Preussler, Otfried - Krabat Y El Molino Del Diablo

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Krabat y el molino del diabloOtfried Preussler

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1981, Krabat Traduccin: J.Miguel Rodrguez Clemente

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EL PRIMER AO

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El molino de KoselbruchEra la poca comprendida entre ao nuevo y el da de Reyes. Krabat, un muchacho que tena por entonces catorce aos, se haba unido a otros dos jvenes pordioseros lusacianos, y aunque Su Serensima Excelencia, el Prncipe Elector de Sajonia, haba prohibido bajo pena mendigar y vagabundear en los territorios de Su Excelencia (lo que, afortunadamente, los jueces y el resto de los magistrados no aplicaban con excesivo rigor), iban recorriendo de pueblo en pueblo la regin de Hoyerswerda disfrazados de Reyes Magos: las coronas reales eran coronas de paja que llevaban alrededor de la gorra; y uno de ellos, el pequeo y alegre Lobosch de Maukendorf, haca de rey negro y todas las maanas se embadurnaba completamente de holln. Llevaba con orgullo por delante de ellos la estrella de Beln que Krabat haba clavado a una vara. Cuando llegaban a un casero colocaban a Lobosch en el centro y cantaban Hosanna al Hijo de David!. Bueno..., realmente Krabat lo nico que haca era abrir los labios sin decir nada, pues estaba cambiando la voz. En cambio las otras dos Altezas elevaban mucho la voz, de modo que todo quedaba compensado. Muchos campesinos haban matado un cerdo por ao nuevo y agasajaban a Sus Majestades los Reyes de Oriente con salchichas y tocino en abundancia. En otros sitios haba manzanas, nueces y ciruelas pasas, a veces rebanadas de pan con miel y mantecados, panecillos de ans y bollitos de canela. --Qu bien empieza el ao! -dijo Lobosch la tarde del tercer da-. Poda seguir as todo hasta noche vieja! Sus otras dos Majestades asintieron solemnemente y suspiraron. --Por nuestra parte estaramos muy a gusto! La noche siguiente la pasaron en el granero de la herrera de Petershain; all fue donde Krabat tuvo por primera vez aquel extrao sueo. Once cuervos estaban posados en una barra y le miraban. Vio que en la barra quedaba un sitio libre, en el extremo de la izquierda. Entonces oy una voz. La voz son ronca, pareca venir por los aires,5

de muy lejos, y le llam por su nombre. l no se atrevi a contestar. Krabat!, reson por segunda vez... y luego una tercera: Krabat!. Luego, la voz dijo: Ven al molino de Schwarzkollm, que no ser en perjuicio tuyo!. Acto seguido los cuervos se elevaron por encima de la barra y graznaron: Obedece la voz del maestro, obedcela!. Krabat entonces se despert. Hay que ver qu cosas suea uno!, pens, se ech sobre el otro lado y se volvi a dormir. Al da siguiente sigui su camino con sus compaeros y cuando se acord de los cuervos se ri. Sin embargo, el sueo se repiti a la noche siguiente. Nuevamente la voz le llam por su nombre y nuevamente graznaron los cuervos: Obedcela!. Eso le dio que pensar a Krabat. A la maana siguiente le pregunt al campesino en cuya casa haban pasado la noche si conoca un pueblo que se llamaba Schwarzkollm o algo parecido. El campesino recordaba haber odo ese nombre. --Schwarzkollm... -dijo reflexionando-. S, s..., en el bosque de Hoyerswerda, en el camino que va a Leippe: all hay un pueblo que se llama as. La vez siguiente los tres Reyes Magos pasaron la noche en Gross-Partwitz. Tambin all volvi a tener Krabat el sueo de los cuervos y de la voz que pareca venir por los aires; y todo se desarroll igual que la primera vez y la segunda. Entonces decidi seguir aquella voz. Al amanecer, cuando sus compaeros an dorman, sali a hurtadillas del granero. En el portn del casero se encontr a la sirvienta, que iba a la fuente. --Despdete de los dos de mi parte -le encarg-. Diles que me he tenido que marchar. Krabat fue preguntando de pueblo en pueblo. El viento le arrojaba copos de nieve al rostro y cada pocos pasos tena que detenerse a secarse los ojos. En el bosque de Hoyerswerda se perdi y necesit dos horas enteras para encontrar de nuevo el camino de Leippe. Y, as, no alcanz su destino sino cuando ya se estaba haciendo de noche. Schwarzkollm era un pueblo como los dems pueblos rurales: largas hileras de casas y de graneros a ambos lados del camino, que estaba completamente cubierto de nieve; penachos de humo sobre los tejados; humeantes montones de estircol; mugidos del ganado. En el6

estanque de los patos haba unos nios patinando sobre hielo con un fuerte gritero. Krabat busc con la vista algn molino. En vano. Un hombre viejo que llevaba un haz de lea menuda vena calle arriba, y a l le pregunt. --En el pueblo no tenemos ningn molino -fue la respuesta que obtuvo. --Y en las cercanas? --Si te refieres a se... -dijo el viejo indicando con el pulgar por encima del hombro-. En Koselbruch, atrs, a orillas del Lago Negro hay uno, pero... -se interrumpi como si ya hubiera dicho demasiado. Krabat le dio las gracias por la informacin y se volvi hacia la direccin que el viejo le haba indicado. Cuando slo haba dado unos pocos pasos alguien le tir de la manga; cuando se dio la vuelta vio que era el hombre del haz de lea. --Qu pasa? -pregunt Krabat. El viejo se acerc y dijo con gesto medroso: --Quisiera prevenirte, muchacho. Evita Koselbruch y el molino de Aguas Negras, aquello no es seguro... Krabat vacil por un instante, pero luego dej plantado al viejo y sigui su camino, saliendo del pueblo. Se hizo rpidamente de noche; deba tener cuidado de no perder el sendero y tiritaba de fro. Al volver la cabeza vio que all de donde vena se encenda una luz aqu y otra all. No sera ms sensato regresar? --Nada de eso! -gru Krabat subindose el cuello de la chaqueta-. Acaso soy un nio pequeo? Mirar no cuesta nada.

Krabat anduvo un trecho por el bosque dando traspis como un ciego, luego lleg a un claro. Cuando se dispuso a salir de debajo de los rboles las nubes se abrieron bruscamente, apareci la luna, todo qued sumergido de repente en una fra luz. Krabat vio entonces el molino. Estaba all ante l, escondido entre la nieve, oscuro, amenazador, un poderoso y malvado animal que estaba acechando su presa. Nadie me obliga a ir all, pens Krabat. Luego se sacudi el miedo del cuerpo, hizo acopio de todo su valor y sali de las sombras del bosque a campo abierto. Camin resuelto hacia el molino,7

encontr la puerta de la casa cerrada y llam. Llam una vez, llam dos: all dentro nada se movi. No ladr ningn perro, no cruji ninguna escalera, no tintine ningn manojo de llaves..., nada. Krabat llam por tercera vez, tan fuerte que se hizo dao en los nudillos. De nuevo todo permaneci en silencio en el molino. Entonces, decidi probar, empuj el picaporte hacia abajo: la puerta se abri, no tena echado el cerrojo y entr en el zagun. Un silencio sepulcral y una profunda oscuridad le recibieron. Ms atrs, sin embargo, al final del pasillo, algo como un dbil resplandor. Tan slo el resplandor de un resplandor. --Donde hay luz tambin debe de haber gente -se dijo Krabat. Con los brazos extendidos hacia delante sigui tanteando. La luz sala -segn pudo ver conforme se iba acercando- de una rendija de la puerta que cerraba el pasillo por la parte posterior. Le pudo la curiosidad, se desliz de puntillas hasta la rendija y escudri a travs de ella. Su mirada top con una oscura estancia iluminada por el resplandor de una nica vela. La vela era roja. Estaba pegada sobre una calavera encima de la mesa que ocupaba el centro de la habitacin. Detrs de la mesa estaba sentado un hombre corpulento, vestido de oscuro, de rostro muy plido, como si se lo hubiera encalado; un parche negro le tapaba el ojo izquierdo. Encima de la mesa, delante de l, haba un grueso libro forrado en cuero que colgaba de una cadena; lo estaba leyendo. Levant entonces la cabeza y mir fijamente hacia all, como si hubiera advertido la presencia de Krabat tras la rendija de la puerta. Aquella mirada le penetr hasta los tutanos al muchacho. El ojo empez a escocerle, empez a llorar y la imagen de la estancia se le volvi borrosa. Krabat se frot el ojo..., entonces not como por detrs una mano glida se le pona encima del hombro, sinti la frialdad a travs de la chaqueta y de la camisa. Al mismo tiempo oy una voz ronca que deca en lusaciano: --Ya ests aqu! Krabat se sobrecogi, conoca aquella voz. Cuando se dio media vuelta se encontr frente a aquel hombre..., el hombre del parche en el ojo. Cmo haba llegado hasta all tan de sbito? Por la puerta seguro que no haba salido.8

El hombre llevaba una vela encendida en la mano. Examin en silencio a Krabat, luego adelant la barbilla y dijo: --Yo soy aqu el maestro. Podrs ser mi aprendiz, necesito uno. Te gustara, no? --S me gustara -se oy Krabat responder a s mismo. Su voz son extraa, como si no tuviera nada que ver con la suya.. --Y qu es lo que quieres que te ensee? A moler... o tambin todo lo dems? -Quiso saber el maestro. --Lo dems tambin -dijo Krabat. El molinero le tendi entonces la mano izquierda. --Chcala! En el momento en que se dieron el apretn de manos se oy un sordo estrpito y gran ajetreo en la casa. Pareca proceder de las profundidades de la tierra. El suelo oscil, las paredes empezaron a temblar, las vigas y los pilares se estremecieron. Krabat peg un grito, quiso salir corriendo -tengo que salir de aqu como sea!-, pero el maestro le cerr el paso. --Es el molino! -grit haciendo bocina con las manos-. Es que ha empezado de nuevo a moler!

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Once y unoEl maestro le indic a Krabat que le acompaara. Sin decir una palabra alumbr al muchacho por la empinada escalera de madera que conduca a la buhardilla, donde tenan su dormitorio los ayudantes del molinero. A la luz de la vela, Krabat reconoci doce catres bajos con jergones de paja, seis a un lado del pasillo central y seis al otro; junto a cada uno de ellos un armario estrecho y un taburete de madera de pino. Sobre los jergones de paja haba mantas arrugadas, en el pasillo un par de escabeles volcados, tambin camisas y polainas aqu y all. Al parecer a los ayudantes del molinero les haban sacado precipitadamente de la cama, para que se pusieran al trabajo. Un solo sitio para dormir estaba intacto, el maestro seal el hato de ropa que haba a los pies del catre. --Ah tienes tus cosas! Luego se dio media vuelta y se alej llevndose la luz. Krabat se qued all de pie en medio de la oscuridad. Empez a desnudarse lentamente. Cuando se quit la gorra de la cabeza roz con la punta de los dedos la corona de paja: Ah, s, hasta el da anterior l haba sido uno de los tres Reyes Magos!... Qu lejano estaba ya todo aquello! Tambin la buhardilla retumbaba con el estruendo y el matraqueo del molino. Apenas se ech sobre su jergn de paja se qued dormido. Durmi y durmi y durmi como un tronco..., hasta que un rayo de luz le despert. Krabat se incorpor y se qued petrificado del susto. De pie junto a su lecho haba once figuras blancas que le miraban desde arriba a la luz de una linterna de establo: once figuras blancas de rostros blancos y con camisas blancas. --Quines sois vosotros? -pregunt temeroso el muchacho. --Lo que t pronto tambin sers -dio por respuesta uno de los fantasmas. --Pero no te vamos a hacer nada -aadi un segundo-. Nosotros somos los ayudantes del molinero. --Once sois? --T eres el duodcimo. Cmo te llamas? --Krabat... Y t? --Yo soy Tonda, el oficial mayor. ste es Michal, ste es Merten, ste Juro...10

Tonda fue nombrndoles a todos uno por uno; luego opin que ya era bastante por aquel da. --Sigue durmiendo, Krabat, que en este molino te van a hacer falta las fuerzas. Los mozos del molino se metieron en sus catres, el ltimo de ellos apag la linterna de un soplido... y apenas haban dicho buenas noches cuando ya estaban roncando.

Los ayudantes del molinero se congregaron en el cuarto de los criados para desayunar. Se sentaron los doce alrededor de la larga mesa de madera, haba smola en abundancia, de cada fuente coman cuatro camaradas. Krabat estaba hambriento, se puso a comer la smola como una fiera. Si la cena y la comida verificaban lo que el desayuno prometa, no se viva mal en el molino. Tonda, el oficial mayor, era un mozo bien plantado de pelo canoso y abundante; por su cara, sin embargo, no pareca tener ni siquiera treinta aos. De Tonda emanaba una gran seriedad, o para ser ms exactos: de sus ojos. Krabat deposit su confianza en l desde el primer momento; su paciencia y la manera amistosa con que le trataba hicieron que se lo ganara. --Espero que no te hayamos asustado demasiado esta noche -dijo Tonda dirigindose al muchacho. --No demasiado -dijo Krabat. Mirando los fantasmas a la luz del da no eran ms que mozos como haba miles. Los once hablaban lusaciano y eran algunos aos mayores que Krabat. Cuando le miraban lo hacan con compasin, segn le pareci a l. Eso le sorprendi, pero no le dio ms vueltas al asunto. Lo que s le dio qu pensar fue la ropa que haba encontrado a los pies del catre: ciertamente era ropa usada, pero le quedaba como si se la hubieran hecho a medida. Le pregunt a los mozos que de dnde la haban sacado y de quin haba sido antes; pero apenas hizo la pregunta los ayudantes del molinero dejaron caer sus cucharas y le miraron con tristeza. --He dicho alguna tontera? -pregunt Krabat. --No, no -dijo Tonda-. La ropa... era de tu predecesor. --Y?... -quiso saber Krabat-. Por qu no est ya aqu? Ya ha terminado el aprendizaje?11

--S, ya ha... terminado su aprendizaje -dijo Tonda. En ese momento se abri la puerta de repente. Entr el maestro, estaba furioso, los ayudantes del molinero se encogieron. --Basta ya de chcharas! -les espet; y dirigiendo la mirada de su nico ojo hacia Krabat aadi bruscamente-: Quien mucho pregunta, mucho yerra... Reptelo! Krabat balbuci: --Quien mucho pregunta, mucho yerra... --Mtete eso en la mollera! El maestro abandon el cuarto de los criados... Plom!, se cerr la puerta tras l. Los muchachos empezaron de nuevo a comer a cucharadas, pero a Krabat de repente se le haba quitado el hambre. Perplejo, miraba fijamente la mesa, nadie le prestaba atencin. O s? Cuando levant la vista, Tonda le mir y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza..., apenas apreciable, es verdad, pero el muchacho se lo agradeci. Sera bueno tener un amigo en aquel molino, lo presenta.

Despus del desayuno los ayudantes del molinero se levantaron para emprender el trabajo, Krabat abandon con los dems el cuarto de los criados. En el zagun estaba el maestro, le hizo una sea con la mano y le dijo: --Ven conmigo! Krabat sigui al molinero al exterior. Haca sol, no haba viento y haca fro; en los rboles haba escarcha. El maestro le llev detrs del molino, all haba una puerta en la parte trasera de la casa, la abri. Entraron juntos en el cuarto de la harina, una habitacin de techo bajo con dos ventanucos, completamente cegada por el polvo de la harina. Tambin haba polvo de harina en el suelo, en las paredes y una capa de un dedo de ancho en la viga de carga, de encina, que haba debajo del techo. --Barre! -dijo el maestro. Le seal una escoba que haba junto a la puerta, y dejando solo al muchacho se march. Krabat se puso manos a la obra. Tras pasar unas cuantas veces la escoba estaba envuelto por una densa nube de polvo, una nube de polvo de harina. Esto as no puede ser -pens-. Cuando llego a un extremo, el12

otro ya vuelve a estar lleno. Abrir una ventana... Las ventanas estaban clavadas por fuera, la puerta tena echado el cerrojo. Ya poda sacudirla y golpear con los puos cuanto quisiera, que no serva de nada, estaba atrapado all. Krabat empez a sudar. El polvo de la harina se le pegaba en el pelo y en las pestaas, le picaba la nariz, le picaba la garganta. Era como una pesadilla que no se acabara nunca: polvo de harina y ms polvo de harina en densas nubes, como niebla, como remolinos de nieve. Krabat respiraba con dificultad, se golpe la frente con la viga maestra, sinti un mareo. Debera dejarlo por imposible? Pero, qu dira el maestro si dejaba simplemente a un lado la escoba? Krabat no quera andarse con bromas con l, entre otras cosas no quera jugarse la buena comida. As pues, se oblig a seguir barriendo: de delante hacia atrs, de atrs hacia delante, sin cesar, hora tras hora. Hasta que finalmente, despus de una eternidad, lleg alguien y abri bruscamente la puerta: Tonda. --Sal! -exclam-. Es medioda! El muchacho no se lo hizo repetir dos veces, se tambale por los aires, inspir con dificultad. El oficial ech un vistazo al cuarto de la harina, luego, encogindose de hombros, declar: --No te preocupes, Krabat... A nadie le va mejor al principio. Murmur un par de palabras incomprensibles, escribi con la mano algo en el aire. Entonces el polvo que haba en el cuarto se levant, como si soplara el viento por todas las grietas y rendijas. Un penacho de humo blanco, se dispers hacia la puerta..., por encima de la cabeza de Krabat, camino del bosque. El cuarto qued completamente barrido. Estaba reluciente, no quedaba ni una mota de polvo. Al muchacho se le abrieron los ojos de par en par de la sorpresa. --Cmo se hace eso? -pregunt. Tonda no le respondi y dijo: --Entremos en la casa, Krabat, se va a enfriar la sopa.

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Ningn plato de su gustoPara Krabat empez una poca difcil, el maestro le persegua sin piedad para que trabajara. --Dnde ests metido, Krabat? Hay que cargar un par de costales de grano hasta el granero! -y-: Krabat, ven aqu! Ese grano que hay en el suelo del terrapln, avntalo con la pala! Pero a fondo, no vaya a germinar! -o-: Krabat, la harina que ayer cribaste est llena de barbas de las espigas! Te pondrs con ella despus de la cena y hasta que no est inmaculada no te irs a la cama! El molino de Koselbruch mola da tras da, los das laborables y los domingos, desde por la maana temprano hasta que empezaba a oscurecer. Slo una vez a la semana, los viernes, terminaban los ayudantes del molinero su jornada antes de lo habitual, y los sbados empezaban a trabajar dos horas ms tarde. Cuando Krabat no cargaba grano o cribaba harina tena que cortar madera, quitar nieve, llevar agua a la cocina, almohazar los caballos, sacar estircol del establo de las vacas con una carretilla... En resumidas cuentas: siempre tena trabajo que hacer; y por las noches, cuando se echaba en el jergn de paja, estaba como si le hubieran dado una paliza. Le dolan los riones, tena la piel de los hombros desollada, los brazos y las piernas le dolan tanto que casi no lo poda soportar. Krabat admiraba a sus compaeros. La dura jornada laboral en el molino pareca no afectarles, ninguno se cansaba, ninguno se quejaba, ninguno sudaba ni se quedaba sin aliento durante el trabajo. Una maana Krabat estaba ocupndose de dejar libre con una pala el acceso al pozo. Toda la noche pasada haba estado nevando sin cesar, el viento haba cubierto de nieve caminos y senderos. Krabat tuvo que apretar los dientes, a cada palada senta una dolorosa punzada en los riones. Tonda sali entonces a verle. Una vez que se hubo asegurado de que estaban solos le puso la mano en el hombro. --No te rindas, Krabat... El muchacho entonces se sinti como si le hubieran infundido nuevas fuerzas. Los dolores se le haban quitado como de un soplo, agarr la pala y hubiera empezado a echar paladas fuera denodadamente si Tonda no le hubiera agarrado del brazo. --Sobre todo que no se d cuenta el maestro -le rog-, y Lyschko tampoco! Lyschko era un muchacho alto y ms flaco que una estaca, ya14

desde el primer da no le haba gustado demasiado a Krabat: pareca un fisgn, siempre con la oreja puesta, un hipcrita por los cuatro costados, del que no poda estar uno seguro en ningn momento. --Est bien -dijo Krabat y al seguir dando paladas fingi que le costaba un gran esfuerzo y una gran abnegacin. Poco despus lleg por el camino, como por casualidad, Lyschko. --Qu, Krabat, cmo sabe el trabajo? --Cmo va a saber! -gru el muchacho-. Cmete una mierda de perro, Lyschko..., y lo sabrs.

A partir de entonces Tonda iba a ver a Krabat de vez en cuando y le pona encima la mano sin que se notara. El muchacho senta entonces que le entraban fuerzas renovadas y el trabajo, por muy duro que fuera, no le costaba ningn esfuerzo durante un rato. El maestro y Lyschko no supieron nada de ello... ni tampoco los dems ayudantes del molinero: ni Michal, ni Merten, que eran ambos tan fuertes como bondadosos; ni Andrusch, el bromista, que tena la cara picada de viruelas, ni Hanzo, al que llamaban el toro, que tena el cuello fuerte como el de un toro y el pelo muy rapado; tampoco Petar, que por la noche, despus del trabajo, pasaba el tiempo tallando cucharas de madera, ni tampoco Staschko, el prestidigitador, que era escurridizo como una comadreja y tan hbil como aquel pequeo mono que a Krabat la haba maravillado haca aos en la feria anual de Knigswartha. Kito, que iba siempre con una cara como si tuviera una libra de clavos de zapatero en el estmago, y Kubo, el taciturno, tampoco se dieron cuenta de nada... y mucho menos an, claro est, el tonto de Juro. Juro, un robusto mozo de piernas cortas y cara plana y alunada, salpicada de pecas, era despus de Tonda el que ms tiempo llevaba trabajando all. Para moler serva de poco, pues, como Andrusch sola decir de l burlndose, era demasiado tonto para separar el salvado de la harina; y el que todava no hubiera dado un traspis con la maquinaria del molino y se hubiera cado entre las muelas tena que agradecrselo nicamente a la circunstancia de que la tontera y la suerte suelen ir de la mano. Juro estaba acostumbrado a aquellos comentarios. Soportaba con paciencia las burlas de Andrusch; agachaba la cabeza sin replicar cuando Kito le amenazaba con pegarle por una nadera; y cuando los15

ayudantes del molinero le gastaban una broma, lo que sola suceder a menudo, l consenta con una risita como si quisiera decir: Qu queris!... Ya s que soy Juro el tonto!. nicamente para los quehaceres domsticos no era demasiado tonto. Como alguien tena que encargarse de esas cosas, todos estaban contentos de que Juro las hiciera por ellos: hacer la comida y fregar, cocer el pan y cuidar del fuego, fregar el suelo y barrer las escaleras, limpiar el polvo, lavar la ropa y planchar y todo lo dems que haba que hacer en la cocina y en la casa. Adems de eso cuidaba las gallinas, los gansos y los cerdos. Para Krabat era un misterio cmo poda acabar Juro con sus muchas obligaciones. A sus compaeros todo aquello les pareca lo ms natural, y para colmo de males el maestro trataba a Juro como si fuera una inmundicia. A Krabat aquello no le pareca bien, y una vez que llev una carga de lea a la cocina y Juro, en agradecimiento, le meti en el bolsillo de la chaqueta -por cierto no era la primera vez- la punta de una salchicha..., le dijo repentinamente: --No entiendo cmo puedes dejarte hacer todo eso. --Yo? -pregunt sorprendido Juro. --S, t! -dijo Krabat-. El maestro te trata de un modo vergonzoso, y los muchachos se burlan de ti. --Tonda no -repuso Juro-. Y t tampoco. --Y eso que cambia? -le replic Krabat-. Yo me las sabra arreglar si estuviera en tu lugar. Yo me defendera, comprendes?, no volvera a dejar que me hicieran nada... Ni Kito, ni Andrusch, ni ninguno de los otros! --Hummm -dijo Juro rascndose el pescuezo-. T quiz no, Krabat..., t podras hacerlo... Pero, y si uno es un estpido, qu? --Pues entonces huye! -exclam el muchacho-. Huye de aqu... y bscate otro sitio donde te vaya mejor! --Huir? Por un momento Juro no pareci nada tonto, sino solamente decepcionado y cansado. --Intntalo t, Krabat! Intenta huir de aqu! --Yo no tengo ningn motivo para hacerlo. --No -gru Juro-, seguro que no... y esperemos que no lo tengas nunca... Le meti un mendrugo de pan en el otro bolsillo de la chaqueta, hizo un ademn de desdn cuando el muchacho le fue a dar las gracias, y le sac de un empujn por la puerta: con una risita estpida16

a la que les tena acostumbrados. Krabat reserv el pan y la punta de la salchicha hasta el final del da. Poco despus de la cena, mientras los ayudantes del molinero se ponan cmodos en el cuarto de los criados, Petar sacaba sus herramientas de tallar y los otros empezaban a pasar el rato contando historias, el muchacho se alej del grupo y subi a la buhardilla donde, bostezando, se ech en su jergn de paja. Se comi el pan y la salchicha; y mientras estaba tendido boca arriba y degustaba la comida pens involuntariamente en Juro... y en la conversacin que haban mantenido en la cocina. Huir?, se le pas por la cabeza. Huir de qu? El trabajo desde luego no es ningn plato de mi gusto... y si no tuviera la ayuda de Tonda, lo pasara muy mal. Pero la comida es buena y abundante, tengo un techo sobre la cabeza... y cuando me levanto por las maanas s que tengo un sitio asegurado para dormir por la noche: clido y seco y medianamente blando, sin chinches y sin pulgas. No es esto ms de lo que puede soar tener un joven pordiosero como yo?

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Caminos en sueosKrabat ya se haba fugado en una ocasin: poco despus de la muerte de sus padres, que haban muerto el ao anterior de viruela; el prroco entonces le haba acogido en su casa para que, como l deca, no se abandonara a una vida licenciosa...; y no era que l tuviera nada en contra del seor prroco y de su esposa, que ya desde siempre haban deseado tener un muchacho en casa, pero para alguien como Krabat que haba pasado su vida en una pequea y miserable choza de la vaquera de Eutrich..., para alguien como l era difcil acostumbrarse a vivir en la casa de un prroco: portarse bien desde la maana hasta la noche, no decir palabrotas y no pelearse, ir por ah con camisas blancas, con el cuello bien lavado, nunca descalzo, con las manos limpias y las uas de los dedos bien arregladas... y adems de todo eso hablar alemn todo el tiempo. Alemn y no dialecto! Krabat lo haba intentado con todas sus fuerzas, una semana, dos; luego se fug de la casa de los prrocos y se uni a los jvenes pordioseros. No estaba descartado tampoco que se quedara en el molino de Koselbruch eternamente. Pero -decidi, relamindose despus del ltimo bocado, ya medio dormido-, si me largo de aqu, tendr que ser en verano... Hasta que los prados no estn llenos de flores, y el grano se haya aventado en los campos, y los peces salten en el estanque del molino, nadie me sacar de aqu. Es verano, los prados estn llenos de flores, el grano est aventado, el estanque del molino rebosa de peces. Krabat ha tenido una bronca con el maestro: en lugar de cargar costales se ha tumbado en la hierba a la sombra del molino y se ha quedado dormido; el maestro le ha pescado y le ha pegado una paliza con el bastn nudoso. --Te voy a quitar yo esa costumbre, mozalbete!... Estar holgazaneando a plena luz del da! Debe soportar eso Krabat? En invierno quiz, cuando el viento helado sopla sobre la campia, entonces tendra que aguantarse. Pero el maestro se ha debido de olvidar de que es verano! La decisin de Krabat es firme. No se quedar ni un da ms en18

aquel molino! Se mete a escondidas en la casa, coge de la buhardilla la chaqueta y la gorra, luego se va de all a hurtadillas. Nadie le ve. El maestro se ha retirado a su cuarto, las ventanas estn tapadas con toallas colgadas para no dejar pasar el calor; los ayudantes del molinero estn trabajando en el granero y en las muelas del molino; ni siquiera el propio Lyschko tiene tiempo de ocuparse de l. Y sin embargo el muchacho siente que le estn observando disimuladamente. Cuando vuelve la vista observa que en el tejado del cobertizo de madera hay alguien que le est mirando fijamente: un desgreado gato negro, que no es de all... y est tuerto. Krabat se agacha, le tira una piedra, le espanta. Luego corre hacia el estanque del molino protegido por los sauces. Casualmente ve que cerca de la orilla hay en el agua una hermosa carpa: con su nico ojo mira embobada a Krabat. El joven se siente a disgusto, levanta una piedra del suelo, se la tira al pez. La carpa se va, sumergindose en las verdes profundidades. Krabat entonces sale de Aguas Negras hasta el lugar de Koselbruch que llaman Planicie Yerma; all se para unos instantes ante la tumba de Tonda. Se acuerda vagamente de que un da de invierno tuvieron que enterrar a su amigo all fuera. Piensa en el muerto y, de repente..., un estridente graznido: le coge tan de improviso que se le para el corazn. En un achaparrado pino silvestre que hay al borde de la planicie est posado, inmvil, un gran cuervo. Su mirada est vuelta hacia Krabat..., tambin le falta -el muchacho se estremece al verlo- el ojo izquierdo. Krabat se acuerda entonces de a lo que iba. No lo duda durante mucho tiempo, sale corriendo de all; corre todo lo que le dan de s las piernas, siguiendo el Aguas Negras, arroyo arriba. Cuando tiene que detenerse por primera vez porque le falta la respiracin, una culebra serpentea por el brezo, se endereza con un silbido, le mira... Es tuerta! Tuerto es tambin el zorro que le acecha desde la espesura. Krabat corre y para un rato para cobrar aliento, corre y cobra aliento. Cuando empieza a caer la noche alcanza el confn superior de Koselbruch. Cuando salga a campo abierto -as lo espera- se habr escapado de las garras del maestro. Fugazmente sumerge las manos en el agua, se moja la frente y las sienes. Luego se mete la camisa en los pantalones, se le ha salido mientras corra, se ajusta el cinturn,19

deja tras de s los ltimos pasos... y se queda horrorizado. En lugar de llegar, como l esperaba, a campo abierto, sale a un claro; y en medio de ese claro, con un aspecto pacfico bajo la luz vespertina, est el molino. El maestro le est esperando delante de la puerta de la casa. --Hombre, Krabat! -le saluda con burla-. Ya iba a mandar a buscarte. Krabat est furioso, no puede explicarse aquella desgracia. Al da siguiente vuelve a marcharse corriendo, esta vez tempransimo, antes de amanecer..., en direccin opuesta, saliendo del bosque, atravesando campos y praderas, pueblos y caseros. Salta regatos, vadea pantanos, sin descanso, sin detenerse. No ve cuervos, ni culebras, ni zorros, no ve ningn pez, ningn gato, ningn gallo, ningn pato. Me da igual que tengan un ojo o dos..., por m como si son ciegos -piensa-. Esta vez no me equivocar! A pesar de ello, al final del largo da se encuentra otra vez ante el molino de Koselbruch. Hoy son los ayudantes del molinero los que le reciben: Lyschko con comentarios taimados, los dems en silencio y ms bien con compasin. Krabat est al borde de la desesperacin. Sabe que debera rendirse, pero no quiere admitirlo, lo intenta por tercera vez, esa misma noche. Escaparse del molino no le resulta difcil... Y luego se va guiando por la estrella polar! Aunque d traspis, aunque se haga chichones y araazos: lo principal es que nadie le vea, que nadie le pueda hechizar... No lejos de l grita un mochuelo, luego pasa una lechuza volando a poca altura; un poco despus descubre a la luz de las estrellas un viejo bho: presto a atacar est posado sobre una rama y le observa... con el ojo derecho, el izquierdo le falta. Krabat sigue corriendo, se tropieza con las races de un rbol, se cae en una acequia. Apenas se asombra cuando, al amanecer, se encuentra por tercera vez delante del molino. En la casa todo est en silencio a esas horas, slo Juro anda por la cocina, est atareado con el horno. Krabat le oye y entra. --Tenas razn, Juro: no se puede escapar de aqu. Juro le da de beber, luego dice: --Primero deberas lavarte, Krabat. Le ayuda a quitarse la camisa, mojada, manchada de sangre y de tierra, le llena un barreo de agua y luego dice (lo dice seriamente y sin su habitual risita estpida):20

--Lo que no has conseguido t solo, Krabat..., quiz se podra conseguir si te acompaara alguien. Quieres que lo intentemos juntos la prxima vez? Krabat se despert con el ruido que hicieron los ayudantes del molinero cuando subieron las escaleras y se fueron a la cama. Not an claramente el sabor de la salchicha en los labios: no poda haber dormido mucho tiempo, aunque hubieran sido dos los das y las noches que haban pasado en el sueo. Al da siguiente por la maana temprano tuvo ocasin de estar unos instantes a solas con Juro. --He soado contigo -dijo Krabat-. En el sueo me propusiste una cosa. --Yo? -dijo Juro-. Seguro que era una estupidez, Krabat. Ser mejor que no le des la ms mnima importancia!

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El de la pluma de galloEl molino de Koselbruch tena siete juegos de muelas de molino. Seis de ellos se utilizaban constantemente, el sptimo no se utilizaba nunca; por eso le llamaban el juego muerto. Se encontraba en la parte trasera del molino. Al principio Krabat opinaba que deba de estar rota la espiga de una rueda dentada, trabado al rbol motor o deba de estar daada alguna otra cosa del mecanismo,... pero una maana mientras barra descubri que en las tablas del suelo que haba por debajo de la salida del juego de muelas muerto haba un poco de harina. Cuando se acerc a mirar vio que tambin en el cajn donde caa lo molido haba restos de harina reciente, como si no lo hubieran sacudido a fondo despus de terminar el trabajo. Haban molido la noche anterior en el juego de muelas muerto? Pues entonces tena que haber sido a escondidas mientras todos dorman. O no todos haban dormido aquella noche tan profunda e imperturbablemente como el muchacho? Se dio cuenta de que los ayudantes del molinero haban aparecido aquella maana a desayunar con mal color, con ojeras, y alguno bostezando furtivamente; aquello ahora le pareci bastante sospechoso. Movido por la curiosidad subi los escalones de madera que conducan hasta la plataforma desde la que la molienda se vuelca a sacos en el vertedor, que tiene forma de embudo y desde el que luego, pasando por la punta del sacudidor, va pasando entre las muelas. Al volcarla nunca se puede evitar que algunos granos caigan a un lado..., slo que, en contra de lo que Krabat esperaba, no haba grano. Lo que haba all esparcido por la plataforma y que a primera vista parecan guijarros resultaron ser, al mirar por segunda vez, dientes..., dientes y esquirlas de huesos. El muchacho se qued horrorizado, quiso gritar y no pudo emitir ni un solo sonido. De repente Tonda estaba detrs de l. Krabat no deba haberle odo. Entonces cogi de la mano al muchacho. --Qu es lo que ests buscando ah arriba, Krabat? Baja antes de que el maestro te descubra... y olvdate de lo que has visto aqu. Me oyes, Krabat? Olvdalo! Luego le llev escaleras abajo y apenas el joven sinti bajo sus pies el entarimado del cuarto de la molienda se borr de su memoria todo lo que haba vivido aquella maana.22

En la segunda mitad del mes de febrero hubo fuertes heladas. Todas las maanas tenan que quitar con el pico el hielo que haba delante de la presa. Por la noche, cuando la rueda del molino estaba parada, el agua se congelaba en los canales de las paletas formando gruesas costras: stas tambin haba que arrancarlas a golpes antes de poner en marcha el mecanismo. Lo ms peligroso eran los tmpanos que iban corriendo por el saetn. Para evitar que la rueda del molino se quedara inmovilizada, dos muchachos se tenan que subir a ella cada cierto tiempo y quitarle el hielo con picos: un trabajo que nadie se desviva por hacer. Tonda cuidaba rigurosamente de que nadie escurriera el bulto. Sin embargo, cuando le toc el turno a Krabat se subi l mismo al saetn, porque eso, segn deca, no era para el muchacho, pues poda lastimarse. Los dems estuvieron de acuerdo, el nico que refunfu, como siempre, fue Kito, y Lyschko declar: --Cualquiera puede lastimarse si no pone cuidado. Fuera casualidad o no, el caso es que en ese momento pas por all el tonto de Juro, que llevaba en cada mano un cubo de comida para los cerdos; al llegar a la altura de Lyschko dio un traspis y le puso completamente perdido de bazofia, Lyschko empez a maldecir, y Juro afirm desesperado que se dara de bofetadas por haberle ocurrido aquel percance. --Cuando me imagino -dijo- cmo vas a apestar durante los prximos das... y yo tengo la culpa... Ay, ay, ay, ay, Lyschko, ay, ay, ay, ay! No te enfades conmigo, te lo pido mil veces, tambin lo siento por los pobres cerditos! Krabat ahora sala a menudo con Tonda y otros muchachos a talar madera al bosque. Cuando, por la maana, muy arropados, iban sentados en el trineo, con la smola en el estmago y las gorras de piel bien caladas en la frente, l se senta tan a gusto, a pesar del fro, que llegaba a pensar que ni siquiera un osezno poda sentirse mejor. A los rboles que talaban les cortaban all mismo las ramas, les quitaban la corteza, los cortaban dejndoles el largo apropiado y los apilaban, muy sueltos, separando con traviesas cada capa para que pudieran airearse bien antes de llevarlos el invierno siguiente al molino para convertirlos en vigas o hacer de ellos tablas y tablones.

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As fueron pasando las semanas sin que en la vida de Krabat se produjeran grandes novedades. Algunas de las cosas que ocurran a su alrededor le daban qu pensar. Era extrao, entre otras cosas, que nunca hubiera molenderos en el molino. Sera que los campesinos de los alrededores evitaban el molino? A pesar de ello los juegos de muelas estaban en funcionamiento todos los das, se volcaba grano en el vertedor, se mola cebada y avena y alforfn. Acaso sera que la harina y el grano molido que pasaba durante el da de los cajones a los costales se transformaban por la noche nuevamente en cereales? Krabat lo consideraba bastante posible. A finales de la primera semana de marzo el tiempo cambi de repente. Se levant viento del oeste, llen el cielo de grises nubarrones. --Va a haber nieve -gru Kito-, lo siento en los huesos. Y realmente nev un poco, unos copos espesos, acuosos; luego se mezclaron con las primeras gotas, la nieve pas a ser lluvia, que sigui cayendo sin interrupcin. --Sabes una cosa? -le dijo Andrusch a Kito-. Deberas cogerte una rana verde, ya no se puede confiar en tus huesos. Qu tiempo tan horrible haca! Entre los chaparrones que azotaban con la tormenta y, luego, la nieve y el hielo que se derretan, el estanque del molino creci de una forma amenazadora. Tuvieron que salir en mitad de la lluvia para reforzar la presa, apuntalndola con postes. Aguantara la presa la riada? Como esto siga as -pens Krabat-, en menos de tres das nos vamos a ahogar con molino y todo. La tarde del sexto da dej de llover, la capa de nubes se deshizo, luego el negro y chorreante bosque se encendi bajo los rayos del sol crepuscular. La noche siguiente Krabat se sobresalt con un sueo: se haba declarado un incendio en el molino. Los ayudantes del molinero se levantaron rpidamente de sus jergones de paja, bajaron corriendo las escaleras haciendo mucho ruido; pero l, Krabat, yaca en su catre como si fuera un tronco de madera, incapaz de moverse del sitio. Las llamas ya crepitaban en la armadura del tejado, ya le llegaban las primeras chispas a la cara..., entonces se levant sobresaltado y grit.24

Se frot los ojos, bostez, mir a su alrededor. Entonces..., de repente se qued perplejo, no daba crdito a lo que estaba viendo. Dnde estaban los ayudantes del molinero? Los jergones de paja vacos y abandonados..., abandonados a toda prisa, por lo que pareca: mantas retiradas apresuradamente, sbanas completamente arrugadas. Aqu una chaqueta de lana en el suelo, all una gorra, un pauelo de cuello, un cinturn..., todo claramente visible por el reflejo de una palpitante luz roja que entraba por el tragaluz. Sera verdad que haba fuego en el molino? Krabat, que de repente se haba despertado por completo, abri bruscamente la ventana. Al asomarse vio que en la explanada de delante del molino haba un carruaje, muy cargado, con un toldo tirante, ennegrecido por la lluvia, seis corceles de tiro, negros como la pez los seis. En el pescante estaba sentado alguien con el cuello del abrigo alzado, tambin l negro como la noche. Slo la pluma de gallo que llevaba en el sombrero..., la pluma era clara y roja. Cual si fuera una llama flameaba al viento, ora elevndose como una lengua de fuego, impulsiva y estridente, ora humillndose como si fuera a extinguirse. Su brillo bastaba para sumir la explanada en una trmula luz. Los muchachos del molino iban y venan rpidamente de la casa al carruaje entoldado, descargaban costales, los cargaban hasta el cuarto de la molienda, volvan de nuevo corriendo. Todo aquello transcurra en silencio, con una rapidez febril. Ninguna voz, ninguna imprecacin, slo el jadeo de los mozos del molinero... y de cuando en cuando el cochero haca restallar el ltigo, tan cerca de sus cabezas que podan sentir la rfaga de aire: aquello serva de estmulo para redoblar el empeo. De empeo daba muestras incluso el maestro. l, que normalmente nunca echaba una mano en el molino, que nunca mova un dedo, aquella noche estaba trabajando tambin. Se mataba a trabajar como los otros, igual que si le fuera la vida en ello. En medio de la faena abandon una vez brevemente el trabajo y desapareci en la oscuridad..., no para tomar aliento como Krabat haba sospechado, sino que subi corriendo al estanque del molino, y despus de quitar los postes que servan de sostn, levant la esclusa. El agua se dispar hacia el caz, pas por l espumeando y la avenida se derram con un fuerte golpe sobre el saetn. Con un25

quejido la rueda empez a girar; pas un rato hasta que se puso en marcha, luego sigui girando con mucha viveza. Los juegos de muelas hubieran debido ponerse entonces en marcha con un sordo estruendo, pero slo funcion uno de ellos... y aun se haciendo un ruido que para el muchacho era desconocido. Pareca venir del rincn ms apartado del molino, un estrepitoso ruido spero y ronco, acompaado de un horrible chirrido que de pronto se transform en un aullido hueco que martirizaba los odos. Krabat se acord del juego muerto, sinti cmo en la espalda se le pona la carne de gallina. Entretanto abajo el trabajo haba continuado. Haban descargado el carruaje entoldado, luego los mozos del molino haban tenido un rato de descanso..., pero no muy largo, pues enseguida empez de nuevo el ajetreo, si bien ahora haba que cargar los costales desde la casa hasta el carruaje. Cualquiera que fuera antes su contenido, ahora se devolva molido. Krabat quiso contar los costales, pero se qued medio dormido al hacerlo. Con el primer canto del gallo le despert el traqueteo de las ruedas del carruaje. El extrao, eso an pudo verlo, se march de all, haciendo restallar el ltigo, por los mojados prados, hacia el bosque... y cosa extraa: el carruaje entoldado, tan cargado como iba, no dejaba ninguna huella sobre la hierba. Un momento despus cerraron la esclusa, la rueda del molino se par. Krabat se desliz rpidamente hacia su sitio y se ech la manta por encima de la cabeza. Los mozos del molinero subieron las escaleras tropezando, cansados y derrengados. Sin decir una sola palabra se metieron en sus lechos, slo Kito murmur algo as como malditas sean tres veces las noches de luna nueva y de trabajo infernal.

A la maana siguiente Krabat apenas pudo levantarse del jergn de paja de lo cansado que estaba, le zumbaba la cabeza y tena una sensacin de debilidad en el estmago. Durante el desayuno estuvo observando a los ayudantes del molinero: tenan un aspecto sooliento y taciturno. Hoscos, se tragaban de mala gana su smola. Ni siquiera Andrusch estaba para bromas; miraba hosco y ceudo la cuchara y no deca ni palabra. Despus del desayuno, Tonda cogi al muchacho aparte.26

--Has tenido una mala noche? --Segn se mire -dijo Krabat-. Yo no he tenido que matarme a trabajar, yo slo os he mirado. Pero anda que vosotros!... Por qu no me avisasteis cuando lleg el extrao? Querais ocultrmelo, no?... Como tantas otras cosas que ocurren en el molino de las que no debo enterarme, no? Slo que no estoy ciego, ni sordo..., ni he perdido la chaveta, por supuesto que no! --Nadie ha dicho eso -repuso Tonda. --Pero hacis como si as fuera! -exclam Krabat-. Estis jugando a la gallinita ciega conmigo!... Por qu no lo dejis ya de una vez? --Todo a su debido tiempo -dijo tranquilamente Tonda-. Pronto sabrs qu es lo que sucede con el maestro y este molino. El da y la hora estn ms prximos de lo que t supones: hasta entonces ten paciencia.

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Hale! A la barra!Viernes Santo, a media tarde, sobre Koselbruch se cerna una luna plida y arrogante. Los mozos del molino estaban reunidos en el cuarto de los criados, Krabat yaca cansado en su catre y quera dormir. Aquel da tambin haban tenido que trabajar. Qu bien que por fin se hubiera hecho de noche y pudiera descansar!... De pronto oy que gritaban su nombre, como aquella vez en sueos, en la herrera de Petershain, slo que aquella voz, aquella voz ronca que pareca venir por los aires, ya no le resultaba desconocida. Se incorpor y aguz el odo, llamaron por segunda vez: --Krabat! Entonces cogi su ropa y se visti. Cuando estuvo listo el maestro le llam por tercera vez. Krabat se apresur, anduvo a tientas hasta la puerta de la buhardilla, abri. Le lleg luz de abajo, oy voces en el zagun, taconeo de zuecos. Su puso intranquilo, vacil, mantuvo la respiracin, pero luego cobr nimos, y, corriendo, baj los peldaos de tres en tres. Al fondo del zagun estaban los once oficiales. La puerta de la cmara negra estaba abierta, el maestro estaba sentado tras la mesa. Como aquella vez cuando Krabat lleg tena ante s el grueso libro forrado en cuero; tampoco faltaba la calavera con la vela roja encendida; lo nico era que el maestro ahora ya no tena plido el rostro, eso entretanto haba cambiado haca ya tiempo. --Acrcate, Krabat! El muchacho avanz hasta el umbral de la cmara negra. Ya no estaba cansado, tampoco senta ya sopor en la cabeza ni palpitaciones. Durante un rato el maestro le estuvo observando, luego levant la mano izquierda y se volvi hacia los oficiales, que estaban en el zagun. --Hale! A la barra! Graznando y aleteando, once cuervos atravesaron volando la puerta de la cmara dejando a un lado a Krabat. Cuando se volvi para mirar, los ayudantes del molinero haban desaparecido. Los cuervos se posaron en una barra en el ngulo posterior izquierdo de la habitacin y se quedaron mirando. El maestro se levant, su sombra cay sobre el muchacho. --Ya hace tres meses -dijo- que ests en el molino, Krabat. Has28

superado el perodo de prueba, ya no eres un vulgar aprendiz: de ahora en adelante sers mi alumno. Dicho aquello se acerc a Krabat y le toc el hombro izquierdo con su mano izquierda. Un estremecimiento sacudi a Krabat, sinti cmo empezaba a reducirse: su cuerpo se fue haciendo ms y ms pequeo, le salieron plumas de cuervo, un pico y unas garras. Acurrucado en el umbral a los pies del maestro, no se atreva a levantar la mirada. El molinero le estuvo mirando un buen rato, luego dio unas palmadas y exclam: --Hale! Krabat, el cuervo Krabat, despleg obediente las alas y ech a volar. Aleteando torpemente atraves la cmara, revolote sobre la mesa, rozando el libro y la calavera. Luego se pos junto a los dems cuervos y se agarr fuerte a la barra. El maestro le instruy: --Debes saber, Krabat, que ests en una escuela negra. Aqu no se aprende a leer ni a escribir ni a hacer cuentas: aqu se aprende el arte de las artes. El libro que est atado con una cadena delante de m aqu encima de la mesa es el Grimorio, la fuerza infernal. Como ves, sus pginas son negras, la escritura es blanca. Contiene todas las frmulas mgicas del mundo. Slo yo puedo leerlo, porque soy el maestro. A vosotros, sin embargo, a ti y a los dems alumnos os est prohibido leerlo. Recurdalo bien! Y no intentes engaarme, eso te costara muy caro! Me has entendido, Krabat? --Entendido -grazn el muchacho, sorprendido de poder hablar; con voz estridente, es cierto, pero con claridad, y sin que le costara el ms mnimo esfuerzo.

Krabat ya haba odo algn rumor sobre aquellas escuelas negras. Segn se deca, haba varias de ellas en Lusacia; pero l siempre lo haba tomado por uno de esos cuentos de miedo que se cuentan en los cuartos de costura mientras se hila o se desbarban plumas. Y ahora resultaba que l mismo haba ido a parar a una de esas escuelas, aunque se tuviera por un molino; sin embargo, pareca ser que al menos en el entorno inmediato se haba corrido la voz de que all haba gato encerrado: qu otra cosa, si no, haba mantenido a la gente alejada de Koselbruch?29

El muchacho ya no tuvo ms tiempo para ocuparse de ello. El maestro se haba vuelto a sentar tras la mesa y empez a leer en voz alta un captulo del Grimorio: lentamente, en un tono cadencioso, al ritmo del cual mova las caderas adelante y atrs, adelante y atrs. --ste es el arte de secar un pozo para que de un da para otro no d agua -ley en voz alta-. En primer lugar provete de cuatro estacas de madera de abedul secadas en una estufa, de tres pies y medio de largo, de un buen pulgar de grueso y afiladas por su extremo inferior en forma triangular; en segundo lugar, pon las citadas estacas en el pozo por la noche entre las doce y la una, clavando cada una de ellas a una distancia de siete pies del centro del pozo, cada una en uno de los puntos cardinales, empezando por el norte y terminando por el oeste; en tercer y ltimo lugar, despus de haber efectuado todo esto en silencio, da tres vueltas al pozo andando y pronunciando lo que aqu est escrito. A continuacin sigui, leda en voz alta por el maestro, la frmula mgica: una serie de palabras incomprensibles, eufnicas todas ellas y no obstante en un oscuro tono concomitante evocador de desgracias que an le reson al muchacho en los odos durante mucho tiempo, incluso cuando el maestro empez otra vez de nuevo despus de una breve pausa. --ste es el arte de secar un pozo... Tres veces ley en voz alta el texto y la frmula mgica al completo, siempre con el mismo soniquete, moviendo cadenciosamente las caderas adelante y atrs. Despus de la tercera vez cerr el libro. Durante un rato permaneci en silencio, luego se dirigi hacia los cuervos. --Os he enseado -dijo, de nuevo con su voz habitual- una parte ms de las Artes Ocultas; oigamos qu es lo que recordis de ello. T!... Empieza! Seal con el dedo a uno de los cuervos y le orden que repitiera el texto y la frmula mgica. --ste es el arte... de secar un pozo para que... de un da para otro no d agua... El molinero iba sealando ora un cuervo, ora otro y les preguntaba. Aun cuando no llam a ninguno de los doce por su nombre, por la manera de hablar, el joven pudo distinguir a unos de otros; Tonda, incluso siendo cuervo, hablaba sosegada y reflexivamente, Kito con un inequvoco tono de desgana en la voz, y30

Andrusch con el pico era igual de gil que con la lengua, mientras que a Juro le costaba mucho trabajo repetir y se atascaba a menudo. En suma, no hubo nadie en toda la bandada cuya voz Krabat no reconociera de inmediato. Este es el arte de secar un pozo... Una y otra vez el texto de la fuerza infernal con la frmula mgica: ora de corrido, ora tartamudeando, por quinta, por novena, por undcima vez. --Y ahora t! -dijo el maestro dirigindose al muchacho. Krabat empez a temblar, balbuci: --ste es el arte..., es el arte..., de secar..., un pozo... Ah se interrumpi y enmudeci. No supo seguir por ms que lo intent. Le castigara el maestro? El maestro permaneci tranquilo. --La prxima vez, Krabat, deberas prestar ms atencin a las palabras que a las voces -dijo-. Por lo dems, debes saber que en esta escuela nadie est obligado a aprender. Si aprendes lo que yo leo del Grimorio en voz alta, ser en beneficio tuyo, si no lo haces eres t mismo el que te perjudicas, recurdalo bien. Con ello dio por concluida la leccin, la puerta se abri, los cuervos salieron volando. En el zagun cobraron figura humana. Tambin Krabat, no supo cmo ni por quin, fue devuelto a su forma normal... y mientras suba por las escaleras de la buhardilla detrs de los discpulos del molinero se sinti como si acabara de tener un confuso sueo.

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La marca de la Hermandad SecretaAl da siguiente, sbado de Gloria, los mozos del molino no tuvieron que trabajar, lo que la mayora de ellos aprovecharon para volver a acostarse despus de desayunar. --Tambin t -le dijo Tonda a Krabat- deberas subir a dormir para tener reservas. --Para tener reservas? Y eso por qu? --Ya te enterars. Ahora acustate e intenta dormir todo lo que puedas. --Est bien -rezong Krabat-, ya voy... Y perdona que haya preguntado... En la buhardilla alguien haba tapado el tragaluz con una tela, aquello estaba bien porque as se dorma uno antes. Krabat se ech sobre el lado derecho, de espaldas al tragaluz, la cabeza escondida entre los brazos. En esta postura estuvo durmiendo hasta que fue a despertarle Juro. --Levntate, Krabat, la comida est en la mesa! --Cmo!... Ya es medioda? Juro retir la tela del tragaluz rindose. --El medioda est lejos! -exclam-. Ah fuera pronto empezar a ponerse el sol! Aquel da los mozos del molino tuvieron almuerzo y cena en una sola comida, especialmente copiosa y abundante, casi un festn. --Saciaos, saciaos cuanto podis! -les exhort Tonda-. Ya sabis que os tiene que durar para mucho! Despus de la comida, al entrar ya la noche de Pascua, el maestro fue a verlos al cuarto de los criados y envi a los muchachos afuera, a que fueran a buscar la marca. Hicieron un corro en torno a l, luego empez a contarlos, como hacen los nios cuando echan a suertes a ver a quin le toca quedarse cuando van a jugar al escondite. Con palabras que sonaban extraas y amenazadoras el maestro empez a contar de nuevo. Aquella vez fueron Merten y Hanzo los que tuvieron que irse, luego Lyschko y Petar..., al final slo quedaron Krabat y Tonda. El maestro repiti por ltima vez aquellas oscuras palabras, lenta y solemnemente; luego los despidi con un ademn y se march. Tonda le indic a Krabat que le siguiera. En silencio, tambin ellos abandonaron el molino, en silencio, caminaron juntos hasta la leera. --Espera aqu un momento!32

Tonda sac dos mantas de lana del cobertizo. Una de ellas se la dio a Krabat, luego emprendieron el camino hacia Schwarzkollm, dejando a un lado el estanque del molino, atravesando la parte delantera de Koselbruch. Cuando llegaron al bosque ya era noche cerrada. Krabat se esforz por seguir a Tonda muy de cerca. Se acord de que ya haba pasado por ese camino en una ocasin, en sentido contrario, l solo, en invierno. Y no haban pasado ms que tres meses desde entonces? Increble! --Schwarzkollm -dijo Tonda pasado un rato. Vieron brillar las luces del pueblo entre los troncos de los rboles; a partir de entonces se mantuvieron, sin embargo, a la derecha del mismo, en campo abierto. El sendero ahora era arenoso y rido, dejaba a un lado algn que otro rbol mezquino, cruzaba matorrales y breales. El cielo all fuera era grande y ancho, lleno de resplandores de estrellas. --Adnde vamos? -Quiso saber Krabat. --A la Cruz del Crimen -dijo el oficial mayor. Poco despus advirtieron en la campia el resplandor de un fuego que arda en el fondo de un hoyo hecho en la arena. Quin lo habra encendido? Pastores -se dijo Krabat-, seguro que no han sido, en esta poca tan temprana del ao; ms bien habrn sido gitanos o algn calderero ambulante con todos sus trastos. Tonda se haba detenido. --Se nos han adelantado en la Cruz del Crimen. Vayamos a la Muerte de Bumel. Sin dar ni una sola explicacin se dio media vuelta. Tuvieron que desandar a buen paso el sendero por el que haban ido hasta el bosque, all torcieron a la derecha por un camino vecinal que los llev por las afueras de Schwarzkollm y terminaba ms all de la localidad en una carretera que conduca al lmite opuesto del bosque. --Llegaremos enseguida -dijo Tonda. La luna, entretanto, haba salido y los alumbraba. Siguieron por la carretera hasta el siguiente cruce, donde, a la sombra de los pinos silvestres, se encontraba una cruz de madera de la altura de un hombre, ya muy desgastada por el paso del tiempo, sin inscripciones ni adornos. --La Muerte de Bumel -dijo Tonda-. Hace muchos aos perdi aqu la vida un hombre que se llamaba Bumel: talando rboles,33

segn se dice, pero hoy ya nadie lo sabe con exactitud. --Y nosotros? -pregunt Krabat-. Por qu estamos aqu? --Porque el maestro as lo exige -dijo Tonda-. Nosotros, todos nosotros, tenemos que pasar la vspera de Pascua al raso, de dos en dos, en un lugar en el que alguien haya encontrado violentamente la muerte. --Y ahora qu hacemos? -sigui preguntando Krabat. --Encenderemos fuego -dijo Tonda-. Luego velaremos al pie de la cruz hasta que empiece a clarear y al amanecer nos administraremos la marca el uno al otro.

Mantuvieron el fuego bajo a propsito para no llamar la atencin en Schwarzkollm. Cada uno envuelto en su manta, estaban all sentados velando al pie de la cruz de madera. De cuando en cuando Tonda le preguntaba al muchacho si no tena fro, o le ordenaba que echara al fuego un par de ramas secas de las que haban cogido en la linde del bosque. Ms tarde fue enmudeciendo ms y ms; Krabat entonces intent entablar por su cuenta una conversacin. --Oye..., Tonda. --Qu pasa? --Siempre se hace as en la Escuela Negra? El maestro lee en voz alta un pasaje del Grimorio y luego dice: vamos a ver qu es lo que has retenido en la cabeza ? --S -dijo Tonda. --No me puedo imaginar que as aprenda uno a hacer magia. --Pues s -dijo Tonda. --Habr enojado al maestro por no haber estado atento. --No -dijo Tonda. --En el futuro har un esfuerzo y tendr cuidado de retenerlo todo en la memoria. Crees que lo conseguir? --S -dijo Tonda. No pareca estar demasiado ansioso por charlar con Krabat. Con la espalda apoyada en la cruz, estaba all sentado erguido, sin moverse, la mirada perdida en la lejana, ms all del pueblo, en la campia iluminada por la clara luz de la luna. A partir de aquel momento ya no dijo absolutamente nada ms. Cuando Krabat le llam en voz baja por su nombre no le respondi: un muerto no hubiera podido guardar un silencio ms profundo, no hubiera podido tener la34

mirada tan perdida. Pasado un tiempo al muchacho le result inquietante el comportamiento de Tonda. Recordaba haber odo que haba gente que dominaba el arte de irse de s mismo, salindose de su cuerpo como una mariposa de su crislida y abandonndolo como si fuera una cpsula vaca, mientras su verdadero Yo segua su camino, invisible, persiguiendo por senderos secretos una secreta meta. Se habra ido de s mismo Tonda? Sera posible que estuviera sentado all junto al fuego pero estuviera realmente en cualquier otro sitio? --Debo permanecer despierto -se propuso Krabat. Se apoyaba ora sobre el codo derecho, ora sobre el izquierdo; procur que el fuego siguiera ardiendo uniformemente; se ocup de las ramas, las cort en trozos manejables y los apil en artsticos montoncitos. As fueron transcurriendo las horas. Las estrellas siguieron su curso por el firmamento, las sombras de las casas y de los rboles se fueron desplazando bajo la luz de la luna transformando lentamente su figura. De repente pareci que Tonda volva a cobrar vida. Inclinndose hacia donde estaba Krabat seal el astro lunar. --Las campanas... Lo oyes? Desde el Jueves Santo las campanas haban permanecido mudas; ahora en la mitad de la vspera de Pascua empezaron de nuevo a sonar por todas partes. De las iglesias de los pueblos vecinos llegaban sus taidos hasta Schwarzkollm: ciertamente muy apagados, apenas un oscuro fragor, el zumbido de un enjambre de abejas... y sin embargo llenaban la campia y llenaban el pueblo y los campos y los prados hasta la ms lejana cadena de colinas. Casi al mismo tiempo que las lejanas campanas empez a cantar en Schwarzkollm una voz de muchacha, que cantaba jubilosa una antigua cancin de Pascua. Krabat la conoca, l mismo la haba cantado en la iglesia cuando era nio, pero para l era como si aquel da la estuviera oyendo por primera vez. Jesucristo ha resucitado! Aleluya, aleluya! Entonces entraron las voces de un grupo de doce o quince muchachas que cantaron a coro la estrofa hasta el final. Luego la35

primera muchacha enton la siguiente... y as siguieron cantando, alternndose la primera con las dems, estrofa tras estrofa. Krabat conoca aquello de haberlo visto en su tierra. En la vspera de Pascua las muchachas solan recorrer la calle del pueblo de arriba abajo cantando, desde medianoche hasta el alba. Iban de tres en tres y de cuatro en cuatro en filas muy apretadas, y una de ellas -eso lo saba l bien- era la cantora, sta, la de la voz ms bella y ms pura de todas, iba en la primera fila y era la nica que poda entonar el canto. Las campanas taan a lo lejos, las muchachas cantaban, y Krabat, sentado junto al fuego a los pies de la cruz de madera, apenas se atreva a respirar. Slo escuchaba..., escuchaba lo que vena del pueblo y lo escuchaba como si estuviese hechizado. Tonda ech una rama a la lumbre. --Yo amaba a una muchacha -dijo-. Worschula se llamaba. Ahora hace ya medio ao que yace en el cementerio de Seidewinkel. No le traje suerte... Debes saber que ninguno de los que estamos en el molino les traemos suerte a las muchachas. Yo no s a qu se debe, y tampoco quiero asustarte; pero si alguna vez amaras a una muchacha, Krabat, no dejes que te lo noten. Procura que el maestro no se entere de ello... ni Lyschko tampoco, que siempre se lo cuenta todo. --Tienen el maestro y Lyschko algo que ver con que se muriera tu muchacha? -pregunt Krabat. --No lo s -dijo Tonda-. Lo nico que s es que Worschula an seguira con vida si yo me hubiera guardado para m su nombre. Eso lo supe cuando ya era demasiado tarde. Pero t, Krabat..., t ahora lo sabes, y lo sabes a tiempo: si alguna vez tienes una muchacha, no reveles su nombre en el molino! No dejes que nadie te lo sonsaque por nada del mundo. Nadie!, me oyes? Ni despierto ni dormido..., para que no hagas que caiga la desgracia sobre vosotros. --Pierde cuidado -dijo Krabat-. A m las muchachas no me interesan y no creo que eso vaya a cambiar.

Al amanecer enmudecieron las campanas y el canto en el pueblo. Tonda cort con su cuchillo dos astillas de la cruz, las metieron en la lumbre y dejaron que sus puntas se carbonizaran. --Sabrs lo que es un pentgono, no? -pregunt Tonda. --No -dijo Krabat.36

--Mira! Con la punta del dedo Tonda dibuj una figura en la arena: una estrella de cinco puntas, formada por el mismo nmero de lneas rectas, cada una de las cuales se cruzaba con otras dos, de tal forma que se poda dibujar la estrella entera de un solo trazo. --sta es la marca -dijo Tonda-. Intenta dibujar una igual! --No puede ser muy difcil -opin el muchacho-. Primero has hecho as... y luego as... y luego as... A la tercera vez consigui dibujar la estrella en la arena sin ningn fallo. --Bien -dijo Tonda ponindole en la mano una de las dos astillas-. Arrodllate junto al fuego y, por encima de la lumbre, dibjame la marca en la frente. Yo te ir apuntando palabra por palabra todo lo que tienes que decir... Krabat hizo lo que el oficial mayor le haba mandado. Mientras los dos se tiznaban recprocamente la estrella en la frente Krabat fue repitiendo lentamente lo que el otro deca: Te signo, hermano, Con carbn de la cruz de madera, Te signo Con la marca de la Hermandad Secreta. Luego se intercambiaron el beso de Pascua en la mejilla izquierda, cubrieron la hoguera con arena, dispersaron la madera que quedaba y emprendieron el camino de regreso a casa.

Tonda tom nuevamente el sendero que atravesaba los campos por las afueras del pueblo y conduca hasta el bosque, cubierto por el velo de la niebla matinal... Entonces aparecieron ante ellos los contornos de unas figuras imprecisas en aquella luz temprana. Silenciosamente, en una larga fila, les venan al encuentro las muchachas del pueblo: pauelos negros sobre la cabeza y los hombros, cada una de ellas con un cntaro de barro. --Ven -le dijo Tonda a Krabat en voz baja-, vienen de recoger el agua de Pascua, no las asustemos... Se agazaparon a la sombra del seto ms prximo y dejaron pasar37

a las muchachas. El agua de Pascua, bien lo saba el muchacho, haba que cogerla en silencio de una fuente la maana de Pascua antes de salir el sol y haba que llevarla a casa en silencio. Lavndose con ella se aseguraban belleza y felicidad para todo el ao..., al menos eso decan las muchachas. Y, adems, si llevaban el agua de Pascua hasta el pueblo sin desviar la mirada, podran encontrar a su futuro amado: eso tambin lo decan las muchachas... y quin sabe hasta qu punto era cierto.

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Recuerda que el maestro soy yoEl maestro haba colocado un yugo de bueyes ante la puerta, abierta, de la casa, a la altura de los hombros, con ambos extremos clavados al marco de la puerta. Cuando los muchachos regresaban tenan que pasar de uno en uno por debajo diciendo las siguientes palabras: Me inclino bajo el yugo de la Hermandad Secreta. En el zagun les estaba esperando el maestro. Le daba una bofetada a cada uno en la mejilla derecha, al tiempo que exclamaba: Recuerda que el maestro soy yo. Cada muchacho deba hacer tres profundas reverencias ante el maestro y prometerle solemnemente: Oh, maestro, te obedecer en todo, ahora y por siempre jams. Tambin Tonda y Krabat fueron recibidos de aquella manera. An no sospechaba el muchacho que de all en adelante quedaba a merced del maestro, quedaba en sus manos en cuerpo y alma, hasta la muerte, por entero. Se reuni con los dems mozos del molino, que estaban en el fondo del pasillo y parecan esperar la smola de la maana; todos ellos, como Tonda y l, con el dibujo en la frente. An faltaban Petar y Lyschko. Tambin ellos aparecieron pronto ante la puerta de la casa, y despus de haberse inclinado bajo el yugo, de haber recibido la bofetada y de haber hecho la promesa solemne, el molino se puso en marcha con gran ruido y alboroto. --Venga! -les grit el maestro a los muchachos-. A trabajar! Los ayudantes del molinero tiraron entonces al suelo sus chaquetas; arremangndose la camisa sobre la marcha se fueron corriendo al cuarto de la molienda, acarrearon grano hasta all y empezaron a molerlo, al ritmo que les marcaba el maestro a base de gritos y de impacientes gestos con las manos. Y a esto -pens Krabat-, le llaman Domingo de Resurreccin! No hemos dormido en toda la noche, no hemos desayunado y tenemos que trabajar por tres! Al cabo de un cierto tiempo hasta el propio Tonda se qued sin respiracin y empez a sudar. Aquella maana tuvieron que sudar todos, el sudor les corra por la frente y por las sienes, les corra por el cogote, les bajaba a chorros por la espalda de tal forma que la camisa y los pantalones se les quedaban pegados al cuerpo. Cunto tiempo va a seguir esto as?, se pregunt Krabat.39

Por donde quiera que mire hay rostros de saa. Todos jadean y respiran con dificultad, todos estn empapados y echan vaho. Y los dibujos que tienen sobre la frente se les van borrando cada vez ms, se diluyen con el sudor, van desapareciendo poco a poco. Entonces sucede algo inesperado. Krabat, cargado con un costal de trigo, va subiendo penosamente los escalones de madera que conducen a la plataforma. Tiene que emplear todas sus fuerzas, toda su fuerza de voluntad. Est a punto de dar un traspi, de caerse incluso bajo la pesada carga..., cuando, de repente, se han pasado todas las fatigas: han desaparecido los calambres de las piernas, han cesado los dolores en los riones, tampoco tiene ya dificultad alguna para respirar. --Tonda! -exclama-. Mira esto! De un salto est en la plataforma, luego se descarga el costal del hombro, lo agarra por sus dos extremos y antes de vaciarlo en el sacudidor lo agita por los aires con gritos de viva! como si en vez de grano estuviera lleno de plumas. Los mozos del molino parecen transformarse, alzan los brazos, se ren, se golpean los muslos. Ni siquiera el propio Kito, siempre quejica, es una excepcin. Krabat quiere ir al granero a por otro costal. --Alto! -exclama el oficial mayor-. Para! Ya est bien! Filtran el trigo, luego Tonda detiene el mecanismo. --Se acab por hoy! Un crujido, un tableteo final, la rueda del molino se para, se sacuden los cajones de la harina. --Hermanos! -exclama Staschko-. Vamos a celebrarlo! De repente hay all vino, en grandes jarras, y Juro lleva pastelillos de Pascua para acompaar: hechos con manteca de cerdo, de dorado color marrn y dulces, rellenos de leche cuajada o de compota de ciruela. --Comed, hermanos, comed! Y no olvidis el vino! Comen, beben, se cuidan bien. Ms tarde, Andrusch empieza a cantar, en voz alta y muy alegre. Se tragan entonces sus pastelillos y los rocan con vino tinto. Luego se colocan en crculo, se cogen de los brazos y llevan el ritmo con los pies. El molinero estaba sentado a la puerta del molino, klabuster, klabaster,40

klabumm! Lleg un mozo muy fino, klabuster, klabaster, un mozo muy fino, klabuster, klabaster, klabumm! Lo de klabuster-klabaster lo cantaron los muchachos a coro, luego Hanko enton la siguiente estrofa y as siguieron cantando cada uno cuando le tocaba el turno y bailando en crculo, ora hacia la izquierda, ora hacia la derecha, ora hacia el centro, ora hacia afuera. Finalmente, como era natural dado que era el ms joven, le toc el turno a Krabat. Entonces cerr los ojos y cant el final de la cancin: Pero el mozo no era un majadero, klabuster, klabaster, klabumm! Le retorci el pescuezo al molinero, klabuster, klabaster, al molinero, klabuster, klabaster, klabumm! Entonces dejaron de bailar y empezaron de nuevo a beber. Kubo, que normalmente era tan callado, se llev aparte al muchacho, le dio palmadas en los hombros. --Tienes una bonita voz, Krabat. Contigo se ha perdido un cantor. --Conmigo? -pregunt Krabat y ahora que Kubo le haba hablado de ello se haba dado cuenta de lo que haba ocurrido: que ahora poda volver a cantar, con una voz ms grave, bien es cierto, pero firme y segura y sin aquel molesto picor en la garganta que le atormentaba desde principios del ltimo invierno.

El Lunes de Pascua los ayudantes del molinero reanudaron su trabajo habitual. Seguan el ritmo de siempre, slo que Krabat ya no tena que matarse trabajando como antes. Fuera lo que fuera lo que41

exigiera de l el maestro, ahora el joven poda hacerlo con gran facilidad. Los tiempos en los que noche tras noche caa en su catre medio muerto de agotamiento parecan haber quedado atrs. Krabat agradeci el cambio. Poda imaginarse cmo haba llegado a producirse. En la primera ocasin en que se encontr a solas con Tonda le habl de ello. --Tienes razn -dijo Tonda-. Mientras an llevbamos la marca en la frente tuvimos que trabajar como mulas, justo hasta que al ltimo de nosotros se le borr con el sudor. A partir de ahora el trabajo nos resultar ms fcil, en tanto lo hagamos desde por la maana hasta por la tarde, a lo largo de todo el ao. --Y cuando no? -pregunt Krabat-. Quiero decir: despus de acabar la jornada? --Entonces no -dijo Tonda-. Entonces tendremos que aparnoslas por nosotros mismos. Pero por eso puedes estar tranquilo, Krabat! Primero no es muy frecuente que tengamos que levantarnos de la cama por la noche y, segundo, eso se puede soportar. De la vspera de Pascua y de la afliccin de Tonda por su muchacha no volvieron a hablar nunca ms, ni siquiera mediante insinuaciones. Y sin embargo, Krabat crea saber dnde haba estado Tonda cuando estaba sentado como muerto junto al fuego con la vista perdida en la lejana. Cada vez que Krabat pensaba en la historia de Worschula se acordaba inmediatamente de la cantora, o ms bien de su voz, tal como la haba odo en aquella ocasin, procedente de Schwarzkollm, a medianoche. Eso le produca extraeza, y hubiera querido olvidarlo, pero no poda. Una vez a la semana, los viernes, los muchachos del molino se congregaban despus de la cena ante la cmara negra, se transformaban en cuervos (tambin Krabat aprendi pronto a hacerlo) y se posaban en la barra. El maestro les lea cada vez un captulo del Grimorio, tres veces de principio a fin, luego tenan que repetirlo, sin importar qu y cunto haban memorizado: en esa cuestin el maestro no era meticuloso. Krabat se esforzaba con ahnco en retener en la memoria todo lo que el maestro les enseaba: a cambiar el tiempo gracias a un conjuro, a alejar el pedrisco, a afianzar y manejar balas embrujadas, a hacerse invisible, el arte de irse-de-s-mismo, y todo lo que tocara. A lo largo del da durante el trabajo y por la noche antes de acostarse repeta incansable los textos y las frmulas para memorizarlas bien.42

Y es que entretanto Krabat haba comprendido una cosa: el que estaba versado en el arte de las artes ganaba poder sobre otros seres humanos; y ganar poder -tanto como tena el maestro, si no ms- le pareca un alto objetivo; por eso aprenda y aprenda y aprenda.

Dos semanas despus de Semana Santa, a los mozos del molino les sacaron una noche de la cama. El maestro estaba de pie en la puerta del dormitorio, con una luz en la mano. --Hay trabajo, viene el compadre, moveos, moveos! Krabat con las prisas no encontr sus zapatos, descalzo sigui corriendo a los otros, fuera del molino. Haba luna nueva, la noche era tan negra que los mozos del molino no vean lo que tenan delante de sus propias narices. En medio del barullo general alguien le pis a Krabat los dedos del pie con sus zuecos. --Eh! -exclam el muchacho-. Ten cuidado dnde pisas, camello! Una mano entonces le tap la boca. --Ni una palabra ms! -susurr Tonda. El muchacho se dio cuenta de que ninguno de los otros haba hablado desde que les haban despertado. Y siguieron sin decir nada durante el resto de la noche; Krabat hizo lo mismo. Pudo imaginarse qu tipo de trabajo les esperaba. Pronto lleg a toda velocidad en su carruaje el extrao, con la flameante pluma de gallo en el sombrero. Los muchachos se precipitaron hacia el coche, descubrieron el toldo negro y empezaron a llevar los costales hasta la casa... al juego muerto, en el rincn ms alejado del cuarto de la molienda. Todo era como haca cuatro semanas, cuando Krabat haba estado observando a los muchachos por el tragaluz, slo que el maestro en esta ocasin se subi al asiento del coche junto al extrao. Hoy era l el que haca restallar el ltigo: tan cerca de sus cabezas que los muchachos se encogan al sentir la rfaga de aire. Krabat ya casi se haba olvidado de lo duro que era cargar costales as de llenos, y lo rpidamente que perda uno el resuello. Recuerda que eres un alumno! Cuanto ms rumiaba las palabras del maestro, peor le saban. El ltigo restall, los muchachos corrieron, la rueda del molino se puso en marcha, y el matraqueo y el lloriqueo del juego muerto llen43

la casa. Qu contendran los costales? Krabat ech un vistazo al sacudidor. Bajo la escasa luz de la linterna que se balanceaba colgada del techo no se poda distinguir mucho. Eran bostas de caballo lo que estaba echando dentro? Eran pias de pino silvestre? Tambin podan ser piedras, piedras redondas, cubiertas de una sucia costra. El muchacho no tuvo tiempo de mirar con ms detalle, Lyschko lleg jadeando con el siguiente costal. Dndole un codazo en las costillas apart a Krabat a un lado. Michal y Merten se haban apostado en la salida del cajn de la molienda, llenaban los costales vacos del producto recin molido y los ataban con una cuerda. Todo continu igual que la otra vez. Con el primer canto del gallo el carro estaba de nuevo completamente lleno, el toldo estaba echado y bien amarrado. El extrao agarr el ltigo y... ea!, sali a toda velocidad con el carruaje: tan rpido que al maestro apenas le qued tiempo para saltar de l sin romperse la crisma. --Ven! -le dijo Tonda a Krabat. Mientras los dems muchachos desaparecan en el interior de la casa ellos dos subieron hasta el estanque para cerrar la esclusa. Oyeron cmo abajo la rueda del molino se paraba y todo se quedaba en silencio; slo el gallo cantaba, y las gallinas cacareaban. --Viene a menudo? -pregunt Krabat sealando con la cabeza en la direccin por la que el vehculo haba desaparecido en la niebla. --Siempre que hay luna nueva -dijo Tonda. --T sabes quin es? --Slo el maestro lo sabe. l le llama compadre... y le teme. Lentamente bajaron al molino caminando por los prados, hmedos por el roco. --Hay algo que no entiendo -dijo Krabat antes de que entraran en la casa-. La ltima vez que estuvo aqu el extrao el maestro tambin trabaj, pero hoy... --En aquella ocasin -dijo el oficial mayor- tuvo que entrar para completar la docena. Pero desde Semana Santa ya estamos otra vez al completo en la Escuela Negra. Ahora puede permitirse el lujo de pasarse las noches de luna nueva haciendo restallar el ltigo.

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Blaschke, el boyero de KamenzA veces el maestro mandaba a los mozos del molino por parejas o en pequeos grupos al campo con algn encargo para darles la oportunidad de aplicar los conocimientos que haban adquirido en la Escuela Negra. Una maana Tonda se acerc a Krabat y le dijo: --Hoy tengo que ir con Andrusch al mercado de ganado de Wittichenau. Si te quieres venir..., el maestro est de acuerdo. --Muy bien! -dijo Krabat-. Por una vez algo diferente al eterno moler y moler! Tomaron el camino forestal que desembocaba en la carretera a la altura de las casas del pequeo lago de Neudorf. Era un hermoso y soleado da de julio. En las ramas graznaban los grajos, se oa el picoteo de un pjaro carpintero, enjambres de abejas y de abejorros llenaban las matas de frambuesas con sus zumbidos. Krabat se dio cuenta de que Tonda y Andrusch ponan la misma cara que si fueran a una romera. Aquello no poda deberse nicamente al buen tiempo. Andrusch al fin y al cabo era un tipo divertido y estaba siempre de buen humor, pero que Tonda fuera silbando muy contento pareca extrao. Entretanto iba haciendo restallar el nervio de buey. --Debes de estar practicando -dijo Krabat- para saber hacerlo luego en el camino de vuelta, no? --En el camino de vuelta? --Me parece que tenemos que comprar un buey en Wittichenau, no? --Al contrario -dijo Tonda. En ese momento se oy detrs del muchacho un muuuu!. Al darse la vuelta vio que justo donde haca un momento estaba Andrusch haba ahora un gordo buey, de color rojo, con una piel suave, que le miraba amistosamente. --Eh! -dijo Krabat frotndose los ojos. Tonda de pronto tampoco estaba. En su lugar estaba un viejo y pequeo campesino lusaciano, con alpargatas en los pies, los pantalones de lino sujetos por los tobillos por atrs con correas, una cuerda en torno a la blusa, la gorra grasienta, el borde de piel muy rado. --Eh! -dijo Krabat por segunda vez; entonces alguien le toc en el hombro y se ri.45

Cuando Krabat volvi la cabeza vio nuevamente a Andrusch. --Donde te has metido, Andrusch? Y adnde ha ido a parar el buey que estaba ahora mismo ah donde t ests? --Muuuu! -dijo Andrusch con voz de buey. --Y Tonda? Ante los ojos de Krabat el campesino se transform de nuevo en Tonda. --Ah... o sea, que era eso, no? -dijo el muchacho. --S -dijo Tonda-, eso era. Vamos a causar sensacin con Andrusch en el mercado de ganado. --Le vas a... vender? --El maestro as lo desea. --Y si sacrifican a Andrusch? --No tengas ningn miedo! -asegur Tonda-. Si vendemos a Andrusch no tenemos ms que quedarnos con la cuerda de la cabeza con la que le llevamos: as podr transformarse de nuevo en el momento que quiera y en la figura que quiera. --Y si soltamos la cuerda? --Ni se os ocurra! -exclam Andrusch-. Entonces tendra que seguir siendo un buey y comer heno y paja por el resto de mis das. Tenedlo muy presente y no me hagis desgraciado!

Tonda y Krabat despertaron asombro y admiracin con su buey en el mercado de ganado de Wittichenau. Los tratantes de ganado llegaron rpidamente de todas partes y se agruparon a su alrededor. Tambin se acercaron un par de vecinos de la ciudad y algunos campesinos que ya haban convertido en dinero sus cerdos y sus vacas. Un buey tan gordo como aqul no se vea todos los das: haba que hacerse con l antes de que otro se llevara aquel hermoso animal delante de las propias narices! --Cunto cuesta este animal? Los tratantes de ganado le hablaban a Tonda por todas partes, le interpelaban a voces. Krause, el carnicero de Hoyerswerda, ofreci por Andrusch quince gulden, el encorvado Leuschner, de Knigsbrck, diecisis. Tonda sacudi la cabeza ante aquellas ofertas. --Demasiado poco -declar. Demasiado poco? Deba de estar mal de la cabeza! Es que les46

estaba tomando por tontos? Tontos o no -pens Tonda-, de eso los que ms deben saber son estos seores mismos. --Est bien -dijo Krause, el de Hoyerswerda-, te dar dieciocho. --Por dieciocho gulden prefiero quedrmelo yo -gru Tonda. Tampoco se lo dio a Leuschner, el de Knigsbrck, por diecinueve, ni a Gustav Neubauer, el de Senftenberg por veinte. --Pues entonces os podis ir a hacer grgaras t y tu buey! -le increp Krause el carnicero; y Leuschner se dio unos golpecitos en la frente y exclam: --Debo de ser tonto para arruinarme de esta manera! Te ofrezco veintids, y es mi ltima palabra! Pareca como si el trato hubiera quedado cerrado. Entonces se abri paso entre la multitud, resoplando a cada paso como una morsa, un hombre desmesuradamente gordo. Su cara de rana con sus redondos ojos saltones brillaba por el sudor. Llevaba un frac verde adornado con botones de plata, una ostentosa cadena de reloj sobre el rojo chaleco de seda, y en el cinturn, bien visible para todos, un repleto portamonedas. --Por todos los diablos, cmo va a ir a parar este buey tan gordo a unos campesinos tan flacos? Me lo llevo por veinticinco. Tonda se rasc detrs de la oreja. --Demasiado poco, seor... --Demasiado poco? Oye, escchame!... Blaschke sac una gran caja redonda de plata de rap, le quit la tapa, se la tendi a Tonda. --Te apetece una toma? Primero tom l mismo el rap, luego dej que lo hiciera el viejo lusaciano. --Atchs!... --Salud, seor! Blaschke el boyero se son en un gran pauelo de cuadros. --Que sean veintisiete, diablos! Y trelo para ac! --Demasiado poco, seor! Blaschke se puso rojo. --Eh! Por quin me has tomado? Veintisiete por tu buey, y ni un botn ms, tan cierto que soy Blaschke el boyero de Kamenz! --Treinta, seor -dijo Tonda-. Por treinta se lo puede quedar. --Eso es una usura! -exclam Blaschke-. Quieres que me arruine?47

Puso los ojos en blanco, se retorci las manos. --Es que no tienes corazn? Eres ciego y sordo a las penas de un pobre comerciante? Compadceme, viejo, y dame el buey por veintiocho! Tonda permaneci impasible. --Treinta... y no hay ms que hablar! ste es un ejemplar excelente, no lo doy por debajo de ese precio. No se puede usted imaginar lo que me cuesta desprenderme de l. Si tuviera que vender a mi propio hijo no me sabra tan mal. Blaschke el boyero comprendi que no haba nada que hacer. Pero el buey era un animal magnfico. As pues, para qu perder el tiempo con aquel testarudo lusaciano? --Trelo ac, por todos los diablos! -exclam-. Hoy tengo mi da dbil y me dejo llevar fcilmente al huerto, eso es lo que me pierde. Y todo eso slo es porque siento compasin por la gente pobre... Venga esa mano... y trato hecho! --Trato hecho! -dijo Tonda. Entonces se quit la gorra y Blaschke le fue echando en ella los treinta gulden, uno por uno. --Los has ido contando? --As es. --Pues entonces vente conmigo, lusaciano! Blaschke el boyero cogi a Andrusch por la cuerda y quiso llevrselo tirando de l; Tonda sin embargo retuvo al gordo cogindole del brazo. --Qu pasa? -pregunt Blaschke. --Bueno, pues... -dijo Tonda hacindose el tmido-. Una pequeez de nada. --El qu? --Si el seor Blaschke fuera tan amable y quisiera dejarme la cuerda que lleva en la cabeza, yo se lo agradecera... --La cuerda que lleva en la cabeza? --S, como recuerdo. Es que el seor Blaschke debera saber lo mucho que me cuesta desprenderme del buey. Le dar al seor Blaschke algo a cambio, para que se pueda llevar a mi pobre buey, que ahora le pertenece a l... Tonda desat la cuerda que llevaba a la cintura. Blaschke, encogindose de hombros, le permiti que se la cambiara por la cuerda que el buey llevaba en la cabeza. Luego el tratante se alej con Andrusch; y apenas haba doblado la primera esquina empez a48

sonrer satisfecho, pues haba pagado treinta gulden por Andrusch, que era un precio bastante alto, pero en Dresde no le resultara difcil venderle a alguien aquel hermoso buey por el doble, o quiz ms.

En la linde del bosque, detrs de las casas del pequeo lago, Tonda y Krabat se sentaron en la hierba a esperar a Andrusch. Haban comprado en Wittichenau un trozo de tocino y un pan y se pusieron a comer. --Has estado muy bien! -le dijo Krabat a Tonda-. Tenas que haberte visto sacndole al gordo se de sus propias narices las monedas de oro: demasiado poco, seor, demasiado poco... Y fue una suerte que te acordaras a tiempo de la cuerda; a m se me haba olvidado por completo. --Es cuestin de costumbre -asegur Tonda sin darle importancia. Guardaron parte del pan y del tocino para Andrusch, lo envolvieron en la blusa de Krabat y decidieron echarse un rato. Hartos como estaban, y cansados por el largo camino por la carretera, se quedaron profundamente dormidos, hasta que un muuuu! les despert y se encontraron ante ellos a Andrusch: de nuevo con figura humana y, por lo que se vea, sano y salvo de la cabeza a los pies. --Eh, vosotros! Habrse visto, pues no se han quedado dormidos los muy bobos! No tendris al menos un pedazo de pan para m? --Pan y tocino -dijo Tonda-. Sintate a nuestro lado, hermano, y que te aproveche! Cmo te ha ido con Blaschke el boyero? --Cmo me iba a ir! -gru Andrusch-. Es evidente que para un buen buey, con este calor, no es ningn placer tener que trotar millas y millas por el campo tragando polvo, y menos cuando no est uno acostumbrado a ello. Sea como sea, no me disgust nada que Blaschke entrara en casa de Kretscham el de Ossling. Anda, mira!, exclama Kretscham cuando nos ve llegar. Si es mi paisano el de Kamenz! Qu tal? Cmo va eso?... Ir lo que se dice ir, dice Blaschke, voy tirando. Si no fuera por la sed que le entra a uno con tanto calor!... Eso podemos arreglarlo!, dice Kretscham. Entra en la taberna y sintate en la mesa de los seores! Hay suficiente cerveza en la bodega, no te la terminaras ni en siete semanas... ni siquiera t te la podras terminar!... Y el buey?, pregunta el gordo. Mi buey de treinta gulden?... Lo llevaremos al establo, tendr toda el agua y toda la comida que quiera!... Comida para bueyes, se49

entiende... Andrusch pinch con su navaja un buen trozo de tocino y lo olisque antes de metrselo en la boca y continuar su relato: --Me llevaron al establo, Kretscham el de Ossling llam a la moza de cuadra. Eh, Kathel!... Trtame bien al buey de mi compadre de Kamenz, que no se nos muera de hambre!... Est bien, dice Kathel y me mete inmediatamente una brazada de heno en el pesebre. Entonces ya me hart de la vida de buey, y sin pensrmelo dos veces dije, con voz humana: El heno y la paja comoslos vosotros! Yo quiero cerdo asado con albondiguillas y verduras y tambin una buena cerveza!. --Santo cielo! -exclam Krabat-. Y qu pas entonces? --Pues, nada -dijo Andrusch-, que los tres se cayeron de culo del susto y gritaron como condenados pidiendo ayuda. Y entonces como despedida les volv a mugir... y luego, convertido en golondrina, chip, chip, chip, sal volando por la puerta del establo, y eso fue todo. --Y Blaschke? --Que se vaya al diablo l y su comercio de ganado! Andrusch ech mano del nervio de buey, y como para reforzar sus palabras lo hizo restallar salvajemente. --Me alegro de estar otra vez aqu, con mi nariz picada de viruelas. --Yo tambin -dijo Tonda-. Has hecho bien tu trabajo... y Krabat, creo yo, habr aprendido muchsimo. --S! -exclam el muchacho-. Ahora s lo gracioso que es saber hacer magia! --Gracioso? -pregunt el oficial mayor ponindose serio-. Puede que tengas razn: a veces tambin es gracioso.

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Msica militarEl Prncipe Elector de Sajonia llevaba aos de guerra con el Rey de Suecia por la Corona polaca; y como para hacer la guerra adems de dinero y de caones se necesitan sobre todo soldados, haca sonar muy a menudo los tambores por el pas para reclutar tropas. Haba mozos suficientes que se alistaban voluntariamente, sobre todo al principio de la guerra; en otros casos los reclutadores tenan que ayudarles un poco, fuera a base de aguardiente o a base de bastonazos. Pero, qu no hara uno por servir en un glorioso regimiento, recibiendo como reciba cada recluta que se alistaba una buena suma de dinero? Un destacamento de reclutadores, formado por un teniente del Regimiento de Infantera de Dresde, un grosero sargento, dos cabos y un tambor que llevaba su instrumento a la espalda como si fuera un cesto, un destacamento de reclutadores, en suma, se perdi tambin por Koselbruch una tarde de principios de otoo. Ya estaba oscureciendo, el maestro se haba ido de viaje a caballo por el pas, por tres, cuatro das, los mozos del molino estaban holgazaneando en el cuarto de los criados y tenan pensado pasarse el resto del da haciendo el vago: entonces llamaron a la puerta, y cuando Tonda fue a abrir se encontr afuera al teniente con los soldados que le inform que era oficial de Su Alteza Serensima el Clementsimo Prncipe Elector, y que se haba extraviado, por lo cual haba resuelto acuartelarse por aquella noche en el maldito molino... y que si haba quedado claro. --Naturalmente, Vuestra Excelencia. Sin duda encontraremos un sitio para Vos en el pajar. --En el pajar? -dijo el sargento en tono grosero-. El tipo debe de estar mal de la cabeza! La mejor cama del molino para Su Excelencia, que me ahorquen si no!... E ir a parar al verdugo como la ma sea algo peor! Adems tenemos hambre. As que a servir lo que haya en la cocina, y tambin cerveza o vino, eso es igual, lo importante es que haya suficiente... Y ha de haber suficiente, o le partir en dos con mis propias manos todos los huesos del cuerpo! Adelante, y apresrese, o la pestilencia le va a correr por las patas a bajo! Tonda silb entre dientes, muy leve y muy brevemente, pero los mozos del molino, que estaban en el cuarto, le oyeron. Cuando el oficial mayor entr en el cuarto con los reclutadores ste se hallaba vaco.51

--Tengan a bien tomar asiento los seores soldados, la cena vendr enseguida! Mientras los intrusos invitados se ponan cmodos en el cuarto de los criados, se aflojaban los corbatines y se desabotonaban las polainas, los mozos del molino deliberaban en la cocina cuchicheando. --Esos pedantes petimetres! -exclam Andrusch-. Quines se han credo que son! Ya tena preparado un plan. Todos los muchachos, incluso Tonda, se mostraron de acuerdo con gran entusiasmo. A toda prisa Andrusch y Staschko prepararon las viandas con ayuda de Micha