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Catherine Coquery-Vidrovitch y Éric Mesnard Ser esclavo en África y América entre los siglos XV y XIX C000 esclavos (F).indd 3 23/04/15 09:49

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  • Catherine Coquery-Vidrovitch y ric Mesnard

    Ser esclavo en frica y Amrica entre los siglos XV y XIX

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  • LA EDICIN DE ESTE LIBRO HA SIDO PATROCINADA POR

    La traduccin de este libro ha sido realizada por la Direccin General de Relaciones con frica del Gobierno de Canarias en el marco del proyecto Saln Internacional del Libro Africano (SILA), iniciativa que se enmarca en el Programa de Cooperacin Transnacional Madeira Azores Canarias PCT MAC 2007-2013, cofinanciado por el fondo FEDER en un 85%.

    DISEO DE COLECCIN: ESTUDIO PREZ-ENCISODISEO DE CUBIERTA: JACOBO PREZ-ENCISO

    TRE ESCLAVE. AFRIQUE-AMRIQUES, XVE-XIXE SICLE DITIONS LA DCOUVERTE, PARIS, FRANCE, 2013

    TRADUCCIN DE ADOLFO FERNNDEZ MARUGN

    CATHERINE COQUERY-VIDROVITCH Y RIC MESNARD, 2015

    CASA FRICA, 2015

    LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2015 FUENCARRAL, 70 28004 MADRID TEL. 91 532 05 04 FAX. 91 532 43 34 WWW.CATARATA.ORG

    SER ESCLAVO EN FRICA Y AMRICA ENTRE LOS SIGLOS XV Y XIX

    ISBN: 978-84-8319-995-4DEPSITO LEGAL: M-12.012-2015IBIC: HBTS

    ESTE LIBRO HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIN DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MS AMPLIAMENTE POSIBLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIN DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONSTAR EL TTULO Y LA AUTORA.

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  • A la memoria de Michel Coquery y de Thierry Aprile

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  • Esta obra se ha ideado, reledo y discutido en comn. De manera general, los captulos dedicados a frica los ha redactado Catherine Coquery-Vidrovitch, y los dedicados a Amrica, ric Mesnard; pero no se trata de una regla absolu-ta, y varios de ellos, as como la introduccin y la conclu-sin, son el resultado de intervenciones cruzadas.

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  • NDICE

    PRESENTACIN. LA ESCLAVITUD AFRICANA Y FRICA EN LA AMRICA ESPAOLA, por Jos Antonio Piqueras 13

    PRLOGO, por Ibrahima Thioub 29

    INTRODUCCIN. LOS AFRICANOS EN EL MUNDO ATLNTICO 39

    CAPTULO 1. LA ESCLAVITUD EN LAS SOCIEDADES AFRICANAS, UNA HISTORIA ANTIGUA 51

    La antigedad de la esclavitud 51Qu significaba ser esclavo en frica? 55

    CAPTULO 2. LAS TRATAS ORIENTALES Y LAS TRATAS INTERNAS 65El islam y la trata de negros 66La trata transahariana 72La trata hacia el ocano ndico 75Los itinerarios africanos. Relatos de vida 76Lo que nos ensean 77La trata africana de mujeres 80

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  • CAPTULO 3. LA CULTURA LUSOAFRICANA (SIGLOS XV-XVII) 82El cruce de culturas 82La importancia del oro 85El papel fundador de las islas de Cabo Verde 88La economa de plantacin 91El reino de Kongo y los portugueses en Loanda 94La costa surafricana 97

    CAPTULO 4. LA GRAN TRAVESA. DE LA ESCLAVITUD EN FRICA A LA ESCLAVITUD EN AMRICA (SIGLOS XVI-XVII) 99

    La transformacin de la esclavitud en frica 100La travesa del Atlntico hacia el Nuevo Mundo 108

    CAPTULO 5. EL MIDDLE PASSAGE O TRAVESA DEL ATLNTICO MEDIO (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII-PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX) 117

    El embarque 117La terrible travesa 122Datos demogrficos de un crimen contra la humanidad 134

    CAPTULO 6. LA ESCLAVITUD EN AMRICA (FINALES DEL SIGLO XVII-PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX) 139

    Ser esclavo en las islas del azcar 142Ser esclavo en las colonias britnicas continentales, ms tarde en los EE UU 158

    CAPTULO 7. LAS RESISTENCIAS DE LOS ESCLAVOS 170Revueltas en frica 171Trata y revuelta 177Resistencias en Amrica 180

    CAPTULO 8. LA CRIOLLIZACIN EN FRICA 193Las aportaciones recprocas 194Unos esclavos africanos muy viajeros 195Los lusoafricanos 200Los afrobrasileos 202Loanda, ciudad mestiza 204La mediacin lusoafricana y lusobrasilea 205Los criollos y el papel de las mujeres 206El estilo de la casa llamada colonial 210

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  • CAPTULO 9. LA CRIOLLIZACIN EN AMRICA 213El surgimiento de una nueva cultura 214La emergencia de un nuevo grupo social: los libres de color 220

    CAPTULO 10. LAS ABOLICIONES EN AMRICA (FINALES DEL SIGLO XVIII-SIGLO XIX) 229

    Del antiesclavismo al abolicionismo 230La revolucin en el Caribe: el viraje haitiano 236Las aboliciones y despus? 243

    CAPTULO 11. LA ESCLAVITUD INTEGRADA EN FRICA (FINALES DEL SIGLO XVIII-SIGLO XIX) 250

    El auge de la esclavitud interna 253frica occidental 254El auge de los reinos negreros 256Los Estados de conquista 262Los esclavos de contrabando 265La esclavitud entre los seores de la guerra 268La reactivacin de la trata transahariana 269frica ecuatorial 271frica portuguesa 274La colonizacin zanzibarea 276Las mujeres esclavas 277La gnesis del racismo antinegro 279

    CONCLUSIN 283

    ANEXO. CONSTITUCIN HAITIANA DE 20 DE MAYO DE 1805 (EXTRACTOS) 291

    BIBLIOGRAFA 293

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    CAPTULO 7

    LAS RESISTENCIAS DE LOS ESCLAVOS

    La historiografa francesa ha descuidado durante mucho tiempo el estu-dio de las resistencias de los esclavos y el importante papel de la revolu-cin haitiana, que fue el origen de la proclamacin en 1804 del primer Estado negro de Amrica. El mito del esclavo sumiso fue puesto en duda por los intelectuales anticolonialistas (James, 1949; Csaire, 1961), que han contribuido a que los historiadores se interroguen sobre el papel jugado por los esclavos en su propia emancipacin.

    Sin embargo, estas resistencias formaron parte de la historia de las tratas desde sus orgenes. Las revueltas que tuvieron lugar en frica siguen siendo las peor conocidas, aunque los historiadores africanos las estudian seriamente en la actualidad. Fue tambin en frica, en Santo Tom, donde tuvo lugar la primera revuelta de tipo americano; se sald con una victoria por parte de los esclavos, que arruinaron definitivamen-te las explotaciones de caa de azcar de la isla. Se produjeron tambin numerosos motines en los barcos negreros. La mayora fracasaron, pero algunos tuvieron xito, como el del Amistad, que concluy en 1840, tras un proceso en los EE UU, con la liberacin de los amotinados que haban dado muerte a los marineros. En Amrica, las formas de oposicin ms evidentes a la explotacin esclavista fueron las revueltas colectivas y la huida de las plantaciones; sin embargo, la resistencia a las violencias y al trabajo agotador adopt distintas manifestaciones.

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    REVUELTAS EN FRICA

    Una primera sublevacin de esclavos zenj (negros) habra estallado en las plantaciones de Arabia a finales del siglo VII d.C. La mayor revuelta conocida se produjo en la baja Mesopotamia (Irak) en el siglo IX, donde los malos tratos produjeron un levantamiento zenj en el ao 869 que solo pudo ser controlado en el 883. De ah la amplitud de su nmero de vcti-mas, que habran oscilado entre 500.000 y 2.000.000 (Popovic, 1976). Esto es, quizs, lo que explica que, en el mundo arabomusulmn, los esclavos varones no fueran empleados, antes del siglo XIX, en las grandes plantaciones: la agricultura era confiada mayoritariamente a los peque-os campesinos (los fellahs). Los esclavos estaban dedicados ms bien a tareas domsticas, especialmente como eunucos en los harenes donde las mujeres eran concubinas.

    Se conocen bastante bien las revueltas tempranas de la isla de Santo Tom, donde un clima terrible y la crueldad de los colonos blancos, par-ticularmente frustrados en sus relaciones con la metrpoli, provocaron reacciones violentas por parte de una poblacin mestiza y negra discri-minada desde muy pronto. Los disturbios, caractersticos de una econo-ma de plantacin de tipo protoamericano, se debieron en primer lugar a las reivindicaciones de los plantadores mestizos y negros, que jugaban un papel importante en la produccin de caa de azcar. Una primera explosin de clera tuvo lugar en 1513-1514. Aunque su dirigente, el esclavo mestizo Bras Gil, intrprete de oficio, fuese arrestado, la revuelta alcanz sus objetivos ya que, en 1515, los mestizos podan ser liberados aunque su madre fuera esclava. Lograron tambin estar representados en el consejo municipal. Sin embargo, esto no fue suficiente para que vol-viera la calma. El poder era detentado por metropolitanos de origen a expensas de los colonos blancos de la isla. Ahora bien, el impresionante desarrollo de la trata de esclavos llev consigo la oposicin violenta, en el campo, entre bandas de blancos y de mulatos, dirigidas unas y otras por personas integradas en el sistema, instruidas, ricas y ambiciosas. El con-flicto estall en 1545, tras de un incidente racista: una joven mestiza haba rechazado casarse con un plantador mulato, porque quera casarse con un blanco para hacer ms clara su descendencia como haba hecho una hermana suya. El plantador rechazado, Damio Lopes, para llevarse a la joven, decidi atacar la plantacin del futuro marido a la cabeza de una banda de 600 a 800 esclavos. Poco a poco, los mulatos

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    fueron hacindose con el control de la isla. Pero, en 1547, la metrpoli intervino y desat una amplia represin. Los dos cabecillas mestizos fueron arrestados y los dems se fortificaron en sus haciendas donde implantaron su propio orden social. Se produjo entonces una casi sece-sin entre el campo y la ciudad, donde la discriminacin apart definiti-vamente a los mulatos y los negros de todas las funciones administra-tivas. La situacin se volvi muy pronto insostenible, hasta el punto que todos los excluidos, negros y mulatos, e incluso algunos plantadores blancos, participaron juntos en la revuelta. El primer intento de los mu -latos fracas, pero los negros tomaron el relevo; sin olvidar que los cimarrones (mocambos en portugus) se haban hecho fuertes en el interior del pas, manteniendo un clima de inseguridad y de miedo al llevar a cabo razias en las plantaciones.

    Algunos aos ms tarde, en 1553, el da de la votacin municipal, los insurgentes invadieron el consejo (entonces enteramente blanco), dando lugar a una rebelin de gran amplitud. En Lisboa el Gobierno estaba divi-dido: teniendo en cuenta el nmero muy limitado de portugueses en las islas, no se poda prescindir de los lusoafricanos en el poder. No obstan-te, debido a la desproporcin de medios militares y polticos, la insu-rreccin fue duramente reprimida. El plantador Mateus Vaz, que proba-blemente haba traicionado a sus compaeros, fue liberado tras abonar una sancin de 2.000 cruzados, una suma muy elevada que muestra la riqueza de los plantadores implicados; pero al principal jefe, Joo Rodrigues Gato, se le deport hacia el reino sin esperanza de retorno; los dems fueron condenados a penas de prisin en la isla, y el funcionario blanco (ouvidor) Manuel Telles, comprometido con los insurgentes, fue juzgado y castigado con la deportacin por sus colegas blancos. Los mulatos se enriquecieron cada vez ms, pero se les mantuvo en un estatus de segundo orden mediante una discriminacin racial cada vez ms evidente (Batista de Sousa, 2010: 147-155).

    Fueron los cimarrones que, desde el principio, se haban ocultado en el centro de la isla, en el entorno de la montaa Ana de Chaves, quie-nes mantuvieron un clima de violencia. Disponemos de testimonios desde 1530: Supimos que la selva se haba convertido en el refugio ideal para los negros. Corremos el riesgo de perder el control de la isla. Hemos sabido tambin que esos negros mataban a muchos habitantes, hombres blancos y negros que intentaban combatirlos (ibdem: 157, citando una carta de 1531 publicada en Brsio, 1952: 548).

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    La guerra contra los cimarrones cre una fuerte ligazn entre las capas sociales ms diversas, cualquiera que fuese el color de sus miem-bros. Se organizaron milicias, financiadas en parte por los plantadores y los comerciantes, y se instal de forma permanente un clima de guerra. La amenaza era real: los cimarrones haban erigido autnticos campos atrincherados, bien organizados y socialmente estructurados, que re -sistan la ampliacin de los desbroces exigidos por la caa de azcar. El proyecto de poblamiento de la isla hubo de ser abandonado por las auto-ridades debido al peligro que representaban, en un clima clido y hme-do considerado poco favorable para los blancos.

    La primera operacin de envergadura contra los cimarrones se emprendi en 1547, la segunda en 1553. Pero, en cada oportunidad, los mocambos lograron rehacerse pese a sus prdidas. Obligaron incluso a las autoridades a repensar la explotacin de la isla, y renunciar al monocul-tivo de la caa. A finales de siglo, se construy un fuerte militar destina-do a combatir a la vez a los cimarrones y a los piratas (o angolares). El papel de este fuerte se mostr decisivo durante las dos revueltas de 1574 y de 1595.

    A diferencia de los mocambos, los angolares no haban sido esclavos en la isla. Eran negros que escapaban de los barcos negreros al pasar frente a ella, que haban conseguido, a lo largo del tiempo, sobrevivir en su parte sur. Solo se tienen noticias de su presencia a partir de la insu-rreccin de 1574. Reforzados por fugitivos de una plantacin vecina, marcharon sobre la ciudad de Santo Tom atacando las plantaciones a su paso, saqueando campos de caa y molinos de azcar. Al llegar al ciudad, como estaban armados de flechas y arcos, fueron cazados por los cuerpos militares armados con fusiles que sembraron el pnico entre ellos y los forzaron a abandonar la ciudad y refugiarse en las zonas bajo su control (ibdem: 157, citando a Jos Lima, 1844).

    Fue a partir de entonces cuando los plantadores, cuya vida se haca cada vez ms difcil, empezaron a abandonar la isla, en la que las activi-dades esclavistas decaan desde que Loanda y la costa congolea se haban convertido en sus centros principales. La mano de obra servil empezaba a faltar, mientras muchos plantadores, empobrecidos por el descenso de su produccin vendan las haciendas a bajo precio, cuando encontraban comprador. La regin sur, ocupada por los angolares, se haba hecho impracticable, y el resto de la isla era cada vez ms inestable. En 1595, un nuevo conflicto marc el inicio de un amplio levantamiento.

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    Casi todos los insurgentes se agruparon en torno a Amador, esclavo de una gran cultura, nacido en la isla y probablemente criado domstico. Autntico lder, Amador posea un carisma innegable, un temible sen-tido de la organizacin, as como una autentica capacidad de mando (ibdem: 167). Seis hombres eran sus asesores ms cercanos en este intento de liberar la isla de la influencia portuguesa y del sistema escla-vista. Se trataba, en suma, de un anticipo de la accin de Toussaint Louverture en Santo Domingo: En el ao de 1595, un negro de la isla de Santo Tom, llamado Amador, acompaado de hombres de su color, se sublev, y el citado Amador se proclam rey de la isla. Cometieron bru-talidades propias de bestias salvajes (ibdem: 167, citando un documen-to annimo de 1595).

    El 9 de julio de 1595, Amador dio comienzo a una accin arriesgada apoderndose de la parroquia de Nossa Senhora de Trinidade, a 10 kil-metros de Santo Tom y a 250 metros de altura, lugar muy valorado por los europeos por su clima fresco. Casi todos los propietarios blancos que estaban en la iglesia (era domingo) fueron masacrados. Amador celebr su victoria bebiendo vino de palma en el cliz, evidenciando as el carcter anticristiano de su movimiento. Siguieron varios das de destruccin; las plantaciones y las azucareras fueron entregadas a las llamas y los esclavos liberados se unieron en buena parte al movi-miento. Toda la regin, desde Trinidade a Pantufo, a cinco kilmetros de Santo Tom, fue devastada, y Pantufo, aunque fue incendiada, resisti. En el bando de Amador, el conde Silvestre y 200 de sus hom-bres encontraron la muerte. Sin embargo, el movimiento consigui hacerse con el control de la isla. Amador se erigi en libertador, aten-to a que su poder estuviera representado all donde existan injusti-cias. Organiz su reino nombrando a los diferentes capitanes siguien-do un sistema electivo a la africana que se inspiraba en parte en el modelo colonial. El 27 de julio, 5.000 insurgentes intentaron apode-rarse de la capital incendindola. Pero, mal armados, no pudieron resistir a los arcabuces portugueses. La batalla fue feroz y dur toda la jornada, acarreando prdidas humanas considerables, que han sido camufladas sin duda por las fuentes portuguesas, las nicas a las que hemos tenido acceso. Lo cierto es que las fuerzas blancas y sus escla-vos acabaron por imponerse y recuperaron el territorio, plantacin tras plantacin. Amador, refugiado en el interior del pas, muri en soledad mientras el ltimo de sus compaeros era colgado.

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    Sin embargo, la insurreccin no fue un fracaso total. Su objetivo se consigui parcialmente puesto que el cultivo del azcar fue prcticamente erradicado de la isla que, a partir de entonces, se convirti en objetivo de corsarios holandeses, franceses e ingleses (ibdem: 164-175)118. En el curso de los dos siglos siguientes, las revueltas de esclavos, las enfermeda-des aparecidas en las plantaciones y la piratera hicieron que un buen nmero de plantadores se volvieran a la Amazona. Hubo que esperar a 1822, a la independencia de Brasil, para que los colonos portugueses aban-donasen aquel pas para volver a Santo Tom y Prncipe, donde posean todava grandes plantaciones. Se llevaron algunas de las riquezas del Nuevo Mundo, entre ellas arboles del cacao, y relanzaron las plantaciones.

    En el continente, como los esclavos formaban parte del paisaje social africano, la rebelin era poco concebible y, sobre todo, carente de salida: dnde ir? Las hubo sin embargo, sobre todo al principio de la trata atlntica. Entre 1673 y 1677, se desarroll un movimiento de resistencia contra los jefes negreros desde Mauritania al norte de Senegambia. Tom la forma de una reivindicacin que preconizaba, en nombre del islam, la sobriedad respecto del alcohol importado por los traficantes: Dios no os ha dado reyes para que os vendan o para que os maten sino para que garanticen vuestra seguridad. Si no cumplen con estos principios, com-batidlos y expulsadlos (Amadi, 2012)119. En 1765, estall una revolucin poltica contra la trata en el valle medio del Senegal: la dinasta en el poder fue derrocada y sustituida por un imam que haca inspeccionar los barcos en el ro y liberar a los cautivos capaces de recitar unos versculos del Corn (el islam excluye a los creyentes de la esclavitud).

    Sin embargo, se trataba con mucha frecuencia de huidas individuales o de rebeliones de escasa amplitud, en las que las fugas eran ms que incier-tas: qu poda hacer un esclavo huido de una comunidad, si escapaba para pedir asilo en otra, sino volver a caer en la esclavitud? El caso de las mujeres es, en este sentido, esclarecedor, a todas se las consideraba inferiores, sus-ceptibles de ser esclavizadas, sobre todo como concubinas.

    Salvo el de Santo Tom, se conocen en frica pocos ejemplos de cimarronaje como el que existi en Amrica en zonas apartadas, general-mente montaosas o de acceso difcil. El relieve apenas se prestaba para ello; adems, el sistema social era un sistema de castas y no de clases, y la

    118. La fuente principal es P. Manuel do Rosrio Pinto, RelaododescobrimentodailhadeSoTom, 1734, publicado por Ambrsio, 1970: 245-248.

    119. Citando una conferencia de Ibrahima Thioub del 2 de diciembre de 2011.

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    promocin social solo era posible en la propia casta. Un antiguo escla-vo solo poda ser jefe en su propia sociedad, en algunos casos por medio del combate para practicar a su vez el trfico ms rentable de la poca: la trata de esclavos. Ese fue el caso del rey Jaja, esclavo igbo vendido a los 12 aos, ms tarde regalado al rey Pepel de Bonny, donde lleg a ser uno de los comerciantes ms renombrados. Harto de ser rechazado por las familias aristocrticas y del entorno real, recurri a la secesin para crear en 1869 un nuevo centro negrero, de pequeo tamao y bien situado, Opobo, que atrajo a numerosos igbos, merca-deres, guerreros y hechiceros. Como la mayora de los mercaderes africanos de la costa, se opuso a la penetracin britnica y fue final-mente deportado por los ingleses al Caribe en 1887 (Mbokolo, 1992: 136). Puede citarse tambin el caso de Lat Dior, clebre por haber resistido a los franceses hasta su muerte (1883-1886) y que es honrado como un hroe en Senegal. No poda, por derecho, llegar a ser damel de Cayor120 porque, aunque formaba parte del linaje real guedj por su madre, estaba excluido de la sucesin porque su padre no era fall; sin embargo, se apoder del poder eliminando a los esclavos reales y sus-tituyndolos por sus propios esclavos, algo que sus descendientes no quieren reconocer todava hoy (Diouf, 1990).

    Otro ejemplo famoso es el de los pueblos sometidos, en el siglo XIX, por la yihad conquistadora del jefe peul Hadj Omar, empujado progresi-vamente hacia el este por los avances paralelos de los franceses, a partir de Senegal, y de los ingleses, a partir del hinterland de Costa de Oro. A mediados de siglo, su aventura religiosa se transform en imperio de la violencia, que redujo a los campesinos sometidos a la condicin de escla-vos; razn por la que su reputacin es excelente en su Senegambia de origen, pero detestable en Costa de Marfil o en Mali, donde, como hemos visto, haba conquistado y sometido a pillaje al reino bamana de la regin de Seg aunque estuviese poblada por musulmanes (es cierto que recien-temente convertidos). Termin su vida de forma trgica, tras de una amplia rebelin de la que cabe preguntarse si no fue, lisa y llanamente, una revuelta de esclavos. Fue finalmente acorralado en el acantilado de Bandiagara donde se haba refugiado junto a los que quedaban de sus compaeros entre, oh paradoja!, los dogones paganos. Muri en 1864 en la explosin de su refugio convertido en polvorn.

    120. Soberano de un reino situado en Senegal, entre Dakar y Saint-Louis.

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    Sin embargo, las revueltas se multiplicaron cuando pareci posible una escapatoria, es decir, a finales del siglo XIX, ante un poder poltico conquistador pero a la vez debilitado por la intromisin de las primeras invasiones europeas. As, a partir de 1887, los franceses crearon en el frica occidental 150 poblados de libertad para acoger a los esclavos fugitivos. Basndose en el principio liberador del suelo francs, su obje-tivo estaba claro: posibilitar la liberacin de los esclavos por va del res-cate y constituir as una reserva de mano de obra para los regimientos de tiradores, las construccin del ferrocarril y otras obras pblicas en las colonias de Senegal y de Sudn (Mali). La administracin hace notar en 1907 que cualquier elemento indgena que se recluta en las ciudades de nuestras colonias africanas, las personas de la servidumbre, los artesa-nos, carpinteros y herreros, albailes, jardineros, los obreros que traba-jan en los desmontes y los peones son antiguos cautivos (Fall, 2011:79)121.

    El atractivo de la libertad fue especialmente importante para las mujeres, sobreexplotadas en la sociedad tradicional (Rodet, 2009: 51). Pero la mano de obra masculina se mostr reacia: Los cautivos que se escapan de Cayor, de Futa y de la regin de los moros, cautivos a los que declaramos libres en cuanto estn en nuestro territorio, son por lo gene-ral autnticos granujas que estorban en nuestras ciudades, sobre todo en Saint-Louis, no queriendo trabajar, viviendo de la rapia y de la mendi-cidad (ibdem).

    TRATA Y REVUELTA

    Las rebeliones de esclavos aparecen ligadas fundamentalmente a los pro-cesos de trata. Para escapar de ella, fueron numerosos, y a veces repeti-dos, los intentos de fuga individuales. Se sabe tambin que, sobre todo a principios del siglo XVI, los jefes costeros, que iban a sucumbir ms tarde al atractivo de los beneficios en ultramar, intentaron oponerse de entra-da a la extorsin europea. El rey lvaro de Kongo, en los aos 1570, hizo enviar por uno de sus parientes una carta de protesta al rey de Portugal, para rescatar a unos esclavos originarios de su pas que se encontraban en Santo Tom o en Portugal, tras haber sido vendidos por necesidad.

    121. Carta del gobernador de Senegal de 20 marzo de 1882, citada por el inspector Deherme, 1884.

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    Algunos de ellos quedaron en servidumbre voluntaria. Otros fueron libe-rados o repatriados (Pigafetta y Lopes, 2002: 181-182).

    Algunos testimonios hacen pensar que los obasde Benin City inten-taron excluir de la venta de esclavos a sus propios sbditos, los edos, especialmente si se trataba de hombres. El obaEsigio, que rein de 1504 a 1550 y que, de acuerdo con las fuentes, lleg a aprender portugus, se habra esforzado en proteger a su pueblo, sobre todo a los hombres. Un mercader portugus informaba en 1522 que de los 83 esclavos compra-dos, solo dos eran varones, y es posible que hubieran sido comprados fuera del territorio del oba; ninguno de estos esclavos era edo. Pero el reino era amplio y haba en l otros grupos tales como yorubas, igbos, itsekiris, igalas, etc. En 1778 un capitn mercante francs haca constar tambin que el jefe ms rico de Benn, que posea ms de 10.000 escla-vos, no los venda nunca; era impensable, se deca, vender a un edo, reconocible, y protegido por tanto, por las escarificaciones de su cara (Ryder, 1965).

    Se conocen mejor las rebeliones ligadas a la trata en los barcos negreros, sobre todo las que se producan en el momento del embarque, cuando los esclavos, desesperados, pensaban que no tenan nada que perder. Empezaron muy pronto y a veces tuvieron xito. En 1532, los por-tugueses a bordo del Misericordiatuvieron una experiencia amarga: los 80 esclavos embarcados se amotinaron, se apoderaron de las armas de la tripulacin y los mataron a todos con la excepcin del piloto y dos mari-neros que lograron volver a So Jorge en seis das, en una canoa que haban podido echar al mar; en cuanto a los esclavos liberados, llevaron al barco hasta la costa de Benn de donde eran originarios (Ballong-Wen-Mewuda, 1985)122.

    A comienzos del siglo XVIII, el comerciante holands Willem Bosman (1705) describe tambin la violenta resistencia de esclavos del interior convencidos de que los blancos los capturaban para comrselos: Entonces deciden juntos (y convencen a otros) escaparse del barco, matan a los europeos y encallan en el ro. El mismo Bosman cuenta que los holandeses sufrieron esta misma desventura en dos oportunidades, pero que los portugueses, ms desafortunados, perdieron cuatro barcos, cuatro aos ms tarde, en circunstancias similares. Joseph Mosneron, que hizo su primera expedicin negrera en 1764, ha descrito dos

    122. Cita las actas de una investigacin judicial abierta en Santo Tom el 21 de febrero de 1533.

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    revueltas de esclavos. La primera tuvo lugar en alta mar en un barco ingls y la segunda cerca de la costa en un navo portugus:

    El ingls Barryllevaba una carga de unos 200 negros controlados por una tripula-cin con buena salud porque haba estado muy poco tiempo en frica. El navo llevaba ms de 15 das en el mar. [] Los esclavos no estaban desmoralizados por el alejamiento de tierra que no vean haca ms de dos semanas. La revuelta la ini-ciaron las mujeres, que no estaban encadenadas. Los hombres se quitaron las cadenas y alcanzaron el puente. La tripulacin se parapet en la parte trasera e hizo fuego con cuatro pedreros123, matando e hiriendo a muchos. Los que no haban sido alcanzados escalaron el parapeto, se lanzaron contra los blancos, los degollaron a todos menos a uno que reservaron para que los llevara a su pas. El retorno no fue fcil. Necesitaron ms de un mes para volver y encallaron en los bancos de las Bissagos124. [] Estos mismos negros fueron de nuevos esclavizados por los insula-res y revendidos a los navos que estaban en Bissau.

    Un navo portugus con gran surtido de mercancas y una tripulacin vigorosa de 50 hombres haba conseguido tratar a 60 negros en el espacio de 12 das. Una parte de ellos estaba encadenada pero no se les someta a una vigilancia muy activa. Aprovecharon un momento en el que la tripulacin estaba cenando. Haban tenido la precaucin de conseguir unas limas. Cortaron sus cadenas y, aunque desarmados en una rada llena de barcos, iniciaron la revuelta, recurriendo a leos, a garrotes, a todo lo que cay en sus manos y atacaron a los blancos que, enseguida, corrieron a las armas. Se dispusieron a la defensa izando el pabelln a media asta o de socorro para advertir a los dems barcos de la rada. [] Hubo ms de 100 blancos armados a bordo del navo portugus. Pese a esta superioridad de nmero y a la ventaja de las armas frente a un puado de negros desnudos y sin defensa, el combate dur ms de dos horas. Murieron 15 negros y al menos otros tantos resultaron heridos. Los dems, vindose vencidos y abrumados por el nmero de enemigos, se arroja-ron en parte al mar de suerte que de los 60 solo se pudieron recuperar 27. Varios de los blancos resultaron heridos y dos murieron, pocos das despus, a consecuencia de sus heridas (Mosneron, 1995: 71-72).

    Muchos negreros tuvieron que enfrentarse a revueltas a bordo pese a las precauciones: hombres desnudos y encadenados al fondo de la

    123. Caones pequeos, mviles, que podan servir a bordo de los barcos negreros para dispa-rar contra los amotinados.

    124. Archipilago de las Bissagos, tambin llamado archipilago de las Bijagos, situado frente a Bissau en la desembocadura del ro Geba.

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    bodega durante las noches, mientras recorran las costas africanas y en los primeros das de navegacin; can cargado de metralla durante las salidas a cubierta; parapeto erizado de puntas y de lminas metlicas en la parte trasera del navo donde los marineros podan refugiarse en caso de amoti-namiento. Las formas de resistencia fueron variadas: rechazo a la comida, saltos por la borda, suicidios, rebeliones individuales o colectivas Pero pocas de estas rebeliones tuvieron xito125. Estallaban sobre todo cuando el barco estaba todava a la vista de frica. Eran raras las que se producan en alta mar y tenan lugar casi siempre de la misma forma. Se preparaba un complot en el que podan participar algunas mujeres, habitualmente vigila-das con menos severidad. Los cautivos que haban conseguido librarse de las cadenas atacaban por sorpresa. Los marineros se reagrupaban entonces en el alczar desde donde dominaban la cubierta. Protegidos por el parape-to y armados con fusiles cargados de metralla, podan acabar con la revuelta. Las represiones eran terribles: encadenamientos, azotes, torturas y ejecu-ciones espectaculares de quienes haban encabezado el motn. Cuando los amotinados tenan xito, el navo corra riesgo de zozobrar o de vagar sin rumbo por los mares. Prosper Merime relata en Tamango el final espanto-so de unos amotinados condenados a morir de hambre y sed. Como hemos visto ya, el episodio ms representativo fue el del Amistad, barco espaol cargado clandestinamente en 1839 con esclavos en Sierra Leona, es decir, en una colonia britnica tericamente a la cabeza de la lucha contra la trata. Los esclavos, que se apoderaron del navo tras haber dado muerte a la tripu-lacin, no lo ignoraban. Desembarcados en New Haven en Connecticut, estado no esclavista, fueron absueltos tras una batalla judicial encarnizada que sacudi los fundamentos del sistema norteamericano.

    RESISTENCIAS EN AMRICA

    Numerosos escritos expresan el temor permanente de los esclavistas126. Las violencias fsicas y psicolgicas que usaron los negreros, propietarios y administradores para prevenir y reprimir las rebeliones individuales o

    125. Segn Serge Daget, hubo, en el siglo XVIII, 155 revueltas reconocidas en 3.341 expedi-ciones negreras francesas (el capitn no tena inters en dar a conocer unos hechos que podan perjudicar su reputacin). Para Hugh Tomas, en el conjunto de la trata atlntica, hubo una insurreccin cada ocho viajes.

    126. Vase por ejemplo Oudin Bastide, 2013.

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    colectivas muestran que las luchas de los esclavos, lejos de ser marginales al sistema esclavista colonial, lo minaron durante cuatro siglos. Tras de las primeras revueltas en las colonias espaolas a comienzos del siglo XVI hasta las de los EE UU127 y de Brasil128, en el siglo XIX, la cadena de insu-rrecciones (Benot, 2003: 178 y ss.; 2005) fue uno de los elementos fun-damentales del proceso que acab por imponer la desaparicin de la esclavitud129. Sin embargo, solo el levantamiento de Santo Domingo, que se inici en agosto de 1791 en la planicie del norte y que implic a decenas de miles de esclavos, condujo a la abolicin de la esclavitud (vase el captulo 10).

    Las actitudes de los esclavos ante su condicin fueron muy diversas. Algunos se resignaron o acomodaron para mejorar su situacin material, tanto ms cuando, antes de finales del siglo XVIII, la supresin del siste-ma esclavista no se contemplaba: Incluso en 1791, fecha de la gran insu-rreccin130, los esclavos no luchaban todava por su libertad. Reclamaban una mejora de la esclavitud. [] Luchaban por disponer de ms tiempo para dedicar a su pequeo pedazo de tierra (Hector, 1990: 189). No obs-tante, desde los primeros tiempos, algunos de ellos se esforzaron por perjudicar los intereses de quienes les haban comprado131. Negarse a comer, mutilarse, suicidarse, provocarse abortos, ralentizar o sabotear el trabajo, golpear o insultar al mayoral, intentar envenenar el ganado o a los amos, incendiar los campos de caa de azcar, huir, etc., fueron diversas facetas de la resistencia contra el orden y la rentabilidad del sistema esclavista. Cantar, bailar o trabajar durante su tiempo libre per-mitan mantener una parte de la herencia africana pero no eran necesa-riamente contrarias a los intereses de los dueos (Rgent, 2007; 2011: 421 y ss.):

    127. Claude Fohlen (1998: 185 y ss.) da cuenta de las principales revueltas serviles en los EE UU, entre ellas la dirigida en 1822 por Denmark Vesey o la dirigida en 1831 por Nat Turner.

    128. Entre las revueltas que dieron lugar a disturbios, la ms celebre fue la de los mals (mals, esclavos musulmanes). Tuvo lugar en enero de 1835 en Salvador de Baha, donde ms de un millar de negros atacaron el campamento que protega la ciudad.

    129. Nelly Schmidt (2005: 357-360) relaciona ms de un centenar de levantamientos que cuentan con algn rastro en los archivos de las islas del Caribe y otras partes de Amrica entre 1503 en La Espaola (Hait/Santo Domingo) y 1874 en Brasil.

    130. Vase infra, en elcaptulo 10, el apartado La revolucin en el Caribe. 131. El artculo Rsistance en Ptr-Grenouilleau, 2004, propone una revisin de los deba-

    tes historiogrficos y de las distintas formas de resistencia practicadas por los esclavos desde la Antigedad.

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    Las vacaciones forman parte del gran fraude, la injusticia y la inhumanidad de la esclavitud. Son en teora una costumbre establecida por benevolencia de los pro-pietarios; pero lo que yo quiero decir es que es consecuencia del egosmo, y uno de los fraudes ms groseros de que se hace vctima al esclavo pisoteado. [] La mayo-ra de nosotros estaba dispuesta a aceptarlo todo y el resultado era perfectamente previsible: muchos nos mostrbamos dispuestos a creer que la diferencia entre libertad y esclavitud era mnima. [] As que cuando terminaban las vacaciones nos levantbamos tambaleantes de la inmundicia en la que nos habamos revolca-do, inspirbamos hondo y volvamos a tomar el camino de los campos, sintindo-nos a fin de cuentas aliviados por abandonar lo que nuestro amo nos haba hecho tomar como libertad, para regresar a los brazos de la esclavitud (Douglass, 2006).

    La huida fue una de las formas ms frecuentes de resistencia:

    Se llama cimarrn al esclavo que huye. Ningn autor, que nosotros sepamos, est en el origen o la etimologa de este trmino132. Nos llega a nosotros, sin duda, de los espaoles que llamaban cimarrn al negro fugitivo. Aplicaban primitivamente este trmino a los ani-males que una vez domesticados volvan a ser salvajes, cuando un accidente cualquiera los alejaba del medio de los hombres y es por ello, sin duda, que lo extendieron hasta sus negros. Si se dice cerdo cimarrn, por qu no decir negro cimarrn? Hubo cimarrones desde que hubo esclavos. []. El padre Du Tertre cita, en 1639, una evasin de esclavos suficientemente numerosa como para inquietar a la isla. [] Todo el mundo ha odo hablar del famoso edicto del consejo de la Martinica, del 13 de octubre de 1671, que permita a sus habitantes cortar las corvas a aquellos de sus esclavos que fueran detenidos como reinci-dentes de fuga. El edicto de 1685, conocido como Code noir encontr el procedimiento adecuado []. Podra hacerse un volumen con las disposiciones reglamentarias, las rde-nes policiales dedicadas al tema de la huida de los esclavos o contra aquellos que los ocul-taban, llamados encubridores en los decretos (Schlcher, 1842: 101 y ss.).

    Los esclavos tenan muchas razones para escaparse: la aspiracin a la libertad, la inadaptacin del recin llegado, el temor a los castigos, los malos tratos y las injusticias, la escasez de alimentos, la esperanza de encontrar a un ser querido Los motivos eran los mismos para los hom-bres y las mujeres, pero, mientras que en el siglo XVII las esclavas seguan a su compaero, fueron pocas las que en el siglo XVIII escaparon en

    132. Es posible que el trmino haya sido tomado a los arawaks por los espaoles. Ha dado lugar en francs a marron y marronage y en Jamaica a maroon. El crole adopt el termino ngmawon.

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    pareja o en grupo con algunos hombres. Preferan refugiarse en las ciu-dades donde se hacan pasar por libres. Huyeron siempre en menor nmero que los hombres133. Los ms numerosos eran los esclavos recin llegados, pero eran tambin a los que se apresaba de nuevo ms fcil-mente porque no conocan el pas ni su idioma. Los esclavos criollos eran menos numerosos que los esclavos africanos a la hora de afrontar la rudeza de la supervivencia en el bosque o en las montaas. Cuando el cimarrn criollo conoca alguna profesin134 encontraba la forma de alquilarse como trabajador en las ciudades; segn los riesgos de su huida, poda pasar algn tiempo oculto en las proximidades de la plantacin, unirse a una banda, encontrar refugio en una ciudad o pasar de una colo-nia a otra. Las salidas clandestinas de una isla a otra existieron desde el siglo XVII y se multiplicaron tras la abolicin de la esclavitud en las colo-nias britnicas. Victor Schlcher (1842: 116) relata la ancdota siguiente:

    Cinco negros de Guadalupe preparan un plan de evasin por el lado de la punta de Antigues (Antigua), dos de ellos faltan a la hora de la cita, y ven al llegar a sus tres cmplices que, por temor a una traicin, estn ya en el mar. Inmediatamente corren a la casa del seor X, su amo: mire, tres negros se escapan. X da un trago de ron a los fieles denunciantes, coge con ellos una chalupa y reman hacia los que huyen; pero, por ms que se esfuerzan los remeros solo consiguen tener a la vista la barca fugitiva. Amo, son tres contra dos, X se quita su chaqueta blanca y se pone tambin a remar. Finalmente llegan a Antigues, los tres negros llegan los primeros, X llega poco despus, pero entonces sus dos hombres le dicen: Buen amo, no sabamos cmo hacer para alcanzar la piragua que habamos perdido y usted mismo nos ha trado, muchas gracias!. Y huyeron.

    Los plantadores distinguan el pequeo cimarronaje, huida momentnea, y el gran cimarronaje, evasin duradera, incluso defini-tiva, que asociaban con las bandas organizadas que perturbaban el orden esclavista. El pequeo cimarronaje era con frecuencia individual, se daba en casi todas las plantaciones y afectaba sobre todo a los negros de campo. El cimarrn permaneca generalmente en la proximidad de la

    133. Entre los 14.845 esclavos descritos en los 10.860 anuncios de huida publicados entre 1766 y 1790 por el principal diario de Santo Domingo, LesAffichesamricaines, 12.377 corres-ponden a hombres y 2.407 a mujeres (16 por ciento). Vase http://www.marronnage.info y Gautier, 2010: 206 y ss.

    134. [N. del T.] En el original se utiliza la formula tait un ngretalent.

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    plantacin de la que haba huido y sobreviva de pequeos robos de frutas u hortalizas o de la complicidad de personas a las que conoca. Pese a la prdida de mano de obra, los propietarios se acomodaban a la situacin si no implicaba reincidencia demasiado frecuente y la asimilaban al vagabundeo del que raramente advertan a las autoridades. Sin embargo, este pequeo cimarronaje poda hacerse ms prolongado. Algunos esclavos huan hacia colonias espaolas como la actual Venezuela o la parte oriental de Santo Domingo, donde al no existir cultivo de caa de azcar se convertan en pastores de rebaos, un tra-bajo menos fatigoso. Otros esclavos encontraban refugio en las ciuda-des donde sobrevivan en funcin de las necesidades de mano de obra. El gran cimarronaje inquietaba ms a los plantadores y a la adminis-tracin colonial porque llevaba asociada la creacin de bandas cuyas correras en las plantaciones creaban inseguridad, adems de ofrecer mal ejemplo a los otros esclavos.

    En los casos de pequeo cimarronaje, el castigo ms corriente, adems de los latigazos, eran unas noches de detencin en la barra: en el calabozo, las piernas del castigado se aprisionaban entre dos pequeas vigas de madera al pie de la tabla de dormir. Si era reincidente se pasaba a la cadena, al collar o al retaco. La cadena, al ralentizar la marcha, haca del esclavo un forzado. El collar era un aro de hierro del que salan puntas con una longitud de una decena de centmetros. Fijado al cuello del cimarrn, impeda todo contacto fsico con l. El retaco era un argolla gruesa de hierro de varias libras de peso que se fijaba en fro al pie y que haca imposible cualquier nuevo intento de fuga.

    Los castigos a las bandas de cimarrones eran aterradores. Se daban en pblico y tenan por objetivo llenar de pavor a los dems esclavos. En 1796, William Blake realiz unos grabados masivamente difundidos en Europa y Amrica para subrayar la atrocidad de esta represin: en el ms conocido aparece uno de los jefes cimarrones que, colgado de un garfio de carnicero, tard tres das en morir135. Se conocen tambin las torturas infligidas a los fugitivos: azotes, mutilaciones, muerte en la hoguera, en la rueda o en la horca. Estos siniestros mtodos remiten al artculo 38 del Codenoir136 y al famoso texto de Voltaire (Cndido, captulo 19):

    135. Estos grabados se realizaron a partir del relato y de los dibujos del capitn Jean-Gabriel Stedman, que haba participado en la campaa contra los cimarrones de Surinam.

    136. Al esclavo fugitivo que haya estado huido durante un mes, a contar desde el da en que su amo lo haya denunciado a la justicia, se le cortarn los orejas y se le marcar con una flor

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    Cuando se acercaban a la ciudad, se toparon con un negro tumbado en el suelo, vestido con medio traje, es decir, con un calzn de tela azul, y al que le faltaban la pierna izquierda y la mano derecha.

    Eh! Dios mo! le habl Cndido en holands. Qu haces ah, amigo mo, en tan terrible estado?

    Estoy esperando a mi amo, al seor Vanderdendur, el famoso comerciante contest el negro.

    El seor Vanderdendur dijo Cndido te ha tratado as?S, seor dijo el negro, eso es lo que se estila. Como nica vestimenta nos

    dan un calzn de tela azul dos veces al ao. Al que trabaja en las azucareras y la muela le pilla el dedo, se le corta la mano; al que huye se le corta la pierna: yo he vivido ambas situaciones. En Europa se come azcar a ese precio [].

    En Brasil, las primeras manifestaciones de cimarronaje tuvieron lugar desde finales del siglo XVI. Algunos fugitivos se establecan en las proximidades de zonas habitadas donde vivan de la rapia. Muy distinta fue la amplitud del quilombo137 de Palmares (en los actuales estados de Alagoas y Pernambuco), territorio autnomo de cimarrones que lleg a contar con hasta 20.000 personas y se mantuvo durante casi un siglo. Algunos esclavos huidos de las plantaciones de caa de azcar del Nordeste construyeron all, en una zona montaosa de 27.000 km2, nueve poblados rodeados de empalizadas y se dotaron de un rey electo. Hacia 1675, los dos ms importantes contaban, ellos solos, con 2.300 casas. Sus habitantes cultivaban maz, frijoles negros y mandioca; comer-ciaban con los indios y, en los periodos de tregua, con los colonos. En 1678, tras el fracaso de numerosas expediciones, el gobernador portu-gus propuso reconocer la libertad de los habitantes de Palmares a con-dicin de que no recibiesen nuevos fugitivos. Uno de los jefes acept, pero Zumbi (hacia 1655-1695) encabez un grupo de insurgentes que resisti durante una quincena de aos. En 1694, la destruccin del qui-lombo de Palmares no puso fin al cimarronaje, que continu hasta la abolicin de la esclavitud.

    Los archivos de la pequeas Antillas dan cuenta regularmente, tras la represin de una primera banda de cimarrones en Saint-Christophe en

    de lis en un hombro; si reincide durante otro mes, a contar de la misma manera desde el da de la denuncia, se le cortar la corva y se le marcar con una flor de lis en el otro hom-bro; y la tercera vez, se le castigar con la muerte.

    137. Nombre de una comunidad de esclavos cimarrones en Brasil.

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    1639, de grupos de ellos que perturbaban y, a veces, amenazaban las habi-tations: en la Martinica, hacia 1665, la primera banda importante habra reunido ms de 400 personas que se dispersaban en pequeos grupos para robar, durante las noches, armas y alimentos. En Guadalupe, en 1726, ms de 600 cimarrones habran formado cuatro bandas que envia-ban destacamentos de entre 60 y 80 hombres para saquear las habita-tions. Entre 1776 y 1832, una comunidad cimarrona, la banda de los Kellers, vivi en los bosques del centro de Guadalupe. Los cimarrones cultivaban mandioca, ame y pltanos. Intercambiaban con algunos esclavos pequeos objetos de su fabricacin por utensilios o alimentos robados en las habitations. En 1882, su jefe Grand Papa, cimarrn desde haca 45 aos, traspasaba el mando a uno de sus hijos nacido en los bosques.

    Mientras la colonizacin estuvo limitada a la franja costera, los cimarrones pudieron encontrar zonas de refugio que se fueron reducien-do por los desbroces sucesivos de la revolucin azucarera de finales del siglo XVII. La estimacin del nmero de esclavos cimarrones sigue sien-do problemtica, porque las informaciones de los gobernadores estaban probablemente engrosadas por el miedo. Se planteaba, de hecho, el pro-blema del abastecimiento138. Estas bandas probablemente no se reunan ms que los das de ataque y pillaje. El resto del tiempo, estaban disemi-nadas en pequeos grupos: Los cazadores de Martinica al descubrir en el ao 1657 el boho de un negro fugitivo, encontraron en l mandioca, patatas y dos calabazas grandes llenas de serpientes saladas. [] Algunos han vivido cinco y seis aos en este estado, y se cree incluso que hay toda-va en Martinica quienes se multiplican con sus mujeres. [] Estos fugi-tivos son muy de temer, porque cuando han gustado esta forma de vida, fcil y miserable, se necesitan todos los trabajos del mundo para reducir-los; son capaces de pervertir a los dems (Du Tertre, 1973).

    En Santo Domingo las bandas de cimarrones fueron numerosas y su presencia continuada. El interior del pas, deshabitado durante mucho tiempo, les sirvi de refugio, y ms tarde, cuando estas tierras fueron ocupadas en el siglo XVIII por las plantaciones de caf, recurrieron espe-cialmente a la regin montaosa de Barohucos, en la frontera con la parte espaola de la isla (Fouchard, 1972). En Jamaica, despus de la conquista

    138. La geografa de las pequeas Antillas, teniendo en cuenta la limitada superficie de las zonas de refugio, no permiti, como en las Grandes Antillas, en Brasil o en las Guayanas, el establecimiento de comunidades estables y numricamente importantes.

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    en 1645 por los britnicos, con el apoyo de los esclavos alzados contra los espaoles, la pacificacin no fue nunca completa. El cimarronaje hacia la montaa continu tanto ms cuanto que los ingleses importaron masiva-mente esclavos. A partir de finales del siglo XVII los cimarrones mantu-vieron a raya a la milicia local y despus a los soldados del ejrcito regu-lar. En 1734, la asamblea de colonos de la isla declar en un llamamiento dirigido al rey: Su xito tiene tal influencia entre nuestros otros esclavos que no cesan de abandonarnos en nmero creciente; la insolencia que estos muestran aumentan las razones para que temamos una desercin general. En 1739, un tratado firmado el 1 de marzo entre el Gobierno britnico y el jefe de los cimarrones, Cudjoe, puso fin a una guerra que duraba desde 1730. Los cimarrones fueron declarados libres y recibieron un territorio de 6 km2 en las Montaas Azules139 en el que podan esta-blecer cualquier cultivo a excepcin de la caa de azcar. En contraparti-da, se comprometieron a devolver a todos los nuevos fugitivos. Los ingle-ses se vieron obligados de esta manera a tolerar un enclave cimarrn en su colonia. En 1795-1796 una nueva guerra enfrent a los maroons con los britnicos. Pese a la bravura de sus jefes, entre ellos Leonard Parkinson, al que se consideraba el ms hbil y el ms duro de todos, fueron derro-tados. En 1796 deportaron a cerca de 600 cimarrones desde Jamaica a Halifax, en Nueva Escocia. El Gobierno intent, en vano, convertirlos al cristianismo. Se les emple como servidores domsticos, marineros y obreros agrcolas y rechazaron recibir salarios inferiores a los de los blancos. En 1800 casi todos emigraron a Sierra Leona.

    El inmenso bosque amaznico y la debilidad del poblamiento euro-peo de las Guayanas favorecieron la creacin de comunidades cimarro-nas que estn en el origen de pueblos que han llegado hasta nuestros das. En Surinam, colonia holandesa desde 1674, algunos fugitivos se instala-ron en el lmite del bosque. El fracaso de las expediciones represivas obligaron en 1749 al gobernador a firmar un tratado con el capitn Adoe, representante de los cimarrones instalados a lo largo de los ros Saramaka y Surinam. Despus de que los grupos reconocidos por las autoridades coloniales aceptaran, a cambio de armas, entregar a cualquier fugitivo reciente, apareci un nuevo grupo de rebeldes y se reanud la guerra. Los bonis, del nombre del jefe cimarrn Boni Bokilifu, paralizaron la colonia

    139. Cadena montaosa situada en el este de la isla.

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    entre 1772 y 1776. Ante la violencia de la represin140, buscaron refugio a lo largo de los ros de la Guayana francesa. Al igual que otros grupos descen-dientes de esclavos africanos, los saramakas, los djukas o incluso los para-makas, los bonis vivieron al margen del sistema colonial. En 1860, un trata-do firmado por los gobernadores de Surinam y de la Guayana francesa reconoci la independencia de los bonis y les atribuy un territorio (Moomou, 2004; Pouliquen, 1992; Bastide, 1996: 57 y ss.; Dupuy, 2002).

    En Cuba, en el siglo XIX, el considerable aumento del nmero de esclavos estuvo acompaado de la proliferacin de cimarrones. Las auto-ridades, sin poder estimar el nmero, daban cuenta de su flujo incesante: Es imposible establecer el nmero actual de cimarrones porque aumen-ta cada da con el de los esclavos que se ausentan de las plantaciones y disminuye a medida que se les vuelve a coger a viva fuerza en los refugios o cuando vagan por los bosques (carta del gobernador Juan Tello del 26 de febrero de 1840, citada en Yacou, 2009: 127). Los principales focos del cimarronaje se situaban en la regin de La Habana, donde se concentra-ba lo esencial de la produccin azucarera, pero sobre todo en la parte oriental de la isla, donde se alzan los macizos que rodean a Santiago de Cuba (sierra Maestra, sierra de Cristal). El prestigio de las sociedades cimarronas del Oriente fue tal que algunos esclavos atravesaban toda la isla para encontrar refugio en ellas. El palenque141ms importante des-cubierto por las autoridades agrupaba en torno a 300 guerreros y agricul-tores con una treintena de mujeres. Conocido con el nombre de El Frijol, este palenquese haba erigido en una zona de montaa escarpada, recu-bierta de bosque denso. Una docena de palenques formaban una confe-deracin bajo la autoridad de dos jefes apodados Gallo y Coba. El Frijol fue dispersado por primera vez en 1816, pero buena parte de sus miem-bros se refugiaron un poco ms al sur. Con la complicidad de otras ban-das, constituyeron pequeas unidades autnomas de 20 a 25 cimarrones dispersos en la montaa. Hacia 1831, El Frijol se haba reconstruido con la aportacin de nuevos miembros. Muchos de estos refugios eran autn-ticos nidos de guila en montaas de pendientes empinadas que los

    140. El Gobierno de Surinam hizo un llamamiento a la metrpoli que reclut contra ellos un ejrcito de 1.200 soldados. Jean-Gabriel Stedman, joven oficial de 24 aos, particip entre 1772 y 1777 en la guerra librada contra los cimarrones y escribi un relato ilustrado de la misma: VoyageSurinametdanslinterieurdelaGuiane, con una coleccin de 44 lminas (Stedman, 1798).

    141. Esta palabra designa, en Cuba y en Amrica central, a un conjunto de cabaas que los cimarrones rodeaban con una empalizada (vanse los quilombos brasileos).

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    cazadores deban escalar sin sus perros y arriesgndose a ser lapidados por los defensores del sitio: Se haba instalado sobre una altura cubierta de bosques, unos senderos sinuosos conducan hasta all, haban disimulado en los bordes infinidad de estacas colocadas en fosas. Las cabaas tenan, a lo sumo, una altura de un par de metros y estaban a buena distancia las unas de las otras (descripcin del palenque Maluala; ibdem: 160). En los territorios costeros al sur de La Habana, las bandas encontraban refugio en las zonas pantanosas, pero no todos los cimarrones estaban instalados en comunidades estructuradas en zonas difcilmente accesibles. Existan tambin refu-gios precarios y cimarronessolitarios como Esteban Montejo, que tras estar oculto durante un ao y medio en una gruta, vivi en el bosque hasta la abolicin de la esclavitud:

    Toda mi vida me ha gustado el monte. Pero cuando se acab la esclavitud dej de ser cimarrn. [] Cuando sal del monte me puse a caminar y encontr a una vieja con dos nios en brazos. La llam de lejos y cuando se me acerc, le pregunt: Dgame, es verdad que ya no somos esclavos? Contest: No, hijo, ya somos libres. Segu andando por mi cuenta y empec a buscar trabajo. Muchos negros queran ser ami-gos mos. Y me preguntaban por qu haba sido cimarrn. Yo les deca: Por nada. A m siempre me ha gustado la independencia. Las palabras y los gritos no sirven para nada. Estuve aos y aos sin hablar con nadie (Barnet, 1967: 58)142.

    En las colonias britnicas continentales, se desarrollaron algunas comunidades de cimarrones en los lmites de los territorios colonizados. As, a finales del siglo XVII, hubo esclavos que huyeron de las plantacio-nes de arroz de Carolina del Sur para establecerse en Florida, donde algunos se unieron con amerindios143. En el siglo XIX la continuidad territorial entre estados libres y estados esclavistas abri nuevas posibi-lidades a los fugitivos, que pudieron beneficiarse, a partir de la dcada de 1820, de una red de fugas denominada ferrocarril subterrneo (under-ground railway). Un sistema de agentes (conductores) los tomaba a su cargo en el sur, despus unos comits los acogan en ciudades como

    142. En 1963, Miguel Barnet etnlogo cubano, registr las memorias de Esteban Montejo que tena entonces 104 aos.

    143. La nacin semnola, que mantuvo guerras contra el Gobierno norteamericano en 1818 y entre 1835 y 1842, se constituy en el siglo XVIII. Haba nacido del encuentro entre indios, la mayora procedentes de la nacin creek, y de cimarrones afroamericanos.

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    Boston, Filadelfia o Nueva York. Los ms activos fueron los negros libres que los ayudaban a llegar a Canad:

    El barco lleg hacia las nueve de la maana a Cincinnati y esper a que casi todos los pasajeros hubieran desembarcado; despus empec a subir la calle con toda la gracia posible, como si no estuviera huyendo, hasta que recorr una gran parte de Broadway. Quera llegar a Canad pero no conoca el camino, deba informarme antes de dejar la ciudad. Tena miedo de preguntar a alguien blanco y no vea a nin-guna persona de color a la que dirigirme. Afortunadamente para m, tropec con una banda de chicos que jugaban en la calle y a travs de preguntas indirectas des-cubr la casa de un hombre de color. [] M. D. me hizo entrar y encontr en l a un autntico amigo. Me pregunt si era un esclavo de Kentucky y si pensaba volver a ser esclavo. No sabiendo todava si estaba de acuerdo o no con la evasin de los esclavos, le respond que haba ido a pasar las vacaciones de Navidad y volvera despus. Me dijo: Hijo mo, yo en tu lugar no volvera nunca, tienes derecho a la libertad. Le pregunt cmo conseguirla. Me habl de Canad, sobre la que ondea-ba la bandera de la libertad, defendida por el Gobierno britnico, que rechazaba aceptar la huella de un esclavo sobre su suelo. Se puso a hablarme de los medios para llegar a Canad, de los abolicionistas y de las sociedades abolicionistas, as como de su fidelidad a la causa de la humanidad que sufre. Era la primera vez que oa hablar de su existencia. Pensaba que deba tratarse de una raza diferente. Me condujo a la casa de uno de esos afectuosos amigos de Dios y de los esclavos que estaba dispuesto a ayudar a un pobre fugitivo en camino hacia Canad, compartien-do si era necesario su ltimo centavo o un trozo de pan (Bibb, 1849: 50-55)144.

    El paso de la frontera era una aventura difcil y arriesgada, en especial para los esclavos que venan de los estados sudistas ms lejanos:

    A intervalos cada vez ms cortos, escuchaba los aullidos de la jaura. Los perros gana-ban terreno. Cada ladrido estaba ms cerca que el anterior. En cualquier momento iban a caer sobre mi espalda; iba a sentir sus largos colmillos clavarse en mi carne. Haba muchos; saba que iban a destrozarme, que me mataran inmediatamente de pavor. Me ahogaba y, cuando estaba casi asfixiado, balbuc una oracin implorando al Todopoderoso que me salvara, que me diera fuerza para alcanzar un bayou145 sufi-

    144. Traduccin de Hlne Tronc consultable en http://esclavesenamerique.org. 145. [N. del T.] En Luisiana un bayou es una extensin de agua formada por los antiguos brazos

    y meandros del Mississippi. Los bayousse extienden por todo el sur del estado formando una red navegable de millares de kilmetros.

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    cientemente largo y profundo como para hacerles perder mi pista o para engullir-me. [] Recuper un poco de esperanza cuando llegu al agua. Si se haca ms profunda, perderan quizs mi rastro y, al dudar, me permitiran escapar de ellos. Por suerte, cuanto ms avanzaba, ms me hunda. [] Mojado y agotado, pero con el alivio de no tener que luchar contra un peligro inminente, prosegu mi camino con ms prudencia que al principio de mi huida pero con ms miedo a las serpien-tes y a los aligtores. [] Al no tener pase, estara a merced de cualquier hombre blanco, que podra detenerme y llevarme a la crcel hasta que mi amo pruebe su derecho de propiedad, pague los gastos y me lleve con l. Era un animal extravia-do. [] Era difcil saber a qu deba temer ms: a los perros, a los aligtores o a los hombres! (Northrup, 1853: 136-142).

    Nacida esclava en una plantacin de Maryland en 1822, Harriet Tubman (1822-1913), que huy en 1849, gui 19 convoyes con cerca de 300 esclavos hacia la libertad. La Moiss del Pueblo Negro proporcion tambin informaciones detalladas a los que deseaban escapar con sus propios recursos146. Es difcil precisar el nmero de fugas que posibili-taron estas redes, quizs 75.000 personas se beneficiaron de ellas147.

    En el siglo XVIII, pero sobre todo en el XIX, antiguos esclavos conti-nuaron su combate contra la esclavitud utilizando el arma del testimo-nio: algunos mostraban las cicatrices fsicas dejadas en su cuerpo por los azotes, todos contaban las pruebas que haban padecido. Los que podan hacerlo escribieron:

    No he anotado mis experiencias para llamar la atencin sobre m; hubiera preferi-do, por el contrario, guardar silencio sobre mi propia historia. Tampoco deseo suscitar compasin. Sin embargo, deseo sinceramente despertar la conciencia de las mujeres del norte sobre la condicin de dos millones de mujeres del sur, siem-pre esclavizadas, que soportan lo que yo tuve que soportar, incluso, muchas veces, situaciones peores. Quiero aadir mi testimonio al de plumas mucho ms capaces, para explicar a los habitantes de los estados libres la verdadera naturaleza de la esclavitud. La sola experiencia permite comprender la profundidad, la perfidia

    146. If you hear the dogs, keep going. If you see the torches in the woods, keep going. If theyre shoutingafter you, keep going. Dont ever stop. Keep going. If you want a taste of freedom, keep going. Vase http://www.quaibranly.fr.

    147. Cruzar la frontera no garantizaba la libertad porque la Constitucin federal reconoca implcitamente un derecho de seguimiento a los propietarios de esclavos fugitivos, que fue confirmado en 1850 por la Corte Suprema (sentencia Dred Scott).

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    y la pestilencia de este abismo abominable. Que Dios bendiga este esfuerzo imperfecto afrontado en nombre de mi pueblo perseguido! (Jacobs, 2008).

    Se trataba de pintar, segn la expresin del abolicionista Theodore Weld, la esclavitud en Amrica tal como es148 (americanslaveryasitis). Los relatos de esclavos que las asociaciones antiesclavistas contribuyeron a difundir obedecan a las reglas de un gnero poltico-literario muy particular; respetan un marco comn, aunque difieran en sus ancdotas, en la regin de origen del narrador, en una variedad y originalidad de situaciones que ponen ms en evidencia la autenticidad de los relatos. De donde quiera que sea, el esclavo es sometido siempre a las mismas prue-bas. [] Tomados en conjunto, estos relatos componen una memoria colectiva de la institucin dirigida fundamentalmente a la voluntad de un pblico blanco. [] Los relatos permitan a los antiguos esclavos dotarse de una voz, una identidad, de combatir los estereotipos que predomina-ban en el sur y en el norte (introduccin de Claire Parfait y Marie-Jeanne Rossignol en Brown, 2012: 21-22).

    148. En 1839, Theodore Weld y las hermanas Grimk publicaron una recopilacin de documen-tos sobre la esclavitud en los estados del sur en la que daban un papel central a los testimo-nios que denunciaban los malos tratos padecidos por los esclavos: AmericanSlaveryasItIs.Testimony of a Thousand Witnesses. Puede consultarse en http://docsouth. unc.edu/neh/weld/summary.html.

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