron?

Ella se acunó en su regazo, nunca antes se había sentido tan segura. Su cuerpo aún temblaba

de temor por los recuerdos, tenía el pelo enmarañado y sus ojos iniciaron a derramar lágrimas sin

control. Él le acarició el cabello y el rostro enjugándole las lágrimas con la yema de los dedos.

– Estoy bien –susurró después de unos segundos, las lágrimas se habían detenido, pero el

estremecimiento no. Colocó la mano sobre su pecho para percibir el ronroneo de su

corazón–. Devis… él está mal.

Kyle liberó un poco la tensión en sus músculos para tomar la mano de Devis, pero sin dejarla

a ella. Alissa lo tenía en su regazo pasando sus delgadas manos sobre el pelo rubio de su amigo. La

apariencia de Devis era muy lejana a la apariencia que tenía la noche que lo conoció en la casa de

los oscuros, aún reservaba la admiración que experimentó cuando lo miró como esquivaba las

flechas de Nicos usando su habilidad como un veloz colibrí.

– Eres valiente Devis Riley –musitó–. Eres más rápido que el viento, la muerte no podrá

alcanzarte.

Devis ensanchó los labios tratando de forjar una sonrisa, pero la tos se lo impidió. La

hemorragia continuaba.

Un suave zumbido y un aumento en la presión del viendo se apreció cuando Baiel apareció

con Cedric y Max por el pasillo por donde había escapado Nicos. Max llevaba varias aberturas en la

ropa en forma de arañazos, pero no tenía ninguna herida en la piel pálida, sólo algunos moretones

sin curar y las ojeras de un tono púrpura. Las alas de Baiel desaparecieron para ayudar a Kyle a

levantar a Emilie. Cedric, era el único sano entre todos, aunque cuando se inclinó sobre Devis, que

era el más perjudicado, Kyle se dio cuenta que el cansancio era evidente en sus ojos.

– ¡Por favor… Cedric! –masculló Alissa limpiándose las lágrimas–. Sánalo.

Cedric comprobó el pulso de Devis y luego le colocó ambas manos sobre el pecho justo sobre

la espiral que era el tatuaje que simbolizaba la habilidad de teletransportación. El agotamiento

abandonó sus ojos y fue sustituido por el brillo anestésico que aparecía cuando usaba su habilidad

de sanación.

– ¿Estás bien? –preguntó Baiel colocando una mano sobre el hombro de su amigo.

Kyle le dio un beso en la frente a Emilie. Ella apoyó la cabeza sobre su pecho.

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– Si Emilie está bien, yo estaré bien –respondió alzando una mano para rodearlo, cuando rozó

su piel notó una herida en su espalda– ¿Tú estás bien? –su ceño se frunció– ¿Qué pasó con

Damián?

– Escapó por una rendija en el techo, traté de atraparlo, pero era muy estrecha para entrar con

mis alas. Luego me encontré con Max y Cedric y les dije que Devis estaba en peligro.

– Lo bueno es que logramos rescatar a Emilie –comentó Max– y Erwan Black fue detenido

por la Tribu Real.

– Yo recuperé el Libro de Caín –añadió Alissa.

Cedric había llegado justo a tiempo, la hemorragia y la convulsión de Devis se detuvo y su

aspecto mejoró rápidamente. Aunque requirió ayuda para levantarse.

– Supongo que la muerte no es tan veloz –dijo sonriendo, su voz se escuchaba débil.

Kyle se rio, los demás también se rieron a pesar de todo los eventos sucedidos en el hotel

Mythos. Sonreír era una de las mejores alternativas para aliviar las penas.

Un impacto se escuchó detrás de ellos borrándoles las sonrisas.

Max fue el primero en darse la vuelta gracias a su desarrollado sentido de la audición.

Damián Black había caído del techo a través de una de las rendijas de ventilación y tenía un arco

apuntando hacia ellos, sus ojos encendidos de furor como las llamas que ardían en sus manos

cuando usaba la piroquinésis, pero en lo que los ojos rojos de Max se enfocaron fue en la casi

imperceptible saeta que surcaba el aire en dirección a Kyle y Emilie.

– ¡Kyle, cuidado! –gritó.

Kyle se giró de inmediato, al ver a Damián Black, el que un día fue Dan Butler elevó las

manos, la yema de sus dedos burbujearon dejando fluir su habilidad, pero era demasiado tarde.

La flecha atravesó el espacio como una estrella fugaz estrellándose en el pecho de Emilie

Scott. Las alas de Baiel volvieron a surgir y dando un impulso se abalanzó en dirección a Damián,

pero éste sonrío victorioso. Dos brazos elásticos salieron del techo tomándolo de los brazos para

luego subirlo para que pudiera escapar por la rendija.

– ¡Emilie! –gritó Kyle, quiso volver a pronunciar su nombre, pero las palabras se ahogaron en

su garganta al verla caer.

Él también se dejó caer, anhelando estar donde ella estaba.

Emilie lo tomó de la mano entrelazando los dedos, la sangre ya se abría paso en el sitio de

inserción. Sus miradas se encontraron, ella sonrió. Su sonrisa le recordó el primer día que

estuvieron a solas en el bosque del Spook High School en la clase de Biología mientras clasificaban

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las plantas. Ese día ella le pidió que le tomara una fotografía, un estremecimiento se apoderó de sus

brazos al enfocarla con la cámara.

Un estremecimiento similar lo inundaba ahora.

Los ojos de ella siempre estaban escarchados de azul celeste como si embotellaran el infinito

cielo. Sus ojos se humedecieron por las lágrimas y el dolor. La mirada de ella, que se parecía tanto a

un cielo al atardecer lo llenó de miedo.

– Te amo… –balbuceó ella respirando con esfuerzo–. Te amo fantasma de Kyle Foster.

Cedric se arrodilló al lado de él para colocar los dedos de su mano derecha sobre el pulso

carotídeo de Emilie y la otra cerca de la herida en el pecho, cerró fuertemente los ojos apretando la

mandíbula y los músculos de los brazos tensionados.

– ¿Qué sucede Cedric? –demandó Alissa, en ella también había miedo.

– Lo siento –musitó Cedric colocando una mano sobre el hombro de Kyle–. La flecha

atravesó su corazón.

Kyle sacudió la cabeza y tomó el cuerpo de Emilie entre sus brazos deseando fusionarse con

ella para darle vida o morir juntos, pronunció su nombre entre gemidos queriendo escuchar su voz

de nuevo, pero sólo logró escuchar como las inhalaciones se le evaporaban.

Derrotado por el dolor y sin importarle la presencia de sus amigos y de las siluetas de Lina,

Bri, Elik y el príncipe Sverre apareciendo en el fondo del pasillo, se tendió sobre el suelo aferrando

el cuerpo de Emilie contra el suyo.

La chica unicornio se había ido y no tenía esperanza de volverla a ver como Max a April,

aunque ella fuera un poltergeist ahora. Emilie Scott había muerto sin ningún símbolo de ligamento

tatuado en el cuerpo.

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EPILOGO:

EL ULTIMO UNICORNIO

El negro no era sólo el color con el que se vestían frecuentemente los poltergeists, el negro

era también símbolo de duelo, dolor y pérdida.

Era el color que se había convertido en el favorito de Kyle Foster después del funeral de

Emilie Scott, el color que llevaba puesto el día de su cumpleaños. Baiel, Max y los demás

insistieron hasta convencerlo para festejar su cumpleaños número veinte y dos, aunque su

apariencia era la de un muchacho de diecisiete años. La edad que tenía cuando murió.

Las risas y los gritos de sus amigos se lograban escuchar desde la sala en el primer piso,

todos contagiados por el buen humor y las bromas de Baiel Mawson, gracias a él la alegría había

regresado a la casa. A parte de sus compañeros translúcidos, estaban presentes algunos miembros

de la tribu de los invisibles: Devis Riley, Ellen Sims y Allan Grant, todos ellos se habían convertido

en grandes aliados debido a todos los sucesos ocurridos en Spook City durante los últimos meses y

por supuesto, Alissa y Lowell que al final habían decidido comenzar un noviazgo.

Al cerrar la puerta de la habitación, bajó la cabeza, no sentía fuerzas ni energías para

mantener la frente en alto y una sonrisa fingida. Se dejó caer en el espacio que había entre las dos

camas, el cuadro del jugador de fútbol americano con el balón en el regazo ya no estaba, Baiel

decidió reemplazarlo colgando en su lugar una fotografía de los dos en ropa interior a orillas del

muelle en el lago Wasky al atardecer listos para darse un chapuzón.

A pesar de que el jugador en el cuadro no era ninguno de los del equipo de Los Fantasmas del

Spook High School, Baiel lo retiró para que no le recordara a Damián Black.

El collar con la letra E rodeaba su cuello como una segunda y fina cicatriz, con las manos

envolvió el dije dejando que las líneas negras marcaran sus brazos mientras las lágrimas se

desbordaban de sus ojos. El dolor que sentía no cabía en su interior, necesitaba liberarlo para que

las cargas por las pérdidas disminuyeran. Primero perdió a su padre, luego a su madre y ahora había

perdido al amor de su vida.

Cerró los ojos tratando de imaginarse cómo sería su siguiente día, pero no lograba imaginar

un día sin ella. El amor desencadenaba inmensas emociones y sentimientos: buenos y malos.

No supo cuánto tiempo pasó de rodillas llorando y lamentándose, no le quedaban ni deseos

de saber qué tiempo era y comprobarlo en el reloj detrás de él que estaba sobre la mesa de noche. El

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viento azotó hasta abrir la ventana filtrando el oscuro frío dentro de la habitación sacándolo de su

amargo ensimismamiento.

Las cortinas blancas se agitaron como ropas fantasmales, los retratos con fotos de Baiel y el

resto de la tribu que estaban sobre una pequeña mesa redonda en el centro de la sala cayeron al

suelo. Los cristales se rompieron derramándose como los copos cristalinos de Lina, brillantes y

multiformes. El libro de El último unicornio de Peter S. Beagle también cayó con las páginas

abiertas junto con ellas.

Kyle se enjugó las lágrimas con el dorso del antebrazo, elevó una mano para hacer flotar el

libro y traerlo hacia él. Después de dar varios parpadeos para aclararse la vista leyó en susurros la

estrofa que se distinguía marcada con resaltador amarillo:

“Yo también regresaré a mi bosque, pero no sé si viviré a gusto allí, o en cualquier otro

lugar. He sido mortal y una parte de mí es todavía mortal. Estoy llena de lágrimas, de anhelos y de

temor a la muerte, a pesar de que no puedo llorar, no deseo nada y no puedo morir. Ahora no soy

igual que los otros, porque no ha nacido ningún unicornio que pueda tener remordimientos, y yo

los tengo. Yo los tengo.”

FIN