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PROCLO, Elementos de Teología, traducción, prólogo y notas de Francisco de P. Samaranch, Editorial
Aguilar, Buenos Aires, 1965.
l. Todo lo múltiple participa de alguna manera de la multiplicidad.
En efecto: supóngase una multiplicidad que no participe en modo alguno de la unidad. Ni esa
multiplicidad tomada como un todo, ni cualquiera de sus diversas partes, será una; cada parte será a su
vez una multiplicidad de partes y así hasta el infinito. Y de esta infinidad de pares cada una, una vez
más, será infinitamente múltiple; pues una multiplicidad que no participa en modo alguno de ninguna
unidad, ni tomada como un todo, ni respecto de las partes tomadas individualmente, será infinita de
cualquier manera y respecto de cada una de las partes. Porque todas y cada una de las partes de una
multiplicidad –tómese la que se quiera– ha de ser o una o no-una; y si es no-una, tiene que ser o bien
múltiple o bien nada. Ahora bien, si cada parte es nada, el todo es nada; si es múltiple, está constituida
por una infinidad de infinitos.
Y esto es imposible: pues por una parte, nada de lo que es o existe está constituido por una infinidad de
infinitos –puesto que el infinito no puede ser superado, mientras que cada parte singular es superada
por la suma–; y, por otra parte, nada puede estar constituido por partes que son nada. Por consiguiente,
toda multiplicidad participa de algún modo de la unidad.
9. Todo lo que es autosuficiente, bien en su existencia, bien en su actividad, es superior a los que no es
autosuficiente. Antes depende de otra existencia que es la causa de su perfección.
Pues, si todas las cosas que existen sienten una natural apetencia de su bien, y si además hay cosas que
sacan su prosperidad de sí mismas y cosas que exigen la ayuda de otra, cosas que tienen la causa de su
bien dentro de sí y cosas a quienes esta causa es externa: entonces, en la misma proporcionen que las
primeras están más cerca del dador de lo que apetecen, en esa misma tienen que ser superiores a lo que
necesita una causa extraña del bien y a lo que ve su existencia o su actividad perfeccionadas solamente
en virtud de una recepción de fuera. Así pues, puesto que lo que es autosuficiente tiene una mayor
semejanza con el Bien en sí –si bien es menor, por cuanto participa del bien, y no es él mismo el primer
Bien–, es de alguna manera afín al Bien, en cuanto puede proporcionarse su bien a partir de su propio
ser, mientras que lo que no sólo participa, sino que además participa gracias a un medio externo, es lo
que se halla más alejado del primer Bien, que no es otra cosa que bien.
11. Todo lo que existe procede de una sola causa, la causa primera.
Pues, de lo contrario, todas las cosas serían incausadas; o bien la suma de la existencia es limitada y se
da entonces una causalidad en circuito dentro de la suma; o bien se dará un proceso infinito, poniendo
una causa detrás de esta otra, de forma que la afirmación de causas anteriores no acabaría nunca.
Pero, si todas las cosas fueran incausadas, no se daría entonces ninguna de las secuencias [:] primario y
secundario, perfectivo y perfecto, regulativo y regulado, generativo y generado, activo y pasivo; y todas
las cosas serían incognoscibles. La tarea de la ciencia, en efecto, es el reconocimiento de las causas, y
solamente cuando reconocemos las causas de las cosas decimos de ellas que las conocemos.
Y, si las causas se encadenan entre sí en forma circular, las mismas cosas serán a un tiempo anteriores
y consiguientes; es decir, supuesto que toda causa productiva es superior a su producto1, cada una de
ellas será a un tiempo más eficiente que las demás y menos eficiente que ellas. –Poco importa que
establezcamos una concatenación de causa y efecto y derivemos el uno de la otra a través de un número
mayor o menor de causas intermedias; pues la causa de todas estas intermediarias será superior a todas
1 Ver # 7.
ellas, y cuanto mayor sea su número tanto mayor habrá de ser la eficiencia de esta causa–.
Y si la acumulación de causas puede proseguirse hasta el infinito, poniendo siempre si fin una causa
detrás de otra, también así todas las cosas serán incognoscibles, pues nada que sea infinito puede ser
aprehendido; y, al ser desconocidas las causas, no puede haber ningún conocimiento de sus
consiguientes.
Así pues, puesto que las cosas no pueden ser incausadas, que la causa no es convertible con el efecto, y
que un proceso infinito debe ser rechazado, hemos de admitir que hay una primera causa de todas las
cosas existentes, de la que todas y cada una proceden como las ramas de la raíz, unas cerca de ella y
otra más lejos. Puesto que no hay más que un solo primer principio de esta clase como ha sido ya
demostrado, porque la existencia de cualquier multiplicidad es posterior a ala del Uno.2
18. Todo lo que por su existencia confiere un carácter a otros, posee él mismo primitivamente ese
carácter que comunica a los receptores.
Pues, si confiere esto por el mero hecho de existir y hace la donación por su propia esencia por ello
mismo, entonces lo que confiere es inferior a su esencia, y lo que él es lo es en mayor grado y más
perfectamente, por el principio de que todo lo que es productor de algo es superior a su producto. Así
pues, el carácter, tal como preexiste en el dador original tiene una realidad más elevada que el carácter
conferido: es lo que es el carácter conferido, pero no es idéntico a él, puesto que aquel existe
primitivamente y el otro solo por derivación. Pues tiene que darse una de las tres hipótesis siguientes: o
bien que sean idénticos y que tengan una definición común; o bien que no haya nada común o idéntico
en ambos; o bien que el uno exista primitivamente y el otro por derivación.
Pero, si tienen una definición común, no es posible, como hemos dicho, que el uno sea causa y el otro
efecto; no es posible que el uno sea en sí y el otro en el participante; no es posible que el uno sea el
autor y el otro el objeto del proceso. Y, si no tienen nada idéntico, el segundo, al no tener nada en
común con la existencia del primero, no puede proceder de su existencia por exclusión, pues, sólo nos
queda admitir que donde una cosa recibe un carácter de otro en virtud de la simple existencia de esta
otra, el dador posee primitivamente el carácter que confiere, mientras que el receptor es por derivación
lo que es el dador.
19. Todo lo que primitivamente es inherente a cualquier clase natural de seres se encuentra presente
en todos los miembros de esta clase por igual, y en virtud de su definición común.
Pues; si no se hallara presente en todos por igual, antes bien, se hallara en unos sí y no en otros, es
evidente que no residirá primitivamente en esta clase, sino que residirá primitivamente en algunos
miembros, y por derivación en otros o secundariamente, y la participación de éstos en dicha cosa sería
transitoria. Pues un carácter que unas veces pertenece a un sujeto y otras veces no, no le pertenece
primitivamente ni en virtud de la naturaleza del sujeto, sino que es adventicio y llega a su poseedor
desde una fuente externa.
20. Más allá de todos los cuerpos está la esencia del alma; más allá de todas las almas está el
principio intelectivo; y más allá de todas las sustancias intelectivas se encuentra el Uno.
Todo cuerpo, en efecto, es movido por algo que no es él mismo: el automovimiento es contrario a su
naturaleza, pero por su participación del alma es movido desde dentro mismo y a causa del alma tiene
vida. Cuando el alma está presente, el cuerpo es de alguna manera automovido, pero no cuando el alma
está ausente: con esto se evidencia que el cuerpo es naturalmente movido desde fuera mientras que el
2 Ver # 5.
moverse por sí o el automovimiento corresponde a la esencia del alma. Pues aquello en que el alma está
presente recibe una participación del automovimiento y un carácter que el alma, en virtud de su mera
existencia, confiere debe pertenecer, en el más primitivo de los Sentidos, el alma misma. Por
consiguiente el alma está más allá de los cuerpos por ser automovida en esencia mientras que los
cuerpos llegan a ser automovidos por participación.
El alma, por otra parte, al moverse por sí misma, ocupa una categoría inferior a la del principio
inmóvil, que es inmóvil aun en su misma actividad. Pues, entre todas las cosas que se mueven, las
automovidas, o que se mueven a sí mismas, tienen la primacía; y, entre todos los motores, tiene la
primacía; y el que es inmóvil. Por tanto, si el alma es una causa automovida del movimiento, tiene que
existir una causa anterior del movimiento que sea inmóvil. Pues bien, la Inteligencia es esta causa
inmóvil del movimiento, eternamente activa sin sufrir ningún cambio. A través de la Inteligencia
participa el alma de la perpetuidad del pensamiento, de la misma manera que a través del alma participa
el cuerpo del automovimiento: porque, si la perpetuidad del pensamiento perteneciera primitivamente
al alma, estaría inherente, igual que el automovimiento, en todas las almas, de donde se infiere que no
pertenece primitivamente al alma. Así, pues, anterior al alma debe existir el primer pensador es decir, la
inteligencia es anterior a las almas.
Pero además, el Uno es anterior a la inteligencia, porque la inteligencia aunque inmóvil e inmovida, no
es todavía una unidad: en el proceso mismo del conocer, es objeto de su propia actividad. Y así mismo,
mientras que todas las cosas sea cual sea su grado de realidad, participan de la unidad, no todas
participan en cambio de la inteligencia: por que participar de la inteligencia es participar del
conocimiento, puesto que el conocimiento intuitivo es el comienzo y la causa primera de todo
conocimiento. Así pues, el Uno está más allá de la inteligencia.
Más allá del Uno no hay ningún otro principio; porque la unidad es idéntica al bien y es, por tanto, el
principio de todas las cosas, como se ha demostrado.
24. Todo lo que participa es inferior al participado, y este último es inferior a lo no participado.
El participante, en efecto, era incompleto o imperfecto antes de la participación, y ha quedado
perfeccionado o completado con la participación: por consiguiente, está necesariamente subordinado a
lo participado, supuesto que debe su perfección al acto de la participación. Por haber sido
primeramente imperfecto es inferior al principio que lo completa y perfecciona.
Por otra parte, lo participado al ser propiedad de un particular y no de todos, tiene asignado un modo de
sustancia inferior que el que pertenece a todos y no a uno, pues lo último está mucho más cerca de la
causa de todas las cosas y lo primero menos.
Lo no participado, pues, está por delante de lo participado, y esto por delante de los participantes. Pues,
para decirlo brevemente, lo primero es una unidad anterior a la multiplicidad; lo participado está dentro
de la multiplicidad y lo múltiple, y es uno y no-uno a un mismo tiempo mientras que lo que participa es
no-uno, aunque uno al mismo tiempo.
26. Toda causa productiva produce el principio siguiente y todos los subsiguientes permaneciendo ella
misma inmutable.
Pues, si imita al Uno, y si el Uno da la existencia a sus consecuentes sin movimiento, entonces toda
causa productiva tiene una ley análoga de producción. Ahora bien, el Uno crea sin movimiento, pues, si
creara por medio del movimiento, o bien el movimiento estaría dentro de él, y al ser movido cambiaría
desde el ser uno y perdería su unidad; o bien, si el movimiento fuera subsiguiente a él, este movimiento
sería el mismo derivado del Uno, o bien tendríamos que admitir un proceso infinito, o bien el Uno tiene
que producir sin movimiento, y, en segundo lugar, todo principio productivo imitará al Uno, la causa
productiva del conjunto, de todas las cosas: pues lo no-primario se deriva en todas partes de lo
primario, de forma que un principio productivo de determinadas cosas debe derivarse del principio que
produce todas las cosas. Por consiguiente, todo principio productivo produce sus consecuentes
permaneciendo él mismo inmutable.
Se sigue de ello que los principios productivos no quedan disminuidos por la producción a partir de
ellos de existencias secundarias: pues lo que de alguna manera resulta disminuido no puede permanecer
tal como es.
27. Toda causa productora es productiva de existencias secundarias a causa de su compleción y de su
exceso de potencia.
Pues, si hubiera producido no a causa de su compleción, sino a causa de una deficiencia de poder, no
hubiera podido mantener inmutable su propia posición: porque, por medio de una deficiencia o una
debilidad; confiere a otro la existencia, proporciona la sustancia de este otro por una conversión y una
alteración de su propia naturaleza. Pero todo productor permanece tal como es, y su consecuente
procede de él sin cambio de su estabilidad, pleno y completo, pues, da a la existencia los principios
secundarios sin movimiento y sin pérdida, siendo él mismo lo que es, sin metamorfosearse en los
secundarios y sin sufrir ninguna disminución. Pues el producto no es una parcelación del productor este
carácter no es propio ni de la generación física ni de las causas genéticas. Ni es una transformación: el
productor no es la materia de lo que de él procede, porque aquél permanece tal y como es, y su
producto es una nueva existencia además de la suya. Así pues, el que engendra está estabilizado más
allá de toda alteración o disminución, multiplicándose a sí mismo en virtud de su potencia generadora y
suministrando, a partir de sí, sustancias secundarias.
28. Toda causa productora da a la existencia cosas semejantes así mismas, antes que cosas
desemejantes.
En efecto: puesto que el productor es necesariamente superior al producto, nunca ambos pueden ser
absolutamente idénticos o iguales en potencia. Y, si no son idénticos e iguales, sino distintos y
desiguales, o bien con completamente distintos el uno del otro, o bien son a un tiempo unos y distintos.
Si son totalmente distintos, serán incapaces de asociarse, y no habrá ninguna simpatía entre efecto y
causa. En consecuencia el uno no participará del otro, si son completamente diversos: pues el
participado confiere al participante una comunidad o comunión con aquello de que participa. Y es
necesario que el efecto participe de la causa, puesto que deriva su ser de esta última.
Supongamos, pues, que el producto se distingue en un aspecto de su causa productora, y que está
unificado con ella en otro aspecto. De estar afectado en grados iguales por la distinción y la
unificación, participaría de la causa y dejaría de participar de ella en igual grado, de forma que
derivaría y de igual modo no derivaría su ser de su causa. Y si se distinguiera en mayor grado que
unificado está con ella, lo engendrado sería más ajeno al generador que afín a él, y sería menos
conforme a él que disconforme; y su capacidad para la simpatía sería menor que su incapacidad. Así
pues, puesto que los principios derivados son en su mismo ser algo emparentado y simpatizante con sus
causas, puesto que por su naturaleza dependen de ellas y desean ser asociados a ellas –porque desean el
Bien, y satisfacen su deseo por mediación de su causa–, es evidente que los productos están más
unificados con sus causas productoras que diferenciados de ellas. Pero para las cosas que están más
unificadas que diferenciadas, aquellos principios con quienes ellas están más estrechamente unificadas
son más semejantes a ellas que desemejantes. Por consiguiente, toda causa productiva origina y hace
existir cosas semejantes antes que desemejantes.
35. Todo efecto permanece en su causa procede de ella, y revierte sobre ella.
Pues, si permaneciera sin procesión o reversión, carecería de criterio que lo distinguiera de su causa y
sería por tanto idéntico a ella, puesto que la distinción o diferenciación implica progresión o procesión.
Y, si procede sin reversión o inmanencia, carecerá de conjunción o simpatía hacia su causa, puesto que
no tendrá ninguna comunicación con ella. Y, si revierte sin inmanencia o procesión, ¿cómo será posible
que lo que no ha recibido su ser de lo más elevado revierta existencialmente sobre un principio ajeno en
este sentido? Y, si permanece y procede, pero no revierte, ¿cómo será posible que cada cosa tenga una
natural apetencia de su bien-ser y del Bien, y una tensión ascendente hacia su generador? Y, si procede
y revierte, pero no permanece, ¿cómo es posible que, habiéndose separado de su causa, se esfuerce en
unirse con ella, aunque antes de la individualización no hubiera ninguna conjunción –ya que si hubiera
estado unido con la causa ciertamente hubiera permanecido en ella–? Finalmente, si permanece y
revierte, pero no procede, ¿cómo puede haber reversión sin distinción? Porque toda reversión parece
ser la resolución de un principio en algo de lo que su ser lo separa.
Pero es necesario que el efecto o bien solamente permanezca, o bien sólo revierta, o bien sólo proceda,
o bien combine los términos extremos, o bien el término medio con uno de los otros dos; o bien
combine todos los tres. Por exclusión, pues, todo efecto permanece en su causa, procede de su causa y
revierte sobre ella.
39. Todo lo que existe revierte: o bien solamente en el orden de su existencia, o bien el orden de su
vida, o también por vía de conocimiento.
Pues, o bien ha recibido de su causa solamente la existencia, o bien ha recibido la vida junto con la
existencia, o bien ha recibido de allí también una facultad cognoscitiva. En la medida, pues, en que
posee una pura existencia, su reversión es existencial; en la medida en que también vive, su reversión
es vital; en la medida en que tiene conocimiento, su reversión es cognoscitiva. Pues, de la misma
manera que procede, también revierte; y la medida de su reversión está determinada por la medida de
su procesión. En consecuencia, algunas cosas tienen apetencia en el orden de la simple existencia tan
solo, es decir, una idoneidad para la participación de sus causas; otras tienen una apetencia vital, es
decir, un movimiento hacia lo más elevado; otras, además, tienen una apetencia cognoscitiva, que es
una conciencia de la bondad de sus causas.
56. Todo lo que es producido por los seres secundarios es producido en una mayor medida a partir de
aquellos principios anteriores y más determinativos, a partir de los cuales se derivaron los mismos
secundarios.
Pues, si el ser secundario posee toda su existencia a partir de su primario, de allí recibe también su
poder de una nueva producción, puesto que las capacidades productivas residen en los productores en
virtud de su existencia y forman parte de su ser. Pero, si debe a la causa superior su poder de capacidad
de producción, a este superior debe su carácter de causa en la medida en que sea una causa, un carácter
del que se le ha hecho partícipe desde allí en proporción a su capacidad constitutiva. Y en tal caso, las
cosas que proceden de él son causadas en virtud de su primario, porque el mismo principio que hace de
uno una causa, hace del otro un efecto. Y al ser así, en efecto debe a la causa superior su carácter de
efecto.
Por otra parte es evidente que el efecto viene determinado por el principio superior en una medida
mayor. Pues, si este último ha conferido al ser secundario la causalidad que lo ha capacitado para
producir, tiene que haber poseído él mismo esta causalidad primitivamente, y es en virtud de éste que el
ser secundario engendra, ya que del ser primario deriva éste la capacidad para la generación secundaria.
Pero, si el ser secundario es productivo por participación, y el primario lo es primitivamente y por
comunicación, el último es causativo en mayor medida, ya que ha comunicado a otro el poder de
generar consecuentes.
57. Toda causa opera antes que su consecuente y da lugar a un número mayo de términos posteriores.
Pues, si es una causa, es más perfecta y más poderosa que su consecuente. Y, esto es así, debe causar
un número mayor de efectos: pues un poder mayor produce más efectos, un poder igual igual número
de efectos, y un poder menor menor número de efectos. Y el poder que puede producir los mayores
efectos en un sujeto igual, puede producir también los menores, mientras que un poder capaz de
producir los menores no será necesariamente capaz de producir los mayores. Si, pues, la causa es más
capaz que su consecuente, es productiva de un mayor número de efectos.
Pero, además, los poderes o capacidades que se encuentran en el consecuente están presentes en una
medida mayor en la causa. Pues todo lo que es producido por seres secundarios es producido en una
mayor medida por los principios anteriores y más determinativos. La causa, pues, es co-operativa en la
producción de todo lo que el consecuente es capaz de producir.
Y, si primero produce el mismo consecuente, es sin duda evidente que es operativa antes que este
último en la actividad que lo produce. Por tanto toda causa opera antes que su consecuente y en unión
con él, y de igual manera da lugar a mayor número de efectos posteriores a él.
Por lo dicho es evidente que l oque el Alma causa es causado también por la Inteligencia, mientras que
no todo lo que causa la Inteligencia es causado por el Alma: la Inteligencia opera con anterioridad al
Alma; y lo que el alma confiere a las existencias secundarias, la Inteligencia lo confiere en mayor
medida; y en el nivel en que el alma deja de ser operativa, la Inteligencia ilumina con sus propios dones
las cosas a que el Alma no se ha conferido a sí misma –pues incluso lo inanimado participa de la
Inteligencia, o de la actividad creadora de la Inteligencia, en la medida en que participa de la Forma–.
Por otra parte, lo que causa la Inteligencia es también causado por el bien, pero no en un sentido
inverso. Pues hasta la privación de la Forma procede del Bien, ya que éste es la fuente de todas las
cosas; mientras que la Inteligencia, al ser una Forma, no pues dar lugar a la privación.
61. Toda multiplicidad es mayor si o está dividida, menor si está dividida.
Porque, si está dividida procede hacia la multiplicidad; y, si es así, se aleja cada vez más del Uno; y en
tal caso resultará menos capaz, a medida que se aleje del Uno que la contiene en la unidad, y será
imperfecta, puesto que el bien de cada cosa consiste en su unidad.
62. Toda multiplicidad que está más cerca del Uno tiene menor número de miembros que las que están
más lejos y su poder o capacidad es mayor.
En efecto, lo que está más cerca del Uno es más semejante a él; y hemos visto que el Uno es
constitutivo de todas las cosas que no tienden a la multiplicidad. En consecuencia, lo que es más
semejante a él, al ser la causa de un mayor número de existencias, como el Uno lo es de todas las
existencias, será más unitario y menos divisible, puesto que la primera causa es el Uno. Lo menos
múltiple es más afín a él en cuanto Uno; y en cuanto causa universal, es la más productiva, es decir, la
más poderosa o capaz.
Por lo dicho es evidente que las naturalezas corporales son más numerosas que las almas, y éstas más
que las inteligencias, y las inteligencias más numerosas que las hénadas divinas. El mismo principio se
aplica universalmente.
101. Todas las cosas que participan de la inteligencia están precedidas por la Inteligencia no-
participada, las que participan de la vida, por la Vida no –participada, y las que participan del ser,
por el Ser no-participado; y de estos tres principios no-participados el Ser es anterior a la Vida y la
Vida anterior a la Inteligencia.
Pues, en primer lugar, puesto que en cada orden de existencia los términos no-participados preceden a
los participados, la Inteligencia tiene que ser anterior a las cosas vivientes, y el Ser anterior a las cosas
que son. Y, en segundo lugar, puesto que la causa de efectos más numerosos precede a la causa de
efectos menos numerosos, entre estos principios el Ser será el primero; porque está presente en todas
las cosas que viven y son inteligentes –ya que todo lo que vive y participa de la intelección
necesariamente existe–, pero no es verdad lo contrario –porque no todo lo que existe vive y posee el
ejercicio de la inteligencia–. La Vida ocupa el segundo lugar; pues todo lo que participa de la
inteligencia participa también de la vida, pero no en sentido inverso, ya que muchas cosas viven pero
carecen de inteligencia y conocimiento. El tercer principio es la Inteligencia; porque todo lo que, en
alguna medida, es capaz de conocer vive y existe. Si, pues, el Ser produce un número mayor de efectos,
la Vida un número menor y la Inteligencia un número menor aún, el Ser es el primero, el siguiente es la
Vida y viene luego la Inteligencia.
102. Todo lo que en algún sentido existe está compuesto de límite e infinito a causa del Ser primario;
todo lo que vive posee auto-movimiento a causa de la Vida Primaria; todo lo que es capaz de conocer
participa del conocimiento a causa de la Inteligencia primaria.
Pues, si el término no-participado en cada serie comunica su propio carácter distintivo a todas las
existencias incluidas en la misma serie, es evidente que el Ser primario comunica a todas las cosas el
límite unido a la infinitud, por ser él mismo el compuesto primario de estas dos cosas; y que la Vida
comunica el movimiento inherente a ella, puesto que la Vida es el primer movimiento o procesión que
parte de la estable sustancia del Ser; y lo es también que la Inteligencia comunica el conocimiento,
puesto que el grado más alto de todo conocimiento está en la Inteligencia, y es el primer Conocedor.
103. Todas las cosas están en todas las cosas; pero en cada una de ellas según su propia naturaleza:
pues en el Ser hay vida e inteligencia; en la Vida hay ser e inteligencia; en la Inteligencia hay ser y
vida; pero cada una de ellas existe en un nivel intelectualmente, en otro vitalmente y en el tercero
existencialmente.
En efecto: puesto que cada carácter puede existir o bien en su causa, o bien como predicado sustancial
o bien por participación: y puesto que en el primer término de cualquier tríada están comprendidos los
otros dos como en su causa, mientras que en el término medio el primero está presente por
participación y el tercero como en su causa, y finalmente el tercero contiene a los dos que le preceden
por participación; se sigue de ello que en el Ser están pre-comprendidos la Vida y la Inteligencia, pero,
supuesto que cada término viene caracterizado no por lo que produce –porque esto es distinto de él–, ni
por aquello de que participa –puesto que esto es extrínseco a él en su origen–, sino por su predicado
sustancial, la Vida y la Inteligencia están presentes según la modalidad del Ser, como vida existencial e
inteligencia existencial; y en la Vida están presentes el Ser por participación y la Inteligencia como en
su causa, pero cada uno de ellos vitalmente, siendo la Vida el carácter sustancial del término; y en la
Inteligencia están ambos, el Ser y la Vida, por participación, y cada uno de ellos intelectualmente, pues
el ser de la inteligencia es cognoscitivo y su vida es conocimiento.