PRIMERA LÍNEA No. 2, JUNIO 2018 MPa DERECHO PENAL CORPORATIVO,
EQUIPO EDITORIAL
Brenda Lyced Carreño Ortiz
Daniel Santiago Guio Díaz
COLUMNISTAS Carolina Montaña Fajardo
Elías Mauricio Monroy Mora
EQUIPO EDITORIAL
Director editorial
Director de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, Abogado de la
Universidad de Caldas y
Especialista en Casación Penal de la Universidad La Gran Colombia;
es candidato a Magíster
en Derecho con énfasis en sistema penal acusatorio de la
Universidad Sergio Arboleda;
conjuez de la sala penal de la Corte Suprema de Justicia;
presidente del Instituto Colombiano
de Derecho Procesal – Capítulo Caldas. Es miembro de la comisión de
expertos de la
Corporación Excelencia en la Justicia; asesor para iniciativas
legislativas en materia penal del
Ministerio de Justicia y del Derecho (2015) y en la Cámara de
Representantes para reformas
al Código de Procedimiento Penal (2013-2018). Tiene experiencia
como docente de posgrado
en varias universidades. Ha intervenido o promovido diferentes
procedimientos de
exequibilidad ante la Corte Constitucional, logrando importantes
decisiones como las
sentencias C782/05, C186/08, C250/11, entre otras.
ANDRÉS FELIPE DÍAZ ARANA
Director académico
Abogado y filósofo de la Universidad de los Andes, con grado cum
laude; es magister en
derecho penal y ciencias penales de la Universidad de Barcelona y
la Universidad Pompeu
Fabra, con premio de primer puesto 2014-2015. También tiene
maestría en estudios jurídicos
avanzados de la Universidad de Barcelona y es especialista en
derecho médico sanitario de
la Universidad del Rosario. Se desempeña como profesor titular de
derecho penal en pregrado
y posgrado, y es autor de diversas publicaciones nacionales e
internacionales sobre teoría del
delito y dogmática penal.
PAUL CIFUENTES (Lingua Franca)
Editor
Licenciado en filología inglesa y aspirante a magister en filosofía
de la Universidad Nacional.
Ha sido docente consultor en redacción de textos jurídicos, inglés
jurídico, traducción de textos
jurídicos y lingüística forense para firmas distintas firmas y
oficinas jurídicas; ha capacitado y
asesorado despachos de la Rama Judicial. Ha actuado como perito
convocado por las partes
o por la Fiscalía General de la Nación. Es docente de los
departamentos de Lingüística y
Estadística de la Universidad Nacional de Colombia, en las áreas de
redacción de textos
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 4
jurídicos, argumentación oral, y comprensión y producción de textos
académicos; está
vinculado con la Unidad de Docencia e Investigación en Textos
Argumentativos (Universidad
Nacional) y el Centro de Estudios Socio Jurídicos Latinoamericanos.
Es el Director académico
y científico de Lingua Franca: servicios lingüísticos y
académicos.
LAURA JULIANA DAZA HERNÁNDEZ
Asistente legal de Alianza Consultora Forense Corporativa;
estudiante de la Facultad de
Derecho de la Universidad Libre; cuenta con amplios conocimientos
en áreas del derecho
penal, en la preparación de litigios probatorios y construcción de
causa probable, así como en
la elaboración de informes de investigación. Columnista y miembro
del Consejo Editorial de
MPa Primera Línea.
CONSEJO EDITORIAL
ANDRÉS FELIPE ZAPATA ZAPATA
Autor/Columnista/Miembro del Consejo Editorial
Asistente legal de la firma MPa Derecho Penal Corporativo,
estudiante de la Facultad de
Derecho de la Universidad La Gran Colombia, con más de nueve años
de experiencia en la
firma; se ha desempeñado como coordinador jurídico y, actualmente,
lidera la elaboración de
conceptos jurídicos y estructuración dogmática de las defensas
penales.
BRENDA LYCED CARREÑO ORTIZ
Columnista/Miembro del Consejo Editorial
Abogada de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, graduada con
mención de honor por su
trabajo de grado Problemáticas aplicativas de las penas no
privativas de la libertad: un análisis
a partir de la jurisprudencia de la universidad Santo Tomás;
especialista en derecho penal de
la misma institución, donde se ha desempeñado como docente suplente
de la cátedra de
derecho procesal penal. Por más de dos años, se desempeñó como
monitora de gestión
administrativa y docente de la Facultad de Derecho de la misma
universidad en el módulo
penal, apoyando en el desarrollo de eventos y actividades
académicas de pregrado y
posgrado. Tiene experiencia en el campo de la investigación en el
marco del Semillero de
Derecho Penal Internacional. En la firma, se desempeña en el
litigio penal a nivel nacional.
DANIEL SANTIAGO GUIO DÍAZ
Autor/Columnista/Miembro del Consejo Editorial
Abogado de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, graduado de la
Universidad Sergio
Arboleda y perteneciente al programa de honores de la misma
universidad; realizó estudios de
profundización en derecho internacional y derecho comparado en la
Universidad Sergio
Arboleda de Madrid – España. Fue orador en el XIX Concurso
Interamericano de Derechos
Humanos de la American University en Washington D.C.; cuenta con
conocimientos
especializados sobre Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Al
interior de la firma,
se desempeña en planes de defensa corporativa, programas de
cumplimiento,
instrumentalización de decisiones, estructuración de medidas de
gobierno corporativo y apoyo
a la gestión en materia de libro blanco.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 6
COLUMNISTAS
CAROLINA MONTAÑA FAJARDO
Abogada de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, graduada con
honores de la Universidad Militar
Nueva Granada, con especialización en ciencias penales y
criminológicas de la Universidad Externado
de Colombia; cuenta además con estudios tecnológicos en
criminalística y ciencias forenses. Se
desempeñó durante varios años como investigadora del Cuerpo Técnico
de Investigación (CTI),
aprendiendo a profundidad el manejo interno de las labores propias
de policía judicial y de fiscalía
tendentes a la estructuración del proceso penal en todas sus
etapas. Al interior de la firma, atiende
procesos judiciales de alta sensibilidad en materia política,
económica y social.
ELÍAS MAURICIO MONROY MORA
Abogado de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, graduado de la
Universidad Santo Tomás con
profundización en Derecho Penal; fue becario en pregrado de la
misma universidad y su trabajo de
grado Punibilidad de delitos financieros: crítica dogmática obtuvo
el reconocimiento de Tesis Meritoria.
Actualmente, cursa una especialización en pedagogía para la
educación superior en la Universidad
Santo Tomás. Al interior de la firma, se desempeña en el área de
litigio estratégico y lidera los procesos
de extinción de dominio.
FABIANY GRISALES GUARUMO
Abogado de la Universidad Cooperativa de Colombia, con línea de
énfasis en derecho penal; participó,
de manera activa, en los consultorios jurídicos, donde le
designaron las audiencias de jurisdicción
penal. Además, realizó sus prácticas profesionales en el Senado de
la República, donde desarrolló
actividades propias del área jurídica. Es participante usual de los
congresos de derecho penal procesal.
Se ha destacado en la lectura de los estrados judiciales, tanto en
representación de víctimas como en
defensa en el proceso penal. Es candidato a magister en derecho
penal y ciencias penales de la
Universidad de Barcelona.
JACOBO ALEJANDRO GONZÁLEZ CORTÉS
Abogado y socio de MPa Derecho Penal Corporativo; graduado de la
Universidad Militar Nueva
Granada, candidato a Magíster en Derecho con énfasis en procesal
penal de la Universidad Sergio
Arboleda; tiene amplios conocimientos en delitos informáticos y
financieros, así como de las facultades
de las víctimas en el proceso penal. Esto le ha permitido
participar como conferencista en congresos
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 7
y simposios a nivel nacional. Ha sido capacitador de fiscales,
miembros del CTI y de la Policía Judicial
a nivel nacional. Al interior de la firma se desempeña como
director de operaciones. Columnista de
MPa Primera Línea.
CONTENIDO
“DIME CÓMO ANDAS Y TE DIRÉ QUÉ ERES”: ¿IMPRUDENCIA CORPORATIVA
(II)? 9
MAURICIO PAVA LUGO 9
INTERVINIENTE COMO AUTOR ES CONSTITUCIONAL 11
CAROLINA MONTAÑA FAJARDO 11
DELITO IMPRUDENTE Y MODELOS DE DEBER OBJETIVO DE CUIDADO EN
LA
JURISPRUDENCIA PENAL 18
LINGÜÍSTICA FORENSE: CASOS Y PERSPECTIVAS 30
PAUL CIFUENTES 30
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 9
“DIME CÓMO ANDAS Y TE DIRÉ QUÉ ERES”: ¿IMPRUDENCIA CORPORATIVA
(II)?
Mauricio Pava Lugo1
En las dos entregas anteriores y en esta, el dolo, la
intencionalidad, el actuar negligente han sido
conceptos mencionados. En primera línea consideramos que nuestra
sociedad de riesgo cada vez
deriva, más fácilmente, responsabilidades a los ciudadanos
corporativos, a las administraciones de las
empresas. Con mayor frecuencia, se emiten decisiones punitivas en
lo administrativo, en lo regulatorio,
en lo fiscal. Los niveles de exigencia son mayores. En materia
penal, por ejemplo, se señalan
responsabilidades con, simplemente, individualizar y objetivizar
los actos atribuibles a la “persona
jurídica”, trasladando la imputación, sin más, a un representante o
administrador. Muy poco se analiza
en cuanto a la relación personal del sujeto con el hecho, basta su
pertenencia, en muchos casos, a la
empresa, para llamarlo a responder por cargos crimínales.
De allí que se hace determinante, en los planes de defensa
corporativa, establecer la relación del
sujeto con el riesgo y la manera en que es o fue gestionado. De
este modo, la apuesta por la
implementación y adecuación de una cultura organizacional
fundamentada en los principios de
compliance, con programas efectivos, sinceros y funcionales, están
al orden del día.
A pesar que la defensa en lo corporativo es “mucho más que aferrar
el alma de un inciso”
(parafraseando a Álzate Avendaño), sin duda, todo el discurso del
deber de cumplimiento normativo,
como modelo de gestión del riesgo, intensifica, al final, los
deberes objetivos de cuidado a nivel
empresarial. De hecho, cada vez se institucionalizan marcos
autorregulatorios, por parte de los
ciudadanos corporativos, que atan a sus agentes en cuanto a lo que
están obligados en sus acciones,
1 Director de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, Abogado de la
Universidad de Caldas y Especialista en Casación Penal
de la Universidad La Gran Colombia; es candidato a Magíster en
Derecho con énfasis en sistema penal acusatorio de la
Universidad Sergio Arboleda; conjuez de la sala penal de la Corte
Suprema de Justicia; presidente del Instituto Colombiano de
Derecho Procesal – Capítulo Caldas. Es miembro de la comisión de
expertos de la Corporación Excelencia en la Justicia; asesor
para iniciativas legislativas en materia penal del Ministerio de
Justicia y del Derecho (2015) y en la Cámara de
Representantes
para reformas al Código de Procedimiento Penal (2013-2018). Tiene
experiencia como docente de posgrado en varias
universidades. Ha intervenido o promovido diferentes procedimientos
de exequibilidad ante la Corte Constitucional, logrando
importantes decisiones como las sentencias C782/05, C186/08,
C250/11, entre otras.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 10
y en relación con el examen externo de las responsabilidades que
les sean atribuibles. Casi sin
excepción, en todas las empresas, existe hoy una regla para cada
comportamiento, un deber, frente a
cada acción. De la manera en que “camine” la geografía de riesgos
(cada vez más densa), sabremos
“quién es quien” en cuanto a lo que se espera de los ciudadanos
corporativos hoy.
Nuestros articulistas desarrollaron un muy buen trabajo sobre los
modelos de deber objetivo de cuidado
en la jurisprudencia penal. La que lo entiende (el deber) como
elemento normativo esencial para las
conductas imprudentes, que, si bien en materia penal se reducen a
pocas descripciones, ya puestos
en la punitividad que le es discernida a los entes regulatorios,
fiscales y administrativos, se convierte
en fuente ineludible de responsabilidad empresarial y personal.
Conceptos como evitabilidad individual,
capacidad individual, hombre medio, hombre medio prudente puesto en
la posición del autor, entre
otros, son realmente ilustrativos, mucho más que para el solo
diálogo entre penalistas. De igual
manera, se aborda la responsabilidad del “interviniente” en cuanto
a la modulación que, sobre el
particular, hizo la Sala Penal de la Corte, partiendo de su
relación, incluso normativa, con el hecho;
conceptos como los de infracción de deber expuestos en el artículo
de actualidad de esta edición son
reveladores.
Poseditorial
Series de TV como The Alienist, Criminal Minds, y la muy especial
Manhunt: Unabomber (que
correspondió a hechos reales) ponen a la lingüística forense en un
gran lugar dentro de las
herramientas para la resolución de casos. En esta entrega,
tendremos a nuestro lingüista hablando de
su ciencia aplicada en la realidad material.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 11
LA CORTE CONSTITUCIONAL ADMITE QUE LA INTERPRETACIÓN DEL
INTERVINIENTE COMO AUTOR ES CONSTITUCIONAL
Carolina Montaña Fajardo2
La Corte Constitucional, en Sentencia C-015 del 14 de marzo de
2018, con ponencia de la Honorable
Magistrada Cristina Pardo Schlesinger, declaró la exequibilidad de
la interpretación que efectuó la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia desde 2008, en la cual se
determinó que la rebaja punitiva que
aborda el inciso cuarto del Artículo 30 de la Ley 599 de 2000, sólo
le era aplicable a quienes realizan
la conducta en concurso con el autor de ésta, y que no cumplieran
con las cualidades especiales
exigidas por el tipo penal con sujeto activo calificado, excluyendo
así, a los partícipes extraneus.
Objeto de demanda
La demanda objeto de análisis pretende refutar la interpretación
que ha venido haciendo la Sala Penal
de la Corte Suprema de Justicia —desde el año 2008— del inciso
final del Artículo 30 del Estatuto
Penal Colombiano3. En dicha norma, se establece lo referente a los
partícipes y, en su cuarto inciso,
se indica el tratamiento punitivo establecido por el legislador
para los intervinientes en las conductas
punibles.
Dentro de la interpretación que realiza la Sala Penal, se excluye
del concepto de intervinientes a
aquellos participes extraneus de los delitos con sujeto activo
calificado (delitos especiales propios). Es
decir, el tratamiento punitivo disminuido del inciso final sólo es
aplicable, a juicio de esta corporación,
2 Abogada de la firma MPa Derecho Penal Corporativo, graduada con
honores de la Universidad Militar Nueva Granada, con
especialización en ciencias penales y criminológicas de la
Universidad Externado de Colombia; cuenta además con estudios
tecnológicos en criminalística y ciencias forenses. Se desempeñó
durante varios años como investigadora del Cuerpo Técnico
de Investigación (CTI), aprendiendo a profundidad el manejo interno
de las labores propias de policía judicial y de fiscalía
tendentes a la estructuración del proceso penal en todas sus
etapas. Al interior de la firma, atiende procesos judiciales de
alta
sensibilidad en materia política, económica y social. Es Columnista
y miembro del Consejo Editorial de MPa Primera Línea. 3 COLOMBIA.
CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Ley 599. (24, julio, 2000). Por la cual
se expide el Código Penal. Diario Oficial.
Bogotá, D.C. 2000. no 44.097.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 12
para quienes realizan la conducta en calidad de autores de ésta,
pero no cumplen con las cualidades
exigidas en los tipos penales con sujeto activo calificado.
En esta jurisprudencia, el problema jurídico central se relaciona
con una pregunta que ha generado un
eterno debate doctrinal en la dogmática penal: ¿el concepto de
interviniente hace solo relación a la
modalidad de autor, o se puede incluir a aquellos que actúan en la
calidad de participe?
Fundamentos de la decisión
No es la primera vez que la Corte Constitucional se refiere a este
tema. En la Sentencia C-1122 de
20084, se estableció la exequibilidad del inciso final del Artículo
30 del Código Penal (CP), con respecto
al cargo relacionado con el derecho a la igualdad. En esa
oportunidad, la demanda fue presentada en
contra de la norma. Ahora, el objeto de análisis que el máximo
tribunal constitucional de nuestro país
tomó en consideración, tuvo como referencia la norma producto de la
interpretación del órgano de
cierre de la jurisdicción ordinaria, a saber, la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia.
En aquella oportunidad, el cargo de ataque abordaba la presunta
afectación del derecho a la igualdad
que se evidenciaba, entre los funcionarios públicos y los
particulares, que cometían la misma conducta
y recibían un tratamiento punitivo diferenciado, considerando esta
corporación que la punibilidad, así
tratada, no contradice la Carta Política, por la diferencia del
reproche a ambos sujetos. En esta
sentencia, el análisis se dio bajo la luz del principio a la
igualdad. Por un lado, entre los autores de un
tipo penal con sujeto activo calificado sin tener las cualidades
exigidas en éste, y, por otro, entre los
cómplices y/o determinadores de esa misma conducta con estas
condiciones.
Con base en lo anterior, se puede asegurar que, en la discusión, no
se presentó la nueva demanda de
inconstitucionalidad, un asunto abordado y fallado por la
magistratura constitucional. Es decir, no
habría lugar a la declaratoria de cosa juzgada en materia
constitucional.
Para este caso, la Corte Constitucional partió del desarrollo del
test de igualdad entre los sujetos o
modalidades. Para tal fin, tomó como base la concepción dogmática
de la calidad de autor y participe
en el desarrollo penal general. En esta definición, el alto
tribunal terminó por acoger la postura y
desarrollo del máximo órgano en la materia: la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia.
Es así como, el máximo tribunal constitucional, respetó
integralmente, el estudio dogmático realizado
por la Sala Penal, por considerar que era esta y no otra, la
autoridad que debía tomar una postura
4 COLOMBIA. CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia C 1122. (12, noviembre,
2008)
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 13
sobre la materia, por lo que no habría lugar a intromisiones en
cuanto al análisis penal puro sobre la
calidad de intervinientes:
“La importancia fundamental de esta tarea, no solo para el derecho
penal, sino para el
cumplimiento de la justicia como valor constitucional, implica que
las interpretaciones
jurisprudenciales del derecho penal que la Corte Suprema de
Justicia desarrolla en sus
providencias, no pueden ser objeto de intromisiones por parte de
esta Corporación sino
en aquellos casos en los que resulte palmaria la transgresión a la
Carta Política y al
bloque de constitucionalidad”5.
Acogiendo esta postura, la Corte Constitucional procedió a declarar
la exequibilidad de la norma
acusada, dado que la interpretación que realizó la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia, como
órgano competente y legitimado para ello, deja sentado de forma
clara la diferencia jurídica de fondo
existente entre la calidad de autor y de partícipe a la luz del
papel del interviniente.
Comentarios
En la parte motiva de la sentencia, la Corte Constitucional realizó
un estudio dogmático sobre el tema
de autoría y participación a la luz de los delitos especiales
propios, sobre los cuales ya se había
pronunciado. Por ejemplo, en el mencionado fallo del año 20086, se
analizó el inciso final del Artículo
30 del CP con el fin de determinar si el tratamiento punitivo
diferenciado entre aquellos funcionarios
públicos (sujetos activos calificados) y los particulares (sujetos
activos no calificados a la luz de los
delitos especiales propios), frente a la misma conducta lesiva para
el bien jurídico, la administración
de justicia y el patrimonio público, no vulneraba el principio
constitucional de la igualdad. Esto, por el
reproche generado a aquel funcionario público que, en ejercicio de
su cargo y de sus funciones, comete
una conducta que resulta mayor que la del particular que incurre en
acciones de iguales condiciones.
En aquella ocasión, la Corte Constitucional no evaluó la
disposición sub examine a la luz de “las
diferentes modalidades” de intervinientes en el desarrollo de una
conducta, autor o participe;
precisamente, ese es el objeto de la actual demanda. Así, esta
sentencia, que permitió sacar
nuevamente a la luz pública un tema dogmático fundamental, que ha
encontrado diferencias entre la
academia, el legislador y la jurisdicción, da pie a para plantear
el siguiente interrogante: ¿Por qué, si
la Sala Penal indica que, dentro del concepto de interviniente sólo
incluye la modalidad de autor,
esta disposición se encuentra contenida en el artículo de los
partícipes?
En primer lugar, se debe advertir que este no es un tema nuevo en
la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia. La exclusión de la calidad de participe del
concepto de interviniente, ha sido
5 Colombia. Corte Constitucional. Comunicado N° 10. 14 y 15 de
marzo de 2018. P. 8. 6 COLOMBIA. CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia C
1122. (12, noviembre, 2008).
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 14
tratada por esta corporación anteriormente, modificando su postura
a través de los años. En un primer
momento7, la Sala Penal consideró que el concepto de interviniente
incluía tanto a los autores y
participes. Posteriormente, en una aproximación sistemática del año
20038, indicó que el término
intervinientes no podía tomarse como un símil de partícipes. En el
año 2005, se retrotrae la primera
interpretación en una aclaración de voto, indicando la inclusión de
los partícipes como intervinientes9.
Después, nuevamente, se varía la interpretación y se indica que
interviniente es sólo el autor10, tal y
como se recuenta en un auto de la Sala Penal del año 2007.11
En segundo lugar, es importante anotar que, aunque el criterio de
la Sala Penal ha sido reiterativo,
este escenario pacifico no se ha visto de igual forma en la
doctrina. Es pertinente aclarar que los sujetos
calificados que pueden ser autores de delitos especiales contra la
administración pública deben ser
funcionarios públicos y son llamados intraneus. En lo que respecta
a los particulares o sujetos que no
detentan la titularidad de los deberes exigidos por los tipos
penales de funcionarios públicos, son
denominados extraneus. En los casos de delitos contra la
administración de justicia, los extraneus, que
actúan en concurso con el autor de la conducta que reúne las
exigencias en el tipo —por unidad de
imputación— tendrían la misma sanción que el funcionario público,
con la rebaja del inciso final del
artículo en estudio.
No obstante, el caso de los determinadores o cómplices, es
diferente: en los delitos de infracción de
deber el determinador y el cómplice no requieren condición alguna,
ya que estos no cuentan con una
relación especial, con el bien jurídicamente tutelado, tal que deba
expresarse mediante la consagración
típica de una calificación especifica del sujeto activo. Por lo
tanto, desde esta perspectiva, es superflua
la inclusión del determinador o cómplice en el concepto de
interviniente.
En materia punitiva también hay discrepancia sobre dicha inclusión.
En el hipotético caso en el que a
un sujeto que actuara en la modalidad de cómplice o determinador, y
que no reúna las calidades
exigidas del sujeto activo de un delito especial propio, éste
recibiría la atenuación propia a la calidad
de partícipe por la modalidad de su actuación en el tipo penal, y
además contaría con una doble rebaja
punitiva por pretender incluir la disminución a la que hace
referencia el inciso final del Artículo 30 del
Estatuto Penal.
Por tal razón, la Corte Suprema de Justicia desde hace varios años
se extiende más allá de las
afirmaciones realizadas desde el año 2008, dado que ha indicado que
la atenuación correspondiente
7 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SP. rad. 12191 Sentencia.
(25, abril, 2002). 8 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SP. rad.
20704 Sentencia. (08, julio, 2003). 9 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA. SP. rad. 20528 Sentencia (15, junio, 2005). 10 COLOMBIA.
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SP. rad. 17809 Sentencia. (23,
septiembre, 2003); COLOMBIA. CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA. SP. rad. 19695 Sentencia. (13, julio, 2005).
11 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SP. rad. 27712 Auto (15,
agosto, 2007)
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 15
al interviniente es aplicable únicamente a aquellos sujetos que,
sin tener las calidades exigidas por el
tipo penal, ejecutan la conducta punible directamente.
Ahora bien, ya anotado lo anterior, es claro que tanto para la
doctrina como para la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia, el concepto de interviniente excluye la
modalidad de partícipe, lo cual iría
en aparente contravía a la disposición del legislador de incluir
este concepto en la norma que regula la
calidad de partícipe.
El Código Penal, que regula la Ley 599 de 2000, a diferencia de su
antecesor, discriminó en el acápite
de concurso de personas dos categorías: autores y partícipes. En el
Artículo 30 de la misma
codificación, se desarrolla lo relativo a los partícipes y, en el
inciso final, explica la figura de los
intervinientes, evidenciando que en dicha norma jurídica se realiza
una descripción de la calidad de
autor o coautor, propiamente dicho.
Si se analiza el actual Artículo 30 del Estatuto Penal a la luz de
la teoría del dominio del hecho (postura
mayoritaria), se podría encontrar cierta incoherencia sistemática
en la estructuración de la norma. Para
esta teoría, sólo puede ser autor de un delito de dominio aquél de
quien pueda afirmarse que es la
figura central del hecho delictivo12, quien decide el sí y el cómo
de su realización. Desde el terreno de
lo subjetivo, el autor debe tener el conocimiento fundamentador del
dominio. Por lo anterior, es
entendible que la calidad del extraneus sólo sea aplicable para
aquellos que concursan con el autor,
porque son esos, los que tienen el dominio del hecho, no son
participes.
De igual forma, Roxin13 indica que existen otras dos clases de
delitos junto a los delitos de dominio:
los delitos de infracción de deber y de propia mano. Los primeros
se caracterizan porque en el centro
de la realización típica sólo aparece quien ha infringido un deber
personal que no incumbe a cualquiera,
sino al autor únicamente, es decir, que si a alguien no le incumbe
este deber no puede ser más que
participe sin importar que haya sido la persona que haya realizado
el acto, ontológicamente hablando.
En cuanto a los delitos de propia mano, no puede ser contemplado
como figura central de la ejecución
del delito más que quien realiza de propia mano el tipo.
Así las cosas, al efectuar un estudio del articulo referente a los
partícipes el inciso relacionado a los
interviniente no es clara su ubicación frente a las teorías
aplicada, si se analiza a la luz de otra clase
de delitos, y no sólo los delitos de dominio. Se logra evidenciar,
como el legislador decidió, de manera
discreta, su localización en este Artículo en particular, por no
considerarse la forma “típica” de autoría
que podría en marcarse en el Artículo 29 del C.P.
12 MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. 10ª ed.
Barcelona: Reppertor, 2016. ISBN: 9788460815822. p. 384. 13 ROXIN,
Claus. Derecho Penal: Parte General. Tomo II. Especiales formas de
aparición del delito. Tradución 1° edición
alemana. España: Civitas, 2014. p.70
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 16
Conclusión
A decir verdad, se trata de un tema polémico en donde, por una
parte, las posturas en contra desde la
doctrina, y por otra, la posturas cambiantes de la Corte Suprema de
Justicia sobre el tema; lo que
evidencia, que el debate sigue abierto, sin el encuentro, por el
momento, de un criterio unificado por
los diferentes actores. Sin embargo, este nuevo fallo de la Corte
Constitucional, constituye un claro
apoyo a la postura e interpretación dada por la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia
al indicar que el término de interviniente hace relación al autor
de la conducta.
Bibliografía
COLOMBIA. CONGRESO DE COLOMBIA. Ley 599. (24, julio, 2000). Por la
cual se expide el Código
Penal. Diario Oficial. Bogotá, D.C., 2000. no. 44097.
CORTE CONSTITUCIONAL. Comunicado N° 10. 14 y 15 de marzo de
2018.
COLOMBIA. CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia C 1122. (12, noviembre,
2008). MP. Rodrigo
Escobar Gil.
COLOMBIA. CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia C 015. (14, marzo, 2018).
MP. Cristina Pardo
Schlesinger.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL. Rad.
12191 sentencia.
(25, abril, 2002). MP. Carlos Eduardo Mejía Escobar.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL. Rad.
20704 sentencia.
(08, julio, 2003). MP. Carlos Augusto Gálvez Argote.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL. Rad.
17809 sentencia.
(23, septiembre, 2003). MP. Édgar Lombana Trujillo.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL.
Aclaración de Voto del
Magistrado Álvaro Orlando Pérez Pinzón. Rad. 20528 sentencia. (15,
junio, 2005). M.P.: Édgar
Lombana Trujillo.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 17
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL. Rad.
19695 sentencia.
(13, julio, 2005). MP. Sigifredo Espinosa Pérez.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. SALA DE CASACIÓN PENAL. Rad.
27712 auto (15,
agosto, 2007). MP. Sigifredo Espinosa Pérez.
MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General, 10ª ed.
Barcelona: Reppertor, 2016. ISBN:
9788460815822
ROXIN, Claus. Derecho Penal: Parte General. Tomo II. Especiales
formas de aparición del delito.
Tradución 1° edición alemana. España: Civitas, 2014.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 18
DELITO IMPRUDENTE Y MODELOS DE DEBER OBJETIVO DE CUIDADO EN LA
JURISPRUDENCIA PENAL
Andrés Felipe Zapata Zapata 14
Existe un tópico fuerte en la jurisprudencia de la Corte Suprema
que se relaciona con la utilización de
modelos que comparan al autor con la personificación de un conjunto
de exigencias del ordenamiento
en una situación concreta. Estos modelos han sido abandonados, por
la doctrina actual, para ser
reemplazados por otros que entienden el riesgo no permitido como
referente del desconocimiento de
los parámetros impuestos al rol normativo del autor.
Introducción
En el derecho penal existe una categoría de hechos o conductas en
los que la finalidad del autor no
está dirigida a realizar el tipo penal, pero éste termina
ejecutándose por un actuar imprudente.
Desde que la intención del autor fue situada en el plano central
del desvalor para explicar el delito
doloso, la pregunta ha sido: ¿Por qué castigar a quien no quería
hacer daño? Según dicta el
ordenamiento jurídico colombiano, particularmente en los Artículos
21 y 23 del Código Penal (CP), Ley
599 del 2000: “La conducta es dolosa, culposa o preterintencional.
La culpa y la preterintención sólo
son punibles en los casos expresamente señalados por la ley”15. Por
su parte, el Artículo 23 del CP,
indica que: “La conducta es culposa cuando el resultado típico es
producto de la infracción al deber
objetivo de cuidado y el agente debió haberlo previsto por ser
previsible, o habiéndolo previsto, confió
en poder evitarlo”16.
Ahora bien, la problemática que siempre se ha presentado está en la
diferencia entre doloso e
imprudente, toda vez que el primero se caracteriza por la
coincidencia entre la voluntad del agente con
14 Estudiante de la facultad de derecho de la Universidad La Gran
Colombia, con trayectoria en el área de derecho penal. Es
una de las personas de mayor confianza y permanencia al interior de
la firma. En MPa abogados, se ha desempeñado en
múltiples cargos, asistente de estrados, asistente de la
coordinación jurídica y paralegal de masivos. Actualmente
lidera
conceptos jurídicos. 15 COLOMBIA. CONGRESO DE LA REPÚBLICA. Ley
599. (24, julio, 200). Por la cual se expide el Código Penal.
Diario oficial.
Bogotá, 2000. no. 44097. p.4. 16 Ibíd.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 19
el resultado lesivo; en cambio, en la clase de tipo penal que
interesa y que se abordará en esta
oportunidad —el imprudente—, no hay coincidencia entre lo que el
sujeto quiere hacer y el resultado
lesivo17. El problema, entonces, está en explicar por qué el
ordenamiento jurídico castiga una acción
que fue causada por un sujeto que no quería ocasionar lesión
alguna. La respuesta que ofrece la
doctrina —actualmente mayoritaria— es que realiza el tipo penal por
infracción de la norma de cuidado,
es decir, por inobservancia en su actuar. Por consiguiente, ¿cuál
es el contenido del deber de cuidado?
Para el caso específico, es una cuestión mucho más difícil de
resolver.
Con el fin de dar contexto a la presentación de la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia, se
explicará brevemente la evolución de la naturaleza de la
imprudencia, se revisarán algunos de los
componentes básicos del tipo imprudente y se analizarán, con
detalle, algunos modelos del deber de
cuidado. Finalmente, se verificará si estas teorías tienen cabida
en la jurisprudencia actual.
Evolución doctrinaria de la imprudencia: de forma de culpabilidad a
modalidad típica del delito
En la concepción actual de la figura de imprudencia, es casi
unánime el veredicto que asegura que se
trata de un asunto relacionado con el tipo. No siempre fue de esa
forma.
Roxin18 afirma que la doctrina clásica se identificaba con la idea
de que la imprudencia era una forma
menos grave de culpabilidad al lado del dolo. Desde esa
perspectiva, se podía afirmar lo siguiente: si
un joven citaba a su novia en un lugar y ella fallecía por el
impacto de un meteorito, se trataba de un
homicidio típico y antijurídico, pero que carecía de culpabilidad
imprudente19.
Inspirado en la incongruencia anterior y en otras críticas al
esquema causalista, Welzel afirmó que, en
los tipos penales imprudentes, “(…) las consecuencias de las
acciones propuestas con finalidad son
irrelevantes para el derecho penal y no son descritas, por lo
tanto, en los tipos en forma concreta”20,21.
Se trasladó, entonces, el desvalor de la conducta al tipo penal;
esto se reforzó con la teoría de final de
la acción, cuya manifestación más evidente era, precisamente, el
dolo como supuesta manifestación
de la finalidad22.
17 MIR PIUG, Santiago. Derecho Penal, parte general. Barcelona:
Reppertor, 2002. 18 ROXIN, Claus. Derecho Penal, parte general,
tomo I. München: Civitas, 1997. 19 Situación que actualmente ni
siquiera podría considerarse como un injusto de homicidio
imprudente, según Roxin. 20 WELZEL, Hans. Buenos Aires: Derecho
Penal, parte general, 1956. p. 43. 21 Pero rápidamente mutó hacia
el deber de cuidado, ya que ello no correspondía con certeza a un
desvalor de acción subjetivo. 22 DIETRICH HERZBERG, Rolf.
Reflexiones sobre la teoría final de la acción. En: Revista
Electrónica de Ciencia Penal y
Criminología [online], febrero 2008, no. 10. Disponible en:
http://criminet.ugr.es/recpc/10/recpc10-01.pdf
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 20
Así pues, la concepción de injusto del finalismo, que trasladó el
dolo desde la culpabilidad al tipo
subjetivo, contribuyó con la reforma metódica de la perspectiva de
la imprudencia como un elemento
normativo basado en un déficit de voluntad; es decir, hay
imprudencia en tanto falta la voluntad relativa
al comportamiento.
Actualmente, en la doctrina mayoritaria, Mir23 admite que todo
delito imprudente cuenta con la siguiente
estructura: i) la parte objetiva del tipo supone la infracción de
la norma de cuidado (desvalor de la
acción) y una determinada lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico penal (desvalor del resultado):
y ii) la parte subjetiva del tipo requiere el elemento positivo de
haber querido la conducta descuidada,
ya sea con conocimiento del peligro que en general entraña (culpa
consciente) o sin él (culpa
inconsciente)24, y el elemento negativo de no haber querido cometer
el hecho resultante25.
En definitiva, lo cierto es que hoy la inmensa mayoría de la
doctrina reconoce como esencia del injusto
imprudente la violación al deber de cuidado.
Modelos de deber de cuidado en la doctrina
El deber objetivo de cuidado es el elemento normativo, por
excelencia, de los tipos culposos o
imprudentes. Al respecto, Francisco Muñoz Conde y Mercedes García
Arán expresan lo siguiente:
Es objetivo, por cuanto no interesa para establecerlo cuál es el
cuidado que en el caso
concreto ha aplicado o podía aplicar el autor, sino cuál es el
cuidado requerido en la vida de
relación social respecto a la realización de una conducta
determinada. Ello supone además
un juicio normativo que surge de la comparación entre la conducta
que hubiera seguido un
hombre razonable y prudente en la situación del autor y la
observada por el autor realmente.
Dos son los elementos de este juicio normativo: uno intelectual,
según el cual es necesaria
la consideración de todas las consecuencias de la conducta que,
conforme a un juicio
razonable («objetivo») eran de previsible producción
(«previsibilidad objetiva»); y otro
valorativo, según el cual sólo es contraria al cuidado aquella
conducta que queda por debajo
de la medida adecuada socialmente.26
En definitiva, mediante esta figura se pretende que, con el
cumplimiento de las exigencias de cuidado
en cada caso en particular, se reduzcan los conflictos que traen
consigo las acciones o actividades
23 MIR PIUG, Santiago. Derecho Penal, parte general. Barcelona:
Reppertor, 2002. 24 Conceptos explicados más adelante. 25 Para
alguna doctrina minoritaria, en cambio, el injusto imprudente es
puramente objetivo. 26 MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCÍA ARÁN,
Mercedes. Valencia: Derecho Penal Parte General, 2010. p.
285.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 21
riesgosas, es decir, se trata de una norma de determinación que
persigue la evitación de lesiones de
bienes jurídicos “(…) motivando a los ciudadanos a no realizar
conductas constitutivas de delitos”27.
Entre la violación del deber objetivo de cuidado y el resultado
producido, debe presentarse, además,
una relación de determinación, que se entiende —en ocasiones— como
un nexo causal; esto es, que
la creación de un riesgo no permitido y/o la violación de un deber
objetivo de cuidado deben ser
determinantes para la producción del resultado punible. Para probar
la mentada relación de
determinación, existen distintos modelos de evitación también
llamados modelos de deber objetivo de
cuidado, los cuales, ante la ausencia de fichero o catálogo
estrictamente determinado, han obligado a
los administradores de la justicia a remitirse a distintas fuentes
que han servido como directrices
orientadoras para determinar si, en la situación puntual, se
configura o no la infracción al deber de
cuidado. Se trata entonces de responder a dos preguntas, a saber:
¿Cuándo se entiende que el sujeto
ha cumplido su deber de cuidado? y ¿Cuándo éste ha creado un riesgo
desaprobado?
La evitabilidad individual surge como un modelo, según el cual, el
deber objetivo de cuidado se trata
de hacer todo lo posible para evitar la realización del desvalor de
resultado. El problema estaba en el
momento en que se trataba de establecer qué significaba el término
todo lo posible, ya que era confuso,
además de no presentar la certeza necesaria para el señalamiento de
carácter penal. La crítica que
recibieron estos modelos es la de la comparación entre posibilidad
y exigibilidad, que era inadecuada.
Para este modelo, la imprudencia, en palabras de Jakobs, es “(…)
aquella forma de la evitabilidad en
la que falta el conocimiento actual de lo que ha de
evitarse”28.
Posteriormente, se intentó con la capacidad individual, la cual
afirmaba que había que hacer todo
aquello de lo que el sujeto era capaz para que no se produjera la
lesión del bien jurídico. Por ejemplo,
Cobo Del Rosal y Vives Anton enfatizaban que “(…) el deber hacer es
individual y existe o no según
las capacidades y potencialidades del individuo concreto” 29.
Después, se habló de la necesidad causal, que significaba que el
sujeto debía hacer todo aquello
naturalísimamente necesario para que no se diera el factor que
llegase a causar el resultado lesivo. El
problema principal era que atentaba directamente contra los
derechos del agente, principalmente en
su libertad, lo que hizo que se acogiera la exigencia jurídica, es
decir, hacer todo lo jurídicamente
exigido para evitar, pero se continuaba con el problema de contar
con un elemento normativo que era
27 CORCOY, Mirentxu; BIDASOLO. Buenos Aires: El delito imprudente,
criterios de imputación del resultado, 2008. 28 JAKOBS, G. Derecho
Penal, pp. 381-382; JAKOBS, G. Studien zum fahlässigen
Erfolgsdelikt, p. 42, citado por FERNÁNDEZ,
Gonzalo. Sobre el tipo subjetivo del delito imprudente. Montevideo:
Universidad de la República, 2016. p. 13. [En línea].
Disponible en:
https://wold.fder.edu.uy/contenido/penal/fernandez_sobre-tipo-subjetivo-delito-imprudente.pdf
29 COBO DEL ROSAL, M y VIVES ANTÓN, T. Derecho Penal, Citado por:
FERNÁNDEZ, Gonzalo. Sobre el tipo subjetivo del
delito imprudente. Montevideo: Universidad de la República, 2016.
p. 2. [En línea] Disponible en:
difícil de definir: lo exigido jurídicamente. Los modelos de corte
subjetivo pertenecen, entonces, al
primer nivel de la imputación objetiva o imputación en el nivel de
injusto30.
En contraposición, se habló de los modelos normativos, dentro de
los cuales se contó con los llamados
modelos causales, es decir, los que han tomado la causalidad como
elemento central a la hora de
determinar las bases del deber objetivo de cuidado. Entre estos, se
cuenta con el modelo de la eficacia
causal y correctivos, en los que el sujeto está obligado a cumplir
con su deber de conducta hasta el
límite de lo causalmente necesario para evitar el nacimiento del
peligro. Cierto sector de la doctrina
apuesta por el cuidado necesario, como aquel propio de un hombre
cuidadoso que hace todo lo
necesario para evitar el surgimiento de un riesgo o, en palabras de
Cerezo Mir, se trata de actuar con
el “(…)cuidado necesario para el desarrollo de una actividad social
determinada” 31.
Teniendo en cuenta el estudio que realizó Díaz Arana32, en su
momento también se tuvieron en cuenta
los modelos sociologistas, en los que se modificó la vara de
comparación hacia el estándar, pero de
carácter normativo. Estos partían del contenido del deber jurídico,
que sólo podía encontrarse en la
sociedad; para este modelo era la sociedad la que dictaba el baremo
que debía ser utilizado para
determinar cuándo la omisión en la aplicación de los conocimientos
especiales sería antijurídica. Entre
estos modelos, se tenía principalmente la teoría de la adecuación
social, la cual, según Welzel33, es el
comportamiento que no está prohibido, pero que se prohíbe
únicamente cuando traspasa la frontera
de la adecuación social. Es decir, para que un comportamiento
pudiera punirse por injusto, debía antes
tener un choque con los intereses sociales.
Por lo anterior, se recurrió al criterio del hombre medio, con el
cual sólo es posible que se impongan
exigencias de un deber de conducta, basándose en las capacidades y
conocimientos de un hombre
medio. Según Corcoy Bidasolo34, se debe encontrar la medida de lo
usual, de acuerdo con la
experiencia de la sociedad, y de la conducta media exigida por la
cultura general y por los valores
específicos de cada profesión, lo que condujo a recurrir a la
figura del hombre medio, que servía como
vara para medir el deber objetivo de cuidado. En otras palabras, el
hombre medio es “el hombre
30 REYES ROMERO, Ítalo. Un concepto de riesgo permitido alejado de
la imputación objetiva. En: Ius et Praxis (21, 2: 137-169:
Talca, Chile). Universidad de Talca, 2015. [citado 9, abril, 2018]
Disponible en:
http://ucsj.redalyc.org/articulo.oa?id=19742266005. ISSN 0717-2877
31 CEREZO MIR, J Curso de Derecho Penal español. Parte General II.
Teoría jurídica del delito, citado por: ROMERO FLORES,
Beatriz. La imputación objetiva en los delitos imprudentes. En:
Anales de Derecho (19: 259-278, Murcia, España). Universidad
de Murcia, 2001. p.261. Disponible en:
http://revistas.um.es/analesderecho/article/viewFile/56651/54601 32
DÍAZ ARANA, Andrés. La relevancia de los llamados conocimientos
especiales en la determinación de la violación al deber
objetivo de cuidado. En: Cuadernos de Derecho Penal (11: 113-165,
enero-junio: Bogotá, Colombia). Universidad Sergio
Arboleda, 2014. Disponible en:
http://revistas.usergioarboleda.edu.co/index.php/cuadernos_de_derecho_penal/article/download/312/261/
33 CANCIO MELIÁ, Manuel. La teoría de la adecuación social en
Welzel. En: ADPCP (46, 2: 697-729, mayo, agosto: Ciudad
Real, España). Instituto de Derecho Penal Europeo e Internacional,
1993. pp. 169 - 202 Disponible en:
http://www.cienciaspenales.net/files/2016/07/1.2.1manuelcancio.pdf
34 Corcoy. Op. cit.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 23
consciente y cuidadoso del sector del tráfico a que pertenece el
autor”35 y por ello, la medida para la
determinación del deber objetivo de cuidado sería lo que le es
exigible a un hombre diligente.
Así mismo, se utilizaba la medida del hombre medio ideal. Según
este modelo, el Estado impone una
determinada línea comportamental social ideal ontológica, pero
interpretada con las exigencias
normativas. La crítica que se hizo a este modelo es la imposición
de un deber ser en el que la sociedad
debe adecuarse a él. En consecuencia, con este modelo también se
implementó un baremo normativo
frente al tema de los conocimientos especiales; como ejemplo actual
tenemos al buen padre de familia
o buen comerciante, etc. También se tiene el modelo del hombre
prudente, que no es más que la
formulación de que el hombre cuidadoso es la personificación del
conjunto de exigencias del
Ordenamiento al sujeto obligado en una situación concreta. En este
modelo, se habla de la diligencia
exigida al hombre sensato y prudente, baremos que se toman entonces
como un máximo, lo que
implicaría juzgar la conducta del sujeto imprudente bajo un modelo
perfeccionista.
A su vez, se utilizó también el del hombre prudente puesto en la
posición del autor, en el que la posición
en la cual habría de situarse al hombre prudente para determinar el
deber de su conducta, está dada
por criterios normativos en los cuales dicha posición implica
posición jurídica en el tráfico jurídico. Para
Reyes Alvarado, “(...) si bien resulta claro que un ciudadano
normal debe conducirse como lo haría un
‘hombre prudente’, queda por responder cómo debe comportarse un
‘hombre prudente’”36.
Finalmente, la doctrina contemporánea ha empezado a hablar de la
teoría del rol social, que entiende
el riesgo no permitido como referente del desconocimiento de los
parámetros impuestos al rol
normativo, dentro del cual el agente debería desempeñarse de
acuerdo con lo instaurado, ya sea por
reglamentación expresa o sin ella. Entonces, para que exista una
violación al deber objetivo de cuidado
debe constatarse, según este modelo, previamente un no acatamiento
de las exigencias impuestas
por el ordenamiento jurídico a la persona, pero únicamente cuando
es portadora de un rol social.
De acuerdo con Díaz Arana, la doctrina ha estado de acuerdo en que
“(…) si la conducta cumple con
las expectativas que se esperan de esa persona en desarrollo de un
rol, será irrelevante para el
Derecho penal” 37. Igualmente, para Paredes Castañon: “Por ejemplo,
parece claro que el estándar de
conocimientos del director de una empresa que maneja sustancias
altamente contaminantes ha de ser
relativamente elevado, pues parece razonable atribuirle a él y a su
empresa los costes y la
responsabilidad, si no los asume adecuadamente de evitar el acto
peligroso o lesivo para el medio
ambiente”38.
35 Ibíd. 36 REYES ALVARADO, Yesid. Bogotá: Imputación objetiva,
2005. 37 DÍAZ ARANA. Op. Cit., p. 130. 38 PAREDES CASTAÑÓN, José
Manuel. El límite entre imprudencia y riesgo permitido en Derecho
Penal: ¿es posible
determinarlo con criterios utilitarios? En: ADPCP (49, 3: 909-942,
septiembre, diciembre: Ciudad Real, España). Instituto de
Derecho Penal Europeo e Internacional, 1996. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/246515.pdf
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 24
Estado de la cuestión en la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia
Teniendo claro que la doctrina tiene un abanico de posibilidades,
se explica cómo la Corte Suprema
de Justicia ha adoptado una que es minoritaria en la jurisprudencia
actual. La Corte sigue empleando
modelos para juzgar la conducta del sujeto imprudente como el
perfeccionista o fundamentado en la
violación del deber de cuidado, desde la posibilidad o capacidad
individual del sujeto para evitar el
resultado dañoso. Con base en lo anterior, los problemas atrás
narrados han sido abandonados por la
doctrina mayoritaria. Se analizarán distintos pronunciamientos de
la Corte Suprema de Justicia.
La primera Sentencia que se evaluará será la radicada con el número
50644, en la cual podemos ver
que la Corte podría, en el futuro, aplicar la teoría aceptada
mayoritariamente por la doctrina, pero
por ahora la usa únicamente para fortalecer su argumentación. En
esta Sentencia39, el casacionista
anuncia la falta de un régimen positivo para establecer el deber
objetivo de cuidado, pero la Corte
explica lo siguiente:
(iii) El procesado no observó en ningún momento la conducta de un
hombre prudente
y diligente; tal como lo señaló el a quo “Se ha de hacer énfasis en
que RT en el momento
en que decide llevar a los detenidos de la unidad a desayunar no
tomó ninguna medida de
seguridad para con los mismos, permitiendo que se desplazaran sin
un soldado de seguridad
para que los vigilara”.
(iv) Así mismo, el CP RT se apartó del grupo de detenidos bajo su
responsabilidad sin tomar
medida alguna para su supervisión, a tal punto que caminó delante
de los cuatro soldados a
una distancia aproximada de 80 metros, lo que ocasionó la perdida
de visibilidad sobre los
mismos.
(v) Además, no era la primera vez que el procesado fungía como
Suboficial de
Administración, habiendo tenido previamente a su cargo el
desplazamiento de los
detenidos en por lo menos tres ocasiones40. (Subrayado y negrillas
fuera del texto)
En este caso, la Corte Suprema de Justicia aplica los siguientes
criterios para determinar la punibilidad
de la conducta cometida con imprudencia por el sujeto: (i) criterio
del hombre prudente puesto en la
posición del autor, criterio que, en nuestro parecer, es
desafortunado porque, tal y como se explicó, se
está poniendo al sujeto en una posición injusta, dado que se le
compara mediante criterios
perfeccionistas. Por otro lado, y como criterio auxiliar para
reforzar su determinación, lo que puede
vislumbrarse es que la Corte ya está teniendo en cuenta un cambio
hacía la (ii) teoría del rol social,
39 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. AP6379-2017 sentencia.
(27, septiembre, 2017). M.P. José Francisco
Acuña Vizcaya.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 25
pues en esa ocasión se utilizó el conocimiento de los parámetros
impuestos al rol normativo del
Suboficial, como determinador del deber de cuidado que él
tenía.
En otra ocasión41, la defensa planteaba un desconocimiento de las
reglas de producción y apreciación
de la prueba, porque se presumió la velocidad del vehículo a partir
de aspectos como la afectación de
la placa y el capó del taxi, y no mediante prueba técnica que
permitiera su evaluación con exactitud.
Al respecto, dice la Corte: “(…) como lo precisó el Tribunal, es
ostensible que el procesado infringió el
deber objetivo de cuidado, porque no observó las reglas de
tránsito, que imponen a los conductores
actuar con diligencia y cautela, para evitar la creación del
peligro que condujo inevitablemente a
la concreción del resultado lesivo”42 (Subrayado y negrillas fuera
del texto)
En este pronunciamiento, se observa que la Corte toma una postura
más del (i) criterio del hombre
prudente puesto en la posición del autor.
Otro pronunciamiento que vale la pena analizar es el radicado no.
4973143, en el cual la defensa
argumenta que los jueces aplicaron una suerte de responsabilidad
objetiva para lo cual se valieron,
según ella, de la mera causalidad a efecto de imputarle cargos al
enjuiciado. La Corte dijo lo siguiente:
(…) siendo que tal como quedó acreditado en el proceso, los
lesionados, amparados en el
principio de confianza legítima, se desplazaban por su carril a una
velocidad baja, según
las conclusiones del dictamen del perito físico -las cuales no
fueron controvertidas por la
defensa-, y, por lo tanto, de acuerdo con las normas de
tránsito.
(…) es evidente que el juicio de reproche se estructuró sobre la
base de la acreditación del
comportamiento imprudente y unilateral del encartado (…)44
(Subrayado y negrillas fuera
del texto)
En este caso, la Corte retoma una postura de criterio del hombre
prudente puesto en la posición del
autor, poniendo al sujeto en la posición de quien nunca equivoca su
accionar, pues siempre se
mantiene en el límite de lo prudente.
En el caso de la Sentencia no. 4683345 se dio, al parecer, una
concurrencia de culpas entre víctima y
victimario, pero la Corte enseña que:
41 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. SP11467-2017
sentencia. (02, agosto, 2017). M.P. Eyder Patiño
Cabrera. 42 Ibíd., p. 29. 43 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA.
Rad. AP1558-2017 sentencia. (08, marzo, 2017). M.P. Eyder Patiño
Cabrera. 44 Ibíd., p. 17. 45 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA.
Rad. AP6531-2016 sentencia. (28, septiembre, 2016). M.P. Luis
Antonio
Hernández Barbosa.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 26
Por otra parte, aun cuando el occiso también incurrió en
transgresión de la
normatividad de tránsito terrestre, en tanto el vehículo de
tracción animal que conducía
no portaba placas de identificación reflectivas, tal hecho, como
también lo expresó la
Corporación Judicial, no excusa el comportamiento imprudente del
procesado que
desencadenó el resultado. Dicho de otro modo, aún si la víctima no
hubiera incurrido
en esa violación, el exceso de velocidad que llevaba el procesado
precipitó la colisión
y de ahí su responsabilidad penal46. (Subrayado y negrillas fuera
del texto)
Al analizar este pronunciamiento, se observa que la Corte basa su
condena en que, aún con la acción
peligrosa ejecutada por la víctima, el procesado actuó de manera
imprudente pues iba con exceso de
velocidad, es decir, no hizo lo que haría un hombre prudente en su
posición para evitar el resultado
dañoso. Por lo tanto, se utilizó, por parte de la Corte, el ya
referido modelo de (i) hombre prudente
puesto en la posición del autor, utilizando al mismo tiempo
criterios propios de la (ii) evitabilidad
individual.
El radicado No. 4278447 abordó el caso de un conductor de buseta
que incrementó el riesgo permitido
al cambiar la ruta e ingresar a una zona residencial, pero lo
disminuyó al manejar a una velocidad
inferior a la permitida. La casacionista dice que se pasó por alto
en el juicio, que la víctima y demás
ciudadanos tenían derecho “(…) a confiar plenamente en acudir a las
calles sin esperar que buses y
busetas públicas en forma arbitraria y peligrosa se adentraran en
esas calles prohibidas para ellos”48.
Para la Corporación judicial -eso es claro— la razón del incremento
del riesgo permitido,
asociada al cambio de ruta de la buseta, fue su desplazamiento por
una zona residencial
donde las personas no están habituadas a ese tipo de vehículos en
sus calles. Y la razón
para estimar que el conductor, al tiempo que aumentó el riesgo lo
disminuyó, fue su
conducción a una velocidad moderada, inferior a la
autorizada.
De los dos hechos el juzgador no derivó la ocurrencia de un
homicidio culposo. Si el
conductor de la buseta ingresó a una zona residencial no prevista
como vía de su recorrido
y lo hizo despacio, se descarta en una situación así que haya
omitido su deber objetivo
de cuidado e incurrido, en consecuencia, en la conducta que se le
atribuyó49. (Subrayado y
negrillas fuera del texto)
Efectivamente, la Corte —en este pronunciamiento— verificó la
elevación del riesgo examinando la
actuación del conductor contra la norma de tráfico, toda vez que
éste no hizo lo prudentemente
46 Ibíd., p. 8. 47 COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad.
AP7409-2015 sentencia. (16, diciembre, 2015). M.P. Patricia
Salazar
Cuéllar. 48 Ibíd., p. 9. 49 Ibíd., p. 23.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 27
requerido que era no transitar (así fuera menor su velocidad) por
esa zona, tal como lo hace el modelo
de (i) el hombre prudente.
Conclusión
En conclusión, vale la pena resaltar que existe un criterio claro
en la jurisprudencia de la Corte
Suprema. Luego de examinar las sentencias anteriores, entre otras,
se observa una línea marcada en
la cual se afirma que el modelo para determinar la violación del
deber de cuidado resulta de verificar
lo que haría un hombre prudente puesto en la posición del autor
para evitar el resultado dañoso.
Por consiguiente, se da una apretada batalla entre lo que es el
deber y la acción de evitación, y se
compara con una figura que no existe y que es prácticamente
imposible para una persona imitar. En
la mayoría de las sentencias aquí referenciadas, se tiene lo
siguiente como núcleo central para la
verificación de la violación del deber de cuidado: el conocimiento
potencial del riesgo y que el agente
(al compararlo con un hombre prudente puesto en idéntica situación)
hubiese podido evitar y no lo hizo,
que según lo planteado por la doctrina equivale a modelos como el
hombre prudente o el hombre
prudente puesto en la posición del autor. Estos modelos tienen
problemas claros y evidenciados por
la doctrina, como imponer un deber ser en el que la sociedad deberá
adecuarse a él o la diligencia
exigida del hombre sensato y prudente, baremos de un modelo
perfeccionista al que difícilmente
logrará llegar el común de la sociedad.
Finalmente, es importante que nuestra jurisprudencia cambie el
sentido de su examen en cuanto a la
verificación del deber de cuidado. Sería pertinente que incluya,
como criterio definidor, modelos que
sean de corte normativo y en los cuales se determine el deber de
cuidado por delimitación de un grado
mínimo de diligencia que será exigido para realizar una actividad
riesgosa. Es decir, la Corte debe
transitar, poco a poco y como ya vimos en uno de los
pronunciamientos —quizá el más actual—, a
definir el quebrantamiento del deber objetivo de cuidado, basándose
en un criterio definido
normativamente, esto es, un criterio dotado por parte del mismo
ordenamiento jurídico con fuerza
suficiente para que sea vinculante y acorde con la teoría del rol
social.
Bibliografía
CANCIO MELIÁ, Manuel. La teoría de la adecuación social en Welzel.
En: ADPCP [online], mayo-
agosto 1993, vol. 46, no. 2. [citado 3, abril, 2018]. Disponible
en:
http://www.cienciaspenales.net/files/2016/07/1.2.1manuelcancio.pdf
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. AP7409-2015 sentencia.
(16, diciembre, 2015).
M.P. Patricia Salazar Cuéllar. Constitución Política de
Colombia.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. AP6531-2016 sentencia.
(28, septiembre, 2016).
M.P. Luis Antonio Hernández Barbosa.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. AP1558-2017 sentencia.
(08, marzo, 2017). M.P.
Eyder Patiño Cabrera.
COLOMBIA. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Rad. SP11467-2017 sentencia.
(02, agosto, 2017).
M.P. Eyder Patiño Cabrera.
M.P. José Francisco Acuña Vizcaya.
CORCOY BIDASOLO, Mirentxu. El delito imprudente, criterios de
imputación del resultado. Buenos
Aires: Tirant, 2008.
DÍAZ ARANA, Andrés. La relevancia de los llamados conocimientos
especiales en la determinación
de la violación al deber objetivo de cuidado. En: Cuadernos de
Derecho Penal [online], enero-junio,
2014. no. 11. Disponible en:
http://revistas.usergioarboleda.edu.co/index.php/cuadernos_de_derecho_penal/article/download/312/
261/
DIETRICH HERZBERG, Rolf. Reflexiones sobre la teoría final de la
acción. En: Revista Electrónica de
Ciencia Penal y Criminología [online], febrero 2008. vol. 10, no.
01. Disponible en:
http://criminet.ugr.es/recpc/10/recpc10-01.pdf
FERNÁNDEZ, Gonzalo. Sobre el tipo subjetivo del delito imprudente.
Montevideo: Universidad de la
República [En línea]. Disponible en:
https://wold.fder.edu.uy/contenido/penal/fernandez_sobre-tipo-
subjetivo-delito-imprudente.pdf
MIR PIUG, Santiago. Derecho Penal, parte general. Barcelona:
Reppertor, 2002.
MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho Penal Parte
General. Valencia:
Tirant lo Banch, 2010.
PAREDES CASTAÑÓN, José Manuel. El límite entre imprudencia y riesgo
permitido en Derecho Penal:
¿es posible determinarlo con criterios utilitarios? En: ADPCP
[online], septiembre-diciembre 1996. vol.
49, no. 3. pp. 909-942. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/246515.pdf
REYES ALVARADO, Yesid. Imputación objetiva. 3ª edición. Bogotá:
Temis, 2005.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 29
REYES ROMERO, Ítalo. Un concepto de riesgo permitido alejado de la
imputación objetiva. En: Ius et
Praxis [online], 2015. vol. 21, no. 2. pp.137-169. [citado 9,
abril, 2018]. Disponible en:
http://ucsj.redalyc.org/articulo.oa?id=19742266005.
RIGHI, Esteban. La imputación subjetiva. Buenos Aires: ADHOC,
2002.
ROMERO FLORES, Beatriz. La imputación objetiva en los delitos
imprudentes. En: Anales de
Derecho [online], 2001. vol. 19. pp. 259-278. Disponible en:
http://revistas.um.es/analesderecho/article/viewFile/56651/54601
ROXIN, Claus. Derecho Penal, parte general tomo I. München: S.L.
Civitas ediciones, 1997.
SERRANO GONZÁLEZ DE MURILLO, José Luis. Teoría del delito
imprudente. Madrid: Ministerio de
Justicia, Secretaría General Técnica, Centro de Publicaciones,
1991.
WELZEL, Hans. Derecho penal, parte general. Buenos Aires: Roque de
palma, 1956.
LINGÜÍSTICA FORENSE: CASOS Y PERSPECTIVAS
Paul Cifuentes50
El presente artículo parte de una definición de la lingüística
forense como interfaz entre el derecho, la
justica y las ciencias del lenguaje. Posteriormente, presenta
algunos casos famosos en el mundo, en
los cuales se han vinculado análisis lingüísticos de distintos
tipos de evidencia con el fin de determinar
la culpabilidad o inocencia de diversos sujetos procesados
penalmente. Finalmente, presentan los
avances alcanzados hasta la fecha en Colombia y las perspectivas en
la implementación de procesos
lingüísticos para la investigación y la defensa en el marco del
derecho punitivo organizacional.
Introducción: ¿qué es la lingüística forense?
Cuando se menciona el término lingüística forense, lo primero que
viene a la mente de un gran número
de personas es una extraña mezcla entre el estudio de las lenguas o
los idiomas y los muertos. De
hecho, quienes trabajamos en las ciencias del lenguaje, en sentido
sarcástico, contestamos a los
comentarios desinformados sobre la disciplina con un “sí, se trata
del estudio de las lenguas muertas”.
Nuestra hipótesis al respecto es que, al parecer, las series
clásicas policiacas han mostrado hasta la
saciedad escenarios de actuación de las ciencias forenses en los
que el propósito principal es
investigar homicidios, y por esta razón el imaginario colectivo
resulta asociando el término forense
a los cadáveres. Sin embargo, a pesar de que la disciplina objeto
de definición también ha sido
relevante para investigar homicidios, no lo ha hecho a través del
estudio del cadáver, sino gracias al
análisis de la evidencia lingüística que se pueda presentar (e.g.,
cartas, notas de suicidio,
declaraciones policiales). De hecho, no existen razones ni
semánticas, ni etimológicas que permitan
establecer la relación entre los muertos y la palabra
forense.
50 Licenciado en filología inglesa y aspirante a magíster en
filosofía de la Universidad Nacional, docente y consultor en
redacción
de textos jurídicos, inglés jurídico, traducción de textos
jurídicos y lingüística forense para distintas firmas y oficinas
jurídicas y
despachos de la Rama Judicial; perito convocado por las partes o
por la Fiscalía General de la Nación en diversos casos;
docente de los departamentos de Lingüística y Estadística de la
Universidad Nacional de Colombia; director académico y
científico de Lingua Franca: servicios lingüísticos y académicos;
miembro de la Asociación Internacional de Lingüística Forense
(IAFL, por sus siglas en inglés.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 31
En una revisión etimológica sencilla, el propio Diccionario de la
Real Academia Española51 nos dice
que forense tiene como origen el adjetivo latino forensis, el cual
toma como base el sustantivo forum
(plaza pública, foro), y se forma al agregarle el sufijo -ensis:
relativo o perteneciente a. En este punto,
vale la pena recordar que, en español, forum también tomó la forma
y la acepción de fuero, en el
sentido de jurisdicción, dado que en la antigua Roma la justicia
era administrada en el foro público.
De esta manera, podríamos decir que forense significa algo así como
perteneciente o relativo al fuero,
para ser más exactos, a la jurisdicción de los tribunales de
justicia. En consecuencia, las ciencias
forenses son aquellas relativas, de hecho, auxiliares a la
administración de justicia y, por extensión,
vinculadas con la práctica del derecho en su sentido amplio.
Hechas las aclaraciones anteriores, se puede decir, de manera
sencilla, que la lingüística forense es
una interface entre el derecho, la justicia y las ciencias del
lenguaje. Para mayor precisión, es necesario
aclarar que esta disciplina se desarrolla en distintas ramas
relacionadas con la práctica jurídica. Dichas
ramas van desde la implementación de herramientas lingüísticas para
la interpretación de diversas
disposiciones legales, jurisprudenciales y contractuales, hasta la
intervención lingüística en procesos
judiciales para determinar la confiabilidad de testimonios,
reportes policiales y demás documentos,
pasando –por supuesto– por la vinculación de las muestras de habla
(textos y grabaciones de audio o
video) como evidencia para la imputación de conductas
punibles.
Ahora bien, es importante aclarar que la disciplina que aquí se
presenta se puede relacionar, pero no
es lo mismo que la grafología o la documentología. Recordemos que,
de manera resumida, la primera
tiene que ver con el reconocimiento de los rasgos de la caligrafía
de las personas y la segunda, con la
verificación de la autenticidad de los documentos impresos. En el
mismo sentido, es importante tener
presente que la lingüística forense puede encontrarse en algunos
momentos con otras disciplinas
como la psicología o la antropología forenses, esta última en su
rama cultural, pero no están vinculadas
epistemológicamente. Sus objetos y métodos de conocimiento son muy
distintos; mientras que las
ciencias del lenguaje puestas al servicio de la administración de
justica estudian las muestras de habla
oral o escrita que puedan servir como evidencia judicial, las otras
disciplinas hacen pruebas y
observaciones del comportamiento de los procesados (incluido el
lingüístico) que les permiten generar
diagnósticos al respecto del perfil psicológico y cultural de una
persona, no de sus textos.
En este marco, el presente artículo pretende ofrecer un panorama
general de algunos de los distintos
campos de acción que se pueden emprender en materia de lingüística
forense y, por supuesto, su
utilidad en el escenario del derecho punitivo organizacional. Para
tal fin, se presentarán algunos de los
casos más conocidos en el ámbito internacional y se harán algunos
comentarios sobre los avances
51 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Forense [en línea]. Diccionario de la
Lengua Española (22. ed.). Disponible en:
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 32
que, en la materia, hemos implementado en Colombia; esto último,
hasta donde la reserva sumarial
nos lo permita.
Atribución de autoría: suplantación de identidad, identificación de
autores anónimos, plagio
Uno de los campos de la lingüística que ha tenido mayor desarrollo
y aplicación a casos jurídicos tiene
que ver con la atribución de autoría. Ésta consiste en una serie de
procedimientos manuales y
computacionales que permiten determinar el autor más probable de un
texto en situaciones en las que
se tienen dudas sobre su procedencia, o sobre la identidad de quien
lo escribe.
El concepto lingüístico clave para orientar los procedimientos de
atribución de autoría es el de idiolecto.
Éste se puede entender “como una versión propia y distintiva de la
lengua, que se manifiesta a través
de la selección personal de diversos elementos lingüísticos de
manera idiosincrática y poco
consciente”52. El discurso de un individuo es el resultado del
contacto con otros hablantes a lo largo de
los años, los cuales, de una manera u otra, influencian su forma de
hablar y escribir. La lengua hablada
por una persona depende de factores geográficos, económicos,
educativos y hasta familiares; en ese
sentido, la selección de elementos léxicos y sintácticos para
presentar determinados significados y
cumplir algunas funciones comunicativas puede depender de dichos
factores. Sin embargo, según
Coulthard53, cada hablante tiende a hacer selecciones específicas
de palabras y estructuras
gramaticales que prefiere más que otras y que frecuentemente
utiliza de manera similar, y con
significados y funciones igualmente similares. A partir de esta
definición, se podría hacer una metáfora
con la biología y afirmar que el idiolecto es una especie de “ADN
lingüístico”, que constituye la
manifestación de un principio al cual denominaremos singularidad
lingüística.
La singularidad lingüística implica que apelando a otra metáfora se
pueda desarrollar un método de
identificación de “huellas dactilares lingüísticas”; es decir, es
posible seguir los rastros lingüísticos que
una persona deja en diversas situaciones objeto de análisis o de
investigación forense. Por supuesto,
aún es bastante complicado usar las muestras del habla individual o
de idiolecto como un mecanismo
de identificación infalible o que permita encontrar implicados en
casos con diversos candidatos o
sospechosos. Normalmente, los textos en disputa u objeto de
controversia resultan ser muy cortos
(e.g. anónimos, cartas, notas de suicidio) y las muestras que se
tienen de otros textos de los
52 CIFUENTES, Paul. Colombia: El discurso como criterio para la
identidad personal, 2011. 53 COULTHARD, Malcolm. Author
Identification, Idiolect and Linguistic Uniqueness. En: Applied
Linguistics (24, 4:431-447,
diciembre), 2004. Disponible en:
https://academic.oup.com/applij/article-abstract/25/4/431/193364
interesados son pequeñas. Sin embargo, es posible aplicar este
concepto en escenarios en los que el
texto o los textos en disputa sean atribuibles a un número limitado
de autores, y sea necesario imputar
o eximir de responsabilidad a alguno de ellos.
Uno de los casos más famosos de identificación de personas a través
del análisis de preferencias
idiolectales se dio en EE.UU., como lo reporta Coulthard54. Entre
1978 y 1995, alguien que se hacía
llamar el FC envió una serie de bombas por correo a personas que
trabajaban en universidades y
aerolíneas (por esta razón, el caso se denominó el del Unabomber).
En 1995, seis diarios de circulación
nacional en ese país recibieron un documento de 35.000 palabras de
alguien que decía ser el
Unabomber y que pedía la publicación de su artículo a cambio de
parar el envío de bombas.
El Washington Post publicó el texto en 1995 y, tres meses después,
una persona se acercó al FBI con
la apreciación de que el documento parecía haber sido escrito por
su hermano. Especialmente, le
llamaba la atención la frase "cool-headed logician" ya que la
identificaba como muy particular (o como
parte de las preferencias idiolectales) de su hermano. El FBI
siguió el rastro del hermano de este
hombre y lo arrestó. Posteriormente, efectuó un análisis
lingüístico de los textos que el sujeto tenía en
su poder y determinó que un escrito de 300 páginas sobre el mismo
tema que trataba el artículo de
35.000 palabras poseía bastantes similitudes lexicales y
sintácticas como para imputarle la autoría de
ambos textos y, por ende, la responsabilidad por las bombas.
En el año 2003, esta historia fue llevada al cine55 y, hace poco,
como lo menciona nuestro editorialista,
se creó una serie56 para los servicios de televisión por demanda.
Por supuesto, se debe tener presente
que este tipo de creaciones literarias admiten un alto grado de
ficción, de tal manera que vale la pena
verlas con entusiasmo, pero suficiente cautela.
El análisis de testimonios y declaraciones: una tarea fundacional
de la lingüística forense
La mayoría de los académicos y comentaristas que intentan
reconstruir la historia de la lingüística
forense terminan, casi que de manera obligada, citando el trabajo
de Jan Svartvik57 titulado The Evans
54Ibíd., p. 432. 55 DAMMBECK, Lutz. Das Netz [película]. Alemania,
2003. 121 minutos. 56 SODROSKI, Andrew, CLEMENTE, Jim y GITTELSON,
Tony. Manhunt: Unabomber [serie]. Estados Unidos: Discovery
Channel, 2017. 8 episodios. 57 SVARTVIK, Jan. The Evans Statements:
A case for Forensic Linguistics. Göteborg: University of
Gothenburg, 1968.
PRIMERA LÍNEA No. 3, AGOSTO 2018, BOGOTÁ 34
Statements: A Case For Forensic Linguistics (Las declaraciones de
Evans: un caso para la lingüística
forense). Como lo citan Coulthard58 y Cifuentes59, Jan Svartvik
sugirió acertadamente la inocencia de
Timothy Evans, un conductor londinense, quien, en 1950, fue acusado
de asesinar a su esposa y a su
hija de muy corta edad, y condenado a muerte por el presunto
crimen.
A través del análisis de un reporte policial de interrogatorio,
Svartvik logró demostrar que una serie de
cuatro declaraciones, supuestamente dictadas por Evans a la policía
y en las que se incriminaba por
el asesinato de la mujer y la bebé, tenían un estilo gramatical
considerablemente diferente al de otros
apartados de las declaraciones. Tres años después de que fuera
ejecutado en la horca, se le otorgó
una especie de absolución póstuma. La hipótesis lingüística de la
inocencia de Evans se confirmó
cuando se descubrió que el responsable de los homicidios fue John
Christie, el casero de la residencia
de Evans.
A partir de tablas y gráficos, Svartvik analizó las cuatro
declaraciones policiales, que se supone
simplemente reproducían textualmente lo que Evans, en su condición
de analfabeta, le dictó a los
oficiales. Sobre la base de la identificación de los marcadores de
tiempo, la estructura interna de las
oraciones y los recursos que se usaban para conectarlas, el “padre”
de la lingüística forense encontró
resultados tan interesantes como el que se comenta en el párrafo
siguiente.
Los elementos que permitían conectar una oración con otra, en la
mayor parte de las declaraciones
imputadas a Evans, eran conjunciones coordinantes como los
equivalentes en inglés a y, o, pero, entre
otras, las cuales no se pueden topicalizar (i.e., no se pueden
mover al interior de la oración). En
contraste, en aquellos apartados en los que el sentenciado a muerte
se incriminaba, las oraciones
resultaron conectadas por expresiones como entonces y también, las
cuales no son coordinantes y,
en ese sentido, sí se pueden mover dentro de la oración.
El estudio, finalmente, concluyó que dos párrafos de las
declaraciones policiales eran falsos, digamos,
inventados por los agentes. De esta manera, se constituyó la
evidencia principal para soportar la
hipótesis de que Evans era inocente y se dio origen a la disciplina
que orienta el presente estudio.
Trabajos posteriores, como el de Coulthard60 y un sin número de
autores, citados –por ejemplo– por
Coulthard y Johnson61, y por Olsson62, han seguido este legado de
Svartvik y han emprendido
investigaciones en las que las declaraciones y testimonios en el
marco de procesos judiciales resultan
58 COULTHARD. Op.cit. 59 CIFUENTES. Op.cit. 60 COULTHARD, Malcolm.
Questioning Statements: Forensic Applications of Linguistics, text
of inaugural lecture. Birmingham:
English Language Research, 1995. 61 COULTHARD, Malcol