Postales de Caracas

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    Por Eduardo Gonzlez Cueva (*)

    POSTALESDE CARACAS

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    ATERRIZANDO

    El vuelo ha llegado temprano, y no ha llegado el taxista. Me hanadvertido que no tome ninguno de los informales que pululan en lazona internacional, dispuestos a estafar a los viajeros, o peor. Cir-culan historias de personas asaltadas por subirse a un taxi informal.Las cifras sobre criminalidad dieren, pero el gobierno admite que

    en el 2012 hubo 16,000 homicidios en el pas. Venezuela es el pas

    ms violento de Sudamrica.

    En menos de quince minutos, se me acercan tres informales aofrecer el trayecto y a preguntar si quiero cambiar dlares. Hayuna casa de cambio a la vista, pero no se ve mucha actividad enla ventanilla. El cambio ocial es 6.30 bolvares por dlar, pero

    el cambio en la calle est por encima de 24. De todos modos, lostaxistas-cambistas intentan seducirme con un Usted pone elprecio.

    El gobierno controla la cantidad de dlares disponibles para losciudadanos que viajan al exterior. Por qu es necesario controlar elmovimiento de divisas en un pas con tantos ingresos petroleros. Esuno de los puntos contenciosos de la disputa poltica en Venezuela.

    El resultado del control de cambios es que todo tiene dos precios enVenezuela. As, por ejemplo, el trayecto del aeropuerto a la capital,que puede tomar una hora, sale a unos 50 dlares al cambio ocial,

    o bien a 12 al cambio informal. En un caso, es demasiado caro, enel otro, demasiado barato. Por otro lado, los que acceden al dlar aprecio ocial, simplemente lo revenden en la calle y hacen plata con

    la diferencia, en vez de importar o producir.

    Lo que es baratsimo es la gasolina. El galn cuesta 37 centavos

    de Bolvar, es decir 6 centavos de dlar, al cambio ocial, o 1.5

    centavos al cambio informal. Si esto ocurriese en Lima, el dueo deuno de esos Mitsubishi nuevos que circulan, podra llenar el tanquepor medio Sol. Esta es otra de las cosas que quisiera entender de

    Venezuela; salvo que a diferencia del control de cambios este noes un punto contencioso: gobiernos de izquierda y derecha siempre

    han coincidido en mantener los precios de la gasolina bajos.

    El subsidio a la gasolina es ineciente, porque subsidia a los dueos

    de un auto ms que a los usuarios de bus; pero su presencia pareceser un dogma de la vida en este pas. La ltima vez que un gobiernointent elevar el precio de la gasolina o en puridad darle un precioreal y no simblico, en 1989, ocurri el levantamiento social que seconoce aqu como el Caracazo, y se gestaron las bases para el le-vantamiento de cuatro coroneles, entre ellos Hugo Chvez, en 1992.

    Cuando por n me recogen, le pregunto al conductor por qu, si la

    gasolina es tan barata, el taxi es tan caro. El conductor dice: Ah,bueno, es que, se puede decir, los venezolanos tenemos un pas

    bendito por Dios, pero no lo sabemos aprovechar.

    PROPAGANDA

    sta es una ciudad completamente normal. Caminando por lacalle, los sonidos, los colores, el desorden donde todo tiene su sitio,son similares a los de cualquier gran ciudad latinoamericana, y esmuy fcil sentirse en casa. En los parques, los jubilados discutenardorosamente un punto u otro, tal como en la Plaza San Martn, enLima; en las tiendas, te dan el vuelto con un a la orden parecido al

    de Bogot; los ambulantes venden arepas con queso, recin pasadaspor la plancha, y no sientes la menor diferencia con los taquerosmexicanos.

    La nica diferencia es la grandilocuencia que cubre cada super-cie libre de la ciudad: los eslganes del gobierno proclaman la

    revolucin desde enormes cartelones en los edicios pblicos, en

    las carteleras del metro, en los lados del autobs. Est tambin lapublicidad de las empresas privadas, pero el presupuesto de propa-ganda del gobierno ha de ser ms que generoso.

    Un discurso ocial, siempre masivo y homogneo, no puede sino

    generar la duda: Es genuino, se basa en creencias y sentimientospopulares espontneos; o bien es supercial e impostado? No dudo

    de la vinculacin emocional y religiosa del pueblo por el lder desa-parecido, ni ignoro el culto a Bolvar, pero el discurso que empapelala ciudad parece producido por una pluma nica, y kitsch.

    Dilema: O sta es una ciudad completamente normal, y la propa-ganda es impostacin; o bien el lenguaje de la propaganda es larealidad, y la normalidad de la calle es engaosa.

    EN EL CUARTEL DE LA MONTAA (1)

    El taxista no tiene idea de dnde est el Cuartel de la Montaa.Nunca he ido, dice, y es como una marca de identidad: lo que

    quiere decir es que no ha ido a visitar la cuna de la Revolucin Boli-variana, el cuartel desde donde el coronel Chvez inici el levanta-miento de 1992, que se conoce en Venezuela como el 4F; no ha ido

    a visitar la tumba del presidente difunto. Agrega, para dejar clarala distincin entre un mapa geogrco que conoce, y una identidad

    poltica que rechaza: S por dnde est, pero no he ido.

    En la cuesta que lleva del centro de Caracas al cuartel, hay que pasarpor 23 de Enero, uno de los bastiones electorales del ocialismo:

    un conjunto de edicios enormes, con paredes enmohecidas que

    le dan al barrio un aspecto descuidado y triste. En Caracas, lasmanchas de moho y los colores borroneados son esperables, porqueaqu llueve duro. Por cierto, murales y carteles adornan la carreteraa ambos lados con los lemas ociales, entre los que anoto las

    fotografas del caudillo y un eslogan: De tus manos brota lluvia devida. Te amamos!

    Las pinturas murales anuncian organizaciones sociales, adems

    La ltima vez que un gobierno intent elevar el precio de la gasolinao en puridad darle un precio real y no simblico, en 1989, ocurri

    el levantamiento social que se conoce aqu como el Caracazo, y segestaron las bases para el levantamiento de cuatro coroneles, entreellos Hugo Chvez, en 1992.

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    de lealtades polticas. A la entrada de una de las calles, en la que seinterna, reluctante, el taxista, un mural anuncia que sta es la Co-muna Socialista Simn Bolvar 23 de Enero: un conjunto de casas

    pequeas, limpias y recin pintadas, contrasta radicalmente con losedicios mohosos. Lo que no hay entre tantos murales es seales

    de trnsito y el taxista se pierde una y otra vez, hasta que alguien leindica por dnde ir.

    Desembocamos en una pista ondulante, al lado de una hilera dequioscos donde se vende pan, galletas y gaseosas. Cada puesto estescrupulosamente marcado a estncil con el nombre MercadoSocialista 23 de Enero. Entre los quioscos se levanta una construc-cin de madera, precaria pero cuidadosamente pintada de azul.Un letrero y smbolos religiosos indican que es la capilla de SantoHugo Chvez del 23, en cuyo centro reposa un busto de yeso del

    santo patrono. A la entrada, aguanta el sol un hombre impecable-mente disfrazado de Ch Guevara: barbado y pelucn, botas decampaa, uniforme verde olivo, boina negra. En qu consiste su rol,no tengo idea, pero parece gustarle.

    Llegamos al cuartel y el taxista se va, con cara de alivio. El reclutade la puerta, que es jovencsimo, pregunta por mi nacionalidad, yluego informa a otro que tiene la mano sobre la tranquera: Vienendesde Per para ver a mi comandante.

    AMOR Y MS AMOR

    La reciente campaa electoral ha dejado su marca en la ciudad.Muchas autopistas estn marcadas a lo largo de kilmetros con elrostro de Maduro, pintado en estncil, con los colores rojo, amarilloy azul de la bandera venezolana.

    Por el contrario, es casi imposible encontrar un solo cartel propa-gandstico de Capriles en el centro de Caracas. Ni un sticker, ni un

    grati. Para encontrarlos, debes ir al municipio del Chacao, donde

    viven varios estratos distintos de las clases medias y altas. Y aun ah,es raro encontrar aches del opositor. Uno se pregunta cmo pudo

    conseguir cerca del 49% de la votacin con un ambiente publicitariotan sesgado.

    Llama la atencin tambin la polaridad del discurso ocial. Por un

    lado, los mensajes son de una dulzura empalagosa: El Chavismoes alegra, es amor, es Patria, es tolerancia, es compaerismo, es so-

    cialismo, es paz, es felicidad, en n, es Chvez dijo recientementeel presidente Maduro. Por otro, los calicativos contra el opositor

    Capriles son biliares, y echan mano de todas las fobias posibles:perdedor, asesino, fascista, marica, judo, seorito, vago, cobarde,aptrida. Pareciera que el gobierno hubiera desencadenado unaavalancha de las pulsiones ms bsicas e intensas: eros y tnatos.La revolucin no tiene super ego.

    EN EL CUARTEL DE LA MONTAA (2)

    En la cola para entrar al Cuartel de la Montaa, me precede unadocena de jvenes funcionarios del Ministerio de Alimentacin,uniformados con polos de su empresa -Lcteos Los Andes- y sulogo: un corazn con el lema hecho en socialismo. Para pasarel rato, se toman fotos junto al monumento al levantamiento de1992: una llama votiva y los signos 4F erguidos en la entrada delcuartel. Parecen felices de tener el da libre y salir de paseo. Pasavolando un auto ocial con circulina y escolta. El visitante no tiene

    que hacer cola. Todos miran con curiosidad, pero en vano, porquelas lunas son polarizadas: una de las formas de proteccin frente ala ola criminal.

    Atrs mo, un seor mayor, en guayabera, rezonga: Cmo esposible perder 600 mil votos? Traidores, pues. Son chavistas de

    ocasin: para recibir noms, pero despus traicionan. Miserables.Malagradecidos. A cada frase, un amigo suyo asiente, no se sabesi por estar de acuerdo o por sacrselo de encima. El hecho es que

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    cada frase sube el volumen y el tono: El peor error del gobiernoes ser cristiano. Hay que meter a la crcel a todos los fascistas, em-pezando por ese marica de Capriles. Los jvenes de Los Andesdejan de conversar entre ellos y se ven nerviosos. Cuando por n

    entramos, los soldados cortan el grupo precisamente al llegar alseor de la guayabera y su amigo. Alguien dice uf.

    Nuestro gua es un capitn que nos explica las reglas de compor-tamiento que deben observarse en el cuartel: disciplina, nada defotos al llegar al catafalco, mucho silencio. Nos cuenta la historia

    del cuartel y sus smbolos. Al pasar junto a un can de pequeocalibre que apunta a Caracas, el capitn nos explica que ste se en-cuentra en perfecto estado operativo, y que cada da, a las 4:25 p.m.hace una salva, para marcar la hora a la que parti a la eternidadNuestro Padre. Seguimos la ruta. A mi lado, un muchacho le dice

    a su enamorada: Ese caonazo habra que tirrselo por el culo aCapriles. La chica re y lo abraza.

    LOS OJOS DEL COMANDANTE

    El discurso ocial est obsesionado con la mirada de Chvez. Un re-trato de alto contraste ha dado lugar a un logo, hecho con el detalle

    de sus ojos. El logo a escala colosal adorna la cumbre de la torre deocinas de la Asamblea Nacional, vigilando la ciudad; se reproduce

    en polos, aches y gratis pintados a estncil en las paredes.

    Segn sus seguidores, el Comandante no dorma nunca. En lajornada del 4F, vigilaba desde el Cuartel de la Montaa el curso dellevantamiento. Ya como presidente, desde el Palacio de Miraores,

    miraba hacia el Cuartel de la Montaa.Subi muy alto, muy alto he escuchado una y otra vez y desdeah nos mira y nos protege.

    Omnipresente, he visto el cono o el cono me ha visto a m en loslugares ms inslitos. De hecho, en lo que puede ser un exceso deentusiasmo, un acto fallido, o un audacsimo acto de disidencia, lohe visto adherido al carrito del recogedor de basuras que cruza laPlazuela El Venezolano. Imagino que alguien le har ver el detalle,

    delicadamente.

    EN EL CUARTEL DE LA MONTAA (3)

    Y al n, llegamos al catafalco de mrmol negro, entre los hsares

    rojos. La prohibicin del capitn se olvida en forma unnime y to-dos marcan el momento, con la cmara del celular. Tomar una fotosustituye el duelo, o se ha vuelto parte de l.

    En la galera del segundo piso, a la que no podemos entrar, el fun-cionario que ha llegado antes en un carro con circulina, acompa-ado de ociales de alto rango, observa la escena con gesto adusto.

    Por un momento me pregunto si es Diosdado Cabello los mismos

    ojos severos, la misma quijada feroz y curiosamente frgil pero no;

    debe ser otro. Embajador, mnimo. Eso s: se parece a Diosdado,por los labios fruncidos.

    Aqu, entre tanto, las mujeres han empezado a llorar, despacito. Yointento leer las palabras grabadas en el mrmol, pero es difcil: elcatafalco demanda que uno se estire en una postura forzada, comola de los dolientes que en un velorio se inclinan sobre el atad yponen su cara delante del cristal, como si no estuvieran contentoshasta opacar la cara del muerto con el aliento.

    Al fondo, tras una estatuilla de Bolvar, unos parlantes dejan oir,como a la distancia, algunos de los discursos del Comandante.

    Alguien debe haber pensado que sera una buena idea, pero distrae,como los celulares, como el estiramiento del cuello para leer laspalabras del catafalco. Si quieres recogerte, debes ignorarlo todo,o bien debes ver la escena desde la galera superior, y observar ensilencio, con la quijada entre slida y frgil, acompaado por un parde coroneles.

    No tengo esa opcin, ni celular, ni inclinacin por esta atmsfera

    tan cargada; camino en silencio, un poco por respeto a la muerte,un poco por compasin. El momento ltimo de este hombre, el ms

    ntimo y personal de la vida de todos los hombres, fue convertidoen un gran momento pblico; anticipado esperado o temido pormillones. Su agona, puntuada por pasajeros alivios o terrores, fueinvadida por millones de miradas; mediada, controlada y mag-

    nicada, por el poder. Sus alivios, ingenuamente celebrados por no

    pocos; sus terrores, rencorosamente anotados por no muchos. Yan as, en el instante supremo, estuvo solo.

    Todo transcurre en diez segundos. Lo que toma el notar las arnillasplateadas, el mrmol negro, la estatuilla de Bolvar, el secretoparlante y sus cables a la vista, el visitante importante en la galera,las mujeres que rompen a llorar, los hsares demasiado jvenes, ladecisin de ignorarlo todo y pensar: el ltimo suspiro ha de tomar,lo que toma esta visita breve.

    GOLPE DE BANDERA

    Salgo de la Librera del Sur, cargado de libros cubanos y de ejem-plares de la Biblioteca Ayacucho, inhallables donde vivo; y me in-terno por las callecitas del centro de Caracas. Ensimismado en mishallazgos, me doy de narices contra una bandera enorme que pendea la entrada de una casona colonial. Descubro que es la casa natal deSimn Bolvar, y me alejo para tener un poco de perspectiva.

    Mientras admiro la sobria casona y maldigo porque mi cmara notiene batera, ocurre un momento kodak. Una seora que viene con-versando con otra, se da de bruces con la misma bandera que me dioen la cara, pero no se lo toma con losofa, como yo: violentamente,

    se saca la tela del rostro y exclama, para que todo el mundo la oiga

    Qu joda! Me golpe con la bandera chavista!.

    Es casi imposible encontrar un solo cartel propagandstico de Ca-priles en el centro de Caracas. Ni un sticker, ni un grafiti. Para en-contrarlos, debes ir al municipio del Chacao, donde viven las clasesmedias y altas. Uno se pregunta cmo pudo conseguir cerca del 49%de la votacin con un ambiente publicitario tan sesgado.

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    Desde donde yo estoy, no se entiende por qu la bandera nacionalpueda ser llamada chavista, pero luego recuerdo que el gobiernodel Comandante cambi los smbolos patrios. Al arco de estrellasdel tricolor venezolano se le agreg una octava estrella, para signi-car la reivindicacin venezolana de la provincia de Guayana, cuyoterritorio se reclama al pas del mismo nombre. Se agreg tambinel escudo nacional, en el que un corcel blanco ahora corre hacia laizquierda, en direccin opuesta al smbolo original; presumible-mente para darle una cachetada a las seoras de derecha.

    DOS OBELISCOS

    La Plazuela El Venezolano, o San Jacinto, es pequea y sencilla. Asu alrededor, se levantan algunos lugares de valor simblico: la casanatal del Libertador, un templo colonial que todos conocen comoLa Torreta y un restaurante tpico que adoran los caraqueos viejos:La Atarraya.

    Pese al valor patritico, cultural y emocional de estos edicios, la

    plazuela es bastante pequea. Un nio podra correr a su alrededoren menos de un minuto y salvo por la forma sospecho que es mso menos de la extensin de la Plaza Francia, en Lima.

    Sin embargo, el espacio es violentamente roto por un obeliscodescomunal que se yergue a un lado de la plazuela: apilados unosobre otro, una serie de cilindros metlicos rojos y negros seyerguen hasta una altura de 47 metros. El lugar es tan estrecho que

    es imposible tener la distancia suciente para tomar una foto que

    reeje lo desaforado de la construccin que bajo el impacto de

    las noticias internacionales me deja la impresin de ser un misilbalstico intercontinental.

    Busco alguna explicacin de esta curiosa opcin arquitectnica.Un monumento a la conquista del espacio? Un regalo de la

    dinasta Kim? No hay placa alguna: solo una frase en la base del

    obelisco, que marca el bicentenario de la independencia: 1810-2010. No encuentro a nadie que me explique un monumento que

    parece decididamente fuera de lugar en esta soolienta y anticuadaplacita de la ciudad vieja.

    Anoto, sin embargo, una leyenda urbana. Antes de la ereccin deeste misil de hierro, hablar de el obelisco slo poda signicar

    una cosa: el obelisco de la Plaza de Altamira, en el Chacao; centrosimblico de la oposicin. El centro de Caracas, zona popular ybastin chavista deba tener su propio monumento, y deba superaral obelisco de mrmol, de 44 metros alrededor del cual se congregala oposicin.

    Los obeliscos son, por obvias razones, smbolos clsicos de lascivilizaciones patriarcales y de la dominacin masculina. Estn aso-ciados, segn parece, al culto solar y, por extensin, al monotesmo.Dos obeliscos en una misma ciudad son la marca de una irreme-diable polarizacin. Eso; o bien son la huella urbanstica de unaadolescente competencia por ver quin la tiene ms grande.

    EN EL METRO, ESTACIN CAPITOLIO.

    Es la hora punta, hmeda y agitada. Va a llover y las gentes seapuran. Entre la multitud individual, camina un grupo de indgenasguajiros, o Way, como ellos se llaman a s mismos, en sus trajestradicionales. Van conversando entre ellos, tranquilos; parece que

    hacen bromas sobre uno u otro, y siguen avanzando.

    Las mujeres cargan unos palos largos, de puntas que alguien haalado, aunque muy poco como para ser lanzas. Pregunto qu son

    y una de ellas me dice: Para hilar. Le agradezco y sigo hacia lostrenes, pensando en telares parecidos que he visto en el Cusco yen Mxico: los palos son una armazn sostenida por unas correas,tejidas en lana gruesa. Para trabajar, de un lado, se usa una correapara sujetar el telar a alguna estructura vertical y, del otro, se sientala mujer y tensa el conjunto pasando la otra correa por su cintura.

    El tren va en la direccin Palo Verde: a medida en que se aleja delcentro, empieza a pasar por los barrios elegantes. Baja cierta gente,sube otra, y la tensin es un runrn permanente en el vagn. Los

    Way han subido tambin, y van conversando en voz alta, a vecesrespondiendo a las preguntas de algunos pasajeros.

    El telar de cintura es un instrumento sencillo e ingenioso. Labo-rioso, del movimiento de estos palos toscos, y de los brazos fuertesde estas mujeres, van surgiendo diseos y colores intrincados yatractivos. Nunca lo haba visto desmontado. Es tan simple: solo

    unos cuantos palos ligeros y un bolso para llevar el hilo y el trabajodel da. Deb haber hecho ms preguntas, me lamento.

    Entonces, escucho la exclamacin, en voz bien alta, de una mujervestida de arriba abajo con los colores de la bandera, y que anteshaba preguntado para qu son los palos: Estn buenos parametrselos por el culo a Capriles.

    Los Way se miran entre ellos. Una chica rubia mira la escena conhorror. La mujer que ha dicho aquello, sonre, ufana.

    HABLANDO DE UN DICTADOR

    Se pueden decir muchas cosas de l. Era un dictador, puededecirse no? Pero hizo muchas cosas para el pueblo, que otros

    polticos nunca hicieron. Solo preocuparse de ellos mismos. Le dio

    casas a la gente pobre. Fue el primer presidente que hizo esa obra.Esas casas que usted vio en el 23 de Enero las hizo l.

    El taxista me est hablando de Marcos Prez Jimnez y su quin-quenio de gobierno, all por los aos cincuenta. Un militarultraconservador, producto de la Guerra Fra, amigo del dictadorperuano Odra y como l beneciario del boom internacional

    de la poca. Prez Jimnez construy obras de infraestructura quehasta ahora marcan el rostro de Caracas, en particular complejoshabitacionales de inters social.

    Yo no lo viv, pero mi mam me cuenta que l sala toda la noche arecorrer Caracas, a ver que todo est bien. Ese hombre no dorma,

    todo lo vea. Si encontraba un ranchito como estos que usted. ve,vena con un bulldozer y lo tumbaba; y llevaba a esa gente a losedicios, para que vivan como la gente, pues.

    Prez Jimnez cambi el nombre al pas, reform la banderanacional y aprovech el culto a Bolvar para justicar sus polticas,

    a travs de la manipulacin estratgica del pensamiento del prcer.Segn parece, el dictador tena algunas objeciones a la letra delhimno nacional, pero no lleg a cambiarlo.Tena buenas ideas. No lleg a hacerlas realidad todas no? Pero

    s pensaba en el pas. No como otros polticos. Ahora, una cosa era

    l y otra quienes le rodeaban, podra decirse. Quienes le rodeaban

    eran el problema. Porque l, si encontraba algo que estaba mal,

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    Si la autoridad de origen de este colegio cardenalicio est clara, loque no est claro es lo que vaya a suceder. Ser Maduro, antiguosindicalista capaz de negociar con las distintas partes, enfrentar lacrisis de divisas, la inacin, la deuda, el crimen, la polarizacin?

    Qu le puede ofrecer a Ramrez para que ste comparta suparcela? Qu aceptara Molero a cambio de moderar la compra

    de armamentos que golpea al sco? Quin convence a Cabello de

    aplacar una polarizacin que hace las transformaciones econmicasms difciles? Cmo hace una revolucin que es por denicin

    agitacin permanente para construir una rutina que permita,sencillamente, gobernar?

    SOUVENIRS

    A media hora de embarcar, busco algo para llevar a la casa. En-cuentro una tienda y pido el uniforme de la Vinotinto, que es comolos venezolanos llaman a su seleccin de ftbol; y un llavero con elrostro del Libertador, para la creciente coleccin de mi hija. Luego,considero por un rato largo qu objeto de la parafernalia chavistallevarme.

    Hay tazas de caf, imanes para el refrigerador, muecos de cermi-

    ca y posters. Opto por la taza de caf: es lo ms til, y no faltaralgn amigo que lo aprecie. Se lo doy a la vendedora, que juzga mieleccin con sonrisa aprobatoria. Busco en la billetera los ltimosbolvares que me quedan para la transaccin. No me alcanza. Hay

    una casa de cambio abierta al costado, pero no he visto a nadietrabajando, quiz porque nadie cambia al precio ocial. Hago el

    gesto de devolver la taza, pero la vendedora, mirando los dlares medice, amable, a veinte se los recibo. Me llevo la taza con los ojos

    del Comandante por 7 dlares: el equivalente de 30 tanques de carro

    llenos de gasolina.

    En los minutos que me quedan, entro a una librera al costado de lapuerta de embarque. No encuentro el diario que me interesaba: Tal

    Cual, dirigido por Teodoro Petkoff, uno de los socialistas crticosdel chavismo. Solo hay El Nacional y El Universal, los diarios

    de la derecha. Es lo que recibo me dice la vendedora, con cara dedesaliento. Con la misma cara, me pongo a revisar libros.

    Mientras tanto, dos seoras bien trajeadas revisan los peridicos ydiscuten sobre el pas. Mi hija tiene pasaporte europeo, dice unay le digo que se vaya. Pero me dice por qu me voy a ir? Este es mi

    pas Y tiene razn. Uno debiera poder quedarse en su pas, dondeuno es feliz. La otra le responde Ya ver que vamos a ser felices.

    Yo ni lo dudo. Dios es grande. Adems, ya ha quedado demostrado:bicho malo s se muere. Eso s, agrega: Yo no le deseo el mal anadie, por si acaso.

    Pongo el libro sobre el mostrador y le pregunto a la vendedora si losvenezolanos discuten mucho de poltica. Ay mi amor! me diceDe un lado y del otro. Y cuando se encuentran, Dios me libre. Ledoy los buenos das. Ya llaman a embarcar.

    (*) Socilogo peruano. Vive y trabaja en Nueva York. Publica el blog "La Torre de Marl"

    inmediatamente lo cambiaba. Escucho y asiento. Son poco ms delas 6 de la maana y hablo un poco entre sueos: Claro, pero ahoraustedes ya no lo tienen a l, sino a los que lo rodeaban. S, puesdice el conductor. Y sin darnos cuenta, ya no estamos hablando dePrez Jimnez.

    RUTINIZACIN DEL CARISMA

    De acuerdo a un viejo socilogo alemn, las formas de autoridad encualquier orden social son de tres tipos: la tradicional, en la que lossubordinados obedecen por respeto a la costumbre; la carismtica,en la que se obedece por creencia en las virtudes extraordinariasdel lder; y la legal-racional, en la que la fuente de autoridad es elacuerdo con reglas que se consideran legtimas.

    Uno de los problemas ms acuciantes de toda forma de autoridad esla sucesin en el poder. Las sociedades tradicionales suelen resolvereste problema a travs de la herencia; las sociedades donde el poderse ejerce en forma legal, a travs de procedimientos burocrticos,cuya limpieza y neutralidad es tan o ms importante que el resul-tado mismo.

    La sucesin es ms difcil cuando se debe sustituir a un lder ca-rismtico. Nadie tiene el ungimiento del pueblo, cuya identicacin

    con el caudillo es emocional y gratuita. Cuando muere un Papa, porejemplo, no deja herederos, por obvias razones; pero un cnclave delderes no elegidos se rene para decidir con la ventaja del secretoy el misterio el nombre de un sucesor.

    Los rituales estn cuidadosamente calculados para transferir elcarisma del antiguo al nuevo lder. Son una forma de rutinizary burocratizar el carisma, de aterrizarlo en la pedestre realidadcotidiana, para adaptarlo a las necesidades del poder concreto, delaqu y ahora. Y funciona: cuando se anuncia el nombre de un nuevoPapa, los seguidores aclaman, oran, lloran, aplauden y ungen lo queexperimentan como la presencia vicaria del mismo Cristo.

    Luego del Comandante Eterno, ninguno en la cohorte de sus mscercanos seguidores tiene su carisma. Lo que tienen es parcelas.

    El ministro de Petrleo y jefe de PDVSA, Rafael Ramrez, es elhombre con la cartera ms grande del pas. Diosdado Cabello, es elpresidente de la Asamblea Nacional y conserva el ascendiente que

    le da su posicin de exmilitar. Jorge Arreaza, el vicepresidente, estvinculado al aparato propagandstico. El Almirante Diego Moleroes la cabeza de las fuerzas armadas. Ah, y Maduro, claro, es el Presi-dente de la Repblica.

    Los que forman parte del nuevo gobierno radican su autoridad enalgn gesto del Comandante: el Presidente fue nombrado candi-dato por el mismo Chvez; el vicepresidente es yerno de Chvez;Diosdado Cabello comparti prisin con Chvez. Todos ellos sonparte de lo que Maduro ha llamado el comando poltico militar de

    la Revolucin Bolivariana.

    La sucesin es ms difcil cuando se debe sustituir a un lder caris-mtico. Nadie tiene el ungimiento del pueblo, cuya identificacin

    con el caudillo es emocional y gratuita.

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