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Capítulo Dos El auge de masas desde el Cordobazo 1969-1976 El Cordobazo marcó un hito en la historia de la clase obrera argentina. Como tal es aun hoy tema de debate 1 . Una parte de esa discusión es de índole académica, pero, en su mayor parte, tiene un carácter político. La valoración y las conclusiones a las que se llega sobre el Cordobazo tienen importancia para la caracterización global de la clase obrera argentina, su desarrollo, su conciencia y su potencial revolucionario. Nosotros coincidimos con Beba Balvé y su equipo al plantear que el Cordobazo ocurre en “el eslabón débil del capitalismo argentino. Lo suficientemente débil como para recibir con mayor crudeza y profundidad las crisis que afectan al país, y lo suficientemente fuerte como para poder reaccionar.” 2 Esta caracterización tiene significados múltiples. Por un lado, implica una nueva etapa en las formas de lucha de la clase obrera argentina. Esta etapa se vio signada por el recurso a la violencia (tanto guerrillera como popular) por parte de las masas. También, fue marcada por el planteo del socialismo como una alternativa viable de poder popular. Fue la primera vez en la historia argentina que la clase obrera se postuló como clase dirigente de otros sectores sociales en el proceso histórico nacional, en un desafío claro a la burguesía. Por otro lado, la caracterización también significa que la clase ha realizado una experiencia durante el período anterior que ahora se sintetizó en un salto en la conciencia. Esto se expresó con mayor claridad en nuevas formas de organización obrera, en el surgimiento de una nueva camada de dirigentes políticos obreros caracterizados como “clasistas” que representaron un quiebre con las tradiciones políticas del peronismo, y en un crecimiento de organizaciones políticas que representaban los intereses históricos de la clase. Debería quedar claro que el desarrollo de la conciencia de clase es planteado aquí de la manera más alejada posible de las formas positivistas (o sea, no es un camino ininterrumpido y ascendente hacia el socialismo) sino que se trata de un proceso dinámico y heterogéneo, con marchas y contramarchas y con contradicciones. De ser correcto lo anterior, deberíamos replantear algunas de las afirmaciones más comunes de la historiografía y la política actual. Por un lado, debería quedar claro que el avance sintetizado por el Cordobazo implicó que el peronismo, como alternativa política de la clase obrera, quedó a la derecha y por detrás del progreso histórico de la clase. En este sentido, no sólo significaba un freno a la profundización de las luchas y de la conciencia 1 Véase por ejemplo la discusión entre James Brennan y Nicolás Iñigo Carrera en Anuario IEHS, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro, números 12 (1997) y 13 (1998). En esta discusión Iñigo demuestra fehacientemente la endeblez del estudio de Brennan sobre el Cordobazo. 2 Beba Balvé et alia. Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su análisis (Córdoba 1971-1969) (Buenos Aires: Ediciones La Rosa Blindada, 1973), pág. 158.

Pozzi, Pablo y Schneider, A - Los Setentistas - (Cap 2) El_auge_de_masas_desde_el_Cordobazo

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Capítulo Dos

El auge de masas desde el Cordobazo

1969-1976

El Cordobazo marcó un hito en la historia de la clase obrera argentina. Como tal es

aun hoy tema de debate1. Una parte de esa discusión es de índole académica, pero, en su

mayor parte, tiene un carácter político. La valoración y las conclusiones a las que se llega

sobre el Cordobazo tienen importancia para la caracterización global de la clase obrera

argentina, su desarrollo, su conciencia y su potencial revolucionario. Nosotros coincidimos

con Beba Balvé y su equipo al plantear que el Cordobazo ocurre en “el eslabón débil del

capitalismo argentino. Lo suficientemente débil como para recibir con mayor crudeza y

profundidad las crisis que afectan al país, y lo suficientemente fuerte como para poder

reaccionar.”2 Esta caracterización tiene significados múltiples. Por un lado, implica una

nueva etapa en las formas de lucha de la clase obrera argentina. Esta etapa se vio signada

por el recurso a la violencia (tanto guerrillera como popular) por parte de las masas.

También, fue marcada por el planteo del socialismo como una alternativa viable de poder

popular. Fue la primera vez en la historia argentina que la clase obrera se postuló como

clase dirigente de otros sectores sociales en el proceso histórico nacional, en un desafío

claro a la burguesía. Por otro lado, la caracterización también significa que la clase ha

realizado una experiencia durante el período anterior que ahora se sintetizó en un salto en la

conciencia. Esto se expresó con mayor claridad en nuevas formas de organización obrera,

en el surgimiento de una nueva camada de dirigentes políticos obreros caracterizados como

“clasistas” que representaron un quiebre con las tradiciones políticas del peronismo, y en un

crecimiento de organizaciones políticas que representaban los intereses históricos de la

clase. Debería quedar claro que el desarrollo de la conciencia de clase es planteado aquí de

la manera más alejada posible de las formas positivistas (o sea, no es un camino

ininterrumpido y ascendente hacia el socialismo) sino que se trata de un proceso dinámico y

heterogéneo, con marchas y contramarchas y con contradicciones.

De ser correcto lo anterior, deberíamos replantear algunas de las afirmaciones más

comunes de la historiografía y la política actual. Por un lado, debería quedar claro que el

avance sintetizado por el Cordobazo implicó que el peronismo, como alternativa política de

la clase obrera, quedó a la derecha y por detrás del progreso histórico de la clase. En este

sentido, no sólo significaba un freno a la profundización de las luchas y de la conciencia 1 Véase por ejemplo la discusión entre James Brennan y Nicolás Iñigo Carrera en Anuario IEHS, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro, números 12 (1997) y 13 (1998). En esta discusión Iñigo demuestra fehacientemente la endeblez del estudio de Brennan sobre el Cordobazo.2 Beba Balvé et alia. Lucha de calles, lucha de clases. Elementos para su análisis (Córdoba 1971-1969) (Buenos Aires: Ediciones La Rosa Blindada, 1973), pág. 158.

obrera, sino que su evolución hacia opciones revolucionarias aparecía como una

imposibilidad histórica. El planteo de Evita por el cual “el peronismo será revolucionario o

no será nada”, se había resuelto claramente porque no sería nada. Así, las organizaciones

que conformaron la Tendencia Revolucionaria del peronismo, lucharon denodadamente,

con grandes sacrificios y gran heroísmo, por una alternativa que no era la que ellos

pensaban. En este proceso contribuyeron a sembrar confusión entre los trabajadores y, más

de una vez, a dar aire a un estado capitalista acosado por las luchas populares.

Queda claro que los sectores peronistas que se declararon “revolucionarios” (aun sin

serlo objetivamente) no fueron los únicos que tuvieron estos problemas. Distintos sectores

de la izquierda reformista también aceptaron la idea de “Perón como camino a la

revolución”. El resultado fue que las filas de la izquierda se dividieron, profundizando el

sectarismo, y poniendo un límite concreto al desarrollo de las luchas populares a través de

la fragmentación y el espontaneísmo. A pesar de plantearse como “vanguardia de la clase

obrera”, la mayoría de las organizaciones izquierdistas actuaban más atrás y sin

comprender la experiencia que estaba realizando la clase obrera.

I.

A mediados de 1968, problemas atinentes a las tácticas políticas y la orden de Perón

de proceder a la reunificación de las “62” (todo esto unido a una intensa represión)

redujeron la base de sustentación de la CGT-A.3 A pesar de ello, sus regionales

encabezaron diferentes movilizaciones populares contra el gobierno, asumiendo la defensa

de los obreros tucumanos, los petroleros de Ensenada y Berisso y otros. Desde fines de

1968 y comienzos de 1969 se fueron dando toda una serie de conflictos (huelga de YPF en

La Plata, Fabril Financiera, Citroen) que indicaban, por sus características, una creciente

combatividad y politización obrera.4 En este proceso, las nuevas camadas de militantes y

activistas de izquierda se fueron contactando con la clase obrera, a través de la

participación en los conflictos, y lo más politizado del activismo peronista se fue acercando

a ideas izquierdistas, aún sin romper con su ideología. Este proceso fue acelerado por la

crisis de mayo de 1969, que se sintetizó en el “Cordobazo”. Según Rouquié, “el Cordobazo

recordó a los gobernantes improvisados que la política no es ni un lujo ni un mal, sino una

3 Lorenzo Pepe (UF) atribuye el fracaso de la CGT-A a “los errores de su conducción central” puesto que “no hubo una línea coherente en la conducción”. En Osvaldo Calello y Daniel Parcero, De Vandor...Op.Cit. p. 115. Más factible es la agresión sostenida por parte del Estado argentino, las burocracias sindicales, y la burguesía internacional. Esto último es lo que indica la carta de Ramón Elorza en la que se jacta de haber reducido “la CGT de Ongaro a cero” y pide cien mil dólares a la AFL-CIO. Ramón Elorza a Andrew McLellan, 27 de marzo de 1969. IAD. 1969. Box 15. Folder 6. GMMA.4 El conflicto en Fabril Financiera demostró los límites del accionar de la CGT-A y, en particular, de R. Ongaro por el pobre desempeño en el mismo.

irreductible realidad. Desterrada por la fuerza se impone por la violencia en justa

compensación”.5

En mayo de 1969, confluyeron una serie de circunstancias que conformaron la

coyuntura de la cual surgió el Cordobazo.6 El día 13 de mayo, la dictadura derogó los

regímenes especiales que existían para el descanso del sábado inglés en la provincias de

Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba.7 Esto se agregó a los

descuentos zonales, vigentes desde principios de 1969, que permitían a los patrones de

estas provincias pagar salarios 11% inferiores a los de Buenos Aires. El gremio mecánico

cordobés convocó una asamblea general para el día siguiente. Más de 5.000 obreros

concurrieron y abuchearon al Secretario Nacional de SMATA, Dirk Kloosterman. En

respuesta, la policía “a las 16:00 horas exige el desalojo del local. Los obreros lo hicieron

en orden pero cuando ya estaban en la calle se oyeron manifestaciones de protesta en alta

voz y la policía inició una enérgica represión para dispersarlos. Se entabló entonces una

lucha entre los agentes del orden, que disparaban sus pistolas lanzagases, y los obreros que

se defendían con piedras y otros objetos contundentes [...]” 8

Al día siguiente, metalúrgicos y transportistas de Córdoba comenzaron una huelga

de 48 horas. Mientras tanto, en la ciudad de Corrientes, sede de la Universidad del

Nordeste, se generó una movilización estudiantil a raíz de la privatización del comedor

universitario. Esta fue reprimida en forma violenta, resultando muerto el estudiante Juan

José Cabral. En horas de la noche, la policía procedió a detener numerosos estudiantes.

En respuesta, la CGT de Corrientes y la federación de comerciantes cumplió un

paro de repudio. En Rosario, los estudiantes universitarios decidieron suspender las clases y

organizar un acto para el día siguiente. En este acto, la represión policial cobró una nueva

víctima, el estudiante Adolfo Ramón Bello. Movilizaciones similares en Tucumán y La

Plata también desembocaron en violentos enfrentamientos con la policía. La CGTA de

Rosario convocó a un paro general para el día 23 de mayo. El 20, Ongaro encabezó una

Marcha de Silencio en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, que fue

reprimida con un saldo de 20 heridos y 160 detenidos. Se sucedieron los enfrentamientos

callejeros entre la policía y los estudiantes en Tucumán, La Plata, Resistencia, San Juan y

Salta. Fue muerto, en Rosario, el estudiante de 15 años y obrero metalúrgico Luis Norberto

Blanco.

5 Alain Rouquié. Poder militar y sociedad política, pág. 285.6 Esto se basa sobre todo en Beba Balvé, Op.Cit. 7 El “sábado inglés” era una costumbre que permitía a los obreros trabajar medio día los sábados cobrándolo como jornada completa. Los “descuentos zonales” eran supuestos incentivos para atraer inversión industrial.8 La Prensa, 15 de mayo de 1969.

La situación amenazaba con desbordarse. El día 22, la CGTA llamó a la realización

de un paro general. Y el 23, la CGT de Rosario lo decretó, el acatamiento fue casi unánime.

En Córdoba, un grupo de estudiantes se atrincheró en el centro de la ciudad en el Barrio

Clínicas, pero fue desalojado por la policía después de fuertes combates callejeros. El

movimiento obrero de Córdoba decretó un paro general de 37 horas para el 29 de mayo,

con la adhesión de los estudiantes. Mientras tanto, continuaban los conflictos en Tucumán y

Rosario.

Al final, el 29 de mayo, los obreros cordobeses abandonaron sus puestos de trabajo

en cumplimiento del paro. Encolumnados, marcharon hacia el centro de la ciudad.

Dirigidas por el sindicato mecánico, a los que se fueron sumando estudiantes, empleados y

vecinos, las columnas de las fábricas fueron llegando a la ciudad. Allí las atacó la policía,

que intentó dispersarlas. Desde las 11 hasta las 14 horas se produjeron violentos

enfrentamientos en diversos puntos de la ciudad. Por la tarde, la mayoría de los testimonios

coinciden en que la policía apenas controlaba las diez manzanas en torno al Departamento

de Policía. Hacia las 17 horas, el Ejército se dispuso a entrar en acción. Esa noche, el

Ejército ocupó el centro de la ciudad y comenzó la tarea de recuperarla. Un obrero

mecánico recordó años más tarde:

“A eso de las cuatro de la tarde me cansé de estar dando vueltas con grupos de gente por el

centro de la ciudad, y me fui a casa. Ahí estaba, tomando mate, cuando escuché por la radio

que venía el Tercer Cuerpo [de Ejército]. Lo pensé un rato mientras mi mujer lloraba y

lloraba. Fui al armario y saqué la 22. Me metí una caja de balas en el bolsillo. Cuando

oscureció me fui al centro y busqué un edificio no muy alto. Subí a la azotea y me fumé un

negro cara al cielo. Todavía me acuerdo del sabor de ese negro como si fuera ayer. Un par

de horas más tarde escuché un jeep que pasaba despacito por la calle. Me preparé y … fah,

dos tiros, justito cuando pasaba por debajo. Tiraron con la ametralladora a todos los

edificios vecinos. Un rato más tarde pasó otra y… dos tiros. A eso de la medianoche

escuché a alguien que tiraba desde el edificio de enfrente. Había otro compañero. No estaba

solo. Unas horas más tarde me quedé sin balas. Desarmé la 22 y la metí en una chimenea.

Me dormí un rato y a eso de las seis esperé en el zaguán a que pasara gente. Me puse a

caminar con ellos. Un par de cuadras más allá me paró el Ejército. ‘¿A dónde va?’ ‘A

trabajar’, les dije. Y me dejaron pasar. […] La verdad es que no se si le pegué a algo, pero

había que hacer algo ¿no?”9

9 Testimonio de “Martín”, registrado por Cecilia Castelar, Nueva York, 27 de mayo de 1979 (mimeo). Según, el testimonio (no comprobado) “Martín” contó lo mismo al Grupo Cine de la Base en el documental Tiempo de Violencia.

En el Cordobazo pudo observarse la superación de las direcciones políticas,

sindicales y estudiantiles. La clase obrera y el pueblo, enfrentando a la policía primero y

luego directamente a las Fuerzas Armadas, otorgaron a estos hechos el carácter de un hito

histórico. Desde los acontecimientos protagonizados por el movimiento obrero en 1919 no

se producía una insurrección con luchas en las calles, con fogatas y levantamientos de

barricadas, con francotiradores y enfrentamientos masivos contra la policía (que se vio

obligada a replegarse). Además, es importante observar el papel desempeñado por los

vecinos de los barrios que, en el repliegue ante la entrada del ejército, apoyaron y cuidaron

de los manifestantes callejeros. Si el Cordobazo fue, por un lado, expresión de una

exacerbación de las contradicciones sociales después de 1955, en sus consecuencias resultó

una verdadera inflexión, un cambio cualitativo en las luchas obreras y populares.

Entre las múltiples discusiones que ha generado el Cordobazo se encuentra el debate

acerca de si fue organizado o espontáneo. Aquellos que reivindican su carácter organizado

hacen énfasis en el papel jugado por Agustín Tosco, la CGT-A, y la izquierda. Por su parte,

los “espontaneístas” plantean que la movilización rebalsó ampliamente las expectativas y

que la toma de la ciudad sorprendió a políticos y sindicalistas. De alguna manera esta

discusión encierra otra. Para los espontaneístas existió un divorcio entre la izquierda, sobre

todo la guerrilla, y la clase obrera “peronista”. De alguna manera, la espontaneidad del

Cordobazo confirmaría las hipótesis insurreccionalistas y haría innecesaria la guerrilla que,

según esta interpretación, surgió externa a la clase (desde la pequeña burguesía) y sin

comprender a la misma. En cambio, para los “orgánicos”, su hipótesis refrendaría el papel

de vanguardia de la izquierda política y sindical.

La realidad es mucho más compleja. Queda claro que nadie llamó a “tomar la

ciudad”, pero al mismo tiempo que esta combatividad no surgió de la nada. Asimismo, la

relación entre izquierda y pueblada fue que ambas se potenciaron mútuamente. La

militancia de izquierda tenía una inserción de masas en Córdoba, y el Cordobazo sólo se

puede entender si partimos de una relación dialéctica entre militantes partidarios, activistas

sindicales, obreros y vecinos sin organización. Por ende el Cordobazo tuvo ambas

características: organización y espontaneidad.

Por último, volvamos a Córdoba como “eslabón débil”, tal como lo planteamos al

principio de este capítulo. La industrialización cordobesa en las décadas de 1940 y 1950

significó el flujo de trabajadores desde otras partes del país y desde el campo hacia las

nuevas fábricas. Esto significó un caudal de experiencia muy variada que se iría

sintetizando lentamente en los lugares de trabajo. Al mismo tiempo, puso en claro que tanto

la burocracia sindical como el peronismo como ideología eran más débiles (“en solución”)

en Córdoba que en zonas como Buenos Aires,10 y que, por otra parte, estos obreros

cordobeses eran la síntesis de procesos históricos nacionales. Así, si bien Córdoba tenía

características propias, también expresaba un proceso complejo y dialéctico del conjunto

nacional que se repitió luego en varias ciudades del interior.

En todo lo anterior la izquierda jugó un papel fundamental, tanto en el proceso que

llevó al Cordobazo, como en su desarrollo y en sus efectos posteriores. La labor de la

izquierda en las décadas previas posibilitaron el Cordobazo. En todo momento, la izquierda

sirvió como vaso comunicante entre zonas, sectores y experiencias disímiles. A la vez, fue

elemento de difusión, debate y síntesis de la experiencia. Y por último, fue la única que

intentó (con muy variado éxito) profundizar el Cordobazo y sus lecciones en formas de

organización y lucha, como fueron las coordinadoras de gremios en lucha o el Movimiento

Sindical Combativo de Córdoba.

Las consecuencias del Cordobazo fueron múltiples. En lo inmediato, se mostraron

los límites de la implementación de una política económica que sólo venía a satisfacer los

intereses de la burguesía monopólica. El ministro de Economía Adalbert Krieger Vassena

fue sustituido, y si bien su sucesor intentó continuar una política similar, ésta ya estaba

condenada al fracaso.

En cuanto a los trabajadores, se observaron varios fenómenos y procesos. El

Cordobazo marcó el inicio de un auge de masas que se reflejó en la oleada de

insurrecciones y puebladas que se sucedieron entre 1969 y 1972.11 Puede considerarse

como la culminación de la etapa en que el movimiento obrero se encontró a la defensiva

desde las derrotas ocurridas en 1959-1960. Asimismo, demostraba que las variantes de

“izquierda” o “combativas” de la tradicional dirigencia sindical comenzaban a ser

superadas como antes había ocurrido con el vandorismo. Era evidente que se había

producido un profundo corte horizontal con las conducciones sindicales en el ámbito de las

organizaciones de tercer grado. Todas las tendencias sindicales, antes mencionadas, se 10 Si bien los estudios han enfatizado el Cordobazo como hito, lo mismo se podría decir del Rosariazo. Rosario en 1969, también se reveló como otro “eslabón débil” del capitalismo argentino.11 Existen diferencias apreciables entre las insurrecciones y las puebladas. Las movilizaciones en Córdoba, Rosario, Tucumán y Mendoza partían del movimiento obrero hacia otros sectores sociales. En el fondo no sólo cuestionaban el régimen sino también ponían en tela de juicio el sistema. En síntesis, eran un índice de un nuevo momento histórico en la Argentina.

A diferencia de insurrecciones como el Cordobazo, las puebladas fueron mucho más limitadas. Su eje era cuestionar el régimen marcando la búsqueda de nuevos canales de participación. Las puebladas partían de reivindicaciones locales y se expresaban a través de los vecinos y organismos comunales. Sus soluciones eran limitadas: cambio de intendente u otras autoridades, ayuda económica del gobierno nacional a la zona. Por último, en términos de participación social, la pueblada contaba con los notables de la localidad y con el pueblo en general, con una tendencia a que éste último rebasara a los primeros y éstos a su vez pusieran límites a la movilización popular. Cipolletti, Casilda, General Roca, Malargüe y otras poblaciones tuvieron “puebladas” muy combativas; pero --en esencia-- distintas, en su significado y contenido de clase, de las insurrecciones. Laura Azcoaga y Pablo Pozzi. Una aproximación al Rocazo (julio de 1972) (Buenos Aires: DONAC, 1986).

hallaban cuestionadas. Su accionar no sólo se encontraba limitado por el Estado (como

venía sucediendo desde 1967) sino también por la profunda impugnación de su base social.

Sin embargo, esta ruptura no alcanzó al poder gremial de algunas seccionales que, por el

contrario, lograron ponerse a la cabeza de estos acontecimientos como fue Luz y Fuerza de

Córdoba. En este sentido, la radicalización del proletariado y su definición “clasista”

prosiguió pero a través de direcciones y organismos locales.12 Esto implicó la conformación

de un nuevo grupo de dirigentes sindicales, independientes de la burocracia al frente de la

CGT, que condujo las movilizaciones de los gremios que llegarán a ser denominados

“combativos”, “clasistas” o “de liberación”. Además, de esta pérdida de control sobre las

medidas de fuerza por parte de las direcciones gremiales, y de la agudización de las luchas

intrasindicales, surgió por primera vez la violencia contra la burocracia incluyendo la

muerte de dirigentes y activistas a manos de sus contrarios peronistas. Ejemplo de esto

último fue la muerte de Vandor un mes después del Cordobazo.13 En el seno de las

organizaciones de izquierda, la ejecución de burócratas generó una intensa discusión que

fue saldada con la decisión casi uniforme en contra de este tipo de accionar. El criterio era

que la burocracia sindical debía ser desplazada por la lucha de las masas y no por el

accionar armado. Esto se sustentaba en una visión ideológica por la que no había que

substituir por las armas a las masas. Pero también, tenía un fundamento pragmático: si las

masas no estaban preparadas para desplazar al burócrata, entonces el desarrollo de su

conciencia no era lo suficientemente profundo como para aceptar la ejecución, y si lo era,

entonces no hacía falta ejecutarlo. La postura de las organizaciones peronistas era bastante

distinta ya sea por tradición (de alguna manera muchos de sus activistas se formaron de la

mano de la burocracia sindical e incorporaron muchos de sus criterios) o simplemente

porque la política era percibida como un problema de espacios y no de masas. En este

sentido, lo importante era la actitud de Perón y no la de millones de trabajadores. De ahí

que los Montoneros ejecutaran a José Rucci, como parte de la lucha política en torno al

vetusto general, sin importarles la reacción negativa del conjunto de la clase obrera,

incluyendo la de los combativos e izquierdistas opositores del burócrata de la UOM.14

12 Ver: Daniel James, "The Peronist Left, 1955-1975", Journal of Latin American Studies Vol. 8, No. 2 (1976).13 Es interesante considerar que, dentro de la izquierda, se debatía si la muerte de los burócratas sindicales era algo correcto o, si por el contrario, debían ser desplazados por el movimiento de masas. La AFL-CIO nunca tuvo dudas al respecto. Tanto en el caso de Vandor, como en el de Rucci y el de Kloosterman, acusaron sus muertes como duros golpes a cuadros de dirección captados, formados y capacitados durante años. Para los norteamericanos, no era fácil reemplazarlos y de hecho les tomó un tiempo lograr dirigentes que les respondieran con la misma efectividad que los muertos. Ver informes en los archivos de la AFL-CIO. IAD, Argentina 1966-1970. The George Meany Memorial Archive (Washington, D.C.)14 Si bien el ERP ejecutó a un burócrata de la FOTIA, lo hizo no como parte de su política sindical, sino porque éste colaboraba con los escuadrones paramilitares.

El crecimiento de la izquierda a partir del Cordobazo lo reflejó un informe del

Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (AIFLD), el instrumento

principal de la AFL-CIO y el Departamento de Estado norteamericano para impregnar con

su política los sindicatos argentinos. La nueva situación fue analizada, en 1971, por el

representante interamericano de la AFL-CIO, Michael Boggs, y reflejaba la nueva

preocupación. Explicó Boggs:

“La mayoría de los observadores objetivos del movimiento obrero argentino dicen que si

bien [Ongaro y Tosco] tienen cualidades mesiánicas, no representan un número importante

de sindicalistas. En Córdoba, muchos de los jóvenes peronistas de izquierda no son

peronistas, sino comunistas que se aprovechan del momento político para tratar de obtener

seguidores. Hasta pintan consignas con errores de ortografía para que parezca que lo

hicieron obreros y no el Partido Comunista.

“Aquí está el peligro. Si el movimiento peronista no es canalizado hacia una acción

política legítima [...] será una tarea relativamente simple reorientarlo por otras líneas, una

vez que no exista la posibilidad de una auténtica expresión del peronismo”.15

Este crecimiento, fue también explicado por el historiador Daniel James:

“A continuación del Cordobazo, la crisis tanto del régimen militar como de la cúpula

sindical, sumada a la creciente agitación de las bases, sobre todo en el interior,

proporcionaron un espacio donde los activistas políticos de extrema izquierda pudieron

moverse y alcanzar en importantes sectores de la clase trabajadora, una influencia que les

era negada desde hacía treinta años. Maoístas, peronistas revolucionarios, comunistas y una

variedad de grupos marxistas de la nueva izquierda alcanzaron, en el lapso 1969-1973,

considerable influjo en el movimiento de oposición interna de las filas sindicales. Muchos

de los grupos dirigentes que surgieron consistían en coaliciones de tendencias de

izquierda…”16

Es evidente que una buena parte de la izquierda se vio potenciada por los

acontecimientos de mayo de 1969. El levantamiento popular puso a la orden del día

numerosas discusiones teóricas, confirmando algunos análisis y desechando otros. Esto no

significó que se había agotado la discusión; por el contrario, esta se desarrolló con una

riqueza inusual. Lo que significó fue que los debates dentro de la izquierda se basaron,

desde entonces, en una práctica militante cada vez más acelerada y en una movilización

popular que nadie podía ignorar. Aunque la misma presentó diferentes lecturas. Otro

resultado fue que, durante el período pre Cordobazo, muchos grupos tuvieron una vida 15 Michael Boggs, “Impressions of the Argentine Labor Movement”; AFL-CIO Trade Union News vol. 26, no. 9 (septiembre 1971), pág. 6.16 James, Resistencia e integración, op. cit., 309.

efímera. El auge de masas transformó esto. Por un lado, implicó un crecimiento sostenido

de las organizaciones más significativas; por otro, presionó a muchos de los grupos más

pequeños a fusionarse en los más grandes. También, pareció confirmar la postura de

aquellos que reivindicaban la lucha armada como parte de las vías para la toma del poder.

A partir de mayo de 1969, se desarrollaron no pocas organizaciones armadas. Docenas de

grupos pequeños y medianos se lanzaron al accionar militar viéndolo como complemento

de la lucha de masas.17 Por otra parte, distintas organizaciones no armadas también

sintieron confirmada su postura en torno al crecimiento de la conciencia de la clase obrera y

la posibilidad de acceder al poder por otras vías, como por ejemplo la insurreccional.

Organizaciones como el Partido Comunista fueron atravesadas por clivajes profundos,

afectando su crecimiento con la pérdida de militantes hacia otras organizaciones. En todos

los casos, la izquierda se volcó hacia la clase obrera con renovada fuerza. Ésta a su vez

encontró respuesta a su combatividad en la izquierda y el apoyo en sectores del

estudiantado radicalizado.

Por último, con los nuevos activistas surgieron criterios que encontraban sus

antecedentes tanto en los anarquistas como en la Resistencia Peronista y en la CGT de

1936. Las luchas llevadas a cabo por los obreros de la construcción en El Chocón

(Neuquén), el nacimiento de los sindicatos clasistas SITRAC/ SITRAM y las huelgas de las

automotrices en el Gran Buenos Aires fueron algunos de los ejemplos más representativos.

Todos estos conflictos nutrieron a la izquierda.

El caso de SITRAC-SITRAM18 fue el más trascendente. Ambos gremios fueron

conformados en 1965 en las fábricas cordobesas de Fiat-Concord y Fiat-Materfer con el

objetivo de debilitar a los sindicatos nacionales que podrían haber organizado estas

fábricas, tanto al SMATA como a la UOM. Entre 1965 y 1970, las comisiones directivas de

los respectivos sindicatos se desenvolvían en total acuerdo con los deseos empresarios. En

marzo de 1970, el Secretario General del SITRAC insistió en firmar un convenio con la

empresa que había sido rechazado por tres asambleas generales. Surgió un movimiento de

base que lo desplazó y tomó la fábrica para lograr el llamado a elecciones limpias. En el

mismo mes, se produjo un proceso similar en SITRAM.19

17 Hubo una inmensa variedad de grupos y de posturas. Algunos tuvieron una clara inspiración foquista, otros los veían como una parte integral de la lucha política. En todo caso, la aparición de la lucha armada puso sobre la mesa de la discusión política de la izquierda la cuestión de las vías para la toma del poder como nunca antes. Todas las organizaciones se vieron obligadas a definir no sólo su postura en torno a este tema sino también a definir cómo pensaban que se iba a llegar a la revolución y cuándo.18 El SITRAC (Sindicato de Trabajadores de Concord) tenía 2.500 afiliados. El SITRAM (Sindicato de Trabajadores de Materfer) tenía 1.200. Ambos sindicatos mantenían su independencia de la CGT tanto local como nacional. Si bien, la participación de ambos gremios en el Cordobazo fue mínima, en el Viborazo fue destacada. Balvé, et al., op. cit., 105.19 Beba Balvé, et al., op. cit., 105-106.

Explica un delegado del SITRAC de esa época:

“Había muchos obreros jóvenes. Gente que venía de otras provincias y gente, como yo, que

venía del campo cordobés. Estábamos hartos de las componendas y los negociados, que nos

vendieran y nos traicionaran. Queríamos cambiar todo ya. Nuestra consigna era ‘Ni golpes

ni elección: revolución’. Y nos lanzamos a una movilización de base que generó una

participación muy alta de los compañeros. Ubicamos a los enemigos como la dictadura, la

patronal y la burocracia sindical. Pero no supimos bien juntarnos con el resto de la clase.

Pensábamos que íbamos a hacer la revolución desde el sindicato; o peor aún desde Fiat

nosotros solitos. Y así nos aislaron, hasta que después del Viborazo nos disolvieron los

gremios. Pero fue una escuela, allí se formaron camadas enteras de activistas y militantes.

Y también se aprendió que el gremio no es substituto del partido revolucionario. Y que la

revolución la hacemos entre todos o no la hacemos. Fuimos producto de una época y

fuimos madurando a los golpes.”20

El caso de SITRAC-SITRAM es un buen ejemplo para ilustrar la relación dialéctica

entre la izquierda y la clase obrera. Como señaló antes el testimonio de Gregorio Flores (en

el capítulo anterior), existía un trabajo de la izquierda que, en apariencia, no tenía eco. De

manera paralela al desarrollo de la situación nacional e internacional, los distintos factores

hicieron síntesis y produjeron un salto cualitativo en la conciencia de los trabajadores de

esas fábricas. La izquierda fue uno de los factores determinantes en este proceso. A su vez,

se nutrió de ello. Ambos sindicatos brindaron una cantidad importante de militantes obreros

a distintas organizaciones izquierdistas. Hombres como Flores, Massera, Bissi, Páez,

Oropel, Castelo implicaron un avance en la relación izquierda-clase obrera. Por otra parte,

la mera existencia del clasismo de SITRAC-SITRAM potenció a la izquierda y a otros

sectores obreros, como por ejemplo Villa Constitución o la zona fabril de San Lorenzo.

Inclusive, es notable como el clasismo influenció profundamente a un sector del peronismo:

el Frente Revolucionario Peronista (FRP), liderado por Armando Jaime, fue instrumental en

la conformación de la CGT clasista de Salta.

Como parte de este proceso, en 1970 y 1971, se desarrollaron toda una serie de

tendencias y agrupaciones que reflejaron el clasismo emergente. Por ejemplo, entre los

trabajadores mecánicos se desarrolló una tendencia sindical conocida como TAM

(Tendencia de Avanzada Mecánica) que impugnó en forma abierta la conducción de

Kloosterman en el gremio.21 Las luchas por los convenios colectivos, durante 1971, en

Chrysler y Citröen, significaron un punto máximo de conflicto entre esta corriente clasista, 20 Entrevista con Julio Oropel (México, 12 de marzo de 1982).21 El TAM estaba orientado por el PRT-LV. Sus integrantes formaban parte de la dirección de las Comisiones Internas de Citroen, Chrysler y Mercedes Benz y tenían influencia en Peugeot.

la dirigencia del SMATA y las empresas automotrices.22 En Córdoba se conocieron los

primeros pasos de lo que sería la Agrupación Sindical Primero de Mayo, conducida por

Salamanca y el Partido Comunista Revolucionario (PCR), y se establecían las bases del

Movimiento Sindical de Base conducido por el PRT El Combatiente, mientras que, en

zonas como San Lorenzo, militantes del Peronismo de Base y del Socialismo

Revolucionario establecían el clasismo en Petroquímica Argentina (PASA).23

Estos casos ejemplificaron el desarrollo de la época. Se dio una profunda crisis en

torno a las dirigencias sindicales. Eran incapaces para controlar y detener los reclamos de

las bases. Según Guillermo O'Donnell: “El surgimiento de las postergadas demandas

laborales canalizaba su acción hacia lo que estaban mejor preparados para hacer: ponerse al

frente de demandas económicas inmediatas, con un tono altisonante que no bastaba para su

simultáneo intento de absorber la activación popular y las metas más radicales que de ella

estaban surgiendo.”24 A esto se debe agregar que lo fundamental del período fue la fusión

de las demandas laborales con las tendencias izquierdistas de la época. De ahí el

surgimiento de “metas más radicales”.

Con el visto bueno del régimen, y con el apoyo de Perón, la conducciones sindicales

se abocaron a la tarea de reunificación y normalización de la CGT. Esto se logró a

mediados de 1970, con una central gremial hegemonizada por los sectores

“participacionistas”.25 Sin embargo, aunque fortalecida a nivel de cúpula, la burocracia no

logró detener la movilización de base.

El caso de José Rucci fue revelador del problema generalizado en la conducción

sindical. Rucci había llegado a la secretaría general de la CGT en 1970, después de la

muerte de Vandor. Ya que era un dirigente metalúrgico de segunda línea, su ascenso fue el

resultado de un compromiso concertado entre dirigentes más poderosos. En un contexto en

el cual la CGT estaba debilitada y muy cuestionada, los principales jefes sindicales

prefirieron no exponer su liderazgo frente a una organización sin poder. Sin embargo,

frente al desafío de la insurgencia en la base y a la crisis de legitimidad del liderazgo

sindical, cobró renovada importancia el papel de Perón y del peronismo. Nunca antes fue

tan real la cita de Vandor: “Si me saco la camiseta peronista, pierdo el gremio en una

semana”.26 Fue el apoyo del general desterrado el que catapultó a Rucci por encima del

poderío de otros sindicalistas. De esta manera el dirigente de segunda línea cobró una 22 Los trabajadores perdieron durante el primer conflicto. En cambio, el segundo fue favorable para los obreros mecánicos.23 En Córdoba fue notable que Agustín Tosco, quizás influenciado por el Partido Comunista, tuviera una relación conflictiva con el clasismo.24 O'Donnell, op. cit., 259.25 J. Correa, op.cit., 47 y Rotondaro, op.cit., 35826 Citado en Rodolfo Walsh. ¿Quién mató a Rosendo? (Buenos Aires: Editorial de la Flor, 1986), pág. 158.

importancia inesperada producto de la coyuntura y de la necesidad del líder proscrito de

imponer el “verticalismo” en el seno del sindicalismo.

Con escaso margen de maniobra frente al régimen, presionada por las bases y con

una crisis de legitimidad creciente, la cúpula sindical se abroqueló en el peronismo. Los

agrupamientos y tendencias político-gremiales, tan comunes entre 1958 y 1968, pasaron a

segundo plano. Se fortalecieron las “62 organizaciones”, donde confluyeron todas las

tendencias sindicales peronistas, para poder enfrentar en mejores condiciones al desafío de

“los zurdos”.27 En este sentido no se equivocaban. La unidad de todas las tendencias del

peronismo, en torno al modelo de 1946-1955 y el retorno del general Perón, intentaba

frenar la creciente influencia de la izquierda en el seno de la clase obrera. El discurso

peronista, por momentos con palabras progresistas, encerraba un macartismo larvado que

tenía como objetivo aislar a los sectores radicalizados y canalizar el movimiento de masas

por vías institucionales. A esto contribuyó toda una serie de militantes peronistas de

izquierda y revolucionarios que creían en el discurso del militar exiliado. Incluso, esto era

aún más problemático a nivel ideológico. El modelo peronista era populista, autoritario, y

capitalista; no socialista, en cualquier acepción del término. De ahí que la Tendencia

Revolucionaria del peronismo generara, al mismo tiempo, expectativas y confusión al

plantear que el retorno del General Perón era la vía hacia el socialismo argentino.

II.

El gobierno, a pesar de la intensa represión puesta en práctica, parecía cada vez más

incapaz de sofocar la protesta popular. El día 8 de junio de 1970, los tres comandantes de

las Fuerzas Armadas solicitaron a Onganía su renuncia y ante la negativa de éste lo

derrocaron. Las Fuerzas Armadas colocaron en la presidencia de la República al general

Roberto Levingston, representante argentino en la Junta Interamericana de Defensa en

Washington. Durante su breve período de gobierno, Levingston intentó reconquistar bases

sociales estableciendo alianzas con sectores no contemplados por el anterior dictador.28 A

ello condujo la política económica que comenzó a implementar el ministro de Economía, el

Radical Intransigente Aldo Ferrer. Este, intentó reactivar el mercado interno y restablecer

un cierto proteccionismo para favorecer a la burguesía industrial.29 Asimismo, trató de

27 Así designaba la burocracia sindical no sólo a la izquierda marxista sino a todas las tendencias democráticas y combativas del peronismo.28 Para una caracterización más profunda de Levingston y su proyecto, ver Alain Rouquié. Poder militar..., pág. 287.29 Para una discusión del plan económico ver: Mónica Peralta Ramos. Acumulación de capital y crisis política en la Argentina, 1930-1974 (México: Siglo XXI, 1978), págs. 210-221. También Oscar Braun y Ricardo Kesselman, "Argentina 1971. Estancamiento estructural y crisis de coyuntura", en Oscar Braun, comp. El capitalismo argentino en crisis (Buenos Aires: Siglo XXI, 1973), págs. 45-72.

lograr acuerdos con las organizaciones políticas y sindicales.30 El resultado inmediato de

esto fue reactivar la espiral inflacionaria. En lo político, el nuevo programa presentado por

el presidente, generó un fuerte descontento en un sector de las Fuerzas Armadas. Con

respecto a los partidos políticos tradicionales, también se encontraban preocupados por el

cariz que estaba tomando la lucha de clases en la Argentina. En este sentido vieron con

buenos ojos la iniciativa de Levingston y profundizaron su compromiso. Si durante el

régimen de Onganía docenas de políticos radicales, intransigentes y peronistas habían

servido de funcionarios de facto, durante el régimen de su sucesor esto se amplió hasta

incorporar notorios dirigentes en los ministerios y abrir el diálogo con la intención de

encauzar la conflictividad social dentro de los marcos institucionales. Era claro que se

iniciaba una carrera entre los sectores procapitalistas de la sociedad argentina y la izquierda

para ver quién lograba canalizar las demandas populares, si dentro de los marcos

institucionales del sistema o hacia una salida revolucionaria.

En marzo de 1971, hubo en la ciudad de Córdoba una nueva insurrección: el

“Viborazo”. La misma reflejó cuánto había avanzado la situación desde 1969. Así llamada

por las declaraciones del nuevo gobernador de la provincia,31 esta nueva insurrección fue

más organizada y menos espontánea que su antecesora. No sólo participaron gremios como

Luz y Fuerza sino que se agregaron SITRAC/ SITRAM. Sin embargo, lo más importante

fueron los elementos que apuntaron a un desarrollo y a los límites de la conciencia de clase

entre los trabajadores. Balvé y su equipo se encontraban en Córdoba durante el Viborazo y

aprovecharon para entrevistar a distintos obreros. En una entrevista con un obrero de

SITRAC se desarrolló el siguiente diálogo:

“P: Hay gente que dice que la nueva comisión, ésta, está formada por marxistas. Usted, los

obreros, ¿qué cree que piensan?

R: No, no. Nosotros decimos que no es un marxismo. Nosotros somos nacionalistas,

nosotros no tenemos nada que ver con otra política. Que nosotros creemos que lo que tiene

que venir acá es un socialismo, sí, pero nacionalista, no marxista como dice la gente que

somos.

P: ¿Qué quieren decir cuando ellos dicen por ejemplo que son clasistas?

R: Bueno, yo interpreto que clasista es el elegido por las bases y opino que clasista quiere

decir que estamos por un socialismo.

P: ¿Y los obreros podrían tomar el poder?30 Rouquié, Poder militar..., 288.31 El nuevo gobernador, nombrado por Levingston, Camilo Uriburu, ex diputado conservador incorporado al peronismo en 1946, declaró que: “[...] confundida entre la múltiple masa de valores morales que es Córdoba por definición, se anida una venenosa serpiente cuya cabeza le pido a Dios, me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo”. De ahí el nombre de “Viborazo”. Citado en Balvé, op. cit., 24.

R: No creo que un obrero pueda tener capacidad para ser presidente. Tenemos gente

capacitada, como ser para dirigir una CGT clasista, estaría capacitado. Ahora como le digo,

eso, no más.

P: Ahora, ¿qué entendería usted por socialismo?

R: [...] Bueno, yo creo... yo interpreto un socialismo como quien dice acá somos... acá el

socialismo tiene que ser de izquierda, ¿no? El que venga un socialismo de derecha... de

centro, no... es lo mismo... que cualquier otro partido... Yo considero que un socialismo...

que la gente quiere... quiere tener trabajo... que trabajemos todos, no solamente que

trabajemos 4 o 5, porque la gente cree que el socialismo está bien un sector y el otro

sector... este va a vivir panza arriba ¿no es cierto? Yo opino que no, que en el socialismo

hay que trabajar todos en conjunto para hacer producir la nación... ¿no es cierto? O sea que

si uno va a un hospital, uno necesita un remedio... que realmente esté el remedio, que tenga

una cama. Porque ahora uno va al hospital y no se lo atiende. ¡Pero no porque estén en

huelga, sino porque no hay ni una pastilla, ni un geniol hay! Según eso le puedo decir..., yo

opino que en un socialismo todo eso no existe. Hay una igualdad de clases... no sé cómo

interpretarán eso. Y eso para mí es el socialismo.”32

Lo que refleja la entrevista es que ha surgido el “clasismo” como alternativa a la

política sindical del “vandorismo”. Es evidente que el socialismo es entendido en términos

generales, no como un tipo de sociedad distinto sino más bien como mejoras en la forma de

vida del trabajador. En la práctica, esto conforma una especie de poderoso programa de

transición, a través del cual la visión socialista entronca con la vida cotidiana del trabajador.

Con claridad, he aquí un resultado del trabajo gris y cotidiano de miles de izquierdistas

durante años: el vínculo entre socialismo e izquierda que refleja el testimonio implica un

comienzo de quiebre con la visión peronista del socialismo nacional y con la visión

reformista de los viejos socialdemócratas como Américo Ghioldi. Asimismo, la entrevista

refleja los límites en el desarrollo de la conciencia. Si bien constituía un desafío a la cúpula

sindical y al control de la producción por parte de la patronal, no alcanzó a tener suficiente

desarrollo y profundidad como lo expresan las ambigüedades del testimonio anterior.

Inclusive, esto se expresó en la principal consigna del Viborazo: “luche, luche, no deje de

luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. La consigna en sí reflejaba una profunda

impugnación al sistema; pero, a su vez, el hecho que no tuviera continuidad después de

finalizada la movilización significaba tanto un problema de la izquierda para hacerse eco de

consignas populares como de los propios participantes que no lograron trasladar esta

reivindicación a las distintas organizaciones políticas y sociales.

32 Balvé, op. cit., 34-35.

Los efectos del Viborazo sobre la superestructura política fueron tan contundentes

como los del Cordobazo. A fines de marzo, Levingston fue destituido. Su lugar pasó a ser

ocupado por el comandante en jefe del Ejército general Alejandro Lanusse.

Las profundas convulsiones sociales caracterizadas por las puebladas no sólo

abarcaron las grandes ciudades del país como Córdoba. Su alcance se extendió hasta los

lugares más recónditos, revelándose imparables hasta la apertura de 1973.33 Con solo

revisar los diarios de junio y julio de 1972 se puede evidenciar que el país entero estaba en

conflicto. Las centrales obreras del interior organizaban paros lanzando a las calles miles de

obreros y empleados que sitiaban las casas de gobierno y las municipalidades,

atrincherados tras barricadas para resistir la represión. Como la policía no alcanzaba para

contener la movilización popular, se agregaban unidades militares especiales. Las calles de

Tucumán, Rosario, La Plata, San Luis, Mendoza, Bahía Blanca, Corrientes, eran patrulladas

a toda hora. En este proceso la prensa cotidiana reflejó el crecimiento de la participación e

influencia del conjunto de la izquierda.

Durante esos meses, diversos gremios y comisiones internas dirigidos --en parte--

por organizaciones de izquierda intentaron dar una respuesta clasista y unificada a esta

situación. Como consecuencia de la misma se realizó el Primer Congreso de Sindicatos

Combativos, Agrupaciones Clasistas y obreros revolucionarios. En este congreso

participaron centenares de trabajadores y delegados que aspiraban a conformar una

tendencia clasista a nivel nacional, por ejemplo miembros de SITRAC/SITRAM, de la

CGT regional de Corrientes, la Comisión Interna del Banco Nación, delegados ferroviarios

de Tafí Viejo. El plenario votó una serie de medidas. Primero una declaración política

donde se denunciaba las “falsas opciones” de la “burguesía” representadas en el “GAN”,

“La Hora del Pueblo” y el “Encuentro Nacional de los Argentinos”; a su vez, expresaban la

necesidad de la “destrucción” del “capitalismo” para la “construcción del socialismo”.

Segundo, aprobaron un plan de lucha por la “libertad” de los presos “gremiales,

estudiantiles y políticos”; demandaban “aumento salarial”; “ derogación del estado de sitio”

y de “toda la legislación represiva”. Por último se convocó a un nuevo plenario y a una

“jornada nacional de lucha”.34 Sin embargo, las profundas diferencias entre los grupos

33 Dos estudios sobre las puebladas y las insurrecciones son: Lidia Aufgang. Las puebladas: dos casos de protesta social. Las ciudades de Casilda y Cipolletti (Buenos Aires: CICSO, 1979). Beba Balvé y Beatriz Balvé. De protesta a rebelión (Rosario, mayo de 1969) (Buenos Aires: CICSO, 1985).34 En: “Plan de Lucha”. Córdoba, 29 de agosto de 1971. Una reunión preparatoria para el segundo plenario había acordado el nombre como empezaba a ser conocido este encuentro: MOSICLA (Movimiento Sindical Clasista).

políticos integrantes sumadas a la represión gubernamental hicieron que esta coordinación

de fuerzas tuviese una efímera vida.35

El vínculo desarrollado desde principios de la década de 1960 entre el estudiantado

y la clase obrera implicó que los estudiantes también hicieron su parte. El 22 de junio, la

represión del paro de los empleados judiciales de Tucumán invadió el comedor estudiantil

con gases, bastonazos y detenidos. Comenzó así una semana de lucha estudiantil, obrera y

popular: la toma de la Quinta Agronómica; el asesinato del estudiante Víctor Villalba, de

20 años, herido en la cabeza por una granada de gases; el segundo “Tucumanazo”.36

La constante movilización popular llevó a que algunos activistas de los partidos

políticos tradicionales, impulsados por la izquierda reformista, coordinaran su accionar

antidictatorial. Así se organizaron, en el mes de abril de 1972, las Juventudes Políticas

Argentinas.37 Estas, hegemonizadas por el Partido Comunista, convocaron a una

movilización el 28 de junio en Plaza de Mayo y las principales capitales de provincia para

repudiar a la dictadura bajo la consigna “Unamos nuestros brazos por un Argentinazo”.38

Los acontecimientos de la semana que la precedieron parecían indicar que la consigna no

tenía nada de pretenciosa: más de treinta facultades tomadas en diez días en todas las

universidades nacionales; paros de médicos, maestros, judiciales, municipales, empleados

universitarios, mineros. Hubo miles de detenidos.39 El general Lanusse en una reunión de

mandos, convocada para analizar la situación y dar instrucciones a las fuerzas de seguridad,

dijo: “Es mejor tener ciudades ocupadas militarmente que ciudades incendiadas”. El 26 de

junio de 1972, Clarín editorializaba: “Masivas luchas en todo el país”.

La jornada del 28 fue el pico más alto del enfrentamiento, pero no el fin de la

“agitación” como esperaba el gobierno militar, que ese día tomó las ciudades como un

ejército de ocupación.40 Dos días más tarde, la batalla seguía con la toma de la Facultad de

Ciencias Agrarias de la Universidad del Comahue, en Cinco Saltos, Neuquén; el paro de 48

horas de la CGT de Santa Fe; la Marcha de Hambre de los mineros mendocinos. A su vez

se realizaba en todo el país una huelga de hambre de los presos políticos y sus familiares,

que en Santiago del Estero desató enfrentamientos con la policía con decenas de detenidos. 35 La represión militar se dio desde la convocatoria del primer plenario cuando treinta y cinco delegados de la Intersindical de San Lorenzo (Santa Fe) fueron detenidos no pudiendo asistir al encuentro hasta la propia disolución de SITRAC/SITRAM realizada, semanas más tarde, por el gobierno y la burocracia sindical. 36 La Opinión, 23 de junio de 1972. Sobre los acontecimientos vividos en Tucumán durante esos años puede consultarse: Emilio Crenzel. El Tucumanazo (1969-1974). (Buenos Aires: Ceal, 1991). 37 Las JPA fue un interesante intento de movilización juvenil, sobre todo estudiantil, desde la izquierda reformista. Nucleaba a la Juventud del Encuentro Nacional de los Argentinos, a la Federación Juvenil Comunista, a la Juventud Radical Revolucionaria, y a sectores de la Juventud Peronista. En distintos momentos otras organizaciones políticas participaron de la misma.38 La Razón, Crónica y El Cronista Comercial, 27 de abril de 1972.39 La Opinión y Crónica 22, 24 y 25 de junio de 1972.40 La Razón, 1 de julio de 1972 y Clarín, 2 de julio de 1972.

En la Universidad de Buenos Aires, los estudiantes tomaron las facultades de Medicina,

Ciencias Económicas y Filosofía y Letras. La situación de las universidades era tan

ingobernable que los rectores se reunieron para decidir si continuaban las clases o daban

por terminado el cuatrimestre sin más, acusando de la situación a “los conocidos grupos de

agitadores” e indignándose ante la “indiferencia” de la “mayoría” del estudiantado. El Dr.

Raúl Matera tuvo una entrevista con el general Perón, en Madrid. Se rumoreaba que era

portador de un mensaje del Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas

solicitando al “Viejo” que interceda ante los jóvenes y desaliente las movilizaciones. La

respuesta de Perón fue escueta: “Lo que sucede es consecuencia de su política”.41

A mediados de 1972, el programa de la burguesía estaba en crisis, ante todo porque

la lucha de masas había rebalsado, en forma amplia, todas sus previsiones. Esto provocó

una ruptura de las alianzas que podrían haber dado base social a la implementación del

proyecto. Enfrentados por la radicalización del movimiento obrero y popular, los partidos

políticos tradicionales y las instituciones que habían servido para control social se

encontraban sin respuesta ante la situación. Es por esto que, tanto la CGT como los

principales gremios nacionales estuvieron ausentes de todo el proceso de movilización

social que se inició con el Cordobazo. El Viborazo, además, había mostrado diferencias

cualitativas en relación con el primer Cordobazo. La principal de ellas era que durante el

segundo Cordobazo, el protagonismo de la izquierda, sobre todo de las organizaciones

armadas y los organismos clasistas, fue notable. El período aparecía así con caracteres

críticos. Esto es, la política tanto económica como social puesta en práctica por los

gobiernos militares anteriores, había tenido la virtud de exasperar las contradicciones

sociales hasta un grado realmente explosivo; se trataba ahora de controlar, en un marco

político legítimo, sus efectos más peligrosos.

La “liberalización” de Lanusse no trajo en modo alguno una suavización de la

represión al movimiento obrero y popular. Por el contrario, la represión se hizo más activa,

sistemática y eficaz, aunque también más selectiva, centrándose sobre todo en la izquierda

y en la guerrilla. En cambio, se dio un lugar cada vez mayor a las organizaciones políticas

tradicionales, nombrándose Ministro del Interior al político Radical del Pueblo Arturo Mor

Roig. Esta “apertura” hacia los partidos alcanzó también al peronismo llamado

“moderado”, es decir, a la cúspide de la burocracia política del movimiento.

41 La Nación, 4 y 5 de julio de 1972 y La Prensa, 6 de julio de 1972. Es notable que la postura política de Perón recuerda a la que sustentó entre 1943 y 1945. Imposibilitado de detener el auge de masas se propuso liderarlo, con un lenguaje en apariencia izquierdista, para poder llevarlo en la dirección contrarrevolucionaria que él deseaba.

La necesidad de descomprimir la situación condujo al gobierno a modificar su

política hacia los trabajadores. Se eliminaron los “topes salariales” y se restablecieron las

convenciones colectivas de trabajo. Al mismo tiempo, se institucionalizó el sistema de

minidevaluaciones generando alzas en las tarifas de los servicios públicos. En este último

caso, el aumento de las tarifas eléctricas, sirvió como detonante de un nuevo movimiento

popular: el “Mendozazo”.

Por otro lado, en noviembre de 1970, se había lanzado una amplia coalición política

llamada “La Hora del Pueblo”. Su objetivo era oponerse a la política económica del

régimen y lograr una mayor apertura política para reencauzar la lucha popular por los

caminos tradicionales (y poco peligrosos) de la democracia electoral. A su vez, el gobierno

de Lanusse lanzó el Gran Acuerdo Nacional (GAN). La intención de éste era aislar aquellas

organizaciones que, potenciadas por el auge de masas, planteaban la revolución social.

Tenía como finalidad la constitución de un amplio “frente nacional” que incluyera tanto a

los políticos peronistas como a los radicales, a sectores de la izquierda reformista, y a un

amplio arco progresista, con miras a dar una solución política pacífica de amplia base social

a la crisis de dominación. Por su parte, la izquierda reformista encabezada por el Partido

Comunista, no le iba a la zaga.42 Esta, intentó canalizar el descontento social a través de una

coalición política que llamaba a la “unidad nacional” entre civiles y militares. En este

sentido lanzó una coalición llamada el “Encuentro Nacional de los Argentinos” (ENA) en

el mes de noviembre de 1970.43 Sin embargo, la lucha de clases en el país había alcanzado

tal nivel de radicalización que hizo que todos estos paliativos fueran inviables. El fracaso

de la propuesta del GAN obligó a la burguesía a recurrir, una vez más, a Perón como el

único con suficiente peso social para revertir lo que se visualizaba como un sostenido

avance revolucionario.44

III.

42 El Partido Comunista, fiel al etapismo stalinista, caracterizaba a la revolución argentina como antiimperialista, basándose en la supuesta existencia de una burguesía nacional llamada a “completar la revolución burguesa”. Así, consideraba que no existían las bases materiales para el socialismo y que estas debían llegar por un proceso de reformas que eliminaran las características feudales de la formación socio-económica. Por debajo, existía la realidad de que el PCA hacía tres décadas que funcionaba como un partido más del sistema político burgués. Por ende, su caracterización justificaba su política reformista y permitía que la dirección lo mantuviera dentro de los estrechos límites del sistema político.43 Para un análisis de sus bases programáticas y de sus primeros integrantes puede consultarse el siguiente folleto: Junta Directiva Central. Por una alternativa popular de poder efectivo. Encuentro Nacional de los Argentinos. (Buenos Aires: s/e, 1971). 44 Para algunos estudiosos del período el GAN fue un éxito en el mediano plazo puesto que “logró aislar a las tendencias revolucionarias”. En la práctica esto no fue así. El auge de masas y el crecimiento de la izquierda continuaron de forma sostenida hasta 1975, a pesar de todos los esfuerzos realizados por los partidos políticos tradicionales por canalizarlos por las vías democráticas burguesas. Si el GAN hubiera sido exitoso, no hubiera sido necesario el golpe de estado de 1976.

La movilización obrera y popular, aunque con percepciones y expectativas

divergentes, aun opuestas y contradictorias, siguió canalizándose en su dimensión política,

sobre todo a través del peronismo. Millones de trabajadores argentinos identificaban la

solución de los problemas del país con el retorno del general exiliado, dejando a la vista,

una seria debilidad en el fortalecimiento de la conciencia de la clase obrera. A pesar del

importante pero limitado desarrollo del clasismo y de la radicalización de posturas entre los

trabajadores, “este fue sólo un quiebre parcial en el monopolio del peronismo”.45 Es así que,

durante todo el período considerado, este movimiento apareció como la gran fuerza política

capaz --a pesar de sus luchas internas-- de mantener un ascendiente significativo sobre las

masas, de movilizarlas pero, también, de orientar esa movilización. En este sentido, los

llamados por parte de la dirigencia sindical a la ortodoxia y verticalidad peronista fueron un

recurso, basado en la identidad política de los trabajadores, que generó confusión y fue por

lo tanto efectivo para limitar la movilización. A su vez, esto se reforzó con las actitudes y

declamaciones que desarrolló la “izquierda” de este movimiento político, en particular, sus

grupos juveniles. Estos, empleando un lenguaje y un discurso radicalizado, llamaron a

confiar en el viejo líder como solución de los problemas. Expresión de ello fue cómo

categorías analíticas y terminologías conceptuales propias de la izquierda fueron apropiadas

y resignificadas por la Juventud Peronista. No obstante, el crecimiento de las tendencias

izquierdistas significaba un desafío permanente a la dominación peronista de las masas.

Para la burguesía monopólica, el peronismo no dejaba de presentar un margen de

riesgo. Sin embargo, en el período tenía algunas ventajas. La principal era la de constituir

una posibilidad de contener el desarrollo del movimiento obrero y popular, de controlarlo

burocrática e ideológicamente, frente a la impotencia mostrada hasta entonces por la

represión desnuda. En este sentido, la burguesía tenía conciencia de que el movimiento

dirigido por el viejo general era, a lo sumo, una variedad de capitalismo reformista. Su base

obrera y popular lo sometía a presiones indeseadas; sin embargo, al mismo tiempo, lo

presentaba como el único agente histórico capaz de sofrenar y encauzar una movilización

que ya desbordaba los límites del sistema. En la práctica se demostró correcta la

caracterización hecha por el PRT-ERP en 1971: el peronismo es de derecha en el gobierno

“y en la oposición se roza frecuentemente con comunistas y socialistas y habla de

marxismo y socialismo en sus discursos”.46

Se inició así, con el gobierno de Lanusse, una apertura hacia el peronismo. El 17 de

noviembre de 1972 Perón retornó por pocas semanas para constituir el Frente Justicialista 45 James. Resistencia e Integración, op. cit., 310.46 Julio Parra. El peronismo (Buenos Aires: Ediciones El Combatiente, agosto 1971); en Daniel De Santis. A vencer o morir. Documentos del PRT-ERP (Buenos Aires: EUDEBA, 1998), pág. 248.

de Liberación Nacional (FREJULI). Dado que las disposiciones electorales permitían que

se presentara el peronismo, pero no que el líder fuera candidato, el FREJULI postuló a

Héctor J. Cámpora y al conservador popular Vicente Solano Lima. En las elecciones de

marzo de 1973, la fórmula obtuvo el 49,59% de los votos emitidos.47

La CGT y el sindicalismo retaceó su apoyo a la candidatura de Cámpora al cual

veían como representante de las tendencias radicalizadas del peronismo, sobre todo, de la

juventud. Para estos sindicalistas, lanzados en una lucha a muerte con la izquierda y las

tendencias combativas, el camporismo les disputaba los espacios de poder y, más aún, se

podía convertir en una vía de mayor infiltración de la izquierda en el movimiento obrero.

La política de la cúpula sindical era dirigida, en particular, por Lorenzo Miguel quien había

sucedido, en la titularidad de la UOM, a Vandor; presentándose como el continuador del

vandorismo. Sus objetivos inmediatos por entonces, eran replegarse ante el avance de los

sectores combativos, y buscar su legitimación a través de la figura de Perón para poder

desarrollar una contraofensiva sobre los sectores juveniles del movimiento. La masacre

ocurrida en Ezeiza en junio de 1973 ejemplifica, en toda su dimensión, este subterráneo

proceso.48 La muerte de Rucci, meses más tarde, no afectó para nada esta estrategia que fue

continuada por sus sucesores al frente de la CGT, primero Adelino Romero (AOT) y

después Casildo Herreras (AOT), quienes compartían --a grandes rasgos--el pensamiento

de Miguel.

Las elecciones de 1973 revelaron que, si bien se había avanzado en relación con la

década anterior, la izquierda tenía profundas divergencias y debilidades. Algunos sectores,

como Vanguardia Comunista (VC) y el PCR, optaron por el voto en blanco. La izquierda

reformista se nucleó en torno a la Alianza Popular Revolucionaria. Por otra parte, el Partido

Socialista de los Trabajadores (PST) se presentó solo con una lista integrada por activistas

que habían participado en las luchas de ese período. Mientras que el PRT-ERP dejó en

libertad a sus militantes. Si bien la dictadura de Onganía-Lanusse había acercado al

conjunto de organizaciones, la apertura electoral de 1973 volvía a poner en el primer plano 47 Los orígenes y posturas políticas tanto de Cámpora como de Solano Lima deberían haber sido reveladores para la izquierda del peronismo. Ambos provenían del conservadurismo, y ninguno de los dos tenía una trayectoria que pudiera ser tildada siquiera de mínimamente progresista. Cámpora, lejos de ser un demócrata, tuvo una larga trayectoria como aparatchik. Esto queda claro si consideramos que su única legitimidad como dirigente político y como candidato presidencial se lo daba el apoyo de Perón. Sólo un revisionismo histórico intencionado, como el que plantea Miguel Bonasso en El presidente que no fue, (Buenos Aires: Editorial Planeta, 1997), puede intentar presentar a Cámpora como un demócrata de izquierda.Los resultados de la elección fueron: FREJULI 5.907.464; UCR 2.537.605; Alianza Popular Federalista 1.775.867; Alianza Popular Revolucionaria 885.201; Alianza Republicana Federal 347.215; otros 220.000. César Reinaldo García. Historia de los grupos y los partidos políticos (Buenos Aires: Sainte Claire Ed., 1983), 161.48 El mejor estudio sobre la masacre de Ezeiza es el de Horacio Verbitsky. Ezeiza (Buenos Aires: Editorial Contrapunto, 1985). En esta obra queda clara la responsabilidad y los objetivos políticos que perseguían los sindicalistas y Perón.

el problema del poder y las vías para la revolución. En este sentido se profundizó un

riquísimo debate entre distintas corrientes y pensadores que no llegará a hacer síntesis

puesto que será truncado por el golpe de 1976 y la muerte o el exilio de sus principales

protagonistas. Toda esta discusión y actividad fue marcada --en general-- por la

caracterización que cada organización de la izquierda tenía del peronismo y su relación con

la clase obrera. Si bien varios pronosticaron, de manera correcta, que habría una

profundización de las contradicciones entre los obreros peronistas y las políticas pro

capitalistas del nuevo gobierno, había escasa coincidencia en torno a la política a seguir. De

ahí que para algunos (el PRT-ERP) la táctica fue mantener un nivel de enfrentamiento alto,

para otros (el PC) se buscó un acomodo e inclusive la participación en el gobierno, otros

más se definieron por incorporarse al peronismo para “no desvincularse de las masas” (las

FAR), otros llegaron a niveles de inmovilismo reivindicándose peronistas pero no

apoyando al gobierno (el PB-FAP), en tanto, otros (el PST) concentraron su actividad en

las fábricas para captar la nueva vanguardia que surgía, y algunos profundizaron su

nacionalismo minimizando su orientación marxista (el PCR). Todo esto en un contexto de

sostenido crecimiento, puesto que miles de personas se incorporaron a la militancia.

El resultado de las elecciones fue considerado como un triunfo popular por la

mayoría de la población. “La victoria electoral y las expectativas que generó provocaron

una oleada de rebeliones fabriles que por primera vez inundaron el cinturón industrial del

Gran Buenos Aires. [...] Así, a pesar de una política oficial de consenso y conciliación a

nivel político, en términos sociales el período vio una agudización del conflicto de clase.”49

La forzada apertura y la movilización electoral de 1973, junto con el retroceso político de

las direcciones sindicales sirvieron para descomprimir la situación. Esto no impidió que la

ola de agitación anti-burocrática que venía conmoviendo las fábricas de Córdoba y del

Litoral se extendiera a Buenos Aires. Fue en el marco de esta generalización de los

conflictos laborales que el peronismo, en el gobierno, conformó su política hacia los

trabajadores.

El programa del FREJULI postulaba el desarrollo de un capitalismo autónomo

enfrentando al imperialismo --entendido éste como un “factor externo” de dominación y no

como una “fase” del desarrollo capitalista-- y a los sectores más tradicionales del bloque de

clases dominante, en particular, contra los terratenientes. Sus líneas generales podrían ser

ubicadas en lo que suele entenderse hoy por “tercermundismo” y una “no alineación”.

En términos sociopolíticos, el programa suponía el restablecimiento de la

conciliación de clases característica de los primeros gobiernos de Perón. Es decir, el eje

49 James, Resistencia e Integración, op. cit., 323.

fundamental del proceso era la alianza del empresariado nacional con el proletariado, con la

subordinación de este último a aquella clase. El mantenimiento de la alianza implicaba

concesiones a los sectores populares pero, a su vez, suponía impedir el desarrollo de la

organización autónoma del proletariado. En términos de medidas concretas, esto se dio a

conocer con el nombre de “Pacto Social”. Este fue un acuerdo realizado entre tres partes: el

gobierno, la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica,

asumiendo, el presidente de esta última el cargo de Ministro de Economía. El hecho que el

ministro José Ber Gelbard fuera militante del aparato financiero del Partido Comunista

muestra parte de los problemas de la izquierda frente al peronismo.50 Inclusive, peor aún, el

Pacto intentaba con claridad frenar las demandas obreras en función de proteger un

“capitalismo nacional”. De acuerdo a Torre, el Pacto “consistía básicamente en una política

de ingresos concertada entre los sindicatos, los empresarios y el Estado. Las líneas centrales

de dicha política procuraban compatibilizar los objetivos redistribucionistas de la nueva

administración con la situación de coyuntura por la que atravesaba la economía argentina a

mediados de 1973.”51 Entre sus normas, disponía no modificar la política salarial por

convenciones colectivas de trabajo y corregir los desniveles en junio de 1974 y 1975.52 O

sea, habría un rezago salarial con relación a los precios.

Sin embargo, a través de las dos décadas anteriores se había venido registrando una

profunda polarización de la sociedad argentina. Las políticas llevadas a cabo por Frondizi y

las dictaduras militares posteriores, en particular durante Onganía, habían dado una

decisiva presencia en la escena nacional a la burguesía monopólica. De hecho, la burguesía

media nacional había perdido peso y se encontraba debilitada, sobre todo en relación con la

primera época peronista.53 Por su parte, la clase obrera y el movimiento popular en general

venían de casi veinte años de represión y resistencia y de cuatro años de intensas

movilizaciones. El día de la asunción del mando por el nuevo presidente, las reacciones

populares se convirtieron en incontenibles manifestaciones callejeras. Una de los

acontecimientos más notables del momento fue la liberación de los presos políticos. El

Devotazo (que en realidad ocurrió a nivel nacional) fue gestado y conducido por distintas

50 Nótese el peso que llegó a tener el partido Comunista. Gelbard fue afiliado al mismo durante años. Ver la biografía de María Seoane. El burgués maldito (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998). La autora aporta una inmensa cantidad de información, aunque no coincide con esta caracterización. Más aún, el PC otorgó su “apoyo activo a los aspectos progresistas del PLAN” como lo señala la declaración pública manifestada en enero de 1974. Al respecto se puede consultar: “Opinión del Partido Comunista sobre el Plan Trienal de Gobierno para los años 1974-77”. En: Problemas de Economía. Nº34, 1er Trimestre de 1974. 51 Torre, op. cit., 49.52 Santiago Senén González. El Poder Sindical (Buenos Aires: Editorial Plus Ultras, 1978), pág. 43.53 Para un planteo que cuestiona la existencia de una burguesía nacional, con características antiimperialistas, en la Argentina ver Milcíades Peña. Industria, burguesía industrial y liberación nacional (Buenos Aires: Ediciones Fichas, 1974).

organizaciones de izquierda ante las vacilaciones del nuevo presidente y los rumores de que

sólo serían liberados los presos políticos peronistas.

La apertura que implicó el gobierno de Cámpora, creando una escena política

democrática, abrió nuevos cauces para el desarrollo de la lucha de clases en el país. Esta no

sólo no se detuvo, sino que en muchos aspectos se agudizó. Verbigracia, entre junio y

septiembre de 1973, el 43% de las huelgas tuvo lugar con ocupación de fábrica, índice de la

radicalización del estado de movilización.54

La izquierda de conjunto creció a pasos agigantados. En general, se tiende a

minimizar el crecimiento orgánico de las fuerzas de izquierda. Miles de personas se

incorporaron a la militancia y al activismo, tanto de los partidos legales como de los

clandestinos. Un ejemplo de esto fue el partido Comunista que llevó adelante la campaña

para la afiliación de 200.000 personas, y en 1975 proclamó haberlas logrado. Asimismo,

tanto el PRT-ERP como el PST duplicaron su militancia. Esto, a su vez, generó serios

problemas. Por un lado, la incorporación de nuevos militantes dotó a la izquierda de

recursos, energía y presencia. Pero, al mismo tiempo, le creó un serio problema en cuanto a

la formación y encuadramiento. La mayoría de las organizaciones de izquierda eran

bastante pequeñas en 1971. Dado que las formas organizativas leninistas que se planteaban

la mayoría de las formaciones izquierdistas implicaban un crecimiento cualitativo y no

cuantitativo, los viejos cuadros se vieron rebasados para poder dirigir y formar a las nuevas

camadas de militantes. Esto no conlleva menospreciar la creatividad, sacrificio y arrojo con

el que los nuevos miembros se volcaron a la actividad revolucionaria. En cambio, lo que sí

revela es que la falta de cuadros experimentados se haría sentir cuando la situación de la

lucha de clases se tornara más compleja.

Por lo pronto, el desarrollo de la izquierda en la clase obrera había brindado algunos

frutos notables. En SMATA Córdoba había triunfado la lista conducida por René

Salamanca del PCR. Asimismo, en Salta y en la zona de San Lorenzo (Rosario) se habían

constituido CGTs clasistas. El Movimiento Sindical de Base, conducido por el PRT-ERP,

ejercía junto con Tosco una posición de liderazgo en Córdoba. En numerosas fábricas,

como Swift de Rosario, Propulsora Siderúrgica, y Petroquímica Argentina (PASA) habían

surgido agrupaciones clasistas que amenazaban las conducciones burocráticas. En Buenos

Aires, habían surgido fuertes agrupaciones conducidas por la izquierda en numerosos

gremios, por ejemplo, en telefónicos (PRT), construcción (PC), el vidrio (PB), cerveceros

(PB) y mecánicos (PST). En la UOM Villa Constitución comenzaba la lucha de la Lista

54 Adolfo Gilly, "La anomalía argentina", Cuadernos del Sur No. 4 (Buenos Aires: Marzo-Mayo 1986); pág. 29.

Marrón conducida por Alberto Piccinini que triunfaría en 1974; en tanto, en este último

año, el PST intentaba organizar una lista de oposición (la Gris) entre los metalúrgicos de la

zona norte del Gran Buenos Aires, pese a la oposición de algunos sectores de la JTP, la

burocracia sindical conducida por el vandorista Gregorio Minguito y el Ministerio de

Trabajo.

IV.

La dinámica política adquirió de pronto caracteres críticos. Esta situación llevó a la

renuncia de Cámpora y Solano Lima el 13 de julio de 1973. A través de una maniobra

asumió la presidencia interina el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, hombre de

la derecha del movimiento. La depuración comenzó de inmediato, reemplazando a distintas

figuras progresistas dentro del gobierno mientras que la represión sobre las fuerzas de

izquierda se incrementó. Es evidente que, además de las ambiciones personales de Perón y

la desestabilización ejercida por la burocracia sindical peronista, la caída del nuevo

presidente se vio apresurada por la imposibilidad de frenar tanto la lucha de clases como la

agitación izquierdista.55

La izquierda intentó aprovechar la nueva coyuntura electoral planteando una

alternativa propia. En el cuarto congreso del Frente Antiimperialista por el Socialismo

(FAS)56, realizado en Tucumán, un conjunto de fuerzas intentaron levantar la candidatura

de Agustín Tosco y Armando Jaime.57 En ese congreso participó un arco de organizaciones

que incluyó, entre otros, al PRT-ERP, al PST, al FRP, El Obrero, Socialismo

Revolucionario, además de numerosos representantes de organismos barriales y sindicales.

Las diferencias entre los convocantes, junto con la prescindencia de organizaciones como el

PCR y la oposición del PCA (que había decidido apoyar la candidatura Perón-Perón)

llevaron esta iniciativa al fracaso. De nuevo, la izquierda se presentó dividida en las nuevas

elecciones.

Las mismas dieron el triunfo, el 23 de septiembre, a la fórmula Juan Perón-María

Estela Martínez de Perón (Isabel), quienes asumieron el día 12 de octubre. El programa del

FREJULI continuó implementándose. Los ministros de Economía, José Ber Gelbard, y el

de Bienestar Social, José López Rega, continuaron con sus respectivas funciones. Más aún,

55 Es de notar que, a pesar de las numerosas críticas y de la discusión de si su política fue o no acertada, el PRT-ERP respetó al gobierno de Cámpora. El copamiento al Comando de Sanidad, en Capital Federal, ocurrió el 6 de septiembre de 1973, durante el gobierno interino de Lastiri.56 El congreso fue llamado por el Frente Antiimperialista Antidictatorial que en el mismo adoptó el nombre FAS. Su quinto congreso fue realizado en el Chaco, con una convocatoria más numerosa, y el sexto y último congreso se realizaron en Rosario con unas treinta mil personas presentes. El FAS se constituyó así en uno de los principales polos socialistas de aglutinamiento, sobre todo en el interior del país.57 La candidatura de Tosco había sido ya propuesta por el PST para la elecciones de marzo de 1973. En esa oportunidad, al igual que en septiembre, la respuesta fue negativa.

la relación de fuerzas dentro del gobierno favoreció, en forma plena, a la derecha del

movimiento. Esta dinámica reflejaba como el peronismo estaba cediendo en su modelo de

acumulación a las presiones de los grupos económicos más concentrados, aunque

continuara siendo fuertemente presionado por su base obrera.

Todo lo anterior se reflejó en importantes aspectos de su política económica y

social, sobre todo, en lo referente a su política laboral; que se centró en mantener un estricto

control sobre el movimiento obrero al limitar sus reivindicaciones.58 Ello fue visible en las

disposiciones legales que establecieron la congelación de salarios y la fijación anual de

éstos por el gobierno no según el alza del costo de la vida sino de acuerdo al aumento de la

productividad en el trabajo. También en la restricción en los hechos del derecho de huelga,

dejando en manos del Ministerio de Trabajo la decisión última sobre los conflictos

laborales. Y por último, en el reforzamiento de las direcciones sindicales al reformar la Ley

de Asociaciones Profesionales. La nueva Ley prolongaba de dos a cuatro años el mandato

de las conducciones gremiales, no establecía representación para las minorías, permitía a

los dirigentes revocar el mandato de los delegados de fábrica y autorizaba a las

federaciones a intervenir los sindicatos afiliados a ellas.59 Con estas últimas medidas se

fortaleció el poder de la “cúspide” de la burocracia sindical, toda ella inscripta en la derecha

del movimiento. Asimismo, se limitaron y restringieron las posibilidades de acción de los

cuadros medios y de los sindicatos del interior donde, como hemos mencionado, se

hallaban los sectores más combativos. De hecho, a través de la Ley, Perón se aseguró la

exclusión de los “infiltrados” en el movimiento obrero.60 Esto se acompañó, a la fuerza, con

una inusitada represión sobre la clase.61 No fue un accidente que, durante esos años, fueron

escasas las seccionales sindicales ganadas por la izquierda. Otro problema serio fue que las

organizaciones de la Tendencia Revolucionaria peronista, sobre todo, la JP y la Juventud

Trabajadora Peronista (JTP), prestaron su apoyo a la política laboral del gobierno, en un

vano esfuerzo por no romper con el general, si bien esto le causó bastantes problemas con

sus propios cuadros sindicales que, en varios casos, no acataron las directivas orgánicas.62

En este sentido, los sectores más combativos del peronismo junto con el Partido Comunista

contribuyeron a generar confusión en el seno de la clase obrera con una actividad que, a

58 Para la relación entre el proyecto de poder de Perón y el sindicalismo ver: Liliana De Riz. Retorno y derrumbe del último gobierno peronista (México: Folios Ediciones, 1981), pág. 94.59 Senén González, op. cit., 78. Torre, op. cit., 74-75.60 De Riz, op. cit., 109.61 Ver el planteo de Miguel Bonasso sobre la decisión de Perón de lanzar un “somatén” que limpiara la Argentina. Miguel Bonasso. Op. Cit.62 El caso del Peronismo de Base fue mucho más complejo, particularmente porque no era una organización homgénea. El PB de Rosario al igual que los de Córdoba eran menos “peronistas” y más marxistas que los de Buenos Aires. En este sentido, el PB tendió a enfrentar el Pacto Social y, en alianza con la izquierda, a criticar la política del gobierno peronista.

veces, era indistinguible de la desarrollada por la burocracia sindical. A pesar de todo, se

puede decir que no tuvieron éxito en aislar a la izquierda del movimiento de masas si bien

lograron frenar su desarrollo y dificultar su crecimiento.

El malestar interno en los sindicatos se agudizó debido a que, desde la firma del

Pacto Social hasta febrero de 1974, los salarios reales habían caído un 7%. Era evidente que

la tregua salarial impuso un incesante desgaste a los dirigentes sindicales. Inclusive, de

autorizarse el traslado de los mayores costos de los insumos importados a los precios, el

malestar de los trabajadores habría de agravarse aún más. Explica Torre:

“Los compromisos adquiridos [por los dirigentes sindicales] con la política de ingresos los

había privado de la posibilidad de ‘monetarizar’ el descontento popular y de reconquistar,

de este modo, cierta credibilidad frente a sus bases”.63

Esto desató una fuerte lucha social. Proliferaron así las tomas de fábrica, las huelgas

por “tiempo indeterminado”, las ocupaciones con mantenimiento de rehenes, la demanda de

elecciones libres dentro de los sindicatos y el reconocimiento oficial a las comisiones

internas y cuerpos de delegados surgidos de la lucha de las bases contra las conducciones

sindicales. Sobre el particular, analiza Peralta Ramos:

“Las expectativas frustradas del movimiento obrero frente a un gobierno que prometió la

redistribución de ingresos hacia los asalariados y efectivizó una política que expresa la

ofensiva de los intereses de la fracción más poderosa de la burguesía, se traducirá en la

multiplicación de los conflictos sociales al margen de las conducciones sindicales, en un

movimiento de protesta de las bases obreras que trasciende el plano de las reivindicaciones

meramente económicas para poner en cuestión el propio proyecto de poder del peronismo

en el gobierno.”64

En este estado de movilización permanente la izquierda y los sectores combativos

buscaban crear una estructura sindical activa dentro de la fábrica, revitalizando las

comisiones internas.65 De hecho, estos organismos de representatividad obrera recuperan un

protagonismo como no habían tenido desde 1960. En este sentido los conflictos

comenzaron por iniciativa de los movimientos reivindicativos lanzados por los propios

trabajadores de las empresas, al margen del liderazgo sindical nacional y con independencia

de la intervención de “agitadores externos”. De este modo, el activismo obrero recurría y

recreaba nuevas instancias u organismos de participación. Uno de estos eran las

“comisiones de reclamos”. En ellas numerosos activistas de izquierda elegían

“conducciones paralelas” a los delegados avalados por el sindicato. Otra instancia de 63 Torre, op. cit., 78.64 Peralta Ramos, op. cit., 432.65 De Riz, op. cit., 95.

“doble poder” que también se empleó fue la designación de delegados paritarios. Estos, en

las grandes fábricas, se encargaban de integrar junto con los delegados “oficiales” las

conversaciones sobre los convenios colectivos. Estos organismos, al igual que los “comité

de lucha”, surgían al calor de la movilización. Su reconocimiento era de facto, dado sobre

todo por los propios trabajadores, más que por los legos del gremio o del gobierno. En

idéntico sentido, como observa Torre, mientras que la lucha por el reconocimiento estuvo

empantanada por la acción de la burocracia, la asamblea general de empresa actuó como

una estructura sindical paralela encargada de formular los planteos laborales y de adoptar

las medidas de fuerza.66

Si bien la colaboración del Estado con la patronal y la burocracia dificultó la llegada

de tendencias izquierdistas a la conducción de seccionales, la participación de las mismas

en las comisiones internas experimentó un crecimiento notable. Daniel De Santis describió

cómo se conformó la comisión interna de Propulsora Siderúrgica:

“Al amanecer mateamos y la actividad continuó. Me vinieron a ver el Turco Cherri

y Roberto Lopresti. Me dicen: ‘Te buscamos toda la noche porque queremos saber tu

opinión. Creemos que al cuerpo de delegados y al movimiento en su conjunto hay que darle

una dirección centralizada. Los estatutos establecen que para esta fábrica corresponde un

comisión interna de cinco compañeros, la cual tendría que estar integrada por nosotros dos

de Montoneros, el Pato Rave del Peronismo de Base, el Pampa Delaturi del Partido

Comunista y vos del Partido Revolucionario de los Trabajadores, ¿qué opinás?’. Les

respondí que me parecía bien. Pero, insisten, el problema es que no sabemos cómo hacer la

propuesta. Les respondo que: ‘es muy fácil, se convoca al cuerpo de delegados, se hace la

propuesta y se vota. Luego esta resolución se lleva a una asamblea como propuesta del

cuerpo de delegados’. En el curso de esa mañana se propuso y se aprobó esta propuesta. La

composición de la Comisión Interna representaba a los compañeros que habíamos

organizado el movimiento y a las fuerzas políticas populares que existían en la fábrica.

Dentro de la fábrica había gran actividad, pero el aspecto más destacado era la realización

permanente de asambleas para tomar las decisiones, todo se discutía y resolvía

colectivamente. Se inició así una rica experiencia de democracia obrera la que con altibajos

se mantuvo hasta marzo de 1976. Es necesario recalcar por qué por parte de la patronal, la

burocracia y los servicios se ha intentado ocultar y tergiversar esta situación. Fueron los

activistas encuadrados en las organizaciones revolucionarias los que impulsaron y educaron

66 Torre, op. cit., 94.

a sus compañeros en la democracia obrera, ya que el sistema de explotación y la burocracia

no lo hacía.”67

A pesar del elevado nivel de conflictividad y del crecimiento sostenido de la

izquierda, en vida de Perón se pudo mantener un relativo grado de unidad en el seno del

peronismo y por ende la burguesía retuvo un cierto control sobre las contradicciones que

escindieron a la sociedad argentina. Sin embargo, ese control fue cada vez más inestable.

La muerte del general, desató una sorda lucha por el poder entre el entorno de la presidente

Isabel, dirigido por el ministro López Rega, el sindicalismo, dirigido por Lorenzo Miguel y

las agrupaciones nucleadas en la Tendencia Revolucionaria hegemonizadas por

Montoneros.

Quizás, lo más significativo del momento, era que las disputas tanto en el

peronismo y la izquierda como entre las propias organizaciones izquierdistas se

reproducían en un grado mucho menor a nivel de las bases obreras. Para muchos

trabajadores estas disputas eran incomprensibles, ya que se daban, en la práctica, una

cantidad importante de trabajos conjunto. Recuerda un Peronista de Base, delegado en

Transax (Córdoba):

“Para nosotros no era importante ser peronista. Lo importante era cambiar el sistema. Que

los derechos del laburante... la gente identificaba que las leyes del viejo Perón lo tutelaban

en pleno. Con el tiempo se aprende que la ley no tutela. Nos empezamos a llamar

Peronistas de Base en la fábrica: ‘nosotros somos peronistas de base’, decíamos. Porque

había otros que se decían peronistas, que eran residuos de la burocracia. Ellos nos pusieron

Peronismo de Base. Por ahí ellos conocían a los de Buenos Aires. Eramos como diez

activistas que se decían todos peronistas. Y los otros decían que no éramos peronistas,

sobre todo a mí. En la carrera por ser más peronista nos decían ‘sos peronista de base’ y yo

decía que sí, porque yo soy obrero. Montoneros no había. Los del PB éramos cuatro

delegados. PRT sí había, simpatizantes tenían. Creo que tenían un delegado, y le pasaban la

Estrella Roja. El PCR tenía tres o cuatro delegados, era lo que más había. Éramos un grupo

de fierro en Transax. En dos años hicimos un quilombo. Hacíamos cosas por la libre. La

Comisión Interna eran Mondino del PB, otro compañero de PB y uno del PCR. Íbamos a

todas las fábricas a transmitir la experiencia de Transax y a organizar el cuerpo de

delegados. Se revolucionó el cuerpo de delegado, todos quién más quién menos pertenecían

a algún grupo de izquierda. Y se ganó la fábrica hacia 1972. Me eligieron delegado por

67 Daniel De Santis, “Testimonio y memoria. La lucha obrera en Propulsora Siderúrgica (1974-1975)”. Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política 5 (Buenos Aires: AECS, noviembre 1997), pág. 125.

80% del voto. A Mondino siempre lo tuve por peronista. Supe que era radical cuando

caímos presos.”68

En síntesis, observamos que los meses que precedieron a la muerte de Perón

evidenciaron el resquebrajamiento de su proyecto de poder. A su vez, el Pacto Social

también había significado un alto costo para la cúpula sindical. De hecho, el sindicalismo

no podía cejar en su lucha por la redistribución del ingreso sin pagar el precio de ver

recortados sus recursos de poder. Durante muchos años, el general logró subordinar a los

sindicalistas a su proyecto, tanto por su peso político como por la amenaza de

reemplazarlos con la izquierda peronista como aliados políticos fundamentales. Si Perón

estuvo consciente de necesitarlos, ellos estuvieron aún más conscientes de que su poder, en

un momento tan difícil y complejo, dependía de la legitimación que les podía otorgar el

viejo caudillo.

En su última gestión presidencial, Perón lanzó una guerra de guerrillas sobre la

izquierda y la Tendencia Revolucionaria del peronismo. La Alianza Anticomunista

Argentina (Tres A) junto con otras fuerzas parapoliciales, digitadas desde el Ministerio de

Bienestar Social, lanzaron una campaña de asesinatos y terrorismo dirigidos, sobre todo, a

cortar los nexos entre los revolucionarios y el movimiento de masas. Así, activistas y

delegados de fábrica, abogados, parlamentarios revolucionarios e intelectuales

comprometidos se convirtieron en blanco del accionar gubernamental.

La respuesta del conjunto de la izquierda adoleció de inexperiencia ante una

coyuntura tan compleja. El PRT-ERP respondió profundizando su accionar militar, con

ataques a cuarteles militares, una guerrilla en el monte tucumano y numerosos ataques

menores planteando un nivel de enfrentamiento para el que no estaban preparados ni la

sociedad ni el conjunto de la izquierda.69 Por su parte, el PST se refugió en el trabajo

sindical y reivindicativo, criticando duramente a la guerrilla. Por su parte, el PCR se

volcaba cada vez más a una política nacionalista y sectaria que tomaba como blanco

principal al resto de la izquierda. Y el PCA enfatizaba sus características de partido

reformista tradicional, denunciando a la “subversión” y alejándose de la conflictividad

social en aras de mantener la legalidad. La falta de unidad entre las distintas

organizaciones, basada en diferencias tácticas, estratégicas y de caracterización de la

coyuntura, dificultaron una respuesta adecuada al terrorismo de Estado.

A pesar de todo, la conflictividad social se fue agudizando, aún en vida de Perón.

Con su fallecimiento, el primero de julio de 1974, la burguesía perdió una de las principales 68 Entrevista con Mario, Buenos Aires 28 de febrero de 1994.69 Para esto tampoco estaba preparado el PRT-ERP, puesto que cada ataque a un cuartel implicaba numerosas bajas y problemas con los aliados políticos de la organización.

vallas de contención a la radicalización del movimiento de masas. Como consecuencia

extremó los intentos represivos por eliminar a las tendencias de izquierda y combativas en

la clase obrera. Esto último no fue fácil. La oposición gremial era representativa de sus

bases. René Salamanca, por ejemplo, acababa de ser reelecto al frente del SMATA de

Córdoba por el 52% del voto.70 En Luz y Fuerza, Tosco venía triunfando desde 1962 y en la

última elección había recibido el 64% del voto.71

Sin embargo, entre agosto y octubre de 1974, los principales sindicatos

independientes o liderazgos gremiales disidentes fueron eliminados. El SMATA de

Córdoba; el sindicato gráfico, con Ongaro a la cabeza; Luz y Fuerza de Córdoba; y

FOETRA de Buenos Aires, cuyo secretario general era Julio Guillán, fueron todos

afectados por expulsiones o intervenciones.72 Asimismo, la represión, que nunca había

cejado durante el período democrático, se extendió en forma acelerada. Docenas de

militantes y activistas de izquierda eran encarcelados o muertos diariamente. Además de la

terrible pérdida humana, esto implicaba que numerosos izquierdistas tenían que pasar a la

clandestinidad consumiendo muchos de los escasos recursos y dificultando el nexo con el

movimiento de masas.

Los trabajadores respondieron con nuevas formas de lucha. A principios de 1975 se

desató un ola de ausentismo que llegó a un 20% de la fuerza laboral, convirtiéndose en un

canal alternativo de expresión del descontento.73 Los conflictos fabriles, que habían

disminuido entre noviembre de 1974 y marzo de 1975, como consecuencia de la nueva

legislación represiva, comenzaron a aumentar. El sindicalismo combativo y la militancia de

izquierda intentaron canalizar el descontento.

Una de las instancias más importantes de la fusión entre la izquierda y la clase

obrera fue el caso de la UOM Villa Constitución. Después de varios años de trabajo político

y sindical en la zona se logró conformar la Lista Marrón, que salió triunfante en la

elecciones de la seccional en 1974. En ella confluían una cantidad importante de militantes

de organizaciones de izquierda, incluyendo a Vanguardia Comunista, al PRT-ERP y a

Poder Obrero. La reacción de la burocracia, la patronal y el Estado no se hizo esperar. A

partir del 20 de marzo de 1975 se desató una oleada represiva sobre la zona con la

detención de gran parte de la conducción gremial; no obstante, la clase obrera de Villa

Constitución se lanzó a la huelga enfrentando la represión. A pesar de lo denodado de la

lucha, los trabajadores fueron derrotados. Como observa Andrea Andújar:70 Jorge Winter, "René Salamanca", Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas (Buenos Aires: Ed. Experiencia, 1985), pág. 31.71 Roldán, op. cit., 168.72 Senén González, op. cit., 28. De Riz, op. cit., 121.73 Torre, op. cit., 119.

“El 19 de mayo de 1975 la clase obrera de Villa Constitución salía derrotada de la huelga

iniciada dos meses antes. Sin embargo, el enfrentamiento mantenido por los trabajadores

con el aparato represivo estatal, la burguesía y la burocracia sindical había comenzado

mucho tiempo antes. […] Algunos autores han sostenido que Villa Constitución fue ‘[...] el

último enclave, donde en ese período, se manifestó el clasismo [...]’. Un movimiento de

carácter clasista es aquel que cuestiona la estructura de poder de la sociedad --las relaciones

de clase--, reconociendo la existencia de contradicciones antagónicas entre la clase obrera y

la burguesía. Los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución pusieron en cuestión la

estructura verticalizada del poder sindical. Generaron un movimiento que, plasmado en la

Lista Marrón, se basó en la democratización de la estructura gremial a partir de la

participación, organización y movilización de las bases. El nivel de combatividad de los

obreros villenses fue tan elevado que posibilitó disputar y obtener el control de una de las

seccionales del gremio cuya incidencia política y preeminencia sindical era indiscutible: la

Unión Obrera Metalúrgica. A esto se debe agregar otro elemento: ni Alberto Piccinini ni el

Secretario General de la Regional de Villa Constitución de la CGT, Tito Martín, provenían

del peronismo. Por el contrario, ambos dirigentes eran de extracción ideológica de

izquierda. Esto no implicaba que los trabajadores de Villa Constitución hubieran renegado

de su ideología peronista. Pero sí demostraba que el peronismo ya no daba las respuestas

que las bases obreras demandaban y no podía controlar como antaño los canales por los

cuales esas demandas se expresaban, si bien esta crisis de legitimidad, al menos en el nivel

sindical, se manifestaba de formas totalmente contradictorias.

“Este proceso fue sumamente importante e inquietante para la burocracia sindical y

la patronal metalúrgica de Villa Constitución. Pero sería un error confundirlo con un

movimiento orientado a la destrucción de las relaciones de explotación. La Lista Marrón se

declaraba en su programa como antipatronal. Pero ello no significaba el cuestionamiento de

la existencia de la patronal. De hecho, lo que los trabajadores pretendían era mejorar su

condición de tales a través de mayores salarios y mejores condiciones de trabajo. Sin

embargo, en tanto la conciencia de clase está ligada a la experiencia y ésta, a su vez, a las

prácticas de lucha, también sería erróneo suponer que la represión que se desató sobre ellos

fue producto del pedido de ‘una ambulancia y un policlínico’. En ese sentido cabe señalar

que así como no existen movimientos clasistas ‘puros’, los movimientos combativos

tampoco constituyen fenómenos homogéneos. En su seno encierran también demandas

conflictuales diversas y elementos de la lucha de clases que atacan al modo capitalista

como tal. A lo largo de este proceso, los trabajadores de Villa Constitución desarrollaron

algunos de estos elementos. Las tomas de fábrica, los planteos de control obrero del

anteproyecto para las paritarias, la aparición de agrupaciones obreras que se reivindicaban

clasistas, eran sintomáticas en cuanto al avance del carácter de las reivindicaciones y las

luchas. La nacionalización del conflicto conscientemente por los activistas de la UOM-VC

y el intento de realizar alianzas con las tendencias sindicales más definidas ideológicamente

en su enfrentamiento con el sistema capitalista (Luz y Fuerza y SMATA Córdoba, por

ejemplo), eran indicadores de la crisis de representatividad del peronismo y por lo tanto, del

fracaso en el intento de generar una hegemonía perdurable por parte de la clase dominante

que tuviera a éste como interlocutor válido. […] La represión desatada sobre los

trabajadores de Villa Constitución fue no solamente para destruir lo existente, sino que

también tuvo un carácter preventivo. La conciencia de la clase obrera villense no era

revolucionaria. Pero su nivel de combatividad y sus reservas organizativas (demostradas

luego de la detención de sus dirigentes sindicales el 20 de marzo de 1975), a lo cual se

sumaba la presencia de las organizaciones de izquierda y progresistas, la tornaban

peligrosamente indisciplinada ante el capital. Esta situación cobra aún más relevancia si se

toma en cuenta que los obreros de Villa Constitución ocupaban un lugar estratégico en el

aparato productivo nacional. Y a ello puede agregarse que ‘[...] la dirección socialista de un

proceso se mide más por las posibilidades objetivas que tenga el mismo de alentar la

movilización existentes en el interior de las masas explotadas por el sistema capitalista

dependiente, que por la perfección de los programas o la prolijidad de los métodos de

organización’.”74

La derechización del gobierno, orientada con creciente influencia por el ministro de

Bienestar Social, se manifestó en diferentes planos de su conducción. En lo económico, el

“Pacto Social” resultó insuficiente para la burguesía monopólica. La caída del ministro

Gelbard, en octubre de 1974, llevó a una sucesión de figuras al frente de la cartera de

Hacienda. Con oscilaciones, la política ministerial implicó una reedición de las políticas

económicas de Frondizi y de Onganía. Así, el Ministro Celestino Rodrigo, hombre de

confianza de López Rega, anunció al asumir en junio de 1975 un “tratamiento de shock”

para la economía argentina. El peso se devaluó en un 100%; las alzas de combustible

alcanzaron en el caso de la gasolina un 174%, las de tarifas eléctricas un 40%, el gas

doméstico un 50% y el transporte ferroviario hasta un 120%.75 Esto desató conflictos en

numerosos gremios con ocupaciones de fábrica y movilizaciones a través del mes.

74 Andrea Andújar. “Combates y experiencias. Las luchas obreras en Villa Constitución (1974-1975)”. Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política 6 (Buenos Aires: AECS, abril 1998), págs. 138-140.75 Anzorena, op. cit., 341.

Negociando por su cuenta la UOM y la AOT obtuvieron de las patronales aumentos de 130

y 125% cada uno, que el Ministro de Economía rehusó homologar.76

Paralelo a ello, durante todo ese mes, se vivía en numerosas fábricas de Córdoba,

Rosario, La Plata, Capital Federal y Gran Buenos Aires un fuerte estado de asamblea y de

agitación con paros, abandonos de los lugares de trabajo y movilizaciones a los sindicatos

de las seccionales locales. Primero, fue la paralización de las paritarias y luego, el rechazo

de la homologación de los aumentos, provocaron la formación de las Coordinadoras de

Gremios en Lucha. Estos organismos zonales fueron los que encabezaron y lanzaron la

movilización contra el plan del gobierno. Mientras los líderes sindicales hacían una última

tentativa para evitar la confrontación, miles de trabajadores comenzaron a abandonar sus

fábricas y talleres. La Coordinadora de Zona Norte de Buenos Aires organizó una marcha

de 15.000 obreros que fue interceptada por la policía.77 La de Zona Sur llevó a miles de

obreros metalúrgicos, mecánicos y textiles hasta la Plaza de Mayo.78 En tanto, en Mendoza,

manifestaron 1500 metalúrgicos encabezados por la UOM, la CGT y la “62” locales junto

con los empleados de comercio.79 El 27 de junio de 1975, más de 100.000 personas se

congregaron bajo la lluvia frente a la casa de gobierno reclamando la renuncia de Rodrigo y

López Rega.80 A principios de julio, cesaron sus labores metalúrgicos, mecánicos, textiles,

ferroviarios, bancarios, judiciales, empleados administrativos nacionales y provinciales,

maestros, obreros de la construcción. El 7 de julio, la CGT ante la presión de las bases

declaró una huelga general de 48 horas; la primera realizada bajo un gobierno peronista. A

treinta y siete horas de iniciada la medida de fuerza, la CGT levantó la misma al conocerse

la resolución del Poder Ejecutivo que homologaba las paritarias.81 El triunfo continuó con

las renuncias de Rodrigo y López Rega; este último fue enviado fuera del país.

En términos de experiencias, lo más importante del período fue el nacimiento de las

coordinadoras. Las más conocidas fueron las del Gran Buenos Aires, aunque también

existieron en zonas del interior como Córdoba y San Lorenzo. Las coordinadoras

representaron el punto máximo de enfrentamiento a que se había llegado contra el gobierno

de Isabel.82 Las mismas nucleaban a importantes comisiones internas, delegados y activistas 76 Senén González, op. cit., 90 y La Opinión, 29 de junio de 197577 Anzorena, op. cit., 341 y La Opinión, 17 de junio de 1975.78 Entrevista con Lucio (Quilmes, 17 de mayo de 1988).79 La Opinión, 17 de junio de 1975.80 Entrevista con Oscar (San Fernando, 20 de agosto de 1991). Los relatos de los acontecimientos se encuentran en: Ultima Hora, 27 de junio de 1975; La Razón, 27 de junio de 1975; La Opinión, 28 de junio de 1975; entre otros medios periodísticos. 81 Mario Baizán y Silvia Mercado. Oscar Smith: El sindicalismo peronista ante sus límites. (Buenos Aires: Puntosur, 1987), pág. 6382 Esta generó una fuerte preocupación para la burguesía y sus políticos. Todos los analistas periodísticos comentaban esta situación. En otros, Rodolfo Terragno observaba: “...el país vive [...] en ‘estado de desobediencia civil colectiva’. La disciplina de trabajo y la productividad se han resentido tan marcada como

opuestos a las direcciones de sus respectivos gremios. La mayoría de estos participantes

pertenecían a la izquierda y a la JTP. Las características centrales de las coordinadoras

fueron su democracia obrera y su alto nivel de combatividad y de organización.83 El

testimonio de un activista obrero de Política Obrera recuerda: “Las coordinadoras es algo

que fue surgiendo naturalmente. Ante el hecho que la burocracia sindical sistemáticamente

boicoteaba y obstruía el movimiento, la gente rápidamente hace experiencia y se empieza a

dar la coordinación del activismo. Primero entre las fábricas del mismo gremio y después

se hace más general. El eje allá [en La Plata] lo hacen las fábricas metalúrgicas.”84

Las coordinadoras tuvieron su apogeo durante los acontecimientos de junio y julio.

Después, durante el segundo semestre de 1975, su actividad se redujo aunque, mantuvieron

los rasgos antes citados, sobre todo porque fueron un blanco predilecto de la represión. Uno

de los obreros del PST que participaba de las reuniones de la Coordinadora de zona norte

del Gran Buenos Aires recuerda:

“P: ¿A los trabajadores se les informaba cuando hacían las reuniones?

R: Había una política. Se sacaba algún tipo de boletín. Se hizo un tiempo. Los boletines los

imprimían en el sindicato de los ceramistas en Villa Adelina. Se utilizaba mucho lo que

tenía el sindicato. Estaban bastante al servicio de la coordinadora [...]

P: ¿Duraban muchas las reuniones de la coordinadora?

R: Y duraban. Se hacían a la tarde generalmente. Cada uno traía, te diría que los sectores

traían las posiciones elaboradas.

P: ¿Participaban mujeres?

R: Participaban. Había mujeres que dirigían.

P: ¿En qué fábrica?

R: Y Squibb dirigía, no me acuerdo si Cristina se llamaba. Una compañera que dirigía, que

era de Squibb. Era montonera [....] había mujeres que participaban, iban algunas

compañeras que iban a escuchar.

P: ¿Había compañeros que iban a escuchar?

R: Que participaban, algunos iban. Con los grupos que llevaban [barra], generalmente muy

ligada a la dirección. A los compañeros de dirección [...] se hacía con barra o cuando había

que tomar algunas decisiones importantes se hacía con barra. Para que participaran muchos

más compañeros.explicablemente. La presión de las bases está empujando a las dirigencias sindicales, y en junio, puso a la CGT en la obligación de adherirse a un paro ya declarado, en los hechos, por sus representados...” Revista Confirmado, agosto de 1975. 83 Durante 1974 surgió un intento de coordinación entre diferentes secionales de sindicatos como la F.G.B, la FOTIA, Luz y Fuerza y SMATA (ambas de Córdoba), ATE (Rosario) y la UOM (Villa Constitución). Las nuevas coordinadoras fueron completamente distintas, sin lazos orgánicos con las anteriores. 84 Entrevista con Pata (La Plata, 7 de julio de 1988).

P: ¿La barra no votaba?

R: No. Después el último período se hacía solo... porque eso creaba... era bastante

complicado para tomar algunas decisiones. Entonces hubo, solamente había dos o tres

compañeros de cada fábrica, de cada lugar.

P: ¿Qué eran esos compañeros delegados o activistas?

R: No, no. La mayoría eran delegados porque sino no se podía... ese era el problema. Si en

verdad dirigís, si tomas una medida la tenés que llevar adelante. En eso estaba la diferencia.

Si tomabas alguna medida, de algún tipo, se podía garantizar. Aunque fuese un paro de

quince minutos. Si vos no dirigís la fábrica por más buen activista que seas, lo podes hacer

si el conjunto de la gente está en hacerlo. Pero si no lo podés garantizar a través de

asambleas es medio complicado.”

No obstante, como señaláramos su actividad tendió a decaer tanto por las

diferencias políticas entre las tendencias como por la disminución de los niveles de

conflictividad laboral. El mismo entrevistado reflexiona sobre estos hechos:

“...en ese momento se daba un proceso a nivel nacional. Entonces las coordinadoras no son

sólo, para mí, de lograr la solidaridad que, por lo general, el trabajador la tiene. La

solidaridad, en aportar algo, en ayudar con algo, con víveres... Nosotros decimos la

coordinación significa la coordinación en la lucha para derrotar a la política de la patronal.

Eso significa la coordinación y en ese momento fue esa lucha. [...] Llegamos a un punto de

acuerdo, en que teníamos un objetivo común, que era enfrentar a la patronal en que no

aplicara esos planes, planteando unas reivindicaciones sindicales, si se quiere. Y política

también. Porque eran contra el gobierno. Pero, en la política había grandes diferencias, la

JTP daba apoyo al gobierno, ellos planteaban solamente las reivindicaciones salariales.

También había provocaciones. [...] Había un sector de los montos que hacían una reunión

separada [...] aparte, con bastante rechazo al conjunto de la izquierda, una posición bastante

dura [...] Había provocaciones, decían ‘ustedes son zurdos’, ‘ni yanquis ni marxistas’...

Esas posiciones que tenían los montos que eran horribles. Eran bien de derecha. Esas eran

las diferencias profundas, parecería simple pero son muy profundas.”85

Las coordinadoras volvieron a presentarse como opción sindical en las semanas

previas al golpe de estado de 1976. Durante esos días, las luchas contra las medidas

económicas del ministro Mondelli, las erigieron, de nuevo, en el centro de la escena.86 El 24

de marzo y sus consecuencias interrumpieron las experiencias que estaban llevando a cabo.

85 Entrevista con Oscar, San Fernando, 7 de febrero de 1999.86 Boletín de Informaciones del PST, Nº 1, 16 de marzo de 1976.

Después de las jornadas de junio de 1975, el sucesor de Rodrigo en el ministerio fue

elegido con el apoyo de Lorenzo Miguel. La táctica de Antonio Cafiero, el nuevo ministro,

era tratar de descomprimir la situación a través de una indexación general y gradual de los

salarios, los precios y la tasa de cambio.87 Esta política tuvo el mérito de evitar tensiones

mayores, pero implicaba la impotencia del gobierno para definir la lucha económico-social.

Junto con una represión cada vez más violenta y con la falta de alternativas políticas

viables, las nuevas medidas económicas contribuyeron a desacelerar el ritmo de los

conflictos fabriles. Estos pasaron de un promedio de 33 por mes entre julio y agosto de

1975, a 31,2 entre septiembre y enero de 1976, a 17 mensuales entre febrero y marzo.88 Sin

embargo, esto no significó que los conflictos disminuyeran en intensidad. La demora en el

pago de los aumentos acordados, las nuevas demandas salariales y las disputas

intrasindicales hicieron que los conflictos fabriles fueran más largos y de más difícil

solución. El aumento en la cantidad de tomas de fábrica son testimonios irrefutables de esta

situación.89 Al mismo tiempo, la sangría entre los militantes de izquierda era inmensa. Una

cantidad importante de militantes habían sido muertos, estaban presos o habían pasado a la

clandestinidad. Para casi todas las organizaciones se planteaba el dilema de retirar a sus

militantes de los lugares de trabajo, puesto que si no lo hacían podía costarles la vida. El

siguiente relato refleja cómo la represión peronista produjo la desestructuración en las

fábricas:

“Tres veces intentan echarme y la tercera lo logran...de alguna manera lo logran. Empieza

la cosa con la triple A, agosto del ‘75, a los compañeros de La Plata, cuando los matan. A

partir de ahí, la línea del partido [el PST] es que los compañeros del partido que están

bastante jugados en la fábrica es la de irse. Yo me tengo que ir. Me acuerdo que le planteo

al burócrata a ver si me daba permiso gremial por un tiempo, a ver que pasaba. Me dice:

‘pero si... Barrita, ándate tranquilo, con vos no hay ningún problema te damos permiso

gremial’. Claro, al otro día me llegó el telegrama... desde ya. Me acuerdo que mi viejo va a

hacer un lío en el sindicato, porque yo le cuento al viejo todo lo que pasaba, bueno me

tengo que ir, me acuerdo que me fui a Azul mis viejos eran de ahí entonces me guardo unos

quince días allá y en ese lapso de dos, tres días, me mandan el telegrama, mi viejo por su

trayectoria en Berisso un tipo muy conocido, conocía a muchos dirigentes y entonces a

defender al hijo.., ahí se termina todo.”90

87 Pablo Kandel y Mario Monteverde. Entorno y caída. (Buenos Aires: Planeta, 1976). Pág. 95.88 Torre, op. cit., 63.89 La cantidad de conflictos que incluyeron la toma de la fábrica tuvo la siguiente secuencia: Julio-Agosto 1975, 4%; Sep. 1975-Enero 1976, 9%; Feb.-Marzo 1976, 7%. Torre, op. cit., 63.90 Entrevista con Barrita, Buenos Aires 18 de julio de 1998.

Por otro lado, la lucha entre el peronismo y la izquierda había llegado al punto que

la tensiones se traducían en una fragmentación de la conflictividad obrera.91 Esto

significaba una agudización del macartismo, pero también que había numerosos sectores

que estaban llegando a un quiebre con el peronismo: es lo que parecería indicar la

experiencia de las coordinadoras e inclusive el alejamiento de Montoneros del

movimiento.92

Llegado a este punto, el deterioro del gobierno de Isabel se hizo total. La

conflictividad obrera acentuó la incapacidad gubernamental para implementar un plan que

pudiera conciliar los encontrados intereses de las distintas fracciones y resolver la crisis

económica.93 La burocracia sindical, único sustento del gobierno, se encontró con que

carecía de respuestas para afrontar la crisis. Acostumbrados a estar en la oposición, nunca

manejaron bien el dilema de ser sindicalistas y gobierno al mismo tiempo. Los dirigentes

percibían los problemas asociados con su participación en el poder. Por un lado, se

encontraban rebasados por las bases; por otro, en forma abierta, con el respaldo de un

gobierno desprestigiado a nivel popular. Como nunca antes, necesitaban del Estado para

enfrentar a la insurgencia izquierdista; sin embargo, también necesitaban tomar distancia

para poder aparentar que estaban al frente de los reclamos y de la movilización.

El crecimiento de la izquierda y de las movilizaciones obreras había encontrado su

límite en las jornadas del Rodrigazo. Los meses posteriores vieron un reflujo en el

movimiento de masas (si bien un aumento en la violencia de enfrentamientos y conflictos

fabriles) y un cansancio muy grande en la población. A su vez, la izquierda intentó distintas

propuestas que no encontraron eco en el movimiento de masas. El PCA lanzó su propuesta

de “compromiso cívico-militar”, en la práctica llamando a una variante de golpe de

estado.94 En cambio, el PCR realizó el tránsito hacia la derecha y optó por defender a la

presidente, incluso atacando tanto a los Montoneros como a los partidos de izquierda. El

PRT-ERP llamó a una asamblea constituyente para reformar la constitución. Por su parte, el

91 Pensamos que la clase no se fracturó, sino que la heterogeneidad política de la misma junto con las disputas en los niveles de organización hicieron que la oleada de conflictos fuera contradictoria y con tendencia a existir en cada lugar de trabajo. Las coordinadoras intentaron brindar un nivel de coordinación (valga la redundancia) a esta conflictividad, sin embargo tanto las contradicciones entre las distintas tendencias políticas como la represión a los activistas dificultaron esto. Un resultado fue que los conflictos descendieron en cantidad pero se tornaron más violentos. Muchas de las huelgas realizadas después de julio de 1975 fueron largas con tomas de fábrica y rehenes.92 Es la época en la cual Montoneros plantea que el peronismo es sucedido, históricamente, por el “montonerismo”. Si bien, esto demuestra una gran cuota de soberbia y una mala caracterización del momento, también refleja que entre la vanguardia obrera había fuertes presiones para romper, de forma definitiva, con el peronismo.93 En octubre de 1975 se aprobó la Ley de Seguridad Nacional que efectivamente cercenaba el derecho de huelga. Esta fue una de las razones por que descendió el total de conflictos mientras que aumentaba la violencia de los mismos.94 Véase: Declaración del Comité Central del Partido Comunista, 9 de marzo de 1976.

PST, planteó la renuncia de Isabel e interinato de un diputado obrero designado por un

Congreso de Bases junto con la convocatoria a una asamblea constituyente.95 Mientras que

otros sectores reclamaban adelantar las elecciones presidenciales. En la práctica ninguna de

estas propuestas concitó apoyo popular. De hecho, la cantidad de propuestas disonantes,

conflictivas entre sí, y de compleja aplicación generaron confusión entre los trabajadores.

El resultado fue que, sin una salida positiva y clasista que uniera al conjunto de las fuerzas

anticapitalistas, la clase obrera acusó muestras de cansancio y de desmovilización. Se había

llegado a una situación en la cual el gobierno se había desgastado y no ejercía poder, el

capitalismo estaba desprestigiado antes amplias capas de la población, pero no existía una

acumulación de fuerzas ni una unidad entre los revolucionarios que plantearan una

alternativa viable.96

El deterioro de la situación y la inminencia de un golpe de estado, que a fines de

1975 era un secreto a voces, llevó a muchos burócratas sindicales a tratar de tomar distancia

frente al gobierno. El ministro de economía Antonio Cafiero renunció en enero de 1976

terminando la vinculación directa entre los gremialistas y el gobierno. El sindicalismo se

escindió en dos. Por un lado, los verticalistas, liderados por Lorenzo Miguel, definían su

apoyo al gobierno. Por otro, los antiverticalistas, dirigidos por el caudillo metalúrgico y

gobernador de Buenos Aires, Victorio Calabró, insistían en apoyar el golpe de estado.97 Por

último, y ante la creciente incapacidad de controlar el movimiento de masas por medios

“normales”, el golpe militar se hizo inevitable, consumándose en la madrugada del 24 de

marzo de 1976.

V.

Uno de los elementos que subyacen a las discusiones en torno a la izquierda, en la

actualidad, tiene que ver con la percepción, cuasi idealista, de que si la línea de tal o cual

organización hubiera sido otra entonces no hubiera ocurrido el golpe de 1976. Más allá de

problemas existenciales, como el opinar que la izquierda es la culpable del golpe, esta

visión tiene dos problemas. Por un lado, que a todas las tendencias políticas les fue mal.

Fueran éstas de izquierda, peronistas o radicales. La Argentina cambió entre 1976 y 1999

hasta el punto que el panorama político actual sería irreconocible hace 25 años. Pero más

aún, esta visión no considera que el golpe se dio no por los errores sino por los aciertos de

la izquierda. Durante el período examinado la izquierda creció en número, avanzó en

95 Comité Nacional del PST, 10 de octubre de 1975.96 También, habría que plantearse que, si bien el Estado se encontraba rebasado por el movimiento de masas, hasta dónde la sociedad civil argentina había sufrido un quiebre con sus expectativas en el capitalismo.97 Entre los antiverticalistas se contaban la Unión Obrera Molinera, o los gremios de la Carne, Aguas Gaseosas, Municipales (COEMA), Papeleros, Navales. Eran en total 40 organizaciones, con apoyo de 18 seccionales de la UOM. Senén González, op. cit., 135.

experiencia y, sobre todo, profundizó sus vínculos con la clase obrera como nunca antes en

la historia argentina, incluyendo la década de 1930. Es inexplicable el surgimiento del

clasismo, del sindicalismo de liberación, las coordinadoras, la oleada de luchas, la

politización de los trabajadores, y el cuasi quiebre con el peronismo si dejamos de lado la

labor de la izquierda. En este sentido el golpe de estado de 1976 puede ser concebido como

un ataque a una clase obrera politizada por la izquierda, y no por el peronismo. Así hizo

falta reprimir a los trabajadores a fin de desarrollar un nuevo modelo de acumulación, pero

además para frenar el crecimiento de tendencias revolucionarias. La clase obrera no sólo

dificultaba el desarrollo capitalista sino que avanzaba hacia encontrar su propia solución en

tanto clase revolucionaria. Si bien la izquierda tuvo muchos errores, también generó

grandes aciertos. Por un lado, los errores se debieron al sectarismo, a su fragmentación, a su

inexperiencia y a la juventud de la mayoría de sus nuevos militantes; pero, por otro, la

principal prueba de sus aciertos lo constituyó su masificación. A pesar de los errores, la

izquierda, durante los años de 1969-1976, fue producto de la experiencia de la clase obrera

y se desarrolló en profunda ligazón con la misma. En este sentido, fue no sólo producto de

su época, sino también el nivel más alto que ha alcanzado la lucha de clases en la Argentina

hasta el día de hoy.

Considerando que los ciclos de acción de masas son limitados en el tiempo aunque

los sindicatos y los partidos de trabajadores se desarrollan en los momentos de auge, deben

funcionar durante largos períodos en un ambiente conformado por niveles bajos de

actividad obrera.98 En esos momentos, los intentos de expandir la lucha más allá de una

esfera limitada en general no tienen éxito.

En los períodos de reflujo, el carácter restringido y minoritario de la actividad de la

clase obrera parece ser su estado natural y permanente. No figuran entre los objetivos

amplias ofensivas sobre los privilegios de los capitalistas ni, mucho menos, la transición al

socialismo. Por ende, la mayoría de los trabajadores concluyen que deben aceptar las reglas

del juego del sistema capitalista, en particular el requisito de la rentabilidad como base del

sistema. Es la aparente incapacidad para desafiar la propiedad y el estado capitalista que

forman la necesaria, aunque insuficiente, condición para la amplia aceptación por la clase

del reformismo. O sea, de una visión del mundo que acepta el sistema de propiedad

capitalista como algo inmutable; pero, enfatiza en los intereses especiales de los obreros

dentro del mismo, sobre todo, el “derecho” de los trabajadores de recibir una “proporción

98 Los conceptos vertidos en esta conclusión son desarrollados en profundidad por Leo Panitch, Working Class Politics in Crisis. Essays on Labour and the State (Londres: Verso, 1986); y Robert Brenner, "The Paradox of Social Democracy: the American Case", en Mike Davis et al. The Year Left. An American Socialist Yearbook 1985 (Londres: Verso, 1985), pág. 41.

justa” del producto total. A su vez, dado que tiende a consolidarse en períodos cuando sus

organizaciones son --por momentos-- débiles, las estrategias reformistas casi siempre

requieren escasa o nula movilización de los trabajadores; haciendo hincapié en huelgas

simbólicas, en negociaciones institucionalizadas y, principalmente, en el camino electoral.

Imposibilitados para desarrollar la lucha de clases en profundidad, los trabajadores buscan

formas alternativas para defender sus intereses.

Sin embargo, el reformismo, como cualquier otra estrategia, sólo puede obtener una

amplia aceptación con la condición de que demuestre resultados positivos. Por ende, aún

con una mínima organización obrera, el reformismo es atrayente en momentos de

prosperidad porque en esos períodos la amenaza de una limitada resistencia obrera puede

obtener concesiones del capital. Puesto que mantener la producción sin interrupciones es la

prioridad, los capitalistas estarán más dispuestos a hacer concesiones a los trabajadores.

Esta contradicción se ve superada en los momentos de auge de masas. Estos auges

no surgen de la nada, son producto del trabajo de años por parte de cientos de militantes y

activistas revolucionarios. En esos lapsos, durante los que aparentemente “no pasa nada”,

se va gestando la experiencia y acumulación de fuerzas necesarias que hacen posible el

auge. En los momentos de auge de las luchas es cuando la izquierda crece, surgen nuevas

formas de lucha y organización, y se tornan posibles los objetivos revolucionarios.

En la Argentina esto es lo que ha ocurrido entre 1955 y 1969. Por un lado tenemos

al vandorismo. Surgido a principios de la década de 1960, a raíz de la expansión económica

del desarrollismo frondizista y de las luchas obreras de la Resistencia Peronista, el

vandorismo se guió por la táctica “golpear para negociar”. En épocas de expansión

económica esto fue muy efectivo, convirtiendo a los principales sindicatos vandoristas,

metalúrgicos y Luz y Fuerza, en fuertes organizaciones cuyos afiliados tenían los mejores

convenios. A cambio de esto, los dirigentes vandoristas garantizaban la paz gremial,

purgando a los militantes radicalizados y erigiéndose en una valla insalvable a todo

conflicto no controlado por la cúpula sindical. Durante ese período un alto porcentaje de

trabajadores aceptaban el vandorismo como lo único posible. Pero, por otro lado, se

desarrollaban luchas aparentemente sin éxito; los militantes y activistas de izquierda

desarrollaban una silenciosa tarea gris y cotidiana que fructificaría años más tarde.

La contracción económica junto con la represión iniciada durante la dictadura del

general Onganía, y esa labor de años de la izquierda, fueron los elementos necesarios para

el auge de masas iniciado en 1969. Las luchas sociales de principios de la década de 1970 y

el cuestionamiento desde la base por el clasismo y la izquierda profundizaron el deterioro

del vandorismo que no cumplió su función como dique de contención al cuestionamiento

anticapitalista de la clase obrera. Fue el golpe de estado de 1976 el que impidió tanto la

maduración de la conciencia revolucionaria como la superación definitiva del vandorismo

por una clase obrera radicalizada.

Los cambios en el modelo de acumulación y la represión desatada entre 1976 y

199399 han significado retrocesos organizativos para la clase obrera; aunque, al mismo

tiempo abren el camino para avances más sólidos y sostenidos que antes. Las tradicionales

formas de organización política y sindical de la izquierda en la Argentina se han agotado, al

igual que el vandorismo. Y no es sorprendente ya que fueron el producto de condiciones y

coyunturas históricas específicas, y sería poco dialéctico esperar que cristalizaran en un

modelo permanente. Esto no quiere decir que hayan desaparecido, o que algunas de sus

ideas y prácticas no se mantengan y continúen siendo relevantes y efectivas en ciertas

circunstancias. Significa que la clase obrera está desarrollando nuevas formas y una nueva

substancia como teoría y como organización. Estamos ante una nueva fase del desarrollo

obrero; la confusión y la crisis que marca nuestra época sólo pueden ser vistas bajo esta luz.

Sin perder de vista el difícil proceso del desarrollo de la conciencia de los trabajadores

argentinos podemos plantear que hoy en día estamos viviendo no sólo los cambios y la

crisis que generan los desarrollos a nivel económico en la Argentina de los últimos cuarenta

años, sino también las transformaciones que se gestaron en la conciencia de los

trabajadores, sobre todo, entre 1969 y 1976. Casi a nivel intuitivo aprehendieron los límites

del estado capitalista, mientras se buscaba promover el pensamiento sobre las estructuras

democráticas necesarias para un estado al servicio de los trabajadores.

Reencontrarse con esta promesa y avanzar más allá depende en gran parte, aunque

no sólo, de la lucha de los trabajadores. A su vez, significa la revitalización y reconstitución

de una identidad política y cultural de la clase obrera. Este proceso, complejo y arduo,

implica no acomodar --de manera pasiva-- la política a un fatalismo pragmático; sino más

bien, lleva a concentrarse en la inserción y la ayuda para ampliar y profundizar la

experiencia colectiva de los trabajadores, de la cual esa nueva identidad crece y se nutre. El

hecho de que las ocupaciones manuales tradicionales hayan declinado en números relativos

no significa que la explotación haya cambiado de carácter. La insistente recomposición de

clases efectuada bajo el capitalismo resalta la importancia de este objetivo en una política

de los trabajadores. En este sentido, en la coyuntura histórica de fines del siglo XX, las

lecciones que la experiencia de la década de 1970 dejó se convierten en la base de la

recomposición de la autonomía de los sindicatos así como también de otras organizaciones 99 Consideramos que fue en 1993 cuando todos los elementos del nuevo modelo de acumulación se habían definido y consolidado. Véase Pablo Pozzi y Alejandro Schneider. Combatiendo al capital. Crisis y recomposición de la clase obrera argentina, 1983-1993, op. cit.

primarias que puedan llegar a expresar al trabajador colectivo, mientras avanzan en la

gestación de un proyecto político propio.