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Santiago, junio de 2008 Principios Formativos para el Nuevo Código de Justicia Militar MINISTERIO DEL INTERIOR, MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES, MINISTERIO DE JUSTICIA, POLICÍA DE INVESTIGACIONES Y COMITÉ DE AUDITORES GENERALES

Principios Formativos para el Nuevo Código de Justicia Militar · Principios Formativos para el Nuevo Código de ... refieren específicamente al proceso penal militar y sus garantías

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Santiago, junio de 2008

Principios Formativos para el Nuevo

Código de Justicia Militar

MINISTERIO DEL INTERIOR, MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES,

MINISTERIO DE JUSTICIA, POLICÍA DE INVESTIGACIONES Y

COMITÉ DE AUDITORES GENERALES

DOCUMENTO DE ACUERDO COMISIÓN DE ESTUDIOS PARA LA REFORMA

DE LA JUSTICIA MILITAR

Santiago, junio de 2008

José Goñi CarrascoMinistro de Defensa Nacional

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Principios Formativos para el Nuevo Código de Justicia Militar

ÍNDICE Pág.

INTRODUCCIÓN 5

PRINCIPIO I: Aplicación del Derecho Humanitario 8

PRINCIPIO II: Prohibición de tortura, penas inhumanas o infamantes 9y otros tratos crueles

PRINCIPIO III: Trato humano a prisioneros de guerra 10

PRINCIPIO IV: Respeto a la persona del prisionero de guerra 12

PRINCIPIO V: Manutención de los prisioneros de guerra 13

PRINCIPIO VI: Protección de civiles en tiempo de guerra 15

PRINCIPIO VII: Estatuto de protección de civiles en tiempo de guerra 17 PRINCIPIO VIII: Inserción de los tribunales militares en el sistema 19judicial del Estado

PRINCIPIO IX: Aplicación de las normas de Derecho Internacional en 20materia de juicio imparcial

PRINCIPIO X: Competencia funcional de los órganos judiciales militares 21 PRINCIPIO XI: Incompetencia de los tribunales militares para juzgar a los 22menores de 18 años

PRINCIPIO XII: Derecho a juicio previo, oral y público 23

PRINCIPIO XIII: Prohibición de persecución penal múltiple o nom bis in idem 25

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Pág.

PRINCIPIO XIV: Presunción de inocencia 26

PRINCIPIO XV: Derecho de defensa jurídica 27

PRINCIPIO XVI: Derecho a guardar silencio 29

PRINCIPIO XVII: Legalidad de las medidas privativas o restrictivas de 30libertad

PRINCIPIO XVIII: Principio in dubio pro reo 31

PRINCIPIO XIX: Garantía de habeas corpus 32

PRINCIPIO XX: Independencia de los tribunales militares 33

PRINCIPIO XXI: Reserva legal 35

PRINCIPIO XXII: Irretroactividad de la ley penal militar 37

PRINCIPIO XXIII: Prohibición de analogía in malam partem 38

PRINCIPIO XXIV: Lesividad del Derecho Penal Militar 39

PRINCIPIO XXV: Proporcionalidad de la pena 41

PRINCIPIO XXVI: Principio de culpabilidad 44

PRINCIPIO XXVII: Régimen de las prisiones militares 45

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INTRODUCCIÓN La Comisión de Estudios para la Reforma de la Justicia Militar fue creada por Decreto Supremo con el objetivo de constituir una instancia de reflexión técnica para la generación de un nuevo Código de Justicia Militar. Dentro de las funciones de este órgano consultivo se encuentran el estudio de propuestas para la reforma de la justicia militar y velar por el resultado armónico de una reforma integral del código y demás leyes conexas. Con el objeto de orientar el trabajo de la Comisión y generar un sistema jurídico militar coherente en sí y en relación con la Constitución Política de la República y los tratados internacionales ratificados y vigentes en Chile, se ha elaborado una matriz de principios formativos que recogen las bases esenciales para la reforma del Código de Justicia Militar. Se trata, en consecuencia, de una labor de consenso respecto de aquellas posiciones fundamentales que permiten coordinar la producción legislativa en la materia, así como sentar aquellas directrices deontológicamente relevantes para una futura praxis aplicadora del nuevo código. El catálogo de principios que esta Comisión presenta, dibuja un mapa de acción con marcos estructurales que se vinculan con el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de las personas. Es de público conocimiento, en conexión con lo anterior, que la justicia militar fue postergada cuando se reformó el Código Procesal Penal, dejando una parcela del ordenamiento jurídico punitivo que carecía de las garantías y estándares de protección requeridos en el ejercicio del ius puniendi estatal, en el marco de un Estado Social y Democrático de Derecho. Cuestiones básicas, por tanto, como la independencia e imparcialidad del juez, exigencias de publicidad y transparencia del proceso, la debida atención a la víctimas en el marco de un proceso penal, las garantías necesarias para ejercer el derecho a defensa y la

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consolidación de principio de la presunción de inocencia, entendido como el trato exigido a una comunidad política cuando juzga a sus integrantes.

Estas materias, como puede observarse, son claves a la hora de constituir las relaciones de los individuos con el Estado, incluso cuando nos referimos a un sector especial del ordenamiento jurídico: el militar. Por ello, en el marco del trabajo desarrollado por esta Comisión, se ha entendido necesario consolidar un catálogo con los principios jurídicos que informen las propuestas para un nuevo Código de Justicia Militar. En ellos, por cierto, se encuentran diversas materias: algunos principios se relacionan directamente con el Derecho Internacional; otros con materias de derechos fundamentales; otros más se refieren específicamente al proceso penal militar y sus garantías y, finalmente, algunos principios se vinculan con el Derecho Penal Militar. Sin embargo, su centralidad emana del estatus que gozan sus fuentes: la Constitución Política de la República, los convenios de Ginebra de 1949, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Americana de Derechos Humanos, por mencionar algunas de las más importantes. De esta forma, un Estado de Derecho demanda que su administración de justicia respete el núcleo de los derechos fundamentales de los ciudadanos y, en ello, la justicia militar no puede ser la excepción.

Los principios que a continuación se presentan, responden a la necesidad de configurar las bases esenciales sobre las cuales se puede proyectar un Código de Justicia Militar moderno. Dada su generalidad, no abordan de manera exhaustiva todos los aspectos problemáticos que puede presentar la reforma de un código, pero sí recoge una base mínima de consenso que es coherente con los derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución Política y en los tratados internacionales sobre la materia. En cada principio, se da una descripción que detalla sus fuentes y su función, acompañado de ciertos acuerdos a los que ha llegado la Comisión. Además, se recomienda

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que algunos de ellos sean positivizados por el ordenamiento jurídico, de manera tal que permitan auxiliar a los órganos aplicadores del Derecho, en sus tareas de interpretación e integración de las normas de un futuro Código de Justicia Militar.

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PRINCIPIO IAplicación del Derecho Humanitario

En período de conflicto armado, los tribunales militares están obligados a aplicar los principios del Derecho Humanitario, teniendo en consideración, especialmente, a los convenios de Ginebra de 1949 y sus

protocolos facultativos ratificados y vigentes en Chile.

Todo tribunal de justicia, incluidos los tribunales militares, deben respetar el Derecho Internacional Humanitario, que establece mínimas garantías en materia judicial para tiempos de excepción, en caso de conflicto armado. En términos generales, se refiere a lo preceptuado por los convenios de Ginebra de 1949, sobre heridos y enfermos de las Fuerzas Armadas en campaña; sobre heridos, enfermos y náufragos de las Fuerzas Armadas en el mar; sobre prisioneros de guerra, y respecto de la protección de civiles en caso de conflicto armado, al igual que sus protocolos facultativos. Como ha señalado el Comité Internacional de la Cruz Roja, se subraya la necesidad de impartir una justicia tan serena como sea posible, incluso en las circunstancias extremas de un conflicto armado, en que el valor de la vida humana cuenta, en los hechos, a veces poco. En el caso de este tipo de conflictos, toda persona tiene derecho a que se le juzgue en conformidad a un proceso ordinario previamente establecido por ley y que, en la aplicación de sus normas, respete el Derecho Internacional Humanitario, tanto convencional como consuetudinario y aquellas normas de ius cogens.

En ningún caso, en conformidad con este principio, se hará comparecer a un prisionero de guerra ante un tribunal, sea cual fuere, si no ofrece las garantías esenciales de independencia e imparcialidad generalmente reconocidas. En caso que haya duda respecto de la calificación de prisionero de guerra, dichas personas se beneficiarán de la protección de los convenios de Ginebra, en espera de que un tribunal competente determine su estatuto.

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PRINCIPIO IIProhibición de tortura, penas inhumanas o infamantes y otros

tratos cruelesNadie será sometido ni a penas o tratos crueles, inhumanos o

degradantes. Además, nadie será constreñido a ejecutar un trabajo forzoso u obligatorio en virtud del cumplimiento de una pena.

La prohibición de tortura es un principio general del Derecho Internacional y se encuentra en diversos instrumentos convencionales, tales como en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en su artículo 7), la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en su artículo 5.2) y los convenios de Ginebra de 1949 (véase en particular III Convenio de Ginebra sobre prisioneros de guerra en sus artículos 3, 17, 87 y 130). Asimismo, la Declaración Universal de Derechos Humanos (en su artículo 5), recoge esta disposición, dando una vigencia internacional y brindando una jerarquía de derecho internacional imperativo. En general, puede verse la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984 y la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Respecto de las normas de Derecho interno, la prohibición de este tipo de sanciones se deriva implícitamente del artículo 19 número 1 de la Constitución Política de la República.

Esta prohibición tiene su fundamento en la dignidad intrínseca del ser humano y en la proscripción de su utilización y de rebajarlo a un medio utilitario para la consecución de cualquier fin en sede militar. La legitimidad del accionar estatal requiere, necesariamente, del reconocimiento de esta dignidad y de sus implicancias y consecuencias normativas para nuestro ordenamiento. Por tanto, están absolutamente prohibidos estos tipos de tratos y, más aún, de penas crueles, inhumanas o degradantes o, en general, de cualquier medida de coerción que dañe severamente la integridad física y psíquica de la persona, así como también su honor.

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Finalmente, en razón de la misma dignidad y de la autonomía que el ordenamiento asegura a todas las personas, se excluye perentoriamente la posibilidad de ordenar trabajos forzados en el cumplimiento de una pena. En caso alguno, los tribunales militares podrán dictar una resolución que afecte este margen de libertad y todo trabajo penitenciario deberá ser libremente consentido por el afectado, así como estar sujeto a una justa retribución.

PRINCIPIO IIITrato humano a prisioneros de guerra

Los prisioneros de guerra deben ser tratados humanamente en todas las circunstancias.

Se prohíbe toda acción u omisión ilícita por parte de la potencia detenedora que comporta la muerte o ponga en grave peligro la salud de un prisionero

de guerra en su poder. En particular, ningún prisionero de guerra podrá ser sometido a mutilaciones físicas o a experimentos médicos o científicos

de cualquier índole, que no se justifiquen por el tratamiento médico del prisionero concernido, y que no sean por su bien.

Los prisioneros de guerra deberán ser protegidos en todo tiempo, especialmente contra todo acto de violencia o de intimidación, contra los

insultos y la curiosidad pública. Se prohíbe toda medida de represalia contra ellos.

Este principio está recogido de diversas disposiciones expresas del III Convenio de Ginebra de 1949, relativo a prisioneros de guerra. Se puede concordar de manera directa con el artículo 19, número 1 de nuestra Constitución Política, así como, en general, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984 y la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. En general, tienden a dar un estatuto de protección a los prisioneros de guerra, bajo las categorías que el mismo convenio explicita en el artículo 4, a saber, los miembros de las Fuerzas

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Armadas de una parte contratante que participa en un conflicto armado, así como los cuerpos de milicias y grupos voluntarios que formen parte de las Fuerzas Armadas; los miembros de las otras milicias y de los otros cuerpos de voluntarios, incluidos los de movimientos de resistencia organizados, pertenecientes a una de las partes en conflicto (siempre que cumplan con las condiciones que explicita el artículo 4); los miembros de las Fuerzas Armadas regulares que sigan las instrucciones de un gobierno o de una autoridad no reconocidos por la potencia detenedora; las personas que sigan a las Fuerzas Armadas sin formar realmente parte integrante de ellas; los miembros de las tripulaciones de la marina mercante y de la aviación civil y, finalmente, la población de un territorio no ocupado que, al acercarse el enemigo, tome espontáneamente las armas para combatir contra las tropas invasoras. Como puede desprenderse de lo anterior, se trata de una categoría ampliada de sujetos beneficiados por la protección humanitaria que dispone el convenio.

Además de lo anterior, debe señalarse que los derechos que se establecen para los prisioneros de guerra son inalienables e irrenunciables, con el objeto de evitar coacciones ilegítimas en torno a la utilización instrumental de un prisionero de guerra, respecto de fines militares, como puede ser la privación de garantías por consideraciones pragmáticas. Se trata de un estándar y un umbral mínimo de protección que no puede ser vulnerado bajo ninguna condición y que sólo puede ser ampliado por los Estados partes, dando una mayor vigencia y tutela a los derechos involucrados. Esta consideración, se encuentra en directa relación con el artículo 5 de la Constitución Política de la República, que establece los derechos fundamentales de las personas como un límite sustancial al ejercicio de la soberanía.

Con respecto del régimen de cautiverio de los prisioneros de guerra, el estatuto de protección que establece el convenio presenta garantías mínimas que propenden a la protección de los prisioneros y a las obligaciones en la

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mantención de los mismos por parte de la potencia detenedora, cuestiones que son abordadas más adelante.

Finalmente, debe señalarse que, al igual de lo que actualmente dispone nuestro Código de Justicia Militar, son los tribunales militares los competentes para juzgar a prisioneros de guerra, previendo para ello los convenios determinadas garantías en la ejecución de sanciones.

PRINCIPIO IVRespeto a la persona del prisionero de guerra

Los prisioneros de guerra tienen derecho, en todas las circunstancias, al respeto de su persona y de su honor.

Todas las personas tienen derecho a una igualdad de trato durante el período de cautiverio. Se prohíbe toda discriminación y se deberá

garantizar a todas las personas una igual y efectiva protección contra cualquier discriminación por motivos de raza, color, sexo, orientación

sexual, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier

otra condición social.Los prisioneros de guerra conservarán su plena capacidad civil tal como era

cuando fueron capturados. La potencia detenedora no podrá limitar el ejercicio de esa capacidad, sea en su territorio sea fuera del mismo,

más que en la medida requerida por el cautiverio.

Este principio tiene su clara manifestación en el III Convenio de Ginebra de 1949, sobre el trato debido a los prisioneros de guerra. Su contenido pretende resguardar la dignidad humana de toda persona que se encuentre en calidad de prisionero de guerra en un conflicto armado, procurando un régimen de normalidad en la protección de los derechos fundamentales en circunstancias de excepción. El principio fundamental que se recoge

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es que, en todo conflicto armado, el derecho de las partes en conflicto a elegir los métodos o medios de hacer la guerra no es ilimitado, cuestión que se ve complementada por el subprincipio de necesidad militar en el empleo de medios bélicos. Su contenido, puede ser concordado con diversas disposiciones internacionales, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 16, 17 y 26) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículos 3, 11, 24), si bien en estos casos estamos hablando del Derecho Internacional de Derechos Humanos en su régimen de normalidad y no de excepción, como es el caso del Derecho Humanitario. Respecto del régimen interno, la Constitución Política de la República protege los mismos derechos en el artículo 19 números 1, 2 y 4. Como se señala, el principio busca proteger tanto a los prisioneros de guerra, como a toda persona privada de libertad a causa de un conflicto armado, ya sea internacional o interno, según las disposiciones de los cuatro convenios de Ginebra. El fundamento de esta protección internacional radica en el hecho que se trata de personas que han dejado de participar en las hostilidades, por lo que no se encuentran actualmente siendo parte del conflicto armado. Su contenido prescribe que, aun en caso de conflicto armado, los prisioneros de guerra no pueden ser vulnerados en su derecho al honor, especialmente, en su régimen de detención, así como tampoco pierden su capacidad jurídica para obrar, por encontrarse en dicha condición. Finalmente, el principio establece una exigencia de isonomía iusfundamental en el trato a los prisioneros, siendo obligación no realizar distinciones injustificadas en virtud del sexo (o bajo otras consideraciones o criterios sospechosos).

PRINCIPIO VManutención de los prisioneros de guerra

La potencia detenedora de los prisioneros de guerra está obligada a atender gratuitamente su manutención, a proporcionarles

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gratuitamente asistencia médica que su estado de salud requiera y asegurar las mínimas garantías en lo que respecta a condiciones de

seguridad personal.

Al igual que en el principio anterior, éste se trata de una de las múltiples manifestaciones de las obligaciones que tienen los Estados contratantes en caso de conflicto armado. Su fuente directa, en consecuencia, es el Convenio de Ginebra sobre el trato debido a los prisioneros de guerra, de 1949. Además de lo anterior, puede ser concordado con el artículo 19, números 7 y 9 de la Constitución Política de la República, así como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo 12), para los casos de normalidad y no de excepción.

En conformidad con el convenio, los prisioneros de guerra nunca podrán ser enviados o retenidos en regiones donde quede expuesto al fuego de la zona de combate ni podrá utilizarse su presencia para proteger ciertos puntos o lugares contra los efectos de operaciones militares. Además, y en general, se dispone que serán aplicable a ellos cualquiera otra medida de protección que se tome en favor de la población. Por otra parte, se establecen disposiciones especiales en materia de alojamiento, alimentación, vestimenta, higiene y asistencia médica; se asegura, asimismo, la prohibición de trabajos forzados y se establece excepcionalmente la posibilidad de realizar determinados trabajos autorizados, procurando satisfacer aspectos mínimos que aseguren la no coacción ilegítima a los prisioneros de guerra.

En otros términos, se trata de establecer mínimos de subsistencia para aquellos que están de cargo de la potencia detenedora, constituyendo, nuevamente y tal como es la regla general en el sistema de protección humanitaria, derechos inalienables e irrenunciables por parte de las personas beneficiadas por este estatuto.

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Finalmente, debe señalarse que se trata de una exigencia ineludible para el tratamiento de prisioneros durante los procesos judiciales en que eventualmente sean sometidos, a la luz de las disposiciones de un nuevo Código de Justicia Militar, especialmente en aquellos casos en que el ejercicio de la jurisdicción se dé en caso de conflicto armado.

PRINCIPIO VIProtección de civiles en tiempo de guerra

Las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de las Fuerzas Armadas que hayan depuesto las

armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa, serán, en todas las

circunstancias, tratadas con humanidad, sin distinción alguna de índole desfavorable.

En virtud de ello se prohíbe:a) los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles,

la tortura y los suplicios;b) la toma de rehenes;

c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes y degradantes;

d) las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legalmente constituido, con garantías judiciales reconocidas como indispensables por las exigencias del debido proceso.

Asimismo, las personas protegidas por el Derecho Internacional Humanitario no podrán, en ninguna circunstancia, renunciar parcial o

totalmente a los derechos que se les otorga, salvo que se trate de medidas más favorables tomadas a su respecto, por parte de una de las

potencias involucradas en el conflicto armado.

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Tal como los principios anteriores, éste tiene su fundamento en los convenios de Ginebra de 1949, en este caso, respecto de la protección de civiles en un conflicto armado. Se trata de derechos inalienables e irrenunciables, en virtud del contexto dentro del cual se ejercen estos derechos y requieren de protección. En general, se mantiene una noción amplia de los sujetos protegidos por estas disposiciones, sin discriminación en virtud de cualquier consideración de raza, nacionalidad, religión u opinión política y, en general, cualquier otro criterio que conduzca a un menoscabo de estos derechos, puesto que no se trata de una lista exhaustiva.

Este principio se conecta, tal como los anteriores, con una serie de preceptos nacionales e internacionales, como es el caso de la Constitución Política de la República (artículo 19 números 1, 3, 4 y 7), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 7, 9, 10 y 14), la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículos 5, 7, 8 y 11) y, en general, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

Específicamente, asegura un umbral mínimo de protección de los civiles, en tanto persona humana, procurando velar por su integridad física y psíquica, su honra y el resguardo de garantías judiciales en el marco de un proceso penal militar. Este marco general se ve complementado por el estatuto de protección de civiles en conflictos armados, que se desarrolla en el siguiente principio. Lo relevante es que determina las bases esenciales de actuación de los órganos involucrados en el marco de este tipo de conflictos, ya sea por parte de los uniformados que actúen o dentro del proceso penal militar que se dé en este tipo de enfrentamientos. De esta forma, incluso para el caso de la especialidad de la competencia de los tribunales militares, éstos no se encuentran exentos para satisfacer estándares necesarios en el tratamiento

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de civiles y en las garantías procesales para su juzgamiento, como se prevé excepcionalmente.

PRINCIPIO VIIEstatuto de protección de civiles en tiempo de guerra

Las personas protegidas tienen derecho, en todas las circunstancias, a que su persona, su honor, sus derechos familiares, sus convicciones y prácticas religiosas, sus hábitos y sus costumbres sean respetados. Siempre serán tratadas con humanidad y protegidas especialmente

contra cualquier acto de violencia o de intimidación, contra los insultos y la curiosidad pública.

Hombres y mujeres serán protegidos contra todo atentado a su honor y, en particular, contra la violación, la prostitución forzada y todo

atentado a su pudor.Los niños deberán ser protegidos en todo momento. Además, deberán adoptarse todas las medidas para asegurar que las personas que sean

menores de 15 años no participen directamente de ninguna forma en el conflicto armado.

Ninguna persona protegida podrá ser utilizada para proteger, mediante su presencia, ciertos puntos o ciertas regiones contra las operaciones

militares.No podrá ejercerse coacción alguna de índole física o moral contra las personas protegidas, en especial para obtener de ellas, o de terceros,

cualquier información.No se castigará a ninguna persona protegida por infracciones que no

haya cometido.Están prohibidos los castigos colectivos, así como toda medida de

intimidación o de terrorismo.Se prohíben las medidas de represalia contra las personas protegidas y

sus bienes.

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Tal como en el caso de los anteriores principios, éste se desprende de los convenios de Ginebra de 1949, específicamente, el IV Convenio sobre protección a civiles en tiempo de guerra. Su artículo 4 especifica las personas sujetas a la protección especial que brinda este estatuto, señalando como tales en cualquier momento y de la manera que sea, estén, en caso de conflicto o de ocupación, en poder de una parte en conflicto o de una potencia ocupante de la cual no sean súbditas. Sin embargo, los súbditos de un Estado que no sea parte en él. Los súbditos de un Estado neutral que estén en el territorio de un Estado beligerante y los súbditos de un Estado cobeligerante no serán considerados como personas protegidas, mientras que el Estado de que sean súbditos tenga representación diplomática normal ante el Estado en cuyo poder estén. Esta disposición, por otro lado, debe ser entendida de manera armónica y sistemática con los demás convenios de Ginebra sobre la materia.

Al igual que todos los principios del subsistema de Derecho Humanitario, se trata de derechos inalienables e irrenunciables por parte de los sujetos beneficiados. Asimismo, sus disposiciones pueden ser concordadas con el artículo 19 de la Constitución Política de la República, específicamente, en sus números 1, 3, 4, 6 y 7. En el ámbito internacional, la misma coordinación puede efectuarse con la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículos 4, 5, 7, 9, 11, 12, 17 y 19), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 6, 7, 9, 10, 15, 17, 18, 23 y 24) y la Convención de Derechos del Niño (especialmente, artículos 32, 37, 38 y 39), si bien estas disposiciones están pensadas para un régimen de normalidad.

En general, se busca que incluso en caso de conflicto armado o en tiempo de guerra –es decir, en tiempos de excepcionalidad o anormalidad- se mantenga la protección a los civiles de sus derechos más elementales, procurando resguardar su autonomía, sus derechos familiares, sus garantías

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procesales mínimas y su integridad física y psíquica. Se trata, por lo tanto, de excluir de los medios bélicos la disponibilidad de estos derechos y asegurar en cualquier momento su tutela, especialmente, cuando pudieren verse amenazados dentro de procesos judiciales militares en crisis de guerra o en caso de conflicto armado.

PRINCIPIO VIIIInserción de los tribunales militares en el sistema judicial del

EstadoLos tribunales militares son parte del Poder Judicial y, como tales,

plenamente independientes. Su establecimiento deberá emanar de la Constitución o la ley y se encuentran bajo la superintendencia

directiva, correccional y económica de la Corte Suprema.

Los órganos judiciales militares son parte integrante de los sistemas de justicia generales, formando parte del Poder Judicial, entendiendo por tal el poder del Estado que, respetando el principio de separación de poderes, asume la facultad de conocer, de resolver los conflictos de relevancia jurídica, con efecto de cosa juzgada, y de hacer ejecutar los juzgados. Los tribunales militares, como órganos jurisdiccionales, ejercen una potestad que es improrrogable y que sólo puede ser conferida por la Constitución o las leyes. Además, como parte del Poder Judicial chileno, se encuentran bajo la superintendencia directiva, correccional y económica de la Corte Suprema, sin distinción alguna, conforme a la reforma constitucional de 2005.

Este principio se encuentra en plena coherencia con la Constitución Política de la República, especialmente con su artículo 19, números 3, 76 y 77. Además, puede ser concordado con normas internacionales, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14).

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Todo tribunal militar deberá ser establecido por la Constitución o por la ley, con anterioridad a la perpetración de los hechos que por ley estén sometidos a su juzgamiento, en conformidad con el principio de legalidad del tribunal y la exclusión de juzgamiento por comisiones especiales. Esto rige para todos los tribunales militares sin excepción, tanto en tiempo de paz, como en situaciones de crisis o en tiempo de guerra. En razón de lo anterior, los tribunales militares deberán gozar de independencia respecto de toda otra institución u organismo, ya sea estatal o no, y en particular, deberán ser independientes respecto de las instituciones militares a cuyos miembros juzgan.

PRINCIPIO IXAplicación de las normas de Derecho Internacional en materia de juicio

imparcialLos tribunales militares deberán aplicar las normas y procedimientos reconocidos en el ámbito del Derecho Internacional, especialmente aquellas que recogen los principios en materia de un juicio previo,

independencia e imparcialidad, cuyo establecimiento se corresponda con los procedimientos que dictan la Constitución y las leyes.

Los órganos judiciales militares deberán aplicar en sus fallos y resoluciones las normas reconocidas en el ámbito del Derecho Internacional para la garantía de un juicio imparcial. Se trata de un principio que se recoge en el artículo 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y con normas de la Constitución Política de la República, tales como el artículo 19, número 3 y el artículo 76. Se trata, desde luego, de un principio que requiere ser complementado con el resto de las garantías judiciales que se establecen en este catálogo y que se especifican más abajo.

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En aplicación de este principio, los tribunales militares deberán ajustarse en la tramitación y fallos de los asuntos sometidos a su conocimiento, a un procedimiento previo establecido por la ley que asegure las mínimas garantías para la sustanciación de un juicio justo e imparcial.

En conformidad con lo que dispone, es deber del Estado propender a la implementación de un sistema que, tanto en su dimensión orgánica como en las normas adjetivas aplicables, se encuentre en plena armonía con los procedimientos establecidos en el Derecho Internacional en materia de juicio imparcial. La existencia de este tipo de garantías judiciales eficaces, constituyen un elemento intrínseco del respeto de las obligaciones internacionales que emanan de los tratados sobre derechos fundamentales.

PRINCIPIO XCompetencia funcional de los órganos judiciales militares

Los tribunales militares, como jurisdicción especializada, tienen competencia sobre los delitos militares cometidos por militares.

Excepcionalmente, en tiempo de guerra o en situaciones de crisis, tendrán competencia para conocer casos calificados en que el delito no

revista carácter militar y afecte sustancialmente los principios de los cuerpos armados.

Lo anterior, se entiende sin perjuicio de la potestad disciplinaria.

La justicia militar se justifica por la protección de la eficacia de las Fuerzas Armadas como organismo de combate especializado en la defensa de la seguridad exterior del Estado. Se trata de una especialidad que se justifica por la protección de la eficacia operativa y el resguardo de los principios de la organización militar, en defensa del Estado de Derecho Constitucional. Sólo la necesidad funcional puede justificar la existencia limitada, pero irreductible de

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una justicia militar. Se trata, por lo tanto, de un principio que se relaciona con el derecho a un juez natural y a un tribunal independiente e imparcial, todos integrantes de la máxima general del debido proceso y que constituyen bases esenciales ampliamente recogidas en tratados internacionales que versan sobre derechos fundamentales. Así por ejemplo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos recoge implícitamente estas exigencias en el artículo 8, mientras que lo propio hace el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su artículo 14. La Constitución Política de la República recoge estos principios en su artículo 19, número 3.

La jurisdicción militar tiene un fundamento de su establecimiento en el resguardo del orden, la disciplina y la jerarquía de las Fuerzas Armadas y es en virtud de ello que el principio restringe la competencia de estos tribunales a delitos cometidos en relación con las funciones castrenses y cuando son cometidos por militares. Sin embargo, se admite una excepcional y calificada extensión de competencia para otros delitos que no revisten dicho carácter, en los casos de tiempo de guerra o situaciones de crisis donde, cumpliéndose exigentes circunstancias, dichos ilícitos son conocidos por tribunales militares. En estas situaciones, y sólo cuando afecte sustancialmente los principios constitucionales de los cuerpos armados, se justifica esta ampliación de competencia.

PRINCIPIO XIIncompetencia de los tribunales militares para juzgar a los menores de

18 añosLos menores de edad en ningún caso pueden estar sujetos a la

competencia de los tribunales militares.

Los menores de edad pertenecen a la categoría de personas vulnerables, en conformidad con el Derecho Internacional y no pueden ser imputados

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en una investigación criminal dirigida por órganos militares o juzgados por un tribunal militar en caso alguno. Con independencia de lo anterior, en cualquier caso deberán ser juzgados con estricta observancia de las garantías establecidas en la Convención sobre los Derechos del Niño y las estipuladas en las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia a menores (Reglas Mínimas de Beijing).

En caso de conflicto armado, se estará a lo dispuesto a propósito de los principios de Derecho Humanitario (principios VI y VII), en completa conformidad con la Convención sobre Derechos del Niño (especialmente, los artículos 32, 37, 38 y 39). Sin embargo, en tiempos de paz, los tribunales militares nunca podrán juzgar a un menor de edad, más aún, cuando existe una legislación penal especial en la materia. En virtud de lo dispuesto por el artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el menor que sea detenido deberá ser conducido prontamente al tribunal ordinario competente para conocer de su causa.

PRINCIPIO XIIDerecho a juicio previo, oral y público

Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral y público.Se debe garantizar plenamente, en todos los casos, el derecho a un

juicio justo e imparcial y toda sentencia que emane de un órgano que ejerce jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente

tramitado.

Este principio forma parte del derecho al debido proceso, quizás la garantía angular dentro de todo enjuiciamiento criminal. Sus fuentes datan de la Carta Magna inglesa y, contemporáneamente, puede encontrarse en las siguientes fuentes internacionales: los artículos 10 y 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los artículos 18 y 26 de la Declaración

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Americana de los Derechos del Hombre, el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 8 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Dentro del ordenamiento interno, la garantía del debido proceso se encuentra recogida en el artículo 19, número 3 de la Constitución Política de la República. Si bien todas estas fuentes no se refieren expresamente a un derecho a juicio previo, oral y público, sí lo hacen a propósito de las exigencias que debe satisfacer un proceso penal legítimo. Es la técnica que utiliza la Constitución, cuando se refiere a la necesidad de un juicio previo legalmente tramitado, cuestión que se ve profundizada por el artículo 1 del Código Procesal Penal que explicita las condiciones que debe revestir el procedimiento, es decir, que debe ser previo, oral y público.

El derecho a un juicio previo importa una exigencia respecto de que toda persona tiene derecho a ser oída y facultar la posibilidad de esgrimir su defensa frente a las acusaciones que se le formulen. La misma Constitución exige imperativamente que la sentencia de un órgano que ejerce jurisdicción se funde en un proceso previo, lo que significa que la sentencia judicial es el fundamento legítimo para la imposición de una pena concreta y, a través del proceso, hay una mediatez en la aplicación de la sanción punitiva, materializando la posibilidad de defensa de las personas frente a los cargos que se le formulen. Además, y conforme a las obligaciones internacionales, toda persona acusada de una infracción penal militar, tendrá derecho a ser juzgada sin dilaciones indebidas y en su presencia.

La exigencia de publicidad se encuentra en íntima conexión con un Estado Democrático de Derecho y, en especial, con el principio de publicidad que rige para todos los actos estatales, en virtud del artículo 8 de la Constitución Política de la República. Permite un control ciudadano sobre la corrección de las decisiones judiciales y, en consecuencia, procura aumentar la confianza

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pública en la administración de justicia de los Estados, al evitar la posibilidad que circunstancias externas influyan en el tribunal y, con ello, en la sentencia. La publicidad de los debates debe ser el principio en esta materia y el secreto debe ser totalmente excepcional y restrictivo, así como siempre sujeto al control judicial. La posibilidad de establecer excepciones debe entenderse en términos calificados y ser interpretadas de manera restrictiva, procurando siempre, dotar de la mayor eficacia la transparencia del debate en un proceso penal militar.

Finalmente, y aunque no se encuentra desarrollado explícitamente por las fuentes del Derecho Internacional, el derecho a un juicio oral se encuentra en una relación estrecha con el derecho a un juicio público y con los principios de inmediación, concentración y continuidad del juicio. Permite garantizar que la decisión del tribunal sea la consecuencia directa del debate público que la antecedió, donde el órgano jurisdiccional pudo examinar la prueba a través de sus percepciones directas y de manera continúa y concentrada.

PRINCIPIO XIIIProhibición de persecución penal múltiple o nom bis in idemLa persona condena, absuelta o sobreseída definitivamente por

sentencia ejecutoriada, no podrá ser sometida a un nuevo procedimiento penal por el mismo hecho.

La prohibición de persecución penal múltiple se trata de una garantía del imputado frente al Estado que excluye la posibilidad de ser juzgado o sancionado por un delito por el cual haya sido condenado o absuelto por una sentencia firme, de acuerdo con el procedimiento penal establecido por la ley, cuando exista una identidad de sujetos, hechos y causa y sin perjuicio de la responsabilidad civil y administrativa que pudiere afectarle. Se trata de una extensión del principio de proporcionalidad y de la cosa juzgada

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material. A nivel internacional, se encuentra recogido en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.7) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8.4). Bajo este principio, se garantiza la prohibición de doble enjuiciamiento de una persona por los mismos hechos, respecto de una condena, no siendo entendido, por ejemplo, para impedir la revisión de una sentencia firme a favor del imputado o condenado. Se busca, en consecuencia, limitar la acción de persecución, acusación y condena y no restringir las revisiones que puedan favorecer la libertad de las personas.

El principio de nom bis in idem requiere la concurrencia de tres presupuestos: que en los procesos en cuestión exista una identidad de personas, identidad de objeto e identidad de motivo de persecución penal o, en otros términos, identidad de la pretensión punitiva estatal. La identidad de persona exige una identidad física entre los imputados de ambos procesos penales; la identidad de objeto dice relación con la identidad del hecho imputado, prescindiéndose de la valoración o calificación jurídica que se haga de los mismos; la identidad de causa o fundamento, finalmente, se refiere a la pretensión punitiva del Estado.

Esta triple identidad se da, por ejemplo, si un tribunal militar quisiere incoar un procedimiento contra una persona que ya fue objeto de otro procedimiento ante un tribunal ordinario, puesto que el nom bis in idem no exige identidad en la clase de los tribunales que conocen del proceso.

PRINCIPIO XIVPresunción de inocencia

Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca su culpabilidad conforme a la ley y

en un juicio público en que se hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.

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La presunción de inocencia se constituye como uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho. En virtud de ésta, se presume que los ciudadanos no son autores de conductas tipificadas como delito en tanto no se haya establecido su responsabilidad penal mediante sentencia firme. De tal forma, la prueba de su participación y de la concurrencia de los elementos del tipo delictivo son de cargo de la parte que actúa como acusadora en el correspondiente proceso penal. Se trata de un principio elemental, contenido en el artículo 11.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los artículos 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. A nivel interno, el artículo 4 del Código de Procedimiento Penal la considera entre sus principios básicos, lo que también realiza el artículo 7 del Reglamento de Establecimientos Penitenciarios (Decreto N° 518) respecto de los internos detenidos y sujetos a prisión preventiva.

Esta garantía se desarrolla en distintos ámbitos. La primera de ella se refiere a la imputación de un hecho delictivo a un sujeto que aún no ha sido juzgado, de manera que no se suponga a priori su culpabilidad. La segunda, a la forma en que se determina la participación en un hecho ilícito, puntualmente, en lo que dice relación con la carga de la prueba. Por último, se refiere al trato que se debe dar a quienes están siendo imputados por un delito, particularmente a quienes se encuentran en prisión preventiva, respecto de los cuales, las reglas mínimas para el tatamiento de lo reclusos contiene una serie de normas acerca del trato preferencial de aquellos privados de libertad que no han sido condenados.

PRINCIPIO XVDerecho de Defensa Jurídica

Todo imputado tiene la facultad de intervenir en el proceso penal militar que se dirige en su contra a objeto de evidenciar la falta de fundamento de la pretensión punitiva u otra circunstancia que la

excluya o atenúe.

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Este derecho busca hacer efectiva la protección de los derechos subjetivos, ya sea que se realice por el titular de estos derechos o por su abogado. Por lo tanto comprende la llamada defensa material entendida como el ejercicio de los derechos conferidos por el ordenamiento jurídico durante el curso del procedimiento y dimensión técnica, entendido como el derecho a ser asistido por un abogado desde la primera actuación en el proceso. Este principio se encuentra contenido en los siguientes instrumentos internacionales: artículo 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 14.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Respecto de las normas internas, comparte su fuente constitucional del artículo 19, número 3 y su fuente legal del artículo 8 del Código Procesal Penal.

Este principio comprende una serie de derechos y obligaciones, como derecho a ser informado sin demora, en idioma que comprenda y en forma detallada de la naturaleza y de las causas de la acusación formulada en su contra; la posibilidad de disponer del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse con un defensor de su elección, además de estar facultado para hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o a ser asistido por un defensor de su elección y, por otra parte, a ser informado, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a tenerlo. Debe señalarse que toda persona tiene derecho a que se le nombre un defensor de oficio, gratuitamente, si careciera de medios suficiente para pagarlo.

En otro ámbito, el derecho de defensa jurídica involucra la facultad de interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo y, en general, el derecho a probar los hechos que invoca, valorar la prueba producida y exponer las razones de hecho y derecho para obtener una sentencia favorable,

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facilitándose en todo momento la asistencia gratuita de un intérprete si no comprende o no habla el idioma empleado por el tribunal.

PRINCIPIO XVIDerecho a guardar silencio

Entre las garantías del imputado frente a un proceso penal militar se encuentra su derecho a guardar silencio, y de este modo, se impide su utilización como fuente de información. Lo que implica que no puede

ser obligado a declarar contra sí mismo ni declararse culpable.

Dentro del derecho a la defensa se encuentra este principio, el que a su vez guarda relación con el derecho a no autoincriminarse, lo que se opone al sistema inquisitivo que colocaba al imputado como medio de prueba, por cuanto actualmente se concibe la declaración del imputado como un medio de defensa. El derecho a guardar silencio, bajo la fórmula del derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable se encuentra recogido en los artículos 8.2 letra g) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14.3 letra g) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. En nuestro derecho se consagra en el artículo 19 número 7 letra f), en tanto que el Código Procesal Penal lo contempla como uno de los derechos del imputado en el artículo 93 letra g).

Se trata de un derecho de carácter renunciable; sin embargo, en el caso que el imputado decida prestar declaración, se deben resguardar otra serie de garantías: tal decisión debe ser realizada de manera libre, sin que se le someta a ninguna clase de coacción, amenaza o promesa ilegítima para su otorgamiento; el imputado debe adoptar esta decisión una vez que sea informado de sus garantías procesales y, finalmente, el desarrollo de la declaración debe ocurrir en presencia de su defensor.

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PRINCIPIO XVIILegalidad de las medidas privativas o restrictivas de libertad

Toda persona tiene derecho a la libertad personal y a la seguridad individual.

No se podrá citar, arrestar, detener, someter a prisión preventiva ni aplicar cualquiera otra forma de privación o restricción de libertad a

ninguna persona, sino en los casos y formas señalados por la Constitución y las leyes.

Las disposiciones del Código de Justicia Militar que autorizan la restricción de la libertad o de otros derechos del imputado o del

ejercicio de alguna de sus facultades, serán interpretadas restrictivamente y no se podrán aplicar por analogía.

La legalidad de las medidas privativas o restrictivas de libertad constituye una garantía del derecho a la libertad personal. La dimensión de garantía viene constituida por el establecimiento de una reserva legal y constitucional a efectos de la aplicación de cualquier restricción o privación de la libertad de una persona. En definitiva, estas medidas deberán estar restringidas a los casos y la forma que determine la Constitución y la ley dictada conforme a ella. Se trata, por tanto, de una extensión de la tutela a la libertad personal que realiza la reserva de ley y, por tanto, un principio fuertemente extendido en fuentes nacionales e internacionales. En el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se recoge en los artículos 9 y 12 mientras que en la Convención Americana sobre Derechos Humanos se expresa en su artículo 7. Además, nuestra Constitución Política de la República lo eleva a un rango constitucional, al ser establecido como derecho fundamental en el artículo 19, número 7, en sus letras b) y c).

El principio agrega, además, una regla hermenéutica que, por un lado, impone una interpretación acotada de las disposiciones normativas que autorizan la

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restricción de libertad o de otros derechos del imputado y que, por otro, proscriben la aplicación analógica de esas disposiciones, reforzando el carácter estricto que la reserva de ley tiene sobre estas materias.

Finalmente, las dos ideas matrices contenidas en el principio vienen a confirmar el carácter excepcional que tienen las restricciones a la libertad personal o las restricciones, en general, de cualquier otro derecho fundamental de quienes se ven sujetos a una persecución penal.

PRINCIPIO XVIIIPrincipio in dubio pro reo

Todo tribunal que no arribe al convencimiento de la culpabilidad del sujeto más allá de toda duda razonable, tendrá la obligación de

absolver.

Esta máxima latina se traduce como “la duda favorece al reo”. Conforme a este principio, cuando de la prueba obtenida en el juicio el sentenciador no adquiere una alta certeza que el imputado o acusado ha incurrido en un hecho punible, éste debe ser absuelto. Se trata de un principio que opera como norma de interpretación de la prueba rendida y en caso de que ella dejare duda en el ánimo del juzgador sobre la culpabilidad del imputado o acusado, deberá estarse a aquella consideración que sea más favorable al afectado. Se trata de un principio que, si bien no se identifica, se implica a partir de la presunción de inocencia y por lo tanto, se encuentra en diversas disposiciones internacionales como en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8).

Este principio de carácter interpretativo también ha sido concebido como la faz procesal del principio de legalidad estricta del Derecho Penal. De tal

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manera que, mientras que en el ámbito procesal será necesario probar el hecho punible y la participación culpable –debiendo absolverse en caso de duda-, en el ámbito sustantivo, debe optarse por la interpretación más restrictiva en materia de punibilidad.

PRINCIPIO XIXGarantía de habeas corpus

Toda persona que sufre privación, perturbación o amenaza de su libertad, por resoluciones de los tribunales militares o por actos u

omisiones arbitrarios o ilegales, referidos a hechos y personas que se encuentren en el ámbito militar, tiene derecho a recurrir ante el

tribunal superior que determine la ley, que sea competente, independiente e imparcial, a fin de que éste resuelva sin demora,

sobre la legalidad de la privación, perturbación o amenaza de la libertad, o la haga cesar, en su caso, ordenando su puesta en libertad.

Las resoluciones que se dicten por el tribunal militar superior serán recurribles ante la Corte Suprema de Justicia.

El recurso de amparo o habeas corpus es una de las principales garantías para tutelar y proteger la libertad personal y la seguridad individual. Se trata, pues, de un principio que tiene amplio reconocimiento en el ámbito internacional, y que responde a la lógica del derecho al recurso o, en otros términos, se trata de una garantía judicial efectiva para hacer frente a privaciones de libertad ilegales o arbitrarias. Dentro de sus fuentes internacionales se encuentran los artículos 7, números 6 y 8; ambos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y los artículos 9 y 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. A nivel interno, el derecho a la libertad personal se encuentra expresado en la Constitución Política de la República en su artículo 19, número 7 y su garantía, el recurso de amparo, se recoge en el artículo 21.

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Se trata de un derecho que no tolera excepción, ya que, incluso en tiempo de guerra o en caso de conflicto armado, se aplican las garantías del Derecho Humanitario –en este caso, el IV Convenio de Ginebra- permitiendo siempre ejercer el recurso de habeas corpus. Se trata de una obligación generalizada para garantizar un recurso efectivo ante un tribunal superior competente que determine la ley. El amparo o habeas corpus es un derecho de la persona privada de libertad de ser llevada ante el juez, con el objeto de que analice la privación, perturbación o amenaza de su libertad que esté sufriendo, a fin de establecer su eventual ilegalidad y dar pronto remedio a esta situación.

PRINCIPIO XXIndependencia de los tribunales militares

Todo tribunal militar deberá ser independiente e imparcial. La ley deberá proveer los medios para resguardar esta independencia, así como proveer a las partes los derechos y recursos en caso que la

independencia o imparcialidad pudiere verse afectada.

El derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial en todas las fases de un proceso penal es un derecho fundamental de amplio reconocimiento. A nivel internacional se encuentra recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 10), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, entre otros instrumentos internacionales. A nivel interno, la Constitución Política de la República contempla la independencia funcional o institucional de los tribunales de justicia en su artículo 76, en cuanto reserva exclusivamente la facultad de ejercer la jurisdicción, excluyendo –en virtud del principio de separación de poderes– la intervención de los otros poderes del Estado.

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El principio de independencia de los tribunales tiene, además de la faz institucional, una dimensión personal que no dice relación con otros poderes del Estado, sino que hace referencia a la persona que ejerce la función judicial. En ese sentido, el derecho a un juez independiente se traduce en la libertad que el juez debe tener para llevar a cabo el cumplimiento de sus funciones frente a presiones o imposiciones que alteren la sustanciación y fallo de una causa conforme a Derecho. Esta independencia tiene dos aspectos, uno interno y otro externo. Independencia interna importa que el juez no dependa de ninguna autoridad al interior de la estructura judicial, salvo en el control de sus resoluciones por las causales que establezca la ley. El aspecto externo dice relación con la no dependencia del juez respecto de otra autoridad del Estado. De esta forma se logran las circunstancias objetivas de imparcialidad, en virtud de las cuales el diseño de la institucionalidad –tanto interna de los tribunales, como fuera de ellos– permite al juez fallar conforme a Derecho y sin presiones indebidas. Este tipo de circunstancias se ligan, además, con las subjetivas, en virtud de las cuales el juez no puede estar relacionado o vinculado con las partes o intervinientes del conflicto, así como no puede estar comprometido con ninguna de las tesis que se presenten durante la tramitación del proceso.

Al respecto, los principios básicos relativos a la independencia de la judicatura establecen que los jueces deben resolver los asuntos que conozcan con imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualquier sector o por cualquier motivo. Además, agregan, este principio se conecta con el derecho al juez natural y la prohibición de ser juzgado por comisiones especiales que sustituyen el ejercicio de la jurisdicción entregada por la Constitución Política y las leyes a los tribunales de justicia.

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Una de las principales garantías de independencia de los jueces es la inamovilidad de los mismos, permitiendo que éstos no sean removidos de sus cargos no obstante las decisiones que tomen basadas en razonamientos jurídicos. Otra vía de asegurar la independencia constituye el establecimiento de un régimen severo de implicancias y recusaciones, procurando que el juez no se encuentre comprometido con ninguno de los actores de un proceso penal. En el ámbito militar, además, debe ser particularmente resguardado el ámbito interno–objetivo, evitando toda subordinación directa o indirecta del juez, en cuanto a la organización y el funcionamiento de la propia justicia, o en cuanto al desarrollo de la carrera de juez militar, cuando éste se sujeta a la cadena de mando.

PRINCIPIO XXIReserva legal

Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delito por el derecho aplicable.

Toda pena deberá estar siempre establecida por la ley.

El principio de reserva legal es uno de los más importantes en materia penal. Se relaciona directamente con la legitimidad democrática para limitar y regular los derechos de las personas, así como para dar garantías de publicidad y transparencia en el establecimiento de figuras penales que privan de derechos fundamentales a través de sus sanciones. Su formulación latina obedece a la conocida expresión de nullum crimen, nulla poena sine lege praevia, stricta, scripta. La ley debe establecer tanto las conductas que son merecedoras de reproche penal, a través de los delitos, como la sanción que se establezca. Asimismo, el término “pena” debe entenderse en un sentido amplio, de manera tal que integre las medidas de seguridad y corrección. En general, y con respecto de sus fuentes, se trata de una disposición universalmente aceptada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (en su artículo

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11) y que se encuentra recepcionada en diversos tratados internacionales, como el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos. A nivel interno, la Constitución Política de la República se encarga de detallarlo en su artículo 19 número 3 y su regulación legal se recoge en los artículos 1 y 18 del Código Penal.

El principio de reserva legal comporta tres dimensiones: la ley previa, estricta en su tipificación y ser ley en el sentido jurídico formal. La legalidad de los delitos fundamenta la legitimidad de su imposición, ya que a través de los representantes elegidos por el pueblo se acuerdan las infracciones que vulneran gravemente bienes jurídicos relevantes para la sociedad. Por legalidad, en consecuencia, se entiende un concepto técnico formal, como aquella norma que emanan del Parlamento cumpliendo el procedimiento establecido por la Constitución. Se trata, por tanto, de un principio ampliamente consensuado en la dogmática penal y busca ser una forma de garantía frente a la aplicación de sanciones, ya que si el legislador no ha previsto una pena para una conducta determinada, no es legítimo que un tribunal la imponga.

Además de lo anterior, debe hacerse notar ciertos problemas que ha presentado este principio en el ámbito militar, en lo que respecta a las leyes penales en blanco. El principio de reserva, en su vertiente de taxatividad o tipicidad, exige que la conducta se detalle explícitamente y de manera completa en la ley, no dejando posibilidad que la conducta punible o la pena pueda estar regulada en una norma de inferior jerarquía. Por lo tanto, debe propenderse a excluir la admisibilidad de las leyes penales en blanco para satisfacer el exigente estándar del principio de legalidad. Su inclusión, afecta el fundamento democrático de legitimidad que tiene la imposición de sanciones por parte del Estado y la debida garantía de publicidad y

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advertencia que requieren los ciudadanos para ajustar su comportamiento a las expectativas normativas punitivas positivadas en un ordenamiento jurídico dado. Un nuevo Código de Justicia Militar debe buscar fortalecer una estricta tipificación de la conducta que se castiga en cada caso, procurando alcanzar el mayor grado de detalle y excluyendo fórmulas amplias, vagas o indeterminadas.

PRINCIPIO XXIIIrretroactividad de la ley penal militar

Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos que la nueva

ley favorezca al afectado.

La irretroactividad de la ley penal es una derivación del principio de legalidad y la manifestación de una regla general del Derecho: toda ley debe regir para conductas que acontezcan con posterioridad a la promulgación de ésta, cuando se establezca un tipo penal. En consecuencia, la retroactividad de las leyes penales, es decir, que se apliquen a conductas realizadas con anterioridad de la entrada en vigencia de la ley en cuestión, es, en principio, proscrita. Esta disposición, en materia de fuentes internacionales, se encuentra en las mismas disposiciones que el principio anterior: artículo 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos. Respecto de las normas internas, comparte su fuente constitucional del artículo 19 número 3 y su fuente legal del artículo 18 del Código Penal.

Si bien la irretroactividad es la regla general, se establece como excepción la posibilidad de aplicar retroactivamente disposiciones que sean más favorables al afectado. Se trata de la retroactividad posterior favorable que

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rige en materia penal, en virtud del principio de humanidad de las penas. Conforme a éste, si el legislador ha concebido un cambio de criterio en la aplicación de sanciones a conductas que, con anterioridad, recibían un trato más severo, parece razonable que las personas que en el pasado cometieron las mismas conductas se vean beneficiadas por este cambio del criterio del legislador. En estos casos, el juez está obligado a aplicar la disposición posterior con efecto retroactivo, si favorece al afectado. Esta excepcionalidad en materia de retroactividad, también alcanza a quienes se encuentran cumpliendo penas impuestas por sentencia firme y ejecutoriada y no solamente a aquellos sujetos a un proceso penal en curso.

PRINCIPIO XXIIIProhibición de analogía in malam partem

En ningún caso un tribunal militar podrá proceder a integrar una norma que complete un delito, una situación calificante de un delito o una

circunstancia agravante de responsabilidad penal que pueda perjudicar al afectado.

La prohibición de analogía, en materia penal, se deriva del principio de reserva legal que rige esta materia. Conforme a éste, sólo el legislador puede tipificar delitos e imponer penas a determinadas conductas, por lo que estaría vedado al sentenciador integrar normas para colmar lagunas jurídico penales. La analogía es un mecanismo de integración jurídica y consiste en un proceso de completar vacíos o lagunas dentro del ordenamiento. Para esto se aplica a una hipótesis no regulada, la solución que presenta una norma aplicable a otro supuesto que presenta similitudes sustanciales en cuanto a los fines normativos perseguidos. La proscripción de analogía es una garantía formal en cuanto a que si se le prohíbe a un juez recurrir a cualquier clase de normas que no estén contenidas en una ley formal, con mayor razón ha de vedársele la creación de ellas mediante

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un razonamiento analógico, siguiendo una interpretación a fortiori en este punto.

Como puede desprenderse de lo anteriormente expuesto se trata de un principio que emana de la reserva legal en materia penal y comparte, de manera implícita, las fuentes que hemos señalado anteriormente, tanto internas como internacionales.

La prohibición de analogía derivada del principio de legalidad debe entenderse a aquella que se denomina in malam partem, es decir, en cuanto perjudica al afectado. Por otra parte, la analogía in bonam partem, esto es, aquella que favorece al afectado se encuentra permitida porque no se opone a limitar el poder punitivo del Estado, favoreciendo así las libertades fundamentales de los ciudadanos, al igual que el caso de la retroactividad de una ley posterior favorable. La Constitución, al consagrar los derechos fundamentales, busca limitar el ius puniendi estatal, por lo que la integración de normas favorables al afectado a través del método analógico estaría conforme con el orden constitucional.

PRINCIPIO XXIVLesividad del Derecho Penal Militar

El Derecho Penal Militar se estructura conforme al principio de ultima ratio y, en conformidad con éste, sólo se tipifican conductas que la sociedad estime de mayor gravedad atendida la ofensividad de la

misma, y se aplican sanciones únicamente cuando el caso no pueda ser resuelto por otra vía menos lesiva de los derechos de las personas.

Las medidas disciplinarias tendrán siempre preferencia frente al ejercicio del ius puniendi militar.

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El Derecho Penal, según esta garantía material, sólo es legítimo mientras sus actuaciones descansen en la protección de bienes jurídicos. En su expresión latina se le conoce como nulla poena sine injuria. Si bien se trata de un principio que carece de reconocimiento positivo, diversas disposiciones en el orden interno o de carácter internacional, permiten extraer su contenido. Así, el principio se fundamenta en que el ejercicio de la soberanía estatal reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana, conforme a lo previsto en el artículo 5 de la Constitución Política de la República. Esto explica la idea de dar una mayor protección y vigencia a las libertades de las personas, procurando restringir al máximo el empleo del Derecho Penal a sólo aquellos aspectos donde su acción es estrictamente necesaria. La conexión, por tanto, con el principio de proporcionalidad es ineludible, como a continuación se expresa.

A nivel internacional, la Convención Americana sobre Derechos Humanos prescribe, en su artículo 1, el compromiso de los Estados partes de la convención en orden a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social, entendiendo que persona es todo ser humano. En relación con lo anterior, en lo que respecta al libre ejercicio de los derechos fundamentales, tanto la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establecen la prohibición de restricciones o menoscabos de los derechos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado parte en virtud de leyes, convenciones, reglamentos o costumbres, so pretexto de que dichos instrumentos no los reconozcan o lo hagan en menor grado.

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Este principio, por otra parte, establece una prelación de órdenes sancionatorios, en el evento de la ocurrencia de una conducta ilícita. Según la lesividad que exige el Derecho, sólo aquellos casos más graves pueden ser sancionados con una pena, mientras que la generalidad de los casos pueden ser resueltos a través de medidas disciplinarias en sede administrativa. Por lo tanto, un Código de Justicia Militar debe, necesariamente, estructurarse de manera tal de tipificar, exclusivamente en sede penal, aquellas conductas que vulneran gravemente los principios constitucionales de los cuerpos armados. Otras materias de inferior magnitud deberían radicarse en los reglamentos de disciplina de cada institución los que, sin embargo, no pueden estar ajenos al resto de las principios jurídico penales y deben respetar las garantías que establece el Derecho administrativo sancionatorio.

PRINCIPIO XXVProporcionalidad de la pena

Los delitos militares deberán asignar una pena que sea proporcional al bien jurídico protegido.

En consecuencia, no se castigará con penas privativas de libertad aquellas conductas que puedan ser reprimidas debidamente mediante

la suspensión o privación de otros derechos.

Conforme a este principio, la pena debe ser proporcionada tanto a la gravedad del hecho como a la culpabilidad del sujeto. También se ha entendido como la prohibición de exceso en el establecimiento de penas. En un Derecho Penal legítimo no se permite que delitos que atentan contra bienes jurídicos de mayor entidad tengan penas más bajas que las de delitos que atentan contra bienes jurídicos de inferior entidad. Si bien este principio no tiene reconocimiento constitucional expreso en nuestro ordenamiento nacional, tiene un fundamento que ha recaído en la dignidad y la libertad de la persona humana (artículo 1), así como en el principio de

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servicialidad del Estado y en la igualdad ante la ley (artículos 1 y 19, número 2), lo que obliga hacer imperar la prohibición de excesos, haciendo que la pena reconozca ciertos límites. Otros elementos constitucionales permiten extraer el principio, como las consideraciones generales de los principios de Estado de Derecho, conjuntamente con la interdicción de arbitrariedad de los poderes públicos; la garantía de respeto del contenido esencial mínimo de los derechos fundamentales (artículo 19, número 26); la lógica de los estados de excepción constitucional, establecidos para situaciones que afecten gravemente el normal desenvolvimiento de las instituciones del Estado (artículo 39) y, finalmente, respecto del marco de la prisión preventiva, donde establece la necesidad de cumplir con determinados fines, demostrando su carácter instrumental dentro del proceso penal (artículo 19, número 7).

En el ámbito internacional, diversas disposiciones dan cuenta implícita del contenido material del principio, como la prohibición de tortura, penas inhumanas, degradantes o de tratos crueles, inhumanos o degradantes; la restricción a los experimentos médicos sin consentimiento del paciente; la protección del derecho a la vida; las limitaciones impuestas a los Estados que han abolido la pena de muerte para reactivarla; las libertades de pensamiento y expresión; las restricciones a la autorización de trabajos forzados como pena accesoria; la segregación que debe existir entre procesados y condenados en recintos penales; las finalidades de reforma y readaptación social en regímenes penitenciarios y la prohibición de prisión por deudas o por obligaciones contractuales (Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículos 6, 7 y 13 y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículos 6, 7, 8, 10 y 11, respectivamente).

Se trata, por otra parte, de un principio que tiene amplio reconocimiento internacional en la limitación de derechos fundamentales, tanto en el

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concepto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos como en la Corte Interamericana, respecto de medidas limitativas de derechos fundamentales que deben ser estrictamente necesarias en el marco de un estado democrático de Derecho. En general, se sostiene que una norma que limite derechos fundamentales, como es el caso de toda ley punitiva, requiere ser proporcionada al fin que persigue, satisfaciendo íntegramente sus tres dimensiones de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. La idoneidad se refiere a que la medida punitiva debe ajustarse previamente a un fin determinado y ser adecuada para cumplirlo. La necesidad de la medida importa la adopción de otras medidas menos gravosas para los bienes jurídicos en juego. La proporcionalidad en sentido estricto, en último término, exige que se ponderen los bienes en pugna procurando maximizar la eficacia y protección de los mismos.

El principio de proporcionalidad en materia penal militar pretende dar vigencia a la idea de ultima ratio del Derecho Penal general, castigando determinadas parcelas de ilicitud del ordenamiento jurídico, con una pena estrictamente necesaria para la protección de los principios constitucionales de la organización militar. Además, se conecta directamente con la presunción de inocencia, excluyendo, por ejemplo, la aplicación de la prisión preventiva, en el curso de un proceso penal, cuando la pena a imponerse efectivamente, sea privativa de otros derechos distintos de la privación de libertad o, por otro lado, pudiere corresponderle al afectado un beneficio penitenciario, como alternativa a la pena privativa de libertad.

El principio en cuestión, por lo tanto, tiene dos dimensiones, una abstracta y otra concreta. La primera se refiere al establecimiento de tipos penales con sus respectivas penas, donde se distingue según el bien jurídico, las formas de comisión del delito, el dolo o la negligencia del agente y la magnitud del daño. En el aspecto concreto, plantea respecto del derecho sustantivo, la exigencia de

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aplicación proporcionada de penas para cumplir con el mandato de igualdad en la ley y, además, en términos adjetivos, su consideración en el empleo y aplicación de medidas cautelares.

PRINCIPIO XXVIPrincipio de culpabilidad

Ninguna persona podrá ser sometida a una pena sino en virtud de una sentencia que acredite su culpabilidad en el hecho.

No hay pena sin dolo o negligencia, debidamente acreditada en el marco del proceso penal. Se prohíbe toda forma de responsabilidad objetiva

en materia penal militar.La ley no podrá presumir de derecho la responsabilidad penal ni alguno

de los presupuestos de la misma.Cuando la pena venga determinada por la producción de un resultado

posterior más gravoso, sólo se responderá de éste si se hubiere causado, al menos, por negligencia.

Este es el principio material más importante del Derecho Penal y se ha formulado en la expresión latina de nulla poena sine culpa. Consiste en que, básicamente, para que un hecho pueda ser castigado penalmente es necesario que éste sea considerado como la obra de una persona determinada, como la expresión de la subjetividad de una persona y, por lo tanto, no basta con la constatación de un hecho dañoso objetivo. En nuestro ordenamiento jurídico, la Corte Suprema le ha dado anclaje constitucional, respecto del artículo 19 número 3, a propósito de la prohibición de presumir de derecho la responsabilidad penal. Este principio explicita la necesidad de acreditar, en el marco de un proceso penal, los presupuestos de imputación y el nexo subjetivo del agente con respecto de la verificación de una conducta activa u omisiva.

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Esta garantía material, además, cumple un rol importante en materia de hermenéutica jurídica, en los casos que una norma ambigua puede aparecer, a primera vista, como un caso de responsabilidad objetiva. En este tipo de situaciones, cuando la vulneración no es inequívoca y puede interpretarse de otra forma, esta labor de hermenéutica debe hacerse de modo que se encuadre con lo preceptuado bajo el principio de culpabilidad. En consecuencia, y específicamente para el caso de delitos calificados por el resultado, si el resultado exigido por la norma determina la imposición de una pena mayor, entonces debe entenderse, al menos en sede interpretativa, que para la producción de dicho resultado se exige culpa de parte del agente.

PRINCIPIO XXVIIRégimen de las prisiones militares

En la prisión militar, los militares detenidos y aquellos sujetos a prisión preventiva serán segregados de los militares que se encuentren cumpliendo condenas. La calidad de militar se considerará al momento

de la comisión del delito que se le imputa.El sistema penitenciario militar tendrá por objeto la reforma y

readaptación social del militar condenado.

El régimen de prisiones militares deberá cumplir lo dispuesto en las normas internacionales, en particular, las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos; los Principios Básicos para el Tratamiento de los Reclusos y el Conjunto de Principios para la Protección de todas las Personas sometidas a cualquier forma de Detención o Prisión, al igual que ser accesibles a los mecanismos de inspección nacionales e internacionales, prohibiéndose en éstas todo trato que atente contra la dignidad humana.

Este principio busca consolidar una institucionalidad para las prisiones militares en las que la privación de libertad de las personas cumpla

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con los estándares mínimos de cuidado y mantención que se aseguran para el sistema penitenciario común u ordinario. De esta forma se ve complementado con otros principios ya enunciados, como la prohibición de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes, la prohibición de efectuar experimentos médicos y, en general, de todo trato que atente contra la dignidad humana, respecto de los sujetos sometidos a prisión preventiva o aquellos que se encuentran bajo el cumplimiento de una pena privativa de libertad. Esta dimensión del principio se encuentra en íntima conexión con normas internacionales, como la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984 y la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Además, puede ser concordado con disposiciones generales de derechos humanos, tales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en sus artículos 7, 9 y 10, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en sus artículos 5, 6, 7 y 8. A nivel interno, por otro lado, este principio se conecta con las disposiciones recogidas en el artículo 19, números 3 y 7 de la Constitución Política de la República.

En general, debe entenderse la privación de libertad en un sentido amplio, esto es, como cualquier forma de detención o encarcelamiento o incluso de custodia de una persona, ya sea por orden de una autoridad judicial, autorizada legalmente para ello, o por concepto de flagrancia.

Finalmente, se expresa la finalidad del régimen penitenciario en torno a procurar la readaptación social del condenado por un militar, conforme a lo dispuesto en el artículo 5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.