Principios de La Sabiduria y La Locura

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  • 8/13/2019 Principios de La Sabiduria y La Locura..

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    Traduccin de Santiago E. Espinosacon la amistosa colaboracin del autor

    Principios de sabiduray de locura

    lrnent Rosset

    IIIarbot ediciones

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    e la existencia

    Sobre la existencia (o sobre el ser, o sobre larealidad) las palabras ms profundas y definiti-vas fueron obra de un pensador, Parmnides, que pasa paradjicamente yquizs injustamente, volver sobre ello- por haber sido el principalinspirador del interminable linaje de los filsofosque, de Platn a Kant y de Kant a Heidegger, nos

    han enseado a sospechar de la realidad sensibleen favor de entidades ms sutiles:Hay que decir y pensar que lo que eses, pueslo que existe existe, y que lo que no existenoexiste: te invito a meditar sobre esto.'Nunca forzars a existir lo que no existe.

    1. Poema, f ragmento VI. [Ed. Ytrad. Joaqun Llans (Madrid:Akal, 2007)].2. Poema, fragmento VII.

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    Dos breves observaciones preliminares, antesde ir ms lejos, acerca de estas dos clebres sen-tencias de Parmnides y acerca de la traduccinque propongo de ellas, entre las muchas que sehan hecho.

    Sobre la primera sentencia: el recurso altiempo verbal perfecto (y no al presente) paratraducir te invito, te aconsejo, te conmi-no (anoga), habida cuenta del matiz durativoasociado a este tiempo en la lengua griega, noes probablemente indiferente. Por mi parte, yoentendera ms bien: te invito y te invitarsiempre (a pensar que lo que existe existe yque lo que no existe no existe); en otras pala-bras: imagina lo que quieras, yo s que nuncapodrs refutarme (aunque siempre puedesintentarlo, aadira con malicia Zenn, disc-pulo de Parmnides, que sabe que ciertos retra-sos son irrecuperables y que Aquiles nuncaalcanzar a una tortuga que haya partido uninstante antes). Parmnides parece otorgarseaqu una suerte de tiempo de ventaja lgicocapaz de desafiar cualquier forma de refutacinfutura: como si las temibles argucias por venir,

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    por ejemplo las que desarrolla Platn en elSofista, se encontraran descartadas de antema-no, o al menos suspendidas sine die, gracias aun pequeo impulso previo. Un ejemplo bas-tante similar de irona filosfica triunfante seencuentra en el primero de los Tres dilogosentre Hylas y Philonus de Berkeley. Philonusinterroga all a Hylas como sigue: Se lo ruego,explqueme el sentido, literal o no literal, queusted encuentra en ella [en la nocin de mate-ria]. Silencio embarazoso de Hylas, rpida-mente interrumpido por una nueva pregunta dePhilonus, que trata aparentemente de adelantartanto la hora del almuerzo como la del triunfode su verdad filosfica (el inmaterialismo), yque pretende con ello dar el golpe de gracia:Cunto tiempo debo esperar para obteneruna respuesta, Hylas?. Por otra parte, puestoque ser y existir recogen en mi opinindos nociones estrictamente equivalentes, tra-duzco y traducir indistintamente por uno uotro el verbo griego einai y sus mltiples deri-vados. Al ser ste el nico verbo que expresa engriego la idea de ser y de existir, no veo en

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    absoluto sobre qu podra uno fundarse paradistinguir en el texto de Parmnides -comosugieren hacer, por ejemplo, Heidegger y JeanBeaufret/-c- entre ser y existir, entre el ser yel ente -a menos que seamos doctores enciencia mstica y consideremos a Parmnidescomo un precursor de esta disciplina particularde la filosofa.

    Sobre la segunda sentencia: las traduccionesde este fragmento varan en funcin de la inter-pretacin del verbo ou-dame, que puede com-prenderse gramaticalmente como no domina-rs (este pensamiento, que el no-ser es) o noes dominado (este mismo pensamiento). Afor-tunadamente, en ambos casos el sentido perma-nece idntico y significa que nunca se podr for-zar al no-ser a ser, nunca se podr hacer queexista lo que no existe.

    Sigue en pie el hecho de que, cualquiera quesea la traduccin que ofrezcamos, estas senten-cias de Parmnides parecen a primera vista de

    3. Jean Beaufret, Le po m e de Parmnide, Pars, P.U . F.

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    una banalidad y de una pobreza totales, ya quese limitan a recordar lo que es manifiesto en sy evidente para todos: lo que es es, lo que no esno es. Pura tautologa, de la que aparentemen-te no hay nada que aprender ni que temer. Sinembargo, si se observa con atencin, estas sen-tencias pronto se revelan paradjicas y aterra-doras; y Parmnides se ha tomado el cuidadode advertrnoslo desde el principio de supoema. Paradjicas por cuanto, lejos de hala-gar a la habitual razn, estas sentencias tro-piezan con un sentido comn, o con una sensi-bilidad comn que, en los hombres, estnmucho ms dispuestas a admitir que lo queexiste no existe del todo, y que lo que no exis-te posee un vago crdito en relacin con la exis-tencia, por mnimo y desesperado que sea: ya laDiosa previene enseguida a su oyente de que laverdad que se le ha presentado est fuera delcamino de los hombres tapanthropn ektospatou estinv,' Aterradoras por cuanto confron-

    4. Poema, fragmento 1.

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    tan al hombre con una realidad de la que nohay escapatoria ni alternativa posible, conindependencia de que su carcter pueda serdoloroso o redhibitorio: por eso la Diosaadvierte al poeta de que la vetdad que se dispo-ne a revelad e es dura de escuchar y en ciertomodo implacable: su corazn no tiemblaiatremes etr ,S lo que viene a ser como decirque no late demasiado. En una palabra, y resu-miendo en una sola queja lo que tiene de pocoapetitoso, si puedo decido as, la verdad enun-ciada por Parmnides: es la prohibicin queimplica de cualquier recurso, de cualquier ape-lacin a otra verdad, por plausible o posibleque pueda ser, por ms prxima que llegue aestar, incluso, de la nica realidad real. La

    Diosa de Parmnides hace del hombre un con-denado a la realidad, y un condenado inapelable,puesto que no existe tribunal alguno habilitadopara conocer sus peticiones o sus admonicio-nes. Lo que existe es por una parte irrefutable

    5. Poema, fragmento I

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    en s, y por la otra refuta todo lo que sera otro:no hay ningn halo de alteridad o de misterioque pueda prestar asistencia a la estrecha sin-gularidad de lo que existe. Ntese por ciertoque, en contra de los historiadores que suelensituar a Parmnides y a Lucrecio en los dospolos opuestos de la filosofa (ontologa ymaterialismo), la Diosa bajo cuya invocacincomienza el De rerum natura de Lucrecio,Venus, preludia la enunciacin de una verdadtan implacable y cruel como la que anuncia laDiosa de Parmnides: la naturaleza de las cosasconsiste en las cosas, y slo en ellas.Este retorno forzado al uno -tanto si setrata, como se admite muy a menudo, de unaentidad ontolgica que trasciende cualquierforma particular de existencia, como si setrata por el contrario, como yo me inclinaraa pensar, de la simple e irrefutable singulari-dad de lo que existe aqu y ahora, hic etnunc- es expresado por Parmnides en trmi-nos de constreimiento absoluto, de ley a laque es imposible escapar. Un pacto inviola-ble, que Parmnides llama sucesivamente

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    [usticia. Necesidad,' poderosa necesidad+ley,9 destino hace que lo que es se sustraigatanto a las injurias como a la ayuda de lo queno es. Esta ley inapelable e ineludible no esotra que la ley general de la realidad, que atra-pa sin falta a toda cosa o persona que se mez-cle con ella, es decir, a toda cosa o a toda per-sona desde el momento en que existen y seexponen con ello al inconveniente de ser, o dehaber nacido, como dira Cioran;' exponersea ser es condenarse a no ser ninguna otra cosa(por eso, como advierte una vez ms Cioran,lo que no existe ofrece quizs menos realidadpero tambin mucho ms espacio que lo queexiste). Las trampas ordinarias, por muchoque se hayan perfeccionado, estn lejos de serseguras; pueden funcionar mal y en cualquier

    6. Poema, 1, v 14 ; VIII, v 14 (Dike).7. Poema, VIII, v 16 (Anagke).8. Poema, VIII v 30 ihratere Anagke).9. Poema, VIII, v 32 (Themis).10. Poema, VIII, v 37 (Moira). El ttulo de Cioran De l'inconvenient d'tre n -Del inconve-niente de haber nacido- ha sido traducido al castellano como Ese mal-dito yo, Trad. Rafael Panizo (Barcelona: Tusquets, 2002). (N.del T.).

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    caso, en la mejor de las hiptesis, slo atrapanalguna que otra presa al precio de dejar esca-par otras. En cambio, la trampa de lo real noslo funciona en todos los casos sino que noperdona a nadie. Trampa, por tanto, doble-mente traidora, por as decir, aunque sea difcilhablar de traicin a propsito de una trampaque atrapa a todo el mundo por su definicinmisma, y que no toma por lo tanto a nadie porsorpresa: pero el espritu de los hombres esthecho de tal manera que se consideran casisiempre traicionados y sorprendidos por unarealidad que, no obstante, se haba anunciadode antemano y con todas sus letras. Parrn-nides enuncia en su poema la dificultad princi-pal y original que afecta indistintamente acualquier cosa, pero que es tambin rechazadapor sta cuando se trata de una cosa pensante,tal y como llama Descartes al hombre; yAristteles no sabe cunta razn tiene cuandodeclara, a propsito de las sentencias deParmnides sobre el ser y el no-ser, que losespritus simples que se dejan atrapar porellas se embrollan en una dificultad arcaica

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    tapcrsai archaiks)Y Esta dificultad arcai-ca es en efecto el principio del que provienentodas las dificultades tanto intelectualescomo afectivas: ella es capital del pensamien-to tanto como capital del dolor, para reto-mar una expresin de luard. El pensamientosegn el cual lo que es es y lo que no es no es,es como un centro de atraccin del que nin-gn pensamiento puede escapar, la encrucija-da imantada a la que vuelve necesariamente,de buena o mala gana, todo pensamiento, dedonde quiera que venga y adonde quiera quetienda; y ste es el sentido en que debe enten-derse, me parece, el enigmtico fragmento Vdel poema de Parmnides, que deja perplejosa la mayora de los comentaristas: Poco meimporta por dnde comience, ya que volveraqu .

    Es cierto que, en lo que nos ha quedado delpoema de Parmnides, esta ley de la existenciase aplica menos al ser propiamente dicho que

    11. Metafsica, libro N, 1089a. [Trad. Miguel Candel (Madrid:Espasa-Calpe, 2005)].

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    a las caractersticas del ser tal como las descri-be el fragmento VIII del poema: ser inengen-drado, imperecedero, inmvil. Y tambin escierto que estas caractersticas del ser parmen-deo pueden sugerir, y efectivamente han suge-rido, al menos desde Platn, la idea de que loque tiene en mente Parmnides cuando hablade lo que es o existe (esti) es un ser ontolgi-co desprendido de cualquier relacin con laexistencia comn, es decir, con la realidad sen-sible, temporal y cambiante. Sin embargo, per-sonalmente no encuentro nada que puedaautorizar tal interpretacin en el texto deParmnides tal como nos ha llegado. No hayduda de que Parmnides ha sido siempre ledoms o menos en el sentido que atestiguan auto-res como Platn, Nietzsche, Heidegger, por nocitar ms que algunos eminentes comentaris-tas; y sera sin duda tambin una locura pre-tender tener razn contra todos. Es ms sabiocontentarse con un trmino medio y anunciarque, si bien la lectura que propongo comportauna parte de incertidumbre, la lectura tradicio-nal de Parmnides, por plausible que parezca,

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    no es menos sospechosa, por razones que resu-mir brevemente ms adelante. Observar ade-ms que la interpretacin clsica (

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    Esta dificultad desaparece naturalmente pors misma desde el momento en que se deja dever a Parmnides como un pensador del serpreocupado por una diferencia ontolgicaque distinguira entre ser y existencia. Pero sepreguntar: cmo se puede atribuir a Parrn-nides el pensamiento contrario, el de un ser quese confundira completamente con la existenciay que no designara otra cosa que la nocin derealidad en general? No dice Parmnides delser que no tiene pasado, ni porvenir, ni movi-miento, ni alteracin? Desde luego; pero todala cuestin aqu consiste en saber de qu se diceque no tiene pasado, ni porvenir, ni movimien-to, ni alteracin. Se nos asegura que se dice delser en cuanto ser: de un ser que trasciende cual-quier realidad sujeta a la alteracin, al pasadoy al devenir. Sea; pero esta caracterstica del serque consiste en ser inalterable, independientedel pasado y del futuro, es tambin la caracte-rstica de cualquier existencia, desde el momen-to en que est presente -y en qu podra con-sistir la existencia de aquello que no estpresente? Observemos de nuevo el asunto

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    con mayor detenimiento: cul podra ser larealidad de lo que slo es real bajo la condi-cin de la alteracin, del pasado, del devenir?La respuesta disipa cualquier duda: una reali-dad sometida a la alteracin, al pasado, aldevenir, es una realidad irreal. El ser en cuantoser de Parmnides, se nos ha dicho, se opone ala alteracin, al pasado, al devenir. Pero noocurre lo mismo con cualquier realidad, en lamedida en que la supongamos tomada en supresente -y, una vez ms, cmo tomada de otramanera? La realidad del caf es la realidad deste que bebo en este momento, la realidad delPartenn es la de las ruinas que visito hoy enAtenas. Para decido en una palabra, y deforma aparentemente paradjica: ninguna rea-lidad ha estado nunca sujeta a la alteracin, alpasado o al devenir. Existir equivale a ser unomismo y a serlo ahora -no otro, ni antes, nidespus, ni en otra parte: inalterable, inengen-drado, imperecedero, inmvil. El acuerdo entrela realidad ms corriente y el ser descrito porParmnides siempre ha sido total. El existe(esti) de Parmnides designa inmediatamente el

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    carcter fundamental de la realidad, cualquieraque sea; intentar que designe otra cosa se debea una extrapolacin filosfica que sin duda tra-duce la preocupacin de los pensadores quehan comentado Parmnides a su manera, peroes poco probable que dicha preocupacin fuerala del propio Parmnides. Podemos preguntar-nos si la lectura tradicional de Parmnides noes vctima de la ilusin descrita por Bergsoncomo la ilusin de una retroactividad del pen-sarniento.V es decir, si no atribuye aParmnides una ambicin ontolgica y unapreocupacin por la eternidad que sern carac-tersticas de la metafsica griega clsica, la dePlatn y Aristteles, un siglo y medio mstarde. As, Platn habla sin cesar de inmortali-dad, de eternidad, de lo que es s iempre aeion;1 3 Parmnides en cambio nunca habla deello, y se contenta con decir que lo que es no

    12. La pense et le mouvant, Introduccin, Pars, P.U. F. [El pen-samiento y lo moviente, trad. Eliodoro Garca Garca (Madrid:Espasa-Calpe, 1976)].13. Banquete, 211a. [Trad. Luis Gil Fernndez (Madrid: Tecnos,1998)].

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    tiene pasado ni futuro y existe ahora nu nesti.14 Nada ms justo, sin duda, que el diag-nstico de Nietzsche cuando analiza el sufri-miento del metafsico (o del ontlogo) necesita-do de un fundamento firme sobre el cual basarsu certeza: Concededrne slo una certeza, ohdioses, tal es el ruego de Parmnides, [aunquesea una simple tabla sobre el mar de la incerti-dumbre, apenas lo bastante larga para dormirsobre ella Guardad para vosotros todo lo queest en devenir, las formas matizadas, floridas,engaosas, encantadoras, vivas, y no me otor-guis ms que la mera, la pobre certeza, com-pletamente vaca .15 Muy bien dicho, peroacaso es ste el ruego de Parmnides? Nosera ms bien el de Platn? Tal peticin no seadeca a lo poco que podemos leer deParmnides; en cambio, cuadra perfectamente

    14. Poema, VIII, v. 5.15. La naissance de la philosophie l'poque de la tragdie grec-que, XI, tr. G. Bianquis, Pars, Gallimard. [La filosofa en la pocatrgica de los griegos, trad. Luis Fernando Moreno Claros (Madrid:Valdemar, 1999)].

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    con todo lo que podemos leer de Platn. Y ade-ms, si se me permite una pequea insolenciacon Nietzsche: por qu diablos iba a rogarParmnides a los dioses que le otorgaran unacerteza, cuando desde el principio de su poemase jacta de haber obtenido la verdad absolutapor boca de la Diosa?Por lo dems, fuera lo que fuese queParmnides tuviera realmente en mente en elfragmento VIII de su poema, sigue siendo cier-to que la ausencia de pasado y de futuro nopodra ser el privilegio de la ontologa pura ysimple; es tambin una caracterstica de cual-quier existencia, incluso su caracterstica mscrucial. En efecto, la imposibilidad de recurriral pasado es una de las marcas principales, y

    sin duda la ms trgica, del desamparo ordina-rio del hombre confrontado a una situacincatastrfica. Hace tiempo intent describir, deforma bastante torpe, esta relacin entre lotrgico y un deterioro del tiempo que anulacualquier disponibilidad en cuanto al pasado yhace de la asuncin del tiempo presente elreconocimiento de un tiempo que de pronto se

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    vuelve fijo e inmvil; El tiempo trgico,que tiene como punto de partida el encuentrode un acontecimiento funesto, y como puntode llegada la toma de consciencia de las cir-cunstancias que lo han precedido y preparadoen el pasado, constituye una suerte de tiempoinverso que funciona a contrapelo del tiemporeal: comienza en el presente y concluye en elpasado. Un tiempo tan paradjico como trgi-co, ya que tiende a devolvemos por la fuerza allugar adonde precisamente no es posible vol-ver. As pues, slo una imposible inversin deltiempo real podra otorgar una salvacin tam-bin imposible. De creer a Paul US17 y a suintrprete Guy Morchand; el budismo ya pre-conizaba -bien es cierto que entre otras vas desalvacin, eventualmente ms seguras- tal

    16. La philosophie tragique, Pars, P.U. E, Quadrige, 1960, p. 11 ss.17. La notion du temps rversible dans la mythologie bouddhi-que, Annuaire de I'cole pratique des hauts tudes, Vesection, Pars,1938-1939, p. 538.18. Bulletin de I'cole [rancaise d Extrme-Orient tome LVII,Pars, 1979, p. 35.

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    pasado en el que todava no haba tenido lugary en el que, por lo tanto, todava era posibleno tomarlo en consideracin. Es cierto queGeronte acepta siete veces, o al menos haceademn de aceptar, el hecho real que lo contra-ra (hecho que no es sino una invencin deScapin destinada a estafarle; pero poco impor-ta, desde el momento en que Geronte cae en latrampa) e intenta remediarlo con maniobrasabsurdas: no ser este turco un bandido? Nopodemos enviar a la justicia para que lo cace?No consentira Scapin, como fiel servidor, enir y sustituir a Leandro como prisionero?Acaso no tendr este capitn turco algunaconciencia a la que pueda apelarse? Nopodra encontrar Scapin el dinero exigidorevendiendo a los traperos las ropas que que-dan -como los harapos que llenaban la casade Eurpides, segn imagina Aristfanes enLos acarnienses, para disfrazar a sus actoresde mendigos y apiadar as a su pblico- en unarmario en desuso de Geronte? No podra-mos al menos abaratar la tarifa del rescate?No habra, en fin, algn medio de liberarse de

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    la deuda recuperando subrepticiamente lasuma pedida despus de simular que se deja enmanos de Scapin? A Scapin, naturalmente, nole cuesta el menor esfuerzo desechar estos pen-samientos vacos y estas falsas esperanzas,rebatiendo en cada jugada, como en el ajedrez,cada una de las ingenuas maniobras de suadversario, y encontrando por lo dems, parahacerlo, algunas de las rplicas ms irresisti-blemente cmicas de Moliere: [La justicia enpleno mar Se burla usted de la gente? - Claro, s, un turco con conciencia , y esentonces, cada vez que se ve refutado y atrapa-do de este modo por lo real que le presentaScapin, cuando Geronte le presenta esta obje-cin tan vieja como ineficaz que consiste envolver al pasado para intentar liberarse de lasataduras del presente: [Pero qu diablos ibal a hacer en esta galera . Esta o bj ecin con-siste en primer lugar, obviamente, en impugnarel ser que es en nombre de la posibilidad deotro ser, en ocasiones ms plausible y a menu-do ms deseable, en decir que lo que ha ocurri-do podra de igual modo no haber ocurrido y

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    carece de la autoridad de una necesidad; yGeronte no se abstiene de quejarse de estamolesta circunstancia, que agrava a sus ojos elcaso y de alguna manera lo descalifica: que ladesdicha que lo agobia no era previsible y, anmenos, inevitable. Pues a fin de cuentas, dime,Scapin, qu necesidad ha conducido a mi hijoa esta galera? Pero es que no haba otrolugar donde ir? Sin embargo, si se observacon mayor detalle, me parece que esta obje-cin de Geronte apunta hacia una aberracinmental ms profunda, que consiste en estimarconfusamente que una realidad presente no esuna realidad absolutamente real hasta elmomento en que no es tambin una realidadpasada, una realidad atestiguada por el pasa-do, una realidad ya rea l en el pasado. Qu sele haba perdido en esa galera? Tal vez seencuentre all ahora, tal vez (si creo lo que medices); pero lo cierto es que no estaba all haceun momento (eso puedo garantizado). El argu-mento sobreentendido en el quejumbrosorefrn de Geronte -y debe observarse que esen definitiva, y cualquiera que sea su imperti-

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    nencia, el nico argumento serio del queGeronte dispone frente a Scapin- se apoya,conscientemente o no, en la concepcin filos-fica de una realidad en s que evoca inme-diatamente, no a Parmnides, sino la teoraplatnica de las Ideas, resumida en trminossimplistas: no es real ms que lo que ha sidosiempre real, no es verdadero ms que lo queha sido siempre verdadero. Pues sta es la con-cepcin de lo verdadero a la que se aferraGeronte como ltimo recurso, al estimar oscu-ramente que lo que le relata Scapin, a propsi-to de hoy, podra no ser del todo verdadero,pues ayer era totalmente diferente. En suma, lamaniobra de Geronte contra Scapin consistemenos en remediar el hecho que no tiene reme-dio que en impugnar, en nombre del pasado, larealidad del hecho mismo. La realidad de laque me hablas no es real, pues sta era irrealantes de que t me hablaras de ella. Mi hijo noes prisionero del turco, pues hace apenas algu-nas horas no lo era. Acaso Geronte y Moliereno sepan cunta razn tienen cuando hablande una galera, por imaginaria que sta sea, a

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    propsito de lo que existe y de aquello a lo quehay que hacer frente en lo inmediato. Puestoda la galera de la existencia, en el sentidofigurado del trmino, ':.consiste justamente enignorar el pasado y no conocer ms que elahora. Y es tambin por ello que, lo repito, meparece que Parmnides tiene toda la razncuando declara, al inicio de su poema, que laenunciacin de la verdad, es decir, de la exis-tencia presente, del ser-ahora (nun esti),exige, para ser extendida, un corazn intrpi-do -poco frecuente, una vez ms segn elpropio Parmnides, entre los mortales.

    Antes de terminar con esta escena de lasTrapacerias de Scapin, me gustara observarun detalle que acenta su eficacia cmica peroque tambin tiene que ver con la problemticadel tiempo y la ambigedad del presente, a

    En francs moderno, galere -verbalizado como galrer-significa, adems de galera, una accin penosa de realizar e incluso elvivir un infierno. La frase de Molire puede entonces entenderse, peroslo actualmente, como jPero quin le habr mandado meterse ensemejante io (N. del T.).

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    igual distancia del pasado que ya no es y delfuturo que an no es: si el tiempo de Geronteapela desesperadamente al pasado, el deScapin est absolutamente orientado hacia elfuturo. El pasado y el futuro se enfrentan asdirectamente, en persona y sobre la escena, sinlograr no obstante encontrar presente algunoen el cual reunirse. Los dos actores no slo semueven en funcin de intenciones opuestas,tirando a cual ms y cada uno por su lado;tambin siguen tiempos inversos, uno tirandocon todas sus fuerzas hacia el porvenir(

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    Pericola. Viendo cmo Scapin se apresura endireccin al porvenir, Geronte en direccin alpasado, no debe sorprender que tengan tantadificultad para encontrarse al inicio de aquellaescena en la que estn en presencia inmediata eluno del otro, pero no logran toparse hasta alcabo de doce rplicas caractersticas del temadel encuentro imposible: Dnde podraencontrarlo?; Corro en vano por todas partespara poder hallado; Tiene que estar escondi-do en algn lugar imposible de adivinar; Ay,seor, no hay medio de encontraros. Hay aqu,sin duda, un juego escnico a la italiana; perotambin un preludio que ilustra de antemano ymuy hbilmente la divergencia de los itinerariosseguidos por los dos protagonistas, as como lade sus respectivos tiempos.Joseph Conrad, que en este aspecto recuer-da un poco las alegres crueldades de Saint-Simon, disfruta poniendo en escena a persona-jes sorprendidos por lo real y superados porlos acontecimientos que les ocurren; persona-jes cuya mezcla de trgico y de cmico provie-ne de la dificultad que experimentan en cierto

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    momento para admitir que la existencia existe,en particular el hecho de que un acontecimien-to catastrfico est a punto de producirse, oincluso que acaba precisamente de producirse.Advertido por su segundo, que trata de con-venced e para que cambie de rumbo, de lainminencia de un tornado al que ninguna navepodra sobrevivir, el capitn Mac Whirr, ocu-pado en hojear distradamente, por si acaso,un tratado consagrado a las tempestades,encuentra esta rplica inverosmil, cuyo suple-mento cmico consiste en su pretensin defundarse en la realidad y en el buen sentido, yello contra la abstraccin y la locura de lo queest escrito en los libros: Correr para esqui-var el viento Ha escuchado eso, seor Jukes?Imposible imaginar algo ms loco (... ) Sedira que es una vieja dama la que ha escritotodo esto [el capitn hace alusin al tratadoque tiene ante los ojos y que recomienda, enefecto, algunas medidas de precaucin elemen-tal en caso de borrasca]. (... ) Os digo esto slopara mostraros, seor Jukes, que no se encuen-tra todo en los libros. Todas estas reglas para

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    esquivar la brisa y sortear los vientos del cielome parecen la peor locura, por poco que se lasconsidere con buen sentido. 21En Juventud, no es ya el acontecimiento porvenir sino el acontecimiento una vez acaecido el

    que es enseguida impugnado. Una nave haexplotado en el mar; los puentes han saltado, lacmara de oficiales no es ms que un vasto agu-jero abierto sobre escombros. El capitn, que loha visto todo, pregunta empero a su tenienteMarlow, y con insistencia: Dnde est la mesade la crnara? So pretexto de hacerse cargo dela situacin, se recomienza desde cero, se retornalo que se estaba haciendo unos minutos antes deque el acontecimiento tenga lugar, -antes deque ya no haya mesa, ni cmara, ni mesa de lacmara pues ya no hay cmara en absoluto. Sehace como si la explosin no hubiera tenidotodava lugar. Era como un sueo absurdo,anota Conrad antes de observar la admiracin

    21. Typhon, tr. Andr Gide, Pars, Gallimard, Folio, p. 54-56.[Tifn, trad. Fernando Jadraque (Madrid: Valdemar, 1999)].

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    que a pesar de todo inspira en Marlow su capi-tn: Os digo que ese tranquilo hombrecitoencorvado, con las piernas arqueadas, prctica-mente deforme, era casi magnfico por la simpli-cidad de su idea fija y su apacible indiferencia atoda nuestra agitacin.Estas palabras absurdas del capitn Beard(

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    morado de la mujer de su patrn, oye que stale pregunta a quemarropa: Le gusta la msi-ca, Antoine? S, seor, farfulla ste antes deeclipsarse a toda prisa. En un espritu cercano,y con una inversin de los sexos igualmentecuriosa, est el caso de un marinero barbudo,amante de la inquilina de una habitacin cuyoacceso ha sido prohibido formalmente a todorepresentante del gnero masculino por su bur-guesa propietaria, y que es sorprendido un daen esta habitacin por la irrupcin repentina dela duea del lugar; ante la pregunta de qu haceall, no encuentra mejor respuesta para justifi-car su presencia que declarar, despus de qui-tarse cortsmente la gorra y la pipa de la boca,y superando en inverosimilitud todo lo quepodran haber imaginado Feydeau o Courte-line: Soy la criada. 23 Se observar que elpunto que tienen en comn todo este tipo defrmulas es un coeficiente nulo de significa-

    23. Historia verdica, a juzgar por el testimonio de la propietariaen cuestin que me ha relatado el hecho y que al hacerlo an tembla-ba de rabia.

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    cion; podran ser reemplazadas sin problemapor cualquier otra cosa: Antoine Doinel y elmarinero tambin hubieran podido declarar, enlugar de la primera insensatez que les ha pasa-do por la cabeza, que el tren de Saumur lleva-ba retraso o que el panadero se haba quedadosin pan. Debo confesar que estas frmulas pre-cipitadas y graciosas me han hecho preguntar-me, al margen de cualquier intencin blasfema,si no tomaban al pie de la letra inconsciente-mente un consejo que evoca el Evangelio:Cuando se os libre [a los tribunales], no ospreocupis ni de la manera en que hablaris nide lo que diris: lo que tendris que decir serdado al mismo tiempo; pues no seris vosotroslos que hablaris, ser el Espritu de vuestroPadre el que hablar por vosotros- J

    Uno de los casos ms banales pero tambinde los ms patticos del rechazo del presente ennombre del pasado es evidentemente el rechazodesesperado, por parte de la persona a la que se

    24. Mateo, 10, 19-20 (tr, L. Segond).

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    deja mientras todava est enamorada, a admitirla ruptura amorosa decidida por la otra persona:el argumento que inevitablemente esgrime la vlc-tima viene, una vez ms, a contestar la posibili-dad de que hoy sea verdadero lo que ayer erafalso. Tal como sucede con Don Jos en su dra-mtico cara a cara con Carmen, al final de lapera de Bizet. Entonces ya no me arnas?,balbucea Don Jos. No, ya no te amo, respon-de Carmen. Pero eso es imposible, contesta DonJos, animado por la esperanza quimrica deque el hecho del pasado tenga algn peso sobreel hecho del presente: [Nos ambamos hace tanpoco Ay,acurdate, acurdate del pasado', Seencuentra aqu el mismo cruce de caminos y lamisma inversin de los tiempos que ya encontr-bamos en el cara a cara que enfrentaba aGeronte y a Scapin (Don Jos y Carmen estnigual e insuperablemente atrados, el primeropor el pasado, la segunda por el futuro).Al desamparo que implica impugnar lo quees en nombre de lo que era, conviene natural-mente aadir la esperanza tambin irrisoria queconsiste en impugnar el es en nombre de lo

    J .

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    que ser o podr ser. Esta ilusin es bastanteprxima a la precedente y puede considerarsecomo una alucinacin simtrica que, en lugarde intentar devolver desesperadamente al pasa-do la consistencia y la certidumbre del presente,las confiere al futuro, trocando as la realidadefectiva del ser -que en definitiva no esotra que la de la realidad presente, puesto queel ser slo se dar a conocer cuando se hayavuelto un es- por la representacin fantas-mal de un ser as necesariamente. As comola proyeccin al pasado de los atributos de laexistencia lograba hacer dudar del presente enbeneficio de las certidumbres del pasado, suproyeccin al futuro desemboca en la paradojade que el presente se convierte en incierto y elfuturo en seguro. Un clebre argumento delsofista Protgoras, recogido por DigenesLaercio y que concierne al pago de los honora-rios, desemboca en la misma paradoja de ordenlgico a la vez que cronolgico. Protgoras

    25. J.-E Lyotard, Le diffrend, Pars, Minuit, p. 19 ss.

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    reclama a su alumno Evado el pago de las lec-ciones que le ha dado, como Scrates en Lasnubes de Aristfanes, a fin de ensearle a ganartodos los procesos. Pero se da el caso de queEvado todava no ha logrado ganar un solopleito. Poco importa, responde Protgoras, puesel diferendo que nos enfrenta hoy constituye asu vez otro proceso que debes aadir a la listade los que has perdido. Pues una de dos: o bienyo gano, y t debes pagarme; o bien yo pierdo,y t debes pagarme igual, pues entonces habrsganado al menos un proceso. De este argumen-to de Protgoras puede deducirse fcilmenteuna eliminacin del es en provecho delser, obtenida por la espectacular inversinde los papeles desempeados ordinariamentepor el presente y el futuro: el hecho presente sevuelve dudoso (Ha ganado o no Evado uno desus procesos?), mientras que el hecho por veniraparece, por su parte, como indudable (Evadopagar). En otras palabras: lo que existe actual-mente es impugnable, y podr discutirse indefi-nidamente sobre ello -slo lo que ser esincontestable.

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    La alucinacin de un futuro necesario tienepor evidente funcin situar las muy reales obli-gaciones del presente bajo la custodia imagina-ria de las pretendidas obligaciones del futuro:Valioso ejemplo de la frentica curiosidad denuestra naturaleza, que se divierte en ocuparsede las cosas futuras, como si no tuviera bastantecon digerir las presentes, escribe Montaigne.Esta confianza en el futuro es adems la fuentegeneral de las innumerables previsiones falsas ycontradichas por los acontecimientos, as comode las angustias y de los efectos risibles que amenudo generan y que pueden verse, por ejem-plo, en el caso de las mquinas que se descom-ponen en el momento mismo en que se ponen enmarcha, o en el de las mquinas que funcionana la perfeccin pero que, adems de no reportarninguno de los efectos benficos que se espera deellas, entraan en cambio toda una serie de efec-tos perversos, y hasta catastrficos: como lamquina de comer de Tiempos modernos, de

    26. Ensayos, 1, II. [Trad. Jordi Bayod Brau (Barcelona: ElAcantilado, 2007)].

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    Charlie Chaplin, las mquinas de guerra puestasen marcha por la armada francesa en 1870 y en1940, o incluso la mquina para navegar sinpeligro imaginada por los constructores delTitanic. La vida y la muerte del filsofo mallor-qun Ramn Llull ilustran bastante bien, por suparte, el primer caso mencionado, la mquinaque se decompone en el momento preciso de supuesta en marcha. Es sabido que Llull habaconcebido, en su Ars magna, generalis et ultima,una gigantesca mquina para demostrar la ver-dad (en este caso, la de la religin cristiana),capaz de convencer a cualquiera de forma infa-lible, con independencia de cul pudiera ser suraza, su religin y sus convicciones, por la merauniversalidad de un sistema lgico previsto paraque pudiera integrar en su razn la infinidad-y la aparente divergencia- de las ideas y delos puntos de vista particulares. Faltaba an,para que pudiera hacerse comprender, quehablara la lengua de aquellos a quienes se diri-ga; pero Llull, muy consciente del hecho de quela universalidad lgica deba ir acompaada deuna universalidad lingstica, se haba tomado el

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    cuidado de aprender la lengua de aquellos aquienes haba decidido convertir (obrando asadems como precursor al fundar, para uso desus futuros misioneros, las primeras escuelasconocidas de lenguas orientales). Y es as, doble-mente armado de un argumentario irrefutable yde un slido conocimiento del rabe, como des-embarca Llull en frica del Norte una maanafunesta del ao 1315. Pero ocurre que, antesincluso de que haya tenido tiempo material deabrir la boca, una lluvia de piedras lanzadas pornativos furiosos lapida al filsofo, que es recogi-do medio muerto y que no sobrevivir a suslesiones. Sin dejar de deplorar la muerte del pen-sador, no se puede dejar de observar aqu unaagradable revancha de lo real frente a quien pre-tenda ser su profeta (literalmente: el que hablaantes de su tiempo).La frmula de Parmnides -lo que existeexiste, lo que no existe no existe- puede con-siderarse como una definicin de la existencia, sise toma el trmino definicin en su primer senti-do de delimitacin, tal vez el nico que le es pro-pio. Definire significa delimitar, acotar, trazar

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    fronteras. En este sentido Parmnides ha defi-nido la existencia: est acotada, en relacin conel tiempo, por los lmites del pasado y del futu-ro; en relacin con el espacio, por los lmites delallende. Esta definicin de la existencia entraa,desde el punto de vista psicolgico, un ciertonmero de consecuencias distintivas cuyo inte-rs es tanto filosfico como psicolgico, en lamedida en que los diferentes sentimientos quese pueden tener de la existencia en cuanto talson espejos que reflejan de diversas maneras sucarcter principal, definido por la frmula deParmnides.

    De entrada, debe observarse que el senti-miento de la existencia, cualquiera que sea sumodalidad afectiva, es en todo caso indiferentea la naturaleza de la cosa que existe, siendosensible al solo hecho de que dicha cosa, cual-quiera que sea, existe. El sentimiento de queexiste una cierta cosa se borra frente al senti-miento de que esta misma cosa existe. Es obvioque estos dos sentimientos, aun siendo diferen-tes, no se oponen en absoluto y tienden inclusoa confundirse. Pero son diferentes en cuanto

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    que no puede confundirse del todo la percep-cin de una cosa que existe con el sentimientode que esta cosa existe, como lo hace observarJ P. Sartre en un pasaje de La nusea: Nunca,antes de estos ltimos das, haba presentido loque quera decir existir . Era como los dems,como aquellos que se pasean a la orilla del maren traje de primavera. Yo deca como ellos elmar es verde; este punto blanco, all arriba, esuna gaviota , pero no senta que todo ello exis-ta, que la gaviota fuera una gaviota-existen-te ; por lo general, la existencia se esconde. 27Observar que hay caf en mi mesa no implicala reflexin de que este caf est dotado delextraordinario privilegio de existir -reflexinperfectamente redundante en el plano prctico,y por lo dems perjudicial por los efectos deinatencin y de inadaptacin a lo real que oca-siona generalmente: imposible, por ejemplo,jugar razonablemente al tenis y representarse almismo tiempo el hecho de que el tenis existe.

    27. Pars, Gallimard, Folio, p. 181. [La nusea, trad. AuroraBernrdez (Madrid: Alianza, 1996)].

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    Asimismo, observar que hay un patbulo en laplaza no equivale exactamente a concebirdicho patbulo como patbulo existente (amenos que yo mismo deba, o alguno de misallegados, ser conducido all). Un condenado amuerte al que se lleva al lugar de su ejecucinse parece al apstol Toms, que slo cree lo queve y que mientras an no ha visto duda detodo: sabe que hay guillotinas, pero no sabetodava, puesto que no las ha visto, que las gui-llotinas existen. Yo haba previsto, piensa elcondenado, mi arresto, mi condena a muerte, elrechazo de mis recursos de apelacin y de casa-cin, el rechazo de mi peticin de indulto. Todosalvo esto, que sorprende a toda expectativa ysupera mi esperanza, como dira Orestes: ':.heaqu adems que esta singular mquina dematar, que nicamente conocemos por loslibros y las imgenes, se pone precipitadamen-te a existir de verdad. Lo mismo ocurre proba-blemente con los muertos de la llamada muer-

    ,. Racine, Andrmaca, V, escena 5. [Trad. Paloma Ortiz Garca(Madrid: Gredas, 2003)]. (N. del T.).

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    te natural, en el supuesto de que estn cons-cientes, de los que cabe imaginar que se repre-sentan en el ltimo momento la vida que dejancomo verdaderamente viva, la realidad comoverdaderamente real, la existencia como verda-deramente existente.En este sentido el sentimiento de la existen-cia puede ser descrito como arrebato, comosentimiento fulgurante de una presencia. Peroslo en este sentido, es decir, a condicin de noestablecer la distincin entre lo presente y supropia presencia, como se esfuerza en hacerpor ejemplo Heidegger, que invita incansable-mente a distinguir entre el ser de la presenciay el ente presente. Heidegger disocia as lapresencia de toda realidad efectivamente pre-sente, la asla de la contaminacin de lo queexiste para hacer de ella la fuente mstica einviolable de todo lo que viene a la existencia.Es superfluo realzar el carcter romntico ygermnico de esta alucinacin filosfica.Llegados a este punto dira, parodiando aVirgilio en la cuarta Buclica: Musas alema-nas, bajemos un poco el tono (Sicilides

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    Musae, paulo majara conamus). La presenciano reina sobre el presente como los diosessobre los gigantes y los enanos en la Tetralogade Wagner. La presencia es, si se quiere, la glo-ria y la aureola de lo presente, en el sentido enque est siempre vinculada a su paso, aunqueno siempre sea perceptible a los ojos de quienesparticipan de ella. Pero no reina sobre el pre-sente: lo constituye. No hay, nunca la ha habi-do ni la habr jams, presencia de otra cosaque no sea del presente.

    Rousseau opera una disociacin fantasmalbastante cercana a la distincin heideggerianaentre ser y ente cuando opone, en un famosopasaje del quinto paseo de las Reflexiones delpaseante solitario, el sentimiento de la puraexistencia, y el placer particular que lo acom-paa, a los otros y vanos placeres de la vida.El jbilo de la simple existencia, despus dehaber sido, por lo dems, descrito con granprecisin, es as inmediatamente descalificadopor la denegacin de cada una de las cosas que,por existir efectivamente y por dar en conse-cuencia lo que Rousseau llama impresiones

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    sensuales y terrestres, disiparan indefectible-mente su encanto: El sentimiento de la exis-tencia desprovisto de cualquier afeccin es pors mismo un precioso sentimiento de satisfac-cin y de paz que por s solo bastara parahacer esta existencia dulce y querida a quienlograra apartar de s todas las impresiones sen-suales y terrestres que sin cesar vienen a dis-traemos de ella y a perturbar aqu abajo su dulzu-ra. La percepcin de la existencia se confundeas con la facultad de no percibir ya ningunacosa existente, igual que el encanto de la reali-dad se confunde con su eventual capacidad dedesaparecer definitivamente de escena. Ensuma, la realidad slo es tolerable en la medidaen que logra hacerse olvidar -Sade se inspira-r algunos aos ms tarde en la misma lgicademencial, aunque invirtiendo los trminos, alproclamar su odio por Dios a la vez que la cer-tidumbre de que Dios no existe: Dios slopodra ser tolerable a sus ojos en la medida enque lograra darse a conocer. Para decido en otraspalabras, sin que desaparezca la idea y lacontradiccin implicada, el sentimiento de la

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    existencia slo encuentra consistencia, enRousseau, en el rechazo en particular de todolo que lo constituye en general, en la revoca-cin caso tras caso de todas las partes de lasque declaramos aprobar el conjunto. Esta dis-tincin, casi esquizofrnica, entre una existen-cia buena por esencia y unas cosas existentessiempre ms o menos malas estaba ya presente,como es sabido, en la moral estoica, cuyamayor paradoja era pretender distinguir entre,por una parte, el mundo que existe y constitu-ye el bien soberano al que deben adscribirsetodos los sabios y, por la otra, el conjunto delas cosas que existen en este mismo mundo yque el sabio debe tomar el cuidado de excluirconstantemente de su pensamiento y de susdeseos.

    Volviendo al sentimiento de la existencia y asus numerosos modos de aprehensin afectiva,analizar brevemente tres de ellos en razn desu carcter particularmente intenso y, por lotanto, particularmente revelador: el modo de lanusea, el del jbilo y por ltimo el de la sor-presa.

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    El constreimiento de la existencia que lafuerza a apretarse siempre lo ms posible (deacuerdo con la etimologa del verbo constreir,constringere), a pegarse obstinadamente a supropia presencia aqu y ahora sin que sea nuncaverdaderamente posible distraerse de ella, salvopor la prdida de conciencia o por la locura,explica por s misma el sentimiento de nuseaque con frecuencia acaba por provocar. A decirverdad, basta con que un hecho existente sevuelva desagradable o intolerable para que seperfile en el horizonte una nusea, ms o menospasajera o duradera, engendrada por el horriblesentimiento de que el hecho en cuestin perte-nece al dominio de las cosas que existen y queen consecuencia es completamente ilusorio pre-tenderlo cambiar -como se cambiara decamisa o de automvil. Siempre es admisiblecambiar una cosa por otra, pero es imposibleconvertir esta misma cosa en otra. Esta aparen-te perogrullada resume, sin embargo, la natura-leza virtualmente de pesadilla de la existencia.La existencia es una pesadilla desde el momen-to en que se percibe como perfectamente des-

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    agradable a la vez que perfectamente inevitable,de tal modo que slo puede, si se me permitedecido as, cambiarse por s misma, condenadacomo est por una suerte ancestral a no podertransformarse nunca ms que en su propia espe-cie, como una moneda tan mala que nadielograra cambiar, incluso a la peor tasa, por otra.y la nusea de la existencia encuentra su prin-cipal alimento en la consideracin del carcterindeseable a la vez que inmutable de aqulla:una ausencia de alternativa que se conjuga conla imposibilidad -o la extrema dificultad- deacomodarse a la opcin que se propone o, msexactamente, se impone.

    La nusea de la existencia en general puedeilustrarse con una nusea particular, tan temiblecomo conocida: la que ocasiona elmareo. Aqulque es presa del mareo es confrontado al cruelrigor de la existencia, pues experimenta contrasu voluntad, mientras dura el malestar, un aquy ahora -un esti, dira Parmnides- que seramximamente aconsejable, pero absolutamenteimposible, abandonar de inmediato. Se trata deuna situacin tal que resulta intolerable pensar

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    que pueda prolongarse, ni siquiera un instantems, pero que, por otra parte, es imposible hacercesar, al menos a corto plazo; pues es imposibleque un mar muy agitado se calme repentinamen-te, como es imposible que el navo que en lpena alcance instantneamente la lejana costa.Es intil asimismo rogar al capitn que porfavor interrumpa un momento, por piedad ycaridad cristianas, los cabeceos y los vaivenes-como aquella dama inglesa, antao caricaturi-zada por el semanario ingls Punch, que en elpeor de los momentos de su mareo haba encon-trado la energa para alzarse hasta el castillo deproa del navo con el propsito de comunicar asu comandante la orden de detenerlo (Stopit ) inmediatamente. En cuanto al mdico de ser-vicio, cuyo arte en este caso no sera de ningunaayuda, pero al cual puede an tenerse la absur-da idea de llamar como ltimo recurso, lmismoest a menudo enfermo y ocupado en sus asun-tos, en el interior de su cabina cerrada con llave.y puesto que a fin de cuentas no es concebibledejar de estar a bordo, no debe sorprender quelas vctimas del mareo conciban la solucin tan

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    radical como irrealista que consiste simplementeen renunciar a la existencia, en desolidarizarsecon ella, en terminar con ella de una vez portodas.

    La profundidad y el inters filosficos de lanusea ocasionada por el mareo -incluso siest limitada en el tiempo y puede as invitartanto a la risa como a la compasin, siempreque se tenga la suerte de ser un mero observa-dor- residen en efecto en que conciernen no atalo cual aspecto molesto de la existencia, sinoa la existencia misma. Ya que es la existencia encuanto tal la que es ahora maldecida, formal-mente condenada, enteramente rechazada y lite-ralmente vomitada. [Antes la muerte [Antesdiez veces, cien veces la muerte Y no mehablen nunca ms de nada Y, sobre todo, nome hablen nunca ms de que algo existe Peroesto no es todo: pues lo que de hecho deseo, enesos penosos momentos, es que nunca nadahubiera existido. El deseo de desaparicin totalunido a la abdicacin inmediata a cualquierpapel en este mundo -ambos pueden percibir-se muy bien en la famosa respuesta que Herg

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    atribuye a un sabio mareado: Haga usted loque quiera y djeme morir28- entraa undeseo ms general de extincin de todas lascosas, tanto presentes como futuras o pasadas.Deseo de fin del mundo, en efecto, de terminarde entrada con todas las cosas presentes y futu-ras; pero asimismo condenacin retroactiva delas cosas que han sido, idea fulgurante de quehubiera sido mejor que el mundo nunca hubie-ra comenzado a existir: para abolir igualmentelas cosas del pasado y borrar as la existenciahasta en sus ltimas huellas. Todo esto est dems, estar siempre de ms, siempre ha estadode ms. Este pensamiento sombro, en el cual seresume cualquier forma de rechazo y de intole-rancia frente a la existencia, es la traduccinintelectual del mareo as como la de toda nu-sea. Asimismo constituye, como es sabido, eltema de reflexin cotidiana de las personas ata-cadas por la neurosis depresiva. As, el simplehecho del mareo puede ser legtimamente invo-

    28. Utoile mystrieuse, Casterrnan, p. 26. [La estrella misterio-sa, trad. Concepcin Zendrera (Barcelona: Juventud, 1993)].

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    cado, por parte de aquellos que consideran laexistencia indeseable en s misma y en cualquiercaso, como un serio argumento en favor de sutesis pesimista, al no ser el mareo a sus ojos msque un ejemplo entre otros del mal general de laexistencia. Acaso sea lo que pretende sugerirThomas Bernhard cuando le hace soltar a unKant de fantasa, que se encuentra precisamen-te en un navo en pleno ocano, esta rplicaenigmtica:

    KANT. El mareo es la prueba detodo.El sentimiento de jbilo de la existencia estcuriosamente muy cerca de la nusea de la exis-

    tencia y tiende incluso a confundirse con ellahasta un cierto punto, ya que el hecho de quela existencia exista es vivido en ambos casoscon la misma excepcional intensidad. El anli-sis de la alegra, sobre el cual no volver aqu

    29. Emmanuel Kant, comedia, tr. C. Porcell y M.-F. Demet,L'Arche.

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    pues ya lo he hecho en otro sitio, muestra enefecto que el hombre alegre no se regocija detalo cual dicha particular, sino del hecho gene-ral de que la existencia exista; f del mismomodo que el hombre atacado por la nuseaprofunda, como acabamos de ver, no sufre detalo cual aspecto molesto de la existencia, sinodel hecho de la existencia misma. Ir an mslejos: jbilo y nusea tienen en comn el perci-bir confusamente la existencia como no previs-ta, no programada, no necesaria, en suma,como algo que sobreviene de ms y en demasa.Sorpresa, pues, en ambos casos, pero quepuede ser desagradable o gratificante depen-diendo de si sta existencia de ms, que detodos modos da ms de lo que poda esperarsepuesto que no tiene causa aparente y no tieneen suma ninguna obligacin de ser, es percibi-da bien como fatalidad inmerecida, infligidapor un dios vengativo, o bien como don gratui-to, ofrecido por un dios generoso -como el

    Cf. en particular La fuerza mayor, trad. Rafel del Hierro(Madrid: Acuarela, 2000). (N. del T.).

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    que celebra Virgilio en la primera Buclica(Deus nobis haec otia fecit, es un dios el quenos ha dado todo esto). Desde el momento enque se considera la existencia como sorpren-dente por ella misma, no debe asombrar quepueda aparecer como una sorpresa muy buenao muy mala, como un regalo o un veneno. Perolo nico que quisiera subrayar aqu es que elmismo carcter fundamental de la existencia-existir aqu y ahora, solamente aqu yahora- es motivo a la vez e indiscerniblemen-te de su horror y de su encanto.

    De todos los escritores conocidos, Arist-fanes es uno de los que mejor ha logrado evocaren qu consiste este jbilo de sentirse existir, desentir las cosas existir alrededor de uno, un jbi-lo que constituye as una especie de pura degus-tacin de existencia, es decir, un placer fundadomenos en la consideracin de la naturaleza delas cosas que existen que en la del hecho de suexistencia, en el pensamiento de que hay exis-tencia. Como en esa escena de la tarde festivaimaginada por el Corifeo hacia el final de Lapaz. Mientras se preparaban para salir a traba-

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    jar los campos, empieza a caer una fina lluvia(lluvia cuya doble ventaja es que dispensa deltrabajo de la jornada y favorece las nuevas cose-chas), de manera que no queda ms remedio queno hacer nada y aprovechar tranquilamente eltiempo que pasa y se ocupa por s mismo denuestros intereses:

    Qu incomparable placer, en efecto, el dever caer la lluvia despus de las simientes, yescuchar a un vecino que os pregunta: dimequ hacemos ahora, mi querido Cornarqui-da? A lo que yo le respondo: Me gustaratomar una copa, pues he aqu que el cielo tra-baja por nosotros. Vamos, patrona, sanostres puados de habichuelas mezcladas congranos de trigo y ofrcenos los higos. Dile aSira que huchee a Manes para que vuelva delos campos. Es imposible podar la via hoy, nitrabajar la tierra, puesto que est empapada .y a su vez, el dir: Voy a pedir que traigande la casa un tordo y dos pinzones. Tambindebe haber calostro y cuatro pedazos de lie-bre, a menos que el gato se llevara su parteanoche, pues escuch all dentro no s qu tra-

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    jn. Trenos, mi nio, tres de esos pedazos, yda uno al padre. Pide a Esquinades algunostrozos de mirto y, de paso, grita a Carinadesque venga a brindar una buena copa en nues-tra compaa, puesto que el cielo trabaja pornosotros, y le hace bien a los cultivos .y el coro aade inmediatamente:

    Qu placer, cuando la cigarra hace resonarsu amable cancin, el de dar la vuelta por nues-tros viedos de Lemnos, para ver si los racimosmaduran -pues esta planta madura ternpra-no-, qu placer tambin el de ver el higo engor-dar y, cuando est maduro, acercrselo a loslabios para comrselo y exclamar: ah , las horasson bellas. 30La degustacin de la existencia se contentacon los lmites de sta, con su definicin espa-cio-temporal: no se complica con ninguna codi-cia, por muy vaga que sea, de las cosas de otro

    30. Tr. M.-J. Alfonsi, Garnier-Flammarion, v. 1140 sq.[Aristfanes, Las avispas. La paz. Las aves. Lisstrata, trad. FranciscoRodrguez Adrados (Madrid: Ctedra, 1987)].

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    sitio O de otro tiempo que no sea el tiempo pre-sente. Tal codicia sera redundante desde elmomento en que se est colmado, y no podraser as ms que la marca segura de un placerausente o incluso de una falta de goce, ':- parausar el lenguaje de los psicoanalistas. El quegoza de la existencia -el hombre feliz- se reco-noce precisamente en que nunca pide otra cosaque lo que existe para l aqu y ahora; tiende, alcontrario, a desear la infinita multiplicacin delas cosas que existen, a la manera de Rabelais,que aumenta a su antojo el tamao de las perso-nas y el nmero de los objetos, persuadido deque ningn agrandamiento, ninguna enumera-cin, lograrn agotar la lista de las cosas deleita-bles ni decir hasta qu punto la existencia esregocijante.Ya invite a la nusea o a la deleitacin, elsentimiento de la existencia se impone en cual-quier caso a la atencin por un elemento de

    Manque jouir significa en francs ms precisamente laimposibilidad de alcanzar el orgasmo. (N. del T.).

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    sorpresa, al cual acabo de hacer alusin, y queest en efecto siempre presente en l. Esta sor-presa es, naturalmente, muy diferente de la queacompaa al descubrimiento de un objetonuevo, el cual slo puede sorprender en cuantoera desconocido anteriormente por no habersido experimentado, como un vino raro o unpaisaje extico. En cambio, lo propio de la otrasorpresa, que puede surgir en este caso de cual-quier objeto, es percibir que la existencia delobjeto en cuestin es desconcertante en smisma y que desafa toda clasificacin: el obje-to del que se ha percibido la pura existenciaestar siempre de ms y fuera de catlogo. Paraintentar describir la naturaleza de esta sorpresafrente a la existencia de un objeto, que no essencilla de describir y que es incluso difcil deexplicarse a uno mismo, probablemente lomejor sea partir del caso ms simple y conoci-do, el de la diferencia de sentimiento que expe-rimentamos entre la percepcin de un objetobanal y la de un objeto inslito. Efectivamente,es posible que la distincin que operamosespontneamente entre objeto corriente y obje-

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    to inusual nos ayude a comprender esta otradistincin que hace de todo objeto dos objetosmuy diferentes, segn lo consideremos como elobjeto que es o como un objeto que existe.Olvidar pues provisionalmente cualquier dife-rencia entre objeto y objeto que existepara preguntarme solamente: qu es un objetoinslito?

    Inslito designa, de acuerdo con la etimolo-ga, todo lo que es inusual y que sale de lo ordi-nario. Pero puedo percibir cotidianamente obje-tos inusuales y extra-ordinarios -un negroalbino, una mujer con barba- sin experimentara propsito de ellos el sentimiento de lo insli-to. La palabra misma de inslito me dice a lavez ms y menos: me sugiere en efecto algoraro, pero es de una rareza especial e incisivaque no se resume en un simple promedio bajoen la evaluacin estadstica de la frecuencia delos seres. Un ser inslito no es slo un ser raroy menos frecuente que sus congneres usuales,como el negro negro o la mujer imberbe. Qutiene entonces que me hace concebido comoinslito?

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    Tras una cierta reflexin, me parece que unobjeto inslito tiene por caracterstica principaly constante el romper con el conjunto de losobjetos entre los cuales figura, el formar, si se mepermite decido as, rancho aparte, el aparecercomo extranjero y sobreaadido, a la manera deuna pieza aadida o de una nota falsa: como unmarciano tomando el t en un club londinense,una monja participando en los trabajos delPartido Comunista (parece que hay algunas), untractor agrcola pavonendose en medio de unsaln burgus, como en El minotauro de MarcelAym, o, en fin, como el pequeo detalle que nocuadra con el conjunto de los hechos relaciona-dos con l y que por ello acaba llamando la aten-cin del polica. Un objeto normal se reconocepor su connaturalidad con los objetos que lorodean, un objeto inslito por su imposibilidadde emparentarse con ellos. Es por ello que suyuxtaposicin entraa un fenmeno que se ase-meja a la superposicin de dos mundos parale-los, comparable a la que obtiene el cine cuandofunde dos escenas en una mediante la sobreim-presin. Dos mundos que desde luego existen

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    tanto el uno como el otro, pero que ordinaria-mente se ignoran: el mundo del planeta Martey el mundo de la Tierra, el mundo de la religincristiana y el mundo de la ideologa marxista-leninista, el mundo de la sociedad campesina yel mundo de la sociedad urbana, el mundo dela verdad plausible y el mundo de la verdadreal.Si se observa con mayor atencin, parece nohaber objeto inslito en s mismo; ms bien hayesferas de existencia paralelas tales que, cuandose da una de ellas, todo objeto que no pertenecea ella hace las veces de inslito, y recprocamen-te. El objeto inslito no es extraordinario por smismo, sino por su introduccin subrepticia enel interior de un espacio en el que es desconoci-do y generalmente indeseable. El objeto inslitoseala menos su propia existencia que la relati-va independencia de las diferentes esferas deexistencia que logra poner en contacto imprevis-to, provocando as una tormenta que puedetomar la forma de una tempestad de risas (pueses en el inopinado cara a cara de dos realidadesindependientes entre s, en su cohabitacin for-

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    zada, donde reside la esencia del quid pro quo yel secreto de su eficacia cmica). En suma, elobjeto inslito atestigua menos, en primera ins-tancia, la extraeza de su existencia que laincongruencia de ciertas co-existencias.Hay sin embargo, en el seno de nuestra exis-tencia cotidiana, un cierto objeto inslito, a lavez familiar y desconcertante, que presenta laparticularidad de contrastar con todas las demsesferas de existencia, por ms dependientes oindependientes que puedan ser unas de otras, ypuede as ponemos sobre la buena pista cuandoqueremos elucidar la naturaleza de la sorpresaque suscita en nosotros la existencia en cuantotal: me refiero a la msica. S muy bien que unaantigua e insistente tradicin, que se remonta aPlatn y se ha visto revigorizada por Beethoveny el romanticismo, invita a ver en la msica unaimitacin de lo que existe y de lo que se puedesentir, o sea, una evocacin potica de la reali-dad y un espejo del alma. Me parece, no obstan-te, que eso es tomar el efecto musical por lo queno es en modo alguno, prestar a la msica unpoder que no tiene en absoluto, para quitarle su

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    fuerza real. Stravinsky tena en mi opinin todala razn al considerar la msica como impoten-te, en su esencia, para expresar cualquier cosa:un sentimiento, una actitud, un estado psicolgi-co, un fenmeno de la naturaleza, etc.sv y al veren esta misma impotencia expresiva la razn delpotente y particular efecto que engendra: unaemocin de un carcter completamente especial,que no tiene nada en comn con nuestras sensa-ciones corrientes y nuestras reacciones debidas aimpresiones de la vida cotidianav. Se traicionaa la msica, por ms que se pretenda con ellosublimar su efecto, como hace Beethoven o almenos la mayor parte de sus admiradores ycomentaristas, cuando se la convierte en elvehculo de una expresividad sentimental quefalsea su naturaleza y sobre todo recusa, por elhecho mismo de su pretensin a la expresividad,su potencia original y especfica. Desde luego, elmundo de la msica se codea con el mundo de

    31. Chroniques de ma vie, Pars, Denol-Gonthier, p. 63 Y64.[Crnicas de mi vida, trad. Elena Vilallonga Serra (Alcobendas: Alba,2005 ].

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    los humanos; pero nunca se mezcla con l. Elmundo de la msica constituye una existenciaaparte; y es precisamente esta alteridad, estaextraeza en relacin con cualquier realidad queno sea la musical, as como en relacin con todosentimiento humano, en una palabra, esta ircapa-cidad de expresar cualquier cosa de la que hablaStravinsky, la que otorga paradjicamente laextraordinaria potencia expresiva de la msica,su originalidad y su privilegio con respecto a lasdems formas de arte. Incluso cuando est ligadaa un texto, como en la pera o en la meloda, lamsica se libera de ste enseguida por su propioencanto, que disuelve su soporte textual, cuandono lo contradice formalmente -logrando as, hayque decirlo, ponerlo de relieve a contrario: comosucede con la alegra musical que acompaacon la mayor crueldad del mundo -perdida-mente y sin piedad, observa Marcel Proust enUn amor de Swann a propsito de la sonata deVinteuil- los desengaos sentimentales de loshroes de Carmen o de las peras de Mozart.Pero esta existencia que es la nuestra y que essoberbiamente ignorada por la msica, como si

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    sta fuera una bella dama sin sentimientos, tam-bin puede parecer extraa, inslita, absurda.Pues, si la msica no expresa nada ms que ellamisma, es bien evidente que lo mismo ocurrecon el mundo en general y con el conjunto delas cosas que existen y que no han expresadonunca, hasta nuevo aviso, otra cosa que el sim-ple hecho de su existencia. Msica y mundo tie-nen en comn el no encomendarse a ningunacausa exterior a ellos mismos, el no reposarsobre ningn asiento y, como dicen los qumicosa propsito de ciertos cuerpos, el existir enestado libre: no hay nada en el mundo quepueda considerarse como origen de la msica,nada fuera del mundo que pueda considerarsecomo origen del mundo. sa es la razn de queSchopenhauer percibiera precisamente en lamsica algo as como la quinta esencia de la rea-lidad, el modelo de existencia que evoca de lamanera ms aguda el misterio de toda existen-cia. El caso del mundo es, adems, an ms sin-gular que el de la msica; ya que, si la msicaconstituye por su parte una existencia paralelaa cualquier otra forma de existencia conocida,

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    el mundo constituye asimismo una existenciaindependiente en un sentido an ms radical,no siendo, si se me permite decido as, paraleloa nada -como lo sugiere la famosa e impresio-nante definicin del mundo de Ernst Mach: serunilateral cuyo complemento especular ~p exis-te. Este aspecto unilateral de la existenciaexplica su carcter siempre sorprendente: al noser comparable a nada, quiero decir, a nada dis-tinto de ella misma, la existencia escapa auto-mticarnente a los procedimientos de identifica-cin y pertenece por definicin al dominio delos seres extraos y desconocidos. Igual que elrinoceronte pintado por Pietro Longhi en1751 :32 criatura inslita ofrecida a la curiosidadde espectadores venecianos que por lo dems nose molestan siquiera en mirado, a tal punto queuno se pregunta quin es el extra-terrestre dequin; ser totalmente alelado, desesperadamen-te intil y redundante, pero yo dira, al mismotiempo, desesperadamente all, a semejanza de

    32. El rinoceronte, Venecia, Ca'Rezzonico, ----...

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    toda existencia. Pues el destino de toda realidades ser, a imagen de este rinoceronte, necesaria-mente y por s misma un poco rara y curiosa, unpoco de ms, como atestiguan los ejemplaresretratos que de ella han propuesto, entremuchos otros, Ggol, Conrad o Cline. Delmismo modo que la suerte del objeto ms insig-nificante es verse dotado, por el simple hecho deexistir, de cierta virtud graciosa, en el sentido deo sse que da ese pequeo diccionario lla-mado Robert: de una extraeza bufona, queasombra y hace rer.Adems, es un hecho particular de los anima-les -al menos de los animales llamados superio-res, de todos aquellos que logran evocar, aunqueslo sea un poco, el comportamiento humanopor analogas morfolgicas, incluso psicolgi-cas, aunque stas ltimas puedan ser slo pro-yecciones antropomrficas y totalmente iluso-rias- el suscitar inmediatamente en aquellosque los observan, y acaso ms que cualquierotro objeto del mundo, el puro sentimiento de laexistencia con todo el coeficiente de extraezaque ste implica.

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    Me parece que la razn de este asombro pro-pio del reconocimiento de la existencia animalen cuanto hecho se debe a la situacin interme-dia de los animales en la escala de los seres: al

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    no pertenecer al orden de los objetos inanima-dos o casi inanimados, cuya existencia se limitaa una montona pasividad psico-qumica, ni alorden de los humanos, los nicos susceptiblesde representarse metas y fines (por ms vanos oabsurdos que puedan ser, por otra parte), el ani-mal tiene por curiosa y equvoca condicin elestar manifiestamente ocupado, a diferencia delas piedras, pero a la vez y al mismo tiempo, adiferencia de los hombres y a imagen del rino-ceronte de Longhi, tambin manifiestamenteocupado en nada. El animal es as el nico seranimado cuya existencia se confunde con laexistencia, y slo con la existencia. Por ellopuede, en cierto sentido, ser considerado comoel mejor testigo de la existencia, el nico tes-tigo elocuente a la vez que creble. El hombre,criatura imaginativa y parlanchina, habla siem-pre demasiado de s mismo. El animal seencuentra justo en el medio: resume todo lo quepuede decirse de la existencia, ni ms ni menos.Schopenhauer expresa una idea cercana, aun-que un poco diferente, cuando declara que elencanto de los animales proviene de que tradu-

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    cen claramente y sin ambages un querer-vivirque los hombres, por su parte, slo dejan apa-recer una vez filtrado por la representacin yel clculo. Por mi parte aadira que el animal,si bien ilustra efectivamente la naturaleza extra-a e incomprensible del deseo (el querer-vivir),ilustra asimismo, y eminentemente, la naturale-za igualmente extraa de la existencia en gene-ral. El lenguaje popular francs capta instintivay perfectamente el vnculo que une la idea delanimal con la de la existencia inslita cuandohabla, para evocar a un ser curioso y fuera deserie, de cebra o de foca -o incluso, sim-plemente, de animal.

    De este modo se definen dos formas o, msbien, dos niveles de lo irrisorio. En el superfi-cial, lo irrisorio relativo, que slo afecta a lasexistencias en la relacin que mantienen unascon otras. En el profundo, lo irrisorio absolu-to, que afecta a las existencias consideradas ens mismas. Por mi parte, encuentro en el quidpro quo, resorte cmico fundamental, un ecode estos dos niveles de lo irrisorio. Eco eviden-te en el primer nivel: remos de que uno hable

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    de X, el otro de Y, como en la Farsa de maesePathelin ~-.Es lo irrisorio relativo: si se hablade X, debe entonces olvidarse Y, a riesgo decaer en el absurdo; y recprocamente, si es Y elque tiene sentido, entonces es X el que produ-cira el sinsentido al querer mezclarse conaqul. La chispa cmica alcanza a los dosblancos X e Y, pero slo al uno en relacin conel otro, o al otro en relacin con el uno. Noobstante, el eco es en mi opinin igualmenteevidente en el nivel de lo irrisorio absoluto:pues, de la idea de que X no tiene consistenciaa menos que se elimine Y, o viceversa, se pasarpidamente a la idea de que X e Y podranser, si se reflexiona un poco, tan inconsistentesel uno como el otro. La chispa cmica alcanzaahora a los dos blancos a la vez, arrastrando alos dos protagonistas del quid pro quo a unamisma curiosa rareza que es en definitiva la detoda existencia.

    Pieza annima. Una de las primeras farsas del teatro francs(fechada entre 1464 y 1469). (N. del T.)

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    y vuelvo as, para terminar, al sentimiento deasombro del que da cuenta Freud en El porvenirde una ilusion. y que ya he mencionado en unlibro anterior. Freud se encuentra por primeravez en Atenas, en la Acrpolis, y declara serpresa de repente de un sentimiento -absoluta-mente curiosos-e- que no logra explicarse a smismo: una sorpresa al constatar que laAcrpolis existe, que Atenas existe, que existe elmar azul que los rodea. Una vez pasado esteefecto de sorpresa, Freud lo imputa a la poca feque, en nuestro fuero interno, otorgamos a todolo que slo conocemos de odas, incluso cuandose trata de las realidades menos contestables yms unnimemente probadas -y con msrazn, como Freud se propone establecer a lolargo de su libro, cuando se trata de conviccio-nes o de creencias de cualquier tipo, con respec-to a las cuales es fcil descubrir incluso, y yo

    33. Tr. Marie Bonaparte, Pars, P. U. E, p. 36. [Psicologa de lasmasas. Ms all del principio del placer. El porvenir de una ilusin,Madrid, Alianza, 1984.]~ La anti-nature, Pars, P. U. E, pp. 22-26. [La anti naturaleza,Madrid, Taurus, 1974, pp. 26-30.] (N. del T.).

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    dira que particularmente, en el hombre msfantico, un fondo de incredulidad. Ms tarde aFreud se le ocurrir otra explicacin de su asom-bro, explicacin que prefiere no obstante guar-dar para s en razn de su naturaleza absoluta-mente subjetiva, dejando en ascuas al lector. Encualquier caso, por lo que a m respecta, meparece que esta sorpresa sobre la Acrpolis, sibien debe efectivamente explicarse en parte porlas dos razones sucesivamente invocadas porFreud, se explica tambin por una razn msprofunda y ms general que es la de que todaexistencia, percibida en cuanto tal, en la extra-eza del propio hecho de existir, es en buenamedida desconcertante y provoca un efecto deestupor pasajero, comparable al que nos relataFreud, quien percibe bien que se asombra por laexistencia de la Acrpolis, percibe incluso bas-tante finamente que en este asombro intervienealgo bastante raro, sin lograr no obstante conce-bir que lo que lo asombra as no slo es el casoparticular de la existencia de la Acrpolis, sinoprimero y sobre todo el caso, ms singular an,de la existencia misma. Es efectivamente esta

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    singularidad de la existencia la que explica quetoda realidad, incluso cuando ya ha sido debida-mente censada y prevista en sus mnimos deta-lles, venga sin embargo e indefectiblemente asorprender a partir del momento en que se pre-senta en directo, en su sitio y en su tiempo. Laexistencia es, si se me permite expresado aS,inslita por naturaleza -o no es. Una broma,intensificada por una paradoja, resume su esta-tuto: el ser la nica cosa en el mundo a la queuno nunca puede acostumbrarse.