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APÉNDICE *X. Universales, disposiciones y necesidad natural o física 1) La doctrina fundamental que subyace a todas las teorías de la inducción es la doctrina de la primacía de las repeticiones, de la cual podemos distinguir dos variantes si recordamos la actitud de Hume. A la primera variante (criticada por Hume) podemos llamarla doctrina de la primacía lógica de las repeticiones: según ella, los ejemplos repetidos proporcionan una especie de justificación para que aceptemos una ley universal (la idea de repetición está unida, por regla general, a la de probabilidad). Podemos denominar a la se- gunda (mantenida por Hume), doctrina de la primacía temporal (y psi- cológica) de las repeticiones: de acuerdo con ella, éstas, aun cuando no consigan darnos ningún tipo de justificación de una ley universal ni de las expectaciones y creencias que ésta entraña, inducen y susci- tan de hecho en nosotros, sin embargo, tales expectaciones y creen- cias —por muy poco «justificado» o «racional» que este hecho sea (o estas creencias). Ambas variantes de semejante doctrina —la más exigente de la primacía lógica de las repeticiones y la más débil de su primacía temporal (o causal, o psicológica)— son insostenibles, como podemos demostrar mediante dos argumentos enteramente diferentes. He aquí mi primer argumento contra la primacía primero cita- da. Solamente tenemos experiencia de repeticiones aproximadas; y al decir que una repetición es aproximada me refiero a que la repetición B de un suceso A no es idéntica a A, ni indistinguible de ella, sino so- lamente más o menos parecida a A. Pero si la repetición está basada, por consiguiente, en un mero parecido, ha de participar de una de las principales características del parecido: su relatividad. Dos cosas

Popper Del Apendice X de La LIC

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  • APNDICE * X .

    Universales, disposiciones y necesidad natural o fsica

    1) La doctrina fundamental que subyace a todas las teoras de la induccin es la doctrina de la primaca de las repeticiones, de la cual podemos distinguir dos variantes si recordamos la actitud de Hume. A la primera variante (criticada por Hume) podemos llamarla doctrina de la primaca lgica de las repeticiones: segn ella, los ejemplos repetidos proporcionan una especie de justificacin para que aceptemos una ley universal (la idea de repeticin est unida, por regla general, a la de probabilidad). Podemos denominar a la se-gunda (mantenida por Hume), doctrina de la primaca temporal (y psi-colgica) de las repeticiones: de acuerdo con ella, stas, aun cuando no consigan darnos ningn tipo de justificacin de una ley universal ni de las expectaciones y creencias que sta entraa, inducen y susci-tan de hecho en nosotros, sin embargo, tales expectaciones y creen-cias por muy poco justificado o racional que este hecho sea (o estas creencias).

    Ambas variantes de semejante doctrina la ms exigente de la primaca lgica de las repeticiones y la ms dbil de su primaca temporal (o causal, o psicolgica) son insostenibles, como podemos demostrar mediante dos argumentos enteramente diferentes.

    He aqu mi primer argumento contra la primaca primero cita-da. Solamente tenemos experiencia de repeticiones aproximadas; y al decir que una repeticin es aproximada me refiero a que la repeticin B de un suceso A no es idntica a A, ni indistinguible de ella, sino so-lamente ms o menos parecida a A. Pero si la repeticin est basada, por consiguiente, en un mero parecido, ha de participar de una de las principales caractersticas del parecido: su relatividad. Dos cosas

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    parecidas lo son siempre en ciertos respectos, como podemos hacer visible con un sencillo diagrama.

    m

    O A D o A Mirando este diagrama nos encontramos con que algunas de las

    figuras son parecidas a otras en lo que respecta al sombreado (rayado) o a su ausencia; otras lo son con respecto a la forma, y otras respecto del tamao. Podramos ampliar la tabla como sigue:

    O A M

    Puede verse fcilmente que no hay fin en cuanto a los tipos po-sibles de parecido.

    Estos diagramas ponen de manifiesto que las cosas pueden ser pa-recidas en diferentes respectos, y que dos cosas cualesquiera que sean parecidas desde un punto de vista cabe que sean diferentes desde otro. De un modo general, el parecido y con l la repeticin presupone siempre la adopcin de un punto de vista: ciertos pareci-dos o ciertas repeticiones nos sorprendern si estamos interesados por un problema, y otros si nos preocupa otro problema. Pero si el pa-recido y la repeticin presuponen que se adopta un punto de vista

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    o un inters, o una expectacin es lgicamente necesario que los puntos de vista, los intereses o las expectaciones sean previos lgica-mente a la repe t ic in: resultado que destruye tanto la doctrina de la pr imaca lgica de las repeticiones como la de la primaca tem-poral ^.

    Puede aadirse la observacin de que, dado un grupo o conjunto finito de cosas p o r variadas que las hayamos escogido podemos s iempre, con un poco de ingenio, encontrar puntos de vista tales que si las consideramos desde uno cualquiera de ellos, todas las cosas del conjunto sern parecidas (o parcia lmente igua le s ) : lo cual significa que puede decirse de cualquier cosa que es una repeticin)x de cual-quier otra cosa, con tal de que adoptemos el punto de vista apro-p iado . Lo cual hace ver hasta qu punto es ingenuo considerar la repeticin como algo l t imo o dado. La reflexin que acabamos de hacer se enciientra en estrecha relacin con el hecho (mencionado en el apndice *VII , nota 9 ; cf. la propiedad B ) de que podemos en-contrar , para una sucesin cualquiera finita de ceros y unos, una regla o ley matemtica con la que construir una sucesin infinita que co-mience por la sucesin finita dada.

    Paso ahora a mi segundo argumento contra la pr imaca de las repeticiones, que es el siguiente. Hay leyes y teoras de un carcter entcTamente distinto del que tiene todos los cisnes son blancos, aun cuando puedan formularse de un modo parecido a ste. Paremos mientes en la teora atmica an t igua : es innegable que puede ex-presarse (en una de sus formas ms sencillas) por todos los cuerpos materiales estn compuestos por corpscvilos ; pero es evidente que la forma de todos... carece relat ivamente de importancia en el caso de esta ley. Quiero decir lo s iguiente : el problema de mostrar que un solo cuerpo fsico digamos, un trozo de h i e r r o est compuesto por tomos o corpsculos es, por lo menos, tan difcil como el de mostrar que todos los cisnes son b lancos : en ambos casos nuestras aserciones trascienden toda experiencia de observacin. Y lo mismo ocurre con casi todas las teoras cientficas: no podemos hacer ver directamente, ni siquiera de un cuerpo fsico, que en ausencia de fuerzas se mueva en lnea r ec t a ; ni que atraiga y sea atrado (con respecto a otro cuerpo fsico) de acuerdo con la ley de la inversa del cuadrado de la distancia. Todas estas leyes describen lo que podra-mos l lamar propiedades estructurales del mundo, y todas trascienden toda posible exper ienc ia ; la dificultad inherente a ellas no reside tanto en asentar la universal idad de la ley a pa r t i r de casos repeti-dos, cuanto en asentar que se cumpla en un solo caso.

    Muchos inductivistas se han percatado de esta dificultad. La ma-yora de los que han cado en la cuenta de ella han intentado, como

    ' En los apartados IV y V de mi trabajo Philosophy of Science: A Personal Report (en British Philosophy in the Mid-Century, ed. por C. A. Mace, 1957) se encontrarn algunos ejemplos aclaratorios de esta argumentacin, en cuanto que di-rigida contra la doctrina de la primaca temporal de las repeticiones (esto es, con-tri Hume).

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    Berkeley hizo, trazar una distincin tajante entre las puras genera-lizaciones de observaciones y las teoras ms abstractas u ocultas, como la teora corpuscular o la de Newton ; y, por regla general, han t ra tado de resolver el problema como trat Berkeley diciendo que las teoras abstractas no son autnticas aserciones acerca del mun-do, sino que no son nada ms que instrumentos: instrumentos para la prediccin de fenmenos observables. He l lamado ainstrumentalis-mon a esta tesis, y la he sometido a crtica en otro lugar ^; aqu dir solamente que rechazo el instrumental ismo, y dar no ms que una razn de esta repulsa : la de que no resuelve el problema de las pro-piedades abstractas, ocultas o estructurales. Pues dichas pro-piedades no slo aparecen en las teoras abstractas en que piensan Berkeley y sus sucesores: se las menciona constantemente, por todo el mundo , y en el lenguaje cotidiano ; casi todos los enunciados que hacemos trascienden la exper ienc ia ; no existe una frontera neta entre un lenguaje emprico y un lenguaje ter ico: teorizamos constan-temente, incluso cuando hacemos el enunciado singular ms trivial que pueda haber . Y con esta observacin hemos llegado al problema pr incipal que pretendo examinar en este apndice.

    2 ) Es innegable que si decimos todos los cisnes son blancos, entonces la blancura que predicamos es una propiedad observable ; y en la misma medida podemos decir que un enunciado singular tal como este cisne es blanco est basado en la observacin. Y, con todo, trasciende la experiencia : no debido a la palabra blanco, sino a la de cisne; pues al l lamar cisne a algo le atr ibuimos propie-dades que van mucho ms all de la mera observacin casi tan lejos como si af irmramos que est compuesto de corpsculos.

    As pues, no solamente las teoras explicativas ms abstractas tras-cienden la experiencia, sino que tambin lo hacen los enunciados sin-gulares ms corr ientes : pues incluso stos son siempre interpretacio-nes de dios hechos-n a la luz de unas teoras (y lo mismo ocurre hasta con los hechos del caso: contienen universales, y los universales entraan s iempre un comportamiento legal).

    Al final del apartado 25 he explicado sucintamente de qu modo cuando se uti l izan universales como vaso o agua en u n enunciado tal como aqu hay un vaso de agua, necesariamente se trasciende la experiencia. Se debe al hecho de que las pa labras como vaso o agua se usan para caracterizar el comportamiento legal de deter-minadas cosas, lo cual puede expresarse l lamndoles palabras de disposiciones. Ahora b i e n ; puesto que toda ley trasciende la expe-riencia lo cual es s implemente otra manera de decir que no es verificable, todo predicado que expresa un comportamiento legal la trasciende t a m b i n ; y, por ello, el enunciado este recipiente con-tiene agua es una hiptesis contrastable pero no verificable, y tras-

    ^ Cf. mis estudios A note on Berkeley as a Precursor of Mach, en B. J. P. S. 4, 1953, y Three Views Concerning Human Knowledge, en Contemporary British Philosophy, III, od. por H. IJ. Lewi, 1956. Vanse tambin los apartados *11 a '15 de mi Postscript.

  • 396 La lgica de la investigacin cientfica

    ciende la experiencia^. Por esta razn, es imposible constituir nin-gn trmino verdaderamente universal (como Carnap ha tratado de hacer), es decir, definirlo en trminos puramente experimentales o de observacin (o reducirlo a trminos puramente de experiencia o de observacin) : como todos los universales corresponden a disposiciones no es posible reducirlos a la experiencia; hemos de introducirlos como trminos indefinidos, a excepcin de los que podemos definir a partir de otros universales que no son de experiencia (como ocurre con agua si preferimos definirla por una combinacin de dos to-mos de hidrgeno y uno de oxgeno).

    3) Suele no prestarse atencin a que todos los universales co-rresponden a disposiciones, debido al hecho de que pueden hacerlo en grados diversos. As, soluble y rompible corresponden, sin duda alguna, a disposiciones en mayor grado que disuelto y roto; pero, a veces, no nos damos cuenta de que tambin lo hacen estos ltimos trminos: un qumico no dira que el azcar o la sal se han disuelto en agua si no esperase poder recuperarlos evaporando sta, de modo que disuelto denota un estado de disposicin; y en cuanto a roto, basta considerar de qu modo procedemos cuando dudarrvos acerca de si una cosa est rota o no (cualquier cosa que se nos haya cado, o bien uno de nuestros huesos, por ejemplo): contrastamos el comportamiento de la cosa en cuestin, tratando de averiguar si mues-tra cierta movilidad indebida; de modo que roto, lo mismo que disuelto, describe ciertas disposiciones a comportarse de una ma-nera regular o legal. Anlogamente, decimos de una superficie que es roja, o blanca, si tiene la disposicin para reflejar la luz roja o blan-ca, respectivamente, y si tiene, en consecuencia, la disposicin a pre-sentar un aspecto rojo o blanco a la luz del da. En general, el carc-ter de cualquier propiedad universal de corresponder a disposiciones se hace patente si consideramos qu contrastaciones emprendemos cuando dudamos sobre si una propiedad se presenta o no en un caso particular.

    As pues, el intento de distinguir entre predicados de disposicio-nes y otros que no lo sean est equivocado, lo mismo que le ocurre al de distinguir entre trminos (o bien, lenguajes) tericos y trminos (lenguajes) no tericos, empricos, de observacin, feticos u ordina-rios. Quiz ocurra lo siguiente: se tiende a considerar fctico u ordi-nario lo que se ha aprendido antes de llegar a determinada edad crtica, y terico o, tal vez, meramente instrumental aquello

    ' Como se trata de un enunciado singular, en este caso es menos incorrecto hablar de una simetra entre la no verificabilidad y la no falsabilidad que lo era con los enunciados universales: pues con objeto de falsar aqul hemos de aceptar como ver-dadero otro enunciado singular, que tampoco ser veriicable, Pero tambin aqu hay un residuo de asimetra: pues con toda generalidad al asumir la verdad (o la {olsedad) de un enunciado de contraste, lo nico que podemos demostrar es la falsedad del enunciado que sometemos a contraste, no su verdad; y ello por la razn de que ette ltimo entraa un nmero infinito de enunciados de contraste. Vase tambin el apartado 29 del libro y el *22 del Postscript.

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    de que se oye hablar despus. (Al parecer, la edad crtica depende del tipo psicolgico.)

    4) Las leyes universales trascienden la experiencia, aunque no sea ms que por ser universales y trascender, por ello, cualquier n-mero finito de sus ejemplos observables; y los enunciados singulares la trascienden tambin debido a que los trminos universales que aparecen normalmente en ellos entraan disposiciones a comportarse de una manera legal, de suerte que entraan leyes universales (o cier-to grado inferior de universalidad, por regla general). Segn esto, las leyes universales trascienden la experiencia, al menos, de dos mo-dos : debido a su universalidad, y por efecto de la aparicin en ellas de trminos universales (o de disposiciones); y tambin lo hacen en grado ms elevado si los trminos de disposiciones que se encuentran en ellas tienen este carcter en grado ms alto o son ms abstractos. Hay estratos sucesivos de grados de universalidad cada vez ms ele-vados, y, por tanto, lo mismo de trascendencia. (En el apartado *15 del Postscript trato de explicar en qu sentido existen tambin estra-tos de lo que podra llamarse profundidad.)

    Naturalmente, las leyes o las teoras cientficas no son verificables por causa de dicha trascendencia, y debido a sta la contrastabilidad o refutabilidad es lo vnico que las distingue, en general, de las teo-ras metafsicas.

    Si se pregunta por qvi empleamos estas leyes universales trascen-dentes en lugar de ceirnos ms a la experiencia, pueden darse dos tipos de respuesta.

    a) Porque las necesitamos: es decir, porque no existe tal pura experiencia, sino solamente la experiencia interpretada a la luz de expectaciones o de teoras que son trascendentes.

    b) Porque un terico es un hombre que quiere explicar las ex-periencias, y porque toda explicacin conlleva la utilizacin de hip-tesis explicativas, que (para ser contrastables independientemente: va-se el apartado *15 del Postscript) han de trascender lo que esperamos explicar.

    La razn encabezada con a) es pragmtica o instrumentalista, y aunque creo que es verdadera, no considero que sea comparable en importancia a la que he marcado con b) : pues, aun en caso de que tuviese .xito un programa destinado a eliminar las teoras explicati-vas para los fines prcticos (digamos, para la prediccin), las metas del terico no resultaran afectadas por ello *.

    " Carnap en Logical Foundations of Probability, pgs. 574 y sig. asevera que es posible manejarse sin teoras; y, con todo, no existe la menor razn para que el anlisis de Carnap, aun cuando fuese defendible por lo dems, pueda transferirse legtimamente de su modelo de lenguaje al lenguaje de la ciencia (vase mi prefacio de 1958). En dos artculos muy interesantes, W. Craig ha examinado ciertos pro-gramas de reduccin (vanse, Journal of Symb. Logic 18, 1953, pgs. 30 y sig., y Philosophical Review 65 , 1956, pgs. 38 y sigs.); puede aadirse lo que sigue a sus propios y excelentes comentarios crticos sobre su mtodo de eliminar ideas auxilia-res (o trascendentes). I ) Este autor logra esencialmente eliminar las teoras expli-ciitivaN aiicendi