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1 “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas cotidianas de construcción del Estado en el Bolívar Grande (1910-1934). Por Juan Camilo Franco Gómez Monografía de grado para optar por el título de Historiador Director Shawn Van Ausdal, PhD Bogotá, Agosto de 2018 Universidad de los Andes

“Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

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“Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas cotidianas de construcción del

Estado en el Bolívar Grande (1910-1934).

Por

Juan Camilo Franco Gómez

Monografía de grado para optar por el título de Historiador

Director

Shawn Van Ausdal, PhD

Bogotá, Agosto de 2018

Universidad de los Andes

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Tabla de contenidos

I. Introducción..........................................................................................................3

II. El Bolívar Grande y Colombia: Crecimiento económico, legislación y protesta 11

III. La tierra disputada. Tipología de los conflictos...............................................25a. Tierra...........................................................................................................................27b. Recursos.......................................................................................................................35c. Otras disputas..............................................................................................................42

IV. La geografía de las luchas................................................................................47

V. Estrategias e instrumentos de acción política......................................................56a. Acción legal y acción directa. ‘Bolshevikismo’, tomas e intensificación.....................58b. Formas de resistencia cotidiana y construcción del Estado.........................................66c. Protestas y construcción del Estado.............................................................................68

VI. Conclusiones....................................................................................................73

VII. Bibliografía......................................................................................................77

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I. Introducción En 1915, veinte colonos de San Onofre en el Bolívar Grande, denunciaron al Ministerio de

Obras Públicas las aspiraciones que tenía Enrique Espriella sobre las tierras que ocupaban

desde hace más de treinta años. En su solicitud de amparo, los colonos desconocían la

propiedad del mencionado y los títulos que su suegro le había heredado. Decían que

Espriella buscaba el reconocimiento de su condición de propietario, y también denunciaron

los abusos policiales que, auspiciados por el alcalde, denotaban una insólita demostración

de “prepotencia contra nuestra pobreza”1. El alcalde y la policía municipal amenazaron a

los ocupantes con el cobro de terrazgo o con el desalojo de la propiedad si no reconocían

los títulos, y el gobernador, quién nombró al alcalde y además “coheredero, concuñado [de]

Espriella”, mandó un destacamento de la policía departamental como refuerzo ante la

situación. Los colonos imploraron al Ministro, representante del Estado central, para

reconocer la justicia de su causa: “Hacemos recordaros fuero humanidad moral, derecho a

favor [de] más de treinta familias numerosísimas, en cuyo nombre y en el propio, pedimos

amparo”2.

El conflicto de San Onofre no era un caso aislado. Entre 1910 y 1934, las disputas por

tierras empezaron a ocurrir con mayor frecuencia en el Bolívar Grande. En 1911, Vicente

Arteaga y otros treinta vecinos de Lorica se opusieron a la adjudicación de un globo de

terrenos baldíos en el que se buscaba explotar maderas finas. Entre Majagual y Simití, otros

colonos resistieron por varios años la apropiación de facto de la ciénaga de Garrapata por

parte de Manuel Rivas y Rafael Tafur Guerrero. Al sur de Mompós, se formó un

movimiento anti-Yankee cuya finalidad era frustrar las pretensiones de una compañía

estadounidense sobre las gigantescas Tierras de Loba alegando la tenencia de unos títulos

fuertemente cuestionados. En el Sinú, campesinos y obreros formaron una serie de

baluartes rojos para defenderse frente a la expansión ganadera y en cuya organización

recayó gran parte de la fuerza represiva del Estado: en 1921, en cercanías de Montería, 15

compañeros murieron en un violento choque con la policía. Para principios de la década de

1AGN, Baldíos, I-123, 26/47 2AGN, Baldíos, I-123, 26/47

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1930 continúa esta situación y el gobernador de Bolívar le dirigió varias cartas al presidente

Enrique Olaya Herrera informándole la situación de orden público del departamento:

Ayapel y San Onofre eran lugar de frecuentes choques entre cultivadores y propietarios,

mientras que el jefe de la oficina del trabajo tuvo que ir a Majagual a restablecer el orden

perturbado. Finalmente, en Montería la expansión de la gran propiedad provocaba

frecuentes choques entre campesinos y terratenientes por la asignación de tierras públicas3.

A pesar del conflictivo panorama, la historiografía no se ha aproximado a las disputas

desde un enfoque sistemático. Catherine LeGrand utiliza varios casos de la región para

mostrar cómo en el centro del problema agrario en Colombia entre 1850 y 1950 están los

baldíos, que son tierras públicas cultas e incultas situadas en la frontera agrícola y no tenían

título alguno de propiedad, y en donde LeGrand demostró que el relato de la colonización

antioqueña4 era más una excepción que un patrón común para otras regiones del país.

Sobre estos se desencadenó una importante competencia entre colonos y terratenientes que,

aunados por el interés estatal de colonizar las tierras calientes, tuvo un resultado bastante

desfavorable para los colonos. Excluyendo el departamento de Caldas, perteneciente al

núcleo cafetero del país y en el que las adjudicaciones fueron más favorables hacia los

pequeños propietarios y cultivadores5, 628 familias campesinas fueron sujetos de

adjudicación de terrenos baldíos en Colombia. En el departamento de Bolívar se confirma

el resultado: entre 1910 y 1934, solo 39 familias pudieron ser adjudicatarias de 733

hectáreas, contrastado con las 151 adjudicaciones de mayor cuantía –más de 50 hectáreas-,

que sumaban en total 262.759 hectáreas6.

3 AGN, SAA-II 4 La Colonización antioqueña fue un movimiento de expansión de la frontera agrícola sobre el sur del departamento de Antioquia, producido principalmente por el boom en los precios del café de mediados del siglo XIX y la favorabilidad de las condiciones climáticas de los actuales departamentos de Quindío, Caldas, Risaralda y el norte del Valle del Cauca. Al respecto: James Parsons. La colonización antioqueña en el occidente de Colombia. (Bogotá, Banrep, 1961); Mariano Arango, Café e Industria (1850-1930). (Medellín, Carlos Valencia Editores); Charles Bergquist, Café y Conflicto en Colombia, La Guerra de los Mil Días, sus antecedentes y consecuencias (Bogotá, Banrep, 1999); Absalón Machado, Café, de la Aparcería al capitalismo (Bogotá, Tercer Mundo, 1988). 5 Catherine LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia: 1850-1950 (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016). 60 6 Contraloría General de la República. Geografía Económica de Colombia, Tomo V. Bolívar.. (Bogotá: El Gráfico, 1940). 278

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Orlando Fals Borda y Jorge Negrete7 examinaron las disputas en el contexto de las luchas

agrarias de los años setenta y ochenta que tuvieron especial fuerza en la costa atlántica de la

mano de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC)8. El primero también

introduce el concepto de Cultura anfibia para mostrar cómo las conductas, creencias y

prácticas de los ribereños se guían por la relación con los cuerpos de agua y la estructura

geográfica de tierra en la región9, en los que la adaptación al medio y a las condiciones es

un factor fundamental. Esta explicación adolece de un determinismo cultural en el que la

“dureza” y “alegría” del costeño explica la ausencia de conflicto. Gloria Isabel Ocampo y

Eduardo Posada Carbó, por su parte, se preocupan más por las lógicas sociales que

subyacen al régimen de la Hacienda10 en el temprano siglo XX o para examinar las lógicas

económicas que involucran a la ganadería11 Su objetivo principal era mostrar cómo estas

luchas se arraigaban en una antigua tradición de disputas por la tierra y la persistencia de

los modos tradicionales de vida. En general, lo que ilustran los autores podría resumirse en

tres puntos: primero, que la dinámica principal del conflicto era la lucha por la tierra entre

terratenientes y campesinos; segundo, que las disputas eran intensivas en ocurrencia y

extensivas en el espacio; tercero, que el Estado servía de mano derecha de las élites y que

los campesinos solo buscaban mantener sus modos tradicionales de vida.

En la historiografía nacional de las disputas también ha hecho carrera la frase de que los

conflictos ocurrían “Entre el hacha y el papel Sellado”. Esta famosa frase de López señala

que los terratenientes y comerciantes utilizaron el “papel sellado”, documento generalmente

pedido por las autoridades para las comunicaciones oficiales, como su mecanismo

predilecto para la apropiación de baldíos. En otras palabras, López se refiere a que la

7 Orlando Fals-Borda, Historia doble de la costa, 1. ed (Bogotá: C. Valencia Editores, 1979); Víctor Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba (Montería: Fundación del Caribe, 1981). 8 Sobre esto: Jesús María Pérez, Luchas campesinas y reforma agraria. Memorias de un dirigente de la ANUC en la costa caribe (Bogotá: Puntoaparte Editores, 2010). 9 Orlando Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2. ed, Serie Maestros de la sede (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia : Banco de la República : Ancora Editores, 2002). 21B 10 Gloria Isabel Ocampo, La instauración de la ganadería en el valle del Sinú: la hacienda Marta Magdalena, 1881 - 1956, 1. ed, Colección antropología (Bogotá, Colombia: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, 2007). Y Alejandro Reyes, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre. (Bogotá: CINEP, 1978). 11 Eduardo Posada Carbó, “La Ganadería en la costa atlántica colombiana, 1870-1950”, Coyuntura Económica XVIII, núm. 3 (1988). Y Sergio Solano, “Resguardos indígenas, ganadería y conflictos sociales en el Bolívar Grande, 1850-1875”, Historia Crítica, núm. 34 (2007): 92–117.

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exhibición de títulos de propiedad y en general de los instrumentos de la ley fueron las

principales herramientas de los terratenientes y empresarios para apropiarse de las tierras

públicas, lo que llevó a que la explotación efectiva del territorio fuese menos importante

que el control jurídico de la propiedad12. Por el contrario, los campesinos y colonos

llegaban a las tierras públicas con el sudor de su frente, con el azadón, con el hacha. Si bien

López era consciente de la variedad interna y las distintas tipologías de conflictos, la frase

permeó el discurso historiográfico alrededor de la protesta campesina y la colonización de

la frontera agrícola13.

Todas estas explicaciones han sido muy valiosas para la historiografía y han posibilitado la

emergencia de nuevos estudios de gran interés para la comprensión del fenómeno agrario

durante la primera década del siglo XX. Sin embargo, considero que esta aproximación se

queda corta por varias razones. La mayoría de estudios “nacionales” han concentrado su

atención en las zonas andinas del país14 y especialmente en la relación entre el crecimiento

de la producción cafetera y los distintos conflictos, tanto laborales como por la posesión de

la tierra, que suscitó en lugares como el Tolima15, la región del Sumapaz y la provincia del

Tequendama en el departamento de Cundinamarca. Otros estudios han analizado la relación

entre campesinos, indígenas y luchas por la tierra, pero exclusivamente en la región

occidental del país y muy apegados a la figura de Manuel Quintín Lame, un abogado

empírico indígena que abogó por la defensa de resguardos y tierras comunales en el centro

12 Daniel Pécaut, Orden y Violencia: evolución socio-política de Colombia entre 1930 y 1953 (Bogotá, Colombia: Editorial Norma, 2001). 13 Jiménez (2010) señala que “La frecuente y muchas veces sangrienta entre el “hacha” y el “papel sellado” signó la pugna entre el colono que laboraba y vivía en la tierra y el papel sellado del latifundista especulador”. Safford (2013) señala que “Entre 1830 y 1850, al oriente del río Cauca, en la región que llegó a llamarse Caldas, hubo luchas entre colonizadores pobres y poseedores de tierras con títulos, conocida como la pelea entre el hacha y el papel sellado”. Melo (2017) señala que “Si las tierras que ocupaba el colono tenían ya un propietario con título, porque las había comprado a propietarios anteriores o recibido del Estado como baldíos, se producía el conflicto entre “el hacha y el papel sellado”. Los colonos de tierras incultas se convertían en dueños de una posesión, que daba derecho a pedir la propiedad, pero que podía perderse si alguien exhibía un título válido”. 14 Gaitán (1976), en su estudio sobre la organización campesina en la década de 1930, hace referencia a las luchas campesinas del Sumapaz y no menciona en ningún momento las disputas por la tierra en la Costa Atlántica. Sánchez (1977) hace lo propio con la conformación de ligas campesinas, pero solo menciona la existencia de organizaciones en la costa atlántica en los cuadros anexos de su estudio. (Gloria Gaitán, Colombia, la lucha por la tierra en la década del treinta: génesis de la organización sindical campesina (Bogotá: Tercer Mundo, 1976); Gonzalo Sánchez, Las ligas campesinas en Colombia: auge y reflujo (Bogotá: Ediciones Tiempo Presente, 1977)). 15 Al respecto: Gonzalo Sánchez G., Los “Bolcheviques del Líbano” (Tolima), 3. ed, Biblioteca libanense de cultura, vol. 23 (Bogotá, D.C.? Editorial Códice, 2009).

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del país. Cuando se mira a la Costa Caribe, generalmente se hace para mostrar cómo allí

también se expresan las tendencias nacionales en cuanto al desarrollo de los conflictos

rurales, o se hace especial énfasis en las ‘economías de enclave’ como la Zona Bananera

del Magdalena.

Tanto la preeminencia geográfica de la región andina como la ausencia de un análisis

sistemático de los conflictos en la Costa Atlántica han devenido en una simplificación

excesiva de las disputas. Mi hipótesis es que el esquema tradicional de éstas, que plantea

uan disputa entre terratenientes contra campesinos, ha ocultado tanto la diversidad de los

actores protagonistas como las causas que llevaron a su enfrentamiento. Es por esto que veo

necesario un análisis que busque exponer las motivaciones de campesinos, colonos e

indígenas16, que protestaban en el Bolívar Grande para defender sus ocupaciones, sí, pero

también para denunciar explotaciones irregulares de terratenientes o su expansión sobre las

tierras públicas. Protestaban, también, por recursos como las maderas finas o el agua;

también por el cobro de impuestos o para defender los resguardos indígenas.

Ahora, ¿Dónde protestaban? A través de un análisis espacial mostraré la expresión

geográfica de los conflictos, que están concentrados en la depresión momposina y el Valle

del Río Sinú, donde ocurren la gran mayoría de las disputas. Finalmente, ¿Cómo

protestaban? Considero que colonos, campesinos e indígenas se sirvieron de distintas

estrategias, de iure o de hecho para la defensa de sus ocupaciones. Considero, también, que

hay acciones cotidianas que pueden datarse como formas de resistencia, como explicaré en

el capítulo final. Quiero explorar la forma en que los conflictos por la tierra y los recursos

se desarrollaron para mostrar que los campesinos se sirvieron de distintos instrumentos y

mecanismos de acción política que no solo exhiben la resistencia explícita de los

campesinos a la presión de terratenientes y comerciantes sobre tierras públicas, sino

16 Este tipo de categorizaciones siempre serán difíciles en el análisis social (Al respecto, véase Sidney Mintz, “Notes on the definition of peasantries”, Journal of peasant studies 1, núm. 1 (1973); Sidney Mintz, “Reflections on Caribbean peasantries”, New West Indian Guide, núm. 1/2 (1983). Sin embargo, caractericé aquí a los campesinos como el grupo de individuos que comercializaban el excedente de su producción y tenían títulos sobre parcelas pequeñas; a los colonos como aquellos que cumplían con la primera condición, pero cultivaban tierras públicas o comunales; a los indígenas como aquellos que habitaban o tenían algún tipo de relación con los resguardos indígenas.

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también la apropiación de un lenguaje cívico y republicano que habla sobre cómo los

campesinos e indígenas también se hicieron a una idea del Estado y su papel en la solución

de los conflictos.

Estas afirmaciones se sustentan en varios acervos documentales. En primer lugar, consulté

el fondo baldíos del Archivo General de la Nación ubicado en Bogotá. Este fondo está

compuesto de comunicaciones enviadas por alcaldes, gobernadores, grupos de colonos,

terratenientes, comerciantes y extranjeros a los Ministerios de Obras Públicas, Agricultura e

Industrias17, con el objetivo de solicitar adjudicaciones de baldíos, pedir información sobre

los procedimientos de adjudicación e informar al gobierno nacional sobre cantidades y

procedimientos regionales de asignación de tierras. Finalmente, el fondo contiene uno de

los acervos documentales más valiosos para comprender la historia económica y social de

la ruralidad: miles de comunicaciones, generalmente firmadas por ‘Varios Vecinos’, en los

que denuncian las pretensiones de adjudicación que tienen terratenientes y empresarios

sobre las tierras que ocupaban desde, en la mayoría de los casos, más de cinco años.

Teniendo en cuenta que la adjudicación de tierras públicas en la práctica benefició la

expansión de la gran propiedad, estos insumos documentales permiten comprender cómo

los colonos resistieron a ese cambio en el panorama agraria. En segundo lugar, consulté los

índices de prensa de la Biblioteca Nacional de Colombia, en donde reposan la mayoría de

publicaciones periódicas publicadas en el país desde los años treinta y en dónde existen

numerosos periódicos del período colonial, el siglo XIX y el temprano siglo XX. Esto me

llevó a concluir que las discusiones agrarias transgredían la esfera institucional y se

insertaban también en la opinión pública. Periódicos como el Eco Sinuano, de Montería, El

Comercio, de Magangué, y Dum Dum y El Tren Expreso, de Mompós, estuvieron

involucrados en importantes discusiones sobre la expansión de la ganadería, el carácter de

las tierras públicas, la legislación agraria y las condiciones de ocupación de los terrenos

comunales. Finalmente, consulté las memorias de las comparecencias de los gobernadores

17 Para el período estudiado no existe una sola institución encargada del manejo de las tierras públicas. De 1910 a 1916, el encargado del ramo es el Ministerio de Obras Públicas. En 1916, la creación del Ministerio de Agricultura adscribe el ramo a su jurisdicción. A mediados de la década de 1920, y considerando las actividades agrícolas como parte de las industrias nacionales, el manejo de los temas agrícolas se transfiere al Ministerio de Industrias.

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de Bolívar ante las respectivas asambleas departamentales, para examinar cuál era la

resonancia que tenían las disputas en las autoridades regionales. El Archivo Anexo del

Archivo General de la Nación también fue útil para explorar cómo los gobernadores

transmitieron sus preocupaciones al gobierno nacional, principalmente en los primeros años

de la década de 1930.

Utilicé varios métodos de análisis para procesar esta información. Sistematicé los datos

para llegar a la conclusión de que existieron 41 conflictos independientes en el período

estudiado, unos de larga duración –que serán analizados en acápites posteriores- y otros

coyunturales, solucionados o desaparecidos de la documentación. Al resultado de este

ejercicio está consagrado el segundo capítulo. La sistematización también me permitió

construir un mapa de las luchas, lo que me permite afirmar que existió una concentración

subregional que no se puede desconocer y que lleva a la cuestión del por qué unas zonas

fueron tan intensivas en conflictos mientras que otras no. Este problema se discute en el

capítulo tres. En estos dos capítulos, cuantifiqué los conflictos para dar cuenta de su

concentración espacial y temporal, y analicé su información para mostrar que las disputas

responden al control de la tierra pero también a la explotación de recursos naturales o la

presencia de resguardos indígenas. El cuarto capítulo responde más al análisis de las

estrategias utilizadas por los campesinos y a la imperiosa necesidad de prestar atención al

lenguaje que usaban en el trámite de sus demandas. Este ejercicio llevó como resultado una

reflexión acerca de las formas en que el Estado participaba no solo de la política pública

sino que respondía a determinadas ideas y palabras que los campesinos, colonos e indígenas

utilizaban.

Mi investigación se ubica en el Bolívar Grande, antigua unidad administrativa localizada

en la costa norte litoral de Colombia, entre las estribaciones de la Cordillera Central y el

Mar Caribe y que comprendía además de la jurisdicción actual del departamento los

territorios de Sucre y Córdoba, segregados en 1966 y en 1952, respectivamente. Su

extensión abarcaba aproximadamente 60.000 kilómetros cuadrados, en los que habitaban

401.900 personas en 1912 y 765.194 en 1938. En términos físicos, dividí el departamento

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10

en virtud de cuatro tipos de fisionomía. La primera es la zona montañosa, que incluye la

provincia del Carmen o los Montes de María, así como los Municipios de Majagual y

Simití, ubicados en el extremo sur de las provincias de Magangué y Mompós. El Municipio

de Ovejas, cercano a Corozal, también entra dentro de esta categoría. En segundo lugar

están los territorios de Sabanas, que cubren la provincia de Corozal y las estribaciones

norte, sur, occidente y oriente de los Montes de María, así como la zona del Canal del

Dique en cercanías de Cartagena. Las llanuras inundables, en tercer lugar, predominan en

las provincias de Magangué y Mompós, mientras que en Montería, Sincelejo, Morrosquillo

y Chinú predominaban los bosques y montañas, que con el paso del tiempo dieron paso a

sabanas o pequeñas elevaciones cubiertas de pastos.

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Mapa I. Antiguo Bolívar. Tomado de Shawn Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An

Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950” (University of

California, Berkeley, 2009). 40.

En esta monografía mantengo la relación causal entre el crecimiento económico y el

aumento de los conflictos. Sin embargo, considero fundamental aterrizar la economía en

variables concretas como los productos clave de la región o las tierras más fértiles y con

mayor facilidad de acceso a los mercados internos y externos. En este sentido, puedo

afirmar que la mayoría de disputas se situaron en la depresión momposina y la región del

Sinú, conectadas a los circuitos de transporte por sus respectivos ríos y con unas

condiciones importantes de fertilidad en sus suelos. También considero que las actividades

económicas que más presión generaron sobre las tierras públicas fueron la ganadería, la

especulación petrolera y la explotación de maderas finas. Mi monografía se dividirá en

cuatro secciones: En primer lugar, introduciré al lector al contexto de Colombia y la región

caribe para la primera mitad del siglo XX. En segundo lugar, mostraré cómo las disputas se

relacionan íntimamente con las dinámicas geográficas, económicas y medioambientales del

territorio estudiado. En tercer lugar, mostraré cómo los conflictos relacionados con

territorios indígenas y extranjeros expresan bien la complejidad de las disputas por la tierra.

Finalmente, mostraré cómo la apelación al Estado que implicó la ‘opción legalista’ de los

colonos legitimaba estratégicamente sus demandas y además denota fracturas y tensiones

en el funcionamiento del Estado.

II. El Bolívar Grande y Colombia: Crecimiento económico, legislación y protesta

A partir de las reformas fiscales de mediados del siglo XIX y la consecuente eliminación de

los estancos18 se produjeron en Colombia una serie de bonanzas agrícolas asociadas a la

exportación. En éstas, las regiones templadas y cálidas del campo colombiano,

tradicionalmente despobladas y en lejanías de los principales centros de población

18 Monopolios que databan de la colonia sobre productos clave para la economía.

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empezaron a cobrar protagonismo en la vida económica nacional. En el valle del río

Magdalena, los Santanderes y los Montes de María, el tabaco, la quina y el añil empezaron

a insertar la economía colombiana a los nuevos circuitos de la economía mundial19.

Medardo Rivas, en Los trabajadores de tierra caliente, menciona que el interés por las

tierras de frontera llegó solo a mediados del siglo XIX, pues se las consideraba insalubres y

objeto de grandes trabajos para poder integrarlas a la producción20. La limpieza de los

terrenos hizo que las propiedades del Valle del Magdalena tomaron precios fabulosos21.

En el sur del actual departamento de Antioquia, el boom cafetero ocurrido en las últimas

décadas del siglo XIX dinamizó los movimientos migratorios y produjo la famosa

Colonización antioqueña, fenómeno estudiado por historiadores que van desde Luis

Eduardo Nieto Arteta hasta Charles Bergquist y que la historiografía tradicional ha

reseñado como un proceso eminentemente ‘democrático’ que privilegió la pequeña

propiedad y el cultivo en minifundio. Entre la última década del siglo XIX y la primera del

XX, el precio del café tiene varios auges y descensos, lo que causa volatilidad en el

volumen y el valor de las exportaciones. No es sino a mediados de la primera década del

siglo XX que el café se inaugura como el producto estrella de las exportaciones

colombianas. Su bonanza estuvo acompañada de una agresiva política de expansión de

infraestructura y de apoyo a la industrialización impulsada durante el quinquenio de Rafael

Reyes (1905-1909)22, cuyo objetivo fue el decidido impulso de la industrialización y la

articulación de Colombia con la economía global, cuyos resultados fueron bastante

agridulces. Entre 1913 y 1929 el valor de las exportaciones aumentó casi en un 400%,

aunque el desempeño en relación a economías como Perú, Argentina o Venezuela era

19 Sobre esto existen numerosos estudios que muestran cómo la economía colombiana fue objeto de una profunda transformación gracias a estos pequeños booms exportadores. Para el tabaco, véase: Jesús Antonio Bejarano y Orlando Pulido, El tabaco en una economía regional: Ambalema siglos XVIII y XIX, Centro de investigaciones para el Desarrollo (Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia, 1986).;Santiago Colmenares, “La inserción de economías regionales periféricas al mercado mundial: El caso del Tabaco en el Caribe Colombiano, 1850-1914.” (Universitat de Barcelona, 2017). Sobre la Quina, Camilo Echandía y Yesid Sandoval, “Historia de la Quina, una perspectiva regional: Colombia 1850-1882” (Universidad Externado de Colombia, 1986). 20Medardo Rivas, Los Trabajadores de Tierra Caliente (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1946). Capítulo II 21Rivas. Capítulo II 22 GRECO, “Comercio exterior y Actividad Económica de Colombia en el Siglo XX: Exportaciones totales y tradicionales.”, Borradores de Economía, 1999. 8

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bastante escueto23. A pesar de esto, el “pequeño boom” representó un cambio sustancial en

la economía nacional. El café era el responsable del 59% de las exportaciones entre 1908 y

192424, mientras que el Banano, correspondiente al 6% de las exportaciones durante el

mismo período25, y el Petróleo, que empieza a figurar dentro de los indicadores después de

1924 pero que ya despertaba interés en regiones como el Catatumbo y la faja del Sinú.

El total de las exportaciones tuvo un crecimiento espectacular, especialmente en los

períodos de 1917-1920, producto de la bonanza de la posguerra y que se vió interrumpido

por una importante crisis manifestada en el déficit de la balanza comercial, el descenso de

los precios del café y la consecuente depreciación de la moneda nacional frente al dólar

estadounidense26. Ante esto, el gobierno de Pedro Nel Ospina (1920-1924) decidió

contratar un grupo de expertos extranjeros para que le brindara recomendaciones en cuanto

a la política económica. El resultado fue la misión Kemmerer, que recomendó la creación

de la banca central colombiana y la vinculación de la tasa de cambio al patrón oro27. Esta

decisión, sumada al aumento del precio internacional del café, el espectacular crecimiento

de la inversión extranjera estadounidense28 y la indemnización por la pérdida de Panamá

fueron los desencadenantes de la danza de los millones, que provocó el otro gran

crecimiento exportador hasta 1929. Los nuevos flujos de capital eran interpretados como

los dinamizadores de la producción nacional, y el gobierno hizo lo propio con el

endeudamiento externo, encaminado principalmente a la financiación de las obras de

infraestructura29 y con un pequeño porcentaje dedicado al Banco Agrícola Hipotecario, que

rozaba el 8,2% del total30.

23 GRECO.6 24 GRECO, 13 25 GRECO,13 26 Leidy Peña, “1920: Colombia en plena crisis”, Admin-ister, núm. 27 (2011). 98 27 Jorge Valencia, “La misión Kemmerer y los intereses financieros británicos durante la década de 1920”, Lecturas de Economía 24 (1987). 15 28 Entre 1913 y 1929, creció tanto que Colombia pasó de ser el país con menor inversión del país del Norte a estar en quinto lugar en la región. (Fabio Sánchez y Juan Bedoya, “La Danza de los Millones y la Gran Depresión en Colombia, 1923-1931” (Documento CEDE No. 2016-11, 2016). 29 Sánchez y Bedoya. 30 Sánchez y Bedoya.

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Por condiciones climáticas, la naturaleza del terreno y la ausencia de mano de obra, en

Bolívar no se desarrolló el cultivo del café, mientras que empresas agrícolas como el

algodón o el azúcar, se limitaron a algunos casos de éxito como la hacienda Sincerín en

cercanías de Cartagena y el ingenio azucarero de Ciénaga de Oro. La ganadería, en cambio,

tuvo una importante expansión que también se puede datar desde mediados del siglo XIX.

Desde la década de 1910 y a principios de 1920, se tuvo la esperanza de que el

departamento pudiera volverse un gran exportador de ganado a través del packing-house de

Coveñas, que estaría encargado de centralizar la distribución de la carne producida en

Bolívar. A pesar de que este proyecto exportador fracasó la exportación de cueros de res

representó en el decenio 1910-1920 un porcentaje que oscilaba entre el 7 y el 16% de las

exportaciones nacionales, aunque a partir de 1920 su aporte se fue marginalizando31.

El fracaso del “agroexportador ganadero” no impidió que el Bolívar se convirtiera en el

núcleo ganadero del país junto al resto de la Costa Caribe. Mientras en 1850 esta región

concentraba el 16% del total de cabezas de ganado del país, para 1960 el índice ya rozaba el

33%32. Del mismo modo, los índices de crecimiento son superiores a todo el resto del país,

pues mientras el promedio nacional de crecimiento de las actividades asociadas a la

ganadería es de 1.9%, en la Costa Caribe llega al 2.7% durante todo el período33. Según

Posada, las tierras que utilizaba el ganado en el departamento fueron generalmente montes

desmontados por la población a través del sistema de quema y roza de los bosques. Fuera

de eso, la geografía de la región era favorable para la incursión de la ganadería: una zona

mayoritariamente plana, que solo tiene elevaciones montañosas en la zona de los Montes de

María y las estribaciones de la serranía de San Lucas al sur del departamento, ofrece una

pendiente bastante favorable para la circulación y el tránsito del ganado34. Fuera de esto, las

tierras llanas se inundan gran parte del año por las crecientes de los ríos, lo que incrementa

la fertilidad de los suelos y permite un mejor crecimiento de los pastos35. La ganadería

31 GRECO, 13. 32Shawn Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950” (University of California, Berkeley, 2009). 14 33 Van Ausdal. 14 34 Posada Carbó, “La Ganadería en la costa atlántica colombiana, 1870-1950”.146 35 Posada Carbó. 146

Page 15: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

15

recibió su impulso definitivo a finales del siglo XIX con la introducción de nuevos pastos

artificiales y con la mezcla de razas que aumentaron la productividad de las actividades36 y

que conllevaron a la existencia de excedentes bovinos que empezaron a complementar las

necesidades de carne en otras regiones del país, de las que resaltan Antioquia y Santander37.

Éstos factores positivos no fueron los únicos desencadenantes de la preeminencia

económica de la ganadería en la región. La difícil geografía del Bolívar, lleno de ciénagas,

caños y zonas inundables, hacía de las obras de infraestructura empresas costosas que el

gobierno central no estaba dispuesto a pagar. Así mismo, la apropiación de ejidos y baldíos

generó dependencias en los campesinos que impedían el emprendimiento de labores

agrícolas distintas a la siembra de pastos y las labores indicadas por el dueño de la tierra, lo

que según Solano generó la imposibilidad de abarcar empresas agrícolas exitosas38. Si a

esto se agrega la eliminación del arancel del algodón, que perjudicó a varios cultivadores en

Bolívar, y el fracaso de cultivos de caña de azúcar, es posible delinear las razones

completas del amplio éxito de la ganadería.

Tanto Posada Carbó como Adolfo Meisel consideran que la ganadería era la mejor opción

para conciliar el aprovechamiento de los escasos recursos existentes –la mano de obra- con

la gran extensión territorial- el departamento de Bolívar, como mencioné anteriormente,

tenía 60.000 kilómetros cuadrados. Pero Según Meisel, es esta orientación a los mercados

domésticos lo que explicaría parcialmente el rezago de la región con respecto a las otras

regiones del país. La ausencia de un producto clave39 orientado hacia la exportación que

generara cadenas de eslabonamiento entre la inversión y la economía regional40. La

diferencia con productos orientados al mercado doméstico es que la expansión de éstos 36 Posada Carbó. 149 37 Posada Carbó. 155. 38 Sergio Solano, “Relaciones difíciles. Industria textil y cultivo de algodón en la región Caribe Colombiana, 1850-1930”, Cuadernos de Desarrollo Rural 6, núm. 62 (2009). 39 Según Meisel, la teoría del producto clave proviene del historiador canadiense Harold Innis, en la que se señala que los productos clave son productos orientados hacia el mercado de exportación y constituyen el sector que marca el ritmo y la orientación del crecimiento económico. Así, el énfasis recae en el sector exportador como el agente dinamizador de la economía. (Adolfo Meisel Roca, ¿Por qué perdió la costa Caribe el siglo XX?, Primera edición, Colección Historia económica del siglo XX (Cartagena [Colombia]: Banco de la República : Centro de Estudios Económicos Regionales, 2011).171). 40Meisel Roca. 173

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16

últimos está determinada por la expansión de la demanda externa del producto de

especialidad41. Si bien la Costa Caribe ‘exportaba’ ganado a las regiones interiores del país,

no es claro si generó las mismas cadenas de eslabonamiento y valor producidas en lugares

como las zonas cafeteras, tabacaleras o bananeras. Así mismo, la elasticidad-ingreso de la

ganadería hacía que las tasas de crecimiento relativo de la región fueran inferiores al

promedio nacional42. En todo caso, la ganadería era la actividad económica más importante

de la mayoría de municipios43 de Bolívar y sería ingenuo desconocer su importancia. El

primer error que se comete cuando se emprende el estudio de esta actividad económica es

asociarla directamente con el régimen de Hacienda44, y LeGrand recalca que aquí los

colonos y campesinos también participaban de la cría de ganado. En este sentido, es

necesario disociar el vínculo entre gran propiedad y ganadería, pues oculta la participación

de otras formas de ocupación del territorio también asociadas a su tenencia.

Más allá del ‘rezago’ costeño con respecto a la economía nacional, la danza de los millones

se hizo sentir en la región a través del creciente interés por las tierras, bien fuera para la

ganadería, la exportación de maderas finas o el petróleo. Esta favorable coyuntura

económica produjo en el ámbito rural la valorización de la tierra, motivada además por la

búsqueda de yacimientos petrolíferos y la ampliación de la red vial45. Según LeGrand, la

integración de las nuevas tierras a la economía rural del país fue notoria en las zonas

cafeteras del occidente –asociadas principalmente a la bonanza cafetera- y en la costa

Atlántica- asociadas al crecimiento exponencial del cultivo del banano y de la ganadería46.

Pero la bonanza económica no solo generó interés sino además conflictos entre los

ocupantes de estas tierras públicas y sus nuevos pretendientes, que tienen un espectacular

41Meisel Roca. 173 42Meisel Roca. 182 43 En los informes del secretario de gobierno al gobernador, Montería, Lorica, San Onofre, Sincelejo, entre otros, tenían como primera actividad económica la ganadería, y en segundo lugar las actividades de curtiembres relacionadas con los cueros. Véase también: Posada Carbó, “La Ganadería en la costa atlántica colombiana, 1870-1950”. 44 Posada Carbó. 144 45LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950); María Teresa Ramírez, “Efectos de eslabonamiento de la infraestructura de transporte sobre la economía Colombiana: 1900-1950”, en Economía Colombiana del siglo XX: Un análisis cuantitativo, de James Robinson y Miguel Urrutia (Bogotá: Fondo de Cultura Económica- Banco de la República, 2007). 46LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 135

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17

crecimiento después de 1918 y hasta 193147. Los terratenientes, comerciantes y extranjeros

aterrizaban en las tierras públicas.

Los colonos, fuera del cultivo de la tierra dentro de los marcos de una economía de

subsistencia, comerciaban con distintos productos –principalmente maderas y ganado- para

generarse un excedente que les permitiera acceder a productos que no cultivaban. Así, lo

que implicó la llegada de los nuevos actores a las tierras públicas fue el desencadenamiento

de una competencia tanto por los recursos48 como por las tierras limpias, que no solo se

expresó en los conflictos estudiados sino también en formas más “subterráneas” de

coerción como la compra de mejoras y tierras a precios irrisorios. Van Ausdal señala que,

luego de examinar los registros de varias notarias, es posible estimar que entre un cuarto y

la mitad de los baldíos fueron comprados por medianos y grandes terratenientes, lo que

lleva a pensar que la acumulación no fue necesariamente violenta49 . Finalmente, no todas

las tierras públicas estaban ocupadas: Colombia, de amplia extensión territorial y con una

tardía incorporación de la frontera agrícola, tenía numerosas zonas despobladas.

Lo que sí es claro es que el interés nunca es por la tierra en abstracto, y que va mucho más

allá de la tradicional relación entre acumulación de tierras y búsqueda de hegemonía

política. La lógica económica nunca está ausente ni de las disputas por la tierra ni de los

procesos de expansión de la gran propiedad sobre la frontera agrícola. Según McGreevey,

integrar la frontera agrícola también se hacía en función de transferir recursos físicos del

sector de “subsistencia hacia actividades de producción para los mercados internos o

externos50. Con y contra el autor, considero que lo que ocurrió fue una transferencia de la

apropiación de las rentas extraídas de los recursos físicos. Mientras al principio los colonos

y campesinos recibían las rentas de éstos, con la llegada de los terratenientes y

comerciantes la apropiación del valor cambió de manos. Más aún, esta aproximación

permite aproximarse a los colonos y campesinos como agentes económicamente racionales

47LeGrand. 135 48LeGrand.19 49Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950”.137 50 William Paul McGreevey, Historia Económica de Colombia, 1845-1930 (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2017). 185

Page 18: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

18

que no solo derivan subsistencia de la tierra sino que también encuentran formas de darle el

mejor uso posible.

Además de la competencia estaba la conflictividad. En la Historia doble de la Costa, Fals

Borda plantea una continuidad entre los conflictos indígenas de Jegua (actual Sucre) en el

siglo XVI y las luchas por el acceso a la tierra de la Asociación Nacional de Usuarios

Campesinos (ANUC). En principio, Fals busca historizar las luchas populares para

justificar la tradición de las luchas y la creación del “anhelado departamento del río”51. En

esta continuidad Fals Borda se aproxima al período que estudio a través del examen de lo

acontecido en las Tierras de Loba, en donde ocurre lo que el autor llama una “versión

regional del Imperialismo y la dependencia” y en donde los campesinos y colonos

resistieron con heroica virtud. En todo caso, las luchas se explican en virtud tanto de la

defensa de la ocupación ancestral como de la “descomposición de la clase dominante” que

se manifiesta en el maltrato y la violencia ‘patológica’ en contra de las clases

subordinadas52, expresada materialmente en el uso del cepo y de la matrícula en los años

veinte53, situación a la que responde la creación de los baluartes rojos. Este análisis,

cercano política y metodológicamente al marxismo y a los postulados de la ‘proletarización

del campesinado’, busca la explicación de las disputas en la persistencia de modos

culturales ‘antiguos’ y su choque con formas nuevas de producción. Contra esto, considero

que las disputas tienen causas específicas relativas al tiempo histórico en el que

acontecieron y que no se pueden desligar ni de la economía ni de la influencia política de

los comerciantes y terratenientes. Tampoco, de los mecanismos de expansión de estos sobre

las tierras públicas y la forma en que los colonos defendieron sus ocupaciones.

Por otro lado, Renán Vega señala que en la década de 1920 la llegada del capital

internacional alteró las relaciones de producción del actual Córdoba e impulsó la

proletarización de sus individuos, expresada en una forma de apropiación del trabajo

51Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002. 27B 52Fals-Borda. 155b 53 Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002.

Page 19: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

19

llamada concierto o matrícula54, una semi-forma de explotación en la que los trabajadores

brindaban sus servicios a las haciendas por más de diez horas diarias a cambio de un salario

exiguo. Si se rehusaban después de firmar a las condiciones, se les perseguía con formas de

tortura como el cepo55.Esta es una de las situaciones que explica uno de los conflictos

preferidos de la historiografía, relacionados con los Baluartes de Lomagrande, Canalete y

Callejas, así como con la Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería. Mientras que los

primeros eran tierras públicas rebautizadas por la sociedad y ocupadas por colonos, la

segunda era una organización obrera y campesina dirigida por Vicente Ádamo, socialista

italiano, y Juana Julia Guzmán de Cereté. Sus principales objetivos eran las denuncias por

las malas situaciones de los trabajadores agrícolas y el apoyo de obras “socialistas” como

un hospital, una biblioteca y una escuela obrera56.

Autores como Reyes consideran que la apropiación de tierras libres y de uso comunal

implicaba además intentos de apropiación de la mano de obra, que era uno de los recursos

más escasos de la región. Según Reyes, la expansión de la hacienda ganadera sobre tierras

públicas y resguardos indígenas buscaba también transferir la mano de obra desde el

autoabastecimiento hacia la producción de la hacienda. En este sentido, apropiarse de las

tierras no implicaba solamente su utilización dentro de la actividad económica sino el

aprovechamiento de sus habitantes para el desarrollo de esta actividad o la garantía de

lealtades políticas, pues los empresarios y terratenientes generalmente llegaban después que

los colonos a la frontera agrícola57. Esta interpretación adolece, sin embargo, de omitir las

lógicas económicas que implicaba la expansión de la ganadería y que fueron explicadas

anteriormente. Sin embargo, no desconozco que dentro de la misma lógica económica es

posible considerar la apropiación de la mano de obra como el “mejor uso posible” de los

recursos disponibles dentro de la lógica de los terratenientes.

54 Renán Vega Cantor, “Las luchas agrarias en Colombia en la década de 1920”, Cuadernos de Desarrollo Rural 1, núm. 52 (2011). 43 55 Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba. 23. 56Vega Cantor, “Las luchas agrarias en Colombia en la década de 1920”. 45 57 Salomón Kalmanovitz y Enrique López, “Instituciones y desarrollo agrícola en Colombia a principios del siglo XX”, Borradores de Economía, núm. 224 (2002).

Page 20: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

20

No es posible continuar sin hacer referencia al marco legal en el que se enmarcaron las

disputas. Los colonos aprovecharon el cambio en la orientación de las leyes surgida a partir

de las leyes 61 de 1874 y 48 de 188258 para apelaban al gobierno central y solicitar la

protección de sus cultivos y, a partir de 190559, también llamaban la atención sobre la

antigüedad que llevaban ocupando el terreno, con la finalidad de cumplir con los requisitos

señalados por la ley 56 de 1905 para ser sujetos de adjudicación, pues señalaba que todo

individuo que ocupe tierras baldías y establezca en ellas casas de habitación y cultivos

artificiales adquiere derecho de propiedad sobre el terreno cultivado y otro tanto. Los

requerimientos para la adjudicación, sin embargo, eran engorrosos: El ocupante debía

solicitar la demarcación del terreno, realizada por agrimensores, junto a la adjudicación

respectiva. Estos dos elementos debían acompañarse de la declaración de tres testigos en

que se acredite la ocupación y el nombre de las tierras60. Los agrimensores, si bien eran

comunes en los poblados de las regiones61, ofrecían un servicio que pocos colonos podían

costear, así como el traslado de éstos a las cabeceras municipales, pues era allí donde

debían rendir testimonio sobre la ocupación de la tierra.62

En 1912 se promulgó el código fiscal que entra en sustitución de la normativa promulgada

en 1905. Durante el período que estudio, este código se convierte en el arma jurídica

preferida de los colonos en sus reclamaciones y solicitudes de amparo a los ministerios.

Establece que los terrenos públicos son aplicables al pago de deuda pública, a concesiones

a cultivadores, fomento de obras públicas, amortización de títulos de concesión de baldíos y

al servicio público nacional. Permitía, entonces, la adjudicación de bonos territoriales

emitidos antes de su promulgación, pero prohibía expresamente la emisión de nuevos. Sus

tenedores debían registrarlos ante los alcaldes municipales y los cónsules, en caso de 58 Estas dos legislaciones fueron las primeras en el país que señalaron la importancia del cultivo como la causa prima para las adjudicaciones. En este sentido, los que hiciesen un uso productivo de la tierra tendrían preferencia en las titulaciones [Machado, Ensayos para la historia de la política de tierras en Colombia: de la colonia a la creación del Frente Nacional. 59 La ley 56 de 1905 establecía nuevas pautas para la adjudicación de baldías. Según esta ley, los colonos debían buscar un agrimensor para la mensura del terreno y tres testigos que acreditaran su ocupación, fuera de tener casas de habitación y cultivos permanentes en la tierra a la que aspiraban.

61 En Eco Sinuano aparece información de un tal Louis F. Massard que ofrece sus servicios como agrimensor. En El comercio de Magangué publican también anuncios abogados que cumplen la doble función de ser agrimensores. 62 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 57

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21

encontrarse por fuera del territorio nacional. También libra al Estado de cargas fiscales,

pues no garantiza ni el saneamiento de los títulos ni la calidad de baldíos de los terrenos

que se adjudican. Finalmente, limita la extensión máxima de cualquier adjudicación a 2500

hectáreas, ampliando en 1500 lo dispuesto por la legislación de 1905. Esta legislación

parece conciliar las dos tendencias preexistentes de favorecimiento a los tenedores de bonos

e impulso para los cultivadores. Sin embargo, y por los costos anteriormente mencionados,

solamente 1256 campesinos en todo el país pudieron acceder a la titulación de las tierras

entre 1827 y 191763.

LeGrand explica que a partir de 1920 los mecanismos y estrategias de resistencia y acción

se transforman y que los colonos y campesinos “pasan” a la ofensiva64. En contra de esto

considero que los años veinte traen consigo una intensificación de los conflictos, más no la

transformación de la estrategias de lucha: el papel sellado sigue siendo fundamental y las

invasiones o conflictos más violentos o directos pueden datarse desde 1920. La legislación,

sin embargo, fue cada vez más favorable a los colonos: en 1917, se modifica parcialmente

lo dispuesto para permitir a los colonos acceder a terrenos que no superaran las diez

hectáreas. En 1916 se prohíben las adjudicaciones de terrenos baldíos ocupados por

indígenas65 y se prohíbe el desahucio y lanzamiento contra cultivadores, salvo que tengan

contratos de arrendamiento con propietarios66. Para 1926, la Corte Constitucional emite una

sentencia en la que establece que la única prueba de propiedad admisible es el título

original, a lo que los propietarios reaccionan negativamente llamándola la prueba de la

muerte, pues era prácticamente imposible demostrar estos títulos.

En síntesis, el cambio del escenario legal sirvió a los colonos en la medida en que las

preocupaciones fiscales del Estado se sintonizaban con sus demandas de colonización. Al

mismo tiempo, como la legislación estuvo tan marcada al favorecimiento del cultivo, se

limitó cada vez más la gran propiedad y se relajaron los requisitos para las adjudicaciones 63 LeGrand. 60 64LeGrand. 170 65 Ley 60 de 1916 66 Resolución, s.f, Diario Oficial, 1916. Citado en Machado, Ensayos para la historia de la política de tierras en Colombia: de la colonia a la creación del Frente Nacional..

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22

de menor cuantía. A pesar de estas leyes, cuyo impacto real sobre las posesiones de los

colonos fue muy limitado, el conflicto no dejó de aparecer: el traslape de los derechos de

propiedad y las adjudicaciones sobre terrenos ocupados causaron innumerables tensiones.

En 1911, Felipe Rogado y otros vecinos de Lorica le escriben al Ministerio de Obras

Públicas oponiéndose formalmente a la adjudicación de un terreno para la explotación de

Maderas finas a favor de Antonio Lacharme. Mencionan en él que están “[E]stablecidos

con cultivos permanentes y casas de habitación en [los] terrenos solicitados [por]

Lacharme, este distrito para explotarlo. Oponémonos solicitud”67. Oposiciones de este tipo

son comunes en el período, pues los empresarios y comerciantes rurales tenían amplia

influencia en las zonas alejadas de los centros de gobierno y podían comprar testigos sin

mayores recursos económicos que mintieran sobre la condición de las tierras públicas, así

éstas llevaran tiempo ocupadas por colonos.68

La apropiación irregular de los baldíos y de las tierras comunales era otra de las causas

principales de las disputas. Según Machado, el gobierno tuvo que salir varias veces a

aclarar a través de la legislación cuáles eran las condiciones para el acceso a tierras públicas

por parte de empresarios y terratenientes69 para evitar tanto apropiaciones ilegítimas como

lanzamientos70. Con base a la influencia territorial o al desgaste en tiempo y recursos que

podía implicar el establecimiento de una solicitud formal de adjudicación, muchos

empresarios recurrieron al cercamiento irregular o la invasión de terrenos públicos. En

1919, también en Lorica, Varios vecinos denunciaban que “[I]ndividuos sin título encierran

sus fincas sin ninguna autorización, cercenándoles terrenos a la nación [y] atropellando

derechos”. Los colonos afirman conocer el código fiscal vigente que los ampara y por eso

mencionan que habitan los terrenos baldíos de propiedad nacional desde hace más de

treinta años. Esta situación, fuera de circunscribirse al Bolívar, era patente en todo el

territorio nacional: En el Valle del Cauca, hacendados con títulos coloniales en las tierras

planas decidieron expandirse hacia los terrenos públicos de las montañas a través del 67 AGN, Baldíos, L-39 (11/39) 68 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950).89 69 Machado, Ensayos para la historia de la política de tierras en Colombia: de la colonia a la creación del Frente Nacional. 70 Los lanzamientos eran expulsiones de individuos de determinado territorio, sea este público o privado.

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cercamiento, lo que desencadenó numerosos conflictos entre las haciendas ganaderas,

azucareras y cafeteras con los colonos y ocupantes de la región71.

El cercamiento no fue, ni por mucho, la única forma de apropiación irregular de baldíos,

pues también existía la invasión directa con vacas o la siembra de pastos. Para 1922,

vecinos de Morales escriben al Ministerio de Agricultura solicitando amparo ante las

pretenciones que Francisco Barba tenía sobre sus terrenos. Según dicen, llevan varios años

labrando las márgenes de la quebrada de Ororia, en donde tienen siembras permanentes de

cultivos alimenticios y en donde Barba causa graves perjuicios en sus “[F]incas agrícolas

votando apastar crías de ganados, arrasar y convertir nuestras posesiones en terreno de

apastadero”. Mencionan también el contubernio del aspirante con “cierta autoridad, y luego

si pudiera lograr su pretención declararse dueño y señor del mencionado terreno”72.

Por otro lado, la exhibición de títulos falsos o la utilización de testaferros para burlar las

prohibiciones de extensión máxima de adjudicaciones se convirtió en otra de las armas

predilectas de comerciantes y terratenientes en su expansión hacia las tierras públicas.

Aureliano Restrepo remitió en 1919 desde el municipio de Zambrano una comunicación al

Ministerio de Agricultura en la que informa sobre el interés que una compañía tiene en la

adjudicación de terrenos sobre la costa y que abarcan aproximadamente 100.000 hectáreas.

El método, según dice, es a través de testaferros: “[…] se hacen figurar como peticionarios 15 o 20 “hombres de paja” a quienes se les paga por firmar las peticiones y otras fáciles providencias administrativas. Así se sortea el escollo de la prohibición de dar más de 2.500 hectáreas a una sola persona y luego se escrituran los traspasos”73.

El problema de los títulos, como se ve en el ejemplo anterior, concierne a la concentración

de tierras públicas tanto como al origen de las disputas. Los títulos falsos fueron más

detonantes de conflictos, pues el crecimiento económico y el renaciente interés sobre el

campo provocó que los viejos títulos de propiedad se desempolvaran y se exhibieran como

prueba del dominio de tierras que generalmente nunca habían visto sus “propietarios”74.

71LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 161 72 AGN, Baldíos, G-392 (10/44) 73 AGN, Baldíos, C-102 (30/59) 74LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950).

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24

Las tierras, naturalmente, se encontraban ocupadas y muchas veces se ponía en duda su

carácter de tierras privadas, lo que ocasionó en los colonos reacciones expresadas en

reclamaciones y peticiones de amparo ante los ministerios de Agricultura, Obras Públicas e

Industrias. Los colonos ponían en cuestión los títulos a través de reclamaciones y

solicitudes de información que, según Vicente Ádamo, “rosan directamente con los

intereses de mis compañeros”75. En 1924, el italiano solicitó, en nombre de la Sociedad de

obreros y artesanos de Montería, la confirmación de que en la oficina del ministerio

existían títulos a favor de los señores José Antonio, Pedro y Moisés Barrera, asumo que con

la finalidad de comprobar su legitimidad.

En suma, el análisis regional de los conflictos muestra que la “orientación legalista”76,

caracterizada por la marcada preferencia de los colonos a actuar por mecanismos

institucionales con la ayuda de abogados locales y personeros municipales, tuvo unas

variadas dinámicas internas que no se pueden explicar solo en virtud del mecanismo del

trámite de las disputas. Es decir, más allá de la decisión de utilizar el papel sellado como

instrumento de acción política, el análisis de los documentos nos muestra las marcas

diferenciales de cada tipo de conflicto. Mientras unos refieren directamente a las

adjudicaciones legales, otras son tensiones existentes por apropiaciones irregulares de

baldíos. Éstas se podían expresar en prácticas como el cercamiento de terrenos, la invasión

con ganado o la siembra de pastos, y también en estrategias “de papel” como la exhibición

de títulos falsos o el testaferrato.

75 AGN, Baldíos, K-22 (56/58). 76 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950).165

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25

III. La tierra disputada. Tipología de los conflictos

La documentación que consulté sugiere la existencia de 41 conflictos independientes, es

decir, que sus actores, causas, problema central y temporalidad difieren. Para sistematizar

las disputas establecí una guía temática que las divide en dos grandes grupos: en primer

lugar, disputas sobre tierras, que podían ser públicas (conflictos por adjudicaciones o por

apropiaciones irregulares) o privadas (conflictos por legitimidad de títulos e invasiones) En

segundo lugar, disputas sobre rentas, lo que quiere decir que el conflicto se centraba más en

el usufructo del acceso a la tierra y no en los títulos. Esto es importante por que complejiza

el vínculo entre las relaciones sociales y económicas y la propiedad: según Camargo, en las

llanuras inundables del río San Jorge o la depresión Momposina, la geografía transforma

completamente las relaciones entre los individuos y la propiedad, pues los frecuentes

cambios en los cursos de los ríos y la amplia presencia de ciénagas y playones hacen que,

en primer lugar, la propiedad de la tierra sea al mismo tiempo la propiedad del agua, y en

segundo lugar, que las relaciones sociales en torno a la propiedad sean más dinámicas y

menos individualizadas por los frecuentes cambios en la naturaleza del terreno77.

77 Alejandro Camargo, “Land born of water: Property, stasis, and motion in the floodplains of northern Colombia.”, Geoforum, núm. En Prensa (2017).

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26

78

En este sentido, dividí el capítulo en varias subsecciones, utilizando casos paradigmáticos

para cada tipo de conflicto. En primer lugar está el conflicto típico sobre tierras baldías y

entre colonos y terratenientes. Luego, conflictos sobre propiedades privadas, generalmente

asociados a la llegada de inversionistas extranjeros, y que dan cuenta de alianzas

insospechadas que problematizan la idea en que el conflicto siempre fue del tipo modélico

señalado anteriormente. En tercer lugar están los conflictos sobre concesiones forestales y

recursos naturales, y en cuarto lugar los conflictos asociados a otros recursos. Finalmente,

hago una breve digresión sobre conflictos indígenas e impuestos. El objetivo de esta

clasificación es mostrar que la sistematización de los conflictos permite establecer nuevas

tipologías que complejicen el modelo tradicional de pensar las disputas por la tierra.

El patrón común que siguen los conflictos es el trámite por la Vía institucional. Si bien la

constitución misma del fondo de baldíos implicaría un sesgo con respecto a esta

información, la consulta de fuentes de prensa y de las comunicaciones de la gobernación

muestran que las tomas de tierras o las acciones ‘violentas’ no fueron comunes, y se 78 Este gráfico resume la clasificación de las disputas según los criterios escogidos. La columna “Tierra” (25 conflictos) es la suma de los conflictos sobre la ocupación de tierras baldías (17 conflictos) y sobre la propiedad de tierras privadas (8 conflictos). La columna “Recursos”(12 conflictos) es la suma de las disputas cuyo principal argumento es la explotación de recursos naturales (4 conflictos) y sobre recaudación de impuestos sobre tierras públicas e islas y playones (8 conflictos).

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27

concentraron sobre todo a principios de la década de los treinta. Así mismo, existen varios

‘picos’ en los que las protestas se intensifican: El primero es al comienzo del período

estudiado, entre 1910 y 1911, donde comienzan también la mayoría de conflictos que

duraron más de cinco años. En 1915-1916 se presenta el segundo pico, y luego hay un largo

período entre 1919 y 1925 en que las reclamaciones y conflictos se intensifican79. Esto

último coincide con la afirmación de LeGrand de que la década de 1920 conllevó la

intensificación de los conflictos, aunque no es tan claro cómo se realiza el ‘paso a la

ofensiva’. Ya en 1910 se presentan conflictos por invasión de propiedades privadas, y en la

década de 1920 persisten las reclamaciones por la vía institucional. La ubicación de los

conflictos sigue un patrón muy definido. Las provincias de Mompós y Magangué son el

lugar de ocurrencia del 51% de las disputas. Si a éstas se agregan las provincias de

Morrosquillo, Montería/Alto Sinú y Chinú, encontramos que más del 90% de las disputas

ocurren allí. En la provincia del Carmen, que englobaba los Montes de María, datamos cero

conflictos, mientras que en la provincia de Cartagena y Corozal solamente encontramos un

conflicto para cada una.

a. Tierra

Tierras públicas y defensa de las ocupaciones

En 1919, más de 70 colonos como Trinidad López, Felipe Vargas y Cristo Bolaño le

escriben al Ministerio de Agricultura informando, con el mayor respeto, que son “colonos

cultivadores con fincas establecidas y casa de habitación y habitan con familias hace más

de treinta años en terrenos baldíos de propiedad nacional”80. El motivo de la comunicación

no es para dar cuenta de la situación, sino para denunciar que “[I]ndividuos sin título

encierran sus fincas sin ninguna autorización, cercenándoles terrenos a la nación,

Atropellando derechos”81. Además de denunciar, los colonos buscan que el Estado

79 Estos datos son el resultado de la sistematización de las fuentes. En total, se examinaron 700 folios de los fondos baldíos y archivo anexo del Archivo General de la Nación, así como varios informes y periódicos de la Biblioteca Nacional de Colombia. Luego de sistematizar la información resultaron los conflictos divididos por fecha/período, ubicación y actores. Las provincias se establecieron de acuerdo a la organización política del departamento señalado en los Informes del Secretario de Gobierno a la Asamblea departamental. 80 AGN, Baldíos, C-102 (14-18/59) 81 AGN, Baldíos, C-102 (14-18/59)

Page 28: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

28

interceda en el conflicto: “Urgente, imploran orden a autoridades constituidas municipio

para que no permitan abuso impunemente”82.

Este conflicto expresa muy bien la estructura de las reclamaciones para la época. En primer

lugar, los conflictos se tramitaban ante el Estado y con la estructura consagrada en la

legislación vigente, que para el caso es el código fiscal de 1912. Argumentan, así, que

llevan determinado tiempo ocupando el terreno y que su ocupación es permanente. En

segundo lugar, varios individuos firmaban cada reclamación, lo que hace de las

reclamaciones individuales hechos poco comunes. Cuando esto pasa, generalmente se trata

de personeros municipales83 o notables de las regiones que utilizaban su influencia o su

cargo para hacer llegar las demandas de los colonos. El resto de reclamaciones están

marcadas por el carácter colectivo.

Finalmente, los colonos argumentan de tres formas su apelación al Estado. Buscan

mencionar que las aspiraciones de privados sobre las tierras públicas le cercenan terrenos a

la nación y con ellas su riqueza. Luego, recurren a un argumento interesante: la defensa de

sus derechos. LeGrand explica que los aliados del sector medio son uno de los factores que

explican la intensidad del fenómeno en algunos lugares del país84, y pueden explicar

también por qué en la argumentación prevalecen este tipo de argumentos sobre otros de

índole más económica. Tanto tinterillos locales como los personeros municipales

participaron activamente en la defensa de los derechos de los colonos, mientras que los

alcaldes y gobernadores generalmente estaban del lado de los terratenientes. Hacia 1922 en

Calamar, el personero Gilberto Waldez le escribe al ministerio de agricultura señalando que

Varios vecinos [de esta localidad], agricultores de buena fe, hanse quejado esta personería [argumentando que] Rafael Medina, actual alcalde [del] distrito, ha dado en venta hijos paternostro (italiano) un lote de terreno de más de 100 h[ectarea]s donde tienen sus fincas pancoger carácter permanente. Gestión suscrito desatendida por ser vendedor alcalde. Espero nombre buen gobierno intervención este particular85.

82 AGN, Baldíos, C-102 (14-18/59) 83 Los Personeros Municipales cobrarán cada vez más relevancia en el escenario de las protestas campesinas. Escogidos por el concejo municipal de cada municipio, generalmente pertenecían 84LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 101 85AGN, Baldíos, K-22 (19-20/58)

Page 29: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

29

¿Por qué intercedían los personeros? Éstos pertenecían a las capas medias del sector rural,

con la suficiente influencia social y política como para lograr la designación en cargos

públicos como la personería, elegida por los concejos municipales, y también para ejercer

la abogacía empírica, pero no con el suficiente capital económico como para llevar su vida

en las capitales departamentales. Su formación era generalmente empírica, por lo que su

conocimiento de la ley era limitado pero suficiente para asesorar a los colonos en el trámite

de sus demandas. Sus motivaciones podían ser variadas: la asesoría jurídica les podía

procurar ingresos adicionales86 o bien sus intereses sintonizaban con los de los colonos. Los

alcaldes, si bien pertenecían a la misma clase de los personeros87, no simpatizaban con las

demandas de los colonos y comuneros, por lo que su actitud respecto a éstos debería

provenir de otro tipo de razones sobre las que aquí no se especulará.

Propiedad privada: alianzas y extranjeros

La llegada de los extranjeros cambió radicalmente el mapa de actores de la región y es útil

para mostrar la estructura de los conflictos sobre propiedades privadas con títulos

desempolvados. Tanto Joseph J. Cannon como Cecil Elmy, representantes de la American

Colombian Corporation y la Lancashire General Investment Company, respectivamente, se

sirvieron más de la compra de títulos, mejoras y propiedades que de las posibilidades de

adjudicación de baldíos a través de bonos de deuda pública o de concesiones de

infraestructura. Elmy es claro al respecto: En 1922, menciona que compró los terrenos de

“Astillero” y “Bejucal” en Magangué, y acto seguido también adquirió otros a las orillas

del Río Cauca88. Reconoce la existencia de colonos establecidos en los terrenos y que se

encontraban allí con el permiso de los anteriores dueños, y culmina explicando que él [A] nadie ha atropellado ni inquietado, solo les ha hecho reconocer la propiedad de la compañía representada por mí, prohibiendo el ensanche de esos cultivos y el establecimiento de otros nuevos. A todo el que ha resuelto venderme sus cultivos se los he ido comprando [a] precio satisfactorio”89.

86 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 101 87LeGrand. 107 88 AGN, Baldíos, H-141 89 AGN, Baldíos, H-141

Page 30: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

30

Luego, Elmy menciona que ha buscado amojonar90 los terrenos y se ha encontrado con la

franca oposición de más de 50 individuos que, encabezados por un político de grandes

influencias, han dicho que los terrenos son baldíos y que en ellos hay cultivadores. ¿Qué

pasaba? ¿Por qué habían extranjeros interesados? El 26 de junio de 1920 , El Socialista de

Bogotá publicó un artículo titulado “Inmigración Yanqui”, que reseña las impresiones de

Enrique Gaviria, miembro del liberalismo antioqueño, en un reciente viaje por el río

magdalena. “El señor Gaviria ha observado que los buques del Magdalena suben repletos

de extranjeros y principalmente de americanos, que van quedando en los caseríos de las

orillas: pero que no se trata de inmigrantes que como en la Argentina y el Brasil, van en

busca de pan y de trabajo, no; se trata de hombres versados en los negocios, que vienen

provistos de dinero a crear riqueza y a darle inversión a sus capitales”.

Hacía ya varios años que el país había despertado el interés de los capitales extranjeros. A

partir de 1910, la inversión extranjera directa en el país creció ostensiblemente, al pasar de

61,2 millones de dólares en este año a 173,6 en 193091. El origen de los capitales no tuvo

gran cambio, pues Estados Unidos, Inglaterra y Francia eran los principales orígenes de la

inversión, aunque la inversión proveniente del país norteamericano tendió a aumentar. Ésta

estaba destinada en un 50% a la inversión petrolera y la otra mitad se fragmentaba entre

inversiones bancarias, infraestructura, agricultura y comercio.

En el Bolívar el “problema extranjero” suscitó distintos debates y aproximaciones. Por

ejemplo, los redactores de Eco Sinuano tenían sensaciones ambivalentes al respecto. En un

artículo del 15 de abril de 1915 mencionan que Colombia, país de gran riqueza natural,

también guarda en su subsuelo hidrocarburos, que han intentado ser explorados desde que

Stiffler92 vaticinara la existencia de petróleo en la “Faja del Sinú”. Para los autores, los

intentos de exploración serían provechosos, pues “[S]i mañana, quiéralo Dios, salen los

90 de amojonamiento: Señalar con mojones los linderos de una propiedad o de un término jurisdiccional (“Amojonamiento”, Real Academia Española, s/f.). 91Humberto Bernal, “Inversión extranjera directa en Colombia en el siglo XX, énfasis en el sector Petróleo.” (Universidad de los Andes, 2012).

Page 31: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

31

chorros gruesos de petróleo del gran lago salvador, será esta región sinuana un emporio de

riqueza inagotable que permitirá arreglar sus vías acuáticas, trazar obras de hierro, sanear

sus ciudades y fundar otras nuevas, levantar sus industrias y sumarlas con otras”93.

Sin embargo, manifiestan preocupación por el capital extranjero: “Algunas voces se han

levantado contra los señores Martínez, porque se considera ilegal el título de las minas de

petróleo que con ellos explota la Standart [sic], y peligroso que esta Compañía

norteamericana siente reales en nuestro territorio por estar fresca la tremenda lección de

Panamá”94. Esta sensación ambivalente sería la marca principal de la llegada de los

extranjeros a las tierras del Bolívar, donde no fueron pocos los intentos de explorar nuevas

actividades productivas. Grandes empresas como la Standard y la Tropical Oil Company

habían desembarcado en el país con el propósito de aspirar a las concesiones petroleras en

el marco del boom del producto que terminó capitalizando con mayor ahínco el vecino país

de Venezuela. Otros individuos, como Joseph J. Cannon, Walter Cluff y Cecil Elmy,

estuvieron más preocupados por la creación de grandes fincas ganaderas, mientras que

Louis Stiffler y Robert Cunninghame Graham venían con el propósito de conocer la región

para explorar nuevas posibilidades de explotación económica95. Pero como pocos, los

extranjeros encontraron amplia resistencia entre quiénes veían en ellos la continuación de la

amenaza a los intereses de la patria comenzada con la separación de Panamá en 1903. El

comercio de Magangué, el 23 de septiembre de 1914, advertía sobre los peligros que

encarnaba el tratado comercial con los Estados Unidos, y distintas personalidades se

pronunciaron en contra de su llegada.

La historia de Cannon es particular. Proveniente de Utah, en los Estados Unidos, era un

prominente miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Desembarcó en Colombia en 190996 con el firme propósito de hacerse con las Tierras de

93 “Riqueza mineral”. Eco Sinuano, 3 de abril de 1915 94 Eco Sinuano, 95 Graham, en Cartagena and The Banks of the Sinu, muestra el interés existente en el gobierno británico por la financiación del packing-house de Coveñas. 96Shawn Van Ausdal, “Land grabbing in early twentieth century Colombia: the American-Colombian Corporation Fiasco”, s/f. 5.

Page 32: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

32

Loba, un enorme terreno de aproximadamente 600.000 hectáreas en el que tenía el

propósito de “fundar la finca ganadera más productiva del mundo”. Sin embargo, no había

viajado solo: en 1909 estaba acompañado por Cluff, quién había liderado una expedición de

la Brigham Young Academy por Sudamérica97. Cluff creía firmemente que en Colombia se

hallaba Zarahemla, la antigua patria de las personas del libro Mormón, en las cercanías del

Tolima98, y también aprovechó para tomar nota de posibilidades de inversión. Pero Cannon

desembarcó en Barranquilla en 1909, desde donde tomó un barco de vapor hasta el Banco y

allí una canoa hasta San Martín de Loba99. Con opinión jurídica favorable, decidió empezar

la compra de las Tierras de Loba. Hacia 1914 fijó su residencia en El Banco, Magdalena

Dada la amplia extensión de las Tierras de Loba, caía en la jurisdicción de los municipios

de San Martín y Barranco de Loba, Margarita y Palomino, todos en la depresión

momposina. Para 1910, el personero Municipal de Barranco manifestaba que “Los señores Duff y Cannon se han presentado cobrando impuesto de un centavo oro por cada cabeza de ganado vacuno. También cobran a cultivadores y comisarios, a algunos les extienden escribas (sic) de acuerdo con lo que predican. No tienen mandato de ninguna autoridad, solo un título y una escritura de compra que han hecho al Dr. Pantaleón Ribón de los terrenos de Loba, título heredado del expedido por el rey al capitán Diego Ortíz Nieto.100

Los títulos de propiedad de Cannon y Duff eran ampliamente cuestionados, pues no era

claro si eran legítimos, en primer lugar, y en segundo nadie podía comprobar efectivamente

que la familia Ribón, vendedora de gran parte de los terrenos, los hubiera ocupado o

hubieran hecho presencia efectiva en algún momento. Los personeros de El Banco y San

Martín solicitaron al Ministerio de Obras Públicas concepto sobre la exequibilidad de los

títulos para saber como proceder101. Las disputas fueron más allá del terreno regional y en

1920 Agustín Cabrales llega a Bogotá en representación del personero Pablo Mier, los

vecinos e interesados en el conflicto. Antes de partir para la capital, envió una solicitud al

Ministerio de Agricultura, en la que menciona que los vecinos imploraron protección,

97Van Ausdal. 4 98Van Ausdal. 4 99Van Ausdal. 5 100 AGN, Baldíos, A-478 101AGN, Baldíos,A-478 (512)

Page 33: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

33

amparo y garantía para bienes y vidas ante la gobernación de Bolívar, pues el prefecto de

Mompós “[L]os intimidó con reducirlos por la fuerza si no reconocían a Cannon como el dueño. Cannon propone en Mompós la formación de un batallón para la reducción de los ciudadanos pacíficos que protestaban contra la iniquidad de convertirlos en súbitos de Cannon hoy y del gobierno americano mañana. Y a la casa de gobierno de Mompós acudió una multitud solicitando armas con qué asesinar a sus propios hermanos (…)”102.

El conflicto era patente en los municipios y en gran parte de los terrenos. Pareciera que los

lobanos pensaban que aquí no solo estaban en juego sus ocupaciones y propiedades sino

también la posibilidad de la independencia nacional cercenada. Es por esto que los vecinos

de los municipios de las Tierras de Loba aquí no solo apelaron a la defensa de sus

derechos, el amparo de sus ocupaciones y propiedades y las nociones de lo justo y

moralmente correcto, sino también a la defensa de la nación como un aspecto fundamental

y que, como veremos, es el argumento que aglomera a los grupos de interés en torno a la

defensa de los terrenos.

Esta preocupación por la independencia y la creciente influencia del norte no solo ocupaba

a los lobanos: la creciente influencia de los Estados Unidos, motivada tanto por la política

del buen vecino como por el crecimiento de la inversión extranjera directa en el país, causó

en las élites tanto preocupación como buenos recibimientos. Después de la pérdida de

Panamá se incrementó el ambiente hostil contra los norteamericanos tanto a nivel oficial

como extraoficial103. Este ambiente hostil se expresó principalmente en los “malos ojos”

con los que muchos colombianos veían el intervencionismo norteamericano en las playas

del Caribe104 y solo vino a cambiar parcialmente con el pago de los veinticinco millones de

dólares que Colombia recibió como indemnización por la independencia de Panamá105.Pero

las buenas sensaciones también estaban presentes. Entre 1914 y 1916, Marco Fidel Suárez

proclamó la doctrina de la “estrella polar”, en la que Colombia debía estar siempre con la

mirada puesta en los Estados Unidos, tanto por admiración como por razones geopolíticas.

102AGN, Baldíos, D-473 103 David Bushnell, Eduardo Santos y la politica del buen vecino 1938-1942 (Bogota: El Ancora Editores, 1984). 12 10431/8/18 16:29:0012 105Bushnell.12

Page 34: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

34

Tampoco estuvieron solos. Pedro María Revollo, presbítero de Mompós y quién llegó a la

Provincia después de tener problemas en Barranquilla por su supuesta participación en el

escape de Pedro León Acosta, de quién se dice fue el autor intelectual del asesinato de

Reyes106, participó activamente en la defensa de las Tierras de Loba encomendado por el

gerente de la Compañía Ganadera de Antioquia, que tenía intereses en la región107. Si bien

desconocemos los motivos por los que Nuñez contactó a Revollo para intermediar con el

gobierno nacional, su papel en la defensa de los colonos y en el trámite de sus demandas es

fundamental. En una comunicación al Ministerio de Industrias, menciona que la American

Colombian Corporation busca vender sus derechos a otra compañía extranjera, con lo que

continuaría el “[D]espojo nación, perjuicio cultivadores”108.

Loba no era, sin embargo, el único lugar en que esto ocurría. Diego Cortéz le escribe al

Ministerio de Agricultura desde Majagual para denunciar las pretensiones que Cecil Elmy

tiene sobre terrenos en dicha jurisdicción. Su argumentación no reside, de nuevo, en la

ocupación o en la estructura territorial, sino en la amenaza que encarna el inglés para la

integridad nacional109. Ante el rechazo de las autoridades municipales en el reconocimiento

de los títulos de Elmy, Cortéz menciona que éste buscará ampararlos por cualquier tipo de

medio, sino con la fuerza del derecho, “[S]i con el derecho de la fuerza que les prestarán

sus naciones en el Magdalena y el Atlántico”110. También menciona que Elmy “Pediría

protección del gobierno para lanzar del terreno a todo ocupante que manifestara resistencia

a venderle o reconocerle dominio de propietario, que si nuestro gobierno se mostraba

negligente […] se dirigiría por medio del cónsul inglés a su gobierno para que éste lo

apoyara con toda la fuerza necesaria”. La sintonía de la defensa de la tierra con el interés

nacional es, a nuestro juicio, la causa de que individuos y colectivos de tan distintos

orígenes y pertenecientes a sectores tan heterogéneos buscaran hacer frente común ante lo

que consideraban era una amenaza insoslayable de intervención extranjera sobre el

territorio que consideraban nacional y al que decían pertenecer. 106Eduardo Lemaitre, Rafael Reyes, biografía de un gran colombiano (Cartagena: Espiral, 1967). 230 107Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002. 108 AGN,Baldíos,H-142 109 AGN,Baldíos,D-473 (32/45) 110AGN,Baldíos,D-473 (32/45)

Page 35: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

35

Los extranjeros, sin embargo, no se quedaron quietos. Así como encontraban apoyo en los

prefectos de las provincias o en los alcaldes municipales, también buscaron otras formas de

interceder en la defensa de sus intereses. Cannon, por ejemplo, registraba en la notaría de

Mompós todas las compras que iba efectuando a los dueños de los títulos de las Tierras de

Loba111. También asistió varias veces a Cartagena, acompañado de los abogados Manuel

Dávila Flórez y Pablo Amaris, para enviar sendos conceptos jurídicos sobre la pertinencia

de sus títulos a Bogotá112. Cecil Elmy, por su parte, buscó de varias formas entrevistarse

con el presidente Ospina para explicarle la situación, a través de comunicaciones en las que

explicaba que lo único que pedía era el reconocimiento de su propiedad, o encuentros que

el presidente tuvo con su hermano en alguno de los viajes por el río Magdalena.

Lo que trato de mostrar con esto es que tanto el conflicto de las Tierras de Loba como el

que concierne a Cecil Elmy diversifican las estrategias y producen alianzas insospechadas.

Así mismo, evidencian la emergencia de intermediarios con capacidad de encontrar nuevos

canales de acción y comunicación que tuvieron resonancia no solo en las decisiones de las

instituciones, sino importancia también en el discurso de la opinión pública y el interés de

otras esferas del Estado en el conflicto. La Memoria del Ministerio de Agricultura al

congreso, en 1921, dedica un largo apartado a la explicación de la evolución de las tierras

de Loba, y en El Tiempo de Bogotá salen varios artículos publicados por Agustín Cabrales

y otros en los que se cuestiona el valor jurídico de los títulos de Cannon y se discuten

aspectos sobre la problemática de las tierras.

b. Recursos

Economía y medio ambiente

En 1911, Antonio Lacharme, ganadero monteriano hijo de franceses, solicitó a la

gobernación de Bolívar una concesión forestal para cortar y extraer maderas de cedro y

111 Ministerio de Gobierno. Algunos documentos sobre las tierras de Loba. (Bogotá: Imprenta Nacional). 15 112 Ministerio de Gobierno. 37

Page 36: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

36

caoba durante un período de tres años de un terreno situado en el Municipio de Lorica113.

Ante sus pretensiones, tanto colonos como propietarios de terrenos privados reaccionaron:

Vicente Arteaga y varios más exigen preferencias en la adjudicación para la compra de las

hectáreas adyacentes a los terrenos que por ley les corresponden. No son los únicos que se

oponen a la solicitud, pues Felipe Agames, Benito Rivera y otros también mencionan que

tienen casas y cultivos permanentes en el terreno y solicitan a las autoridades nacionales

amparo ante las pretensiones de Lacharme. Finalmente, José Joaquín Chica manifiesta su

desagrado con la adjudicación, pues ésta comprende no solo un globo de tierras públicas,

sino también parte de la propiedad privada que habitaba.

¿Por qué la disputa era sobre la concesión y no sobre la tierra? Leal hace referencia a un

caso similar en el pacífico colombiano y en relación a la explotación de Tagua. Allí, más

que existir conflictos por la propiedad de la tierra, se trató de disputas en torno a la

explotación de recursos naturales como la tagua o los productos de las minas –

principalmente auríferas-. Los colonos explotaban estos recursos y los vendían a los

comerciantes de Tumaco, quienes se veían favorecidos por los bajos precios de las materias

primas114. Desde finales del siglo XIX, distintos individuos buscaron obtener derechos

sobre los taguales para eliminar la competencia de los comerciantes y beneficiarse con el

acaparamiento de toda la cadena de valor. A partir de 1907 no buscaban la apropiación de

las minas o taguales, sino la adjudicación de concesiones para su explotación, pues a partir

de este momento los bosques nacionales pasaron a ser propiedad del Estado115.

En Bolívar, la explotación de maderas finas era una actividad económica de vieja data. A

principios del siglo XX se estableció en la región del Sinú la Geo D. Emery Company, una

compañía norteamericana especializada en la extracción de maderas, principalmente de

caoba y Cedro. En Nicaragua controlaba todas las concesiones madereras de explotación, y

en Colombia su actividad era importante: para 1916, exportaba anualmente una cifra

113AGN, Baldíos, L-39 (11-39) 114Claudia Leal, “Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930”, Revista Colombiana de Antropología 44, núm. 2 (2008): 409–38. 416. 115Leal. 416.

Page 37: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

37

cercana a las 3.000 toneladas de Madera y ocupaba a 400 trabajadores116. La compañía

primero explotó maderas en el Sinú y luego se trasladó a las estribaciones del actual

departamento del Chocó.

Si bien a partir de la década de 1920 la explotación de maderas finas tiene una espectacular

caída en el peso relativo de las exportaciones, su explotación parecía serle importante al

Ministerio de Agricultura. En 1916, en parte por la bonanza económica que llevó a los

comerciantes y terratenientes a preocuparse por la expansión de la frontera agrícola y en

parte por la reciente creación del departamento de estadística, el Ministerio de Hacienda

obliga a las oficinas públicas a establecer un servicio de estadística que de información

fiable sobre el territorio, el comercio de exportación, el comercio y otras variables. Así, el

Ministerio de Agricultura envía a los municipios de la nación cuestionarios que informen

sobre el estado de las tierras baldías, su ubicación y explotación. En él, se pregunta sobre el

estado físico de las tierras baldías y sobre la existencia de cultivos de banano, sobre la

ganadería, y sobre existencia de tagua, maderas finas, minas de carbón y aluvión y

yacimientos de petróleo. Vemos, entonces, que existían fuera de la ganadería productos

importantes tanto para el Estado como para los terratenientes y comerciantes. A pesar de

esto, no hay que olvidar que la ganadería es una actividad económica profundamente

asociada a la deforestación, pues en Colombia los pastos se expandieron más a expensas de

los bosques que de las sabanas naturales117

Regresando a los recolectores de Tagua, éstos hicieron todo lo posible para que los terrenos

en donde se ubicaban los taguales permanecieran baldíos, pues esto garantizaba la

continuidad de la explotación común118. Esto explica, en parte, la disputa de Lorica y las

subsiguientes relacionadas a la explotación de recursos naturales: Más allá del conflicto

entre ganadero y colono, e incluso más allá de los conflictos en torno a los derechos de

propiedad, existieron varias actividades económicas cuya explotación es el centro de las 116Jaime Exbrayat, Historia de Montería, 2. ed (Montería: Alcaldía Mayor de Montería, 1994). 117Shawn Van Ausdal, “Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950”, Historia Crítica, núm. 362 (2009). 118Leal, “Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930”. 420

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38

disputas. En este sentido, la propiedad pasa a un segundo plano, en la medida en que

continúa sigue siendo importante pero no es el factor catalizador o detonante de este tipo de

conflictos, como sí lo son los modos de ocupación del territorio y la explotación de los

recursos naturales. Mientras las protestas tradicionales expresan preocupaciones por el

cercamiento de las tierras, los títulos falsos o el reconocimiento de la propiedad, este tipo

de conflictos están más interesados en denunciar las explotaciones naturales de los recursos

y las condiciones del trabajo en la explotación.

Para 1923, Manuel González y Joaquín Ruiz le escriben al presidente Pedro Nel Ospina en

aras de denunciar a Antonio y Luis Lacharme por las condiciones bajo la que éstos

explotaban la Pita, una planta que producía un tejido similar al Henequén, famoso por su

producción en la región yucateca de México. González y Ruiz manifestaban que los

hermanos Lacharme, en contubernio con una empresa extranjera, explotaban pitales en

terrenos nacionales haciéndolos pasar por propiedades privadas. Según ellos, los Lacharme

manifestaban haber arrendado un terreno donde existían pitales y tener este tejido en sus

propios terrenos, pero en una inspección ocular los autores no encontraron rastro alguno.

Todo lo contrario, manifestaban que los frondosos pitales situados en terrenos nacionales se

encontraban cada vez más maltrechos y que los billetes falsos abundaban en la localidad,

posiblemente por los tratos de los hermanos Lacharme con las compañías extranjeras,

quiénes les habían entregado la suma de diez mil dólares en oro acuñado119. Envían al

presidente un extracto del diario La libertad, en el que se denuncian las condiciones bajo

las que se explotaba la pita, que está Próxima a desaparecer de los bosques nacionales, como han desaparecido el caucho, la raicilla y la

madera, si el gobierno no toma sus medidas para que no se despilfarre esta valiosa herencia de los

hijos del país. Sucede que una compañía extranjera, ayudada por colombiano de origen francés, para

evitar la competencia, hace esto: Exporta todas las matas pequeñas en grandes cajas orificadas, y las

grandes después de sacar las fibras por medio de máquinas, son destruidas sin piedad, hasta en sus

últimas raíces”120.

119 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol. 2 120 La libertad, 1923. En: AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol. 2.

Page 39: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

39

Los conflictos, entonces, no estaban aislados y que se relacionaban con variables con el

trabajo, sin que el énfasis deje de ser la explotación de los recursos naturales. El diario

continúa mencionando que la producción “Lleva al silencio al peonaje que tan solo gana

0,30 diarios, mientras que el autor principal de estas desvastaciones se ha llenado los

bolsillos, muy bien repletos”121. A partir de McGreevey es posible analizar este fenómeno,

denominado por el autor llama la transferencia gradual de recursos físicos desde las

actividades tradicionales hacia el creciente sector moderno. Así, los terratenientes no eran

los únicos en explotar maderas finas, criar ganados o cultivar otros productos. Los colonos

también lo hacían122 pero el excedente económico se quedaba en ellos. Como se exploró

anteriormente respecto a la tagua, es posible que los colonos extrajeran pita para su propio

uso y que el excedente lo negociaran con comerciantes que buscaban su exportación. Puede

que ganasen poco, como en la Tagua, pero eso demuestra que no es tanto una transferencia

de sectores distintos de la economía, sino de agentes dentro de un ciclo económico que

buscaban la apropiación del lucro. Cuando los pitales eran explotados exclusivamente por

concesiones o franquicias, el lucro se quedaba exclusivamente en su esfera; cuando los

bosques quedaban en terrenos baldíos y eran de explotación libre, la distribución del lucro

podía tocar así fuera marginalmente a colonos y campesinos.

En este sentido, no solo se trata de analizar cómo se transfiere la mano de obra agrícola

hacia actividades controladas por empresarios y terratenientes, sino cómo los recursos

físicos del sector agrícola se transfieren desde el sector de subsistencia a las actividades de

producción orientadas hacia el mercado, bien sea de exportación o doméstico123. Por otro

lado, el interés de comerciantes y terratenientes por las tierras públicas radicaba en que en

ellas existían varios recursos –maderas, tierras fértiles, recursos no renovables- que

llamaban su atención. Más allá de una expansión irracional sobre las tierras públicas, se

trataba de pretensiones de comerciantes y terratenientes asociados a territorios y productos

121 La libertad, 1923. En: AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol. 2. 122 Los datos del fondo baldíos y LeGrand muestran que en la Costa Caribe los colonos tenían la particularidad de criar ganados. Por otro lado, la extracción de maderas finas era otra de las actividades que les servían a los colonos de sustento. 123McGreevey, Historia Económica de Colombia, 1845-1930. 185

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40

concretos. Los territorios, especialmente, ocupan un lugar importantísimo en el análisis de

esta región.

Territorio y formas de ocupación

En 1915, varios vecinos de Bodega Central elevaron una queja al Ministerio de Obras

Públicas, en la que expresaban su inconformidad por la “apropiación indebida” que

Honorio Pérez, de Simití, hacía sobre los terrenos que vienen ocupando desde hace un

tiempo. Los vecinos manifiestan que se les prohíbe el uso de los terrenos públicos que

otrora ocupan, y les impide cortar maderas de ninguna clase. Finalmente, manifiestan que

Pérez “[T]rata de coartar en el derecho público de que todos los demás deben gozar

libremente por concesión de la ley. Si Pérez hubiera obtenido la adjudicación de los

terrenos por el Gobierno Nacional como dice él, ¿Por qué no presenta ese título?”

Aquí se presentan varios de los elementos de un conflicto típico por la tierra en el

departamento de Bolívar. En primer lugar, se ponen en cuestión los títulos, práctica usada

ampliamente por los colonos para defender sus ocupaciones – y que, por lo visto en

extractos anteriores, correspondía a una de las prácticas usadas por los terratenientes para

apropiarse de las tierras públicas-. En segundo lugar, más importante que la propiedad de la

tierra es su ocupación y explotación, pues los otros argumentos derivan de la prohibición de

explotar los recursos –tierra y maderas-. En tercer lugar, se esgrime la ley como el elemento

fundamental de la defensa de la ocupación.

Sin embargo, el conflicto de Bodega Central ilustra otra dinámica fundamental para el

estudio de las disputas, esto es, la relación de la ocupación del territorio y el medio

ambiente con las situaciones de conflictividad. Pérez también prohíbe a los ocupantes el

uso de las sabanas para pasar allí la temporada de inundaciones causadas por las crecientes

de los ríos. Esto se explica, principalmente, por las características geográficas particulares

de la depresión momposina, que hacen que en los períodos de crecidas de los ríos el 80% de

su territorio se inunde. Esto se da, principalmente, por el aumento progresivo del nivel de

los ríos entre abril y octubre, que desencadena en el período de noviembre a diciembre la

Page 41: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

41

presencia del máximo nivel de aguas124. Según Viloria de la Hoz, esto ocasiona una ventaja

comparativa –la fertilidad de los suelos- y un problema –las inundaciones afectan la

economía y las condiciones de vida-125 La zona, con una extensión de aproximadamente

10.000 kilómetros cuadrados, es una de las áreas inundables más grandes de América126.

Según LeGrand, esta geografía provocó en la Costa Caribe un régimen especial de

ocupación en el que los pueblos se integraban en torno a la tierra comunal, y en donde los

tiempos de la vida del colono giraban en torno al ciclo de lluvias y sequías. Esto los llevaba

a pescar en los tiempos de lluvia y cultivar y criar ganado en los tiempos de sequía127. Otros

autores han denominado esta forma de vida como la cultura anfibia128 o la economía

anfibia129, en la que la relación del ser humano con la tierra está mediada por los ciclos del

agua. Esta aproximación complejiza el estudio del fenómeno de las disputas en el

departamento de Bolívar, en la medida en que la gran mayoría de los conflictos se sitúan en

la subregión de la depresión momposina. Así, los colonos no solo cultivan la tierra sino que

también pescan, y la propiedad o explotación de los cuerpos de agua juega un papel

fundamental.

En 1921, varios vecinos de Achí, Majagual, Magangué y Palomino casaron una disputa

contra Manuel Rivas y Rafael Tafur Guerrero por la Ciénaga de Garrapata y la tierra

adyacente. Los vecinos, preocupados por las intenciones de los dos individuos, pidieron

amparo al Ministerio de Agricultura. Consideraban que lesionaban sus “[I]ntereses, pues

tenemos posesiones adjudicadas hace más de veinte años con pastos artificiales”. Fuera del

tiempo de la ocupación, los vecinos argumentan que La Ciénaga, descubierta por vecinos

de Playa Alta y Muzungá, es de dónde derivan su subsistencia y que está incluida en la

mensura realizada por Rivas y Tafur. Esto 124Joaquín Viloria de la Hoz, “La economía anfibia de la isla de Mompox”, Documentos de trabajo sobre economía regional, núm. 148 (2011). 15 125Viloria de la Hoz.15 126Luisa Herrera y Gustavo Sarmiento, “Evolución ambiental de la Depresión Momposina (Colombia) desde el Pleistoceno tardío a los paisajes actuales”, Geología Colombiana 26 (2001). 96 127LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 55 128 Orlando Fals Borda dedica un capítulo del primer tomo de la Historia doble de la costa a la descripción del ethos anfibio. 129 Joaquín Viloria hace lo propio en el texto citado anteriormente.

Page 42: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

42

afecta grandemente vecinos, pues ha estado destinada al servicio común hace más [de] cincuenta años, quienes la mantemenos limpia, pues antes eran zapales, podemos probar [con] abundancia [de] testigos. Días pasados preséntose Tafur Guerrero a dicha Ciénaga con policías armados atropellando nuestros derechos, amenazándonos. Imploramos justicia, quejándonos tamaña infamia. Servidores”130.

La explotación comunal de la Ciénaga es aquí el proceso que explica la existencia del

conflicto. Más allá de disputas por la propiedad de la tierra, lo que refleja el interés de los

colonos es la posibilidad de continuar explotando dicha ciénaga, argumentado tanto en la

ocupación de más de veinte años –que cumple con el requisito del Código Fiscal para las

adjudicaciones u oposiciones- como su papel en el descubrimiento del cuerpo de agua y en

su mantenimiento. Así, aparecen dos elementos principales: en primer lugar, la defensa de

la ocupación común, tanto por las características físicas como por las dinámicas de la

economía de susbsistencia en el territorio, se convierte en una de las causas fundamentales

de los conflictos. En segundo lugar, la vía institucional también implicó el uso de la fuerza,

pues la policía llega a la Ciénaga a desalojar cuando el resultado de la disputa en los

juzgados es favorable para Rivas y Tafur.

c. Otras disputas

Indígenas y Municipios

En 1923, un grupo de indígenas encabezados por Jerónimo Dignases le escribe al

Ministerio de Industrias para solicitar amparo respecto a las pretensiones que tiene el

consejo del distrito de San Andrés de Sotavento sobre sus posesiones. Argumentan que

pertenecen a la comunidad de Indígenas de San Andrés de Sotavento y que el concejo del

respectivo distrito busca arrebatarles sus tierras. Sus títulos, según dicen, vienen desde la

colonia, y el Alcalde del distrito que busca despojarlos ha sido reducido varias veces a la

cárcel. Los indígenas culminan con el tradicional llamamiento al amparo de los derechos A pesar [de] que nosotros pertenecemos [a la] comunidad [de] indígenas de San Andrés Sotavento y

tenemos títulos legales ser dueños tierras San Andrés (sic), el Concejo de aquel distrito pretende

130AGN, Baldíos, I-123

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43

arrebatarnos nuestros derechos alegando [que las] tierras son del distrito. Alcalde[ha sido] reducido

varias veces cárcel. En nombre justicia, rogámosle ampáresenos nuestros derechos” 131.

El conflicto se extendió durante varios meses y en el Ministerio de Industrias no sabían

cómo actuar, pues no conocían “[D]el carácter de los terrenos que reclaman los ocupantes,

pues en caso de no ser baldíos y pertenecer por título legal al Municipio de San Andrés, no

es de la competencia de este ministerio”132. El gobernador de Bolívar entró a mediar la

discusión argumentando que los ocupantes indígenas de las tierras reclaman contra las

contribuciones de terrazgo por que dicen ser dueños del terreno, y conjuntamente

comisionan al prefecto de Sincelejo para que informe sobre la situación133.

La respuesta de éste señala que “existe entre éste municipio [Sincelejo] y el de San Andrés

una Litis sobre jurisdicción y que actualmente se halla en apelación ante el tribunal de lo

contencioso”134. También menciona que en varias ocasiones los municipios han intentado

dirimir la disputa de los linderos municipales sin que existiese un arreglo definitivo. Luego,

pese a que los indígenas afirman la propiedad del resguardo, varios colonos le escriben

también al Ministerio manifestando que poseen “algunos predios rústicos, de labor agrícola

desde hace más de treinta años en condición de agricultores, en la zona limítrofe entre los

municipios de Sincelejo y San Andrés”. Reconocen que existía allí un resguardo indígena,

pero afirman que en virtud de la ley expedida en el quinquenio de Reyes éstos predios

“pasarían a ser parte de los municipios” cuando no estuviesen ocupados, como afirman

ocurre con los predios de San Andrés. Más allá de esto, la razón de la comunicación es el

“excesivo impuesto como derecho de terrazgo a los cultivadores poseedores” por parte del

municipio en cuestión, sumado a los “excesivos valores catastrales” que dicha autoridad le

asigna a los terrenos. Solicitan, entonces, cuatro cosas: Primero, que se resuelvan las

peticiones con respecto a los valores catastrales; segundo, piden la promulgación de una

“reglamentación equitativa” para el cobro del terraje; tercero, solicitan saber si es posible

131AGN, Baldíos, K-22 132AGN, Baldíos,K-22 133AGN, Baldíos, K-22 134AGN, Baldíos,K-22

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44

adquirir el “dominio por prescripción absoluta por los que de buena fe han ocupado y

ocupan por más de treinta años, lotes del terreno que dicen fueron de resguardos”. Por

último, piden pronta solución al conflicto que enfrenta a los municipios de Sincelejo y San

Andrés por la jurisdicción del resguardo. Varios meses después, el ministerio responde a

los colonos que no puede dictar providencia a su favor mientras el juzgado de Cartagena no

resuelva la disputa entre Sincelejo y San Andrés.

Quiero resaltar de este conflicto su carácter polisémico, en el que se cruzan los intereses de

varios grupos –como se hace evidente en las comunicaciones cruzadas-. Más aún, la

persistencia de la cuestión indígena para el problema de tierras del temprano siglo XX,

pues normalmente se le considera “solucionado” a partir de las legislaciones de 1905. Esta

cuestión ha llamado la atención de varios científicos sociales colombianos135 a lo largo del

siglo XX. Asociada principalmente al problema de la tierra y a las poblaciones del altiplano

cundiboyacense y el macizo colombiano, se ha definido la lucha por la tierra en términos de

la lucha por la preservación de la cultura ancestral y las formas tradicionales y comunales

de ocupación del territorio. En este sentido, el resguardo indígena empezó a jugar un papel

fundamental. Dicha forma de organización del territorio respondía directamente a los

intereses del Imperio Español de mantener separado a la población India de la población

Blanca, por lo que se generaron regímenes especiales de población como el resguardo

indígena y los pueblos de Indios136. A partir del período republicano, sin embargo, buscaron

integrar a los indígenas al discurso hegemónico nacional137 a través de la “civilización de

los bárbaros”, y al espacio económico a través de la afirmación de la propiedad individual y

la disolución de los resguardos comunales. Los republicanos, sin embargo, se chocaron con

varios obstáculos: las propiedades frecuentemente eran montañosas y llenas de bosques, lo

que dificultaba su integración al aparato económico nacional y también la asignación

equitativa de la tierra entre los antiguos ocupantes de las tierras comunales138.

135Juan Friede, El indio en lucha por la tierra (Bogotá: Punta de Lanza, 1976). 136Frank Safford, “Race, Integration, and Progress: Elite Attitudes and the Indian in Colombia, 1750-1870”, Hispanic American Historical Review 71, núm. 1 (1991). Safford. 4 137Safford, “Race, Integration, and Progress: Elite Attitudes and the Indian in Colombia, 1750-1870”. 13 138Safford.14

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45

Para Bolívar el problema guarda sus similitudes y diferencias con el resto del país, aunque

ha sido un problema menos analizado en la literatura de la región. Para el siglo XIX, Solano

muestra que el gobierno de Juan José Nieto, en el auge del liberalismo radical, defendió la

existencia de los resguardos de Bolívar139. Ante la presión de ganaderos que ayudaron a su

derrocamiento y que estaban interesados en la expansión de la ganadería a costas de los

resguardos indígenas, tanto por la fertilidad de las tierras como por los “imaginarios” y

representaciones discriminatorias alrededor de la vida de los indígenas. El resultado a

finales del siglo XIX fue bastante desfavorable para los resguardos: a finales del siglo XIX,

se hace evidente una significativa disminución de los resguardos, asociada al incremento de

la población, la agricultura campesina y la expansión ganadera140

A pesar de la disolución de gran parte de ellos y la legislación de 1905, los conflictos en

torno a su existencia no cesaron. En el centro del país y el Cauca, Manuel Quintín Lame se

convirtió en una figura de vital importancia en su defensa, utilizando estrategias jurídicas

que validaran las ocupaciones o acciones más ofensivas como la organización de grupos

armados. Según Renán Vega, en el sur de Cundinamarca, en el Tolima y en el Cauca los

sectores dominantes plantearon dos medidas para eliminar la conflictividad causada por la

existencia de los resguardos indígenas: en primer lugar, facilitar la penetración de colonos

en las tierras indígenas, y la división y venta de las tierras comunales en aras de eliminar los

problemas de orden público141.

Llama la atención que el análisis de los conflictos agrarios asociados a resguardos

indígenas se hayan concentrado exclusivamente en el Macizo Colombiano y en la Zona

Central del país, desconociendo que en otras latitudes existían problemas similares, por lo

que el ‘desbalance’ señalado por Solano se mantiene para el siglo XX. En Bolívar, el único

resguardo en pie a principios del siglo era el de San Andrés de Sotavento, ubicado entre las

139 Solano, “Resguardos indígenas, ganadería y conflictos sociales en el Bolívar Grande, 1850-1875”. 140Solano. 96 141Renán Vega Cantor, Gente muy rebelde: protesta popular y modernización capitalista en Colombia (1909-1929) 2. Indígenas, campesinos y protestas agrarias (Bogotá, Colombia: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002).50.

Page 46: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

46

provincias de Chinú y Sincelejo, y en la jurisdicción del municipio homónimo y el de San

Andrés. Este lugar fue epicentro de un conflicto que perdurará incluso hasta 1984142 y que

incluye disputas intermunicipales por la jurisdicción del territorio y rencillas entre colonos,

extranjeros, indígenas y municipios por el cobro de impuestos y terrajes. Los conflictos

asociados a este resguardo no solo son del pasado siglo sino que se pueden rastrear hasta

mediados del siglo XIX, en donde paras 1868 se agravaron las disputas en torno a la tierra y

a la penetración ganadera de sus propiedades143.

El conflicto de San Andrés expresa bien la complejidad de las disputas en el departamento

de Bolívar. En primer lugar, demuestra que los sectores “subalternos” no estaban unificados

y que sus demandas también reñían: mientras los indígenas argumentaban que su posesión

transcurría indefinidamente desde los tiempos del virreinato hasta los tiempos de la

reclamación, los colonos argumentaban que su posesión de más de treinta años les daba

derechos a pedir extinción del resguardo y reclamar los títulos. Los municipios, mientras

tanto, estaban en disputa por la jurisidicción del territorio, y las autoridades nacionales no

podían dictar resoluciones mientras la disputa no se solucionara en los estrados judiciales.

Con lo que refiere a los intereses, los municipios parecieran estar interesados por la

necesidad de aumentar el recaudo vía la contribución del terrazgo, mientras que los colonos

estaban interesados en cómo este impuesto impactaba sus finanzas. Los indígenas, por su

parte, estaban preocupados por los atropellos de los “americanos en nuestras posesiones” y

le manifestaban al ministerio la necesidad de “amonestar autoridades para que nos de las

garantías [a las que] tenemos derecho”.

Si bien este conflicto da cuenta de la fragmentación de los intereses entre sectores que

normalmente parecen cohesionados, hay otro tipo de disputas que muestran que, en

ocasiones, pueden existir alianzas estratégicas entre varios sectores en aras de un objetivo

común. Considero que la llegada de los extranjeros es ese factor que aglutina a los sectores.

142 El conflicto sobre el resguardo indígena de San Andrés de Sotavento tiene varias instancias y facetas, que parecen encontrar solución con una resolución ministerial de 1984. La parte del conflicto que me ocupa se encuentra documentado en el fondo Baldíos del AGN, mientras que el período 1954-1984 se encuentra en el fondo Ministerio de Gobierno. 143Solano, “Resguardos indígenas, ganadería y conflictos sociales en el Bolívar Grande, 1850-1875”.111

Page 47: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

47

IV. La geografía de las luchas

No existe en la historiografía una aproximación sistemática a la geografía de las disputas en

el Bolívar Grande. Orlando Fals Borda, en la Historia doble de la Costa, pone atención al

espacio-región que conforma la depresión momposina pero para vincularla a la formación

social nacional y para sostener la hipótesis de que existió un desarrollo desigual del

capitalismo entre algunas regiones de la costa atlántica colombiana144. Catherine LeGrand,

por su parte, utiliza la geografía para explicar por qué en Colombia existen tantas fronteras

agrícolas dispersas por el territorio145 y para hablar sobre la fragmentación de las

economías regionales y del poder político146. Otros exponentes147 parecen sugerir que las

disputas estaban diseminadas por todo el territorio. Al mapear las disputas es posible dar

cuenta de otro panorama: las disputas no estuvieron diseminadas de la misma manera por

todo el territorio del Bolívar Grande durante los años estudiados, sino que respondieron a

un patrón geográfico definido. Alrededor del 75% de las disputas ocurrieron en las

subregiones de la depresión Momposina (en cercanías a las ciudades de Mompós y

Magangué) y en el Valle del Río Sinú (Entre el Alto Sinú y el Municipio de Lorica),

mientras que habían pocas disputas en las Sabanas del departamento de Bolívar, las

cercanías de Cartagena y los Montes de María. ¿Por qué se daba este patrón? En esta

sección argumentaré que la disparidad geográfica responde a tres factores fundamentales:

En primer lugar, la existencia o ausencia de terrenos baldíos durante estos años; en segundo

lugar, las relaciones sociales de la producción; finalmente, aunque no menos importante, las

calidades físicas de las tierras y el grado de intervención humana de éstas, así como su

vinculación con ríos y redes de comunicación. Para esto explicaré no solo por qué habían

144 “El reconocimiento de características propias en una subregión como la momposina lleva a plantear la hipótesis del desarrollo desigual a nivel regional. Por ejemplo, es posible ver diferencias muy marcadas en la velocidad de expansión del capitalismo como modo de producción dominante entre la subregión sinuana y la momposina, dentro de la región costeña. Éstas diferencias observables a nivel subregional –que vienen desde la formación colonial inclusive- son las que exigen tratamientos políticos especiales para cada nivel”. (Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002. 20B) 145 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 22 146 LeGrand. 33 147 Ulianov Chalarka, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica (Montería: Fundación del Sinú, 1985).; Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba.

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48

disputas en determinados territorios, sino también formularé hipótesis sobre la ausencia de

conflictos en las otras subregiones.

El caso de los baldíos es fundamental para explicar la ausencia de un marcado escenario de

conflictividad en las subregiones mencionadas anteriormente. Catherine LeGrand menciona

que la gran mayoría de tierras ocupadas para el siglo XIX estaban en cercanía a las

ciudades andinas y los puertos costeños, a los que servían de mecanismos de

abastecimiento agrícola148. Adicional a esto, hay evidencia de que en cercanías de otras

ciudades costeñas de menor importancia en el período colonial se realizó un proceso de

concentración de tierras de importancia149. Finalmente, los conflictos en las zonas cercanas

a las ciudades en donde los baldíos no eran abundantes pudieron ser patentes en otras

épocas150 pero no surgen en el período estudiado. En la provincia de Corozal, las tierras

148 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 23 149 Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez, “La expropiación de las tierras del resguardo indígena de Tubará y las normas jurídicas de la época”, Revista Justivia, núm. 12 (2007): 81–89. 150 Al respecto, Meisel (1980) menciona que la expansión de la hacienda ganadera en la provincia de Cartagena entre 1533 y 1851 se realizó a través del control sobre la tierra, la violencia y las concentraciones poblacionales asignadas por la

Lorica7%

Carmen1%

Mompós31%

Cartagena5%Magangué

21%

Sincelejo8%

Morrosquillo3%

Corozal1%

Montería/AltoSinú16%

Chinú7%

FIGURAI.DISTRIBUCIÓNPORCENTUALDELASDISPUTASPORPROVINCIA

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49

públicas para principios del siglo XX eran escasas por el gran avance de la hacienda

ganadera en el actual departamento de Sucre151. Para 1916, el alcalde de Corozal respondió

al cuestionario enviado por el gobernador de Bolívar para informar sobre el estado de

explotación y ubicación de las tierras baldías. Según su criterio, no existía una hectárea de

tierras baldías en la región152.

Ahora, esto no indica necesariamente quela provincia de Corozal estuviera ausente de

conflicto o formas de coacción. Según Reyes, la apertura del Río Magdalena que produjo la

bonanza tabacalera de Ambalema y la introducción de la navegación a vapor permitían la

exportación, pero también facilitaba el comercio de ganado con las provincias del

interior153, lo que facilitó junto a la introducción del alambre de púas el avance de la

propiedad privada sobre los baldíos y las tierras de ocupación comunal154, un proceso que

se haría patente en el Alto Sinú a principios del siglo XX. Este avance sobre las tierras

libres implicó no solo acumulación territorial sino formas de apropiación del trabajo

campesino, en las que a cambio de la potestad de cultivar se exigía o bien una parte del

cultivo o bien el ‘arriendo por pastos’, consistente en la obligación de sembrar pastizales a

cambio de la ocupación155. También se presentaron formas más coactivas de apropiación

como el concierto o matrícula, una versión ‘moderna’ de la esclavitud156 según Reyes y

Fals Borda, pero que ha sido analizada a profundidad por Ocampo en su estudio sobre la

Hacienda Marta Magdalena ubicada en cercanías de Montería. Allí, muestra que la deuda

corona española. Los arrendatarios mestizos no respondieron pasivamente a la situación, sino que respondieron ante algunos abusos: los vecinos decían en 1702 que “[S]omos hombres pobres trabajadores ya de la pesquería como en dichas labranzas y estar avecinados con más casas y familias y no haber dado ocasión ni causa para que nos puedan desposeer de nuestras casas por los graves daños que se nos siguen pedimos se sirva ampararnos”. Adolfo Meisel, “Esclavitud, Mestizaje y Haciendas en la Provincia de Cartagena: 1533-1851”, Revista Desarrollo y Sociedad, núm. 4 (1980). Louis Striffler, viajero francés, mencionaba para el caso de los indios de Jegua [cerca al actual San Benito Abad, en Sucre] que “[E]l indio Jegua roba todo el ganado que puede vender en la ciénaga, como hace con las panelas; pero se cuida mucho de tocar una vaca que es perdida para su dueño. De ese modo cree que hay doble daño: deja perder lo que ya está perdido, y además arrebata al dueño lo que no podría perder de otro modo. Quizás sea de esa manera como el indio de Jegua pretenda vengarse de los Sabaneros que utilizan sus tierras a despecho de las gracias otorgadas por el Rey de España”. (Luis Striffler, El Río San Jorge (Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlántico, 1994). 26) 151Reyes, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre.60 152 I-123 (33/47). 153Reyes, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre.56 154Reyes.62 155Reyes. 63 156 Sobre la matrícula: Chalarka, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica; Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002. En la página 63 de Reyes (1978) también existe un pequeño extracto.

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50

no era necesariamente una forma de ligar al trabajador a las labores productivas, pues la

diferencia entre la obligación legal de pagar la deuda y la práctica de pagarla era abismal.

En la hacienda, la gran mayoría de trabajadores tenían deudas, y muchos de ellos dejaban

de asistir al trabajo o abandonaban las labores justo después de recibir el adelanto157. Al

final, en 1922 esta forma de sujeción al trabajo se empieza a abolir, tanto por las injusticias

a las que podía dar cabida como por las desventajas que conllevaba para la administración

económica. En 1925, desaparece de la contabilidad de Marta Magdalena158.

Para los Los Montes de María la situación era distinta: de montañas bajas, su geografía

física difería profundamente de las otras regiones. Allí la temprana bonanza tabacalera

provocó una temprana articulación a las dinámicas del modelo agroexportador159 que causó

una diferenciación importante en las relaciones sociales de producción en las que la deuda,

el crédito y la producción del tabaco empezaron a jugar un papel fundamental. Según

Santiago Colmenares, los campesinos de los Montes de María se veían insertados en un

sistema complejo de avances de dinero que vendrían a pagar después con el fruto de sus

cosechas o con trabajo concertado, lo que los mantenía atados al cultivo del producto y les

rendía además intereses a los comerciantes que avanzaban en dinero160. Los campesinos

hipotecaban los bienes (desde sus casas de habitación hasta sus semovientes) en aras de

respaldar en algo material sus deudas. Con las crisis del tabaco, los campesinos empezaron

a anexar baldíos a sus “propiedades”, donde tenían pequeños lotes de ganado que bien

servían para su manutención o complementaban los ingresos que dejaban de recibir por el

cultivo del producto161. Esto, sin embargo, no explica por sí mismo la ausencia de

conflictos en torno a la tierra, pues en la gran mayoría de lugares del departamento existían

transacciones inmobiliarias sin necesidad de títulos sobre los baldíos162. Hay dos elementos

157Ocampo, La instauración de la ganadería en el valle del Sinú.242 158Ocampo.244 159 El tabaco participaba con algo más del 16% en el total de las exportaciones de Colombia. (Fabio Sánchez, Antonella Fazio, y María del Pilar López, “Conflictos de Tierras, Derechos de Propiedad y el Surgimiento de la Economía Exportadora en el Siglo XIX en Colombia” (Documentos CEDE, 2007), https://economia.uniandes.edu.co/files/f8b8Conflicto_de_Tierras_y_Exportaciones_Siglo_XIX.pdf.) 160Colmenares, “La inserción de economías regionales periféricas al mercado mundial: El caso del Tabaco en el Caribe Colombiano, 1850-1914.” 138 161Colmenares.145 162 Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950”.

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51

que sí lo hacen: Colmenares explica que las ejecuciones de las hipotecas no eran comunes,

en primer lugar, por que la formalización de la relación de crédito hacía que la deuda

creciera y, eventualmente, pudiera traspasarse a los hijos del deudor. En segundo lugar, y

en un contexto de abundantes tierras públicas, “[E]l activo más codiciado era el control de

la mano de obra para que siguiera cosechando tabaco, no la tierra”163. Viloria también

explica que el tabaco no le generaba excedente alguno al cosechero, pero sí le representaba

un trabajo seguro y una fuente de ingreso constante, al ser el único cultivo en la zona por el

que podía recibir adelantos de dinero164. Al ser el tabaco una planta que requiere de gran

cuidado y no tanta tierra, y que tenía amplia demanda en el mercado internacional, era una

fuente segura de ingresos tanto para cultivadores como para comerciantes, por lo que la

“atención” se fijaba en el producto y no en la tierra, en el sistema deuda-trabajo y no en la

posesión territorial.

Para inicios del siglo XX, el descenso en el precio del tabaco hace que el valor de los

salarios y de las tierras mejoradas disminuya ostensiblemente. Es por esta razón que tanto

comerciantes como colonos y campesinos165.empiezan a buscar nuevas fuentes productivas

y de ingresos, que en ocasiones migraron hacia la ganadería166. Adolfo Held, exitoso

comerciante de tabaco quién no fue ajeno a la ‘transición’ entre tabaco y ganadería, funda

la empresa ganadera Jesús del Río en el municipio de Zambrano, así como el Banco

Alemán Antioqueño para principios de la década de 1910167. A partir de la Primera Guerra

Mundial, su negocio como comisionista decae y emprende una diversificación aún mayor,

tanto así que para la década de 1936 estaba comercializando más productos que al principio

del siglo168. Asociado a su diversificación se encuentra un conflicto que llama la atención:

en 1923, el registrador de Tenerife (Magdalena) le escribe al ministerio de industrias

solicitándole información sobre una venta que los herederos de un Tomas Watts quieren 163Colmenares, “La inserción de economías regionales periféricas al mercado mundial: El caso del Tabaco en el Caribe Colombiano, 1850-1914.”146 164Joaquín Viloria de la Hoz, “Tabaco del Carmen: Producción y exportación de tabaco en los Montes de María, 1848-1893.”, Cuadernos de Historia económica y empresarial, s/f. 39 165Colmenares, “La inserción de economías regionales periféricas al mercado mundial: El caso del Tabaco en el Caribe Colombiano, 1850-1914.”257 166Colmenares. 257 167Adolfo Meisel, “Los alemanes en la costa caribe: el caso de Adolfo Held.”, Boletín cultural y bibliográfico, 1999.59 168Meisel.62

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52

realizarle a la casa ganadera de Adolfo Held. Compra que tiene sus opositores: los

hermanos Turbay, alegando que la Isla “Zura” es propiedad de la nación, mencionaban que

Held había introducido más de 1.000 vacas a la Isla, destruyendo sus cultivos169.

Held no era el único comerciante tabacalero que incursionó en la ganadería. Las crisis de

precio del tabaco y plagas como la langosta, a las que el pasto era más resistente que las

matas, propiciaron una transformación que conllevó un proceso de acumulación de tierras

por parte de terratenientes170 profundamente asociado a la ganadería. Los conflictos, sin

embargo, no aparecen, en parte por que seguían existiendo campesinos independientes que

continuaban en la producción de tabaco comprado por comerciantes que seguían

auxiliándolos con avances171. El estudio de Colmenares se detiene en 1914, y para los años

subsiguientes no existen trabajos que nos puedan dar cuenta del peso relativo del avance

ganadero en la zona. Sin embargo, mi intuición es que la larga tradición de estar vinculadas

a una economía de exportación y la mayor legitimidad que pudiera tener el traspaso de

tierras respaldadas en las deudas -mecanismo que continuó vigente-, así como la

preeminencia de escenarios distintos al Estado para la solución de los conflictos –el

Mercado- explica la ausencia de conflictos en los Montes de María.

Ahora bien, ¿Por qué la concentración de conflictos es tan marcada hacia las provincias de

Mompós y Magangué y el Valle del Sinú? Para esto existen varias explicaciones. En primer

lugar y a diferencia del tabaco el Ganado requiere más tierra que mano de obra atenta. En

zonas de gran extensión territorial y con baja concentración poblacional172, la ganadería

parecía ser la actividad económica más viable dados los recursos existentes. Si a esto se

suma que las tierras eran planas173 y que la ganadería era una actividad en franca expansión

169 AGN, baldíos, Tomo 50 170 Colmenares, “La inserción de economías regionales periféricas al mercado mundial: El caso del Tabaco en el Caribe Colombiano, 1850-1914.” 180 171 Colmenares. 185 172 Para 1912, la provincia de Magangué contaba con 31.187 habitantes, mientras que Mompós tenía 34.960 y Montería 45.966 (Censo general de la República de Colombia, levantado el 5 de marzo de 1912, presentado al Congreso en sus sesiones ordinarias de 1912 por el Ministro de Gobierno, doctor Pedro M. Carreño. Bogotá: Imprenta Nacional). 173Uno de los presupuestos fundamentales para la productividad de las empresas ganaderas es el grado de pendiente del terreno, que evita el gasto enérgico del ganado y por ende requiere una menor inversión en recuperarla. Las fincas ganaderas ubicadas en territorios con pendientes inferior al 25% (categoría en la que caben las provincias de Magangué,

Page 53: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

53

sobre las tierras presumidas fértiles174 de estas provincias, sería posible establecer el

escenario económico que sirve de marco para la concentración de las disputas. En segundo

lugar, La zona de la depresión momposina no se encontraba vinculada a los ciclos

económicos de la agroexportación: Los colonos, en su mayoría, vivían de los cultivos de

pancoger y de los pequeños hatos de ganado que ocupaban las tierras públicas. Si bien la

situación con respecto a los baldíos podía ser parecida con los Montes de María, la ausencia

de un producto clave como el señalado por Adolfo Meisel marcaba una diferencia

fundamental con respecto a la primera región. Además, los conflictos en torno a la

propiedad parecen en principio más evidentes por la ausencia de ocupación efectiva de los

supuestos propietarios175.

En tercer lugar, en las provincias anteriormente mencionadas existía interés efectivo sobre

la tierra. Este podía ser especulativo o inmobiliario, como denuncian los colonos de Achí y

Majagual respecto al interés que tiene Tafur Guerrero sobre los terrenos de la ciénaga de

Garrapata o como menciona el artículo de El tiempo del 11 de septiembre de 1921 en donde

se denuncia que los hechos de Lomagrande tienen que ver con el interés especulativo del

Petróleo. También podía implicar un interés en el establecimiento de grandes fincas

ganaderas, como ocurría en el caso de la American Colombian Corporation o la Lancashire

General Investment Company en cabeza de Elmy. Un anuncio publicado en Eco Sinuano

para 1915 pone en venta dos haciendas que cuentan en sus cercanías “con una gran

extensión de terrenos baldíos hasta cerca de “Turbo” que se pueden obtener como colono o

con bonos militares”176.

Mompós y Montería) son más productivas y adecuadas para el pastoreo (D. Benítez et al., “Factores determinantes en la eficiencia productiva de fincas ganaderas en la zona montañosa de la provincia Granma, Cuba.”, Revista Cubana de Ciencia Agrícola, núm. 42 (2008).) 174 Robert Cunninghame Graham menciona que las tierras ubicadas en las riberas del Río Sinú eran de una fertilidad inusitada (R.B Cunninghame Graham, Cartagena and the Banks of the Sinu (General Books, 1920). 175 Fals Borda menciona en la Historia doble que los propietarios de mercedes y caballerías coloniales frecuentemente tenían que recurrir a los baúles familiares para desempolvar los títulos que los acreditaban como dueños, así nunca hubiesen realizado ocupación efectiva de las tierras tituladas. Esto contrasta con el argumento de Reyes en Latifundio y Poder Político, en donde menciona que la zona de Corozal mantenía ocupaciones efectivas por parte de los propietarios desde el período colonial ( Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002. Algunos documentos sobre las tierras de Loba, 53, Reyes, Latifundio y poder político: La hacienda ganadera en Sucre.) 176 Eco Sinuano, 15 de abril de 1915

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54

En cuarto lugar, la abundancia de baldíos era un factor fundamental. Solo en Montería

existían 20.000 hectáreas de tierras baldías, de las que para 1916 10.000 estaban dedicadas

al pastoraje de 20.000 cabezas de ganado177. Fuera de eso, existían minas de filón, aluvión,

depósitos de carbón y yacimientos de petróleo “En gran extensión”178. Las maderas finas, si

bien existían, eran escasas, y minas de oro, piedras preciosas u otros metales finos no

existían. Las sabanas eran pocas para el momento, siendo predominantes las montañas y los

bosques179. Hay un dato final que llama la atención: “El valor de una hectárea de terreno

baldío, inculto, vale de cinco a medio dólar, según su distancia del río Sinú y a esta ciudad

de Montería y su calidad para cultivos”180. En San Martín de Loba la situación era similar,

con más de 50.000 hectáreas de tierras baldías en donde podrían caber más de 50.000 reses,

pero para ese mismo año se alojaban 4.000 en los terrenos del Municipio181. Con esto en

mente, es posible delinear tres causas principales: uno, la ausencia de un producto que

desviara la atención de la tierra a la distribución de las rentas. Dos, el interés efectivo por

la tierra, ya fuera para ganadería, petróleo o explotación de maderas. Tres, la existencia de

baldíos de buena calidad y con buenas condiciones de comunicación.

El interés sobre la tierra presionaba directamente la rudimentaria economía de los

campesinos, pues no ofrecía un producto del cuál podían sacar beneficio económico, y la

amenaza de ‘lanzamiento’ de las tierras estaba siempre latente. Además, con respecto a la

ganadería, ocurren varios fenómenos dignos de mencionar: Mientras el tabaco es en

Colombia intensivo en mano de obra182, la ganadería es una actividad de pocos brazos,

cuyas cadenas de eslabonamiento requieren del desarrollo de ciertas condiciones183 que

parecían no estar dadas en la región para el momento. Habría que examinar qué tanto

influenció esto en la decisión de los colonos de sostenerse en el conflicto.

177 AGN, Baldíos,I-123 (29/47). 178 AGN, Baldíos,I-123 (29/47). 179 AGN, Baldíos,I-123 (29/47). 180 AGN, Baldíos,I-123 (29/47). 181 AGN, Baldíos,C-102 (22/59). 182Camilo Barrios y Héctor Martínez, “Características y estructura de la cadena de Tabaco en Colombia”, Documento de trabajo No.15, ICA, s/f. ICA. 8 183Varios Autores, Argentina. La Apertura al mundo. Tomo 3 (1880-1930). (Buenos Aires: Taurus, s/f).

Page 55: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

55

El otro aspecto tiene que ver más con la calidad de las tierras que estaban en juego.

Generalmente, tendemos a pensar la “tierra” como un un bien abstracto desligado de

cualquier variable. Incluso en las reclamaciones del reformismo agrario, el “acceso a la

tierra” parece no tener en cuenta que ésta tiene muchas determinaciones claves tanto para

su productividad como para su ocupación, como la disponibilidad del agua, la calidad del

suelo o el acceso a caminos y carreteras que permitan una fácil comunicación del territorio

con otras regiones o partes del mundo. Esto parece haber jugado un papel fundamental en la

expresión geográfica de las disputas: en su mayoría, se encontraban en cercanías a ríos o

ciénagas, y en cualquier caso se encontraban en la cuenca hidrográfica de los ríos

Magdalena, Cauca y Sinú. Estas tierras, además, se encontraban en zonas donde los niveles

de fertilidad de la tierra son altos o muy altos184, cosa que se explica a través de las

estadísticas del IGAC, pero también de la impresión de fertilidad que produjeron en

viajeros como Cunninghame Graham185 Podríamos establecer una correlación entre las

disputas y la fertilidad de los suelos que explicaría por qué los conflictos se dieron en los

lugares que se dieron.

Mi hipótesis es que los conflictos sobre la tierra tenían que ver con la calidad física de esta

y su grado de intervención humana186. Junto a Eduardo Posada Carbó, afirmo que la

disponibilidad de tierra era amplia, pero discernimos en que ese no era el centro del

problema. Puede que las tierras públicas fueran abundantes, pero eso no implica que

existiera presión y conflicto sobre las tierras que tenían mayor fertilidad y que, además, ya

estaban preparadas y limpias por los colonos, por lo que estaban listas para el cultivo. Las

tensiones, entonces, se pueden resumir en los siguientes puntos: En primer lugar, existía un

interés sobre la propiedad de la tierra, ya sea con fines especulativos y productivos, y no

sobre el cultivo y comercialización de determinado producto; En segundo lugar, éstas 184 El artículo “Geografía física y poblamiento en la Costa Caribe Colombiana”, de Adolfo Meisel y Gerson Javier Pérez, tiene varios mapas basados en la información del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) que muestran que los suelos en la zona de la mojana y la depresión momposina fluctúan entre fertilidad alta y muy alta. Justamente allí es donde se concentran la mayoría de los conflictos. Por el otro lado, el valle del río Sinú comprende una pequeña franja de alta fertilidad en donde, presumimos, se localiza Montería. 185 Cunninghame Graham, Cartagena and the Banks of the Sinu. 186 Sobre esto:Sánchez, Fazio, y López, “Conflictos de Tierras, Derechos de Propiedad y el Surgimiento de la Economía Exportadora en el Siglo XIX en Colombia”; Hermes Tovar, “Los baldíos y el problema agrícola en la costa Caribe colombiana (1830-1900)”, Fronteras, núm. 1 (1980).

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56

tierras estaban habitadas por individuos que tenían allí sus cultivos de pancoger y sus

pequeños hatos de ganado, de donde derivaban su subsistencia. Ante la ausencia de

alternativas para mantener o mejorar su posición, decidieron emprender las luchas, por lo

menos, para mantener el statu quo. En tercer lugar, las tierras que habitaban estaban en

cercanía a ciénagas o ríos, vitales tanto para el desarrollo de proyectos agropecuarios y

empresas ganaderas, sin contar con la facilidad del acceso a vías de comunicación fluviales

que facilitaran el transporte del producto o el semoviente a mercados de consumo. En

cuarto lugar, el componente físico de las tierras, bien sea este comprobado empíricamente o

parte del imaginario de sus aspirantes.

V. Estrategias e instrumentos de acción política El estudio de las disputas en el Bolívar Grande ha dado cuenta ya de la variedad de causas

que llevaron a los colonos, campesinos e indígenas a iniciar disputas por la tierra. En este

sentido, el análisis interno de los conflictos, de su lenguaje y de sus consecuencias, es

importante para comprender cómo protestaban y de qué tipo de recursos estratégicos,

retóricos y prácticos se servían para el trámite de sus demandas. Por otro lado, este análisis

servirá para dar cuenta de la transformación e intensificación de los conflictos a partir de la

década de 1920. En Colonización y protesta campesina, Catherine LeGrand menciona que

a raíz del período de expansión económica que vivió Colombia entre el fin de la Primera

Guerra Mundial y el crack de 1929 el radio de influencia del gobierno nacional había

aumentado, las clases trabajadoras habían incursionado en la política y las expectativas de

los habitantes rurales habían aumentado ostensiblemente187. Esto provocó una

transformación de los conflictos en los que los campesinos y colonos ‘pasaron a la

ofensiva’ a través de la invasión de Haciendas a partir de 1928. Ante esto, considero que el

‘paso a la ofensiva’ se dio más en términos de intensificación de las acciones que en

cambio de estrategias, y que en todo caso ésta intensificación se dio más a principios que a

finales de la década de 1920.En el período 1910-1918, los conflictos tienen un promedio de

ocurrencia de 1.6 conflictos/año, mientras que en el período 1919-1925 el promedio

187 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 131

Page 57: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

57

aumenta a 3.14/ año. Después de 1925 el fondo baldíos deja de tener tantas reclamaciones,

pues éstas empezaron a ser tramitadas a través de los departamentos de policía. Los

informes del gobernador a la asamblea departamental toman relevancia en este sentido,

pero solo hablan del ‘clima hostil’ presente en la región y del ambiente conflictivo presente

hasta 1934, sin hacer mayor referencia a casos específicos. En todo caso, la intensificación

de las disputas es patente.

Así mismo, este análisis servirá para ver cómo se entendían las disputas tanto por los

terratenientes como por la prensa. También sería una oportunidad perdida no ahondar en los

vínculos entre las protestas y la construcción del Estado, pues esta investigación se basa en

su mayoría en documentos que reposan en archivos de instituciones públicas, lo que

implica que éstas eran de vital importancia para el trámite de las disputas. Los colonos,

campesinos e indígenas les exigían el cumplimiento de sus funciones y el respeto de sus

derechos, pero también a través de sus acciones y palabras moldeaban al Estado. Este

capítulo buscará mostrar qué tipo de estrategias utilizaron los colonos, campesinos e

indígenas para el trámite de sus demandas y establecer tres tipos distintos de acción: las

legalistas, orientadas al Estado y tramitadas por canales institucionales; las directas, como

tomas de tierras e intervenciones violentas ante las autoridades municipales, y las acciones

cotidianas, caracterizadas por su carácter ‘desorganizado’. En este sentido, este capítulo se

0

5

10

15

20

25

1910-1918 1919-1925

GráficoII.Distribucióntemporaldelasdisputas

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58

dividirá en dos secciones: En primer lugar, un ‘examen’ de las acciones legalistas y

directas, y en segundo lugar, una reflexión sobre las formas cotidianas de resistencia y sus

vínculos con la construcción del Estado.

a. Acción legal y acción directa. ‘Bolshevikismo’, tomas e intensificación

En 1922, varios vecinos de San Martín de Loba protestaron contra Daniel Villa por la

adjudicación de unos terrenos en arrendamiento para la explotación de bosques nacionales.

Los colonos dicen que en esas islas no hay bosques, “solo montes y tierras baldías”, y que

la intención oculta de Villa es “Establecer crías, fomentar cultivos y otras industrias muy

diferentes a la explotación de bosques”188. Los colonos mencionan que esto perjudica al

erario nacional, y que como “pequeños cultivadores y colonos que aquí fincamos de antaño,

[Villa] echarse (sic) sobre nuestros cultivos, arrebatarnos nuestras fincas, adueñarse de los

pastos naturales y montes incultos de donde derivamos nuestra subsistencia, para vivir, en

fin, a costas de nuestro sudor”189.

Continuando con la región de Loba, los colonos también utilizaron sus contactos entre las

personalidades de los pueblos para lograr un acceso más ‘informal’ a las autoridades

nacionales. A través de Pedro María Revollo, vecinos de San Martín de Loba envían en

1924 le envían a Diógenes Reyes, recién nombrado ministro de Agricultura, una carta de

felicitación por el nombramiento en la que le manifiestan su cariño y confianza en que

logrará cumplir la mejor de las tareas. Le mencionan, también, que “la patria los aclama” y

que hombres como él son los que se necesitan en los tiempos en que “la patria fluctúa a

merced de las compañías extranjeras”. También le mencionan que confían en su capacidad

de defender “[L]os sagrados derechos que con justo título nos han legado nuestro divino

redentor y los próceres que a fuerza de tanto sacrificio nos arrebataron de la dependencia de

España”. El párrafo final es lapidario: él está al servicio de la patria, y sus conciudadanos

188 AGN, Baldíos, H-141 (52-55/76). 189 AGN, Baldíos, H-141 (52-55/76

Page 59: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

59

pobres, así no puedan medir sus fuerzas, coadyudarán “[H]asta dónde nos sea posible, para

que vuestra justa y redentora obra sea eficaz”.

Coadyudar es, entonces, la palabra. Así los intereses de Revollo, de Cabrales y de los

colonos no tuvieran mucha sintonía, se coadyudaban para lograr, en todo caso, la derrota

del enemigo común, que encarnaba la American Colombian Corporation y que amenazaba

los intereses de la patria. Finalmente, Cabrales llega a Bogotá, donde se domicilia

temporalmente para entrevistarse con las autoridades nacionales y en donde incluso publica

un artículo en El Nuevo Tiempo, discutiendo el valor jurídico de los títulos de Loba190. Y

mientras en Loba los colonos apelaban a la Patria, en San Andrés de Sotavento y en el

resguardo indígena del Peñón apelaban a la colonia. Al contrario de todas las

reclamaciones, el argumento principal de los indígenas era la exhibición de los títulos

coloniales como una de las condiciones fundamentales de la defensa. En 1924, el secretario

de la junta de defensa del resguardo indígena de San Martín del Peñón le comunica a sus

compañeros en Loba que se siente muy satisfecho por que “ustedes reconozcan mi labor en

pro de los intereses que ustedes me encargaron defendiera. Y hoy, ya que tenemos los

títulos en nuestras manos, podemos decir que tenemos la pelea por terminada a nuestro

favor, pues con tales títulos los derechos adquiridos desde la época colonial, primarán

sobre cualesquiera reserva que por leyes posteriores se haya hecho la ilación sobre las

tierras e islas colombianas”191. Esta apelación a lo colonial, según Stern, muestra la

importancia de mirar múltiples marcos temporales simultáneamente. Marcos de corta

duración para entender los cambios recientes que hacen la rebelión o insurrección

campesina más deseable y posible, y para apreciar cambios dinámicos que ocurren en el

marco del surgimiento de conflictos. Por otro lado, marcos de larga duración para

entender la injusticias históricas, las memorias y las estrategias que forman los objetivos, la

consciencia y las tácticas de quiénes se rebelan192. Para el caso de los indígenas del Peñón

es claro: el lenguaje permite ver cómo los indígenas reaccionan ante cambios recientes que

190 “Valor Jurídico de los títulos de Mr. Cannon”. El Tiempo, Bogotá, 24 de agosto de 1920. 191 AGN, Baldíos, Tomo 50, Vol. 3 192Steve J. Stern, ed., Resistance, rebellion, and consciousness in the Andean peasant world, 18th to 20th centuries (Madison, Wis: University of Wisconsin Press, 1987). 11.

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60

los invitan a la acción política, y también explorar cómo las raíces de las estrategias se

ahondan en un marco temporal que va hasta la colonia.

Pero fuera de las acciones ‘legalistas’ existieron también las acciones ‘directas’. En 1919,

el prefecto de la provincia de Lorica manifiesta su preocupación frente la “descomposición

moral que nos ligó el ciclo eleccionario presidencial pasado. Las promesas difundidas en el

vulgo, promesas muy semejantes a los Bolshevikistas rusos, de repartición de tierras entre

los adeptos y de los capitales; exención del pago de impuestos, cuando el candidato para

presidente escogido por ellos llegar al poder, fue un incentivo poderoso para dejar un

sedimento pernicioso entre las masas”193. Este ‘sedimento’ parecía afectar desde hace

tiempo a la Hacienda Angola de San Onofre: Ya en 1910, la Procuraduría General de la

República llama la atención sobre la necesidad de “[A]tender la indicada por el señor

Gobernador de Bolívar, dirigido a ese despacho con fecha 29 de marzo último, necesidad

hecha palpable por infinidad de incidentes similares en otros departamentos de la

República”194, por lo que el hecho no era aislado. El suceso es interesante: Algunos vecinos de San Onofre, entre ellos Angel Olivo D, no ignorando que la Hacienda Angola es de propiedad particular, cuyos títulos están debidamente arreglados, quieren trabajar en ella y se empeñan en hacer nogatorio los derechos del legítimo propietario, del cual era mayordomo el extinto señor Henrique Watts, quien fue asesinado por la espalda hace ya varios días. Sucede que algunas veces los colonos, arguyendo que las tierras son baldías, pretenden despojar a los dueños, a los verdaderos propietarios, y otros son éstos los que quieren despojar a la Nación, argumentando que esas tierras son de propiedad particular195.

En el mismo San Onofre se presentó otro caso similar en 1908, en donde varios

cultivadores acordaron con Andrés Gómez, propietario de una finca en el mencionado

distrito, dejar el terreno apenas recogieran los productos de la cosecha. El apoderado del

titular mencionaba, sin embargo, que los colonos “[S]e aprestan a una nueva siembra

creyéndose dueños de una cosa que no les pertenece y desobedeciendo el mandato de las

autoridades”196. Estos dos conflicos evidencian, en primer lugar, que no todas las disputas

recaían necesariamente sobre la propiedad, asignación y ocupación de las tierras públicas.

193Gobernación de Bolívar.Informe del Gobernador del departamento a la Honorable Asamblea Departamental. (Cartagena: Imprenta departamental, 1919). 194 AGN, Baldíos, B-484 (484-464). 195 AGN, Baldíos, B-484 (1/47). 196 AGN, Baldíos, B-23 (53/79).

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61

En segundo lugar, que aquella afirmación de Catherine LeGrand sobre el paso a la ofensiva

que implicó los años veinte venía ya de tiempo atrás. Ateniéndome a lo dicho por el

procurador en el caso de la hacienda Angola, los incidentes son similares en otros lugares

de la república, lo que lleva a pensar que esta no era una situación excepcional. Las

invasiones ocurrían paralelamente al trámite de las demandas por la vía institucional, así

esta última fuera mucho más usual que la acción directa..

De regreso a la década del veinte y al caso de la ciénaga de Garrapata que mencioné

anteriormente, allí se expresaron no solo las acciones sino las preocupaciones de los

comerciantes y terratenientes. Rivas, uno de los que aspiraba a ser adjudicatario de los

predios adyacentes a la ciénaga, no está de acuerdo con los reclamos expuestos en el

apartado anterior. Considera que ocupa “[C]on ganados, cultivos de pasto, una porción de

terreno a orilla [de la] Ciénaga de Garrapata en el corregimiento [de] Musungá, [en]

Majagual”, y que el código fiscal lo ampara en su solicitud de adjudicación. Él considera

que los colonos que se oponen a sus pretensiones emprenden contra él ˝[A]taque personal,

destruir mis cercas de alambre, lo cuál constituye verdadero amago bolsevikismo estas

regiones”, por lo que se ve precisado a “solicitar a las altas autoridades protección [de] mis

derechos [para] evitar conflictos que establecerían situación de alarma”197. En este sentido,

las acciones directas no respondían a un solo tipo de causa, sino que hacían parte de una

estrategia más amplia de los colonos en el trámite de sus demandas.

Rivas expresa una preocupación que es síntoma de los tiempos convulsos que empezaron a

ocurrir en la década de los veinte. El bolshevikismo era una preocupación nacional que

aterraba incluso a los socialistas y liberales moderados, como lo mostraban varios artículos

de El Nuevo Tiempo en referencia al Terror rojo en Estados Unidos y en apoyo a las

decisiones del fiscal198. Según Henderson, la llegada de los años veinte a Colombia no solo

197 AGN, Baldíos, B-484 (1/47). 198 En El socialista de Bogotá es publicado un artículo el 6 de septiembre de 1920 en el que explican las diferencias entre socialismo y bolshevikismo. Según ellos, el socialismo es “democrático” y no se alimenta de la violencia. Fuera de eso, El Nuevo Tiempo de Bogotá hacía eco de los acontecimientos del terror rojo en los Estados Unidos, celebrando las decisiones del fiscal (James D. Henderson, La modernización en Colombia: los años de Laureano Gómez, 1889-1965, Colección Clío (Medellín: Ed. Univ. de Antioquía [u.a.], 2006).

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62

implicó crecimiento económico sino también un marcado clima de agitación social199 que

se expresó principalmente en las ciudades, con el auspicio de la naciente clase obrera y el

sector estudiantil. El movimiento laboral colombiano había nacido ya en 1919 y el eco de la

revolución de octubre permeaba las discusiones y las prácticas políticas de este nuevo

sector. Luego de una ‘década convulsa’, la agitación social tuvo una de sus más agrias

expresiones en la famosa huelga de las bananeras en el departamento de Magdalena,

fenómeno sobre el que la historiografía ha tenido una inusitada productividad200. A pesar de

esto, Henderson se concentra casi exclusivamente en cómo se expresó el fenómeno de la

protesta social y los miedos al bolshevikismo en entornos urbanos, y cuando refiere a

pequeños poblados y zonas rurales, es para resaltar el papel catalizador de María Cano e

Ignacio Torres Giraldo.

Retomo el caso del Baluarte Rojo de Lomagrande para explicar que esos diálogos entre

obrerismo y protesta campesina fueron mucho más fluidos. Vicente Ádamo y Juana Julia

Guzmán fueron figuras importantísimas para el movimiento, pues el primero, considerado

“ajeno” al medio rural en la medida en que no había nacido en la región y había trabajado

en actividades variadas por todo el caribe, es considerado un catalizador de las disputas en

la región. Fals Borda, Negrete y Chalarka muestran la importancia de estos dos individuos,

quiénes en el marco de la Sociedad de Obreros y Artesanos participaron en la defensa de

varias comunidades de campesinos asentados en terrenos cercanos a Montería201. Guzmán,

por su parte, fue delegada al congreso obrero nacional de 1920202 y pronunció un sentido

discurso frente a la tumba de una compañera que fue reseñado en El Socialista203. No

fueron los únicos: al congreso obrero de 1920 también llegaron organizaciones campesinas

de Mompós, Magangué y Sincelejo204. A nivel nacional también habían otro tipo de

acciones campesinas como las tomas en la Hacienda Tolima cerca de Ibagué y conflictos en

199Henderson.222 200 Al respecto: Marcelo Bucheli, Bananas and business: the United Fruit Company in Colombia, 1899-2000 (New York: New York University Press, 2005). 201Al respecto:Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002; Chalarka, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica; Negrete, Origen de las luchas agrarias en Córdoba. 202 El Socialista, Bogotá, 20 de marzo de 1920. 203 El Socialista, Bogotá, 26 de marzo de 1920. 204 El Socialista, Bogotá, 20 de marzo de 1920.

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63

la Hacienda El Chocho cerca de Fusagasugá, entre otros205. Pero la influencia no se limitó a

la esfera del obrerismo y el izquierdismo. Los personeros municipales y abogados locales

jugaron un papel muy importante en el trámite institucional de las disputas, pues como

mencioné anteriormente, eran los que le imprimían el sustento legal a las reclamaciones y

oposiciones, a veces sin mucho éxito206. En otras ocasiones, el personero jugó un papel más

activo en la resolución del conflicto, llegando incluso a enfrentar abiertamente a las

autoridades regionales207.

El desenlace para este baluarte fue trágico. A principios de septiembre de 1921, cuando un

juez ordenó la partición de los terrenos pertenecientes en títulos a Alcides Brun, la

resistencia campesina se activó, a lo que el gobierno respondió con el envío de un piquete

de Policía a las órdenes de Alfredo Navas al lugar de los acontecimientos. El teniente se

encontró con un “númeroso grupo de campesinos armados de machetes y revólveres, en

actitud hostil”208, que respondieron a los intentos de desalojo de la policía en combate

cuerpo a cuerpo.Navas fue ultimado a Machete, mientras que la policía descargó toda su

fuerza represiva, asesinando a diez campesinos. Los demás, lograron huir al monte209. Este

suceso no fue la conclusión de las disputas, sino más bien un síntoma de su transformación.

La Sociedad ganó cada vez más protagonismo en el escenario obrero nacional210 y los

conflictos violentos entre colonos, terratenientes y autoridades se hicieron patente. Ádamo

fue encarcelado hacia 1923 y posteriormente fue expulsado del país en 1925211. Este

último ha sido ampliamente estudiado y ha sido rescatado como un ícono de la resistencia

popular e incluso como un ‘bandolero social’212. Ante esto, considero que tanto Ádamo

como Juana Julia jugaron un papel importantísimo como catalizadores de este ‘paso a la

205Sobre esto:Pierre Gilhodès, Las luchas agrarias en Colombia, 4. ed., renovada (Bogotá: Ecoe, 1988). 206LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 207 El caso del personero Mier, de San Martín de Loba, es llamativo al respecto. Véase:Fals-Borda, Historia doble de la costa, 2002.178ª. 208 “Los sucesos de Montería”. El Nuevo Tiempo, 9 de septiembre de 1921 209 “Los sucesos de Montería”. El Nuevo Tiempo, 9 de septiembre de 1921. 210 Al respecto véase: El socialista, “Mensaje de Juana Julia Guzmán”. 26 de marzo de 1920; íbidem, “Montería y el 16 de Marzo”, 20 de marzo de 1920; íbid, “Proletaríos de todos los países, uníos. Federación de obreros y campesinos del Sinú”, 8 de diciembre de 1928. 211Chalarka, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica. 212 Al respecto, véase:Ivonne Bravo, “Bandoleros y delincuentes en el Caribe colombiano: 1850-1920” (Universidad Simón Bolívar, 2011).

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64

ofensiva’, pero no estuvieron al margen de las acciones institucionales o del recurso a la

prensa. Como ya he dicho, La sociedad de obreros y artesanos se sirvió del periódico El

Socialista tanto para participar de congresos obreros nacionales como para solicitar ayuda

financiera o de difusión de problemáticas. Ádamo, por su parte, solicitaba juiciosamente

información al ministerio de industrias sobre los títulos de varios predios localizados en las

inmediaciones de Montería213.

Para 1923 En San Martín de Loba, ocurrió un ‘golpe de Estado’ en la administración

municipal. Según el gobernador Gerónimo Martínez, “Por noticia del señor prefecto de la

Provincia de Mompós, que en el distrito de San Martín de Loba había ocurrido un serio

motín y que el Alcalde de aquél lugar había sido reemplazado por los revoltosos y

sustituido con el señor Víctor Angulo. Se supo además que la tranquilidad pública se

hallaba amenazada en Margarita y Palomino.”214. El prefecto de la provincia mencionaría

después que Los vecinos de los distritos de San Martín y Barranco de Loba habían formado

oposición contra los alcaldes por la compra que la American Colombian Corporation había

efectuado en los terrenos de sus respetivas jurisdicciones y que pretendían que las

autoridades le impidan a la compañía realizar los trabajos que busca emprender. Al cabo de

unos días, llegó el ejército y restableció la autoridad del alcalde, que se ‘exilió’

momentáneamente en El Banco, y en 1924 ocurren otros “desordenes inespecificados” en

Montería y Ciénaga de Oro.

Para 1933, la situación se extiende y llega a involucrar comunicaciones con el presidente

Enrique Olaya Herrera, en las que el gobernador le manifiesta su preocupación por que el

25 de marzo de dicho año “tuvo que enviar a la región de Majagual al comandante de

Policía y al señor jefe de la oficina de trabajo para restablecer el orden perturbado a causa

de los choques entre cultivadores y propietarios”. También pide ayuda para la selección del

alcalde de San Onofre, pues “Entre los municipios donde la propiedad raíz es motivo de

frecuentes pugnas entre propietarios y Colonos, San Onofre ocupa un puesto principal. Por 213 AGN, Baldíos, B-484 214 Gobernación de Bolívar. Memoria del gobernador a la asamblea departamental. (Cartagena: Imprenta departamental, 1919).

Page 65: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

65

esto, el alcalde tiene que ser persona experimentada en asuntos policivos”. Menciona,

finalmente, el caso de Montería, donde son frecuentes los “Conflictos entre campesinos y

terratenientes por la asignación de tierras públicas. El Alcalde de Montería dice que es

cierto que hay latifundios de hasta 25.000 hectáreas denunciados solo con fines

especulativos”215.

Este cambio de actitud política de los colonos hacia la diversificación de las acciones puede

tener que ver con la ineficiencia de la vía institucional para el trámite de las demandas o

con la acumulación de tierras públicas por parte de las haciendas ganaderas, sumado al

crecimiento poblacional de algunas regiones. La provincia de Montería, compuesta por los

municipios de Cereté, Ciénaga de Oro, Montería y San Carlos, pasa de 48.934 habitantes en

1918 a 102.668 habitantes en 1938216, mientras que las tierras públicas buenas –es decir,

fértiles y con acceso a buenas vías de comunicación fluviales y terrestres- disminuían217.

Además, el conflicto era también la expresión regional de un problema nacional218 que

desembocó en la nueva legislación de tierras promulgada por Alfonso López Pumarejo en

1936 y a la que los gobiernos nacionales no eran ajenos: en 1933, varios colonos le escriben

al presidente Olaya Herrera que un comandante Valderrama los obliga “[C]omo colonos a

pagar arrendamiento a favor compañía americana por estar revestidos autoridad”219. El

gobierno nacional le transcribe el telegrama al gobernador del departamento exigiéndole

más información sobre lo que ocurría en ese municipio.

215 AGN, SAA-II. 29.2 216 Censos de 1918 y 1938. Datos: elaboración propia 217Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950”. 218 Sobre esto: Marco Palacios, ¿De quién es la tierra? propiedad, politización y protesta campesina en la década de 1930 (Bogotá: Universidad de los Andes- Fondo de Cultura Económica, 2011).;LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 219 AGN, SAA-II.29.2

Page 66: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

66

b. Formas de resistencia cotidiana y construcción del Estado

En la Historia doble, Orlando Fals Borda cita a Pablo Mier en la descripción de la “lucha

contra la compañía imperialista” que aconteció en las tierras de loba y de la que se habló

en una sección anterior. Mier dice que el pueblo Comenzó a irritarse cuando los gringos echaron cercas de alambre de púas por el camino real de Mauricio a poca distancia del cerro de Doña María. Era la primera vez que lo veíamos, y nos espantamos porque iba en contra de nuestras costumbres de compartir la tierra, los playones y el monte. Empezamos a picar las cercas con machete para que se aburrieran los invasores extranjeros. Todos los días el alambre amanecía toleteado. ¿Quién fue? Yo no sé, yo no sé.220

Esta acción tiene una estructura diferente a la acción directa o legal. Se trata de una acción

espontánea, sin organización previa, cuya intención o motivo es la resistencia a la

“invasión” extranjera. Sin embargo, esta resistencia es difícilmente datable, y su éxito

radica precisamente en su imprevisibilidad y en el hecho de que permanezca oculta. James

Scott y otros221 han dado cuenta de este tipo de acciones como difícilmente datables y de

bajo perfil en contra de los grupos dominantes. Los campesinos, entonces, tienen éxito

cuando estas demandas no aparecen en los archivos222 o cuando no son relacionadas por

aquellos que ejercen el poder como acciones estrictamente políticas. Esta es, precisamente,

la gran diferencia con respecto a otras formas de resistencia campesina: la acción de los

everyday forms, si es exitosa, no se puede datar, pues la seguridad de los perpetradores

radica en el anonimato. La ciénaga de Garrapata es un buen ejemplo de esto. Rivas

argumentaba que los colonos lo amenazan con “ataque personal, destruir [sus] cercas [de]

alambre”, en un “verdadero amago de bolshevikismo (sic) en estas regiones”. Aquí,

pareciera que la acción fue asociada por el terrateniente a un instrumento de acción política.

Este tipo de resistencia también ha sido concebida como una respuesta de los subalternos a

la construcción del Estado, señalada por Charles Tilly como la forma en la que éste se

consolida en el territorio, generalmente a través de formas de invasión de la vida cotidiana 220Fals-Borda, Historia doble de la costa, 1979. 174A 221 Para Colombia, Michael Jiménez ha examinado los vínculos entre Raza, Clase y Resistencia campesina utilizando como categoría analítica las formas de Resistencia cotidiana en los Andes Colombianos. Al respecto: Michael Jiménez, “Class, Gender and Peasant Resistance in Central Colombia, 1900-1930”, en Everyday Forms of Peasant Resistance (London: Routledge, 1989). 222James C Colburn, Everyday Forms of Peasant Resistance (London: Routledge, 2016), http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&scope=site&db=nlebk&db=nlabk&AN=1288593. 20

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67

y de impuestos223. En mayo de 1923, Luis Seija fue asignado por el gobierno nacional

como inspector de Islas y playones en Bodega Central224. Su misión era cobrar el impuesto

de arrendamiento sobre las islas y playones de la república en una región en la que las islas

abundaban225 y desde el principio se le presentaron obstáculos, pues la alcaldía y el concejo

municipal le ordenaron al tesorero no cobrar ningún impuesto por ese rubro226. A pesar de

“[L]a rebeldía manifiesta de ellos [los pobladores] para someterse a las disposiciones del

mencionado decreto, resolví, para evitar se presentara un conflicto de malas consecuencias,

trabajar por los medios pacíficos”227. Pero para agosto del mismo año, Antonio Morales y

otros se negaban todavía a pagar el impuesto, pues alegaban que el río en el que se ubicaba

la isla de Morales no era navegable y por ende el impuesto no tenía ninguna aplicación

efectiva228. Seija perdió la paciencia y pidió el envío de policías, pues no tenía forma de

obligar a los colonos a cumplir con la obligación229. Después de un jalón de orejas del

Ministerio, el alcalde accedió a cobrar el impuesto, para lo que ha procurado el empleo de

medios “[S]uaves, que no han servido. [Los habitantes] pretenden lanzarme violencia, que

rehúso”230. Finalmente, el inspector menciona que es imposible “[S]ostenernos, oblíganos

retirarnos falta recursos”231. Aquí, al contrario del caso de la Ciénaga de Garrapata, los

colonos y campesinos parecieron salir victoriosos.

La resistencia al pago de impuestos es una de las formas cotidianas de resistencia más

datadas en los estudios sociales. Para el caso de China, Thaxton ha demostrado que ésta es

una de las formas más silenciosas pero poderosas en la resistencia al poder del Estado232.

Sus consecuencias son variadas: en primer lugar, enfrentan a las autoridades a través de los

rumores; en segundo lugar, evaden los impuestos, lo que lleva como resultado que los

223 Charles Tilly, The Contentious French (Cambridge: Harvard University Press, 1986). 224 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 225 Bodega Central se sitúa al sur de Bolívar y “frente” al actual departamento de Santander. Hace parte de la región biogeográfica de la depresión momposina, por lo que las islas fluviales son parte del panorama. 226 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 227 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 228 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 229 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 230 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 231 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 232 Roger Powers y William Vogele, eds., Protest, Power and Change. An Encyclopedia of Nonviolent action, from ACT-UP to Women’s Suffrage. (New York: Routledge, 1997). 174

Page 68: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

68

oficiales regionales de la institución no tengan presupuesto para funcionar. En tercer lugar,

recurren a las peticiones para reformular las condiciones del impuesto, y finalmente pueden

arremeter contra los oficiales de impuestos a través de la violencia.

El caso de Bodega Central guarda similitudes sorprendentes con este caso: el Alcalde Silva,

por ejemplo, responde al ministerio frente a un rumor de que no está interesado en el cobro

de impuestos diciéndole que nunca ha pretendido desconocerlo y que “informantes usan

armas vedadas mentirosas”233 para desprestigiarlo. Mientras tanto, el inspector de islas y

playones considera que el tesorero y el alcalde quieren “sitiarnos por hambre, obligándonos

retirarnos”234. Según esto, la acción cotidiana de resistencia puede ser una de las acciones

más efectivas pero menos llamativas en términos de acción política. A través de un hecho

aparentemente despolitizado –la evasión de los impuestos- se genera un fuerte impacto en

una de las dinámicas más importantes para la consolidación del Estado.

c. Protestas y construcción del Estado “Los Estados oprimen, pero también dan poder”, escribíó Derek Sayer. Oprimen como en

el Baluarte Rojo de Lomagrande, pero dan poder en la medida en que le otorgan a los

individuos y colectivos elementos estratégicos en la defensa de sus demandas. Considero

que el examen interno de las disputas elucida otras dinámicas complementarias a la defensa

y que atañen directamente a las formas cotidianas de construcción del Estado, expresadas

tanto en las palabras usadas en las reclamaciones –Nación, derechos, justicia- como en los

actores que intercedían en defensa de los colonos. En este sentido, las protestas no solo

elucidan demandas sobre el papel del Estado en el trámite de los conflictos o oposiciones a

su creciente injerencia, sino también pueden implicar demandas de reconocimiento. Las

protestas pueden ser contra el Estado o exigir su intermediación, pero también pueden dar

cuenta de su funcionamiento y de la forma en que se construye.

233 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 234 AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3.

Page 69: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

69

El problema del Estado ha sido objeto de revaloraciones tanto por parte de la teoría

marxista235 como por parte de la teoría social236 que han buscado repensar las nociones de

que el Estado es un mero “instrumento de la clase dominante” o la máscara ideológica de

un proyecto de clase. Contra esas proposiciones, las nuevas teorías plantean que el Estado

es un proyecto con pretensiones de hegemonía pero que siempre es fragmentario, y en el

que están en juego no solo el Estado en tanto un conjunto de instituciones sino también la

idea de Estado, compuesta por las prácticas y representaciones de grupos de personas con

respecto a su papel. En Colombia, se ha planteado que el Estado no ha existido en la

práctica, y menos en regiones alejadas de los “centros de poder” tradicionales, ubicados en

los puertos costeros y las ciudades andinas. Ante esto, Serje plantea que se debe replantear

su visión en Colombia y comprender que los distintos grupos de interés que ejercen el

poder local en las regiones son el Estado237. En este sentido, la ausencia del Estado, más

que describir las condiciones de las regiones, hace parte de ciertas categorías sobre la

naturaleza del territorio que justifican determinadas políticas de intervención.

Dejando esto claro, es menester analizar las reclamaciones para explorar cómo el Estado se

ve representado en las reclamaciones, tanto en la práctica como en los imaginarios o en el

lenguaje, pues es allí donde los individuos se reconocen como participantes del aparato

estatal. Así mismo, pensar el Estado a escala micro permite explorar cómo se aterrizan las

medidas tomadas en el centro político cuando se aplican a las regiones y cuáles son las

reacciones despertadas en los partícipes de esas medidas. Más importante aún, El problema

del Estado revela la apropiación de una idea fuertemente impregnada en los individuos que

apelaban a él para dar trámite a sus demandas. En el departamento de Bolívar estaba en

juego tanto la idea del Estado como el funcionamiento del “Sistema de Estado”. Lo primero

se expresa en el lenguaje utilizado por los colonos en sus reclamaciones al Ministerio,

mientras que lo segundo se muestra en la participación de “aliados del sector medio”238

235 Un buen balance de la reformulación del problema del Estado para el marxismo está en Juan González, “Volver al estudio del Estado desde el marxismo: aproximaciones y perspectivas”, Ciencia política 12, núm. 24 (2016). 236 Philip Abrams, “Notes on the difficulty of Studying the State”, Journal of Historical Sociology 1, núm. 1 (1988). 237 Margarita Serje, “El mito de la ausencia del Estado: la incorporación económica de las ‘zonas de frontera’ en Colombia”, Cahiers des Amériques latines, núm. 71 (2012). 238 LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950).

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70

como los personeros municipales o los tinterillos, que eran abogados empíricos,

generalmente de poblados pequeños o ciudades intermedias. Lo segundo en las

contradicciones en las que incurrieron Personeros Municipales y Alcaldes con respecto al

papel de las instituciones en la garantía de los derechos de los colonos o en la defensa de

nuevas adjudicaciones y propiedades privadas.

Regreso a San Andrés de Sotavento. En medio del conflicto por el resguardo, , José de

Jesús Beltrán y Jerónimo Dignases, como apoderados de varios vecinos de Corozal y San

Andrés, le escriben al presidente de la república exigiendo justicia ante atropellos de los

americanos en sus posiciones239. Argumentan que las tierras las Poseemos sin interrupción desde el virreinato para acá. Todos somos iguales y libres ante Dios y como no se nos ha contestado peticiones, rogámosle amonestar autoridades para que nos de las garantías [a las que] tenemos derecho240.

Resalté las palabras que a mi juicio expresan mejor cómo los colonos e indígenas adoptan

el lenguaje del Estado para el trámite de sus demandas que no necesariamente están

explícitamente ligadas a la tierra. La apelación a la libertad y la igualdad ante Dios puede

indicar que los indígenas se sitúan en la misma posición frente a sus conciudadanos

católicos. Que son civilizados, y más importante, evita estratégicamente la apelación a la

ley, lo que implicaría la eliminación de ciertos privilegios como la institución del

resguardo. En el caso de la Sierra Nevada de Santa Marta, Muñoz ha demostrado que los

indígenas arhuacos de la Sierra exigían sus derechos por habitar el territorio nacional y

apelando a nociones de la “colombianidad” como el patriotismo y el catolicismo para

legitimizar sus demandas241. Más allá de examinar si el uso de las palabras era ‘auténtico’ o

una vía estratégica para lograr sus objetivos, no deja de llamar la atención cómo ese tipo de

lenguajes son útiles para darle un sustento, bien sea de legitimidad o jurídico, a las

reclamaciones. Los colonos también se sirven de esta estrategia, pero utilizan

adicionalmente la normatividad vigente que les servía de arma en la defensa de sus

ocupaciones. El Estado Colombiano tuvo una legislación favorable a los intereses de los

239AGN, Baldíos, K-22 240AGN, Baldíos, Tomo 55, Vol 3. 241 Catalina Muñoz, “Indigenous State Making on the Frontier: Arhuaco Politics in the Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, 1900-1920”, Etnohistory 63, núm. 2 (2016): 301–25.

Page 71: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

71

campesinos y colonos242 y de la que éstos se sirvieron para el trámite de sus demandas. Las

citas al código fiscal de 1912 son frecuentes en las reclamaciones, y en la gran mayoría se

cumplen a cabalidad los requisitos para oposiciones o solicitudes de adjudicación. Así, casi

todos argumentan que ocupan el territorio desde hace más de cinco años, con lo que sortean

el primer requisito legal exigido para su protección.

Este uso de la legislación llama la atención, precisamente, por el papel que empezaron a

jugar los personeros municipales y los tinterillos locales en la defensa de los intereses de

los colonos. En la disputa de las Tierras de Loba, los personeros de El Banco y Barranco de

Loba solicitaron hacia 1910 varios conceptos relacionados con la exequibilidad de los

títulos y denunciando el cobro de terrajes por parte de la recién llegada Colombian Land

Investment Company. En 1915, el personero municipal de Magangué impugnó una

adjudicación a favor de Rafael Acuña en dicho Municipio, y Rafael Medina, personero de

Calamar en 1922, tomó la vocería de los colonos en un conflicto que tenía que ver con que

el alcalde del distrito “[H]a dado en venta un lote de terreno de más de 100 hectáreas donde

tienen sus fincas [de] pancoger carácter permanente”. Menciona, además, que al ser el

alcalde el vendedor, no habrá forma de interceder ante él, por lo que recurre al ministerio de

Agricultura.

Estos individuos fungían como el eje articulador e informador de las estrategias jurídicas de

los colonos para defender las ocupaciones de las tierras públicas. Según LeGrand, su papel

también fue importantísimo en la decisión de optar por la ‘opción legalista’. Sin embargo,

mientras los personeros y concejales tendían a simpatizar con los colonos, los alcaldes y los

jueces parecían estar del lado de los grandes solicitantes243. Esta fragmentación regional del

Estado da cuenta de la paradoja de este concepto: es un proyecto, entendido esto como con

pretensiones de hegemonía pero que en su realización se ve sujeto a confrontaciones y

tensiones entre los actores que lo representan. Así como los personeros y concejales estaban

en pugna con los alcaldes y los jueces, los ministros y gobernadores también se enfrentaban

242LeGrand, Colonización y protesta campesina (1850-1950). 243 LeGrand.110

Page 72: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

72

por las disposiciones acerca de las tierras públicas. Así, distintos individuos con intereses y

aspiraciones diversas entran en pugna por la aplicación de la ley, que está sujeta a su

interpretación y que está mediada por sus intereses propios o los que buscan defender. Y en

tanto representantes del Estado, lo convierten la realidad práctica en todo lo opuesto a un

proyecto hegemónico cohesionado: más bien, se trata de un conjunto de posiciones en

permanente confrontación. Sería un error pensar esto como una imperfección o como la

evidencia del caótico funcionamiento del estado Colombiano. Siguiendo a Muñoz, si

entendemos el Estado como una construcción sociohistórica, estas contradicciones e

inconsistencias son más intrínsecas al proceso del Estado y deben ser comprendidas como

parte constitutiva de su formación244.

Considero importante adicionar a la relación entre los subalternos y el Estado los recursos

retóricos utilizados por éstos últimos, por que demuestran que su comprensión de la política

está mediada por nociones éticas y morales, como en el caso anterior, históricas, como en el

caso de los indígenas de San Andrés, o ‘patrióticas’, como en el caso de los colonos

lobanos. Esto conlleva dos conclusiones: primero, así como la política no es esfera

exclusiva de los dominantes, la moral o las concepciones de la historia tampoco lo son. Así,

la justificación de los indígenas de San Andrés y el Peñón se ancla en cierta consciencia

histórica que recuerda la existencia colonial de los resguardos y la moviliza para demandas

del presente histórico. Así como señalaban en el Peñón, la disputa estaba saldada por que

los títulos coloniales tenían prioridad sobre cualquier tipo de ordenación ulterior. Segundo,

es menester incluir las creencias, las concepciones del pasado y otras esferas que son

indispensables para la comprensión de las estrategias que guían la acción política de los

actores sociales. Sin una comprensión de la política como un fenómeno que desborda las

instituciones y las acciones y se inserta también en la esfera de lo que creen las personas,

las normas que las orientan y el pasado que los justifica, el análisis político queda cojo.

244 Muñoz, “Indigenous State Making on the Frontier: Arhuaco Politics in the Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, 1900-1920”.315

Page 73: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

73

Más allá de eso, he demostrado que lo político se juega en acciones que van mucho más

allá de respuestas organizadas al dominio. Si bien el baluarte rojo y el caso de las Tierras

de Loba demuestran la complejidad de la organización de las luchas en torno a las tierras,

hay otras acciones que son más ‘cotidianas’ y que no por esto dejan de ser políticas. Cortar

los alambres de púas, discutir el pago de impuestos o ‘resistirse’ a la privatización de una

ciénaga son formas que no pueden escapar a nuestra comprensión de la política de los

subalternos. Siguiendo a Steve Stern, gran parte de la política de estos grupos recae dentro

de esta categoría, e ignorarla sería ignorar una de las formas más enérgicas por las que los

grupos subordinados manifiestan sus intereses políticos245.

VI. Conclusiones El departamento de Bolívar sufrió una transformación radical durante la primera mitad del

siglo XX. tuvo la escisión de dos de sus regiones, que se convirtieron en el actual Córdoba

y el actual Sucre, su aparato productivo se transformó y para los años cincuenta la

ganadería era, por mucho, la actividad económica principal de su espacio agrario. La

emergencia del Puerto de Buenaventura le quitó protagonismo en el escenario comercial

nacional e internacional y sus tasas de crecimiento económico, conjuntamente con los

demás departamentos de la Costa Norte, fueron inferiores a las del resto del país. Entre

tanto, el campo también cambió. La presión generada por el crecimiento económico sobre

las tierras públicas dejó un desenlace nada favorable para colonos y campesinos, pues las

propiedades mayores a 50 hectáreas se convirtieron en el pan de cada día246. Si bien la

región hasta 1960 no tenía en el rigor de la palabra una cantidad importante de latifundios

mayores a 2.500 hectáreas, las propiedades intermedias si mandaban la parada247. Las

tierras públicas fueron cada vez más escasas y su acceso por parte de colonizadores más

complicado.

Los conflictos analizados en este texto muestran que el problema de las protestas

campesinas es más complejo de lo que usualmente se piensa. En él no solo está en juego la 245Stern, Resistance, rebellion, and consciousness in the Andean peasant world, 18th to 20th centuries. 246 Van Ausdal, “The Logic of Livestock: An Historical Geography of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950”. 247 Van Ausdal.

Page 74: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

74

tierra sino también el acceso a los recursos físicos. Del mismo modo, las disputas no

ocurrieron sobre cualquier pedazo de tierra, sino sobre territorios con condiciones

medioambientales, económicas y de conectividad con los mercados muy específicas. La

depresión momposina y el valle del río Sinú, en este sentido, se convirtieron en los lugares

usuales de la protesta campesina en el Bolívar Grande durante el período estudiado,

mientras que las cercanías de Cartagena, los Montes de María y las sabanas de Corozal y

Sincelejo estuvieron casi al margen de la conflictividad, por diferencias tanto en el trámite

de los conflictos como en la estructura económica de las subregiones. Ante la pregunta de

por qué los campesinos protestaron en Bolívar, respondo que lo hicieron por factores que

iban desde la defensa de la ocupación hasta el deseo de lograr un pedazo de tierra, sin que

esto pase por alto los conflictos relacionados a la explotación de recursos o a los

relacionados con impuestos y municipios.

El establecimiento de la geografía de las luchas, por su parte, muestra que para examinar el

panorama de las protestas aquí o en cualquier parte del país es necesario atender a su

ubicación para tener una mejor comprensión del fenómeno. Esto permite, principalmente,

aterrizar la tierra a variables concretas y no pensarla como un recurso abstracto. La

espacialización de las disputas no solo permite datarlas en un mapa, sino que también invita

a preguntarse sobre las características diferenciales de las regiones que tienen conflictos

con las que no tienen conflictos. En este sentido, la espacialización no es un ejercicio

meramente descriptivo, sino que invita al análisis de las condiciones bajo las cuáles

emergen las protestas y que no responden solamente a factores sociales sino también a

aspectos físicos. Así mismo, la geografía de las luchas también invita a pensar la región

como un espacio complejo y variado en el que conviven distintas dinámicas económicas y

sociales que no es posible homogeneizar. Sin embargo, quedan varias invitaciones a la

investigación sobre este ejercicio: ¿Cómo se dio la acumulación de tierras en los Montes de

María y la zona de las sabanas? ¿Qué papel jugaron las casas de comercio y los bancos, tan

presentes en estas zonas y tan ausentes en la depresión momposina? ¿Cuál era la estructura

de la tenencia de la tierra en la provincia de Cartagena?

Page 75: “Por el terruño”. Disputas por la tierra y formas

75

Por otro lado, volver la mirada a los indígenas de la región evidencia que la cuestión

indígena no era un problema exclusivo de las zonas más densamente pobladas y

tradicionalmente asociadas a lo indígena como el macizo colombiano o el altiplano

cundiboyacense ni de períodos previos como la colonia o el siglo XIX. Aquí, en el Bolívar

Grande y el siglo XX, los indígenas defendieron el carácter comunal de la tierra apelando

a estrategias diferentes a las utilizadas por colonos y campesinos, y fueron algunos de los

vencedores al final del período. A pesar de la dramática disminución de resguardos en el

Bolívar, los resguardos sobrevivientes resistieron a la presión efectiva de municipios,

extranjeros y terratenientes.

Ante el cómo se rebelaron, respondo que tanto colonos y campesinos como indígenas

siempre prefirieron el canal institucional sin que esto implicase pasividad o aceptación de

las normas vigentes. Todo lo contrario: la apelación a las instituciones, cuando se examina

el lenguaje de las reclamaciones, deja entrever los pensamientos y creencias que

fundamentaban tanto la acción política como la decisión de apelar a las instituciones. Los

campesinos y colonos, fuera de estar al margen del Estado, contribuyeron enormemente a

su discusión y a la apropiación de un lenguaje cívico y republicano que fue fundamental

para la aceptación de las instituciones como el aparato encargado de dar trámite a los

conflictos. Las acciones directas, por otro lado, no aparecen en la década de los veinte ni

son necesariamente el resultado de la ineficacia de la vía institucional. Todas las estrategias

de acción hacen parte de un conjunto de tácticas siempre encaminadas a la defensa de los

derechos, el territorio o las explotaciones de recursos económicos, y todas estuvieron

presentes en la totalidad del período estudiado. Adentrarse en su análisis nos permite

entrever, además de las dos formas canónicas de interpretación –acciones directas y

acciones ‘institucionales’- las formas cotidianas de resistencia, que son más difíciles de

datar pero que no dejan de ser un componente fundamental de la protesta.

Este fue un ejercicio tanto académico como político, que buscó señalar la importancia de

atender a las particularidades de las regiones como elementos constitutivos del análisis de

la protesta campesina. Tras las tendencias nacionales se ocultan marcadas desviaciones

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76

regionales que hablan sobre causas y formas de acción complejas. También buscó la

importancia de atender al espacio no solo para mostrar la ubicación de los conflictos, sino

para explicar por qué se dio tal configuración geográfica. Y, finalmente, buscó señalar la

importancia de analizar no solo cuantitativamente las protestas, sino atender a sus

estructuras internas para comprender cómo comprendían los campesinos, colonos e

indígenas su papel con respecto a la tierra y a las instituciones.

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77

VII. Bibliografía

Fuentes primarias

I. Archivos

Archivo General de la Nación, Bogotá

1. Sección República

Fondo Baldíos

Fondo Enrique Olaya Herrera

II. Prensa

El Socialista, Bogotá

El Nuevo Tiempo, Bogotá

El comercio, Magangué

Dum Dum, Mompós

El tren expreso, Mompós

Eco Sinuano, Montería

III. Fuentes documentales Impresas

Ministerio de Industrias. Algunos documentos sobre las Tierras de Loba. Bogotá:

Imprenta Nacional, 1923

Gobernación de Bolívar. Informe del Gobernador de Bolívar a la Honorable Asamblea

departamental. Cartagena: Imprenta departamental, 1919.

Gobernación de Bolívar. Informe del Gobernador de Bolívar a la Honorable Asamblea

departamental. Cartagena: Imprenta departamental, 1920.

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Gobernación de Bolívar. Informe del Gobernador de Bolívar a la Honorable Asamblea

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Gobernación de Bolívar. Informe del Gobernador de Bolívar a la Honorable Asamblea

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