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EL ESPECTADOR / JUEVES 28 DE AG OSTO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ 24 / 25 EL ESPECTADOR / JUEVES 28 DE AG OSTO DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ un compromiso para vivir mejor ENTREGA 3 Crónicas Respaldo: Dirección técnica: » Las altas temperaturas y sequías de la Región Caribe no son ni serán un hecho aislado. El fenómeno será más recurrente en el futuro, según expresó la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en la primera conferencia mundial de meteoro- logía, que anticipa un futuro más extremo por cuenta del cambio climático. Las causas principales: la quema de combus- tibles fósiles, que emiten gases de efecto invernadero (GEI) causantes del calenta- miento global, y la deforestación del Amazonas. En la comunidad científica hay consenso respecto a que esta defores- tación está alterando el clima de todo el continente, induciendo sequías extremas en algunas regiones. La solución está a la vista: quemar menos combustibles fósiles para emitir menos GEI y detener la deforestación de la selva amazónica. Acciones difíciles de implantar por la falta de voluntad política. Financiera del Desarrollo Aliados: S e m b ra m o s cultivos contra inundaciones Durante cuatro años en los que vivieron inundados, a los campesinos de Sincelejito (Córdoba) les fue imposible cultivar sus alimentos. Ahora que el agua descendió buscan estrategias para adaptarse a futuras crecientes. ANGÉLICA MARÍA CUEVAS GUARNIZO [email protected] @angelicamcuevas Primer parque autosostenible de Colombia Findeter desarrolla el primer parque autosostenible de Colombia, donde mediante una tecnología innovadora se busca volver al ciclo natural del agua, crear lugares permeables en la ciudad que capten las aguas lluvias para que se eviten inundaciones y sirvan como sistema natural de filtración y drenaje en varios puntos de la ciudad. El agua capturada se utilizará como un sistema de riego natural que alimenta las diferentes especies vegetales durante los períodos de sequía. El parque podrá desempeñar dos funciones: amortiguar el caudal de agua sobre el pavimento y disponer de un depósito de agua para alimentarse en períodos secos. En Findeter apoyamos proyectos sostenibles en pro del medio ambiente. La depresión momposina es una cuenca hidrográfica de 24.650 km cuadrados que se encuentra entre Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y Cesar. / Fotos: Angélica María Cuevas William Velásquez en la escuela de campo que dirige. La inundación de 2010 acabó con cientos de árboles. Obras para cerrar el boquete que el río Cauca abrió en el caño de Seheve. Para ir a la casa de José y Candelaria, en Sincelejito (Córdoba), usted agarra un ca- rro desde Montería y viaja tres horas por una carretera rápida hasta el puerto de Ayapel, por la misma vía que lo lleva a Pla- neta Rica. Luego, durante hora y media, y con 36º encima, tendrá que montar en bo- te y navegar hacia el corregimiento de Ce- cilia, cruzando hacia el norte las aguas de la ciénaga de Ayapel. Pero José y Candela- ria aún estarán lejos. Esa ciénaga, junto a otros imponentes humedales de la depresión momposina, fueron los que en julio de 2010, alimenta- dos por las intensas lluvias y el desborda- miento del río Cauca, se tragaron decenas de casas, ahogaron árboles y animales y desplazaron a 4.000 pobladores. Los que se quedaron, porque se nega- ron a dejar la tierra, tuvieron que vivir durante cuatro años inundados. Situa- ción que sólo se resolvió hace pocos me- ses, cuando los tres boquetes que abrió el Cauca en los sectores de Nuevo Mun- do, Santa Anita y Seheve (en Ayapel) vol- vieron a cerrarse con diques de concre- to. El agua descendió y la gente logró pi- sar de nuevo el suelo. Al llegar a Cecilia usted pregunta si al- gún paisano, como Dagoberto Oviedo, que camina descalzo de un lado a otro, puede llevarlo en bestia hasta Sincelejito. Si no lo logra, la caminata toma poco más de una hora y media. Toca ir con cuidado para no perderse en los caminos, que son muy nuevos. Los cuatro años de inunda- ción borraron las rutas y los campesinos, los perros y los caballos no han pisado lo suficiente para marcar una guía segura entre un poblado y otro. Cuando llegue a la última casa de Since- lejito, en donde José y Candelaria han vi- vido por lo menos 30 años, ella lo recibirá con una sonrisa sostenida, le ofrecerá agua o tinto para la sed y él le dirá “bienve- nido” y lo invitará a sentarse debajo del palo de mango que tienen en el solar. La historia de José Ávila Bertel y Can- delaria Curiel, de 60 y 50 años, frente a las inundaciones, es una historia de resisten- cia. En la fachada de su rancho todavía se ve la sombra del barro que les recuerda cuánto espacio ganó durante los últimos años el caño que tienen en frente. En julio de 2010, en menos de 15 días, el caño subió por lo menos 60 centímetros desde el nivel del piso y se mantuvo así du- rante cuatro años. Estaban acostumbra- dos al agua, pero no a una situación tan crítica. “La creciente de 1984 había sido la más parecida. Pero esa vez no duramos más de un mes inundados. Ahora fue mu- cho tiempo. Los cultivos y los animales se murieron. Usted no se imagina cómo era el paisaje antes. A este solar no le cabían los árboles frutales”, dice José. El hombre, al que la creciente del 84 terminó expulsando al casco urbano de Ayapel, aguantó hambre y malos tratos, y juró que si algún día regresaba nunca más dejaría su rancho “así el agua nos llegara al cuello”. Y cumplió. Cuando vino la inundación de 2010 se unieron entre vecinos y acor- daron no marcharse. Algunos alcanzaron a mandar sus animales hacia zonas secas, Viaje a la depresión momposina colombiana Semana Ambiental de Isagén en Chaparral, Tolima La Semana Ambiental es una actividad que se realiza en todas las centrales de generación de ISAGEN, en el marco del programa de Educación Ambiental. Su objetivo es propiciar aprendizajes de utilidad sobre la diversidad del entorno y el cuidado de la fauna y la flora. Este año, la actividad se hizo por primera vez en la zona de influencia de la central hidroeléctrica Río Amoyá, La Esperanza, en Chaparral, Tolima, y se trataron temas como el cuidado del agua y el reconocimiento de serpientes, para promover la integridad de las personas y la protección de esas especies. otros los perdieron. Con las casas anegadas tu- vieron que construir tambos flotantes para dor- mir y encerrar las gallinas y demás animales en jaulas sostenidas con llantas. “Los animalitos se desesperaban por el espa- cio. Cuando el agua bajó, las gallinas salieron co- rriendo y no volvieron. Nos tocaba sembrar de ese arroz que crece en el agua, pero no era sufi- ciente. El Gobierno de vez en cuando mandaba comida”, cuenta Candelaria. Los únicos cultivos que aguantaban eran las huertas livianas que no se hundían y lo poco que alcanzaban a sembrar sobre las tablas de las ca- sas. El pueblo de agricultores se dedicó a la pes- ca e instalaron pisos elevados de tabla en la es- cuela para que sus hijos no dejaran las clases. Todos los días un bote recogía a los niños de casa en casa para llevarlos a los pupitres. “La vi- da nos cambió, pero ahí nos acomodamos. So- brevivimos también porque mis hijos nos man- daban mercaditos desde Medellín. Fueron años muy difíciles”, recuerda Candelaria. A comienzo de este año, cuando por fin cesó la inundación y se pudo contemplar el hecho de volver a sembrar y tener una vida más tran- quila, el Ministerio de Ambiente, en conjunto con el Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), se contactaron con los campesinos de La Mojana, especialmente ha- bitantes de Ayapel, en Córdoba, y San Benito y San Marcos, en Sucre, para adelantar con ellos un proyecto enfocado en la adaptación al cambio climático. Con recursos del Protocolo de Kioto, expli- ca Blanca Florián, directora del programa, el Minambiente diseño un plan con el que se pretende recuperar en los próximos años los humedales afectados por la pasada inunda- ción, adaptar la infraestructura de estas co- munidades para que responda a la variabili- dad climática de la zona, monitorear los nive- les de las ciénagas para prever futuras cre- cientes y adoptar métodos de cultivo que les garanticen a los campesinos la alimentación aunque el agua regrese. A pesar de que este año las lluvias han esca- seado, con el tiempo los humedales de La Moja- na traerán nuevas inundaciones para las que se espera que José, Candelaria y sus vecinos estén preparados. Hace seis meses, William Velásquez, junto a otros expertos en agronomía vinculados a la Pastoral Social (entidad aliada al programa), co- menzaron a instalar con los campesinos de la zona cultivos elevados, diseñados para que las crecientes no los afecten. La tierra se cava for- mando anillos sobre los que luego se siembra papa, ñame, ají, frijol, yuca o vegetales. “Después de cuatro años de inundación, la gente puede comer nuevamente de lo que siem- bra. Ellos son dueños de gran parte del conoci- miento sobre cultivos, así que nosotros hace- mos recomendaciones para que puedan apro- vechar mejor el terreno, elijan los mejores siste- mas de riego y no le teman a sembrar diferentes especies en un mismo espacio. Pero de ellos de- pende que funcione y que esta experiencia se multiplique en otras comunidades”, dice Wi- lliam con un acento paisa inconfundible. El huerto de José ya da papaya, frijol, ají y está creciendo la yuca. Lo mismo pasa con las habi- chuelas de su hermano Regero Ávila y las beren- jenas y pimentones de Ledys Pérez. Hace un par de semanas Dagoberto Oviedo, La Mona y otros habitantes de Cecilia camina- ron hasta Sincelejito para asistir a la más recien- te escuela de campo. Esta vez, durante dos días, William Velásquez dirigió la construcción de un vivero comunitario levantado por 20 hom- bres y 10 mujeres que llegaron desde poblados cercanos dispuestos a ayudar. Trajeron troncos de árboles que sirvieron de columnas, monta- ron las bases y a partir del mismo principio de cultivos elevados armaron las camas de tierra. El suelo quedó listo para recibir las semillas que entregará el programa. La idea es que las familias interesadas se en- carguen del vivero, se beneficien de sus frutos y más adelante puedan pensar en comerciali- zar las hortalizas, tubérculos o granos que siembren. La estructura quedó instalada en la parte de atrás de la casa de José, quien no tuvo problema en ceder unos metros de tierra, cerca del palo de mango, para la siembra comunitaria. “Con lo que nos han enseñado, ninguna creciente va a dejarnos sin comida”, dice, y sonríe. Termina el jornal y Candelaria recoge los vasos donde los hombres tomaron chicha pa- ra refrescarse. Ahora todos se reúnen en el so- lar a echar historias de vecinos. Al fondo, en una esquina, aún está armado el tambo en el que por cuatro años vivió flotando la pareja de esposos. ‘‘ Para el Ministerio de Ambiente ha sido muy gratificante ver el impacto del programa en la seguridad alimentaria de las comunidades y notar cómo entre ellos han replicado estas nuevas formas de cultivo”. Rodrigo Suárez, Director de Cambio Climático del Minambiente

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Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 27/08/2014, Hora = 02:32:08 p.m., Página= 24-25, Usuario = elrodriguez

EL ESPECTADOR / JUEVES 28 DE AG OSTO DE 2 01 4

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un compromiso para vivir mejor

ENTREGA 3Crónicas

Re s p a l d o: Dirección técnica:

Libertad y Orden

» Las altas temperaturas y sequías de laRegión Caribe no son ni serán un hechoaislado. El fenómeno será más recurrenteen el futuro, según expresó la OrganizaciónMeteorológica Mundial (OMM) en laprimera conferencia mundial de meteoro-logía, que anticipa un futuro más extremopor cuenta del cambio climático. Lascausas principales: la quema de combus-tibles fósiles, que emiten gases de efectoinvernadero (GEI) causantes del calenta-miento global, y la deforestación delAmazonas. En la comunidad científica hayconsenso respecto a que esta defores-tación está alterando el clima de todo elcontinente, induciendo sequías extremasen algunas regiones. La solución está a lavista: quemar menos combustibles fósilespara emitir menos GEI y detener ladeforestación de la selva amazónica.Acciones difíciles de implantar por la faltade voluntad política.

Financiera del Desarrollo

Aliados:

S e m b ra m o scultivos contrainundacionesDurante cuatro años en los que vivieron inundados, a loscampesinos de Sincelejito (Córdoba) les fue imposiblecultivar sus alimentos. Ahora que el agua descendió buscanestrategias para adaptarse a futuras crecientes.

ANGÉLICAMARÍAC U E VASG UA R N I ZO

a c u eva s @ e l e s p e c t a d o r.co m@ a n g e l i c a m c u eva s

Primer parque autosostenible de Colombia

Findeter desarrolla el primer parqueautosostenible de Colombia, dondemediante una tecnologíainnovadora se busca volver al ciclonatural del agua, crear lugarespermeables en la ciudad que captenlas aguas lluvias para que se eviteninundaciones y sirvan como sistemanatural de filtración y drenaje envarios puntos de la ciudad. El aguacapturada se utilizará como un

sistema de riego natural quealimenta las diferentes especiesvegetales durante los períodos desequía. El parque podrádesempeñar dos funciones:amortiguar el caudal de agua sobreel pavimento y disponer de undepósito de agua para alimentarseen períodos secos. En Findeterapoyamos proyectos sostenibles enpro del medio ambiente.

La depresión momposina es una cuenca hidrográfica de 24.650 km cuadrados que se encuentra entre Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y Cesar. / Fotos: Angélica María Cuevas William Velásquez en la escuela de campo que dirige.

La inundación de 2010 acabócon cientos de árboles.

Obras para cerrar el boquete que el río Cauca abrió en el caño de Seheve.

Para ir a la casa de José y Candelaria, enSincelejito (Córdoba), usted agarra un ca-rro desde Montería y viaja tres horas poruna carretera rápida hasta el puerto deAyapel, por la misma vía que lo lleva a Pla-neta Rica. Luego, durante hora y media, ycon 36º encima, tendrá que montar en bo-te y navegar hacia el corregimiento de Ce-cilia, cruzando hacia el norte las aguas dela ciénaga de Ayapel. Pero José y Candela-ria aún estarán lejos.

Esa ciénaga, junto a otros imponenteshumedales de la depresión momposina,fueron los que en julio de 2010, alimenta-dos por las intensas lluvias y el desborda-miento del río Cauca, se tragaron decenasde casas, ahogaron árboles y animales ydesplazaron a 4.000 pobladores.

Los que se quedaron, porque se nega-ron a dejar la tierra, tuvieron que vivirdurante cuatro años inundados. Situa-ción que sólo se resolvió hace pocos me-ses, cuando los tres boquetes que abrióel Cauca en los sectores de Nuevo Mun-do, Santa Anita y Seheve (en Ayapel) vol-vieron a cerrarse con diques de concre-to. El agua descendió y la gente logró pi-sar de nuevo el suelo.

Al llegar a Cecilia usted pregunta si al-gún paisano, como Dagoberto Oviedo,que camina descalzo de un lado a otro,puede llevarlo en bestia hasta Sincelejito.Si no lo logra, la caminata toma poco másde una hora y media. Toca ir con cuidado

para no perderse en los caminos, que sonmuy nuevos. Los cuatro años de inunda-ción borraron las rutas y los campesinos,los perros y los caballos no han pisado losuficiente para marcar una guía seguraentre un poblado y otro.

Cuando llegue a la última casa de Since-lejito, en donde José y Candelaria han vi-vido por lo menos 30 años, ella lo recibirácon una sonrisa sostenida, le ofreceráagua o tinto para la sed y él le dirá “bienve -nido” y lo invitará a sentarse debajo delpalo de mango que tienen en el solar.

La historia de José Ávila Bertel y Can-delaria Curiel, de 60 y 50 años, frente a lasinundaciones, es una historia de resisten-cia. En la fachada de su rancho todavía seve la sombra del barro que les recuerdacuánto espacio ganó durante los últimosaños el caño que tienen en frente.

En julio de 2010, en menos de 15 días, elcaño subió por lo menos 60 centímetrosdesde el nivel del piso y se mantuvo así du-rante cuatro años. Estaban acostumbra-dos al agua, pero no a una situación tancrítica. “La creciente de 1984 había sido lamás parecida. Pero esa vez no duramosmás de un mes inundados. Ahora fue mu-cho tiempo. Los cultivos y los animales semurieron. Usted no se imagina cómo erael paisaje antes. A este solar no le cabíanlos árboles frutales”, dice José.

El hombre, al que la creciente del 84terminó expulsando al casco urbano deAyapel, aguantó hambre y malos tratos,y juró que si algún día regresaba nuncamás dejaría su rancho “así el agua nosllegara al cuello”.

Y cumplió. Cuando vino la inundaciónde 2010 se unieron entre vecinos y acor-daron no marcharse. Algunos alcanzarona mandar sus animales hacia zonas secas,

Viaje a la depresión momposina colombiana

Semana Ambiental de Isagén en Chaparral, Tolima

La Semana Ambiental es unaactividad que se realiza en todaslas centrales de generación deISAGEN, en el marco delprograma de EducaciónAmbiental. Su objetivo espropiciar aprendizajes de utilidadsobre la diversidad del entorno yel cuidado de la fauna y la flora.Este año, la actividad se hizo por

primera vez en la zona deinfluencia de la centralhidroeléctrica Río Amoyá, LaEsperanza, en Chaparral, Tolima,y se trataron temas como elcuidado del agua y elreconocimiento de serpientes,para promover la integridad delas personas y la protección deesas especies.

otros los perdieron. Con las casas anegadas tu-vieron que construir tambos flotantes para dor-mir y encerrar las gallinas y demás animales enjaulas sostenidas con llantas.

“Los animalitos se desesperaban por el espa-cio. Cuando el agua bajó, las gallinas salieron co-rriendo y no volvieron. Nos tocaba sembrar deese arroz que crece en el agua, pero no era sufi-ciente. El Gobierno de vez en cuando mandabacomida”, cuenta Candelaria.

Los únicos cultivos que aguantaban eran lashuertas livianas que no se hundían y lo poco quealcanzaban a sembrar sobre las tablas de las ca-sas. El pueblo de agricultores se dedicó a la pes-ca e instalaron pisos elevados de tabla en la es-cuela para que sus hijos no dejaran las clases.

Todos los días un bote recogía a los niños decasa en casa para llevarlos a los pupitres. “La vi-da nos cambió, pero ahí nos acomodamos. So-brevivimos también porque mis hijos nos man-daban mercaditos desde Medellín. Fueron añosmuy difíciles”, recuerda Candelaria.

A comienzo de este año, cuando por fin cesóla inundación y se pudo contemplar el hechode volver a sembrar y tener una vida más tran-quila, el Ministerio de Ambiente, en conjuntocon el Programas de las Naciones Unidas parael Desarrollo (Pnud), se contactaron con loscampesinos de La Mojana, especialmente ha-bitantes de Ayapel, en Córdoba, y San Benito ySan Marcos, en Sucre, para adelantar con ellosun proyecto enfocado en la adaptación alcambio climático.

Con recursos del Protocolo de Kioto, expli-ca Blanca Florián, directora del programa, elMinambiente diseño un plan con el que sepretende recuperar en los próximos años loshumedales afectados por la pasada inunda-ción, adaptar la infraestructura de estas co-munidades para que responda a la variabili-dad climática de la zona, monitorear los nive-les de las ciénagas para prever futuras cre-cientes y adoptar métodos de cultivo que lesgaranticen a los campesinos la alimentaciónaunque el agua regrese.

A pesar de que este año las lluvias han esca-seado, con el tiempo los humedales de La Moja-na traerán nuevas inundaciones para las que seespera que José, Candelaria y sus vecinos esténp re p a ra d o s.

Hace seis meses, William Velásquez, junto aotros expertos en agronomía vinculados a la

Pastoral Social (entidad aliada al programa), co-menzaron a instalar con los campesinos de lazona cultivos elevados, diseñados para que lascrecientes no los afecten. La tierra se cava for-mando anillos sobre los que luego se siembrapapa, ñame, ají, frijol, yuca o vegetales.

“Después de cuatro años de inundación, lagente puede comer nuevamente de lo que siem-bra. Ellos son dueños de gran parte del conoci-miento sobre cultivos, así que nosotros hace-mos recomendaciones para que puedan apro-vechar mejor el terreno, elijan los mejores siste-mas de riego y no le teman a sembrar diferentesespecies en un mismo espacio. Pero de ellos de-pende que funcione y que esta experiencia semultiplique en otras comunidades”, dice Wi-lliam con un acento paisa inconfundible.

El huerto de José ya da papaya, frijol, ají y estácreciendo la yuca. Lo mismo pasa con las habi-chuelas de su hermano Regero Ávila y las beren-jenas y pimentones de Ledys Pérez.

Hace un par de semanas Dagoberto Oviedo,La Mona y otros habitantes de Cecilia camina-ron hasta Sincelejito para asistir a la más recien-te escuela de campo. Esta vez, durante dos días,William Velásquez dirigió la construcción deun vivero comunitario levantado por 20 hom-bres y 10 mujeres que llegaron desde pobladoscercanos dispuestos a ayudar. Trajeron troncosde árboles que sirvieron de columnas, monta-ron las bases y a partir del mismo principio decultivos elevados armaron las camas de tierra.El suelo quedó listo para recibir las semillas queentregará el programa.

La idea es que las familias interesadas se en-carguen del vivero, se beneficien de sus frutosy más adelante puedan pensar en comerciali-zar las hortalizas, tubérculos o granos ques i e m b re n .

La estructura quedó instalada en la parte deatrás de la casa de José, quien no tuvo problemaen ceder unos metros de tierra, cerca del palo demango, para la siembra comunitaria. “Con loque nos han enseñado, ninguna creciente va adejarnos sin comida”, dice, y sonríe.

Termina el jornal y Candelaria recoge losvasos donde los hombres tomaron chicha pa-ra refrescarse. Ahora todos se reúnen en el so-lar a echar historias de vecinos. Al fondo, enuna esquina, aún está armado el tambo en elque por cuatro años vivió flotando la pareja dee s p o s o s.

‘‘Para el Ministerio de Ambienteha sido muy gratificante ver elimpacto del programa en la seguridadalimentaria de las comunidades ynotar cómo entre ellos han replicadoestas nuevas formas de cultivo”.

Rodrigo Suárez,Director de Cambio Climático del Minambiente