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PROCLO, Elementos de Teología, traducción, prólogo y notas de Francisco de P. Samaranch, Editorial Aguilar, Buenos Aires, 1965. l. Todo lo múltiple participa de alguna manera de la multiplicidad. En efecto: supóngase una multiplicidad que no participe en modo alguno de la unidad. Ni esa multiplicidad tomada como un todo, ni cualquiera de sus diversas partes, será una; cada parte será a su vez una multiplicidad de partes y así hasta el infinito. Y de esta infinidad de pares cada una, una vez más, será infinitamente múltiple; pues una multiplicidad que no participa en modo alguno de ninguna unidad, ni tomada como un todo, ni respecto de las partes tomadas individualmente, será infinita de cualquier manera y respecto de cada una de las partes. Porque todas y cada una de las partes de una multiplicidad tómese la que se quieraha de ser o una o no-una; y si es no-una, tiene que ser o bien múltiple o bien nada. Ahora bien, si cada parte es nada, el todo es nada; si es múltiple, está constituida por una infinidad de infinitos. Y esto es imposible: pues por una parte, nada de lo que es o existe está constituido por una infinidad de infinitos puesto que el infinito no puede ser superado, mientras que cada parte singular es superada por la suma; y, por otra parte, nada puede estar constituido por partes que son nada. Por consiguiente, toda multiplicidad participa de algún modo de la unidad. 9. Todo lo que es autosuficiente, bien en su existencia, bien en su actividad, es superior a los que no es autosuficiente. Antes depende de otra existencia que es la causa de su perfección. Pues, si todas las cosas que existen sienten una natural apetencia de su bien, y si además hay cosas que sacan su prosperidad de sí mismas y cosas que exigen la ayuda de otra, cosas que tienen la causa de su bien dentro de sí y cosas a quienes esta causa es externa: entonces, en la misma proporcionen que las primeras están más cerca del dador de lo que apetecen, en esa misma tienen que ser superiores a lo que necesita una causa extraña del bien y a lo que ve su existencia o su actividad perfeccionadas solamente en virtud de una recepción de fuera. Así pues, puesto que lo que es autosuficiente tiene una mayor semejanza con el Bien en sí si bien es menor, por cuanto participa del bien, y no es él mismo el primer Bien, es de alguna manera afín al Bien, en cuanto puede proporcionarse su bien a partir de su propio ser, mientras que lo que no sólo participa, sino que además participa gracias a un medio externo, es lo que se halla más alejado del primer Bien, que no es otra cosa que bien. 11. Todo lo que existe procede de una sola causa, la causa primera. Pues, de lo contrario, todas las cosas serían incausadas; o bien la suma de la existencia es limitada y se da entonces una causalidad en circuito dentro de la suma; o bien se dará un proceso infinito, poniendo una causa detrás de esta otra, de forma que la afirmación de causas anteriores no acabaría nunca. Pero, si todas las cosas fueran incausadas, no se daría entonces ninguna de las secuencias [:] primario y secundario, perfectivo y perfecto, regulativo y regulado, generativo y generado, activo y pasivo; y todas las cosas serían incognoscibles. La tarea de la ciencia, en efecto, es el reconocimiento de las causas, y solamente cuando reconocemos las causas de las cosas decimos de ellas que las conocemos. Y, si las causas se encadenan entre sí en forma circular, las mismas cosas serán a un tiempo anteriores y consiguientes; es decir, supuesto que toda causa productiva es superior a su producto 1 , cada una de ellas será a un tiempo más eficiente que las demás y menos eficiente que ellas. Poco importa que establezcamos una concatenación de causa y efecto y derivemos el uno de la otra a través de un número mayor o menor de causas intermedias; pues la causa de todas estas intermediarias será superior a todas 1 Ver # 7.

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PROCLO, Elementos de Teología, traducción, prólogo y notas de Francisco de P. Samaranch, Editorial

Aguilar, Buenos Aires, 1965.

l. Todo lo múltiple participa de alguna manera de la multiplicidad.

En efecto: supóngase una multiplicidad que no participe en modo alguno de la unidad. Ni esa

multiplicidad tomada como un todo, ni cualquiera de sus diversas partes, será una; cada parte será a su

vez una multiplicidad de partes y así hasta el infinito. Y de esta infinidad de pares cada una, una vez

más, será infinitamente múltiple; pues una multiplicidad que no participa en modo alguno de ninguna

unidad, ni tomada como un todo, ni respecto de las partes tomadas individualmente, será infinita de

cualquier manera y respecto de cada una de las partes. Porque todas y cada una de las partes de una

multiplicidad –tómese la que se quiera– ha de ser o una o no-una; y si es no-una, tiene que ser o bien

múltiple o bien nada. Ahora bien, si cada parte es nada, el todo es nada; si es múltiple, está constituida

por una infinidad de infinitos.

Y esto es imposible: pues por una parte, nada de lo que es o existe está constituido por una infinidad de

infinitos –puesto que el infinito no puede ser superado, mientras que cada parte singular es superada

por la suma–; y, por otra parte, nada puede estar constituido por partes que son nada. Por consiguiente,

toda multiplicidad participa de algún modo de la unidad.

9. Todo lo que es autosuficiente, bien en su existencia, bien en su actividad, es superior a los que no es

autosuficiente. Antes depende de otra existencia que es la causa de su perfección.

Pues, si todas las cosas que existen sienten una natural apetencia de su bien, y si además hay cosas que

sacan su prosperidad de sí mismas y cosas que exigen la ayuda de otra, cosas que tienen la causa de su

bien dentro de sí y cosas a quienes esta causa es externa: entonces, en la misma proporcionen que las

primeras están más cerca del dador de lo que apetecen, en esa misma tienen que ser superiores a lo que

necesita una causa extraña del bien y a lo que ve su existencia o su actividad perfeccionadas solamente

en virtud de una recepción de fuera. Así pues, puesto que lo que es autosuficiente tiene una mayor

semejanza con el Bien en sí –si bien es menor, por cuanto participa del bien, y no es él mismo el primer

Bien–, es de alguna manera afín al Bien, en cuanto puede proporcionarse su bien a partir de su propio

ser, mientras que lo que no sólo participa, sino que además participa gracias a un medio externo, es lo

que se halla más alejado del primer Bien, que no es otra cosa que bien.

11. Todo lo que existe procede de una sola causa, la causa primera.

Pues, de lo contrario, todas las cosas serían incausadas; o bien la suma de la existencia es limitada y se

da entonces una causalidad en circuito dentro de la suma; o bien se dará un proceso infinito, poniendo

una causa detrás de esta otra, de forma que la afirmación de causas anteriores no acabaría nunca.

Pero, si todas las cosas fueran incausadas, no se daría entonces ninguna de las secuencias [:] primario y

secundario, perfectivo y perfecto, regulativo y regulado, generativo y generado, activo y pasivo; y todas

las cosas serían incognoscibles. La tarea de la ciencia, en efecto, es el reconocimiento de las causas, y

solamente cuando reconocemos las causas de las cosas decimos de ellas que las conocemos.

Y, si las causas se encadenan entre sí en forma circular, las mismas cosas serán a un tiempo anteriores

y consiguientes; es decir, supuesto que toda causa productiva es superior a su producto1, cada una de

ellas será a un tiempo más eficiente que las demás y menos eficiente que ellas. –Poco importa que

establezcamos una concatenación de causa y efecto y derivemos el uno de la otra a través de un número

mayor o menor de causas intermedias; pues la causa de todas estas intermediarias será superior a todas

1 Ver # 7.

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ellas, y cuanto mayor sea su número tanto mayor habrá de ser la eficiencia de esta causa–.

Y si la acumulación de causas puede proseguirse hasta el infinito, poniendo siempre si fin una causa

detrás de otra, también así todas las cosas serán incognoscibles, pues nada que sea infinito puede ser

aprehendido; y, al ser desconocidas las causas, no puede haber ningún conocimiento de sus

consiguientes.

Así pues, puesto que las cosas no pueden ser incausadas, que la causa no es convertible con el efecto, y

que un proceso infinito debe ser rechazado, hemos de admitir que hay una primera causa de todas las

cosas existentes, de la que todas y cada una proceden como las ramas de la raíz, unas cerca de ella y

otra más lejos. Puesto que no hay más que un solo primer principio de esta clase como ha sido ya

demostrado, porque la existencia de cualquier multiplicidad es posterior a ala del Uno.2

18. Todo lo que por su existencia confiere un carácter a otros, posee él mismo primitivamente ese

carácter que comunica a los receptores.

Pues, si confiere esto por el mero hecho de existir y hace la donación por su propia esencia por ello

mismo, entonces lo que confiere es inferior a su esencia, y lo que él es lo es en mayor grado y más

perfectamente, por el principio de que todo lo que es productor de algo es superior a su producto. Así

pues, el carácter, tal como preexiste en el dador original tiene una realidad más elevada que el carácter

conferido: es lo que es el carácter conferido, pero no es idéntico a él, puesto que aquel existe

primitivamente y el otro solo por derivación. Pues tiene que darse una de las tres hipótesis siguientes: o

bien que sean idénticos y que tengan una definición común; o bien que no haya nada común o idéntico

en ambos; o bien que el uno exista primitivamente y el otro por derivación.

Pero, si tienen una definición común, no es posible, como hemos dicho, que el uno sea causa y el otro

efecto; no es posible que el uno sea en sí y el otro en el participante; no es posible que el uno sea el

autor y el otro el objeto del proceso. Y, si no tienen nada idéntico, el segundo, al no tener nada en

común con la existencia del primero, no puede proceder de su existencia por exclusión, pues, sólo nos

queda admitir que donde una cosa recibe un carácter de otro en virtud de la simple existencia de esta

otra, el dador posee primitivamente el carácter que confiere, mientras que el receptor es por derivación

lo que es el dador.

19. Todo lo que primitivamente es inherente a cualquier clase natural de seres se encuentra presente

en todos los miembros de esta clase por igual, y en virtud de su definición común.

Pues; si no se hallara presente en todos por igual, antes bien, se hallara en unos sí y no en otros, es

evidente que no residirá primitivamente en esta clase, sino que residirá primitivamente en algunos

miembros, y por derivación en otros o secundariamente, y la participación de éstos en dicha cosa sería

transitoria. Pues un carácter que unas veces pertenece a un sujeto y otras veces no, no le pertenece

primitivamente ni en virtud de la naturaleza del sujeto, sino que es adventicio y llega a su poseedor

desde una fuente externa.

20. Más allá de todos los cuerpos está la esencia del alma; más allá de todas las almas está el

principio intelectivo; y más allá de todas las sustancias intelectivas se encuentra el Uno.

Todo cuerpo, en efecto, es movido por algo que no es él mismo: el automovimiento es contrario a su

naturaleza, pero por su participación del alma es movido desde dentro mismo y a causa del alma tiene

vida. Cuando el alma está presente, el cuerpo es de alguna manera automovido, pero no cuando el alma

está ausente: con esto se evidencia que el cuerpo es naturalmente movido desde fuera mientras que el

2 Ver # 5.

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moverse por sí o el automovimiento corresponde a la esencia del alma. Pues aquello en que el alma está

presente recibe una participación del automovimiento y un carácter que el alma, en virtud de su mera

existencia, confiere debe pertenecer, en el más primitivo de los Sentidos, el alma misma. Por

consiguiente el alma está más allá de los cuerpos por ser automovida en esencia mientras que los

cuerpos llegan a ser automovidos por participación.

El alma, por otra parte, al moverse por sí misma, ocupa una categoría inferior a la del principio

inmóvil, que es inmóvil aun en su misma actividad. Pues, entre todas las cosas que se mueven, las

automovidas, o que se mueven a sí mismas, tienen la primacía; y, entre todos los motores, tiene la

primacía; y el que es inmóvil. Por tanto, si el alma es una causa automovida del movimiento, tiene que

existir una causa anterior del movimiento que sea inmóvil. Pues bien, la Inteligencia es esta causa

inmóvil del movimiento, eternamente activa sin sufrir ningún cambio. A través de la Inteligencia

participa el alma de la perpetuidad del pensamiento, de la misma manera que a través del alma participa

el cuerpo del automovimiento: porque, si la perpetuidad del pensamiento perteneciera primitivamente

al alma, estaría inherente, igual que el automovimiento, en todas las almas, de donde se infiere que no

pertenece primitivamente al alma. Así, pues, anterior al alma debe existir el primer pensador es decir, la

inteligencia es anterior a las almas.

Pero además, el Uno es anterior a la inteligencia, porque la inteligencia aunque inmóvil e inmovida, no

es todavía una unidad: en el proceso mismo del conocer, es objeto de su propia actividad. Y así mismo,

mientras que todas las cosas sea cual sea su grado de realidad, participan de la unidad, no todas

participan en cambio de la inteligencia: por que participar de la inteligencia es participar del

conocimiento, puesto que el conocimiento intuitivo es el comienzo y la causa primera de todo

conocimiento. Así pues, el Uno está más allá de la inteligencia.

Más allá del Uno no hay ningún otro principio; porque la unidad es idéntica al bien y es, por tanto, el

principio de todas las cosas, como se ha demostrado.

24. Todo lo que participa es inferior al participado, y este último es inferior a lo no participado.

El participante, en efecto, era incompleto o imperfecto antes de la participación, y ha quedado

perfeccionado o completado con la participación: por consiguiente, está necesariamente subordinado a

lo participado, supuesto que debe su perfección al acto de la participación. Por haber sido

primeramente imperfecto es inferior al principio que lo completa y perfecciona.

Por otra parte, lo participado al ser propiedad de un particular y no de todos, tiene asignado un modo de

sustancia inferior que el que pertenece a todos y no a uno, pues lo último está mucho más cerca de la

causa de todas las cosas y lo primero menos.

Lo no participado, pues, está por delante de lo participado, y esto por delante de los participantes. Pues,

para decirlo brevemente, lo primero es una unidad anterior a la multiplicidad; lo participado está dentro

de la multiplicidad y lo múltiple, y es uno y no-uno a un mismo tiempo mientras que lo que participa es

no-uno, aunque uno al mismo tiempo.

26. Toda causa productiva produce el principio siguiente y todos los subsiguientes permaneciendo ella

misma inmutable.

Pues, si imita al Uno, y si el Uno da la existencia a sus consecuentes sin movimiento, entonces toda

causa productiva tiene una ley análoga de producción. Ahora bien, el Uno crea sin movimiento, pues, si

creara por medio del movimiento, o bien el movimiento estaría dentro de él, y al ser movido cambiaría

desde el ser uno y perdería su unidad; o bien, si el movimiento fuera subsiguiente a él, este movimiento

sería el mismo derivado del Uno, o bien tendríamos que admitir un proceso infinito, o bien el Uno tiene

que producir sin movimiento, y, en segundo lugar, todo principio productivo imitará al Uno, la causa

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productiva del conjunto, de todas las cosas: pues lo no-primario se deriva en todas partes de lo

primario, de forma que un principio productivo de determinadas cosas debe derivarse del principio que

produce todas las cosas. Por consiguiente, todo principio productivo produce sus consecuentes

permaneciendo él mismo inmutable.

Se sigue de ello que los principios productivos no quedan disminuidos por la producción a partir de

ellos de existencias secundarias: pues lo que de alguna manera resulta disminuido no puede permanecer

tal como es.

27. Toda causa productora es productiva de existencias secundarias a causa de su compleción y de su

exceso de potencia.

Pues, si hubiera producido no a causa de su compleción, sino a causa de una deficiencia de poder, no

hubiera podido mantener inmutable su propia posición: porque, por medio de una deficiencia o una

debilidad; confiere a otro la existencia, proporciona la sustancia de este otro por una conversión y una

alteración de su propia naturaleza. Pero todo productor permanece tal como es, y su consecuente

procede de él sin cambio de su estabilidad, pleno y completo, pues, da a la existencia los principios

secundarios sin movimiento y sin pérdida, siendo él mismo lo que es, sin metamorfosearse en los

secundarios y sin sufrir ninguna disminución. Pues el producto no es una parcelación del productor este

carácter no es propio ni de la generación física ni de las causas genéticas. Ni es una transformación: el

productor no es la materia de lo que de él procede, porque aquél permanece tal y como es, y su

producto es una nueva existencia además de la suya. Así pues, el que engendra está estabilizado más

allá de toda alteración o disminución, multiplicándose a sí mismo en virtud de su potencia generadora y

suministrando, a partir de sí, sustancias secundarias.

28. Toda causa productora da a la existencia cosas semejantes así mismas, antes que cosas

desemejantes.

En efecto: puesto que el productor es necesariamente superior al producto, nunca ambos pueden ser

absolutamente idénticos o iguales en potencia. Y, si no son idénticos e iguales, sino distintos y

desiguales, o bien con completamente distintos el uno del otro, o bien son a un tiempo unos y distintos.

Si son totalmente distintos, serán incapaces de asociarse, y no habrá ninguna simpatía entre efecto y

causa. En consecuencia el uno no participará del otro, si son completamente diversos: pues el

participado confiere al participante una comunidad o comunión con aquello de que participa. Y es

necesario que el efecto participe de la causa, puesto que deriva su ser de esta última.

Supongamos, pues, que el producto se distingue en un aspecto de su causa productora, y que está

unificado con ella en otro aspecto. De estar afectado en grados iguales por la distinción y la

unificación, participaría de la causa y dejaría de participar de ella en igual grado, de forma que

derivaría y de igual modo no derivaría su ser de su causa. Y si se distinguiera en mayor grado que

unificado está con ella, lo engendrado sería más ajeno al generador que afín a él, y sería menos

conforme a él que disconforme; y su capacidad para la simpatía sería menor que su incapacidad. Así

pues, puesto que los principios derivados son en su mismo ser algo emparentado y simpatizante con sus

causas, puesto que por su naturaleza dependen de ellas y desean ser asociados a ellas –porque desean el

Bien, y satisfacen su deseo por mediación de su causa–, es evidente que los productos están más

unificados con sus causas productoras que diferenciados de ellas. Pero para las cosas que están más

unificadas que diferenciadas, aquellos principios con quienes ellas están más estrechamente unificadas

son más semejantes a ellas que desemejantes. Por consiguiente, toda causa productiva origina y hace

existir cosas semejantes antes que desemejantes.

35. Todo efecto permanece en su causa procede de ella, y revierte sobre ella.

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Pues, si permaneciera sin procesión o reversión, carecería de criterio que lo distinguiera de su causa y

sería por tanto idéntico a ella, puesto que la distinción o diferenciación implica progresión o procesión.

Y, si procede sin reversión o inmanencia, carecerá de conjunción o simpatía hacia su causa, puesto que

no tendrá ninguna comunicación con ella. Y, si revierte sin inmanencia o procesión, ¿cómo será posible

que lo que no ha recibido su ser de lo más elevado revierta existencialmente sobre un principio ajeno en

este sentido? Y, si permanece y procede, pero no revierte, ¿cómo será posible que cada cosa tenga una

natural apetencia de su bien-ser y del Bien, y una tensión ascendente hacia su generador? Y, si procede

y revierte, pero no permanece, ¿cómo es posible que, habiéndose separado de su causa, se esfuerce en

unirse con ella, aunque antes de la individualización no hubiera ninguna conjunción –ya que si hubiera

estado unido con la causa ciertamente hubiera permanecido en ella–? Finalmente, si permanece y

revierte, pero no procede, ¿cómo puede haber reversión sin distinción? Porque toda reversión parece

ser la resolución de un principio en algo de lo que su ser lo separa.

Pero es necesario que el efecto o bien solamente permanezca, o bien sólo revierta, o bien sólo proceda,

o bien combine los términos extremos, o bien el término medio con uno de los otros dos; o bien

combine todos los tres. Por exclusión, pues, todo efecto permanece en su causa, procede de su causa y

revierte sobre ella.

39. Todo lo que existe revierte: o bien solamente en el orden de su existencia, o bien el orden de su

vida, o también por vía de conocimiento.

Pues, o bien ha recibido de su causa solamente la existencia, o bien ha recibido la vida junto con la

existencia, o bien ha recibido de allí también una facultad cognoscitiva. En la medida, pues, en que

posee una pura existencia, su reversión es existencial; en la medida en que también vive, su reversión

es vital; en la medida en que tiene conocimiento, su reversión es cognoscitiva. Pues, de la misma

manera que procede, también revierte; y la medida de su reversión está determinada por la medida de

su procesión. En consecuencia, algunas cosas tienen apetencia en el orden de la simple existencia tan

solo, es decir, una idoneidad para la participación de sus causas; otras tienen una apetencia vital, es

decir, un movimiento hacia lo más elevado; otras, además, tienen una apetencia cognoscitiva, que es

una conciencia de la bondad de sus causas.

56. Todo lo que es producido por los seres secundarios es producido en una mayor medida a partir de

aquellos principios anteriores y más determinativos, a partir de los cuales se derivaron los mismos

secundarios.

Pues, si el ser secundario posee toda su existencia a partir de su primario, de allí recibe también su

poder de una nueva producción, puesto que las capacidades productivas residen en los productores en

virtud de su existencia y forman parte de su ser. Pero, si debe a la causa superior su poder de capacidad

de producción, a este superior debe su carácter de causa en la medida en que sea una causa, un carácter

del que se le ha hecho partícipe desde allí en proporción a su capacidad constitutiva. Y en tal caso, las

cosas que proceden de él son causadas en virtud de su primario, porque el mismo principio que hace de

uno una causa, hace del otro un efecto. Y al ser así, en efecto debe a la causa superior su carácter de

efecto.

Por otra parte es evidente que el efecto viene determinado por el principio superior en una medida

mayor. Pues, si este último ha conferido al ser secundario la causalidad que lo ha capacitado para

producir, tiene que haber poseído él mismo esta causalidad primitivamente, y es en virtud de éste que el

ser secundario engendra, ya que del ser primario deriva éste la capacidad para la generación secundaria.

Pero, si el ser secundario es productivo por participación, y el primario lo es primitivamente y por

comunicación, el último es causativo en mayor medida, ya que ha comunicado a otro el poder de

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generar consecuentes.

57. Toda causa opera antes que su consecuente y da lugar a un número mayo de términos posteriores.

Pues, si es una causa, es más perfecta y más poderosa que su consecuente. Y, esto es así, debe causar

un número mayor de efectos: pues un poder mayor produce más efectos, un poder igual igual número

de efectos, y un poder menor menor número de efectos. Y el poder que puede producir los mayores

efectos en un sujeto igual, puede producir también los menores, mientras que un poder capaz de

producir los menores no será necesariamente capaz de producir los mayores. Si, pues, la causa es más

capaz que su consecuente, es productiva de un mayor número de efectos.

Pero, además, los poderes o capacidades que se encuentran en el consecuente están presentes en una

medida mayor en la causa. Pues todo lo que es producido por seres secundarios es producido en una

mayor medida por los principios anteriores y más determinativos. La causa, pues, es co-operativa en la

producción de todo lo que el consecuente es capaz de producir.

Y, si primero produce el mismo consecuente, es sin duda evidente que es operativa antes que este

último en la actividad que lo produce. Por tanto toda causa opera antes que su consecuente y en unión

con él, y de igual manera da lugar a mayor número de efectos posteriores a él.

Por lo dicho es evidente que l oque el Alma causa es causado también por la Inteligencia, mientras que

no todo lo que causa la Inteligencia es causado por el Alma: la Inteligencia opera con anterioridad al

Alma; y lo que el alma confiere a las existencias secundarias, la Inteligencia lo confiere en mayor

medida; y en el nivel en que el alma deja de ser operativa, la Inteligencia ilumina con sus propios dones

las cosas a que el Alma no se ha conferido a sí misma –pues incluso lo inanimado participa de la

Inteligencia, o de la actividad creadora de la Inteligencia, en la medida en que participa de la Forma–.

Por otra parte, lo que causa la Inteligencia es también causado por el bien, pero no en un sentido

inverso. Pues hasta la privación de la Forma procede del Bien, ya que éste es la fuente de todas las

cosas; mientras que la Inteligencia, al ser una Forma, no pues dar lugar a la privación.

61. Toda multiplicidad es mayor si o está dividida, menor si está dividida.

Porque, si está dividida procede hacia la multiplicidad; y, si es así, se aleja cada vez más del Uno; y en

tal caso resultará menos capaz, a medida que se aleje del Uno que la contiene en la unidad, y será

imperfecta, puesto que el bien de cada cosa consiste en su unidad.

62. Toda multiplicidad que está más cerca del Uno tiene menor número de miembros que las que están

más lejos y su poder o capacidad es mayor.

En efecto, lo que está más cerca del Uno es más semejante a él; y hemos visto que el Uno es

constitutivo de todas las cosas que no tienden a la multiplicidad. En consecuencia, lo que es más

semejante a él, al ser la causa de un mayor número de existencias, como el Uno lo es de todas las

existencias, será más unitario y menos divisible, puesto que la primera causa es el Uno. Lo menos

múltiple es más afín a él en cuanto Uno; y en cuanto causa universal, es la más productiva, es decir, la

más poderosa o capaz.

Por lo dicho es evidente que las naturalezas corporales son más numerosas que las almas, y éstas más

que las inteligencias, y las inteligencias más numerosas que las hénadas divinas. El mismo principio se

aplica universalmente.

101. Todas las cosas que participan de la inteligencia están precedidas por la Inteligencia no-

participada, las que participan de la vida, por la Vida no –participada, y las que participan del ser,

por el Ser no-participado; y de estos tres principios no-participados el Ser es anterior a la Vida y la

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Vida anterior a la Inteligencia.

Pues, en primer lugar, puesto que en cada orden de existencia los términos no-participados preceden a

los participados, la Inteligencia tiene que ser anterior a las cosas vivientes, y el Ser anterior a las cosas

que son. Y, en segundo lugar, puesto que la causa de efectos más numerosos precede a la causa de

efectos menos numerosos, entre estos principios el Ser será el primero; porque está presente en todas

las cosas que viven y son inteligentes –ya que todo lo que vive y participa de la intelección

necesariamente existe–, pero no es verdad lo contrario –porque no todo lo que existe vive y posee el

ejercicio de la inteligencia–. La Vida ocupa el segundo lugar; pues todo lo que participa de la

inteligencia participa también de la vida, pero no en sentido inverso, ya que muchas cosas viven pero

carecen de inteligencia y conocimiento. El tercer principio es la Inteligencia; porque todo lo que, en

alguna medida, es capaz de conocer vive y existe. Si, pues, el Ser produce un número mayor de efectos,

la Vida un número menor y la Inteligencia un número menor aún, el Ser es el primero, el siguiente es la

Vida y viene luego la Inteligencia.

102. Todo lo que en algún sentido existe está compuesto de límite e infinito a causa del Ser primario;

todo lo que vive posee auto-movimiento a causa de la Vida Primaria; todo lo que es capaz de conocer

participa del conocimiento a causa de la Inteligencia primaria.

Pues, si el término no-participado en cada serie comunica su propio carácter distintivo a todas las

existencias incluidas en la misma serie, es evidente que el Ser primario comunica a todas las cosas el

límite unido a la infinitud, por ser él mismo el compuesto primario de estas dos cosas; y que la Vida

comunica el movimiento inherente a ella, puesto que la Vida es el primer movimiento o procesión que

parte de la estable sustancia del Ser; y lo es también que la Inteligencia comunica el conocimiento,

puesto que el grado más alto de todo conocimiento está en la Inteligencia, y es el primer Conocedor.

103. Todas las cosas están en todas las cosas; pero en cada una de ellas según su propia naturaleza:

pues en el Ser hay vida e inteligencia; en la Vida hay ser e inteligencia; en la Inteligencia hay ser y

vida; pero cada una de ellas existe en un nivel intelectualmente, en otro vitalmente y en el tercero

existencialmente.

En efecto: puesto que cada carácter puede existir o bien en su causa, o bien como predicado sustancial

o bien por participación: y puesto que en el primer término de cualquier tríada están comprendidos los

otros dos como en su causa, mientras que en el término medio el primero está presente por

participación y el tercero como en su causa, y finalmente el tercero contiene a los dos que le preceden

por participación; se sigue de ello que en el Ser están pre-comprendidos la Vida y la Inteligencia, pero,

supuesto que cada término viene caracterizado no por lo que produce –porque esto es distinto de él–, ni

por aquello de que participa –puesto que esto es extrínseco a él en su origen–, sino por su predicado

sustancial, la Vida y la Inteligencia están presentes según la modalidad del Ser, como vida existencial e

inteligencia existencial; y en la Vida están presentes el Ser por participación y la Inteligencia como en

su causa, pero cada uno de ellos vitalmente, siendo la Vida el carácter sustancial del término; y en la

Inteligencia están ambos, el Ser y la Vida, por participación, y cada uno de ellos intelectualmente, pues

el ser de la inteligencia es cognoscitivo y su vida es conocimiento.